45
  ECLESIOLOGÍA LA IGLESIA DE CRISTO José Antonio Sayés CONTENIDO DEL PROGRAMA INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE LOS ORÍGENES DE LA IGLESIA 1. LA IGLESIAY LA TRINIDAD 1.1. EL MISTERIO DE LA IGLESIA 1.2. LA IGLESIA, PREPARADA EN EL A. TESTAMENTO 1.2.1. EL NACIMIENTO DEL PUEBLO DE ISRAEL 1.2.2. EL PUEBLO DE LA ALIANZA 1.2.3. LA ALIANZA Y LA LEY 1.3.. JESÚS Y LA IGLESIA 1.3.1. ¿PENSÓ JESÚS EN LA IGLESIA? 1.3.2. LA IGLESIA PRIMITIVA 1.3.3. CRISTO Y EL ANUNCIO DE LA PARUSÍA 1.3.4. EL REINO Y LA COMUNIDAD 1.3.5. LA INSTITUCIÓN DE LOS DOCE 1.3.6. EL MINISTERIO DE PEDRO 1.3.6.1. LA MISIÓN DE PEDRO EN LA COMUNIDAD PRIMITIVA 1.3.6.2.. LA PROMESA DEL PRIMADO 1.3.6.3 LA TEORÍA DE LA INTERPOLACIÓN 1.3.6.4. MT 16, 17-19 Y LA COMUNIDAD PRIMITIVA 1.3.6.5. TÚ ERES LA ROCA SOBRE LA QUE EDIFICARÉ MI IGLESIA 1.3.6.6. YO TE DARÉ LAS LLA VES DEL REINO DE LOS CIELOS 1.3.6.7. E L PODER DE A TAR Y DESA TAR  1.3.6.8 LA CONCESIÓN DEL PRIMADO 1.3.7. LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA 1.3.8 LA IGLESIA Y LA CRUZ DE CRISTO 1.3.9 PENTECOSTÉS 1.4. LA SUCESIÓN APOSTÓLICA 1.4.1. LAS CARTAS PASTORALES 1.4.2. LA SUCESIÓN DE T IMOTEO Y TITO 1.4.3. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 1.4.3.1. EL TESTIMONIO DEL PAPA CLEMENTE 1.4.3.2. IGNACIO DE ANTIOQUÍA 1.4.3.3. LAS IGLESIAS PAR TICULARES 1.4.3.4. DETERMINACIÓN DEL CANON Y DE LA FECHA DE PASCUA 1.4.3.5. EL TESTIMONIO DE HIPÓLITO 1.4.3.6.EL PAPADO EN LOS SIGLOS IVYV 1.4.3.7. EL CONCILIO DE ÉFESO 1.4.3.8. EL PAPA LEÓN 1.4.3.9. A PARTIR DE SAN AGUSTÍN

2269489-ECLESIOLOGIA

Embed Size (px)

DESCRIPTION

muy buena

Citation preview

  • ECLESIOLOGA

    LA IGLESIA DE CRISTOJos Antonio Says

    CONTENIDO DEL PROGRAMA

    INTRODUCCIN

    PRIMERA PARTE

    LOS ORGENES DE LA IGLESIA

    1. LA IGLESIAY LA TRINIDAD

    1.1. EL MISTERIO DE LA IGLESIA

    1.2. LA IGLESIA, PREPARADA EN EL A. TESTAMENTO

    1.2.1. EL NACIMIENTO DEL PUEBLO DE ISRAEL

    1.2.2. EL PUEBLO DE LA ALIANZA

    1.2.3. LA ALIANZA Y LA LEY

    1.3.. JESS Y LA IGLESIA

    1.3.1. PENS JESS EN LA IGLESIA?

    1.3.2. LA IGLESIA PRIMITIVA

    1.3.3. CRISTO Y EL ANUNCIO DE LA PARUSA

    1.3.4. EL REINO Y LA COMUNIDAD

    1.3.5. LA INSTITUCIN DE LOS DOCE

    1.3.6. EL MINISTERIO DE PEDRO

    1.3.6.1. LA MISIN DE PEDRO EN LA COMUNIDAD PRIMITIVA

    1.3.6.2.. LA PROMESA DEL PRIMADO

    1.3.6.3 LA TEORA DE LA INTERPOLACIN

    1.3.6.4. MT 16, 17-19 Y LA COMUNIDAD PRIMITIVA

    1.3.6.5. T ERES LA ROCA SOBRE LA QUE EDIFICAR MI IGLESIA

    1.3.6.6. YO TE DAR LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS

    1.3.6.7. EL PODER DE ATAR Y DESATAR 1.3.6.8 LA CONCESIN DEL PRIMADO

    1.3.7. LA INSTITUCIN DE LA EUCARISTA

    1.3.8 LA IGLESIA Y LA CRUZ DE CRISTO

    1.3.9 PENTECOSTS

    1.4. LA SUCESIN APOSTLICA

    1.4.1. LAS CARTAS PASTORALES

    1.4.2. LA SUCESIN DE TIMOTEO Y TITO

    1.4.3. EL TESTIMONIO DE LA TRADICIN

    1.4.3.1. EL TESTIMONIO DEL PAPA CLEMENTE

    1.4.3.2. IGNACIO DE ANTIOQUA

    1.4.3.3. LAS IGLESIAS PARTICULARES

    1.4.3.4. DETERMINACIN DEL CANON Y DE LA FECHA DE PASCUA

    1.4.3.5. EL TESTIMONIO DE HIPLITO

    1.4.3.6.EL PAPADO EN LOS SIGLOS IVYV

    1.4.3.7. EL CONCILIO DE FESO

    1.4.3.8. EL PAPA LEN

    1.4.3.9. A PARTIR DE SAN AGUSTN

  • Este Tema ha sido preparado por: Luis Alejandro Orozco M.

    INTRODUCCIN

    La eclesiologa es el estudio de la Iglesia, en todo su conjunto.

    Para muchos hombres de nuestro tiempo, la Iglesia puede aparecer, sin duda, como un cmulo de contradicciones: santa y llena de pecadores, mirando al cielo y ocupada en mltiples tareas humanas, abierta al dilogo y cerrada en la Tradicin, presuntamente inmutable y zarandeada, sin embargo, por las olas de cada tiempo y lugar.

    Pero slo cuando se mira a la Iglesia con los ojos de la fe, aparece en su autntica y profunda realidad. La Iglesia, como el misterio mismo de Cristo, es divina y humana, en ella acta el Espritu que la mantiene fiel, sin dejar de ser una realidad humana y prxima. Est en medio de los tiempos y se mantiene fiel a los orgenes por la fuerza del Espritu que la anima. Es universal y se realiza, en su plenitud, en cada Iglesia particular que se encuentre en comunin con Roma. Es universal y catlica y se cie a los lmites de lo local y particular.

    El misterio de la Iglesia!

    Entendemos por misterio el concepto paulino, sobre todo: el designio de salvacin de Dios que se ha realizado en Cristo y se perpeta en la Iglesia. sa es la razn de ser de la Iglesia. La Iglesia nos interesa slo porque en ella se encuentra Cristo y porque ella nos da la fuerza del Espritu. Si no fuera por ello sera una pura asociacin humana que ya habra desaparecido de la historia como tantos movimientos, civilizaciones y culturas.

    PRIMERA PARTE

    LOS ORIGENES DE LA IGLESIA

    1. LA IGLESIA Y LA TRINIDAD

    Desde que el Vaticano II, al abordar el tema de la Iglesia en Lumen Gentium, seala que su origen hemos de buscarlo en la Trinidad(LG 1,2,3,4), es ya obligado seguir este procedimiento no slo por la autoridad inherente al concilio, sino por la misma lgica de su planteamiento. La Iglesia, en efecto procede de la Trinidad (Ecclesia de Trinitat), en cuanto que ha nacido de la misma comunin personal del Dios Trino que ha querido extender su comunin a los hombres. La Iglesia ha nacido del amor del Padre eterno, ha sido fundada en el tiempo por el Hijo y es vivificada continuamente por el Espritu.

    La mayor parte de los tratados clsicos de la Iglesia no subrayaban esta conexin con la Trinidad, que apareca en la mayora de los casos como una realidad intangible e insondable, cuando en realidad la salvacin cristiana nace de ella y culmina en ella. La revelacin, ensea a conocer las personas divinas

  • precisamente en su actividad salvadora. Y de la misma manera que la gracia no puede ser entendida al margen de la presencia e inhabitacin de las personas divinas en el hombre (gracia increada en su primaca total sobre la creada), la Iglesia no puede ser entendida al margen de la salvacin que el Padre ha dispuesto concedernos por la encamacin de su Hijo y la efusin de su Espritu.

    Pero Ecclesia de Trinitate no expresa slo el origen de la Iglesia a partir de la Trinidad, sino que indica tambin la continua participacin de la Iglesia en el misterio y la vida de la Trinidad. La Iglesia es icono de la Trinidad en el sentido que es una imagen que participa en la vida trinitaria que de ella vive. La Iglesia es la presencia viviente de la Trinidad en el tiempo por la misin del Hijo y del Espritu. Por ello la unidad de las personas divinas es para la Iglesia el origen, el modelo y el fin de su existencia. La Iglesia vive de la Trinidad y en la Trinidad, y no la podemos entender simplemente como el mero resultado de una decisin divina que pertenece al pasado.

    La Lumen Gentium opta por partir de la dimensin vertical y de dentro hacia fuera en la perspectiva del misterio eclesial.En los tratados clsicos era frecuente iniciar el De Ecclesia partiendo de la voluntad fundacional de Cristo. Se pona as el nfasis en la dimensin cristolgica, en su dimensin de encamacin en lo visible, en una perspectiva que podramos llamar exclusivamente cristocntrica. Era sta una perspectiva que se haba desarrollado precisamente en contraste con el espritu de la Reforma, la cual propona una Iglesia invisible con el rechazo de toda dimensin mediadora e histrica, por considerarla adulterada en razn de la corrupcin padecida por el hombre en virtud del pecado original. En el protestantismo se caa, en efecto, en una especie de contraposicin entre la Iglesia invisible, constituida por la congregatio sanctorum, y una Iglesia externa, que puede reconocerse en la profesin de un mismo credo y en la participacin de los mismos sacramentos, la cual comprende a justos y pecadores. Calvino, por su lado, separaba tambin la Iglesia de los predestinados, elegida por Dios y slo por l conocida, de la Iglesia visible, que quedaba reducida a pura manifestacin antropolgica.

    As las cosas, se entiende que Belarmino, en el siglo XVI, nos diera su conocida definicin de la Iglesia como sociedad perfecta, aunque lo que pretenda era evitar toda separacin posible entre lo visible y lo invisible. Deca as Belarmino: La Iglesia es una sola, no dos, y es nica y verdadera comunidad de los hombres congregados mediante la profesin de la verdadera fe, la comunin con los mismos sacramentos, bajo el gobierno de los legtimos pastores y, principalmente, del vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontfice. Y dice tambin a continuacin; Para que uno pueda ser declarado miembro de esta verdadera Iglesia, de la que hablan las Escrituras, no creemos que haya de exigirse de l ninguna virtud interior. Basta la profesin exterior de la fe y la comunin de los sacramentos, cosas que podemos constatar con los sentidos. En efecto, la Iglesia es una comunidad tan visible y palpable como la comunidad del pueblo romano o del reino de Francia o de la repblica de Venezuela.

    Lo que, en realidad, intenta Belarmino es insistir en la inseparabilidad de lo humano y lo divino en el misterio de la Iglesia, de modo que le interpretara mal el que pensara que olvida lo divino. Aunque sigue siendo verdad que Belarmino coloca el acento en el rechazo de la concepcin de la Iglesia por parte de la Reforma y, por ello, pone todo el nfasis en la continuidad del misterio de la Encarnacin en la Iglesia. Es algo que, incluso, con el paso del tiempo se ir acentuando todava ms.

    Algunos posteriormente contribuyeron decisivamente a la presentacin de la Iglesia como una realidad divina bajo la accin del Espritu Santo, deduce los elementos extremos de la Iglesia del

  • principio interior de unidad que en ella habita. Y, finalmente, construye una eclesiologa armnica basada en la encarnacin, respecto de la cual la Iglesia se muestra como continuacin en el mundo.

    La Iglesia es como un misterio de vida en el que participan los fieles por la fe y los sacramentos, en su dimensin de vida que se nos comunica en Cristo por el don del Espritu y nos hace as entrar en la comunidad de la Santa Trinidad. El hombre de hoy, el hombre que ha salido de la segunda guerra mundial, que ha conocido la experiencia nazista o el tormento marxista, es un hombre despersonalizado, perdido y solitario que busca una sincera comunin de vida. Y as se le quiere presentar la Iglesia como una humanidad en Cristo. Si no existiera esta humanidad nueva en Cristo, al hombre no le quedara otra cosa que la camaradera en el anticristo. Esta es la razn por la que el hombre de hoy se interesa ms que nunca por la idea de la gran familia de Dios sobre la tierra, en la cual pueda sentirse como en su propia casa. Al hombre de hoy se le hace difcil, incluso, creer en el propio hombre para formar la humanidad nueva y siente la necesidad de que Dios mismo extienda su calor y su ternura para formarla. Esto es la Iglesia.

    No en vano haba afirmado ya en 1962 Dibelius que el siglo xx sera el siglo de la Iglesia. Y un poco antes haba proclamado Romano Guardini: un movimiento religioso de incalculable amplitud se ha puesto en marcha: la Iglesia ha despertado en nuestras almas.

    Por todo ello, se siente la necesidad de superar la condicin puramente externa de la Iglesia en pro de la comprensin de los elementos sobrenaturales y msticos de la misma, y es as como se siente la necesidad de presentar la Iglesia en su calidad de misterio de salvacin que nace del seno de la Trinidad, mediante la misin del Hijo y del Espritu. Hoy en da, se da claramente un descubrimiento del misterio de la interioridad de la Iglesia. A ello ha contribuido el desarrollo de los estudios bblicos y patrsticos, que nos han devuelto conceptos tan profundos y ricos de contenido como los de misterio, sacramento o comunin. Lo que, en todo caso, se busca es comprender que la Iglesia responde al misterio de salvacin que brota de la comunin de la Trinidad y que, realizado por la misin del Hijo y del Espritu, tiende tambin a unirnos con el Padre en el Hijo por medio del Espritu. La Constitucin Lumen Gentium (LG 1) viene a decir claramente, en su primer prrafo, que la Iglesia es en Cristo como un sacramento o seal e instrumento de la ntima unin con Dios y de la unidad del gnero humano.

    1.1. EL MISTERIO DE LA IGLESIA

    Por eso el concilio vuelve a la teologa del misterio. La Iglesia slo puede ser entendida como lo que es, como el misterio de salvacin que, naciendo en el seno de la Trinidad, se realiza en Cristo por obra del Espritu para introducir a los hombres en la familia de Dios, superando el pecado y la muerte. La Iglesia, en efecto, slo puede ser entendida de arriba hacia abajo, pues no nace de iniciativa humana alguna ni de intento de superar los lmites y sufrimientos de la vida. No es una fraternidad puramente social ni consecuencia de fuerzas puramente humanas. La Iglesia es anterior al tiempo y est preparada desde toda la eternidad en el designio salvador de Dios Padre en Cristo.

    Responde, pues, la Iglesia a la concepcin bblica de misterio: designio de salvacin de Dios que, escondido desde toda la eternidad, se nos ha revelado ahora en Cristo. En el mundo greco-romano se conoca el trmino de misterio en plural.

    Misterios eran los ritos paganos importados del Oriente y en los que slo podan participar los iniciados. En el cristianismo, se habla del misterio de Cristo que el hombre no puede conquistar por su inteligencia, sino recibir slo como don.

  • Como plan divino, la Iglesia se dibuja en la oscura lejana de la eternidad, de donde arranca y hacia donde camina. Y, aunque se realiza en el tiempo, la eternidad permanece siempre subyacente en su mismo ser... La Iglesia es vida y accin de Dios sobre la historia humana. Cada individuo es una Iglesia en pequeo, porque en lo ms intimo de la decisin personal se desarrolla el drama de su propia entrega a la accin salvadora de Dios o de su frustracin como elegido. La Iglesia, en grande, no es otra cosa sino la socializacin de la accin divina que se realiza comunitariamente en todos aquellos que aceptan la llamada de Dios.

    Un tema central de la teologa paulina es el concepto del misterio. No es una alusin a lo imposible de comprender, sino que se refiere al designio salvador de Dios, que ha estado oculto en l durante toda la eternidad y ahora se nos ha manifestado en Cristo. Y, en este sentido, en cuanto que Cristo es el sacramento del Padre que lo manifiesta y hace presente, es como hemos de entender a la Iglesia como sacramento de Cristo, como signo que hace presente entre nosotros el misterio o designio salvador de Dios. Pero veamos ms en concreto el concepto de misterio en la teologa de San Pablo:

    El trmino usado por San Pablo para hablar de la revelacin es el del misterio; el misterio, escondido de Dios desde la eternidad, ha sido revelado y hecho manifiesto en Jesucristo, llevado al conocimiento de las naciones por medio del Evangelio y la predicacin, para conducirnos a la fe y a la obediencia.

    Este misterio no es otra cosa que el plan de salvacin, escondido durante toda la eternidad y ahora revelado, por el cual Dios establece a Cristo como centro de la nueva economa (economa: designio e historia de salvacin), constituyndolo, por su muerte y resurreccin, en nico principio de salvacin tanto para los gentiles como para los judos. Concretamente, el misterio, el plan salvfico de Dios, es Cristo (Rm 16, 25; Col 1, 26-27; 1 Tm 3,16).

    Pero este misterio tiene diversas etapas en su realizacin:

    1.1.1. En una primera fase, este plan de salvacin est en la intencin de Dios. Est escondido en l. Es el secreto lleno de Sabidura (7 Co 2, 7) y que no conocieron las generaciones pasadas (Ef 3, 5; Col 1, 26).

    1.1.2. En una segunda fase, este misterio es revelado en Cristo (Rm 16, 25-27; Col 1, 26). Mediante la vida, muerte y resurreccin de Cristo, el misterio entra en su fase de realizacin, pues en Cristo se cumple y desvela, a un tiempo, el designio salvfico de Dios (Ef l, 7-9).

    1.1.3. La tercera fase del misterio la constituye la predicacin del mismo. En la economa de salvacin, el misterio es comunicado, sobre todo, a testigos privilegiados: los apstoles y profetas del misterio (Ef 3, 5; Col 1, 26), los cuales vienen a ser los mediadores del misterio y constituyen, con su predicacin, el fundamento de la Iglesia, de la que Cristo es piedra angular (Ef l, 22-23; 2, 20-21). Pablo es, precisamente, anunciador del misterio a los paganos (Ef 3, 8-9), para lo que ha recibido una profunda inteligencia del mismo. La misin de los apstoles es proclamar el contenido del misterio, o, lo que es lo mismo, el Evangelio (1 Ts 1, 8), Evangelio de Cristo (Rm 15, 19-20.Misterio y Evangelio son trminos equivalentes: en los dos casos se trata del plan divino de salvacin, bien como revelado (misterio), bien como proclamado (evangelio) y ambos tienden a la promesa de la gloria (Col 1, 28.

  • A veces, tambin San Pablo designa el contenido del mensaje cristiano con el trmino de palabra (Col 1, 25-26), palabra de Dios (l Ts 2, 13) o del Seor (l Ts 1, 8) o de Cristo (Rm 10, 14. 15) y da gracias a Dios porque la palabra por l anunciada ha sido recibida no como palabra humana, sino como palabra de Dios (1 Ts 1, 13), de cuya autoridad participa. Es palabra de salvacin (Ef 1,13), de vida (Flp 1, 16), de verdad (2 Co 6, 7) y de reconciliacin (2 Co 5, 19), no slo porque tiene todo esto como objeto, sino porque introduce a la vida( 1 Co 1, 21; 1 Ts 2, 13; Ef l, 13.

    1.1.4. La cuarta fase es: la Iglesia es la realizacin efectiva del misterio. La Iglesia es el misterio de Cristo hecho visible a travs de los siglos. El plan de salvacin no es slo revelado o proclamado por medio del Evangelio, sino que es tambin realizado efectivamente en la Iglesia. Como Cristo es el misterio de Dios hecho visible, as la Iglesia es el misterio (aqu podramos decir sacramento) de Cristo hecho visible en los siglos. En este sentido, misterio es equivalente a sacramento: Cristo, sacramento de Dios; la Iglesia, sacramento de Cristo.

    1.1.5. Quinta fase: para San Pablo, la revelacin del misterio tiene lugar ahora ya {Rm 16, 25-26. l y los apstoles han recibido la misin de anunciarlo; pero la revelacin, que ha tenido en Cristo el culmen de su realizacin, nos ha sido comunicada, en esta fase histrica, bajo el ropaje de los signos humanos, los cuales, al mismo tiempo que revelan, ocultan la realidad por ellos significada. Slo en la fase final o escatolgica llegaremos al cara a cara del misterio de Dios, sin el ropaje de los signos. sta ser la plenitud de la revelacin (1 Co 1, 7; 2 Ts 1, 7), en la que aparecer tambin la gloria de todos los que se han configurado a Cristo (Rm 8, 17-19). Hay ya desde ahora una tensin entre la revelacin histrica y la final.

    Entendemos as el origen trinitario de la Iglesia, sin perder para nada su realizacin histrica. En efecto, la Iglesia, siendo una realidad visible e histrica, es, en el fondo, la realizacin histrica del designio de salvacin que nace de la Trinidad y que a ella conduce. La Iglesia, en la teologa paulina, es el trmino del misterio de salvacin en lucha permanente con el misterio de iniquidad: Porque el misterio de iniquidad ya est actuando (2 Ts 2, 7. El misterio de Dios operado en Cristo por medio de la Iglesia tiene, pues, como contrapunto el misterio de iniquidad. Es la accin de Satans que pone obstculos a la accin salvadora de Dios. Pero la victoria final de los elegidos tiene ya su base y fundamento en el misterio pascual de Cristo. Jesucristo no es solamente un misterio, es el misterio, y fuera de l no hay ningn otro... Y San Agustn nos dice claramente: en Dios no hay ms misterio que Cristo.

    Por consiguiente, la Iglesia es un misterio, pero misterio derivado. Es misterio porque, viniendo de Dios y puesta por completo al servicio de su designio de salvacin, es el organismo salvfco. Ms en concreto, es misterio porque se relaciona por completo con Cristo y no tiene ningn valor, ninguna existencia, ninguna eficacia ms que en l18. Toda la importancia de la Iglesia deriva de su relacin con Cristo. Se comprende as que misterio y sacramento vienen a ser lo mismo. Normalmente, el trmino sacramentum traduce el trmino griego de mysterion.

    ste es el misterio de la Iglesia, humana y divina, visible e invisible, activa y contemplativa, presente en el mundo y en tensin escatolgica. Por eso la Iglesia, vista desde fuera, puede parecer, un contraste de santidad y de pecado, de inmutabilidad y dependencia del tiempo. Vista, en cambio, a los ojos de la fe, se presenta como la realizacin en el mundo del plan salvfco de Dios; La Iglesia es humana y divina; se nos da desde arriba y procede de abajo... La Iglesia se vuelve hacia el pasado recogindose en el recuerdo de todo aquello que ella misma sabe que contiene y que jams podr pasar, pero al mismo tiempo abre sus brazos al porvenir, exaltndose en la esperanza de una consumacin inefable que ningn signo sensible es capaz de dejar entrever.

  • Destinada, en su forma presente, a desaparecer por completo, como la figura de este mundo, tambin est destinada a permanecer para siempre en la medida de su propia esencia, a partir del da en que ella se manifieste tal cual es. Mltiple y multiforme, es, sin embargo, una con la unidad ms activa y exigente. Es un pueblo, es una inmensa turba annima, y sin embargo... es el ser ms personal. Catlica, esto es, universal, quiere que sus miembros se abran a todos, y no obstante no es plenamente Iglesia ms que cuando se recoge en la intimidad de su vida interior y en el silencio de la adoracin. Es humilde y majestuosa. Asegura que integra toda cultura y que eleva en s todos los valores y, al mismo tiempo, quiere ser el hogar de los pequeos, de los pobres, de la muchedumbre simple y miserable.

    En la Iglesia se hace presente, sin duda, la pascua del Seor, que es nuestra salvacin. Y es, sobre todo, en el misterio de la Eucarista donde la Iglesia se genera como Iglesia y como cuerpo de Cristo. En efecto, dice San Pablo que, puesto que todos nos alimentamos del mismo pan, formamos la misma familia (l Co 10,17). Y de la Eucarista nace el concepto de Iglesia particular en la Iglesia antigua. El misterio de la Iglesia se realiza all donde se renen los fieles mediante la predicacin y se alimentan del cuerpo del Seor bajo la presidencia del pastor (LG 26).

    La Trinidad es, pues, en conclusin, el origen, la forma y la patria de la unidad eclesial.

    1.2. LA IGLESIA, PREPARADA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

    Dice el Vaticano II (LG 2) que la Iglesia ha sido preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel. Efectivamente, el designio de salvacin de Dios, el misterio de nuestra salvacin, antes de realizarse en Cristo, fue preparado en el Antiguo Testamento.

    1.2.1.EL NACIMIENTO DEL PUEBLO DE ISRAEL

    Aunque el pueblo de Israel, bajo la direccin de los profetas, lleg a conocer la existencia de un Dios nico y creador del universo, desde un punto de vista histrico conoci antes al Dios salvador, al Dios de la alianza. Israel conoci a Yahv como el Dios de sus padres, el Dios de Abrahn, de Isaac y de Jacob. Se trata del Dios que irrumpe en la historia para hacerse un pueblo, el pueblo de su eleccin. Y todo ello comenz el da en que Dios eligi a Abrahn.

    Abrahn, un pastor de Ur de Caldea, que vivi hacia el siglo xIx antes de Cristo, fue elegido por Dios como primer eslabn de una cadena de intervenciones suyas en la historia. Con Abrahn, Dios rompe el silencio. Comienza el dilogo cuando Dios interviene y se insina en la vida de este hombre de alma grande.

    Abrahn lleva una vida normal, cumplida con su religin politesta en su tiempo y su vida se acaba con el ir y venir de sus rebaos por los pastos de la antigua Mesopotamia. Un da, Dios le sale al encuentro, se pone en su camino y le dice:

    Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostrar Har de t un gran pueblo, te bendecir, har famoso tu nombre y servir de bendicin. Bendecir a los que te bendigan, maldecir a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirn todas las familias del mundo (Gn 12, 1-3).

    He aqu al Dios que llama, que llama a salir a una tierra nueva, a ponerse en camino, dejando la seguridad de unos pastos y de una tierra en los que Abrahn haba echado races. Y he aqu que

  • Abrahn deposita su confianza en Dios, obedeciendo la llamada que le convierte en peregrino de una tierra desconocida, fiado en la palabra que Dios le da:

    Por la fe respondi Abrahn al llamamiento de salir para la tierra que iba a recibir en herencia, y sali sin saber adonde iba {Hb ll, 8).

    sta es la fe; la mirada que va ms all de lo inmediato, porque ha sentido la llamada de Dios que se insina como amigo y salvador.

    La vocacin de Abrahn fue una llamada al nomadismo (Sal de tu tierra), a una esperanza que habra de ser el alimento de todo el pueblo de Israel, el cual pasara a la historia precisamente como el pueblo de la esperanza.

    La revelacin que comienza en Abrahn se describe como revelacin en forma de promesa. Por parte del hombre, a esta promesa no responde primordialmente el conocimiento, sino la fe y la obediencia. La promesa abre la historia al futuro. Y la fe se describe como un apoyarse confiado en la palabra de Dios, que eso es lo que significa el verbo hebreo heemin. Heemn le Yahv aparece 13 veces en el Antiguo Testamento (Gn 15, 6; Ex 14, 31; Hm 14, 11; 20, 12; Dt 1, 32; 9, 32; 2 R 17, 14; Is 43, 10; Jon 3, 5; Ps 78, 22;

    La llamada de Dios aparece aqu no como una iluminacin al estilo de la que recibe Buda, sino como un encuentro que pide confianza y abandono: Abrahn abandona su tierra y su entorno familiar, confiando alcanzar la promesa. Abrahn vive la experiencia de una partida hacia lo desconocido, con una sola garanta: la promesa de Dios.

    Pero no se trata de una fe ciega. Dios mismo le da a Abrahn un signo que confirma su fe. Dios promete a Abrahn que un nacido de sus entraas y del vientre estril de su esposa le dar una descendencia superior al nmero de las estrellas del cielo. ste es el signo que le da. Y Abrahn crey: Y crey en Yahv, el cual se lo reput por justicia (Gn15, 6).

    Abrahn cree, sta es la maravilla, y Dios considera su fe como un acto de justicia, es decir, como un acto de santidad, por el cual Abrahn pasar a la historia como el hombre del que el Antiguo Testamento dice que era amigo de Dios (Is 41, 8; Dn 3, 35).

    Y llega la alianza. A Abrahn y a su descendencia promete Dios la tierra, pero le promete, al mismo tiempo, algo ms importante: ser su Dios y el Dios de los suyos:

    Yo soy el Sadday, anda en mi presencia y s perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos, y te multiplicar sobremanera. Cay Abrahn rostro en tierra y Dios l habl as: Por mi parte he aqu mi alianza contigo: sers padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamars ms Abrn, sino que tu nombre ser Abrahn, pues padre de una muchedumbre de pueblos te he constituido. Te har fecundo sobremanera, te convertir en pueblos, y reyes saldrn de ti. Y establecer mi alianza entre nosotros dos, y con tu descendencia despus de ti, de generacin en generacin: una alianza eterna, de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad. Yo te dar a ti y a tu posteridad la tierra que andas como peregrino, todo el pas de Canan, en posesin perpetua, y yo ser el Dios de los tuyos (Gn 17, 2-8).

    En seal de la novedad que la conclusin del pacto ha introducido, Abrn (as se llamaba) ha recibido un nuevo nombre: Abrahn, padre de una multitud de pueblos (Gn 17, 5).

  • Justamente el cambio de nombre es el signo que indica la vocacin a la que Dios llama a Abrahn; su misin consistir en ser padre de multitud de naciones. La vocacin de Abrahn aparece de este modo ligada no slo a su descendencia, sino al destino de la humanidad. San Pablo nos har ver cmo todas las naciones fueron bendecidas en la descendencia del patriarca que es Cristo (Ga 3, 16).

    El rito de la circuncisin ser la seal de esta alianza con Dios (Gn 17, 11-14), de esta pertenencia de Israel a Dios, el cual ha comprometido su fidelidad con los descendientes de Abrahn.

    Sin embargo, llega para Abrahn la segunda prueba. Dios le pide sacrificar a Isaac, al hijo de la promesa que ha nacido milagrosamente de Sara estril. Se viene todo abajo?, se aparta Dios de su fidelidad? Abrahn obedece, cree y responde de nuevo a la llamada de Dios (Gn 22, 1-14), confirmndose como padre de todos aquellos que confan en Dios hasta el fin y a pesar del curso adverso de los acontecimientos. Abrahn es nuestro modelo en la fe (Hh 11, 17-19).

    As pues, en este relato se describe la manera especial con la que el pueblo de Dios entra en la historia como un pueblo de su propiedad, como un pueblo que comienza su historia cual pueblo de Dios.

    Comenta la Carta a los Hebreos que por la fe de Abrahn naci el pueblo de Dios; Por lo cual tambin de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar (Hb 11,12).

    Lo primero que resalta en esta llamada a Abrahn para formar el pueblo de Dios es, sin duda, la iniciativa divina, que lo arranca de su medio ambiente para conducirlo por caminos insospechados. Esta misma iniciativa de Dios sacar ms adelante a su pueblo de la esclavitud de Egipto, Sin esta premisa fundamental, el pueblo de Dios quedara reducido a una reunin de hombres de buena voluntad, a un movimiento de emigracin debido a causas puramente humanas. Pero es Dios el que ha irrumpido en la vida de este hombre con exigencias nuevas e insospechadas.

    1.2.2. EL PUEBLO DE LA ALIANZA

    A la llamada de Dios a Abrahn sigue una nueva intervencin de Dios: va a consolidar su descendencia como pueblo elegido por medio de una alianza que, esta vez, ser hecha con todo el pueblo.

    Los descendientes de Abrahn, por diversas vicisitudes, haban tenido que emigrar a Egipto. Por la historia sabemos que tribus empujadas por el hambre y la sequa emigraban a la frtil tierra del Nilo. Los israelitas vivan en Egipto, pero el sello de su vocacin les impeda asimilar las costumbres de los egipcios. Eran sometidos a trabajos forzados y comenz por primera vez en la historia el dolor de este pueblo. Eran empleados como esclavos en la construccin de las ciudades de Pitn y Ramss, como relata el xodo ( Ex-1,11). Encontramos en el reinado de Ramss II (1290-1223 a. C.). Y el clamor de los israelitas llegaba hasta Dios.

    Dios interviene de nuevo llamando a Moiss para salvar a su pueblo. Moiss viva en una situacin privilegiada en la corte, pero, en una ocasin, por amor a su pueblo, se ve obligado a matar a un capataz que est maltratando a sus hermanos de sangre y tiene que huir al desierto. All le espera Dios, que se le presenta como el Dios de sus padres {Ex 2,4-6) y le revela su nombre (Ex 3, 14).

  • Dice Yahv a Moiss; El clamor de los israelitas ha llegado hasta m y he visto adems la opresin con que los egipcios los oprimen. Ahora, pues, ve; yo te envo al faran para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto(Ex 3, 9-10).

    Moiss se resiste. Yo estar contigo, le dice Yahv (Ex 3, 12). sta es la frmula con la que Dios promete su ayuda al profeta, la frmula con la que garantiza ah enviado la superacin de las dificultades.

    Y comienza el gran xodo del pueblo de Israel. Moiss se enfrenta al faran y, ayudado por la providente mano de Dios, que utiliza la naturaleza para sus fnes, libera a su pueblo de la esclavitud.

    La historia de las diez plagas sirve para que Moiss se acredite ante el faran y su pueblo como enviado de Dios. Indudablemente, estos signos con los que Dios salva a su pueblo han sido relatados en la sucesiva tradicin israelita con amplificaciones y reinterpretaciones posteriores.

    Por ejemplo, el nmero de israelitas que pasan el mar Rojo: 603.550, segn Nm 1, 46. Es un procedimiento literario frecuente en el mundo hebreo utilizar simblicamente los nmeros: si se sustituyen las consonantes de los vocablos hebreos r's kl bny ysr'l (todos los hijos de Israel) por sus correspondientes numricas, tenemos la citada cifra de 603.550.

    De todos modos, hemos de admitir un sustrato histrico en los signos que Yahv realiz en favor de su pueblo.

    Es cierto que muchas de estas plagas constituyen fenmenos naturales de las orillas del Nilo. Sin embargo, es preciso admitir una manifestacin milagrosa de Dios ante su pueblo en la utilizacin de esos fenmenos en cuanto a la poca, duracin e intensidad de los mismos5, pues de otro modo no se entiende que tales fenmenos pudieran impresionar al faran y a los suyos, as como a los mismos israelitas, que aceptan a Moiss como el representante de Yahv. El pueblo judo cree en Yahv y en Moiss su servidor a causa de los prodigios que ha visto (Ex 14, 31),

    El paso del mar Rojo debi de tener lugar en una lengua de mar, en un momento en el que las aguas se retiraban por efecto de una marea baja acentuada por un viento solano, provocado por Dios milagrosamente. No se puede reducir a un fenmeno puramente natural.

    Este acontecimiento, es el acontecimiento decisivo del Antiguo Testamento, como lo es la resurreccin de Cristo en el Nuevo Testamento: Sin el milagro del mar Rojo no habra existido una religin yavhista, ni un Israel, ni un Antiguo Testamento. Hay una intervencin sobrenatural de Yavh.

    Por su parte: Estos acontecimientos de la historia de Israel, estas circunstancias histricas constitutivas de su formacin son (y tal es el sentido y propsito del testimonio bblico), con toda su recrecida paradoja, que contradice todas las expectativas, representaciones y clculos humanos, proezas de la accin divina, de la direccin, la disposicin, eleccin y preferencia de Dios. La revelacin divina se realiza como un obrar y actuar en la historia, en los acontecimientos y realizaciones.

    Por este motivo, dichos acontecimientos se prolongan y 'recuerdan' siempre en el culto. La confesin del Israel que en l expresa refrenda el hecho y lo exalta. Yahv sac milagrosamente a Israel de Egipto. Este singular hecho histrico es el fundamento y soporte de la fe israelita, y la

  • garanta siempre renovada de la ayuda salvfica y del poder salvador de Yahv en el presente y en el futuro.

    La fe de Israel nace de esta intervencin poderosa de Dios en su historia: Algn dios intent jams venir a buscarse una nacin de en medio de otra nacin por medio de pruebas, seales, prodigios y guerra, con mano fuerte y tenso brazo, por grandes terrores, como todo lo que Yahv vuestro Dios hizo con vosotros, a vuestros mismos ojos, en Egipto? (Dt 4, 34).

    A veces, se suele decir infundadamente que el pueblo judo no tiene una concepcin del milagro como signo que supera la capacidad natural del hombre o la criatura, Pero los hebreos usan, para hablar del milagro, el trmino nifla't (signo imposible para el hombre), En el Antiguo Testamento, los judos piden pruebas a los profetas que se presentan como enviados de Dios. Moiss, por ejemplo, pide y obtiene de Yahv el signo que le probar a l mismo que Dios est con l y que su misin viene de l (Ex 3, 12). Los prodigios hechos por Moiss le acreditan entre los suyos, prueban la aparicin de Yahv y, en consecuencia, que es preciso creerle y escucharle como enviado de Dios(cfr. Ex 4,1).

    A travs de toda la historia del profetismo, el milagro es constantemente invocado para distinguir a los verdaderos de los falsos profetas. As, Elas, que resucita al hijo de la viuda de Sarepta y hace descender el fuego del cielo sobre el monte Carmelo, da a conocer que Yahv es el verdadero Dios (cfr. I R 18, 37-39), que l es su servidor (cfr. / R 18, 36). Dios hablaba a su pueblo por medio de los profetas y con sus signos confirmaba sus palabras como palabra suya.

    La fe monotesta del pueblo elegido se apoyaba en signos con los que Yahv se revelaba como nico Dios verdadero, Seor de la naturaleza y de la historia.

    El primer credo de Israel es, sencillamente, una confesin de las maravillas que Dios ha hecho en su historia, es la narracin de las intervenciones poderosas de Dios en su historia (cfr. Dt 26, 5-9).

    1.2.3. LA ALIANZA Y LA LEY

    Aqu comienza la vocacin de Israel como pueblo. El pueblo de Abrahn se forma como pueblo cuando sale de Egipto y camina por el desierto, atravesando el mar Rojo, hacia la tierra prometida. Este pueblo, que en Egipto llevaba una vida de esclavitud, se forma en el desierto como pueblo de Dios, convirtindose en el pueblo de su eleccin. As relata Ezequiel la alianza de Dios con su pueblo; Dios adopta a su pueblo, lo crea como tal, interviniendo en su historia. Lucha con l y por l, lo cuida. Lo va conduciendo por el desierto, venciendo su permanente tentacin de volverse atrs, pues siente a veces la nostalgia de los alimentos y la vida sedentaria en Egipto (cfr. Ez 16, 4-8). Igual que Abrahn, el pueblo de Israel tiene que abandonarse en las manos de Dios, dejando atrs las seguridades humanas.

    El momento culmen de la peregrinacin lo encontramos en el establecimiento de la alianza de Dios con su pueblo; alianza que proviene de la iniciativa de Dios y cuya finalidad es hacer de su pueblo un pueblo elegido y santo. La alianza se resume en esto; Yo ser su Dios y ellos sern mi pueblo, Ahora, pues, si de veras escuchis mi voz y guardis m alianza, vosotros seris mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque ma es toda la tierra; seris para m un reino de sacerdotes y una nacin santa (Ex 19, 5-6).

  • Es claro, por otro lado, que este pueblo escogido por Dios y apartado del resto no tiene sentido sino como mediador e instrumento de Dios para los otros pueblos de la tierra.

    En el contexto de esta promesa de la alianza, tiene lugar la manifestacin de Dios en el monte Sina a Moiss, que recibe de l la promulgacin del Declogo (cfr. Ex 20) como carta magna de la alianza que Dios va a sellar con su pueblo.

    El rito por el que se constituye la alianza es verdaderamente rico en simbolismo (cfr. Ex 24, 4-8). El altar representa a Yahv; las doce estelas, a las doce tribus de Israel que se han comprometido a observar las clusulas de la alianza. El rito de la sangre (principio de vida para los hebreos) significa la ntima comunin de vida que va a existir entre Dios y su pueblo. Dios ha dado, por tanto, un nuevo y trascendental paso en su revelacin al pueblo de Israel.

    Por medio de la alianza, Dios ha dado la existencia a Israel como pueblo de su eleccin. Le da, al mismo tiempo, una norma de vida que no tiene sentido alguno si se la separa de la alianza. En la religin de Israel no es lo primero el cumplimiento del Declogo. ste no se entiende sino como una respuesta a un Dios que, por iniciativa propia, ha salvado a Israel, confirindole una vocacin que ha dado sentido a su existencia. La intervencin de Dios precede a la ley y sta slo se entiende en el contexto de la alianza.

    la liberacin, la eleccin, la alianza, la ley, forman un todo indivisible. En efecto, la alianza y la ley no se comprenden ms que a la luz de todo el proceso liberador que tiene en ellos su consumacin. Las palabras de la alianza (Ex 20, 1-17) o las diez palabras (los dbam: Ex 34, 28) expresan exigencias de la vocacin de Israel. Al aceptar la alianza, Israel se convierte en el pueblo santo, pues se ha aliado con un Dios que es santo.

    Esta perspectiva mesinica tiene, como ya hemos dicho, una indudable significacin en la configuracin del pueblo de Israel como pueblo, pues el Mesas es para el pueblo y es el instrumento de Dios que lo conducir a realizar su vocacin de pueblo.

    Pero el pueblo de Israel tuvo, entre tanto, una crisis de fe que comprometi en el fondo su confianza en la alianza con Dios, Situado en medio de grandes potencias como Asira al este y Egipto al sur, se senta indefenso y dbil. Y su tentacin consista en buscar la seguridad en dichas potencias, haciendo con ellas pactos que le aseguraran proteccin. Esto le conduca a Israel a aceptar sus dioses y a olvidar la fidelidad que deba al Dios de la alianza en el desierto, al Dios de su juventud. Aqu surge la misin de los profetas, que echan en cara a Israel su infidelidad anuncindole el castigo.

    Los profetas anteriores al destierro (Amos, Oseas, Miqueas, Isaas) son los guardianes de la alianza y de la ley, llamando siempre a la fidelidad a Dios y a la justicia y anunciando castigos por transgredir la ley (Os 8, 7; Mi 6-7; s 1, 10-20).

    En concreto, Oseas habla de un pueblo nuevo y de una nueva alianza de la que saldr un pueblo renovado y dir a no-mi pueblo: T-mi pueblo, y l dir: t-mi Dios (Os 2, 20-25). Oseas se sirve de la alianza matrimonial para explicar el contenido de la alianza de Dios con su pueblo. Oseas, con la realidad de su mujer infiel, puede decir al pueblo que hace sufrir a Dios igual que una mujer infiel a su marido.

  • Pero Dios es fiel a su alianza y sigue amando a su pueblo castigndolo como a un amante y con palabras dirigidas al corazn (Os 2, 16). E Israel se convertir, y en aquel da, dice el Seor, me llamars esposo mo, y nunca ms me llamars Baal mo (Os 2, 18). Dios mismo lo aporta todo: aporta para el futuro la justicia y la rectitud. Ofrecer a su pueblo su amor constante (hesed) y su misericordia (rahamin) y dar sobre todo su fidelidad (emunah) y su verdad.

    Jeremas tuvo que hablar en medio del asedio de Israel, desplegando su vocacin proftica en torno al 627 a. C. Y l apela a una alianza nueva que Dios establecer con su pueblo: Mirad que llegan das, orculo del Seor, en que har una alianza nueva con Israel y con Jud: no ser como la alianza que hice con sus padres, cuando los agarr de la mano para sacarlos de Egipto; alianza que ellos quebrantaron y yo mantuve -orculo del Seor-: Meter mi ley en su pueblo, la escribir en su corazn, yo ser su Dios y ellos sern mi pueblo; ya no tendrn que ensearse unos a otros mutuamente, diciendo: 'Tienes que conocer al Seor', porque todos, grandes y pequeos, me conocern -orculo del Seor-, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados (Jr 31, 31-34).

    El sentido de la eleccin de Israel se ilumina desde la sentencia del guila que leemos en Ex 19, 4-6: Habis visto cuanto yo he hecho en Egipto, y cmo os he llevado sobre alas de guila y os he trado hasta m. Ahora bien, si de veras escuchis mi voz y guardis mi alianza, seris propiedad ma particular entre lodos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Vosotros seris para m un reino de sacerdotes y una nacin santa. Y a ello se aade la exhortacin: No haris lo que se hace en el pas de Egipto, donde habis vivido, ni lo que se hace en la tierra de Canan, a donde os voy a introducir (Ex 18,3).

    En la religin de Israel, no es lo primero el cumplimiento del declogo; ste no se entiende sino como respuesta a un Dios que, por iniciativa propia, ha salvado a Israel, dndole una vocacin que llena de sentido su existencia. La intervencin de Dios precede a la ley y sta slo se entiende en el contexto de la alianza. Para Israel, el declogo es esencialmente el signo de un pacto concluido con Dios. Es la alianza el estmulo que ha de llevar al cumplimiento de la ley, y sta ha de ser vivida en agradecimiento a un Dios que ha comprometido su fidelidad con Israel. El sentimiento de haber sido elegido es anterior al afn de cumplimiento. Es el amor que nace de la alianza el que ha de inspirar la observancia de la ley.

    Por otra parte, la alianza sin la ley resulta imperfecta. Un pueblo que ha sido llamado a la santidad ha de aceptar un estilo de vida conforme al estilo de Dios. La ley explica cmo debe vivir un pueblo consagrado a Dios.

    Es cierto que la ley recoge aspectos que corresponden al derecho natural; pero el pueblo de Israel no ha llegado a ellos a travs de una reflexin filosfica, sino por obediencia al Dios que ha irrumpido en su historia; de ah que el declogo tiene carcter interpelante y religioso; la ley explica la; voluntad de Dios; cuando se observa, se convierte en vida; cuando se desobedece, se encamina uno a la muerte. En este sentido, la formulacin negativa del declogo resalta ms el hecho de que la iniciativa proviene de Dios y que es l el que define las condiciones que Israel debe observar para no romperla.

    Finalmente, la ley tiene un aspecto comunitario: es una ley para la comunidad. Ya que el pueblo, como tal, ha sido llamado y la alianza se concluye con todos, es tambin todo el pueblo el que acepta la ley como configuracin de su vida.La fidelidad a Yahv est destinada a asegurar la unidad y la cohesin del pueblo de Dios. Algunas prohibiciones respecto a los forasteros y alianzas polticas con otros pueblos tienden a mantener la

  • cohesin del pueblo de Israel. El pecado se considera comunitario, pues la ley es comunitaria. Por medio de la ley, Dios va preparando a su pueblo hacia la plena revelacin.

    Por todo ello, el pueblo de Israel queda consagrado a Yahv (Nm 16, 3) y configurado como una comunidad santa: Sed, pues, santos porque yo soy santo (Lv 1 \, 45), les dice Yahv. Israel, por tanto, queda consagrado a Dios y ello le va a exigir una continua fidelidad a la alianza. La ley le configura como pueblo. Y as ser el pueblo de Dios, mientras que los dems sern llamados no-pueblo (Dt 32, 21). De este modo, la traduccin griega de la Biblia, la de los LXX, designar al pueblo de Dios con el nombre de laos, mientras que a los gentiles les llamar zne.

    1.3. JESS Y LA IGLESIA

    Vista la preparacin de la Iglesia en el A. Testamento, entramos ahora en el difcil problema de su institucin por parte de Cristo. El Vaticano II habla de la Iglesia que ha sido constituida en los ltimos tiempos (LG 2). Ahora bien, no lo hemos de entender en el sentido de que la Iglesia fuera constituida por Cristo en un acto formal y pblico, sino en el sentido de que Cristo fue poniendo las bases de su Iglesia en una serie de actos que, vistos en su conjunto, permiten vislumbrar una clara intencionalidad de su voluntad fundaciona1, Ciertamente Jess, en todo un proceso continuo a lo largo de su vida, va colocando las bases y el fundamento de su Iglesia. Es cierto que no establece un documento fundacional de la misma; pero, hay toda una serie de actos, acontecimientos y actuaciones, de las que bien puede deducirse que el Jess terrestre pens e intent una Iglesia, en el sentido de una comunidad ligada a l.

    En este sentido, la comisin teolgica internacional habla de un proceso fundacional de la Iglesia por parte de Jess que incluye actos como la institucin de los doce, la concesin del primado a Pedro, la institucin de la Eucarista, etctera. No podemos olvidar, por otro lado, algo fundamenta]: la Iglesia no comienza a existir propiamente hasta la llegada de Pentecosts. La Iglesia, que es la nueva presencia de Cristo entre los hombres, presencia eficaz pero oculta que se realiza bajo el influjo del Espritu Santo, no puede nacer propiamente hasta el da de Pentecosts. Mientras no llega Pentecosts, no hay sacramentos, es decir, no hay presencia de Cristo en los signos mediante la fuerza del Espritu de Cristo resucitado. Y si no hay sacramentos, no hay Iglesia.

    Lo que hace Cristo antes de Pascua es ir poniendo las bases de lo que ser realidad slo a partir de Pentecosts. Sin Pascua no hay Iglesia; aunque tampoco la habra sin las bases que Cristo puso antes de Pascua.

    1.3.1. PENS JESS EN LA IGLESIA?

    En efecto, uno puede quedar impresionado por el hecho de que el trmino de Iglesia slo aparezca dos veces en los evangelios (Mt 16, 18; 18, 17). El reino de Dios tiene que ver con la salvacin de Dios en el corazn del hombre, con el individuo concreto, pero nada tiene que ver con una institucin como la Iglesia.

    Jess, deca, participaba de la conciencia apocalptica de su tiempo. Esperaba en el fondo la catstrofe final, y por ello propona a los suyos una lnea de conducta provisional para el corto espacio que preceda a la catstrofe. Pero sta no lleg, y as la comunidad primitiva tuvo que adaptar el mensaje de Jess, hablando de un reino ya presente, aunque de forma diferente a la esperada.

  • La doctrina original de Jess sobre la escatologa se encuentra exclusivamente en la espera de la llegada del reino como realizacin definitiva de salvacin. Jess crea en la venida inminente del reino de Dios, el cual estara precedido de un tiempo de prueba para l y para el pueblo judo. Por ello exhorta a los suyos al arrepentimiento.

    Pero, ante el rechazo que experiment su predicacin, Jesucristo se convenci de que l personalmente estaba llamado a morir y sufrir antes que llegase el Reino. As, estaba convencido de que con su pasin llegara el Reino.

    Posteriormente, San Pablo transform el mensaje de Jess insistiendo en que el Reino haba llegado ya mediante el acceso a Cristo crucificado y resucitado.

    El problema tiene, sin duda, su dificultad. No se puede negar que Jess dice frases que parecen aludir a una venida inminente del reino en poder y gloria (.M 10, 23; Me 9, 1; Le 9, 27; M 16, 28). Cont, a la vez, con la llegada inminente de ese reino en poder y gloria, entonces la idea de una Iglesia como institucin queda excluida de antemano.

    Dicho de otro modo, la Iglesia habra surgido por iniciativa de los hombres y ante el retraso de la llegada gloriosa del Mesas, que se esperaba inminente, de ah que todas sus estructuras sean coyunturales y sujetas, por ello mismo, a una posible revisin.

    Debemos, por ello, comenzar el problema dilucidando esta cuestin; Comenzamos por una referencia a la teologa de San Pablo, que es la teologa de la Iglesia primitiva en el punto que nos ocupa.

    1.3.2. LA IGLESIA PRIMITIVA

    San Pablo distingue muy bien entre la resurreccin de nuestro Seor que ha resucitado como primicia, y nuestra resurreccin, que tendr lugar al final de la historia con la segunda venida del Seor (l Co 15, 23ss), San Pablo claramente habla de la consumacin del reino en la segunda venida de Cristo, cuando entregue a Dios Padre e] reino, despus de haber destruido todo principado, dominacin y potestad, y despus de que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies y venza tambin al ltimo enemigo, que es la muerte. San Pablo espera la transformacin gloriosa del cosmos para esa segunda venida de Cristo {Rm 8, 18-23).

    Sin embargo, san Pablo sabe perfectamente que Jess ha sido constituido Seor ya desde la resurreccin (Rm 1, 4-5). Hay, pues, una tensin entre el triunfo adquirido ya por Cristo en la resurreccin y la irradiacin que la segunda venida de Cristo proyectar sobre el mundo y la historia. La perspectiva del reino ya iniciado y por consumar es, por tanto, la perspectiva de Pablo y de toda la Iglesia primitiva. No tienen otra. Y esto es lo fundamental.

    Ahora bien, es cierto tambin que Pablo prefiere que la venida del Seor le encuentre con vida; prefiere que la venida del Seor le encuentre, no desnudo del cuerpo por la muerte, sino vivo, de modo que sea ms bien revestido (2 Co 5, 1-10). l espera estar vivo en la segunda venida del Seor (1 Ts 4, 15). La Iglesia primitiva contaba, al parecer, con una venida prxima del Seor.

    Sin embargo, lo cierto es que el retraso de la parusa del Seor no supuso un trauma para la Iglesia primitiva ni una crisis de identidad. si la expectacin inminente hubiera sido el punto central y decisivo del mensaje de Jess, no

  • se comprende cmo la no realizacin de la parusa, esperada de esa manera, hubiera podido darse sin grandes conmociones en la fe. De lo cual se sigue que el fundamento y contenido de la fe en el mensaje del reino de Dios no desaparecen ni sufren mengua alguna porque no tenga lugar la parusa.

    La Iglesia era consciente de que el reino tena que llegar a todo el mundo por imperativo mismo del Seor, y se limit, en consecuencia, a prolongar en el tiempo la misma estructura dada por Cristo a su Iglesia. Incluso desde el punto de vista espiritual, la transicin se hizo sin traumas. San Pedro interpreta el retraso de la parusa como signo de la paciencia divina, que quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversin (2 P 3, 9). En una palabra, la Iglesia sabia que el reino haba irrumpido, incluso victorioso, en la resurreccin de Cristo. pero esperaba la llegada ltima de Cristo en poder y gloria para un tiempo cercano.

    Podramos preguntarnos, con todo, por qu la comunidad primitiva tuvo la persuasin de que Cristo llegara pronto. Y podramos responder que quizs ello se debi al modo apocalptico con el que el mismo Seor anuncia su venida (cfn Mc 9, 1; Mt 20, 23), anuncindola como inminente (el futuro ya es presente, colocando el tiempo presente como posible destinatario de la venida final); pero sobre todo habra que pensar que fue decisiva la impresin que caus la resurreccin de Cristo como acto divino inaugural de la nueva eran. Aquel acontecimiento no esperado y decisivo, acontecimiento glorioso de victoria y de triunfo, les hizo pensar en un fin inminente de los sufrimientos y las tribulaciones porque inauguraba una victoria definitiva y gloriosa de Cristo que les hizo conscientes del triunfo definitivo del cristianismo.

    La Iglesia primitiva (esto es lo importante) haba distinguido con san Pablo los dos momentos del reino ya iniciado en Cristo y a consumar en la glora. Esperaba una prxima venida de Cristo y el caso es que el retraso de la misma no supuso trauma alguno en las primeras comunidades cristianas. Pero qu dijo Jesucristo de su venida?

    1.3.3. CRISTO Y EL ANUNCIO DE LA PARUSA

    Tenemos que preguntarnos si realmente Cristo esperaba la venida inminente del reino de Dios en poder y gloria. La dificultad viene de textos como ste: Os digo en verdad; Hay algunos de los que estn aqu que no probarn la muerte sin ver antes el reino de Dios, venido ya con poder (Mc 9, 1; cfr. Mt 10, 23). En el sermn escatolgico (Mt 24, 34; Mc 13, 30), Cristo afirma que no pasar todo esto (Cristo se refiere al fin del mundo) sino en el marco de esta generacin.

    La verdad es que, en el sermn escatolgico (tanto en la versin de Mateo como de Marcos), Cristo se refiere al doble acontecimiento de la destruccin del templo y de la venida final del Hijo del hombre, ambos precedidos de sus respectivos signos. La venida final en el marco de esta generacin (Mc 9,1; Mt 10, 23) es tambin una referencia a la venida final del Hijo del hombre, Yo os aseguro: no acabaris de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre (Mt 10,23).

    Slo desde la perspectiva de lo que es el gnero apocalptico cabe entender textos como stos. En el mundo apocalptico, toda espera se presenta como espera de una intervencin inminente de Dios. Esperar un acontecimiento que ataa slo a otra generacin no levantara nunca ni un movimiento poltico ni religioso.

  • Es propio de la apocalptica la creencia de que Dios acorta el tiempo, pues de otro modo nadie podra resistir la tribulacin. Por ello, en la literatura apocalptica se da una conexin tan profunda entre presente y futuro: el futuro es ya presente. As, el modo de hablar apocalptico (que Jess emplea) sirve a la parnesis, a la exhortacin a la vigilancia, en cuanto que coloca al tiempo presente como posible destinatario de la venida final del Hijo del hombre. Por eso las frmulas de cercana son un modo de expresar la seguridad de la venida final del Hijo del hombre y la posibilidad que sta suceda ya.

    Se pregunta si las palabras enigmticas que hacen referencia a la venida de Cristo en el marco de esta generacin no responden a esta mentalidad apocalptica que presenta el fin como inminente. Decir que Jess ha sealado el fin para esta generacin y que se ha equivocado contradira en efecto, los textos ms claros. Basta tener en cuenta el gnero literario que Jess utiliza para sacar a esos textos del terreno de lo falso y lo verdadero y colocarlos as en el marco de la vigilancia y la espera que les es propio. Decir que el fin va a ocurrir en esta generacin expresa la seguridad del mismo y hace a la generacin presente consciente de que puede ser destinataria del mismo.

    Por otro lado, en textos como el sermn escatolgico, Cristo se refiere a dos acontecimientos distintos; la destruccin del templo y la venida final del Hijo del hombre. En interpretaciones judas de orientacin apocalptica, era frecuente la conviccin de que la llegada final del Hijo del hombre ira precedida de la destruccin del templo y de la ciudad (Dn 9, 27; 11, 31-12, 11). Por ello, la destruccin del templo la presenta Cristo como signo anunciador de su venida final, distinguiendo los dos acontecimientos, incluso la exgesis avala la interpretacin de que la frase conflictiva no pasar esta generacin,.. se refiere al fin de la alianza antigua y comienzo de la nueva era con la resurreccin de Cristo: mientras todas estas cosas se le haba preguntado al principio cundo ser la destruccin del templo, tendrn lugar en el marco de esta generacin. En cambio, de la llegada ltima del Mesas, Jess dice no saber nada. Lo decisivo es que, inaugurado el nuevo En con la muerte y resurreccin de Cristo, la Iglesia espera su venida final sin saber a ciencia cierta cuando tendr lugar. Los sinpticos distinguen los dos acontecimientos; la destruccin del templo y la venida final del Seor. Mientras Marcos, hablando del templo, se limita a dar una indicacin vaga (en esos das: Mc 13, 24) de la venida de] Seor y Mateo apela a una indicacin redaccional; Inmediatamente despus de aquellos das (Mt 24, 29), Lucas habla del tiempo de los gentiles, el tiempo de la iglesia, que va desde la resurreccin de Cristo hasta la segunda venida del Seor (Lc 21, 24).

    El Apocalipsis de Juan pinta ya la situacin de una Iglesia perseguida en tiempos de Domiciano con su pretensin de culto divino, en el que el propio Juan parece identificar al anticristo (l Jn 2, 18). La perspectiva del libro conduce a dar nimos a la Iglesia perseguida, basndose para ello en el triunfo de Cristo (Ap l, 5. 18; 19, 16). Cristo vencedor ejerce ya ahora su seoro y el juicio, y la Iglesia participa ya de su triunfo. Con todo, en el Apocalipsis no se fija la esperanza en el triunfo final de Cristo, mientras que la Iglesia permanece en este mundo en situacin de xodo, expuesta a las tribulaciones de la era presente, por lo que clama continuamente: Ven, Seor Jess (Ap 22, 20).

    De todos modos, la intencin de fundar la Iglesia por parte de Cristo para el tiempo anterior a la parusa queda clara, si tenemos en cuenta que el tema del reino que Cristo predica tiene que ver con la comunidad, con el nuevo Israel que Cristo quiere instaurar. El reino slo tiene sentido en relacin con la comunidad mesinica que Cristo instaura y que es la Iglesia. 1.3.4. EL REINO Y LA COMUNIDAD

  • En efecto, el reino que Cristo predica tiene que ver con la comunidad, con el pueblo de Israel. El reino llega para el viejo Israel; y, ante el rechazo que hace de l, nace el nuevo Israel que lo acoge. Dicho de otra forma, el reino no puede entenderse al margen de una comunidad que es el nuevo Israel y con vistas a l.

    Jess se dirige a las ovejas perdidas de la casa de Israel San Pablo llamar a la Iglesia Iglesia de Dios (Ga 6, 16) que coincide con el pueblo cristiano heredero por la fe de las promesas hechas a Abrahn (Ga 3, 9. 29). El pueblo judo es Israel segn la carne (7 Co 10, 18); pero la Iglesia es simplemente el Israel de Dios que entronca por la fe con la promesa hecha a Abrahn (Rm 4, 11-17; 9, 6-8). San Pablo llama a la Iglesia universal y a las Iglesias particulares Iglesia o Iglesias de Dios (l Co 1,2; 11, 16; 10,32; 15, 9; Ga 1, 13; 1 Tm 3, 5- 15), con lo cual est reproduciendo la perspectiva del Antiguo Testamento, que presenta a Israel como asamblea (qehal) de Yahv. Por ello, lo que muchos parecen olvidar, hablando del reino, es que Cristo, para fundarlo, no parti de cero, sino de un dato ya existente, el antiguo Israel, que era precisamente un misterio espiritual y sociolgico a la vez. Cuando Mt 10, 6 habla delas ovejas perdidas, no se refiere slo a una parte del pueblo (los pecadores, por ejemplo) sino a la totalidad del pueblo que se encuentra como un rebano extraviado y roto. Y esto significa que Jess est convencido de que la reunin escatolgica de las ovejas extraviadas, prometida por Ezequiel, ha comenzado ahora. Dios mismo rene ahora a su pueblo sirvindose de su pastor mesinico (cfr. Ez 34, 23ss).

    El reino es la salvacin que llega al pueblo de Israel y, en la medida en que Israel lo rechaza, nace un nuevo Israel, que es el que entronca con Abrahn por medio de la fe en Cristo. Y as la Iglesia viene a ser como la heredera del antiguo pueblo de Dios, como el verdadero Israel. Cristo no ha venido a fundar una secta, sino a reunir al Israel de los ltimos tiempos. Por eso enva a sus apstoles a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel: No tomis el camino de los gentiles ni entris en ciudad de samaritanos; dirigios, ms bien, a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10, 5-6). Y de ah tambin la afirmacin del mismo Jess: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de Israel(Mt 25, 24).

    Una vez que Israel rechaza a Jess, el maestro se separa del pueblo de Dios para poner fundamentos del nuevo pueblo de Dios. En un principio el envo de los discpulos queda circunscrito a las ciudades de Israel: No vayis a los gentiles. Lo cual, no es una prohibicin exclusivista para todos los tiempos. Responde, ms bien, a la salvacin del comienzo y a la trayecto personal de Jess mismo, que se sabe enviado como hijo de David, como hijo de Abrahn, al pueblo de Israel que l quiere reunir como el Israel verdadero. En modo alguno excluye Jess a los gentiles de la salvacin, pero l se dirige exclusivamente a Israel. La luz tiene que resplandecer en Israel para que la vean los otros pueblos.

    A veces se piensa que Cristo, en el Nuevo Testamento, dice poco sobre la Iglesia, pero, en realidad, la Iglesia ya exista en cierto modo en Israel; lo que hace Cristo es instituirse como centro del nuevo Israel, con lo cual nace el nuevo y verdadero Israel, que es la Iglesia. El pueblo que Dios se haba elegido en el Antiguo Testamento es un pueblo que se encuentra extraviado; un pueblo extraviado por falta de pastor (Ez 34, 8) y del que haba dicho Dios: Yo suscitar, para ponrselo al frente, un solo pastor que los apacentar (Ez 34, 23), Jess quiere reunir de hecho a todo el pueblo de Israel, a fariseos, celotes, publcanos, ricos, pobres, enfermos, justos y pecadores. Jess no poda fundar una Iglesia, pues sta exista mucho antes de que Jess apareciera en Palestina. Esa Iglesia era el pueblo de Dios, Israel; Jess se dirige a Israel. Quiere reunirlo ante la inmediata irrupcin del reino de Dios y hacerlo verdadero pueblo de Dios. Lo que llamamos Iglesia no es sino

  • la comunidad de aquellos que estn dispuestos a vivir en el pueblo de Dios congregado por Jess y justificado por su muerte.

    Pero Cristo sufre en su carne el rechazo de su pueblo y afirma, por ejemplo, a propsito de la fe del centurin: Os digo de verdad que en Israel no he encontrado una fe tan grande. Y os digo que vendrn muchos de Oriente y Occidente a ponerse a la mesa de Abrahn, Isaac y Jacob en el reino de los cielos (de Dios), mientras que los hijos del reino sern echados a las tinieblas de fuera (Mt 8, 10-12). Ya lo haba dicho Isaas (2, 1-2) cuando vea confluir en el monte Sin todas las naciones. Cristo ha querido reunir a todo el pueblo del Israel como la gallina a sus polluelos, pero no han querido (Lc 13, 34), y por ello dice en la parbola de los viadores homicidas: Se os quitar el reino de Dios para drselo a un pueblo que rinda sus frutos (Mc 21, 43). Los primeros invitados a la boda no han querido entrar; por eso Jess convoca a todos los que se encuentren en los caminos (Mt 22, 1-6), Jess construir as su Iglesia sobre el resto de Israel y en continuidad histrica con el antiguo pueblo de Israel; pero he aqu la gran novedad: lo va a hacer por Ja adhesin del pueblo a su persona, por la aceptacin de su persona por parte del pueblo, por la aceptacin del reino que llega con l. La nueva casa de Israel ser edificada sobre nuevos cimientos, y Jess, rechazado por la sinagoga, ser la piedra fundamental de la nueva edificacin (Mt 21, 42). Jess ha hablado siempre, bajo las imgenes ms diversas, de la congregacin del pueblo de Dios; de esa congregacin que l est llevando a cabo. Habla, de hecho, de a Iglesia con imgenes como la del rebao (Lc 12, 32; Mc 14, 27) o la de la plantacin de Dios {Mt 13, 24).

    Justamente el nuevo pueblo, la nueva congregacin, surge por la aceptacin del reino que llega con la persona de Cristo. El reino es la salvacin definitiva de Dios en su doble dimensin de donacin de la filiacin divina y de liberacin del pecado y de la muerte. Coincide esencialmente con la perspectivas de Cristo y su aceptacin por parte del hombre, y el reino llega a formar una comunidad, a formar la Iglesia.

    No hay, por ello, oposicin entre el reino que Cristo busc y la Iglesia que convoc. La Iglesia y el reino nacen juntos, pues Jess dio comienzo a la Iglesia predicando la buena noticia. La Iglesia es fruto de la presencia del reino. El anuncio de Jess de la salvacin del reino no se dirige a un individuo sino que va a todo el pueblo de Israel. El destinatario de ese reino es la comunidad. La Iglesia y el reino crecen tambin juntos, pues cuantos escuchan con fe la palabra de Cristo y la unen a la congregacin por l convocada acogen el reino de Dios. Y es claro, por otro lado, que reino y Iglesia coincidirn segn la mente de Jess, en la venida final. Aqu, en este mundo. Iglesia y reino no coinciden plenamente, pues es claro tambin que puede haber miembros en la Iglesia que no vivan en gracia, que no acojan el reino; y fuera de ella puede haber, como veremos ms adelante, hombres que vivan en gracia. Mientras tanto, la Iglesia viene a ser el germen y el principio del reino, la presencia y la comunidad que el reino se crea.

    La Iglesia no se identifica con el reino, pero el reino es toda su razn de ser y en funcin de l vivir. Y esta funcin no es para ella una funcin de supererogacin, sino que brota de su mismo ser. La Iglesia estar toda ella en funcin del reino de Dios.

    Esto mismo resulta an ms claro, si tenemos en cuenta que Jess tuvo conciencia de ser el Mesas. Pero no se concibe el Mesas al margen de una comunidad mesinica. La solucin del problema de si Jess intent y fund una Iglesia se deriva de su conciencia mesinica. Si la reconocemos como histrica (y todos los hechos lo permiten y justifican), entonces Jess ha tenido que reunir tambin en torno a s una comunidad mesinica como el pueblo de Dios de los ltimos tiempos que se inician con l. S tuvo conciencia de su mesianidad, no tuvo ms remedio que pensar en la comunidad mesinica. En este sentido; Acaso su misin mesinica no consiste en reunir a Israel?

  • Pero el hecho es que Israel se niega. Cristo no puede evitarlas consecuencias de esta negativa. Con su rechazo, la Jerusaln oficial se excluye a s misma del reino mesinico (Lc 19, 43-44; Mt 23, 39). Levantando como un acta de este hecho, Jess manifiesta luego su intencin de organizar con este pequeo resto fiel, agrupado en tomo a su persona, un nuevo Israel, sociolgicamente distinto del primero, aun cuando sea de hecho, religiosamente hablando, su prolongacin y su cabal realizacin. Este nuevo Israel ser realmente su Iglesia (Mt 16, 18).

    En este sentido, no hemos de olvidar que Jess, consciente de su mesianismo, realiza el gesto purificador del templo que refieren los sinpticos (Me 11, 15-19 y par). Segn el profeta Malaquas (3, 1), la purificacin del templo sera un acto mesinico, de modo que la existencia de un templo ideal era uno de los sueos de la apocalptica juda. Por ello, el gesto de purificacin que realiza Jess supone el trmino de la economa de Israel, la presencia del Mesas y el comienzo de la era mesinica. Ms especficamente, san Juan nos recuerda que el templo de Jerusaln va a ser sustituido por la presencia del cuerpo resucitado de Cristo (Jn 2, 21). La economa mesinica tiene, pues, su propio templo, que es Cristo, el cuerpo resucitado del Seor es el nuevo templo del que brotara como un torrente la efusin del Espritu para vivificar a los que creen en l. Cuando resucite Cristo y sea glorificado su cuerpo glorioso, presente entre nosotros, nos comunicara el Espritu.

    Y cuando Jess hace suyo e! ttulo de Hijo del hombre con la evidente intencin de expresar su pretensin mesinica, evitando todo malentendido poltico, como tena el ttulo de Mesas, no podemos olvidar que el Hijo del hombre, en la profeca de Daniel, hace referencia a una comunidad: el pueblo de los santos del Altsimo (Dn 7, 18ss), que es la comunidad mesinica a la que libra de sus enemigos. En el ttulo de Hijo del hombre, hay implcita una sociedad, una comunidad, un pueblo. Lo mismo podemos decir del Siervo de Yahv (ls 49, 6; 53, 12), al que Dios dar las multitudes como parte suya. Es el siervo que viene a dar la vida en rescate de muchos (Me 10, 45), de modo que cabe decir que en las designaciones de Mesas, Hijo del hombre y Siervo de Dios, as como en la pretensin aneja a las mismas, estn dadas la idea de una realidad y de una comunidad perteneciente a Jess, de una ecclesia, entendida como sociedad de los que han sido llamados por l.

    En resumen, Cristo predica el reino pensando en la Iglesia, en la comunidad mesinica que nace de l y que tiene el encargo de encauzarlo y establecerlo en el mundo. Pensar en un reino al margen del nuevo Israel que Cristo quiere establecer es ignorar el contexto real en el que Cristo se mueve; contexto que tiene ya sus races en el pueblo de Israel.

    Se puede entender la llegada del reino del Dios como un hecho individual que se da slo en las almas. El reino de Dios afecta, no a la comunidad sino al individuo y no tiene nada que ver con el exterior sino con el hombre puramente interior. Pero no se puede olvidar la idea de comunidad que aparece en l N. Tes. unida al reino de Dios. El movimiento cristiano que surge de la predicacin del reino se consider a s mismo como Iglesia desde que rompi con la comunidad juda interpretndose a s misma como el verdadero Israel.

    1.3.5. LA INSTITUCIN DE LOS DOCE

    Un hecho del que histricamente no se puede dudar y que afecta a la voluntad innegable de Cristo de reunir en tomo a s al nuevo pueblo mesinico es la institucin de los doce (Mc 3, 13-19; Le 6, 12-19; M 10. 1-4). Dice as el evangelio de Marcos: Subi Jess al monte y llam a los que l quiso; y vinieron donde l. Instituy doce y puso a Simn el nombre Pedro.

  • En efecto, Jess haba subido al monte, pasando la noche en oracin, segn testimonia Lucas. Y eligi a doce; mejor,hizo a doce, segn la expresin de Marcos. Este hizo tiene una importancia indudable. El uso de este verbo es debido a que Jess est creando el nuevo pueblo que constaba de doce tribus. La alusin a las doce tribus de Israel, espina dorsal del pueblo israelita, es clara y evidente (Mt 19, 28; Lc22, 30). Con la eleccin de los doce, Jess quiere fundar el nuevo Israel.

    La eleccin de los doce discpulos slo puede referirse a las doce tribus de Israel. El tema de las doce tribus es uno de los puntos centrales de la esperanza escatolgica de Israel. En efecto, aunque el sistema de las doce tribus haba desaparecido bastantes siglos antes (segn los contemporneos de Jess, slo existan la tribu de Jud, la de Benjamn y meda tribu de Lev), se espera que el tiempo escatolgico de la salvacin traer consigo la restauracin de las doce tribus de Israel. Ya los captulos finales del libro de Ezequiel describen cmo revivirn las doce tribus y su participacin en la tierra.

    A este nmero de doce se da tanta importancia en la Iglesia primitiva que a los apstoles se les designa simplemente con el nombre de los doce (Mc 4, 10; 6, 7; 10, 32; 11, 11; 14, 17; Lc 8, 1; 9, 12; 22, 3. 47; Jn 6, 67. 70-71; 20, 24; Mt 26, 14).Mateo suele hablar de los doce discpulos (Mt; 10, 1; 11, 1; 20, 17; 26, 20). Y es curioso que se sigue hablando de los doce, aun cuando Judas no estaba con ellos (Jn 20, 24; 1 Co 15, 5; Hch 6, 2). Se trata, sin duda, de algo establecido, de una institucin.

    Ocurre, por otro lado, que en la Iglesia primitiva haba toda una tcnica de memorizacin de los nombres de los apstoles, pues se comprueba por el modo como son enumerados en los evangelios. Comienza con Pedro y termina con Judas Iscariote.

    Cada lista supone tres cuaternas, y, en todos los casos, dichas cuaternas van comenzadas por los mismos nombres: Pedro, Felipe, Santiago Alfeo, con ligeras variaciones a partir de estas constantes. Se trata, por lo tanto, a todas luces, de un esquema mnemotcnico, lo que prueba que la relacin de los nombres de los apstoles formaba parte de la primitiva tradicin oral.

    Es un hecho que el trmino de apstol, en el sentido de hombre enviado, no aparece en otros documentos, ni judos ni gentiles (slo en Heredto, Hist. 1,21 aparece una vez). Que, en cambio, se usa 79 veces en el N. Testamento prueba de que el trmino es tpicamente cristiano.

    Todo esto nos hace caer en la cuenta de que el grupo de los doce es un grupo estable, bien definido; una institucin que hay que hacer remontar, sin duda, a la eleccin misma de Cristo. En efecto, por el criterio de explicacin necesaria es preciso preguntarse cmo es posible que se hable de los doce en todas las partes como de una institucin. Es imposible pensar que tuvieran un rango as en todas las Iglesias, si Cristo no los nombr apstoles. Por otro lado, el esfuerzo mnemotcnico evidencia un inters tal en la conservacin de los nombres, que no se entiende si Cristo no los eligi personalmente. No se entiende, por tanto, esta fijacin de nombres, esta existencia de esquemas. De esta firme disposicin y rtmica concatenacin de las listas de los Apstoles se deduce que, antes de la composicin de los evangelios, era elemento esencial de la tradicin oral.

    Es un grupo que se encuentra en todo el entramado del evangelio, un grupo con el que Jess convive permanentemente (les eligi para que estuvieran con l: Me 3, 14) y al que instruye de una forma particular. Pero viene tambin aqu, en apoyo de la historicidad de este dato, el criterio de discontinuidad. Los rabinos, es cierto, tambin se rodeaban de discpulos, pero en nuestro caso todo cambia en virtud de unas caractersticas nicas:

  • 1.3.5.1 En el caso de los apstoles, no son stos los que eligen a Jess, sino que l les elige. Es lo contrario de lo que hacen los discpulos de los rabinos.

    1.3.5.2 El centro de la enseanza ya no es la Torah (Ley), sino el reino, que se identifica con la persona misma de Jess.

    1.3.5.3 Mientras que, en las escuelas rabnicas, el discpulo que ha aprendido se independiza, en la escuela de Jess siempre quedan junto al maestro. El que ms sabe, ms identificado est con Jess.

    Hay, pues, algo nuevo y inslito en este discipulado de Jess, tal como aparece en el evangelio y que no responde de los usos de la poca.

    Lucas identifica a los apstoles con los doce. Los doce es ms antiguo que el trmino de apstoles. Lucas es el que los identifica y, para pertenecer a su crculo es preciso ser testigos de la resurreccin y haber conocido a Cristo terreno (Hch 1, 22). San Mateo suele hablar de los doce discpulos. Para san Pablo, el concepto de apstol no se circunscribe a los doce, pues reivindica para s mismo el carcter y la condicin de apstol de Cristo, alegando el haber sido testigo de la resurreccin y haber recibido el encargo de anunciar el evangelio. Se presenta como apstol no de parte de los hombres, sino de parte de Cristo (Ga 1, 1). Designa tambin Pablo como apstoles a Timoteo y Silvano (1 Ts 2, 7) y, tambin, a Bernab, un sentido claramente ms amplio. Pero, prescindiendo de la cuestin de si Jess llam personalmente apstoles a los discpulos y de si se ampliaron o no dentro del N, Testamento las condiciones para el apostolado, lo cierto es que Jess comision los doce a la manera de apstoles, es decir, de enviados, para que participasen de su propia misin. Cul es esa misin?

    a) Jess es el enviado del Padre, que, a su vez, enva a 1os apstoles a continuar su propia misin hasta la consumacin de los siglos. Jess es el gran enviado del Padre para realizar la obra salvfica (Lc 4, 43; Mt 10, 40; 21, 37; Jn 3, 16-19. 34; 24. 30; 6, 38; 7, 16; 8, 26-29; 9, 4; JO, 36; 11, 42; 12, 49-50. Por ello dice que la palabra que oyen no es suya, sino del Padre que le ha enviado (Jn 14, 24). Toda su vida ha consistido en consumar la obra que el Padre le encarg (Jn 17, 4).

    1.3.5.3.1 Los apstoles son los enviados de Cristo. Son enviado; por Cristo para continuar su misin: Como t me has enviado al mundo, as los he enviado yo al mundo {Jn 37, 18); Como el Padre me ha enviado, as os envo a vosotros (Jn 20, 21). En una palabra, los apstoles participan de la misma misin de Cristo, y reciben la tarea de continuar la misma misin en la tierra. Hay una misin que continuar; y sta la realizan los apstoles por encargo de Cristo; pero se trata de la misma misin: si Cristo ha dicho que quien a l le ve, ve al Padre (Jn 14, 9), ahora dice que el que escucha a los apstoles, a l le escucha, y el que desprecia a los apstoles a l le desprecia (Lc 10, 16).

    Existe una institucin en el Antiguo Testamento: el schaliach, el enviado de una persona que tena que representarle para una misin concreta. La persona del enviado era un mero representante del mandante, alguien que pasaba a segundo trmino; es como la persona del enviante en el orden personal, objetivo y jurdico. Jess se inserta en este ambiente, si bien los enviados de Jess entran en la serie de los enviados por Dios en el pueblo de Israel. Aade Fres, en este sentido: Si, pues, Jess ha llamado y enviado a una parte de sus discpulos de esa manera, si tal vez l mismo ha designado 'apstoles' a los doce, ciertamente que no los hizo ni cre simples mensajeros, ni como misioneros en el sentido del judaismo tardo ni cual predicadores ambulantes como en la Estoa, ms bien, los convirti en sus representantes objetivos y personales. Con sus palabras y su accin tenan

  • que representar a Jess all donde l no estaba presente, pero donde l quera que su palabra y su obra, 'su causa, estuviera viva y presente .

    Ocurre, con todo, que los apstoles de Jess tienen una especial caracterstica: mientras que el schaliach judo terminaba su misin una vez cumplido el encargo del mandante, Cristo enva a los suyos para una misin que no termina.

    Jess les comunica, en definitiva, sus propios poderes. El verbo enviar (apostellen), empleado en este contexto, debe ser subrayado: los apstoles son especialmente enviados, embajadores de Jess. Ellos han sido enviados por Jess de la misma manera a que l ha sido enviado por el Padre. Ellos son ante los hombres sustitutos y como representantes de la persona de Jess

    1.3.5.3.2 El mismo poder que Cristo posee es el que transmite a sus apstoles. Es el poder (exousa) con el que echa a los demonios (Mc 1,27); es el poder que el Padre le ha dado en el cielo y en la tierra: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y haced discpulos a todos los hombres, ensendoles a guardar todo cuanto os he ordenado; y sabed que yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos (Mt18,16-20).

    Por eso, para garantizar su misin, les promete su presencia eficaz hasta la consumacin de los tiempos. ste es el sentido bblico, de la frmula estar contigo: una asistencia eficaz de Dios para el cumplimiento de la misin que encarga. Si el Padre que ha enviado al Hijo est en l (Jn 8, 19), de forma que el que le recibe a l recibe al Padre que le envi, quien rechaza a Cristo rechaza al Padre que le envi (Jn 13, 20), ahora Cristo dice lo siguiente a los apstoles: sabed que estoy con vosotros hasta el final de los tiempos. Quien a vosotros os recibe, a m me recibe, y quien me recibe a m, recibe a aquel que me ha enviado (Mt JO, 40; Lc10, 16; Jn 13,20).

    Jess haba recibido para el ejercicio de su misin la consagracin del Espritu Santo, consagracin que recibe en el mismo momento de la encamacin; pero tambin en el inicie del ministerio pblico en el bautismo: El Espritu Santo se pos sobre l {Lc 3, 21), y en otros momentos de su vida, vemos tambin la presencia del Espritu.

    Por eso, cuando Cristo, despus de la resurreccin, entrega su misin definitiva a los apstoles, sopla sobre ellos significando as la transmisin del Espritu Santo que les consagra: Recibid el Espritu Santo; a quienes les perdonis lospecados, les sern perdonados (Jn 20, 21-23).

    Esta continuidad de la misin de los apstoles con la misin de Cristo tiene una raz sacramental; Cristo los consagra, como l mismo ha sido consagrado por el Padre: Como t me has enviado al mundo, as yo tambin los he enviado al mundo; y yo me consagro por ellos para que ellos sean consagrados en la verdad (Jn 17, 18-19).

    Evidentemente, hay que reconocer en estas palabras una continuidad entre la misin de Jess y la misin de los discpulos; Jess es enviado-Jess enva. Pero la continuidad de la misin est garantizada por la continuidad de la consagracin; 'por ellos me consagro, para que ellos sean consagrados.

    Si la misin de los apstoles es participacin de la misin de Cristo, participan por ello mismo de sus propios poderes. Vannoslo.

  • 1.3.5.3.3 Es una participacin en el ministerio proftico de Cristo, en la misin de la predicacin: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discpulos a todos los pueblos... ensendoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo (Mt 28, 18-20).

    Cristo prometi a los suyos el Espritu de la verdad, que les enseara todo cuanto les haba dicho; Pero el Parclito, el Espritu Santo, que el Padre enviar en mi nombre, os lo ensear todo y os recordar todo lo que yo os he dicho {Jn 14, 26). Hay una garanta por parte de Jess: el envo del Espritu Santo que asistir a los suyos en la enseanza de la doctrina, hasta el punto de que esa doctrina podr ser impuesta a todos los hombres con la autoridad del mismo Cristo: El que no crea, se condenar (Mt 16, 16). Hay, por lo tanto, para los apstoles, una garanta de fidelidad a la enseanza de Cristo.

    Recordemos que la frmula yo estar contigo se emplea ms de cien veces en la Sagrada Escritura con el sentido de una asistencia eficaz por parte de Dios para el cumplimiento de la misin a la que l enva.

    1.3.5.3.4 Los apstoles participan de la autoridad de Cristo regir a la Iglesia, pues Jess deja a los suyos como vicarios que rijan la comunidad. En efecto, no se trata simplemente de transmitir una doctrina como lo hacan los rabinos, sino una vida; una vida que se configura por la adhesin a la persona de Cristo; una vida que se transmite por los sacramentos. Los cristianos han de transformar el mundo por el fermento del evangelio. Todo ello implica un discernimiento, una direccin, una autoridad. Id, pues, y haced discpulos a todas 1as gentes (Mt 28, 19). Si se tiene en cuenta el concepto de discipulado judo, creemos que en la misin de ensear el evangelio dada por Cristo a los doce est implicada la misin de dirigir la comunidad.

    Los apstoles, en cuanto legados de Cristo y depositarios de su palabra, son encargados de organizara Iglesia de modo que la palabra de Jess obtenga sus frutos.

    Es as como Jess dice a los suyos; Yo os aseguro; todo lo que atis sobre la tierra quedar atado en el cielo, y todo lo que desatis en la tierra quedar desatado en el cielo (Mt 18,18). Esta frmula atar-desatar, que luego encontraremos tambin aplicada al ministerio de Pedro, tiene en el mundo rabnico varios significados que es preciso describir:

    Segn el uso que se hace de ella en el Talmud, significa, en primer lugar, declarar lcito (desatar) o ilcito (atar), con la particularidad de que lo que hacen los apstoles en la Iglesia no son meras interpretaciones de la ley, sino que ellos mismos hacen ley, ya que es refrendada en el cielo, es decir, tendr el refrendo de Dios.

    En el lenguaje rabnico del tiempo se habla de acciones atadas o acciones desatadas, segn se trata de cosas prohibidas o permitidas por la ley, as como eran corrientes frmulas como el rabino Hillel desata, el rabino Schammai ata, para declarar lo que estaba permitido y lo que el segundo declaraba prohibido.

    Atar-desatar significa tambin excomulgar o levantar la excomunin. Este es tambin un significado presente en el mundo rabnico. De este modo, los apstoles tienen tambin un poder judicial: poder de separar de la comunidad o de admitir a ella.

  • - Por fin, una ltima interpretacin de la frmula atar-desatar: dicha frmula implica tambin la entrega de un poder amplio expresado por la unidad de contrarios. Significa la entrega de una autoridad ltima dentro de la comunidad que han de regir los apstoles.

    1.3.5.3.5 Los apstoles participan tambin de la misin sacerdotal de Cristo. La accin santificadora de Cristo contina en la Iglesia por medio de los sacramentos, particularmente de la Eucarista. Al instituir el sacrificio de la Eucarista, que perpeta entre nosotros el sacrificio de la cruz, Cristo institua en los apstoles un nuevo sacerdocio, que tendr el encargo de hacer presente su misma oblacin en la cruz; por la que se santifica la Iglesia (1 Co 11, 23-26).

    Tambin confiere Cristo a los suyos el poder de perdonar los pecados: Recibid el Espritu Santo; a quienes perdonis los pecados, les sern perdonados. A quienes se los retengis les son retenidos (Jn 20, 22). Esto significa que el perdn de los pecados o su retencin es real, pues tiene valor delante de Dios.

    He aqu, por tanto, que se da una transmisin a los apstoles de todos los poderes que Cristo ha sustentado en la tierra y con los que ha ejercido la misin recibida del Padre. Esta transmisin les viene a los apstoles directamente de Cristo no por mediacin de la comunidad. Es una misin que nace del Padre y no de la comunidad, que no tiene otra mediacin que la de Cristo, s bien, como la misma misin de Cristo, est al servicio de la comunidad.

    Se trata, por otro lado, de una misin que ha de durar hasta el final de los tiempos (Mt 28, 20), pues la misin de Cristo es la misin definitiva y perpetua de salvacin para toda la humanidad. Si la misin del schaliach en el mundo hebreo terminaba con el cumplimento de la tarea encomendada aqu la misin de los apstoles, idntica a la misin de Cristo durar tanto cuanto la misin de Cristo.

    De esta estructura apostlica de la Iglesia, que es una estructura fundamental, que Jess otorga a los llamados y constituidos por l, a los doce, a los apstoles, saber: el envo y la comisin de parte de aquel que quiere confiar el encargo, la cualifcacin de los llamados, definida por ese hecho, no es una estructura que pueda desaparecer con el tiempo. Esta estructura responde a la primaca de la palabra que prevalece en la fe, as como a la primaca de la comunidad. Debe, por lo tanto, permanecer como una constante.

    Esto mismo lo reconoce tambin un telogo ortodoxo de fama: Todos los ortodoxos, estn de acuerdo en afirmar que el poder apostlico de atar y desatar no hasido conferido a los doce como personas privadas o como privilegio limitado en el tiempo, sino que es el origen y la fuente autntica de un derecho sacerdotal permanente, que es transmitido de los apstoles a sus sucesores en el orden jerrquico, a los obispos y sacerdotes de la Iglesia universal.

    Ciertamente hay algo aqu de capital importancia: en las otras religiones, los sacerdotes son, en el fondo, delegados de la comunidad que se encargan de la funcin del culto, son un don que la comunidad se da a s misma. En el cristianismo, por el contrario, el sacerdocio viene de arriba, responde a una eleccin de Cristo y consiste en una participacin en su nico sacerdocio, de modo que el sacerdote cristiano es Cristo entre los hombres. l perdona los pecados en nombre de Cristo y ofrece la Eucarista tambin en su nombre, con la garanta de que la accin de Cristo est en l.

    Por ello, la perspectiva del sacerdocio cambia totalmente. No hay ms que un sacerdocio, el de Cristo (Hb 7-8-9); y el sacerdocio de los apstoles no es sino una participacin en l.

  • 1.3.6. EL MINISTERIO DE PEDRO

    Cristo eligi a los apstoles para que le representen, como hemos visto. Pero da un paso ms; entre ellos elige a Pedro para que ejerza la funcin de cabeza del cuerpo apostlico. Comencemos por algunos datos histricos.

    Sera un error comenzar el tratamiento del primado de Pedro a partir de Mt 16, 17-19, No se puede aislar un solo texto, ya que resulta mucho mejor acercarse a la figura de Pedro por medio de crculos concntricos,examinando antes la figura de Pedro en el Nuevo Testamento, para terminar con Mt 16, 17-19.

    1.3.6.1 La misin de Pedro en la comunidad primitiva

    Es sorprendente, que todas las colecciones de textos del Nuevo Testamento conozcan el tema de Pedro; tema que no se puede limitar, por ello, a una tradicin particular.

    El nombre de Pedro aparece siempre el primero en la lista de los apstoles, en el catlogo de los doce, como ya hemos visto; incluso en Mt 10, 2 se dice de l que es el primero. Ello no se debe, simplemente al hecho de que fue llamado por Jess antes que los dems, sino al hecho de que es el primero. El hecho tiene importancia por cuanto que Pedro fue el primer testigo de la resurreccin de Cristo (1 Co 15, 5), Esto tiene una importancia decisiva. Que el nombre de Pedro aparezca en primer lu