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32 FRANCISCO JAVIER RUIZ RAMOS ASOCIACIÓN CULTURAL UBETENSE “ALFREDO CAZABÁN LAGUNA2.2. Las grandes familias ubetenses: Los Cobos – Molina. Como bien sabemos, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, se va a producir el afianzamiento y progresivo desarrollo de la centralización del poder en las principales monarquías europeas; un poder que en contraposición al que estas lograrán alcanzar durante los siglos XVII y XVIII podríamos denominar de casi absoluto. Esta cristalización del Estado Moderno va a encontrar su respaldo teórico en obras como El Príncipe, escrita por Maquiavelo en 1513, La educación del Príncipe Cristiano, publicada por Erasmo de Rotterdam en 1516 y dedicada al futuro Carlos V, y La República de Jean Bodino en 1579. De esta forma, veremos como se conforman los principales Estados Europeos bajo un único poder político: Alemania bajo el Emperador Maximiliano I; Francia unificada con Carlos VIII; Portugal con Manuel I el Afortunado; Inglaterra bajo el cetro de Enrique VII de Tudor y España con los Reyes Católicos. Es el inicio de la llamada Edad Moderna, donde además de estos importantes y significativos cambios políticos, van a producirse hechos no menos relevantes como son las experiencias portuguesas y españolas en lo que a navegación y descubrimientos se refiere; una nueva talasocracia que propiciará que el centro comercial de la época pase al Atlántico en detrimento del Mediterráneo. También un acontecimiento clave será la Reforma Luterana, iniciada con la exposición en octubre de 1517 de las 95 Tesis escritas por Lutero en el pórtico de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg en contra de las indulgencias. Este acontecimiento tendrá una importante repercusión en la Europa del siglo XVI, en primer lugar dentro del ámbito religioso y conse- cuentemente en el ámbito político, ya que éste ve romperse su tradicional unidad bajo la hegemonía de los poderosos Papas de Roma; y luego en el resto de manifestaciones, actitudes y designios del devenir humano, aún presentes en nuestros días, repercutiendo como no podía ser de otra forma en las manifestaciones artísticas.

2.2. Las grandes familias ubetenses: Los Cobos – Molina. · aristócratas a mantener un decoro y una distinción propias de la clase social a la que habían pasado a formar parte

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2.2. Las grandes familias ubetenses: Los Cobos – Molina.

Como bien sabemos, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, se va a producir el afianzamiento y progresivo desarrollo de la centralización del poder en las principales monarquías europeas; un poder que en contraposición al que estas lograrán alcanzar durante los siglos XVII y XVIII podríamos denominar de casi absoluto.

Esta cristalización del Estado Moderno va a encontrar su respaldo teórico en obras como El Príncipe, escrita por Maquiavelo en 1513, La educación del Príncipe Cristiano, publicada por Erasmo de Rotterdam en 1516 y dedicada al futuro Carlos V, y La República de Jean Bodino en 1579. De esta forma, veremos como se conforman los principales Estados Europeos bajo un único poder político: Alemania bajo el Emperador Maximiliano I; Francia unificada con Carlos VIII; Portugal con Manuel I el Afortunado; Inglaterra bajo el cetro de Enrique VII de Tudor y España con los Reyes Católicos.

Es el inicio de la llamada Edad Moderna, donde además de estos importantes y significativos cambios políticos, van a producirse hechos no menos relevantes como son las experiencias portuguesas y españolas en lo que a navegación y descubrimientos se refiere; una nueva talasocracia que propiciará que el centro comercial de la época pase al Atlántico en detrimento del Mediterráneo.

También un acontecimiento clave será la Reforma Luterana, iniciada con la exposición en octubre de 1517 de las 95 Tesis escritas por Lutero en el pórtico de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg en contra de las indulgencias. Este acontecimiento tendrá una importante repercusión en la Europa del siglo XVI, en primer lugar dentro del ámbito religioso y conse-cuentemente en el ámbito político, ya que éste ve romperse su tradicional unidad bajo la hegemonía de los poderosos Papas de Roma; y luego en el resto de manifestaciones, actitudes y designios del devenir humano, aún presentes en nuestros días, repercutiendo como no podía ser de otra forma en las manifestaciones artísticas.

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En el caso concreto de España, hemos de referirnos indefectiblemente a la unión de las Coronas de Castilla y Aragón con el matrimonio entre Fernando e Isabel, en 1469. Como tantas veces se ha dicho, estos monarcas vendrán a poner paz en el territorio peninsular, territorio que en épocas anteriores se caracterizaba por ser el escenario donde se producían luchas políticas y graves desordenes provocados por la indómita y levantisca nobleza. De esta forma, los Reyes Católicos acometerán de firme el sometimiento de tan tediosa nobleza, de los municipios y el poder eclesiástico, disminuyendo de igual forma las facultades de las Cortes y creando Consejos como meros órganos consultivos.

La organización del nuevo Estado in nuce, se acompañó con el esta-blecimiento de un aparato burocrático de funcionarios fieles a la Corona procedentes de la incipiente burguesía y la mediana y baja nobleza, apar-tándose así de los cargos de responsabilidad a la antigua nobleza que tantos problemas y males habían desencadenado.

Lógicamente este ascenso a la élite social de algunos miembros de fa-milias poco significativas en las altas esferas hasta entonces, obligará a estos aristócratas a mantener un decoro y una distinción propias de la clase social a la que habían pasado a formar parte y al nuevo status adquirido, a la vez que tenían que cuidar las apariencias y modos propios de esta clase.14 Ello afectaba a la forma de comportarse y actuar, y un medio propagandístico clave para proclamar el estado o jerarquía social a la que se pertenecía, era el Arte.

Los grandes señores del siglo XVI, ejercerán una importante labor en beneficio del Arte con el propósito de proclamar de esta forma su elevada posición. Monarcas, señores, prelados y la cada vez más poderosa burguesía gustarán de poseer obras de pintura, escultura y arquitectura realizadas por los más importantes y reconocidos artistas del momento, aunque muchas veces sin un claro criterio selectivo. Sin duda alguna, como símbolo de ostentación como hemos mencionado y, algunas veces también, por verda-dero interés hacia las artes, estos grandes señores propiciarán la entrada en

14 BOUZA, F. Los Austrias Mayores. Imperio y monarquía de Carlos I y Felipe II. Historia 16. Temas de Hoy. Madrid, 1.996. pp. 54-57.

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España de la nueva estética que, surgida en Italia, se verá como reflejo de aquella Antigüedad Clásica, tan añorada por humanistas como Petrarca, Bocaccio o Dante entre otros.

En España y ejerciendo una labor similar a la que realizaban los Mé-dicis en Florencia, los Sforza en Milán o los Papas en la Ciudad Eterna, la monarquía y las grandes familias hispanas, como los Fonseca, los Fajardo o los Mendoza -especialmente esta noble casa en sus distintas ramas- se alzarán en patrocinadores o comitentes de obras de arte que, si bien en un primer momento tan solo apuntaban las formas “a lo romano” sobre un fondo medievalizante, irán depurándose hasta pasar por los distintos estadios del Renacimiento.

Lógicamente, cada país tendrá unas peculiaridades que le son propias, dando lugar a las llamadas “respuestas nacionales”15 que para la España del XVI, y en referencia a las primeras experiencias arquitectónicas se denominó Plateresco si bien sería más preciso la utilización del término Protorrena-cimiento o primer Renacimiento.

Posteriormente, estas formas se impondrán con la rotundidad y mag-nificencia del clasicismo que muestran numerosos ejemplos, sobre todo desde el segundo tercio del siglo XVI. A estos grandes poderosos, vendrán a sumarse los nuevos privilegiados a los que anteriormente nos hemos re-ferido y que progresivamente, irán adquiriendo puestos de responsabilidad en el entramado organizativo estatal, con lo que sus fortunas y prestigio se acrecentarán sustancialmente, a la vez que en un intento de emular a la Dignidad Imperial, que ya había elegido como lenguaje artístico el de la Antigüedad grecolatina por parecerle el más adecuado a sus planteamientos políticos, se harán acreedores de joyas realizadas bajo la estética surgida en la Italia quattrocentista.

15 SUÁREZ DE QUEVEDO, D. Renacimiento y Manierismo en Europa. Historia del Arte. Col. Historia Madrid, 1.989. pp. 13-14.

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Las vías de penetración del Renacimiento en nuestro país son suficien-temente conocidas, sin embargo no está de más evocarlas muy brevemente en el presente trabajo.

Así uno de estos caminos fue mediante la importación desde la misma Italia de obras allí realizadas tal y como sucedió con los mármoles destinados al patio del Castillo de La Calahorra, donde un equipo de artistas dirigidos por el italiano Michele Carlone, en 1509, realizarán esa espléndida obra para el Marqués del Cenete; la segunda de las vías de introducción del Renaci-miento en nuestro país, fue la que trajo a numerosos artistas deseosos de trabajar en estas tierras. Venían de todos los rincones de Europa: Francia, Países Bajos y especialmente de Italia, siendo muchos de estos, artistas de segunda fila en sus respectivos países natales pero con la lección del arte antiguo perfectamente asumida.

De entre estos podemos mencionar a Jacopo Florentino que trabajó en Granada o Torrigiano en Sevilla como dos de los más conocidos y que dejaron importantes y modélicas obras en nuestro país.

Finalmente no hay que olvidar el importante papel desempeñado por los artistas españoles que, tras un viaje a Italia y un período de tiempo traba-jando allí, conociendo de primera mano las técnicas y estética desarrolladas en aquellas tierras, volverán impregnados de aquellos renovadores aires que corrían por la península transalpina. Bástenos recordar la experiencia que nuestras “Águilas” tuvieron en Italia16.

Todo esto viene a completarse gracias al novedoso invento que el alemán Gu-tenberg, realizó hacia 1436 y que revolucionará el mundo de la cultura en general, la imprenta, beneficiosa particularmente para el Arte puesto que gracias a ella alcanzará notable difusión la Literatura Artística y las colecciones de grabados de las que los artistas se servían frecuentemente para la realización de sus proyectos.

16 GÓMEZ – MORENO, M. Las Águilas del Renacimiento español. Xarait Ed. Madrid, 1.983. (1ª Edición de 1.941).

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También de notable calado para la difusión en nuestro país de la teoría arquitectónica vitrubiana fue el tratado que Diego de Sagredo publicó en 1526. Su obra, Medidas del Romano17, es el primer tratado que divulga la arquitectura italiana del Renacimiento y que se realiza fuera de Italia, a la vez que se constituye y singulariza como obra de capital importancia para el estudio y conocimiento de nuestro Renacimiento.

Pero volviendo esencialmente al tema que se pretende desarrollar bajo este epígrafe, que no es otro que el de las grandes familias ubetenses, concre-tamente centrándonos en el linaje Cobos – Molina, y también íntimamente vinculado con todo lo anteriormente expuesto, hemos de decir que la actua-ción de la nobleza y el fervor con que algunas de estas familias acogieron las prácticas artísticas del Renacimiento que llegaban desde Italia, tendrán una actuación decisiva en la adopción de la estética moderna en España.

Lógicamente, debe de tenerse en cuenta que en la práctica de la Ar-quitectura, a diferencia de las Artes Plásticas, hay que tener presentes con-sideraciones tales como el gusto del cliente y las necesarias circunstancias socioeconómicas.

Úbeda no será ajena a esta situación y como vimos, desde un primer momento bajo el dominio cristiano, las familias más poderosas que en ella se establecieron, pugnarán durante siglos por controlar el poder local. Volvamos a recordar los citados enfrentamientos entre los Aranda y Trapera en un primer momento y el de los Molina y los Cueva posteriormente.

Quizá no tan conocida, pero con un valor similar al de monarcas, grandes prelados y eminentes familias de recio abolengo que admiraron y se rodearon de obras realizadas “al modo antiguo”, encontramos a una de estas familias perteneciente a la nobleza local de Úbeda y que, por el carácter cualitativo de sus encargos artísticos así como por la labor protectora que algunos de sus miembros ejercieron sobre las Artes, han merecido ganarse

17 SAGREDO, D. Medidas del Romano. Madrid, 1.986. (Ed. Facsímil, 1526).

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la honrosa denominación de Mecenas. Nos referimos, obviamente, a la Familia Cobos – Molina.

Esta ilustre familia asentada en Úbeda, llegó a Andalucía con ese am-plio número de guerreros que, con Fernando III el Santo, conquistó para Castilla, durante el siglo XIII, la zona del Alto Guadalquivir.

Tanto Argote de Molina como Ruiz Prieto, nos hablan de un primer Cobos como uno de los conquistadores de la localidad que quedó heredado en ella tras la capitulación de la misma ante el Rey Santo. Ferrand Ruiz de los Cobos era el nombre de este personaje del que Argote18 nos intenta aclarar su procedencia, hallando los inicios de este linaje en La Rioja, más concretamente en Santo Domingo de la Calzada de donde pasaría a Úbeda. Así pues sería este el inicio de la relación de esta familia con la localidad jiennense.

Poco más se conoce a cerca de esta familia durante los siglos XIII, XIV y XV, tan solo algunas noticias de que poseían ciertas casas en el barrio conocido por aquellos entonces como Barrio de Cuenca, en la collación de Santo Tomás y que en el siglo XVI trocaría popularmente su nombre por el de Barrio de los Cobos.

Parece lógico pensar que estos conquistadores que se asentaron en la ciudad gozarían de una posición de privilegio durante largo tiempo, gracias, entre otras cosas, al repartimento que se hizo de las tierras de la localidad entre ellos y también al acrecentamiento sustancial de sus haciendas y rentas merced a que en la conquista de otras localidades andaluzas, caballeros de la por entonces villa de Úbeda, estarían presentes.19 De esta forma, situamos al primer Cobos como un conquistador perteneciente a una élite guerrera cuyos miembros irían evolucionando con el paso de los años hacia un estatus nobiliario de tipo medio y con carácter local.

18 ARGOTE DE MOLINA, Nobleza de Andalucía..., p. 581.19 Ruiz Prieto nos habla, por ejemplo, de la relevante presencia de caballeros de Úbeda en la Con-quista de Córdoba en 1236. RUIZ PRIETO, M. Historia de Úbeda..., p. 50. Primer Libro.

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Ya hemos mencionado que los siglos XIV y XV en Úbeda se caracterizan por las sangrientas luchas entre las facciones rivales de la localidad. Cuando Ruiz Prieto habla de aquellos enconados encuentros,20 ofrece nombres de algunos de los miembros que pertenecían a tal o cual bando, con lo que en muchas ocasiones y al hablar del bando de los Molina aparecen nombres que vinculan de alguna manera esta Casa con la de los Cobos.

En los enfrentamientos que durante el siglo XV encontraron a los Molina y a los Cueva, también se encontraban inmersos otros linajes de la ciudad que tomaban partido por uno u otro bando; es por ello por lo que lógicamente, las distintas familias que formaban parte de un mismo partido se vincularían a través una hábil y meditada política matrimonial. De esta forma y como veremos, los apellidos y linajes Cobos y Molina se unirían en un momento muy concreto.

El nombre de otro Cobos, Diego de los Cobos, nos aparece a finales del siglo XV como uno de los hombres que estuvo presente en la Toma de Granada, hecho que propiciaría que este personaje volviese a su tierra natal con notables posesiones en la localidad de Benalúa. Parece ser que este Cobos fue el patriarca de los ilustres miembros Cobos – Molina que tanto poder alcanzaron y tanto enriquecieron a Úbeda en el siglo XVI gracias a los señeros edificios que levantaron.

El entronque de las familias Cobos y Molina se produjo como consecuen-cia del matrimonio entre el citado Diego de los Cobos y Catalina de Molina, dama ubetense perteneciente, como queda dicho, al bando de la aristocracia urbana enfrentado con los Cueva. La familia Cobos, cuya capital importancia dentro del Renacimiento hispánico es irrefutable, ejercerá una loable tarea de mecenazgo gracias a la acomodada posición y alto reconocimiento del que gozaron algunos de sus miembros durante el siglo XVI.

Este nivel alcanzado, tendrá su máximo exponente en la figura de Francisco de los Cobos al que más abajo nos referiremos, pero no puede

20 Ibídem, pp. 102-103. Primer Libro.

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solaparse la contribución realizada, fundamentalmente por las obras que mandaron construir en su ciudad natal, con otros miembros de este linaje de los Cobos – Molina que, si bien no alcanzaron el renombre y poder que alcanzaría el archiconocido secretario, no le andarán a la zaga en lo que a la calidad y magnificencia de sus encargos y obras se refiere. Tal sería el caso de los sobrinos y parientes de Don Francisco, Juan Vázquez de Mo-lina, Diego de los Cobos, Pedro Vela de los Cobos o Francisco de Molina.

Juan Vázquez de Molina fue hijo de Jorge de Molina y Cobos y Ca-talina Vázquez de Perea; Señor de Payo, Comendador de Guadalcanal, Trece de la Orden de Santiago y lo mismo que su tío, Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V y de Felipe II y de su Consejo de Estado. Se casó en un primer momento con Antonia del Águila, hija única de Francisco del Águila, Señor de Payo y de la Eliseda, y de Doña María Pacheco, pero no encontrando un heredero el matrimonio sería invali-dado con lo que Don Juan contrajo segundas nupcias con Luisa Carrillo y Mendoza hija de los Condes de Priego y de la que tampoco obtendría heredero alguno.

A parte de su importante labor como hombre de Estado al servicio del Emperador y de su hijo, Vázquez de Molina será recordado por ordenar la erección de un magnífico y suntuoso palacio en Úbeda, palacio que hoy lleva su nombre y que ni siquiera llegó a habitar puesto que tras su finalización en década de los 60 fue cedido, al morir sin descendencia, a una comunidad de monjas dominicas.

No es aquí el momento de realizar un análisis exhaustivo de esta obra, tan solo decir que la obra se inició en la década de los 40 y que su fachada se inspira, como ya hemos dicho, en un grabado con que Fra Giocondo de Verona en 1511, ilustró el tratado de Vitrubio.

La intervención de Vandelvira en esta obra, queda asegurada en cuanto a que fue el alcaraceño quien diseñó las ventanas, sin embargo no sabemos cual fue el verdadero alcance de su intervención y si fue

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este el arquitecto que lo realizó. Actualmente este edificio es Ayunta-miento de la ciudad desde el siglo XIX.

Hermano del anterior fue Diego de los Cobos y Molina, nacido también en Úbeda en 1516; estudió legislación en Salamanca licenciándose en Teolo-gía y Cánones. Fue Arcediano de Coria, Prior de la localidad de Marmolejo y Oidor de la Real Chancillería de Valladolid de donde posteriormente pasaría a formar parte del Consejo de la Inquisición.

Tras rechazar el sillón episcopal de la diócesis de Huesca, en 1555, al que fue propuesto por el mismo Emperador, ocupó la cátedra de la diócesis de Ávila pasando, a partir de 1560 a ocupar el obispado de Jaén, lugar en el que permanecería hasta que, en 1565, muriese en Toledo cuando asistía a un concilio provincial.

9 Palacio Vázquez de MolinaÚbeda

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Las actas de dicho concilio recogieron este hecho, afirmando que Don Diego murió “de unas calenturas”21. Pocos días después de su muerte, sus restos fueron trasladados a la ciudad que le vio nacer, recibiendo sepultura en el Convento de la Merced de esta localidad, a la espera de poder ser tras-ladados a la Capilla del Hospital que había mandado erigir en Úbeda y que en aquellos momentos aún no estaba finalizado.

Sin duda alguna, el Obispo Cobos fue una persona de una formación y cultura admirables, hecho que tuvo su reflejo en las obras que mandó emprender por toda su diócesis. Su más impor-tante contribución al mundo del arte fue, sin duda, la obra que mandó levantar a Andrés de Vandelvira en su ciudad natal, el Hospital de Santiago, obra singular que rompe con la tra-dición hospitalaria constructiva heredada de tiempos de los Reyes Católicos y según los más claros preceptos de un manierismo geométrico perfectamente defi-nido.

Esta fundación hospitalaria fue erigida entre 1562 y 1575, mantenien-do sus funciones asistenciales como dijimos hasta 1975; actualmente es un importante centro que acoge actividades culturales de gran envergadura en la provincia y en Andalucía, tales como la Bienal de Anticuarios o el célebre Festival Internacional de Música y Danza por citar tan solo dos ejemplos.

21 XIMENA JURADO, M. Catálogo de los obispos de las iglesias catedrales de Jaén y Anales eclesiásti-cos de este obispado. p. 479. Ed. Facsímil. Granada, 1991.

10 Hospital de Santiago (patio)Úbeda

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Otros dos significativos miembros de esta familia que desempeñaron puestos de importancia en el gobierno de la ciudad, fueron Francisco Vela de los Cobos y Francisco Molina. El primero de ellos, Francisco Vela, fue Regidor de Úbeda en 1564 y Capitán de Caballería durante el episodio protagonizado, en 1568, por los moriscos alpujarreños. Siguiendo la tradi-ción familiar de levantar suntuosos palacios para su residencia, encargará a Vandelvira la erección de su casa la cual será realizada a partir de 1561. Actualmente tan solo se conserva la fachada principal, en cuyo cuerpo su-perior se abre una graciosa galería de gusto hispano.

Para Francisco de Molina, casado con Mayor de los Cobos, por las mismas fechas que su pariente también realizaba el maestro Vandelvira, otro magní-fico palacio hoy conocido con la denominación adquirida por su posterior propietario, el Marqués de la Rambla. La portada de este palacio sigue el modelo planteado por Vandelvira en el anteriormen-te mencionado Palacio Vela de los Cobos, tipología muy vandelviria-na y que hará fortuna.

Pese a lo más arriba expuesto y como ya hemos dicho, este clan familiar tendrá una figura que

sobresaldrá entre el resto, y no por que las obras artísticas por él encargadas tengan más o menos calidad que la del resto de sus parientes o grandes hom-bres de su tiempo, o por que entre sus impresionantes colecciones figurasen obras de los mejores artistas europeos del momento, sino fundamentalmente por la posición política y social que ocupó y el enorme poder que pudo con-centrar en sus manos. Nos referimos sin lugar a dudas a Don Francisco de los Cobos y Molina, un elegido en todos los sentidos que contempló, desde

11 Palacio del Marqués de la RamblaÚbeda

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un sitio privilegiado, la puesta en escena del Renacimiento con toda su magnificencia en el gran teatro del siglo XVI.

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