15
III. Funciones políticas de la publicidad 8. El caso modélico de la evolución inglesa Una publicidad que hace las veces de publicidad p~ lítica surge en Inglaterra en el cambio de siglo entre el XVIIy el XVIII. Las fuerzas empeñadas en conseguir influencia en las decisiones del poder estatal apelan al público raciocinante para legitimar sus exigencias ante esta nueva tribuna. En conexión con esa práctica, la asamblea de estamentos se transforma en un Parlamento moderno, proceso de remoción que, evidentemente, se desarrolla a lo largo de todo el siglo. Pero está por explicar por qué en Inglaterra tienen lugar, mucho antes que en otros países, conflictos que son dirimidos con la participación del público. También en el continente se da, como instancia apela- tiva, una publicidad literaria. En el continente esa publicidad se vuelve por vez primera virulenta; de todos modos, bajo la tutela del mercantiJismo, el predominio del modo de produc- ción capitalista llega tan lejos como en la Inglaterra posterior a la Gloriosa Revolución. En Inglaterra surgieron, en la segunda. mitad del siglo XVII,un gran número de compañías nuevas que sustentaban y ampliaban a la manufactura textil y a la indus- tria siderúrgica -sobre todo-, y también a la fabricación de papel. Al tradicional enfrentamiento entre landed y moneyed interests [intereses hacendados y adinerados], que en Inglate- rra, con todo, no llevaba la impronta de un conflicto de clases radical (en Inglaterra pronto se convirtieron los hijos de la aristocracia agraria en comerciantes exitosos, y a menudo con- siguió también la alta burguesía propiedades agrarias nota- bles),I'se le superponía ahora un nuevo conflicto de intereses: el enfrentamiento entre los intereses restrictivos del capital 94 comercial y financiero, de un lado, y los intereses expansivos del capital manufacturero e industrial, del otro.2 Ese conflicto llegó a consciencia a comienzos del siglo XVIII; sólo a partir de entonces dejan de ser commerce y trade sinónimos sin más de manufacture e industry. Con ese conflicto evidentemente se re- produce un antagonismo, ya típico en las fases tempranas del desarrollo capitalista, entre los intereses de una generación an- terior, insertada y fijada ya en el mercado, y una generación posterior obligada a explorar y crear mercados para las nue- vas ramas del comercio y la industria. Si esa constelación se hubiera limit8.do, como ocurrió aún en tiempos de los Tudor, al estrecho círculo de los merchant-princes [comerciantes acauda- lados], probablemente no hubieran apelado ambas partes a la nueva instancia del público. Pero en la Inglaterra posrevoluci~ naria, el enfrentamiento que, como tal, se propaga a partir de las esferas del capital, comprende a capas más amplié:s preci- samente en la medida en que el modo de producción capitalista va imponiéndose. y en la medida en que va surgiendo de esas mismas capas entretanto, un público raciocinante, resultaba na- tural que el partido en cada caso más débil considerara la p~ sibilidad de dar a la publicidad la disputa política. Hacia el . cambio de siglo, penetra la discordia partidaria hasta en la p~ blación excluida del derecho a voto. Tres acontecimientos de los años 1694-1695dan la pauta del comienzo de ese desarrollo. La fundación del Banco de In- glaterra significa, distintamente a los casos de las bolsé:s de Lyon y Amsterdam, la entrada en una nueva etapa del capitalismo; esa fundación augura la consolidación, sobre la base de un modo de producción capitalista revolucionado, de un sistema sólo sus- tentado hasta entonces por el tráfico comerciaL) La abolición de la institución de la censura previa significa una nueva eté:- pa en el desarrollo de la publicidad; posibilita la penetración del razonamiento en la prensa, permitiendo que ésta se desarr~ lle hasta convertirse en un instrumento que impele a que las decisiones políticas sean tomadas ante la nueva tribuna del público. El primer gabinete de Gobierno 4 significa, en fin, una nueva etapa en el desarrollo del Parlamento; es un primer paso por el largo camino de la parlamentarización del poder estatal, que acabará llevando a la conversión de la misma publicidad políticamente activa en un órgano estatal. Ya en los años setenté: del siglo XVII el Gobierno se había visto necesitado de proclamaciones para poder hacer fren- te a las conversaciones de las casas de café; las casas de café pa- saban por incubadoras de agitación política: «Men have assU- 95

2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

III. Funciones políticas de la publicidad

8. El caso modélico de la evolución inglesa

Una publicidad que hace las veces de publicidad p~lítica surge en Inglaterra en el cambio de siglo entre el XVIIy elXVIII. Las fuerzas empeñadas en conseguir influencia en lasdecisiones del poder estatal apelan al público raciocinante paralegitimar sus exigencias ante esta nueva tribuna. En conexióncon esa práctica, la asamblea de estamentos se transforma en unParlamento moderno, proceso de remoción que, evidentemente,se desarrolla a lo largo de todo el siglo. Pero está por explicarpor qué en Inglaterra tienen lugar, mucho antes que en otrospaíses, conflictos que son dirimidos con la participación delpúblico. También en el continente se da, como instancia apela-tiva, una publicidad literaria. En el continente esa publicidadse vuelve por vez primera virulenta; de todos modos, bajo latutela del mercantiJismo, el predominio del modo de produc-ción capitalista llega tan lejos como en la Inglaterra posteriora la Gloriosa Revolución. En Inglaterra surgieron, en la segunda.mitad del siglo XVII,un gran número de compañías nuevas quesustentaban y ampliaban a la manufactura textil y a la indus-tria siderúrgica -sobre todo-, y también a la fabricación depapel. Al tradicional enfrentamiento entre landed y moneyedinterests [intereses hacendados y adinerados], que en Inglate-rra, con todo, no llevaba la impronta de un conflicto de clasesradical (en Inglaterra pronto se convirtieron los hijos de laaristocracia agraria en comerciantes exitosos, y a menudo con-siguió también la alta burguesía propiedades agrarias nota-bles),I'se le superponía ahora un nuevo conflicto de intereses:el enfrentamiento entre los intereses restrictivos del capital

94

comercial y financiero, de un lado, y los intereses expansivosdel capital manufacturero e industrial, del otro.2 Ese conflictollegó a consciencia a comienzos del siglo XVIII; sólo a partir deentonces dejan de ser commerce y trade sinónimos sin más demanufacture e industry. Con ese conflicto evidentemente se re-produce un antagonismo, ya típico en las fases tempranas deldesarrollo capitalista, entre los intereses de una generación an-terior, insertada y fijada ya en el mercado, y una generaciónposterior obligada a explorar y crear mercados para las nue-vas ramas del comercio y la industria. Si esa constelación sehubiera limit8.do, como ocurrió aún en tiempos de los Tudor, alestrecho círculo de los merchant-princes [comerciantes acauda-lados], probablemente no hubieran apelado ambas partes a lanueva instancia del público. Pero en la Inglaterra posrevoluci~naria, el enfrentamiento que, como tal, se propaga a partir delas esferas del capital, comprende a capas más amplié:s preci-samente en la medida en que el modo de producción capitalistava imponiéndose. y en la medida en que va surgiendo de esasmismas capas entretanto, un público raciocinante, resultaba na-tural que el partido en cada caso más débil considerara la p~sibilidad de dar a la publicidad la disputa política. Hacia el .

cambio de siglo, penetra la discordia partidaria hasta en la p~blación excluida del derecho a voto.

Tres acontecimientos de los años 1694-1695dan la pautadel comienzo de ese desarrollo. La fundación del Banco de In-glaterra significa, distintamente a los casos de las bolsé:s de Lyony Amsterdam, la entrada en una nueva etapa del capitalismo; esafundación augura la consolidación, sobre la base de un modode producción capitalista revolucionado, de un sistema sólo sus-tentado hasta entonces por el tráfico comerciaL) La aboliciónde la institución de la censura previa significa una nueva eté:-pa en el desarrollo de la publicidad; posibilita la penetracióndel razonamiento en la prensa, permitiendo que ésta se desarr~lle hasta convertirse en un instrumento que impele a que lasdecisiones políticas sean tomadas ante la nueva tribuna delpúblico. El primer gabinete de Gobierno 4 significa, en fin, unanueva etapa en el desarrollo del Parlamento; es un primer pasopor el largo camino de la parlamentarización del poder estatal,que acabará llevando a la conversión de la misma publicidadpolíticamente activa en un órgano estatal.

Ya en los años setenté: del siglo XVII el Gobierno sehabía visto necesitado de proclamaciones para poder hacer fren-te a las conversaciones de las casas de café; las casas de café pa-saban por incubadoras de agitación política: «Men have assU-

95

Page 2: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

-- ------

med to themselves a liberty, not onely in coffehouses, but inother place s and meetings, both public and private, to censureand defame the proceeding of State, by speaking evil of thingsthey understand not, and endeavouring to c.reate and nourishan universal jealousie and dissatisfaction in the minds of all HisMajesties good subjects».5 Con la Licencing Act cae en 1695la censura previa; la Reina exhorta varias veces a los diputadospara que restauren la censura, pero en vano. Es verdad que laprensa sucumbirá a la estricta Ley sobre el libelo (Law of Li-heZ)6 y a las restricciones impuestas por los numerosos privile-gios de la Corona y el Parlamento; también el impuesto de tim-bre,1 decidido en 1712, tuvo como consecuencia un retrocesotransitorio: bajó la tirada de la prensa, se redujo el alcance delos periódicos y algunos llegaron a desaparecer para siempre.Pero, comparada con la del resto de los Estados europeos, laprensa inglesa gozaba de unas libertades excepcionales.

Harley es el primer estadista que sabe aprovechar lanueva situación. Compromete a literatos del estilo de Defoe -alque se ha llamado el primer periodista-, el cual defiende lacausa de los whigs * no sólo, como hasta entonces, en panfletos,sino en los nuevos periódicos. J!l hace por vez primera del «es-píritu partidario» un public spirit. La Review de Defoe, el Ob-servator de Tutchin y el Examiner de Swift son discutidos enclubs y casas de café, en el hogar y en la calle. Los mismosWalpole y Bolingbroke se dirigen a la publicidad. En hombrescomo Pope, Gay, Arbuthnot y Swift se da una conexión de li-teratura y política comparable a la unión de literatura y perio-dismo encarnada por Addison. y Steele.

Como es obvio, en ningún momento llegó a estar laprensa importante, durante esta primera década, en manos dela oposición. La London Gazette, que fue durante mucho tiem-po la única hoja gubernamental -hecha al viejo estilo, con no-ticias escuetas, todas ellas limitadas a la «coyuntura política»-,fue completada en 1704 con la Review, de aparición trisemanal,y cuyo sitio ocupó en 1711 el Examiner. En las postrimerías delreinado de la reina Ana, se enfrentaron los whigs al Mercator,fundado en 1713, con el British Merchant. Bajo Jorge 1 comen-zó la década de predominio de los whigs; pero ellos, que en1722, con el Londan Journal, consiguieron el periódico más im-

* Whigs = liberales. La oposición clásica de la política in-glesa entre whigs y tories (conservadores) se remonta al siglo XVII,cuando se suscitó la lucha por !a subordinación o no subordinaciónde la Corona al Parlamento.

96

portan te y de mayor divulgación de la época,8 no fueron loscreadores del periodismo político de gran estilo, sino los tories-que habían pasado ahora a la oposición-, bajo la direcciónde Bolingbroke: «La novedad conseguida por la oposición fuela creación de una opinión popular. Bolingbroke y sus amigosentendieron que se trataba de formar una opinión pública con-centrada en un punto y dotada de impulsos volitivos homogé-neos, capaz de impulsar la vida política. Agitación popular y gri-terío de consignas, intranquilidad y alborotos no estaban aún ala orden del día [,oo] Tampoco había aún asambleas públicasregulares [oo.] La opinión pública estaba más bien orientadapor otro factor: por la fundación de un periodismo indepen-diente que se vio a sí mismo afirmado frente al Gobierno y queconvirtió en asunto corriente el comentario critico del, y la opo-sición pública al, Gobierno».9 En el verano de 1726 aparecieron,como preludio, por así decirlo, de la «larga oposición», tres sá-tiras de la época inspiradas por Bolingbroke: el Gulliver deSwift, la Dunciad de Pope y las Fables de Gay; Bolingbrokeeditó en noviembre del mismo año el primer número del Crafts-man, la plataforma política de la oposición hasta la emigracióndel editor a Francia en 1735. Con esta revista, a la que siguióluego el Gentleman's Magazine, la prensa se convierte por vezprimera y de un modo propio en el órgano crítico de un públicopolíticamente raciocinante, se convierte en fourth Estate, en«cuarto poder».

El comentario y la crítica constantes de medidas adop-tadas por la Corona y de resoluciones del Parlamento, conver-tidas merced a todo ello en institución, transformaron al poderpúblico, llamado ahora a comparecencia ante la tribuna de lapublicidad. El poder era ahora «público» en un doble sentido.El grado de desarrollo de la publicidad se medirá de ahora enadelante de acuerdo con el nivel de disputa entre el Estado yla prensa, disputa que durará el siglo entero.9a Las cartas deJunius, aparecidas en el Public Advertiser desde el 21 de no-viembre de 1768 hasta el 12 de mayo de 1772, indican -con suestilo precursor del artículo editorial político- ese nivel, per-fectamente distinguible a distancia. Se ha llamado a esa seriede artículos satíricos «pioneros de la prensa moderna»,lo por-que en ellos se imputan públicamente al rey, a ministros, a altosmilitares y a juristas maniohras poHtic;-¡s. y S(' <I(,s(,lIhl"l'lI ('OI1f'xiones mantenidas en secreto y de relevullcla pollt lea, de UIImodo que, desde entonces, resulta modélico para una prensacrítica.

El Parlamento dispone de un instrumento frente a este

97

4.- HABEIUUS

Page 3: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

género de critica: el privilegio -procedente de los tiempos enque pugnaba con la Corona- de mantener en secreto las dis-cusiones parlamentarias. En 1681 fue ciertamente autorizada lapublicación de los votes, lo que dio lugar a alambicadas noti-cias sobre determinados resultados de las discusiones habidasen el Parlamento; 11pero el Parlamento insistía con resoluciónen la prohibición de hacer de las discusiones mismas algo acce-sible a la publicidad. Con extrema cautela, desde la subida altrono de la reina Ana, se dedicó The Political State 01 GreatBritain a una especie de crónica parlamentaria, tarea de la queya se cuidaba el Historical Register desde 1716. Evidentemente,ambos periódicos privilegian al Gobierno de turno, de modoque la oposición tiene que contentarse con noticias oportunasacerca de los discursos más importantes de sus representante~aparecidas en las hojas semanales, o con una compilación de losdiscursos en forma de folleto. Desde comienzos de los añostreinta, en el nuevo clima de crítica política creado por Cralt-sman, el Gentleman's Magazine, y pronto también su adversa-rio, el London Magazine, dan noticia de los debates parlamen-tarios. El Parlamento se vio en la necesidad de ir renovando laprohibición de las publicaciones. Las viejas disposiciones acaba-ron llegando a un punto, en 1738, en que hasta una publicaciónde los debates habidos entre una y otra reunión parlamentariatenía que ser castigada como un breach 01 privilege}2 Wilkes,como alderman de Londres, fue el primero en poner fuera dejuego el privilegio parlamentario -no jurídicamente, pero síde hecho-: no hizo cumplir la pena impuesta al redactordel Evening Post por breach 01 privilege [ruptura de pri-vilegio]. La exclusión de la publicidad de las discusiones par-lamentarias 13no podía ya manteperse por mucho tiempo en unaépoca en que una «Memory» de Woodfall convirtió al MorningChronicle en periódico londinense de vanguardia, al reproducirliteralmente dieciséis filtraciones de discursos parlamentariossin comunicarlo a la tribuna de la Cámara de los Comunes -loque estaba estrictamente prohibidó-. En el año 1803, el spea-ker * reservó por vez primera un puesto en la tribuna a losperiodistas; durante casi un siglo habían entrado ilegalmente.Pero sólo con la reconstrucción del Parlamento, tras el incen-dio de 1834, fueron instaladas tribunas para los informadores(dos años después de que el primer Relormbill [Proyecto de leyde reforma] convirtiera al Parlamento, durante tanto tiempocriticado por la opinión pública, en un órgano de ésta).

* Aquí tiene el sentido de presidente del Parlamento.

98

-.------- "1"

Esa transformación dura cerca de medio siglo. Su conti-nuidad la hace particularmente apropiada para estudiar las cre-cientes funciones de control político desempeñadas por el pú-blico raciocinante. Inglaterra era el único Estado en el que, afinales del siglo XVII, había conseguido imponerse, al acabarla guerra civil religiosa, una Constitución que, ciertamente, noacababa de anticipar las revoluciones burguesas continentalesde los siglos XVIIIY XIX,pero que, con la realización de varioselementos del Estado de Derecho (Habeas Corpus Act, Decla-ration 01 Rights), las hacía superfluas en su propio territorio.En un nivel del capitalismo en el que comienza a desarrollarseel capital industrial, pero sujeto toqavía al predominio del ca-pital comercial interesado en la conservación del viejo modode producción, los dirigentes representantes del moneyed inte-rest [interés de los sectores adinerados] procedían de las capasconservadoras de la alta burguesía, que mantenía muchos pun-tos de contacto con la nobleza. Los miembros de ambas coinci-dían en el Parlamento sobre la base de una cierta homogeneidadsocial de impronta aristocrática.14

En eso, las clases social y económicamente dirigenteshabían llegado en 1688 también al poder político. La Cámarade los Comunes perdió el carácter de asamblea de estamentos,pero no sólo porque en ella se reunían en creciente medida per-sonas nombradas por las clases dominantes, en vez de delegadosde las corporaciones. Ocurrió más bien que, desde el principio,las capas burguesas del estamento medio (protestante., comer-cial e industrial), a cuyos intereses capitalistas había servido ensubstancia la Revolución, pero sin darles inmediata representa-ción parlamentaria, se constituyeron en algo así como una corteparlamentaria constantemente en aumento. Así seguían -dota-dos bien pronto de órganos publicísticos- las discusiones y deci-siones parlamentarias en calidad de público crítico; lo mismo sipertenecía la mayoría a la población con. derecho a voto, comoen Londres y Westminster,15 que si pertenecía a la masa de losdesprovistos de ese derecho. La transformación funcional delParlamento no se reduce exclusivamente al hecho de que el reysoberano quede vinculado a la Bill 01 Rights [Declaración deDerechos], lo que le rebaja al Parlamento. La diferencia cuali-tativa respecto a la situación anterior es la nueva relación delParlamento con la publicidad, que acaba convirtiendo a las dis-cusiones parlamentarias en un asunto plenamente público.

Ahora que no podía prescindir del Parlamento, el reyestaba obligado a asegurarse en su seno u:-. firme apoyo. Elsurgimiento del enfrentamiento entre wighs y tories, con la di-

.,

99

Page 4: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

---'1

visa de la resistance los unos, del Divine Right los otros, la es-cisión del Parlamento en «partidos» en el momento de la po-lémica en torno a la Exclusion Bill -«partidos» cuya lucha vie-ne a substituir a la anterior disputa entre Parlamento y cOlmtry[país], por un lado, y Corona y chancellors [cancilleres], porel otro-, todo ello está en conexión estructural con los inte-reses objetivos de los ~istintos grupos sociales. La evoluciónparlamentaria de esas «fracciones» puede entenderse, sin em-bargo, tomando sólo en cuenta el nuevo campo de batalla quees el Parlamento, desarrollado a lo largo del siglo siguienteentre el raciocinio público de un público crítico y la influenciacorruptora de un rey obligado a un ejercicio indirecto del man-do. La minoría sometida en el Parlamento puede en todo mo-mento refugiarse en la publicidad y apelar al juicio del público;la mayoría, mantenida gracias a la corrupción,J6 se ve obligadaa legitimar la authority de que dispone con la reason que ledisputa la oposición. Esa situación se desarrolla luego de aquelintercambio de posiciones efectuado cuando el partido de la re-sistencia de los whigs se instaló en el Gobierno durante unageneración, y viceversa, los jacobistas legitimistas tuvieron querecurrir al ejercicio de la resistencia en el terreno del ordenrevolucionario. A partir de 1727, gracias a la eficacia del Crafts-man, surgió una oposición sistemática que, a veces, llegó a con-tar incluso con algo parecido a un gabinete en la sombra, hastaque en 1742 las controversias políticas fuera del Parlamento lle-garon al gran público a través de la literatura y la prensa. Lostories adoptaron la teoría de los old whigs; los modern whigsen el Gobierno, la práctica de los tories. La oposición políti-ca en el plano nacional había sido hasta entonces posible comointento de imponer violentamente los propios intereses recu-rriendo a la formación de grupos antigubernamentales y a laguerra civil; ahora, mediada por un público raciocinante, to-maba la forma de una controversia duradera entre el partidode la oposición y el del Gobierno. A partir del motivo del día,se extiende la discusión a todos los topics of government [asun-tos de gobierno]; se discute sobre la separación de poderes, so-bre las libertades inglesas, sobre patriotismo y corrupción, par-tido y fracción, sobre la cuestión de la legalidad de las nuevasrelaciones entre oposición y Gobierno, y se llega a partir deaquí hasta las elementales cuestiones de la antropología política.Del raciocinio publicístico de esa década de los treinta procedela teoría de la oposición desarrollada por Bolingbroke mismo enrelación a su antropología pesimista." BoJingbroke expone aho-ra la relación entre intereses privados y públicos como relación

100

entre court y country, entre in power y out of power, entrepleasure y happiness, pass ion y reason: la oposición, como coun-try-party, es presentada como depositaria de la razón y la jus-ticia frente al court-party corrompido por influence.

Desde comienzos del siglo XVIII se hizo habitual distin-guir lo que por entonces se llamaba sense of the people de losresultados electorales oficiales. Como medida más aproximadade aquél se tenía a los resultados promedio de las elecciones enlos condados. The sense of the people, the common voice, thegeneral cry of the people y, finalmente, the public spirit deno-taban, a partir de entonces, una magnitud de la que la oposi-ción se podía reclamar; con su ayuda, en efecto, consiguió obli-gar, en varias ocasiones, la oposición a Walpole y a su mayoríaparlamentaria al pacto.18 Tales acontecimientos no pueden serconsiderados evidentemente aún como signos de una especiede dominación de la opinión pública. Las verdaderas relacionesde poder pueden apreciarse mejor en la futilidad e ineficaciade las peticiones masivas frecuentemente organizadas desde1680. Es verdad que en 1701yen 1710 sucedieron a peticiones deese estilo las correspondientes disoluciones del Parlamento;pero no se trataba, en el fondo, más que de meras aclamacionesde las que el rey se aprovechaba. Esto se puso más tarde derelieve cuando, entre 1768 y 1771, en conexión con la Wilkes-Agitation, no siguió a las numerosas peticiones de condados, ciu-dades y zonas la exigida disolución del Parlamento: el rey notenía el menor interés en exponerse a los peligros de unas nue-vas elecciones habida cuenta de lo acomodaticia que resultabala mayoría parlamentaria existente. Ni siquiera la disolucióndel Parlamento en 1784 (con motivo de la cual llegó a afirmarel rey, en un discurso ante la Cámara de los Comunes que seha hecho célebre, que se sentía obligado to recur to the senseof people), se debe en primera instancia a la presión de esa«opinión popular»;19

No obstante, junto a los grandes periódicos nuevos,como el Times (1785), surgen por esos años las demás institu-ciones del público políticamente raciocinante. En tiempos deWilkes aumentó la envergadura y la frecuencia de los publicmeetings. También en ese momento se formó un buen númerode asociaciones políticas. Las veintiséis country-associations fun-dadas en 1779 a imagen y semejanza de la Yorkshire Associa-tion, se dedicaron a organizar peticiones acerca de cuestionestales como la financiación de la guerra, la reforma del Parla-mento, etc. Es verdad que ya a finales del siglo XVIIse reuníanlos parlamentarios en relajados clubs. Pero todavía en 1741 le

:~

rll'.1l'.11I'!~i

!

.~Ii.

101

Page 5: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

.-..---

resulta difícil al Ge11tleman's Magazine caracterizar a los dipu-tados electos según su orientación política; de ningún modopodía establecerse, por lo general, su clara vinculación par-tidaria. Sólo a comienzos del siglo XVIII consiguen los partidosuna base organizativa fuera del Parlamento, outdoors,* fundadaen las petitions, ** en los public meetings y en las political asso-ciations. Con la fundación de comités locales consiguen su pri-mera estructura organizativa robusta.

En 1792, tres años después del estallido de la Revolu-ción francesa, el público políticamente raciocinante es indirec-tamente reconocido en su función de crítica pública .por un dis-curso de Fox ante la Cámara de los Comunes. Por vez primerase habla en el Parlamento de public opinion en el estricto sen-tido de esta locución: «It is certainly right and prudent to con-sult the public opinion[...] If the public opinion did not happento square with mine; if, after pointing out to them the danger,they did not see it in the same light with me, or if they con-ceived that another remedy was preferable to mine, 1 shouldconsider it as my due to my king, due to my Country, due tomy honouT to retire, that they might persue the plan whichthey thought better, by a fit instrument, that is by aman whothought with them[...] but one thing is most clear, that Ioughtto give the public the means of forming an opinion».20 Tan nota-ble como la afirmación es el motivo mismo de ella: Fox estáarremetiendo contra Pitt, que en 1791, presionado por la opi-nión pública, organizó de nuevo los preparativos de una guerracon Rusia. El raciocinio político del público ha llegado a arti-cularse de tal modo que en el umbral del siglo XIXdesempeñaya el papel de un permanente comentarista crítico, arrebatandola exclusiva al Parlamento y convirtiéndose en el interlocutoroficial de los diputados. Fox habla mirando al público; they[ellos], los sujetos de la public opinion, no estarán ya por mu-cho tiempo excluidos, como strangers, de las discusiones parla-mentarias. El absolutismo parlamentario se ve obligado a cederpaulatinamente su soberanía. Tampoco se habla ya de sense o{people, ni menos de la opinion vulgar o common. Public opinionse dice ahora; ella se forma en la discusión pública, luego de queel público, por medio de la educación y la información, haya sido

puesto en condiciones de formarse una opinión fundada; deahí hace la máxima foxiana de ofrecer al público the means o{forming an opinion [los medios adecuados para formarse unaopinión].

Durante las cuatro décadas siguientes la discusión setraslada a la ampliación del derecho a voto; finalmente, dos añosdespués de la Revolución de julio, se aprueba el Reformbill querevisaba la obsoleta distribución de las circunscripciones elec-torales, y se reconoce también ahora a la multiplicada clase me-dia, de la que se recIutaba la masa del público raciocinante, elderecho a la cogestión política: de los por entonces cerca de24 millones de habitantes podían votar ahora casi un millón.Las condiciones necesarias para la transitoria era de un govern.ment by public opinion fueron completadas en 1834 con el lla-mado Tamworth Manifestum de Peel; por vez primera publi-caba un partido su programa electoral. La opinión pública seforma en la disputa argumental alrededor de un asunto, no acrí-ticamente en el apoyo o rechazo -plebiscitaria o ingenuamen-te manipulados-, apoyados en el common sense, de personas.Por eso necesitaba como objeto, antes las circunstancias de-finidas, que las personalidades prominentes. Los conservadorespublicaron su programa; los whigs hacían, por la misma época,el siguiente exhorto electoral: «Remember that you are nowfighting for things, not men - for the real consequences of yourreform».21 r,,¡Recordad que ahora luchamos por cosas, no porhombres: nos batimos por las auténticas consecuencias devuestra reforma!».]

9. Las variantes continentales

* Literalmente, fuera de casa, extramuros; se refiere alreconocimiento de la actividad externa, pública, no parlamentariade los partidos.

** Peticiones, súplicas; uno de los procedimientos del dere-cho común a recurrir contra la Corona.

También en Francia surge -no antes, de todos modos,de la primera mitad del siglo XVIII- un público políticamenteraciocinante. Pero no logra institucionalizar efectivamente susimpulsos políticos antes de la Revolución, como hacía el públicoinglés de la misma época. Sin aprobación de la censura no sepodía publicar una sola línea, y así no podía desarrollarse unverdadero periodismo político; la prensa periódica en su con-junto seguía siendo raquítica. La hojilla oficial semanal Mercurede la France tenía todavía en 1763, a pesar de ser el periódicode mayor divulgación, no más de 1.600 abonados, de los cualescerca de un tercio vivía en París, otros 900 en provincias y elresto se distribuía en el extranjero. A escondidas se leían tam-

102 103

Page 6: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

r bién, ~"dentemente, lns pedódicos introdncidos ilegalmente,sobre todo los holandeses.22

No sólo se echa en falta un periodismo político culti-vado, sino que ni siquiera existía una asamblea de estamentosbajo cuya influencia pudiera irse constituyendo paulatinamenteuna representación popular: los Estamentos generales no hansido convocados desde 1614. Los parlamentos existentes, las Cor-tes Supremas de Justicia,. que representan la única fuerza po-lítica no completamente dependiente del Rey, están formadosno por la élite de la burguesía, sino por los aburguesados pode-res intermedios en la medida en que han podido resistir y afir-marse frente al régimen absolutista. Falta también, finalmente,la base social de aquellas institUciones. Cierto que especulado-res y banqueros, manufactureros traficantes, compradores alpor mayor y arrendatarios -¡"lO la burguesía comercial y fabrilen generaI- están ya bajo la Regencia a disposición de la altaburguesía, en cuyas manos estaba toda la riqueza de la nación.Pero no están en condiciones de actuar sobre la disposición dela nación; no se unen, como en Inglaterra, a la aristocracia y alalto funcionariado (noblesse de robe 2J)* dando lugar a unacapa alta homogénea que, apoyada en un sólido prestigio, pudie-ra representar frente al rey los intereses de las clases capitalis-tas en formación.

Las diferencias estamentales son estrictas. Es verdadque los comerciantes ricos, normalmente en la tercera genera-ción, conseguían un título nobiliario, sobre todo los que teníanalguna canonjía en las alturas funcionariales o relación conellas; pero la obtención del título les separaba de la esfera dela producción y la distribución. -A mediados de siglo el AbbéCoyer hizo tomar consciencia de ese problema en un panfleto,intitulado La noblesse commer~ante, que gozó de notable divul-gación.- Por otro lado, la nobleza, excluida del comercio y laindustria, así como de la banca -ocupaciones todas ellas noestamentales-, se hizo dependiente económicamente de la Co-rona: desde el punto de vista burgués, esto es, desde el puntode vista del trabajo productivo, se la considera un estamentoparasitario cuya irrelevancia política es compensada con privi-legios fiscales y patentes reales. El rey monopoliza por com-pleto el poder público. Es el negativo de la igualdad burguesa:todos, excepto el único rey (y magistrado), son súbditos porigual, todos están por igual sometidos a la autoridad superior,todos son personas privadas, cuya esfera es, sean o no burgue-

ses, la societé civile -una formación difícil de captar, desde elpunto de vista de la teoría de las clases, en el siglo XVIII-.De muchos modos está aún la burguesía embutida, por así de-cirIo, en el Estado estamental, como lo muestran los roles feu-dales desempeñados por los parlamentos burgueses y la asimi-lación a la nobleza de la alta burguesía; y de diversas manerasda entrada la nobleza en sus salones al estilo intelectual ilus-trado de los intelectuales burgueses antes que a los burguesesmismos. Pero la burguesía, la nobleza y la Corona desempeñanfunciones tan diversas y tienen status tan específicos, que fá-cilmente pueden distinguirse los «sectores» en el modelo teórico:el político, el económico y el que hace las veces de «sociedad».24

En la primera mitad del siglo la crítica se ocupa de los«filósofos», a pesar de Montesquieu, de la religión, la literaturay el arte; sólo en la época de la publicación de la Enciclope-dia se desarrolla la intención moral de los fílósofos hasta ha-cerse, al menos indirectamente, política. La Enciclopedia estápensada como empresa publicística de gran envergadura.2S Poreso Robespierre pudo celebrarla más tarde como «capítulo pri-mero de la Revolución». En el último tercio del siglo aparecenclubs del tipo de la asociación masculina que se había reunidoen el Club de l'Entresol26 -inspirada en las ideas inglesas-,clubs que, en cierto modo, continuaban los Bureaux d'Espritregidos por las mujeres; los iniciadores de la crítica pública, losfilósofos, se convirtieron, de literatos que eran, en economistas.Economistas se llaman los fisiócratas que se reúnen con Ques-nay, y luego con Mirabot y Turgot, en el Club que los mantieneen contacto. Defienden su doctrina en la Gazette du Commercey en el Joumal de l'AgricuLture, du Commerce et des Finances;hasta que, finalmente, Turgot y Malesherbes, dos de sus mássignificativos representantes, son llamados en 1774 al Gobiernocomo -por así decirlo- los primeros exponentes de la opiniónpública.

Pero fue Necker, como es sabido, el primero en conse-guir que la publicidad políticamente activa abriera una brechaen el sistema absolutista: él dio al conocimiento público el ba-lance del presupuesto nacional. Tres meses después el rey de-ponía al ministro,17 De todos modos, se había preservado elraciocinio político del público como instancia de control delGobierno, de modo notablemente significativo en el punto sen-sible de los intereses burgueses: la dimensión del endeudamien-to estatal venía a simbolizar la conflictiva relación entre el po-der económico y su falta de poder político, por un lado, y entrela dependencia financiera y el gobierno absolutista, por el otro.

105

* Aristocracia togada.

104

:1:1':,''l.i,\. ., .:!:"r::1.~

!~,~!~~;I~q'I .'"

tt~

F"o,

t¡lJ

~.~

t,'11.,Ti~

Page 7: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

La esfera incubada en la falda de la nobleza -que se manteníasin funciones económicas ni políticas pero que era socialmenterepresentativa-, con ayuda de la intelectualidad ascendente, es-fera que lo era de un público que acabó siendo políticamenteraciocinante, se convierte ahora en la esfera en la que la socie-dad burguesa expone reflexivamente sus intereses. Desde elcompte rendu [la memoria] de Necker ya no es posible inuti-lizar la eficacia de esa publicidad en sus funciones políticas,sólo es posible oprimirla. A través de los Cahiers de Doléancees oficialmente admitido el raciocinio del público en los asuntospúblicos. Como se sabe, esto llevó a la convocatoria de los Es-tamentos generales; la tradición ininterrumpida en Inglaterrade las asambleas estamentarias se reanuda aquí de golpe en unadeterminada etapa del desarrollo social, pues esa tradición sólopodía cumplir ahora el papel de un Parlamento moderno.

La Revolución crea en Francia de la noche al día -aun-que evidentemente con un carácter menos estable- lo que enInglaterra había requerido un continuado desarrollo de casiuna centuria: las instituciones que le faltaban al público racio-cinante. Surgen los partidos de club, de los que se nutren lasfracciones parlamentarias; se forma una prensa diaria polí-tica 28y los Estamentos generales dan a la publicidad sus dis-cusiones. Desde agosto aparece, con carácter diario, el Journaldes Débattes et des Décrets, dedicado a la información parla-mentaria. Al menos tan importante como la institucionalizaciónfáctica de la publicidad política es su reglamentación jurídica:el revolucionario proceso es interpretado y definido a la vezde acuerdo con la Constitución; puede que tenga que ver conello el que en el continente llegara a adquirirse una conscienciaprecisa de las funciones políticas -ya efectivas, ya posibles-de la publicidad burguesa. Surge aquí una autoconsciencia demás claro contorno que en la Inglaterra coetánea. Las funcio-nes políticas de la publicidad pasan de ser codificaciones de laConstitución revolucionaria francesa a convertirse rápidamenteen consignas que se extienden por Europa. No por casualidadse forma la voz alemana (Jffentlichkeit traduciendo del francéspublicité; la voz circula al comienzo como Publizitiit, y así seregistra en el verso sarcástico que corrió por toda Alemania enlos días de la Revolución:

Das grosse Losungswort, das ein jeder kriiht,Vor dem in ihren StaatsperückenSich selbst des Volkes Hiiupter bücken,Horch auf! Es heisst - Publizitiit.29

106

[La gran consigna que en boca de cada uno está,Ante la cual, con sus pelucas de Estado,Hasta las caciquiles cabezas se inclinan,¡Presta atención!: se llama publicidad.] .

La Constitución de 1791, que recoge ampliamente laDéclaration des Droits de l'Homme et du Citoyen (de 26 deagosto de 1789), completa el entramado de la publicidad en suepígrafe onceavo: «La libre expresión de ideas y opiniones esuno de los más preciados derechos de los hombres. Por consi-guiente, todos pueden hablar, escribir e imprimir librementeateniéndose a la responsabilidad derivada del mal uso de esalibertad en los casos previstos por la ley».30La Constitución de1793 inserta expresamente la libertad de reunión en la protec-ción de la libertad de opinión: «El derecho a manifestar las pro-pias ideas y opiniones, a través de la prensa o de cualquier otromodo, el derecho a asociarse libremente [...] no pueden serconcukados», para, luego, a modo de disculpa por esa cautela,añadir una alusión al Ancien Régime: «La necesidad de procla-mar esos derechos viene dada por la subsistencia, o el recuerdo,aún fresco, del despotismo».3. El momento \'n que este artículoentra en vigor no coincide ya, evidentemente, con la realidadconstitucional. En agosto del anterior año, dos días después delasalto a las TuBerías, un Edicto de la Comuna de París de-nunció a los enemigos de la Revolución como «empoisoneursde l'opinion publique» * y se requisó su prensa. El 17 de enerode 1800, dos días después del golpe de Estado, Napoleón supri-me la libertad general de prensa. Sólo trece hojas serán nomi-nalmente excluidas de la prohibición. A partir de 1811 sólo sontolerados, aparte del oficial Moniteur, tres periódicos, y todosbajo un régimen de estricta censura. Los borbones restauradoscomienzan proclamando su intención de respetar la libertad deprensa. También se dice eso en la Charte de junio de 1844 (ar-tículo 8): «Los franceses tienen el derecho a poder publicar eimprimir sus opiniones mientras se sometan a las leyes encar-gadas de impedir los abusos de esas libertades».32 Pero la opo-sición sólo muy cautamente podía manifestarse. Sólo la Revo.lución de julio, que recibía su lema de la hoja de oposiciónfundada precisamente por Thiers y Mignet, la National,33 dio ala prensa y a los partidos, y devolvió, por fin, al Parlamento-ampliado gracias a la reforma electoral y abierto a la publi-

* Traducción literal: «Emponzoñadores de la opinión pú-blica,..

107

Page 8: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

cidad en sus debates-, el terreno de maniobra garantizado porlos derechos humanos revolucionarios.

En Alemania da señales de vida, de un modo efímero,por vez primera, algo parecido a la actividad parlamentariafrancesa luego de la Revolución de julio, en los lugares residen-ciales de algunos territorios de la Alemania del sur y del suroes-te,34en donde las corporaciones representativas recomendadaspor el Acta final vienesa de 1815 enl3zaron con determinadastradiciones estamentales a nivel de los Liinder. Posteriormente,como es sabido, las resoluciones de Karlsbad obstaculizaríancasi por completo el desarrollo y la vida de esas instituciones.

Las circunstancias alemanas se distinguen de las ingle-sas por las barreras estamentales duraderamente con!tervadaspor el absolutismo continental, especialmente las barreras le-vantadas entre la burguesía y la nobleza; a su vez, los burguesesguardan estrictas distancias respecto del pueblo. Al pueblo per-tenecen, además de la población rural (desde los jornaleros has-ta los pequeños propietarios, pasando por los arrendatarios) yde las capas bajas (ajornalados, soldados y criados), los tende-ros, artesanos y obreros. Volk [pueblo] cubre el significado depeuple a lo largo de todo el siglo XVIII; aquí como allá son elmostrador y el trabajo artesano los criterios de delimitaciónsubjetivos que se imponen frente a la burguesía propiamentedicha. Los que antaño fueron burgueses par excellence, ciuda-danos, comerciantes y artesanos, dejan de ser considerados par-te de la burguesía por los «burgueses». El criterio de éstos esla instrucción; los burgueses pertenecen a los estamentos ins-truidos (gente de negocios y académicos -sabios, intelectuales,funcionarios, médicos, juristas, profesores, etc.-). Las circuns-t.ancias alemanas se diferencian de las francesas por la posicióncompletamente dependiente de las cortes que tiene la nobleza.Lo que le impide constituirse en una esfera de la «sociedad»separada de las funciones políticas y económicas y, en comunica-ción con los intelectuales burgueses, dar la pauta cultural deun público raciocinante.35

El público políticamente raciocinante se instala, sobretodo, en las tertulias privadas de los burgueses. En las últimasdécadas del siglo XVIII, los florecientes periódicos, también lospolíticos, se convierten en puntos de cristalización de la vidasocial entre las personas privadas. No es sólo que los periódicosdiarios mismos den testimonio del «afán lector» o de la «furialectora»; J6 desde los años setenta se extienden sociedades lec-toras privadas y comerciales por todas las ciudades, inclusopor las pequeñas, de modo que se posibilita una discusión ge-108

neral acerca del valor o el sinvalor de esas instituciones. Haciael fin de siglo pueden contarse en Alemania más de 270 socie-dades lectoras de ese estilo.37Se trata de asociaciones con loca-les propios que ofrecen la oportunidad de leer tanto periódicoscomo revistas, así como -lo que es igualmente importante-de discutir y conversar acerca de lo leído. Los círculos de lec.tura primitivos no fueron otra cosa que comunidades de sus-cripción destinadas a abaratar la obtención de periódicos. Lassociedades de lectura, en cambio, no se basaban ya en esos mo-tivos financieros. Esas asociaciones, que eligen a su directivade acuerdo con estatutos, que deciden por mayoría acerca dela incorporación de nuevos miembros, que resuelven las cues-tiones en disputa por la vía parlamentaria, que excluyen a lasmujeres y prohíben los juegos, sirven exclusivamente a la nece-sidad de las personas privadas burguesas, como público racio-cinante que son, de formar publicidad: leer y comentar revistas,intercambiar opiniones personales y formular conjuntamenteaquellas que, desde los años noventa, acostumbran a calificarsede «públicas». Los periódicos más atendidos y más leídos sonlos de contenido político: las Staatsanzeigen de Schlozer, elTeutscher Merkur de Wieland, la Minerva de Archenholz, elHamburger Politische Journal, el Journal von und für Deutsch-land.38 «La revista de Schlozer, que llegó a alcanzar una tiradade 4.000 ejemplares, parecía un trasunto hannoverés de la li-bertad .de prensa inglesa; era la "bete noire de los grandes",los cuales, como se decía por entonces, tenían miedo de "trope-zar con SchlOzer"».39También la brutal reacción de los prínci-pes frente a los primeros publicistas en el suroest.e alemán cons-tituye un síntoma que permite estimar cierta potencia de lapublicidad. Wekherlin, que apareció en escena por vez primeraen 1778 con el Felleisen, y Schubart, conocido ya en 1774 por suDeutschen Chronik, tuvieron que pagar un alto precio. Unomurió en presidio; al otro se le quebró el espinazo durante sureclusión de diez años en una fortaleza: lavado de cerebro almodo directo todavía.40

10. La sociedad burguesa como esfera de la autonomíaprivada: derecho privado y mercado liberalizado

Los excursos históricos sobre el surgimiento de unapublicidad políticamente activa en Inglaterra y en el continentemanti~nen un carácter abstracto mientras se limitan al marco

109

Page 9: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

r--I

I

I

I!!

institucional de público, prensa, partidos y Parlamento, y al cam-po de tensión de una confrontación entre autoridad y publicidad-como principio de control crítico de los gabinetes-o Todoeso puede documentar el hecho de que la publicidad carga confunciones políticas a lo largo del siglo XVIII,pero la naturalezamisma de la función sólo puede entenderse en el contexto deuna específica fase de la historia de la evolución de la sociedadburguesa: la época en la que el tráfico mercantil y el trabajosocial se emancipan ampliamente de las directrices estatales.En el orden político, con el que este proceso llega a culminartransitoriamente, la publicidad toma una posición central, yno por casualidad: ella es precisamente el principio organizativode los Estados burgueses de derecho con forma parlamentaria,como la Inglaterra posterior al gran Reformbill de 1832; y lomismo vale para las llamadas monarquías constitucionales ins-piradas en el modelo de la Constitución belga de 1830.

La publicid~d políticamente activa mantiene el statusnonnativo de un órgano que sirve para la automediación dela sociedad burguesa con un poder estatal coincidente con susnecesidades. El presupuesto social de esa publicidad burguesa«desarrollada» es un mercado tendencialmente liberalizado quehace del tráfico en la esfera de la reproducción social un asun-to entre personas privadas, completando con ello la privatiza-ción de la sociedad burguesa. De su estabilización como ámbitoprivado podía, por lo pronto. hablarse tajo el absolutismo sóloen el sentido privativo de que las relaciones sociales habíansido despojadas de su carácter quasi público; las funcionespolíticas, las jurídicas y las administrativas fueron acumuladaspor el poder público. Ese ámbito sepuado de la esfera públicano era ya de ningún modo «privado». en el sentido de una li-beración respecto del reglamento de la autoridad; por lo gene-ral, surgió como ámbito mer~ntilistamente reglamentado. Porotro lado, el «sistema unificador» del mercantilismo sienta tam-bién ya el comienzo de una privatización del proceso de repro-ducción en el sentido positivo: en el sentido de que éste sedesarrolla paulatinamente de un modo autónomo, según las le-ves propias del"mercado. Porque las relaciones sociales llegan a~er mediadas por las circunstancias y las relaciones de inter-cambio en la medida en que el modo de producción capitalistaimpulsado desde arriba va imponiéndose. Con la extensión y ellibre asentamiento de esa esfera del mercado, los propietariosde mercancías ganan autonomía; el sentido positivo de «priva-do» se fonna, de ordinario, de acuerdo con la idea de la libredisposición sobre la propiedad capitalísticamente activa.

110

La historia del derecho privado de la Modernidad mues-tra hasta qué punto se desarrolló este proceso ya en la fase mer-cantilista. La conceJ.lción del negocio jurídico como un contratobasado en la libre declaración de voluntad está modelada segúnel proceso de intercambio entre propietarios de mercancías enlibre concurrencia. Ella supone, al mismo tiempo, un sistemade derecho privado que reduce las relaciones entre las personasprivadas a contratos privados, siendo decisivas las relacionesde intercambio estructura das de acuerdo con las leyes del libretráfico del mercado. Evidentemente, las partes contratantes nosiempre están en una relación de intercambio; pero esta rela-ción, central en la sociedad burguesa, sirve de modelo a lasrelaciones contractuales. (Con las libertades básicas del sistemade derecho privado tiene que ver también, y de un modo arti-culado, la categoría de la capacidad jurídica general, la garantíade la personalidad jurídica; no por mucho tiempo se seguirá de-finiendo a ésta según la posición social y el origen. El statuslibertatis, el status civitatis y el status familae ceden frente aun status naturalis que se adjudica ahora a todos los sujetosde derecho 4\ -en coincidencia con la paridad básica que se daentre los propietarios de mercancías en el plano del merca-do y entre los instruidos en el plano de la publicidad.)

Con las grandes codificaciones del derecho burgués sedesarrolla un sistema de nonnas que garantiza una esfera pri-vada en sentido estricto, a saber, la esfera del tráfico entre per-sonas privadas, tendencialmente emancipada respecto de las im-posiciones estamentales y estatales. Esas codificaciones garanti-zan la institución de la propiedad privada y, en 5=onexión conella, las libertades básicas del contrato, de la industria yde la herencia. Las fases evolutivas están, de todos modos,más marcadas en el continente que en Inglaterra, precisa.-mente a causa de las codificaciones, puesto que en Inglate-rra el mismo proceso tiene lugar en el marco de la CommonLaw; sin embargo, en suelo inglés se fonnaron las figurasy las instituciones jurídicas especiales de una sociedad de libretráfico mercantil 42antes que en los países de tradición jurídicaromana. En 1794 se publica en Prusia el Allgemeine Landrecht;en Austria, en 1811, el Allgemeine Bürgerliche Gesetzbuch; en-tre ambos aparece la obra clásica del derecho privado burgués,el Code Civil de 1804. Característico de todos esos libros legaleses que no sólo aparezcan en interés de la sociedad burguesa,sino también en el específico ambiente de ella: están penetra-dos por el raciocinio público de las personas privadas reunidasen calidad de público. A través de concursos Y consultas la opi-

111

~

1

j"¡~:f...I~

.~

~¡i~..,,,1~

i.!

i.h,".J

Page 10: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

nión pública resulta comprometida en la obra legislativa tam-bién en aquellos lugares en los que no existen- corporacionesparlamentarias o que, como en la Francia de Napoleón, auncuando existentes, carecen de efectividad. Igual que en Berlín yen Viena, también en París se someten los l'royectos legislativosal dictamen de la publicidad, y no meramente a la considera-ción de una tribuna de especialistas (1800). En efecto: los bo-rradores mismos ni siquiera fueron elaborados por los tradicio-nales jurisconsultos, sino por hombres de gobierno instruidos,personas que, en cierta medida, están en contacto con el públi-co activamente político; las ideas básicas eran sometidas a crí-tica en círculos de discusión del estilo de la Berliner Mittwoch-gesellschaft [la sociedad berlinesa de los miércoles], a la quellegó a pertenecer Suárez.

La historia del derecho privado de la Modernidad nocomienza con las positivizaciones del derecho natural efectua-das en el siglo XVIII. Por sí sólo, el Derecho romano recibido,entendido al comienzo como derecho privado sólo por contra-posición al Derecho canónico, empieza a desarrollarse a partirde la disolución de las formas jurídicas heredadas tanto de losviejos estamentos señoriales, como de los estamentos profesio-nales de los burgos, hasta convertirse en derecho de la sociedadburguesa emancipada. Bajo el absolutismo, la técnica jurídica,más que el derecho propiamente dicho, sirve a los soberanoscomo instrumento de intervención en la disputa entre el cenotralismo de las autoridades y el particularismo de los poderesestamentales. La sociedad burguesa se desprenderá de sus ata-duras corporativas amparándose en la majestad administrativadel soberano. Tampoco en esta función garantiza aún el derechoromano una ordenación en sentido estricto del derecho priva-do. El «derecho privado» sigue vinculado a las autoridades in-cluso allí donde no está completamente absorbido por las dis-posiciones policiales; éstas consideran tareas anexas a la «be-neficencia pública» 4J también al Derecho mercantil, industrialy laboral. Las pandectas, que orientaban a la teoría del derechoprivado vigente por entonces, se convirtieron en mera ficciónfrente a la realidad jurídica: «En el derecho laboral, las pandec-tas reconocen tan sólo para las libres relaciones laborales lapoco diferenciada prestación libre de servicios; pero el derechode la servidumbre local parte del poder y la comunidad domés-ticos, el derecho art~sanal, de la posición profesional-estamen_tal, el derecho laboral rural, de las obigaciones de servicio cam-pesinas. El derecho de obligaciones de las pandectas presuponeuna completa libertad contractual; pero las reglamentaciones112

locales están llenas de limitaciones de precios, llenas de impues-tos, de obligaciones de abastecimiento y oferta, de limitacionesde la producción y de obligaciones de término [...] Una orde-nación jurídica abstracta, general y, por tanto, en apariencia,libremente individualista en el plano económico, se enfrenta auna masa casi sofocante de ataduras autoritarias, estamentalesy corporativas del derecho contractual, laboral, de habitación einmobiliario, es decir, de todos los puntos claves, social y eco-nómicamente, del derecho privado».44

El derecho privado moderno acaba con esas atadurasen la segunda mitad del siglo XVIII.Con todo, lleva aún un siglomás el que la evolución del status al contract rompa todas lasbarreras concretas que se oponían a la valorización del capitalindustrial, a la imposición definitiva del modo de produccióncapitalista; el que la propiedad se entregue al libre tráfico cam-biario del mercado; su herencia, a la libre voluntad. del pro-pietario individual; el surtido y la actuación de la industria, asícomo la formación de los empleados, al criterio del empresa-rio; la determinación del salario, al libre acuerdo entre patronoy obrero. En Inglaterra se quitan por vez primera competenciasa un juez de paz en 1757: la industria textil se libera de la re.gulación estatal de los salarios; entre esa fecha y 1813 el libretrabajo asalariado se introduce en todas las ramas de la indus-tria; un año después es derogada una ley del período isabelinoque preveía un período de formación de siete años para losaprendices. Coinciden con ello estrictas prohibiciones de aso-ciación. Así se va abriendo paso la libertad de empresa desdemediados del siglo XVIII. Esa evolución comienza en Franciacon el estallido de la Revolución; en 1791 están ya casi todaslas directrices estatales, y todas las regulaciones estamentalesdel comercio y la industria, arrinconadas. Lo que ya en la Aus-tria de José 11 llegó a imponerse, estaba reservado en Prusiaa las reformas de Stein-Hardenberg, luego de la derrota de1806. También las leyes feudales de la herencia y la sucesiónfueron defendidas con éxito durante mucho tiempo. En Ingla-terra, sólo con la Ley de Reforma (ReformbilI) de 1843 se im-pone la concepción individualista, según la cual ha de desvincu-larse la sucesión de la unidad económica colectiva formada porla comunidad doméstica y familiar para relacionarse, en cambio,con el propietario individua1.4s Antes de que el tráfico mercan.til entre las naciones (y en Alemania, entre los territorios) seliberara de las barreras aduaneras, el capital industrial se abrevías libres en el interior; el mercado de los bienes de uso, delos bienes de equipo y del trabajo, el del capital mismo, acaba

113

Page 11: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

/

por subordinarse casi exclusivamente a esas leyes. de la libreconcurrencia.

La liberalización del comercio exterior necesita, ¡en unpaís como Inglaterra!, la derogación de la Ley del grano (1846)para poder ser realizada. En un estadio más elevado, se habíareproducido la vieja contradicción entre los intereses defensivosapegados a las posiciones de mercado establecidas, por un lado,y por el otro, los intereses expansivo s del capital que se va in-virtiendo en nuevos sectores. Pero esta vez no habría de limi-tarse ese capital, impulsado como estaba por las poderosas fuer-zas de la Revolución industrial,46 a una transitoria atracción delos viejos monopolios y, a largo plazo, a una mera remociónde las posiciones dominantes en el mercado. La necesidad quelas nuevas industrias tenían de ampliar las oportunidades desalida de sus productos, de ampliar la entrada de las materiasrequeridas por sus productos y de ampliar las importacionesde productos alimenticios que abarataran el nivel de subsisten-cia de sus productores, los trabajadores asalariados, el interésobjetivo, en fin, por arrinconar la reglamentación estatal y losprivilegios y controles estatales, aparecen en la Inglaterra dela época, en la nación predominante en el mar y en el mer-cado a la vez, en una situación en la cual todos podían salir ga-nando con el laisser faire y nada podían perder Con él. La ven-taja industrial con que contaba Inglaterra acrece el interés deésta por el librecambismoY Luego de la emancipación de lascolonias norteamericanas respecto de la madre patria se teníaademás la prueba ejemplar. El comercio con un país libre semuestra por lo menos tan beneficioso como el intercambio inter-no a un sistema colonial.48 Así determina el free trade 49[librecomercio], la eficacia de la libre concurrencia externa e interna,la entera fase que conocemos por el nombre de liberal. Es ha-bitual derivar la esencia del capitalismo del capitalismo concu-rrencial de esa específica forma. Frente a ello hay que recordarque esta forma no constituye sino un instante feliz en toda lalarga historia del desarrollo capitalista: el capiÚllismo concu-rrencial surge en una constelación histórica irrepetible de laInglaterra de finales del XVIII. El resto de los países ni siquierahan conseguido realizar plenamente los principios del laisser¡aire en el comercio internacional en la era dorada del libera-lismo, a mediados del siglo XIX.Aun así, la sociedad burguesase emancipa, como esfera de la privacidad, de las directrices delpoder público y, en esta fase, va tan lejos en su emancipación soque posibilita la llegada a la sazón de la publicidad políticaen el Estado burgués de derecho.

11. La contradictoria institucionaH:zación de la publicidaden el estado bur~ués de derecho

Según la idea que de sí misma tiene la sociedad bur-guesa, el sistema de libre concurrencia puede regularse a símismo; con la condición de que no se entrometa ninguna ins-tancia extr3económica en el tráfico cambiario, asegura que escapaz de funcionar de acuerdo con el bienestar de todos y conla justicia según la medida del rendimiento individual. La so-ciedad determinada exclusivamente por las leyes del libre mer-cado se presenta no sólo como una esfera libre de dominación,sino también como esfera exenta de poder; la potencia econó-mica de un poseedor .cualquiera de mercancías queda estable-cida dentro de un orden de magnitudes en el cual no puede ad-quirir influencia alguna sobre el mecanismo de los precios y,en' consecuencia, no puede jamás materializarse directamentecomo poder sobre otros poseedores de mercancías; permanecesometida a la anárquica decisión del mercado, que se imponeanónimamente, Y'en cierto modo, autónomamente respecto delproceso de intercambio.sl En esa dirección de una esfera priva-da tendencialmente neutralizada por lo que hace al poder yemancipada respecto de la dominación, muestran también lascategorías jurídicas su constitución básicamente económica. Laseguridad jurídica, es decir, la vinculación de las funciones delEstado a normas generales, proteje, junto a las libertades co-dificadas por el sistema de derecho privado burgués, el ordendel «mercado libre». Intromisiones estatales sin autorizaciónlegal son -según su sentido sociológico- rechazables no por-que lesionen principios de justicia establecidos por el derechonaturz.l, sino, simplemente, porque resultarían imprevisibles,con lo que se negaría el estilo y la medida de racionalidad queconviene a los intereses de las personas privadas que actúancomo capitalistas. Fallarían entonces las «garantías de calcula-bilidad» que Max Weber ha descubierto en el capitalismo indus.trial: 52el cálculo de las posibilidades de beneficio requiere untráfico que tenga lugar de acuerdo con expectativas c3lculables.Concurrencialidad y legaliformidad constituyen, por consiguien-te, criterios del Estado burgués de derecho; 53administración«racional» y justicia «independiente» 54constituyen el presupues-to organizativo. La ley misma, que ha de atenerse al ejecutivoy a la justicia, debe ser obligatoria en la misma medida paratodo el mundo; lo que sirve, principalmente, para impedir ladispensa o el privilegio. De modo que las leyes del Estado coin-ciden con las del mercado: ni las unas ni las otras permiten

1I4 lIS

Page 12: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

-."- _. .-- -~

excepción alguna ni al ciudadano ni al hombre privado; sonobjetivas, esto es, no manipulables por particulares (el precio sesustrae a la influencia de cualquier poseedor de mercancías suel-to); sus destinatarios no son particulares determinados (el mer-cado libre prohibe los convenios excepcionales).

Las leyes del mercado llegan a funcionar bien por símismas, lo que les presta, a los ojos de la economía clásica, laapariencia de un ordre naturel; en cambio, las leyes del Estadonecesitan una expresa imposición. También ahora podría el so-berano actuar como legislador, mientras estuviera en condicio-nes de vincular sus órdenes, y su tarea estatal en general, a nor-mas generales, las cuales deberían estar orientadas de acuerdocon los intereses del tráfico burgués. El Estado de derechocomo tal, su condición, no implica la constitucionalización dela publicidad en el marco de una forma de gobierno parlamen-taria (o, al menos, parlamentariamente asida). Eso tenían losfisiócratas en mente; su llamado despotismo legal pretendía pre-cisamente una dominación de la opinión pública por el monarcailustrado. Por sí solos, los intereses en competición con el ca-pital industrial, sobre todo ellanded interest [el interés de loshacendados] -bien el de los latifundistas nobles, bien el delos aburguesados propietarios de grandes fincas rurales-, sonaún tan fuertes en la era liberal que dominan al mismo Parla-mento inglés hasta 1832 y, en los siguientes catorce años, con-siguen impedir la derogación de la Ley del grano.ss Por eso elmonarca ilustrado de los fisiócratas no pasa de ser mera fic.ción: en el conflicto de los intereses de clase de ningún modoestaría el Estado de derecho en situación de garantizar per seuna legislación a la medida de las necesidades del tráfico bur-gués. Sólo con la competencia legislativa misma se gana el pú-blico de las personas privadas esa certeza. El Estado de dere-cho, como Estado burgués, hace de la publicidad políticamenteactiva un órgano estatal con objeto de asegurar institucional-mente la conexión de la ley con la opinión pública.

Tal procedencia explica una contradicción que es in-herente al Estado de derecho y que se pone de relieve en una am-bivalencia del concepto de ley: «En la lucha política contra ungobierno real fuerte hubo que ir acentuando cada vez más lacolaboración de la representación popular como criterio deter-minante de la ley y, al final, como criterio decisivo. Si, desde elpunto de vista político, sobre todo, la colaboración de la repre.sentación popular depende de la ley, también resulta cierto...lo contrario: la colaboración de la representación popular dalugar a la ley. Dominio de la ley significa entonces colaboración

116

o, finalmente, dominio de la representación popular».56 Por unlad,o, entra en el concepto de ley, como expresión volitiva, elmomento de la exigencia, violentamente impuesta, de domina-ción. Pero, por otro lado. como expresión o manifestación de larazón, el concepto de ley contiene otro momento, anterior. ligadoa su procedencia -articulada con el Parlamento y el público-de la opinión pública. Por eso antepone Carl Schmitt una de-terminación, la política, a la otra: «Ley no es la voluntad deuno o de muchos hombres, sino algo racional-universal; novoluntas, sino ratio».56aEl dominio de la ley lleva implícita laintención de la disolución del dominio en general; idea bur-guesa típica, puesto que ni siquiera la garantía política de laesfera privada emancipada de la dominación política debe adop-tar la forma de la dominación. La idea burguesa del Estado le-gal, esto es, la vinculación de toda actividad estatal a un sistemalo más continuo posible de normas legitimadas por la opiniónpública, está orientada al arrinconamiento del Estado como ins-trumento de dominación. Los actos de soberanía presentan unanaturaleza apócrifa.

En la medida en que el raciocinio público de las per-sonas privadas afirma su carácter de determinador sin poderde lo justo y lo legal, no es posible que una legislación interre-lacio nada con la opinión pública haga ~xpresamente las vecesde poder; y, sin embargo, la competencia legislativa ha sido con-quistada a través de una lucha tan manifiestamente enconadacon los viejos poderes, que no puede negársele a ella misma elcarácter de un «poder»: Locke la llama legislative power; Mon-tesquieu. pouvoir; sin poder, sin categorías sociales determina-das que le sirvan de soporte, reputan ambos autores tan sóloa la justicia, la cual se limita a «aplicar» meramente las leyesexistentes. Sin embargo, la diferencia entre el poder legislativoy el ejecutivo está modelada por la contraposición entre regla yactuación, entre entendimiento ordenador y volición activa.57Aun cuando construida como «poder», la legislación no debeser emanación de una voluntad política, sino convenio racional.Tampoco la reconducción rousseauniana de la soberanía reala soberanía popular acaba con el dilema: la opinión públicaestá a la postre enfrentada a la arbitrariedad, y está sometido;.de tal modo a las leyes inmanentes del público compuesto porpersonas privadas raciocinantes que no puede serle adjudicadode modo estricto el atributo mismo de voluntad más alta, situa-da por encima de todas las leyes, el atributo de soberanía. Deacuerdo con sus propias intenciones, la opinión pública no quie-re ser ni límite del poder ni poder mismo, y todavía menos

j,¡

~';;i1

:~¡I~II~."~

:1

117

Page 13: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

/

fuente de todo poder. En su propio contexto está más bien obli-gada a modificar el carácter del poder ejecutivo, ]a dominaciónmisma. La «dominación» de la publicidad es, según ]a idea quede sí misma tiene, una ordenación en ]a que ]a dominación engeneral se disuelve; veritllS non auctoritas facit legem [la verdady no la autoridad hace la ley]. Esta inversión de ]a sentenciade Hobbes intenta captar la función de ]a opinión pública re-curriendo a] concepto de soberanía, tan inútil aquí como en ]aconstrucción ]ega]-estata] de los pouvoirs. E] pouvoir COJ1lOtales puesto a debate por una publicidad políticamente activa.Ese debate está encargado de reconducir la vo]untas a ratio,ratio que se elabora en la concurrencia pública de argumentosprivados en calidad de consenso acerca de lo prácticamente ne-cesario en el interés universal.

Allí donde la ordenación legal-estatal, es decir, ]a propiadel Estado de derecho, no aparece, como en el caso de Ing]a-terra, a partir de formaciones anteriores, las de] Estado esta-menta], sino que, como en el continente, es sancionada toman-do como base una ley, ]a ley fundamenta] o Constitución precisa-mente, se encuentran las funciones de la publicidad claramentearticuladas.S7a Un grupo de derechos fundamentales (libertadde opinión y de expresión, libertad de prensa, libertad de reu-nión y asociación, etc.) se relaciona con la esfera de] públicoraciocinante y también (derecho de petición, igual derecho desufragio y de voto) con la función política de las personas pri-vadas en esa publicidad. Otro grupo de derechos fundamentales(libertad personal, inviolabilidad del domicilio, etc.) tiene quever con el status de libertad individual basado en la esfera ín-tima de la pequeña familia patriarcal. El tercer grupo de dere-chos básicos (igualdad ante la ley, protección de ]a propiedc.dprivada, etc.) está en conexión con el tráfico de los propietariosprivados en la esfera de la sociedad burguesa. Los derechos fun-damentales garantizan: las esferas de la publicidad y de ]a pri-vacidad (con ]a esfera íntima como su núcleo central); las insti-tuciones e instrumentos del público, por una parte (prensa, par-tidos), y la base de la autonomía privada (familia y propiedad),por otra; finalmente, las funciones de las personas privadas,sus funciones políticas como ciudadanos igual que sus funcio-nes económicas como poseedores de mercancías (y, como «hom-bres», la función de la comunicación individua], mediante elsecreto de la con-espondencia, por ejemplo).58

Una de las consecuencias de la transformación de ]a es-fera de la publicidad y de sus funciones 59por los derechos fun-damentales es que la publicidad misma se convierte en princi-

118

pio organizativo de la actividad de los órganos estatales; publi-cidad equivale aquí a notoriedad. E] que se hicieran notorias lasdiscusiones parlamentarias aseguraba a la opinión pública suinfluencia, aseguraba ]a conexión entre diputados y electorescomo partes de un mismo público. Casi por ]a misma época /lOse abren también a la publicidad los procedimientos judiciales.Hasta la independiente justicia necesita del control de la opi-nión pública; sólo en e] contexto del público apto para la crí-tica parece a salvo la independencia de ]a justicia tanto res-pecto del ejecutivo como respecto de ]a parte privada. Las re-sistencias más eficaces a] principio de la publicidad las ofrece]a administración; pero no tanto porque hubiera que preservardel conocimiento público determinados procederes, precisamen-te en interés público, cuanto porque burocracia y ejército, comoes natura], representaban bajo e] absolutismo e] único medioinstruido de poder de] soberano fren te a ]a sociedad burgue-sa. Con todo, una orden dada en 1806 por e] rey de Prusia a suministro de Estado atestigua de un modo ejemplar que, en elmarco de] absolutismo ilustrado, se extendía la idea de que«una constante publicidad de] Gobierno y de los súbditos es lamejor garantía frente a ]a negligencia y a ]a mala voluntad delos funcionarios subordinados. y merece en todo caso ser exi-gida y protegida».61

La fijación constitucional de una publicidad política-mente activa muestra ya en e] artículo central -que afirma quetodo poder procede de] pueb]o- e] carácter de una ordena-ción de ]a dominación esforzadamente conseguida recurriendoa] poder mismo. Por ]0 demás. e] Estado burgués de derecho pre-tende, sobre ]a base de ]a publicidad políticamente activa, unaorganización del poder público que preserve ]a subordinaciónde éste a las necesidades de una esfera privada que se presentaa sí misma como neutralizada desde el punto de vista del po-der y como emancipada respecto de la dominación. Las nor-mas constitucionales están ancladas a un modelo de la sociedadburguesa que en modo alguno coincide con ]a realidad de ésta.Las categorías, sacadas de] proceso histórico de] capitalismo,también de su fase liberal, tienen incluso un carácter históri-co: señalan tendencias históricas (pero no más que tendencias).Así son las «personas privadas» -con cuya autonomía, garan-tizada socialmente por ]a propiedad, cuenta el Estado de de-recho tanto como con ]a instrucción de] público que ellas for-man- una pequeña minoría, incluso cuando se incluye enellas a la pequeña burguesía. Incomparablemente más numero-so es e] «pueblo», sobre todo la población rural. Y siguen sien-

119

Page 14: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

I

do poderosos, de acuerdo con las leyes políticas de la sociedadprecapitalista, los soberanos apoyados en la burocracia y elejército, por una parte, y los grandes propietarios rurales ynobles latifundistas, por otra.62 Sin embargo, las nuevas Cons.tituciones, tanto las escritas como las no escritas, se refieren aciudadanos y hombres; y ciertamente de un modo necesario,puesto que tienen a la «publicidad» por principio organizativo.

La publicidad burguesa está orientada por el principiodel acceso general. Una publicidad de la que estuvieran eo ipso .excluidos determinados grupos no sólo sería incompleta, sinoque en modo alguno podría hablarse de publicidad. El públicoal que se atribuye el papel de sujeto del Estado burgués de de-recho entiende, pues, también su esfera como esfera pública enese estricto sentido; el público anticipa en sus consideracionesla pertinencia de todos los hombres. En definitiva, hombre,esto es, persona moral, es también el individuo privado. Ya he-mos indicado el lugar histórico y social en el que se ha desa-rrollado esta autocomprensión: en la esfera íntima, inserta enpúblico, de la pequeña familia patriarcal brota la conscienciade esa, si así se quiere, informe humanidad. Mientras tanto, elpúblico había adquirido ya una forma perfectamente definida;es el público lector burgués del siglo XVIII. Esa publicidad si-gue siendo literaria cuando desarrolla funciones políticas: l~instrucción es un criterio de admisión; la propiedad, el otro.De hecho, ambos criterios cubren al mismo círculo de perso-nas; porque la instrucción escolar era por entonces más con-secuencia que presupuesto de un status social, el cual, a suvez, estaba determinado por los títulos de propiedad antes quepor otra cosa. Los estamentos instruidos son también los esta-mentos propietarios. El censo, que regula la admisión en la pu-blicidad políticamente activa, puede, por tanto, ir de consunocon el censo fiscal: ya la Revolución francesa toma a éstecomo medida de la diferencia entre ciudadanos activos y pa-sivos.

Esa limitación del derecho de sufragio no necesaria-mente valía, sin embargo, como limitación de la publicidad mis-ma, mientras elta valiera como mera ratificación jurídica deun status del hombre privado que es a la vez instruido y pro-pietario. La accesibilidad general a esa esfera, cuyas funcionespolíticas habría de institucionalizar el Estado de derecho, debedecidirse en 'la estructura de la sociedad burguesa de antema-no, no luego, con la Constitución política que ésta se da. Lapublicidad queda entonces garantizada cuando las condicioneseconómicas y sociales ofrecen a cada uno la posibilidad de cum-

120

plir los criterios de admisión, es decir: de conseguir las cua-lificaciones de la autonomía privada que distingue al hombreinstruido y propietario. Esas condiciones han sido puestas derelieve por la economía política de la época; Jeremias Benthemresultaría impensable sin Adam Smith.6J

Los presupuestos de la economía política son conoci-dos. Ella imagina un sistema cuyas leyes inmanentes ofrecenal individuo un sólido fundamento para calcular su actividadeconómica racionalmente, de acuerdo con la maximización delbeneficio. Tales cálculos los guarda cada uno para sí, sin con-sultarlos con los demás; la producción de mercancías es sub-jetivamente anárquica y objetivamente armónica. El plimerpresupuesto es, por consiguiente, económico: la garantía de lalibre competición. El segundo parte de la idea de que todas lasmercancías se intercambian según su «valor»; el cual, a su vez,se mide de acuerdo con la cantidad de tiempo necesaria paraproducir la mercancía. Tanto los bienes producidos como lafuerza de trabajo productora son tenidos por igual como merocancías. En la medida en que esa condición sólo se cumplecuando quien ofrece una mercancía es a la vez su fabricantey, puesto al revés, cuando todo trabajador posee el medio deproducción, el segundo presupuesto se convierte en sociológi-co: una sociedad de pequeños productores de mercancías. Estesegundo está conectado con el primero, puesto que el presu-puesto económico de la formación independiente de los precioscontiene ya el presupuesto sociológico de una propiedad delos medios de producción relativamente extendida y disemina-da. El tercer presupuesto es de orden teórico; lo introdujo elviejo MilI, y fue conocido luego a través de una formulaciónllamada Ley de Say: dada una plena movilidad de producto-res, productos y capital, la oferta y la demanda estarán en cons-tante equilibrio. Por consiguiente, las capacidades deben sersiempre utilizadas a pleno rendimiento, las reservas de la fuer-za de trabajo, agotadas, y el sistema, por principio exento decrisis, ha de ser mantenido en equilibrio en un nivel alto, me-dido siempre por el estadio de desarrollo de las fuerzas pro-ductivas.

Bajo esos presupuestos, pero sólo bajo ellos, todos es-tán en condiciones iguales para conseguir, con talento y «suer-te» (el equivalente a la invisibilidad e impenetrabilidad del, sinembargo, estrictamente determinado acaecer de los fenómenosdel mercado), el status de un propietario y, así, el de un «hom-bre,.; de conseguir, esto es, las cualificaciones que un hombreprivado necesita para ser admitido en la publicidad. Tampoco

121

Page 15: 2.1 Habermas. Funciones políticas de la publicidad 94-123

en la primera mitad del siglo XIX estaban esas cualificacionescolmadas, como se echa de ver en la polémica función desem-peñada por la economía política misma.46 Con todo, se habíaconseguido una aproximación tal al modelo liberal, que pudoidentificarse el interés de la clase burguesa con el interés gene-ral, y pudo el tercer estamento establecerse como Nación. Lapublicidad, como principio organizativo del Estado burguésde derecho, gozaba en aquella fase del capitalismo de credibi-lidad. Si cualquiera, como parecía ocurrir, tenía la posibilidadde convertirse en un «burgués», entonces podían tener accesoa la publicidad políticamente activa exclusivamente los burgue-ses sin que ello desmereciera su principio. Y, viceversa, sólo lospropietarios estaban en situación de formar un público capazde proteger legislativamente los fundamentos de la ordenaciónexistente de la propiedad; sólo ellos tenían intereses privadosque, automáticamente, convergían con el interés común de pre-servación de una sociedad burguesa como esfera privada. Sólode ellos, por consiguiente, era de esperar una efectiva repre-sentación del interés general, pues, para el ejercicio del rol pú-blico, no necesitaban salirse de la existencia privada: entre elhombre privado como hamme y el citoyen no hay ruptura al-guna en tanto el homme sea al mismo tiempo propietario y,como citoyen, procure por la estabilidad de la ordenación dela propiedad. El interés de clase es la base de la opinión públi-ca. Durante aquella fase, debe haberse confundido de tal modo,objetivamente, con el interés general, que esa opinión ha po-dido pasar por opinión pública -posibilitada por el raciociniodel público- y racional. En coacción se hubiera conver.tido siel público, cómo clase dominante, se hubiera decidido a acabarcon el principio de la publicidad: el raciocinio se hubiera con-vertido en dogma; la evidencia de una opinión que habría de-jado de ser pública, en orden. En tanto los presupuestos men-tados podían considerarse dados, en tanto la publicidad existíacomo esfera y funcionaba, lo que el público creía ser y hacerera ideología y, a un tiempo, algo más que mera ideología. So-bre la base del progresivo dominio de una clase sobre la otra,éste desarrolla, sin embargo, unas instituciones políticas cuyosentido objetivo admite la idea de su propia superación: veri-tas non auctoritas facit legerrl, la idea de la disolución del do.minio en aquella ligera coacción que ya sólo la conminatoriaevidencia de una opinión pública impone.

Si las ideologías no sólo muestran en su falsedad laconsciencia socialmente necesaria, si están en posesión de unmomento de verdad -en la medida en que lo existente se re-

122

basa a sí mismo, aunque sólo sea para justificarse-, entoncespuede hablarse de ideología propiamente dicha sólo para estaépoca.6S Su origen estaría en la identidad entre «propietario»y «hombre»; tanto en el rol que a las personas privadas, en ca-lidad de público, les es dado desempeñar en la publicidad po-líticamente activa del Estado burgués de derecho -al produ-cirse la identificación entre publicidad literaria y publicidad po-lítica-, como en la opinión pública misma, en la que el interésde clase, mediado por el raciocinio público, adquiere una apa-riencia universal -al identificarse el dominio con su disolu-ción en la pura razón-o

Sea como fuere, la publicidad burguesa desarrollad",está vinculada a una complicada constelación de presupuestossociales; ellos han ido cambiando continuamente de un modorápido y profundo, y con su transformación aparece la contra-dicción de la publicidad institucionalizada por el Estado bur-gués de derecho: con el auxilio de su principio, que -según laidea que ella misma se hace de la cosa- está enfrentado a todadominación, se fundó un orden político cuya base social, sinembargo, no hacía de la dominación algo superfluo.

123