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2º RELATO EL INVIERNO Primera parte. El invierno es largo en esta tierra y da para mucho .Esta circunstancia hace que mientras escribo, nuevas ideas surgen espontáneas en mi cerebro, lo cual me obliga a extender el texto constantemente; si a ello le sumamos el factor tiempo: su paso es implacable y no soy capaz de reunir el necesario para” rematar”. Mi falta de costumbre en estos menesteres y miles de dudas que asaltan mi cabeza, hacen que la entrega se vaya retrasando mas de lo previsto. Mi empeño en publicar cada episodio en la estación que se describe, me han hecho tomar la decisión de dividir en dos este relato. Espero como siempre no molestar a nadie, modificaré, corregiré y pediré disculpas, por aquello que inconscientemente haya producido ese efecto. ¡Ah!, si alguien desea aparecer, me lo comunica y…

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2º RELATO EL INVIERNO Primera parte. El invierno es largo en esta tierra y da para mucho .Esta circunstancia hace que mientras escribo, nuevas ideas surgen espontáneas en mi cerebro, lo cual me obliga a extender el texto constantemente; si a ello le sumamos el factor tiempo: su paso es implacable y no soy capaz de reunir el necesario para” rematar”. Mi falta de costumbre en estos menesteres y miles de dudas que asaltan mi cabeza, hacen que la entrega se vaya retrasando mas de lo previsto. Mi empeño en publicar cada episodio en la estación que se describe, me han hecho tomar la decisión de dividir en dos este relato. Espero como siempre no molestar a nadie, modificaré, corregiré y pediré disculpas, por aquello que inconscientemente haya producido ese efecto. ¡Ah!, si alguien desea aparecer, me lo comunica y…

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Los cielos de Argujillo al atardecer y gran nevada Y… ya se acerca diciembre, con sus nieblas, sus heladas. Ahora es el gris quién envuelve el ambiente y el blanco quien cada mañana cubre los campos, para mas tarde al mediodía, cuando el sol logra el deshielo, mostrarnos como los brotes tiernos y verdes, fruto de la sementera tras la otoñada, se han transformado en limón-amarillos bajo el rigor de las noches. Vestido este, cuyas tonalidades perdurarán mientras el invierno sea tal. . El eco parece ser lo único que crece en diciembre en Argujillo. Hace frío, la tierra se pone “dura”, disfrazando el barro de las calles batido por las ruedas de los carruajes, de interminables surcos redondeados sobre fondos estrechos y plateados.

Ya no se ven pájaros, Marcharon las bandadas, solo el pardal aguanta, bajo las tenadas.

Todo parece dormir, apetece guarecerse, solo las quincetas y algún tordo, parece desafiar a la naturaleza con su presencia en los prados. Por las calles la “pajarita de las nieves” con sus graciosos saltitos, pequeños vuelos y el movimiento rítmico de su cola anuncia que es la verdadera reina del invierno. Mientras tanto los”pardales” han tomado tenadas y corrales y se muestran redondos presumiendo de abrigo, ante la cabra, gallinas, conejos, su cebada y su trigo.

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Las labores se limitan, a buscar paja para echarle al ganao y como mucho sacar el estiércol, limpiar corrales y, mucha bodega... ... atestar, añadir, trasegar, probar...

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Capítulo I LA CAZA Hay cuatro temas en Argujillo donde la pasión aflora, La Pega, la pelota, los toros y la caza. De todas ellas me ocuparé en su día. Empezando por la última, a primeros de diciembre (los inviernos siempre duraron mas de tres meses en esta tierra…), sumadas las circunstancias adversas: del frío, la niebla, las mojaduras y las especies cinegéticas, que ahora, mas zurradas, con la lección aprendida, saben luchar, presentan batalla y defienden con mayor eficacia su vida, traen como consecuencia que su captura sea ahora mucho mas difícil, para algunos, ¡imposible!; convierten este deporte a partir de estas fechas, en una actividad verdaderamente dura. Aunque ninguna de estas dificultades provocaba, que el tenaz cazador, verdadero aficionado, los jueves y domingos, dejara de salir temprano al campo, Solo la niebla en algunos casos, era capaz de obrar ese milagro. Mi propio abuelo Faustino practicó la caza hasta el día de su muerte, al igual que el señor Antonio el pa... panadero, mi pariente Teodomiro Macías (Miro) que mas de una vez fue hasta el “puesto” del Montetoro con un solo cartucho, al mismo le oí contar, que no fallaba casi nunca, en lo de la “mojadura”. A los tres citados, a mi amigo Jorge, que junto a Indalencio, viajaron desde Madrid tantos fines de semana para matar el “gusanillo, a mi primo Pedro, que como otros, desde muy niño acompañó a su padre, al mío y a toda la cuadrilla en busca de la liebre, a todos los que aquí menciono y a los cazadores de los que no escribo pero que en mi pensamiento están, les dedico este capítulo. Nota: La casualidad caprichosa de la vida, ha querido, que justo el día que repaso este capítulo (26 de Noviembre 2006) me llegue la triste noticia del fallecimiento de Miro. Mi más sentido pésame, d.e.p. Los ecos Se oían durante el día los “tiros” sordos, por lejanos, casi siempre en número de dos, producidos por las escopetas, aunque a mi me llamó siempre mas la atención, las voces que provenían de los aperreos cuando saltaba la liebre. ¡Que barbaridad!, ni los ejércitos del gran

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Atila en sus mejores tiempos debían hacer tanto ruido en sus ataques. Si el campo de “batalla” estaba entre el Teso la Cruz y El Ama, al ser cercano, tenías la suerte de poder presenciar la carrera con correr hasta el cementerio y subir al teso, (justo por encima del pozo y deposito de aguas municipal actual) , el espectáculo era tremendo, la “rabona” abriendo camino hacia el perdedero subiendo y bajando las orejas según el ritmo a imponer, los mejores galgos tratando de organizarse tras su estela, cuando parecía que se acercaban a ella, bajaba las orejas acelerando y volviéndose a distanciar, cuando por fin empezaban a lograrlo y le echaban el aliento a la orejuda, con un habilidoso quiebro los descolocaba de nuevo, un poco mas atrás, el jinete privilegiado azuzando a su caballo y los otros perros, sin tener muy claro estos, su misión en el “asalto”; por último la infantería, ¡que desastre!, que desorden. Corren cada uno por su lado y a su ritmo como en ¡sálvese quien pueda!, eso si, todos agitan sus “cachas” voceando: - Perraaa, perraa, perraaaa.. - Hay vaaaaa, hay va - Perro, perraaaa - Haleee maaaaja - Perrrraa Con el último aire, salen los últimos ahogados gritos.

- Haaalaaa maja - Halaaaa - Veeengaaaa.

Algunos no pueden mas, el resuello no les da para llegar al teso y ver terminar la carrera. Los mas jóvenes desaparecen tras la “reala” y ya son los únicos que aperrean. Cuando se hace el silencio, regresan los primeros galgos, traen colgando de su boca, tan solo la larga lengua. Se oyen los primeros improperios... Por la ladera, aparecen los últimos corredores, al igual que los primeros, con caras largas y pálidas por el esfuerzo, alguna blasfemia mas, para enseguida reaccionar, ahora toca reagruparse, volver a poner orden, distribuirse en paralelo y empezar con renovada ilusión una nueva “mano”. Tiempo habrá para lamentos: sobre la “clase”, la calidad de los “canes” y, tomar drásticas decisiones de futuro…

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Fin de jornada: Siempre con expectación, los cazadores regresan durante la tarde, los solitarios escopeteros, los mas, cansados, cabizbajos, con cara de resignación, (la misma de los canes y lebreros tras la carrera fallida), sonríen ante los comentarios jocosos de algún vecino, sobre el escaso plumaje que cuelga de su cinto.

- Chaachoo, vais a acabar con los animalicos - Decía uno - A este lo meten en misa con la escopeta, dispara y no le da a la Iglesia

- Respondía otro, haciendo con el comentario malicioso, que se generalizaran las carajadas.

Mas tarde, cuando ya no quedaba luz, los menos, Pepe (el panadero), David y Pío, hacen la entrada, alternativamente, cada uno por su lado y no siempre en este orden, con un gran número de “patirrojas” para esta altura de temporada. El cazador sacando fuerzas de flaqueza para la ocasión, con andares vigorosos, hace que el fardo suspendido de su cintura se mueva rítmicamente, dando una lucidez inequívoca al fruto de la jornada, a la vez que lo muestra orgulloso a la concurrencia, dejando que la gente manosee los pájaros intentándolas contar.

- Coñooo y luego dicen que no hay.

Comentaba alguien. - Essoo dicen… - ¿Dónde las has compraooo? Preguntaba un tercero. Reemprendía el cazador su camino triunfal, con el rostro demacrado, donde la sonrisa pretendía llegar de oreja a oreja, mientras repasaba mentalmente: los comentarios, los lances del día, la dura lucha con las aves de teso a teso, durante toda la jornada. Se acercaba a su casa meditando: que pasaron a mejor vida aquellos largos días soleados de octubre, cuando además de mejor tiempo, las perdices eran mas abundantes mas ingenuas e

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inexpertas, también seguramente pensaba, en lo bien que le vendría el dinerito que Lorenzo tras descontar (me imagino), su trabajada comisión, le entregaría a la vuelta del coche línea del día siguiente, por la venta de las gallináceas en el mercado de Zamora, lo que compensaría el gasto de los cartuchos y le permitiría algún capricho. A la misma hora, entraban en tropel las últimas cuadrillas de galgueros, alguno a caballo, otros con burros, los mas, andando, todos con sus “cachas”, los galgos, en esta época ya están en forma, tienen el lomo afilado y marcan las costillas sobre su desarrollado pecho, acompañan al paso, integrados en el grupo, silenciosos, discretos, doloridos, y encogidos por el frío de la tarde, en contraste con sus amos muy bulliciosos, sobre todo si cuelga de su hombro alguna “orejona”. - Venga a las ocho subimos “pa” Portugal - Vale, cuando termine de atender al ganado. - Oooyee, coge una caja de “Surtido de Reglero” en casa de Leo - Cagüen Tal… “lambrucio” Mas tarde los aromas del guiso eran perceptibles al pasar por la puerta de “la cocinera”, las especias de monte al mezclarse con la carne “negra” soltaban al viento lo mejor de si. Enseguida salía alguien con la gran cazuela. Ya en la bodega, a la luz del farol, ante la gran merendola, la jarra rebosante del excelente “tintorro” de la tierra, como testigos, la caja del “surtido” y el inigualable “moscatel” esperando su turno, se van incorporando los comensales. Entran resoplando y frotándose las manos, un poco destemplados por el contraste térmico entre el día y la noche de primeros de diciembre. No falta nadie, hasta el niño que hoy (como iban cerca) acompañó a los cazadores, con inquietud, esperaba la retirada de la tapa del “perol” para sentir en sus labios el calor, sabor y picante de las tajadas negras de la “pelona”. Este picante, hacía que la jarra circulara de boca en boca, de estas a la “espita” y de aquí a la mesa en un baile interminable.

- - Toma majo come tu el “rescaño” que tienes mejores dientes. - Joer, Ni mejores ni peores, él tiene y tu no. Cuando te vayan a poner la dentadura postiza te la tendrán que sujetar de las orejas. - Ya te llegará a ti…

Las conversaciones giraban sobre los lances del día.

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- Como estaba “amonada” al solombrío - Calla dormilón, que si no soy yo, la dejas “pa tras” - Viste como se le fue a los…(otra cuadrilla), ni la vieron los perros - Este año, se les acaban “las sogas” en enero. - Como corrían fulano y mengano - Para que la que echaron en la “raya” no se nos metiera encima a nosotros. - Anda que el otro animal de dos patas, subido tol rato en la pobre burra, que parece al oso Nicolás - Perros no tendrán, ni piernas, pero ¡que voces pegan! - Y que cagadas mas salvajes echaban los tíos cuando se le fue pa´l pinar.

Se escuchaban las primeras risas Se hablaba de la rivalidad con otros cazadores, sabido es que en el tema de la caza no valen, ni amigos, ni familia, ni na. Lo importante era la cuadrilla.

Poco a poco no solo el volumen también el tono de la conversación iba subiendo. El “Tempranillo” iba haciendo efecto. Ya se hacían los primeros comentario jocosos sobre algún presente, primero, siempre y como arranque, sobre los jovenzuelos.

- ¿Cómo esta?

Alguien le preguntaba al niño refiriéndose a la liebre

- Está mu rica - Diooos, está bárbara -

Contestaba un segundo.

- Toma bebe una “pinta”.

Invitaba al imberbe, pasándole la jarra un tercero, este tomaba un sorbo y como al resto, le quedaba la huella delatora del “morapio” en el bigote. Los tragos interminables de algunos, eran acompañados por un silbido melodioso simulando al que se le hacía al ganao cuando iban al “abrevadero” .

- ¡Música maestro! - Que bárbaro, mira que bebe este tío.

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- No va ha ser como tú, que pareces de secano. - Hombre, yo bebo lo normal de las personas… - Cagüen D… “engarañao”, que no bebes mas que gaseosa y vas a criar ranas en la barriga.

Volaban por el aire los huesos lanzados por la mano grasienta de los comensales que los perros recogían con habilidad, produciendo los chasquidos y babeos característicos al triturarlos rápido y vorazmente, defendiendo con saña su terreno, enseñando los dientes, para que ningún otro se atreviera a disputarle su ración, (en la comida los perros no tiene amigos…Bueno vale, también pasa con algunas personas…) Llegaba ya el momento de ir mojando el “molledo”, prácticamente caía una “torta” por cabeza en el envite. Como consecuencia aparecían los primeros “barquitos” medio hundidos en el caldo. A estas alturas solo continuaban los grandes comedores, que no siempre coincidían con los mas jóvenes. Aparecía el primer moscatel, que era el orgullo y la sorpresa anunciada anual del buen bodeguero. Ya todas las frases empezaban por un Cagüen Dios como si fuera la puerta que da salida a todas las palabras. - Cagüen D… que cosa mas rica. - Este está mejor que el de los curas - Rico, rico, lo que yo estoy pensando… - Te imaginas a fulanita contra un “lindón” ¿? - Diooos, ¡sooorda!. - Calla, que hay ropa tendida - Chacho pasa las pastas… - Uhnnn, Hocicón. - Se te va a caer los dientes y llenar el culo de lombrices por “lambrución”

Ya todo eran voces, las caras rojas delataban a las claras que el frío era un recuerdo. Era hora de bajar a los bares para tomarse una copa, presumir e incordiar si se terciaba ante las otras cuadrillas que aquel domingo habían tenido menos suerte y/o tenía peores perros esta temporada. Aunque había subidas de tono, voces y trifulcas, la sangre no llegaba al río.

Poco a poco la suma del cansancio, la barriga llena, el vino y las últimas copas de fundador, hacían mella y empezaba el desfile constante hacia las casas, por el camino, los últimos comentarios, alguna confidencia de pendiente,

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para en el tramo final, mirando al cielo mientras “meaban”, soñar con jornadas cinegéticas venideras.

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Capítulo II LAS MATANZAS Fotos recogidas en Internet

Es época de matanzas, cacahuetes e higos secos. Las mañanas son serenas y favorecen la transmisión del sonido de los diabólicos gruñidos que salen de las bocas de los cerdos en su vía-crucis. Eran enérgicos gritos desgarrados de terror y protesta, desde que le echaban el gancho en la cálida pocilga, hasta desvanecerse en un débil ronquido en el tajo…justo, cuando la vida se le escapaba por la garganta, tras el último hilo de sangre que caía mansamente en el baño de barro, sin fuerza ya, ni para salpicar…

- Se me ponían los pelos de

punta…mucho mas, cuando muy niño, era simple observador tras los cristales helados de la ventana de la cocina. Era sin lugar a dudas un momento muy desagradable.

- Chacha , venga, retira el baño - Venga, venid y echar una mano, - Agarraros y todos a la vez - Un, dos treesss, al suelo con él. - Preparar, el agua, las piedras y los cuchillos de “raspar”.

Cuando aún caliente el animal, acostado en el suelo recibía el fuego de las “agujeras” y el olor a chamusquina llenaba el corral, los hombres remangados, pasaban los cuchillos para raspar la mugre negra producida por las llamas y el carbón del duro pelo quemado. Otros, bajo el chorro del agua caliente, utilizando piedras ásperas, raspaban las cenizas,

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apareciendo bajo las mismas, la piel blanca y sonrosada del animal. El niño se limitaba a ayudar en las tareas, separaba preparando las “manadas” para entregárselas al “quemador” en las mano, sustituyendo a las ya quemadas, mientras el hombre posaba estas sobre la lumbre, también era su responsabilidad, acarrear el agua caliente purificadora de la gran olla, incluso a veces, él mismo era el encargado de verterla lentamente sobre el animal.

Era una mañana de contrastes frío – calor, pasaban las pobres manos del hielo que traía el aire de Burgos, al calor del cuerpo del gorrino, del agua y de la hoguera…

Mas tarde, antes de abrir los puercos en “canal”, como eras un niño y tenías la mano pequeña…te tocaba sacar de su trasero aquello que el animal no pudo contener en su agonía y ahora podía ensuciar su carne

- -Venga deja de hacerte el loco y métele la mano. Oías que ordenaba el padre. ¡Puagg!, ¡cómo olía!, que vómitos y lagrimones. - -Si no me cabe Protestaba el muchacho. Pero de nada le servía al oír de nuevo - -Veengaaa, que es pa hoy Que sensación, que tacto, sin lugar a dudas era el peor momento de la jornada. Enseguida se colgaba a los cerdos de espaldas en la escalera que le

serviría de percha para el oreo. Allí mismo, como por arte de magia, los abrían de arriba abajo y brotaba de su interior los intestinos ceniza, que después de recogerlos debidamente en un baño, las mujeres procedían al lavado en agua caliente, limpieza y separación de lo “gordo” con una pinza, clasificación de las tripas por grosor, cortar a la medida deseada, para terminar atando - anudando uno de sus extremos, quedando de esta manera dispuestas para embutir al día siguiente.

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Rápidamente alguien cortaba un trozo de lengua que junto a otros de las vísceras servirían como muestra y eran entregadas al veterinario para su examen sanitario. Justo en ese momento (temerariamente…), el corazón y algún filete de “magro”, condimentadas tan solo con un poco de sal gorda, pasaban a la parrilla y en un instante, montado sobre un buen trozo de pan, a la boca de matarifes y ayudantes. Era sin duda muy especial el olor, sabor y calor de la comida, que satisfacían plenamente las exigencias del cuerpo, ofreciéndole a éste, el primer momento de bienestar de los muchos que aportaba la mañana. ¡Que ricas estaban las carnes impregnadas con los aromas a leña del asado, sobre el lecho de pan empapado con sus jugos, al acercar a la boca y recoger con los labios, el cacho recién cortado a navaja, aún posado en el rescaño¡. Poco a poco, entre copita de licor, higos secos, castañas pilongas y el

aroma a especias que venía de la cocina, se acercaba la hora del almuerzo, ¡sublime!, con su “sabrosa” de primero y guiso del hígado de los marranos por segundo plato. La tarde pasaba rápido, entre perolas de agua caliente, artesas,

baños de cinc con tripas, cuerdas, sal, pimentón, especies, romanas y todo un sinfín de labores. Siempre en buena armonía. Cuando se ponía el sol y si los resultados de laboratorio eran

favorables, trasladaban al fiambre hasta las tenadas, lo posaban sobre el tajo donde era descuartizado, por un lado, los jamones, se les presionaba sobre la vena para expulsar la ultima gota de sangre, por otro: lomos, solomillos, costillas para “adobar”, al lado, los huesos del espinazo, que junto a los tocinos, caretas, y pancetas. mas tarde se salaban para conservar, siendo estos parte fundamental del “cocido” hasta bien entrado el verano. En una gran “artesa” iban cayendo los trozos del magro que después

se picarían, se seleccionarían, según fuera para salchichón, longaniza, o bien, para chorizos del cocido, en los que se le mezclaba al magro, con la carne del añojo “choricero”, que paralelamente a los cerdos, con mimo, se cebó durante todo el año. Se le añadía la sal, el pimentón, el vino blanco y las especias. Todo ello en pesos proporcionales y al gusto de cada casa, (entre 20 y 22 gramos por kilo) “se amasaba las chichas” y dejaban reposar hasta el día siguiente en el que serían convertidas en aromáticos chorizos, que lentamente y con sumo cuidado, se colgaban de los varales. Si el tiempo acompañaba, húmedo al principio, para que “lloren”,

después frío y seco, para que “oreen” y aparezcan sobre la tripa los mohos blancos en forma de polvo. Llegado este momento, el olor “acusica”ya nos anuncia su buena curación. Si transcurriere así, traerá

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como resultado, un especial y excelente embutido, que, como bien sabemos los lugareños, “los gordos”, nada tiene que envidiar a los mas afamados de otras tierras, por muy de pata negra o mano de santo que sean, si su destino en los “delgaos”, es para asar en fresco y sobre todo, para echarlos a cualquier tipo de cocido, le da “borrao” al mas gallito. En todo caso, la matanza era un exquisito complemento, fundamental en la dieta familiar anual.

Nota: (El jamón es otra historia…justo es respetar y rendirle pleitesía al de bellota, aunque sea forastero…) En la noche, era tiempo de probar las chichas con los amigos en las

bodegas, era una invitación, una necesaria y gentil disculpa obligada, para pasar un buen rato en animada charla. Receta sencilla y práctica de hacer, (solo requería pasarlas por la sartén), que además servía como prueba definitiva de sal y picante de todo el mondongo. La degustación de la matanza, el ambiente intimista de la cueva, en

cuyas paredes retumban las palabras, entre las sombras ondulantes que proyectan los cuerpos de los comensales; la inestimable aportación de la “cata de los vinos”, que poco a poco van dejando su dulce adolescencia, para convertirse en estupendos caldos, redondos, con gran cuerpo y color violáceo intenso, características estas, que aportan los taninos de los frutos del “tempranillo” de la tierra. Convertían la velada en algo mas que una merienda, era la culminación de un año, el resultado del trabajo bien hecho, al pasar con nota la “reválida” sus productos, se olvidaban las penurias y entre canturreos regresaban a casa sintiéndose satisfechos y orgullosos pensando que valió la pena el esfuerzo. Al día siguiente muy temprano, las mujeres tomaban el mando en la

elaboración de los chorizos. Entre bromas, comentarios mas o menos verdes, chascarrillos, anécdotas del año o, históricas, siempre entre risas, una con las tripas, otra a la máquina, llenando los intestinos del cerdo con el rico contenido elaborado de su propia carne, las mas, atando y picando con las agujas (para que suden…), daban como resultado que poco a poco el baño de cinc estuviera lleno y uno de los hombres los subiera al sobrao o despensa para colgarlos en las varas de negrillo. El otro varón, normalmente era el encargado de darle a la máquina y objeto de todas las bromas y comentarios de las féminas. Lo demás, era una fiesta de familia, de vecinos, de amistad, de higos

secos y cacahuetes, de dulces, de sabrosa, chichas y bodega. Era buena época, poco trabajo, buena comida, muchas anécdotas y conversaciones.

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Cada dos o tres días se repetía la historia en casa de un vecino o familiar y así durante prácticamente un mes. La gente temporalmente, era feliz, reponía las grasas que perdió allá en los días de duro trabajo de primavera y sobre todo, del verano. Nadie por aquellos tiempos, había oído hablar, ni se registró en la zona ningún problema asociado, ni les habían “amenazado”, con algo que muchos años mas tarde, todo el mundo conoció y padeció, llamado colesterol…Claro que, no había “bollicaos”rellenos de crema….ni “donuts”, las medias noches. eran eso…: con, o sin luna, si excluimos los bollos (cerrados a cal y canto) de la Pega, los hornazos y poco mas. Bueno, que se me ha ido un poco la “olla…”. Pero desde luego, ¡yo nunca oí hablar del colesterol en las matanzas!.

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Capítulo III

LOS DOMINGOS EN INVIERNO Los domingos cuando repicaban las campanas

bajábamos hacia la Iglesia, con el pelo reluciente y ese olor característico que desprendía la mezcla inteligente de un “Sindo” con vinagre…que además de dejar el pelo suave y brillante, frenaba el acomodo de piojos y otros bichos en la testa. Hacíamos tiempo hasta el toque de la “esquila”, compitiendo por escalar la pared de la fachada principal de la Iglesia y llegar hasta la “concha”. ¡Que difícil era a partir de la repisa!, el camino era estrecho, la altura, lo suficiente grande para que la “morada” fuera buena y lo peor, una vez conseguida la hazaña, el regreso era aún mas complicado, sobre todo, hasta conseguir colocarse de nuevo en los pasos de la vertical esquinada que nos permitiría el regreso al suelo. Tan, tan, tan…, sonaba “la entrada”, que indicaba el comienzo de la misa.

Nos colocaban justo entre la pila Bautismal y San Roque. Me encantaba la pequeña escultura de las vacas arando con el ángel, me parecían perfectas y me fascinaba la historia, ¡Que bien! Que suerte, que el alado le hiciera todo el trabajo al Santo. Nos sentábamos todos en los bancos sin respaldo, con la vigilancia del maestro para resolver cualquier incidente, que aun siendo la casa de Dios, los coscorrones podían llegar en cualquier momento. Delante las niñas y mujeres “endomingadas”, sobre sus reclinatorios, atrás los bancos de los hombres, con sus boinas en la mano, dejando ver una gran variedad de cabezas: de pelo cortito, con cuatro pelos al viento, con una gran mata, (estos dos últimos siempre revuelto), o calvas muy blancas, siendo muy marcada en todos los casos la línea que separaba el territorio de la boina o sombrero (que también los había) de la de sus caras curtidas. Este contraste solo podía observarse a gran escala en la Iglesia. Más atrás, arriba, cantaba el coro, se oían las voces de Tere, Nela, Julianita y compañía.

- Saantoo, saantoo, santo es eel señoor - Diios deel uniiiveeersoo Por la tarde, ahora con el frío, cambiábamos el carro del “corral de las

cabras”, por el calor de un pajar, como casino, lugar donde jugábamos a los

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montones. Algunos perdían el sueldo que le restaba después de haber comprado bolitas de anís de a perra chica,. Algún “chicle Bazoca” y campeche en casa de Madalena, otros días se jugaba al chichón y hasta al “gilé”. Eso si, poniendo el máximo cuidado para no prender fuego al inmueble con nuestros cigarrillos de peninsulares y/o, de papel de estraza que Leontina daba con los fideos… También se utilizaba el “local”, como sede para la empresa de alquiler de

bicicletas, que un buen amigo, con gran sentido del negocio tenía montado. El billete incluía viaje hasta la cuesta, ida y vuelta. Yo que de niño nunca tuve “bici”propia, era un cliente habitual. Las muchachas, al resguardo del porche, en un portal o, en una “tenada”, jugaban a las tabas unas, otras a ”tierricas”. Este juego consistía en esconder un alfiler doblado o varios por jugadora, en un montoncito de tierra y tirando por turno con una “canto” sobre el mismo, los aceros iban apareciendo al descubrirse, pasando a ser propiedad de quien los había desenterrado. Otra versión de este juego era la “uñeta”, trataba de poner cada jugadora un alfiler doblado en suelo de cemento liso, en un portal o soportal (el puente de entrada a la casa podía valer), se le daba con la uña al alfiler y, si este quedaba montado en uno o varios alambres de las contrincantes, pasaban a engrosar el “capital de tan certera tiradora. Cuando se hacía de noche, y sonaba la gramola…

- Estás como nuncaaa, ¡fundador!. - Están clavadas dos cruceees - En el moonte del olviidoo - Por dos amores que han muerto - Sin haberse comprendidooo - ….. - .. - Que son el tuuuuyo, yeel miiooo. Caminábamos todos hacia el salón para ir al baile, aparecían las niñas que

habían dejado las tabas o tierricas, también las mozas, luciendo sus mejores galas, algunas mujeres mayores agarradas del “bracete”. Mas tarde, alguna pareja, que venían de La cuesta...Luego, los grupos de mozos emulando con su canto a Escobar, Farina y su Salamanca o al gran Antonio Molina y por último, las cuadrillas de casados, que al igual que los mozos bajaban cantando de las bodegas.

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En el salón, las “muchachas” por un lado y las mozas por otro, ya bailaban entre si, las casadas estaban situadas en los bancos laterales, cargadas casi siempre con los abrigos de sus hijos, hablaban animadamente, a veces cuchicheaban algo y reían. Los “muchachos”, jugando a pillar, como refugio servía estar tocando los postes de la sala.

- “Osus que coño muchachos la guerra que dan” - miran que son burros… - Bueno, ese tiene a quien salir… - Desde luego, yo creo que supera al “cuadrúpedo”, de su padre.. -

Si chocabas con alguna niña, enseguida te decía a modo de protesta:

- ¡”asqueroso!. Los mozos y casados revueltos en dos grandes grupos, los de dentro del “ambigú” que normalmente cantaban y la fila de fuera, con el vaso en la mano observando al “personal”. Todos ellos con la huella inequívoca que dejaba en sus “ojitos” el paso por la bodega. -Pascuual ponme una copa de coñá y dos medios. Las parejas se hacían mixtas en el baile “fiao” con los pasodobles.

- Almeríiia un inmenso jardín - Tus mujeeeres son flores. -

La cosa se animaba con la “Yenca”

- Izquierda, izquierda - Derecha, derecha - Delante y atrás - Y un, dos, tres… -

Y hasta nos atrevíamos algunos a bailar con las muchachas. Qué rabia… cuando ella te gustaba y llegaba el plomo de siempre, justo cuando más disfrutabas del baile y decía,

- ¡se fía!.

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-¡Que leches me voy a fiar!, pensabas, pero las reglas eran las reglas y tenías que dejar que el otro ocupara tu lugar. Hacía frío al salir, que unido a la “sudadina” hacía que las gargantas

sufrieran las consecuencias. ¡Que oscuras eran las calles de Argujillo en invierno!. Te cruzabas con

siluetas de aspecto fantasmagórico que echaban vapor por la boca, reconocibles solo, cuando pasaban bajo la tenue luz de las tintineantes bombillas que colgaban de las pobres lámparas de “platillo” adosadas en las casas de los cruces. Entre esquina y esquina, eran los “andares” quién delataba la identidad de los transeúntes. Iban encogidos y tapados/as hasta la frente un... - buenoo o simple - eeuuh, incluso, un escueto -Adiós Servía como saludo, a veces salían palabras mas claras y fuertes si con

quién te cruzabas era amigo o de mucha confianza, - -Cheeacho - Coño, no te había conocido Pero no era ni la hora, ni el tiempo acompañaba para darle a la lengua.

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Capítulo IV LA NAVIDAD En la escuela ya todo olía a Navidad, era época de preparativos para

recibir a Jesús. Se construía el Belén, normalmente en el aula de las niñas, con su río de papel de “plata”, sus casitas, pastores, ocas y ovejitas, con el Portal, sus ocupantes centrales, sin faltar el buey y la mula, Mas arriba el Palacio de Herodes, la gran estrella, los camellos con los Reyes Magos y sus pajes. Cuando llegaban las cinco de la tarde, pasábamos todos los escolares a la escuela de Dª Crescencia, también los mayores de D. Ángel y Dª Aurelia. Cantábamos al niño Dios y ensayábamos a la vez, los villancicos que

ya en Navidad, cantaríamos en la Iglesia durante las celebraciones o por las calles espontáneamente.. - Hacia Belén va una burra rin, rin, - yo me remendaba yo me remendé - yo me hice un remiendo - yo me lo quiteee

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- Cargada de choocooolateee. Entre salidas de tonos, risas, bofetadas, llantos y coscorrones, iba

fluyendo los villancicos a las mil maravillas…

- Campana sobre campaana - Y sobre caampana uuna - asómate a la ventaana - veras al niño en la cuuna. - Belén, - campanas de Belén…. Los días son muy cortos, después del Coche Línea rápidamente la luz desaparece del trinquete, obligando a terminar los juegos, la pelota no se ve, empieza a hacer mucho frío para los que realizan carreras de “platillos” en la pista dibujada con un trozo de “yeso” sobre el cemento de los asientos, el dedo impulsor ya se queda engarañao y no hay forma de lanzarlos… Llega el momento de recoger leña, hacer una fogatera donde calentar nuestras heladas y rojas manos, ¡que dolor!, al pasar estas del frío al calor. Pronto subíamos para la plaza. Los muchachos jugábamos mas cerca de ella, nos reuníamos en el porche del ayuntamiento y entrábamos a los bares, veíamos a Locomotoro, Valentina y el Capitán Tan, los dibujos animados ¡15 minutos!, solo 15 minutos duraban, (tampoco eran muchos los anuncios, la verdad, había en aquellos tiempos pocas cosas que vender y menos que comprar).

-Yo soy aquel negrito del África tropical -cantabaaa.. - La canción del cola cao - Es el cola cao desayuno y merienda ideaaal… O a Gila al que le preguntaban - ¿Con que te afeitas Marcelo que no te dejas ni un pelo? - Con Filomátic… Luego salía la familia “Telerín” con el vamos a la cama…que servía

como anuncio de la hora para marchar a casa.

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Justo antes, las madres habían pasado por tienda de Leontina a comprar lo último para cenar y Severo (había nacido con el siglo en el año 1900) ya regresaba como todos los días, con sus andares característicos, que como a otros, la larga y dura vida y aquella gran hernia le habían transferido, arrastraba sus pies, uno mirando al frente y el otro formando un ángulo de casi noventa grados con el primero, braceaba ostensiblemente una mano, mientras sujetaba firmemente su cena con la otra, la cazuelilla con un cuarto de escabeche de tonel y aceitunas negras, comprados en casa de la Señora Valeriana. Proclamaba a su paso, con voz en grito, al igual que el ilustre Alonso Quijano, a todo aquel que le escuchara, su amor por la Princesa, sin permitir a nadie, ni una mala palabra, ni un mal gesto hacia su amada, al que así lo hiciere, recibiría a cambio, la justa, merecida y mas enérgica respuesta verbal.

Las muchachas cruzaban rápidas, regresaban de jugar a “las casitas”

en la tenada del corral de alguna amiga, donde habían preparado comidas, con las que atiborraban a sus muñecos de aquellos purés de arena y agua. Eran enfermeras, médicos, esposas, maridos, no faltaban las maestras, ni las artistas o cantantes, ni las maletas preparadas para hacer algún viaje.

Se las habían oído cantar.

- El paatio de miii caasa eees particular - Cuando llueve se moojaa - Cómo los demás

O aquella que decía - Tengo una muñeeeca vestidaaa deee aazul. - Con su camisiiita y su caaaaneeeesú l - la saqueeé a paseeeoo se me constipooó

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Las fiestas. Y por fin, ¡llegaban las vacaciones! Se repetía la historia cada año, despertábamos a las mismas, resonando en nuestros oídos, el soniquete cantado de aquel “estribillo” repetitivo de los niños de San Ildefonso.

- Cuaaatro mildosciiientoss ochenta y siiieeete - 50.000 miiil peseeeetas - 27245 - 50.000 miiil peseta -

Así pasaba la mañana, la gente en el fondo tenía un oído pendiente de aquella “cantarela” que les podía sacar del hoyo.

- ¡Si toca el gordo son 10.000 pesetas la peseta! - Alguien comentaba - Ya, pero aquí nunca toca nada. - Respondía un segundo - Como mucho la “pedrea” - Es que pa que toque hay que jugaar. - ¿Tú has echao?, - Preguntaba una tercera. Lo cierto es que en Argujillo nunca toco ningún número importante y

aunque así hubiera sido, jamás el premio hubiera sacado “los pies de las alforjas” a los afortunados, pues las cantidades jugadas eran mínimas. Pero ilusionaba y mas, cuando en la tele veías como celebraban con champán, (años mas tarde nos enteramos que el espumoso se llamaba cava) en aquellos lugares en que la suerte les fue de cara, delante la puerta de la administración que les facilitó aquellos números de los “millones”. - Chacha, ¿te ha tocao? - Volver a echar - ¿Sabes si en casa Angelines tiene pa la del niño?

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- No, yo la cojo en “ca” Leontina, pero igual quien tiene es Amelia, de la de correos.

- Bueno que paséis buena noche chacha. ¿Vinieron ya los muchachos? - La pequeña si, el otro tenía hoy todavía un examen, vendrá esta tarde en el coche línea.

- ¿Qué tal está tu madre?, hace mucho que no la veo. - Así, así…, son muchos años y ahora con este frío, “que sale poco”, dándome guerra en casa, aunque la verdad no para de hacer cosas.

- Mujer si es una santa, no como mi suegra… que cada vez es mas protestona

- Je, je - ¿Y tu suegro? - Otro que tal baila, osús que tío mas modorro - La verdad, se vuelven como críos. - Que críos ni que ocho cuartos, estos han sido así desde pequeños. - Ya llegaremos…anda que la vejez es muy mala y se han pasado la vida trabajando los pobres…

- ¿Qué hora tiene? Le preguntan al frutero de Zamora - La una en punto y sereno señoras. ¡No corraaaais! - Era su grito de guerra y aprovechaba para hacer publicidad…el buen hombre - Bueno, me voy que tengo que “echar el relleno” y hacer la sopa - Coño y yo, que luego se pone este tío como un berberisco por que se le hace tarde p´a la coña la partida. Que es pa lo único que tiene prisa el joío.

- Lo dicho, ¡que paséis buenos días! - Y vosotros también - Adiós - Adiós

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El blanco de las nieblas se vuelve escarcha, ya todo es Navidad. Ya no soplan los vientos, los días se alternan de plomizos a claros, pero todo parece ahora en calma. No así en el corral, donde el gorrión trasladó su corte.

Cuando desaparece la niebla y dan paso a las largas noches estrelladas, los termómetros bajan, los objetos en la noche tienen un semblante pálido cuando los baña la luna, la escarcha en el suelo se torna peligrosa, el hielo de las “pilas” en la mañana es grueso, lo que implica que romperlo sea el primer “oficio” ha realizar en el nuevo día, para que puedan beber las mulas, burros, vacas, gallinas y toda la fauna de corral.

-¡Vaya una pelona que va a caer esta noche!, no cabe una estrella mas en el cielo.

Oías comentar a alguien cuando subías rápido a cenar Eran días de cánticos, de villancicos, de beber, comer y adorar. Las

bodegas tenían el vino fresco y rico, ¡como teñía el condenao!, que labios, morros y dientes mas moraos, tenían los mozos y no tan mozos, cuando bajaban cantando de las bodegas, venían de probar las chichas por enésima vez, de alguna merendola pendiente, del homenaje al amigo o familiar que en estas fechas volvía para estar con los suyos. Cualquier disculpa era buena para que se repitiera la historia casi a diario, - Quique una de anís. - Americano una de coñá. - Soy minerooo, dale al marro pa canta…. - Salían del bar de arriba e iban al de abajo - Alfredo ponme un medio

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- Salamaaanca tierra miiaa, - de arte y sabiduríiiia, - tu eres joya sin iguaaaaal, ….. - de la brava ganaderíiiia….. -

Repetían la operación varias veces, al final se jugaba alguna partida que duraba hasta las tantas. Las de la Mata a esas horas eran apoteósicas. Los dueños de los locales dormitaban pacientes interrumpidos cíclicamente por las voces típicas de la partida al pedir otra ronda. - Quiiiique una de anís. - Chaeeechooo.

- ¡¡Truco!!

- Echa..

- Déjalaaa Decía el postre

- La pequeña - Mandaba el último de los contrarios - un tres - la espada - Quieeetooo. - Retruco - Espera, ¿Qué tienes? - La que te pasé en las señas ”bausan” - Que tiene el grande y nos “entretallan”…

- En otra mesa se oía: - Echa otra carta dormilón, no ves que me das en el fallo - ¡No te jode! y le come el as - Los de fuera dan tabaco - ¡Arrastro!

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- El culo por un zarzal, cojones con las cartas, ya me quitó las cuarenta. - Venga juega y calla, que hablas mas que… - Así no se puede jugar. - “juego callao y corrido”

Volviendo a la mata

- - ¡¡Vale! - - El podón Decía el jugador posando suavemente el caballo de bastos sobre la mesa - El grande Conteniendo el grito respondía el contrario al golpear fuertemente con el cinco de bastos y el puño sobre la mesa. El griterío ahora era ensordecedor. Las risas de los ganadores eran tan fuertes, como el cabreo y los improperios de los que perdieron la mano. - Diooos, dormilón, te dije que tenía el grande - Calla cermeño, te dije que no echaras nada. - Que hay que estar a lo que estamos, se pasan las señas y no os enteráis…

y por aquellas - Quique ponme un medio. - A mi una de coñá - A mi otro medio - Chaaacho llena aquí también Y el “americano” se levantaba soñoliento sirviendo bebidas a los jugadores y aquellos otros que aún seguían canturreando.

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El Aguinaldo Los muchachos y muchachas superando timideces, siempre animados por los mayores, formábamos improvisados coros, cuyo objeto era, pasar en las noches por casa de vecinos y familiares a Cantar los Reyes. Servían las actuaciones para sacar un dinerillo extra con el que afrontar las fiestas. Entre empujones, llamábamos a las casas, esperábamos con expectación y gran vergüenza, hasta que al abrir alguien la puerta anunciábamos….

- Venimos a cantar los reyes. -

Frecuentemente ocurría que nadie salía, las familias a sabiendas del objeto de la visita y dada la confianza con alguno de los componentes del “coro”. Oías una voz desde dentro que invitaba..

- Pasaaar - Entrar pa dentro.

La entrada, “apretujaos “por el pasillo oscuro que llevaba a la cocina, ¡era un desastre!: tropezones, empujones, golpes con los percheros, macetas, espejos o enseres que por el camino había. Solía ser la hora de la cena y por tanto estaba reunida toda la familia residente.

- Pasar, majos, pasar.

Era impactante, cuando la luz de la cocina descubría nuestras caras, rojas por el frío y por el bochorno del momento. Arremolinados todos, tratando de coger los sitios traseros, nos disponíamos a empezar la actuación. Enfrente toda la familia nos miraba sonriente, con la jarra presidiendo los restos de la cena esparcidos por el “hule de la camilla” ilustrado por el mapa de España, con sus capitales, sus ríos y dividido por colores para mejor distinguir las distintas regiones de la madre patria. Hasta la chimenea, con algún puchero en la lumbre, su olla o caldero colgando de la cadena, las morcillas arrugadas, los gatos soñolientos junto a la badila y el reloj en la repisa parecían expectantes. Tímidamente y balbuceando empezábamos

- Tengan usteeedes buenas nocheees - y buenas entradas de año, - entre daaamas y doncellas - se reeepaaarte el aguinaldo.

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Ahora ya se aceleraba la canción terminando y apresuradamente recitábamos.

- Aguinaldo, - buenos reyes, - buenos años. - Que nos de “usté” - El aguinaldo

Entre risas y bromas de los espectadores, aquella buena gente nos invitaba a un dulce, algunas veces una pinta y nos daban unas monedas, que como dije antes, era el objeto principal del acto. Día 25 Llegaba el día de Navidad, después de la noche de la gran cena, La iglesia

se llenaba rebosante hasta el pasillo del fondo, en el que de lo alto cual largas lianas, colgaban las sogas de las que el monaguillo tiraba para tocar las entradas. Justo ahí, se adivinaban los primeros pasos de la gran escalera de caracol, que daba acceso primero al coro y muchos peldaños después al campanario, donde algunos mozos y no tan mozos decidían subir mientras duraba la misa. Allí encontraban a otros que subieron a repicar en su momento. La misa transcurría entre cánticos típicos de la eucaristía, aderezada con villancicos dedicados al “niño”. El acto singular y mas destacable era la “ofrenda”, pasaban los fieles en fila para besar la pierna, adorar al niño y dejar alguna moneda en el cepillo del infante. Era pequeño, de cerámica, el cura lo mostraba en pañales, sonrosado y alegre, como pidiendo que lo cogiéramos en brazos, pero nadie lo cogía, nos limitábamos a darle un respetuoso beso en la rodilla, para en seguida o a la vez, depositar la moneda en el cestillo que el monaguillo sostenía, mientras el cura se apresuraba a frotar con delicadeza un paño que limpiaba…limpiaba… ¿las babas? del que precedía, para el siguiente. Luego al terminar el acto, la gente llenaba los bares, donde se tomaba el

“Vermú” con su tapa de calamares, sesos, pulpo o torrezno. Los vecino/as en animadas charlas, mostraban sus mejores trajes y abrigos, antes de ir a comer las sobras de la Nochebuena... La jornada pasaba rápido, no en vano eran estos los días mas cortos del año. Cuando la tarde se convertía en penumbra, los muchachos hacían tiempo

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jugando y observando el movimiento de los músicos, descargando, instalando y probando sus instrumentos en el salón.

- Si, siii - Hola, si, si - Uno, sii - Vaaa - Un dos, trees, vaaa, siii Calentaban, el saxo, las trompetas, se oían pequeñas notas en el acordeón, algún redoble de tambor. Era indicadores y señales inequívocas que Los Monkis, o los Unis, estaban dispuestos para empezar la función.

¡Que olor mas característico el del local!, era una mezcla a cerrado, con tierra mojada típica de recién fregado y barrido, en un ambiente mas que frió, casi congelado. Luego oías la voz de Pascual que despejaba la sala, para cobrar la entrada a la gente que lentamente iba llenando el recinto

¿Quién no recuerda aquellos bailes de Navidad, Año Nuevo, Los Reyes, en el salón con la orquesta subida en el Temblete?. Que por cierto, cambio varias veces de tamaño y de altura en poco tiempo. -Señoras y señores distinguido público a petición de Eugenio les

vamos a ofrecer y dedicar para todos ustedes, la bonita melodía que lleva por título La Comparsita.

Mientras tanto, la muchachada jugábamos al baile del “cinto”, una manera muy divertida para que todo el mundo bailara sin tener que vencer timidez y/o vanidades… por supuesto era “Fiao..”. Básicamente consistía el juego en que un “guardián” sacudía” con un cinturón aquel o aquella que en ese momento no estuviera emparejado y bailando. No valía dar con la hebilla… El caos era tremendo. . Después en los descansos o entre sesiones, la gente se mezclaba como nunca, mozos, casados, jovenzuelos, todos iban a las bodegas a los bares. Allí se bebía y se cantaba, ¡cuánto se cantaba! - Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño. Que es… - Bebeeer, beebeeer, - beeeber es un gran placeeer, - el agua para las ranas - y pa los peces que nadan bien.

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Luego mas baile. - Distinguido público para Abelardo por aprobar el carné de conducir le dedicamos la canción “amigo conductor”, mas sudor, mas beber, mas bailar y la fiesta continuaba. - Distinguido público atendiendo a una petición le dedicamos para todos ustedes el bonito pasodoble que lleva por título España cañí.

- Tirurirurirurariruuuu - tirurariruraraaa - oleee Jaleaba el público

- - tirurirurirurarirururuuuu - - tiruraru - - - ooolleee, muuchooo - - tararara raraaarara - rara rara rararaaaaarara…. - Rarara unra un. chun….. - - Oleee -

Aquello finalizaba con las interminables “jotas”

- A la Maritere laaa cogido el toooroooo - Le ha metido el cuernoooo por..

- El vino que bebe asunción - Ni es blanco ni es tinto ni tiene coloooor - Asunción, asunción… - - Otra, ootra, oootra.

Gritaba el personal, resistiéndose a afrontar que aquello terminaba. La buena gente de la orquesta siempre complacía y repetía las canciones, imponiendo un ritmo frenético hasta ahogar a los danzantes.

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- Tengo una novia feeeaaa - Tengo una novia feeeaa -

¡Que sudadas!, cuando el baile terminaba, al salir a la calle, desprendían los cuerpos ese vapor característico al contraste con el aire frío de las noches estrelladas.

- Ponte el abrigo Oías decir a la madre cuando pasaba delante de ti, mientras desarropado aún, despedías a la puerta del salón a aquella niña que quizás esa noche por primera vez te había echo tilín. - ¡abróchate y ponte la bufanda Escuchabas que aconsejaban al compañero

Con todo ello y a pesar de los consejos ¡las ronqueras eran monumentales!, y duraban varios días, durante los cuales no se podía hablar, pero aunque doliera la garganta y alguna decimilla de fiebre hiciera su aparición, no impedían el salir a la calle y aprovechar las fiestas. El día del Año y ya entono menor, el día de Reyes, se repetían las escenas pasadas.

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Capítulo V AÑO NUEVO, LA VIDA SIGUE Enero llegaba vestido de blanco, con sus nieves y grandes “!chupiteles” colgando de los tejados. Era el invierno en toda su extensión, Algunos vecinos aprovechaban cualquier ventisca de nieve para moldear en cualquier plazoleta, rechonchos muñecos con sus graciosas narices de zanahoria. Todos nos reuníamos para jugar con el blanco elemento tan moldeable y fácil de manejar (si no era ratonera…). ¡Que peleas!, que mojaduras, al final terminábamos haciendo una gran bola en “el soto”, o la plaza, que a veces, cuando el frío apretaba, duraban varias semanas sin derretirse. Eran buenos tiempos para salir a pájaros al campo, con la nieve les faltaba la comida y su debilidad facilitaba su captura por los perillanes. Abajo: El camino actual de la Pedrera

Un día raro Uno de aquellos años ocurrió algo extraño con el tiempo. Fue un cuatro de enero allá por 1968 o 69 se puso a llover y helar a la vez (sabido es que en esta época cuando llueve suavizan las temperaturas en esta zona). Aquel atardecer ¡no ocurrió así! Al helarse el suelo mojado, convirtió todo la zona en una enorme pista de hielo… Todo ocurrió muy rápido, dada la hora, la gente, sobre todo los hombres, se encontraban en el bar o en las bodegas. Los problemas empezaron cuando desde estos lugares pretendían regresar a casa. Los muchachos nos echamos a la calle desplazándonos hacia los sitios donde había cuestas para disfrutar de aquellas estupendas pistas improvisadas. Era una gran diversión, no exenta de grandes morradas, que literalmente nos hacían ver las estrellas. Pero cuando verdaderamente nos divertimos,

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fue cuando la gente mayor, los hombres que venían con el vino pa la cena, desde “Portugal”, querían llegar a sus casas. Nosotros estábamos en la cuesta que sube desde la plaza hasta la calle del Sol, junto a la antigua casa del señor Eustaquio. El hielo aquí era de buen grosor, pues justo a la altura de la calleja había un manantial que a medida que brotaba también se helaba, aumentando su volumen. Como por arte de magia apareció un señor, bien conocido por nosotros,( muy gracioso y ocurrente, no pasaba un solo día sin visitar su bodega), bajaba sentado, sin control, por el enorme tobogán en el que se convirtió la cuesta. Iba muy digno, con el cuerpo recto, las piernas también, la boina calada, en una mano la gran llave de la bodega y en la otra la jarra, formando un extraño equilibrio, aunque práctico, pues completó el recorrido sin derramar una sola gota de vino. En esta posición, logró atravesar la calle de la manteca, justo hasta la puerta de la tienda del señor Pablo. Como os podéis imaginar nos tirábamos por el suelo viendo la secuencia. Hubo muchas historias aquella noche, sobre todo cuando la gente salía del bar para marchar a la cama. Hombres estancados en la mitad de la carretera pidiendo a los vecinos unos “manojos” para utilizarlos cual raquetas de la nieve en los que apoyar sus pies. Otros, después de varias caídas, quedaban “embarrancados” delante de su casa, sin posibilidad de subir a la acera y pedían a gritos a un familiar que le tiraran una “maroma” como cabo que lanzan al naufrago después de caer por la borda…Entre risas y “chichones” nos fuimos a nuestras casas, mis padres no estaban, habían ido a L´Aldea con el 4L y allí tuvieron que quedarse a pasar la noche. Recuerdo perfectamente como a la mañana siguiente, aún temprano, cuando mi padre preocupado por nuestra situación ya que éramos muy niños, se atrevió a hacer andando los dos kilómetros y pico que dista San Miguel. Hizo su entrada en la cocina hecho un “cirineo”, con la cara y el cuerpo magullado por la infinidad de caídas que sufrió por el camino de la pedrera. Todo quedó en eso, unos golpes de nada. Al final, nos echamos unas risas, por vivir una historia diferente, en un lugar donde todo es mucho mas monótono y predecible. Los reyes, la desilusión y vuelta al cole. Llegaron lo Reyes, que raramente se dejaban caer por esta zona…Aunque algún año algo dejaron. Como tenía familia en Madrid, allí de vez en cuando me echaban indios y vaqueros de plástico con sus respectivos caballos, que buenas batallas tuvieron. Un año fue un tractor, un Lanz de hojalata, ¡con ruedas de caucho imitación perfecta de las reales!. Aquello fue lo máximo, ¡Me lo echaron en Madrid y sin poner zapatos!

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Pero ya os dije que duró la cosa poco, pronto alguien se encargaba de abrir los ojos al muchacho, con lo cual se conseguían tres fines o beneficios: Poner los pies en el suelo y evitar mayor caída, que el niño dejara de dar la “tabarra”con la carta, los zapatos, la paja de los camellos, el cubo de agua y la madre que lo trajo.., si además, dadas las circunstancias y el estado de las economías casi siempre nos echaban carbón, la criatura podía traumatizarse pensando que debía ser muy malo, ¡el peor del mundo!. Seguramente, debía ser esto último lo que mas preocupaba a los padres y para evitar secuelas en la madurez, te lo soltaban de sopetón…Pues lo dicho, ¡todo ventajas!. Igual no eran esas las razones, tengo mis dudas; lo que si es seguro que ventajoso…era. .La noche del día seis, cuando subía la cuesta hacia mi casa después del baile, como siempre en esta fecha, me embargaba la melancolía mientras repasaba los buenos días dejados atrás. Pasados los Magos y todas las adoraciones, de nuevo volvíamos a las aulas, era tiempo de gorros, bufandas y de estufas económicas, que consistían en una lata de sardinas de a kilo, a las que se le practicaban dos agujeros diametralmente opuestos en la parte superior, a los cuales se le ataba un alambre que servía de asa. Por la mañana salían los escolares de sus casas, llevando en una mano el “cabás” y en la otra las catalíticas repletas de brasas, que calentarían los pies hasta el recreo. Olía a goma quemada la escuela, muchas veces, cuando mas silencio y atención requería la clase, alguien irrumpía dando saltos y gritando, para enseguida sentarse en el suelo y quitarse los zapatos que se habían “embrasinao” y les estaban cociendo los pies en vivo. En los recreos se jugaba menos, se recogían trozos de caña y palitos de espinos de los huertos de la viuda, junto a la farmacia, se atizaban las estufas, poniendo los trozos sobre las cenizas calientes y dando giros a la lata, (algunas veces se rompía el asa y salía todo por los aires..) ardían las cañas renovando el rescoldo, aunque como los materiales no hacían buena brasa, raramente se mantenía activa hasta la una, la feliz hora de salida. Cuando subíamos hacia casa, antes de llegar al cumbre, siempre se repetía la misma historia; el anciano señor Sotero (fue durante muchos años la persona de mas edad del pueblo, a pesar de sus penurias…), desde su puerta, nos hacía esta pregunta. - Muchachos ¿Qué hora es? Interrogaba a los chavales con su voz temblorosa.

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- La una -

Respondían siempre estos, dada la evidencia, al coincidir con la salida de la escuela.

- ¿oficiales o solares? Los muchachos sonreían y marchaban, mientras el hombre como siempre, cruzaba con pasos cortos y ligeros la calle, hasta la pared de enfrente, para comprobar en la ventana, si la sombra llegaba hasta abajo y confirmaba el medio día.

El trinquete era el punto de reunión después de comer, para jugando al rule?? hacer tiempo hasta las tres, justo cuando los maestros aparecían después de jugar su partida para retomar la jornada lectiva. Ahora ya no contábamos las chinas, pasábamos a repasar la tabla de multiplicar cantada que años atrás nos enseño Dª Brígida

Una por una es una Una por dos dos Una por tres tres

Los gimoteos habían cesado, señal inequívoca del progreso de los lectores…Por otra parte, se aprendían las horas con el reloj grande de madera que había para tal fin. Los jueves en estas fechas se cantaban canciones como:

Tres pollitos tiene mi tiiia, tiene mi tía, tiene mi tiaaa Uno me canta, Otro me pía Y otro me toca la sinfonía. Atencioooón, Que vaaaaempezaaar… O aquellas, acordes con los tiempos que vivíamos. Montaañas nevadas Bandeeeeras al viiieeento

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Que hababan de vencer en las batallas contra los enemigos de ¿…? La entrañable

Asturias patria queridaaaa Asturias de mis amoreees Quien estuviera en Asturias En alguuunas ocasioooneees

Aquella otra, que con todo su entusiasmo cantaba el maestro.

Los gallos cantan al día que diraá usteeeedeeeed Anuncian el nuevo díiia Así ha de ser eeeer No te vaaayaas…. Vida miia No te vaaayaas…. Mii aaadoraaadaaa Que vieeneee lleeena de enviiidia La madruugaaaadaaa..

Por la tarde, después de las cinco al terminar la escuela, con aquel olor de manos característico a naranja de la merienda, eran tiempos aún de jugar en los pajares, corrales y a la”jincarroma”ahora que el prado estaba húmedo. Este era un juego en el cual primaba el tamaño, peso, dureza de la madera del “pincho”, la encina y almendro eran muy apropiados para su fabricación. Al oscurecer se hacían fogateras, como siempre, juntando cañas en un montón, en el Soto.

- Venga el que no recoja no se calienta -

Se oía decir alguno de los mayores, que ordenaban a los pequeños.

- Muchacho a recoger leña. Luego saltábamos por encima de las llamas para demostrar nuestra valía y habilidades, eso si, con la correspondiente “chamusquina” de pelo, cejas y pestañas. Mas tarde, sobre el “rescoldo”, asaríamos si se terciaba, patatas y/o castañas, alguna de estas, las echábamos sin el corte para que al reventar hicieran

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saltar las brasas y asustar a los más descuidados Entre bromas, contar las anécdotas del día o las de siempre, martirizando un poco a los mas pequeños y fumando papel de estraza, que cogíamos del envoltorio de los fideos, (ya veis que el papel de estraza se ha convertido en un clásico, ¿tendría nicotina y alquitranes?). Se acercaba lentamente la hora de cenar y regresar a casa. ¡Como repetía el eco las voces y sonidos a la altura del “trinquete”!

- eehh,…..eehh ….. eehh - eco…….eco……..eco - Montaña…montaña.. aña aña -

El Palomo era un verdadero experto para encender las .fogateras ¡Cómo aguantaba el humo que emitían las cañas húmedas, sin retirarse el tío!, allí tumbado, soplando, como él solo sabía soplar, ¿Qué labios! Cómo se le ponían….los morros. Lo anterior llegaba a su máxima expresión, cuando esta fogata se hacía en la bodega. Todo el mundo salía, como alma que lleva el diablo, con los ojos llenos de lágrimas y tosiendo por el cañón arriba, menos Jose, que se quedaba allí tumbado, soplando, junto a la leña…y riéndose de las debilidades de los demás.¡que pulmones! Estas cosas, las cartas, la pelota, años después los toros, (Era hábil para todo lo que hacía el condenado, quizás… le faltaba, un poquito de constancia) son las que hicieron que fuera un referente y todo un ídolo para los mas pequeños, yo al compartir juegos y peripecias no lo percibía así. Pero entre risas y bromas, en los días de juerga, muchos años después, en varias ocasiones escuché esta afirmación en boca de gente mas joven, como Emilio Rebollo. ¡Él os lo puede confirmar…! Quizás dado mi estado y el tuyo, las veces que me lo contaste, te pude entender mal Emilio, ¿no?. Bueno, ya me contarás. Un día siendo ya “mozalbetes”, pusimos lumbre en la bodega de mi amigo Damián. Habíamos echado un montón de manojos, eso si, un poco húmedos..Tardó aquello en arder, lo cual, unido al mal tiro de la bodega, hizo que todos saliéramos medio asfixiados a la calle, todos, menos el Palomo claro…Cuando aquello prendió, al ser tanta la leña, produjo una gran llamarada. Alguien dijo:

- Chachoos, chachos, ¡mirar! ¡mirar!, que cosa mas curiosa!,

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Observamos todos desde la entrada, como extrañamente, desaparecía el humo en la parte de arriba de las bóvedas, no había dudas, el blanco elemento, ¡se quedaba en la parte de abajo”!.

- ¡Que curioso! - ¡Que raro!

En estas estábamos, poniendo en duda la lógica de la física, cuando uno de los presentes, que por aquel entonces estaba en Suiza; siguiendo la moda tenía una gran melena rizada, (parecida a la del propio Michael, cuando pertenecía a Jakson Five); tuvo la genial idea de subirse en un baño de pisar uvas que había “bocabajo”, suponiendo con buen criterio, que de esa manera evitaría el humo, ya que la altura de su cabeza ahora al elevarse, quedaba a un nivel superior, justo en la parte despejada. Fue instantáneo, su pelo se puso a arder y como si de una antorcha humana se tratase, salió por el cañón, no corriendo, si no volando, dando gritos y manotazos en su cabeza. Entonces nos dimos cuenta del fenómeno, las llamas y la gran temperatura del aire, no dejaban ascender al humo. Y aquella zona alta era en realidad, un verdadero infierno. Todo se redujo a una gran melena “chamuscada”. (Por los Reyes lo notan los bueyes) Las labores en el campo empezaban a despertar, cuando “ablandaba”, la poda, coger las vides, la preparación de las viñas para la primavera, alumbrar (Que como bien sabéis, no se hacía precisamente con un farol…)

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Capítulo VI LA EMIGRACIÓN Por otra parte, en estas fechas, casi todas las noches pasaban a despedirse: familiares, amigos y vecinos que marchaban a trabajar a otras latitudes, los mas, como emigrantes para Europa, donde buscarse la vida, ahorrar unas pesetillas, para poder construirse algún día una casa y/o comprar unas tierras…. Se iban tristes, atrás dejaban durante once largos meses, su casa, su esposa, sus hijos, su familia, sus amigos y su tierra. Partían en las frías mañanas con sus viejas maletas cargados de nostalgia, de ilusión y algún chorizo para los largos viajes, que los llevarían: los primeros, terminada la guerra, en los años 40 y 50, a América, sobre todo Argentina, algunos como mis tíos a las grandes ciudades españolas. Mas tarde, ya en “mi tiempo”, años 60, a las fábricas alemanas, las vaquerías suizas, o a trabajar en los “servicios” de la culta Francia.

A mediodía, justo a la hora de “comer”, en el programa de “melodías dedicadas de la hora trece”, se escuchaba a Vicente Planés en la EAJ67 de Radio Zamora decir:

- Atención Argujillo. Felicitamos a Fulanito de tal… al partir para Suiza, de sus padres, esposa, hijos y hermanos. Dedicándole la bonita canción que lleva por título “el emigrante”.

Era en esos momentos cuando “Juanito Valderrama” se hacía grande y adquiría su verdadera magnitud, al sonar en la vieja Marconi, su vocecita suave y melodiosa, que emocionaba a los oyentes cuando cantaba aquello de:

Adios mi Espaaaña queriiidaaa, Deuntrooo de miii aaaalmaaa

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Te llevo metiiiiiidaaaa. Por que soy uuuun emiiiigraaante Jamaaaas en la viiiidaaa Yo podré olvidaaartee.

Yo por mi parte, quiero felicitar y dedicar con todo mi respeto este capítulo a aquellos que (en representación de todos), ahora me vienen a la mente: Ramiro, José, Pasiano, Ángel, Jesús, Pío, Antonio, Gregorio, Teodoro, Fili, Santos, Manolín, Amor, mi amigo Toño (el de Catalina), que alguna vez me escribió desde Suiza, mandándome en una de sus cartas la foto que aporto al margen y, a tantos otros Argujillanos, que pasaron por esta situación. También a aquellos que como yo, mucha de mi familia y de todas las familias de Argujillo, la vida nos repartió por toda la geografía española y a pesar de los años pasados, se nos acelera el pulso y erizan los cabellos, cuando cruzamos “la raya” al regresar a la Tierra… De manera especial le dedico este último párrafo, a mi primo y padrino José Mª Martín Moralejo. Quién sin duda, conoce muy bien las sensaciones descritas al cruzar la raya. Él siente, vive, defiende, Argujillo y todo lo zamorano casi con vehemencia. Toño Martín en Suiza tomando café con los colegas A veces, como la memoria es frágil, parece que nunca ocurrió, pero hasta hace poco tiempo, no solo Argujillo, España entera era tierra de emigrantes, como apuntaba unas líneas mas arriba, primero a América, después hacia Europa, un poco mas tarde y en masa ya, a las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, o la industrial Bilbao. Poco a poco Argujillo fue perdiendo gente, al principio los mas aventureros, aquellos colonos de América, cuando terminaba el XIX principios del XX después del desastre colonial. Algunos, durante y al final de la guerra del 14, regresaron con mayor o menor fortuna. Pero el goteo continuó. También entre los desplazados hubo algún hijo ilustre de la villa. Los años treinta fueron duros, como todos sabemos, terminó muy mal la cosa, Después del 39 pasada la contienda, apareció la “hambruna” en los siguientes, provocando que durante los cuarenta, los cincuenta y principio de los sesenta la salida fuera generalizada…. Al final de esta década, el supuesto grupo mas débil, “los criaos”, prácticamente dejó de existir en Argujillo, aquellas gentes que cansada de malemplearse

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en las labores del campo, con la presión de las primeras máquinas y tractores, fueron empujados hacía la incipiente industria, a ocupar los puestos de trabajo que demandaban los primeros “planes de desarrollo” y la construcción de nuevos barrios de viviendas protegidas en las ciudades. Después, el problema alcanzó a todas las familias. Los europeos, casi todos volvieron. Los españoles muchos se establecieron, otros, la mayoría, regresaron tras su jubilación, aunque sus descendientes no. Estos se integraron en la tierra que los acogió. Disfrutaron en sus vacaciones veraniegas infantiles, de la libertad que implica el vivir con los abuelos y disfrutar de la calle sin problemas de seguridad, de los juegos, de la piscina, de las fiestas. Cuando se hacen mayores, las ataduras de la vida y la falta de los”viejos”, provoca, que sus visitas se distancien y los días felices de su niñez, se diluyan poco a poco en la complejidad de la vida. Como el propio Argujillo, convertido, en un nostálgico, tierno y bonito recuerdo; donde quedarán para siempre, algo de él y muchas de sus raíces. Ahora en sus hogares de la “tierra prometida”, vivirán, trabajarán, sentirán, pensaran y hablaran con acentos diferentes… Aparte de Argujillanos en común tenemos que: Al principio, fue duro para todos… En la foto de la derecha, Argujillanos en Madrid, a finales de los 40, camino de la Puerta del Sol en Noche vieja

Abajo y derecha foto y comentarios en extraídos del diario ¿Faro de Vigo?

La nieve le llegaba a media pierna cuando puso el pie en la estación de Curtis. En el coche en el que viajó desde allí hasta Santiago tuvo que ocupar plaza (no había dentro) en la baca, con los paisanos defendiéndose como podían del mal tiempo y alguna que otra oveja. De este modo llegó a su destino Abelardo Moralejo Laso, zamorano de Argujillo, catedrático de universidad, el 7 de enero de 1927, sin que ello le hubiese provocado desazón.

FOTO:Gallego

Los hermanos Moralejo Álvarez y sus padres en 1949 en Santiago

Abelardo Moralejo llegó a Compostela desde

Argujillo (Zamora) para ser catedrático y tres hijos siguieron su estela

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Capítulo VII LAS GRAN NEVADA. Al atardecer el cielo estaba raro, era un gris oscuro, rodeado por un resplandor extraño en el horizonte, la noche se acercaba sin sonidos, con una extraña calma…

¡¡¡ Ha nevado!!! Eran las palabras mágicas que oía el niño desde la cama, cuando el padre daba la noticia al resto de la familia que en esos momentos deambulaba por la casa, dispuestos a empezar una nueva jornada. Aquello hacía que se espabilara rápido y de “cuatro” saltos estuviera limpiando el vaho de la ventana para mirar el manto blanco sobre el corral…

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¡Que sensación!, que emocionante, que luz, esto si que era el complemento ideal a las fiestas pasadas. Los pardales regordetes daban saltitos sobre el suelo aún inmaculado, picoteando las minúsculas partículas brillantes, desconcertados, porque aquello no les saciaba el apetito, sin saber que había pasado con el pienso que esparcido por el suelo les servía de alimento todos los días. Solo, cuando alguien abría la portezuela del gallinero y les ponía en los comederos a las residentes, un poco de cebada, junto a una “lata de salvaos”, volvían a su mundo, moviéndose con habilidad, lograban como siempre, robarles su alimento y satisfacer sus estómagos. Mientras tanto el niño observaba como las de la cresta, insensibles, con sus patas y sin dejar su “canturreo”, poco a poco salían por el corral e iban ensuciando el manto.

- ¡Que guarras son las gallinas¡ Pensaba el chico.

Desayunaba rápido, para con las mismas salir a la calle. ¡Que bonito!, se encontraba uno ante un mundo radicalmente distinto, los ocres oscuros, los ásperos vientos, aquel paisaje triste, la noche mágica, los había transformado en un firmamento alegre con una luz desconocida, distinta, hasta los sonidos eran diferentes, mas que sonidos, eran silencios.

- ¿Sería esto el espíritu de la Navidad?... Pensaba el muchacho. Aquel espíritu del que los libros hablaban, que había escuchado tantas veces en los cuentos o repetidamente hablaban los dibujos animados en la tele, las recientes vacaciones pasadas. Era como visionar infinitas preciosas postales, de aquellas que en el correo, veía que le mandaban a sus paisanos para felicitarles Las fiestas.

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Cuando por primera vez pisabas la nieve, el sonido característico que producía, unido a al tacto bajo el pie, ambos eran suaves como de terciopelo, .hacían estremecer al muchacho. Sentía como le subía la adrenalina y sorteando la nieve, aprovechado los “senderos” que los vecinos mas madrugadores habían echo con sus palas para tener buen acceso a sus casas, salía como alma que lleva el diablo en busca de sus amigos, con la ilusión del que emprende una gran aventura. - Craakkk, Cruaakkk Escuchaba sus botas al contactar con el suelo, mientras miraba

ensimismado los tejados cubiertos de nieve, los árboles, los cables de la luz, los pasos de entrada a las casas, las barandillas. Los pasillos centrales construidos por los vecinos para poder andar por las calles le pasaban de la cintura, eran como un enorme laberinto que recorría todo el pueblo. Doscientos

metros abajo en el pozo La´ermita veías el agujero negro que marcaba donde estaba el pozo. Era espectacular el aspecto que presentaba el gran “negrillo”, majestuoso, con sus “brazos” blancos doblados por la carga de la nieve. En el portal empedrado del señor Ubaldo la nieve había entrado hasta la mitad, aquel día no sería ocupado por Celia con su cesta y pescados. Justo allí, se juntaba con Pedro y Jacinto, nos tirábamos los primeros bolazos. Un poco mas abajo en la esquina “Jaime”, en el “cumbre”,se incorporaban los del barrio alto. - Hoy si que ha sido buena, eehh. - Si, no ha podido venir el coche línea pues las carreteras están cortadas.

- Mejor para mí, así no hay correo y hoy no tengo que ir a repartir. - Ni hoy, ni en varios días. Dice mi padre que él no se acuerda de una nevada igual, que una vez cuando el era pequeño estuvieron aislados muchos días.

- Pues mucho mejor, así no reparto en muchos días y tampoco hay que alumbrar, ni coger vides, ni nada.

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- Ya, pero si estamos mucho tiempo aislados, no pueden venir el de la fruta, ni Celia, e igual se pasa hambre.

- Que bobada, habiendo chorizos, garbanzos y pan, no hace falta más. - Además a mi el pescado no me gusta y fruta… todavía tenemos uvas tendidas en el sobrao y algún melón encima el montón de trigo.

- Lo peor es para la caza, que no tienen que comer - Mejor, así se debilitan y es mas fácil cogerlas - Ya, pero se pueden morir todas - ¡Otra bobada mas…! - Mira han hecho un muñeco a la puerta de la señora Valeriana - Los ojos son aceitunas. - Allí, por la plaza, se incorporaban más escolares, con sus gorros y bufandas. La guerra de la nieve era ya generalizada. - ¡Miraaaa! como está el soportal de Catalina - Se ha llenado de nieve hasta casi tapar la puerta - Será por el rebufo. - Miiraa la torre, hay nieve hasta en la veleta.

Al pasar la “revuelta” a la altura de los huertos el paisaje era impresionante, prácticamente solo asoman las puntas de los espinos por encima de la nieve y la calleja de la farmacia prácticamente está tapada hasta la altura del tejado. La subida al “púlpito” parece una gran rampa, al fondo solo destacan las alamedas de la Era del Medio, todo parece un desierto blanco, cortado solamente por la minúscula línea serpenteante del arroyo. Al otro lado, sobre la derecha, las cargadas acacias destacan sobre el fondo gris de la pared del frontón, rematado este, con una cresta de nieve sobre la

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“alambrera”, sobresaliendo el conjunto de la planicie inmaculada del prado, los asientos han desaparecido bajo el manto y dan continuidad al Soto convertido en una sábana limitada por el blanco moral de Atilano, mas que nunca, parece que el árbol nace en el tejado. Al contorno de las casas y los corrales da continuidad como vértebras de la inmensa cola, las escondidas tapias del “huerto del concejo”, cuyo extremo está adornado con grandes plumas formadas por la hilera de árboles de la regata. En el fondo, los chopos de las primeras “alamedas”, que cierran hasta las negrilleras del matadero; no se distingue el “camino Piñero” .Solo la hilera de edificios de la “fábrica” resaltan sobre la ladera de “Valdegomín”,”Por detrás, en el lateral de las escuelas, la cresta de la fuente y las copas de los negrillos, asoman tímidamente, mas al fondo, quedaron sepultadas las junqueras, se presienten, puesto que sabemos que están ahí, pero todo es uniforme, solo se perfila tímidamente sobre el blanco, los negros ojos del puente, hasta las “paneras”.

- Ir a buscar unas palas a vuestras casas.

Ordenan los maestros a aquellos alumnos que viven mas cerca de las escuelas.

- Hay que limpiar las escaleras, para poder entrar a la escuela - ¿Hacemos una bola con la nieve que hay delante del salón? - Claro hombre, venga, ¡espabilar todos! - Venga, todos, manos a la obra.

Unos empujaban mas, otros se dedicaban a tirar bolazos a los demás y reírse, todos estábamos alegres, excepto quizás, daba la impresión, los maestros, que empezaban ya a repartir algún sopapo para parar los impulsos

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de los más atrevidos. Aunque sospecho, casi estoy seguro, que todo era pura fachada, que ellos también se sentían felices aquel día. Cuando la entrada estuvo habilitada, los maestros llamaban para entrar - Venga ir entrando - Sacudiros los zapatos que ponéis todo perdido. Se tiraban las últimas bolas a los compañeros entre carreras y agarrones, sin percatarse a veces, del peligro que corría el lanzador, si alguna llegara a impactara por error en el maestro…que repartían “al paso”, los últimos coscorrones. Todos pasábamos hacia las aulas, lo mas urgente era encender la estufa y calentar nuestras manos húmedas y engarañadas, ¡que dolor!, era un momento complicado cuando el calor del carbón pasaba a nuestros miembros. La mañana pasaba rápido con la novedad, en el recreo, se hacía una gran bola de nieve en el frontón, para mas tarde iniciar una muchísimo mayor en El Soto; esta era enorme y su elaboración aparte de los muchachos requería por la tarde la participación de los mayores.

- Esta si que es grande de verdad, no como las del otro día , que además era nieve “ratonera” y se deshacían enseguida

- Es verdad parecía sal y no compactaba nada.. - Yo nunca vi. otra igual. - Pues dice mi abuelo, que cuando él era chico, hicieron una mas grande que la fuente..

- Booola, eso es una mentira - Es verdad - Siii, ¿y como la midieron bobo? - Pues poniéndola junto a ella, “tontoelhaba”. No ves que todo esto de las escuelas era “prao”.y la hicieron aquí..

- Vale, pa ti la perra chica.. Con unos bolazos y unas buenas “correndinas” quedaba el asunto zanjado. En la plaza ocurría lo mismo, se recogía toda la nieve en otra gran esfera. Este año sin duda, durará hasta la primavera. La vida en los días siguientes giraba alrededor de la nevada, efectivamente, no había coche de línea, Argujillo permanecía aislado, los pájaros estaban debilitados por el hambre, excepto los pardales que se colaban en gallineros y cuadras. En todo caso era más fácil cazarlos, unos por débiles y otros por “glotones” pues la nieve hacía que destacara mas el cebo de las ballestas y el

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gorrión “picaba” cayendo con facilidad en la trampa. Era frecuente ver perdices y liebres deambulando detrás de las tapias, cerca del pueblo, en busca de comida. El paso de los días y las heladas hacía que todo fuera cambiando. Al paisaje le salían “calvas” negras, los árboles se desprendían de su carga y mostraban su esqueleto cual radiografía sobre el fondo “blanco”. Los laberintos que formaban los senderos por las calles resaltaban mas al teñirse de negro con el paso del tiempo y de la gente. El sonido y tacto de las pisadas iba cambiando al endurecerse, el suelo se volvía resbaladizo y peligroso al helarse, sobre todo para nuestros mayores. Sin embargo, para los muchachos el efecto suponía otra fuente de diversión, al convertir las cuestas en improvisadas pistas de patinaje, ¿Qué resbalones!, ¡Que porrazos”. Aparecían los primeros “chupiteles”, algunos enormes, colgando de los tejados, sonaban como cristales al romperlos de un golpe seco y provocar su choque sobre el suelo helado. Las manos, ¡ay! las manos, las orejas y los pies, ¡que dolores!, mala época para todos ellos, excelente para grietas y “sabañones”. Las calvas se convierten en islas y los regatos corren de día, secándose por las noches, todo está húmedo y frío. El coche línea vuelve con unas “valijas” enormes para repartir, ¡que fastidio!. Se vuelve a oír a Celia por las calles anunciando congrio, chicharros y sardinas frescas, que nos devuelve lentamente a la cruda realidad de enero. El invierno continúa, llegará La Pega. Quizás para entonces desvele el nombre del joven “empresario” que alquilaba bicicletas… Revisado en Santander en noviembre , diciembre del 2006 y enero 2007 Juan Carlos Tejedor Martín