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Terapia cto paii!|,i v familiar Guía práctica Ritvo/Glick El libro que ahora tiene en su:; ni .iims u i r ni serie editada por la Amanean / liiatiu1 el título de Guía practica I sl.i mi i imnili, uní „, estudiantes y profesionales en niedii in.i \< u\ cologíay, en general, paia Indos . MIIIUIIU IHUII cuyo campo de acción se lolai; ,i i i Como todos los libros de esl .i selle reja y familiar Guia practica conllnnn lim indo im litn tes avances sobre el tema almiil.irin . mi IIMUM i IIIIIM precisa, organizados e ilusliailns en dnialliidu iigui i esquemas y cuadros quo (Miiiiiiliin un.i lullimi lili* il profesional además de (acllllai s ,iiin|n un ii i novedoso formato de bolsillo. En forma clara presenta los antnendmi rapia familiar, características de las lamilla i ili y disfuncionales, formas de evalu, > dl.n curso del tratamiento, indicaciones v »mi. i nes. Abarca también cuestiones elle, c. , 1 el profesional ha de tomar en cuenta en su i ño de la práctica clínica. Títulos afines: Terapia familiar: Modelos y técnicas; Sanche/ y Gutiérrez Terapia breve con parejas: Un entoquo integrador; Gilbert Sexualidad en la pareja; Álvarez-Gayou Manejo del enfermo crónico y su familia (sistemas, historias y creencias); Velasco Cómo criar niños emocionalmente sanos satisfaciendo sus cinco necesidades vitales iy también las de los padres!, 2a edición; Newmark

2.- Familia funcional y disfuncional.pdf

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Terapia cto paii!|,i v familiar

Guía práctica

Ritvo/Glick

El libro que ahora tiene en su:; ni.iims u i r ni serie editada por la Amanean / v« liiatiu 1

el título de Guía practica I sl.i mi i imnili, uní „ , estudiantes y profesionales en niedii in.i \< u\

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Como todos los libros de esl. i selle reja y familiar Guia practica conllnnn lim indo im litn tes avances sobre el tema almiil.irin . mi IIMUM i IIIIIM precisa, organizados e ilusliailns en dnialliidu iigui i esquemas y cuadros quo (Miiiiiiliin un.i lullimi lili* il profesional además de (acllllai s ,iiin|n un ii i novedoso formato de bolsillo.

En forma clara presenta los antnendmi rapia familiar, características de las lamilla i ili y disfuncionales, formas de evalu, > dl.n curso del tratamiento, indicaciones v • »mi. i nes. Abarca también cuestiones elle,c. , 1

el profesional ha de tomar en cuenta en su i ño de la práctica clínica.

Títulos afines:

Terapia familiar: Modelos y técnicas; Sanche/ y Gutiérrez Terapia breve con parejas: Un entoquo integrador; Gilbert Sexualidad en la pareja; Álvarez-Gayou Manejo del enfermo crónico y su familia (sistemas, historias y creencias); Velasco Cómo criar niños emocionalmente sanos satisfaciendo sus cinco necesidades vitales iy también las de los padres!, 2a edición; Newmark

10 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 1)

relación con los trastornos mentales. La terapia familiar se interesa prin­cipalmente en las relaciones entre las personas y los vínculos que esta­blecen estas relaciones y perturbaciones de la familia con los trastornos físicos y mentales de los individuos y con contextos más generales en la comunidad.

REFERENCIAS

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La familia funcional

Probablemente haya poca necesidad de destacar la impor­tancia general del matrimonio y la familia. Tales institucio­nes sociales han existido en todos los lugares y en todos los tiempos como consta en la historia. Incluso ahora, pese a lo que se dice en ciertos ámbitos sobre su disolución, la familia y las relaciones conyugales, aunque en constante transfor­mación, siguen claramente vigentes.

No obstante, se han modificado las expectativas sobre el matrimonio y la familia, sobre todo cuando se compara a la familia tradicional con los cambios radicales que ha habi­do en este esquema. Para el matrimonio y la familia, la diver­sidad de esquemas aceptados (cohabitación, familias no to­talmente consanguíneas, familias monoparentales y familias de 2 y 3 generaciones) constituyen un motivo de incerti-dumbre, inestabilidad y ansiedad. Con todo, tal diversidad ofrece una riqueza de soluciones que no proporcionaría un esquema más rígido. A cualquiera que participe en una tera­pia familiar o de pareja debe advertírsele que no considere a la familia desde una sola perspectiva.

LA FAMILIA COMO SISTEMA

Los matrimonios y las familias se diferencian de otros grupos humanos en muchas formas: duración, intensidad y función

11

12 • Terapia de pareja y familiar {Capítulo 2)

de sus relaciones. Para los seres humanos, la familia constituye el grupo más importante en relación con el desarrollo psicológico individual, la interacción emocional y el mantenimiento de la autoestima. Para mu­chos la familia es un grupo en el que se experimentan los amores y odios más intensos, y en el cual se disfruta de las satisfacciones más profundas y se padecen las desilusiones más dolorosas. Las característi­cas de una familia (o de una pareja) como unidad son diferentes de la simple suma de sus componentes.

Los integrantes de la familia suelen vincularse por lazos intensos y duraderos derivados de experiencias pasadas, roles sociales, apoyo y necesidades mutuos y expectativas. Hay factores que actúan constante­mente para mantener el sistema familiar en equilibrio y evitar que ex­perimente cambios demasiado fuertes o rápidos.

La homeostasis familiar alude al concepto de que la familia es un sistema diseñado para mantener un estado relativamente equilibrado. Por tanto, cuando el sistema en su conjunto o cualquiera de las partes que lo integran está sujeto a una fuerza desequilibrante, la retroalimen-tación restablecerá el equilibrio preexistente. Sin embargo, a menudo es necesario que la familia pase a un nuevo equilibrio, lo que sucede en momentos de transición durante el ciclo de vida de la familia o después de un cambio de vida importante (p. ej., cuando la madre regresa al trabajo) o de un trauma (p. ej., un accidente automovilístico en el que uno de los integrantes de la familia resulta lesionado y no puede conti­nuar con sus roles normales).

Para que el sistema sea funcional, debe contar con ciertas caracte­rísticas. En el cuadro 2-1, se presentan 10 procesos que caracterizan a las familias funcionales —es decir, saludables o normales (Walsh, 1993).

CICLO DE VIDA CONYUGAL O FAMILIAR

Dado que una de las funciones medulares de la familia es preparar a los hijos para la vida adulta, el sistema debe asegurar que los integrantes dominen varias tareas psicosociales relacionadas con fases específicas en cada etapa del ciclo de vida de la familia. Los estresores que ocurren durante cualquiera de estas etapas pueden interferir en la consecución de las tareas normales del desarrollo. Aunque la capacidad de la familia para transitar debidamente de una determinada fase del desarrollo a otra quizá dependa de cómo se hayan negociado las etapas anteriores,

La familia funcional • 13

Cuadro 2-1. Procesos que caracterizan a las familias funcionales 1. Conexión y compromiso de los integrantes como unidad que se cuida y

apoya mutuamente. 2. Respeto por las diferencias y la autonomía individuales que promueve el

desarrollo y bienestar de los integrantes de cada generación, de los más jóvenes a los más viejos.

3. En lo que tiene que ver con las parejas, relación caracterizada por el respeto mutuo, el apoyo y la participación equitativa del poder y las res­ponsabilidades.

4. En lo referente a la crianza, protección y socialización de los hijos, y lide-razgo y autoridad paterna/ejecutiva eficaz para el cuidado de otros miem­bros vulnerables de la familia.

5. Estabilidad organizacional, caracterizada por la claridad, la congruencia y las pautas de interacción predecibles.

6. Adaptabilidad: flexibilidad para satisfacer las exigencias de cambio inter­nas o externas, para afrontar debidamente el estrés y los problemas, y para dominar los desafíos normativos y no normativos y las transiciones durante el ciclo de vida.

7. Comunicación abierta caracterizada por la claridad en las reglas y expec­tativas, interacción placentera y diversidad de expresiones emocionales y respuestas que manifiestan empatia.

8. Procesos eficaces de resolución de problemas y conflictos. 9. Sistema de creencias compartidas que permite la confianza mutua, el

dominio de los problemas, la conexión con generaciones pasadas y fu­turas, valores éticos e interés por la comunidad humana en general.

10. Recursos adecuados para la seguridad económica básica y el apoyo psicosocial en las redes de familiares y amistades y los sistemas comuni­tarios y sociales generales.

las familias en ocasiones se hallan mejor preparadas para enfrentar los desafíos de una etapa que de otra.

La capacidad de las parejas para comunicarse con claridad, resol­ver problemas y mantener una relación razonablemente libre de pro­yecciones y programas incompatibles se basa en las necesidades intrapsíquicas de los individuos, los comportamientos reflexivos que traen consigo de su familia de origen, la evolución de la dinámica con­yugal y el estado de desarrollo marital. Los ciclos de vida individuales y familiares determinan ciertas pautas de estrés normativas, como se ex­plica en los párrafos siguientes (cuadro 2—2).

14 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

Cuadro 2-2. Ciclo de vida de la familia y desarrollo adulto Edad adulta temprana (20 a 40 años de edad)

20 a 30 años de edad 1. Establece una estructura de vida independiente (hogar, amigos, etc.) 2. Renegocia las relaciones con los padres 3. Toma la primera serie de decisiones en torno a la elección ocupacional 4. Explora la intimidad/sexualidad 5. Posiblemente enfrenta la paternidad

Transición de los 30 años de edad En ocasiones reconsidera las elecciones tempranas ("curso de corrección") 1. Se establece en la estructura de vida elegida 2. Profundiza el compromiso con el trabajo y las relaciones íntimas 3. Experimenta el sí mismo como un adulto completo

Edad adulta media (40 a 60 años de edad) 40 a 50 años de edad 1. Enfrenta las complejidades de formar parte de la generación al mando:

puede ser responsable de hijos o padres ancianos 2. Transición de la mitad de la vida: reevalúa las metas de su vida, el trabajo

y las relaciones 3. Se perdona los pecados de omisión y comisión

50 a 60 años de edad 1. Se establece en la vida que eligió en la década anterior 2. Acepta aquello en lo que se ha convertido 3. Enfrenta la condición de abuelo 4. Enfrenta temas relacionados con la vejez y la mortalidad

Edad adulta tardía (60 años de edad en adelante) 60 años de edad en adelante 1. Revisa su vida 2. Deja de formar parte de la generación al mando 3. Halla función y dirección en un mundo que valora la juventud 4. Enfrenta los cambios físicos del envejecimiento

75 años de edad en adelante Se enfoca en el funcionamiento pese al envejecimiento físico

Fuente: reproducido de Glick, I. D., Berman, E. M., ClarkinJ. F. era/.. Marital and Family Therapy, 4 ed„ 2000. p. 63. Copyright 2000, American Psychíatric Press., Inc. Utilizado con autorización.

La familia funcional • 15

EL CICLO DE VIDA INDIVIDUAL

1 .a edad de los participantes adultos influye mucho en los asuntos conyuga­les y familiares. Las fases del desarrollo adulto pueden dividirse en términos generales en: edad adulta temprana (20 a 40 años de edad); edad adulta media (40 a 65 años de edad); y edad adulta tardía (65 años en adelante).

Entre los aspectos del desarrollo en la edad adulta temprana se hallan la salida del individuo de la familia de origen y el desarrollo de un sentido de identidad y estructura de vida, una trayectoria laboral o profesional, y una relación íntima y comprometida. Durante la tercera década de vida,* cuando hay una necesidad de atender al mismo tiem­po todas las tareas del desarrollo, la relación que la persona sostenga con los padres y el trabajo puede alterar profundamente tanto la elec­ción conyugal como el desarrollo de la pareja. Las primeras relaciones amorosas en particular, quizá se desarrollen en respuesta a exigencias paternas percibidas, a un deseo de probarse a sí mismo como adulto o a una necesidad de pareja para combatir los temores a la soledad. En la tercera década de vida, mucho tiempo y energía emocional llegan a canalizarse hacia el trabajo más que a las relaciones. Sin embargo, es mayor la necesidad de asegurar los lazos emocionales, y la mayoría de las personas desarrollan relaciones intensas y de largo plazo para finales de este periodo y desean establecer una familia poco después. Si sus elecciones los complacen, la cuarta década de vida puede ser un perio­do particularmente estable y ordenado.

Los aspectos de la mitad de la vida son complejos. El inicio de la quinta década de vida no siempre es un periodo de crisis, pero suele caracterizarse por una sensación de transición y una necesidad de reevaluar la propia estructura de vida después de 20 años de actuar como adulto. Una sensación de mortalidad y de avance de la edad hace que muchas personas revisen su vida y reorienten ciertas partes de ésta. Como cónyu­ges, los individuos que atraviesan por la mitad de la vida probablemente estén más dispuestos a olvidarse de obsesiones laborales y a cultivar una mayor intimidad, u olvidar un enfoque familiar y orientarse más hacia el mundo. Como parte de la revisión de su vida, algunas personas se dan

* N. del E. La "tercera década de vida" alude al periodo que comprende de los 20 a los 30 años de edad, aproximadamente. Así se citan en este texto los diferen­tes lapsos de la vida del individuo: primera década de vida (0 a 10 años), segun­da década de vida (10 a 20 años) y así sucesivamente.

16 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

cuenta de que están insatisfechas con su matrimonio y sostienen relacio­nes extramaritales, se separan o divorcian. El final de la edad adulta tem­prana puede ser una fuente de satisfacción, cuando las personas llegan a aceptar lo que son y lo que no son. Si el matrimonio es bueno, puede ser una fuente particular de consuelo y fortaleza durante este periodo.

Las tareas de la edad adulta tardía consisten en desarrollar un sen­tido de propósito para el resto de la vida y revisar la propia existencia. Como la esperanza de vida de muchos adultos mayores en la actualidad se extiende hasta los 80 y 90 años, resulta difícil la tarea de hallar un propósito y una función en una sociedad que valora la juventud y deni­gra la vejez. Son fundamentales pues, las interrogantes sobre cuánto depender de los hijos adultos y cómo darle sentido a la vida. En virtud de que las mujeres viven en promedio siete años más que los varones y suelen casarse con hombres mayores que ellas, la población de adultos ancianos consta principalmente de mujeres viudas y divorciadas, que están sujetas a prejuicios sexuales y de edad y a la pobreza.

FASE Y TAREAS DE LAS RELACIONES

En esta sección sobre el ciclo de vida de la familia, se analizan primero las tareas asociadas con el comienzo de la familia y luego las concernientes al ciclo de vida adulta que se relacionan con la forma de la familia.

Cortejo y matrimonio temprano

Para muchas personas, la decisión más importante que toman en el curso de su vida es la elección del cónyuge. La formación de la pareja se realiza mejor cuando uno ha concluido las tareas de reestructurar las relaciones personales con los padres, cuando uno ha aprendido lo sufi­ciente sobre sí mismo como para estar consciente de sus problemas característicos propios, y cuando uno ha experimentado la libertad y aventura suficientes como para que las exigencias de una relación in­tensa se perciben como algo reconfortante y no restrictivo. Una nueva pareja que se prepara para el matrimonio debe establecer una identidad como tal, desarrollar formas eficaces de comunicación y resolución de problemas, y empezar establecer una pauta común de relaciones con los padres, amigos y compañeros de trabajo. A menudo es antes del matrimonio cuando se toman las decisiones relacionadas con la sexua­lidad y se establece cierta pauta de relaciones íntimas.

La familia funcional • 17

Si una pareja no ha tenido una relación sexual íntima antes de contraer nupcias, enfrentará la sexualidad y la reciprocidad durante los primeros meses del matrimonio. Las formas de comunicación y divi­sión de tareas que se establecen en los primeros meses suelen ser difíci­les de modificar posteriormente, de modo que es crucial abordar esto de manera directa y clara.

El matrimonio entre personas menores de 21 años de edad a me­nudo representa la búsqueda de un progenitor sustituto, una forma de salir de un hogar problemático o de vengarse del padre o la madre, o una búsqueda de seguridad. Algunos de estos matrimonios tempranos funcionan adecuadamente y permiten que la pareja crezca, pero mu­chos interfieren en el proceso de individuación, sobre todo si poco des­pués del matrimonio vienen los hijos.

Los matrimonios que se dan durante el periodo usual (de los 21 a 30 años de edad) se insertan en la serie de tareas diversas y complejas de la edad adulta temprana. Los matrimonios jóvenes son agitados por las diversas tareas que se imponen los individuos al principio de la edad adulta. La competencia en la vida íntima, la vida laboral y la paternidad deben desarrollarse al mismo tiempo. Los motivos de estrés más co­munes en un matrimonio joven pueden listarse como: 1) el nacimiento de los hijos, 2) la búsqueda de una unión conyugal igualitaria dentro de una cultura no igualitaria, 3) las transiciones importantes en las res­ponsabilidades laborales y, por último, 4) la enfermedad de algún inte­grante de la familia.

Los matrimonios entre personas de mediana edad difieren en fun­ción de si se trata de un primer matrimonio de largo plazo o de uno nuevo. Los matrimonios de largo plazo suelen verse amenazados por los primeros indicios de transición de la mitad de la vida, la salida de los hijos del hogar y la aparición de alguna enfermedad. Como resulta­do de esta diversidad, es probable que desarrollen una mayor solidez y profundidad, pero si sus bases son sólo superficiales, probablemente sufrirán. Los nuevos enlaces que ocurren durante la mitad de la vida suelen ser segundas nupcias y pueden beneficiarse de los errores del pasado. Es posible que ambos integrantes estén más relajados con su persona y su trabajo, y más disponibles para la vida familiar. Como resultado de ello, tal vez resulte más sencillo criar a los hijos de segun­das nupcias; sin embargo, los problemas relacionados con las familias no totalmente consanguíneas también llegan a complicar mucho las segundas nupcias.

18 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

Como sucede con los matrimonios que ocurren durante la mitad de la vida, los que se establecen entre personas de edad avanzada pueden ser por relaciones de hábito y conveniencia, o por vínculos profundos. En etapas avanzadas de la existencia, los cónyuges normalmente han renun­ciado a tratar de cambiar al otro y quizá sean más tolerantes. Con todo, el índice de divorcios incluso en este grupo de edad se ha elevado en los últimos años. En muchos matrimonios que atraviesan por etapas avanza­das de la vida, la jubilación del marido puede imponer cierto estrés a la unión conyugal, pero la salud y la enfermedad son los factores más deter­minantes del funcionamiento de la pareja en los años posteriores.

Coalición de la pareja

El aspecto medular de la familia es la coalición de la pareja, es decir, el trabajo conjunto de ambos cónyuges. Este término supone que los espo­sos han podido desprenderse apropiadamente de los lazos que los unían con su familia de origen y han logrado desarrollar su propia individuali­dad y valía personal, y una identidad como pareja. El matrimonio no es solamente la unión de dos individuos; también es una síntesis de sus familias de origen, cada una de la cuales tiene sus propias experiencias, historia, estilo de vida y actitudes. Uno se casa no sólo con un individuo, sino también con la familia de origen de esa persona. Aun cuando el clan familiar (o familia extendida) no esté presente físicamente, las pautas que experimentaran los cónyuges en su familia de origen influyen de manera inevitable en sus interacciones conyugales y familiares actuales.

El proceso de establecer una relación conyugal satisfactoria exige acuerdos compartidos entre las dos partes relacionadas. Tales convenios pueden consistir en reglas explícitas, implícitas (que la pareja acordaría si fuera consciente de ellas) y aquellas que un observador advertiría, pero que la pareja probablemente negaría. Las reglas centrales o básicas de las relaciones interpersonales se dan en las cinco dimensiones que se aprecian en el cuadro 2—3, las cuales determinan la calidad de una relación (Lewis, 1998).

Las parejas que armonizan en variables como nivel socioeconómico; antecedentes religiosos, étnicos y raciales; y actitudes y valores políticos y sociales suelen ser más afortunadas que las parejas que no tienen una buena correspondencia en estas variables. Sin embargo, la disimilitud y complementariedad de los estilos de personalidad pueden, en la práctica, mejorar una asociación, lo mismo que otros intereses secundarios. El

La familia funcional • 19

Cuadro 2-3. Dimensiones de una relación 1. Poder: ¿Quién está al mando? Éste es un ámbito complejo pues hay

muchas clases de poder, que van de la experiencia, pasando por la coer­ción física, a la costumbre. Si bien el poder puede compartirse de mu­chas maneras, hay un acuerdo general en casi todas las parejas sobre quién manda, si es imposible llegar a una decisión conjunta, y de quién y cuáles son las necesidades prioritarias en la familia.

2. Cercanía o distancia: La pareja negocia qué tipo de distancia emocional siente cercana e íntima y cuál demasiado distante.

3. Separación e intimidad; es decir, inclusión y exclusión: ¿A quién más se considera parte del sistema conyugal? Este aspecto relacionado con los límites se aplica no sólo a los parientes reales y otras personas, sino también al tiempo asignado a los intereses profesionales y recreativos.

4. Compromiso conyugal: Ambas partes necesitan sentir que están com­prometidas con la relación y que ésta constituye un aspecto primordial en la vida de la pareja.

5. Intimidad, es decir, participación recíproca de las vulnerabilidades: Los miembros de la pareja suelen ser diferentes en cuanto a la necesidad que tienen de compartir las cosas verbalmente, pero para la mayoria de los cón­yuges ésta es una parte importante o esencial de su vínculo emocional.

factor determinante al parecer es que exista una correspondencia entre roles y metas, es decir, alcanzar una determinada meta, ya sea que uno lenga que optar por una pareja que sea igual o diferente a uno mismo. I .os factores relacionados con el temperamento y la personalidad son otro conjunto de determinantes clave.

En dos estudios recientes (Markman, según se cita en Talan, 1988; l'homas y Olson, 1993), se analizan los mejores indicadores de un buen matrimonio. Markman, citado en Talan (1988), señala que éstos "comprenden comunicación, capacidad para resolver conflictos, com­patibilidad de personalidades, expectativas realistas y acuerdo sobre valores religiosos". Lo que es común en ambos estudios es la capacidad de las parejas para resolver las diferencias y comunicar necesidades dife­rentes. En la experiencia de los autores de esta obra, los matrimonios que parecen más estables en el tiempo son aquellos en que cada miem­bro de la pareja está dispuesto a que el otro influya sobre uno y a com­partir el poder. Entre los indicadores de divorcio se hallan "las evasivas, la crítica, la actitud defensiva y el desprecio del cónyuge" (Gottman y Lcvenson, 1999).

20 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

El ciclo de vida de la familia en relación con los padres y los hijos

Aunque la estabilidad y la homeostasis son elementos importantes de los sistemas conyugal y familiar, inevitablemente hay ottas fuerzas que modifican de continuo a la familia, llevándola en dirección del desarro­llo y la diferenciación. Algunas de estas fuerzas constituyen la pauta de crecimiento conocida como ciclo de vida de la familia, el cual puede concebirse como los sucesos de vida esperados por los que cursa la ma­yoría de las familias en una secuencia bastante predecible, pero no in­variable. Hay otros estresores que pueden concebirse como inesperados en el sentido de que son extraordinarios; la mayoría de las familias no por fuerza los experimenta, o bien, ocurren fuera de la secuencia nor­mal del ciclo de vida.

El planteamiento longitudinal (lo que se conoce como planteamiento tradicional del desarrollo de la familia) es análogo al ciclo de vida indivi­dual (Duvall, 1967). Como sucede en el desarrollo individual, la familia atraviesa por fases esperadas. En el cuadro 2-4 se aprecian las fases tradi­cionales. La figura 2-1 muestra el ciclo de vida de la familia y los años que se asocian aproximadamente con cada fase (Duvall, 1967).

Hijos y cambios de función

Si uno visualiza que en cada etapa del desarrollo se desarrolla una estruc­tura familiar diferente, es factible percatarse de que la mayoría de las

Cuadro 2-4. Fases tradicionales del desarrollo de la familia

Formación de la pareja (amor, cohabitación o compromiso, matrimonio) La familia cría a los hijos pequeños (desde que nace el primogénito hasta

que cumple 5 años) La familia con hijos en la escuela La familia con hijos adolescentes La familia como un centro de partida (los hijos empiezan su propia estructura

de vida adulta, por lo general, aunque no siempre, se marchan de casa) La familia en sus años intermedios (lo que puede incluir la jubilación de uno

o de ambos cónyuges y a menudo comprende la condición de abuelos) La pareja como parte de una familia de tres generaciones (incluye la even­

tual muerte de uno de los cónyuges)

La familia funcional • 21

2 años/

/ 2.5 / \

/ / años / \

/ 16± años / / 3.5 años . X

/ / 7 años '

? S / 7 años /

V 15± años

6.5 años /

Fase Fase familiar Descripción de la familia

I Inicio de la familia II La familia cría a los hijos pequeños III Familia con hijos en preescolar IV Familia con hijos en la escuela V Familia con hijos adolescentes V! Familia como centro de partida VII Familia en los años intermedios VII Familia que envejece

Pareja casada sin hijos Desde que nace el primogénito hasta que cum­

ple 30 meses Desde que el primogénito cumple 30 meses

hasta que cumple 6 años Desde que el primogénito cumple 6 hasta que

cumple 13 años Desde que el primogénito cumple 13 hasta que cumple 20 años

Desde que el primogénito hasta que el hijo menor dejan el hogar

Del nido vacío a la jubilación De la jubilación a la muerte de ambos cónyuges

Figura 2-1. El ciclo de vida de la familia Fuente : r e p r o d u c i d o d e Gl ick , I. D „ B e r m a a E. M „ C l a r k i a J . F, et oL

Marital and Family Therapy, 4 e d . , Wash ing ton , D.C„ A m e r i c a n Psychiatr ic Press, 2000, p. 71. C o p y r i g h t 2000, A m e r i c a n Psych ia t r ic Press, Inc. Utiliza­d o c o n au tor izac ión .

familias modifica fundamentalmente su organización a fin de transfor­marse. Por ejemplo, la organización de la pareja conyugal se transforma de manera radical con el nacimiento del primer hijo, y la estructura de esta tríada cambia necesariamente con el nacimiento de un segundo hijo.

22 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

La familia que tiene hijos de corta edad se caracteriza por la cerca­nía, la vinculación afectiva y el intenso enfoque interno en los infantes o niños pequeños. A l adquirir el rol de padres, los cónyuges enfrentan nuevas responsabilidades. Los padres deben desarrollarse y revisar sus estrategias para satisfacer sus propias necesidades y las que van apare­ciendo en sus hijos (Feldstein y Rait, 1990). La pareja debe aprender a operar en una situación triangular y a negociar lo que con frecuencia son diferentes estilos de crianza de los hijos. Muy a menudo la madre es quien se ocupa en mayor medida de la crianza de los hijos y reduce su actividad profesional, lo cual hace que la pareja negocie nuevos roles.

La familia con hijos en edad escolar se abre a fuentes extrafamiliares como la escuela, las familias de los amigos de los hijos y los nuevos compañeros. Conforme los hijos interactúan con personas externas a la familia, los padres quedan en libertad de retomar la búsqueda de sus propios intereses. Se trata de un periodo en el cual los hijos y los padres pueden volverse buenos compañeros y a menudo es un lapso cálido y sencillo para la familia. Hasta los abuelos contribuyen a la apertura del sistema familiar ya que inician a los nietos en experiencias pertenecien­tes a distintos contextos. Los aspectos relacionados con la disciplina, los valores y la cantidad de libertad que se concede a los hijos en creci­miento pueden convertirse en ámbitos de discusión importantes. Las diferencias religiosas y culturales entre los padres deben negociarse (en función del hijo) ya que este aspecto influye directamente en los ritua­les y el funcionamiento de la familia.

Cuando los hijos llegan a la adolescencia, presionan para obtener mayor autonomía. A l mismo tiempo, los padres empiezan a lidiar con deseos contradictotios de cercanía y libertad de la familia. Los años de la adolescencia suelen ser difíciles para muchas familias. Por primera vez, el adolescente parece estar en parte dentro y en parte fuera de la familia. A fin de manejar las tareas de desarrollo de esta fase, la familia debe ser fuerte, flexible y estar en condiciones de apoyar el crecimien­to; sin embargo, para la mayoría de las familias, la adolescencia no es un periodo de caos y rebelión. Padres e hijos aún están vinculados y aprenden unos de otros en formas eficaces durante este lapso. A l mis­mo tiempo, muchos padres también enfrentan los cambios en la salud de sus propios progenitores, lo que los hace sentir que están en medio de las necesidades de sus hijos y de sus propios padres.

Si la etapa de la adolescencia comprende los conflictos esperados sobre cuánto retener o cuánto dejar ir, la familia con hijos en creci-

La familia funcional • 23

miento enfrenta la pérdida al promover la independencia y el desarro­llo de nuevos apegos. La principal tarea de la familia consiste en conti­nuar el proceso de dejar ir que empezará en la adolescencia, mismo que implica reestructurar y, al mismo tiempo, mantener la relación.

TAREAS DE LA FAMILIA

A las familias puede considerárselas como laboratorios que permitirán el desarrollo y mantenimiento social, psicológico y biológico de los integran­tes de la familia. A l realizar esta función, las parejas y familias deben llevar a cabo tareas vitales, entre las que se hallan la satisfacción de las necesidades físicas básicas (alimentación, refugio y vestido), el desarrollo de una coali­ción familiar y la socialización de los hijos, y la resolución de crisis que puedan surgir en relación con la enfermedad y otros cambios de vida.

PROVISIÓN DE NECESIDADES FÍSICAS BÁSICAS

Los terapeutas que trabajan con familias económicamente desfavorecidas reconocen de inmediato la importancia fundamental que tiene el he­cho de que se satisfagan las necesidades físicas y materiales básicas de las familias. El grado al que se satisfacen estas necesidades influye en todas las funciones complejas de la familia.

CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN DE LOS HIJOS

Para los fines de este análisis, el término personalidad se define como la adaptación de cada persona a las características biológicas que hereda al nacer y que interactúan con las exigencias de la familia y el mundo externo. Aunque buena parte de los temperamentos esenciales de los niños son innatos, la postura que adopten en relación con el mundo, su conocimiento de las normas culturales, y sus actitudes hacia hombres y mujeres, se desarrollan en última instancia dentro de la familia y el vecindario y por influencia de los medios de comunicación (principal­mente la televisión). El descuido, los traumatismos o la educación caó­tica a edad temprana pueden perjudicar permanentemente la estructu­ra y el funcionamiento cerebral.

Los niños aprenden de lo que son y hacen sus padres; debido a ello algunos aspectos del aprendizaje no pueden controlarse mediante

24 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

la educación. Un padre ansioso comunicará cierta ansiedad a su hijo, al margen de la habilidad de comunicación del progenitor. Sin embargo, se sabe que son necesarias ciertas habilidades de crianza fundamentales para el desarrollo óptimo de los niños.

USO DE TÉCNICAS DE CRIANZA INFANTIL ACORDES CON LA EDAD

Es necesario que los padres entiendan las capacidades de sus hijos a diferentes edades a fin de criarlos adecuadamente. Por ejemplo, esperar que un hijo de un año demuestre paciencia y autocontrol o tratar de razonar con un hijo de tres años que está haciendo un berrinche, gene­rará enojo y confusión tanto en el menor como en el padre. Además, algunos padres pueden tener dificultades particulares con cierta fase debido a las experiencias que ellos mismos tuvieron en su familia de origen. Por ejemplo, un padre que fue promiscuo sexualmente en la adolescencia quizá sienta temor cuando su hijo llega a la adolescencia y manifieste desconfianza y un control excesivo sobre este último.

MANTENIMIENTO DE LA COALICIÓN PATERNA Y LOS LÍMITES GENERACIONALES

Para el conjunto de la familia, resulta benéfico que los padres tengan muy claro que actúan como equipo en la crianza de los hijos y que los roles de los adultos son distintos de los de los menores. Aunque los padres no concuerden en todo, debe haber ciertas pautas comunes y congruentes en materia de crianza infantil. Aun cuando tengan des­acuerdos, el hijo debe saber que hallarán la forma de resolver sus des­avenencias y no lo dejarán en el limbo. Los problemas surgen cuando los padres tienen tantos conflictos que uno o ambos recurren al hijo en busca de apoyo, lo que pone al menor en una situación de conflicto de lealtades ("Si me pongo del lado de papá, mamá ya no me querrá") o en una situación en la que el menor asume un rol de cuidado de uno de los padres y "se avergüenza del otro".

APOYO DE UNA COALICIÓN DE HERMANOS

La historia de la teoría del desarrollo ha descuidado mucho los roles que desempeñan los hermanos en las familias. A este respecto, una

La familia funcional • 25

cuestión medular es el microentorno de los hermanos, su mundo, el cual existe en contraposición al de los padres. En las investigaciones realizadas en el decenio de 1990-99 (Reiss et al., 1991), se descubrió que los hermanos manifiestan un ligero grado de semejanza en cuanto a personalidad, pero esto al parecer se debe más a los genes que a las experiencias que comparten. Por supuesto que, en las diferencias que distinguen a los hermanos a la larga —el llamado entorno no compar­tido—intervienen otros factores, como serían los sucesos de vida que enfrentan, las percepciones que cada hijo tiene de los padres, las actitu­des diferentes de los progenitores hacia los diferentes hijos y las amista­des que los hijos desarrollan (Reiss et al., 1991).

La teoría acerca de la familia ha subrayado el importante rol que desempeñan los hermanos en el funcionamiento normal de la familia. Cada hermano tiene un rol crucial en el mantenimiento de la homeos-tasis de ese sistema familiar en particular. Los hermanos suelen trabajar en conjunto cuando sus padres están continuamente en desacuerdo o se han divorciado, o cuando uno o ambos padres padecen una enferme­dad mental grave. Ese lazo a menudo es el vínculo que mantiene la funcionalidad de la familia cuando uno o ambos padres no pueden desempeñar los roles paternos.

Los terapeutas familiares consideran que aspectos como la lealtad, el apego y el vínculo emocional son importantes y útiles para modificar pautas disfuncionales. En las familias disfuncionales, los hijos suelen sostener relaciones igualmente disfuncionales como hermanos; por ejem­plo, los hermanos tal vez imiten la telación de los padres al pelear siem­pre de la misma manera en que lo hacen los padres o siendo dominan­tes como lo es uno de los progenitores. Lo primordial para el terapeuta familiar consiste en percibir a cada hermano como individuo.

En los modelos de tratamiento de la familia es factible incluir inter­venciones centradas en los hermanos. En el tratamiento, el terapeuta puede recurrir a los hermanos mayores como agentes de cambio o cen­trarse en el conflicto entre hermanos. Cuando ha muerto uno de los padres, los hermanos son importantes para mantenet el sistema familiar y afrontar la pérdida del padre o la madre. Cuando uno de los hermanos sufre un trastorno mental, los otros pueden ser fuentes activas de apoyo. Además, los hermanos necesitan conocer información muy específica sobre los trastornos del Eje I, como es la esquizofrenia, particularmente su pronóstico y las dificultades resultantes en la comunicación y resolu­ción de problemas con los hermanos (Landeen et al., 1992).

26 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

MODALIDADES DE FAMILIA ALTERNAS

Las modalidades familiares que se derivan de los cambios en la condi­ción de los compañeros son: 1) la cohabitación y las relaciones seriales, 2) la familia durante la separación y el divorcio, 3) las familias binucleares y de un solo progenitor y 4) las familias constituidas a partir de nuevas nupcias o no totalmente consanguíneas. Conforme se alarga el ciclo vital y la esperanza de vida de la gente se extiende hasta los 50, 60 o incluso 70 años de edad adulta funcional, la posibilidad de que uno tenga una sola pareja, elegida a principios de su tercera década de vida y que dure toda la vida, parece más remota que nunca.

RELACIONES SERIALES

Algunas personas desarrollan una pauta de vida basada en relaciones secuenciales, lo que comprende varias relaciones serias de largo plazo y puede incluir varios matrimonios con la creación y disolución de 2 o 3 unidades familiares. A menudo resulta difícil determinar si este mode­lo indica problemas emocionales y temor al compromiso, o un auténti­co crecimiento personal.

COHABITACIÓN

En menos de una generación, el hecho de que dos personas vivan jun­tas como amantes no casados ha pasado de ser un escándalo a un aspec­to normativo en EUA. Las parejas cohabitan por diversas razones, entre las que se hallan la conveniencia, un matrimonio a prueba y un acuerdo de compromiso permanente en el cual, por motivos emocionales o eco­nómicos, una pareja opta por no establecer un contrato conyugal legal. La duración media de la cohabitación en EUA es de 1.3 años, y 59% de estos acuerdos terminan en matrimonio (Graefe y Lichter, 1999). Las parejas que cohabitan cuentan con las ventajas y las desventajas de un contrato de relaciones poco riguroso, lo que incluye una sensación de libertad, de estar vigentes y de incertidumbre. Aunque las tareas básicas de una coalición de pareja (p. ej., enfrentar la intimidad, el poder, los límites, la sexualidad) están presentes como en el caso de las parejas casadas, la cohabitación, por definición, supone límites más permeables con el mundo externo, lo mismo que cierto acuerdo en consideraciones como la permanencia —por ejemplo, el significado de su condición.

La familia funcional • 27

Aproximadamente 40% de las parejas que cohabitan viven con hijos de uno o ambos integrantes en una familia no totalmente con­sanguínea (Issacs y León, 1988). En algunas investigaciones (Issacs y León, 1988), se señala que no debe ignorarse el hecho de que vivir con un padre biológico y su amante es una situación sumamente difícil para los hijos, a quienes se les pide que se relacionen con una persona que puede abandonarlos y que no tiene derechos reales para disciplinarlos o criarlos. Algunas evidencias indican que son más probables las agresio­nes físicas y sexuales cuando en el hogar hay un adulto con quien no se tiene una relación biológica. En la medida de lo posible, la cohabita­ción en casa con hijos producto de relaciones anteriores debería limi­tarse a parejas permanentes o que están a punto de casarse.

SEPARACIÓN CONYUGAL

La separación es una crisis de la vida familiar más o menos común. Aun­que resulta emocionalmente traumática para los individuos implicados, puede servir como oportunidad para evaluar de nuevo el contrato conyu­gal y las metas individuales. La separación durante las primeras etapas de un matrimonio quizá se deba a que lo que unió inicialmente a la pareja, producto de la pasión o el capricho, carecía de bases sólidas y terminó por desvanecerse con la convivencia diaria, lo que genera desilusión y falta de disposición a tratar de resolver los problemas. Para quienes se ven orilla­dos a casarse como consecuencia de un embarazo, las recriminaciones posteriores sobre las razones de la unión tal vez acarreen un periodo tor­mentoso. Algunas personas se casan para alejarse del hogar paterno o por desesperación de que nunca serán capaces de atraer a alguien más que se interese seriamente en ellas. Cuando pierden fuerza estos motivos subya­centes, los fundamentos del matrimonio se ven socavados. Hay muchas otras razones para que dos personas se separen, entre las que se hallan problemas psicológicos graves de uno u otro individuo, incompatibilidad y aventuras extramatrimoniales.

Para algunas parejas, las diferencias en el desarrollo adulto des­embocan en una situación en la cual las dos personas ya no tienen mucho en común. Los cónyuges cuyos hijos han crecido y abandona­do el hogar tal vez no se acostumbren tan fácilmente a vivir juntos solos como matrimonio. Una vez que ha disminuido o desaparecido el rol paterno, es posible que quede poca viabilidad emocional o fun­cional en el matrimonio.

28 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

Si bien es natural pensar en la separación conyugal como un he­cho desafortunado, la separación y su posterior resolución pueden con­siderarse como aspectos que ofrecen un potencial de crecimiento y trans­formación positivos. Ofrecen a la pareja la oportunidad de examinar con toda objetividad su relación. A l mismo tiempo, los individuos se hallan en condiciones de poner a prueba su capacidad para adaptarse a vivir solos. Esta separación, junto con las nuevas experiencias de vida de índole diversa, con frecuencia permite que marido y mujer modifi­quen los comportamientos y emociones que tienen uno por otro en el momento en que llegan a la reconciliación. Si los integrantes de la pareja son incapaces de comunicarse o aprender uno de otro, la separa­ción no resultará de gran ayuda, independientemente de si la pareja se reconcilia o no. La experiencia clínica señala que cerca de la mitad de las parejas que se separan vuelven a unirse. Alrededor de la mitad de esas parejas termina por divorciarse posteriormente (Kaplan, H . E. y Epstein, L., comunicación personal, 1980).

DIVORCIO

El índice de divorcios en la mayor parte de los países industrializados ha ido en aumento, aunque desde mediados del decenio de 1980-89, ha mostrado indicios de haberse estabilizado. Si una relación conyugal ya tiene el tiempo suficiente como para que se haya formado un verdadero apego (se considera que unos dos años es un periodo razonable para ello), el divorcio es una de las experiencias más dolorosas en la vida de cual­quier persona. Se incluye aquí un análisis del divorcio porque, en muchas ocasiones, el divorcio es un paso positivo en el desarrollo de vida de un individuo o de una familia. Muchos divorcios se inician cuando uno de los cónyuges es agresivo física, sexual o verbalmente. Terminar una unión de esta naturaleza suele ser parte de un proceso de maduración.

El divorcio es un proceso y no un hecho que suceda de pronto y se caracteriza por tener su propia trayectoria de desarrollo. En realidad, representa una de una serie de transiciones que comienzan con la insa­tisfacción conyugal y que quizá lleven o no a su fin el matrimonio. Diversos autores (Bohanan, 1973; Kessler, 1975; Saks, 1979) han de­lineado las etapas del divorcio, las cuales aparecen en el cuadro 2-5.

Aunque para algunas parejas el divorcio es una decisión mutua y relativamente libre de culpa, en casi todas las parejas uno de los inte­grantes desea el divorcio más que el otro. Por lo común la parte recha-

La familia funcional • 29

Cuadro 2-5. Etapas del proceso de divorcio

1. La fase previa al divorcio, comprende desilusión e insatisfacción crecien­tes con el matrimonio y la consideración inicial de la posibilidad de di­vorciarse.

2. La separación misma, consiste en mudarse de casa y enfrentar el pesar inmediato. Para muchas personas, se trata de un periodo de gran angus­tia emocional, confusión y dolor ("periodo desquiciante").

3. El divorcio, que suele ocurrir al año o a los dos años siguientes. Durante este lapso, cada integrante de la antigua pareja enfrenta la reorganiza­ción de su estructura de vida, los aspectos relacionados con la paterni­dad o maternidad, la reorganización de las finanzas y la familia, su nueva condición en la comunidad y los asuntos legales derivados del divorcio.

4. Para cada ex cónyuge, esta fase entraña reformar la identidad en el sentido de dejar de ser parte de una pareja y convertirse en una persona soltera (el divorcio psíquico). Las parejas que tienen hijos deben hallar formas de man­tenerse en comunicación como padres mientras se separan como pareja.

zada se siente profundamente herida y lastimada, y el que rechaza suele reaccionar con culpa y, por tanto, no es capaz de lamentar las pérdidas reales. Entre las reacciones posteriores puede haber luchas feroces por la patria potestad de los hijos, por el dinero o por la versión de lo que

y salió mal —estas batallas quizá tengan como finalidad el castigo o la S venganza, o incluso llegan a constituir una forma de mantener el con­

tacto con el cónyuge—. Para muchas personas, el apego (la necesidad de saber dónde está la otra persona, sentirse seguro en presencia del

fi otro) puede durar mucho tiempo después de que se han perdido el í¡ amor o el respeto, lo que genera intentos confusos de revinculación. El I proceso de llegar a aceptarse uno mismo, reconocer la parte que a uno

le corresponde en la disolución matrimonial y empezar a salir de nuevo con otras personas son aspectos que suelen provocar gran ansiedad.

| LA FAMILIA MONOPARENTAL FUNCIONAL

I Una de las estadísticas sociales más asombrosas del decenio de 1990-99 fue el incremento de las familias monoparentales. Éstas se definen como

I unidades familiares en las que sólo hay un progenitor por muerte, divor-I ció, separación del otro padre, o porque el hijo o los hijos nacieron fuera I del matrimonio. En una familia monoparental que ha sido producto del

divorcio, el otro padre biológico suele estar disponible y comprometido.

30 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

A estas unidades se les llama en general familias binucleares, y en ellas la crianza de los hijos sigue siendo una responsabilidad compartida, incluso en casas separadas. En 90% de las familias en las que un solo progenitor tiene la responsabilidad única o casi exclusiva de los hijos, el progenitor normalmente es la madre; alrededor de 10% de todas las familias son monoparentales (U. S. Census Bureau, 1997). Este tipo de familias com­parten características similares pero pueden presentar distintos aspectos dependiendo de si hay otro adulto en residencia, como puede ser un abuelo o un amante, o si el progenitor y el hijo (o hijos) están solos en la casa y sólo responden unos de otros.

Los hogares monoparentales formados después de un divorcio o un fallecimiento atraviesan por un periodo de transición en el cual las es­tructuras de la familia tienen que replantearse y reformarse por comple­to. Dependiendo de las necesidades del progenitor restante, puede haber un periodo de caos antes de que se reorganicen las tareas fundamentales de proveer alimento, refugio, organización y disciplina. La evaluación del impacto que ejerce la ausencia del cónyuge en el resto de la unidad fami­liar debe tomar en cuenta la fase de desarrollo de la familia en que ocurrió la ausencia, la duración de ésta, los sentimientos de los integrantes de la familia restantes hacia el miembro ausente y los mecanismos a los que ha recurrido la familia para afrontar la transformación de su mundo.

A l principio, todo esto puede parecer abrumador. Sin embargo, luego de cierto tiempo, la unidad familiar probablemente se haya reorganizado y haya alcanzado un nuevo equilibrio. Las familias binucleares quizá deban enfrentar la tarea de tratar con dos padres que están molestos uno con otro pero que deben colaborar, cada uno de los cuales puede tener diferentes estilos de crianza. Las familias monoparentales en las cuales el padre es el jefe del hogar parecen desenvolverse de la misma manera que aquellas en las que la madre es la figura principal. Ser el único progenitor, o el progeni­tor que tiene la patria potestad o la residencia, genera problemas familiares como los que se presentan en el cuadro 2-6.

Aún hay muchas interrogantes sobre si la formación de la identi­dad resulta más difícil y las relaciones amorosas más complicadas para los hijos del divorcio, o si la incidencia en cierto modo mayor de pro­blemas en estos individuos se debe a un divorcio enconado y a las ten­siones financieras resultantes. Sin embargo, independientemente de si los hijos del divorcio tienen mayores problemas, un hogar tradicional constituido por dos padres que son afectivos, no tienen conflictos y son estables, aún sigue siendo la mejor combinación para padres e hijos.

La familia funcional • 31

Cuadro 2-6. Problemas familiares en las familias monoparentales

Aislamiento social y soledad del progenitor. Posible torpeza en las relaciones amorosas y celos de parte de los hijos Exigencia por parte de los hijos pequeños de la presencia física continua del

progenitor Los hijos se valen por sí mismos y realizan una parte mayor de las respon­

sabilidades domésticas debido a que el único progenitor sale trabajar Los hijos se sienten diferentes de los demás niños por el hecho de ser parte

de una familia de un solo progenitor Menos oportunidad para el progenitor de analizar los pros y contras de las

decisiones, y obtener apoyo y retroalimentación cuando se toman las decisiones

Crisis y cambios generados por la introducción de una posible pareja o compañero nuevo

FAMILIAS MONOPARENTALES ENCABEZADAS POR EL PADRE

A 13% de los padres se les concede la patria potestad exclusiva de sus hijos en el momento del divorcio (Friedman, 1980), muy a menudo en juicios en los que se determina que la madre es incompetente o cuando la controversia se relaciona con hijos varones adolescentes, aunque en algu­nos casos las madres han renunciado a la patria potestad para perseguir sus metas profesionales o emprender otra relación. Otras familias enca­bezadas por el padre se derivan de la muerte de la madre, un suceso sumamente traumático para todos. La mayoría de los hombres divorcia­dos exige el derecho a la patria potestad de sus hijos. Las madres a las que se niega este derecho suelen mantener más contacto con sus hijos que los padres que no gozan de la custodia. Muchos jóvenes estadounidenses menores de 18 años (muchos de ellos en edad preescolar) viven en la actualidad con su padre, y las cifras van en aumento. Debido a que cada vez son más los varones que asumen los roles instrumentales de la pater­nidad, los padres argumentan que son tan capaces e indispensables para el desarrollo de sus hijos como las madres.

En general, a la mayoría de los padres no les resulta tan fácil asu­mir la patria potestad de sus hijos como a las madres. Esto se debe al hecho de que, incluso en la actualidad, sigue considerándose que la

32 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

mayor parte de los roles de crianza y domésticos corresponden a las madres. Sin embargo, después de un periodo inicial de aprehensión, los padres al parecer son capaces de asumir el rol de crianza en forma tan eficaz como las madres (Friedman, 1980). En la medida en que ambos progenitores logren colaborar (aunque vivan por separado), el ajuste de sus hijos manifestará una tendencia positiva.

FAMILIAS BINUCLEARES

Si ambos progenitores están interesados en participar en la crianza del hijo después del divorcio, la cuestión de compartir el tiempo y la toma de decisiones resulta crucial. Desde el decenio de 1970-79 se han planteado muchas interrogantes sobte el tema de la residencia de los hijos. Originalmente, el axioma legal "en beneficio del hijo" pro­ponía que uno de los progenitores debía hacerse cargo completamen­te de la patria potestad y la toma de decisiones. No obstante, se ha demostrado que esta disposición genera siempre grados más elevados de desvinculación por parte del progenitor que no recibe la custodia, en general el padre. Cuando los padres así lo acuerdan, la patria potestad conjunta se ha convertido en la disposición aceptada de ma­nera general en muchos Estados (EUA). Sin embargo, esto sólo sig­nifica poder de decisión semejante ante la ley. La patria potestad con­junta, en la cual el hijo pasa una cantidad de tiempo aproximada­mente igual en los hogares de ambos padres, tiene tanto ventajas como desventajas. Entre las diversas modalidades de establecer una patria potestad (física) conjunta se encuentran, cuando es factible geográ­ficamente, hacer que los hijos alternen las semanas o los días en que vistan a cualquiera de los progenitores. Pese a la objeción de que tal disposición confunde y afecta a los hijos, para algunos de éstos resul­ta, al parecer, una solución aceptable.

El aspecto más importante para los hijos probablemente sea man­tener un contacto regular con cada uno de sus padres; esta ventaja pue­de ser mayor que las desventajas de tener dos hogates. Con todo, si los padres no hallan la manera de criar a sus hijos de manera amistosa, la sensación de deslealtad hacia cada progenitor y el caos de hallarse entre dos estilos de vida muy diferentes son muy difíciles de enfrentar para los hijos, en cuyo caso tal vez convenga reconsiderar la patria potestad con residencia exclusiva y visitas amplias.

La familia funcional • 33

NUEVAS NUPCIAS Y FAMILIA RECONSTITUIDA (FAMILIAS NO TOTALMENTE CONSANGUÍNEAS)

Reconstituir una familia a partir de un segundo matrimonio exige toda una serie de ajustes de desarrollo complejos que se llevan varios años (Visher y Visher, 1996). Entre las tareas familiares de las familias reconstituidas se hallan formar una nueva coalición paterna, establecer nuevas tradiciones, negociar necesidades de desarrollo diferentes y crear Un sistema que permita muchos cambios continuos en la composición del hogar y dentro del sistema general.

Aquí se define el término "familia no totalmente consanguínea" como un hogar en el que hay dos adultos, de los cuales al menos uno tiene un hijo producto de una relación anterior (Visher y Visher, 1996). I a cantidad de este tipo de familias en la población está estrechamente relacionada con el índice de divorcios, que se ha incrementado en más del triple desde 1972. Aproximadamente 65% de estas combinaciones familiares constan de hijos de matrimonios anteriores, por lo cual se for­man familias no totalmente consanguíneas. Los demógrafos pronostican que, para el año 2010, las familias no totalmente consanguíneas serán la modalidad más común de unidad familiar (Visher y Visher, 1996).

Hay diferencias estructurales importantes entre las familias no ¡¡ totalmente consanguíneas y otras formas de unidad familiar. Tales dife­

rencias no siempre las entienden cabalmente quienes se hallan en tales circunstancias y esto a menudo les genera mucho estrés durante las primeras fases de integración familiar antes de convertirse en una uni­dad funcional (Visher y Visher, 1996). Cada una de estas diferencias estructurales impone ciertas tareas a los integrantes de la familia que deben dominar para que pueda ocurrir una integración adecuada. En el cuadro 2-7, se presenta una lista de muchas de las tareas que enfrentan las familias no totalmente consanguíneas.

La dinámica de vida en la familia no totalmente consanguínea es distinta de la de las familias tradicionales. Estas diferencias no siem­pre se entienden lo suficiente y, por tanto, se priva a los integrantes de estas familias de la información, educación y apoyo necesarios. Mu­chos cónyuges que han formado una familia en segundas nupcias y carecen de información sobre estos asuntos deciden disolver en forma prematura su nueva relación antes de que se hagan patentes las re­compensas y satisfacciones de la vida en una familia no totalmente consanguínea.

34 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 2)

Cuadro 2-7. Tareas de las familias no totalmente consanguíneas

Hay muchas pérdidas y cambios a los que deben hacer frente eficazmente las familias.

Se presentan ciclos de vida conyugal y familiares individuales discordantes que deben negociarse. Por ejemplo, si un hombre de 50 años de edad que tiene dos nietos se casa con una mujer de 35 años que tiene dos hijos pequeños, él sería al mismo tiempo abuelo, nuevo esposo y nuevo padre.

Hijos y adultos llegan con un historial de experiencias y convicciones de sus anteriores familias sobre lo que es correcto e incorrecto, lo que pue­de generar diferencias de opinión que deben resolverse para que pue­dan establecerse las nuevas tradiciones.

Las relaciones entre progenitor e hijo preceden a la relación de la nueva pareja, de modo que debe desarrollarse en forma consciente un vínculo emocional sólido en la pareja y nuevas relaciones con los demás inte­grantes de la familia.

Existe un progenitor biológico en algún lado en la realidad o en la memoria que dificulta el desarrollo de relaciones familiares de cooperación entre los integrantes de la nueva familia.

Los hijos suelen ser integrantes de dos hogares y todos deben aprender a enfrentar una composición hogareña cambiante y relaciones complejas. Los hijos se ven atrapados a menudo en conflictos de lealtad.

Hay una relación legal mínima o nula entre el padrastro o madrastra y el hijastro o hijastra; por tanto, se percibe cierto riesgo en la formación de nuevas relaciones que tienen poco sustento legal o social.

FAMILIAS ENCABEZADAS POR ABUELOS

En situaciones en las que ambos padres han muerto o en las que un progenitor soltero ha quedado incapacitado por dependencia a las dro­gas o enfermedad, los abuelos suelen hacerse cargo de los nietos. Esto se ha vuelto más común en ciertas zonas urbanas marginadas en las que el SIDA y la cocaína crack han cobrado muchas víctimas. Las necesida­des de desarrollo discordantes de una persona que envejece y las de un niño de corta edad activo, además del pesar por la ausencia paterna, hacen que este sistema resulte difícil, pero viable. Entre las tareas tera­péuticas se hallan determinar el rol del padre en la vida del hijo y man­tener el apoyo social y financiero para los abuelos.

La familia funcional • 35

FAMILIAS DE HOMOSEXUALES Y LESBIANAS

I ,a mayoría de las familias de homosexuales y lesbianas están exigiendo d derecho a mantener consigo a los hijos que han concebido en matri­monios anteriores, a adoptar niños o, en el caso de las lesbianas, a criar .1 los hijos dentro de su unión. Estas familias enfrentan diversas tareas singulares, como serían definir las funciones legales y emocionales del progenitor no biológico y enfrentar los efectos que la homofobia tiene sobre el hijo y la familia. No existe evidencia de que estas familias gene­ren una proporción mayor de hijos homosexuales o problemáticos.

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3 Familias disfuncionales

PERSPECTIVAS ACTUALES

E n los capítulos anteriores se describió la organización y d comportamiento de la familia funcional, usando para ello el concepto de familia como sistema con sus propios ciclos de vida y tareas. Este capítulo se centra en las perturbaciones que ocurren en estos ámbitos y las formas en que las familias se vuelven disfuncionales. Se analizan los tipos de perturba­ciones que manifiestan los sistemas familiares disfuncionales: creencias y mitos familiares problemáticos, sintomatología individual, estresores del ciclo de vida e incapacidad de la familia para realizar las tareas familiares.

¿Cómo se desarrollan los problemas? ¿Qué genera los síntomas? ¿Quién empieza a darse cuenta de que hay un pro­blema lo bastante estresante que necesita de una interven­ción externa? Se trata de asuntos que intrigan a los teóricos que estudian a las familias y preocupan al terapeuta familiar cuando inicia la evaluación de una pareja o una familia.

Las explicaciones que dan los sistemas familiares a los síntomas son tan numerosas como las corrientes de la teoría y la práctica clínica, pero hay un pequeño grupo de hipótesis que al parecer se confirman comúnmente (cuadro 3-1). El indicador más firme de satisfacción general en la vida es la calidad de la relación central de una persona. Además, "una relación buena y estable amortigua la vulnerabilidad genética

37

38 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

Cuadro 3-1. Explicaciones de los síntomas disfuncionales relacionadas con el sistema familiar

Los sintonías... Quizá surjan como resultado de una comunicación o de pautas de interacción problemáticas en la familia Posiblemente señalen un impasse (obstáculo insuperable) en un deter­minado momento del desarrollo en el ciclo de vida de la familia Es factible que sean parte de una solución conductual que falla en su cometido

Tal vez reflejen problemas en la estructura y organización de la familia Llegan a expresarse cuando los aspectos de la vida de una familia se niegan o disocian Pueden representar una falta de validación Probablemente sean una expresión de alguna enfermedad médica o psi­quiátrica subyacente Quizá se relacionen simplemente con la falta de fortuna o mala suerte

a los trastornos médicos y psiquiátricos" (Lewis, J. M . , comunicación personal, mayo de 1998; para un análisis completo de este tema véase Lewis, 1998).

PROBLEMAS ESTRUCTURALES

En ocasiones, los síntomas de un individuo quizá puedan ser considera­dos como reflejo de problemas organizacionales que existen en el matri­monio o la familia. Según Minuchin (1974), la estructura de la familia es

el conjunto invisible de exigencias funcionales que organiza las interac­ciones de los integrantes de la familia. Una familia es un sistema que opera mediante pautas transaccionales. Las transacciones repetidas establecen las pautas de cómo, cuándo y con quién relacionarse, y estas pautas sus­tentan el sistema (p. 51).

En el modelo estructural de influencias propuesto por Minuchin, una familia patológica podría ser aquella que "ante el estrés incrementa la rigidez de sus pautas y límites transaccionales, y evita o se resiste a explorar cualquier opción" (p. 55). Conforme se estrecha el margen de

Familias disfuncionales • 39

• >| K iones de la familia, sus integrantes manifiestan respuestas predecibles v estereotipadas entre sí y hacia el entorno extrafamiliar. A su vez, la familia se convierte en un sistema cerrado y sus integrantes se perciben .i sí mismos como sujetos controlados e impotentes (Papp, 1980). Así, desde la óptica estructural, la definición que el terapeuta familiar hace de una familia patogénica es la de un sistema familiar cuyos mecanis­mos de adaptación y afrontamiento se han agotado. Los síntomas o desdichas de un integrante de la familia se insertan en el funcionamien-to problemático de la familia.

La dimensiones de la estructura familiar que merecen atención son los límites, la jerarquía y las coaliciones de la familia. Como se expuso en el capítulo 1, Minuchin (1974) considera los límites en un continuo que va de la amalgama a la desconexión. La amalgama es un estilo de parti­cipación familiar cuyos límites dentro de la familia son muy permeables, pero los que hay entre ésta y el exterior suelen ser rígidos. En las familias desconexas o desligadas, sólo un grado elevado de estrés puede repercutir con la suficiente fuerza como para que active los sistemas de apoyo de la familia (p. ej., una enfermedad grave o un intento de suicidio). Si los límites se relacionan con la proximidad, la dimensión de la jerarquía se define en términos de la autoridad o influencia relativa que los integran­tes de la familia ejercen unos en relación con otros.

Los problemas en las alianzas o coaliciones representan otra faceta ile las dificultades estructurales. En un sistema de tres personas, hav muchas oportunidades de que dos se alien en contra del tercer integran­te. Minuchin (1974) ha descrito tres diferentes tipos de triangulaciones:

1. Aquella en la cual los padres realizan demandas con la misma inten­sidad pero diferentes al hijo, cuya respuesta es la parálisis (incapaci­dad para elegir), yendo de uno a otro de los padres (como interme­diario) o la rebelión.

2. El rodeo es la triangulación en la cual se deja de lado el conflicto con­yugal para atender al hijo, sea con la finalidad de cuidarlo o porque está necesitado o enfermo (protegerlo), o para atacarlo por compor­tarse mal (hostilizarlo y culparlo); esto exige que el hijo siga siendo problemático para que los padres continúen evitando el conflicto.

3. La coalición estable entre uno de los padres y el hijo, en la cual el progenitor y su vastago están estrechamente ligados, sea en respues­ta a la participación marginal del otro padre o para bloquear que éste se involucre.

40 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

Los problemas en la estructura de la familia pueden compararse con las dificultades estructurales en una casa; si no se atienden a tiempo, los síntomas surgen gradualmente y pueden empeorar.

LA SOLUCIÓN COMO PROBLEMA

En el modelo aquí descrito, los síntomas se explican no por las faltas en cada persona, sino por los problemas en las reglas de los sistemas o las pautas de interacción repetitiva. Todas las familias enfrentan proble­mas cotidianos en la vida —cómo hacer que se realicen las tareas del hogar, de qué manera lograr que los hijos vayan a la escuela y realicen su tarea, el modo de transigir cuando se presentan diferencias—. A l enfrentar un problema, cada integrante de la familia suele abordarlo con formas características de razonamiento, emoción y acción. Estas respuestas iniciales pueden ser eficaces o no para ese problema en con­creto. Si los integrantes de la familia no consiguen modificar la estrate­gia de resolución de problemas cuando no funciona, probablemente sigan repitiendo ese comportamiento ineficaz al grado de que un pro­blema menor se convierte en uno grave.

La Sea. A consideraba que los niños debían comer determinados alimentos y en cantidades específicas. Cuando su hijo no lo hacía, ella lo castigaba. El hijo mayor, un chico dócil y con buen apetito, respondía comiendo como la madre exigía. Sin embargo, el menor tenía un temperamento más desafian­te y un apetito inestable; se negaba a comer. La Sra. A siguió aplicando la misma estrategia de resolución de problemas basada en el castigo y el re­sultado fue una batalla extrema y, finalmente, un trastorno alimentario.

Este modelo plantea que el manejo ineficaz del problema original ocu­rre cuando: 1) se intenta una solución pero se niega que el problema existe como tal y no se hace nada al respecto, 2) se intenta un cambio para algo que es inalterable o inexistente o 3) la acción se adopta en el nivel equivocado (Watzlawick et al., 1974).

En ocasiones, el problema es un conflicto en las estrategias de reso­lución de problemas entre los integrantes de la familia. Por ejemplo, una niña permanece en casa resfriada durante una semana; su madre, que está sola y aburrida, se siente feliz de tenerla en casa. Cuando la hija se ha recuperado del resfriado, protesta y dice que aún está enferma. La madre

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desea tenerla en casa, pero el padre le dice que la está malcriando y que la pequeña debe ir a la escuela. La discusión aumenta la ansiedad de la niña, de modo que vomita y con ello se le deja permanecer en casa. A la larga, desarrolla una fobia hacia la escuela. Si este proceso da por resultado una coalición entre la hija y la madre en contra del padre, el problema habrá modificado la estructura de la familia.

A veces, el problema es real, pero la solución ineficaz. Por ejem­plo, cuando un marido empezó a beber, la esposa trató de protegerlo encubriéndolo, reportándolo enfermo, etc. Este comportamiento le permitió a él seguir bebiendo, y la situación terminó por deprimirla a ella. Cuando dejó de apoyarlo y le informó que lo abandonaría si su conducta continuaba, ella dejó de sentirse deprimida y él también dejó de beber. Cuando la solución que se intenta se convierte en el proble­ma, la forma de cambiar la situación consiste en hacer algo distinto.

CREENCIAS Y MITOS FAMILIARES

Los individuos y las familias tienen sistemas de creencias que, en parte, determinan sus emociones y conductas. Estas estructuras subterráneas se conocen como mitos familiares. A menudo se ha descubierto que se trata de factores que contribuyen y mantienen las dificultades en las familias, y los terapeutas familiares deben estar conscientes de ellos a fin de alcanzar una comprensión del comportamiento de las familias. Por ejemplo, en el caso anterior, el hecho de que la esposa creyera que una buena mujer debe apoyar a su hombre hizo que le resultara impo­sible dejar de encubrir al marido. No fue sino hasta que terminó por deprimirse y que él perdió su trabajo a consecuencia del alcoholismo que ella fue capaz de transformar lo que creía en "A fin de cuentas no puedes permitir que otra persona destruya tu vida" y fue capaz de esta­blecer ciertos límites.

Ferreira (1963) define los mitos familiares como "una serie de creen­cias bastante bien integradas, compartidas por todos los integrantes de la familia, que conciernen a cada uno y a la posición que ocupan en la familia y que ninguno de los participantes refuta, pese a las distorsiones de la realidad que pueden implicar de manera evidente" (p. 457). Las repercusiones de la definición de Ferreira suponen mitos muy perso­nalizados y específicos de cada familia, en los cuales a los integrantes de la familia en lo individual se les escoge para determinados roles o profecías

42 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

que se cumplen a sí mismas, como el mito de que la "madre es la emocio­nal en la familia" o "nuestro hijo siempre se porta mal".

Además de los mitos familiares específicos, la cultura promueve algunos más; por tanto, muchos de éstos los comparten los integrantes de la familia y tal vez hasta el terapeuta. Este último debe ser sensible a las creencias que parezcan ser perjudiciales para el funcionamiento de una familia y enfrentarlas; además debe entender que, en ciertas situa­ciones, algunos mitos favorecen el funcionamiento. En el cuadro 3-2, aparecen algunos ejemplos de mitos o creencias.

El común denominador de estos mitos es la idea de que hay cierto sustituto a la labor, lenta, dolorosa, pero en última instancia, emocionan­te, de conocer a la pareja como una persona diferente y a uno mismo como un individuo que tiene distintas ideas y necesidades de soledad y de sentirse acompañado. Toda persona necesita de la retroalimentación po­sitiva, y nadie puede leer la mente lo suficientemente bien como para sustituir la comunicación clara. La separación y el divorcio pueden ser o no lo mejor para los hijos, y quizá se constituya o no en un fracaso del individuo (aunque la mayoría de la gente también lo perciba así).

SISTEMA SOCIAL GENERAL Y DISFUNCIÓN

La teoría de los sistemas abarca no sólo a la familia, sino también a la comunidad en su conjunto. La familia es básicamente un subsistema de la comunidad y la cultura en las que está inserta.

Con frecuencia, la cultura circundante ejerce una presión enorme en el sistema familiar. La correspondencia entre familia y cultura, en ciertos lugares o en casos de inmigración, puede resultar problemática. Por ejem­plo, si una familia es la única familia judía que vive en un pequeño pueblo antisemita, probablemente establezca límites que en otra situación se cali­ficarían como amalgamados, pero en este caso son necesarios para proteger a los hijos. Una pareja en un matrimonio arreglado con una estructura de roles muy tradicional que llega a EUA puede terminar destrozada si la mujer es la única que logra obtener un trabajo y salir a la nueva cultura.

Los roles de género tradicionales también determinan excesivamente la vida familiar. Una familia con una madre muy comprometida y un pa­dre distante no sólo es una familia con problemas, sino el resultado final de una pauta histórica y cultural en la cual se exhorta a los varones a percibir su valor en términos económicos y a la mujer como la que cuida a los hijos.

Familias disfuncionales • 43

Cuadro 3-2. Mitos familiares Si la vida no le ha funcionado bien como individuo, casarse mejorará todo. I a vida conyugal y familiar debe ser completamente feliz y cada individuo

en ella debe esperar que todas o la mayor parte de las gratificaciones se deriven del sistema familiar.

Los cónyuges deben ser totalmente sinceros uno con otro todo el tiempo. Un matrimonio feliz es aquel en el cual no hay desacuerdos, y cuando los

integrantes de la familia pelean significa que se odian. Los cónyuges deben ser lo menos egoístas posible y dejar de pensar en sus

propias necesidades individuales. Cuando algo anda mal en la familia, uno debe averiguar quién se está equi­

vocando. Cuando las cosas no marchan bien, siempre será de ayuda dedicar una

parte importante del tiempo a sacar a la luz heridas pasadas y presentes. En una discusión conyugal, uno tiene razón y el otro se equivoca, y la meta de

tales peleas debe ser que los esposos vean quién gana más puntos a su favor. Una buena relación sexual inevitablemente conducirá a un buen matrimonio. Los cónyuges entienden cada vez más sus mensajes verbales y no verba­

les, de modo que hay poca o ninguna necesidad de revisar las cosas uno en relación con otro.

La retroalimentación positiva no es tan necesaria en los sistemas conyuga­les como la retroalimentación negativa.

"Y vivieron felices para siempre." Cualquier cónyuge puede (y debe) rehacerse y remodelarse en la forma en

que desee su pareja. Todos saben cómo debe ser un marido y cómo debe ser una esposa. Si un matrimonio no funciona adecuadamente, tener hijos lo rescatará. Independientemente de qué tan mal sea el matrimonio, debe mantenerse

unido por el bien de los hijos. Si el matrimonio no funciona, una aventura extramatrimonial o un nuevo

matrimonio resolverán la situación. La separación y el divorcio representan un fracaso del matrimonio y de los

individuos que lo formaban.

COMENTARIO: DESARROLLO DE SÍNTOMAS EN UNA DETERMINADA PERSONA

Los sistemas conyugal y familiar, como sucede con los individuos, po­seen pautas características para afronrar el estrés. La primera línea de defensa de la familia generalmente consiste en retomar y fortalecer las pautas de adaptación que la familia ha utilizado en el pasado. Si éstas no están debidamente adaptadas, el tipo de perturbación que resulta

44 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

quizá sea similar al carácter inflexible de un individuo que padece un trastorno de personalidad.

Si no se dispone de mecanismos de adaptación característicos o éstos no permiten enfrentar debidamente la situación, uno u otro integrante de la familia quizá desarrolle síntomas manifiestos, los cuales pueden hacer que al individuo se le clasifique como malo o enfermo. Las instituciones de ayuda social apropiadas probablemente intervengan en un esfuerzo por enfrentar la expresión sintomática particular del individuo. Luego, el indi­viduo asume el rol de paciente identificado. Muy a menudo, se pasa por alto o se atiende inadecuadamente el contexto familiar de donde emanaron los síntomas del individuo. Al integrante de la familia "malo", "enfermo" o "loco" (según se le llame) se le atiende, tras lo que resulta intratable o mejora. Si experimenta una mejora, pronto puede volverse sintomático de nuevo al regresar al contexto familiar o propiciar que otro integrante de la familia se torne sintomático. La perturbación familiar subyacente tendrá que tratarse. A menudo el portador del síntoma es vulnerable en el aspecto biológico.

Así que uno de los principios más importantes de los terapeutas familiares es que suelen considerar al integrante de la familia sintomá­tico como indicador de una perturbación generalizada en todo el siste­ma familiar (Ackerman, 1958; Bateson etai, 1956; Bell, 1961; Carroll, 1960; Counts, 1967). Si el terapeuta pasa por alto o enfrenta inadecuadamente la perturbación familiar más general, es probable que los miembros de la familia sigan siendo sintomáticos.

Los patrones de interacción en una familia no siempre pueden relacionarse de manera clara con una determinada disfunción. Si bien en la actualidad aún no se entienden a cabalidad las razones por las que se manifiesta una perturbación específica en un sistema familiar o en uno de sus integrantes, ciertas tendencias innatas y circunstancias de vida probablemente favorezcan el desarrollo de una u otra expresión sintomática en determinados casos.

De igual modo, todavía no se han establecido definitivamente los motivos por los que uno de los integrantes de la familia llega a ser sinto­mático y no algún otro. Sin embargo, se han ofrecido diversas razones para explicar este fenómeno, las cuales aparecen en el cuadro 3-3.

Se ha señalado que en las familias con un funcionamiento menos que óptimo, la madre es la primera en sufrir la incompetencia del sistema. Muy a menudo es la primera en angustiarse o llegar a ser sintomática. En niveles mayores de disfunción del sistema familiar, quizá sea un hijo quien también comience a experimentar angustia y se torne sintomático. En

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Cuadro 3-3. Razones por las que un integrante de la familia puede volverse sintomático

Susceptibilidad individual, es decir, predisposición genética: por ejemplo, un individuo que nació con una lesión cerebral y se encuentra bajo estrés familiar probablemente se torne sintomático. Las diferencias tempera­mentales innatas pueden contribuir a esto (Thomas y Chess, 1985). De igual modo, la disposición biológica a un trastorno del Eje I como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad o un trastorno de aprendizaje en un niño también crea una mayor vulnerabilidad a la enfermedad.

Situación familiar en el momento del nacimiento: por ejemplo, un padre cuyo hijo nació en el periodo en que murió su propio progenitor podría servirse del recién nacido para hacer surgir los sentimientos que abriga por la muerte del padre.

Enfermedad física del hijo: un hijo que padece una enfermedad crónica puede tener problemas familiares proyectados en él siempre que tiene un episodio agudo. Además, la cantidad de atención que necesita el hijo enfermo puede sesgar el funcionamiento de la familia, generando con ello una infantilización del niño enfermo lo mismo que ira y resentimien­to en los hermanos sanos.

Precipitante en el clan familiar: accidente o muerte relacionado de algún modo con uno de los hijos más que con otro (p. ej., una hija mayor que estuvo con la abuela el día en que ésta tuvo un ataque cardiaco) puede convertir a un miembro de la familia en foco de los problemas familiares.

El sexo de un hijo quizá corresponda a una determinada dificultad del pro­genitor: por ejemplo, si el padre se siente particularmente inepto con otros varones, su hijo tal vez se torne sintomático.

Orden de nacimiento de los hermanos: el primogénito quizá reciba la carga paterna más pesada, en tanto que el hijo menor suele ser consentido y se fomenta en él dependencia.

Mito familiar relacionado con un determinado individuo: quizá a ciertos in­dividuos en las familias se les conoce como el tonto, el inteligente, el perezoso, el guapo o el feo. Los nombres de pila o los apodos de los niños tal vez revelen estos mitos. A un hijo suele ponérsele el nombre del abuelo o el de otra persona significativa en el pasado de los padres y, a su vez, porta un mito asociado con esa persona.

muchos casos, se convertirá entonces en paciente identificado. El padre, que tradicionalmente tiene más fuentes externas de estima, suele ser el último de la familia en volverse sintomático (Lewis et al., 1976).

El miembro sintomático de la familia quizá sea el chivo expiatorio del sistema familiar, en quien se subliman las dificultades familiares, o

46 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

probablemente sea el más débil de complexión o en lo psicológico, el más joven o el más sensible de la familia. El paciente identificado puede ser el integrante más interesado o más activo en el proceso de transformar a la familia; por ejemplo, algunos adolescentes quieren "salvar" a sus pa­dres porque éstos no se llevan bien. Una hipótesis sobre el funcionamien­to de la familia es que estos hijos pueden empezar a robar para que los atrapen y con ello hacer que toda la familia converja en su ayuda.

PROBLEMAS DEL CICLO DE VIDA Y DISFUNCIÓN

Aunque algunas familias lidian continuamente con los problemas du­rante su vida, otras sólo experimentan dificultades durante determina­dos periodos del ciclo de vida. Una familia está sujeta a la presión inter­na de los cambios en el desarrollo de sus propios integrantes y subsistemas y a la presión externa de las exigencias por adecuarse a instituciones sociales significativas que ejercen impacto en sus miembros. Los pro­blemas familiares episódicos pueden estar relacionados con: 1) una in­capacidad para afrontar adecuadamente las tareas de la fase por la que atraviesa la familia, 2) la necesidad de pasar a una nueva fase familiar y 3) el estrés provocado por sucesos idiosincrásicos inesperados.

En el caso de las crisis normales y esperadas en la vida familiar, la incapacidad de una familia para dominar las tareas presentes puede ser la causa de la expresión de los síntomas. Por ejemplo, lo ideal es que dos personas alcancen una determinada etapa en su propio desarrollo perso­nal, lo mismo que en las relaciones con su familia de origen, antes de estar preparadas, como individuos independientes, para considerar el matrimonio. En la medida en que los individuos y la unidad conyugal no dominen adecuadamente ésta y otras etapas previas, tendrán dificultades para enfrentar los desafíos actuales. La misma hipótesis puede aplicarse a cada una de las fases de la familia, razón por la cual la habilidad de una familia en una determinada etapa tal vez no se transfiera necesariamente a capacidades similares en la siguiente fase de desarrollo.

Aunque las transiciones de desarrollo esperadas tal vez resulten estresantes para los integrantes de la familia, los cambios inesperados o idiosincrásicos también llegan a ser difíciles de manejar. Los sucesos inusuales en el ciclo de vida de la familia probablemente rebasen las capacidades de afrontamiento de los sistemas familiares. Entre los ejemplos comunes de esos sucesos se hallan el desempleo, las enfermedades catastróficas, los acci-

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tientes, los delitos violentos o una muerte en la familia. Los sistemas conyu­gal y familiar, como sucede con los individuos, tienen pautas características para afrontar el estrés. La primera línea de defensa de la familia normal­mente consiste en retomar y fortalecer las pautas de adaptación caracterís-i icas a las que la familia ha recurrido en el pasado. Si estas respuestas limitan rígidamente la experimentación y una reacción flexible, el tipo de pertur­bación quizá sea similar a su análogo en términos individuales —el carácter inflexible de un individuo que tiene un estilo de personalidad rígido.

Cualesquiera que sean las particularidades de la disfunción fami­liar, resumir el ciclo de vida individual de la familia ayuda a elucidar sus idiosincrasias y ofrece un marco de referencia a partir del cual sea facti­ble dar inicio a la terapia adecuada (Cárter y McGoldrick, 1988).

PESAR NO RESUELTO

1 .a muerte de uno de los padres o hijos en la familia suele generar proble­mas familiares, sobre todo cuando no se da el proceso de duelo. Con Irecuencia, se detiene el desarrollo de la familia y ésta permanece en el limbo en el momento de la muerte, incapaz de avanzar o lamentar verda­deramente el fallecimiento. Esto suele expresarse en un ritual familiar — por ejemplo, si un niño muere cerca de Navidad, la familia tal vez no pueda celebrar esta fecha durante años o tal vez insista en que el ritual de Navidad sea exactamente igual que antes de que muriera el niño, mucho después del momento en que el ritual debería haberse modificado para adecuarlo a los otros hijos—. La muerte por nacimiento sin vida o aborto puede ejercer el mismo efecto. Muy a menudo la familia necesita hablar de la muerte, hallar la forma de lamentarla y permitirse seguir viviendo.

SECRETOS TÓXICOS

Las familias quizá lleguen a tener secretos que conocen algunos de sus inte­grantes y otros no (p. ej., la madre y la hija, mas no el padre, saben que la hija sufrió una violación), que todos saben pero que nadie admite (papá es alcohólico) o del que casi todos son conscientes o sospechan pero que no reconocen (mamá tiene una aventura). Los secretos impiden la comunica­ción clara, sesgan las coaliciones y desconciertan a los hijos que saben que algo anda mal pero no saben qué. Los secretos contribuyen a dar un aire de irrealidad a la familia, lo cual generalmente se considera que dificulta el desarrollo y la comprobación de la realidad por parte de un niño.

48 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

El terapeuta debe hallar la forma de abrir cuidadosamente el secre­to, dedicando tiempo a apoyar a todos en la familia. Pocas veces conviene que las personas mantengan un secreto familiar importante en la familia.

REALIZACIÓN DE TAREAS EN LA FAMILIA DISFUNCIONAL

Varias deficiencias en el desempeño de las funciones familiares generan tensiones, distorsiones, problemas y síntomas en la vida familiar. Las prin­cipales tareas de la familia consisten en satisfacer las necesidades físicas básicas de sus integrantes, desarrollar una coalición conyugal funcional y criar a los hijos. En la familia disfuncional, estas tareas no se manejan o si se manejan es en forma diferente y menos adaptativa que en las familias saludables. La realización de tareas en la familia quizá se vea comprometida por un entorno insoportable, por una enfermedad física o mental de uno o más integrantes de la familia, o por un conflicto grave entre sus miembros, sobre todo en la diada conyugal o entre los cuidadores adultos.

SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES FÍSICAS DE LOS INTEGRANTES

La incapacidad para satisfacer las necesidades físicas de la familia debe considerarse particularmente en situaciones de guerra, pobreza o depre­sión económica. Preservar la integridad familiar ante la miseria grave exige ingenio y entereza. Sin embargo, la incapacidad para satisfacer las necesidades materiales básicas llega a presentarse incluso cuando la si­tuación financiera es holgada si los cuidadores adultos están "ausentes", debido a drogadicción o alcoholismo, psicosis, violencia o porque están tan absortos en sus propias preocupaciones que hacen caso omiso de quienes se hallan bajo su cuidado.

ASPECTOS RELACIONADOS CON EL SEXO, LA INTIMIDAD Y EL COMPROMISO: CÓMO MANTENER UN MATRIMONIO FUNCIONAL

El matrimonio es una de las pocas relaciones humanas que opera en dos niveles: como relación amorosa y como asociación económica fun­cional. De manera que exige un conjunto complejo de habilidades y la

Familias disfuncionales • 49

• UNU idad para cambiar de una modalidad de funcionamiento a otra. I \e tener un matrimonio en el que la intimidad esté ausente, prio en el cual los cónyuges funcionen bien, como "compañeros de i ii.n to", en la crianza de los hijos y en el mantenimiento operativo del luí]jar. También es posible tener un matrimonio en el que el sexo y la pasión estén mucho más presentes, pero en el cual las batallas feroces pin asuntos de poder y control dificulten o vuelvan imposible que se luga gran cosa. Conforme la pareja se vuelve más disfuncional, la ira y la rabia superan a los sentimientos positivos, la comunicación y la con-src ución de las tareas, lo que deja a la pareja en una batalla constante o li.u e que uno de los cónyuges domine por completo al otro.

CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN DE LOS HIJOS

Resulta difícil enfrentar las necesidades constantes de los hijos cuando se está abrumado por conflictos conyugales, enfermedades individuales o .ulicción, racismo o miseria. Cuanto más desvinculados estén los padres de la parte en ellos mismos que es capaz de criar y ofrecer protección, más se descuidará o se utilizará al hijo para que cuide de los padres, responsabi­lizándolo de las tareas caseras o del apoyo emocional de uno de los proge­nitores. La forma extrema de esto es el incesto, en el cual el hijo se con­vierte en un objeto sexual sustituto. Por otra parte, los niños de 4 o 5 años de edad pueden verse inducidos a tratar de animar a un progenitor depri­mido, a prepararse sus propios alimentos —pues los padres lo han olvi­dado— o a tratar de proteger a un niño menor del abuso.

Los integrantes de las familias disfuncionales quizá manifiesten esti­los de razonamiento y comunicación que resultan particularmente difíci­les para los niños, lo que comprende ideas impertinentes, proyectivas o extrañas. En algunas familias, las emociones de los hijos se niegan, con­tradicen, ignoran o castigan de manera constante, lo que genera depre­sión, rabia y una sensación de aturdimiento en los menores.

No obstante, debe reconocerse que tratar con algunos menores tam­bién resulta muy difícil y que la tarea de criarlos puede ser formidable. Los niños que tienen temperamentos difíciles o alguna forma de lesión cerebral (como trastorno por déficit de atención con hiperactividad, autismo o tras­torno generalizado del desarrollo) o algunas modalidades de psicosis infan­til exigen reservas extraordinarias de paciencia y atención. Los padres de un hijo así deben mantener un entorno tranquilo y estructurado ante el cons­tante desafío. Si no comparten el compromiso de invertir tiempo extra o si

50 • Terapia de pareja y familiar (Capítulo 3)

no llegan a un acuerdo sobre cómo tratar a sus hijos, éstos pueden generar conflictos importantes en matrimonios que, por lo demás, funcionarían dentro de la normalidad. Otros niños tal vez no resulten difíciles para am­bos padres, pero es posible que en otros, su temperamento no logre ajustar­se al de uno de los padres. Por ejemplo, un chico muy activo y travieso probablemente no embone con una madre temerosa y depresiva, la cual se llevaría mejor con un hijo más dócil y tranquilo; o bien, un niño tímido y retraído podría ser una gran desilusión para un padre atlético y demandan­te, quien posiblemente trate de hacerlo más fuerte ejerciendo una severi­dad con él que tal vez deje cicatrices permanentes.

REFERENCIAS

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4 Cómo realizar una evaluación familiar

LLa evaluación de un matrimonio o de una familia debe entenderse como un proceso continuo que se inicia con el primer contacto, pero que no necesariamente termina en un determinado momento. Es útil para el terapeuta hacer una lormulación inicial con el fin de entender de algún modo lo que está mal, pues esto le ayuda a recabar datos y formular hipótesis; no obstante, en un sentido más amplio, la evalua­ción suele ser una parte inextricable de la terapia misma. Si los pacientes pueden escuchar y analizar sus historias, su si­tuación presente cambiará.

Conforme el terapeuta recaba datos, plantea hipótesis basadas en un marco de referencia conceptual. El terapeuta debe asignar prioridades y ponderar las diversas variables que están implicadas y, al mismo tiempo, establecer una estrategia de intervención general. Cabe esperar que la in­tervención en cuestión conduzca a las metas deseadas de la terapia. En este proceso, se reúnen más datos que sirven para confirmar, modificar o refutar las hipótesis, estrate­gias y tácticas originales. Después, estas formulaciones pos­teriores se someten a prueba en la matriz de las sesiones familiares conforme se recaban más datos.