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1911. La rebelión de los pueblos y la unidad Francisco Pineda, ENAH. Museo Histórico del Oriente, Casa Morelos, Cuautla, Mor., 27 de noviembre de 2015. I. Introducción La revolución del sur, jefaturada por Emiliano Zapata, fue un enorme proceso insurreccional del pueblo en territorio crucial de la república. Su alcance revolucionario, hasta la actualidad, representa un hito histórico. Eso es lo que la historiografía dominante, carrancista y estadounidense, se ha empeñado en negar. Pero, no es casual que los opresores del pueblo mexicano asuman ese propósito, porque el despojo de la experiencia histórica de un pueblo, si es efectivo, disminuye la capacidad reflexiva, necesaria para resolver los difíciles problemas que se presentan en la lucha contra la injusticia. Al respecto, es preciso considerar seriamente lo que escribió un agente de la CIA reciclado como profesor de historia. El engaño, dice, puede ser efectivo y duradero: — Si se logra que la información crucial permanezca desconocida. — En caso contrario, si se consigue que la información crucial no se tome en cuenta. — O bien, hacer que la información crucial sea asumida bajo supuestos erróneos. 1

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Revolución zapatista, proceso de la rebelión y la unidad (1911-1919).

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1911. La rebelión de los pueblos y la unidad

Francisco Pineda, ENAH.Museo Histórico del Oriente, Casa Morelos,

Cuautla, Mor., 27 de noviembre de 2015.

I. Introducción

La revolución del sur, jefaturada por Emiliano Zapata, fue un enorme proceso insurreccional del pueblo en territorio crucial de la república. Su alcance revolucionario, hasta la actualidad, representa un hito histórico.

Eso es lo que la historiografía dominante, carrancista y estadounidense, se ha empeñado en negar. Pero, no es casual que los opresores del pueblo mexicano asuman ese propósito, porque el despojo de la experiencia histórica de un pueblo, si es efectivo, disminuye la capacidad reflexiva, necesaria para resolver los difíciles problemas que se presentan en la lucha contra la injusticia.

Al respecto, es preciso considerar seriamente lo que escribió un agente de la CIA reciclado como profesor de historia. El engaño, dice, puede ser efectivo y duradero:

— Si se logra que la información crucial permanezca desconocida.— En caso contrario, si se consigue que la información crucial no se tome en cuenta.— O bien, hacer que la información crucial sea asumida bajo supuestos erróneos.

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El 24 de noviembre de 1914 —es decir, a sólo tres años de haberpromulgado el Plan de Ayala— el Ejército Libertador tomó la capital de larepública, sin apoyo alguno de los villistas. Pocos días después, amediados de diciembre de ese año, el Ejército Libertador tomó lasegunda ciudad más importante del país, Puebla. Los dosacontecimientos estuvieron en las primeras planas de los diarios; sinembargo, para la historiografía dominante es como si no hubiera pasadonada, o bien, que simplemente “Villa y Zapata entraron a la ciudad deMéxico”. Información crucial acerca de la revolución del sur —como latoma de México y Puebla— se ha ocultado, no se toma en cuenta o seasume bajo supuestos falsos: que los zapatistas no querían cambiar, quesólo eran aldeanos y que Zapata se retiró inmediatamente de la ciudadde México porque no le gustaban las banquetas, tal cual. Bajo esossupuestos, verdaderamente ridículos, se ha ocultado la informacióncrucial: que el general en jefe del Ejército Libertador, en realidad, marchóde la ciudad de México para arrebatar la ciudad de Puebla a loscarrancistas.

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Parte de guerra de Emiliano Zapata, sobre la toma de Puebla:

Hoy al amanecer fue ocupada por las fuerzas de mi mando esta plaza. La toma de esta ciudad se llevó a cabo después de cuatro días de constante lucha...

Se hicieron al enemigo más de dos mil prisioneros, los que al ser desarmados fueron puestos en libertad, por haber manifestado haber sido engañados por Carranza...

Además se capturaron al enemigo muchas armas, tres carros de parque en conjunto; aparte del que recogieron los soldados y también varios jefes; más veinte ametralladoras y algunos otros pertrechos.

Acudieron al ataque y toma de Puebla más de 20 mil hombres de las fuerzas de mi mando, habiendo combatido con mayor número de carrancistas. El resto de las fuerzas enemigas, aprovechando la obscuridad de la noche de ayer y el cansancio de nuestras tropas, en diversas partidas abandonaron la plaza, tomando el rumbo de Orizaba. Desde luego, ordené que una columna de 10 mil hombres saliera en su persecución...

Ya me ocupo de organizar el gobierno provisional del Estado, conforme al artículo 13 del Plan de Ayala...

Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Cuartel General en Puebla de Zaragoza, 16 de diciembre de 1914.

El general en jefe del Ejército Libertador, Emiliano Zapata.

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¿Qué despliegue de fuerza popular fue necesario para que los zapatistas alcanzaran esos dos objetivos, México y Puebla? ¿Cómo fue posible que la revolución del sur alcanzara esa cima, en sólo tres años? ¿Y, con estas victorias, qué posibilidades se abrieron para conquistar la justicia, por la que tanta gente luchó en aquella gesta histórica?

En mi opinión, esas son algunas de las cuestiones cruciales para la historiografía independiente y crítica. Sólo que, para afrontarlas, es preciso confrontar el engaño de la historiografía dominante; es decir, es necesario asumir plenamente el hecho de que la revolución del sur, jefaturada por Emiliano Zapata, fue un enorme proceso insurreccional del pueblo.

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En esta ocasión, examinaré los primeros meses de la revolución del sur, porque desde el inicio se manifestó la enorme fuerza popular del zapatismo. La cuestión que me propongo abordar es tratar de comprender cuáles fueron las condiciones que hicieron posible la irrupción de esa fuerza; en especial, qué datos pudieran ayudarnos para entender cómo fue posible que los levantamientos locales multitudinarios se unificaran.

La unidad de las luchas ha sido una necesidad imperiosa del pueblo, en todo tiempo. 

Considero, pues, que la tarea de recuperar la experiencia histórica de la revolución del sur, si es efectiva, pudiera contribuir a incrementar la capacidad reflexiva, necesaria para resolver los difíciles problemas de la lucha actual, en contra de las descarnadas injusticias que padecemos.

Al final de esta exposición, también intentaré mostrar el efecto expansivo de la fuerza revolucionaria, a raíz de la proclama del Plan de Ayala.

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II. 1911. La rebelión de los pueblos y la unidadEn Milpa Alta, Distrito Federal, igual que en Tlaquiltenango, Morelos, y en la mixteca de Oaxaca y Guerrero, el movimiento revolucionario comenzó temprano. Desde los primeros días del mes de febrero de 1911, los pueblos de la zona se levantaron, en protesta contra los impuestos arbitrarios que implantó el gobierno. Hubo enfrentamientos violentos con las fuerzas del gobierno y —según se dijo— hubo cierta convergencia con los obreros de la fábrica de Miraflores que estaban en huelga. Los obreros textiles de Chalco, en efecto, tenían una experiencia de más de diez años de organización y de lucha. Así que los habitantes de distintos pueblos de la zona, indignados, manifestaron que los huelguistas se habían armado y habían anunciado que marcharían hacia Milpa Alta y Xochimilco. 

La posibilidad de esa presencia obrera levantó los ánimos durante una asamblea, celebrada en la plaza de Milpa Alta. Ahí, la población expresó abiertamente sus sentimientos contra el gobierno porfirista y, en seguida, intervino la policía para dispersar a la multitud.  Se produjeron enfrentamientos durante días y, poco después, apareció un grupo insurgente armado en la región. Simultáneamente, otros contingentes rebeldes fueron reportados en Tizapán y Contreras, al sur de la capital de la república. En la ciudad, también se supo que los rebeldes habían tomado Oztotepec, la noche del 20 de febrero.

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Ricardo Flores Magón, agudo observador de la situación política,escribió inmediatamente dos artículos para destacar la importancia delos levantamientos populares en el sur del Distrito Federal.

Al hacer el recuento de los acontecimientos nacionales, en una notade plana completa, señaló que el fuego insurreccional se propagaba enlas goteras de la ciudad de México. “En las meras narices de Porfirio Díazestalla la revolución”, tituló a ocho columnas el periódico Regeneración.“La revolución ha tomado tal incremento que las columnasrevolucionarias operan sin ser molestadas en las orillas de la ciudad deMéxico, en el Distrito Federal, donde tiene su asiento el trono caducoque está para caer. En Milpa Alta, Contreras y Tizapán, las fuerzasinsurgentes traen desveladas y azoradas a las pusilánimes autoridadesque ven acercarse el fin de su funesto dominio”, escribió Ricardo FloresMagón, el 4 de marzo de ese año. A la semana siguiente, el sábado 11 demarzo, insistió sobre el tema y difundió la noticia de la ocupaciónrebelde de Oztotepec: “Porfirio Díaz llora lágrimas de sangre convencidode su impotencia para dominar la rebelión”.

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Ese sábado 11 de marzo de 1911, también estallaba la rebelión en la plaza de Villa de Ayala, Morelos. Los insurgentes encabezados por Emiliano Zapata, Rafael Merino y Próculo Capistrán desarmaron a las fuerzas del gobierno y cortaron los hilos telefónicos y telegráficos. Según el periódico Tiempo de México, Zapata exhortó al pueblo y sintetizó los propósitos de la lucha con las palabras “Tierra y Libertad”. Otilio Montaño, por su parte, gritó la consigna de la otra revolución que recién comenzaba: ¡Abajo haciendas! ¡Viva pueblos! Con esto, se manifestó el antagonismo en que se inscribía la revolución del sur, un conflicto duradero desde el inicio de la era colonial.

El Grito de Ayala y de tantos otros pueblos de la república condensaba la memoria histórica de cuatro siglos, proclamaba con firmeza la determinación de echar abajo el régimen agrario colonial de las haciendas. No fue una queja ni una petición, fue la proclama de guerra del sur: ¡Abajo haciendas! ¡Viva pueblos! Los campesinos tomaron las armas para desafiar una larga historia de humillación, despojo y explotación. En una sola acción, su voz y su mano empuñada retaron también a la dictadura porfirista.

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En 1911, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, protagonizaronlevantamientos multitudinarios locales en gran parte del sur y el centrode México. Las acciones directas eran frecuentes por todos los rumbos,en especial, contra las haciendas azucareras, fábricas textiles y grandescomercios de la zona; los archivos municipales se incendiaban, lascárceles eran abiertas, los trabajadores presos fueron liberados;capataces y caciques, azotados. La gente gritaba embravecida: ¡Muera elSupremo Gobierno!

En este mapa se puede apreciar la amplitud de la rebelión de lospueblos. La información fue tomada de los telegramas de Porfirio Díaz ydel Archivo Histórico de la Defensa. Sólo en el caso del Distrito Federal,donde estas fuentes documentales no proporcionan información, seemplearon fuentes hemerográficas.

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La bola zapatista tuvo un rasgo que será de gran importancia para alcanzar la unidad. No fueron sublevaciones locales fijas, es decir, levantamientos que permanecieran en su propio lugar de origen, a la defensiva y relativamente aislados. Los desplazamientos rebeldes de pueblo en pueblo rompieron las barreras de la división administrativa y ligaron, en la práctica, los anhelos de justicia; al mismo tiempo, esos desplazamientos potenciaron la fuerza de cada sublevación local y, además, las columnas insurrectas se fortalecieron.

La bola en movimiento; para observarla, por ejemplo, podemos seguir el itinerario de Emiliano Zapata, en las primeras dos semanas: Villa de Ayala, Huautla, Huachinantla, Axochiapan, Villa de Ayala, Tlaquiltenango, Jojutla y Jolalpan. Igual, podríamos apreciar ese rasgo en el caso de Gabriel Tepepa o de otras columnas. Si la toma de la ciudad de Jojutla sólo fue posible por el crecimiento 

de la fuerza rebelde, habría que tener en cuenta, también, que el propio incremento de los contingentes populares impuso la necesidad de alcanzar objetivos logísticos de mayor envergadura. En la medida en que aumentaba la tropa revolucionaria, también crecía la necesidad de víveres, armamento, municiones y caballada. A las dos semanas del levantamiento de Villa de Ayala, se volvió necesario y, también, posiblealcanzar objetivos mayores para abastecerse.Así pues, podemos considerar que la bola en movimiento, la multitud 

insurrecta de pueblo en pueblo, fue la primera instancia de unidad en la revolución del sur. Éste fue un rasgo fundamental del zapatismo, pues representa la unidad en la lucha misma, en la práctica insurgente y en el seno del pueblo; no la unidad de cúpulas sentadas alrededor de una mesa, cómodamente, y calculando las conveniencias.

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Pero existe otro rasgo notable en aquella unidad en el seno de la multitud sublevada, fue una unidad de corazón. El reto al poder, pueblo por pueblo, respaldado por la presencia de campesinos armados y decididos a vencer o morir, tuvo un efecto electrizante. “¡Abajo haciendas! ¡Muera el supremo gobierno!” La bola generó una experiencia popular inédita. Al resarcir las humillaciones sufridas por tanto tiempo, al liberar la rabia contenida, la acción y la palabra insurrecta provocaron la sensación de orgullo y exaltación.

Por fin, se había dicho la verdad. Recordó, en Zacatepec, José Alarcón Casales, capitán 1° del Ejército Libertador: “Por eso, todos íbamos gustosos al combate: vamos a acabar con esos desgraciados”. Para muchos, como Emiliano Zapata, esa experiencia representó un paso irreversible, que generó de corazón un violento rechazo a las traiciones y a las componendas.

Inmediatamente después de la toma de Jojutla, se produjo el siguiente paso de la unidad en la revolución del sur. Los principales jefes de diferentes regiones se reunieron en Jolalpan, Puebla, y fundaron el Ejército Libertador. Por unanimidad eligieron a Emiliano Zapata como jefe supremo. En esta reunión, se otorgó el grado de coronel a 14 jefes de grupo. El lugar de origen de estos combatientes, a su vez, representa un indicio para observar, desde el cuadro de mando, la unificación de los levantamientos locales: Anenecuilco, Cuautlixco, San Pablo Hidalgo, Santa Rosa Treinta, Tlaltizapán y Tlaquiltenango, por el Estado de Morelos. Huachinantla, El Organal y Petlalcingo, por el Estado de Puebla; así como Huitzuco, Margarito Martínez (a) La Becerra, por el Estado de Guerrero.

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Pueblos y Ejército Libertador: por la tierra, los pueblos contra las haciendas, y por la libertad, los insurgentes contra la dictadura. ¡Abajo haciendas! ¡Muera el supremo gobierno! Era una sola lucha y no hay secreto en eso, pero fue algo excepcional. Aquellos levantamientos multitudinarios dieron inicio a la revolución del sur y, en Jolalpan, el proceso de unidad dio un salto cualitativo: la conformación del Ejército Libertador. Este acontecimiento y la acertada elección de la jefatura refrendaron el carácter irreversible de la decisión que se había manifestado en los levantamientos multitudinarios.

El proceso insurgente no sólo fracturó el marco de sublevaciones locales fijas, a la defensiva y relativamente aisladas; la bola en movimiento se constituyó, por sí misma, en Ejército Libertador. Este paso al frente potenciará, aún más, el carácter ofensivo de la lucha emprendida. 

Emiliano Zapata expresará con claridad el carácter ofensivo de la rebelión de los pueblos; señaló en una carta: “tengo en mi poder las proposiciones que se me hicieron para que yo defeccionara de la revolución y me uniese al gobierno, y que, me aseguraron, son iguales a las que hicieron a [Ambrosio] Figueroa; sólo que mi contestación fue tomar Cuautla”.

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Emiliano Zapata estaba furioso por los intentos de componenda que orquestó Porfirio Díaz, a través de Figueroa. El coraje es otro indicador de la voluntad de lucha y de victoria que se gestó desde el inicio, en la revolución del sur. Dice Zapata: “es necesario que desechen esa farsa ridícula, que los hace tan indignos y tan despreciables y que tuvieran más tacto para tratar con gente honrada… Yo me he levantado, no por enriquecerme, sino para defender y cumplir ese sacrosanto deber que tiene el pueblo mexicano honrado y estoy dispuesto a morir a la hora que sea”. Zapata enfatizó, así, uno de los campos del enfrentamiento social: por un lado, el pueblo mexicano honrado, la decisión de alcanzar la causa justa en que se empeñó la vida; por otro, el enriquecimiento y la farsa ridícula de los indignos y despreciables.

Como sabemos, las luchas populares se topan con incontables maniobras del poder; entre ellas, la cooptación de los dirigentes a fin de volver a encarrilar las luchas dentro de los márgenes del sistema de dominación; es decir, reparar las rupturas que se han producido con la sublevación. Por eso, la acertada elección de Emiliano Zapata para encabezar al Ejército Libertador también fue un acontecimiento decisivo en el proceso que dio origen a la revolución del sur. Aquella unidad en el seno de la multitud sublevada, unidad de corazón y de razón, dejó su marca imborrable en la memoria que guardamos de Emiliano Zapata, como símbolo de la dignidad y la honradez, en las luchas del pueblo trabajador mexicano. 

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Tomar Cuautla. La realización de este propósito, asimismo, sólo fue posible debido al incremento de la fuerza rebelde. Por lo mismo, ahí podemos encontrar nuevos datos acerca del proceso de unificación en la lucha. Si observamos las fuerzas zapatistas que participaron en el sitio y la toma de Cuautla, podremos detectar el origen diverso de los contingentes. Es decir, en la batalla por Cuautla participaron fuerzas zapatistas de Morelos, Guerrero, Puebla y el Distrito Federal.

La mañana del 20 de mayo, después de una semana de difícil combate, tomaron Cuautla; establecieron nuevas autoridades y empezaron a organizar a los campesinos para recuperar sus tierras de manos de las haciendas. Esta fue la consecuencia más inmediata de los levantamientos masivos, la unidad y la victoria.

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Este acercamiento de los levantamientos, destaca la fundación delEjército Libertador y la toma de Cuautla.

Sólo habían transcurrido diez semanas, desde El Grito de Ayala; o bien,14 semanas desde que comenzaron las sublevaciones multitudinarias defebrero. En este breve lapso, insisto, la multitud insurrecta y triunfantepercibió, por experiencia directa, que los humildes en realidad sonfuertes y los poderosos, débiles.

Emiliano Zapata expresará esta enseñanza de la lucha, en unmanifiesto posterior: “En esta gran pugna de los muchos contra lospocos, de los hombres trabajadores contra los amos holgazanes… esformidable el empuje de los oprimidos cuando se deciden a hacersejusticia, con las armas en la mano”.

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Esa fue una de las principales lecciones de la lucha revolucionaria. En este sentido, la toma de Cuautla tuvo una significación especial, porque el pueblo levantado, unido y organizado derrotó, en difícil combate, a uno de los regimientos más afamados de la dictadura porfirista, el “Quinto de Oro”, a Cuerpos Rurales, a un contingente del “Batallón de la Muerte” del ejército y a la policía.

La victoria popular de Cuautla y la inmediata renuncia de Porfirio Díaz reafirmaron la percepción de la fuerza insurgente. Así lo expresó un zapatista:

Porfirio Díaz nos mandó un gobierno muy valiente [ejército] y lo derrotamos. Y, precisamente, Madero decía que había triunfado [él].

No. ¡Triunfamos nosotros! Porque matamos a ese gobierno valiente [en Cuautla].

Capitán 2º de Caballería Serafín Plasencia, Ejército Libertador.

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La victoria del pueblo multiplicó la firmeza del pueblo. En mi opinión, la batalla de Cuautla tuvo un efecto decisivo. Ese triunfo hizo ver que los despojados, efectivamente, podían tomar posesión de sus bienes y defenderlos con las armas en la mano, y que no había necesidad alguna de entrar en transacciones ni componendas, tal como lo proclamará el Plan de Ayala. En este sentido, es posible considerar que la victoria del pueblo sobre las fuerzas armadas de la dictadura generó las condiciones de posibilidad para la emergencia del Plan de Ayala.

Pero, la élite de las clases dominantes también percibió el cambio que se había producido. Y éste será uno de los elementos que condujeron a la firma de los Tratados de Ciudad Juárez; una transacción entre el porfirismo y el maderismo, para recomponer el orden de la dominación. 

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Acuerdo único: desarme de las tropas insurrectas, para restablecer y garantizar el orden. Transitorio: restablecer la comunicación telegráfica y ferrocarrilera. 

Sólo en los considerandos del convenio se habló de la renuncia de Porfirio Díaz, pues ésta ya era la condición indispensable para restablecer el sistema de dominación y desarmar a los rebeldes. Tal componenda, además, fue una traición a los campesinos pues hizo a un lado las demandas agrarias que había considerado el propio Plan de San Luis, enarbolado por Francisco Madero en 1910. 

La idea maderista de que los tribunales habrían de revisar el despojo de tierras que sufrieron los campesinos, fue remplazada en forma cínica y vaga por un “estudio de opinión”. En cambio, la transacción de Ciudad Juárez estableció con precisión indemnizar a los propietarios por las acciones revolucionarias. Dice así: “El nuevo gobierno de la República estudiará las condiciones de la opinión pública en la actualidad para satisfacerlas en cada Estado dentro del orden constitucional y acordará lo conducente a las indemnizaciones de los perjuicios causados directamente por la Revolución”.

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La revolución social, sin embargo, estaba en marcha y la traición de Madero no podrá detenerla; ni siquiera con el empleo de la fuerza brutal, que decretó al llegar a la presidencia y establecer la Suspensión de Garantías Constitucionales en el territorio zapatista: fusilamientos, secuestros e incendio de poblados, en contra la población civil, mayoritariamente indígena.

Después del triunfo de Cuautla y la traición de Ciudad Juárez, dio inicio la ruptura entre el zapatismo y el maderismo.

Otro testimonio oral zapatista:

Entonces sí, se subió [Madero] arriba de un carro del tren y empezó a arengar ahí, empezó a decir: “compañeros del Estado de Morelos, estoy agradecido que me haigan ayudado a derrocar al gobierno de don Porfirio Díaz, pero sí, al mismo tiempo sé decirles que las tierras son de los hacendados y el que quiera tierra que trabaje”.— ¿Eso les dijo Madero?— Sí.— ¿Usted lo oyó?— Sí, yo lo oyí de aquí a donde está la señorita, eso fue lo que dijo Madero. Entonces había fuerzas allí, soldados de nosotros ¿verdad? Y, luego, empezaron a gritar que muera Madero. Ya las tropas, ya, ¡Muera Madero!, porque dijo que las tierras eran de los hacendados...

Félix Vázquez Jiménez, mayor de caballería del Ejército Libertador.

Entrevista realizada por Laura Espejel en San Juan Iztayopan, Tláhuac, Distrito Federal.

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En suma, en el año de ruptura de 1911, sucedió lo extraordinario: las luchas locales se unificaron y surgió el Ejército Libertador de la revolución campesina. La revolución social logró desplegar una campaña militar victoriosa, hasta que se alcanzó el propósito del derrocamiento de la dictadura porfirista. En este proceso, la unidad en la lucha se manifestó bajo dos formas.

En un inicio (febrero‐marzo), fue la bola en movimiento; levantamientos multitudinarios de pueblo en pueblo, despliegue ofensivo con incremento continuo de la fuerza insurrecta. La energía de cada estallido local no permaneció en su punto de origen, como si fuera energía estática, sino que se trasladó hacia el siguiente estallido donde, a la vez que favorecía al nuevo levantamiento, aumentaba la potencia de la propagación y, en seguida, avanzaba sobre un nuevo objetivo. Así, sucesivamente, hasta llegar al punto culminante de la toma de Cuautla. 

Dado que este proceso ocurrió por diferentes rumbos de un amplio territorio, es posible considerar que la propagación de la energía insurgente fue en paralelo, no en serie. En caso contrario, el de la corriente en serie, habría bastado el aplastamiento de un foco rebelde para interrumpir todo el proceso; tal como ocurre, por ejemplo, cuando se funde un solo foquito de la serie navideña: falla todo el sistema. La propagación revolucionaria en paralelo —o si ustedes prefieren, la propagación en red— brindaba posibilidades mayores. Pero es necesario tener presente que, para que esto suceda, se requieren por lo menos dos condiciones: que existan multiplicidad de rutas y una considerable potencia de la energía rebelde, en el seno del pueblo.

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Durante la siguiente fase (abril‐mayo), la unidad se manifestó además bajo la forma orgánica del Ejército Libertador, jefaturado por Emiliano Zapata. Pero, este salto cualitativo no remplazó a la bola en movimiento, sino que la potenció aún más. Debido a ello, las victorias insurgentes fueron mayores (Axochiapan, Chiautla, Chietla, Izúcar de Matamoros, Jonacatepec, la fábrica de Metepec, en Atlixco, Cuautla, Yautepec y Cuernavaca).

En conjunto, la unificación de fuerzas generó un gran movimiento popular insurgente, la revolución del sur. En los campos de batalla, los campesinos revolucionarios incrementaron sus saberes. Observaron, por experiencia propia y directa que —a pesar de grandes dificultades— los humildes se hicieron fuertes y los poderosos débiles. Vieron cómo los fastuosos hacendados huyeron, igual que las tropas “invencibles” de la dictadura; cómo los administradores, capataces, jefes políticos y caciques, otrora déspotas, frente al levantamiento popular se mostraban implorantes. Nadie convenció de eso a los zapatistas, ellos mismos lo habían logrado. “¡Triunfamos nosotros! No Madero”. Esta experiencia práctica y esta convicción insurgente forjaron las condiciones de posibilidad para que, en noviembre, el Ejército Libertador promulgara no una utopía sino el Plan de Ayala, programa del ejército insurgente para “acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la Patria de las dictaduras que nos imponen”.

Queda por ver cuáles fueron las condiciones que hicieron posible este proceso extraordinario: la unidad de las luchas locales y la emergencia de la revolución social.

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III. Condiciones de posibilidad

1. MovilidadLa revolución del sur, desde el inicio, se desplegó en un territorio densamente poblado, uno de los mejor comunicados y a un paso de la capital de la República. En ese terreno las cortas distancias facilitaban la movilidad, la rapidez y los golpes sucesivos.

Por contraste, en el norte del país existía una densidad poblacional muy baja. El Estado de Puebla, por ejemplo, sobrepasaba el millón de habitantes, lo que significa que tenía una población mayor que los estados de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, juntos.

Asimismo, estas condiciones del territorio zapatista representaban ciertas desventajas para la insurgencia popular. Las fuerzas armadas del gobierno y de los hacendados estaban diseminadas en pequeñas guarniciones. Por ello, cada victoria local de la rebelión sólo conseguía obtener armas y pertrechos en baja escala, mientras que cada día aumentaban las necesidades de esos elementos. Esta contradicción, sin embargo, podría ayudar a comprender los rasgos principales del accionar insurgente: era indispensable que los levantamientos locales se sucedieran con rapidez y que fueran apoyados por las columnas móviles, como las que encabezaron Gabriel Tepepa y Emiliano Zapata. Igualmente, era necesario alcanzar objetivos de mayor envergadura como Jojutla, Axochiapan, Jonacatepec, Izúcar de Matamoros, Metepec y Cuautla.

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El mayor problema militar de los zapatistas fue neutralizar los refuerzos,el armamento y la eficacia de las tropas federales. Los rebeldes loconsiguieron, en especial, por medio del sabotaje a las vías de ferrocarrily a las líneas de telégrafos y teléfonos, que dificultaron los movimientosy la coordinación del ejército federal.

En el territorio zapatista, las redes culturales preexistentes fueron,también, un conjunto de condiciones favorables a la propagación delmovimiento. Los estudios realizados por Jesús Sotelo Inclán, GuillermoBonfil Batalla y, más recientemente, por Víctor Hugo Sánchez Reséndiz,Baruc Martínez, Moroni Spencer Hernández, Mario Martínez y el propioorganizador de este encuentro, Carlos Barreto Zamudio, entre otroscolegas, han aportado considerables datos, acerca de estos vínculosduraderos. Esta red contiene nodos fundamentales que durante muchotiempo han articulado las relaciones simbólicas y materiales de unamplio territorio: el Tepeyac y Chalma, por ejemplo, así comoAmecameca, Ozumba y Tepalcingo. Además, en ese plano, existen otrosnodos de menor notoriedad, pero que vinculan a poblaciones de unterritorio extenso; por ejemplo, Xalitla‐Taxco‐San Pablo Oztotepec, desdeel río Balsas hasta Milpa Alta, Distrito Federal. Recordemos, al respecto,la importancia de la feria de Cuautla, para organizar el levantamiento deVilla de Ayala, y el hecho de que Emiliano Zapata, desde antes de quefuera designado como jefe del Ejército Libertador, ya era muy apreciadopor su habilidad y valor en los toros de la región, así como por su firmezaen la lucha por la tierra.

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Este pueblo y territorio, con sus lazos simbólicos y materiales, puede ser considerado como el sustrato de la revolución del sur.

La memoria de los pueblos fue activada y potenciada por la insurrección. Emiliano Zapata lo expresó así, con su buena manera de jefe revolucionario:

¿Cómo se hizo la conquista de México? Por medio de las armas.

¿Cómo se apoderaron de las grandes posesiones de tierras los conquistadores, que es la inmensa propiedad agraria que por más de cuatro siglos se ha transmitido a diversas propiedades? Por medio de las armas.

Pues, por medio de las armas debemos hacer porque vuelvan a sus legítimos dueños, víctimas de la usurpación.

El general en jefe Emiliano Zapata.

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En el territorio zapatista, además, en 1910 predominaba la población indígena, 50 a 75 por ciento de la población total. En la historia de larga duración, el cultivo del maíz operó como eje de la autoorganización en la comunidad campesina de México y, desde una perspectiva mayor, fue soporte de uno de los procesos civilizatorios de la humanidad.

Desde ese punto de vista, es posible considerar que la diversidad, tanto en la producción como en el aprovechamiento del maíz, y la autoorganización constituyen el sustento material y organizativo de la autodeterminación de la comunidad campesina, en la práctica cotidiana. 

Para los zapatistas, la tierra del maíz (la milpa) era el sustento de la vida y, a la vez, la base material de su vocación de libertad. “Es lo que peleábamos nosotros: tierra y libertad. Libres, sin capataces, sin amo. ¡Para todos!”, expresó con firmeza don Macedonio García Ocampo, teniente de caballería del Ejército Libertador.

El conflicto nuclear de la revolución del sur, entre las haciendas y los pueblos, puede considerarse, también, como la confrontación violenta entre la economía capitalista del azúcar, con sus formas de opresión colonial, y la economía mesoamericana del maíz, con sus formas de autoorganización y vocación de libertad. 

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2. Potencialidad revolucionariaLa usurpación primordial de las tierras y la configuración del poder se hizo, en México, por medio de la guerra colonial. El propio jefe del ejército invasor, en el siglo XVI, recibió de la monarquía española el Marquesado del Valle, un título de despojo y sujeción que comprendía tierras, montes, aguas y decenas de miles de vasallos en zonas de los actuales estados de México, Veracruz, Michoacán, Oaxaca, Morelos y el Distrito Federal. Al mismo tiempo que la usurpación y el vasallaje, Hernán Cortés implantó el cultivo de la caña de azúcar en las mejores tierras. Con ello, dio inicio el conflicto entre las haciendas cañeras y los pueblos del maíz.

A principios del siglo XX, el régimen de propiedad agraria colonial no había desaparecido. Por el contrario, con el ferrocarril, con la introducción de maquinaria industrial pesada en los ingenios y con la dictadura militar de Porfirio Díaz, se potenciaron sus efectos destructores.

En primer término, a diferencia de lo que sucedió en otras regiones azucareras del mundo, en Morelos, la instalación de tecnología moderna no produjo un dispositivo dominante con dos clases, el terrateniente y el industrial; así lo ha señalado con agudeza Horacio Crespo, en sus estudios detallados acerca de la industria azucarera. 

Aquí, se aplicó la maquinaria moderna al régimen agrario colonial. Esto engendró una clase dominante combinada —terrateniente y capitalista industrial a la vez— con métodos exacerbados de superexplotación del trabajo, racismo, despojo y violencia. 

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En segundo lugar, la nueva capacidad productiva instalada en los ingenios azucareros demandaba incrementar considerablemente el volumen de la materia prima y la fuerza motriz. En consecuencia, la siembra de maíz fue atacada violentamente para establecer nuevas plantaciones de caña. Asimismo, los campesinos fueron despojados del agua con el propósito de abastecer las nuevas obras de riego en los cañaverales y también se inició el despojo de los bosques, a fin de proporcionar carbón y leña a las haciendas. En la molienda, sin embargo, los hacendados no realizaron mayores cambios tecnológicos y descargaron el peso del esfuerzo mayor sobre los trabajadores, intensificándose el grado de superexplotación.

Pero el dilema moderno estaba bien claro: el sometimiento brutal o la muerte. Las masacres de obreros en Cananea y Río Blanco, en este sentido, fueron emblemáticas de aquello que ocurría por todos lados. En esas condiciones, la gente humilde abrió un boquete a ese callejón sin salida y emprendió una gran revolución.

Las infamias contra las mujeres, los trabajadores y sus familias, para someterlos al orden industrial‐terrateniente, produjeron una inmensa destrucción de la vida comunitaria. Pero el régimen de humillaciones que impuso el capitalismo industrial también fue uno de los factores que potenciaron la gran rebelión de los oprimidos.

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Testimonio:

Tenían su costumbre de que ahí [en la hacienda] entraban todas las muchachas, ¿verdad?, y la que le gustaba al administrador la pedía y se la habían de dar, pero no para siempre, nomás para una noche.

Y cuando se casaba un operario, un trabajador, tenía que depositar a la muchacha allá en el curato, para que el cura, el administrador o el hacendado le “enseñaran sus obligaciones” primero. Así se acostumbraba en aquel tiempo, [así] nos platicaban los mismos viejos de aquella época. [El cura], ése vivía en México, nomás venía a visitar. Ahí el administrador era el de todo. Sí, pero era español; no era indio, eh. Por eso, cuando la revolución, los trabajadores de la hacienda fueron los que más se sublevaron, de allí salieron coroneles, generales, capitanes...

General Próspero García Aguirre, Ejército Libertador.

Bajo esta situación, el conflicto de cuatro siglos explotó, en la era industrial, y se produjo una enorme revolución social. El sistema de dominación, sustentado en el mando único del hacendado —al mismo tiempo, terrateniente y burgués industrial—; ese sistema de dominación racista y machista, usurpador y explotador, también forma parte de las condiciones que hicieron posible la unidad de los levantamientos locales multitudinarios porque todos tenían un enemigo común. Así se manifestaba la polaridad social del conflicto, el sustrato capitalista de la sublevación del pueblo. La unidad de los insurrectos no fue artificial. 

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Las mujeres y los hombres, campesinos de la milpa y jornaleros delcañaveral, obreros del ingenio azucarero, carboneros del monte ypueblos despojados del agua, tenían un enemigo común que vencer, elhacendado y su aparato: administradores, capataces y bandasparamilitares, respaldados por jefes políticos, caciques, curas, ejércitofederal, cuerpos rurales y el propio dictador, Porfirio Díaz, suegro de JoséIgnacio Mariano Santiago Joaquín Francisco de la Torre y Mier, el dueñode la hacienda de Tenextepango.

Pueblo y Ejército Libertador: ¡Abajo haciendas! ¡Muera el supremo gobierno! Fue una sola lucha, no hay secreto en eso. Pero la unidad revolucionaria fue algo extraordinario.

Así, con el doble movimiento de la mirada —sobre el contexto específico del capitalismo industrial y sobre la historia larga de la colonialidad del poder— es posible apreciar la articulación de las luchas del campo y la fábrica, la convergencia de mujeres y hombres, en contra de aquel régimen de explotación, humillaciones y despojo.

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Ahí, en la multiplicidad de articulaciones, radica la potencia de impacto de aquella experiencia revolucionaria y sus enseñanzas. Si la dominación capitalista impone múltiples rupturas a la vida en común; entonces, la posibilidad de comprender aquella gran gesta popular radica en redescubrir las articulaciones dentro de la diversidad territorial y de género, en el campo y en la fábrica, así como a través de las duraciones distintas de los procesos históricos de poder y resistencia.

En el pueblo de San Pablo Atlazalpan, reunidos a petición de la señorita presidenta Adelaida del Castillo, los señores jueces y todo el pueblo que voluntariamente con ella están dispuestos a sacrificarse, dan un paso al frente para defender los derechos de nuestra patria, en unión de nuestro jefe supremo de la revolución del sur y centro, el ciudadano general Emiliano Zapata.

Que en esta lucha hubo grandes obstáculos, es cierto. Pero también es cierto que hay que descubrir cómo los revolucionarios trataron de enfrentar las dificultades y cómo, en común, construyeron un horizonte de liberación social y liberación nacional. 

Hubo experiencias, en muchos estados de la república, en que las mujeres tuvieron mando revolucionario; los hombres, por su lado, no sólo lo aceptaron sino que lo respetaron y expresaron orgullo por el mando de una mujer. Con esto también se manifestaba el curso ascendente de la revolución social. La subversión de los artificios que produjeron jerarquías milenarias estaba en marcha.

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Por lo mismo, la contrarrevolución se empeñó con saña en combatir alas mujeres, a las familias y a las poblaciones del territorio zapatista. Lasuegra de Emiliano Zapata, doña Guadalupe viuda de Espejo y tres de sushijas fueron secuestradas por el gobierno del usurpador VictorianoHuerta. En aquella ocasión, la secretaría de Guerra dijo que, desde hacíatiempo, tenía aviso de la existencia de una red de mujeres que, con elpretexto de vender comida o fruta en las estaciones del ferrocarril, eranhábiles informantes de los zapatistas, a los que ponían al corriente de lasfuerzas militares que llegaban, así como de sus movimientos. Pero ése noera el caso de la familia Espejo, que vivía refugiada en Yautepec. Explicóel principal diario de la ciudad de México, El Imparcial: “El objeto de ladetención de estas mujeres es el de tenerlas como rehenes”.

Las mujeres como rehenes, eso también enardeció al pueblo: “¡Vamosa acabar con esos desgraciados!”.

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IV. Efecto expansivo de la revolución del sur

1. Plan de AyalaPor último, quisiera referirme a la unidad como efecto expansivo de las revolución que se gestó en 1911.

Mexicanos: considerad que la astucia y mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa; su sistema de gobierno está aherrojando a la patria y hollando con la fuerza bruta de las bayonetas nuestras instituciones…

Pueblo mexicano, apoyad con las armas en la mano este plan y haréis la prosperidad y bienestar de la patria.

Plan de Ayala.

La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos que proclamó el Plan de Ayala manifestó su propósito: “acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la Patria de las dictaduras que nos imponen”. Llamó a todo el pueblo de México a luchar con ese fin. No convocó solamente a los campesinos ni sólo a los habitantes del sur de la república. Apeló a la conciencia de los mexicanos y, por esto, aquella voz insurrecta resuena hasta nuestros días.

Emiliano Zapata asentó con mucha claridad, en un acta de 1912: esta lucha “no es una revolución local, como lo cree el señor Madero”; la revolución sintetiza “la regeneración de un país oprimido… hace más de cuatro siglos”.

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En aquella situación revolucionaria, el Plan de Ayala operó como bandera de lucha y, también, como polo de atracción para muchos revolucionarios de la república.

El general zapatista Juan M. Banderas, por ejemplo, fue originario del pueblo de Tepuche, Sinaloa. En la época del gobierno de Francisco Madero, compartió la cárcel con otros revolucionarios como Pancho Villa, Alberto Carrera Torres, Gildardo Magaña y Luis Méndez (el fundador decisivo de la Casa del Obrero Mundial y, también, partidario del Plan de Ayala). 

Allí en la cárcel, Juan Banderas leyó el Plan de Ayala y se volvió zapatista. Desde la prisión dio instrucciones para el levantamiento de Novolato, Sinaloa, en febrero de 1912, al grito de “¡Viva Zapata!”

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2. Acta de Ratificación del Plan de AyalaEn Oztotepec, Milpa Alta, firmaron el Acta de Ratificación del Plan de Ayala: 11 generales zapatistas de Morelos, 9 de Guerrero, 4 de Puebla, 2 del Estado de México, 1 de Sinaloa y también 1 del Estado de Veracruz. Además, 7 coroneles de Morelos, el Distrito Federal, Estado de México, Hidalgo y Zacatecas. Sin anotación de grado militar firmaron 2 zapatistas de Puebla y 1 de San Luis Potosí.

Y éste es otro hecho fundamental, para la historia del zapatismo. Por ese medio, se expresó la convergencia de revolucionarios de Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Hidalgo, Veracruz, Puebla, Estado de México, Distrito Federal, Morelos y Guerrero.

También el general Benjamín Argumedo y su División se incorporaron al Ejército Libertador. Combatieron por la causa del Plan de Ayala, en 1915. Por cierto, hubo un subteniente de la División Argumedo —duranguense y zapatista— que se llamó José Revueltas. Por otro lado, el filósofo José Revueltas nació en Durango un año antes, el 20 de noviembre de 1914. Éste es un dato para indagar acerca del posible vínculo familiar entre ambas personas llamadas “José Revueltas”.

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Así, hubo muchos otros mexicanos de diferentes estados que se incorporaron al zapatismo: el general Aurelio Bonilla de Xalapa, Veracruz; el general Gildardo Magaña de Michoacán; Juana Belén Gutiérrez de Mendoza de Durango; Dolores Jiménez y Muro de San Luis Potosí, quien además organizó un Centro Feminista en la ciudad de México, cuando los zapatistas controlaban la capital de la república; Felipe Carrillo Puerto, originario de Motul, Yucatán; el general Rafael Cal y Mayor de Chiapas; el general Santiago Orozco de Zacatecas, quien fue el encargado del Cuartel General del Sur en la ciudad de México, donde fundó la Brigada Roja, en la División Zapata del Ejército Libertador. Muchos más combatientes de la república, con su historia, manifiestan que el Plan de Ayala, la revolución del sur, operó como polo de atracción y unidad revolucionaria. 

En el Ejército Libertador, incluso, hubo un general internacionalista de origen cubano: Prudencio Casals Rodríguez, quien comandó la Brigada Roja, a la muerte de Santiago Orozco.

A principios de 1915, el entonces coronel Prudencio Casals, manifestó a la Convención Revolucionaria de México:

Nací en La Habana, soy hijo de Cuba, y no tengo nacionalidad. Mi nacionalidad es la tierra y la humanidad. No vine de la Luna ni de Marte. Lucho por la libertad humana… Desde el momento en que existen las ideas socialistas, considero como Patria cualquier lugar en que pueda prestar mi ayuda a la humanidad que lucha por la causa de la libertad.

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3. Columnas expedicionariasPero, además de lo anterior, si observamos el destino de las columnas guerrilleras del Ejército Libertador que marcharon a otras tierras para propagar el Plan de Ayala, podremos apreciar que —en los hechos— la lucha zapatista tuvo un Horizonte Mesoamericano.

Salatiel Alarcón marchó a propagar la revolución social en Colima y Jalisco; Cándido Navarro en San Luis Potosí; Felipe Neri, Juan Sánchez y Fortino Ayaquica en Hidalgo; Ladislao González en Nayarit; José Flores Alatorre, Félix López y Benigno Zenteno en la zona de Córdoba, Veracruz; Aurelio Bonilla en Xalapa Veracruz; Leobardo Ritel en el Istmo de Tehuantepec; Angel Barrios en Oaxaca y Rafael Cal y Mayor en Chiapas, Tabasco y Yucatán.

Las dificultades y penalidades fueron muy graves en todos los casos. Pero en conjunto, esas expediciones guerrilleras, con el Plan de Ayala, configuran el Horizonte Mesoamericano de la gesta zapatista.

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4. Política internacionalEn la coyuntura de la Batalla de Celaya, Ignacio Eduardo Rodríguez —obrero tipógrafo, originario de la ciudad de Guanajuato— y sus compañeros de la Brigada de Prensa del Ejército Libertador pusieron en marcha un proyecto para difundir la causa revolucionaria en el campo internacional. La propuesta enviada al Cuartel General del Sur, para su aprobación, consistía en imprimir 320 mil ejemplares del Plan de Ayala: “folleto ilustrado en los idiomas alemán, francés, inglés e italiano; 80 mil folletos de cada idioma”.

Cuando publiqué mi tercer libro acerca del zapatismo, según las fuentes documentales disponibles, escribí que este proyecto de trabajo internacional no fue aprobado. Pero después, hace un año, Edgar Castro Zapata (bisnieto del general Emiliano Zapata e historiador egresado de la ENAH) encontró en Estados Unidos un ejemplar del Plan de Ayala, publicado en inglés.

La portada de este ejemplar dice en la parte superior, con letra a mano, “Ignacio Eduardo Rodríguez”. Luego: “Ejército Libertador. Brigada de la Prensa. Ediciones en español, francés, inglés, italiano y alemán. Edición en inglés. Plan of Ayala. Obsequio del periódico libertario Tierra y Justicia”.

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Pero en ese aspecto, la proyección del zapatismo en el campo internacional, debemos de tener presentes las condiciones especiales de aquella época: despliegue imperialista y ascenso de la revolución social, campesina y obrera.

Cuando las fuerzas armadas del imperalismo yanqui invadieron México, en abril de 1914, hubo diferentes manifestaciones de solidaridad con nuestro pueblo. La revista Tabaré, que se publicaba en Montevideo, Uruguay, convocó a una manifestación pública, con las siguientes palabras:

Al pueblo uruguayoTropas yanquis han invadido México, patria hermana de nuestra patria.Después de Puerto Rico, después de Cuba, después del desmembramiento de Colombia, el pueblo de Monroe… se presenta ahora como el blondo Tartufo de la política internacional.Para protestar contra ese acto de cesarismo vejatorio, invitamos a 

todo el pueblo [de Montevideo] a una manifestación, sintiéndonos solidarios por la comunidad de triunfos en lo pasado, de aspiraciones en lo presente y de victorias en lo porvenir.

¡Viva México! ¡Viva la América Latina!

La manifestación contra la invasión norteamericana tuvo lugar en el centro de Montevideo, la noche del sábado 25 de abril de 1914. “Mueran los Estados Unidos”, coreaba la multitud. La policía resultó impotente para contener la furia y el gobierno recurrió a la tropa de caballería. Con armas improvisadas, la gente repelió el ataque y se produjo una batalla campal.

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En la movilización de Montevideo, tenemos la huella de tres elementos clave del contexto internacional, en aquel tiempo:

‐ La intervención militar del imperialismo norteamericano.

‐ La irrupción de los pueblos.

‐ La formación de redes de solidaridad y comunicación, en las luchas de liberación.

Según fuentes oficiales, entre 1898 y 1920, la política de Estados Unidos significó 50 intervenciones armadas no encubiertas en todo el mundo. La mayor parte de ellas, 30, ocurrieron en América Latina; más precisamente, en México, Centroamérica y el Caribe. 

El rasgo distintivo de esas acciones fue un doble propósito: derrotar la insurgencia de los pueblos y, así, disputar a otras potencias el reparto del mundo. 

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La insurgencia de los pueblos y las clases trabajadoras fue el otro rasgo decisivo de la situación internacional, en ese periodo. Este mapa muestra los conflictos populares armados de 1898 a 1919.

Se puede apreciar que ciertas zonas del mundo son más relevantes: Asia, África, América Latina y Europa del Este.

A pesar de ciertas omisiones en la información, el mapa permite hacer visible la insurgencia de las luchas de liberación en el mundo; el contexto internacional de la revolución mexicana.

Y en el marco de esas luchas se formaron redes de comunicación y solidaridad, cuya existencia previa sirvió para la política internacional de la revolución del sur; en otras palabras, el zapatismo trabajó sobre las redes internacionales construidas por el magonismo.

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En este otro mapa se presentan ciertas relaciones internacionales a partir de dos nodos solamente: La Habana y Buenos Aires. Por ejemplo, en el primer caso, los datos se tomaron del periódico cubano ¡Tierra! y sólo se considera el vínculo que esa publicación estableció entre Regeneración y los subscriptores del periódico magonista en Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Perú, Panamá y Costa Rica. En el caso de Buenos Aires, la información fue tomada del periódico La Protesta.

Con esta muestra de datos y por contraste con el mapa anterior, es posible considerar la siguiente hipótesis:

En aquél tiempo, existieron redes de comunicación y solidaridad más o menos estables, entre los países de América Latina y con países de Europa Occidental y Estados Unidos. 

Pero no habrían existido tales relaciones, en modo significativo, con los movimientos de Asia, África y Europa del Este, zonas clave de la insurgencia mundial.

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En 1916, el general Emiliano Zapata asignó misiones internacionales a dos jóvenes del Ejército Libertador, Jenaro Amezcua y Octavio Paz (padre). A raíz de esto, el general Amezcua viajó a Cuba y allí trabajó a favor de la causa insurgente, entre 1916 y 1920. Las tareas asignadas a esta misión fueron tres: propaganda, relaciones y apertrechamiento. Colocar a un representante del Ejército Libertador en La Habana, y no en Washington, fue un rasgo notable de la política internacional zapatista. En febrero de 1918, a sólo tres meses del triunfo de la revolución bolchevique, Emiliano Zapata envió a Jenaro Amezcua una carta, que se difundió el 1º de mayo, en La Habana. Dicho documento expresa otro principio decisivo de la política internacional zapatista: el interés supremo de todos los pueblos oprimidos. Dice la carta:

Mucho ganaría la humana justicia si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta, son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos... 

[Pero] Es preciso no olvidar que… la emancipación del obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino. De no ser así, la burguesía podrá poner estas dos fuerzas la una frente a la otra… Así lo hicieron en México Francisco Madero, en un principio, y Venustiano Carranza últimamente…

El general Emiliano Zapata.

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Así, al enarbolar “el interés supremo de todos los pueblos oprimidos”, la política internacional zapatista dio dos pasos al frente. Intervino en el debate político de esa coyuntura, reconociendo y apoyando públicamente la causa justa de la revolución bolchevique. Buscó incidir en la práctica rebelde internacional, comunicando una experiencia fundamental de México: la necesaria unidad de los trabajadores del campo y la ciudad. 

Jenaro Amezcua divulgó en la prensa cubana documentos de la revolución del sur y, en 1918, hizo una recopilación para publicar en La Habana el libro zapatista México revolucionario: a los pueblos de Europa y América, 1910‐1918. 

Desde Cuba, Amezcua estableció relaciones con organizaciones de América Latina y Europa, por ejemplo, con el periódico La Batalla que dirigía María Collazo, una trabajadora uruguaya, anarquista e internacionalista. 

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La Batalla comprendió la causa justa de la revolución del sur y en sus páginas dio a conocer la lucha jefaturada por Emiliano Zapata.

Dice un artículo de este periódico:

Por notas y documentos que obran en nuestro poder, enviados desde Cuba por Jenaro Amezcua, delegado de Zapata que se encuentra en gira de propaganda, nos podemos dar cuenta de la importancia de dicha revolución.

Reciban los valientes revolucionarios mexicanos nuestra voz de aliento y estén seguros que en la forma como marchan los acontecimientos mundiales [año de 1917], pronto nos acompañaremos y nos influiremos mutuamente para que el programa de lucha sea completa y prácticamente Tierra y Libertad.

No desmayemos, Rusia nos alienta.

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Amezcua enviaba noticias internacionales a México. Soto y Gama expresó, con elocuencia, el impacto que tuvieron esas noticias en el Cuartel de Zapata, dice en una carta que le dirigió a Jenaro Amezcua:

La situación mundial excepcional, única, encantadora. Estamos de acuerdo. Nada más sugestivo y consolador que el simultáneo erguimiento del proletariado ruso, el austriaco, el alemán, el inglés... ¡qué sé yo! ¡Parece que tocan a redención, a rebeldía, a gloria! ¡Muy justa la admiración de usted para la revolución rusa! ¡Muy meritoria su labor de acercamiento con los luchadores mundiales! Es el momento crítico, la hora sagrada para producir reclamaciones, para hacer valer derechos, para imponer condiciones a los gobiernos. Nunca, hasta ahora, han tenido los proletarios mejor oportunidad. Por eso tengo fe, por eso creo en los destinos de nuestro México, en el porvenir de Nuestra América, en las sorpresas que nos prepara este gran siglo. 

En estas condiciones, el trabajo de usted y de sus dignos compañeros resulta trascendental y solemne. Y los aplaudo con todo mi corazón. Pero hay que bregar mucho, es preciso hacer un gran esfuerzo, así lo espero de la juventud de usted... Ya el general Zapata, en su carta, da a usted instrucciones sobre el asunto internacional… No deje usted de seguir enviándonos recortes de periódicos...

Las instrucciones de Zapata fueron precisas: Amezcua debía hacer ver la necesaria unidad de los trabajadores del campo y la ciudad, asunto poco atendido por los propagandistas obreros, escribió Zapata.

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Era el tiempo de las explosiones sociales en el mundo. El Ejército Libertador y el grupo de La Batalla no estaban equivocados. En seguida, en la segunda mitad de 1918, se produjo una imponente huelga general en Montevideo; la insurrección espartaquista en Alemania, la revolución soviética en Hungría, intentos revolucionarios en otros países europeos. Después, en enero de 1919, se produjo la insurrección obrera de Buenos Aires. Pero el movimiento proletario fue aplastado militarmente. En la llamada Semana Trágica de Buenos Aires, hubo más de 700 muertos y    4 000 heridos, según fuentes obreras.

Poco después, en abril de 1919, La Batalla informó acerca del “salvaje asesinato perpetrado en contra de uno de los más honrados y sinceros hombres de la revolución, Emiliano Zapata”. El periódico La Batalla fue autocrítico: “En verdad que hemos sido ingratos al no habernos ocupado tanto como merece la revolución mexicana… ¡Disculpadnos, hermanos!”

1919. Masacre en Buenos Aires, asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Emiliano Zapata. Contrarrevolución en Rusia y, al mismo tiempo, se funda el Partido Alemán de los Trabajadores que después será el Partido Nacional Socialista de Adolfo Hitler. En junio de 1919, además, Benito Mussolini proclamó el manifiesto del Santo Sepulcro y sentó las bases del fascismo.

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De un modo implacable, el año de 1919 anunció la vuelta de la marea contrarrevolucionaria.

Cito.

Y la lucha sigue: de un lado, los acaparadores de tierras, los ladrones de montes y aguas, los que todo lo monopolizan, desde el ganado hasta el petróleo. Y del otro, los campesinos despojados de sus heredades, la gran multitud de los que tienen agravios o injusticias que vengar, los que han sido robados en su jornal o en sus intereses, los que fueron arrojados de sus campos y de sus chozas por la codicia del gran señor, y que quieren recobrar lo que es suyo, tener un pedazo de tierra que les permita trabajar y vivir como hombres libres, sin capataz y sin amo, sin humillaciones y sin miserias.

Tlaltizapán, Morelos, 29 de mayo de 1916El general en jefe del Ejército Libertador

Emiliano Zapata.(Manifiesto al pueblo mexicano)

Espero que esta exposición haya sido útil para dar a conocer información histórica crucial acerca de la revolución del sur; que esta información haya sido accesible, para que se tome en cuenta y se pueda asumir bajo supuestos verdaderos. El esfuerzo de tanta gente que luchó para “acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la Patria de las dictaduras que nos imponen”, lo amerita.

Es todo, muchas gracias.

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