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    Conferencia pronunciada en el Castillo de Elmau, Baviera, en julio de 1999, con motivo del Simposio

    Internacional Jenseits des Seins / Exodus from Being / Philosophie nach Heidegger, en el

    marco de los Simposios del Castillo de Elmau sobre La filosofa en el final del siglo (Philosophie am

    Ende des Jahrhunderts), que cuentan con la colaboracin del Van Leer Institut y el Franz RosenzweigCenter de Jerusalem. El texto fue publicado en Die Zeit el 10 de septiembre de 1999. Traduccin:

    para Revista Observaciones Filosficas.

    Los libros, dijo una vez el poeta Jean Paul, son voluminosas cartas a los amigos. Conesta frase llam l por su nombre de modo refinado y elegante a lo que es la esencia yfuncin del Humanismo: una telecomunicacin fundadora de amistad por medio de la

    escritura. Lo que se llama humanitas desde los das de Cicern, pertenece en sentido tantoestricto como amplio a las consecuencias de la alfabetizacin. Desde que existe la filosofacomo gnero literario, recluta ella a sus adeptos por este medio, escribiendo de modocontagioso sobre el amor y la amistad. No se trata slo de un discurso sobre el amor a lasabidura, sino tambin de conmover a otros y moverlos a este amor. Que pueda en todocaso la filosofa escrita, tras sus comienzos hace dos mil quinientos aos, mantenerse enestado virulento todava hoy, lo debe sin duda a los resultados de su capacidad para haceramigos a travs del texto. Se sigue escribiendo como una cadena de la suerte a travs de lasgeneraciones, y quizs a despecho de todos los errores en las copias o aun, quizs, graciasincluso a tales errores arrastr a copistas e intrpretes con su encanto amigable. Laarticulacin ms importante en esta cadena epistolar fue sin duda la recepcin del envo

    griego por parte de los romanos, pues slo la apropiacin romana abri el texto griego alImperio y, tras la cada de la mitad occidental, lo hizo accesible al menos indirectamente paralas culturas europeas posteriores. Por cierto que los autores griegos se habran asombradode los amigos que un da se presentaran ante ellos a vuelta de correo, con su carta en lamano. Forma parte de las reglas de juego de la cultura letrada que el remitente no puedaprever quin ser su destinatario efectivo. Y sin embargo, no por eso se lanzan menos losautores a la aventura de poner sus cartas en camino de amigos no identificados. Sin lainscripcin de la filosofa sobre rollos escritos transportables, nunca habra podido serexpedida la correspondencia que damos en llamar tradicin; pero sin los profesores griegos,que los romanos se dieron a s mismos como asistencia para descifrar la cartas llegadas deGrecia, tampoco habran sido en modo alguno capaces esos romanos de encariarse con los

    remitentes de tales escritos. La amistad a distancia necesita de ambos, las cartas mismas, ysus carteros e intrpretes. Si, por el contrario, no hubiese tenido lugar esa disposicin de loslectores romanos a aficionarse con los envos a distancia de los griegos, habran faltadodestinatarios, y si los romanos no hubieran entrado en juego con su receptividadsobresaliente, las comunicaciones griegas no habran alcanzado nunca el espacio europeooccidental, ese espacio todava hoy habitado por los propulsores del humanismo. No existirael fenmeno Humanismo, ni una forma respetable de discursos filosficos latinos, ni mucho

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    menos las tardas culturas filosficas en idiomas nacionales. Si hoy podemos hablar aqu enidioma alemn sobre las cosas humanas, esta posibilidad es debida no en ltimo trmino aaquella disposicin de los romanos a leer los escritos de los maestros griegos como si fuerancartas dirigidas a sus amigos en Italia.

    Si se tienen en cuenta las consecuencias epocales de la correspondencia greco-romana, sevuelve evidente que se explican stas en gran medida con la escritura, envo y recepcin dematerial escrito filosfico. Claramente, el remitente de este gnero de cartas amistosas echasus escritos al mundo sin conocer a los destinatarios, o en caso de conocerlos, comprendede todos modos que el envo epistolar pasa por encima de stos y est en condiciones deprovocar una cantidad indeterminada de amistades con lectores annimos, a menudo nonacidos an. Desde un punto de vista ertolgico, la amistad hipottica de los escritoreslibrescos y epistolares con el destinatario de sus envos representa un caso de amor a ladistancia... y esto decididamente en el sentido de Nietzsche, quien saba que la escritura esel poder de transformar el amor al prjimo en vida desconocida, lejana, por venir. La escriturano slo efecta un arco telecomunicativo entre amigos probados, que para la poca del envoviven a distancia espacial el uno del otro, sino que pone en marcha una operacin hacia loimprobable, lanza una seduccin a la lejana una actio in distans, por decirlo en el idiomade la antigua magia europea, con el objetivo de comprometer como tal al amigodesconocido, y moverlo al ingreso en el crculo de amistades. El lector que se expone a lacarta voluminosa puede, efectivamente, entender al libro como una carta de invitacin, ydejndose entusiasmar por la lectura incorporarse al crculo de los interpelados para acusarall recibo de la carta.

    Se podra entonces retrotraer el fantasma comunitario que subyace a todo humanismo almodelo de una sociedad literaria, sociedad en la que los participantes descubren por mediode lecturas cannicas su comn amor hacia remitentes inspirados. En el corazn delhumanismo entendido de este modo descubrimos una fantasa de secta o club, el sueo defatal solidaridad de aquellos que han sido elegidos para poder leer. Para el viejo mundo, esdecir hasta las vsperas de los Estados nacionales modernos, la capacidad de leersignificaba de hecho algo as como la entrada en una lite rodeada de misterio... Elconocimiento de la gramtica era tenido antao en muchos lugares como cosa denigromancia: de hecho, ya en el ingls medieval la palabra grammar haba dado lugar alglamour: al que sabe leer y escribir, le resulta fcil lo imposible. Los humanizados no son porel momento ms que la secta de alfabetizados, que como muchas otras sectas dan a luz unproyecto expansionista y universalista. Donde el alfabetismo se vuelve fantstico y arrogante,all surge la mstica gramtica o literal, la Cbala, que prolifera a partir de ese momento,queriendo volver inteligible la ortografa del Autor del Mundo. All, en cambio, donde elhumanismo se vuelve pragmtico y programtico, como en las ideologas de los estudiosclsicos asociadas a los Estados nacionales en los siglos XIX y XX, el modelo de sociedadliteraria ampla su alcance, convirtindose en norma de la sociedad poltica. De ah enadelante los pueblos se organizan como ligas alfabetizadas de amistad compulsiva,conjuradas en torno a un canon de lectura asociado en cada caso con un espacio nacional.Adems de los autores pan-europeos antiguos se movilizan ahora tambin para esto clsicosmodernos y nacionales, cuyas cartas al pblico son ensalzadas y convertidas en motivos

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    eficientes de la creacin nacional por parte del mercado de libros y las casas de altosestudios. Qu son las naciones modernas sino poderosas ficciones de pblicos letrados,convertidos a partir de los mismos escritos en armnicas alianzas de amistad? La instruccinmilitar obligatoria para los varones y la lectura obligatoria de los clsicos para jvenes de

    ambos sexos caracterizan a la burguesa clsica, definen a aquella poca de humanitarismoarmado y erudito, hacia el que vuelven la mirada hoy conservadores de viejo y nuevo cuo,nostlgicos e inermes a la vez, y absolutamente incapaces de llegar a una comprensinterica del sentido de un canon de lectura... Para darse una idea clara de este fenmeno,basta con recordar el resultado lastimoso de un debate nacional llevado adelante enAlemania debate inducido sobre todo por los jvenes sobre la supuesta necesidad de unnuevo canon literario.

    Estos humanismos nacionales de lectura gozosa tuvieron verdaderamente su apogeo entre1789 y 1945; en su centro resida, consciente de su poder y autosatisfecha, la casta deantiguos y nuevos fillogos, que se saban responsables de la misin de iniciar a los recinllegados en el crculo de los destinatarios de cartas decisivas y voluminosas. El poder delmaestro en esos tiempos, y el papel clave de los fillogos, tenan ambos su base en unconocimiento privilegiado de los autores en cuestin, aquellos que pasaban por remitentesde los escritos fundadores de la comunidad. Segn ellos, en esencia, el Humanismo burgusno era otra cosa que la facultad de imponer a los jvenes la lectura de los clsicos y deestablecer la validez universal de las lecturas nacionales. De tal modo que las nacionesburguesas eran hasta cierto grado ellas mismas productos literarios y postales: ficciones deun destino de amistad con compatriotas remotos y una afinidad emptica entre lectores delos mismos inspirados autores de propiedad comn.

    Si esta poca parece hoy irremisiblemente periclitada, no es porque seres humanos de unhumor decadente no se sientan ya inclinados a seguir cumpliendo su tarea literaria nacional;la poca del Humanismo nacional-burgus lleg a su fin porque el arte de escribir cartasinspiradoras de amor a una nacin de amigos, aun cuando adquiri un carcter profesional,no fue ya suficiente para anudar un vnculo telecomunicativo entre los habitantes de lamoderna sociedad de masas. Por el establecimiento meditico de la cultura de masas en elPrimer Mundo en 1918 con la radio, y tras 1945 con la televisin, y aun ms por medio de lasrevoluciones de redes actuales, la coexistencia de las personas en las sociedades delpresente se ha vuelto a establecer sobre nuevas bases. Y no hay que hacer un gran esfuerzopara ver que estas bases son decididamente post-literarias, post-epistologrficas y,consecuentemente, post-humansticas. Si alguien considera que el sufijo post- esdemasiado dramtico, siempre podemos reemplazarlo por el adverbio marginalmente, conlo que nuestra tesis quedara formulada as: las sntesis polticas y culturales de lasmodernas sociedades de masas pueden ser producidas hoy slo marginalmente a travs demedios literarios, epistolares, humansticos. En modo alguno quiere esto decir que laliteratura haya llegado a su fin, sino en todo caso que se ha diferenciado como unasubcultura sui generis, y que ya han pasado los das de su sobrevaloracin como portadorade los genios nacionales. La sntesis nacional ya no pasa predominantemente ni siquiera enapariencia por libros o cartas. Los nuevos medios de la telecomunicacin poltico-cultural,que tomaron la delantera en el intervalo, son los que acorralaron al esquema de la amistad

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    escrituraria y lo llevaron a sus modestas dimensiones actuales. La era del humanismomoderno como modelo escolar y educativo ya ha pasado porque se ha vuelto insostenible lailusin de que masivas estructuras polticas y econmicas pueden ser ya organizadassiguiendo el modelo amigable de la sociedad literaria.

    Este desengao que, a ms tardar desde de la Primera Guerra Mundial, persiste comonotificacin para los intelectuales que todava continan la tradicin humanista, tiene a su vezuna historia propia y dilatada, marcada por crisis y contorsiones. Pues precisamente hacia elestridente fin de la era nacional-humanista, en los aos de oscuridad sin precedentes quesiguieron a 1945, el modelo humanista iba a vivir todava un florecimiento tardo; fue ste unrenacimiento organizado y reflexivo, que sirve todava como modelo para las pequeasreanimaciones del humanismo actuales. Aun si no fuera el trasfondo tan oscuro, se deberahablar aqu de una divagacin y un porfiado autoengao. En el ambiente fundamentalista delos aos posteriores a 1945, por motivos comprensibles, para muchas personas no erasuficiente volver de los horrores de la guerra a una sociedad que se presentaba a s mismade nuevo como un pblico pacificado de lecto-amigos, como si una juventud goetheanabastara para hacer olvidar a la juventud hitleriana. A muchos entonces les pareci oportunovolver a colocar junto a las lecturas latinas tambin las otras, las bblicas lecturas bsicas delos europeos, y sentar los fundamentos del ya rebautizado Occidente en el humanismocristiano. Este neohumanismo de mirada vacilante entre Weimar y Roma era el sueo de lasalvacin del alma europea por medio de una bibliofilia radicalizada, una exaltacinmelanclico-esperanzada del poder civilizatorio, humanizador, de las lecturas clsicas, acondicin de que por un instante nos tomemos la libertad de concebir codo con codo aCicern y a Cristo como clsicos.

    En tales humanismos de posguerra, por ilusorios que hayan sido sus orgenes, se revelasiempre un motivo sin el cual sera imposible comprender la tendencia humanista como untodo, ya sea en los das de los romanos como en la era moderna de los Estados nacionalesburgueses: el Humanismo como palabra y cosa tiene siempre un opuesto, pues es uncompromiso en pos del rescate de los seres humanos de la Barbarie. Es fcil de entenderque precisamente aquellas pocas que han hecho sus principales experiencias a partir de unpotencial de barbarie liberado excesivamente en las relaciones interhumanas, sean asimismoaquellas en las que el llamado al Humanismo suele sonar ms alto y perentorio. Quien hoyse pregunta por el futuro del humanitarismo y de los medios de humanizacin, quiere saberen el fondo si quedan esperanzas de dominar las tendencias actuales que apuntan a la cadaen el salvajismo [Verwilderung] del hombre. Y aqu hay que tomar en consideracin elhecho inquietante de que el salvajismo, hoy como siempre, suele aparecer precisamente enlos momentos de mayor despliegue de poder, ya sea como tosquedad directamente guerrerae imperial, o como bestializacin cotidiana de los seres humanos en los medios deentretenimiento desinhibitorio. De ambos tipos suministraron los romanos modelos queperduraran en la Europa posterior: del uno con su omnipresente militarismo, del otro pormedio de su premonitoria industria del entretenimiento basada en el juego sangriento. Eltema latente del humanismo es entonces el rescate del ser humano del salvajismo, y su tesislatente dice: La lectura correcta domestica.

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    El fenmeno humanista gana atencin hoy sobre todo porque recuerda aun de modo veladoy confuso que en la alta cultura, los seres humanos son cautivados constantemente y almismo tiempo por dos fuerzas formativas, que por afn simplificador llamaremos aqu influjosinhibitorio y desinhibitorio. El convencimiento de que los seres humanos son animales bajo

    influjo pertenece al credo del humanismo, as como el de que consecuentemente esimprescindible llegar a descubrir el modo correcto de influir sobre ellos. La etiquetaHumanismo recuerda con falsa inocencia la perpetua batalla en torno al hombre, que seratifica como una lucha entre las tendencias bestializantes y las domesticadoras.Hacia la poca de Cicern ambos influjos son todava poderes fciles de identificar, puescada uno posee su propio medio caracterstico. En lo que toca a los influjos de bestializacin,los romanos tenan establecida, con sus anfiteatros, sus caceras, sus juegos y luchasmortales, los espectculos de sus ejecuciones, la red mass-meditica ms exitosa de todo elorbe. En estadios rugientes en torno al mar Mediterrneo surgi a sus expensas el desatadohomo inhumanus como pocas veces se haba visto antes y raramente se vera despus.Durante el Imperio, la provisin de fascinaciones bestiales para las masas romanas seconvirti en una tcnica de dominio indispensable y rutinaria, que se ha mantenido en lamemoria hasta el da de hoy gracias a la frmula juvenaliana del pan y circo. Slo sepuede entender el humanismo antiguo si se lo concibe como toma de partido en un conflictomeditico, es decir, como resistencia de los libros contra el anfiteatro, y como oposicin delas lecturas humanizadoras, proclives a la resignacin, instauradoras de la memoria, contrala resaca de ebriedad y sensaciones deshumanizadoras, arrebatadas de impaciencia, de losestadios. Lo que los romanos educados llamaban humanitas, sera impensable sin lademanda de abstinencia de la cultura de masas en los teatros de la ferocidad. Si elhumanista se extrava alguna vez entre la multitud bramante, es slo para constatar quetambin l es un hombre y como tal puede tambin l ser contaminado por esa tendencia ala bestialidad. Luego vuelve del teatro a su casa, avergonzado por su involuntariaparticipacin en sensaciones infecciosas, y de pronto se ve obligado a aceptar que nada delo humano le es ajeno. Pero con ello tambin queda dicho que la naturaleza humana consisteen elegir los medios domesticadores para el desarrollo de la propia naturaleza, y renunciar alos desinhibidores. El sentido de esta eleccin de medios reside en perder la costumbre de lapropia bestialidad posible, y poner distancia entre s y la escalada deshumanizadora de larugiente jaura del espectculo.Estas indicaciones dejan en claro que con la pregunta-por-el-humanismo se alude a algoms que a la conjetura buclica de que el acto de leer educa. Se halla en juego aqu nadamenos que una antropodicea, es decir, una definicin del ser humano de cara a su franquezabiolgica, y a su ambivalencia moral. Pero por sobre todo, esta pregunta sobre cmo podrentonces el ser humano convertirse en un ser humano real o verdadero, ser formulada apartir de ahora de modo ineludible como una pregunta por los medios, entendiendo por estosa los medios comulgales y comunicativos, por intermedio de los cuales las personashumanas mismas se orientan y forman hacia lo que pueden ser y llegan a ser.

    Otoo de 1946. En el momento ms calamitoso de la crisis de posguerra europea, el filsofoMartin Heidegger escribe su luego clebre artculo sobre el humanismo, un texto que a

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    primera vista puede tambin ser considerado una carta voluminosa para amigos. Pero laprctica amistosa que procuraba lograr esta carta no era ya simplemente la de unacomunicacin entre bellas almas burguesas, y el concepto de amistad que reclamaba estememorable mensaje filosfico no era ya en modo alguno el de la comunin de un pblico

    nacional con sus clsicos. Mientras escriba esta carta, saba Heidegger que tendra quehablar con voz quebrantada o escribir con mano titubeante, y que la armona preestablecidaentre el autor y sus lectores no poda ser dada ya de ninguna manera por sentada. No eraseguro para l en aquel entonces que todava le quedaran amigos, y aun en caso deencontrar alguno, las bases de esa amistad deban establecerse de nuevo, ms all de todoaquello que hasta entonces se haba tenido en Europa y en las naciones como base de unaamistad entre intelectuales. Algo al menos es claro: lo que volc en el papel el filsofo enaquel otoo de 1946, no era un discurso a la propia nacin ni un discurso a la Europavenidera; era el intento ambiguo, a la vez cauteloso y temerario por parte del autor, deimaginar todava un receptor benvolo para su mensaje. Y result entonces de todo esto algobastante raro tratndose de un hombre de la naturaleza regionalista de Heidegger: una cartaa un extranjero, a un amigo potencial a la distancia, a un joven pensador que, durante laocupacin de Francia por los alemanes, se haba tomado la libertad de entusiasmarse por unfilsofo alemn.

    Se trata entonces de una nueva tcnica amistosa? Una nueva correspondencia? Otromodo de reunir concordancias y reflexiones compartidas en torno a un escrito enviado a ladistancia? Otro intento de humanizacin? Un nuevo contrato social entre sostenedores deuna reflexividad sin morada, ya no ms nacional-humanista? Los adversarios de Heideggerno dejaron naturalmente de sealar que el astuto hombrecito de Mekirch haba aquaprovechado instintivamente la primera posibilidad que se le ofreca tras la guerra paratrabajar en su rehabilitacin: haba sacado provecho sagazmente de la complacencia de unode sus admiradores franceses para deslizarse del doblez poltico hacia las alturas de lacontemplacin mstica. Estas sospechas quieren parecer sugerentes y fundadas, peropierden de vista el acontecimiento que, tanto en trminos de pensamiento como de estrategiade comunicacin, representa el ensayo sobre el humanismo, dirigido en primer lugar a JeanBeaufret, en Pars, luego publicado independientemente y traducido. Pues, al exponerpblicamente y preguntar, en este escrito que pretenda tener la forma de una carta, por lascondiciones del humanismo europeo, Heidegger inauguraba un espacio de pensamientotrans-humanista o post-humanista , en el que, desde entonces, se ha movido una parteesencial de la reflexin filosfica sobre el hombre.

    De una misiva de Jean Beaufret, Heidegger extrae sobre todo en una frase: Commentredonner un sens au mot Humanisme? La carta al joven francs contiene una suavereconvencin, que se evidencia claramente en las dos rplicas inmediatas:

    Esta pregunta viene de la intencin de conservar la palabra humanismo. Me pregunto siesto es necesario. No son suficientemente notorios los desgraciados efectos que ocasionanttulos como ste? [...]Su pregunta no slo presupone su voluntad de conservar la palabra humanismo, sino que

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    da testimonio tambin de que esa palabra ha perdido su sentido. [ber den Humanismus,1949, 1981, pp. 7 y 35]Con esto ya se vuelve manifiesta parte de la estrategia de Heidegger: hay que abandonar la

    palabra Humanismo si la labor del pensamiento, la labor que quiso parecer como ya resueltaen la tradicin humanista o metafsica, ha de ser retomada en su fatal y verdaderasimplicidad. En pocas palabras, para qu ensalzar de nuevo al hombre y su autorizadaautorrepresentacin filosfica, si en la catstrofe presente se mostraba, precisamente, que elproblema es el hombre mismo junto con sus sistemas de autoelucidacin yautoensalzamiento metafsico? Esta recomposicin de la pregunta de Beaufret no deja deincurrir en una magistral malicia, al presentar a la manera socrtica al alumno la falsarespuesta que encerraba su pregunta. Y da muestras tambin al mismo tiempo de rigorintelectual, pues los tres remedios corrientes para la crisis europea de 1945, cristianismo,marxismo y existencialismo, se alineaban codo con codo como variedades del humanismo,diferenciadas una de otra slo por matices superficiales, o dicho claramente, como tres tiposy modos de eludir la ltima radicalidad de la pregunta por la esencia del hombre.

    Ante el inconmensurable descuido del pensamiento europeo, la no-formulacin de lapregunta por la esencia del hombre, Heidegger se ofrece a disponer un fin para ste en elnico modo adecuado para l, el modo existenciario-ontolgico; en todo caso, al menos,manifiesta el autor su disposicin a ponerse al servicio del surgimiento, como en otras crisispasadas, de una pregunta formulada por fin en trminos correctos. Con este giroaparentemente modesto Heidegger deja al descubierto perturbadoras consecuencias: elhumanismo, en su forma antigua tanto como en sus formas cristiana y moderna, esidentificado como el responsable de un no-pensar de veinte siglos; con sus presupuestosapresurados, sus al parecer evidentes e inevitables definiciones de la esencia del hombre, selo acusa de haber impedido el surgimiento de la autntica pregunta por esta esencia.Heidegger explica que en su obra Ser y tiempo se piensa en contra del humanismo noporque ste sobreestime a la humanitas, sino porque no la enaltece lo suficiente [ber denHumanismus, p. 21]. Pero, qu significa este enaltecer la esencia del hombre? Significa enprimer lugar, renunciar a un habitual y falso menosprecio. La pregunta por la esencia delhombre no llega por la va correcta hasta que se toma distancia de la prctica ms antigua,persistente y ruinosa de la metafsica europea: definir al hombre como animal rationale.Segn esta interpretacin, el hombre termina siendo entendido como una animalitasampliada por medio de adiciones espirituales. Contra esto se rebela el anlisis existenciario-ontolgico de Heidegger: para l la esencia del hombre no puede ser enunciada desde unaperspectiva biolgica o zoolgica, por ms que a stas se les agregue por regla general unfactor espiritual o trascendente.En este punto, Heidegger es inconmovible; como ngel iracundo se introduce entre el animaly el hombre con su espada atravesada para cortar toda comunidad ontolgica entre ambos.Se deja llevar por su impulso antivitalista y antibiologista hasta expresiones casi histricas,como cuando explica, por ejemplo, que parece como si la esencia de lo divino fuera mscercana a nosotros que lo chocante extrao del ser-viviente [ber der Humanismus, p. 17].En el centro de este pathos antivitalista opera el entendimiento de que el hombre se

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    diferencia del animal en trminos ontolgicos, no especficos o genricos, por lo que nopuede bajo ninguna circunstancia ser concebido como un animal dotado de un suplementocultural o metafsico. Ms an, el modo de ser de lo humano diverge esencialmente y por unrasgo fundamental del de los restantes entes vegetales y animales: el hombre [Mensch]

    tiene mundo [Welt] y est en el mundo, mientras que plantas [Gewchs] y animales [Getier]slo estn tendidos [verspannt] en sus respectivos medios circundantes [Umwelten].

    Si se da el fundamento filosfico para un discurso de la dignidad del hombre, es entonces,por ser justamente el hombre el interpelado del Ser mismo y, como gustaba decir el filsofopastoral Heidegger, el requerido para su guarda [Htung]. Por ello tienen los hombres ellenguaje, aunque segn Heidegger no lo poseen para simplemente entenderse entre ellos ypoder, de comn acuerdo, domesticarse mutuamente.

    Es decir que el lenguaje es la casa del Ser, viviendo all el hombre ek-siste, y as pertenecea la verdad del Ser, custodindolo.Y as ocurre, por la determinacin de la humanidad del hombre como ek-sistencia, que loesencial no es el hombre, sino el Ser como la dimensin de lo ek-sttico de la ek-sistencia.[ber den Humanismus, p. 24]

    Escuchando estas casi hermticas formulaciones, surge una vislumbre de cmo es que lacrtica del humanismo heideggeriana ha credo con tanta seguridad no desembocar en uninhumanismo. Pues, al rechazar Heidegger las pretensiones por parte del humanismo dehaber explicado ya suficientemente la esencia humana, retrocede, y le opone su propia onto-antropologa, con lo que se aferra tambin l a la funcin principal del humanismo clsico, asaber, la conciliacin del hombre con la palabra del otro, y esto de modo indirecto, puesradicaliza este motivo amigable, y lo traslada del campo pedaggico al centro de la reflexinontolgica.

    Este es el sentido de la figura, a menudo citada y largamente ridiculizada, que hace delhombre el pastor del Ser. Utilizando motivos tomados de la poesa pastoral y del idilio,Heidegger habla del cometido del hombre, que es su esencia, y de la esencia humana, de laque surge su cometido: guardar el Ser y corresponderle. Ciertamente, no guarda el hombreel Ser al modo en que un enfermo guarda cama, sino ms bien como un pastor que custodiaa su rebao en el claro, pero con la importante diferencia de que en lugar de ganado le esdado en custodia aqu el mundo como abierta circunstancia, y lo que es ms, este custodiarno representa una labor de vigilancia libremente elegida en el propio inters, sino que elhombre es colocado aqu como custodio del Ser mismo. El lugar donde rige este colocar esel claro [Lichtung], el sitio en que el Ser acontece como aquello que all es.

    Lo que da a Heidegger la certeza de haber pensado ms all y desbordado al humanismocon estos giros, es la circunstancia de que l introduce al hombre, concebido como claro delSer, en una domesticacin y una amistad que van ms profundamente de lo que cualquierrescate de la bestialidad humanista o amor intelectual por el texto amoroso puedan lograrjams. Al definir al hombre como pastor y vecino del Ser, y designar al lenguaje como casa

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    del Ser, fija al hombre en una correspondencia respecto del Ser que le impone uncomportamiento radical, lo confina a l, al pastor en las cercanas o el permetro de lacasa; lo expone a un conocimiento que reclama ms quietud, odos y pertenencia que lo quela ms amplia educacin pudo nunca. El hombre es sometido as a un comportamiento

    [Verhalten] ek-sttico que va ms lejos que la introspeccin [Innehalten] civilizada de lospiadosos lectores de la palabra clsica. El morar recogido en s mismo heideggeriano en lacasa del lenguaje, es como una escucha expectante de aquello que el Ser mismo ha de dar adecir. Ello conjura a un escuchar-en-lo-cercano para lo cual el hombre debe volverse msreposado y manso que el humanista que lee a los clsicos. Heidegger quiere un hombre quesea mejor oyente [hrig, tambin siervo, esclavo, el que es propiedad] que un mero buenlector. Quiere iniciar un proceso de amistad en que l mismo no sea recibido ya slo como unclsico, o como un autor entre otros; por lo pronto, ya de por s sera bueno que el pblico,que por regla general slo puede aferrarse a banalidades aprensivas, tome conocimiento deque con el mentor de la pregunta-por-el-Ser ha comenzado un nuevo discurso sobre el Sermismo.

    Con todo esto, Heidegger enaltece al Ser como nico autor de toda carta esencial, y seasigna a s mismo el papel de secretario. Quien habla desde esa posicin debe inclusoregistrar balbuceos y hacer pblicos silencios. El Ser enva entonces las cartas decisivas,hace guios en rigor a amigos serenos, a vecinos receptivos, a pastores recogidos y quietos,y hasta donde podemos ver, a partir de estos crculos de co-pastores y amigos del Ser no seconstituyen naciones, ni siquiera escuelas alternativas y no sera la menor razn de esto laimposible existencia de un canon claro de los guios del Ser, con lo que ha de quedarentonces por ahora la obra completa de Heidegger como voz y piedra de toque del super-autor innominado.

    Queda en todo caso poco claro en torno a estas oscuras comuniones, y hasta nuevo aviso,cmo podra ser gestada una sociedad de vecinos del Ser. Sin duda debera sta, antes demostrarse claramente, ser concebida como una iglesia invisible de individuos dispersos, cadauno de los cuales escucha a su modo en lo tremendo, y espera las palabras quemanifestarn lo que dice el habla misma al hablante. Sera ocioso entrar aqu en detallessobre el carcter criptocatlico de las figuras de la meditacin heideggeriana. Slo resultaahora decisivo el hecho de que a travs de toda la crtica del humanismo de Heidegger sepropaga un cambio de postura que, yendo ms all de una finalidad pedaggica sobre todohumanstica, seala al hombre la salida de una ascesis contemplativa. Ahora bien, a fuerzade esta ascesis, se podra formar una sociedad de los contemplativos que fuera ms all dela sociedad literaria humanstica; sera sta una sociedad de hombres que sacara al Hombrede en medio, porque habran entendido que existen slo como vecinos del Ser, y no comocaprichosos dueos de casa, o como inquilinos irrevocables viviendo con sus muebles enuna casa alquilada. A esta ascesis no puede contribuir el humanismo, en la medida en quesigue orientado hacia la imagen dominante del Hombre soberano.Los amigos humanistas de los autores humanos carecen de esa inspirada debilidad en laque el Ser mismo muestra ser lo tocado, lo solicitado. Para Heidegger, ningn camino llevadel humanismo a este grave y ontolgico ejercicio de humildad; aqul constituye para l ms

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    bien, en s mismo, una contribucin a la historia del rearme de la subjetividad. Heideggerpresenta, en efecto, al mundo histrico de Europa como el teatro del humanismo militante,como el campo sobre el que la subjetividad humana realiza la toma del poder sobre los entescon las fatales consecuencias lgicas de este acto. Bajo esta luz, el humanismo se ofrece

    como cmplice natural de todo horror posible que haya podido ser perpetrado en nombre delprovecho humano. Aun en la trgica titanomaquia de mediados de siglo entre bolchevismo,fascismo y americanismo, se alzan en la visin de Heidegger nada ms que tres variantesdel mismo poder antropocntrico y tres candidaturas en lucha por un dominio mundialembellecido de humanitarismo, con lo cual el fascismo bailaba en la cuerda floja, porquedejaba ver ms abiertamente que sus adversarios su desprecio por los valores moderadosde la paz y la formacin cultural. En realidad, el fascismo es la metafsica de la inmoderacin,y quizs tambin una forma inmoderada de la metafsica. Para Heidegger, el fascismo era lasntesis del humanismo y del bestialismo, es decir, la coincidencia paradojal de inhibicin ydesinhibicin.

    Frente a tan enormes condenas e inversiones ronda de nuevo la pregunta por el fundamentode la domesticacin y la educacin humana, y si los ontolgicos juegos pastoriles deHeidegger que ya en su tiempo sonaron raros y chocantes parecen hoy algo del todoanacrnico, conservan al menos el mrito, a pesar de su precariedad y su torpe carcterinusitado, de haber articulado la pregunta de la poca: qu puede domesticar an hoy alhombre, si el humanismo naufraga en tanto que escuela domesticadora humana? Qupuede an domesticar al hombre, si hasta el da de hoy sus esfuerzos de automoderacin lohan llevado en gran medida precisamente a su toma del poder sobre todo ente? Qu puededomesticar al hombre si hasta aqu en todos los experimentos de educacin de la especiehumana qued poco claro hacia quin o hacia qu educaban los educadores? O no habrque dejar de lado definitivamente la idea de una formulacin competente de la preguntasobre el cuidado y formacin del hombre en el marco de la mera domesticacin?

    A continuacin nos desviaremos de las indicaciones de Heidegger sobre la detencin enfiguras finales del pensamiento contemplativo, mientras hacemos el intento de caracterizarhistricamente el claro ek-sttico en que el hombre es solicitado por el Ser. Se ver que lapermanencia humana en el claro dicho heideggerianamente, el estar o permanecer-dentrodel hombre en el claro del Ser no es de ningn modo una relacin ontolgica originaria, queno fuera susceptible de una indagacin ulterior. Hay una historia deliberadamente ignoradapor Heidegger: la historia del exponerse del hombre en el claro, una historia social de latangibilidad del hombre por parte de la pregunta por el Ser, y una agitacin histrica en lahendidura de la diferencia ontolgica.Se trata aqu, por un lado, de extendernos sobre una historia natural de la serenidad, facultadesta ltima por la que el hombre tiene la capacidad de convertirse en un animal abierto almundo, capaz de soportar un mundo, y por otro lado, sobre una historia social de ladomesticacin, por la cual los hombres se experimentan originariamente como los seres quese recogen para co-responder al todo. La historia real del claro de la que debe salir unareflexin abismal sobre el hombre que vaya ms all del humanismo se compone de dosgrandes relatos, que convergen en una perspectiva ms amplia, la de la exposicin de cmo

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    surgi el hombre-sapiens a partir del animal-sapiens. El primero de estos dos relatos dacuenta de la aventura de la hominizacin. Informa de cmo, en los largos perodos de historiaprimordial en el umbral de la hominizacin surgi de entre los mamferos vivparos unaespecie de seres nacidos prematuramente, que, si se puede llamar a esto paradoja,

    desbordaban su medio circundante sacando un beneficio creciente de su inadaptacinanimal. Aqu se cumple la revolucin antropognica, la sbita constitucin del nacimientobiolgico en acto de venir-al-mundo [Zur-Welt-Kommen]. Con su terca reserva contra todaantropologa y su celo por mantener una procedencia puramente ontolgica para el ser-ah yel ser-en-el-mundo, Heidegger no tom en modo alguno debida cuenta de este estallido.Pues el hecho de que el hombre pueda convertirse en el ser que es en el mundo, tiene susraces en la historia de la especie, races que se manifiestan en los conceptos abismales delnacimiento prematuro, la neotenia (conservacin de caracteres inmaduros en la adultez), y lainmadurez animal crnica del hombre. Se podra llegar incluso a definir al hombre como elser que est coartado en su ser-animal y en su persistir-animal. Por medio de su fracasocomo animal se precipita de su ambiente el ser indeterminado y gana as el mundo ensentido ontolgico. Este venir-al-mundo ek-sttico y esta transferencia [bereignung] alSer ha sacado al hombre de su herencia biolgica y lo ha colocado en la cuna. Si el hombreest en el mundo, entonces, es porque pertenece [gehrt] a un movimiento que lo trae almundo y a l lo expone. Es el producto de un hiper-nacimiento que hace del lactante[Sugling] un pequeo mundo [Weltling].

    Este xodo alumbrara slo animales psicticos si, conjuntamente con la salida al mundo notuviera lugar la feliz entrada en eso que Heidegger llam la casa del Ser. Los lenguajestradicionales de las generaciones humanas han hecho vivible la ek-stasis de ser-en-el-mundo, al mostrar a los hombres cmo su ser cabe el mundo poda ser conocido al mismotiempo que su ser-en-s-mismos [Bei-sich-selbst-Sein ]. Por todo ello, el claro es unacontecimiento en el lmite entre la historia natural y la historia de la cultura, y el venir almundo humano adquiere los rasgos de un venir al lenguaje.

    Pero la historia del claro no puede ser slo caracterizada como el relato de la entrada delhombre en las casas de los lenguajes. Pues, en tanto que los hombres dotados de lenguajeviven juntos en grupos mayores, y no habitan ya slo en casas lingsticas, sino tambin encasas construidas por sus manos, caen en el campo de fuerza del modo de ser sedentario.De ahora en adelante ya no sern albergados solamente por su lenguaje, sino tambindomesticados por sus viviendas. En el claro se alzan como sus marcas extraas las casasde los hombres (en compaa de los templos de sus dioses y los palacios de sus seores).Los historiadores de la cultura han sacado a luz que junto con la entrada en el sedentarismola relacin entre el hombre y el animal se ha esbozado tambin de un nuevo modo. Con ladomesticacin del hombre por medio de la casa comienza asimismo el epos de los animalesdomsticos, cuya ligazn con las casas de los hombres no es sin embargo cosa dedomesticacin, sino tambin de adiestramiento y cra.

    El hombre y los animales domsticos: la historia de esta monstruosa cohabitacin no ha sidopresentada todava de modo adecuado, y hoy menos que nunca saben los filsofos lo queellos mismos podran ir a buscar en medio de esa historia. Slo en contados lugares se ha

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    rasgado el velo del silencio que guardan los filsofos sobre la casa, el hombre y el animalcomo complejo biopoltico, y todo lo que se escuch entonces fueron vertiginosasadvertencias sobre problemas que seran hasta donde se puede ver irresolubles para elgnero humano. De todo esto se puede advertir mnimamente la conexin interior entre la

    vida de hogar y la formacin terica, pues se nos permite llegar tan lejos como podamos acondicin de que la teora no pase de ser una especie de trabajo, o, mejor aun de ocio,hogareo. Pues, segn su definicin, la antigua teora no era precisamente otra cosa queuna mirada serena por la ventana se trata en primer lugar de un asunto de contemplacin,mientras que en la modernidad desde que el saber se convirti en poder ha tomadodecididamente un carcter laboral. En este sentido, las ventanas seran los claros de losmuros, detrs de los cuales los hombres se convertiran en seres tericos. Tambin lospaseos, en los que se mezclan la agitacin y la contemplacin, son derivados de la vidahogarea. Aun las desacreditadas divagaciones de Heidegger por sendas campestres yboscosas, son movimientos tpicos de alguien que tiene una casa a sus espaldas.

    Por cierto que este derivar el claro de la vida hogarea asegurada toca slo al aspectoinofensivo de la hominizacin en casas. El claro es a la vez un campo de batalla y un lugarde decisin y seleccin [Selektion]. La fraseologa de una pastoral filosfica ya no tienennada que ver con esto. Donde hay casas, ah debe ser decidido qu ha de pasar con laspersonas que las habitan; en los hechos y por los hechos, deber ser decidido qu tipos deconstruccin llegarn a la supremaca. En el claro se muestra por qu prendas luchan loshombres tan pronto como sobresalen como constructores de ciudades e instauradores dereinos. Lo que hay que hacer aqu con seriedad, ya lo puso en limpio con sealesangustiosas el maestro del pensamiento riesgoso, Nietzsche, en la tercera parte de Ashabl Zaratustra, bajo el ttulo: De la virtud empequeecedora:

    Pues quera (Zaratustra) enterarse de lo que entretanto haba ocurrido con el hombre: si sehaba vuelto ms grande o ms pequeo. Y en una ocasin vio una fila de casas nuevas;entonces se maravill y dijo:

    Qu significan esas casas? En verdad, ningn alma grande las ha colocado all comosmbolo de s misma!(...) Y esas habitaciones y cuartos: pueden salir y entrar ah varones?(...) Y Zaratustra se detuvo y reflexion. Finalmente dijo turbado: Todo se ha vuelto mspequeo!Por todas partes veo puertas ms bajas: quien es de mi especie puede pasar todava porellas sin duda pero tiene que agacharse!(...) Camino a travs de este pueblo y mantengo abiertos los ojos: se han vuelto mspequeos y se vuelven cada vez ms pequeos y esto se debe a su doctrina acerca de lafelicidad y la virtud.(...) Algunos de ellos quieren, pero la mayor parte nicamente son queridos...

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    (...) Redondos, justos y bondadosos son unos con otros, as como son redondos, justos ybondadosos los granitos de arena con los granitos de arena.Abrazar modestamente una pequea felicidad a esto lo llaman ellos resignacin!...

    En el fondo lo que ms quieren es simplemente una cosa: que nadie les haga dao...Virtud es para ellos lo que vuelve modesto y manso: con ello han convertido al lobo enperro, y al hombre en el mejor animal domstico del hombre.

    [KSA 4, pp. 211-214; As habl Zaratustra, pp. 237-240 de la versin espaola de AndrsSnchez Pascual.]En esta sucesin rapsdica de sentencias se oculta sin duda un discurso terico sobre loshombres considerados como un poder domesticador y criador. Desde la perspectiva deZaratustra los hombres del presente son una sola cosa: criadores exitosos que han tenido lacapacidad de hacer del hombre salvaje el ltimo hombre. Se sobreentiende que esto nopoda haber ocurrido tan slo por medios humansticos, domstico-adiestro-educadores. Latesis del hombre como criador del hombre hace estallar el horizonte humanstico, en lamedida en que el lmite del pensar y obrar humanista estar siempre dado por la cuestin dela domesticacin y la educacin: el humanista se da al hombre como pretexto, y aplica en lsus medios de domesticacin, de doma, de formacin, convencido como est de la relacinnecesaria entre el leer, el estar sentado, y el amansamiento.

    Por debajo del luminoso horizonte de la escolar domesticacin humana, Nietzsche que haledo con similar atencin a Darwin y a San Pablo cree descubrir un horizonte ms sombro.Barrunta el espacio en que comenzarn pronto inevitables luchas por los derechos de lacrianza humana, y en este espacio se muestra el otro rostro, el rostro velado del claro.Cuando Zaratustra cruza la ciudad en la que todo se ha vuelto pequeo, descubre elresultado de una poltica de buena crianza hasta entonces exitosa e incuestionada: le pareceque, con la ayuda de una unin destinada de tica y gentica, los hombres se las hanarreglado para criarse en su pequeez. Ellos mismos se han sometido a la domesticacin, yhan hecho una eleccin de buena crianza ponindose en camino hacia una sociabilidad deanimales domsticos. De este reconocimiento surge la propia crtica zaratustriana delhumanismo como rechazo de la falsa inocencia con que se envuelve el buen hombremoderno. No es de hecho nada inocente que los hombres cren a los hombres en el sentidode la inocencia. La sospecha de Nietzsche contra toda cultura humanstica irrumpe pararevelar el secreto de la domesticacin de la humanidad. Quiere nombrar por su nombre a loshasta hoy detentadores del monopolio de la crianza el sacerdote y el maestro, que sepresentan a s mismos como amigos del hombre, revelar su funcin silenciosa, ydesencadenar una lucha, nueva en la historia mundial, entre diversos programas de crianza ydiversos educadores.

    Este es el conflicto bsico que Nietzsche postula para el futuro: la lucha entre los pequeoscriadores y los grandes criadores del hombre se podra tambin decir, entre humanistas ysuperhumanistas, amigos del hombre, y amigos del superhombre. El emblema delsuperhombre no representa en las reflexiones de Nietzsche el sueo de una rpida

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    desinhibicin o una evasin en lo bestial, como imaginaron los malos lectores con botas delos aos 30. Tampoco encierra dicha expresin la idea de una regresin del hombre alestado anterior a las pocas del animal domstico o el animal de iglesia. Cuando Nietzschehabla de superhombre, es para referirse a una poca muy por encima del presente. l nos da

    la medida de procesos milenarios anteriores, en los que, gracias a un ntimo entramado decrianza, domesticacin y educacin, se consum la produccin humana, en un movimientoque por cierto supo hacerse profundamente invisible y que ocult el proyecto dedomesticacin que tena como objeto bajo la mscara de la escuela.

    Con estas insinuaciones y en este dominio no es lcito ni aun posible ms que el insinuarjalona Nietzsche un territorio gigantesco, sobre el que deber consumarse el destino delhombre del futuro, sin importar si recursos al concepto de superhombre jugarn en ello unpapel o no. Es posible incluso que Zaratustra haya sido la mscara de una histeriafilosofante, cuyos efectos infecciosos se han disipado hoy, y quizs para siempre. Pero, encuanto al discurso sobre la diferencia y el entramado de domesticacin y cra, o en resumen,los indicios del ocaso de una conciencia de la produccin humana, o dicho msgeneralmente, de las antropotcnicas: son stos procesos de los que el pensamientopresente no puede apartar la mirada; sera entonces como si quisiera dedicarse de nuevo ala candidez. Verosmilmente, fue Nietzsche el que tendi el arco, con su sugerencia de que ladomesticacin del hombre era la obra premeditada de una liga de disciplinantes, esto es, unproyecto del instinto paulino, clerical, instinto que olfatea en todo lo que en el hombre pudieraresultar autnomo o soberano, y aplica sobre ello sin tardanza sus instrumentos de supresiny mutilacin. ste era por cierto un pensamiento hbrido, en primer lugar porque conceba elproceso disciplinante demasiado a corto plazo, como si bastaran algunas pocasgeneraciones de dominio sacerdotal para hacer de los lobos, perros, y convertir a loshombres primitivos en profesores de Basilea; pero es aun ms hbrido porque supone unculpable deliberado all donde se debera contar ms bien con una cra sin criador, o en otrostrminos, con una deriva biocultural a-subjetiva. Igualmente, tras previa deduccin delmomento exagerado, malicioso-anticlerical, nos queda todava en la idea de Nietzsche unncleo suficientemente duro como para provocar una reflexin posterior sobre la humanidadque vaya ms all de la inocencia humanista.

    Que la domesticacin de los hombres es lo impensado ms grande, aquello de lo que elhumanismo desvi los ojos desde la Antigedad hasta el presente... con comprender estobasta para encontrarse de pronto en aguas profundas. All donde ya no podemos hacer pie,nos rebasa la evidencia de que en ninguna poca pueden bastar la domesticacin educativay la conciliacin de los hombres por medio de la letra. La prctica de leer [ Lesen] fue porcierto un poder de primer orden en la formacin del hombre, y lo sigue siendo, endimensiones modestas, todava hoy; en cambio, la lectura selectiva y exhaustiva [Auslesen]se lo ha constatado siempre era en este juego como el poder detrs del poder. Leccionesy selecciones tienen ms que ver una con la otra de lo que algunos historiadores de lacultura queran y eran capaces de pensar, y si tambin a nosotros nos parece imposible porel momento reconstruir la conexin entre unas y otras de modo lo suficientemente preciso,ello justamente induce la poco complaciente sospecha de que tanto ms dicha conexin,como tal, posee una realidad propia.

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    Hasta la llegada del corto perodo en que se produjo la alfabetizacin general, la culturaescrituraria misma mostr agudos efectos selectivos. Hendi profundamente a lassociedades de sus dueos, y abri una grieta entre literatos y hombres iletrados, cuya

    infranqueabilidad casi alcanz la rigidez de una diferencia especfica. Si se quisiera todava,a pesar de las protestas de Heidegger, hablar otra vez de modo antropolgico, se podradefinir a los hombres de tiempos histricos como animales, de los cuales unos saben leer yescribir, y otros no. De aqu en adelante hay slo un paso aunque de enormesconsecuencias hasta la tesis de que los hombres son animales, de los cuales unos cran ydisciplinan a sus semejantes, mientras que los otros son criados: un pensamiento que desdelas reflexiones platnicas sobre la educacin y el Estado, ya pertenece al folklore pastoral delos europeos. Algo de aqu recuerda la frase de Nietzsche citada ms arriba, de que entre losque viven en las casas pequeas son pocos los que quieren, mientras que la mayora sloson queridos. Ahora bien, ser querido, significa existir meramente como objeto, no comosujeto de seleccin.

    Es la marca caracterstica de la era tcnica y antropotcnica que cada vez ms pasen al ladoactivo o subjetivo de la seleccin, aun sin tener que ser arrastrados al papel de selector deun modo voluntario. Respecto a esto hay que dejar algo en claro: hay un malestar en elpoder de eleccin, y pronto constituir una opcin a favor de la inocencia el hecho de que loshombres se rehsen explcitamente a ejercitar el poder de seleccin que han alcanzado demodo fctico. Pero cuando en un campo se desarrollan positivamente poderes cientficos,hacen los hombres una pobre figura en caso de que, como en pocas de una tempranaimpotencia, quieran colocar una fuerza superior en su lugar, ya fuese el dios, o la casualidad,o los otros. Dado que los rechazos o renuncias suelen naufragar por su propia esterilidad,ocurrir con seguridad en el futuro que el juego se encarar activamente y se formular uncdigo de las antropotcnicas. Por su efecto retrospectivo, un cdigo tal cambiara tambin elsignificado del humanismo clsico, pues con l se publicara y registrara que la humanitasno slo implica la amistad del hombre con el hombre, sino tambin y de modocrecientemente explcito que el ser humano representa el ms alto poder para el serhumano.

    Algo de todo esto tena Nietzsche presente cuando, respecto de sus efectos a distancia,osaba calificarse a s mismo como una force majeure. Bien podemos pasar por alto elescndalo que produjeron en el mundo estas declaraciones, pues es todava temprano, entrmino de siglos, o quizs aun de milenios, para juzgar tales pretensiones. Quin tienealiento suficiente como para representarse una era del mundo en que Nietzsche fuera tanhistrico como lo era Platn para l? Bastara, para que aclarara, con que los prximoslapsos fueran para la humanidad perodos de decisin en trminos de poltica de la especie.En ellos se mostrar si la humanidad o sus fracciones culturales dominantes lograrnproducir procedimientos al menos efectivos de autodisciplina. Tambin en la cultura presentese lleva a cabo la lucha entre los impulsos domesticadores y bestializantes y sus medioscorrespondientes. Por cierto que mayores avances de la domesticacin seran otras tantassorpresas de cara a un proceso de civilizacin en que se ha puesto en marcha una inusitaday al parecer incontenible oleada desinhibitoria. Si el desarrollo a largo plazo llevar tambin a

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    una reforma de las propiedades de la especie, si una antropotecnologa venidera ha deavanzar hasta un planeamiento explcito de los caracteres, o si llegar la humanidad comoespecie a una inversin del fatalismo del nacimiento que lleve al alumbramiento opcional y laseleccin prenatal, son todas stas preguntas que, como siempre vaga e inseguramente, el

    horizonte de la evolucin comienza a alumbrar ante nosotros.Entre los caracteres definitorios de la humanitas, est el de ubicarse ante problemas queson una carga abrumadora para los propios hombres, sin que stos puedan emperoproponerse dejarlos a un lado a causa de su mismo peso. Esta provocacin de la esenciahumana por parte de lo ineludible, que es al mismo tiempo lo indoblegable, ya ha dejado trasde s una huella imborrable en los comienzos de la filosofa europea... o incluso, tal vez seala misma filosofa esa huella en el sentido ms amplio. Despus de todo lo dicho, quizs yano sea demasiado sorprendente el que esta huella se manifieste principalmente como undiscurso sobre la custodia y la crianza humanas. En su dilogo Politikos cuyo ttulo gustantraducir como El Poltico [Der Staatsmann], present Platn la Carta Magna de unapolitologa pastoral europea. Este escrito no slo es significativo por mostrar, ms claramenteque en ningn otro lado, lo que los antiguos entendieron realmente por pensar la conquistade la verdad por medio de la cuidadosa divisin o recorte de la multiplicidad de conceptos ycosas; su inconmensurable ubicacin en la historia del pensamiento sobre el hombre radicasobre todo en que es conducido al mismo tiempo como un discurso prctico sobre la cra (yno casualmente con la participacin de un elenco atpico en Platn: un Extranjero y un jovenScrates, como si los atenienses corrientes no fueran por el momento admitidos en charlasde ese tipo); de qu manera tambin, entonces, cuando de ello se trata, seleccionar[selegieren] un estadista como no los hay en Atenas, y criar un pueblo para ese Estadocomo no se poda encontrar todava en ninguna ciudad emprica. Este Extranjero, y suoponente, el joven Scrates, se dedican al insidioso intento de colocar la poltica o artepastoril de la ciudad venidera bajo reglas transparentes y racionales.

    Con este proyecto, Platn da testimonio de una agitacin intelectual en el Parque Humanoque ya no podr nunca aquietarse del todo. Desde que el Politikos, desde que la Politeiason discursos que, en el mundo, hablan de la comunidad de los hombres como si se tratarade un parque zoolgico que fuera a la vez un parque temtico, la conducta de los hombresen parques o ciudades deber aparecer, en adelante, como un problema zoo-poltico. Lo quese presenta como una reflexin sobre poltica, es en realidad una reflexin fundamentalsobre las reglas de manejo de un Parque Humano. Si hay una dignidad de los hombres, quemerezca en sentido filosfico ser trada al lenguaje, ser sobre todo porque los hombres noson simplemente mantenidos en parques temticos polticos, sino porque son ellos los quese mantienen all por s mismos. Los hombres son seres que se curan, guardan de smismos, que generan, vivan donde vivan, un espacio parquizado en torno a s mismos. Enparques urbanos, parques nacionales, parques cantonales, parques ecolgicos, en todoslados deben los hombres formarse una opinin sobre cmo debe ser regulada su conductaconsigo mismos.

    Ahora bien, en lo que toca al zoo platnico y su nueva organizacin, todo en l se juega en elhecho de saber si la diferencia que existe entre la poblacin y la direccin es una diferencia

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    slo de grado, o bien una diferencia especfica. Suponiendo lo primero, la distancia entre lospastores de hombres y sus protegidos sera slo accidental y pragmtica: se podra concederal rebao en este caso la eleccin peridica de sus pastores. Pero en caso de que entrelderes y habitantes zoolgicos hubiera una diferencia especfica, se diferenciaran unos de

    otros de manera tan fundamental que no sera prudente una direccin electiva, sino slo unadireccin de la inteligencia. Slo los falsos directores zoolgicos, los pseudoestadistas, ypolticos sofistas haran campaa en su favor con el argumento de ser del mismo tenor que elrebao, mientras que el verdadero criador sealara la diferencia y dara a entenderdiscretamente que, con su conocimiento, se halla ms cerca de los dioses que los confusosseres vivientes de los que cuida.El sentido peligroso de Platn para los temas peligrosos encuentra el punto ciego de todapedagoga y poltica de la alta cultura: la desigualdad efectiva de los hombres ante elconocimiento da lugar al poder. Bajo la forma lgica de un ejercicio grotesco de la definicin,el dilogo del Poltico desarrolla el prembulo de una antropotcnica poltica; en l se juegano ya la gua domesticadora de un rebao ya domesticado, sino la renovada cra sistemticade ejemplares humanos en estado casi original. El ejercicio comienza de manera tan cmica,que incluso su final, ya en modo alguno cmico, tambin podra fcilmente desvanecerseentre risas. Qu es ms grotesco que una definicin del arte del Estado como una disciplinaque tuviera que ver con el andar a pie de los seres que viven en rebao? Pues sabe Diosque los conductores de hombres no ejercen la cra de animales acuticos, sino de animalesque andan sobre la tierra. Entre stos hay que separar a los alados de los no alados ycaminantes si se quiere llegar a las poblaciones humanas, que carecen como es sabido dealas y plumas. Entonces contina diciendo el Extranjero que este mismo pueblo pedestrebajo el dominio de la naturaleza, de nuevo se divide claramente en dos grupos: unos,descornados, los otros, con cuernos. Esto, un interlocutor dcil no deja que se lo digan dosveces. A ambos grupos corresponden igualmente dos tipos de arte pastoril: pastores pararebaos de animales con cuernos, y pastores para rebaos que carecen de ellos. Sera asevidente que slo se encontrar al verdadero conductor de los grupos humanos eliminando alos pastores de los animales con cuernos. Pues si se quisiera custodiar a los hombres conpastores de animales con cuernos, qu ms se podra esperar que abusos por parte de losineptos y aptos en apariencia. Por consiguiente, los buenos reyes o basileioi, dice elExtranjero, apacientan un rebao sin cuernos (265d). Pero esto no es todo: deben ademsencarar la tarea de cuidar a seres vivientes sin mezcla, es decir, criaturas que no copulenfuera de su especie, como suelen hacer a veces caballos y burros. Debern entonces velarpor la endogamia, y buscar medios para impedir el mestizaje. Si agregamos a estosimplumes, descornados, endgamos, por ltimo el carcter bpedo, quedara seleccionado elarte de la custodia aplicada a bpedos implumes sin cuernos, surgidos de apareamientos sinmezcla, como el arte verdadero, contrapuesto a toda otra competencia. Este arte de lacustodia providencial, deber ser dividido otra vez en tirnico-forzado y libre. Si eliminamosesta vez la forma tirnica como falsa y engaosa, lo que queda ser el arte estatal autntico,definido como el libre cuidado de los rebaos... sobre seres vivientes libres (276e).

    Hasta tal punto entendi Platn presentar su doctrina del arte del estadista bajo imgenes depastores y rebaos, y de docenas de espejismos de este arte, eligi l la nica imagen

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    verdadera, la idea legtima de la cosa que estaba en tela de juicio. Ahora sin embargo,cuando la definicin parece perfecta, el dilogo salta hacia otra metfora, y esto no ocurre como veremos ms adelante para renunciar a lo ya obtenido, sino para abordar la partems difcil de la crianza humana, el control domstico de la reproduccin, de un modo tanto

    ms enrgico, y desde un punto de vista sesgado. Aqu tiene lugar el clebre smil weberianodel estadista. El autntico y verdadero fundamento del arte real no se encuentra de estemodo, segn Platn, en el parecer de los conciudadanos, que dirigen o educan a voluntad suconfianza hacia el poltico; y no radica tampoco en privilegios hereditarios o nuevaspretensiones. El seor platnico encuentra la razn de su dominio slo en su real saberdomstico, es decir, en un experto saber del tipo ms raro y cuidadoso. Aqu surge elfantasma de una realeza experta, cuyos ttulos se fundaran en el conocimiento de la mejormanera de seleccionar y cruzar a los hombres, sin que esto cause perjuicio alguno a su librevoluntad. La antropotcnica real exige entonces del estadista que entienda cmo entrelazarentre s para el Estado, y del modo ms efectivo, las propiedades propicias de personasdciles por libre voluntad, de modo que bajo su direccin, alcance el Parque Humano unahomeostasis ptima. Esto ocurre cuando ambos ptimos relativos del gnero humano, laosada guerrera por un lado, y la sensatez filosfico-humana, por el otro, llegan a entramarseequilibradamente en el tejido del Estado.

    Pero como ambas virtudes en su unilateralidad pueden ocasionar respectivamentecorrupciones especficas la primera el deseo de guerra militarista y sus consecuenciasdevastadoras para la patria; la segunda, el aislacionismo intelectual, que puede ser tanindolente y apartado de los asuntos del Estado que conduzca sin advertirlo a la esclavitud delpas, por ello debe el estadista escardar las naturalezas impropias, antes de poder tejer elEstado con aquellas que son adecuadas. Slo con las restantes naturalezas nobles y libresse puede crear el buen Estado con lo cual, los osados cumplen el papel de los hilos msgruesos, los sensatos el del hilado ms rico, delicado y entrelazado, en palabras deSchleiermacher. De modo algo anacrnico, digamos que estos ltimos surgen en el mbitocultural.Diremos entonces que este tejido sera la obra consumada de la accin poltica, cuando,tomando los dos caracteres humanos de la osada y la sensatez, la ciencia real une ambasvidas por medio de la concordia y la amistad en una unidad comn, y realizando as el tejidoms magnfico y excelente de todos, envuelve a todos los habitantes de la ciudad, libres oesclavos, en su trama... [311b, c]

    Al lector moderno cuya mirada retrospectiva se topa con los gimnasios humanistas de laburguesa y con la eugenesia fascista, as como descubre, hacia adelante, barruntos debiotecnologa, le resulta difcil reconocer el carcter explosivo de estos pensamientos. Loque Platn pone en boca de su Extranjero, es el programa de una sociedad humanista, quese encarna en un nico humanista absoluto, el amo real de la ciencia pastoril. La tarea deeste superhumanista no sera otra que la planificacin de las propiedades de una lite, quedeber ser desarrollada de por s, y por amor a la totalidad.

    Queda por considerar una complicacin: el pastor platnico slo es un verdadero pastor

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    cuando encarna la imagen terrenal del nico y original Pastor verdadero... Del Dios que en eltiempo primordial, bajo el dominio de Cronos, cuid de los hombres. No hay que olvidar quetambin slo en Platn se pone en cuestin el Dios como custodio y criador original del serhumano. Ahora, sin embargo, tras el gran trastorno (metabol), por el cual, bajo el gobierno

    de Zeus, los dioses se retrajeron, y dejaron a los hombres el cuidado de velar por s mismos,queda como ms digno custodio y criador el sabio, con el cual se hace ms vivo el recuerdode la contemplacin celeste del Bien. Sin la imagen rectora del sabio, el cuidado de loshombres por los hombres no es ms que una pasin estril.

    Dos mil quinientos aos despus de la obra platnica, parece ahora como si no slo losdioses, sino tambin los sabios se hubieran retrado, y nos hubieran dejado del todo soloscon nuestra falta de sabidura y nuestros conocimientos a medias. Lo que nos queda en lugardel sabio, son sus escritos con su spero brillo y su creciente oscuridad; todava sepresentan en ediciones ms o menos accesibles, todava pueden ser ledos con sloquererlo. Su destino es permanecer en quietos estantes como cartas detenidas y que ya nosern entregadas: imgenes o espejismos de una sabidura que ya no logra la creencia delos contemporneos, enviada por autores de los que ya no sabremos si podran ser nuestrosamigos.

    Una masa postal que ya nunca ser entregada, que deja de ser un envo a posibles amigos,se convierte en objeto de archivo. Tambin esto, que libros clsicos de antao hayan dejadocada vez ms de ser cartas a los amigos, que ya no se encuentren en las mesas de noche nide da de sus lectores, sino que se hayan hundido en la intemporalidad del archivo: tambinesto ha quitado al movimiento humanista la mayor parte de su antigua pujanza. Cada vezmenos archiveros descienden en la profundidad de los textos para vertir enunciadosprimigenios en lemas modernos. Quizs ocurra de vez en cuando que con talesinvestigaciones en los muertos stanos de la cultura, esos papeles largamente abandonadoscomiencen a irradiar como vacilantes relmpagos lejanos. Podr tambin el stano delarchivo convertirse en claro? Todo indica que archiveros y archivistas han tomado el relevode los humanistas. Para los pocos que todava rebuscan en los archivo Tambin esto, quelibros clsicos de antao hayan dejado cada vez ms de ser cartas a los amigos, que ya nose encuentren en las mesas de noche ni de da de sus lectores, sino que se hayan hundidoen la intemporalidad del archivo: tambin esto ha quitado al movimiento humanista la mayorparte de su antigua pujanza. Cada vez menos archiveros descienden en la profundidad delos textos para vertir enunciados primigenios en lemas modernos. Quizs ocurra de vez encuando que con tales investigaciones en los muertos stanos de la cultura, esos papeleslargamente abandonados comiencen a irradiar como vacilantes relmpagos lejanos. Podrtambin el stano del archivo convertirse en claro? Todo indica que archiveros y archivistashan tomado el relevo de los humanistas. Para los pocos que todava rebuscan en losarchivos, se impone la idea de que nuestra vida es la respuesta indecisa a preguntas.Preguntas que ya olvidamos dnde fueron formuladas.

    Peter Sloterdijk

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    medios. La pintura, la pelcula, la escultura, el vdeo, la fotografa, la animacin, los etc., se convierten en medios para la

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    Revista de Filosofa Contempornea, con secciones dedicadas a la tica, Filosofa de la Ciencia, Antropologa,

    Esttica, Psicologa, Lingstica Aplicada y Literatura. Indexada en Base de Datos de la Universidad

    Complutense de Madrid; DOAJ Directory of Open Access Journals Lund University, Suecia; Institute

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    Conferencia de Rectores de Universidades Espaolas y el Consejo Superior de Investigaciones Cientficas

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    cientfica hispana, Universidad de La Rioja, Espaa; LATINDEX Sistema de Publicaciones Cientficas Seriadas

    de Amrica Latina, Espaa y Portugal. En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes; Les Signets de la Bibliothque

    Nationale de France; Philosophie Revues, Paris, Francia. y Centre d'tudes en Rhtorique, Philosophie et

    Historie des Ides, Paris. Asociada al Postgrado en Filosofa Pontificia Universidad Cat lica de Valparaso; a la

    Fundacin Cultural Hombre y Mundo; tica Mundial de Mxico y al Grupo THEORIA Proyecto europeo de

    Investigaciones de Postgrado UCM.

    ISSN 0718 3712

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