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125 Las Saga de La Ciudad Oscura

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A continuación corto y pego la entrevista que me hicie-

ron los compañeros de El Pueblo, a propósito del Tomo

IV, publicada el pasado sábado día 12 de febrero, por si

pudiera resultarle de interés.

* * *

El escritor albaceteño Juan García Rodenas acaba de

publicar su último libro, La saga de la ciudad oscura -

Tomo IV, con el que finiquita las aventuras de su crea-

ción, el inspector Serrano. Actualmente, este albacete-

ño trabaja en el Diario EL PUEBLO de Albacete como

periodista, articulista y corrector.

Lleva dedicado varios años a esta

colección y en exclusiva nos detalla

algunos de sus proyectos literarios

más cercanos.

EL PUEBLO: Con este Tomo IV

cierras la saga en que has estado

trabajando desde 2002, ¿cómo te

sientes al haber llegado a la recta

final?

JUAN GARCíA RODENAS: En

cierto modo, ponerle punto y final

ha sido liberador. Llegar hasta aquí,

y del modo en que lo he hecho, ha

sido extremadamente duro. El lec-

tor no sé si llegará a apreciarlo, pe-

ro para mí La Saga ha sido una ver-

dadera maratón. Un tour de force,

que dirían por ahí. Piensa que han

sido ocho novelas cortas, recogidas en cuatro tomos,

casi trescientas mil palabras en total... Súmale que me

he hecho cargo, en solitario o con una mano de los ínti-

mos, de todo el proceso de edición, desde el archivo de

Word a las librerías. La saga necesitaba un final y yo

un descanso para abordar nuevos proyectos. He llegado

a odiar a muerte al inspector Serrano, pero después de

todo, nos hemos despedido como amigos.

E.P.: Supongo que será necesario haberse leído los

otros volúmenes para poder entender éste…

J.G.R.: Es lo que tienen las series, que sueltos, los epi-

sodios pierden fuerza y no tienen mucho sentido. Y

más si empiezas por el final. Soy consciente de que no

todo el mundo recordará a estas alturas los detalles de

los otros tomos, por eso he añadido una especie de re-

sumen de lo acontecido, que quizás sirva a los curiosos

rezagados, pero lo propio es leérselos en orden.

Es un pequeño hándicap con el que he tenido que lidiar

en este último tomo, sobre todo ahora que el primero

está, en la práctica, agotado (1). No va a haber reedicio-

nes ni nada parecido, al menos en papel. Quien quiera

incorporarse a La Saga ahora lo va a tener difícil, lo

siento. Aunque siempre puede ir a la Biblioteca y pedir

mis libros prestados: en teoría, los tienen (2).

E.P.: Hablabas de dificultades, ¿qué ha supuesto

escribir este último tomo?

J.G.R.: Escribir un final, y más para una serie de nove-

las, es una gran responsabilidad. Hay

una presión enorme ante la posibili-

dad de defraudar al fan, porque la

rabia del fan, que a fin de cuentas es

el elemento indispensable en esta

ecuación que es escribir, es la más

virulenta y la que más duele. No que-

ría que me pasase como le ha ocurri-

do a otros y a sus sagas; estoy pen-

sando en Stephen King y su horrenda

forma de liquidar La Torre Oscura, o

el flojete remate de la saga de Gerald

de Rivia (3), de Sapkowski, o el últi-

mo episodio de Perdidos... Ejemplos

hay mil. Nunca hay unanimidad en

estas cosas, si no es para acordarse

de los difuntos de uno, y lo peor es

que no sabes si la has cagado hasta

que es demasiado tarde para rectifi-

car. He tenido que lidiar con eso, y

sólo espero haber hecho bien mi trabajo.

Puedo asegurarle al lector que me he esforzado al

máximo por hacer algo digno. Por otro lado, una de las

cosas que más me ha ayudado a tirar para adelante ha

sido ver el interés y la paciencia de la gente, que no ha

decaído en ningún momento. A ellos está dedicado este

libro.

E.P.: ¿Tenías claro desde un primer momento el

final o fue cambiando a medida que avanzaba la

historia?

J.G.R.: Los que siguen la saga desde el principio saben

que, en la mayoría de las novelas, he empleado el es-

quema básico que ideara Lester Dent para las aventuras

de Doc Savage (4). No ha sido así en esta ocasión, por-

que, ya digo, había que hacer algo especial. Ha hecho

falta mucha planificación, mucha documentación, mu-

cho releer y mirar atrás para no dejar cabos sueltos,

pero creo que merece la pena.

LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV LA SAGA DE LA CIUDAD OSCURA. Tomo IV Juan García RodenasJuan García Rodenas

Page 2: 125 Las Saga de La Ciudad Oscura

Página 2

E.P.: Parece que tú también te has

apuntado a la moda de la literatura

zombi, pero... ¿qué significa eso de

“survival horror manchego” que

dice la contraportada? ¿Qué te pa-

rece este género?

J.G.R.: Cuando me planteé el esque-

ma de la serie, allá por 2002, tenía

muy claro desde el primer momento

que quería escribir mi propia versión

de las historias de vampiros, de casa

embrujada y de survival horror, por

eso en la séptima novela salen zom-

bis. Y como pasa en Albacete, pues

de ahí el apellido de “manchego”. La

literatura zombi es un género relativa-

mente reciente, en la que mi Mil tres-

cientos setenta y cinco, cifra que alu-

de al peso medio de un cerebro huma-

no, podría encajar bien. Ahora hay

multitud de libros con una Z en la

portada, pero esto no era así cuando

comencé a escribirlo. En cierto modo,

la historia es la respuesta a una pre-

gunta que suele hacerse un friki de las

cintas de Romero: qué haría yo si los zombis, de pronto,

invadieran mi pueblo (5).

Las novelas de Serrano las englobaría ahora dentro de la

categoría de “fantasía urbana”, que aparenta ser un géne-

ro de novísimo cuño, donde triunfan series y personajes

como el mago Dresden, de Jim Butcher, o Anita Blake,

Cazavampiros, aunque cuando salió el Tomo I nadie sa-

bía nada de esto. Lo mío, lo he dicho siempre, es home-

naje al pulp, a las novelas de a duro del kiosco, a las poli-

ciacas y las de terror, que mira por donde, con matices, es

lo que se está poniendo de moda.

E.P.: ¿Qué puedes contar de este libro?, ¿qué les ocu-

rre a tus personajes?

J.G.R.: Después de luchar contra sectas, hombres lobo,

vampiros, extraterrestres, cultos nazis, demonios, brujas y

criminales varios faltaban, ya te digo, los muertos vivien-

tes, y la gran y apocalíptica conclusión, a la altura del

personaje del inspector Serrano.

De hecho, dos terceras partes de la octava novela son el

final propiamente dicho. He trabajado mucho el ritmo de

la narración en este caso, así como la forma y descripción

de los “conflictos físicos”. Te aseguro que lo más compli-

cado fue manejar a tantos personajes, interactuando en

muchos momentos de forma simultánea. Esto, y moverse

dentro de los esquemas mentales de la “ficción realista”,

esa que diferencia entre zombi o infectado, o que admite

la existencia del Necronomicon y discute los efectos de

una bomba electromagnética (6). De nuevo será el lector

quien juzgue si lo hice bien o no. Sobre los personajes,

sólo puedo decirte que, como es lógico, muchos no llega-

rán a la última página.

E.P.: ¿Y ahora qué?

¿Actualmente estás realizando

algún proyecto o tienes alguno

en mente?

J.G.R.: Me rondan por la cabeza

ideas para nuevos pastiches hol-

mesianos, novelas, cuentos…

Quiero probar otros géneros, co-

mo la fantasía heroica; quiero

terminar ciertas historias que he

llevado en paralelo y ver qué po-

sibilidades tienen. Me gustaría

probar en el mercado del ebook,

al que sí le veo futuro. En fin,

que no voy a apagar el ordenador

después de este libro (7).

E.P:: Por último, ¿habrá más

Serranos en el futuro?

J.G.R.: Quién sabe. Puede que

alguien aparque un camión de

dinero delante de mi puerta para

convencerme. O puede que el

personaje pida volver, sin más.

El tiempo lo dirá.

NOTAS EXTRA.

1. De hecho, el Tomo II también está prácticamente ago-

tado. Cuento con menos de una veintena de ejemplares, y

la mitad se van a los packs.

2. Están en la Biblioteca Pública del Estado, la del par-

que, porque los doné yo, o sea, se los di gratis. Si no los

han tirado a la basura para hacer sitio, allí deberían estar

los tres primeros.

3. Jamás perdonaré a King por ese final. Del de Rivia, he

de confesar que aún no me he leído La dama del lago,

pero personas de las cuales me fío me han confirmado lo

que me temía, otra patata -de 60 leuros!-.

4. Adaptado a Serrano, el esquema, en su base, viene a a

ser:

1. Presentación del héroe e introducción de la amenaza o el

misterio.

2. Presentar al resto de personajes.

3. Surge el conflicto físico y giro sorprendente en la acción.

4. Más problemas para el héroe.

5. El héroe se esfuerza por resolver los problemas.

6. Otro conflicto físico.

7. Una nueva sorpresa.

8. Más problemas.

9. El héroe acosa al villano.

10. Todos los misterios se resuelven, excepto uno.

11. Gran clímax, última sorpresa y final inesperado.

5. Todos nos lo hemos preguntado, ¿no?

6. O lo que es lo mismo, me alucina el que el lector asu-

ma tranquilamente que se pueda invocar a un demonio

psicópata en el tanatorio del Hospital general mediante

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un rito vudú y me discuta una maniobra de coche marcha

atrás.

7. ¿Hay algún editor en la sala?

http://cizalla.lacoctelera.net/post/2011/02/15/entrevista

ACERCA DEL INSPECTOR SERRANO por Alberto López Aroca

Aunque mi buen amigo Juan García Rodenas insis-te en lo contrario, tengo buenos motivos para creer que el personaje del Inspector Serrano, debido a su pluma (o sus teclas de ordenador, vamos), no es tan ficticio como quiere hacernos pensar.

Veamos.

En algunas ocasiones, Juan ha intentado colarnos a no-sotros, sus lectores, algu-nas historias completamen-te falsas por ciertas. Es el caso de El que Camina en-tre Nosotros, publicado en 2001. Esta obra era una de las enésimas reescrituras de uno de sus relatos, titu-lado originalmente El nom-bre de Verónica. El texto (y creo que también, en algu-na parte de la cubierta) con-tenía algunas notas del au-tor donde nos explicaba que la historia estaba basa-da en hechos reales, y que la documentación que se adjuntaba -declaraciones por escrito, textos legales y policiales- era auténtica. Cualquier lector se daría cuenta en su momento, y también ahora, de que aquello era un fraude.

Esto es sólo un ejemplo, claro.

Y luego están las historias del policía más misterio-so de nuestra literatura, el inspector Serrano.

Tengo fundados motivos para creer que Serrano existe, al igual que el señor Philip José Farmer, de Peoria (Illinois), tiene buenas razones para creer que John Clayton, Lord Greystoke, más conocido como Tarzán, existe. De hecho, Farmer tuvo oca-sión de entrevistarse con él en 1972. El señor Far-mer asegura que Edgar Rice Burroughs se vio obli-gado a disfrazar la identidad y los hechos concer-nientes a este "Lord Greystoke" en sus novelas so-bre Tarzán de los Monos. Los estudiosos holmesia-nos y sherlockianos juegan a algo muy parecido

(algunos con desaforada fe) con los textos de Arthur Conan Doyle dedicados al señor William Sherlock Scott Holmes, el primer detective consultor de la historia. Estos investigadores aseguran que Conan Doyle no era otra cosa sino el agente literario (y qui-zá, corrector de pruebas) del doctor John H. Wat-son, cronista del Gran Detective. (Como ya apunté en otro lugar, no estoy de acuerdo con esta teoría: pienso que la labor de Doyle fue mucho más impor-tante, pues fue él quien redactó los cuentos y las cuatro novelas sobre Holmes; Watson se limitó a esbozar las historias a partir de sus múltiples cua-dernos de notas. Ya el mismo Holmes se quejaba de la escasa calidad de los escritos de su buen ami-go, cosa que no hubiera hecho de haber leído los relatos de Doyle, de indudable calidad).

Los lectores de las aventuras de Serrano han disfru-tado con estas historias de Juan García desde que en 1995 vio la luz Ácido Fórmico. Estoy seguro de que nadie se ha cuestionado la posible rea-lidad de los hechos que narra, y mucho menos la existencia de Serrano. Juan ni siquiera se ha molestado, como hizo con El Que Camina Entre No-sotros, en intentar vender la moto del ya clásico "basado en hechos reales", aunque ha demostrado sentir cierta debili-dad por esa pantomima. Yo me pregunto: ¿cómo es posi-ble que no haya obrado del mismo modo con su personaje más célebre?

Por si alguien ha tomado una idea equivocada, le sacaré de dudas: no existe ningún agen-te de la Policía Nacional de nuestro país que esté especia-lizado en temas paranormales,

que resida en Albacete, y que además se llame "Serrano".

Porque su nombre es otro.

Hasta la fecha, en lo que en adelante llamaremos "El Canon de Serrano", Juan García ha facilitado muy poca información sobre la historia personal del personaje. Sin duda, no le habría supuesto ningún esfuerzo referirse a su familia, sus orígenes, etc, cosa que habría aportado todavía más verosimilitud a sus historias. ¿Por qué el autor ha preferido adop-tar una pose estética mucho más cercana al pulp, a las contradictorias novelas de Tarzán y Doc Sava-ge, a las recurrentes incongruencias del Canon hol-mesiano? Precisamente por la misma razón que Burroughs, Dent y Doyle: porque el inspector Serra-

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no está basado en una persona (que no un perso-naje) real como la vida misma, y al menos parte de las historias que Juan García cuenta sobre él, son ciertas, y lo más importante, susceptibles de per-manecer en el más estricto de los secretos.

Una técnica clásica de desinformación, utilizada por todos los gobiernos del mundo desde hace si-glos, es la de desacreditar hechos reales. El caso más escandaloso, tanto por su magnitud moral co-mo por la temporal, es el de los contactos con se-res extraterrestres a lo largo de nuestra Historia. Existen docenas de obras "de ficción" que relatan hechos reales increíbles, y que por ello mismo han pa-sado a la posteridad como novelas de fantasía e imagi-nación. (Estoy pensando, sobre todo, en la invasión marciana que tuvo lugar hacia 1899 en Inglaterra, que el señor H.G. Wells, qui-zá por orden del gobierno británico, representado por Mycroft Holmes, se encargó de exagerar y enmarañar en una novela).

El caso de nuestro inspector Serrano es semejante, y por algún motivo, Juan García Rodenas ha sido el encarga-do de "ficcionalizar" una se-rie de acontecimientos tras-cendentes, censurados y eliminados de los medios de comunicación, y ahora re-convertidos por la pluma de un escritor en hechos enteramente falsos. Cual-quier testigo de los hechos narrados en La Saga de la Ciudad Oscura (por poner como ejemplo el texto más extenso del Canon de Serrano) quedaría ridiculizado por completo si declarara que alguna de las historias reflejadas en esas novelas de aventuras y entretenimiento es cierta.

No obstante, y aunque el autor se ha curado en salud, eludiendo hábilmente fechas y trastocando los nombres de algunos lugares, así como el de los actores, un lector sagaz puede desentrañar ciertas verdades si estudia atentamente estas "novelas de a duro".

Así, podemos decir que el falso apellido de "Serrano" (cuyo nombre de pila, por cierto, Juan García nunca menciona) es en realidad una clave escogida cuidadosamente para indicar la verdade-ra relación de este excepcional agente con el Esta-do español. Creemos que se debe a la figura de Ramón Serrano, ministro de Prensa del régimen

franquista, y cuñado del Generalísimo. Conociendo la política secretista del dictador, no nos extraña que pusiera en manos de uno de sus hombres de mayor confianza el control sobre los medios de co-municación... y probablemente, la responsabilidad sobre las actividades encubiertas de la OCE (Oficina para la Conservación de las Especies) en España. ¿Qué mejor nombre que el del responsa-ble del filtro informativo para encubrir a un indivi-duo que, en cierto modo, posee en parte sus mis-mos atributos?

(Entrando en el especulativo y cenagoso terreno de la mitología creativa, podría-mos establecer una genealogía que emparentara de forma di-recta al inspector con el minis-tro Serrano, pero siempre nos quedaría la duda de quién fue en verdad su señora madre... a no ser, claro está, que Juan García nos diera esa informa-ción).

Ya desde un principio, el autor realizó un intento de oculta-miento bastante obvio cuando, en las primeras historias de Serrano, lo llamaba teniente, una graduación que no existe en la Policía Nacional de nues-tro país. Juan García ha habla-do después de "un error técni-co" que acabó por subsanar, pero nosotros no lo creemos así. En realidad, García Rode-nas pecó de "exceso de celo" en su afán de ocultamiento,

hasta el punto de que esas primeras ediciones (hoy inencontrables y desaparecidas, por algún extraño motivo) resultaban sospechosas... Sólo podemos suponer que "alguien" llamó la atención del autor sobre este punto y le pidió -quizá de mo-do expeditivo- que no adornara innecesariamente sus "ficciones": la realidad es, en verdad, bastante increíble por sí misma.

Recomiendo a los lectores aficionados a la serie negra, el terror, la fantasía y el misterio que se de-tengan a leer las aventuras del inspector Serrano. Estoy seguro de que, si no ahora, en el futuro habrá quien se aventure a desvelar las medias ver-dades ocultas tras ese pesado telón rojo que tanto le gusta a David Lynch, y que Juan García levanta, con cierto esfuerzo, aunque sólo sea un poquito, para que podamos vislumbrar los horrores verda-deros que se encuentran al otro lado.

http://cizalla.lacoctelera.net/post/2009/10/05/rescatando-acerca-del-inspector-serrano