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RICARDO DE LA CIERVA Después de la venganza, la mentira, La calumnia y la incompetencia FRANCO LA HISTORIA Victoria contra el comunismo hasta siete años después de su muerte (Santiago Carr illo). - Mantener a España en el Occidente libre (G. Fernández de la Mora). - Salvar una sociedad (Franco a don Juan). - Salvar a la Iglesia en la Cruzada (Pablo VI al embajador Garrigues). - Evitar la entrada en la guerra mundial (Scalfaro, Qu aroni). - Transformar una nación, modernización de la economía y la sociedad. Crear un a gran clase media (objetivo y logro básico). - Restaurar la Monarquía para reconcil iación ( El Rey tiene que venir como pacificador , 1937). - Erradicar el analfabetismo y decuplicar la educación. - Acabar con el paro. - Terminar con el hambre histórica . -Salvar a sesenta mil judíos de la muerte. - Prefiero a Franco (Negrín a Azaña en 1938 , ante las presiones separatistas, Memorias de Azaña IV, p. 701). - Toda Cataluña des eaba ya a Franco (Informe al general V. Rojo en 1939). - Las tres Provincias Vasc ongadas en cabeza de la economía y la renta. EDITORIAL FÉNIX SERIE MÁXIMA Índice Págs. Prólogo: La memoria histórica sobre Franco en el año 2000 CAPÍTULO 1. - UNA INFANCIA ENTRE DOS SIGLOS TRÁGICOS. 1892-1907 Una familia noble por los cuatro costados Los padres y la familia íntima de Franco La circunstancia infantil y adolescente de Franco; entre dos siglos trágicos de Es paña La articulación mundial del poder capitalista Las instituciones que condicionaron la vida de Franco La circunstancia galaica El hondo impacto del Desastre en la vida de Franco CAPÍTULO 2. - LA ACADEMIA DE TOLEDO Y EL DESTINO A ÁFRICA. 1907-1912 El ingreso en la Academia de Infantería La formación militar de Franco en Toledo La reanudación de la guerra de África CAPÍTULO 3. - LAS PRIMERAS CAMPAÑAS DE FRANCO EN ÁFRICA HASTA SU HERIDA MORTAL. 1912-1 916 El bautismo de fuego en el frente exterior de Melilla El teniente Franco en las campañas de Tetuán La guerra de Marruecos ante la Gran Guerra europea Una herida mortal ante las columnas de Hércules CAPÍTULO 4. - INTERMEDIO PENINSULAR EN OVIEDO: LA REVOLUCIÓN DE 1917. 1917-1920 La revolución soviética y la revolución española de 1917 Las tres convulsiones españolas de 1917 La auténtica intervención del comandante Franco en los sucesos de 1917 La única mujer de su vida El encuentro con Millán Astray en Valdemoro La creación del Tercio de Extranjeros CAPÍTULO 5. - FRANCO EN LA LEGIÓN: LA CAMPAÑA DE MELILLA. 1920-1922 Franco en la organización del Tercio Las operaciones de Xauen El Desastre de Annual y sus consecuencias

122473350 Franco de Ricardo de La Cierva

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  • RICARDO DE LA CIERVADespus de la venganza, la mentira,La calumnia y la incompetenciaFRANCOLA HISTORIA

    Victoria contra el comunismo hasta siete aos despus de su muerte (Santiago Carrillo). - Mantener a Espaa en el Occidente libre (G. Fernndez de la Mora). - Salvar una sociedad (Franco a don Juan). - Salvar a la Iglesia en la Cruzada (Pablo VI al embajador Garrigues). - Evitar la entrada en la guerra mundial (Scalfaro, Quaroni). - Transformar una nacin, modernizacin de la economa y la sociedad. Crear una gran clase media (objetivo y logro bsico). - Restaurar la Monarqua para reconciliacin (El Rey tiene que venir como pacificador, 1937). - Erradicar el analfabetismo y decuplicar la educacin. - Acabar con el paro. - Terminar con el hambre histrica. -Salvar a sesenta mil judos de la muerte. - Prefiero a Franco (Negrn a Azaa en 1938, ante las presiones separatistas, Memorias de Azaa IV, p. 701). - Toda Catalua deseaba ya a Franco (Informe al general V. Rojo en 1939). - Las tres Provincias Vascongadas en cabeza de la economa y la renta. EDITORIAL FNIX SERIE MXIMAndicePgs.Prlogo: La memoria histrica sobre Franco en el ao 2000

    CAPTULO 1. - UNA INFANCIA ENTRE DOS SIGLOS TRGICOS. 1892-1907Una familia noble por los cuatro costadosLos padres y la familia ntima de FrancoLa circunstancia infantil y adolescente de Franco; entre dos siglos trgicos de EspaaLa articulacin mundial del poder capitalistaLas instituciones que condicionaron la vida de FrancoLa circunstancia galaicaEl hondo impacto del Desastre en la vida de Franco

    CAPTULO 2. - LA ACADEMIA DE TOLEDO Y EL DESTINO A FRICA.1907-1912El ingreso en la Academia de InfanteraLa formacin militar de Franco en ToledoLa reanudacin de la guerra de frica

    CAPTULO 3. - LAS PRIMERAS CAMPAAS DE FRANCO EN FRICA HASTA SU HERIDA MORTAL. 1912-1916El bautismo de fuego en el frente exterior de MelillaEl teniente Franco en las campaas de TetunLa guerra de Marruecos ante la Gran Guerra europeaUna herida mortal ante las columnas de Hrcules

    CAPTULO 4. - INTERMEDIO PENINSULAR EN OVIEDO: LA REVOLUCIN DE 1917. 1917-1920La revolucin sovitica y la revolucin espaola de 1917Las tres convulsiones espaolas de 1917La autntica intervencin del comandante Franco en los sucesos de 1917La nica mujer de su vidaEl encuentro con Milln Astray en ValdemoroLa creacin del Tercio de Extranjeros

    CAPTULO 5. - FRANCO EN LA LEGIN: LA CAMPAA DE MELILLA. 1920-1922Franco en la organizacin del TercioLas operaciones de XauenEl Desastre de Annual y sus consecuencias

  • La Legin en la reconquista de Melilla

    CAPTULO 6. - FRANCO JEFE DE LA LEGIN: SUS GRANDES CAMPAAS, TIFARUIN, XAUEN Y ALHUCEMAS. 1923-1926Jefatura de la Legin y regreso a fricaLa Dictadura y su aceptacin generalLa boda en OviedoFranco rechaza a Abd el Krim en la lnea exterior de MelillaEl incidente de Ben TiebFranco en la retirada de XauenFranco en el desembarco de AlhucemasEl general FrancoFranco observa el final de frica desde su mando en Madrid

    CAPTULO 7. - FRANCO Y LA ACADEMIA GENERAL MILITAR: DESDE LA DICTADURA A LA AGONA MONRQUICA 1927-1931Los problemas militares de la DictaduraFranco en Zaragoza: la Academia General MilitarFranco valora la Dictadura desde ZaragozaFranco ante el final de la DictaduraLa desercin de los monrquicos liberalesFranco despliega a la Academia contra los rebeldes de JacaFranco ante la proclamacin de la segunda Repblica

    CAPTULO 8. - FRANCO Y LA REPUBLICA: CHOQUE, COLABORACIN, CHOQUE. 1931-1936Manuel Azaa suprime la Academia General MilitarFranco no interviene en el pronunciamiento de SanjurjoFranco en Mallorca el ao de HitlerFranco ante la nueva situacin de centro-derechaFranco contra la Revolucin de OctubreJefe de Estado Mayor Central de la RepblicaFranco ante las elecciones del Frente PopularFranco en la gran conspiracin de 1936La seal: el asesinato de Jos Calvo SoteloEl esperpento pstumo del propagandista feroz

    CAPTULO 9. - LA VICTORIA DE FRANCO EN LA GUERRA CIVIL.1936-1939Las fuentes para el estudio de la guerra civilLas fuerzas en presenciaLa sublevacin de Franco en CanariasLa contrafigura de Franco en el AlzamientoLas decisiones estratgicas de las primeras semanasLa desaparicin del general SanjurjoEl problema de la intervencin extranjeraFranco en la guerra de columnas: la columna MadridLa eleccin de Franco a la jefatura supremaEl fracaso frontal y lateral de Franco sobre MadridLa triple campaa y la victoria estratgica de Franco en el Norte y en su propia retaguardiaTeruel y las grandes maniobras de LevanteLa batalla del Ebro y el final de la guerra civilLa guerra civil en la memoria y el archivo de FrancoCAPTULO 10: FRANCO PRESERVA A ESPAA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. 1939-1945El desfile de la VictoriaLa reconstruccin de la Espaa destrozadaLos cuatro pilares del rgimenLa gran sorpresa: el pacto germano-soviticoEl tercer pilarEspaa ante la guerra civil de Europa

  • La doble baza de Franco para evitar la entrada de Espaa en la guerraAlemania, duea de Europa continentalLa tentacin que no se consumoHitler quiere la cesin de Gran CanariaLa entrevista de Hendaya: los nuevos testimoniosHitler archiva la operacin FlixEl ultimtum final sobre GibraltarCaudillo, nunca se le perdonar su victoriaLas Reivindicaciones de EspaaLa gran crisis de mayo de 1941El acuerdo con el Vaticano en 1941Rusia es culpableLos primeros brotes de la oposicin organizadaCambio de signo estratgico en 1941/1942La Divisin Azul entra en fuegoEspaa ante la guerra del PacficoLa segunda fase de la conspiracin monrquicaHitler describe a la Divisin AzulUn significativo viaje a BarcelonaFranco cambia el rumbo en junio de 1942Franco ante la Masonera universal y los judos de EuropaLa solucin final y las listas de FrancoLa cada de Ramn Serrano SuerLa carta de Roosevelt a FrancoEl gran testigo vuelve de la HistoriaDon Juan de Borbn y la ofensiva monrquicaLa invasin de Italia y la cada de MussoliniCruce de telegramas con don Juan y escrito de los generalesLos peores momentos de la guerra y la ruptura de Franco y don Juan IEl final de la crisis, el nombramiento de Gil Robles y el homenaje a Espaa de Winston ChurchillInvasin aliada de Europa, invasin comunista de EspaaEl manifiesto de Lausana en la rbita de YaltaEspaa (no) pierde la segunda guerra mundialLa Iglesia salva a Franco en 1945

    CAPTULO 11: EL CERCO INTERNACIONAL Y LA SEGUNDA VICTORIA.1945-1955Don Juan llega a Estoril: Churchill habla en MissouriEspaa responde en la calle a la condena de la ONULa estrategia americana prefiere a Franco y margina a la oposicinLas intrigas de Philip BonsalNacimiento y consolidacin del Opus DeiLa guerra fra y la misin Carrero a EstorilEl manifiesto de Estoril contra el proyecto de ley de SucesinLa modificacin de la ley sucesoria en las CortesLa apoteosis de EvitaEl referndum de julioLa conjura de los tres titanes y el vital documento Keenan-MarshallLa entrevista del Azor y el fin de la conspiracin monrquicaLa retractacin de la ONU y el comienzo de la prosperidad

    CAPTULO 12. - LA PLENITUD EN LA VIDA DE FRANCO:LA TRANSFORMACIN DE ESPAA Y LA SUCESIN MONRQUICA.1956-1969La rebelin de la UniversidadLa forzada independencia de MarruecosLa crisis de febrero de 1957El Plan de Estabilizacin fue mucho msEl abrazo de Franco y Eisenhower

  • Un accidente de caza: el secreto de la salud de FrancoLa boda real en AtenasEl contubernio de MunichLos XXV aos de pazLa Ley de prensa y la Ley OrgnicaLos resultados del desarrolloLa concertacin del pacto dinsticoSegundo apunte sobre la transformacin de EspaaLa sucesin como cumbre histrica en la vida de Franco

    CAPTULO 13. - LA LARGA AGONA Y LA PROLONGADA MUERTEDE FRANCO. 1969-1975El escndalo MATESA y sus consecuencias1970: Franco ante el proceso de Burgos1971: La Asamblea ConjuntaEl acoso del Pardo a la Zarzuela en 1972Presidencia y asesinato del almirante CarreroEl ao regresivo e incierto, 1974Amago mortal de Franco, traspaso de poderes y golpe de Estado de FrancoEl salvaje crimen de la calle del CorreoEl ltimo ao: tortura y enterezaLa primavera de FragaEl gobierno secreto de la transicinLa trgica muerte de Fernando Herrero TejedorUna evocacin de Cnovas en plena tormentaEl ltimo veranoLa ofensiva terrorista y la pretensin de impedir al Estado su defensa legtimaEl odio comunista contra Franco y el PrncipeUna peligrosa decisin del PrncipeLa ltima manifestacinEl contexto estratgico para la agona personal de FrancoUn consejo de ministros vigilado por monitorFranco recurre a su hija para su despedidaJos Sols viaja a MarruecosLa transmisin de poderesUna operacin desesperadaLos acuerdos de MadridLa hibernacinEl testamentoEPLOGO: EL LEGADO DE FRANCO

    Prlogo

    LA MEMORIA HISTRICA SOBRE FRANCO EN EL AO 2000 Este libro no es, en mi intencin, un libro para la polmica sino para la Historia. Lo escribo profesionalmente como historiador, no como apologa sino como fruto del anlisis histrico. Pero no pretendo tampoco escribirlo de forma intemporal, desde fuera de mi tiempo. Nac en 1926, el ao en que Franco fue ascendido a general por mritos de guerra y guardo con todo respeto y afecto rasgos de memoria personal e histrica sobre mi tiempo desde 1929 en atisbo, desde 1931 de forma ordenada y coherente. O hablar en mi familia del general Franco desde mi infancia y le conoc personalmente a l, a su esposa y a su hija en Salamanca, a fines de noviembre de 1936, a poco de cumplir los diez aos. Luego he hablado varias veces con doa Carmen Polo de Franco y con la duquesa de Franco. He visto personalmente a Franco muchas veces y le he tratado con cierta intensidad entre los aos 1969 y 1974, con vistas a mi primer ensayo biogrfico sobre su figura y su tiempo. He conocido y tratado a numerosos testigos primarios y secundarios de Franco y de su poca. Esto significa que no hablo solamente de odas sino desde el conocimiento personal y directo del personaje y su circunstancia.

  • He interpretado como un deber personal escribir este libro sobre Franco en el ao 2000, por un motivo semejante al que me impuls, desde 1966, a escribir sobre la Repblica y la guerra civil espaola. Me interes cada vez ms profundamente, desde la infancia, por la historia de lo que estbamos viviendo y mi biblioteca sobre la guerra civil, que hoy es muy copiosa, se inici durante el primer ao del conflicto, en San Sebastin, con dos libros: el que dedic el padre Risco a la gesta del Alczar de Toledo y el que escribi, en cuatro tomitos, el cronista portugus Mauricio de Oliveira sobre la tragedia espaola en el mar. Andando los aos fui leyendo cuanto caa en mis manos sobre la guerra de Espaa. Hasta que en 1961 apareci, con resonancia mundial, el famoso libro de Hugh Thomas acompaado por otros tres que, como l, me impresionaron profundamente: el de Burnett Bolloten que en su primera versin se titul The Grand Camouflage, el gran engao; el de monseor Antonio Montero sobre la persecucin religiosa en Espaa; y algo ms tarde, en 1965, el del hispanista Gabriel Jacson que trataba conjuntamente la Repblica y la guerra civil como un bloque histrico inseparable. Me convencieron plenamente los libros de Bolloten sobre el verdadero papel de los comunistas en la guerra civil y el de don Antonio Montero. Reconoc un serio intento de objetividad en el libro de Hugh Thomas, que luego fue mejorando mucho en sucesivas ediciones; pero aqulla no era la guerra civil que yo haba vivido. Acept como una importante tesis la de Jacson sobre el tratamiento conjunto de la Repblica y la guerra civil; pero me pareci sencillamente falsa la imagen tpicamente izquierdista que ofreca sobre todo el perodo. Simultneamente se produjeron dos hechos que cambiaron mi vida. Acced por oposicin al Ministerio de Informacin y Turismo donde se me releg, con escasas funciones, a un despacho repleto de libros sobre la guerra civil; tena poco que hacer y me los le todos. Y en un consejo de ministros del ao ltimamente citado, 1965, el de Asuntos Exteriores, Fernando Mara Castiella, present con alarma el libro de Jacson y pregunt si haba algn especialista que pudiera contestarle. El ministro de Informacin, Manuel Fraga Iribarne, dijo que s exista y dio mi nombre. As empec a escribir de Historia, para lo que cre muy conveniente, por motivos de credibilidad, ganar, por oposicin, las ctedras de Historia de Instituto y luego de Universidad. Mi inters por la figura de Franco surgi de motivos semejantes. En 1971, cuando an faltaban cuatro aos para la muerte de Franco, haban aparecido ya varias biografas estimables sobre su trayectoria; las britnicas de George Hills y Brian Crozier, las francesas de Claude Martn y el socialista Max Gallo, la alemana de Helmut Gnther Dahms. Inmerso ya en varios proyectos histricos se me ocurri de pronto que si la vida de Franco interesaba a respetables autores extranjeros de varias tendencias, no sera conveniente que algn historiador espaol lo intentase tambin, despus de algunos libros muy anteriores e inevitablemente desfasados? Es decir, que nadie me sugiri escribir sobre Franco; fue exclusivamente idea y responsabilidad ma. Hoy, en el ao 2000, sucede exactamente lo mismo. En la misma portada de este libro lo explico. Recientemente se han publicado biografas breves, pero dignas de consideracin, tanto en Espaa (Juan Pablo Fusi) como fuera de Espaa (Stanley G. Payne, Bartolom Bennasar). Pero por desgracia abundan ms y han alcanzado mucha mayor resonancia libros agresivos, no sobre Franco sino contra Franco que con toda sinceridad me parecen escritos desde un profundo sentimiento de venganza, sea sta de origen comunista (Vzquez Montalbn, Francisco Umbral) o de origen ms o menos monrquico-juanista (Jos Luis de Vilallonga, Luis Mara Anson) y por supuesto desde posiciones prximas al contexto de la Internacional Socialista (Paul Preston, Santos Juli) que como he demostrado ms de una vez coincide con lo que entendemos normalmente como Masonera. Han aparecido tambin, recientemente, algunos libros-bomba contra Franco, como el pstumo del lder mundial de la propaganda antifranquista y ms que frustrado historiador Herbert Rutledge Southworth, El lavado de cerebro de Francisco Franco. Estos intentos biogrficos, directos o indirectos, totales o parciales, se combinan con una autntica oleada de escritos en forma de libro o de artculo para los medios de comunicacin, que con alarmante frecuencia parecen provenir de la mentira, la calumnia, la ignorancia o la incompetencia acerca de la figura de Franco y su circunstancia. En posiciones antifranquistas que creo histricamente infun

  • dadas y superficiales se han distinguido historiadores como don Javier Tusell y por supuesto toda la escuela histrica creada en Espaa desde los aos sesenta por el historiador don Manuel Tun de Lara, de patente origen y ejecutoria comunista, atemperada por un cierto ropaje liberal. Claro que este tipo de expresin contra Franco, que no sobre Franco, no es nica. El profesor Luis Surez Fernndez, como es bien sabido, ha escrito en ocho tomos para la Fundacin Francisco Franco una obra magna sobre Franco y su tiempo que me parece imprescindible, as como los cuatro tomos que ha publicado en la misma Fundacin sobre documentos inditos de Franco y los dos que han aparecido con su firma en la acreditada editorial Actas: Franco, crnica de su tiempo. En medio del ruido y la furia provocados por la antibiografa de Paul Preston tuvimos la satisfaccin de compulsarla con los excelentes trabajos del profesor Stanley G. Payne y el ilustre escritor ngel Palomino, Caudillo. Me han interesado tambin otras obras como la del coronel don Carlos de Meer. Sin embargo, los alardes del antifranquismo visceral consiguen, por desgracia, mayor resonancia en los desorientados medios de comunicacin espaoles y extranjeros frente a los trabajos que no se cien a lo polticamente correcto, definido por un Gran Hermano eficaz aunque imbcil. Faltaba la guinda: ese libro escrito por un militar espaol, historiador y profesor de Historia militar, el coronel don Carlos Blanco Escol, en que se trata de demostrar, como reza su ttulo, La incompetencia militar de Franco. Menos mal que tuve el honor de editar recientemente, con mucho ms xito, el excelente libro de otro gran militar y tambin profesor en altos centros militares, el general don Rafael Casas de la Vega, Franco, militar (Ed. Fnix) Al cumplirse los veinticinco aos de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de este ao, son de esperar publicaciones de todo gnero y me temo que las antibiografas agresivas no hayan agotado an su reserva de falsedades, calumnias, ignorancias y venganzas. Por eso me he decidido a escribir este libro. Insisto en que sin afanes polmicos aunque naturalmente sin ignorar la polmica. De muchos libros visceralmente antifranquistas y por lo tanto antihistricos he dado ya buena cuenta recientemente en una obra de esta misma Editorial, El 18 de julio no fue un golpe militar fascista, no exista la legalidad republicana, a propsito de un imperdonable desliz de la anterior Comisin de Asuntos Exteriores del Congreso, que por fortuna no se repetir en los prximos cuatro aos por haber variado sustancialmente la composicin de la Cmara. No volver en este libro sobre esas polmicas que creo sustanciadas. Me referir, no faltaba ms, al libro del coronel Blanco Escol, que es muy reciente, si bien le guardar la misma consideracin que l dedica a mi anterior biografa de Franco, por ms que prescinda de un plumazo del resto de mis obras. Slo le dir, por el momento, que de esas obras que l desprecia existen 160 ttulos en la Biblioteca Nacional de Madrid y ms de noventa en la Library of Congress de Washington como acabo de comprobar en Internet. Y creo sinceramente que el libro del coronel Blanco Escol queda irremisiblemente calificado por la seleccin y la posicin de su inefable prologuista, el conocido periodista don Miguel ngel Aguilar. No es sta mi primera biografa de Franco, sino la ltima y, por mi parte, definitiva. La primera apareci en 1973, (Editora Nacional) en vida de Franco. La segunda en 1981, (Ed. Planeta) mucho ms amplia, cuando volv a mi actividad de historiador despus de una breve pero intensa actuacin en la vida pblica democrtica espaola. Poco despus la propia Editorial Planeta publicaba mi tercera biografa, ms abreviada, en 1985. Luego prepar una cuarta biografa que se public por entregas semanales en el diario ABC, pero que hube de repudiar porque al llegar a los captulos referentes a las relaciones entre Franco y don Juan ese diario manipul contra mi voluntad los textos que yo enviaba; por tanto, esa biografa no la reconozco como ma. Apuntes biogrficos breves se han insertado en otros de mis libros. Pero sta no es una reedicin ni una adaptacin. Es una biografa histrica enteramente nueva, que va a ceirse a los problemas histricos fundamentales planteados por la

  • vida de Franco y su circunstancia. Muchas veces desde fuentes nuevas, en algunos casos descubiertas por m. Insisto que sin nimo polmico aunque, por supuesto, con el mismo espritu crtico que siempre me ha impulsado. Al presentarle mi primera versin biogrfica en 1973 pronostiqu a Franco que cuando l faltase se levantara contra l una marea negra de fango histrico, que yo tena decidido contrarrestar con mis escritos cindome al anlisis histrico. Este libro es un nuevo y definitivo cumplimiento de ese compromiso. Cuando otras posiciones contrarias seran seguramente ms convenientes y remuneradoras. Pero no he utilizado jams a la Historia como traicin y no lo har mientras viva. En un primer esquema pens titular a este libro Las doce victorias de Franco. Voy a enumerarlas todas pero prefiero un ttulo ms escueto, bien centrado, adems, en la marea negra que se retras ms de lo esperado, pero que ha terminado por irrumpir de forma aparentemente incontenible. Slo aparentemente porque con ese tipo de mareas no se construye la autntica Historia en que yo creo. Dejo para el final la motivacin ms profunda de todas cuantas me han impulsado a escribir este libro. Como espaol y sobre todo como historiador espaol yo no puedo aceptar que a Franco se le considere por algunos, segn ha dicho un poltico vasco alienado, como un criminal de guerra ni como un secuaz servil de Adolfo Hitler ni como el gobernante espaol ms nefasto de la Historia. Tampoco puedo tolerar sin una fundada y documentada protesta que los cuarenta aos de Franco se consideren, tomando la frase de los liberales exaltados que enjuiciaban a don Fernando VII; como los mal llamados aos ni siquiera, como hoy parecen coincidir muchos, denominarles simplistamente la dictadura de Franco. No voy a adelantar aqu las que sern conclusiones de este estudio histrico en el que pretendo que la verdad resplandezca sobre el desnudo fundamento de los hechos comprobados. Por supuesto que no voy a exaltar a Franco como un demcrata, segn intentaron los comunistas con Josif Stalin, cuyo rgimen se denomin oficialmente La gran democracia socialista. Pero pese a la propaganda histrica dictada por la falsedad, la mentira y la venganza persistente no voy a avergonzarme aqu por haber vivido en la poca de Franco ni voy a pedir perdn por ello. Soy uno de los millones de espaoles que recibieron con todo respeto el testamento de Franco y siguieron la direccin que en l se nos marcaba. Estoy completamente convencido de que al entregar a su hija ese testamento Franco lo haba pensado y escrito con una sinceridad absoluta, totalmente conforme con lo que haba sido la verdad de su vida. Segu, por tanto, con millones de espaoles el camino que nos propona ese testamento y trabaj en la medida de mis fuerzas para que Espaa lograse el rgimen democrtico que por vez primera en su historia era ya posible, y al que nos convocaba quien sucedi a Franco a ttulo de Rey. Jams he aceptado la tesis de quienes han acusado al Rey de perjuro por indicar ese camino del que Franco era perfectamente consciente, sobre lo que existen pruebas histricas. Luego han ocurrido muchas cosas que ya no pertenecen a la biografa de Franco sino a la historia, an no escrita, de la llamada transicin. Creo estar muy seguro de lo que Franco fue y tambin de lo que Franco no fue. Y voy a exponerlo, con toda claridad y sencillez, en este libro. Hace casi veinte aos que abandon prcticamente la actividad poltica, por lo que atribuir intenciones polticas a este libro me parece cansino y anacrnico. He desempeado puestos de cierta importancia en la Espaa democrtica y particip en la elaboracin constitucional. Actu lealmente con Franco y su rgimen pero segu, como tantos espaoles, el testamento de Franco que nos animaba a secundar la alta poltica del Rey. Este libro no es hagiogrfico sino histrico, aunque por supuesto no participa de la actual moda de abominacin unilateral contra Franco y su poca. Este libro se escribe desde una posicin personal de centro-derecha, no de extrema derecha entre otros motivos porque Franco no fue nunca de extrema derecha. No tengo sobre el franquismo, por supuesto, las mismas ideas que farfulla el todava presidente del PNV don Javier Arzalluz, ni las ideas enquistadas en el inmovilismo histrico de los enemi

  • gos profesionales de Franco. Estoy seguro de que muchos lectores lo van a comprender as. En resolucin, ratifico una vez ms mi acatamiento a la Constitucin de 1978 que modestamente contribu a redactar; seis de mis enmiendas personales estn incluidas en su texto. No escribo desde la nostalgia; porque ya antes de la muerte de Franco dije y escrib varias veces que el franquismo, ms que un sistema, era una poca y que sera imposible su continuacin despus de Franco y, adems, Franco lo saba perfectamente, como demuestran los testimonios de su interlocutor atlntico el general Vernon Walters y del propio Rey de Espaa. Me asombra y me repele el descarriado ejemplo de una parte de la derecha espaola, la que he llamado derecha de Edipo, como la de una parte de la Iglesia espaola y de los medios de comunicacin liberales o conservadores que abominan ritualmente de Franco. No voy a ocultar, como no ocult en vida de Franco, serias crticas sobre Franco y su rgimen. Pero tampoco soy adicto a la historia-ficcin que se nos quiere imponer. Escudo de armas de Francisco Franco Bahamonde, trazado sobre datos revisados en estos cuatro carteles: Franco (superior izquierda), Bahamonde (superior derecha). Salgado-Araujo (inferior izquierda) y Pardo de Andrade (inferior derecha). Los motivos fundamentales de este ltimo pasaran luego a la herldica del jefe del Estado espaol y a la simbologa nacional y del nuevo Ejrcito. ***Captulo 1: Una infancia entre dos siglos trgicos (El Ferrol, 1892-1907) UNA FAMILIA NOBLE POR LOS CUATRO COSTADOS Francisco Franco Bahamonde naci en la ciudad naval-militar del Ferrol a las cero horas treinta minutos del 4 de diciembre de 1892. Su infancia y adolescencia transcurrieron en su ciudad natal, los primeros quince aos de su vida hasta que sali de all para iniciar su carrera militar en la Academia de Infantera de Toledo. En aquel ao 1892 se celebraba el Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica; un siglo despus, cuando Espaa viva los aos desenfrenados y corruptos de la larga noche socialista, no se conmemor oficialmente el Quinto Centenario del Descubrimiento porque oficialmente no hubo tal Descubrimiento sino un acontecimiento extrao denominado Encuentro, no se sabe entre quines; y por supuesto se ech encima todo el silencio y la basura posibles sobre el primer centenario del nacimiento de Franco, cuya figura se haba proscrito al frente de los escalafones militares, donde antes haba brillado. Por tanto, ni centenario del Descubrimiento (ni menos de la Evangelizacin, vivamos en una Espaa secularizada) ni centenario de Franco. Absurdos que parecan normales en esa Espaa oficial, empeada en despreciar cuanto ignoraba. El nacimiento tuvo lugar en una casa de la calle de Mara (hoy Frutos Saavedra 136) y el nio sera bautizado el da 17 en la parroquia castrense de San Francisco con los nombres de Francisco (por su abuelo paterno) Paulino (por su to y padrino) Hermenegildo (por su ta y madrina) y Tedulo (santo del da). Sus apellidos fueron Franco Bahamonde Salgado-Araujo y Pardo de Lama. Este 1 En las partidas de nacimiento y bautismo figura el apellido Pardo. Franco indic al autor en 1971 que el apellido completo es Pardo de Lama. Ver Luis Alfonso Vidal y de Bamola Genealoga de la Familia Franco Madrid, Editora Nacional, 1975, p. 42. Ms datos en mi Franco de 1982, 1, 8, 28 ltimo apellido haba sido Lama-Andrade, luego reducido a Pardo de Andrade. El Andrade era el apellido ms noble de la genealoga y Franco le prefiri para su seudnimo Jaime de Andrade con el que registr su relato Raza en la Sociedad de Autores. En la genealoga de Franco, que reproduzco en la ilustracin de este captulo y l acept, y en el excelente estudio citado del genealogista Vidal de Barnola (miembro de la familia de Franco) puede comprobarse que aquel nio nacido en 1892 era de sangre hidalga por los cuatro costados. La hidalgua equivale en Espaa a la nobleza menor no titulada, muy extendida en la sociedad espaola y muy especialmente en las

  • regiones del Norte peninsular (Galicia, Asturias, Cantabria, Vascongadas, Navarra, norte de Aragn y de Catalua) donde la tradicin familiar reconoce un origen entre los llamados cristianos viejos y descendientes de los reconquistadores y pobladores que bajaron hacia el sur, al expulsar a los islmicos, a partir del siglo VIII. Por supuesto que existen aun hoy numerosas familias de tradicin hidalga fuera de esas regiones del Norte pero en stas la hidalgua era casi consubstancial en buena parte de su poblacin, aun la dedicada a trabajos humildes; por ejemplo vascos, cntabros y asturianos se consideraban casi automticamente miembros de la nobleza menor. Franco comunic al autor de este libro un documento familiar antiguo en que se sealaba el origen alto-medieval de los Franco en el reino de los francos histricos, nada menos, dos de los cuales se unieron a don Pelayo en el siglo VIII pero se trataba de una acariciada leyenda familiar, no de una prueba. S est demostrado en cambio que la ascendencia paterna de Franco proviene de la baha gaditana (Puerto Real, Puerto de Santa Mara) con una tradicin indefectible de servicio a la Marina y a la Administracin naval por lo menos desde principios del siglo XVII; el ms antiguo antecesor conocido de Franco es, en aquella poca, don Juan Franco de Reyna y el primer Franco de esta familia se estableci en El Ferrol en 1730. Una tradicin parecida de administracin naval se transmiti de padres a hijos en la familia materna de Franco, los Bahamonde (que al nacer Franco an se escriba sin h intercalada y a veces con V). Para el servicio de la Marina y de la administracin naval se requera por estrictos reglamentos de pureza de sangre un certificado de nobleza, que todos los antecesores de Franco, paternos y maternos, posean. Esta condicin, documentalmente demostrada, excluye una extraa obsesin de algunos bigrafos de Franco que le atribuyen un remoto origen judo. Como en tantas otras ocasiones de este libro me bastara ahora descartar sin ms esa pretensin, por absoluta falta de pruebas; nunca una mentira repetida muchas veces puede convertirse en una verdad, pese a los mtodos del doctor Goebbels. Pero en este caso poseo, adems, una prueba negativa que considero importante. Al regresar de un encuentro de historiadores organizado por la Universidad de Wisconsin en 1972 tuve la suerte de sentarme durante las largas horas de avin junto al eminente investigador y acadmico don Julio Caro Baroja a quien expresamente consult sobre el presunto origen judo de Franco. Me respondi inmediata y tajantemente que no; que nunca poda deducirse en Espaa ese origen por un apellido que algunos judos haban llevado. El apellido Franco significaba la pertenencia a una calle o villa franca, a una profesin u oficio libre, a un origen remoto en Francia pero no necesariamente, ni mucho menos, a una ascendencia juda. Por otra parte el eminente genealogista don Alfonso de Figueroa, duque de Tovar me dijo hace tiempo en la Gran Pea de Madrid: Franco hubiera podido cruzarse calatravo de haberlo pedido. Posea todos los apellidos nobles necesarios, y ms. Francisco Franco no perteneca, por tanto, como se ha dicho absurdamente, a la clase media-baja sino a la nobleza menor, que ostentaron y probaron todos los antecesores varones y, por tanto, tambin femeninos, de su familia paterna y materna. Casi todos ellos fueron, adems, longevos. Varios alcanzaron el grado equivalente al generalato en la administracin naval-militar, empezando por su propio padre, don Nicols. LOS PADRES Y LA FAMILIA NTIMA DE FRANCO Franco mostr muchsimo inters por mi difcil intento biogrfico de 1971-1972 sobre el que no me impuso censura ni siquiera insercin alguna. Se limitaba a recibir el original de cada captulo, lo lea y repasaba con atencin y cuando algo le extraaba subrayaba la frase y me peda aclaracin o prueba, aunque a veces me aada un testimonio directo personal, sin imposicin alguna. Adems de mis encuentros personales el intermediario para este proceso, que evidentemente enriqueca mis originales, era un pariente suyo, el almirante Enrique Amador Franco, hijo de un oficial de la Legin muerto en la guerra de frica. Conservo esos originales subrayados y esas notas como un valioso testimonio. Ya he indicado una primera observacin sobre su propia genealoga, que l mismo haba estudiado por su cuenta muy ampliamente; le encant el libro de su pariente el genealogista Vidal de Barnola as como el rbol genealgico que re

  • produzco en la primera ilustracin de este libro. Pues bien, al hacerme yo eco de algunas crticas bastante duras al comportamiento familiar de su padre, del que hasta la muerte de ste se mostr muy distanciado, no corrigi nada pero se limit a comentar: S, pero nunca le privaron de la patria potestad. Es decir, que reconoca lo inadecuado de ese comportamiento pero sugera que se haba exagerado la nota; que en trminos tcnicos su padre no viva con la familia en Ferrol cuando los hijos ya crecieron, pero que tampoco era verdad que la separacin fuese absoluta, equivalente al abandono. El padre y la madre de Franco ejercieron una influencia determinante en su infancia y adolescencia, como por lo dems sucede en todas las familias. La influencia, en el caso paterno, fue contradictoria; positiva en algunos aspectos, negativa en otros. El tema era tan delicado, como comprender el lector, que me pareci conveniente una consulta directa al propio Franco, a propsito de la opinin, muy crtica, que sobre su padre haba vertido uno de sus bigrafos ingleses, George Hills, por lo dems muy respetuoso siempre con la figura de su personaje. Hills acusaba a don Nicols de calavera y de haber abandonado a su familia. Franco me pidi, de forma excepcional, que no incluyera esas dos descripciones. No le gusta deca a travs del almirante Amador Franco que se diga as. En la forma que est dicho no es cierto. Me dice el Caudillo que su padre, en tanto sus hijos fueron jvenes, se ocup totalmente de su educacin y de sus estudios y su vida matrimonial fue normal.. Luego aadi la frase ya citada sobre que no le privaron de la patria potestad. La separacin del hogar no ocurri, segn el testimonio del propio Franco, hasta el ao 1907, cuando ya todos los varones haban comenzado su formacin profesional fuera del hogar, Don Nicols Franco era un excntrico, lo que su hijo, con motivo de la consulta anterior, interpretaba como un rebelde, expresin que en labios de Franco casi nunca tena sentido negativo. Nicols Franco y Salgado-Araujo naci en 1865, ingres en la Marina a los dieciocho aos dentro de la escala de la administracin naval, como varios de sus antecesores, y pas a la reserva en 1924, tras cincuenta aos de servicio activo y con la graduacin equivalente al generalato. Considero como fuentes directas e inmediatas muy importantes los dos libros dedicados a Franco por su pariente, futuro ayudante y secretario militar el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, familiarmente conocido como Pacn. Los dos libros se titulan Mis conversaciones privadas con Franco y Mi vida junto a Franco. En el segundo (p. 14 s) dice Franco Salgado, como se le sola llamar, y que por cierto no era primo, segn se afirma siempre, sino to de Franco: Nuestra ta Pilar (la madre de Franco, en realidad prima del testigo) era una verdadera madre para nosotros. Sus consejos y enseanzas y su arraigada religiosidad fueron de gran valor en nuestra educacin. No fue lo feliz que mereca ser por todos los conceptos, ni en su matrimonio ni tampoco con sus hijos, ya que para una madre tenerlos casi siempre en peligro, como le ocurra con Paco y Ramn... Mi tutor (se refiere a Nicols Franco padre, a quien encomend sus hijos el padre de los Franco Salgado en 1900 al morir) era un hombre de mucha inteligencia, pero excntrico, como ocurre muchas veces con personas de ese tipo. Tena una gran personalidad propia que le invitaba a hacer lo que le pareca sin preocuparse del qu dirn. De carcter seversimo y muy austero, no gozaba de muchas simpatas entre sus compaeros. Con sus hijos fue siempre excesivamente exigente y severo. A continuacin confirma lo que hemos indicado sobre la preocupacin constante de don Nicols por los estudios de sus hijos y la comunicacin continua que con ellos mantena. El 24 de mayo de 1890 don Nicols Franco y Salgado-Araujo, contador de navo a los treinta y cuatro aos de edad (lo que demostraba una excelente carrera) se casaba en la iglesia ferrolana de San Francisco con una seorita de excelente familia y bastante ms joven que l, doa Pilar Baamonde y Pardo de Andrade, hija de un intendente general de la Armada, don Ladislao Baamonde Ortega de Castro-Montenegro, casado con doa Mara del Carmen Pardo de Andrade. Los abuelos paternos y los maternos de Franco haban nacido en El Ferrol y en la genealoga de las dos familias aparecen varios apellidos de rancio abolengo. Entre 1891 y 1898 el matrimonio Franco-Bahamonde tuvo cinco hijos: Nicols (1 de julio de 1891) futuro marino e ingeniero na

  • val, futuro poltico y embajador y hombre de negocios en el rgimen de su hermano, a quien divertan sus hazaas mundanas; Francisco, nuestro personaje; Pilar, bautizada el 27 de febrero de 1894 la hermana extrovertida, simptica y parlanchina, admiradora de sus hermanos; Ramn (2 de febrero de 1896) el rebelde, aviador y hroe del Plus Ultra, anarquista y diputado republicano en 1931, tras participar en la conspiracin militar contra la Monarqua, sumado luego al bando de su hermano en la guerra civil, durante la cual muri en servicio de guerra; y Mara de la Paz, nacida en 1898 y muerta cuatro aos ms tarde. Todos los hermanos Franco Bahamonde, sin excep Barcelona, Planeta, 1976 y 1977, respectivamente. cin, fueron de carcter abierto, extrovertido y muy sociable. Esta descripcin, corroborada directamente por m en los casos de Nicols y Pilar, tambin se aplic a Francisco hasta su choque personal con la Repblica en abril de 1931, como me aseguraron testigos inmediatos que le conocieron antes y despus de esa fecha, como su sobrino el almirante Amador Franco, su pariente el almirante Jess Fontn Lob y su amigo hasta 1939, don Pedro Sainz Rodrguez. Aquel choque cambi el carcter de Franco, que se hizo receloso, reservado y desconfiado. En lo que tambin coinciden todos los testigos inmediatos y fiables es en la descripcin de doa Pilar Bahamonde y la influencia, beneficiosa y profunda, que ejerci sobre su hijo Francisco, que la adoraba. Era el tipo clsico y afortunadamente muy frecuente incluso hoy de mujer espaola tradicional, hondamente religiosa sin beateras pero con prctica muy consciente de la religin, callada pero simptica, muy hermosa en su juventud, capaz de perdonar a su esposo sus excentricidades y sus veleidades, alma de la familia, consagrada al bien y la educacin de sus hijos. Acuda cada tarde al rezo del rosario y participaba en una escuela nocturna para hijos de obreros. Nunca manifest una queja por el posterior comportamiento de su esposo, que viva amancebado en Madrid. Nadie influy ms que ella en la formacin religiosa y moral de su hijo Francisco, que mientras vivi en El Ferrol la acompaaba con frecuencia en sus devociones y paseos. LA CIRCUNSTANCIA INFANTIL Y ADOLESCENTE DE FRANCO ENTRE DOS SIGLOS TRGICOS DE ESPAA No tengo la menor intencin de insertar la infancia y adolescencia de Franco en El Ferrol dentro de un pretencioso ensayo sobre la circunstancia espaola de ese perodo; citar nicamente los rasgos que ms pudieron influir en su vivencia y en su formacin. El siglo XIX, pese a los desaforados optimismos de algunos historiadores de liberalismo exacerbado, haba sido un siglo trgico; el siglo XX vivira Espaa la mayor tragedia de su historia desde la llamada prdida de Espaa a principios del siglo VIII, con la invasin islmica; me estoy refiriendo naturalmente a la guerra civil de 1936-1939. La infancia y adolescencia de Franco se enmarca, por tanto, entre dos siglos trgicos. Hasta 1892 Espaa haba sufrido cuatro guerras civiles (la guerra de la Independencia fue tambin una guerra civil entre espaoles); haba sufrido la amputacin de su horizonte americano, tres crueles guerras dinsticas, cuatro reinados caticos (Carlos IV, Femando VII, Isabel II y Amadeo I de Saboya) una Primera Repblica que no haba sido solamente catica sino el mismo caos y la cada violenta desde el rango de las primeras potencias mundiales (que haba ostentado hasta 1805) a la condicin de potencia marginal de tercer orden, atrasada en todos los aspectos de la vida pblica, nacional e internacional. Esta trayectoria suicida pareci cambiar desde fines del ao 1874, cuando advino, gracias a la magia de un gran estadista liberal-conservador, Antonio Cnovas del Castillo, (en combinacin con un joven Rey excelente, don Alfonso XII) el rgimen de la Primera Restauracin, que tericamente continuaba en 1892, el ao natal de Franco; desde 1875 se haba cancelado la ltima guerra civil dinstica y Espaa haba entrado en un perodo de regeneracin nacional, apertura poltica y progreso econmico pero por desgracia el joven Rey muri por sus excesos personales y su enfermedad tsica en 1875 y la Reina Regente doa Mara Cristina de Austria, admirable por tantos conceptos, hubo de enfrentarse con un perodo cada vez ms enconado de luchas sociales internas y creciente peligro de agresin estratgica exterior por parte del reciente imperialismo de los Estados Unidos, que ambicionaban apoderase de

  • los restos de nuestro imperio en Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas y Marianas. La economa espaola y el atraso social y cultural se iban enderezando lentamente pero el rgimen liberal que estableci la Constitucin de 1876 no fue nunca democrtico, por la discordancia evidente entre las que llamara Jos Ortega y Gasset en 1914 la Espaa vital y la Espaa oficial. En Espaa eran demasiado tenues las clases medias y el analfabetismo afectaba a una porcin intolerable de la sociedad. En el marco de la Primera Restauracin pudo Espaa, seguramente, desarrollarse al comps de Europa en los aspectos poltico, econmico y social pero ese proceso de regeneracin, presentido y proclamado por ncleos intelectuales y una parte ilustrada de la clase poltica, fue brutalmente truncado por la agresin imperialista exterior a fines del siglo XIX, lo mismo que la agresin revolucionaria y napolenica exterior de 1808 tras el hundimiento de nuestra Escuadra y nuestro horizonte americano en Trafalgar, el ao 1805 haban sumido a Espaa en su trgico siglo XIX. El Desastre militar y nacional de 1898 marc de forma decisiva, como vamos a comprobar, el alma infantil de Francisco Franco, que entonces pasaba de la infancia a la adolescencia. Si sus aos de infancia se haban desarrollado en una Espaa que caminaba indefectiblemente al Desastre de 1898, su adolescencia, a partir de ese ao terrible, se desenvolvi entre los intentos de regeneracin nacional que siguieron al Desastre y que naufragaron en una Espaa aislada e invertebrada, mientras surgan o se enconaban problemas gravsimos que afectaran tambin directamente a la juventud y la madurez de Franco. La poblacin de Espaa en 1892 era muy inferior a la mitad de la actual y ascenda a unos diecisis millones y medio de personas. La mortalidad infantil equivala al doble de la europea. Desde el advenimiento de la Restauracin Espaa empez a regenerarse econmicamente pero a un ritmo insuficiente que precisamente en 1892 se traduca en una recesin. Ms de la mitad de la poblacin espaola era analfabeta, un 56 por ciento. Ms de la mitad de la poblacin era rural; viva en el campo y de la agricultura, que precisamente entonces entraba en aguda crisis por la invasin de un parsito de las vides, la filoxera, que arruin la produccin y exportacin de vino, el rengln ms importante de las exportaciones. La industria no alcanzaba ni de lejos el nivel europeo aunque haba empezado un intenso desarrollo en Vizcaya y lo confirmaba en la produccin textil de Catalua. La renta por habitante en la Espaa de 1892, calculada en pesetas de 1970, no alcanzaba las 15.000 por ao, magnitud de partida muy interesante para establecer comparaciones serias sobre el desarrollo econmico y social de Espaa a lo largo de los ltimos aos del siglo XIX y todo el siglo XX; porque durante el reinado de don Alfonso XIII esa renta por habitante fue ascendiendo muy lentamente, al absorber apenas el incremento de la poblacin hasta unas veinte mil pesetas por habitante y ao en 1931, comienzo de la segunda Repblica; despus se estanc en la Repblica y se despe en la guerra civil hasta quedar en unas 17.000 pesetas equivalentes para luego emprender un ascenso primero firme, luego vertiginoso, durante el rgimen de Franco, como tendremos ocasin de comprobar. La deficiente estructura econmica, social y cultural que define la circunstancia natal, infantil y adolescente de Franco era prueba palpable de un dramtico proceso de decadencia desde fines del siglo XVIII, cuando con el reinado de Carlos III Espaa figuraba en el plano de las grandes potencias mundiales por la amplitud de su imperio, la capacidad de su economa y el empuje de su cultura ilustrada, hasta fines del siglo XIX, en que esa decadencia histrica se despe en tres Desastres tan colosales que suelen escribirse a veces con mayscula: el de 1898 (guerra de Ultramar) el de 1921 (catstrofe de Annual) y el de 1936 (guerra civil tras el fracaso de la Repblica). El divorcio entre la Espaa vital y la Espaa real, la situacin de angustia y penuria en que viva una gran parte de la poblacin espaola y el ejemplo de los movimientos obreros internacionales que haban surgido en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, con importantes ecos en Espaa, fueron las causas de una tensin social insufrible y creciente que revent en la segunda Rep1 Estadsticas en mi Francisco Franco, de 1972-1973, coleccionable Espaa 80 aos, p. 1. blica y en la guerra civil. Esos movimientos obreros fueron principalmente tres, que agruparon a partes significativas del que llam uno de sus promotores, Anselmo Lorenzo, El proletariado militante. El primero fue el movimiento anarquista y anarcosindicalista, promovido por la Primera Internacional (fundada, con el concurso de Carlos Marx en Londres y en 1864) que pronto se sacudi la impronta mar

  • xista, particip en la anrquica Comuna de Peris en 1871 (de carcter predominantemente anarquista y masnico) y se dividi en dos corrientes muy interpenetradas: el anarquismo violento y sanguinario que buscaba el poder social y poltico mediante la destruccin de burguesa, aristocracia y sus instrumentos, pues como tales consideraban a la propiedad privada, la Iglesia, el Derecho y las fuerzas armadas; y el sindicalismo menos extremista pero igualmente voluntarista y agresivo, que trataba de vertebrar a la clase obrera en sindicatos nicos muy infiltrados por la corriente anarquista. Este movimiento anarquista o libertario lleg a extinguirse prcticamente en Europa a lo largo de la primera dcada del siglo XX; pero se mantuvo pujante en Espaa, por el mucho mayor retraso relativo de la clase obrera en lo social y en lo cultural, y se articul en el ms numeroso de los sindicatos espaoles, la Confederacin Nacional del Trabajo CNT, cuyos mandos tomaron, contra los moderados, los grupos anarquistas violentos e implacables que en los aos veinte del siglo XX se articularon en la Federacin Anarquista Ibrica o FM. Pero los anarcosindicalistas no consiguieron el dominio exclusivo de la clase obrera. Se les opusieron precisamente los seguidores de Carlos Marx, que crearon poco despus de la muerte del profeta revolucionario (ocurrida en 1883) la Segunda Internacional, evolucionada luego hasta su forma actual de Internacional Socialista y muy relacionada, como haba sucedido en el caso de la Primera, con lo que llamamos Masonera y luego detallaremos. La Segunda Internacional era marxista pura y dura, autoritaria frente a los libertarios de la Primera Internacional, pero casi tan radical como ellos; preconizaba la lucha de clases, la dictadura del proletariado y toda la panoplia revolucionaria del marxismo. La Segunda Internacional inici muy pronto una evolucin desde la exacerbacin revolucionaria al reformismo que la condujo a una cooperacin con los sectores liberales y radicales, mientras centraba su principal objetivo en evitar la guerra mundial (que ya se prevea desde principios del siglo XX) entre naciones europeas enfrentadas por sus intereses imperialistas y econmicos; la Segunda Internacional consideraba atinadamente ese enfrentamiento como el choque entre las burguesas nacionales y volc toda su influencia en evitar esa guerra mediante una actitud pacifista de todo el proletariado mundial. Como es notorio fracas en ese empeo y los partidos socialistas de cada pas se unieron a los respectivos gobiernos burgueses en las llamadas uniones sagradas de matiz nacionalista y belicista. Ante ese fracaso la Revolucin comunista triunfante en Rusia por obra de Lenin en 1917 proclam: La Segunda Internacional ha muerto. Viva la Tercera Internacional. En efecto, la Segunda Internacional haba fracasado en su principal empeo, la paz mundial, y llev una vida lnguida e ineficaz hasta que la estrategia de los Estados Unidos tras la guerra mundial segunda (1939-1945) la resucit con el nombre de Internacional Socialista, mucho ms moderada que la versin anterior, compatible con la confesin religiosa y con la estructura capitalista de la sociedad, pero sin renegar de sus orgenes marxistas. Es la Internacional Socialista de hoy, cada vez ms identificada con la Masonera universal. La estrategia norteamericana articul la nueva Internacional Socialista como un valladar de izquierdas contra la expansin mundial de la URSS, principal vencedora en la segunda guerra mundial, sobre todo para Europa y Asia. Dos aos despus de su victoria de 1917 en la Revolucin bolchevique Lenin cre la Internacional Comunista o Tercera Internacional, con el propsito de suplantar a la Segunda y asumir la direccin mundial de las agrupaciones polticas proletarias. La Internacional Comunista fue siempre un instrumento dcil de la poltica exterior sovitica con claro objetivo de conseguir la hegemona mundial. Disuelta oficialmente en 1943, para no asustar a los aliados capitalistas de la URSS, la Internacional Comunista pervivi con diversas apariencias hasta el hundimiento de la URSS en 1989-199 1 y desde entonces sus fuerzas dominantes trataron de infiltrarse en la Internacional Socialista para formar una Casa comn de la izquierda como la defini el ltimo presidente de la Unin Sovitica, Mijal Gorbachov. As contina. LA ARTICULACIN MUNDIAL DEL PODER CAPITALISTA La trayectoria de Francisco Franco se vio profundamente afectada por esta articulacin del poder revolucionario desde la segunda mitad del siglo XIX y a lo lar

  • go de todo el siglo XX. Nadie negar esta tesis. Pero se conoce mucho menos otra articulacin de poder mundial, la del mundo capitalista, en relacin con el proceso que ha conducido a la hegemona mundial nica de una gran potencia, los Estados Unidos de Amrica. El punto de partida puede resultar sorprendente. Durante el reinado de Carlos III Espaa intervino a favor de los nacientes Estados Unidos contra Inglaterra en la guerra de la independencia norteamericana. Los primeros presidentes de los Estados Unidos soaban en una frontera compartida con Espaa que era nada menos que el ro Mississippi, al Este para la nueva gran nacin y al oste, hasta el Pacfico, para Espaa, que ya estaba all desde siglos antes. Muy poco despus Espaa entraba en su desintegrador proceso de decadencia y a fines del siglo XIX trataba de salir de su estado de postracin como potencia de tercer orden mientras los Estados Unidos se haban convertido, sin que Europa se enterase, en la primera potencia mundial. La guerra de agresin contra Espaa en el Caribe y en el Pacfico, durante el ao 1898, fue una de las primeras manifestaciones de la superioridad estratgica y del imperialismo norteamericano, que tras la victoria aliada en las dos guerras mundiales del siglo XX convirti a los Estados Unidos en potencia hegemnica, arrinconando para ello al Imperio britnico en descomposicin, hasta que el mundo libre, bajo el liderazgo indiscutible de los Estados Unidos, provoc el hundimiento del marxismo-leninismo y del poder sovitico, que haba competido con el norteamericano. En mi reciente libro Los signos del Anticristo he publicado una primera aproximacin a la articulacin del poder capitalista mundial en nuestro tiempo. Esa articulacin se denomina hoy mundialismo o bien globalizacin y afirma esa hegemona mundial nica de los Estados Unidos, pero no slo ejercida directamente sino a travs de unas instituciones de poder mundial que se llaman Consejo de Relaciones Exteriores, Comisin de Bilderberg y Comisin Trilateral, que se van creando y configurando, muy relacionadas entre s, a lo largo del siglo XX. Esas tres instituciones son de demostrada fundacin masnica y representan uno de los dos frentes del mundialismo, mientras que la Internacional Socialista resucitada por la estrategia norteamericana en los aos cincuenta del siglo XX y muy vinculada a la Masonera por prctica identificacin, equivale a un segundo frente muy implicado con el primero. He rechazado siempre el demasiado famoso libro Los protocolos de los sabios de Sin, amaado a principios de siglo por la polica secreta de la Rusia zarista en pugna con las primeras manifestaciones de la Revolucin bolchevique, pero el carcter apcrifo de ese libro no puede ocultar la realidad del auge del poder judo mundial, identificado tambin a lo largo del siglo XX con el movimiento sionista y claramente presente en las citadas instituciones mundialistas. Adelantemos que el general Franco, que jams se comport como un antisemita, conoca profundamente, mucho ms de lo que sus adversarios profesionales conceden, la Historia de Espaa en el contexto de la Historia Universal. Y a la hiptesis mundialista que acabo de resumir sola referirse confusamente con dos trminos: plutocracia (etimolgicamente, poder del capital) y conspiracin judeomasnica. He investigado a fondo la entraa de esas dos ideas de Franco y estoy convencido de que aunque su formulacin es simplificadora e inadecuada tiene mucho que ver con la articulacin del mundo capitalista contemporneo en los dos frentes que acabo de resumir y que analizo con ms detalle en mi citado libro. Franco no fue nunca enemigo del mundo occidental ni de la libertad de mercado y hasta la guerra civil se comport siempre como un militar liberal-conservador, ya lo comprobaremos. Insisto en que no era antisemita e incluso salv a miles de judos que trataban de escapar a la persecucin nazi. Estos son hechos histricos comprobados pero en la mente de Franco eran compatibles con esa visin, firme y confusa, sobre las articulaciones del poder capitalista en el siglo XX que acabo de esbozar. Desde el principio de esta nueva biografa de Franco me parece fundamental resaltarlo. LAS INSTITUCIONES QUE CONDICIONARON LA VIDA DE FRANCO Pese a que el continuado desastre del siglo XIX haba afectado seriamente a la Corona, la institucin monrquica se mantena muy firme a fines del siglo. Seguramente

  • el fracaso disgregador de la Primera Repblica en 1873 haba tenido mucho que ver con ello, lo mismo que la regeneracin poltica liberal que haba florecido, aunque fuera insuficientemente, con la primera Restauracin. Ante la crisis del sistema de partidos que era evidente en la ltima dcada del siglo XIX dos instituciones podan considerarse como columnas de la nacin espaola: la Iglesia y el Ejrcito. La Iglesia se haba recuperado de los traumas que la infligi el liberalismo radical y anticlerical durante el rgimen de 1868 a 1874; su influencia era dominante en los mbitos rurales y en grandes sectores urbanos; se haban fundado congregaciones religiosas nuevas, por lo general dedicadas a la enseanza, sin excluir, ni mucho menos, a las clases humildes; los obispos resaltaban por su dedicacin y tanto el clero secular como el regular se afanaban en la cura de almas, en la enseanza y en las obras de caridad. La prctica religiosa era muy mayoritaria y poda decirse sin la menor duda que Espaa era catlica. Algunas rdenes religiosas, sobre todo la Compaa de Jess, participaban intensa y selectivamente en el movimiento cultural de regeneracin que alentaban grupos ilustrados de intelectuales a partir de los aos sesenta. La Iglesia espaola se empezaba ya a preocupar seriamente por la situacin y elevacin de la clase obrera, aunque el catolicismo espaol distaba, por desgracia, de mostrar una preocupacin social dominante. Al desencadenarse, en la dcada final del siglo, un movimiento de migracin desde la miseria de grandes regiones agrcolas (Andaluca, Extremadura, Castilla la Nueva) hacia centros donde se necesitaba mano de obra para la industria en expansin (Catalua, franja cantbrica) las masas proletarias desarraigadas se sentan abandonadas por la Iglesia en los suburbios de las poblaciones grandes y llenaban ese vaco con las promesas que les brindaban las incipientes organizaciones revolucionarias, es decir, los anarquistas y los socialistas. Estos grupos se mostraban rabiosamente anticlericales, lo mismo que las corrientes del liberalismo radical que se arrastraban a lo largo del siglo XIX y slo en parte se haban integrado en el marco poltico de la Restauracin. La conjuncin de estos dos frentes del anticlericalismo, el obrero y el liberal-radical, impulsaron en la ltima dcada del siglo XIX y en las cuatro primeras del XX unas oleadas de anticlericalismo virulento que lleg a degenerar, atizada por una propaganda tenaz, en verdaderas mareas de odio a la Iglesia, identificndola, errneamente, con las clases ms altas y poderosas de la sociedad. Insisto en que esa tesis, base de la propaganda anticlerical, era completamente falsa; la Iglesia espaola estaba profundamente conectada con las capas populares y con los marginados de la sociedad espaola. La relacin de Francisco Franco con la Iglesia catlica fue, durante todos los perodos de su vida, sincera y honda, lo que se debi principalmente a la influencia de su madre y de su educacin primaria. Esta religiosidad de Franco se ha puesto en duda muchas veces por desconocimiento de los hechos. Toda su vida, aun en plena Repblica, se mostr como catlico creyente y practicante, incluso durante la etapa del Frente Popular en 1936. Perteneci a la Adoracin Nocturna y, sin alardes de beatera, se comport siempre como catlico. A partir de 1936 sera la propia Iglesia Catlica quien se identificara con l. La segunda institucin fundamental de la sociedad y del Estado a fines del siglo XIX era el conjunto de las Fuerzas Armadas, integradas entonces por el Ejercito, la Armada y la Guardia Civil. Esta, fundada antes de mediar el siglo XIX, viva inmersa en la realidad social espaola, estaba incondicionalmente con los Gobiernos y desempeaba una funcin esencial y reconocida en el mantenimiento del orden pblico. El Ejrcito mantena an una irresistible tradicin de pronunciamiento, es decir, de intervencin poltica que se deba, como haba afirmado Jaime Balmes no a su deseo de intervenir sino a la manifiesta debilidad de las instituciones polticas del Estado, como los propios partidos polticos que con mucha frecuencia buscaban un brazo fuerte un general que les mantuviese en el poder o desalojase de l a sus enemigos, en vista del viciado sistema liberal que no impona a los gobiernos a travs de una participacin electoral seria y digna, sino por la arbitrariedad de la Corona o los designios de los propios partidos. La misma Restauracin de 1874, que brot realmente de un amplsimo movimiento de opinin contra el desgobierno vigente desde 1868, necesit, en la mente de algunos militares influyentes, el pronunciamiento militar de Sagunto para imponerse, aunque Canovas del Castillo, que suscit ese movimiento de opinin y lo encauz, se mostr contrario al golpe militar. La primera Repblica de

  • 1873 haba fenecido a principios de enero de 1874 por un pronunciamiento militar, a las rdenes del general Pava, que por vez primera no representaba a una faccin militar sino a todo el Ejrcito, aunque de forma negativa; porque ni l ni el Ejrcito quisieron tomar el poder. Cnovas pact luego con los generales la abstencin poltica del Ejrcito a cambio de que los Gobiernos no intervinieran en la poltica militar. Aun as la Espaa de la primera Restauracin vivi bajo la amenaza de los pronunciamientos, que se concretaron varias veces en pequeas intentonas del sector militar republicano. La amenaza se mantuvo y luego se increment tras el Desastre de 1898, con dramticas consecuencias para el siglo XX. Las Fuerzas Armadas padecan una hipertrofia en sus grados superiores y un atraso considerable en su armamento y adiestramiento a finales del siglo XIX. Pese a ello el rendimiento de la institucin militar a lo largo de ese siglo resulta todo menos despreciable. La guerra de la Independencia cont como factor esencial con la contribucin de las guerrillas populares, pero fue ganada, a fin de cuentas, por el ejrcito regular espaol ayudado por sus aliados britnicos. La batalla de Bailn, primera derrota de los napolenicos en Espaa, fue una notable victoria preparada por el Estado Mayor del general Castaos y dirigida impecablemente por ste de poder a poder. La defensa de Cdiz, plaza vital para mantener el esfuerzo de guerra en la Espaa invadida, fue lograda por la Marina sutil espaola que cort el paso al enemigo. La prdida de Amrica estuvo fatalmente condicionada por el desastre de Trafalgar en 1805 (tras las brillantes victorias de la Marina espaola bajo el reinado de Carlos III) y tanto militar como socialmente ofreci un altsimo ejemplo histrico que apenas se conoce ni hasta hoy se ha valorado en Espaa; pese a que termin con la extincin de la soberana espaola en el continente americano, en el que surgieron veinte nuevas naciones de nuestra estirpe. Las guerras carlistas del siglo XIX desplegaron innumerables gestos de valor y acierto militar pero por desgracia tales gestos se derrocharon en una terrible lucha entre espaoles. Las llamadas despectivamente aventuras militares exteriores durante el reinado de Isabel II (anexin de Santo Domingo, expediciones a Mxico y a Indochina, guerra del Pacfico) incluyeron resonantes victorias navales y militares y demostraron el nuevo auge de la Marina y la competencia del Ejrcito. Lo mismo sucedi en el mismo reinado con la guerra de Marruecos (1859) provocada por un incidente fronterizo, popularsima en toda Espaa y rematada en una sealada victoria con la conquista de Tetun y el tratado de paz con Marruecos. Luego, en 1893, otro incidente en las proximidades de la ciudad de Melilla caus un conflicto localizado que, no sin sensibles prdidas, se sald con otra victoria militar espaola. Sin embargo, el Desastre ultramarino de 1898, que fue militar y poltico igualmente, cubri con su sombra negra a toda la historia del siglo XIX y alcanz gravsimas consecuencias en las primeras dcadas del siglo XX. No hay que subrayar la vinculacin personal de Franco con las fuerzas armadas: la Marina fue su vocacin y el Ejrcito toda su vida. La oleada anticlerical que se manifest en Espaa desde las quemas de conventos de 1834 y fue caracterstica del liberalismo radical, estuvo alentada en los siglos XIX y XX por una sociedad secreta que se conoce con el nombre genrico de Masonera y afect muy profundamente a la vida de Francisco Franco. He propuesto varias veces en otros libros una sntesis histrica de la Masonera espaola; la ltima vez en Los signos del Anticristo (Editorial Fnix 1999) . Creada en tiempos, todava no aclarados, de la Ilustracin espaola en el siglo XVIII, la Masonera se identific en el siglo XIX con el liberalismo radical para abrirse paso adems durante el siglo XX en el socialismo. Los regmenes y partidos liberal-radicales de los siglos XIX y XX han llevado siempre la impronta masnica. Y la clave de la masonera, desde su refundacin moderna a principios del siglo XVIII en Inglaterra hasta la actualidad ha sido la hostilidad y la oposicin a la Iglesia catlica en el campo de la influencia social. Las tormentas anticlericales que se recrudecieron en la ltima dcada del siglo XIX y las primeras del XX reconocen un impulso claramente masnico, lo mismo que la actuacin del liberalismo radical espaol en sintona con el auge del imperio britnico en el siglo XIX y del imperio americano en el siglo XX. La Masonera ha intentado enmascarar en vano su flagrante colaboracin con la ruina del Imperio espaol en Amrica en el primer cuarto del siglo XIX y con el desastre de Ultramar en 1898. La

  • primera logia masnica espaola de la que se tiene noticia bien documentada se fund dentro de la Marina de guerra a principios del siglo XIX. A lo largo de ese siglo la Masonera se infiltr profundamente en el Ejrcito hasta suscitar en su oficialidad un movimiento antimasnico, la Orden Militar Espaola. Los dos movimientos provocaron serias divisiones en el seno de la familia militar durante los siglos XIX y XX hasta la guerra civil de 1936. Desde el final de la guerra de la Independencia la mayora de la oficialidad de las fuerzas armadas estaba adscrita al liberalismo, radical o moderado, sobre todo cuando los oficiales adictos al absolutismo y al Antiguo Rgimen trataron de sumarse a la causa carlista. El liberalismo, muy templado ya por los militares moderados, se hizo an ms conservador entre los militares tras el fracaso total de la Revolucin liberal-radical y masnica de 1868; qued tras 1874 una minora militar republicana y generalmente masnica pero la mayora de la oficialidad responda a la descripcin de liberal-conservadora. Francisco Franco perteneca a este sector mayoritario. Insisto en que Franco fue testigo del auge masnico en las fuerzas armadas, conoci mucho mejor de lo que se cree la historia masnica en relacin con Espaa y se enfrent duramente con la secta, a la que sus adeptos llaman orden, durante toda su vida miliar y poltica. La Masonera fue, por tanto, un factor muy importante en la divisin interna de las Fuerzas Armadas y esta divisin alcanz consecuencias aterradoras en la poltica y en la vida espaola de los siglos XIX y XX, hasta convertirse en un hecho decisivo para el planteamiento y desarrollo de la guerra civil de 1936. LA CIRCUNSTANCIA GALAICA Durante la infancia y la adolescencia de Franco su regin natal, Galicia, viva de espaldas a Espaa sobre todo por lo insuficiente y precario de sus comunicaciones y abierta a la emigracin de sus hijos al resto de Espaa y sobre todo a Amrica espaola. Una vez reconocida por Espaa la independencia de las nuevas naciones de Amrica las regiones espaolas con menor capacidad de creacin de trabajo y, por tanto, con mayor excedente de poblacin Galicia, Andaluca, Canarias enviaron una intensa corriente migratoria a las posesiones espaolas del Caribe y a las naciones hispnicas del continente, y la cota mxima de esa emigracin en todo el siglo XIX se alcanz precisamente en Galicia en el ao natal de Franco, 1892; doce habitantes de cada millar. Desde entonces hasta hoy Galicia ha dado a la alta poltica espaola muchos de sus ms ilustres hijos pero hasta los tiempos ms recientes esos polticos gallegos no se esforzaron demasiado en sacar a Galicia de su atraso secular. Hoy podemos llegar a Vigo en cinco horas de automvil pero la comunicacin principal de Galicia con el centro de Espaa a fines del siglo XIX, el ferrocarril, adoleca de una intolerable lentitud e insuficiencia. Galicia tena en 1892 grandes posibilidades de desarrollo agrcola e industrial capaces de absorber sus excedentes de poblacin pero la agricultura estaba agarrotada por el minifundio y la industria apenas empezaba a despuntar. Y dentro de Galicia la ciudad de El Ferrol, capital de uno de los tres departamentos martimos en que se divide la costa espaola, mantena su poblacin estancada desde dos siglos antes. Su principal activo era un puerto extraordinario, abrigado de todos los vientos y con aguas profundas para la navegacin moderna. Esto significa que su condicin principal era la de base naval, con astilleros y arsenales de primer orden; significa tambin que esta vinculacin a la Marina de guerra alcanzaba consecuencias muy favorables en pocas de auge naval y muy desfavorables cuando decaa la Marina, como inevitablemente sucedi tras el Desastre de Ultramar en 1898. En 1892 la poblacin de El Ferrol apenas alcanzaba los veinte mil habitantes. En esta regin atrasada y en esta ciudad estancada se desarroll la infancia de Francisco Franco. Sus bigrafos hostiles disertan profusamente sobre esa infancia que creen desgraciada y sobre el carcter retrado del nio, que atribuyen a una voz atiplada que le pona en ridculo ante los dems de su edad. La voz atiplada de Francisco y su carcter gallego son prcticamente los nicos datos a que pueden reducirse esas dis

  • ertaciones. Evidentemente que el nio era gallego y por los cuatro costados; pero ya hemos indicado que ello no significaba ni mucho menos, hasta 1931, aislamiento personal ni retraimiento. Uno de sus primeros antibigrafos, Luis Ramrez, seudnimo de un escritor extremadamente hostil, Luciano Rincn, expresa una gran verdad cuando pretende menospreciar a Franco con esta frase: No era ms que un nio cualquiera. La mana de la voz atiplada, que no era sino una voz infantil aguda, como tantas otras, nunca provoc complejos a Franco ni extraeza en los dems nios o mayores. Hoy disponemos de una explicacin a esta circunstancia en el original estudio del doctor Julio Gonzlez Iglesias, Los dientes de Franco, donde cita un testimonio del principal dentista de Franco, el doctor Jos Iveas, a quien dijo su paciente muchos aos despus: A mi me nacieron los dientes en Ferrol, las muelas del juicio en la Academia de Toledo y empec a perder dientes en frica. Franco naci sin dientes, y la mayor afeccin que padeci a lo largo de toda su vida, hasta las vsperas de su muerte, fue precisamente dentaria, lo que hasta el citado autor nadie haba advertido. Establece el doctor Iglesias que Franco respiraba mal por la nariz a causa de un tabi1 Luis Ramrez: Francisco Franco, historia de un mesianismo, Paris, Ruedo Ibrico, 1940, p. 40 que nasal algo torcido y un paladar estrecho. De ah la configuracin de su voz que como concluye el citado especialista fue advertida por el propio Franco, que lleg a dominarla en lo esencial: Ha vencido la tenacidad, el esfuerzo, la firmeza y el espritu, l solo ha conseguido superarse. No ha hecho falta el concurso de ningn psiquiatra ni de ningn endocrinlogo. Aun admitiendo lo que no consta en parte alguna que la crueldad habitual de otros nios y otros adolescentes ridiculizasen en algn momento su diccin, tal dificultad qued plenamente superada en la Academia de Toledo y no caus problema alguno de Franco ni en su relacin social que fue muy intensa ni en su capacidad de mando, que ha sido unnimemente reconocida. Franco recibi el sacramento de la confirmacin en la misma iglesia donde haba sido bautizado. Luego ingres en un colegio catlico de enseanza primaria, el del Sagrado Corazn, dirigido por un sacerdote, don Manuel Vzquez Leal y despus por un profesor seglar, don Manuel Comellas Coimbra. No conozco testimonio directo alguno de carcter negativo sobre la infancia de Franco. En cambio existen varios muy positivos. Un antiguo asistente de don Nicols Franco, don Jos Ramn Rito, gallego de Becerre, acompaaba muchas veces a Francisco y su hermano Ramn al colegio del Sagrado Corazn y refiere que Paquito se impona al resto de sus amigos por su firmeza de carcter y por el incipiente sentido de justicia que denotaban algunos de sus actos2. Hizo su primera comunin durante su estancia en el mismo colegio, en el que curs tambin el ingreso y el primer ao de bachillerato. A los doce aos se traslad al colegio ferrolano de Nuestra Seora del Carmen, donde se preparaba el ingreso a las academias del Ejrcito y la Marina, dirigido por el capitn de corbeta don Saturnino Suanzes y Carpegna, padre del futuro ministro de Franco y creador del INI. El colegio del capitn de corbeta Suanzes gozaba de gran crdito y consegua el ingreso de casi todos sus alumnos; all tambin se prepar el pariente de Franco, Francisco Franco Salgado, que al contar sus experiencias junto a Franco a lo largo de toda la vida nunca tuvo pelos en la lengua y seala: Franco era el ms joven de los alumnos de dicho colegio preparatorio, slo contaba doce aos. Se defenda muy bien en matemticas y sobre todo en problemas. En la parte terica, ayudado de su gran memoria, tampoco tena dificultades. Por ello haca un buen papel sin matarse a estudiar. Empezaba ya a acostumbrarse a tratar con muchachos de ms edad que l, como hizo casi siempre y ello le agradaba mucho. Uno de los condiscpulos 1 Madrid, Fnix, 1996, p. 25 y siguientes. 2 Ver mi Franco de 1982, Ed. Planeta, 1, p. 30-32 y amigos de Franco era Juan Fontn, lejano pariente suyo, a cuyo hermano Jess Fontn, futuro ayudante de Franco, encarg ste la custodia de los archivos sobre la Masonera reunidos en Salamanca; Franco Salgado aade que el inters de Franco por la Masonera data precisamente de su poca en la academia preparatoria del capitn de corbeta Suanzes. Para el ingreso en las Academias militares se requera la aprobacin de varias asignaturas del bachillerato, de las que Franco acuda, con sus compaeros, a examinarse por libre en el Instituto de La Corua.

  • Varios testimonios reflejan la convivencia estrecha de Franco y sus hermanos con sus parientes prximos, los hermanos Franco Salgado y sus primos hermanos, los La Puente Bahamonde, hijos de una hermana de doa Pilar y de un capitn de corbeta. Juntos organizaban los juegos habituales de su edad, desde la pelota hasta los rudimentos de la navegacin a vela y los juegos de piratas en balsas que botaban en alguna playa prxima. El propio Franco, en su relato de claros trazos autobiogrficos con destino a la pelcula Raza explicaba sus juegos infantiles con esos parientes y amigos, que al escuchar a los mayores las noticias sobre las guerras ultramarinas de Espaa al acercarse el Desastre reproducan los combates en trincheras y balsas, divididos en dos bandos; los espaoles y los enemigos a los que llamaban mambises, insurrectos y masones Las guerras de Ultramar y el desastre en que terminaron se inscribieron, por tanto, con singular viveza en los recuerdos infantiles de Francisco Franco2. EL HONDO IMPACTO DEL DESASTRE EN LA VIDA DE FRANCO La guerra de Ultramar entre los Estados Unidos y Espaa est hoy histricamente aclarada en sus aspectos esenciales, aunque algunos escritores y periodistas parecen no haberse enterado. En vsperas del Desastre las fuerzas militares y navales espaolas tanto en Cuba como en Puerto Rico y Filipinas haban derrotado, total o virtualmente, a los insurrectos que promovan la independencia de aquellas islas, consideradas por Espaa no como colonias sino como provincias de Ultramar e integrantes del territorio nacional. Una parte decisiva de la opinin Franco Salgado, op. cit. Mi vida... p. 16. 21~T~ J. de Andrade Raza. Anecdotario para el guin Ode una pelcula. Madrid, Ediciones Numancia, 1942. en todas ellas respaldaba la posicin de Espaa. Pero esta posicin choc frontal-mente con los intereses estratgicos de los Estados Unidos, guiados entonces por el resonante libro del marino Alfred Mahan El poder naval en la Historia que a fines del siglo imperialista por excelencia, el XIX, marcaba a los Estados Unidos el camino acelerado hacia su configuracin como potencia naval con el fin de asegurar sus crecientes comunicaciones comerciales con todo el mundo. De acuerdo con esa directriz estratgica, a la que se unieron con fuerza ensordecedora los intereses econmicos y polticos de los Estados Unidos en el Caribe y en Extremo Oriente y la prensa amarilla o sensacionalista de enormes tiradas, que se erigi en portavoz de esos intereses, los Estados Unidos haban construido una gran escuadra de guerra, modernsima en blindaje y artillera, que podra barrer sin dificultad alguna a la Marina de guerra espaola, como acreditan varios importantes estudios de historia naval. Las islas Filipinas y sobre todo las islas espaolas del Caribe caan, sin ms que mirar al mapa, dentro del mbito estratgico norteamericano y resultaran de casi imposible defensa en caso de conflicto. Sin embargo durante la Primera Restauracin, una vez pacificado el pas tras la ltima de las guerras carlistas, los Gobiernos intentaron dotar a Espaa de una fuerza naval importante, lo cual ya haba ocurrido en la poca de Isabel II aunque en la ltima dcada del siglo los navos espaoles de guerra, varios de ellos de construccin moderna, no podan competir ni de lejos, en blindaje y artillera, con las unidades de la escuadra norteamericana, que se distribuyeron en dos grandes formaciones; una fondeada en la base britnica de Hong Kong y destinada a las Filipinas, otra en los puertos del Atlntico contra Cuba. La prensa sensacionalista o amarilla de los Estados Unidos (cadenas Pulitzer y Hearst, el ciudadano Kane de la famosa pelcula de Orson Welles) haba contribuido ya a resucitar por estmulo exterior la insurreccin cubana contra Espaa y slo esperaba un pretexto para incitar a la opinin pblica, al presidente MacKinley y al Congreso para declarar la guerra de agresin a Espaa. El pretexto fue, el 15 de febrero de 1898, la voladura del crucero protegido Maine fondeado en el puerto de La Habana con la excusa de proteger los intereses norteamericanos en la isla. Una publicacin reciente de la misma Marina norteamericana, debida al prestigioso almirante Hyman Ricover, creador de los submarinos nucleares, ha demostrado de forma pa

  • lmaria que la explosin del navo no fue obra de un torpedo, como declararon oficialmente los Estados Unidos, sino resultado de una combustin interna de la que fue responsable la desidia de su comandante Sigsbee. Pero en 1898 esa explosin provoc la guerra, o mejor el chispazo para la guerra. El 20 de abril los Estados Unidos dirigieron un humillante ultimtum a Espaa para que abandonase Cuba al que la Reina Regente doa Maria Cristina respondi negativamente con toda dignidad. A poco las dos Cmaras del Congreso declararon la guerra a Espaa aduciendo falsedades evidentes en esa declaracin. La escuadra americana del Pacfico, a las rdenes del comodoro Dewey, penetr en la baha de Manila, hundi como en un ejercicio de tiro a los barcos de guerra espaoles, algunos de madera, y aca116 a las bateras de costa que opusieron una enconada y desigual resistencia. Al desembarco americano se unieron los insurrectos filipinos (que haban firmado con Espaa un acuerdo de paz en 1897) y la capital del archipilago hubo de rendirse poco despus. La escuadra espaola del Atlntico, muy superior en blindaje y artillera a la de Filipinas, pero aun as muy insuficiente, consigui eludir el bloqueo de la escuadra americana y refugiarse en el puerto de Santiago de Cuba, lo que no fue pequea hazaa; pero all qued embotellada, y el almirante enemigo Sampson la consider presa segura. Espaa haba acumulado en Cuba un importante ejrcito de unos doscientos mil hombres, aunque las enfermedades tropicales haban hecho estragos en sus filas. La mayor parte de esas fuerzas estaban destinadas a la defensa de La Habana y no rebasaban los 1700 los encargados de defender la plaza de Santiago de Cuba, en cuyo puerto se haba refugiado la escuadra de Cervera. Contra la ciudad y sobre todo contra la escuadra los Estados Unidos enviaron a Santiago un cuerpo de ejercito abrumadoramente superior, ms de quince mil hombres perfectamente pertrechados. La resistencia de los soldados espaoles en las defensas exteriores de Santiago de Cuba El Caney y las colinas de San Juan fue de extremo valor y eficacia en el combate contra las tropas de los Estados Unidos el 1 de julio. Tanto que el general Shafter, jefe del cuerpo expedicionario, propuso al presidente y al almirante de la flota la retirada ante las terribles prdidas sufridas a causa de la enconada defensa espaola. Muchos aos ms tarde el general Franco, que haba estudiado detenidamente la guerra de Cuba y Filipinas, se asombraba de que el grueso del ejrcito espaol no intentase una marcha desde La Habana para socorrer a los sitiados de Santiago. Sospechosamente los norteamericanos dejaron intacto el cable submarino que comunicaba a La Habana con Espaa, por el que el gobierno liberal, presidido por el conspicuo masn don Prxedes Mateo Sagasta, comunic al capitn general de La Habana, Blanco, la orden de que la escuadra del almirante Cervera saliese de su refugio para evitar la captura. As se hizo y el 4 de julio, fiesta nacional de los Estados Unidos, los barcos de Cervera salieron uno a uno, conscientes de que iban al sacrificio por salvar el honor de la nacin. Todos fueron hundidos o quedaron varados al intentar lo imposible. Santiago de Cuba se rindi y Espaa pidi la paz, que le fue concedida a precio de perder las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Marianas. El impacto en toda Espaa, que alucinada por lo que entonces mismo se llam una prensa infame fue demoledor; el pas, como sentenci el gran poltico Francisco Silvela, qued sin pulso y sumido en una desmoralizacin absoluta. El ms duro impacto de toda Espaa lo recibi la ciudad naval-militar de El Ferrol, que llor a muchas vctimas navales del Desastre. El enfrentamiento entre las fuerzas armadas y la clase poltica, que se hacan mutuamente responsables del Desastre se gest y se encon inmediatamente. El horizonte espaol de Ultramar, como se deca entonces, se volvi a hundir y la desaparicin de lo que haba sido nuestro Imperio en Amrica y Extremo Oriente abrum a la opinin espaola y a todo el pueblo espaol. El intenso esfuerzo regeneracionista de la Restauracin y la Regencia qued, por el momento, en suspenso, aunque no es fcil que una nacin como Espaa sufra de abatimiento absoluto y permanente y muy pronto surgieron nuevos brotes de regeneracin tanto en al mbito cultural (los titanes de la llamada generacin del 98 como Baroja, Azorn, Ramiro de Maeztu, Ramn del Valle Incln, Antonio Machado y sus epgonos Miguel de Unamuno y Jos Ortega y Gasset y en al mbito poltico (Francisco Silvela, Camilo Garca Polavieja

  • , Antonio Maura, Jos Canalejas) mientras la Regencia de Mara Cristina trataba de dar paso en 1902 a una nueva Monarqua encabezada por un Rey de diecisis aos, don Alfonso XIII. Pero en El Ferrol el alma de la ciudad pareca entrar en eclipse. La Marina, sealada por todos como smbolo del Desastre (en realidad haba sido su vctima principal) vio que un real decreto de 28 de marzo de 1901 suprima los ingresos en la Escuela Naval, en vista de la prdida de barcos ocurrida en el Desastre. Ao y medio ms tarde se anul la medida; pero pronto se cerr finalmente en 1906 la Escuela Naval Flotante, sita en la fragata Princesa de Asturias en Ferrol desde 1903, y no se reabri en Cdiz hasta 1912. Nicols Franco Bahamonde pudo incorporarse a la Marina hasta convertirse en ingeniero naval militar, pero su hermano Francisco, cuando terminaba su preparacin premilitar en 1907, se encontr con la Escuela Naval clausurada. Entonces, con toda decisin, opt por el ingreso en la Academia de Infantera, segn el mismo confes despus contra la voluntad de mi padre. El Desastre de 1898 marc para siempre a Francisco Franco. Como demuestra hasta el recuerdo novelado de sus juegos infantiles, atribuy siempre las principales responsabilidades a la Masonera, en lo que sin duda no le faltaba razn; el historiador militar Carlos Martnez de Campos atestigua los increbles fallos en la municin de la artillera naval espaola durante el conflicto y todo el mbito liberal-conservador atribuy a la secta masnica gran parte de la culpa del Desastre, aunque no sea, aadamos hoy, la nica culpable. Pero es que, adems, el Desastre, que convulsion a toda la vida pblica espaola, provoc tambin un recrudecimiento del nacionalismo separatista centrfugo en Catalua y en el Pas Vasco. El nacionalismo cataln haba surgido en la segunda mitad del siglo XIX entre la burguesa de Catalua, que con el Desastre vio perderse los mercados para sus productos textiles en Ultramar; el nacionalismo vasco, que hunde sus races en la supresin de los Fueros como represalia de Madrid tras la ltima guerra carlista, se exacerb al contacto de su fundador, don Sabino Arana, con el nacionalismo cataln durante su estancia para estudios en Barcelona. Arana lleg hasta el extremo de enviar un telegrama al presidente de los Estados Unidos por su victoria en la guerra contra Espaa. Las Fuerzas Armadas se mostraron excepcionalmente sensibles a esta progresin de los nacionalismos separatistas (porque su horizonte era claramente separatista, como se demostr andando las dcadas) y Franco reaccion con suma energa y dureza ante el peligro de desintegracin que esas tendencias representaban. Las Fuerzas Armadas, que haban sufrido ms que nadie los traumas del Desastre, se identificaron cada vez ms con la unidad de Espaa y no fue un gobierno conservador, sino liberal, el que hizo aprobar en 1906 la famosa Ley de Jurisdicciones que atribua a la jurisdiccin militar los delitos contra la Patria y el Ejrcito. As se sentaban las bases de una peligrossima divisin y enfrentamiento entre lo que se llamaron, a lo largo del siglo XX, poder civil y poder militar. El aspirante naval Nicols Franco Bahamonde junto a su hermano Francisco, cadete en Toledo, en 1908. La primera imagen de Franco militar, con sable y ros. Captulo 2: La Academia de Toledo y el destino a frica EL INGRESO EN LA ACADEMIA DE INFANTERA A primeros de junio de 1907 Francisco Franco, todava con catorce aos de edad, viaja a Toledo para presentarse al examen de ingreso en la Academia de Infantera, instalada en el Alczar desde que unos aos antes se hubiera cancelado la primera poca de la Academia General Militar, centro de formacin comn para los aspirantes a todas las Armas y Cuerpos del Ejrcito. Le acompaaba otro joven ferrolano amigo suyo, Camilo Alonso Vega, cuyo destino se unira al de Franco. El examen de ingreso se celebr a fines de junio. Los aspirantes a ingreso en aquella convocatoria eran unos mil quinientos de toda Espaa y Franco se examin en una de las ltimas sesiones, la nmero 31, con el nmero 1354 de la lista. El nmero final de aprobados fue de 352. Su amigo Alonso Vega aprob a la primera con Franco, cuyo nmero de orden segn la calificacin fue el 251, que no debe valorarse slo en relacin con los primeros de esa lista sino en comparacin con el nmero total de aspirantes, de los que la gran mayora resultaron excluidos, entre ellos su pariente Francisco Franco Salgado-Araujo, quien hubo de esperar a la siguiente convocatoria por fallar en el dibujo, en el

  • que Franco descollaba, lo mismo que en matemticas. El ilustre cronista de la ciudad, Luis Moreno Nieto, informa que la filiacin de los aprobados y comienzo del curso tuvo lugar el 20 de agosto, con estreno de un nuevo modelo de uniforme cuello y bocamangas de pao encarnado y las hombreras doradas; se sustituy la gorra teresiana por la inglesa de pao azul con vivos encarnados y emblema y corona real dorados. Para diario y polainas tenan los alumnos el traje gris de estambre formado por la polaca y pantaln breac, llevando para campamento y marchas el ros de corcho con fondo de hule gris y las polainas de cuero avellana con calzado de igual color. Los veteranos entregan a los novatos los sables reglamentarios y los aspirantes se someten a una dura instruccin durante mes y medio hasta que el 13 de octubre juran bandera en el patio del Alczar, junto a la estatua erguida de Carlos V. Todos responden con firmeza al juramento que les propone el capelln de la Academia, tras la arenga del coronel director, San Pedro Cea: Juris a Dios y prometis al Rey seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la ltima gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando en funcin de guerra o preparacin para ella? A continuacin la que ya es XIV promocin de Infantera marcha en fila de uno en uno para besar, descubiertos, la bandera de Espaa y el acto se cierra con el desfile de los caballeros alumnos. La mayora porta el fusil reglamentario que haban utilizado durante la instruccin. Algunos, aunque no slo Franco, como l mismo puntualiz muchos aos despus, disponan, por su menor estatura y fortaleza, de un mosquetn, bastante ms pequeo. LA FORMACIN MILITAR DE FRANCO EN TOLEDO Es lamentable costumbre de los antibigrafos de Franco, posedos de antimilitarismo ritual, abominar de la enseanza y formacin que recibi Franco en Toledo lo mismo que en su momento abominarn de la organizacin y direccin, por el mismo Franco, de la Academia General Militar de Zaragoza entre 1927 y 1931. Acierta mucho ms un militar profesional, el artillero britnico George Hills, cuando analiza objetivamente la enseanza militar impartida en uno y otro centro. Por designio certero de Canovas del Castillo los Reyes de la primera Restauracin se vincularon profesionalmente a las Fuerzas Armadas. Cnovas quiso presentar a don Alfonso XII como un Rey militar y de hecho particip, no sin graves riesgos, en la ltima guerra carlista junto a las fuerzas de vanguardia. La Reina Regente, satisfecha con los resultados de ese ejemplo, se preocup de la formacin militar de su hijo don Alfonso XIII, que cont con militares ilustrados entre sus profesores y convivi con una promocin de Infantera en la Academia de Toledo, todava no instalada en el Alczar por reparaciones tras un grave incendio. El joven Rey, que haba comenzado su reinado efectivo en 1902 y se haba casado con la princesa de Gran Bretaa e Irlanda doa Victoria Eugenia de Battenberg en 1906, volvi frecuentemente a Toledo para visitar a los caballeros alumnos y participar en sus actos solemnes y maniobras militares. Alfonso XIII se senta un Rey militar, consideraba como compaeros a los militares y se mantuvo durante toda su vida en estrecho contacto con el Ejrcito, cuyas campaas africanas sigui con apasionado inters y serio Para todo lo que se refiere a la relacin de toda una vida entre Franco y la ciudad de Toledo ver Luis Moreno Nieto, Franco y Toledo, Toledo, Servicios Culturales de la Diputacin, 1972. conocimiento. George Hills apunta que a la vez que Franco ingresaba en la Academia de Toledo el futuro mariscal Bernard Law Montgomeiy, futuro hroe de la segunda guerra mundial y acreditado historiador del arte de la guerra, entraba en la Academia militar de Sandhurst, donde haba cursado por algn tiempo el rey don Alfonso XII despus de recibir una in