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Rachel awkins

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Esta traducción se ha hecho sin fines de lucro,

con el único propósito de compartir la obra del autor

en aquellos lugares donde no llega en español.

Puedes apoyar al autor comprando sus libros ysiguiéndole en sus redes sociales.

¡Disfruta tu lectura!

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 SinopsisHarper Price nació preparada para ser la reina del baile. Despuésde una extraña pelea, se impregna de increíbles habilidades y sudestino da un giro realmente extraño.

Se convierte en un Paladín, una antigua línea de guardianes congran agilidad, súper fuerza e instintos de lucha letales.

Cuando su vida no puede ser más loca, Harper descubre a quiendeberá proteger: David Stark, la persona menos favorita de Harper,periodista escolar y objeto de una misteriosa profecía.

Todo se complica cuando empieza a enamorarse de él  – y descubreque el propio destino de David podría ser destruir la Tierra.

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Coordinadoras

Fefe Isasi –  Silvia Charlotte

EDICIÓN

Silvia Charlotte

TRADUCTORES  CORRECTORES 

M.Arte M.Arte

Eve Mújica Eve Mújica

Pamela Tovar Pamela Tovar

Rocio Vago Rocio Vago

Dany Guz Dany Guz

Mauricio Morales Mauricio Morales

Adriana Danaet Adriana Danaet

Carolina Carrizales Fefe Isasi

Fefe Isasi Silvia Charlotte

Silvia Charlotte

CORRECCIÓN FINAL

Fefe Isasi –  Silvia Charlotte

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 Índice

  Portada

 

Sinopsis

  Staff

  Dedicatoria

  Capítulos:

-Del 1 al 41.

   Nosotros

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Para la Tía Mimi, Tía Ruby, Tía Audie, Tía Rona, y Tía Ann, rebelbelles si alguna vez hubo algunas. 

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Capítulo 1

Mirando en retrospectiva, nada de esto hubiera pasado si hubieratraído brillo labial la noche del baile.

Bee Franklin fue la primera persona en notar que mis labiosestaban todos desnudos e indecentes. Estábamos de pie fuera denuestra escuela, la Academia Grove. Estábamos a finales deoctubre, y la noche era sorprendentemente fresca; en Pine Grove,

 Alabama, donde vivo, no es inaudito tener un Halloween caluroso.Pero esa noche el otoño se sentía con ese agradable olor húmedo en

el aire. Estaba súper aliviada de que hiciera frío porque michaqueta era de lana, y no había nada más trágico que una chicasudando en lana. Llevaba la chaqueta sobre un vestido de tuborosado hasta la rodilla. Si iba a ser coronada Reina del Baile estanoche — y parecía ser lo más seguro — iba a hacerlo luciendo lo máselegantemente posible con mis perlas y en mi recatado vestido rosa.

 — ¿Estás nerviosa?  — preguntó Bee mientras frotaba las manos dearriba a abajo sobre mis brazos. Al igual que yo, Bee iba de rosa,

pero su vestido era más cercano al magenta y el corpiño estabacubierto de diminutas lentejuelas que parpadeaban y seestremecían con las luces del estacionamiento. O quizás sólo eraBee. A diferencia  de mí, ella no se había puesto chaqueta. Nuestrasparejas, Brandon y Ryan, estaban buscando un lugar en elestacionamiento. Se habían molestado porque Bee y yo habíamosinsistido en no aparecer hasta treinta minutos antes de lacoronación, yo no iba a arriesgarme de ninguna manera a derramarponche sobre mí o que el maquillaje se me corriera por la cara (¡porno mencionar la sudoración! Sobre todo por la chaqueta de lana)antes de que tuviera esa brillante tiara en la cabeza. Planeabaverme intensa  en las fotos del anuario.

 — Por supuesto que no estoy nerviosa  — le dije a Bee. Y era cierto,no lo estaba. Bueno, tal vez estaba un poco ansiosa ...

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Bee giro los ojos exageradamente.  — ¿En serio? Harper Jane Price,no has sido capaz de mentirme con éxito desde el incidente con laBarbie en segundo grado. Admite que estás asustada  — . Levantó

una mano, apretando los dedos pulgar e índice juntos. — ¿Tal vez unpooooooquito?

Riendo, le agarré la mano y tiré de ella hacia abajo.  — Ni siquieraun ''pooooooquito''. Es sólo un baile.

 — Sí, pero esta noche vas a ser toda una reina. Creo que eso justificaalgunos nervios. ¿O los estás guardando para el cotillón?

La sola mención de la palabra, estremeció mi sistema de nervios,

 justo lo que Bee quería, pero antes de que pudiera admitirlo, susojos oscuros de repente se abrieron por completo.

 — ¡Oh Por Dios! ¡Harper! ¡Tus labios!

 — ¿Qué? — le pregunté, levantando una mano hacia ellos.

 — Están desnudos —  dijo — . ¡Están totalmente sin brillo!

 — ¿Qué esta ''desnudo''?

Levante la mirada para ver a los chicos caminando hacia nosotras.Las luces naranjas y rojas jugaron en el pelo de Ryan, y él estabasonriendo, con las manos en los bolsillos. Sentí ese pequeño aleteoen el estómago que había estado sintiendo desde el primer día quevi Ryan Bradshaw, en tercer grado. Me tomó seis años a partir deese día hacerlo mi novio, pero mirándolo ahora, tenía que admitir,que había valido la pena la espera.

 — Mis labios  — le dije — . Debo haberme quitado todo el brillo en elrestaurante.

 — Bueno, maldita sea  — dijo, lanzando el brazo alrededor de mishombros — . Esperaba algo un poco más emocionante. Claro que sinbrillo labial significa que puedo hacer esto con seguridad.

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Bajó la cabeza y me besó, aunque muy castamente. Bee, mi PDA1,es vil, y Ryan, siendo mi novio perfecto, sabía cómo me sentía alrespecto.

 — Espero que las chicas estén felices — dijo Brandon cuando nosseparamos. Tenía los brazos alrededor de Bee desde atrás, con lasmanos cruzadas justo debajo de sus... um, abundantes atributos.Bee era tan alta que la barbilla de Brandon apenas alcanzaba suhombro.

 — Tuvimos que estacionarnos calle abajo cerca de la estúpidacarretera.

Bueno, probablemente aquí debería mencionar que Brandon utilizórealmente otra palabra, pero esta es mi historia, así que estoylimpiando un poco. Además, si honestamente citara a Brandon, estose vería como una transcripción de Cops.2  

 — ¡No digas esa palabra!  — le espeté.

Brandon puso los ojos en blanco. — Qué diablos, Harper, ¿acaso erescomo la policía del lenguaje?

 Apreté los labios. — 

Creo que la palabra con P debe guardarse paraocasiones extremas y estacionarse a cien metros del gimnasio no esuna ocasión extrema.

 — Lo siento mucho, Su Alteza  — dijo Brandon, con el ceño fruncidomientras Bee le daba un codazo en las costillas.

 — Tranquilo, amigo — dijo Ryan, lanzándole a Brandon una miradade advertencia.

Ignorando a Brandon, me giré hacia Bee,  — ¿Tienes algún brillolabial? No tenía espacio para traer uno.

1 PDA: Siglas de Asistente Digital Personal, comúnmente conocidos como agendas electrónicas.

2 Cops es una serie de televisión estadounidense que sigue y graba a agentes de policía y sheriff's

de unas 140 ciudades de Estados Unidos durante las patrullas y otras actividades policiales.

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 — ¿Mi chica olvidó el maquillaje?  — preguntó Ryan, arqueando unaceja — . Hombre, sí que estás estresada  con todo esto de ser reina.

 — No, no lo estoy — dije inmediatamente, sin embargo, ¡hola! Estaba

claro que no era verdad. No me gusta cuando la gente utiliza la"palabra con E" a mí alrededor. Después de todo, gran parte de mireputación en Grove era mi capacidad para manejar cualquier cosa.

Ryan levantó sus manos a modo de disculpa.

 — Bien, bien, lo siento. Pero, quiero decir, que esto es obviamentemuy importante para ti, o no habrías gastado más de mil dólares enese vestido. — Sonrió una vez más, sacudiendo la cabeza para que su

cabello cayera sobre sus ojos — . Realmente espero que con tusgustos consigas algo más barato si nos casamos.

 — He oído eso, hombre  — dijo Brandon, levantando su mano chocarlos cinco con Ryan — . Estas chicas no nos separarán.

Bee puso los ojos en blanco otra vez, pero no sabía si era por loschicos o por el hecho de que mi conjunto costara más de 1 mildólares (Sí, ya sé que es una cantidad totalmente ridícula para queuna chica de diecisiete años lo gaste en un vestido para el baile,

pero bueno, lo puedo usar, un millón de veces siempre y cuando nogane más de dos kilos. O al menos eso fue lo que le dije a mi madre.)

 —  Aquí. — Bee puso un tubo en mi mano.

Lo levanté para leer el nombre en la parte inferior.

 — ¿Salmón Fantasía'?

 — Eso es lo más cercano a la sombra que llevas.  — Bee tenía elcabello largo y rubio tejido en una trenza de cola de pescado, lolanzó por encima del hombro mientras me entregaba el brillo labial.

 — Uso 'Coral Brillante'. Es muy diferente.

Bee hizo una mueca que decía: “puedo tolerar esto sólo porquehemos sido mejores amigas desde que teníamos cinco”, pero yo seguíadelante, me estiré por completo con arrogancia fingida.

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 —  Y el 'Salmón Fantasía' tiene que ser el nombre del producto debelleza más asqueroso. ¿Quién tiene fantasías con el salmón?

 — Las personas que tienen sexo con pescados  — propuso Brandon,

bromeando. Ryan no se rió, pero vi las comisuras de su bocacrisparse.

 — Tan ocurrente, Bran  — murmuró, y esta vez cuando Bee giró losojos, no tenía dudas de que era por los chicos.

 — Mira — me dijo — , es 'Salmón Fantasía' o labios desnudos. Es tuelección.

Suspiré y agarré el tubo de brillo labial.  — Está bien  — le dije  — ,

pero voy a tener que encontrar un baño — . Si hubiera sido mi CoralBrillante, podría haberlo puesto sin un espejo, pero no habíamanera de que me maquillara con un nuevo tono sin verlo. Ryanabrió la puerta del gimnasio, y pasé por debajo de su brazo paraentrar en el gimnasio. Tan pronto como lo hice, pude escuchar elcoro de "Sweet Home Alabama". No es un baile hasta que alguientoca esa canción.

El gimnasio se veía muy bien, y mi pecho se tensó con orgullo. Sé

que todos, incluso Ryan, piensan que estoy loca por hacer todas lascosas que hago en la escuela, pero honestamente me encanta ellugar.

Me encantan sus edificios de ladrillo rojo y las campanas de lacapilla que suenan para indicar los cambios de clase en lugar de losmolestos timbres electrónicos que tienen otras escuelas. Amaba quemis padres fueran de aquí y sus padres antes de ellos. Así que sí, talvez exageraba un poco, pero valía totalmente la pena. Grove es un

lugar feliz para ir a la escuela, y me gustaba pensar que mi buenejemplo era la razón de eso. Y eso significaba que cuando la gentepensara en el nombre "Price" en la Academia Grove, pensarían entodas las cosas buenas que había hecho para la escuela, y no… otracosa.

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Mejor, me centré en las decoraciones. Soy presidenta de la SGA3 — laprimera estudiante de tercer año en ser elegida para el cargo, deboañadir —   así que las actividades del baile son técnicamente mi

responsabilidad. Pero esta noche, había delegado la decoración a midiscípula, a la presidente de la clase de segundo año LucyMcCarroll. Mi único aporte había sido prohibir las serpentinas decrepe y arcos de globos. ¿Se puede decir que son de mal gusto?

Lucy había hecho un gran trabajo. Las paredes estaban cubiertas deun material púrpura sedoso, con brillo y había luces de colorespulsantes con la música. Mirando hacia la mesa del ponche, vi queella incluso había traído una pequeña fuente con varias mesas

bistró agrupadas en torno a ella.Exploré la multitud hasta que vi a Lucy, y cuando vi sus ojos, le diel visto bueno y murmuré: "¡Excelente!"

 — ¡Harper! — Oí a alguien gritar. Me di la vuelta para ver a Amanday Abigail Foster en mi camino. Eran gemelas idénticas, pero eranrelativamente fáciles de diferenciar Amanda siempre llevaba elcabello largo y castaño recogido, y Abigail suelto. Esta noche, ambasllevaban vestidos verdes con tirantes finos, pero el de Amanda era

de un verde cazador, mientras que el de Abigail estaba más cercanoal verde agua.

Las gemelas estaban en el equipo de animadoras conmigo y Bee, y Abi y yo trabajábamos juntas en la SGA. Justo detrás de ellasestaba Mary Beth Riley, tambaleándose sobre los tacones altos.Junto a mí, Bee dejó escapar un largo suspiro antes de murmurar.

 — Tal vez nadie se daría cuenta si llevara tenis debajo del vestido.

 A pesar del bajo tono de Bee, Mary Beth la escuchó. — Estoy trabajando en ello  — dijo, mirando a Bee — . Mejoraré parael cotillón.

3 SGA: Consejo de estudiantes. 

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Puesto que "Riley" estaba justo después de "Price" alfabéticamente,Mary Beth bajaría después de mí en la escalera gigante de la CasaMagnolia, la mansión donde cada año se celebraba el cotillón. Hasta

ahora, sólo habíamos tenido dos prácticas, pero Mary Beth habíatropezado y caído casi directamente encima de mí dos veces.

Fue por eso que le sugerí que debía empezar a usar los taconestodos los días.

 — Hablando de eso  — dijo Amanda, poniendo una mano sobre mibrazo. Incluso bajo su maquillaje, pude ver la constelación de pecasen forma de arco sobre su nariz. Esa era otra manera de distinguira las gemelas; La nariz de Abi estaba libre de pecas — . Recibimos un

e-mail de la Srta. Saylor justo antes de venir para el baile. Quiereprogramar otra práctica el lunes por la tarde.

Reprimí un suspiro. Tenía una reunión de los Futuros LíderesEmpresariales de América el lunes después de la escuela, por lo quela tendría que cambiar. ¿Tal vez el martes? No, el martes era lapráctica de animadoras y el miércoles era SGA. Aun así, cuandoSaylor Stark decía que habría una práctica extra para el cotillón,ibas. Todo lo demás podía esperar.

 — Estoy harta de practicar — gruñó Mary Beth, inclinando la cabezahacia atrás. Mientras lo hacía, su pelo rojo oscuro le cayó detrás delas orejas, revelando unos aros de plata que eran demasiadograndes. Ugh — . Es un cotillón . Llevamos un vestido blanco.Caminamos por unas escaleras, bebemos un poco de ponche ybailamos con nuestros padres. Luego todos nos damos palmaditasen la espalda y pretendemos que lo hicimos sólo para recaudardinero para la caridad, y que no es estúpido y anticuado y

totalmente autoindulgente.

 — ¡Mary Beth!  — suspiró Amanda, mientras Abigail mirabaalrededor como si la Srta. Saylor fuera a caer de las vigas del techo.Los ojos enormes de Bee se pusieron aún más grandes, y abrió ycerró la boca varias veces, pero no salió ningún sonido.

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 — ¡No lo es! — Oí que alguien prácticamente le gritaba. Entonces medi cuenta que era  yo . Respiré hondo por la nariz e hice mi mejoresfuerzo para que mi voz sonara tranquila mientras continuaba.

 — Quiero decir... Mary Beth, el cotillón es mucho más que sólo llevarun vestido blanco y bailar con tu papá. Es una tradición . Es cuandohacemos la transición de niñas a mujeres. Es…importante. 

Mary Beth se mordió el labio y me estudió durante un momento.

 — Bueno, tal vez.  — Luego se encogió de hombros y me dio unapequeña sonrisa — . Pero vamos a ver cómo te sientes cuando estéhaciendo la “transición” de mujer a pila de desastre al fondo de esas

escaleras. — Lo harás bien — le dije, esperando sonar más convencida de lo queme sentía. Había pasado meses preparándome para mi baile decoronación, pero ¿para el cotillón? Me había estado preparando paraeso  desde que tenía cuatro años y mamá nos había mostrado a mí ya mi hermana mayor, Leigh-Anne, su vestido del Cotillón. Todavíarecordaba el suave tacto de la seda en mis manos. Mamá nos habíadicho que había sido el vestido de su abuela y un día, Leigh-Anne y

yo, también lo usaríamos.Hace dos años, Leigh-Anne lo había usado, pero para mí Cotillónusaría un vestido que mamá y yo habíamos comprado el veranopasado en Mobile.

 — Nena.  — Oí a Ryan detrás de mí. Me di vuelta para sonreírle, oíun suspiro de una de las chicas. Probablemente de Mary Beth.Tenía que admitir, que el caminar hacia nosotras, con el pelocastaño sobre la frente, los hombros hacia atrás, y con las manos en

los bolsillos, Ryan era totalmente digno de un suspiro. Estiré lamano hacia él mientras se acercaba, y deslizó fácilmente la suyasobre la mía.

 — Señoritas  — dijo Ryan, asintiendo con la cabeza a Amanda, Abigail y Mary Beth —. Déjenme adivinar. ¿Todas están…planeando la dominación del mundo?

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Mary Beth se rió, lo que tuvo el desafortunado efecto de hacer quesu tambaleo fuera a más. Abigail la tuvo que agarrar del codo paraque no se cayera.

 — No  — le dijo Amanda, muy en serio — . Estamos hablamos delcotillón.

 —  Ah, la dominación del mundo, el cotillón. Da lo mismo  — respondió Ryan con una sonrisa ligera, y esta vez, las tres chicas serieron, incluso Amanda.

 Volviendo su atención a mí, Ryan levantó las cejas.  — ¿Vamos aquedarnos alrededor y escuchar a la genial banda Lynyrd Skynyrd o

vamos a bailar? — Sí — dijo Brandon, poniéndose al lado de Ryan y agarrando a Beealrededor de la cintura.

 —  Vamos a animar  esto.

Él tiro de ella hacia la pista de baile, donde inmediatamente se dejócaer sobre su vientre y comenzó a hacer el gusano. Vi a Bee bailartorpemente alrededor de él y me pregunté por enésima vez por qué

perdía su tiempo con ese tonto.Mi novio todo menos tonto, tomó mi mano y comenzó a jalarmehacia Bee y Brandon, pero me aparte y levante el brillo labial.

 — ¡Ya regreso!  — grité por encima de la música, y él asintió antes dedirigirse a la mesa de refrescos.

Miré por encima de mi hombro cuando entré en el vestíbulo delgimnasio tratando de ver a Brandon y a uno de los otros jugadoresde baloncesto haciendo ese extraño movimiento de baile de pezfuera del agua. El uno al otro.

Como habíamos llegado muy tarde, casi todo el mundo que iba avenir al baile ya estaba dentro, pero había algunos rezagados en laspuertas principales del vestíbulo del gimnasio. Dos profesores, laSra. Delacroix y el Sr. Schmidt, también estaban en el vestíbulo, sin

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duda haciendo "revisión de bolsas y bolsillos." La Academia Groveahora era muy estricta sobre ese tipo de cosas. Hace dos años, unoscuantos chicos metieron de contrabando una pequeña botella de

licor al baile y, más tarde esa noche, tuvieron un accidenteautomovilístico. Mi hermana.

Corté ese pensamiento y lo saque de mi mente. No esta noche.

Era extraño estar en la escuela por la noche. La única luz en elvestíbulo provenía de una vitrina llena de trofeos de "participación"con el nombre de Ryan en ellos. Grove es excelente en lo académico,pero tan famoso como la mierda en los deportes, incluso contra otrasescuelas pequeñas. Sé que suena como un sacrilegio en el sur, pero

al igual que cualquier otra escuela privada costosa, en la AcademiaGrove se invertía más en los resultados del SAT4 que en cualquiermarcador de juegos. Le dejamos el campeonato de fútbol a lainmensa escuela pública de la ciudad, Lee High.

He estado en la escuela por la noche un par de veces y siempre esescalofriante. Supongo que es la tranquilidad. Estoy acostumbradaa los pasillos ruidosos, por lo que el sonido de mis taconesrepiqueteando en el linóleo parecía extrañamente fuerte. De hecho,

prácticamente hacían eco, haciéndome sentir como si hubieraalguien detrás de mí.

Me apresuré a salir del vestíbulo y di la vuelta en la esquina delsalón de inglés, así que no vi al tipo delante de mí hasta que fuedemasiado tarde.

 — ¡ Oh!  — exclamé cuando chocamos levemente los hombros — . Losiento.

Entonces me di cuenta con quien había chocado e inmediatamentelamenté mi disculpa.

4 El SAT es un examen estandarizado que se usa en admisiones a universidades en los Estados Unidos.

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Si hubiera sabido que era David Stark, habría intentado pegarlemás fuerte, o tal vez pisarle el pie con el tacón de mis zapatillasnuevas por si acaso.

Hice mi mejor esfuerzo para sonreírle, sin embargo, incluso cuandome di cuenta de que mi estómago estaba saltando por doquier. Élme asustó más de lo que yo había pensado.

David me frunció el ceño sobre los ridículos bordes de sus gafashipster — las típicas con armazón negro. Las odio. Es decir, es elsiglo XXI. Hay variedad de gafas a la moda.

 — Mira por dónde vas — dijo. Luego sus labios se retorcieron en una

sonrisa — . ¿O no podías ver a través de todo ese rímel?Me hubiera gustado decirle que me besara el trasero, pero una delas responsabilidades de ser un líder estudiantil en Grove es seramable con todos, incluso si es un imbécil que no escribe nada,excepto tres artículos muy poco halagadores en el periódico escolarsobre qué terrible trabajo haces como presidente del SGA.

 Y sobre todo necesitaba ser cortés con dicho idiota cuando pasabaque era el sobrino de Saylor Stark, Presidenta de la Liga Juvenil de

Pine Grove; jefa de la Sociedad de Mejoramiento de Pine Grove;Presidenta de la Junta Escolar de la Academia Grove; y, lo másimportante, la organizadora del Cotillón Anual de Pine Grove.

 Así que me obligué a sonreírle aún más a David.

 — No, sólo con prisa — dije — . ¿Estas, uh... estás aquí para el baile?

Él soltó un bufido.  — Um, no. Yo más bien prefiero golpear mistestículos con la puerta del casillero. Tengo mucho trabajo que

hacer para el periódico.Traté de mantener el rostro inexpresivo, pero tengo uno de esosrostros que muestra cada cosa que pasa por su mente.

 Al parecer esta vez no fue la excepción, porque David se echó a reír. — No te preocupes, Pres, esta vez no es nada sobre ti.

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Si alguna vez había un momento para enfrentarse a David sobre lascosas que había escrito sobre mí, era este. Por supuesto, esosartículos exactamente no me habían mencionado por mi nombre.

Dudo que la Sra. Laurent, la asesora de prensa, dejara que megolpearan directamente. Pero básicamente dijeron que "la actualadministración" está más preocupada con bailes y desfiles que porlos verdaderos problemas que enfrentan los estudiantes de Grove, yque bajo "la actual administración", el SGA era exclusivista,dejando fuera a la mayoría del cuerpo estudiantil.

 A lo que yo digo, um, ¿Hola? No es mi culpa si la gente no intentainvolucrarse en su propia escuela. Y en cuanto a ¿"los verdaderosproblemas" que enfrentan los estudiantes del Grove? Todos loschicos que acuden aquí provienen de hogares súper agradables quepueden permitirse enviar a sus hijos aquí. No estamos exactamenteplagados de problemas sociales, ¿sabes? ¿Qué pensarías queconseguiría David? Había vivido en Pine Grove prácticamente todasu vida y no sólo eso, vivía con su tía Saylor en una de las casas másbonitas en la ciudad.

O tal vez los problemas de David no tenían nada que ver con "lainjusticia social" en Grove y todo tenía que ver con el hecho de queél y yo nos detestábamos mutuamente desde el kinder. Qué diablos,incluso antes  de eso. Mamá dice que él es el único bebé que mordíen la guardería.

Pero antes de pudiera responder, la música se detuvo en elgimnasio.

Revisé mi reloj y vi que eran cuarto para las diez. Mierda.David hizo otra de esas risas a medias.

 —  Adelante, Harper — dijo deslizando su bolsa de mensajero de unacadera a la otra. Lo sé. Una bolsa de mensajero. Y esas gafas. Vestíaun estúpido suéter de rombos y Converse de bota.

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Prácticamente cada chico en Grove vivía en pantalones de colorcaqui y camisas. No estaba segura de sí David Stark tenía otrospantalones que no fueran jeans, que además eran demasiado

pequeños. — Sólo unos minutos más para tú coronación  — dijo, pasando unamano por su cabello rubio arena, lo que lo destaca más de lonormal — . Estoy seguro que odiarías perderte las felicitaciones   detodo el mundo.

David me había vencido en la ronda final de nuestro concurso deortografía en sexto grado con esa palabra y ahora, después de todos

estos años, todavía intentaba meterlo en conversación cada vez quepodía. Contando hasta diez en mi cabeza, recordé lo que mamádecía cada vez me quejaba de David Stark: "Sus padres murieroncuando él era sólo una cosita pequeñita. Saylor ha hecho todo loposible con él, pero aun así, algo como eso hace que cualquierpersona actué desagradable”. 

Como era un trágico huérfano, me obligué decir,  — Que tengas unabuena noche.  — Con los dientes apretados mientras me daba lavuelta hacia el baño más cercano.

Sólo se encogió de hombros y comenzó a caminar hacia atrás al finaldel pasillo, hacia el centro de cómputo.

 — Deberías ponerte labial — grito detrás de mí.

 — Sí, gracias — balbuceé, pero ya se había ido.

Dios, qué idiota , pensé, empujando la puerta del baño.

Si mis zapatos habían sonado fuerte en el vestíbulo del gimnasio, noera nada comparado a cómo sonaban en el baño. Con el vestido eranun poco ridículos, más por su altura que por su costo. Mido 1.70metros pero estaba alrededor del 1.80 con estos bebés.

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Mirando en el espejo, vi por qué Bee se había horrorizado tanto pormis labios desnudos. Mi piel es pálida, y sin brillo de labios, loslabios habían desaparecido de mi cara. Pero aparte de eso, me veía

bien. Muy bien, incluso. La señora de maquillaje en Dillard habíahecho un trabajo fabuloso con mis grandes ojos verdes, fácilmentemi mejor cualidad, y mi cabello oscuro estaba retirado de la cara,cayéndome por la espalda en ondas suaves y destacando mispómulos.

Sí, ya sé que es vanidoso. Pero ser bonita es lo de hoy, no sólo enGrove, sino en la vida. Claro, yo no era asombrosamente bonitacomo mi hermana, Leigh-Anne, había sido, pero  —   No. No quieropensar en eso.

Destapé el tubo Salmón Fantasía, me estremecí nuevamente con elnombre y empecé a aplicarlo. No era tan bonito como mi CoralBrillante, pero servía.

 Acababa de colocar una segunda capa cuando la puerta del baño seabrió, golpeando contra la pared de azulejo tan fuerte que salté.

 Y garabateando una línea de Salmón Fantasía desde la comisura dela boca hasta cerca el oído.

 — ¡Maldita sea! — grité, estampando el pie —. Brandon, sea cual… — No sé por qué pensé que era Brandon. Probablemente porque mepareció el tipo de estupidez que haría él, tratando de asustarme.

Pero no era Brandon. Era el Sr. Hall, uno de los conserjes de laescuela.

Él se quedó parado en la puerta por un segundo, me miraba como sino supiera quién, o qué era.

 — Oh Dios mío, señor Hall  — dije, presionándome una mano contrael pecho — . ¡Me ha dado un susto de muerte!

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Él sólo me miró con esa mirada salvaje en sus ojos antes de darse lavuelta y cerrar la puerta del baño.

 Y entonces oí un sonido que hizo descender mi estómago.

Era el claro sonido al poner la cerradura.

Él Sr. Hall, el conserje rechoncho, nos había encerrado en el baño.

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Capítulo 2

Está bien. Está bien, puedo manejar esto , pensé, incluso cuando elpánico comenzó arañar a través de mi pecho.

 — Sr. Hall — empecé, con voz temblorosa y alta.

Sólo me saludó con la mano y presionó la oreja contra la puerta. Nosé lo que oyó, pero sea lo que fuese lo hizo girar y caer contra lapared.

 Y fue entonces cuando me di cuenta de la sangre goteando en sus

zapatos. — ¡Sr. Hall! — grité, corriendo hacia él. Mis tacones resbalaban en elpiso resbaladizo, así que me los quite de una patada. Llegué al Sr.Hall justo cuando se desplomó en el suelo.

Su rostro estaba pálido y se veía muy raro y ceroso, como si fuera unmuñeco en vez de una persona. Pude ver las gotas de sudor en sufrente y bajo su nariz. Su respiración estaba saliendo en jadeoscortos y había una mancha roja oscura expandiéndose a través de

su vientre. No había ninguna duda en mi mente de que estabamuriendo.

Me arrodillé junto a él, mi sangre palpitando fuerte en mis oídos.

 —  Va a estar bien, Sr. Hall, iré a buscar a alguien, todo va a estarbien.

Pero justo cuando llegué a la cerradura, extendió su mano y agarrómi tobillo, tirando de mí con tanta fuerza que aterricé sobre el

trasero con un chillido.El Sr. Hall estaba sacudiendo la cabeza frenéticamente.

 — No — balbuceó. Luego cerró los ojos y respiró hondo por la nariz,como si tratara a calmarse — . No — dijo de nuevo, y esta vez, su voz

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era un poco más fuerte — . No abras la puerta, Esta bien. Sólo...ayúdame a levantarme.

Bajé la vista hacia el Sr. Hall estaba considerablemente mal, y no

creía que hubiera alguna manera de levantarlo del suelo. Pero dealguna forma, deslizando mis brazos bajo los suyos y apoyándomecontra la pared, lo levanté apoyándome contra la puerta de uno delos baños.

Una vez hecho esto, le dije,  — Mire, Sr. Hall, realmente creo quenecesita ayuda. No tengo conmigo un teléfono celular.  — Bajé lavista hasta el círculo rojo pegajoso sobre su estómago — . Se ve muylastimado, y creo que deberíamos llamar al 911, y… 

Pero él no me escuchaba. En cambio, se abrió la camisa.

Me preparé para ver una herida en el estómago, pero no estabapreparada para ver lo que parecía ser una almohada manchada desangre.

Con un gruñido, el Sr. Hall tiró de algo en su espalda, y laalmohada se deslizó de su estómago al piso sin hacer ruido.

 Ahora podía ver la herida, y era tan mala como pensé que sería,pero mi cerebro estaba todavía aturdido por todo "El Sr. Hall no eragordo, sólo lleva una barriga falsa". ¿Por qué pretendería el Sr. Hallser gordo? ¿Era un disfraz? ¿Por qué necesitaría un conserje undisfraz?

Pero antes de que pudiera preguntarle sobre eso, el Sr. Hall gimió yse deslizó al suelo otra vez, agitando sus ojos cerrados.

Me deje caer con él, mi brazo todavía detrás de su espalda.

 — ¡Sr. Hall! — exclamé. Cuando no respondió, extendí lamano libre ygolpeé su mejilla con suficiente fuerza como para hacer a un lado sucabeza de roca. Abrió los ojos, pero era como si no pudiera verme.

 — Sr. Hall, ¿qué está pasando? — le pregunté, la acústica del cuartode baño convirtió mi pregunta en un alarido con eco.

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De repente se oyó un fuerte ruido en la puerta. Di un grito débil y elSr. Hall agarró la puerta del baño como si tratara de ponerse de pie.

 —  Ya viene —  jadeó el Sr. Hall.

 — ¿Quién?  — grité. Me sentía como si hubiera entrado en unapesadilla. Hace cinco minutos mi principal preocupación era si elSalmón Fantasía combinaba con mi vestido rosa.

 Ahora estaba acunando a un moribundo en el suelo del bañomientras que algún loco golpeaba a la puerta.

El Sr. Hall logró mantener una posición sentada, y por un segundo,pensé que podríamos estar bien. Tal vez la herida que había

empapado la almohada no era tan mala. O tal vez todo esto era unabroma elaborada.

Pero el Sr. Hall no iba a estar bien. Había una línea blancaalrededor de sus labios, que estaban empezando a verse azules, y surespiración era cada vez menos profunda y más corta.

Giró la cabeza para mirarme, y había tanta tristeza en sus ojos quefinalmente las lágrimas se derramaron sobre mis mejillas.

 — Siento mucho esto, Harper — dijo, con la voz más fuerte que habíasonado desde que entró en el baño.

Pensé que se refería a que lo sentía por morir, dejándome a mercedde lo que estaba al otro lado de la puerta.

Pero entonces él respiró muy profundo, se tambaleó hacia adelante,agarró mi cara y cubrió mis labios con los suyos.

Levanté las manos para quitar sus dedos de mis mejillas, pero para

alguien que apenas había podido hablar hace unos segundos, suagarre era sorprendentemente fuerte. Y me dolió.

Estaba soltando gritos ahogados porque tenía miedo de abrir la bocapara gritar.

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Entonces sentí algo frío — tan frío que trajo aún más lágrimas a misojos —  fluyendo por mi boca y garganta, me quede inmóvil.

No estaba tratando de besarme; era como si él soplara algo dentro  

de mí, este aire helado que hizo mis pulmones ardieran como sitrotara en enero.

Las lágrimas me caían por la cara, y sus manos me soltaron, misbrazos cayeron a los lados. Por ahora, mi pecho ardía como sihubiera estado bajo el agua durante mucho tiempo y una niebla grisme nublaba la visión otra vez. A medida que la niebla gris seextendía, pensé en mi hermana, Leigh-Anne, y lo difícil que iba aser para mis padres si yo muriese también.

No sé si fue ese pensamiento, o el hecho de que ser encontradamuerta en el baño debajo de un conserje no era como quería que lagente de Grove me recordara, pero de repente sentí una oleada defuerza. El gris desapareció a medida que la adrenalina corría através de mi sistema, y envolví mis dedos alrededor de las muñecasdel Sr. Hall y le agarré con todo lo que tenía.

 Y así como así, se alejó de mí.

Tomé una respiración profunda. Nunca me había sentido tan felizde respirar el aire ligeramente apestoso del baño.

Durante mucho tiempo, me quedé allí sentada contra la puerta delbaño, temblando y jadeando. Todavía podía oír lo que estabagolpeando en el otro lado, pero parecía muy lejano por alguna razón,como si no estuviera conectada a mí.

Supongo que sólo tarde unos treinta segundos para recobrar el

aliento, pero se sintió como una eternidad. Bajé la vista hacia el Sr.Hall tendido sobre su espalda, sus ojos fijos en nada, era bastanteclaro que estaba muerto.

Justo cuando lo estaba comprobando, el ruido en la puerta sedetuvo.

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El ardor en mi pecho se había desvanecido a un cosquilleo, y notenía esa sensación saltando dentro de mi estómago, como sihubiera tragado un montón de Pop Rocks5. Sentía pesados los

brazos y las piernas, y la cabeza me daba vueltas.Poco a poco, me levanté, cuidando de mantener los pies fuera delcharco de sangre que continuaba extendiéndose bajo el Sr. Hall.Bajé la mirada a mis piernas y vi que las medias estabansorprendentemente intactas, a pesar de todo lo que había pasado.

¿Qué acababa  de suceder?

Me obligué a mirar otra vez al Sr. Hall. La herida su estómago era

horrible y grande, y claro, parecía una herida de una especie deespada medieval o algo así, pero eso era imposible, ¿verdad?Probablemente se lastimó con algún equipo aterrador de conserje.Quiero decir, la enceradora de pisos no se veía como si pudieracortar a alguien así, pero no es como si yo la hubiera inspeccionadoen busca de peligro.

Cuanto más pensaba en ello, la idea parecía más reconfortante. Erasin duda mejor que el pensamiento de un maníaco espadachín al

otro lado de la puerta.Sólo había sido una granuja pieza de maquinaria. Una hoja, unacorrea o algo se rompió y cortó al Sr. Hall, y eso había sido lo quegolpeteó en la puerta. No había tenido tiempo para desconectarlo yahora probablemente estaba girando por el pasillo. Tendría quesalir de aquí, encontrar a un profesor y decirle a él o a ella, que todoestaba bien.

Me miré en el espejo. Mi piel era casi tan blanca como la del Sr.

Hall, haciendo que el Salmón Fantasía se viera barato y demasiadobrillante.

 — Todo va a estar bien — le dije a mi reflejo — . Todo está bien .

5 Pop Rock es un caramelo carbonatado frecuentemente acompañado de un dulce macizo, crea una reacción

efervescente cuando se disuelve en la boca.

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Caminé hacia la puerta, y mientras lo hacía, tuve que pasar porencima de esa extraña almohada que el Sr. Hall había atado a sucuerpo.

 Ah, claro. Eso.

¿Por qué el Sr. Hall tenía una barriga falsa? Sentía como si micerebro estuviera en una licuadora mientras trataba de pensar enuna explicación plausible, con suerte tendría relación con mi idea deuna maquina poseída.

De acuerdo, Sr. Hall era más joven que pensaba. Y más lindo. ¿Porqué usaría un disfraz? ¿Estaba en el programa de protección a

testigos? ¿Era un padre holgazán escondiéndose del pago demanutención de sus hijos?

 Y había algo más. Algo raro en él.

Miré de nuevo su cuerpo, preparándome para vomitar odesmayarme, pero no sentí nada excepto ese cosquilleo en el pecho.

Había algo en su rostro, algo que sólo había sentido cuando mehabía... ¿besado? ¿Soplado dentro de mí? Lo que sea.

Me arrastré hasta él, siendo cuidadosa con la sangre, entonces meincliné y toqué su barba. Mi padre y mi abuelo, ambos tienen barba,y ninguna de ellas se sentían como esta.

Deslice un dedo alrededor del borde de su barba, justo debajo de suoreja izquierda, vi por qué. Era falsa. Era muy buena y se adheríamuy bien, pero aun así era una falsificación.

Luego levanté la vista a su cabeza calva y vi un fino rastrojocubriendo en forma de media luna su cuero cabelludo desnudo.

 Así que el Sr. Hall no era gordo, o con barba o calvo.

 — Oh, esto es una mierda   — susurré. Fue entonces cuando supe queestaba asustada en serio. Nunca maldigo en voz alta, ni siquiera asolas. No es propio de una dama.

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No había ninguna teoría que pudiera llegar a explicar todo esto, noimporta cuán CSI: Pine Grove   intentara ser. No, la mejor malditacosa que podía hacer era salir del baño y encontrar un maestro, o un

policía, o un exorcista. Me gustaría tener a cualquiera en estemomento.

Me apresuré hacia la puerta antes de darme cuenta que me habíadejado el brillo de labios de Bee en el lavabo. Mi mente todavía dabavueltas, y a pesar del cuerpo muerto a mis pies, en lo único quepude pensar era en Bee amando esa cosa fea, así que tuve queagarrarlo antes salir, como si lo confiscara para pruebas o algo así.

 Así que volví al lavabo.

Es gracioso pensar en eso ahora, porque aunque ese brillo labial mehabía metido en este lío, ese mismo brillo labial me había salvadototalmente la vida. Si no hubiera ido por él, hubiera estado en lapuerta cuando explotó en dos piezas y se estrelló con la hilera decubículos con la fuerza de una pequeña bomba.

 Y si eso  no me hubiese aplastado como un panqueque, Igual habríaestado directamente en el camino del hombre que llegó corriendo ysosteniendo una larga y curvada hoja en frente — una cimitarra,

estaba totalmente segura, me acordé del Dr. DuPont en HistoriaUniversal II.

 Así que gracias al brillo labial de Bee, estaba paralizada junto allavabo cuando un maníaco espadachín entró y mi vida dejó de tenerel poco de sentido que tenía.

Con todo el polvo de la puerta volando, le tomó al hombre un minutopara darse cuenta que estaba allí. Tenía su espalda hacia mí cuando

se arrodilló junto al cuerpo del Sr. Hall. Lo observaba, inmóvil comouna estatua, mientras revisaba los bolsillos del Señor Hall, perosupongo que no encontró lo que buscaba porque se levantó muyrápido y murmuró la palabra con C. No podía esperar, sin embargo.Esto parecía una situación desesperada.

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Entonces se dio la vuelta, y estoy segura de que el aspecto de totalconfusión en su rostro se reflejó en la mía.

 — ¿Harper?

 — ¿Dr. DuPont?

No tuve mucho tiempo para preguntarme por qué mi profesor dehistoria acababa de matar al conserje, aunque recordé el chisteacerca de cómo el Dr. DuPont realmente odiaba cuando sus botes debasura no se vaciaban  —   ya sabes, para que me viera como unapersona y no como un posible vegetal en una brocheta. Aprendí esoen la clase de auto defensa a la que mamá y yo fuimos en la iglesia

el año pasado.Pero ese chiste se secó justo en mi boca, porque el Dr. DuPont cruzóel cuarto de baño en dos pasos y puso su espada contra mi cuello.

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oportunidad para saltar a la puerta, pero por alguna razón, no lohice. Por un lado, toda esta lucha estilo ninja era... bueno, genial.No tenía idea de cómo lo estaba haciendo, y me preguntaba si era

otra cosa de la adrenalina, como cuando fui capaz de empujar al Sr.Hall y quitármelo de encima. Pero no era sólo eso, me estabadivirtiendo. Era casi como si no me pudiera ir; como su tuviera queterminar la lucha hasta que uno de nosotros estuviera muerto.

¿Ves? Te dije que se ponía más raro.

Me quedé allí, agazapada en mi vestido rosa mientras el Dr. DuPontse daba la vuelta para mirarme con una expresión que sólo puedollamar incrédula (esa era la palabra que tenía que superar para

vencer a David Stark en el quinto  concurso de ortografía).

La sangre estaba adherida alrededor de la mitad inferior de su cara.Jadeando, miró hacia abajo al cuerpo del Sr. Hall y luego a mí.

Él se rió, pero era un sonido feo, mojado.

 —  Así que te lo pasó a ti  —  jadeó el Dr. DuPont. Luego sus labiosensangrentados se curvaron en una sonrisa desagradable — . Bueno,que Dios bendiga tu corazón   — dijo arrastrando las palabras en una

imitación no muy bonita (para ser exactos) de mi acento.Se movió hacia un lado, hacia los excusados, con la espada todavíaapuntándome.

 — Realmente no puedo pensar en una peor elección  — dijo, sin dejarde sonreír — , la rubia tonta que escribió un artículo sobre la historiade los zapatos para mi clase.

De acuerdo, eso dolió. Había trabajado duro en ese artículo. Y no

había sido sobre zapatos. Había sido acerca de cómo la modaafectaba a la política. Y puede que me guste el maquillaje, la ropa ylos zapatos, pero yo no soy   una rubia tonta. El Dr. DuPont podía

 joderse completamente. Casi lo dije, pero luego cambié de opinión.Con lo loco que se había tornado todo esto, el Dr. DuPont podríatomar esto como una invitación real, a… ya sabes, joderme. 

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 — Dime, Harper, ¿vas a utilizar tus nuevos súper poderes con manodura contra algún chico que te quiera conquistar en el baile? ¿Oquizás te convertirás en la líder de las animadoras?  —  Algo en su

expresión endureció — . No es que vayas a vivir mucho tiempo.Entonces él se abalanzó otra vez, con la espada en alto, pero yoestaba preparada. Giré y mi espalda quedó detrás él, luego seabalanzó, por lo que la espada pasó justo sobre mi cabeza. Con lasmanos en el piso, le di un puntapié con la pierna izquierda. —  Yo yasoy   animadora — dije entre dientes justo cuando mi pie conectabacon su mandíbula.

 Antes de que el Dr. DuPont se recuperase de mi patada, giré

agachada y use esa misma pierna para barrer las suyas.

Se golpeó la cabeza contra el lavabo mientras caía y pensé que erael fin de todo.

Me paré y miré hacia abajo. Había una rasgadura irregular desde eldobladillo de la falda hasta la mitad del muslo.

 — Oh, maldición  — murmuré, lanzándole una mirada fulminante yoscura al cuerpo flácido de Dr. DuPont.

Entonces se me ocurrió que definitivamente debía salir de ahí yencontrar a un profesor no homicida. Algo dentro de mí todavía noquería irse, pero lo enterré dentro de mí. El Dr. DuPont había dichosúper poderes , y habló del Sr. Hall "pasándome algo" a mí. Debehaber sido la cosa rara que me sopló en la boca. Pero más tardepodía averiguar lo que me había sucedido exactamente. En estemomento tenía que salir de aquí antes de que el Dr. DuPontdespertara.

Me estaban empezando a doler los brazos y las piernas. Estaríannegros y azules mañana, pensé, mientras rodeaba al Dr. DuPont,  yprobablemente me perdí la coronación, gracias a toda esta locura.Te lo juro que si… — no pude terminar ese pensamiento.

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En cambio, un dolor agudo surgió en la parte posterior de mi cabezae hizo que me brotaran lágrimas en los ojos, arrancando un gritocorto de mi garganta. El Dr. DuPont había agarrado un gran

puñado de mi cabello. Tirando tan fuerte que me sorprendió no medejara calva, uso mi cabello para tirar de mí y lanzarme hacia loslavabos.

Mi codo derecho golpeó el borde del tocador y una ola de náuseas seextendió sobre mí. Estaba parpadeando para dejar de ver estrellitascuando el Dr. DuPont me dio una potente patada al estómago.

Todo el aire dejó mis pulmones y caí al suelo, jadeando y teniendoarcadas al mismo tiempo. Mi pecho ardía nuevamente, esta vez por

falta de oxígeno.

Estaba allí, mirando los brillantes mocasines negros del Dr. DuPontmientras se acercaba a la esquina y recogía la cimitarra que se lehabía caído.

 — Voy a morir aquí.  — Pensé vagamente — . Voy a ser apuñaladahasta la muerte por mi profesor de historia con una espada rara, ynadie sabrá nunca lo que me pasó. Mis padres tendrán dos hijas que

murieron en los bailes de la escuela, y los ojos de mi madre se veránmás tristes, y el rostro de mi padre se pondrá más delgado ynuestra casa se sentirá incluso más gris y vacía.

 Ahora el dolor en mi estómago no tenía nada que ver con patada delDr. DuPont. Cerré los ojos mientras las lágrimas me consumían. ElDr. DuPont estaba hablando, pero realmente no lo oí. Dijo algosobre el lugar y el momento equivocado, y entonces dijo esa palabraextraña que empezaba con "pal".

Paladín. ¿Qué era eso?Bien podría haber estado hablando griego. Todo en lo que podíaconcentrarme era el ardor en el pecho y el dolor de mi vientre.

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 Ahora estaba justo delante de mí. Abrí mis ojos y vi la espadacolgando a su lado. El extremo brillaba con la fea luz fluorescentedel baño.

Giré un poco la cabeza para no tener que verlo levantar la hoja.

 Algo rosa llamó mi atención. Era uno de mis zapatos. Recordéhabérmelos quitado para ayudar a Sr. Hall. Al parecer, lo habíalanzado bajo el lavabo.

El Dr. DuPont todavía estaba hablando, pero me concentré en esezapato rosa brillante que ahora parecía tan tonto en medio de todaesta muerte y destrucción. Extendí la mano y saqué el zapato. El

Dr. DuPont se rió. — ¿Miedo de morir sin los accesorios adecuados, señorita Price? Mealegra ver que sigues siendo una perra tonta, hasta el final.

Pero yo no quería el zapato porque era bonito, o porque era rosa.Rodé sobre mi espalda, acercando poco a poco mis rodillas. No era lamás elegante de las posiciones para una dama, pero iba a necesitarhacer palanca. Sostuve el zapato contra mi pecho. Corrí mi pulgarsobre el tacón, recordando mi deseo de pisotear el pie de David

Stark con estos zapatos. Le habría hecho daño.Luché para mantener una sonrisa en mi cara cuando el Dr. DuPontlevantó la espada.

De hecho, si hubiera pisado lo suficientemente fuerte el pie deDavid, el tacón lo habría atravesado. Era terriblemente agudo.

Si el Dr. DuPont no hubiera sido una total reina del drama ylevantado la espada con ambas manos, podría haberme matado. Y

desde luego, no me habría dado la apertura que me dio.Porque mientras sus brazos estaban encima de su cabeza, a puntode arrojarme la espada, me impulsé lejos del suelo y en un giro,agarré el tacón entre mis manos, con la punta afilada hacia fuera.

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La espada todavía estaba en el aire cuando me aproximé y medetuve bruscamente hundiendo el tacón en su garganta, justodebajo de su mandíbula. Había aprendido sobre la arteria carótida

en anatomía y fisiología, y había resultado ser una clase mucho más  útil de lo que originalmente había pensado, y aunquedefinitivamente había dado en la arteria, todavía estabasorprendida, pero me las arreglé para golpearlo.

Supongo que el Dr. DuPont también, porque abrió sus ojos porcompleto, y la espada cayó al piso. Me miraba fijamente, abriendo ycerrando sus labios como un pez, con mi zapato rosa atrapado en sucuello. Supongo que habría sido raro si no hubiera sido, ya sabes,

completamente asqueroso y horrible.El Dr. DuPont extendió la mano y tiró del tacón en su cuello. Lasangre manaba del agujero, con cada pulsación de su corazón.

Miró el zapato durante mucho tiempo, como si no supiera lo que era.Entonces él murmuró  — Rosa.  — El zapato cayó de sus dedos y sedejó caer en el suelo, con los ojos abiertos y fijos.

El único sonido en el baño era mi respiración y el constante  plink- 

 plink  del lavabo goteando.Me tomó un minuto aceptar la realidad, pero cuando lo hice, fueterrible.

 Acababa de matar a un profesor. Con mi zapato.

Corrí y recogí el zapato, haciendo una mueca por las manchas rojasen el tacón. Agarré un puñado de toallas de papel y lo limpié, y mirespiración fue cada vez más rápida y más rápida.

 — Está bien — murmuré para mí — . Fue en defensa propia. Él teníauna espada.

Limpié el tacón, sintiéndome como Lady Macbeth. Defensa propia ono, acababa de matar a alguien. Eso era malo. Era realmente  malo.Me miré en el espejo y vi que aparte de mis mejillas sonrojadas y losojos brillantes, me veía prácticamente igual que cuando entré al

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baño. Bueno, excepto por la línea de Salmón Fantasía garabateadaen mi cara. Cogí una toalla de papel y comencé a restregar en miboca.

Incluso mi cabello no era un desastre. Debo decirle a la Sra. Brendala próxima vez que vaya , pensé automáticamente. Entonces se meocurrió que no había ninguna forma de decirle a mi peluquera quesus peinados se sostienen incluso cuando estás pateando a unamierda de maestro empuñando una espada.

Después de quitar la sangre de mi zapato y el feo lápiz labial de micara, tiré las toallas de papel en la basura y miré alrededor. Elcuerpo del Sr. Hall estaba contra los retretes, y el Dr. DuPont

estaba a un metro. Había grandes grietas en el azulejo de la pared,donde yo había golpeado la cabeza del Dr. DuPont, y la puerta delbaño yacía en pedazos en el suelo, rodeada por una fina capa dearena y más azulejos rotos.

Sin pensarlo realmente, deslicé el zapato de nuevo en mi pie y cojeéhasta el cubo de basura, donde el segundo zapato yacía a un lado.

Supongo que esta es la parte donde debería haber comenzado a

gritar y/o a vomitar, pero me sentía… entumecida. Ciertamente noestaba tan horrorizada como debe sentirse alguien que acaba de vera dos hombres morir (y uno por su propia mano. Bueno, por supropio zapato)

Esa extraña sensación, como de mil dosis de adrenalina, aún fluíadentro de mí. Eso era probablemente lo que mantenía la crisisnerviosa a raya. Cuando pisé la puerta caída y salí del baño, mepregunté por qué nadie había llegado todavía a buscarme. Quiero

decir, debo haber estado allí durante al menos media hora.Entonces miré el reloj y vi que sólo habían pasado once minutosdesde que tropecé con David Stark.

Caminaba por el pasillo del salón de inglés, y cuanto más lejosestaba del baño, más inestables sentía las piernas. Estaba cerca delvestíbulo del gimnasio, lo suficientemente cerca para oír al vocalista

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de la banda decir — , Bueno, dentro de poco, estaremos anunciandoa la reina del baile, así que vengan aquí, señoritas.

Fue entonces cuando sentí algo en mi estómago moverse

peligrosamente, me di la vuelta y regresé corriendo por el pasillo delsalón de inglés. Mientras mis tacones resonaban por el pasillo  —  ¡Oh Dios, oh Dios, no pienses en tus tacones, no pienses en tuzapatilla clavada en su cuello!

Me di cuenta que debería haber corrido hacia el pasillo del salón dehistoria porque era imposible que pudiera volver al baño con el Sr.Hall y el Dr. DuPont.

Pero ya era demasiado tarde.Entonces me acordé de que  — ¿Hola? —  hay dos baños en el pasillode inglés, así que corrí al baño de chicos que estaba al otro lado delpasillo enfrente del de las chicas.

 Atravesé disparada la puerta, escuché un chillido de sorpresa deuna voz masculina.

 — ¿Qué diablos?  — Pero ni siquiera miré a la figura de pie junto al

lavabo. Corrí hacia uno de los compartimientos, realmenteagradecida de que no tuviera puerta.

 Apenas habían golpeado mis rodillas el suelo cuando todo lo queestaba en mi estómago salió.

 — Mierda. — Oí decir al chico del lavabo, y luego él estaba allí en elcompartimiento conmigo, levantando mi gruesa masa de pelo de micara y el cuello. Me sentía tan bien, y era tan agradable que nisiquiera sentí vergüenza de que un tipo cualquiera estuviera

observándome, Harper Jane Price, Presidente del SGA, líder de lasanimadoras, Futura Líder de Negocios de América y muy prontoreina del baile, vomitando las tripas en baño de los chicos.

Me sentía débil y vacía cuando termine, pero mejor. Mucho mejor.

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 —  Aquí — dijo el tipo del lavabo, dándome un montón de toallas depapel húmedas y frías. Las tomé con gratitud y las presione contrami cara sudorosa. Al mismo tiempo, el chico misterioso puso un poco

más de toallas de papel contra la parte posterior de mi cuello. Éltodavía sostenía mi cabello hacia atrás.

Con el rostro enterrado en las toallas de papel, extendí la mano ytiré de la cadena.

 — Gracias — murmuré entre el montón de toallas mojadas.

 — No te preocupes. ¿Así que estás embarazada?

Miré hacia arriba y me encontré con la mirada penetrante de los

ojos azules de David Stark.Por supuesto.

 — No  — dije, intentando ponerme de pie en el estrechocompartimiento tratando de no exhibir mis bragas. Se inclinó ytomó mi codo para ayudarme — . Estaba bromeando  — dijo — . Sialguna vez hay alguien con menos  probabilidades de estar en TeenMom , eres tú. — Parecía sincero, pero aun así me hizo estremecer.

Salí del compartimiento, hacia el lavabo, donde me enjuagué la bocaunas veinte veces. Cuando terminé, David metió la mano en esaestúpida bolsa de mensajero y sacó una lata de Altoids, y sin decirpalabra me entregó unos pocos.

 — Gracias  — le dije otra vez, odiando que había tenido que decir"gracias" a David Stark dos veces en dos minutos.

Sólo se encogió de hombros, pero me miraba de manera extraña,casi como si fuera un depredador. Con cualquier otro chico, esamirada significaría que intentaba meterse entre mis pantalones,pero dudo que David pensara siquiera en ese tipo de cosas. Él sólopone esa estúpida mirada de reportero del periódico escolar, y sabíaque estaba tratando de olfatear una historia acerca de por qué"Pres" arrojaba sus galletas en el baño de los hombres la noche delBaile de Bienvenida.

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 —  Yo sé que no estabas bebiendo  — dijo —. No después… —   seinterrumpió torpemente antes de aclararse la garganta — . Así que,¿intoxicación por alimentos?

 — No — dije nuevamente — , es sólo que están a punto de anunciar ala Reina del Baile de y estoy nerviosa. Miedo escénico.

Me pareció que era una excusa bastante buena, pero David se rió.

 — Sí, claro. Pres, como si pudieras encontrar la manera de fingir serel centro de atención. Tiene que ser otra cosa.

Esa mirada hambrienta estaba de nuevo en sus ojos, y de repente seme ocurrió que la razón por la que había vomitado estaba

literalmente al otro lado del pasillo. Mi estómago y mis rodillas sevolvieron gelatina. Fue un milagro que David no hubiera notado lapuerta rota del baño de chicas cuando llegó aquí. No había manerade que no lo notara cuando saliera. David era la persona másinteligente que conocía; era el único que actualmente se interponíaentre el discurso de despedida y yo. David me había visto ir hacia elbaño de chicas, y cuando viera los dos cadáveres allí, podría atar loscabos.

 Y le encantaría . Escribiría un montón de artículos para el periódicocon la crónica de mi caída y el eventual juicio y ganaría premios porello. ¿Tienen un Pulitzer para reporteros del periódico escolar?

 — Bueno, lo que sea que te pase, te sugiero que lo superes para queasí puedas recoger tu corona — dijo, dándose la vuelta para salir.

 — ¡Espera!  — Grité, agarrando su brazo. ¿Cómo podía dejarlo salirde aquí?

 — ¿Qué? — espetó, claramente muy irritado. — Um... Sólo, sólo quería decirte gracias. Otra vez.

David me miró como si acabara de empezar a hablar en otro idioma,pero después de un momento, le dio unas palmaditas a mi mano ydijo: — Sí, eres, eh... no hay problema.

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Luego abrió la puerta del baño. Me quedé congelada, esperando aque gritara o algo así cuando viera la destrucción al otro lado delpasillo.

Pero todo lo que oí fueron los suaves chirridos de sus tenis mientrasse alejaba.

Oh Dios mío, ¿no lo notó otra vez? Parecía como si ser el mejorestudiante de la generación después de todo aún estaba al alcancede mis manos

Pero entonces, cuando salí del baño, vi por qué David no había vistonada: No había nada que ver.

La puerta del baño estaba en su lugar y en una sola pieza.

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Capítulo 4

Después de eso todo era algo confuso, sobre todo porque estababastante segura de que me estaba volviendo loca. Sé que entré en elbaño y ni siquiera sentí toda esa sorpresa al ver que estaba vacío,sin indicios de los dos cadáveres que habían estado justo allí  – comprobé mi reloj –  hacía seis minutos. Las paredes estaban bien,sin grietas o cráteres grandes más o menos del tamaño de la cabezadel Dr. DuPont. Incluso comprobé la papelera por la toalla de papelcon sangre que había utilizado para limpiarme el zapato.

La papelera estaba vacía.Fue entonces cuando hice ese sonido raro y agudo que era unaespecie de suspiro y un tipo de jadeo. Estoy bastante segura de quehabría tenido una completa crisis nerviosa allí en ese momento siDavid Stark no hubiera asomado la cabeza y hubiese dicho:  –Eh…¿Pres? ¿Vas a vomitar otra vez?

Me giré para mirarle, y la sonrisa le abandonó el rostro.

 – Mierda  – dijo, cruzando la habitación y agarrándome los brazos – .¿Harper? ¿Qué va mal?

 Vi mi reflejo en el espejo y entendí totalmente porqué parecíagenuinamente asustado. Tenía los ojos enormes y vidriosos y mi pielse había vuelto gris. No es que me importara realmente. Es decir,me había vuelto loca. Estaba loca.

Por alguna razón, ese pensamiento era mucho más perturbador quela idea de que me había vuelto una especie de súper héroe, que

había matado al malvado Dr. DuPont con el zapato. Que había sidotraumático, supongo, pero que también había sido…bueno, dealguna forma genial. Como algo salido de un libro de comics. ¿Perovolverme loca? Eso era real.

 – ¿Harper? – dijo David otra vez, sacudiéndome un poco.

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Creo que me habría desmoronado en ese momento y toda la historiadel Sr. Hall y el Dr. DuPont habría estallado en una serie desollozos y gritos. Pero por suerte, Bee eligió ese momento para abrir

la puerta del baño. – ¡Dios, aquí estás!  – exclamó, y su voz resonó en las paredes deazulejos, hiriéndome los oídos. Detrás de ella, Amanda, Abigail yMary Beth se congregaron en el baño también.

Entonces vieron a David, y todas sus caras normalmente bellas seretorcieron a modo de burla. No era la única a la que no le gustabanlas redacciones de David.

Una de las mejores cualidades de Bee era la lealtad, pero a vecestenía una manera fea de mostrarlo, especialmente cuando setrataba de David.

 – ¿Qué estás haciendo en el baño de las chicas, chico del periódico?

Me pregunté si yo alguna vez había mirado así a David.

 – ¿Estás acosando a Harper?  – preguntó Amanda, cruzando losbrazos sobre el pecho.

David ya no me agarraba los brazos y ciertamente no me estabamirando con preocupación. Había vuelto a su ceño habitual.

 – Sí, es eso, Amanda  – dijo él, tratando de meter las manos en losbolsillos de los jeans ajustados – . Soy un acosador. Y que insulto másencantador y único.

 Amanda puso los ojos en blanco, que era su respuesta habitualcuando no tenía una réplica, y Bee me miró. –  Vaya, Harper ¿Qué vamal?

 – Creo que está enferma  – dijo David, metiendo las manos en losbolsillos, con los ojos centrados en algún lugar encima de mi cabeza.

 – Probablemente porque ha estado hablando contigo  – le espetó Abigail.

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 – ¿Te hizo algo? – preguntó Bee tan pronto como él se fue.

Me reí, pero sonaba, um, loca, así que paré.  –No. Yo sólo… creo queme estaba desmoronando por algo. Él estaba comprobando que

estuviera bien. En realidad fue agradable.

Mary Beth se tambaleó a mi lado y frunció el ceño. – Probablementeporque quería algo. No me fío de David Stark por lo que podríazarandearle.

Fue cuando al fin me di cuenta de la corona colgando de los dedos deBee, la pedrería brillando débilmente bajo las luces fluorescentes.

 –¿Esa es…? – mi voz salió chillona, así que comencé de nuevo – . ¿Esa

es la corona de la Reina del Baile?Miró hacia abajo como si se hubiera olvidado completamente de eso.

 – ¡Oh, Si! Por eso vine a buscarte. ¡Ganaste por completo!

Gritó y me rodeó con los brazos. La devolví el abrazo de algunaforma, pero sobre todo estaba pensando, me lo perdí. He queridoesto durante años, desde que Leigh-Anne lo ganó hace dos años, yme lo he perdido porque estaba teniendo un esquizo descontrol en el

baño. Bee no parecía darse cuenta de que yo era algo menos queentusiasta.

 – Te buscamos por todas partes cuando dijeron tu nombre.

 – ¿Por todas partes? – repetí.

 –Bueno…por todas partes en el gimnasio. Entonces Ryan dijo quedebería subir allí y aceptarla en tu nombre, así que lo hice, yentonces recordé que te habías ido al cuarto de baño, así que vine abuscarte.

Frunciendo los labios, Bee inclinó la cabeza hacia un lado.  – Enserio, Harper, ¿qué pasa? Tienes muy mal aspecto. No te ofendas.

Me froté las manos sobre la cara.

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 – Te lo dije  – dije tras los dedos – . Empecé a sentirme mal.  – Bajé lasmanos e intenté sonreír alegremente, pero tenía el sentimiento deque parecía una demente. Me sentía  demente.

Bee me seguía entornando los ojos cuando Abigail tomó la corona desus manos. Con una gran sonrisa, se acercó y me puso la corona enla cabeza.

 – Bueno, ahí lo tiene, ¡Su Majestad!

Me di la vuelta y miré en el espejo. Mi cara todavía estaba gris, losojos seguían enormes, y la corona parecía falsa y estúpida. Ademásde que estaba torcida.

Me eché a llorarLas cuatro chicas me envolvieron en un abrazo de grupo, y alprincipio pensé que estaban reconfortándome, que de algunamanera entendían que había tenido una noche terrible, y que habíapensado que había matado a un tipo, pero en realidad, sólo meestaba volviendo loca, y ver esa jodida corona en mi cabeza habíasido la gota final.

Pero entonces Abigail chilló. – Oh, cariño, ¡lo sé! ¡Es como un sueño hecho realidad!

 – ¿Qué sabes de la esquizofrenia? – murmuré contra la boca de Ryan.

Levantó la cabeza, con los ojos nebulosos y con su mano aúntomando el borde de mi vestido.

 – ¿Eh?

Estábamos sentados en su coche, aparcados en mi entrada. Eradespués de medianoche, pero aún había luz en el coche, gracias a lacantidad verdaderamente obscena de luces de seguridad que tienenmis padres. Alguien intentó forzar la entrada hace unos años, ydesde entonces, mi papá ha sido más que un poco paranoico. Pero,quiero decir, si no tuviéramos esa gran casa de ladrillo cubierto dehiedra, que prácticamente grita “¡HOLA! ¡LA GENTE QUE VIVE

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 AQUÍ SON TOTALMENTE RICOS! ¡POR FAVOR LLEVATE ALGUNA DE SUS COSAS! ¡COMPRARÁN MÁS!”, no tendría quepreocuparse tanto.

La corona estaba en el suelo. Me la había quitado tan prontohabíamos dejado la escuela, a pesar de que Ryan había bromeadocon que esperaba que la llevara 24/7 a partir de ahora. Y acontinuación hizo una broma de cómo debería llevarla durante elsexo, y dijo algo sobre “saludar” apropiadamente a la Reina, lo que

 A) en realidad no tenía mucho sentido, y B) era una tontería detodos modos.

 – Sólo es algo que estaba pensando  – le dije a Ryan ahora – . ¿No

escribiste un documento de eso para Psicología Avanzada el añopasado?

Ryan parpadeó. En la tenue luz del coche, sus ojos avellana erancasi negros, y se había aflojado el nudo de la corbata verdealrededor del cuello y había arrojado la chaqueta. Normalmente vera Ryan todo desaliñado enviaba un poco de emoción a través de mípero, esta noche, estaba demasiado preocupada para apreciar suatractivo.

Se separó de mí y volvió al asiento del conductor, pasándose lamano por el pelo.

 –Um…sí. Bueno, quiero decir, para ser honesto utilicé uno de losdocumentos de psicología de primer año de Luke.

Luke era el hermano mayor de Ryan, actualmente lejos en laUniversidad de Florida. Cuando fruncí el ceño, Ryan me sonrió conuna de esas sonrisas torcidas que, por lo general, me hacían sonreír.

 – ¿Esto es por el Comité de Honestidad Académica?  – preguntó – .Porque yo esperaba que salir con la presidenta del Comité, por asídecirlo, me exentaría de eso

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 – No, no tiene nada que ver con CHA  – dije, frotándome los ojos – .Sólo…espero, Ry, ¿usaste el documento de otro? ¿Para una clase

 Avanzada ?

Suspiró y se inclinó hacia delante, cruzando los brazos sobre elvolante.

 – Fue justo en medio de la temporada de baloncesto, y yo no teníatiempo para escribir un documento sobre personas locas. Y no eracualquier persona, era Luke, y ya que somos hermanos, hace de esedocumento como la mitad mío de todos modos.

Estaba bromeando, y yo quería reír, realmente lo hice. Metí los

labios hacia adentro, intentando detener la siguiente frase que iba asalir, pero no sirvió de nada.

 – Ryan, jugando al baloncesto en el posiblemente, peor equipo de Alabama, no va a hacer que consigas una buena Universidad.

 – Oh, Dios – murmuró, golpeando la cabeza contra el reposacabezas – .Sin embargo  – continué, odiándome, pero como de costumbre,incapaz de parar – . Hacer trampa en una clase Avanzada,definitivamente te mantendrá fuera   de Hampden Sidney. Las

universidades se toman muy en serio la honestidad académica.Soltó un bufido, pero no levantó la vista.  – ¿Podemos no hacer estoahora, Harper? Sé que eres perfecta, pero… 

 – No soy perfecta – murmuré, cruzando los brazos y recostándome enmi asiento. Había alucinado matar a mi profesor con un zapato. Loque haría mucho más para alejarme de una buena Universidad queel documento robado de Ryan.

 – Si  – dijo Ryan, levantando la cabeza – , lo eres. O al menos lointentas ser. Es decir, te amo, ¿pero por qué tienes que ser la reinade todo? ¿Por qué no te…relajas ?

El año pasado, mi madre me llevó a ver a un terapeuta después deque me encontrara haciendo decoraciones para el Baile dePrimavera a las tres de la mañana. La Dra. Grennbaum dijo que mi

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“necesidad obsesiva de sobresalir académicamente” se debía a un“miedo a estar fuera de control” y que, como Ryan dijo, necesitabarelajarme. Sólo que ella utilizó un término sofisticado para

“relajarse” y también me sugirió que empezara a tomar Lexapropara ayudar a facilitar dicho relax. Me las arreglé para evitar losmedicamentos vistiendo blue jeans y una camiseta en mi siguientesesión de terapia, donde hice dibujos de mí misma llorando en untornado. Eso pareció hacer feliz a la Dra. Greenbaum y decidió queno necesitaba medicamentos después de todo. Y la siguiente vez quehice cosas de la escuela en medio de la noche, lo hice dentro delarmario con la puerta cerrada.

Honestamente, ¿Qué es lo que va mal en este país cuando labúsqueda de la excelencia significa necesitar antidepresivos?

Pero entonces me acordé de que en realidad, ahora estaba  loca.

 – Olvídalo – le dije a Ryan – . No quiero pelear por esto otra vez. Estoyteniendo una noche muy agitada.

 – ¿Estás disgustada porque te perdiste la ceremonia de coronación? – preguntó, inclinándose para recoger mi tiara.

Deje a mi Novio Perfecto darme la salida perfecta. Por supuestoRyan asumiría que estaba disgustada por perderme la coronación.

 – Si  – dije, intentando parecer más melancólica que asustada – . Séque es estúpido pero… 

 – Eh – dijo suavemente – ,es normal sentirse decepcionada. Ahora.

Tomó la corona y la colocó con cuidado de nuevo en la cabeza.

 – Harper Jane Price, oficialmente te corono como la Reina del Baile.

Luego se inclinó hacia delante y me besó. Fue un beso suave ydulce, y uno para sí mismo, no como el preludio de otra cosa.

Esa era una de las muchas grandes cosas de Rayan. Hacía apenasdos minutos, habíamos estado peleando, pero una vez que decía quelo sentía, se le olvidaba. Yo podría ser una campeona del rencor.

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Brevemente, una imagen de David Stark brilló en mi cerebro, perola aparté. David había sido amable conmigo esta noche  – bueno,agradable para ser él –   así que quizá era momento de enterrar el

hacha de guerra. Además era espeluznante pensar en Davidmientras estaba besando a mi novio.

Ryan se apartó y le sonreí, posando la mano en su mejilla.

 – Eres el novio más genial de todos los tiempos, ¿lo sabías?

Se encogió de hombros. – Más o menos, sí.

Se acercó más y me besó de nuevo, pero esta vez eradefinitivamente, el preludio de otra cosa; algo para lo que no tenía

ánimo.Empujándole suavemente los hombros le dije,  – Ha sido una nocheloca, ¿podríamos tal vez…no?  – Tenía la esperanza de que sonaraarrepentida y no irritada.

Ryan suspiró, levantando el pelo que le caía sobre los ojos, peroluego se volvió hacia mí y sonrió.

 – Claro.  – Entonces bajó la mirada y frunció el ceño – . Oh, mierda,

nena, lo siento. – ¿Por qué?

Extendió la mano y me tocó la pierna.

 – Tu falda. Debo de haberla roto accidentalmente.

Sentí las histéricas lágrimas/risas aparecer de nuevo cuando mirédonde su dedo estaba subiendo y bajando lentamente por la parterota de la falda. La rasgadura que me había hecho cuando pateé alDr. DuPont.

Pero era imposible tener esa rasgadura, ya que todo el asunto habíapasado en mi cabeza, porque ahora estaba loca.

¿Cierto?

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Pero…una pequeña voz me susurró en la cabeza, si todo había sidoimaginado, ¿por qué seguía teniendo esa sensación de Pop Rocks enel pecho? ¿Por qué seguía sintiendo un temblor por todos los

músculos, como si pudiera arrancar la puerta del coche del coche deRyan si quisiera realmente?

 – Oh, no te preocupes por eso  – le dije, intentando sonar normal, apesar de que todo lo que quería hacer era entrar corriendo al garajee intentar levantar el SUV6 de papá. Ya sabes, con fines científicos.

Nos besamos durante otros diez minutos más o menos, pero ni micabeza ni mi corazón estaban particularmente en ello. Ryan,probablemente podría sentirlo, pero no dijo nada. Al final me

acompañó hasta la puerta, me dio un último beso, y después suspiréde alivio cuando sus luces traseras desaparecieron de mi camino.

Pero no entré. En su lugar me escabullí hacía la parte trasera de lacasa, hacia la valla alta de madera que rodeaba nuestro patio – si sele pude llamar patio a los 2000 m2 de jardines. La valla era de tresmetros de altura y estaba cubierta de espesos arbustos espinosos depyracanta. Leigh-Anne me animó a escalarla una vez cuando teníaseis años.

Había conseguido subir un metro antes de que las espinas medestrozaran las palmas de las manos. Sigo teniendo una cicatrizblanca y delgada en la base del pulgar derecho. No hace falta decirque nunca había vuelto a intentar escalar la valla.

Pero ahora estaba de pie en la oscuridad, el corazón me latía confuerza en los oídos, y una sensación de escalofrío corría a través demí.

Sólo inténtalo , pensé.No era real , gritó la parte más sensible y grande de mi cerebro. ¡Nohabía cuerpos! ¡No había daños colaterales! ¡Ni siquiera unamaldita toalla de papel!

6 Vehículo deportivo.

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Bajé la vista a la rasgadura de la falda. Claro, era posible quehubiera estado dando patadas y puñetazos al aire, porque al finalme había vuelto completamente esquizofrénica . Pero , pensé, ¿y si…?  

Dejé de pensar. Me quité los zapatos, asesinos de profesores, detacón rosas, los arrojé por encima de la valla y sentí como losmúsculos se me tensaban.

Entonces salté.

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Capítulo 5

 Agarré la parte superior de la valla, con las manos enredadas en losarbustos de pyrancantha, y los pies colgando. Bueno, hasta ahoraninguna prueba de mi súper heroicidad. Seguro que había sido ungran salto, pero era animadora, saltar no era nada nuevo para mí.Por lo menos había evitado las espinas en esta ocasión.

Respiré profundamente. Lo que sucediera a continuación significabaque sabría con seguridad si lo que había pasado esa noche era real ono. De cualquier manera, me dije que la vida iba a volverse

bastante diferente.Lentamente, curvé las piernas hacia mi pecho y bajé la frente a laparte superior de la valla. Entonces tiré con toda la fuerza de misbrazos hasta que la parte alta de mi cabeza estaba descansandosobre la puerta. Los brazos ni siquiera me temblaban mientrassostenían todo mi peso corporal.

Estiré las piernas y empujé hasta que tuve los brazoscompletamente extendidos y ambas piernas hacia arriba en el aire.El vestido me cayó sobre la cabeza, así que si alguno de nuestrosvecinos estaba por los alrededores, no vería nada más que a míhaciendo de gimnasta rusa en la valla.

Entonces bajé los pies para descansarlos en la parte alta de la valladonde mis manos, así que estaba haciendo básicamente el saltomortal hacia atrás más extremo del mundo, un movimiento en elque nunca había sido muy buena a pesar de todos mis años deanimadora.

Pero ahora lo hice sin ningún problema, sintiendo como si mi cuerpoestuviera casi fuera de control, de la misma forma en que me habíasentido luchando contra el Dr. DuPont. Plantando los pies, me dejéllevar en la valla por las manos y tiré del torso hacia arriba de tal

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forma que quedé de pie, mirando hacia el jardín, con el vestido devuelta sobre las rodillas.

 – Bueno – murmuré – . Eso lo responde.

Pero sólo por si acaso, hice una voltereta frontal desde lo alto de lavalla.

 Aterricé en la piscina, lo que fue una mala planificación por miparte. Salté un poco fuerte y había sobrepasado la pequeña parcelade césped entre la valla y la ridícula gran extensión de agua. Porsupuesto, en el lado positivo, también había evitado chochar en elpatio de cemento.

Salí del agua súper fría sin importarme que mi vestido nuevo yrealmente caro estuviera arruinado. Había una gran sonrisa en micara.

 Yo era una súper heroína.

“¡HARPER JANE!” 

La sonrisa me desapareció de la cara al instante. Oh, mierda.

Mamá estaba de pie justo dentro de la puerta de trasera, llevababata y pijama. Tendría que haber estado justo en la cocina parahaber salido tan rápido, pero mamá nunca se había quedadoesperándome. ¿Por qué tenía que ser la única noche que buceabadesde la valla?

Pero mamá debía de haberse perdido esa parte del espectáculo,porque lo único que dijo fue,  – ¿Qué demonios estás haciendo en lapiscina?

Cuando subía por la escalera, mamá bajó corriendo las escaleras dela cubierta, con los pies descalzos golpeando en la madera.

 – Estoy bien – le dije, saliendo del agua fría.

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 – Claramente no es así  – contraatacó ella, quitándose la bata yechándola sobre mis hombros – . Estás prácticamente azul, y elvestido está arruinado . ¿Has perdido la cabeza?

 – No  – le dije, estirando de las solapas para taparme más. Estabacaliente y olía a Lancôme y a café – . Decidí entrar por la puerta deatrás para no molestarles a papá y a ti. No miré por donde iba ytropecé.

Le sonreí con lo que esperaba que fuera una sonrisa tímida y asentíhacia mis tacones que, por suerte, habían aterrizado en la cubiertade la piscina.

 – Estúpidos zapatos nuevos, ya sabes cómo es.Pero mamá no era idiota. Me frunció el ceño.

 – ¿Y qué, simplemente…no viste la piscina? 

Miré hacia la piscina, dándome cuenta de que todas las luces bajo elagua estaban encendidas. Brillaba como una joya turquesa giganteen la oscuridad del patio trasero. No había manera de que alguienno la viera.

 –Mamá… Pero ella ya me había tomado por los hombros, girándome paramirarla.

 – Harper ¿Has estado bebiendo?

 – No   – dije, tomando una de sus manos para darle énfasis – . Sabesque no haría eso. Lo prometo.

Mamá me miró durante un rato largo. Había arrugas nuevasalrededor de sus ojos, y en la tenue luz verdosa de la piscina,parecía casi enferma. Toda la euforia que había corrido por micuerpo parecía drenarse. Casi me habían matado esta noche. Meimaginé a mamá, sentada a la mesa de la cocina, con la bata,esperándome cuando nunca iba a volver a casa, y de pronto, todo elasunto de súper héroes ya no parecía tan genial.

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 – Estoy bien   – le dije de nuevo, abrazándola antes de acordarme deque estaba empapada –. Sólo soy…distraída y torpe. 

No estaba segura de lo convencida que estaba, pero al fin sonrió y

me metió un mechón de pelo mojado detrás de la oreja.

 – Bueno. Pero deberías trabajar en eso, o Mary Beth no será la únicaen sacar una fila entera de debutantes.

 Aliviada me reí. – Mejorará.

Mamá y yo caminamos de regreso a casa y vi que la cafetera estabaencendida y casi vacía.

 – ¿Cuánto tiempo has estado levantada?  – le pregunté. Todavía noera medianoche y ese era mi toque de queda.

 – Un rato – fue todo lo que dijo, pero luego desde la puerta, oí decir apapá – . No ha estado aún en la cama.

El pelo de papá – lo poco que le quedaba –  estaba de punta y los ojosborrosos del sueño. Mientras arrastraba los pies hacia la cocina,sonreí a sus familiares pantalones de pijama a cuadros y lacamiseta de la Universidad de Alabama.

 – ¿Por qué estás empapada? – preguntó.

 – Se cayó a la piscina – explicó mamá.

 A diferencia de ella, él parecía tomárselo con calma.

 – Tienes que ser más cuidadosa, cielo – me dijo, acercándose a mamá.

Puso una mano en su nuca, tirando de ella para besarle en la sien.

Supongo que debería resultarme repelente tener unos padres que

obviamente siguen tan enamorados  – y para ser honesta, algunasveces así era –  pero también había algo…reconfortante al respecto.Pensé en Ryan, preguntándose si nos casaríamos, ¿Estaríamos asíen veinte años?

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 – ¿Así que ganaste? – preguntó papá, y me llevó un minuto recordarde lo que estaba hablando.

 – Lo hice – le conté – . Pero me dejé la corona en el coche de Ryan.

 – Eso no parece algo de ti. Espero que no estuvieras distraída .¿Tengo que sacar la escopeta?

 – Ehh – dije, mientras mamá le daba un codazo.

 – No creo que se necesites ningún arma para que Ryan y Harperrecorran el pasillo un día – dijo guiñándome un ojo.

Mamá adoraba a Ryan, sobre todo desde que fue tan genial despuésde todo lo de Leigh-Anne.

 –  Así que ahora que está en casa, ¿Vendrás por fin a dormir un poco? – le preguntó papá a mamá.

Las líneas alrededor de los ojos se hicieron más profundas cuandosonrió. – Claro que lo haré – dijo ella, pero en lugar de dirigirse a sudormitorio, me acercó al mío.

 – ¿Estás segura de que estás bien?  – me preguntó, flotando en elumbral.

 – Lo estaré en cuanto tome la ducha más caliente del mundo.

Mamá sonrió de nuevo, pero era débil y un poco triste. Entonces susojos se dirigieron hacia mi armario abierto, donde mi vestido deCotillón colgaba en una bolsa de plástico.

 – Es un vestido tan hermoso – dijo en voz baja – . Sólo deseo que… 

Contuve la respiración, esperando a las lágrimas. Pero esta vez, dio

una pequeña sacudida de cabeza y dijo:  – Sea como sea. Estaráshermosa. Ah, y la señorita Saylor llamó esta noche. Hay un… 

 – Un ensayo extra el lunes, lo sé. – Girándome detrás de mí, llegué ala cremallera del vestido – . Amanda y Abigail me lo dijeron.

Mamá cruzó la habitación, ayudándome a bajar la cremallera.

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 –  Ya sabes que pienso que un Cotillón es algo maravilloso, peroalgunas veces me pregunto si Saylor no se lo toma un pocodemasiado en serio. Antes de que ella se hiciera cargo, las chicas

tenían tres prácticas en total. Ahora parece como si tuvieran tres ala semana.

La semana pasada habíamos tenido cuatro, no le dije eso a mamá.

 – La Señorita Saylor sólo quiere que sea perfecto.

Mamá frunció los labios y, por un segundo, era como si fuera la Antigua Mamá de nuevo. La mamá que reía más, la que sudebilidad eran los cotilleos, la que no me esperaba levantada antes

incluso de que fuera mi toque de queda.El Cotillón de Pine Grove se había estado celebrando desde hacecincuenta años, y nunca hubo un contratiempo hasta que SaylorStark se hizo cargo. ¿Sabes cuánto muérdago le hace pagar a la LigaJunior? Intenté decirle que porque nuestro Cotillón de la ciudadtuviera lugar un mes antes de Navidad, no había necesidad devolver a bautizar la Casa Magnolia como “La Mansión Muérdago”.Eso es costoso. 

Saylor Stark, con sus ropas hermosas y su cabello plateado y susmodales impecables, era como mi héroe. Quiero decir, aguanto a susobrino porque ella me gusta mucho. Pero era agradable tener a laantigua chismosa mamá de vuelta, así que asentí con simpatía.

 – También es muy estricta acerca de dónde nos ponemos. De eso esde lo que son todos los ensayos. Asegurarse de que todos nossituamos en un círculo perfecto.

 – Ridículo – dijo mamá con un suspiro – . De todas formas, ve a darteuna ducha y descansa.

 – ¡Lo haré!  – dije alegremente, esperando hasta que cerró la puertapara borrar mi sonrisa. Tan pronto como escuché sus pasos bajandolas escaleras, me quité el vestido mojado y me metí en la ducha.Una vez que salí, me puse un pijama de franela, agarré el portátil y

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me metí en el armario. Había pocas posibilidades de que mamávolviera, pero no quería asustarla más de lo que ya estaba esanoche. No iba a volver con la Dra. Greenbaum.

Lo primero que hice fue poner en Google “Superhéroe”, pero con esosólo conseguí un montón de entradas a Wikipedia detalladas de loscómics de Marvel. Una búsqueda de “Sr. Hall, conserje, AcademiaGrove” no mostró absolutamente nada, lo que no era muysorprendente. Lo que resultó sorprendente fue que la búsqueda de“Michael DuPont, profesor de historia, Academia Grove” me llevósólo a su página de la facultad en el sitio web de la Academia Grove.Eso era raro. Todos los de la Facultad Grove son súper realizados, la

mayoría de ellos son profesores formados de la universidad, y almeter a cualquiera de ellos en Google, hace que aparezca un libro opublicación suya, o a alguna conferencia que han dado en algunaacademia. Pero no había nada del Dr. DuPont. Casi como si nohubiera existido antes de llegar a Grove el año pasado. Unos golpesfríos estallaron por todo mi cuerpo, y me estiré para tomar unatúnica rosa de una percha. Envolviéndola alrededor mío, me acordéde mi pelea con el Dr. DuPont. Me había llamado algo, una palabraextraña que nunca había oído antes. “Pal” algo. 

Escribí “superhéroe pal” en Google, pero eso sólo me llevó a unafanfiction verdaderamente inquietante de Batman/Robin. Así queintenté “guerrero pal”. Lo que hizo aparecer un montón de sitios deWorld of Warcraft7. Suspiré, desplazándome hacia abajo, a punto dedarme por vencida una palabra llamó mi atención: “Paladín”. 

Eso era. Esa era la palabra que había usado él. Pinché en el link yapareció una definición. “Paladín: un caballero honorable; defensor

de una causa noble”.  –  Aburridoooooooooooo – susurré. Prefería mucho más superhéroe.

Una hora más tarde, había leído casi todo lo que internet tenía queofrecer en el tema de los Paladines y estaba más confundida que

7 World Of Warcraft: videojuego muy popular.

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nunca. La palabra se usaba para describir todo de los altosfuncionarios en la iglesia católica, de los Caballeros Franceses,hasta de una clase de guerrero que podías utilizar en videojuegos de

 juegos de rol.Pero incluso con todas las definiciones, una cosa siempre era lamisma. Los Paladines eran guerreros y protectores, encargados desalvaguardar a una persona o lugar específico.

Eso no sonaba particularmente súper. Me dejé caer contra la pareddel armario, estirando la túnica alrededor mío y enterrando labarbilla en ella. ¿No debería volar? ¿ O por lo menos disparar rayosláser por los ojos?

Sintiéndome como una completa idiota, me puse de pie y meconcentré tanto como pude en la puerta del armario. No importa lomucho que miré, no había rayos láser. Incluso intenté murmurando“láser” en voz baja, pero nada. 

Una vez hecho eso, di un par de saltos experimentales, intentandover si podía levitar aunque fuera unos segundos. Cuando esotampoco funcionó, consideré intentar saltar por la ventana, pero

entonces recordé la expresión de mamá cuando me encontró en lapiscina.

 Así que nada de rayos láser, nada de volar, pero sí súper fuerza yhabilidad de patear algún culo importante.

Eso era algo.

 Volví a sentarme en el suelo del armario, volviendo a lacomputadora. Tenía un par de pestañas abiertas, y cuando fui a

cerrar la de superhéroes, un párrafo en negrita me llamó laatención: “Tal vez la característica más definitoria de superhéroe esuna disposición a sacrificarse por el bien de los demás, incluso alpunto de dejar a un lado su propia vida.” 

Un escalofrío me recorrió. El Sr. Hall había hecho eso al parecer. Ysabía todo el rollo sobre que un gran poder conlleva una gran

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responsabilidad, pero morir …no parecía que mereciese la pena porunos míseros súper poderes.

Conseguir ser destruido por un profesor de historia blandiendo una

cimitarra ni siquiera valía la pena incluso por unos ojos láser.

Pero me recordé a mí misma, que técnicamente el Sr. Hall no habíasido un superhéroe. Había sido un Paladín, y eso era…diferente,¿no? ¿Y qué – o quién –  había sido su noble causa?

¿Cuál era la mía?

 A la mañana siguiente, me desperté temprano y me dirigí a labiblioteca, a mirar unos cuantos DVD’s. Pasé el resto del fin de

semana encerrada en mi habitación con las tres películas deSpiderman , el nuevo Superman , y X-Men  1,2 y 3. Ya tenía BatmanInicia , así que la vi también.

Bee y Ryan me llamaron al celular, y mientras hablaba con Ryan,contándole que no me sentía tan caliente, dejé que las llamadas deBee se fueran al buzón de voz. Me sentí mal al hacerlo, pero erademasiado arriesgado hablar con ella. Mentir  – bueno, no mentir ,exactamente –   a Ryan era una cosa, pero Bee era más difícil. Se

creyó mi “estoy enferma” del viernes, pero había tenido suerte. Normalmente, su sensor de Mejor Amiga era mucho más fino queeso. Además, podría ser demasiado tentador contarlo todo, y hastaque tuviera un conocimiento mejor de lo que estaba pasando, noparecía ser la mejor idea.

 Así que me dediqué a mi misión, y para la mañana del lunes rodéalrededor, definitivamente me había dado cuenta de algunas cosas

que se me habían quedado fuera. En primer lugar, me habíasumergido totalmente en los principios de “las historia del origen”.Todos los superhéroes tienen historias de sus orígenes, como laforma en que los padres de Bruce Wayne fueron asesinados y él sefue al Tíbet y todo eso, y Superman era un alien, y Spiderman teníasu araña radioactiva. ¿Yo? Besé a un conserje en el baño de laescuela. También aprendí que los X-Men, que la gente que parece

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saber lo que está pasando, normalmente vienen a buscarte, tellevan a un lugar seguro y te cuentan…bueno, qué es lo que estápasando. Así que la forma en que lo vi, alguna organización había

enviado claramente al Sr. Hall a Grove para proteger a algo oalguien. Y el Dr. DuPont, claramente a tomar/matar a ese alguien oalgo. Y después esa oscura organización había arreglado el cuartode baño con …um…magia o algo (de acuerdo, eso no lo tenía deltodo claro) para que nadie supiera lo que había pasado.

 Ahora todo lo que tenía que hacer era ir a la escuela y actuarnormal, y esperar a que me encontraran.

Fácil. Siempre que nadie más intentara matarme, por supuesto.

Por lo general, Ryan me llevaba a la escuela, pero cuando le llamé eldomingo por la noche, le dije que iba a conducir yo el lunes.

 – De acuerdo  – respondió, un poco vacilante – . ¿Va... Harper, va todobien? Quiero decir, apenas he oído de ti este fin de semana, dijisteque no te sentías bien… 

 – Estoy bien  – le aseguré – . Es sólo que se supone que mañana serárealmente bonito, y he conducido mi coche, más o menos nunca.

Hubo una pausa y esperaba que Ryan sugiriera que le recogiera ensu lugar. Pero entonces suspiró

 – Bien, lo entiendo – dijo al fin – . No hay problema.

 Aun así cuando colgué el teléfono, no podía quitarme la sensaciónde que había un problema. Saqué la agenda y en mi lista deactividades semanales añadí: “Pasar más tiempo con Ryan”. 

 Verlo escrito me hizo sentir mejor y me recordé a mi misma que noiba a ser así para siempre. Tan pronto como comprendí lo que habíasucedido la noche del viernes pude dejarlo atrás y volver a mi vidanormal. Fácil.

El lunes fue magnífico, uno de esos perfectos días de otoño, raros en Alabama. Me dirigí a la escuela con las ventanillas bajadas, con el

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viento fresco de otoño soplándome en el cabello alrededor de la cara. Ahora que sabía que no estaba loca, me sentí mucho mejor. Ser unsuperhéroe o Paladín, o lo que sea, parecía una extensión natural de

las cosas que ya había hecho. Quiero decir, ¿No he movido el culopara hacer que Grove sea un lugar más seguro y divertido? Lo quefuera que necesitase ser protegido en Grove, lo más probable es queya lo estuviera protegiendo.

Según entré en la limpia plaza de aparcamiento que tenía en virtudde ser la presidenta del SGA, mi buen humor creció. La escuelaparecía tan bella bajo el cielo azul brillante de Octubre. Groveestaba compuesto de cuatro edificios de ladrillo rojo con un gran

patio en el centro. Había mesas y bancos de piedra en el patio dondelos mayores almorzaban cuando hacía buen tiempo. Los árboles querodeaban el conjunto de edificios eran de impresionantes tonosrojos, naranja y oro, y cuando sonó la media hora en el campanariopensé que el corazón me iba a estallar de orgullo.

Me bajé del coche, alisándome el pelo y reajustándome la diademaverde. A pesar de que no llevábamos uniformes en el Grove,teníamos un código estricto de vestimenta que se aseguraba de que

todo el mundo siempre tuviera buen aspecto: Nada de Jeans, nicamisetas y definitivamente nada de pantalones cortos.

Hoy llevaba uno de mis conjuntos favoritos, un jersey de cuello delmismo verde que mis ojos y una falda a cuadros con botas marroneshasta las rodillas y medias. Estaba impresionante y lo sabía.

De hecho, pensaba que era mi conjunto impresionante lo que hacíaque la gente me mirara mientras caminaba por el parking.Entonces me di cuenta de lo que estaban…mirando. 

Fue entonces cuando me di cuenta de que todos los mironesllevaban un montón de papeles grapados – el periódico de la escuela.

 Agarrando los libros y echando la cabeza hacia atrás, forcé unasonrisa y me aproximé al grupo más cercano. Eran estudiantes de

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segundo año, por lo que todavía me tenían un poco de miedo. Lostres escondieron sus papeles en la espalda de inmediato.

 – ¡Hola! – dije alegremente, abrazando mi mochila contra el pecho.

 – ¡Hola!  – contestaron a coro. La del medio me recordaba un poco aBee, con el pelo rubio mullido y grandes ojos oscuros, estaba segurade que había visto a las otras dos por el campus. Si, la de la derecha

 – una pelirroja alta que llevaba una falda un poco corta –   habíahecho las pruebas para animadora la primavera pasada.

Ninguna de las tres me miraba a los ojos.

 –  Así que ¿Hay algo en ese periódico que yo deba saber?  – les

pregunté, intentando sonar amable y alegre – . No es una imagenhorriblemente poco favorecedora de mi después de las prácticas conlas animadoras, ¿Verdad? ¿ O yo gritando en la SGA?

Traducción: soy la jefa de animadoras y presidenta de la SGA, ypodría destruirles a todos si quisiera. Y eso sin incluir missuperpoderes. Nunca antes había utilizado mi popularidad para elmal  – pero tampoco había sido mirada boquiabierta. Así que meimaginé que no había nada de malo en poner un poco de temor de

Dios a estas chicas.La chica de la izquierda se quebró primero. Era pequeña y tenía elpelo rubio blanco y sus ojos azules eran enormes al mirarme.

 –Sólo es la…uh, la edición especial de bienvenida de El DailyGrove. 

Mi sonrisa se quedó ahí congelada. Seguramente él no lo habríahecho.

 – ¿Puedo verlo? – pregunté, sin dejar de sonreír, aún optimista.

La que se parecía a Bee negó con la cabeza muy ligeramente a laniña pequeña, pero ya estaba entregándome el periódico. Lo tomécon manos temblorosas.

Se confirmaron mis peores temores.

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Capítulo 6

No era sólo por la humillación de que toda la escuela supiera queestaba vomitando y llorando en el baño durante la Bienvenida, o lasinsinuaciones veladas de que había estado enferma porque estabaembarazada o drogada. Era que la escuela, probablemente ya sabíaque el Sr. Hall y el Dr. DuPont estaban desaparecidos. Y, porsupuesto, que el baño había parecido impecable, pero no es como sihubiera hecho una limpieza de ADN. Por lo que sabía, la policíaestaba en la oficina del director Dunn justo ahora, con grandescarpetas llenas de evidencias de que dos hombres habían muerto enel baño de mujeres el pasado viernes, y preguntando si habíaalguien que hubiera mostrado un “comportamiento extraño”. Y , oh,¡mira! Aquí había una imagen muy conveniente de mí sollozandoalrededor del baño de las chicas.

 – ¿Estás bien?  – preguntó la estudiante alta de segundo año – . Estásun poco…púrpura. 

Sacudí la cabeza y sonreí, o al menos apreté los dientes de forma

parecida a una sonrisa. – Estoy bien – le dije, pero mi voz era demasiado fuerte – . Esto es sóloun malentendido tonto entre David y yo. ¿Me puedo quedar conesto?

 – Claro – dijo la chica más bajita, la que me había dado el diario.

 – ¡Muchas gracias!  – Me di la vuelta y me dirigí directamente aWallace Hall.

 Antes de que hubiera dado unos cuantos pasos, oí a Ryan llamarme.Estaba corriendo desde el aparcamiento, con un montón de papelespúrpura arrugados en la mano.

 – ¡Eh!  – dijo cuando me alcanzó. Me tomó por el codo y se inclinópara estudiarme – . ¿Estás bien?

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 – Por supuesto  – le dije, tratando de parecer más perfecta y menoshomicida.

 – ¿Por qué no me dijiste que estabas enferma el viernes por la

noche?

 – No era nada – insistí, cambiando la mochila al otro hombro – . Y noquería hacer una montaña de un grano de arena con esto.Honestamente. Este es solo otro de los movimientos estúpidos deDavid Stark. Puedo manejarlo.

Ryan apretó la mandíbula, mirando hacia Wallace Hall.  – ¿Cuál esel problema de ese tipo?

 – Es un idiota.Sin quitar los ojos del edificio, Ryan negó con la cabeza. Un músculode su mandíbula se tensó y se subió las mangas del suéter azul porencima de los antebrazos.

 – No, es más que eso. Siempre ha sido así contigo, desde que éramospequeños. En la escuela intermedia yo pensaba que tal vez teníaalgo contigo, pero… 

 – En primer lugar, dudo mucho eso. Segundo, algunas veces la gentesimplemente es…no sé, mala de nacimiento o algo. 

Echando un vistazo hacia atrás, Ryan me miró con media sonrisa. – Tal vez. ¿Quieres que vaya a darle una patada en el culo?

Ryan estaba bromeando; creo que lo más cerca que ha estado de unapelea era viendo la UFC con su hermano los sábados por la noche.Pero tan pronto como lo dijo, fue como si alguien me hubiera dadoun puñetazo en el estómago, una sensación abrumadora deequivocación se apoderó de mí.

 – ¡No! – grité, y Ryan se sobresaltó.

 –  Vaya, Harper, estaba de broma.  – Levantó las manos en señal derendición – . Soy un amante, no un luchador.

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Esa sensación rara y nauseabunda cedió y me froté las sientes.

 – Lo sé, lo siento. De todos modos, déjame ir a hablar con David, teveo en el almuerzo. ¿De acuerdo?

 – ¿Seguro que no quieres que vaya contigo?  – Un rizo castaño le caíasobre la frente a Ryan mientras agachaba la cabeza para mirarme alos ojos, con preocupación en su rostro.

Pero la idea de él viniendo conmigo a ver a David, hizo que merevolviera el estómago de nuevo. Conseguí reírme un poco.

 – No, yo me encargo.

Ryan me besó en la mejilla y me dio un último apretón en el codo.

 – Siempre lo haces.

Se dirigió al otro lado del patio, con los hombros encogidos, dandolargas zancadas a través de la hierba, y me volví de nuevo a WallaceHall. No sé qué aspecto tenía, pero debía de ser bastanteatemorizante, porque todo el mundo se apartaba de mi camino. Lamayor parte de ellos sostenían papeles, así que, probablemente,todos pensaban que estaba a punto de tener un ataque de nervios

delante de ellos. Lo que en realidad era algo bueno. Después de esemomento extraño con Ryan, gran parte de mi ira se había calmado.Oír a la gente murmurando a mis espaldas volvió a encenderme denuevo.

Cuando empujé la pesada puerta para abrirla, llamé mentalmente aDavid Stark con todas las palabrotas que se me ocurrían.

En el momento en que llegué al aula de periodismo, sentí como siestallaran chispas desde mi cabeza. Había unos pocos artículospegados en la puerta, pero incluso con mi rabia, vi que casi todosellos tenían la firma de David. Entré apretando los dientes.

Gracias a todos los equipos alineados en la pared del fondo, el aulaestaba más caliente que el pasillo. Nadie estaba trabajando en lascomputadoras, y sólo había tres personas en la habitación. David

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estaba sentado en un escritorio, riéndose con otros dos empleadosdel periódico, Michael Goldberg y Chie Kurata.

Había planeado todo un discurso en mi cabeza, en medio de todas

las palabrotas – ¡multitarea! –  sobre como lo que había hecho, no sóloera personalmente ofensivo para mí, sino desmoralizador ydegradante para la escuela, porque cuando hacemos que uno denosotros se vea mal, se nos ve mal a todos   los demás. Yhonestamente, ¿Cómo esperaba salir airoso con este tipo de basura?Tenía que haber escrito el artículo e imprimir el periódico el fin desemana.

Eso significaba que lo había hecho a espaldas de la Sra. Laurent, y

eso tenía que ser un delito digno de detención por lo menos.

Pero algo al verle sentado encima del escritorio, comiendo yogur yriendo con sus amigos, hizo que me quebrara. Podía sentir como seme ponía la cara roja, y esa intensa sensación temblorosa se alzódesde el centro de mi pecho. Mi discurso inteligente y calmado salióvolando de mi cabeza.

 – ¿Qué demonios, David? – pregunté, irrumpiendo en la habitación y

arrojando el periódico en el escritorio más cercano. Al menos tuvo la decencia de parecer disgustado.

 –Harper… 

 – ¡No!  – dije, o al menos es lo que quería decir. Salió un gritito yMichael se estremeció y se miró a los pies. Chie, una preciosa chicaasiática pequeñita, que había sido trasladada a nuestra escuelaeste año, levantó tanto las cejas que desaparecieron debajo de su

flequillo negro.David se puso de pie y puso las manos frente a él, con el gestouniversal para “calmar los nervios”. 

Pero no me iba a parar ahora.

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 – ¿Por qué haces esto?  – hice un gesto de enojo hacia el periódico.Encima de la cabeza de David había un cartel con una máquina deescribir, y la cita “El periodismo es Historia a la Fuga”, y me obligué

a mirar eso en lugar de encontrarme con su mirada. Hombre, losojos láser realmente hubieran venido muy bien ahora.

Suspiró y se pasó la mano por el pelo. Siempre hacía eso, por esoparecía como si hubiera sido electrocutado en el cuarto periodo.

 – Era una historia válida, Pres  – dijo finalmente – . Algo te ibadefinitivamente mal esa noche y pienso que el cuerpo estudiantil deGrove tiene derecho a saber si su chica de oro está ocultando algo.

 – No, no lo tienen  – le respondí – . Lo que sucedía esa noche no eraasunto suyo.

 –  Yo estaba involucrado esa noche también, Harper.

 – Um, me sujetaste el pelo mientras vomitaba. No creo que eso teconvierta en un gran participante de los eventos de esa noche,David.

 – ¿Le sujetaste el pelo?  – preguntó Chie. Ella se había deslizado a

uno de los escritorios, girándose para mirarnos.Él la miró, torciendo la boca con impaciencia.

 – Sí, pero eso no es lo que importa.

Se volvió hacia mí, y ya no parecía que lo sintiera ni un poquito.

 – Cuando veo una historia que afecta a la escuela, es mi deberperiodístico reportarlo.

Me reí. – ¿Tu deber periodístico?  Mira a tu alrededor David. – Recogíel periódico del escritorio, haciendo un gesto alrededor de la salapequeña y caliente, con sus carteles de periodistas famosos muertosy citas cutres – . Escribes para el periódico de escuela más pequeñodel mundo. Éste  – sacudí los papeles –  es un boletín glorificado. Nisiquiera lo envías a un impresor de verdad. ¡Simplemente imprimeslas copias en la computadora de la secretaría! ¿No lo entiendes?

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Nadie quiere que desentierres corrupción en el SGA, o quedescubras violaciones de salud en la cafetería, o que escribashistorias desagradables de una chica que trabaja duro para hacer

del Grove un lugar maravilloso para todo el mundo, ni siquiera losidiotas totales como tú. No puedo creer que hicieras algo como estocuando… 

Me rompí. Estaba respirando con fuerza, y el periódico estabaarrugado en mi mano. Michael había ido a uno de las computadoras,de espaldas a nosotros, pero con los hombros tensos y las orejas tanrojas como su pelo. Chie seguía sentada en su escritorio, aturdida. Adecir verdad, también me sentía aturdida. Quiero decir, casi nunca

perdía los estribos y, sin duda, nunca lo había hecho en público.Pero ahí estaba yo, jadeante, sudorosa y con las manos manchadasde tinta.

Tenía la cara en llamas y podía sentir como parte del cabello se mepegaba a las mejillas y el cuello.

¿Era esto parte de ser un Paladín/superhéroe? ¿Era como Hulk, sóloque sudaba en lugar de ponerme verde? ¿Qué era lo que me pasaba?

Bueno, quiero decir, obviamente estaba asustada de que la pequeñaexposición de David podría llevarme, um, enviarme a la cárcel parasiempre , pero mi ira parecía ir más profunda que eso. ¿Qué habíaestado a punto de decirle? No puedo creer que hicieras algo comoesto cuando…Cuando fuiste tan amable conmigo esa noche. 

Eso es lo que había estado a punto de decir. Estaba enfadadaporque David me había herido los sentimientos. Respiréprofundamente y dejé caer los papeles en la mesa más cercana.

Entonces me aparté cuidadosamente el pelo de la cara, esperando aque mi presión arterial volviera a un nivel sin peligro de unaccidente cerebrovascular. Enderecé los hombros y miré a David conaltivo desdén.

 – De todos modos – dije – . Espero que te retractes de forma impresa ycon una disculpa en el próximo número.

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David cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió, decidiendoclaramente enfrentarse al altivo desdén con despreocupaciónsarcástica. Bueno, su postura al menos era de despreocupación

sarcástica, pero sus ojos estaban prácticamente ardiendo. – Espera lo que quieras, Pres. Yo me atengo a esa historia.

Si no hubiera estado ya tan nerviosa, no hubiera dicho lo que dijedespués. Pero David había apretado muchos botones para que sólole sonriera con suficiencia.

 – Retráctate, o presentaré una queja formal ante el consejo escolar.

La sonrisa vaciló.

 – Sería la segunda, ¿No? ¿No te demandó alguien en el equipo dedebate en septiembre después de que le acusaras de hacer trampas?

Puse los ojos en blanco, como si estuviera tratando de recordar algo.

 – ¿Y no dijo tu tía algo como que si tenías algún demérito más teharía dimitir del periódico? Me parece recordarla mencionándoseloa mi mamá en las prácticas del Cotillón.

El miedo desnudo que se deslizó por su cara me hizo sentir enferma.Lo mismo hizo el sonido de mi voz. Sonaba tan parecida a Leigh-

 Anne.

Él me obligó a hacerlo , me dije. No eres una chica mala, él te hizoserlo. 

David se recuperó rápidamente, pero ahora su sonrisa era fea.

 – Me parece bien, Pres. Siguiente número.

 – Gracias.Me aclaré la garganta y recogí la mochila. Según me volví parairme, David gritó, – ¿Harper?

 – ¿Qué?

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Se tomó un minuto, como si estuvieran intentando decidir si debíadecir lo que fuera que quería decir. Me preguntaba si él se sentíacomo me había sentido yo, como si no quisiera decir algo odioso,

pero yo le hubiera hecho decirlo. –  Ya sabes, todos los artículos aparte, realmente pensaba que erasmejor que esto – dijo al fin – . Es bueno saber que sólo eres  otra zorramás de la escuela.

Quizá fuera que esas palabras eran tan parecidas a lo que el Dr.DuPont había dicho justo antes de que casi me matara. Tal vezfuera porque una parte de mí sentía que David podría tener razón.O tal vez fuera porque no me gustaba que me llamasen así.

Cualquiera que fuera la razón, se me disparó la mano derecha paraabofetear a David Stark en la cara. No consideré mis nuevospoderes, y si esos poderes significarían que la cabeza de Davidpodría salir volando.

Pero no importó. A media pulgada de la mejilla de David, mi manose detuvo en el aire.

 Y no fue porque tuviera una crisis de conciencia tampoco. Fue como

si mi mano golpeara a una pared invisible justo al lado de sucabeza.

Se había estremecido a la espera de la bofetada, pero ahora abrió losojos y miró la palma de mi mano flotando junto a su cara. No estabasegura de cuál de los dos parecía más sorprendido.

 Aparté un poco la mano, luego volví a moverla hacia delante. Unavez más mi mano se detuvo como si hubiera Plexiglás entre la mano

y su cabeza.Probé con la mano izquierda, así que David levantó los hombros ycerró de nuevo los ojos, pero pasó lo mismo, así que ahora estaba depie frente a él, con las dos manos a cada lado de su cara.

Esta vez, cuando abrió los ojos, me miró las manos con confusión.

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 – Um… ¿Harper? ¿Vas a pegarme o no? 

Me quedé allí mirándome las manos y su cara entre ellas. Todavíatenía muchas ganas de golpearle, pero era obvio que no iba a ser

capaz de hacerlo.

 Así que bajé las manos y levanté la barbilla.

 – No, no voy a hacerlo.

Dejé que mi tono dijera, Porque soy completamente mejor personaque tú y esperaba que no se hubiera dado cuenta del hecho de quemis manos no parecían funcionar cuando se trataba de abofetearleen la cara.

 – De aaaaaaaacuerdo.

Dijo lentamente, y oí a alguien sofocando una pequeña risita detrásde él, así que tuve el presentimiento de que esta pequeña historiabizarra, saldría junto a mis disculpas la semana que viene.

 – Les veo más tarde  – murmuré, agarrando la mochila e intentandono salir corriendo de la habitación.

Sonó la campana y corrí por el pasillo, pasando por los baños. Nohabía cinta policial en las puertas, eso era algo bueno. Al torcer laesquina para ir a la sala de historia, miré la sala del Dr. DuPont. Laseñora Hillyard, una profesora sustituta que había tenido algunasveces, estaba de pie frente a la clase. Todo lo del jardín me habíaconvencido bastante de que mi pelea con el Dr. DuPont había sidoreal, pero estaba muy aliviada al ver a la señora Hillyard. Hubouna pequeña (vale, no tan pequeña) parte de mi cerebro que habíaestado aterrorizado por venir a la escuela y encontrar al Dr. DuPont

y al Sr. Hall allí como si nada hubiera pasado.Pero se habían ido sin duda y yo era definitivamente unasuperheroína… em, Paladín.

¿No había probado esa cosa con David? Si fuera guardiana yprotectora de Grove, no podría correr alrededor golpeando gente en

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la cara. Mi cuerpo, en realidad, no lo permitiría; así es como era debuena ahora.

O tal vez sólo fuera David.

Ese pensamiento saltó en mi cerebro y me detuve en seco. ¿No decíala definición de Paladín que nosotros éramos guardianes de lugareso  personas ? ¿Pero por qué necesitaría David un Paladín, a menosque hubiera un grupo dedicado a eliminar del mundo a imbécilesengreídos, en cuyo caso yo estaba completamente   del ladoequivocado?

Entonces se me ocurrió que había una manera bastante fácil de

averiguar si era sólo a David a quien no podía lastimar o a la genteen general.

Miré alrededor hasta que vi a Brandon en su casillero.

 – ¡Bran!

Le llamé, saludándole con la mano. Me parecía un poco mal hacereste experimento con Brandon. Me sentía como si fuera a abofeteara un cachorro. Un cachorro tonto y pervertido, pero aun así un

cachorro.Brandon parecía todo lo preocupado de lo que era capaz.

 – Eh, Harper. ¿Estás bien? El periódico decía que estabas enferma elviernes por la noche, y Bee dijo que no había sabido de ti este fin desemana, y … 

 – Estoy bien  – dije con un gesto de la mano – . Intoxicaciónalimentaria. De todas formas, ¿te importaría si pruebo unexperimento contigo?

Su cara se iluminó y me miró de una forma que supongo que sesuponía que debía de ser sexy, pero era vagamente estúpida encambio.

 – ¿Ese experimento implica desnudez?  – preguntó, apoyando unhombro contra los casilleros.

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 – Brandon, tu mejor amigo es mi   novio. Y mi mejor amiga es tu  novia.

Se encogió de hombros, retirándose el pelo de los ojos. El pelo de

Brandon era unos tonos más oscuro que el de Bee, más dorado querubio, y aunque supongo que era atractivo de alguna forma, nuncame atraería alguien como él. Demasiados músculos, demasiadaspocas neuronas en su cerebro.

 – ¿Y?

Bueno, al menos ahora no me sentiría mal por golpearle. Levanté lamano y la dejé caer sobre su mejilla con un sonido realmente

satisfactorio.Gritó y un montón de gente en el pasillo se volvió para mirar.

 – ¡Lo siento! – le dije –. Tú, um… hubo un error. Bueno, luego te veo,¡adiós!

Me precipité a mi primer periodo de clases, con la manoescociéndome y mi mente como un torbellino.

Normalmente, el primer periodo de AP Historia Europea era mi

clase favorita, pero ese día, ni siquiera tomé notas. Pasé la mayorparte del tiempo porqué había sido capaz de darle una bofetada aBrandon y no a David. Si fuera un Paladín de Grove, no podría sercapaz de golpear a cualquiera de sus estudiantes.

Escribí en el cuaderno, “B dijo algo ofensivo, así que se le puedegolpear porque es un idiota”. 

Eso tenía sentido. Pero después escribí, “D también dijo algoofensivo, me llamó zorra. Pero no pude golpearle”. 

 A continuación de eso, “Pero fuiste una zorra con D, así que lomerecías, así que D no es idiota, no pudiste pegarle”. 

Hmmm… 

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Claramente necesitaba un sujeto de prueba, alguien totalmenteinocente. Si no podía golpearle o golpearla, entonces estaría en locorrecto, y mi trabajo sería proteger Grove. Si podía…uf, no quería

pensar en eso.Miré alrededor hasta que mis ojos se posaron en Liz Walker. Estabasentada en el escritorio y de espaldas a mí. Había tenido muchasclases con ella, pero no éramos exactamente amigas. Ella se iba conun grupo al que llamaban “gente de iglesia”. Otros, menosagradables, les llamaban “Los raritos de Jesús”. Básicamente siestuviera buscando a una de las mejores personas del Grove, Liz erauna de ellas.

 Así que por eso me sentí mal  cuando tomé un boli de mi mochila yse lo lancé, pensando que si fuera un Paladín del Grove, se pararíaa una pulgada de todo ese pelo rubio brillante.

No lo hizo.

Me estremecí cuando el boli le dio a Liz justo en toda la cabeza.Gritó por el susto y se dio la vuelta, con la mano en la cabeza y losojos llenos de ira no muy de iglesia.

 – ¿Harper?MI profesora, la señora Ford, me miraba llena de confusión.

 – Harper – dijo de nuevo – . ¿Acabas de lanzar un boli a Liz?

 Ahora toda la clase me estaba mirando. Puse mi mejor sonrisa y ledije, –¡Oh, dios mío, no, señora Ford! Sólo estaba …um…escribiendomuy rápido porque había mucha información que anotar, y yo tenía,

algo de, ¿crema? ¿En mis manos? De todos modos, la pluma saliódisparada de mi mano y golpeó a Liz.Me giré hacia Liz.

 – Lo siento mucho, de verdad. Fue un accidente totalmente. – Está bien  – dijo Liz, pero tenía el ceño fruncido y se frotaba lacabeza.

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La señora Ford me miraba como si me hubiera brotado una segundacabeza, pero finalmente se encogió de hombros y dijo,  – Bueno, tenmás cuidado.

 – ¡Lo tendré!  – solté. Entonces volví a mi cuaderno, el corazón melatía con fuerza y tenía la boca seca. Mierda.Tenía una noble causa, muy bien. Pero no era la Academia Grove.Era David Stark.

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Capítulo 7

Pasé las tres clases siguientes bastante distraída. Por primera vezen la historia, no tomé absolutamente ninguna nota. Me senté ymiré y pensé.

El Sr. Hall había estado protegiendo a David. El Dr. DuPont habíaestado tratando de matar a David. Ahora yo tenía que proteger aDavid. Otras personas probablemente tratarían de matarlo. Pero¿por qué? Quiero decir, sí, David Stark era fastidioso, pero eso nohacía que valiera la pena matarlo. Y si el señor Hall lo había estado

protegiendo, ¿él había decidido hacerlo? Porque estoy súper segurade que yo no había elegido esto. ¿Qué pasaría si tan sólo. . . no lohiciera? ¿O le podría pasar los poderes a alguien más?

Por el momento sonaron las campanas para el almuerzo, una cosaestaba muy clara para mí:

Necesitaba mi mentor-persona en estos momentos. Habíadescubierto tanto como me fue posible, así que era momento de queGiles o mi profesor X o quien sea viniera y comenzara a explicar.

Me colgué la mochila al hombro y comencé a dirigirme a almorzarcuando se me ocurrió que no era como si Giles/Profesor X entraríancasualmente en la cafetería en medio de un centenar deadolescentes. No, tenía que estar sola.

El problema era ¿dónde? El Grove era tan pequeño que había muypocos lugares sin alumnos al acecho. Me puse de pie en las escalerasde Wallace Hall, mirando hacia abajo al patio, que ya comenzaba a

llenarse. En cualquier momento, Ryan, Bee, y Brandon estaríanaquí. Miré a Nash, el edificio que albergaba la cafetería y las aulasde artes clásicas -el único edificio en el campus que incluso yo teníaque admitir que era feo, todo ancho y bajo- y vi a Bee saliendo por lapuerta con una caja de espuma de poliestireno en mano. Amanda,

 Abigail, y Mary Beth estaban todos alrededor de ella, y ella estaba

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mirando por encima del hombro y riéndose de alguien detrás deella. Brandon, probablemente, lo que significaba que Ryan noestaba muy lejos.

Por un segundo, pensé en ir a su encuentro. Incluso empecé a bajarlas escaleras.

Pero cuando llegué a la parte inferior, en lugar de dirigirme através del patio, me encontré girando hacia la izquierda y endirección a la capilla que estaba en la esquina muy posterior delcampus.

¡Claro! La capilla era utilizada solo para las asambleas, por lo que

estaba desolada la mayor parte del tiempo. Además, la parte deatrás estaba frente a los bosques. Si alguna vez hubo un lugarperfecto para esperar por instrucciones de superhéroes, era ese.

La capilla era realmente bonita y era una pena que no loutilizáramos muy a menudo. Estaba hecha en piedra gris pálido, yhabía vidrieras continuas a cada lado. Mientras caminaba hacia laparte trasera, decidí que en la próxima reunión SGA, sin dudapropondría maneras para que pudiéramos utilizarla más. Quizás

algo en Navidad. Siempre y cuando estuviera en la SGA. ¿Qué tal siel profesor X me dice que tengo que dejar todas mis actividadesextracurriculares? ¿O qué tal si tuviera que dejar la escuela porcompleto? ¿Si tuviera poderes, tendría que ir a otra escuela paraniños que los tuvieran también? ¿Había otros niños que…? 

Me detuve súbitamente cuando llegué a la parte posterior de lacapilla. Allí, sentado en el lugar en el que yo había planeado esperara mi mentor y persona, estaba David Stark.

 — Ugh, ¡no! — grité sin pensar. Estoy bastante segura de que inclusopateé contra el piso.

Los ojos azules de David se abrieron. — ¿Harper? — murmuró con laboca llena de sándwich — . ¿Qué estás haciendo aquí? — le pregunté.

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Tragó saliva y se puso de pie, limpiándose las manos en suspantalones. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero antes deque pudiera, de repente se estremeció, presionándose la sien con los

dedos.Inmediatamente di un paso adelante. — ¿Te sucede algo?

David parpadeó un par de veces, los dedos moviéndose en su frente. — Dolor de cabeza. Me ha dolido como durante una semana.Probablemente por pasar demasiado tiempo frente a lacomputadora.

Metiendo la mano en su bolsillo, sacó un pequeño paquete de

aspirinas. Mientras lo abría con los dientes, me miró. — De todos modos, por eso estoy aquí. El comedor estaba demasiadoruidoso. Entonces, ¿qué estás haciendo aquí, Pres? ¿Por qué noestás almorzando con tu corte?

Maldición, ¿por qué no se me había ocurrido una razón para estaraquí por si me topaba con alguien?

Pero entonces la excusa perfecta vino a mí. Miré hacia abajo y raspé

la tierra con el tacón de mi bota. —  No podía hacer frente a todas las preguntas sobre ese artículoque escribiste. Estaba avergonzada.

David me miró por un largo rato y yo lo miré fijamente también.Quería ver algo, cualquier cosa, que hiciera que David Stark eraalguien que necesitaba ser protegido por guardaespaldassobrenaturales, pero él parecía ser un chico de escuela secundarianormal, aunque con un sentido de la moda verdaderamente terrible.

Hoy llevaba pantalones de pana desgastados con una camiseta decolor verde brillante y una chaqueta azul marino demasiadopequeña.

¿Quién eres? pensé. ¿Qué diablos es tan importante acerca de DavidEl Raro Stark?

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Él se echó a reír, me sobresaltó. Estaba tan acostumbrada a unDavid con el ceño fruncido que era un poco raro al ver tantos de susdientes.

 — Dios, eres la peor mentirosa que he visto — dijo.

 — En primer lugar todo el asunto del miedo escénico, ahora este actode “estoy avergonzada”...

 — ¡Me dio vergüenza!  — le grité, pero siguió riendo. Cogí unapequeña piedra y se la lancé, pero detuvo su trayectoria seispulgadas lejos de él, y se cayó de nuevo al suelo. Por suerte, Davidestaba tan ocupado riéndose de mí que no se dio cuenta. Yo sabía

que en realidad no iba a pegarle, pero aun así se sentía bien sólolanzar algo. Entonces me acordé de que mi profesor Giles X podríaestarme observando en este momento y probablemente no aprobaríaque estuviera arrojando piedras al chico que supuestamente teníaque proteger.

 —No veo por qué car… eso es tan divertido — murmuré, por si acasola persona estuviera escuchando. Al menos sabrían que yo tenía unacausa justa.

La risa de David se apagó y me miró con curiosidad genuina. — ¿Porqué hiciste eso?

 — ¿Hacer qué? — metí un mechón de pelo en mi diadema.

 —Car… ¿Por qué no dices las palabras reales?

Suspiré y miré hacia el bosque. Si mi profesor Giles X estaba allífuera, no había ninguna posibilidad de que viniese justo ahora.Demasiado tiempo a solas.

Me volví de nuevo hacia David.

 — Es sólo que no creo que sea. . . necesario el uso de esas palabrasen nuestras conversaciones cuando hay tantos eufemismosperfectamente útiles.

David me miró fijamente.

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 —  Ay Dios, ¿de qué planeta vienes?

 Alcé las manos.

 — Olvídalo, ¿de acuerdo? No esperaba que lo entendieras de todosmodos. Al igual que no entiendes por qué el Grove es tanimportante para mí, o por qué no querría que mis cuestionespersonales estuviesen por todo tu estúpido periódico, o por querríacomer el almuerzo sola por una vez.

Oh Dios, lo estaba haciendo de nuevo, esa cosa de gritos, un pocoaterradora que me parecía hacer cada vez que tenía que hablar conDavid durante más de cinco minutos. Tenía que irme. Esta idea

había sido, obviamente, una emboscada, y aún quedaba bastantetiempo del almuerzo para pasarlo con Ryan.

Quien por cierto… Saqué mi teléfono de mi bolso y vi queefectivamente, Ryan me había enviado un mensaje de texto cincominutos antes. "¿Dónde estás?" Luego otro hace 3 minutos. “¿Estásbien?”

 — Me tengo que ir — le dije, pero David me tomó del brazo antes deque pudiera alejarme.

Estando así de cerca, pude ver el rastrojo rubio leve en la barbilla ycuando abrió la boca, noté el pequeño chip en su diente frontal.

 —Harper, mira, sólo quiero decir… hoy por la mañana, todo elasunto de cómo… cómo te llamé, y… 

 — No hay problema — dije agitando la mano, con los ojos fijos en elteléfono celular, ya que estaba tocando a todo volumen "Sexy Back",el tono de llamada de Ryan (que él mismo había escogido).

Realmente no quiero responder porque lo veré en pocos minutos. Además no quiero mentirle delante de David, dándole aún másmunición contra mí. Sólo podía escucharlo.

 — ¿Por qué le mentiste a tu novio acerca de dónde estabas? ¿Por quéestás en realidad aquí fuera? ¿Por casualidad tú asesinaste al Dr.DuPont?

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 — Nada, viejo  — dijo a Ryan — . Estábamos hablando del periódico.Eso es todo.

Ryan estaba buscando entre nosotros, una expresión desconocida en

el rostro. Me tomó un segundo para darme cuenta de que estabaenfadado. Más que enfadado, realmente. Estaba furioso y Ryannunca pierde los estribos.

 — ¿Por qué simplemente no la dejas en paz?  — le preguntó a David.La mandíbula de Ryan estaba tensa y nunca había visto sus ojoscolor avellana con esa mirada tan fría — . Quiero decir, aparte de sermejor que tú en todas las clases, ¿qué te ha hecho Harper?

David debe haber estado tan confundido con el enojado Ryan comoyo, porque por primera vez, no tenía una respuesta ingeniosa. Supiel se puso un poco pálida y pude ver los blancos alrededor de susojos azules.

 — Mira, lo siento. Tienes razón, he sido un idiota, pero juro por Diosque no la estaba molestando. Yo estaba sentado aquí primero, y ellasolo…

 — Olvídalo — dijo Ryan, levantando una mano — . Sea por lo que sea

tu pequeña guerra con Harper, se acabó. No quiero que escribas unamaldita palabra más sobre ella. No quiero que hables con ella. Nisiquiera quiero que la mires.

 Yo sabía que Ryan estaba tratando de protegerme, y tal vez deberíahaber estado encantada de ver a mi novio volverse todo macho alfapor mí, pero en cambio me sentía… irritada.

 — Ryan, te dije que podía manejar esto.

 — Pero no lo has hecho  — gruñó, su voz extrañamente fuerte en latranquila parte trasera de la iglesia. La brisa había cesado, y no seescuchaba ni siquiera el susurro de las hojas. Era difícil de creerque a sólo unos pocos cientos de metros de distancia había niñosalmorzando, hablando, riendo — . Este tipo es un imbécil, y lo hassoportado durante años. Entiendo que adules a su tía y que quieras

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ser amable con la gente, Harper, pero maldición. No tienes que seruna alfombra.

 — ¡No estoy adulando! — le dije, justo al mismo tiempo que David se

adelantó, diciendo: —Tómalo con calma, Ryan… 

 Y entonces todo explotó.

Ryan, dulce Ryan, que nunca había hecho daño intencionalmente anadie, empujó a David, y de repente, fue como si una pantallahubiera caído delante de mis ojos. Pude ver cómo la mano de Ryangolpeaba el pecho de David, David caía de espaldas mientras susgafas salían volando.

 Vi cómo su cabeza golpeó el borde de los escalones de piedra de lacapilla, la sangre en erupción bajo su pelo rubio. Vi como sus ojosazules dieron vuelta hasta que se pusieron en blanco.

Entonces la visión se desvaneció.

Me estaba moviendo antes de realmente darme cuenta, al igual quecon el Dr. DuPont. Alcé mi mano y tomé la muñeca de Ryan, sumano a pocos centímetros de pecho de David. Agarré bruscamente

el brazo de Ryan hacia abajo, mientras levantaba la rodilla,golpeándolo en el estómago. Mientras que estaba encorvado en esaposición, me incliné y puse mi hombro en su pecho y, presionandode su brazo, le di la vuelta en mi espalda. Todo el metro, 90centímetros, 90 kilos de él.

 Aterrizó sobre su espalda. Al aterrizar, me enderecé y puse mi pieen la garganta, haciendo una leve presión. Mis dedos estabanapretados alrededor de su muñeca, y un poco de conocimiento

interior me dijo que si la jalaba y giraba en cierto modo, lafracturaría, junto con unos pocos huesos de su mano.

 Y si David no había gritado mi nombre, probablemente yo lo habríahecho. Fue como despertar de un sueño. Miré hacia abajo y vi aRyan tendido, los ojos bien abiertos, mi bota en su cuello. Vi lamirada de asombro en el rostro de David.

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 — ¿Qué demonios? — Ryan chilló, y de inmediato dejé caer su brazo,dando unos pasos hacia atrás.

Tener súper poderes se suponía que era algo bueno. Ayudas a la

gente. No casi tuerces la mano de tu novio.

David estaba inclinado, ayudando a Ryan a levantarse, pero loúnico que yo podía hacer era quedarme allí, adormecida. Esasensación que había tenido cuando estaba luchando con el Dr.DuPont, como si no tuviera control de mi cuerpo. Había sido genialentonces. ¿Pero esto? ¿Tan fuera de control que le haría daño aalguien que amo? Eso era aterrador.

 — ¿Pres?  — preguntó David vacilante. Ryan y él estaban paradosallí, esperando que a que yo dijera algo. Docenas de excusaspasaban por mi mente. Nueva bebida energética, nuevosmovimientos con tecnología de punta de las animadoras. Pero alfinal, no me salieron palabras de la boca e hice la cosa más fácil quese me ocurrió.

Salí corriendo.

Desde detrás de mí, oí que alguien me llamaba, pero no si era Ryan

o David, no lo sabía.Ni me importaba.

No me detuve para tomar mi bolsa, lo que significaba que no podíavolver conduciendo a casa, pero sabía que tenía que salir de allí.

Me detuve justo afuera de los portones, miré a la izquierda, luego ala derecha. El Grove se encuentra en uno de los barrios más bonitosde la ciudad, lleno de calles arboladas y casas grandes. Mi casa

estaba a unos tres kilómetros de distancia y hacia la izquierda. Asíque me di la vuelta a la derecha.

No tenía idea de dónde iba, así que me imaginé que seguiríacaminando hasta que mi Mentor me encontrara, o los policíasvinieran por mí luego de agredir a Ryan.

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Una fresca brisa me alborotó el pelo y voló mi falda contra mispiernas a medida que las hojas se deslizaban por la acera. No me dicuenta de que había empezado a llorar hasta que el viento enfrió las

lágrimas en mis mejillas. — Todo irá bien  — murmuré en voz alta, añadiendo hablar conmigomisma a la lista de cosas locas que había hecho hoy. No es como sime importara — . Todo irá bien — dije de nuevo, esta vez más fuerte,y cuanto más pensaba en ello, más convencida estaba que realmentelo sería.

Muy bien, así que mis súper poderes se habían rebosado de micuerpo y casi hicieron que hiriera a Ryan. Pero él y David eran las

únicas personas que lo habían visto. Ryan me amaba. Él meperdonaría tan pronto como se me ocurriese una razón para lo quepasó. Preferiblemente una que no sonara completamente loca.

 Y David… 

Si tenía alguna duda de que David Stark estaba involucrado en loque fuera que estaba pasando conmigo, ahora se había desvanecido.

 Viré a Ryan para proteger a David. Y algo me dijo que si Ryan no

hubiese estado bromeando acerca de patear el trasero de Davidantes, yo habría hecho esa cosa de ninja también en ese momento.

Pero ¿por qué? Eso era lo que no tenía ningún sentido. Bueno, fueuna de las muchas, muchas cosas sobre esto que no tienen ningúnsentido, pero fue sin duda la más apremiante. El porqué, conduciríahacia el quién y el cómo. Y eso significaba que no tenía tiempo paraesta fiesta de auto lástima en medio de la acera en la que meencontraba. Tenía que volver al Grove y hablar con… 

De repente, el dolor se estrelló contra mi pecho, como si alguien mehubiese dado un puñetazo en el esternón. Era tan intenso que mequedé sin aliento. Entonces, tan rápido como había llegado, se habíaido, dejando detrás de una pesada presión que me hizo preguntarmesi mis pulmones habían sido reemplazados por ladrillos.

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Me quedé allí, con las manos apretadas a los costados, inhalando enrespiraciones profundas. Había sentido esto antes.

Justo antes de que el doctor DuPont entrara por esa puerta del

baño.

 — ¿Pres?

El dolor ocupaba gran parte de mi mente, que no había oído elDodge de David tire desacelerar junto a mí, lo que significaba quehabía estado realmente distraída, porque esa cosa tenía un agujeroen el mofle o algo así.

 — Oh, Dios, ¿en serio?

 — Mira, te voy a llevar a casa, ¿de acuerdo? No es seguro que andescaminando por aquí sola.

La sensación de pesadez se intensificó.

 — Uhm, David, odio decirte esto — dije, tratando de sonar normal, apesar de que mi respiración se aceleraba — , pero esto no esexactamente una barrio peligroso. Creo que puedo evitar ser violaday asesinada en el campo de croquet de cualquier persona, ¿de

acuerdo?Se inclinó sobre el asiento del acompañante y, por primera vez, vique parecía genuinamente preocupado. Tal vez incluso un poco demiedo.

 —Harper… — empezó a decir.

Bajé de la acera y me incliné hacia delante, con las manosdescansando en la ventanilla del pasajero que estaba abierta.

 — ¿Qué sucede?

 — Es ese coche. Sus ojos se clavaron en el espejo retrovisor y mevolví a mirar por encima de mi hombro. Alrededor de un centenarde metros de distancia, un coche negro con vidrios polarizadosestacionado en un señal de tránsito. Me imaginé la sensación

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sofocante en el pecho tenía algo que ver con eso y eso significabaque probablemente no estaba llena de chicos buenos.

 — El coche estaba fuera de la escuela cuando me fui  — dijo David

con una voz apenas por encima de un susurro, como si la gente delcoche pudiera oírnos — . Ha estado siguiéndote.

La adrenalina comenzó a inundar mi sistema cuando me volví denuevo a David y le dije:

 —¡Vámonos de aquí. Ahora. Conduce…

Pero antes de que pudiera terminar, el coche negro aceleró el motorcon un rugido que ahogó la mierda de Dodge de David.

 Y luego aceleró directamente hacia nosotros.

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Capítulo 8

No era como si tuviera un montón de tiempo para pensar en quéhacer en seguida, así que actué por instinto.

Me zambullí través de la ventana abierta del pasajero de David yaterricé en su regazo.

Lo sé, lo sé. Entre eso y el cabezazo, iban a revocarme mi título debelleza sureña. Pero yo sabía lo que tenía que hacer, y era másrápido conducir el estúpido auto yo misma que tratar deexplicárselo a David. Y sabía que no podría mover el asiento del

pasajero en el tiempo suficiente. Ese auto negro estaría sobrenosotros en cuestión de segundos.

David hizo un sonido que estaba entre la sorpresa y la indignacióncuando agarré la palanca y coloqué mi pie encima del suyo queestaba en el acelerador.

El Dodge saltó, y chilló, y vibró, pero, gracias a Dios, se tambaleóhacia delante al tiempo que el parachoques del auto negro besaba

nuestra maletera. Aun así, el choque fue suficiente para enviarmevolando dolorosamente hacia el volante, y David hacia mi espalda.

 — ¿Qué demonios? — gritó David en mi oído.

Mis ojos todavía veían hacia la calle, maniobré con una mano y soltéel cinturón de seguridad de David.

 — ¡Acelera!  — grité por encima del golpeteo del auto y de la ráfagade viento que entraba por la ventana del pasajero abierta.

Íbamos a toda velocidad por la avenida bordeada de robles, ramasque forman un arco frondoso. Mis manos estaban resbaladizas porel sudor cuando tomé el volante, y los músculos de la pantorrilla yame dolían de lo fuerte que estaba aplastando los pies de David en elpedal del acelerador. Había todavía un rastro de esa sensacióndesconectada que había tenido cuando luché contra el Dr. DuPont y

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Ryan, como si no tuviera completamente en control de mi cuerpo,pero esta vez, definitivamente me sentía más ahí, si eso tiene algúnsentido.

Miré por el espejo retrovisor y vi que el auto negro estaba a unospocos metros detrás de nosotros. Habíamos conseguido una ventaja,pero ellos estaban conduciendo un auto mejor. El Dodge seestremecía como si su chasis estuviera a punto de volar en pedazosy sólo íbamos a cien kilómetros por hora.

Entonces se me ocurrió que íbamos a cien kilómetros por hora enuna calle donde el límite de velocidad era de veinticinco. Hice unaoración rápida para que no hubiera niños pequeños andando en

bicicleta en cualquier lugar cercano, y hundí el pie más fuerte.

David dio un gruñido de dolor cuando mi tacón se clavó en su pie.

 — ¡Lo siento! — grité — . ¡Pero vamos! ¡Acelera!

Me di cuenta de que estaba tratando de salirse de debajo de mí,pero la única manera de hacerlo con rapidez (y para que yo pudieramantener nuestra velocidad y mi concentración) en realidad seríaponer sus manos debajo de mi trasero, levantarme y deslizarme. En

su lugar, estaba tratando de deslizarse de debajo de mí sin tocarmeel trasero, o las caderas, o cualquier área que pudiera considerarseinapropiada.

Eso no iba tan bien. No es que pesara mucho  – soy un peso pluma-pero David es un chico flaco y yo estaba firmemente encajada en suregazo. Aprecié este raro espectáculo de comportamientocaballeroso, pero ahora no era el momento para que David sepreocupara de mis sensibilidades delicadas.

Sobre todo porque me di cuenta de que esto era un callejón sinsalida.

 — ¡Acelera! ¡Acelera! ¡ACELERA!  — le grité a David.

 — ¡ESTOY ACELERANDO! —  me gritó.

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Luego miró a través del parabrisas y vio lo mismo que yo: la granarboleda de árboles al final de la calle hacia la que nos dirigíamosfrontalmente. A 120 kilómetros por hora.

Utilizó tres versiones diferentes de la palabra con j y antes dedarme cuenta, tenía las manos en mi trasero y se deslizaba en elasiento del pasajero. Aterricé en el asiento abultado con un suspirode alivio. Ahora, el volante no presionaba en mi pecho, y las rodillashuesudas de David no me estaban cortando en la parte posterior delos muslos. La tapicería barata nunca se había sentido tan bien.

David era varios centímetros más alto que yo, así que tuve quedeslizarme hacia abajo un poco para mantener mi presión sobre el

acelerador, pero nunca disminuimos o desaceleramos nuestravelocidad.

 — ¡Gracias!  — ,le dije, pero David no pareció oírme. Se pasaba unamano temblorosa por la cara blanca como el papel y murmurabapara sí mismo.

 — ¡Abróchense los cinturones! — grité.

Eso sí lo escuchó. Me abroché el cinturón de seguridad y entonces

miré como los árboles se acercaban y se acercaban. — ¿Por qué sonríes? — gritó, con terror por toda la cara.

¿Yo estaba sonriendo? Pude ver mi reflejo en sus gafas y teníarazón. Estaba sonriendo ampliamente, en realidad. Y entonces medi cuenta de por qué. Porque a pesar de que esto era aterrador ypeligroso y tan, tan ilegal… 

Era divertido. Me sentía como pez en el agua y a cargo. Siempre

estoy feliz cuando sobresalgo en algo, y para citar uno de esos sitiosweb de Mundo de Warcraft con las que me había encontrado, “estoschicos malos estaban a punto de ser aplastados.”

La sonrisa se convirtió en una carcajada cuando tomé el volantefirmemente con la mano izquierda y la palanca con la derecha.

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 — ¡Siempre he querido hacer esto! — grité.

El final de la calle estaba sólo a unas pocas docenas de metros dedistancia. El auto negro estaba justo detrás de nosotros. Empujé tan

fuerte como pude con los dos pies en el pedal del freno, y al mismotiempo, tiró del freno de emergencia y giré el auto con fuerza haciala izquierda.

¡Y funcionó! De acuerdo, no fue un éxito total. El auto negro estabatan cerca de nosotros que nos golpeó como un trompo, crujiendo enla puerta trasera de mi lado. David dio un gemido bajo, no estabasegura si era por su auto o por el hecho de que habíamos estadoliteralmente a segundos de la muerte.

La parte trasera del auto derrapó, derribando al menos tres buzonescuando enderecé el Dodge y salió a toda velocidad en direccióncontraria, de vuelta hacia el Grove. Tuve una idea.

Miré por el espejo retrovisor y vi que el auto negro había hecho ungiro similar y nos seguía de nuevo, a pesar de que teníamos unaventaja mucho más grande esta vez. Sin embargo no iba a durarmucho tiempo. Podía ver chispas saliendo del neumático trasero.

Probablemente había sido impactado junto con la puerta de atrás.El Dodge también parecía tener problemas para cambiar a quintavelocidad y oí un chirrido que no pudo ser bueno. Yo sólo esperabaque tuviéramos tiempo suficiente. . .

Rodamos por la calle, ahora el auto se tambaleaba y era mucho másdifícil de controlar. Pasamos una casa donde una mujer en unacamisa de flores y pantalones capri, de un color rosa brillante tiró lamanguera de jardín y nos miró con la boca abierta en shock. Me

encogí. La Sra. Harris, quien estaba en la Liga Junior con mimamá. Realmente esperaba que no me hubiera reconocido.

Pasamos por el Grove, y yo estaba súper agradecida no había nadiemerodeando fuera de la puertas.

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 — Tres kilómetros más, tres kilómetros más  — murmuré para mímisma. El Dodge ahora sólo iba alrededor de 80 kilómetros porhora, y el auto negro nos estaba alcanzando.

Otro sonido me llamó la atención además del viento rugiendo y elauto muriendo. ‘Sexy back’ estaba sonando en algún lugar. Enalgún lugar cerca.

Miré a mí alrededor hasta que vi mi mochila a los pies de David.

 — ¿Tomaste mi mochila? — En este punto, David estaba acurrucadocontra la puerta del pasajero, mirándome con terror puro. Él negócon la cabeza, como si no hubiera entendido la pregunta antes de

parpadear un par de veces y decir:  — Oh. . .uhm, sí. Pensé quepodrías necesitarla.

 — ¿Por qué me seguiste?

David miró por encima del hombro hacia el auto negro.

 —¿Eh? Oh, bueno… quería, uh, hacerte un par de preguntas mássobre qué diablos te pasaba.  — Se dio la vuelta y se limpió las gafasen la parte inferior de la camiseta — . Por supuesto, pensé que

estabas metida en drogas. No me di cuenta que en realidad eras unaasesina o algo parecido.

Estaba mintiendo, me di cuenta. Tal vez era una cosa de Paladín, otal vez yo podía finalmente ver a través de él, de la forma en que élsiempre parecía ver a través de mí.

 — Mentira — dije.

 — ¿Qué? — me miró con los ojos muy abiertos.

 — Mentira  — repetí — . No querías hacerme más preguntas sobre elperiódico. ¿Por qué me seguiste?

 — ¡No estoy mintiendo! — insistió, mirando tras él nuevamente.

 — Sí — le dije con calma, incluso cuando el auto negro se acercaba — ,lo estás. ¿Por qué me seguiste?

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El auto negro golpeó nuestro maletero, pero no me preocupé.Estábamos a unas pocas casas de distancia.

 — ¡Porque estabas llorando!  — gritó David, con la voz quebrada por

el miedo, y yo pensé, rabia — . Estabas molesta y me sentí mal por elestúpido artículo, y después pasó esa cosa rara con Ryan, y aunqueno siempre estoy de acuerdo con las cosas que haces en la escuela, lointentas y no te…

Se interrumpió y se apoyó en el asiento y cerró los ojos.

 —  Yo sólo. . . No me gusta cuando las chicas lloran, ¿de acuerdo?

Nos quedamos en silencio por un momento mientras yo procesé eso.

 — Eso fue muy amable de su parte, David  — dije finalmente — . Ahora sujétate porque estoy a punto de atravesar una valla.

 — Sí, está bien  — murmuró, con los ojos todavía cerrados — . Hazlo. — Entonces sus ojos se abrieron de golpe — . Espera, ¿qué?

Mi casa estaba allí a la derecha, y giré el Dodge directamente através de nuestra valla. Nos estrellamos con la fuerza suficientepara sacudir mis huesos y romper el parabrisas en,

aproximadamente, un millón de grietas. Pero eso estaba bien. Ya nonecesitaba ver. Seguí girando la rueda hacia la derecha, lo quesignificaba que evitaría la piscina, el auto de David fue a parardirectamente en la esquina de nuestro patio trasero.

El auto negro no tuvo tanta suerte. No sólo cayó al agua, sino queiba a tal velocidad que impactó contra una pared de ladrillo. Podíaoír el chapoteo, y cuando miré por el espejo retrovisor, vi la enormeola que salió de la piscina.

El Dodge se detuvo tembloroso, chocando contra algo sólido quepensé que podría ser la nueva fuente para pájaros de mi mamá.

¡Ups!

Puse el auto en el parque y lo apagué, hundiéndonos en el silencio.Bueno, no totalizará silencio, ya que yo estaba respirando muy duro

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y David seguía murmurando, "Por favor, no nos dejes morir, porfavor, no nos dejes morir."

 — David  — dije tomando su brazo. Acercó su otro brazo y cubrió mi

mano con la suya.

 — ¿Pres? — dijo, abriendo los ojos, que aún parecían muy amplios ymuy azules en su cara pálida — . No estamos muertos  — dijo, casicomo si estuviera hablando consigo mismo.  —   ¿Cómo es que noestamos muertos?

Le sonreí y le apreté el brazo.

 — Porque soy increíble.

Me miró y su sonrisa se hizo más grande y más brillante que elmiedo que drenaba de su cara.

 — ¡No estamos muertos!  — dijo, como si acabara de notar queestábamos sentados en su feo — y ahora completamente reventado —  auto, en vez de estar tocando arpas en el cielo o lo que sea.

 Yo estaba sonriéndole también, mi sonrisa probablementeexactamente tan loca como la de él.

 — ¡No estamos tan muertos!

Él se echó a reír y el sonido estaba tan lleno de alivio que meencontré riendo también.

Se volvió hacia mí, sin dejar de sonreír. Yo estaba sonriendo cuandoextendió la mano, tomó la parte de atrás de mi cuello, y me atrajohacia él.

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¿Ah? Había comenzado a pensar que era algún tipo de clave comoen el béisbol cuando… Ah! ¡Si, cierto! Abrí la puerta y salté hacia mipatio, respiré profundamente, esperando que el aire fresco y la vista

de personas ahogándose en mi piscina pusieran mis hormonas o loque sea de nuevo bajo control.

Había derribado la fuente para pájaros de mi mamá. Yacía en tresgrandes piezas justo debajo del parachoques de David. Y luego, porsupuesto, estaba el agujero gigante en nuestra valla. Pero esos eranrealmente el menor de mis problemas. El problema mayor eraCadillac negro que se estaba hundiendo en mi piscina.

No se escuchaban sonidos en el auto, y no parecía haber ninguna

actividad en el interior, así que supuse que el impacto habíanoqueado al conductor y a otros pasajeros o pasajeras que hayatenido. David estaba de pie a mi lado, mirando el auto mientras elagua burbujeaba el agua y se agitaba a su alrededor.

 —Así que….uhm, ¿vamos a dejar que se ahoguen? 

Me alegré de que dijera eso. Nosotros.

Había matado al Dr. DuPont y no me sentía mal por eso. No podía.

Él había estado a segundos de matarme cuando le estampé esezapato en el cuello. Pero el que estaba en ese auto negro… bien,yo… no sabía lo que quería. Mi instinto me dijo que eran chicosmalos, pero que aun así eso no me hacía sentir muy bien acerca dedejarlos ahogar en la piscina.

 Además estaba más que preocupada acerca de cómo explicaría todoesto. Todas las pruebas de mi pelea con el Dr. DuPont habíandesaparecido misteriosamente, pero no estaba segura de cómo

podría cubrir esto quien quiera que fuese quien manejara esehechizo en particular. Esperaba por el momento en que mis vecinoscomenzaran a congregarse en la calle en cualquier momento, comolo hicieron cuando se fue la luz.

David dio un gran suspiro y se pasó las manos por el cabello.

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 — Bueno, esto es raro y horrible.

 — Sip. Mi falda se había torcido alrededor de mis caderas en algúnmomento de todo esto, y había comenzado a enderezarla. Cualquier

cosa para evitar mirar a la piscina.

 — ¿Quién eres tú? — me preguntó David por segunda vez en el día.

 — ¿Asesina internacional? ¿Ninja? ¿Guerrera vampira, tal vez?

 — Levanté la cabeza.

 —No, yo soy … 

Hubo un pequeño estallido en la piscina y David y yo dirigimos

nuestra atención de nuevo al agua.Que ahora estaba vacía.

 Y con un fuerte crujido, el agujero en mi muro había desaparecidode repente. Ni siquiera tuve que mirar hacia atrás para saber que elchirrido de metal era el auto de David reparándose a sí mismo.

En sólo unos segundos, todas las pruebas de la loca persecución deautos, el accidente, todo eso, se había ido. Luego el único sonido en

mi patio trasero era el canto de los pájaros y el susurro de las hojas. — Todo eso ocurrió realmente  — dijo David en voz baja — . Toda esamierda… desapareció, ¿no? ¿No alucino? 

Mi adrenalina pareció desvanecerse tan completamente como elCadillac, y fue tan de repente que no sé cómo no me derrumbé en elcésped. Una cosa era para las secuelas de cosas desapareciendo.Otra era ver un auto completo  — con gente dentro —   puf de laexistencia.

 — Sí — le respondí — . Eso ocurrió.

 — ¿Sabes por qué?

Cuando me volví hacia él, David seguía mirando a la piscina, losdedos de mano derecha presionando su sien.

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 —No. Pero… David, algo realmente raro está pasando. — La manoen la sien subió a tirar de su cabello al tiempo que David hacía unsonido que era mitad sollozo, mitad risa.

 —¿Tú crees? Dios, Harper. Tú… tú le has dado la vuelta a RyanBradshaw como a una tortilla. Has conducido un auto como JasonBourne, y ahora esto. . .  — Hizo un gesto con la mano en el agua — .

 Yo no… Quiero decir... — sus palabras se apagaron y se sentó encuclillas, con los ojos fijos en la piscina. Me acerqué a él, y tiré delhombro de su chaqueta.

 — De acuerdo, entiendo que es raro, y respeto totalmente lanecesidad de un momento TEPT, realmente tenemos que hablar.

Sus ojos se movieron hasta mi cara, todavía parecían fuera de foco.

 — ¿De qué? ¿De por qué los chicos malos están persiguiéndote, y depor qué la magia aparentemente es real?

 — De hecho, creo que los malos quizás estén persiguiéndote a ti,pero sí.

David se tambaleó hacia atrás, y se dejó caer pesadamente sobre la

hierba. Mientras lo hacía, casi se caía sobre la estatua de mi madrede dos niñas leyendo en un banco, pero la tomé antes de que cayera.Sus mangas demasiado cortas, como de costumbre, se recargó ensus delgadas muñecas mientras apoyaba sus codos en las rodillas,tirando de su cabello con las manos.

 — Espera, ¿qué? ¿Crees que esos tipos estaban detrás de mí? ¿Porqué?

 — No lo sé. ¿Sabes tú por qué?  — Me alcé sobre David, mi sombra

caía sobre su cuerpo. Aturdido, David negó con la cabeza.

 —No puedo… 

 Y entonces lo vi. Algo brilló en su cara y él se estremeció.

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 — Sí sabes — le dije, tirando de sus pies — . David, ¿qué sucede?

Tragó saliva con dificultad.

 — Nada. No es nada.En ese momento, realmente odiaba que mis súper poderes meimpidieran patearle el trasero. Me decidí por poner mi puño en laparte delantera de su camisa y tirar de él hacia abajo para verlo alos ojos.

 — David, mira a tu alrededor. ¿Esto? Esto es locuralandia, y si sabesalgo que pueda ayudarme a averiguar por qué de repente soy laMujer Maravilla, necesito saberlo. Jota. Ahora.

De hecho, dije la palabra con jota en ese momento, y los ojos deDavid se pusieron tan grandes que me pregunté si eso le habíasorprendido más que el Cadillac que desapareció.

Pero nunca tuvo la oportunidad de responderme.

 — ¡Yuju! — una voz gritó desde el otro lado de mi cerca y David y yonos quedamos inmóviles.

 —¿Es esa…? —  susurré.

 — Mi tía Saylor. — Tragó saliva.

La puerta trasera se abrió, y de repente Saylor Stark estaba allí depie, un par de gafas de sol de Chanel empujados por la narizmientras me ponía la mirada, temblando y sudorosa, agarrando laparte delantera de la camiseta de su sobrino.

 —  Ay, Dios  — dijo ella, y dos sílabas nunca habían contenido tantaconsternación — . ¿Qué está pasando aquí exactamente?

David y yo prácticamente nos saltamos en direcciones contrariascuando Saylor entró al patio, sus tacones altos se hundíanligeramente. El sol de la tarde brilló en su cabello plateado, asícomo la joyería de plata y turquesa alrededor de su cuello. Aparte

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orgullo que tenían en común, al igual que el armario de su extrañatienda de segunda mano.

 — Lo siento, tía Saylor  — continuó — . No debí haberme salido de la

escuela, pero Harper, uhm, estaba enferma. Y siempre estáshablando de la buena ciudadanía.

Traté de no dejar que la sorpresa se notara en mi cara. Eso fuerealmente un muy buen alegato. Sin duda mejor que "las nenassiempre quieren ponerse al volante de mi Stratus." Y el hecho deque había sido capaz de hacerlo después de casi perder la vida yhacer frente a lo que parecía ser la magia fue impresionante.

 — La buena ciudadanía no tiene que venir a costa de tu propiamoral, David,  — espetó Saylor — . Puedes hacer más sin saltarte lasclases y estoy muy decepcionada contigo. Y, por supuesto, nisiquiera hemos comentado el modo completamente imprudente enque estaban conduciendo ustedes dos. Creo que tú y yo vamos atener una larga charla cuando terminemos con la práctica delCotillón esta tarde, jovencito. La mirada de Saylor volvió de nuevohacia mí.

 — Hablando de eso, señorita Price, si se siente tan mal, tal vezdebería quedarse sentada en la práctica de hoy.

 — Pero se supone que debemos practicar la oración hoy  — dije,parpadeando — . Me toca llevar la oración.

Su sonrisa era frágil.

 — Estoy segura de que la señorita Franklin hará un buen trabajosustituyéndola. Tal vez para la práctica del miércoles, se sienta

mejor.Realmente estaba enferma ahora, solo podía asentir. Después demis padres, Saylor Stark era la última persona en el mundo quequería decepcionar.

No había que confundir ese tono. No sólo me había atrapadofaltando a clases, había faltado a clases con su sobrino, a quien

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claramente había atrapado en mi espiral descendente. Si ellasupiera que también lo había hecho cómplice de lo que podría habersido un asesinato... Y fue entonces cuando me di cuenta. David era

el sobrino de Saylor. Había vivido con ella toda su vida. Si la gentequería matarlo, seguramente Saylor sabría por qué. Pero, ¿cómopreguntas algo así? “Hola, señora Saylor, ¿por casualidad estánustedes en el programa de protección de testigos? ¿O escondiéndosede los magos?” No solo me quitaría la oración. Me sacaría a patadasdel Cotillón. Tal vez incluso de la ciudad. Mientras se sacudía tierraimaginaria del pantalón, observé a Saylor, tratando de ver si habíacualquier señal de saber por qué David y yo habíamos estado a todavelocidad por la calle, pero entre las enormes gafas de sol y lacapacidad de Saylor para reprimir cualquiera y todas las emocionescomo una Perfecta Señora Sureña, no pude adivinar.

David, sacudiendo su aturdimiento, se acercó a su tía.

 — Deja que Harper haga la estúpida oración — dijo, sonando un pocomás como él — . Esto no es culpa de ella.

Saylor respondió de golpe.

 — En primer lugar, no le digas estúpida a la oración del Cotillón. Ensegundo lugar, deberías estar en la escuela en este momento, nocirculando por Ivy Lane. En tercer lugar, tengo que decirte quetienes que tener más cuidado. E ir a cien kilómetros por hora en unauto que está en las últimas es muy poco cuidadoso. ¿Y si hubierastenido otro de tus dolores de cabeza?

David frunció el ceño.

 — Mis dolores de cabeza no son gran cosa — dijo, pero Saylor levantó

la mano. — No vamos a tener esta discusión en el patio trasero de la señoritaPrice. Te vienes conmigo.

Señaló su Stratus.

 — Mi auto

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 — Puedes recogerlo por la mañana. Harper, estoy segura de que asus padres no les importará si David deja su vehículo aquí.

La forma en que lo dijo no dejó ninguna duda que el rechazo no era

una opción.

 — No hay problema — le dije — . Y honestamente, todavía faltan unashoras para la práctica, y estoy segura de que si me tomo una siestarápida y me como un sándwich, estaré bien.  — Terminé con unarisita, como si por pura fuerza de voluntad, pudiera hacerle ver ellado divertido de todo esto.

Esa sonrisa de nuevo, que se sentía como una amenaza.

 — Te veré el miércoles, Harper — dijo ella, y prácticamente pude oírun martillo golpear. Había sido declarada culpable deComportamiento Poco Femenino, Puesta en Peligro de Sobrinos, ysi la mirada que lanzó hacia mis botas era cualquier indicación,también de Calzado Inadecuado.

 Y si se enterara de Ryan... oh, Dios, Ryan. Tengo que llamarlo.Tengo que explicarle.

 — Dile adiós a Harper, David

 — Saylor trinó mientras emprendía supaso hacia el auto de David, avanzando sobre las puntas de sus pies

para evitar que sus tacones se hundieran de nuevo.

Los ojos de David se encontraron con los míos, y podría decir que elshock definitivamente había desaparecido. Tenía la misma miradadepredadora que había tenido en el Baile de Bienvenida.

 — Mañana. Tú y yo. Tenemos que hablar — dijo en voz baja.

 Yo no podía dejar de poner los ojos en blanco.

 — Duh. Pero... Tengo que arreglar las cosas con Ryan antes de queme vean teniendo conversaciones furtivas contigo. Así que yo tebusco ¿de acuerdo? — Creo que tu novio está celoso de los ninjas, lamagia y los chicos muertos — susurró él, inclinándose más cerca.

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Capítulo 10

 — ¿Estás enojada conmigo por lo de ayer?Di un suspiro estremecedor mientras me deslizaba en el asiento delpasajero del auto de Bee a la mañana siguiente. Gracias a Dios, ellahabía ido hasta Starbucks antes de recogerme. Tomé un sorbo de miLatte hirviendo, y luego casi me ahogo.

Bee siempre me compra un Skinny Vainilla Latte. Este era untriple expresso, tan fuerte que me sorprendió que mis dientes no sehubieran derretido. Entonces me di cuenta lo rígida que estaba en

su asiento, y que esa música rap que a ella le gustaba estabaespecialmente agresiva hoy.

Por un segundo, sólo me senté allí, tratando de averiguar por quéestaría enojada con Bee. Había pasado la noche dando vueltas,preocupada por qué Ryan no me contestaba las llamadas. Lo debohaber llamado al menos unas diez veces, pero nunca contestó. Ycomo si no fuera poco estar preocupada por eso, estaba pensando enSaylor Stark, en la mirada en su cara cuando me vio agarrando a susobrino. Dios, ¿y si me había escuchado usar la palabra con M ?

Luego recordé. Bee había hecho una plegaria para mí, y me habíaenviado tres mensajes de texto, los cuales no respondí.

 — Claro que no estoy enojada contigo — dije, pero no debí sonar muyconvincente.

 — Parece como si lo estuvieras. Harper, siempre respondes mismensajes. Y un par de personas dijeron que tuviste una gran

discusión ayer con Ryan y que te fuiste de la escuela.

Mi corazón latió con fuerza en mi pecho con eso. Oh, Dios, ¿Ryan lehabía dicho a alguien lo que pasó? ¿Toda la escuela sabía que lehabía dado vuelta como una tortilla?

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Pero no. No, si Ryan le había contado a alguien, habría sido aBrandon, y Brandon le habría dicho a Bee, y Bee sin duda habríamencionado eso en primer lugar. Traté de mantener mi suspiro de

alivio antes de responder: — Te lo dije, estaba enferma.

Extendí la mano para bajar la radio, pero Bee me golpeó en lamano.

 — No toques mis canciones hasta que confieses. ¿Estabas realmenteenferma o tuviste una discusión con Ryan?

 — Estaba enferma  — insistí — . ¿Recuerdas la noche del Baile de

Bienvenida? Yo… debo tener algún virus. Bee frunció el ceño.

 —  Algo pasaba esa noche, definitivamente  — murmuró, y porprimera vez, me di cuenta de que mientras me preguntaba si yoestaba enojada, ella era la que parecía molesta.

 — ¿Qué se supone que significa?  — Mi cerebro estaba acelerado. PorDios, ¿Bee había relacionado la desaparición del Sr. Hall y Dr.

DuPont con mi malestar?Un músculo de la mandíbula de Bee se tensó, y finalmente escupió:

 —  Ayer Mary Beth estaba yendo a casa en su periodo libre, y dijoque vio a David Stark salir de tu patio. Dijo que parecía raro, yluego vio a Ryan salir de la escuela, y él estaba muy molesto, y… 

Se interrumpió y mis dedos se tensaron alrededor de mi café.

 — Sigue.

 —Mary Beth dijo que entre tú y David siempre ha habido…chispas.Entonces ella piensa que ocurre algo entre ustedes dos.

Fruncí el ceño ante la parte de “chispas”. Entre David y yo nohabía…chispas. Lo que teníamos era una enemistad desde que los

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dos estábamos en pañales. Algo que Bee, de toda la gente, deberíahaber entendido.

 — ¿Eso es lo que piensas, Bee?

Se encogió de hombros. Bee llevaba unas gafas de sol, que parecíanocultar la mitad de su cara. Su pelo estaba atado en una cola decaballo, y pude ver un músculo contraído en su mejilla, como siestuviera apretando los dientes.

 — Eso explica mucho. Como por qué te has comportado tan raraúltimamente. — Luego me miró. — Explica lo que sucedía en el bañola noche del Baile de Bienvenida.

Decidí que era muy temprano para esta conversación, bebiendo unpoco más de expresso. Todavía sabía a ácido de batería, peronecesitaba cafeína. Ya tenía un ligero dolor de cabeza.

 — No voy a fingir entender el por qué tienes una repentina cosa conDavid cuando tienes a Ryan Bradshaw  como novio  — continuó Bee,gritando por sobre la música. La iba a bajar, pero ella sacó mi manodel camino — . ¡Lo que me molesta es que no me lo hayas contado!

 — ¡No hay nada que contar!

 — grité

 — . No estoy engañando a Ryan.No tengo una cosa con David, y estaba enferma ayer. ¡Eso es todo!

No peleé con mi novio, no estoy embarazada, ni cualquiera de lascientos de cosas que Mary Beth y tú hayan imaginado mientrashablaban a mis espaldas. Oh, por cierto, David estaba en mi casacon su tía. Supongo que a Mary Beth se le olvidó ese chisme.

La culpa, o tal vez el daño, parpadeaba sobre la cara de Bee.

 — ¿Crees que soy una idiota total?

Mi cabeza latía con fuerza, y mi cara se sentía caliente.

 — En este momento, ¡sí, lo creo!

Bee derrapó en una plaza de estacionamiento y frenó tan fuerte queme sacudí hacia adelante. Apartó sus gafas de sol para mirarme.

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 — Los atrapé en el baño, y tú te echaste a llorar.

 — Eso fue en realidad después de que nos encontraras  — murmuré,pero ella estaba en un rollo.

 — Sé que quieres que todos piensen que eres perfecta, pero no tienesque fingir conmigo. — Golpeó su cabeza contra el cuero gris, y unaschicas que pasaban caminando dispararon sus miradas curiosashacia el coche — . Al menos pensé que no lo hacías. — Se dejó caer enel asiento, sacudiendo la cabeza. —   Te cuento todo  — dijosuavemente — . Todo.”  

Puse la bebida en el portador y tomé su mano.

 — Hey — dije en voz baja — . Te cuento todo. Lo prometo.  — La culpase sentía más amarga que el expresso, pero me dije a mí misma quetécnicamente no era una mentira. Después de todo, no le estabamintiendo con lo de Ryan y David. No en verdad. Aun así, por unsegundo, pensé en lo lindo que se sentiría contarle a alguien,alguien que me amara, alguien que no fuera David, lo que estabapasando.

Pero era muy extraño, y por lo que sabía, podría ser peligroso.

Hasta que tenga una mejor idea de quién estaba detrás de David ypor qué, lo mejor era mantener las cosas tan normales como fueraposible.

Me incline hacia adelante y dije:

 — Ryan y yo tuvimos una pequeña discusión ayer, pero no fue nada.Estaremos bien. Planeo arreglarme con el tan pronto como hoy love. Y no pasa nada entre David Stark y yo.

Ella giró la cabeza para mirarme. Los ojos de Bee siempre habíansido espeluznantes y hermosos, sorprendentemente oscuros contrael color durazno de su piel y el trigo rubio de su pelo. Ahora, estabanentrecerrados y cautelosos.

 — ¿Lo prometes?

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 — Juramento de meñique.

Luego de una pausa, se rio y enganchó mi dedo con el de ella. Elpequeño anillo de plata que Brandon le había dado, completado con

una circonita de la que mejor no hablar, se enterraba en mi piel.

 — Las promesas de meñiques son sagradas, lo sabes.

 — Sí — dije, sentándome con recato — . No lo hago a la ligera.

Su sonrisa se convirtió en algo así como una mirada lasciva.

 — ¿Entonces cuando Ryan y tú se arreglen, se va a poner caliente?

Poniendo los ojos en blanco, desenredé nuestros meñiques.

 — Pervertida.

Ordenadas, nos bajamos del auto. Luego, por el rabillo del ojo, vi aDavid de pie, fuera del Wallace Hall, saludándome. Tenía puesto unsuéter de rombos color púrpura, sobre una camisa, y jeans, así queno era exactamente poco visible.

Tan sutilmente como pude, le hice un gesto a David detrás de miespalda. Sabía que necesitábamos hablar, pero con Bee en estado de

alerta donde él estaba, ahora no era el momento. — No puedo creer que tengamos un sustituto en historia  — dijo Bee,atrayendo mi atención hacia ella.

 — Oh, ¿Está, eh, fuera el Dr. DuPont?  — pregunté, tratando de noimaginarlo parado en frente de mí, con mi zapato clavándose en sucuello.

 —  Aparentemente — dijo Bee, asintiendo con la cabeza por el patio.

La señora Hillyard, la maestra sustituta desde ayer, se apresurabaa subir los escalones de Wallace — . Pero el Dr. DuPont era un idiotade todos modos — añadió — . ¿No te lo puso difícil?

Podría decirse eso.

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 — Oh, en realidad, no  — contesté, sólo en caso de que hubieranpolicías encubiertos escondiéndose en los arbustos o algo — . Enrealidad me gustaba.

 — ¿Quién te gustaba? — preguntó Brandon, uniéndose a nosotras — .¿Yo? Porque puedo decirte una cosa, la señorita Harper no es unafan del Hombre Bran.

 —  Y yo no soy fan de ti llamándote así  — murmuró Bee, inclusomientras lo dejaba tomarla de la mano y balancearla.

 — ¡No, es en serio! — insistió Brandon, agitando su pelo rubio de susojos.

 —  Ayer, me golpeó en el medio del pasillo. ¡Sin razón! — Oh, estoy segura — dijo Bee sarcásticamente.

 — Es verdad  — insistió Brandon antes de darme una mirada dereojo — . ¿Es por eso que Ryan se fue hoy? ¿Lo golpeaste también?

Eso estaba demasiado cerca de la verdad para ser cómodo.Frunciendo el ceño, pregunté:

 — ¿No está aquí hoy?

 — Todavía no  — dijo Brandon, asintiendo hacia el estacionamiento.Efectivamente, el auto de Ryan no estaba en su lugar habitual. Conmi corazón hundiéndose, hice lo mejor para lucir preocupada, perono en pánico.

 — Tal vez está retrasado — ofrecí.

David eligió ese momento para venir hacia nosotras, y a mi lado.Sentí a Bee un poco tensa.

 — Harper, ¿puedo hablar contigo un segundo?

 — La campana va a sonar  — le dije a David, esperando que lointerpretara como Hora de amigas, ahora no.

Él frunció el ceño.

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 — En verdad necesitamos hablar sobre lo de ayer.  — Había captadomi mensaje, y ahora me estaba mandando uno de: No me interesa.

 —¿Qué pasó…? — preguntó Bee, pero yo ya la estaba llevando lejos.

 — Tus disculpas fueron más que suficiente  — llamédespreocupadamente por encima del hombro.

 — Estamos bien.

Podía sentir a David mirando a mis espaldas, pero Bee era mi mejoramiga. Había una posibilidad de que hubiera jodido la cosa delnovio. No quería joder también lo que tenía con Bee.

 — ¿Estás segura de que no quieres hablarle?  — preguntó una vezque habíamos pasado las puertas principales.

 —  Afirmativo — contesté — . Te dije, no es nada más que David Starky yo con nuestra Sociedad de Desprecio Mutuo haciendo de lassuyas otra vez.

Bee se mordió el labio inferior, deteniéndose justo en frente de laoficina principal.

Pensé que miraba hacia el estacionamiento y hacia la plaza vacía deRyan.

Pero todo lo que dijo fue:

 — ¿Te veo en el almuerzo?

 — ¡Por supuesto! — gorjeé, haciendo mi mejor esfuerzo para ignorara David mientras irrumpía junto a nosotras.

No pasó nada el resto de la mañana, pero eso no me impidió saltar

cada vez que sonaba la campana. También me salí de mi caminopara evitar el pasillo de Ingles, preguntándome si alguna vez mesentiría segura otra vez en la escuela. No había destellos en misangre, y no había llamados a la oficina del director para hablar delDr. DuPont, pero me quedé en el borde. La ausencia de Ryan no

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ayudaba. ¿Estaba herido, o demasiado asustado como para inclusomirarme?

Para el final del primer período, había decidido llamarlo, una vez

más. Los teléfonos celulares eran el mayor no-no durante las horasde escuela, pero decidí arriesgarme en el baño.

 Acababa de dar la vuelta por el pasillo cuando una mano saliódisparada del armario del conserje que estaba cerca y me arrastróhacia la oscuridad.

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Capítulo 11

Sin hacer ningún ruido, me acerqué para golpear a mi atacante,pero detuvo mi mano en el aire.

Claro.

 — ¿Estás loco?  — siseé, alejando la mano de David. No lo toqué,obviamente, pero me hizo sentir mejor.

 — Te dije que hablaríamos hoy — susurró.

 —Claro. Hablar. Como la gente normal, no… husmeando en losarmarios de las escobas.

 — ¿Husmeando? ¿De veras?  — David alzó las cejas, e incluso en latenue luz pude ver una sonrisa satisfecha formándose.

 — Primero que nada, no acepto una mierda sobre la elección depalabras de un chico que usa la palabra “escandaloso” en cada

artículo que escribe. Y segundo, esto — hice gestos hacia los estantesdesordenados, los productos de limpieza, los trapeadores húmedos —  definitivamente justifica el uso de la palabra husmear.

Frotándose los ojos con las manos, David exhaló un suspiro.

 — Bien. Estamos husmeando. Y como la campana sonará en 5minutos, necesitamos husmear rápido. Cuéntame todo.

Cambié mi peso de un pie a otro.

 —Es…algo largo. E intenso. Y no es algo que se pueda contar entreclases y en el armario del conserje.

 — Inténtalo — dijo David con los dientes apretados.

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Frunciendo el ceño, puse las manos en mis caderas.

 — Bien. En la noche del baile de bienvenida, un conserje me pasóalgún tipo de súper poder antes de morir. Entonces maté al Dr.Dupont con mi zapato, pero cuando regresé al baño, todo habíadesaparecido y pensé que me estaba volviendo loca, y entonces esostipos malos nos persiguieron ayer y también desparecieron así queno estoy loca, pero está pasando algo demasiado  extraño, y creo queestá relacionado contigo porque soy totalmente incapaz delastimarte. Por eso es que no pude golpearte el otro día aunque,créeme que, de verdad quería hacerlo.

Tomé una larga bocanada de aire.

 —  Ahí está. Esa es la versión corta. ¿Alguna pregunta?

David se tambaleó hacia atrás, se sentó bruscamente en una tinaque estaba del revés, y negó con la cabeza.

 —  Yo... creo que mi cerebro se desplomó — dijo. Juntó sus codos conlas rodillas, inclinándose hacia delante con los dedos cubriéndole laboca.

 — Después de ayer, pensé que no importara lo que dijeras, yoestaría bien. Me refiero a que, el tipo desapareció. Mi cochereparándose solo mágicamente. Ya no debería sorprenderme¿sabes?

David seguía sin mirarme, así que me puse de rodillas frente a él lomás cautelosa que pude, tratando de no tocar el suelo o

accidentalmente deslumbrarlo.

 — Lo sé — le dije.

 — Suena loco. Es  una locura.

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Me miró a los ojos.

 — Mataste a alguien — me dijo, con la voz apenas audible — . Con unzapato.

 — Él tenía una espada  —   le respondí, y entonces, paraconsternación mía, David estalló en carcajadas.

 — Una espada. Nuestro maestro de historia te atacó con una espadaen el baño y tú lo mataste.  — Puso la cabeza entre las manos, sólopara un segundo después levantarla — . Espera. Dijiste que unconserje te pasó esos poderes. Un conserje que murió. ¿El señorHall?

Sorprendida, asentí.

 — Sí. ¿Te diste cuenta de que había desaparecido?

Pero David tenía la cara entre las manos de nuevo, gimiendo.

 — Oh, por Dios, oh, por Dios.

 — ¿Qué?  — Cuando no respondió, le tiré de la manga. Aparentemente eso era todo lo que podía hacer — . ¿Qué sabes delseñor Hall?

Cuando David alzó la cara, estaba pálido.

 — Él rentaba la pequeña casa que está detrás de nuestra propiedad.

Me tambaleé sobre los talones.

 — ¿El señor Hall vivía  contigo?

 — No conmigo, pero más o menos en mi patio trasero, sí. Él... se fuehace unos días. O al menos eso fue lo que mi tía pensó. Incluso le

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pregunté si deberíamos, como, reportarlo o algo así, pero me dijoque era un adulto, y podía ir y venir como deseara.

 Ahora la piel de David había tomado un tono verdoso, y tomé una delas cubetas extra, sólo por si acaso.

 — Estaba en la escuela el viernes por la noche, trabajando en elperiódico  — dijo, casi como si estuviera hablando consigo mismo — .El Dr. DuPont... ¿crees que estaba tras de mí, y mató al señor Hallcuando se puso en su camino?

 — No lo sé  — le contesté — . Pero tiene sentido. ¿Y estás seguro deque nunca antes te había pasado algo como esto?

Por un momento, era el viejo David de vuelta.

 — ¿Me estás preguntando si estoy seguro de que nadie ha intentadomatarme antes, Pres? Créeme, nunca me había pasado nada comoesto antes.

 — Que tú sepas.

Eso borró esa sonrisa irónica de su rostro.

 — Oh, Dios. Tienes razón. Si tú no me hubieras dicho, nunca habríasabido de la noche del viernes. El señor Hall y el Dr. DuPont y tú yespadas...

Se quedó pensativo, y por un largo rato, se quedó sentado ahí,totalmente quieto, torciendo los dedos y respirando. Entonces segiró a verme nuevamente, y asintió.

 — Muy Bien. Procesado. ¿Qué hacemos ahora?

Por extraño que pueda parecer, quería.... No lo sé, abrazarlo. Élhabía aceptado toda esta loca situación y había hecho lo mismo que

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yo hice para manejarlo: aceptarlo, volverse loco por un momento, yenfrentarlo.

Tal vez David Stark no era completamente inútil.

 — Cuando el Dr. DuPont trató de matarme, me llamó Paladín.

 — Como Carlomagno — dijo David, casi para sí mismo.

 — ¿Qué?Sacudiendo la cabeza David dijo:

 — Carlomagno. Él era un rey francés.

Irritada, no le dejé terminar y sacudí mi mano para que se callara.

 — Sí lo sé. También estaba en la clase de historia europea. ¿Pero élque tiene que ver con los Paladines?

 — Tenía un grupo de caballeros llamados Paladines. No recuerdonada sobre si tenían poderes, sin embargo.

Bueno, eso era algo, al menos.

Tan rápido como pude, le conté a David lo que había aprendido delos Paladines.Cuando terminé, él asintió.

 —  Así que crees que yo soy tu causa noble.

 —  Verdaderamente espero no lo seas, pero parece ser que sí. Razón

por la cual, una vez más, te voy a preguntar si hay algo en lo cualpuedas pensar, alguna razón por la que alguien se preocuparía losuficiente para querer matarte. Sé que escribes artículos molestos,pero si yo no he querido matarte hasta ahora, no sé por qué alguienmás querría.

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Dio un pequeño resoplido riéndose.

 — Muy justo. Pero te estoy diciendo, Harper, no hay nada. Sólosoy...un chico.

Pero seguía torciéndose los dedos, y supe que había algo que no meestaba diciendo.

 — David  — le dije, estirándome para tocar su rodilla sin pensar — .En serio. Lo que sea, no importa lo extraño que sea, necesitasdecírmelo, y necesitas hacerlo ahora .

Sus ojos azules parpadearon detrás de sus gafas, y por un segundopensé que me mentiría nuevamente. Pero suspiró, girando la cabezapara ver el techo.

 — Es tan estúpido que no puedo creer que vaya a contártelo. Pero...sobre el club de debate. El artículo que decía que Matt Hamptonhabía robado las preguntas del otro equipo… 

 Asentí. Eso había sido un asunto importante hace unos meses.David había agregado el artículo en el periódico después de lodebido, lo que enfadó mucho a la Señorita Laurent. Pero no porquehabía sido pasado por abajo del agua. ¿El encuentro del que hablabaDavid? Ni siquiera había  pasado   aún. Ese debate habías sidoprogramado para el sábado siguiente de que David escribiera elartículo.

No tenía ninguna excusa para decir porque lo había inventado, yhonestamente creo que habría sido expulsado de no ser por lasinfluencias de su tía. Todavía no puedo creer que la Señorita

Laurent lo haya dejado quedarse en el periódico, pero supuse queeso podría acreditársele a Saylor también.

 — Sé que todos creen que escribí eso por ser idiota o lo que sea. Perolo que pasa, Pres, es que cuando lo escribí... era como si estuvieraseguro de que hubiera pasado. Lo sabía. No podría decirte cómo o

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quién me dijo, pero estaba seguro de que había sucedido. Nunca lohabría escrito si no hubiese pasado.

Entendí lo que dijo.

 — Bien. Entonces tú... No sé, lo soñaste. He tenido sueños queparecían completamente reales, y...

Pero David ya estaba negando con la cabeza.

 — No. Siempre he tenido sueños raros. Sueños seriamente intensos,locos. Incluso hablé con mi tía Saylor para que me llevara al doctor,pero dijo que los de nuestra familia tenemos sueños vívidos.

 — Huh  — dije, clasificando esa información para después. David nopareció notarlo.

 — Pero esto no fue como esos sueños. Esto era algo que yo... sabía.

 —  Así que pensaste que algo era verdad, y terminó siendo mentira.Eso no es exactamente un súper poder, David. Y ciertamente novale la pena cazarte por eso.

David acercó sus piernas, presionando las suelas contra el borde dela cubeta mientras ponía los codos en las rodillas.

 — Eso fue lo que pensé. Que quizás todas esas noches en velafinalmente me habían hecho daño.

Me encontré asintiendo con simpatía.

 — Pero luego, el día después de la audiencia académica, MattHampton me arrinconó en el baño. Me arrojó contra la pared y mepreguntó quién me había contado lo de las preguntas. Él las habíarobado, Pres  — dijo David, con expresión grave — . Iba a usarlas.Pero... aún no lo había hecho.

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Bien, eso fue un poco más interesante.

 —  Así que tú... ¿Puedes ver el futuro?

David puso los ojos en blanco.

 — Muy bien, suena bastante estúpido cuando lo dices así.

 — David, estamos apretujados en un armario de suministroshablando de maestros de historia asesinos y caballeros con súperpoderes. Decir el futuro honestamente no lo hace más extraño. Dehecho, de alguna manera lo hace más claro. Al menos ahorasabemos porque alguien podrías querer matarte.

David bufó.  — Claro, mi habilidad para no predecir el resultado delos clubs de debate es increíblemente impresionante.La campana sonó. Nos sobresaltó a ambos y nos pusimos de pie.Estando de rodillas, había estado unos centímetros por debajo deDavid, pero cuando nos paramos, estábamos repentinamente cerca,y me encontré a mí misma tambaleándome lejos de él.

Nuevamente, mi pecho se tensó, y estaba esa extraña sensación derevoloteo como de mariposas. Pero no podían ser mariposas. Yo no  sentía mariposas por David Stark.Pero él se alejó también, con una mirada extraña en el rostro.Entonces se aclaró la garganta.

 — Muy bien — dijo — . Yo comprobaré la casa del señor Hall. Para versi hay algo. ¿Qué planeas hacer? Además de evitar que la gente memate.  — Sus ojos se abrieron más.  — Oh, Dios ¿cómo harás eso? Elseñor Hall vivía con nosotros y trabajaba en la escuela. No podemos

estar... tan... cerca  todo el tiempo.

 Asentí estando de acuerdo.

 —  Y la logística es lo de menos  — murmuré, pensando en Ryan yBee, ambos tenían razones para querer que David y yo pasáramos

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menos tiempo juntos. Entonces algo más se me ocurrió. El señorHall había muerto defendiendo a David. Se desangró en el piso delbaño por una gigantesca herida hecha por una cimitarra . ¿Teníaque defender a David hasta la muerte? ¿Mi  muerte?

 Algo debió de haberse mostrado en mi cara porque David bizqueóhacia mí.

 — ¿Qué?

Negué con la cabeza. Podíamos hablar de qué tan lejos iban a ir misservicios protectores después.

 —Cuando estás en peligro, puedo sentirlo. Está esa… sensación denerviosismo y dolor y cosas. No puedo pasarlo por alto exactamente.

 Además, esta ciudad no es tan grande, y solo vivimos a unas callesde distancia. Y estoy aquí en la escuela todos los días. Y por lodemás... nosotros... No sé. Una vez que descubramos que estápasando, quizás podamos encontrar alguna manera de detenerlo.

 — Buen plan — dijo, a pesar de tragar saliva nerviosamente — . Mira,dijiste que no habías encontrado muchas respuestas en internet.Pero si eso de los Paladines es cosa antigua, quizás deberíamosusar... no sé, fuentes de información más antiguas.

 — ¿Con lo cuál te refieres a libros? — pregunté, arqueando una ceja.

 — Exactamente.

 Ahora que algo de color estaba regresando a su cara, se parecía másal David que conocía.

 — Cuando eso del club de debate pasó, consulté un libro de labiblioteca de...  — su voz se desvaneció y aclaró un poco sugarganta — . Ya sabes, gente que ve el futuro y esas cosas. Mira.

 Agarró su mochila y sacó un delgado libro negro, entregándomelo.

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"¡Ellos vieron el futuro!"   estaba escrito en la portada en unabrillante hoja morada.La estudié por un segundo, presionando mis labios entre sí.

 — Es como si quisieras  que me burlara de ti.

Con el ceño fruncido, David trató de recuperar el libro, pero lomantuve fuera de su alcance.

 — No. Tienes razón. Puede haber algo aquí. Es mejor que nada.

David no se veía más feliz, pero asintió.

 — Correcto. He marcado algunas de las páginas que pensé que eranmás interesantes. Además podemos ir a la biblioteca esta tarde y...

 — No  — dije automáticamente. Ya había sido vista pasando unatarde con David Stark. Si nos veían dos veces seguidas incluso enun lugar nada sexy como la biblioteca...David frunció el ceño, y me apuré en decir:  — Sólo digo que hoy  no.Tengo...asuntos familiares.

No estaba segura de que David aceptara esa respuesta, pero alfinal, asintió.

 — Está bien. Quizás este fin de semana entonces.

Hoy era jueves. Seguramente para el sábado las cosas estarían bienentre Ryan y yo.

 — El sábado está bien  — dije agachándome para recoger la

mochila — . Y fue una buena idea. Lo del libro.

 — Tal vez, la próxima vez que me quieras hacer un cumplido,puedes tratar de no sonar como si estuvieras a punto de lanzar algo

 — Sonrió, un pequeño hoyuelo se formó en una de sus mejillas.

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Puse los ojos en blanco.

 — Bien — dijo, dirigiéndose a abrir la puerta — . Te recogeré como alas 9 el sábado.

Sacudí la cabeza.  —  Yo te recogeré. Un viaje en esa trampa mortalque llamas coche fue suficiente, gracias.

 — Sabes, en realidad no fue una trampa mortal hasta que alguiendecidió conducirlo a una calle residencial a un billón de millas porhora.

 — Para salvar tu vida.

Por fortuna, David tuvo el sentido suficiente de dejarme salirprimero. También afortunadamente sólo me vio una chica mientrascerraba la puerta. Le di mi sonrisa más brillante.

 —  ¡Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y brillante ahí!

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Capítulo 12

Conduje cerca de la casa de Ryan de camino a casa esa tarde. Sucoche estaba ahí, pero no tuve las agallas para ir hasta la casa. Enlugar de eso, fui a la biblioteca. Quizás podría encontrar cosas yosola, y entonces no necesitaría más tiempo a solas con David.

Excepto que se supone que le protegería, me recordé a mí mismamientras buscaba en los libreros.Eso probablemente requeriría mucho tiempo a solas .

 A menos que haya alguna manera de salir de todo esto. Con ese

pensamiento, tomé dos biografías diferentes de Carlomagno. Entreesos libros y "¡Ellos vieron el futuro! " quizás averiguara algo.

Mamá y papá estaban en el trabajo cuando llegué a casa de labiblioteca, y aparte de Bee mandándome mensajes un par de veces,mi teléfono estaba deprimentemente callado, y yo estaba, bueno...deprimida. Parecía casi imposible creer que ayer, estabaconduciendo hacia la escuela, feliz y contenta por mis súper poderesrecientemente descubiertos. Y ahora, después de unos días, ya

había matado a un hombre (posiblemente dos si lo de la piscinahubiera funcionado), golpeé al estilo karateca a mi novio, e hice queSaylor Stark, la mujer a la que vivo para impresionar, pensara quesoy una mujerzuela que conduce demasiado rápido. Y ahora Davidlo sabía. David, quien prácticamente hizo un hábito el arruinar mivida, sabía el más grande secreto que haya tenido.

Para mantener mi mente alejada de eso, hojee los libros.Desafortunadamente, fueron tan de poca ayuda como el internet. Ellibro del Carlomagno mencionaba Paladines, los mencionaba comouna clase de ejército de guardaespaldas de élite para el rey. Inclusohabía una foto de ellos, se veían demasiado delgados como para serunos asesinos de mala muerte. Mientras estudiaba la imagen,estaba agradecida de que al menos sus feos trajes color borgoña nofueran el uniforme oficial. El color borgoña no me queda, y elterciopelo me da comezón.

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 Además de eso, no había mucho más. El libro hacía referencia a losPaladines cuidando del rey, pero no decía nada sobre causas nobleso súper poderes, así que me pareció algo inútil.Después de todo, estaba bastante segura de que David Stark no eraningún rey.

Pero ese asunto con el club de debate, no importaba lo estúpido quefuera, tenía que ser importante. No era como que el debate fuera aser un evento que cambiaría al mundo, pero aun así. Si Davidpudiera ver el futuro, no importa que tan pequeño o insignificantefueran esas visiones… si, eso podría ser algo por lo que las personasasesinaran.

Hice ese libro a un lado, y tomé “¡Ellos vieron el futuro !”. Era uno deesos libros que solían vender en televisión la revista Time. Estabasegura que mi tía Jewel tenía unos cuantos, pero nunca había vistoéste. Lo abrí, explorando los capítulos, murmurando los títulos.“Visiones del Apocalipsis”, “Visto muy tarde”, “Sueños deldestino”… 

David había puesto una seña en un capítulo que venía en el índicede contenidos. Había marcado otra también. “Oráculos”. Me fui a lapágina marcada, resoplando con risa cuando vi la foto que ocupabacasi toda la página. Era una chica escasamente vestida, usando loque parecía ser un pañuelo grande y transparente, con la cabezaechada hacia atrás y los ojos cerrados.

 — Bueno, no marcaste esta página por la información  — murmuré,pero cuando pasé las páginas, vi que David en realidad habíamarcado más páginas que no tenía a ninguna chica semi-desnuda.

“Históricamente, los Oráculos recibían su poder en sus añosadolescentes ” — Leí junto a un marcador — . “A menudo las visionesno alcanzaban toda su potencia hasta que el oráculo tenía entre 18 y20 años de edad”. 

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Cambié de página, y encontré más marcas. “Los Oráculos originalesde Delphi estaban controlados por cinco hombres conocidos como“Éforos”, hombre elegidos que sirvieron como un tipo de

 parlamento. Los Oráculos eran estrictamente mujeres”. — Bueno ahí tienes  — dije despacio. A menos que David tuviera unsecreto más grande que el del club de debate, parece que podemosdescartar toda posibilidad de que fuera un Oráculo.

Pero entonces otra marca llamó mi atención. “Los Oráculos teníamuchas comodidades, y se rumoraba que la mayoría de los grandeslíderes del mundo – Ghengis Khan, Elizabeth I, Carlomagno –  teníanOráculos a su disposición”. 

El vello en mi nuca se erizó. David no era una chica, eso era seguro,pero sabía que los Paladinos estaban conectados a Carlomagno. Y silos Oráculos también lo estaban… 

Me estiré para agarrar el libro de Carlomagno, regresando a lapágina de los Paladines, mis ojos escrutaron por cualquier cosarelacionada a los Oráculos. No había nada, pero una vez más, meencontré a mí misma mirando las ilustraciones de los Paladines consus pequeños y lujosos uniformes. Sus lujosos uniformes borgoñabordados con hilo dorado con la forma de —  

Tomé el libro de los psíquicos nuevamente. Ahí, en la figura de laOráculo semi-desnuda, estaba un pequeño símbolo, como un ochodelgadito, girado de lado. Era la misma forma bordada en losuniformes de los paladines.

 — Oh, mierda — murmuré sin aliento.

 — ¿Harper?

 Asombrada, miré por encima del libro. Ryan estaba ahí. Parado enla puerta. Y me estaba sonriendo.

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Bien, la sonrisa era algo tentadora, y parecía un poco…cauteloso,parado ahí en la puerta, pero aun así. Estaba aquí. 

Inmediatamente me senté, empujando los libros a un lado ydeseando haber estado llevando algo que me hiciera estar mejor quemis pants y una de sus camisas viejas de baloncesto. Pero suexpresión se suavizó cuando vio el lema de “Grove AcademyRaiders” garabateado en mi pecho. 

 — Me preguntaba donde había quedado esa camisa  — dijo, con loslabios formando una sonrisa.

Tenía sombras bajo los ojos, y su cabello ondulado estaba un pocomás esponjado de lo normal. Es lo más cerca que había visto a Ryande parecer “rudo” desde que enfermó de un resfriado en el segundoaño.

 — Oh, por Dios Ryan, siento mucho lo que pasó ayer  — balbucee — .Tenía miedo que fueras a golpear a David, y no lo sé, que tesuspendieran o algo, y yo… perdí la razón. ¿Te lastimé? 

Suspirando, Ryan entró y se sentó en la esquina de mi cama.

 — Desearía poder decir que no, porque como que daña mimasculinidad el admitir que mi pequeña novia me haya pateado eltrasero.

 — No te pateé, más bien te lancé   — dije, queriendo que se riera.Necesitando  que lo hiciera.

 Y lo hizo. Más o menos. Fue más como un jadeo que risa, pero meconformaba con eso.

 — ¿Dónde aprendiste a hacer eso? — preguntó, y sus ojos escrutaronmi rostro, y retorcí los dedos en la colcha.

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 — En la clase de defensa propia. Supongo que me lo tomé másenserio de lo que creía. —  Alcé la cabeza, y moví los dedos hacia él — .¿Es por eso que no estabas hoy en la escuela? ¿Porque te lastimé?

Ryan sacudió la cabeza negativamente.

 —Estaba un poco dolorido, sí, pero… necesitaba algo de tiempopara pensar  — Titubeando, tomó mis manos entre las suyas. Susmanos eran cálidas y grandes, haciendo las mías parecer muypequeñas — . Harper, lo creas o no, lo del Kung-fu no es todo sobre loque quería hablar. Me refiero a que, es una parte, pero… — hizo unapausa, mirando nuestras manos unidas —. Es sólo que… las cosashan estado raras entre nosotros.

 — No es verdad  — dije inmediatamente, y cuando arqueó una ceja,suspiré y bajé los hombros — . Está bien, si, los últimos días han sidoalgo intensos, con lo del baile de bienvenida, y el Cotillónacercándose, y el, uh, golpearte un poco.

Ryan negó con la cabeza, una pequeña arruga apareciendo entre suscejas.

 — No, ha sido durante más tiempo que los últimos días.

Bien, ahora estaba confundida. Claro, mis súper poderes habíanestado aventando cosas desde el viernes, pero antes de eso, todoentre Ryan y yo había estado bien. Mejor que bien.Estábamos felices.

 — No te estoy culpando — dijo Ryan — . Tuviste un año muy duro con – con lo de tu hermana y todo, y sé que lo de la universidad te está

volviendo loca.

 — No es verdad — dije, y los bordes de la boca de Ryan cayeron.

 —  Y hay otra cosa. Últimamente, es como si no pudiera decir nadasin que tú me contradigas.

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 —  Yo no — oh, lo siento.

Ryan se pasó una mano por el cabello, alborotándolo.

 — Te amo — dijo por fin —. Lo sabes. Pero es…como si estuviéramoshablando dos idiomas diferentes la mayor parte del tiempo Harper.

 — Me apretó la mano — . Si hay algo que está pasando contigo,puedes decírmelo ¿está bien?

Por un momento, realmente pensé en decirle. No estaba segura decómo iba a hacerlo, exactamente, pero tenía que haber algo quepudiera decir. Alguna manera de hacerle saber que no era por su  culpa, para nada, que era yo. Y entonces una expresión raraapareció en su cara.

 — ¿Es por David Stark?

Quizás fuera porque la pregunta fue tan inesperada, o tal vezporque se trataba de David Stark  – de alguna manera –   perocualquiera que haya sido la razón, mi reacción fue… no fue buena. 

Hice un sonido de balbuceo que era como de una risa, pero más quenada casi me hizo salpicar a Ryan con saliva.

 — ¿Q-Qué? ¿Qué tiene que ver David Stark?

 —Parecían bastante… intensos ayer — contestó Ryan, soltando mimano.

 — Sí, estábamos discutiendo intensamente   sobre ese estúpidoartículo  — dije, aunque tuve una repentina visión de David y mía,

riéndonos en su auto. Abrazándonos. Dios, nos habíamos abrazado .

 Ahora Ryan estaba frunciendo el ceño.

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 Aún frotándome una mano, Ryan bajó la mirada.

 — ¿Así que, qué estabas leyendo con tanta atención que hizo quedijeras una palabrota?

 Antes de poder impedirlo, tomó el libro “¡Ellos vieron el Futuro!”. Alzó sus dos cejas mientras miraba a la Oráculo.

 —  Vaya.

Le quité el libro, medio escondiéndolo bajo mi cama.

 — Estaba haciendo algo de investigación. Es un ensayo sobre losGriegos Antiguos, para una solicitud de la universidad.

Había estado tan feliz de ver a Ryan por unos minutos, que todosmis pensamientos sobre Paladinos y Oráculos y lo que sea queestuviera pasando entre David Stark y yo se había esfumado. Peroal ver la imagen recordé que aunque las cosas estuvieras mejor enTierra Novio, el resto de mi vida se estaba complicando más.

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Capítulo 13

Gracias a unas cuantas caricias, Ryan parecía dispuesto a dejar eltema en el pasado. Cuando creía que lo había olvidado por completo,escuchamos como se abría la puerta del garaje.

 — Tu madre — dijo, retrocediendo.

 — Sí, es mejor que vayamos abajo.  — Mamá amaba a Ryan y creoque ya pensaba en él como su yerno, pero eso no significaba queestuviera bien que nosotros dos estuviéramos solos en mi

habitación.Llegamos a la sala antes de que entrara, ambos con notables posesindiferentes, yo en el sofá y él en silla de mi padre.

 —Har, oh… tienes compañía — dijo mamá mientras entraba a lasala de estar. Miró hacia atrás y hacia adelante entre nosotros ydecidió que no habíamos violado ninguna regla — . ¡Excelente! — dijoella — . Cuatro manos para ayudarme con los víveres.

Una vez que ayudamos a mamá a descargar el coche, Ryan decidióregresar a casa. Después de un último beso, se marchó y yo volví ala cocina. Mientras lo hacía, vi el espacio donde el auto de Davidhabía estado ayer. Había llegado esta mañana, al parecer  — lapuerta se desbloqueaba con bastante facilidad, y mis padres nuncala cerraban —   pero no lo había visto. Aun así, me recordó quemientras las cosas con mi novio estaban bien por el momento, lascosas con los Starks definitivamente no lo estaban.

Tuve una idea. Mientras que mamá guardaba la comida, rebusquéen la despensa, agarrando una lata de piña picada, algunas especiasy harina. Los puse en el mostrador, saqué un tazón, algunas tazaspara medir y comencé a trabajar.

 — ¿Qué haces? — preguntó mamá, acomodando las bolsas de víveresen el mostrador — . Un pastel  — contesté. Medí una cucharada de

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vainilla mientras mamá se acercaba al recipiente, tomando losingredientes reunidos.

 — ¿Pastel Hummingbird? Elegante. ¿Quién es el afortunado?

 — La Señorita Saylor — . Llegué a uno de los cajones, y saqué lacuchara más grande que pude encontrar.

Mamá me dio una mirada cuidadosa. Ella sabía lo que significaba elpastel de Hummingbird.

 —  Y ¿qué fue lo que hiciste que requiere un pastel de 'lo siento metíla pata'?

 Ya había tenido bastante suerte de que la escuela no la hubierallamado a contarle que había faltado a clases, así que decidímantener las cosas lo más simples posibles.

 — David y yo tuvimos algo el otro día.

Mamá dejo escapar un suspiro. — Harper...

 — Nosotros no estábamos peleando  — añadí rápidamente, soltandouna carcajada.

 — Es la primera vez, entonces. — Tuvimos un desacuerdo, eso es todo. La Señorita Saylor nos vio, ypensé que un pastel podría suavizar un poco las cosas.

Lo que seguro haría, con suerte. Y esto me daría una buena excusapara decirle a David sobre la conexión que había hecho entre lospaladines y los oráculos.

Con una sonrisa triste, mamá se acercó a la nevera y sacó los

huevos y el azúcar para mí. — Bueno, en ese caso, déjame ayudarte. Eres una buena panadera,pero no eres la mejor de todos en esta familia.

Mamá rompió los huevos en un tazón aparte mientras que yolevantaba dos plátanos de la cesta de frutas en el mostrador.

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Caímos en un cómodo silencio mientras ella batía y yo aplastaba.Luego, cuando me incliné para juntar los plátanos con los huevos ymezcla del azúcar, mamá me soltó una pequeña risa.

 — ¿Recuerdas lo mala que era Leigh-Anne para hornear?

La vi por el rabillo del ojo cuando empecé a revolver. No era que noquisiera hablar de mi hermana, pero nunca sabía en que terminaríala conversación. A veces, mamá podía ver fotos de ella y contarhistorias, y eso estaba bien. Sonreíamos o reíamos y luegopasábamos a otro tema. Otras veces, su voz se ponía tensa y su labiotemblaba, y luego venían las lágrimas. Y aunque sabía que erahorrible verla así, lo único en lo que podía pensar era en huir.

Ignorarla.

Pero ahora no había lágrimas en la voz de mamá.

 —  Sí — dije con cuidado — , los brownies de bicarbonato de sodio.

La sonrisa de mamá se convirtió en una verdadera risa.

 — ¡Sí! Oh, Dios, sabía que debería haberlos probado los antes deempezar a envolverlos para la venta de pasteles.

Sonreí, también. — Sí, pero aunque eran terribles, Leigh-Anne vendió todos,¿recuerdas? Dijo que eran 'brownies especiales de vitaminas' y quepor eso sabían tan mal.

 —  Y entonces le dijiste que no debería mentir en una venta depasteles de la iglesia  — agregó mamá, sosteniendo el recipientecuando vertí los ingredientes húmedos con los secos.

Correcto  — asentí — , pero también dijo que cuantos más browniesvendiera, más se beneficiaría la iglesia, así que Dios lo entendería.

 Ambas nos reímos otra vez, y luego se hizo el silencio, esta vez unpoco más pesado que antes.

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 — Eso es lo que me gustaría que la gente recuerde de Leigh-Anne — dijo finalmente mamá. Su voz no era fuerte y sus labios semantuvieron estables, pero la tristeza se aferraba en cada

palabra — . Me gustaría que las personas la recordaran a ella, no...no la forma en la que murió.

 Yo quería eso, también. Más que nada. Pero la muerte de Leigh- Anne sólo había sido una bomba nuclear en medio de mi familia.Había sido un escándalo. Una fuente de chismes. ¿La hermosa ypopular Reina del Baile emborrachándose en la noche degraduación, destrozando su auto, matándose y casi matando a sunovio? No es algo que la gente olvide fácilmente.

Ellos no lo olvidan, no importa lo mucho que mamá lo desee, ocuánto he intentado compensar una decisión estúpida de mihermana. No es que yo pensara que ser SGA u organizar la venta depasteles de caridad podría acabar con el recuerdo de esa noche. Perotal vez podría... No sé, restablecer el equilibrio.

Despejé mi garganta, me di la vuelta y tomé un par de moldes parapastel de los gabinetes. Me centré en verter la masa, esperando quemamá saliera de la cocina y subiera a su dormitorio. Lo hacía casi

siempre cuando empezamos a hablar acerca de Leigh-Anne. Peropara mi sorpresa, comenzó a desenvolver los paquetes de quesocrema para hacer el glaseado.

 — Espero que Saylor aprecie esto por todos los problemas que estáspasando.

 — No es tanto problema  — insistí, deslizando los moldes en elhorno — . He estado queriendo hacer pastel Hummingbird para las

tías desde hace un tiempo. Ante la mención de las tías, mamá giró sus ojos cariñosamente.

 — Bueno, que no sepan que le vas a dar su pastel a Saylor.

Las tías eran en realidad mis tías abuelas, pero desde que miabuela — su hermana — había muerto cuando yo era un bebé, me

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habían adoptado como una nieta política. Llegaban juntas a la casade mi tía Jewel todos los viernes por la tarde para jugar a las cartasy generalmente intentaba detenerlas, pero entre la escuela y el

Cotillón, había estado muy ocupada. Probablemente había sido casiun mes desde que… 

De repente, registré lo que mamá había dicho.

 — ¿Qué quieres decir? ¿A las tías no les gusta Saylor? — Ellas nuncame habían mencionado nada acerca de ella, y créeme, si las tías noestaban locas por alguien, no lo mantenían en secreto.

Mamá se encogió de hombros mientras comenzaba a batir el queso

crema y azúcar juntos. — El monopolio de Saylor sobre todos los acontecimientosimportantes de la ciudad nunca les ha sentado bien. Sobre todoporque sigue siendo relativamente una recién llegada y una Yanqui.

 Ahora yo puse los ojos en blanco.

 — Ha estado aquí durante casi 18 años y es de Virginia .

 — Sabes que las tías no consideran a Virginia parte del Sur.  — 

Triunfante, empujó el recipiente de glaseado hacia mí — . ¿Lo puedeshacer desde aquí?

 — Seguro, gracias  — le contesté, pero mi mente aún estaba en lastías. No sabía por qué no lo había pensado antes. Si había algo raroen la familia Stark, ellas lo sabrían. Ellas sabían todo. En serio,¿por qué había perdido mi tiempo buscando en internet cuando lastenía? Hice una nota mental para pasar con la tía Jewel el viernes,así como para comprar más ingredientes para el pastel.

Mamá y yo charlamos mientras los pasteles se horneaban, y unavez que estuvieron listos, los puse en el refrigerador para enfriarlosy fui a mi habitación para ponerme un poco más presentable.Cuando lo había conseguido, me dirigí a la cocina para encontrar amamá glaseando el pastel por mí.

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 — En serio vas a llevar esto a Saylor ¿esta noche?  — preguntóMamá, asintiendo con la cabeza al reloj del microondas — , son casisiete.

 — ¿Cuál sería el momento ideal?  — insistí — . ¿Después de la cena,pero antes de que la gente comience a prepararse para ir la cama?

Mamá levantó la mirada, con una expresión extraña revoloteandopor su rostro.

 — Harper, sabes... no tienes que probar nada. No a mí, ni a SaylorStark ni a este pueblo. Podrías soló… 

 — ¿Relajarme? — sugerí, pensando en Ryan.

Mamá no se rió.

 — Me preocupo por ti. Siempre has tomado las cosas tan en serio, y — ella se interrumpió con una risita — , estoy orgullosa de todo lo quehas logrado, pero es no como si el destino del mundo dependiera delas decoraciones del baile, o cuando llevar un pastel. O el Cotillón.

Intenté ignorar eso. Otra vez, ¿Qué había de malo en un poco dededicación? Pero las palabras de mamá parecían alojarse en algún

lugar dentro de mi pecho. Ella estaba en lo cierto, que el mundoentero no giraba en torno a lo que hacía en Grove, pero ella tampocosabía acerca de David. Acerca de lo que yo era ahora. ¿Qué pasaríasi el destino del mundo dependiera de llevar este pastel a SaylorStark?

Con ese pensamiento en mente, decidí escoger uno de los mejoresplatos de mi madre para el pastel. Por si acaso.

 — Prometo que una vez terminado el Cotillón, voy a empezar a dejarde hacer algunas cosas. Necesitaré centrarme en las cosas de laescuela para entonces, de todos modos.

Mamá no pareció especialmente confortada por eso, pero me ayudóa mover el pastel sobre el soporte.

 — Espero que Saylor aprecie todo esto.

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Suspirando, levanté el pastel

 —  Yo también, ambas.

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Capítulo 14

La casa de David quedaba a unas pocas calles de la mía, por lo queno me tomó mucho llegar hasta allá. Las personas que no son delSur piensan que todos vivimos en esas haciendas gigantes conhectáreas llenas de plantaciones como en Lo que el viento se llevó ,pero la verdad es, que esos son pocos y distantes entre sí. Muchasde ellas habían sido quemadas en la marcha de Sherman condirección al mar durante la Guerra Civil. Y si realmente veías  unade esas grandes casas de pastel de novias, lo más probable es quehabía sido construida en los últimos cincuenta años.

Pero la casa de Saylor Stark era algo realmente impresionante.Construida en 1843, era la casa más antigua en Pine Grove. Segúnlas Tías, solía tener un nombre. Ivy Hall o Moss Manor. Algo tontocomo eso. El nombre había sido inspirado en las rejas dobles demetal que la caracterizaban. Pero Saylor había hecho algunasmodificaciones en ellas cuando se mudó ahí, algo que, nuevamentesegún las Tías, había sido una terrible idea.

 — Las casas son como los botes  — añadieron — . Deberían demantener sus nombres originales, siempre.

 Yo no sabía mucho de eso, pero estaba segura que esa casa era unade las más bellas que había visto. No era tan impresionante como laCasa Magnolia, pero era hermosa a su manera. Tenía un frenteimpresionante cubierto de helechos y mecedoras blancas, y ampliasventanas que permitían que la luz entrara a la casa. Ivy se deslizóhasta una de las paredes de ladrillo, y el camino en curva estabahecho, como en la Casa Magnolia, de conchas trituradas en lugar degrava. Me estacioné detrás del Cadillac de la Señorita Saylor, y,tomando cautelosamente el pastel, me dirigí sobre los escalones de

ladrillo que conducían a la puerta de enfrente. Estaba a punto detocar el timbre, cuando escuché a la Señorita Stark decir,  — Heterminado con ese tema.

 — No puedo, — replicó David. Ya antes había escuchado ese tono devoz. No necesitaba verlo para saber que estaba apretando losdientes y frunciendo el ceño.

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David dio un paso al frente, casi chocando conmigo. Sus ojos seabrieron mucho mientras se detenía.

 —  Vaya, perd… ¿Pres?  Y ahora Saylor miraba sobre su hombro, y ahí estaba yo,sosteniendo un estúpido pastel, que ahora ya no parecía unaofrenda de paz sino una pésima idea.

 — Traía esto para pedirles disculpas por lo de ayer ayer. A ambos, — agregué mientras Saylor caminaba hacia nosotros — . Ya saben,por la… forma salvaje en la que conduje y la imprudencia, y – elagarrar… 

Con mi mano libre hice el gesto de jalar algo. Estaba hablando dehaber agarrado la camisa de David, pero en realidad parecía queestaba ordeñando una vaca.

O peor.

Mi rostro enrojecido, le entregué a David el pastel, quien dio unpaso hacia atrás.

 — De cualquier manera, es pastel de picaflor y sé que es su favorito,

Señorita Saylor, así que… ¡disfrútenlo!Ugh. No estaba en mí actuar de esa manera tan… extraña. Y luego,para empeorar las cosas, tropecé un poco en mi apuro por salir deahí lo más rápido que podía.

Pero apenas estaba llegando al estacionamiento antes de escuchar aSaylor decir, — ¡Harper!

Giré.

 —  ¿Si, señora?

Saylor movió la mano en mi dirección, con los diamantes brillandocomo faroles.

 — ¿Ya cenaste?

Las palmas de mis manos estaban sudorosas e hice mi mejorintento para secarlas discretamente en mi falda.

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 — No, señora.

 — Bueno, nosotros tampoco. Hice pollo a la cacerola. ¿Por qué no tequedas a cenar con nosotros? Luego podremos probar este adorable

pastel.En todos los años que conocía a los Stark  – básicamente toda mivida –  nunca había conseguido estar dentro de la casa. La tentaciónde ver lo que había adentro… bueno, no me podía resistir. 

 — Eso sería agradable, gracias  — dije, subiendo las escaleras.Conforme lo hacía, noté un conjunto de campanas de viento quecolgaban del techo del porche. Eran de plata y brillaban, y habíaalgo extraño en su forma. ¿Notas musicales?

 Antes de que pudiera ver más de cerca, Saylor tenía un brazo sobremi hombro, guiándome dentro de la casa. Olía muy similar a la casade mi Tía Jewel  – esa combinación reconfortante de velasaromáticas, café y algo delicioso cocinándose en el horno. Pero eseera el final de las similitudes. Mientras que la casa de Tía Jewel eraordenada y llena de luz, la casa de los Stark estaba tan abarrotadaque me encontré franqueando alrededor de los sillones y respaldos.Cada habitación estaba repleta de muebles, vasijas, cuadros,extrañas figuras de animales de granja muy pequeñas. Parecía que

había adquirido esas cosas en todas las ventas de garaje que sehabían organizado de aquí hasta Mobile.

Por suerte, el comedor de Saylor era una de las habitaciones menossobrecargadas, e inhalé profundamente mientras Saylor meindicaba una de las sillas alrededor de la larga mesa de madera.

 — Toma asiento, cariño  — me dijo. Giró hacia David y añadió — ,dame una mano.

Conforme ellos desaparecían en la cocina, me senté en el comedor

de Saylor Stark. Al igual que el resto de la casa, lucía algo…cargado. Incluso el empapelado de las paredes lucía atiborrado,lleno de patrones que no podía descifrar. Había un gran gabineteque contenía chucherías en la esquina, lleno de todo tipo de objetosde adorno, y más fotos en la pared. Me puse a examinar los rostros,preguntándome si alguno de esos rostros pertenecería a los padres

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de David. Casi todas las fotos eran de personas jóvenes y sonrientes,pero nadie realmente se parecía a él.

Frunciendo el ceño, me hice hacia delante, tratando de ver con más

claridad. Pero antes de que pudiera lograrlo, David entró a lahabitación, con platos y cubiertos de plata en sus manos.

 — Necesito hablar contigo  — susurré rápidamente, clavando unamirada a la puerta de la cocina — . Después de la cena. Creo queencontré algo a cerca de… 

 — ¡Aquí está!  — dijo Saylor, llevando con ella un recipienteburbujeante. Luego, tomó asiento en la cabecera, con David a suizquierda, yo a su derecha. El olor de la cazuela hacía que la boca seme hiciera agua, y pronto me percaté que había estado tanpreocupada por el tema de Ryan que ni siquiera había tenido tiempopara almorzar.

 — Mis tías preparan muy bien este plato  — agregué — . Mi madre lointenta, pero nunca le sale realmente bien.

Saylor me regaló una pequeña sonrisa.

 — El secreto es pimiento blanco. Puedo apostar que tu tía lo sabe. Loque me recuerda, debo de llamar a tu Tía Jewel. ¡No se puedecelebrar el Cotillón sin su famoso ponche!

Intenté esconder mi estremecimiento. Adoraba a Tía Jewel, pero suponche – una combinación de jugo de uvas cocinado, con ginger ale,Hawaiian Punch, y una tonelada de azúcar –  hizo que me dolieranlos dientes.

 —  A ella le encantará. En realidad, hablando del Cotillón... 

Pero antes de poder decir algo, Saylor colocó uno de sus dedos demanicura frente a sus labios.

 — Podemos hablar de eso después. Demos las gracias primero.Buscó mi mano, y le ofreció la otra a David. Él la tomó y me entrególa suya. Descansé mi palma en la suya.

Cuando tenía once años, mi familia estaba visitando el rancho de mitío y Leigh-Anne me retó a tocar una zanja eléctrica. Había sido

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estúpido, pero hice lo que mi hermana dijo que hiciera. La descargame lanzó y el brazo me quedó adormecido por casi una hora.

Lo que sucedió en el comedor de Saylor Stark fue bastante parecido

a eso. El poder recorrió cada parte de mi cuerpo, y cada nervio en micuerpo gritó. Sentí el anillo de Saylor como fuego que traspasaba mipiel, y por un segundo, pensé que podía oler que algo se quemaba.

Muchas imágenes pasaron frente a mis ojos, justo como ese día conDavid y Ryan detrás de la iglesia. Pero esta vez, no tenían sentido.Muchachas en vestidos blancos, una piscina de líquido rojo en unsuelo de madera. Pedazos de vidrio – no, hielo  –  volando por el aire. Ysobre el zumbido de cualquier poder que me estaba vinculando conlos Starks, el sonido de gritos. Muchos gritos.

Casi tan repentino como habían comenzado, las imágenes pararon,y de repente, mis manos estaban a mi costado y estaba mirando lamesa del comedor de Taylor, mi aliento entrando y saliendo de mispulmones.

 —Qué… — dije, pero Saylor estaba levantándose tan rápidamenteque su silla dejó una marca en el empapelado de la pared, dejandouna mancha negra.

 — ¡David! — lloró, y cuando me giré a verlo, estaba en el piso con la

cabeza en sus manos. Pensé que las luces se reflejaban en susanteojos, pero me di cuenta de que no era así. Sus ojos eran de unblanco sólido.

Conforme Saylor se agachaba, tomando su cabeza, David empezó ahablar.

 — La noche de los Cisnes  — murmuró — . Poder restablecido, unanueva era se alzará, pero uno debe caer. Uno debe darlo todo. LaNoche de los Cisnes...

 — Shhhh — murmuró Saylor, apartando su cabello de su rostro.Mi propia cara se sentía caliente y cuando bajé mi mirada, pude vercomo todos los pelos de mi brazo se habían erizado.

Los ojos de David se abrieron, y con una mirada, empezó a hundirseen la alfombra. Conforme lo hacía, Saylor gentilmente puso susmanos atrás en sus tacones. 

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Capítulo 15

Ella realmente lo dijo. Saylor Stark dijo la palabra con J.Desde su lugar en la alfombra, David empezó a moverse.

 — ¿Qué fue lo que sucedió?  — balbuceó, acomodándose en su sitio.Tan pronto como lo logró, se encogió cubriendo la cabeza entre susmanos — . ¿Acabo de tener un ataque? ¿Es por eso que pienso quedijiste lo que pienso que acabas de decir? — preguntó a Saylor.

 — Tú sabes — dije ignorando a David — . Tú sabes lo que soy.

Ella no respondió. En vez de eso, caminó hacia la cocina. Escuché eltintineo de una cubeta de hielo, y gabinetes que se abrían ycerraban.

David permanecía sentado en la alfombra, con las rodillas llevadashacia su pecho.

 — ¿Te encuentras bien?  — pregunté, levantándome de mi silla yponiéndome de rodillas. La gruesa alfombra me rasgó la piel

mientras me movía hacia delante. — No — contestó — . Siento que la cabeza me va a explotar.

Me acerqué un poco a él. Se veía tan pálido y miserable que estuvetentada en acariciar su cabello hacia atrás de la forma que Saylor lohabía hecho. En lugar de eso, coloqué mis manos sobre mi falda.

 —Sé que eso fue intenso, pero mira… tu tía sabe lo que estásucediendo. ¿No te parece increíble? Parece que tendremos algunasrespuestas.

David levantó la cabeza. Sus pupilas estaban tan dilatadas que susojos se veían solo negros.

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 — En realidad Pres  — dijo en tono áspero — , que mi tía estéinvolucrada en esto lo hace aún más extraño.

Saylor regresó, llevando un pequeño vaso con oscuro líquido ámbaren él. Se sentó en la mesa, tomó el contenido del vaso de un trago ygiró a mirarnos a ambos de nuevo.

Luego, se levantó y tomó una copa más.

Una vez que hubo terminado con esa, finalmente agregó,  — No soyrealmente tu tía, David. Si eso hace las cosas más sencillas para ti.

David se quedó inmóvil, y por un momento, todo estaba tan calladoque podía escuchar las manecillas del reloj de pie que estaba en elpasillo.

Entonces ella se giró hacia mí.

 —  Yo pensaba que podrías ser tú. Ya sabía que Christopher se habíaido, yo… lo sentí partir. Y luego, tú y David parecían tancompenetrados, que justo ayer me preguntaba si es que…

Suspirando, colocó el vaso sobre la mesa. Me quedé observando lamesa, la platería perfecta, las servilletas dobladas, y luché contra elimpulso de estallar en risas histéricas. O en lágrimas.

Cerrando mis ojos, intenté concentrarme.

 — ¿Christopher?

David murmuró,  — El Sr. Hall. Ese era su primer nombre.  — Cuando abrí los ojos, David seguía ahí mirando al suelo,abrazándose las rodillas.

Saylor tiró la cabeza para atrás. Las luces de los candelabros sereflejaron en sus aretes, enviando arcoíris por todas las superficiesbrillantes de la mesa del comedor.

 — ¿Qué sucedió?

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Le conté acerca de la noche del Baile de Bienvenida tan corto comopude. Cuando terminé, una lágrima se resbaló de los ojos cerradosde Saylor.

 — Es mi culpa  — murmuró — . Sabía que las barreras tendrían queser más fuertes mientras nos acercáramos más, pero no pudepensar en una forma de hacerlo. Y yo esperaba… — Fue entoncescuando abrió los ojos, concentrándose en David — . Esperé  — dijo denuevo, antes de ponerse de pie.

Casi esperaba que fuera por otra bebida. En vez de eso, se acercó ala ventana, con las manos apoyadas en su espalda baja.

 — Me imagino que ustedes dos están esperando la historia completa.David seguía gris, pero cuando se puso de pie, había algo de durezaen su voz.

 — ¿Eso crees? Si en realidad no eres mi tía, entonces ¿quién rayoseres? ¿Por qué vivo contigo?

Saylor tomó una bocanada de aire profunda.

 — Técnicamente, te secuestré.

Sentí como David saltaba ante eso, y no estaba segura de que algo jamás hubiera sido más doloroso que verlo tratando de pensar enalguna manera de responder.

 — ¿Mis padres? — preguntó, con una voz estrangulada.

 — Muertos  — contestó Saylor — . Fueron asesinados por las mismaspersonas que están detrás de ti ahora.

Ella dejó caer su cabeza hacia atrás, pellizcando su nariz entre supulgar y el dedo medio.

 — Estoy arruinando esto. Hay tanto que debo decirte, y no sésiquiera por dónde empezar. Christopher hubiera sido mucho mejoren esto, Christopher era… — La voz de Saylor se quebró — . Ya noimporta. El punto es que eres un Oráculo.

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 — Pero eso es imposible  — dije — . Todo lo que he leído decía que losOráculos siempre son mujeres.

Saylor giró la cabeza y miró hacia donde yo estaba. Por un segundo,creo que había olvidado que estaba ahí.

 — ¿Has estado investigando sobre esto?

 — U-Un poco  — dije, colocándome de pie — . El Dr. Dupont usó lapalabra Paladín, así que empecé desde ahí. Luego, hablé con Davidy él mencionó sus… sus sueños. Después de eso, empezamos a atar

cabos.

La mirada que Saylor me dio fue, en parte aprobación y en parte deevaluación. Ya la había visto en la práctica del Cotillón.

 — Muchacha lista — dijo en voz baja — . Quizá serás mejor en esto delo que imaginé.

Entonces dejó escapar otro suspiro y volvió a la mesa, apoyandobrazos sobre ella.

 — Pero lo que leíste está equivocado. Pueden existir hombresOráculos, aunque sólo haya habido uno antes que tú, David.

 Alrededor del siglo VII, había uno llamado Alarico y … 

David empujó la silla para atrás, su mandíbula apretada.

 — No quiero una lección de Historia. Me estás diciendo que no eresmi tía, que mis padres están muertos y que soy un Oráculo. El año800 no me importa una mierda justo ahora.

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 — David — dije, tomándolo de la chaqueta.

 — Está bien — dijo Saylor, sus ojos aún sobre David — . Tienes todo el

derecho de estar molesto. Más que molesto. Pero se nos acaba eltiempo y ahora que hay… — su mirada se posó sobre mí —  complicaciones inesperadas, necesito que me escuches. Necesito quelo entiendas. No necesito que me perdones ahora, pero por favor.Sólo escúchame.

David se detuvo, casi vibrando de la rabia y la energía. Peroeventualmente, se sentó.

Saylor cerró los ojos brevemente y continuó. — Desafortunadamente, Alarico era muchísimo más poderoso quecualquier otra mujer que llegara antes que él. Sus visiones eranborrosas, poco claras. Más de lo que podría ser  de lo que sería. 

 —Eso es… penoso — agregué, regresando a mi sitio.

 — Esa es la palabra para eso, si — respondió Saylor — . Y el problemaes, que no puede haber más de un Oráculo a la vez. Uno tiene quemorir para que otro nazca.

Tontamente, asentí. —Así que si te quedas atascado con un Oráculo inútil… 

Saylor me cortó con un movimiento de manos.

 — Tendrías que matarlo para poder permitir que naciera elsiguiente. Evidentemente, Alarico no estaba dispuesto a morir. Envez de eso, inició un… bueno, un ritual sobre sí mismo. Uno que le

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permitiría incrementar sus poderes, así las visiones serían másclaras.

 — ¿Funcionó? — las manos de David seguían sujetando el borde de lasilla, pero sus hombros ya no estaban a la altura de sus orejas yalgo de color había regresado a su rostro.

Saylor se acomodó el cabello, inclinándose hacia atrás.

 — Lo hizo. Pero funcionó demasiado bien. No sólo mejoraron susvisiones. Ganó nuevos poderes. Unos alarmantemente más fuertes.

En ese momento, Alarico… yo supongo que se puede decir quepertenecía a Carlomagno. Y Carlomagno organizó un grupo decaballeros que protegerían a Alarico a los cuales llamó Paladines.Pero hasta que Alarico hiciera el ritual, ellos eran solo hombresordinarios. Después del ritual, Alarico era capaz de convertirlos… 

 — ella detuvo sus los ojos sobre mí —   Bueno, en ti. No sólo encaballeros, sino en dotados guerreros supernaturales, todos ellosleales a Alarico hasta el punto de la muerte.

Tragué, no me gustaba como sonaba eso.

Saylor se acomodó en su silla un poco, con las manos ancladasfrente a ella.

 — El ritual tuvo un efecto colateral. Esa cantidad de poder, es… Esmás de lo que el cerebro humano puede soportar. Más o menos

calcinó a Alarico desde dentro, convirtiéndolo en algo malvado.Carlomagno finalmente ordenó su ejecución.

 — Pero él tenía todo un séquito de guardianes con súper poderes  — dijo David, hundiéndose en la silla.

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Saylor asintió. — Exacto. Entre los poderes de Alarico y las docenas de Paladines

custodiándolo, cayeron alrededor de 100 hombres para acabar con elOráculo. Todo un pueblo fue destruido en el proceso, y sóloquedaron en pie dos Paladines cuando ya todo había acabado.

 —  Así que, después de que Alarico muriera, ¿qué sucedió?  — preguntó David. Su boca seguía en línea recta, pero sus ojos estabancuriosos.

 — Un grupo de hombres poderosos se reunieron y decidieron que elOráculo no debía de pertenecer a un solo gobernante. Ella  — y sólofueron mujeres después de Alarico —  debía de mantenerse a salvo,en algún lugar, protegida. Los dos Paladines que quedaron en pie seofrecieron para la tarea.

 — Ok  — dije suavemente. Realmente deseaba haber traído lápiz ypapel. Esto parecía una situación en la que una tabla podría

ayudar — . ¿Así que, qué eres tú entonces?

Las comisuras de sus labios se alzaron. — Cuando Alarico tomó los caballeros de Carlomagno y los convirtióen Paladines, también tomó a dos magos de su corte y les diopoderes. Aunque sólo les entregaron una fracción de los poderes queposeía Alarico, fue suficiente. Ellos se autodenominaron los Magos.

 Y eso, Harper, es lo que soy.

En el silencio que siguió, escuché un auto pasar al final de la calle yun búho en la distancia ululando.

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 — ¿Así que eres una bruja?  — preguntó David finalmente, con lapunta de las orejas rojas.

Saylor alisó una arruga imaginaria de su traje y le dio un desdeñososonido con la nariz.

 — Esa es una palabra muy desagradable, David Stark. Los Magosno andan en escobas o conjurando cosas. Nosotros usamos pociones,pequeños hechizos para ayudar al Oráculo y al Paladín en sutrabajo.

 —  Así que hay un Oráculo — dije, señalando a David — , y ahora, hay

un Paladín  — dije señalándome a mí misma — . ¿Cuántos Magosexisten?

 — Normalmente, dos — contestó Saylor, jugueteando con el borde delmantel — . Los Éforos  – esos son los hombres que se hicieron cargodel Oráculo –  creían en mantener las cosas de la manera tradicional.Como siempre existieron dos Paladines originales, dos Magos,siempre procuraron mantener el balance. Dijiste que el baño estabainmaculado después de la pelea entre el Sr. Dupont y Christopher,¿cierto?

Cuando David y yo asentimos ella agregó,  — Eso fue alquimia  — luego frunció el ceño — . Una alquimia increíblemente poderosa,además. Ese hechizo es atemporal. Devuelve las cosas exactamenteigual al aspecto que tenían antes del problema. Cara nunca hubieraintentado algo así.

Cuando David y yo preguntamos,  — ¿Quién?  — Saylor levantó una

mano: — Es la otra Maga de cuando yo estaba con los Éforos. Ya era viejapara esa época, y eso sucedió hace veinte años. Ya debe de haberalguien nuevo.

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David, quien se había estado preocupando sobre una de sus uñas,soltó la mano.

 — Un hechizo atemporal. ¿Por qué eso no convierte a las personas

que mató… en muertos vivientes? 

Saylor giraba el vidrio una y otra vez entre sus manos.

 — Te lo dije, nuestros poderes son bastante limitados. Control sobreel cuerpo humano y su alma… eso está bastante lejos de nuestrasposibilidades. Arreglar una puerta o una sección rota de baldosas enun baño es una cosa. Borrar algo tan permanente como la muerte

es… — se interrumpió, poniendo su bebida lejos — . De cualquiermanera, el propósito central de un Mago es servir como un tipo de…batería, supongo, al Oráculo. Eso es lo que sucedió hoy. Cuando lostres unimos nuestras manos, finalmente obtuviste el poder quenecesitabas.

 Y vimos la visión de David, también. Excepto por este momento, queparecía que se esfumaba de mi mente, como tratar de recordar unsueño. ¿Qué había dicho David?

Lo miré y vi que también parecía estar metido profundamente ensus pensamientos. Pero antes de que pudiera formular máspreguntas, Saylor se puso de pie.

 — Lo que nos deja en el presente. En ti. En ambos. Dieciocho añosatrás, vivíamos en Gracia. Ahí era donde los Éforos mantenían elOráculo, al Paladín y al Mago. Tuvimos el mismo Oracle por… oh,

muchos años. Desde antes de que fuera llamada. Y cuando ellamurió, nos relató una última profecía. Que el siguiente Oráculosería un chico. Así que le ordenaron a Christopher acabar con él.Contigo — dijo a David.

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Tomé un sorbo de mi limonada. El hielo se había derretido, y sabíamás amarga ahora, pero mi boca estaba tan seca que no meimportó.

 — Cuando un Oracle muere, ella siempre da el lugar y el momentoen el que la siguiente Oráculo nacerá. Christopher y yo fuimosenviados en tu búsqueda.

Por primera vez, la vergüenza estuvo presente en el rostro deSaylor.

 —  Alquimia. — Buscó en sus bolsillos, tomando una pequeña botellaazul del tamaño de un bálsamo de labios — . Esto es un

tranquilizador. Una poción que les permite a los Magos hacerpequeños hechizos que controlan la mente. Así convencí a tu madrepara que te entregara. Lo hizo con una sonrisa.

Pensé que el respaldo de la silla se resquebrajaría bajo las manos deDavid, pero no dijo nada.

 — Íbamos a mitad de camino con dirección a Grecia cuando me di

cuenta de que no podía hacerlo  — continuó Saylor, lágrimas en susojos — . Y Christopher tampoco. Habíamos hecho un voto de protegeral Oráculo, sin importar qué. Así que… te robamos.

Se levantó una vez más, cepillando sus pantalones.  — Los Magos notenemos magia muy poderosa, así que intentamos tomarla de dondela encontramos. En 1800 había una bruja que vivía en este pueblo.No sé por qué, pero por alguna razón, lanzó conjuros de barreras portodo el pueblo. Hacía difícil para alguien que quisiera venir con la

intención de lastimar. Así que parecía el escondite perfecto.

Saylor se distrajo con algunas chucherías en el aparador, tomandoun pastor de porcelana y poniéndolo de nuevo en su sitio junto a unerizo Swarovsky.

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noche que había estado esperando mucho tiempo, ¿y ahora era  partede esta locura?

Saylor fue a tomar otro trago, pero su copa estaba vacía. Yo nuncaconsumo alcohol, pero sentí su dolor mientras ponía los cubos dehielo en el vaso. Podría tomar algo, también.

 —  Antes de que muriera la última Oráculo, no sólo nos dio laubicación del nuevo Oráculo, también nos mencionó una nocheespecífica cuando el Oráculo sería puesto a prueba. Al final de estaprueba, el Oráculo bien podría ser el más poderoso hasta ahora o…o moriría.

La palabra — muerte  —  parecía haberse quedado colgada en el aire anuestro alrededor. David cayó en la silla, sus manos agarrando larodilla de sus pantalones mientras se deslizaba para adelante.

Saylor se acercó para intentar tocarlo, creo, pero su mano soloalcanzó a rozarlo unas pulgadas antes de que la retirara. Aclarandosu garganta, continuó,  —  Así que esa es la razón por la que tomé el

Cotillón y lo cambié para esa noche. — ¿Por qué simplemente no lo cancelamos todo?  — Me revolví en elasiento — . Llevemos a David fuera del país esa noche o algo.

Pero Saylor negó con la cabeza.

 —  Algunos eventos, son como puntos fijos en el tiempo. Destinados.Este es uno de ellos. David debe de pasar por esa prueba, cual sea

que sea, y nada puede detenerlo. Todo lo que podemos es hacer es…estar preparados.

 — ¿Entonces qué significa todo eso?  — pregunté finalmente. Mi vozsonaba seca y sin uso, y mi mente estaba corriendo, tratando deprocesar todo eso. Magia, y Grecia, bebés robados… parecía que dela nada toda mi vida se había convertido en una mala telenovela.

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 — Eso significa que has sido asignada con un deber sagrado  — dijoSaylor. Su voz sonaba diferente, y no había rastro de acentosureño — . Desde hoy en adelante, será tu misión proteger al Oráculo

a toda costa. Él será tu única preocupación hasta que un día tú,como Christopher, darás tu vida por él. 

Saylor me extendió la mano, y yo se la di sin pensar.

 —  Así que... Harper Jane Price. ¿Estás lista para aceptar tu destino?

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Capítulo 16

 Aparté la mano.

 — No, gracias.

Saylor y David se quedaron mirándome.

 —  Agradezco muchísimo su oferta  — continué — , perodesgraciadamente tengo que rechazarla.

Saylor se puso de pie, una expresión entre la rabia y la falta decredibilidad se dibujó sobre su cara.

 — No te estoy invitando a una fiesta en el jardín, Harper. Te estoypidiendo que aceptes el rol que el destino te ha puesto en el camino.Te estoy pidiendo que uses los poderes que se te han dado.

Pero yo ya estaba sacudiendo la cabeza.

 — No. No es mi destino.  — Mi corazón empezó a martillar. Podía

sentir como la sangre subía a mi rostro y sabía que mi pecho ycuello debían estar manchados — . Yo tengo mi propia vida, y cosas…cosas que quiero hacer. No puedo estar siguiéndole.  — Señalé con elbrazo a David —  y mantenerlo a salvo por siempre. ¿Qué se suponeque haré con la universidad? O —  O al casarme y tener hijos y… 

 Al borde de un ataque, tomé una respiración profunda y sostuve enalto la mano.

 — Sabes algo, no. Olvídalo. No me interesa, porque yo no seré unPaladín.

Saylor puso sus labios hacia dentro, los ojos entrecerrados. Era unaexpresión que había visto en su rostro docenas de veces,

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normalmente cuando Mary Beth estaba arruinando la práctica delCotillón.

 — No es algo que puedas decidir  — dijo ella — . Tú ya eres   unPaladín. El momento en el que Christopher te traspasó sus poderes,tú aceptaste esa responsabilidad.

 — Pero yo no lo hice  — respondí furiosa de vuelta. Mi gargantaestaba apretada, y podía sentir las lágrimas que me azotaban losojos. Genial, manchada y estaba a punto de estar mocosa — . Esto mefue hecho. Yo no elegí esto. Así que ahora, escojo no  hacerlo.

Miré a David quien seguía sentado en el suelo, observándome. — Lo siento mucho  — le dije — . Es evidente que no quiero quemueras. Me refiero a que, sé que lo he dicho algunas veces, pero enrealidad no lo deseaba. Y eso fue solo cuando tú me estabasprovocando especialmente, así que…

 — Harper.

Me giré hacia Saylor.

 — No  — dije una vez más, y continuó como si no hubiera dicho niuna sola palabra.

 — Esto no es algo de lo que puedes escapar.  — La espalda de Saylorse irguió, sus hombros tensos bajo el coral brillante de suchaqueta — . ¿Tú sabes lo importantes que son los Oráculos? Hahabido guerras por ellos. Ahora los Éforos van a venir tras David denuevo, y no sé qué es lo que quieran hacer con él.

 — ¡Tú puedes hacer magia!  — le grité, y a pesar de eso, aún habíauna pequeña parte en mí que estaba terriblemente horrorizada deque le hubiera gritado a Saylor Stark. Pero sostuve lo que comencéy seguí con eso —. Tú puedes crear barreras y protegerlo, y… hacerdesaparecer cosas. No me necesitas.

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Caminando hacia mí, Saylor tomó mis brazos, lo suficientementefuerte para que doliera.

 — Te necesitamos  — insistió, dándome una pequeña sacudida — .Debe de haber tres personas, Harper. Tres personas trabajando

 juntas. Un Oráculo, un Paladín y un Mago. Si una parte faltara… 

 — ¿Y qué?  — pregunté. Mi mirada fue directamente hacia David. Ahora estaba de pie, pero su rostro estaba blanco y no tenía idea delo que él estaba pensando.

 — No funcionará — dijo Saylor, y por primera vez, vi lo desesperada

que realmente estaba. Su voz se hizo más suave aun cuando suagarre se hizo más fuerte — . Harper, Christopher y yo arriesgamostodo para mantener a David a salvo. No llegamos tan lejos comopara perderlo ahora.

Luché por librarme de sus manos. Mientras lo hacía, mis ojos sedirigieron a la pared detrás de ella y de todas esas delgadas figurasque tenían un símbolo similar al número ocho, el símbolo delPaladín. Algo resurgió en mi sangre, pero cerré mis ojos. No. No, no

estaba haciendo esto. Me estaba yendo. Podía irme de aquí.

Pero estando parada ahí, estremeciéndome con un poder que nopodía nombrar, parecía más fácil decirlo que hacerlo.

Pensé en mi mamá y papá. En Ryan y Bee y todos esos folletos deuniversidades que estaban en el escritorio de mi habitación. Y elsentimiento de estremecimiento empezó a ceder.

Tomando profundas bocanadas de aire por la nariz, intentémantener algo de autocontrol.

 — Dime por qué  — dije finalmente — . Dime por qué es tanimportante que deje de lado mi vida y me dedique a proteger la deDavid.

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Saylor pestañeó y retrocedió un paso, alejándose de mí.

 — Él puede ver el futuro, Harper. Es la única persona en el mundoque puede hacerlo. ¿No crees que eso sea algo que mereceprotección?

Frotándome la cara con las manos, luché contra el impulso degritar.

 — Pues sí, pero no a expensas de mi  vida.

 Ahí estaba ese movimiento de sus labios otra vez.

 — ¿Y qué has planeado hacer con tu vida que es tan importante,Harper? ¿Es mucho más importante asegurar la vida del únicoOráculo?

 — Sí.

 Ambas volvimos la mirada hacia David. Tenía las manos en losbolsillos, la mirada hacia el suelo.

 — La vida de Harper es importante, tía  — se calló, sacudiendo la

cabeza — . Y ella tiene razón. No puede simplemente seguirme atodas partes para siempre. No es justo para ella. O para mí. Merefiero a que, quizás quiera tener una novia en algún momento, ysin ofensas, Pres, pero creo que quizás puedas salar un poco mi

 juego. Espera, ¿Tengo que ser célibe también?

Saylor puso los ojos en blanco.

 — David, tómatelo en serio.

Incluso en la distancia, pude ver la mirada de acero que se reflejabaen sus ojos mientras respondía a Saylor.

 — Lo hago, créeme. Es por eso que te digo que todo esto es unalocura. Paladines, Oráculos, la antigua Grecia… — Suspirando,

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levantó una mano y la pasó por el cabello — . Tú sigue haciendo — ¿cómo lo llamas? ¿Barreras? Y yo intentaré, con mucho esfuerzo, nopredecir el futuro nunca más, y Harper regresará a su vida normal

de comités y bailes y siendo un dolor en mi trasero.Saylor abrió la boca para contestarle, pero él la contuvo con lapalma de su mano.

 — Tú dijiste que los tres debíamos de trabajar como un equipo.Bueno, somos dos contra uno. ¿Esto?  — Hizo un círculo con su dedoentre los tres — . Esto no está sucediendo. Y ahora damas, si ustedesme disculpan, iré escaleras arriba a tomar una aspirina.

Dicho eso, se dio vuelta y se alejó. Saylor y yo escuchamos susfuertes pasos mientras subía las escaleras, ambas nossobresaltamos un poco cuando azotó la puerta.

Dejándose caer en la silla más cercana Saylor se cubrió el rostro conuna mano.

 — Realmente es en serio lo que te he dicho, Harper. No hay forma de

escapar de esto. Desde el momento en el que entraste a ese baño, tudestino está sellado. El de él también — levantó la cabeza y asintiócon dirección a las escaleras.

No le contesté. En lugar de eso, tomé mis llaves de donde las habíadejado al lado de mi plato.

El pollo y bollos se habían convertido en un coágulo beige y mepreguntaba como en algún momento pudo verse apetecible.

 — Muchas gracias por la cena — le dije, a pesar de no haber probadoun bocado —. Además, pienso… — Mi voz se quebró, tuve que aclararmi voz antes de continuar —  Pienso que sería mejor si no asisto alCotillón de este año.  — No estaba segura de cómo tomarían mis

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padres esta nueva decisión, pero no quería formar parte de lo quesea que sucediera esa noche.

Saylor clavó la mirada en mí. Podía no estar relacionada con Davida través de la sangre, pero sus ojos eran de casi el mismo tono deazul. Por un segundo, pensé que la sacaría de quicio. En lugar deeso, asintió.

 — Entiendo.

Mis piernas temblaban conforme salía del comedor. Estaba casi enla puerta de entrada cuando Saylor dijo mi nombre otra vez.

 — ¿Si, señora? — pregunté, dándome la vuelta para verla.

 — Muchísimas gracias por el delicioso pastel  — dijo ella, y en esemomento era la Saylor Stark que yo había conocido toda la vida, conel cabello plateado perfecto y los dientes blancos — . Eres unamuñeca.

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Capítulo 17

Pasé los siguientes días evitando a David. O probablemente, él lospasó evitándome.

De cualquier manera, raramente lo veía y cuando nos cruzábamos,ambos desviábamos la mirada. Una vez, mientras lo veía cruzar elcampus, sus orejas alrededor de sus hombros, sentí una punzadade… algo. Primero, pensé que había sigo el inicio de ese dolordesgarrador que significaba que él estaba en problemas. Pero no eraeso. Creo que era simpatía. O lástima. Fue duro estar envolviendo

mi cerebro con la idea de Saylor Stark  siendo alguna clase de bruja,David debía de haberlo pasado un millón de veces peor.

Pero había hecho lo correcto al alejarme de ellos. De todo eso. Noimportaba lo espectaculares que serían los súper poderes, no valíala pena entregar mi vida por ello.

 Aun así, conforme me acomodaba en un taburete la cocina de TíaJewel, ese viernes por la tarde, no podía dejar de pensar en lo

preocupado que parecía David todos los días, como justo esamañana, alguien había cerrado de golpe un casillero en el pasillo, yel casi salta fuera de su piel.

Era cierto lo que le había dicho a Saylor; no quería que los chicosmalos acabaran con la vida de David, evidentemente. Pero aún nopodía ver cómo era factible para mí el cuidarle la espalda parasiempre.

 Así que, ¿por qué me sentía tan mal?

 — Harper, un pájaro se posará en esos labios si continúas haciendopucheros,  — dijo Tía Jewel. Ella se sentó a la mesa con sus doshermanas, mis tías May y Martha. Las tres estaban haciendo lo quehacían cada viernes por la tarde —   jugar cartas y fumar. Como noestaba casada, no podía participar del juego, y fumar estabareservado hasta que fuera viuda.

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No, pensé mientras espantaba el humo de mi rostro, descubrí queese, en realidad, siempre iba a ser un problema. Fumar eraseriamente asqueroso.

 — No estoy haciendo pucheros  — contesté, sabiendo que lo másprobable era que si los estuviera haciendo.

Las tías Martha y May eran gemelas, pero al verlas junto a TíaJewel fácilmente podrían pasar por trillizas. Todas llevaban elmismo pelo gris alisado, con permanente dentro de una pulgada desu vida, y las tres usaban el mismo tipo de pantalones de coloresbrillantes con cinturas de elástico, usualmente combinados concamisetas floreadas o, como en este caso, de acuerdo a la festividad.

Tía May llevaba una de pavo, mientras que Tía Martha usaba unade calabazas. Tía Jewel usaba lo que parecía un pay gigante cosidoal frente de ella.

Tomando mi té dulce, las observé jugar rummy e insultarse entreellas.

 — Martha, estoy segura de que no sacarás ese As  — dijo tía Maymientras que tía Martha hacía exactamente eso. May frunció el

ceño mientras tiraba ceniza en una fea vasija de barro que habíahecho para ése propósito en el campamento de verano siete añosatrás.

 — Eres maléfica, Martha — dijo ella, arrastrando las letras de modoque sonara más como “Maawwtha”. 

Tía Martha sonrió con suficiencia mientras arreglaba sus cartas.

 — Harper, querida, ¿Escuchas como tu tía May es mala conmigo?

 — No metas a Harper en esto — dijo Tía Jewel mientras que tomabaotra carta. Ella era la mayor del grupo, y las demás solíanescucharla — . Casi nunca la vemos, y ahora ambas van a estropearsu visita con sus tonterías.

Escondí una sonrisa detrás del vaso. En realidad, estar sentada enla acogedora cocina amarilla de Tía Jewel, observando a las cinco

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discutir la una con la otra, era una de mis cosas favoritas. Podíanponerse agresivas con las cartas, pero no había duda de que esashermanas se amaban unas a otras.

Me pregunto si es que alguna vez podré pensar en la palabra“hermanas” sin sentir cierto dolor en el pecho.

Coloqué el té en la cómoda detrás de mí.

 —  Yo estoy bien — les dije — . Además, tía May, si recoges ese cuatroque la tía Martha descartó, podrías tener una oportunidad.

La tía Jewel comenzó a reunir las cartas de nuevo, y la tía Marthavolvió su mirada hacia mí.

 — Hablando de eso, ¿Qué te trajo aquí hoy, dulzura? No que noestemos emocionadas por verte, por supuesto, o que no estemosfelices como lombrices de tener un pastel de colibrí  — asintió haciael pesado recipiente que había sobre el mueble —  pero normalmenteestás tan ocupada.

 — Demasiado ocupada  — repicó la tía May — . Las chicas de ahoratienen tanto que hacer. La escuela, y los deportes, y los bailes, y loscomités… ¡es demasiado!

  — No digas eso  — dijo tía Tía Martha encendiendo otro cigarro — .Nuestra Harper es tan responsable y tiene un gran sentido deresponsabilidad con la comunidad. ¿Qué hay de malo con eso? Almenos no es una de las protagonistas de Teen Mom.

Las tías parlotearon en simpatía. Algunos meses atrás, las tíasMartha y May, vivieron juntas  — habían adquirido televisión porsatélite, y descubrieron el placer/horror de los reality shows.

 — O uno de esos drogadictos, como en ese show donde hacían sentirmal a las personas a cerca de consumir drogas  — dijo Tía Jewel — .

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¿Viste el episodio en el que había una muchacha haciendo algollamado huffing9? Con latas de limpieza… 

Lamentaba interrumpirlas, pero una vez que llegábamos a los

temas de la TV, nunca lográbamos salir de ellos.

 — He estado ocupada  — agregué — . Y es por eso que quería hablarcon todas ustedes.

Todas pusieron sus cartas en la mesa y giraron sus sillas paramirarme.

Eran muy pocas cosas las que ellas disfrutaban más que darconsejos a las personas. Vale decir que eran muy buenas en ello.

 — Es acerca del Cotillón — dije, mientras que Tía Martha y Tía Mayintercambiaron miradas, la Tía Jewel exhalaba una nube de humo.

 — Ese Cotillón  — soltó Tía Martha —. “Lo maldini” — Esa era suforma de decir “Lo maldigo”. Ella pertenecía a esa generación demujeres que enseñaron que cualquier tipo de maldición  – no solo eldecir las malas palabras –  no era lo que se debía hacer.

 — ¿No te gusta el Cotillón?  — pregunté, sorprendida. Todas ellas

habían participado de él, incluyendo a mi abuela, mi madre, mihermana…

 Además, ellas vivían por las tradiciones y la convivencia. El Cotillóndebía de ser una de sus favoritas.

 — Nos gustaba  — dijo Tía Jewel, apagando su cigarro conforme seponía de pie. Las damas nunca fumaban a menos que estuvieransentadas, después de todo — . Hasta que esa mujer lo tomó.

Más gruñidos. Me deslicé hacia adelante al borde de mi taburete. — ¿Saylor Stark?

Tía Jewel rodó los ojos.

9 Refiriéndose a la práctica de poner sustancias adictivas como solventes o gasolina en un recipiente y

olerlos continuamente

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 — Un nombre tan tonto.

 —  Antes de que ella apareciera, el Cotillón se realizaba enprimavera. Motivo por el cual se celebraba   en primer lugar  — dijo

Tía Martha, colocando las manos sobre sus muslos — . Lasmuchachas debían de florecer en la primavera, todo el mundo losabe. Es por eso que se le llamaba el Baile de las Crisálidas.

 — ¿Y ahora, qué es? ¿El Baile del Muérdago?  — preguntó Tía May.Dio un respingo de desaprobación — . Eso ni siquiera tiene sentido. Amenos de que los tengas a todos corriendo a besarse.

 — Ella lo haría  — agregó Tía Jewel entre dientes, tomando un

pedazo de pastel caído en su pecho. —  ¿Quién se encargaba de la organización antes? — pregunté.

 — Cathy Foster  — respondió Tía Jewel con prontitud — . Y hacía untrabajo maravilloso.

 — Nunca comprendí porque lo dejó en manos de una extraña.

 — Nunca comprendí porque Saylor Stark estaba tan determinada enestar a cargo del Cotillón, de todas formas  — agregó Tía Martha — .

 Aparentemente, era la organizadora del de su pueblo natal en Virginia.

Otra ronda de ceños fruncidos y cacareos.

 — Fue todo tan extraño,  — insinuó Tía May, apoyando su espaldacontra la silla — . Hasta donde yo sabía, Cathy amaba organizar elCotillón y planeaba dejárselo a su hija. Luego, Saylor Starkapareció, fueron a almorzar y de la nada ella era la nuevaencargada del baile.

 — Sucedió lo mismo con Pine Grove Betterment Society, — le recordóTía Martha — . Pensé que Suzanne Perry lo lideraría hasta el finalde los tiempos. Pero era la misma cosa. Saylor Stark se apareciófrente a la casa de Suzanne con un pastel y de un momento a otro,estaba al mando de PGBS también.

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No paraba de moverme en mi taburete, pensando en la conversaciónque tuve con Saylor. Ella se consideraba una Maga, pero al términobruja era a lo que más se asemejaba. Y era evidente que había

usado algún tipo de poder frente a Cathy Foster y Suzanne Perry. Yahora que sé porqué quiso apoderarse de esas cosas, mi queridoCotillón incluido… 

 —¿Alguna de ustedes sabe algo de los Starks? Cualquier cosa… Nolo sé, ¿Algo extraño? ¿Fuera de lo corriente?

Tías Martha y May intercambiaron otra mirada mientras que TíaJewel se servía otra taza de té.

 — Toda la familia es bastante extraña, si me lo preguntas  — agregófrunciendo la mirada — . Saylor apareciendo en la ciudad como lohizo, con un bebé recién nacido. Comprando el Yellowhammer.

Exacto, ese era el nombre de la residencia de los Stark. Sabía queera un nombre tonto.

 — Cuando éramos niñas, las personas solían contar historias de

fantasmas referidas a esa casa  — dijo Tía May — . Ellos decían queuna bruja vivó ahí hace mucho tiempo. O algo así.

Ella sacudió la mano, moviendo las cenizas de la mesa de tía Jewel.

 — Por supuesto, uno no puede vivir en estos pueblos sin escucharhistorias de casas embrujadas, por lo que estoy segura de que no eranada.

Tía Martha sacudió la cabeza.  —  Yo siempre pensé que erademasiado extraño que esa mujer no tuviera un marido. Les digo, yono creo que ese muchacho sea sólo su sobrino.

 — Silencio Martha,  — dijo Tía Jewel amonestándola. Volvió a lamesa y empezó a barajear las cartas — . Yo no soy la más fanática

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de Saylor Stark en ningún sentido, pero sin importar la relación quetenga con ese muchacho, ha hecho lo mejor que ha podido con él. ¡Yha resultado casi tan inteligente como nuestra Harper!  — 

 Acercándose un poco, me dio una gran sonrisa — . ¿Tú aún vas aanimarlo por el discurso de fin de año, cierto querida?

Sonreí.

 — Por supuesto.

Empezaron a jugar nuevamente, y mientras yo estaba a punto deentrar en un coma diabético, me volví a servir más té de todos

modos.

 — ¿Han sucedido otras cosas extrañas en el pueblo? No sólorelacionadas a los Stark… no lo sé. Gente viendo cosas. Cosasdesapareciendo, como… ¿Algún tipo de magia? 

Las tres intercambiaron miradas. Luego, la tía Martha puso conmucho cuidado sus cartas sobre la mesa.

 — Harper, ¿has estado intentando ese famoso huffing? — No  — respondí, dejando caer mi vaso tan rápido que el té sederramó en la cómoda. Alcancé detrás de mí algo de toallas de papely continué — . Yo sólo preguntaba por un proyecto que estoyhaciendo. Estoy haciendo un  — ensayo acerca de supersticioneslocales.

 Aliviadas, las tres continuaron con su juego de cartas.

 — Bien cariño, en ese caso, claro que han sucedido cosas extrañas — dijo Tía May — . Está esa ventana en la casa de la corte en la queaparece el rostro de un hombre cuando el sol alumbra de ciertamanera.

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 —  Y dicen que la sala del coro en First Baptist está encantada  — agregó Tía Martha tomando otro cigarrillo — . A pesar de que yoconsidero que solo son palomas revoloteando y conserjes que no

están haciendo bien su trabajo.

 — Sabes, cariño, ahora que mencionas cosas desapareciendo, había  un hombre muy particular hace algunos años  — dijo Tía Jewel, sindejar de mirar sus cartas — . Muy particular. Muchas personas lovieron fisgoneando por el pueblo vestido de negro, muy sospechoso.Rentaba una habitación en casa de Janice Duff. Una noche, Janiceescuchó mucho alboroto en aquella habitación, y al abrir la puerta

descubrió al hombre muerto en la cama con una gran espada sobreél.

Mi cuello se erizó mientras Tía May asentía.

 — Es verdad. Hablé con ella una semana después de lo que sucedióen la iglesia. También nos dijo que no era una espada cualquiera.Era como las de los jeques10. ¿Cómo se les dice a esas?

 — Cimitarras — gruñí, con la boca seca. — Exacto, una cimitarra. De cualquier forma, llamó al 911 y cuandola policía llegó a la escena, el hombre se había ido.

 —  Y más que eso  — agregó Tía May, descartando cinco cartas — . Nohabía rastro de que alguien había estado ahí. Ni sangre, ni ropa, nimaleta. La cama tendida y puesto todo en su lugar.

 — Casi todo el mundo pensaba que Janice estaba teniendo unataque de nervios. Les sucede a algunas mujeres cuando atraviesan — Tía Martha convirtió su voz en un susurro —  “El Cambio”. 

10 Un tipo de espada de forma curva

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Mi mano temblaba conforme me servía otro vaso de té. Esta vez,estaba segura de que no se trataba del azúcar. Cerré los ojos, toméaire y esperé que mis tías no se percataran de lo que sucedía.

No es mi problema , intenté decirme a mí misma.

Tía Jewel tomó una carta y descartó otra, y me devolvió una gransonrisa.

 — De cualquier manera, ¿Eso responde a tus preguntas, cariño?

Tragué saliva.

 — Claro que sí.

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Capítulo 18

 — Estoy embarazada.

 — ¿Eh?  — Mirando el par de zapatos que había estado fingiendoobservar, me giré hacia Bee. “¿Qué dijiste? 

 — ¡Al fin!  — dijo Bee, echando la cabeza hacia atrás con un giroexagerado de los ojos — . Ya dije tu nombre tres veces, y cuando esono llamó tu atención, decidí ir a lo dramático.

Sonriendo, le lancé uno de esos calcetines que te tienes que probarcon los zapatos.

 — Bueno, claramente funcionó. Supongo, entonces, que no estasllevando al engendro de Brandon, ¿cierto?

Bee resopló y levantó un pie, girando su tobillo para que yo pudieraadmirar el zapato en todos los ángulos.

 — No, gracias a Dios. Mamá me mataría. ¿Qué piensas de estos?

Estábamos en la Galería Pine Grove, nuestro típico destino desábado por la tarde. El viaje de hoy era especialmente importante,ya que estábamos escogiendo zapatos para el Cotillón. O Bee loestaba. Todavía no había tenido el valor para decirle que no iba a iral Cotillón, pero, dado que era nuestra tercera tienda, iba a tenerque hacerlo pronto. No estaba segura de cómo decírselo en el mediode Well Heeled. La tienda estaba relativamente desierta, y no veía a

nadie que conociéramos; los otros clientes eran una niña pequeña,que estaba alrededor de los diez años, y su mamá. Aun así, estabadeseando haber dicho algo en el camino en auto hacia aquí.Obedientemente, continué inspeccionando el tacón blanco que sehabía probado.

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 — Bonito — le dije.

Bee frunció el ceño.

 — Pero no es perfecto. —Yo… ¿no crees que están un poco altos? 

Suspirando, Bee deslizó el pie fuera del zapato y lo devolvió a lacaja.

 — Tal vez. Soy buena con los tacones, pero no quiero parecer MaryBeth.

Junto a nosotras, la niña pequeña estaba tratando de convencer asu mamá de que le comprara un par de zapatillas rojo brillante deballet, pero la mamá no cedía terreno.

 — Nos llevaremos los zapatos de iglesia , Kenley — dijo exasperada, yyo tuve que esconder una sonrisa.

Bee se levantó y extendió la mano, alcanzando un par de sandalias

de tiras.Pasó sus dedos sobre las joyas de las tiras.

 — Éstas son bonitas. Se verían lindas con tu vestido. ¿No tienebrillos? — Traté de evitar suspirar con nostalgia. Sí, mi vestido tienebrillos. Sutiles, pero brillos al fin. Es un poco alborotado, y tiene unpoco de cola, y alrededor de cien botones cubiertos de seda…y nuncalo usaría.

Toda la tarde había estado tratando de reunir valor para decirle aBee.

Primero, juré que diría algo en el camino hacia el centro comercial. Y cuando entramos, me había preparado para decir: “En realidad,Bee, decidí no hacer el Cotillón este año .” 

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 Ahora, estábamos en nuestra tercera tienda, y sabía que era ahora onunca.

Tomé el zapato de la mano de Bee y lo puse de nuevo en el estante.

 —Se vería bien, pero…yo, eh, no haré el Cotillón después de todo. — La boca de Bee se abrió un poco, pero ningún sonido salió de ella.

 Apartándome de ella, me acerqué a un perchero de bufandas.Nunca había usado una bufanda en mi vida, pero hice un gran showal tirarla y examinar el diseño.

 — ¿Por qué no? — me preguntó Bee detrás de mí.

Puse la primera bufanda en su lugar y tomé otra, y una vez máspensé en decirle la verdad a Bee. No puedo hacer el Cotillón porquetengo superpoderes, pero apestan. Porque algo pasará esa noche yno  quiero estar involucrada . Pero no podía decir nada de eso. En sulugar, jugué la carta que me había prometido a mí misma quenunca jamás jugaría.

 — Leigh-Anne  — dije —. Es… demasiado duro. Pensar en el año enque ella  lo hizo… 

Bee no dijo nada por un largo rato, y yo no estaba segura de sialguna vez me había sentido peor que en ese momento. Diablos, mehabía rendido con lo de Paladín. Entonces, ¿por qué seguíaarruinando mi vida? Bee apareció a mi lado.

 — Está bien  — dijo, metiéndose el pelo detrás de las orejas — .

Entonces tampoco iré.

Dejé caer la bufanda.

 —Bee, no puedes… 

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 — Sí puedo  — dijo, a pesar de que lanzó una última mirada delujuria a los zapatos — . Siempre dijimos que íbamos a hacer juntasel Cotillón — Bee pudo haber sido la única persona en la tierra más

emocionada que yo por el Cotillón, pero me dio una valiente yentera sonrisa falsa — . Estará bien. Haremos como uno de esosbailes de graduación anti-bailes de graduación, sólo que será unCotillón anti-Cotillón. Usaremos vestidos negros y pasaremos elrato en mi casa mirando películas malas y bebiendo un ponchemalo.

 — Será difícil encontrar un ponche peor que el de mi Tía Jewel  — 

dije, y la sonrisa de Bee se volvió un poco más real. — Nos las arreglaremos  — dijo. Luego se detuvo para levantar labufanda, volviéndola a poner en su perchero — . Vayamos al patio decomidas y comamos nuestro peso en Cinnabon.11.

 — Eres la mejorcísima mejor amiga en todo el mundo  — dije,enlazando mis brazos con los de ella.

 — Lo sé  — dijo, apretando mi brazo contra su costado — . Y deninguna manera me mereces.

No la merecía. Ni siquiera un poco, y la verdad de eso se alojaba enmi garganta y todo lo que podía hacer era chillar un “Sí.” 

Mientras íbamos por el centro comercial, Bee y yo charlamos sobreRyan y Brandon, y podría haber sido cualquier otro sábado si nofuera por el constante sentimiento de culpa. Mantenerse alejado de

los Stark era lo mejor, lo cual significaba alejarse del Cotillón. Noquería arruinar eso para Bee, pero no era como si le hubiera pedidoque no fuera.

11 Cinnabon es una cadena estadounidense de kioscos de repostería. Su especialidad principal es el rollo de

canela. También es conocida por vender cafés de diferentes sabores con crema y licuados.

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De repente, Bee se detuvo, tirándome a mí también en seco.

 — Oh.

 — ¿Qué? — pregunté, siguiendo su mirada.

 Y cuando vi que estaba mirando a…

 — Oh — repetí.

Mary Beth estaba en frente de Starbucks en el patio de comidas,tomando un café helado y sonriéndole a Ryan. Él estaba recostadocontra la pared, con las manos en los bolsillos, y le estaba sonriendo

a ella. Incluso había… una inclinación de cabeza. Mi novio estabarecostado e inclinado hacia otra chica. Y no cualquier chica. MaryBeth Riley, que prácticamente tenía un letrero de neón que decía“¡TÓMAME AHORA, RYAN BRADSHAW!” sobre su cabeza.

 — ¿Está mordiendo el sorbete?  — preguntó Bee con cautela, y rodémis ojos. Lo estaba haciendo. Estaba mordiendo el sorbete ysonriendo e inclinando la cabeza y… 

 Antes de que pudiera pensarlo, estaba caminando hacia Starbucks,Bee caminaba unos pasos por detrás.

 — ¡Ryan! — llamé, con una amplia sonrisa.

Él giró la cabeza al oír el sonido de mi voz, pero no había culpa ensu rostro.

Mary Beth, sin embargo, se sobresaltó un poco.

 — ¿Me estás siguiendo?  — le pregunté, acercándome para deslizarmi brazo alrededor de su cintura — . Le dije que Bee y yo estábamosde compras hoy — le informé a Mary Beth, quien me dio una sonrisaforzada.

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 — En realidad, no. Vine aquí para recoger mi esmoquin. Mírame,alquilando seis semanas antes.

 — Eres un buen novio — concedí. Y lo era, razón por la cual no podíaquedarme de brazos cruzados y dejar que otras chicas le masticaransorbetes. Se me ocurrió una idea. Ryan dijo que estaba recogiendosu esmoquin para el Cotillón. Se suponía que Ryan me acompañaríahasta el Cotillón, y como la noche no era tan importante para loschicos como para las chicas, sabía que los Señores Bradshawestaban en el comité en la Casa Magnolia. Ella esperaba que su hijofuera. Y si yo no iba con él… Bee debió haber estado pensando algo

parecido, porque se giró hacia Mary Beth. — ¿Tienes un acompañante para el Cotillón?

Un sombrío rubor se extendió por el cuello de Mary Beth.

 — Todavía no  — respondió, y vi su mirada revoloteando por Ryan.Me acerqué más a él.

De acuerdo, esta cosa del Paladín ya había descarrilado mi vida lo

suficiente. Rechazar a Saylor Stark se suponía que tenía quedevolverme mi vida, no arruinar el Cotillón para mi mejor amiga yentregarle mi novio a Mary Beth Riley.

Bee me miró, una pequeña sonrisa tiraba de la comisura de suslabios.

 — Qué fastidio. Digo, parece que todos los chicos decentes de la

escuela están ocupados y, en verdad, ¿cuántas son las posibilidadesde que alguien repentinamente esté disponible?

Lo bueno de los mejores amigos es que… te conocen muy bien. Beesabía que la idea de que Ryan llevara a Mary Beth al Cotillón meestaba matando. ¿Y qué mejor manera de cambiar mi idea sobre elCotillón que haciendo oscilar esa posibilidad?

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Me encontré con los ojos de Bee.

 — ¿Sabes qué? Después de comer algo, ¿por qué no volvemos a esatienda y conseguimos esos zapatos? Cuanto más lo pienso, más creoque serían  perfectos para mi vestido.

Bee sonrió.

 — Creo que eso suena como una idea excelente.

Miré cómo Mary Beth miraba a Ryan, había anhelo en toda su cara.

 Y recordé, que mientras Ryan podía no parecer culpable, se había

estado inclinando. Exactamente como solía inclinarse contra micasillero en noveno grado.

No, no había manera de que dejara pasar esto. Operación RecuperarMi Tú-Sabes-Qué estaba comenzando.

Le sonreí a Bee, abracé a mi novio, y dije:

 —  Yo también.

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Capítulo 19 

Ese lunes, me encontré de vuelta en la Casa Magnolia. Los ojos deSaylor se habían abierto más cuando entré por la puerta, pero nodijo nada más que:

 — Buenas tardes, Harper. ¿Confío en que estarás lista para retomarla lección de ayer?

Lo había estado, y había ido bien. Desafortunadamente, el resto dela práctica iba siendo menos suave.

 — ¡Oh, por el amor de Dios, Señorita Riley!  — Saylor espetó una vezmás.

Mientras Mary Beth balbuceaba disculpas, me froté el tobillo ytraté de no hacer una mueca. La práctica para el Cotillón habíaempezado hacía media hora, y esta era la tercera caída de MaryBeth. La primera había sido antes de siquiera habernos puesto loszapatos, y en la segunda casi había tirado el helecho de una macetapor la ventana, pero la tercera había sido sobre mí.

Como siempre.

Normalmente, me quedaba con Mary Beth cuando ella tropezaba,pero luego de todo lo del centro comercial con Ryan, me sentíamenos que caritativa.

También me sentía ligeramente inquieta. David estaba desplomadoen una de las pequeñas sillas de terciopelo en la sala de estar, conlas piernas cruzadas en el tobillo. Aunque no podía ver su caradetrás del libro de bolsillo de Kurt Vonnegut que sostenía, tenía lasensación de que su expresión estaba entre el aburrimiento y eldesprecio. Era la primera vez que estaba cerca de él, desde esanoche en casa de Saylor; y, aunque estaba haciendo mi mejoresfuerzo para ignorarlo, casi podía sentir esa conexión entrenosotros.

 — Señoritas  — dijo Saylor, aplaudiendo — . Me doy cuenta de queestán todas muy ocupadas y preocupadas, pero el Cotillón es una dela noches más importantes de sus vidas. Es cuando le presentas al

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mundo la clase de mujer que eres, y la clase de mujer que quieresser.

 — Soy la clase de mujer a la que le gustaría acabar con esta mierda

 — murmuró Mary Beth. Se había quitado los tacones, y colgaban desus dedos, chocando contra mis omóplatos. Giré la espalda,irritable, esperando que se moviera. Y que dejara de hablar. Esotambién habría sido agradable.

Saylor no dio ningún indicio de que había oído a Mary Beth. Estoysegura de que si lo hubiera hecho, habríamos visto el primerasesinato en la Casa Magnolia. En su lugar, juntó las manos enfrente de ella y volvió la mirada hacia mí.

 — Por ejemplo, Señorita Price. ¿Qué clase de mujer quiere ser?

La pregunta me confundió, y de repente me di cuenta de que estoera una prueba. Aparentemente, alejarme del asunto de Paladín noiba a ser fácil.

Sabía las cosas que quería  hacer  — hacer mi escuela mejor, ir a laUniversidad, convertirme en la segunda gobernadora del estado de

 Alabama —   pero tenía la sensación de que no era eso lo que Saylorbuscaba.

 —Quiero…quiero ser una buena mujer  — dije finalmente — . Unamujer que hace lo correcto, no sólo para su comunidad, sino tambiénpara sí misma. Que sigue a su corazón, incluso si eso no es lo máspopular.

Había unas cuantas risitas detrás de mí. Sabía cuán pobre habíasonado esa respuesta, pero era verdad. Hacer lo correcto no parecíaser mucho, pero miren a Leigh-Anne. Miren lo que le había costadoel hacer una cosa mal. Pobre o no, esa era mi respuesta. Y esperabaque Saylor escuchara lo que realmente estaba diciendo.

 Al otro lado de la habitación, había un poco de resplandor de luz.Me di cuenta de que David había bajado el libro y me estabamirando, sus labios se apretaron en una delgada línea. Me preguntosi pensó que le estaba hablando a él.

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 — Esa fue una respuesta encantadora, Señorita Price — dijo Saylor.Su voz sonaba diferente. Un poco más baja, y sin esos tonoscortantes que normalmente utiliza. Luego hizo un pequeñomovimiento de cabeza y aplaudió otra vez.

 — Bien, ahora practicaremos descender por las escales,acompañadas. En esa noche, sus padres las guiarán por estasescaleras hacia el caballero que han traído como acompañante. Hayun truco para caminar con gracia en el brazo de un hombre, y porsuerte, mi sobrino David, se ha ofrecido gentilmente a ayudarnos.

 —Si por ‘se ha ofrecido gentilmente’ te refieres a ‘fue amenazado ycoaccionado’, entonces sí, lo hice — dijo David, descruzándose a sí

mismo de esa pequeña silla.Un músculo se movió en la mandíbula de Saylor, pero ella dejopasar el comentario.

 —  Adelántense y alinéense en la parte superior de la escalera  — dijo, sacando de su bolsillo ese recipiente de bálsamo para labios — .Oh, y Mary Beth, si pudieras venir aquí un momento.

 — Ugh, ¿y ahora qué? — suspiró Mary Beth, pero fue.

 — Recuerden, chicas  — llamó Saylor mientras David daba zancadaspor las escaleras, pasando a Mary Beth — . Deben poner su manosuavemente en su antebrazo, no enlazar su brazo al de él. Es unCotillón, no un square dance12.

 — En verdad pienso que los square dances son menos vergonzososque esto  — murmuró David en la parte superior de las escaleras.

 Aun así, extendió su brazo a Elizabeth Adams, manteniendo sucolumna recta y sus hombros hacia atrás. Mientras iban por lasescaleras, mire a Saylor y a Mary Beth. Habían entrado a la alcobapor la puerta principal, y Saylor le estaba hablando mientras lesostenía las manos y la miraba a los ojos.

12 Square dance es un baile popular con cuatro parejas (ocho bailarines) dispuestos en un cuadrado, con un

par a cada lado, empezando por la pareja 1 se enfrentan fuera de la música y va hacia la izquierda hasta

llegar a la pareja 4. Las parejas 1 y 3 son conocidos como la cabeza, mientras que las parejas 2 y 4 están al

lado. Cada baile comienza y termina en cada secuencia con "juegos-en-orden" en la plaza de formación.

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Una vez que Elizabeth estuvo al pie de las escaleras, David corrióhacia arriba para tomar el brazo de Abigail Foster y luego, cuandohubo terminado, fue Amanda y luego Bee. Sólo había una chicaentre Amanda y yo: Lindsay Harris. De acuerdo con las Tías, cadachica en la ciudad había hecho el Cotillón cuando era joven, peroahora cada vez menos chicas lo hacían cada año. Se estabaconvirtiendo en una de esas tradiciones que algunas personaspensaban que era un poco anticuada, un poco embarazosa.

Una vez que Lindsay estuvo a salvo al pie de las escaleras, Davidvino hacia mí, doblando el codo.

 — ¿Vamos?

Pero antes de que pudiera apoyar mi mano sobre su antebrazo,Saylor llamó.

 — En realidad, David, me gustaría que fuera la Señorita Rileyprimero.

 — Seguro  — dijo David, encogiéndose de hombros y levantando lascejas.

Me dejaron torpemente ahí mientras Mary Beth iba hasta las

escaleras cubiertas de terciopelo, sus tacones blancos todavíacolgaban de sus manos. Cuando llegó arriba, respiró hondo, sedeslizó en los zapatos y tomó el brazo de David.

David se dirigió escaleras abajo con tanto cuidado como si estuvierahecha de vidrio, pero no se debió haber molestado. Mary Beth nocaminaba. Flotaba. Se deslizaba. Prácticamente levitaba por esasescaleras.

Cuando me pasó, me manché con un poco de brillo labial, y luego

estaban al pie de las escaleras. Con un chillido, Mary Beth aplaudióy saltó sobre las puntas de sus pies. Incluso David parecíaimpresionado. Magia. Lo que fuera que le hubiera hecho a la chicaque había organizado el Cotillón, o al ex Director de la Sociedad deMejoras, se lo había hecho a Mary Beth también.

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Si me preguntan, parecía una pérdida de algo súper poderoso, perosi evitaba que fuera pisoteada, supongo que fue para bien.

Entonces, no había razón para sentirse mal por abandonar mis

tareas de Paladín. ¿Qué importancia tenía si el chico ocasionalatravesada las barreras de Saylor? Tal vez ella ya las había hechomás fuertes.

 Ahora que Mary Beth había hecho por fin su primer descensoexitoso por las escaleras, era mi tuno otra vez. David me ofreció subrazo, y puse mi mano tan suavemente como pude sobre su manga.

 — Tenemos que hablar  — dijo en voz baja cuando empezamos adescender.

 — No — respondí con los dientes apretados.

Podía sentir su brazo tenso bajo mi mano.

 — Pero lo estamos haciendo.

Desde su posición al pie de las escaleras, Saylor nos miraba aambos.

Cualquiera observando habría pensado que se estaba asegurando de

que nos moviéramos al ritmo adecuado teniendo una posturaapropiada. Pero yo sabía bien. Así que cuando David se giró haciamí una vez que terminamos, me apresuré hacia el tocador delvestíbulo principal.

Como todo lo demás en la Casa Magnolia, estaba hecho en tonosborgoñas y verdes. Una pequeña mesa de mimbre sostenía unacesta de lociones perfumadas y un pequeño tazón con popurrí, yhabía pequeños cuadros enmarcados de la Casa Magnolia a través

de los años. No era en realidad una casa  — habían construido ellugar en los años ’30—  pero aun así era una réplica bastante exactade los grandes lugares que alguna vez habían llenado Pine Grove.Incluso se quedaron muebles antiguos en las habitaciones de arriba.

Estaba observando una de las fotos cuando me di cuenta de lo quetambién cubría las paredes  — un empapelado verde oscuro con un

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patrón familiar. Mi visión nadó con las figuras de oro en forma deocho. Mis manos empezaron a temblar cuando me percaté del grifode oro con forma de cisne. Me lavé la cara con agua fría, y estabarespirando hondo cuando se abrió de repente la puerta y Davidestaba allí de pie.

Fue a cerrar la puerta, pero pasé junto a él antes de que pudiera. Oal menos lo intenté.

 A pesar de que mis manos sólo lo empujaron a medio pie de él,David salió del camino, dejándome entrar en el pasillo.

 — No más merodear — le susurré, lanzando una mirada al vestíbuloprincipal. Este pasillo estaba casi bloqueado por las escaleras

principales, así que David y yo estábamos parcialmenteescondidos — . No tenemos nada que hablar. Ya no.

David hizo un movimiento hacia mí. Pensé que iba a agarrarme elbrazo, pero luego pareció pensarlo mejor.

 — Necesito hablarle a alguien de esto  — dijo, y había algo casisuplicante en su voz.

 Ya que nunca había escuchado a David Stark suplicarle a alguien,

dudé. Luego recordé lo desesperada que estaba por contarle aalguien, cualquiera, lo que había pasado con el Dr. DuPont.

 Así que di un paso atrás, más cerca de las sombras.

 — ¿Qué es?

Suspirando, David tiró de su cabello antes de llegar al bolsillo de los jeans.

 — Esto. — Me entregó un trozo de papel arrugado, y vi que era un e-

mail.

 — Este es el tercero que recibo este mes.

Desde el vestíbulo, podía escuchar a Saylor anunciar el próximoensayo, y sabía que no tenía mucho hasta que estuviera perdida.Tan rápido como pude, miré el e-mail.

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Querido Señor Stark: En la Universidad de Alabama estamoscomplacidos de informarle que ha sido seleccionado para nuestraBeca de Estudiante Distinguido. Los beneficiarios de esta becadeben someterse primero a una entrevista en persona con unrepresentante de la Universidad. Estaríamos encantados de

 programar la entrevista para cualquier momento que sea másconveniente para usted. Por favor, contáctenos para poderestablecer un horario lo más pronto posible.

Debajo de eso había un número telefónico y un nombre, BlytheCollier.

Entregándole el papel, miré sobre el hombro.

 — Bien, ¿qué es lo raro de eso? Es una beca legítima. He oído sobreella.

David se inclinó lo suficientemente cerca como para que viera mireflejo en sus gafas.

 — Sí, es legítima, pero tienes que aplicar   para ella, Pres. No te laofrecen. Y no hay entrevista para eso.

Flexioné los dedos.

 —  Así que alguien está intentando sacarte de la ciudad.

 — Tal vez.  — Estaba un poco avergonzado mientras empujaba elpapel en el bolsillo —. Sé que suena estúpido… 

 — David, tienes que dejar de decir eso. Y mira, lo admito, esto es unpoco sospechoso, ¿pero por qué decirme a mí? ¿Por qué no decirle aSaylor?

Resoplando, David se tiró del cabello.

 — ¿Puedes culparme por no confiar en ella justo ahora, Pres? Me hamentido toda mi vida entera. Ni siquiera es mi tía de verdad.

Su voz se elevó en la última palabra, y le toqué el brazo.

 —Shh. Lo sé. Pero… ella está en esto contigo. No yo.

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David me miró.

 —No te estoy pidiendo que seas Paladín en esto. Pero yo… 

Se interrumpió y suspiró. — Dios, podría ahogarme con las siguientes palabras. Confío en ti. Yquiero comprobar esto, pero no soy tan estúpido como paracomprobarlo yo mismo, y creo que tal vez… te necesite. 

No. No. Dile que no. No eres su Paladín y este ya no es tu asunto.

Pero vi a David masticar la uña de su pulgar. Su piel estaba pálida.Su otra mano, la metió en su bolsillo, haciendo que las monedastintinearan, y parecía más asustado de lo que lo que ya lo habíavisto. Esa fue la única razón por la cual me escuché a mí mismadecir:

 — Envíale un e-mail. Haz una cita. Y yo…iré contigo. 

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Capítulo 20

 — Esto es ridículo. Lo sabes, ¿no?  — David me miró mientras sedeslizaba en el asiento del pasajero, ajustando su cinturón — .Podrías haber venido a mi casa. O yo podría haber ido a la tuya.Básicamente, había por lo menos tres opciones que no involucrabancaminar tres cuadras o que te vistieras como Carmen Sandiego.

Me acomodé las gafas del sol y me bajé un poco el sombrero.

 —No estoy… mira, tú fuiste el único que no quería que su tíasupiera que estábamos haciendo esto. Y creo que sería mejor si la

gente no nos viera juntos  — Especialmente porque me habíaexcusado de salir con Ryan y Bee, diciéndoles que estaba estudiandopara el SAT13.

David se acomodó en el asiento e inmediatamente se acercó paraencender la radio. Mi dedo cosquilleaba por sacar su mano de ahí  — podía ser tan mala como Bee cuando se trataba de que alguientocara mi radio —   pero la música era probablemente mejor que elsilencio incómodo o las disputas.

El camino fuera de la ciudad era lindo. El otoño había llegado a Alabama con todas sus fuerzas, las hojas eran naranjas, doradas, yrojas. En lo alto, el cielo era puro, un azul tan imposible que sólopasa en el cielo; y si bajaba la ventanilla, sabría que olería humo deleña.

Casi cada casa por la que pasábamos tenía algún tipo de decoracióndel Día de Acción de Gracias en la ventana o en el buzón. Conté trespavos de papel-maché, dos Peregrinos colgantes, y por lo menos

media docena de cornucopias. Pine Grove definitivamente tiraba lacasa por la ventana durante las festividades.

No fue hasta que estuvimos a casi una milla fuera de la ciudad,cuando David finalmente bajó el volumen de la radio.

13 El SAT es un examen estandarizado que se usa en admisiones a universidades en los Estados Unidos.

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 — Nos sentiremos muy estúpidos si esta es una oferta de becatotalmente legítima, ¿no?

Le miré.

 —  Yo no, pero tú deberías. ¿Quién se aparece a una entrevista con jeans ajustados y una camiseta de Doctor Who?

Inclinándose, David deslizó el asiento hacia atrás ya que apoyabalos talones en la guantera.

 — ¿Quieres decir que lo hiciste? Porque hay pocas cosas menosvisibles que una adolescente meciendo un sombrero.

 —No es un…olvídalo. Mi elección de sombrero no es lo importante.Tenemos que averiguar lo que vamos a hacer una vez que lleguemosallí. Digo, si esto es un intento de sacarte de la ciudad para matarteo secuestrarte o lo que sea, debemos estar preparados.

David se movió en su asiento.

 — ¿Esa no es tu área?

Incómoda, me encogí de hombros.

 — Supongo.El silencio cayó sobre el auto otra vez.

 — ¿Lo matarás? — preguntó finalmente David — . ¿O a ella?

Ese era mi trabajo, ¿no? O lo sería, si realmente iba a ser unPaladín. Lo cual no era. 

 — Podemos preguntarnos quién es — dije — . Ver cuántos son, cuálesson sus planes.

 — Oíste a Saylor. Sus planes son matarme, probablemente.

 — Sí, pero tal vez podríamos conseguir un porqué. ¿Es por lo de que‘los chicos hacen oráculos de mierda’ o hay algo más? Por ejemplo,tal vez estuviste escribiendo artículos horribles sobre otraspersonas.

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Resoplando, David envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas.

 — No, tú eres la única persona a la cual torturo de esa manera.

¿Por qué lo haces?  Quería preguntar de repente, pero me tragué lapregunta. La historia enredada mía y de David no era el asuntoaquí.

 —¿Has tenido más… ya sabes? — Levanté una mano del volante y lamoví — . ¿Visiones?

 — ¿Profecías? No. No desde esa noche.

Giré en Merlington, conduciendo por una calle rodeada de robles.

 — Bueno, eso es parte de las visiones, ¿no? Ser un niño significa notener grandes visiones.  — En lo alto, los árboles proyectabansombras en el auto, cubriendo la cara de David con luz veteada.

David se encogió de hombros.

 —  A menos que haga algún tipo de hechizo loco sobre mí, eso meharía Mega Oráculo.

Me giré para mirarlo, casi pasando por alto una señal de Alto.

 — No harías eso, ¿cierto?

David bajó los pies de la guantera, tirando del dobladillo de sucamiseta.

 —  Viendo que no sabría por dónde empezar algo así, digamos queno.

No me estaba mirando, pero algo en su voz se metía bajo mi pielcomo una astilla.

 — Pero incluso si supieras cómo  — dije —   tú…tú no lo harías, ¿no?Digo, escuchaste lo que dijo Saylor. Ese hechizo le dio a Alaricvisiones impresionantes y poder, pero también frió su cerebro yterminó con una gran cantidad de personas muertas.

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David suspiró, frotando una mano arriba y abajo por la parte deatrás de su cuello.

 — Si, entendí esa parte. Aun así, apesta tener visiones que son tan a

medias, ¿sabes? Y no importa lo que diga la Tía… — Se detuvo,dejando caer la mano otra vez en el regazo — . Nunca dejaré de hacereso, ¿no?

 — Todavía puedes llamarla tu tía, David  — dije, sorprendida por laamabilidad en mi voz — . Digo, te crió.

Hizo un sonido evasivo en respuesta antes de acomodarse de nuevoen su asiento.

 — Lo que digo es, ser capaz de ver el fututo pero realmente no verloes muy frustrante. Entiendo por qué alguien haría un hechizo comoese.

Pasamos la señal de ladrillos que decía ‘La Universidad de Alabamadel Este’, y giré por la calle angosta que iba al campus. La bibliotecaestaba al final de la carretera, subiendo el césped brillante comouna especie de iglesia medieval. Pude distinguir las ventanas.

 — Bueno, la próxima vez que empieces a pensar así, recuerda que

 Alaric terminó muerto gracias a ese hechizo.David se giró hacia mí mientras entraba en una plaza deaparcamiento. En sus anteojos, tenía que admitirlo, me veía un pococomo Carmen Sandiego, así que me quité el sombrero.

 — Bien, antes de que entremos, ¿hay algo que deba saber?

Desabrochándose el cinturón de seguridad, David bajó la mirada.

 — No.

 — Eres el peor mentiroso en todo el mundo.  — Mientras metía elcoche en el estacionamiento, un par de chicas pasaron por delantedel auto, con cabello largo volando en la brisa. Además de ellas, noveía a nadie más en el estacionamiento.

 — No estoy mintiendo — dijo, pero hice caso omiso.

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 — Mira, sé que no somos exactamente los mejores amigos, pero nosconocemos más o menos desde el vientre materno. ¿Recuerdas ensegundo grado cuando derramaste toda la pintura azul y trataste dedecir que no lo habías hecho? Estas poniendo exactamente la mismacara.

David rodó los ojos.

 — ¿Y qué cara es esa?

Hice sobresalir la mandíbula y puse mi mejor mueca de David.

 —  Algo así  — dije con los dientes apretados, y él soltó una risasorprendida.

 —Bueno, no me veo así. Eso se ve como… no sé, Dick Cheney14.

 — No, así te ves tú cuando mientes  — insistí — . Lo hiciste con lapintura azul y lo estás haciendo ahora.

La sonrisa de David se desvaneció lentamente y sus dedos juguetearon con el borde de su camisera, tirándola un poco haciaencima de sus bíceps. ¿Desde cuándo David Stark tenía bíceps?¿Cómo consigues masa muscular cuando todo lo que haces esescribir en la computadora y ser molesto?

 — Confía en mí, Pres — respondió mientras abría la puerta — . Eso estodo. No hay más que decir.

Quería que confiara en él, y Saylor quería que él confiara en ella, yyo sólo quería que este asunto se terminara.

¿Entonces por qué estás aquí?   Una voz susurró en mi cabeza. Envez de perseguir esa idea, salí del auto y me apresuré hacia David.

Estaba mirando su teléfono. — La cita es en diez minutos en el segundo piso de la biblioteca. Lacual debe ser… — Señaló al gran edificio Gótico — . Aquí.

14 Richard "Dick" Bruce Cheney es un político y empresario estadounidense. Fue el 46º vicepresidente de los

Estados Unidos bajo el mandato de George W. Bush.

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Le miré, esperando sentir esa repentina rigidez en mi pecho que medecía que David estaba en peligro. Pero no había nada más quebrisa rozándome el pelo contra la cara y el ligero frío de principiosde Noviembre. Ninguna inquietud en el corazón, ningún sobresaltoaparente.

 — ¿Deberíamos entrar? — preguntó David, y yo asentí.

Entrando, el olor familiar de los edificios viejos a alfombra mohosa ycafé quemado me asaltaron en la nariz, pero aparte de eso, todo sesentía… bien. Normal. Tal vez esto era una entrevista de becarutinaria.

La oficina a la que le habían dicho a David que fuera estaba en el

segundo piso de la biblioteca. Mientras subíamos por las escaleras,todo estaba en completo silencio, excepto por el chirrido de laszapatillas de David en el piso de piedra.

 — ¿Te sientes rara? — preguntó.

Moví mi cabeza.

 —No. En realidad… me siento extrañamente normal. 

Inclinándose para mirarme, me dio media sonrisa.

 — Sólo para nosotros lo normal sería raro.

Fue fácil encontrar el 201-A. Era la primera oficina a la derechadespués de las escaleras, y cuando David llamó a la puerta, unabonita y pequeña morena la abrió, sonriéndonos. Tenía profundoshoyuelos a ambos lados de sus dientes blancos brillantes, y a pesardel inminente peligro en el que podíamos estar, no podía evitarpreguntarme dónde había conseguido ese brillo de labios. Era

realmente un bonito… ugh, no. Concéntrate. — ¡Hola! — dijo alegremente — . ¿David?

Era difícil imaginar a alguien pareciendo menos un asesino,especialmente ya que estaba vestida con vestido rosa brillante yverde de Lilly Pulitzer.

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David se sorprendió un poco, y me pregunté si estaba pensando lomismo.

 — Sí  — dijo finalmente. Luego, aclarando su garganta, lo intentó

otra vez — . Quiero decir, sí, soy David Stark.La morena se acercó y les estrechó la mano.

 — Soy Blythe  — la mujer-chica, en realidad, dijo, agitando la manode David con entusiasmo. Luego sus ojos se deslizaron hacia mí — .¡Oh! — dijo — . ¡Trajiste a una amiga! — Sus hoyuelos se hicieron másprofundos, y se inclinó con un guiño de complicidad — . ¿O es tunovia?

Grosera, pensé, pero luego me di cuenta de que no habíamosinventado una excusa de por qué estaba aquí con David.

David pasó su brazo por mis hombros, y automáticamente deslicémi brazo alrededor de su cintura. Viendo como estábamos parados apocos metros de distancia, no estoy segura de sí alguna vez dospersonas se habían abrazado tan torpemente.

 — Síp — dije — . Novia.

 — Mi novia  — convino David, y habría enterrado mis dedos en suscostillas si hubiera sido capaz.

Pero si Blythe notaba nuestra extrema torpeza, no lo reconocía.

 — Bien, ¡entremos! — dijo.

Una vez que se dio vuelta, David me miró. Sabía lo que estabapensando.

¿Cómo una chica que parecía hablar sólo entre signos de

exclamación podía ser una posible asesina contratada? — Debo decir, David, que hemos escuchado muchas cosas buenas deti — dijo Blythe, dirigiéndose hacia su escritorio. Mientras revolvía,agregó —  Oh, y por favor, ¿podrías cerrar la puerta?  — David se girópara hacer eso mientras Blythe seguía hablando — . No sabes el

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problema que hemos tenido tratando de ponernos en contactocontigo.

Con las manos todavía en el pomo de la puerta, David se volvió

hacia Blythe. — Sí, han enviado una pila de e-mails.

Blythe soltó una suave risa.

 — Oh, créeme, ha sido más extenso que algunos e-mails.  — Derepente su cara se iluminó cuando encontró lo que sea que habíaestado buscando.

 — ¡Oh, aquí vamos!  — dijo chirriante. Estaba sosteniendo unabrecartas, uno que parecía más grande y más afilado que lonecesario para abrir el correo.

Por un segundo, todo lo que podía hacer era mirar tontamente elfilo, preguntándome por qué no estaba sintiendo la rigidez del pechoni los ajetreos en el pecho, ni nada de eso.

Blythe plantó un pie en el borde del escritorio, lanzándose haciaarriba, y me di cuenta de por qué no había sentido que David estabaen peligro.

Estaba arremetiendo contra mí.

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Capítulo 21

Como lo había hecho esa noche con el Dr. DuPont, mi cuerpoempezó a moverse antes de que mi mente pudiera asimilarlo. Davidgritó, pero yo ya estaba preparándome, levantando un brazo paradesviar el golpe. Blythe aterrizó sobre mí, fuerte, y sentí algo heladosobre la piel, bajo mi codo. Luego el hielo se convirtió en un calorabrasador, y vi un destello rojo.  Ay dios , pensé, casi desde ladistancia. Me apuñaló. Una chica con un Lilly Pulitzer me apuñaló. 

 Apretando los dientes ante el súbito dolor, con la otra mano traté de

agarrar su muñeca, pero se movió más rápido de lo que anticipaba,moviendo un pie para engancharlo alrededor de mi tobillo yhacerme estrellar contra el suelo.

Mientras lo hacía, me las arreglé para agarrar el dobladillo de suvestido, haciéndole perder el equilibrio también. Nos caímos juntas,mi cabeza golpeó la base de una de las sillas. Vi estrellas, y luegootro destello de plata cuando el cuchillo se clavó en mi garganta. Sin

pensar, agarré el abrecartas mi mano se cerró a su alrededor. Podíasentir el metal cortando mi piel, pero la agonía no era nadacomparada con la adrenalina y el miedo corriendo a través de mí.Debajo de mí, Blythe tenía sus dientes al descubierto en un gruñido.Sudor salpicaba su frente y su labio superior, y mechones de pelo sesalían de su cola de caballo para aferrarse a sus mejillas. Su caraestaba pálida, sus ojos negros estaban enormes, y me di cuenta deque a pesar de ella estar con un arma, estaba asustada. Incluso

aterrorizada.

Blythe podía tener el elemento sorpresa de su lado, pero no era unPaladín. Agarré el cuchillo más fuerte, obligando a su mano aalejarse de mi garganta. Ríos rojos corrían por mi antebrazo, perono me importaba. Lidiaría con el dolor luego. .

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Decidí ir con el mismo movimiento que había sorprendido a Dr.DuPont. Sacudiendo la cabeza hacia adelante, me golpeé la frentecontra su nariz lo más fuerte que pude. El abrecartas cayó al piso

cuando Blythe se llevó las dos manos a la cara con un llanto acuoso.Impulsándome con los codos, la empujé de encima de mí, pero antesde que pudiera, hubo una caída y el sonido de vidrios rotos.

Blythe salió de encima de mí, inmóvil, y se desplomó en el suelo.Detrás de ella, David se paró sosteniendo los restos de la lámpara.Sus ojos estaban desorbitados, y estaba prácticamente jadeando.

Haciendo una mueca, me impulsé hacia arriba, con cuidado de no

poner ninguna presión sobre mi mano herida. Ahora que la peleahabía terminado, el dolor era incluso peor. Sólo tenía que mirar a laherida que cruzaba mi mano, para saber que necesitaría unasutura. Incluso cuando miraba a Blythe, me preguntaba cómopodría explicarles a mis padres ésta herida en particular.

 — Dios  — dijo David, mirando la sangre que caía de mi mano y mibrazo — . ¿Estás bien?

Cuando le miré en silencio, se corrigió:  — Quiero decir, es obvio queno lo estás, pero… ¿lo estarás? 

 —E… eso creo — le dije, pero para ser honesta, me sentía un pocodébil. No por la pérdida de sangre y el dolor  — aunque era en partepor eso —  sino por lo cerca de la garganta que me pasó el cuchillo.Cómo todos mis supuestos poderes no habían servido de muchocuando alguien me atacó.

Había un suéter blanco colgando del respaldo de la silla de Blythe, ylo agarré, envolviéndolo tan fuerte como pude alrededor de mi manosangrante. La herida en mi brazo aún dolía, pero no era tanprofunda y ya había parado de sangrar.

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 — ¿Por qué no sentiste nada?  — preguntó David — . ¿Eso no es partede tu asunto? ¿Cómo en el auto con los chicos?

Mirando a Blythe, negué.

 — Parece que sólo lo siento cuando alguien va por ti. Ella estabatratando de matarme a mí.

David parpadeó.

 — Entonces… ¿tus superpoderes no te ayudan a defenderte a titambién? Parece un poco injusto.

Era muy injusto para mí, pero no le dije eso a David.

 — Dame esa lámpara. O lo que queda de ella — dije. Cuando lo hizo,arranqué el cable de la base, y luego asentí hacia Blythe, quienestaba empezando a gemir un poco.

 —  Ayúdame a ponerla en la silla.

Cuando lo hicimos, enrosqué el cable alrededor de los listonesdetrás de la silla, atando sus manos con fuerza por detrás de suespalda. Blythe permaneció inconsciente durante todo esto, lasangre le goteaba de manera constante de la nariz, dejandomanchas rojas en las margaritas rosas y verdes de su vestido.

 — No puedo creer que nadie escuchase todo eso  — dijo David,señalando hacia la sangre en la alfombra.

Frunciendo el ceño, miré para arriba.

 — Sí, yo tampoco. No hay mucha gente aquí, pero podrías pensarque alguien me habría escuchado siendo casi asesinada.

Mordiendo su uña, David seguía mirando el abrecartas. Estaba enla alfombra, relucía en las luces fosforescentes.

 — Esto es una locura — dijo por fin.

Le di al nudo un último tirón y suspiré.

 — Sí. Como ha sido establecido.

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 Ahora que tenía la certeza de que ella estaba atada de forma seguraa la silla, me paré junto a David y observé a nuestra cautiva.

 —Parece…más joven — dijo — . Pensé que era muy joven para

trabajar en una universidad, pero ahora que realmente la miro… Era joven. Apenas saliendo de la adolescencia, creo. Miré su narizdesviada, preguntándome si debería sentirme culpable. Pero luegopensé en ella saltando por encima del escritorio, con el cuchillo en lamano.

No. Sin culpa.

Gimiendo, comenzó a moverse.

 — ¿Qué haremos? — susurró David

 — Pregúntaselo  — contesté. Mi sangre seguía goteandoconstantemente sobre la alfombra color beige, bajo las lucesfosforescentes. David se veía verdoso.

 Afuera, las hojas de un gran árbol de magnolia golpeabansuavemente contra la ventana.

 —No podemos… ¿la matarás? — No pensé que David se pudiera ver

más miserable, pero cuando se giró hacia mí, abriendo y cerrandolas manos a sus lados, estaba preocupada de que pudiera vomitar.

 Y no sabía que responderle. Honestamente, no había pensado sobreello. Conocer a este chica, interrogarla, conseguir un poco más deinformación sobre lo que estaba pasando  — esa había sido toda miagenda. Pero David estaba en lo correcto, no era como sipudiéramos tan sólo dejarla aquí. Y había tratado de asesinarme.

 Antes de que pudiera pensar más, los ojos de Blythe se abrieron.

Rodaron por un segundo antes de posarse en mí.

 — Eres mucho más difícil de lo que pareces — dijo, con voz gruesa.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

 — ¿Quién eres? — Había visto muchas películas como para saber queésta era la parte donde los malos normalmente se reían y

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comenzaban a escupirle a la gente en la cara, pero la chica asintióante la placa con su nombre.

 — Como dice en la jodida placa. Blythe.  — No había ningún indicio

de acento sureño en su voz, ahora. — Sí, bien — murmuró David junto a mí, pero lo ignoré.

 — No me refiero a tu nombre.  — Sólo había interrogado a unapersona, una estudiante de primer año llamada Tori Bishop. Porsupuesto que luego, había estado preguntando por el dinero dellavado de coches que había desaparecido, no era mi asesinatopotencial. Aun así, pensé que la técnica sería básicamente lamisma. Apretando la mandíbula, entrecerré los ojos — . Quiero

decir… ¿qué eres? No eres un Paladín. 

Blythe resopló y luego hizo una mueca.

 —Obviamente. Y ya que claramente no soy un Oráculo… — sacudiósu cabeza ante David —  ¿por qué no usas el proceso de eliminación?

 — Eres un Mago — dijo David, imitando mi pose —. Como mi… comoSaylor Stark.

Blythe subió contra los cables sosteniéndola, sus ojos eran,repentinamente, feroces.

 — No. No soy como Saylor Stark. Yo hago mi maldito trabajo. Soyleal a las personas que me dieron éste poder.

 — ¿Los Éforos? — pregunté mientras David decía:

 — ¿Durante cuánto tiempo has sido un mago?

Nos miramos el uno al otro, y la mirada de Blythe se movía de ida y

vuelta entre nosotros. La comisura de su boca se elevó en unasonrisa, agrietando la sangre seca de su nariz.

 — ¿A cuál se supone que debo responderle primero?

Luego de un momento, David rodó sus ojos.

 —  A ella — dijo, señalando hacia mí — . Respóndele a ella primero.

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Pero en vez de responder, Blythe seguía mirándonos.

 — ¿Cuántos años tienen?

 — Diecisiete — respondimos al unísono, y Blythe soltó una especie derisita.

En verdad, nunca quise romper otra vez la nariz de alguien, inclusosi estuvieran tratando de apuñalarme. Tenía brutas secuelas.

 —  Yo también — dijo. Parecía joven, pero no tanto. David me miró, yaunque la telepatía no era parte del vínculo Paladín-Oráculo, sabíalo que estaba pensando: ¿Cuán loco es esto?

 Ajustando el cárdigan alrededor de mi mano, miré a Blythe.

 — Todavía no has respondido mi pregunta.

Suspirando, Blythe se inclinó hacia atrás en la silla.

 — Sí, los Éforos  —dijo. No agregó “idiota”, pero estaba claramenteimplícito. Luego, miró a David.

 —  Y a tu pregunta, hace alrededor de seis meses.

 — ¿Cómo te encontraron?  — le pregunté. De repente, me estaba

arrepintiendo de no haberle preguntado a Saylor más sobre esto.Hubiera sido lindo saber que los Magos podían ser tan homicidascomo peligrosos los Paladines, a su manera.

Blythe me miró, inclinando su rostro.

 — ¿Sabes de esos exámenes que haces en la escuela? ¿Los que juzgan tus aptitudes para ciertas carreras?

 —  Adoro esas pruebas  — dije, apoyándome contra la esquina del

escritorio.Un mechón de pelo se había caído en los ojos de Blythe, y ellaresopló.

 —  Yo también. Hay preguntas entretejidas que alertan a los Éforosde la gente que tiene potencial de Mago.

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David dio un paso hacia atrás, casi tropezando con un tarro delapiceras. Se debe haber caído durante la pelea con Blythe.Enderezándose, David se frotó una mano sobre su boca, observandoa Blythe.

 — Pero los poderes de Mago pueden ser transmitidos, ¿no?

Suspirando, Blythe giró el cuello.

 — Sí, pero ayuda encontrar a alguien con habilidades naturales. Silos Éforos tienen tiempo, lo cual sucedió en mi caso. La Maga antesde mí, sabía que se estaba muriendo. Tuve mucho tiempo paraprepararme.

Sobre la cabeza de Blythe, David y yo nos miramos a los ojos. Habíaun dato interesante. Me preguntaba si funcionaba igual para losPaladines. Pero antes de que pudiera preguntar, Blythe giró lacabeza en mi dirección y dijo:

 —  Ahora, ¿serían tan amables de seguir con la parte de matarme?

 — No vamos a matarte — dije, y cuando Blythe me miró con las cejaslevantadas, y me apresuré a añadir —  Quiero decir, no todavía. Nomientras nos digas lo que necesitamos saber.

El abrecartas estaba cerca de la puerta, así que agarré el arma máscercana que pudiera poner sobre las manos: una engrapadora.

La levanté, haciéndola parecer “amenazante”. Admito que carecíade cierta elegancia, pero valía la pena intentarlo. David puso unamano en mi brazo y la empujó hacia abajo.

 — ¿Qué?

 —Sólo… es vergonzoso para todos — respondió.

Blythe soltó otra de esas risas que me hacían estremecer.

 — Esto es un desastre  — murmuró antes de clavar sus ojos oscurosen mí — . No saben ni siquiera lo que está pasando, ¿no? ¿Cómo tellamas, Paladín?

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 — Harper Price  — dije, los buenos modales se fueronautomáticamente.

 — ¿Quieres que te de su dirección también? — murmuró David, pero

la mirada de Blythe se quedó en mí. — Bueno, escúchame, Harper Price. Yo, la gente para quientrabajo… no queremos herir a David. Sólo queremos ayudarle.

 Abrí la boca, pero David respondió antes de que pudiera decir algo.

 — ¿Ayudarme? — Su voz estaba tensa por la ira, y alzó la mano paratirar de su cabello. No era una buena señal — . Mataron al hombreque juró protegerme.

 — Esa no fui yo — dijo Blythe, pero David actuó como si no hubierahablado.

 — Intentaste atropellarme — dijo, con los muy abiertos detrás de susanteojos. Pude ver un rubor subiendo por su cuello.

Con el ceño fruncido, Blythe luchó un poco contra los cables.

 — De acuerdo, esa fui yo, pero técnicamente estaba tras ella.

 —  Y luego, para colmo, me traes fuera de la ciudad e intentasapuñalar a Harper justo en frente de mí.

Para ese momento, David estaba casi gritando, y de nuevo, mepregunté por qué nadie venía. Seguramente habíamos hechosuficiente ruido para traer a alguien aquí. Digo, esto era unabiblioteca, por el amor de Dios.

 — Si estás tratando de ayudarme, ¿por qué harías, o la gente para laque trabajas, haría cualquiera de esas mierdas?  — David se

balanceó sobre los talones, esperando una respuesta, y habríasentido pena por Blythe sino hubiera sido por lo del apuñalamiento.

Estar en el otro extremo de una Mirada David Stark era realmentedesagradable.

Blythe se sentó tan derecha como los cables se lo permitieron,inclinándose hacia adelante.

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 — Porque — dijo, apretando los dientes — , esa gente — el conserje, tutía ésa — , te están deteniendo, David. Tienes un destino, y estoyaquí para ayudarte a cumplirlo.

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Capítulo 22

Hubo una pausa. En ella, podía escuchar el tic   del pequeño reloj

sobre el escritorio de Blythe, pero nada más. Ningún sonido desdeabajo, nada desde el estacionamiento de afuera. Finalmente, Davidse quitó los anteojos y se restregó una mano por la cara.

 — Estoy harto de esa palabra — murmuró, y me encontré asintiendo.

“Destino” tampoco era una de mis palabras favoritas esos días.

 — Los Éforos querían matar a David  — le dije a Blythe —. Por sus…partes de chico y eso.

David levantó la cabeza y creo que articuló un ¿En serio? , pero yoestaba mirando a Blythe.

Ella sostuvo la mirada, sonriendo, y entre la sangre, su ridículacara joven y su Lilly Pulitzer, era un poco inquietante.

 — Entonces no eres un total ignorante. Impresionante. Sí, alprincipio los Éforos pensaban que sus “partes de chico” le harían unmal Oráculo. Después de todo, el único que habían tenido no

funcionó exactamente. —  Alaric — dijo David, limpiando sus anteojos en la parte baja de sucamiseta.

 — Él mismo — dijo Blythe con un pequeño asentimiento — . Entoncespuedes imaginar por qué eran anti-chico Oráculo durante esetiempo. Pero… — La sonrisa de Blythe pasó de un poco desquiciadaa satisfecha, pero todavía era seriamente desquiciada —   ...eso fueantes de que me encontraran.

David todavía tenía sus anteojos colgando de sus dedos, pero anteeso, se los puso otra vez y entrecerró los ojos.

 — ¿Qué significa eso?

 — Sin ánimos de ofender, pero Saylor Stark no tiene nada contra mímientras el juego de alquimia siga  — dijo Blythe, acomodándose en

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la silla. Por primera vez, honestamente creí que tenía diecisiete — .Quiero decir, ¿Saylor puede hacer una poción de control mentalsobre qué? ¿Una o dos personas a la vez, como máximo? Tengo estamaldita biblioteca bajo mi pulgar ahora mismo.  — Con una sonrisasatisfecha, trató de cruzar las piernas, pero la manera en la que lahabíamos atado hacía eso imposible. Se acomodó para poner lasrodillas más juntas — . Tengo un trabajo aquí como voluntaria, ycada viernes, hacen ese gran Potluck15. Una poción en una bandejade brownies, y bam. Tengo una oficina, una cuenta de e-mailoficial… 

Mi mano se empezaba a sentir un poco entumecida, así que afloje elcárdigan que estaba a su alrededor. Cuando lo hice, la mirada de

Blythe se giró hacia el suéter, y frunció un poco el ceño. —  Así que por eso nadie vino cuando peleamos — dije, entendiéndoloal fin.

 —  Alquimia.

 Apartando sus ojos de su cárdigan empapado de sangre, Blytheasintió.

 — No quería que me molestaran.

 — ¿Qué tiene que ver la Alquimia con David? — pregunté, ajustandoel sweater alrededor de mi mano otra vez. Blythe hizo una mueca.

 — Me gustaba ese suéter  — dijo, y mientras pude apreciar un apegohacia la ropa, rápidamente respondí:

 — Me gusta mi mano.

Blythe rodó los ojos.

 — Fuiste tú la que agarró el cuchillo.

 Y mientras lo decía, la adrenalina empezó a desaparecer, y una olade náuseas corrió por mi garganta mientras recordaba el cuchillocerca de mi garganta, el dolor cegador de envolver mi palma en él.

15 Los potluck o fiestas americanas son una costumbre culinaria de Estados Unidos que consiste en comida

que suelen compartir los asistentes a una reunión.

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¿Cuán cerca de la muerte había estado realmente? Momentos,definitivamente. Y por segunda vez en mi vida. Tercera si cuentasla persecución de autos.

Estaba segura de que no se suponía que los Paladines se sintieranasustados o enfermos, pero estaba bien. Yo no era realmente  uno.¿Lo era?

Eso no era algo en lo que quisiera pensar justo ahora, así que fruncíel ceño hacia Blythe.

 — Responde mi pregunta  — dije —. ¿Qué tiene que ver tu… magia olo que sea con David?

David se movió hacia el escritorio de Blythe, y se reclinó contra él,apoyándose con las manos mientras esperaba que Blytherespondiera. Eso lo puso un poco detrás de ella, y me di cuenta deque estaba tratando de mirarlo por el rabillo del ojo.

 — Los chicos Oráculo pueden ser tan increíbles como las chicasOráculo. Diablos, pueden ser mejores    — Detrás de su espalda,flexionó los dedos —. Y… miren, ¿pueden aflojar estas cosas? Nosiento las manos.

David avanzó, pero yo levanté mi mano. — Responde primero.

La mirada que Blythe me dio, fue extrañamente de aprobación. Seencogió de hombros y continuó.

 — Si conoces el tipo correcto de Alquimia que usar, la cual conozco,puedes… no sé, sobrecargarlo . Hacerlo para que pueda ver el futuro.

 Y más. Y ni siquiera es tan difícil como un hechizo, de verdad.

 Algunas alquimias requieren vísceras de lagartos y esas cosas, peroeste es sólo decir… 

 — Sabemos sobre el hechizo  — interrumpí, apretando las manos alos lados — . Volvió loco a Alaric y terminó con un montón de gentemuerta y todo un pueblo destruido.

El disgusto brilló en el rostro angelical de Blythe.

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 — Porque no era Mago. El hechizo en sí no es malo. Es sólo que Alaric no sabía qué demonios estaba haciendo. Yo lo sabría. Quierodecir, lo sé. Y hay mucho que puedes hacer una vez el hechizo surteefecto.

 — ¿Cómo qué?  — Preguntó David, y aunque ella no podía mirarlodirectamente, giró la cabeza en su dirección.

 —  Ven conmigo y te mostraré — dijo con voz más baja que antes, casicomo un ronroneo.

David se enderezó un poco, y lo vi tragar saliva.

 —Um… no. Gracias — dijo, y todo lo que podía hacer era no rodar

los ojos. Chicos, honestamente. — Bien, así que los Éforos quieren a David como un Súper Oráculo.Entiendo. Eso no suena tan malo, creo.

Los ojos de Blythe se entrecerraron cuando David se sobresaltó.

 — ¿Pres?

Continué.

 —  Y por supuesto, una vez que tengan al Súper Oráculo, tienesentido querer matarlo, ya sabes, la persona que juró protegerlo   —  Agarrando los brazos de la silla de Blythe, me incliné, acercándomea su cara — . Oh, espera, excepto que no tiene sentido. Si quieren queDavid sea más poderoso, ¿por qué matar al Sr. Hall? ¿Por quématarme a mí ?

Por primera vez, Blythe parecía insegura. Bajó la mirada y Daviddio un paso hacia adelante, llegando a ponerse detrás de mí.

 — Porque el hechizo es peligroso  — dijo él suavemente — . ¿Por quéotra cosa tendrían que quitar a Harper de en medio?

Mi cabeza se alzó. Saylor dijo que el hechizo terminó destruyendo a Alaric. Como Paladín de David, ¿tendría que protegerlo de eso?

Los ojos de Blythe se abrieron con aprecio.

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 — No — dijo, sacudiendo la cabeza —. No hay… bueno, tal vez hay unelemento de leve peligro. Pero, hola, cruzar la calle puede serpeligroso. Y como dije, Alaric no era Mago. No era yo. Así que nosería peligroso. Sólo porque él jodió el hechizo no hace que sea unmal hechizo. Sólo un mal… lanzador de conjuros.

Podría haberme creído eso si su mirada no se hubiera deslizado deDavid a la mancha de sangre  — mía o suya, no estaba segura —  enla alfombra.

 — Lo haría bien.

Me dolía la cabeza, y mi mano y mi brazo seguían punzando, y sentíese extraño deseo de acurrucarme en la cama y llorar. O dormir. En

vez de eso, apreté mi agarre en la silla de Blythe.

 — ¿Entonces ese es el examen al que David se tiene que enfrentaren el Cotillón? Harás algún hechizo en él que aumenten suspoderes, o que lo volverá loco.

Desde atrás mío, escuché a David hacer una especie de ruido, perono me giré para mirarlo. Un problema a la vez.

La sangre seca alrededor de la cara de Blythe se agrietó y escamó

cuando sonrió. —Mira, estoy tratando de ayudarles. Sólo… háganlo, ¿de acuerdo?No peleen conmigo, no traten de detenerme. David tiene poderesincreíbles, los Éforos tendrán un Oráculo otra vez, y todos podemosser amigos. Los tres, trabajando juntos, pateando traseros, tomandonombres… todo eso. 

 —  Ya tenemos una Mago — dijo David, parándose al lado mío. Podíasentirlo temblar, pero su voz era firme — . Saylor Stark.

Blythe exhaló, agitando sus mechones de pelo.

 — Quien puede hacer un par de débiles hechizos para controlar lamente. Aburrido. Les estoy ofreciendo todo. Todo el poder quequieran.

Flexionando los dedos, David sólo la miró.

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Pienso que Blythe habría dicho algo sarcástico en respuesta, peroDavid no le dio la oportunidad.

 — Tenemos que sacarte de este edificio sin que nadie te vea. ¿Tienes

algo para eso?Blythe se desplomó en sus ataduras, sus hoyuelos desaparecieron,sus ojos marrones se volvían aburridos.

 — Si digo que no, ¿van a graparme hasta que me muera?

David se agachó y recogió el abrecartas, arrojándomelo. Estabamanchado con sangre  — mi sangre —   pero aun así lo atrapéfácilmente con la mano sana.

 — No — le dijo.

 — Si dices que no, es el turno de Harper con eso.

Era un tono que nunca había escuchado a David usar, y teniendo encuenta lo mucho que le conocía, eso decía algo. Sonaba inflexible yadulto, y amenazante.

Casi como alguien que podía ser un súper poderoso... algo.

Pero era David Stark. La única cosa amenazante sobre él era sunivel tóxico de odiosidad.

Sin embargo, funcionaba con Blythe. Giró la cabeza hacia suescritorio.

 — Cajón superior. Botella de quitaesmalte. Frota un punto en todosnosotros, seremos prácticamente invisibles. Fui hasta el cajón, y losaqué antes de que se me ocurriera algo.

 — David, ¿por qué no lo agarras?

Cruzó la habitación en un par de pasos y revolvió el cajón abierto.Cuando no me doblé del dolor, di un pequeño asentimiento.

 — De acuerdo, es seguro.

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Blythe me estaba observando desde debajo de unos mechones, consus ojos marrones brillantes.

 — Inteligente. Pero honestamente, si tuviera alguna especie de

poción mortal, ¿no la habría usado en vez de un abrecartas?David resopló, girando la botella de quitaesmalte sobre sus dedoslargos.

 — Tiene un punto de razón, Pres  — Mientras le quitaba la botella,levantó una mano para alisarse el cabello, haciéndolo lucir… bueno,nunca iba a lucir del todo presentable, pero por lo menos estabamejor.

Después de salpicar nuestras manos con quitaesmalte, David y yonos las arreglamos para desatar a Blythe, sacarla de la silla, yatarla otra vez sin que intentara asesinarme. La llevamos escalerasabajo, y seguramente, aunque pasamos a mucha gente, nadiesiquiera miró en nuestra dirección.

Era extraño.

Estábamos en el auto antes de que David preguntara otra cosa.

 — ¿Por qué los Magos no tienen pociones que puedan matar a lagente?

No estaba segura si la expresión de disgusto de Blythe era por lapregunta o por la forma en que la metí en el asiento trasero.

 — No somos tan poderosos. Un poco de control mental, algunasperturbaciones temporales… de esas de las que podemos saliradelante. Cualquier cosa que tenga que ver con la vida humana esun poco más difícil. Pero estoy trabajando en ello, confía en mí.

 — ¿Es así como sobreviviste el accidente de auto en mi piscina?  — lepregunté, pero Blythe sólo se movía en el asiento, tratando de metersu vestido debajo de ella.

 — La verdad es que desaparecí antes de que el auto chocara.

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 — ¿Puedes desaparecer de lugares? — David apoyó los antebrazos enel techo del auto, mirando a Blythe — . ¿Puedes también aparecer enlugares?

Le entregué las llaves a David  — mi mano todavía dolía demasiadocomo para envolverla alrededor de un volante —  y me deslicé en elasiento del pasajero, abrochándome el cinturón de seguridad.

 — David, no des ideas psicóticas, ¿sí?

Mientras David salía del lugar que aparcamos en elestacionamiento, me incliné hacia atrás y cerré los ojos, inspirandoprofundamente por la nariz. La llevaremos con Saylor. Saylor sabráque hacer.

Cuanto más lo repetía mejor me sentía. De hecho, a medida queDavid de se acercaba a Pine Grove, me sentía más… orgullosa. Miprimera misión real como Paladín, y había capturado al enemigo,aprendido algo los planes del otro bando y me las había arregladopara no salir horriblemente herida. Por supuesto, necesitaría ir alhospital. Mi mano necesitaría puntos de sutura. Pero cuando deslicéla manga del suéter de la mano, pude ver que la herida ya estabaempezando a sanar. Estaba arrugada, roja y fea, pero mayormente

cerrada. Giré la mano hacia atrás y hacia adelante, maravillada, yDavid echó un vistazo.

 —  Vaya — murmuró, y yo asentí.

El cartel de “Bienvenido a Pine Grove” se alzaba a lo lejos, y sonreíun poco. Sí. Hoy ha sido sin duda un día para la columna de lavictoria.

David debió haber sentido lo mismo, porque nos apresuramos haciala ciudad, me miró y dijo:

 — Tú sabes, Pres, esto fue…no quiero decir divertido por el intentode asesinato, pero… 

 — No  — dije — . Entiendo a lo que te refieres. Hicimos un buentrabajo hoy. Y una vez que ella… — me di vuelta, lista para

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enfrentarme a la expresión malhumorada de Blythe y me encontrémirando… nada. 

El asiento trasero estaba vacío.

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Capítulo 23

El coche de David se sacudió y vibró al frenar y salir de la carretera.Tirado en el parque, giró en su asiento y se unió a mí, mirandofijamente con la boca abierta al lugar donde Blythe había estado.

 — ¿Cómo?

 — Es una Maga — respondí, demasiado aturdida para pensar en otracosa. Saylor dijo que su magia era de muy bajo nivel. Desaparecerno es lo que consideraría de bajo nivel.

David hizo un sonido entre risa y gemido, y bajó su frente alasiento.

 — No estaba bromeando acerca de su juego de alquimia, ¿verdad? — preguntó con la voz ronca.

Mientras miraba el asiento trasero vacío, todo lo que pude ver fue aBlythe saltando por encima de ese escritorio. El Sr. Halldesangrándose en el suelo del baño. Ellos no estaban tratando dematar a David, estaban tratando de matarme y yo deje ir a uno de

mis aspirantes a asesinos. Uno que tenía mucho más poder del quepara estaba preparada. Después de un momento David se volvióhacia a mí.

 — ¿Quieres que conduzca por ahí un rato?

Sin decir una palabra, asentí. David volvió su auto por una de lascalles laterales que lleva hacia el Parque Pine Grove y nos condujohasta que llegamos a la pequeña colina por encima del parque

infantil.Estuvimos sentados en silencio mientras veíamos a los niñoscorreteando por los coloridos juegos infantiles. Una pequeña niña sesubió en el mismo tobogán donde había empujado a David cuandoteníamos ocho años. ¿O acaso él me empujó? No podía recordarlo. Y

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ahí en los columpios, un niño se sentó en el columpio donde Ryanme había dado mi primer beso.

Tras apagar el motor, David se inclinó hacia delante sobre el

volante.

 — Te quiere muerta — dijo.

Miré mi mano de nuevo

 — Sí, entendí eso.

Dejó escapar un profundo suspiro, dejando caer su frente en elvolante.

 — Entonces, ¿Qué hacemos ahora?Me hubiera gustado tener una respuesta fácil. Deseé poderpretender que esto no era real y que todo podía volver a ser comoera. Pero ahora había mucho más en ella que mi vida social. Mi vida  actual , de hecho, estaba en juego aquí y mientras que la idea deesconderme bajo las sábanas, preferiblemente hasta otro Big Bang,era atractiva, no parecía ser una opción.

Sentada con la espalda recta, me quité el cabello de la cara juntándolo en un moño flojo. La mochila de David estaba en mispies y busqué en ella hasta que encontré un cuaderno y una pluma.Salté un montón de dibujos al principio  — que eran bastantedecentes. Me detuve, mirando más de cerca unos cuantos. Ahíestaba Chie su amiga del periódico, su cabello oscuro rizadoalrededor de una oreja, su mano jugando con su flequillo y tambiénestaba Bee, riendo. Bee hace esta cosa de inclinar la cabeza cuandose ríe con la boca abierta y los dientes resplandeciendo. David lo

capturó perfectamente y no pude evitar sonreír.Cambie la página y ahí estaba yo, ocupaba casi toda la hoja depapel, parada junto a una pared de casilleros, mi cabezaligeramente hacia abajo, la cara de perfil. Sonreía, pero mishombros estaban tensos, estaba claramente torciendo mi anilloalrededor de mi dedo.

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 Aclarando su garganta, David tomó el cuaderno de vuelta y pasó auna página en blanco.

 — Me gusta dibujar personas — fue todo lo que dijo antes de volver a

poner el cuaderno en mis manos. Algo parecía haber caído sobre elauto, algo pesado y extrañamente tenso, como el aire antes de unatormenta.

 — ¿Cuándo dibuja… — pregunté, pero David señaló el papel blancofrente a mí.

 — Entonces, ¿qué era todo eso que dijo Blythe?

Siguiéndole el juego, asentí y tome una pluma.

 — Bueno, así que los Éforos quieren hacer un hechizo que te haga elmega Oráculo — apunté abajo — . Y lo harán en el Cotillón.

David me estaba estudiando por encima de la montura de las gafas.

 —¿Estás… haciendo un diagrama de flujo? 

 — Cállate, además, ¿por qué las profecías son siempre tan vagas ymísticas? Quiero decir, ¿te mataría ser capaz de decir: “oh, los chicosmalos están por venir este  día, en este  lugar y harán esta cosa”? “Lanoche de los Cisnes”, honestamente… 

El fantasma de una sonrisa revoloteó en el rostro de David.

 —  Voy a tratar de hacer las cosas más específicas la próxima vez quetenga visiones terroríficas del futuro, Pres.

Me sorprendí a mí misma sonriendo de vuelta antes de volver miatención al cuaderno.

 — Pero ahora sabemos qué es lo que tenemos que enfrentar. Ellaintentará hacer el hechizo en ti. Así que todo lo que tengo que haceres evitar que eso suceda.

David asintió, pero él no parecía nada feliz.

 —  A menos que ella te mate primero.

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Tragué el repentino nudo en mi garganta. El sudor frío volviótambién.

 Ya sabes, si el universo va a darte súper fuerza, súper velocidad y

habilidades de pelea que nunca has tenido, también debería dartealgún tipo de poder anti-miedo

 — Saylor tiene barreras por toda la ciudad para protegerte, ¿verdad?Bueno, veamos si puede poner unas para mí, también  — Mi voz eraligera cuando lo dije, pero la mano que sostenía la pluma tembló unpoco y David mantenía el ceño fruncido.

 — ¿Hablas en serio?  — dijo, después de un momento — . ¿Realmente

quieres hacer esto, ser mi Paladín, pelear contra las fuerzas del maldurante tu Cotillón?

Dejé la pluma en el cuaderno y lo miré a los ojos.

 —Es la única opción, estás personas me quieren fuera del camino… 

 — Muerta — intervino David y yo le fruncí el ceño.

 — Sí, muerta  — metí mi cabello detrás de las orejas — . ¿Por quésigues sacándolo a tema?

 — Porque quiero que lo entiendas — respondió, sus manos apretabanel volante — . Porque la idea de que alguien — quien sea —  muera  pormí me hace sentir enfermo, y el pensamiento de que tú  mueras pormí es… 

 Apartando eso, apretó el volante de nuevo, flexionando los dedoscasi compulsivamente.

 — Pres, esto es real. Es real y aterrador, y está tan jodido que ni

siquiera sé por dónde empezar. Podrías morir. Podría morir. Haygente intentando hacernos daño constantemente. Y siento como sinosotros necesitáramos… reconocerlo. Usar palabras como “muerto”en vez de eufemismos cursis.

Un sudor frío todavía picaba en todo mi cuerpo. Fuera del auto, enuna de las bancas, una joven madre vestida en jeans y un cuello de

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tortuga negro gritó algo a su hijo, probablemente “¡Ten cuidado!”.Mi propia madre se había sentado en la misma banca, diciéndomeeso mismo a mí.

Pensé en la cansada sonrisa de mamá, en sus ojos tristes y el granagujero que Leigh-Anne había dejado en nuestra casa. Si algo mesucediera… Parpadeando contra de la picazón en mis ojos, tomé lapluma y comencé a escribir de nuevo. Tengo que asegurarme de quenada me pase  a mí.

 — Tienes razón — dije, y David no dijo nada por un largo rato.

Entonces, finalmente:  — ¿Te duele decir eso no?  —  Vi por el rabillo

de mi ojo cómo se inclinaba en su asiento. — Las palabras casi me ahogaron, sí.

Resopló y volví a escribir.

 —  Así que si, la gente me quiere muerta. Podrían hacer un hechizopara matarte , ¿Feliz ahora?

David se echó para atrás en su asiento, alcanzando el reposacabezaspara estirar los brazos.

 — ¿Empezaras a decir la palabra J16 con más regularidad, también?

 — No presiones — le contesté, mientras afuera una ráfaga de vientoenvió hojas secas contra el auto. El Cotillón estaba a solo tressemanas. Tres semanas que no parecen casi tiempo suficiente paraplanear algo así de grande. Diablos, el baile de primavera del añopasado me había tomado más de 2 meses  para prepararlo.

Levantando la mirada del cuaderno, miré a David encorvado en su

asiento. Una vez más, su cabello estaba todo revuelto y sus lentesestaban ligeramente torcidos y él estaba obviamente pensandoacerca de algo bastante difícil. Tenía el ceño fruncido y sus dedostamborileaban contra el volante.

16 En inglés es “The F-Word”, refiriéndose a Fuck, en español puede trasladarse a Jodido 

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 — ¿Qué te tiene tan preocupado por allá? — pregunté.

Su labio inferior bajó un momento antes de contestar. — ¿Recuerdascuando te conté acerca de esos sueños locos que siempre tuve?

 — Sí.

 —Bueno… uno de ellos era sobre ti. 

Mi corazón latía fuertemente en mi pecho, pero hice mi voz lo másligera que pude. —  Uf. Mejor no quiero oír hablar de eso.

 Ahora sonrió, pero solo un poco.

 — No, no así. Me preguntaste el otro día porqué parecía que nunca

podíamos llevarnos bien. Y, quiero decir, si, parte de esto eracompetencia.

 —  Atroz — murmuré, y ahora su sonrisa era un poco más amplia.

 — Felicitaciones  — contestó, y algo de la opresión en mi pecho sealivió —. Pero parte de eso… — Se calló y golpeo la cabeza contra elvolante.

 — Dios, esto es tan tonto.

Se sentó de nuevo con los ojos en el techo.  — Cuando tenía comocinco o seis años, soñé que me matabas.

 — Está bien — dije lentamente y el giró la cabeza para mirarme.

 — Siempre supe que un sueño era una estúpida razón para que nome agradaras. Pero ahora… Pres, aparentemente puedo ver elfuturo ¿Y si… 

Lo detuve con un gesto de la mano.

 — No. Saylor dijo que tus poderes apenas estaban empezando avenir. Probablemente ni siquiera los tenías cuando tenías cincoaños.

 Asintió, pero tenía los nudillos blancos alrededor del volante.

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David ya tenía su teléfono fuera, pero hizo una pausa, levantandoambas cejas.

 — ¿Y por qué quieres que hablemos acerca de esto en la Tierra de la

Pequeña Anciana?

La Srta. Annemarie era una institución en Pine Grove. Unapequeña habitación llena de porcelana, cretona y más gatos decerámica de los que cualquiera debería tener, el salón de té atendíacasi exclusivamente a ciudadanos de la tercera edad. Era uno de loslugares favoritos de las tías para ir a almorzar, pero hoy era sábadoy ellas solo iban los miércoles.

 — Quiero hablar de esto en un área neutral  — le dije a David — . Ysin ofender, pero desde aquella noche, tu casa me da escalofríos.

Él asintió con la cabeza, simpático. —  Si, lo entiendo.

 —  Además, todos los que van donde la Srta. Annemarie sonancianos, así que hay menos oportunidad de ser oídos.

 — Bien pensado.  — David fue a marcar, pero antes de hacerlo, sedetuvo, agachando la cabeza un poco para poder verme a los ojos — .

 Así que realmente haremos esto. Vas a aceptar completamente laPaladinidad o lo que sea.

Como lo veía, mi única salida infalible para salir de esto con vidaera deshacerme de Blythe y garantizar que el hechizo no serealizara en el Cotillón. Le había costado a los Éforos diecisiete añosencontrarla; ¿quién sabe cuánto tiempo más tendrían que buscarpara encontrar un nuevo Mago? Además, sin Blythe, no hayHechizo, no hay necesidad de matar al Paladín de David. Pero todo

lo que le dije a David fue: — Harper Jane Price no renuncia. Jamás.

Los labios de David se arquearon.

 — Sí, creo que me ha quedado claro en estos años.

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El volvió al teléfono, marcando el número de Saylor. Mientrashablaba con ella, haciendo planes para verla en unos minutos, mirea los niños jugando e intente decirme a mí misma que no estaba

cometiendo un terrible error.

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Capítulo 24

 — Deberías probar el Oolong17 — le dijo Saylor a David mientrasabría su menú en donde la Srta. Annemarie.

Como anticipé, el salón de té estaba casi vació a excepción de dosmujeres sentadas frente a la ventana, ambas con facilidad rondabanlos 80. Afuera, el viento se había levantado y nubes grises semovían rápidamente a través del cielo. El salón de té estaba situadoen la plaza del pueblo, justo al lado de la joyería donde Las Tíascompran todos mis regalos de navidad y cumpleaños. En medio de

la plaza, hay una estatua de uno de los fundadores de la ciudad, Adolphus Bridgeforth.

David estaba mirando a Saylor por la parte superior de su menú.

 — Odio el Oolong — le dijo — . Sabe a hojas.

 — Son  hojas — señale, abriendo mi servilleta sobre mi regazo.

 — Touché — murmuró, y una leve sonrisa se asomó en sus labios.

Saylor observaba a David, y la expresión de su cara no era tristezani necesariamente nostalgia, sino que era una mezcla de los dos.Luego dobló su menú, deslizó la esquina debajo de su plato y doblósus manos en la mesa con los dedos apretados.

Sus diamantes brillaron por la luz proveniente de la pequeñalámpara de centro en la mesa y ahora su expresión era tan plácidacomo la de los gatos de porcelana que se veían en el restaurante.

En serio, la Srta. Annemarie podría darle a Saylor batalla en cuanto

al departamento de pedrería. — Bueno  — dijo finalmente — . Supongo que ustedes dos tenían unarazón para traerme donde Srta. Annemarie.

17 El Oolong es un tipo de té también conocido como té azul

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Me retorcí un poco en la silla con dibujos damasco de rosas. Teníami diagrama y creía que tenía una buena idea de lo que queríadecirle a Saylor, pero no había escapatoria del hecho de que David y

yo lo habíamos hecho mal hoy. Aunque sabía que Saylor no era lapersona que creía que era, los viejos hábitos tardan en morir yodiaba la idea de decepcionarla.

Tal vez David se dio cuenta de eso, porque se inclinó sobre la mesa yen un muy bajo tono de voz dijo:

 —  Algo pasó hoy.

Saylor no se movió, pero su mirada se desvió hacia mi mano. Nos

habíamos detenido durante el camino de regreso a la ciudad paraconseguir vendajes y crema antibiótica para mi corte y la mayoríade mi palma estaba envuelta en una gasa.

 — Puedo ver eso.

Tan silenciosa y rápidamente como pudo David, le contó a Sayloracerca de Blythe, pausando solamente cuando la Srta. Annemarietambaleó al tomar nuestros pedidos. Cuando terminó, Saylor estabasentada muy quieta con la cara totalmente en blanco. Pero su mano

se aferraba al tenedor con tanta fuerza que temía que ella enrealidad pudiera doblar el metal.

 — ¿Y por qué exactamente, ustedes dos decidieron hacer frente aesto por si mismos?  — preguntó con la voz dulce y los ojosllameantes.

Tomé un sorbo de agua helada, tratando de ganar tiempo peroDavid ya tenía una respuesta.

 — Porque no confío en ti  — dijo — . En ella, — agregó David haciendoun gesto hacia mí con una cucharilla —  sí confío.

La Srta. Annemarie resurgió con nuestra comida  — ensalada depollo para Saylor y para mí, un Club Sándwich para David.Mientras lo ponía sobre la mesa, la Srta. Annemarie me sonrió.

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 — ¿Cómo están tus tías, Harper?

 — Bien, gracias — dije, esperando que fuera suficiente. Amaba a lasancianas de mi pueblo pero, Dios mío, como hablaban . Y la Srta.

 Annemarie no mostraba signos de detenerse.

 — ¿Y tus padres?

 — También bien, gracias, Srta. Annemarie.

La anciana suspiró y sacudió la cabeza con su barbilla tambaleando.

 — Han sido tan fuertes desde que tu hermana falleció. Que tragedia.

Forcé una sonrisa tensa.

 — Lo han sido, sí.

 — Los mantengo en mi lista de oraciones  — murmuró ella, dándomeuna palmada en el hombro antes de regresar de nuevo a la cocina.

 Ahora las dos mujeres en la ventana estaban mirándonos,entrecerrando los ojos como si intentaran reconocerme. Si , queríadecir, soy la hermana de Leigh-Anne Price. Si, esa Leigh-Anne, la

reina del baile que estrelló su auto en un árbol dejándolocompletamente destrozado.

 — ¿Estás bien? — me preguntó David en voz baja.

 Aclarándome la garganta, ensarté una uva con el tenedor.

 — Seh, ahora volviendo a lo que decíamos sobre Blythe. Le dijo aDavid que ya no querían matarle; ahora quieren hechizarlo.

 Aparentemente es el mismo que…— no llegue a terminar. La manode Saylor temblaba tanto que casi dejó caer su pequeña taza de téOolong.

La puso de nuevo en el plato en medio de un estruendo de la vajilla.

 — El ritual de Alaric.

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 — Justo ese — dijo David, con la boca llena de su Club Sándwich — .Pero Blythe dijo que solo salió tan mal con Alaric porque él no eraun mago, ella piensa que si ella lo intenta… 

 — Ni siquiera termines esa frase, David Stark  — espetó Saylor. Afuera, el viento sopló con más fuerza, haciendo sonar la granventana haciéndonos brincar a los tres — . ¿No escuchaste lo que dijela otra noche? Ese ritual volvió a Alaric loco, lo que resultó en lamuerte de cientos. Lo convirtió en un monstruo.

Saylor dejó caer las manos en la mesa y pude ver que estabantemblando ligeramente.

 — No importa lo que haya dicho esta chica, el ritual por sí mismo espeligroso. Alaric tuvo que ser dormido como un perro y tú dices queesta chica Blythe era… ¿cuál era el término que utilizaste, David? 

Tragó saliva antes de contestar.

 — Perra súper psicótica mierda de murciélago.

El labio superior de Saylor se curvó. —  Ah, sí. Encantadora. Y solo tiene diecisiete años, ¿verdad?

Cuando ambos asentimos, cerró los ojos y respiró hondo.

 —Los cambios temporales, el hechizo de desvanecimiento… soncosas que los Magos simplemente no hacen, son muy peligrosos,muy arriesgados, muy… grandes. Y ella los está usando por todo el

maldito lugar. ¿Qué estarán pensando, usando a alguien tan jovenpara intentar algo tan loco? ¿Y por qué ?

Negué con la cabeza.

 — Ella dijo que podía hacerlo mejor que Alaric, y que David y losÉforos podrían trabajar juntos después. Aparentemente sobrevivir

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este ritual es la prueba que David tiene que enfrentar la noche delCotillón.

 — Lo que todavía estoy a favor de simplemente saltar por completo — dijo David, vertiendo tres paquetes de azúcar en su taza.

Saylor agitó su té con más fuerza de la que probablemente eranecesario.

 — Te lo dije, no hay escapatoria, este evento está preestablecido.Destinado.

David y yo gemimos un poco al oír esta palabra, pero tengo queadmitir, tenía sentido.

 — Piénsalo de esta manera  — le dije a David, tirando mi cabellosobre mi hombro — . Por lo menos sabemos cuándo sucederá.Tenemos una fecha para prepararnos.

Si la forma en que David fulminó su té era alguna indicación, él noestaba exactamente comprando la idea, pero se encogió de hombros.

 — Está bien.

Lancé una mirada a las viejas de la ventana, pero estabanprofundamente involucradas en su crema catalana y no prestabanninguna atención hacia nosotros.

 — Srta. Saylor, ¿podríamos regresar a la parte de poner a Alaric adormir como a un perro? — Miré a David, él no me miraba, pero fue

trazando pequeños patrones en el mantel con un tenedor. — Tu dijiste que casi todos sus Paladines murieron protegiéndolo,¿entonces quién mató a Alaric?  — Saylor se quedó en silencio portanto tiempo que pensé que no contestaría. Y luego, finalmente dijo.

 — Los otros dos Paladines.

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El tenedor de David se detuvo en la mesa, enganchándose en laguinga.

 —¿Cómo? Si su “deber sagrado” es prote… 

 —  Alaric era un peligro para sí mismo en ese estado  — Saylor estirósu mano poniéndola encima de la de David por un momento antesde retirarla — . Lo que significaba la inherente contradicción quehizo caso omiso del instinto de los Paladines para mantenerlo asalvo.

Bajando la cabeza, Saylor se pellizcó el puente de la nariz.

 — Si estuviéramos en mi casa podría mostrarles. Tengo libros,ilustraciones, cosas que necesitan ver.

Renunciando a la pretensión de comer — tenía la boca muy seca, miestómago demasiado nervioso —  empujé el plato.

 — Bueno, no estamos en tu casa. Si voy a hacer esto, necesitohacerlo… a mi manera. 

 —No hay tu…— dijo Saylor, pero se interrumpió cuando la puertade la sala de té se abrió repentinamente, trayendo consigo otraráfaga de viento y olor a lluvia. A medida que sus ojos se abrieron,escuche una voz familiar decir:

 — Jewel, honestamente ninguna sopa vale tanto la pena como parasalir en un día como este.

Mi corazón se hundió cuando escuché a la tía Jewel contestar. — Oh, silencio, ni siquiera está lloviendo.

 —  Aún — espeto la tía May.

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Girando lentamente en mi silla, miré a mis tías, apiñadas en lapuerta del restaurante. Las tres estaban vestidas con casi idénticospantalones negros, zapatos ortopédicos y brillantes suéteres. La tía

Martha me vio primero, abriendo mucho los ojos de placer.

 — Oh, ¡miren, chicas! — Gorjeó — . ¡Es Harper Jane!

Sonriendo débilmente, levanté la mano en un pequeño saludomientras ellas venían hacia mí. Mientras lo hacían, la puertaprincipal se abrió de nuevo, y allí, justo detrás de las tías, estaba mimamá.

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Capítulo 25

Mamá miró hacía las tías y, encontrándolas, me vio. Su frente searrugó con confusión.

 — ¿Harper? — dijo, caminando hacía la mesa.

Comparada con las tías en sus coloridos suéteres, Mamá lucía unpoco pálida en su sedosa blusa color crema y pantalones marrones.Su cabello, un poco más claro que el mío, estaba despeinado por elviento.

 — ¡Mamá! — dije, haciendo mi mejor intento de no sonar culpable. — Hilary, no nos dijiste que Harper estaría aquí también  — dijo latía May.

Mamá negó con la cabeza.

 —Yo… no sabía que ella estaría, dijiste que saldrías con Bee hoy¿no es así Harper?

Realmente no era una pregunta; Mamá sabía exactamente lo que le

dije. Aun así, me pregunté por qué se veía tan confundida. Quierodecir, me atrapó almorzando en el salón de té de la Srta. Annemariecon Saylor y David. No es como si me hubiera encontrado fumandocrack en un callejón.

 — Los planes fracasaron — le dije, arrugando la nariz como diciendo“¿Qué se puede hacer?— , pero entonces me encontré con la Srta.Saylor y me preguntó si quería almorzar con ella y David.

Junto a mí, David levantó la mano en señal de saludo y Saylorlevanto su taza de té tomando un trago. Solo unos segundos antes,había estado nerviosa y espantada. Ahora se veía como siempre:tranquila, fresca, Reina de Pine Grove.

 — Fue tan dulce de parte de Harper unirse a nosotros  — dijo — , loschicos nunca aprecian realmente este lugar.

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Nadie de menos de setenta y cinco apreciaba realmente el lugar de Annemarie, pero mamá asintió. Aun así, esa arruga entre sus cejasno cedió.

 — ¿Por qué no juntamos otra mesa? — preguntó la tía Jewel, jalandoel dobladillo de su suéter púrpura — . Estoy segura de que a

 Annemarie no le importará, y así almorzaremos juntos.

 — ¡No! — dije, mucho más fuerte de lo que debería. La arruga entrelas cejas de mamá se profundizó y hasta la tía Jewel parecíasorprendida.

 — Estamos a punto de terminar  — cubrió Saylor suavemente. Vi a

las tías y a mamá ver hacía nuestros platos casi llenos — , y Harper,¿No dijiste que nos encontraríamos con la Srta. Franklin despuésdel almuerzo?

 — Lo hice  — dije, asintiendo —. Así que… No me gustaría darleproblemas a la Srta. Annemarie moviendo una mesa cuandoestamos a punto de irnos.

Mamá me miraba insistentemente. Me recordó a cuando erapequeña y ella revisaba si estaba enferma. Casi esperaba que

pusiera una mano sobre mi frente. — Muy bien entonces  — dijo la tía Jewel, aplaudiendo — , ustedesterminan su almuerzo y nosotros nos vamos a tomar una mesa. Tutía May está absolutamente pereciendo por la sopa de cangrejo de

 Annemarie, de lo contrario estaríamos comiendo en el GoldenCorral como solemos hacer los sábados.

Maldiciendo el repentino antojo de la tía May, me levanté y le di a

cada una un rápido abrazo. — Pasaré después en la semana — prometí, respirando la esenciafamiliar de las tías a Youth Dew, spray para el cabello y humo.

Cuando llegué a mamá, me abrazó, pero con la preocupaciónestampada en todo su rostro.

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 —Harper, estas segura de que estás…—  Abrió la boca, tomando mimano y levantándola hacia su rostro — . ¿Qué diablos te pasó?

Tan gentilmente como pude, retiré la mano, peleando con la

urgencia de esconderla tras mi espalda.

 — Rompí un vidrio esta mañana. Estúpido. ¡Pero está bien! Elvendaje lo hace lucir peor de lo que es.

Creo que mamá hubiera hecho más preguntas si la tía Jewel no sehubiera apoyado y tomado mi mano, inspeccionándola por encimade sus gafas.

 — ¿Pusiste agua oxigenada en ella?  — Las tías pondrían agua

oxigenada en una pierna cortada; era su cura para todo. — Sí, señora.

Oliendo, la tía Jewel me devolvió mi mano.

 — Bueno, entonces estarás tan bien como la lluvia. Ahora vamos,consigamos una mesa antes de que May muera por privación desopa.

Ellas dirigieron a Mamá hacia una mesa en la esquina y yo mesenté de nuevo, tomando un profundo aliento. Una vez que measeguré que mi familia estuviera fuera del alcance del oído, meapoyé en Saylor.

 — Es por esto que tenemos que hacer las cosas a mi manera. Tengouna familia aquí, amigos. Una vida. Tengo que mantener esas cosas.Tengo que pasar por esto tan normal y discretamente como seaposible.

Saylor levantó una de sus perfectamente arregladas cejas hacia mí. —¿Y exactamente como tu plan “discreto” detiene a esta Blythe dehacer el hechizo en David durante el Cotillón?

 —Voy a…averiguarlo — dije, lanzando una mirada a mi mamá y lastías. Las tías May y Martha estaban discutiendo acerca de la lista

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de té y la tía Jewel contaba a mamá una historia queaparentemente requería de un montón de gestos con las manos.Mirándolas, una ola de afecto se apoderó de mí.

 — Tiene que haber una manera de mantenerme no-muerta,mantener a David no-hechizado, y seguir viviendo mi propia vida.

Si Saylor Stark fuera el tipo de mujer que se mordía el labio, creoque ella lo haría en este momento. Como no lo era, tocó la cucharillacontra su platillo.

 — Pondré más barreras alrededor de la ciudad, barreras orientadasespecíficamente hacia ti. Por supuesto, que esto no hará ningún

bien durante la noche del Cotillón, si la visión de David está cerca, ytienes que entrenar conmigo, en mi casa, cada día.

 — ¿Cómo entrenar?  — pregunté, pensando de nuevo en Blythe y elabrecartas. ¿Qué entrenamiento me prepararía  para eso ? — . ¿Sabescombatir? Quiero decir, sin ofender Srta. Saylor, pero no eres   unPaladín. Y no pareces exactamente… del tipo que pelea. 

Saylor se reclinó en su asiento, levantando una plateada ceja.

 — Tienes razón, no soy un Paladín. Pero trabajé junto a uno casitreinta años, y yo estuve ahí con Cristopher cuando entrenó con los

Éforos. Ahora, si eso no es lo suficientemente bueno para ti, eresbienvenida en las clases de judo del centro comunitario.

Castigada, me serví otra taza de té.

 —Lo siento, a mi… me encantaría entrenar con usted Srta. Saylor,pero cada día… 

 — Solo tenemos tres semanas  — Saylor interrumpió, sentándoserecta — . Y ese no es ni tiempo suficiente para que estés preparadani de cerca, para algo como esto.

 — Créeme  — dijo David — , si alguien sabe manejar la presión, esPres.

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 Agradecí su voto de confianza, pero Saylor estaba en lo correcto  — tres semanas no eran nada.

Por otro lado, tres semanas era nada . Podía hacer esto. Podía

encontrar una manera de balancear mi vida diaria con msresponsabilidades de Paladín. Tal vez todos los demás Paladinesrenunciaron a sus vidas por proteger Oráculos, pero probablementeno eran tan buenos organizándose y haciendo múltiples tareas comoyo.

 — Puedo hacer esto  — le dije a Saylor, y en cuanto lo dije, me dicuenta que podía, solo tenía que ser cuidadosa con la programacióny decir tal como dijo Bee un poquiiiiiiito de mentiras. Y lo

resolvería, también era tiempo de decirle un poquiiiiiiito de laverdad a alguien.

 — Pero lo haré a mi manera.

Las cejas de Saylor se juntaron.

 — ¿Qué significa eso?

 — Significa que estamos en problemas — dijo David, pero cuando me

miró, estaba sonriendo.

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Capítulo 26

El lunes, puse mi plan en acción. Bee, Ryan, Brandon y yoestábamos almorzando en el patio debajo de unos grandes robles.Ryan se apoyó en el tronco con sus largas piernas estiradas frente aél. Brandon tenía a Bee en su regazo y si los veía el Director Dunn,ambos terminarían en detención, pero me abstuve de mencionarlo.

 A mi lado, Ryan me dio un codazo en la cadera.

 — ¿Harper?

 — ¿Hmm?

Sonriendo, Ryan hizo una bola con el resto de su sándwich,arrojándola al bote de basura más cercano. Rebotó hacia afuera, porsupuesto, e hice una seña para recordarle que lo recogiera después.

 — Estás a un millón de millas de distancia  — dijo, arrastrando unbrazo alrededor de mi cintura y acercándome más.

 — No es nada. Pensando  — dije, agachando la cabeza y colocándolaen su hombro. Usualmente estoy en contra de cualquier MPA18,

pero después de haber dejado de lado a Ryan todo el fin de semana,sentí que le debía una pequeña demostración extra. Debióapreciarla porque me dio un beso en la sien.

 — Tu siempre estás pensando — dijo, más cariñoso que acusatorio — . Y siempre me estoy preguntando sobre qué.

Levanté la cabeza.

 — Nos conocemos hace ocho años, hemos salido por dos ¿y no sabes

que estoy pensando?  — Estaba bromeando, pero Ryan, aunsonriendo, negó con la cabeza.

 — Nunca — dijo — . Ni idea de que pasa en ese gigante cerebro tuyo.

18 Muestra Pública de Afecto

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No estoy segura de por qué las palabras escocían, pero lo hicieron.El seguía sonriendo inocentemente, sus ojos color avellanabrillaban, su cabello castaño rojizo cayendo sobre la frente y seguía

siendo tan apuesto que hizo que mi pecho se apretara. Así que él no sabía que estaba pensando. Nunca, aparentemente.Gran cosa.

Me acurruqué más cerca y dije:

 — Tengo mucho que hacer en este momento.

Desde el regazo de Brandon, Bee rió.

 — Siempre tienes mucho que hacer Harper. Es como, lo tuyo.Cuando mueras en unos cien años, probablemente escribirán en tulápida “Aquí descansa Harper Price — ¡Maldita sea! Aún TeníaCosas Que Hacer.

Ryan y Brandon se rieron, pero yo no podía detener el escalofrío queme recorrió el cuerpo. ¿Cien años o tres semanas? Y maldita sea,aún  tengo cosas que hacer. Empezando ahora.

 — Hey, ¿chicos?  — le dije a Brandon y Ryan — . ¿Podría hablar a

solas con Bee por un segundo? — Seguro — dijo Ryan, automáticamente poniéndose de pie.

 — ¿Hablaran acerca de sus periodos o algo?  — dijo Brandonfrunciendo el ceño.

 — ¡Eres repugnante! — gritó Bee, pegándole en el hombro.

Incluso Ryan frunció el ceño con disgusto.

 —  Amigo, ¿en serio?Brandon tomó a Bee por la cintura, levantándola con él hasta que selevantó, presionando un sonoro beso a un lado de su cuello. Una vezque ella estaba de pie, tenía las mejillas rojas, su cabello rubio hacíaun difuso halo alrededor de su cabeza.

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 —  Ve — le dijo a Brandon, empujándolo juguetonamente.

Los muchachos se fueron dando grandes zancadas mientras Bee yyo los miramos irse. Sacudiendo su mano, Bee suspiró.

 — No sé por qué estoy con él.

Yo tampoco , pensé. Pero necesitaba a Bee de mi lado para lo queestaba a punto de decir, y hablar mal de su novio no iba a lograrlo.Una vez que los chicos estuvieron fuera de nuestra vista, Bee giróhacia mí con simpatía en sus grandes ojos cafés.

 — Mira, Ryan y tu son perfectos juntos — dijo — . No te preocupes poreso.

Parpadeé hacia ella.

 — ¿Qué?

Metiendo su cabello detrás de las orejas, Bee inclinó la cabeza.

 — ¿No es eso lo que querías hablar? Ryan dijo que nunca sabe lo queestás pensando, yo sé cómo puedes obsesionarte acerca de cosascomo está, pero no significa nada. Brandon probablemente ni sabeque yo tengo  pensamientos

Impulsivamente, estiré y envolví los brazos alrededor de Bee,apretándola fuerte.

 — Eso no era lo que quería hablar contigo, pero tus habilidades demejor amiga están realmente superando las expectativas.

Riendo, Bee me abrazó de vuelta.

 — Lo intento.

Nos separamos, pero la sostuve de los codos, deteniéndola a lo largode sus brazos.

 — Ryan y yo estamos bien, lo prometo  — le dije — . Pero de hechonecesito decirte… algo como un secreto. 

Bee mordió su labio inferior.

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 — Creí que no nos teníamos secretos. ¿No es por eso que hicimos lapromesa del meñique?

Enlace mi meñique con el suyo de nuevo.

 —  Así era y así es. Por eso te estoy diciendo esto ahora. Pero, teadvierto, es… raro. 

El meñique de Bee se apretó alrededor de mío.

 — Podemos soportar lo raro, Harper.

Con la seria esperanza de que fuera verdad la jalé a sentarse juntoa mí bajo el roble.

 —Es acerca de Saylor Stark… Unas horas más tarde, una vez que acabamos la escuela, Bee y yonos quedamos en el porche delantero de los Stark. Ella miró la casa,con los ojos abiertos y la boca ligeramente abierta

 — ¿Estás totalmente segura acerca de esto?

Tocando el timbre, asentí.

 — Cien por ciento segura  — Podíamos oír el timbre haciendo eco en

toda la casa y así como lo hizo, Bee enderezó su faldaconscientemente.

 —Pero… ¿Saylor Stark? ¿En serio? 

 — En serio — contesté.

La puerta se abrió y David se quedó ahí, vestido en un suéteramarillo y sus pantalones de pana verde. Se veía como si debieraestar en PBS19, hablando con una marioneta acerca del alfabeto.

 Aun así debo admitir que el amarillo le quedaba bien. Por el doradoen su cabello y… me detuve a mí misma. ¿El dorado en su cabello ?¿Desde cuándo me preocupo acerca del cabello de David Stark

19 Cadena de televisión estadounidense

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excepto para notar cuando está tratando de escapar de su cabeza?Estos días claramente están jugando con mi cabeza.

 — Hey, Pres  — dijo David y entonces su mirada volvió hacia mi

derecha —.Y… Bee. Estas aquí. Con Harper. En nuestra casa. 

Sus cejas prácticamente desaparecieron mientras se volvió de nuevoa mí.

 —Tu… trajiste a Bee al… 

 — Entrenamiento, si  — dije rápidamente. Mientras que David memiraba como si me hubiera salido una segunda cabeza, lo pasétranquilamente, jalando a Bee tras de mí.

 — No puedo mantener todo en secreto para todos por siempre, asíque le conté a Bee lo que está pasando.

 Ahora la mandíbula de David estaba ligeramente abierta.

 —Le dijiste… 

 — Que Saylor está entrenándonos en artes marciales, sí  — Me movíhacia el vestíbulo en dirección a la parte trasera de la casa.

 —Artes… marciales — repitió David lentamente, cerrando la puertatras él.

Era estúpido, absurdo incluso, la idea de que Saylor Stark fueraalgún tipo de maestra de Kung-Fu secreta, enseñándonos a David ya mí el ancestral arte del combate mano a mano, pero tenía quedecirle a Bee algo . Que me diera una excusa para estar cerca de losStarks y  mantener a Bee de mi lado. Cuando le dije, no había tenidoque fingir mi rubor o la vergüenza que coloreaba cada palabra.

 —Eso es… súper raro — dijo Bee una vez que terminé.

 —  Ahora ves por qué había sido tan reservada sobre esto. Quierodecir, ¿Aprender a patear a la gente en la cabeza y esas cosas? No esexactamente como la gente me ve.

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Bee había tirado un largo mechón de cabello sobre sus labios y los jugaba pensativamente

 —Entiendo eso, Harper, pero es solo…— Ella negó con la cabeza, el

rubio cabello moviéndose sobre sus hombros — . No parece que seastú.

 —  Yo sé que no, pero quería algo que fuera diferente. Algo para mí.Leigh-Anne era animadora, y reina del baile e hizo el Cotillón y estosólo lo siento como… mío. 

Las palabras me salieron de la boca casi demasiado fácil ysorprendida, me di cuenta que eso era porque eran… más o menos

verdad. Estaba disfrutando esto. Está bien, tal vez disfrutando erauna palabra fuerte, pero tan pronto como me comprometí a ayudara David, a ser plenamente un Paladín, una sensación detranquilidad se asentó en mí.

 Y tal vez eso fue lo que vio Bee en mi cara, porque hizo un cacareo yoprimió brevemente mi mano.

 — Podrías hacer algo que es totalmente tuyo. Aunque tengo queadmitir que esto no es exactamente lo que estaba esperando. Pero,

¿supongo que es algo bueno para aprender? Y se verá  estelar en tussolicitudes para la universidad.

Después de eso, no hubo problema convenciendo a Bee de ayudarmea mantener esto en secreto para Ryan. Ella entendió completamenteporque sería embarazoso si él se enterara. Y juró guardar mi secretohasta la tumba.

Lo que no esperaba era que pidiera acompañarnos. Todo lo que

había querido era darle algo ligeramente cercano a la verdad, asíhabría al menos una persona medio enterada de lo que estabapasando. Pero ninguna excusa corrió por mis labios, así que aquíestoy, reportándome para mi primer día de entrenamiento comoPaladín con Bee Franklin a mi lado. David estaba claramentemordiendo su mejilla y sus ojos brillaban.

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 —Claro, si, mi… mi tía enseña artes marciales. A Harper y a mí.Por eso hemos estado saliendo un poco más.

Bee dio un delicado resoplido.

 — Parece algo peligroso, enseñándoles como patear traseros. ¿Quétal si terminan matándose el uno al otro?

David y yo intercambiamos miradas.

 — Correremos el riesgo  — dijo finalmente —   Déjenme ir por mi tíaSaylor. Ella necesitará, uh, prepararse para esto.

David fue a la cocina y Bee miró alrededor.

 — La casa de la Srta. Saylor luce exactamente como la imaginé  — Recordé que pensé lo mismo cuando estuve aquí la semana pasada.Parece que ha pasado un milenio entre ese día y esté, así que esdifícil de creer que ha sido menos de un mes.

Saylor salió apresurada fuera de la cocina, con las manos enfrentede ella, toda sonrisas, toda negocios.

 — ¡Srta. Franklin! Que sorpresa — Eso estuvo un poco dirigido haciamí, pero le di un pequeño encogimiento de hombros. Mi manera .

 —  Así que Harper te dijo acerca de nuestro pequeño secreto  — continuó, dirigiéndonos hacia las puertas francesas que conducen ala terraza.

 — Lo hizo — dijo Bee, colocando sus ojos en cada rincón de la casa — . Y para ser honesta, pienso que es genial, Srta. Saylor. Una jovencita debe ser capaz de protegerse en estos días.

Detrás de Saylor, le saqué la lengua a Bee y gesticulé, Trágate esa.Ella dio una sonrisa descarada y nos llevó al patio trasero.

No sabía que esperar. Algunas colchonetas de yoga. Tal vez uncostal de boxeo. Y Saylor tenía esas cosas. Pero también tenía tresmaniquíes parados en stands. Contra uno de ellos, había una

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espada al menos tan larga como mi pierna y Bee la miraba con laboca abierta.

 —Oh, vaya, ustedes son… intensos. 

 — Sí, sí — dijo Saylor, yendo hacía la espada y recogiéndola — . Estoes por… inspiración. Obviamente no queremos inmiscuir armas.Cuando menos no todavía.

 — ¿Todavía? — preguntó Bee, pero Saylor ya estaba regresando a lacasa con la espada.

 —  Ahora  — dijo cuando volvió — . Una de las cosas que Harper haestado aprendiendo es como mantener la guardia para que los

atacantes no puedan sorprenderla. — Correcto  — dijo Bee, asintiendo como si fuera una cosacompletamente normal para que me enseñara Saylor.

 Y tengo que aguantarlo por mi mejor amiga. Por la siguiente horaella miró a Saylor Stark lanzar varias cosas (cuchillos, ollas ycorderos de cerámica que cualquier mujer debería tener) hacia míen varias direcciones, mientras tenía los ojos vendados y en ningún

momento corrió gritando desde la casa, llamándonos locos. Ella sesentó en el pasto, con las piernas dobladas mirando serenamente ala Presidenta de la sociedad de mejora de Pine Grove lanzar uncuchillo a la reina del baile.

 — ¡Buen trabajo Harper!  — Gritaba cuando pateaba un cuchillo odetenía un puño con el lado de la mano — . ¡Buen movimiento!

Era exactamente lo que le gritaba a Brandon cuando practicabaBaloncesto y por alguna razón, me hizo sonreír. Igual cuando,

después de que girara lejos de un pesado gato de porcelana quehabía sido lanzado a mi abdomen, Bee lanzó una de nuestrasbarras, sacudiendo los puños como si llevara pompones en ellos.Después de que desvié suficientes cosas, Saylor finalmente dio porterminada la sesión, ambos estábamos sudando y respirando con

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dificultad, Saylor por lanzar y yo por la tensión de pasar una horaintentando no ser golpeada.

 — Buen trabajo, Harper — me dijo Saylor, desatando la venda de los

ojos —. Y usted, Srta. Franklin, fue de mucho… apoyo. 

Bee se levantó, quitándose el polvo de los pantalones.

 — Gracias, Srta. Saylor  — Entonces ella asintió con la cabeza haciael porche — . Creí que David estaba entrenando también ¿pero a élno le arrojaron cosas a la cabeza?

David, que estaba apoyado en las puertas francesas con los brazoscruzados sobre el pecho, dijo:

 —  Yo ya pasé esa etapa. Tengo mi insignia en evadir cosas.Cinturón, Lo que sea.

Le lancé una mirada y su barbilla tembló por el esfuerzo de no reír.Pero Bee aceptó eso.

 —Está bien. Bueno, eso fue… interesante. Muchas gracias pordejarme ver, Srta. Saylor.

 — Cuando quieras, cariño  — dijo Saylor, aun cuando me dio unamirada que decía claramente Nunca más .

 — ¿Terminaron ya? — preguntó Bee.

 — Tengo unas cosas más para repasar con Harper, pero son másteoría que entrenamiento.

Bueno. Saylor quería enseñarme el hechizo que Blythe estabaplaneando hacer.

 — En ese caso, me voy y saldré pitando — dijo Bee. — Te acompaño — le dije mientras limpiaba el sudor de mi cara conuna toalla bordada que olía a lavanda.

Una vez que llegamos al camino de entrada, Bee se volvió hacia mí.

 — Bueno, eso es un poco loco.

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Hice una mueca.

 — Lo sé.

 — Pero — añadió, jugando con su rostro — . Es también sorprendente,te veías tan feroz, todo… — levantó las manos, haciendo un par demovimientos que supongo eran una imitación mía desviando cosas.

 — Cállate — dije, riéndome mientras le bajaba las manos.

 — En serio, te ayudaré manteniendo el secreto, pero… no lo sé, estoyorgullosa de ti. Reina del baile, debutante, presidenta de todo  y  ninja secreto. La mejor amiga siempre.

 — ¡Harper! — Llamo Saylor desde la entrada —  ¿Vienes?

Suspirando le di a Bee un rápido abrazo.

 — No hay descanso para el ninja  — dije — . Y gracias Bee. Por nopensar que esto es demasiado extraño.

Sus mejillas se sonrojaron un poco y miró hacia abajo.

 — Para ser honesta Harper, no te creía. Por eso quise venir hoypara… 

 — ¿Arruinar mi coartada?

 Asintiendo, Bee jaló sus lentes de sol de la parte superior de sucabeza.

 — Lo que me hace la peor  mejor amiga que ha existido.

 — No  — dije rápidamente, sacudiendo mi cabeza — . He estadodistraída últimamente; lo entiendo.

 — ¡Harper! — llamo Saylor de nuevo, su voz era un poco más agudaesta vez.

 —  Ve — dijo, dándome un amistoso empujón — . Sé un ninja.

Me acerqué a cruzar mi meñique con el suyo, lo apretó de vuelta,sonriendo tímidamente. Bee agacho la cabeza, cabello rubio cayendosobre su clavícula.

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 — Te perdono por ser una extraña combinación de total perfección ytotal rareza.

Me reí de eso, y mientras Bee se marchaba, sentía mi corazón más

ligero en el pecho.

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Capítulo 27

Ese fin de semana por fin tenía una cita con Ryan.Entre el entrenamiento con Saylor, preparar el Cotillón (ambos, elnormal y las partes supernaturales del mismo) y mantenerme al díacon todas las cosas diarias, no había sido exactamente un modelo denovia. De ahí la cita de esta noche, que incluía una película de suelección y, ya que sus padres estaban en la casa del lago todo el finde semana, tendríamos un poco de tiempo a solas en su casa. Enrealidad, no podía recordar la última vez que habíamos… estado a

solas, y me dije a mi misma que era la anticipación la que hacía queme temblaran las manos mientras me cepillaba los dientes esanoche, no los nervios.

Cuando bajé las escaleras, mamá y papá estaban los dos tirados enel sofá, viendo algún programa de televisión de crimen verdadero.

 — Hey — dije, haciendo una pausa en la puerta.

Papá tenía el brazo sobre el hombro de mamá y los dos tenían los

pies apoyados den la mesa de café. Incluso tenían los tobilloscruzados igual.

 — ¡Hey es para los caballos, Harper Jane! — soltó papá. Puse los ojosen blanco, pero sonreí.

 — Está bien. Buenas noches, padres.

Mamá me miró por encima del hombro.

 — Estás guapa. ¿Dónde vas?

Pavoneándome un poco, me alisé el suéter por encima del estómago.

 — Cita esta noche con Ryan. Volveré a medianoche.

Hubo un toque de luz cruzando la pared azul pálido cuando Ryandetuvo el auto en el camino de la entrada. Ya me estaba dando lavuelta para ir en su búsqueda cuando mamá dijo.

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 — Las diez.

Hice una pausa, segura que no había entendido bien.

 — ¿Las diez qué? —  A las diez es la hora en la que tienes que estar en casa. ¿Lapelícula empieza a qué hora? ¿Las siete? Eso es tiempo suficientepara volver.

Papá mantuvo los ojos en la TV, pero los dedos tamborileaban en elhombro de mamá.

 —Um… ¿en serio? — Mi bolso estaba al final de la mesa al lado delsofá, y me retorcí para agarrarlo.

Los ojos de mamá se encontraron con los míos, y podría jurar quehabía huecos bajo ellos y nuevas arrugas en los extremos.

 — Sí, en serio. A las diez, Harper.

Fuera, la puerta de Ryan golpeó con fuerza, y podía oír como supaso firme se acercaba por los escalones de la entrada.

 — Siempre ha sido a medianoche — insistí, odiando lo petulante que

sonaba, pero… tenía planes para esta noche. Y no había tenido queestar tan temprano desde la secundaria.

El timbre sonó dos veces y lancé una mirada rápida a la puertaprincipal.

 —Mamá, mi hora de llegada siempre ha… 

 — No me importa lo que hemos hecho siempre  — espetó mamá, conla voz un poco chillona.

 — Estoy con tu madre, y esta noche, quiero que vuelvas a casa a lasdiez. ¿Está claro?

Ryan tenía muy buenos modales como para pulsar el timbre denuevo, pero casi podía sentirle allí fuera esperándome. Lástima que

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no era el único con el que necesitaba pasar más tiempo. Saber esaarrogancia no me llevaría a ninguna parte, asentí.

 — De acuerdo — dije, haciendo mi mejor esfuerzo para parecer estar

bien — . Les veo a las diez.

Mamá volvió a recostarse en el sofá, con evidente alivio en su rostro.Papá también pareció relajarse un poco, despidiéndome con lamano.

 — Ten cuidado, muchacha.

Medité todo el camino hasta el cine. Pine Grove sólo tenía uno, ysólo emitía dos películas a la vez. Dejaría escoger a Ryan esta noche

 — casi siempre elegía yo lo que veíamos —  y por supuesto, él elegiríauna película de acción.

Puse los ojos en blanco fingiendo estar exasperada, pero en realidadla quería ver también. Tenía un montón de movimientos en miarsenal de Paladín, pero no estaría de más añadir algunos más.

 Ya teníamos las entradas y habíamos entrado en el vestíbulocuando le dije a Ryan lo de la nueva hora de llegada de mamá.

Frunciendo el ceño se metió las manos en los bolsillos traseros. —Vaya. De acuerdo. Yo… desearía que me lo hubieras dicho antesde venir aquí.

El vestíbulo olía a palomitas quemadas y Coca Cola derramada, yparecía aún más lleno de gente de lo habitual para un sábado por lanoche.

El lugar estaba siempre lleno  — cuando sólo tienes un cine en laciudad es lo que pasa —   pero esta noche estaba completo, y derepente sentí un poco de claustrofobia.

 — ¿Por qué?  — le pregunté a Ryan cuando alguien tropezó conmigopor detrás.

Moviendo los hombros, Ryan se acercó un poco más a mí.

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 — Porque si hubiera sabido que sólo iba a tener unas pocas horaspara estar contigo, hay un montón de otras cosas que preferiríaestar haciendo que ver una película.

Tal vez fue ese asalto de nerviosismo que había sentido sobreaquello mismo antes. Tal vez seguía molesta con mi madre ybuscando a alguien con quien descargarlo. O tal vez fuera querealmente estaba un poco enfadada con Ryan.

 —  Así que, si hubieras sabido que tenías que elegir entre una cita yperder el tiempo, ¿habrías elegido lo último?

 —  Vaya, Harper — Ryan bajó la voz y miró alrededor nuestro. Sólo a

unos cuantos metros, nuestra vieja profesora de la escuela Sunday,la señora Catesby, estaba comprando una caja de Junior Mints, y yodebería de haber estado horrorizada al pensar que ella podríahaberme escuchado, pero no lo estaba. Ni si quiera un poco.

Ryan, sin embargo, si lo estaba.

 — Baja la voz. Y no es eso lo que estoy diciendo. Estoy diciendo queno he estado a solas contigo, ¿desde cuándo? ¿desde antes de laBienvenida?

 — He estado muy ocupada  — insistí, y Ryan me puso los ojos enblanco.

 — Sí, lo sé. Con la escuela y el Cotillón y cualquier otra mierdaestúpida que es más importante que tu novio.

No me podía creer que estuviera sucediendo esto. Estaba peleandocon mi novio en público.

 Al otro lado, podía ver a Abigail y Amanda, apiñadas cerca delservicio de señoras.

Me vieron también, y al levantar las manos a modo de saludo, MaryBeth emergió del cuarto de baño. Sus ojos se posaron sobre Ryan enprimer lugar, y no había duda… ni siquiera era lujuria, era amor  como a una deidad, o al menos un caso muy profundo de atracción.

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 — No llames estúpidas a las cosas que hago — le dije, esta vez con lavoz en un susurro.

Traté de mantener una cara neutra para que las otras chicas no

fueran capaces de decir que estaba peleando, pero ya se estabandirigiendo hacia nosotros.

 — Lo siento — Ryan dejó escapar un largo suspiro — . Pero, por Dios,Harper, a veces me siento como si toda tu vida fuera una lista decosas que hacer y yo estuviera abajo del todo. Y siento que, de vezen cuando, me tiras un hueso para hacerme feliz.

Me estremecí ante eso, fuertemente. No sólo porque era un insulto,

sino porque estaba muy cerca de la verdad. — No estás abajo de todo  — le dije, y luego Abigail, Amanda y MaryBeth estaban allí, y yo estaba parpadeando frenéticamente paracontener las lágrimas y fingiendo una enorme sonrisa.

 — ¡Hola chicas! — dije con un brillo forzado.

 — Eh, Harper — replicó Mary Beth, pero sus ojos estaban en Ryan — . ¿Chicos, están… bien? 

 — Estamos bien — dijimos Ryan y yo al unísono, demasiado rápido. Abigail y Amanda intercambiaron una mirada, y yo me acerqué aRyan, deslizando mi brazo entre el suyo. A pesar de que él sonreía alas chicas, sabía que podían sentirlo también.

Hubo un silencio incómodo antes de que Abigail dijera,  — ¿EstáRyan intentando arrastrarte a esa estúpida película de PuñosDuros ?

 — Repugnanteeeeeeeeeeeeee  — dijo Amanda arrastrando laspalabras — . No me gustan esas cosas. Ryan, sé un buen novio ylleva a tu novia a ver La Promesa . Pueden sentarse con nosotras.

 — Mandy  — dijo su hermana gemela, dándole un codazo en elcostado — . Probablemente quieren sentarse solos en las películas.

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Mary Beth tragó saliva, y sus zapatos debían de ser realmentefascinantes por toda la atención que les estaba prestando.

 — Oh, por favor  — dijo Amanda, picando delicadamente una

palomita de maíz y arrojándosela a la boca — . Como si Ryan yHarper fueran del tipo de hacerlo en el cine . Eso sería como… — Hizo una mueca de duende — . Mis padres haciendo eso o algo. No seofendan, chicos.

Las despedí con la mano, pero bajo mi otra mano, podría jurar queRyan se puso incluso más tenso. Había más gente ahora en lapuerta, y según me acerqué más a Ryan para evitar elaplastamiento, él dio un paso pequeñito para alejarse. Ignorando

eso lo mejor que pude, me aferré aún más a su manga.

 — En realidad, yo quiero ver Puños Duros .

 Amanda y Abigail resoplaron con incredulidad, pero los labios deMary Beth se levantaron en una pequeña sonrisa.

 — Parece algo fantástico  — ofreció Mary Beth. Amanda y Abigail lefruncieron idénticamente el ceño.

 —Uf, no, no lo es, Mary Beth. Toda es violencia y la sangre y…. buf —  Amanda se estremeció.

 — Tal vez necesitas un cromosoma Y para apreciar adecuadamentelo sorprendente de Puños Duros , Amanda  — dijo Ryan. Luegoasintió a Mary Beth — . O tal vez sólo necesitas ser una chica genialcomo MB.

¿MB ? ¿Desde cuándo Ryan tiene un apodo para Mary Beth? No eracomo si alguien más la llamara así.

Mary Beth se sonrojó, y mientras yo pensaba que se suponía que elrosa tenía un aspecto terrible en las pelirrojas, ella realmenteestaba muy guapa con un poco de color en las mejillas. Y había unasuavidad en la sonrisa de Ryan cuando la miraba que reconocí.Solía sonreírme así.

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Por una vez, el dolor de mi pecho no tenía nada que ver con David oel peligro o la magia. Esto era directamente angustia adolescente, ydolía . Quiero decir, bien, si de repente le gustaba Mary Beth, o lo

que sea, ¿pero tenía que hacerlo delante de Amanda y Abigail?Espera un momento. ¿O lo que sea? ¿Mi novio estaba sonriendo auna chica sonrojada, y yo estaba avergonzada porque mis amigas loestaban viendo?

 Allí, de pie en el teatro, con lo que sentía como todo el puebloasediándome, dejé que se hundiera ese pensamiento. No me dolíaque Ryan pudiera tener algo con otra persona.

Tenía miedo de lo que eso podría hacer a otras personas pensar demí .

Eso estaba… jodido. 

De repente, el vestíbulo estaba demasiado caliente y el olor de laspalomitas me producía náuseas, y lo único que quería hacer eravolver a casa. ¿Qué pasaría si me diera la media vuelta y saliese?¿Vendría Ryan detrás de mí, o iba encogerse de hombros e ir a verlos “fantásticos” Puños Duros  con MB? ¿Y por qué ese pensamiento

no me hacía querer arrancarle el bonito pelo de MB de la cabeza? — ¿Harper?  — preguntó Abigail, poniéndome una mano en elbrazo — . ¿Estás bien?

No me había dado cuenta de que estaba mirando al suelo, con losojos trazando los círculos dorados estampados en la alfombra azulmarino sucia. Levantando la cabeza, me esforcé por sonreír, peropor el aspecto de la cara de Abi, no lo estaba consiguiendo.

 — Si — dije — . Es que hace mucho calor aquí. — Lo hace.  —  Abigail estuvo de acuerdo — . Quiero decir, mira aMary Beth, está prácticamente como un tomate.

Las mejillas de Mary Beth ahora estaban   más rojas que rosas, y Amanda intentó disimular una risita tosiendo.

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Cansada de esto, cansada de ellas, tiré de la manga de Ryan.

 — En ese caso, vamos allá y entremos a la sala antes de que nosmuramos achicharrados aquí.

Di un paso hacia delante, y al hacerlo, miré a la multitud de genteesperando para conseguir sus refrescos y ositos de goma. Pudereconocer casi todos los rostros, tanto de la escuela como de laiglesia. Entonces Matt Sheehan, uno de último año en el Grove, seapartó a un lado, y me encontré a mí misma mirando unosfamiliares — y muy locos —  ojos marrones.

Blythe.

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Capítulo 28

Me quedé inmóvil, con la mano aún en la manga de Ryan. Micorazón estaba en algún lugar bajo mis rodillas, el sudor picaba enmi frente. La multitud se movió, un grupo de niñas preadolescentespasaron frente a Blythe. Cuando se movieron, ella ya no estaba.

Me puse en puntillas y busqué frenéticamente en el vestíbulo, enbusca de algún rastro de ella.

 — ¿A quién buscas?  — preguntó Ryan, levantando su cabeza para

echar una mirada, también. — ¿Has visto una chica?  — dije, todavía escaneando la masa decuerpos moviéndose a través del cine.

 —Yo… veo un montón de chicas — respondió Ryan, desconcertado.

 —   No, una chica en específico. Una bajita de pelo castaño yhoyuelos.

 — ¿Lauren Roberts?  — preguntó Abi, nombrando a una chica de

nuestra clase de matemáticas. — No — le dije, girándome para mirar hacia atrás — . Pero como ella.Con su altura, mismo cabello. Como Laurens Roberts pero con ojospsicóticos.

Ella podría estar en cualquier lugar . Era lo suficientemente bajitapara pasar a través de la multitud sin ser vista y ¡Demonios! Yo  noera tan alta como para ver por encima de las personas.

 — ¿Te debe dinero o algo?  — Bromeó Ryan, sonando como él mismode nuevo. Pero estaba demasiado aterrada para estar feliz por eso.

Las puertas de cristal se abrieron, y cuando lo hicieron, vi unaspocas personas saliendo del cine. Capté un breve destello de unacola de cabello castaña y entonces la puerta se cerró.

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Podría haber sido Blythe, pero no podía estar segura.

Girando hacia Ryan, me agarre de su brazo de nuevo.

 —  Ya vuelvo. Entra al cine y yo te veré en unos minutos. —  Vaya — Ryan me cogió la mano, sus dedos rozando mi muñeca — .¿A dónde… 

Tiré de su agarre, olvidando mi súper fuerza, así que en lugar detirar mi mano suavemente, yo más o menos se la arranqué.

Sorpresa, dolor y un poco más de rabia cruzaron por su cara, perono tuve tiempo para preocuparme por eso en ese momento. Blytheestuvo aquí, y yo tenía que encontrarla antes que ella meencontrara a mí.

 — Regreso pronto  — dije de nuevo, entonces salí corriendo hacia lapuerta principal del cine antes que Ryan tuviera oportunidad dedecir algo más.

La noche de noviembre era fría y despejada, y podía ver mi alientofrente a mí mientras me paraba en la acera, girando a la izquierda,y luego a la derecha. El cine ocupaba todo un lado de la plaza; los

otros tres lugares los ocupaban pequeñas Boutiques, el local de laSrta. Annemarie, la joyería y el triste intento de un café de PineGrove, el Dixie Bean. Aparte del cine, el resto de la plaza estabarelativamente desierta, ya que la mayoría de las tiendas cierranalrededor de las cinco. El local de la Srta. Annemarie y el DixieBean eran probablemente los únicos abiertos, pero no había nadieen la acera y ni rastro del pequeño grupo que recién había salido delcine.

Troté cruzando la calle, en dirección al centro de la plaza. Laestatua de Adolphus Bridgeforth, uno de los fundadores de PineGrove, me contempló con su mirada fija. La Sociedad de Mejora dePine Grove, liderada por Saylor, había reunido el dinero para ellahace unos cinco años. Sabía que si miraba de cerca, vería barrerasgrabadas en la base de piedra.

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Saylor había sido muy minuciosa en lo que concernía a la protecciónde David.

Junto a él, la pequeña fuente salpicaba alegremente, el viento

nocturno soplaba unas pocas gotas dispersas en mí. Cada nervio demi cuerpo se sentía tenso y entumido, el vello detrás de mí cuelloestaba erizado.

Eres un paladín,  me recordaba a mí misma. Tienes toda clase deasombrosas habilidades y ella no. 

Pero entonces recordé lo fácil que ella había conseguido saltarencima de mi antes.

 A la derecha de Adolphus, había un pequeño jardín de floresrodeado de una pequeña cerca blanca. Una placa de bronce en lacerca decía que el jardín había sido plantado por la Sociedad deMejora de Pine Grove el año pasado. Efectivamente, si me acercaba,podría ver la pequeña barrera de oro en el mensaje de la cerca.

Dando otro rápido vistazo alrededor para asegurarme que nadieestaba mirando, me agaché y, tan fácilmente como recoger una flor,arranqué una estaca de la cerca. El agujero me miró

acusadoramente, deslicé la punta del trozo de madera detrás de mímientras me apartaba del centro de la plaza. Odiaba el vandalismomás que nada pero necesitaba un arma. Además, Saylor habíapuesto esa cerca, así que cuando pensabas sobre eso, la valla eraprácticamente mía.

En cierto modo.

Manteniendo la estaca a mi costado, me dirigí de nuevo hacia el

cine. Había un estacionamiento detrás de este. Tal vez ahí eradonde Blythe había ido. Mientras me apresuraba en esa dirección,una pequeña voz en mi cabeza mantenía un comentario continuo.

 Así que si la encuentras, ¿Simplemente vas a apuñalarla hasta lamuerte con un trozo de madera en un estacionamiento? ¿Y esperasque nadie lo vea? Porque que pequeñas chicas apuñalándose con

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una estaca detrás del Royal Cinema luce como algo que alguiennotaría. 

Pero si conseguía deshacerme de  – No, matarla, necesitaba decir

matarla –   Blythe ahora, todo esto terminaría.

No habría un enfrentamiento en el Cotillón, ni posibilidad de quetodo mi pueblo fuera destruido, ni tampoco de que David muriera.Esta era mi oportunidad.

O habría sido, si ella hubiera estado en el estacionamiento.

Había unas pocas personas rezagadas, pero ambas películas yahabían comenzado, así que el estacionamiento estaba más o menos

vacío. Sin embargo, mantenía la estaca escondida a mi ladomientras caminaba por las filas de coches, agachándome para mirarbajo ellos, incluso revisando dentro de las ventanillas.

Ninguna Blythe.

Cuando llegué al último coche de la fila, suspiré, casi dejando caerel trozo de madera de mi mano. Esto era estúpido. Probablementeni siquiera había sido ella. Tal vez el estrés de las semanas pasadas

estaba finalmente pudiendo conmigo, y me estaba volviendo locaademás  de hacerme un Paladín.

Debería volver a entrar al cine, encontrar a Ryan y buscar unamanera de salvar la noche. La estaca repiqueteó en el suelo y mevolví hacia el cine.

 Y de repente oí el sonido de pies corriendo. Tan pronto di mediavuelta, podría haber jurado que vi una cabellera castañadesapareciendo en la esquina, de vuelta hacia la plaza. Dejándome

caer en mis rodillas, me apresuré al poste de la cerca. Sinpreocuparme por quién me viera corriendo a través del centro dePine Grove empuñando una maldita estaca, arranqué a correrdetrás de ella.

Mis botas hacían fuertes “clic” en el pavimento, podía escuchar elviento y mi propia sangre bombeando en mis oídos.

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¿Hubo un destello de movimiento cerca del local de la Srta. Annemarie? Corrí en esa dirección. Pero justo cuando llegué a lasala de té, la puerta se abrió. Ni siquiera tuve tiempo para captar

que alguien estaba saliendo por la puerta hasta que choquédirectamente con él.

 Algo caliente salpicó sobre mí y por un horrible y vertiginososmomento, pensé que había hundido mi estaca en el corazón de unapersona inocente. Pero no, me las había arreglado para bajarla en elúltimo segundo y pude oír el sonido de la madera inofensivamenteen el pavimento. En cuanto al líquido filtrándose en mi suéter decachemira, por el olor, era sopa de cangrejo de la que a mi tía le

gustaba tanto.Mi respiración estaba cortando dentro y fuera de mis pulmones,quemando con el pesado aire nocturno, había tropezado con…David.

Había sopa goteando del frente de su chaqueta de Tweed, el envasede plástico triturado, aferrado contra su pecho. El miraba haciaabajo y luego hacia mí.

 — ¿Pres? ¿Esto es alguna clase de cosa Paladín? ¿La sopa estabaenvenenada o algo?

No contesté; estaba demasiado ocupada buscando a Blythe, pero nohabía rastro de ella. Había desaparecido.

Poniendo mis manos en mis rodillas, me incliné tomandorespiraciones profundas, intentando calmar mi ritmo cardiaco.

 — Pensé que tenías una cita esta noche — dijo David, y no sé porque

cosa lo dijo. Las lágrimas que habían pinchado mis ojos antes,volvieron de repente con total fuerza, y para mi horror absoluto, meeché a llorar.

 —  Vaya, vaya, Harper — dijo David, el envase de plástico cayendo enla acera. Agarró mis brazos, sosteniéndome a cierta distancia de él,agachó su cabeza para mirarme a la cara — . ¿Qué pasó?

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 — Estaba en una cita, pero Ryan y yo peleamos, y a él le gusta MaryBeth  – MB –  creo, pero es como si no me imp-importara , lo que mehace u-una persona horrible y entonces vi a Blythe o creo q la vi, le

hice vandalismo a una cerca   y ahora huelo mal y la s-s-sopa noestaba envenenada, yo solo corrí hacia ti y… 

No pude seguir después de que David envolviera cuidadosamentesus brazos alrededor de mí. Me sujetó como si fuera una bomba quetemiera que pudiera explotar, manteniendo nuestros cuerpos tandistantes como podía mientras técnicamente me abrazaba.

 — Está todo bien — me dijo, dándole una palmadita a mi espalda. Al

parecer, decidió que era un buen gesto porque lo hizo unas pocasveces más. Y lo más raro fue que, sí era  una clase buen gesto. Bajémí frente a su hombro cubierto por su chaqueta de Tweed y mepermití ser palmeada hasta que mis lágrimas disminuyeron hastasolo unas gotas. Unas pocas semanas antes, si me hubieran dichoque ser abrazada por David Stark era una de las cosas másagradables que pudiera sentir jamás, ni siquiera me hubiera reído.Hubiera estado demasiado ocupada ahogándome en mi propiohorror.

Pero apoyada en él, llorando en su estúpida chaqueta, pensaba quepodría tal vez quedarme ahí para siempre. Era como un alivio podersollozar y tener a alguien que sabe todas tus razones para hacerlo.Una vez que me calmé, levanté mi cabeza para encontrar a Davidmirándome con una expresión que no había visto jamás. Antes deque tuviera tiempo para descifrarla, retrocedió y abrió la puerta de

la sala de té.

 — Bueno, voy a necesitar otra sopa, así que porque no entramos ytomamos una taza de té. El té arregla las cosas ¿No?

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Miré hacia atrás a la plaza del cine. Ryan estaba allá adentro,esperándome. O sentado junto a Mary Beth sin preocuparse por míen lo absoluto. Además, yo olía a cangrejo.

 Así que dando una última mirada al cine, asentí y seguí a Davidadentro.

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Capítulo 29

David y yo nos sentamos en la misma mesa de la esquina donde Las

Tías y mi madre almorzaron la semana pasada. La Srta. Annemarienos trajo una pila de servilletas con nuestro té y ambos hicimos loposible por quitar la sopa de nuestra ropa. Mientras lo hacíamos, lehablé a David de Blythe.

Tomando un sorbo de té, reflexionó sobre eso.

 —  Así que piensas que te ella te estaba siguiendo, uh,¿molestándote?

Dejé caer un cubo de azúcar en mi té Earl Grey. — Supongo, si ella estaba ahí. Y está bien, puedes decir la palabracon “m”. 

Para mi sorpresa, David se encogió de hombros.

 — No lo sé, tengo una clase de afición por los eufemismos. El otrodía dije “Condenada sea” cuando se me cayó un libro en el meñiquedel pie y tengo que admitir, fue casi tan satisfactorio como la

maldición real. — ¿Ves? Te dije que había alternativas aceptables.

 Alzando su té en un saludo, David inclinó su cabeza.

 — Estabas en lo cierto  — Entonces el abrió sus ojos con fingidasorpresa — . ¡Hey! ¡Diciendo eso ni siquiera se me quemó la lengua!Estamos progresando, Pres.

Lancé una de las servilletas arrugadas hacia él. — Ja já.

Lanzó la servilleta de vuelta, pero había una sonrisa jugando en suslabios.

Tomé un sorbo de té, sintiendo el calor de éste en los dedos de mispies. El salón del té siempre estaba a rebosar y era de mal gusto dedía, pero en la noche, se sentía acogedor. Había pequeñas lámparas

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en el centro de cada mesa y nosotros éramos las únicas personas enel lugar.

Todo olía agradablemente picante – bueno, todo excepto David y yo –  

y la atmósfera era casi… 

No, yo no iba a decir romántica. No había nada de romántico en elsalón del té de la Srta. Annemarie. O en David Stark, que quedeclaro.

 — ¿Qué?  — preguntó David. Tenía el ceño ligeramente fruncido, laluz haciendo tenues sombras bajo sus pómulos. Ahí estaba elpuñado de pecas más ligero a lo largo del puente de su nariz y me

pregunté porque nunca lo había notado.Le miré con las cejas levantadas.

 — Negaste con la cabeza — dijo — . ¿A qué le estabas diciendo No?

 — Oh  — Tomé otro sorbo de té, así no tuve que responder deinmediato — . Estaba pensando lo loca que ha sido esta noche.

Echándose hacia atrás, David estiró sus brazos por encima de sucabeza

 — Si, estaba planeando comer una sopa de cangrejo esta noche, nobañarme en ella.

 — Oh por favor. ¿Cuánto puede costar esa chaqueta? ¿Dos dólares enGoodwill? Jamás podré sacar el olor de este suéter.

David se agachó y agarró las solapas de su chaqueta,enderezándola.

 — Hey, me gusta esta chaqueta.

 — Eso hace uno de nosotros  — le contesté, metiendo mi cabellodetrás de mis orejas.

David y yo habíamos sido sarcásticos el uno con el otro desde queaprendimos a hablar, pero esta noche, nuestras barbas se veían

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menos puntiagudas. No iría tan lejos como para llamarlo cariñoso oalgo, pero había una clara falta de picante.

 — Necesitamos decirle a Saylor sobre esta noche — le dije a David.

Él estaba girando su taza entre sus manos, vapor flotando hastaempañar sus gafas.

 —  Yo lo haré, cuando llegue a casa.

El silencio se extendió entre nosotros. No vergonzoso, en realidad,pero de alguna manera pesado. Cargado con algo que no puedodescribir

 — Estoy seguro que a él no le gusta — dijo David.

 — ¿Qué?

 — Ryan —  Aclaró antes de vaciar su taza — . Dijiste que piensas quea él le gusta Mary Beth. Apuesto a que estás equivocada.

 — Oh, bueno, eso. —  Ahora que el momento había pasado, sentí quemis mejillas ardían al recuerdo de cómo había vomitado todos missentimientos allí en la acera.

 Yo debí solo haberle dicho que Blythe me estaba asustando. Nohabía necesidad de arrastrar mi vida personal en todo esto.

 —No me malinterpretes, Mary Beth es… bueno, no es objetable ninada, pero ella no es…

Mis manos estaban apretadas alrededor de la taza de té, el calorirradiando en mis palmas.

 — No es ¿qué?

David tiro de sus solapas otra vez antes de echarse hacia atrás ensu silla.

 — Tú.

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La luz de la lámpara brillaba en los lentes de David, pero detrás deellos, sus ojos eran tan azules e intensos y de repente ya no pudeverlos más.

Gracias a Dios, la Srta. Annemarie escogió ese momento paracontonearse hasta la mesa con una bolsa plástica en su mano.

 —  Aquí tienes, cariño  — le dijo a David, entregándole la sopa — .Trata de ser más cuidadoso con esta. Voy a cerrar ahora, así que estu última oportunidad.

 — Oh, c-claro  — dijo David, cogiendo la bolsa un poco torpe — .Gracias, Srta. Annemarie.

Nuestro té se había terminado, así que ambos nos pusimos de pieagradeciendo nuevamente a la Srta. Annemarie.

 — De nada — dijo con un gesto de la mano — . Es bueno tener gente joven por aquí en la noche por una vez. La mayoría de los chicosprefieren ir a un lugar de lujo para sus citas. Como a Ruby Tuesday.

Esperé a que David insistiera en que no era una cita, pero le dio aSrta. Annemarie una pequeña sonrisa y un asentimiento. Yo no dije

nada tampoco, y tan raro como parecía, fue como si dejar a Srta. Annemarie pensar que era una cita, de alguna manera… hicieraque se convirtiera en una cita.

Negué con mi cabeza otra vez. Pensamiento loco. Estúpido.

Después de la calidez del local de la Srta. Annemarie, la plazaparecía aún más fría. Me estremecí un poco cuando la brisa hizo quemi aún empapado suéter se aferrara a mi cuerpo.

 —  Aquí  — dijo David, entregándome la bolsa de comida — . Sosténesto.

Lo hice y él se quitó su chaqueta, revelando una medio decentecamisa de botones debajo. Deslizó su abrigo sobre mis hombrosantes de tomar la bolsa de nuevo.

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 — Gracias — dije, un poco torpe. Jamás pensé que estaría agradecidapor el olor de la sopa de cangrejo, pero mientras me ponía el abrigoapretado alrededor de mí, me alegré que fuera todo lo que podía

oler. Se sentía lo suficientemente extraño sin añadir el agradableolor a chico a la mezcla.

David y yo caminamos por la acera, nuestros brazos a pocoscentímetros de distancia.

 — ¿Quieres que te lleve a casa?  — preguntó mientras pasábamos latienda de antigüedades.

 —  Yo, probablemente debería volver al cine — dije —. Ryan… 

No terminé la frase, y David se metió las manos en sus bolsillos. — Cierto. Ryan.

Habíamos llegado al coche de David, pero los dos estábamos más omenos junto a él.

 — Entonces — dijo.

 — Entonces.

David se balanceó en sus talones, frunciendo ligeramente el ceño. — ¿Soy yo, o estamos siendo raros?

Me reí, los nervios hicieron que sonara fuerte y delgada mi risa.

 — Estamos siendo raros. Lo que nos dice algo.

Sonriendo, David dejo caer sus hombros un poco.

 —Okey, bueno. Es solo que… debí haberle dicho algo a la Srta.

 Annemarie para aclararle que no era una cita, pero…  — No  — me apresuré a decir, deslizando mis brazos en suchaqueta — . Eso hubiera sido incómodo, también, y probablementede mala educación corregirla.

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 — Cierto  — dijo, un poco alto — . La habría hecho sentir mal y noqueremos eso. No cuando ella me preparó esa deliciosa sopa. Dosveces.

 — Exactamente  — dije, sintiendo que mi voz estaba un poco alta,también.

Su boca se elevó en una media sonrisa, revelando un destello de susdientes el cual me hizo darme cuenta por primera vez que DavidStark tiene unos pómulos sorprendentemente lindos.

 — En verdad luces bien en chaqueta de Tweed, Pres  — bromeó,llegando a enderezar la solapa de mi-su chaqueta.

 — Nadie se ve bien en chaqueta de Tweed  — insistí, alejando sumano. Pero cuando lo hice, nuestra piel se tocó y el pequeño pulsoque pasó a través de mí no tenía nada que ver con profecías omagia.

David debe haberlo sentido también porque de repente sus ojoscayeron a mi boca. Vi como tragó.

Oh por Dios, David Stark me quiere besar. En público. En mitad de

la calle.Esperaba estar horrorizada por este pensamiento, pero por algunarazón, el horror no venía.

Tampoco vino la vergüenza o susto o cualquiera de las otrasreacciones perfectamente aceptables a que el maldito de DavidStark quisiera besarme.

En su lugar, me sentí balanceándome hacia adelante un poco en laspuntas de mis pies. Pero antes que cualquier cosa profundamenteestúpida pudiera pasar, un coche pasó, una canción countrysonando a través de las ventanillas y David y yo nos apartamosunos del otro.

Mi corazón latía con fuerza, empujé mis temblorosas manos a losbolsillos de la chaqueta.

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Pero la justa indignación no vendría. Tampoco devastada traición odolorosa incredulidad. Sobre todo, quería ver la película paraterminar con eso y podría irme a casa a lavar la sopa de cangrejo de

mi cabello.Finalmente, la puerta se abrió y la gente empezó a derramarse en elvestíbulo. Ryan estaba ahí, pero no había rastro de Mary Beth. Susojos vagaron hasta encontrarme.

Cruzando en salón con largos pasos, Ryan parecía un poco aliviado,pero también bastante enojado.

 —  Ahí estas  — dijo, parándose enfrente mío — . Te envié mensajes y

te llamé unas cien veces.Poniéndome de pie, saqué mi celular del bolsillo. Efectivamente,tenía cerca de una docena de llamadas perdidas. Había olvidado quepuse mi celular en silencio.

 — ¿Has estado aquí todo este tiempo? — continuó Ryan, cruzando losbrazos sobre su ancho pecho.

 — No — dije, pero antes que pudiera llegar más lejos, Ryan frunció el

ceño. — ¿Por qué hueles como un acuario? ¿Y que llevas puesto?

Oh, mierda. Había olvidado devolverle su chaqueta a David.

 —  Alguien derramó sopa sobre mí  — dije, lo que, bueno, estababastante cerca de la verdad — . Así que por eso no quise ir dentro.Por el olor.

 — ¿Y la chaqueta?  — preguntó — . ¿Derribaste un profesor y la

robaste?Él estaba sonriendo un poco ahora. Estoy segura que la visión demí, desaliñada y cubierta de sopa, era graciosa.

Entonces su sonrisa se desvaneció.

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 —  Ya he visto esa chaqueta  — dijo lentamente con los ojos sobremí —. Esa es… David Stark tiene una chaqueta como esa. Recuerdolas estúpidas coderas.

Ugh. ¿Por qué no le había devuelto la maldita chaqueta?

 — Si — dije a la ligera — . Él fue quien derramó la sopa sobre mí.

La expresión de Ryan era de piedra.

 —  Así que, ¿saliste corriendo de aquí buscando a una chica yentonces encontraste a David, pero el derramó sopa sobre ti enmitad de la plaza de Pine Grove y te dio su chaqueta?

 — Si  — dije con una sonrisa nerviosa — . Más o menos. Rara noche,¿eh?

Suspirando, Ryan miró hacia atrás.

 — Rara. Seguro.

 Apenas dijimos algo de camino a casa y cuando llegamos a mi calle,Ryan ni siquiera apagó el coche.

 — Te llamaré mañana  — dijo, y todo lo que yo podía hacer era

asentir y decirme a mí misma que no me daría mi beso de buenasnoches porque olía como una langosta.

Cuando entraba por la puerta principal, eran las 9:45. Mamá y papáestaban exactamente donde los había dejado, aunque papá yaestaba dormido, su cabeza un poco hacia atrás, roncandosuavemente. Mamá se puso de pie y cerró la puerta

 — Llegas temprano.

 — La película no fue muy larga — dije.Mamá claramente tenía más que decir, pero troté escaleras arribaantes de que tuviera la oportunidad. Quería desesperadamente unaducha, pero una vez estuve en mi habitación, la idea de desvestirmeera agotadora, así que me tiré en la cama, con cangrejo, chaqueta ytodo.

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Había pasado una semana desde que me senté en el local de Srta. Annemarie y le dije a Saylor Stark que podría ser un paladín y unachica normal. Que nada tenía que cambiar.

 — Nada tiene que hacerlo — murmuré para mí misma. Aunque estanoche haya salido mal. Y rara. Y que pensara en estar sentadafrente a David Stark a la luz de las lámparas de la sala de té,inquietante.

Pero fue una noche. Y solo teníamos dos semanas más antes delcotillón.

Podía hacerlo. Lo haría .

Fui a la deriva entre el sueño, con la chaqueta de David todavíaenvuelta alrededor de mí.

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Capítulo 30

 — Una vez más — dijo Saylor, su tono de voz exactamente igual que

durante la práctica del cotillón. Pero esta vez, en lugar de bajar porlas escaleras en tacones, estaba practicando lucha con espadas.También en tacones.

 A decir verdad, golpear cosas con una espada se sentía realmentebien hoy. Ryan no me había llamado el domingo y en el almuerzo,

 Amanda y Abigail habían estado hablando sobre lo buena queestuvo La Promesa. 

 —  Aun no puedo creer que te la perdiste para ver algo llamadoPuños Duros   — le había dicho Abi a Mary Beth.

Mary Beth me lanzó una mirada cuando Amanda le dio un codazo asu gemela y yo fingí ignorarlas a todas. También ignoré la punzadade culpa que atravesó mi pecho cuando vi a David en los pasillos. Yono lo había casi besado, me recordé a mí misma. Él me  había casibesado y si lo hubiera hecho, lo habría empujado lejos de mí yhabría hecho sonidos conmocionados y no le hubiera devuelto el

beso, ni siquiera un poco. Estaba segura de eso.Entonces, cuando me encontré Saylor, traté con toda unaconferencia de como perseguir a Blythe había sido insensato eirresponsable.

 Así que sí. Golpear cosas con el metal se sentía bien. O al menos laprimera hora.

 — No veo porque tengo que practicar tanto  — dije, secando el sudorde mi frente con el dorso de mi mano. Era un día frío, pero el solaún me golpeaba y estaba haciendo un buen entrenamiento. Laespada se sentía pesada en mis manos y mis músculos dolían. Aunasí, el muñeco que había estado rebanando lucía mucho peor.

 — La práctica hace la perfección, Señorita Price — trinó Saylor.

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 — Lo sé. Diablos, yo prácticamente inventé   esto. De hecho, sidecidiera hacer algo tan de clase baja como hacerme un tatuaje,sería probablemente de eso. Lo que quiero decir es que  — le di otro

golpe al maniquí — , que no tengo que practicar esto. Tú dijiste quecuando el Sr. Hall me pasó sus poderes, también me pasó suconocimiento. Y el conocimiento de cada Paladín antes que él.

Levanté la espada en un arco sobre mi cabeza, lista para rebanar almuñeco bajo sus costillas

 — No tengo que practicar. Yo puedo… No sé, hacer esto. 

Saylor dio un suspiro de sufrimiento largo y tomó otro sorbo de té

dulce. —  Y todo eso es cierto. Pero la práctica no hace daño a nadie. Ymientras tu cerebro sabe todas esas cosas, tu cuerpo esta aun sinusarlas — Ella asintió hacia el muñeco — . De ahí el entrenamiento.

 Ahora, de nuevo.

 — ¿Por qué las espadas de todos modos?  — pregunté inclusomientras hacía lo que me dijo. Girar, golpear al muñeco en el cuello,sacar la espada y dejarla caer en un giro bajo, golpear sus piernas

con la parte plana de la hoja — . No son exactamente las armas másconvenientes. ¿No debería tener  — gruñí mientras cogía la espadacon las dos manos — , una pistola?

Saylor revolvió el hielo en su vaso con una pajita rosa brillante.

 — Las armas modernas no funcionan con los Paladines.

Me di la vuelta, la espada haciendo un ligero resplandor en el aire

 —Es decir, no podemos usarlas o… 

 — La magia original que creó a los Paladines no tenía pistolas ogranadas o lanza cohetes. Por lo tanto, no puedes trabajar conninguna de esas armas tan bien como lo haces con una espada.

La tomé, girando la empuñadura en mis manos.

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 — Bueno. Pero un lanza cohetes suena mucho más útil que unaespada.

Tomó otros quince minutos, mis muslos y pantorrillas se habían

unido a mis hombros para gritar, antes de que Saylor dijera, medetuve. Quería tirar la espada al suelo y hundirme en el banco cercade ella, pero en su lugar, puse la espada en su sitio y moví elmuñeco de vuelta al patio.

Cuando me senté, Saylor me premió con una de sus sonrisas raras.

 — Buena chica.

Ella me entregó una botella de agua y me tragué la mitad de un

sorbo. — Lo estás haciendo bien — dijo Saylor mientras bebía. Ella fruncióel ceño, sus ojos entrecerrándose detrás de sus gafas de sol — .Desafortunadamente, no estoy segura de que sea suficiente.

Bajé la botella.

 — ¿Qué quieres decir?

 — Estás aprendiendo rápido  — reconoció — . Pero lo que los Éforosestán intentando… Nunca pensé que me enfrentaría a algo comoesto con un Paladín inexperto a mi lado.

 —  Yo no esperaba exactamente pasar mi Cotillón luchando contralas fuerzas del mal, tampoco — le recordé, y su ceño se profundizó.

 —Lo entiendo, Harper. Pero… — Suspiró — . Con lo exitosa que hassido, para ser honesta, no tengo ni idea de cómo… entrenar a unPaladín. No lo había hecho antes. Todos tenemos papeles. David es

el Oráculo, yo soy la Maga y Christopher era el Paladín. — Estaremos bien  — dije, preguntando como me las arreglé parasacar las palabras sin ahogarme — . Vamos a salir del Cotillón yentonces… — Me callé.

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No era como si yo hubiera pensado sobre lo que vendría después delCotillón. Fuera lo que fuera de grande esta profecía, se resolvería.Pero David seguirá siendo un Oráculo (o un muerto). Yo seguiré

siendo un Paladín (o un muerto). ¿Cierto?Saylor me estaba observando.

 — Harper, ¿Comprendes plenamente lo que significa ser un Paladín?

Me senté un poco más erguida.

 — Justo ahora, significa asegurarse que la loca de Blythe no mate aDavid y sin querer haga un cráter donde está nuestra ciudad.

 — Pero, ¿Entiendes a qué debes de renunciar debido a eso?

Realmente no quería mirarla en ese momento. Me levanté de la sillay empecé a hacer los estiramientos que me había mostrado.

 — Una vez el Cotillón termine, no tendré que renunciar a nada  — ledije — . Blythe se ira  – morirá –   el hechizo no funcionará, y podrévolver a mi vida normal.

 — Harper, esta es  tu vida normal ahora. No importa lo que pase enel Cotillón, eres un Paladín, ligada a mí, ligada a David. Parasiempre. Y eso significa que finalmente, lo sacrificarás todo  — medijo Saylor. Ella no insistió. No lo dijo con fuerza, como si estuvieratratando de hacer que lo creyera. Era un hecho.

 Vacilé, casi perdiendo el balance. Tomando una respiraciónprofunda, empecé a hacer otro estiramiento.

 — No lo creo  — dije. En lo alto, el sol estaba brillando, y el cielo deun azul acerado.

De repente, Saylor estaba parada frente a mí. Estábamos casi a lamisma altura, así que estaba mirando directo a mis ojos

 — No tengo una familia  — me dijo de manera uniforme — , o unhogar. Mi nombre ni siquiera es real. Esto es a lo que renuncié paramantener a David a salvo. A mí misma. Es a lo que Christopher

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renunció también. Y es a lo que tú también renunciarás, quierasadmitirlo o no. Cada momento que esté despierta está dedicado amantener a ese niño vivo.

Mi brazo estaba tan pesado que lo bajé. Todo en mí se sentíapesado.

 — No quiero esto —dije, odiando lo… petulante que sonaba. Pero nopodía evitarlo — . Después del Cotillón, ¿De quién   necesitaráprotección David? Los Éforos quieren matarme a mí , no a él.

 — Harper, recuerda que dije que los Paladines protegían a Alaric desí mismo — como si lo hubiera olvidado —. Esto no va a… 

 — Hey — llamó David, y Saylor y yo saltamos juntas. Estaba paradodetrás de la puerta, mirándonos — . ¿Me perdí el espectáculo deespadas otra vez?  — dijo bromeando, pero de alguna manera yosabía que nos había oído.

No había visto a David desde el sábado en la noche y di un pequeñosuspiro de alivio. De pie en el patio de Saylor, vistiendo un suéterque era dos tallas más grande y unos vaqueros que eran una tallamás pequeños, el sólo tenía aspecto de David. Yo no estaba notando

su pelo o sus ojos o sus manos. Lo que fuera que había pasado entrenosotros había sido claramente por culpa del abrazo y la luz de laslámparas y su actual intento de actuar con un ser humano decente.

 Aun así, dijo:

 — Pres, ¿Quieres subir y trabajar en una cosa conmigo?

Los ojos de Saylor se estrecharon un poco.

 — ¿Qué cosa?

 — Proyecto para el periódico  — Dije — . No se puede dejar que losprincipales hechos sobrenaturales se interpongan en el camino delperiodismo, ¿Cierto David?

 — Seh — dijo David con un pequeño asentimiento.

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Capítulo 31

La habitación de David se parecía bastante a como me la habíaimaginado.

Quiero decir, no es que hubiera pasado un montón de tiempo en lahabitación de David Stark, pero si alguien me hubiera pedido que ladescriba, creo que habría estado bastante acertada.

 Allí estaba la cama con cabecero de madera totalmente adecuada,con un edredón azul.

Había un escritorio a juego, con una pila de cuadernos y cosas parala computadora, no había casi nada en las paredes a excepción dealgunos mapas. Me detuve ante uno de ellos.

 — ¿Dónde es eso? — pregunté.

No era un continente que reconociera. David levantó la vista delmontón de ropa que estaba recogiendo.

 — Oh. Um, eso es la Tierra Media.

Podría haber jurado que se había sonrojado, pero en interés detrabajar juntos, decidí no darle un mal rato al respecto. En su lugar,asentí y me moví hacia la estantería. Había un panel de corchocolgado encima de ella, con algunos artículos de periódico clavadosen él, y tres fotografías. Dos eran tomas de la naturaleza — un árbolque creo que era el roble del Parque Forrest, y el estanque de detrás

de la Academia Grove —   pero una mostraba a David sentado en untaburete frente a un telón de fondo azul. Había otros tres niños enla foto. Reconocí a todos ellos del equipo del periódico. Chie, la chicaguapa asiática que había merodeando a David, se apoyaba en suhombro.

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 — ¿Son ustedes algo? — le pregunté, señalando la foto.

De repente se me ocurrió que no sabía casi nada de la vida social deDavid. Él Siempre había salido con el mismo grupo de chicos en laescuela, los mismos que estaban ahora en el equipo del periódico dela escuela. Y desde que David y yo básicamente nos habíamosdeclarado a nosotros mismos enemigos mortales en preescolar,nuestros círculos no se frecuentaban a menudo. Pero nunca lo vi enlos bailes de la escuela, ni en el cine… ni en nada. Ciertamentenunca lo había visto con una chica. Pero Chie me había lanzado unamirada extraña cuando él sostuvo mi cabello la noche que vomité enla Bienvenida.

 — ¿Eh?  — preguntó, mirando con los ojos entrecerrados a la foto — .Oh, no. Somos amigos. Eso era…pasando el rato con la cámara delperiódico.

 — Creo que le gustas — le dije. Gruñó como respuesta, empujando elcesto de la ropa dentro del armario.

Como era un callejón sin salida, me agaché frente a la estantería. Al

igual que la mía, estaba abarrotada, pero mientras que yo habíahecho un intento de organizar los títulos, David había dejado loslibros por todas partes apilándose unos encima de otros.

Había un montón de novelas de fantasía y clásicos, así como variasbiografías de periodistas. Tomé un libro sobre Ernie Pyle y empecé aojearlo.

 —  Así que estás metido del todo en el asunto de chico del periódico.

David empujó la puerta del armario para cerrarla.

 — Sí. Siempre pensé que me dedicaría a ello para vivir.

Dejé el libro y me volví hacia él.

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 —  Aún puedes.

Resopló, apoyándose contra la cabecera.

 — Sí, voy a ser un demonio de periodista. Puedo predecir historiasantes de que sucedan.

Quería decir algo alentador. Algo así como: “¡Eh, aún puedes! ¡Asíque podrías ser un tipo loco con poderes supernaturales!”. 

Pero incluso yo no podía fingir mucho ánimo.

 —  Vamos a trabajar en ello — dije.

David me miró, y tenía esa expresión una vez más. Esa que tenía justo antes de escribir un terrible artículo sobre mí.

 — De verdad crees eso, ¿No?

Me acerqué a la mesa y me senté en la silla.

 — La única alternativa es sentarse aquí y quejarse de ello, y nopienso que se consiga mucho con eso. Ahora. ¿Qué es lo que quieres

probar?David frotó las manos arriba y abajo en sus muslos.

 — Quiero intentar tener una profecía.

Confundida me senté más erguida.

 — ¿No necesitamos a Saylor para eso? Ella es la batería o lo que sea.

David negó con la cabeza.  —No quiero que sepa esto. Y creo… creoque con nosotros dos debería ser suficiente para obtener algún tipode visión. Merece la penar probarlo al menos.

No me opuse a la idea, exactamente. Tener algunos indicios de loque se avecinaba podría ser útil. Pero seguía sin entender porqueDavid estaba tan convencido de no contárselo a Saylor.

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Debió de leerlo en mi cara porque se sentó en la cama, apoyando loscodos en las rodillas.

 — Sé que tengo que confiar en Saylor de nuevo. Con el tiempo. Y loharé.

No sabía qué responder a eso, así que me limité a asentir.

 — De acuerdo. Vamos a profetizar.

El alivio se notó en la cara de David.

 — Cierto.  — Se sentó, cruzando las manos delante de él — .

¿Entonces, dónde debemos… Me levanté de la silla e intenté sentarme en el suelo con tantagracia como pude.

 —  Aquí — dije, señalando con las manos.

Después de una pausa, David se sentó frente a mí, cruzando suspiernas largas. Pero no tomó mis manos. En su lugar, las miró comosi nunca las hubiera visto antes.

 — Probablemente solo funcionará con Saylor  — dijo — . Seguramentetú y yo nos hemos tomado las manos antes. En Preescolar, jugandoa Red Rover o algo así. Y entonces no sucedió nada.

 Volví a penar, tratando de recordar si alguna vez sostuve la manode David Stark, pero no resultó nada.

 Abrí y cerré las manos sobre él.

 — Tal vez lo hicimos, pero fue antes de que tuviéramos lossuperpoderes, así que no cuenta. Ahora vamos.

Estaba allí sentado, quieto, con las manos apretadas sobre elregazo.

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 — ¡Nos dimos un abrazo!  — exclamó, levantando la cabeza — . En tucoche, cuando no nos morimos, y la otra noche, con la sopa. Nosabrazamos, y no tuve ninguna visión loca.

Tampoco la tuve yo. Pero había tenido un caso potencial demariposas, en el que estaba intentando, con todas mis fuerzas, nopensar en este momento. Entonces me di cuenta del rubor rojosubiendo desde el cuello de David y me pregunté si estaba tratandode sofocar lo mismo.

 — Sólo fue un abrazo, y los dos estábamos completamente vestidos.

Me lanzó una mirada extraña, y el rubor de su cuello se volvió másrojo.

 — Me refiero a que nuestra piel no se tocó  — me apresuré a decir, yahora, o Dios, me estaba ruborizando también — . Así que tal vezesta cosa necesita el contacto de piel con piel. O mano con mano.O… 

Frustrada, extendí las manos y agarré las suyas.

 — Por favor, cállate y piensa en pensamientos del futuro.

 — No era el único que estaba hablando — me recordó, pero antes deque pudiera contestar algo, sentí el murmullo del inicio de laelectricidad entre nuestras palmas. No era nada como la primeranoche con él y con Saylor, el poder de aquello casi nos tira de lassillas. Pero allí estaba. Débil y lleno de estática, como una canal detelevisión tratando de conectarse.

David cerró los ojos y yo hice lo mismo. Nuestras manos estabancalientes, y conforme juntaba los dedos con David, una imagencomenzó a formarse tras mis párpados. Había un destello blanco,otro rojo, y pensé que podría oír los gritos de nuevo, pero eran tan

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Capítulo 32

Sólo había pensado que me había tomado en serio la práctica delCotillón antes. Ahora que sabía de qué se trataba la noche enrealidad, estaba casi fanática por tener todo correcto.

La tarde de ese jueves, Saylor era MIA en la práctica del Cotillón.No había dicho en dónde estaría, sólo dijo que necesitaba que yo mequedara a cargo. Así que subí y bajé las escaleras de la CasaMagnolia y me esforcé lo mejor que pude para no imaginarmemuerta en ellos. Tal y como le dije a David esa tarde, Blythe y

Saylor habían dicho que el Oráculo de los chicos podía ver lo que podría pasar, no necesariamente qué iba   a pasar. Claro, yo  podría  morir en la noche del Cotillón. Siempre lo supimos. Pero no iba amorirme, porque esa noche iba a salir perfecta, sin importarcuantas veces tuviera que corregir la colocación de las chicas. Dondeestuvieran parados era importante, ya que Saylor y yo estábamostratando de crear una salida fácil por si las cosas salían mal.

Pero la tercera vez que espeté.

 — Muévete tres pasos a tu izquierda, Mary Beth  — ella se volvióhacia mí.

 — Dios mío, Harper, no importa. No tienes que elegirme a mí sóloporque me senté al lado de tu novio en una película.

Fue como si casi todo el aire de la habitación hubiera sidosuccionado. O quizás era que todos estaban intentando no jadear ala vez. Ryan y yo no habíamos hablado acerca de Mary Beth y las

películas, o David y la chaqueta. Creo que los dos estábamosdispuestos aquella tarde que pasamos separados. Había venido unpar de tardes, y nos sentábamos en la sala de entretenimiento quemi papá había instalado en el sótano, veíamos películas y nosbesábamos ocasionalmente, pero aun así el ambiente era frágil y

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raro entre nosotros. Dos semanas más , continuaba recordándome amí misma. Dos semanas más y todo esto habrá terminado.

Pero ahora, aquí estaba Mary Beth, arrojándomelo en la cara. Bee

se acercó.

 — ¿Te sentaste en dónde con quién? — Estuvimos practicando con elvestuario hoy, y Bee parecía una esposa realmente enojadamientras se paraba a mi lado — . ¿Fuiste al cine con Ryan?  — lepreguntó a Mary Beth.

Bee era una de las personas más dulces que yo conocía, perotambién daba miedo cuando se enojaba. No le ayudaba que midiera

cerca de un metro ochenta con tacones.Mary Beth se puso pálida.

 — ¡No!  — gimió.  — M-me senté a su lado después de que Harpersaliera corriendo para enrollarse con David Stark.

 Ahora sí, todos jadearon, y David, que estaba en el lugar desiempre, encorvado detrás de un libro de bolsillo, se sentó.

Bee me miró con confusión.

 —Tú y David… — Se fue apagando, y miré alrededor,preguntándome a dónde diablos había ido Saylor.

 — No  — le dije a Bee — . Corrí hacia él. Literalmente  — agreguébajando la voz — , y tú sabes por qué he estado pasando tiempo conDavid.

Ella asintió, pero no parecía totalmente segura. Desde su lugar enla esquina, dijo David:

 — El único enrolle que hizo Harper fue con una pinta de sopa decangrejo. Corrió hacia mí, se me cayó la sopa, y después le di michaqueta. Como un caballero. Eso fue todo lo que pasó.

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Subió los pies a la silla, apoyando el talón de las Converse en elborde del asiento, y desapareció detrás del libro de nuevo. PeroMary Beth sólo entrecerró los ojos para mirarle a él y luego a mí.

 — Lo que sea. Todos saben que tú y David han estado coqueteandodesde, como, tercer grado, y todos esos artículos maliciosos son sumanera de tirarte de las coletas. Y Ryan Bradshaw es tu novio, ¡y escomo si ni siquiera te importara!

Las otras chicas estaban dando vueltas alrededor nuestro, como siesto fuera un extraño juego de Pato-Pato-Ganso, y podía sentir micara quemando. Lo único que odiaba más que una escena, es que lagente se involucrara en mis cosas personales, y esto era ambas

cosas.

 — No sabes nada de Ryan y de mí — le dije a Mary Beth, intentandomantener la voz calmada.

 —Sé que todo lo que él es para ti es otro… logro — Mary Bethparecía cerca de las lágrimas ahora, con la voz tensa y chillona — .Mira la manera en que lo trataste el sábado por la noche.Simplemente saliste corriendo del cine. Sin explicaciones ni

disculpas. ¿Y luego te presentas dos horas después llevando lachaqueta de David?

Me temblaban las manos, y me di cuenta que las estabaconvirtiendo en puños. Con miedo de arrugar los guantes, me losquité, intentando no saltar ningún botón mientras lo hacía.

 —  Vi a una persona con la que necesitaba hablar. Y no tengo quedarte explicaciones, Mary Beth.

 — ¿Con quién necesitabas hablar tan desesperadamente? — Era sólounos centímetros más alta que yo, pero Mary Beth se irguió todo loque pudo. Tenía las manos apretadas delante de ella y los guantesse estaban arrugando.

Bee estaba ahora a mi lado, con las cejas fruncidas, la confusión ysospecha eran obvias en su cara.

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 — Mary Beth — dijo ella, su voz estaba temblando un poco — . No séqué diablos te pasa, pero eso estuvo tan fuera de lugar.

 — ¡Seriamente!  — murmuraron Abigail y Amanda. Estaban con los

ceños idénticos, dos pares de ojos cafés deslumbrantes.

 — De hecho — continuó Bee, acercándome más — . Creo que deberíasirte ahora.

 — Con gusto — dijo Mary Beth, quitándose los tacones y sacando unpar de zapatillas de debajo del pequeño sofá junto a la puerta.

 — ¿Estás bien?  — me preguntó Bee una vez que ella se había ido, yme forcé a mí misma a sonreír, aunque podía sentir qué temblorosa

estaba. — Estoy bien  — le dije — . Mary Beth ha tenido sentimientos porRyan desde hace un millón de años, y está celosa. No es… no esgran cosa.

Bee me envolvió en un abrazo rápido, su clavícula presionada en mibarbilla.

 — Es gran cosa. Todo lo que dijo fue tan ofensivo. Lo de tu hermana,

y de David… Su voz se fue apagando. Por encima de su hombro, podía ver aDavid, con la cara preocupada y los labios apretados. No habíaescapado de Ryan para “enrollarme” con David, ¿Pero no habíahabido… algo? ¿No era eso tan malo como si le hubiera besado?

 — ¿Y Ryan y tú están bien, verdad?  — Bee se echó para atrás conuna pequeña arruga entre las cejas.

 — Estamos muy bien  — le dije, y David de repente se dio la vuelta,sacando el libro del bolsillo trasero. Las escaleras elevándose detrásde él, y todo lo que pude pensar fue, él me vio muerta ahí .Necesitaba quitarme el vestido. Necesitaba salir de la CasaMagnolia.

 — Creo que voy a adelantarme e irme a casa — les dije a las chicas.

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La mayoría de ellas asintió con compasión, pero vi un destello en losojos de algunos. Claro. Harper Jane Price estaba a punto de tenerun ataque de nervios frente a ellos. ¿Quién no querría ver eso?

 — Déjame llevarte  — dijo David, pero negué con la cabeza auncuando Bee le miró y dijo —  Yo la llevo.

 — Puedo conducir  — les dije, y cuando los dos iban a protestar,levanté la mano —. Lo prometo. Necesito… un descanso. 

Creo que Bee habría seguido discutiendo, pero le dije que le iba amandar un mensaje cuando llegara a casa y me dirigí a la puertaantes de que tuviera una oportunidad.

Me puse detrás del volante de mi coche, queriendo ir a casa. Perocuando tenía que girar para llegar a casa, giré a la izquierda enlugar de la derecha. Había alguien con quien necesitaba hablar.

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Capítulo 33

No sé lo que Ryan estaba esperando cuando abrió la puerta, perobásicamente no era, probablemente, yo lanzándome a mí mismahacia él, si nos basamos en su “¡Vaya!”. 

Me quedé de pie en frente de su puerta, vestida con el traje delCotillón, con los brazos tan apretados alrededor de su cuello queestaba agarrándome los codos y los dedos de los pies colgando.Después de un momento, me envolvió los brazos alrededor de lacintura.

 Agachando la cabeza, presioné la mejilla en su cuello, queriendorespirar en el seguro y familiar aroma, queriendo meterme dentrode su suave camisa gris, queriendo esconderme en él.

 — Harper, ¿Estás bien?  — me preguntó, y negué con la cabeza,poniéndome más cerca de él.

Soltó una risa suspirando, con su aliento rozándome el oído.

 — Bueno, sea lo que sea, todo va a ir bien. De hecho, espera. — Ryan

me posó sobre los pies, mirándome de arriba para abajoevaluándome.

 — ¿Estás huyendo de una boda? Porque eso podría no estar tan bien.

Le di un manotazo con una sonrisa aguada.

 — Es mi vestido del Cotillón, muchas gracias.

Sus ojos color avellana se desviaron.

 —  Ah. Pensaba que no debía verte así.Dejando eso a un lado, di un paso y entré en la casa.

 — Oh, ¿a quién le importa?

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Caminé por el pasillo para ir al cuarto de Ryan. Sus padresprobablemente aún estaban en el trabajo, así que podíamos pasarun rato sin peligro, en lo que era normalmente una zona prohibida.

 — ¿A quién le importa? — repitió Ryan, siguiéndome — . ¿Quién eres,y que has hecho con mi novia?

El cuarto de Ryan solía ser de su hermano Luke. No podría habersido más diferente del cuarto de David. Sin mapas de la TierraMedia, por ejemplo, y no muchos libros. Había una pantalla planaen la pared, y una estación de juegos. Ryan estaba en medio de un

 juego de baloncesto, pero cruzó el cuarto y apagó la televisión.

 — Entonces, ¿Quieres hablar?  — me preguntó, sonando un pocoinseguro —. ¿O estás aquí para que podamos… 

Su voz se apagó, pero su mirada se dirigió a la cama.

 — Hablar — dije firmemente, sentándome en el borde del colchón — .Para empezar, lleva demasiado tiempo quitarme el vestido yvolvérmelo a poner.

Eso le hizo sonreír y llevó un poco de decepción a sus ojos.

 — Bueno. ¿Al menos puedo hacer esto?Sentándose de mi lado, Ryan tomó mi cara entre sus manos y pusosu boca en la mía. Incluso cuando extendí la mano para agarrar laparte de delante de su camisa, estaba pensando en ese primer besoen los columpios del parque. La forma en que mi corazón habíasaltado en mi boca, cómo cada pelo de mi cuerpo parecía erizarse.

Era natural que los besos de Ryan no me hicieran sentir así nuncamás. Habíamos estado juntos durante dos años. Ese tipo de chispassolamente pertenecían a nuevas relaciones, ¿Cierto?

¿O Mary Beth estaba en lo cierto? ¿Me estaba aferrando a Ryanporque era otra cosa que tenía que tener? ¿Otro logro en la lista delogros de Harper Jane Price?

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4.0 GPA, Presidente de la SGA, Reina del baile, Poseedora del mejornovio posible.

 — Um, ¿Harper?

Ryan se apartó, quitando las manos de mi espalda. Sus ojos estabanun poco confusos, pero estaba empezando a fruncir el ceño.

 — ¿Qué?

 — Es costumbre devolver el beso cuando un chico te está besando.

Ugh. Lo había hecho de nuevo.

 — Lo siento  — dije, agachando la cabeza en mi mejor intento de

parecer disculparme — . Estaba pensando.Suspirando, Ryan se sentó.

 — Por supuesto que sí.

 — Tienes razón. Las cosas están raras ahora  — dije — . Será mejordespués del Cotillón.

Se estaba convirtiendo en mi mantra. El problema era, que yo noestaba segura si eso en realidad era verdad. Lo que sea que fuera a

pasar en el Cotillón, dijo Saylor que iba a cambiar las cosas.

¿Sería para mejorarlas?

Ryan extendió la mano y puso mi cara entre sus dos manos, unamezcla de exasperación y amor en la cara.

 — Siempre dices eso — dijo, sus pulgares acariciando mis mejillas — .Siempre va a mejorar algún día. Algún día en el futuro, las cosas novan a ser tan locas.  — Inclinándose hacia adelante, Ryan me dio un

beso en la punta de la nariz — . Pero la cosa es, Harper, que nopodemos ver el futuro. ¿Entonces cómo puedes tener idea de que vaa mejorar?

Ironía, tu nombre es Ryan.

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 — ¿Te gusta Mary Beth?  — pregunté de repente. Una de lasalmohadas de Ryan estaba cerca de mí, y me la puse en elestómago.

Ryan se apartó de mí, levantando sus manos de mi cara paraponerlas en algún lugar en el aire sobre mis hombros.

 —¿Dónde …No. Quiero decir, ella me gusta, pero no… 

 — Está bien — dije retorciendo las manos en mi falda. No era que nocreyera a Ryan. No era malo mintiendo como David, él sólo… no lohizo. Nunca, por lo que yo podría decir. Pero había algo incierto ensu voz, algo alojado bajo mi piel.

 — ¿Te gusta David?  — preguntó Ryan, dejando caer las manos ensus muslos.

 — No  — dije inmediatamente — . No somos tan hostiles comosolíamos ser, y finalmente se retractó de la cosa del periódico, peroeso es lo más lejos que hemos llegado.

Pero continué pensando en David sentado frente a mí en la clase dela señorita Annemarie, la manera en que había dicho que Mary

Beth no era yo. Y cuanto más pensaba en ello, más confundida mesentía, lo cual apestaba ya que había venido a casa de Ryanespecíficamente para dejar de sentirme confundida. Para sentirmenormal.

Sí, David y yo estábamos más unidos ahora de lo que solíamosestar. Pero eso era sólo porque él era la única persona además deSaylor que conocía toda la verdad. Claro que yo sentía ese extraño ycálido sentimiento por él. Así que había una solución obvia aquí.

 — Oye, ¿Quieres ayudarme con algo?  — le pregunté a Ryan,poniéndome de pie.

 Arqueó una ceja castaña.

 — ¿Es con los botones del vestido? Porque si es eso, sí, quieroayudarme mucho.

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Era coqueto y bromista y debería encontrarlo encantador y no unpoco irritante. Me recordé a mí misma eso mientras le sonreía.

 — No exactamente. Es una investigación.

Las comisuras de la boca de Ryan perdieron la sonrisa y se dejó caerde nuevo en la cama.

 — Eso suena como un momento genial y sexy — le dijo al techo.

 —  Va a ser divertido  — insistí, quitando una pila de revistas deSports Ilustrated de la silla del escritorio y encendiendo lacomputadora — . Cuenta con muerte y destrucción y otras cosas queles gustan a los chicos. Será como Puños Duros, solamente que

más… histórico. Ryan todavía estaba acostado en la cama, con los brazos cruzadosdetrás de la cabeza. Se rió.

 — Oh, Dios, Puños Duros. Lamento que te lo perdieras. Había unaparte donde un tipo mató a otro tipo usando, mierda, un cucharón, yMary Beth dijo… 

Se interrumpió, y yo fingía estar muy involucrada tratando de

encontrar el motor de búsqueda perfecto. — Entonces, ¿Qué tipo de búsqueda de muerte y destrucción?  — dijofinalmente.

 — Este rey, Carlomagno. Tenía un montón de caballeros quemurieron luchando un… — me interrumpí, dándome cuenta derepente que no podía entrar exactamente en todas las cosas delOráculo — . Un mal tipo  — terminé poco convincentemente. Habíaleído todo lo que podía de los Paladines de Carlomagno en internet,pero casi no había mención de Alarico. Aun así, no me perjudicabamirar de nuevo.

Busqué alrededor del escritorio de Ryan, hurgando entre másSports Ilustrated, un puñado de monedas y una pila de juegos devideo.

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 — ¿No tienes una libreta o un papel o algo?

 Ahora, Ryan se había movido en la cama, girando de manera quesus pies estaban apoyados en la cabecera. Estaba jugando al mini

baloncesto que estaba junto a su cama en la pared de encima. Atrapando el balón inclinó la cabeza.

 — En serio vas a hacer tarea.  — Me detuve, con la mano aundescansando en un video juego, en la caja decía War Metal 4  — . Noes realmente hacer tarea. Es más un… proyecto extracurricular.Pensé que podía ser divertido si estuvieras más involucrado en lascosas que yo hago.

 — ¿Por qué? — Preguntó Ryan, lanzando la pelota de nuevo — . No esque tú estés involucrada en las cosas que yo hago.

No lo dijo en tono acusador, y ni siquiera parecía que lo había dichopara molestar. Simplemente era un hecho.

 —  Yo soy animadora cuando juegas al baloncesto — le recordé.

Se encogió de hombros.

 — Hacías eso incluso antes de que nosotros empezáramos a salir. No

es gran cosa, Harper, simplemente estoy diciendo que no tenemosque estar en todas las cosas el uno del otro.  — Golpeó el balón denuevo antes de sonreírme — . A menos que sea en el sentido carnal.

Esta vez, ni siquiera traté de esconder mi irritación.

 — Pasas demasiado tiempo con Brandon  — murmuré, y Ryan soltóuna carcajada.

 —Claro, porque él sabe lo que significa la palabra ‘carnal’. Pero por

favor… no sigas intentando arreglar nuestra relación, Harper. Nohemos roto.

Pero lo cierto es que sentía como si hubiéramos roto. Realmenteroto. Y lo aterrador era, que ni siquiera estaba segura de cómohabíamos llegado a esto en sólo un mes. Había estado tan ocupadapreocupándome de salvar a David, salvar el Cotillón, salvándome a

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mí misma, que ni había notado que mi relación también necesitabaun héroe. ¿Podría reparar eso también?

Ryan continuó jugando con el balón de baloncesto detrás de su cama

y le miré, mi vestido del Cotillón arrugado e incómodo, y pensésobre la pregunta más aterradora de todas:

¿Quería?

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Capítulo 34

Cuando llegué a la escuela a la mañana siguiente, Bee estabaesperándome en el estacionamiento. Recargada en su coche, sucabello rubio ondeando con el viento, frunció el ceño mientrascaminaba hacia ella.

 — No me mandaste ningún mensaje anoche, y te llamé como milveces.

Me llevó un segundo recordar que le había prometido enviarle unmensaje, y por qué. Oh, es verdad, la horrible escena en la práctica

del Cotillón.

 — Ugh, lo siento. Fui a la casa de Ryan anoche, y dejé mi celular enel auto.

Bee se apartó su coche, jalando su gorro tejido más para adelante.

 — ¿Ustedes están bien?

Las palabras “¡Por supuesto!” saltaron inmediatamente a la punta

de mi lengua, pero las reprimí. Bee se merecía algo mejor que eso. — Estamos intentando estarlo.

Unos niños nos pasaban subiendo las escaleras para entrar alWallace Hall. Vi un destello del cabello rojizo de Mary Beth antesde que desapareciera en el edificio. Bee la debía de haber vistotambién, porque se detuvo en los escalones.

 — Mary Beth estaba totalmente equivocada ayer. Ryan y tú están

perfectamente juntos, y lo sabes. — ¿Lo estamos? — Me escuché preguntando, y Bee sacudió la cabezacomo si la hubiera golpeado.

 — ¿Qué?

 —Es solo…

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Pensé en anoche, sentada en el cuarto de Ryan, yo en lacomputadora, él jugando su baloncesto, sentados a un metro deseparación, pero sintiéndonos como si hubiera un océano entre

nosotros. —Amo a Ryan, pero… 

 — Sin peros — dijo Bee, tomando mi mano — . Tú misma lo dijiste. Loamas — Se encogió de hombros — . Eso es todo lo que importa.

 — Tienes razón  — le dije, a pesar de que no estaba completamentesegura que ella lo estaba.

 Y cuando añadió, —  Además, ustedes tienen que casarse, y después

Brandon y yo nos casaremos, y viviremos uno al lado del otro, ynuestros hijos jugarán juntos… 

Estaba sonriendo, y cuando chocó su cadera con la mía, sabía que noestaba hablando totalmente en serio, pero no pude sonreírle devuelta. Yo no era un Oráculo, pero aun así sabía que el fututoestaba… equivocado. 

Bee bajó la cabeza.

 — Sabes, estaba pensando anoche. No me mal entiendas, tus clasescon Saylor son asombrosas. Me refiero al otro día, ¿Cuándo teenseñó cómo desarmar a alguien con un cuchillo? Hasta yo querríaaprender eso.

Sonreí ante el recuerdo de la semana pasada, Bee sentada en lahierba del patio trasero de Saylor, sus piernas largas estiradasdelante de ella, animándome mientras Saylor me ponía en mispasos.

 —  Y entiendo por qué lo estás manteniendo en secreto  — continuóBee contando una vez que estábamos dentro de la escuela. El olor acabello quemado de los enemigos antiguos atacó mi nariz, y elchillido y taconeo de cientos de zapatos me inundó los oídos — .Pero… Harper, si eso está haciendo que la gente piense que tú y

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David Stark tienen algo, ¿Vale la pena? O sea, ¿De verdad necesitasmás lecciones? Parecías bastante cualificada la última vez que te vi.

 — Después del Cotillón  — le dije, soltando mi dicho favorito — .

Tomaré un par de lecciones más y después voy a renunciartotalmente. Confía en mí.

Pero una vez más ahí estaba ese pensamiento molesto. Aunque melas arreglara para evitar que Blythe hiciera su hechizo loco y salvarla ciudad, ¿Qué pasaría después?

No. Un día a la vez.

Bee asintió, pero aún estaba mordiéndose el labio inferior.

 — Está bien. Entonces, ya que no tenemos ensayo del Cotillón hoy,¿Quieres ir a Dixie Bean después de la escuela?

Un par de estudiantes de primer año pasaron con los brazosentrelazados. Se estaban riendo, con las cabezas muy juntas, y algode ellas hizo que la garganta me doliera.

 — Tengo que ver hoy a Saylor.

La cara de Bee se abatió un poco, así que rápidamente dije,  —  ¿Quieres venir conmigo de nuevo? Creo que hoy vamos a aprenderun movimiento genial que derriba a las personas. Ya sabes, comoeso de Star Trek — Pellizqué el aire con la mano, esperando que Beese riera. Pero sólo movió la cabeza — . Está bien. Creo que lasgemelas están libres, así que… 

 — Oh — Dejé caer la mano — . Está bien. Bueno, vayan a Dixie Bean.Pongan extra de crema batida en su moka por mí.

Sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los ojos. Fuimos a nuestroscasilleros.

 — Lo juro  — bromeé — . ¿El próximo año? Voy a ser una de esaspersonas estereotipadas que llena su horario con clases fáciles.  — Mientras lo decía, traté de quitarme la imagen de mí

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desangrándome en los escalones de la Casa Magnolia. Voy a tenerun último año.

 — Pero supongo que esa es la cosa del último año. Entre todo lo de la

Universidad y de la escuela, las cosas son tan… 

 — Realmente ocupadas ahora  — completó Bee, cambiándose lamochila de hombro.

 —  Ya sé. Y parece que las cosas se van a poner más complicadaspara ti  — Inclinó la cabeza hacia mi casillero, o más bien hacia lahoja de papel color púrpura pálido pegada en él. Ese color de papelsignificaba sólo una cosa. El Director quería verme.

 — ¿Qué? — dije torpemente, arrancando la hoja de mi casillero. — No puede ser malo — dijo Bee —. Es decir… tú eres tú. 

Me temblaba la mano un poco mientas metía el pedazo de papel enel bolsillo del abrigo.

 — Sí, probablemente quiere hablarme acerca de lo de SGA. ¿Te veoen el almuerzo?

Brandon entró por la puerta principal, gritando el nombre de Bee, yya no obtuve respuesta.

Dándome la vuelta, me dirigí a la oficina principal, la secretaria deldirector Dunn indicándome que entrara con la mano cuando levantéel pequeño pedazo de papel morado. La oficina olía a café y a cuero,y las paredes estaban cubiertas de varios diplomas y premios deeducación.

El Director era un hombre bajo, rechoncho, de ojos verdes caídos y

una franja de pelo rojizo rodeando la calva de la cabeza. Toméasiento en la silla frente a su escritorio, y le ofrecí mi mejor sonrisade Harper Jane Price.

 — ¿Quería verme, Director? ¿Es acerca de la SGA?

En cierta manera lo era.

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Su cara se llenó de preocupación mientras se inclinaba sobre elescritorio.

 — Harper, entiendo que estás muy comprometida con esta escuela y

con tus estudios. Pero tal vez te has exigido mucho a ti misma.

 —Yo… ¿Qué? — La silla de cuero rechinó debajo de mí mientras mesentaba más derecha.

Sacó una carpeta de manila y comenzó a revisar su contenido.

 — De acuerdo con tus profesores, tus notas han estado bajando. Yhas estado llegando tarde a clase… veamos… ¿Tres veces en lasúltimas semanas?

Está bien, sí, había sacado una B en la última prueba de historia, yme desvié en un papel — uno —  en Inglés. Y en cuanto a los retrasos,la primera vez había estado detrás del armario del conserje conDavid. La segunda vez había sido porque pensé que había tenido lasensación de que David estaba en peligro, pero en realidad,simplemente es que no había desayunado. La tercera vez había sidoporque David me envió un mensaje diciéndome que había visto untipo raro acechando fuera de la escuela, pero había sido el nuevo

tipo del césped.No es como si le pudiera decir nada de eso al Director Dunn.

 — Tenía problemas femeninos.

Pero aun así, la excusa de oro para dar a los profesores hombres, nofuncionó. El Director Dunn siguió como si yo no hubiera dicho nada.

 — Creo que es posible que estés sufriendo por estrés.

 — ¡No estoy estresada! — Mis dedos se enterraron en los lados de lasilla, apretando tan fuerte que estaba sorprendida que no hubierarasgado el cuero.

Tal vez me hubiera creído si las palabras no hubieran salido comoun chillido histérico.

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 Así las cosas, dejó escapar un gran suspiro.

 — Por tu beneficio, Harper, te voy a retirar de la SGA.

 —¿Qué usted va … usted va a qué? — También voy a avisar al entrenador Henderson, para que te de undescanso con las animadoras hasta el próximo semestre.

 —Pero se habrá terminado el próximo sem… 

La papada del Director Dunn tembló mientras negaba con lacabeza.

 —  Y creo que el Comité para la Honestidad Académica puede

sobrevivir sin ti, por lo menos hasta navidad. Ahora ya estaba haciendo gemidos agudos.

Le vi escribir y posteriormente tachar cada actividad que hacía parael Grove. ¿Futuros Líderes de Negocios de América? Se había ido.¿Club de la llave? Se había ido. ¿Presidente de la Venta Anual dePasteles en Navidad? Tachada dos veces.

 —  Ahí  — dijo con satisfacción una vez que lo que había hecho era

borrar toda mi vida — . ¿Ahora ves? Te sentirás mucho mejor. —Pero… la Universidad — dije débilmente. Ni siquiera meimportaba lo que Saylor dijera. Aun así podría hacerlo, ¿verdad?¿Cómo no podría ir a la Universidad? — . Van a ver que me salí detodas esas cosas en el tercer año, y pensarán que no puedo seguiradelante, y todo lo que hago es pasar, así que… 

 — Harper  — dijo con severidad — . Eres brillante, con talento y conimpulso, cualquier Universidad sería afortunada de tenerte. Perocomo tu director, es mi trabajo guiar tus metas académicas. Y creoque todas esas cosas que haces aquí en el Grove estáninterponiéndose en ellas.

Rompió el papel por la mitad, el sonido hizo contraerme del dolor.

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 — Pero ahora eres libre. Concéntrate en tus clases. Eso hará máspara que entres en una buena universidad que todas las actividadesextracurriculares en el mundo.

Me puse de pie, con las piernas entumecidas. Lo único que pudehacer fue asentir.

 —  Y Harper  — añadió cuando abrí la puerta — . Tómate un tiempopara ti misma ahora, ¿de acuerdo?

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Capítulo 35

El día antes del Cotillón, me senté en el porche soleado de Saylor,mirando un libro.

La lección de hoy consistía en la historia de los éforos y la antiguaGrecia, aunque había pensado que nuestra última sesión antes delCotillón debía tener más lucha y entrenamiento. Pero Saylor dijoque era importante que conservara mi fuerza, por lo tanto íbamos aestudiar. El día era agradable y otoñal, y la luz del sol era cálidaentre mis omóplatos mientras estudiaba.

 — Esto  — dijo Saylor, señalando una foto de un fuerte de piedra enel borde de un precipicio — , fue el hogar de los éforos. O lo era. Notengo idea si aún operan desde allí.

Pasé el dedo por el imponente edificio. Era enorme y de aparienciavagamente medieval. Incluso había barrotes en las ventanas, yabajo, el Mar Mediterráneo, tan azul que casi dolía mirarlo,estrellándose contra una costa rocosa.

 —Es… hermoso ni siquiera parece que sea la palabra correcta. — No lo es  — acordó Saylor, tomando otro trago de limonada — . Esasombrosamente inspirador y terrorífico y adorable de observar,pero no hermoso.

Había un anhelo en su voz, y levanté la vista.

 — Lo extrañas.

No era una pregunta. Los ojos de Saylor estaban prácticamente

nublados mientras miraba la foto. — Fue todo lo que conocí durante un largo tiempo. Y no me malentiendas, Pine Grove es muy lindo, pero no es… — Su voz se apagó,los dedos raspando el borde de la página. Después se aclaró lagarganta y se sentó un poco derecha — . De todos modos, esa es lasede de los éforos. ¿Y cuántos hay ahí?

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Suspirando, me recosté en el asiento.

 — Cinco. Solían ser elegidos por la gente griega, pero ahora ellosmismos escogen a sus sucesores. Y pasan su poder por medio de un

beso súper espeluznante, exactamente como paladines.

Saylor frunció el ceño.

 — No es exactamente como yo lo pondría, pero sí.

Cuando no dije nada, Saylor extendió la mano y cerró el libro.

 — Pareces distraída hoy.

No había absolutamente nada de humor en mi risa.

 — Tengo muchas cosas en la mente ahora, señorita Saylor.

 — David me dijo que ayer hubo un problema en la práctica delCotillón. ¿Algo entre tú y Mary Beth?

Una brisa pasó entre la puerta abierta del porche, haciendo que lascampanillas de viento tocaran suavemente, y aunque no tenía tantofrío, me envolví con los brazos.

 — No fue gran cosa. ¿Pero qué se supone que ibas a lograr

exactamente con no estar allí?

Echándose hacia atrás en la silla Saylor cruzó los brazos.

 —  Ayer fue de hecho otra lección de entrenamiento para ti. Queríaver cómo te iba al liderar a las chicas por ti misma.

Resoplé.

 — Oh, bueno, todos se volvió contra mí y comenzaron a criticar a mi

novio y a David, así que eso fue súper bien. — ¿Qué pasa con David? — preguntó Saylor.

 —  Vamos a decir que a nadie se le ha escapado que estamos pasandomuchísimo tiempo juntos, y la gente tienen una idea errónea, y… — Mi voz se apagó — . De todas maneras, puedo arreglarlo.

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 Antes de que Saylor pudiera responderme, David apareció derepente en la entrada, sacando su cabeza.

 —Say… Oh. Pres. Hola. 

 — Hola  — le respondí, retomando toda la atención en el libro. Perocaminó hacia el porche, parándose frente a mí — . ¿Está todo bien?¿Después de ayer?

Entonces levanté la cabeza. La vestimenta de David de hoy era otraganadora: un suéter encogido, con cuello en V negro, sobre unacamisa de cuello púrpura brillante, con un pantalón de cuadrosazules y violetas. Ni siquiera sé dónde se pueden comprar

pantalones a cuadros. Aun así, mirándole, le sonreí. Digan lo quequieran a cerca del guardarropa de David — y yo había dicho muchoa través de los años —  él siempre estuvo cien por cien comprometidocon él.

 — Estuvo bien — le dije — . Fui a casa de Ryan y trabajamos algunascosas, así que… sí, todo bien como la lluvia. Excepto por lo de salvarnuestras vidas y esta ciudad, claro.

Golpeé el libro frente a mí.

David parpadeó un par de veces, hizo un efecto ligeramente de búhodetrás de las gafas.

 — Oh, bien. No sobre nosotros muriendo tal vez, pero tú y Ryan.Eso… eso está bien. 

 — Lo está — dije, frotándome los ojos. Me sentía como si no hubieradormido en años.

El silencio cayó y duró un segundo muy largo, después David sevolvió hacia Saylor y dijo,  — De todas formas, quería hacerte saberque estoy en casa.

 — ¿Algo que reportar?  — le preguntó Saylor, y a pesar de que no loestaba viendo, sabía que David había puesto los ojos en blanco.

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 — Nop. Nadie intentó matarme, no he tenido visiones extrañas delfuturo, y ahora mi plan es de hacerme unos rollos de pizza.¿Estamos bien?

 —  Ve — dijo ella, despidiéndole con la mano.

Pero había afección en su voz, y sus ojos lo siguieron fuera de lapuerta.

 — Le amas — dije, y giró su mirada hacia mí.

 — Sí, lo amo.  — Se puso las manos en los muslos, quitando arrugasimaginarias del lino.

 —  Aunque él no es de tu familia.

Saylor se rió, con un sorprendente sonido ronco.

 — ¿Tú no amas a personas que no son de tu familia, Harper Jane?

 — Claro que sí. Pero tú le amas desde antes de todo el asunto delOráculo. Lo amas porque es David.

Saylor suspiró, mirando hacia atrás. El sol estaba comenzando aponerse, y su patio trasero estaba lleno de suave luz dorada. Aún en

noviembre, las cosas estaban todavía verdes y floreciendo. — Sí  — dijo por fin — . Le amo porque es David. Ese chico puede serun dolor de espalda, no me mal entiendas, pero tiene un buencorazón. Y de hecho está llevando esta situación mucho mejor de loque pensé que iba a hacerlo. Míralo. Su vida dio un giro de 180° yestá ahí haciendo rollos de pizza  — Resopló fuerte — . Es un buenchico. Así que sí, le amo, aunque pueda ver o no el futuro.

Sentía rara la garganta, así que abrí el libro de nuevo, pasandopáginas y tratando de concentrarme en las palabras que estabanfrente a mí. Los éforos decían que tenían poderes mágicos propios,

 pero muchas personas pensaban que simplemente drenaban ése poder de los oráculos y… 

— Harper, ¿Te preocupas por él?

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Cerrando la mano alrededor del vaso de limonada, antes de que secayera al patio, moví la cabeza.

 — ¿David?

 — Sí, él era el chico del que estábamos hablando  — Saylor mecontestó secamente — . Y no solamente porque él es el Oráculo, sinoporque es David.

Hice un gran show para volver a poner el vaso de limonada en lamesa, limpiando una gota que había caído en el libro.

 — Por supuesto que no — le dije, mientras el corazón me martilleabaen los oídos — . Tú nos has visto juntos. Todo lo que hacemos es

discutir. —  Apasionadamente — dijo Saylor.

 —No hay nada… apasionado   entre David y yo. He pasado lamayoría de mi vida despreciándolo y voy a admitir que esta… estasituación me ha hecho apreciarlo un poco más, no hay nada entrenosotros.

Me obligué mirarla a los ojos, lo cual no fue fácil, viendo como

simplemente al pensar en él sentía la piel extraña y muy tirante. — No pasa nada — repetí, pero Saylor sólo me miró de soslayo.

 — Sabes, si no fuera por sus respectivas posiciones, desearía queestuvieras mintiéndome. Desearía que te sintieras de la mismamanera que David se ha sentido por ti durante todos estos años.

No podía dejar de resoplar.

 —  ¿Quieres que le aborrezca?

Saylor arrugó la nariz.

 — ¿Eso es lo que realmente piensas que David siente por ti?

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No podía tener esta conversación ahora. No ahora cuando había unmillón de otras cosas pasando, que eran mucho más importantesque los sentimientos.

 — Por favor, no me digas que solamente ha estado escribiendo cosashorribles de mí porque está secretamente enamorado  — dije,dejando la silla y dirigiéndome a la ventana. Un cardenal voló a lapajarera, un destello brillante de rojo sobre todo el verde.

 Algo de ese rojo brillante me preocupó, recordándome… algo. 

 Algo en las visiones de David. Había habido rojo en ellas, una ondade é. ¿Sangre? El pensamiento me hizo encogerme.

Saylor se colocó detrás de mí, mirando el pájaro también, y derepente de acordé de la otra cosa que ella había dicho.

 — ¿A qué te refieres con que serías feliz si nos gustáramos si nofuera por nuestras “respectivas posiciones”? ¿El romance entre unPaladín y un Oráculo está mal visto o algo así?

Ella suspiró.

 — No hay nada expresamente en la normativa acerca de ello, pero se

conoce generalmente por no ser la mejor idea. La relación entrePaladín, Oráculo, y el Mago es suficientemente complicada sin queel corazón esté envuelto en ella. Y siempre está la posibilidad de quelos sentimientos personales puedan interferir con el deber.

El sol del final de la tarde brillaba en su cabello gris, mientras yomiraba sobre por encima de ella. Saylor aún continuaba mirando elpatio trasero, pero sus ojos estaban lejanos.

 — Señorita Saylor  — dije lentamente —. El hechizo. ¿Y si… y siBlythe está en lo correcto y sólo le da más poder? ¿Nada de tiemposlocos o el poder retorciéndole el cerebro ni cosas de esas?

Saylor continuó mirando al patio trasero. En la luz mortecina podíaver que un poco de su labial fucsia se había desteñido en laspequeñas arrugas alrededor de su boca.

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 — Si ese es el caso, será un milagro. Los éforos creían  — yo creía —  que había una razón por la cual los Oráculos casi nunca eranvarones. Ellos son… —  suspiró — . Es una palabra fea, pero ellos son

aberraciones. Y si Blythe hace ese hechizo en David, cada pedazo deél estará tan perdido como nosotros, ¿Me entiendes? Todo ese poderle quemará y se lo comerá vivo hasta que no sea más David, pero síuna poderosa y peligrosa criatura que absolutamente deba sersacrificada.

El sueño de David. Las dos llorando, algo en mi mano, él muriendopor mi culpa… 

Toda la piel de mi cuerpo se había erizado, y no tenía nada que ver

con el frío.

 — Entiendo.

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Capítulo 36

Del otro lado de la ciudad, todas mis amigas estaban en la casa deBee, poniéndose sus vestidos juntas, riéndose y maquillándose lasunas a las otras. Las imaginé poniéndose sus zapatos blancos,acomodándose los guantes, mientras yo me arreglaba sola. Le habíadicho a Bee que mamá quería que sólo fuésemos nosotras, una cosade lazo entre madre e hija. La verdad, es que solo quería estar sola.

Una vez que hube terminado, me paré a verme en el espejo. Elvestido era tan bello como siempre lo había sido, pero era un poco

grande. Había perdido peso en las últimas semanas. Y luego estabami rostro, pálido incluso bajo el maquillaje. De una forma u otra,todo cambiaría después de esta noche.

La puerta se abrió detrás de mí, y mamá entró. Tan pronto comosus ojos se posaron en mí, exhaló con un suave suspiro.

 — Oh, Harper.

Jugué con mis perlas.

 — Se ve bien, ¿verdad? No estaba segura de estas mangas, pero conlos guantes… 

Mamá cruzó la habitación en pocos pasos y apoyó sus manos en mishombros.

 — Se ve más que bien. Se ve hermoso.

 Y lo era. O lo sería si pudiera dejar de pensar en él como el vestidoen el que quizás moriré. El vestido que estaré usando cuando eche

todo a perder y haga que todos los que amo y todo lo que conozcodesaparezcan del mapa.

Me tragué esos pensamientos, tratando de sonreír.

 — Tú también te ves asombrosa  — le dije a mamá. Ella estabausando un vestido color rosa suave que le daba color a sus mejillas y

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hacía que sus ojos oscuros brillaran. Lágrimas brotaron de mis ojos,y me di la vuelta para abrazar a mamá antes de que pudiera darsecuenta.

 — Estoy tan orgullosa de ti — susurró contra mi sien.

Le di una sonrisa llena de lágrimas.

 — ¿Por qué? Todo lo que estoy haciendo es caminar por unasescaleras tratando de no derramar ponche en mi vestido.

Pero mamá negó con la cabeza y se echó hacia atrás.

 — No — dijo, sosteniéndome del brazo — . No sólo por el Cotillón. Porla chica… no, la mujer, en que te has convertido.

 Ahora no tenía que preocuparme por ocultar mis lágrimas. Ambasestábamos algo lloronas.

 — Lo siento por ser tan sobreprotectora estas últimas semanas — medijo mamá. Ella olía a maquillaje Mary Kay y laca para cabello, y laabracé de nuevo.

 — Lo siento también — le dije, y nunca nada había sido más cierto.

Hubo un golpe suave en la puerta, y cuando mamá y yo nos dimos lavuelta, Saylor estaba parada ahí. Ella ya estaba vestida para elCotillón, también, usando un vestido azul marino, con una rosablanca sobre un ramillete prendido en su corsé20.

 — ¿Saylor? — preguntó mamá, confundida.

Saylor se encontró con mis ojos, y asentí.

Satisfecha, Saylor entró a la habitación y alcanzó su bolso. Sacó un

pequeño bote de bálsamo para labios. — Hilary, ¿no luces adorable?

20 El corsé suele referirse como la parte superior de los vestidos muchos años atrás, ahora eso ya no se usa

con tanta frecuencia

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La sonrisa de Saylor era tan brillante como siempre, y su acentoparecía más marcado de lo normal.

 — ¿Dónde encontraste ese vestido?

Se podría decir que mamá aún estaba algo desconcertada, pero losmodales triunfaron sobre la confusión.

 — Nordstrom — respondió ella, pasando una mano sobre la falda — .Creo que se supone que es un vestido de la madre de la novia, perosupongo que es apropiado.

Me dedicó una risita nerviosa, y Saylor se rió, también.

 — El mío es el mismo. Pero ése color… ven, déjame verlo más decerca.

 Y entonces ella tocó la mano de mamá. La esencia a rosas soplósobre mí al tiempo que Saylor sostuvo a mamá y la miróprofundamente a los ojos.

 —  Vas a quedarte en casa esta noche, Hilary. Tanto tú como Tom.No se sienten bien, y no pueden obligarse a ir y arruinar la nocheespecial de Harper. Mañana, despertarán y estarán arrepentidos de

habérsela perdido, pero sabrán que era lo correcto.Mamá se balanceaba un poco sobre sus pies, y la agarré por el otrobrazo. Pero después de un momento, ella dio un débil asentimiento.

 — No me siento muy bien. Creo que me quedaré en casa esta noche.

Saylor le dio una palmadita a su mano.

 — Buena chica. Ahora ve y cámbiate por algo más cómodo.

Mamá no caminó fuera de mi habitación, casi flotaba se podía decir. — Gracias — le dije a Saylor, a pesar de que ver a mi madre alejarsehizo que mi corazón se retorciera dolorosamente.

Pero Saylor aún veía más allá de la puerta.

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 — Harper, si el hechizo de Blythe sale mal esta noche, no importaráque tus padres no estén en la Casa Magnolia.

 — Lo sé — Miré mi habitación alrededor, preguntándome si esa sería

la última vez que vería mi edredón morado, o el joyero de plata ycerezo que había sido de mi abuela.

 —Todos en la ciudad están en peligro si… 

 — Lo sé   — repetí — . Y sé que mis tías aún estarán ahí, y mis amigos,y mi novio.

 Volviéndome al espejo, pellizqué mis mejillas en un último esfuerzopor no verme como un muerto. Honestamente, el blanco realmente

es un color difícil de usar para cualquiera. — Pero tengo que hacer algo.

Pensé que Saylor me discutiría eso, pero ella solo suspiró y se sentóen el borde de mi cama.

 — Todos tenemos.

 — ¿Has estado en la Casa Magnolia?  — pregunté —   ¿Alguna señalde… algo? 

Negó con la cabeza.

 — Todo está como debería de estar en la casa, pero Blythe está aquí.

Las palabras lanzaron un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.

 — ¿Cómo lo sabes?

 — Sentí cómo mis barreras cedían esta tarde  — dijo Saylor, mirandohacia arriba mientras rebuscaba en su bolso — . No sé cómo lo hizo,

pero tuvo que ser ella.

 — ¿Qué podría estar planeando?  — Pregunté, yendo a sentarme allado de Saylor —   ¿Será que sólo marchará a la Casa Magnolia ycomenzará su mojo?

Saylor negó con la cabeza.

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 — No lo sé. Ella necesitará ser protegida de ti mientras estérealizando el ritual, pero ella no tiene un Paladín de su lado. Y elritual por sí mismo es sorprendentemente simple. No le tomará

mucho tiempo.Dr. DuPont, con el zapato clavado en su cuello, repentinamentecruzó por mi mente. Eso había sido seis semanas atrás. Seissemanas para reordenar completamente toda mi vida. Yposiblemente acabar con ella.

 — ¿Habrá contratado asesinos, quizá? ¿Disfrazados comocamareros?

 — Es una posibilidad  — reconoció Saylor con un asentimiento — .Mantén un ojo en ellos.

Dirigiéndome a mi tocador, recogí mi brillo de labios. No estabaolvidando eso ésta noche, por lo menos.

 — Lo haré — dije, untándome una capa de labial coral brillante.

Saylor me miró en el espejo.

 — Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que trate de

matarte antes de iniciar el ritual. Esa sería probablemente la cosamás fácil de hacer.

Mi corazón se hundió en mi pecho, y la mano que sostenía el labialtembló.

 — Bueno, sí, está eso también.

Levantándose de la cama, Saylor se paró detrás de mí, sus manosen mis hombros.

 — Puedes hacer esto — me dijo — . Sé que puedes.

 — He estado dominando el entrenamiento con mucha fuerza  — admití, y Saylor apretó su agarre.

 — Te conozco desde que eras una niña muy pequeña, Harper JanePrice. Tú eres impulsiva, e inteligente, y fuerte, y no hay ningún

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otro Paladín que hubiera preferido tener peleando por David estanoche que tú.

Era exactamente todo lo que siempre había querido que dijera. De

acuerdo, no quería con exactitud la parte del Paladín, pero SaylorStark alabándome acerca de algo era lo suficientemente bueno paramí. Alcanzándola, tomé una de sus manos y la apreté.

 — ¿Estás lista — preguntó cuando sonó el timbre escaleras abajo.

Ryan.

 — Como jamás lo estaré.

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Capítulo 37

La grava y las conchas crujían bajo las llantas de Ryan mientrasllevaba el coche hasta la Casa Magnolia. Mi corazón latíaconstantemente en el pecho mientras veía sus faros. ¿Cuántas veceshabía visto ésta casa y pensado que era el lugar más bello delmundo? ¿Cuántas veces me había imaginado a mí viviendo ahí,bajando esas amplias escaleras centrales en un vestido de ScarlettO’Hara? 

 Ahora viéndola, todo lo que podía pensar era que no sólo no iba a

vivir nunca en la Casa Magnolia, si no que en realidad podría morirallí. Esta noche. Tiré de los guantes. Estaban húmedos y arrugados,y me di cuenta de que me sudaban las palmas de las manos.

Estaba tan ocupada jugando con la fila de botones color perla,tratando de quitarme los estúpidos guantes, que no me di cuenta deque Ryan me estaba mirando hasta que extendió la mano y comenzóa deshacer los botones él mismo.

 —  Aquí  — dijo suavemente. Sus dedos eran sorprendentementegentiles mientras apartaban los botones a través de los pequeñosorificios, y por primera vez en un largo tiempo, algo se hinchó en mipecho mientras lo miraba. No era amor. O al menos, no era el tipode novio amoroso. Pero fue la calidez y el afecto y esto… no lo sé,gratitud.

Ryan era un buen chico. Siempre lo ha sido. Una vez que terminó lamitad de la fila, tiró de cada dedo hasta que el guante se deslizófuera de mi mano.

 — Gracias — le dije mientras me lo devolvía.

Con una mano libre, fui a trabajar en el otro guante por mí misma,a pesar de que podía sentir su mirada como un peso existente en lacurva de mi cuello.

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 — Hemos terminado, ¿no es así? — preguntó.

Levanté la cabeza, el guante izquierdo con la mitad puesto y lamitad fuera. Por un segundo, pensé en fingir que no sabía de qué

estaba hablando. Quizás si sonreía y hacía un chiste a cerca de losguantes, podía evitar que esto pasara. ¿Pero quería eso? ¿Habíaespacio para Ryan en mi vida — tan corta como fuera —  ahora?

Sabía que no lo había.

Pero aún más, no estaba segura de si alguna vez había habidoespacio para Ryan. No realmente. No de la manera que se lamerecía. Aun así, no podía no decir nada.

Ryan no era estúpido. Sabía lo que significaba mi silencio. Sugarganta se movió, y sus ojos estaban brillantes.

 — Bueno, tuvimos una buena racha — dijo, encogiéndose de hombrosdentro de la chaqueta del esmoquin.

Se veía tan guapo como jamás lo había visto, como si estuvieradestinado a usar ropa formal todos los días de su vida.

Me reí, pero sonó triste.

 — Lo haces sonar como si nos estuviéramos divorciando.

Él se rió también, precipitando con el dorso de su brazo su cara.

 — Hey, hemos estado juntos durante casi toda la escuela secundaria.Eso es, como dos veces la duración de muchos matrimonios.

Sonriendo, me acerqué y tomé su mano.

 — Te amo, Ry.

Con la nariz algo húmeda, asintió con la cabeza hacia la casa.

 — Lo sé. Pero no soy un idiota, Harper. Hay alguien ahí con el quequieres estar más de lo que quieres estar conmigo.

De hecho retrocedí ante eso.

 — ¿D-De qué estás hablando?

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Ryan rodó los ojos.

 — Harper, David Stark y tú han estado dando vueltas desde el jardín de niños.

Sentí la boca seca de repente, y me ocupé en quitarme el guante.

 —David y yo… quizás acabamos siendo amigos después de todo, ysospecho que tenemos algunas cosas en común… 

 — Él te gusta, Harper. Esa forma en la que te lanzas a todo lo quehaces, él lo hace igual. Y él es una enciclopedia andante como tú, yapuesto a que ni siquiera juega video juegos… 

 — Me gusta War Metal 4 — insistí, pero Ryan negó con la cabeza.

 —Está bien, Harper. De hecho me siento un poco… bien. Sabes,haciendo lo mejor, haciéndome a un lado ante el Verdadero Amor… 

Estaba tratando de bromear, pero mi garganta de repente se cerró.Si Ryan tenía alguna idea de lo que realmente estaba pasando entreDavid y yo, eso era mucho más complicado y mucho peor.

 — Ryan  — dije débilmente, pero negó con la cabeza.

 — Está bien  — repitió a pesar de que sonaba a un millón dekilómetros de distancia del “bien”— . Solo ve.

Sentí que había más que debía decir. Quizá sólo habíamos estado juntos por dos años, pero Ryan había sido una gran parte de mivida.

Pero al final, sólo asentí de nuevo. Era mejor así. Así que con unaúltima pequeña despedida, salí del auto y caminé hacia la casa.

Saylor estaba colgando su abrigo en el closet principal cuando entré. — ¿Dónde están tus guantes?

Me le quedé mirando.

 — ¿En serio?

Ella rodó los ojos, exasperada.

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 — Suenas como David.  Y aunque sé que hay… — miró a nuestroalrededor —  asuntos más importantes ahora, aún es importante quecumplas con tu parte. Ahora te preguntaré nuevamente, ¿dónde

están tus guantes?La adrenalina me puso nerviosa, y mi mano tembló ligeramentecuando hice un gesto hacia la puerta.

 — Los dejé en el auto de Ryan.

Saylor levantó una ceja.

 — ¿Y el Sr. Bradshaw entrará?

 — N-no lo creo. Terminamos.

Cerrando los ojos, Saylor rodó hacia dentro sus labios.

 — ¿Era ésta la mejor noche para hacer eso?

La ira estalló en mí.

 — No lo sé. No estoy segura de que haya una mejor oportunidadpara que tu novio te deje.

 — ¿Ryan y tú terminaron?

Bee acababa de entrar por la puerta principal, Brandon venía unospasos detrás de ella.

 — ¿Más o menos? — dije antes de negar con la cabeza — . No, no máso menos. Terminamos, sí.

No sé qué expresión hacen las personas después de que han visto aun cachorro ser atropellado, pero no tenía nada que ver con la carade Bee en ese momento.

 — ¿Justo antes del Cotillón? — preguntó, sorprendida —  ¿Terminastecon tu novio media hora antes de la noche más importante de tuvida?

Tomando una profunda respiración profunda, recogí el dobladillo demi vestido, acercándome a Bee.

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 — En primer lugar, ésta no es la noche más importante de nuestrasvidas. Habrá muchas noches importantes. Segundo, de hecho élterminó conmigo, y es… está bien. 

 — No está para nada bien — dijo Bee, con los oscuros ojos llorosos — .No es posible que estés bien. Harper… 

Detrás de mí, podía oír la puerta de la cocina abriéndose. Un par dehombres en pantalones negros y camisas blancas entraron, llevandouna pequeña mesa entre ellos.

Me topé con la mirada de Saylor. Los camareros. No parecíanparticularmente del tipo-asesino, y ni siquiera estaban mirando en

esta dirección. Pero entonces, el Dr. DuPont tampoco habíainfundido miedo hasta que tenía una cimitarra21 en mi cuello.

 — Hablaremos de esto después  — le dije a Bee mientras había otroajetreo viniendo desde la cocina.

La puerta se abrió de nuevo, y esta vez, mis tías Martha y Mayentraron. May cargaba una ponchera de plata gigante, mientrasMartha tenía un cucharon metido bajo el brazo.

 — Soy más vieja que tú, Martha

 — insistió May

 — . No es justo queme estés haciendo cargar todo esto a mi sola.

 — Eres dos minutos más vieja  — respondió Martha — . Y esaponchera difícilmente pese algo. Además, mamá te la dejó a ti, asíque es tu responsabilidad cargarla.

May se quejó ante eso, pero entonces Martha me vio, levantando lacuchara a modo de saludo.

 — ¡Oh, Harper! ¡Te ves tan hermosa! May, ¿acaso Harper no se vepreciosa?

21  Es una espada curva usado en el combate cuerpo a cuerpo, usado durante las Cruzadas por los

Musulmanes

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 — No puedo verla por culpa de esta estúpida ponchera  — murmuróMay, tambaleándose hacia la mesa donde los camareros se habíanestablecido.

 A pesar de todo presionándome, me reí.

 — ¿Dónde está la tía Jewel?

 — Está trayendo la nevera para la ponchera  — dijo la tía May,situando finalmente la ponchera en el centro de la mesa.

Cierto. El ponche. Pensé nuevamente en la visión de David, laoleada de un brillante rojo lavando todo a su paso.

 — ¿Dónde está David? — le pregunté a Saylor, y ella asintió hacia elsegundo piso.

Tal vez él tenía algunas valiosas ideas locas. Bee seguía de pie en lapuerta, sus brazos cruzados.

 — ¿Por qué necesitas ver a David?

 Abrí la boca, pero nada salió. Afortunadamente, Saylor me cubrió.

 — Con la repentina pero lamentable situación del Sr. Bradshaw y

Harper, ella necesitará una escolta. Siempre traigo a David como unrepuesto sólo en caso de que esas cosas sucedan.

Probablemente esa era la última cosa que Bee quería oír, pero por lomenos tenía sentido. Me di la vuelta antes de que pudiera ver suceño fruncido, y me dirigí escaleras arriba hacia David.

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Capítulo 38

Cuando entré en la habitación, David estaba de pie frente a laventana. Su chaqueta de etiqueta descansaba sobre la cama, y sulazo yacía sin hacer alrededor de su cuello. Por el look de su cabello,había estado tratando de peinarlo, y tenía una mano en el bolsillo,haciendo sonar algo de cambio.

 — ¿Nervioso? — le pregunté, y se giró.

 —¿Estás… — dijo él, y luego me miró — . Oh, vaya  — había recibidoesa reacción de muchas personas. Mamá, Ryan, la vendedora en la

tienda de vestidos de novia. Pero escuchar a David  decirlo, ver losojos de David abrirse más, me hizo sentirme consciente de mímisma. Tuve que detenerme de retorcer la falda de seda en mismanos, y las palabras de Ryan hicieron eco en mi cabeza.

Harper, David Stark y tú han estado dando vueltas desde el jardínde niños.

 Y quizás así había sido. Pero no es que nada de eso importase. Así

que puse mis hombros hacia atrás y caminé hacia David. — Has visto el vestido antes.

 — Se ve diferente esta noche — dijo David, pero yo seguía hablando.

 —¿Alguna señal de… bueno, algo? 

Guardando sus manos nuevamente en sus bolsillos, David se volviópara mirar por la ventana.

 —No. Pero…. puedo sentirlo. Ella está aquí. O cerca de aquí.  Yo también podía sentirlo. Saber eso hizo que se me estremeciera lapiel, como si estuviera siendo observada. Por lo que sabía, Blythe yaestaba en la casa, esperando a la vuelta de la esquina.

 — ¿Quieres ver si puedes tener una visión?  — le pregunté,ofreciéndole mi mano.

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La tocó, pero esta vez, no hubo ninguna chispa, ningún escalofríopor la electricidad. Su mano estaba cálida y suave sobre la mía y éldistraídamente pasó su pulgar sobre mis nudillos. Ahora había una

chispa, pero no creo que haya tenido nada que ver con nuestrospoderes. Además, había tenido un novio hasta hace unos diezminutos, y las cosas estaban demasiado jodidas para empezar atrabajar en otro romance justo ahora. Y agregando el hecho de quequizás tenga que matar a David un día… 

Retiré mi mano de la suya, moviéndome un poco lejos.

 — Bueno, hablando de visiones, esa que tuviste de Saylor y mía.¿Recuerdas todo lo rojo en ella?

Hizo una mueca, pensando.

 — Sí. Un montón de cosas color rojo, realmente brillantes. Alprincipio pensé que era sangre, pero es el color equivocado.

 Apoyada contra la gigante cama de cuatro postes con dosel, apretémis manos detrás de mi espalda.

 — ¿Puedo decirte algo muy loco?

Resoplando, David volvió su mirada nuevamente más allá de laventana.

 — Hoy sería la noche perfecta para eso.

 —Creo que… creo que es el ponche de mi tía. En la visión. 

David frunció el ceño.

 —¿Esa cosa azucarada te hace doler el cerebro? Yo… bueno,supongo que era ése tono de color rojo.

 — ¿Crees que signifique algo?  — pregunté, mirando por la ventanacon él. Más coches se estaban estacionando ahora, y podía escucharel suave murmullo de las voces mientras las personas empezaban adar vueltas en el primer piso. Pronto todas las chicas vendrían aquí

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arriba para acurrucarse juntas en una de las habitaciones,esperando que inicie el Cotillón. ¿Esperaría Blythe también?

 — Lo dudo  — dijo David, y al principio, pensé que había hecho mi

pregunta en voz alta. Pero no, él estaba hablando a cerca delponche — . Si las cosas se van a la mierda, es posible que el ponchese derrame, ¿cierto?

No quería pensar en que todo se fuera a la mierda, la gentecorriendo y gritando, el ponche de mis tías derramándose en elsuelo.

 — Ryan no vendrá — le dije a David. Su cabeza se alzó de golpe, pero

no di más detalles — . Así que tendrás que acompañarme. Que esprobablemente lo mejor dado que me mantendrá cerca de ti por… loque pueda pasar.

 — Correcto — dijo, y sus labios se levantaron en algo cercano a unasonrisa — . ¿Quién hubiera pensado que acabaríamos yendo juntos alCotillón?

Le devolví la sonrisa.

 — ¿Eso? ¿Eso  es lo que te preocupa de esta noche?

Su risa era grave y ronca, pero agradable, y de repente deseé haberpasado más tiempo conociendo a David en vez de siempre competircon él. De alguna manera, en estas últimas seis semanas, noshabíamos hecho amigos. Podría haber sido bueno tenerlo comoamigo.

Escuché los sonidos discordantes de la banda empezando en algúnlugar de la planta baja, y miré el delicado reloj de plata y diamantes

en mi muñeca. — Maldita sea — murmuré — . Supongo que es hora de empezar.

David empezó a caminar de nuevo, con sus manos aún en susbolsillos, prácticamente vibrando con una energía nerviosa. Recordécuando eso solía molestarme. Ahora, todo lo que quería era envolver

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mis brazos alrededor de él y decirle que todo iba a estar bien.Quería descansar mi mejilla contra su clavícula, y que él me  dijeraque íbamos a conseguir salir de esto. Pero la música era ahora más

fuerte, convirtiéndose en una canción reconocible. — Iré a ver dónde están las demás chicas y revisar las cosas porúltima vez  — le dije — . Las escoltas necesitan empezar a alinearseen las escaleras en  — miré mi reloj nuevamente — , unos diezminutos.

David dejó de caminar, dejando caer su cabeza entre las manos conun sonido entre una risa y un gemido.

 — Dios, ¿cuál es el punto ser capaz de ver el futuro si realmente no puedes ver el futuro?   Yo digo… es como cavar en la arena. No puedover nada.

 — Hey — dije, bajando uno de sus brazos — . Está bien. Sabes lo quedice Saylor. Mientras más cerca estés de los dieciocho, más clarasserán las visiones que tendrás.

Me miró, con los ojos muy abiertos.

 — Harper, te vi morir. Te vi en ese vestido, desangrándote hastamorir en esas escaleras.  —  Apuntó con brutalidad más allá de la

puerta — . Así que no me digas que todo va a estar bien.

Tragué saliva.

 — Saylor dijo que no todas y cada una de tus visiones se hacenrealidad. Ésta no lo hará. No dejaré que pase.

Debí de sonar más valiente de lo que me sentía porque David me diouna pequeña sonrisa.

 — Tú serías demasiado terca como para morir.

 — Lo soy, confía en mí.

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Nos quedamos ahí, mirándonos el uno al otro. Ni siquiera me dicuenta de que estábamos tomados de las manos hasta que me volvípara ir y tuve que desenredarme a mí misma.

 Ya estaba en la puerta cuando él me llamó.

 — Harper.

 —Qu… — fue lo más que pude decir, porque en unos pocos pasoslargos, David cruzó la habitación y me tomó en sus brazos. Estabatan aturdida que con dificultad noté que me estaba besando hastaque… oh. Oh.

Ese beso no hizo que mi estómago sintiera mariposas, hizo que mi

piel cantara. Me hizo alzarme en puntillas para que pudiera besarlecon más fuerza. Me hizo querer besarlo en cualquier momento,cualquier lugar, incluso si estábamos en la mitad de Main Street.Enredé mis dedos en su cabello, y sus manos se apoderaron de laseda alrededor de mi cintura antes de deslizarse hacia mi espalda,sosteniéndome tan firmemente que debería haber dolido. Pero nodolió, ni siquiera un poco.

Cuando nos separamos, nos miramos el uno al otro, aturdidos y

respirando con dificultad. —Yo sólo… — Él tomó otras tres respiraciones rápidas — . Tenía quesaber.

 — Oh Dios — fue todo lo que pude decir. ¿Era esto lo que había entreDavid Stark y yo? ¿Era esto lo que diecisiete años de reñir y luchary competir habían estado encubriendo?

Sus ojos se posaron en mis labios.

 — Creo que deberíamos hacerlo de nuevo, sin embargo. Para estarseguros.

 Apenas pudo decir la última palabra antes de que yo ya estuvieraacercando su boca a la mía. Cualquier idea que había tenido de quetal vez había sido la sorpresa, o el hecho de que era mi primer beso

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con alguien que no fuese Ryan desde noveno grado, voló por laventana.

Esta vez, casi lo empujo cuando el beso terminó.

 — Esto  —  jadeé, presionando mi mano en mi abdomen — , esrealmente un inconveniente ahora. Nosotros… ¡no! 

David se había estado acercando a mí, pero se congeló mientras lodetenía con mi otra mano.

 — Está bien, ahora lo sabemos. Y lidiaremos con eso después.Siempre y cuando no acabemos muertos.

Él negó con la cabeza, como si estuviera tratando de aclararla.

 —  Ahora que lo sé, de verdad, de verdad no quiero morir.

La sonrisa que se extendió en mi cara tenía que ser la cosa másridícula y tonta que jamás haya existido, y rápidamente traté desuprimirla. Esta noche se trataba sobre ser un tipo de súper-heroína estoica, no una adolescente nerviosa. Aclaré mi garganta.

 —  Yo tampoco. Así que asegurémonos de que eso suceda, ¿deacuerdo?

Dio otro paso más, pero ya me estaba yendo hacia la puerta.

 — Espera aquí hasta que sea el momento de ir a las escaleras.Mantén la vista en Blythe, y… quédate. 

Luego me encaminé fuera de la habitación. Cerrando la puerta confirmeza detrás de mí, me recargué contra ella y dejé escapar unlargo suspiro. Esto era absolutamente la última cosa quenecesitaba. Había estado soltera por 15 minutos enteros, tenía unapequeña bruja loca tratando de matarme, y ella iba a intentar usarun hechizo que quizás se llevaría a David lejos de mí para siempre.

 Ahora no era el momento de sentirme toda embelesada y débil derodillas.

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 Aun así, no podía dejar de sonreír mientras caminaba al rellano,mirando hacia abajo rumbo al cuarto a continuación. Estaba casilleno ahora, y me di cuenta de que casi todo el mundo tenía una

taza del ponche de la tía Jewel. Era la cosa más extraña que jamáshubiera visto cómo todos reconocieron abiertamente que eraterrible, pero siguieron tomándolo de todos modos. Modales enacción, supongo.

Revisando la multitud, buscaba a alguien que se viera fuera delugar, pero estos eran casi todos rostros que conocía. No había señalde Blythe, ninguna señal de nada fuera de lo ordinario.

 — ¿Harper?

La señorita Annemarie se situó en la parte superior de lasescaleras, una taza vacía de ponche en sus manos, un bigote rosadoen su labio superior.

 — Señorita Annemarie  — dije, enderezándome — . ¿Qué estáhaciendo usted aquí?

Puso su taza en la pequeña mesa de mármol que descansaba en elrellano. En la planta baja, podía escuchar el cuarteto de cuerdas

tocando algo majestuoso y elegante. — Buscando el cuarto de las niñas pequeñas. El de abajo tiene unafila que no creerías.

Había una pequeña habitación polvorienta fuera del pasilloprincipal, y caminé hacia aquella.

 — Está justo aquí — le dije, abriendo la puerta.

 — Oh, qué bien  — dijo la señorita Annemarie. Y luego con unempujón mucho más firme que cualquier octogenario me pudo haberdado, me empujó dentro.

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Capítulo 39

Tropecé con el dobladillo de mi vestido, y caí, golpeándome la cabezadolorosamente contra el lavabo más bajo. Estrellas explotaron en mivisión, y oí un portazo detrás de mí. Aparte de una fina grieta de luzalrededor del marco de la puerta, estaba todo completamente negro,y sólo la fuerte respiración de la Srta. Annemarie me dijo que ellaestaba justo detrás de mí. Oí el susurro de algo balanceándose haciamí lo cual aterrizó en mi espalda, dando patadas a ciegas.

Hubo un tintineo metálico y un suave gruñido de dolor, y entonces

la luz del baño resplandeció. La Srta. Annemarie se paró sobre mí,buscando en el suelo el cuchillo que había dejado caer.

 — ¡Vaya!  — dijo ella en el mismo tono de voz que usa cuandoderramaba té.

 — ¡Srta. Annemarie!  — dije en un grito ahogado — . ¿Usted   es laasesina?

Me miró, con los ojos nublados.

 — Tengo que matar a Harper Price  — dijo, casi conversacional. Yentonces, al ver el cuchillo encajado detrás del inodoro — . ¡Ah!

Su estómago me hizo difícil agacharme, y me agazapé contra lapared del otro lado, mirándola batallar. Todos mis instintos dePaladín me instaban a precipitarme hacia delante, sujetarla en elsuelo, y romperle el cuello. Pero… era la Srta. Annemarie. Ella noera un Paladín, era solo una vieja mujer. Una anciana que queríamatarme, aun así.

Me levanté lentamente, deslizándome a lo largo de la pared, perotan pronto como estuve de pie, se hizo hacia atrás para pararse, conun puño carnoso apuntando hacia mi cabeza. Lo esquivé fácilmente,tomando su mano con la mía.

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 — ¡Srta. Annemarie!  — dije de nuevo, y era como si ella no pudieseoírme. La mirada en su cara era de confusión, soñadora. Se veíacomo… se veía como la mirada que tenía mamá esta tarde. 

Control mental. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Así que fue asícomo Blythe se iba a deshacer de mí. Mandando a la última personaque esperaría que… 

 Y luego miré más de cerca la mancha rosada sobre su labio superior.Ponche. Ella había estado tomando el ponche de la tía Jewel.

 Así como casi todos los que estaban en la planta baja.

Oh Dios mío.

Blythe había conseguido su trabajo en la universidad al hacer unapoción masiva de control mental, la cual introdujo con su almuerzocompartido. Ella había hecho lo mismo aquí, solo que con el ponchede mi tía Jewel, y repentinamente esa parte de la visión de Ryantuvo perfecto sentido.

También significaba que estaba completamente jodida.

Los ejércitos de camareros asesinos para los que había sido

preparada. Algunos contrataron matones, seguramente. Pero lagente que conocía y amaba, ¿todos vueltos en mi contra? No podíamatar a esas personas. Ni siquiera podía lastimar a esas personas.

La Srta. Annemarie volvió la cabeza hacia mí, tratando de darmeun cabezazo, pero había perfeccionado ese movimiento. Me agaché,y traté de llegar a ella con mi mano derecha, traté la cosa queSaylor me había enseñado. Presioné justo encima de la arteriacarótida de la Srta. Annemarie, y cayó como una piedra.

Hice todo lo posible para transportar su cuerpo inerte fuera de lavista, y tiré de la puerta para abrirla. Todo parecía mortalmentetranquilo, y cuando me acomodé fuera del baño y miré por encimadel rellano, vi a todos sólo… parados ahí. Brazos a los lados, tazasde ponche abandonadas en el suelo. Lo que no vi eran vestidosblancos.

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Revisé mi reloj. ¡Claro! Mientras estaba peleando con la Srta. Annemarie en el baño, las otras chicas seguramente habían venidoa la segunda planta. Y seguramente no habían tomado nada del

ponche dado que una bebida roja más un vestido blanco era igual adesastre.

Moviéndome tan silenciosamente como pude, me arrastré por elpasillo hacia la habitación donde nos teníamos que reunir. Lapuerta estaba cerrada, pero cuando la abrí, me dio la bienvenida unmar de vestidos blancos.

 — ¡Harper! —  Amanda y Abigail lloraron, y las saludé con la mano.

 — ¡Shhh!  — Las chicas se me quedaron mirando, pero todas sequedaron calladas — . Miren, ha habido un pequeño retraso  — dije,tratando de mantener mi voz baja — . Primero antes que nada,¿alguien aquí ha tomado del ponche?

 — ¿Parecemos estúpidas?  — preguntó Mary Beth, entrecerrando losojos. Sus mejillas estaban casi tan rojas como su cabello — . La Srta.Saylor y tú prácticamente nos amenazaron con matarnos sitocábamos las cosas.

Con un suspiro de alivio, las señalé a todas. — Esperen aquí.

 Apresurándome por el pasillo, corrí había la habitación donde habíadejado a David. Se estaba poniendo su chaqueta cuando abrí lapuerta.

 — ¿Llego tarde? — preguntó cuando me vio de pie ahí.

Sin contestarle, lo tomé de la mano, llevándolo fuera del cuarto.

Cuando volví al cuarto de las chicas, prácticamente lo empujédentro.

 — Todos quédense aquí hasta que regrese  — les di la instrucción — .No dejen que nadie entre, y no dejen que nadie salga.

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 — Harper — dijo Bee, adelantándose un poco, pero la detuve con unamano.

 —  Ahora no, Bee.

 —Pero… 

 — ¡En serio! — le espeté —. Volve… volveré pronto. 

 Algo brilló en su rostro, pero cerré la puerta antes de que pudieraponerle un nombre a eso. Tenía problemas mucho más importantesahora. Específicamente no sabía qué era lo siguiente que debíahacer. Tenía que mantener lejos a Blythe de David, pero esosignificaría que tenía que hallar a Blythe. Ella obviamente estaba

aquí, ¿pero dónde? ¿Debería montar guardia al lado de esta puerta,o debería bajar las escaleras y luchar contra ella?

 Y entonces la decisión se tomó por sí sola. Allí estaba el golpeteo depies en las escaleras, y de repente, la gente venía en enjambre por elpasillo, todos dirigiéndose hacia mí. El cuchillo que Saylor me habíadado descansaba frío contra mi muslo, pero la primera persona quesaltó hacia mí fue mi tía May, y no pude siquiera pensar en usarlo.

La tía May, mi dulce tía May quien me había enseñado a tejer,quien me compraba un dulce cada vez que íbamos a la tienda, clavóun tenedor pequeño en mi ojo. Me agaché, mi espalda aún contra lapuerta, y luego la Sra. Green, la bibliotecaria de los libros paraniños, se agachó y trató de tirar de mi tobillo. Me la quité deencima, pero incluso mientras lo hacía, alguien más estabatomándome por el cabello, y otra mano se cerraba sobre mi muñeca,y estaba peleando y pateando, pero había tantos de ellos, me habíanarrinconado contra la puerta.

 — ¡Harper! — Escuché a alguien llorar desde dentro de la habitación.Pensé que era Bee, pero no podía estar segura. Más manos estabansobre mí ahora, y alguien tenía un cuchillo para tartas cerca de migarganta.

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Lo alejé, tratando de cerrar mis dedos alrededor de ese punto quehabía funcionado en la Srta. Annemarie. Tenía que llegar a Saylor.Tenía que encontrar a Blythe. Tenía que salir de esto antes de que

fuera asesinada con unos cubiertos muy elaborados. — ¡Bee!  — Grité a través de la puerta, la nariz de Dr. Greenbaumcrujía bajo mi codo — . ¿Tiene seguro la puerta?

 — ¡Sí! — Fue su respuesta amortiguada —. Pero Harper… 

Tendría que esperar a que resistiera. Una cosa que sabía conseguridad era que Blythe no estaba en la segunda planta. Habíaestado en todas las habitaciones, y ella no estaba en la multitud de

personas que me rodeaban. Tomando una respiración profunda ymurmurando, “Lo siento mucho por esto”, empujé con ambos brazostan fuerte como pude, con los puños apretados.

Las tres personas más cerca de mí cayeron al suelo, tropezando conla gente detrás de ellos. Oí a alguien gritar mientras caían por lasescaleras, y recé con todo lo que había en mí para que no fueraalguna de mis tías. Dejé que cada instinto Paladín que tenía salieraa la luz mientras empujaba a la multitud para atrás, más atrás,

haciéndolos bajar por las escaleras. Había montones de ellos, peroninguno tenía mis poderes. Traté de no mirar los rostros mientrasgiraba y pateaba, mientras lanzaba en una voltereta a las personassobre mi hombro, mientras hacía rodar y golpeaba personas yperdían el suelo.

Finalmente, se abrió y corrí escaleras abajo. Escuché pisadas trasde mí, pero no me di la vuelta.

 — ¡Saylor! — grité — . ¡SAYLOR!

Corrí a través de la Casa Magnolia. En algún momento de la pelea,mi vestido había sido desgarrado, y casi tropiezo con el dobladillo denuevo mientras me abría camino hacia la cocina.

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Saylor estaba allí, contra el mostrador. Brandon yacía a sus pies, yhabía un rodillo en una de sus manos. La otra puesta sobre suabdomen.

 — Ese joven me atacó — dijo ella, su cara del color de la avena.

 — Es el ponche  — dije, poniendo seguro a la puerta detrás de mí — .Ella puso una poción de control mental en el ponche, y… Saylor, nopuedo matar a personas que conozco. Personas que ni siquierasaben lo que están haciendo.

Ella hizo una mueca, decepcionada por mí, pensé. Pero luego retiróla mano y pude ver que estaba manchada de sangre. Por primera

vez, vi el cuchillo en un costado de Brandon. — Le habían dado un buen golpe antes de que yo le pegara — dijo, sutono era sorprendentemente tranquilo para alguien hablando de serapuñalado.

 — Saylor — dije, dando un paso hacia delante, pero ella me hizo a unlado.

 — No es nada. Tengo una poción que puede curar esto en un

momento. David. ¿Está él bien? — Por ahora  — le dije mientras la puerta de la cocina se sacudía ytemblaba — . Lo encerré con las chicas. Ellas no bebieron del ponche.

La boca de Saylor tembló.

 — Resultó ser un consejo valorable.

 — ¿Puedes revertir esto? — pregunté.

Los golpes en la puerta se estaban haciendo más fuertes, peroSaylor negó con la cabeza.

 — Mientras Blythe siga aquí, están bajo su control.

Suspirando, me llevé una temblorosa mano sobre la cara.

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 — ¿Pero dónde está Blythe? No la vi en ninguna parte o en lamultitud y… 

El miedo rebotó sobre mí, tan fuerte que sentí como si hubiera sido

apuñalada. Me agaché, jadeando, mi visión temblaba.

No, no era mi visión. La casa. La casa entera retumbó y temblé,pequeños trozos de yeso caían del techo.

 — ¡David! — Jadeé.

Saylor se adelantó, agarrando mi vestido. Su mano dejó vetas desangre bajo la falda.

 — ¿Dijiste que está con las chicas? ¿Todas ellas?

 Asentí, cerrando mis ojos. Podría ver el mar de vestidos frente a mí,la cara desconcertada de David mientras cerraba la puerta.

 — Si — dije — . Las doce de ellas.

 — Harper  — Los ojos de Saylor se hicieron enormes con miedo ydolor, su piel era del color del papel — . Solo había otras once chicas.

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Capítulo 40

Esta vez, no miré o pensé. Dejé que mis puños y pies volaran casiindependientemente mientras peleaba el camino de vuelta hacia lasegunda planta. Estas no eran personas que yo conociera, erancosas paradas entre mi deber y yo. La única vez en que dudé fuecuando la tía Jewel vino hacia mí con un cucharón con ponche. Memató el hacerlo, pero un codazo rápido hacia su sien la mandódirecto al suelo sin daño. Pasando por encima de su cuerpo tendido,me juré a mí misma que iría a visitar a la tía Jewel cada día cuandotodo esto terminara, y le haría tantos pasteles como ella quisiera.

La casa tembló mientras me dirigía hacia la habitación. Oí unacolisión distante, y me di cuenta de que era la araña en la salacayendo al piso. La luz se había vertido por debajo de la puerta deldormitorio, dorada y abrasadora, y todo lo que podía oír era el latidode mi corazón y la repetición constante del Demasiado tarde,demasiado tarde.

Lanzando el hombro contra la puerta, la forcé a abrirse, e

inmediatamente me tapé los ojos con las manos para cubrirlos de laluz.

David se quedó inmóvil en medio de la habitación, bañado en luz,brillando con ella. Salía de sus dedos, llenaba sus ojos, se vertíafuera de su boca. Las otras chicas estaban todas acurrucadas juntoa la pared del fondo, con las cabezas mirando hacia abajo, mientrasBlythe, adornada con un vestido blanco, una peluca rubia torcida enla parte superior de la cabeza, estaba parada sobre la cama. Sus

ojos estaban cerrados, la nariz aún un poco hinchada por nuestralucha, y sostenía ambas manos abiertas a los lados. Palabras en unlenguaje que jamás había escuchado salían de sus labios y parecíanllenar el cuarto. Ambas ventanas estaban destrozadas, y oí débiles yagudos gritos.

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Me lancé hacia Blythe, golpeando su espalda contra la cama. Elladio un gruñido tan pronto el aire salió de sus pulmones, y empezó aagitarse. Al principio, pensé que estaba llorando, pero tan pronto

levanté las rodillas, a horcajadas sobre su cintura, me di cuenta deque estaba riéndose.

 — ¡Es demasiado tarde!  — gritó mientras la casa continuabaagitándose y oscilando — . ¡Míralo! ¡Es hermoso!

David todavía estaba allí de pie, aún cubierto de luz brillante. No seveía hermoso. Se veía hermoso en sus estúpidos suéteres y sus gafastontas y sus desafortunados pantalones. Ahora parecía terrorífico yantinatural y… no humano.

Mientras lo observaba, levantó una brillante mano hacia las chicascontra la pared. Vi a Bee levantar su rostro, vi sus grandes yhorrorizados ojos.

 — ¡No! — me escuché gritar, y luego un rayo de luz voló de los dedosde David, chocando contra todas las chicas.

La luz era cegadora, y mi sangre daba vueltas, y Blythe seguíariendo, riendo, riendo en mi oído.

 Alguien me tomó por detrás, llevándome lejos de Blythe. Inclusomientras luchaba, todo lo que pensaba era, fallé. Todo eseentrenamiento, todos esos intentos, y había encerrado a David conBlythe. Le había dejado convertirlo en un arma. Y mis amigas.

 Abigail, Amanda, incluso Mary Beth. Y Bee. Oh, Dios, Bee. Miatacante me había apartado de la pared, y me alegré por ello decierta manera. No quería ver lo que esa descarga de poder les habíahecho a ellas. 

Me di la vuelta, tratando de clavar loss dedos en sus ojos, peroarañaba el aire. Y entonces, hubo un golpe y estaba aterrizando enla tierra, con fuerza.

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 — ¿David? — pregunté, arrodillándome junto a él.

Parpadeó, y la luz se desvaneció por un momento antes de quevolviera a relucir con más fuerza de nuevo.

 — ¿Pres? — murmuró, y echó sus brazos alrededor de mi cuello.

 — Oh, aún eres tú. — Suspiré — . Aún estás ahí dentro.

 — E-eso creo — dijo él —. Pero… ¿qué les hice a ellas? 

Miramos hacia donde Amanda y Abigail estaban luchando con susescoltas, y Mary Beth estaba usando su cucharón con gran efectosobre el dueño de Dixie Bean.

 — Las hiciste Paladines — dijo Blythe desde la cama.Casi la había olvidado. Se sentó en el medio, piernas cruzadas,manos apoyadas bajo su barbilla, sonriendo como una niñapequeña.

 — Te dije que el ritual serviría  — dijo ella — . Creaste Paladines,¡justo como Alaric! Y esto es meramente un puñado de chicas. Sipudieras concentrarte con más fuerza y yo no hubiera sidointerrumpida — me miró a mí — , podrías haber convertido la ciudadentera en un ejército. El estado completo, si nos hubiéramosesforzado lo suficiente.

Respirando con dificultad, David se le quedó viendo. Sus ojos aúnestaban llenos de luz, un efecto perturbador.

 — ¿Por qué querría eso?

Riéndose, Blythe negó con su cabeza.

 — Oh, si supieras lo que estaba por venir, no harías una preguntacomo esa.

Me puse de pie, alcanzando debajo de mi vestido el cuchillo atado ami muslo. Oficialmente estaba sobre Blythe. Sacando la espada, medirigí a la cama, pero solo llegué a tres pasos de ella cuando unaespecie de apretón de torniquete se cerró sobre mi muñeca.

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Miré hacia atrás, aturdida.

 — ¿Bee?

Ella me guiñó un ojo. —Yo… no puedo dejarte lastimarla. No sé por qué, pero no puedo. 

Mary Beth estaba a mi otro lado, sus dedos firmes sobre mi brazo.

 —Yo tampoco. Si tratas de matarla… 

Ella no terminó, pero sus manos me apretaron con más fuerza.Incluso Amanda y Abigail estaban paradas junto a la puerta, ojoscautelosos.

Encantada, Blythe aplaudió.

 — ¡Incluso mejor! Verás, los Paladines no pueden herir a su creador. Y dado que formé parte del hecho de convertir a David en mi fábricapersonal de Paladines, ¡eso me hace un creador!

 — Bee — supliqué — . Ignórala o algo. No puedo dejar que se vaya.

Todo en la cara de Bee era angustia.

 — Realmente quiero hacerlo, Harper, pero no puedo . Ahora porfavor guarda ese cuchillo o voy a tener que lastimarte, y realmenteno quiero hacerlo  — Las lágrimas corrieron por sus ojos,derramándose sobre sus mejillas — . Excepto que sí quiero  hacerlo.¿Qué diablos está pasando?

 — Todo estará bien — le dije — . Esto es lo que soy. Esto es lo que note he contado, ¡pero ahora lo sabes! Y tú eres uno también ahora,podemos entrenar juntas. Pero déjame encargarme de… 

No terminé mis palabras antes de que Bee tirara de mi brazo,sacándome de balance. Con una patada muy bien posicionada haciami pecho, me mandó rodando contra la cama.

 — ¡Oh Dios! — exclamó —. Harper, lo siento, no quería… 

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 — Está bien  — le dije, aun cuando jadeaba en busca de aire — .Podemos arreglar esto.

Blythe se levantó de la cama, su vestimenta amontonada en sus

manos.

 — Oh, esto no es algo que necesite arreglarse. Esto es perfecto  — Supequeña y dulce cara prácticamente brillaba con la emoción — .Todos estos Paladines, y mi propio Oráculo. Ahora  — sosteniendouna pequeña mano enguantada, dobló un dedo hacia David — , venconmigo.

Con los ojos aún ardiendo, David se puso de pie.

 — No.Las palabras sonaron como si se vieran forzadas a través de cristalroto, pero logró hacerlas salir. Y entonces, con más fuerza.

— No.

Blythe apretó los puños sobre su cadera.

 —  Ahora no es el momento para la terquedad — dije.

Un delgado rayo de luz dorada salió disparada del dedo de David,golpeando a Blythe en el medio de su frente. Gritando, ella setambaleó hacia atrás, aterrizando en el pequeño sofá al final de lacama.

 — No estoy bajo tu control, Maga  — dijo David en una voz que nosonaba para nada como la suya.

Blythe se levantó lentamente, mirando a David con una mezcla desorpresa y asombro.

 — Oh — suspiró —. Esto es… inesperado. 

La mano de David disparó de nuevo, y Blythe se dobló del dolormientras otro rayo de luz le daba en el pecho.

 — Muy inesperado — dijo con los dientes apretados.

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Moviéndose lejos del sofá, Blythe se puso detrás de Bee.

 — Bueno, si no puedo tener un Oráculo, al menos puedo tener unPaladín.

 Antes de que pudiera pensar, tenía un brazo alrededor de la cinturade Bee. Blythe era tan pequeña, que apenas llegó hasta losomoplatos de Bee. Pegando su cabeza con la parte trasera de Bee,Blythe me guiñó un ojo.

 — Creo que este me gusta más  — dijo ella y entonces, casi alinstante, ambas se desvanecieron.

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Capítulo 41

 — ¡Bee! — grité, viendo el punto donde Blythe y ella habían estado.Detrás de mí, David puso una mano sobre mi hombro.

“Pres”, dijo suavemente, pero lo aparté, poniéndome en cuclillassobre mis pues. “¡No! Ellas no pueden — ella  no puede —” 

Pero lo estaban. Ella lo estaba. Mi mejor amiga ya no estaba, y notenía idea de a dónde se la había llevado Blythe. ¿Grecia? ¿Con losotros Éforos?

David levantó su mano, limpiando las lágrimas de mis mejillas, yme apoyarme en él por un momento. Sus ojos aún estabandemasiado brillantes como para mirarlo directamente a ellos, asíque me concentré en su cabello, los lugares en donde se quedaba enpicos y mechones.

 — Si hubiera sabido que se llevaría a Bee, habría ido con ella  — dijo,sonando como él de nuevo.

Me aferré a su chaqueta con más fuerza, el material arrugándosebajo mis dedos. Pero mientras lo sostenía, sólo podía ser feliz de queal menos David aún estaba allí. Al menos todavía lo tenía a él.

 —  Vaya — dijo Amanda, mirando hacia la puerta — . ¿Qué sucedió?

David y yo caminamos fuera hacia el rellano, las otras chicassiguiéndonos. En la planta baja, el cuarto principal estaba cubiertode cuerpos.

 — ¿Están muertos?  — preguntó Mary Beth, pero negué con lacabeza.

 — Estaban siendo controlados con poderes mentales. Ahora queBlythe se fue, se acabó. Todos despertarán en unas cuantas horascon unos cerebros algo revueltos y… probablemente muchosmoretones.

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Nos dirigimos escaleras abajo, pasando sobre las personas mientrascaminábamos. No fue hasta que estuvimos a la mitad de la escaleraque David preguntó:

 — ¿Dónde está mi tía Saylor?

 — Está en la cocina —  dije, apresurándome — . Estaba herida, perodijo que tenía una poción para curarse, así que esperemos que ya seencuentre bien.

Fui hacia la cocina, pero David me tomó del brazo.

 — Harper, no hay tal cosa como una poción curativa.

 — ¿Qué?  — Levanté la vista de mi falda. Había una gran mancharoja en la parte delantera que, gracias al olor afrutado levantándosede ella, estaba muy segura de que era ponche. El cabello me caíasobre los ojos, y cuando lo empujé hacia atrás, vi otra mancha rojaen la parte trasera de mi mano. Eso era definitivamente sangre.

La luz empezaba a apagarse en sus ojos, pero aún eran más doradosque azules.

 — Ella me dijo que la curación es una cosa que los Magos no pueden

controlar. Las mentes, claro que sí, protección, también, pero curarel cuerpo humano estaba mucho más allá para ellos.

Mi corazón latía dolorosamente mientras su mano agarraba mibrazo con más fuerza.

 — ¿Cómo estaba de mal ella?

No respondí. En vez de eso, abrí la puerta de la cocina.

Saylor estaba desplomada contra los armarios, sus ojos cerrados, surostro sorprendentemente pacífico. Brandon aún yacía en el sueloen frente de ella, el cuchillo con el que la había matado a unoscentímetros de su pie.

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 Y de rodillas a su lado, temblando y sosteniendo una de sus manos,estaba Ryan. Cuando él nos vio parados ahí, miró hacia atrás yhacia adelante, sus ojos desorbitados.

 —Yo… Yo decidí volver porque quería verte hacer el Cotillón — medijo — . Pero cuando llegué aquí, el lugar estaba temblando, y penséque era un terremoto. Entre por la puerta trasera, y la encontré.Brandon… 

La garganta de Ryan trabajó convulsivamente, y fui con él mientrasDavid se arrodillaba al otro lado de Saylor.

 — Nunca le dije  — dijo David, su voz débil — . Nunca le dije gracias

por todo lo que hizo. — Ella lo sabía — le dije, moviendo con gentileza la mano de Ryan dela de Saylor — . Y te amaba.

 —Yo… — Negó con su cabeza, y lágrimas salpicaron sus pantalonesnegros — . Debí de habérselo dicho. Y no debió de haber muerto así.Sola.

 Ante eso, Ryan levantó la vista.

 — No estaba sola. Yo estaba con ella.Su boca se movió de nuevo y su mano, aún en la mía, estaba helada.

 —Esa es la cosa. Estaba sentado aquí con ella, y entonces… dijo queodiaba hacer esto, y dijo que sabía cuán complicadas iba a hacer quefueran las cosas para todos, y luego ella… ella… 

 — Te besó — dije, sin estar segura de si debía reírme o llorar.

 —  Algo así  — concordó Ryan — . Más como si ella soplara algo en mí,y me dio muchísimo frío, y repentinamente, sentí como si pudiera…No lo sé, hacer cosas. Cosas extrañas. Y realmente queríaencontrarlos a ustedes dos — asintió hacía David y hacia mí.

David levantó su rostro bañado en lágrimas hacia mí.

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 — Siento que ahora sería un buen momento para usar la palabracon M.

Pasamos las siguientes horas tratando de reparar algo del daño de

la Casa Magnolia. Las personas que se habían quedado enposiciones incómodas fueron movidas gentilmente hacia el suelo.Hallé a mis tías y me sentí aliviada de, a excepción de un rasguñoen la frente de mi tía May, ver que estaban más o menos ilesas.

Finalmente, hallé a los padres de Bee, desplomados en la parteinferior de la escalera. Volví a donde estaba el cuerpo de Saylor,conseguí el pequeño tubo de bálsamo para labios y se lo di a Ryan.

 —Tienes que poner esto en tus dedos, y entonces…  —  Y luego los toco — dijo con voz apagada — . Diles que Bee está lejosen un campamento de animadoras. Sé vago en los detalles.

 — ¿Cómo supiste eso?

Ryan parecía haber envejecido diez años en la última media hora,pero aún había una pequeña chispa que conocía en sus ojosmientras me sonreía y decía:

 — Sólo lo sé.Con ese asunto arreglado, nos dirigimos a la última tarea.

Todas las chicas se reunieron de nuevo en el dormitorio. Susvestidos blancos estaban manchados de sudor, ponche y sangre,pero todas iban platicando con entusiasmo, una par de ellaspracticaban volteretas y patadas rápidas.

 — ¿Estás seguro de que puedes hacer esto? — pregunté a David, y él

asintió, flexionando sus dedos. Una lluvia de luz dorada corrió porlas espaldas de ellas.

 — Claro. Sin embargo, no me gusta. Quiero decir, por un lado, tequitaría un poco la presión de Paladín que tienes encima. Pero porel otro lado, ellas sólo... se ven tan felices.

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Realmente se veían felices. Más felices de lo que jamás las habíavisto en todos estos meses preparándose para el Cotillón. Pero nopodía arriesgarme a que Blythe tuviera diez chicas  — once, pensé,

mi corazón sufría por Bee —   que estuvieran dispuestas a pelear ymorir por ella.

Una por una, David drenó el poder fuera de ellas, hasta que sus ojosestuvieron de un dorado brillante nuevamente y estuvieratemblando. Con eso hecho, Ryan las puso en una fila y les aplicó elbálsamo para labios, borrando sus recuerdos de esa noche. Cuandollegó a Mary Beth, vi la manera en que sus dedos no queríanmancharla con el bálsamo tanto como acariciar su palma, y algo en

mí se alivió. Quizás Mary Beth sería buena para él. Y  — miré aDavid —  con suerte, sin complicaciones.

Finalmente, todos se encontraban dormidos en el piso de lahabitación, y nosotros tres nos quedamos de pie cerca de ellos,observando.

 — ¿Así que hemos terminado? — preguntó Ryan, y era tan parecido alas palabras que usó cuando terminó conmigo que quise reírme.

 — Ni siquiera hemos comenzado realmente  — le dijo David — .Nosotros tres, estamos… conectados. Lo estaremos por siempre, y… 

Ryan levantó las manos.

 —  Vaya, ¿qué quieres decir con para siempre?

Estaba exhausta, dolorida y débil, y quería que Saylor estuvieraaquí con tantas ganas que dolía. Pero ella se había ido. No habíanadie más para explicar las cosas, para ofrecer orientación.

Sólo nos teníamos a nosotros.David se acercó y me apretó la mano, y vi caer la mirada de Ryanhacia ese gesto.

 —Eso fue… rápido — dijo, y David soltó mi mano como si estuvieraprendida en llamas.

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 — No es así — dijo, pero negué con mi cabeza.

Tomando la mano de David con la mía, la sostuve firmemente yenfrenté a Ryan.

 — En realidad, sí es así. Y si los tres vamos a trabajar juntos, Ryannecesita saber eso.

Ryan miró entre nosotros dos antes de exhalar un suspiro queparecía venir de sus pies.

 — No puedo — dijo, finalmente — . No puedo lidiar con nada de esto.Superpoderes, y Brandon asesinando mujeres ancianas, y ustedesdos, y… 

Nos empujó un poco para pasar junto a nosotros. Fui para tomarlodel brazo, pero David me detuvo.

 — Déjalo ir — dijo — . Dale algo de tiempo.

No quería hacerlo. Blythe y los Éforos tenían a Bee, y teníamos quetraerla de vuelta de alguna forma. Necesitaríamos estar los tres,trabajando juntos. Pero Saylor me había dejado ir una vez. Debíahacer lo mismo por Ryan.

El terremoto que sucedió en Pine Grove la noche del Cotillón estabadestinado a ser una leyenda. Casi destruyó la Casa Magnolia y casitodo el mundo ahí había tenido algún tipo de lesión, desde rasguños,hasta moretones y algunos huesos rotos. Por suerte, nadie habíamuerto. Pero la casa probablemente tendría que ser derrumbada, ynadie que estuvo ahí esa noche tuvo algún recuerdo claro de lo quepasó. Todos coincidían en que el trauma probablemente los habíasacudido.

Los padres de Bee estaban felices de que ella hubiera decidido ir aun campamento de animadoras en vez de participar en el Cotillóneste año. No, no estaban seguros de cuándo volvería.

Pronto. Sabían que sería pronto.

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Las tías lloraron la pérdida de la ponchera de su madre, dañada porla caída de yeso de esa noche, y la tía Martha culpó a la tía May porno haberla puesto en un lugar más seguro. La tía Jewel solo sabía

que no quería hacer ponche para el Cotillón de nuevo, pero no sabíapor qué.

 Y ese lunes, fui a la escuela como si nada hubiese pasado. No estabasorprendida al hallar a David en la sala de prensa. Nadie másestaba ahí, y me paré en la puerta por un rato, viendo su espaldamientras estaba sentado en la computadora, escribiendo.

 — Sé que estás ahí, Pres — dijo finalmente.

Sonriendo, me apoyé en la orilla de la puerta. — ¿Puedes sentirme con tus nuevos e increíbles superpoderes?

Soltó un bufido, pero no se dio la vuelta.

 — No, realmente podía sentir que me estabas mirando  — Dandovueltas en su silla, me dio una triste excusa de sonrisa — . Ningunamirada es tan penetrante como la tuya.

Cuando me crucé de brazos y le di una mirada, suspiró.

 — Sabía que vendrías. Y no porque lo haya visto. Me refiero a que sílo vi, pero… — se detuvo, estirando su cabello.

Caminé cruzando la habitación y cubrí sus manos con las mías,acomodando gentilmente los cabellos sueltos en la parte superior desu cabeza. Mientras lo había, me observó con mucha atención, ysentí el mismo fuego, el mismo del Cotillón, erizándose en mivientre. Nos sostuvimos la mirada, nuestras manos aún enredadasmientras estaba parada frente a él.

 — ¿Sabes qué es extraño? — preguntó David, la comisura de su bocase elevó.

 — ¿Toda nuestra existencia?

 Ahora la sonrisa era real.

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 — Eso  — reconoció — . Y cuando haces un gran, dramático gestoporque piensas que vas a morir, y luego tú… 

 — No muero — terminé por él, y asintió.

 — Exactamente. No que no esté un 100% mentalizado de que nomorimos ahí, pero… 

 — Lo entiendo — le dije —. Así que… ¿por qué me besaste entonces?¿Porque pensaste que íbamos a morir?

 — Más o menos  — dijo, dejando caer mis manos y volviendo a lacomputadora — . Era una cosa del calor del momento. Me refiero…¿tú y yo, como pareja? ¿Podría funcionar eso?

Tecleó por unos segundos más, y cuando no respondí, se dio lavuelta. Aún estaba ahí el más pequeño rastro de oro en sus ojos,pero tenías que buscarlo para saber que estaba ahí.

 —Quieres… Pres, ¿Quieres que funcione? 

Saylor dijo que el hechizo de Blythe podía hacer peligroso a David.Podía significar que tendría que matarlo por su propio bien. Pero lohabía controlado en la noche del Cotillón. Había usado cantidades

increíbles de poder, y aún estaba aquí, aún era David.El punto dorado en su ojo pareció que brillaba con más intensidadpor un segundo, y sentí un pequeño escalofrío.

 Aun así, me enderecé y lo miré directo a los ojos.

 — Me gustaría intentarlo.

David se sentó en su silla, mirándome por un espacio de dos latidos. Y entonces se paró sobre sus pies, y su boca estaba sobre la mía. Noera tan intenso como el beso en el Cotillón, pero tuvo exactamente elmismo efecto en mí. De hecho, besar a David en la sala deperiodismo a las siete y media de la mañana, podía casi hacermeolvidar de que odiaba PDA.

Se echó hacia atrás, dando una risa sin aliento.

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recordar que no, que quizás había sido un sueño extraño. Quizá esque había tenido una visión.

 — Pero no todo lo que ves se convierte en realidad — dije. Estábamos

 peleando, pero no estábamos enojados. Estábamos tristes. Tú memataste. Las palabras dieron vueltas en mi mente.

 — Ese es todo el asunto  — David dejó caer su cabeza, mirándome — .La peor parte. Si no todo lo que ves se hará realidad, ¿cómo sabesqué hacer? ¿Cuál es el punto de tener tu cabeza lleno de todasestas… estas cosas? — Se apresuró a poner una mano sobre sus ojos,y vi que estaba temblando.

 Ahora eran las palabras de Saylor rondando por mi mente. Todo ese poder, lo quemará y lo comerá vivo hasta que ya no sea David.

Había pasado los últimos diecisiete años pensando que David eramolesto y cruel, pero no lo era. Era inteligente, y dedicado, y leal, ycompletamente él. El pensamiento de sus poderes convirtiéndolo enalguien más, el de matarlo, me dolía tanto que no me dejabapensarlo.

Pero no dejaría que pasara eso. Sabía lo que Saylor había dicho,

pero eh, era un Paladín. Mi trabajo era proteger al Oráculo y haríaeso, incluso si significara protegerlo de sí mismo.

 — De todos modos — dijo David, cerrando la laptop y dando vuelta asu silla hacia mí — , para lo que viene después, Saylor tuvo unaespecie de emergencia de hechizos. Lo que puedo decir es que todosen la ciudad creen que ella se ha ido por alguna clase de vacacionesextendidas, y estoy totalmente bien aquí solo por mi cuenta.

Él no sonaba completamente bien, y tomé su cabeza nuevamente. —  Yo también la extraño.

David solo asintió, presionando sus labios juntos, y apreté susdedos.

 — No me gusta la idea de tú en esa casa por tu cuenta.

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 — Estaré bien  — dijo. Usaba un suéter color rojo kétchup y unaespecie de pants con patrones. Cuando miré hacia abajo, vi esosegura de que tenía un calcetín café y otro negro. No podía verse

como alguien que fuera a estar bien por su cuenta.Di un paso más cerca, con nuestras manos unidas entre nosotros.

 — ¿Estás diciendo en tu habitual sentido paternalista esto, o en lamanera de “Puedo ver el futuro y sé cómo resultará todo esto”? 

Me sonrió.

 — Definitivamente fue más lo primero que lo seguro. Todo el asuntode las visiones… — La sonrisa se desvaneció — . Es como decía

Saylor. Se necesitan tres de nosotros para que yo pueda verclaramente. Y sin Ryan, estamos algo jodidos.

 — Curioso, porque Ryan se siente un poco jodido por todo esto.

David y yo nos volvimos. Ryan estaba de pie en la puerta, labarbilla levantada. Parecía que no hubiese dormido en días, y creoque su cabello quizás podría llegar a ser que el de David, pero aúntenía la pinta de que posaba para un comercial de lociones.

 — Estás aquí — dije, preguntándome si el alivio que sentí fue porqueteníamos a nuestra tercera parte, o solo porque era Ryan. Ryan,quien pudo no haber sido el chico del que obtuve todo elromanticismo, pero quien había sido una base para mí por tantotiempo.

Se encogió de hombros un poco.

 — Estoy aquí. —  Al entrar en el salón de clase, nos dio a ambos unamirada cautelosa antes de cerrar la puerta.

 —  Así que.

 —  Así que — David y yo hablamos al unísono.

 — Nosotros tres, trabajando juntos para salvar el mundo. Yo, mi exnovia, y el chico por el que terminó conmigo — Su boca se levantó en

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