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Mejor que decir es mostrar Medios y política en la democracia argentina Gabriel Vommaro 8

08 Mejor Que Decir Es Mostrar Vommaro

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25 Años Universidad Sociologia Estudios

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  • Mejor que decir es mostrarMedios y poltica en la democracia argentina

    Gabriel Vommaro8

    8

  • Mejor que decir es mostrar

  • VVVVVeinticinco aos, veinticinco aos, veinticinco aos, veinticinco aos, veinticinco aos, veinticinco libreinticinco libreinticinco libreinticinco libreinticinco librososososos

    El ciclo poltico inaugurado en Argentina a fines de 1983 seabri bajo el auspicio de generosas promesas de justicia, renova-cin de la vida pblica y ampliacin de la ciudadana, y conocilogros y retrocesos, fortalezas y desmayos, sobresaltos, obstculosy reveses, en los ms diversos planos, a lo largo de todos estosaos. Que fueron aos de fuertes transformaciones de los esque-mas productivos y de la estructura social, de importantes cambiosen la vida pblica y privada, de desarrollo de nuevas formas de lavida colectiva, de actividad cultural y de consumo y tambin deexpansin, hasta niveles nunca antes conocidos en nuestra histo-ria, de la pobreza y la miseria. Hoy, veinticinco aos despus, nosha parecido interesante el ejercicio de tratar de revisar estos resul-tados a travs de la publicacin de esta coleccin de veinticincolibros, escritos por acadmicos dedicados al estudio de diversosplanos de la vida social argentina para un pblico amplio y nonecesariamente experto. La misma tiene la pretensin de contri-buir al conocimiento general de estos procesos y a la necesariadiscusin colectiva sobre estos problemas. De este modo, dos ins-tituciones pblicas argentinas, la Biblioteca Nacional y laUniversidad Nacional de General Sarmiento, a travs de suInstituto del Desarrollo Humano, cumplen, nos parece, consu deber de contribuir con el fortalecimiento de los resortescognoscitivos y conceptuales, argumentativos y polmicos, dela democracia conquistada hace un cuarto de siglo, y de la quelos infortunios y los problemas de cada da nos revelan losdficits y los desafos.

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    Mejor que decir es mostrarMedios y poltica en la democracia argentina

  • Vommaro, Gabriel Mejor que decir es mostrar: medios y poltica en la democraciaargentina. - 1a ed. - Los Polvorines : Univ. Nacional de GeneralSarmiento; Buenos Aires : Biblioteca Nacional, 2008. 112 p. ; 20 x 14 cm. - (Coleccin 25 aos, 25 libros ; 8)

    ISBN 978-987-630-032-2

    1. Medios de Comunicacin. 2. Democracia. I. Ttulo CDD 302.2

    Coleccin 25 aos, 25 librosDireccin de la coleccin: Horacio Gonzlez y Eduardo RinesiCoordinacin general: Gabriel Vommaro

    Comit editorial: Pablo Bonaldi, Osvaldo Iazzetta, Mara Pia Lpez, MaraCecilia Pereira, Germn Prez, Ada Quintar, Gustavo Seijo y Daniela Soldano

    Diseo editorial y tapas: Alejandro TruantDiagramacin: Jos RicciardiIlustracin de tapa: Juan Bobillo

    Universidad Nacional de General Sarmiento, 2008Gutirrez 1150, Los Polvorines. Tel.: (5411) 4469-7507www.ungs.edu.ar Biblioteca Nacional, 2008Agero 2502, Ciudad Autnoma de Buenos Aires. Tel.: (5411) [email protected]

    ISBN 978-987-630-032-2

    Prohibida su reproduccin total o parcial por cualquier medio de impresino digital en forma idntica, extractada o modificada, en castellano o encualquier otro idioma, sin autorizacin expresa de los editores.

    Impreso en Argentina - Printed in ArgentinaHecho el depsito que marca la ley 11.723

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    PPPPPrrrrresentacinesentacinesentacinesentacinesentacin

    El atadEl atadEl atadEl atadEl atad

    En el acto de cierre de la campaa del Partido Justicialista (PJ)en 1983, desde el palco en el que estaban sus principales dirigentesdel momento, el entonces candidato a gobernador por la provinciade Buenos Aires, Herminio Iglesias, particip de la quema de unatad con el escudo de la Unin Cvica Radical (UCR), adversariodel peronismo en aquella contienda y, finalmente, fuerza vencedorade las elecciones presidenciales del 30 de octubre de ese ao. Para losparticipantes del acto, por cierto multitudinario, la imagen pasdesapercibida, de la misma forma que para muchos votantes que novieron los noticieros televisivos aquella noche. Sin embargo, la ima-gen de la quema del atad, como se conoci poco despus, pasara sustentar, con el tiempo, las explica- ciones dominantes sobre laindita derrota del peronismo. Por un lado, porque los adversariosinternos de Herminio Iglesias y de la ortodoxia que l representaba alinterior del PJ utilizaron esa imagen para mostrar la necesidad derenovacin del partido con el objeto de terminar con el peronismode la derrota, visto como poco democrtico; los adversarios externos,en especial los radicales, pudieron dar cuenta con aquel hecho de laasociacin entre el peronismo y el pasado violento que se quera dejaratrs. En un nuevo tiempo en el que la violencia poltica ya no seralegtima, la sola idea de quemar los smbolos de un adversario era taninaceptable para el buen sentido de los participantes de la compe-tencia partidaria como para el de los observadores y comentaristas dela misma. Por otro lado, los impulsores de las nuevas tcnicas decomunicacin poltica (expertos de todo tipo: encuestadores, publi-citarios, asesores de imagen), encontrarn en el exabrupto unajustificacin de la importancia de su rol como expertos en la presen-tacin de s de los candidatos, y por tanto de su lugar central en las

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    campaas electorales, en detrimento de los militantes y dirigentespolticos de base. La construccin de la imagen y de la estrategiacomenzarn a ser, as, un asunto de expertos, es decir de profesiona-les portadores de un conjunto de tcnicas y saberes para interveniren la lucha poltica.

    De modo que ms all de su importancia poltica en el momentode la campaa electoral, como ha sugerido Oscar Landi en sustrabajos pioneros sobre medios y poltica, la quema del atad esimportante por su peso simblico posterior, adquirido en el relatoque se impondr sobre las causas de la derrota del peronismo. Y sinos interesa el lugar que asignar a este hecho el pensamientodominante de la llamada transicin democrtica es porque di-cha interpretacin est ligada a las transformaciones que se operaronen los modos de hacer poltica y que nos llevan a interrogarnossobre el tema de nuestro libro: la relacin entre poltica y comu-nicacin, la comunicacin poltica y la poltica de la comunicacinen la Argentina de la post transicin democrtica. La idea queaventuramos con Landi es que, entre otros factores, fue el hechode que ms tarde la aparicin en los medios y el cuidado de laimagen de candidatos y dirigentes polticos se haya vuelto centralpara el trabajo proselitista lo que explica que, con una miradaretrospectiva, se asignara a la quema del atad un lugar tanimportante entre las causas de la derrota del peronismo.

    De este modo, en nuestro trabajo recorreremos el proceso deinterpenetracin entre poltica y medios, es decir, tanto la mane-ra en que los medios se han relacionado con la poltica (y viceversa),como las interfases entre ambos espacios, el poltico y el meditico,que pasaron a tener, con el tiempo y a partir de 1983, escenas ytemporalidades compartidas en las que confluyeron polticos,periodistas, artistas, conductores de televisin y otras categorassociales, tales como los expertos e intelectuales mediticos, loslderes de movimientos sociales y grupos de protesta, etc., queseran habitantes asiduos de lo que llamamos espacio de la co-municacin poltica.

    A lo largo de estas pginas, veremos cmo se ha pasado deaquel 1983 en que los medios masivos de comunicacin (en espe-

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    cial los canales de televisin y las radios) eran mayoritariamenteestatales, los periodistas no eran an salvo excepciones persona-jes representativos del pblico y la campaa electoral se realizabamediante formas no mediticas (tres eran las principales: actosmasivos, afiliaciones partidarias y contacto cara a cara entre losmilitantes, el electorado en general y los candidatos), a los aosde la dcada de 1990, en que los medios masivos eran, mayoritaria-mente, empresas privadas, los periodistas una suerte de mediado-res entre el pblico y los polticos percibidos como clasems o menos homognea y separada de la sociedad, y las cam-paas electorales asunto de todo tipo de expertos (publicistas,encuestadores y asesores) que construan la imagen de los candi-datos para su presentacin meditica, y slo de manera secundaria,para los actos masivos y el contacto cara a cara.

    Las transformaciones de la relacin entre medios de comunica-cin y espacio poltico en Argentina se relacionan de esta forma condiferentes procesos: modificacin de la estructura de propiedad delos medios, ascenso de los periodistas como categora mediadora dela sociedad y hacia la poltica, crisis de la sociabilidad poltico-partidaria cara a cara como vnculo poltico dominante y aparicinde nuevas prcticas proselitistas (encuestas, marketing poltico, cara-vanas, campaas mediticas). Se relaciona tambin con ciertos cambiosen las formas de percibir y de comprometerse en el juego polticoque hicieron de la poltica una actividad de una clase separada dela sociedad y, ms precisamente, de la gente categora que, en elsentido comn poltico-periodstico, reemplazar progresivamente ala ms tradicional de pueblo, ligada al peronismo, y que dara cuentade un demos (el sujeto de la representacin democrtica) evanescentey distante de la poltica, y de esta ltima un conjunto de indivi-duos alejados de los partidos polticos independientes y sinpreferencias electorales estables indecisos a la hora de votar. Estastransformaciones en el sentido comn poltico, como veremos, sontanto un hecho constatable por medios empricos como tendenciapoltica como un horizonte normativo, y constituyen el contextoen el que la comunicacin poltica meditica se impuso como forma-to dominante de la relacin entre los polticos y la sociedad.

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    La comunicacin polticaLa comunicacin polticaLa comunicacin polticaLa comunicacin polticaLa comunicacin poltica

    En torno a estos procesos puede situarse, entonces, la consti-tucin de ese espacio de interaccin entre diversas categoras deactores donde lo que est en juego es la construccin del mundosocial como espacio de sentido, como un mundo significativo consus jerarquas, la definicin de sus problemas acuciantes de lahora y de las soluciones que aquellos requieren. Este espacio, elde la comunicacin poltica, es conflictivo y est atravesado por almenos tres lgicas: la de la comunicacin (legitimada por la ilu-sin de transparencia de los medios), la de la poltica (legitimadaen trminos de la primaca de la mayora) y la de la tcnica (esdecir la del discurso experto, legitimado en el saber). En este li-bro trabajaremos justamente en estos diferentes registros paracomprender cmo se fue construyendo, desde 1983, la comuni-cacin poltica, la poltica en los medios y la poltica de los medios.

    En definitiva, los cambios en la percepcin y en los comporta-mientos del demos que trataremos aqu comportarn igualmenteciertas transformaciones en la forma de interpelarlo, al mismotiempo que se desplazarn las escenas en las que la lucha polticapor la representacin conoce sus momentos ms intensos. El diag-nstico ya conocido de la mediatizacin de la poltica encuentraas su sentido en relacin a este desplazamiento: la gente ya no seencuentra en los actos partidarios sino frente al televisor. Tal comolo muestra Patrick Champagne a propsito del caso francs, losdirigentes partidarios comenzarn a interesarse de manera parti-cular en la participacin en los medios de comunicacin. Lasapariciones mediticas constituirn de esta forma una de lasmaneras ms eficaces de actuar polticamente. La mediatizacinde la poltica ser comprendida, en este sentido, como fenmenode legitimacin de ciertos espacios privilegiados para hacer polti-ca y como dinmica productora de acontecimientos pblico-polticoscon consecuencias sobre la distribucin del poder simblico y delapoyo social. Si, como lo subraya Oscar Landi, la televisin repre-sent en la Argentina de 1983 uno de los medios ms eficaces paramostrar al gran pblico los actos partidarios, progresivamente se

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    convertir en una escena del trabajo representativo en la que, porotra parte, otros actores luchan por volver visible y legible el mundosocial como espacio significativo. Como afirma Pierre Bourdieu:

    Los objetos del mundo social [] pueden ser percibidos y expresa-dos de diferentes maneras, porque siempre comportan una parte deindeterminacin y de imprecisin y, al mismo tiempo, un cierto grado deelasticidad semntica. Este elemento objetivo de incertidumbre que es amenudo reforzado por el efecto de categorizacin, pudiendo la mismapalabra cubrir prcticas diferentes provee una base a la pluralidad depuntos de vista; y al mismo tiempo una base para las luchas simblicaspor el poder de producir y de imponer la visin del mundo legtima.

    Una entrevista a un candidato en la prensa, en un programa televisivoo radial de periodismo poltico o en un noticiero; una conferencia deprensa convocada por un candidato en la que ste presenta sus pro-pios pronsticos electorales en base a sondeos o a otro tipo de tcnicasempleadas por las consultoras de opinin pblica y de marketingpoltico; un debate televisivo entre los principales candidatos cuyofinal est dedicado a la opinin de los expertos en opinin, quienesdefinen el vencedor apoyados o no en datos de encuestas; un progra-ma poltico en la televisin en el que un periodista convoca a diferentesexpertos (encuestadores, economistas) para que den sus pronsticossobre la coyuntura; estas escenas ilustran la elasticidad de la dinmi-ca del espacio de la comunicacin poltica en tiempos de campaaelectoral, que son por otra parte los perodos en cuyo estudio basa-mos nuestro trabajo. Este espacio delimita as una parte de la luchapoltica que tiene lugar en los medios de comunicacin o bien fuerade los medios pero como acontecimientos concebidos para sermediatizados. A diferencia de otras formas ms antiguas de informa-cin sobre los acontecimientos polticos, como la transmisin dedebates parlamentarios o de discursos presidenciales o ministeriales,estas escenas mediticas no son medios sino fines de la accin poltica,puesto que el conflicto poltico se desarrolla en ellas.

    Una aclaracin importante para leer este trabajo: como hanmostrado investigaciones sobre la recepcin de la poltica y de los

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    discursos mediticos en general realizadas en otros pases, las au-diencias desarrollan formas activas de interpretar la pretensinrepresentativa de los periodistas, expertos y polticos, as como lasacciones que tienen lugar en las escenas polticas mediticas. Estecomentario nos permite subrayar que, desde el momento en quetrabajamos sobre el juego de la comunicacin poltica, no pode-mos afirmar la existencia de una correspondencia automtica entrelas pretensiones de eficacia de los discursos y de las prcticasmediticas y la forma en que son decodificados fuera del juegopor los pblicos a los que interpelan, es decir entre los efectos quebusca producir un discurso y la forma en que es comprendido porsus interlocutores.

    La organizacin del libro intenta responder a la complejidaddel tema que nos ocupa y, para ello, procura abordarlo desde dis-tintos ngulos. El primer captulo trata de las transformacionesen los medios de comunicacin en los ltimos veinticinco aos.Se ocupa, en primer lugar, de la estructura de propiedad de losmedios, entendida no slo como la base en la que se asienta enla actualidad la capacidad de los medios de comunicacin de in-tervenir en la construccin significativa del mundo social, sinotambin como terreno de disputa entre el espacio poltico y elespacio meditico (periodistas y empresarios). Luego, se analizala mutacin en el papel de los periodistas polticos como actoresde los medios; stos pasan de ser actores poltica y partidariamentecomprometidos y, por otro lado, subordinados respecto de esalgica, a ser actores que se presentan como independientes de lospartidos y a conquistar una cierta autonoma respecto del Estado yde los actores partidarios. La construccin de esta posicin autno-ma se acompaar de una bsqueda de representacin de lasaudiencias en tanto la sociedad o la gente frente a la poltica pen-sada como clase. Por ltimo, a travs de dos casos clebres, veremoscmo estas mutaciones en el espacio periodstico impactaron en larelacin entre medios y poltica.

    El segundo captulo, en tanto, aborda las transformaciones enlas prcticas polticas en las formas de actuar y de percibir laactividad, as como la relacin de los polticos con los ciudada-

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    nos que favorecieron el proceso de mediatizacin de la luchapor cargos y por imponer formas de ver y de ordenar el mundosocial. Nos ocupamos as de relevar ciertos hitos en la historiareciente de las formas en que los actores partidarios se dirigen asus potenciales votantes. Trabajamos luego sobre una categorade auxiliares de la actividad poltica, los expertos en opinin,que se transformarn tambin en actores de los medios de comu-nicacin con pretensin de autonoma respecto de los partidos.El anlisis de estos expertos nos permitir reflexionar sobre ellugar del discurso tcnico en el espacio de la comunicacin pol-tica. Por ltimo, como cierre, trataremos de pensar algunos delos rasgos principales de estos veinticinco aos de comunicacinpoltica en Argentina, as como su conexin con otros procesospoltico-culturales que se relacionan con la manera en que se per-cibe y se hace poltica en el pas, as como con sus formasdominantes de mediatizacin.

    ***

    AgradecimientosAgradecimientosAgradecimientosAgradecimientosAgradecimientos

    A Gustavo Aprea, Juan Pablo Cremonte y Sebastin Pereyrapor sus comentarios y su atenta lectura.

    A Eduardo Rinesi, por su generosa lucidez.A los compaeros del rea de Estudios Polticos del IDH/UNGS,

    por el trabajo cotidiano.

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    Seguimos ganando: los medios de comunicacinSeguimos ganando: los medios de comunicacinSeguimos ganando: los medios de comunicacinSeguimos ganando: los medios de comunicacinSeguimos ganando: los medios de comunicacinentre lo pblico y lo privadoentre lo pblico y lo privadoentre lo pblico y lo privadoentre lo pblico y lo privadoentre lo pblico y lo privado

    La relacin entre poltica y comunicacin puede ser pensada,en primer lugar, a travs de la consideracin del vnculo entremedios de comunicacin y actores polticos, en particular el per-sonal de gobierno. De hecho, los medios de comunicacin, y enespecial los canales de televisin y las estaciones de radio, hantenido histricamente una relacin de fuerte dependencia respec-to del Estado (que es, por otra parte, como propietario del espacioareo nacional, el adjudicatario de las licencias para operar enondas, frecuencias, canales satelitales, etc.). Fue en los empren-dimientos editoriales, es decir en la creacin y consolidacin dediarios y revistas, que los grupos empresarios, polticos y confesio-nales encontraron un espacio de relativa autonoma para producirvisiones del mundo, proponer principios de lectura del espaciosocial, determinar los problemas de la hora, y hacer de esos me-dios, como afirma Ricardo Sidicaro en su libro sobre los editorialesdel diario La Nacin, una matriz de decodificacin de los hechossociales que organiza el conocimiento sobre una realidad que almismo tiempo construye. La relativa independencia respecto delEstado y de los partidos de los diarios nacionales contrasta, as,con la relativa heteronoma de la televisin y la radio respecto deestos mismos actores.

    Hablar de autonoma en el caso de los medios de prensa que,como es sabido, son siempre empresas polticas (en sentido am-plio), significa poner el acento en su capacidad de estructuracindiscursiva ms o menos autocentrada, es decir ms o menos regi-da por principios relativos al campo de actividad especfico y a laestrategia de los actores en ese campo. Los principios polticos ylos actores del Estado y de las fuerzas polticas partidarias y nopartidarias intervienen siempre en la construccin periodstica delas noticias, pero pueden hacerlo de formas ms directas lo cualimplica una heteronoma del medio o ms indirectas. Si en la

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    historia de la prensa argentina ha habido una tensin constanteentre los intereses polticos de determinados grupos sociales crea-dores de diarios y los intereses polticos del Estado, en la historiade la televisin el control estatal directo estuvo presente desde losprimeros pasos.

    Fue justamente en torno al sistema de propiedad de los canalesde televisin y de las estaciones de radio, por un lado y, ms tarde,de los negocios asociados a las telecomunicaciones, que se jug granparte de la relacin entre medios y poltica en la Argentina de lapost transicin democrtica. En la constitucin de un sistema depropiedad de medios privados, con unas pocas empresas oligoplicasque controlan la mayor parte del mercado de audiencias, de la pro-duccin de contenidos y de circulacin de la informacin, se perfiluna estructura de propiedad concentrada de los medios de comu-nicacin que los convertir en actores relativamente poderosos frenteal Estado y los grupos polticos gobernantes. Sin embargo, la pre-sin de aqul se mantendr como un factor de peso a la hora decomprender las lneas editoriales de los servicios de noticias y de losprogramas polticos de los canales nacionales, aun despus de laslicitaciones llevadas a cabo en 1989 y de la posterior intervencinen esta esfera de las empresas extranjeras y transnacionales de tele-comunicaciones y entretenimientos.

    La consolidacin de la autonoma de las empresas multimediosrespecto del Estado contribuy a y es concomitante con laprofesionalizacin de la actividad periodstica y la creciente im-portancia de algunos periodistas polticos como personas repre-sentativas, mediadores entre la clase poltica y la gente o, mejor,en ocasiones, voceros de la gente frente a los polticos, tal comofue configurada significativamente la relacin entre poltica y so-ciedad en la Argentina de la post transicin democrtica. En estarelacin, los periodistas pasaron a ser los organizadores de las es-cenas de interaccin que componen el espacio de la comunicacinpoltica, en las que los polticos debieron participar en sus activi-dades proselitistas, y en este contexto los periodistas fueron,crecientemente, voceros de una voz exterior a la escena. Para ello,fue central la movilizacin de una clave de decodificacin del campo

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    poltico de tipo moral que, por vas expertas, haba comenzado ainstalarse en Argentina: la corrupcin. Fue, en parte, a travs dela conformacin de un periodismo de investigacin que se propo-na hurgar en los ilegalismos polticos que esta pretensinperiodstica de encarnar la voz de la gente fue consolidndose. Deeste modo, en el conflicto por la construccin significativa de larealidad sociopoltica, fueron importantes otro tipo de actores,los expertos, quienes proveyeron un discurso tcnico capaz de trans-formar las meras opiniones en afirmaciones justificadas, legtimas.La independencia de los periodistas y de las empresas mediticasfue forjndose as en esta crtica moral a la poltica que lleg aconvertirse en una herramienta hegemnica de lectura de la reali-dad durante la dcada de 1990. Dos casos clebres, el de MarianoGrondona y el de Bernardo Neustadt, nos permitirn ilustrar es-tas transformaciones con algunos de sus matices.

    Veamos.

    Hablemos con propiedadHablemos con propiedadHablemos con propiedadHablemos con propiedadHablemos con propiedad

    La estructura de los medios de comunicacin argentinos setransform profundamente a partir de 1983. La televisin habaoscilado, desde la creacin del primer canal estatal (Canal 7) en1951, entre el control del Estado y la iniciativa privada, y dentrode esta ltima entre distintas variantes de produccin de conteni-dos y distribucin de los espacios. Sin embargo, estos vaivenes noimpiden que, si uno toma estas dos variables la propiedad de losmedios y la produccin de contenidos, pueda decirse que la te-levisin experiment durante todo el perodo un proceso decreciente expansin y autonomizacin comercial. La televisinpblica nace bajo el signo del primer peronismo. En 1951, elentonces presidente Juan Domingo Pern, quien mantena unaconflictiva relacin con los medios de comunicacin, en especialcon la prensa grfica, acept una propuesta del antiguo propieta-rio y entonces director-gerente de LR3 Radio Belgrano, JaimeYankelevich, para traer de Estados Unidos la tecnologa necesaria

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    para realizar la primera transmisin televisiva. Yankelevich habaestado en ese pas en 1949 y desde entonces haba tratado deconvencer a los funcionarios peronistas de la importancia del nuevomedio de comunicacin. Como toda empresa de importacin detecnologas y de saberes, la tarea no fue sencilla, y slo despus deun tiempo de proselitismo el empresario radial consigui la auto-rizacin el apoyo entusiasta fue de Eva Pern, segn afirmaLeonardo Mindez en su historia del canal para importar los equi-pos necesarios para realizar una emisin televisiva. El estudiofue instalado en la misma Radio Belgrano, donde funcion elcanal hasta su mudanza a lo que haba sido el Teatro ntimo delAlvear Palace Hotel. La antena de transmisin fue ubicada en elMinisterio de Obras Pblicas, uno de los edificios ms altos de laciudad. La primera transmisin, que se sirvi de los mismos locu-tores que trabajaban en la radio, fue por pedido expreso de EvaPern, segn las fuentes de los actos centrales de celebracin delDa de la Lealtad, el 17 de octubre, en la Plaza de Mayo. As, eldiscurso que pronunci entonces la misma Eva Pern inauguroficialmente el Canal 7. El impacto poltico y social del nuevomedio era por entonces muy limitado, debido a la escasez de apa-ratos receptores en los hogares, a la cultura radial de las audienciasy a la rudimentaria programacin. La llegada de la televisin sloocup, de este modo, unas pocas lneas en las pginas interioresde los diarios de la poca.

    Durante el primer peronismo, la informacin poltica conti-nuaba pasando por la prensa escrita y por las tres cadenas radialesBelgrano, Splendid y El Mundo que el gobierno adjudic en1954 a empresas con las que mantena cercana poltica, luego desancionar, en 1953, la primera Ley de Radiodifusin del pas (yla nica aprobada durante un gobierno constitucional). La suertecorrida por el nico canal de televisin que exista entonces mues-tra las dificultades del peronismo para pensar un sistema pblicode medios: fue licitado junto con Radio Belgrano, de la cual de-penda en aquel momento, y entregado a la Asociacin Promotorade Telerradiodifusin S.A. (APT), manejada por el empresariojusticialista Jorge Antonio. El gobierno renunciaba a su usufructo

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    directo, pero se aseguraba, al mismo tiempo, la afinidad polticade quienes lo manejaban. Era, en definitiva, un servicio de interspblico en manos privadas, que haca de la televisin una combi-nacin entre espectculos comerciales que ofrecan rentabilidadempresaria tanto para APT como para las agencias publicitarias,as como para las importadoras de aparatos receptores, cuyo n-mero comenzaba a crecer de la mano del aumento de laprogramacin y canales de difusin de las actividades polticasoficiales. Como afirma L. Mindez, a pesar de su inters en los medios:

    El Estado no slo no tena ningn proyecto para ella [la televisin],sino que se desentenda de cualquier responsabilidad sobre la estacinque le perteneca y dejaba todo a cargo de empresarios. Como suceda conla radio, la nica preocupacin concreta del gobierno era que se difundie-ran suficientemente los actos oficiales y ejercer cierto control sobre losboletines informativos.

    Sus sucesores no transformaron esta situacin. En efecto, elgobierno surgido del golpe de Estado de 1955 anul la Ley deRadiodifusin del primer peronismo, las adjudicaciones radialesrealizadas e intervino las tres cadenas de radio, as como el Canal 7.Al mismo tiempo, transform la estructura de radiofona al aban-donar la radiodifusin a escala con la exclusin legal del sistemade cadenas. Fue un dirigente radical, el sabattinista Angel Cabral,quien al frente del Ministerio de Comunicacin impuls una nuevapoltica en la materia para el gobierno militar. La creacin de laComisin Administradora de las Redes de Radiodifusin Privadaen febrero de 1957 habilit una reformulacin del sistema demedios. En el decreto de creacin de esta Comisin se menciona-ba por primera vez la posibilidad de adjudicar licencias para laexplotacin privada de ondas televisivas. Como afirma GuillermoMastrini, uno de los objetivos del gobierno militar era dejar es-tablecida una estructura de medios acorde a sus intereses, enespecial a su vocacin de desperonizar el pas. En noviembre de1957, meses antes de la entrega del poder a Arturo Frondizi, sehaba aprobado la nueva Ley de Radiodifusin. Si la ley se propo-

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    na impedir el control oligoplico de los medios, prohibir la par-ticipacin del capital extranjero y, por fin, evitar que empresariosafines al peronismo se hicieran de las licencias, segn G. Mastrinislo este ltimo objetivo pudo cumplirse.

    Como muestra el autor citado, en el proceso de adjudicacinde los tres canales porteos el 9, el 11 y el 13, creados por undecreto que sigui a la nueva ley, pueden verse plasmados losrasgos principales que tendr el sistema de medios en Argentina yque, en parte, conserva hasta la actualidad. Existan tres sectoresinteresados en la licitacin: los fabricantes y vendedores de apara-tos receptores, un sector de la industria cultural (vinculado alcine, a la prensa y a la industria editorial) y sectores ligados a loscampos poltico y religioso (excluidos los peronistas, se habanpresentado grupos cercanos a la UCR del Pueblo y a los jesuitas).Si bien la Comisin de Adjudicaciones rechaz todas las propues-tas presentadas, poco despus se cre una nueva comisin quetermin por atribuir las licencias, de modo que poco antes deentregar el poder, el general Pedro Aramburu pudo firmar el de-creto de otorgamiento de las licencias. Veamos cmo fuerondistribuidas, segn narra Mastrini:

    Ro de la Plata TV, adjudicataria del Canal 13, surgi a partir de unacuerdo de figuras de la Unin Cvica Radical del Pueblo con represen-tantes de la aristocracia exportadora. La empresa DICON, administradorade Canal 11, se form alrededor de la figura del Padre Hctor Grandinetti,quien haba aglutinado a un grupo de inversionistas allegados al Colegiodel Salvador. Finalmente la empresa CADETE, que obtuvo la licenciadel Canal 9, era encabezada por Curt Lowe [dedicado a la publicidad encines] y contaba entre sus accionistas a varios empresarios de la industriacultural y algunos militares. Ninguno de los tres adjudicatarios tenavnculos con el peronismo, dos provenan del mundo poltico, y el otrode la industria cultural.

    Los primeros tres canales privados de Capital Federal fueronpuestos en funcionamiento entre 1960 y 1961. Para ello, las licen-ciatarias acudirn, finalmente, a inversores extranjeros, que para

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    sortear la prohibicin de la ley se vincularon a travs de produc-toras de programas que ellos mismos controlaban. As, las trescadenas norteamericanas ms poderosas, la CBS, la NBC y laABC, ingresaron en la recin creada industria televisiva nacional.Como afirma O. Landi en su libro Devrame otra vez, que noexistiera la transmisin en cadena no significa que no existierauna enorme concentracin en el mercado. De hecho, los canalesde la Capital Federal provean de tecnologa a los del interior delpas a cambio de la reproduccin de gran parte de su programa-cin, de modo que la produccin de contenidos quedaba de hechocentralizada. Este rasgo tiene cierta importancia para comprenderel poder de los medios de Buenos Aires para producir y reprodu-cir acontecimientos polticos, as como las condiciones favorablespara el avance, a partir de los aos 90, de la concentracin de lapropiedad de los medios.

    Desde el origen de la televisin, as, el tringulo regulacinestatal, participacin empresaria e intervencin poltica daba for-ma a la estructura de propiedad de los medios de comunicacinen Argentina. Al mismo tiempo, el sistema tiene, desde su inicio,un alto grado de concentracin tanto en la propiedad de los me-dios como en la produccin de contenidos. Inters comercial einters poltico sern, de este modo, dos polos de la conformacindel sistema televisivo. Para ambos aspectos, tanto la expansin delas seales a todo el pas como la entrada de los aparatos recepto-res en los hogares sern factores de suma importancia. En 1951,la seal slo llegaba a ciertos sectores de la ciudad de BuenosAires, an no haba canales en el interior del pas y slo existan30 costosos aparatos receptores, que los organizadores de la pri-mera transmisin de Canal 7 distribuyeron en los principalescomercios de la zona de influencia de la seal televisiva para questa pudiera ser vista por los transentes. El Estado import en-tonces algunos miles de aparatos para la venta, pero hasta 1958no se produjeron televisores en el pas, de modo que siguieronsiendo objetos verdaderamente caros. El inicio de la fabricacinen el pas, as como la extensin de los canales ms all de lasfronteras de la ciudad de Buenos Aires a partir de la licitacin de

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    los primeros canales privados, produjo un salto inicial en exten-sin de audiencias. Segn Heriberto Muraro, el nmero de canalesaumenta de 4 en 1960, a 6 en 1961, 9 en 1964, 16 en 1965 y22 en 1966. La cantidad de aparatos, en tanto, pasa, segn HctorSchmucler y Patricia Terrero, de 800.000 en 1960 a ms del tri-ple una dcada ms tarde, de modo que en 1965 la posesin detelevisores llega al 67% de los hogares, en 1970 al 80% y a partirde 1975 supera el 90%. Luego, los avances tecnolgicos se difun-dieron de manera ms veloz: en 1993, a quince aos de la primeratransmisin a color, el 96% de los hogares del rea Metropolitanade Buenos Aires contaba ya con esa tecnologa.

    Durante los aos 60 los canales privados crecieron en progra-macin y volumen de negocios al ritmo del aumento de lasaudiencias y de la instalacin de las mediciones de rating. El golpede Estado de 1966 volvi a ajustar los controles sobre los conteni-dos polticos de los canales, en especial de sus servicios de noticias,ya consolidados. Los grandes cambios llegarn con el tercerperonismo, en 1973, cuando se dispuso la caducidad de las licen-cias otorgadas a comienzos de los aos 60 y los canales pasaron amanos del Estado. El gobierno peronista consideraba entoncesque era necesario que en esa etapa de reformas los medios res-pondieran a una lgica cultural nacional, como ha afirmado OscarLandi en Devrame otra vez. Como narran Carlos Ulanovsky, SilviaItkin y Pablo Sirvn en su historia de la televisin argentina, losprincipales sindicatos de trabajadores de la televisin, de actores,etc., apoyaron las medidas de estatizacin con argumentos simi-lares. Sin embargo, pronto la crisis aguda del tercer peronismo,iniciada a partir de la muerte de Pern y la asuncin del gobiernopor parte de Isabel Pern, termin con los sueos nacionalizadorescuando la televisin as como muchas dependencias gestionadaspor el Estado entr en una situacin de inestabilidad poltica,dificultades financieras y censuras cada vez ms manifiestas.

    Con el golpe de Estado de 1976, la censura, la represin y laintervencin directa del poder militar volvieron a ser rasgos cen-trales de la relacin entre poltica y televisin. Como afirman GlennPostolski y Santiago Marino,

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    la presencia aplastante del Estado en el escenario de los medios estabaplanteada desde las diferentes formas de intervencin: era el nico gene-rador de noticias, la nica fuente de informacin, gestionaba la mayorade las emisoras radioelctricas nacionales, y era el principal anunciante delos medios.

    La dictadura de las sucesivas juntas trajo, adems, una novedad alsistema de medios: fue la primera vez que se utiliz la televisin demanera sistemtica para una campaa de propaganda, con la asesoraactiva y en muchos casos gratuita de prestigiosos publicitarios ar-gentinos y hasta de agencias internacionales, dedicada a defender laimagen argentina en el exterior, como se afirmaba entonces. Estacampaa, afn con los objetivos poltico-ideolgicos del gobierno ysustentada en un control ms o menos sistemtico de la producciny la circulacin de la informacin, se extendi al menos hasta co-mienzos de la dcada de 1980, cuando el poder militar comenz adebilitarse. As, tanto durante los primeros aos de represin como alo largo del campeonato mundial de ftbol de 1978, los encargadosde medios de la dictadura desde diferentes instancias estatales yparaestatales creadas ad hoc y conformadas por profesionales e inte-lectuales afines al rgimen confeccionaron cortos de propagandadel gobierno y de la argentinidad agredida por el enemigo forneoel peligro rojo, y controlaran los mensajes que circulaban enradios, diarios, revistas y televisin, de modo de legitimar la repre-sin y de contrarrestar, en especial en 1978, la campaa internacionalde denuncia sobre violaciones de derechos humanos en Argentina.La guerra de Malvinas, por fin, constituy, como puede verse conclaridad en el libro de Eduardo Blaustein y Martn Zubieta, unmomento de intenso uso de los medios, y en especial de la televisin,por parte del gobierno militar, a fin de mantener el control de lainformacin (falseada) sobre los resultados del conflicto y de exaltarlos valores nacionales que ayudaran a mantener el consenso y la co-hesin en torno a la guerra. Esa misma manipulacin, como veremosenseguida, afect grave pero brevemente la credibilidad de los me-dios en general y de los periodistas en particular.

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    C. Ulanovsky, S. Itkin y P. Sirvn recuerdan algunas de laspublicidades oficiales y campaas institucionales de la dictadura,confeccionadas en la agencia Tlam. Hay algunas que hacen refe-rencia a la represin ilegal, como aquella que mostraba un mapade Argentina con forma de bife de carne vacuna del que se vandevorando partes a tarascones hasta que se imprime la frase:Unmonos y no seremos bocado de la subversin; una escenafilmada en la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA, dondealguien da a otro un libro en cuya tapa se puede leer Marx y ellibro es rechazado con una frase cara al sentido comn: Yo a lafacultad vengo a estudiar. Hay otras que pretendan contribuir ala formacin del homo economicus impulsado por el neoliberalismoque orientaba entonces la economa del pas con el ministro JosA. Martnez de Hoz a la cabeza y explicaban las ventajas de lalibre competencia, como la que mostraba a los actores UlisesDumont y Mario Luciani que, en un imaginario desierto, puja-ban por ofrecer sus limonadas a precios ms bajos. Estaban,tambin, las publicidades contra la evasin impositiva: los sabue-sos con impermeable que descubren evasores, o el tanquecito dela Direccin General Impositiva apuntando a las personas que nopagaban sus impuestos. Ms cerca del mundial, en tanto, surgirla clebre frase Los argentinos somos derechos y humanos, quepoda leerse y escucharse en las pantallas de televisin. Y, porltimo, durante la guerra de Malvinas, se utiliz el eslogan Ar-gentinos a vencer, adems de aquella publicidad que mostraba apersonas de distintas profesiones y oficios sobre quienes se impri-ma la frase: Cada uno en lo suyo defendiendo lo nuestro.

    En cuanto a la cuestin de la gestin y propiedad de los me-dios televisivos, a pesar de que desde 1976 los sucesivos gobiernosmilitares se propusieron privatizar nuevamente los tres canalesde Capital Federal, as como aquellos del interior del pas quehaban pasado a manos del Estado a partir de 1973, la voluntadde control y de censura retras la aplicacin de esta medida y, as,las tres ramas de las fuerzas armadas se distribuyeron los canalessiguiendo la lgica de reparto del poder aplicada en otros domi-nios: el tradicional canal pblico, el 7, estaba bajo control de la

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    presidencia de la Nacin, el 9 del ejrcito, el 11 de la fuerza area yel 13 de la marina. Lo interesante es que, como en el caso de la pol-tica econmica ms general, el Proceso aplic a los medios unapoltica que combinaba fuerte intervencin, control e inversin es-tatal con acuerdos con los grupos econmicos ms concentradospara el beneficio comercial de estos ltimos, dispuestos a intercam-biar sumisin informativa por oportunidades de negocios. G. Postolskiy S. Marino sealan algunos casos en los que la intervencin delEstado sirvi a sus fines polticos y a los fines comerciales de conso-lidados empresarios de los medios. En primer lugar, el Estado hizoacuerdos extrajudiciales de resarcimiento econmico con los anti-guos licenciatarios de los canales 11 y 13 privados hasta 1973,quienes como fue el caso de Hctor Garca y de la familia Vigil yEditorial Atlntida fueron luego favorecidos por las licitaciones delos canales 2 (durante el gobierno de Alfonsn) y 11 (durante el deMenem), respectivamente, pagando montos mucho menores quelos recibidos durante el Proceso. En segundo lugar, el gobiernoofreci a precios muy bajos la empresa Papel Prensa, cuya mayoraaccionaria estaba en manos del Grupo Graiver. Acusado de tenerrelaciones con la organizacin Montoneros, David Graiver, presi-dente del grupo, sufri la intervencin de sus bienes y luego murien un dudoso accidente areo. El Estado oblig a la familia a ven-der las acciones de Papel Prensa, mantuvo el 25% en su poder yofreci el resto a los editores de La Nacin, Clarn, La Razn y LaPrensa. Excepto en el ltimo caso, cuyos propietarios rechazaron laoferta, los diarios que entraron en el negocio gozaron de un prsta-mo del estatal Banco Nacional de Desarrollo para pagar la inversin,adems de subsidios en el suministro elctrico y de un aumento del48% en los aranceles a la importacin de papel: As se constituyun monopolio que tena un manejo discrecional del precio del pa-pel, sealan Postolski y Marino.

    Entre tantas herencias de la dictadura debemos contar laLey de Radiodifusin promulgada en 1980 y que es, hasta elmomento, rectora del sistema de medios en el pas. Esta ley sepropona reordenar el sistema con un fuerte sesgo privatista, yprogramaba as la licitacin de canales de televisin y estaciones

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    de radio, de manera escalonada, hasta 1994; al mismo tiempo, ypara evitar la competencia con el gobierno en materia de manejo dela informacin, prohiba explcitamente que los propietarios deotros medios la referencia a la prensa diaria era evidente pudie-ran comprar los canales de televisin que se pensaba poner enventa. Fue necesario esperar hasta 1984 para que la voluntadprivatizadora tuviera sus primeros efectos: Canal 9 volvi enton-ces a manos de sus antiguos dueos pero no por ley sino por vajudicial, ya que stos haban rechazado el acuerdo extrajudicialcon el Estado para entablar un juicio que finalmente ganaron.

    El inicio del nuevo ciclo democrtico en diciembre de 1983no marca un punto de inflexin en cuanto a la estructura de pro-piedad de los medios ni en cuanto a la relacin entre el campopoltico y los actores mediticos. La relacin del gobierno alfonsi-nista con la televisin fue tan conflictiva como la de muchos desus antecesores. Adems, a pesar de la promesa de constituir unsistema de radiodifusin de acuerdo con la nueva etapa de plura-lismo y democracia, el gobierno nunca lleg a disear una leyespecfica. Aun cuando la censura directa y la discriminacin ideo-lgica y poltica disminuyeron sensiblemente, y el manejo de laprogramacin de los antiguos canales privados pas a manos deempresas productoras, los servicios informativos, los noticieros ylos programas de contenido poltico se mantuvieron bajo el con-trol de dirigentes radicales o de personas de confianza. No seestableci un control centralizado, sino formas cruzadas de tutelaque respondan a una lgica poltico-partidaria. Como sostieneSilvio Waisbord en El gran desfile:

    Aunque las estaciones porteas fueran estatales, el Ejecutivo no po-sea absoluto control ya que haba sido loteado entre distintas faccionespartidarias: la Coordinadora en Canal 13, el comit de la Provincia deBuenos Aires en Canal 11, y el Ejecutivo en ATC. Las luchas internasinfluyeron en las operaciones, principalmente a travs del nombramientode interventores quienes ofrecan lealtad partidaria ms que experienciaen el campo de las comunicaciones.

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    La situacin combinaba as un control partidario de los progra-mas sensibles desde el punto de vista poltico con una competenciaentre privados para vender los programas potencialmente renta-bles desde el punto de vista econmico. Dice S. Waisbord: Unade las mayores ironas de un sistema en manos del Estado fue quelos productores alquilaban bloques de tiempo en cada canal yeran dueos de esos espacios en trminos de programacin y pu-blicidad. La transformacin ms importante producida duranteeste perodo en la estructura de propiedad de la televisin fue laprivatizacin del Canal 2 de La Plata, que ya haba sido atribui-do al consorcio que manejaba el diario Crnica, encabezado porel empresario periodstico Hctor Garca, quien, como vimos,haba sido propietario de Canal 11. Sin embargo, como sealanC. Ulanovsky, S. Itkin y P. Sirvn, ninguna de las tres principalespromesas del nuevo gobierno en materia de televisin fue cum-plida: ni la derogacin de la Ley de Radiodifusin promulgadapor la dictadura, ni la formacin de una comisin bicameral quepropusiera un nuevo diagrama para la estructura de medios en elpas, ni la creacin de un ente pblico no estatal integrado pornotables y no por dirigentes polticos ni funcionarios que ma-nejara uno de los canales estatales. El alfonsinismo actu, sinembargo, para impedir que las privatizaciones de canales de tele-visin siguieran su curso, al suspender el Plan Nacional deRadiodifusin diseado por la dictadura.

    En este contexto, los aos 80 constituyen un perodo de fuer-tes presiones de los propietarios de diarios para la eliminacin dela prohibicin de participar en la licitacin de los canales y, porotra parte, para la efectivizacin de la promesa privatizadora enar-bolada primero por los militares y luego, mucho ms dubita-tivamente, por el alfonsinismo. Dice S. Waisbord:

    Agitando la bandera de que el inters pblico sera mejor servido porel mercado, estos grupos promovieron febrilmente el push privatista. Susdemandas se hicieron sentir desde el comienzo de la administracin radi-cal. En vspera de las elecciones de 1983, los editoriales hablaban delestado insatisfactorio de la televisin estatal y del fracaso ya sea medido

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    en trminos econmicos o culturales. Tal posicin se mantuvo firmedurante los cinco aos y medio posteriores; en 1989, los tres candidatosque corran adelante en las encuestas, se comprometieron a privatizar yasegurar la participacin de las empresas periodsticas [en ese proceso].

    Es el gobierno de Carlos Menem, iniciado en 1989, el quetrastocar el sistema de propiedad de medios. Una de sus prime-ras medidas fue, en efecto, la modificacin del artculo de la Leyde Radiodifusin que prohiba la participacin de las empresasde prensa en la privatizacin de los canales de televisin. Luegodel proceso privatizador iniciado poco despus, el grupo Clarnse convirti en la empresa multimedia ms poderosa del pas, altomar posesin de Canal 13, de Radio Mitre y de su FM y deotros negocios ligados a la actividad que ya haban comenzado adesarrollar, como las compaas de televisin por cable, que en ladcada de 1990 alcanzan una gran expansin. En tanto, la edito-rial Atlntida y otros accionistas como Santiago Soldati, as comogrupos empresarios televisivos del interior del pas, se hicieroncon el control de Canal 11, al que bautizaron Telef. Desde en-tonces, comenzaron entre ambos canales una intensa competenciapor los niveles de audiencia, que se dio en un contexto de casi totalcobertura del territorio nacional por parte de las emisoras a partirdel aumento, durante los aos 80 y 90, del nmero de canalesprovinciales repetidores de los nacionales y de, como vimos, exis-tencia de aparatos receptores en el 95% de los hogares del pas. Sihasta los aos 70, e incluso durante la ltima dictadura, la televi-sin no lograba imponerse como medio de comunicacin yentretenimiento principal en la vida cotidiana de las personas, enlos aos 80 se fue consolidando una cultura televisiva que termi-n de forjarse una dcada despus, cuando los canales comercialesiniciaron una carrera por el rating de singular intensidad. Elproceso de mediatizacin de la poltica se da en este contexto demedios de comunicacin privatizados y constitucin de una ver-dadera audiencia a nivel nacional. La estructura de multimediosse modific durante los 90 con el ingreso de inversores extranje-ros y, en especial, con la intervencin en el mercado de las empresas

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    telefnicas adjudicatarias de esos servicios en el pas. Pero nuncaperdi su carcter concentrado. Luego de la crisis de 2001/2002,el gobierno de Nstor Kirchner, de cuya relacin conflictiva yambivalente con los medios nos ocuparemos en el segundo cap-tulo, extendi por diez aos las concesiones inicialmente otorgadaspor 15 aos, de modo que en la actualidad no surgen perspecti-vas de cambio en este campo, al menos a mediano plazo.

    Los avances tecnolgicos en el campo de los medios continua-ron con la implantacin de Internet y de la televisin satelital,primero, y digital, de manera ms reciente. Aqu, para los fines denuestro trabajo, nos interesa marcar la conformacin de una cul-tura meditica, de una audiencia nacional y de una estructurapredominantemente privada y concentrada de los medios de co-municacin. Es en este contexto que se producir el proceso detransformacin de los actores de los medios en general, y de losperiodistas en particular, en verdaderos mediadores sociales.

    Los medios y la crisis de la representacinLos medios y la crisis de la representacinLos medios y la crisis de la representacinLos medios y la crisis de la representacinLos medios y la crisis de la representacin

    La campaa pro-privatizadora y el posterior proceso de adju-dicacin a grupos empresarios de los canales de televisin en manosdel Estado fueron acompaados de la construccin de una vozautnoma de las empresas mediticas frente a los partidos y elEstado. Ante las tentativas de control de la informacin, las em-presas de prensa ya haban intentado mostrarse en los aos 80como actores independientes, sin condicionamientos y cuyo solocompromiso era con la gente. No haba, as, entre el medio y suaudiencia, ninguna mediacin: se trataba de un vnculo directoque se pretenda basado en la confianza de unos y en el respeto delos deseos del otro (lo que quiere la gente). Con la constitucinde las empresas multimedios, esta construccin de una posicinmediadora fue aun ms notoria. La lgica comercial y la lgicapoltica una poltica de los medios dirigida a la sociedad en-contraban en esta forma de autoposicionarse de los medios decomunicacin empresas de inters pblico, esto es de inters

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    del pblico y de lo pblico una articulacin muy potente, capazde combinar lucha por el rating que se traduce en cantidad ycalidad de anunciantes, facturacin por publicidad, merchandi-sing y otros negocios asociados a los programas exitosos convocacin representativa o, dicho de otro modo, estrategias comer-ciales con interpretacin de los deseos de los televidentes. Elprincipio de la audiencia, entonces, fue puesto en el centro de lasjustificaciones de la programacin de los canales de televisin pri-vados. Esta audiencia sigui apareciendo con su doble cara deconsumidor/cliente y de ciudadano independiente, y su evoca-cin ha permitido combinar el progreso de los negocios con elanunciado respeto de lo que la gente quiere. Como lo muestra P.Champagne a propsito del caso francs, el pblico es as puestoen posicin de juez del valor de los programas difundidos y tien-de a devenir indisociablemente un objeto de disputa econmica yun nuevo principio de legitimacin: es desde ese momento elpueblo, quien al elegir entre los programas competidores, decide(al menos aparentemente) lo que debe ser pasado en televisin.Esto representa, segn Champagne, una nueva forma de politiza-cin de los medios de comunicacin. As, en un trabajo de 1994el autor afirma:

    Paradjicamente, la televisin se politiz aun ms que en el pasado. Apesar del sentimiento indiscutible de liberacin experimentado por lamayor parte de los periodistas de televisin, quienes desde entonces seencuentran en gran medida al abrigo de las presiones ejercidas directa-mente por el poder poltico de turno, el medio es atravesado por la lgicapoltica de manera ms intensa que en la poca en la que reinaba lacensura poltica. La ausencia de condicionamientos polticos abiertos nosignifica la ausencia de todo condicionamiento. Al contrario, loscondicionamientos polticos tomaron la forma de imperativos econmi-cos simbolizados entre otros por el llamado al orden que representa lapublicacin cotidiana en los estudios de algunos canales de televisin, delrating de las emisiones anteriores. Forma transfigurada y eufemizadadel poder poltico, el poder econmico es en este caso, de hecho, muchoms eficaz, puesto que pasa por ser parte de los mecanismos annimos del

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    mercado y pone, en la cabeza misma de cada productor de televisin,actual o potencial, como principio regulador y como criterio de juiciodominante, aquel que mide el valor de todas las cosas segn la cantidad degente que la aprueba.

    En esta combinacin de principios comerciales y principios po-lticos, el discurso de las principales empresas de medios televisivosy no televisivos, y de los periodistas de esos medios, se ha centra-do en la cuestin de la transparencia: el medio es eso: un medio,transmite noticias o muestra la realidad en el caso del servicioinformativo, debate sobre lo que sucede en la realidad, en el casode los programas polticos y, en toda la programacin, trabaja,siempre, para mostrar lo que la gente quiere. La cuestin de laobjetividad de los medios de comunicacin como valor y comojustificacin de su posicin mediadora y de su poder social hasido analizada por diferentes trabajos a propsito de otros casosnacionales. En el caso argentino, como vemos, esta objetividad esconstruida especialmente a partir de la pretensin de expresar losdeseos de la gente. El pblico aparece as como la fuente principalde la legitimacin de la transparencia meditica, pero en estecaso no se trata slo de las audiencias, sino tambin de un p-blico constituido como ciudadanos independientes, cuyoderecho a la informacin objetiva y cuya expresin pueden sergarantizados por las empresas mediticas.

    Esta autoposicin de los medios comenz a evidenciarse cuan-do, para ejercer presin sobre el gobierno de Alfonsn para que sedecidiera a privatizar los canales de televisin, los diarios publica-ron denuncias de la parcialidad de los canales controlados por elEstado, as como encuestas en las que los deseos de la gente seorientaban a una estructura privada de los medios. Canales esta-tales: la televisin parcial (Clarn, 3-9-1987) era el ttulo de unartculo publicado poco antes de las elecciones de 1987. El obje-tivo era analizar la cobertura de la campaa que haba realizado latelevisin estatal. El copete de la nota, donde se condensa el con-tenido principal, afirmaba: El lgico clima de nerviosismo entrelos polticos en las vsperas del acto electoral del prximo domin-

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    go se traslad a los periodistas televisivos, que en ms de unaocasin, en los ltimos das, dejaron de lado las hasta ahora respe-tadas reglas de profesionalismo. Desde el exceso de complacenciahasta la agresividad sin sentido, hubo de todo. La televisin esta-tal era presentada como un dominio del gobierno, en el que losperiodistas deban, para sobrevivir, hacer caso omiso del profesio-nalismo, ligado en este caso a la objetividad. En la nota, la respon-sabilizacin poltica era aun ms clara:

    El nerviosismo registrado en los ltimos das entre los dirigentes pol-ticos contagi tambin a los periodistas de la televisin estatal [] Comoes habitual en ese medio inescrutable, no se pudo establecer si las eviden-tes parcialidades fueron fruto de la espontnea colaboracin de esosperiodistas con el partido gobernante o, en cambio, fueron producto derdenes precisas. El hecho de que exista, en la televisin estatal, una largacadena de mandos y que las rdenes sean siempre verbales tornan impo-sible la tarea de establecer si la instruccin existi y, si as fue, quin la dioen primera instancia. El comportamiento general de tales periodistas enestos das fue el de una postura recia, incisiva e implacable con los dirigen-tes opositores y la de una actitud simptica, condescendiente y generosacon los hombres del oficialismo. Debe consignarse que muchos de loscandidatos oficialistas se mostraron con aire de patrones en los progra-mas televisivos lo cual revela a los periodistas una cuota de laresponsabilidad, mientras los de la oposicin trataban de granjearse unaefmera simpata, que en ningn caso consiguieron.

    La oscuridad de los procedimientos, el control directo del per-sonal poltico, la falta de profesionalismo de los periodistas, todoconspiraba contra la transparencia en la informacin. Las respon-sabilidades eran claras, las soluciones propuestas implcitamentetambin lo eran. Lo interesante es que se trataba como parciales aalgunos periodistas que luego formaran parte de la televisin pri-vada, como Csar Mascetti, de quien se deca que su programa eraantolgico por su parcialidad y a quien se describa como cul-tivador de frutales. Bernardo Neustadt y Mariano Grondona eran,en tanto, una excepcin, puesto que su programa Tiempo Nuevo,

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    del que hablaremos enseguida, haba transitado por un caminomenos agresivo y ms profesional. No se trataba de una defensade algunos periodistas, sino de un ataque a una forma de propie-dad que estaba destinada a perecer. De hecho, la defensa deTiempo Nuevo radicaba en que se trataba de uno de los tantosprogramas de productoras independientes que ya existan porentonces, y cuyo formato de produccin se extender en los aos90. A diferencia de los periodistas empleados por los canales,Neustadt y Grondona, como sus sucesores en la dcada siguiente,pagaban sus propios espacios, y en ese vnculo privado sostenangran parte de su pretensin de objetividad.

    Una muestra de que dicha objetividad estaba basada en la afi-nidad de las empresas de medios con el pblico independienteal cual era necesario representar puede verse en la publicacin deuna encuesta de Clarn, aparecida poco antes de la nota sobre loscanales estatales. La gente era movilizada, as, como fuente de le-gitimacin del envin privatista. El ttulo de la nota era Losargentinos y el ejercicio de informarse (16-10-1987) y luego sesacaban conclusiones en virtud de los resultados del sondeo:

    Una encuesta realizada para Clarn revel que una absoluta mayorareconoce la necesidad de medios de comunicacin independientes, dis-puestos a efectuar las crticas que consideren necesarias. El pblico entiendeque as se afianza la democracia. Por el contrario, un hipottico control delGobierno sobre la libertad de prensa sera visto como perjudicial para elciudadano y para el sistema. Los medios en general registran una buenaimagen, son confiables, responsables.

    En un recuadro titulado TV para todos, el tema de laprivatizacin de los canales era tratado directamente, una vez mscon el sostn de lo que quiere la gente: Los argentinos quierenque haya menos canales de televisin en manos del Gobierno. Un65,9% de los entrevistados se manifest en ese sentido. Los quequieren que la situacin se mantenga como ahora, con tres cana-les en la rbita estatal, suman 21,7%. Un porcentaje mnimo, 8,4%,querra que hubieran ms canales estatales. La presin sobre la

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    reforma de la Ley de Radiodifusin apareca enseguida, mostrandoel inters del diario en esta encuesta exclusiva: Qu opina ustedal respecto: se debe permitir al propietario de un diario tener acce-so a otros medios o no? La mayora (55,5%) opin que s.

    La constitucin de verdaderas empresas multimedios favorecientonces esta combinacin entre representacin de la gente y compe-tencia econmica. La relacin entre los diarios, las radios y los canalesde televisin pertenecientes a una misma empresa cre una suerte desinergia, de crculo de la informacin que permiti a los programasde televisin y de radio retomar las noticias aparecidas en los diariosy a estos ltimos hacer de los acontecimientos televisivos las noticiasdel da siguiente. Esta dinmica asegura una capacidad de imposi-cin de la informacin dirigida, a la vez, a colocar la atencin en losproblemas cotidianos del hombre comn y a dar a las noticiasreferidas a l en especial las denuncias sobre problemas en el fun-cionamiento de los servicios pblicos, de corrupcin, de inseguridaden los barrios, etc. una fuerza suficiente como para que puedanimponerse frente a las que proponen los competidores, que en oca-siones deben tomar las exclusivas producidas por otros medios.

    Es en este contexto que debemos situar el proceso de autonomi-zacin de los periodistas polticos de televisin, pero tambin deaquellos que trabajan en los diarios, respecto de los partidos y delEstado. Estos ltimos, aun cuando no se encontraban bajo la tuteladirecta del Estado o de los partidos, se presentaban como vocerosde un proyecto poltico-social autnomo y no como la voz de lagente, como lo muestra una ancdota ocurrida en 1973 que C.Ulanovsky, S. Itkin y P. Sirvn consignan en su libro, y que tuvocomo protagonistas al entonces periodista de Nuevediario, OsvaldoPapaleo, y al dueo de Canal 9, Alejandro Romay. Cuenta Papaleo:

    Yo estaba en Casa de Gobierno, donde no pasaba nada. Empec a verla boca de urna y veo que ganaba el peronismo sin segunda vuelta. Lepido aire a Romay, que estaba en el estudio, con champagne, porque paral haba segunda vuelta; lo acompaaban Enrique Vanoli y Jorge EneaSpilimbergo. Qu nos puede decir?, me dice Romay y yo le digo: nohay segunda vuelta. Se arm quilombo en el estudio y en la calle. l dice

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    que yo dije: ganamos, no hay segunda vuelta. Pero yo us la tercerapersona. Cuando volv al canal a las cuatro de la maana, Romay no medaba bola. Yo pensaba: le di la noticia del da, el pas habla de nosotros yme va a echar. Y, efectivamente, me ech.

    Periodista y gerente tomaban partido, as, de manera ms omenos explcita. Progresivamente, a partir de los aos 90, los pe-riodistas polticos comenzaran un proceso de construccin deuna posicin de enunciacin propia y que se pretende representa-tiva de la gente. No se trata de un reemplazo de su voz, sino deuna presentacin de ella frente a la poltica a travs de la figurade los periodistas, quienes se presentaran como crticos de lapoltica y de los polticos a partir de los deseos y los malestaresde la gente. En algunos casos se trata de las mismas personas, quecomenzaron a tomar distancia en su actividad profesional de suscompromisos partidarios, en especial luego de los primeros aosdel gobierno de Menem, que cont an con efusivos publicistas.El nuevo tiempo democrtico del que hablaremos en el prximocaptulo tambin estar hecho de estas intervenciones periodsti-cas, y las figuras del indeciso y del independiente aparecernen reportajes, informes especiales y notas de actualidad para mos-trar, en general bajo la forma del hombre comn, una situacinque los partidos no podan conocer ni atender por sus propiosmedios. La construccin de esta posicin, sin embargo, no hasido fcil. En primer lugar, puesto que durante la dictadura mili-tar, y en especial durante la guerra de Malvinas, la mayor parte delos medios de comunicacin y de los periodistas tomaron unaposicin prxima del gobierno, ocultaron y tergiversaron infor-macin sobre las derrotas militares y sobre el estado de las tropas,como mostraron E. Blaustein y M. Zubieta. Del mismo tenorhaba sido la actitud mayoritaria frente a las violaciones a los dere-chos humanos. Luego de la cada de la dictadura, as, lo periodistasdebieron realizar todo un trabajo de transformacin de su presen-tacin de s y de sus discursos a fin de volverse lo que Erik Neveullama un pilar de la democracia. La crtica del autoritarismo y lavalorizacin de la democracia, valores compartidos, como vere-

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    mos en el prximo captulo, por polticos y expertos, jugarn eneste sentido un rol importante. En segundo lugar, y en virtud deesta conversin a los valores democrticos, durante los aos 80 losperiodistas polticos debieron convivir con el control sobre la ac-tividad periodstica ejercido por el gobierno radical, en virtud delargumento de la defensa de la democracia amenazada, desarrolla-do por el alfonsinismo durante casi todo el perodo de gobierno.

    No sera as hasta los aos 1990 que los periodistas polticosllegarn a obtener una posicin autnoma. Trabajarn en los me-dios de comunicacin privatizados donde la independencia erauna forma de conquista de la audiencia, y a la vez, en el caso delos notables de la profesin, se apoyarn en productoras inde-pendientes que pagarn los espacios televisivos y dispondrn desus contenidos, lo que afianzar el lugar de independencia de lapoltica, al tiempo que agudizar la ms oculta pero no menosefectiva dependencia econmica de los anunciantes, sobre la quevolveremos. Toda tentativa de mostrar los deseos de la gente seras, al mismo tiempo, una forma de mejorar la posicin indivi-dual en el campo periodstico, de acercarse a la audiencia paraproducir cuotas de rating comercialmente beneficiosas para elmedio y, en fin, de contribuir al trabajo colectivo de construccinperiodstica de una voz autnoma en el juego de la comunicacinpoltica: no se puede pasar por alto que la prctica de firmar las notasperiodsticas en los principales diarios no slo las de opinin,sino tambin las de informacin se ha hecho habitual desde losaos 80, lo que coincide con la gnesis del espacio de la comuni-cacin poltica tal como lo conocemos hoy. Ante la posibilidadde los periodistas televisivos de individualizar su intervencinpblica lo cual refuerza su pretensin representativa, los de laprensa diaria persiguieron el mismo efecto a travs de esta formade autoidentificacin.

    Los periodistas polticos se apoyaron en las crisis econmicassucesivas y en las dificultades de los partidos para proponer sali-das a largo plazo para trabajar por la representacin legtima delhombre comn en un contexto de crisis de la representacin,concepto que ilustra una forma de deslizamiento de las ideas ex-

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    pertas a la lucha poltica y que sirvi a los periodistas para afianzarsu lugar de mediadores. Esta crisis era profundizada por el au-mento de la corrupcin poltica denunciado en y por los mediosde comunicacin. La emergencia de un periodismo de investiga-cin debe ser as comprendida en este contexto de autonomizacinde los periodistas como profesin mediadora. La denuncia de he-chos de corrupcin y el develamiento de intereses polticos yeconmicos ocultos detrs de las acciones de los gobiernos contri-buyeron a la transformacin de los periodistas en guardianes delas instituciones democrticas y de los deseos e intereses de lagente. El afianzamiento del periodismo de investigacin como g-nero y como especializacin profesional es, adems, un fenmenontimamente ligado a la consolidacin del espacio de la comuni-cacin poltica en los aos 90. De hecho, no podra pensarse sinoen relacin a la confluencia de una serie de procesos y de actoresde diversos campos que, en ciertas condiciones, hicieron de lacorrupcin un problema pblico y un fenmeno de atencinmeditica recurrente.

    En primer lugar, y como ha mostrado Sebastin Pereyra en untrabajo reciente, la constitucin de Poder Ciudadano a fines delos aos 80 representa un hito central en este proceso. Conforma-da por profesionales de diversas filiaciones partidarias, pero conuna clara vocacin no partidaria y de promocin de la participa-cin de la ciudadana en el desarrollo de instituciones democrticas,la ONG asuma la tarea de promover un cambio cultural enconsonancia con el nuevo tiempo democrtico instaurado a finesde 1983. Como muestra S. Pereyra, muchos de los miembrosfundadores tenan una trayectoria de participacin en los debatesy en el diseo de polticas pblicas ligadas a la lucha por los dere-chos humanos y tomaban de esa experiencia la importancia de laexistencia de formas de presin institucionalizadas desde la socie-dad civil para que el Estado avanzara en el cumplimiento dedemandas de justicia. Al mismo tiempo, los organismos de dere-chos humanos mostraban en esos tardos aos 80 una tendenciahacia la fuerte ideologizacin que contrastaba con la posicin msbien tcnica, experta, que buscaban construir los miembros de la

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    nueva ONG. Es sin duda en el encuentro de esos miembros fun-dadores con un grupo de jvenes abogados formado con elconstitucionalista Carlos S. Nino a quienes se conoce como losNino boys que comienza a forjarse Poder Ciudadano tal comola conocemos, es decir una combinacin de objetivos ciudada-nos ligados al control de las acciones de los funcionarios del Estadocon una expertise tcnico-administrativa altamente desarrollada.En efecto, los Nino boys venan de una experiencia de estudio yelaboracin de propuestas para la reforma del Estado en el Consejopara la Consolidacin de la Democracia, de modo que manejabanel lenguaje jurdico y conocan la forma de interpelar al Estadodesde aquel lenguaje.

    En 1991 se pusieron en funcionamiento los dos primeros pro-gramas ligados a la cuestin de la corrupcin (Iniciativa privadapara el control de la corrupcin y Justicia en Argentina), en tan-to que en 1993 surgi un programa sobre representatividadpoltica y otro titulado Educacin para la participacin. Laconstitucin y consolidacin de la ONG se dio, como muestraPereyra, en la articulacin entre los recursos nacionales y losrecursos internacionales. En cuanto a los primeros, la capaci-dad de instalar, en alianza con otros actores, el tema de lacorrupcin como problema pblico, socialmente relevante ypolticamente significativo, fue central para la suerte de PoderCiudadano. La consolidacin de un periodismo de investiga-cin, el estallido de escndalos mediticos y las formas demovilizacin social en torno al tema forman parte de estas redesms o menos slidas que en todos los casos terminaron por ha-cer duradero un problema que se deba tratar en trminosexpertos. En definitiva, es a partir de la instalacin de un pro-blema en esos trminos que los portadores de la expertise puedenlegitimarse como actores centrales del control ciudadano.

    La dimensin internacional no estara ausente: es en esa esferadonde la incipiente ONG pudo obtener los recursos necesariospara establecer una actividad continua, con personal a tiempocompleto e intercambio permanente de savoir-faire. En efecto,por un lado, los jvenes profesionales ligados a la temtica de los

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    derechos humanos pudieron utilizar los contactos establecidos enese dominio para la lucha anticorrupcin que comenzaban a en-carar. Por otro lado, fue hacia fines de la dcada de 1980 quealgunos organismos multilaterales y, antes que ellos, las agenciasde cooperacin internacional estadounidenses (en especial USAID)pusieron entre sus prioridades la lucha anticorrupcin en los pa-ses en desarrollo en general y en Amrica Latina en particular.Para Estados Unidos, el tema era de suma importancia, pues afec-taba la competitividad de sus empresas, sometidas a fuertescontroles en su pas de origen, implementados luego del escnda-lo de Watergate, ocurrido a comienzos de los aos 70. Es entoncesen el cruce entre actores diversos, campos sociales diversos y di-mensiones geogrficas tambin diversas que la corrupcin se instalen Argentina como problema pblico y como dominio expertode control desde la sociedad civil.

    De este proceso participaron, tambin, los expertos en opi-nin pblica, a quienes nos referiremos en el prximo captulo.Uno de los padres fundadores de la disciplina en Argentina,Manuel Mora y Araujo, fue tambin uno de los fundadores dePoder Ciudadano. En 1992, Mora y Araujo, junto a su socio deentonces, Felipe Noguera, produjo para la ONG un primer estu-dio cualitativo que indagaba el inters y las percepciones ciudadanasrespecto del tema de la corrupcin. Poder Ciudadano encargtambin una encuesta sobre el mismo fenmeno a la consultoraGallup. La estrategia de utilizar los estudios de opinin, ya legiti-mados en aquel momento como herramienta tcnica de lecturade lo que la gente quiere, para mostrar la magnitud de la consi-deracin ciudadana del problema ser una constante durante losaos 90, y Mora y Araujo fue un actor relevante en esta asociacinentre dos formas de expertise. Como afirma S. Pereyra, estas activi-dades servan para dar forma y para legitimar el diagnstico sobrela corrupcin como problema pblico en Argentina, as comopara convencer a distintos actores sociales sobre su pertinencia eimportancia. El autor cita, adems, la narracin que hace MorenoOcampo de un encuentro con un dirigente poltico en el que estaasociacin es clara:

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    Discuta con un diputado el problema de la corrupcin. Me asegura-ba que no era un problema que preocupara demasiado a la sociedad.Tom la encuesta de Gallup y le mostr el siguiente cuadro

    La estrecha relacin que comenzarn a establecer los expertosde Poder Ciudadano con los medios de comunicacin y en espe-cial con algunos periodistas pioneros en el gnero del periodismode investigacin ser fundamental tanto para la estabilizacin delgnero como para que el problema fuera adquiriendo atencinpblica. Citamos del trabajo de S. Pereyra un pasaje de una en-trevista a un abogado ligado a la ONG y al estudio de su directorque es elocuente respecto al inters de la organizacin en la me-diatizacin del problema de la corrupcin:

    En los casos anticorrupcin vos necesits a la prensa para que te ayudeporque gran parte del caso es hacerlo pblico. Nosotros jugamos en para-lelo la estrategia meditica era, en algunos casos, parte del caso porque,si no, el caso se cae. Si vos vas con un caso de un alto funcionario polticoa un juez que lo nombr ese alto funcionario poltico y no decs naday vas a mesa de entradas y presents la denuncia por ah en quince dastermins preso y no te diste cuenta.

    En un contexto de profundas reformas en el Estado, y en espe-cial de privatizacin de bienes y servicios pblicos, las oportu-nidades de negocios privados y de corrupciones de todo tipo semultiplicaban. Era paradjico que esto sucediera a una coalicinreformista que haba llegado al poder con la promesa de reformarel Estado, entre otras cosas, para hacer ms eficientes los serviciospblicos y controlar la corrupcin estructural. Pero esto serva,al menos, para que la cuestin de las arbitrariedades en el manejode los fondos y bienes pblicos estuviera ya planteada como pro-blema poltico mayor. En los primeros aos del gobierno deMenem, as, aparecieron las primeras denuncias mediticas decorrupcin. Horacio Verbistky public en el diario Pgina/12 elreclamo que haba hecho el embajador estadounidense ante los

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    ministros de Economa, Antonio Erman Gonzlez, y de Relacio-nes Exteriores, Domingo Cavallo, por un soborno solicitado porEmir Yoma, cuado y asesor del entonces presidente Menem, alfrigorfico norteamericano Swift Armour. La figura de Verbitskyes interesante porque en su persona se combina, adems de unpasado militante en el peronismo revolucionario, esta pionera ac-tividad de denuncia de corrupcin, el compromiso con la llamadasociedad civil como miembro activo y luego presidente del Centrode Estudios Legales y Sociales, la reconversin de militante pe-riodista en periodista de denuncia haba escrito, en los aos80, un libro donde mostraba la trama conspirativa de la llamadamasacre de Ezeiza organizada por la derecha peronista contra elala izquierda y la experiencia en lo que Jorge Luis Bernetti hallamado periodismo de interpretacin (fue quien realiz el dise-o periodstico del modernizador diario La Opinin a comienzosde los aos 70). Tiempo despus, Verbitsky recordar el momen-to fundacional de la denuncia del llamado Swiftgate: desde el dade Reyes de 1991, cuando se supo que el embajador de los EstadosUnidos haba presentado una protesta escrita por el pedido deuna coima a una empresa de su pas, la corrupcin persigui algobierno como el trueno al relmpago. Ese mismo ao, el perio-dista public Robo para la corona. Los frutos prohibidos del rbol dela corrupcin, en el que desarroll la hiptesis de que el menemismoconstitua un sistema de corrupcin organizada que permita re-caudar dinero para la corona desde distintas dependencias delEstado. Con este libro, la editorial Planeta logr un gran impactopara la coleccin Espejo de la Argentina, que edit una granparte de los libros de investigacin del perodo. Como afirma S.Waisbord en su trabajo sobre escndalos, este tipo de noticiasofrece la oportunidad para que un periodista se haga un nom-bre, al mismo tiempo que favorece que se incremente la venta deperidicos o el rating de un programa, y por tanto de un canal. Ladenuncia en cuestin sigue esta regla, que permite comprender laimportancia de los escndalos polticos para el proceso de cons-truccin de una posicin meditica y periodstica autnoma en eljuego de la comunicacin poltica. Verbitsky pas a ser desde enton-

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    ces uno de los periodistas de investigacin ms citados y respe-tados y su libro se transform en best-seller, alcanzando en pocotiempo los 250.000 ejemplares vendidos, en tanto Pgina/12consolid su prestigio y su carcter de fenmeno editorial,sustentado en gran parte en las denuncias de corrupcin delgobierno de Menem, que ocuparon muchas de sus tapas duran-te la dcada de 1990.

    Es entonces en los escndalos mediticos ligados a denunciasde corrupcin donde puede verse con particular claridad la for-ma en que los periodistas aparecieron, frente a la poltica, comodefensores de la gente. Al mismo tiempo, estos escndalos mues-tran uno de los costados de la llamada mediatizacin de la poltica:desde el momento en que la poltica se transforma en una activi-dad mediatizada, la extrema visibilidad de los polticos contribuyea hacer de sus actos pblicos y privados un objeto de la miradade las audiencias. Como afirma John B. Thompson,

    el escndalo se ha convertido en un rasgo tan prominente de la vidapblica en las sociedades modernas, principalmente porque los indivi-duos que caminan sobre el escenario pblico son mucho ms visibles delo que jams lo fueron en el pasado, y porque su capacidad para haceruna separacin entre sus personas pblicas y sus vidas privadas es mu-cho ms limitada. En esta poca moderna de visibilidad mediatizada, elescndalo se ha convertido en un peligro ocupacional de la vida en eldominio pblico.

    En el caso argentino, aunque se trate de un rasgo compartidopor otros casos nacionales como, en parte, el brasileo, no es tan-to la ausencia de una clara separacin entre vida pblica y vidaprivada, o la violacin de la privacidad de los hombres pblicos,lo que hace de los escndalos un elemento habitual de la comuni-cacin poltica y de la agenda poltico-meditica de cada momentosino, en especial, la instalacin de la corrupcin como clave delectura de la poltica cada vez ms extendida y generalizada. Cadaaccin poda as ser juzgada con la sospecha del uso de dineropblico para fines privados o del enriquecimiento ilcito, figura

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    que, por su ambigedad, da cuenta de que lo que est en juego noes la correccin poltica en general, sino la sospecha generalizadarespecto de los intereses a los que sirven los polticos interesesprivados en detrimento del inters pblico y la escisin muyprofunda que ella conlleva entre los polticos y la gente. En esehiato operan los periodistas como mediadores y voceros de lasociedad. As, afirma J. B. Thompson,

    los escndalos polticos no son slo tragedias personales: son tam-bin luchas sociales que se dan en el mbito simblico, en las idas yvenidas de afirmaciones y contraafirmaciones, de revelaciones, alegacio-nes y desmentidas. Son luchas que tienen sus propios protagonistas,cada cual persiguiendo sus propias estrategias en una secuencia de even-tos que se van desarrollando y que muchas veces saca ventaja a losindividuos involucrados.

    Es, en suma, la lgica conflictiva del espacio de la comunica-cin poltica la que ofrece la trama en la que se dirime tanto lalucha entre diferentes tipos de actor expertos, periodistas, po-lticos como al interior de cada campo; no olvidemos que,por ejemplo, las denuncias de corrupcin surgen en generalde adversarios polticos de otro o del mismo partido que deseanterminar con el prestigio de sus competidores. La generacinde un pblico interesado en la corrupcin y consumidor deproductos periodsticos sobre el tema se liga tambin a un tra-bajo desde el mismo campo poltico para hacer de la polticauna actividad que debe ser moralizada. En 1999, el ascenso alpoder de la Alianza entre la UCR y el Frente por un Pas Solida-rio (Frepaso) constituy uno de los puntos ms altos no slo dela colonizacin de la poltica por parte de la lgica meditica(y econmica), sino tambin de la importancia de la corrup-cin de la lucha contra la corrupcin como discurso capaz deatraer electores y apoyos de diversos sectores sociales e ideolgi-cos: la legitimidad de la Alianza provena, en cierta medida, de supromesa de moralizacin de la poltica y de la clase poltica, demodo que cuando se conocieron hechos de corrupcin hacia fines

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    de 2000, el gobierno no slo perdi a su vicepresidente, sino tam-bin uno de los pilares de su sustento.

    La representacin periodstica de la poltica como actividadintrnsecamente espuria termin por cerrar el ciclo de los aos90, una vez que ni siquiera el partido que prometa acabar con eseesquema, el Frepaso, y el presidente que se haba erigido en aban-derado en la cuestin, Fernando de la Ra, avanzaran en esesentido. En un contexto de agotamiento del modelo econmicobasado en la llamada convertibilidad entre el peso y el dlar yde crisis social cada vez ms aguda, con aumento de la pobreza yde la desocupacin y una escenificacin meditica cada vez msrecurrente de la pobreza y de las protestas y actores sociales liga-dos a la pobreza, la mirada meditica de la poltica se fue deslizandodel control y la crtica a la parodia y el cinismo: las transforma-ciones de los segmentos internos del programa Videomatch,conducido por Marcelo Tinelli, son un indicador de este cambio.De los raporteros, que a travs del rap realizaban una crtica algobierno de Menem, primero y al de De la Ra, despus, se pasa-r al Gran Cuado, una parodia del reality show Gran Hermanoen la que los habitantes de la casa eran dirigentes polticos ysociales, entre ellos el ya ex vicepresidente Carlos Chacho lvarez,siempre a punto de saltar el muro para escapar, y De la Ra, queapareca perdido, lento e incapaz. La ridiculizacin de la polticay el pattico intento del entonces presidente de revertir estaimagen con una aparicin en el programa de Tinelli en la que semostr, como su doble, perdido, lento e incapaz (volveremos so-bre el punto) dio paso, poco despus a la puesta en escena de lacrisis, cuando en diciembre de 2001 los medios debieron hacerfrente a movilizaciones populares, renuncias presidenciales e in-certidumbre poltico-institucional.

    Por otro lado, el hecho de que la construccin de la posicinmediadora de los medios en general y de algunos de sus actores,los periodistas polticos, en particular, se produjera en un contex-to de concentracin de la propiedad de los medios, y por tanto deconcentracin de los propietarios del acceso a la existenciameditica, explica en parte el xito de la clave moral de lectura de

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    la poltica. Si bien no puede hablarse de un monopolio de losmedios, ni de los contenidos ni de los mensajes, Argentina es,segn los estudiosos del tema, uno de los pases con ndicesms altos de concentracin de la propiedad de los medios (se-gn Martn Becerra y Guillermo Mastrini, en cada una de lasindustrias de informacin los cuatro principales operadoresdominan ms del 75% del mercado). Esto hace que, auncuando los programas respondan a una compleja lgica en laque estn presentes los intereses econmicos de los accionis-tas, las ideologas de los propietarios, las presiones ycompromisos polticos y, last but not least, la legitimacin queotorgan las cuotas de rating, de este juego participan pocos ac-tores. Lo cual significa que, como afirman Becerra y Mastrini,en nombre de la libertad de prensa que agitan los propieta-rios de los medios no se respete en todos los casos, en es-pecialen cuanto a la diversidad y la capacidad de hacerse or, la li-bertad de opinin: ambos principios son mezclados ypresentados como equivalentes por los actores de los medios.El problema, as, es que la crtica a esta estructura concentra-da que demanda, en general, la intervencin del Estadochoca siempre con la idea de que toda intervencin estatalconspira contra la libertad meditica. Si esta trampa es pro-pia de todo debate entre laissez-faire e intervencionismo, quese produce en especial entre los defensores del automatismodel mercado y los defensores de la regulacin, aqu se articulacon principios como la libertad de prensa que han llegadoa constituir uno de los ncleos de las modernas y liberalesdemocracias occidentales, y que en Argentina son aun msclaramente defendidos en virtud de la relacin construida conel reciente pasado autoritario. En este contexto, adems, laconcentracin de la propiedad de los medios fortalece una mi-rada moral sobre la poltica porque evita hablar, al mismotiempo, de las prcticas ilegales en otros mbitos, como el dela gran empresa: los auspiciantes tienen un poder de veto queno tienen los polticos, y mucho menos aquellos que no estnen el poder.

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    Mariano y Bernardo: el intelectual deMariano y Bernardo: el intelectual deMariano y Bernardo: el intelectual deMariano y Bernardo: el intelectual deMariano y Bernardo: el intelectual dela gente la gente la gente la gente la gente y la voz de Doa Rosay la voz de Doa Rosay la voz de Doa Rosay la voz de Doa Rosay la voz de Doa Rosa

    Este proceso de autonomizacin de los periodistas es aun msvisible en el caso de los notables de la profesin, quienes desdesus espacios mediticos se convierten en punto de pasaje obligadopara la existencia pblica de los dirigentes partidarios y para lanotoriedad de los expertos. Sin olvidar todo el ejrcito periods-tico que, sin poder de individualizacin de ser reconocido entanto que personaje y por tanto cuya legitimidad individual esun efecto de campo, intervienen en el juego de la comunicacinpoltica, nos ocuparemos aqu de dos casos, el de BernardoNeustadt y el de Mariano Grondona, para analizar, a travs de sustrayectorias mediticas y extramediticas, algunas de las transfor-maciones del lugar de los periodistas en ese juego, as como de larelacin entre el periodismo y la poltica.

    Mariano Grondona naci en 1932, en la ciudad de BuenosAires. Abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales por laUniversidad de Buenos Aires, realiz estudios de posgrado en so-ciologa en la Universidad de Madrid y en ciencia poltica en elInstituto de Estudios Polticos de Madrid. Fue profesor titular deDerecho Poltico en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales dela UBA desde 1987 y profesor consulto en la misma Facultad des-de 2004. Fue tambin, durante los aos 80, acadmico visitante yluego profesor visitante en el Centro de Asuntos Internacionales yprofesor visitante en el Departamento de Gobierno, ambos de laUniversidad de Harvard. El caso de Grondona muestra de mane-ra clara el proceso de autonomizacin de los periodistas frente a lapoltica partidaria y estatal, lo cual supuso, al mismo tiempo, unfortalecimiento de su rol poltico como participantes de las lu-chas simblicas por la constitucin del mundo social como mundode sentido; su caso representa una generacin de periodistas fuer-temente comprometidos con el campo poltico que, adems,constituan su lugar en el campo periodstico, estrechamente de-pendiente del anterior, al hacer valer esas relaciones y posicionespolticas. En la dcada de 1990, a partir de un trabajo de autocrtica

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    y distanciamiento tanto respecto de su propia trayectoria comode los puntos de vista ms claramente partidistas, Grondona cons-truy una posicin con pretensin de objetividad y mirada crtica,algo que para las generaciones ms jvenes, en especial para aque-llos periodistas formados en los aos 80 y que se consolidaron enla actividad en la dcada siguiente, comenz a ser algo casi dadopor sentado, en tanto valor profesional ligado a la conquista deuna posicin prestigiosa en el campo: la de periodista indepen-diente. En este proceso,