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    TRAUMATISMO SOCIAL

    Psicoanlisis APdeBA - Vol. XXII - N 2 - 2000

    Traumatismo social:memoria social y sentimientode pertenenciaMemoria social-memoria singular

    Janine Puget

    La inscripcin en la mente y en los vnculos de los traumatismossociales representa un desafo terico para el psicoanlisis. En-frentar este desafo puede llevar a descubrir un nuevo saber y aspoder responder ms adecuadamente a los problemas planteadospor la clnica actual; tal vez tambin sea nuestra manera departicipar desde el psicoanlisis a la transformacin de un males-tar social a fin que la historia no se repita.

    Al ocuparnos de estos temas constatamos que nos planteancuestiones tericas y prcticas que superan las teoras concebidaspara comprender el funcionamiento de un aparato psquico indi-vidual. Estas teoras fueron pensadas para comprender las pro-

    ducciones psquicas de un sujeto individual, para el cual lasescenas vividas en sus primeras relaciones de objeto, su vidapulsional y el simbolismo nacido de la falta seran fundamenta-les. Pero tener en cuenta que no slo existe la realidad forjada porlas fantasas y la vida pulsional, sino que hay otra, aquellaconstruida como efecto de la presencia de dos o ms sujetos y delsujeto en un conjunto que le imponen recprocamente y alterna-tivamente unos a los otros su ajenidad exige nuevas formulacio-nes. Para que el otro conserve su cualidad de otro los componen-tes inasimilables e irrepresentables a los cuales llamo ajenidady alteridad 1 son fundamentales: stos son los que sostienen la

    1 La diferencia entre ajenidad y alteridad proviene de la necesidad de reconocer que el

    concepto de otro contiene diversos aspectos o posibilidades de ser pensado. En ambos casos,

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    distancia necesaria para que haya vincularidad. La ajenidad parala constitucin de la subjetividad social tiene una particularidady es la de imponer sentidos a grupos sin forma, a conjuntos apartir de mecanismos tendientes a disminuir la angustia prove-niente de la percepcin de la cualidad inasible de un conjunto. Setrata de una zona de inconsistencia tal como la definiera Badiou.Este planteo proviene de una reformulacin terica complejasegn la cual se otorga un status terico a la subjetividad vincu-lar, sea sta social o familiar, y se la diferencia de la singular 2.Ello hace factible encarar al psiquismo, o sea a los actos que loconstituyen, no slo desde la vertiente intrasubjetiva, sino desdeuna vertiente intersubjetiva: espacio virtual dotado de una poten-

    cialidad que proviene del tener en cuenta el efecto de presenciasmutuas donde la singularidad necesariamente va siendo ubicadaen un afuera del vnculo constituyendo parte del inconscientevincular. La vertiente intersubjetiva tiene como eje central laalteracin-perturbacin permanente a la cual todo vnculo exponereconociendo que un sujeto se crea en cada uno de sus vnculos ypor ende en cada contexto. Estas ideas conducen a instituir elvnculo en tanto entidad terica diferente a aquella habitualmenteconocida como relacin de objeto intrapsquica o intrasubjetiva.

    Dar un status especfico a los traumatismos sociales lleva aubicarlos en la vincularidad e introducir un trmino que permitadar cuenta de lo que implica estaren una estructura vincular. Enconsecuencia propongo incluir la constitucin del sentimiento de

    la ajenidad y la alteridad se refieren a aquello no asimilable por un sujeto por ser

    fundamentalmente diferente e incompatible. La alteridad se refiere a la existencia de una

    diferencia compatible, como la que es oficialmente reconocida por el psicoanlisis y se basa

    en la diferencia de sexo. Mientras la ajenidad lleva a reconocer o sufrir las consecuencias

    de una diferencia radicalmente incompatible pues el otro contiene elementos incomparables

    que lo invisten en tanto desconocido. La alteridad da acceso a una articulacin armoniosa

    de algn tipo entre dos o ms sujetos, mientras que la ajenidad pone en relacin elementos

    incomparables y requiere un trabajo sobre la diferencia que slo se puede realizar a partir

    de un acto creativo. En un caso podemos pensar en trminos de complementariedad, en el

    otro podremos pensar en trminos de suplementariedad. La cuestin de la alteridad, de lo

    discordante, de la suplementariedad y de lo heterogneo desplaza hoy para los psicoanalistas

    la coherencia por la imposible articulacin de lo heterogneo mientras que se podra

    concebir que a comienzos de siglo se trataba sobre todo de hacer algo con articulaciones

    posibles que tendan a la armona y a la integracin.2 Con Berenstein hace ya varios aos que estamos intentando sentar las bases de un modelo

    de psicoanlisis vincular.

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    pertenencia a un contexto , a un espacio en tanto trmino terico.Este trmino viene a descolocar el concepto de identidad de smismo en la medida en que, como acabo de mencionar, la subje-tividad se construye en cada momento y en cada conjunto pudin-dose considerar que no habra un s mismo vlido para la vincu-laridad. Y si bien por este mismo camino va siendo necesariorevisar varios conceptos psicoanalticos ya consagrados, en estetrabajo me ocupar especialmente de volver a pensar la memoriadiferenciando una memoria singular de una memoria social3.Luego relacionar sentimiento de pertenencia y memoria.

    He elegido abordar estas cuestiones relacionando la memoriasocial con el sentimiento de pertenencia a fin de indagar cmo

    transformar una memoria que slo lleva a la repeticin y a lacongelacin de una estructura vincular, en una memoria activaque instaure un olvido necesario e inevitable. Asimismo recono-cer como diversos tipos de memoria conservan una cualidadestimulante para la transformacin constructiva de marcas origi-nadas a partir de los genocidios-catstrofes sociales que conti-nan producindose en nuestro mundo actual. Son hoy ya fre-cuentes los encuentros cientficos organizados en torno a lascuestiones que plantean la memoria social de los genocidios, talvez ello sea una evolucin natural en el camino de la elaboracinde estas cuestiones.

    Los traumatismos sociales productos de diferentes violenciasvan ocupando un lugar en la literatura psicoanaltica. Doy valor

    al hecho que hoy es factible leer textos donde investigadores dediferentes nacionalidades y pertenencia proponen conceptualiza-ciones interesantes. Ello permite compartir, elaborar e intentarcomprender un poco ms lo que sucede en diferentes continentesy en nombre de diferentes ideologas y creencias. Pareciera quequienes nos ocupamos de estas experiencias hemos adquirido unlenguaje comn en el intento de construir una teora para com-prender lo que comporta la violencia social y la violencia deEstado. Ello me hace suponer que estamos comenzando a cons-truir un modelo para pensar este tipo de problemas, lo quesignifica encontrar nuevas dimensiones para el mundo psquicoy diferenciar realidades subjetivantes (Puget, 1955). En Amrica

    3 Parte de este trabajo fue ledo en un Coloquio Interinstitucional de la Asociac in Argentina

    de Epistemologa y Psicoanlisis en colaboracin con Julia Braun

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    del Sur4 nos hemos ocupado intensamente de la violencia deEstado, de sus efectos, de la violencia social bajo diferentesformas alienantes y transgresivas, de las perturbaciones debidasa la corrupcin social a la que hemos cons iderado en parte comouno de los efectos de la dictadura argentina de los aos 76 a 82,de los duelos especiales como hemos llamado aquellos duelosque debieron realizar las familias de los desaparecidos, de latransmisin transgeneracional en lo que concierne a las familiasy las instituciones, etc. Y hoy es posible estudiar otras formas deviolencia social como lo son las derivadas de las economasneoliberales.

    Deseo dejar en claro que hablar de traumatismos sociales o sea

    de algn tipo de violencia social, no autoriza a transferir estasconceptualizaciones para entender la violencia familiar o lasautoagresiones. Cada una tiene su mbito, sus referentes, suspropias marcas.

    TRAUMATISMO SOCIAL

    Un traumatismo es traumatismo social cuando un evento, alafectar a un conjunto introduce imperativamente una interrup-cin en las modalidades de intercambio y propone modalidadessubjetivas que slo cobran significado en funcin del evento. Elconjunto como tal poda no existir previamente o si exista no

    haba sido constituido sobre esta base. El evento traumticoexige nuevas prcticas acordes al evento e impone un hacer enfuncin de algo que tiene que ver con lo imprevisto. El conjuntosbitamente sufre una desorganizacin o por el contrario se fija(congela). El evento impone una significacin monosmica queobstaculiza tanto la simbolizacin como un cierto tipo de com-plejidad de la vincularidad. Al introducir bruscamente un estadoinesperado que se torna imposible de ser pensado con otro nivelde abstraccin (traumtica), el conjunto habr de adquirir con-ciencia que la posicin subjetiva de pertenencia se puede perder,sindole impuesta otra. El real del evento cubre momentnea-mente el campo a manera de una invasin. Si bien cada vnculo

    4 No es posible aqu enumerar la numerosa bibliografa ya existente pues correra el riesgo

    de dejar de lado aportes importantes.

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    crea un sujeto y le confirma una dada pertenencia, algunasexperiencias compartidas obligan o permiten reformular las ba-ses de nuevas pertenencias o, en caso contrario, destruyen lasexistentes. Habr una diferencia entre las dificultades en lareformulacin de pautas vinculantes dentro de la vida de unconjunto y las dificultades y obstculos surgidos a raz de unevento traumtico. En este caso, el sujeto social pierde la cohe-rencia de su pertenencia al conjunto o por el contrario la refuerzadefensivamente confundiendo a veces subjetividad social y sub-jetividad singular. Hay una exigencia de compartir sobre la basede semejanza de sufrimiento que excluye el trabajo sobre ladiferencia radical de donde se pierde la riqueza que proviene del

    trabajo sobre alteridad y ajenidad. Un conjunto obtiene su poten-cialidad vinculante de la multiplicidad de significados prove-nientes de la diferencia entre cada uno de los miembros delconjunto. En el caso de un traumatismo social el conjunto pierdeuna determinada potencialidad vinculante y slo la recupera cuan-do a partir de dicho evento puede inventar nuevas maneras depensar y nombrar lo sucedido y hacer algo a partir de dicho evento.El poder nombrar es ya el inicio de un trabajo de simbolizacin. Eneste caso habr pasaje de memoria traumtica a memoria activa. Esfrecuente que se fijen (estereotipen) ciertas modalidades de rela-cin que se apoyan en una inscripcin a la que llamo memoriasocial traumtica, memoria que se activa en presencia de otros,reproduciendo, mientras persiste el estado de memoria traumtica,

    el mismo tipo de modalidad vincular y de prcticas.Entiendo por subjetividad social la particular manera de pro-

    cesar lo ajeno y la alteridad inherente a toda vincularidad queincluyen un sujeto en un conjunto a fin de reducir su efectoansigeno y posibilitar que un conjunto sin forma adquierasentido. Para ello una seleccin inconsciente se va produciendocuyo fundamento es transformar lo inasible en asible y cognos-cible e intentar socializarse sobre la base de semejanzas. Vincu-laridad social es entendida como el espacio virtual en el cual elsujeto constituye su subjetividad inconsciente por un lado su-friendo una imposicin inconsciente y, por otro, adoptandoselectivamente una informacin, registrando datos, adhiriendo atradiciones, hacindose cargo de mitos, modas que determinan

    prcticas que comparte con otros y le permiten sentir que tiene yconstruye un lugar.

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    Los traumatismos sociales producen, como ya lo mencion,nuevos conjuntos o por el contrario disuelven los existentes. Esprobable que el poder pensar y trabajar esta dinmica ayude a quela historia no se repita, siempre que los sujetos puedan encontrarmodalidades de trabajo y de elaboracin en el interior mismo delgrupo y los psicoanalistas sean capaces de diferenciar perturba-ciones provenientes de diferentes aspectos de la constitucin desubjetividades. Y ya que es posible pensar que las inscripcionesde los traumas llamados sociales ocupan un lugar en la memoriasingular y en la memoria colectiva, su transformacin debe serresultado de un trabajo tanto al nivel de lo singular como de lovincular, y en este caso particular de los vnculos sociales. Esta

    formulacin implica que nuestro trabajo como psicoanalistas concualquier paciente debiera incluir la comprensin de las bases deuna dada vincularidad. Se tratar de saber cules son los signifi-cados referidos a las fantasas y a las actividades derivadas de lapulsin, ubicndose el analista en el sujeto de la transferencia deescenas primitivas, y cules son las que provienen del vnculo,donde analista y analizado, en tanto diferente e imponindoseuno al otro, realizan un trabajo psquico conjunto donde creannuevas inscripciones, realizan prcticas atribuibles al vnculo yde esta manera dan un nuevo sentido a la historia.

    PERTENENCIA A OTRO Y PERTENECER A UNA CONFIGURACION:

    POSESION Y REFERENCIA

    El concepto de pertenencia delimita un campo que se consti-tuye en la relacin con otros a partir de la necesidad de poseerloajeno y as confirmar una de las vertientes del sentimiento depertenencia o la necesidad de encontrar o inventar razones ymotivos para vincularse a otro o a un espacio , sobre la base de unreferente (idea-ideal). De esta manera el sujeto intenta incons-cientemente reducir los efectos inquietantes de la ajenidad-alteridad anulndola o disminuyendo el malestar que de l irrum-pe, as como realizar el deseo-necesidad de fijar un espacio-escena mediante el cual disminuir la angustia proveniente de lavivencia de inestabilidad inherente a la vida.

    La posesin referida a la pertenencia social se diferencia de laque puede ser pensada desde la llamada pulsin de dominio, del

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    deseo edpico de poseer al padre del sexo opuesto en la medida enque estos ltimos confirman slo la identidad y pertenencia a laestructura familiar y no hacen a la subjetividad social.

    Considero entonces dos vertientes intervinientes para la cons-titucin del pertenecer: una de ellas conlleva el formar parte deun conjunto y la otra el apoderarse de (apropiarse de un lugar),lo que se manifiesta como me pertenece (un territorio, ungrupo). El saberse perteneciente proviene de una investidurareferencial de una idea, un pensamiento, un objetivo al imaginar-lo compartido. Podra ser pensado como un ideal pero tal vez,retomando un concepto planteado por Piera Aulagnier, haya queir instaurando otro trmino. Aulagnier cre el de Ideal social y

    por ahora sugiero el de Referente Social. Mientras que el afirmar-se mediante la posesin de algo (sea ste un lugar u otro, unconjunto) pone el acento sobre cierta accin concreta y encierrauna ilusin monoplica as como crea exterioridad y lmites. Eluno va hacia el otro, sea ste un otro o un espacio, y el segundova hacia s mismo al hacer suyo lo ajeno: dos inscripciones quevinculan al conjunto de manera diferente. Es frecuente confundirlo posesivo ntimamente relacionado con una representacinespacial y lo referencial que sera del orden de una abstraccin.Se trata de dos modalidades simblicas.

    Posesivo y referencial son dos modalidades de la pertenenciay necesariamente deben articularse. Veamos lo que sucede, cuan-do no se articulan como ocurre para los pueblos que no poseen

    territorio y slo tienen una pertenencia referencial. Por ejemplo,durante largos aos el pueblo judo fue un pueblo sin territorio,si bien tena una pertenencia referencial podramos decir a UnLibro. Santiago Kovadloff dice con justeza que hoy el pueblojudo debiera ocuparse ms de su territorio, de su Estado que delLibro, dado que por otra parte a este Libro ya lo olvidaronhace mucho. Es verdad que un pueblo sin territorio debe sobrein-vestir lo referencial a un Libro Sagrado, aquel que toma el lugarde la memoria social. Pero un territorio sin referencia a una ideao un libro es un territorio vaco. Entonces, cmo se confirma unapertenencia si como la pienso es siempre efmera y por lo tantono tendra inscripcin definitiva. Tal vez lo que es capaz deconfirmarla lleva a jerarquizar el recuerdo y la actualizacin deuna vivencia compartida, la que ocupa el lugar de memoria socialdejando de tener valor confirmatorio cuando se pierde la posibi-

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    lidad de compartirla. Las inscripciones deben renovarse para noperder su fuerza estructurante y dicha fuerza proviene de prcti-cas sociales que transforman las inscripciones inconscientes enmemoria activa (activadoras de transformaciones).

    Un paciente experiment un gran malestar cuando se diocuenta que un lugar donde sola concurrir desde haca muchosaos y al cual senta suyo y de algunos otros privilegiadosempez a ser visitado por turistas que le fueron cambiando sucarcter. El saber que ese lugar era mirado por otros con otrosvalores despoj el compartir de su fuerza vinculante.

    Algunos grupos se fundan sobre la propiedad comn y creanluego su pertenencia referencial, mientras que otros se fundan

    sobre lo referencial, una idea, una teora, un ideal, etc., y fijanulteriormente un territorio. Los primeros tienen probablementems fuerza que aquellos agrupados slo para poseer un territorio,pese a que estos ltimos intenten dar una cualidad referencial ala posesin. Por ejemplo los grupos militantes polticos, cuyafuerza proviene de lo referencial conservan su fuerza mientrassus miembros piensan poder sostener un ideal comn (referen-cial). Sin embargo y dado que la vida de los grupos es siempreefmera, lo referencial introduce un elemento perturbador acordecon la problemtica del grupo ya que los mltiples significadosque el grupo atribuye al referente ponen en juego aquello incom-patible asociado a la ajenidad. Ello podra explicar en parte laferocidad de ciertas luchas institucionales cuando la diferencia

    irrumpe con una cualidad de insoportable impidiendo la realiza-cin de un trabajo sobre dicha diferencia. Parecera que estosgrupos son concebidos sobre la renegacin o desmentida de ladiferencia, salvo en su condicin de complementariedad y desemejanza, lo que en realidad no implica un verdadero trabajosobre la diferencia.

    Y por fin quisiera dejar claro que cuando me refiero a territo-rio, si bien pueda tener un referente emprico, deseo significaruna nocin de espacialidad excluyente creadora de escenas dondelos lugares ocupados irn armando tramas. Un territorio es nicoy su posesin se mantiene ejerciendo una soberana sobre l y unarelacin entre excluido e incluidos. Esa espacialidad es necesa-riamente compartida. No la considero proyeccin del esquemacorporal, siendo necesario crear una categora de espacialidadque proviene de la constitucin de los grupos sobre la base de

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    fronteras, con clivajes propios de permitido-prohibido, posible-imposible.

    LO REFERENCIAL Y LO POSESIVO EN LA CONSTITUCION DE VIN-

    CULOS

    En la medida en la que vengo empleando el concepto devnculo y pertenencia con una significacin que tiene algunaespecificidad, propondr una hiptesis segn la cual pienso quelos vnculos son un compuesto (Puget, 1999) a manera de diferen-tes estados-organizaciones. Dichos estados son pensados cada

    uno como nuevas inscripciones superpuestas sin articularse entreellos. He sugerido que una organizacin resulta de la significa-cin dada a la presencia de dos o ms sujetos teniendo slo entreellos una relacin espacio-temporal. Se trata de la experiencia deestar con otro y tener un lugar en el conjunto, algo como irestando-siendo con otro sin que haya una razn especfica paraestar o ser con ese otro. Es la experiencia mnima necesariabasada en la consciencia de otredad al ocupar un lugar que cobrasentido por efecto de la presencia-imposicin, base de todovnculo. De este estado de vnculo de facto se obtiene unainscripcin del orden de la ocupacin territorial. Es el germen deuna posible constitucin subjetivante pero no por ello significaque el espacio entre-dos tenga ya una funcin activa vinculante.

    Sin abandonar este estado y debido a la dificultad de soportar notener-estar en un espacio fsico estable y reconocible, seimplementa una accin, la defijar un territorio con otros. A estamodalidad la he llamado de asentamiento. De ah se obtiene lailusin que ese territorio existe porque hay una razn para ocu-parlo con ese o con esos otros. Una investidura referencial sernecesaria para justificar la ocupacin del territorio 5. La perte-nencia deviene territorial y referencial, y en este proceso elsentimiento de pertenencia se consolida instaurando as unadefensa contra la angustia de la no-razn de ser, fijando lugares,lmites entre un afuera y un adentro. De ah surgen los organiza-

    5

    Jean Michel Fraudon (Le Monde, 9 de Febrero 2000, p. 27), hablando de Win Wenders diceque su problema no es viajar, sino pararse, construir un territorio, una colectividad de

    pertenencia unida por cdigos comunes.

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    dores basados en razones que consolidan las pertenencias. Unsistema precario de reglas rige la vida de la comunidad. Unreferente emprico es, por ejemplo, el peso que tiene para unsujeto el instalarse en un espacio o tomar posesin de aqul enbase a marcas visibles, concretas.

    La angustia de la no-razn de ser de la situacin continateniendo efecto y obliga a renovar las razones para explicar (algoas como atrapar lo por siempre ajeno) el estar en el conjunto, elcompartir con otros un territorio, y es entonces cuando lo referen-cial se torna el eje fundamental y se articula con lo territorial porlo cual se multiplican razones que confirman la vincularidad. Seconstituyen entonces los vnculos de derecho . En ellos pareciera

    que hay algo que ya no se cuestiona, de alguna manera denegandolo efmero de la pertenencia. Para ello las razones deben renovar-se sin cesar pues pierden rpidamente su cualidad de dadoras depertenencia. El estado de facto est siempre ah, amenazante yamenazando la funcin vinculante, basada en el reconocimientoinconsciente de lo incompartible y de la emergencia de lo impre-visible inherente a toda relacin que es una amenaza a la exigen-cia de fijeza.

    La pertenencia as pensada tiene un peso especfico y confor-ma una de las vertientes de la subjetividad, contiene una repre-sentacin territorial y otra referencial. Estos dos aspectos actansiempre y segn el tipo de combinaciones a las cuales dan lugarser posible comprender algunos funcionamientos psquicos en

    la dinmica vincular. Y en lo que concierne a la memoria social,o sea a la inscripcin de eventos que conforman la pertenencia,habr que saber reconocer cundo el recuerdo-olvido, que inscri-be en una determinada poca, en una historia, en un grupo, seconfirma sobre la base de lo referencial o de lo territorial.

    MEMORIA Y LITERATURA PSICOANALITICA

    Freud construy su modelo de aparato psquico y sus reglas defuncionamiento basndose, en parte, sobre el descubrimiento deciertos aspectos de la memoria y por ende de la inscripcininconsciente de recuerdos ligados a diferentes escenas de la vida

    de un sujeto. Estas escenas, de las cuales conserv un recuerdoinconsciente, le permitieron comprender un sntoma actual y

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    transform la memoria en concepto psicoanaltico. A lo largo desu obra, la memoria as concebida, le fue til para estudiar laconstitucin del aparato psquico, las vicisitudes del tratamientopensado como un proceso que consista en llenar lagunas mnmi-cas y reconstituir los eslabones olvidados, o cuando partiendodel olvido y del trabajo de duelo, imagin magnficamente ladiferencia entre Recordar, Repetir y Elaborar. Luego incluyuna memoria arcaica, social y cultural para explicar cuestionesatinentes a fenmenos socio-culturales.

    Si bien todas estas cuestiones responden a muchos misteriosrelativos a lo que sucede en un aparato psquico individual, estamanera de planterselas no cubre lo vincular. Freud en muchos de

    sus escritos intenta relacionar psicologa colectiva y psicologaindividual, llegando desde mi enfoque a planteos reduccionistasque si bien no disminuyen el valor de sus esfuerzos, no dan cuentade la insuficiencia de ciertos planteos.

    En Moiss y el Monotesmo, y despus de un largo recorrido,Freud fue llevado a pensar que el conjunto, es decir donde segenera lo social, puede recuperar los datos de la memoria yaportar nuevas significaciones capaces de inscribirse en la histo-ria. Tambin puede perderlas para siempre, hasta el momento enel cual reaparecen bajo forma de mitos, reminiscencias, snto-mas, etc. En este texto Freud intenta articular la historia indivi-dual y la historia de las sociedades introduciendo el concepto detransmisin, concepto que va cobrando en nuestros das cada vez

    ms importancia para el estudio de los efectos paralizantes einhibidores de nuevas significaciones y organizaciones vincula-res y se transmite como modalidades sostenidas por valorestanticos.

    Es probable que las investigaciones de Freud hayan abierto lapuerta de la historia de las sociedades y ahora nos toca continuaren ese camino: pareciera que el camino que ofrece lo vincular ensu forma inter y transubjetiva puede ser promisorio. Ello implica,entre otras cosas tener en mente que el sujeto no solo surge delmundo de sus progenitores, sino tambin del contexto, del con-junto, que su constitucin subjetiva no se origina slo en lo quetradicionalmente podra llamarse su mundo familiar sino tam-bin en un conjunto que para ms, lo constituye a pesar oindependientemente de sus primeras relaciones de objeto.

    Esta ltima afirmacin es osada; sin embargo me permite

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    concebir que las producciones psquicas provenientes de la rea-lidad dependiente de las circunstancias de la vida en sociedad, denuestra inscripcin en tanto sujeto social, no tienen el mismoorigen que nuestra inscripcin en tanto hijo inscripto en laestructura familiar.

    La cuestin de la memoria, ubicada en el contexto de lo social,conserva la funcin de registrar, retener y reproducir hechos yacontecimientos pasados tanto propios al sujeto como extraos al y a su historia singular, y aquello extrao habr de inscribirseen un espacio virtual. La memoria desempea funciones diversasy en este contexto recalco la funcin de congelar un estado o porotro lado de activar las funciones tanto evocativa, elaborativa

    como creativa posibilitando que los conjuntos encuentren nuevasformas de olvido y recuerdo. El olvido y el recuerdo exigenacciones de parte de la comunidad, acciones pblicas a partir delas cuales se organizarn diferentes modalidades de memoria.

    La memoria social remite a un antes donde se confirma elpertenecer y se delimitan contextos significativos que puedenevocarse a travs de relatos, escritos, prcticas, etc. Los trminosempleados por los pacientes durante una sesin son en algnaspecto una produccin de su memoria social mediante los cualesexpresan el deseo que participemos de su adhesin a un contextoms amplio al cual imaginan fuera de todo cuestionamiento. Setrata de un hablar que vehiculiza una seguridad absoluta e incon-testable en lo que concierne a la veracidad de los hechos. Es un

    dicho que pasa desapercibido, est incluido en otro relato, esmencionado como al pasar y muchas veces para hablar de otracosa. Si bien la memoria social da cuenta del registro parcial yselectivo de una realidad, tambin permite conocer los eventos entorno a los cuales un conjunto se forma o se ha formado. Unainscripcin social comparte siempre un mnimo de factor comnentre los miembros de dicho conjunto, sea por el lenguaje em-pleado, por el mito compartido o por la adopcin de ciertascostumbres, etc. Este compartir de facto proviene del hecho quela realidad social se impone ms all de toda voluntad singular enfuncin de cuestiones de poder, de la fuerza de valores dominan-tes en el curso de cada perodo histrico, y el conjunto administraesta imposicin de acuerdo con su tolerancia para absorber oincorporar los signos de la cultura y los trminos del discurso.Esta administracin protege contra los vaivenes que podran

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    constituirse en atentado a la estabilidad del conjunto. Pero suce-de que, pese a que aparentemente un acontecimiento traumticopueda desequilibrar una organizacin territorial y referencial, enla medida en la que es compartido por el conjunto, tambin tienela cualidad de confirmarlo. Es ah donde la memoria traumticapuede generar una adhesin sin trabajo elaborativo o, por elcontrario, dar origen a una memoria activa a partir de la cual segeneran producciones simblicas que permitirn en sus diversasformas la realizacin de un trabajo de transformacin. Ello podrsuceder si el contexto no se fija en la pura denuncia y repeticin,sino por el contrario evoluciona hacia un trabajo creativo reali-zado por el conjunto, encontrando as el medio para elaborar

    nuevas modalidades de recuerdos. Estas modalidades, pese aconservar la marca del trauma sufrido, del cierre que imponen,abren al trabajo de pensamiento que llevar a que una historia nose repita. Mientras que la memoria que es pura fijacin de laexperiencia propone al conjunto un anquilosamiento en la pro-duccin de nuevas significaciones y modalidades de intercam-bio.

    INSCRIPCION EXTRATERRITORIAL

    Es habitual pensar que memoria equivale a una marca inscriptaen el aparato psquico, al cual hemos tomado la costumbre de

    imaginar como teniendo una interioridad y parecera una herejaconceptualizar una memoria inscripta en un espacio extraterrito-rial virtual slo cognoscible por sus efectos, los que son activa-dos a partir del vnculo social. Parece aun ms hereja suponerque dicha memoria slo se activa dentro de un conjunto constitu-yendo la subjetividad social que proviene del estar y perteneceral conjunto.

    Por qu es tan difcil concebir las cosas de esta manera? Unaexplicacin podra provenir del hecho que nos hemos acostum-brado a establecer una relacin entre percepcin y memoria, envez de poderla pensar ligada a la significacin (Puget, 1988).Otra explicacin es que nos es difcil, como lo he venido diciendoincorporar conceptualizaciones donde subjetividad social, subje-

    tividad vincular y subjetividad singular tengan cada una suderrotero.

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    Relacionar memoria social y modalidades de olvido lleva apensar que toda sociedad instituye modalidades de proteccin yolvido colectivo debido a las circunstancias sociales dominantesy constituye sus formas de memoria. Algunas de estas modalida-des son los monumentos, memoriales y conmemoraciones, ladesignacin de algunos personajes portadores del recuerdo faci-litando as al conjunto el instalar el olvido colectivo, diferentestipos de testimonios, etc. Pero en todos los casos la memoriasocial de eventos traumticos tiene algn tipo de inscripcintales como pueden ser emblemas, monumentos, representacionesconcretas-simblicas. De esta manera una inscripcin virtualadquiere forma y posibilita que se instale el juego entre recuerdo,

    olvido y la produccin de una historia. Parto del supuesto que deno existir estas representaciones se instauran representacionesnegativas cuando la desmentida del conjunto propone o un nohablar sistemtico o alguna representacin festiva que debierarecubrir lo siniestro. En este mismo sentido vale la omisin decierta parte de la historia, cuyo sntoma puede ser dificultades deaprendizaje incomprensibles desde la vertiente evolutiva de unsujeto, etc.

    ABUSOS EPISTEMOLOGICOS

    A fin de dar un paso ms y enfrentar los numerosos problemas

    que ofrecen estas cuestiones comenzar enumerando algunaszonas problemticas que hacen obstculo cuando se desea formu-lar una teora psicoanaltica en la cual la memoria social puedeser pensada como una inscripcin extraterritorial o virtual, ocu-pando un lugar en un espacio construido entre varios sujetos.

    En la mayora de los textos donde se toma en cuenta el lugar,la forma y la funcin de la memoria, sea sta singular o colectivay sus diferentes vicisitudes, parecera que el espacio transubjeti-vo es pensado en tanto prolongacin del espacio singular. Elloequivale a considerarlo como una suerte de resultante a la cual sellega a partir de transformaciones sucesivas basadas en las diver-sas posibilidades de las cuales dispone un sujeto humano, para irpoco a poco tomando contacto con su entorno. Esta concepcin

    torna el espacio transubjetivo como un derivado de la relacinparental o de las primeras relaciones de objeto. Habra un origen

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    segn el cual el contexto social y sus significantes penetran desdeel Supery de los padres al Supery delinfans, luego una evolu-cin y la representacin social es entonces una de las posiblestransformaciones de la conexin progresiva con el entorno. As elmaestro es el sustituto de las imagos parentales. De ser as, lamemoria social es una prolongacin-expresin de la memoriasingular. Este tipo de metaforizacin en muchas ocasiones dalugar a aberraciones interpretativas siendo origen de malosten-tendidos, distorsiones, limitaciones, cuyos efectos pueden seraltamente perturbadores. Entiendo por aberracin interpretativa,por ejemplo, tanto el no escuchar ni saber observar cierto tipo dematerial, como remitir toda mencin a personajes o situaciones

    que hacen a la subjetividad social a cuestiones pulsionales yconsiderar que dichos personajes representan, de una manera uotra, las primeras imagos infantiles. Es as como podra ocurrirque un material donde se menciona un dictador o un jefe de estadoremita sistemticamente al padre arcaico y que las participacio-nes activas en la vida social puedan ser comprendidas como unaconfrontacin hijo-padre o como la necesidad de reparar-destruirun objeto interno. Otra situacin problemtica es el confundirvalores sobre los cuales se basa lo social con valores sobre loscuales se basa lo familiar. Una de las consecuencias nefastas deesta manera de plantearse el problema es la creacin de un sujetoaislado, narcisista y omnipotente, el que, como ya ocurri enmuchas ocasiones, termina por no interrogarse acerca de su

    manera de pertenecer al contexto social y confunde su ser sujetode la estructura familiar con su ser sujeto de la estructura social.Los psicoanalistas han sido acusados a menudo por su falta desensibilidad al material que les aportan sus pacientes concernien-tes a cuestiones de orden poltico, y ello se debe sin duda a lanecesidad de refugiarse en un mundo que les evita el malestar desaberse dependientes de acontecimientos que no estn a su alcan-ce controlar, prever, ni explicar. El terror de los psicoanalistasante la posibilidad de ser echados del establishment si haceningresar en su marco referencial el contexto o nuevas subjetivi-dades, los lleva a excluir de su escucha gran parte del mundo.Pero tengamos en cuenta que incluirlo lleva a tener que definir loque entendemos por ocupar un lugar en un contexto, pertenecera l a partir de parmetros ideolgicos, polticos, ticos, dondeprevalecen funcionamientos societarios. Tambin implica tener

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    la posibilidad de inferir la subjetividad social inconsciente denuestros pacientes con la misma facilidad con la cual hoy dacreemos poder inferir modalidades primitivas de funcionamientoligadas al Edipo temprano y a las primeras relaciones objetales.

    Desde estos planteos y volviendo al tema de la memoria, serevela necesario establecer que la memoria singular y la memoriasocial tienen orgenes separados, cada uno con su sistema deinscripcin, su modo de expresin y su lugar, y de cada una deestas dos memorias surgirn diferentes prcticas: la memoriasingular es autoengendrada, la memoria vincular slo se activaen presencia de otro u otros. La capacidad evocativa de unvnculo proviene de las presencias mutuas que crea un espacio

    virtual donde ciertos recuerdos y no otros aparecen. Tal vez a ellose deba que los psicoanalistas recuerden datos de sus pacientescuando estn en contacto con ellos y que los grupos tengan placeren rememorar eventos significativos que le confirman su perte-nencia y la constitucin como grupo. Es entonces nuestra tareadescubrir los indicadores de las marcas sociales, base de lavincularidad, en el material de una sesin de un anlisis, tanto enel encuadre de anlisis individual, de anlisis de pareja, defamilia o de grupo.

    Por ahora plantear ms preguntas que respuestas.Cmo articular y establecer la diferencia entre historizacin

    de las marcas sociales e historizacin de las marcas singulares?En consecuencia cmo detectar en el material de los pacien-

    tes lo que proviene del efecto de lo inconsciente del vnculotransubjetivo, que no concierne su propia historia singular, sinode su pertenencia a ese conjunto?

    Cmo saber reconocer cuando el sujeto participa activamen-te de una historia que va ms all de l mismo y lo atraviesainconscientemente, y cuando es tan slo el receptor de unahistoria de la cual devendr portador pese a l?

    Cmo discernir lo que representa ser activamente creador deun hecho social, el que se impondr a otros, o ser portador de unacontecimiento que le es impuesto, siendo imposible a vecestransformar sus efectos? En los dos casos hay efectos de produc-cin vincular y efecto vinculante, pero en cada uno de ellos eljuego de imposicin de ajenidad da origen a producciones psqui-cas diferentes.

    Como primera aproximacin resulta til estar atento en el

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    material de una sesin a aquellos trminos empleados que remi-ten a valores que dan cuenta de la modalidad de pertenencia a undeterminado conjunto, como por ejemplo la mencin en el cursodel discurso a diferencias de clase social, el lugar del dinero y delas realizaciones ligadas a lo econmico, educacin, religin,costumbres, posicin poltica, etc. En cualquier material estasreferencias a distintas estructuras vinculares dentro de las cualesel sujeto construye su posicin subjetiva son permanentes.

    Una hiptesis es que la memoria social traumtica se consti-tuye en un conjunto donde quedan marcas que remiten a un nohablado, no slo porque el lenguaje sera incapaz de aprehender-lo sino por los pactos inconscientes entre los miembros del

    conjunto. Un indicador son las formas estereotipadas sin capaci-dad creativa que el sujeto repite para fundar modalidades deintercambio. All se infiltra la tendencia a la repeticin queinduce en algunas ocasiones la transmisin sin deformacin deescenificaciones construidas en base a eventos traumticos. Loque se transmite es un no-trabajo compartido, algo as como pura singularidad, un agujero o una trama congelada que seinviste de una cualidad siniestra en el espacio vincular. El eventocompartido produce una no-historia vincular y fija la historia enun determinado evento. Algunas veces crea ms memoria singu-lar que memoria vincular y lo singular se torna resistencial paralo vincular.

    Descubrir y poner en palabras aquellos acontecimientos signi-

    ficantes que se alojan en la memoria y se manifiestan deformadosa travs del lenguaje, mitos, tradiciones, etc., forma parte deltrabajo de historizacin que debe realizar el conjunto y que elpsicoanalista debe poder pensar con sus analizados.

    Recordemos que un sujeto y un grupo estn condenados ainscribir, como lo hubiera podido decir Piera Aulagnier, peropara que dicha inscripcin pueda ser eficaz en lo que conciernea su dimensin problemtica, debe provenir de una produccinconjunta que inscribe ms subjetividad social. Por otra parte,toda marca, sea sta privada-singular o pblica-social es suscep-tible de una doble inscripcin: aquella correspondiente a lasingularidad de un sujeto y aquella correspondiente al vnculo,sea ste familiar o social.

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    CUESTIONES CLINICAS: LUGARES DE PRACTICAS SOCIALES. ME-

    MORIA FORZADA. LO NO DICHO

    Me ocupar de algunas situaciones clnicas a partir de lascuales, si bien tal vez parezcan demasiado lineales, puedanrelacionarse con cuestiones relativas a pertenencia y memoriasocial.

    Una situacin clnica es la que nos ofrece las perturbacionesprovenientes de la inestabilidad laboral. Esto es uno de losefectos de una cierta violencia social ejercida en nombre deprcticas econmicas neoliberales, las que transforman al sujetoen sujeto descartable cuando abruptamente queda excluido de la

    red construida sobre la base del trabajo realizado: repentinamen-te un sujeto se transforma en objeto al cual ya no se necesita. Eltemor-terror de dejar de ocupar el lugar que se construye desde elsaberse activamente partcipe del contexto en base a la produc-cin de trabajo proviene de una inscripcin inconsciente que hacea la subjetividad social segn la cual es posible ser consideradono sujeto. Esta marca se inscribi en la mente hace unos veinteaos y produce efectos tales como ser llevado a aceptar cualquiercosa6 para evitar sufrir la angustia de exclusin 7. Otro efectolleva a un sujeto a instalarse en excluido-incluido, algunas vecesprotegido por leyes sociales que lo mantiene excluido-incluido,quedando encerrado en este estado, el de desempleado. En estacondicin se ponen fcilmente en actividad comportamientos

    transgresivos o alienantes que tendran por finalidad intentarconservar a cualquier precio un lugar en la estructura social ascomo el status de desocupado. Este tema y la angustia consi-guiente circula hoy en da en el material de los pacientes.

    Las cuestiones ligadas a la pertenencia tambin pueden seranalizadas a partir de los problemas psquicos suscitados a razde emigraciones o simplemente de migraciones, aun en unamisma ciudad o pas, donde el acento se pondr en la calidad

    6 Ello por supuesto no puede ser pensado con hiptesis que ubicaran esa adaptacin a

    cualquier cosa dentro de la puesta en actividad de mecanismos sado-masoquistas. Se

    requieren hiptesis que tengan en cuenta que la construccin de una pertenencia pasa por

    otros ejes.7 Esta manera de pensar la violencia tiene alguna semejanza con como la encar Christophe

    Dejours en su libro Souffrance en France.

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    espacial-territorial de la pertenencia. Las emigraciones forzadaspor razones polticas, lo que en la mayora de los casos significasin posibilidad de retorno inmediato o definitivo en el pas deorigen, llevan a pensar en la existencia de una marca primitiva8

    cuya fuerza se reactiva en dichos momentos. Esta marca es la quedetermina la ocupacin de un espacio dentro de una escena, o seaen un espacio compartido con otros: el ir estando diferencindolodel irsiendo . El desarraigo (algo as como perder un lugar en unaescena o aquellos relatos que le dan sentido) se torna una lesinal componente ilusoriamente estable de la pertenencia socialdado que la marca primitiva (grupo de facto), al quedar adscriptoa un contexto, pierde la fuerza que posibilita la complejizac in de

    los modos de pertenecer. La marca primitiva tiene una inercia queimposibilita o dificulta la incorporacin de nuevos valores capa-ces de dar sentido a las nuevas pertenencias. Esa inercia no esruidosa en condiciones habituales de vida y slo se manifiestacomo obstculo cuando por algn motivo la discontinuidad inte-rrumpe una ilusin. La vivencia dolorosa de desarraigo forzado,una suerte de arranque de la tierra, se inviste de eterna nostalgiaque hace obstculo para la complejizacin de las siempre nuevasmodalidades de pertenencia. La pertenencia anterior se inscribeentonces como memoria traumtica, memoria sin olvido (sevuelve a una pertenencia sin sentido) que imposibilita o traba eltrabajo psquico necesario. Es memoria traumtica para la subje-tividad social puesto que lo que se modifica bruscamente es el

    sentido y significado de un contexto. El recuerdo concentravarias experiencias emocionales: el desarraigo, lo impensadoque en este caso es que haya ocurrido algo imposible de servivenciado previamente, que lo no cuestionado pueda/deba cues-tionarse y que se quiebre un sentimiento de confianza innatoligado a lo no cuestionable de la pertenencia. Se trata de unalesin en los basamentos de la pertenencia por lo cual arrasa conel potencial creativo de un sujeto. Tal vez a ello se deba que paraalgunos pacientes emigrados no podervolver a ver-tocar-sentirsu pas de origen pueda transformarse en un recuerdo que traba elproceso de memoria activa. Recordar no alcanza y slo suscita

    8 Entiendo por primitivo aquellas marcas que si bien remiten a un momento previo, nonecesariamente remiten a lo que tradicionalmente suele llamarse infantil sino tan slo a

    momentos fundantes.

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    una evocacin nostlgica, slo valdra reencontrarse material-mente con un territorio significativo, cosa ya imposible porqueel reencuentro o vuelve a activar la prdida, o por definicin esimposible. La flecha del tiempo no se invierte. Las conviccionesy creencias de diferente orden, sean polticas, ideolgicas, reli-giosas y ticas, cobran bruscamente una importancia mayor conel riesgo de ser definitivamente confirmadas o denegadas. Elrecuerdo traumtico no crea olvido, es pura presencia y obstacu-liza la construccin de pertenencias diversificadas: lo novedoso-extrao slo introduce sufrimiento. El sufrimiento no provienede la prdida de la pertenencia a la estructura familiar, sino de laexcesiva investidura de un contexto primitivo y de la imposibi-

    lidad de ocupar un lugar. En algunos casos, se tratar de recrearcon otros quienes hayan atravesado experiencias de desarraigossosteniendo la vincularidad por semejanza. El anlisis lleva atomar conciencia que en la medida en que la subjetividad depen-de de varios contextos que no se articulan entre s, lo social espura ruptura. La memoria social conlleva un saber acerca de lasvicisitudes de la pertenencia y el reconocimiento de aquelloseventos que la fueron configurando. Estos son los que pierdensignificacin al no ser ya compartidos a raz del desarraigo: paralos nuevos contextos habr nuevos eventos, de donde lo que sepierde es un contexto significativo ilusoriamente nico dondeconfirmar la funcin subjetivante del sentimiento de pertenencia.

    Este ltimo contiene un no-dicho por un lado equiparable a

    una no-necesidad de decir, no slo porque no pueda expresarse enpalabras sino porque forma parte de aquello que las personascreen, suponen, imaginan fundante de un compartir basado enigualdad o semejanza. No-dicho es tanto inconsciente como delorden de lo pictogrfico y es donde se aloja lo inasible decualquier conjunto. En el curso de una emigracin los no-dichosvinculantes pierden su fuerza significativa. Analizar esta expe-riencia no pasa por la historizacin reencontrando races identi-ficatorias parentales, sino que hay que constituir un nuevo senti-do para aquel espacio a partir del cual el sentimiento de pertenen-cia pueda volver a inscribirse. Cmo historizar aquellas inscrip-ciones vinculadas con olores, colores, tierra, cielo y aire?

    Trtase de una memoria singular o de una memoria vinculadaal contexto, para la cual son necesarias ciertas prcticas?

    Tanto la emigracin como la prdida de la insercin laboral se

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    conectan con desarraigo y con exclusin de un espacio de unaescena considerada incuestionable.

    La clnica nos muestra con claridad cun insuficiente e inclusoperturbador es el intentar significar un trauma social relacionn-dolo con las producciones intrasubjetivas-singulares: equival-dra a ubicar a un sujeto fuera de una historia, la historia vividaen el conjunto, mientras que el incluir el contexto y el lugar queocupan ciertas prcticas sociales activa un proceso de transfor-macin eficaz de dichas marcas.

    Una experiencia de psicoterapia de grupo realizada (Braun,Puget, 1987) con personas que tenan en comn haber sidovctimas de la represin poltica les dio la oportunidad de iniciar

    una movilizacin importante slo posible en este encuadre. Eltener un cdigo compartido, reconocer y aceptar conjuntamentelos no-dichos sin por ello adoptar una actitud confesionaria quelas pudiera llevar a expresar verbalmente los no-dichos, los que,en este caso, evocaban en cada uno de los miembros del grupoescenas a las cuales ya no era necesario referirse explcitamente,tuvo un efecto vinculante. El valor vinculante de lo no-dicho lespermiti construir una nueva escena donde la intimidad violadaanteriormente se pudiera reconstruir. La cura grupal facilit latransformacin del registro traumtico a travs de la historiza-cin conjunta. Confirmamos esta observacin en otros casos yaun cuando la indicacin del encuadre grupal no fuera posible pordiferentes razones, el slo hecho de admitir la insuficiencia del

    encuadre individual result de gran utilidad aunque ms no seapara no crear una falsa ilusin en el paciente y, sobre todo, paradar a la subjetividad social su debido lugar. Ello llev a noconfundir el alcance de las prcticas sociales realizadas por lospacientes e interpretarlas como perteneciendo a un registro dife-rente que el de las prcticas singulares. Esta simple discrimina-cin fue til pues algunos pacientes tienen tendencia a imaginarque las prcticas sociales no conciernen a su anlisis e inclusopodran ser consideradas como un acting-out. Ello proviene deuna cultura analtica donde se refleja el abuso del punto de vistaintrasubjetivo y una idealizacin de las posibilidades que ofreceun encuadre singular acarreando a veces la creacin de gravesmalentendidos y distorsiones.

    Hemos reconocido, como lo han hecho otros autores, que lossobrevivientes de experiencias de campos de concentracin y

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    tortura conservan una memoria traumtica (singular) que trans-curre en silencio y en soledad, que contiene no-dichos, y estosltimos cambian de cualidad cuando se saben compartidos por elconjunto. Estas personas se tornan portadores silenciosos demarcas hasta que un reconocimiento dado posibilita el pasaje dememoria traumtica en memoria activa. De no ser as lo no-dichoqueda como produccin singular y es probable que aparezcanefectos destructores desvinculantes donde la repeticin dar suimpronta a la transmisin transgeneracional.

    Otra modalidad de no-dicho proviene de la incapacidad deseguir absorbiendo lo que en un determinado momento impone elcontexto. Es as como en algunos pases donde el clima reinante

    es de alerta latente, de guerra subterrnea, de dictadura larvada,parte de la poblacin pierde la posibilidad de absorber las noti-cias que conllevan una amenaza: por ejemplo hechos violentos dediverso orden; entonces practican conscientemente un tipo decensura que conlleva una desmentida. Algunos jvenes de un pasen guerra o en alerta permanente comentaban que no podan yaescuchar todo aquello y que, cuando los medios de comunica-cin transmitan noticias concernientes a atentados o aconteci-mientos desagradables, las borraban poniendo msica. Saban,pero no queran saber ms. No se trata de la misma cualidad derenegacin o desmentida ejercida por ejemplo por los alemanescuando decan ignorar lo que aconteca durante el nazismo. Setrata de un sistema represivo diferente, ejercido por un conjunto

    que de golpe privilegia ciertos encuentros sociales (bailes, etc.),que si bien lleva en s el germen de una posible malignidadproduciendo a la larga sujetos que evitan el compromiso prove-niente de una pertenencia dada, no es comparable con la desmen-tida durante los genocidios. Esta renegacin conserva un elemen-to creativo y sublimatorio. Dnde se ubicar todo eso? Eso es loque tendremos que averiguar nosotros.

    Lo no-dicho en algunas ocasiones reforzado por el grupodominante, que maneja la desmentida de los hechos, induce a ungrupo a instaurarse como vctimas y de esta manera constituir-se en soporte de la memoria: as se constituye una de las formasde lo que hemos llamado la memoria forzada. Tal vez sta seala diferencia entre esta modalidad y la constitucin subjetivaresultado de la renegacin de noticias. En este caso no hayvctimas instituidas por el grupo dominante aunque tambin

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    podra considerarse que quienes ya no pueden absorber las noti-cias son potenciales vctimas de una transmisin repetitiva. En laArgentina, los grupos de Derechos Humanos ocuparon el lugar dela memoria forzada donde primero fueron vctimas y luegoactivas portadores de una memoria activa: las Madres y Abuelasde Plaza de Mayo, as como muchos otros, pero hay que tener encuenta que al constituirse en memoria forzada se corre siempre elriesgo de sufrir una segregacin. Ello, por otra parte, facilita alresto de la sociedad el reforzamiento de la desmentida o el sostnde un conocimiento ambiguo y parcial. Algunos grupos portado-res de la memoria forzada son capaces de desarrollar un potencialcreativo (memoria activa) adoptando diversos instrumentos, como

    por ejemplo organizando rondas, marchas, ceremonias, encuen-tros, pronunciando discursos, creando msica, realizando desfi-les de siluetas, de antorchas, exhibiendo fotografas, o realizandocualquier otra manifestacin artstica as como ocupando lugaresimportantes en la poltica del pas. La memoria activa ya no es delorden de la pura denuncia y tiene por finalidad transmitir alconjunto social un saber, un conocimiento y ofrecer la posibili-dad de elaboracin, la que tendr una nueva impronta en cadaconjunto. Para que un conjunto obtenga un reconocimiento socialy para que la inscripcin pueda comenzar a tener un efectoproblemtico, un efecto de cuestionamiento, es necesario que losrecursos empleados contengan un plus creativo: la mera repeti-cin de frases, slogans y textos no alcanza. Es del poder creativo

    y de renovacin del que se obtiene una respuesta, pudiendoquebrar el mensaje oficial transmitido con un estilo infiltrado dedesmentida.

    RECORDARSE PARA QUE OTROS OLVIDEN - RECORDARSE PARA

    OLVIDAR

    Los que han sufrido la experiencia de campos de concentra-cin y han podido comentarla, recuerdan para olvidar y serecuerdan para que otros no olviden , recuerdan para que otrossepan. Primo Levi (1987, pg. 85) dice que escribi como unaforma de liberacin interior, de testimonio, de elaboracin, de

    denuncia, para pedir justicia, para llegar a la comprensin de unenigma, de un misterio, el misterio de Alemania, para explicar el

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    antisemitismo, para aceptar a los dems como consuelo y pornecesidad.

    Primo Levi pudo as expresar de diversas maneras tanto lanecesidad de inscripcin en un espacio singular, el espaciointrasubjetivo, como en el espacio transubjetivo en el cual lasmarcas tendrn que producirse. Lo dicho es tanto para l comopara los otros y la liberacin interior es un comienzo de histori-zacin. Se trata por lo tanto de producir marcas donde no lashaba, de poner en palabras, de intentar modificar el contexto,para que resulte imposible la reproduccin y la repeticin decierto tipo de violencia. Cada contexto, cada conjunto, debernecesariamente encontrar, crear, sus propios mtodos para trans-

    formar el contexto, pero tambin hay un trabajo comn a todosdel orden de trabajar sobre la memoria y crear una memoriaactiva.

    Cabe reconocer que no todo acontecimiento social traumticotiene una inscripcin significativa para la totalidad del conjuntoy existe una diferencia entre un acontecimiento traumtico socialvivido fuera del conjunto y la fuerza de la marca impuesta cuandopuede ser hablada al interior del conjunto.

    UN EJEMPLO

    Un ejemplo podra dar cuenta de lo que propongo. Ello con-

    cierne al pasaje de la necesidad de participar activamente en ungrupo sostn de la memoria a la necesidad de encontrar otrosmedios para participar de la memoria activa sin por ello seguirincluido en los grupos de memoria forzada.

    Un paciente va a una manifestacin, como lo haba hecho enmuchas ocasiones ya que era su costumbre ir y para l estehacer no era cuestionable. Pero ahora y por primera vez, va yse siente mal solo, no porque estuviera realmente solo, dado quehaba muchos conocidos con quienes haba participado en otrasmanifestaciones, pero simplemente porque no consegua entraren armona con el lugar, con la manera de estar all con los dems.No se trataba de una particular dificultad de contacto, la quehubiera podido ser interpretada fcilmente pero errneamente

    como referida a rasgos esquizoides o fbicos, sino que le pasabaalgo diferente. Iba y vena, caminaba, intentaba participar con

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    otros en diferentes grupos, con los cnticos, se abrochaba insig-nias en el traje, pero nada tena algn sentido para l. Su estar ysu modo de participar se haban despojado de sentido, del sentidodado previamente a ese tipo de participacin. De golpe sinti queya no perteneca a este grupo pero, entonces, ya no perteneca anada. Cuando volvi a su casa se encontr con su mujer, le contlo que le haba sucedido y ella le pregunt porqu haba ido. Ellano lo haba hecho pues ya no senta la necesidad de compartiresos actos. Ya no lo senta ms. En cambio haba preferidoocuparse de otras cosas, como por ejemplo de su casa, su trabajo,etc. Sin embargo, la idea de no ir ms despertaba en l unsentimiento de deslealtad, de falta de solidaridad. Mientras que

    ir era asistir a funerales que ya no le pertenecan. Aqu, elmemorial, cuyo valor referencial para el grupo le haba dadopertenencia, se haba transformado en un funeral o el significadodenegado apareca bruscamente. Para su esposa era ms impor-tante confirmar su lugar en tanto sujeto social en relacin con sutrabajo y sus ocupaciones. Mientras que l saba que aquellos,hasta este momento l mismo con los otros, encargados deconservar la memoria activa son necesarios porque, de no ser as,quienes deberan recordar podran olvidar, pero, por otra parte,en lo que a l se refera, seguir plantendose el problema de estamanera le impeda acceder a otro nivel de problematizacin. Ladiferencia entre los dos esposos termin expresndose comomalestar y pelea entre ellos. Los reproches se haban instalado. El

    anlisis de los mismos ofreca varias posibilidades. Si eranpensados como provenientes del vnculo de pareja haba queencararlas de una manera y si eran pensados como que en realidadsu vnculo estaba sufriendo efectos derivados de un malestarsocial y probablemente de un conflicto sin solucin, necesitabanotra comprensin. Ser posible no ir ms a una manifestacin deeste tipo sin que este acto cueste algn precio? Cuntas veces esms fcil derivar el conflicto sobre la pareja en vez de plantearseun problema sin solucin? Plantearse el problema como sinsolucin, problema que hasta ahora haba quedado congeladoal ir sistemticamente a todos los actos de conmemoracin, abrila puerta a un estado de confusin y a la necesidad de volver apensar de qu manera cada uno de ellos construa su sentimientode pertenencia social y su solidaridad al grupo. Ello los oblig apensar de qu manera queran o podan hoy participar en este

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    proceso de historizacin desde otro lugar. De alguna manera setrataba de instaurar nuevas prcticas sociales, las que implicaranuna ruptura con su grupo habitual y una nueva toma de posicio-nes. Toda ruptura tiene una vertiente traumtica sin que por elloimplique caos. Las pertenencias se van construyendo y aquellosvalores referenciales tambin cambian de modalidad.

    COMO CONCLUSION

    Es posible afirmar que las teoras y los dispositivos de loscuales disponemos actualmente no alcanzan para abordar la

    cuestin de la memoria social. Por ello en lo que concierne alcontexto de la cura es nuestro deber devolver al sujeto y al grupola posibilidad de interrogarse acerca de la constitucin de susentimiento de pertenencia, pudiendo llevarlo a desplegar nuevasiniciativas, nuevos sostenes, a encontrar nuevos recursos, ascomo a hacerse cargo de la posibilidad de elegir cmo pertenecer.De esta manera la pertenencia social ya no ser una cuestin dehecho y, en consecuencia, remitir a la problemtica de la elec-cin acerca del cmo pertenecer en cada momento y en funcinde cada acontecimiento; ello es transformar una lesin en crea-cin. Ello no slo vale para la elaboracin de traumas sociales,sino tambin para lo que la cultura impone y nos es transmitidode mltiples maneras, terminando por incorporarse como una

    amenaza y una restriccin inconsciente, lo que da la posibilidadde cuestionarse. Ciertas modalidades tienen que ver con este tipode limitacin, cuando al adoptar una moda (tradicin) el sujetotiene la ilusin de pertenecer a su grupo, a su poca. Estoy aquempleando un concepto restringido de moda ya que no recubretodos los sentidos posibles de las modas, las que en ciertos casosson una sntesis necesaria, sin por ello ocupar el lugar de unalimitacin. La abolicin de la posibilidad de elegir es mayorcuando las circunstancias inducen el terror, como sucede en losregmenes dictatoriales declarados como tales o latentes.

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    RESUMEN

    Los traumatismos sociales y sus efectos en la subjetividad social ysingular representan un desafio ter ico-clnico para el psicoanlisis. Selos estudia dando un status terico al sentimiento de pertenenciarelacionndolo con la inscripcin de marcas en la memoria social y enla memoria singular. Se delinean algunos obstculos metapsicolgicosque llevan a hacer derivar lo social de lo singular.

    SUMMARY

    Social traumatisms and their effects in social subjectivity and singu-

    lar subjectivity lead to a theoretical and clinical challenge for psycho-analysis. They have been studied in this paper giving a theoreticalstatus to the feeling of belonging as related with the inscription of tracesin both social and singular memory. Some metapsychological obstaclesare pointed out in those theor ies, which propose that the social subjec-tivity is derived from the singular subjectivity.

    RESUME

    Les traumatismes sociaux et leffet quils peuvent avoir sur lasubjectivit sociale et singulire reprsentent une preuve thorique etclinique pour la Psychanalyse. Pour aborder ce sujet je donne un statutthorique au sentiment dappartenance tablissant une corrlation

    entre celui-ci et la mmoire singulire et la mmoire sociale. Certainsobstacles pistmologiques sont reprs en ce qui concerne lhabitudede driver le social du singulier.

    BIBLIOGRAFIA

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    Janine Puget

    Paraguay 2475

    1121 Capital Federal

    Argentina