01 Gabriel Garcia Marquez. Magia e Hiperbole en Cien Anos de Soledad

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    Jos elmente Serrano

    GABRIEL GARCA MRQUEZ:

    MAG IA E HIPRBOLE EN CIEN AOS

    DE SOLEDAD

    A mi maestro Victorino Polo que tanto

    est haciendo por esta l i teratura.

    N

    son pocos los crticos que afirman que el verdadero auge del lla-

    mad o Bo om hispanoam ericano se debe en gran parte a Ga briel Gar-

    ca Mrquez y a su novela Cien aos de soledad, que ahora nos ocupa. La

    importancia del autor y de la novela es notable en el mundo de las letras

    hispanoamericanas, pero no olvidemos que antes de 1967, fecha de publi-

    cacin de esta novela, ya haban visto la luz otras de tanta importancia

    como La muerte de Artemio Cruz (1962), Rayuela y La ciudad y los pe-

    rros,

    ambas de 1963, y

    Paradiso,

    de Lezama Lima (19 66 ). P ero esto, al

    contrario, no le resta mritos sino que est puntualizando el lugar impor-

    tante de Garca Mrquez y Cien aos de soledad dentro de las letras his-

    panoamericanas.

    Tras las primeras publicaciones del novelista (1) muchos fueron los

    crticos que vean de un modo explcito la influencia de Faulkner en Gar-

    ca Mrquez. A esto precisamente sale al paso el propio autor que burla

    a sus crtico s: Los crticos ha n insistido tan to en la influencia de Faulk-

    ner en mis libros, que durante algn tiempo lograron convencerme. La

    (1) Entre otras, las ms importan tes publicaciones son : La hojarasca, 1 9 5 5 ; La

    mala hora,

    1962 ;

    Los funerales de la mam grande {cuentos ,

    1962 ;

    El coronel no tiene

    quien le escriba, 1963, etc .

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    verdad es que yo haba publicado ya mi primera novela. La hojarasca

    cuando empec a leer a Faulkner por pura casualidad. . . (2) .

    Igualmente otros crticos no escarmentados sealaban influencias de la

    Antigona de Sfocles en alg n rela to de M rquez (D on ald L. Sha w).

    Fue,

    sin em bargo , M ario Vargas Llosa el que en un gran estudio sobre

    el autor fuese a las verdaderas, aunque no nicas, fuentes de la novelstica

    del escritor colombiano y ms concretamente en Cien aos de soledad (3)-

    Vargas Llosa destaca la facultad de invencin y, por este camino,

    aproxima Cien aos de Soledad a los autores de los libros de caballeras:

    . . .Garca Mrquez sin proponrselo, acaso sin saberlo

    ha conseguido restaurar una filiacin narrativa interrumpida ha

    ce siglos, resucitar la nocin ancha, generosa y magnfica del

    realismo literario que tuvieron los fundadores del gnero no

    velstico en la Edad M edia (4).

    Lo importante en los narradores medievales era la validez del relato.

    Por ello agregaban al tiiismo una asombrosa capacidad de fabulacin. El

    elemento mgico y la visin hiperblica de la realidad sern dos elementos

    fundamentales en la novela de caballeras, dos elementos inexcusables en

    Cien aos de soledad.

    Las cosas ms extravagantes y fantsticas son introducidas y usadas en

    Macondo del modo ms simple y natural al igual que en las novelas de

    caballeras se le cortaba la cabeza por cuatro veces a un mismo caballero.

    As, por ejemplo, la estera voladora llevada por los gitanos a M acondo y

    aceptada como un hecho natural en el momento en que pasa cerca de

    Jos Arcadio Buenda, cargada de nios:

    Una tarde se entusiasmaron los muchachos con la estera

    voladora que pas veloz al nivel de la ventana del laboratorio

    llevando al gitano conductor y a varios nios de la aldea que

    hacan alegres saludos con la mano, y Jos Arcadio Buenda ni

    siquiera la m ir (5).

    (2) Cfr. M . F E R N A N D E Z B R A S O : G abriel Garda Mrquez una conversacin infinita

    Madrid, Azur, 1969.

    (3) M.

    VARGAS LLO SA:

    Historia de un deicidio Barcelona. Barral Editores , 1971.

    ( 4) M . V A R G A S L L O S A : O p . cir.

    (5) G.

    G A R C A M R Q U E Z :

    Cien aos de soledad

    Barcelona, Plaza y Janes , 1975,

    pg. 34.

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    El elemento determinante del clima fantstico de Cien aos de sole-

    dad

    es la dimensin hiperblica dada a todas las cosas, la tendencia al agi-

    gantamiento, recurriendo con frecuencia a una sucesin de datos numricos

    desconcertante. Este elemento es, por otra parte, muy usual y comn en los

    libros de caballeras.

    As, el descomunal Jos Arcadio, el de las espaldas cuadradas, que

    apenas caban por las pue rtas , tras su retorno a Macondo, duerme tres

    das para reponerse del viaje, come diecisiete huevos crudos y exhibe una

    masculinidad inverosmil, enteramente tatuada con una maraa azul y

    roja de letrado en varios idiomas (pg. 84). Igualm ente Jos A rcadio Se

    gundo es presentado por el autor dentro de una medida hiperblica al ser

    descrito como un proto m ach o que se coma rnedio lechn en el al

    muerzo y cuyas ventosidades marchitaban las flores .

    El gigantismo se manifiesta tambin en la alusin a la XXXII revolu

    cin fallida del coronel Aureliano Buenda, indemne en 14 atentados y en

    73 emboscadas. La misma exhaltacin hiperblica de la dimensin de la

    realidad se verifica en la mencin de la llegada de Meme a la casa de los

    Buenda, acompaada de sesenta y ocho compaeras de colegio. Hiperblico

    resulta el ban que te en el cual A urelia no Segundo com pite con la Elefan

    ta . Hiperblico es el tren de la muerte, de casi doscientos vagones de carga

    que transporta las vctimas de la masacre con la que el ejrcito pone fin

    a la huelg a de los trabajadores de la com pa a ba na ne ra .

    A pesar de todo, hay a lo largo de toda la novela resulta evidente

    un gran peso del elemento real en el que el autor introduce experiencias

    vividas o realidades histricas.

    En una dimensin ms aparentemente normal por la puntualidad de los

    datos cronolgicos, se presenta la larga lluvia que cae, ininterrumpidamente

    sobre Macondo, durante 4 aos, 11 meses y 2 das, creando una atmsfera

    tan hm eda qu e los peces hubie ran podido entrar por las pue rtas y salir

    por las ven tana s, nave gand o en el aire de los aposen tos (pg . 26 8) . Pero

    todo esto no resulta del todo nuevo en Garca Mrquez, ni siquiera en el

    conjunto de la narrativa hispanoamericana. Esta fantasa desaforada y exa

    geracin casi humorstica haba sido ensayada nada menos que en 1955 en

    su novela corta La hojarasca cuando se enumera el extravagante carga

    m ento que trae Isabel y su familia a M acondo . Pero aqu hay un a inten

    cin de distorsin narrativa, frente a Cien aos de soledad donde los

    elementos fantsticos aparecen de un modo ms natural.

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    A todo este clima fantstico contribuye la materializacin de lo irreal

    y la idealizacin de la realidad. Otro importante dato antittico. As, el

    m uerto Prud encio Ag uilar, por ejem plo, aparece ya casi pulve rizado por

    la profunda decrepitud de la mu ert e , y hab la como un ser viviente, con

    Jos Arcadio Buenda. Remedios, la bella, posee un poder que impresiona

    a los hombres m s all de la muerte , hasta el polvo de los hue sos . A

    propsito de todo esto son interesantes las palabras puntualizadoras de Ce

    sare Se gre : Los fantasmas y los Buenda estn herma nados por la m isma

    sensacin de soledad. En stos es una seal hereditaria, en aqullos se

    identifica con la desolacin de la m ue rte . Y dice ms ad el an te : La amis

    tad de la vctima con su asesino es un ndice superlativo de esta desespe

    rada huida de la sole dad : los Buend a, cua nto ms irrepara ble se hace su

    ensimismamiento, ms encuentran consuelo en la familiaridad con los

    fantasmas, a su vez, saben que podrn evadirse de la soledad de la muerte

    junto a los Bu end a (6).

    La muerte, por el contrario, se materializa. Amaranta la ve, en efecto,

    como una mujer nada inq uie tan te: . . .n o haba nada pavoroso en la

    muerte, porque era una mujer vestida de azul con el cabello largo, de as

    pecto un poco anticuado, y con un cierto parecido a Pilar Ternera en la

    poca en qu e la ayudaba a los oficios de cocin a (p g. 238 ). La realidad del

    coronel Aurelio acaba por desvanecerse en la realidad, abandonado de la

    memoria de los hombres. La larga lluvia cada sobre Macondo tiene el

    poder de borrar hasta el recuerdo:

    Todo andaba as desde el diluvio. La desidia de la gente

    contrastada con la voracidad del olvido, que poco a poco iba car

    com iendo sin piedad los recuerdos (pg. 292 ).

    Por contra, en la habitacin de Melquades, donde el ltimo Aurelio

    descifrar y vivir al mismo tiempo el propio fin, permanece un tiempo

    irreal, inmvil y et er no : siempre era marzo y siempre era lunes (pg.

    296). La realidad tom a apariencia irreal en la decadencia de Ma con do. El

    tiem po era un ir y venir, una repeticin circ ula r: rued a giratoria que hu

    biera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el

    desgaste progresivo e irremediable del eje (pg . 334).

    6)

    CESARE SEGRE :

    Crtica bajo control ( El t iemp o curso de G arca M rquez )-

    Barcelona, Planeta, 1970.

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    Todo lo dicho confiere al libro de Gabriel Garca Mrquez una dimen-

    sin fabulosa y mgica que asimila totalm ente el lector rom pien do la ca-

    pacidad racional y oblign dolo a constantes ejercicios de me mo ria hacie ndo

    de este mod o al lector parte activa de la no vela.