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NI SALVADOS, NI REDIMIDOS. Una completa y actualizada reflexión sobre la Redención (tan oscurecida durante muchos siglos por distintas teorías e influencias humanas). 2013 JAIRO DEL AGUA Marzo 2013

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NI SALVADOS,

NI REDIMIDOS.

Una completa y actualizada reflexión sobre la Redención (tan

oscurecida durante muchos siglos por distintas teorías e

influencias humanas).

2013

JAIRO DEL AGUA

Marzo 2013

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IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción

La expiación vicariaLa expiación vicariaLa expiación vicariaLa expiación vicaria (Un primitivismo enquistado en nuestra amada religión)

Se llama "expiación vicaria" al pago de una culpa por una persona distinta al culpa ble por medio de algún doloroso sacrificio o incluso la muerte. Es decir, pagas tú mi culpa para que no

tenga que pagarla yo, ni sufrir las consecuencias de mis actos. Esa posibilidad no existe en el ordenamiento jurídi co mundial . Una madre no puede ir a la cárcel en vez de su hijo culpable -por ejemplo- aunque lo desease y lo pidiese insistentemente. Y no existe porque es una injusticia flagrante . Somos individuales y libres, por tanto las consecuencias de la conducta han de ser soportadas por el individuo. Aunque pertenezca a algún grupo delincuente o el delito se cometa en grupo, cada uno deberá ser juzgado por su participación

individual. Otra posibilidad sería fuente de innumerables arbit rariedades . Ya me estoy imaginando a más de un ricachón contratando a algún pobre esclavo para "expiar" por los delitos de que pudiera ser acusado. Existe de hecho, en grupos tramposos, el "cabeza de turco" que es una forma fraudulenta, miserable y opaca de evitar la propia responsabilidad. Pero mira por dónde lo que no existe en la Justicia humana, por ser rad icalmente injusto, se lo hemos colgado a la Justicia divina que acepta -decimos- "sacrificios vicarios" bien para su honra, bien para perdonar pecados. Así, desde las brumas de la historia humana, se han sacrificado vírgenes, niños y primogénitos a un "dios avaro y cruel" para tenerle contento o para obtener su perdón. La Biblia recoge el sacrificio de Abrahán, interpretado durante mucho tiempo como el súmmum de la "fidelidad". Sin embargo el mensaje es totalmente inverso: El Dios único y verdadero detiene el brazo parricida y abate la conducta pagana de Abrahán porque no admite sacrificios humanos. Los judíos hicieron de la "expiación" el centro de su liturgia . Había que aplacar a un "dios iracundo" y comprar su perdón. Ese "dios terrible" se cobraba las culpas no solo del culpable sino que "castigaba la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y cuarta generación" (Ex 34,7 y otros). Y, desde luego, ordenaba exterminar a los enemigos de la religión judía. Todavía en el Evangelio emerge la pregunta: "¿Maestro, quién pecó éste o sus padres, para que naciera ciego?" (Jn 9,2). Es que ese "dios de la expiación" no pasa ni una, o pagas tú o

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paga otro por ti... Pero ese no es el Abba revelado por nuestro Señor . ¡Ni muchísimo menos! Sin embargo, algunos escritores judíos del NT no pudieron evadir se de su "mentalidad judía" al interpretar la muerte de Cristo . Les fue imposible entenderla y explicarla en otra

clave que la que conocían. De ahí sus alusiones, más o menos claras, al "sacrificio expiatorio y vicario" de la Cruz. No es racional exigirles otra cosa por muy iluminad os que estuvieran . Sería como pretender que nos hubiesen transmitido el mensaje en un ordenador, con fotos a color y música de fondo. ¿O es que el Espíritu Santo no conocía estas modernidades? No podemos confundir la "esencia de la revelación" (el mensaje del cuadro) con la

interpretación judía del escritor sagrado (el marco o los colores). Claro que eso lo sabemos ahora, con la perspectiva que da habernos alejado de la "pura letra". Lo que no ocurría en el siglo XI cuando san Anselmo escribe, resume y consagra la teoría de la Redención como "expiación vicaria" de Cristo que sufre y muere por nuestros pecados. Y de esa forma obtiene el perdón de Dios para toda la humanidad. De ahí las santas aberraciones de muchos Santos que se instalaron en la "auto agresión" (pecado contra el 5º mandamiento) para "expiar" sus pecados o los de otros. Detrás de la "expiación propia o sustitutiva" está la imagen troglodita de un "dios terrible y justiciero" que solo perdona si hay pago. Y acepta, además, el dolor y la sangre como única moneda de cambio. Vuelvo a preguntar: ¿Qué "dios" se alimenta de dolor, sangre, sacrificios y lágrimas? ¿Qué "dios" devora a su propio hijo? Y vuelvo a responder: Un ídolo mítico, tétrico, terrible y vengativo , como Saturno, que en nada se parece al Dios de los cristianos. Es más, sería una blasfemia tal comparación. Soy incapaz de describir el agudo dolor que siento al comprobar que nuestra "madre y maestra" sigue difundiendo negras leyendas del pasado como una madrastra peligrosa y oscura. Y me duele porque es mi Iglesia, mi Familia, el Pueblo entre el que camino con todos mis pecados a cuestas. Me duele porque hiere mi fe, la certeza del Dios amante y amado que palpita en mi corazón. Lo digo porque esta meditación tiene su origen en una reciente hoja dominical del Arzobispado de Madrid donde un clérigo de campanillas escribe: "El sufrimiento vicario del Siervo, a favor de toda la humanidad, carga sobre sus espaldas el pecado de todos para liberarnos a todos… Los sufrimientos y la muerte del Siervo tienen carácter sustitutorio y expiatorio. Él actúa en nombre de Dios a favor de la colectividad. Toda la historia de la salvación se asienta sobre el concepto de personalidad corporativa y sobre la sustitución, etc.".

Este teólogo "actual" nos vuelve a embarrar con absurdos conceptos sacados de viejos libros momificados. No nos habla con la "sabiduría del corazón" que intuye que un Dios amante no puede exigir el sacrificio de su propio Hijo como "pago vicario" de un castigo , decretado por Él mismo y ejecutado de forma terrible e inhumana sobre el Inocente, para cumplir su voluntad...

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¡Qué desconcertante y horrendo que nos sigan golpea ndo con antiguas interpretaciones incoherentes y aterradoras que hacen daño a cualqui er conciencia medianamente humana! ¿Qué diferencia hay, por ejemplo, con los sacrificios mayas de vírgenes y niños para satisfacer al dios Chac? Aquellos "salvajes" -de avanzada civilización- se creían perdonados y protegidos al ofrecer víctimas expiatorias a su "dios": sangre humana a cambio de perdón y bendición. Es una constante histórica de muchas épocas y pueblos ante un "dios iracundo y vengativo". En contrario, la Buena Noticia nos revela que el Di os único y verdadero es un Padre amoroso . ¿Y qué hemos hecho, hermanos míos, con esa revelación central? Nos hemos deslizado por interpretaciones judaizantes hacia el primitivo "dios iracundo y vengativo" confundiendo la causa y el sentido de la Cruz del Señor... ¡Qué daño le hacen estos curas a nuestra fe! Los fieles de hoy no podemos comulgar con ruedas de molino. Hacen daño, mucho daño, insistiendo en la "expiación vicaria". ¡Cuánta conversión pendiente tenemos los católicos! El sacrificio, el dolor y la sangre, no son ofrenda grata al Dios Amor , salvo que sean irremediables y se vivan con humilde aceptación. Él está contra el dolor de sus hijos -como cualquier padre- y nos consuela en los sufrimientos causados por nuestros propios errores o por la injusticia de otros. Siempre apoya, sostiene y abraza. Jamás exige dolor a cambio de perdón, ni sacrificio a cambio de amor. Su amor y su perdón están gratuita y permanentement e garantizados . ¿Entendemos esto de la gratuidad? ¿Cómo, entonces, podemos pensar que exige "expiaciones propias o sustitutorias"? Otra cosa muy distinta a la "expiación" es el esfuerzo, el trabajo, la constancia y el sudor d e quien quiere progresar en la vida , de quien quiere explotar sus talentos, de quien busca humanizar y humanizarse. Otra cosa muy distinta es la "ley de la causalidad" : a tal causa corresponde tal efecto. Si te dedicas a robar terminarás pudriéndote en la cárcel. Si no trabajas y te esfuerzas, terminarás en la miseria. Si no respetas tu cuerpo y lo cuidas, terminarás enfermo y sufriente. De esas consecuencias tendrás que salir con esfuerzo y dolor. No son "expiación" ante un Dios justiciero, son las consecuencias de tus malas elecciones. Otra cosa muy distinta es la "conversión" y la "rehabilitación" de los malos funcionamientos que te han degradado como ser humano. Si descendiste a la degradación,

tendrás que hacer el esfuerzo de volver a subir a la condición humana. Otra cosa muy distinta es el "gratuito amor oblativo" de quien se dedica a cuidar y ayudar a otros por encima incluso de sus propias necesidades. Ahí están miles de religiosos y religiosas renunciando al amor de pareja, al dinero y a su libertad de movimientos para

dedicarse a ayudar. En muchas ocasiones para paliar las consecuencias de pecados y errores de otros (cárcel, enfermedad, pobreza, adicciones, tristeza, inseguridad, etc.).

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Ahí están miles de padres y madres de familia poniendo por delante el bien de sus hijos. O miles de profesionales cristianos viviendo su trabajo con verdadera y solidaria entrega. Nada que ver todo esto con la antigua "expiación vicaria" . La hemos conservado como piedra angular de un tinglado religioso irracional, que agrede al Abba revelado en el Evangelio, que cierra la puerta al Espíritu y a su llamada continua en la aldaba del corazón humano. "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa" (Jn 16,12). No dice que la conseguiremos o la hayamos conseguido -como presumen quienes dicen tenerla en el bolsillo- sino que nos guiará en su búsqueda. Nos han creado individuales y libres . Y así debemos afrontar nuestro progreso en la vida. Los otros pueden reconocer nuestro potencial, iluminarnos, querernos, acompañarnos, pero no pueden crecer por nosotros, ni pueden discernir, elegir y actuar por nosotros. Es absurdo pensar que puedan "expiar" por nosotros. Y más absurdo todavía pensar que Dios exige "expiación" alguna. El Dios de los cristianos solo busca encontrarse co n nosotros para ayudarnos a desarrollar la vida y hacernos felices acá y allá . Esa es la finalidad de la Creación, de la Encarnación y de la Redención. Y nosotros enredados en seguir jugando con crucigramas judíos... Si no somos capaces de escanciar la novedad del Evangelio y de renunciar con inteligencia a la ancestral barbarie religiosa, seremos incapaces de avanzar y descubrir la "nueva" evangelización que necesita el evolucionado ser humano de nuestro tiempo.

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Ni salvados, ni redimidos I (¿Por qué te escandalizas?)

¿Acaso ya eres un ser humano maduro, equilibrado, pleno, redimido? El que piensa que ya ha llegado no moverá un solo pie . La redención no es algo estático, no es un punto de llegada, sino un empujón de salida, un dinamismo de vida ("He venido para que tengan vida..." - Jn 10,10), una puerta abierta ("Yo soy la puerta..." - Jn 10,7), un camino que se nos tiende ("Yo soy el Camino..." - Jn 14,6), una esperanza cierta de que el dolor y la muerte terminarán

en resurrección. Porque Dios mismo se ha solidarizado con el ser humano y se ha puesto al frente de nuestra caravana de evolución. Las teorías, las teologías, los libros, las creencias, las sacralizaciones, no redimen. Lo que redime es la transformación de la vida humana r eal . Si los cristianos estuviéramos "realmente" redimidos, el mundo habría avanzado muchísimo más hacia la paz, la bondad y la justicia. Es la "adhesión" al Redentor (al Modelo) y la "transformación" personal real, siguiendo su ejemplo, lo que nos redime y humaniza . La Escritura está llena de alusiones a la salvación como futuro, no como presente. Solo como ejemplo: "Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios" (Sal 49). "El que persevere hasta el fin se salvará" (Mt 10,22). Con todo, lo que más oscurece el auténtico rostro del Amor Creador es la creencia tradicional en la redención como "pago puntual" de efectos inmediatos y milagrosos. De ahí el título de esta meditación, que pretende ser un mazazo en nuestra dormida conciencia para despertar y darnos cuenta:

- Que hay ídolos que necesitan ser expulsados de nuestra memoria . Como el "dios terrible y vengativo" que nos han predicado -con buena intención si duda- durante siglos. Solo la necesidad humana de una Transcendencia nos ha llevado a enterrar en el subconsciente la "irracionalidad del ídolo" y hacerle convivir con el Dios bueno y verdadero que intuye nuestro corazón. A la "conservación del ídolo" nos hemos visto empujados por

el miedo a la amenaza del "poder religioso" de vernos privados de la ansiada salvación si nos apartábamos de tal creencia. Sustentada, además, en la incoherente explicación de que "cobrarse en el Hijo" los pecados de los hombres era la máxima demostración de amor. Menos mal que muchos fieles (y los santos) se quedaron con el amor coherente y pasaron de puntillas por las explicaciones incoherentes. - Que tenemos que caer, por fin, en que no existe u n "carnet de redimido" , sino un camino progresivo de humanización que nos redime y nos salva del fracaso como seres humanos.

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Una piadosa lectora de este artículo -publicado en distintas ocasiones y medios- se llenó de gozo tras su lectura. Pero, después, le entraron escrúpulos sobre su ortodoxia (el miedo que acabo de mencionar). Escribió rápidamente a un jesuita de su confianza, le adjunto el texto y le

preguntó sobre su fiabilidad. El sacerdote le respondió que nada había que temer, que lo recogido en el artículo era correcto y conocido por los teólogos. Pero que el título era provocativo y podría escandalizar. Ciertamente, el título es intencionadamente provoca tivo . Pretende romper el tabú de un "dios sádico", predicado

durante siglos y vendido como cristiano. Pretende descolgar a los católicos de una perniciosa "tradición de barro". Pretende animar a los curas a reconocer el error y predicar la verdad radiante que hoy podemos contemplar. Me rebelo públicamente contra esa ignorancia, indiferencia u omisión en la que muchos clérigos siguen instalados. ¡Con cuánta fuerza deseo que las certezas que expondré lleguen a todos para que se alegren con la Buena Noticia! "¡Fuego he venido a traer a la tierra y qué he de querer sino que arda!" (Lc 12,49). Porque yo no me he inventado cuanto afirmaré o negaré, sino que está escondido en los bordados del Evangelio y en el corazón de los que buscan con pasión sincera el rostro de Dios. Por contra, niego rotundamente que esta meditación pueda escandalizar . ¿Escandaliza el gallo que anuncia con su intempestivo canto que nace la aurora? Quien se escandaliza de la luz es que no quiere salir de la caverna de un error de siglos, solo disculpable por la humana "limitación" y por el tan extendido "ambiente" de coacción religiosa. Sé que este título es una pedrada en el ojo cristalizado de los tradicionalistas inmóviles. Sé que grito lo que muchos curas deberían predicar y no predican. Sé que nuestra anticuada liturgia está plagada de la sádica teoría y no parece que quieran limpiarla. Sé que soy una voz insignificante queriendo cavar una fuente en el desierto y aliviar las gargantas resecas por tantas abstracciones, rutinas e incoherencias. Sé que amo el agua, la luz y la vida que brota en el Pueblo de Dios, aunque algunos dirigentes no quieran reconocerlo… Por eso grito y seguiré gritando año tras año hasta que me quede sin voz: - ¡Ni salvados, ni redimidos… de esa manera que nos contaron! Aquello era y es una aberración.

- ¡Ni salvados, ni redimidos… automáticamente! Es necesaria la colaboración del hombre, es necesaria la apertura del ser humano a la redención ofrecida. Lo dijo san Agustín: "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti".

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Ni salvados, ni redimidos II

(¡Pero SÍ en camino!)

Alguien, hambriento de testimonios reales, me ha preguntado: ¿Y tú, ínfimo y efímero predicador, te sientes redi mido? Y he tenido que retratarme: ¡Me siento en camino! ¡Por la gratuidad de Dios y mi total adhesión a ella! Porque la Redención consistió y consiste en la revelación de un Rostro (la meta) y un Camino (los medios para llegar). Solo quien busca ese Rostro y anda ese Camino -consciente o inconscientemente- se redime y se salva , es decir, se realiza

como ser humano y encuentra el sentido de su vida. Así de simple. Toda la compleja doctrina eclesial, los sacramentos, las liturgias, las oraciones y las celebraciones… o son exactamente para eso o se convierten en árbol es que no dejan ver el bosque . Muchas personas terminan por huir de esa confusa floresta que les aprisiona y confunde. Otras van decayendo lentamente ante una religión que somete y no alimenta. Lo mismo habría que decir de las filigranas intelectuales que han multiplicado los teólogos y la historia que, con demasiada frecuencia, han resultado ser un "narcisismo intelectual" más que una ayuda real a la redención y salvación de los hombres. Insisto y seguiré insistiendo mientras pueda: La Redención está en la Luz y no en la cruz . Ésa -así con minúscula- la pusieron los asesinos y, de ningún modo, fue querida o impuesta por el Padre como expiación. La cruz expiatoria, el sacrificio necesario para perdonar pecados, el holocausto redentor como desagravio, la sangre como medio de aplacar a Dios, no son más que doctrina judía, primitiva e irracional. ¿Cómo puede extrañarnos que a los primeros cristianos, convertidos del judaísmo, se les filtrara una explicación judaica -la única que tenían dentro- ante el shock de un Mesías liberador, ajusticiado como un esclavo? Ellos no pudieron caer en que Dios nos tiene perdonados desde la eternidad y no busca más que nu estro regreso a sus brazos . La "parábola del hijo pródigo" -síntesis del evangelio- les pasó mucho más desapercibida que la abrumadora frustración de un patíbulo inexplicable.

Hoy, desatados de la rígida literalidad de la Escritura y de sus incrustaciones judaicas, solo podemos escribir Cruz -con mayúscula- cuando se convierte en Luz , deja de ser ensangrentado patíbulo y se convierte en progresivo Camino de salvación. Y los caminos -ya se sabe- hay que caminarlos. Hoy no podemos besar y abrazar la cruz -horrenda e inhumana herramienta de tortura- salvo que tengamos integrado que la Cruz es el símbolo y síntesis de los valores genuinamente cristianos . Besar y abrazar la Cruz

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no significa expresar la sentimentaloide tristeza por el Justo ajusticiado por mis pecados. Ni estremecerse con las interesadas reproducciones del celuloide o la imaginación. Mucho menos pretender repetir sus dolores y horrores voluntariamente y caer en un masoquismo desequilibrante. Besar, abrazar y dar sentido a la Cruz supone una real y firme adhesión a los valores por los que el Crucificado prefirió morir a desertar , adhesión que nos llevará a morir también nosotros antes que traicionarlos. ¡Ahí está nuestra bendita legión de mártires! El Dios de los cristianos se hizo humano para mostrarnos el Camino de la Luz, es decir, de la humanización de la persona y del mundo. Esa es la realidad, bien racional y bien concreta. La cruz NO es el altar en que se ofrece al Padre la víctima propiciatoria para el perdón de los pecados . Sigue siendo doctrina judía. Ni existe un mediador que arranca con su sacrificio la redención y regeneración del género humano (un Dios mediando ante Dios… ¡Hum...! Pura complejidad mental de los hombres complicados). La Cruz es el símbolo y resumen de la "escala de luz" que el Hijo ha desplegado hasta el pozo de degradación en que el Hombre estaba (y está) metido. Solo se regenera y salva quien hace el esfuerzo de subir por esa escala. Ni sacrificios, ni méritos, ni pagos. ¡Puro amor gratuito de un Dios Amor que se abaja para cogernos de la mano! El dolor de la cruz nunca fue querido por el Padre, fue (y es) la perversión humana la que inventó la injusticia y la tortura, que el Padre tuvo (y tiene) que "soportar" para no eliminar nuestra libertad asesina. Porque Dios nunca se desdice y siempre respeta su obra. Por eso el dolor de la cruz NO salva, lo que salva es el mantenimiento de una esperanza luminosa y sanadora aún en el túnel del dolor irrem ediable . Es la "espiritualidad de Cristo", su esperanza, sus valores, su solidaridad con el que sufre, el contenido de su predicación, lo que puede sanarnos y librarnos de la degradación. Bastaría mirar la realidad para darnos cuenta de qu e no estamos redimidos , ni global ni personalmente. Solo la adhesión e inmersión en esa "espiritualidad de Cristo" (eso representa el signo del Bautismo) nos puede redimir, nos puede transformar, nos puede humanizar. ¡Cuánto deberíamos repetir esta verdad! Cuando los curas abusan de fórmulas prefabricadas e inmóviles, pueden caer en la paradoja de darnos una religión vacía, sin espiritualidad . Lo que hace una religión (continente) sólida, útil y luminosa es su espiritualidad (contenido), es decir, sus valores reales, no su parafernalia. ¡Por favor, no nos deis conservas caducadas! ¡Dadnos valores positivos, esperanzadores, regeneradores, evangélicos! ¡Dadnos vida! Finalmente, es imposible "amar a Dios sobre todas las cosas" sin conocerle, al menos de

oídas. Ya decían los escolásticos: "nihil volitum quin precognitum" (nada puede ser querido que no sea antes conocido). Por eso la regeneración (redención) que nos trae Cristo empiez a con la revelación del Rostro de Dios , única manera de motivarnos a emprender el Camino que conduce hasta Él y nos salva, es decir, nos hace humanos. Por desgracia, la complejidad de los doctores de todos los tiempos ha esparcido mucha niebla sobre ese Rostro, hasta el punto de

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presentarnos un fantasma cruel y atemorizante, con vestimenta judía, capaz de sacrificar a su propio Hijo al estilo de Abraham. Nos han empujado a seguirlo por temor y con horror, en vez de motivarnos a "buscar" el Rostro luminoso que nos reveló Cristo, atraídos por su amor y su luz. La pregunta terrible que late en el subconsciente de los cristianos es: ¿Si nuestro Dios fue capaz de sacrificar a su Hijo inocente por nuestros pecados, qué no hará conmigo pecador? Si encima se insiste en que lo hizo por amor a los hombres, entonces te inundan la perplejidad

y el crujido del sentido común ante afirmación tan irracional. No es de extrañar que muchos huyeran (y huyan) de ese "dios". Tampoco es extraño que en nuestros días algunos publiciten: "Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida". ¡Tienen razón, ese "dios sádico" del que huyen, no existe! A lo largo de la Historia, la persona de Cristo y su revelación, junto con la asistencia del Espíritu y su caudal de dones -como

Él prometió- ha sido capaz de encender el amor al Padre en muchos corazones sencillos y sinceros, al margen de las erróneas contorsiones mentales de la "tradición de barro". Ahí están multitud de Santos para confirmarlo. No adelantaré más. En la meditación próxima expondré los argumentos que han llevado a este misionero virtual a estas certezas, e insistiré en otras nacidas del sentido común y no de complicadas elucubraciones, impuestas por largo tiempo.

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Ni salvados, ni redimidos III (¿Por qué se hizo hombre?)

Durante siglos nos han enseñado que el pecado del hombre causó una ofensa infinita a Dios . Siendo el hombre un ser finito, no podía reparar esa ofensa infinita. Era preciso alguien infinito para satisfacer el honor de Dios . Por otro lado, al haber sido cometida la ofensa por

el hombre, tenía que ser reparada por un hombre. Eso explica que Jesús (Dios y hombre) se encarne, muera y merezca con su muerte (sacrificio con valor infinito por tratarse de un ser infinito) la reconciliación con Dios. Al quedar pagado el justiprecio por todos nuestros pecados, quedamos redimidos y los cielos abiertos. Se me ponen los pelos de punta al recordar esta nefasta doctrina que ha durado siglos, ha denigrado el rostro de Dios revelado por Cristo y ha causado tanto temor. Bajo ella laten los conceptos de "culpa" y "expiación" judaicos de los que estaba impregnado Pablo y con los que, a veces, salpica sus cartas. La superada "interpretación literal" de la Escritura nos permite ahora distinguir el diamante (Palabra de Dios) de los defectos causados por

su tallador (el escritor sagrado). No podemos olvidar que los autores del Nuevo Testamento eran judíos. Es normal, por tanto, que su mentalidad judía esté presente en sus escritos. Algo que es imprescindible considerar a la hora de interpretar. En el siglo XI san Anselmo, influido por la literalidad de la Escritura y el ambiente feudal de su época, escribió la teoría de la Redención que he resumido. La recogió después Tomás de Aquino y se ha ido trasmitiendo por generaciones. Ahora los teólogos la rechazan, pero no se hace lo necesario para informar a los creyentes y borrar del subconsciente colectivo esa trágica teoría. Cuando se descubre un error, lo lógico es corregirlo inmediatamente. Sin embargo, determinados textos oficiales, la liturgia y algunas predicaciones siguen reflejando esa deplorable historia del pasado. A esto hay que añadir la insistencia de algunos en considerar como prueba de santidad o camino de santificación la "masoquista autoagresión" de muchos santos del pasado. La explicación histórica de esas bien intencionadas "aberraciones" son una consecuencia más de la "expiación" judaica y la antigua teoría de la Redención. Si el Señor mereció nuestro perdón por el doloroso derramamiento de su sangre, los santos pretendieron imitarle, convencidos de que el "dolor" y la "sangre" eran ofrenda grata a Dios, reparación de los pecados propios y ajenos, además de mérito para obtener la conversión de los pecadores. Su rígida y acrítica fidelidad a "lo establecido" les impidió preguntarse: ¿Qué "dios" se alimenta de dolor y sangre? Hoy podemos responder: ¡Desde luego un ídolo ancestral, nunca el Padre revelado por Cristo! Todo esto, que para mí es una evidencia interior, debiera ser publicado y divulgado por nuestros dirigentes. Pero parece que ellos no comparten que "rectificar es de sabios". Siguen teniendo un "temor insuperable" a la autocrítica y los pasos adelante. El conservadurismo, disfrazado de tradición, les atenaza. Temen que su autoridad quede mermada por los cambios de rumbo. Piensan y dicen que su sabiduría se identifica con la inmutable e infalible sabiduría de Dios y que son los únicos con tal privilegio. No leyeron la alabanza: "¡Yo te alabo

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Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos!" (Mt 11,25). Tampoco leyeron a san Paulino de Nola: "Estemos pendientes de los labios de los fieles, porque en cada fiel sopla el Espíritu de Dios". Tal vez tampoco oyeron a Juan Pablo II: "La fe no se impone, se propone" y se vive -añado yo- porque "hacer es la mejor forma de decir". Me duele la falta de celo, el inmovilismo, la ausencia de conversión (rectificación) de nuestros responsables. Me duele que al Pueblo de Dios no le lleguen las lu ces nuevas, la liberación del error y del temor . Es éste un tema esencial para los cristianos, es gravísimo no corregir las antiguas explicaciones erróneas. No basta con rectificar en los claustros universitarios. Los fieles tienen derecho a saber la verdad. Aunque… comprendo la pesada inercia de los siglos. Algunos doctores de hoy, como los de ayer, son expertos en construir torres de Babel con el pensamiento, en hacer encaje de bolillos con la razón. El error surge al apartarse de la realidad, al barajar fantasmas. Esos cerebralismos, esos despegues de la realidad -inscrita en el corazón y recogida en el Evangelio- dibujaron un "dios sádico" a ras de los dioses

mitológicos, capaz de desangrar a su hijo para darse a sí mismo una reparación. ¡Qué barbaridad! ¡Rechazo pública y firmemente ese "dios falso" y esa "redención mercantil"! ¿Qué ceguera nos impidió ver esa terrible idolatría? ¡Perdonadme, hermanos míos, perdonadme! Sé que algunos se turban ante estas expresiones fuertes y hasta tienen la tentación de condenarme. ¡No puedo evitarlo! Es así como brotan de mi evidencia interior y no puedo ocultarlo, puesto que a vosotros me estoy confesando. Alguien me empuja y es imposible resistirse, aunque sepa que algunos me acusarán y me

rechazarán… En el fondo de ese geiser, que no puedo contener, se oye la voz del manantial: "el celo de tu casa me devora" (Jn 2,17). ¡Perdonadme, por favor! ¡No me leáis si lo que digo os incomoda! Pero seguid leyendo si soportáis cuestionaros since ramente . ¡Hay que despertar de esas negras "tradiciones de barro" que nos han mantenido en la oscuridad! La Revelación es como la aurora, va creciendo en nosotros progresivamente a medida que nos dejamos inundar. A mí me costó años de búsqueda llegar hasta aquí. Ahora no tengo más remedio que caer de rodillas -yo pecador- y seguir gritando: ¡Me adhiero al Padre revelado por Jesús en la paráb ola del hijo pródigo! ¡Creo en el Dios Amor que no necesita para perdonar ni pagadores, ni justificadores, ni expiaciones, ni holocaustos, ni sacrificios! ¡Espero ser eternamente feliz abrazando algún día al que ahora me abraza en secreto! Mi Dios -el que me recrea, me empuja y me acompaña- es fina lluvia templada que se derrama constantemente sobre sus sedientas criaturas. Es el calor que necesita mi piel, la luz que ansían mis ojos, la música que sosiega e inunda mi ser. Es el perfumado horizonte de flores que busca mi corazón. Es la Felicidad plena que creó al hombre para hacerle partícipe de su felicidad. Es pura Gratuidad que no espera respuesta , sólo anhela que su regalo haga feliz al otro. No hay precios que pagar, no hay expiaciones que colmar. ¿Entonces, la venida de Cristo para qué? ¿Cur Deus homo?, se preguntó san Anselmo en su libro y otros muchos después, tal vez

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desde la cabeza pequeñita más que desde el corazón. Encontré la respuesta, sin saber que existía la pregunta, en el rincón de la capilla donde hago mi oración diaria: ¡Para que no perdamos el regalo! ¡Para que no suframos destruyén donos unos a otros! ¡Para que no mendiguemos comida de cerdos teniendo un Padre millonario! Dios nos creó libres "a su imagen y semejanza" (Gen 1,26), pero elegimos emplear ese don contra nosotros mismos. Huimos de nuestra humanidad y nos convertimos en alimañas ("homo homini lupus", el hombre es un lobo para el hombre, decía ya el comediógrafo Tito Marcio Plauto allá por el 200 a.C.). Contagiamos nuestras erradas decisiones a las generaciones siguientes (pecado original). Y nos fuimos hundiendo en la violencia, el temor, la oscuridad y la desesperación. El Amor gratuito de Dios no podía quedar indiferente y decidió "recrearnos", enseñarnos a ser humanos. Para eso viene el Hijo del Hombre, el modelo, para devolvernos nuestra identidad y, con ella, el mapa de la felicidad . Lo dice Juan maravillosamente: "Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16). Creer significa confiar, seguir, adherirse a la persona y al mensaje. Tener vida significa crecer, realizarse, avanzar hacia la felicidad para la que fuimos creados. Por eso la salvación no está en la cruz, sino en el seguimiento del Salvador: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). La cruz no es "causa" de nada sino "consecuencia" y máximo ejemplo de ese camino, esa verdad y esa vida. La redención no es un automatismo mágico, mítico o abstracto . Por eso las teorías, las doctrinas o las afirmaciones grandilocuentes NO salvan. Por eso NO existe un "título de redimido". Solo existe la libre opción de "adherirse" al programa del Redentor . De caminar sobre ese Salvador amante, que se tira al suelo de nuestro abismo, para convertirse en puente desde nuestra animalidad a la humanidad soñada para nosotros, a la "imagen y semejanza" que tanto nos cuesta reconocer y encarnar. Él nos reveló un Rostro en quien confiar y se convirtió en Camino para el encuentro. Él vino a iluminar las tinieblas de este mundo , a abrirnos los ojos, a tomarnos de la mano y convertirse en nuestro lazarillo por puro amor, por pura gratuidad. Lo dice expresamente el cántico de Zacarías: "Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar

nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,78). ¿Tan difícil nos resulta creer en un Dios perdidame nte enamorado de sus criaturas? ¿Un Dios hecho manos para sostener nuestra inseguridad, hecho peregrino para acompañar nuestro camino, hecho sol para iluminar y calentar nuestras vidas; un Dios que clama por sus criaturas hasta el punto de "correr el riesgo" de humanarse para enseñarnos a ser humanos?

Ciertamente se arriesgó a desembarcar, revestido de nuestra fragilidad, en este "planeta de los simios" para acelerar nuestra evolución y mostrarnos el cam ino de la plenitud humana . En vez de escucharle, le matamos para defender nuestra rígida ignorancia religiosa y le acusamos de blasfemo por presentarnos al Dios Amor. Lo dejó escrito Juan: "Y la Palabra era Dios… Ella contenía vida y esa vida era la luz del hombre; esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han comprendido" (Jn 1,1). A veces, cuando medito estas cosas, me asalta la congoja: ¿Y qué estamos haciendo hoy en nuestra Iglesia?

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Ni salvados, ni redimidos IV (¿Por qué la pasión y muerte?)

¿Y la pasión y muerte? De ninguna manera son divinas, ni sagradas. Son hechura de nuestras manos asesinas, como lo son las "crucifixiones" a que sometemos hoy a tantos hermanos nuestros. Son nuestra terrible respuesta al que viene a ayudarnos. Nos lo escribió Juan: "La luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, estaba llegando al mundo. En el mundo estuvo y, aunque el mundo se hizo mediante ella, el mundo no la conoció. Vino a su casa, pero los suyos no la recibieron" (Jn 1,9). Lo cuenta el mismo Jesús en la "parábola de los viñadores homicidas" (Mt 21,33). No existe una cruz redentora querida por Dios . Él aborrece el sufrimiento de su Hijo y de sus hijos. Existe el horror de la cruz con la

que aplastamos al Justo, al Bueno, al Pacífico, en contra de la voluntad de Dios, para proteger -terrible y vergonzante paradoja- la religión. (Los religiosos de hoy deberían meditar seriamente esta historia). Ante nuestra libertad criminal, Dios pudo quitárnosla de un plumazo: "¿Crees que no puedo pedir ayuda a mi Padre que me enviaría doce legiones de ángeles?" (Mt 26,53). Hubiese sido la destrucción del hombre porque sin libertad dejamos de ser humanos. Su obra creadora hubiese fracasado. La respuesta no fue fulminarnos sino enseñarnos, cogernos de la mano. Y ahí entra la pedagogía del Crucificado : "vencer el mal con abundancia de bien" (Rom 12,21). Ante esa atrocidad de nuestra libertad deicida, Él certifica con su sangre el contenido de su predicación, los valores que mantuvo siempre , incluso ante una muerte atroz: paz, amor, verdad, confianza, bondad, perdón, fortaleza, oración, aceptación… Y se convirtió así en ejemplo, en camino, en luz y en fortaleza para tantos mártires posteriores y para todos los que hoy pretendemos seguirle. La muerte del Señor no tiene ningún sentido expiato rio, ni salvífico, ni sacrificial, ni perdonador . Eso es colgarle a Dios nuestro crimen, como si Él nos exigiera la sangre de su Hijo para perdonar y salvar. ¡Qué atrocidad! El Padre, que yo vislumbro, nos tiene perdonados desde la eternidad. Lo que quiere ("su voluntad") es que nos abramos a ese perdón, soltemos nuestros fardos y caminemos ligeros a su encuentro. Él no busca "sacrificios ni ofrendas" sino adhesión a su Hijo , al Santo, al Modelo, porque esa adhesión nos lleva hasta la felicidad ofrecida, hasta nuestra Casa. ¿Cómo hemos podido quedarnos en el madero, fabricado por manos asesinas, y perder de vista la adhesión al Crucificado , a su doctrina, a sus actitudes, a su ejemplo? ¡Esto es lo que nos salva y no el madero! Cuando Pablo dice: "Completo en mi carne lo que falta a la cruz de Cristo" (Col 1,24) no está hablando de dolor y sangre. Lo que le falta a la cruz es tu adhesión y la mía, mi constancia y la tuya en el seguimiento al Crucificado . Lo mismo ocurre con la manida y mal interpretada frase: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16,24 y Sinopt.). Tampoco es invitación a un dolorido y sangriento sacrificio. Hemos exagerado hasta

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el extremo la llamada al dolor y la sangre queriendo saciar "el hambre de Dios". ¿Qué dios -lo repito- se alimenta de dolor y sangre? Con esas palabras nos está llamando al equilibrio de nuestra parte animal, al abandono de los espejuelos, al lógico esfuerzo de la adhesión y el seguimiento , a la lucha por la felicidad ofrecida. Cualquier padre humano recomienda lo mismo. Y cualquiera que haga oración profunda sabe del gozo de la adhesión porque ya late en el fondo de nuestro hambriento

corazón. ¿Dónde está, si no, la buena noticia? Los humanos estamos programados para la felicidad , es irremediable que la persigamos. Lo dramático es que creamos -conscientes o inconscientes- que está en la satisfacción animal. Por eso el Señor nos abre los ojos y nos señala el gozoso camino de la felicidad auténticamente humana , la que nos llena y satisface plenamente. ¡Pregúntale a la Samaritana! En resumen, la pasión y muerte son el testimonio extremo y la coherente consecuencia final de un Camino, una Verdad y una Vida, la "Vida de Dios", el "Reino", que Él nos reveló y al que vino a llamarnos. Contra esa liberadora y gozosa vida nueva se levanta -ayer como hoy-

el "mal religioso" (cerrazón, complejidad, inmovilismo, fanatismo, coacción, violencia… "ni entran ni dejan entrar", ni viven ni dejan vivir), aliado con el "mal político" (dominación e injusticia flagrante). Su preciosísima sangre no nos salvó, se la arrancamos nosotros, asesinos, violentos, torturadores, ciegos... Lo que nos salva es nuestra adhesión al Crucificado , real y concreta, aquí y ahora, hasta el punto de llegar a derramar -si llega el caso- hasta la última gota de nuestra sangre por comportarnos como Él, por imitar su modelo de humanidad, por abrazar la verdadera felicidad que nadie nos quitará. ¿Cómo no hemos acertado a comprender todo esto? Tiene razón el acusador de mi sueño: "Vosotros estáis con Cristo más para venderle que para comprarle". Muchas veces nos quedamos en la sensibilidad y el dolor de la cruz, nos estremece tanta crueldad. Pero no profundizamos en las lecciones que en ella nos d ejó el Crucificado . En la cruz existe un lúgubre ANVERSO : Es el instrumento de tortura abominable con que el "mal religioso" y la masa ciega condenan al Justo (una vez más matamos a los profetas...). Convertir el patíbulo en fetiche salvador es pura idolatría. De este ANVERSO se deduce que no podemos ser promot ores de atormentadas cruces , ni para nosotros mismos ni para los demás, sino sembradores de la dulzura, la paciencia y el perdón del Crucificado. En este ANVERSO vemos, cara a cara, la crueldad y el d olor a que nos lleva la deshumanización . Y podemos oír al Crucificado gritarnos: ¡No sembréis el mundo de dolor! ¡Por aquí no! Sin embargo, la "mentalidad judía" de los primeros cristianos lo entendió justo al revés. Y ha ido goteando durante siglos por la interpretación literal, el inmovilismo acrítico y la coacción religiosa. Repitiendo y repitiendo hemos llegado hasta hoy cantando la "expiación redentora" y la "feliz culpa", a pesar de que muchísimos católicos -clérigos y laicos- caminan ya, desde hace mucho tiempo, por la interpretación que estoy intentando balbucear. ¡Cuánto necesitamos meditar esta realidad y olvidarnos del "dios sádico" que reclama dolor y sangre para perdonar y meritar! Especialísima reflexión deberían hacer los religiosos, hacia dentro de sus propias comunidades, y cuantos tienen la misión de apacentar al Pueblo de Dios,

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porque "nadie da lo que no tiene". ¡Cómo no acertamos a ver en la cruz nuestra espeluznante obra torturadora , repetida a lo largo de los siglos con el mismo falso argumento: "la voluntad de Dios"! ¿Qué voluntad y qué dios? Pero la Cruz -con toda lógica "escándalo para los judíos y necedad para los griegos" (1Cor 1,23)- tiene un REVERSO luminoso que se nos resiste, lo mismo que a judíos y griegos: La Cruz es la síntesis de los valores del Crucificado , de todo aquello por lo que se deja matar. Por eso es el símbolo de los cristianos, el resumen de toda su doctrina . Por eso no puede llamarse cristiano el que porta o besa una cruz, se cree salvado, repite unos ritos, pero no se conduce de acuerdo a los valores implícitos en ella. Porque no es el símbolo lo que salva sino el testimonio de lo que simboliza . La Resurrección probará que esa opción, esos valores, son el camino de la felicidad y triunfo definitivos. Y le llamamos Redentor porque ciertamente nos redim e de nuestra ceguera, de nuestros temores, de nuestra desesperanza, de nuestro fracaso como seres humanos. Su dolor resucitado, además de certificar el Mensaje, es consuelo y esperanza para los que sufren, en cualquier época, bajo las garras del mal: "No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero

no pueden matar el alma" (Mt 10,28). "Como Él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella" (Heb 2,18). El corazón maternal de Dios no podía renunciar a su deseo de hacernos felices . Ésa es la finalidad de la Creación, de la Encarnación y de la Redención. Ése es el regalo de su Gratuidad. Quien estúpidamente lo rechaza en esta vida tendrá que rehabilitarse en la otra, tendrá que hacer la dolorosa gimnasia de convertirse en humano y sufrir indeciblemente al darse cuenta de que rompió su décimo premiado y tiene que volver a empezar.

La posibilidad de ser feliz está indisolublemente ligada a la naturaleza humana. Un animal podrá estar satisfecho pero no feliz. Nadie que renuncie a la "imagen y semejanza", inmersa en su humanidad, podrá encontrar la felicidad. Por eso "la parábola del hijo pródigo" -síntesis de todo el Evangelio- es una historia de gratuidad, libertad errada y felicidad recuperada: "volveré junto a mi padre" (Lc 15,18). Ni salvados, ni redimidos… de esa manera que aprend imos , porque la redención no es la sangrienta teoría estática, abstracta, comercial y milagrera que nos explicaron. La Redención -con mayúscula- es la fuerza dinámica del propio Cristo, encarnado , muerto y resucitado "para" nosotros y "por" nosotros . Él es el Camino que hay que andar, la Verdad que hay que descubrir y la Vida que hay que desarrollar. Y no solo para alcanzar la felicidad de allá sino la de acá, en la medida de nuestra capacidad. La "paradoja de la Cruz" es que nos señala precisamente el remedio para disminuir el dolor de este mundo (recuérdese la serpiente de bronce). El dolor de la cruz y su origen es lo que hay que EVITAR. La Luz de la Cruz es lo que hay que IMITAR. ¡La Redención viva, actual y verdadera, está planta da por Cristo, es el mismo Cristo! Pero somos nosotros los que tenemos que hacerla realidad en nuestra persona, en nuestro tiempo y en nuestro mundo. Es delante de nosotros donde está la Redención y no detrás, porque delante de nosotros camina el siempre Primero . En sus huellas -traspasadas por nuestro pecado- está la Salvación. Ahí están las dinámicas "parábolas del reino" para ratificarlo. Ni salvados, ni redimidos… de esa manera que nos co ntaron, pero SÍ iluminados, amados, llamados, atraídos, esperados y abrazados . ¡Esa es la Redención real, concreta,

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viva y actuante! ¿No es para volverse loco de alegría y pegar el aleluya hasta en el carnet de identidad? Y, si hablamos de salvación eterna, debo "dar razón de mi esperanza" (1Pe 3,15): ¡Sí, salvados, salvados TODOS desde la eternidad porque el Amor no puede hacer otra cosa que salvar! El Señor vino a cogernos de la mano para guiarnos por la Luz y alejarnos del dolor, para que consigamos la salvación en primera convocatoria y vivamos felices. Esa es la "buena noticia", lo totalmente real, entendible y veraz porque coincide con lo que intuye nuestro corazón, sin tanto laberinto como algunos "profesionales de la religión" han construido. De ti depende caminar el Camino de tu redención, de tu salvación, de tu humanización, de tu felicidad y dejarte acompañar -como en Emaús- por la dulce compañía del Amor mismo. "A los que la recibieron (la luz de la Palabra) les hizo capaces de ser hijos de Dios" (Jn 1,12). Por tanto es la adhesión a la Luz la que nos hace hijos, no l a cruz . Eres tú el que has de abrirte a recibir esa Luz, caminar hacia tu plenitud (redención) y no dejar de buscar ese Amor gratuito que te llama "hijo", hijo querido. También puedes alejarte, despreciar "tu herencia" y hacer la experiencia de sobrevivir pasando hambre entre los puercos. ¡Es cosa tuya! Ése es el misterio de la libertad y de la redención. El Camino está trazado y bien iluminado, de ti depende tomarlo o rechazarlo. Cuando decidas tomarlo, Él siempre te acompañará con abrazos florecidos y besos horneados.

ORACIÓN: ¡María, hermana y madre nuestra! Enséñanos a podar las ramas secas, a abandonar las rigideces de las estructuras mentales, a caldear la frigidez del corazón. Tú, mejor que nadie porque lo expresaste en el "magníficat", sabes que la religión no es cárcel lóbrega y coaccionadamente ordenada, sino un soleado horizonte que nos invita a buscar gozosamente las huellas de tu Hijo. Tú, la mujer equilibrada, madura, libre y entregada, enséñanos a liberarnos de nuestras cegueras, a salir de nuestras parálisis, a sanar nuestras lepras para no contagiar los corazones limpios de nuestros

hermanos. Enséñanos a saborear la libertad gozosa de los hijos de Dios. Aléjanos de la alargada y oscura sombra de la cruz porque en la sombra no está el Crucificado. Muéstranos la Luz de la Cruz resucitada, nudo gozoso de adhesión a tu Hijo y a tus hijos, nuestros hermanos. Muéstranos de nuevo a tu Hijo vivo para que podamos hallar el verdadero rostro del Padrecito Dios. ¡Virgencita nuestra, acompaña a tus hijos peregrinos, buscadores de paz, amor y felicidad verdadera! Amén.

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P.D. En resumen: Ha habido dos intenciones claras en esta larga meditación sobre la Redención: 1) Rechazar rotundamente la "teoría de la expiación" , incrustada todavía hoy en los textos y liturgias oficiales, además de en muchísimas conciencias. Bastará escuchar lo que se dice todavía hoy en nuestras iglesias para comprobarlo. 2) Descender a la REALIDAD para hacer ver que la Redención no es un antiguo milagro puntual, teórico y cerrado, sino una LLAMADA que se puede seguir o rechazar. He aquí un texto que hemos leído hace muy pocos días y que ratifica esa realidad: "Yo, el Señor, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano y te he formado, te he puesto como alianza del pueblo y luz de las naciones, para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven en tinieblas… Guiaré a los ciegos por caminos que no conocen, por senderos ignorados los haré caminar; ante ellos cambiaré las tinieblas en luz, y en llano el terreno pedregoso. Todo esto es lo que voy a hacer y lo haré sin falta" (Is 42,6) Alguna BIBLIOGRAFÍA: - Cristología para empezar , librito de José R. Busto Saiz (Jesuita, Teólogo, Rector de la Universidad de Comillas). Editorial Sal Terrae.

- El dios "sádico" , François Varone (Sacerdote, Teólogo, fue Rector del Seminario de Sion en Friburgo). Editorial Sal Terrae.

Cita de comienzo del libro: "Dios no sólo reclama una nueva víctima, sino que reclama la víctima más preciosa y querida: su propio Hijo. Indudablemente, este postulado ha contribuido, más que ninguna otra cosa, a desacreditar al Cristianismo a los ojos de los hombres de buena voluntad en el mundo moderno" (René Girard, "De choses cachées depuis la fondation du monde" - pag. 206).

- Matar a nuestros dioses , José María Mardones (Marista, Teólogo y Sociólogo). PPC. Madrid 2006.

- ¿Qué Dios y qué salvación? , Enrique Martínez Lozano (Sacerdote, Teólogo y Sicólogo). Desclée De Brouwer.

- Introducción al Cristianismo , Joseph Ratzinger (Sacerdote, Obispo, Teólogo y hoy Papa). Internet. (Si alguien lo quiere puede pedírmelo directamente).

Jairo del AguaJairo del AguaJairo del AguaJairo del Agua http://blogs.periodistadigital.com/jairodelagua.php

El autor o

o

Jairo del Agua es escritor, católico, laico, padre de familia, orante por vocación y

enamorado del Pueblo de Dios, es decir, de la Iglesia. Prematuramente retirado de

sus funciones directivas en una empresa multinacional, se dedica ahora -casi

exclusivamente- a lo que él llama su "misión virtual": la ayuda a otros a través

de sus artículos y charlas, además del acompañamiento personal a quien se lo

solicita.

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Aspira a la "sabiduría de los sencillos", aunque cuenta con una amplia formación universitaria y una

sólida andadura espiritual. Sus pasiones son la búsqueda del verdadero rostro del Padre y el amor a su

Pueblo. El resultado lo comparte sin ningún pudor y con total transparencia en sus artículos, que él llama

"confesiones de un católico en proceso de conversión".

La formación que más le iluminó y transformó en su edad adulta -nos cuenta- fue la Sicopedagogía del

Crecimiento, porque le ayudó a comprender, actualizar y "encarnar" su larga búsqueda espiritual. La

Sicología -dice- es herramienta esencial para la arcilla humana y la oración profunda es el horno.

Le preguntamos por su motivación para abrir este Blog. La respuesta es inmediata y rotunda: "la misma por la que hablo y escribo: hacer el bien, ayudar al crecimiento humano y cristiano de los que

buscan sinceramente".

En este Blog podréis seguir sus artículos sobre varios temas y, en especial, sobre una religión

humanizadora, positiva, luminosa y alegre que es, según Jairo, la que mana del Evangelio.

¡Bienvenido a bordo! ¡Que se cumplan tus deseos!

____________________________________

.Observaciones del autor:

Este no es un Blog al uso. Aquí no veréis noticias o chismes eclesiales, ni comentarios de actualidad, ni historietas personales, ni erudiciones sabias, ni comentarios sublimes. Solo encontraréis sencillas reflexiones -meditaciones las llaman algunos- sobre temas esenciales de la vida: religión, matrimonio, familia, educación y trabajo, resumidas para vosotros por un buscador sincero. Tal vez añada algunas colaboraciones, muy seleccionadas, de terceras personas que escriben también desde el corazón y la experiencia. Por tanto, no es un Blog para ojear sino para leer sin prisas, dispuesto a dejarse desinstalar y a disfrutar desde el fondo. Lo que aquí encontraréis serán ralladuras de vida, por si os ayudan a reconocer un camino de humanización personal y social.

Me considero un modesto "aguador" que suministra gratuitamente un vasito de agua limpia y fresca a quien va de camino. O un "coleccionista de rayitos de luz" que alberga la secreta esperanza de que alguno ilumine conciencias y suavice heridas. Poca cosa, pero es lo máximo a que podemos aspirar los seres mínimos e ignorantes. ¡Ojalá este Blog te aporte luz, agua y color, es decir, vida! __________________________________________________________________________ .

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