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UNIVERSIDAD PONTIFÍCIA COMILLAS Departamento de ciencias humanas y sociales Máster en Filosofía: Humanismo y Transcendencia TRABAJO FINAL Asignatura: Religión y ciencia Alumno: Celestino EPALANGA MAYO 2015. VERDAD CIENTÍFICA Y FE CRISTIANA EN JOHN F. HAUGHT. ¿Qué es ciencia y qué deja de serlo? Tras siglos de debate, filósofos y científicos tienden a consensuar que no hay consenso. Sin embargo, el Instituto Konrad Lorenz de Viena acaba de publicar, en su revista sobre cognición y evolución, un trabajo con un título provocador: Sobre la existencia y unicidad del método científico 1 . Comprender la realidad es el fin último de la ciencia, y en esta premisa existe un acuerdo común unánime. De ahí se infiere que los conceptos de partida son tres: la realidad, la comprensión y, entre ambos la observación. Tres son también las hipótesis de trabajo que encuadran tales conceptos y tres son asimismo los principios del método que se fundamentan en aquellas. De ahí la pregunta: ¿sólo es ciencia lo que es compatible con los tres principios fundamentales del método científico: el de objetividad, el de inteligibilidad y el dialéctico? 1 Biological Theory, vol. 9, N 0. 4, abril de 2014. 1

Verdad científica y Fe cristiana

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UNIVERSIDAD PONTIFÍCIA COMILLAS

Departamento de ciencias humanas y sociales

Máster en Filosofía: Humanismo y Transcendencia

TRABAJO FINAL

Asignatura: Religión y ciencia Alumno: Celestino EPALANGA

MAYO 2015.

VERDAD CIENTÍFICA Y FE CRISTIANA EN JOHN F. HAUGHT.

¿Qué es ciencia y qué deja de serlo? Tras siglos de

debate, filósofos y científicos tienden a consensuar que no

hay consenso. Sin embargo, el Instituto Konrad Lorenz de

Viena acaba de publicar, en su revista sobre cognición y

evolución, un trabajo con un título provocador: Sobre la

existencia y unicidad del método científico1. Comprender la realidad es

el fin último de la ciencia, y en esta premisa existe un

acuerdo común unánime. De ahí se infiere que los conceptos

de partida son tres: la realidad, la comprensión y, entre

ambos la observación. Tres son también las hipótesis de

trabajo que encuadran tales conceptos y tres son asimismo

los principios del método que se fundamentan en aquellas.

De ahí la pregunta: ¿sólo es ciencia lo que es compatible

con los tres principios fundamentales del método

científico: el de objetividad, el de inteligibilidad y el

dialéctico?

1 Biological Theory, vol. 9, N0. 4, abril de 2014. 1

Nos proponemos reflexionar sobre la verdad científica

y fe cristiana en John Haught, catedrático de «Ciencia y

religión» y experto en teología sistemática de la

Universidad de Georgetown. Verdad científica y fe cristiana

es el décimo capítulo de su obra Cristianismo y ciencia: hacia una

teología de la naturaleza2. En esta obra, el objetivo del autor

versa en el diálogo entre Ciencia y Teología Natural.

Además, reflexiona sobre la verdad en las ciencias y en la

religión, sobre la esperanza, el Misterio, la revelación,

la creación o la muerte, todo ello en el diálogo con las

ideas de evolución, naturaleza, cosmología o vida.

El objetivo de este trabajo es, a la luz de la

propuesta de J. Haught, atender la relación entre ciencia y

fe cristiana, en definitiva, entre filosofía y teología.

Dicho más claramente, abordaremos la cuestión de la verdad

tanto en las afirmaciones de la revelación cristiana como

de la verdad científica basándonos en el capítulo décimo de

la obra anteriormente mencionada. En efecto, nuestro

trabajo tendrá dos partes: la primera parte consistirá en

reflexionar sobre la relación entre las ciencias de la

naturaleza y la fe cristiana y la segunda acerca de la

relación entre la filosofía y la teología dogmática.

A. CIENCIA Y RELIGIÓN

1. ¿Cómo relacionar hoy la fe y la ciencia?

2 J. HAUGHT, Cristianismo y ciencia: hacia una teología de la naturaleza, Sal Terrae,Santander 2009 [orig.: Christianity and Science. Towards a Theology of Natureeditado por Orbis Books, Maryknoll, New York en 2007.

2

Durante siglos, científicos, filósofos, teólogos y el

público en general han compartido numerosas cuestiones en

torno a las consecuencias de los descubrimientos

científicos para la fe religiosa. En efecto, mucho se ha

escrito sobre la relación entre la religión y la ciencia.

El físico nuclear y teólogo I. Barbour en su obra El

encuentro entre ciencia y religión: ¿rivales, desconocidas o compañeras de

viaje?3, propone cuatro formas de relacionar la ciencia y la

religión: conflicto, independencia, diálogo e integración.

A estas cuatro categorías, el catedrático emérito de

geofísica de la Universidad Complutense de Madrid Agustín

Udías Vallina añade una quinta: la complementariedad, que

según él «se situaría entre el diálogo y la integración»4.

Así, como dice muy bien P. Phan, «la relación entre ciencia

y cristianismo forma parte de la historia más abarcante de

la interacción entre razón y fe o entre filosofía y

teología, aunque no pueda reducirse a ésta»5.

Al respecto, afirma I. Barbour: «el primer encuentro

de la religión con la ciencia moderna en el siglo XVI fue

muy cordial. La mayoría de quienes pusieron los cimientos

de la revolución científica eran piadosos cristianos»6. Sin

embargo, los nuevos descubrimientos científicos

cuestionarán muchas ideas religiosas clásicas. Estos

descubrimientos han cambiado la relación entre la religión

3 Cf. I. G. BARBOUR, El encuentro entre ciencia y religión: ¿rivales, desconocidas ocompañeras de viaje?, Sal Terrae, Santander 2004. 4 A. UDÍAS VALLINA, Ciencia y religión: Dos visiones del mundo, Sal Terrae,Santander 22010, 88. 5 Véase el prólogo de P. Than en J. Haught, o. c., 9.6 I. G. BARBOUR, o. c., 11.

3

y la ciencia. En efecto, los naturalistas científicos

niegan que la fe «pueda respaldar la búsqueda de verdad

científica y casi siempre llaman la atención sobre los

diversos modos en que los cristianos se han cerrado en

tiempos modernos a los nuevos descubrimientos científicos,

en especial a los de Galileo y Darwin»7. En definitiva, el

naturalismo científico rechaza las afirmaciones de la

teología y su estatuto cognitivo. A lo largo de este

trabajo vamos a demostrar que la teología tiene que ser

tomada en serio porque tanto la ciencia como la teología se

plantean una búsqueda abierta y crítica de la verdad.

Retomando las cuatro posibles relaciones entre

religión y ciencia que propone I. Barbour, existe un

conflicto entre ciencia y religión cuando la ciencia cae en

el dogmatismo y la religión en el fundamentalismo. El

ejemplo clásico es el materialismo científico y el

literalismo bíblico porque «ambos coinciden en que una

persona no puede creer a la vez en la evolución y en

Dios»8. En definitiva, hay que evitar tanto el

fundamentalismo religioso o el literalismo bíblico como el

dogmatismo científico. Una manera de evitar el conflicto o

los conflictos entre la religión y la ciencia es

desvincular una de otra9, o sea, tratarlos como dominios

separados subrayando las diferencias de lenguaje y de

función existente entre ellas. Otra alternativa es el

diálogo. Dicho más claramente, el diálogo «describe unas

7 J.F. HAUGHT, o.c., 248. 8 I. G. BARBOUR, o. c., 30. 9 Cf. ibid., 38.

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relaciones entre la ciencia y la religión más constructivas

que las que admiten las opciones del conflicto o la

independencia»10. Añade I. G. Barbour: «pero no alcanza el

grado de unidad conceptual que relaman los defensores de la

integración»11. Algunos autores defienden la integración

como el modelo más eficaz en la relación entre religión y

ciencia. Existen tres versiones distintas de la

integración: teología natural, teología de la naturaleza y

la síntesis sistemática12.

En nuestra opinión la religión y la ciencia no deben

ser rivales, ni deben excluirse mutuamente. Como dice muy

bien J. Polkinghorne: «la teología tiene que escuchar el

relato que la ciencia hace de la historia del universo, y

decidir cómo se relaciona con la creencia religiosa de que

el mundo es la creación de Dios»13. La ciencia puede ayudar

la teología a revisar sus afirmaciones sobre la naturaleza

de la realidad. Y, por su vez, el científico necesita la

teología, éste se cuestiona sobre el significado y el

propósito de las cosas. De este modo, tanto la teología

como la ciencia no pueden tener posiciones

fundamentalistas. Porque las posiciones extremas tanto de

la teología como de la ciencia son la base del conflicto

entre la religión y la ciencia. Ante la arrogancia de

algunos científicos fundamentalistas, «la teología de la

naturaleza ha de hacer algo más que buscar el sentido

10 Ibid., 46. 11 Ibid., 47. 12 Ibid., 53. 13 Cf. J. POLKINGHORNE, “El debate ciencia y religión”, 2. Artículo no publicado estudiado.

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teológico de los descubrimientos científicos. Debe

demostrar asimismo que la confianza en el contenido de la

revelación puede, de hecho, sostener a la mente en su

búsqueda de verdad científica»14. En síntesis, la relación

entre la religión y la ciencia debe ir más allá del

diálogo.

2. Del diálogo a la complementariedad

Muchos estudios sobre la relación entre religión y

ciencia «han demostrado claramente que ni el conflicto ni

la armonía reflejan las complejas relaciones entre ciencia

y religión»15. A la pregunta ¿qué tipo de actividad es la

que realizan la ciencia y la religión?, autores como M.

Midgley16 contesta que la ciencia y la religión están en

conflicto y que es la ciencia quien ha ganado la batalla.

Cabe subrayar que aunque la relación de conflicto entre

religión y ciencia sigue viva; sin embargo, no es la única

forma de relación porque hay ejemplos de interacción

positiva entre ellas.

Al respecto, Udías Vallina nos habla del florecimiento

de la astronomía, de las matemáticas, de la medicina y de

las ciencias naturales en la cultura árabe de los siglos

VIII - XIII. Para este autor, «estas ciencias se

consideraban, por un lado, útiles para fijar las fechas y

horas del culto, por ejemplo, y, por otro, como expresión

14 Ibid., 249. 15 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 91. 16 M. MIDGLEY, Science as Salvation, Routledge, London 1992.

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de la alabanza al Dios creador»17. Otro ejemplo sería traer

aquí a colación el desarrollo de la ciencia experimental en

Inglaterra, en los siglos XVII y XVIII. Dicho desarrollo

«fue fomentado por el movimiento protestante, que veía en

la ciencia una forma de dar gloria a Dios y contribuir al

bienestar del hombre»18. En definitiva, no es justo

fijarnos solamente en la Edad Media en que se subraya más

el conflicto entre ciencia y religión.

Sin embargo hay otra manera de mirar cada una de estas

disciplinas lo que «implica algo más que el diálogo o que

explicita las consecuencias del diálogo »19. Se trata de la

categoría de complementariedad propuesta por el teólogo H.

Küng20. El diálogo es capital pero resulta insuficiente ya

que como dice argumenta Udías Vallina «el diálogo debe

estar abierto por ambas partes, pero no tiene las mismas

características en ambos los sentidos»21. Ahora bien,

preguntémonos por la diferencia entre diálogo y

complementariedad. Según el autor que venimos citando, la

diferencia entre estas dos categorías:

«Consiste en que la primera sólo afirma que debe haber unarelación entre las dos en la que se comuniquen, mientrasque la de complementariedad afirma además que ninguna deellas es una visión completa de toda la realidad, y quecada una de ellas se complementa con otra. Lacomplementariedad implica, por tanto, que las visiones dela realidad no serán completas si no incluyen las otras»22.

17 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 92. 18 Ibid., 93. 19 Ibid., 104. 20 H. KÜNG, El principio de todas las cosas. Ciencia y religión, Trotta, Madrid 2007. 21 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 103. 22 Ibid., 105.

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En definitiva, se puede decir que la religión debe

dejarse «iluminar por los conocimientos del mundo que

aportan las ciencias, y el trabajo científico dejarse

impulsar por el sentimiento religioso»23. Porque como dice

muy bien H. Rolston «la ciencia nunca es el fin de la

historia, porque la ciencia no puede enseñar a los humanos

lo que más necesitan saber: el significado de la vida y

cómo valorarlo»24. Pero la religión no explica toda la

realidad. Por tanto, tal como la ciencia está abierta a la

filosofía cuando ésta se confronta con preguntas sin

respuesta científica, del mismo modo, debe abrirse a la

religión.

A continuación, pasamos a presentar algunos teólogos

que han reflexionado acerca de la relación fe y ciencia

dentro del marco de la complementariedad. Destacamos la

aportación de J. H. Newman (1801 – 1890). Este autor trató

de reflexionar sobre la relación entre la revelación y los

descubrimientos de la ciencia natural. El teólogo alemán K.

Rahner (1904-1984) dedicó buena parte de su tiempo a

escribir sobre la relación entre las ciencias naturales y

la fe racional. El teólogo político J. Moltmann se ha

interesado por las analogías de algunas teorías científicas

porque según él, dichas teorías pueden ser una ayuda en la

comprensión de la relación entre Dios y el mundo.

El jesuita canadiense B. Lonergan (1904-1984),

considerado uno de los más importantes pensadores católicos23 Ibid., 106. 24 H. ROLSTON, Genes, Genesis and God, Cambridge University Press,Cambridge 1999, 161-162.

8

del siglo XX, además de reflexionar sobre la comprensión

humana y la estructura cognitiva, también se interesó por

el debate sobre ciencia y cristianismo. El jesuita francés

P. Teilhard de Chardin (1881-1955) es otro ejemplo de

teólogos que ha puesto en diálogo la ciencia y la

revelación bíblica, o sea, desde «los resultados de las

ciencias […], desde la perspectiva del cosmos y de la vida

– a la luz de la revelación bíblica (Cristo como el punto

Omega de la evolución)»25. También merece una mención

destaque la obra del ruso ortodoxo Pavel A. Florenskij

(1882-1937). Este matemático, físico, filósofo y teólogo,

intentó realizar «una síntesis entre espiritualidad y

cultura universal con el objetivo de hacer confluir las

enseñanzas de la Iglesia en una visión filosófica,

científica y artística del mundo»26. Así, se puede afirmar

que la incompatibilidad no corresponde a la naturaleza de

la relaciones entre ciencia y fe. Sin embargo, no se puede

negar las complejas relaciones históricas que han existido

entre ellas.

3. Verdad científica y fe cristiana

En nuestro intento de estudiar la cuestión de la

verdad científica y la fe cristiana siguiendo las líneas

del décimo capítulo de la obra de J. Haught analizaremos

las afirmaciones de los naturalistas científicos acerca de

la teología de la naturaleza; además, hablaremos de la

verdad como valor supremo a la cual científicos y teólogos25 U. CASALE, “Fe y ciencia: ¿una comunicación de saberes?”, en ID.(ed.), Fe y ciencia: un diálogo necesario, Sal Terrae, Santander 2011, 32. 26 Ibid., 33.

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deben someterse. Nos preguntaremos también por el criterio

fundamental de la verdad.

La explicación es para las ciencias naturales y la

comprensión para las ciencias del espíritu27. Sin embargo,

es importante subrayar que dentro de la comprensión hay

también un momento de explicación que nos lleva hacia la

comprensión. Dicho más claramente, la explicación apunta

hacia el ser de lo que acontece, mientras, la comprensión

es la búsqueda de sentido. Tanto en las ciencias naturales

como en las ciencias del espíritu lo que se pretende buscar

es la verdad. ¿Qué es la verdad? ¿Hay una sola verdad? ¿La

verdad está dentro de las cosas? ¿El verdadero conocimiento

se inicia en la experiencia? ¿Sólo la ciencia puede darnos

conocimiento? ¿Antes del desarrollo de la ciencia no había

conocimiento humano? ¿Se puede llegar al conocimiento de la

verdad sólo por medio de la razón y de la experiencia? ¿Qué

entendemos por experiencia? Esta pregunta es fundamental

para el diálogo entre fe y razón. ¿Sólo es verdadero lo que

puede ser demostrado? ¿Hay que pensar la fe siempre en

oposición con la razón? Si admitimos que hay verdades, por

ejemplo, verdad científica, filosófica y teológica, ¿se

puede pensar en una posible contradicción entre dos

verdades? Es obvio que no porque como dice Galileo, «dos

verdades no pueden contradecirse nunca»28.

Desafortunadamente, aún hoy hay científicos

dogmáticos, sobre todo algunos naturalistas científicos

27 Cf. W. DILTHEY, Introduction à l’étude des sciences humaines, PUF, Paris 1942. 28 G.GALILEI, Carta a Cristina de Lorena, Alianza, Madrid 1987, 70.

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ateos, que niegan categóricamente que la fe pueda respaldar

la búsqueda de verdad científica y casi siempre llaman la

atención «sobre los diversos modos en que los cristianos se

han cerrado en tiempos modernos a los nuevos

descubrimientos científicos, en especial a los de Galileo y

Darwin»29. La fe cristiana no consiste en la búsqueda de la

verdad científica sino más bien en la búsqueda de la verdad

de Dios. Hay que entender que no se debe convertir la

ciencia en religión y la religión en ciencia. Al respecto

Udías Vallida mantiene que «la ciencia debe seguir siendo

ciencia, y la religión debe seguir siendo religión, sin

tratar de convertir la una en otra»30.

La afirmación de A. Einstein según la cual «la ciencia

sin religión está coja, la religión sin la ciencia está

ciega»31 tiene que ser tomada en serio. Porque desmiente la

afirmación según la cual la fe es incompatible con la

ciencia, es decir, «la vida de fe nubla la mente hasta el

punto de mantenerla en la oscuridad acerca de lo que en

realidad acontece en el mundo»32, porque Copérnico,

Galileo, Descartes, Newton y Boyle eran a la vez

científicos y devotos teístas. En definitiva, la ciencia no

es la única vía fiable hacia la verdad.

El interlocutor de la ciencia en el diálogo religión y

ciencia es la llamada teología natural. ¿En qué consiste

29 J. HAUGHT, o. c., 248. 30 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 122. 31 A. EINSTEIN, “Ciencia y religión”, en K. WILBER (ed.), Cuestionescuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo, Kairós, Barcelona1984, 161-170. 32 J. HAUGHT, o. c., ibid.

11

esta dicha teología? La teología natural consiste en el

desarrollo metodológico de los caminos que señalan al Dios

que se revela tanto en el hombre mismo como en la

naturaleza33. De este modo, a los naturalistas científicos

que exigen que la teología de la naturaleza haga algo más

que buscar en sentido teológico de los descubrimientos

científicos, o sea, para que la teología de la naturaleza

«debe demostrar asimismo que la confianza en el contenido

de la revelación puede, de hecho, sostener a la mente en su

búsqueda de verdad científica»34, se les pude contestar que

sería un error transformar la teología de la naturaleza en

ciencia de la naturaleza, porque la teología tiene buenas

razones para persistir en que «pertenece a la naturaleza

misma de la revelación habitar más allá del alcance de la

certificación científica»35. En definitiva, aunque la

teología de la naturaleza no parta de la ciencia; sin

embargo, quienes desarrollan esta teología tienen

consciencia de la necesidad de revisar algunas doctrinas

tradicionales a la luz de los conocimientos científicos36.

Ahora bien, preguntemos a los naturalistas

científicos: ¿las creencias religiosas pueden ser falsables

por la ciencia? ¿Qué ocurre con las preguntas sin respuesta

científica? ¿Los supuestos epistemológicos del naturalismo

científico son aplicables a las relaciones interpersonales

ordinarias? Según J. Haught la respuesta es no, porque para

nuestro autor « […] el contacto con la realidad de otras33 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 83. 34 J. HAUGHT, o. c., 249. 35 Ibid. 36 Cf. I. G. BARBOUR, o. c., 57.

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personas no lo establecemos objetivando a estás, sino

haciéndonos nosotros mismos vulnerables a las exigencias

que nos plantean»37. Sin embargo, no cabe duda que la

ciencia conoce muchas “verdades”, «pero no podemos estar

seguros de que no tengamos que corregirlas o matizarlas en

el futuro»38. ¿Se puede o no verificar o falsar la

revelación? A esta pregunta la respuesta es también no. No

se puede verificar o falsar la revelación de manera

públicamente comprensible. La revelación para los

cristianos se presenta en forma de promesa.

La única manera de “verificar” es según J. Haught

«sólo si la promesa se cumple – y cuando lo haga –, se verá

acreditada del todo nuestra confianza en ella»39. Dicho más

claramente, el Dios de la revelación cristiana no es un

objeto que pueda ser dominado, «sino un Sujeto que nos

invita a dejarnos dormir por un amor infinito»40. En este

sentido, el teólogo R. Thiemann señala que cualquier

justificación de la verdad de la revelación «tiene una

ineludible dimensión escatológica o prospectiva»41.

Asimismo, este teólogo arguye: «la posibilidad de

justificar la confianza en la veracidad de una promesa

nunca se corrobora (o desmiente) de forma plena hasta que,

37 J. HAUGHT, o. c., 249. 38 J. MONSERRAT, Hacia el nuevo Concilio. El paradigma de la modernidad en la Era de laciencia, San Pablo, Madrid 2010, 277. 39 J. HAUGHT, o. c., 250. 40 Ibid., 249. 41 R. THEIERMANN, Revelation and Theology, University of Notre Dame Press,Notre Dame 1985, 94.

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de hecho, el autor de la promesa le da cumplimiento (o se

abstiene de hacerlo)»42.

La verdad es el valor supremo tanto para los

científicos como para los filósofos y teólogos. Todos

tenemos que estar sumisos a la verdad. Como señala muy bien

J. Haught, «en todos los debates sobre teología y ciencia,

la pregunta por la verdad es fundamental e ineludible»43.

Nuestro autor aborda la cuestión de la verdad basándose en

la famosa teoría del conocimiento de B. Lonergan44. En

efecto, J. Haught define la verdad como algo que se busca

por el deseo de saber que uno alberga. Así, citando a B.

Lonergan, J. Haught afirma que «la verdad puede ser

entendida como el objeto o la meta de tu deseo de saber.

Ser amante de la verdad significa, lisa y llanamente, ser

fiel a tu deseo de saber»45. En definitiva, el hombre es

habitado por el deseo de saber, por el deseo de una

búsqueda abierta y crítica de la verdad46. El deseo de

saber se basa en tres actos cognitivos distintos:

experimentar, comprender y juzgar. Dicho de otra manera,

«el conocimiento se constituye como una organización y un

análisis de las estructuras reales que se esconden detrás

de los hechos fenoménicos y que los explican»47.

El criterio fundamental de la verdad es la finalidad

al deseo de saber. Sin embargo, tanto la ciencia como la42 Ibid. 43 J. HAUGHT, o. c., 251. 44 Véase especialmente su ensayo: B. LONERGAN, “Cognitional Structure”,en F. Crowe (ed.), Collection, Herder & Herder, New York 1967, 221-239. 45 J. HAUGHT, o. c., 252-253. 46 Cf. J. MONSERRAT, o. c., 277. 47 Ibid.

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filosofía y la teología poseen la verdad final. Porque como

dice muy bien J. Haught, «la verdad nunca puede ser poseída

en plenitud, en cierto sentido, es ella la que te posee a

ti»48. Pero, ¿qué significa ser poseído por la verdad? Para

nuestro autor, ser poseído por la verdad no significa otra

cosa que la razón por la que el deseo de saber se ha

despertado en el que busca la verdad. Por eso, afirmamos

que la verdad es el valor supremo. A este respecto, el

científico y teólogo estadounidense arguye: «hasta el

naturalista científico se ha prostrado, en efecto, ante la

verdad, aunque su intento de encapsularla y delimitarla con

la sola ayuda del método científico equivale a retratarse

de la sumisión requerida por la plenitud de la verdad»49.

Sólo el cientifismo pretende monopolizar la verdad.

Ahora bien, ¿es posible responder la pregunta por el

estatuto de verdad de la revelación desde una perspectiva

neutral y desapasionada como la del método científico? Como

ya quedó dicho, la verdad de la revelación no es del mismo

orden que la verdad científica. La ciencia se limita a los

«aspectos medibles y cuantificables de la naturaleza,

preferentemente a los que pueden ser tratados a través del

lenguaje matemático»50. Y la fe es, por definición, una

cuestión de interés último. Sin embargo, advierte J.

Haught: «pero esto no significa que la única opción que

resta sea un fideísmo en el que las exigencias de la razón

se desestiman por irrelevantes y la fe es aceptada como un

48 J. HAUGHT, o. c., 254. 49 Ibid.50 A. UDÍAS VALLINA, o. c., 86.

15

salto irracional de la mente»51. En la segunda parte de

nuestro trabajo, abordaremos más detalladamente la cuestión

de la verdad de la revelación.

B. TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA

1. La Teología como ciencia (saber riguroso)

Afirmar el carácter científico de la teología implica

su conceptualización y su objetivación, es decir, partir

del concepto y objetivo de la teología cristiana para

demostrar que la teología es una ciencia. El término

“teología” para designar la investigación, exposición y

penetración de la realidad total del hombre y del mundo en

la perspectiva de la revelación fue ya empleado por

Gilberto de Poitiers y por Pedro Abelardo en el transcurso

del siglo XII52. La parte de la de la teología que

reflexiona sobre la peculiaridad y el método del

conocimiento y de los enunciados es llamada epistemología

teológica.

Así, la teología como saber rigoroso tiene su método y

su objeto de reflexión. Sin embargo, no puede excluir otros

campos del saber humano como posible objeto de su

reflexión. Ella tiene que estar en relación dialogal con la

filosofía y con otras ciencias justamente porque a pesar de

ser una reflexión científica sobre la revelación divina, no

tiene pretensiones totalitarias sobre la verdad. La

filosofía es condición de posibilidad de la teología. Pero

51 J. HAUGHT, o. c., 255. 52 Cf. G. L. MÜLLER, Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona 1998, 13.

16

esto no significa que la filosofía es la esclava de la

teología, es más bien ciencia fundamental independiente.

Por lo tanto, la relación que se pretende alcanzar entre la

teología y la filosofía es la unidad y la diversidad de

ambas. La teología también tiene interés de mantener

relación con las ciencias categoriales en la medida en que

formulan verdades acerca del hombre.

La dogmática como especialidad teológica se pregunta

por la consistencia y coherencia interna de las diferentes

afirmaciones de fe que se han ido desarrollado a partir del

fundamento único de la revelación de Dios como Padre de

Jesucristo. O sea, «la dogmática contempla el contenido de

la revelación desde la idea directriz (objeto formal) de la

autocomunicación de Dios en la medida en que este

acontecimiento se abre a una comprensión sistemática o

especulativa»53.

Como reflexión sistemática de la fe en Dios vivo y

verdadero, no cabe duda que la teología dogmática tiene que

contribuir a que la verdad sobre este Dios vivo y verdadero

continúe siendo una provocación para el creyente. En

definitiva, la teología dogmática tiene la misión de

presentar a los cristianos la verdad de Dios como una

verdad salvadora, una verdad libertadora y la misión de

abrir la inteligencia de los creyentes hasta donde la razón

humana puede llegar.

Para hablar correctamente de Dios o para entender a

Dios en su autocomunicación se requiere un lenguaje y una53 Ibid., 36.

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hermenéutica. La teología dogmática admite la pluralidad de

métodos y de lenguajes. A este respecto afirma J. Werbick:

«la hermenéutica de la autocomunicación de Dios no puede

llevarse a término sin la pluralidad de métodos históricos

y científico-literarios con ayuda de los cuales se lee un

texto de la Sagrada Escritura»54.

¿Cuáles son los supuestos de la teología dogmática?

Podemos enunciarlos en tres: 1) la verdad única de Dios, la

autocomunicación de Dios como norma de todas las normas; 2)

Jesucristo en cuanto que manifestación visible de Dios

invisible y 3) el Espíritu de Dios que manifiesta al Logos.

Todo razonamiento acerca de Dios tiene que acomodarse a la

verdad de Dios y, el criterio para todo el razonamiento

acerca de Dios es la Sagrada Escritura como norma non

normata. Además, la teología dogmática tiene que tener en

cuenta también las “verdades reveladas” expuestas en la

doctrina de fe de la Iglesia como normae normatae. Pero la

norma de todas las normas es la autocomunicación de Dios.

La autocomunicación de Dios, significa que Dios se expresa,

se comunica, se muestra y se da a entender en el lenguaje.

En efecto, la hermenéutica teológica busca una comprensión

autentica de Dios en su autocomunicación.

Como saber riguroso y sistemático la teología

dogmática es una ciencia y se distingue de las ciencias

naturales, de las ciencias de la religión y de la filosofía

de la religión por su especificidad. Como ciencia de la fe,

la teología dogmática tiene como término y objeto a Dios.

54 Ibid., 49. 18

Tiene dos fuentes de conocimiento y dos criterios de

verdad: revelación y razón. El criterio objetivo de esta

ciencia es la Palabra de Dios y tiene subjetividad propia:

la fe. El lugar social es la Iglesia, la academia y la

sociedad. Se puede reflexionar sobre la verdad de Dios

desde el método correlacional (teología dogmática

protestante de P. Tillich) o desde el contexto de una

teología transcendental (K. Rahner).

Así, el método de la correlación parte del supuesto de

que el problema de la verdad en la teología sólo puede

resolverse con criterios existenciales. La teología

transcendental, en cambio, «intenta demostrar que el

hombre, mediante la escucha y la aceptación de la

autorrevelación de Dios en la historia es capaz de llegar a

la realización de su ser»55. Aquí reside la diferencia

entre la teología dogmática protestante y la teología

dogmática católica. Pero las dos se necesitan mutuamente.

En síntesis, la teología dogmática es un saber riguroso

acerca de la fe. Y es a la vez ciencia positiva y

especulativa: «en cuanto que una teología dogmática

positiva transmite las certificaciones auténticas de esa

verdad de Dios en la Sagrada Escritura y en la historia de

la fe»56, y como ciencia especulativa, «procura poner de

relieve la conexión de sentido de las distintas verdades de

fe (articuli fidei) que se destacan en tales testimonios»57.

2. Idea de Filosofía 55 Ibid., 88. 56 Ibid., 95. 57 Ibid.

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En la relación entre religión y ciencia, la filosofía

aparece como campo intermedio. No pretendemos hacer un

estudio sobre la idea de filosofía, sino más bien señalar

el papel de la filosofía para la ciencia y para la

religión. En efecto, cabe decir que la clase de filosofía

de que se trata aquí, es la filosofía cristiana. El

profesor Antonio Sánchez Orantos, en su artículo «Reflexión

crítica sobre el conocimiento científico», defiende que

toda reflexión filosófica/teológica debe iniciar su tarea

mostrando la diferencia radical que existe entre las

ciencias/técnicas y el saber filosófico/teológico y arguye

que el problema de la verdad es espacio propio del quehacer

filosófico/teológico. En definitiva, la cuestión de la

verdad es fundamental tanto para la reflexión

filosófica/teológica como para las ciencias/técnicas. Por

eso, es importante establecer una relación entre sujeto,

verdad y realidad58. La verdad debe ser el fundamento de la

actividad humana.

El filósofo M. García Baró define la filosofía como

«el esfuerzo radical de la humanidad por entender

racionalmente la totalidad de las cosas reales a partir de

sus causas más profundas»59. Prosigue García Baró «digo

esfuerzo, precisamente porque una de las posibilidades

abiertas ante el filósofo es la de no conseguir los

resultados que pretende, o sea, la que sus preguntas queden

58 Cf. A. S. ORANTOS, “Reflexión crítica sobre el conocimientocientífico”, articulo no publicado, 26. 59 M. GARCÍA BARÓ, Sócrates y Herederos: introducción a la historia de la filosofíaOccidental, Sígueme, Salamanca 2009, 13.

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sin una respuesta definitiva»60. Y concluye diciendo que

«la filosofía es un tipo muy especial de saber, que ante

todo consiste en cierta actitud personal de quien trata de

vivirla»61. La filosofía se define también como

«autoelucidación de la existencia humana»62. Para Rahner,

la autoelucidación de la existencia humana es filosofía

primera. Así, «en cada filosofía se ejerce ineludiblemente,

no temáticamente, teología, ya que ningún hombre tiene en

su mano, lo sepa reflejamente o no, querer o no querer ser

perseguido por la gracia que revela Dios»63. En definitiva,

se puede afirmar que la teología no es posible sin la

filosofía y las ciencias naturales no podrán ser

«relevantes desde el punto de vista de la cosmovisión y de

la teología sino cuando se reflexione filosóficamente sobre

ellas »64.

Sin embargo es importante subrayar el papel y la

influencia de la ciencia en las doctrinas antropológicas,

filosóficas y metafísicas. Por ejemplo, «en la filosofía

empirista y racionalista, estrechamente relacionada con

Kant, se nos presenta en toda su amplitud la influencia de

la ciencia en la filosofía moderna»65. En definitiva, hay

no cabe duda que la relación entre ciencia, religión y

60 Ibid. 61 Ibid., 15. 62 K. RAHNER, “Filosofía y teología”, en Escritos de Teología, vol. VI,Taurus, Madrid 1965, 89-100. Aquí, 97. 63 Ibid., 98. 64 E. CORETH, Dios en la historia del pensamiento filosófico, Sígueme, Salamanca2006, 377. 65 J. MONSERRAT, o. c., 226.

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filosofía debe ser una relación de complementariedad y no

de conflicto.

3. ¿Qué relación se puede establecer hoy entre teología y

filosofía?

Aunque el objecto formal de la filosofía y de la

teología sea distinto de lo de las ciencias empíricas, sin

embargo, no resulta tan diverso su método de investigación.

El objecto formal de la filosofía supone «la posibilidad de

observar lo real a partir del punto de vista de la razón

especulativa, es decir, partir de la aceptación de lo real

inteligible porque se trata de una realidad estable»66. El

objeto formal de la filosofía supone también «la

posibilidad de observar lo real desde el punto de vista de

la fe, de la aceptación de la revelación de Dios en

Jesucristo mediante el Espíritu»67. Y su investigación

procede mediante la teología positiva, que escucha y

confirma los datos revelados “auditus fidei”.

Como ya quedó expresado en la primera parte de este

trabajo, muchos teólogos, científicos y filósofos han

intentado poner en diálogo, fe y ciencia, filosofía y

teología. Destacamos aquí el teólogo K. Rahner que ha

intentado desde la teología alcanzar la unidad y diversidad

de la filosofía y teología. Según este teólogo alemán, «la

relación entre ambas no ha de ser vista como mera

coexistencia pacífica o como encuentro de dos magnitudes

diversas desde su origen […]»68. 66 U. CASALE, art. cit., 30-31. 67 Ibid., 30. 68 K. RAHNER, art. cit., 89.

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Hay que buscar la unidad de filosofía y teología, pero

conservando la diferencia teológica entre ambas. Si

entendemos la filosofía como fórmula fundamental de la

autocomprensión del hombre, entonces se puede afirmar que

«el conocimiento de revelación es también función de la

filosofía»69. Dicho más claramente, «la revelación como

entelequia suprema y como norma de ese conocimiento aunado

en la unidad del sujeto presupone el conocimiento

filosófico extraño como condición de su propia

posibilidad»70. En definitiva, la teología presupone por

tanto la filosofía diferenciada, libre, como ámbito de su

propia posibilidad, «ya que solo al que se entiende a sí

mismo y al que autónomamente dispone sobre sí puede la

autoapertura de Dios en revelación personal aparecérsele

como un hecho de libre amor»71.

Para Rahner, la teología es la reflexión sobre la

revelación. Así, según el teólogo alemán, tanto la

revelación como la reflexión «establecen libre por sí

mismas una filosofía como ciencia fundamental independiente

en cuanto condición de la posibilidad de la teología»72.

Por consiguiente, la teología, la ciencia y la filosofía

«están llamadas a colaborar recíprocamente, superando la

ruptura moderna entre una fe considerada solamente como

“irracional” y una razón que solo merece tal nombre si es

“científica”»73. En definitiva, afirma Casale:

69 Ibid., 92. 70 Ibid.71 Ibid., 94. 72 Ibid., 89. 73 U. CASALE, art. cit., 36.

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«la filosofía, la teología y la ciencia pueden actuarsinérgicamente creando un perfil elevado de razón,superando el reduccionismo cartesiano de la subjetividadque se decide totalmente en la res cogitans, determinando, deeste modo, que el sujeto de todo conocimiento de la verdades la consciencia humana y no solamente la razón y,analizando, finalmente, los diversos modos (estético,ético, simbólico, religioso) que median la relación entrela consciencia y la verdad en el marco del juegoinsuperable del ejercicio de la libertad»74.

A modo de conclusión, se puede decir que la búsqueda

abierta y continua de la Verdad debe interesar tanto la

ciencia como la teología y la filosofía. Como muy bien

señala J. Monserrat, la ciencia no debe ser entendida como

una posesión de la Verdad, «sino como una búsqueda abierta

y continua de la verdad donde los hombres y grupos humanos

pueden plantear hipótesis que producen diversos consensos

revisables»75. Para J. Monserrat, resulta vital mantener

esta imagen epistemológica de la ciencia «para impulsar

también a la religión cristiana a entenderse a sí misma de

una forma crítica, abierta e ilustrada (muy distinta de la

idea del paradigma greco-romano, construido sobre la

persuasión de la posesión racional de la Verdad)»76. En

síntesis, fijarse en la relación de conflicto entre

religión y ciencia es contraproducente tanto para los

científicos como para los cristianos. Sin embargo, no se

trata de buscar un concordismo, sino más bien poner al

cristianismo ante el recto de responder creativamente a

algunos descubrimientos científicos recientes.

74 Ibid., 37. 75 J. MONSERRAT, o. c., 230. 76 Ibid., 231.

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