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Valores de la democracia Presentación Introducción 1. De la Soberanía Popular a la Democracia 1.1. El ideal constitutivo de la democracia: La soberanía popular 1.2. ¿Cómo puede gobernar el pueblo? 1.3 El principio de la mayoría y la defensa de los derechos de las minorías 1.4. El principio de la representación política democrática 1.5. Los valores de la democracia moderna 1.5.1. Las libertades democráticas 1.5.2. La igualdad política de la democracia 1.5.3. La fraternidad como valor democrático 1.6. Democracia, racionalidad y cooperación 2. Del Pluralismo al Gobierno con Apoyo 2.1. Pluralismo 2.2. Tolerancia

Valores de la democracia

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Valores de la democracia

Presentación

Introducción

1. De la Soberanía Popular a la Democracia

1.1. El ideal constitutivo de la democracia:

La soberanía popular

1.2. ¿Cómo puede gobernar el pueblo?

1.3 El principio de la mayoría y la defensa de los derechosde las minorías

1.4. El principio de la representación política

democrática

1.5. Los valores de la democracia moderna

1.5.1. Las libertades democráticas

1.5.2. La igualdad política de la democracia

1.5.3. La fraternidad como valor democrático

1.6. Democracia, racionalidad y cooperación

2. Del Pluralismo al Gobierno con Apoyo

2.1. Pluralismo

2.2. Tolerancia

2.3. Competencia Regulada

2.4. Principio de mayoría

2.5. Legalidad

2.6. Derechos de las minorías

2.7. Igualdad

2.8. Ciudadanía

2.9. Soberanía popular

2.10. Relación de dependencia de los gobernantes

Con respecto a los gobernados 2.11. Representación

2.12. Revocabilidad de los mandatos

2.13. Paz social

2.14. Convivencia de la diversidad

2.15. Participación

2.16. Procesamiento de intereses diversos

2.17. Inducción a la organización

2.18. Gobernabilidad con apoyo ciudadano

2.19. Derechos individuales

Presentación

LA COLECCIÓN Cuadernos de Divulgación de la CulturaDemocrática, cuyo primer número ahora presentamos, representaun testimonio de la vocación y compromiso democráticos quecaracterizan al Instituto Federal Electoral.

A través de su Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoraly Educación Cívica, el Instituto ha convocado a distinguidosespecialistas de nuestro país, cuyo prestigio y conocimientosson ampliamente reconocidos, para que a través de los textosde esta colección expliquen, de forma clara y didáctica, losprincipios, valores, instituciones y procesos que fundamentanla experiencia democrática.

En una época como la nuestra, en la cual se afianzan lasprácticas e instituciones democráticas, no pueden dejar deafirmarse y difundirse las razones que amparan una políticaabierta, plural y participativa.

En efecto, la democracia se defiende con razones y necesita,para consolidarse en el presente y proyectarse al futuro, unaamplia difusión de la información necesaria para fortalecerel compromiso racional de la ciudadanía con su vigencia yprofundización.

En México, se construye colectivamente la experiencia denuestra modernización política. En ella concurren las fuerzasque legítimamente expresan la pluralidad y riqueza socialesdel país.

Transitar en la democracia hacia instituciones y procesospolíticos más inclusivos e integradores es el rasgo quecaracteriza al actual espacio público de México.

La divulgación de la cultura política democrática, a la queesta colección pretende contribuir, no sólo es unaresponsabilidad legal del Instituto Federal Electoral, sino

también, y sobre todo, la expresión de un verdaderocompromiso por enriquecer y consolidar la convivencia socialde los mexicanos.

La importancia y variedad de los temas, el prestigio de losautores, y el respeto a sus ideas expresadas con absolutalibertad, son elementos que coadyuvan a que este programaeditorial cumpla con los fines propuestos.

Es deseable que a la amplia circulación contemplada para estacolección corresponda una respuesta positiva de sus lectores.La democracia requiere información y diálogo razonados. Conestos cuadernos, el Instituto Federal Electoral contribuye acumplir tal requerimiento.

Instituto Federal Electoral

Introducción ¿CÓMO DEBE organizarse políticamente una sociedad moderna?¿Cuál es la fórmula capaz de ofrecer cauce productivo a lapluralidad de intereses, concepciones, ideologías que seexpresan en una sociedad compleja y diferenciada? ¿Cómo viviren sociedad respetando la diversidad política? ¿Cómo puedencoexistir y competir fuerzas políticas que tienen idearios yplataformas no sólo diferentes sino en ocasiones contrarias?¿Las diferencias políticas indefectiblemente tienen queacarrear comportamientos guerreros y aspiraciones deaniquilamiento del contrario? ¿Es posible la gobernabilidadahí donde conviven concepciones ideológicas distintas?¿Pueden conjugarse estabilidad y cambio, paz social ycompetencia política?

Sin duda, las anteriores son preguntas que han preocupado nosólo a estadistas y políticos, sino a académicos, periodistasy ciudadanos comunes y comentes que aspiran a ofrecer unmarco normativo e institucional para la expresión, recreacióny competencia de la pluralidad política que necesariamentemarca a cualquier sociedad moderna, y que al mismo tiempoquieren contar con un gobierno representativo, estable yeficiente.

La posibilidad de convivencia y competencia civilizada y deuna institucionalidad estatal capaz de representar y procesarlos intereses de la sociedad la ofrece la fórmula de gobiernodemocrática. Por fortuna, hoy por hoy no existe en el paísfuerza política significativa que no afirme estarcomprometida con ese ideal. Se trata, sin duda, de unaconquista reciente, que nunca está de más aquilatar, aunqueprácticas recurrentes puedan poner en duda el compromiso realque con la democracia tienen algunos actores políticos ysociales. Si se leen o escuchan los discursos que emanan delas más distintas formaciones políticas se podrá encontrar,sin demasiada dificultad, una constante: todos y cada uno deellos hacen una profesión de fe democrática y dicen estarcomprometidos con esa fórmula de organización política.

El ideal democrático se ha traducido en los últimos años enlargas e importantes discusiones en torno a los aspectosprocedimentales de la democracia. Debates y acuerdos enrelación a la organización electoral, los derechos yobligaciones de los partidos, los cómputos comiciales, lacalificación de las elecciones, etcétera, se han colocado, ycon razón, en los primeros lugares de la agenda política delpaís. Se trata, sin duda, de una dimensión pertinente porquela democracia para existir requiere de normas, procedimientose instituciones que la hagan posible.

Junto a ese debate, en ocasiones en forma paralela y en otrasde manera conjugada, se ha discutido en torno a los haberes yfallas de nuestra institucionalidad republicana, porque lademocracia supone además un entramado institucional que acaba

por modelarla o desfigurarla. Así, temas como el delequilibrio o desequilibrio entre los poderes, las relacionesentre la federación, los estados y los municipios, o elfuncionamiento del Poder Judicial se han ventilado eninnumerables ensayos.

No obstante, y podría parecer paradójico, muy poco se haescrito en nuestro país sobre los valores que ofrecen sentidoy horizonte a la propia democracia. Es decir, sobre lospresupuestos éticos y políticos que permiten considerar comosuperior a otras a esa fórmula de gobierno y organizaciónpolítica. Porque a fin de cuentas todos los sistemaspolíticos tienen una serie de valores implícitos que son losque permiten aventurar un juicio sobre su pertinencia ydeseabilidad.

Cuando se participa en los complicados procedimientos de lademocracia moderna no siempre resulta claro el sentido de losmismos. Se observan las campañas de los partidos y suscandidatos, se escuchan sus discursos, sus propuestas y susdebates, se asiste a las casillas, se vota, y eventualmentese siguen los procesos de cómputo, las impugnaciones y lacalificación de los comicios. Todo ello permite tener unconocimiento más o menos aproximado de las reglas del juegodemocrático codificadas en las leyes electorales, así comoformarse una opinión acerca de su buen o mal funcionamiento.No obstante, la propia complejidad de los procedimientosmencionados y la propia intensidad que con frecuenciaadquieren las competencias partidistas, en ocasiones tiendena oscurecer los principios y valores básicos en que sesustenta la propia democracia. Ocurre así que losparticipantes en las elecciones -los ciudadanos, pero tambiénlos funcionarios electorales y los propios candidatos-desconocen el significado profundo de sus acciones, lo que nosólo se traduce en indiferencia hacia las mismas sino, lo quees más grave, en una potencial perversión de su sentidooriginal.

En esta perspectiva, puede ser conveniente reconsiderarbrevemente no ya las leyes y técnicas electorales, o sufuncionamiento más o menos adecuado, sino las razones defondo que les dan sentido político y moral, es decir, losprincipios y valores universales de la democracia moderna.Ello permitirá no sólo comprender mejor el significado de loscomicios y sus resultados, sino también evaluarlos con mayorobjetividad y saber qué se puede y qué no se puede esperar delos mismos. La participación será entonces más consciente,más informada, más responsable y, con ello, como se verá, másdemocrática.

El siguiente texto intenta solamente hacer visibles yexplícitos los pilares valores a partir de los cuales creemosadquieren pleno sentido las discusiones procedimentales,institucionales y coyunturales en torno a la democracia. Alobservar esa dimensión de la democracia -que en buena medidase mantiene en el terreno ideal- es posible aquilatar muchasde sus bondades que, de otra forma, o no se aprecian o sepiensa que son universales, cuando realmente corresponden enexclusiva a una forma específica de gobierno: la democracia.

Este texto se realizó a solicitud del Instituto FederalElectoral, que tiene un programa permanente de difusión de lacultura política democrática. No obstante, como sueledecirse, los juicios aquí expresados son de nuestra absolutaresponsabilidad.

LUIS SALAZAR Y JOSÉ WOLDENBERG

1.De la Soberanía Popular a la Democracia 1.1. EL IDEAL CONSTITUTIVO DE LA DEMOCRACIA:

LA SOBERANÍA POPULAR

De acuerdo con su significado original, democracia quieredecir gobierno del pueblo por el pueblo. El términodemocracia y sus derivados provienen, en efecto, de laspalabras griegas demos (pueblo) y cratos (poder o gobierno).La democracia es, por lo tanto, una forma de gobierno, unmodo de organizar el poder político en el que lo decisivo esque el pueblo no es sólo el objeto del gobierno lo que hayque gobernar sino también el sujeto que gobierna. Sedistingue y se opone así clásicamente al gobierno de uno lamonarquía o monocracia o al gobierno de pocos -laaristocracia y oligarquía. En términos modernos, en cambio,se acostumbra oponer la democracia a la dictadura, y másgeneralmente, a los gobiernos autoritarios. En cualquiercaso, el principio constitutivo de la democracia es el de lasoberanía popular, o en otros términos, el de que el únicosoberano legítimo es el pueblo.

Para entender este principio conviene aclarar, primero, elsignificado de la palabra soberanía. En el desarrollo de lascomplejas sociedades nacionales modernas surgió la necesidadde contar con un poder centralizado, capaz de pacificar ysometer dentro de un territorio determinado tanto a lospoderes ideológicos -iglesias, universidades, medios decomunicación, etc.- como a los poderes económicos -gruposfinancieros, empresariales, corporaciones, etc. - mediante lamonopolización de la violencia legítima. Emergió así elEstado político moderno como instancia de defensa de launidad nacional tanto frente a las amenazas externas como alos peligros internos de disgregación. Para ello dichainstancia tuvo que afirmar su poder como poder soberano, esdecir, superior políticamente al de cualquier otro poder,tanto externo como interno.

Empero, la configuración de una instancia de tal naturalezasólo podía tener sentido si se evitaba que su poder fueraarbitrario o abusivo, Por ello, el Estado moderno hubo deconfigurarse como Estado de derecho, es decir, como un poderencargado de elaborar y hacer cumplir las leyes, pero tambiénun Estado sujeto a las propias leyes establecidas. La

soberanía del Estado, del poder político, se transformó asíen soberanía de la legalidad, donde las propias institucionesestatales se encuentran jurídicamente limitadas en suscompetencias y atribuciones. Con este fin se desarrolló latécnica de la división de los poderes en Ejecutivo,Legislativo y Judicial, de tal manera que se evitara tanto laconcentración como la extralimitación o abuso del poder. Aldistinguirse al menos tres funciones del Estado en instanciasdiferentes, cada una debe servir para controlar y evitar lospotenciales abusos de las demás.

Sin embargo, dicho control del gobierno por el gobierno sólopudo consolidarse mediante la democratización de la soberaníaestatal, esto es, mediante la sustentación del imperio de lalegalidad en la soberanía popular. Básicamente ello significaque el poder supremo, el poder soberano, sólo puedepertenecer legítimamente al pueblo, y que es éste y nadie másquien debe elaborar, modificar y establecer las leyes queorganizan y regulan tanto el funcionamiento del Estado comoel de la sociedad civil.

De esta manera, el Estado nacional propiamente modernodesemboca progresivamente en Estado soberano, constitucionaly democrático, entendiéndose que soberanía,constitucionalidad y democracia son dimensiones esencialesque deben apoyarse recíprocamente. O, en otras palabras, quela afirmación del principio de la soberanía popular requierede un Estado capaz de afirmarse como poder superior, comopoder legal y como poder representativo de la voluntadpopular. Por eso un Estado que se ve sometido a poderesexternos o internos de cualquier naturaleza, o uno que nopuede cumplir y hacer cumplir las leyes, o uno que no lograrepresentar legítimamente la voluntad del pueblo no es, pordefinición, un Estado que encarne efectivamente el principiode la soberanía popular.

Cuando se dice entonces que el pueblo es soberano se quieredecir que la fuente última de todo poder o autoridad políticaes exclusivamente el pueblo; que no existe, por ende, ningún

poder, ninguna autoridad por encima de él, y que la legalidadmisma adquiere su legitimidad por ser expresión en definitivade la voluntad popular. Nótese bien que lo decisivo para elprincipio democrático no es, como en ocasiones se pretende,que se gobierne para el pueblo, para su beneficio ybienestar: gobiernos autoritarios y dictatoriales pueden, dehecho, pretender hacerlo así; y gobiernos democráticamenteconfigurados, en cambio, pueden desarrollar políticas que serevelan contrarias a esos supuestos beneficio y bienestar. Noes, por lo tanto, el contenido político- de un gobierno loque determina su naturaleza democrática o autocrática, sinoel modo en que este gobierno es constituido y legitimado. Lademocracia es, estrictamente, el gobierno que se sustenta enel principio de la soberanía popular, es decir, el gobiernodel pueblo por el pueblo.

1.2. ¿CÓMO PUEDE GOBERNAR EL PUEBLO?

Lo anterior suscita de inmediato una pregunta: ¿cómo esposible que se realice la soberanía popular, es decir, elgobierno por el pueblo'?, pregunta que remite a una cuestiónprevia, para nada ingenua: ¿quién es el pueblo soberano, elpueblo que gobierna'? Buena parte de los debates acerca de lademocracia se relacionan con la manera en que se entiendenlos términos pueblo y popular pues, en los hechos, estostérminos son abstracciones, es decir, conceptos generales queno se refieren a objetos empíricos, sino a colectivosrelativamente convencionales. Así, en la teoría de lademocracia la categoría de pueblo gobernante ha tenido muydiversos significados que nunca han coincidido con elconjunto de los habitantes de una sociedad determinada. esdecir, con el pueblo gobernado.

De esta manera, cuando en las sociedades democráticasmodernas se habla del pueblo soberano, esta expresión serefiere exclusivamente al conjunto de los ciudadanos, es

decir, de los hombres y mujeres que gozan de derechospolíticos y que pueden, por consiguiente, participar de unmodo o de otro en la constitución de la voluntad políticacolectiva. Más adelante se volverá sobre estos derechos y suspresupuestos. Ahora sólo importa destacar que, así definidos,los ciudadanos que forman el pueblo gobernante o soberanosiempre son menos que los simples habitantes o miembros deuna población. Aun si hoy en día la extensión de los derechosciudadanos abarca a las mujeres y a los jóvenes mayores de 18años, quedan todavía fuera los menores de esa edad, losextranjeros, así como los que ven suspendidos tales derechosa causa de la comisión de algún delito.

Pero en la práctica no sólo se encuentran excluidos estosgrupos. También lo están de facto todos aquellos que porcircunstancias económicas, sociales o culturales sonincapaces, parcial o totalmente, de ejercer los derechospolíticos antes mencionados. Y, finalmente, también quedan almargen los que por voluntad propia y cualesquiera que seansus motivos deciden no participar en los procedimientosdemocráticos. Es claro, por consecuencia, que aun en el casode una amplia extensión de los derechos políticos losciudadanos, es decir, los miembros del pueblo soberano, seránsiempre menos que los miembros del pueblo gobernado.

Por otra parte, como ya se señaló, el pueblo no es unaentidad orgánica ni una especie de espíritu colectivo, sinoque es solamente el conjunto de ciudadanos distributivamenteconsiderados, es decir, de ciudadanos tomados en tantoindividuos libres e iguales, haciendo abstracción tanto de supapel socioeconómico como de sus capacidades e identidadesculturales. No se trata, entonces, de ver al pueblo como auna unidad preconstituida, sustancial, sino como el efecto yla condición de las propias reglas del juego democrático,según las cuales cada ciudadano cuenta por uno, y nunca pormás de uno, independientemente de su sexo, posicióneconómica, situación cultural o identidad religiosa.

Siendo éste el demos, el pueblo soberano de la democracia, seentiende que su gobierno sólo puede realizarseindirectamente, a través de una serie de mediaciones yprocedimientos que traducen en términos prácticos elprincipio de la soberanía popular. En efecto, la democraciadirecta, o lo que es lo mismo, el autogobierno estricto delpueblo por el pueblo, sólo es posible o bien en sociedadessumamente pequeñas y no diferenciadas, o bien reduciendo auna muy estrecha minoría los derechos ciudadanos, esto es,restringiendo el demos a un sector muy limitado de lapoblación Ambas condiciones se daban en algunas sociedadespremodernas, como la antigua Atenas, o en ciertas repúblicasitalianas del Renacimiento, pero la evolución moderna las havuelto inviables e indeseables. Las sociedades modernas nosolo son demasiado grandes y complejas, también sonsociedades de masas, en las que la categoría de pueblosoberano, del demos, abarca de hecho a millones de personas.

¿Cómo entonces puede ser posible el gobierno del pueblo asíentendido'? ¿Cómo puede la participación de millones deindividuos transformarse en una voluntad políticarelativamente unitaria, capaz de gobernar y orientar eldesarrollo de la sociedad'? La respuesta a este problema seencuentra en otros dos principios de la democracia moderna:el principio de la mayoría y el principio de larepresentación.

1.3. EL PRINCIPIO DE LA MAYORÍA Y LA DEFENSA DE LOS DERECHOSDE LAS MINORÍAS

El poder político en las sociedades se encarga de gobernar,es decir, de tomar decisiones que conciernen y afectan lavida de todos sus integrantes. Ahora bien, cuando lassociedades son grandes y complejas surge el problema de cómounificar intereses y opiniones no sólo diferentes sinotambién, con frecuencia, contrarios. Dado que no es posible

que este pluralismo contradictorio de intereses y opinionessea superable absolutamente y que, de pronto, todos estén deacuerdo en lo que debe hacerse políticamente, es necesarioque existan procedimientos que permitan unificardemocráticamente a los ciudadanos y tomar decisiones públicaslegítimas. Uno de estos procedimientos es el que se basa enel principio de la mayoría, que básicamente postula que, enausencia de unanimidad, el criterio que debe guiar laadopción de las políticas y las decisiones es el de lamayoría de los participantes. Si el pueblo entonces no puedeponerse de acuerdo de manera unánime será necesario que seasu mayoría la que determine el curso a seguir.

Bien podría decirse, entonces, que el pueblo gobernante essolamente su parte mayor. Pero de hecho esto no es para nadaexacto. En primer lugar porque la mayoría que decide no es nidebe interpretarse como una mayoría orgánica o sustancial,sino la mayoría contingente y temporal que resulta de unprocedimiento de votación especifico. En otras palabras, lasreglas del juego democrático presuponen que las decisiones setoman por mayoría, pero también que la mayoría puede cambiar.De ahí que se requiera de votaciones sistemáticas yrepetidas, en las que los ciudadanos puedan optar pordiversas alternativas, configurando así mayoría y minoríasdiferentes. Por ello, el hecho de que una alternativa obtengael mayor número de votos en un momento determinado en modoalguno le asegura que en la siguiente votación lo volverá alograr.

Además, la propia regla de la mayoría exige el reconocimientode la necesidad y legitimidad de la existencia de minorías y,por consiguiente, de sus derechos, empezando por el deconvertirse en una nueva mayoría. Lo anterior explica que losprocedimientos democráticos sean incompatibles con unapresunta dictadura de la mayoría: ésta no sólo es excluidapor la naturaleza temporal e inestable de cualquier mayoríademocrática, sino también porque no existe mayoría sinminorías. Sin estas últimas, en efecto, la propia legitimidaddel gobierno de la mayoría pierde sustento y deja de tener

sentido democrático, es decir, de expresar la voluntadpopular.

De esta manera, la regla de la mayoría exige la participaciónde las minorías en la elaboración, aprobación y aplicación delas políticas. Siendo estas minorías un elemento esencial dela voluntad popular y de la legitimidad democrática, no sólotienen derecho a existir y a tratar de convertirse en nuevasmayorías, sino también a influir en las decisiones públicas yen su control. En otras palabras, el gobierno o poder de lamayoría sólo adquiere legitimidad democrática estricta cuandoreconoce e incluye los derechos y la participación de lasminorías. Si estas últimas se vieran excluidas totalmente,optarían por retirarse haciendo perder sentido, como esevidente, a la propia regla de la mayoría.

De ello deriva que los gobiernos propiamente democráticos nosólo se basen en votaciones, sino también en negociaciones,compromisos y políticas concertadas. La presencia de lasminorías, siendo esencial, adquiere así todo su significadoen tanto interlocutores influyentes, legales y legítimos, dela mayoría gobernante. La discusión y la concertación decompromisos son, por ello, una dimensión consustancial eirrenunciable de la democracia moderna, que exige que lapolítica sea concebida como una competencia pacífica entreadversarios que se reconocen legitimidad recíprocamente, y nocomo una lucha a muerte entre enemigos irreconciliables pues,como resulta evidente, mayoría y minorías han de estar deacuerdo, al menos, en dirimir sus diferenciasdemocráticamente, es decir, apelando a la voluntad popularcomo criterio decisivo y renunciando, por lo tanto, arecurrir a la violencia o al fraude para imponer susopiniones y/o intereses.

1.4. EL PRINCIPIO DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA DEMOCRATICA

Las tareas gubernamentales -la elaboración, discusión eimplantación de políticas públicas- suponen hoy día un altogrado de complejidad y especialización. Los gobiernoscontemporáneos tienen que tomar constantemente decisiones deacuerdo con circunstancias cambiantes, asumiendoresponsabilidades por las mismas y evaluando sus resultados.Todo ello vuelve inviable, e incluso indeseable, laparticipación permanente de la ciudadanía en su conjunto, queno sólo desconoce generalmente la complejidad de losproblemas en cuestión sino que, por razones evidentes, nopuede dedicarse de tiempo completo a las tareas de gobierno.Un Estado que por incrementar la democracia pretendiera ponera discusión y votación del pueblo todas y cada una de lasmedidas a tomar no sólo caería en políticas incoherentes ycontradictorias, sino que también se volvería intolerablepara el buen funcionamiento de la sociedad al exigir de losciudadanos una dedicación total en las cuestiones públicas.

Por ello, la democracia moderna sólo puede serrepresentativa, es decir, basarse en el principio de larepresentación política. El pueblo -los ciudadanos en suconjunto- no elige de hecho, bajo este principio, laspolíticas a seguir, las decisiones a tomar, sino que elige arepresentantes, a políticos, que serán los responsablesdirectos de tomar la mayoría de las decisiones. Ello noanula, por supuesto, la posibilidad de que en algunos casosexcepcionales (la aprobación de una ley fundamental o de unamedida extraordinaria) se pueda recurrir a un plebiscito, esdecir, a una votación general para conocer la opinión directade la ciudadanía. No obstante, debieran ser evidentes laslimitaciones de un procedimiento que, por naturaleza, excluyela complejidad de los problemas así como la necesidad dediscutir ampliamente las políticas a seguir, y que sólo puedeproponer alternativas simples a favor o en contra.

De esta manera, la selección y elección democrática de losrepresentantes y funcionarios se convierte en un momentoesencial de la democracia moderna. Por ello, buena parte delas reglas del juego democrático tiene que ver con las

instancias, formas y estrategias relacionadas con losprocesos electorales, pues es en estos procesos donde elpueblo soberano, la ciudadanía activa, hace pesardirectamente su poder (sus derechos políticos) mediante elvoto. Es en ellos, además, donde cada individuo,independientemente de su sexo, posición social o identidadcultural, puede expresar libremente sus preferenciaspolíticas, en el entendido de que ellas valdrán exactamentelo mismo que las de cualquier otro individuo.

Es evidente, sin embargo, que en sociedades donde votanmillones de personas la elección de representantes ygobernantes no puede hacerse sin mediaciones, so pena de unainmanejable dispersión de los sufragios. Es por ello que lademocracia moderna requiere de la formación de partidospolíticos, de organizaciones voluntarias especializadasprecisamente en la formación y postulación de candidatos alos puestos de elección popular. Los partidos son, por lotanto, organismos indispensables para relacionar a lasociedad civil, a los ciudadanos, con el Estado y sugobierno, en la medida en que se encargan justamente deproponer y promover programas de gobierno junto con laspersonas que consideran idóneas para llevarlos a la práctica.Ahora bien, el sufragio sólo puede tener sentido democrático,sólo puede expresar efectivamente los derechos políticos delciudadano, si existen realmente alternativas políticas, esdecir, si existe un sistema de partidos plural, capaz deexpresar, articular y representar los intereses y opinionesfundamentales de la sociedad civil.

Es mediante las elecciones, entonces, que el pueblo soberano,los ciudadanos, autorizan a determinadas personas a legislaro a realizar otras tareas gubernamentales,constitucionalmente delimitadas, por un tiempo determinado.Con ello el pueblo delega en sus representantes electos lacapacidad de tomar decisiones, en el entendido de que una veztranscurrido el lapso predeterminado podrá evaluar ysancionar electoralmente el comportamiento político de losmismos. De esta manera, a pesar de las mediaciones y a través

de ellas, se asegura que sea la soberanía popular la fuente yel origen de la autoridad democráticamente legitimada.

La democracia moderna es, en suma, un conjunto deprocedimientos encargados de hacer viable el principiofundamental de la soberanía popular, el gobierno del pueblopor el pueblo. Se trata, por ende, de una democraciapolítica, en la medida en que es básicamente un método paraformar gobiernos y legitimar sus políticas. Se trata de unademocracia formal, porque como método es independiente de loscontenidos sustanciales, es decir, de las políticas yprogramas concretos que las diversas fuerzas políticaspromuevan. Y se trata, además, de una democraciarepresentativa, por cuanto la legitimidad de dichos gobiernosy políticas debe expresar la voluntad de los ciudadanos o,por lo menos, contar con el consenso explícito de los mismos.

Así definida, la democracia moderna ha de entenderse como unademocracia procedimental o formal, como un método y no comouna política o programa de gobierno particular que puedaidentificarse con tal o cual partido, con tal o cualideología política. La democracia no debe verse, por lotanto, como una solución de los problemas que aquejan a unasociedad, ni como una «varita mágica» que posibilite lasuperación de todas las dificultades.

Como método, la democracia moderna sólo es capaz de enfrentarun problema -aunque ciertamente se trata de un problemacrucial: el de cómo formar gobiernos legítimos y autorizarprogramas políticos. O, en otras palabras, los procedimientosdemocráticos sirven no para resolver directamente losproblemas sociales, sino para determinar cómo debenplantearse, promoverse e implantarse las políticas quepretendan resolver esos problemas. Importa subrayar estepunto, pues no pocas veces se genera la ilusión de que lasola democracia va a permitir la superación de todas lasdificultades y conflictos. Ilusión que no sólo provocadesencantos ulteriores, sino que oscurece además la necesidadde que tanto los ciudadanos, como los partidos y

representantes, elaboren y promuevan democráticamenteverdaderas soluciones para los problemas sociales existentes.

Cabría preguntar, entonces, si la democracia moderna essolamente formal, política y representativa, si es tan sóloun método, un conjunto de procedimientos, ¿por qué esdeseable la democracia'? O en otros términos: ¿cuáles son losvalores que hacen preferible políticamente a la democraciacomo forma de gobierno frente a sus alternativasautoritarias'? O más todavía, ¿por qué se cree que el pueblodebe autogobernarse'? Para responder a estas cuestiones espreciso entonces abordar los valores políticos presupuestospor los ordenamientos democráticos.

1.5. LOS VALORES DE LA DEMOCRACIA MODERNA

La democracia moderna, como se ha visto, es ante todo unmétodo, un conjunto de procedimientos para formar gobiernos ypara autorizar determinadas políticas. Pero este métodopresupone un conjunto de valores éticos y políticos que lohacen deseable y justificable frente a sus alternativashistóricas el autoritarismo o la dictadura. Estos valores, asu vez, son el resultado de la evolución de las sociedadesmodernas, y pueden y deben justificarse racionalmente,mostrando por qué son preferibles y cómo pueden realizarseinstitucionalmente, lo que significa que no se trata de merascuestiones de gusto que como es sabido son individuales ysubjetivas- sino de cuestiones que pueden y deben debatirsepública y racionalmente, proponiendo argumentos razonables,tanto para entender sus características como para mejorar susrealizaciones.

Tres son los valores básicos de la democracia moderna y de suprincipio constitutivo (la soberanía popular): la libertad,la igualdad y la fraternidad. Para comprenderlos

adecuadamente conviene considerarlos analíticamente, paradespués examinar sus relaciones de conjunto.

1.5.1. Las libertades democráticas

¿Qué significa ser libre en el contexto de nuestrassociedades complejas? Existen al menos dos sentidos decisivosde libertad: el primero remite a la posibilidad de actuar sininterferencias ni amenazas. En este sentido, por libertad seentiende que cada individuo goza del derecho a realizardeterminadas actividades sin que nadie -ni el gobierno, niorganización social alguna, ni algún otro individuo se loimpida. Por ejemplo, todo ciudadano es libre de asistir a laiglesia de su preferencia, de trabajar en tal o cual empleo,de formar una familia, de votar por un partido, etc. Sulibertad así entendida puede verse como la posibilidad deelegir entre diversas alternativas sin verse sujeto asanciones, amenazas o impedimentos; es, por ende, unalibertad frente a los demás y frente a las institucionessociales y políticas.

Naturalmente, no se trata ni puede tratarse de una libertadabsoluta o ilimitada. La libertad de cada ciudadano se velimitada, por un lado, por la necesidad -ésta si absoluta- deno afectar la libertad de los demás: nadie puede ser libre desometer o restringir la libertad de los otros, pues tal cosaes precisamente lo que caracteriza a los sistemasantidemocráticos: el que uno o algunos pretendan ser librespara oprimir o despojar de su libertad a la mayoría. Que unindividuo pretenda desarrollar actividades que anulan olimitan las libertades de sus conciudadanos -por ejemplo,coaccionarlos para que asuman determinada creencia religiosa,o para que voten por un cierto partido- debe prohibirse encualquier Estado democrático.

Por otra parte, la libertad así entendida también se velimitada fácticamente por la mayor o menor cantidad deopciones existentes. Si, por ejemplo, sólo existe undeterminado tipo de producto, o sólo un partido político, milibertad se reduce a la alternativa de comprarlo o no, o devotar o abstenerme. Es evidente, pues, que la librerealización de actividades depende de la existencia deoportunidades, es decir, de condiciones reales para llevarlasa efecto. Por eso, buena parte del esfuerzo de las sociedadesmodernas está dirigido a ampliar tales oportunidades, apromover alternativas legitimas de acción social, a extenderlas posibilidades de realización de los individuos.

Así entendida, la libertad se institucionaliza en una seriede derechos o libertades específicas: de pensamiento, deexpresión, de asociación, de reunión, de tránsito, de empleo,de religión, etc. Se trata de los célebres derechos del serhumano en tanto ser humano, que constituyen la base real dela ciudadanía moderna, es decir, del individuo como sujetofundamental del orden democrático. En ocasiones se llama aestos derechos libertades formales, debido a que se refierena condiciones puramente procedimentales, haciendo abstracciónde capacidades y condiciones concretas. También se lesdenomina libertades negativas, enfatizando que se es librefrente a los demás, en relación con posibles interferenciasnegadas. Pero quizá lo más exacto sea decir que son derechosen los que se salvaguarda la posibilidad de cada persona deelegir su forma de vida, de elaborar y desarrollar librementesus planes privados y particulares.

Existe, sin embargo, un segundo sentido de la libertaddemocrática según el cual ésta significa capacidad deautogobernarse o autodeterminarse y, por lo tanto, de asumircomo legítimas sólo las obligaciones y vínculos que cuentencon su aprobación tácita o explícita. Aunque relacionado conla acepción anterior, este sentido de la libertad supone elderecho de cada individuo de participar en la elaboración yadopción de las decisiones colectivas que le conciernen y,por consiguiente, de ser ciudadano políticamente activo.

Puede decirse, entonces, que este derecho deautodeterminación de los seres humanos es lo que sostiene elprincipio democrático fundamental de la soberanía popular.

En efecto, la propia idea de que el pueblo debeautogobernarse se basa en el valor de que nadie tiene derechoa someter a los demás y de que, por lo tanto, la únicaautoridad legítima es la que deriva del consenso expreso, dela participación activa de todos los ciudadanos que forman elpueblo soberano. Sólo se es libre en este sentido cuando separticipa de un modo o de otro en la formación de losgobiernos y autoridades, y en la elaboración y aprobación delas políticas, pues sólo así puede decirse que al obedecer alas leyes y a las autoridades constituidas cada uno seobedece a sí mismo, y no a un poder externo y ajeno. Lalibertad como participación en las decisiones políticas, lalibertad ciudadana en sentido estricto, implica, pues, elderecho, pero también el compromiso ético y político departicipar, so pena de que esas decisiones aparezcan comoimpuestas e ilegítimas.

Como en el caso anterior, también la libertad en tantoparticipación se desarrolla como una serie de derechos olibertades políticas particula1res: de pensamiento, reunión,asociación, manifestación, sufragio, etc., en la medida enque tales actividades se proponen fines propiamentepolíticos, es decir, concernientes al gobierno y orientaciónde la sociedad en su conjunto. Por ello, para serdemocráticas, la afiliación a un partido, la participacióncomo votante o como candidato, la convocatoria a un mitin o acualquiera otra actividad política deben ser libres, esdecir, respetar incondicionalmente la voluntad de losindividuos en tanto ciudadanos libres. Cualquier método quecoarte o limite dicha voluntad, cualquier coacción sobre losciudadanos, pervierte radicalmente el sentido democrático delos procedimientos electorales al cancelar el valorfundamental de las libertades ciudadanas.

Por supuesto, tampoco en este sentido la libertad puede serabsoluta o ilimitada. En los hechos, como ya hemos visto, laposibilidad de la participación ciudadana siempre es limitadapor la naturaleza misma de nuestras sociedades, y también porlas necesidades y preferencias de los propios individuos. Porello, para la mayor parte de los habitantes de la sociedad,la libertad así entendida se reduce a su participación en losprocesos electorales como votantes más o menos informados, ycomo observadores y evaluadores de las propuestaspartidistas. De ahí la importancia central, para lademocracia, de una ciudadanía informada y consciente de supapel, capaz de dar realmente sustancia y realidad al derechosupremo de la autodeterminación de los individuos.

Para terminar con este apartado sobre la libertad como valorbásico de la democracia moderna conviene referirse a dostemas importantes: al de su relación con el principio de lalegalidad y al de sus implicaciones ético-políticas. Lalibertad democrática nada tiene que ver con la anarquía -ausencia de autoridad o de poder político- ni con la anomia -ausencia de orden o de normas-, es libertad dentro y para laconvivencia socialmente organizada: es libertad paraperseguir ciertos fines colectivos ordenada y pacíficamente.Por eso, esta libertad no sólo no puede oponerse a lavigencia de la legalidad. de las normas legítimamenteestablecidas, sino que sólo puede realizarse a través de lamisma. Siendo las leyes reglas generales de comportamientoestablecidas a través de procedimientos democráticos,obedecerías es una condición indispensable de la afirmacióndemocrática, pues fuera de ellas, o en contra de ellas, sóloexiste la afirmación de poderes discrecionales, de actitudesarbitrarias, es decir, la cancelación de la libertad de todosen beneficio de los privilegios de unos pocos.

Pero la libertad democrática no sólo supone apego estricto ala legalidad, sino también sentido de responsabilidad, tantopor parte de los ciudadanos como por parte de los partidos,dirigentes y candidatos. Responsabilidad, en primer lugar,para reconocer la necesidad de la autolimitación, es decir,

de la capacidad que todos los participantes han dedesarrollar para reconocer la legitimidad de interesesdiferentes, e incluso opuestos, y para evitar abusar dedeterminados derechos o posiciones. Responsabilidad, ensegundo lugar, para hacerse cargo de los costos y lasconsecuencias de sus propias acciones, así como para asumiruna perspectiva pública y no particularista de los problemassociales. Y responsabilidad, finalmente, para asumirconsecuentemente las obligaciones derivadas de los pactos,compromisos y negociaciones en los que se participa. Sin estaética de la responsabilidad, como es evidente, las libertadesdemocráticas no pocas veces derivan en interpretacionesanarquizantes que socavan los fundamentos mismos del ordendemocrático, avalando y justificando, paradójicamente,nostalgias y aventuras autoritarias.

1.5.2. La igualdad política de la democracia

La igualdad jurídica y política de todos los ciudadanos es elsegundo valor fundamental de la democracia moderna. Estevalor no significa que se cancelen todas las diferencias oincluso desigualdades de corte económico, social, cultural ofísico, sino que ninguna de tales diferencias o desigualdadespuede legitimar el dominio de unos seres humanos sobre otrosy, por ende, la preeminencia política de los primeros sobrelos segundos. Por eso, es un principio básico de losprocedimientos democráticos que cada ciudadano tenga derechoa un voto y sólo a un voto, y que ningún voto valga más quelos demás. De esta manera, en el momento de emitir lossufragios desaparecen las diferencias intelectuales, físicaso socioeconómicas, y cada votante tiene exactamente el mismopeso en los comicios, sin importar su ocupación, su sexo, sufortuna o sus capacidades personales.

Pero el valor de la igualdad política no sólo se realiza enlos comicios: implica, por el contrario, que todo ciudadano

goza de los mismos derechos y de las mismas obligaciones y,por consecuencia, que no existan grupos, clases o capassociales privilegiadas con derechos políticos especiales, loque explica que las normas jurídicas democráticas tengan queser universales al disponer los derechos y las obligacionesde todos los ciudadanos, y que nadie -persona o grupo puedapretender colocarse por encima del imperio de la legalidad.Siendo esas normas universales, su aplicación deberá serigualitaria, sin excepción de personas o interesesespecíficos.

La igualdad democrática, por ende, no se opone a lasdiferencias sociales y culturales: tampoco impide lasdistinciones por mérito o por capacidades de determinadotipo. No es una igualdad igualitarista o uniformadora, quepretenda abolir el pluralismo y la diversidad constitutivosde las sociedades modernas. Es, por el contrario, unaigualdad dentro de la libertad y para la libertad, esto es,una igualdad dentro y para el pluralismo y la diversidad. Loúnico que excluye taxativamente es la pretensión de convertirlas diferencias en privilegios y las desigualdades encoartada para someter a otros seres humanos, pues se basa enel supuesto esencial de que ninguna diferencia o desigualdadpuede justificar una presunta superioridad Política o unpretendido derecho exclusivo de autoridad sobre los demás, yde que, por lo tanto, ningún ser humano vale políticamentemás que otro. Igualdad en la libertad, en la capacidad paraparticipar en la formación de gobierno y en la autorizaciónde políticas, la igualdad democrática implica una ética de laequidad en el trato social, es decir, un reconocimiento yrespeto estricto de los derechos civiles y políticos de todosy cada uno de los ciudadanos, independientemente de su edad,sexo, fe religiosa, ocupaciones o rango socioeconómico. Eneste sentido, la cultura democrática promueve un tratoigualitario, equitativo, hacia todos los seres humanos, yrechaza toda ideología racista, sexista o clasista quesostenga la sedicente superioridad natural de una raza, de ungénero o de una clase social.

Por lo mismo, aun si la igualdad política no equivale aigualdad social, económica o cultural, es evidente quedesigualdades extremas en la sociedad, sean de corteeconómico o en materia de acceso al conocimiento, puedenlimitar o incluso anular los derechos, o la posibilidad deejercerlos, de muchos presuntos ciudadanos. Situaciones depobreza extrema, de desigualdad económica flagrante, oincluso de asimetría cultural grave, favorecen el surgimientode poderes de hecho, económicos o ideológicos, que cancelanen la práctica la vigencia de esa igualdad política,pervirtiendo gravemente los propios procedimientosdemocráticos. Donde los ricos son tan ricos, y los pobres tanpobres, de modo que los primeros pueden comprar el voto quelos segundos se ven obligados a vender por necesidad, no esdifícil comprender que las elecciones se vean gravementedeformadas como expresión efectiva de la voluntad popular. Odonde desigualdades culturales extremas favorezcan liderazgoscarismáticos, irracionales, basados en la superstición o enpasiones primarias, tampoco es complicado esperar unadeformación similar.

Por todo ello, las democracias políticas modernas establesparecen suponer un compromiso social para promover unaequidad económica y cultural creciente, capaz de servir debase para un ejercicio efectivo de la igualdad ciudadana. Y ala inversa, los procedimientos democráticos favorecen a suvez, cuando son respetados, la promoción de una mayorjusticia social y de una mejor integración cultural.

1.5.3. La fraternidad como valor democrático

Afirmar el valor de la fraternidad, es decir, afirmar quetodos los seres humanos deben tratarse como hermanossignifica, en primer lugar, enfatizar los valores antesmencionados de la libertad y la igualdad de los ciudadanos.Pero significa algo más, que resulta importante para el buen

funcionamiento de los procedimientos democráticos. A saber,que a pesar de sus diferencias y conflictos de intereses o deopinión, los miembros de una sociedad no deben verse comoenemigos, es decir, como divididos en bandos contrapuestos eirreconciliables, sino, en todo caso, como copartícipesparcialmente conflictivos en la formación de la voluntadpolítica nacional. En otras palabras, la democracia requiere,para funcionar correctamente, que los conflictos no excluyanla cooperación, y que la cooperación no excluya losconflictos. Por ello es éste, quizás, el valor más difícil deentender y asumir dentro de las democracias modernas, puessupone dejar atrás tradiciones y actitudes no sóloautoritarias sino beligerantes, fuertemente arraigadas en lahistoria de la humanidad, y pasar a concebir y practicar lapolítica de un modo distinto, tolerante y racional.

Asumir entonces el valor democrático de la fraternidad suponereconocer que las contradicciones sociales, los conflictosentre grupos de interés o de opinión, o entre partidospolíticos, no son contradicciones absolutas, antagónicas, quesólo puedan superarse mediante el aplastamiento, la exclusióno la aniquilación de los rivales, sino contradicciones quepueden y deben tratarse pacífica y legalmente, es decir,mediante procedimientos capaces de integrar, negociar yconcertar soluciones colectivas legítimas y aceptables paratodos. Por ello, la democracia política es prácticamenteimposible cuando la sociedad se encuentra desgarrada porpolarizaciones extremas, cualquiera que sea su naturaleza,pues entonces no existe la posibilidad de llegar a acuerdos ycompromisos y sólo queda la «solución» de fuerza, laexclusión, el aniquilamiento, el sometimiento absoluto de losderrotados, situaciones todas radicalmente incompatibles conlos valores democráticos en su conjunto.

En este sentido, la instalación y consolidación de un sistemademocrático parece exigir un aprendizaje colectivo de losvalores de la estabilidad, de la paz, de la legalidad, de laautolimitación, de la cooperación y de la tolerancia. Unaprendizaje que lleva a reconocer derechos y obligaciones

recíprocos, a asumir el valor de la pluralidad y ladiversidad, y a renunciar a dogmas y maniqueísmos políticos.Un aprendizaje, además, que conduce a la formación departidos y tendencias políticas conscientes de los alcances ylas limitaciones de la competencia propiamente democrática,en la que nadie puede colocarse por encima de la legalidad,en la que nadie puede pretender tener privilegios contra lamayoría, en la que, incluso, las mayorías eventuales han deasumirse siempre como parte y no como todo, y en la que, porconsiguiente, deben respetarse plenamente los derechos de lasminorías, incluido su derecho a volverse mayoría.

En esta perspectiva, la tolerancia es más que una actitud ovalor negativo, más que un principio de no agresión o noexclusión de los contrarios. Aun si históricamente puedehaber surgido de un cierto equilibrio o empate de fuerzas, enel que ninguno de los oponentes pudo imponerse a los demás ytuvo que reconocerles, por ende, legitimidad y derechos, locierto es que la tolerancia democrática es también, y sobretodo, un valor sustentado en la racionalidad moderna.Sustentado en la conciencia primero de que es el pueblo, laciudadanía, el mejor juez de las políticas y de losgobiernos. En la conciencia, en segundo lugar. de que enpolítica nadie tiene nunca toda la razón, y de que todapolítica, por consecuencia, debe estar abierta a la crítica ya la rectificación. En la conciencia, en fin, de que sólo ladiscusión y el enfrentamiento pacífico y racional con otrospuntos de vista y con otros intereses permite aprender ymejorar las propuestas de gobierno y de orientación políticade la sociedad y, por ende, promover verdaderas solucionespara los agobiantes y complejos problemas sociales.

Lo anterior no significa, naturalmente, que la fraternidaddemocrática anule o supere la inexorable conflictividad delas sociedades modernas. En la medida en que se trata desociedades plurales, diversificadas, crecientementecomplejas, sus políticas sólo pueden ser esencialmenteconflictivas, esencialmente competitivas. Pero existen dosmodos totalmente opuestos de entender el conflicto y la

competencia: como guerra, y por lo tanto como lucha a muertecontra un enemigo irreconciliable, o como lucha civilizada ypacífica entre adversarios capaces de convertir sus propiascontradicciones en motor de un debate abierto y racional y,por lo tanto, como una posibilidad inagotable de efectivoprogreso social.

1.6. DEMOCRACIA, RACIONALIDAD Y COOPERACIÓN

La democracia política se sustenta axiológicamente en losvalores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Que elpueblo deba ser soberano, que la voluntad política seconstruya de abajo hacia arriba, significa no el fin de lapolítica y de la autoridad en tanto medios decisivos deorganización social, sino un modo diferente de entender tantoa la política como a la autoridad. Un modo opuesto al delpensamiento autoritario o dictatorial, donde la política esconcebida como dominio y sometimiento de los más por losmenos, y donde la autoridad aparece como posesión exclusivade unos pocos por oscuras razones metafísicas. La políticademocráticamente comprendida es' una orientación colectivadel desarrollo social elaborada y aplicada con laparticipación y el consenso de la ciudadanía; es laproducción de lineamientos generales mediante el debate, laconfrontación civilizada y el reconocimiento del principio dela mayoría y de los derechos de las minorías. La autoridaddemocrática, por lo mismo, es la que surge de los debates yconsentimientos mayoritarios, con capacidades legalmentedeterminadas y competencias fijas; es la autoridad delegadapor el pueblo para el beneficio de los intereses del propiopueblo, y sometida, por ende, a la vigilancia ciudadana y ala sanción del voto popular.

Ahora bien, la realización institucional y la consolidaciónproductiva de la democracia, precisamente por la naturalezade sus principios y valores constitutivos, exige fuertes

dosis de racionalidad y responsabilidad tanto de lospolíticos como de los ciudadanos. Como es evidente, elfanatismo, la intolerancia, el dogmatismo y el pensamientomágico son contrarios a las prácticas democráticas, y susurgimiento pone en grave riesgo el mantenimiento de lasmismas, al igual que el autoritarismo, el abuso del poder, ladiscrecionalidad o la transgresión de la legalidad. Por ello,la democracia es difícil, pues los procedimientosdemocráticos requieren de una cultura ciudadana que sólopuede consolidarse mediante la práctica misma, mediante elejercicio efectivo y trasparente de los derechosdemocráticos.

Pero esta cultura requiere, además, de una educación para lademocracia, esto es, de información y discusión sistemáticasy permanentes tanto acerca de los valores y principios de lademocracia como acerca de sus formas de realizacióninstitucionales. Se trata de una labor a realizar no sólo pory en las escuelas públicas y privadas, sino también por y enlos partidos políticos, por y en las instanciasgubernamentales y por y en las organizaciones sociales en suconjunto.

A fin de cuentas, aun si la democracia es esencialmentepolítica, sólo la generalización de los valores democráticosen el conjunto de la sociedad permite un ejercicio pleno yfuncional de la misma.

Un ejercicio basado en la autonomía de las organizacionessociales, de la sociedad civil, así como en el respetoirrestricto de los derechos civiles y políticos de lapoblación, condiciones indispensables para que la cooperacióny la solidaridad implicadas en el valor democrático de lafraternidad se conviertan en verdaderos principios deorganización consciente y voluntaria de una sociedad libre eigualitaria, propiamente civil, y de un Estado y un gobiernodemocráticos, es decir, efectivamente capaces de expresar,representar y articular las orientaciones ideológicas y losintereses legítimos de esa sociedad.

En sentido estricto, ninguna democracia real, ningún Estadoexistente, puede verse como la realización plena de losprincipios y valores señalados. Las instituciones y losprocedimientos que podemos observar empíricamente son siemprerealizaciones necesariamente imperfectas, y por endeperfectibles, de esos principios y de esos valores. Por ellolas reglas del juego democrático son reglas abiertas, esdecir, reglas que exigen un debate y una crítica permanentes,en los que se evalúe su funcionamiento y se sugieran yaprueben sus modificaciones, pues si algo institucionalizanestas reglas es la posibilidad de los cambios y, con ellos,de los progresos, es decir, la posibilidad de una siempreinacabada e inacabable (re)construcción del orden socialdeseable.

Lo antes dicho también se puede abordar de otra manera. Apartir de la pluralidad política que existe en las sociedadesmodernas se puede realizar un recorrido conceptual hastaobservar cómo se construye un gobierno con el consentimientociudadano.

2.1. PLURALISMO

Las sociedades modernas están cruzadas por una diversidad deintereses, concepciones, puntos de vista, ideologías,proyectos, etc. Las diferencias de oficio, de riqueza, deeducación, de origen regional, etc., construyen un escenariodonde coexisten diferentes corrientes políticas.

Para quienes piensan que un grupo social, un partido o unaideología encama todos los valores positivos, y que suscontrarios o antagonistas de igual forma encarnan todos losvalores negativos, el tema de la pluralidad solamente puedeobservarse como algo indeseable, que reclama su supresiónpara organizar a la sociedad bajo una sola concepción del

mundo, una organización y unos intereses igualmentemonolíticos.

Puede afirmarse que, desde esa óptica, el pluralismo esentendido como un mal que debe ser conjurado agrupando a lasociedad bajo un solo mando. Tanto las concepcionesintegristas religiosas como las revolucionarias dogmáticascoincidirían en la necesidad de superar el pluralismo,construyendo la unidad monolítica del pueblo-nación.

Por el contrario, la fórmula democrática parte de reconocerese pluralismo como algo inherente y positivo en la sociedadque debe ser preservado como un bien en sí mismo. No aspira ala homogeneización ni a la unanimidad porque sabe que ladiversidad de intereses y marcos ideológicos diferentes hacenindeseable e imposible -salvo con el recurso de la fuerza- elalineamiento homogéneo de una sociedad.

Ese pluralismo, además, permite no sólo relativizar lascertezas políticas, sino que teóricamente obliga a unprocesamiento más cuidadoso y racional de los asuntospúblicos. De tal suerte que el pluralismo, de suyo, esevaluado como un valor positivo.

2.2. TOLERANCIA

Al reconocer como algo positivo la coexistencia de lapluralidad política, el trato entre las diferentes corrientesy organizaciones políticas tiende a modificarse. Si bajo unesquema integrista los otros aparecen como los enemigos avencer o a aniquilar y el código de comportamientobeligerante aparece como el más propio y ajustado a los finesde esa política, el código democrático obliga a latolerancia, a la coexistencia, al trato cívico, a intentarapreciar y evaluar en los otros lo que puede ser pertinente yvalioso para todos.

El derecho a expresar puntos de vista diferentes, a iniciardebates y a elaborar iniciativas en todos los campos es unaconquista para la naturaleza pluralista de la sociedadmoderna, y la democracia intenta no sólo preservar esosderechos sino ampliarlos y hacerlos efectivos.

Si ello es así, la aceptación de los otros de los que piensandistinto, tienen otros intereses, se agrupan para hacerlosvaler- es una de las condiciones de la democracia que setransforma en valor positivo que ofrece garantías a lapluralidad.

2.3. Competencia REGULADA

Pero la tolerancia o la convivencia de la diversidad en unsentido democrático no es la capacidad de que cada quien digay haga lo que quiera en el espacio público sin importar laopinión y necesidades de los demás. Esa tolerancia solamenteconduciría al desgobierno de la sociedad y por su propianaturaleza sería una coartada, porque seguramente en otrosespacios se tomarían las decisiones que la comunidadrequiere.

Por el contrario, toda iniciativa toda propuesta, puede ydebe ser confrontada racionalmente con otras. La democraciaasume la pluralidad y la tolerancia, pero reconoce que dadala necesidad de gobernabilidad que requiere una sociedad esnecesario optar por las diferentes propuestas que seencuentran en juego.

De esa manera, los diagnósticos e iniciativas de lasdiferentes corrientes organizadas no sólo tienen el derechode expresarse sino la necesidad y la obligación de competirentre ellas, para establecer cuál resulta la más pertinentede acuerdo con el criterio de la mayoría.

Pero se trata de una competencia regulada de forma tal quereproduzca la pluralidad, se desarrolle a través de fórmulascivilizadas, evite la violencia, se apegue a normas, esdecir, que sea capaz de reproducir la coexistencia en ladiversidad sin desgarrar el tejido social y permitiendo queindividuos y agrupaciones puedan ejercer sus respectivosderechos.

2.4. PRINCIPIO DE MAYORÍA

A primera vista más que un valor, la idea de que la mayoríadecide parecería un criterio procedimental. Porque como ya seapuntó, una vez expresadas las diferentes opiniones serequiere optar por una de ellas. Y en términos democráticos,la que logre el mayor número de adhesiones es consideradacomo la triunfadora, la que establece la norma general.

Sin embargo, ese criterio que sirve para regular la toma dedecisiones tiene el efecto de integrar y hacer parte del todosocial a los individuos. Estos últimos, al vivir en sociedady a partir del anterior criterio, saben que la mayoríaestablecerá las normas que incidan en y regulen la vidasocial de todos y cada uno de los miembros de la sociedad.

No obstante, el principio de mayoría democrático, adiferencia del autoritario, como se verá más adelante,permite la reproducción de las minorías y que éstas tenganderechos consagrados.

2.5. LEGALIDAD

La mayoría no puede, en un régimen democrático, simple yllanamente desplegar su voluntad, sino que tiene que apegarsea la legalidad e institucionalidad vigentes. En otraspalabras, la decisión de la mayoría tiene que cursar yexpresarse a través de los mecanismos e institucionespreviamente diseñados para que sus decisiones sean legales.Puede modificar las normas legales existentes pero solamentea través del propio procedimiento legal.

Esta fórmula otorga garantías a la mayoría pero también a lasminorías, porque finalmente se aspira al imperio de la ley,en cuya confección deben participar mayoría y minorias.

Ese criterio ofrece seguridades a los individuos que sabenque los cambios en las orientaciones del gobierno tienen queseguir un procedimiento público antes de convertirse ennormas que obligan a todos. A lo largo de ese proceso,quienes se sientan afectados tienen recursos para intentarmodificar la iniciativa que consideran contraria a susintereses. De esta manera, la legalidad protege a losmiembros de una sociedad determinada de las arbitrariedades ylos tratos discrecionales.

2.6. DERECHOS DE LAS MINORÍAS

El criterio de mayoría, sin embargo, no puede imponerse deuna vez y para siempre. Por el contrario, mayoría y minoríaspueden modificar sus respectivos lugares, y esa es una de lascaracterísticas centrales de las reglas democráticas.

Las minorías tienen, por una parte, derechos consagrados, ypor otra, pueden legítimamente aspirar a convertirse enmayoría. En un régimen democrático, a diferencia de unoautoritario, las minorías tienen derecho a existir,organizarse, expresarse y competir por los puestos deelección popular.

De hecho, cuando alguno de esos derechos se vulnera olesiona, un pilar fundamental de la democracia se cancela.Quizás uno de los indicadores más claros para evaluar laexistencia o no de la democracia sea precisamente el estatusjurídico y real del que gozan las minorías.

Se desprende de lo anterior que si las minorías gozan de esosderechos, al ejercerlos pueden llegar a convertirse enmayoría. La interacción entre una y otras es precisamente elsello distintivo de la democracia. Mientras en un régimenautoritario las minorías son proscritas y se les niegan, entérminos generales, sus derechos, el régimen democráticotiende a garantizarlos.

2.7. IGUALDAD

La legalidad supone, además, en términos democráticos, laigualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La ley pretendeuniversalizar derechos y obligaciones y normar, en este caso,la vida política. Esa igualdad ante la ley -que trasciendelas diferencias de riqueza, propiedad, sexo, religión,ideología- rompe con los privilegios estamentales ycorporativos de las sociedades premodernas y predemocráticas,construyendo una nueva figura: el ciudadano.

Esa igualdad jurídica que no acaba con las desigualdadesreales (y que algunas corrientes han considerado, por ello,una mera ficción), es el basamento a partir del cual se puedeconstruir un entramado democrático soportado por hombres ymujeres que adquieren su reconocimiento como ciudadanos. Alser iguales ante la ley 1y al gozar de los mismos derechos,la 1competencia equitativa entre las distintas agrupacionespuede ser posible, pero además garantiza queindependientemente del triunfo de unos u otros, el individuoseguirá siendo tratado igualitariamente.

2.8. CIUDADANÍA

En ese marco, el presupuesto básico es que existen en unasociedad moderna hombres con capacidad de discernirracionalmente entre las ofertas que se les presentan, quepueden contribuir con su opinión a la toma de acuerdos, queellos mismos pueden agruparse para participar en los asuntospúblicos y que como individuos gozan de una serie dederechos. En una palabra, que los individuos son consideradosciudadanos.

La familiaridad que esta palabra ha adquirido hace pensar quelos ciudadanos siempre han existido. Sin embargo, parecenecesario subrayar que la construcción de ciudadanos es unproceso histórico que precisamente se engarza con lamodernidad y tiene su cabal expresión en un régimendemocrático.

El ciudadano, piedra de toque del edificio democrático, tieneuna serie de derechos y obligaciones: derechos civiles,políticos y sociales, y obligaciones en esos tres terrenos.

Los regímenes autoritarios precisamente suprimen algunos otodos los derechos ciudadanos. Así, no es raro que los golpesmilitares, asonadas y cuartelazos sean inmediatamentesucedidos por la supresión de algunos de los derechosciudadanos básicos, por ejemplo, el derecho de reunión, deasociación, de publicación, etcétera.

A diferencia de otros regímenes, donde los individuos sonconsiderados simples engranajes para la reproducción delorden imperante, en la democracia éstos gozan de una serie degarantías que son consustanciales a la forma de organizacióndemocrática.

2.9. SOBERANÍA POPULAR

Es en el conjunto de los ciudadanos donde reside lasoberanía. La democracia moderna da un vuelco de 180 grados alas concepciones que sitúan la soberanía por encima delconjunto de los hombres, ubicándola en un ente metafísico oen algún poder terrenal selectivo. Para la democracia modernala fuente de todo poder político emana de la voluntadpopular, que es la soberana.

De esa voluntad popular surgen normas e instituciones que almismo tiempo deberán modular las fórmulas de expresión de esasoberanía popular.

Así, la soberanía popular es la fuente última de toda norma yde toda representación. Los gobernantes lo son porque lasoberanía popular asilo ha decidido, y esa es unacaracterística nodal de todo régimen democrático.

2.10. RELACIÓN DE DEPENDENCIA DE LOS GOBERNANTES CON RESPECTOA LOS GOBERNADOS

Por lo anterior es que precisamente los gobernantes dependende la voluntad de los gobernados. Los primeros emanan de lossegundos y a ellos deben rendir cuentas.

En esta dimensión, la tradición democrática se encadena a latradición republicana, creando una serie de institucionesencargadas de hacer que ese nexo tenga caucesinstitucionales.

El voto para elegir gobernantes, la existencia de cámaraslegislativas donde participen los representantes de la

población, y la división de poderes para que no se concentreel poder político, tienen por objeto que el puente decomunicación entre gobernantes y gobernados sea fluido y losmandatos puedan revocarse.

A diferencia de los regímenes monárquicos donde la función seadquiere por herencia, de los regímenes militares donde lainstitución armada se convierte en la fuente e instrumentodel ejercicio del poder, y de los regímenes teocráticos dondela jerarquía religiosa asume posiciones de mandogubernamental, en la democracia los puestos de gobierno ylegislativos suponen la representación de la ciudadanía consu consentimiento.

2.11. REPRESENTACIÓN

De hecho, el ejercicio de una función pública se entiende enla democracia como una representación que otorga lamencionada soberanía popular.

Un presidente o un primer ministro, los diputados y lossenadores, gobernadores y presidentes municipales, etc., sonrepresentantes populares y al pueblo se deben. Esta idea dela representación es la que permite, además, que la misma searevocada.

Históricamente, la representación surge ante la imposibilidadde ejercer realmente la democracia directa en comunidadesnumerosas y complejas. Ante la imposibilidad de que cadaciudadano incida directamente en la política sinintermediarios, se crean las instituciones representativas,cuya fuente es la voluntad ciudadana. Pero esa necesidad seconvierte en virtud porque quiere decir que gobernantes ylegisladores actúan en representación de los ciudadanos y quea éstos se deben.

2.12. REVOCABILIDAD DE LOS MANDATOSREVOCABILIDAD DE LOS MANDATOS A diferencia de otras fórmulas de gobierno, donde losmandatos no emergen de la voluntad popular, en la democraciatoda función estatal está sujeta al juicio de los ciudadanos,que en su carácter de electores tienen la capacidad pararefrendar o sustituir a sus representantes.

Esa fórmula para controlar a los gobernantes, el que noexista inamovilidad, permite reforzar el poder de losciudadanos, pero además crea condiciones para que los cambiosde gobierno se produzcan en un clima institucional ycivilizado. Todo gobierno democrático está sujeto a tiempos yprocedimientos a través de los cuales es juzgado.

La democracia es un sistema de instituciones que perviven yde representantes que cambian. Y esa cualidad tiende aconjugar estabilidad y cambio, o mejor dicho, el cambio nonecesariamente produce inestabilidad.

2.13. PAZ SOCIAL

La posibilidad apuntada en el apartado anterior es sumamenteimportante porque permite alternancias en el poder sinderramamientos de sangre o desgarramientos sociales.

Los sistemas totalitarios o autoritarios, al suprimir (ointentar suprimir) la pluralidad la disidencia, lacompetencia institucional y pacífica, fomentan en losexcluidos la impotencia y la desesperación que los obliga arecurrir a métodos violentos para intentar el acceso alpoder. Por el contrario, el sistema democrático presupone quelas diferentes corrientes políticas podrán acceder a los

puestos públicos de acuerdo con la adhesión ciudadana quehayan logrado, lo que teóricamente permite que los cambios derumbo se produzcan en un clima de convivencia y competenciapacíficas.

En un mundo convulsionado por conflictos bélicos de muydistinta índole, preguntarse por la forma de organizaciónpolítica que contribuya de mejor manera a perpetuar yreproducir la paz no resulta una cuestión menor. Y todoparece indicar que en los regímenes democráticos losconflictos -que no desaparecen- encuentran un cauceinstitucional para resolverse.

2.14. CONVIVENCIA DE LA DIVERSIDADCONVIVENCIA DE LA DIVERSIDAD Es necesario volver al punto 2.2., el referido a latolerancia; ya que es sin duda uno de los valores centrales.Al no hacer de los otros enemigos irreconciliables, al abrirun conducto institucional para su expresión, al permitir lacompetencia en un marco institucional, al abrir la puertapara la alternancia pacífica, la convivencia de la diversidadde puntos de vista, ideologías e intereses se hace posible. Yante un mundo que se fragmenta por motivos étnicos,religiosos e ideológicos, nunca estará de más subrayar lasposibilidades y bondades de la coexistencia de la diversidad.

Para el autoritario las naciones deben ser bloquesmonolíticos; para los demócratas son sociedades dondecoexiste la diversidad. Hacerse cargo de ella y ofrecerlecauces de expresión siempre será más productivo, a la larga,que intentar exorcizarla, lo cual indefectiblemente lleva ala violencia.

2.15. PARTICIPACIÓN

De hecho, el régimen democrático fomenta la participaciónciudadana en la esfera pública. Mientras los autoritarismosde diverso tipo esperarían que los ciudadanos se retrajeran asus asuntos privados, dejando la esfera pública en manos dela élite que detenta los mandos del Estado, lainstitucionalidad democrática, para su propia reproducción,necesita que los ciudadanos participen en los asuntos que seventilan en la esfera pública. Sea por la vía electoral, através de referendos, de la participación partidista osocial, o de las campañas de diferente tipo, la democraciasupone una participación ciudadana recurrente. La democraciasignifica un espacio público dilatado, medios para laparticipación y condiciones para hacerla posible.

La esfera pública, según la doctrina democrática, escompetencia de todos, y la participación ciudadana unacondición para que el propio sistema se reproduzca.

2.16. PROCESAMIENTO DE INTERESES DIVERSOS

A diferencia de 105 sistemas cerrados, la democracia suponeuna serie de conductos a través de los cuales se pueden ydeben procesar intereses distintos. De esa manera elciudadano o la organización social o política encuentra víaspara expresar sus necesidades y propuestas.

Ello -se supone- tiende a fortalecer la participación pero,sobre todo, incide en el propio apuntalamiento de lasinstituciones democráticas que por esa vía demuestran supertinencia, tanto haciendo posible la expresión de ladiversidad como redefiniendo los puntos de partida en unesfuerzo por hacerlos compatibles.

Cuando los diversos intereses que coexisten en la sociedad noencuentran vías para expresarse y ser atendidos, lastensiones tienden a agudizarse, mientras que cuandoencuentran vía franca para transitar no resultan explosivos.

2.17. INDUCCIÓN A LA ORGANIZACIÓN

Como procesar propuestas e intereses de manera individualresulta muy poco exitoso, la participación puede resultar másventurosa si se suman esfuerzos y voluntades, de tal suerteque la organización o la agregación de intereses aparece comouna vía con mayores posibilidades para la acción.

Esa promoción de organizaciones intermedias tiende, además, acrear un denso entramado que supone un mejor procesamiento delos asuntos públicos. Los temas y debates de interés generalencuentran un escenario con múltiples organizaciones queconstruyen una especie de sistema de pesos y contrapesos queteóricamente evita las decisiones caprichosas ydiscrecionales.

La expansión de la organización de facto hace que lapresencia de los intereses que existen en la sociedadgraviten en la toma de decisiones.

2.18. GOBERNABILIDAD CON APOYO CIUDADANO

Si lo anterior se cumple, entonces los gobiernos que emanande los procedimientos y las reglas democráticas suelen contarcon la adhesión de la mayoría de los ciudadanos. Esaidentificación o apoyo hacia los actos de gobierno tiende areforzar la gobernabilidad.

Aunque diversos analistas políticos han señalado en ocasionesla incompatibilidad entre democracia y gobernabilidad, sepuede sostener que cuando la democracia cumple los requisitosque le dan base y sentido, las crisis de gobernabilidadsuelen ser pasajeras, ya que el sistema democrático cuentacon los recursos institución ales suficientes paraautorregenerarse.

Ejemplificando: si un gobierno parlamentario pierde el apoyode la mayoría, el propio Parlamento puede removerlo orehacerlo, y si un gobierno presidencial pierde el respaldopopular, igualmente el horizonte de las próximas eleccionespuede volver a normalizar la gobernabilidad.

2.19. DERECHOS INDIVIDUALESDERECHOS INDIVIDUALES Pero lo más importante para la gente común, para el ciudadanoestándar es que, en interacción con la tradición liberal, lademocracia presupone una serie de derechos garantizados porel Estado, para todos y cada uno de los ciudadanos.

Los derechos humanos no encuentran mejor régimen tutelar quela democracia. Así, la igualdad y la no discriminación, elderecho a la vida, la libertad y la seguridad personales, laausencia de servidumbres, torturas y privaciones ilegales dela libertad, la igualdad ante la ley, las garantías hacia losinfractores, la protección de la vida privada, el libretránsito, la libertad de conciencia y religiosa, la deopinión y de expresión, etc., encuentran en el Sistemademocrático mayores probabilidades de volverse realidad.

Los pesos y contrapesos que el sistema democrático crea en elentramado estatal, y la participación plural y organizada quefomenta en la sociedad, tienden a ofrecer al ciudadanomárgenes más amplios para el ejercicio pleno de sus derechos

fundamentales y para que la institucionalidad estatal nopueda vulnerar sus garantías como ciudadano.

Mientras que los Estados autoritarios o totalitarios, aldesplegar su acción barriendo la diversidad y la disidencia,destruyen buena parte de los necesarios equilibrios de poder,la visibilidad que en la democracia adquiere la vida públicaofrece mejores garantías a los ciudadanos.

Pero más allá de los derechos humanos o cívicos básicos, losderechos políticos y sociales también pueden desplegarse demejor manera bajo una institucionalidad democrática. Losderechos de organización, manifestación, reunión,participación política, así como aquellos que se refieren ala educación, al trabajo, al acceso 11 la vida cultural y ala salud, encuentran un terreno más fértil en la democracia,porque la dependencia de los gobernantes con respecto a losgobernados y la institucionalidad política que pone en pie elsistema democrático, en todo momento tienden a evaluar elcumplimiento o no de los mencionados derechos. De hecho, laexpansión progresiva de los derechos ciudadanos es uno de loshilos fuertes de la historia de los sistemas democráticos.

Hasta aquí se ha intentado presentar en forma ideal laarmonía que subyace en la doctrina democrática. Esa armoníahace visibles los valores en los que se asienta el idealdemocrático y las bondades que en teoría se desprenden delmismo.

Pero entre el ideal democrático y la realidad democráticamedian enormes y profundas diferencias. La democracia no esajena a patologías de múltiples tipos. Fenómenos tales comola indiferencia ciudadana, la irresponsabilidad política, laatrofia de las instituciones, la sobrecarga de expectativas,los intereses particulares que gravitan por encima de los dela mayoría, son fenómenos que se encuentran en la realidad dela democracia. Pero precisamente el ideal aquí descrito es elque permite juzgar las desviaciones y contrahechuras de larealidad.

Como quiera que sea, este texto solamente ha querido subrayarlos valores y principios del ideal democrático, el cual nopuede confundirse con la realidad. La tensión entre ideal yrealidad es la que precisamente previene para no esperarmilagros de la democracia.