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ÍNDICE
1.INTRODUCCIÓN
1.1.BREVE HISTORIA DEL TDAH
2.DESARROLLO
2.1.DESCRIPCIÓN GENERAL DEL TDAH EN ADULTOS
2.2.EPIDEMIOLOGÍA DEL TDAH EN ADULTOS
2.3.CAUSAS Y ETIOPATOGENIA
2.3.1.BASES GENÉTICAS
2.3.2.FACTORES AMBIENTALES
2.3.3.NEUROFISIOLOGÍA
2.4.EVALUACIÓN DEL TDAH EN ADULTOS
2.4.1.INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN
2.4.1.1.ESCALAS DE VALORACIÓN
2.5.TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
2.5.1.FÁRMACOS PSICOESTIMULANTES
2.5.2.FÁRMACOS NO PSICOESTIMULANTES
3.CONCLUSIONES
4.BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
El Trastorno por Déficit de Atención/Hiperactividad (TDAH),
fue considerado un cuadro presente sólo en la infancia y la
adolescencia, hasta que actualmente se demostró que este
trastorno puede existir en los adultos cuya sintomatología
haya comenzado antes de los 7 años. Dicho desfase, hizo que
los síntomas y tratamientos del TDAH infanto-juvenil sean
más conocidos y orientados que en los adultos, a pesar de
que el cuadro sea neurobiológicamente del mismo origen.
En los adultos, no sólo existe una especificidad subgrupal,
sino que también existen complicaciones, riesgos y
comorbilidades más frecuentes que en la infancia, que
enmascaran y confunden con otros cuadros psiquiátricos.
El tener un origen biológico común, permite que los adultos
puedan ser diagnosticados con los mismos criterios adaptados
del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV-
TR).
Breve Historia del TDAH:
Una de las características más llamativas son los sucesivos
cambios de nombre que el trastorno ha sufrido a lo largo de
los años. Los iniciales “Síndrome Cerebral Mínimo” (Strauss
and Lehtinen 1947), “Trastorno del impulso hiperquinético”
(Denhoff et al. 1957) o “Disfunción Cerebral Mínima”
(Clements and Peters 1962), resaltaban que los síntomas eran
producidos por pequeñas alteraciones en el funcionamiento
del cerebro. Posteriormente se denominó “Reacción
Hiperquinética de la infancia” (Barkley) y en 1980 se cambió
por “Trastorno por Déficit de Atención, con o sin
Hiperactividad” (Ramos-Quiroga).
Desde 1994 se conoce con el nombre actual de TDAH. Estos
cambios se deben a las diversas escuelas y tendencias
teóricas que han surgido a lo largo de la historia, pero que
en el fondo, todas ellas llegan a definir a un grupo de
personas que sufren la misma sintomatología, con problemas
en el mantenimiento de la atención, impulsividad e
hiperactividad.
El inicio de la investigación sobre TDAH en adultos ha sido
más tardía que en los niños. Las primeras investigaciones
que trataron este tema son de finales de los años 60 del
siglo pasado. Pero la que revolucionó el estudio de este
problema, fue la investigación que evaluó la eficacia del
tratamiento con medicamentos en un grupo de adultos
diagnosticados con TDAH, en la revista “Archives of General
Psychiatry”. En este artículo se describían los mismos
tratamientos que se venían utilizando para tratar a los
niños con TDAH y se demostró que también podían ser útiles
en la edad adulta. Posteriormente, se sucedieron otras
publicaciones que pusieron de manifiesto que el TDAH
continuaba en la adolescencia y en la edad adulta.
DESARROLLO
Descripción general del TDAH en adultos:
Uno de los aspectos más característicos del TDAH, es la edad
en la que se observan los primeros síntomas del trastorno.
El TDAH es un trastorno psiquiátrico que se inicia en la
infancia. Está considerado como el más frecuente en esta
edad; por tanto, un adulto con TDAH siempre ha sido un niño
con TDAH.
Existen 2 tipos de síntomas que definen el TDAH:
Dificultad para el mantenimiento de la atención
Hiperactividad (Dificultad para el control de la
actividad motora) e impulsividad (precipitación
excesiva en las acciones que emprende la persona)
En las clasificaciones internacionales de las enfermedades y
los trastornos mentales, los síntomas son los mismos tanto
para niños como para adultos. Pero se ha demostrado en
trabajos científicos realizados durante los años 90 del
siglo pasado, que existen ciertas diferencias y
peculiaridades en los adultos que es necesario conocer para
identificar correctamente el trastorno a esta edad.
Epidemiología del TDAH en el adulto
Los estudios de prevalencia del TDAH en adultos son menos
numerosos que los realizados en niños y adolescentes. La
mayor parte de los trabajos realizados en población adulta,
coinciden en encontrar una prevalencia entre el 3 y 4% (en
la población infanto-adolescente, la prevalencia del TDAH es
en torno al 8-12%), lo que lo sitúa como uno de los
trastornos psiquiátricos más frecuentes, por encima de la
esquizofrenia (1%) o el trastorno bipolar (1,5%). Estas
cifras se conocen a partir de grandes estudios
epidemiológicos internacionales que han evaluado la
frecuencia del TDAH en adultos en diferentes contextos
culturales (Europa, América, Oriente Medio, etc.).
Uno de los estudios más importantes realizados en población
(9000 individuos) es el de la National Comorbidity Survey
(NCS-R), efectuado con criterios DSM-IV. En él se encontró
una prevalencia de un 4,4%. Existe también un estudio
europeo en una población de 1813 adultos de entre 18 y 75
años. En este estudio la prevalencia era de un 1 a un 3%
dependiendo si se exigían 4 o 6 criterios para el
diagnóstico.
Cuando se evalúa la frecuencia del TDAH en poblaciones
especiales, como las personas que tienen problemas por abuso
o dependencia de drogas, se encuentran cifras mucho más
elevadas de TDAH, que llegan incluso hasta el 20%. Si la
población estudiada está integrada por reclusos
penitenciarios, las cifras se elevan aún más, hasta el 25%.
Estos resultados nos permiten intuir, que el TDAH se
manifiesta asociado con elevada frecuencia a otros
trastornos psiquiátrico (Comorbilidad).
Las cifras sobre la comorbilidad de un determinado trastorno
también pueden variar en función de si se evalúa a lo largo
de la vida o en el momento actual.
En el primer caso suelen ser más elevadas, ya que se estudia
la presencia del trastorno en cualquier momento de la vida
de la persona hasta la fecha de la exploración, mientras que
en el segundo caso se evalúa si existe o no, otro trastorno
asociado en el momento en que se realiza el estudio.
El TDAH en adultos presenta cifras elevadas de comorbilidad
a lo largo de la vida; aprox. un 70-90% de los casos tendrá
otro trastorno psiquiátrico asociado.
La prevalencia del TDAH también puede variar en función del
género (masculino o femenino). En la población clínica
infantil parece haber un predominio de varones, con una
proporción de 6:1, o de 3:1 según estudios (Goodyear & Hynd
1992, Taylor et. al 1991). Esta desproporción puede ser
engañosa, ya que durante la infancia hay un sesgo en la
valoración que merecen los síntomas. En primer lugar,
existen ciertas diferencias de género en la expresión
sintomática del trastorno, que hacen que los niños llamen
más la atención de familiares y docentes que las niñas, al
ser más frecuente el tipo “inatento” en las niñas, y el tipo
“hiperactivo/impulsivo” en los niños. Además la comorbilidad
con el trastorno disocial y el trastorno oposicionista es
también mayor en varones. En segundo lugar, aunque en ambos
sexos se presenten los mismos comportamientos, la valoración
que merecen es distinta.
En muestras clínicas de pacientes adultos parece que esta
desproporción se atenúa, esto debido a que los adultos
buscan ayuda por sí mismos.
Causas y Etiopatogenia
Inicialmente, las hipótesis sobre la etiología del trastorno
se centraron en la existencia de un posible daño cerebral,
considerándose como causas principales lesiones producidas
en el momento del parto (hipoxia) o una encefalopatía
prenatal. Los signos neurológicos menores que mostraban los
pacientes apoyaban estas hipótesis, así como los síntomas de
hiperactividad que manifestaban los pacientes epilépticos o
los niños con intoxicaciones por plomo (Barkley 2006). En la
actualidad el TDAH se considera un trastorno de origen
multifactorial, donde juegan un rol importante los factores
genéticos y ambientales.
Bases Genéticas
El TDAH es un trastorno con una alta carga genética, es
decir, que el tipo de genes que tiene cada persona aumentará
o disminuirá el riesgo de tener dicho trastorno. Se
considera que la información genética de cada individuo
explica el 76% de la presencia del TDAH.
A pesar de las diferencias metodológicas entre los estudios,
se han acumulado gran cantidad de evidencias que prueban que
el TDAH depende en gran medida de una importante carga
genética comparable a la de otros trastornos psiquiátricos
como la esquizofrenia o el trastorno bipolar.
Los estudios familiares más simples, indican que el riesgo
de padecer un TDAH es de 2 a 5 veces mayor para los
familiares de primer y segundo grado de los pacientes
(Biederman, Munir & Knee 1987).
Los estudios en gemelos descubren que la concordancia en
monocigóticos duplica o triplica a la que se encuentra en
dicigóticos (Goodman & Stevenson 1989; Sherman, McGue &
Iacono 1997), e indican además que la heredabilidad del
síntoma hiperactivo/impulsivo (88%) es mayor que para los de
inatención (79%) (McLoughlin et al. 2007).
En un análisis conjunto de 20 estudios sobre gemelos,
realizados en diferentes contextos culturales, se ha
estimado la heredabilidad del TDAH en un 76% (Faraone et al.
2005). Esto supone que el TDAH es uno de los trastornos
psiquiátricos con mayor heredabilidad.
En cuanto al mecanismo de transmisión, parece que el TDAH
dependería del efecto predominante de un gen. Actualmente se
sospecha de 7 genes candidatos que codifican receptores y
transportadores de dopamina y serotonina (Faraone et al.
2005). Uno de los que más atención está recibiendo es el que
codifica el receptor de Dopamina D4. Un alelo de este gen se
encuentra más frecuente en individuos con TDAH que en
individuos sanos (La Hoste et al. 1996; Swansson et al.
1998). In Vitro, la expresión de este alelo disminuye la
respuesta celular a la dopamina.
Otro de los genes estudiados es el del Transportador de
Dopamina (DAT), este transportador es la diana de muchos de
los tratamientos farmacológicos utilizados para el
tratamiento del TDAH.
Factores ambientales
Las causas ambientales también juegan un papel importante en
el TDAH y permiten explicar aproximadamente el 20% de su
origen.
Las complicaciones durante el embarazo y el parto (toxemia
materna, sufrimiento fetal, prematuridad) se han relacionado
con la aparición de TDAH. Sobre todo aquellas asociadas a
hipoxia fetal. Entre los factores prenatales, una de las
relaciones mejor establecidas es la que se ha encontrado con
el consumo de alcohol y tabaco durante el embarazo (Denardin
et al. 2006; Mick et al. 2002).
Se han estudiado también factores psicosociales (nivel
socioeconómico, trastorno mental o conductas delictivas de
los padres), y factores relacionados con el funcionamiento
familiar (conflicto familiar crónico, bajo apoyo familiar).
Influirían como predisponentes inespecíficos para la
patología infantil, en la gravedad de la expresión clínica,
en el pronóstico, y también favoreciendo la aparición de
ciertos trastornos comórbidos.
Neurofisiología
Los estudios de neuroimagen cerebral y los trabajos
realizados durante los últimos 25 años, han aportado un
mejor conocimiento de la neurobiología del TDAH a lo largo
de la vida.
Los estudios neuroquímicos se han dirigido sobre todo a los
sistemas monoaminérgicos, y especialmente a los circuitos
noradrenérgicos y dopaminérgicos.
En los seres humanos, el papel de estos neurotransmisores en
el funcionamiento mental, y la localización de sus
proyecciones neuronales, coinciden bastante con las
funciones que se presumen alteradas en los pacientes que
sufren TDAH.
El sistema dopaminérgico está relacionado con los
procesos de recompensa y motivación. Las neuronas
dopaminérgicas son esenciales para el inicio de la
actividad, y para el mantenimiento de la misma en
función de los refuerzos positivos o negativos. Los
pacientes con TDAH presentan dificultades para el
inicio de la actividad, tienen problemas para inhibir
las conductas en respuesta a los refuerzos negativos, y
a veces se quedan “atrapados” en determinadas
actividades de las que les resulta muy difícil
desprenderse.
Del sistema noradrenérgico dependen el mantenimiento
del nivel de alerta, y la posibilidad de cambiar el
foco de atención de manera flexible y adaptativa en
función de las necesidades. Quienes sufren de TDAH no
pueden sostener su atención, cambian su foco de
atención de manera indiscriminada y no relaciona el
propósito de la tarea que estaba realizando.
Las pruebas de neuroimagen estructurales y funcionales,
confirman la afectación de las zonas del cerebro implicadas
en la atención y la regulación de la actividad, y
relacionadas con los sistemas neuroquímicos mencionados.
Estas áreas son, los lóbulos frontales y los núcleos de la
base (caudado y estriado), entre otras.
Evaluación del TDAH en Adultos
Actualmente, tanto en niños y adolescentes como en adultos,
el diagnóstico del TDAH se basa en la identificación de los
signos y síntomas clínicos que lo caracterizan; ni las
modernas pruebas de neuroimagen, ni los hallazgos en
genética molecular, ni incluso, las exploraciones
neuropsicológicas tienen la especificidad suficiente como
para formular un diagnóstico preciso.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de los adultos no
habrán recibido un diagnóstico de TDAH en la infancia, es
importante que el clínico tenga un cierto grado de sospecha,
que facilite la identificación del trastorno.
Probablemente el paciente adulto con este trastorno no
consulte por problemas de inquietud o inatención, sino que
consulte por algún trastorno comórbido o bien, los
provocados por el deterioro que produce el trastorno en su
funcionamiento vital.
Se ha propuesto que para realizar una evaluación precisa del
TDAH en adultos, es necesario poder responder a 4 preguntas
esenciales (Adler & Cohen 2004; Barkley 2006). La primera
hace referencia a la existencia de evidencias clínicas de la
presencia de síntomas del TDAH en la infancia y un deterioro
significativo y crónico en diferentes ámbitos. La segunda
cuestión debe aclarar si existen evidencias acerca de la
relación entre los síntomas de TDAH actuales y un deterioro
sustancial y consistente en diferentes ámbitos (Es necesaria
la información aportada por el propio sujeto, como la de un
familiar directo). En tercer lugar, se tendrá que evaluar si
los síntomas que refiere el paciente se explican mejor por
la presencia de otro trastorno psiquiátrico o médico.
Finalmente, es necesario valorar la posible presencia de
otros trastornos comórbidos con el propio TDAH.
Instrumentos de Evaluación
Existen diferentes escalas y entrevistas para la evaluación
de los síntomas que el paciente presenta en la edad adulta y
que han demostrado su utilidad en la práctica clínica.
La ASRS-v1.1 (Adult ADHD Self-Report Scale Symptom
Checklist) es un instrumento útil para la detección de
pacientes que sufren TDAH. Se trata de una escala de la OMS
que valora la frecuencia con la que el individuo sufre cada
uno de los 18 síntomas del TDAH según DSM-IV.
En los adultos, los síntomas más sobresalientes son: las
alteraciones del humor, las dificultades de organización y
los olvidos frecuentes. Muchos de los síntomas típicos de la
infancia adquieren un aspecto diferente en el adulto.
Es muy importante interesarse en la historia laboral del
paciente. A menudo, los adultos con TDAH presentan
dificultades relacionadas con el trabajo, como conflictos
con los jefes, dificultad para mantener/encontrar trabajo,
bajo desempeño, entre otras.
Para hacer el diagnóstico, hay que confirmar que el problema
se presentaba ya en la infancia. Es esencial hacer una
historia infantil completa. El porcentaje de niños no
diagnosticados y no tratados se aproxima al 50% (Froehlich
2007), por lo que no basta con averiguar si el paciente ha
recibido este diagnóstico durante la infancia.
Hay que explorar los síntomas que el paciente tuvo cuando
era niño, a qué edad comenzaron, su severidad, frecuencia, y
cuántos problemas causaron en la vida diaria.
Las escalas y test neuropsicológicos no son imprescindibles
para el diagnóstico, pero ayudan a valorar el grado de
afectación, así como la respuesta al tratamiento.
Escalas de Valoración
Existen diferentes escalas y entrevistas que ayudan a
complementar el diagnóstico, o para valorar la evolución y/o
respuesta al tratamiento. Son recomendables los instrumentos
basados en el DSM que identifican adultos con patrones de
síntomas psicosociales, psiquiátricos y cognitivos similares
a los encontrados en el TDAH infantil. Éstos son:
Adult ADHD Self-Report Scale (ASRS-v1.1):
Es un cuestionario autoadministrado que consta de 2
presentaciones, una de 18 ítems y otra de 6 ítems. Se
pretende que esta escala sirva para la detección de
posibles casos, en los que se necesite una entrevista
clínica más detallada.
Cada uno de los ítems pregunta sobre los criterios DSM
IV, y para cada cuestión el paciente indica la
frecuencia con la que presenta el síntoma, marcando una
casilla que corresponde a una escala de 5 niveles desde
“Nunca” hasta “Muy a menudo”. Algunas casillas están
sombreadas, 4 o más marcas en las casillas sombreadas
de las primeras 6 cuestiones indica que los síntomas
del paciente son muy consistentes con un TDAH y por lo
tanto se aconseja una entrevista más detallada.
Conners Adult ADHD Diagnostic Interview for DSM-IV
(CAADID):
Este instrumento está diseñado para identificar la
presencia de los 18 criterios diagnósticos DSM IV en la
infancia (retrospectivo) y en la edad adulta. Se
preguntan por factores de riesgo asociados al
temperamento, desarrollo, ambiente e historial médico.
Otros datos que se recogen son el historial académico,
ocupacional, y social/relacional.
Brown Attention-Deficit Disorder (ADD) Rating Scale for
Adults:
Es un cuestionario semiestructurado, en el cual se
valoran las funciones ejecutivas en 5 áreas:
organización del trabajo, concentración y atención
sostenida, alerta y esfuerzo sostenido, manejo de la
frustración y otras emociones, y memoria de trabajo. La
frecuencia que se valora va de 0 (nunca) a 3 (casi
diariamente).
Tratamiento Farmacológico
Durante los últimos años ha habido un notable avance en la
terapéutica y especialmente en los tratamientos
farmacológicos, esto debido a que se ha incrementado de
forma considerable la experimentación en la población
adulta.
Actualmente se dispone de diferentes psicofármacos que han
demostrado ser eficaces en el tratamiento del TDAH en
adultos. Estos fármacos se clasifican en 2 grandes grupos:
los psicoestimulantes y los no psicoestimulantes.
Fármacos Psicoestimulantes
Los estimulantes con acción simpaticomimética central fueron
introducidos en terapéutica a finales del s. XX a partir de
la observación casual de su eficacia en niños con trastornos
mentales (Spencer et. al 2004). Desde entonces, varios
estudios clínicos han confirmado su eficacia en el
tratamiento del TDAH, y por lo tanto se considera el
tratamiento de primera elección.
Los psicoestimulantes son un grupo heterogéneo de fármacos,
ya que entre ellos existen diferencias a nivel
farmacodinámico y farmacocinético. Por ejemplo, el
metilfenidato actúa principalmente como un inhibidor de la
recaptación de la dopamina, y en menor medida de la
noradrenalina, mostrando también actividad sobre el receptor
D1 y los sistemas serotoninérgico, histaminérgico y
colinérgico (Wilens 2008). En cambio, las anfetaminas además
de inhibir la recaptación de dopamina y la noradrenalina,
promueven la liberación de la dopamina en la hendidura
sináptica e inhiben la degradación de la dopamina a través
de la Monoaminooxidasa (MAO) a nivel presináptico.
La pemolina inhibe la recaptación de la dopamina e
incrementa la liberación del neurotransmisor a nivel
sináptico como las anfetaminas.
A nivel farmacocinético estos medicamentos muestran notables
diferencias, ya que existen de acción corta y otras de
acción prolongada. En el caso del metilfenidato o la
dextroanfetamina (preparados de liberación inmediata (LI)),
muestran una duración de acción corta de 3-4 hrs y 4-6 hrs
respectivamente. Por este motivo se han desarrollado
preparados de acción prolongada, como el metilfenidato de
liberación sostenida (duración de 5-8 hrs), el metilfenidato
de liberación de capas múltiples bifásicas (6-8 hrs) y el
metilfenidato OROS (10-12 hrs) (Spencer et al. 2005) o las
sales mixtas de anfetamina de liberación prolongada (10-12
hrs), que requieren una única toma diaria (Ramos-Quiroga et.
al 2006).
Fármacos no psicoestimulantes
La administración de psicoestimulantes en pacientes con
TDAH, que muestran una especial vulnerabilidad al desarrollo
de trastorno por uso de sustancias (Ramos-Quiroga et al.
2006), ha provocado que la investigación farmacológica
centre sus estudios en la búsqueda de otros psicofármacos
sin potencial de abuso. Algunos de estos fármacos son la
atomoxetina, agonistas alfa 2 adrenérgicos como la
guanfacina, antidepresivos tricíclicos, entre otros.
De los anteriormente mencionados, la Atomoxetina es el único
de los fármacos no estimulantes que cuenta con la indicación
para TDAH (Ramos-Quiroga et al. 2006). Es un inhibidor
selectivo de la recaptación de noradrenalina.
Los ensayos clínicos doble ciego contra placebo han
demostrado su eficacia en el tratamiento del TDAh en adultos
(Spencer et al. 1998; Adler et al. 2005). En estos estudios
las dosis empleadas oscilaban entre 60-120 mg/día, siendo 90
mg/día la dosis habitual.
Bupropion, un inhibidor de la recaptación de dopamina y
noradrenalina, y utilizado como antidepresivo; cuenta
también con ensayos clínicos en los que se le compara con
placebo, teniendo buenos resultados y buena tolerancia a
dosis de hasta 450 mg/día.
CONCLUSIÓN
El TDAH es un trastorno crónico, que persiste desde la
infancia hasta la adultez. Diversos estudios marcan el
origen de este trastorno como una alteración multifactorial,
en la que los genes y el ambiente juegan un papel muy
importante.
Actualmente se ha encontrado que el TDAH se asocia a
factores neuroquímicos, hablando específicamente de los
neurotransmisores dopamina y noradrenalina, en la que se
encuentran afectados el transportador o el receptor de
Dopamina; y estos van ocasionar un efecto negativo en las
funciones cognoscitivas de la persona, como lo son, la
concentración, la atención o la memoria.
Los síntomas que presenta el paciente con TDAH no dejan de
manifestarse a lo largo de toda su vida. Lo más probable, es
que de niños presentaron graves problemas para mantener la
atención en todo tipo de actividades, principalmente las
escolares, también que hayan presentado problemas por ser
muy inquietos y estar siempre en riesgo por su impulsividad.
Estas conductas cambian conforme va creciendo el individuo.
Cuando llegan a la adultez, las personas con TDAH son
desatentas, desorganizadas y olvidadizas, pierden sus cosas
con demasiada facilidad, dicen cosas sin pensar, faltan a
sus citas, no alcanzan las metas propuestas, ni pueden
organizar una agenda.
Esta sintomatología les produce serios problemas en la vida
cotidiana, por ejemplo; si se encuentran trabajando en una
fábrica, las personas con TDAH llegarán comúnmente tarde a
trabajar ya que se les “olvidó” poner el despertador, o
agendar una cita importante con su jefe; normalmente éstas
personas tienden a cambiar seguido de trabajo.
Otro ejemplo sería, un estudiante de medicina que deje para
el final trabajos, exposiciones o incluso preparar un examen
para el día próximo debido a su mala organización y a no
adelantar dichos trabajos, para así tener una agenda más
holgada.
En una sociedad como en la que vivimos, en la que la
competencia por un puesto de trabajo, de estudio, etc., está
creciendo día con día, el adulto con TDAH va batallar más
por obtener un lugar de ellos y más que nada mantener ese
lugar. Otro problema que surge en contacto con la sociedad,
es que difícilmente van a poder mantener relaciones
personales o afectivas con otros.
Generalmente cuando hablamos de TDAH, hablamos de un
trastorno “invisible”, que con frecuencia se encuentra
camuflado por otros problemas psicológicos o rasgos de la
personalidad que dificultan su diagnóstico. Y es
precisamente esta invisibilidad la que provoca que un
elevado porcentaje de niños hiperactivos lleguen a la edad
adulta, arrastrando un problema que desconocen y les pueda
llevar a tomar el peor de los caminos.
Para esto, es muy importante que los familiares, amigos o
personas cercanas a la persona con TDAH identifique el/los
problemas que está padeciendo y acudan con un especialista.
El TDAH en adultos, no es un trastorno fácil de
diagnosticar, por lo que únicamente debe ser realizado por
un profesional cualificado (psiquiatra) y con experiencia en
el diagnóstico de TDAH.
El diagnóstico que se realiza es clínico, por tanto no
existe ninguna prueba diagnóstica definitiva. El
especialista puede obtener la información del paciente
mediante; preguntas abiertas, preguntas específicas,
entrevistas semiestructuradas, cuestionarios o escalas.
Entre las escalas más empleadas para el diagnóstico del TDAH
se encuentran: ASRS, Conners y Brown.
También el poder entrevistar a algún familiar cercano o
amigo que haya estado con él desde la infancia y pueda
relatar si ha encontrado algún cambio, puede ser una ayuda
sustancial para el paciente.
Una vez diagnosticado el TDAH, el primer paso a realizar
será, transmitir desde la visita médica psicoeducación: qué
es el TDAH, qué implica, qué posibilidades hay para el
manejo, etc. Afortunadamente es un trastorno que tiene
diferentes opciones a aplicar, combinadas o no en función de
las características del paciente, la gravedad que tenga, su
disponibilidad, etc.
Una vez realizado esto, se platica con el paciente que
opciones de tratamiento hay, si sólo el tratamiento
psicológico cognitivo-conductual, sólo con fármacos, o
ambos, dependiendo de los síntomas que tenga.
Con un buen tratamiento, se logrará un cambio en el paciente
para que a lo largo de su vida, sepa manejar la atención y
utilizar el autocontrol.
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