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Sujeto nacional y biógrafo extranjero: la primera biografía en inglés sobre Manuela Sáenz. María,'FernATida, Laruier Skidmore College La narración de vidas no es simplemente una oportunidad para escudriñar en las historias de otros, es también una invitación para vivir otras Historias. Ya se trate de autobiografías, biografías, memorias o testimonios, éstos son textos que construyen personajes a partir de la interpretación de los cómo y los por qué de sus trayectorias vitales y, como en todo acto de interpretación, las agendas del narrador forman parte del producto final. Esas agendas unas veces cuestionan y otras veces coinciden con los parámetros ideológicos, morales, nacionales, raciales o genéricos que el autor supone son los que mantiene el público para quien escribe. Es por eso que en el caso particular de la biografía, algunos teóricos han visto un instrumento conector de los miembros de una comunidad, una herramienta soldadora de relaciones de parentescos nacionalistas y un artefacto transmisor de los modos de una determinada herencia cultural (Hamilton 9). Pero ¿se pueden numerar todas esas virtudes de la biografía cuando se trata de reconstruir la vida de un sujeto extranjero para un público connacional? ¿Cómo se presenta a un lector un personaje de otra cultura? Y en el caso latinoamericano, ¿qué impacto han tenido las biografías de los héroes nacionales escritas por biógrafos extranjeros en el imaginario cultural? Propongo como guía para el esbozo de respuestas a tales interrogantes el análisis de la primera biografía escrita en inglés sobre Manuela Sáenz, The Four Seasons ofManuela: The Love Story ofManuela Sáenz and Simón Bolívar (1952), del autor estadounidense Victor Von Hagen (1908—1985).1 El texto de Von Hagen, a pesar de haber sido recientemente superado por la biografía que sobre Manuela escribiera la historiadora Pamela Murray, sigue siendo cita obligada para todo aquel que se interese en la mujer popularmente recordada en Latinoamérica como la amante de “El Libertador” Simón Bolívar.2 The Four Seasons fue la primera biografía en presentar a Manuela al público general anglosajón y su particularidad la define la forma en que su autor trató de modelar la recepción del personaje. Antes de entrar en materia es importante enfatizar el hecho de que la biografía es un género híbrido cómodamente asentado entre la historia y la literatura. Dada esa condición, y desde el punto de vista teórico, especialistas de ambos campos la colocan en una especie de área gris que ha dado como resultado que, a pesar de su popularidad, el fruto de los esfuerzos por teorizar el discurso biográfico no sea de ningún modo comparable con el que desde el siglo XIX ha producido el análisis de la novela y, en el siglo XX, las teorías 153

Sujeto Nacional y biógrafo extranjero: la primera biografía en inglés sobre Manuela Sáenz

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Sujeto nacional y b iógrafo extranjero: la prim era biografía en inglés sobre M anuela Sáenz.

M a ría , 'F e rn A T id a , L a r u ie r

Skidmore College

La narración de vidas no es simplemente una oportunidad para escudriñar en las historias de otros, es también una invitación para vivir otras Historias. Ya se trate de autobiografías, biografías, memorias o testimonios, éstos son textos que construyen personajes a partir de la interpretación de los cómo y los por qué de sus trayectorias vitales y, como en todo acto de interpretación, las agendas del narrador forman parte del producto final. Esas agendas unas veces cuestionan y otras veces coinciden con los parámetros ideológicos, morales, nacionales, raciales o genéricos que el autor supone son los que mantiene el público para quien escribe. Es por eso que en el caso particular de la biografía, algunos teóricos han visto un instrumento conector de los miembros de una comunidad, una herramienta soldadora de relaciones de parentescos nacionalistas y un artefacto transmisor de los modos de una determinada herencia cultural (Hamilton 9). Pero ¿se pueden numerar todas esas virtudes de la biografía cuando se trata de reconstruir la vida de un sujeto extranjero para un público connacional? ¿Cómo se presenta a un lector un personaje de otra cultura? Y en el caso latinoamericano, ¿qué impacto han tenido las biografías de los héroes nacionales escritas por biógrafos extranjeros en el imaginario cultural? Propongo como guía para el esbozo de respuestas a tales interrogantes el análisis de la primera biografía escrita en inglés sobre Manuela Sáenz, The Four Seasons o f Manuela: The Love Story o f Manuela Sáenz and Simón Bolívar (1952), del autor estadounidense Victor Von Hagen (1908—1985).1

El texto de Von Hagen, a pesar de haber sido recientemente superado por la biografía que sobre Manuela escribiera la historiadora Pamela Murray, sigue siendo cita obligada para todo aquel que se interese en la mujer popularmente recordada en Latinoamérica como la amante de “El Libertador” Simón Bolívar.2 The Four Seasons fue la primera biografía en presentar a Manuela al público general anglosajón y su particularidad la define la forma en que su autor trató de modelar la recepción del personaje.

Antes de entrar en materia es importante enfatizar el hecho de que la biografía es un género híbrido cómodamente asentado entre la historia y la literatura. Dada esa condición, y desde el punto de vista teórico, especialistas de ambos campos la colocan en una especie de área gris que ha dado como resultado que, a pesar de su popularidad, el fruto de los esfuerzos por teorizar el discurso biográfico no sea de ningún modo comparable con el que desde el siglo XIX ha producido el análisis de la novela y, en el siglo XX, las teorías

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alrededor del discurso fílmico. Esa es la razón por la cual David Novarr acertadamente apunta que es más productivo hablar de tendencias en la recepción del arte biográfico que de propuestas analíticas definidas (ix-xvii). Y todo eso a pesar de que Estados Unidos e Inglaterra, países que se consideran los mayores productores de biografías, cuentan con centros como el Biographical Research Center de la Universidad de Hawaii en Manoa o el Prosopography Center de la Universidad de Oxford. Igualmente, ambos países publican tanto revistas académicas como para el público general dedicadas al tema. No olvidemos tampoco que en los Estados Unidos existe un canal de televisión consagrado a la narración de vidas: el popular “Biography Channel.”

Pese a la carencia de metodologías específicas, nombres de estudiosos del género no faltan. Dejando a un lado a Plutarco, el gran maestro de biógrafos, y enfocándonos en lo que se conoce como la “biografía moderna,” los nombres de Lytton Strachey, Victoria Wolf, Harold Nicolson y León Edel, todos ellos biógrafos, se cuentan entre los más relevantes. Nombres importantes a pesar de que los trabajos críticos de estos autores se leen más como una justificación de sus estrategias como practicantes del género que como una verdadera teorización del engranaje que sostiene la biografía (Ellis 2). Hay, además, un aspecto que resalta para un lector ajeno a la cultura anglosajona que estos especialistas representan, y es el hecho de que el análisis de los textos a partir de los cuales los autores mencionados definen sus ideas sobre el género son, esencialmente y casi en su mayoría, biografías de escritores y personajes históricos de relevancia indiscutible en Inglaterra o los Estados Unidos. Este escenario de sus trabajos críticos nunca es reconocido, y tal particularidad pone en evidencia que las ideas sobre el género están sostenidas sobre una suerte de precondición fundamental que espera la tácita adhesión del lector a los rasgos generales de una noción determinada de identidad cultural. En este caso se trata de la creada por la ideología hegemónica anglosajona.

La idea de un sistema de creencias, valores, actitudes y/o costumbres en común entre lector y biógrafo comienza a cuestionarse de forma sistemática durante los años 70 y 80 del siglo XX con la consolidación de la crítica feminista y de los estudios subalternos respectivamente. Ambos campos, con sus correspondientes aproximaciones al análisis discursivo de la historia y la literatura desde la problematización de las dinámicas de poder presentes en el quién describe, o habla por, o representa a quién, abrieron las puertas a un necesario repensar de la biografía como género. Las feministas declararon que es importante que el biógrafo de una mujer reconozca los mecanismos de acción del sistema patriarcal para poder verdaderamente medir los logros o los fracasos del sujeto femenino representado (Gutiérrez 53). Para los estudiosos del colectivo subalterno fue necesario cuestionar la perspectiva que da por sentada la preeminencia de la historia occidental como único parámetro medidor y validador tanto de la producción de conocimiento como de su representación (Chakrabarty 2-3).

El cuestionamiento de la perspectiva narrativa que destacan el feminismo y los estudios subalternos brinda la plataforma para reflexionar en torno a las estructuras que componen el discurso sobre el sujeto histórico latinoamericano desde la lente foránea. Al buscar establecer el grado de influencia que ha tenido el biógrafo extranjero, especialmente el norteamericano y el inglés, en la construcción del imaginario heroico nacional latinoamericano, hay que reconocer que el continente no cuenta con una

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tradición biográfica comparable a la del mundo anglosajón. Michael Monteón afirma que: “Biography is one of the most popular historical genres, and it says something about the perversity of Latin American historians, including myself, that we do so little of it. Aside from being academically unfashionable, it presents numerous difficulties in research and composition and does not lend itself to social science modeling” (193). En ese sentido, el biógrafo extranjero amparado por una suerte de herencia discursiva sobre la narración de vidas, se beneficia del vacío que deja la ausencia de una tradición similar en Latinoamérica. No quiero decir que no se escribieran o que no se escriban biografías en América Latina, pero al revisar someramente el desarrollo del género descubrimos que en el mundo anglosajón y en el latinoamericano la utilidad de la biografía se entendió de modos distintos.3 La imprenta colonial se dedicó en gran parte a la producción de vidas espirituales y religiosas lo que dificultó la proliferación de biografías seculares (Calvo 279). Más tarde, durante la emancipación y las independencias, siguen siendo raras las biografías sobre personajes laicos. Aunque el caudillismo y su consecuente culto a la personalidad haya dejado su huella en las memorias nacionales, los héroes de la Independencia se explotaron por lo general como personificaciones de los supuestos ideales de un conjunto nacional. Basta hojear algunas de las biografías más importantes del siglo XIX para constatar la preeminencia que tuvo el valor de la gesta sobre el individuo. Elias José Palti en su estudio sobre el libro de Bartolomé Mitre (1821-1906), Belgrano y la Independencia argentina, analiza en detalle la noción que defendía Mitre sobre la importancia de que los individuos se conviertan en “tipos” que encarnen los valores de la sociedad (95). En el sujeto de la biografía decimonónica latinoamericana encontramos, más que la exaltación de la individualidad, una condición excepcional que busca encarnar los ideales de la colectividad. El énfasis en lo colectivo se puede interpretar como la expresión de la conciencia del vivir un proceso inacabado de consolidación nacional. Dicho de otro modo, el sujeto nacional narrado desde la perspectiva decimonónica latinoamericana por lo general se identificó con los ideales de un grupo social que buscaba asideros en un proceso incompleto de construcción nacional. Por su parte, el sujeto anglosajón y el angloamericano desde la perspectiva de sus compatriotas sirvió como modelo para hacer avanzar una nación que se asumía como ya solidificada.

Pero no todas las formas de narración de vidas han sido desatendidas en Latinoamérica. La autobiografía y el testimonio sin duda alguna han despertado más interés que la biografía. Desde la publicación y amplia difusión con la que contó el libro Me llamo Rigoberta Menchúy así me nació la conciencia publicado en 1984 y protagonizado por quien en 1993 sería recipiente del Premio Nobel de la Paz, alrededor del género testimonial, especialmente, se han producido estudios valiosos.4 Igualmente, aunque en menor grado, la autobiografía literaria ha contado con la simpatía académica.5

Hay que tener en cuenta que, a diferencia de la biografía, el texto testimonial requiere de un sujeto vivo y marginado que preste su historia a un intermediario que “le dará voz” a una experiencia personal hasta el momento enmudecida. La biografía, sin embargo, no necesita que su objeto de estudio esté vivo. La literatura testimonial, por su pretendido carácter transmisor de una voz y no creador de ella - aunque precisamente los estudios críticos del género siempre nos recuerdan que ése no es exactamente el caso- se alinea con la autobiografía. La autobiografía, por su parte y a diferencia de la biografía, toma como

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responsabilidad retórica la honestidad del autor consigo mismo y con la imagen que de sí mismo busca proyectar. La imagen de un yo narrativo no se requiere en el texto biográfico porque la que interesa es la del sujeto representado. Ciertamente, la inclinación crítica por la autobiografía y el testimonio latinoamericanos, en comparación con cierto desinterés por la biografía, puede alinearse a la sugerencia de Catherine Parke de que la preferencia de grupos minoritarios por el género autobiográfico es un asunto de propiedad y autoridad sobre la historia contada (31). Esto demuestra que, en el análisis del discurso biográfico, las perspectivas nacionales, genéricas, raciales, económicas, etc., del autor ocupan un lugar preponderante.

En el caso de algunas de las principales figuras del siglo XIX hispanoamericano, las biografías escritas por autores extranjeros son las que dominan las estanterías de las bibliotecas en los Estados Unidos e Inglaterra y muchas de ellas apenas aparecen, inmediatamente se traducen al español. Las biografías producidas por latinoamericanos, por el contrario, raramente cuentan con traducciones al inglés. De hecho, y en relación al caso particular de Manuela Sáenz, el primer trabajo dedicado enteramente a su persona y la biografía que junto a la de Von Hagen es siempre citada, Manuela Sáenz: La libertadora de El Libertador (1944) del historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González, nunca se ha traducido al inglés. Dada esta realidad, no se puede esperar entonces que en la formación del imaginario histórico la mirada del biógrafo extranjero no haya tenido un lugar importante. Esa mirada, en teoría objetiva por la distancia cultural, indudablemente ha contribuido a la modelación y representación de los personajes latinoamericanos tanto para el público que comparte la lengua del autor como para el que lee su texto traducido.

Con lo anterior en consideración, es que propongo leer el texto de Víctor Von Hagen el explorador y antropólogo estadounidense que publicó en 1952 una biografía sobre un personaje desconocido para el público anglosajón: la quiteña Manuela Sáenz (1797-1856). Desde su aparición, The Four Seasons o f Manuela Sáenz, contó con la aceptación de los lectores estadounidenses. Un año más tarde, en 1953, el texto circuló en español con el título Las cuatro estaciones de Manuela. Los amores de Manuela Sáenz y Simón Bolívar bajo el sello de la acreditada y hoy desaparecida editorial Hermes de México. La biografía se ha reeditado numerosas veces en Quito, Buenos Aires, Bogotá, Barcelona (España) y Caracas y, como señalé antes, se ha convertido en un texto de consulta obligada para todo aquel interesado en la vida de Manuela Sáenz.

Víctor Von Hagen fue un prolífico escritor y se puede decir que su productividad fue directamente proporcional a la variedad de temas que le interesaron. Gran parte de su obra es una abrumadora colección de textos sobre las culturas Azteca, Maya e Inca (algunos de esos libros considerados clásicos en la materia) que en vida le granjearon importantes reconocimientos académicos. También se interesó y publicó varios libros sobre la Roma antigua y el imperio persa. Sus exploraciones por las Islas Galápagos y la parte alta de la selva amazónica asimismo le valieron homenajes y distinciones.6 Sin embargo, entre sus más de veinte libros solamente se cuentan tres biografías.7 Dos de ellas sobre personajes de obvio interés para alguien con la vocación profesional de Von Hagen: las biografías de John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood, exploradores de la primera mitad del siglo XIX considerados “redescubridores” de la cultura maya. Así es que encontrar entre su larguísima producción un volumen dedicado a la vida de Manuela Sáenz no puede sino

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llamar la atención. ¿Qué pudo haber motivado el interés de Von Hagen por un personaje político de la Latinoamérica decimonónica? Y, lo más importante, ¿cómo la representó? ¿qué pudo significar para él?

Sin duda alguna, la pregunta sobre la motivación de Von Hagen también se la hicieron los historiadores de la ex-Gran Colombia quienes compararon el trabajo del norteamericano con la biografía de Manuela que escribió Alfonso Rumazo González. Los grancolombinos prefirieron el texto del compatriota ecuatoriano y no es difícil especular sobre las razones de esa preferencia. En primer lugar, Rumazo González logró ensalzar a Manuela dejando incólume la imagen de Bolívar. La supuesta conducta “amoral” de Manuela fue lo que la hizo un personaje espinoso tanto para los cronistas contemporáneos a la quiteña como para los historiadores posteriores. Manuela, es presentada en la biografía de Rumazo González con un lenguaje redentor que intenta perdonar sus “fallas morales,” es decir, trata de absolverla por abandonar al marido y convertirse en la amante de Bolívar. Pero si bien en la biografía del historiador ecuatoriano tímidamente se alude a cierta agencia política por parte de Manuela, la sombra de Bolívar nunca la abandona. La estrategia de Rumazo González fue exponer la trayectoria de Manuela Sáenz y reconocer el papel que desempeñó en la política del momento exaltando el mérito de Simón Bolívar como descubridor de la inteligencia y habilidad política de su querida. Dicho de otro modo, el genio de Bolívar también se reflejó en su elección amorosa.

Von Hagen, por su parte, trató de alejarse del paradigma de lectura redentora de Rumazo González y esto no fue difícil de lograr puesto que The Four Seasons se dirige a un público que no conoce a Manuela y que no pertenece a la cultura en la cual la imagen de Bolívar funciona como motor de mitologías nacionales.8 En 1952, Von Hagen se presenta ante el público de habla inglesa desde la palestra que le brinda, en primer lugar, la objetividad de las distancias temporales y geográficas con respecto del sujeto representado. En segundo lugar, un supuesto apego a pruebas materiales que él descubrió. Y, por último, la cultura compartida con el lector. Objetividad y pruebas materiales, son dos aspectos que Von Hagen deja en claro están ausentes en la historiografía latinoamericana del momento. Así, no muy humildemente declara el autor norteamericano que: “So rich, so varied is this newly discovered material on the life of Manuela, and therefore Simón Bolívar, that no biography can again be written on the Liberator without using it; it dispels the legends without making new ones” (301).9

Uno de los aspectos más interesantes de la biografía de Von Hagen sobre Manuela es la importancia que adquiere la “Bibliografía” en la lectura del texto. Se trata de una bibliografía comentada que a manera de epílogo acompaña al volumen. Allí declara que nadie antes que él había hecho un trabajo tan objetivo y cuidadoso en relación con la vida de Manuela Sáenz. Tal proclamación hirió sensibilidades profesionales y suscitó arrebatos nacionalistas entre historiadores de la ex-Gran Colombia. La máxima expresión de tal cólera fue la publicación de Refutación a 'Las cuatro estaciones de Manuela’ (1959) del ecuatoriano Gonzalo Humberto Mata. Un libro de más de ciento cincuenta páginas que intenta corregir los errores cometidos por Von Hagen, y que la mayoría de las veces ofrece fuentes bibliográficas en contraposición a la casi carencia de ellas en el texto del autor norteamericano.10 Mata se refiere a Von Hagen como “el pescador de quetzales” (7), un mercenario de la historia e inclusive lo acusa de ser un oportunista que se aprovechó del

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trabajo que había hecho su ex-esposa Christine Von Hagen sobre Manuela (128).11 Sin embargo, en una prosa en la cual se mezclan un ciego endiosamiento de Manuela y Bolívar y unos viscerales ataques contra Von Hagen, el argumento de esa refutación pierde crédito. Después de la lectura de Refutación se hace difícil no especular que tanta animosidad se deba a que la generosidad crítica de Von Hagen nunca se dirige al trabajo de los historiadores locales sino al de europeos y norteamericanos. Von Hagen no repara en desestimar los trabajos de historiadores canónicos hispanoamericanos como Aristides Rojas, Camilo Destrugge o Alberto Miramón. De hecho, sobre el libro de Rumazo González, quizás sea el laconismo de Von Hagen en la “Bibliografía” el más expresivo de los desaires: “This is the first full-length book attempted on Manuela Sáenz” (311).

En el texto de Von Hagen llama la atención la insistencia del autor en mantener que todo lo que dice lo sostienen pruebas materiales. Dicha insistencia cumple un doble propósito: separar su texto de la forma supuestamente relajada de escribir la historia en Latinoamérica y, por otro, afirmar la condición historicista de su biografía. Von Hagen declara en la “Bibliografía” que aparece al final que: “Nothing here is inserted -not a word, not a quotation, not a date, not a conversation- that exhaustive research has not fully warranted” (301). Un poco más adelante insiste: “nothing here, then, is inserted which research cannot prove” (304). El biógrafo explorador relata que todo archivo público o privado en Bogotá estuvo “subjected to minute searching” (303). Señala, además, que: every place where Manuela had lived was visited, her travels were duplicated as she

took them, by mule and horse” (303). En Ecuador encontró numerosos documentos desconocidos que hasta su llegada permanecían “buried in the uncatalogued registers of the public archives” (303). Y en Perú, en Piura específicamente, “for many hot days I stood knee-deep in moldering notorial records, trying to unearth some biographical fact from those dusty pages” (304). Von Hagen establece así una narrativa que lo posiciona como descubridor de un objeto de estudio que, hasta el momento en que él lo rescata, no ha conseguido ser cabalmente comprendido. Por otra parte, esa misma narrativa lo convierte en corrector de representaciones equivocadas y creador de nuevas versiones. Así, la perspectiva que domina el texto de Von Hagen parece conjuntar las profesiones del autor. Es la perspectiva del explorador que reclama autoridad sobre un descubrimiento, aunada con la del historiador que busca interpretarlo y con la del creador que intenta representarlo. El resultado es un texto híbrido (no es exactamente una biografía novelada pero tampoco es un análisis histórico) que invita a pensar en cómo quería Von Hagen que se entendiera a Manuela Sáenz.

Pero aún hay más. La bibliografía comentada es el instrumento a través del cual Von Hagen da a su escrito la condición de lo verificable y por tanto su valor histórico. Se apoya en esa nota para convencer al lector de que la suya es la más real de las Manuelas. Puede decirse que con esa bibliografía Von Hagen se apega a cierto requerimiento del género en el que el biógrafo explica su relación e interés con el sujeto de estudio. No obstante, es curioso que contrariamente a lo establecido por una de las pocas pautas genéricas con las que cuenta el texto biográfico, Von Hagen se presente al final y no en un prefacio o una introducción. Como señala Paula Backscheider, el lugar que ocupan las palabras iniciales del autor no sólo es “the place where an authoritative presence must be established and quickly reinforced but here [en el prefacio o la introducción] controlling themes are

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introduced” (23). Von Hagen se dirige al lector al final, en una biografía comentada y no en una introducción lo que a primera vista sugiere que esas palabras llevan cierto carácter prescindible. Sin embargo, es allí donde Von Hagen le deja claro al lector que su “autoridad” sobre el texto tiene que ver tanto con el control del discurso como con el dominio que brinda el manejo de las fuentes. La bibliografía lleva el subtítulo “In Which The Author Tells How Manuela Came To Be” y presenta la exegesis del proceso de recolección y selección de fuentes además de una somera lista de libros sobre los cuales comenta. Es el testimonio con el cual el autor busca eliminar, en caso de que las haya, las dudas que la lectura pudo haber generado en el lector. No obstante, es eso lo que al lector crítico le impide borrarlas. Paradójicamente, en esa misma explicación, Von Hagen deja ver que se tomó algunas licencias que no compaginan con la rigurosidad historicista que pretende demostrar. Las indicaciones de que el texto no está escrito bajo la normativa académica contradicen la insistencia en la existencia de las pruebas materiales de lo que dice. Además, en su condición de lista de libros consultados, esa bibliografía es deliberadamente sucinta y expresamente not intended to be formal” (306). Al mismo tiempo que Von Hagen señala que nada ha sido inventado y que todo cuanto indica tiene respaldo material, en realidad le brinda muy pocas fuentes al lector. Todo eso a pesar de que Von Hagen busca presentarse como sostenedor de los presupuestos que sobre el género dominaron su época (es decir, las décadas de los cuarenta y los cincuenta del siglo veinte en los Estados Unidos e Inglaterra) en los cuales se trata de establecer una conexión cercana entre biógrafo e historiador y eliminar la intervención del creador literario (Novarr 96).

Víctor Von Hagen respalda su método y la proclamación de que todo lo que declara responde a la verdad histórica enviando al lector a encontrar las fuentes en su artículo “The Documentary History of Manuela Sáenz” que supuestamente aparece en el volumen del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia de Historia de Colombia en febrero de 1932. Tal artículo nunca fue publicado.12 Igualmente, sobre sus propios descubrimientos vinculados a la vida de Manuela Sáenz, le indica al lector interesado que hallará las pruebas entre los legajos del autor (337). Legajos sobre Manuela que nunca salieron a la luz y que tampoco se encuentran en los archivos del explorador repartidos entre las bibliotecas Bancroft de la Universidad de Berkeley en California y la Biblioteca de la Universidad de Yale en New Heaven.

Resulta curioso entonces que historiadores, novelistas, directores de cine y críticos literarios que han buscado a la verdadera Manuela en el texto de Von Hagen ignoren la importancia de la Bibliografía en la hechura del personaje. La * Bibliografía” comienza declarando: The life of Manuela Sáenz —no matter how much it may at times read like some baroque romance- is biography, biography in the Stracheyan sense” (301). Seguramente para el lector de habla inglesa dicha mención tenga una resonancia más clara. Lytton Strachey publicó en 1918 el libro Emminent Victorians. Un libro compuesto de cuatro biografías que en su tiempo causó un mar de controversias por poner bajo una luz poco favorable a personajes idealizados por el colectivo nacional inglés. Ese cambio de perspectiva solidificó la popularidad del texto. El impacto de ese libro fue tal que, para muchos críticos, Strachey cambió la forma de escribir biografías en Inglaterra. Pero Strachey no es un nombre que pueda considerarse familiar en un continente no muy

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dado a la biografía ni al análisis de ésta. La pregunta entonces que se hace el público hispanoparlante es: ¿qué es una biografía en el sentido de Strachey?

Lytton Strachey tiene el honor de ser considerado fundador de los “estudios Victorianos” (Altick 84). Desarrolló una fórmula de escritura que consistió en bajar sistemáticamente del pedestal a importantes figuras del entorno inglés cuyas percepciones como iconos de rectitud y virtudes morales les valió ser reconocidos como modelos de ciudadanía. El estilo que caracteriza la obra de Strachey es paródico, sarcástico e iconoclasta y en él se mezclan el melodrama, la caricatura y la ironía con el simple objeto de desmoronar reputaciones. Como biógrafo Strachey minimizó la condición “eminente” de los personajes que trabajó a través de cuadros más cercanos a la caricatura que a la historia. Sin embargo, nada de esto se encuentra en la biografía de Manuela de Von Hagen. El objetivo de Strachey fue aproximarse a las imágenes incólumes de sujetos considerados pilares de la identidad nacional inglesa desde una perspectiva menos moralista. Su propósito expreso fue desbancar los mitos construidos alrededor de personalidades cuyas acciones en vida tenían un efecto tangible en la realidad inglesa del momento (Avery 190).13 Eran personajes en quienes Strachey vio promotores y cómplices del desastre que significó la Primera Guerra Mundial y, por lo tanto, bajarlos del pedestal significó para él un compromiso ético (Avery “This intricate” 190). Así, al considerar la importancia de la cercanía temporal del autor con el sujeto de la biografía se nos ofrece una vuelta de tuerca más al paradigma de lectura historicista de la biografía de Von Hagen. El hecho de que el lector esté familiarizado con los personajes disminuye la ciega confianza en el autor que ese mismo lector tiene cuando se trata de un personaje de un pasado lejano o de otra cultura. Respecto de este aspecto, tampoco hay nada que nos haga relacionar el trabajo de Von Hagen con el de Strachey ya que cien años separan la muerte de Manuela y la publicación de The Four Seasons.

Strachey se separa de la concepción de la biografía como un instrumento de apoyo al culto de los antepasados y rompe con esa perspectiva altisonante que emerge de la fetichización del hecho histórico. Todo ello a través de la defensa de lo que él entendió como el carácter intrínsecamente artístico de la narración histórica (Avery, “The Historian 844-45). El arte biográfico de Strachey no consistió en consultar fuentes primarias ni en incluir grandes cantidades de información factual (Parke 27). Y esto último sí es importante resaltar en la búsqueda de la explicación de la conexión Strachey-Von Hagen. Detrás del arte se escondió la interpretación como acto de especulación o, más específicamente, ficción. No sorprende que, por lo tanto, como consecuencia de su defensa de la escritura de la historia como una actividad literaria que existe por la evidencia de que un hecho tuvo lugar en el tiempo, muchos hayan convenido en que el valor que otorga Strachey al hecho histórico en demasiadas ocasiones no sigue las reglas mínimas que los historiadores esperan en su manejo (Avery, “The Historian” 864).14 Es por eso que Von Hagen apela a Strachey.

Hacer biografía “a la Strachey” significa entonces seleccionar qué aspectos de la vida de un personaje se van a interpretar para el lector. Von Hagen intentó ofrecer una nueva caracterización de Manuela que traería como consecuencia una inevitable desmitificación de Bolívar. Según Von Hagen, “when Simón Bolívar was metamorphosed into a demy god by the very people who ten years before had execrated him, Manuela Sáenz, it was willed by the historians, had to go to make way for the myth” (306). Así, la importancia

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de la interpretación de los documentos que él supuestamente descubrió sobre la vida de Manuela -los cuales, repito, nunca explica qué son ni dónde están- reside en que son la excusa para normalizar una figura que, como la de Bolívar, ha sido idealizada por la Historia. Pero ni la ironía ni el sarcasmo son los instrumentos que utiliza Von Hagen en su discurso sobre Manuela para desmontar del pedestal la figura de Bolívar lo que hace que el discurso del explorador sobre Manuela sea casi anti-Strechey por definición. No obstante, lo que sí es innovador en The Four Seasons es la absoluta ausencia de adjetivos altisonantes y panegiristas de la imagen de El Libertador. Hay, además, un encomiable interés por parte de Von Hagen de invalidar la percepción de Manuela como elemento negativo en la vida de Bolívar y, efectivamente, al hacerlo minó las bases del pedestal en el que la historia grancolombiana ha mantenido a El Libertador. No queda duda que a ese intento por descender a Bolívar del pedestal, aunque no a través de la descalificación, es que funciona parte de la alusión a Strachey.

La libertad artística que defendió Strechey, y la cual Von Hagen usa como escudo, ayuda a explicar un detalle de gran carga significativa en The Four Seasons o f Manuela. Un gesto que revela el lugar principal que ocupa el público de habla inglesa en la perspectiva desde la cual Von Hagen compone la vida de Sáenz y que, al mismo tiempo, desvela la apreciación que del personaje tiene el autor. Nos referimos al supuesto cruce que se dio entre Manuela Sáenz y Herman Melville en el puerto de Paita en noviembre de 1841. No hay pruebas de que ese encuentro se haya dado, y si Von Hagen las tuvo éstas no son localizables en sus archivos. Dichas pruebas no pueden existir porque el barco ballenero Acushnet nunca atracó en Paita mientras Melville fue parte de su tripulación. Antes de desertar del Acushnet, el único puerto peruano en el que posiblemente desembarcó Melville fue el puerto de Tumbes el cual se encuentra a 191 kilómetros o 119 millas de Paita (Parker 203).15

Si además tomamos en consideración que en 1940 Von Hagen escribió el prólogo para una edición de la colección de cuentos The Enchanted Islands de Melville en el cual cita los libros de Raymond Weaver, John Freeman y Charles Anderson, tres melvilllistas consagrados de la época que nunca mencionan que Melville haya llegado a Paita, el juego con la ficción se puede considerar declarado.16 Yon Hagen se regodeó en lo fascinante de la posibilidad de un encuentro que sin duda mereció ser verdad. Un cruce que no en vano rescataron Gabriel García Márquez en su novela El general en su laberinto y Manuel Rísquez en su película Manuela Sáenz.17 Ciertamente para Von Hagen la posibilidad de una gran historia fue más interesante que la Historia.

Una posible explicación para que, a pesar de esa explícita y declarada falta de rigurosidad investigativa, la biografía de Von Hagen siga considerándose una fuente objetiva de información la encontramos en el paradigma de lectura desde el cual tanto historiadores como artistas se han acercado al texto.18 No cabe duda de que ha prevalecido una lectura historicista cuya sed por aprehender la "verdad” que ofrece el historiador ignoró los obvios y declarados guiños con la ficción que confiesa el propio autor. La confianza en el historiador promovió la lectura tradicional de un texto biográfico como fuente de verdad que se defiende o se ataca desde la perspectiva ideológica que acompaña la interpretación del hecho histórico pero no cuestiona que el hecho mismo se haya producido o no. Y es que el cuestionamiento de las fuentes no es parte del contrato de lectura que propone

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una biografía. La gran mayoría de las veces, el lector de biografías no tiene acceso a las fuentes consultadas por el autor. Ese acceso lo pueden restringir instancias tan diversas como recursos monetarios para realizar los viajes a los archivos dispersos en diferentes países, la posibilidad de consultar materiales que muchas veces las bibliotecas solo otorgan a un académico, los contactos necesarios para revisar archivos privados (especialmente en Latinoamérica) o el manejo de otra lengua. Como lectores de biografías estamos a merced del autor. Es por eso que la relación entre lector y biografía es distinta a la que se establece con cualquier otro tipo de texto y esa relación se sostiene, en gran parte, en el voto de confianza que se otorga al autor. Una biografía no nos permite cuestionar la fiabilidad del narrador. Es un acto de fe que descansa en la presunción de la existencia de una evidencia histórica que el autor maneja y la convicción en su capacidad para interpretarla. La biografía funciona, al decir de William St. Clair, como un sistema cerrado construido alrededor de la habilidad del biógrafo para convencer de lo que dice gracias a su habilidad retórica y literaria (226). Esa afirmación la complementa Paula Backsheider cuando apunta que “The biographer carries in his voice the power to define people and their places in history, to characterize a nation and transmit its value, and to support or undermine accepted cultural values” (9). Un poder, que desde comienzos del siglo XX, y con respecto de lo que hoy se considera la biografía moderna, lo determinan rígidos estándares de investigación y erudición que no se cuestionan (Parke 9).

Lo sugestivo de la inclusión de Melville en la narración de Von Hagen es que, desde el punto de vista del valor que tiene la evidencia para un historiador, su juego con la ficción derrumba su autoridad. Von Hagen conecta a Manuela y a Melville asegurando la existencia de un hipotético conocimiento del inglés que tenía Manuela (afirmación del biógrafo que tampoco tiene ningún tipo de fundamento a pesar de que entre el círculo íntimo de Bolívar se contaron los irlandeses Daniel Florencio O ’Leary y William Ferguson) y el cual se requirió en la preparación de las denuncias que los marineros del ballenero Acushnet hicieron contra el capitán cuando supuestamente desembarcaron en Paita.19 Hecho que, repetimos, nunca ocurrió. Fue así como, según el autor, Manuela y Melville supuestamente se cruzaron (286-87). El biógrafo relata que: “But later, much later, when famed attended him, then deserted him, he remembered Manuela. ... And he thought of the opaque greyness of Payta, and Manuela mounted on the hindquarters of a burro: ‘She was passing into Payta town riding upon a small gray ass, and before her on the ass’s shoulders she eyed the jointed workings of the beast’s armorial cross.. .” (287). Victor Von Hagen no presenta pruebas del encuentro, solo ofrece una referencia al cuento “Norfolk Isle and The Chola Widow” de la colección Las Encantadas, que apareció en 1854 casi 10 años después de terminadas las aventuras balleneras de Melville. El relato en cuestión cuenta la tragedia de una mujer de Paita, una chola, que pierde a su esposo y a su hermano en el mar que rodea una de las isletas que componen las Galápagos. Hershel Parker en su meticulosa biografía sobre Melville comprueba que esa presunta amistad entre el escritor y Manuela fue “one of the most memorable experiences that Herman Melville never had” (203).20

Von Hagen estaba al tanto de que Melville supo del desembarco de algunos miembros del Acushnet en el puerto de Paita (mucho después de su deserción) de la boca de su compañero de viaje Henry Hubard cuando éste lo visitó en 1850. Melville anotó el destino de los otros balleneros tal y como se lo relató Hubard en una conversación en la

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casa del escritor en Pittsfield, Massachussets (Weaver 160-61). El primero en publicar este descubrimiento fue Raymond Waever en el libro Herman Melville. Mariner and Mystic (1921) consultado y citado por Von Hagen en su prólogo a Las Encantadas. Igualmente, para la época en que compuso Von Hagen su biografía sobre Manuela, se reconocía la lamentable ausencia de cualquier tipo de diario en el que quedaran plasmadas las aventuras marinas de Melville (Anderson 36).21

Pero en el ámbito de las contingencias que ofrecen los archivos de la historia, y cuyo acceso marca la identidad autorial del biógrafo al hacerlo dueño de la “verdad,” Von Hagen se inventa un cruce de personajes que si bien no responde a la realidad histórica, tiene otro tipo de valor. El encuentro entre Manuela y Melville revela lo fascinante que le pareció a Von Hagen la historia de Manuela. Es en la invención de ese encuentro que las cualidades que Von Hagen esboza a lo largo de su biografía son subrayadas. Y es que como describe Louis Banner la labor de quien escribe biografías es intentar “illuminate the past and to interweave its threads in new and compelling patterns” (582). Entretejer a Melville en el mundo de Manuela invita a comparar el destino de dos personajes que murieron en el olvido. También convida a especular si a través del personaje protagonista del famoso Melville Revival de los años 20 (el cual queda consolidado con la fundación de la Melville Society en 1945, apenas siete años antes de que apareciera The Four Seasons) no se intentaba un renacer igual para Manuela. Sin lugar a dudas, la importancia que Manuela tuvo para Von Hagen la certifica la impuesta asociación con un escritor ya considerado para finales de la década de los cuarenta como una de las figuras principales del canon literario de la lengua inglesa. Von Hagen le deja ver al lector la supuesta admiración de Melville por Manuela y éste, por su condición de receptor de la opinión de una figura literaria de esa altura, se sentirá muy bien coincidiendo con ella. Von Hagen utiliza a Melville como elemento legitimador de su trabajo como biógrafo. Se vale del escritor considerado por muchos como la figura principal de las letras estadounidenses, nada más y nada menos que del autor del clásico Moby Dick. Si Manuela fue capaz de dejar su huella en un genio como Melville quien, según Von Hagen, se inspiró en ella para una de sus historias, el público general no pondrá en duda el valor de esta mujer. Queda claro que, como comentábamos al comienzo, muchos biógrafos dan por sentado la existencia de una cultura compartida entre lector y autor, y si el sujeto que se estudia pertenece a otra cultura, aparecerán estrategias que legitimen el valor del sujeto estudiado en proporción directa con el interés que dicho sujeto deba generar entre el público lector que se tiene en mente.

Pero lo más relevante de ese hipotético encuentro es su claro valor metafórico. Dicha conexión desvela un interesante paralelo entre la vida de Manuela y la del propio Herman Melville quien como la quiteña conoció una gloria que lo desertó. Von Hagen, al dejar el mismo las puertas abiertas para la especulación, le brinda al lector la oportunidad de reconocer en Melville y Manuela, la sombra de las aventuras del capitán Ahab. Todos persiguiendo una obsesión tan grande como la ballena blanca. Melville en vida persiguió una esquiva gloria literaria, Manuela persiguió el sueño bolivariano de la Gran Colombia. Ambas empresas, como en el caso del Capitán Ahab, terminaron con la derrota. La conexión Melville-Manuela si bien es un acto de reconocimiento al valor de la quiteña, es también un gesto revelador del valor de ésta como personaje. Melville fue la tarjeta de

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presentación de una mujer de una cultura diferente para el público anglosajón. Una mujer que pasó casi un siglo ignorada por la Historia. Una mujer que, como Melville, tendría que esperar muchos años para ser redescubierta.

Finalmente, podemos llegar a la conclusión de que en la lectura de The Four Seasons o f Manuela las faltas cometidas por Von Hagen contra la forma en que asumimos se debe escribir la historia, refuerzan la resonancia metafórica que adquiere el encuentro que éste inventa entre Manuela y Melville. Los pocos párrafos dedicados a dicho encuentro resultan invaluables ya que representan el único momento de la biografía en que hay una sincera apreciación del personaje. Quizás sea por eso que García Márquez en su novela y Diego Rísquez en su película consideraron importante incluir ese encuentro. La supuesta admiración de Melville por Manuela es la que Von Hagen esperó que el lector sintiera. Es así como, paradójicamente, la biografía de Víctor Von Hagen se hace relevante: no por apelar a la veracidad histórica sino por entender que la ficción no hace la historia algo menos real.

Notas1 De ahora en adelate The Four Seasons.2 En la introducción de For Glory and Bolívar (2008), Pamela Murray confiesa que fue The Four Seasons o f Manuela el libro que despertó su interés por la heroína ecuatoriana. El objetivo de este trabajo no es comparar ambas biografías, sobre todo porque el trabajo de Murray está destinado a un público académico especializado.3 Como muestra de que hoy en día el género no es absolutamente ignorado en Latinoamérica se pueden nombrar Bernardino Rivadavia. El primer presidente argentino (2012) de Klaus Gallo y Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución (2011) de Graciela Batticuore en Argentina. En Venezuela, La criolla principal. María Antonia Bolívar, la hermana del Libertador (2005) de Inés Quintero. Texto reeditado tres veces desde su aparición. Señalo estas tres biografías por la acogida crítica que recibieron.4 Considérense por ejemplo el trabajo de Elzbieta Sklodowska Testimonio hispanoamericano y el de John Beverly Testimonio. On the Politics o f Truth.5 Un texto fundamental dentro del contexto de los estudios teóricos de la narración de vidas en el ámbito de la literatura latinoamericana es el libro de Sylvia Molloy, A Face Value: Autobiographical Writing in Spanish America. También merece mención el libro de Richard Woods, Mexican Autobiography/ La autobiografía mexicana.6 Para una completa bibliografía de Von Hagen y un poco de su biografía véase “Von Hagen, Victor Wolfang en Something about the author.”7 Victor Von Hagen recibió la prestigiosa beca Guggenheim en 1949 para escribir una biografía sobre E. George Squier (1821-1888). En el formulario de solicitud de la beca, en un rubro que requiere una breve descripción del personaje, Von Hagen describe a Squier como: “American diplomat (Nicaragua-Clayton- Bulwer Treaty), archaeologist (New York State, Central and South America), empire builder (Honduras Railway) and publicist (Leslies Illustrated Weekly).” En 1952 aparece The Four Seasons... lo que nos hace pensar que cambió de tema al descubrir a Manuela. O que, como vilipendiosamente asegura Humberto Mata, se apropió del trabajo de su ex-esposa (Mata 128).8 El libro El culto a Bolívar del historiador venezolano Germán Carrera Damas analiza el fenómeno.9 Las ediciones en español no dicen: “Biografía”. Algunos estudiosos latinoamericanos, como es el caso de Judith Nieto López, consideran el texto una novela.10 Es importante apuntar que esas “fuentes” no necesariamente son más confiables que las utilizadas por Von Hagen, sin embargo enlazan el discurso de Mata con una tradición de pensamiento histórico específico que el norteamericano al ignorar parece desestimar.11 En la primera página de la biografía en inglés aunque no en la versión en español se puede leer: “In collaboration with Christine Von Hagen.” Ella fue la primera esposa del autor. La biografía sin embargo, está dedicada a su segunda esposa, Silvia.12 Consultas hechas personalmente en la Biblioteca Eduardo Santos de la Academia Colombiana de Historia confirman que Von Hagen lo que publicó en el Boletín de Historia y Antigüedades fue: “Testamento de

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Don Jaime Torme y pleito con Manuela Sáenz sobre devolución de su dote” en el año 1954. No publicó “La historia documental de Manuela Sáenz” en 1952 como él indica en el libro (306).13 Quizá lo más importante de las biografías de Strachey es que éstas a su vez lo desvelan como un escritor profundamente interesado en la realidad social de su entorno. Un detalle interesante de los personajes sobre los cuales escribe Strachey es que éstos estaban relativamente frescos en la memoria colectiva de los ingleses. En 1918, Cardinal Manning (1808-1892), Florence Nightingale (1820-1910), Thomas Arnold (1775— 1842) y General Gordon (1833—1885), no eran figuras extranjeras que se rescataban de un pasado lejano, eran figuras de un ayer casi inmediato.14 Al decir de Catherine Parke: “Strachey’s poetics o f biography waved off the scholarly obligation to undertake painstaking primary research and to include massive amounts of information” (27).15 Hershel Parker en su monumental biografía sobre Herman Melville indica que él no tuvo éxito en su pesquisa del supuesto artículo de Von Hagen en el cual el biógrafo de Manuela registra las fuentes que prueban la estadía de Melville en Paita (203). En el índice temático del libro de Parker en la entrada que acompaña al Boletín de Historia, entre paréntesis, dice: “hoax” (914).16 Von Hagen tuvo un papel fundamental en lograr que las islas protagonistas de The Origin o f the Species (1859) fueran oficialmente consideradas reservas naturales por el gobierno ecuatoriano. La conexión que quiere establecer Von Hagen entre Melville y Manuela también tiene que ver con el hecho de que Melville revisó los textos de Charles Darwin en la composición de Moby Dick y que de hecho pasó por las Islas.17 Otros textos de ficción que mencionan a Melville son: la novela de la argentina Silvia Miguens La gloria eres tú y la novela del autor norteamericano Gregory Kauffman Manuela. Abundan las biografías escritas en Latinoamérica que no dudan en seguir a Von Hagen e incluir a Melville entre los personajes famosos que conocieron a Manuela. Curiosamente, en el mismo error caen historiadores norteamericanos como es el caso de Sarah Chambers (234).18 Sin querer restar valor a la inestimable biografía de Pamela Murray, llama la atención constatar que la autora reconoce que Von Hagen: “tends to ficcionalize or, at least, to make broad use of poetic license and, beyond a helpful bibliographical essay, avoids scholarly documentation” (For Glory. . .7) . Ese ensayo, como demuestro, es la bibliografía que mina las fundaciones historicistas sobre las que el libro de Von Hagen pretende sostenerse. Resulta interesante también que no se haga referencia en la bibliografía del libro de Murray a la consulta de los archivos de Von Hagen, ya que en otro artículo la académica declara que el biógrafo de Manuela “unearthed new details regarding certains aspects o f Sáenz’s life, especially her marriage to James Thorne and financial problems during her years in Paita” (‘Loca... 305).19 La novela Manuela (2002) de Gregory Kauffman empieza con una carta del cónsul norteamericano en Paita dirigida a Melville y fechada un año después de la muerte de Manuela. En esa carta el cónsul habla de publicar en inglés la historia de la participación de Manuela en la formación de la Gran Colombia. Según el cónsul la historia de Manuela debía escribirse en inglés porque publicada en los Estados Unidos nadie se atrevería a negarla (2-8).20 Parker indica: “According to Von Hagen, a ‘quiet gray-eyed young man of twenty-two” was one of the last to give testimony: ‘His name, when he affixed it to the document, meant no more to Manuela than it did to his shipmates: Herman Melville.’ Anyone who doubts this perfervid account of the young gray-eyed Melville (his eyes were blue) and the former mistress of the Libertador is directed by Von Hagen to the Bulletin o f the Colombian Academy o f History at Bogotá (February 1952), an issue that when sought out in Bogotá by Adolfo Gómez in 1996, was found no to mention neither Manuela nor Herman. From Von Hagen this fabulous story was picked up by the great fabulist Gabriel García Márquez in The General in His Labyrinth (Knopf, 1990)” (203).21 Vale la pena mencionar el libro del fundador de la Melville Society, Wilson Hefflin, Herman Melville’s Whaling Years, en el que el autor da fe de la dificultad de reconstruir los años del escritor en el Acushnet dado que no existen diarios personales de Melville sobre sus aventuras balleneras (xxiv). Hefflin, obviamente, no hace mención de Manuela.

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