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519 SECUENCIAS ESTRATIGRÁFICAS Y CONTEXTOS CULTURALES DE LA SEVILLA PRERROMANA FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA 1. Introducción El presente trabajo se inserta dentro de un proyecto más amplio cuyo fin es el estudio del fenómeno urbano en la ciudad de Sevilla, desde sus orígenes hasta la Antigüedad Tardía, a través del análisis del registro material procedente de los contextos arqueológicos relacionados con actividades de ocupación. La inclusión de nuestro estudio en este Congreso responde a la búsqueda de una definición de los contextos materiales del Bajo Guadalquivir durante la II Edad del Hierro desde el punto de vista cronológico y cultural. Dada la escasez de excavaciones sistemáticas y el carácter desigual del registro estratigráfico, procedente en su mayor parte de intervenciones antiguas, resulta patente que la actualización del conocimiento sobre esta materia sólo es posible a través de la revisión de esta documentación, con el apoyo de las recientes actuaciones llevadas a cabo en el casco histórico de esta ciudad y la ayuda de secuencias clásicas como la del Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla) o la del Cortijo de Vico (Marchena, Sevilla). La ocasión que brinda este encuentro nos parece idónea para exponer nuestro método y resultados, extrapolables al entorno de la antigua desembocadura del Guadalquivir. Deseamos, asimismo, que esta experiencia sirva de estímulo para que iniciativas similares de reflexión y actualización de la información sean puestas en marcha y contribuyan a aumentar el conocimiento, hasta ahora parco, de otros centros urbanos . Los estudios que se han aproximado a la problemática hispalense desde mediados de la pasada centuria adolecen de un excesivo componente especulativo debido, en la mayor parte de los casos, a la escasez de datos empíricos sobre los 1.Profesor Ayudante del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, en el marco del Proyecto “Antecedentes y desarrollo económico de la romanización en Andalucía Occidental” (BHA2002- 0447), dentro del Grupo de Investigación “De la Turdetania a la Bética” (HUM-152). 2.Miembro del Grupo de Investigación “Historiografía y patrimonio andaluz” (HUM-402), dentro del Pro- yectdo “Arqueología de ciudades romanas de la Bética. El uso de los marmora en los procesos de monumenta- lización urbana. Antecedentes, adaptación y desarrollo” (HUM2005-02564/HIST). . En este sentido, la práctica de la Arqueología urbana plantea un dilema acerca de quiénes han de ser los actores responsables de la generación de este conocimiento y cómo han de enfrentarse a un cúmulo de datos tan disperso y fragmentario. Presentamos pues nuestro acercamiento como ejemplo de una de las respuestas posibles, cuyos resultados evaluarán su validez.

Secuencias estratigráficas y contextos culturales de la Sevilla prerromana

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SECUENCIAS ESTRATIGRÁFICAS Y CONTEXTOS CULTURALES DE LA SEVILLA PRERROMANA

Francisco José García Fernández�

daniel González acuña�

1. Introducción

Elpresentetrabajoseinsertadentrodeunproyectomásampliocuyofinesel estudio del fenómeno urbano en la ciudad de Sevilla, desde sus orígenes hasta la Antigüedad Tardía, a través del análisis del registro material procedente de los contextos arqueológicos relacionados con actividades de ocupación. La inclusión denuestroestudioenesteCongresorespondea labúsquedadeunadefiniciónde los contextos materiales del Bajo Guadalquivir durante la II Edad del Hierro desde el punto de vista cronológico y cultural. Dada la escasez de excavaciones sistemáticasy el carácterdesigualdel registro estratigráfico,procedente en sumayor parte de intervenciones antiguas, resulta patente que la actualización del conocimiento sobre esta materia sólo es posible a través de la revisión de esta documentación, con el apoyo de las recientes actuaciones llevadas a cabo en el casco histórico de esta ciudad y la ayuda de secuencias clásicas como la del Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla) o la del Cortijo de Vico (Marchena, Sevilla). La ocasión que brinda este encuentro nos parece idónea para exponer nuestro método y resultados, extrapolables al entorno de la antigua desembocadura del Guadalquivir. Deseamos, asimismo, que esta experiencia sirva de estímulo para que iniciativas similares de reflexión y actualización de la información seanpuestas en marcha y contribuyan a aumentar el conocimiento, hasta ahora parco, de otros centros urbanos�.

Los estudios que se han aproximado a la problemática hispalense desde mediados de la pasada centuria adolecen de un excesivo componente especulativo debido, en la mayor parte de los casos, a la escasez de datos empíricos sobre los

1.Profesor Ayudante del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, en el marco del Proyecto “Antecedentes y desarrollo económico de la romanización en Andalucía Occidental” (BHA2002-0�447), dentro del Grupo de Investigación “De la Turdetania a la Bética” (HUM-152). 2.Miembro del Grupo de Investigación “Historiografía y patrimonio andaluz” (HUM-402), dentro del Pro-yectdo “Arqueología de ciudades romanas de la Bética. El uso de los marmora en los procesos de monumenta-lización urbana. Antecedentes, adaptación y desarrollo” (HUM2005-02564/HIST).

�. En este sentido, la práctica de la Arqueología urbana plantea un dilema acerca de quiénes han de ser los actores responsables de la generación de este conocimiento y cómo han de enfrentarse a un cúmulo de datos tan disperso y fragmentario. Presentamos pues nuestro acercamiento como ejemplo de una de las respuestas posibles, cuyos resultados evaluarán su validez.

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4. Las principales síntesis en este sentido corrieron a cargo de Collantes de Terán (1977), Blanco (1984), Campos (1986, 1989 y 199�) y Corzo (1997). Recientemente, las bases metodológicas y las conclusiones de índole urbanística de estos trabajos han sido analizadas de forma crítica por González (2005) y Beltrán, Gon-zález y Ordóñez (2006).

cuales fundamentar sus propuestas4. Asimismo, hemos venido observando una serie de errores o imprecisiones en numerosas publicaciones, informes y memorias de intervenciones arqueológicas desarrolladas en la ciudad de Sevilla, sobre todo enloqueserefierealestudiodelosconjuntoscerámicosysucontextualizaciónestratigráfica, debido principalmente al limitado conocimiento que sobre lamateria se tenía hasta hace relativamente poco. Tales deficiencias repercutendirectamente sobre cualquier intento de definición del proceso urbanizador,imposibilitando la correcta formulación de hipótesis sobre la delimitación de áreas funcionales dentro del espacio ocupado por la ciudad y su entorno, así como su desarrollo cronológico. Ello nos obliga a efectuar una revisión detallada de estos contextos mediante el estudio del registro cerámico conservado, para lo cual nos hemos servido de las intervenciones llevadas a cabo en los últimos años conelfindedefinirlassecuenciasculturalesyajustarsuscronologías.Partiendode estas premisas, el análisis de la implantación y desarrollo del urbanismo en la Sevilla prerromana y romana deberá comprender necesariamente de los siguientes objetivos:

- Revisión de los conjuntos cerámicos exhumados. -Definición cronológica y espacial de los contextos de ocupación

documentados entre los siglos VI a.C. y V d.C. Éstos se integrarán en un SistemadeInformaciónGeográficaqueposibiliteunageorreferenciaciónde los datos obtenidos.

- Delimitación, cuando esto sea posible, de áreas funcionales, a través del análisisdeindicadoresmaterialesfiables5.

2. Metodología

Las tareas desarrolladas se articulan, a su vez, en torno a tres líneas de actuación primordiales. Como punto de partida, se ha procedido a la selección delasUnidadesEstratigráficas(onivelesarbitrariosenelcasodeintervencionesantiguas) susceptibles de ofrecer información cronológica fiable referente alos procesos de ocupación del espacio urbano. El análisis de la información proporcionada por las distintas intervenciones, a través de sus informes y/o memorias de excavación, nos ha llevado a considerar útiles para nuestro propósito lassiguientesunidadesestratigráficas:

5. Para ello hemos contado con el concurso de especialistas en aspectos concretos del registro material, como son los Dres. García Vargas, Ferrer Albelda y Beltrán Fortes, así como el Lcdo. Vázquez Paz, a los que desde estas líneas mostramos nuestra gratitud y admiración. Del mismo modo, agradecemos al Dr. Escacena la paciente lectura de este trabajo y sus sabios consejos.

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- Unidades que componen la fábrica de las estructuras exhumadas y que contienen material cerámico en su interior (pavimentos y sus preparados, muros y cimientos).

- Unidades deposicionales amortizadas por las estructuras documentadas.- Unidades deposicionales que suponen la amortización de las estructuras

anteriores.

En segundo lugar, hemos efectuado una revisión exhaustiva de los materiales procedentes de estos contextos, prestando especial atención a aquellos elementos que aportaban mayor precisión cronológica y cultural6. Por último, con estos datos se están llevando a cabo planimetrías de dispersión espacial y cronológica, posibilitando la elaboración de hipótesis solventes acerca del proceso de ocupación y desarrollo urbano de la ciudad.

3. Objetivos del presente trabajo

Dado el arco cronológico que abarca la presente publicación, hemos orientado nuestro trabajo hacia el análisis de la ciudad “turdetana”, desde el siglo IV a.C. hasta los inicios de la presencia romana. Los objetivos atienden, por tanto, a una doble finalidad. De un lado, la definición de los contextosmateriales característicos de este período, estableciendo una secuencia de tipos cerámicosysusprocedencias,comobaseparaunestudiodeltráficocomercialysu conexión con el proceso de ocupación del solar hispalense. Por otro lado, la definicióncronológicadeestoscontextosnoshapermitidoconcretarladinámicade crecimiento urbano y el carácter funcional –o polifuncional– de alguno de los ámbitos documentados. En último lugar, este estudio permitirá disponer, a medida que avance la investigación, de una secuencia cronológica y cultural de referencia para ulteriores investigaciones sobre el desarrollo del fenómeno urbano en el Bajo Guadalquivir.

4. Secuencias estratigráficas de la Sevilla prerromana

EstamosaúnlejosdepoderdefinirunaarticulaciónfuncionalcompletadelaSpal turdetana. Un estudio particularizado de los distintos espacios y equipamientos (sistemas defensivos, espacios de culto, etc.) con los que debió contar la ciudad se muestra imposible actualmente. La fragmentariedad del registro resultante del desarrollo de la Arqueología urbana sólo ha permitido documentar hechos arquitectónicos muy parciales que puedan fecharse en este período. La profundidad

6. La mayor parte de ellos depositados en los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla. De-seamos agradecer también a D. Fernando Fernández, antiguo Director del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, y a D. Diego Oliva, Conservador del mismo, su apoyo a este proyecto y las facilidades ofrecidas durante su ejecución.

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de los restos, su situación bajo la capa freática, así como los fenómenos de expolio y superposición de estructuras obstaculizan el hallazgo y registro de amplias superficies,porloquecualquieraproximaciónalafuncionalidaddelosnivelesde ocupación resulta generalmente una tarea ardua y poco exitosa. Sólo en los lugares donde se han conservado evidencias de alguna actividad productiva en concreto,porejemplolapresenciadehornos,esposiblepostularunusoespecíficomásalládesudefinicióncomohábitat.Deestamanera,recogemosacontinuaciónlos testimonios procedentes de los diferentes espacios construidos de época turdetana (entre los siglos IV-III a.C.), englobados hasta ahora bajo una genérica funcionalidad doméstica, aunque, como veremos, en la mayoría de los casos los restosnopermitendefinirlaconclaridad(tabla1yfig.1).

Tabla 1 . Localizaciones de hábitats turdetanos

CÓDIGOINTERVENCIÓN

DIRECCIÓNCRONOLOGÍA PROPUESTA

POR EQUIPO DE EXCAVACIÓN

2012 Cuesta del Rosario esquina Galindos III a.C.

2081 Argote de Molina, 7 IV a. C. - III a.C.

147 San Isidoro, 21-23 3/4 III a.C.

35 Mármoles, 9 “Ibérico”

108 Aire, 12 2/2 III a.C.

2090 Muñoz y Pabón, 8 (1ª Y 2ª Fases) IV a. C.- III a.C.

2026 Abades, 41-43 (Corte 15 A) III a.C.

2113 Palacio Arzobispal, sectores Archivos y Tribunal (Sondeo II)

IV - III a.C.

Cuesta del Rosario esquina a Calle GalindosLa estratigrafía obtenida en esta intervención (Collantes de Terán 1977) proporcionó restos constructivos de época protohistórica. En concreto, dos muros de mampostería de piedras unidas con barro o argamasa. La parte superior del estrato aparece limitada por un nivel de tierra quemada (incendio), fechado por un tesorillo de monedas púnicas entre el año 2�6 y el 206 a.C.7 Treinta y cinco centímetros por encima de estos muros aparece otro muro de adobe con orientación E-O. Escacena (198�: 64) ha procedido a la revisión de estos hallazgos a través de los materiales consignados por Collantes de Terán (1977) y de la secuencia propuesta posteriormente por Blanco (1989). En su opinión, los materiales asociados a los muros de mampostería, esencialmente cerámica decorada a bandas, pueden 7. La cronología de este tesorillo ha sido revisada por Fernández Chicarro (1950) llevándola a los años 210-205 a.C.

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considerarse típicamente turdetanos. Esta excavación arqueológica, la primera con metodología científicaefectuada en la ciudad de Sevilla, presenta no obstante algunas carencias en su registro que nos han impedido proceder a la revisión de su material. De hecho, la inexistencia de relación topográficade las piezas, ni de vinculación alguna con la estratigrafía, provoca que no sea posible verificar los extremoscronológicos propuestos por el excavador más allá del relato ofrecido en su memoria8.

ArgotedeMolina,7

En esta intervención arqueológica se documentaron restos de varias edificacionesdeépocaturdetana(Campos1986:22)(fig.2).LamásantiguasefechóenlosañosfinalesdelsigloVa.C.(nivel31)yconsistíaenunmuroconstruidocon piedras y cantos rodados de gran tamaño. La ausencia de pavimento dio pie asuexcavadorasuponerqueelinteriordelaedificaciónsehallabahaciaelSur,embutido bajo el testigo del sondeo (Campos 1986: 22). En un momento más tardíoseerigióotraedificación(niveles28-26),construidaabasedepiedrasdediversos tamaños. Se hallaron a su alrededor restos de adobes y en su cara norte se encontró un pavimento de arcilla roja apisonada con varias capas (Campos 1986: 22).CamposlafechóafinalesdelsigloIVa.C.Sinembargo,segúnsedesprendedelosajuarespublicadosporelpropioCampos(1986:fig.78y79),asícomodeotros materiales inéditos estudiados por nosotros y procedentes presuntamente del nivel 269 (Lám. 1), podemos asignar a la amortización de este muro una cronología

Figura1:Localizacionesde espaciosdehábitat de épocaturdetana(siglosIV-IIa.C.)

8. A pesar de ello, otros autores han propuesto lecturas diversas de estos materiales (Vera 1987). Una reciente valoración crítica la tenemos en Beltrán, González y Ordóñez (e.p.).9. Las siglas de estos materiales, depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, corresponderían al intervalo numérico adscrito al nivel 26 en la publicación de esta intervención, si bien no aparecen menciona-dos en la misma. Lo mismo sucede con algunos materiales procedentes de otros niveles de esta misma interven-ción y de la excavación realizada años después en la Calle San Isidoro, 21-2� (Campos y otros 1988).

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que abarcaría el último tercio del siglo III, llegando a los primeros años del II a.C. Entre los materiales inéditos sobresalen dos bordes de ánforas pertenecientes a la Forma D de Pellicer (Lám. 1: 4552 y 4492): uno indiferenciado, marcado únicamente por un engrosamiento al interior que le confiere el característicoperfil almendrado y que podríamos asimilar a la variante 8 deNiveau (2002:239),conparalelosenelnivel6-5deCerroMacareno,definalesdelsigloIIIa.C.(Pellicer1978:fig.7);yunsegundoborde,engrosadoalexterioryseparadodel cuerpo por un escalón pronunciado, que Niveau incluye dentro de la variante 1 (2002: 2�7). Este último presenta analogías con un ejemplar casi completo documentado en el poblado de Las Cumbres (Puerto de Santa María, Cádiz) y fechado en la segundamitad del siglo III a.C. (RuizMata y Pérez 1995: fig.30;RuizMatayNiveau1999:fig.4).Encontramostambiénunbordedeánforagrecoitálica, que podríamos fechar a lo largo del siglo III a.C. Sin embargo es un fragmento de ánfora gaditana el que nos aporta una cronología más precisa (Lám. 1: 4550). Se trata de un ejemplar perteneciente al Tipo 9.1.1.1 de Ramón (1995: 226-227), cuya producción se extiende desde el último tercio del siglo III hasta finalesdelII,conviviendoconlasprimerasDressel1importadasdelsurdeItalia.La cerámica grosera procedente este nivel se ajusta bastante bien a la cronología propuesta por nosotros: un mortero de borde engrosado y apéndice interior muy desarrollado(Lám.1:4511);dosollasdecocina(Lám.1:4483y4532),similaresalasdocumentadasenelnivel5deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:24);asícomounbordedefactura toscayperfil triangular (Campos1986:fig.79),con una leve acanaladura en la parte superior que la asemeja a los recipientes de cocina amortizados en los pozos tardopúnicos de la necrópolis de Cádiz (Niveau 2001-2002: 28�).

Lámina1:ArgotedeMolina,1.Nivel26.

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Los materiales publicados por Campos contribuyen a completar el elenco de formas característico del tránsito al siglo II a.C. Sólo dos bordes de ánforas correspondientes a la Forma B-C de Pellicer desentonan ligeramente con esta cronología (Campos1986:fig. 79, 4483y4494), yaque se trata devariantesfrecuentesen loscontextosdefinalesdel siglo IVa.C. (Pellicer1978:fig.6).Lo mismo se puede decir de un fragmento de cerámica ática de barniz negro (4496),queelautorfechaafinalesdelsigloIVa.C.Porlodemás,lacerámicaatornocomúnypintada:vasoscaliciformes(Campos1986:fig.78,4484y4495),urnas bitroncocónicas (456�), urnas globulares de cuello cilíndrico (4476, 4491 y 4479) y lebrillos de borde evolucionado (4516), presenta claras analogías con los conjuntos exhumados en los estratos 4 y � de Pajar de Artillo (Luzón 197�), los niveles6y5deMacareno(Pelliceryotros1973:figs.25-27)yelestratoXXVIIIdeVico(BanderayFerrer2002:fig.17),fechadosafinalesdelsigloIIIeiniciosdel II a.C.

SanIsidoro,21-23

En el caso de San Isidoro el contexto de ocupación más antiguo lo tenemos en el nivel 17, ya que el pavimento documentado en el nivel 24 se escapa de nuestromarcocronológico,fechándoseenépocaorientalizante(fig.3).Englobalos restos de un pavimento rojizo de adobe y los depósitos que lo colmatan. Este nivel aportó numerosos fragmentos de ánforas de tradición púnica y turdetana conunacronologíaqueoscilaríaentrefinalesdelsigloIVyfinalesdelIIIa.C.

Figura2:EstratigrafíaobtenidaenlaexcavaciónllevadaacaboenlacalleArgotedeMolina,7(corte2)(tomadadeCampos1986:29-30)

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10. En la lámina reproducimos las siglas abreviadas, indicando únicamente el número de inventario. La referencia completa incluye la abreviatura SI y el número de la bolsa correspondiente.

(Lám. 2)10. Sobresalen dos bordes correspondientes al Tipo 8.2.1.1 de Ramón (Lám. 2: 426 y 429), una forma de tradición gaditana que encontramos bien implantada en la Baja Andalucía desde finalesdel siglo IV; así comootros dos asimilables a la Forma D de Pellicer (Lám. 2: 401 y �80): uno indiferenciado, con paralelos en el nivel 6 del Cerro Macareno (Pellicer 1978: �84, 1829), que podríamos fechar en el tercer cuarto del siglo III, y otro caracterizado por un labio engrosado al exterior y separado del cuerpo por un escalón, similares a los documentados (videsupra) en el nivel 26 de Argote de Molina. Más problemas presenta un asa de sección oval, que por tipología podría pertenecer a un ánfora griega, ya que en este caso nos situaríamos en una fecha no posterior al tercer cuarto del siglo IV a.C. No obstante, lo más probable es que se trate de una intrusión, ya que ni siquiera aparece mencionada en el inventario de materiales publicado por los excavadores (Campos y otros 1988) y es obviado en las bases cronológicas de la estratigrafía. Junto a estas ánforas se hallaron varios cuencos comunes de casquete esférico, cocidos en atmósfera oxidante y sinapenasdecoración;asícomodosbordesdeplatoturdetanodelabiovueltoy decoración pintada monócroma. Los grandes recipientes realizados a torno se encuentran representados por un lebrillo sin decoración y dos bordes de urna de mediano formato. Completa este conjunto un cuenco-lucerna de la variante no carenada (Escacena 1987), con una amplia cronología que iría de finalesdel sigloVI al I a.C. (Lám.2: 399).En conjuntopareceun contexto

Lámina2:SanIsidoro21-23.Niveles17y11-12.

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cronológicamente coherente, sólo alterado por el fragmento de ánfora griega, que elevaría el momento de ocupación a principio o mediados del siglo IV a.C. Apesardeello,nocreemosqueestenivelseaanteriorafinalesdelsigloIVoprimera mitad del III, y mucho menos aceptamos la cronología propuesta por sus excavadores, que lo situarían entre los siglos VI y V a.C. (Campos y otros 1988: 16-17). De hecho, presenta claras concomitancias con los niveles 9 al 7delCerroMacareno (Pellicer y otros 1983:figs. 29-34), así como con loscontextos exhumados en los últimos niveles prerromanos de Vico (Bandera y Ferrer2002:figs.16-18).

El nivel 11 corresponde a los restos de un incendio que abarca toda la superficie del solar, cubriendo a un muro de mampuestos irregulares (nivel 12) que los excavadores fecharon en la primera mitad del siglo III a.C. A su alrededor se hallaron numerosos fragmentos de adobe y bloques de piedras ennegrecidos por la acción del fuego (posiblemente formaran parte del alzado del edificio). Al contrario de lo que opinan sus excavadores, este nivel de incendio debe ser posterior al abandono y expolio de la estructura, ya que los restos de adobes provenientes de los alzados se encuentran incluidos en el nivel 12, momento en el que la edificación debió destruirse (y no edificarse como se afirma). Así pues, dado que el registro fue realizado mediante niveles arbitrarios, es necesario advertir que el nivel 12 contiene materiales procedentes tanto del momento de construcción como del de amortización de esta estructura.

Figura3:EstratigrafíaobtenidaenlaexcavaciónllevadaacaboenlacalleSanIsidoro,21-23(tomadadeCamposyotros1988:14)

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Por lo que se refiere a estos materiales, destaca un borde de ánforacorrespondiente a la Forma D de Pellicer (Lám. 2: 324), con el perfil másevolucionado y sin el escalón que caracteriza a las primeras producciones (Pellicer y otros 198�: �90), similar al ejemplar registrado en el nivel 6-5 de Cerro Macareno (Pellicer 1978: 284, 1884), fechado en la segunda mitad del siglo III a.C. Lo mismo se puede decir de un borde de la forma Pellicer B-C (Lám. 2: �15). Un fragmento de asa de sección oval, perteneciente a un ánfora grecoitálica o más probablemente a una Dressel 1 rebajaría, sin embargo, la cronologíadeestadestrucciónafinalesdelsigloIIIoprincipiosdelIIa.C.(Lám.2: �2�). Por lo demás, la cerámica común no aporta apenas información, ya que se encuentra representada únicamente por dos fragmentos de cuenco y un plato turdetano similares a los hallados en el nivel 17.

Mármoles,9

Por lo que respecta a la intervención realizada en el nº 9 de la Calle Mármoles (Escudero y Vera 1988), los contextos materiales que conservamos son aún más problemáticos, debido, por un lado, tanto a las numerosas intrusiones de material procedentes de varias fosas de expolio, que alteraron parcialmente los primitivos nivelesdeocupaciónyquepuedenfecharseentrelossiglosVIIIyIXd.C.Porotro lado, se encuentra la forma en que se describen los horizontes ocupacionales, sin relación directa con los materiales conservados. Así, se registraron una serie de estratos datados en época turdetana11, si bien no existe referencia a ellos en las cajas depositadas en el Museo Arqueológico, en las cuales los materiales se agrupan en niveles (arbitrarios). A pesar de esta circunstancia, la secuencia ha sido reconstruida a partir de las cotas de estos estratos, consignadas en la publicación del Anuario Arqueológico de Andalucía y coincidentes con las etiquetas contenidas en las cajas, que hacían referencia a los diferentes niveles que integraban los mismos.

De los estratos datados en época turdetana nos interesan especialmente el 6 y el 712, que corresponden a los depósitos asociados a un muro de piedras alcorizas yrestosdeunfuego.Laausenciadeplanimetríayperfilesenlapublicacióndeesta intervención ha sido subsanada por nosotros mediante un croquis realizado a partir del análisis de la secuencia y de los materiales arqueológicos adscritos aella(fig.4).Elnivelmásantiguoeselnúmero7,quehemosvenidofechandoa partir de un borde de ánfora tipo “Tiñosa” (T-8.1.1.2 de Ramón) a finalesdel siglo IV, aunque también podría adentrarse en la primera mitad del III a.C.

11. “Ibérica”, según los autores (Escudero y Vera 1988).

12. El Estrato 7 se desarrollaba entre las cotas -4,54 y - 4,75 m bajo la rasante del solar, mientras que el 6 lo hacía entre las cotas -4,4� y -4,54 m.

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(Lám. �: 1902)1�. Esta última fecha vendría indicada por la aparición de los restos de un ánfora grecoitálica y algunos recipientes de cerámica común cuya producción se inicia o se generaliza en el siglo III a.C. Es el caso de un fragmento de plato correspondiente a la Forma II-A de Escacena (Lám. �: 190?), con paralelos en el nivel 6 de Cerro Macareno (Pellicer y otros 198�: fig. 27) y en la Fase V deMontemolín (García Vargas y otros1989:222,fig.1);ounaurna globular (Lám. �: 19�7), probablemente evolución de las antiguas urnas Cruz del Negro y clasificada porEscacena dentro de la Forma IX-A (1987: 398 ss.), cuyacronología raras veces es anterior al siglo III a.C. Menos interés presentan otras formas más comunes y con cronologías más amplias, como un borde de urna bitroncocónica de cuello corto, muy similar al hallado en el nivel 1� de CerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.42,1375),doscuencos-lucernadela variante no carenada, o varios fragmentos de cuencos simples con decoración pintada. Por su parte, los cuencos adscribibles a las variantes I-C y I-E (Lám. �: 1916 y 19�2) muestran una duración más restringida que se abarca a los siglos IV o III, como puede desprenderse de los paralelos hallados en el nivel 9 de CerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.33)yenelestratoXXVIIIdeVico(BanderayFerrer2002:fig.18).Elrestodelosmaterialescatalogables–entrelos que encontramos desde un soporte tipo “carrete” o un fragmento atípico de cerámica gris orientalizante, hasta restos ánforas de época tardoantigua– pueden considerarse intrusiones derivadas de la alteración del depósito por las mencionadas zanjas de expolio.

1�. En esta lámina reproducimos también las siglas abreviadas. La referencia completa incluye la abreviatura MAR y el número de la bolsa correspondiente.

Lámina3:Mármoles,9.Estratos7y6.

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El nivel 6, asociado también al muro de piedras alcorizas, presenta si cabe una mayor alteración, ya que encontramos un fragmento de cazuela realizada a mano juntocondoscuencosdeparedesfinas,unapáteradevajilla campaniense (Lám.�: 1867) y dos fragmentos atípicos correspondientes posiblemente a un ánfora del tipo LRA III, fechada en torno al siglo V d.C. A pesar de ello, a nuestro entender, su cronología podría situarse también en torno al siglo III a.C. y más probablemente ensusegundamitad,yaqueapenaspresentadiferenciassignificativasconelnivelanterior. De hecho, aparece un borde de lebrillo decorado perteneciente al mismo recipiente que el fragmento registrado en el nivel 7 (Lám. �: 1821), lo que resulta hasta cierto punto previsible si tenemos en cuenta que esta excavación se realizó por niveles arbitrarios separando en ocasiones materiales de un mismo estrato. Se documentó asimismo un borde de ánfora asimilable a la Forma D de Pellicer (Lám. �: 1840), incluida recientemente por Niveau dentro de la varitante 4, que podemos fechar a partir de mediados del siglo III a.C. (Niveau 2002: 2�8). El repertorio común a torno sigue siendo monótono y se distingue por una decoración sencilla de líneas rojas o por la ausencia de decoración. Destacan por su número los cuencos simples, con pastas muy depuradas y un predominio de la cocción oxidante, que se ha convertido en una constante a partir de este momento. En general, se observan similitudes con losconjuntosrecuperadosdelosestratosXXyXXIIdeVico(BanderayFerrer2002:fig.13y15),fechadosentremediadosdelsigloIVymediadosdelIIIa.C.Porsuparte, dos cuencos de la variante I-C de Escacena (Lám. �: 1827 y 18�7) presentan concomitancias con los ejemplares de la Forma IIb documentados en los últimos nivelesdeMontemolín(FaseV),anterioresalfinaldelaIIGuerraPúnica(GarcíaVargasyotros1989:223-224,fig.1).Estacronologíavieneconfirmada,además,por un fragmento atípico de cerámica de “Kuass”, cuya producción se generaliza precisamente en el siglo III a.C. (Niveau 2000: 188-189).

Figura 4: Estratigrafía de la excavación llevada a cabo en la calle Mármoles, 9 (perfil ideal a partirdeEscuderoyVera1988).

5�1SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

Aire,12

Escasa es la información conocida de sus hallazgos (Fernández 1988 y Fernández y otros 1989). La descripción de los resultados de esta intervención consigna una secuencia que mezcla estructuras, estratos y cotas de forma equívoca. Los distintos estratos presentan un espesor que supera en ocasiones el metro y medio, incluyendo en ellos tanto las estructuras exhumadas como los depósitos derivados de sus momentos de construcción y abandono. Dado que no podemos distinguir el origen ni la posición estratigráfica de losmaterialesrecogidos, hemos optado por no incluir esta intervención14.

MuñozyPabón,8(1ªy2ªFasesdeintervención)

Aún menor es la información que puede derivarse de la intervención arqueológica realizada en Calle Muñoz y Pabón, ya que no se encuentra publicada en el Anuario Arqueológico de Andalucía correspondiente. En la documentación emitida por los excavadores (Mejías 2001 y 2002) se describen una serie de estructuras de cronología imprecisa, pues ni se detallan los materiales que han sido empleados como base para su datación, ni se numeran los depósitos asociados a ellas (sólo se les asigna numeración a las UUEE constructivas), además se observa que ambos informes presentan visiones contradictorias de estos conjuntos. Asimismo, no se aportan secuenciastemporales,nirelacionesestratigráficas,porloqueelanálisisdelosdatoscontenidos en estos trabajos es altamente limitado. De igual forma, no concuerda la descripción de los muros con la representación planimétrica15.Aúnasí,seafirmahaber detectado estructuras de dos períodos cronológicos consecutivos. Al primero se adscriben tres muros, uno de adobe y dos de mampostería, mientras que al segundo correspondería un muro de mampostería similar a los anteriores. La cronología que se ofrece para estos hallazgos es del siglo IV al III a.C. Este extremo no ha podido ser verificadopornuestrarevisión,yaquelascajasdematerialdepositadasenelMuseoArqueológicoProvincialcontienenbolsasreferidasaunidadesestratigráficasqueno coinciden con las indicadas en los informes, las cuales, recordemos, se ceñían

14. El expediente constructivo más antiguo corresponde al muro de adobe situado en el estrato 4 (cota de ha-llazgo: 5,45 m bajo rasante) y datado en los inicios del siglo III a.C. Sobre él se documentó un nivel de incendio (estrato3,nivel13;cotadehallazgovariable:4,6-5mdeprofundidad),fechadoenlasegundamitaddelsigloIII a.C. Superpuesto a éste se situaba un muro de adobe (cota de hallazgo: 4,9 m) que, aún encontrándose sobre el nivel de incendio (estrato �), pertenecía al estrato 4 y se encontraba afectado por la construcción de un cimiento deiniciosdelsigloIIa.C.incluidoenelestrato3.Parafinalizar,esteúltimoseencontrabatambiéndesmante-ladoenparteporotromuro,definesdelsigloIId.C.,cuyodesarrolloabarcabadesdeelestrato1al3.Detodoelloseinfierequevariosdelosestratosdiferenciadospuedencontenerinformacióndedistintasestructurasnocoetáneas en el tiempo (al menos en su formalización y uso) por lo cual, el material respondería siempre a la mezcla de diversos momentos.

15. Pues en el informe de la 1ª fase se detallan unos muros y en la planimetría de la segunda fase aparecen otros.

5�2 FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ y DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA

exclusivamente a unidades constructivas. Entendemos, por lo tanto, que el contenido de estas cajas pertenece a unidades deposicionales que no aparecen en la documentación entregada, de modo que resulta imposible suvinculaciónestratigráfica.

Abades,41-43

La estratigrafía de esta intervención proporcionó varios niveles de ocupación fechables en época turdetana y en el tránsito hacia el período republicano (fig. 5) (Jiménez2001 y 2002)16. El primer contexto que vamos a analizar corresponde a la denominada “Fase constructiva 2. Restos de labores metalúrgicas. Siglo III a. C.” (Jiménez 2002: 129-1�1), a la que nos referiremos a partir de ahora como Estructura I. Se encuentra formada por los escasos vestigios de un murete de mampostería caliza y barro (UE 4�0), al que se asocia un pavimento de arcilla y cal (UE 4�1). En su lado oriental se documentó una pequeña fosa (UE 500) excavada en el propio pavimento, con la particularidad de que presentaba las paredes y el fondo endurecidos y cristalizados por la acción del fuego. El relleno de esta fosa estaba compuesto por ceniza y tierra quemada, con algunos huesos de animales calcinados y escorias de bronce, lo que ha llevado a los excavadores a interpretarlo como un crisol de fundición. No obstante, teniendo en cuenta sus dimensiones y el contexto en el que aparece, muy localizado en la zona excavada, se trataría más bien de una actividad metalúrgica de carácter doméstico (Jiménez 2001). Por su parte, el pavimento UE 4�1 descansa sobre un depósito de nivelación al que se le asignó la UE 4�2. Su cronología viene dada por un borde de ánfora correspondiente al Tipo 12.1.1.1 de Ramón (1995: 2�8), cuya producción se inicia en la segunda mitad del siglo IV y se extiende a lo largo del siglo III a.C. (Lám 4: 4�2-1). Junto a ella aparecieron algunos fragmentos atípicos de

16. Agradecemos a D. Álvaro Jiménez las facilidades ofrecidas para la realización de este estudio.

Lámina4:Abades41-43.UUEE432,431,429,427y426.

5��SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

cerámica de cocina, un cuello de vaso “à chardon” realizado a mano y abundante cerámica común a torno de diversa cronología, entre la que únicamente pudimos identificaruncuencodecasqueteesféricoconloslabiosligeramenteengrosadosalinteriorylasuperficiebruñidapintadaderojo.Enestepavimento(UE431)se documentaron abundantes fragmentos –la mayoría atípicos– de cerámica a torno y ánforas, mezclados con restos residuales de cerámica a mano. Entre ellos destacamos un fragmento de urna con baquetón sin decoración y un borde de urna globular, evolución de las antiguas urnas “Cruz del Negro”, con sendas bandas de color rojo en el cuello y en el borde (Lám 4: 4�1-8 y 9). Se trata de dos formas que conviven sobre todo durante todo el siglo IV, aunque las urnas del segundo tipo aparecen ya con frecuencia en el siglo V, como podemos comprobar en el estratoXIdeVico(BanderayFerrer2002:fig.10).Porlodemás,registramosdos cuencos de casquete esférico similares a los hallados en el nivel anterior, un borde de urna o lebrillo y varios fondos que no aportan mayor precisión a esta cronología.

La Estructura I se encuentra amortizada por las UUEE 429 y 428, correspondientes a depósitos de colmatación para la elevación de cotas previa a la construcción de la denominada “vivienda turdetana I”. Estos depósitos están compuestos por desechos domésticos y escorias de hornos cerámicos, ceniza y carboncilla, pellas de arcilla cocida, que pueden indicar presencia cercana de hornos (Jiménez 2002: 1�2). En la UE 429 aparecieron también restosdeunatoberadearcillaparcialmentevitrificada,procedentedelamismaactividad industrial. La cerámica asociada a esta matriz es copiosa, aunque muy imprecisa desde el punto de vista cronológico (Lám. 4), ya que solamente hemos podidoidentificarcuencossimplesdecasqueteesféricocondecoraciónpintadamonocroma, lebrillos de perfiles muy comunes, un asa de ánfora, así comoalgunos fragmentos de cerámica a mano. Destaca, por su singularidad, un cuenco lucerna de la variante no carenada con decoración exterior a base de bandas y líneas paralelas (Lám 4: 429-12). La UE 428 constituye el estrato superior de nivelación destinado a dar asiento a la “fase constructiva �. Vivienda I. Siglo III a. C.” (Jiménez 2002: 1�2-1��), denominada por nosotros Estructura II, ya que se encuentra asociado tanto a la cimentación del muro UE 424, como al pavimento UE 426. Presenta abundantes restos de cerámica común a torno, así como algunos fragmentos de cerámica hecha a mano. Las formas conservadas son poco representativas, predominando los lebrillos sin decoración y los vasos abiertos de gran tamaño, evolución de los vasos “à chardon” de época orientalizante. También contamos con un borde de urna globular, desprovista ya del baquetón que caracteriza a las antiguas urnas “Cruz del Negro”, con los labios verticales y caídos en forma de pestaña. Su presencia en los contextos del Bajo Guadalquivir nosueleirmásalládefinalesdelsigloIVa.C.Porúltimo,uncuencodegrantamaño y bordes entrantes, que podríamos incluir dentro de la Forma I-H de

5�4 FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ y DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA

Escacena, presenta grandes analogías con otro ejemplar procedente del nivel 9 deCerroMacareno(Pellicer1983:fig.34),deprincipiosdelIIIa.C.Apesardeestafaltadeprecisión,laposiciónestratigráficadelaunidadnodejalugaradudasdequenosencontramosafinalesdelsigloIVo,comomucho,ainiciosdelIII,coincidiendo con la construcción de la Estructura II.

La estructura II está formada por dos muros asociados a un pavimento de arcilla roja y ha sido interpretada como un ámbito residencial cubierto. Destaca el muro UE 424, de mampostería careada con lajas de piedra y alzado de adobe. En su cara oriental se sitúa el pavimento UE 426, formado por sucesivas capas de arcilla roja, algunas de ellas pintadas de blanco, presentando en la zona de contacto con el muro UE 424 una moldura cóncava que reviste la parte inferior del mismo. Sobre este pavimento se documentó un hogar (UE 427), posiblemente doméstico, formado por la acumulación de guijarros y piedras alcorizas unidas con barro. En el pavimento UE 426 se hallaron también restos heterogéneos de cerámica hecha a mano y cerámica a torno con decoración pintada, así como un asa de sección circular y algunos fragmentos atípicos de ánforas púnicas. Destaca un borde de olla de factura grosera (Lám 4: 426-2), similar los documentados en elestratoXXdeVico(BanderayFerrer2002:137),demediadosdelsigloIV,yenelnivel5deCerroMacareno,fechadoafinalesdelsigloIIIa.C.Lamismacronología parece presentar un vasito para beber (Lám 4: 426-10), de la variante carenada, cuyos paralelos más antiguos se encuentran en los niveles 1� y 10 de CerroMacareno(Pelliceryotros1983:figs.42y35),fechadosrespectivamenteaprincipioyfinalesdel siglo IVa.C.Menosprecisos sonalgunosejemplaresde lebrillo sin decorar y un borde de cuenco perteneciente a al subtipo I-C de Escacena, aunque en conjunto este contexto armoniza bien con los repertorios de finalesdelsigloIVoiniciosdelIIIa.C.documentadosendiferentespuntosdelBajo Guadalquivir. En el hogar aparecieron también algunos fragmentos sueltos de cerámica pintada, así como un borde de cuenco correspondiente a la variante I-C de Escacena, cuya cronología no contradice la fecha propuesta para este nivel de ocupación (Lám 4: 427-1�).

Sobre este episodio constructivo se disponían unos depósitos de colmatación (UUEE 422 y 42�), interpretados como rellenos de abandono y de nivelación del terreno para la edificación posterior. Proporcionan un conjunto bastantecoherente de formas que conviven entre la segunda mitad del siglo IV a.C. y la primera mitad del III, lo que nos permite fechar la amortización de la Estructura IIafinalesdelprimerooduranteelsegundocuartodeestacenturia.Destacanlasánforasdeproduccióngaditana,entre lasque identificamosunbordedelTipo8.1.1.2 de Ramón (1995: 222), similar al ejemplar documentado en el nivel 7 de Mármoles, y otro borde correspondiente al Tipo 8.2.2.1 (Ramón 1995: 225-226), cuya producción se generaliza, como sabemos, en el siglo III a.C. (Lám 5: 422-

5�5SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

52 y 5�) La misma cronología presentan dos morteros (Lám 5: 422-9 y 42�-��), que encontramos presente en Cerro Macareno desde el nivel 11 (Pelliceryotros1983:fig.11),y dos ollas de cocina (Lám 5: 42�-1 y 6), con paralelos en el estratoXXdeVico (BanderayFerrer2002:fig.13),ambosde la segunda mitad del siglo IV a.C. Por lo que respecta a la cerámica común, sobresale un fragmento de urna con baquetón y decoración pintada bícroma (Lám 5: 42�-�5), así como un cuenco-lucerna de la variante no carenada (Lám 5: 42�-24), que forman parte del repertorio habitual de los siglos IV y III a.C. Por otra parte, encontramos un borde carenado de tendencia vertical (Lám 5: 42�-2�), muy frecuente

enloscontextostardopúnicosdelabahíadeCádiz(NiveauyRuizMata2000:fig.6,4).Elrestodeloscuencos,urnasylebrillosmantienen,sinembargo,perfilesmuy comunes, a excepción de algunos cuencos –correspondientes básicamente a las Formas I-C y I-I de Escacena– que podríamos fechar entre los siglos IV y III a.C. Estos recipientes se caracterizan por una tendencia generalizada a la simplificacióndeladecoración,quellegaadesaparecerenlamayorpartedeloscasos, así como por una mejora de las pastas, con cocciones oxidantes y engobes claros y homogéneos, a las que difícilmente podemos atribuir una cronología anterior al siglo IV a.C.

En el estrato de amortización superior (UE 419), destinada a nivelar la “Fase constructiva 4. Vivienda II. Siglo III a. C.” (Jiménez 2002: 1�4-1�5), denominada por nosotrosEstructuraIII,documentamosunmorterodeperfilevolucionado(Lám6:419-�) con paralelos claros en la última fase de Montemolín (García Vargas y otros 1989: fig.3)yenelnivel6deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.27,1824),loquepermite atribuirle una cronología de mediados del siglo III a.C. Aparece, del mismo modo, un lebrillo de grandes dimensiones provisto de asas y un cuenco correspondiente a la Forma I-C de Escacena, que podemos fechar entre los siglos IV y II a.C.

Lámina5:Abades41-43.UUEE422y423.

5�6 FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ y DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA

5�7SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

La Estructura III cuenta sólo con un muro (UE 418) de guijarros y mampostería caliza careada, unidos con barro y ceniza. La UE 417 constituye el nivel de amortización del muro UE 418, aunque es probable que algunos de los materiales insertos en esta estructura procedan del mismo depósito, ya que ambos conforman conjuntos muy heterogéneos en los que se entremezclan restos de otras épocas (cerámica a mano, cerámica gris orientalizante, ánforas, etc.) con especies propias del siglo III, como puede ser un fragmento atípico de cerámica de “Kuass”, que nos sirve de término post quem. Destacan formasquesegeneralizanapartirdemediadosofinalesdelsigloIV,comolosvasos para beber (Lám 6: 418-7 y 417-1), las ollas de cocina de factura tosca (Lám6:418-25y25)–parecidasalasdocumentadasenelestratoXXdeVico(BanderayFerrer2002:fig.13)–o lasurnasglobularesconasasacanaladas(Lám6:417-18)(FormaIX-AdeEscacena),queencontramospresentesdesdeelnivel10deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.35,1609).Lomismose puede decir de un borde de ánfora de la Forma B-C de Pellicer (Lám 6: 418-19),conparalelosenCerroMacarenodesdefinalesdelsigloIVa.C.(Pellicer1978:fig.4,1576).Entre loscuencos,quepuedenagruparseen suconjuntodentro de laForma I-BdeEscacena, hemos identificadoun ejemplar con elborde biselado al interior y al exterior (Lám 6: 417-�8), lo que constituye un rasgo característico del siglo III, como ha podido observarse, sobre todo, en los últimos niveles de Montemolín (García Vargas y otros 1989: 224) y Vico (Bandera y Ferrer 2002: fig. 13). El resto de las formas comunes (lebrillos,urnas globulares y bitroncocónicas, cuencos) son menos elocuentes, aunque se sigue observando una tendencia generalizada a la reducción de la decoración y

Lámina6:Abades41-43.UUEE419,418y417.

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una mejora en las técnicas de fabricación, con pastas cada vez más depuradas y una cocción predominantemente, que caracteriza a las producciones del siglo III a.C.

Por último vamos a revisar la “Fase constructiva 5. Vivienda turdetana III. Segunda mitad del S. III a.C.” (Jiménez 2002: 1�4-1�5), que nosotros denominamos Estructura 4. Se trata de dos muros dispuestos en forma de T (UUEE �81 y 405) y realizados con mampuestos irregulares de caliza, arenisca y pizarra trabados con barro. En relación con esta estructura aparece un pavimento de arcilla tostada de 6 cm. de espesor (UE �82) que continúa hacia el otro lado del muro (UE �81), lo que hace pensar a los excavadores en la presencia de un vano. La fecha propuesta para la ocupación de este nivel es de segunda mitad del siglo III (antes de la II Guerra Púnica), aunque el hallazgo de un borde de cerámica campaniense A en el interior del pavimento podría rebajar esta cronología a las primeras décadas del siglo II a.C. El resto del material es poco elocuente y está compuesto básicamente por fragmentos atípicos cerámica comúnocondecoraciónpintada.Lasúnicasformasidentificablessonunbordedelebrillodeperfilevolucionado,parecidoaotroprocedentedelnivel4deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.23,1994),yunplatoturdetanomuycomún,con el labio ancho terminado en pestaña. La Estructura 4 se encuentra amortizada a su vez por un depósito de tierra arcillosa con piedras, ceniza y abundante

Figura5:RestosconstructivosturdetanosdocumentadosenAbades,41-43(apartirdeJiménez2002:131-133).

5�9SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

materialcerámico(UE380).DestacaunvasodeperfilenSsindecoración,unfragmento atípico de urna con baquetón, un plato común de pequeño tamaño y un cuenco de bordes entrantes, asimilable a la Forma I-H de Escacena, con una decoración poco habitual a base de puntos a lo largo del borde. Encontramos también un borde de ánfora Pellicer D (variante 2 de Niveau) y un fragmento atípico de campaniense A, que permiten fechar este depósito en la primera mitad del II a.C.

PalacioArzobispal,sectorArchivos(sondeo2)

Se detectan dos fases constructivas en este sondeo que podrían fecharse enépocaturdetana(MorayRomo2003)(fig.6).Enlafasedeocupaciónmásantigua encontramos un alzado de adobe (UE 9217), que recorrería el sondeo en dirección N-S. Hacia el Este, se le asocia un nivel de pavimento de guijarros (UE 90), mientras que hacia el Oeste se le añade una lechada de arcilla roja adaptada al muro (UE 107). Esta fase es datada por los excavadores en torno al siglo IV a.C. con base en los materiales ofrecidos por el depósito UE 9118, si bien su cronología es difícil de determinar, ya que encontramos abundante cerámica de época orientalizante mezclada con tipos propios de los siglos V y IV a.C. Se trata de un borde de ánfora fenicia “de saco” o Vuillemot R-1, tres bordes de platos de barnizrojoyvariosfragmentosdecerámicahechaamanodesuperficiesalisadas.Algo posterior parece un asa tubular geminada, perteneciente probablemente a una urna “Cruz del Negro” evolucionada. Junto a estos restos aparecieron dos bordes de ánfora Mañá-Pascual A4: una correspondiente al Tipo T-11.2.1.4 de Ramón,quepodríamosfecharafinalesdelsigloVoduranteelIV,yotramástardía (T-12.1.1.1.), cuya producción se desarrolla a partir de mediados del siglo IV a.C. En cualquier caso, la relación entre el muro y este depósito no está clara pues se encuentra en el límite de lo excavado, aunque es más probable que lo colmate.

La fase más reciente consiste en dos muros (UUEE 114 y 8�19) de piedra y guijarros trabados con barro. No es posible precisar el nivel de uso de estas estructuras por cuanto las asignaciones efectuadas en el informe corresponden, en realidad, a una fase posterior. La supuesta coetaneidad de las UUEE 114 y

17.RepresentadoenlosperfilescomoUE97.

18.Losmaterialesprocedentesdeestaexcavaciónfueronclasificadossucintamenteinsitualfinalizarlainter-vención, sin que hasta ahora hayamos tenido oportunidad de examinarlos en profundidad, ya que se encuentran todavíadepositadosenlosalmacenesdelPalacioArzobispalalaesperadesutrasladodefinitivoenelMuseoArqueológicoProvincial.NosgustaríaagradecerdesdeaquíaD.GregorioMoraelhabernosconfiadoelestudiode estos materiales, así como toda la información y la ayuda prestada.

19.Que,porerror,aparecerepresentadocomoundepósitoenelperfilnorte.

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82 es igualmente complicada por diferencia de cota, inexistencia de conexión estratigráfica,etc.LosexcavadoresfechanestafaseenelsigloIIIa.C.apartirdelos materiales contenidos en el depósito UE 81. En él encontramos dos cuencos de borde biselado, que aparecen asociados a dos cuencos-lucerna de la variante no carenada y a otros cuencos más comunes con decoración pintada. Esta cronología viene apoyada también por la presencia de una olla de cocina y un borde de ánfora asimilable a la Forma B-C de Pellicer, con paralelos en el nivel 9 de Cerro Macareno(Pellicer1978:fig.4,1640),deprincipiosdelsigloIII.Sinembargo,examinados los perfiles, la relación de colmatación del muro UE 114 por elcitado depósito parece evidente, constituyendo un posible vertido de anulación y nivelacióndelterrenoparadotardeunniveldeusoaunanuevaedificación(UE66)20.

Asuvez,eldepósitoUE80amortizaríaelniveldeusodelaedificaciónalaque pertenecía el muro UE 66. El hallazgo de un borde de ánfora del tipo Ramón T-9.1.1.1.permitefecharesteestratoafinalesdelsigloIIIomásprobablementea inicios del II a.C. Por lo demás, pudimos identificar dos cuencos de bordebiselado similares a los documentados en la UE 81, varios cuencos de borde simple o engrosado (Escacena I-B y I-D) y otros fragmentos de urnas y lebrillos con una amplia perduración cronológica.

5. Contextos materiales de la Sevilla prerromana

Previamente será preciso advertir de nuevo que no contamos con contextos claros que puedan remontarse a momentos anteriores al siglo IV a.C. Ello se debe en parte a las dificultades inherentes a la documentación de contextosarqueológicos profundos en la ciudad de Sevilla, donde los niveles prerromanos se encuentran la mayor parte de las ocasiones a más de 5 metros de profundidad, a lo que habría que añadir, como se ha visto anteriormente, el reducido tamaño de los cortes y la escasez de intervenciones con un control arqueológico exhaustivo. Por otra parte, nos encontramos con un sustrato muy alterado, no sólo por la actividad constructiva de épocas próximas, sino también por las labores de aterrazamiento y reconstrucción llevadas a cabo en la Antigüedad. A pesar de ello, y gracias a la información aportada por otros yacimientos próximos como Itálica (Luzón 197�), Cerro de la Cabeza de Santiponce (Domínguez de la Concha y otros 1988), Cerro Macareno(FernándezGómezyotros1979;Pelliceryotros1983),Montemolín(García Vargas y otros 1989), Vico (Bandera y Ferrer 2002) o la propia Carmona (CarriazoyRaddatz1960;Pellicer yAmores1985), sehanpodido seguir los

20.Deserasí,laestructuraUE114constituiríauncimientoyzócalodelaedificación,encontrándosesunivelde uso hacia la línea marcada como UE 95. Por su parte, el muro UE 66 aprovecharía el anterior zócalo (UE 114) comocimiento,correspondiéndoleunniveldeusocoincidenteconlalíneadefinidacomoUE94.

541SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

cambios tecnológicos y la evolución de los contextos cerámicos característicos delBajoGuadalquivirdesdefinalesdelperiodoorientalizante, tantoen loqueserefierealacomposicióndelosajuarescomoalamorfologíadelosdistintoselementos que los integran (Jiménez y García 2006).

Conelfinaldelmundotartésicoorientalizantedesaparecelavajilladebarnizrojo fenicio, sobre todo las jarras trilobuladas y los enócoes de boca de seta, mientras que las formas abiertas son sustituidas por cuencos y platos de cerámica común, generalmente con decoración pintada monócroma. Al mismo tiempo se produce alabandonodefinitivodelasproduccionesamano,asícomosusimitacionesatornoencerámicagris(Vallejo1998).Porloqueserefierealacerámicacomúnatorno,finalizaelprocesodehibridaciónentrelosprototiposdeorigenorientalyla cerámica a mano de tradición local, conformándose un repertorio propiamente turdetano que se desarrollará de forma paralela –y a veces coincidente– con la vajilla de tradición púnico-gaditana (Ferrer y García 2002: 146). Asistimos, no obstante, a un proceso de stasis formal que caracteriza a los centros productores delBajoGuadalquivir, a través del cual sefija un elenco reducido de formaseminentemente domésticas cuyas variantes apenas evolucionarán a lo largo de la segunda mitad del primer milenio a.C. (García Fernández, e.p.). Sólo con posterioridad se incorporarán nuevos recipientes como resultado de la intensa helenización a la que se ven sometidas las poblaciones costeras (Escacena 1992: �26), aunque nunca se alcanzará la variedad que se aprecia en las producciones de la Alta Andalucía (Pereira 1989). Es por ello que resulta prácticamente imposible, salvo excepciones, establecer unas bases cronológicas claras a partir del repertorio común, de modo que nos vemos obligados a recurrir la mayor parte de las veces a los recipientes anfóricos de importación, cuando no contamos con otros indicadores más precisos como la vajilla ática o sus imitaciones locales. De hecho, las importaciones griegas comienzan a descender a partir de mediados del sigloIV,hastadesaparecerdefinitivamenteafinalesdeestacenturia,aunquesudemanda es compensada en parte por las producciones protocampanienses, como la cerámica tipo “Kuass”, que se generaliza en el siglo III a.C. (Niveau 2000: 188-189).

Por lo que respecta a las ánforas de tradición fenicia, éstas evolucionarán paralelamente a partir de prototipos arcaicos hasta dar lugar a las formas características de los distintos talleres del Mediterráneo Central y Occidental. La bahía de Cádiz, y en general el litoral atlántico andaluz, se convertirá en una de las principales áreas productoras, centrada en la elaboración y comercialización de salazones y salsas de pescado en contenedores derivados de las antiguas ánforas “desaco”;sibienapartirdefinalesdelsigloIVa.C.secomienzanaponertambiénen explotación las campiñas interiores, coincidiendo con la aparición de nuevos recipientes más especializados. Al mismo tiempo se generaliza, como veremos,

542 FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ y DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA

la producción de ánforas propiamente turdetanas: primero las Formas B-C de Pellicer, derivadas también de las ánforas fenicias “de saco”, y posteriormente la Forma D, aunque no está claro aún si se trata de una producción local o procede igualmente de los talleres de la campiña gaditana. Por último, las ánforas griegas dejandedistribuirsehaciafinalesdel siglo IV, coincidiendocon la llegadadelas primeras ánforas grecotálicas, que convivirán con los contenedores púnicos hasta la introducción de las Dressel 1 durante los primeros siglos de la presencia romana.

Los contextos del siglo IV a.C.

Lo primero que llama la atención de los contextos cerámicos del siglo IV es que se detecta un equilibrio entre las ánforas de importación, ahora predominantemente púnicas, y los recipientes de tradición local. Las ánforas púnicas de producción occidental más abundantes desde finales del siglo VIa.C. son las herederas de las ánforas fenicias “de saco”, conocidas como Mañá-Pascual A4. Se caracterizan por un estrechamiento y alargamiento de los cuerpos, con la línea de carenación en el tercio inferior, ahora de forma más acusada. Se hanidentificadodosvariantes.UnacorresponderíaalTipo11.2.1.4deRamón,algomás antigua, conuna cronologíaque iría definalesdel sigloVa iniciosdel IV a.C. Se distingue por los labios, de sección rectangular o ligeramente triangular y tendencia vertical, separados de la cara externa del cuello por un leve escalón (Ramón 1995: 2�6). La segunda variante es posterior y se fecha ya en la segunda mitad del siglo IV, perdurando durante todo el III a.C. Se trata del Tipo 12.1.1.1 de Ramón (Lám. 4: 4�2-1), que presenta una forma totalmente cilíndrica en su mitad superior, con labios entrantes ligeramente engrosados al exterior, de perfilredondeadoocontendenciavertical(Ramón1995:238).Enamboscasosnos encontramos ante producciones típicamente gaditanas, destinadas con toda probabilidad al transporte y comercialización de productos derivados de la pesca (Frutos y Muñoz 1996: 142). Estos contenedores aparecen con relativa frecuencia no sólo en el hinterland de Cádiz, sino también en el Bajo Guadalquivir y sus campiñas interiores, aunque la variante más abundante (T-11.2.1.�) no ha sido documentada aún en Sevilla.

Otra ánfora frecuente en estos contextos es la que se conoce comúnmente comotipo“Tiñosa”(Rodero1991)oMuñozE-1(Muñoz1987:476),clasificadaposteriormente por Ramón como T-8.1.1.2 (1995: 222). Presenta un cuerpo de tendenciaoval,coneldiámetromáximoeneltercioinferior;carecedehombrosyloslabios,deperfilrectilíneo,entrantesyengrosadosal interior,constituyenen realidad una prolongación del cuello (Ramón 1995: 222). Sus centros de producción se concentrarían en la bahía de Cádiz o zonas adyacentes, aunque se presencia es mucho más frecuente en la campiña de Jerez y en los valles del

54�SecuenciasestratigráficasycontextosculturalesdelaSevillaprerromana

Guadalete y Bajo Guadalquivir (Carretero, e.p.). Se documentan, de hecho, en el nivel13deCerroMacareno(Pellicer1978:388,fig.8),enelCastillodeDoñaBlanca(Niveau1999:134),CerroNaranja(Rodríguez1987:fig.2)yenlapropiaSevilla, tanto en las excavaciones de Mármoles 9 (Lám. �: 1902) y Argote de Molina 7, como en el sondeo de Abades 41-4� (Lám. 5: 422-52).

Porloqueserefierealasánforasdeproducciónlocal,nosencontramosconvariantes evolucionadas de las Formas B-C de Pellicer, consideradas junto con la Forma D los contenedores típicamente “iberopúnicos” o turdetanos (Pellicer 1982: �90-�92). Su génesis y desarrollo es paralelo al de los tipos púnico-gaditanos (Mañá-Pascual A4), “pero divergente en el desarrollo morfológico, lo que evidencia claramente la distinción entre ambas tradiciones alfareras, a pesar de la génesis común y de la evolución paralela” (Bandera y Ferrer 2002: 1�1). Con el tiempo aumentará la variabilidad en la forma del borde (B-C �), que podrá adquirirunperfiloval,almendradooinclusomoldurado(Pellicer1978:fig.5y6).ApesardeserunaformamuyextendidaenelBajoGuadalquivirdesdefinalesdel siglo VI a.C. –recuérdese el amplio elenco documentado en Cerro Macareno, o en los yacimientos de la campiña de Marchena (García Fernández 200�)– su presencia es casi testimonial en los niveles turdetanos de Sevilla, sobre todo en los contextos de ocupación, conviviendo a veces en minoría con los recipientes de tradición púnico occidental.

Llama también nuestra atención la ausencia de importaciones áticas de barniznegroofigurasrojas,quesísonfrecuentesenotrosyacimientoscercanos,como Cerro Macareno o Vico. Sin embargo, es probable que esto no sea más que una consecuencia de las reducidas dimensiones de los sondeos practicados o de la propia casualidad, ya que sí aparecen a veces en estratos revueltos de cronología tardía mezclados con materiales de épocas posteriores, como ocurre con el fragmento procedente del nivel 26 de Argote de Molina.

La cerámica a torno común y pintada presenta, como se ha visto, pocas innovaciones en relación con los contextos del siglo V, compuestos básicamente por cuencos hemiesféricos, platos de borde vuelto, píthoi, urnas globulares o bitroncocónicas –derivadas respectivamente de las urnas “Cruz del Negro” y del vaso “à chardon” de época orientalizante– y lebrillos de cuello estrangulado. Sóloapartirdefinalesdelsiglo IVa.C.comienzauna tendenciageneralizadaalasimplificacióndeladecoraciónpintada,queafectasobretodoalasformasmás frecuentes, como son los lebrillos, las urnas o los cuencos. Los motivos se reducen ahora a bandas o líneas rojizas de diversas tonalidades –dependiendo de la composición y concentración del pigmento– que se sitúan generalmente en el cuelloocubriendoelinteriory/oelexteriordelborde;aunquenoresultaextrañoencontrar también combinaciones de bandas rojas con filetes negros, trazos

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verticales en el cuello o en el borde de los recipientes de gran tamaño, y más excepcionalmente sectores de círculos concéntricos, líneas onduladas, asteriformes, etc. Los lebrillos más antiguos, por ejemplo, portan aún asas geminadas o trigeminadas y decoración de bandas rojas y líneas negras, aunque a lo largo del siglo IV a.C. este tipo de asas tiende a desaparecer, siendo sustituida en ocasiones por las asas de sección acanalada, mientras que ya en el siglo III apenas se decoran (Bandera y Ferrer 2002: 1�1). Lo mismo ocurre con las urnas, cuya decoración se limita a una o varias bandas de color rojizo que cubren parcialmente la superficieexterior y el borde. Los platos, por su parte, mantienen a veces la capa de engobe rojizo bruñido que caracterizabaalasproduccionesarcaicas,aunquedesdefinalesdelsigloVa.C.ésta se reduce en la mayoría de los casos a una banda ancha de color rojo vinoso a la altura del borde, que puede ocupar ambas caras o sólo la interna (Escacena 1987: 2�6).

Estas formas más comunes convivirán con nuevos recipientes cuya producción se generaliza a partir de este momento. Es lo que ocurre con los denominadoscuencos-lucerna,queencontramosyaafinalesdelsigloVIa.C.enCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.59,468),aunquesuusoseextiendesobretodoafinalesdelsigloVa.C.Setrata,comosabemos,derecipientesdepequeño tamaño, con forma de casquete esférico y borde entrante, en ocasiones ligeramente engrosado al interior (Escacena 1987: ��5). Su empleo como lucerna parece comúnmente aceptado, ya que muchos ejemplares presentan el borde quemado, debido probablemente a la proximidad de la mecha o el pabilo

Figura6:EstratigrafíaobtenidaenlaexcavaciónllevadaacaboenPalacioArzobispal(sondeoII)(tomadadeMorayRomo 2003: figs. 9 y 10)

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(Escacena 1987: ��6). De hecho, la ausencia en los asentamientos turdetanos de lucernas de pico, características del repertorio púnico-gaditano, se explicaría precisamente por la generalización de esta forma (García Vargas y otros 1989: 226), relacionada según se piensa con los pequeños cuencos a mano que se venían usando en la región con la misma función desde inicios de la Edad del Bronce (Escacena1987:356-357).Escacenadistinguedosvariantes:unadeperfilsuave(VI-A),quesedesarrollasincambiosmorfológicossignificativosdesdeelsigloV a.C. al cambio de era, y otra carenada (VI-B), mucho menos frecuente y con una cronología más restringida que se ajusta a los siglos III y II a.C. Mientras que la primera aparece en buena parte de los contextos analizados en la ciudad de Sevilla(porejemplo,Lám.2:399;Lám.3:1913y1933;Lám.4:429-12),noseha documentado ningún ejemplar correspondiente a la segunda variante.

Lomismosucedeconlospequeñosvasosdeperfilen“S”,tambiénllamado“vaso para beber” (Fernández Gómez y otros 1979: 44). A pesar de la polémica existente en torno a suorigenyfiliación, todoparece apuntar a quederivaríadirectamente del vaso “à chardon” de tradición oriental, sin restar importancia a lainfluenciaquepudieronejercerenlaformalizacióndeltipoalgunosrecipientessimilares realizados a mano en la Edad del Bronce (Escacena 1987: �80). Escacena diferenciadenuevodosvariantes:unacarenada(VII-A),queiríadesdefinalesdelsigloVhastafinalesdelIII,yotranocarenada(VII-B),muchomásabundantequelaanteriorycaracterizadaporeltradicionalperfilen“S”,cuyaproducciónsegeneralizaafinalesdelsigloIVoiniciosdelIIIa.C.EnSevillasedocumentatanto la variante carenada (Lám. 4: 426-10) como la no carenada, aunque en la mayor parte de los casos el estado fragmentario de los restos impide adscribirlos a uno y otro grupo (Lám. 6: 418-7 y 417-18).

Otro recipiente característico de los contextos del siglo IV a.C. son urnas con baquetón(Lám.4:431-9;Lám.5:423-35),clasificadasporEscacenaconlaFormaXX(1987:610-611).Enestecasonosencontramosantevasosdegrantamañoyperfilesvariados(ovoides,globulares,bitroncocónicos),quesedistinguendelrestode las formas cerradas por la presencia de una moldura a la altura del hombro. Su decoración se limita a bandas anchas y líneas paralelas, monocromas o bícromas, enmarcando en ocasiones motivos más elaborados como semicírculos concéntricos o reticulados. Con frecuencia lo único que se conserva de estos recipientes es el baquetón, que puede ir en reserva o bien decorado con trazos verticales u oblicuos paralelos,puntosofiletesdelgadosdecolorrojoonegro(ibidem).Losejemplaresmás antiguos los encontramos en el estrato � de Carmona (Carriazo y Raddatz 1960:24,fig.6),fechadoafinalesdelsigloVIa.C.(Escacena1987:612),yenelnivel 17 de Cerro Macareno, de principios del siglo V a.C. (Pellicer y otros 198�: fig.53,1113-1122),aunquesoncorrientessobretodoapartirdefinalesdelsigloV,pudiendo llegar en ocasiones al II a.C. (Escacena 1987: 614).

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Los morteros constituyen también un elemento muy representativo, en este caso de la cerámica tosca. Se trata de recipientes abiertos, de paredes gruesas, base amplia y bordes muy desarrollados hacia el exterior (Ruiz Mata 1987: �09). Sus pastas incluyen numerosos desgrasantes de gran tamaño, por lo que su uso doméstico parece evidente. Luzón (197�: 44-45) les atribuyó un origen helenístico, aunque no se sabe a ciencia cierta cómo se introdujo el tipo en la vajilla púnica y turdetana. Lo cierto es que su producción se generalizó a principio del siglo IV a.C. (Ruiz Mata 1987: �11), momento del que datan los primeros ejemplares, caracterizados por un borde alargado y estrecho, con una suave acanaladura en la parte superior (Lám. 5: 422-9 y 42�-��).

Los contextos del siglo III a.C.

Durante el siglo III se mantiene el equilibrio entre las ánforas de procedencia foránea y los contenedores locales, al principio con los mismos tipos, a los que se van incorporando paulatinamente algunas formas nuevas que comienzan a producirseenlosmismostalleresafinalesdelsigloIVoiniciosdelIIIa.C.Nosreferimos principalmente a las variantes más tardías de las Mañá-Pascual A4 (T-12.1.1.1) y a las ánforas tipo “Tiñosa” (T-8.1.1.2), que aún perdurarán a lo largo de todo el siglo III a.C. Junto a éstas van haciendo aparición las ánforas conocidascomo“tipoCarmona”(Rodero1991)–PellicerE-2(1978:fig.8y13)oMuñozA-5 (1987:474)–yclasificadasmás recientementeporRamóndentro del Subgrupo 8.2.1.0 (Ramón1995: 225-226) (Lám. 2: 429;Lám. 5:422-5�). Presentan un cuerpo cilíndrico, ensanchándose ligeramente en su tercioinferiorparaadquirirunperfilojivalensuextremo.Debocaancha,secaracterizan por un borde recto de tendencia vertical o ligeramente exvasado, separado del resto del cuerpo por una o dos acanaladuras (Niveau 1999: 1�4). Su origen occidental está fuera de toda duda, ya que tenemos documentada su fabricación en la Bahía de Cádiz, concretamente en los hornos de Torre Alta, (Perdigones y Muñoz 1988), perdurando al menos hasta mediados del siglo II a.C. (Niveau 2001-2002: 274). Se documenta en la mayor parte de los yacimientos del Bajo Guadalquivir y de la costa occidental de Andalucía. En los alrededores de Sevilla la encontramos presente en el estrato III de Carmona (PelliceryAmores1985:fig.30,6),sobreelpavimentodelllamado“templorepublicano”deItálica(Bendala1982:fig.25,1-4),oenelCerroMacarenodesde el nivel 9, fechado a principios del siglo III a.C. (Pellicer y otros 198�: fig.32).

En el siglo III a.C. hacen también su aparición las ánforas de procedencia centromediterránea,aunquelamayoríacomienzaallegarmasivamenteafinalesde esta centuria, conviviendo ya con las primeras importaciones itálicas. En Sevilla son excepcionales los ejemplares anteriores a la II Guerra Púnica, por lo

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que es probable que su distribución se ciñera en un primer momento a los centros costeros comoCádiz (Muñoz1987;Niveau2001-2002)oDoñaBlanca (RuizMata y Niveau 1999).

Las ánforas de producción local están representadas por los últimos ejemplares de la Forma B-C de Pellicer, que continúa la tendencia al alargamiento de los bordes, adquiriendo en ocasiones una secciónmoldurada; y generalizacióndela Forma D, que se convierte en uno de los contenedores más característicos del siglo III a.C. (Niveau 2002). A diferencia de la Forma B-C, se trata de ánforas deperfilcilíndrico,sincuello,cuyasparedesseaproximanhastaconformarelborde, que se distingue únicamente por un leve engrosamiento al interior y/o al exterior, enocasionesacompañadoporun ligeroescalón (Lám.2:401y380;Lám.3:1840).Niveau(2002)hadistinguidoochovariantesapartirdelperfildellabio, aunque no parecen responder a una evolución formal del tipo, ya que es frecuente encontrar variantes distintas conviviendo en los mismos contextos. No obstante, sí se puede apreciar una tendencia paulatina hacia el estrechamiento y simplificacióndelosbordes,queeneltránsitoalsigloIIa.C.apenassediferencianya de la pared (Lám. 2: �24).

Como podemos comprobar, nos encontramos ante un repertorio anfórico eminentemente púnico occidental, muy parecido al que por las mismas fechas se documenta en la propia Cádiz (Niveau 2001-2002 y 200�) y en su entorno más inmediato, como el Castillo de Doña Blanca (Niveau 1999), el poblado de Las Cumbres (Niveau y Ruiz Mata 2000) o Cerro Naranja (González Rodríguez 1985). Sin embargo, no ocurre lomismo con otras producciones específicasdel ámbito púnico-gaditano, como puede ser la vajilla tipo “Kuass”. En Sevilla sólo se han documentado media docena de fragmentos, en su mayoría atípicos oprocedentesdenivelespocodefinidos,comoocurreconlosejemplaresdelaCuesta del Rosario (Niveau 200�: 246). No obstante, la escasa representatividad de estos hallazgos parece deberse más bien a la casualidad, ya que cerámica de este tipo aparece con frecuencia en localidades cercanas, como Itálica, Cerro Macareno (Niveau 200�: 246-247), o incluso algo Alcalá del Río, donde recientes excavaciones en la muralla republicana han puesto al descubierto los niveles de ocupación correspondientes a los siglos III y II a.C. Según Niveau, los centros próximos a la antigua desembocadura del Guadalquivir se encontrarían dentro de lo que denomina “segundo círculo” de distribución de la vajilla gaditana (Niveau 200�: 244), es decir, las áreas que no formaban parte del “Círculo del Estrecho” pero que participaban en cierta medida del espacio cultural púnico (Ferrer 1998). En estos casos la demanda es más selectiva, ciñéndose a un determinado conjunto de formas que nunca llegan a sustituir a la vajilla de mesa de tradición local, por lo que su consumo ha de entenderse dentro de las importaciones “de lujo” (Niveau 200�: 24�).

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EnelsigloIIIa.C.continualatendenciaalasimplificacióndeladecoraciónpintada, como puede apreciarse, por ejemplo, en la estratigrafía de Abades, 41-4�. Las líneas negras son ya excepcionales, mientras que los motivos pintados enrojosereducenabandasylíneasfinas,quesesitúanpreferentementeenlaparte superior de los vasos o en el interior de los cuencos. La única excepción viene dada por algunos lebrillos de pequeño formato que encontramos en el nivel 6 de Mármoles (Lám. �: 1821) o en la UE 42� de Abades (Lám. 5: 42�-�4), con paralelosenelnivel4deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.23)yenlosprimerosnivelesdePajardeArtillo(Luzón1973:lám.XIV),asícomoporlas urnas con baquetón, que continuarán al menos hasta inicios del siglo II a.C. Los cuencos, por su parte, suelen decorarse únicamente con una sencilla banda que cubre parcial o totalmente el borde, aunque con frecuencia pueden presentar también varias líneas paralelas pintadas al interior, en las proximidades del fondo. En ocasiones, estos cuencos se distinguen por un borde biselado al interior y/o al exterior, lo que constituye un rasgo peculiar del siglo III (Lám. �: 1911), como se ha podido comprobar en los ejemplares procedentes de los últimos niveles de Montemolín(GarcíaVargasyotros1989:224yfig.1)odelestratoXXVIIIdeVico(BanderayFerrer2002:fig.18).

En esta centuria se mantiene la producción de cuencos-lucernas y vasitos de la Forma VII de Escacena, predominando ahora la variante no carenada (Escacena 1987: �74). Al mismo tiempo hacen también su aparición las urnas globulares u ovoides de gran formato, correspondientes a la Forma 12 de Pajar de Artillo (Luzón1973: lám.XVIyXVII)y a laForma IXdeEscacena (Lám.6: 417-18). Se distinguen por la presencia de asas laterales de sección acanalada, unas veces en posición vertical y otras en horizontal, así como por un cuello vertical cilíndrico muy característico (Escacena 1987: �98). Aunque las encontramos ya enelnivel10deCerroMacareno(Pellicer1983:fig.35),sonfrecuentessobretodo a partir del siglo III a.C. (Escacena 1987: 40�). Lo mismo sucede con los cuencos y páteras de borde vertical o de tendencia cóncava, un elemento muy habitualenlavajillatardopúnicadeCádiz(RuizMata1987:306yfig.1),perocuya presencia en la ciudad de Sevilla es todavía testimonial (Lám. 5: 421-2�).

Por lo que respecta a la cerámica tosca, continúa la producción de morteros, que se distinguen de los ejemplares del siglo IV a.C. por la presencia de bordes más gruesos y menos exvasados (Lám. 1: 4511), con un apéndice hacia el interior yhendidurasmás amplias en la parte superior (RuizMata1987: 311;Niveau2001-2002: 28�). Las ollas de cocina constituyen, precisamente por su función domésticaysudistribuciónlocal,unelementopocofiableparalaelaboracióndecronologías. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo IV a.C. se generaliza una forma que aparecerá con frecuencia en los contextos del siglo III e inicios del II. Se trata, lógicamente, de recipientes cerrados de factura grosera y pastas oscuras,

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que podemos identificar gracias a un bordemuy característico: engrosado, desección oval o almendrada y tendencia vertical o ligeramente pronunciado al exterior(Lám.1:4483;Lám.4:426-2).LosencontramosdesdeelestratoXXdeVico(BanderayFerrer2002:fig.13),demediadosdelsigloIV,hastaelnivel5deCerroMacareno(Pelliceryotros1983:fig.24),fechadoafinalesdelIIIa.C.

Por último, se viene observando una mejora en la tecnología de la producción alfarera, con pastas más depuradas y compactas, hornos más desarrollados –véanse los ejemplos de Cerro Macareno (Ruiz Mata 1999) y Pajar de Artillo (Luzón 197�: 16-2�)– y un mayor control de la cocción. Desde el siglo IV a.C. los recipientes realizados en ambientes oxidantes son sensiblemente más numerosos que los que han sido sometidos a una cocción alterna, tendencia que se agudizará a lo largo del siglo III y II, cuando las pastas rojizas y anaranjadas se impongan definitivamente.

Las Guerras Púnicas y los inicios de la presencia romana

El paso del siglo III al II a.C. viene determinado históricamente por la presencia bárquida y la victoria romana sobre el ejército cartaginés durante la II Guerra Púnica, que supone la ocupación de la Península por parte de los primeros y el inicio del proceso que venimos denominando “romanización”. En este contexto, la apertura de los mercados sudpeninsulares a los productos itálicos contribuye a la llegada de las primeras ánforas vinarias de origen campano y a la introducción de la vajilla de barniz negro. Al margen de esta novedad, que afecta en principio solamente a determinadas importaciones, el repertorio cerámico sufre pocos cambios durante las últimas décadas del siglo III y la primera mitad del II a.C.

Unode los ítemsmás característicos de los contextos definales del III einicios del siglo II a.C. son las ánforasMuñoz E-2 (1987: 476), clasificadasposteriormente por Ramón con el Tipo 9.1.1.1 (1995: 226-227) (Lám. 1: 4550). Se trata probablemente de una evolución del Tipo 8.1.1.2 y estarían dedicadas también al envasado de salazones, como se desprende de las estampillas documentadas en de la factoría de Torre Alta, donde se representan diversos momentos del proceso de fabricación y envasado de las salazones en recipientes de las mismas características(FrutosyMuñoz1996:140yfig.11).Laprincipaldiferenciaconsu antecesora es precisamente su forma cilíndrica, con un rehundimiento cóncavo en la base (Niveau 1999: 1�4). Los labios, totalmente verticales y ensanchados al exterior, o más frecuentemente hacia el interior, pueden separarse del cuerpo mediante una o varias acanaladuras. Sus centros de fabricación debieron situarse también en la bahía de Cádiz, siendo la forma más frecuente entre las documentadas en los hornos de Torre Alta (Frutos y Muñoz 1994: 401-402). La

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cronologíadeestosrecipientesabarcatodoelsigloII,comenzandoafinalesdelIII y perdurando durante las primeras décadas del I a.C. (Ramón 1995: 227). Al mismo tiempo, se mantiene también la producción de la Forma D de Pellicer, que continúa presente en los contextos turdetanos durante prácticamente todo el siglo II a.C. En este momento los labios no se diferencian del cuerpo más que por su tendencia a cerrarse en una boca estrecha y horizontal, como se aprecia en losúltimosejemplaresdeCerroMacareno(Pellicer1978:fig.6),similaresalosdocumentados en el nivel 26 de Argote de Molina (Fig. 1).

Estas ánforas conviven con las producciones centromediterráneas, que comienzan a llegar sobre todo a partir de la I Guerra Púnica (Niveau 2001-2002: 274), y con las primeras importaciones itálicas. Las ánforas centromediterráneas más comunes en este periodo son las variantes tardías de la Forma Mañá D o Ramón T-5.2.�.1 (1995: 198), fechadas entre el último cuarto del siglo III y principios del II, así como las primeras Mañá C2, sobre todo las correspondientes al Subgrupo T-7.4.�.0, que abarcan la práctica totalidad de los siglos II y I a.C. (Ramón 1995: 210-21�). Aunque no se encuentran representadas en los contextos analizados, sí están presentes en cambio en otros niveles posteriores como elemento residual, o descontextualizadas en estratos de relleno (Campos 1986: 32,39y65).Porloqueserefierealasánforasgreoitálicas,eltipomásextendidoen laBajaAndalucía es el4deLambogliao1deBenoit (Muñoz1987:476;Pellicer 1978: �90), aunque en la mayor parte de los casos lo que conservamos son las asas o fragmentos atípicos que no aportan mayor precisión sobre su forma ycronología.Afinalesdel siglo IIIoprincipiosdel siglo IIa.C.estasánforasson sustituidas por las Dressel 1, caracterizadas por un labio corto, de tendencia triangular y asas alargadas de sección oval. Las pastas, rojizas y con abundante pumita como principal elemento desgrasante, no dejan lugar a dudas sobre su procedencia sud-itálica –concretamente de la bahía de Nápoles–, sirviendo de envase para la exportación de los vinos campanos hasta la introducción, ya a finalesdelsigloII,delasprimerasimitacionesproducidasenlabahíadeCádiz(García Vargas 1996).

Con las ánforas Dressel 1 llegan también las primeras formas de la vajilla campaniense, principalmente copas de labios verticales y páteras de borde cóncavo, como la hallada en el nivel 6 de Mármoles. Estas cerámicas van sustituyendo paulatinamente a las producciones gaditanas de tipo “Kuass”, hasta su completa desaparición a mediados del siglo II a.C. (Niveau 2002-200�: 197).

Por lo demás, la cerámica común no presenta grandes novedades con respecto al repertorio característico del siglo III, ni desde el punto de vista tecnológico nidesdeelmorfológico.Continúan las formasespecíficas, como losvasosdeperfilen“S”,lasurnasconbaquetón,lasurnasglobularesconasaslateralesylos

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cuencos lucerna, sobre todo de la variante no carenada. En relación a los cuencos y las urnas bitroncocónicas, se mantienen básicamente las mismas variantes con una decoración muy sencilla a base de bandas y líneas de color rojizo. Lo mismo se puede decir de las formas toscas: morteros y recipientes de cocina, al menos hastalaintroducciónmasivadelacerámicacomúnitálicaafinalesdelsigloIIysobre todo durante la primera mitad del I a.C. Los lebrillos muestran, en cambio, una tendencia al desarrollo de los bordes (Lám. 6: 418-1), que adquieren ahora perfilesovoidales,cuadrangularesoalmendrados(Pelliceryotros1983:93yfig.102), con paredes más gruesas y sin decoración. Se convertirá, de hecho, en un recipiente característico de la vajilla común hispanorromana que perdurará hasta el siglo II d.C.

6- A modo de conclusión: avances y limitaciones en el estudio del fenómeno urbano

Nuestra investigación permite esbozar unas valoraciones iniciales acerca de las posibilidades de reconstrucción del fenómeno urbano en la Sevilla turdetana. La mayoría de las intervenciones que han alcanzado contextos anteriores a la conquista romana lo han hecho a través de pequeños sondeos excavados mediante niveles arbitrarios (tabla 2). Este sistema de registro muestra, en el caso hispalense, escasa validez a la hora fechar momentos de ocupación pues, de forma generalizada, se mezclan los depósitos derivados de la construcción con los procedentes del proceso de abandono y amortización de las diferentes estructuras. El resultado es que en estas excavaciones sólo es posible determinar las fases de abandono y –en contadas ocasiones y de forma muy limitada– los momentos previos a la ocupación. A las limitaciones cronológicas habría que añadir también la escasa información que se obtiene sobre uso de estos espacios, ya que en la mayor parte de las ocasiones no se documentan tipologías arquitectónicas con una funcionalidad implícita. Sólo a través del estudio de las intervenciones recientes, donde (generalmente) se lleva a cabo un registro estratigráfico exhaustivo, esposible obtener una información más completa tanto de las secuencias crono-culturales como del carácter de los contextos de uso. En estas intervenciones21 se documentan secuencias completas y complejas de superposición de actividades que ponen en tela de juicio la supuesta linealidad de los procesos ocupacionales planteada por las intervenciones antiguas.

Así pues, el análisis de la documentación existente, nos lleva a sostener la polifuncionalidad de la mayor parte de estos espacios, donde se alternan las

21. Independientemente de la validez de sus conclusiones, puesto que la bondad delmétodo estratigráficomoderno, si se ejecuta correctamente, reside precisamente en que permite la revisión del registro extraído y el sostenimiento de nuevas hipótesis.

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tareas domésticas con el almacenamiento o el trabajo artesanal (véase el área metalúrgica de Abades). Ello no implica, sin embargo, la inexistencia de zonas industriales o comerciales, que sólo recientemente estamos conociendo gracias a la II fase de excavaciones en el Palacio Arzobispal, en curso de estudio. De igual forma, la intensa transformación a la que se han visto sometidos los espacios construidos en apenas dos siglos (Argote de Molina, San Isidoro, Abades, etc.) permitirá replantear en el futuro los mecanismos y motivaciones que rigen la ordenación urbana de la ciudad prerromana. Por otro lado, el desconocimiento de suslímitesespaciales,asícomolaindefinicióndelosfenómenosdeocupaciónperiurbana, requerirá una mayor precisión en la caracterización de los contextos, tanto desde el punto de vista cronológico como funcional.

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