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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN FACULTAD DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE PARA LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN ÁREAS URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA, YUCATÁN TESIS PARA OPTAR AL TÍTULO DE ARQUEÓLOGO PRESENTA EDUARDO ANDRÉS ESCALANTE CARRILLO MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO 2010

RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE PARA LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN ÁREAS URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA, YUCATÁN

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN

FACULTAD DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS

RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE PARA

LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN ÁREAS

URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA, YUCATÁN

TESIS

PARA OPTAR AL TÍTULO DE

ARQUEÓLOGO

PRESENTA

EDUARDO ANDRÉS ESCALANTE CARRILLO

MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO

2010

Tropezamos en nuestra marcha adonde quiera que nos

volvamos con rostro de grandeza pasada, con ruinas gloriosas…

M. J. de Larra, 1833-1836.

Las únicas pruebas de la historia disponibles en todo

momento a nuestros sentidos son las cosas hechas por los hombres.

G. Kubler, 1962.

Porque la vida camina y al caminar crea “el pasado”, es

preciso que haya quien se preocupe de recoger esta creación

magnífica de la humanidad que es su propia historia.

J. Floch i Torres, 1933.

i

AGRADECIMIENTOS

La presente tesis de licenciatura en arqueología es el producto del trabajo constante

desde el inicio de los talleres de investigación durante mi formación universitaria, en

conjunto con un trasfondo de discusiones, reflexiones, prácticas y resultados obtenidos.

Los inicios de esta investigación tienen su origen en el interés que causó en mi

perspectiva de la arqueología mi primer experiencia de trabajo práctico de campo en el

Proyecto Arqueológico “Arqueología urbana en la región de Mérida: Salvamento

arqueológico San Pedro Cholul”, por lo que le dedico un especial agradecimiento al

arqueólogo Luis Raúl Pantoja Díaz por proporcionarme la enorme oportunidad de poder

participar en un proyecto arqueológico a tan temprana formación y por contribuir en el

fortalecimiento de mis ideas, propuestas y perspectivas de la arqueología urbana.

También agradezco a la arqueóloga Cecilia Medina Martín por instruirme en ésta

experiencia.

El desarrollo de la elaboración de la segunda mitad de la investigación se llevo a

cabo con el apreciado apoyo económico otorgado por la Universidad Autónoma de

Yucatán, agradeciendo enormemente al programa de titulación por tesis PRIORI por

proporcionarme los medios económicos que fungieron principalmente como motor

motivacional. De igual forma agradezco a la Universidad por permitirme realizar uno de

mis máximos sueños como estudiante, es decir, el cursar un semestre en el extranjero.

Enorme gratitud expreso a mis profesores de la Universidad de Sevilla, en especial a la

arqueóloga Olga Rodríguez y al geógrafo Joaquín Márquez Pérez.

Quiero agradecer especialmente al director de la presente tesis, al maestro Marcos

Noé Pool Cab, por su apoyo para definir la estructura y el desarrollo de esta tesis, pero

principalmente, por creer en el potencial de mis ideas y propuestas.

ii

Las palabras se quedan cortas para expresar mi gratitud al Dr. Christopher Gotz,

profesor de la Facultad de Ciencias Antropológicas, por todo su incondicional apoyo

académico y formar parte importante de mi formación como arqueólogo. Expreso mi

admiración por su método de docencia y sus enseñanzas. Agradezco de igual forma a la

Dra. Lilia Fernández Souza y a la Mtra. Socorro Jiménez, por sus comentarios y opiniones

que contribuyeron a la conformación de la presente investigación, y de forma particular,

expreso mi gratitud por su apoyo como amigas, pues sin duda, muchos de mis valores

como arqueólogo son conformados por los valores de las personas que me instruyen a lo

largo de éste camino.

Mis sinceros agradecimientos al maestro Tomás Gallareta y al Dr. Bill Ringle de la

Universidad de Davidson (Carolina del Norte) por permitirme participar en el magnífico

proyecto arqueológico “Región de Bolonchén”, siendo sin duda la experiencia laboral más

enriquecedora en mi formación como arqueólogo.

Todo el proceso de elaboración de la presente tesis, no hubiera sido posible sin el

invaluable apoyo y confianza proporcionados por mi familia, mis padres Silvio y Norma, y

mi hermano mayor, Daniel. A ellos agradezco indiscutiblemente la paciencia ante las

penas y alegrías que ésta investigación proporcionó a mi vida, y a su amor incondicional

doy gracias.

Mi agradecimiento también a las personas que confiadamente considero mis

amigos y que han hecho de éste proceso una alegría: Solei, Ana Tere, Ana Bety, Nicolás,

Pablo, Kathryn, Aranzy, Priscila, Made, Iván, Luis, Oscar, Dianela, Penélope, Gaby; a mis

compañeros de la licenciatura, al Baas et al, Leydi, Susan, María, Joaquín, Carlos,

Gustavo, Edwin, David, Mónica, Reyes, Geiser, Trino, Johanna, Royma, Kadwin, Carolina,

Javier, Paulina, Memo, y especial agradecimiento a Jimena, mi incondicional compañera y

viajera de colores.

iii

Finalmente, dedico un particular reconocimiento y gratitud al arqueólogo Josep

Ligorred Perramón, a quien le agradezco gigantescamente por proporcionarme lo que

conforma el corpus de información necesaria para la elaboración de la presente

investigación, producto de mi experiencia en el Departamento de Patrimonio Arqueológico

y Natural de Mérida como prestador de Servicio Social, agradezco también a Josep por

sus comentarios, invaluables enseñanzas, críticas, ánimos, y principalmente, por creer en

mí potencial. Mi reconocimiento también al equipo del DPANM, Nereyda, Eduardo, Gladis,

Margarita, Don Andrés y a Esteban, quien me proporcionó parte de su valioso tiempo y de

sus conocimientos computacionales para apoyarme en la edición de imágenes empleadas

en la investigación y en contribuir en mi formación profesional.

Gracias a la Facultad de Ciencias Antropológicas, a los servicios de la Biblioteca

de Ciencias Sociales y Humanidades, y a todas aquellas personas que en todos estos

años han contribuido a mi formación como arqueólogo y como ser humano.

INDICE Pág. Agradecimientos i Introducción 1

1. PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y CONCIENCIA SOBRE EL PASADO. 5

1.1. La arqueología y el estudio del legado material. 5

1.1.1. Los objetos y la cultura material del ser humano. 8 1.1.2. El registro arqueológico y los procesos de formación de la evidencia arqueológica. 11 1.1.3. Conceptos básicos acerca del legado material. 15

1.2. El legado material y la noción sobre el pasado. 17 1.2.1. Patrimonialización del legado material. 18 1.2.2. El papel de los vestigios en la investigación arqueológica 20 1.3. Concepto de Patrimonio. 23 1.3.1. Patrimonio Cultural y Natural. 25 1.3.2. El patrimonio como herencia y como cultura: el valor de los bienes culturales. 29 1.3.3. Patrimonio Arqueológico e Histórico. 31 1.3.3.1. ¿Monumentos arqueológicos o Patrimonio Arqueológico? 33 1.4. La disciplina arqueológica en México. 35

1.4.1. Primeras impresiones sobre el pasado 39 1.4.2. El anticuarismo y la fase especulativa de la Ilustración. 41 1.4.3. Los primeros viajeros y los inicios del periodo clasificatorio-descriptivo. 46 1.4.4. Revaloración del pasado mexicano: el Porfiriato y la exhibición de

monumentos arqueológicos. 48 1.4.5. La época de la Revolución y el periodo histórico-clasificatorio de

la arqueología americana. 51 1.4.6. La Post-Revolución, las primeras décadas del INAH, y el enfoque de

contexto y función en la práctica arqueológica. 54 1.4.7. La época moderna y la continuación de explicar y entender el pasado.

La Nueva Arqueología y el Procesualismo. 56 1.5. La conciencia patrimonial en el contexto internacional. 59

1.5.1. El mundo antiguo. 61 1.5.2. La época prehispánica en el México antiguo. 62 1.5.3. El occidente medieval europeo. 62 1.5.4. Llegada de los españoles al Nuevo Mundo. La Colonia. 63 1.5.5. El Renacimiento y el legado del Humanismo en Europa. 64 1.5.6. La Independencia y el Museo Nacional Mexicano. 64 1.5.7. El Porfiriato. 65 1.5.8. La Revolución Mexicana. 65 1.5.9. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). 66

1.6. Desarrollo histórico de la restauración y conservación 67

1.6.1. El mundo antiguo 68 1.6.2. La Edad Media 69 1.6.3. El Humanismo 69 1.6.4. Del Renacimiento a los siglos XVII y XVIII 70 1.6.5. El siglo XIX y el Nuevo Mundo 71 1.6.6. La institucionalización del siglo XX 72

2. EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE. 73

2.1. Planteamiento del Proyecto de Investigación. 73

Objetivos Generales 79 Objetivos Particulares 80

2.2. El estudio del territorio en Arqueología. 80 2.3. Formas de reconocimiento arqueológico superficial del territorio: 83

2.3.1. Prospección de superficie. 83 2.3.2. Fotografía aérea. 89 2.3.3. Teledetección 92 2.3.4. Prospección geofísica. 93

2.4. “No podemos proteger lo que no conocemos”: Inventarios arqueológicos. 94 2.5. El reconocimiento arqueológico y su utilidad actual 95

2.5.1. Estudio de múltiples aspectos de la vida humana. 96 2.5.2. Protección del patrimonio arqueológico. 97

2.6. Generalidades sobre la arqueología de salvamento y de rescate en áreas urbanizadas. 98 3. ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN YUCATÁN. ANTECEDENTES. 102

3.1. Primeros trabajos de salvamento y rescate arqueológico en áreas urbanizadas de la ciudad de Mérida. 105 3.2. El registro arqueológico en el Municipio de Mérida. 132 4. ÁREAS URBANIZADAS DE LA CIUDAD DE MÉRIDA Y SU RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO. ACERCAMIENTO AL CONTEXTO DE ESTUDIO. 135

4.1. Principales sitios arqueológicos en los alrededores municipales de la ciudad de Mérida 139 4.2. Sitios arqueológicos en proceso de afectación por la mancha urbana de la ciudad de Mérida. 147 4.3. Patrimonio arqueológico de la reserva territorial “Ciudad Caucel”. 153 5. EL SITIO ARQUEOLÓGICO DE ANIKABIL DENTRO DE LA RESERVA TERRITORIAL “CIUDAD CAUCEL” DE LA CIUDAD DE MÉRIDA. 158

5.1. Prospección arqueológica de la reserva territorial “Ciudad Caucel”. 159 5.2. Intervención no destructiva en el patrimonio arqueológico de Anikabil. Metodología. 165

5.2.1. El recorrido y reconocimiento de superficie. 165 5.2.2. El levantamiento planimétrico 169 5.2.3. Registro metódico y sistemático 172

5.3. El análisis de los datos y el inicio de la planeación de estrategias de gestión del patrimonio arqueológico. 177 6. El reconocimiento y análisis arqueológico de superficie y la arqueología urbana en la ciudad de Mérida. CONSIDERACIONES FINALES. 183

BIBLIOGRAFÍA 193 ANEXOS 205

LISTADO DE ANEXOS Anexo 1. Patrimonio Arqueológico y Ordenamiento Arqueo-Territorial del municipio de

Mérida. Anexo 2. Guías de códigos y fichas de registro empleadas durante el reconocimiento y

levantamiento del sitio arqueológico Anikabil.

LISTADO DE FIGURAS Capítulo 1 Figura 1. La relación entre el patrimonio, objeto de valor y el arqueólogo. Capítulo 3 Figura 2. Plano hipotético de la antigua ciudad de Mérida construida sobre la ciudad maya de T’Hó, publicado por el arquitecto Leopoldo Tommasi en 1951 (tomado de Ligorred 1998). Figura 3. Muros de sillares de estilo Puuc en los edificios del Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (tomado de Ligorred 2009:140). Figura 4.Plano de los sitios arqueológicos en la ciudad de Mérida según Gallareta y Callaghan (1979, tomado de Ligorred 1998). Figura 5. Montículo prehispánico del grupo sur del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ordaz 2006). Figura 6. Estructura prehispánica en el fraccionamiento Vergel II. Figura 7. Estructura 10 perteneciente al sitio arqueológico de Xoclán, “integrada” a una glorieta en el fraccionamiento Bosques de Yucalpetén. Figuras 8 y 9. Planimetrías de los grupos norte y sur de Xoclán (tomado de Ligorred 2009:173-174). Figura 10. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente. Figura 11. Estructura prehispánica habitacional excavada durante el rescate arqueológico en lo que hoy es el hotel Costa del Sol (tomado de Huchim y Pool 1994). Figura 12. Estructura principal de la zona arqueológica Chen Hó. Figura 13. Sitio arqueológico Flor de Mayo, ubicado al oriente de la ciudad de Mérida (tomado de Ligorred 2007). Figura 14. Vestigios arqueológicos en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Uriarte 2008). Figura 15. Zonificación arqueológica del Centro Histórico de Mérida en base a los resultados de la prospección geofísica (cortesía DPANM). Figura 16. Prospección geofísica en calles del Centro Histórico de Mérida a cargo del Dr. Luis Felipe Barba (primero de derecha a izquierda) y en coordinación del Arqlgo. Josep Ligorred del DPANM (primero de izquierda a derecha).

Figura 17. Plano del sitio arqueológico San Pedro Cholul, superpuesto sobre fotografía de satélite de Google Earth (cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz, edición propia). Figura 18. Vestigios arqueológicos sometidos a rescate por la construcción del Complejo Deportivo del Campus de Ciencias Sociales de la UADY (cortesía Arqlgo Marcos Pool). Capítulo 4 Figura 19. Contexto municipal del patrimonio arqueológico de Mérida. Figura 20. Plano del sitio arqueológico de Komchén (Andrews V y Ringle 1992:14, tomado de Ligorred 2009:125). Figura 21. Plano del sitio arqueológico de Xtobó (Anderson 2008, tomado de Ligorred 2009:126). Figura 22. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente. Figura 23. Planta arquitectónica de los vestigios de Chen Hó, en el Parque Recreativo de Oriente (Ligorred 2009:44). Figura 24. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico Dzoyilá (tomado de Ligorred 2007). Figura 25. Planta arquitectónica de los vestigios de Dzoyilá, en el Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (Ligorred 2009:40). Figura 26. Levantamiento topográfico y planimétrico del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ligorred 2006). Figura 27. Reconstrucción de los grupos centrales de Dzibilchaltún. Figura 28. Plano arquitectónico de los vestigios centrales de Dzibilchaltún (basado en Stuart et al 1979, tomado de Ligorred 2009). Figura 29. Plano de los parques arqueológicos de la ciudad de Mérida y zonas de amortiguamiento y núcleos arqueológicos. Figura 30. Estructura preclásica de planta absidal en el sitio de Opichén en uno de los parques arqueológicos del fraccionamiento Villa Magna de Opichén (tomado de Ligorred 2009:150). Figura 31. Contexto urbano de los vestigios arqueológicos de Flor de Mayo, al oriente de la ciudad de Mérida.

Figuras 32 y 33. Planos del sitio arqueológico de X’Catzmil y su contexto urbano, en la colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, al sur de la ciudad de Mérida.

Figura 34. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico San Pedro Cholul (Cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz). Figura 35. Plano de ubicación de la comisaría de Caucel en el municipio de Mérida. Figura 36. Pirámide en el centro de la comisaría meridana de Caucel (Archivo DPANM, tomado de Ligorred 2009:140). Figura 37. Áreas de donación de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (cortesía DPANM, editado por Esteban de Vicente). Capítulo 5 Figura 38. Plano de las estructuras arqueológicas identificadas durante el primer recorrido y prospección en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Robles y Cantero 2003, cortesía DPANM). Figura 39. Plano de distribución de los vestigios arqueológicos en el área de Ciudad Caucel (Cortesía DPANM). Figura 40. Localización del conjunto arqueológico Anikabil dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Ligorred y Robles 2008). Figura 41. Zonas destinadas a parques arqueo-ecológicos (tomado de Ligorred y Robles 2008). Figuras 42 y 43. Consolidación y restauración del casco de la hacienda Anikabil. Figura 44. Plano preliminar del sitio arqueológico Anikabil (Cortesía DPANM). Figura 45. Antiguo camino de truck de la hacienda Anikabil. Figura 46. Recorrido superficial del sitio arqueológico de Anikabil. Figura 47. Levantamiento planimétrico a través del método de triangulación con brújula y cinta métrica (Foto: Eduardo Andrés Escalante Carrillo). Figura 48. Empleo del programa de computadora Autocad para la digitalización de las medidas obtenidas en campo a través del método de triangulación (cortesía DPANM). Figuras 49 y 50. Avance del levantamiento planimétrico. Trabajo conjunto entre campo y computación (cortesía DPANM). Figura 51. Metate identificado con el número 4, durante los trabajos de registro arqueológico. Figura 52. Estructura identificada con el número 13, durante los trabajos de registro arqueológico.

Figura 53. Base de datos arquitectónicos de Anikabil. Figura 54. Base de datos de metates de Anikabil. Figura 55. Levantamiento planimétrico final del sitio arqueológico Anikabil (cortesía DPANM). Figura 56. Imagen de satélite y logotipo del Parque Arqueo-Botánico Anikabil. Figuras 57 y 58. Senderos dentro del Parque Arqueo-Botánico Anikabil. Figura 59. Imagen de satélite del sitio arqueológico Xamán Susulá, excavado y restaurado durante la temporada de campo entre 2004 y 2006. Capítulo 6 Figura 60. Mapa del municipio de Mérida con los sitios arqueológicos, distritos y secciones catastrales, las Comisarias y Subcomisarias (cortesía DPANM).

1

INTRODUCCIÓN

La ciudad como núcleo creado para acoger seres vivos crece, envejece y se regenera, pero siempre consciente o inconscientemente mostrando parte de lo heredado en el trazado de sus calles, la forma de sus edificios y la capacidad de éstos para adaptarse al paso del tiempo, sobreviviendo a la selección de los bello, lo útil o lo “memorable”.

- Gonzalo Díaz de Recasens, 1997.

En Mérida y en otras zonas urbanas mexicanas, como menciona Pantoja (2006:129), la

existencia de vestigios arqueológicos en las áreas de crecimiento de estas ciudades

vivas, han traído consigo una serie de aspectos que ha dado pie a una variada

problemática social y que se ha convertido en objeto de estudio de diversas disciplinas,

principalmente de la Arqueología

La labor de protección del patrimonio arqueológico en México enfrenta

condicionantes y limitantes, principalmente referidas al creciente y desorganizado

aprovechamiento de áreas que, por lo general, cuentan con vestigios arqueológicos de

variada cronología y referencia cultural.

En el caso de la ciudad de Mérida, la preservación, conservación y estudio de los

vestigios del pasado se enfrentan a la necesidad del desarrollo de la sociedad, desarrollo

que trae consigo la demanda de viviendas y servicios públicos, lo que ha ocasionado la

expansión de la mancha urbana, y que muchas veces se lleva a cabo sin el análisis previo

de las áreas donde se llevaran a cabo las obras de construcción. Este análisis debe ser

necesario para el mismo patrimonio arqueológico, que en gran cantidad, se encuentra

distribuido en gran parte del Estado de Yucatán y de la ciudad de Mérida misma.

2

Por esta razón, a través del desarrollo sociocultural de la ciudad, el patrimonio

maya de Mérida ha permanecido oculto durante siglos y ahora no es fácil, sin una

aproximación desde diferentes ángulos del conocimiento, valorar adecuadamente su

envergadura y las posibilidades de su uso social (Ligorred 2006).

Uno de éstos ángulos del conocimiento es la Arqueología, que gracias a los

trabajos de la Arqueología de Salvamento, lo que los arqueólogos logran rescatar en los

proyectos de excavaciones arqueológicas en los contextos urbanos son producto de los

proyectos de la planeación y construcción de obras públicas, fraccionamientos o casas

privadas, aunque estos contrastes históricos muy difícilmente se conectan o vinculan

entre sí (Fernández 2003:15).

Así, previa a la actuación directa sobre el vestigio arqueológico, las técnicas

arqueológicas no destructivas representan el preámbulo para el conocimiento de la

existencia del patrimonio arqueológico de una zona o región. Éstas técnicas son las

denominadas reconocimiento y análisis de superficie (García 2008), es decir, aquellas

técnicas de prospección sobre la superficie del terreno cuyo objetivo es el reconocer la

existencia de vestigios arqueológicos, su representación en un plano y de ésta forma

poder considerar proyectos de actuación para su conservación y estudio a través de la

observación espacial del vestigio arqueológico con el alrededor urbano en el cual se

encuentra inmerso. Éstas técnicas son aplicables en toda la superficie, incluso bajo el

agua, sin embargo para cuestiones del presente proyecto, se considera la aplicación de

técnicas de reconocimiento de superficie en aquellas áreas en los alrededores de la

ciudad de Mérida susceptibles de que se lleven a cabo trabajos de urbanización.

Con lo anterior, considero de suma importancia retomar el enorme contenido

sociocultural que presenta el pasado prehispánico de la ciudad, y no solo la importancia

de la Arqueología de Salvamento como la principal herramienta para su estudio y

conocimiento, sino retomar las técnicas arqueológicas de superficie, no destructivas, que

3

contribuyen a conocer la existencia de dichos vestigios, pues no podemos proteger lo que

no se conoce.

El desarrollo de la presente investigación, a través de sus seis capítulos, debe su

estructura al interés personal por coordinar las técnicas arqueológicas de reconocimiento,

análisis superficial y registro con los conceptos e ideas del patrimonio cultural

arqueológico, partiendo de que los resultados de dichas técnicas contribuyen en el ámbito

urbano de Mérida, a la planificación de planes estratégicos de gestión. Es por ello que el

capítulo 1 está conformado por la discusión del origen de la conciencia que la sociedad

tiene sobre el pasado, y el reconocimiento de dicho pasado a través del reconocimiento y

la valorización del vestigio material. Por una parte, en la primera mitad del capítulo 1 se

abarca la discusión teórica de la construcción del concepto de “patrimonio arqueológico”,

con el fin de contextualizar conceptualmente el presente trabajo, por otro lado,.trata las

ideas principales sobre el desarrollo histórico de la conciencia sobre el pasado en México

y el mundo.

En el capítulo 2 se trata de forma general las técnicas arqueológicas no

destructivas concernientes al reconocimiento y análisis superficial, tratando los aspectos

teóricos de una metodología antigua pero en constante innovación dependiendo de los

movimientos paradigmáticos que dominen a la ciencia arqueológica en determinado

momento de la historia. Se trata de igual forma, la factibilidad de la aplicación de dichas

técnicas en la investigación arqueológica preliminar.

El capítulo 3, compuesto por los antecedentes de los primeros trabajos de

intervención arqueológica en los vestigios materiales prehispánicos inmersos en el ámbito

urbano de la ciudad de Mérida, funge como vinculador entre la teoría patrimonial de la

arqueología, las técnicas arqueológicas de superficie y la intervención superficial al

patrimonio arqueológico de Mérida.

4

Continuando con el capítulo anterior, en el apartado 4 se procede al acercamiento

al contexto de estudio, es decir, aquellos vestigios arqueológicos inmersos en áreas

urbanizables de la ciudad de Mérida y la forma en las que han sido intervenidos y

analizados, haciendo énfasis en los resultados a través de la aplicación de técnicas de

reconocimiento superficial.

Para aterrizar la investigación en un caso particular, el capítulo 5 está conformado

por la aplicación de técnicas arqueológicas superficiales por medio de una metodología

establecida de acuerdo a las características del contexto y de las necesidades de

intervención, tratando la experiencia personal en el sitio arqueológico Anikabil, ubicado en

el desarrollo urbano de Ciudad Caucel, al Poniente de la ciudad de Mérida. Se trata con

detalle la metodología utilizada, los resultados y su utilidad para la planeación de futuras

estrategias de intervención.

Finalmente, es en el capítulo 6 donde se concretiza la información recabada tanto

de los antecedentes como de la experiencia en el sitio de Anikabil, para contribuir a la

problemática actual del urbanismo moderno, siendo el caso de la ciudad de Mérida

distintivo de otras ciudades mexicanas, pues se trata con una ciudad con una ocupación

que data desde la época prehispánica.

Con el desarrollo del presente proyecto de investigación pretendo contribuir a la

constante discusión respecto al patrimonio cultural, particularmente respecto al patrimonio

arqueológico, así como la aportación de un enfoque diferente a la conformación de una

mejor (y mayor) percepción de conservación del patrimonio arqueológico en áreas

urbanizables y así destacar el enorme contenido histórico cultural del cual está

conformado nuestro patrimonio y que, normalmente, aparenta encontrarse inmiscuido casi

invisible dentro de nuestro paisaje urbano cotidiano y que, muchas veces sin saberlo, se

encuentra prácticamente al alcance de todos.

5

- 1 -

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y CONCIENCIA SOBRE EL PASADO

La conciencia sobre el pasado, a través del desarrollo histórico de la humanidad y de

México en particular, está conformada sustancialmente, por la concepción del legado

material, es decir, por un reconocimiento social del ser humano como actor de la

manufactura del utillaje material, objetos que han permanecido en la superficie y que a

través de la percepción del tiempo histórico se han transformado en el legado material de

las culturas pasadas.

Previo a la revisión de los antecedentes de la conciencia sobre el pasado y del

concepto de patrimonio arqueológico, considero importante hacer énfasis en la naturaleza

de los restos materiales, puesto que conforman el legado material de la cultura y, son los

que sobreviven como únicos testigos de las sociedades del pasado. Otra razón para esta

revisión previa es el hecho de que se tratará con el aspecto material del patrimonio, y

siendo la arqueología la base de esta investigación, considero elemental proporcionar una

idea de su objeto de estudio. La presente investigación trata elementalmente de los

vestigios materiales arqueológicos que han sobrevivido a los cambios sociales en nuestro

contexto urbano. En este sentido, resulta factible plantear una idea general de los

conceptos primarios que dan cabida a la base teórica de la arqueología y que son

indispensables para el entendimiento y comprensión del aspecto material de los vestigios

arqueológicos inmersos en nuestra ciudad.

1.1. La arqueología y el estudio del legado material

El desarrollo de la arqueología dentro de su contexto social parte de la conciencia

creciente de las cualidades distintivas de los datos arqueológicos. Estos datos son los

6

objetos, o artefactos, que conforman el legado material de las sociedades pasadas y que

constituyen el objeto de estudio de la arqueología.

La arqueología, es “la disciplina de la antropología que implica el estudio del

pasado humano a través de sus restos materiales” (Renfrew y Bahn 1998).

Tradicionalmente se ha interesado en cómo la sociedad se ha desarrollado a lo largo del

tiempo, lo que es observable en los vestigios materiales, objeto de estudio. Igual de

importante es el aspecto de la organización social y el aprovechamiento del medio

ambiente. Cabe señalar que éste conjunto de datos permite a la investigación

arqueológica la factible reconstrucción, interpretación y explicación de las sociedades

pasadas.

Según Litvak (1986:32), la arqueología es:

“el estudio de la cultura de los grupos humanos, sus procesos de cambio a través del tiempo, su relación con el medio ambiente en que viven y con otros grupos, esto a través de una metodología apoyada principalmente en el examen sistemático de objetos materiales que son evidencia de la acción humana por sí mismos, y en asociación con otros materiales”.

Otra definición la ofrece Fernández (1994:10). Este autor señala que “por arqueología se

entiende, según una definición clásica, la recuperación, descripción y estudio sistemáticos

de la cultura material del pasado”.

Siguiendo las ideas de Miguel Covarrubias (2003:4-6), observamos que Litvak

(1986:32) considera que la arqueología es definida por muchos como el estudio del

pasado humano, de los procesos sociales a través del tiempo, de la conducta social de

nuestros antepasados o de la respuesta de la cultura al medio ambiente. Sin embargo,

reconozco, al igual que Litvak, que todas estas acepciones mantienen como objeto de

estudio el “registro del utillaje: lo que queda de los artefactos que el hombre fabricó, es

7

decir, los restos materiales de la cultura1”; o en palabras de Fernández Martínez (1994:10)

haciendo énfasis en la evidencia material que estudia la arqueología, “los restos

materiales son la única parte de la cultura que sobrevive cuando fallecen los hombres que

los fabricaron y usaron, cuando desaparecen o evolucionan las culturas globales que les

dieron su sentido”.

Complementariamente, Felipe Criado (2001:38) define a la Arqueología como la

“disciplina que estudia, basándose en el registro arqueológico, la integración de la cultura

material en los procesos socioculturales de construcción de la realidad; implica una

operación cognitiva que hace presente una racionalidad ausente. Dentro de un ámbito de

valorización y patrimonialización del legado material, Criado (2001:42-43) plantea una

triple utilidad de la Arqueología: 1. Sirve para “deconstruir la relación de nuestra sociedad

con el pasado y mostrar cómo éste es una construcción que legitima el presente”; 2. sirve

“para estudiar, reconocer, reconstruir e historiar procesos que sólo son visibles en la larga

duración de la prehistoria”; y 3. para “construir, mediante una reconversión tecnológica y

una reorientación aplicada, un saber práctico que permita resolver los problemas y

conflictos que la huella del ayer causa sobre el acontecer de hoy”.

En este sentido, “la Arqueología buscaría una comprensión espacial, formal, actual

y sincrónica del registro arqueológico; trataría de descubrir la racionalidad de lo olvidado”

(Criado 2001:43).

Para todo esto, ¿qué es el legado material?, ¿cuál es la naturaleza de los objetos

que conforman la expresión física del comportamiento humano?

1 Cursivas mías. Véase las cursivas en las tres definiciones planteadas de arqueología, donde se

resalta ésta observación de conceptos comunes entre ambas definiciones.

8

1.1.1. Los objetos y la cultura material del ser humano

Para responder las preguntas planteadas anteriormente, retomo las propuestas de Josep

Ballart respecto a la naturaleza material del patrimonio histórico y arqueológico. Ballart

(2002a) reconoce esta base material y su origen como producto del comportamiento

humano, ya que es característico del hombre, ser social, y producir objetos.

La actividad humana se manifiesta en los artefactos, los cuales son producto del

ingenio humano hechos a partir de la modificación o transformación de los recursos

materiales que ofrece el medio natural que nos rodea y sobre el que el grupo humano

actúa. El ser humano es, de esta forma, consciente de sus actos y toma experiencia del

mundo que lo rodea por medio de la construcción de ideas sobre el mismo. En este

sentido, al producir artefactos (objetos) no hace otra cosa que dar forma a sus ideas

(Ballart 2002a:13-15).

Todos los objetos creados por el hombre tienen, -considerando que serán y son

usados-, una vida física determinada, por lo que permanecen sobre el terreno por un

período de tiempo, mientras se acumulan más y más objetos que a menudo sobreviven a

sus creadores y mientras otros objetos acaban por destruirse y desaparecer (Ballart

2002a:15-16).

Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza creadora de objetos del ser humano?, estoy de

acuerdo con Ballart (2002a:18) al hacer referencia a los pensamientos de Marx respecto a

la productividad del hombre en sociedad. Al respecto, dice:

El ser humano es un ser social […]. Marx decía que una de las condiciones naturales de producción para el individuo era la de pertenecer a un colectivo o grupo; así, su propia existencia productiva sólo sería posible bajo aquella condición. Esto es lo mismo que decir que los objetos creados sólo adquieren sentido si los emplazamos dentro de su realidad social. Existe una producción propia para el uso propio, una apropiación privada y una herencia individual, pero sobre todo hay, y eso es lo más significativo y

9

lo que tiene más sentido históricamente, una producción familiar y social, una apropiación colectiva y una herencia de grupo […]. Como apunta S. Pearce, la capacidad de producir un universo de objetos es una parte fundamental de nuestra capacidad como seres humanos de crear un ambiente social y de sentirnos dentro del mismo “como en casa” (Pearce 1992:23). El proceso de socialización se perfila en el individuo en contacto con el mundo material de los objetos creados o heredados por el grupo, que envuelven casi literalmente al individuo (Ballart 2002a:18).

En este sentido, el ser humano tiene una extraordinaria capacidad para transformar la

naturaleza circundante, adquiriendo del medio ambiente los elementos necesarios

(recursos naturales) para su manufactura y transformación en objetos, artefactos, utillaje.

Considerado toda esta perspectiva del ser humano como creador de objetos

gracias a su capacidad de modificar los recursos de su entorno, es importante señalar las

dos cualidades2 de los objetos materiales, y que Litvak (1986) reconoce como

concepciones dentro de los lineamientos comunes de la arqueología: espacio y tiempo.

Con espacio se hace referencia a que los objetos y todo material elaborado por el hombre

están presentes en un lugar particular, sobre la superficie de la tierra en el entorno en el

que fueron elaborados o donde fueron llevados por el individuo. Sin embargo, el tiempo es

la cualidad que da cabida a que los objetos se transformen en el legado material de

sociedades pasadas, respecto a la conciencia sobre el pasado, del tiempo histórico, del

tiempo que pasa.

De acuerdo a la importancia social del ser humano planteado en el apartado

anterior, Felipe Criado (2001:39) define a la cultura material como “los productos formales

de las prácticas sociales que muestran una determinada relación entre el pensamiento y

el mundo”. Ningún objeto material puede existir solamente en el espacio y no ser en el

tiempo, o ser en el tiempo y no encontrarse en el espacio. Siempre y en todas partes,

cualquier cuerpo existe en el espacio y en el tiempo (Konstantinov 2008).

2 Considerando el aspecto material no como cualidad, sino como base elemental que da sentido al

objeto en sí.

10

Los objetos y las relaciones que se establecen entre éstos y las personas se

desenvuelven dentro de la dimensión del tiempo. Con el paso del tiempo, los objetos

acumulados por el grupo empiezan a ser considerados de forma diferente. La propia

dinámica de la existencia hace que cada generación de humanos no tenga

necesariamente que hacer uso, modificar o conservar intacto el universo entero de cultura

material con el que se relaciona (Ballart 2002a:19).

De esta forma, los objetos y su relación con las personas, dentro de una dimensión

temporal, pasan a través del uso, el desuso, el reuso y el cambio de uso, los cuales son

procesos normales que afectan en todas partes las relaciones individuo-objeto y que se

producen desde el principio de los tiempos (Ballart 2002a:19).

Dicho lo anterior, siguiendo las ideas de Ballart, de acuerdo a los objetos y su

relación con los individuos, se podrían dividir los objetos que habitan el presente (sin

considerar la comida, puesto que sólo tienen sentido para ser consumidos

inmediatamente) en tres categorías (Ballart 2002a:19-20):

1. Los automáticamente descartables o de desecho, porque no se les atribuye un

valor que supere el momento que sigue a su generación siempre motivada por una

necesidad inmediata de orden funcional.

2. Los que tienen un valor temporal, un valor de uso fundamentalmente, que

podemos llamar objetos transitorios, los cuales acostumbran a tener un uso

privativo o constituyen un medio para producir otras cosas, o pasan de mano en

mano en un contexto productivo hasta que por decadencia, obsolescencia o

desuso pasan a la primera categoría, o por cambio de valoración a la tercera

categoría.

3. Los que han de durar el máximo tiempo posible u objetos durables, los cuales

gozan de un aprecio especial y a menudo son revestidos de cualidades

11

superiores, psicológicas, espirituales o científicas que hacen de los mismos un

referente.

1.1.2. El registro material y los procesos de formación de la evidencia

arqueológica.

A todo lo anteriormente planteado, podemos agregar que los objetos, artefactos, y el

legado material en general, adquieren, con el paso del tiempo, la cualidad de

arqueológicos, siendo la base para la investigación arqueológica, como se observa en las

definiciones de la ciencia en cuestión. En este sentido, Ballart hace referencia al aspecto

arqueológico que los objetos pueden alcanzar y que, a través de ese estado, son

estudiados y conservados, al indicar que “el agregado de productos presentes sobre la

superficie de la tierra en un momento dado nos introduce la noción de surtido material de

la humanidad, asimilable a depósito cultural” (Ballart 2002a:16), donde dicho depósito

conforma el campo arqueológico del registro material de las culturas pasadas.

El registro arqueológico no se compone únicamente de símbolos, palabras o

conceptos, sino también de restos materiales y distribuciones de materia. El único modo

de poder entender su sentido es averiguando cómo llegaron a existir esos materiales,

cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy. Esta

comprensión depende de una gran acumulación de conocimientos que relacionan las

actividades humanas (dinámica) con las consecuencias de éstas actividades que pueden

ser observables en los vestigios materiales (estática) (Binford 2004:23).

Dicho registro arqueológico está conformado por restos materiales que sobreviven

como únicos testigos de sociedades pretéritas, conformando todo éste utillaje artefactual

la manifestación tangible de la cultura (Covarrubias 2003:6).

12

Dentro de este panorama del legado material como patrimonio arqueológico y

objeto de estudio de la arqueología, Binford (2004) plantea que “el registro arqueológico

esta aquí, con nosotros, en el presente…” esto debido a que dicho registro material,

después de ser obtenidos de la transformación del medio natural, permanecen en el

tiempo, dependiendo del tipo de objeto, ya que el tiempo juega un papel en contra de las

cosas físicas, perdurando únicamente aquellos objetos que resistan el tiempo que pasa.

De esta forma, Binford (2004) define el registro arqueológico como conjuntos actuales de

restos materiales y su distribución, actuales porque son los vestigios que observamos en

el presente, pero que forman parte del legado del pasado, que permanece con el paso del

tiempo.

Por otro lado, Criado (2001) mantiene una noción del registro arqueológico

inmerso en la importancia del estudio de la memoria materializada para entender la

cultura. Para Criado (2001:39-40), el registro arqueológico:

“es cómo se presenta hoy día la cultura material después de que, una vez formada, haya sido afectada por los procesos que los arqueólogos denominan deposicionales y posdeposicionales, esto es, los procesos que determinan la incorporación de esta cultura material al suelo y a los contextos que después formarán yacimientos arqueológicos, y los procesos que afectan más tarde a estos depósitos […] junto con la información complementaria que lo contextualiza y hace significativo”.

Es por esta razón que el arqueólogo debe comprender la manera en que el

comportamiento humano puede modificar el contexto material (Covarrubias 2003:5), por lo

que surge la cuestión respecto al modo en que fueron sepultados y/o abandonados los

hallazgos que son observados en el presente arqueológico de investigación. Para esto,

considero oportuno retomar las ideas de Michael Schiffer (1996) respecto a los procesos

de formación de los contextos arqueológicos. Referente al presente tema de

13

investigación, concierne cómo es que los vestigios arqueológicos que observamos en

nuestro entorno urbano están en ese contexto/lugar en particular.

Los objetos que sobreviven y que son examinados por los arqueólogos existen en

dos formas: el registro histórico y el registro arqueológico. El registro histórico consiste en

artefactos que, debido a cambios en forma, función o individuo que lo usa, son retenidos

dentro de sociedades vivas (y no desechados). El registro arqueológico, por su parte,

contiene objetos depositados culturalmente que ya no son parte de una sociedad

dinámica viva. Después de su recuperación de su ambiente natural, estos utensilios

proveen al arqueólogo evidencia de estilos de vida pasados. Los artefactos del registro

arqueológico formaron parte del registro histórico, por lo que es de interés para el

arqueólogo los procesos que llevaron a conformar dichos registros (Schiffer 1996:3).

En este momento, resulta indispensable distinguir entre un contexto sistémico y un

contexto arqueológico. Contexto sistémico se refiere a los artefactos cuando se

encuentran participando en un sistema de comportamiento. En contraste, los artefactos

que interactúan únicamente con el medio natural, se encuentran en un contexto

arqueológico, es decir, el artefacto no se encuentra dentro de la relación objeto-individuo,

sino se encuentra depositado en la superficie (Schiffer 1996:3-4).

Siguiendo las ideas de Schiffer (1996:13-14), todos los artefactos empiezan como

materiales obtenidos del medio natural. Estos materiales naturales son usualmente

modificados por procesos aditivos o procesos de reducción, o una combinación de ambos

procesos en la manufactura. Durante el uso, los artefactos participan en actividades que

pueden tener funciones utilitarias o simbólicas. En este sentido, es conveniente reconocer

tres tipos de funciones artefactuales: 1) tecno-función, que se refiere a la extracción,

procesamiento, y almacenamiento de recursos, tecnología de manutención, y satisfacer

necesidades del individuo; 2) socio-función, es decir, influencia(s) simbólica de las

interacciones sociales; y 3) ideo-función, el cual simboliza la ideología y otra información.

14

Hay que hacer énfasis en que la mayor parte de los artefactos cumplen con más de una

de las funciones mayores. Después del uso, los artefactos serán, ya sea, reusados o, en

su defecto, depositados. Posteriormente, los artefactos pasan a formar parte del contexto

arqueológico, donde interactúan con el ambiente natural, y en varias ocasiones, se

reintegran al contexto sistémico.

Las actividades que ocurren durante cada etapa de la vida del artefacto,

usualmente deja rastros (modificaciones específicas) en el mismo. Rastros que acaparan

la atención del arqueólogo.

Ahora bien, los factores que crean los registros históricos o arqueológicos

(conformados por contextos sistémicos o arqueológicos, y sus respectivos artefactos

cada uno con etapas de uso y manufactura particulares) son denominados “procesos de

formación” (Schiffer 1996:7). Estos procesos de formación son básicamente de dos tipos:

cultural, donde el agente de transformación es el comportamiento humano y no-cultural o

natural, en donde los agentes de cambio provienen del medio ambiente natural (Renfrew

y Bahn 1998:46; Schiffer 1996:7).

Los procesos de formación culturales pueden ser definidos como los procesos del

comportamiento humano que afectan o transforman los artefactos después de su periodo

inicial de uso en una actividad dada. Engloban las actividades deliberadas o accidentales

de los seres humanos, en la medida en que fabrican o usan artefactos, construyen o

abandonan edificaciones3, aran sus campos, etc.

Los procesos de formación culturales son responsables de retener bienes u

objetos materiales en un contexto sistémico (por reuso) para formar un registro histórico,

así como el depositar artefactos, creando un registro arqueológico, y cualquier

subsecuente modificación cultural del material en cualquier tipo de registro. Estos

procesos de formación también incluyen las actividades del arqueólogo en las etapas

3 Cursivas mías.

15

recuperación y análisis de la investigación, momento en el que los materiales del registro

arqueológico se reintegran al contexto sistémico.

Por otro lado, los procesos de formación no-culturales son simplemente cualquier

tipo de evento o proceso del medio ambiente natural que alteran o afectan a los artefactos

y depósitos arqueológicos. Estos procesos de formación actúan en materiales culturales

tanto en contextos sistémicos como arqueológicos, y son responsables de qué se

deteriora o desintegra y qué se preserva, del colapso de estructuras y la acumulación de

sedimentos. Estos procesos están constituidos por los acontecimientos naturales que

determinan tanto el enterramiento como la supervivencia del registro arqueológico.

Considero importante señalar que no debemos olvidar que el registro arqueológico

es la evidencia “actual” de huellas e indicios del “pasado” (Criado 2001:39), por lo que la

práctica arqueológica funge como única forma de poder interpretar y llegar a comprender

nuestro pasado cultural.

1.1.3. Conceptos básicos acerca del legado material

Planteadas ya las ideas generales respecto a los objetos y su relación con la cultura

material del ser humano (relación objeto-individuo), así como la naturaleza del registro

arqueológico y la formación de los contextos materiales, existen ciertos conceptos cuya

comprensión es indispensable y enriquecedora para tener una idea general del atributo

material de los objetos, de los vestigios arqueológicos (Ballart 2002a:21-27).

Objeto. Cualquier cosa material que se nos aparece como presencia sensible a los

sentidos. Su característica principal es que ocupan un espacio. Con ellos estamos

describiendo el carácter material de los objetos. Los objetos que interesan en el presente

trabajo son un tipo de realizaciones-construcciones materiales del ser humano que tienen

una determinada localización espacial y temporal. Objetos son en realidad cada uno de

16

los componentes individuales de los que está hecho el mundo material al cual otorgamos

gran variedad de significados culturales (Ballart 2002a).

Artefacto. Cualquier objeto realizado producto del trabajo del hombre. Cuando se

usa normalmente dentro de un contexto técnico, incluye dos campos de significación: por

un lado hace referencia a la presencia de un elemento físico (el material con el que está

hecho el objeto) y por otro hace referencia a la actividad humana de transformación de la

materia en objeto (Ballart 2002a).

Bien. La palabra lleva en sí misma la idea de provecho, porque siendo como es un

producto del esfuerzo humano, goza de la virtud de proporcionar beneficios y

satisfacciones. Así, bien es todo aquello que procura satisfacción. Bien cultural es una

denominación específica que hace referencia a aquel depósito de objetos heredados,

especialmente designados, que procuran satisfacciones intelectuales y espirituales y

hasta incluso físicas, porque son testimonio del conocimiento acumulado de la humanidad

o del ingenio y sensibilidad de alguna persona o colectivo (Ballart 2002a).

Cultura material4. Equivale al objeto en sentido colectivo, por tanto la expresión se

utiliza para designar el conjunto de cosas materiales que el ser humano ha producido a lo

largo de la historia. La expresión cultura material forma parte del vocabulario habitual de

la antropología y de la arqueología en particular. De acuerdo al antropólogo Melville

Herskovitz (Schlereth 1982a:2 en Ballart 2002a), cultura material es el vasto universo de

los objetos empleados por la humanidad para hacer frente al mundo físico, para facilitar la

relación social, para satisfacer la imaginación y para crear símbolos dotados de

significado.

Es interesante resaltar el hecho de que la cultura material sea el conjunto de

productos que el grupo humano ha ido creando, que permanece sobre el terreno y a

menudo sobrevive a los propios individuos.

4 Véase también la definición de Felipe Criado (2001) planteada en la página 10.

17

A modo de resumen podría aceptarse que una definición normativa y fácil de

retener de cultura material debería incluir a todo aquel agregado o conjunto de objetos

creados por una determinada cultura con el fin de satisfacer necesidades y deseos

derivados de su interrelación con el medio (Ballart 2002a:16-17).

1.2. El legado material y la noción sobre el pasado

Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten de una manera directa a los

individuos noticias y sensaciones que provienen del pasado. Los objetos, en este sentido,

son una puerta hacia el pasado, de un pasado que, no obstante, persiste como idea al

margen de los objetos, porque el pasado existe bajo la doble condición de idea y de cosa

(vestigios materiales).

En este apartado, observaremos otra cualidad propia del ser humano, me refiero a

la consciencia de paso del tiempo y con ella la consciencia sobre el pasado (que no es lo

mismo), la cual se manifiesta en los seres humanos gracias a la facultad de la mente

humana de recordar, de retener experiencias pasadas (Ballart 2002a:29-30).

El paso del tiempo produce en los hombres la noción de pasado, noción que se

contrapone a la de presente. Del pasado llegan objetos y, claro está, informaciones e

ideas. Los objetos en concreto sirven muy especialmente para poner de manifiesto

claramente ante las personas las nociones de continuidad y cambio entre pasado y

presente, porque son evidentes por sí mismos y porque duran. En este sentido, los

objetos fungen como marcadores para distinguir entre presente y pasado (Ballart

2002a:17).

18

1.2.1. Patrimonialización del legado material

A lo largo de la historia, las naciones que presentan una gran cantidad de vestigios

arqueológicos y son ricas en cultura material, como el caso de México, han tendido a

valorar positivamente el legado histórico-arqueológico, material de las generaciones

precedentes. Una idea que ayudó a este proceso de valoración positiva fue la consciencia

de que los vínculos culturales objetivados en determinados objetos materiales se

prolongaban hacia atrás con el paso del tiempo y daban testimonio de la continuidad de la

colectividad, de la sociedad en cuestión.

Lo anterior es posible ya que, por medio de los objetos, el pasado se acerca al

presente. Con los objetos, el pasado viaja al presente y con ellos la cultura se vincula con

pasado y presente de una sociedad en particular, creadora del objeto. Los objetos

producidos sustentan la cultura y condicionan por sí mismos a los nuevos productores de

objetos (Ballart 2002a:17-18).

En este sentido, eventualmente, el tiempo juega en contra de las cosas físicas

como en contra de las personas. Pero las cosas que los individuos acumulan y les

sobreviven, sean objetos transitorios y objetos durables, y son transmitidas a los que

vienen después, se transforman en legado, en patrimonio heredado, siendo el legado

patrimonial, siempre un recordatorio permanente para las generaciones venideras de todo

lo bueno y valioso que merece conservarse del pasado (Ballart 2002a:20).

Estas ideas generales respecto al legado material, dentro de un marco específico

de conservacionismo contemporáneo, deja evidente la necesidad de un acto de voluntad

de selección la cual debe ser guiada por sólidos fundamentos científicos para que un

objeto, heredado o no, pase de objeto de desecho u objeto transitorio a objeto durable

que merezca una larga existencia, por no decir eterna vida (Ballart 2002a:20).

19

Dentro de este proceso de permanencia en el paso del tiempo y a través de la

voluntad de selección, valorización, protección y conservación, y previo a estos procesos

de patrimonialización, el objeto en cuestión debe experimentar una indispensable

transformación en la percepción del observador, de modo que el objeto se convierta en

objeto de patrimonio cultural. Es así como los objetos del patrimonio histórico, artístico y

arqueológico ganan valor añadido en el transcurso de su viaje en el tiempo (Ballart

2002a:20).

Así pues, para referirse a aquello que se recibe del pasado se utiliza el término de

herencia. En planteamientos de Ballart (2002a), herencia y patrimonio son dos nociones

estrechamente relacionadas. La noción de patrimonio, tal como la entendemos en el

sentido de aquello que poseemos, aparece históricamente cuando en el transcurso de

generaciones, un individuo o un grupo de individuos identifica como suyos un objeto o

conjunto de objetos. Es el marcador fundamental que señala una separación en la mente

del individuo, entre el entorno natural y el entorno creado artificialmente.

En estos contextos, el entorno natural está conformado por los elementos

minerales, vegetales y animales que existen previamente e independientemente del ser

humano, y sobre los que el hombre actúa para satisfacer sus necesidades y producir

cosas. El entorno artificial, que se cataloga como cultural (véase el apartado de

“conceptos básicos acerca del legado material”), es el resto, todo aquello añadido por la

acción del hombre, por lo tanto relacionado con su condición. El hombre-individuo se

siente poseedor y se apropia, de una forma por naturaleza humana, de parte del entorno

artificial que ha contribuido a producir, igual como lo hace el hombre social. Al

desaparecer el individuo o grupo social, deja ese legado material, ese patrimonio (su

casa, utensilios, campos, etc.) a sus descendientes. La herencia, en el sentido de

traspaso y sin connotaciones jurídicas, relaciona, conecta, a través de los objetos físicos,

20

unos individuos con otros; los hombres y mujeres de ayer, con los hombres y mujeres de

hoy (Ballart 2002a:17).

Con lo anterior, queda clara la forma como se buscan maneras de recuperar las

cosas/objetos/ legado material que quedaron atrás para darles un nuevo sentido, quizá

más acorde con los tiempos y aun pensando en el futuro, es decir, para su salvaguarda y

conservación (Ballart 2002a:19).

Una parte de los objetos que aguantan el paso del tiempo se tornan obsoletos, es

decir, objetos que quedan atrás, lejos de la atención prioritaria de la gente. En realidad,

una parte de los instrumentos, lugares, estructuras y objetos presentes en el territorio

concreto habitado por los individuos de una determinada generación pasarán de largo.

Equivalentemente, hay cosas que despertaran de nuevo la atención sólo tras un lapso en

el paso del tiempo, de olvido, y se atribuirá en aquel momento la urgencia del rescate del

pasado (Ballart 2002a:19).

“…sin tiempo histórico no hay conciencia patrimonial (en el sentido de legado

material). Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión

[noción de cambio] sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar

los testimonios acumulados… los memoriales” (Ballart y Tesserras 2001:28).

1.2.2. El papel de los vestigios en la investigación arqueológica

Dentro del marco de la “lectura” o investigación del pasado, Ballart (2002a:93) distingue

tres vías o elementos para acercarse a dicho pasado: la de la memoria, la de los

documentos escritos, y la de los restos físicos, legado material. Así, en caso particular, los

objetos de la historia, los que trascienden y sobreviven al paso del tiempo, fungen como

importante fuente de conocimiento, aprovechado por los arqueólogos.

21

Para los arqueólogos, el desecho del pasado puede ser conservado y

salvaguardado. Es también un objeto estimable y por lo tanto potencialmente entra en la

categoría de patrimonio cultural. A efectos de información científica, todo lo que viene del

pasado interesa (Ballart 2002a:20-21).

Lo anterior responde al hecho de que para el hombre, el estudio de su pasado es

importante a fin de entender su propia esencia y la posible función que desempeñó en la

superficie del planeta en un momento y espacio específicos, además de su relación con

las otras especies dentro del proceso de desarrollo histórico, cultural y biológico. En este

sentido, la arqueología es la ciencia antropológica que estudia el desarrollo del hombre en

el tiempo (Martínez 1996:7).

Dentro de este marco, como se trató en el inicio del presente capítulo, la

arqueología estudia el pasado a través de los restos materiales que deja el hombre,

debido a que generalmente, no existen documentos escritos para las épocas más

antiguas. En otros contextos científicos (como es el caso español) se denominaría

arqueología prehistórica5 a la encargada del estudio de estas sociedades sin escritura.

Los objetos en tanto que creaciones culturales, los elementos de una cultura o

civilización que han salvado la distancia del tiempo deberían ser observados y estudiados

bajo unas mismas consideraciones metodológicas como objetos en el tiempo (Ballart

2002a:28). En este sentido, el arqueólogo trabaja con los restos y vestigios materiales

para reconstruir y explicar las formas de vida antiguas y el pasado en general (Martínez

1996:7).

La idea de objetos en el tiempo u objetos de la historia es el común denominador

que enmarca las reflexiones y los pronunciamientos metodológicos de la investigación

5 Como se tratará más adelante, un contexto particular es el caso mexicano, donde se hace una

división de la arqueología en histórica y prehispánica.

22

arqueológica6 y de los procesos de patrimonialización, valorización, para la conservación

del vestigio material arqueológico como patrimonio (Ballart 2002a:28). Para todo esto, hay

que considerar que dicho legado arqueológico puede presentar limitaciones y

potencialidades.

Como limitaciones se pueden considerar la variabilidad en la cantidad de los

vestigios, dependiendo del lugar en cuestión, puesto que puede ser tanta que sería

imposible el estudio de toda la muestra; también hay que considerar el mal estado de los

vestigios que imposibilitan la observación, añadiendo los problemas sociales de saqueo y

destrucción del patrimonio arqueológico. Finalmente se encuentra el hecho de que en

algunos lugares, es difícil poder mostrar el cambio (uno de los objetivos de la

investigación arqueológica), pues muchas veces tratamos con objetos y cosas que

permanecen físicamente inalterables en el tiempo durante cierto periodo.

Por otro lado, dentro de las potencialidades, está el hecho de que mientras más

lejos hacia atrás se dirige la observación arqueológica, más a menudo los objetos del

pasado son utilizados como fuente para el conocimiento. A falta de documentación

escrita, los objetos son el elemento directo para la interpretación, explicación y

comprensión de las sociedades pasadas. Dichos objetos pueden ser sometidos a

acciones del quehacer arqueológico como son intervenciones de excavación, restauración

(conjuntos monumentales), reconstrucción honesta (escenarios históricos) y exposición de

los vestigios materiales (Ballart 2002a:93-111).

“Los arqueólogos no observan hechos sociales; observan hechos materiales. La

arqueología debe enfrentarse con la naturaleza de los datos que emplea y con la

singularidad del desafío: cómo acceder desde el presente al pasado” (Binford 2004:25).

6 Para la obtención de información y obtener un acercamiento interpretativo y explicativo del

pasado, a través del legado material en el presente, para así preservar dicho legado y difundir el conocimiento obtenido a las generaciones del futuro.

23

Lo anteriormente planteado deja en claro el papel de la arqueología dentro de la

conciencia de proteger el legado material del pasado, la cual está fundamentada en el

conocimiento del pasado y de los vestigios materiales como evidencia del proceso

histórico de una sociedad en particular. Es por esta premisa que la arqueología se basa

en la información fragmentaria contenida en dichos vestigios para llegar a la identificación

de procesos de cambio social, proporcionando información que complementa al vestigio

material y se valora su protección. De igual forma, resulta imperante considerar los

planteamientos de Felipe Criado (2001) al plantear la importancia de la arqueología para

estudiar un registro arqueológico que si bien es un registro “actual”, es la representación

en el presente de huellas e indicios del “pasado”. Así, la línea de investigación

arqueológica está enfocada a saber qué significaron los monumentos, los vestigios

arqueológicos. La arqueología es la única disciplina que “científicamente” entiende estos

fenómenos.

1.3. Concepto de Patrimonio

Planteadas ya las ideas generales respecto a los objetos, artefactos o vestigios,

manifestaciones materiales de la cultura y objeto de estudio de la arqueología, conviene

ahora plantear algunas cuestiones que pueden proporcionar una idea general, preliminar

y clara de la noción de patrimonio cultural, en un contexto amplio. De esta manera

comprenderemos mejor su contenido y su significado.

Puesto que el tema central-base de la presente investigación es la arqueología, se

tratará el aspecto material de la cultura, y por consiguiente, el aspecto material del

patrimonio. Dicho aspecto se aclarará más adelante en el apartado de Patrimonio tangible

e intangible, sin embargo, para cuestiones de las ideas preliminares, lo menciono en este

apartado.

24

La base de la actual discusión la patrimonialización del legado material, es decir,

todos esos valores añadidos a los vestigios materiales que con el paso del tiempo se

transforman en memoriales. Al adquirir un nuevo significado y valor ante la sociedad

propietaria (representando el logro y permanencia de la cultura pasada) surge la voluntad

de protegerlos, conservarlos. Sin embargo, ante toda esta problemática y conceptos

básicos de la cultura material, ¿por qué protegemos los memoriales materiales del

pasado?, ¿qué valor tienen los bienes culturales para nuestra sociedad?, ¿qué

entendemos por patrimonio cultural?

En primer lugar, es necesario dejar en claro que no existe una sola definición de

patrimonio. Nos referimos a un término cuyo contenido conceptual depende tanto del tipo

de contexto social al que estamos haciendo énfasis, como al momento histórico en sí. El

patrimonio cultural es un concepto que se ha construido a través de diferentes ámbitos y

circunstancias a través del tiempo. La presente investigación no pretende proporcionar

una definición absoluta del patrimonio cultural a manera de propuesta, sino más bien la

idea es contribuir al debate académico sobre el patrimonio cultural.

Siguiendo la idea anterior, como parte de la revisión bibliográfica respecto al

concepto, se distinguen cuatro aspectos diferentes por los cuales se puede abordar el

patrimonio cultural, retomando los planteamientos de Tzuc Salinas (2006). El estudiar el

patrimonio como algo en construcción permite entenderlo como proceso vinculado a otros,

en el que intervienen diversos factores y agentes, evitando limitarlo a una definición dada,

o a un significado invariable, sino que se parte de la relación estrecha entre el patrimonio

cultural y otros procesos sociales, económicos, políticos, etcétera:

Aspecto político: Se refiere a lo legalmente establecido como patrimonio cultural en

tratados, decretos, documentos y reglamentaciones políticas-culturales, a través de la

institucionalización y legalización de la conservación de los bienes culturales.

25

Aspecto jurídico: En sentido de la herencia familiar, propiedad privada, el hogar

legalmente constituido, considerando el ámbito jurídico dentro de los derechos y

obligaciones de una persona o grupo de personas en particular.

Aspecto económico: Vinculado al aspecto jurídico, se refiere al concepto de

patrimonio asociado a la noción de heredar, de pertenencia, de valor íntimamente ligado a

quien es un poseedor (Lumbreras 1994:43-44). En este sentido se considera al patrimonio

como fuente de sustento de su beneficiario, implicando propiedad y usufructo, magnitud y

riqueza, bienes culturales con un valor de uso atribuido por su acreedor, un valor como

recurso.

Aspecto práctico: Se refiere al carácter patrimonial inherente a los vestigios

arqueológicos, es decir, en un sentido del patrimonio como legado material que se

transforma en registro arqueológico susceptible de investigación, integración y

conservación.

En este sentido, se observan diferentes formas en las que el patrimonio cultural

podría ser definido como concepto unitario, dependiendo de la situación en la que se esté

desarrollando la discusión, por lo que es de importante atención el hecho de que éstos

diferentes aspectos pueden ser identificados al observar y analizar las diferentes

acepciones que de patrimonio se tienen. Para el presente caso, se tratarán diferentes

acepciones del término patrimonio y Patrimonio Cultural. Las diferentes definiciones no

sólo ayudaran a entender los términos; también las políticas de conservación,

salvaguarda y gestión.

1.3.1. Patrimonio Cultural y Natural.

El concepto de Patrimonio puede ser entendido en su base etimológica, en este sentido,

de manera general, la palabra patrimonio viene del latín patrimonium, “es aquello que

26

proviene de los padres”. Según el Diccionario de la Lengua Española, patrimonio son los

bienes que poseemos, o los bienes que hemos heredado de nuestros ascendientes.

Eventualmente, patrimonio es también todo lo que traspasamos en herencia. Se trata

fundamentalmente de objetos materiales, sin embargo, de forma parecida se puede hacer

referencia a derechos y obligaciones, es decir, aspectos menos tangibles. En este

sentido, se puede hablar de patrimonio en un sentido menos materialista, más abstracto o

más espiritual (Ballart y Tresserras 2001:11).

En la actualidad, mundialmente, a través de la UNESCO, es aceptada la definición

de patrimonio cultural que dicha institución provee por ser la encargada de la salvaguarda

del patrimonio mundial dentro de la Organización de las Naciones Unidas. En este

sentido, “Patrimonio Cultural”, por definición, es el conjunto de bienes, muebles e

inmuebles, materiales e inmateriales, de propiedad de particulares, de instituciones y

organismos públicos o semipúblicos, de la Iglesia y de la Nación, que tengan un valor

excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte y de la ciencia, de la cultura en

suma, y que por lo tanto sean dignos de ser conservados por las naciones y pueblos

conocidos por la población, a través de las generaciones como rasgos permanentes de su

identidad, de acuerdo al Dr. Edwin R. Harvey, UNESCO (2008).

A partir de la anterior definición, existe también otra dentro de un aspecto político

de la UNESCO, internamente en la “Convención de la UNESCO sobre la protección del

patrimonio mundial, cultural y natural”, tratado en el que se hace distinción de dos tipos de

patrimonio mundial y serán los primeros en ser tratados a continuación: el cultural y el

natural (Díaz-Berrio 2001:54; UNESCO 2003; Vega y Peters 2002:84-85):

Artículo 1. A los efectos de la presente Convención se considerará “patrimonio cultural”: 1) los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, el arte

27

o de la ciencia; 2) los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; 3) los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

Artículo 2. A los efectos de la presente Convención se considerarán “patrimonio natural”: 1) los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico; 2) las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat de especies animal y vegetal amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico; 3) los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural.

Dentro de esta división general del patrimonio mundial, Díaz-Berrio (2001:54-67) hace una

distinción de tipos de bienes que son considerados patrimonio:

Bienes culturales. El texto de la Convención de la UNESCO, en sus definiciones del patrimonio cultural (artículo 1), considera tres tipos de bienes: los monumentos, los conjuntos y los sitios o lugares. En principio se entiende que el término monumentos se refiere a elementos aislados y no se entiende bien si las ciudades o conjuntos urbanos se consideran conjuntos o como sitios. Podría pensarse que dependiendo de “su conjugación como obra del hombre y de la naturaleza…” podrían ser más sitios que conjuntos. Sin embargo, en la definición de los conjuntos aparece también la relación con la naturaleza cuando se menciona “…en razón de su integración con el paisaje…” (Díaz-Berrio 2001:54).

Por otra parte, en la definición de monumento se encuentra la formulación siguiente: “…inscripciones, grutas y grupos de elementos que tengan un valor universal…” lo que plantea una delimitación poco precisa entre términos monumento y conjunto, semejante a la que se encuentra entre los términos conjunto y sitio. Es posible calificar entonces a estas comulaciones de ambiguas, lo que implica una connotación negativa, pero al mismo tiempo también es posible calificarlas como flexibles, lo que les confiere una connotación positiva (Díaz-Berrio 2001:54). Bienes naturales. En las definiciones contenidas en el artículo segundo de la Convención de la UNESCO se encuentran aparentemente tres tipos de bienes: los monumentos, las formaciones y los sitios naturales. Vemos que los monumentos naturales se consideran constituidos por “formaciones físicas y biológicas […] o grupos de estas formaciones”. A su vez, las

28

formaciones se entienden como “formaciones geológicas y fisiográficas” pero que también incluyen “zonas que constituyen el habitat de especies animales y vegetales amenazadas”. Por otra parte, los monumentos naturales deben poseer “valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico” y a su vez, los sitios naturales deben poseer “valor […] desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural”. Se deben considerar, tanto lo estético como la belleza natural, y el valor “desde el punto de vista de la ciencia o de la conservación” (Díaz-Berrio 2001:67).

Para cuestiones del presente trabajo, el tipo de patrimonio mundial que nos importa es el

cultural, tratándose del patrimonio producto del comportamiento humano a través de su

desarrollo en el tiempo y espacio, por lo que se encuentra conformado por los bienes

culturales.

Dentro de estas consideraciones respecto al patrimonio, siendo éste cultural o

natural, observamos que el patrimonio cultural, el que concierne en la presente

investigación, puede ser de dos tipos de acuerdo a la materialidad o no:

a) Patrimonio Cultural Tangible. Muebles, materiales, propiedades particulares con valor

desde el punto de vista histórico, artístico y científico de la cultura.

b) Patrimonio Cultural Intangible. Inmuebles, inmateriales que definen a un pueblo, tales

como el lenguaje, el canto, música, tradiciones y costumbres de valor excepcional y

cultural.

Siendo el tipo de patrimonio tangible el que nos concierne directamente, por lo que ya se

ha tratado respecto a la importancia de la manifestación material de la cultura en la

arqueología y la protección de los bienes culturales del pasado.

Para el contexto mexicano, en particular, Gertz Manero (1980:11) define el

patrimonio cultural como “el conjunto de los productos artísticos, artesanales y técnicos;

de las expresiones literarias, lingüísticas y musicales; de los usos y costumbres de todos

los pueblos y grupos étnicos; es decir, en el conjunto de creaciones y modos de ser

29

heredados del pasado y en el legado de talentos, capacidades y modos de ser de las

poblaciones vivientes”.

A continuación, ya tratado el concepto general aceptado de Patrimonio Cultural, se

nos presenta ahora su desenvolvimiento en la sociedad no del concepto en sí, sino de los

bienes culturales que conforman dicho patrimonio, desenvolvimiento social en el que

destaca el cómo la sociedad se encarga de proporcionarle un valor dependiendo del uso

que se le otorgue al bien cultural patrimonial.

1.3.2. El patrimonio como herencia y como cultura: el valor de los bienes

culturales.

El concepto de patrimonio parece abarcar aspectos como bienes culturales y al concepto

de herencia. En estos términos, se concibe como Patrimonio lo que se posee, que es la

suma de lo recibido en herencia y de lo creado, producido o adquirido por uno mismo.

Respecto al aspecto de herencia recibida, el patrimonio implica un traspaso de bienes

realizado en provecho del bienestar material de las generaciones futuras, así como en

provecho de la continuidad y de la identidad con un lugar, grupo de personas o principios

morales.

Existe, en este sentido, una concordancia de que lo que llamamos patrimonio

cultural, en tanto que herencia material y no material de carácter cultural, nos conecta y

pone en relación con las generaciones pasadas y con sus sistemas de valores,

proporcionándonos un sentido de pertenencia e identidad, así como sentido de historia.

Esta concepción del legado material como patrimonio cultural permite de igual forma

reforzar la apreciación de nuestro espacio, puesto que el patrimonio cultural debe ser

concebido como un bien útil, activo y valioso para la vida, una fuente de beneficios en un

plano material, cultural y social.

30

El patrimonio cultural dentro de la sociedad, como algo distinto y singular, es

sustancialmente dinámico y de carácter cambiante, donde dicho cambio es parte

primordial del paso del tiempo en sociedades que contribuyen en la interpretación del bien

cultural dependiendo del momento particular (Ballart 2002b:224-225).

El patrimonio es un recurso al alcance del hombre de nuestro tiempo, quien

haciendo uso de sus capacidades intelectuales y sensoriales, encuentra un medio para

profundizar en el conocimiento del entorno y establecer juicios acerca de los problemas

humanos. Es así, pues, como la sociedad ha ido dotando de valor al patrimonio mediante

la conservación y el uso. Así, el patrimonio cultural dentro de su vínculo con la sociedad y

los individuos que hacen uso de él, se le otorgan diferentes papeles a dicho patrimonio

(Ballart 2002a):

1) El patrimonio como herencia, como un activo útil y valioso para la vida, como una

fuente de beneficios tanto en el plano material como en el plano espiritual);

2) El patrimonio como memoria, el patrimonio no es estático, sino son la huella palpable

de la traza de la cultura, como la construcción material de la vida social de nuestros

antepasados; y

3) El patrimonio como historia sociocultural, historia en los vestigios arqueológicos,

materialización de ese pasado cultural.

Con esto, resulta de suma importancia que la interpretación de los bienes culturales del

patrimonio debería realizarse con plena conciencia de la multiplicidad de puntos de vista

que existen sobre el papel para abordar unos mismos testimonios del pasado.

Dentro de este marco social del patrimonio cultural, la idea de patrimonio, respecto

a los bienes que poseemos, y la misma idea de bien cultural, nos sugieren que estamos

ante algo de valor: valor en el sentido de valía, es decir, de percepción de cualidades

estimables en una cosa. Evidentemente, el potencial de los bienes patrimoniales como

31

recurso cultural debe ser considerado a la luz de contextos específicos, porque la

atribución de valor (cómo son apreciados, hasta qué punto) sólo puede producirse en

función de situaciones reales histórica y socialmente determinadas (Ballart 2002a).

Respecto al valor del patrimonio, Ballart (2002a:65-66) distingue los siguientes:

a) un valor de uso, en el sentido de pura utilidad, el patrimonio sirve para hacer con él

una cosa, satisface una necesidad material o de conocimiento, es la dimensión

utilitaria del objeto histórico;

b) un valor formal, el patrimonio como objetos apreciados por la atracción que

despiertan a los sentidos, por el mérito que presentan; y

c) un valor simbólico, es decir, los objetos del pasado como vehículos de alguna forma

de relación entre la persona o personas que los produjeron o lo sutilizaron y sus

actuales receptores, nexo entre personas separadas por el tiempo.

El patrimonio es un bien al cual se le atribuye un valor, y por el hecho de valía, el

patrimonio servirá para utilizarlo, independientemente de la forma en la que la sociedad

los perciba y le proporcione un uso particular. Por este motivo, para poder considerar un

uso del patrimonio histórico, implica considerar previamente la conservación del mismo,

puesto que no puede haber uso sin conservación o mantenimiento, ya que resulta

necesaria la preservación de dichos bienes patrimoniales (Ballart 2002a:121-130).

1.3.3. Patrimonio Arqueológico e Histórico.

Las cosas producidas por los hombres permanecen sobre el terreno un tiempo, mientras

va cambiando el aspecto del mismo, a través de agregado de productos culturales sobre

la superficie en el transcurso del tiempo (Ballart 2002a:16). Estas cosas, estos productos

culturales del pasado, forman parte del patrimonio cultural arqueológico.

32

Felipe Criado (2001:40-41) define el patrimonio arqueológico7 como la

materialización de la memoria representada por el patrimonio cultural (en especial los

monumentos), “es la forma que adopta la memoria y el olvido, la objetivación material de

lo que se recuerda y también de lo que se ha olvidado”.

Puesto que en nuestro contexto mexicano, el pasado para su estudio comúnmente

se divide en época prehispánica (antes del contacto español) y época colonial (durante el

contacto), se distingue un tipo especial de patrimonio. México surge como país

independiente en 1810 consumando su separación de España en 1821; siendo aún

colonia de España a fines del siglo XVIII ya existía el concepto de patrimonio cultural

arqueológico conocido como antigüedades (Castillo 2000:37).

Partiendo de que la arqueología estudia a las sociedades que nos precedieron

valiéndose para ello de los restos materiales y de la técnica arqueológica, la herencia de

los grupos humanos que poblaron el territorio mexicano antes de la conquista española,

es reconocida por nuestras leyes vigentes8 como patrimonio arqueológico, cuyo régimen

de propiedad es de interés público para la nación mexicana (Castillo 2000:37). Por otra

parte, la herencia del legado material arquitectónico, mueble e inmueble, después de la

llegada de los españoles (conquista y colonia), es considerado patrimonio histórico9, por la

naturaleza del registro arqueológico.

Esta distinción entre patrimonio arqueológico y patrimonio histórico es notoria en el

contexto mexicano debido a la naturaleza de los vestigios arqueológicos que conforman el

7 La Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 define como patrimonio arqueológico los bienes

susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica (Criado 2001:41). 8 Castillo (2000) hace mención de estas “leyes vigentes”, sin embargo, al menos en la Ley Federal

sobre Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas, no se define literalmente un tipo de “patrimonio arqueológico”, sino únicamente los tipos de bienes culturales que son considerados como arqueológicos. 9 A este tipo de patrimonio se le agrega la problemática de hasta dónde se considera patrimonio

histórico. Para esto, la Ley Federal sobre Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas hace una distinción entre monumentos arqueológicos e históricos, estableciendo una temporalidad que sería aceptada para considerar a un monumento histórico y hasta qué punto deja de serlo y se considera monumento contemporáneo.

33

legado material del país. La clasificación entre patrimonio arqueológico e histórico

dependerá de la procedencia temporal del bien material (Castillo 2000).

1.3.3.1. ¿Monumentos arqueológicos o Patrimonio Arqueológico?

Hay un tipo de objetos materiales que producen las sociedades que reconocen el paso del

tiempo, que ponen en relación pasado con futuro: los monumentos. Todos los

monumentos conllevan algo de trascendente, y por tanto de permanente en sí mismos,

que los hace particularmente útiles y estimados. Un monumento sería la forma artificial

que está determinada por una voluntad de visibilidad, siendo el monumento, el legado

material del pasado, objetos o registro material con “memoria”. Es producto artificial,

domina el espacio y persevera en el tiempo. Es huella de una memoria que permanece

(Criado 2001:39).

Los grupos manifiestan en ellos una voluntad de trascender, asociando pasado

con futuro. Por tanto, el hecho de que los monumentos perduren tal como son, hace que

adquieran un valor primordial para la vida de los individuos integrantes de un pueblo,

ciudad, región o país. Así las sociedades pueden tomar referencias consistentes sobre sí

mismo y sobre el entorno que le rodean así como el descubrimiento de una dimensión

temporal, a distinguir mejor entre pasado, presente y futuro (Ballart 2002a).

En este sentido, me planteo la pregunta del encabezado del presente apartado

debido a que, en la literatura especializada, simposios y congresos, en México, hacen

mención del concepto “patrimonio arqueológico”, sin embargo, en la legislación mexicana

no se define dicho tipo patrimonio, sino se entiende de acuerdo a los lineamientos que

dicha legislación sostiene para el arreglo y manejo del registro arqueológico (como ya se

mencionó, ya sea prehispánico o histórico).

34

Así, de acuerdo a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas,

Artísticas e Históricas, vigente desde 1972, en su capítulo III dice:

Capítulo III. De los Monumentos Arqueológicos, Artísticos e Históricos Artículo 28. Son monumentos arqueológicos los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas culturas. Artículo 28 BIS. Para los efectos de esta Ley y de su Reglamento, las disposiciones sobre monumentos y zonas arqueológicos serán aplicables a los vestigios o restos fósiles de seres orgánicos que habitaron el territorio nacional en épocas pretéritas y cuya investigación, conservación, restauración, recuperación o utilización revistan interés paleontológico… Artículo 35. Son monumentos históricos10 los bienes vinculados con la historia de la nación, a partir del establecimiento de la cultura hispánica en el país, en los términos de la declaratoria respectiva o por determinación de la Ley.

Para cuestiones de la presente investigación, se tomará en consideración la declaratoria

de “monumentos arqueológicos” como base para la conformación del concepto de

Patrimonio Arqueológico, en complemento de la definición que plantea Martínez Muriel

(1996:8). Según este autor, el Patrimonio Arqueológico está “formado por el conjunto de

vestigios de distintos tipos legado por las sociedades que habitaron México en la época

prehispánica”. En el concepto incluye a “todas las zonas y sitios arqueológicos, así como

los objetos y materiales que fueron utilizados por pobladores del México antiguo. El

patrimonio puede incluir desde ciudades […] hasta los restos de un campamento de

cazadores-recolectores, pasando por las manifestaciones del arte rupestre, como

petroglifos, grabados y pinturas”.

10

Como se mencionó, en la LFMZAAH se determina hasta qué momento se denominan monumentos históricos, en el artículo 36, aplicable de igual forma a los vestigios materiales, aunque realmente por monumentos arqueológicos e históricos se refieren a dichos vestigios. Se hace uso del término monumento por definición.

35

De esta forma, a continuación considero oportuno la construcción de un concepto

de Patrimonio Arqueológico, disponiendo de los diferentes elementos planteados, como

son: los elementos culturales considerados patrimonio cultural en la Convención de la

UNESCO; la definición de “monumentos arqueológicos” considerándolo más bien como

“vestigios arqueológicos” (para cuestiones de la presente definición) y la definición

planteada por Martínez Muriel (1996), tomando en cuenta que la existencia de un

concepto de Patrimonio Arqueológico debe ser diferente en cada país, puesto que la

legislación o simplemente del manejo de la evidencia arqueológica es diferente11, ya que

dicho legado material se conformó por procesos diferentes dentro de la dinámica social

particular de cada lugar:

Patrimonio Arqueológico (México). Conjunto de bienes materiales, muebles e

inmuebles, ya sean monumentos (obras arquitectónicas, elementos o estructuras, de

escultura o de pintura monumentales, inscripciones, cavernas artificiales o modificadas),

lugares (zonas y sitios arqueológicos), o elementos particulares como objetos y artefactos

manufacturados y utilizados, producto de culturas anteriores al establecimiento de la

hispánica. También son considerados los restos humanos, de flora y fauna, relacionados

con esas culturas, así como los vestigios o restos fósiles de seres orgánicos que

habitaron el territorio nacional en épocas pretéritas y que son de interés paleontológico.

1.4. La disciplina arqueológica en México

A través de la historia de la humanidad, el interés por el pasado se ha manifestado de

diversas formas, ya sea a través del coleccionismo, la construcción de museos, el estudio

11

Por ejemplo, en España, se consideran vestigios prehistóricos y vestigios arqueológicos, siendo los prehistóricos producto de sociedades sin escritura, y los arqueológicos producto de sociedades que conocieron la escritura y presentan documentos o formas de expresión escrita en piedra.

36

e interpretación del dato arqueológico, o a través de la conservación del patrimonio

cultural tangible. Sin embargo, cabe señalar que la noción de patrimonio no fue adquirida

o entendida en los términos actuales desde siempre, sino que es un concepto que se ha

ido construyendo a través del proceso histórico de la sociedad humana.

Es importante señalar que uno de los objetivos de esta investigación es la

divulgación del patrimonio arqueológico de la ciudad de Mérida, y en este sentido,

plantear a la población la existencia de un uso del espacio precedido por un pasado

prehispánico, por lo que, si se quiere entender la idea sobre el pasado que concibe la

población actual, es necesario el análisis del desarrollo histórico de la concepción sobre el

pasado en México, haciendo referencia a concepciones a nivel mundial y que sin duda

influyen en el desarrollo mundial de la arqueología como ciencia social. De igual forma, la

razón para plantear estos antecedentes históricos surge al considerar que el movimiento

patrimonialista, la conciencia misma de proteger el legado material del pasado, está

fundamentada en un conocimiento sobre el pasado y que dichos vestigios materiales son

evidencia del proceso histórico de una sociedad en particular.

Hablar pues, del desarrollo histórico de la conciencia12 sobre el pasado, ligada

directamente a la conciencia patrimonial, sería una tarea difícil y extensa, por lo que en el

presente capítulo no se pretende hacer una compilación de la historia sistemática del

patrimonio y de la conciencia sobre el pasado. Lo que se pretende es introducir la idea de

la importancia que tiene la perspectiva histórica para abordar la problemática del

patrimonio en la actualidad, siguiendo las ideas del filósofo y arqueólogo R. G.

Collingwood (1939:132, en Trigger 1992:14), quien señala que “ningún problema histórico

debería ser tratado sin estudiar antes… la historia del pensamiento histórico sobre él”.

12

Conocimiento reflexivo de las cosas (Diccionario de la Lengua Española). || Conocimiento, idea, noción (Diccionario Larousse).

37

Trataré aquellos sucesos que, a mi parecer, ejemplifican la idea central del capítulo, es

decir, la conciencia sobre el pasado.

Tratar el desarrollo histórico de la conciencia sobre el pasado nos remite

directamente a la conciencia patrimonial, dos aspectos vinculados a través de un factor

común: la conciencia del paso del tiempo. Estas dos formas de conciencia, de pasado y la

patrimonial, siguiendo la discusión de Ballart y Tresserras (2001:28-30), están

relacionadas con la percepción del paso del tiempo, lo cual puede presentarse a través de

dos acepciones respecto a dicho tiempo que transcurre: el tiempo histórico y el tiempo

que perdura. Por un lado, el tiempo histórico se refiere al tiempo que pasa, del que

tenemos conciencia de que transcurre, el cual se contrapone, por otro lado, al tiempo que

perdura, el presente eterno.

Estas dos acepciones se diferencian mayormente en la respuesta del

comportamiento y conocimiento humano, ya que en sociedades que consideran un tiempo

que perdura, tienden a conocer los mitos y formas de expresión ritual que surgen de dicho

presente eterno. El individuo de estas sociedades vive rodeado de una existencia grupal

poco diferenciada. En lo que respecta a la conciencia del tiempo que pasa, el

comportamiento humano va ligado al descubrimiento de la autonomía de su destino

singular, es decir, tomar conciencia diferenciada de uno mismo y de su grupo social.

Este tiempo histórico, cuya percepción es la que aquí concierne, adquiere su pleno

sentido en la noción de cambio, por lo que:

“…sin tiempo histórico no hay conciencia patrimonial (en el sentido de legado material). Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión [noción de cambio]13 sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar los testimonios acumulados… los memoriales.” (Ballart y Tesserras 2001:28).

13

Cursivas mías.

38

A través de la revisión histórica y bibliográfica del desarrollo histórico a nivel

mundial de la conciencia sobre el pasado, identifico tres formas de abordar dicho

desarrollo (todas complementarias), donde se refleja claramente la noción del tiempo

histórico, tiempo que pasa, y una conciencia de la existencia de un pasado a través del

legado material: 1) desarrollo histórico de la arqueología; 2) la conciencia patrimonial; y 3)

desarrollo histórico de la restauración y conservación. Dichas temáticas serán abordadas

a continuación, y así poder presentar de manera sintetizada el transcurso de la conciencia

sobre el pasado y la noción de patrimonio.

Las relaciones entre la arqueología como ciencia y su contexto social de

desarrollo, desde una perspectiva histórica y comparativa, parten de la conciencia

creciente de las cualidades distintivas de los datos arqueológicos y de la necesidad de

comprender dichas cualidades, puesto que lo que se ha querido lograr en todo este

proceso es que la arqueología proporcione información fiable sobre el comportamiento y

desarrollo humano.

Es importante señalar, que para poder dar un recorrido al proceso del desarrollo

de la arqueología en México, no debemos particularizar del todo, puesto que ideas que

trascendieron en el mundo de alguna forma marcan los antecedentes generales de la

ciencia arqueológica, por lo que se pretende plantear sintetizadamente los antecedentes

históricos de la conciencia sobre el pasado colocando el desarrollo de la arqueología en

México en un marco universal. Sin embargo, es muy importante señalar que cada visión

del pasado, en México y en el mundo, es producto de su propio tiempo (Renfrew y Bahn

1998:19).

Los objetos han sido interpretados de acuerdo con las ideas de cada época

(Bernal 1992:13), considerando que, momentos similares entre México y el mundo en

general, tienden a suceder en momentos cronológicos distintos, por lo que en el

transcurso del presente capítulo, al hacer referencia a sucesos fuera de México, no debe

39

ser de extrañeza los saltos en el tiempo, pues lo que se pretende es comparar y

relacionar lo que pasa en México con el contexto universal.

1.4.1. Primeras impresiones sobre el pasado

Desde la antigüedad, aunque muy probablemente desde toda su existencia, el ser

humano ha sido consciente de que tenía un origen, de que había surgido de algún

momento del pasado, por lo que todos los pueblos, “primitivos” o no, tienen tradiciones

sobre su propio origen y creación, por lo que la concepción sobre el pasado parece tener

su base histórica en los mitos respecto a las ideas de un origen y una creación de la vida

o civilización. El hombre siempre ha especulado sobre el pasado, y la mayoría de las

culturas tienen sus propios mitos de creación para explicar porqué la sociedad es como es

(Renfrew y Bahn 1998:20; Trigger 1992:26-27).

Respecto a lo anterior, Glyn Daniel (1987:13) señala que a lo largo de la historia

de la arqueología y el gusto por lo antiguo, son cuatro las curiosidades que han impulsado

el estudio del pasado humano: 1) el interés en los antepasados inmediatos de los pueblos

históricos conocidos; 2) interés natural en los aspectos no funcionales del paisaje actual, y

en los objetos que pertenecieron al hombre primitivo; 3) la observación de la existencia de

gente “primitiva”, sin escritura, que coexisten con hombres civilizados del momento; y 4)

curiosidad por saber de qué manera surgieron el hombre y su cultura, cuáles fueron los

mecanismos de los orígenes y del cambio culturales.

El interés y curiosidad por el pasado es al parecer de índole universal. Tiene sus

inicios reconocidos desde las primeras culturas antiguas, por un lado en la Europa

Clásica, con los griegos y romanos (siglo V a.C.), donde los griegos se han convertido en

el primer pueblo del que se haya sabido que tuvo el interés (Daniel 1987:14). Este pueblo

se interesó principalmente por la naturaleza del hombre, vinculado con el origen del

40

hombre y el desarrollo de su cultura. Este interés, tanto en griegos como en romanos, se

satisfacía mediante mitos, leyendas y crónicas tradicionales sobre aventuras vividas

(Trigger 1992:26); entre los griegos destacan Herodoto y Homero, entre los romanos

Tácito y Julio César (Daniel 1987:14-15).

Las sociedades antiguas, al observar los grandes monumentos del pasado, por lo

común le atribuyeron su presencia en el paisaje a los poderes sobrenaturales de dioses o

héroes míticos (López 2001:21). En lo que respecta a México, el hombre prehispánico

mesoamericano manifestó una curiosidad y profunda veneración por los vestigios de las

civilizaciones desaparecidas que los precedieron.

Los antiguos nahuas del siglo XVI aseguraban que las grandes pirámides del

Clásico fueron erigidas por seres sobrenaturales y no por simples mortales (López

2001:21-22). En este siglo, los aztecas llevaban a cabo regularmente rituales en las ruinas

de Teotihuacan, ciudad que había estado habitada en el primer milenio d.C. y en la que se

creía que los dioses habían restablecido el orden cósmico al principio del ciclo más

reciente de existencia; aunque también atribuían la construcción de dicha ciudad a

gigantes o pueblos míticos como los toltecas, exagerando los aztecas su ascendencia

tolteca. En las ofrendas y depósitos rituales que periódicamente se colocaban en los

muros del Gran Templo Mayor de Tenochtitlan, se incluían figurillas olmecas de todos los

lugares del imperio, ya que eran consideradas un bien muy valioso (López 2001:22;

Renfrew y Bahn 1998:20; Trigger 1992:37).

41

1.4.2. El anticuarismo y la fase especulativa de la Ilustración

Momento después en la historia, siguiendo las ideas de Bernal (1992), Renfrew y Bahn

(1998) y Trigger (1992), la arqueología empieza con el anticuario14, que busca los objetos

más bien por su belleza y valor, o como curiosos sobrevivientes del pasado. En ocasiones

tiene finalidades políticas, religiosas o simplemente comerciales.

Las sociedades tribales recogieron artefactos procedentes de un pasado

desconocido, al igual que los campesinos europeos de la época medieval recogían las

“piedras del trueno” o los “cerrojos de los duendes”, que resultaron ser las puntas de

flecha de piedra, que por sus formas peculiares se creía que habrían sido olvidadas por

los espíritus o duendes y eran tratadas como amuletos. En muchas culturas se creía que

estos objetos poseían un origen más sobrenatural que humano y se les atribuían ciertos

poderes mágicos, circunstancia por la cual seguramente se recogían (Trigger 1992:37).

En los últimos periodos de las civilizaciones antiguas, los artefactos se

consideraban de gran valor por haber pertenecido a dirigentes determinados, por ser

propios de las etapas de grandeza nacional (como será tratado en el apartado de

nacionalismo), y también porque aportaban información del pasado (Trigger 1992:37). Un

momento importante en el desarrollo del anticuarismo antiguo fueron las exploraciones del

último rey nativo de Babilonia Nabónido (reinó entre el 555-539 a.C.). Realizó la que se

considera la primera excavación arqueológica en el mundo, en un importante templo

(Templo de Ur) de la ciudad de Larsa, Irak. Como resultado de estas exploraciones, la hija

del rey, Bel-Shalti-Nannar, formó una pequeña colección de antiguos artefactos

babilónicos, incluyendo inscripciones (Bernal 1992:9; López 2001:21; Renfrew y Bahn

14

Al igual que Ignacio Bernal (1992:7), se hace referencia a la palabra anticuario en su primera acepción, “el que hace profesión o estudio particular del conocimiento de las cosas antiguas” (Diccionario de la lengua española 2008). También “persona que las colecciona [cosas antiguas] y negocia con ellas” (Diccionario de la lengua española 2008).

42

1998:20; Trigger 1992:38). Bastan estos ejemplos ya que es difícil y extenso entrar en

detalles referentes al interés de los antiguos por las antigüedades.

A pesar de dichos acontecimientos, y por el hecho de que unos pocos

investigadores del mundo antiguo utilizaron de manera ocasional algunos artefactos para

complementar los conocimientos sobre el pasado que aportaban los registros escritos, no

se desarrollaron técnicas específicas de recuperación o estudios de estos artefactos y no

fue posible el establecimiento de una tradición. Por lo tanto, se considera que en ninguna

de las civilizaciones de la antigüedad conocidas existió una disciplina parecida a la que

ahora entendemos como arqueología (Trigger 1992:39).

Así pues, resalto la cuestión que se plantea Ignacio Bernal: “¿Hubo en el México

prehispánico algún anticuarianismo [anticuarismo]?” (1992:19). La respuesta es sí. Las

fuentes históricas ofrecen testimonios de actividades “sustractivas”. Hablan

específicamente de la excavación de edificios para extraer materiales de construcción,

esculturas, ofrendas dedicatorias y sepulcros, lo cual muchos investigadores modernos

han calificado estas acciones como las primeras muestras de saqueo. Sin embargo, se

observa que la mayoría de estas operaciones no perseguían el lucro, sino la recuperación

de objetos apreciados estéticamente, tenidos como mágicos. Estas reliquias recuperadas,

seguramente por la elevada calidad de la materia prima y de la manufactura de tales

objetos, influyó en su valoración (López 2001:24-25).

Otro caso de anticuarismo en el México prehispánico se refiere al de la gran

ofrenda de Tres Zapotes, que contuvo una variedad de objetos de diferentes épocas

sugiriendo un ejemplo temprano de coleccionismo (Drucker 1955:66, en Bernal 1992:19).

Hasta este momento, las expresiones del interés por lo antiguo han estado

planteadas respecto a las sociedades prehispánicas, pero considerando que, como ya se

mencionó, cada visión del pasado es resultado de una época determinada, se presenta en

43

México un cambio radical en la forma de pensar y en la sociedad misma: la conquista, en

el siglo XVI.

Esta etapa del desarrollo de la arqueología, es denominada por Gordon Willey y

Jeremy Sabloff (1993:8), para el caso americano, como la fase o periodo especulativo,

momento que se caracteriza por la actitud ante las antigüedades y la gente del Nuevo

Mundo, siendo el descubrimiento de América en 1492 el momento que marca el inicio de

este periodo, hasta la época de la Ilustración (siglo XVIII) y los primeros momentos del

México independiente (siglo XIX). En el resto del mundo, en especial Europa, este periodo

especulativo se caracteriza por las nociones y especulaciones, valga la redundancia,

sobre el pasado y el origen de las civilizaciones, a través de la construcción e

interpretación de sus propios mitos de creación para explicar la razón de ser de la

sociedad (Renfrew y Bahn 1998:20).

En México, con la Conquista se transforma por completo la visión del hombre

hacia los vestigios arqueológicos. La expedición de Juan de Grijalva en 1518 es el

momento más temprano de la especulación en México. Diversas crónicas narran cómo

sus hombres profanaron sepulturas indígenas de la Isla de Sacrificios, recuperando para

sí bienes que consideraban de lucro por su valor en oro. Con el paso de los años, estas

lucrativas expediciones se volvieron más frecuentes. La finalidad no era, evidentemente,

proteger el patrimonio que yacía enterrado, sino asegurar la parte que le correspondía al

rey de España (López 2001:26-27).

Después de estos sucesos, el interés por las sociedades que habitaban el Nuevo

Mundo15 se centró en las numerosas crónicas, obras de los diversos sacerdotes y

administradores que acompañaron a los conquistadores y se preocuparon por describir la

naturaleza de las culturas nativas de América (Willey y Sabloff 1993:12). El resultado

15

Ver también la descripción de Bruce Trigger (1992:73) sobre las primeras cuestiones históricas que los europeos se preguntaron sobre los nativos de América (Norteamérica, México y Sudamérica).

44

fueron descripciones breves (acompañadas de croquis imperfectos) que servían para las

divagaciones históricas y teológicas de los orígenes del hombre americano; a veces éstos

documentos eran utilizados para averiguar algo del pasado indígena y su cronología,

surgiendo así cierto entusiasmo hacia los restos materiales de ese pasado. (Bernal 1992:

44; López 2001:27).

Destaca, para este periodo en Europa, la noción sobre el pasado durante la Edad

Media, pues los túmulos y lo monumentos megalíticos eran objeto de interés local, y en

ocasiones los clérigos hacían recopilaciones de los cuentos populares que a ellos se

referían. El interés por los restos materiales del pasado fue mucho más restringido,

estando limitado a la colección y conservación de reliquias sagradas. A finales del siglo

XV, los papas, los cardenales y los miembros de la nobleza italiana, se dedicaban a

coleccionar y mostrar obras de arte antiguas (Trigger 1992:40-44).

Ya para el momento de la Ilustración en México, durante el siglo XVIII, empieza a

manifestarse el interés que los criollos sienten por la tierra en que han nacido. Un ejemplo

de éste interés se encuentra en Carlos de Sigüenza y Góngora, quien, además de

coleccionar documentos antiguos, es el primero que pretende excavar un monumento

arqueológico de Teotihuacan (Matos 2002:18).

En 1759 asume el trono español Carlos III, quien se preocupó en que se

conocieran las antigüedades de las posesiones españolas (Matos 2002:19). Durante un

largo periodo, aunque no se realizó ninguna excavación arqueológica en el sentido que

hoy conocemos, se cavó en busca de objetos que tuviesen valor estético y comercial, sin

embargo, destacan las primeras excavaciones en los bien preservados yacimientos

romanos de Herculano y Pompeya en la primera mitad del siglo XVIII, adquiriendo interés

por la arquitectura doméstica romana junto al deseo de recuperar estatuar y otras obras

de arte (Trigger 1992:45-46). Carlos III, cuando era rey de Nápoles, alentó estas

excavaciones.

45

Para este momento, en Estados Unidos, se presenta lo que se ha considerado la

“primera excavación científica en la historia de la arqueología” a cargo de Thomas

Jefferson (1743-1826), quien en 1784, cavó una zanja atravesando un túmulo sepulcral en

el estado de Virginia (Renfrew y Bahn 1998:21).

En México, por otro lado, sobresalen las primeras exploraciones en sitios

prehispánicos como Xochicalco por José Antonio Alzate, El Tajín (cuyas primeras

menciones aparecen en la Gazeta de México del 4 de julio de 1785) y Palenque por

órdenes de José de Estachería, gobernador de Guatemala en 1784 (Matos 2002:20).

Durante finales del siglo XVIII, dos sucesos influyen en el creciente interés por el

pasado azteca de la capital de la Nueva España. En 1790 el Virrey Revillagigedo había

ordenado hacer trabajos de emparejamiento en la plaza principal de la Ciudad de México,

y el 13 de agosto se encuentra un monolito: la Coatlicue, “la de la falda de serpientes”. El

17 de diciembre del mismo año se encontró la Piedra del Sol o mal llamada Calendario

Azteca. El estudio de las dos figuras es confiado a don Antonio de León y Gama, sabio

ilustrado y considerado el “primer arqueólogo mexicano” (Bernal 1992:74-77; Matos

2002:21).

En el Viejo Mundo, para finales del siglo XVIII destaca la invasión de Napoléon

Bonaparte a Egipto entre 1798 y 1799. Resultado de esta campaña militar fue el

descubrimiento accidental de la Piedra de Rosetta, una inscripción bilingüe que constituyó

un acontecimiento primordial para que Jean-François Champollion (1790-1832) descifrase

los escritos del antiguo Egipto en 1822 (Trigger 1992:47).

En el caso mexicano, el siglo de la ilustración va a marcar el comienzo de nuestra

arqueología y gracias al intelecto de los sabios ilustrados, otorgaron nueva presencia a los

viejos monumentos cubiertos por el tiempo (Matos 2002:25).

46

1.4.3. Los primeros viajeros y los inicios del periodo clasificatorio-descriptivo

Hasta finales del siglo XVIII, el interés por lo antiguo, por el pasado, se expresó a través

del coleccionismo y la descripción de antigüedades, sin embargo, para comienzos del

siglo XIX la conciencia sobre el pasado dirigió su interés a la exploración y conocimiento

empírico de los lugares antiguos mencionados en los diferentes escritos publicados a

finales del siglo XVIII.

En este sentido, como plantea José Alcina (2002:18), “el siglo XIX representa no sólo el nacimiento de la nación mexicana, sino el redescubrimiento del México profundo por parte de Europa, que encuentra en las antigüedades de nuestro país un nuevo motivo para su colonización intelectual, mediante la intervención de multitud de grandes arqueólogos-viajeros”.

La arqueología mexicana en esta etapa comienza a conformarse. Se presenta un gran

interés por reunir documentos y objetos que permitieran escribir la historia antigua, y para

eso también servían los viajes. Hay una actitud más crítica al considerar las antigüedades

como documentos históricos de donde se reúna más material descriptivo, empleando la

fotografía para obtener mayor precisión en la recopilación y registro de datos. Se inician

los esfuerzos por entender los probables usos de los edificios antiguos y verlos como

parte de una cultura viva (Bernal 1992:117-118).

Destacan para esta etapa viajeros como Alejandro Humboldt, quien durante su

estancia en México supo recoger bastante información acerca de las antigüedades del

país, aportando al corpus literario de la arqueología mexicana descripciones de esculturas

mayas y aztecas, y planos de las ruinas de Mitla, Xochicalco y Cholula (Alcina 2002:19).

Otro viajero europeo que aportó gran cantidad de información tanto descriptiva

como pictórica fue Dupaix, quien durante sus viajes por México creó un modelo de un

arqueólogo y un dibujante viajando juntos. Mientras uno describe las antigüedades

47

descubiertas y reflexiona sobre ellas, el segundo dibuja esculturas y relieves o levanta

planos de edificios conforme avanzan en la ruta. El compañero dibujante de Dupaix fue

Luciano Castañeda. Este modelo de recopilación y registro de la información arqueológica

fue continuado por el diplomático norteamericano Stephens y el dibujante inglés

Catherwood, cuyas obras sobre su expedición se publicaron en 1841 y 1843

respectivamente (Alcina 2002:19).

Es de considerar la importancia e interés que despertó la antigua ciudad maya de

Palenque entre los viajeros y dibujantes del Viejo Mundo. El interés se despertó en

Europa por el arte maya, y en concreto por las ruinas de Palenque, interés que fue tan

grande que probablemente para el siglo XIX, el arte de esta antigua ciudad maya se

constituyó como la contraparte del mundo egipcio, conocido y descrito a partir de la

expedición de Napoleón y el descubrimiento de la piedra de Rosetta (Alcina 2002:22).

Como parte central de este periodo de la arqueología mexicana y americana,

Willey y Sabloff (1993:8) se refieren a esta fase como clasificatorio-descriptivo por el

énfasis en la descripción sistemática de los vestigios arqueológicos y monumentos, y en

la clasificación de esta información acorde a tipologías formales. De esta forma, en

México se intentan secuencias de desarrollo del estilo artístico basando las clasificaciones

en la gran cantidad de dibujos de esculturas, estelas y relieves mesoamericanos, pero

principalmente aztecas y mayas, y sus respectivas descripciones (Bernal 1992:118).

Como parte de este proceso clasificatorio, los estudios de la geología y su

aplicación a la arqueología permiten en Europa los inicios de la arqueología moderna y

científica. Con esto me refiero al desarrollo de técnicas de estudio para establecer la

antigüedad del hombre. La arqueología del paleolítico enfrentaba problemas referentes a

los orígenes humanos que habían llegado a ser de importancia crucial para la comunidad

científica y de la inquietud del público general como resultado de las polémicas entre

48

evolucionistas y creacionistas que siguieron a la publicación del Origen de las especies de

Charles Darwin en 1859 (Renfrew y Bahn 1998:24; Trigger 1992:78).

En lo que respecta a la clasificación del dato arqueológico, destacan los geólogos

Hutton y Lyell, quienes a través del estudio de la estratificación del suelo sentaron las

bases de la excavación arqueológica y de la idea de que existe una continuidad en el

tiempo no diferente a la que hubo en el pasado. Bajo estos principios de estratigrafía y de

continuidad en el tiempo (que un elemento es más antiguo que otro) y a través del

establecimiento de dividir el tiempo en etapas cronológicas, surge la primera clasificación

artefactual atribuida a Thomsen (1788-1865), quien proponía la división y clasificación de

la colección del Museo Nacional Danés en: Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de

Hierro, mejor conocido como el “Sistema de las Tres Edades” (Renfrew y Bahn 1998:24-

25; Trigger 1992:78-79).

Estos tres grandes avances conceptuales en Europa (la antigüedad del hombre, la

teoría de la evolución de Darwin y el Sistema de las Tres Edades) proporcionaron un

marco para el estudio del pasado y para plantearse preguntas sobre él (Renfrew y Bahn

1998:25).

1.4.4. Revaloración del pasado mexicano: el Porfiriato y la exhibición de

monumentos arqueológicos

El verdadero interés por el pasado material arqueológico de México se inició en la década

de los sesenta del siglo XIX y alcanzó su máxima expresión bajo el gobierno de Porfirio

Díaz, especialmente para conmemorar las fiestas del Centenario de la Independencia

realizadas en 1910 (Rico 2002:19). Hasta ahora habían sido muy escasos los estudios

arqueológicos, casi todos obra de autores mexicanos (Bernal 1992:132).

49

Un proceso que antecedió a esta etapa de estabilidad del estudio arqueológico fue

sin duda el intento productivo de la institucionalización de la educación e información

arqueológica del país. En 1823 se crea el Conservatorio de Humanidades, que en 1826

se convierte en el Museo Nacional, con el fin de concentrar ejemplares naturales,

arqueológicos e históricos (Castillo 2000:38).

La reunión y el estudio de las antigüedades mexicanas se habían hecho de

manera muy irregular y desorganizada; las revueltas sociales, la falta de caminos, las

limitaciones y el desconocimiento de muchos sitios arqueológicos, imposibilitaron estos

trabajos. Fue hasta 1880 cuando, gracias a la estabilidad del gobierno de Porfirio Díaz,

empezó a sentirse en el país un desarrollo gradual de la arqueología (Rico 2002:19-21).

En este periodo sobresalen diversos sucesos, como la constante publicación, a

partir de 1877, de artículos sobre el México antiguo en los Anales del Museo Nacional; la

apertura de la sección de Arqueología e Historia del Museo Nacional, y la impresión del

catálogo respectivo, en 1882; la creación en 1885 de la Inspección de Monumentos, y la

inauguración en el Museo Nacional de la Galería de Monolitos en 1887. Un control

efectivo de las zonas y piezas arqueológicas, una seria investigación de gabinete y la

demostración en México y en el extranjero de los avances alcanzados en la materia,

fueron las estrategias básicas para dar solidez a la arqueología mexicana (Rico 2002:21).

Mientras tanto, en el Viejo Mundo, a medida que los europeos occidentales

dejaron de considerar la evolución cultural del periodo pasado como un proceso natural o

necesariamente conveniente, se empezó a desarrollar una visión centrada en la definición

de las culturas arqueológicas y en el estudio de sus orígenes en términos de difusión y

migración. Así, los descubrimientos empezaron a formar, al igual que en México durante

el descubrimiento y rescate de zonas arqueológicas, parte del esfuerzo por la

autodeterminación, afirmación de su identidad y unidad de las naciones en oposición por

conflictos de clase (Trigger 1992:195).

50

Los grupos étnicos y nacionales prosiguieron en su deseo de conocer más sobre

su prehistoria, conocimiento que podía desempeñar un papel muy significativo en el

fortalecimiento del orgullo y de la solidaridad de grupo y en el estímulo del desarrollo

social y económico (Trigger 1992:195).

Es durante este momento histórico de México cuando las investigaciones en el

área maya tienen gran auge, influenciadas por intelectuales europeos. De igual forma, los

estudios en el área andina en Sudamérica tuvieron influencia tanto de la teoría

evolucionista que se había desarrollado en Europa, como del primer proceso empleado

por los arqueólogos americanos (Willey y Sabloff 1993:38-92).

En Estados Unidos, el enfoque histórico-cultural, es decir, un enfoque que se

centra en el conocimiento de la prehistoria de pueblos específicos, se desarrolló como

respuesta a una toma de conciencia creciente sobre la complejidad del registro

arqueológico, se centraba más en la cultura arqueológica que en los estadios generales

de desarrollo (evolucionismo), sin embargo, los arqueólogos europeos todavía seguían

sintiendo orgullo por los logros de sus ancestros (Trigger 1992:195).

En México, se desarrolla una sistematización de los estudios arqueológicos a partir

de la organización clasificatoria de la colección arqueológica del Museo Nacional. El

siguiente momento trascendental del trabajo arqueológico ocurrió hacia mediados de los

noventa del siglo XIX, con la organización del XI Congreso de Americanistas en la Ciudad

de México. Leopoldo Batres, entonces Inspector General de Monumentos Arqueológicos,

reportaba que había 25 zonas que contaban con inspectores regionales o custodios (Rico

2002:21-22).

Las investigaciones arqueológicas se caracterizan por una idea positivista de la

información, puesto que además de la recopilación de datos arqueológicos, se intentó

entender por primera vez aspectos de la vida antigua y publicar documentos inéditos, sin

51

embargo, se olvidaban de considerar los testimonios históricos y solo querían creer lo que

veían a través del dato arqueológico (Bernal 1992:153).

El decreto de protección de bienes arqueológicos e históricos, expedido el 11 de

mayo de 1897, representó la acción más importante del régimen porfirista para el cuidad

del patrimonio nacional. El Ejecutivo de la Unión asumía el control absoluto de la

exploración, remoción y restauración de los monumentos arqueológicos. Finalmente, la

idea de fomentar la identidad nacional partiendo del pasado más remoto, contaba con los

elementos necesarios para poder concretizarse en un estilo nacional de abordar las

antigüedades mexicanas (Rico 2002:23-24).

Aspectos mencionados en este apartado, tales como la creación del primer Museo

Nacional, el primer Decreto de Protección del Patrimonio Nacional, y la construcción de

una identidad nacional, serán tratados con mayor detalle en el siguiente capítulo de la

investigación, pues son aspectos que se encuentran mayormente vinculados con el

concepto del patrimonio arqueológico.

1.4.5. La época de la Revolución y el periodo histórico-clasificatorio de la

arqueología americana

Entre 1910 y 1939 en México se presentan años difíciles con la Revolución armada, y en

el mundo, la Primera Guerra Mundial, y es por estos acontecimientos que la arqueología

no pudo desarrollarse tanto como en épocas anteriores (Bernal 1992:154). En México, la

arqueología adquirió perfiles de ciencia y se fue tornando presente en escenarios

especiales cada vez más grandes y apartados entre sí (León-Portilla 2002:10).

Un aspecto de suma importancia en el desarrollo de técnicas de datación y

excavación en la arqueología son las primeras designaciones controladas de datación, a

través de la estratigrafía arqueológica. Este periodo, denominado por Willey y Sabloff

52

(1993:9) como histórico-clasificatorio se caracteriza por los intereses históricos y

clasificatorios que dominaron la teoría arqueológica americana. Los objetivos

clasificatorios se combinaron con la construcción de cronologías arqueológicas, y como

resultado se crearon las primeras áreas cronológicas o periodos espacio-temporales de

unidades o complejos culturales, esto relacionado con las definiciones de unidades

culturales, estratigrafía, seriación y la introducción de técnicas de datación absoluta

(Willey y Sabloff 1993:9).

En este periodo, la arqueología americana establece vínculos estrechos con la

etnografía, etnología y la antropología social a través de la transferencia de conceptos e

ideologías teóricas (Willey y Sabloff 1993:9).

Durante la época de la Revolución en México, destaca entre los arqueólogos

principales Manuel Gamio, quien, en 1913, introdujo por primera vez la estratigrafía en la

distinción de una secuencia cronológica, a partir de excavaciones en Chalchihuites y

Teotihuacan, en la región central de México. Gamio sería el precursor de la Escuela

Internacional de Arqueología y Etnología a partir de promover que se creara, dentro de la

Secretaría de Fomento, una Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos en 1917.

Al concluir sus estudios de doctorado en la Universidad de Columbia, presentó los

resultados de la investigación multidisciplinaria que coordinó en Teotihuacan, en la que

participaron Hermann Benyer e Ignacio Marquina (León-Portilla 2002:10-13).

Es durante esta fase donde sobresalen los estudios en la región de Oaxaca,

donde según Bernal (1972:172) “hasta cerca del fin de los años veintes [del siglo XX]

nada se había hecho congruente en esta región… ni siquiera se había distinguido entre

los estilos zapoteco y mixteco”. Uno de los arqueólogos que sobresale en esta región es

Alfonso Caso, quien exploró a lo largo de muchas temporadas, la zona de Monte Albán.

Descubrió y restauró templos y otros monumentos y tumbas, entre las que destaca la

conocida Tumba 7, la cual contenía el rico conjunto de joyas en oro más ostentoso jamás

53

antes visto en Mesoamérica. Alfonso Caso, en tanto que proseguía en sus trabajos

arqueológicos y coordinaba las actividades del museo (nombrado director en 1933), hacía

labor de difusión cultural (León-Portilla 2002:13-14).

Mientras tanto en Europa se presentaba un panorama de desarrollo teórico tanto

para la antropología social como para la arqueología. En el Reino Unido por ejemplo, los

etnólogos reaccionaron contra el difusionismo y adoptaron el enfoque estructural

funcionalista del etnógrafo Broniwlaw Malinowski y de Radcliffe-Brown, el primero había

trabajado entre 1915 y 1918 en las islas Trobriand, y el segundo en las islas Andaman

desde 1906 a 1908. Ambos aseguraban que el comportamiento humano puede ser

entendido mucho mejor en relación a los sistemas sociales, concebidos como un conjunto

de elementos funcionalmente interdependientes (Trigger 1992:231).

Por otro lado, surgían los enfoques ambientales y ecológicos, entre los que

destacan el antropólogo Julian Steward, quien al igual que Gordon Childe (precursor de

los enfoques económicos) esta interesado en explicar el cambio cultural a través del

conocimiento de las culturas vivas, aunque Childe se centró principalmente en los

vestigios arqueológicos de culturas desaparecidas, pero que sin embargo era posible

entenderlas a través de interpretaciones de índole económico y tecnológico (Renfrew y

Bahn 1998:34-35; Trigger 1992:236-239).

En la arqueología americana, el periodo histórico-clasificatorio se basaba

prácticamente en el establecimiento de cronologías y áreas geográficas de los

monumentos y vestigios arqueológicos (Willey y Sabloff 1993:9).

54

1.4.6. La Post-Revolución, las primeras décadas del INAH y el enfoque de

contexto y función en la práctica arqueológica

La organización de la arqueología en México alcanza un auge determinante durante la

década de 1930 en el siglo XX, considerando como antecedente la fundación de la

Dirección de Antropología a cargo de Manuel Gamio en 1917, estableciéndose por

primera vez en México un organismo oficial dedicado a estos estudios. En 1925 se

constituye el Departamento de Monumentos Prehispánicos, que el 3 de febrero de 1939,

durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas, había de pasar con otras oficinas a

crear, como se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la ley orgánica de una nueva

institución gubernamental dependiente de la Secretaría de Educación Pública: el Instituto

Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuyas funciones eran la exploración

arqueológica, la custodia, la conservación y la restauración del patrimonio arqueológico,

histórico y artístico de México (Bernal 1992: 183-184; García-Bárcena 2002:8; Olivé

1988:19).

Otras funciones del INAH eran y son la investigación de interés para la

arqueología e historia de México, incluyendo la de carácter antropológico y etnográfico,

principalmente la relacionada con la población india del país. Asimismo tenía a su cargo la

difusión de los resultados de las anteriores actividades. Al instituto se incorporaron

importantes organizaciones preexistentes relacionadas con el patrimonio cultural, entre

las que destacaba el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, cuyo origen

se presenta desde 1824 (García-Bárcena 2002:8).

En los años siguientes se crearon otros dos institutos semejantes al INAH: el

Instituto Nacional de Bellas Artes en 1942 y el Instituto Nacional Indigenista en 1948, por

lo que parte de las funciones que se le habían asignado al INAH fueron transferidas a

estos nuevos organismos (García-Bárcena 2002:9).

55

Como parte de este proceso de la institucionalización de la arqueología mexicana,

es importante señalar que para poder ejercer la profesión, era necesaria la preparación de

especialistas en el nivel de la educación superior fuera del país. Esta situación se

subsanó a partir de 1937, cuando se estableció en el Instituto Politécnico Nacional un

campo de estudios en antropología, que poco después se constituiría en un organismo de

educación superior, es decir, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la

cual se integró al INAH en 1942 (García Bárcena 2002:9).

Durante este periodo histórico se desarrollan los principales descubrimientos

arqueológicos que darían paso a la arqueología moderna, destacando los trabajos de la

Institución Carnegie de Washington en excavaciones de sitios mayas entre 1914 y 1956.

Durante la etapa de 1939 a 1968 hubo importantes cambios en la arqueología mexicana,

cuyo objetivo era reevaluar los avances en los niveles de civilización que se habían

alcanzado antes de la época de la Conquista española, avances que representaban

logros de las propias sociedades que ocuparon México desde antes del siglo XVI (García-

Bárcena 2002:9-12).

Siguiendo las bases teóricas de la arqueología americana para esta época, se

desarrollan las concepciones de contexto y función en la explicación del desarrollo cultural

de las sociedades antiguas, empleando nuevas formas de interpretación basadas en los

artefactos y su relación con el comportamiento (tecnología, relaciones de comercio e

intercambio, complejidad social), los primeros estudios espaciales de los asentamientos a

partir del estudio del patrón de asentamiento, la cultura y su relación con el medio

ambiente, y la síntesis de la cronología y el contexto espacio-temporal (Willey y Sabloff

1993:152-208).

La arqueología mexicana, con su nuevo objetivo de explicar y evaluar los alcances

de la civilización prehispánica, basa sus estudios a partir de las descripciones e

interpretaciones de los primeros europeos que arribaron a México como fuentes de

56

información, así como los códices prehispánicos. Otra fuente de información que se volvió

cada vez más importante, fue el examen y el estudio de las evidencias materiales de las

sociedades antiguas. Había también el interés acerca de que las sociedades

prehispánicas habían logrado avances culturales semejantes a los de las sociedades

ibéricas del siglo XVI. Se pretendía analizar la información arqueológica y su divulgación a

la sociedad general (García-Bárcena 2002:12-13).

Finalmente, es durante esta fase cuando surgen dos intereses principales en la

interpretación y manejo de los resultados: primeramente, la preocupación por el

establecimiento de un marco temporal para ubicar en el tiempo las diversas evidencias

materiales y las conclusiones que podían derivarse de ellas; y segundo, la regionalización

cultural, a partir de que en 1943, Paul Kirchhoff, en su estudio de la población de México

en la época prehispánica, propone una regionalización cultural del territorio de México,

estableciendo un marco geográfico denominado Mesoamérica, apoyado en información

cultural derivada de las fuentes documentales del siglo XVI; posteriormente propuso, en

1954, otras dos áreas culturales: Oasisamérica y Aridoamérica. Los estudios en esta

época, pues, se centraron principalmente en las poblaciones mesoamericanas, agrícolas

y sedentarias, y fueron realizados de acuerdo con los conceptos de la Escuela Mexicana

de Arqueología (García-Bárcena 2002:14).

1.4.7. La época moderna y la continuación de explicar y entender el pasado. La

Nueva Arqueología y el Procesualismo

Esta, la última etapa del desarrollo de la arqueología en México, está caracterizada por

una continuidad en el desarrollo teórico arqueológico para intentar explicar y entender a

las sociedades del pasado, a través del surgimiento de nuevas corrientes antropológicas y

arqueológicas que combinan aspectos teóricos que anteriormente fueron desarrollados,

57

como son la Nueva Arqueología y la arqueología Procesual en América (Gamble 2002:37-

41; Renfrew y Bahn 1998:36-39; Trigger 1992: 271-342; Willey y Sabloff 1993:214-305).

A grandes rasgos, por un lado la Nueva Arqueología es una respuesta ante la

búsqueda de nuevos planteamientos a los problemas de la interpretación arqueológica,

movimiento encabezado por Lewis Binford en la década de 1960. Esta Nueva Arqueología

abogaba por un marco explícitamente científico del método y la teoría arqueológicos, con

hipótesis rigurosamente contrastadas como base más correcta que la simple descripción

(Renfrew y Bahn 1998:36-39).

Por otro lado, debido a una toma de conciencia creciente de que la arqueología se

diferencia metodológicamente de las otras ciencias sociales debido a su incapacidad para

observar el comportamiento humano directamente (Trigger 1992:340), se desarrolla lo

que se denomina Arqueología Procesual como continuación del desarrollo de la Nueva

Arqueología, la cual consiste en una propuesta que recalca la importancia de la relación

dinámica de los aspectos económicos y sociales de la cultura con el medio, como base de

la comprensión de los procesos de cambio cultural. Emplea el método científico,

consistente para formular hipótesis y contrastarlas. Una variante que se puede presentar,

o más bien, un aumento en las consideraciones para explicar los procesos culturales, es

la Arqueología Procesual Cognitiva, que insiste en la integración de los aspectos

simbólicos e ideológicos, marco teórico y metodológico importante para el interés

creciente de la búsqueda de la explicación de la diversidad cultural del ser humano a

través de la interpretación del comportamiento humano dentro de un marco sociocultural a

través de sus vestigios materiales (Gamble 2002:37-42; Renfrew y Bahn 1998:510;

Trigger 1992:340-342).

En México, particularmente, este periodo (1968-2002) se identifica por la creciente

preocupación por definir qué es o qué debería ser la arqueología, y cómo en particular

debería ser en nuestro país. Esta preocupación estuvo acompañada de grandes

58

proyectos arqueológicos y la tendencia a la reconstrucción monumental de los principales

edificios prehispánicos de México. Es importante señalar en este punto del desarrollo de

la arqueología en México el hecho de que todos los desarrollos teóricos y metodológicos

que la arqueología ha sufrido en los últimos 30 años afecta de manera directa la forma de

hacer arqueología en México, y que sin duda no podemos separar el contexto teórico del

contexto práctico de esta ciencia social, que aunque aún en desarrollo, ha sido útil en la

explicación de una sociedad prehispánica cuyo desarrollo cultural fue brutalmente

interrumpido por un proceso cultural externo y que marcó los lineamientos de la sociedad

mexicana actual (Gándara 2002:8-17).

Planteado este panorama histórico, es evidente que el desarrollo de la arqueología

en México se ha visto marcado por diferentes etapas de la historia sociocultural del país,

que data desde la época prehispánica a la época contemporánea de las nuevas

tendencias, pasando por importantes momentos como la conquista en el siglo XVI, el siglo

XVIII, la Ilustración, la Independencia del país de 1810 a 1824, la época de los primeros

viajeros y exploradores del siglo XIX, el Porfiriato, la Revolución de 1910 y la

posrevolución (Alcina 2002; Gándara 2002, 2003, García-Bárcena 2002; León-Portilla

2002; López 2001; Matos 2002; Rico 2002).

En cada una de estas etapas, la arqueología ha fungido como el camino ideal por

el cual se canaliza el interés y la concepción de un pasado prehispánico y que sin duda,

su estudio e interpretación, ayuda a la construcción de México como un país multicultural

de gran contenido cultural y materialmente un rico repertorio de vestigios arqueológicos.

La arqueología ha sido y sigue siendo la ciencia social que, durante su desarrollo

histórico, persigue la obtención de información para la explicación del pasado, desde la

noción de que esos vestigios, esas muestras, “consistían en el material que <la gente de

cada generación desechaba>” (Myres 1923, en Trigger 1992:332). A lo largo de este

proceso se distingue la intención de conservar los datos arqueológicos, puesto que de

59

ellos dependía la interpretación de las sociedades de las cuales dichos vestigios eran

producto.

1.5. La conciencia patrimonial en el contexto internacional

La siguiente temática a través de la cual se puede observar una conciencia sobre el

pasado es la conciencia patrimonial, la cual esta relacionada, como se mencionó en el

inicio de éste capítulo, con la noción del tiempo histórico, el tiempo que pasa. Se

construye a través de la historia una conciencia patrimonial en el sentido de legado

material. “Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión

sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar los testimonios

acumulados…” (Ballart y Tesserras 2001:28).

Esta conciencia se identifica con la edificación de bibliotecas para la conservación

de los relatos históricos y de museos para conservar los objetos más preciados, en

conjunto con los monumentos que se levantan a la memoria de seres humanos

singulares. Cabe señalar que “…la noción de paso del tiempo no adquiere su verdadero

sentido sin la noción de espacio, puesto que el tiempo precisa del soporte físico del

espacio…” (Ballart y Tresserras 2001:28), esto debido a que el ser humano crece y amplia

sus horizontes materiales en el espacio ocupado, asociándose a las perspectivas de

reproducción, continuidad y progreso.

Cuando el ser humano designa a determinados objetos como merecedores de un futuro, está intentando fijar en esos objetos el tiempo que se escurre. Por eso podemos decir que patrimonio son huellas del tiempo que pasa, recogidas en trazas físicas perdurables, o, lo que es lo mismo, tiempo encapsulado que se hace presente en la materialidad del testimonio conservado, que sirve de puente entre el pasado y el futuro. Al favorecer el tránsito del pasado al futuro y viceversa, el patrimonio adquiere un valor superior; por eso afirmamos que es herencia y memoria que no podemos

60

permitirnos el lujo de dilapidar, porque debe servir al porvenir (Ballart y Tresserras 2001:29).

Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten a los individuos que interactúan con

dicho objeto, sin duda alguna, noticias y sensaciones que provienen del pasado, esto en

sociedades con historia y con una conciencia del paso del tiempo. En este sentido, los

objetos con una puerta hacia el pasado, de un pasado que, a pesar del cambio

sociocultural de la sociedad, persiste como idea al margen de los objetos, porque el

pasado existe bajo la doble condición de idea y de cosa (Ballart 2002a:29).

Este aspecto de la importancia de la trascendencia del pasado al futuro a través

de la conservación de esos vestigios materiales que representan el testimonio del tiempo

que pasa, se ejemplifica con el esquema desarrollado por Carolina Albornoz (2006)

haciendo énfasis en la tarea del arqueólogo dentro de este sistema de interacción entre el

monumento, la conservación y la permanencia, elementos básicos que conforman el

pensamiento de la conciencia patrimonial (Figura 1):

Figura 1. La relación entre el patrimonio, objeto de valor y el arqueólogo.

61

En este contexto, el hombre obtiene y a obtenido de la naturaleza todo lo que

necesita para satisfacer sus necesidades, distinguiéndose por ser la única especie que,

gracias a sus facultades de raciocinio y de trabajo, puede transformar el ambiente natural

y crearse un mundo propio, el de la cultura, constituido por todas sus obras, materiales

(tangibles) o intelectuales (intangibles).

En el vasto conjunto de los bienes de la cultura hay algunos de especial

significación histórica, social o artística, que forman el patrimonio cultural que debe ser

conservado por la comunidad (Olivé 1988:7). Sin embargo, como se planteó en el

apartado anterior del desarrollo de la arqueología en México, las formas de protección del

patrimonio han variado en el transcurso de la historia y que conjuntamente a este proceso

histórico, en las sociedades modernas se han establecido leyes y se han creado

instituciones cuya función específica es preservarlo.

Ante esta premisa de la transformación del medio ambiente, desarrollo a

continuación de manera breve las diferentes etapas del proceso de desarrollo y

conocimiento de una conciencia patrimonial en México, siguiendo como antecedentes el

desarrollo en el Viejo Mundo de Ballart y Tresserras (2001:31-41), seguido por los

planteamientos de Olivé Negrete (1988:7-17) respecto al caso particular mexicano.

1.5.1. El mundo antiguo

Las civilizaciones antiguas con sentido histórico (Egipto, Mesopotamia, China, Grecia,

Roma) desarrollaron formas de coleccionismo y conservación del patrimonio. Estas

civilizaciones fueron de las primeras en demostrar una conciencia bastante clara del

pasado, y son las primeras civilizaciones en considerar ciertos vestigios de valor

excepcional como monumentos, ya sea conmemorativos de trascendencia histórica o

62

como ejemplo permanente de un pasado glorioso (Ballart y Tresserras 2001:31; López

2001:21).

Parte de esta etapa son los primeros museos y monumentos de la humanidad,

siendo los principales ejemplos la exhibición de antigüedades del Templo de Ur,

recopilado por las excavaciones del rey Nabónido de Babilonia, y los monumentos de

Grecia, donde los objetos antiguos y valiosos sirvieron a la memoria y al conocimiento del

pasado. Los romanos por su parte heredaron de los griegos la costumbre de conservar en

templetes las ofrendas hechas a los dioses, y la afición al coleccionismo privado, como

una forma temprana del anticuarismo (Ballart y Tresserras 2001:33).

1.5.2. La época prehispánica en el México antiguo

Los pueblos que habitaron el territorio mexicano antes de la llegada de los españoles

daban mucha importancia a la historia y se esforzaban por recordarla a través de relatos,

poemas, cantos, crónicas y anales, o por medio de inscripciones esculpidas o pintadas

sobre distintos materiales, principalmente la piedra (Olivé 1988:7), como es el caso de las

estelas mayas, cuyo objetivo es recordar y enaltecer las grandes hazañas de los

principales dirigentes de las antiguas ciudades.

1.5.3. El occidente medieval europeo

Durante esta etapa, se impone en Europa la idea del coleccionismo como tesoro, es decir,

la acumulación de objetos valiosos como piezas de oro, joyas, medallas, armas, reliquias

y curiosidades exóticas dotadas de raros poderes. Tales tesoros constituían para sus

propietarios la imagen del poder a través del carácter simbólico atribuido a muchos de

estos objetos. La iglesia, en cambio, que reserva los objetos más bellos y ricos para la

63

liturgia, fue la institución que mejor entendió las virtudes de este coleccionismo y la que lo

practicó de manera más sistemática.

El lugar apropiado para la conservación de los tesoros de la iglesia era bajo el

ápside de los templos o en las esquinas de los claustros de los monasterios. Sin embargo,

el valor histórico concedido a los objetos antiguos varía de un tiempo determinado a otro

(Ballart y Tresserras 2001:33-34).

1.5.4. Llegada de los españoles al Nuevo Mundo. La Colonia

Gran parte de la cultura prehispánica se destruyó durante la conquista y la colonización

españolas, y otra ha salido, desde entonces, del país en distintas épocas, encontrándose

actualmente en museos e instituciones del extranjero (Chase 1996:34-39). Pero por otro

lado, dada la extraordinaria riqueza de los bienes culturales prehispánicos del país, otra

parte de ellos se ha salvado, ya sea por su misma vitalidad y perdurabilidad, o bien

gracias a una política de protección que comenzó desde la Colonia y se fortaleció a partir

de la Independencia (Olivé 1988:8).

Desde 1575, la Corona española, a través de las leyes del Consejo de Indias, dejó

claramente establecido que las ruinas de los edificios prehispánicos, como los santuarios,

los adoratorios y las tumbas, y los objetos que allí se encontrasen, pertenecerían a la Real

Propiedad (Olivé 1988:8).

Pasaron los años en que se desarrolló el coleccionismo académico y científico en

México durante los siglos XVII y XVIII, pero es de relevancia para la conciencia

patrimonial en México el suceso ocurrido en 1804, cuando el rey Carlos IV comisionó al

capitán Dupraix para que estudiara los monumentos de la Nueva España; el capitán

realizó tres expediciones arqueológicas al centro del país, a Veracruz y a Oaxaca y llegó

hasta le sitio de Palenque. Surgió entonces la idea de formar una Junta de Antigüedades,

64

semejante a la que por ley se acababa de crear en España, cuyo fin era proteger los

monumentos históricos (Olivé 1988:9).

1.5.5. El Renacimiento y el legado del Humanismo en Europa

Los patrones medievales de pensamiento se empiezan a dejar de lado para trabajar con

ideas frescas. Se empezó por leer e interpretar la antigua sabiduría directamente y no por

medio de intermediaros (Ballart y Tresserras 2001:34). En la Edad Media, los humanistas

cristianos se interesaron por los textos y las artes de la antigüedad. El motivo fue la

cristianización de los vestigios del mundo antiguo (sincretismo) por lo que se entiende que

era una reinterpretación de lo ya existente. Los humanistas entendían el mundo romano

de forma mitificada, reutilizada y al mismo tiempo condenado, situación como efecto de

una ausencia de distancia histórica, por lo que la asimilación es de forma directa

(Albornoz 2006).

En el Renacimiento se manifestaba por vez primera un reconocimiento de la distancia histórica con la antigüedad. Existió un interés pragmático de conformar un nuevo lenguaje de clasicismo renovado. Se tenía una visión de “Perfeccionamiento” de lo antiguo, se siguió metamorfoseando las artes como práctica habitual, y nació el concepto de Monumento como testimonio del pasado romano redescubierto ahora bajo dimensiones artísticas y humanistas (Albornoz 2006).

1.5.6. La Independencia y el Museo Nacional Mexicano

Consumada la independencia, se insistió en establecer en México la Junta de

Antigüedades y se pensó en crear un Conservatorio de ellas dentro de la Universidad, con

la finalidad de proteger los bienes culturales tangibles y además estudiarlos. Así se logró

que en 1825 se fundara el Museo Nacional Mexicano, según acuerdos del entonces

65

primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y del secretario de Estado Lucas

Alamán. Las funciones del Museo eran reunir y conservar cuanto pudiera dar el más

exacto conocimiento del país, de su población primitiva, de las costumbres de sus

habitantes, del origen y progreso de las ciencias, artes y religión, de lo concerniente a las

propiedades del suelo, el clima y las producciones naturales (Olivé 1988:9).

1.5.7. El Porfiriato

Durante esta etapa, el Museo tuvo un adelanto notable: desde 1887 sacó a la luz pública

el primer número de sus Anales, destinados a divulgar los documentos y estudios más

importantes relacionados con nuestra historia antigua. En los años siguientes, el Museo

se distinguió por las expediciones científicas que organizó para estudiar los monumentos

del país y obtener colecciones arqueológicas y etnográficas (Olivé 1988:11).

Destaca para este periodo de la historia de México las primeras leyes de

protección del patrimonio cultural, como fue el decreto de protección de bienes

arqueológicos e históricos, expedido el 11 de mayo de 1897, el cual representó la acción

más importante del régimen porfirista para el cuidad del patrimonio nacional (Olivé

1988:12; Rico 2002:23).

1.5.8. La Revolución Mexicana

La Revolución aportó nuevas orientaciones e inquietudes respecto al conocimiento del

pasado de México. El 15 de diciembre de 1913 fue expedido un reglamento que incorporó

al Museo Nacional la Inspección de Monumentos Arqueológicos y fundó la inspección de

Monumentos Históricos (Olivé 1988:13), es decir, se observa ya una distinción entre el

patrimonio cultural arqueológico y el patrimonio cultural histórico del país.

66

1.5.9. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)

La creación del INAH, lo cual marca el apogeo de una conciencia y noción del patrimonio

en México, tiene como antecedente el fortalecimiento del entonces Departamento de

Monumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos con la promulgación de otra ley de

monumentos, el 27 de diciembre de 1933, y con el reglamento de dicha ley, el 6 de abril

de 1934. la nueva ley declaró que todos los monumentos arqueológicos inmuebles y los

objetos que dentro de ellos se encontraran, pertenecían al dominio de la nación, e

introdujo el deber, para quienes poseyeran colecciones arqueológicas privadas, de

inscribirlas en una Oficina de Registro de la Propiedad Arqueológica Particular, a cargo

del Departamento de Monumentos (Olivé 1988:16-17).

El principal problema que se derivaba de la ley anterior era la falta de jurisdicción

para que sus disposiciones se hicieran efectivas en el territorio de los estados de la

República, lo que se explicaba porque la Constitución Política no contenía las bases

necesarias para que existiera una legislación federal que pudiera aplicarse uniformemente

en todo el país (como lo sería posteriormente, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas

Arqueológicas, Artísticas e Históricas de 1972); sin embargo, la nueva legislación permitió

grandes avances en el estudio y la protección del patrimonio cultural, sobre todo después

de que se organizó el Instituto Nacional de Antropología e historia (INAH) en el año de

1939 (Olivé 1988:17).

Considerando los aspectos anteriores que ejemplifican la creciente noción de un

patrimonio que el país debe conservar, surge una idea preliminar respecto al concepto de

patrimonio arqueológico y que será desarrollado con mayor detalle en el capítulo II de

esta investigación: “Las cosas producidas por los hombres permanecen sobre el terreno

un tiempo, mientras va cambiando el aspecto del mismo, a través de agregado de

productos culturales sobre la superficie en el transcurso del tiempo” (Ballart 2002a:16).

67

Estas cosas, estos productos culturales del pasado, forman parte del patrimonio cultural

arqueológico. Esta noción de patrimonio, en el sentido de aquello que poseemos, aparece

históricamente cuando en el transcurso de generaciones, un individuo o un grupo de

individuos identifica como propios un objeto o conjunto de objetos. Así, entendemos como

patrimonio (del latín patrimonium, es aquello que proviene de los padres) a los bienes que

poseemos, o los bienes que hemos heredado de nuestros antecesores (Ballart y

Tresserras 2001:11).

1.6. Desarrollo histórico de la restauración y conservación

Por último, de manera somera, planteo como complementación a los dos apartados

anteriores, el desarrollo histórico de la Restauración y Conservación de los materiales

arqueológicos, que a lo largo de su desarrollo teórico, se vincula principalmente a los

vestigios arquitectónicos. Esta conciencia surge por la evidente destrucción de edificios

antiguos y los intentos por protegerlos, lo cual no es producto de nuestra época (Molina

1975:7).

Sin embargo, puesto que lo que concierne a este capítulo es proporcionar una idea

de la conciencia sobre el pasado y noción del patrimonio (como antecedentes del propio

concepto de patrimonio arqueológico), este apartado será únicamente para plantear una

idea general de cómo, a partir de una conciencia sobre el pasado a través del desarrollo

de la ciencia arqueológica, y una noción de patrimonio a través de la institucionalización

de su protección y conservación, se llega a la complejización de la actividad humana ante

la destrucción del legado material de sus antepasados, que en la arquitectura europea, se

centran en la restauración de monumentos dañados, para su conservación y preservación

en el tiempo.

68

Estas acciones de protección, eventualmente, están relacionadas con la

valorización del legado material, producto de un momento histórico y que representa un

testigo importante que proporciona información científica, histórica y artística, lo cual debe

restaurarse para conservarse y garantizar su preservación y permanencia en el futuro, y

así concretar la construcción del paisaje patrimonial de un pueblo o ciudad. Cabe señalar

que, lo que a continuación se presenta es la concepción general de los antecedentes

históricos de la restauración y conservación en Europa siguiendo los planteamientos

teóricos de Chanfón Olmos (1988:182-254) y Molina Montes (1975:7-26) -que fueron las

ideas que forjan la acción restaurativa en México y el resto del mundo-, por lo que no se

tratará en este apartado el caso especial de México sino hasta más adelante en el

siguiente capítulo, pues muchos de los eventos clave ya fueron tratados en el desarrollo

histórico de la arqueología mexicana.

1.6.1. El mundo antiguo

La restauración se identifica como la acción de regresar a un estado anterior, o volver a

poner de pie una estructura o forma. Cae en la idea de la conciencia histórica la intención

de devolverles a los monumentos lo perdido y prolongar su existencia, lo cual se justifica

ante la captación de un valor.

La apreciación del valor artístico parece no ser la única motivación para restaurar,

sino que también son de suma importancia el testimonio histórico de una hazaña y la

identificación del pueblo con el hecho glorioso que representa un monumento en

particular.

69

1.6.2. La Edad Media

Este momento histórico de la restauración se inicia con la destrucción del mundo antiguo,

se guarda conciencia latente de los logros anteriores, que lentamente va surgiendo para

transformarse en apasionada admiración. En esta época se presentan muchas

acepciones de la palabra restauración, entre ellas, muchas metafóricas.

Para toda la Edad Media, como lo era para el Imperio Romano, no existe

diferencia entre las obras de reparación y las de reconstrucción total. Los contenidos del

concepto medieval deben situarse entre dos extremos: los trabajos más sencillos de

mantenimiento y la construcción integralmente nueva, que guarda localización, destino y

advocación, de una construcción previa.

El interés por conservar o proteger valores en los monumentos, obras de arte y

objetos culturales, no siempre culmina en la ejecución de trabajos de restauración.

Existen muchas circunstancias de orden económico y social que pueden impedir que la

intención de conservar alcance ese nivel.

1.6.3. El Humanismo

Presenta gran vigor e importancia en el siglo XV, a finales de la Edad Media y principios

del Renacimiento. Una de las características del Humanismo es la admiración por la

antigüedad clásica, por lo que hay un interés esencial por la cultura pasada y una

verdadera veneración por sus manifestaciones en las artes y en las ciencias, que es el

móvil principal para protegerlas.

La restauración se vuelve selectiva y se transforma en apoyo del análisis

minucioso del pasado admirado. En toda Europa se detectan grados de los anhelos de

renovación. La intención principal es el despertar la conciencia de contemplar con claridad

70

el pasado, admirarlo y desear revivirlo, poniendo en práctica criterios del mundo antiguo.

Rinden homenaje a la antigüedad clásica y quieren revivirla, porque recuerda a todos la

grandeza pasada de su propio país, como es el caso de Italia, donde se presenta un

movimiento de reacción del espíritu nacional.

El Humanismo, impulsor de un auténtico renacimiento en la cultura de Occidente,

fue testigo del descubrimiento de un Nuevo Mundo, hasta entonces desconocido para

Europa, cuyo desarrollo cultural seguía lineamientos totalmente distintos.

1.6.4. Del Renacimiento a los siglos XVII y XVIII

Durante este periodo regresa la idea antigua de volver a un estado anterior, lo cual

adquiere el carácter de garantía para prolongar la posibilidad de contemplación de las

obras de arte, a través de un regreso a la estimación que de ellas se tenía.

Desaparece la tradición medieval que adaptaba los vestigios y fragmentos

antiguos a sus propios programas iconográficos. Surge una nueva forma de restauración,

que consistió en completar, tratando de adivinar la forma original.

Ya para el siglo XVIII, el incipiente estudio de las ruinas arqueológicas, que había

sido hasta entonces casi mera curiosidad de los viajeros y exploradores, empieza a tomar

rumbos definitivamente científicos y a ser reconocido como actividad para revelar

testimonios de la historia.

Surge el movimiento racionalista, según el cual, el raciocinio científico es el único

camino hacia el conocimiento demostrable. De esta forma, los inicios de la arqueología,

durante el siglo XVIII, deben considerarse como consecuencia y no como origen de la

exigencia racionalista de objetividad.

71

1.6.5. El siglo XIX y el Nuevo Mundo

La restauración se convierte en guardiana de las fuentes objetivas del conocimiento

histórico, cuyo volver a un estado anterior es la garantía de autenticidad necesaria en la

capacidad probatoria de los testimonios del pasado. Se hace presente entonces la

necesidad de dictar normas para la actividad restaurativa.

Durante este momento, los países del Nuevo Mundo, como México, desarrollan un

interés y preocupación por definir su identidad y hacerla reconocer por los demás. Se

desarrolla una reafirmación de la conciencia de identidad, fundamentada en las

características que definen la individualidad de una cultura, demostradas por pruebas

tangibles, que la restauración protege garantizando su conservación y permanencia.

Por otro lado, el concepto de restauración se vio limitado por los criterios selectivos

estéticos o por los intereses turísticos o el coleccionismo privado, pero dio pasos

definitivos en la ampliación de sus objetivos, hacia el concepto de cultura y de patrimonio,

con la necesaria acción orientadora del Estado, como consecuencia de su nueva visión

extendida a todos los testimonios del pasado.

Se presenta la necesidad de legislar sobre las acciones de restauración y

conservación de los testimonios del pasado, formulándose normas para orientar las

acciones que debían garantizar la vida de los testimonios. La restauración, pues, logró, a

finales del siglo XIX, una orientación definitivamente ligada al carácter histórico de los

objetos del pasado. Dentro de esta dinámica legislativa, destacan investigadores

arquitectos y restauradores como Viollet le Duc, Ruskin, Camilo Boito, Cesare Brandi y la

publicación de la Carta de Venencia de 1964.

72

1.6.6. La institucionalización del siglo XX

En este siglo la restauración se institucionaliza, que junto con el apoyo científico, se inicia

el cambio de las prácticas manuales anteriores, por técnicas de nivel profesional, para la

protección de todo tipo de materiales. En la restauración contemporánea no excluye al

arte, sino se amplía el campo a todo testimonio que pueda informar sobre el pasado del

hombre social.

La legislación proteccionista se multiplica en todos los países y la difusión mundial,

patrocinada por las organizaciones internacionales, encabezadas por la UNESCO. Surge

la necesidad de planear y programar la formación de restauradores y la exigencia social

de lograr un nivel profesional. La restauración profesional se vuelve una característica del

mundo actual.

En general, lo que se ha planteado demuestra que todo el devenir histórico de la

conciencia sobre el pasado, a través del tiempo y del mundo, es producto de momentos y

regiones particulares, cada época con sus intereses particulares, en cierta forma,

respuestas “casuísticas” a un pasado material presente en todas las sociedades, cuya

conciencia, estudio y divulgación depende enteramente del trasfondo histórico que llevo a

dichas respuestas.

De lo anteriormente tratado en este capítulo, la conciencia sobre el pasado y

noción del patrimonio, la construcción consciente del concepto de Patrimonio Cultural y

Patrimonio Arqueológico en particular, complementan estas dos nociones previas que a

través de la historia de la humanidad, han proporcionado cabida a los conceptos actuales.

73

- 2 -

EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE

La gestión del patrimonio arqueológico comienza desde el planteamiento del proyecto de

actuación sobre el mismo. La intervención en el patrimonio forma parte de este proceso y

consiste en valorar qué tipo de acción es más adecuado en cada caso. Por ello es

importante, contar con un equipo interdisciplinario que contemple, en el mismo plan de

investigación, un acondicionamiento y gestión posterior (Pérez-Juez 2006:87).

Las diferentes formas de intervención pueden considerarse también como formas

de gestión, ya que desde el momento en que seleccionamos una forma de actuación

sobre otra, estamos determinando el tipo de acondicionamiento que realizaremos

después. No existen criterios infalibles, aceptados universalmente, para la intervención en

todos los restos arqueológicos (Pérez-Juez 2006:87).

2.1. Planteamiento del Proyecto de Investigación

En el estado de Yucatán, el asentamiento prehispánico de T´Ho, sobre cuyas ruinas fue

construida la ciudad de Mérida, y los sitios aledaños, se han visto sometidos a gran

número de modificaciones y destrucción desde la época Colonial y a lo largo de la

historia. En este sentido, el crecimiento urbano-demográfico puede ser considerado como

el principal factor social de destrucción del patrimonio cultural arqueológico. Esta

destrucción ha sido la causa primaria de la evidente expansión del área urbana de la

ciudad de Mérida en los últimos años, situación que directamente implica la destrucción

parcial o total de numerosos vestigios del pasado prehispánico de la ciudad.

La ciudad de Mérida se localiza en la parte centro norte del estado, a menos de 50

Km. del Golfo de México. Según datos de 2006, Mérida cuenta con una población de

74

793,732 habitantes en lo que respecta al municipio homólogo, y más de 900.000 en la

zona metropolitana de la capital yucateca, con la conurbación de Umán, Kanasín y

Conkal, por lo que es la mayor ciudad en la península de Yucatán (Casares 2007).

El incremento constante de la población de Mérida en los últimos años, ha traído

consigo la creación de infraestructura para satisfacer las necesidades de los habitantes en

aumento, presentándose un crecimiento urbano horizontal concéntrico, provocando que

los límites de la ciudad, demarcados por el periférico, sean rebasados por la mancha

urbana, con una tendencia de crecimiento mayor hacia el norte, expandiendo esta

necesidad de servicios públicos.

Puesto que el patrimonio arqueológico se caracteriza por su diversidad en el

contexto mexicano, y considerando en particular el municipio de Mérida, tratamos con

vestigios arqueológicos pertenecientes a la cultura maya prehispánica y que sin duda son

la evidencia palpable de un pasado cultural característico y que conlleva al conocimiento

de los orígenes del actual asentamiento que es la ciudad de Mérida y sus alrededores; se

presenta la problemática del daño al patrimonio arqueológico e histórico provocado por el

crecimiento urbano que se mencionó anteriormente, y como parte de las investigaciones

del uso del suelo y prospección en la zona se han señalado más de 87 sitios

arqueológicos reportados en el municipio de Mérida, haciendo énfasis en el rápido

crecimiento de la ciudad y la amenaza que supone para el patrimonio arqueológico.

Consecuencia de lo anterior han sido los numerosos trabajos de salvamento y rescate

arqueológicos llevados a cabo en la ciudad (Fernández 2003) y en su área conurbana.

Sin embargo, es importante señalar que este proceso del daño al patrimonio por el

nuevo uso del suelo no es nuevo, pues comenzó desde el siglo XVI cuando los

conquistadores españoles fundaron la ciudad entre los vestigios de la antigua ciudad

maya de T’hó.

75

Es por estas consideraciones que se plantea que el crecimiento, el desarrollo y la

transformación de las ciudades y pueblos sin un proyecto urbano predeterminado y

planeado, son una de las principales causas de la destrucción de sitios y monumentos,

por lo que es también prioritario el desarrollo de trabajos de documentación, registro e

investigación, para procurar la protección, restauración y conservación de monumentos y

crear áreas de reservas arqueológicas dentro de las mismas poblaciones (Paillés

2000:15).

En la presente investigación, uno de los objetivos generales consiste en dejar claro

que las técnicas arqueológicas no destructivas (principalmente el reconocimiento y la

prospección) fungen como procesos de suma importancia para la creación de programas

estratégicos de intervención posterior, es decir, ayudan en la obtención de información

para el conocimiento primario de los vestigios arqueológicos (y consecuentemente

contribuyen a su gestión cultural), que en este caso, comprenden aquellos vestigios

afectados por el crecimiento de la ciudad de Mérida.

La preocupación por la inminente destrucción o deterioro de estos contextos

arqueológicos dentro del dinamismo sociocultural de la ciudad de Mérida, se refleja a

través del interés por estudiar y preservar el patrimonio arqueológico de la ciudad, el cual

tiene sus inicios desde la década de 1970, momento cuando se planteó el “Proyecto

Arqueológico de Conservación de la Ciudad de Mérida” (Gallareta y Callaghan 1980),

cuyas investigaciones detectaron 30 núcleos de asentamientos prehispánicos

considerando la periferia de la ciudad por ser áreas donde la mancha urbana no había

avanzado. El proyecto contempló una serie de objetivos enfocados a la recuperación,

investigación y conservación de los vestigios arqueológicos inmersos en el área urbana,

pero no fue posible su realización plena. Seguidamente, en 1997 se planteó el proyecto

“T´hó: la Mérida Ancestral” (Ligorred 1997), el cual ha permitido dar un seguimiento de los

estudios en la ciudad y un avance en los trabajos de registro y catalogación de la

76

evidencia arqueológica. Recientemente se propuso el proyecto denominado “Salvamento

Arqueológico en la Región de Mérida” (PROSAME) presentado al INAH en 2003, en el

cual se contempló la investigación y conservación de los sitios urbanos, la integración de

la información recuperada en los trabajos de salvamento, el planteamiento de un proyecto

integral de sitios representativos, los salvamentos arqueológicos realizados en la región

de estudio y la de realizar mecanismos de difusión con la tendencia de conformar una

mejor conciencia sobre la conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad (Pantoja

2006a:131).

Por otro lado, por parte del Ayuntamiento de Mérida, tras la creación del

Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural, adscrito al Área de Desarrollo

Urbano, inició una apuesta piloto por la asunción de competencias en materia del

patrimonio. Para ello se estableció un convenio con el Instituto Nacional de Antropología e

Historia (INAH), organismo inscrito al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

(CONACULTA), que tiene las competencias plenas en esta materia por parte del

Gobierno Federal de México. Este proyecto del Ayuntamiento establece una inicial

vinculación entre el inventario de zonas arqueológicas protegidas y la planeación

municipal, la preservación de áreas arqueológicas en la mancha urbana, así como la

iniciativa de creación de una red de parques eco-arqueológicos municipales que permita

la conservación del patrimonio, su puesta en valor y la generación de desarrollo local1

(Ligorred y Ordaz 2007:5).

El patrimonio arqueológico debe preservarse y conservarse de acuerdo a normas

existentes, ya que son fuente de información, y forman parte de nuestra cultura y de

nuestro patrimonio nacional (Pereira 1992:10).

1 Cursivas mías.

77

La razón de conservar el patrimonio arqueológico en el cuadro de una sociedad

moderna, conlleva a integrar, en una sola concepción y en un difícil equilibrio, la

necesidad inminente de crecimiento material y de modernización de las comunidades, con

la urgente tarea de preservar los vestigios y expresiones de las culturas antiguas como

evidencia palpable y observable de nuestras raíces y de ésta manera darle sentido a

nuestra identidad e identificación como nación (Sierra Sosa 1991:10).

De esta forma, en la presente investigación propongo abordar la problemática de

la protección y conservación del patrimonio arqueológico urbano desde una perspectiva

fuera del ámbito de la gestión, sino desde la acción arqueológica misma, considerando

que previo a la excavación y estudio directo del vestigio material, es necesaria la

identificación de dichos vestigios en un área determinada, y esto solo es posible a través

de las técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico de la superficie.

En este sentido, a través de la intención de conservar el patrimonio arqueológico a

través de las dos principales instituciones mencionadas anteriormente (Ayuntamiento de

Mérida – INAH), junto con el inminente desarrollo constructivo de los alrededores

conurbados de la ciudad de Mérida, se buscan alternativas de acción arqueológica,

siendo la primera y más importante los trabajos de prospección y reconocimiento

arqueológico de la superficie para la identificación de los vestigios arqueológicos que en

dichas áreas se encuentran, con el fin de crear un acervo de información para la

planeación de estrategias de actuación sobre el patrimonio arqueológico identificado, así

como su difusión.

Se pretende de igual forma, considerar las diferentes acepciones que del

patrimonio arqueológico tienen las diferentes dependencias que se encargan tanto del

financiamiento de los trabajos de salvamento arqueológico como de los arqueólogos cuya

tarea consiste en su estudio e integración urbana, esto con el fin de considerar el rol

social del patrimonio arqueológico no sólo en el contexto de los habitantes locales, sino

78

también dentro del ámbito académico especializado (véase capítulo 6). Cabe señalar, que

se consideraran como antecedentes de actuación sobre el patrimonio arqueológico en la

ciudad de Mérida aquellos trabajos de salvamento y rescate arqueológico llevados a cabo

en diferentes sitios dentro y fuera de la ciudad de Mérida (véase capítulo 4), siendo este

tipo de actuaciones las más comunes en ámbitos urbanos.

Así, el presente proyecto de investigación busca responder a las siguientes

cuestiones:

¿De qué forma contribuyen los métodos y técnicas del reconocimiento

arqueológico a la protección y conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad de

Mérida?

¿Cuál es el papel e importancia del reconocimiento arqueológico de superficie en

áreas urbanizadas para la creación de un registro y/o inventario arqueológico en pro de la

conservación del patrimonio arqueológico? ¿Qué utilidad tiene esto para la investigación

arqueológica en el actual ámbito del desarrollo de las nuevas tecnologías?

¿Se puede considerar la actuación arqueológica no destructiva como forma de

intervención que contribuye a la salvaguarda del patrimonio arqueológico?

Siguiendo las preguntas de investigación planteadas, se construyeron las

siguientes hipótesis que enmarcan la presente investigación con el fin de su

comprobación:

- El conocimiento de la existencia de vestigios arqueológicos a través de los trabajos

de prospección, reconocimiento y análisis arqueológico de la superficie en áreas

urbanizables de la ciudad de Mérida, contribuye a la planeación de estrategias de

investigación, protección y conservación del Patrimonio Arqueológico, partiendo de

la premisa “no podemos proteger/conservar lo que no conocemos”.

79

- Las técnicas de prospección, reconocimiento y análisis arqueológico del territorio

forman parte del panorama metodológico y práctico de la Arqueología Urbana

(Arqueología de Rescate/Salvamento) a favor de la protección y conservación del

Patrimonio Arqueológico en las áreas urbanizables de la ciudad de Mérida.

Objetivos Generales

- Construir una revisión sistemática de los procesos metodológicos y técnicos del

reconocimiento arqueológico del territorio (prospección) para procurar estandarizar

una metodología aplicable al ámbito urbano de la ciudad de Mérida.

- Señalar la aplicabilidad y factibilidad del reconocimiento y análisis del territorio en

áreas urbanizables.

- Partiendo de la fragmentada información y escaza importancia bibliográfica del

reconocimiento arqueológico en Yucatán, se procurará el planteamiento claro de

su utilidad inminente dentro del desarrollo de las nuevas tecnologías y su empleo

en la Arqueología.

- Señalar a través de un análisis metodológico los aspectos en los que el

reconocimiento arqueológico contribuye a la protección del patrimonio

arqueológico.

- Contribuir a la discusión respecto a la protección del patrimonio arqueológico en

Mérida, desde una perspectiva metodológica del quehacer arqueológico no

destructivo.

80

Objetivos Particulares

- Llevar a cabo una propuesta metodológica centrada en la protección, salvaguarda

y conservación del patrimonio arqueológico en ámbitos urbanos, en especial caso

de la ciudad de Mérida, a través del reconocimiento y análisis arqueológico del

territorio.

- Proponer una estandarización en la metodología del reconocimiento arqueológico

de la superficie en áreas urbanizables.

Considerando los planteamientos anteriores, se tratará a continuación, de forma breve, el

origen e implicaciones de éste tipo de intervención arqueológica no destructiva, a través

de lo que Leonardo García Sanjuán (2005) considera como estudio del territorio.

2.2. El estudio del territorio en Arqueología.

La ciencia arqueológica, durante su primer siglo de desarrollo teórico y metodológico,

estuvo ciertamente muy centrada en la excavación como ámbito y frente de toda

experiencia empírica. En este sentido, lo que concierne a la exploración del territorio se

concebía principalmente como medio para la identificación de yacimientos arqueológicos

importantes y significativos2 sobre los cuales se llevarían a cabo las labores de

excavación para la obtención de datos necesarios para comprender el pasado (García

2008:7).

Los últimos treinta años han sido testigos de cómo los arqueólogos abandonan la

excavación como principal método para investigar el pasado, es decir, deja de ser la

metodología más importante (Gamble 2002:62).

2 Cursivas mías.

81

La exploración sistemática del territorio previa a la excavación, o con total

independencia de ella, se ha convertido en una tarea común y rutinaria, compuesta a su

vez por técnicas diversas, a veces importadas de otras disciplinas diferentes de la

Arqueología. Esta exploración o reconocimiento del territorio ha llegado a dominar la

escena del trabajo de campo arqueológico en la actualidad (García 2008:7).

Éste desarrollo del reconocimiento superficial del territorio surge como iniciativa de

la Nueva Arqueología, dentro de un marco de búsqueda de nuevas formas de

reconocimiento del territorio como vehículo para comprender a las sociedades del

Pasado. Para ello, se presenta un fuerte impulso para tres procedimientos de obtención

de datos: la prospección de superficie, la captura de imágenes desde plataformas aéreas

o espaciales, y la prospección geofísica (García 2008:61), procedimientos que serán

tratados en los apartados posteriores del presente capítulo teórico.

Actualmente, el incremento del coste económico de la excavación, quizás en

mayor medida que otro tipo de consideraciones más teóricas, ha provocado el

replanteamiento de ésta tarea. Hoy en día es necesario un análisis preliminar del

yacimiento escogido y de la evaluación de los resultados más probables (Fernández

1994:46).

De la mano con lo anterior, hacia mediados de 1970, el reconocimiento

arqueológico experimenta un desarrollo considerable a través del impulso epistemológico

que la Nueva Arqueología (por medio de la Ecología Cultural) otorga al análisis de la

territorialidad de las sociedades pasadas.

En lo que respecta a los estudios del territorio en Arqueología, se hace referencia,

siguiendo los planteamientos de García (2008), al análisis e interpretación de los datos

obtenidos con técnicas no destructivas como son la prospección y el reconocimiento

arqueológicos. Esta idea de los estudios del territorio surgen a través de la necesidad de

comprender el comportamiento de las sociedades del pasado en una escala mayor que la

82

del yacimiento, que en el caso de la prehistoria europea, se tenía el convencimiento de

que los asentamientos eran muchas veces temporales por lo que los estudios

arqueológicos se dirigen ahora a los desplazamientos y formas de aprovechamiento del

espacio (Fernández 1994:46). Sin embargo, cabe señalar, que los estudios del territorio

en la Arqueología, son enfocados en diferentes marcos teóricos, entre los que destacan la

Ecología Cultural, la Arqueología Espacial, la Arqueología Simbólica y los Sistemas

Mundiales (García 2008:183).

Es así como se plantea que, la Arqueología, como la ciencia que estudia el pasado

del ser humano a través de sus restos materiales, se ha caracterizado por el trabajo

directo en campo, sin embargo, a través del desarrollo de las nuevas tecnologías, la

Arqueología ha adquirido una interdisciplinariedad que ha conllevado a la especialización

de la misma, siendo una de ellas la Arqueología Espacial o del Territorio, la cual se refiere

al análisis de la dimensión espacial del registro arqueológico e interpretación de las

pautas de comportamiento espacial (García 2008:20). Esta especialización de la

arqueología ha sido entendida como análisis espacial arqueológico, el cual se refiere al

conjunto de técnicas cuyos resultados son dependientes de la localización de los objetos

analizados (García 2008:201).

Considero importante señalar que, un elemento que funge como fuerte impulso al

desarrollo de la metodología del reconocimiento arqueológico del territorio, es la

necesidad práctica de identificar y localizar (y en su caso rescatar) las evidencias

arqueológicas en una sociedad industrial donde la expansión urbanística amenaza

constantemente con el deteriorar el legado material de nuestro Pasado (García 2008:62).

83

2.3. Formas de reconocimiento arqueológico superficial del territorio.

Como parte del desarrollo de la arqueología, a través de la Nueva Arqueología, se han

implementado diversas formas de reconocimiento superficial del territorio. Este desarrollo,

en un contexto más particular como es el mexicano, el paulatino crecimiento económico y

el fuerte (y muchas veces descontrolado) desarrollo urbanístico, hacen que se

implementen procedimientos y actuaciones de emergencia para evitar la destrucción

masiva de yacimientos arqueológicos como resultado de la ejecución de grandes obras

públicas (García 2008:61).

Es así, como parte de todo éste proceso de desarrollo de las técnicas

arqueológicas en pro de la conservación del patrimonio arqueológico de manera no

destructiva y de bajo costo, las diferentes formas de reconocimiento arqueológico han

sufrido un impulso como instrumentos de evaluación y control del impacto de dichas

situaciones actuales sobre el patrimonio arqueológico de la superficie, el cual se

encuentra en constante peligro. Estas formas son principalmente cuatro: la prospección

de superficie, la fotografía aérea, la teledetección y la prospección geofísica.

2.3.1. Prospección arqueológica de superficie.

La prospección, en general, es una estrategia metodológica principalmente no destructiva,

que permite obtener datos a diferentes escalas, en el orden de estimar, evaluar e

interpretar el registro arqueológico. Surgió y se desarrolló como una de las técnicas que

prestó mayor utilidad en la localización de yacimientos y puntos arqueológicos a lo largo

del siglo XX se ve transformada en una estrategia metodológica que llega a implicar una

serie más o menos variada de técnicas e innovaciones tecnológicas (Gianotti 2004:261).

84

Este tipo de prospección, y la más reconocida por los investigadores y

arqueólogos, tiene sus orígenes antes de 1960, cuando se presentaba en el marco teórico

y metodológico el paradigma histórico-cultural, en el que se había considerado que la

“verdadera” información arqueológica era la que resultaba de las excavaciones en

yacimientos de regular importancia. En este sentido, la prospección arqueológica tenía,

por tanto, un papel ciertamente secundario, supeditada al propósito de identificar

yacimientos interesantes para su posterior excavación. En este momento, ésta estrategia

de actuación se limitaba generalmente en la obtención, a partir de informantes locales, de

referencias sobre posibles yacimientos que luego eran visitados y documentados, por lo

que la prospección superficial, antes del paradigma procesual, se desarrollaba dentro de

un ámbito eminentemente local y tenía un desarrollo preferentemente individual (García

2008:62-63).

A partir de 1960 comienzan las prospecciones más sistemáticas y formalizadas,

siendo el trabajo seminal de R. J. Ruppe (1966) el fijador de los principios de la

prospección arqueológica de superficie contemporánea. Estas prospecciones no

pretenden registrar todos los yacimientos de una zona, sino sólo encontrar los más

importantes (Fernández 1994:50 y García 2008:63).

La prospección arqueológica de superficie pasa a ser considerada fundamental,

dependiendo de ella la producción de evidencias y conocimientos necesarios para

entender las pautas de distribución humana en el territorio, incluyendo las formas de

adaptación y explotación, así como la interacción entre distintos grupos humanos,

problemas que forman parte del discurso ecológico cultural. De igual forma, sirve

indirectamente para establecer prioridades y para permitir una elección informada de los

yacimientos cuya excavación puede ser más beneficiosa para un Proyecto de

Investigación. En todo esto, la importancia teórica de la prospección arqueológica de

superficie radica en establecer la base empírica relativa al comportamiento territorial de

85

las sociedades del pasado, cuando se trata de una interpretación arqueológica de los

datos recabados (García 2008:63).

Durante este nuevo enfoque procesual de la arqueología, la prospección

superficial comienza a tener mayor importancia, reflejada en su multidisciplinariedad, con

una serie de procedimientos formalizados y estandarizados, cada vez más sofisticados en

su diseño técnico, para la cobertura del terreno y la recogida de la información (García

2008:63-64).

Así, la prospección arqueológica de superficie puede llevarse a cabo a través de

dos modalidades: a escala macro, es decir, aquella que tiene como objetivo la

identificación de yacimientos arqueológicos nuevos; y a escala micro, o sea, aquella

destinada al establecimiento de inferencias relativas a la organización interna de

yacimientos concretos (García 2008:64). De igual forma, de acuerdo a Fernández

(1994:50-51), la prospección de superficie puede llevarse a cabo a través de dos

modalidades: de forma extensiva, se recorre el territorio a través de la consideración de

un gran área de estudio, de forma más o menos organizada, examinando

preferentemente los emplazamientos más probables; por otro lado está la forma intensiva,

que es el método más adecuado para alcanzar una imagen completa de la historia cultural

de una zona concreta, y consiste en la inspección directa y exhaustiva de la superficie del

terreno sobre áreas relativamente pequeñas, realizada por observadores separados a

intervalos regulares y utilizando cuadrículas artificiales hasta llegar a controlar parte o la

totalidad del territorio de interés.

Dicho lo anterior, se puede ahora considerar los procesos previos a la realización

propia de la prospección arqueológica de superficie. Primeramente, debemos llevar a

cabo una selección del marco territorial de actuación, pues dicha actuación está

determinada en cada caso por las circunstancias y objeticos establecidos en el Proyecto

que la enmarca. De modo general, siguiendo los planteamientos de García (2008:64-66),

86

pueden considerarse la delimitación administrativa (divisiones políticas actuales del

territorio), la delimitación poligonal (en torno al trazado de carreteras o áreas de

construcción) y la delimitación geográfica y cultural (ya sea división siguiendo la fisiografía

del terreno o por una unidad territorial de carácter cultural o político).

En este sentido, la delimitación del área de prospección debe ser cuidadosamente

valorada como parte del diseño de investigación. Si los datos de la prospección serán

utilizados posteriormente dentro de un análisis de las pautas de asentamiento y

territorialidad de una serie de comunidades, esta decisión puede tener gran importancia

(García 2008:66).

Posteriormente a la delimitación del área a prospectar, será necesaria la

recopilación y valoración previa de la información, es decir, un proceso de documentación

previo al trabajo sobre el terreno. Dentro de ésta recopilación se presentan diferentes

consideraciones: a) la recopilación cartográfica3 relevante para el área de prospección,

siendo de suma importancia pues los resultados de una prospección de superficie son

presentados necesariamente sobre un soporte cartográfico, y de forma relevante, se debe

considerar la comprensión de los planos topográficos de la zona, así como situar en un

plano cualquier yacimiento o hallazgo que se produzca en la prospección, y los planos

sirven además para decidir cuáles son las zonas más interesantes; b) análisis de la

toponimia4, esto es, la valoración del componente toponímico del paisaje puede ayudar a

establecer determinadas prioridades estratégicas dentro del área de prospección,

3 Cursivas mías, con el objetivo de resaltar éste punto, el cual funge como importante paso previo a

la prospección superficial en campo, a través de los avances tecnológicos y la gestión del

Ayuntamiento de Mérida, tratado en el Capítulo 4.

4 Junto a la antroponimia (nombres de personas), la toponimia constituye una especialidad de la

onomástica (ciencia de los nombres). La toponimia estudia los nombres de lugar, su historia,

evolución e interpretación, y se utiliza en la prospección arqueológica de superficie para determinar

lugares con probabilidad de contener evidencias de ocupación humana pasada (García 2008:302).

87

contribuyendo además a la interpretación de los yacimientos con datos de carácter

cronológico, etnológico y funcional; c) información propiamente arqueológica. Si existen

precedentes de reconocimiento arqueológico de la zona de prospección es preciso

documentarlos, para así contrastar la posible existencia de registros ya conocidos

relevantes para la prospección en cuestión (Fernández 1994:46-47 y García 2008:67-70).

Teniendo ya nuestra información previa recabada, el siguiente paso, y el que

determinará muy probablemente el resultado de la prospección de superficie, es la

estrategia de cobertura del terreno, pues muchas veces, si se considera la mejor opción, o

sea, la prospección de superficie intensiva, conllevará a un lento desarrollo de tiempo de

trabajo pues se tendría que prospectar minuciosamente toda el área del terreno, por lo

que esta estrategia de cobertura funge como cuestión central.

Dentro de estas estrategias de cobertura (Fernández 1994:51-54 y García

2008:70-74), se presentan dos posibilidades: a) la cobertura total ofrece la ventaja de que

supone una observación exhaustiva del territorio, incrementando el número de evidencias

disponibles y proporciona una lectura continua del territorio de las sociedades del Pasado.

Esta estrategia resulta necesaria en casos de prospecciones derivadas por actuaciones

administrativas de urgencia ante la construcción de obras de gran envergadura que

puedan comportar la destrucción de yacimientos; b) la estrategia del muestreo se basa en

la selección, dentro del área de estudio, de una serie de parcelas o espacios (fracciones

de muestreo) que son efectivamente prospectados, y cuyos resultados se consideran

representativos de la totalidad del área de estudio, dicho de otra manera, si las áreas

prospectadas se escogen adecuadamente, de forma que sean representativas del total,

entonces es posible la inferencia de la parte al todo. Dentro de esta estrategia es

necesario considerar la forma de las fracciones de muestreo, ya sea en transectos (si son

de forma rectangular) o cuadrículas (si son de forma cuadrada); y el tamaño de las

unidades de muestreo, en el que la fracción del muestreo es recomendable que

88

represente un mínimo del 50% del área de estudio. Finalmente, para la selección de

muestras de área representativa, es necesario considerar el tipo de muestreo realizado:

aleatorio, en el que se seleccionan al azar una serie de unidades de secciones

representativas dentro del área de prospección; sistemático, por el cual se aplica a la

zona de estudio una malla en la que se seleccionan una serie de unidades a intervalos

regulares; y estratificado, es decir, se divide el área de estudio en una serie de subáreas

de acuerdo a criterios de configuración física.

Seguido a las estrategias de cobertura, se debe plantear una táctica de batida,

esto es, una estrategia que considere los movimientos a realizar para una mejor

percepción del terreno a prospectar. En este caso, la cuestión fundamental radica en el

intervalo que debe separar a los prospectores en el proceso de batida del territorio. Esta

decisión, al igual que en las estrategias de cobertura, estará determinada por las

condiciones de perceptibilidad del paisaje, tanto en lo inherente al registro arqueológico

como a nivel de condiciones físicas imperantes en la superficie terrestre, así como de la

táctica de cobertura planteada y del equipo disponible. En este sentido, el diseño de la

estrategia de movimientos de los prospectores y número de recorridos depende de

diversos factores tales como la eficacia geométrica de las distintas alternativas posibles

(transectos paralelos y ondulados), la intensidad de prospección requerida o la

experiencia de los investigadores (Banning 2002:89-92 y García 2008:74-75).

Finalmente, la prospección arqueológica de superficie, con independencia de la

aproximación metodológica que se siga y las estrategias de cobertura y batida, está

determinada en gran parte por los parámetros relativos a las condiciones de

perceptibilidad del registro arqueológico. Estas condiciones son de dos clases:

condiciones inherentes al propio registro arqueológico, y las condiciones físicas

imperantes a nivel de superficie (Fernández 1994:51 y García 2008:76-80): a) dentro de

las condiciones inherentes al registro arqueológico se encuentran el tamaño (extensión

89

horizontal) y potencia estratigráfica (profundidad vertical) de los yacimientos individuales,

es decir, la concentración y tamaño de las dispersiones de artefactos y restos de

construcciones según su manifestación superficial; y la densidad y concentración de los

yacimientos; b) para las condiciones imperantes a nivel de superficie se consideran la

accesibilidad (medida por el esfuerzo y tiempo que un prospector necesita para alcanzar

un punto concreto del área, y está determinada por la topografía, el clima, la vegetación y

las vías de comunicación que existen), la visibilidad (referida a la facilidad que ofrece el

medio físico para la localización de yacimientos, pudiendo variar con las estaciones del

año, la vegetación y la topografía), y la perceptibilidad (la facilidad de percepción no

afecta a la zona completa sino a cada yacimiento en sí mismo).

2.3.2. Fotografía aérea.

El reconocimiento aéreo o espacial mediante sensores instalados en plataformas móviles

(aviones o satélites) forma, junto con la prospección de superficie, el cuerpo fundamental

de procedimientos de exploración, descripción, análisis e interpretación arqueológica del

territorio (García 2008:106).

Las primeras aplicaciones arqueológicas importantes de esta técnica se

produjeron a principios del siglo XX, con las fotografías de la ciudad romana de Ostia

sacadas desde un globo, y en 1913, cuando sir Henry Wellcome tomó vistas verticales de

su excavación en el Sudán mediante una cometa en forma de caja. La Primera Guerra

Mundial proporcionó gran ímpetu a la técnica, cuando arqueólogos, como O. G. S.

Crawford, en Inglaterra, se dieron cuenta de que las fotografías aéreas tomadas desde

aeroplanos y globos podían ofrecer, por primera vez, una perspectiva general de los

monumentos históricos. En América, Alfred Kidder voló en 1929 con el pionero de la

90

aviación Charles Lindbergh sobre el centro y este de Yucatán, y descubrió media docena

de yacimientos nuevos (Renfrew y Bahn 1998:73).

Tras la Segunda Guerra Mundial, el empleo de la fotografía aérea en la

Arqueología experimenta un enorme crecimiento, institucionalizándose de hecho en los

organismos responsables del Patrimonio Arqueológico en Europa y Norteamérica (García

2008:106).

A continuación, presento de manera general, los diferentes aspectos de la

metodología y técnicas de la fotografía aérea aplicada a la Arqueología siguiendo los

planteamientos de Fernández (1994:48-49), García (2008:107-118) y Renfrew y Bahn

(1998:73-77).

En general, la fotografía aérea funge como herramienta esencial para la

elaboración de prospecciones arqueológicas enteramente desde el aire, y se descubre así

un número grande de yacimientos con mucho menor esfuerzo que mediante recorridos

terrestres, sin embargo, puede presentar un costo elevado para la economía de un

Proyecto de Investigación. Así, podemos considerar que la fotografía aérea aplicada a la

Arqueología presenta una serie de objetivos principales: a) se utiliza para el

descubrimiento de yacimientos arqueológicos nuevos en regiones poco o nada

exploradas con anterioridad; b) se utiliza para contextualizar los yacimientos en su

territorio, bien sea para el análisis de las pautas de territorialidad de determinadas

comunidades o sociedades del pasado o bien con fines de protección y gestión

patrimonial; y c) se ha empleado para ilustrar la forma, extensión y aspecto de

yacimientos ya conocidos y/o en proceso de excavación.

Éstos objetivos mencionados, por otro lado, se encuentran en parte determinados

o influenciados a través de los dos tipos de fotografía aérea existentes: a) fotografía aérea

vertical, la cual sirve fundamentalmente para fines fotogramétricos, es decir, de

91

elaboración de cartografía a partir de la rectificación5 e interpretación de las imágenes

obtenidas; y b) la fotografía aérea oblicua, mucho más extendida, por su mayor capacidad

para la identificación de yacimientos arqueológicos desconocidos, ya que se basa en la

captura de imágenes de la superficie desde ángulos inferiores a 90° y el posterior análisis

de una serie de indicadores físicos que denotan la presencia en el subsuelo de elementos

de interés arqueológico. Cabe señalar, que las fotografías oblicuas son más difíciles de

transformar en mapas, debido al modo en que distorsionan la perspectiva.

Respecto a lo tratado anteriormente referente a la fotografía oblicua, existen

diferentes indicadores para la identificación de posibles yacimientos o evidencia

arqueológica. Las estructuras enterradas de dichos yacimientos se ven mejor desde el

aire debido a que algo es identificable en la fotografía, ya que si sobresalen algo del

terreno, las sombras restantes lo harán visible, también es posible dicha identificación

debido al crecimiento diferente de los cultivos, el cambio de color de la tierra superficial

por variaciones de humedad. En este sentido, dichos indicadores pueden ser divididos en

tres grupos: fitográficos (condiciones de la vegetación superficial, sobre todo cultivos),

edáficos (condiciones del suelo) y microtopográficos (condiciones del relieve a nivel de la

superficie). En todos los casos, el análisis arqueológico de las imágenes se basa en la

evaluación de elementos básicos en la percepción, tales como coloraciones, sombras y

formas.

La nueva tecnología también ha tenido un fuerte impacto sobre la fotografía aérea.

El realce de la fotografía mediante ordenadores mejora su intensidad y contraste.

También se han introducido las imágenes digitales: las fotografías son cuantificadas

5 Conjunto de procedimientos matemáticos, óptico-mecánicos y gráficos mediante los cuales una

fotografía aérea con un cierto grado de rotación (ángulo) es transformada en una fotografía plana

susceptible de ser visualizada con cartografía (definición adaptada de Lyons y Avery 1977:101,

tomado de García 2008:299).

92

digitalmente y la imagen puede ser manipulada. La fotografía aérea sigue siendo,

actualmente, la técnica de reconocimiento aéreo más común y rentable para la mayoría

de los propósitos de la Arqueología.

2.3.3. Teledetección

La teledetección (o detección remota) se define como un conjunto de procedimientos

técnicos para la obtención, procesado y análisis de información de la superficie terrestre y

su dinámica mediante sensores situados en plataformas aéreas y espaciales, siendo la

fotografía aérea parte de la teledetección (García 2008:121).

Para ejemplificar un poco el desarrollo de esta técnica de reconocimiento

arqueológico del territorio, es necesario considerar que tras los primeros experimentos

más o menos restringidos al ámbito militar que tuvieron lugar en las décadas de los

cincuenta y sesenta, el lanzamiento de satélites destinados a la observación de la

superficie terrestre con fines civiles se afianza a partir de la década de los setenta

(Rodriguez Alcalde 1996, tomado de García 2008:121).

La serie de satélites cuya puesta en órbita habría de tener un gran impacto en

disciplinas como la Geografía, Biología y la misma Arqueología, comienza con los

norteamericanos LANDSAT 1 a 7, lanzados a partir de 1972 (García 2008:121 y Renfrew

y Bahn 1998:77).

Las primeras aplicaciones exploratorias de la detección remota a la Arqueología

tuvieron lugar en Estados Unidos, avanzada ya la segunda mitad de la década de los

setenta, como colaboración entre el Servicio Forestal Nacional (National Park Service) y la

NASA y bajo coordinación de T. R. Lyons. A partir de 1982 la NASA comenzó a dedicar

fondos de forma más regular a la teledetección aplicada a la Arqueología (García

2008:121-122).

93

Gracias a la aplicación de estas nuevas tecnologías de la teledetección, es posible

identificar ciertos elementos antrópicos en el paisaje, y con ello determinar la posible

localización de yacimientos arqueológicos. A lo anterior se le puede añadir que la

detección remota tiene ciertas ventajas sobre la fotografía aérea: por un lado es menos

dependiente de las condiciones climáticas, por el otro, las imágenes capturadas por

sensores a bordo de satélites pueden servir para estudiar regiones extremadamente

remotas e inaccesibles.

2.3.4. Prospección geofísica.

La prospección geofísica puede ser definida como el conjunto de procedimientos técnicos

seguidos en la aplicación de sensores terrestres al subsuelo para localizar y caracterizar

los elementos arqueológicos enterrados, es decir, que a través de la medición de ciertas

propiedades eléctricas y magnéticas del subsuelo, y de las variaciones deferenciales

entre zonas y otras, nos revelan la localización de los restos enterrados (Fernández

1994:56 y García 2008:129).

Como breve reseña histórica de ésta técnica, García (2008:130) señala que los

primeros ensayos de prospección geofísica se dieron en el Reino Unido en los años 1940

a partir de los trabajos realizados por físicos o ingenieros interesados en la Arqueología

como A. Clark, M. Aitken y R. Atkinson. A ellos corresponde el diseño de los primeros

aparatos adaptados a la detección de elementos arqueológicos en el subsuelo y el origen

de la fuerte implantación que posteriormente estos métodos iban a tener en el Reino

Unido.

Será entre los años 1970 y 1980 en que esta metodología se extiende

notablemente por la Arqueología, consolidándose como un procedimiento estándar de

reconocimiento de yacimientos arqueológicos previo (o independiente) a la excavación,

94

capaz de proporcionar datos cada vez más precisos y significativos sobre la naturaleza de

los mismos.

Siguiendo los planteamientos de Fernández (1994:56-58) y García (2008:131-

139), existen tres métodos diferentes de prospección geofísica: a) la prospección

eléctrica, o denominada resistividad, que se refiere a la medición de la mayor o menor

facilidad con la que atraviesa la tierra una corriente eléctrica (conductividad), basándose

en el hecho de que ciertos materiales tienen menos resistencia que otros; b) la

prospección magnética, la cual requiere unos aparatos de medición que son de un precio

mucho más elevado que los de la prospección eléctrica, basándose en las propiedades

magnéticas de la corteza terrestre, presentando un magnetismo inherente, y que bajo

ciertas condiciones de acción antrópica, se puede ver su magnetismo fuertemente

incrementado; y c) la prospección electromagnética, la cual combina los dos tipos

anteriores, pero tiene el inconveniente de que sólo detecta estructuras a una profundidad

reducida. El equipo medidor cuenta con un emisor de señal hacia el suelo y un receptor

de la señal que los objetos enterrados devuelven. Tanto las condiciones magnéticas como

la resistividad del suelo afectan la señal inducida en el terreno.

2.4. “No podemos proteger lo que no conocemos”: Inventarios arqueológicos.

En los apartados anteriores, se han planteado de forma general el conjunto de técnicas

que los arqueólogos utilizan para reconocer el terreno y observar en dicha superficie las

evidencias materiales de la presencia humana pasada, sin llegar a la práctica de la

excavación.

Se planteó de igual forma las prospecciones intensivas y extensivas, que a un

nivel macro, el resultado ideal sería la elaboración de lo que se denomina un inventario

arqueológico de yacimientos, o como es conocido en España, una carta arqueológica.

95

Los inventarios de yacimientos arqueológicos son documentos (o base de datos

computacionales) que comprenden y sistematizan la totalidad de localizaciones

arqueológicas identificadas en un municipio, comarca, región o país, fungiendo como un

almacén de datos donde se contiene la información obtenida por medio de la prospección

de superficie, la fotografía aérea, la teledetección y la prospección geofísica (García

2008:161).

Este concepto de inventario arqueológico realmente forma parte del cuerpo teórico

de mi investigación, que siguiendo muy de cerca las ideas de García (2008), es en este

apartado donde se expresa la justificación de la presente investigación y la verdadera

importancia de un inventario y de los medios para su creación (prospección y

reconocimiento): “es imposible proteger lo que se desconoce”. En este sentido, los

inventarios de yacimientos6 (y las cartas arqueológicas) constituyen en cierto sentido la

culminación del proceso de reconocimiento arqueológico superficial del territorio, y tienen

una importancia crítica: de ellos depende el diseño de políticas de gestión y protección del

Patrimonio Arqueológico, y porque constituyen una base empírica fundamental para

futuras investigaciones vinculadas con la interpretación de las formas de vida de las

sociedades humanas del Pasado.

2.5. El reconocimiento arqueológico de superficie y su utilidad actual

Lo tratado anteriormente ha permitido proporcionar un panorama general de cómo la

excavación arqueológica no es, actualmente, el objetivo de todo proyecto de investigación

en Arqueología, pues gracias a los avances tecnológicos y epistemológicos, se abordan

6 Denominado en el ámbito local del Municipio de Mérida como “Catálogo de sitios arqueológicos”.

96

nuevas perspectivas de investigación y de llegar a la interpretación de las sociedades del

pasado.

En el contexto de la Arqueología Mexicana, el reconocimiento y análisis del

territorio ha mantenido un constante avance y empleo entre los investigadores, cada cual

aplicándolo a contextos particulares y de acuerdo a las verdaderas necesidades del

proyecto de investigación en cuestión. Dichas técnicas arqueológicas, gracias a su

multidisciplinariedad y factibilidad de ajuste a los criterios de investigación, y como etapa

previa a cualquier proceso activo de investigación arqueológica, presentan una utilidad

sumamente importante en la actualidad, principalmente en dos aspectos: la interpretación

y análisis (el cual aplica a los análisis de gestión e investigación) del territorio a través de

los asentamientos reconocidos materialmente de sociedades antiguas, y la protección

misma del patrimonio arqueológico.

2.5.1. Estudio de múltiples aspectos de la vida humana.

Partiendo de que las sociedades humanas, actuales y pasadas, dependen enteramente

de un asentamiento, aprovechamiento y comprensión del medio físico espacial en el que

se desenvuelven, desde una perspectiva epistemológica, reconocimiento y análisis

mantienen y una relación estrecha en el estudio arqueológico del territorio: el análisis de

la territorialidad de las sociedades pasadas es imposible sin un previo reconocimiento del

territorio que provea los datos necesarios. Un proyecto arqueológico de análisis territorial

viene precedido de una fase de prospección y recogida de datos en la zona designada

para la investigación (García 2008:183).

Dicho análisis interpretativo del territorio ha ido de la mano con las diferentes

técnicas y métodos de reconocimiento arqueológico a través de su desarrollo histórico. A

la altura de 1960, la variable espacio apenas había sido articulada o sistematizada como

97

elemento básico del análisis arqueológico del Pasado. En las tres décadas recorridas

desde entonces, diversos impulsos derivados de movimientos epistemológicos han hecho

que el estudio de la dimensión espacial y territorial haya adquirido considerable

complejidad y conllevado a un acercamiento más preciso al comportamiento humano del

Pasado.

2.5.2. Protección del patrimonio arqueológico.

En el caso de la presente investigación, el interés recae en la protección del Patrimonio

Arqueológico en áreas urbanizables, es decir, haciendo hincapié en el desarrollo urbano

de las ciudades mexicanas, que en el caso de la ciudad de Mérida, estos procesos

urbanos han hecho necesaria la actuación del trabajo arqueológico no destructivo,

primeramente para la obtención de datos que permitan la creación de un inventario que

conlleva a mantener conocimiento de la existencia de los vestigios arqueológicos en

peligro de ser dañados, y es en este punto en el que recae la importancia de los métodos

y técnicas de la prospección y reconocimiento superficial arqueológico del territorio en un

contexto particular como lo es el ámbito urbano.

Como se ha mencionado, el resultado de las prospecciones y reconocimientos de

la superficie normalmente llevan a la creación de los llamados inventarios arqueológicos

(por ejemplo, el Catálogo de sitios arqueológicos del Ayuntamiento de Mérida), siendo de

suma relevancia para identificar y localizar (y en su caso rescatar) las evidencias

arqueológicas en una sociedad industrial donde la expansión urbanística amenaza

constantemente con deteriorar los vestigios materiales de nuestro Pasado (García

2008:62).

98

2.6. Generalidades sobre la arqueología de salvamento y de rescate en áreas

urbanizadas

La existencia de vestigios arqueológicos en las áreas de crecimiento de la ciudades

actuales han traído consigo una serie de aspectos que ha dado pie a una variada

problemática social (Pantoja 2006:129), entre dichas problemáticas destacan el

salvamento, rescate, integración y conservación del patrimonio arqueológico.

En el caso de la ciudad de Mérida, la preservación, conservación y estudio de los

vestigios del pasado se enfrentan a la necesidad del desarrollo de la sociedad, desarrollo

que trae consigo la necesidad de viviendas y servicios públicos, lo que ha traído consigo

la expansión de la mancha urbana, y que muchas veces se lleva a cabo sin el análisis

previo de las áreas donde se llevaran a cabo las obras de construcción. Este análisis

debe ser necesario tanto para las futuras viviendas como para el mismo patrimonio

arqueológico, que en gran cantidad, se encuentra distribuido en gran parte del Estado de

Yucatán y de la ciudad de Mérida misma.

Por esta razón, a través del desarrollo sociocultural de la ciudad, el patrimonio

maya de Mérida ha permanecido oculto durante siglos y ahora no es fácil, sin una

aproximación desde diferentes ángulos del conocimiento, valorar adecuadamente su

envergadura y las posibilidades de su uso social (Ligorred 2006).

Uno de éstos ángulos del conocimiento es la Arqueología, que gracias a los

trabajos de la Arqueología de Salvamento, lo que los arqueólogos logran rescatar en los

proyectos de excavaciones arqueológicas en los contextos urbanos son producto de los

proyectos de la planeación y construcción de obras públicas, fraccionamientos o casas

privadas, aunque estos contrastes históricos muy difícilmente se conectan o vinculan

entre sí (Fernández 2003:15).

99

Los trabajos de rescate y salvamento arqueológico se llevan a cabo en su mayoría

en fraccionamientos periféricos de la ciudad, que es la parte donde aún existen

asentamientos previos a la llegada de los europeos, es por este fenómeno que se

presenta a nivel nacional la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos,

Artísticos e Históricos de 1972, en la cual se atribuye la salvaguarda, la conservación y la

protección del patrimonio cultural nacional, como responsabilidad del Instituto Nacional de

Antropología e Historia, en materia prehispánica y colonial y a las autoridades y

dependencias federales de su competencia. Como antecedente a la actual Ley Federal se

conoce que en la promulgación de la Carta de Atenas de 1931, se establecen los

parámetros para la salvaguarda y protección del patrimonio artístico y arqueológico de la

humanidad, y que interese en todos los Estados y que éstos se presten recíprocamente

colaboración en la protección de monumentos artísticos e históricos (Molina 1975, en Ley

2008:3-4).

Los trabajos de rescate y salvamento arqueológico son inducidos a través de

solicitudes realizadas por empresas particulares y públicas en las cuales se desarrollan

obras de infraestructura, calles, pavimentaciones y mejoramiento de la misma, siendo

éste un desarrollo directamente proporcional a la urbe y por ende al deterioro de la misma

(Ley 2008:4).

Debido a este acelerado desarrollo urbano en las principales ciudades de México,

el salvamento arqueológico ha cobrado gran importancia en los últimos años,

convirtiéndose en el medio habitual de hacer arqueología en México y en el mundo. Los

vestigios están siendo afectados día a día por todo tipo de obras de infraestructura, y

muchos sitios han sido dañados irreversiblemente. El salvamento, entonces, es el único

modo de preservar materiales e información para la investigación arqueológica (López y

Carballal 2005).

100

Realizar un trabajo de Arqueología de Salvamento consiste en investigar y

recuperar evidencias culturales (patrimonio arqueológico) que están en peligro de

destrucción por alguna obra de infraestructura, saqueo o causa natural. La arqueología de

salvamento debe de implicar, en este sentido, dos cosas: 1) la arqueología como ciencia;

y 2) recupera, recobra y rescata para preservar los objetos, datos y materiales que forman

parte de nuestro patrimonio cultural.

Sin embargo, es importante considerar dos grandes diferencias con respecto a la

arqueología convencional: 1) el tiempo limitado, y 2) la pregunta de investigación

adecuada al sitio o región de estudio. Así, en palabras de Cook:

Las labores de Investigación de Salvamento Arqueológico son todos aquellos trabajos mayores en los que se cuenta con la información anticipada que permite programar diferentes temporadas de campo, las cuales se suceden de acuerdo a los resultados de los análisis de los materiales obtenidos en los anteriores. Permite, asimismo, analizar la bibliografía existente sobre el área de que se trata, revisar fuentes históricas, analizar fotografía aérea, recopilar la información sobre los datos ambientales, comunicaciones y condiciones sociopolíticas de la región base de los estudios, etc. Salvo el área que está limitada de acuerdo con la Obra que se realiza, se puede contar con el tiempo, el personal y el presupuesto indispensables para llevar a cabo la investigación (1978:12).

Hay que considerar de igual forma que la arqueología de salvamento, si bien es una

intervención de emergencia, no deja de ser una práctica científica. La metodología, las

técnicas de registro, la recuperación de datos y materiales, su sistematización y

procesamiento, deben aplicarse con rigor científico.

Maldonado presenta dos enfoques particulares del salvamento en la arqueología

en México, uno es el urbano, el cual surge por la dinámica propia de las ciudades ya que

su remodelación constante propicia situaciones que traen consigo la desaparición de

evidencias culturales del pasado, el otro es el rural que surge por la construcción de

101

presas, áreas de producción agrícola intensiva, y finalmente por redes de carreteras y

caminos (Maldonado 1976:283-287, en Ley 2008:4).

Martínez (1988:400, en Ley 2008:4-5) afirma que los salvamentos se realizan

después de una inspección inicial, y de la evaluación del problema, para programar un

proyecto de investigación a un plazo mayor con objetivos y planteamientos teóricos como

cualquier investigación arqueológica.

Diferentemente, el rescate arqueológico es la actividad que se origina fortuita o

repentinamente (Fernández 2003, en Ley 2008:5). Para Martínez Muriel (1988:400, en

Ley 2008:5) son trabajos de emergencia de poca magnitud que se efectúan sin un

proyecto previo, pues la mayoría de los casos son operaciones rápidas. Por lo general los

rescates se realizan durante la inspección inicial o en pocas visitas al lugar, ya que el

factor tiempo es de suma importancia.

102

- 3 -

ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN LA CIUDAD DE

MÉRIDA, YUCATÁN. ANTECEDENTES

Yucatán, al igual que el resto de México, presenta una peculiar dinámica cultural producto

de los procesos de colonización durante el siglo XVI, sin embargo, en Yucatán existe un

elemento que lo diferencia de otros lugares, y son las permanencias de estructuras de los

antiguos asentamientos prehispánicos en muchas de sus localidades actuales, que

durante la Colonia transformaron su patrón de asentamiento ante la inminente

construcción de las nuevas ciudades coloniales aprovechando dichos asentamientos

(Chico 2006).

A pesar de las enormes evidencias documentales y físicas que permiten

considerar la preexistencia de conformaciones espaciales de los asentamientos

prehispánicos, en la mayor parte de los pueblos y ciudades de la península de Yucatán,

son pocas las investigaciones que se orientan a descubrir la naturaleza de tales espacios,

sus procesos de transformación o adecuación a las nuevas etapas de cada asentamiento

(Chico 2006:11), es decir, el patrimonio arqueológico de las ciudades contemporáneas.

Este proceso de transculturación en materia de modo de vida y patrón de

asentamiento no fue cuestión simple, sino de enorme complejidad y diversidad entre una

y otra comunidad (Chico 2006).

A través del estudio de las fuentes y crónicas de los siglos XVI y XVII, así como de

las investigaciones arqueológicas sobre esta época, se puede apreciar que uno de los

problemas urbanos actuales ha sido la destrucción de vestigios arqueológicos. Este

proceso se inicia prácticamente desde la llegada de los españoles en 1541 y la fundación

de Mérida sobre la antigua ciudad maya de T´hó o Ichcanzihó (Figura 2), quienes

103

edificaron sus propias construcciones civiles, religiosas y militares tomando materiales del

asentamiento prehispánico (Narez 1989:427 en Ley 2008:3).

Figura 2. Plano hipotético de la antigua ciudad de Mérida construida sobre la ciudad maya de T’Hó, publicado por el arquitecto Leopoldo Tommasi en 1951 (tomado de Ligorred 1998).

T’Hó o Ichcanzihó está clasificado como un sitio de primer rango en el Atlas

Arqueológico del Estado de Yucatán (Garza y Kurjack 1980). A su alrededor se localizan

toda una serie de asentamientos de Rango IV, los cuales muy probablemente dependían

de ese principal núcleo de población, y que han sido absorbidos por la mancha urbana de

Mérida, o están en proceso de serlo (Ligorred 1998:39). En este sentido, está claro que es

necesario hacer énfasis principalmente en el creciente número de asentamientos que

104

están en peligro de destrucción, por lo que resulta de gran importancia realizar un

recorrido por los diferentes trabajos de rescate y salvamento que han sido realizados en

Mérida y sus alrededores. Cabe señalar, que los estudios arqueológicos, además de

ayudarnos a conocer a las sociedades que nos precedieron, nos deben permitir plantear

la integración de espacios ancestrales a nuestra forma de vida moderna.

La arqueología del norte de Yucatán presenta un panorama particular del

desarrollo cultural de los mayas antiguos. Los trabajos llevados a cabo en Izamal,

Dzibilchaltún, Aké y Acanceh, principalmente, permiten observar una profundidad histórica

que nos remonta a los períodos más antiguos de los mayas peninsulares; la presencia de

una arquitectura monumental para épocas tan tempranas (siglo IV d.C.) provee de un

interés especial a los trabajos de esta región (Ligorred 1998:39).

Puesto que el patrimonio arqueológico se caracteriza por su diversidad en el

contexto mexicano, y considerando en particular el municipio de Mérida, tratamos con

vestigios arqueológicos pertenecientes a la cultura maya prehispánica. Se presenta la

problemática del daño al patrimonio arqueológico e histórico provocado por el crecimiento

urbano que se mencionó anteriormente, y como parte de las investigaciones del uso del

suelo y prospección en la zona se han señalado más de 87 sitios arqueológicos

reportados en el municipio de Mérida, haciendo énfasis en el rápido crecimiento de la

ciudad y la amenaza que supone para el patrimonio arqueológico. Consecuencia de lo

anterior han sido los numerosos trabajos de salvamento y rescate arqueológicos llevados

a cabo en la ciudad (Fernández 2003) y en su área conurbada.

Sin embargo, es importante señalar que este proceso del daño al patrimonio por el

nuevo uso del suelo no es nuevo, pues comenzó desde el siglo XVI cuando los

conquistadores españoles fundaron la ciudad entre los vestigios de la antigua ciudad

maya de T’Hó.

105

3.1. Primeros trabajos de salvamento y rescate arqueológico en áreas urbanizadas

de la ciudad de Mérida

En la ciudad de Mérida, el vestigio arqueológico se encuentra constantemente

amenazado por el crecimiento urbano, por lo que la conservación de espacios

arqueológicos resulta importante para poder percibir aspectos de la ciudad tan

importantes como su pasado prehispánico, siendo particularidad del contexto mexicano,

en especial en el estado de Yucatán.

La arqueología, a través de su labor activa e intervención para el estudio y

recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una útil

herramienta para la conservación del patrimonio, esto a través de los trabajos de

salvamento, como una estrategia que permite proteger y recuperar la información en el

menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que serán afectados

por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por factores naturales o

por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del INAH para el rescate del

patrimonio cultural en peligro de afectación, en una época en el que el avance urbano se

asienta sobre los restos pasados, por ellos la importancia de la planeación, recuperación y

protección del patrimonio arqueológico amenazado (Pantoja 2006:130). En este sentido,

se deberán considerar uno de los objetivos fundamentales de la arqueología de

salvamento, es decir, preservar el dato arqueológico perfectamente bien documentado,

cuando se trate de vestigios cuya pérdida total es inminente.

La factibilidad del rescate de los espacios arqueológicos y las posibilidades de su

integración al desarrollo urbano de los pueblos y ciudades actuales tiene un efecto sobre

los habitantes de la ciudad. La arqueología urbana engloba aspectos científicos, sociales,

turísticos y económicos, y repercute de manera especial en la protección, mantenimientos

106

y difusión del legado cultural de los mayas en Mérida, y en la calidad de vida que ofrece el

entorno urbano (Ligorred 2008).

La arqueología de salvamento, en este marco, a través del estudio arqueológico

de los antiguos restos mayas, aumenta el conocimiento de los orígenes de la ciudad y

fortalece su identidad, destacando así la importancia de la conservación del patrimonio

arqueológico, pues solamente así se refuerzan los valores históricos y culturales de la

ciudad, construyendo espacios de recreación y que a la vez permiten la salvaguarda y

mantenimiento de los vestigios arqueológicos.

Algunos años atrás, se han llevado a cabo en la ciudad de Mérida diversos

rescates arqueológicos, a partir de la intensificación de programas de desarrollo urbano y

social por parte del Gobierno del Estado, el Ayuntamiento, y empresas particulares,

conllevando a un desarrollo de obras de construcción para el aprovisionamiento de

infraestructura necesaria para la ciudad, ya que el acelerado crecimiento que la ciudad ha

tenido durante los últimos años ha sido el factor principal de la destrucción o alteración

parcial de muchos de los vestigios arqueológicos inmersos en las áreas urbanizadas de

los alrededores de la ciudad y que forman parte del patrimonio cultural y arqueológico del

municipio.

De manera consecuente, para poder presentar un panorama general de la

importancia de los trabajos arqueológicos en áreas urbanizadas como la ciudad de

Mérida, se presenta a continuación de manera somera y cronológica, los diferentes

proyectos y actuaciones sobre el patrimonio arqueológico en la zona de estudio de la

presente investigación.

El proyecto arqueológico pionero en los trabajos de salvamento y rescate en el

área urbana de Mérida se lleva a cabo en 1939 a cargo del Sr. Manuel Cirerol Sansores, a

través de la exploración y excavación de “un gran osario maya” (Ligorred 1998:40). El sitio

se encuentra localizado en el Atlas Arqueológicos del Estado de Yucatán con la clave

107

16Qd(7):120 (Garza y Kurjack 1980), ubicado en el Sur de la ciudad de Mérida; en dicho

asentamiento se reconocieron dos entierros, y además se encontraron objetos de jade y

concha (Fernández 1991).

Entre los años de 1940 a 1955 investigadores norteamericanos, tales como Ralph

Roys, Edwin M. Shook y R. H. Thompson, que habían estado trabajando en otras áreas

de la península, realizaron reconocimientos superficiales en la ciudad de Mérida y sus

alrededores (Fernández 1991 y Ligorred 1998:40).

A principios de los años 50’s los arqueólogos R. H. Thompson y Edwin M. Shook

llegaron a Mérida para trabajar los materiales arqueológicos procedentes de las

excavaciones efectuadas por la Carnegie Institution en Yucatán, sin embargo, en su

tiempo libre se dedicaron a recorrer los sitios arqueológicos en destrucción, dentro y fuera

de la ciudad de Mérida, y lograron una recolección y descripción de materiales, así como

la localización de asentamientos prehispánicos (Fernández 1991).

A partir de los primeros proyectos entre 1939 y 1955, posteriormente durante más

de 30 años no hubo aparentemente ninguna actividad arqueológica en la ciudad de

Mérida, hasta las primeras intervenciones de rescate a través del Centro Regional del

Sureste del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en 1973, cuando en el momento

de la construcción de las actuales oficinas del Centro Regional INAH se detuvo la

destrucción de un montículo que formaba parte de vestigios de ocupación maya antigua.

Así se inician formalmente los primeros trabajos de “rescate” arqueológico en la ciudad

(Ligorred 1998:40).

En el Norte de la ciudad, entre 1973 y 1977, el Centro Regional del Sureste (CRS)

del INAH, detuvo la destrucción de un montículo arqueológico, ubicado en la colonia

Chuburná de Hidalgo, en la calle 29 # 501, a 150 m de la calle 60 (Fernández 1991, Ley

2008, Ligorred 1998). Los trabajos de rescate estuvieron a cargo de los arqueólogos

Rubén Maldonado y Silvia Garza. Se realizó el primer análisis de materiales cerámicos

108

cronológicamente situados desde el 300 a. C. hasta el 1300 d. C. Estos trabajos de

rescate arqueológico fueron presentados en el informe denominado “Excavaciones

practicadas en un montículo de Chuburná de Hidalgo, Mérida, Yucatán” (1973); en dicho

informe, Rubén Maldonado dice (tomado de Ligorred 1998:41): […] está catalogado como

un sitio de Rango IV y reconocido con la clave 16Qd(4):11 (del Atlas Arqueológico). Por

otro lado se trataba de un sitio aledaño a la antigua T-Hó (Mérida) y cercano también al

sitio arqueológico conocido hoy como Dzibilchaltún y a la propia costa yucateca […].

Actualmente esta zona se encuentra urbanizada, sin la existencia de algún rasgo o

vestigio arqueológico aparente del mencionado montículo. Con excepción está el

basamento sobre el cual se construyó la iglesia de Chuburná, del que en algún momento

podría obtenerse todavía información arqueológica (Ligorred 1998:41).

Posteriormente, en un artículo periodístico en 1978, titulado “Vestigios

arqueológicos de la ciudad de Mérida”, Alfredo Barrera Rubio, de acuerdo a las fuentes

históricas, identifica el lugar llamado Dzoyilá, por donde pasan los itzáes en su peregrinar

hacia Chichén Itzá, con el sitio ubicado en el fraccionamiento Las Granjas, al Sureste de

la ciudad (Ligorred 1998:41).

Durante el año de 1979, se llevó a cabo el proyecto arqueológico del Parque Las

Granjas (Figura 3). En este proyecto se excavó y consolidó un grupo de estructuras

prehispánicas en el fraccionamiento homólogo. Dichas estructuras fueron descubiertas de

manera accidental durante la primera etapa de construcción de dicho fraccionamiento en

1975. Actualmente se encuentran integradas en un parque, conformando el primer parque

arqueológico de la ciudad de Mérida. Es importante señalar, que este sitio arqueológico

(Dzoyilá-Las Granjas) destaca como una de las dos zonas arqueológicas más importantes

en el área, con base en a su extensión y a la altura de sus estructuras (Dzul 2001,

Fernández 1991 y 1992, Gallareta 1979 y 2000, Ley 2008, Ligorred 1998).

109

Figura 3. Muros de sillares de estilo Puuc en los edificios del Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (tomado de Ligorred 2009:140).

En dicho proyecto arqueológico, las actividades realizadas en 1979 consistieron

en: 1) recorridos de superficie de la zona con el fin de delimitarla legalmente y reconocer

la distribución del asentamiento, y 2) mapeo y excavación de los basamentos

prehispánicos que serían afectados por la obra de construcción del fraccionamiento

(Fernández 1991:35).

Al siguiente año, en 1980, Gallareta y Callaghan desarrollan un proyecto a nivel

ciudad con el propósito de conservar y rescatar los numerosos asentamientos

arqueológicos que estaban emergiendo, así como proponer modelos de desarrollo a

escala local con el fin de explicar e interpretar la relación de los diversos asentamientos

aledaños con el antiguo asentamiento de T’hó. Para ese entonces, se reportaron 30

núcleos de asentamientos prehispánicos para el área urbana y alrededores de Mérida

110

(Figura 4), sin contar montículos aislados y faltando recorrer las zonas Norte, Poniente y

Sur de la ciudad (Ley 2008:5-6).

Figura 4.Plano de los sitios arqueológicos en la ciudad de Mérida según Gallareta y Callaghan (1979, tomado de Ligorred 1998).

Durante este mismo periodo, en el Atlas Arqueológico del Estado de Yucatán

(1980), Garza y Kurjack identifican en la ciudad de Mérida cerca de 40 sitios (Fernández

1991 y 1992, Ligorred 1998:43).

Como parte de este trabajo, durante el mismo año (1980) se obtuvieron

importantes datos a través del reconocimiento de asentamientos en el Estado,

identificando importantes sitios en el área urbana de la ciudad de Mérida, tales como el

sitio marcado con 16Qd(7):63, ubicado al Oeste de la Hacienda de Petac, así como el sitio

111

llamado Los Siete o Xoclán, marcado en el Atlas Arqueológico con la clave 16Qd(7):109

(Figura 5), ubicado al Poniente de la ciudad de Mérida, en una zona cercana a un tiradero

de basura y una quebradora de materiales pétreos perteneciente al municipio de Mérida

(Fernández 1991:35).

Figura 5. Montículo prehispánico del grupo sur del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ordaz 2006).

Otro sitio que fue objeto de un peritaje arqueológico fue el ubicado en la colonia

Pacabtún, al Poniente de la ciudad de Mérida, con la clave 16Qd(7):149, del Atlas

Arqueológico (Fernández 1991 y 1992).

En los terrenos de lo que es hoy el edificio del Centro INAH Yucatán (antes Centro

Regional del Sureste), se reporta, en noviembre de 1980, la existencia de vestigios

arqueológicos, los cuales formaron parte de una amplia zona de habitación prehispánica

(Schmidt 1980, en Ley 2008). Durante este año, se llevó a cabo la exploración y el rescate

112

de cuatro montículos antiguos (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992, Ley 2008, Ligorred

1998).

En febrero de 1989, se llevaron a cabo labores de salvamento arqueológico en el

fraccionamiento El Vergel II al Sureste de la ciudad de Mérida. En esta ubicación se

trabajó una estructura prehispánica perteneciente al asentamiento de San Antonio Kahua

(Peraza, Pérez, Fernández 1999, en Ley 2008:8). Dicha estructura fue consolidada y

conservada dentro de un área recreativa (Figura 6). Los hallazgos más significativos del

rescate fueron la localización de 19 entierros en un área relativamente pequeña (Dzul

2001, Fernández 1991, Ligorred 1998).

Figura 6. Estructura prehispánica en el fraccionamiento Vergel II (Fotografía del autor).

El 23 de junio de 1989, el arqueólogo Agustín Peña C. realizó una inspección en la

colonia Salvador Alvarado Sur, con el fin de verificar la destrucción de un montículo

(Fernández 1991). Para el año 2000, en el área que cubre el fraccionamiento

113

mencionado, se han registrado al menos 76 plataformas bajas pequeñas. Los vestigios

que se conservan en este lugar parecen corresponder a unidades habitacionales de un

área principal (Uc, Echeverría y Delgado 2000:7).

Durante el mes de marzo de 1990, en el fraccionamiento Mulsay, al Oriente de la

ciudad, se excavó una plataforma prehispánica en peligro de destrucción por la

construcción del mencionado fraccionamiento, la cual forma parte del sitio arqueológico

de Xoclán. Los trabajos de rescate arqueológico estuvieron a cargo del arqueólogo Luis

Millet (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992, Suárez y Ojeda 1994:7 en Ley 2008:8). En

días posteriores se llevaron a cabo recorridos en el área con presencia de vestigios que

conforman el sitio arqueológico de Xoclán. Como resultado de estas inspecciones se

solicitó, con éxito, la suspensión de extracción de materiales que realizaba el

ayuntamiento de la ciudad (Fernández 1991).

Estos recorridos realizados conjuntamente con las autoridades encargadas de

dicho banco de materiales, dio como resultado un acuerdo para que se financie el

levantamiento topográfico de lo que queda del sitio con el fin de delimitarlo para su

protección (Fernández 1991).

En octubre del mismo año (1990) continuaron los trabajos de salvamento

arqueológico de 41 estructuras que conformaron parte del sitio de Xoclán, a cargo de las

arqueólogas Thelma Sierra y Leticia Vargas. Como resultado de estos trabajos, se

realizaron labores de restauración y conservación de la estructura 10 (Figura 7), que

actualmente se ubica “integrada” dentro de una glorieta del fraccionamiento Bosques de

Yucalpetén (Fernández 1992, Dzul 2001, Dirección de Desarrollo Urbano 2000b).

114

Figura 7. Estructura 10 perteneciente al sitio arqueológico de Xoclán, “integrada” a una glorieta en el fraccionamiento Bosques de Yucalpetén (Fotografía del autor).

Posterior a estos trabajos arqueológicos, el sitio arqueológico de Xoclán ha sido

objeto de varias intervenciones durante muchos años, y ha sido dañado durante décadas.

Se ha señalado en varias ocasiones la importancia de detener su destrucción. Éste es

uno de los sitios más importantes de la ciudad de Mérida (Figuras 8 y 9), tanto por su

tamaño, como por la cantidad de montículos y estructuras que aún existen en sus dos

núcleos principales (Fernández 1991 y 1992, Ligorred et al 2006, Ligorred 2008).

115

Figuras 8 y 9. Planimetrías de los grupos Norte y Sur de Xoclán (tomado de Ligorred 2009).

Durante el mes de marzo de 1991 se iniciaron los trabajos de rescate y

salvamento en un edificio localizado en la hacienda Mulchechén, muy cerca del sitio

arqueológico del fraccionamiento Las Granjas, realizado por los arqueólogos Thelma

Sierra, Leticia Vargas y José Huchim. Este rescate fue necesario debido a que el

montículo prehispánico se encontraba localizado en un área que se explotaba para la

extracción de materiales de construcción (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992).

Al este de la ciudad, de octubre de 1992 a marzo de 1993, se intervinieron 4

estructuras prehispánicas en un predio de la colonia Salvador Alvarado Oriente, bajo la

dirección del arqueólogo Agustín Peña y de la pasante en arqueología Sara Dzul

Góngora. Como resultado de las labores de salvamento y rescate arqueológico, se

procedió a la rehabilitación del espacio arqueológico (Figura 10). Hoy día las estructuras

intervenidas forman parte de un parque arqueológico (Dzul 2001, Fernández 1991 y

1992).

116

Figura 10. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente (Fotografía del autor).

El conocimiento de la existencia de restos arqueológicos en dicho lugar se

remonta a las inspecciones de 1987 y 1990 a cargo de Thelma Sierra y Leticia Vargas, en

cuyos reportes se menciona la existencia de al menos un basamento rectangular que

presentaba señales de saqueo. Dichas inspecciones se llevaron a cabo como respuesta a

la solicitud de los vecinos, puesto que el terreno se convirtió, con el paso del tiempo, en

un basurero y lugar de reunión nocturna de vándalos, por lo que deseaban convertirlo en

un área recreativa familiar (Peña y Dzul 2000).

Meses después, durante julio y agosto de 1992, se llevaron a cabo trabajos de

salvamento arqueológico en dos plataformas habitacionales del sitio de San Antonio

Kahua, sitio al que perteneció la plataforma conservada en el fraccionamiento El Vergel II

(Fernández 1992).

En octubre de 1994 se realizó un trabajo de rescate arqueológico a dos kilómetros

del actual pueblo de Cholul a cargo de los arqueólogos José Huchim y Marcos Pool Cab.

117

Dicho rescate se llevó a cabo a 200 metros del anillo periférico, entre los entronques que

comunican a la ciudad de Motul y Cholul. A través del reconocimiento del área, se

observó que las estructuras trabajadas formaron parte de un arreglo habitacional (Dzul

2001, Huchim y Pool 1994 en Ley 2008:8). Este trabajo de rescate fue producto de la

identificación de un montículo prehispánico que de manera fortuita el arqueólogo José

Huchim reconoció, localizado en un terreno en el que estaba en vías de construcción un

hotel a orillas del anillo periférico. Al realizar el peritaje correspondiente se observó que

dicho montículo formaba parte de un arreglo habitacional (Figura 11). Este sitio ha sido

catalogado en el Atlas Arqueológico de Yucatán con la clave 16Qd(4):64 (Garza y Kurjack

1980, Pool 1997:18).

Durante el mismo año (1994), en esfuerzos unificados entre el INAH y el

Ayuntamiento de Mérida, se llevó a cabo el proyecto de salvamento arqueológico del

Parque Recreativo de Oriente a cargo del arqueólogo Ricardo Velázquez. El sitio

arqueológico fue reconocido por los arqueólogos Tomás Gallareta y James Callaghan en

1979 y registrado en el Atlas Arqueológico por Silvia Garza y Edward Kurjack en 1980 con

la clave 16Qd(7):149, clasificado como de rango IV. Actualmente el sitio es conocido entre

la comunidad académica como Chen Hó “el pozo de T’hó”, haciendo alusión al pozo

comunitario perforado en la época prehispánica (Dirección de Desarrollo Urbano 2000a,

Dzul 2001, Ligorred 1998).

118

Figura 11. Estructura prehispánica habitacional excavada durante el rescate arqueológico en lo que hoy es el hotel Costa del Sol (tomado de Huchim y Pool 1994).

Los trabajos en este sitio, ubicado al Oriente de la ciudad de Mérida, en el actual

Fraccionamiento del Parque, iniciaron entre 1992 y 1993, momento en el que se llevaron

a cabo los trabajos peritajes y prospección arqueológica. Se elaboró un plano con ocho

estructuras y la topografía particular de cada una de ellas. A finales de 1993 se excavó y

consolidó la estructura denominada II-2, una plataforma simple, de planta rectangular

(Dirección de Desarrollo Urbano 2000a).

Ya en 1994, se integró el proyecto de salvamento arqueológico al proyectado plan

de realizar un área recreativa (Figura 12), por lo que gracias a la gestión municipal, se

efectuaron las excavaciones y restauración de otras cinco estructuras del sitio, con la

finalidad de poder garantizar la conservación del patrimonio arqueológico, integrando

dicho espacio en un área recreativa importante para la ciudad (Dirección de Desarrollo

Urbano 2000a, Ligorred 1998, Velázquez 1995 en Dzul 2001).

119

Figura 12. Estructura principal de la zona arqueológica Chen Hó (Fotografía del autor).

Para el año de 1997, se planteó el proyecto “T’Hó: la Mérida Ancestral”, el cual ha

permitido dar seguimiento de los estudios de la ciudad de Mérida, asimismo han sido un

avance en los trabajos de registro y catalogación de la evidencia arqueológica (Pantoja

2006:131).

En 1998, en el asentamiento identificado en el Atlas Arqueológico con la clave

16Qd(7):122, ubicado en la actual colonia Flor de Mayo a un kilómetro del anillo periférico

colindante con la carretera Mérida-Tixkokob (Figura 13), se llevaron a cabo trabajos de

rescate arqueológico con motivo de la ampliación de dicha carretera, a cargo de la

arqueóloga Concepción Hernández (Dzul 2001).

120

Figura 13. Plano del sitio arqueológico Flor de Mayo, ubicado al Oriente de la ciudad de Mérida (tomado de Ligorred 2007).

Con la finalidad de detener la tendencia a la destrucción del patrimonio

arqueológico de Mérida, se fundó en 1998, el Departamento de Patrimonio Arqueológico y

Natural del Municipio, incorporado a la Dirección de Desarrollo Urbano. La función

medular del DPANM se enfoca a ejercer, por primera vez en la historia del Ayuntamiento,

un control de uso del suelo en las áreas con vestigios prehispánicos. En el Programa de

Desarrollo Urbano 2003 elaborado por el Ayuntamiento y publicado en el Diario Oficial se

incluyó un capítulo dedicado al patrimonio arqueológico, y en él se establecieron las

normas para el uso del suelo de manera que favoreciera la protección, estudio e

integración urbana de los vestigios arqueológicos (Ligorred 2006:35).

Para cumplir este objetivo fue necesario realizar un ordenamiento territorial del

patrimonio arqueológico que permitiera establecer pautas de crecimiento (véase Anexo 1),

121

donde las señales de identidad queden registradas y protegidas. La integración de éstos y

otros datos disponibles a partir de estudios y recorridos previos en el área se incorporó a

un soporte cartográfico que permite obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las

características y frecuencias principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del

patrón de asentamiento a través de planos temáticos. Se establecieron zonas de

protección y los permisos de uso del suelo en esas zonas identificadas con vestigios

arqueológicos se condicionan ahora a la carta de liberación del INAH (González y

Ligorred 1999, Ligorred 2006:36).

En el periodo entre 1999 y 2001 se han realizado numerosos trabajos

arqueológicos de prospección, rescate y salvamento en varios puntos del área urbana de

Mérida debido al crecimiento constante de la población en la ciudad, trayendo consigo la

creación de infraestructura principalmente dirigida al rubro de la vivienda, electrificación,

agua potable, vialidades, escuelas y centros comerciales (Dzul 2001 y Robles et al 2006).

En julio de 1999, se excavó un grupo de estructuras entre la carretera Mérida-

Motul y la carretera a Chichí Suárez; a un lado del periférico, en lo que sería el

fraccionamiento Privadas Pinos Norte (Gamboa 1999 en Ley 2008).

Cuatro meses después, en diciembre de 1999, en el fraccionamiento Paseos del

Vergel en la colonia San Pablo Oriente, se registró un grupo de estructuras prehispánicas

a través de trabajos de reconocimiento y prospección (Ley e Inurreta 1999 en Ley 2008).

Durante el mismo mes (1999) se realizó el rescate arqueológico Misné II, en un

terreno de propiedad de la constructora Misan, en la cual se excavó un conjunto de

estructuras prehispánicas (Ley et al 2000 en Ley 2008).

En el año 2000 se realizó un rescate en el fraccionamiento Juan Pablo II, debido a

que se identificó un conjunto de estructuras prehispánicas, las cuales serian afectadas por

la expansión de dicho fraccionamiento (Carrillo, Zetina y Azcorra 2000 en Ley 2008).

122

En mayo de 2000, se llevaron a cabo labores de reconocimiento y prospección

arqueológica para la identificación de vestigios prehispánicos en la Ampliación Juan Pablo

II, debido a que en el área se construirían edificios de carácter público, con el objetivo de

prevenir el daño y plantear el proyecto de rescate o salvamento arqueológico

correspondiente, (Ley et al 2000 en Ley 2008).

Continuando en el año 2000, se efectuaron los trabajos de rescate arqueológico en

“El valle Dorado” entre los límites de las colonias San José Tecoh y San Antonio Xluch, en

la cual se trabajó un grupo de estructuras prehispánicas (Ley 2008).

Al Poniente de la ciudad de Mérida, en agosto de 2000, se llevó a cabo el rescate

arqueológico San Francisco, ampliación Juan Pablo II, localizado en el mismo

fraccionamiento. Se intervino un grupo de estructuras prehispánicas ya que se

construirían viviendas en dicha área (Ley y Pérez 2000 en Ley 2008).

En noviembre del mismo año, al Sur de la ciudad de Mérida, se realizó un trabajo

de rescate arqueológico de un conjunto de estructuras prehispánicas en la colonia “El

Roble Agrícola”, el cual limita al Oeste con San Marco Nocoh (Ley 2008).

En el poblado de Susulá, comisaria de Mérida, se realizó una prospección

arqueológica, donde se identifican varios conjuntos de estructuras prehispánicas, los

cuales se registraron para su futura intervención (Ley 2008).

En febrero de 2002, se efectuaron actividades de rescate arqueológico en la

colonia San Pablo Oriente, entre las calles 29ª al Norte, 31 al Sur, 10ª al Oeste y el

periférico al Este, en la cual se exploró un grupo de estructuras arqueológicas (Paul 2002

en Ley 2008).

Durante el año de 2003, se presentó ante el INAH el proyecto denominado

“Salvamento Arqueológico en la Región de Mérida” (PROSAME). En dicho proyecto se

contempló la investigación y conservación de los sitios arqueológicos inmersos en el

ámbito urbano de la ciudad de Mérida, la integración de la información hasta entonces

123

recuperada en los trabajos de salvamento, el planteamiento posterior de un proyecto

integral de sitios representativos, los salvamentos arqueológicos realizados en la región

de estudio y la de realizar mecanismos de difusión con la tendencia de crear una mejor

conciencia sobre la conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad (Pantoja

2006:131).

En abril de 2004, se realizó una prospección arqueológica en el periférico salida

Progreso-salida Umán en la cual se reportó la existencia de vestigios arqueológicos en el

km 46+660 – 46+680 (Ley 2008).

En junio de 2004 se llevó a cabo el rescate arqueológico “Tulipanes II y III” en la

colonia Susulá-Xoclán en Mérida, donde se exploró y reconoció un grupo de estructuras

prehispánicas (Ley 2008).

A partir de finales de 2004, se llevaron a cabo los primeros trabajos arqueológicos

en el área de afectación por el proyectado plan de construcción del desarrollo habitacional

“Ciudad Caucel”, al Poniente de la ciudad de Mérida, entre la población homónima y el

anillo periférico de la ciudad. Éstos trabajos tienen como antecedente las intervenciones

de excavación y restauración de un gran montículo ubicado entre las calles 18 y 19 en el

centro de la población de Caucel, al Norte de la iglesia, a cargo de la arqueóloga

Concepción Hernández (Hernández y Góngora 2000, Robles et al 2006).

Los trabajos arqueológicos en el área urbanizable del proyecto Ciudad Caucel

tuvieron como primera fase entre octubre de 2004 y marzo de 2005, labores de

prospección arqueológica en los 8 km2 de la sección Sur o zona II de la Reserva Territorial

de Caucel (Figura 14), con el objetivo de identificar y registrar los vestigios prehispánicos

e históricos en el área, determinar el grado de afectación al patrimonio y plantear zonas

de protección para su conservación, así como efectuar labores de salvamento y rescate

arqueológico en aquellos vestigios que serán destruidos conforme avance la construcción

del desarrollo habitacional (Roble et al 2006:97).

124

0 1 2

Kilómetros

Estructuras preclásicas

Estructuras probablemente

preclásicas

Estructuras no preclásicas

Áreas no exploradas

Figura 14. Plano de la distribución de los vestigios

arqueológicos en la reserva

territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Uriarte 2008).

Con los datos obtenidos del proceso de prospección arqueológica, fue posible el

diseño de una propuesta de ordenamiento arqueo-territorial y un diagnóstico del uso del

suelo en la reserva, en donde se plantea para el gran número de evidencia arqueológica

en el área intervenciones para su conservación o de rescate arqueológico. Se tomaron en

cuenta la relevancia arquitectónica y el estado de conservación junto con la ubicación

espacial de las estructuras arqueológicas, para la propuesta de conservación de alrededor

de 70 estructuras prehispánicas de notable relevancia, así como el planteamiento del

proyecto de salvamento arqueológico por muestreo aleatorio de las demás estructuras

denominadas “de menos importancia”. De igual forma se propuso la conservación y

consolidación del casco de la ex-hacienda Anikabil (Robles et al 2006:98).

El trabajo de excavación de las estructuras que desaparecerán comenzó en abril

de 2005, y continúa hasta la fecha. La estrategia para éstos trabajos de salvamento y

rescate arqueológicos está normada por la urgencia de conservación de los elementos

125

patrimoniales registrados y por las necesidades de urbanización (Robles et al 2006:98-

99).

En los últimos años, los trabajos de salvamento arqueológico en el área que

circunda a la zona arqueológica de Dzibilchaltún se han incrementado considerablemente,

debido a la creciente compra de terrenos por parte de empresas particulares, al parecer

con una finalidad comercial y de desarrollo. Debido a esto se han incrementado las

solicitudes de los nuevos propietarios para que se realicen trabajos de reconocimiento

arqueológico. Como consecuencia de los desarrollos planteados para esas zonas, es

inminente la desaparición de gran parte del patrimonio arqueológico del área urbana de

Mérida. En esta zona Norte de la ciudad de Mérida, se presenta en este sentido, un

incremento de los proyectos constructivos de grandes empresas y que ponen en peligro el

enorme contenido arqueológico de la zona. Un caso particular es la intervención a través

de salvamento arqueológico de Temozón Norte, situado al Sur de Dzibilchaltún, donde en

un área de donación se ha preservado el núcleo central de ese antiguo sitio, lo que lo

mantendrá además como un área verde con posibilidad de ser transformada en parque,

respetando eventualmente el espacio arqueológico para estudios posteriores (Maldonado

y Góngora 2009).

Durante el mes de noviembre de 2005, se iniciaron los trabajos de reconocimiento

arqueológico de un área situada al Norte de la zona arqueológica de Dzibilchaltún, a una

distancia aproximada de 3 km del área central. Dichos trabajos arqueológicos se iniciaron

como respuesta a la solicitud hecha a la Dirección del Centro INAH Yucatán por la

empresa del Yucatán Country Club. El objetivo de ésta primera etapa del proyecto

arqueológico consistió en la localización y registro de los vestigios arqueológicos

prehispánicos. Como resultado de dichos trabajos de prospección arqueológica, se

lograron registrar y ubicar 1,704 estructuras, más 13 polígonos delimitados para realizar

126

un levantamiento detallado durante la etapa de salvamento arqueológico (Maldonado y

Góngora 2009).

Finalmente, se establecieron cuatro áreas de protección preservadas para futuras

investigaciones, las cuales formaban las áreas centrales de las antiguas comunidades

localizadas en las zonas donde se efectuó el salvamento arqueológico. Por su cercanía,

las cuatro agrupaciones menores que podrían corresponder al rango IV del Atlas

Arqueológico de Yucatán, debieron formar parte del sitio mayor de Dzibilchaltún, cuando

éste alcanzó su máximo desarrollo (Maldonado y Góngora 2009).

Siguiendo los trabajos arqueológicos llevados a cabo en el año 2005, se pueden

mencionar los trabajos de excavación y rescate en el fraccionamiento Villa Magna del Sur

(Pantoja, comunicación personal 2006 en Ley 2008).

En junio-septiembre de 2006, se efectuó un salvamento arqueológico en la cual se

intervino un grupo de estructuras (40 aproximadamente) en el fraccionamiento San Carlos

del Sur II, ubicado al Sur de la ciudad de Mérida, en el tablaje catastral 22177 (Ley 2008).

Diferente a los ejemplos de trabajos arqueológicos ya mencionados, en 2006 se

llevaron a cabo labores de prospección geofísica a cargo del arqueólogo e investigador de

la Universidad Autónoma de México el Dr. Luis Barba Pingarrón. Para dicho trabajo se

llevó a cabo una prospección abarcando 17.7 km de recorridos de calles del Centro

Histórico con el radar de penetración terrestre, herramienta proporcionada por el

Laboratorio de Prospección del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, a

través del Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio de Mérida

(Figuras 15 y 16) . El objetivo de dicho recorrido fue el proporcionar una radiografía del

subsuelo del Centro Histórico de la ciudad de Mérida, útil tanto para la planeación de

futuras obras, así como para la localización de vestigios e infraestructura del pasado

(Barba et al 2006).

127

Figura 15. Zonificación arqueológica del Centro Histórico de Mérida con base en los resultados de la prospección geofísica (cortesía DPANM).

Figura 16. Prospección geofísica en calles del Centro Histórico de Mérida a cargo del Dr. Luis Felipe Barba (primero de derecha a izquierda) y en coordinación del Arqlgo. Josep Ligorred del

DPANM (primero de izquierda a derecha).

128

Finalmente, para concluir con el presente recuento de los trabajos arqueológicos

llevados a cabo en el área urbana de la ciudad de Mérida, se hará mención de dos

proyectos arqueológicos que han sido producto de la misma problemática sociocultural

que se ha ido planteando para el caso particular de la ciudad de Mérida, es decir, el

constante incremento de obras de infraestructura en los alrededores de la ciudad, o sea,

en las áreas urbanizables.

Uno de esos proyectos es el conformado por los trabajos de reconocimiento,

prospección, salvamento y rescate arqueológicos a cargo del arqueólogo Luis Pantoja

Díaz, llevados a cabo en el sitio arqueológico San Pedro Cholul (Figura 17), catalogado

en el Atlas Arqueológico de Yucatán con la clave 16Qd(4):64, llamado así debido a que se

ubica en los terrenos de la antigua haciendo del mismo nombre. El sitio arqueológico se

ubica al Noreste de la actual Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad

Autónoma de Yucatán, ubicada en el nuevo Campus de Ciencias Sociales Económico-

Administrativas y Humanidades, situado en el kilómetro 1 de la carretera Mérida-Tizimín

(Escalante 2007, Pantoja y Estrada 2005, Pool y Pérez 2006). Dichos trabajos

arqueológicos continúan hoy en día, con la temporada de trabajos de verano 2009

(Pantoja, información personal 2009).

Figura 17. Plano del sitio

arqueológico San Pedro

Cholul, superpuesto

sobre fotografía de satélite de Google Earth

(cortesía Centro INAH-Yucatán,

Arqlgo. Luis Pantoja Díaz,

edición propia).

129

El otro proyecto es el planteado, partiendo de los trabajos previos en San Pedro

Cholul, en lo que hoy son los terrenos donde se construye el Campus de Ciencias

Sociales, Económico-Administrativas y Humanidades, de la Universidad Autónoma de

Yucatán. Los trabajos iniciaron en el mes de octubre de 2005 a través de labores de

prospección arqueológica en el área destinada para la construcción del Complejo

Deportivo del Campus mencionado (Figura 18). Los trabajos de prospección arqueológica

estuvieron enfocados a reconocer el terreno, así como identificar y registrar vestigios de

arquitectura y otros rasgos prehispánicos, para realizar un mapa de sitio (Pool y Pérez

2006).

Figura 18. Vestigios arqueológicos sometidos a rescate por la construcción del Complejo Deportivo

del Campus de Ciencias Sociales de la UADY (cortesía Arqlgo Marcos Pool).

130

Dichos trabajos de prospección arqueológica fueron seguidos por un proyecto de

salvamento arqueológico durante la temporada entre agosto y noviembre de 2006. Este

trabajo de salvamento arqueológico fue justificado ya que la construcción del complejo

deportivo en el Campus afectaría algunos vestigios arqueológicos de naturaleza humilde.

Por lo tanto se hizo necesaria la realización de trabajos de excavación que permitiera

rescatar y salvar toda la información posible (Pool 2007).

Finalmente, durante los meses de junio y julio de 2008, se llevó a cabo la segunda

etapa de los trabajos de prospección arqueológica iniciados en 2005, ahora con el fin de

abarcar aquellas zonas que no pudieron ser abarcadas en la primera temporada de

trabajo (Pool 2008).

Estos ejemplos de trabajos de prospección, rescate y salvamento arqueológico

fungen como evidencia clara de la gran cantidad de información arqueológica de la zona y

de la aún existencia de patrimonio arqueológico en los alrededores urbanos de la ciudad

de Mérida. Así, éstos trabajos llevados a cabo en la ciudad de Mérida han permitido

obtener información acerca de la antigua ciudad de T’hó y su zona circundante, la cual

estuvo ocupada desde el periodo Preclásico hasta el Postclásico (Fernández 1991 y

1992).

De igual forma, los casos arqueológicos planteados con anterioridad muestran

claramente cómo la arqueología, a través de su labor activa e intervención para el estudio

y recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una útil

herramienta para la conservación del patrimonio arqueológico, ésto a través del

salvamento arqueológico, como una estrategia que permite proteger y recuperar la

información en el menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que

serán afectados por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por

factores naturales o por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del INAH para

el rescate del patrimonio cultural en peligro de afectación, en una época en el que el

131

avance urbano se asienta sobre los restos pasados, por ellos la importancia de la

planeación, recuperación y protección del patrimonio arqueológico amenazado (Pantoja

2006:130). En este sentido, se deberán considerar uno de los objetivos fundamentales de

la arqueología de salvamento, es decir, preservar el dato arqueológico perfectamente bien

documentado, cuando se trate de vestigios cuya pérdida total es inminente.

En este sentido, Ligorred (2006:37) plantea la urgencia de la salvaguarda de los

sitios arqueológicos del municipio, esto a través de la elaboración de propuestas y

proyectos de integración urbana en las zonas que se determinan como de protección

arqueológica en el Programa de Desarrollo Urbano 2003. Un riguroso control para la

regulación adecuada del uso de suelo y la eficiencia en la gestión técnica del patrimonio

arqueológico permitirá integrar al desarrollo urbano los vestigios que aún se conservan del

pasado a través de espacios públicos y/o parques temáticos, como son los parques

arqueo-ecológicos, como el Parque Recreativo de Oriente (Chen Hó), el Parque

Arqueológico Las Granjas y el proyecto del parque arque-ecológico de Xoclán.

De acuerdo con Ballart y Tresserras: “El patrimonio no tiene sentido al margen de

la sociedad” (2001:7, en Ligorred 2008). La intersección de la investigación arqueológica

con la gestión cultural y la planeación urbana tiene gran potencial para mejorar la calidad

de vida de la ciudad de Mérida. Los principales vestigios arqueológicos de la ciudad de

Mérida y del municipio en general deben ser conservados en espacios arqueológicos que

enriquezcan la imagen de la ciudad, permitiendo un equilibrio cultural urbano acorde al de

sus habitantes. Se deben considerar aspectos como la educación, divulgación,

investigación e integración socio-urbana.

El patrimonio arqueológico no debe ser visto sólo como información, resulta

necesario que sea percibido como un recurso o un bien no renovable, un bien cultural que

representa nuestro pasado, nuestro presente en constante desarrollo, y nuestro futuro en

un mundo globalizado, como parte de nuestra ciudad y de nuestra identidad social.

132

3.2. El registro arqueológico en el Municipio de Mérida

Una de las máximas preocupaciones de las autoridades del INAH ha sido la de contar con

un inventario o catálogo del patrimonio cultural arqueológico, particularmente los bienes

inmuebles.

Yucatán es el estado en donde se ha logrado un mayor avance en el registro de

sitios arqueológicos debido al interés de los investigadores especializados en la cultura

maya de conocer la ubicación geográfica de los asentamientos. A raíz de la creación en

1894 de una oficina gubernamental encargada de proteger y conservar los vestigios

arqueológicos de México, comenzó la aparentemente interminable labor de catalogación

de sitios arqueológicos. Dicha labor se formalizó en 1939 con la publicación del primer

Atlas Arqueológico de la República Mexicana, en el que se incluyeron poco más de 70

sitios en Yucatán. Después, con el paso de los años, comenzaron a surgir proyectos

regionales donde se describió y ubicó una serie de asentamientos hasta entonces

desconocidos, como fue el caso del proyecto del Atlas Arqueológico del Estado de

Yucatán (1974-1980), a cargo de Edward Kurjak y Silvia Garza (Huchim et al 2009:208).

Se presenta como antecedente estatal en Yucatán el programa INAH-Procede que

surge a finales de 1995 debido a la iniciativa de la entonces directora del Registro Público

de Monumentos y Zonas Arqueológicas. La modificación del artículo 27 constitucional en

1992 generó el desarrollo del INAH-Procede (Huchim et al 2009:207).

Lo anterior se generó considerando que en las grandes extensiones de suelo de

uso público distribuidas por todo el territorio mexicano se localizan miles de

asentamientos prehispánicos y coloniales que, con base en lo establecido en el artículo

27 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos,

son propiedad inalienable e imprescriptible de la nación. En este contexto, el artículo 44

de la misma ley confiere al INAH la competencia en materia de monumentos y zonas de

133

monumentos arqueológicos e históricos con disposiciones de carácter público como las

de proteger, conservar e investigar los restos materiales y difundir su relevancia (Huchim

et al 2009:207).

Dicho lo anterior, en la resolución acordada entre el programa PROCEDE y el

INAH, destacan los siguientes puntos, siguiendo la iniciativa de investigación en Yucatán

de Huchim, Trejo y Covarrubias (2009):

1. Los rasgos geográficos y culturales (sitios arqueológicos) deberán ser representados en la cartografía que se produzca por este programa (acuerdo 14).

2. Se deberá incluir en las actas de asamblea de los ejidos una leyenda que estipule que, independientemente de la modalidad de propiedad sobre los terrenos, quienes tuvieren vestigios en su terreno estarán obligados a respetar la normatividad y limitaciones que la autoridad competente aplique sobre el uso del suelo (acuerdo 16).

Acercándonos al contexto de estudio en cuestión, para el año de 1997, se planteó el

proyecto “T’Hó: la Mérida Ancestral”, el cual ha permitido dar seguimiento de los estudios

de la ciudad de Mérida, asimismo han sido un avance en los trabajos de registro y

catalogación de la evidencia arqueológica (Pantoja 2006:131).

Con la finalidad de detener la tendencia a la destrucción del patrimonio

arqueológico de Mérida, y gracias a que la información recopilada hasta entonces ha sido

de gran utilidad para realizar otras investigaciones, se fundó en 1998, el Departamento de

Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio, incorporado a la Dirección de Desarrollo

Urbano. La función medular del DPANM se enfoca a ejercer, por primera vez en la historia

del Ayuntamiento, un control de uso del suelo en las áreas con vestigios prehispánicos.

En el Programa de Desarrollo Urbano 2003 elaborado por el Ayuntamiento y publicado en

el Diario Oficial se incluyó un capítulo dedicado al patrimonio arqueológico, y en él se

134

establecieron las normas para el uso del suelo de manera que favoreciera la protección,

estudio e integración urbana de los vestigios arqueológicos (Ligorred 2006:35).

Para cumplir este objetivo fue necesario realizar un ordenamiento territorial del

patrimonio arqueológico que permitiera establecer pautas de crecimiento, donde las

señales de identidad queden registradas y protegidas. La integración de éstos y otros

datos disponibles a partir de estudios y recorridos previos en el área se incorporó a un

soporte cartográfico que permite obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las

características y frecuencias principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del

patrón de asentamiento a través de planos temáticos. Se establecieron zonas de

protección y los permisos de uso del suelo en esas zonas identificadas con vestigios

arqueológicos se condicionan ahora a la carta de liberación del INAH (González y

Ligorred 1999, Ligorred 2006:36).

135

- 4 -

ÁREAS URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA Y SU RECONOCIMIENTO

ARQUEOLÓGICO. ACERCAMIENTO AL CONTEXTO DE ESTUDIO

La arqueología en las ciudades actuales de Yucatán, ofrece muchas posibilidades de

aproximación. Felipe Criado (2001, en Ligorred 2009:1) define a la arqueología como

“disciplina que estudia, basándose en el registro arqueológico, la integración de la cultura

material en los procesos socioculturales de construcción de la realidad”.

La arqueología urbana es una disciplina de la arqueología que tiene la peculiaridad

de investigar en las ciudades y pueblos actuales, en pozos de obras de construcción,

túneles y sótanos, en el subsuelo de las zonas urbanizadas, y en las áreas de crecimiento

urbano, y cuya finalidad es rescatar objetos materiales para revelar datos que nos

permitan reconstruir la vida cotidiana del pasado y recuperar la historia de los

asentamientos actuales. Desde esta perspectiva, es recomendable investigar el pasado y

proteger lo que queda del patrimonio ancestral, para beneficio de los pueblos y ciudades

actuales y futuros (Ligorred 2009:2).

Son pocos los antecedentes de la arqueología urbana en Yucatán; la atención y

los recursos se han concentrado principalmente en antiguas ciudades abandonadas

como, por mencionar las más notables: Chichén Itzá y Uxmal. Incorporar la perspectiva

de la arqueología urbana nos permite ampliar el panorama actual, agregar no sólo mayor

información y complejidad al tema arqueológico, sino generar nuevas preguntas que

orienten nuestra indagación sobre el mismo, amenazado por el crecimiento demográfico y

las nuevas urbanizaciones (Ligorred 2009:2).

En el municipio de Mérida, el asentamiento prehispánico de T´Hó, sobre cuyas

ruinas fue construida la ciudad homónima, y los sitios aledaños, se han visto sometidos a

gran número de modificaciones y destrucción desde la época Colonial y a lo largo de la

136

historia. En este sentido, el crecimiento urbano-demográfico puede ser considerado como

el principal factor social de destrucción del patrimonio cultural arqueológico. Esta

destrucción ha sido la causa primaria de la evidente expansión del área urbana de la

ciudad de Mérida en los últimos años, situación que directamente implica la destrucción

parcial o total de numerosos vestigios del pasado prehispánico de la ciudad.

El incremento constante de la población de Mérida en los últimos años, ha traído

consigo la creación de infraestructura para satisfacer las necesidades de los habitantes en

aumento, presentándose un crecimiento urbano horizontal concéntrico, provocando que

los límites de la ciudad, demarcados por el periférico, sean rebasados por la mancha

urbana, con una tendencia de crecimiento mayor hacia el Norte, expandiendo esta

necesidad de servicios públicos.

Considerando el crecimiento urbano como causa principal del daño de los

vestigios arqueológicos en la ciudad de Mérida, el rescate del pasado ha sido considerado

como un instrumento para fortalecer la identidad de una sociedad. Hay una enorme

necesidad de preservar el pasado a pesar de la modernidad actual (Azevedo 2007:37).

Queda la esperanza de que en algunos lugares, esta misma tendencia a la

“mundialización” provoque una nueva toma de conciencia acerca de la importancia de los

monumentos como testigos de la identidad regional y nacional (Ballart y Tresserras

2001:166).

En este sentido, una de las formas de abordar la ciudad es desde las evidencias

de su pasado, rescatando su memoria, a través de la difusión e interpretación de los

restos de ocupación humana antiguos. Con esa perspectiva, la arqueología escudriña en

el subconsciente de la ciudad, busca conocer la base que convirtió ese territorio en el

hogar de un grupo social, construye de nuevo los viejos espacios y las actividades que los

predecesores llevaron a cabo en ellos. Así, la lectura arqueológica de la ciudad aporta un

significado cultural, proyecta una singularidad en su paisaje urbano, permite unir los hilos

137

que conectan pasado con presente. Esta perspectiva se cristaliza con la integración del

patrimonio arqueológico, para su conservación y preservación, a los nuevos espacios

públicos de la ciudad, impulsando el uso, la apropiación comunitaria y la valoración social

(Ligorred 2008).

En el caso de Mérida, a pesar de su acelerado crecimiento, aún quedan vestigios

prehispánicos mayas dentro de la mancha urbana y en sus alrededores. Aunque la

mayoría de los “sobrevivientes” se encuentran abandonados, expuestos al saqueo y a la

extracción de sus materiales constructivos, aún pueden ser integrados en los espacios

públicos de la ciudad para el disfrute de la ciudadanía y la recuperación de la imagen

maya de Mérida (Ligorred 2006:35).

Los índices de crecimiento poblacional que trae aparejados un ambicioso

programa de desarrollo de infraestructura a nivel nacional deben ponernos en alerta como

institución y como gremio. Hemos planteado la necesidad de establecer programas de

registro y protección de sitios arqueológicos que no sólo respondan en lo académico, a los

planes parciales de desarrollo locales y regionales, sino también permitan incorporar

dicho patrimonio a la cotidianeidad social de un país en expansión y con fuertes

contradicciones socioeconómicas (Sánchez 2009:595).

Así, la conservación del patrimonio arqueológico en contextos urbanos ha sido uno

de los principales objetivos de la arqueología en la ciudad de Mérida, teniendo como uno

de los antecedentes nacionales las recomendaciones del Consejo de Europa en 1967,

donde precisa “La integración completa de los sitios y conjuntos de interés histórico o

artístico en la vida urbana y rural: es el medio más eficaz para asegurar su salvaguarda y

valorización…” (Díaz-Berrio 1989:27).

La arqueología, en su concepción tradicional, se enfrenta en las ciudades ante una

problemática que la sobrepasa y por ello debe recurrir a otro tipo de estrategias. Las

técnicas de prospección proporcionan, a un costo accesible, las herramientas necesarias

138

para estimar la magnitud patrimonial no visible y de éste modo, prevenir a tiempo su

inevitable pérdida o, si es necesario, habilitar la integración de su estudio dentro del

proyecto constructivo pertinente. Es decir, la información proporcionada por las técnicas

de prospección arqueológica se dirige, fundamentalmente, a mejorar e incrementar la

eficacia de la gestión de los recursos que pudieran ser destinados en un futuro para el

estudio del área en cuestión (Abejez 2006:167).

En una última instancia,

y a falta de un mapa patrimonial

establecido en muchas ciudades

del país, las mismas técnicas de

reconocimiento y prospección

superficial facilitan la toma de

decisiones urbanísticas en un

tiempo relativamente breve, a un

costo inferior, sobre superficies

mucho mayores y con una

mayor capacidad informativa

que las que pueden obtenerse a

partir de pozos de sondeo

(Abejez 2006). Tal es el caso de

la ciudad de Mérida, en la cual,

durante los trabajos de recorrido

del territorio municipal, se han

registrado en el Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural de Mérida (DPANM),

hasta el 2009, 206 sitios arqueológicos (Figura 19), y se ha elaborado un catálogo y un

diagnóstico de su estado actual y su vocación (Ligorred 2009).

Figura 19. Contexto

municipal del patrimonio

arqueológico de Mérida.

139

En lo que concierne a la presente investigación, en este capítulo se tratará el

acercamiento directo a la actuación arqueológica en las áreas urbanizables de la ciudad

de Mérida con el objetivo de crear un panorama general de la problemática social que

enfrenta la investigación arqueológica en su tarea de conservar el patrimonio arqueológico

del municipio en cuestión. Seguido del caso de estudio en la aplicación de las técnicas de

prospección y registro en un antiguo asentamiento prehispánico inmerso en el ambiente

urbano de la ciudad.

4.1. Principales sitios arqueológicos en los alrededores municipales de la ciudad de

Mérida

Los trabajos de recorrido, reconocimiento, registro y excavaciones arqueológicas de la

última década en la región nos muestran un rico paisaje cultural caracterizado por varios

tipos de viviendas, distintas en forma y de dimensiones diversas, templos escalonados,

canchas de juego de pelota, plazas, caminos, los cuales forman conjuntos y grupos de

construcciones distribuidas en el territorio, y también construcciones aisladas (Ligorred

2009:121).

Uno de los sitios representativos del Preclásico yucateco es Komchén, a 15 km al

Norte de Mérida-T’hó, donde Andrews V y Ringle levantaron un mapa de 1 km2 (Figura

20), en el que delimitaron 505 estructuras; de sus investigaciones concluyen que el sitio

tiene un radio de 800 metros y un área de 2.4 km2. De una de las estructuras que

conforman la plaza central del sitio, parte un sacbé (camino blanco) de 1 metro de altura y

250 metros de longitud, el cual comunica con otra plataforma (Ligorred 2009:124).

140

Figura 20. Plano del sitio arqueológico de Komchén (Andrews V y Ringle 1992:14, tomado de Ligorred 2009:125).

Otro importante sitio arqueológico es el denominado Xtobó (Figura 21), un sitio

perteneciente al municipio de Ucú, pero situado a sólo 12 km al Poniente del núcleo

central de Mérida-T’Hó. En este sitio, Anderson, Andrews y Robles (2004, en Ligorred

2009:125) han llevado a cabo observaciones desde el año 2001, como parte del proyecto

de recorrido de la costa Noreste de Yucatán. Fechado para el Preclásico Medio (800-300

a.C.), este sitio cuenta con arquitectura monumental y sacbeob1 internos. Abarca un área

de 1.5 km2. La parte central consta de una plaza cerrada al Norte y al Este con estructuras

1 Plural de sacbé, es decir, caminos blancos.

141

piramidales de más de 7.5 metros de altura. De la esquina Noroeste de la plaza parten

dos sacbeob que llegan a dos conjuntos monumentales. Al sur de la plaza se encuentra

una pequeña cancha de juego de pelota; de ahí parte otro sacbé en dirección Sur, hacia

el mayor de los tres grupos triádicos del sitio (Ligorred 2009:125).

Figura 21. Plano del sitio arqueológico de Xtobó

(Anderson 2008, tomado de Ligorred 2009:126).

En el parque arqueológico de la colonia Salvador Alvarado Oriente (Figura 22), a

4.9 km al Noreste del antiguo asentamiento de T’Hó, se sitúa el principio de la ocupación

en el Preclásico Tardío (Peña y Dzul 2000). Otro sitio periférico de gran importancia es

Chen Hó (Figura 23), en el Parque Recreativo de Oriente, situado a 4 km al Oriente de

142

T’Hó, muestra arquitectura y cerámica del Preclásico Tardío y del Clásico Temprano

(Velázquez et al 1995, en Ligorred 2009:139).

Figura 22. Parque arqueológico

Salvador Alvarado Oriente.

Figura 23. Planta arquitectónica de los vestigios de Chen Hó, en el

Parque Recreativo de

Oriente (Ligorred 2009:44).

143

Dzoyilá, un importante sitio arqueológico a 4 km al Sureste del centro antiguo de

T’Hó, empezó a ser excavado por el INAH en 1976 cuando se iniciaron los trabajos de

construcción del fraccionamiento Las Granjas (Figuras 24 y 25). La cerámica encontrada

muestra una ocupación desde el Preclásico Tardío (300 a.C. – 300 d.C.) hasta el Clásico

Terminal/Postclásico Temprano (800-1000 d.C.). Posteriormente, en 1979 se realizó un

rescate arqueológico durante las obras de construcción de la vialidad Circuito Colonias y

del Complejo Deportivo Kukulcán. En 1996, previo a la construcción del fraccionamiento

Residencial Kukulcán, se llevaron a cabo el último de los rescates en el sitio (Ligorred

2009:141).

229 900

229 900

230 000

230 000

230 100

230 100

230 200

230 200

230 300

230 300

230 400

230 400

230 500

230 500

230 600

230 600

230 700

230 700

23

17

20

02

31

72

00

23

17

30

02

31

73

00

23

17

40

02

31

74

00

23

17

50

02

31

75

00

23

17

60

02

31

76

00

23

17

70

02

31

77

00

23

17

80

02

31

78

00

N

50 0 50 Meters

Figura 24. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico Dzoyilá (tomado de Ligorred 2007).

144

Figura 25. Planta arquitectónica de los vestigios de Dzoyilá, en el Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (Ligorred 2009:40).

Un espacio patrimonial de gran importancia para la ciudad de Mérida es el sitio

arqueológico de Xoclán (Figura 26), ubicado en un ex banco de materiales del

Ayuntamiento, registrado en 1980 como un sitio de Rango IV en el Atlas Arqueológico del

Estado de Yucatán (véase capítulo IV). Durante este registro, se reportó la existencia de

dos grupos de estructuras y un sacbé o calzada, y otra zona bastante amplia, donde,

además de estos dos grupos, se distribuyen gran cantidad de montículos de menor

tamaño. Estos terrenos donde se ubican los vestigios arqueológicos tienen una dimensión

de más de 52 hectáreas, de las cuales, 35 hectáreas son propiedad del municipio

(Ligorred 2009:153).

145

Figura 26. Levantamiento topográfico y planimétrico del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ligorred 2006).

El sitio arqueológico de mayores dimensiones (por no decir el más importante), y el

más estudiado hasta la fecha es Dzibilchaltún. La información arqueológica disponible es

abundante, ya que desde la segunda mitad del siglo XX ha merecido importantes estudios

de su historia, urbanismo y arquitectura antiguos. En 1965, Sjoberg usó el plano de

Dzibilchaltún levantado por Andrews IV durante las temporadas de 1956 a 1962, para

situar a este asentamiento como ejemplo de ciudad preindustrial. El foco del sitio es el

cenote Xlakah (Figura 27). Los vestigios principales cubren alrededor de 4 km2 (Kurjack

1974, en Ligorred 2009:142-143). Por lo menos siete grupos importantes con grandes

edificios están repartidos por toda el área, y agrupaciones de estructuras más pequeñas

146

rodean cada uno de estos grupos. En el plano levantado por la Universidad de Tulane,

Dzibilchaltún abarca 19 km2; se distinguen cuatro zonas aproximadamente concéntricas

(Figura 28). El centro, de 250 hectáreas, reúne numerosos vestigios importantes. En la

zona circundante, de 3 km2, se encuentran diversos conjuntos de grandes edificios, pero

dispersos, a veces unidos por un sacbé. Consiguientemente, la evidencia arqueológica se

extiende otro sector de 12 km2 en el que se encuentran conjuntos dispersos de vestigios

arqueológicos (Ligorred 2009:143).

Figura 27.

Reconstrucción de los grupos centrales de Dzibilchaltún.

Figura 28. Plano

arquitectónico de los vestigios

centrales de Dzibilchaltún (basado en Stuart et al

1979, tomado de Ligorred

2009).

147

El control del DPANM y del INAH Yucatán sobre los proyectos constructivos que

pueden afectar o destruir los vestigios arqueológicos que aún no han sido absorbidos por

la mancha urbana, o que se encuentran ya en contextos urbanos de afectación, ha

aumentado considerablemente el número de rescates y salvamentos arqueológicos, pero

principalmente labores de reconocimiento, prospección y registro de vestigios existentes y

de los que se encuentran en peligro de daño, en sitios como Opichén, Flor de Mayo,

X’Catzmil, Cholul y Ciudad Caucel.

4.2. Sitios arqueológicos en proceso de afectación por la mancha urbana de la

ciudad de Mérida.

Desde hace algunas décadas se han creado equipamientos culturales en los parques de

algunos fraccionamientos de Mérida, pero están semiabandonados debido a la falta de

una planeación integral y el reconocimiento por parte de muchas autoridades municipales,

estatales y de la iniciativa privada constructores y comerciantes, principalmente de la

rentabilidad tanto económica como “psicológica” del patrimonio. En los sitios intervenidos,

como son los parques de los fraccionamientos Las Granjas, Vergel II, Salvador Alvarado

Sur, Salvador Alvarado Oriente, Juan Pablo II, la glorieta de Bosques de Yucalpetén, o

Chen Hó en el Parque Recreativo de Oriente, es urgente elaborar planes de manejo que

consideren de manera particular el mantenimiento, reforestación y la difusión de los

vestigios prehispánicos. Hay que adecuar los viejos equipamientos (Ligorred 2006:37).

Es urgente la salvaguarda de los sitios arqueológicos del municipio a través de la

elaboración de propuestas y proyectos de integración urbana en las zonas que se

determinan como de protección arqueológica en el Programa de Desarrollo Urbano 2003.

Un riguroso control para la regulación adecuada del uso de suelo y la eficiencia en la

148

gestión técnica del patrimonio arqueológico permitirá integrar al desarrollo urbano los

vestigios que aun se conservan del pasado a través de espacios públicos y/o parques

temáticos. El control municipal sobre las obras de infraestructura urbana y en la

planeación de nuevos fraccionamientos debe ser una prioridad en los municipios de

Yucatán, especialmente en los de crecimiento acelerado (Ligorred 2006).

En los últimos años, el Ayuntamiento de Mérida ha establecido los

condicionamientos desde la Dirección de Desarrollo Urbano a propietarios y constructores

de los nuevos fraccionamientos y reservas territoriales. Se han catalogado en el

Ayuntamiento más de 300 futuros parques arqueológicos, que abarcan más de 500

hectáreas (Figura 29).

Figura 29. Plano de los parques

arqueológicos de la ciudad de

Mérida y zonas de amortiguamiento y

núcleos arqueológicos.

149

En los terrenos fraccionados de Opichén, una pequeña comisaría en la mancha

urbana de Mérida, los trabajos de recorrido y salvamento arqueológico han permitido

integrar en las zonas destinadas a equipamiento y áreas verdes del nuevo

fraccionamiento los principales vestigios que se conservan del antiguo asentamiento

maya (Figura 30). Asimismo se condicionó el uso del suelo a la COUSEY, en coordinación

con el INAH en el polígono de Altabrisa y resolvieron integrar en un parque los vestigios

localizados en esa zona, donde se construyó recientemente el complejo hospitalario de

Alta Especialidad. Otros ejemplos recientes son los parques de los fraccionamientos Villa

Magna de Opichén y del Sur, de la empresa Promotora Residencial, S.A. de C.V.

(Ligorred 2006).

Figura 30. Estructura preclásica de planta absidal en el sitio de Opichén en uno de los parques arqueológicos del fraccionamiento Villa Magna de Opichén (tomado de Ligorred 2009:150).

150

Uno de los sitios con mayor afectación y de reciente intervención arqueológica, es

el antiguo asentamiento denominado Flor de Mayo, ubicado a 5 km al Este de la antigua

T’Hó. Durante los trabajos de reconocimiento y registro, se identificó una posible

extensión de 3 km2, en los que se han detectado numerosas plataformas que sirvieron de

basamento a estructuras piramidales (Figura 31). La arqueóloga Concepción Hernández

(2006, en Ligorred 2007) ha localizado cerca de 60 estructuras habitacionales, de entre 30

a 60 metros de largo, y una altura de entre 1 a 1.5 metros. La arquitectura, así como su

cronología y la cerámica encontrada en el sitio, demuestran que está relacionado con

Dzibilchaltún.

Figura 31. Contexto urbano de los vestigios arqueológicos de Flor de Mayo, al Oriente de la ciudad de Mérida.

151

En la zona de conservación ecológica “Reserva Cuxtal”, al Sur de la ciudad de

Mérida, se han registrado un total de 26 sitios arqueológicos. Estos sitios abandonados se

caracterizan por ser agrupaciones de plataformas y complejos de edificios, aunque es

probable que en algunos casos se trate de un mismo asentamiento (Ligorred 2009:58).

Entre los sitios de dicha reserva ecológica sobresale el sitio denominado

X’Catzmil, en las inmediaciones de la actual colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, unos 7

km al Sur de T’Hó (Figuras 32 y 33). Su núcleo principal está compuesto por edificios de

carácter monumental, como la estructura piramidal de 15 metros de altura a unos 200

metros de la calle 50 Sur de la colonia anteriormente mencionada. Este antiguo

asentamiento está constantemente expuesto a distintos factores que propician su

paulatina destrucción, tales como el crecimiento urbano irregular, la extracción de piedras

labradas, ataques vandálicos e incendios en temporadas de sequía (De Vicente 1999:6).

Figuras 32 y 33. Planos del sitio arqueológico de X’Catzmil y su contexto urbano, en la colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, al Sur de la ciudad de Mérida.

152

Finalmente, uno de los sitios de mayor interés e importancia que se encuentra

inmerso en una problemática del urbanismo actual, es el sitio San Pedro Cholul, el cual es

uno de los pocos sitios con estructuras piramidales y huellas de arquitectura al igual que

Xoclán (Figura 34). El núcleo central del sitio, compuesto por tres basamentos

piramidales, y uno de ellos, el principal forma una plaza cerrada con un altar central, y con

un posible juego de pelota (Pantoja y Estrada 2005), se encuentra en propiedad privada,

lo que en parte ha propiciado su conservación, sin embargo, ya ha sido proyectado para

la construcción de un fraccionamiento. En este sitio, en los últimos años, ha sido

intervenido como parte de un proyecto de arqueología urbana, el cual contempla la

intervención en algunos espacios del predio, a través de etapas de salvamento

arqueológico y de un programa de investigación y restauración del núcleo que será

integrado al nuevo fraccionamiento (Pantoja 2006:132). El sitio se encuentra localizado al

Noreste de la actual Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de

Yucatán, ubicada en el nuevo Campus de Ciencias Sociales Económico-Administrativas y

Humanidades, situado en el kilómetro 1 de la carretera Mérida-Tizimín.

A continuación, con el objetivo de aterrizar en la aplicación de la metodología

propuesta en esta investigación, presento de manera breve, un acercamiento al contexto

arqueológico de la zona denominada “Ciudad Caucel”, un desarrollo urbano de

considerable importancia en el poniente de la ciudad de Mérida y que sin duda ha dado

paso a la intervención arqueológica y gestión cultural de dicho patrimonio.

153

CENTRO I. N. A. H. YUCATAN

Estudio Arqueológico de Factibilidad

Sitio Arqueológico de San Pedro Cholul

Responsable

Arqlgo. Luis R. Pantoja Díaz

Levantamiento Planimetrico

Arqlgo. Jose M. Estrada Faisal

P.A. Hugo González Cáceres

Digitalización P.A.Yonny E. Mex Vázquez

Figura 34. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico San Pedro Cholul (Cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz).

4.3. Patrimonio arqueológico de la reserva territorial “Ciudad Caucel”

Un ejemplo de cómo el crecimiento de la ciudad afecta la conservación del patrimonio

histórico, lo podemos observar en lo que sucede actualmente en la comisaría de Caucel,

localizada al Poniente de la ciudad de Mérida. En fechas recientes el gobierno del Estado

de Yucatán adquirió aproximadamente 8 km2 de tierras situadas en las inmediaciones del

poblado de Caucel, con la intención de aumentar la reserva territorial y programar el

crecimiento urbano en el contorno Oeste de Mérida. Actualmente, en esta extensión de

terreno se construye un desarrollo habitacional denominado “Ciudad Caucel”, con el que

se pretende solventar a corto plazo las necesidades de vivienda de la ciudad (Ligorred y

Robles 2008).

154

Caucel se localiza aproximadamente 10 km al oeste del centro de la ciudad de

Mérida (Figura 35). De acuerdo a los datos históricos, en el siglo XVI, al momento del

contacto español, esta población es señalada como la capital de la provincia o cacicazgo

de Chakán, que entonces abarcaba la región cercana a T’Hó, la actual Mérida (Uriarte

2008). En 1998 la Arqlga. Concepción Hernández del Centro INAH Yucatán efectuó una

breve intervención en uno de los vestigios principales localizados en el centro de la

población (Figura 36) encontrando evidencia de que la ocupación del lugar se remontaba

al menos hasta el Preclásico Tardío (Góngora y Hernández 2000, Hernández y Góngora

2001, en Ligorred y Robles 2008).

Figura 35. Plano de ubicación de la comisaría de Caucel en el municipio

de Mérida.

155

Figura 36. Pirámide en el centro de la comisaría meridana de Caucel (Archivo DPANM, tomado de Ligorred 2009:140).

La posibilidad de que el patrimonio arqueológico de Caucel se viera afectado por el

desarrollo urbano planeado, motivó la intervención del INAH y el Ayuntamiento de Mérida,

a través del Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio de Mérida

(DPANM), en el marco de un convenio firmado entre ambas instituciones en 2003. Los

trabajos que se efectúan desde finales de 2004 hasta el momento, han tenido como

finalidad localizar y registrar los vestigios prehispánicos e históricos en el área de “Ciudad

Caucel”, determinar el grado de afectación al patrimonio y señalar zonas para su

conservación, así como efectuar labores de salvamento arqueológico en aquellos

vestigios que serán destruidos conforme avance la construcción del desarrollo

habitacional (Ligorred y Robles 2008).

De los recorridos y excavaciones arqueológicos en el área, efectuados de 2003 a

2007, en un terreno con una extensión de 500 hectáreas, se destinaron como áreas de

156

donación para el municipio de Mérida alrededor de 45 hectáreas (Figura 37), con un

importante contenido de vestigios arqueológicos que serán integrados en los futuros

espacios públicos como parques arqueo-ecológicos y áreas de equipamiento urbano, con

el objetivo de asegurar el registro de la información arqueológica y la protección de los

vestigios más importantes (Robles y Ligorred 2003).

Figura 37. Áreas de donación de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (cortesía DPANM, editado

por Esteban de Vicente).

En el siguiente capítulo, se tratará de forma particular, el empleo de las técnicas de

reconocimiento y análisis superficial del territorio en el sitio arqueológico Anikabil, uno de

los sitios que ha quedado inmerso dentro de uno de los espacios de donación, con el

157

objetivo de transformarlo en un espacio patrimonial, a través del proyecto “Parque

Arqueo-botánico Anikabil”.

Antes de proceder a dicha etapa de gestión cultural, posterior a la prospección

general de la reserva territorial de Ciudad Caucel, se llevó a cabo un reconocimiento,

registro y mapeo de la evidencia arqueológica dentro del espacio de donación de Anikabil,

con el objetivo de concretar de manera precisa la información arqueológica necesaria

para su gestión y protección, es decir, la información proporcionada por las técnicas de

prospección arqueológica se dirige, fundamentalmente, a mejorar e incrementar la

eficacia de la gestión de los recursos que pudieran ser destinados en un futuro para el

estudio del lugar (Abejez 2006).

158

- 5 -

EL SITIO ARQUEOLÓGICO DE ANIKABIL DENTRO DE LA RESERVA TERRITORIAL

“CIUDAD CAUCEL” DE LA CIUDAD DE MÉRIDA

El antiguo asentamiento maya denominado Anikabil o “lugar de bejucos” (del maya

anikab: bejuco, e –il: lugar) se localiza al Poniente de la ciudad de Mérida (Yucatán),

dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel”, conformando parte de las 45 hectáreas de

superficie donada al municipio de Mérida para su gestión y conservación arqueológica.

Anikabil (y en general la conciencia de la existencia de importantes

concentraciones de vestigios arqueológicos en la reserva Ciudad Caucel) fue registrado

por primera vez en 2002 con el nombre de Caucel Lankín, catalogado con el número 122

en el DPANM. Fue reconocido gracias a los peritajes llevados a cabo por personal del

DPANM con la finalidad de determinar la factibilidad de construcción de una subestación

de la Comisión Federal de Electricidad. En ese momento se localizaron un total de 16

elementos a lo largo de los 1,847 metros lineales que tiene el trayecto recorrido: siete

plataformas con edificio, dos plataformas basales, seis cimientos y un pozo (Robles y

Ligorred 2003). Posteriormente, a principios de 2003, personal del Centro INAH Yucatán

realizó un recorrido mayor del área (Figura 38), así como el levantamiento de los vestigios

ya reconocidos (Robles y Cantero 2003).

159

Figura 38. Plano de las estructuras arqueológicas identificadas durante el primer recorrido y prospección en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Robles y Cantero 2003, cortesía

DPANM).

5.1. Prospección arqueológica de la reserva territorial “Ciudad Caucel”

El trabajo de investigación en Caucel comenzó en una primera fase entre octubre de 2004

y marzo de 2005. Durante este periodo se realizaron actividades de prospección

arqueológica en los 8 km2 de la sección Sur o zona II de la Reserva Territorial de Caucel

(Figura 39).

160

ANIKABIL

Hacienda

Anikabil

0 1 2

DZONOT

XANILÁ

XANILÁ

NOHOL

CAUCEL

XAMÁN

SUSULÁ

Kilómetros

Figura 39. Plano de distribución de los vestigios arqueológicos en el área de Ciudad Caucel (Cortesía DPANM).

El personal contratado por el Centro INAH Yucatán fue el encargado de las labores

de recorrido en el campo, localizando alrededor de 1500 estructuras prehispánicas en

terrenos de “Ciudad Caucel”. Entre los vestigios registrados se encontraron diversas

clases de estructuras: basamentos piramidales, una cancha de juego de pelota,

plataformas con construcciones de mampostería encima, plataformas basales, cimientos

simples y numerosas concentraciones de gravilla conocidas como montículos “chich”.

También se registraron los restos de una hacienda y de un rancho de la época colonial

(Ligorred y Robles 2008).

161

Cerca del 10 % de las estructuras se encontraban en buen estado de

preservación, mientras que la gran mayoría se hallaba en regulares condiciones, y tan

solo alrededor del 5% se encontraron gravemente deterioradas. El personal del DPANM

se encargó de la digitalización de los datos obtenidos en campo para incorporarlos al

soporte cartográfico como capas del sistema de información geográfica (SIG). De esta

forma, fue posible ubicar espacialmente las estructuras y sobreponerlas a los planos del

proyecto de construcción de “Ciudad Caucel” (Ligorred y Robles 2008).

Un primer análisis de la distribución espacial de las estructuras prehispánicas,

mostró la existencia de cuatro principales concentraciones de vestigios. La mayor de las

agrupaciones tiene alrededor de 2 km2 y se localizó en el extremo Este de la reserva

territorial, en el área conocida como Anikabil por la hacienda colonial homónima en cuyos

terrenos se localiza el asentamiento prehispánico (Figura 40). La hacienda data de inicios

del siglo XVIII y es una verdadera joya de la arquitectura civil colonial. El núcleo del sitio

de Anikabil se encontraba conformado por un conjunto de varias estructuras que

alcanzaban una altura mayor a los cuatro metros y amplias plataformas bajas. Una serie

de plataformas con construcciones de mampostería encima, así como una gran cantidad

de plataformas basales, cimientos de casas y cimientos “chich” se extienden en dirección

noreste del núcleo del asentamiento (Ligorred y Robles 2008).

162

Figura 40. Localización del conjunto arqueológico Anikabil dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Ligorred y Robles 2008).

Otra concentración relevante de vestigios prehispánicos se halló en el Centro-Sur

del área recorrida. Se trata del sitio que los lugareños denominan Kala’ax, nombre de un

rancho de la época colonial cuyos restos ruinosos se encuentran en las inmediaciones del

sitio prehispánico. Kala’ax es un sitio modesto, conformado por una serie de plataformas

basales bajas y numerosos cimientos “chich” que se extienden hasta 200 metros al

Poniente del centro del sitio (Ligorred y Robles 2008).

Al Oeste de Anikabil, se localizó un nuevo sitio en un área conocida por los

habitantes de Caucel como Xanilá. Entre las construcciones que formaron el núcleo de

este sitio, destaca la existencia de una cancha pequeña de juego de pelota rodeada de

varias plataformas basales y construcciones menores. Aproximadamente un kilómetro al

Noroeste del juego de pelota, se encontró un conjunto aislado conformado por varias

163

plataformas con construcciones en su parte superior. Este sitio se denominó como Dzonot

Xanilá debido a la existencia de un cenote cerca de los vestigios prehispánicos (Ligorred y

Robles 2008).

Además de estas concentraciones principales, se registraron también numerosas

plataformas basales y cimientos “chich” distribuidos en un patrón disperso a lo largo y

ancho de todo el terreno. Algunos de estos vestigios, localizados en las inmediaciones del

poblado actual de Caucel, probablemente formaron parte del asentamiento prehispánico

que existió en donde se localiza la comunidad actual (Ligorred y Robles 2008).

Con los datos obtenidos del proceso de prospección arqueológica, fue posible

diseñar una propuesta de ordenamiento arqueo-territorial y un diagnóstico del uso de

suelo en la reserva, en donde se plantea el destino final de cada uno de los vestigios

hallados, trátese de su conservación o rescate arqueológico (Figura 41).

Figura 41. Zonas destinadas a parques arqueo-ecológicos (tomado de Ligorred y Robles 2008).

164

Tomando en consideración la relevancia arquitectónica de cada una de las

construcciones halladas, así como su estado de conservación actual y su ubicación

espacial, se propuso, por un lado, emprender la conservación de aproximadamente 70

estructuras prehispánicas de relevancia, que en su mayoría forman parte de los grupos

centrales de los sitios de Anikabil, Kala’ax, Xanilá y Dzonot Xanilá, y por otro, llevar a

cabo el salvamento por muestreo aleatorio de cada una de las clases identificadas de las

estructuras restantes de “menor importancia”, a fin de que su lugar pueda ser usado para

la construcción de las viviendas que el Gobierno del Estado de Yucatán planea construir

en el área explorada. De igual forma, se propuso también conservar y consolidar el casco

de la ex-Hacienda Anikabil (Figuras 42 y 43) (Ligorred y Robles 2008).

Figuras 42 y 43. Consolidación y restauración del casco de la ex-hacienda Anikabil.

165

5.2. Intervención no destructiva en el patrimonio arqueológico de Anikabil.

Metodología.

Considerando así, todo el antecedente del quehacer arqueológico en la reserva territorial

“Ciudad Caucel”, como parte del proyecto de Servicio Social “Salvamento de sitios

arqueológicos en áreas de crecimiento urbano”, durante el periodo comprendido de

septiembre de 2009 a marzo de 2010, se planteó la iniciativa por parte del Ayuntamiento

de Mérida, en coordinación con el DPANM, de llevar a cabo un Proyecto de gestión

ecológica y cultural dentro de la superficie en la cual se encuentran los vestigios

arqueológicos de Anikabil, en conjunto con el proyecto de restauración de la hacienda del

mismo nombre y que fue habilitada como “Parque en Línea” dentro del fraccionamiento

“La Herradura” de Ciudad Caucel.

El proyecto de gestión ecológica y cultural se denominó “Parque Arqueo-Botánico

Anikabil”. Para que su aplicación sea viable y en completa consideración y bienestar de

los vestigios arqueológicos, se planteó la intervención al patrimonio arqueológico de

Anikabil a través del recorrido y reconocimiento superficial, el levantamiento y registro de

estructuras arqueológicas, metates y materiales de superficie, con el objetivo de tener una

mayor precisión en la adecuación de los espacios y la implementación de equipamiento

urbano en el futuro parque, sin causar daño alguno al patrimonio arqueológico en

cuestión.

5.2.1. El recorrido y reconocimiento de superficie

Comúnmente considerado como la fase 1 de un proyecto de Salvamento Arqueológico, la

aplicación de estas técnicas arqueológicas de superficie, no destructivas, es muchas

veces el acercamiento más importante al patrimonio arqueológico, que en el caso de

166

Anikabil, representa la oportunidad de evaluar de manera confiable la magnitud de

vestigios arqueológicos presentes en el polígono de donación en cuestión.

Previo a realizar el recorrido de superficie en el sitio, se llevó a cabo una

investigación preliminar de los antecedentes del área de estudio, principalmente a través

de una recopilación cartográfica ya sea por medio de informes previos o con el empleo del

programa de computadora Google Earth. Con base en éste primer acercamiento, se

obtuvo un plano preliminar de los vestigios arqueológicos de Anikabil, plano en el que se

muestran las principales estructuras posicionadas con GPS como resultado de la

temporada de prospección arqueológica entre 2004 y 2006 (Figura 44).

Figura 44. Plano preliminar del sitio arqueológico Anikabil (Cortesía DPANM).

167

Una vez obtenida la recopilación cartográfica preliminar, es momento de la

planeación de un procedimiento de recorrido a través de brechas paralelas y

perpendiculares. Resulta interesante señalar que, por tratarse de un área de donación

inmersa ya en su totalidad dentro de un plan urbano, la selección del área a recorrer se

encuentra ya delimitada por el polígono de donación, mismos que fueron estipulados

gracias a la primera prospección realizada con el objetivo de planear y distribuir los

diferentes espacios dentro del desarrollo urbano de Ciudad Caucel.

El plan de recorrido fue organizado con la ayuda de los arqueólogos Josep

Ligorred y Esteban de Vicente Chab, así como con el apoyo de los Pasantes de

Arqueología, Carlos Andrés García Paz, David Alejandro Herrera Flores y Edwin Baas

García. Dicho plan consistió en el aprovechamiento de los principales senderos ya

existentes en el terreno, los cuales estaban conformados por los antiguos caminos de

truck empleados durante la ocupación de la hacienda Anikabil (Figura 45).

Figura 45. Antiguo camino de truck de la hacienda Anikabil (Foto del autor).

168

Complementando los senderos ya existentes, se procedió con la cobertura total del

terreno usando como guía el plano preliminar y creando brechas que crucen de forma

perpendicular a los senderos, ésto con el objetivo de reconocer las estructuras

arqueológicas ya situadas en el plano e identificar aquellos vestigios arqueológicos que no

se hayan considerado en dicho plano (Figura 46).

Figura 46. Recorrido superficial del sitio arqueológico de Anikabil (Foto del autor).

De esta forma, a través de la aplicación de las técnicas de reconocimiento y

análisis arqueológico de superficie, la prospección funge como base para el

reconocimiento del área en general y de cualquier evidencia cultural, la cual se inicia con

un recorrido de superficie en donde se observa, contabiliza y registra todo vestigio

arqueológico, apoyándose de una nomenclatura basada en secuencia alfanumérica

169

establecida de forma arbitraria para el registro e identificación de las estructuras, es decir,

que en conjunto con el recorrido y reconocimiento de los vestigios arqueológicos, a través

del seguimiento de una “guía de códigos para el recorrido arqueológico” (véase Anexo 2),

se lleva a cabo la ubicación, identificación y registro preliminar de las estructuras

arqueológicas, confirmando su localización a través del posicionamiento con GPS y la

aplicación de la “hoja de registro de recorrido arqueológico” (véase Anexo 2).

5.2.2. El levantamiento planimétrico

Una vez que se ha completado el reconocimiento de todas las estructuras previamente

situadas en el plano preliminar, y después de haber ubicado aleatoriamente aquellas

estructuras que no habían sido reconocidas, se procede a la actualización de dicho plano

a través de un levantamiento arqueológico con el objetivo de representar en un plano la

realidad superficial de la totalidad de las estructuras arqueológicas del sitio.

Primeramente, antes de iniciar con el levantamiento de cada estructura, se localizó

un punto inamovible dentro de toda el área, siendo ésta una esquina (Norte) del polígono

que enmarca los vestigios arqueológicos de Anikabil. Dicho punto está conformado por

una mojonera posicionada geográficamente cuando se delimito el terreno durante las

primeras fases del recorrido de la zona.

Con la ayuda de una brújula y una cinta métrica, se procedió al levantamiento

planimétrico de todas las estructuras arqueológicas del sitio, a través del método de

triangulación, el cual consiste en visar puntos de esquina, es decir, cuatro puntos que

delimiten cuadrangularmente una estructura, o en su caso, si son completamente

reconocibles, se visan todas las esquinas de la estructura (Figura 47).

170

Figura 47. Levantamiento planimétrico a través del método de triangulación con brújula y cinta

métrica (Foto del autor).

Como marco del presente proyecto de investigación, es importante recalcar la importancia

de las nuevas tecnologías, que, a pesar de haber realizado el levantamiento arqueológico

a través del método más simple y sin la ayuda de un sistema de teodolito láser, nos

ayudan en la digitalización de la información obtenida en campo. En este sentido,

mientras se fue avanzando en el levantamiento de las estructuras arqueológicas, con la

ayuda del programa de computadora Autocad (Figura 48), se introdujeron los datos

obtenidos en campo para la actualización conjunta del plano preliminar del sitio de

Anikabil, tanto para ir idealizando y avanzar conjuntamente con el proyecto de gestión

ecológica y cultural, como para la elaboración de los informes mensuales de las

actividades del DPANM (Figuras 49 y 50).

171

Figura 48. Empleo del programa de computadora Autocad para la digitalización de las medidas obtenidas en campo a través del método de triangulación (cortesía DPANM).

Figuras 49 y 50. Avance del levantamiento planimétrico. Trabajo

conjunto entre campo y computación (cortesía DPANM).

172

5.2.3. Registro metódico y sistemático

Para sistematizar los datos procedentes de las observaciones superficiales, se diseñó una

ficha estándar de registro tanto de estructuras como de los metates asociados o aislados

(Figura 51), cada ficha con su respectiva “guía de códigos para el registro” ya sea de

estructuras o de metates (véase Anexo 2). Estas guías y fichas fueron utilizadas durante

el trabajo de campo.

Figura 51. Metate identificado con el número 4, durante los trabajos de registro arqueológico (Foto del autor).

La ficha contiene datos específicos sobre el estado de conservación (Bueno,

Regular o Malo), datos de localización, datos que conciernen los aspectos constructivos,

como el tipo de planta o las características de los muros, y datos de aspectos

173

arquitectónicos, entre otros las medidas y la posible división interna de los espacios. La

ficha cuenta también con un croquis de la estructura, indicaciones relativas a la presencia

de plataforma o basamento, y la naturaleza de ésta, artificial o natural. Cada descripción

se acompaña de un plano con la ubicación de la estructura en su grupo, el croquis y

documentación fotográfica (Figura 52). Las observaciones al final de la ficha contienen las

notas y otras consideraciones que no pudieron ser insertadas en las variables arriba

descritas.

Figura 52. Estructura identificada con el número 13, durante los trabajos de registro arqueológico.

El objetivo de las fichas es obtener una descripción particular de cada una de las

estructuras cuyo análisis permita una primera tipología de los edificios, observar las

relaciones entre los diferentes patrones constructivos y determinar posibles funciones de

174

las estructuras y los espacios a nivel de sitio, en el contexto urbano y su asociación con

específicos grupos sociales.

El análisis se concentró en el registro, además de las características formales de

las estructuras, del volumen y la textura de los materiales constructivos y de los

elementos arquitectónicos “in situ”, como muros y accesos, por ejemplo. En asociación

con otros materiales, como la cerámica, las técnicas de construcción de los muros pueden

proporcionar importante información de carácter cronológico; al analizar el acabado de las

superficies, las técnicas de puesta en obra o el tipo y de las dimensiones de los materiales

constructivos (sillares, piedras bota, etcétera) y de los intersticios entre ellos, así como

elementos decorativos relacionados con los estilos arquitectónicos, como tamborcillos,

piezas de mosaicos, etcétera, es posible una aproximación a los diferentes momentos de

desarrollo de Anikabil.

En general, las estructuras se encuentran en mal estado de conservación,

presentando la mayoría de ellas derrumbes de grandes proporciones que imposibilitan

apreciar su verdadera altura, saqueo, y posiblemente gran parte del deterioro se debe a la

utilización del suelo como campos de sembradío de henequén durante la ocupación de la

hacienda, evidencia de ellos son los caminos de truck aun existentes hoy en día.

El plano del levantamiento planimétrico de las 124 estructuras arqueológicas y 37

metates asociados que conforman el sitio arqueológico Anikabil, permiten ahora describir,

de manera general, a cada uno de los diferentes grupos o plazas, y el registro sistemático

de cada una de las estructuras aproxima a una categorización más específica de los

espacios y las construcciones.

Para sistematizar la información se estableció una nomenclatura para cada una de

las estructuras levantadas. Esta nomenclatura resultó, en su manera preliminar (y la que

aún conserva ahora) algo confusa, pues se tomó en cuenta la nomenclatura inicial que se

le otorgó a los vestigios durante su primer reconocimiento, y por consiguiente, la adición

175

de aquellas estructuras no reconocidas con anterioridad, ocasionó una manipulación de la

nomenclatura, de manera que, aquellas estructuras cercanas o asociadas a las ya

reconocidas, se les otorgaba el número de dicha estructura diferenciándolas con una letra

(de la A, a la Z), y en el caso de ser estructuras independientes, se les otorgaba un nuevo

número que sea la continuación del último número utilizado en el antiguo plano.

Una vez que se terminó con el registro total de las estructuras arqueológicas y

metates asociados, la información recopilada en las fichas de registro se capturó para la

conformación de dos bases de datos: una de estructuras arqueológicas (Figura 53), y otra

de los metates del sitio arqueológico de Anikabil (Figura 54). El objetivo de estas bases de

datos es para la protección de la información de manera digital con el fin de obtener un

rápido y ordenado acceso a la información recabada, como herramientas para la

conjunción de estrategias de conservación y de investigación del contenido arqueológico

del sitio.

176

Figura 53. Base de datos arquitectónicos de Anikabil.

Figura 54. Base de datos de metates de Anikabil.

177

5.3. El análisis de los datos y el inicio de la planeación de estrategias de gestión del

Patrimonio Arqueológico.

Bien ya se había mencionado en apartados previos que la gestión del patrimonio

arqueológico comienza desde el planteamiento del proyecto de actuación sobre el mismo.

La intervención en el patrimonio forma parte de este proceso y consiste en valorar qué

tipo de acción es más adecuado en cada caso. Por ello es importante, contar con un

equipo interdisciplinario que contemple, en el mismo plan de investigación, un

acondicionamiento y gestión posterior (Pérez-Juez 2006:87).

Desde un punto de vista epistemológico, reconocimiento y análisis mantienen una

relación ordinal o secuencial en el estudio arqueológico de superficie: el análisis para la

gestión cultural urbana de los vestigios arqueológicos en superficie es imposible sin un

previo reconocimiento superficial del terreno que provea los datos necesarios para el

análisis (García 2005).

En el presente caso del sitio arqueológico Anikabil, puesto que se encuentra

inmerso en el marco del Proyecto del Parque Arqueo-botánico Anikabil, el previo

recorrido, reconocimiento, levantamiento y registro de las estructuras arqueológicas y de

los metates asociados fungían como procesos cruciales para la continuación de la

planeación del proyecto de gestión ecológica y cultural, pues es de primaria importancia el

conocer la magnitud del vestigio arqueológico presente, con el objetivo de coordinar el

acervo arqueológico resultante con las estrategias de acondicionamiento del sitio como

parque botánico.

En este sentido, el levantamiento planimétrico resultante del esfuerzo de

compañeros y del personal del DPANM conforma ahora la base empírica del contenido

arqueológico de Anikabil (Figura 55), que en complemento con las bases de datos de

178

estructuras y metates, se conjunta un acervo de información para la planeación de

estrategias de gestión patrimonial.

Así pues, de la información recuperada de los trabajos de reconocimiento y

análisis arqueológico de superficie en Anikabil, podemos deducir que es un sitio

arqueológico maya con una extensión aproximada de 2 km2, ubicado en una de las

mayores áreas verdes del proyecto de urbanización de Ciudad Caucel. Hoy en día aún es

posible apreciar en este sitio las reminiscencias de varios conjuntos arquitectónicos,

delimitando pequeños espacios como patios y plazas, y analizando en conjunto con la

cerámica recuperada en superficie, se puede deducir que el sitio fue habitado desde por

lo menos el Preclásico Medio, entre el 800 y el 300 antes de Cristo.

El núcleo central del sitio está conformado por un conjunto de estructuras, de las

cuales algunas tuvieron una altura mayor a los cuatro metros, y amplias plataformas bajas

y montículos chich, sumando un total de 124 estructuras reconocidas. En los alrededores

encontramos 34 metates o piedras de molienda, de diversas formas y tamaños, los cuales

fueron usados en la antigua sociedad maya para procesar alimentos, maíz y otros

productos (estuco, pintura, entre otros). Son evidencia fundamental del uso doméstico de

los edificios donde se encuentran.

Aspectos importantes a señalar son las evidencias de saqueo arqueológico en

muchas de las estructuras, aspectos que se esperan debido al ámbito urbano en el que se

encuentra dicho asentamiento.

179

Figura 55. Levantamiento planimétrico final del sitio arqueológico Anikabil (cortesía DPANM).

El proyecto del Parque Arqueo-Botánico Anikabil surgió de la iniciativa por parte de

la Dirección de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Mérida, en coordinación con la

Dirección del Jardín Botánico del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY).

Los recursos para su rescate son municipales y el terreno fue donado por el Ayuntamiento

de Mérida, cuyo uso fuera el acondicionamiento para la conformación de un área verde

(Figura 56). Sobre ello se ha trabajado en el terreno en cuestión para que cumpla

diferentes funciones. Una parte de él ha sido habilitado para la construcción de una

escuela pública primaria, se planea la construcción de un área de estacionamiento, zona

de locales comerciales y, respecto al parque, se preparan ya varios señalamientos que

informaran al visitante tanto del patrimonio arqueológico como de las diferentes plantas y

ecosistemas que se presentarán en conjunto.

180

Figura 56. Imagen de satélite y logotipo del Parque Arqueo-Botánico Anikabil.

Un aspecto importante en el reconocimiento y análisis arqueológico de superficie

en el área del sitio arqueológico Anikabil es el aprovechamiento de la información

arqueológica recabada para la planeación de la construcción de los caminos y senderos

por los cuales los visitantes podrán transitar dentro del parque, puesto que sin el

conocimiento de dónde se encuentran los vestigios arqueológicos y la magnitud de los

mismos, no se podría lograr una coordinación y armonía en la distribución de dichos

caminos a lo largo de la vegetación y entre las estructuras (Figuras 57 y 58).

181

Figuras 57 y 58. Senderos dentro del Parque Arqueo-Botánico Anikabil.

El sitio arqueológico de Anikabil, a pesar de encontrarse dentro de un desarrollo

urbano de gran importancia, presenta el caso particular de formar parte de un área de

donación que fue asignada para un uso particular como área verde desde el momento de

la planeación urbana de la reserva territorial de “Ciudad Caucel”, lo cual contribuye

enormemente en su conservación como patrimonio arqueológico de la ciudad de Mérida.

A pesar de que la intervención municipal se ha dedicado principalmente en la adecuación

del espacio para su transformación como parque, el reconocimiento y análisis de

superficie de los vestigios arqueológicos ha contribuido de manera significativa en el

conocimiento del contenido arqueológico de dicho espacio.

Aunque el sitio arqueológico aún requiere mucho trabajo de excavación y

consolidación, el área que lo rodea ya es un nuevo espacio arqueo-botánico de Mérida,

182

en el que han sembrado aproximadamente 10,000 plantas nativas características del

norte de la Península de Yucatán. En lo que refiere a la investigación arqueológica, lo que

procede ahora es la creación y desarrollo de un proyecto arqueológico de excavación,

recolección intensiva de materiales de superficie, consolidación, restauración e

integración del patrimonio arqueológico al plan general del Parque Arqueo-Botánico

Anikabil. Tal es el caso del parque arqueológico Xaman Susulá, importante contexto por la

existencia de un núcleo con arquitectura cívica y un sacbé. Está ubicado

aproximadamente a 1 km al suroeste del sitio arqueológico de Anikabil, que en conjunto

con la hacienda y el parque arqueo-botánico, se conforma un corredor arqueológico en

esta zona de Ciudad Caucel (Figura 59).

Figura 59. Imagen de satélite del sitio arqueológico Xamán Susulá, excavado y restaurado durante

la temporada de campo entre 2004 y 2006.

183

- 6 -

EL RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE Y LA

ARQUEOLOGÍA URBANA EN LA CIUDAD DE MÉRIDA.

CONSIDERACIONES FINALES

A lo largo de la historia de un pueblo o nación, las sociedades hasta cierto punto

cohesionadas y ricas en cultura material, en expansión constante y creciente, han tendido

a valorar positivamente el legado histórico material de las generaciones precedentes.

Gradualmente, la conciencia de que los vínculos culturales objetivados en determinadas

reliquias materiales se prolongaban hacia atrás en el tiempo y daban testimonio acerca de

la continuidad de la colectividad, contribuyó a que la tendencia de la patrimonialización se

desarrollara de manera más general, comenzando a preocuparse la sociedad por proteger

y conservar este patrimonio del pasado y a hacer del mismo un uso (Ballart 2006:51).

En el caso de las ciudades, y en especial atención a la ciudad de Mérida, aquellos

vínculos culturales se encuentran objetivados en los vestigios arqueológicos registrados,

investigados, restaurados y acondicionados para su integración en el ámbito urbano, sin

embargo, dicha objetivación inicia en el momento en el que se reconoce e identifica dicho

vestigio material, gracias a la aplicación de técnicas de reconocimiento, prospección,

registro y análisis arqueológicos en áreas susceptibles de urbanización y que ponen en

constante peligro la evidencia arqueológica, gradualmente en deterioro.

De esta forma, la arqueología, a través de su labor activa e intervención para el

estudio y recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una

útil herramienta para la conservación del patrimonio arqueológico, primordialmente a

través de las labores de recorrido, reconocimiento, levantamiento y registro superficial de

la evidencia arqueológica, como una estrategia que permite registrar y proteger la

información en el menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que

184

serán afectados por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por

factores naturales o por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del

Ayuntamiento de Mérida y el INAH para el control y catalogación del patrimonio cultural en

peligro de afectación, en una época en el que el avance urbano se asienta sobre los

restos pasados.

Las posibilidades de la arqueología urbana en la ciudad de Mérida son amplias, ya

que los restos del antiguo asentamiento humano no se reducen a un pequeño núcleo. El

carácter disperso del urbanismo prehispánico está presente en los más de 200 sitios

arqueológicos registrados por el Ayuntamiento y el INAH en el municipio de Mérida.

Asimismo, el desarrollo de dicha arqueología se enfrenta a nuevos retos en la actualidad,

entre los que destaca la necesidad de involucrar a los habitantes de la urbe en la

dinámica de valoración y protección del patrimonio.

Es fundamental desarrollar una cartografía que sugiera estudios particulares y

formas de conservación y manejo del patrimonio arqueológico y buscar su integración con

el asentamiento moderno. Así, podemos asignar una prioridad acorde al objetivo del

estudio, al riesgo de destrucción o bien a la posibilidad de vincular objetivos de

conservación (Ligorred 2009).

Los índices de crecimiento poblacional que trae aparejados un ambicioso

programa de desarrollo de infraestructura a nivel nacional deben ponernos en alerta como

institución y como gremio. He planteado la necesidad de establecer programas de registro

y protección de sitios arqueológicos que no sólo respondan en lo académico a los planes

parciales de desarrollo local y regional, sino también permitan incorporar dicho patrimonio

a la cotidianeidad social de un país en expansión y con fuertes contradicciones

socioeconómicas.

En el caso particular del municipio de Mérida y la ciudad homónima, en los

trabajos de recorrido del territorio municipal se han registrado en el DPANM, hasta la

185

fecha, 206 sitios arqueológicos, y se ha elaborado un catálogo y un diagnóstico de su

estado actual y su vocación (Ligorred 2009).

En una primera aproximación, después de analizar el uso del suelo en las zonas

arqueológicas catalogadas, resultó evidente la falta de una política pública destinada a la

salvaguarda y puesta en valor de los vestigios prehispánicos de Mérida. El diagnóstico del

DPANM (Ligorred 1999a) mostró que un 71% de los sitios arqueológicos del municipio de

Mérida se localiza en terrenos abandonados frecuentemente utilizados como tiraderos

clandestinos de basura y expuestos a afectaciones como el saqueo o los incendios. Otro

23%, entre el que se encuentra el sitio de T’Hó en el Centro Histórico de Mérida, ha

desaparecido y se presume que sus restos están en el subsuelo de zonas ya

urbanizadas, en donde sólo la planeación y el control acentuado durante las obras de

mejoramiento de la infraestructura urbana, como gasoductos y cableado de la Comisión

Federal de Electricidad (CFE), etc., permitirá recuperar lo que queda del antiguo

asentamiento maya. Otro 8 % de los sitios están en terrenos de uso agropecuario,

situación frecuente en la zona rural del municipio (Ligorred 2009).

De manera alarmante debido a la magnitud de vestigios arqueológicos afectados

por la mancha urbana, sólo un 5 % del patrimonio arqueológico es visible en sus calles o

plazas, integrado a la ciudad a manera de parques arqueológicos. En este porcentaje se

incluye el sitio de Dzibilchaltún, que siendo categorizado como Parque Nacional, es

ejemplo del gran potencial que guarda Mérida en su territorio. En éste último grupo

quedan también otros conjuntos de edificios o plataformas restaurados por el Centro INAH

Yucatán, dispersos en la mancha urbana: el parque del fraccionamiento Las Granjas en

1979 (primer parque arqueológico dentro de la ciudad), las dos estructuras de la colonia

Salvador Alvarado Oriente y la plataforma de Vergel II en 1989, la estructura del sitio de

Xoclán consolidada en una glorieta de Bosques de Yucalpetén (1990), el conjunto de

Chen Hó, en el Parque Recreativo de Oriente (1994), la plataforma habitacional de la

186

colonia Salvador Alvarado Sur (1996), y el basamento del parque de la etapa I del

fraccionamiento Juan Pablo II (1997). En los últimos 10 años se han realizado trabajos de

rescate en muchos más contextos arqueológicos inmersos en áreas urbanizables de la

ciudades, tales como Misné, Cholul (Universidad Modelo), Villa Magna del Sur, Country

Club, en algunos casos salvamentos de los vestigios de los parques de Opichén, de

Altabrisa, del Fraccionamiento Las Américas, de Tixcacal Pueblo y de Xamán Susulá y

Xanilá en Ciudad Caucel, y se han donado al municipio casi 130 hectáreas con vestigios

arqueológicos (Ligorred 2009).

En aplicaciones preliminares de estrategias de recorrido, análisis superficial y

registro arqueológico, en 1999, dentro de la mancha urbana de Mérida, se registraron 24

sitios arqueológicos. Este ordenamiento se publicó en el Atlas de Procesos Territoriales

de Yucatán, editado por la UADY (Ligorred 1999a), y ha sido permanentemente

actualizado en el DPANM hasta la fecha.

En la zona de conservación ecológica “Reserva Cuxtal”, se registraron 26 sitios

arqueológicos. Estos sitios abandonados se caracterizan por ser agrupaciones de

plataformas y complejos de edificios, aunque es probable que en algunos casos se trate

de un mismo asentamiento.

En el resto de la zona rural del municipio de Mérida se observa que de 66 sitios

arqueológicos, ocho se encuentran en los mismos centros de población actual, comisarías

y/o subcomisarías, o en sus alrededores, como por ejemplo en Caucel, Xcunyá, Molas y

Cholul. Sin embargo, haciendo un análisis del daño que se le ocasiona al patrimonio

arqueológico en áreas urbanizables, que ameritan mayor atención sitios como Xoclán,

Dzoyilá y X’Catzmil (Ligorred 2009).

Los otros 58 sitios se localizan en terrenos ejidales, algunas veces próximos a

zonas con uso agropecuario. En estos casos por lo regular están cubiertos de una

vegetación en avanzado estado de sucesión, la cual en cierta forma los ha protegido del

187

saqueo, aunque cada vez más grandes extensiones de estos terrenos antes comunales

son vendidos a fraccionadores (Maldonado 2007).

Como parte de la tendencia del Ayuntamiento en conjunto con el INAH Yucatán de

procurar abarcar un reconocimiento superficial de todo el municipio, recientemente el

DPANM realizó la última actualización del plano de sitios arqueológicos de Mérida con la

ubicación de los 206 asentamientos registrados.

Mediante la instrumentación de este censo de sitios en el sistema de información

geográfico (SIG DPANM), y al cruzar los datos con las divisiones político-territoriales

(distritos, secciones catastrales y terrenos ejidales) y urbanas (en comisarías y en la

ciudad) del municipio de Mérida, se ofrece una nueva lectura territorial (Figura 60) de la

situación del patrimonio arqueológico (Ligorred 2009).

Figura 60. Mapa del municipio de Mérida con los sitios arqueológicos, distritos y secciones catastrales, las

Comisarias y Subcomisarias (cortesía DPANM).

188

De los 206 sitios, 81 se encuentran en suelo urbanizado. 32 sitios están en

Distritos de la mancha urbana, al interior del Anillo Periférico. Cinco más se encuentran en

la orilla exterior de esa vialidad de alto impacto. Otros 35 sitios se hallan en los mismos

pueblos y/o en zonas de crecimiento de las comisarías meridanas (Ligorred 2009).

Resulta claro que aquellos sitios arqueológicos ubicados en centros urbanos, serán más

susceptibles a ser destruidos que aquellos ubicados en áreas deshabitadas y que el

beneficio social de su salvamento será más amplio, por lo que revisten una especial

importancia en términos de su rescate e integración al patrimonio de habitantes locales.

Así, para ser congruentes con su conglomerado social, las autoridades de los

diversos niveles de gobierno deben impulsar la protección, estudio e integración urbana

del patrimonio arqueológico de los pueblos y ciudades actuales. Esta perspectiva se

concreta, o como se ha mencionado, se objetiva, con la integración del patrimonio

arqueológico en los nuevos espacios públicos de la ciudad.

¿Cuál es el papel de las técnicas arqueológicas de reconocimiento y análisis de

superficie en la discusión sobre la valorización, la conciencia del patrimonio arqueológico

y la gestión territorial? Basta con dirigir un poco la mirada a la visión menos científica y

más popularizada de los yacimientos arqueológicos vistos como “ruinas”. Es gracias a los

recorridos, reconocimiento y registro arqueológicos que éstas “ruinas” son

constantemente descubiertas en áreas con potencial urbanizable y que la sociedad de la

ciudad tiene prácticamente a su alcance. Estos descubrimientos, partiendo de la premisa

de “no podemos conservar o proteger lo que no conocemos”, fungen como motor en la

búsqueda del patrimonio arqueológico de una sociedad o ciudad en particular, pues una

de las formas de abordar la ciudad es desde la lectura de su pasado arqueológico

(Ligorred 2008).

Estoy totalmente de acuerdo con las ideas de Felipe Criado (2001:41-42), al

considerar a la arqueología como una tecnología de gestión integral del patrimonio

189

cultural, de la memoria, lo que nos lleva a hacer una “gestión arqueológica del patrimonio

cultural”. Por “gestión integral” se entiende que las necesidades actuales y sociales de

ese patrimonio implican la necesidad de catalogarlo, describirlo, analizarlo, valorarlo y

revalorizarlo. “Es necesario aplicar este conocimiento para satisfacer las necesidades del

patrimonio, para diseñar un modelo de gestión del mismo”. Criado se refiere con

“tecnología” a un saber hacer, un know how o conocimiento pragmático que identifica

problemas, diagnostica situaciones, aísla necesidades y ofrece respuestas.

En el caso del proyecto Parque Arqueo-botánico Anikabil, tomando en cuenta por

un lado el atractivo del parque, con la información planimétrica obtenida después de la

aplicación de técnicas de recorrido y registro de los vestigios arqueológicos ahí presentes,

debe considerarse como parte del proceso de adecuación del espacio, la fascinación que

produce el pasado arqueológico como elemento que debe de ser tomado en cuenta en

cualquier proyecto de gestión. Esta fascinación del pasado arqueológico que pueda existir

por parte de los visitantes del parque arqueo-botánico puede a la vez ser un aliado a favor

de la promoción y divulgación del patrimonio arqueológico acondicionado (Pérez-Juez

2006:48).

Es de ésta forma que el ordenamiento territorial del patrimonio, gracias a las

técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico de superficie, elimina imprevistos y

permite establecer pautas de crecimiento, donde las señales de identidad queden

protegidas de la especulación o el saqueo. La integración de éstos y otros datos

disponibles a partir de estudios previos en el área son un soporte cartográfico que permite

obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las características y frecuencias

principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del patrón de asentamiento a

través de planos temáticos.

De acuerdo con Ballart y Tresserras: “El patrimonio no tiene sentido al margen de

la sociedad” (2001:7, en Ligorred 2008). La intersección de la investigación y quehacer

190

arqueológico, con la gestión cultural y la planeación urbana, tiene gran potencial para

mejorar la calidad de vida de la ciudad de Mérida. Los principales vestigios arqueológicos

de la ciudad de Mérida y del municipio en general deben ser conservados en espacios

arqueológicos que enriquezcan la imagen de la ciudad, permitiendo un equilibrio cultural

urbano acorde al de sus habitantes. Se deben considerar aspectos como la educación,

divulgación, investigación e integración socio-urbana. El patrimonio arqueológico no debe

ser visto sólo como información, resulta necesario que sea percibido como un recurso o

un bien no renovable, un bien cultural que representa nuestro pasado, nuestro presente

en constante desarrollo, y nuestro futuro en un mundo globalizado, como parte de nuestra

ciudad y de nuestra identidad social.

Parte primordial de la presente investigación fue sin duda la experiencia del trabajo

de campo en ámbitos urbanos, principalmente en la aplicación de los conocimientos

respecto al reconocimiento arqueológico de superficie, el tener un contacto directo con el

vestigio arqueológico fuera del ámbito más generalizado de la arqueología como es la

excavación, sino más bien, el primer acercamiento que nos permite la creación de

información planimétrica y que sin duda el resultado es el tipo de información y de datos

que mayor contribución proporcionan en la planeación tanto de futuras investigaciones

como de programas de gestión de adecuación e integración socio-urbana del patrimonio

arqueológico.

Es crucial el plantear que, gracias a la información del levantamiento y registro

arqueológico final, después del reconocimiento y análisis de superficie, el patrimonio

arqueológico pasa de un plano de “ruina” en abandono o en constante deterioro, a una

categoría de bien cultural, por el hecho de haber reconocido objetivamente el vestigio

material. Un correcto y minucioso registro arqueológico del patrimonio cultural inmerso en

un medio urbano como lo es la ciudad de Mérida y sus alrededores municipales,

contribuye sin lugar a dudas a la construcción de una conciencia de conservación y

191

protección del patrimonio arqueológico que, con completa noción de su existencia, se le

otorga un reconocimiento de contenido cultural, de evidencia del devenir histórico de

nuestra sociedad.

Gracias a la creación de bases de datos, ya sean geográficos (para la creación de

planos temáticos) o meramente descriptivos, como es el caso del sitio arqueológico

Anikabil, se lleva a cabo una consideración del vestigio arqueológico como parte de la

planeación de futuras intervenciones, ya sean de investigación o de gestión cultural. El

hecho de tener en consideración dicho vestigio material dentro de un plan estratégico de

actuación, contribuye directamente a la conservación y protección del patrimonio

arqueológico del cual se cuenta ya de un registro. En el caso de planes de gestión e

integración social-urbana, los resultados de un reconocimiento y registro arqueológicos

nos permiten llevar a cabo una evaluación con el objetivo de identificar que tan

representativa puede resultar la evidencia arqueológica para su uso social inmerso en la

integración urbana de aquellas zonas de reserva determinadas por el contenido

arqueológico de dicha superficie.

El reto de vivir en una ciudad moderna construida sobre una ciudad antigua,

amerita un esfuerzo adicional al acostumbrado en las administraciones públicas,

empresas privadas, asociaciones civiles e instituciones universitarias. Precisamente la

rentabilidad de una inversión en patrimonio viene dada, por un lado, en beneficio de la

cohesión social de la ciudadanía, en la recuperación de un prestigio étnico amenazado

durante siglos y, por otro, en interés de las demandas del turismo cultural, que busca

valorar lo auténtico, lo original, lo diferente, lo que está escrito en las ruinas de los 206

sitios arqueológicos del municipio y que se encuentran en constante peligro de deterioro o

destrucción debido al desarrollo urbano de la zona.

Mérida debe a su pasado maya un reconocimiento, basado en una renovada

valoración y en un uso social de su patrimonio arqueológico. Como podemos observar, las

192

técnicas de recorrido, reconocimiento y análisis superficial, la prospección y el registro,

como parte de una arqueología urbana, abarcan en conjunto aspectos científicos,

sociales, turísticos y económicos, y se espera que impacte en la protección,

mantenimiento y difusión del legado cultural de los mayas de la ciudad de Mérida.

193

BIBLIOGRAFÍA

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arqueológico. En Memorias II, Anuario de Investigaciones sobre Conservación,

Historia y Crítica del Patrimonio arquitectónico y urbano, coordinado por B. Paredes

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ANEXOS

Anexo 1

Patrimonio Arqueológico y Ordenamiento Arqueo-Territorial del municipio de Mérida

DEPARTAMENTO DE PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y NATURAL DEL MUNICIPIO

DIRECCIÓN DE DESARROLLO URBANO

AYUNTAMIENTO DE MÉRIDA

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N

5000 0 5000 Meters

Sitio arqueologico$

Cenote#S

Joya botánicaS

Área Natural Protegida

Areas verdes

Centro Histórico

Zonas de Patrimonio Cultural

PLANO DIAGNOSTICO DEL PATRIMONIO

DEPARTAMENTO DE PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y NATURAL DEL MUNICIPIO

DIRECCIÓN DE DESARROLLO URBANO

AYUNTAMIENTO DE MÉRIDA

#S

#S#S

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N

5000 0 5000 Meters

Parques Arqueológicos

Zonas Núcleo Arqueológicas

Zonas de Amortiguamiento Arqueológico

Corredores Arqueo-Ecológicos

Zonas de Monumentos Naturales

Parques urbanos

Jardin comunitario

Jardines botánicos

Zona de Conservación Ecológica

Parque Nacional

Corredores ecológicos

Zonificación del Centro Histórico

z-1

z-2

z-3

z-4

z-5

z-6

z-7

Corredores Históricos

Zonas de Amortiguamiento Histórico

Monumentos escultóricos#S

PLANO ESTRATEGIA DEL PATRIMONIO

Anexo 2

Guías de códigos y fichas de registro empleadas durante el reconocimiento y levantamiento

del sitio arqueológico Anikabil