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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN
FACULTAD DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS
RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE PARA
LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN ÁREAS
URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA, YUCATÁN
TESIS
PARA OPTAR AL TÍTULO DE
ARQUEÓLOGO
PRESENTA
EDUARDO ANDRÉS ESCALANTE CARRILLO
MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO
2010
Tropezamos en nuestra marcha adonde quiera que nos
volvamos con rostro de grandeza pasada, con ruinas gloriosas…
M. J. de Larra, 1833-1836.
Las únicas pruebas de la historia disponibles en todo
momento a nuestros sentidos son las cosas hechas por los hombres.
G. Kubler, 1962.
Porque la vida camina y al caminar crea “el pasado”, es
preciso que haya quien se preocupe de recoger esta creación
magnífica de la humanidad que es su propia historia.
J. Floch i Torres, 1933.
i
AGRADECIMIENTOS
La presente tesis de licenciatura en arqueología es el producto del trabajo constante
desde el inicio de los talleres de investigación durante mi formación universitaria, en
conjunto con un trasfondo de discusiones, reflexiones, prácticas y resultados obtenidos.
Los inicios de esta investigación tienen su origen en el interés que causó en mi
perspectiva de la arqueología mi primer experiencia de trabajo práctico de campo en el
Proyecto Arqueológico “Arqueología urbana en la región de Mérida: Salvamento
arqueológico San Pedro Cholul”, por lo que le dedico un especial agradecimiento al
arqueólogo Luis Raúl Pantoja Díaz por proporcionarme la enorme oportunidad de poder
participar en un proyecto arqueológico a tan temprana formación y por contribuir en el
fortalecimiento de mis ideas, propuestas y perspectivas de la arqueología urbana.
También agradezco a la arqueóloga Cecilia Medina Martín por instruirme en ésta
experiencia.
El desarrollo de la elaboración de la segunda mitad de la investigación se llevo a
cabo con el apreciado apoyo económico otorgado por la Universidad Autónoma de
Yucatán, agradeciendo enormemente al programa de titulación por tesis PRIORI por
proporcionarme los medios económicos que fungieron principalmente como motor
motivacional. De igual forma agradezco a la Universidad por permitirme realizar uno de
mis máximos sueños como estudiante, es decir, el cursar un semestre en el extranjero.
Enorme gratitud expreso a mis profesores de la Universidad de Sevilla, en especial a la
arqueóloga Olga Rodríguez y al geógrafo Joaquín Márquez Pérez.
Quiero agradecer especialmente al director de la presente tesis, al maestro Marcos
Noé Pool Cab, por su apoyo para definir la estructura y el desarrollo de esta tesis, pero
principalmente, por creer en el potencial de mis ideas y propuestas.
ii
Las palabras se quedan cortas para expresar mi gratitud al Dr. Christopher Gotz,
profesor de la Facultad de Ciencias Antropológicas, por todo su incondicional apoyo
académico y formar parte importante de mi formación como arqueólogo. Expreso mi
admiración por su método de docencia y sus enseñanzas. Agradezco de igual forma a la
Dra. Lilia Fernández Souza y a la Mtra. Socorro Jiménez, por sus comentarios y opiniones
que contribuyeron a la conformación de la presente investigación, y de forma particular,
expreso mi gratitud por su apoyo como amigas, pues sin duda, muchos de mis valores
como arqueólogo son conformados por los valores de las personas que me instruyen a lo
largo de éste camino.
Mis sinceros agradecimientos al maestro Tomás Gallareta y al Dr. Bill Ringle de la
Universidad de Davidson (Carolina del Norte) por permitirme participar en el magnífico
proyecto arqueológico “Región de Bolonchén”, siendo sin duda la experiencia laboral más
enriquecedora en mi formación como arqueólogo.
Todo el proceso de elaboración de la presente tesis, no hubiera sido posible sin el
invaluable apoyo y confianza proporcionados por mi familia, mis padres Silvio y Norma, y
mi hermano mayor, Daniel. A ellos agradezco indiscutiblemente la paciencia ante las
penas y alegrías que ésta investigación proporcionó a mi vida, y a su amor incondicional
doy gracias.
Mi agradecimiento también a las personas que confiadamente considero mis
amigos y que han hecho de éste proceso una alegría: Solei, Ana Tere, Ana Bety, Nicolás,
Pablo, Kathryn, Aranzy, Priscila, Made, Iván, Luis, Oscar, Dianela, Penélope, Gaby; a mis
compañeros de la licenciatura, al Baas et al, Leydi, Susan, María, Joaquín, Carlos,
Gustavo, Edwin, David, Mónica, Reyes, Geiser, Trino, Johanna, Royma, Kadwin, Carolina,
Javier, Paulina, Memo, y especial agradecimiento a Jimena, mi incondicional compañera y
viajera de colores.
iii
Finalmente, dedico un particular reconocimiento y gratitud al arqueólogo Josep
Ligorred Perramón, a quien le agradezco gigantescamente por proporcionarme lo que
conforma el corpus de información necesaria para la elaboración de la presente
investigación, producto de mi experiencia en el Departamento de Patrimonio Arqueológico
y Natural de Mérida como prestador de Servicio Social, agradezco también a Josep por
sus comentarios, invaluables enseñanzas, críticas, ánimos, y principalmente, por creer en
mí potencial. Mi reconocimiento también al equipo del DPANM, Nereyda, Eduardo, Gladis,
Margarita, Don Andrés y a Esteban, quien me proporcionó parte de su valioso tiempo y de
sus conocimientos computacionales para apoyarme en la edición de imágenes empleadas
en la investigación y en contribuir en mi formación profesional.
Gracias a la Facultad de Ciencias Antropológicas, a los servicios de la Biblioteca
de Ciencias Sociales y Humanidades, y a todas aquellas personas que en todos estos
años han contribuido a mi formación como arqueólogo y como ser humano.
INDICE Pág. Agradecimientos i Introducción 1
1. PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y CONCIENCIA SOBRE EL PASADO. 5
1.1. La arqueología y el estudio del legado material. 5
1.1.1. Los objetos y la cultura material del ser humano. 8 1.1.2. El registro arqueológico y los procesos de formación de la evidencia arqueológica. 11 1.1.3. Conceptos básicos acerca del legado material. 15
1.2. El legado material y la noción sobre el pasado. 17 1.2.1. Patrimonialización del legado material. 18 1.2.2. El papel de los vestigios en la investigación arqueológica 20 1.3. Concepto de Patrimonio. 23 1.3.1. Patrimonio Cultural y Natural. 25 1.3.2. El patrimonio como herencia y como cultura: el valor de los bienes culturales. 29 1.3.3. Patrimonio Arqueológico e Histórico. 31 1.3.3.1. ¿Monumentos arqueológicos o Patrimonio Arqueológico? 33 1.4. La disciplina arqueológica en México. 35
1.4.1. Primeras impresiones sobre el pasado 39 1.4.2. El anticuarismo y la fase especulativa de la Ilustración. 41 1.4.3. Los primeros viajeros y los inicios del periodo clasificatorio-descriptivo. 46 1.4.4. Revaloración del pasado mexicano: el Porfiriato y la exhibición de
monumentos arqueológicos. 48 1.4.5. La época de la Revolución y el periodo histórico-clasificatorio de
la arqueología americana. 51 1.4.6. La Post-Revolución, las primeras décadas del INAH, y el enfoque de
contexto y función en la práctica arqueológica. 54 1.4.7. La época moderna y la continuación de explicar y entender el pasado.
La Nueva Arqueología y el Procesualismo. 56 1.5. La conciencia patrimonial en el contexto internacional. 59
1.5.1. El mundo antiguo. 61 1.5.2. La época prehispánica en el México antiguo. 62 1.5.3. El occidente medieval europeo. 62 1.5.4. Llegada de los españoles al Nuevo Mundo. La Colonia. 63 1.5.5. El Renacimiento y el legado del Humanismo en Europa. 64 1.5.6. La Independencia y el Museo Nacional Mexicano. 64 1.5.7. El Porfiriato. 65 1.5.8. La Revolución Mexicana. 65 1.5.9. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). 66
1.6. Desarrollo histórico de la restauración y conservación 67
1.6.1. El mundo antiguo 68 1.6.2. La Edad Media 69 1.6.3. El Humanismo 69 1.6.4. Del Renacimiento a los siglos XVII y XVIII 70 1.6.5. El siglo XIX y el Nuevo Mundo 71 1.6.6. La institucionalización del siglo XX 72
2. EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE. 73
2.1. Planteamiento del Proyecto de Investigación. 73
Objetivos Generales 79 Objetivos Particulares 80
2.2. El estudio del territorio en Arqueología. 80 2.3. Formas de reconocimiento arqueológico superficial del territorio: 83
2.3.1. Prospección de superficie. 83 2.3.2. Fotografía aérea. 89 2.3.3. Teledetección 92 2.3.4. Prospección geofísica. 93
2.4. “No podemos proteger lo que no conocemos”: Inventarios arqueológicos. 94 2.5. El reconocimiento arqueológico y su utilidad actual 95
2.5.1. Estudio de múltiples aspectos de la vida humana. 96 2.5.2. Protección del patrimonio arqueológico. 97
2.6. Generalidades sobre la arqueología de salvamento y de rescate en áreas urbanizadas. 98 3. ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN YUCATÁN. ANTECEDENTES. 102
3.1. Primeros trabajos de salvamento y rescate arqueológico en áreas urbanizadas de la ciudad de Mérida. 105 3.2. El registro arqueológico en el Municipio de Mérida. 132 4. ÁREAS URBANIZADAS DE LA CIUDAD DE MÉRIDA Y SU RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO. ACERCAMIENTO AL CONTEXTO DE ESTUDIO. 135
4.1. Principales sitios arqueológicos en los alrededores municipales de la ciudad de Mérida 139 4.2. Sitios arqueológicos en proceso de afectación por la mancha urbana de la ciudad de Mérida. 147 4.3. Patrimonio arqueológico de la reserva territorial “Ciudad Caucel”. 153 5. EL SITIO ARQUEOLÓGICO DE ANIKABIL DENTRO DE LA RESERVA TERRITORIAL “CIUDAD CAUCEL” DE LA CIUDAD DE MÉRIDA. 158
5.1. Prospección arqueológica de la reserva territorial “Ciudad Caucel”. 159 5.2. Intervención no destructiva en el patrimonio arqueológico de Anikabil. Metodología. 165
5.2.1. El recorrido y reconocimiento de superficie. 165 5.2.2. El levantamiento planimétrico 169 5.2.3. Registro metódico y sistemático 172
5.3. El análisis de los datos y el inicio de la planeación de estrategias de gestión del patrimonio arqueológico. 177 6. El reconocimiento y análisis arqueológico de superficie y la arqueología urbana en la ciudad de Mérida. CONSIDERACIONES FINALES. 183
BIBLIOGRAFÍA 193 ANEXOS 205
LISTADO DE ANEXOS Anexo 1. Patrimonio Arqueológico y Ordenamiento Arqueo-Territorial del municipio de
Mérida. Anexo 2. Guías de códigos y fichas de registro empleadas durante el reconocimiento y
levantamiento del sitio arqueológico Anikabil.
LISTADO DE FIGURAS Capítulo 1 Figura 1. La relación entre el patrimonio, objeto de valor y el arqueólogo. Capítulo 3 Figura 2. Plano hipotético de la antigua ciudad de Mérida construida sobre la ciudad maya de T’Hó, publicado por el arquitecto Leopoldo Tommasi en 1951 (tomado de Ligorred 1998). Figura 3. Muros de sillares de estilo Puuc en los edificios del Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (tomado de Ligorred 2009:140). Figura 4.Plano de los sitios arqueológicos en la ciudad de Mérida según Gallareta y Callaghan (1979, tomado de Ligorred 1998). Figura 5. Montículo prehispánico del grupo sur del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ordaz 2006). Figura 6. Estructura prehispánica en el fraccionamiento Vergel II. Figura 7. Estructura 10 perteneciente al sitio arqueológico de Xoclán, “integrada” a una glorieta en el fraccionamiento Bosques de Yucalpetén. Figuras 8 y 9. Planimetrías de los grupos norte y sur de Xoclán (tomado de Ligorred 2009:173-174). Figura 10. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente. Figura 11. Estructura prehispánica habitacional excavada durante el rescate arqueológico en lo que hoy es el hotel Costa del Sol (tomado de Huchim y Pool 1994). Figura 12. Estructura principal de la zona arqueológica Chen Hó. Figura 13. Sitio arqueológico Flor de Mayo, ubicado al oriente de la ciudad de Mérida (tomado de Ligorred 2007). Figura 14. Vestigios arqueológicos en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Uriarte 2008). Figura 15. Zonificación arqueológica del Centro Histórico de Mérida en base a los resultados de la prospección geofísica (cortesía DPANM). Figura 16. Prospección geofísica en calles del Centro Histórico de Mérida a cargo del Dr. Luis Felipe Barba (primero de derecha a izquierda) y en coordinación del Arqlgo. Josep Ligorred del DPANM (primero de izquierda a derecha).
Figura 17. Plano del sitio arqueológico San Pedro Cholul, superpuesto sobre fotografía de satélite de Google Earth (cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz, edición propia). Figura 18. Vestigios arqueológicos sometidos a rescate por la construcción del Complejo Deportivo del Campus de Ciencias Sociales de la UADY (cortesía Arqlgo Marcos Pool). Capítulo 4 Figura 19. Contexto municipal del patrimonio arqueológico de Mérida. Figura 20. Plano del sitio arqueológico de Komchén (Andrews V y Ringle 1992:14, tomado de Ligorred 2009:125). Figura 21. Plano del sitio arqueológico de Xtobó (Anderson 2008, tomado de Ligorred 2009:126). Figura 22. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente. Figura 23. Planta arquitectónica de los vestigios de Chen Hó, en el Parque Recreativo de Oriente (Ligorred 2009:44). Figura 24. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico Dzoyilá (tomado de Ligorred 2007). Figura 25. Planta arquitectónica de los vestigios de Dzoyilá, en el Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (Ligorred 2009:40). Figura 26. Levantamiento topográfico y planimétrico del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ligorred 2006). Figura 27. Reconstrucción de los grupos centrales de Dzibilchaltún. Figura 28. Plano arquitectónico de los vestigios centrales de Dzibilchaltún (basado en Stuart et al 1979, tomado de Ligorred 2009). Figura 29. Plano de los parques arqueológicos de la ciudad de Mérida y zonas de amortiguamiento y núcleos arqueológicos. Figura 30. Estructura preclásica de planta absidal en el sitio de Opichén en uno de los parques arqueológicos del fraccionamiento Villa Magna de Opichén (tomado de Ligorred 2009:150). Figura 31. Contexto urbano de los vestigios arqueológicos de Flor de Mayo, al oriente de la ciudad de Mérida.
Figuras 32 y 33. Planos del sitio arqueológico de X’Catzmil y su contexto urbano, en la colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, al sur de la ciudad de Mérida.
Figura 34. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico San Pedro Cholul (Cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz). Figura 35. Plano de ubicación de la comisaría de Caucel en el municipio de Mérida. Figura 36. Pirámide en el centro de la comisaría meridana de Caucel (Archivo DPANM, tomado de Ligorred 2009:140). Figura 37. Áreas de donación de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (cortesía DPANM, editado por Esteban de Vicente). Capítulo 5 Figura 38. Plano de las estructuras arqueológicas identificadas durante el primer recorrido y prospección en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Robles y Cantero 2003, cortesía DPANM). Figura 39. Plano de distribución de los vestigios arqueológicos en el área de Ciudad Caucel (Cortesía DPANM). Figura 40. Localización del conjunto arqueológico Anikabil dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Ligorred y Robles 2008). Figura 41. Zonas destinadas a parques arqueo-ecológicos (tomado de Ligorred y Robles 2008). Figuras 42 y 43. Consolidación y restauración del casco de la hacienda Anikabil. Figura 44. Plano preliminar del sitio arqueológico Anikabil (Cortesía DPANM). Figura 45. Antiguo camino de truck de la hacienda Anikabil. Figura 46. Recorrido superficial del sitio arqueológico de Anikabil. Figura 47. Levantamiento planimétrico a través del método de triangulación con brújula y cinta métrica (Foto: Eduardo Andrés Escalante Carrillo). Figura 48. Empleo del programa de computadora Autocad para la digitalización de las medidas obtenidas en campo a través del método de triangulación (cortesía DPANM). Figuras 49 y 50. Avance del levantamiento planimétrico. Trabajo conjunto entre campo y computación (cortesía DPANM). Figura 51. Metate identificado con el número 4, durante los trabajos de registro arqueológico. Figura 52. Estructura identificada con el número 13, durante los trabajos de registro arqueológico.
Figura 53. Base de datos arquitectónicos de Anikabil. Figura 54. Base de datos de metates de Anikabil. Figura 55. Levantamiento planimétrico final del sitio arqueológico Anikabil (cortesía DPANM). Figura 56. Imagen de satélite y logotipo del Parque Arqueo-Botánico Anikabil. Figuras 57 y 58. Senderos dentro del Parque Arqueo-Botánico Anikabil. Figura 59. Imagen de satélite del sitio arqueológico Xamán Susulá, excavado y restaurado durante la temporada de campo entre 2004 y 2006. Capítulo 6 Figura 60. Mapa del municipio de Mérida con los sitios arqueológicos, distritos y secciones catastrales, las Comisarias y Subcomisarias (cortesía DPANM).
1
INTRODUCCIÓN
La ciudad como núcleo creado para acoger seres vivos crece, envejece y se regenera, pero siempre consciente o inconscientemente mostrando parte de lo heredado en el trazado de sus calles, la forma de sus edificios y la capacidad de éstos para adaptarse al paso del tiempo, sobreviviendo a la selección de los bello, lo útil o lo “memorable”.
- Gonzalo Díaz de Recasens, 1997.
En Mérida y en otras zonas urbanas mexicanas, como menciona Pantoja (2006:129), la
existencia de vestigios arqueológicos en las áreas de crecimiento de estas ciudades
vivas, han traído consigo una serie de aspectos que ha dado pie a una variada
problemática social y que se ha convertido en objeto de estudio de diversas disciplinas,
principalmente de la Arqueología
La labor de protección del patrimonio arqueológico en México enfrenta
condicionantes y limitantes, principalmente referidas al creciente y desorganizado
aprovechamiento de áreas que, por lo general, cuentan con vestigios arqueológicos de
variada cronología y referencia cultural.
En el caso de la ciudad de Mérida, la preservación, conservación y estudio de los
vestigios del pasado se enfrentan a la necesidad del desarrollo de la sociedad, desarrollo
que trae consigo la demanda de viviendas y servicios públicos, lo que ha ocasionado la
expansión de la mancha urbana, y que muchas veces se lleva a cabo sin el análisis previo
de las áreas donde se llevaran a cabo las obras de construcción. Este análisis debe ser
necesario para el mismo patrimonio arqueológico, que en gran cantidad, se encuentra
distribuido en gran parte del Estado de Yucatán y de la ciudad de Mérida misma.
2
Por esta razón, a través del desarrollo sociocultural de la ciudad, el patrimonio
maya de Mérida ha permanecido oculto durante siglos y ahora no es fácil, sin una
aproximación desde diferentes ángulos del conocimiento, valorar adecuadamente su
envergadura y las posibilidades de su uso social (Ligorred 2006).
Uno de éstos ángulos del conocimiento es la Arqueología, que gracias a los
trabajos de la Arqueología de Salvamento, lo que los arqueólogos logran rescatar en los
proyectos de excavaciones arqueológicas en los contextos urbanos son producto de los
proyectos de la planeación y construcción de obras públicas, fraccionamientos o casas
privadas, aunque estos contrastes históricos muy difícilmente se conectan o vinculan
entre sí (Fernández 2003:15).
Así, previa a la actuación directa sobre el vestigio arqueológico, las técnicas
arqueológicas no destructivas representan el preámbulo para el conocimiento de la
existencia del patrimonio arqueológico de una zona o región. Éstas técnicas son las
denominadas reconocimiento y análisis de superficie (García 2008), es decir, aquellas
técnicas de prospección sobre la superficie del terreno cuyo objetivo es el reconocer la
existencia de vestigios arqueológicos, su representación en un plano y de ésta forma
poder considerar proyectos de actuación para su conservación y estudio a través de la
observación espacial del vestigio arqueológico con el alrededor urbano en el cual se
encuentra inmerso. Éstas técnicas son aplicables en toda la superficie, incluso bajo el
agua, sin embargo para cuestiones del presente proyecto, se considera la aplicación de
técnicas de reconocimiento de superficie en aquellas áreas en los alrededores de la
ciudad de Mérida susceptibles de que se lleven a cabo trabajos de urbanización.
Con lo anterior, considero de suma importancia retomar el enorme contenido
sociocultural que presenta el pasado prehispánico de la ciudad, y no solo la importancia
de la Arqueología de Salvamento como la principal herramienta para su estudio y
conocimiento, sino retomar las técnicas arqueológicas de superficie, no destructivas, que
3
contribuyen a conocer la existencia de dichos vestigios, pues no podemos proteger lo que
no se conoce.
El desarrollo de la presente investigación, a través de sus seis capítulos, debe su
estructura al interés personal por coordinar las técnicas arqueológicas de reconocimiento,
análisis superficial y registro con los conceptos e ideas del patrimonio cultural
arqueológico, partiendo de que los resultados de dichas técnicas contribuyen en el ámbito
urbano de Mérida, a la planificación de planes estratégicos de gestión. Es por ello que el
capítulo 1 está conformado por la discusión del origen de la conciencia que la sociedad
tiene sobre el pasado, y el reconocimiento de dicho pasado a través del reconocimiento y
la valorización del vestigio material. Por una parte, en la primera mitad del capítulo 1 se
abarca la discusión teórica de la construcción del concepto de “patrimonio arqueológico”,
con el fin de contextualizar conceptualmente el presente trabajo, por otro lado,.trata las
ideas principales sobre el desarrollo histórico de la conciencia sobre el pasado en México
y el mundo.
En el capítulo 2 se trata de forma general las técnicas arqueológicas no
destructivas concernientes al reconocimiento y análisis superficial, tratando los aspectos
teóricos de una metodología antigua pero en constante innovación dependiendo de los
movimientos paradigmáticos que dominen a la ciencia arqueológica en determinado
momento de la historia. Se trata de igual forma, la factibilidad de la aplicación de dichas
técnicas en la investigación arqueológica preliminar.
El capítulo 3, compuesto por los antecedentes de los primeros trabajos de
intervención arqueológica en los vestigios materiales prehispánicos inmersos en el ámbito
urbano de la ciudad de Mérida, funge como vinculador entre la teoría patrimonial de la
arqueología, las técnicas arqueológicas de superficie y la intervención superficial al
patrimonio arqueológico de Mérida.
4
Continuando con el capítulo anterior, en el apartado 4 se procede al acercamiento
al contexto de estudio, es decir, aquellos vestigios arqueológicos inmersos en áreas
urbanizables de la ciudad de Mérida y la forma en las que han sido intervenidos y
analizados, haciendo énfasis en los resultados a través de la aplicación de técnicas de
reconocimiento superficial.
Para aterrizar la investigación en un caso particular, el capítulo 5 está conformado
por la aplicación de técnicas arqueológicas superficiales por medio de una metodología
establecida de acuerdo a las características del contexto y de las necesidades de
intervención, tratando la experiencia personal en el sitio arqueológico Anikabil, ubicado en
el desarrollo urbano de Ciudad Caucel, al Poniente de la ciudad de Mérida. Se trata con
detalle la metodología utilizada, los resultados y su utilidad para la planeación de futuras
estrategias de intervención.
Finalmente, es en el capítulo 6 donde se concretiza la información recabada tanto
de los antecedentes como de la experiencia en el sitio de Anikabil, para contribuir a la
problemática actual del urbanismo moderno, siendo el caso de la ciudad de Mérida
distintivo de otras ciudades mexicanas, pues se trata con una ciudad con una ocupación
que data desde la época prehispánica.
Con el desarrollo del presente proyecto de investigación pretendo contribuir a la
constante discusión respecto al patrimonio cultural, particularmente respecto al patrimonio
arqueológico, así como la aportación de un enfoque diferente a la conformación de una
mejor (y mayor) percepción de conservación del patrimonio arqueológico en áreas
urbanizables y así destacar el enorme contenido histórico cultural del cual está
conformado nuestro patrimonio y que, normalmente, aparenta encontrarse inmiscuido casi
invisible dentro de nuestro paisaje urbano cotidiano y que, muchas veces sin saberlo, se
encuentra prácticamente al alcance de todos.
5
- 1 -
PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y CONCIENCIA SOBRE EL PASADO
La conciencia sobre el pasado, a través del desarrollo histórico de la humanidad y de
México en particular, está conformada sustancialmente, por la concepción del legado
material, es decir, por un reconocimiento social del ser humano como actor de la
manufactura del utillaje material, objetos que han permanecido en la superficie y que a
través de la percepción del tiempo histórico se han transformado en el legado material de
las culturas pasadas.
Previo a la revisión de los antecedentes de la conciencia sobre el pasado y del
concepto de patrimonio arqueológico, considero importante hacer énfasis en la naturaleza
de los restos materiales, puesto que conforman el legado material de la cultura y, son los
que sobreviven como únicos testigos de las sociedades del pasado. Otra razón para esta
revisión previa es el hecho de que se tratará con el aspecto material del patrimonio, y
siendo la arqueología la base de esta investigación, considero elemental proporcionar una
idea de su objeto de estudio. La presente investigación trata elementalmente de los
vestigios materiales arqueológicos que han sobrevivido a los cambios sociales en nuestro
contexto urbano. En este sentido, resulta factible plantear una idea general de los
conceptos primarios que dan cabida a la base teórica de la arqueología y que son
indispensables para el entendimiento y comprensión del aspecto material de los vestigios
arqueológicos inmersos en nuestra ciudad.
1.1. La arqueología y el estudio del legado material
El desarrollo de la arqueología dentro de su contexto social parte de la conciencia
creciente de las cualidades distintivas de los datos arqueológicos. Estos datos son los
6
objetos, o artefactos, que conforman el legado material de las sociedades pasadas y que
constituyen el objeto de estudio de la arqueología.
La arqueología, es “la disciplina de la antropología que implica el estudio del
pasado humano a través de sus restos materiales” (Renfrew y Bahn 1998).
Tradicionalmente se ha interesado en cómo la sociedad se ha desarrollado a lo largo del
tiempo, lo que es observable en los vestigios materiales, objeto de estudio. Igual de
importante es el aspecto de la organización social y el aprovechamiento del medio
ambiente. Cabe señalar que éste conjunto de datos permite a la investigación
arqueológica la factible reconstrucción, interpretación y explicación de las sociedades
pasadas.
Según Litvak (1986:32), la arqueología es:
“el estudio de la cultura de los grupos humanos, sus procesos de cambio a través del tiempo, su relación con el medio ambiente en que viven y con otros grupos, esto a través de una metodología apoyada principalmente en el examen sistemático de objetos materiales que son evidencia de la acción humana por sí mismos, y en asociación con otros materiales”.
Otra definición la ofrece Fernández (1994:10). Este autor señala que “por arqueología se
entiende, según una definición clásica, la recuperación, descripción y estudio sistemáticos
de la cultura material del pasado”.
Siguiendo las ideas de Miguel Covarrubias (2003:4-6), observamos que Litvak
(1986:32) considera que la arqueología es definida por muchos como el estudio del
pasado humano, de los procesos sociales a través del tiempo, de la conducta social de
nuestros antepasados o de la respuesta de la cultura al medio ambiente. Sin embargo,
reconozco, al igual que Litvak, que todas estas acepciones mantienen como objeto de
estudio el “registro del utillaje: lo que queda de los artefactos que el hombre fabricó, es
7
decir, los restos materiales de la cultura1”; o en palabras de Fernández Martínez (1994:10)
haciendo énfasis en la evidencia material que estudia la arqueología, “los restos
materiales son la única parte de la cultura que sobrevive cuando fallecen los hombres que
los fabricaron y usaron, cuando desaparecen o evolucionan las culturas globales que les
dieron su sentido”.
Complementariamente, Felipe Criado (2001:38) define a la Arqueología como la
“disciplina que estudia, basándose en el registro arqueológico, la integración de la cultura
material en los procesos socioculturales de construcción de la realidad; implica una
operación cognitiva que hace presente una racionalidad ausente. Dentro de un ámbito de
valorización y patrimonialización del legado material, Criado (2001:42-43) plantea una
triple utilidad de la Arqueología: 1. Sirve para “deconstruir la relación de nuestra sociedad
con el pasado y mostrar cómo éste es una construcción que legitima el presente”; 2. sirve
“para estudiar, reconocer, reconstruir e historiar procesos que sólo son visibles en la larga
duración de la prehistoria”; y 3. para “construir, mediante una reconversión tecnológica y
una reorientación aplicada, un saber práctico que permita resolver los problemas y
conflictos que la huella del ayer causa sobre el acontecer de hoy”.
En este sentido, “la Arqueología buscaría una comprensión espacial, formal, actual
y sincrónica del registro arqueológico; trataría de descubrir la racionalidad de lo olvidado”
(Criado 2001:43).
Para todo esto, ¿qué es el legado material?, ¿cuál es la naturaleza de los objetos
que conforman la expresión física del comportamiento humano?
1 Cursivas mías. Véase las cursivas en las tres definiciones planteadas de arqueología, donde se
resalta ésta observación de conceptos comunes entre ambas definiciones.
8
1.1.1. Los objetos y la cultura material del ser humano
Para responder las preguntas planteadas anteriormente, retomo las propuestas de Josep
Ballart respecto a la naturaleza material del patrimonio histórico y arqueológico. Ballart
(2002a) reconoce esta base material y su origen como producto del comportamiento
humano, ya que es característico del hombre, ser social, y producir objetos.
La actividad humana se manifiesta en los artefactos, los cuales son producto del
ingenio humano hechos a partir de la modificación o transformación de los recursos
materiales que ofrece el medio natural que nos rodea y sobre el que el grupo humano
actúa. El ser humano es, de esta forma, consciente de sus actos y toma experiencia del
mundo que lo rodea por medio de la construcción de ideas sobre el mismo. En este
sentido, al producir artefactos (objetos) no hace otra cosa que dar forma a sus ideas
(Ballart 2002a:13-15).
Todos los objetos creados por el hombre tienen, -considerando que serán y son
usados-, una vida física determinada, por lo que permanecen sobre el terreno por un
período de tiempo, mientras se acumulan más y más objetos que a menudo sobreviven a
sus creadores y mientras otros objetos acaban por destruirse y desaparecer (Ballart
2002a:15-16).
Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza creadora de objetos del ser humano?, estoy de
acuerdo con Ballart (2002a:18) al hacer referencia a los pensamientos de Marx respecto a
la productividad del hombre en sociedad. Al respecto, dice:
El ser humano es un ser social […]. Marx decía que una de las condiciones naturales de producción para el individuo era la de pertenecer a un colectivo o grupo; así, su propia existencia productiva sólo sería posible bajo aquella condición. Esto es lo mismo que decir que los objetos creados sólo adquieren sentido si los emplazamos dentro de su realidad social. Existe una producción propia para el uso propio, una apropiación privada y una herencia individual, pero sobre todo hay, y eso es lo más significativo y
9
lo que tiene más sentido históricamente, una producción familiar y social, una apropiación colectiva y una herencia de grupo […]. Como apunta S. Pearce, la capacidad de producir un universo de objetos es una parte fundamental de nuestra capacidad como seres humanos de crear un ambiente social y de sentirnos dentro del mismo “como en casa” (Pearce 1992:23). El proceso de socialización se perfila en el individuo en contacto con el mundo material de los objetos creados o heredados por el grupo, que envuelven casi literalmente al individuo (Ballart 2002a:18).
En este sentido, el ser humano tiene una extraordinaria capacidad para transformar la
naturaleza circundante, adquiriendo del medio ambiente los elementos necesarios
(recursos naturales) para su manufactura y transformación en objetos, artefactos, utillaje.
Considerado toda esta perspectiva del ser humano como creador de objetos
gracias a su capacidad de modificar los recursos de su entorno, es importante señalar las
dos cualidades2 de los objetos materiales, y que Litvak (1986) reconoce como
concepciones dentro de los lineamientos comunes de la arqueología: espacio y tiempo.
Con espacio se hace referencia a que los objetos y todo material elaborado por el hombre
están presentes en un lugar particular, sobre la superficie de la tierra en el entorno en el
que fueron elaborados o donde fueron llevados por el individuo. Sin embargo, el tiempo es
la cualidad que da cabida a que los objetos se transformen en el legado material de
sociedades pasadas, respecto a la conciencia sobre el pasado, del tiempo histórico, del
tiempo que pasa.
De acuerdo a la importancia social del ser humano planteado en el apartado
anterior, Felipe Criado (2001:39) define a la cultura material como “los productos formales
de las prácticas sociales que muestran una determinada relación entre el pensamiento y
el mundo”. Ningún objeto material puede existir solamente en el espacio y no ser en el
tiempo, o ser en el tiempo y no encontrarse en el espacio. Siempre y en todas partes,
cualquier cuerpo existe en el espacio y en el tiempo (Konstantinov 2008).
2 Considerando el aspecto material no como cualidad, sino como base elemental que da sentido al
objeto en sí.
10
Los objetos y las relaciones que se establecen entre éstos y las personas se
desenvuelven dentro de la dimensión del tiempo. Con el paso del tiempo, los objetos
acumulados por el grupo empiezan a ser considerados de forma diferente. La propia
dinámica de la existencia hace que cada generación de humanos no tenga
necesariamente que hacer uso, modificar o conservar intacto el universo entero de cultura
material con el que se relaciona (Ballart 2002a:19).
De esta forma, los objetos y su relación con las personas, dentro de una dimensión
temporal, pasan a través del uso, el desuso, el reuso y el cambio de uso, los cuales son
procesos normales que afectan en todas partes las relaciones individuo-objeto y que se
producen desde el principio de los tiempos (Ballart 2002a:19).
Dicho lo anterior, siguiendo las ideas de Ballart, de acuerdo a los objetos y su
relación con los individuos, se podrían dividir los objetos que habitan el presente (sin
considerar la comida, puesto que sólo tienen sentido para ser consumidos
inmediatamente) en tres categorías (Ballart 2002a:19-20):
1. Los automáticamente descartables o de desecho, porque no se les atribuye un
valor que supere el momento que sigue a su generación siempre motivada por una
necesidad inmediata de orden funcional.
2. Los que tienen un valor temporal, un valor de uso fundamentalmente, que
podemos llamar objetos transitorios, los cuales acostumbran a tener un uso
privativo o constituyen un medio para producir otras cosas, o pasan de mano en
mano en un contexto productivo hasta que por decadencia, obsolescencia o
desuso pasan a la primera categoría, o por cambio de valoración a la tercera
categoría.
3. Los que han de durar el máximo tiempo posible u objetos durables, los cuales
gozan de un aprecio especial y a menudo son revestidos de cualidades
11
superiores, psicológicas, espirituales o científicas que hacen de los mismos un
referente.
1.1.2. El registro material y los procesos de formación de la evidencia
arqueológica.
A todo lo anteriormente planteado, podemos agregar que los objetos, artefactos, y el
legado material en general, adquieren, con el paso del tiempo, la cualidad de
arqueológicos, siendo la base para la investigación arqueológica, como se observa en las
definiciones de la ciencia en cuestión. En este sentido, Ballart hace referencia al aspecto
arqueológico que los objetos pueden alcanzar y que, a través de ese estado, son
estudiados y conservados, al indicar que “el agregado de productos presentes sobre la
superficie de la tierra en un momento dado nos introduce la noción de surtido material de
la humanidad, asimilable a depósito cultural” (Ballart 2002a:16), donde dicho depósito
conforma el campo arqueológico del registro material de las culturas pasadas.
El registro arqueológico no se compone únicamente de símbolos, palabras o
conceptos, sino también de restos materiales y distribuciones de materia. El único modo
de poder entender su sentido es averiguando cómo llegaron a existir esos materiales,
cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy. Esta
comprensión depende de una gran acumulación de conocimientos que relacionan las
actividades humanas (dinámica) con las consecuencias de éstas actividades que pueden
ser observables en los vestigios materiales (estática) (Binford 2004:23).
Dicho registro arqueológico está conformado por restos materiales que sobreviven
como únicos testigos de sociedades pretéritas, conformando todo éste utillaje artefactual
la manifestación tangible de la cultura (Covarrubias 2003:6).
12
Dentro de este panorama del legado material como patrimonio arqueológico y
objeto de estudio de la arqueología, Binford (2004) plantea que “el registro arqueológico
esta aquí, con nosotros, en el presente…” esto debido a que dicho registro material,
después de ser obtenidos de la transformación del medio natural, permanecen en el
tiempo, dependiendo del tipo de objeto, ya que el tiempo juega un papel en contra de las
cosas físicas, perdurando únicamente aquellos objetos que resistan el tiempo que pasa.
De esta forma, Binford (2004) define el registro arqueológico como conjuntos actuales de
restos materiales y su distribución, actuales porque son los vestigios que observamos en
el presente, pero que forman parte del legado del pasado, que permanece con el paso del
tiempo.
Por otro lado, Criado (2001) mantiene una noción del registro arqueológico
inmerso en la importancia del estudio de la memoria materializada para entender la
cultura. Para Criado (2001:39-40), el registro arqueológico:
“es cómo se presenta hoy día la cultura material después de que, una vez formada, haya sido afectada por los procesos que los arqueólogos denominan deposicionales y posdeposicionales, esto es, los procesos que determinan la incorporación de esta cultura material al suelo y a los contextos que después formarán yacimientos arqueológicos, y los procesos que afectan más tarde a estos depósitos […] junto con la información complementaria que lo contextualiza y hace significativo”.
Es por esta razón que el arqueólogo debe comprender la manera en que el
comportamiento humano puede modificar el contexto material (Covarrubias 2003:5), por lo
que surge la cuestión respecto al modo en que fueron sepultados y/o abandonados los
hallazgos que son observados en el presente arqueológico de investigación. Para esto,
considero oportuno retomar las ideas de Michael Schiffer (1996) respecto a los procesos
de formación de los contextos arqueológicos. Referente al presente tema de
13
investigación, concierne cómo es que los vestigios arqueológicos que observamos en
nuestro entorno urbano están en ese contexto/lugar en particular.
Los objetos que sobreviven y que son examinados por los arqueólogos existen en
dos formas: el registro histórico y el registro arqueológico. El registro histórico consiste en
artefactos que, debido a cambios en forma, función o individuo que lo usa, son retenidos
dentro de sociedades vivas (y no desechados). El registro arqueológico, por su parte,
contiene objetos depositados culturalmente que ya no son parte de una sociedad
dinámica viva. Después de su recuperación de su ambiente natural, estos utensilios
proveen al arqueólogo evidencia de estilos de vida pasados. Los artefactos del registro
arqueológico formaron parte del registro histórico, por lo que es de interés para el
arqueólogo los procesos que llevaron a conformar dichos registros (Schiffer 1996:3).
En este momento, resulta indispensable distinguir entre un contexto sistémico y un
contexto arqueológico. Contexto sistémico se refiere a los artefactos cuando se
encuentran participando en un sistema de comportamiento. En contraste, los artefactos
que interactúan únicamente con el medio natural, se encuentran en un contexto
arqueológico, es decir, el artefacto no se encuentra dentro de la relación objeto-individuo,
sino se encuentra depositado en la superficie (Schiffer 1996:3-4).
Siguiendo las ideas de Schiffer (1996:13-14), todos los artefactos empiezan como
materiales obtenidos del medio natural. Estos materiales naturales son usualmente
modificados por procesos aditivos o procesos de reducción, o una combinación de ambos
procesos en la manufactura. Durante el uso, los artefactos participan en actividades que
pueden tener funciones utilitarias o simbólicas. En este sentido, es conveniente reconocer
tres tipos de funciones artefactuales: 1) tecno-función, que se refiere a la extracción,
procesamiento, y almacenamiento de recursos, tecnología de manutención, y satisfacer
necesidades del individuo; 2) socio-función, es decir, influencia(s) simbólica de las
interacciones sociales; y 3) ideo-función, el cual simboliza la ideología y otra información.
14
Hay que hacer énfasis en que la mayor parte de los artefactos cumplen con más de una
de las funciones mayores. Después del uso, los artefactos serán, ya sea, reusados o, en
su defecto, depositados. Posteriormente, los artefactos pasan a formar parte del contexto
arqueológico, donde interactúan con el ambiente natural, y en varias ocasiones, se
reintegran al contexto sistémico.
Las actividades que ocurren durante cada etapa de la vida del artefacto,
usualmente deja rastros (modificaciones específicas) en el mismo. Rastros que acaparan
la atención del arqueólogo.
Ahora bien, los factores que crean los registros históricos o arqueológicos
(conformados por contextos sistémicos o arqueológicos, y sus respectivos artefactos
cada uno con etapas de uso y manufactura particulares) son denominados “procesos de
formación” (Schiffer 1996:7). Estos procesos de formación son básicamente de dos tipos:
cultural, donde el agente de transformación es el comportamiento humano y no-cultural o
natural, en donde los agentes de cambio provienen del medio ambiente natural (Renfrew
y Bahn 1998:46; Schiffer 1996:7).
Los procesos de formación culturales pueden ser definidos como los procesos del
comportamiento humano que afectan o transforman los artefactos después de su periodo
inicial de uso en una actividad dada. Engloban las actividades deliberadas o accidentales
de los seres humanos, en la medida en que fabrican o usan artefactos, construyen o
abandonan edificaciones3, aran sus campos, etc.
Los procesos de formación culturales son responsables de retener bienes u
objetos materiales en un contexto sistémico (por reuso) para formar un registro histórico,
así como el depositar artefactos, creando un registro arqueológico, y cualquier
subsecuente modificación cultural del material en cualquier tipo de registro. Estos
procesos de formación también incluyen las actividades del arqueólogo en las etapas
3 Cursivas mías.
15
recuperación y análisis de la investigación, momento en el que los materiales del registro
arqueológico se reintegran al contexto sistémico.
Por otro lado, los procesos de formación no-culturales son simplemente cualquier
tipo de evento o proceso del medio ambiente natural que alteran o afectan a los artefactos
y depósitos arqueológicos. Estos procesos de formación actúan en materiales culturales
tanto en contextos sistémicos como arqueológicos, y son responsables de qué se
deteriora o desintegra y qué se preserva, del colapso de estructuras y la acumulación de
sedimentos. Estos procesos están constituidos por los acontecimientos naturales que
determinan tanto el enterramiento como la supervivencia del registro arqueológico.
Considero importante señalar que no debemos olvidar que el registro arqueológico
es la evidencia “actual” de huellas e indicios del “pasado” (Criado 2001:39), por lo que la
práctica arqueológica funge como única forma de poder interpretar y llegar a comprender
nuestro pasado cultural.
1.1.3. Conceptos básicos acerca del legado material
Planteadas ya las ideas generales respecto a los objetos y su relación con la cultura
material del ser humano (relación objeto-individuo), así como la naturaleza del registro
arqueológico y la formación de los contextos materiales, existen ciertos conceptos cuya
comprensión es indispensable y enriquecedora para tener una idea general del atributo
material de los objetos, de los vestigios arqueológicos (Ballart 2002a:21-27).
Objeto. Cualquier cosa material que se nos aparece como presencia sensible a los
sentidos. Su característica principal es que ocupan un espacio. Con ellos estamos
describiendo el carácter material de los objetos. Los objetos que interesan en el presente
trabajo son un tipo de realizaciones-construcciones materiales del ser humano que tienen
una determinada localización espacial y temporal. Objetos son en realidad cada uno de
16
los componentes individuales de los que está hecho el mundo material al cual otorgamos
gran variedad de significados culturales (Ballart 2002a).
Artefacto. Cualquier objeto realizado producto del trabajo del hombre. Cuando se
usa normalmente dentro de un contexto técnico, incluye dos campos de significación: por
un lado hace referencia a la presencia de un elemento físico (el material con el que está
hecho el objeto) y por otro hace referencia a la actividad humana de transformación de la
materia en objeto (Ballart 2002a).
Bien. La palabra lleva en sí misma la idea de provecho, porque siendo como es un
producto del esfuerzo humano, goza de la virtud de proporcionar beneficios y
satisfacciones. Así, bien es todo aquello que procura satisfacción. Bien cultural es una
denominación específica que hace referencia a aquel depósito de objetos heredados,
especialmente designados, que procuran satisfacciones intelectuales y espirituales y
hasta incluso físicas, porque son testimonio del conocimiento acumulado de la humanidad
o del ingenio y sensibilidad de alguna persona o colectivo (Ballart 2002a).
Cultura material4. Equivale al objeto en sentido colectivo, por tanto la expresión se
utiliza para designar el conjunto de cosas materiales que el ser humano ha producido a lo
largo de la historia. La expresión cultura material forma parte del vocabulario habitual de
la antropología y de la arqueología en particular. De acuerdo al antropólogo Melville
Herskovitz (Schlereth 1982a:2 en Ballart 2002a), cultura material es el vasto universo de
los objetos empleados por la humanidad para hacer frente al mundo físico, para facilitar la
relación social, para satisfacer la imaginación y para crear símbolos dotados de
significado.
Es interesante resaltar el hecho de que la cultura material sea el conjunto de
productos que el grupo humano ha ido creando, que permanece sobre el terreno y a
menudo sobrevive a los propios individuos.
4 Véase también la definición de Felipe Criado (2001) planteada en la página 10.
17
A modo de resumen podría aceptarse que una definición normativa y fácil de
retener de cultura material debería incluir a todo aquel agregado o conjunto de objetos
creados por una determinada cultura con el fin de satisfacer necesidades y deseos
derivados de su interrelación con el medio (Ballart 2002a:16-17).
1.2. El legado material y la noción sobre el pasado
Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten de una manera directa a los
individuos noticias y sensaciones que provienen del pasado. Los objetos, en este sentido,
son una puerta hacia el pasado, de un pasado que, no obstante, persiste como idea al
margen de los objetos, porque el pasado existe bajo la doble condición de idea y de cosa
(vestigios materiales).
En este apartado, observaremos otra cualidad propia del ser humano, me refiero a
la consciencia de paso del tiempo y con ella la consciencia sobre el pasado (que no es lo
mismo), la cual se manifiesta en los seres humanos gracias a la facultad de la mente
humana de recordar, de retener experiencias pasadas (Ballart 2002a:29-30).
El paso del tiempo produce en los hombres la noción de pasado, noción que se
contrapone a la de presente. Del pasado llegan objetos y, claro está, informaciones e
ideas. Los objetos en concreto sirven muy especialmente para poner de manifiesto
claramente ante las personas las nociones de continuidad y cambio entre pasado y
presente, porque son evidentes por sí mismos y porque duran. En este sentido, los
objetos fungen como marcadores para distinguir entre presente y pasado (Ballart
2002a:17).
18
1.2.1. Patrimonialización del legado material
A lo largo de la historia, las naciones que presentan una gran cantidad de vestigios
arqueológicos y son ricas en cultura material, como el caso de México, han tendido a
valorar positivamente el legado histórico-arqueológico, material de las generaciones
precedentes. Una idea que ayudó a este proceso de valoración positiva fue la consciencia
de que los vínculos culturales objetivados en determinados objetos materiales se
prolongaban hacia atrás con el paso del tiempo y daban testimonio de la continuidad de la
colectividad, de la sociedad en cuestión.
Lo anterior es posible ya que, por medio de los objetos, el pasado se acerca al
presente. Con los objetos, el pasado viaja al presente y con ellos la cultura se vincula con
pasado y presente de una sociedad en particular, creadora del objeto. Los objetos
producidos sustentan la cultura y condicionan por sí mismos a los nuevos productores de
objetos (Ballart 2002a:17-18).
En este sentido, eventualmente, el tiempo juega en contra de las cosas físicas
como en contra de las personas. Pero las cosas que los individuos acumulan y les
sobreviven, sean objetos transitorios y objetos durables, y son transmitidas a los que
vienen después, se transforman en legado, en patrimonio heredado, siendo el legado
patrimonial, siempre un recordatorio permanente para las generaciones venideras de todo
lo bueno y valioso que merece conservarse del pasado (Ballart 2002a:20).
Estas ideas generales respecto al legado material, dentro de un marco específico
de conservacionismo contemporáneo, deja evidente la necesidad de un acto de voluntad
de selección la cual debe ser guiada por sólidos fundamentos científicos para que un
objeto, heredado o no, pase de objeto de desecho u objeto transitorio a objeto durable
que merezca una larga existencia, por no decir eterna vida (Ballart 2002a:20).
19
Dentro de este proceso de permanencia en el paso del tiempo y a través de la
voluntad de selección, valorización, protección y conservación, y previo a estos procesos
de patrimonialización, el objeto en cuestión debe experimentar una indispensable
transformación en la percepción del observador, de modo que el objeto se convierta en
objeto de patrimonio cultural. Es así como los objetos del patrimonio histórico, artístico y
arqueológico ganan valor añadido en el transcurso de su viaje en el tiempo (Ballart
2002a:20).
Así pues, para referirse a aquello que se recibe del pasado se utiliza el término de
herencia. En planteamientos de Ballart (2002a), herencia y patrimonio son dos nociones
estrechamente relacionadas. La noción de patrimonio, tal como la entendemos en el
sentido de aquello que poseemos, aparece históricamente cuando en el transcurso de
generaciones, un individuo o un grupo de individuos identifica como suyos un objeto o
conjunto de objetos. Es el marcador fundamental que señala una separación en la mente
del individuo, entre el entorno natural y el entorno creado artificialmente.
En estos contextos, el entorno natural está conformado por los elementos
minerales, vegetales y animales que existen previamente e independientemente del ser
humano, y sobre los que el hombre actúa para satisfacer sus necesidades y producir
cosas. El entorno artificial, que se cataloga como cultural (véase el apartado de
“conceptos básicos acerca del legado material”), es el resto, todo aquello añadido por la
acción del hombre, por lo tanto relacionado con su condición. El hombre-individuo se
siente poseedor y se apropia, de una forma por naturaleza humana, de parte del entorno
artificial que ha contribuido a producir, igual como lo hace el hombre social. Al
desaparecer el individuo o grupo social, deja ese legado material, ese patrimonio (su
casa, utensilios, campos, etc.) a sus descendientes. La herencia, en el sentido de
traspaso y sin connotaciones jurídicas, relaciona, conecta, a través de los objetos físicos,
20
unos individuos con otros; los hombres y mujeres de ayer, con los hombres y mujeres de
hoy (Ballart 2002a:17).
Con lo anterior, queda clara la forma como se buscan maneras de recuperar las
cosas/objetos/ legado material que quedaron atrás para darles un nuevo sentido, quizá
más acorde con los tiempos y aun pensando en el futuro, es decir, para su salvaguarda y
conservación (Ballart 2002a:19).
Una parte de los objetos que aguantan el paso del tiempo se tornan obsoletos, es
decir, objetos que quedan atrás, lejos de la atención prioritaria de la gente. En realidad,
una parte de los instrumentos, lugares, estructuras y objetos presentes en el territorio
concreto habitado por los individuos de una determinada generación pasarán de largo.
Equivalentemente, hay cosas que despertaran de nuevo la atención sólo tras un lapso en
el paso del tiempo, de olvido, y se atribuirá en aquel momento la urgencia del rescate del
pasado (Ballart 2002a:19).
“…sin tiempo histórico no hay conciencia patrimonial (en el sentido de legado
material). Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión
[noción de cambio] sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar
los testimonios acumulados… los memoriales” (Ballart y Tesserras 2001:28).
1.2.2. El papel de los vestigios en la investigación arqueológica
Dentro del marco de la “lectura” o investigación del pasado, Ballart (2002a:93) distingue
tres vías o elementos para acercarse a dicho pasado: la de la memoria, la de los
documentos escritos, y la de los restos físicos, legado material. Así, en caso particular, los
objetos de la historia, los que trascienden y sobreviven al paso del tiempo, fungen como
importante fuente de conocimiento, aprovechado por los arqueólogos.
21
Para los arqueólogos, el desecho del pasado puede ser conservado y
salvaguardado. Es también un objeto estimable y por lo tanto potencialmente entra en la
categoría de patrimonio cultural. A efectos de información científica, todo lo que viene del
pasado interesa (Ballart 2002a:20-21).
Lo anterior responde al hecho de que para el hombre, el estudio de su pasado es
importante a fin de entender su propia esencia y la posible función que desempeñó en la
superficie del planeta en un momento y espacio específicos, además de su relación con
las otras especies dentro del proceso de desarrollo histórico, cultural y biológico. En este
sentido, la arqueología es la ciencia antropológica que estudia el desarrollo del hombre en
el tiempo (Martínez 1996:7).
Dentro de este marco, como se trató en el inicio del presente capítulo, la
arqueología estudia el pasado a través de los restos materiales que deja el hombre,
debido a que generalmente, no existen documentos escritos para las épocas más
antiguas. En otros contextos científicos (como es el caso español) se denominaría
arqueología prehistórica5 a la encargada del estudio de estas sociedades sin escritura.
Los objetos en tanto que creaciones culturales, los elementos de una cultura o
civilización que han salvado la distancia del tiempo deberían ser observados y estudiados
bajo unas mismas consideraciones metodológicas como objetos en el tiempo (Ballart
2002a:28). En este sentido, el arqueólogo trabaja con los restos y vestigios materiales
para reconstruir y explicar las formas de vida antiguas y el pasado en general (Martínez
1996:7).
La idea de objetos en el tiempo u objetos de la historia es el común denominador
que enmarca las reflexiones y los pronunciamientos metodológicos de la investigación
5 Como se tratará más adelante, un contexto particular es el caso mexicano, donde se hace una
división de la arqueología en histórica y prehispánica.
22
arqueológica6 y de los procesos de patrimonialización, valorización, para la conservación
del vestigio material arqueológico como patrimonio (Ballart 2002a:28). Para todo esto, hay
que considerar que dicho legado arqueológico puede presentar limitaciones y
potencialidades.
Como limitaciones se pueden considerar la variabilidad en la cantidad de los
vestigios, dependiendo del lugar en cuestión, puesto que puede ser tanta que sería
imposible el estudio de toda la muestra; también hay que considerar el mal estado de los
vestigios que imposibilitan la observación, añadiendo los problemas sociales de saqueo y
destrucción del patrimonio arqueológico. Finalmente se encuentra el hecho de que en
algunos lugares, es difícil poder mostrar el cambio (uno de los objetivos de la
investigación arqueológica), pues muchas veces tratamos con objetos y cosas que
permanecen físicamente inalterables en el tiempo durante cierto periodo.
Por otro lado, dentro de las potencialidades, está el hecho de que mientras más
lejos hacia atrás se dirige la observación arqueológica, más a menudo los objetos del
pasado son utilizados como fuente para el conocimiento. A falta de documentación
escrita, los objetos son el elemento directo para la interpretación, explicación y
comprensión de las sociedades pasadas. Dichos objetos pueden ser sometidos a
acciones del quehacer arqueológico como son intervenciones de excavación, restauración
(conjuntos monumentales), reconstrucción honesta (escenarios históricos) y exposición de
los vestigios materiales (Ballart 2002a:93-111).
“Los arqueólogos no observan hechos sociales; observan hechos materiales. La
arqueología debe enfrentarse con la naturaleza de los datos que emplea y con la
singularidad del desafío: cómo acceder desde el presente al pasado” (Binford 2004:25).
6 Para la obtención de información y obtener un acercamiento interpretativo y explicativo del
pasado, a través del legado material en el presente, para así preservar dicho legado y difundir el conocimiento obtenido a las generaciones del futuro.
23
Lo anteriormente planteado deja en claro el papel de la arqueología dentro de la
conciencia de proteger el legado material del pasado, la cual está fundamentada en el
conocimiento del pasado y de los vestigios materiales como evidencia del proceso
histórico de una sociedad en particular. Es por esta premisa que la arqueología se basa
en la información fragmentaria contenida en dichos vestigios para llegar a la identificación
de procesos de cambio social, proporcionando información que complementa al vestigio
material y se valora su protección. De igual forma, resulta imperante considerar los
planteamientos de Felipe Criado (2001) al plantear la importancia de la arqueología para
estudiar un registro arqueológico que si bien es un registro “actual”, es la representación
en el presente de huellas e indicios del “pasado”. Así, la línea de investigación
arqueológica está enfocada a saber qué significaron los monumentos, los vestigios
arqueológicos. La arqueología es la única disciplina que “científicamente” entiende estos
fenómenos.
1.3. Concepto de Patrimonio
Planteadas ya las ideas generales respecto a los objetos, artefactos o vestigios,
manifestaciones materiales de la cultura y objeto de estudio de la arqueología, conviene
ahora plantear algunas cuestiones que pueden proporcionar una idea general, preliminar
y clara de la noción de patrimonio cultural, en un contexto amplio. De esta manera
comprenderemos mejor su contenido y su significado.
Puesto que el tema central-base de la presente investigación es la arqueología, se
tratará el aspecto material de la cultura, y por consiguiente, el aspecto material del
patrimonio. Dicho aspecto se aclarará más adelante en el apartado de Patrimonio tangible
e intangible, sin embargo, para cuestiones de las ideas preliminares, lo menciono en este
apartado.
24
La base de la actual discusión la patrimonialización del legado material, es decir,
todos esos valores añadidos a los vestigios materiales que con el paso del tiempo se
transforman en memoriales. Al adquirir un nuevo significado y valor ante la sociedad
propietaria (representando el logro y permanencia de la cultura pasada) surge la voluntad
de protegerlos, conservarlos. Sin embargo, ante toda esta problemática y conceptos
básicos de la cultura material, ¿por qué protegemos los memoriales materiales del
pasado?, ¿qué valor tienen los bienes culturales para nuestra sociedad?, ¿qué
entendemos por patrimonio cultural?
En primer lugar, es necesario dejar en claro que no existe una sola definición de
patrimonio. Nos referimos a un término cuyo contenido conceptual depende tanto del tipo
de contexto social al que estamos haciendo énfasis, como al momento histórico en sí. El
patrimonio cultural es un concepto que se ha construido a través de diferentes ámbitos y
circunstancias a través del tiempo. La presente investigación no pretende proporcionar
una definición absoluta del patrimonio cultural a manera de propuesta, sino más bien la
idea es contribuir al debate académico sobre el patrimonio cultural.
Siguiendo la idea anterior, como parte de la revisión bibliográfica respecto al
concepto, se distinguen cuatro aspectos diferentes por los cuales se puede abordar el
patrimonio cultural, retomando los planteamientos de Tzuc Salinas (2006). El estudiar el
patrimonio como algo en construcción permite entenderlo como proceso vinculado a otros,
en el que intervienen diversos factores y agentes, evitando limitarlo a una definición dada,
o a un significado invariable, sino que se parte de la relación estrecha entre el patrimonio
cultural y otros procesos sociales, económicos, políticos, etcétera:
Aspecto político: Se refiere a lo legalmente establecido como patrimonio cultural en
tratados, decretos, documentos y reglamentaciones políticas-culturales, a través de la
institucionalización y legalización de la conservación de los bienes culturales.
25
Aspecto jurídico: En sentido de la herencia familiar, propiedad privada, el hogar
legalmente constituido, considerando el ámbito jurídico dentro de los derechos y
obligaciones de una persona o grupo de personas en particular.
Aspecto económico: Vinculado al aspecto jurídico, se refiere al concepto de
patrimonio asociado a la noción de heredar, de pertenencia, de valor íntimamente ligado a
quien es un poseedor (Lumbreras 1994:43-44). En este sentido se considera al patrimonio
como fuente de sustento de su beneficiario, implicando propiedad y usufructo, magnitud y
riqueza, bienes culturales con un valor de uso atribuido por su acreedor, un valor como
recurso.
Aspecto práctico: Se refiere al carácter patrimonial inherente a los vestigios
arqueológicos, es decir, en un sentido del patrimonio como legado material que se
transforma en registro arqueológico susceptible de investigación, integración y
conservación.
En este sentido, se observan diferentes formas en las que el patrimonio cultural
podría ser definido como concepto unitario, dependiendo de la situación en la que se esté
desarrollando la discusión, por lo que es de importante atención el hecho de que éstos
diferentes aspectos pueden ser identificados al observar y analizar las diferentes
acepciones que de patrimonio se tienen. Para el presente caso, se tratarán diferentes
acepciones del término patrimonio y Patrimonio Cultural. Las diferentes definiciones no
sólo ayudaran a entender los términos; también las políticas de conservación,
salvaguarda y gestión.
1.3.1. Patrimonio Cultural y Natural.
El concepto de Patrimonio puede ser entendido en su base etimológica, en este sentido,
de manera general, la palabra patrimonio viene del latín patrimonium, “es aquello que
26
proviene de los padres”. Según el Diccionario de la Lengua Española, patrimonio son los
bienes que poseemos, o los bienes que hemos heredado de nuestros ascendientes.
Eventualmente, patrimonio es también todo lo que traspasamos en herencia. Se trata
fundamentalmente de objetos materiales, sin embargo, de forma parecida se puede hacer
referencia a derechos y obligaciones, es decir, aspectos menos tangibles. En este
sentido, se puede hablar de patrimonio en un sentido menos materialista, más abstracto o
más espiritual (Ballart y Tresserras 2001:11).
En la actualidad, mundialmente, a través de la UNESCO, es aceptada la definición
de patrimonio cultural que dicha institución provee por ser la encargada de la salvaguarda
del patrimonio mundial dentro de la Organización de las Naciones Unidas. En este
sentido, “Patrimonio Cultural”, por definición, es el conjunto de bienes, muebles e
inmuebles, materiales e inmateriales, de propiedad de particulares, de instituciones y
organismos públicos o semipúblicos, de la Iglesia y de la Nación, que tengan un valor
excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte y de la ciencia, de la cultura en
suma, y que por lo tanto sean dignos de ser conservados por las naciones y pueblos
conocidos por la población, a través de las generaciones como rasgos permanentes de su
identidad, de acuerdo al Dr. Edwin R. Harvey, UNESCO (2008).
A partir de la anterior definición, existe también otra dentro de un aspecto político
de la UNESCO, internamente en la “Convención de la UNESCO sobre la protección del
patrimonio mundial, cultural y natural”, tratado en el que se hace distinción de dos tipos de
patrimonio mundial y serán los primeros en ser tratados a continuación: el cultural y el
natural (Díaz-Berrio 2001:54; UNESCO 2003; Vega y Peters 2002:84-85):
Artículo 1. A los efectos de la presente Convención se considerará “patrimonio cultural”: 1) los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, el arte
27
o de la ciencia; 2) los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; 3) los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.
Artículo 2. A los efectos de la presente Convención se considerarán “patrimonio natural”: 1) los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico; 2) las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat de especies animal y vegetal amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico; 3) los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural.
Dentro de esta división general del patrimonio mundial, Díaz-Berrio (2001:54-67) hace una
distinción de tipos de bienes que son considerados patrimonio:
Bienes culturales. El texto de la Convención de la UNESCO, en sus definiciones del patrimonio cultural (artículo 1), considera tres tipos de bienes: los monumentos, los conjuntos y los sitios o lugares. En principio se entiende que el término monumentos se refiere a elementos aislados y no se entiende bien si las ciudades o conjuntos urbanos se consideran conjuntos o como sitios. Podría pensarse que dependiendo de “su conjugación como obra del hombre y de la naturaleza…” podrían ser más sitios que conjuntos. Sin embargo, en la definición de los conjuntos aparece también la relación con la naturaleza cuando se menciona “…en razón de su integración con el paisaje…” (Díaz-Berrio 2001:54).
Por otra parte, en la definición de monumento se encuentra la formulación siguiente: “…inscripciones, grutas y grupos de elementos que tengan un valor universal…” lo que plantea una delimitación poco precisa entre términos monumento y conjunto, semejante a la que se encuentra entre los términos conjunto y sitio. Es posible calificar entonces a estas comulaciones de ambiguas, lo que implica una connotación negativa, pero al mismo tiempo también es posible calificarlas como flexibles, lo que les confiere una connotación positiva (Díaz-Berrio 2001:54). Bienes naturales. En las definiciones contenidas en el artículo segundo de la Convención de la UNESCO se encuentran aparentemente tres tipos de bienes: los monumentos, las formaciones y los sitios naturales. Vemos que los monumentos naturales se consideran constituidos por “formaciones físicas y biológicas […] o grupos de estas formaciones”. A su vez, las
28
formaciones se entienden como “formaciones geológicas y fisiográficas” pero que también incluyen “zonas que constituyen el habitat de especies animales y vegetales amenazadas”. Por otra parte, los monumentos naturales deben poseer “valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico” y a su vez, los sitios naturales deben poseer “valor […] desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural”. Se deben considerar, tanto lo estético como la belleza natural, y el valor “desde el punto de vista de la ciencia o de la conservación” (Díaz-Berrio 2001:67).
Para cuestiones del presente trabajo, el tipo de patrimonio mundial que nos importa es el
cultural, tratándose del patrimonio producto del comportamiento humano a través de su
desarrollo en el tiempo y espacio, por lo que se encuentra conformado por los bienes
culturales.
Dentro de estas consideraciones respecto al patrimonio, siendo éste cultural o
natural, observamos que el patrimonio cultural, el que concierne en la presente
investigación, puede ser de dos tipos de acuerdo a la materialidad o no:
a) Patrimonio Cultural Tangible. Muebles, materiales, propiedades particulares con valor
desde el punto de vista histórico, artístico y científico de la cultura.
b) Patrimonio Cultural Intangible. Inmuebles, inmateriales que definen a un pueblo, tales
como el lenguaje, el canto, música, tradiciones y costumbres de valor excepcional y
cultural.
Siendo el tipo de patrimonio tangible el que nos concierne directamente, por lo que ya se
ha tratado respecto a la importancia de la manifestación material de la cultura en la
arqueología y la protección de los bienes culturales del pasado.
Para el contexto mexicano, en particular, Gertz Manero (1980:11) define el
patrimonio cultural como “el conjunto de los productos artísticos, artesanales y técnicos;
de las expresiones literarias, lingüísticas y musicales; de los usos y costumbres de todos
los pueblos y grupos étnicos; es decir, en el conjunto de creaciones y modos de ser
29
heredados del pasado y en el legado de talentos, capacidades y modos de ser de las
poblaciones vivientes”.
A continuación, ya tratado el concepto general aceptado de Patrimonio Cultural, se
nos presenta ahora su desenvolvimiento en la sociedad no del concepto en sí, sino de los
bienes culturales que conforman dicho patrimonio, desenvolvimiento social en el que
destaca el cómo la sociedad se encarga de proporcionarle un valor dependiendo del uso
que se le otorgue al bien cultural patrimonial.
1.3.2. El patrimonio como herencia y como cultura: el valor de los bienes
culturales.
El concepto de patrimonio parece abarcar aspectos como bienes culturales y al concepto
de herencia. En estos términos, se concibe como Patrimonio lo que se posee, que es la
suma de lo recibido en herencia y de lo creado, producido o adquirido por uno mismo.
Respecto al aspecto de herencia recibida, el patrimonio implica un traspaso de bienes
realizado en provecho del bienestar material de las generaciones futuras, así como en
provecho de la continuidad y de la identidad con un lugar, grupo de personas o principios
morales.
Existe, en este sentido, una concordancia de que lo que llamamos patrimonio
cultural, en tanto que herencia material y no material de carácter cultural, nos conecta y
pone en relación con las generaciones pasadas y con sus sistemas de valores,
proporcionándonos un sentido de pertenencia e identidad, así como sentido de historia.
Esta concepción del legado material como patrimonio cultural permite de igual forma
reforzar la apreciación de nuestro espacio, puesto que el patrimonio cultural debe ser
concebido como un bien útil, activo y valioso para la vida, una fuente de beneficios en un
plano material, cultural y social.
30
El patrimonio cultural dentro de la sociedad, como algo distinto y singular, es
sustancialmente dinámico y de carácter cambiante, donde dicho cambio es parte
primordial del paso del tiempo en sociedades que contribuyen en la interpretación del bien
cultural dependiendo del momento particular (Ballart 2002b:224-225).
El patrimonio es un recurso al alcance del hombre de nuestro tiempo, quien
haciendo uso de sus capacidades intelectuales y sensoriales, encuentra un medio para
profundizar en el conocimiento del entorno y establecer juicios acerca de los problemas
humanos. Es así, pues, como la sociedad ha ido dotando de valor al patrimonio mediante
la conservación y el uso. Así, el patrimonio cultural dentro de su vínculo con la sociedad y
los individuos que hacen uso de él, se le otorgan diferentes papeles a dicho patrimonio
(Ballart 2002a):
1) El patrimonio como herencia, como un activo útil y valioso para la vida, como una
fuente de beneficios tanto en el plano material como en el plano espiritual);
2) El patrimonio como memoria, el patrimonio no es estático, sino son la huella palpable
de la traza de la cultura, como la construcción material de la vida social de nuestros
antepasados; y
3) El patrimonio como historia sociocultural, historia en los vestigios arqueológicos,
materialización de ese pasado cultural.
Con esto, resulta de suma importancia que la interpretación de los bienes culturales del
patrimonio debería realizarse con plena conciencia de la multiplicidad de puntos de vista
que existen sobre el papel para abordar unos mismos testimonios del pasado.
Dentro de este marco social del patrimonio cultural, la idea de patrimonio, respecto
a los bienes que poseemos, y la misma idea de bien cultural, nos sugieren que estamos
ante algo de valor: valor en el sentido de valía, es decir, de percepción de cualidades
estimables en una cosa. Evidentemente, el potencial de los bienes patrimoniales como
31
recurso cultural debe ser considerado a la luz de contextos específicos, porque la
atribución de valor (cómo son apreciados, hasta qué punto) sólo puede producirse en
función de situaciones reales histórica y socialmente determinadas (Ballart 2002a).
Respecto al valor del patrimonio, Ballart (2002a:65-66) distingue los siguientes:
a) un valor de uso, en el sentido de pura utilidad, el patrimonio sirve para hacer con él
una cosa, satisface una necesidad material o de conocimiento, es la dimensión
utilitaria del objeto histórico;
b) un valor formal, el patrimonio como objetos apreciados por la atracción que
despiertan a los sentidos, por el mérito que presentan; y
c) un valor simbólico, es decir, los objetos del pasado como vehículos de alguna forma
de relación entre la persona o personas que los produjeron o lo sutilizaron y sus
actuales receptores, nexo entre personas separadas por el tiempo.
El patrimonio es un bien al cual se le atribuye un valor, y por el hecho de valía, el
patrimonio servirá para utilizarlo, independientemente de la forma en la que la sociedad
los perciba y le proporcione un uso particular. Por este motivo, para poder considerar un
uso del patrimonio histórico, implica considerar previamente la conservación del mismo,
puesto que no puede haber uso sin conservación o mantenimiento, ya que resulta
necesaria la preservación de dichos bienes patrimoniales (Ballart 2002a:121-130).
1.3.3. Patrimonio Arqueológico e Histórico.
Las cosas producidas por los hombres permanecen sobre el terreno un tiempo, mientras
va cambiando el aspecto del mismo, a través de agregado de productos culturales sobre
la superficie en el transcurso del tiempo (Ballart 2002a:16). Estas cosas, estos productos
culturales del pasado, forman parte del patrimonio cultural arqueológico.
32
Felipe Criado (2001:40-41) define el patrimonio arqueológico7 como la
materialización de la memoria representada por el patrimonio cultural (en especial los
monumentos), “es la forma que adopta la memoria y el olvido, la objetivación material de
lo que se recuerda y también de lo que se ha olvidado”.
Puesto que en nuestro contexto mexicano, el pasado para su estudio comúnmente
se divide en época prehispánica (antes del contacto español) y época colonial (durante el
contacto), se distingue un tipo especial de patrimonio. México surge como país
independiente en 1810 consumando su separación de España en 1821; siendo aún
colonia de España a fines del siglo XVIII ya existía el concepto de patrimonio cultural
arqueológico conocido como antigüedades (Castillo 2000:37).
Partiendo de que la arqueología estudia a las sociedades que nos precedieron
valiéndose para ello de los restos materiales y de la técnica arqueológica, la herencia de
los grupos humanos que poblaron el territorio mexicano antes de la conquista española,
es reconocida por nuestras leyes vigentes8 como patrimonio arqueológico, cuyo régimen
de propiedad es de interés público para la nación mexicana (Castillo 2000:37). Por otra
parte, la herencia del legado material arquitectónico, mueble e inmueble, después de la
llegada de los españoles (conquista y colonia), es considerado patrimonio histórico9, por la
naturaleza del registro arqueológico.
Esta distinción entre patrimonio arqueológico y patrimonio histórico es notoria en el
contexto mexicano debido a la naturaleza de los vestigios arqueológicos que conforman el
7 La Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 define como patrimonio arqueológico los bienes
susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica (Criado 2001:41). 8 Castillo (2000) hace mención de estas “leyes vigentes”, sin embargo, al menos en la Ley Federal
sobre Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas, no se define literalmente un tipo de “patrimonio arqueológico”, sino únicamente los tipos de bienes culturales que son considerados como arqueológicos. 9 A este tipo de patrimonio se le agrega la problemática de hasta dónde se considera patrimonio
histórico. Para esto, la Ley Federal sobre Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas hace una distinción entre monumentos arqueológicos e históricos, estableciendo una temporalidad que sería aceptada para considerar a un monumento histórico y hasta qué punto deja de serlo y se considera monumento contemporáneo.
33
legado material del país. La clasificación entre patrimonio arqueológico e histórico
dependerá de la procedencia temporal del bien material (Castillo 2000).
1.3.3.1. ¿Monumentos arqueológicos o Patrimonio Arqueológico?
Hay un tipo de objetos materiales que producen las sociedades que reconocen el paso del
tiempo, que ponen en relación pasado con futuro: los monumentos. Todos los
monumentos conllevan algo de trascendente, y por tanto de permanente en sí mismos,
que los hace particularmente útiles y estimados. Un monumento sería la forma artificial
que está determinada por una voluntad de visibilidad, siendo el monumento, el legado
material del pasado, objetos o registro material con “memoria”. Es producto artificial,
domina el espacio y persevera en el tiempo. Es huella de una memoria que permanece
(Criado 2001:39).
Los grupos manifiestan en ellos una voluntad de trascender, asociando pasado
con futuro. Por tanto, el hecho de que los monumentos perduren tal como son, hace que
adquieran un valor primordial para la vida de los individuos integrantes de un pueblo,
ciudad, región o país. Así las sociedades pueden tomar referencias consistentes sobre sí
mismo y sobre el entorno que le rodean así como el descubrimiento de una dimensión
temporal, a distinguir mejor entre pasado, presente y futuro (Ballart 2002a).
En este sentido, me planteo la pregunta del encabezado del presente apartado
debido a que, en la literatura especializada, simposios y congresos, en México, hacen
mención del concepto “patrimonio arqueológico”, sin embargo, en la legislación mexicana
no se define dicho tipo patrimonio, sino se entiende de acuerdo a los lineamientos que
dicha legislación sostiene para el arreglo y manejo del registro arqueológico (como ya se
mencionó, ya sea prehispánico o histórico).
34
Así, de acuerdo a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas,
Artísticas e Históricas, vigente desde 1972, en su capítulo III dice:
Capítulo III. De los Monumentos Arqueológicos, Artísticos e Históricos Artículo 28. Son monumentos arqueológicos los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas culturas. Artículo 28 BIS. Para los efectos de esta Ley y de su Reglamento, las disposiciones sobre monumentos y zonas arqueológicos serán aplicables a los vestigios o restos fósiles de seres orgánicos que habitaron el territorio nacional en épocas pretéritas y cuya investigación, conservación, restauración, recuperación o utilización revistan interés paleontológico… Artículo 35. Son monumentos históricos10 los bienes vinculados con la historia de la nación, a partir del establecimiento de la cultura hispánica en el país, en los términos de la declaratoria respectiva o por determinación de la Ley.
Para cuestiones de la presente investigación, se tomará en consideración la declaratoria
de “monumentos arqueológicos” como base para la conformación del concepto de
Patrimonio Arqueológico, en complemento de la definición que plantea Martínez Muriel
(1996:8). Según este autor, el Patrimonio Arqueológico está “formado por el conjunto de
vestigios de distintos tipos legado por las sociedades que habitaron México en la época
prehispánica”. En el concepto incluye a “todas las zonas y sitios arqueológicos, así como
los objetos y materiales que fueron utilizados por pobladores del México antiguo. El
patrimonio puede incluir desde ciudades […] hasta los restos de un campamento de
cazadores-recolectores, pasando por las manifestaciones del arte rupestre, como
petroglifos, grabados y pinturas”.
10
Como se mencionó, en la LFMZAAH se determina hasta qué momento se denominan monumentos históricos, en el artículo 36, aplicable de igual forma a los vestigios materiales, aunque realmente por monumentos arqueológicos e históricos se refieren a dichos vestigios. Se hace uso del término monumento por definición.
35
De esta forma, a continuación considero oportuno la construcción de un concepto
de Patrimonio Arqueológico, disponiendo de los diferentes elementos planteados, como
son: los elementos culturales considerados patrimonio cultural en la Convención de la
UNESCO; la definición de “monumentos arqueológicos” considerándolo más bien como
“vestigios arqueológicos” (para cuestiones de la presente definición) y la definición
planteada por Martínez Muriel (1996), tomando en cuenta que la existencia de un
concepto de Patrimonio Arqueológico debe ser diferente en cada país, puesto que la
legislación o simplemente del manejo de la evidencia arqueológica es diferente11, ya que
dicho legado material se conformó por procesos diferentes dentro de la dinámica social
particular de cada lugar:
Patrimonio Arqueológico (México). Conjunto de bienes materiales, muebles e
inmuebles, ya sean monumentos (obras arquitectónicas, elementos o estructuras, de
escultura o de pintura monumentales, inscripciones, cavernas artificiales o modificadas),
lugares (zonas y sitios arqueológicos), o elementos particulares como objetos y artefactos
manufacturados y utilizados, producto de culturas anteriores al establecimiento de la
hispánica. También son considerados los restos humanos, de flora y fauna, relacionados
con esas culturas, así como los vestigios o restos fósiles de seres orgánicos que
habitaron el territorio nacional en épocas pretéritas y que son de interés paleontológico.
1.4. La disciplina arqueológica en México
A través de la historia de la humanidad, el interés por el pasado se ha manifestado de
diversas formas, ya sea a través del coleccionismo, la construcción de museos, el estudio
11
Por ejemplo, en España, se consideran vestigios prehistóricos y vestigios arqueológicos, siendo los prehistóricos producto de sociedades sin escritura, y los arqueológicos producto de sociedades que conocieron la escritura y presentan documentos o formas de expresión escrita en piedra.
36
e interpretación del dato arqueológico, o a través de la conservación del patrimonio
cultural tangible. Sin embargo, cabe señalar que la noción de patrimonio no fue adquirida
o entendida en los términos actuales desde siempre, sino que es un concepto que se ha
ido construyendo a través del proceso histórico de la sociedad humana.
Es importante señalar que uno de los objetivos de esta investigación es la
divulgación del patrimonio arqueológico de la ciudad de Mérida, y en este sentido,
plantear a la población la existencia de un uso del espacio precedido por un pasado
prehispánico, por lo que, si se quiere entender la idea sobre el pasado que concibe la
población actual, es necesario el análisis del desarrollo histórico de la concepción sobre el
pasado en México, haciendo referencia a concepciones a nivel mundial y que sin duda
influyen en el desarrollo mundial de la arqueología como ciencia social. De igual forma, la
razón para plantear estos antecedentes históricos surge al considerar que el movimiento
patrimonialista, la conciencia misma de proteger el legado material del pasado, está
fundamentada en un conocimiento sobre el pasado y que dichos vestigios materiales son
evidencia del proceso histórico de una sociedad en particular.
Hablar pues, del desarrollo histórico de la conciencia12 sobre el pasado, ligada
directamente a la conciencia patrimonial, sería una tarea difícil y extensa, por lo que en el
presente capítulo no se pretende hacer una compilación de la historia sistemática del
patrimonio y de la conciencia sobre el pasado. Lo que se pretende es introducir la idea de
la importancia que tiene la perspectiva histórica para abordar la problemática del
patrimonio en la actualidad, siguiendo las ideas del filósofo y arqueólogo R. G.
Collingwood (1939:132, en Trigger 1992:14), quien señala que “ningún problema histórico
debería ser tratado sin estudiar antes… la historia del pensamiento histórico sobre él”.
12
Conocimiento reflexivo de las cosas (Diccionario de la Lengua Española). || Conocimiento, idea, noción (Diccionario Larousse).
37
Trataré aquellos sucesos que, a mi parecer, ejemplifican la idea central del capítulo, es
decir, la conciencia sobre el pasado.
Tratar el desarrollo histórico de la conciencia sobre el pasado nos remite
directamente a la conciencia patrimonial, dos aspectos vinculados a través de un factor
común: la conciencia del paso del tiempo. Estas dos formas de conciencia, de pasado y la
patrimonial, siguiendo la discusión de Ballart y Tresserras (2001:28-30), están
relacionadas con la percepción del paso del tiempo, lo cual puede presentarse a través de
dos acepciones respecto a dicho tiempo que transcurre: el tiempo histórico y el tiempo
que perdura. Por un lado, el tiempo histórico se refiere al tiempo que pasa, del que
tenemos conciencia de que transcurre, el cual se contrapone, por otro lado, al tiempo que
perdura, el presente eterno.
Estas dos acepciones se diferencian mayormente en la respuesta del
comportamiento y conocimiento humano, ya que en sociedades que consideran un tiempo
que perdura, tienden a conocer los mitos y formas de expresión ritual que surgen de dicho
presente eterno. El individuo de estas sociedades vive rodeado de una existencia grupal
poco diferenciada. En lo que respecta a la conciencia del tiempo que pasa, el
comportamiento humano va ligado al descubrimiento de la autonomía de su destino
singular, es decir, tomar conciencia diferenciada de uno mismo y de su grupo social.
Este tiempo histórico, cuya percepción es la que aquí concierne, adquiere su pleno
sentido en la noción de cambio, por lo que:
“…sin tiempo histórico no hay conciencia patrimonial (en el sentido de legado material). Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión [noción de cambio]13 sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar los testimonios acumulados… los memoriales.” (Ballart y Tesserras 2001:28).
13
Cursivas mías.
38
A través de la revisión histórica y bibliográfica del desarrollo histórico a nivel
mundial de la conciencia sobre el pasado, identifico tres formas de abordar dicho
desarrollo (todas complementarias), donde se refleja claramente la noción del tiempo
histórico, tiempo que pasa, y una conciencia de la existencia de un pasado a través del
legado material: 1) desarrollo histórico de la arqueología; 2) la conciencia patrimonial; y 3)
desarrollo histórico de la restauración y conservación. Dichas temáticas serán abordadas
a continuación, y así poder presentar de manera sintetizada el transcurso de la conciencia
sobre el pasado y la noción de patrimonio.
Las relaciones entre la arqueología como ciencia y su contexto social de
desarrollo, desde una perspectiva histórica y comparativa, parten de la conciencia
creciente de las cualidades distintivas de los datos arqueológicos y de la necesidad de
comprender dichas cualidades, puesto que lo que se ha querido lograr en todo este
proceso es que la arqueología proporcione información fiable sobre el comportamiento y
desarrollo humano.
Es importante señalar, que para poder dar un recorrido al proceso del desarrollo
de la arqueología en México, no debemos particularizar del todo, puesto que ideas que
trascendieron en el mundo de alguna forma marcan los antecedentes generales de la
ciencia arqueológica, por lo que se pretende plantear sintetizadamente los antecedentes
históricos de la conciencia sobre el pasado colocando el desarrollo de la arqueología en
México en un marco universal. Sin embargo, es muy importante señalar que cada visión
del pasado, en México y en el mundo, es producto de su propio tiempo (Renfrew y Bahn
1998:19).
Los objetos han sido interpretados de acuerdo con las ideas de cada época
(Bernal 1992:13), considerando que, momentos similares entre México y el mundo en
general, tienden a suceder en momentos cronológicos distintos, por lo que en el
transcurso del presente capítulo, al hacer referencia a sucesos fuera de México, no debe
39
ser de extrañeza los saltos en el tiempo, pues lo que se pretende es comparar y
relacionar lo que pasa en México con el contexto universal.
1.4.1. Primeras impresiones sobre el pasado
Desde la antigüedad, aunque muy probablemente desde toda su existencia, el ser
humano ha sido consciente de que tenía un origen, de que había surgido de algún
momento del pasado, por lo que todos los pueblos, “primitivos” o no, tienen tradiciones
sobre su propio origen y creación, por lo que la concepción sobre el pasado parece tener
su base histórica en los mitos respecto a las ideas de un origen y una creación de la vida
o civilización. El hombre siempre ha especulado sobre el pasado, y la mayoría de las
culturas tienen sus propios mitos de creación para explicar porqué la sociedad es como es
(Renfrew y Bahn 1998:20; Trigger 1992:26-27).
Respecto a lo anterior, Glyn Daniel (1987:13) señala que a lo largo de la historia
de la arqueología y el gusto por lo antiguo, son cuatro las curiosidades que han impulsado
el estudio del pasado humano: 1) el interés en los antepasados inmediatos de los pueblos
históricos conocidos; 2) interés natural en los aspectos no funcionales del paisaje actual, y
en los objetos que pertenecieron al hombre primitivo; 3) la observación de la existencia de
gente “primitiva”, sin escritura, que coexisten con hombres civilizados del momento; y 4)
curiosidad por saber de qué manera surgieron el hombre y su cultura, cuáles fueron los
mecanismos de los orígenes y del cambio culturales.
El interés y curiosidad por el pasado es al parecer de índole universal. Tiene sus
inicios reconocidos desde las primeras culturas antiguas, por un lado en la Europa
Clásica, con los griegos y romanos (siglo V a.C.), donde los griegos se han convertido en
el primer pueblo del que se haya sabido que tuvo el interés (Daniel 1987:14). Este pueblo
se interesó principalmente por la naturaleza del hombre, vinculado con el origen del
40
hombre y el desarrollo de su cultura. Este interés, tanto en griegos como en romanos, se
satisfacía mediante mitos, leyendas y crónicas tradicionales sobre aventuras vividas
(Trigger 1992:26); entre los griegos destacan Herodoto y Homero, entre los romanos
Tácito y Julio César (Daniel 1987:14-15).
Las sociedades antiguas, al observar los grandes monumentos del pasado, por lo
común le atribuyeron su presencia en el paisaje a los poderes sobrenaturales de dioses o
héroes míticos (López 2001:21). En lo que respecta a México, el hombre prehispánico
mesoamericano manifestó una curiosidad y profunda veneración por los vestigios de las
civilizaciones desaparecidas que los precedieron.
Los antiguos nahuas del siglo XVI aseguraban que las grandes pirámides del
Clásico fueron erigidas por seres sobrenaturales y no por simples mortales (López
2001:21-22). En este siglo, los aztecas llevaban a cabo regularmente rituales en las ruinas
de Teotihuacan, ciudad que había estado habitada en el primer milenio d.C. y en la que se
creía que los dioses habían restablecido el orden cósmico al principio del ciclo más
reciente de existencia; aunque también atribuían la construcción de dicha ciudad a
gigantes o pueblos míticos como los toltecas, exagerando los aztecas su ascendencia
tolteca. En las ofrendas y depósitos rituales que periódicamente se colocaban en los
muros del Gran Templo Mayor de Tenochtitlan, se incluían figurillas olmecas de todos los
lugares del imperio, ya que eran consideradas un bien muy valioso (López 2001:22;
Renfrew y Bahn 1998:20; Trigger 1992:37).
41
1.4.2. El anticuarismo y la fase especulativa de la Ilustración
Momento después en la historia, siguiendo las ideas de Bernal (1992), Renfrew y Bahn
(1998) y Trigger (1992), la arqueología empieza con el anticuario14, que busca los objetos
más bien por su belleza y valor, o como curiosos sobrevivientes del pasado. En ocasiones
tiene finalidades políticas, religiosas o simplemente comerciales.
Las sociedades tribales recogieron artefactos procedentes de un pasado
desconocido, al igual que los campesinos europeos de la época medieval recogían las
“piedras del trueno” o los “cerrojos de los duendes”, que resultaron ser las puntas de
flecha de piedra, que por sus formas peculiares se creía que habrían sido olvidadas por
los espíritus o duendes y eran tratadas como amuletos. En muchas culturas se creía que
estos objetos poseían un origen más sobrenatural que humano y se les atribuían ciertos
poderes mágicos, circunstancia por la cual seguramente se recogían (Trigger 1992:37).
En los últimos periodos de las civilizaciones antiguas, los artefactos se
consideraban de gran valor por haber pertenecido a dirigentes determinados, por ser
propios de las etapas de grandeza nacional (como será tratado en el apartado de
nacionalismo), y también porque aportaban información del pasado (Trigger 1992:37). Un
momento importante en el desarrollo del anticuarismo antiguo fueron las exploraciones del
último rey nativo de Babilonia Nabónido (reinó entre el 555-539 a.C.). Realizó la que se
considera la primera excavación arqueológica en el mundo, en un importante templo
(Templo de Ur) de la ciudad de Larsa, Irak. Como resultado de estas exploraciones, la hija
del rey, Bel-Shalti-Nannar, formó una pequeña colección de antiguos artefactos
babilónicos, incluyendo inscripciones (Bernal 1992:9; López 2001:21; Renfrew y Bahn
14
Al igual que Ignacio Bernal (1992:7), se hace referencia a la palabra anticuario en su primera acepción, “el que hace profesión o estudio particular del conocimiento de las cosas antiguas” (Diccionario de la lengua española 2008). También “persona que las colecciona [cosas antiguas] y negocia con ellas” (Diccionario de la lengua española 2008).
42
1998:20; Trigger 1992:38). Bastan estos ejemplos ya que es difícil y extenso entrar en
detalles referentes al interés de los antiguos por las antigüedades.
A pesar de dichos acontecimientos, y por el hecho de que unos pocos
investigadores del mundo antiguo utilizaron de manera ocasional algunos artefactos para
complementar los conocimientos sobre el pasado que aportaban los registros escritos, no
se desarrollaron técnicas específicas de recuperación o estudios de estos artefactos y no
fue posible el establecimiento de una tradición. Por lo tanto, se considera que en ninguna
de las civilizaciones de la antigüedad conocidas existió una disciplina parecida a la que
ahora entendemos como arqueología (Trigger 1992:39).
Así pues, resalto la cuestión que se plantea Ignacio Bernal: “¿Hubo en el México
prehispánico algún anticuarianismo [anticuarismo]?” (1992:19). La respuesta es sí. Las
fuentes históricas ofrecen testimonios de actividades “sustractivas”. Hablan
específicamente de la excavación de edificios para extraer materiales de construcción,
esculturas, ofrendas dedicatorias y sepulcros, lo cual muchos investigadores modernos
han calificado estas acciones como las primeras muestras de saqueo. Sin embargo, se
observa que la mayoría de estas operaciones no perseguían el lucro, sino la recuperación
de objetos apreciados estéticamente, tenidos como mágicos. Estas reliquias recuperadas,
seguramente por la elevada calidad de la materia prima y de la manufactura de tales
objetos, influyó en su valoración (López 2001:24-25).
Otro caso de anticuarismo en el México prehispánico se refiere al de la gran
ofrenda de Tres Zapotes, que contuvo una variedad de objetos de diferentes épocas
sugiriendo un ejemplo temprano de coleccionismo (Drucker 1955:66, en Bernal 1992:19).
Hasta este momento, las expresiones del interés por lo antiguo han estado
planteadas respecto a las sociedades prehispánicas, pero considerando que, como ya se
mencionó, cada visión del pasado es resultado de una época determinada, se presenta en
43
México un cambio radical en la forma de pensar y en la sociedad misma: la conquista, en
el siglo XVI.
Esta etapa del desarrollo de la arqueología, es denominada por Gordon Willey y
Jeremy Sabloff (1993:8), para el caso americano, como la fase o periodo especulativo,
momento que se caracteriza por la actitud ante las antigüedades y la gente del Nuevo
Mundo, siendo el descubrimiento de América en 1492 el momento que marca el inicio de
este periodo, hasta la época de la Ilustración (siglo XVIII) y los primeros momentos del
México independiente (siglo XIX). En el resto del mundo, en especial Europa, este periodo
especulativo se caracteriza por las nociones y especulaciones, valga la redundancia,
sobre el pasado y el origen de las civilizaciones, a través de la construcción e
interpretación de sus propios mitos de creación para explicar la razón de ser de la
sociedad (Renfrew y Bahn 1998:20).
En México, con la Conquista se transforma por completo la visión del hombre
hacia los vestigios arqueológicos. La expedición de Juan de Grijalva en 1518 es el
momento más temprano de la especulación en México. Diversas crónicas narran cómo
sus hombres profanaron sepulturas indígenas de la Isla de Sacrificios, recuperando para
sí bienes que consideraban de lucro por su valor en oro. Con el paso de los años, estas
lucrativas expediciones se volvieron más frecuentes. La finalidad no era, evidentemente,
proteger el patrimonio que yacía enterrado, sino asegurar la parte que le correspondía al
rey de España (López 2001:26-27).
Después de estos sucesos, el interés por las sociedades que habitaban el Nuevo
Mundo15 se centró en las numerosas crónicas, obras de los diversos sacerdotes y
administradores que acompañaron a los conquistadores y se preocuparon por describir la
naturaleza de las culturas nativas de América (Willey y Sabloff 1993:12). El resultado
15
Ver también la descripción de Bruce Trigger (1992:73) sobre las primeras cuestiones históricas que los europeos se preguntaron sobre los nativos de América (Norteamérica, México y Sudamérica).
44
fueron descripciones breves (acompañadas de croquis imperfectos) que servían para las
divagaciones históricas y teológicas de los orígenes del hombre americano; a veces éstos
documentos eran utilizados para averiguar algo del pasado indígena y su cronología,
surgiendo así cierto entusiasmo hacia los restos materiales de ese pasado. (Bernal 1992:
44; López 2001:27).
Destaca, para este periodo en Europa, la noción sobre el pasado durante la Edad
Media, pues los túmulos y lo monumentos megalíticos eran objeto de interés local, y en
ocasiones los clérigos hacían recopilaciones de los cuentos populares que a ellos se
referían. El interés por los restos materiales del pasado fue mucho más restringido,
estando limitado a la colección y conservación de reliquias sagradas. A finales del siglo
XV, los papas, los cardenales y los miembros de la nobleza italiana, se dedicaban a
coleccionar y mostrar obras de arte antiguas (Trigger 1992:40-44).
Ya para el momento de la Ilustración en México, durante el siglo XVIII, empieza a
manifestarse el interés que los criollos sienten por la tierra en que han nacido. Un ejemplo
de éste interés se encuentra en Carlos de Sigüenza y Góngora, quien, además de
coleccionar documentos antiguos, es el primero que pretende excavar un monumento
arqueológico de Teotihuacan (Matos 2002:18).
En 1759 asume el trono español Carlos III, quien se preocupó en que se
conocieran las antigüedades de las posesiones españolas (Matos 2002:19). Durante un
largo periodo, aunque no se realizó ninguna excavación arqueológica en el sentido que
hoy conocemos, se cavó en busca de objetos que tuviesen valor estético y comercial, sin
embargo, destacan las primeras excavaciones en los bien preservados yacimientos
romanos de Herculano y Pompeya en la primera mitad del siglo XVIII, adquiriendo interés
por la arquitectura doméstica romana junto al deseo de recuperar estatuar y otras obras
de arte (Trigger 1992:45-46). Carlos III, cuando era rey de Nápoles, alentó estas
excavaciones.
45
Para este momento, en Estados Unidos, se presenta lo que se ha considerado la
“primera excavación científica en la historia de la arqueología” a cargo de Thomas
Jefferson (1743-1826), quien en 1784, cavó una zanja atravesando un túmulo sepulcral en
el estado de Virginia (Renfrew y Bahn 1998:21).
En México, por otro lado, sobresalen las primeras exploraciones en sitios
prehispánicos como Xochicalco por José Antonio Alzate, El Tajín (cuyas primeras
menciones aparecen en la Gazeta de México del 4 de julio de 1785) y Palenque por
órdenes de José de Estachería, gobernador de Guatemala en 1784 (Matos 2002:20).
Durante finales del siglo XVIII, dos sucesos influyen en el creciente interés por el
pasado azteca de la capital de la Nueva España. En 1790 el Virrey Revillagigedo había
ordenado hacer trabajos de emparejamiento en la plaza principal de la Ciudad de México,
y el 13 de agosto se encuentra un monolito: la Coatlicue, “la de la falda de serpientes”. El
17 de diciembre del mismo año se encontró la Piedra del Sol o mal llamada Calendario
Azteca. El estudio de las dos figuras es confiado a don Antonio de León y Gama, sabio
ilustrado y considerado el “primer arqueólogo mexicano” (Bernal 1992:74-77; Matos
2002:21).
En el Viejo Mundo, para finales del siglo XVIII destaca la invasión de Napoléon
Bonaparte a Egipto entre 1798 y 1799. Resultado de esta campaña militar fue el
descubrimiento accidental de la Piedra de Rosetta, una inscripción bilingüe que constituyó
un acontecimiento primordial para que Jean-François Champollion (1790-1832) descifrase
los escritos del antiguo Egipto en 1822 (Trigger 1992:47).
En el caso mexicano, el siglo de la ilustración va a marcar el comienzo de nuestra
arqueología y gracias al intelecto de los sabios ilustrados, otorgaron nueva presencia a los
viejos monumentos cubiertos por el tiempo (Matos 2002:25).
46
1.4.3. Los primeros viajeros y los inicios del periodo clasificatorio-descriptivo
Hasta finales del siglo XVIII, el interés por lo antiguo, por el pasado, se expresó a través
del coleccionismo y la descripción de antigüedades, sin embargo, para comienzos del
siglo XIX la conciencia sobre el pasado dirigió su interés a la exploración y conocimiento
empírico de los lugares antiguos mencionados en los diferentes escritos publicados a
finales del siglo XVIII.
En este sentido, como plantea José Alcina (2002:18), “el siglo XIX representa no sólo el nacimiento de la nación mexicana, sino el redescubrimiento del México profundo por parte de Europa, que encuentra en las antigüedades de nuestro país un nuevo motivo para su colonización intelectual, mediante la intervención de multitud de grandes arqueólogos-viajeros”.
La arqueología mexicana en esta etapa comienza a conformarse. Se presenta un gran
interés por reunir documentos y objetos que permitieran escribir la historia antigua, y para
eso también servían los viajes. Hay una actitud más crítica al considerar las antigüedades
como documentos históricos de donde se reúna más material descriptivo, empleando la
fotografía para obtener mayor precisión en la recopilación y registro de datos. Se inician
los esfuerzos por entender los probables usos de los edificios antiguos y verlos como
parte de una cultura viva (Bernal 1992:117-118).
Destacan para esta etapa viajeros como Alejandro Humboldt, quien durante su
estancia en México supo recoger bastante información acerca de las antigüedades del
país, aportando al corpus literario de la arqueología mexicana descripciones de esculturas
mayas y aztecas, y planos de las ruinas de Mitla, Xochicalco y Cholula (Alcina 2002:19).
Otro viajero europeo que aportó gran cantidad de información tanto descriptiva
como pictórica fue Dupaix, quien durante sus viajes por México creó un modelo de un
arqueólogo y un dibujante viajando juntos. Mientras uno describe las antigüedades
47
descubiertas y reflexiona sobre ellas, el segundo dibuja esculturas y relieves o levanta
planos de edificios conforme avanzan en la ruta. El compañero dibujante de Dupaix fue
Luciano Castañeda. Este modelo de recopilación y registro de la información arqueológica
fue continuado por el diplomático norteamericano Stephens y el dibujante inglés
Catherwood, cuyas obras sobre su expedición se publicaron en 1841 y 1843
respectivamente (Alcina 2002:19).
Es de considerar la importancia e interés que despertó la antigua ciudad maya de
Palenque entre los viajeros y dibujantes del Viejo Mundo. El interés se despertó en
Europa por el arte maya, y en concreto por las ruinas de Palenque, interés que fue tan
grande que probablemente para el siglo XIX, el arte de esta antigua ciudad maya se
constituyó como la contraparte del mundo egipcio, conocido y descrito a partir de la
expedición de Napoleón y el descubrimiento de la piedra de Rosetta (Alcina 2002:22).
Como parte central de este periodo de la arqueología mexicana y americana,
Willey y Sabloff (1993:8) se refieren a esta fase como clasificatorio-descriptivo por el
énfasis en la descripción sistemática de los vestigios arqueológicos y monumentos, y en
la clasificación de esta información acorde a tipologías formales. De esta forma, en
México se intentan secuencias de desarrollo del estilo artístico basando las clasificaciones
en la gran cantidad de dibujos de esculturas, estelas y relieves mesoamericanos, pero
principalmente aztecas y mayas, y sus respectivas descripciones (Bernal 1992:118).
Como parte de este proceso clasificatorio, los estudios de la geología y su
aplicación a la arqueología permiten en Europa los inicios de la arqueología moderna y
científica. Con esto me refiero al desarrollo de técnicas de estudio para establecer la
antigüedad del hombre. La arqueología del paleolítico enfrentaba problemas referentes a
los orígenes humanos que habían llegado a ser de importancia crucial para la comunidad
científica y de la inquietud del público general como resultado de las polémicas entre
48
evolucionistas y creacionistas que siguieron a la publicación del Origen de las especies de
Charles Darwin en 1859 (Renfrew y Bahn 1998:24; Trigger 1992:78).
En lo que respecta a la clasificación del dato arqueológico, destacan los geólogos
Hutton y Lyell, quienes a través del estudio de la estratificación del suelo sentaron las
bases de la excavación arqueológica y de la idea de que existe una continuidad en el
tiempo no diferente a la que hubo en el pasado. Bajo estos principios de estratigrafía y de
continuidad en el tiempo (que un elemento es más antiguo que otro) y a través del
establecimiento de dividir el tiempo en etapas cronológicas, surge la primera clasificación
artefactual atribuida a Thomsen (1788-1865), quien proponía la división y clasificación de
la colección del Museo Nacional Danés en: Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de
Hierro, mejor conocido como el “Sistema de las Tres Edades” (Renfrew y Bahn 1998:24-
25; Trigger 1992:78-79).
Estos tres grandes avances conceptuales en Europa (la antigüedad del hombre, la
teoría de la evolución de Darwin y el Sistema de las Tres Edades) proporcionaron un
marco para el estudio del pasado y para plantearse preguntas sobre él (Renfrew y Bahn
1998:25).
1.4.4. Revaloración del pasado mexicano: el Porfiriato y la exhibición de
monumentos arqueológicos
El verdadero interés por el pasado material arqueológico de México se inició en la década
de los sesenta del siglo XIX y alcanzó su máxima expresión bajo el gobierno de Porfirio
Díaz, especialmente para conmemorar las fiestas del Centenario de la Independencia
realizadas en 1910 (Rico 2002:19). Hasta ahora habían sido muy escasos los estudios
arqueológicos, casi todos obra de autores mexicanos (Bernal 1992:132).
49
Un proceso que antecedió a esta etapa de estabilidad del estudio arqueológico fue
sin duda el intento productivo de la institucionalización de la educación e información
arqueológica del país. En 1823 se crea el Conservatorio de Humanidades, que en 1826
se convierte en el Museo Nacional, con el fin de concentrar ejemplares naturales,
arqueológicos e históricos (Castillo 2000:38).
La reunión y el estudio de las antigüedades mexicanas se habían hecho de
manera muy irregular y desorganizada; las revueltas sociales, la falta de caminos, las
limitaciones y el desconocimiento de muchos sitios arqueológicos, imposibilitaron estos
trabajos. Fue hasta 1880 cuando, gracias a la estabilidad del gobierno de Porfirio Díaz,
empezó a sentirse en el país un desarrollo gradual de la arqueología (Rico 2002:19-21).
En este periodo sobresalen diversos sucesos, como la constante publicación, a
partir de 1877, de artículos sobre el México antiguo en los Anales del Museo Nacional; la
apertura de la sección de Arqueología e Historia del Museo Nacional, y la impresión del
catálogo respectivo, en 1882; la creación en 1885 de la Inspección de Monumentos, y la
inauguración en el Museo Nacional de la Galería de Monolitos en 1887. Un control
efectivo de las zonas y piezas arqueológicas, una seria investigación de gabinete y la
demostración en México y en el extranjero de los avances alcanzados en la materia,
fueron las estrategias básicas para dar solidez a la arqueología mexicana (Rico 2002:21).
Mientras tanto, en el Viejo Mundo, a medida que los europeos occidentales
dejaron de considerar la evolución cultural del periodo pasado como un proceso natural o
necesariamente conveniente, se empezó a desarrollar una visión centrada en la definición
de las culturas arqueológicas y en el estudio de sus orígenes en términos de difusión y
migración. Así, los descubrimientos empezaron a formar, al igual que en México durante
el descubrimiento y rescate de zonas arqueológicas, parte del esfuerzo por la
autodeterminación, afirmación de su identidad y unidad de las naciones en oposición por
conflictos de clase (Trigger 1992:195).
50
Los grupos étnicos y nacionales prosiguieron en su deseo de conocer más sobre
su prehistoria, conocimiento que podía desempeñar un papel muy significativo en el
fortalecimiento del orgullo y de la solidaridad de grupo y en el estímulo del desarrollo
social y económico (Trigger 1992:195).
Es durante este momento histórico de México cuando las investigaciones en el
área maya tienen gran auge, influenciadas por intelectuales europeos. De igual forma, los
estudios en el área andina en Sudamérica tuvieron influencia tanto de la teoría
evolucionista que se había desarrollado en Europa, como del primer proceso empleado
por los arqueólogos americanos (Willey y Sabloff 1993:38-92).
En Estados Unidos, el enfoque histórico-cultural, es decir, un enfoque que se
centra en el conocimiento de la prehistoria de pueblos específicos, se desarrolló como
respuesta a una toma de conciencia creciente sobre la complejidad del registro
arqueológico, se centraba más en la cultura arqueológica que en los estadios generales
de desarrollo (evolucionismo), sin embargo, los arqueólogos europeos todavía seguían
sintiendo orgullo por los logros de sus ancestros (Trigger 1992:195).
En México, se desarrolla una sistematización de los estudios arqueológicos a partir
de la organización clasificatoria de la colección arqueológica del Museo Nacional. El
siguiente momento trascendental del trabajo arqueológico ocurrió hacia mediados de los
noventa del siglo XIX, con la organización del XI Congreso de Americanistas en la Ciudad
de México. Leopoldo Batres, entonces Inspector General de Monumentos Arqueológicos,
reportaba que había 25 zonas que contaban con inspectores regionales o custodios (Rico
2002:21-22).
Las investigaciones arqueológicas se caracterizan por una idea positivista de la
información, puesto que además de la recopilación de datos arqueológicos, se intentó
entender por primera vez aspectos de la vida antigua y publicar documentos inéditos, sin
51
embargo, se olvidaban de considerar los testimonios históricos y solo querían creer lo que
veían a través del dato arqueológico (Bernal 1992:153).
El decreto de protección de bienes arqueológicos e históricos, expedido el 11 de
mayo de 1897, representó la acción más importante del régimen porfirista para el cuidad
del patrimonio nacional. El Ejecutivo de la Unión asumía el control absoluto de la
exploración, remoción y restauración de los monumentos arqueológicos. Finalmente, la
idea de fomentar la identidad nacional partiendo del pasado más remoto, contaba con los
elementos necesarios para poder concretizarse en un estilo nacional de abordar las
antigüedades mexicanas (Rico 2002:23-24).
Aspectos mencionados en este apartado, tales como la creación del primer Museo
Nacional, el primer Decreto de Protección del Patrimonio Nacional, y la construcción de
una identidad nacional, serán tratados con mayor detalle en el siguiente capítulo de la
investigación, pues son aspectos que se encuentran mayormente vinculados con el
concepto del patrimonio arqueológico.
1.4.5. La época de la Revolución y el periodo histórico-clasificatorio de la
arqueología americana
Entre 1910 y 1939 en México se presentan años difíciles con la Revolución armada, y en
el mundo, la Primera Guerra Mundial, y es por estos acontecimientos que la arqueología
no pudo desarrollarse tanto como en épocas anteriores (Bernal 1992:154). En México, la
arqueología adquirió perfiles de ciencia y se fue tornando presente en escenarios
especiales cada vez más grandes y apartados entre sí (León-Portilla 2002:10).
Un aspecto de suma importancia en el desarrollo de técnicas de datación y
excavación en la arqueología son las primeras designaciones controladas de datación, a
través de la estratigrafía arqueológica. Este periodo, denominado por Willey y Sabloff
52
(1993:9) como histórico-clasificatorio se caracteriza por los intereses históricos y
clasificatorios que dominaron la teoría arqueológica americana. Los objetivos
clasificatorios se combinaron con la construcción de cronologías arqueológicas, y como
resultado se crearon las primeras áreas cronológicas o periodos espacio-temporales de
unidades o complejos culturales, esto relacionado con las definiciones de unidades
culturales, estratigrafía, seriación y la introducción de técnicas de datación absoluta
(Willey y Sabloff 1993:9).
En este periodo, la arqueología americana establece vínculos estrechos con la
etnografía, etnología y la antropología social a través de la transferencia de conceptos e
ideologías teóricas (Willey y Sabloff 1993:9).
Durante la época de la Revolución en México, destaca entre los arqueólogos
principales Manuel Gamio, quien, en 1913, introdujo por primera vez la estratigrafía en la
distinción de una secuencia cronológica, a partir de excavaciones en Chalchihuites y
Teotihuacan, en la región central de México. Gamio sería el precursor de la Escuela
Internacional de Arqueología y Etnología a partir de promover que se creara, dentro de la
Secretaría de Fomento, una Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos en 1917.
Al concluir sus estudios de doctorado en la Universidad de Columbia, presentó los
resultados de la investigación multidisciplinaria que coordinó en Teotihuacan, en la que
participaron Hermann Benyer e Ignacio Marquina (León-Portilla 2002:10-13).
Es durante esta fase donde sobresalen los estudios en la región de Oaxaca,
donde según Bernal (1972:172) “hasta cerca del fin de los años veintes [del siglo XX]
nada se había hecho congruente en esta región… ni siquiera se había distinguido entre
los estilos zapoteco y mixteco”. Uno de los arqueólogos que sobresale en esta región es
Alfonso Caso, quien exploró a lo largo de muchas temporadas, la zona de Monte Albán.
Descubrió y restauró templos y otros monumentos y tumbas, entre las que destaca la
conocida Tumba 7, la cual contenía el rico conjunto de joyas en oro más ostentoso jamás
53
antes visto en Mesoamérica. Alfonso Caso, en tanto que proseguía en sus trabajos
arqueológicos y coordinaba las actividades del museo (nombrado director en 1933), hacía
labor de difusión cultural (León-Portilla 2002:13-14).
Mientras tanto en Europa se presentaba un panorama de desarrollo teórico tanto
para la antropología social como para la arqueología. En el Reino Unido por ejemplo, los
etnólogos reaccionaron contra el difusionismo y adoptaron el enfoque estructural
funcionalista del etnógrafo Broniwlaw Malinowski y de Radcliffe-Brown, el primero había
trabajado entre 1915 y 1918 en las islas Trobriand, y el segundo en las islas Andaman
desde 1906 a 1908. Ambos aseguraban que el comportamiento humano puede ser
entendido mucho mejor en relación a los sistemas sociales, concebidos como un conjunto
de elementos funcionalmente interdependientes (Trigger 1992:231).
Por otro lado, surgían los enfoques ambientales y ecológicos, entre los que
destacan el antropólogo Julian Steward, quien al igual que Gordon Childe (precursor de
los enfoques económicos) esta interesado en explicar el cambio cultural a través del
conocimiento de las culturas vivas, aunque Childe se centró principalmente en los
vestigios arqueológicos de culturas desaparecidas, pero que sin embargo era posible
entenderlas a través de interpretaciones de índole económico y tecnológico (Renfrew y
Bahn 1998:34-35; Trigger 1992:236-239).
En la arqueología americana, el periodo histórico-clasificatorio se basaba
prácticamente en el establecimiento de cronologías y áreas geográficas de los
monumentos y vestigios arqueológicos (Willey y Sabloff 1993:9).
54
1.4.6. La Post-Revolución, las primeras décadas del INAH y el enfoque de
contexto y función en la práctica arqueológica
La organización de la arqueología en México alcanza un auge determinante durante la
década de 1930 en el siglo XX, considerando como antecedente la fundación de la
Dirección de Antropología a cargo de Manuel Gamio en 1917, estableciéndose por
primera vez en México un organismo oficial dedicado a estos estudios. En 1925 se
constituye el Departamento de Monumentos Prehispánicos, que el 3 de febrero de 1939,
durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas, había de pasar con otras oficinas a
crear, como se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la ley orgánica de una nueva
institución gubernamental dependiente de la Secretaría de Educación Pública: el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuyas funciones eran la exploración
arqueológica, la custodia, la conservación y la restauración del patrimonio arqueológico,
histórico y artístico de México (Bernal 1992: 183-184; García-Bárcena 2002:8; Olivé
1988:19).
Otras funciones del INAH eran y son la investigación de interés para la
arqueología e historia de México, incluyendo la de carácter antropológico y etnográfico,
principalmente la relacionada con la población india del país. Asimismo tenía a su cargo la
difusión de los resultados de las anteriores actividades. Al instituto se incorporaron
importantes organizaciones preexistentes relacionadas con el patrimonio cultural, entre
las que destacaba el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, cuyo origen
se presenta desde 1824 (García-Bárcena 2002:8).
En los años siguientes se crearon otros dos institutos semejantes al INAH: el
Instituto Nacional de Bellas Artes en 1942 y el Instituto Nacional Indigenista en 1948, por
lo que parte de las funciones que se le habían asignado al INAH fueron transferidas a
estos nuevos organismos (García-Bárcena 2002:9).
55
Como parte de este proceso de la institucionalización de la arqueología mexicana,
es importante señalar que para poder ejercer la profesión, era necesaria la preparación de
especialistas en el nivel de la educación superior fuera del país. Esta situación se
subsanó a partir de 1937, cuando se estableció en el Instituto Politécnico Nacional un
campo de estudios en antropología, que poco después se constituiría en un organismo de
educación superior, es decir, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la
cual se integró al INAH en 1942 (García Bárcena 2002:9).
Durante este periodo histórico se desarrollan los principales descubrimientos
arqueológicos que darían paso a la arqueología moderna, destacando los trabajos de la
Institución Carnegie de Washington en excavaciones de sitios mayas entre 1914 y 1956.
Durante la etapa de 1939 a 1968 hubo importantes cambios en la arqueología mexicana,
cuyo objetivo era reevaluar los avances en los niveles de civilización que se habían
alcanzado antes de la época de la Conquista española, avances que representaban
logros de las propias sociedades que ocuparon México desde antes del siglo XVI (García-
Bárcena 2002:9-12).
Siguiendo las bases teóricas de la arqueología americana para esta época, se
desarrollan las concepciones de contexto y función en la explicación del desarrollo cultural
de las sociedades antiguas, empleando nuevas formas de interpretación basadas en los
artefactos y su relación con el comportamiento (tecnología, relaciones de comercio e
intercambio, complejidad social), los primeros estudios espaciales de los asentamientos a
partir del estudio del patrón de asentamiento, la cultura y su relación con el medio
ambiente, y la síntesis de la cronología y el contexto espacio-temporal (Willey y Sabloff
1993:152-208).
La arqueología mexicana, con su nuevo objetivo de explicar y evaluar los alcances
de la civilización prehispánica, basa sus estudios a partir de las descripciones e
interpretaciones de los primeros europeos que arribaron a México como fuentes de
56
información, así como los códices prehispánicos. Otra fuente de información que se volvió
cada vez más importante, fue el examen y el estudio de las evidencias materiales de las
sociedades antiguas. Había también el interés acerca de que las sociedades
prehispánicas habían logrado avances culturales semejantes a los de las sociedades
ibéricas del siglo XVI. Se pretendía analizar la información arqueológica y su divulgación a
la sociedad general (García-Bárcena 2002:12-13).
Finalmente, es durante esta fase cuando surgen dos intereses principales en la
interpretación y manejo de los resultados: primeramente, la preocupación por el
establecimiento de un marco temporal para ubicar en el tiempo las diversas evidencias
materiales y las conclusiones que podían derivarse de ellas; y segundo, la regionalización
cultural, a partir de que en 1943, Paul Kirchhoff, en su estudio de la población de México
en la época prehispánica, propone una regionalización cultural del territorio de México,
estableciendo un marco geográfico denominado Mesoamérica, apoyado en información
cultural derivada de las fuentes documentales del siglo XVI; posteriormente propuso, en
1954, otras dos áreas culturales: Oasisamérica y Aridoamérica. Los estudios en esta
época, pues, se centraron principalmente en las poblaciones mesoamericanas, agrícolas
y sedentarias, y fueron realizados de acuerdo con los conceptos de la Escuela Mexicana
de Arqueología (García-Bárcena 2002:14).
1.4.7. La época moderna y la continuación de explicar y entender el pasado. La
Nueva Arqueología y el Procesualismo
Esta, la última etapa del desarrollo de la arqueología en México, está caracterizada por
una continuidad en el desarrollo teórico arqueológico para intentar explicar y entender a
las sociedades del pasado, a través del surgimiento de nuevas corrientes antropológicas y
arqueológicas que combinan aspectos teóricos que anteriormente fueron desarrollados,
57
como son la Nueva Arqueología y la arqueología Procesual en América (Gamble 2002:37-
41; Renfrew y Bahn 1998:36-39; Trigger 1992: 271-342; Willey y Sabloff 1993:214-305).
A grandes rasgos, por un lado la Nueva Arqueología es una respuesta ante la
búsqueda de nuevos planteamientos a los problemas de la interpretación arqueológica,
movimiento encabezado por Lewis Binford en la década de 1960. Esta Nueva Arqueología
abogaba por un marco explícitamente científico del método y la teoría arqueológicos, con
hipótesis rigurosamente contrastadas como base más correcta que la simple descripción
(Renfrew y Bahn 1998:36-39).
Por otro lado, debido a una toma de conciencia creciente de que la arqueología se
diferencia metodológicamente de las otras ciencias sociales debido a su incapacidad para
observar el comportamiento humano directamente (Trigger 1992:340), se desarrolla lo
que se denomina Arqueología Procesual como continuación del desarrollo de la Nueva
Arqueología, la cual consiste en una propuesta que recalca la importancia de la relación
dinámica de los aspectos económicos y sociales de la cultura con el medio, como base de
la comprensión de los procesos de cambio cultural. Emplea el método científico,
consistente para formular hipótesis y contrastarlas. Una variante que se puede presentar,
o más bien, un aumento en las consideraciones para explicar los procesos culturales, es
la Arqueología Procesual Cognitiva, que insiste en la integración de los aspectos
simbólicos e ideológicos, marco teórico y metodológico importante para el interés
creciente de la búsqueda de la explicación de la diversidad cultural del ser humano a
través de la interpretación del comportamiento humano dentro de un marco sociocultural a
través de sus vestigios materiales (Gamble 2002:37-42; Renfrew y Bahn 1998:510;
Trigger 1992:340-342).
En México, particularmente, este periodo (1968-2002) se identifica por la creciente
preocupación por definir qué es o qué debería ser la arqueología, y cómo en particular
debería ser en nuestro país. Esta preocupación estuvo acompañada de grandes
58
proyectos arqueológicos y la tendencia a la reconstrucción monumental de los principales
edificios prehispánicos de México. Es importante señalar en este punto del desarrollo de
la arqueología en México el hecho de que todos los desarrollos teóricos y metodológicos
que la arqueología ha sufrido en los últimos 30 años afecta de manera directa la forma de
hacer arqueología en México, y que sin duda no podemos separar el contexto teórico del
contexto práctico de esta ciencia social, que aunque aún en desarrollo, ha sido útil en la
explicación de una sociedad prehispánica cuyo desarrollo cultural fue brutalmente
interrumpido por un proceso cultural externo y que marcó los lineamientos de la sociedad
mexicana actual (Gándara 2002:8-17).
Planteado este panorama histórico, es evidente que el desarrollo de la arqueología
en México se ha visto marcado por diferentes etapas de la historia sociocultural del país,
que data desde la época prehispánica a la época contemporánea de las nuevas
tendencias, pasando por importantes momentos como la conquista en el siglo XVI, el siglo
XVIII, la Ilustración, la Independencia del país de 1810 a 1824, la época de los primeros
viajeros y exploradores del siglo XIX, el Porfiriato, la Revolución de 1910 y la
posrevolución (Alcina 2002; Gándara 2002, 2003, García-Bárcena 2002; León-Portilla
2002; López 2001; Matos 2002; Rico 2002).
En cada una de estas etapas, la arqueología ha fungido como el camino ideal por
el cual se canaliza el interés y la concepción de un pasado prehispánico y que sin duda,
su estudio e interpretación, ayuda a la construcción de México como un país multicultural
de gran contenido cultural y materialmente un rico repertorio de vestigios arqueológicos.
La arqueología ha sido y sigue siendo la ciencia social que, durante su desarrollo
histórico, persigue la obtención de información para la explicación del pasado, desde la
noción de que esos vestigios, esas muestras, “consistían en el material que <la gente de
cada generación desechaba>” (Myres 1923, en Trigger 1992:332). A lo largo de este
proceso se distingue la intención de conservar los datos arqueológicos, puesto que de
59
ellos dependía la interpretación de las sociedades de las cuales dichos vestigios eran
producto.
1.5. La conciencia patrimonial en el contexto internacional
La siguiente temática a través de la cual se puede observar una conciencia sobre el
pasado es la conciencia patrimonial, la cual esta relacionada, como se mencionó en el
inicio de éste capítulo, con la noción del tiempo histórico, el tiempo que pasa. Se
construye a través de la historia una conciencia patrimonial en el sentido de legado
material. “Sólo cuando existe una clara percepción del paso del tiempo y su repercusión
sobre las personas y las cosas, empieza a adquirir sentido conservar los testimonios
acumulados…” (Ballart y Tesserras 2001:28).
Esta conciencia se identifica con la edificación de bibliotecas para la conservación
de los relatos históricos y de museos para conservar los objetos más preciados, en
conjunto con los monumentos que se levantan a la memoria de seres humanos
singulares. Cabe señalar que “…la noción de paso del tiempo no adquiere su verdadero
sentido sin la noción de espacio, puesto que el tiempo precisa del soporte físico del
espacio…” (Ballart y Tresserras 2001:28), esto debido a que el ser humano crece y amplia
sus horizontes materiales en el espacio ocupado, asociándose a las perspectivas de
reproducción, continuidad y progreso.
Cuando el ser humano designa a determinados objetos como merecedores de un futuro, está intentando fijar en esos objetos el tiempo que se escurre. Por eso podemos decir que patrimonio son huellas del tiempo que pasa, recogidas en trazas físicas perdurables, o, lo que es lo mismo, tiempo encapsulado que se hace presente en la materialidad del testimonio conservado, que sirve de puente entre el pasado y el futuro. Al favorecer el tránsito del pasado al futuro y viceversa, el patrimonio adquiere un valor superior; por eso afirmamos que es herencia y memoria que no podemos
60
permitirnos el lujo de dilapidar, porque debe servir al porvenir (Ballart y Tresserras 2001:29).
Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten a los individuos que interactúan con
dicho objeto, sin duda alguna, noticias y sensaciones que provienen del pasado, esto en
sociedades con historia y con una conciencia del paso del tiempo. En este sentido, los
objetos con una puerta hacia el pasado, de un pasado que, a pesar del cambio
sociocultural de la sociedad, persiste como idea al margen de los objetos, porque el
pasado existe bajo la doble condición de idea y de cosa (Ballart 2002a:29).
Este aspecto de la importancia de la trascendencia del pasado al futuro a través
de la conservación de esos vestigios materiales que representan el testimonio del tiempo
que pasa, se ejemplifica con el esquema desarrollado por Carolina Albornoz (2006)
haciendo énfasis en la tarea del arqueólogo dentro de este sistema de interacción entre el
monumento, la conservación y la permanencia, elementos básicos que conforman el
pensamiento de la conciencia patrimonial (Figura 1):
Figura 1. La relación entre el patrimonio, objeto de valor y el arqueólogo.
61
En este contexto, el hombre obtiene y a obtenido de la naturaleza todo lo que
necesita para satisfacer sus necesidades, distinguiéndose por ser la única especie que,
gracias a sus facultades de raciocinio y de trabajo, puede transformar el ambiente natural
y crearse un mundo propio, el de la cultura, constituido por todas sus obras, materiales
(tangibles) o intelectuales (intangibles).
En el vasto conjunto de los bienes de la cultura hay algunos de especial
significación histórica, social o artística, que forman el patrimonio cultural que debe ser
conservado por la comunidad (Olivé 1988:7). Sin embargo, como se planteó en el
apartado anterior del desarrollo de la arqueología en México, las formas de protección del
patrimonio han variado en el transcurso de la historia y que conjuntamente a este proceso
histórico, en las sociedades modernas se han establecido leyes y se han creado
instituciones cuya función específica es preservarlo.
Ante esta premisa de la transformación del medio ambiente, desarrollo a
continuación de manera breve las diferentes etapas del proceso de desarrollo y
conocimiento de una conciencia patrimonial en México, siguiendo como antecedentes el
desarrollo en el Viejo Mundo de Ballart y Tresserras (2001:31-41), seguido por los
planteamientos de Olivé Negrete (1988:7-17) respecto al caso particular mexicano.
1.5.1. El mundo antiguo
Las civilizaciones antiguas con sentido histórico (Egipto, Mesopotamia, China, Grecia,
Roma) desarrollaron formas de coleccionismo y conservación del patrimonio. Estas
civilizaciones fueron de las primeras en demostrar una conciencia bastante clara del
pasado, y son las primeras civilizaciones en considerar ciertos vestigios de valor
excepcional como monumentos, ya sea conmemorativos de trascendencia histórica o
62
como ejemplo permanente de un pasado glorioso (Ballart y Tresserras 2001:31; López
2001:21).
Parte de esta etapa son los primeros museos y monumentos de la humanidad,
siendo los principales ejemplos la exhibición de antigüedades del Templo de Ur,
recopilado por las excavaciones del rey Nabónido de Babilonia, y los monumentos de
Grecia, donde los objetos antiguos y valiosos sirvieron a la memoria y al conocimiento del
pasado. Los romanos por su parte heredaron de los griegos la costumbre de conservar en
templetes las ofrendas hechas a los dioses, y la afición al coleccionismo privado, como
una forma temprana del anticuarismo (Ballart y Tresserras 2001:33).
1.5.2. La época prehispánica en el México antiguo
Los pueblos que habitaron el territorio mexicano antes de la llegada de los españoles
daban mucha importancia a la historia y se esforzaban por recordarla a través de relatos,
poemas, cantos, crónicas y anales, o por medio de inscripciones esculpidas o pintadas
sobre distintos materiales, principalmente la piedra (Olivé 1988:7), como es el caso de las
estelas mayas, cuyo objetivo es recordar y enaltecer las grandes hazañas de los
principales dirigentes de las antiguas ciudades.
1.5.3. El occidente medieval europeo
Durante esta etapa, se impone en Europa la idea del coleccionismo como tesoro, es decir,
la acumulación de objetos valiosos como piezas de oro, joyas, medallas, armas, reliquias
y curiosidades exóticas dotadas de raros poderes. Tales tesoros constituían para sus
propietarios la imagen del poder a través del carácter simbólico atribuido a muchos de
estos objetos. La iglesia, en cambio, que reserva los objetos más bellos y ricos para la
63
liturgia, fue la institución que mejor entendió las virtudes de este coleccionismo y la que lo
practicó de manera más sistemática.
El lugar apropiado para la conservación de los tesoros de la iglesia era bajo el
ápside de los templos o en las esquinas de los claustros de los monasterios. Sin embargo,
el valor histórico concedido a los objetos antiguos varía de un tiempo determinado a otro
(Ballart y Tresserras 2001:33-34).
1.5.4. Llegada de los españoles al Nuevo Mundo. La Colonia
Gran parte de la cultura prehispánica se destruyó durante la conquista y la colonización
españolas, y otra ha salido, desde entonces, del país en distintas épocas, encontrándose
actualmente en museos e instituciones del extranjero (Chase 1996:34-39). Pero por otro
lado, dada la extraordinaria riqueza de los bienes culturales prehispánicos del país, otra
parte de ellos se ha salvado, ya sea por su misma vitalidad y perdurabilidad, o bien
gracias a una política de protección que comenzó desde la Colonia y se fortaleció a partir
de la Independencia (Olivé 1988:8).
Desde 1575, la Corona española, a través de las leyes del Consejo de Indias, dejó
claramente establecido que las ruinas de los edificios prehispánicos, como los santuarios,
los adoratorios y las tumbas, y los objetos que allí se encontrasen, pertenecerían a la Real
Propiedad (Olivé 1988:8).
Pasaron los años en que se desarrolló el coleccionismo académico y científico en
México durante los siglos XVII y XVIII, pero es de relevancia para la conciencia
patrimonial en México el suceso ocurrido en 1804, cuando el rey Carlos IV comisionó al
capitán Dupraix para que estudiara los monumentos de la Nueva España; el capitán
realizó tres expediciones arqueológicas al centro del país, a Veracruz y a Oaxaca y llegó
hasta le sitio de Palenque. Surgió entonces la idea de formar una Junta de Antigüedades,
64
semejante a la que por ley se acababa de crear en España, cuyo fin era proteger los
monumentos históricos (Olivé 1988:9).
1.5.5. El Renacimiento y el legado del Humanismo en Europa
Los patrones medievales de pensamiento se empiezan a dejar de lado para trabajar con
ideas frescas. Se empezó por leer e interpretar la antigua sabiduría directamente y no por
medio de intermediaros (Ballart y Tresserras 2001:34). En la Edad Media, los humanistas
cristianos se interesaron por los textos y las artes de la antigüedad. El motivo fue la
cristianización de los vestigios del mundo antiguo (sincretismo) por lo que se entiende que
era una reinterpretación de lo ya existente. Los humanistas entendían el mundo romano
de forma mitificada, reutilizada y al mismo tiempo condenado, situación como efecto de
una ausencia de distancia histórica, por lo que la asimilación es de forma directa
(Albornoz 2006).
En el Renacimiento se manifestaba por vez primera un reconocimiento de la distancia histórica con la antigüedad. Existió un interés pragmático de conformar un nuevo lenguaje de clasicismo renovado. Se tenía una visión de “Perfeccionamiento” de lo antiguo, se siguió metamorfoseando las artes como práctica habitual, y nació el concepto de Monumento como testimonio del pasado romano redescubierto ahora bajo dimensiones artísticas y humanistas (Albornoz 2006).
1.5.6. La Independencia y el Museo Nacional Mexicano
Consumada la independencia, se insistió en establecer en México la Junta de
Antigüedades y se pensó en crear un Conservatorio de ellas dentro de la Universidad, con
la finalidad de proteger los bienes culturales tangibles y además estudiarlos. Así se logró
que en 1825 se fundara el Museo Nacional Mexicano, según acuerdos del entonces
65
primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y del secretario de Estado Lucas
Alamán. Las funciones del Museo eran reunir y conservar cuanto pudiera dar el más
exacto conocimiento del país, de su población primitiva, de las costumbres de sus
habitantes, del origen y progreso de las ciencias, artes y religión, de lo concerniente a las
propiedades del suelo, el clima y las producciones naturales (Olivé 1988:9).
1.5.7. El Porfiriato
Durante esta etapa, el Museo tuvo un adelanto notable: desde 1887 sacó a la luz pública
el primer número de sus Anales, destinados a divulgar los documentos y estudios más
importantes relacionados con nuestra historia antigua. En los años siguientes, el Museo
se distinguió por las expediciones científicas que organizó para estudiar los monumentos
del país y obtener colecciones arqueológicas y etnográficas (Olivé 1988:11).
Destaca para este periodo de la historia de México las primeras leyes de
protección del patrimonio cultural, como fue el decreto de protección de bienes
arqueológicos e históricos, expedido el 11 de mayo de 1897, el cual representó la acción
más importante del régimen porfirista para el cuidad del patrimonio nacional (Olivé
1988:12; Rico 2002:23).
1.5.8. La Revolución Mexicana
La Revolución aportó nuevas orientaciones e inquietudes respecto al conocimiento del
pasado de México. El 15 de diciembre de 1913 fue expedido un reglamento que incorporó
al Museo Nacional la Inspección de Monumentos Arqueológicos y fundó la inspección de
Monumentos Históricos (Olivé 1988:13), es decir, se observa ya una distinción entre el
patrimonio cultural arqueológico y el patrimonio cultural histórico del país.
66
1.5.9. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
La creación del INAH, lo cual marca el apogeo de una conciencia y noción del patrimonio
en México, tiene como antecedente el fortalecimiento del entonces Departamento de
Monumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos con la promulgación de otra ley de
monumentos, el 27 de diciembre de 1933, y con el reglamento de dicha ley, el 6 de abril
de 1934. la nueva ley declaró que todos los monumentos arqueológicos inmuebles y los
objetos que dentro de ellos se encontraran, pertenecían al dominio de la nación, e
introdujo el deber, para quienes poseyeran colecciones arqueológicas privadas, de
inscribirlas en una Oficina de Registro de la Propiedad Arqueológica Particular, a cargo
del Departamento de Monumentos (Olivé 1988:16-17).
El principal problema que se derivaba de la ley anterior era la falta de jurisdicción
para que sus disposiciones se hicieran efectivas en el territorio de los estados de la
República, lo que se explicaba porque la Constitución Política no contenía las bases
necesarias para que existiera una legislación federal que pudiera aplicarse uniformemente
en todo el país (como lo sería posteriormente, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicas, Artísticas e Históricas de 1972); sin embargo, la nueva legislación permitió
grandes avances en el estudio y la protección del patrimonio cultural, sobre todo después
de que se organizó el Instituto Nacional de Antropología e historia (INAH) en el año de
1939 (Olivé 1988:17).
Considerando los aspectos anteriores que ejemplifican la creciente noción de un
patrimonio que el país debe conservar, surge una idea preliminar respecto al concepto de
patrimonio arqueológico y que será desarrollado con mayor detalle en el capítulo II de
esta investigación: “Las cosas producidas por los hombres permanecen sobre el terreno
un tiempo, mientras va cambiando el aspecto del mismo, a través de agregado de
productos culturales sobre la superficie en el transcurso del tiempo” (Ballart 2002a:16).
67
Estas cosas, estos productos culturales del pasado, forman parte del patrimonio cultural
arqueológico. Esta noción de patrimonio, en el sentido de aquello que poseemos, aparece
históricamente cuando en el transcurso de generaciones, un individuo o un grupo de
individuos identifica como propios un objeto o conjunto de objetos. Así, entendemos como
patrimonio (del latín patrimonium, es aquello que proviene de los padres) a los bienes que
poseemos, o los bienes que hemos heredado de nuestros antecesores (Ballart y
Tresserras 2001:11).
1.6. Desarrollo histórico de la restauración y conservación
Por último, de manera somera, planteo como complementación a los dos apartados
anteriores, el desarrollo histórico de la Restauración y Conservación de los materiales
arqueológicos, que a lo largo de su desarrollo teórico, se vincula principalmente a los
vestigios arquitectónicos. Esta conciencia surge por la evidente destrucción de edificios
antiguos y los intentos por protegerlos, lo cual no es producto de nuestra época (Molina
1975:7).
Sin embargo, puesto que lo que concierne a este capítulo es proporcionar una idea
de la conciencia sobre el pasado y noción del patrimonio (como antecedentes del propio
concepto de patrimonio arqueológico), este apartado será únicamente para plantear una
idea general de cómo, a partir de una conciencia sobre el pasado a través del desarrollo
de la ciencia arqueológica, y una noción de patrimonio a través de la institucionalización
de su protección y conservación, se llega a la complejización de la actividad humana ante
la destrucción del legado material de sus antepasados, que en la arquitectura europea, se
centran en la restauración de monumentos dañados, para su conservación y preservación
en el tiempo.
68
Estas acciones de protección, eventualmente, están relacionadas con la
valorización del legado material, producto de un momento histórico y que representa un
testigo importante que proporciona información científica, histórica y artística, lo cual debe
restaurarse para conservarse y garantizar su preservación y permanencia en el futuro, y
así concretar la construcción del paisaje patrimonial de un pueblo o ciudad. Cabe señalar
que, lo que a continuación se presenta es la concepción general de los antecedentes
históricos de la restauración y conservación en Europa siguiendo los planteamientos
teóricos de Chanfón Olmos (1988:182-254) y Molina Montes (1975:7-26) -que fueron las
ideas que forjan la acción restaurativa en México y el resto del mundo-, por lo que no se
tratará en este apartado el caso especial de México sino hasta más adelante en el
siguiente capítulo, pues muchos de los eventos clave ya fueron tratados en el desarrollo
histórico de la arqueología mexicana.
1.6.1. El mundo antiguo
La restauración se identifica como la acción de regresar a un estado anterior, o volver a
poner de pie una estructura o forma. Cae en la idea de la conciencia histórica la intención
de devolverles a los monumentos lo perdido y prolongar su existencia, lo cual se justifica
ante la captación de un valor.
La apreciación del valor artístico parece no ser la única motivación para restaurar,
sino que también son de suma importancia el testimonio histórico de una hazaña y la
identificación del pueblo con el hecho glorioso que representa un monumento en
particular.
69
1.6.2. La Edad Media
Este momento histórico de la restauración se inicia con la destrucción del mundo antiguo,
se guarda conciencia latente de los logros anteriores, que lentamente va surgiendo para
transformarse en apasionada admiración. En esta época se presentan muchas
acepciones de la palabra restauración, entre ellas, muchas metafóricas.
Para toda la Edad Media, como lo era para el Imperio Romano, no existe
diferencia entre las obras de reparación y las de reconstrucción total. Los contenidos del
concepto medieval deben situarse entre dos extremos: los trabajos más sencillos de
mantenimiento y la construcción integralmente nueva, que guarda localización, destino y
advocación, de una construcción previa.
El interés por conservar o proteger valores en los monumentos, obras de arte y
objetos culturales, no siempre culmina en la ejecución de trabajos de restauración.
Existen muchas circunstancias de orden económico y social que pueden impedir que la
intención de conservar alcance ese nivel.
1.6.3. El Humanismo
Presenta gran vigor e importancia en el siglo XV, a finales de la Edad Media y principios
del Renacimiento. Una de las características del Humanismo es la admiración por la
antigüedad clásica, por lo que hay un interés esencial por la cultura pasada y una
verdadera veneración por sus manifestaciones en las artes y en las ciencias, que es el
móvil principal para protegerlas.
La restauración se vuelve selectiva y se transforma en apoyo del análisis
minucioso del pasado admirado. En toda Europa se detectan grados de los anhelos de
renovación. La intención principal es el despertar la conciencia de contemplar con claridad
70
el pasado, admirarlo y desear revivirlo, poniendo en práctica criterios del mundo antiguo.
Rinden homenaje a la antigüedad clásica y quieren revivirla, porque recuerda a todos la
grandeza pasada de su propio país, como es el caso de Italia, donde se presenta un
movimiento de reacción del espíritu nacional.
El Humanismo, impulsor de un auténtico renacimiento en la cultura de Occidente,
fue testigo del descubrimiento de un Nuevo Mundo, hasta entonces desconocido para
Europa, cuyo desarrollo cultural seguía lineamientos totalmente distintos.
1.6.4. Del Renacimiento a los siglos XVII y XVIII
Durante este periodo regresa la idea antigua de volver a un estado anterior, lo cual
adquiere el carácter de garantía para prolongar la posibilidad de contemplación de las
obras de arte, a través de un regreso a la estimación que de ellas se tenía.
Desaparece la tradición medieval que adaptaba los vestigios y fragmentos
antiguos a sus propios programas iconográficos. Surge una nueva forma de restauración,
que consistió en completar, tratando de adivinar la forma original.
Ya para el siglo XVIII, el incipiente estudio de las ruinas arqueológicas, que había
sido hasta entonces casi mera curiosidad de los viajeros y exploradores, empieza a tomar
rumbos definitivamente científicos y a ser reconocido como actividad para revelar
testimonios de la historia.
Surge el movimiento racionalista, según el cual, el raciocinio científico es el único
camino hacia el conocimiento demostrable. De esta forma, los inicios de la arqueología,
durante el siglo XVIII, deben considerarse como consecuencia y no como origen de la
exigencia racionalista de objetividad.
71
1.6.5. El siglo XIX y el Nuevo Mundo
La restauración se convierte en guardiana de las fuentes objetivas del conocimiento
histórico, cuyo volver a un estado anterior es la garantía de autenticidad necesaria en la
capacidad probatoria de los testimonios del pasado. Se hace presente entonces la
necesidad de dictar normas para la actividad restaurativa.
Durante este momento, los países del Nuevo Mundo, como México, desarrollan un
interés y preocupación por definir su identidad y hacerla reconocer por los demás. Se
desarrolla una reafirmación de la conciencia de identidad, fundamentada en las
características que definen la individualidad de una cultura, demostradas por pruebas
tangibles, que la restauración protege garantizando su conservación y permanencia.
Por otro lado, el concepto de restauración se vio limitado por los criterios selectivos
estéticos o por los intereses turísticos o el coleccionismo privado, pero dio pasos
definitivos en la ampliación de sus objetivos, hacia el concepto de cultura y de patrimonio,
con la necesaria acción orientadora del Estado, como consecuencia de su nueva visión
extendida a todos los testimonios del pasado.
Se presenta la necesidad de legislar sobre las acciones de restauración y
conservación de los testimonios del pasado, formulándose normas para orientar las
acciones que debían garantizar la vida de los testimonios. La restauración, pues, logró, a
finales del siglo XIX, una orientación definitivamente ligada al carácter histórico de los
objetos del pasado. Dentro de esta dinámica legislativa, destacan investigadores
arquitectos y restauradores como Viollet le Duc, Ruskin, Camilo Boito, Cesare Brandi y la
publicación de la Carta de Venencia de 1964.
72
1.6.6. La institucionalización del siglo XX
En este siglo la restauración se institucionaliza, que junto con el apoyo científico, se inicia
el cambio de las prácticas manuales anteriores, por técnicas de nivel profesional, para la
protección de todo tipo de materiales. En la restauración contemporánea no excluye al
arte, sino se amplía el campo a todo testimonio que pueda informar sobre el pasado del
hombre social.
La legislación proteccionista se multiplica en todos los países y la difusión mundial,
patrocinada por las organizaciones internacionales, encabezadas por la UNESCO. Surge
la necesidad de planear y programar la formación de restauradores y la exigencia social
de lograr un nivel profesional. La restauración profesional se vuelve una característica del
mundo actual.
En general, lo que se ha planteado demuestra que todo el devenir histórico de la
conciencia sobre el pasado, a través del tiempo y del mundo, es producto de momentos y
regiones particulares, cada época con sus intereses particulares, en cierta forma,
respuestas “casuísticas” a un pasado material presente en todas las sociedades, cuya
conciencia, estudio y divulgación depende enteramente del trasfondo histórico que llevo a
dichas respuestas.
De lo anteriormente tratado en este capítulo, la conciencia sobre el pasado y
noción del patrimonio, la construcción consciente del concepto de Patrimonio Cultural y
Patrimonio Arqueológico en particular, complementan estas dos nociones previas que a
través de la historia de la humanidad, han proporcionado cabida a los conceptos actuales.
73
- 2 -
EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE
La gestión del patrimonio arqueológico comienza desde el planteamiento del proyecto de
actuación sobre el mismo. La intervención en el patrimonio forma parte de este proceso y
consiste en valorar qué tipo de acción es más adecuado en cada caso. Por ello es
importante, contar con un equipo interdisciplinario que contemple, en el mismo plan de
investigación, un acondicionamiento y gestión posterior (Pérez-Juez 2006:87).
Las diferentes formas de intervención pueden considerarse también como formas
de gestión, ya que desde el momento en que seleccionamos una forma de actuación
sobre otra, estamos determinando el tipo de acondicionamiento que realizaremos
después. No existen criterios infalibles, aceptados universalmente, para la intervención en
todos los restos arqueológicos (Pérez-Juez 2006:87).
2.1. Planteamiento del Proyecto de Investigación
En el estado de Yucatán, el asentamiento prehispánico de T´Ho, sobre cuyas ruinas fue
construida la ciudad de Mérida, y los sitios aledaños, se han visto sometidos a gran
número de modificaciones y destrucción desde la época Colonial y a lo largo de la
historia. En este sentido, el crecimiento urbano-demográfico puede ser considerado como
el principal factor social de destrucción del patrimonio cultural arqueológico. Esta
destrucción ha sido la causa primaria de la evidente expansión del área urbana de la
ciudad de Mérida en los últimos años, situación que directamente implica la destrucción
parcial o total de numerosos vestigios del pasado prehispánico de la ciudad.
La ciudad de Mérida se localiza en la parte centro norte del estado, a menos de 50
Km. del Golfo de México. Según datos de 2006, Mérida cuenta con una población de
74
793,732 habitantes en lo que respecta al municipio homólogo, y más de 900.000 en la
zona metropolitana de la capital yucateca, con la conurbación de Umán, Kanasín y
Conkal, por lo que es la mayor ciudad en la península de Yucatán (Casares 2007).
El incremento constante de la población de Mérida en los últimos años, ha traído
consigo la creación de infraestructura para satisfacer las necesidades de los habitantes en
aumento, presentándose un crecimiento urbano horizontal concéntrico, provocando que
los límites de la ciudad, demarcados por el periférico, sean rebasados por la mancha
urbana, con una tendencia de crecimiento mayor hacia el norte, expandiendo esta
necesidad de servicios públicos.
Puesto que el patrimonio arqueológico se caracteriza por su diversidad en el
contexto mexicano, y considerando en particular el municipio de Mérida, tratamos con
vestigios arqueológicos pertenecientes a la cultura maya prehispánica y que sin duda son
la evidencia palpable de un pasado cultural característico y que conlleva al conocimiento
de los orígenes del actual asentamiento que es la ciudad de Mérida y sus alrededores; se
presenta la problemática del daño al patrimonio arqueológico e histórico provocado por el
crecimiento urbano que se mencionó anteriormente, y como parte de las investigaciones
del uso del suelo y prospección en la zona se han señalado más de 87 sitios
arqueológicos reportados en el municipio de Mérida, haciendo énfasis en el rápido
crecimiento de la ciudad y la amenaza que supone para el patrimonio arqueológico.
Consecuencia de lo anterior han sido los numerosos trabajos de salvamento y rescate
arqueológicos llevados a cabo en la ciudad (Fernández 2003) y en su área conurbana.
Sin embargo, es importante señalar que este proceso del daño al patrimonio por el
nuevo uso del suelo no es nuevo, pues comenzó desde el siglo XVI cuando los
conquistadores españoles fundaron la ciudad entre los vestigios de la antigua ciudad
maya de T’hó.
75
Es por estas consideraciones que se plantea que el crecimiento, el desarrollo y la
transformación de las ciudades y pueblos sin un proyecto urbano predeterminado y
planeado, son una de las principales causas de la destrucción de sitios y monumentos,
por lo que es también prioritario el desarrollo de trabajos de documentación, registro e
investigación, para procurar la protección, restauración y conservación de monumentos y
crear áreas de reservas arqueológicas dentro de las mismas poblaciones (Paillés
2000:15).
En la presente investigación, uno de los objetivos generales consiste en dejar claro
que las técnicas arqueológicas no destructivas (principalmente el reconocimiento y la
prospección) fungen como procesos de suma importancia para la creación de programas
estratégicos de intervención posterior, es decir, ayudan en la obtención de información
para el conocimiento primario de los vestigios arqueológicos (y consecuentemente
contribuyen a su gestión cultural), que en este caso, comprenden aquellos vestigios
afectados por el crecimiento de la ciudad de Mérida.
La preocupación por la inminente destrucción o deterioro de estos contextos
arqueológicos dentro del dinamismo sociocultural de la ciudad de Mérida, se refleja a
través del interés por estudiar y preservar el patrimonio arqueológico de la ciudad, el cual
tiene sus inicios desde la década de 1970, momento cuando se planteó el “Proyecto
Arqueológico de Conservación de la Ciudad de Mérida” (Gallareta y Callaghan 1980),
cuyas investigaciones detectaron 30 núcleos de asentamientos prehispánicos
considerando la periferia de la ciudad por ser áreas donde la mancha urbana no había
avanzado. El proyecto contempló una serie de objetivos enfocados a la recuperación,
investigación y conservación de los vestigios arqueológicos inmersos en el área urbana,
pero no fue posible su realización plena. Seguidamente, en 1997 se planteó el proyecto
“T´hó: la Mérida Ancestral” (Ligorred 1997), el cual ha permitido dar un seguimiento de los
estudios en la ciudad y un avance en los trabajos de registro y catalogación de la
76
evidencia arqueológica. Recientemente se propuso el proyecto denominado “Salvamento
Arqueológico en la Región de Mérida” (PROSAME) presentado al INAH en 2003, en el
cual se contempló la investigación y conservación de los sitios urbanos, la integración de
la información recuperada en los trabajos de salvamento, el planteamiento de un proyecto
integral de sitios representativos, los salvamentos arqueológicos realizados en la región
de estudio y la de realizar mecanismos de difusión con la tendencia de conformar una
mejor conciencia sobre la conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad (Pantoja
2006a:131).
Por otro lado, por parte del Ayuntamiento de Mérida, tras la creación del
Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural, adscrito al Área de Desarrollo
Urbano, inició una apuesta piloto por la asunción de competencias en materia del
patrimonio. Para ello se estableció un convenio con el Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), organismo inscrito al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(CONACULTA), que tiene las competencias plenas en esta materia por parte del
Gobierno Federal de México. Este proyecto del Ayuntamiento establece una inicial
vinculación entre el inventario de zonas arqueológicas protegidas y la planeación
municipal, la preservación de áreas arqueológicas en la mancha urbana, así como la
iniciativa de creación de una red de parques eco-arqueológicos municipales que permita
la conservación del patrimonio, su puesta en valor y la generación de desarrollo local1
(Ligorred y Ordaz 2007:5).
El patrimonio arqueológico debe preservarse y conservarse de acuerdo a normas
existentes, ya que son fuente de información, y forman parte de nuestra cultura y de
nuestro patrimonio nacional (Pereira 1992:10).
1 Cursivas mías.
77
La razón de conservar el patrimonio arqueológico en el cuadro de una sociedad
moderna, conlleva a integrar, en una sola concepción y en un difícil equilibrio, la
necesidad inminente de crecimiento material y de modernización de las comunidades, con
la urgente tarea de preservar los vestigios y expresiones de las culturas antiguas como
evidencia palpable y observable de nuestras raíces y de ésta manera darle sentido a
nuestra identidad e identificación como nación (Sierra Sosa 1991:10).
De esta forma, en la presente investigación propongo abordar la problemática de
la protección y conservación del patrimonio arqueológico urbano desde una perspectiva
fuera del ámbito de la gestión, sino desde la acción arqueológica misma, considerando
que previo a la excavación y estudio directo del vestigio material, es necesaria la
identificación de dichos vestigios en un área determinada, y esto solo es posible a través
de las técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico de la superficie.
En este sentido, a través de la intención de conservar el patrimonio arqueológico a
través de las dos principales instituciones mencionadas anteriormente (Ayuntamiento de
Mérida – INAH), junto con el inminente desarrollo constructivo de los alrededores
conurbados de la ciudad de Mérida, se buscan alternativas de acción arqueológica,
siendo la primera y más importante los trabajos de prospección y reconocimiento
arqueológico de la superficie para la identificación de los vestigios arqueológicos que en
dichas áreas se encuentran, con el fin de crear un acervo de información para la
planeación de estrategias de actuación sobre el patrimonio arqueológico identificado, así
como su difusión.
Se pretende de igual forma, considerar las diferentes acepciones que del
patrimonio arqueológico tienen las diferentes dependencias que se encargan tanto del
financiamiento de los trabajos de salvamento arqueológico como de los arqueólogos cuya
tarea consiste en su estudio e integración urbana, esto con el fin de considerar el rol
social del patrimonio arqueológico no sólo en el contexto de los habitantes locales, sino
78
también dentro del ámbito académico especializado (véase capítulo 6). Cabe señalar, que
se consideraran como antecedentes de actuación sobre el patrimonio arqueológico en la
ciudad de Mérida aquellos trabajos de salvamento y rescate arqueológico llevados a cabo
en diferentes sitios dentro y fuera de la ciudad de Mérida (véase capítulo 4), siendo este
tipo de actuaciones las más comunes en ámbitos urbanos.
Así, el presente proyecto de investigación busca responder a las siguientes
cuestiones:
¿De qué forma contribuyen los métodos y técnicas del reconocimiento
arqueológico a la protección y conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad de
Mérida?
¿Cuál es el papel e importancia del reconocimiento arqueológico de superficie en
áreas urbanizadas para la creación de un registro y/o inventario arqueológico en pro de la
conservación del patrimonio arqueológico? ¿Qué utilidad tiene esto para la investigación
arqueológica en el actual ámbito del desarrollo de las nuevas tecnologías?
¿Se puede considerar la actuación arqueológica no destructiva como forma de
intervención que contribuye a la salvaguarda del patrimonio arqueológico?
Siguiendo las preguntas de investigación planteadas, se construyeron las
siguientes hipótesis que enmarcan la presente investigación con el fin de su
comprobación:
- El conocimiento de la existencia de vestigios arqueológicos a través de los trabajos
de prospección, reconocimiento y análisis arqueológico de la superficie en áreas
urbanizables de la ciudad de Mérida, contribuye a la planeación de estrategias de
investigación, protección y conservación del Patrimonio Arqueológico, partiendo de
la premisa “no podemos proteger/conservar lo que no conocemos”.
79
- Las técnicas de prospección, reconocimiento y análisis arqueológico del territorio
forman parte del panorama metodológico y práctico de la Arqueología Urbana
(Arqueología de Rescate/Salvamento) a favor de la protección y conservación del
Patrimonio Arqueológico en las áreas urbanizables de la ciudad de Mérida.
Objetivos Generales
- Construir una revisión sistemática de los procesos metodológicos y técnicos del
reconocimiento arqueológico del territorio (prospección) para procurar estandarizar
una metodología aplicable al ámbito urbano de la ciudad de Mérida.
- Señalar la aplicabilidad y factibilidad del reconocimiento y análisis del territorio en
áreas urbanizables.
- Partiendo de la fragmentada información y escaza importancia bibliográfica del
reconocimiento arqueológico en Yucatán, se procurará el planteamiento claro de
su utilidad inminente dentro del desarrollo de las nuevas tecnologías y su empleo
en la Arqueología.
- Señalar a través de un análisis metodológico los aspectos en los que el
reconocimiento arqueológico contribuye a la protección del patrimonio
arqueológico.
- Contribuir a la discusión respecto a la protección del patrimonio arqueológico en
Mérida, desde una perspectiva metodológica del quehacer arqueológico no
destructivo.
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Objetivos Particulares
- Llevar a cabo una propuesta metodológica centrada en la protección, salvaguarda
y conservación del patrimonio arqueológico en ámbitos urbanos, en especial caso
de la ciudad de Mérida, a través del reconocimiento y análisis arqueológico del
territorio.
- Proponer una estandarización en la metodología del reconocimiento arqueológico
de la superficie en áreas urbanizables.
Considerando los planteamientos anteriores, se tratará a continuación, de forma breve, el
origen e implicaciones de éste tipo de intervención arqueológica no destructiva, a través
de lo que Leonardo García Sanjuán (2005) considera como estudio del territorio.
2.2. El estudio del territorio en Arqueología.
La ciencia arqueológica, durante su primer siglo de desarrollo teórico y metodológico,
estuvo ciertamente muy centrada en la excavación como ámbito y frente de toda
experiencia empírica. En este sentido, lo que concierne a la exploración del territorio se
concebía principalmente como medio para la identificación de yacimientos arqueológicos
importantes y significativos2 sobre los cuales se llevarían a cabo las labores de
excavación para la obtención de datos necesarios para comprender el pasado (García
2008:7).
Los últimos treinta años han sido testigos de cómo los arqueólogos abandonan la
excavación como principal método para investigar el pasado, es decir, deja de ser la
metodología más importante (Gamble 2002:62).
2 Cursivas mías.
81
La exploración sistemática del territorio previa a la excavación, o con total
independencia de ella, se ha convertido en una tarea común y rutinaria, compuesta a su
vez por técnicas diversas, a veces importadas de otras disciplinas diferentes de la
Arqueología. Esta exploración o reconocimiento del territorio ha llegado a dominar la
escena del trabajo de campo arqueológico en la actualidad (García 2008:7).
Éste desarrollo del reconocimiento superficial del territorio surge como iniciativa de
la Nueva Arqueología, dentro de un marco de búsqueda de nuevas formas de
reconocimiento del territorio como vehículo para comprender a las sociedades del
Pasado. Para ello, se presenta un fuerte impulso para tres procedimientos de obtención
de datos: la prospección de superficie, la captura de imágenes desde plataformas aéreas
o espaciales, y la prospección geofísica (García 2008:61), procedimientos que serán
tratados en los apartados posteriores del presente capítulo teórico.
Actualmente, el incremento del coste económico de la excavación, quizás en
mayor medida que otro tipo de consideraciones más teóricas, ha provocado el
replanteamiento de ésta tarea. Hoy en día es necesario un análisis preliminar del
yacimiento escogido y de la evaluación de los resultados más probables (Fernández
1994:46).
De la mano con lo anterior, hacia mediados de 1970, el reconocimiento
arqueológico experimenta un desarrollo considerable a través del impulso epistemológico
que la Nueva Arqueología (por medio de la Ecología Cultural) otorga al análisis de la
territorialidad de las sociedades pasadas.
En lo que respecta a los estudios del territorio en Arqueología, se hace referencia,
siguiendo los planteamientos de García (2008), al análisis e interpretación de los datos
obtenidos con técnicas no destructivas como son la prospección y el reconocimiento
arqueológicos. Esta idea de los estudios del territorio surgen a través de la necesidad de
comprender el comportamiento de las sociedades del pasado en una escala mayor que la
82
del yacimiento, que en el caso de la prehistoria europea, se tenía el convencimiento de
que los asentamientos eran muchas veces temporales por lo que los estudios
arqueológicos se dirigen ahora a los desplazamientos y formas de aprovechamiento del
espacio (Fernández 1994:46). Sin embargo, cabe señalar, que los estudios del territorio
en la Arqueología, son enfocados en diferentes marcos teóricos, entre los que destacan la
Ecología Cultural, la Arqueología Espacial, la Arqueología Simbólica y los Sistemas
Mundiales (García 2008:183).
Es así como se plantea que, la Arqueología, como la ciencia que estudia el pasado
del ser humano a través de sus restos materiales, se ha caracterizado por el trabajo
directo en campo, sin embargo, a través del desarrollo de las nuevas tecnologías, la
Arqueología ha adquirido una interdisciplinariedad que ha conllevado a la especialización
de la misma, siendo una de ellas la Arqueología Espacial o del Territorio, la cual se refiere
al análisis de la dimensión espacial del registro arqueológico e interpretación de las
pautas de comportamiento espacial (García 2008:20). Esta especialización de la
arqueología ha sido entendida como análisis espacial arqueológico, el cual se refiere al
conjunto de técnicas cuyos resultados son dependientes de la localización de los objetos
analizados (García 2008:201).
Considero importante señalar que, un elemento que funge como fuerte impulso al
desarrollo de la metodología del reconocimiento arqueológico del territorio, es la
necesidad práctica de identificar y localizar (y en su caso rescatar) las evidencias
arqueológicas en una sociedad industrial donde la expansión urbanística amenaza
constantemente con el deteriorar el legado material de nuestro Pasado (García 2008:62).
83
2.3. Formas de reconocimiento arqueológico superficial del territorio.
Como parte del desarrollo de la arqueología, a través de la Nueva Arqueología, se han
implementado diversas formas de reconocimiento superficial del territorio. Este desarrollo,
en un contexto más particular como es el mexicano, el paulatino crecimiento económico y
el fuerte (y muchas veces descontrolado) desarrollo urbanístico, hacen que se
implementen procedimientos y actuaciones de emergencia para evitar la destrucción
masiva de yacimientos arqueológicos como resultado de la ejecución de grandes obras
públicas (García 2008:61).
Es así, como parte de todo éste proceso de desarrollo de las técnicas
arqueológicas en pro de la conservación del patrimonio arqueológico de manera no
destructiva y de bajo costo, las diferentes formas de reconocimiento arqueológico han
sufrido un impulso como instrumentos de evaluación y control del impacto de dichas
situaciones actuales sobre el patrimonio arqueológico de la superficie, el cual se
encuentra en constante peligro. Estas formas son principalmente cuatro: la prospección
de superficie, la fotografía aérea, la teledetección y la prospección geofísica.
2.3.1. Prospección arqueológica de superficie.
La prospección, en general, es una estrategia metodológica principalmente no destructiva,
que permite obtener datos a diferentes escalas, en el orden de estimar, evaluar e
interpretar el registro arqueológico. Surgió y se desarrolló como una de las técnicas que
prestó mayor utilidad en la localización de yacimientos y puntos arqueológicos a lo largo
del siglo XX se ve transformada en una estrategia metodológica que llega a implicar una
serie más o menos variada de técnicas e innovaciones tecnológicas (Gianotti 2004:261).
84
Este tipo de prospección, y la más reconocida por los investigadores y
arqueólogos, tiene sus orígenes antes de 1960, cuando se presentaba en el marco teórico
y metodológico el paradigma histórico-cultural, en el que se había considerado que la
“verdadera” información arqueológica era la que resultaba de las excavaciones en
yacimientos de regular importancia. En este sentido, la prospección arqueológica tenía,
por tanto, un papel ciertamente secundario, supeditada al propósito de identificar
yacimientos interesantes para su posterior excavación. En este momento, ésta estrategia
de actuación se limitaba generalmente en la obtención, a partir de informantes locales, de
referencias sobre posibles yacimientos que luego eran visitados y documentados, por lo
que la prospección superficial, antes del paradigma procesual, se desarrollaba dentro de
un ámbito eminentemente local y tenía un desarrollo preferentemente individual (García
2008:62-63).
A partir de 1960 comienzan las prospecciones más sistemáticas y formalizadas,
siendo el trabajo seminal de R. J. Ruppe (1966) el fijador de los principios de la
prospección arqueológica de superficie contemporánea. Estas prospecciones no
pretenden registrar todos los yacimientos de una zona, sino sólo encontrar los más
importantes (Fernández 1994:50 y García 2008:63).
La prospección arqueológica de superficie pasa a ser considerada fundamental,
dependiendo de ella la producción de evidencias y conocimientos necesarios para
entender las pautas de distribución humana en el territorio, incluyendo las formas de
adaptación y explotación, así como la interacción entre distintos grupos humanos,
problemas que forman parte del discurso ecológico cultural. De igual forma, sirve
indirectamente para establecer prioridades y para permitir una elección informada de los
yacimientos cuya excavación puede ser más beneficiosa para un Proyecto de
Investigación. En todo esto, la importancia teórica de la prospección arqueológica de
superficie radica en establecer la base empírica relativa al comportamiento territorial de
85
las sociedades del pasado, cuando se trata de una interpretación arqueológica de los
datos recabados (García 2008:63).
Durante este nuevo enfoque procesual de la arqueología, la prospección
superficial comienza a tener mayor importancia, reflejada en su multidisciplinariedad, con
una serie de procedimientos formalizados y estandarizados, cada vez más sofisticados en
su diseño técnico, para la cobertura del terreno y la recogida de la información (García
2008:63-64).
Así, la prospección arqueológica de superficie puede llevarse a cabo a través de
dos modalidades: a escala macro, es decir, aquella que tiene como objetivo la
identificación de yacimientos arqueológicos nuevos; y a escala micro, o sea, aquella
destinada al establecimiento de inferencias relativas a la organización interna de
yacimientos concretos (García 2008:64). De igual forma, de acuerdo a Fernández
(1994:50-51), la prospección de superficie puede llevarse a cabo a través de dos
modalidades: de forma extensiva, se recorre el territorio a través de la consideración de
un gran área de estudio, de forma más o menos organizada, examinando
preferentemente los emplazamientos más probables; por otro lado está la forma intensiva,
que es el método más adecuado para alcanzar una imagen completa de la historia cultural
de una zona concreta, y consiste en la inspección directa y exhaustiva de la superficie del
terreno sobre áreas relativamente pequeñas, realizada por observadores separados a
intervalos regulares y utilizando cuadrículas artificiales hasta llegar a controlar parte o la
totalidad del territorio de interés.
Dicho lo anterior, se puede ahora considerar los procesos previos a la realización
propia de la prospección arqueológica de superficie. Primeramente, debemos llevar a
cabo una selección del marco territorial de actuación, pues dicha actuación está
determinada en cada caso por las circunstancias y objeticos establecidos en el Proyecto
que la enmarca. De modo general, siguiendo los planteamientos de García (2008:64-66),
86
pueden considerarse la delimitación administrativa (divisiones políticas actuales del
territorio), la delimitación poligonal (en torno al trazado de carreteras o áreas de
construcción) y la delimitación geográfica y cultural (ya sea división siguiendo la fisiografía
del terreno o por una unidad territorial de carácter cultural o político).
En este sentido, la delimitación del área de prospección debe ser cuidadosamente
valorada como parte del diseño de investigación. Si los datos de la prospección serán
utilizados posteriormente dentro de un análisis de las pautas de asentamiento y
territorialidad de una serie de comunidades, esta decisión puede tener gran importancia
(García 2008:66).
Posteriormente a la delimitación del área a prospectar, será necesaria la
recopilación y valoración previa de la información, es decir, un proceso de documentación
previo al trabajo sobre el terreno. Dentro de ésta recopilación se presentan diferentes
consideraciones: a) la recopilación cartográfica3 relevante para el área de prospección,
siendo de suma importancia pues los resultados de una prospección de superficie son
presentados necesariamente sobre un soporte cartográfico, y de forma relevante, se debe
considerar la comprensión de los planos topográficos de la zona, así como situar en un
plano cualquier yacimiento o hallazgo que se produzca en la prospección, y los planos
sirven además para decidir cuáles son las zonas más interesantes; b) análisis de la
toponimia4, esto es, la valoración del componente toponímico del paisaje puede ayudar a
establecer determinadas prioridades estratégicas dentro del área de prospección,
3 Cursivas mías, con el objetivo de resaltar éste punto, el cual funge como importante paso previo a
la prospección superficial en campo, a través de los avances tecnológicos y la gestión del
Ayuntamiento de Mérida, tratado en el Capítulo 4.
4 Junto a la antroponimia (nombres de personas), la toponimia constituye una especialidad de la
onomástica (ciencia de los nombres). La toponimia estudia los nombres de lugar, su historia,
evolución e interpretación, y se utiliza en la prospección arqueológica de superficie para determinar
lugares con probabilidad de contener evidencias de ocupación humana pasada (García 2008:302).
87
contribuyendo además a la interpretación de los yacimientos con datos de carácter
cronológico, etnológico y funcional; c) información propiamente arqueológica. Si existen
precedentes de reconocimiento arqueológico de la zona de prospección es preciso
documentarlos, para así contrastar la posible existencia de registros ya conocidos
relevantes para la prospección en cuestión (Fernández 1994:46-47 y García 2008:67-70).
Teniendo ya nuestra información previa recabada, el siguiente paso, y el que
determinará muy probablemente el resultado de la prospección de superficie, es la
estrategia de cobertura del terreno, pues muchas veces, si se considera la mejor opción, o
sea, la prospección de superficie intensiva, conllevará a un lento desarrollo de tiempo de
trabajo pues se tendría que prospectar minuciosamente toda el área del terreno, por lo
que esta estrategia de cobertura funge como cuestión central.
Dentro de estas estrategias de cobertura (Fernández 1994:51-54 y García
2008:70-74), se presentan dos posibilidades: a) la cobertura total ofrece la ventaja de que
supone una observación exhaustiva del territorio, incrementando el número de evidencias
disponibles y proporciona una lectura continua del territorio de las sociedades del Pasado.
Esta estrategia resulta necesaria en casos de prospecciones derivadas por actuaciones
administrativas de urgencia ante la construcción de obras de gran envergadura que
puedan comportar la destrucción de yacimientos; b) la estrategia del muestreo se basa en
la selección, dentro del área de estudio, de una serie de parcelas o espacios (fracciones
de muestreo) que son efectivamente prospectados, y cuyos resultados se consideran
representativos de la totalidad del área de estudio, dicho de otra manera, si las áreas
prospectadas se escogen adecuadamente, de forma que sean representativas del total,
entonces es posible la inferencia de la parte al todo. Dentro de esta estrategia es
necesario considerar la forma de las fracciones de muestreo, ya sea en transectos (si son
de forma rectangular) o cuadrículas (si son de forma cuadrada); y el tamaño de las
unidades de muestreo, en el que la fracción del muestreo es recomendable que
88
represente un mínimo del 50% del área de estudio. Finalmente, para la selección de
muestras de área representativa, es necesario considerar el tipo de muestreo realizado:
aleatorio, en el que se seleccionan al azar una serie de unidades de secciones
representativas dentro del área de prospección; sistemático, por el cual se aplica a la
zona de estudio una malla en la que se seleccionan una serie de unidades a intervalos
regulares; y estratificado, es decir, se divide el área de estudio en una serie de subáreas
de acuerdo a criterios de configuración física.
Seguido a las estrategias de cobertura, se debe plantear una táctica de batida,
esto es, una estrategia que considere los movimientos a realizar para una mejor
percepción del terreno a prospectar. En este caso, la cuestión fundamental radica en el
intervalo que debe separar a los prospectores en el proceso de batida del territorio. Esta
decisión, al igual que en las estrategias de cobertura, estará determinada por las
condiciones de perceptibilidad del paisaje, tanto en lo inherente al registro arqueológico
como a nivel de condiciones físicas imperantes en la superficie terrestre, así como de la
táctica de cobertura planteada y del equipo disponible. En este sentido, el diseño de la
estrategia de movimientos de los prospectores y número de recorridos depende de
diversos factores tales como la eficacia geométrica de las distintas alternativas posibles
(transectos paralelos y ondulados), la intensidad de prospección requerida o la
experiencia de los investigadores (Banning 2002:89-92 y García 2008:74-75).
Finalmente, la prospección arqueológica de superficie, con independencia de la
aproximación metodológica que se siga y las estrategias de cobertura y batida, está
determinada en gran parte por los parámetros relativos a las condiciones de
perceptibilidad del registro arqueológico. Estas condiciones son de dos clases:
condiciones inherentes al propio registro arqueológico, y las condiciones físicas
imperantes a nivel de superficie (Fernández 1994:51 y García 2008:76-80): a) dentro de
las condiciones inherentes al registro arqueológico se encuentran el tamaño (extensión
89
horizontal) y potencia estratigráfica (profundidad vertical) de los yacimientos individuales,
es decir, la concentración y tamaño de las dispersiones de artefactos y restos de
construcciones según su manifestación superficial; y la densidad y concentración de los
yacimientos; b) para las condiciones imperantes a nivel de superficie se consideran la
accesibilidad (medida por el esfuerzo y tiempo que un prospector necesita para alcanzar
un punto concreto del área, y está determinada por la topografía, el clima, la vegetación y
las vías de comunicación que existen), la visibilidad (referida a la facilidad que ofrece el
medio físico para la localización de yacimientos, pudiendo variar con las estaciones del
año, la vegetación y la topografía), y la perceptibilidad (la facilidad de percepción no
afecta a la zona completa sino a cada yacimiento en sí mismo).
2.3.2. Fotografía aérea.
El reconocimiento aéreo o espacial mediante sensores instalados en plataformas móviles
(aviones o satélites) forma, junto con la prospección de superficie, el cuerpo fundamental
de procedimientos de exploración, descripción, análisis e interpretación arqueológica del
territorio (García 2008:106).
Las primeras aplicaciones arqueológicas importantes de esta técnica se
produjeron a principios del siglo XX, con las fotografías de la ciudad romana de Ostia
sacadas desde un globo, y en 1913, cuando sir Henry Wellcome tomó vistas verticales de
su excavación en el Sudán mediante una cometa en forma de caja. La Primera Guerra
Mundial proporcionó gran ímpetu a la técnica, cuando arqueólogos, como O. G. S.
Crawford, en Inglaterra, se dieron cuenta de que las fotografías aéreas tomadas desde
aeroplanos y globos podían ofrecer, por primera vez, una perspectiva general de los
monumentos históricos. En América, Alfred Kidder voló en 1929 con el pionero de la
90
aviación Charles Lindbergh sobre el centro y este de Yucatán, y descubrió media docena
de yacimientos nuevos (Renfrew y Bahn 1998:73).
Tras la Segunda Guerra Mundial, el empleo de la fotografía aérea en la
Arqueología experimenta un enorme crecimiento, institucionalizándose de hecho en los
organismos responsables del Patrimonio Arqueológico en Europa y Norteamérica (García
2008:106).
A continuación, presento de manera general, los diferentes aspectos de la
metodología y técnicas de la fotografía aérea aplicada a la Arqueología siguiendo los
planteamientos de Fernández (1994:48-49), García (2008:107-118) y Renfrew y Bahn
(1998:73-77).
En general, la fotografía aérea funge como herramienta esencial para la
elaboración de prospecciones arqueológicas enteramente desde el aire, y se descubre así
un número grande de yacimientos con mucho menor esfuerzo que mediante recorridos
terrestres, sin embargo, puede presentar un costo elevado para la economía de un
Proyecto de Investigación. Así, podemos considerar que la fotografía aérea aplicada a la
Arqueología presenta una serie de objetivos principales: a) se utiliza para el
descubrimiento de yacimientos arqueológicos nuevos en regiones poco o nada
exploradas con anterioridad; b) se utiliza para contextualizar los yacimientos en su
territorio, bien sea para el análisis de las pautas de territorialidad de determinadas
comunidades o sociedades del pasado o bien con fines de protección y gestión
patrimonial; y c) se ha empleado para ilustrar la forma, extensión y aspecto de
yacimientos ya conocidos y/o en proceso de excavación.
Éstos objetivos mencionados, por otro lado, se encuentran en parte determinados
o influenciados a través de los dos tipos de fotografía aérea existentes: a) fotografía aérea
vertical, la cual sirve fundamentalmente para fines fotogramétricos, es decir, de
91
elaboración de cartografía a partir de la rectificación5 e interpretación de las imágenes
obtenidas; y b) la fotografía aérea oblicua, mucho más extendida, por su mayor capacidad
para la identificación de yacimientos arqueológicos desconocidos, ya que se basa en la
captura de imágenes de la superficie desde ángulos inferiores a 90° y el posterior análisis
de una serie de indicadores físicos que denotan la presencia en el subsuelo de elementos
de interés arqueológico. Cabe señalar, que las fotografías oblicuas son más difíciles de
transformar en mapas, debido al modo en que distorsionan la perspectiva.
Respecto a lo tratado anteriormente referente a la fotografía oblicua, existen
diferentes indicadores para la identificación de posibles yacimientos o evidencia
arqueológica. Las estructuras enterradas de dichos yacimientos se ven mejor desde el
aire debido a que algo es identificable en la fotografía, ya que si sobresalen algo del
terreno, las sombras restantes lo harán visible, también es posible dicha identificación
debido al crecimiento diferente de los cultivos, el cambio de color de la tierra superficial
por variaciones de humedad. En este sentido, dichos indicadores pueden ser divididos en
tres grupos: fitográficos (condiciones de la vegetación superficial, sobre todo cultivos),
edáficos (condiciones del suelo) y microtopográficos (condiciones del relieve a nivel de la
superficie). En todos los casos, el análisis arqueológico de las imágenes se basa en la
evaluación de elementos básicos en la percepción, tales como coloraciones, sombras y
formas.
La nueva tecnología también ha tenido un fuerte impacto sobre la fotografía aérea.
El realce de la fotografía mediante ordenadores mejora su intensidad y contraste.
También se han introducido las imágenes digitales: las fotografías son cuantificadas
5 Conjunto de procedimientos matemáticos, óptico-mecánicos y gráficos mediante los cuales una
fotografía aérea con un cierto grado de rotación (ángulo) es transformada en una fotografía plana
susceptible de ser visualizada con cartografía (definición adaptada de Lyons y Avery 1977:101,
tomado de García 2008:299).
92
digitalmente y la imagen puede ser manipulada. La fotografía aérea sigue siendo,
actualmente, la técnica de reconocimiento aéreo más común y rentable para la mayoría
de los propósitos de la Arqueología.
2.3.3. Teledetección
La teledetección (o detección remota) se define como un conjunto de procedimientos
técnicos para la obtención, procesado y análisis de información de la superficie terrestre y
su dinámica mediante sensores situados en plataformas aéreas y espaciales, siendo la
fotografía aérea parte de la teledetección (García 2008:121).
Para ejemplificar un poco el desarrollo de esta técnica de reconocimiento
arqueológico del territorio, es necesario considerar que tras los primeros experimentos
más o menos restringidos al ámbito militar que tuvieron lugar en las décadas de los
cincuenta y sesenta, el lanzamiento de satélites destinados a la observación de la
superficie terrestre con fines civiles se afianza a partir de la década de los setenta
(Rodriguez Alcalde 1996, tomado de García 2008:121).
La serie de satélites cuya puesta en órbita habría de tener un gran impacto en
disciplinas como la Geografía, Biología y la misma Arqueología, comienza con los
norteamericanos LANDSAT 1 a 7, lanzados a partir de 1972 (García 2008:121 y Renfrew
y Bahn 1998:77).
Las primeras aplicaciones exploratorias de la detección remota a la Arqueología
tuvieron lugar en Estados Unidos, avanzada ya la segunda mitad de la década de los
setenta, como colaboración entre el Servicio Forestal Nacional (National Park Service) y la
NASA y bajo coordinación de T. R. Lyons. A partir de 1982 la NASA comenzó a dedicar
fondos de forma más regular a la teledetección aplicada a la Arqueología (García
2008:121-122).
93
Gracias a la aplicación de estas nuevas tecnologías de la teledetección, es posible
identificar ciertos elementos antrópicos en el paisaje, y con ello determinar la posible
localización de yacimientos arqueológicos. A lo anterior se le puede añadir que la
detección remota tiene ciertas ventajas sobre la fotografía aérea: por un lado es menos
dependiente de las condiciones climáticas, por el otro, las imágenes capturadas por
sensores a bordo de satélites pueden servir para estudiar regiones extremadamente
remotas e inaccesibles.
2.3.4. Prospección geofísica.
La prospección geofísica puede ser definida como el conjunto de procedimientos técnicos
seguidos en la aplicación de sensores terrestres al subsuelo para localizar y caracterizar
los elementos arqueológicos enterrados, es decir, que a través de la medición de ciertas
propiedades eléctricas y magnéticas del subsuelo, y de las variaciones deferenciales
entre zonas y otras, nos revelan la localización de los restos enterrados (Fernández
1994:56 y García 2008:129).
Como breve reseña histórica de ésta técnica, García (2008:130) señala que los
primeros ensayos de prospección geofísica se dieron en el Reino Unido en los años 1940
a partir de los trabajos realizados por físicos o ingenieros interesados en la Arqueología
como A. Clark, M. Aitken y R. Atkinson. A ellos corresponde el diseño de los primeros
aparatos adaptados a la detección de elementos arqueológicos en el subsuelo y el origen
de la fuerte implantación que posteriormente estos métodos iban a tener en el Reino
Unido.
Será entre los años 1970 y 1980 en que esta metodología se extiende
notablemente por la Arqueología, consolidándose como un procedimiento estándar de
reconocimiento de yacimientos arqueológicos previo (o independiente) a la excavación,
94
capaz de proporcionar datos cada vez más precisos y significativos sobre la naturaleza de
los mismos.
Siguiendo los planteamientos de Fernández (1994:56-58) y García (2008:131-
139), existen tres métodos diferentes de prospección geofísica: a) la prospección
eléctrica, o denominada resistividad, que se refiere a la medición de la mayor o menor
facilidad con la que atraviesa la tierra una corriente eléctrica (conductividad), basándose
en el hecho de que ciertos materiales tienen menos resistencia que otros; b) la
prospección magnética, la cual requiere unos aparatos de medición que son de un precio
mucho más elevado que los de la prospección eléctrica, basándose en las propiedades
magnéticas de la corteza terrestre, presentando un magnetismo inherente, y que bajo
ciertas condiciones de acción antrópica, se puede ver su magnetismo fuertemente
incrementado; y c) la prospección electromagnética, la cual combina los dos tipos
anteriores, pero tiene el inconveniente de que sólo detecta estructuras a una profundidad
reducida. El equipo medidor cuenta con un emisor de señal hacia el suelo y un receptor
de la señal que los objetos enterrados devuelven. Tanto las condiciones magnéticas como
la resistividad del suelo afectan la señal inducida en el terreno.
2.4. “No podemos proteger lo que no conocemos”: Inventarios arqueológicos.
En los apartados anteriores, se han planteado de forma general el conjunto de técnicas
que los arqueólogos utilizan para reconocer el terreno y observar en dicha superficie las
evidencias materiales de la presencia humana pasada, sin llegar a la práctica de la
excavación.
Se planteó de igual forma las prospecciones intensivas y extensivas, que a un
nivel macro, el resultado ideal sería la elaboración de lo que se denomina un inventario
arqueológico de yacimientos, o como es conocido en España, una carta arqueológica.
95
Los inventarios de yacimientos arqueológicos son documentos (o base de datos
computacionales) que comprenden y sistematizan la totalidad de localizaciones
arqueológicas identificadas en un municipio, comarca, región o país, fungiendo como un
almacén de datos donde se contiene la información obtenida por medio de la prospección
de superficie, la fotografía aérea, la teledetección y la prospección geofísica (García
2008:161).
Este concepto de inventario arqueológico realmente forma parte del cuerpo teórico
de mi investigación, que siguiendo muy de cerca las ideas de García (2008), es en este
apartado donde se expresa la justificación de la presente investigación y la verdadera
importancia de un inventario y de los medios para su creación (prospección y
reconocimiento): “es imposible proteger lo que se desconoce”. En este sentido, los
inventarios de yacimientos6 (y las cartas arqueológicas) constituyen en cierto sentido la
culminación del proceso de reconocimiento arqueológico superficial del territorio, y tienen
una importancia crítica: de ellos depende el diseño de políticas de gestión y protección del
Patrimonio Arqueológico, y porque constituyen una base empírica fundamental para
futuras investigaciones vinculadas con la interpretación de las formas de vida de las
sociedades humanas del Pasado.
2.5. El reconocimiento arqueológico de superficie y su utilidad actual
Lo tratado anteriormente ha permitido proporcionar un panorama general de cómo la
excavación arqueológica no es, actualmente, el objetivo de todo proyecto de investigación
en Arqueología, pues gracias a los avances tecnológicos y epistemológicos, se abordan
6 Denominado en el ámbito local del Municipio de Mérida como “Catálogo de sitios arqueológicos”.
96
nuevas perspectivas de investigación y de llegar a la interpretación de las sociedades del
pasado.
En el contexto de la Arqueología Mexicana, el reconocimiento y análisis del
territorio ha mantenido un constante avance y empleo entre los investigadores, cada cual
aplicándolo a contextos particulares y de acuerdo a las verdaderas necesidades del
proyecto de investigación en cuestión. Dichas técnicas arqueológicas, gracias a su
multidisciplinariedad y factibilidad de ajuste a los criterios de investigación, y como etapa
previa a cualquier proceso activo de investigación arqueológica, presentan una utilidad
sumamente importante en la actualidad, principalmente en dos aspectos: la interpretación
y análisis (el cual aplica a los análisis de gestión e investigación) del territorio a través de
los asentamientos reconocidos materialmente de sociedades antiguas, y la protección
misma del patrimonio arqueológico.
2.5.1. Estudio de múltiples aspectos de la vida humana.
Partiendo de que las sociedades humanas, actuales y pasadas, dependen enteramente
de un asentamiento, aprovechamiento y comprensión del medio físico espacial en el que
se desenvuelven, desde una perspectiva epistemológica, reconocimiento y análisis
mantienen y una relación estrecha en el estudio arqueológico del territorio: el análisis de
la territorialidad de las sociedades pasadas es imposible sin un previo reconocimiento del
territorio que provea los datos necesarios. Un proyecto arqueológico de análisis territorial
viene precedido de una fase de prospección y recogida de datos en la zona designada
para la investigación (García 2008:183).
Dicho análisis interpretativo del territorio ha ido de la mano con las diferentes
técnicas y métodos de reconocimiento arqueológico a través de su desarrollo histórico. A
la altura de 1960, la variable espacio apenas había sido articulada o sistematizada como
97
elemento básico del análisis arqueológico del Pasado. En las tres décadas recorridas
desde entonces, diversos impulsos derivados de movimientos epistemológicos han hecho
que el estudio de la dimensión espacial y territorial haya adquirido considerable
complejidad y conllevado a un acercamiento más preciso al comportamiento humano del
Pasado.
2.5.2. Protección del patrimonio arqueológico.
En el caso de la presente investigación, el interés recae en la protección del Patrimonio
Arqueológico en áreas urbanizables, es decir, haciendo hincapié en el desarrollo urbano
de las ciudades mexicanas, que en el caso de la ciudad de Mérida, estos procesos
urbanos han hecho necesaria la actuación del trabajo arqueológico no destructivo,
primeramente para la obtención de datos que permitan la creación de un inventario que
conlleva a mantener conocimiento de la existencia de los vestigios arqueológicos en
peligro de ser dañados, y es en este punto en el que recae la importancia de los métodos
y técnicas de la prospección y reconocimiento superficial arqueológico del territorio en un
contexto particular como lo es el ámbito urbano.
Como se ha mencionado, el resultado de las prospecciones y reconocimientos de
la superficie normalmente llevan a la creación de los llamados inventarios arqueológicos
(por ejemplo, el Catálogo de sitios arqueológicos del Ayuntamiento de Mérida), siendo de
suma relevancia para identificar y localizar (y en su caso rescatar) las evidencias
arqueológicas en una sociedad industrial donde la expansión urbanística amenaza
constantemente con deteriorar los vestigios materiales de nuestro Pasado (García
2008:62).
98
2.6. Generalidades sobre la arqueología de salvamento y de rescate en áreas
urbanizadas
La existencia de vestigios arqueológicos en las áreas de crecimiento de la ciudades
actuales han traído consigo una serie de aspectos que ha dado pie a una variada
problemática social (Pantoja 2006:129), entre dichas problemáticas destacan el
salvamento, rescate, integración y conservación del patrimonio arqueológico.
En el caso de la ciudad de Mérida, la preservación, conservación y estudio de los
vestigios del pasado se enfrentan a la necesidad del desarrollo de la sociedad, desarrollo
que trae consigo la necesidad de viviendas y servicios públicos, lo que ha traído consigo
la expansión de la mancha urbana, y que muchas veces se lleva a cabo sin el análisis
previo de las áreas donde se llevaran a cabo las obras de construcción. Este análisis
debe ser necesario tanto para las futuras viviendas como para el mismo patrimonio
arqueológico, que en gran cantidad, se encuentra distribuido en gran parte del Estado de
Yucatán y de la ciudad de Mérida misma.
Por esta razón, a través del desarrollo sociocultural de la ciudad, el patrimonio
maya de Mérida ha permanecido oculto durante siglos y ahora no es fácil, sin una
aproximación desde diferentes ángulos del conocimiento, valorar adecuadamente su
envergadura y las posibilidades de su uso social (Ligorred 2006).
Uno de éstos ángulos del conocimiento es la Arqueología, que gracias a los
trabajos de la Arqueología de Salvamento, lo que los arqueólogos logran rescatar en los
proyectos de excavaciones arqueológicas en los contextos urbanos son producto de los
proyectos de la planeación y construcción de obras públicas, fraccionamientos o casas
privadas, aunque estos contrastes históricos muy difícilmente se conectan o vinculan
entre sí (Fernández 2003:15).
99
Los trabajos de rescate y salvamento arqueológico se llevan a cabo en su mayoría
en fraccionamientos periféricos de la ciudad, que es la parte donde aún existen
asentamientos previos a la llegada de los europeos, es por este fenómeno que se
presenta a nivel nacional la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos,
Artísticos e Históricos de 1972, en la cual se atribuye la salvaguarda, la conservación y la
protección del patrimonio cultural nacional, como responsabilidad del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, en materia prehispánica y colonial y a las autoridades y
dependencias federales de su competencia. Como antecedente a la actual Ley Federal se
conoce que en la promulgación de la Carta de Atenas de 1931, se establecen los
parámetros para la salvaguarda y protección del patrimonio artístico y arqueológico de la
humanidad, y que interese en todos los Estados y que éstos se presten recíprocamente
colaboración en la protección de monumentos artísticos e históricos (Molina 1975, en Ley
2008:3-4).
Los trabajos de rescate y salvamento arqueológico son inducidos a través de
solicitudes realizadas por empresas particulares y públicas en las cuales se desarrollan
obras de infraestructura, calles, pavimentaciones y mejoramiento de la misma, siendo
éste un desarrollo directamente proporcional a la urbe y por ende al deterioro de la misma
(Ley 2008:4).
Debido a este acelerado desarrollo urbano en las principales ciudades de México,
el salvamento arqueológico ha cobrado gran importancia en los últimos años,
convirtiéndose en el medio habitual de hacer arqueología en México y en el mundo. Los
vestigios están siendo afectados día a día por todo tipo de obras de infraestructura, y
muchos sitios han sido dañados irreversiblemente. El salvamento, entonces, es el único
modo de preservar materiales e información para la investigación arqueológica (López y
Carballal 2005).
100
Realizar un trabajo de Arqueología de Salvamento consiste en investigar y
recuperar evidencias culturales (patrimonio arqueológico) que están en peligro de
destrucción por alguna obra de infraestructura, saqueo o causa natural. La arqueología de
salvamento debe de implicar, en este sentido, dos cosas: 1) la arqueología como ciencia;
y 2) recupera, recobra y rescata para preservar los objetos, datos y materiales que forman
parte de nuestro patrimonio cultural.
Sin embargo, es importante considerar dos grandes diferencias con respecto a la
arqueología convencional: 1) el tiempo limitado, y 2) la pregunta de investigación
adecuada al sitio o región de estudio. Así, en palabras de Cook:
Las labores de Investigación de Salvamento Arqueológico son todos aquellos trabajos mayores en los que se cuenta con la información anticipada que permite programar diferentes temporadas de campo, las cuales se suceden de acuerdo a los resultados de los análisis de los materiales obtenidos en los anteriores. Permite, asimismo, analizar la bibliografía existente sobre el área de que se trata, revisar fuentes históricas, analizar fotografía aérea, recopilar la información sobre los datos ambientales, comunicaciones y condiciones sociopolíticas de la región base de los estudios, etc. Salvo el área que está limitada de acuerdo con la Obra que se realiza, se puede contar con el tiempo, el personal y el presupuesto indispensables para llevar a cabo la investigación (1978:12).
Hay que considerar de igual forma que la arqueología de salvamento, si bien es una
intervención de emergencia, no deja de ser una práctica científica. La metodología, las
técnicas de registro, la recuperación de datos y materiales, su sistematización y
procesamiento, deben aplicarse con rigor científico.
Maldonado presenta dos enfoques particulares del salvamento en la arqueología
en México, uno es el urbano, el cual surge por la dinámica propia de las ciudades ya que
su remodelación constante propicia situaciones que traen consigo la desaparición de
evidencias culturales del pasado, el otro es el rural que surge por la construcción de
101
presas, áreas de producción agrícola intensiva, y finalmente por redes de carreteras y
caminos (Maldonado 1976:283-287, en Ley 2008:4).
Martínez (1988:400, en Ley 2008:4-5) afirma que los salvamentos se realizan
después de una inspección inicial, y de la evaluación del problema, para programar un
proyecto de investigación a un plazo mayor con objetivos y planteamientos teóricos como
cualquier investigación arqueológica.
Diferentemente, el rescate arqueológico es la actividad que se origina fortuita o
repentinamente (Fernández 2003, en Ley 2008:5). Para Martínez Muriel (1988:400, en
Ley 2008:5) son trabajos de emergencia de poca magnitud que se efectúan sin un
proyecto previo, pues la mayoría de los casos son operaciones rápidas. Por lo general los
rescates se realizan durante la inspección inicial o en pocas visitas al lugar, ya que el
factor tiempo es de suma importancia.
102
- 3 -
ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN LA CIUDAD DE
MÉRIDA, YUCATÁN. ANTECEDENTES
Yucatán, al igual que el resto de México, presenta una peculiar dinámica cultural producto
de los procesos de colonización durante el siglo XVI, sin embargo, en Yucatán existe un
elemento que lo diferencia de otros lugares, y son las permanencias de estructuras de los
antiguos asentamientos prehispánicos en muchas de sus localidades actuales, que
durante la Colonia transformaron su patrón de asentamiento ante la inminente
construcción de las nuevas ciudades coloniales aprovechando dichos asentamientos
(Chico 2006).
A pesar de las enormes evidencias documentales y físicas que permiten
considerar la preexistencia de conformaciones espaciales de los asentamientos
prehispánicos, en la mayor parte de los pueblos y ciudades de la península de Yucatán,
son pocas las investigaciones que se orientan a descubrir la naturaleza de tales espacios,
sus procesos de transformación o adecuación a las nuevas etapas de cada asentamiento
(Chico 2006:11), es decir, el patrimonio arqueológico de las ciudades contemporáneas.
Este proceso de transculturación en materia de modo de vida y patrón de
asentamiento no fue cuestión simple, sino de enorme complejidad y diversidad entre una
y otra comunidad (Chico 2006).
A través del estudio de las fuentes y crónicas de los siglos XVI y XVII, así como de
las investigaciones arqueológicas sobre esta época, se puede apreciar que uno de los
problemas urbanos actuales ha sido la destrucción de vestigios arqueológicos. Este
proceso se inicia prácticamente desde la llegada de los españoles en 1541 y la fundación
de Mérida sobre la antigua ciudad maya de T´hó o Ichcanzihó (Figura 2), quienes
103
edificaron sus propias construcciones civiles, religiosas y militares tomando materiales del
asentamiento prehispánico (Narez 1989:427 en Ley 2008:3).
Figura 2. Plano hipotético de la antigua ciudad de Mérida construida sobre la ciudad maya de T’Hó, publicado por el arquitecto Leopoldo Tommasi en 1951 (tomado de Ligorred 1998).
T’Hó o Ichcanzihó está clasificado como un sitio de primer rango en el Atlas
Arqueológico del Estado de Yucatán (Garza y Kurjack 1980). A su alrededor se localizan
toda una serie de asentamientos de Rango IV, los cuales muy probablemente dependían
de ese principal núcleo de población, y que han sido absorbidos por la mancha urbana de
Mérida, o están en proceso de serlo (Ligorred 1998:39). En este sentido, está claro que es
necesario hacer énfasis principalmente en el creciente número de asentamientos que
104
están en peligro de destrucción, por lo que resulta de gran importancia realizar un
recorrido por los diferentes trabajos de rescate y salvamento que han sido realizados en
Mérida y sus alrededores. Cabe señalar, que los estudios arqueológicos, además de
ayudarnos a conocer a las sociedades que nos precedieron, nos deben permitir plantear
la integración de espacios ancestrales a nuestra forma de vida moderna.
La arqueología del norte de Yucatán presenta un panorama particular del
desarrollo cultural de los mayas antiguos. Los trabajos llevados a cabo en Izamal,
Dzibilchaltún, Aké y Acanceh, principalmente, permiten observar una profundidad histórica
que nos remonta a los períodos más antiguos de los mayas peninsulares; la presencia de
una arquitectura monumental para épocas tan tempranas (siglo IV d.C.) provee de un
interés especial a los trabajos de esta región (Ligorred 1998:39).
Puesto que el patrimonio arqueológico se caracteriza por su diversidad en el
contexto mexicano, y considerando en particular el municipio de Mérida, tratamos con
vestigios arqueológicos pertenecientes a la cultura maya prehispánica. Se presenta la
problemática del daño al patrimonio arqueológico e histórico provocado por el crecimiento
urbano que se mencionó anteriormente, y como parte de las investigaciones del uso del
suelo y prospección en la zona se han señalado más de 87 sitios arqueológicos
reportados en el municipio de Mérida, haciendo énfasis en el rápido crecimiento de la
ciudad y la amenaza que supone para el patrimonio arqueológico. Consecuencia de lo
anterior han sido los numerosos trabajos de salvamento y rescate arqueológicos llevados
a cabo en la ciudad (Fernández 2003) y en su área conurbada.
Sin embargo, es importante señalar que este proceso del daño al patrimonio por el
nuevo uso del suelo no es nuevo, pues comenzó desde el siglo XVI cuando los
conquistadores españoles fundaron la ciudad entre los vestigios de la antigua ciudad
maya de T’Hó.
105
3.1. Primeros trabajos de salvamento y rescate arqueológico en áreas urbanizadas
de la ciudad de Mérida
En la ciudad de Mérida, el vestigio arqueológico se encuentra constantemente
amenazado por el crecimiento urbano, por lo que la conservación de espacios
arqueológicos resulta importante para poder percibir aspectos de la ciudad tan
importantes como su pasado prehispánico, siendo particularidad del contexto mexicano,
en especial en el estado de Yucatán.
La arqueología, a través de su labor activa e intervención para el estudio y
recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una útil
herramienta para la conservación del patrimonio, esto a través de los trabajos de
salvamento, como una estrategia que permite proteger y recuperar la información en el
menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que serán afectados
por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por factores naturales o
por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del INAH para el rescate del
patrimonio cultural en peligro de afectación, en una época en el que el avance urbano se
asienta sobre los restos pasados, por ellos la importancia de la planeación, recuperación y
protección del patrimonio arqueológico amenazado (Pantoja 2006:130). En este sentido,
se deberán considerar uno de los objetivos fundamentales de la arqueología de
salvamento, es decir, preservar el dato arqueológico perfectamente bien documentado,
cuando se trate de vestigios cuya pérdida total es inminente.
La factibilidad del rescate de los espacios arqueológicos y las posibilidades de su
integración al desarrollo urbano de los pueblos y ciudades actuales tiene un efecto sobre
los habitantes de la ciudad. La arqueología urbana engloba aspectos científicos, sociales,
turísticos y económicos, y repercute de manera especial en la protección, mantenimientos
106
y difusión del legado cultural de los mayas en Mérida, y en la calidad de vida que ofrece el
entorno urbano (Ligorred 2008).
La arqueología de salvamento, en este marco, a través del estudio arqueológico
de los antiguos restos mayas, aumenta el conocimiento de los orígenes de la ciudad y
fortalece su identidad, destacando así la importancia de la conservación del patrimonio
arqueológico, pues solamente así se refuerzan los valores históricos y culturales de la
ciudad, construyendo espacios de recreación y que a la vez permiten la salvaguarda y
mantenimiento de los vestigios arqueológicos.
Algunos años atrás, se han llevado a cabo en la ciudad de Mérida diversos
rescates arqueológicos, a partir de la intensificación de programas de desarrollo urbano y
social por parte del Gobierno del Estado, el Ayuntamiento, y empresas particulares,
conllevando a un desarrollo de obras de construcción para el aprovisionamiento de
infraestructura necesaria para la ciudad, ya que el acelerado crecimiento que la ciudad ha
tenido durante los últimos años ha sido el factor principal de la destrucción o alteración
parcial de muchos de los vestigios arqueológicos inmersos en las áreas urbanizadas de
los alrededores de la ciudad y que forman parte del patrimonio cultural y arqueológico del
municipio.
De manera consecuente, para poder presentar un panorama general de la
importancia de los trabajos arqueológicos en áreas urbanizadas como la ciudad de
Mérida, se presenta a continuación de manera somera y cronológica, los diferentes
proyectos y actuaciones sobre el patrimonio arqueológico en la zona de estudio de la
presente investigación.
El proyecto arqueológico pionero en los trabajos de salvamento y rescate en el
área urbana de Mérida se lleva a cabo en 1939 a cargo del Sr. Manuel Cirerol Sansores, a
través de la exploración y excavación de “un gran osario maya” (Ligorred 1998:40). El sitio
se encuentra localizado en el Atlas Arqueológicos del Estado de Yucatán con la clave
107
16Qd(7):120 (Garza y Kurjack 1980), ubicado en el Sur de la ciudad de Mérida; en dicho
asentamiento se reconocieron dos entierros, y además se encontraron objetos de jade y
concha (Fernández 1991).
Entre los años de 1940 a 1955 investigadores norteamericanos, tales como Ralph
Roys, Edwin M. Shook y R. H. Thompson, que habían estado trabajando en otras áreas
de la península, realizaron reconocimientos superficiales en la ciudad de Mérida y sus
alrededores (Fernández 1991 y Ligorred 1998:40).
A principios de los años 50’s los arqueólogos R. H. Thompson y Edwin M. Shook
llegaron a Mérida para trabajar los materiales arqueológicos procedentes de las
excavaciones efectuadas por la Carnegie Institution en Yucatán, sin embargo, en su
tiempo libre se dedicaron a recorrer los sitios arqueológicos en destrucción, dentro y fuera
de la ciudad de Mérida, y lograron una recolección y descripción de materiales, así como
la localización de asentamientos prehispánicos (Fernández 1991).
A partir de los primeros proyectos entre 1939 y 1955, posteriormente durante más
de 30 años no hubo aparentemente ninguna actividad arqueológica en la ciudad de
Mérida, hasta las primeras intervenciones de rescate a través del Centro Regional del
Sureste del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en 1973, cuando en el momento
de la construcción de las actuales oficinas del Centro Regional INAH se detuvo la
destrucción de un montículo que formaba parte de vestigios de ocupación maya antigua.
Así se inician formalmente los primeros trabajos de “rescate” arqueológico en la ciudad
(Ligorred 1998:40).
En el Norte de la ciudad, entre 1973 y 1977, el Centro Regional del Sureste (CRS)
del INAH, detuvo la destrucción de un montículo arqueológico, ubicado en la colonia
Chuburná de Hidalgo, en la calle 29 # 501, a 150 m de la calle 60 (Fernández 1991, Ley
2008, Ligorred 1998). Los trabajos de rescate estuvieron a cargo de los arqueólogos
Rubén Maldonado y Silvia Garza. Se realizó el primer análisis de materiales cerámicos
108
cronológicamente situados desde el 300 a. C. hasta el 1300 d. C. Estos trabajos de
rescate arqueológico fueron presentados en el informe denominado “Excavaciones
practicadas en un montículo de Chuburná de Hidalgo, Mérida, Yucatán” (1973); en dicho
informe, Rubén Maldonado dice (tomado de Ligorred 1998:41): […] está catalogado como
un sitio de Rango IV y reconocido con la clave 16Qd(4):11 (del Atlas Arqueológico). Por
otro lado se trataba de un sitio aledaño a la antigua T-Hó (Mérida) y cercano también al
sitio arqueológico conocido hoy como Dzibilchaltún y a la propia costa yucateca […].
Actualmente esta zona se encuentra urbanizada, sin la existencia de algún rasgo o
vestigio arqueológico aparente del mencionado montículo. Con excepción está el
basamento sobre el cual se construyó la iglesia de Chuburná, del que en algún momento
podría obtenerse todavía información arqueológica (Ligorred 1998:41).
Posteriormente, en un artículo periodístico en 1978, titulado “Vestigios
arqueológicos de la ciudad de Mérida”, Alfredo Barrera Rubio, de acuerdo a las fuentes
históricas, identifica el lugar llamado Dzoyilá, por donde pasan los itzáes en su peregrinar
hacia Chichén Itzá, con el sitio ubicado en el fraccionamiento Las Granjas, al Sureste de
la ciudad (Ligorred 1998:41).
Durante el año de 1979, se llevó a cabo el proyecto arqueológico del Parque Las
Granjas (Figura 3). En este proyecto se excavó y consolidó un grupo de estructuras
prehispánicas en el fraccionamiento homólogo. Dichas estructuras fueron descubiertas de
manera accidental durante la primera etapa de construcción de dicho fraccionamiento en
1975. Actualmente se encuentran integradas en un parque, conformando el primer parque
arqueológico de la ciudad de Mérida. Es importante señalar, que este sitio arqueológico
(Dzoyilá-Las Granjas) destaca como una de las dos zonas arqueológicas más importantes
en el área, con base en a su extensión y a la altura de sus estructuras (Dzul 2001,
Fernández 1991 y 1992, Gallareta 1979 y 2000, Ley 2008, Ligorred 1998).
109
Figura 3. Muros de sillares de estilo Puuc en los edificios del Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (tomado de Ligorred 2009:140).
En dicho proyecto arqueológico, las actividades realizadas en 1979 consistieron
en: 1) recorridos de superficie de la zona con el fin de delimitarla legalmente y reconocer
la distribución del asentamiento, y 2) mapeo y excavación de los basamentos
prehispánicos que serían afectados por la obra de construcción del fraccionamiento
(Fernández 1991:35).
Al siguiente año, en 1980, Gallareta y Callaghan desarrollan un proyecto a nivel
ciudad con el propósito de conservar y rescatar los numerosos asentamientos
arqueológicos que estaban emergiendo, así como proponer modelos de desarrollo a
escala local con el fin de explicar e interpretar la relación de los diversos asentamientos
aledaños con el antiguo asentamiento de T’hó. Para ese entonces, se reportaron 30
núcleos de asentamientos prehispánicos para el área urbana y alrededores de Mérida
110
(Figura 4), sin contar montículos aislados y faltando recorrer las zonas Norte, Poniente y
Sur de la ciudad (Ley 2008:5-6).
Figura 4.Plano de los sitios arqueológicos en la ciudad de Mérida según Gallareta y Callaghan (1979, tomado de Ligorred 1998).
Durante este mismo periodo, en el Atlas Arqueológico del Estado de Yucatán
(1980), Garza y Kurjack identifican en la ciudad de Mérida cerca de 40 sitios (Fernández
1991 y 1992, Ligorred 1998:43).
Como parte de este trabajo, durante el mismo año (1980) se obtuvieron
importantes datos a través del reconocimiento de asentamientos en el Estado,
identificando importantes sitios en el área urbana de la ciudad de Mérida, tales como el
sitio marcado con 16Qd(7):63, ubicado al Oeste de la Hacienda de Petac, así como el sitio
111
llamado Los Siete o Xoclán, marcado en el Atlas Arqueológico con la clave 16Qd(7):109
(Figura 5), ubicado al Poniente de la ciudad de Mérida, en una zona cercana a un tiradero
de basura y una quebradora de materiales pétreos perteneciente al municipio de Mérida
(Fernández 1991:35).
Figura 5. Montículo prehispánico del grupo sur del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ordaz 2006).
Otro sitio que fue objeto de un peritaje arqueológico fue el ubicado en la colonia
Pacabtún, al Poniente de la ciudad de Mérida, con la clave 16Qd(7):149, del Atlas
Arqueológico (Fernández 1991 y 1992).
En los terrenos de lo que es hoy el edificio del Centro INAH Yucatán (antes Centro
Regional del Sureste), se reporta, en noviembre de 1980, la existencia de vestigios
arqueológicos, los cuales formaron parte de una amplia zona de habitación prehispánica
(Schmidt 1980, en Ley 2008). Durante este año, se llevó a cabo la exploración y el rescate
112
de cuatro montículos antiguos (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992, Ley 2008, Ligorred
1998).
En febrero de 1989, se llevaron a cabo labores de salvamento arqueológico en el
fraccionamiento El Vergel II al Sureste de la ciudad de Mérida. En esta ubicación se
trabajó una estructura prehispánica perteneciente al asentamiento de San Antonio Kahua
(Peraza, Pérez, Fernández 1999, en Ley 2008:8). Dicha estructura fue consolidada y
conservada dentro de un área recreativa (Figura 6). Los hallazgos más significativos del
rescate fueron la localización de 19 entierros en un área relativamente pequeña (Dzul
2001, Fernández 1991, Ligorred 1998).
Figura 6. Estructura prehispánica en el fraccionamiento Vergel II (Fotografía del autor).
El 23 de junio de 1989, el arqueólogo Agustín Peña C. realizó una inspección en la
colonia Salvador Alvarado Sur, con el fin de verificar la destrucción de un montículo
(Fernández 1991). Para el año 2000, en el área que cubre el fraccionamiento
113
mencionado, se han registrado al menos 76 plataformas bajas pequeñas. Los vestigios
que se conservan en este lugar parecen corresponder a unidades habitacionales de un
área principal (Uc, Echeverría y Delgado 2000:7).
Durante el mes de marzo de 1990, en el fraccionamiento Mulsay, al Oriente de la
ciudad, se excavó una plataforma prehispánica en peligro de destrucción por la
construcción del mencionado fraccionamiento, la cual forma parte del sitio arqueológico
de Xoclán. Los trabajos de rescate arqueológico estuvieron a cargo del arqueólogo Luis
Millet (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992, Suárez y Ojeda 1994:7 en Ley 2008:8). En
días posteriores se llevaron a cabo recorridos en el área con presencia de vestigios que
conforman el sitio arqueológico de Xoclán. Como resultado de estas inspecciones se
solicitó, con éxito, la suspensión de extracción de materiales que realizaba el
ayuntamiento de la ciudad (Fernández 1991).
Estos recorridos realizados conjuntamente con las autoridades encargadas de
dicho banco de materiales, dio como resultado un acuerdo para que se financie el
levantamiento topográfico de lo que queda del sitio con el fin de delimitarlo para su
protección (Fernández 1991).
En octubre del mismo año (1990) continuaron los trabajos de salvamento
arqueológico de 41 estructuras que conformaron parte del sitio de Xoclán, a cargo de las
arqueólogas Thelma Sierra y Leticia Vargas. Como resultado de estos trabajos, se
realizaron labores de restauración y conservación de la estructura 10 (Figura 7), que
actualmente se ubica “integrada” dentro de una glorieta del fraccionamiento Bosques de
Yucalpetén (Fernández 1992, Dzul 2001, Dirección de Desarrollo Urbano 2000b).
114
Figura 7. Estructura 10 perteneciente al sitio arqueológico de Xoclán, “integrada” a una glorieta en el fraccionamiento Bosques de Yucalpetén (Fotografía del autor).
Posterior a estos trabajos arqueológicos, el sitio arqueológico de Xoclán ha sido
objeto de varias intervenciones durante muchos años, y ha sido dañado durante décadas.
Se ha señalado en varias ocasiones la importancia de detener su destrucción. Éste es
uno de los sitios más importantes de la ciudad de Mérida (Figuras 8 y 9), tanto por su
tamaño, como por la cantidad de montículos y estructuras que aún existen en sus dos
núcleos principales (Fernández 1991 y 1992, Ligorred et al 2006, Ligorred 2008).
115
Figuras 8 y 9. Planimetrías de los grupos Norte y Sur de Xoclán (tomado de Ligorred 2009).
Durante el mes de marzo de 1991 se iniciaron los trabajos de rescate y
salvamento en un edificio localizado en la hacienda Mulchechén, muy cerca del sitio
arqueológico del fraccionamiento Las Granjas, realizado por los arqueólogos Thelma
Sierra, Leticia Vargas y José Huchim. Este rescate fue necesario debido a que el
montículo prehispánico se encontraba localizado en un área que se explotaba para la
extracción de materiales de construcción (Dzul 2001, Fernández 1991 y 1992).
Al este de la ciudad, de octubre de 1992 a marzo de 1993, se intervinieron 4
estructuras prehispánicas en un predio de la colonia Salvador Alvarado Oriente, bajo la
dirección del arqueólogo Agustín Peña y de la pasante en arqueología Sara Dzul
Góngora. Como resultado de las labores de salvamento y rescate arqueológico, se
procedió a la rehabilitación del espacio arqueológico (Figura 10). Hoy día las estructuras
intervenidas forman parte de un parque arqueológico (Dzul 2001, Fernández 1991 y
1992).
116
Figura 10. Parque arqueológico Salvador Alvarado Oriente (Fotografía del autor).
El conocimiento de la existencia de restos arqueológicos en dicho lugar se
remonta a las inspecciones de 1987 y 1990 a cargo de Thelma Sierra y Leticia Vargas, en
cuyos reportes se menciona la existencia de al menos un basamento rectangular que
presentaba señales de saqueo. Dichas inspecciones se llevaron a cabo como respuesta a
la solicitud de los vecinos, puesto que el terreno se convirtió, con el paso del tiempo, en
un basurero y lugar de reunión nocturna de vándalos, por lo que deseaban convertirlo en
un área recreativa familiar (Peña y Dzul 2000).
Meses después, durante julio y agosto de 1992, se llevaron a cabo trabajos de
salvamento arqueológico en dos plataformas habitacionales del sitio de San Antonio
Kahua, sitio al que perteneció la plataforma conservada en el fraccionamiento El Vergel II
(Fernández 1992).
En octubre de 1994 se realizó un trabajo de rescate arqueológico a dos kilómetros
del actual pueblo de Cholul a cargo de los arqueólogos José Huchim y Marcos Pool Cab.
117
Dicho rescate se llevó a cabo a 200 metros del anillo periférico, entre los entronques que
comunican a la ciudad de Motul y Cholul. A través del reconocimiento del área, se
observó que las estructuras trabajadas formaron parte de un arreglo habitacional (Dzul
2001, Huchim y Pool 1994 en Ley 2008:8). Este trabajo de rescate fue producto de la
identificación de un montículo prehispánico que de manera fortuita el arqueólogo José
Huchim reconoció, localizado en un terreno en el que estaba en vías de construcción un
hotel a orillas del anillo periférico. Al realizar el peritaje correspondiente se observó que
dicho montículo formaba parte de un arreglo habitacional (Figura 11). Este sitio ha sido
catalogado en el Atlas Arqueológico de Yucatán con la clave 16Qd(4):64 (Garza y Kurjack
1980, Pool 1997:18).
Durante el mismo año (1994), en esfuerzos unificados entre el INAH y el
Ayuntamiento de Mérida, se llevó a cabo el proyecto de salvamento arqueológico del
Parque Recreativo de Oriente a cargo del arqueólogo Ricardo Velázquez. El sitio
arqueológico fue reconocido por los arqueólogos Tomás Gallareta y James Callaghan en
1979 y registrado en el Atlas Arqueológico por Silvia Garza y Edward Kurjack en 1980 con
la clave 16Qd(7):149, clasificado como de rango IV. Actualmente el sitio es conocido entre
la comunidad académica como Chen Hó “el pozo de T’hó”, haciendo alusión al pozo
comunitario perforado en la época prehispánica (Dirección de Desarrollo Urbano 2000a,
Dzul 2001, Ligorred 1998).
118
Figura 11. Estructura prehispánica habitacional excavada durante el rescate arqueológico en lo que hoy es el hotel Costa del Sol (tomado de Huchim y Pool 1994).
Los trabajos en este sitio, ubicado al Oriente de la ciudad de Mérida, en el actual
Fraccionamiento del Parque, iniciaron entre 1992 y 1993, momento en el que se llevaron
a cabo los trabajos peritajes y prospección arqueológica. Se elaboró un plano con ocho
estructuras y la topografía particular de cada una de ellas. A finales de 1993 se excavó y
consolidó la estructura denominada II-2, una plataforma simple, de planta rectangular
(Dirección de Desarrollo Urbano 2000a).
Ya en 1994, se integró el proyecto de salvamento arqueológico al proyectado plan
de realizar un área recreativa (Figura 12), por lo que gracias a la gestión municipal, se
efectuaron las excavaciones y restauración de otras cinco estructuras del sitio, con la
finalidad de poder garantizar la conservación del patrimonio arqueológico, integrando
dicho espacio en un área recreativa importante para la ciudad (Dirección de Desarrollo
Urbano 2000a, Ligorred 1998, Velázquez 1995 en Dzul 2001).
119
Figura 12. Estructura principal de la zona arqueológica Chen Hó (Fotografía del autor).
Para el año de 1997, se planteó el proyecto “T’Hó: la Mérida Ancestral”, el cual ha
permitido dar seguimiento de los estudios de la ciudad de Mérida, asimismo han sido un
avance en los trabajos de registro y catalogación de la evidencia arqueológica (Pantoja
2006:131).
En 1998, en el asentamiento identificado en el Atlas Arqueológico con la clave
16Qd(7):122, ubicado en la actual colonia Flor de Mayo a un kilómetro del anillo periférico
colindante con la carretera Mérida-Tixkokob (Figura 13), se llevaron a cabo trabajos de
rescate arqueológico con motivo de la ampliación de dicha carretera, a cargo de la
arqueóloga Concepción Hernández (Dzul 2001).
120
Figura 13. Plano del sitio arqueológico Flor de Mayo, ubicado al Oriente de la ciudad de Mérida (tomado de Ligorred 2007).
Con la finalidad de detener la tendencia a la destrucción del patrimonio
arqueológico de Mérida, se fundó en 1998, el Departamento de Patrimonio Arqueológico y
Natural del Municipio, incorporado a la Dirección de Desarrollo Urbano. La función
medular del DPANM se enfoca a ejercer, por primera vez en la historia del Ayuntamiento,
un control de uso del suelo en las áreas con vestigios prehispánicos. En el Programa de
Desarrollo Urbano 2003 elaborado por el Ayuntamiento y publicado en el Diario Oficial se
incluyó un capítulo dedicado al patrimonio arqueológico, y en él se establecieron las
normas para el uso del suelo de manera que favoreciera la protección, estudio e
integración urbana de los vestigios arqueológicos (Ligorred 2006:35).
Para cumplir este objetivo fue necesario realizar un ordenamiento territorial del
patrimonio arqueológico que permitiera establecer pautas de crecimiento (véase Anexo 1),
121
donde las señales de identidad queden registradas y protegidas. La integración de éstos y
otros datos disponibles a partir de estudios y recorridos previos en el área se incorporó a
un soporte cartográfico que permite obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las
características y frecuencias principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del
patrón de asentamiento a través de planos temáticos. Se establecieron zonas de
protección y los permisos de uso del suelo en esas zonas identificadas con vestigios
arqueológicos se condicionan ahora a la carta de liberación del INAH (González y
Ligorred 1999, Ligorred 2006:36).
En el periodo entre 1999 y 2001 se han realizado numerosos trabajos
arqueológicos de prospección, rescate y salvamento en varios puntos del área urbana de
Mérida debido al crecimiento constante de la población en la ciudad, trayendo consigo la
creación de infraestructura principalmente dirigida al rubro de la vivienda, electrificación,
agua potable, vialidades, escuelas y centros comerciales (Dzul 2001 y Robles et al 2006).
En julio de 1999, se excavó un grupo de estructuras entre la carretera Mérida-
Motul y la carretera a Chichí Suárez; a un lado del periférico, en lo que sería el
fraccionamiento Privadas Pinos Norte (Gamboa 1999 en Ley 2008).
Cuatro meses después, en diciembre de 1999, en el fraccionamiento Paseos del
Vergel en la colonia San Pablo Oriente, se registró un grupo de estructuras prehispánicas
a través de trabajos de reconocimiento y prospección (Ley e Inurreta 1999 en Ley 2008).
Durante el mismo mes (1999) se realizó el rescate arqueológico Misné II, en un
terreno de propiedad de la constructora Misan, en la cual se excavó un conjunto de
estructuras prehispánicas (Ley et al 2000 en Ley 2008).
En el año 2000 se realizó un rescate en el fraccionamiento Juan Pablo II, debido a
que se identificó un conjunto de estructuras prehispánicas, las cuales serian afectadas por
la expansión de dicho fraccionamiento (Carrillo, Zetina y Azcorra 2000 en Ley 2008).
122
En mayo de 2000, se llevaron a cabo labores de reconocimiento y prospección
arqueológica para la identificación de vestigios prehispánicos en la Ampliación Juan Pablo
II, debido a que en el área se construirían edificios de carácter público, con el objetivo de
prevenir el daño y plantear el proyecto de rescate o salvamento arqueológico
correspondiente, (Ley et al 2000 en Ley 2008).
Continuando en el año 2000, se efectuaron los trabajos de rescate arqueológico en
“El valle Dorado” entre los límites de las colonias San José Tecoh y San Antonio Xluch, en
la cual se trabajó un grupo de estructuras prehispánicas (Ley 2008).
Al Poniente de la ciudad de Mérida, en agosto de 2000, se llevó a cabo el rescate
arqueológico San Francisco, ampliación Juan Pablo II, localizado en el mismo
fraccionamiento. Se intervino un grupo de estructuras prehispánicas ya que se
construirían viviendas en dicha área (Ley y Pérez 2000 en Ley 2008).
En noviembre del mismo año, al Sur de la ciudad de Mérida, se realizó un trabajo
de rescate arqueológico de un conjunto de estructuras prehispánicas en la colonia “El
Roble Agrícola”, el cual limita al Oeste con San Marco Nocoh (Ley 2008).
En el poblado de Susulá, comisaria de Mérida, se realizó una prospección
arqueológica, donde se identifican varios conjuntos de estructuras prehispánicas, los
cuales se registraron para su futura intervención (Ley 2008).
En febrero de 2002, se efectuaron actividades de rescate arqueológico en la
colonia San Pablo Oriente, entre las calles 29ª al Norte, 31 al Sur, 10ª al Oeste y el
periférico al Este, en la cual se exploró un grupo de estructuras arqueológicas (Paul 2002
en Ley 2008).
Durante el año de 2003, se presentó ante el INAH el proyecto denominado
“Salvamento Arqueológico en la Región de Mérida” (PROSAME). En dicho proyecto se
contempló la investigación y conservación de los sitios arqueológicos inmersos en el
ámbito urbano de la ciudad de Mérida, la integración de la información hasta entonces
123
recuperada en los trabajos de salvamento, el planteamiento posterior de un proyecto
integral de sitios representativos, los salvamentos arqueológicos realizados en la región
de estudio y la de realizar mecanismos de difusión con la tendencia de crear una mejor
conciencia sobre la conservación del patrimonio arqueológico de la ciudad (Pantoja
2006:131).
En abril de 2004, se realizó una prospección arqueológica en el periférico salida
Progreso-salida Umán en la cual se reportó la existencia de vestigios arqueológicos en el
km 46+660 – 46+680 (Ley 2008).
En junio de 2004 se llevó a cabo el rescate arqueológico “Tulipanes II y III” en la
colonia Susulá-Xoclán en Mérida, donde se exploró y reconoció un grupo de estructuras
prehispánicas (Ley 2008).
A partir de finales de 2004, se llevaron a cabo los primeros trabajos arqueológicos
en el área de afectación por el proyectado plan de construcción del desarrollo habitacional
“Ciudad Caucel”, al Poniente de la ciudad de Mérida, entre la población homónima y el
anillo periférico de la ciudad. Éstos trabajos tienen como antecedente las intervenciones
de excavación y restauración de un gran montículo ubicado entre las calles 18 y 19 en el
centro de la población de Caucel, al Norte de la iglesia, a cargo de la arqueóloga
Concepción Hernández (Hernández y Góngora 2000, Robles et al 2006).
Los trabajos arqueológicos en el área urbanizable del proyecto Ciudad Caucel
tuvieron como primera fase entre octubre de 2004 y marzo de 2005, labores de
prospección arqueológica en los 8 km2 de la sección Sur o zona II de la Reserva Territorial
de Caucel (Figura 14), con el objetivo de identificar y registrar los vestigios prehispánicos
e históricos en el área, determinar el grado de afectación al patrimonio y plantear zonas
de protección para su conservación, así como efectuar labores de salvamento y rescate
arqueológico en aquellos vestigios que serán destruidos conforme avance la construcción
del desarrollo habitacional (Roble et al 2006:97).
124
0 1 2
Kilómetros
Estructuras preclásicas
Estructuras probablemente
preclásicas
Estructuras no preclásicas
Áreas no exploradas
Figura 14. Plano de la distribución de los vestigios
arqueológicos en la reserva
territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Uriarte 2008).
Con los datos obtenidos del proceso de prospección arqueológica, fue posible el
diseño de una propuesta de ordenamiento arqueo-territorial y un diagnóstico del uso del
suelo en la reserva, en donde se plantea para el gran número de evidencia arqueológica
en el área intervenciones para su conservación o de rescate arqueológico. Se tomaron en
cuenta la relevancia arquitectónica y el estado de conservación junto con la ubicación
espacial de las estructuras arqueológicas, para la propuesta de conservación de alrededor
de 70 estructuras prehispánicas de notable relevancia, así como el planteamiento del
proyecto de salvamento arqueológico por muestreo aleatorio de las demás estructuras
denominadas “de menos importancia”. De igual forma se propuso la conservación y
consolidación del casco de la ex-hacienda Anikabil (Robles et al 2006:98).
El trabajo de excavación de las estructuras que desaparecerán comenzó en abril
de 2005, y continúa hasta la fecha. La estrategia para éstos trabajos de salvamento y
rescate arqueológicos está normada por la urgencia de conservación de los elementos
125
patrimoniales registrados y por las necesidades de urbanización (Robles et al 2006:98-
99).
En los últimos años, los trabajos de salvamento arqueológico en el área que
circunda a la zona arqueológica de Dzibilchaltún se han incrementado considerablemente,
debido a la creciente compra de terrenos por parte de empresas particulares, al parecer
con una finalidad comercial y de desarrollo. Debido a esto se han incrementado las
solicitudes de los nuevos propietarios para que se realicen trabajos de reconocimiento
arqueológico. Como consecuencia de los desarrollos planteados para esas zonas, es
inminente la desaparición de gran parte del patrimonio arqueológico del área urbana de
Mérida. En esta zona Norte de la ciudad de Mérida, se presenta en este sentido, un
incremento de los proyectos constructivos de grandes empresas y que ponen en peligro el
enorme contenido arqueológico de la zona. Un caso particular es la intervención a través
de salvamento arqueológico de Temozón Norte, situado al Sur de Dzibilchaltún, donde en
un área de donación se ha preservado el núcleo central de ese antiguo sitio, lo que lo
mantendrá además como un área verde con posibilidad de ser transformada en parque,
respetando eventualmente el espacio arqueológico para estudios posteriores (Maldonado
y Góngora 2009).
Durante el mes de noviembre de 2005, se iniciaron los trabajos de reconocimiento
arqueológico de un área situada al Norte de la zona arqueológica de Dzibilchaltún, a una
distancia aproximada de 3 km del área central. Dichos trabajos arqueológicos se iniciaron
como respuesta a la solicitud hecha a la Dirección del Centro INAH Yucatán por la
empresa del Yucatán Country Club. El objetivo de ésta primera etapa del proyecto
arqueológico consistió en la localización y registro de los vestigios arqueológicos
prehispánicos. Como resultado de dichos trabajos de prospección arqueológica, se
lograron registrar y ubicar 1,704 estructuras, más 13 polígonos delimitados para realizar
126
un levantamiento detallado durante la etapa de salvamento arqueológico (Maldonado y
Góngora 2009).
Finalmente, se establecieron cuatro áreas de protección preservadas para futuras
investigaciones, las cuales formaban las áreas centrales de las antiguas comunidades
localizadas en las zonas donde se efectuó el salvamento arqueológico. Por su cercanía,
las cuatro agrupaciones menores que podrían corresponder al rango IV del Atlas
Arqueológico de Yucatán, debieron formar parte del sitio mayor de Dzibilchaltún, cuando
éste alcanzó su máximo desarrollo (Maldonado y Góngora 2009).
Siguiendo los trabajos arqueológicos llevados a cabo en el año 2005, se pueden
mencionar los trabajos de excavación y rescate en el fraccionamiento Villa Magna del Sur
(Pantoja, comunicación personal 2006 en Ley 2008).
En junio-septiembre de 2006, se efectuó un salvamento arqueológico en la cual se
intervino un grupo de estructuras (40 aproximadamente) en el fraccionamiento San Carlos
del Sur II, ubicado al Sur de la ciudad de Mérida, en el tablaje catastral 22177 (Ley 2008).
Diferente a los ejemplos de trabajos arqueológicos ya mencionados, en 2006 se
llevaron a cabo labores de prospección geofísica a cargo del arqueólogo e investigador de
la Universidad Autónoma de México el Dr. Luis Barba Pingarrón. Para dicho trabajo se
llevó a cabo una prospección abarcando 17.7 km de recorridos de calles del Centro
Histórico con el radar de penetración terrestre, herramienta proporcionada por el
Laboratorio de Prospección del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, a
través del Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio de Mérida
(Figuras 15 y 16) . El objetivo de dicho recorrido fue el proporcionar una radiografía del
subsuelo del Centro Histórico de la ciudad de Mérida, útil tanto para la planeación de
futuras obras, así como para la localización de vestigios e infraestructura del pasado
(Barba et al 2006).
127
Figura 15. Zonificación arqueológica del Centro Histórico de Mérida con base en los resultados de la prospección geofísica (cortesía DPANM).
Figura 16. Prospección geofísica en calles del Centro Histórico de Mérida a cargo del Dr. Luis Felipe Barba (primero de derecha a izquierda) y en coordinación del Arqlgo. Josep Ligorred del
DPANM (primero de izquierda a derecha).
128
Finalmente, para concluir con el presente recuento de los trabajos arqueológicos
llevados a cabo en el área urbana de la ciudad de Mérida, se hará mención de dos
proyectos arqueológicos que han sido producto de la misma problemática sociocultural
que se ha ido planteando para el caso particular de la ciudad de Mérida, es decir, el
constante incremento de obras de infraestructura en los alrededores de la ciudad, o sea,
en las áreas urbanizables.
Uno de esos proyectos es el conformado por los trabajos de reconocimiento,
prospección, salvamento y rescate arqueológicos a cargo del arqueólogo Luis Pantoja
Díaz, llevados a cabo en el sitio arqueológico San Pedro Cholul (Figura 17), catalogado
en el Atlas Arqueológico de Yucatán con la clave 16Qd(4):64, llamado así debido a que se
ubica en los terrenos de la antigua haciendo del mismo nombre. El sitio arqueológico se
ubica al Noreste de la actual Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad
Autónoma de Yucatán, ubicada en el nuevo Campus de Ciencias Sociales Económico-
Administrativas y Humanidades, situado en el kilómetro 1 de la carretera Mérida-Tizimín
(Escalante 2007, Pantoja y Estrada 2005, Pool y Pérez 2006). Dichos trabajos
arqueológicos continúan hoy en día, con la temporada de trabajos de verano 2009
(Pantoja, información personal 2009).
Figura 17. Plano del sitio
arqueológico San Pedro
Cholul, superpuesto
sobre fotografía de satélite de Google Earth
(cortesía Centro INAH-Yucatán,
Arqlgo. Luis Pantoja Díaz,
edición propia).
129
El otro proyecto es el planteado, partiendo de los trabajos previos en San Pedro
Cholul, en lo que hoy son los terrenos donde se construye el Campus de Ciencias
Sociales, Económico-Administrativas y Humanidades, de la Universidad Autónoma de
Yucatán. Los trabajos iniciaron en el mes de octubre de 2005 a través de labores de
prospección arqueológica en el área destinada para la construcción del Complejo
Deportivo del Campus mencionado (Figura 18). Los trabajos de prospección arqueológica
estuvieron enfocados a reconocer el terreno, así como identificar y registrar vestigios de
arquitectura y otros rasgos prehispánicos, para realizar un mapa de sitio (Pool y Pérez
2006).
Figura 18. Vestigios arqueológicos sometidos a rescate por la construcción del Complejo Deportivo
del Campus de Ciencias Sociales de la UADY (cortesía Arqlgo Marcos Pool).
130
Dichos trabajos de prospección arqueológica fueron seguidos por un proyecto de
salvamento arqueológico durante la temporada entre agosto y noviembre de 2006. Este
trabajo de salvamento arqueológico fue justificado ya que la construcción del complejo
deportivo en el Campus afectaría algunos vestigios arqueológicos de naturaleza humilde.
Por lo tanto se hizo necesaria la realización de trabajos de excavación que permitiera
rescatar y salvar toda la información posible (Pool 2007).
Finalmente, durante los meses de junio y julio de 2008, se llevó a cabo la segunda
etapa de los trabajos de prospección arqueológica iniciados en 2005, ahora con el fin de
abarcar aquellas zonas que no pudieron ser abarcadas en la primera temporada de
trabajo (Pool 2008).
Estos ejemplos de trabajos de prospección, rescate y salvamento arqueológico
fungen como evidencia clara de la gran cantidad de información arqueológica de la zona y
de la aún existencia de patrimonio arqueológico en los alrededores urbanos de la ciudad
de Mérida. Así, éstos trabajos llevados a cabo en la ciudad de Mérida han permitido
obtener información acerca de la antigua ciudad de T’hó y su zona circundante, la cual
estuvo ocupada desde el periodo Preclásico hasta el Postclásico (Fernández 1991 y
1992).
De igual forma, los casos arqueológicos planteados con anterioridad muestran
claramente cómo la arqueología, a través de su labor activa e intervención para el estudio
y recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una útil
herramienta para la conservación del patrimonio arqueológico, ésto a través del
salvamento arqueológico, como una estrategia que permite proteger y recuperar la
información en el menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que
serán afectados por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por
factores naturales o por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del INAH para
el rescate del patrimonio cultural en peligro de afectación, en una época en el que el
131
avance urbano se asienta sobre los restos pasados, por ellos la importancia de la
planeación, recuperación y protección del patrimonio arqueológico amenazado (Pantoja
2006:130). En este sentido, se deberán considerar uno de los objetivos fundamentales de
la arqueología de salvamento, es decir, preservar el dato arqueológico perfectamente bien
documentado, cuando se trate de vestigios cuya pérdida total es inminente.
En este sentido, Ligorred (2006:37) plantea la urgencia de la salvaguarda de los
sitios arqueológicos del municipio, esto a través de la elaboración de propuestas y
proyectos de integración urbana en las zonas que se determinan como de protección
arqueológica en el Programa de Desarrollo Urbano 2003. Un riguroso control para la
regulación adecuada del uso de suelo y la eficiencia en la gestión técnica del patrimonio
arqueológico permitirá integrar al desarrollo urbano los vestigios que aún se conservan del
pasado a través de espacios públicos y/o parques temáticos, como son los parques
arqueo-ecológicos, como el Parque Recreativo de Oriente (Chen Hó), el Parque
Arqueológico Las Granjas y el proyecto del parque arque-ecológico de Xoclán.
De acuerdo con Ballart y Tresserras: “El patrimonio no tiene sentido al margen de
la sociedad” (2001:7, en Ligorred 2008). La intersección de la investigación arqueológica
con la gestión cultural y la planeación urbana tiene gran potencial para mejorar la calidad
de vida de la ciudad de Mérida. Los principales vestigios arqueológicos de la ciudad de
Mérida y del municipio en general deben ser conservados en espacios arqueológicos que
enriquezcan la imagen de la ciudad, permitiendo un equilibrio cultural urbano acorde al de
sus habitantes. Se deben considerar aspectos como la educación, divulgación,
investigación e integración socio-urbana.
El patrimonio arqueológico no debe ser visto sólo como información, resulta
necesario que sea percibido como un recurso o un bien no renovable, un bien cultural que
representa nuestro pasado, nuestro presente en constante desarrollo, y nuestro futuro en
un mundo globalizado, como parte de nuestra ciudad y de nuestra identidad social.
132
3.2. El registro arqueológico en el Municipio de Mérida
Una de las máximas preocupaciones de las autoridades del INAH ha sido la de contar con
un inventario o catálogo del patrimonio cultural arqueológico, particularmente los bienes
inmuebles.
Yucatán es el estado en donde se ha logrado un mayor avance en el registro de
sitios arqueológicos debido al interés de los investigadores especializados en la cultura
maya de conocer la ubicación geográfica de los asentamientos. A raíz de la creación en
1894 de una oficina gubernamental encargada de proteger y conservar los vestigios
arqueológicos de México, comenzó la aparentemente interminable labor de catalogación
de sitios arqueológicos. Dicha labor se formalizó en 1939 con la publicación del primer
Atlas Arqueológico de la República Mexicana, en el que se incluyeron poco más de 70
sitios en Yucatán. Después, con el paso de los años, comenzaron a surgir proyectos
regionales donde se describió y ubicó una serie de asentamientos hasta entonces
desconocidos, como fue el caso del proyecto del Atlas Arqueológico del Estado de
Yucatán (1974-1980), a cargo de Edward Kurjak y Silvia Garza (Huchim et al 2009:208).
Se presenta como antecedente estatal en Yucatán el programa INAH-Procede que
surge a finales de 1995 debido a la iniciativa de la entonces directora del Registro Público
de Monumentos y Zonas Arqueológicas. La modificación del artículo 27 constitucional en
1992 generó el desarrollo del INAH-Procede (Huchim et al 2009:207).
Lo anterior se generó considerando que en las grandes extensiones de suelo de
uso público distribuidas por todo el territorio mexicano se localizan miles de
asentamientos prehispánicos y coloniales que, con base en lo establecido en el artículo
27 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos,
son propiedad inalienable e imprescriptible de la nación. En este contexto, el artículo 44
de la misma ley confiere al INAH la competencia en materia de monumentos y zonas de
133
monumentos arqueológicos e históricos con disposiciones de carácter público como las
de proteger, conservar e investigar los restos materiales y difundir su relevancia (Huchim
et al 2009:207).
Dicho lo anterior, en la resolución acordada entre el programa PROCEDE y el
INAH, destacan los siguientes puntos, siguiendo la iniciativa de investigación en Yucatán
de Huchim, Trejo y Covarrubias (2009):
1. Los rasgos geográficos y culturales (sitios arqueológicos) deberán ser representados en la cartografía que se produzca por este programa (acuerdo 14).
2. Se deberá incluir en las actas de asamblea de los ejidos una leyenda que estipule que, independientemente de la modalidad de propiedad sobre los terrenos, quienes tuvieren vestigios en su terreno estarán obligados a respetar la normatividad y limitaciones que la autoridad competente aplique sobre el uso del suelo (acuerdo 16).
Acercándonos al contexto de estudio en cuestión, para el año de 1997, se planteó el
proyecto “T’Hó: la Mérida Ancestral”, el cual ha permitido dar seguimiento de los estudios
de la ciudad de Mérida, asimismo han sido un avance en los trabajos de registro y
catalogación de la evidencia arqueológica (Pantoja 2006:131).
Con la finalidad de detener la tendencia a la destrucción del patrimonio
arqueológico de Mérida, y gracias a que la información recopilada hasta entonces ha sido
de gran utilidad para realizar otras investigaciones, se fundó en 1998, el Departamento de
Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio, incorporado a la Dirección de Desarrollo
Urbano. La función medular del DPANM se enfoca a ejercer, por primera vez en la historia
del Ayuntamiento, un control de uso del suelo en las áreas con vestigios prehispánicos.
En el Programa de Desarrollo Urbano 2003 elaborado por el Ayuntamiento y publicado en
el Diario Oficial se incluyó un capítulo dedicado al patrimonio arqueológico, y en él se
134
establecieron las normas para el uso del suelo de manera que favoreciera la protección,
estudio e integración urbana de los vestigios arqueológicos (Ligorred 2006:35).
Para cumplir este objetivo fue necesario realizar un ordenamiento territorial del
patrimonio arqueológico que permitiera establecer pautas de crecimiento, donde las
señales de identidad queden registradas y protegidas. La integración de éstos y otros
datos disponibles a partir de estudios y recorridos previos en el área se incorporó a un
soporte cartográfico que permite obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las
características y frecuencias principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del
patrón de asentamiento a través de planos temáticos. Se establecieron zonas de
protección y los permisos de uso del suelo en esas zonas identificadas con vestigios
arqueológicos se condicionan ahora a la carta de liberación del INAH (González y
Ligorred 1999, Ligorred 2006:36).
135
- 4 -
ÁREAS URBANIZABLES DE LA CIUDAD DE MÉRIDA Y SU RECONOCIMIENTO
ARQUEOLÓGICO. ACERCAMIENTO AL CONTEXTO DE ESTUDIO
La arqueología en las ciudades actuales de Yucatán, ofrece muchas posibilidades de
aproximación. Felipe Criado (2001, en Ligorred 2009:1) define a la arqueología como
“disciplina que estudia, basándose en el registro arqueológico, la integración de la cultura
material en los procesos socioculturales de construcción de la realidad”.
La arqueología urbana es una disciplina de la arqueología que tiene la peculiaridad
de investigar en las ciudades y pueblos actuales, en pozos de obras de construcción,
túneles y sótanos, en el subsuelo de las zonas urbanizadas, y en las áreas de crecimiento
urbano, y cuya finalidad es rescatar objetos materiales para revelar datos que nos
permitan reconstruir la vida cotidiana del pasado y recuperar la historia de los
asentamientos actuales. Desde esta perspectiva, es recomendable investigar el pasado y
proteger lo que queda del patrimonio ancestral, para beneficio de los pueblos y ciudades
actuales y futuros (Ligorred 2009:2).
Son pocos los antecedentes de la arqueología urbana en Yucatán; la atención y
los recursos se han concentrado principalmente en antiguas ciudades abandonadas
como, por mencionar las más notables: Chichén Itzá y Uxmal. Incorporar la perspectiva
de la arqueología urbana nos permite ampliar el panorama actual, agregar no sólo mayor
información y complejidad al tema arqueológico, sino generar nuevas preguntas que
orienten nuestra indagación sobre el mismo, amenazado por el crecimiento demográfico y
las nuevas urbanizaciones (Ligorred 2009:2).
En el municipio de Mérida, el asentamiento prehispánico de T´Hó, sobre cuyas
ruinas fue construida la ciudad homónima, y los sitios aledaños, se han visto sometidos a
gran número de modificaciones y destrucción desde la época Colonial y a lo largo de la
136
historia. En este sentido, el crecimiento urbano-demográfico puede ser considerado como
el principal factor social de destrucción del patrimonio cultural arqueológico. Esta
destrucción ha sido la causa primaria de la evidente expansión del área urbana de la
ciudad de Mérida en los últimos años, situación que directamente implica la destrucción
parcial o total de numerosos vestigios del pasado prehispánico de la ciudad.
El incremento constante de la población de Mérida en los últimos años, ha traído
consigo la creación de infraestructura para satisfacer las necesidades de los habitantes en
aumento, presentándose un crecimiento urbano horizontal concéntrico, provocando que
los límites de la ciudad, demarcados por el periférico, sean rebasados por la mancha
urbana, con una tendencia de crecimiento mayor hacia el Norte, expandiendo esta
necesidad de servicios públicos.
Considerando el crecimiento urbano como causa principal del daño de los
vestigios arqueológicos en la ciudad de Mérida, el rescate del pasado ha sido considerado
como un instrumento para fortalecer la identidad de una sociedad. Hay una enorme
necesidad de preservar el pasado a pesar de la modernidad actual (Azevedo 2007:37).
Queda la esperanza de que en algunos lugares, esta misma tendencia a la
“mundialización” provoque una nueva toma de conciencia acerca de la importancia de los
monumentos como testigos de la identidad regional y nacional (Ballart y Tresserras
2001:166).
En este sentido, una de las formas de abordar la ciudad es desde las evidencias
de su pasado, rescatando su memoria, a través de la difusión e interpretación de los
restos de ocupación humana antiguos. Con esa perspectiva, la arqueología escudriña en
el subconsciente de la ciudad, busca conocer la base que convirtió ese territorio en el
hogar de un grupo social, construye de nuevo los viejos espacios y las actividades que los
predecesores llevaron a cabo en ellos. Así, la lectura arqueológica de la ciudad aporta un
significado cultural, proyecta una singularidad en su paisaje urbano, permite unir los hilos
137
que conectan pasado con presente. Esta perspectiva se cristaliza con la integración del
patrimonio arqueológico, para su conservación y preservación, a los nuevos espacios
públicos de la ciudad, impulsando el uso, la apropiación comunitaria y la valoración social
(Ligorred 2008).
En el caso de Mérida, a pesar de su acelerado crecimiento, aún quedan vestigios
prehispánicos mayas dentro de la mancha urbana y en sus alrededores. Aunque la
mayoría de los “sobrevivientes” se encuentran abandonados, expuestos al saqueo y a la
extracción de sus materiales constructivos, aún pueden ser integrados en los espacios
públicos de la ciudad para el disfrute de la ciudadanía y la recuperación de la imagen
maya de Mérida (Ligorred 2006:35).
Los índices de crecimiento poblacional que trae aparejados un ambicioso
programa de desarrollo de infraestructura a nivel nacional deben ponernos en alerta como
institución y como gremio. Hemos planteado la necesidad de establecer programas de
registro y protección de sitios arqueológicos que no sólo respondan en lo académico, a los
planes parciales de desarrollo locales y regionales, sino también permitan incorporar
dicho patrimonio a la cotidianeidad social de un país en expansión y con fuertes
contradicciones socioeconómicas (Sánchez 2009:595).
Así, la conservación del patrimonio arqueológico en contextos urbanos ha sido uno
de los principales objetivos de la arqueología en la ciudad de Mérida, teniendo como uno
de los antecedentes nacionales las recomendaciones del Consejo de Europa en 1967,
donde precisa “La integración completa de los sitios y conjuntos de interés histórico o
artístico en la vida urbana y rural: es el medio más eficaz para asegurar su salvaguarda y
valorización…” (Díaz-Berrio 1989:27).
La arqueología, en su concepción tradicional, se enfrenta en las ciudades ante una
problemática que la sobrepasa y por ello debe recurrir a otro tipo de estrategias. Las
técnicas de prospección proporcionan, a un costo accesible, las herramientas necesarias
138
para estimar la magnitud patrimonial no visible y de éste modo, prevenir a tiempo su
inevitable pérdida o, si es necesario, habilitar la integración de su estudio dentro del
proyecto constructivo pertinente. Es decir, la información proporcionada por las técnicas
de prospección arqueológica se dirige, fundamentalmente, a mejorar e incrementar la
eficacia de la gestión de los recursos que pudieran ser destinados en un futuro para el
estudio del área en cuestión (Abejez 2006:167).
En una última instancia,
y a falta de un mapa patrimonial
establecido en muchas ciudades
del país, las mismas técnicas de
reconocimiento y prospección
superficial facilitan la toma de
decisiones urbanísticas en un
tiempo relativamente breve, a un
costo inferior, sobre superficies
mucho mayores y con una
mayor capacidad informativa
que las que pueden obtenerse a
partir de pozos de sondeo
(Abejez 2006). Tal es el caso de
la ciudad de Mérida, en la cual,
durante los trabajos de recorrido
del territorio municipal, se han
registrado en el Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural de Mérida (DPANM),
hasta el 2009, 206 sitios arqueológicos (Figura 19), y se ha elaborado un catálogo y un
diagnóstico de su estado actual y su vocación (Ligorred 2009).
Figura 19. Contexto
municipal del patrimonio
arqueológico de Mérida.
139
En lo que concierne a la presente investigación, en este capítulo se tratará el
acercamiento directo a la actuación arqueológica en las áreas urbanizables de la ciudad
de Mérida con el objetivo de crear un panorama general de la problemática social que
enfrenta la investigación arqueológica en su tarea de conservar el patrimonio arqueológico
del municipio en cuestión. Seguido del caso de estudio en la aplicación de las técnicas de
prospección y registro en un antiguo asentamiento prehispánico inmerso en el ambiente
urbano de la ciudad.
4.1. Principales sitios arqueológicos en los alrededores municipales de la ciudad de
Mérida
Los trabajos de recorrido, reconocimiento, registro y excavaciones arqueológicas de la
última década en la región nos muestran un rico paisaje cultural caracterizado por varios
tipos de viviendas, distintas en forma y de dimensiones diversas, templos escalonados,
canchas de juego de pelota, plazas, caminos, los cuales forman conjuntos y grupos de
construcciones distribuidas en el territorio, y también construcciones aisladas (Ligorred
2009:121).
Uno de los sitios representativos del Preclásico yucateco es Komchén, a 15 km al
Norte de Mérida-T’hó, donde Andrews V y Ringle levantaron un mapa de 1 km2 (Figura
20), en el que delimitaron 505 estructuras; de sus investigaciones concluyen que el sitio
tiene un radio de 800 metros y un área de 2.4 km2. De una de las estructuras que
conforman la plaza central del sitio, parte un sacbé (camino blanco) de 1 metro de altura y
250 metros de longitud, el cual comunica con otra plataforma (Ligorred 2009:124).
140
Figura 20. Plano del sitio arqueológico de Komchén (Andrews V y Ringle 1992:14, tomado de Ligorred 2009:125).
Otro importante sitio arqueológico es el denominado Xtobó (Figura 21), un sitio
perteneciente al municipio de Ucú, pero situado a sólo 12 km al Poniente del núcleo
central de Mérida-T’Hó. En este sitio, Anderson, Andrews y Robles (2004, en Ligorred
2009:125) han llevado a cabo observaciones desde el año 2001, como parte del proyecto
de recorrido de la costa Noreste de Yucatán. Fechado para el Preclásico Medio (800-300
a.C.), este sitio cuenta con arquitectura monumental y sacbeob1 internos. Abarca un área
de 1.5 km2. La parte central consta de una plaza cerrada al Norte y al Este con estructuras
1 Plural de sacbé, es decir, caminos blancos.
141
piramidales de más de 7.5 metros de altura. De la esquina Noroeste de la plaza parten
dos sacbeob que llegan a dos conjuntos monumentales. Al sur de la plaza se encuentra
una pequeña cancha de juego de pelota; de ahí parte otro sacbé en dirección Sur, hacia
el mayor de los tres grupos triádicos del sitio (Ligorred 2009:125).
Figura 21. Plano del sitio arqueológico de Xtobó
(Anderson 2008, tomado de Ligorred 2009:126).
En el parque arqueológico de la colonia Salvador Alvarado Oriente (Figura 22), a
4.9 km al Noreste del antiguo asentamiento de T’Hó, se sitúa el principio de la ocupación
en el Preclásico Tardío (Peña y Dzul 2000). Otro sitio periférico de gran importancia es
Chen Hó (Figura 23), en el Parque Recreativo de Oriente, situado a 4 km al Oriente de
142
T’Hó, muestra arquitectura y cerámica del Preclásico Tardío y del Clásico Temprano
(Velázquez et al 1995, en Ligorred 2009:139).
Figura 22. Parque arqueológico
Salvador Alvarado Oriente.
Figura 23. Planta arquitectónica de los vestigios de Chen Hó, en el
Parque Recreativo de
Oriente (Ligorred 2009:44).
143
Dzoyilá, un importante sitio arqueológico a 4 km al Sureste del centro antiguo de
T’Hó, empezó a ser excavado por el INAH en 1976 cuando se iniciaron los trabajos de
construcción del fraccionamiento Las Granjas (Figuras 24 y 25). La cerámica encontrada
muestra una ocupación desde el Preclásico Tardío (300 a.C. – 300 d.C.) hasta el Clásico
Terminal/Postclásico Temprano (800-1000 d.C.). Posteriormente, en 1979 se realizó un
rescate arqueológico durante las obras de construcción de la vialidad Circuito Colonias y
del Complejo Deportivo Kukulcán. En 1996, previo a la construcción del fraccionamiento
Residencial Kukulcán, se llevaron a cabo el último de los rescates en el sitio (Ligorred
2009:141).
229 900
229 900
230 000
230 000
230 100
230 100
230 200
230 200
230 300
230 300
230 400
230 400
230 500
230 500
230 600
230 600
230 700
230 700
23
17
20
02
31
72
00
23
17
30
02
31
73
00
23
17
40
02
31
74
00
23
17
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02
31
75
00
23
17
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02
31
76
00
23
17
70
02
31
77
00
23
17
80
02
31
78
00
N
50 0 50 Meters
Figura 24. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico Dzoyilá (tomado de Ligorred 2007).
144
Figura 25. Planta arquitectónica de los vestigios de Dzoyilá, en el Parque Arqueológico del fraccionamiento Las Granjas (Ligorred 2009:40).
Un espacio patrimonial de gran importancia para la ciudad de Mérida es el sitio
arqueológico de Xoclán (Figura 26), ubicado en un ex banco de materiales del
Ayuntamiento, registrado en 1980 como un sitio de Rango IV en el Atlas Arqueológico del
Estado de Yucatán (véase capítulo IV). Durante este registro, se reportó la existencia de
dos grupos de estructuras y un sacbé o calzada, y otra zona bastante amplia, donde,
además de estos dos grupos, se distribuyen gran cantidad de montículos de menor
tamaño. Estos terrenos donde se ubican los vestigios arqueológicos tienen una dimensión
de más de 52 hectáreas, de las cuales, 35 hectáreas son propiedad del municipio
(Ligorred 2009:153).
145
Figura 26. Levantamiento topográfico y planimétrico del sitio arqueológico Xoclán (tomado de Ligorred 2006).
El sitio arqueológico de mayores dimensiones (por no decir el más importante), y el
más estudiado hasta la fecha es Dzibilchaltún. La información arqueológica disponible es
abundante, ya que desde la segunda mitad del siglo XX ha merecido importantes estudios
de su historia, urbanismo y arquitectura antiguos. En 1965, Sjoberg usó el plano de
Dzibilchaltún levantado por Andrews IV durante las temporadas de 1956 a 1962, para
situar a este asentamiento como ejemplo de ciudad preindustrial. El foco del sitio es el
cenote Xlakah (Figura 27). Los vestigios principales cubren alrededor de 4 km2 (Kurjack
1974, en Ligorred 2009:142-143). Por lo menos siete grupos importantes con grandes
edificios están repartidos por toda el área, y agrupaciones de estructuras más pequeñas
146
rodean cada uno de estos grupos. En el plano levantado por la Universidad de Tulane,
Dzibilchaltún abarca 19 km2; se distinguen cuatro zonas aproximadamente concéntricas
(Figura 28). El centro, de 250 hectáreas, reúne numerosos vestigios importantes. En la
zona circundante, de 3 km2, se encuentran diversos conjuntos de grandes edificios, pero
dispersos, a veces unidos por un sacbé. Consiguientemente, la evidencia arqueológica se
extiende otro sector de 12 km2 en el que se encuentran conjuntos dispersos de vestigios
arqueológicos (Ligorred 2009:143).
Figura 27.
Reconstrucción de los grupos centrales de Dzibilchaltún.
Figura 28. Plano
arquitectónico de los vestigios
centrales de Dzibilchaltún (basado en Stuart et al
1979, tomado de Ligorred
2009).
147
El control del DPANM y del INAH Yucatán sobre los proyectos constructivos que
pueden afectar o destruir los vestigios arqueológicos que aún no han sido absorbidos por
la mancha urbana, o que se encuentran ya en contextos urbanos de afectación, ha
aumentado considerablemente el número de rescates y salvamentos arqueológicos, pero
principalmente labores de reconocimiento, prospección y registro de vestigios existentes y
de los que se encuentran en peligro de daño, en sitios como Opichén, Flor de Mayo,
X’Catzmil, Cholul y Ciudad Caucel.
4.2. Sitios arqueológicos en proceso de afectación por la mancha urbana de la
ciudad de Mérida.
Desde hace algunas décadas se han creado equipamientos culturales en los parques de
algunos fraccionamientos de Mérida, pero están semiabandonados debido a la falta de
una planeación integral y el reconocimiento por parte de muchas autoridades municipales,
estatales y de la iniciativa privada constructores y comerciantes, principalmente de la
rentabilidad tanto económica como “psicológica” del patrimonio. En los sitios intervenidos,
como son los parques de los fraccionamientos Las Granjas, Vergel II, Salvador Alvarado
Sur, Salvador Alvarado Oriente, Juan Pablo II, la glorieta de Bosques de Yucalpetén, o
Chen Hó en el Parque Recreativo de Oriente, es urgente elaborar planes de manejo que
consideren de manera particular el mantenimiento, reforestación y la difusión de los
vestigios prehispánicos. Hay que adecuar los viejos equipamientos (Ligorred 2006:37).
Es urgente la salvaguarda de los sitios arqueológicos del municipio a través de la
elaboración de propuestas y proyectos de integración urbana en las zonas que se
determinan como de protección arqueológica en el Programa de Desarrollo Urbano 2003.
Un riguroso control para la regulación adecuada del uso de suelo y la eficiencia en la
148
gestión técnica del patrimonio arqueológico permitirá integrar al desarrollo urbano los
vestigios que aun se conservan del pasado a través de espacios públicos y/o parques
temáticos. El control municipal sobre las obras de infraestructura urbana y en la
planeación de nuevos fraccionamientos debe ser una prioridad en los municipios de
Yucatán, especialmente en los de crecimiento acelerado (Ligorred 2006).
En los últimos años, el Ayuntamiento de Mérida ha establecido los
condicionamientos desde la Dirección de Desarrollo Urbano a propietarios y constructores
de los nuevos fraccionamientos y reservas territoriales. Se han catalogado en el
Ayuntamiento más de 300 futuros parques arqueológicos, que abarcan más de 500
hectáreas (Figura 29).
Figura 29. Plano de los parques
arqueológicos de la ciudad de
Mérida y zonas de amortiguamiento y
núcleos arqueológicos.
149
En los terrenos fraccionados de Opichén, una pequeña comisaría en la mancha
urbana de Mérida, los trabajos de recorrido y salvamento arqueológico han permitido
integrar en las zonas destinadas a equipamiento y áreas verdes del nuevo
fraccionamiento los principales vestigios que se conservan del antiguo asentamiento
maya (Figura 30). Asimismo se condicionó el uso del suelo a la COUSEY, en coordinación
con el INAH en el polígono de Altabrisa y resolvieron integrar en un parque los vestigios
localizados en esa zona, donde se construyó recientemente el complejo hospitalario de
Alta Especialidad. Otros ejemplos recientes son los parques de los fraccionamientos Villa
Magna de Opichén y del Sur, de la empresa Promotora Residencial, S.A. de C.V.
(Ligorred 2006).
Figura 30. Estructura preclásica de planta absidal en el sitio de Opichén en uno de los parques arqueológicos del fraccionamiento Villa Magna de Opichén (tomado de Ligorred 2009:150).
150
Uno de los sitios con mayor afectación y de reciente intervención arqueológica, es
el antiguo asentamiento denominado Flor de Mayo, ubicado a 5 km al Este de la antigua
T’Hó. Durante los trabajos de reconocimiento y registro, se identificó una posible
extensión de 3 km2, en los que se han detectado numerosas plataformas que sirvieron de
basamento a estructuras piramidales (Figura 31). La arqueóloga Concepción Hernández
(2006, en Ligorred 2007) ha localizado cerca de 60 estructuras habitacionales, de entre 30
a 60 metros de largo, y una altura de entre 1 a 1.5 metros. La arquitectura, así como su
cronología y la cerámica encontrada en el sitio, demuestran que está relacionado con
Dzibilchaltún.
Figura 31. Contexto urbano de los vestigios arqueológicos de Flor de Mayo, al Oriente de la ciudad de Mérida.
151
En la zona de conservación ecológica “Reserva Cuxtal”, al Sur de la ciudad de
Mérida, se han registrado un total de 26 sitios arqueológicos. Estos sitios abandonados se
caracterizan por ser agrupaciones de plataformas y complejos de edificios, aunque es
probable que en algunos casos se trate de un mismo asentamiento (Ligorred 2009:58).
Entre los sitios de dicha reserva ecológica sobresale el sitio denominado
X’Catzmil, en las inmediaciones de la actual colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, unos 7
km al Sur de T’Hó (Figuras 32 y 33). Su núcleo principal está compuesto por edificios de
carácter monumental, como la estructura piramidal de 15 metros de altura a unos 200
metros de la calle 50 Sur de la colonia anteriormente mencionada. Este antiguo
asentamiento está constantemente expuesto a distintos factores que propician su
paulatina destrucción, tales como el crecimiento urbano irregular, la extracción de piedras
labradas, ataques vandálicos e incendios en temporadas de sequía (De Vicente 1999:6).
Figuras 32 y 33. Planos del sitio arqueológico de X’Catzmil y su contexto urbano, en la colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, al Sur de la ciudad de Mérida.
152
Finalmente, uno de los sitios de mayor interés e importancia que se encuentra
inmerso en una problemática del urbanismo actual, es el sitio San Pedro Cholul, el cual es
uno de los pocos sitios con estructuras piramidales y huellas de arquitectura al igual que
Xoclán (Figura 34). El núcleo central del sitio, compuesto por tres basamentos
piramidales, y uno de ellos, el principal forma una plaza cerrada con un altar central, y con
un posible juego de pelota (Pantoja y Estrada 2005), se encuentra en propiedad privada,
lo que en parte ha propiciado su conservación, sin embargo, ya ha sido proyectado para
la construcción de un fraccionamiento. En este sitio, en los últimos años, ha sido
intervenido como parte de un proyecto de arqueología urbana, el cual contempla la
intervención en algunos espacios del predio, a través de etapas de salvamento
arqueológico y de un programa de investigación y restauración del núcleo que será
integrado al nuevo fraccionamiento (Pantoja 2006:132). El sitio se encuentra localizado al
Noreste de la actual Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de
Yucatán, ubicada en el nuevo Campus de Ciencias Sociales Económico-Administrativas y
Humanidades, situado en el kilómetro 1 de la carretera Mérida-Tizimín.
A continuación, con el objetivo de aterrizar en la aplicación de la metodología
propuesta en esta investigación, presento de manera breve, un acercamiento al contexto
arqueológico de la zona denominada “Ciudad Caucel”, un desarrollo urbano de
considerable importancia en el poniente de la ciudad de Mérida y que sin duda ha dado
paso a la intervención arqueológica y gestión cultural de dicho patrimonio.
153
CENTRO I. N. A. H. YUCATAN
Estudio Arqueológico de Factibilidad
Sitio Arqueológico de San Pedro Cholul
Responsable
Arqlgo. Luis R. Pantoja Díaz
Levantamiento Planimetrico
Arqlgo. Jose M. Estrada Faisal
P.A. Hugo González Cáceres
Digitalización P.A.Yonny E. Mex Vázquez
Figura 34. Levantamiento planimétrico del sitio arqueológico San Pedro Cholul (Cortesía Centro INAH-Yucatán, Arqlgo. Luis Pantoja Díaz).
4.3. Patrimonio arqueológico de la reserva territorial “Ciudad Caucel”
Un ejemplo de cómo el crecimiento de la ciudad afecta la conservación del patrimonio
histórico, lo podemos observar en lo que sucede actualmente en la comisaría de Caucel,
localizada al Poniente de la ciudad de Mérida. En fechas recientes el gobierno del Estado
de Yucatán adquirió aproximadamente 8 km2 de tierras situadas en las inmediaciones del
poblado de Caucel, con la intención de aumentar la reserva territorial y programar el
crecimiento urbano en el contorno Oeste de Mérida. Actualmente, en esta extensión de
terreno se construye un desarrollo habitacional denominado “Ciudad Caucel”, con el que
se pretende solventar a corto plazo las necesidades de vivienda de la ciudad (Ligorred y
Robles 2008).
154
Caucel se localiza aproximadamente 10 km al oeste del centro de la ciudad de
Mérida (Figura 35). De acuerdo a los datos históricos, en el siglo XVI, al momento del
contacto español, esta población es señalada como la capital de la provincia o cacicazgo
de Chakán, que entonces abarcaba la región cercana a T’Hó, la actual Mérida (Uriarte
2008). En 1998 la Arqlga. Concepción Hernández del Centro INAH Yucatán efectuó una
breve intervención en uno de los vestigios principales localizados en el centro de la
población (Figura 36) encontrando evidencia de que la ocupación del lugar se remontaba
al menos hasta el Preclásico Tardío (Góngora y Hernández 2000, Hernández y Góngora
2001, en Ligorred y Robles 2008).
Figura 35. Plano de ubicación de la comisaría de Caucel en el municipio
de Mérida.
155
Figura 36. Pirámide en el centro de la comisaría meridana de Caucel (Archivo DPANM, tomado de Ligorred 2009:140).
La posibilidad de que el patrimonio arqueológico de Caucel se viera afectado por el
desarrollo urbano planeado, motivó la intervención del INAH y el Ayuntamiento de Mérida,
a través del Departamento de Patrimonio Arqueológico y Natural del Municipio de Mérida
(DPANM), en el marco de un convenio firmado entre ambas instituciones en 2003. Los
trabajos que se efectúan desde finales de 2004 hasta el momento, han tenido como
finalidad localizar y registrar los vestigios prehispánicos e históricos en el área de “Ciudad
Caucel”, determinar el grado de afectación al patrimonio y señalar zonas para su
conservación, así como efectuar labores de salvamento arqueológico en aquellos
vestigios que serán destruidos conforme avance la construcción del desarrollo
habitacional (Ligorred y Robles 2008).
De los recorridos y excavaciones arqueológicos en el área, efectuados de 2003 a
2007, en un terreno con una extensión de 500 hectáreas, se destinaron como áreas de
156
donación para el municipio de Mérida alrededor de 45 hectáreas (Figura 37), con un
importante contenido de vestigios arqueológicos que serán integrados en los futuros
espacios públicos como parques arqueo-ecológicos y áreas de equipamiento urbano, con
el objetivo de asegurar el registro de la información arqueológica y la protección de los
vestigios más importantes (Robles y Ligorred 2003).
Figura 37. Áreas de donación de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (cortesía DPANM, editado
por Esteban de Vicente).
En el siguiente capítulo, se tratará de forma particular, el empleo de las técnicas de
reconocimiento y análisis superficial del territorio en el sitio arqueológico Anikabil, uno de
los sitios que ha quedado inmerso dentro de uno de los espacios de donación, con el
157
objetivo de transformarlo en un espacio patrimonial, a través del proyecto “Parque
Arqueo-botánico Anikabil”.
Antes de proceder a dicha etapa de gestión cultural, posterior a la prospección
general de la reserva territorial de Ciudad Caucel, se llevó a cabo un reconocimiento,
registro y mapeo de la evidencia arqueológica dentro del espacio de donación de Anikabil,
con el objetivo de concretar de manera precisa la información arqueológica necesaria
para su gestión y protección, es decir, la información proporcionada por las técnicas de
prospección arqueológica se dirige, fundamentalmente, a mejorar e incrementar la
eficacia de la gestión de los recursos que pudieran ser destinados en un futuro para el
estudio del lugar (Abejez 2006).
158
- 5 -
EL SITIO ARQUEOLÓGICO DE ANIKABIL DENTRO DE LA RESERVA TERRITORIAL
“CIUDAD CAUCEL” DE LA CIUDAD DE MÉRIDA
El antiguo asentamiento maya denominado Anikabil o “lugar de bejucos” (del maya
anikab: bejuco, e –il: lugar) se localiza al Poniente de la ciudad de Mérida (Yucatán),
dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel”, conformando parte de las 45 hectáreas de
superficie donada al municipio de Mérida para su gestión y conservación arqueológica.
Anikabil (y en general la conciencia de la existencia de importantes
concentraciones de vestigios arqueológicos en la reserva Ciudad Caucel) fue registrado
por primera vez en 2002 con el nombre de Caucel Lankín, catalogado con el número 122
en el DPANM. Fue reconocido gracias a los peritajes llevados a cabo por personal del
DPANM con la finalidad de determinar la factibilidad de construcción de una subestación
de la Comisión Federal de Electricidad. En ese momento se localizaron un total de 16
elementos a lo largo de los 1,847 metros lineales que tiene el trayecto recorrido: siete
plataformas con edificio, dos plataformas basales, seis cimientos y un pozo (Robles y
Ligorred 2003). Posteriormente, a principios de 2003, personal del Centro INAH Yucatán
realizó un recorrido mayor del área (Figura 38), así como el levantamiento de los vestigios
ya reconocidos (Robles y Cantero 2003).
159
Figura 38. Plano de las estructuras arqueológicas identificadas durante el primer recorrido y prospección en la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Robles y Cantero 2003, cortesía
DPANM).
5.1. Prospección arqueológica de la reserva territorial “Ciudad Caucel”
El trabajo de investigación en Caucel comenzó en una primera fase entre octubre de 2004
y marzo de 2005. Durante este periodo se realizaron actividades de prospección
arqueológica en los 8 km2 de la sección Sur o zona II de la Reserva Territorial de Caucel
(Figura 39).
160
ANIKABIL
Hacienda
Anikabil
0 1 2
DZONOT
XANILÁ
XANILÁ
NOHOL
CAUCEL
XAMÁN
SUSULÁ
Kilómetros
Figura 39. Plano de distribución de los vestigios arqueológicos en el área de Ciudad Caucel (Cortesía DPANM).
El personal contratado por el Centro INAH Yucatán fue el encargado de las labores
de recorrido en el campo, localizando alrededor de 1500 estructuras prehispánicas en
terrenos de “Ciudad Caucel”. Entre los vestigios registrados se encontraron diversas
clases de estructuras: basamentos piramidales, una cancha de juego de pelota,
plataformas con construcciones de mampostería encima, plataformas basales, cimientos
simples y numerosas concentraciones de gravilla conocidas como montículos “chich”.
También se registraron los restos de una hacienda y de un rancho de la época colonial
(Ligorred y Robles 2008).
161
Cerca del 10 % de las estructuras se encontraban en buen estado de
preservación, mientras que la gran mayoría se hallaba en regulares condiciones, y tan
solo alrededor del 5% se encontraron gravemente deterioradas. El personal del DPANM
se encargó de la digitalización de los datos obtenidos en campo para incorporarlos al
soporte cartográfico como capas del sistema de información geográfica (SIG). De esta
forma, fue posible ubicar espacialmente las estructuras y sobreponerlas a los planos del
proyecto de construcción de “Ciudad Caucel” (Ligorred y Robles 2008).
Un primer análisis de la distribución espacial de las estructuras prehispánicas,
mostró la existencia de cuatro principales concentraciones de vestigios. La mayor de las
agrupaciones tiene alrededor de 2 km2 y se localizó en el extremo Este de la reserva
territorial, en el área conocida como Anikabil por la hacienda colonial homónima en cuyos
terrenos se localiza el asentamiento prehispánico (Figura 40). La hacienda data de inicios
del siglo XVIII y es una verdadera joya de la arquitectura civil colonial. El núcleo del sitio
de Anikabil se encontraba conformado por un conjunto de varias estructuras que
alcanzaban una altura mayor a los cuatro metros y amplias plataformas bajas. Una serie
de plataformas con construcciones de mampostería encima, así como una gran cantidad
de plataformas basales, cimientos de casas y cimientos “chich” se extienden en dirección
noreste del núcleo del asentamiento (Ligorred y Robles 2008).
162
Figura 40. Localización del conjunto arqueológico Anikabil dentro de la reserva territorial “Ciudad Caucel” (tomado de Ligorred y Robles 2008).
Otra concentración relevante de vestigios prehispánicos se halló en el Centro-Sur
del área recorrida. Se trata del sitio que los lugareños denominan Kala’ax, nombre de un
rancho de la época colonial cuyos restos ruinosos se encuentran en las inmediaciones del
sitio prehispánico. Kala’ax es un sitio modesto, conformado por una serie de plataformas
basales bajas y numerosos cimientos “chich” que se extienden hasta 200 metros al
Poniente del centro del sitio (Ligorred y Robles 2008).
Al Oeste de Anikabil, se localizó un nuevo sitio en un área conocida por los
habitantes de Caucel como Xanilá. Entre las construcciones que formaron el núcleo de
este sitio, destaca la existencia de una cancha pequeña de juego de pelota rodeada de
varias plataformas basales y construcciones menores. Aproximadamente un kilómetro al
Noroeste del juego de pelota, se encontró un conjunto aislado conformado por varias
163
plataformas con construcciones en su parte superior. Este sitio se denominó como Dzonot
Xanilá debido a la existencia de un cenote cerca de los vestigios prehispánicos (Ligorred y
Robles 2008).
Además de estas concentraciones principales, se registraron también numerosas
plataformas basales y cimientos “chich” distribuidos en un patrón disperso a lo largo y
ancho de todo el terreno. Algunos de estos vestigios, localizados en las inmediaciones del
poblado actual de Caucel, probablemente formaron parte del asentamiento prehispánico
que existió en donde se localiza la comunidad actual (Ligorred y Robles 2008).
Con los datos obtenidos del proceso de prospección arqueológica, fue posible
diseñar una propuesta de ordenamiento arqueo-territorial y un diagnóstico del uso de
suelo en la reserva, en donde se plantea el destino final de cada uno de los vestigios
hallados, trátese de su conservación o rescate arqueológico (Figura 41).
Figura 41. Zonas destinadas a parques arqueo-ecológicos (tomado de Ligorred y Robles 2008).
164
Tomando en consideración la relevancia arquitectónica de cada una de las
construcciones halladas, así como su estado de conservación actual y su ubicación
espacial, se propuso, por un lado, emprender la conservación de aproximadamente 70
estructuras prehispánicas de relevancia, que en su mayoría forman parte de los grupos
centrales de los sitios de Anikabil, Kala’ax, Xanilá y Dzonot Xanilá, y por otro, llevar a
cabo el salvamento por muestreo aleatorio de cada una de las clases identificadas de las
estructuras restantes de “menor importancia”, a fin de que su lugar pueda ser usado para
la construcción de las viviendas que el Gobierno del Estado de Yucatán planea construir
en el área explorada. De igual forma, se propuso también conservar y consolidar el casco
de la ex-Hacienda Anikabil (Figuras 42 y 43) (Ligorred y Robles 2008).
Figuras 42 y 43. Consolidación y restauración del casco de la ex-hacienda Anikabil.
165
5.2. Intervención no destructiva en el patrimonio arqueológico de Anikabil.
Metodología.
Considerando así, todo el antecedente del quehacer arqueológico en la reserva territorial
“Ciudad Caucel”, como parte del proyecto de Servicio Social “Salvamento de sitios
arqueológicos en áreas de crecimiento urbano”, durante el periodo comprendido de
septiembre de 2009 a marzo de 2010, se planteó la iniciativa por parte del Ayuntamiento
de Mérida, en coordinación con el DPANM, de llevar a cabo un Proyecto de gestión
ecológica y cultural dentro de la superficie en la cual se encuentran los vestigios
arqueológicos de Anikabil, en conjunto con el proyecto de restauración de la hacienda del
mismo nombre y que fue habilitada como “Parque en Línea” dentro del fraccionamiento
“La Herradura” de Ciudad Caucel.
El proyecto de gestión ecológica y cultural se denominó “Parque Arqueo-Botánico
Anikabil”. Para que su aplicación sea viable y en completa consideración y bienestar de
los vestigios arqueológicos, se planteó la intervención al patrimonio arqueológico de
Anikabil a través del recorrido y reconocimiento superficial, el levantamiento y registro de
estructuras arqueológicas, metates y materiales de superficie, con el objetivo de tener una
mayor precisión en la adecuación de los espacios y la implementación de equipamiento
urbano en el futuro parque, sin causar daño alguno al patrimonio arqueológico en
cuestión.
5.2.1. El recorrido y reconocimiento de superficie
Comúnmente considerado como la fase 1 de un proyecto de Salvamento Arqueológico, la
aplicación de estas técnicas arqueológicas de superficie, no destructivas, es muchas
veces el acercamiento más importante al patrimonio arqueológico, que en el caso de
166
Anikabil, representa la oportunidad de evaluar de manera confiable la magnitud de
vestigios arqueológicos presentes en el polígono de donación en cuestión.
Previo a realizar el recorrido de superficie en el sitio, se llevó a cabo una
investigación preliminar de los antecedentes del área de estudio, principalmente a través
de una recopilación cartográfica ya sea por medio de informes previos o con el empleo del
programa de computadora Google Earth. Con base en éste primer acercamiento, se
obtuvo un plano preliminar de los vestigios arqueológicos de Anikabil, plano en el que se
muestran las principales estructuras posicionadas con GPS como resultado de la
temporada de prospección arqueológica entre 2004 y 2006 (Figura 44).
Figura 44. Plano preliminar del sitio arqueológico Anikabil (Cortesía DPANM).
167
Una vez obtenida la recopilación cartográfica preliminar, es momento de la
planeación de un procedimiento de recorrido a través de brechas paralelas y
perpendiculares. Resulta interesante señalar que, por tratarse de un área de donación
inmersa ya en su totalidad dentro de un plan urbano, la selección del área a recorrer se
encuentra ya delimitada por el polígono de donación, mismos que fueron estipulados
gracias a la primera prospección realizada con el objetivo de planear y distribuir los
diferentes espacios dentro del desarrollo urbano de Ciudad Caucel.
El plan de recorrido fue organizado con la ayuda de los arqueólogos Josep
Ligorred y Esteban de Vicente Chab, así como con el apoyo de los Pasantes de
Arqueología, Carlos Andrés García Paz, David Alejandro Herrera Flores y Edwin Baas
García. Dicho plan consistió en el aprovechamiento de los principales senderos ya
existentes en el terreno, los cuales estaban conformados por los antiguos caminos de
truck empleados durante la ocupación de la hacienda Anikabil (Figura 45).
Figura 45. Antiguo camino de truck de la hacienda Anikabil (Foto del autor).
168
Complementando los senderos ya existentes, se procedió con la cobertura total del
terreno usando como guía el plano preliminar y creando brechas que crucen de forma
perpendicular a los senderos, ésto con el objetivo de reconocer las estructuras
arqueológicas ya situadas en el plano e identificar aquellos vestigios arqueológicos que no
se hayan considerado en dicho plano (Figura 46).
Figura 46. Recorrido superficial del sitio arqueológico de Anikabil (Foto del autor).
De esta forma, a través de la aplicación de las técnicas de reconocimiento y
análisis arqueológico de superficie, la prospección funge como base para el
reconocimiento del área en general y de cualquier evidencia cultural, la cual se inicia con
un recorrido de superficie en donde se observa, contabiliza y registra todo vestigio
arqueológico, apoyándose de una nomenclatura basada en secuencia alfanumérica
169
establecida de forma arbitraria para el registro e identificación de las estructuras, es decir,
que en conjunto con el recorrido y reconocimiento de los vestigios arqueológicos, a través
del seguimiento de una “guía de códigos para el recorrido arqueológico” (véase Anexo 2),
se lleva a cabo la ubicación, identificación y registro preliminar de las estructuras
arqueológicas, confirmando su localización a través del posicionamiento con GPS y la
aplicación de la “hoja de registro de recorrido arqueológico” (véase Anexo 2).
5.2.2. El levantamiento planimétrico
Una vez que se ha completado el reconocimiento de todas las estructuras previamente
situadas en el plano preliminar, y después de haber ubicado aleatoriamente aquellas
estructuras que no habían sido reconocidas, se procede a la actualización de dicho plano
a través de un levantamiento arqueológico con el objetivo de representar en un plano la
realidad superficial de la totalidad de las estructuras arqueológicas del sitio.
Primeramente, antes de iniciar con el levantamiento de cada estructura, se localizó
un punto inamovible dentro de toda el área, siendo ésta una esquina (Norte) del polígono
que enmarca los vestigios arqueológicos de Anikabil. Dicho punto está conformado por
una mojonera posicionada geográficamente cuando se delimito el terreno durante las
primeras fases del recorrido de la zona.
Con la ayuda de una brújula y una cinta métrica, se procedió al levantamiento
planimétrico de todas las estructuras arqueológicas del sitio, a través del método de
triangulación, el cual consiste en visar puntos de esquina, es decir, cuatro puntos que
delimiten cuadrangularmente una estructura, o en su caso, si son completamente
reconocibles, se visan todas las esquinas de la estructura (Figura 47).
170
Figura 47. Levantamiento planimétrico a través del método de triangulación con brújula y cinta
métrica (Foto del autor).
Como marco del presente proyecto de investigación, es importante recalcar la importancia
de las nuevas tecnologías, que, a pesar de haber realizado el levantamiento arqueológico
a través del método más simple y sin la ayuda de un sistema de teodolito láser, nos
ayudan en la digitalización de la información obtenida en campo. En este sentido,
mientras se fue avanzando en el levantamiento de las estructuras arqueológicas, con la
ayuda del programa de computadora Autocad (Figura 48), se introdujeron los datos
obtenidos en campo para la actualización conjunta del plano preliminar del sitio de
Anikabil, tanto para ir idealizando y avanzar conjuntamente con el proyecto de gestión
ecológica y cultural, como para la elaboración de los informes mensuales de las
actividades del DPANM (Figuras 49 y 50).
171
Figura 48. Empleo del programa de computadora Autocad para la digitalización de las medidas obtenidas en campo a través del método de triangulación (cortesía DPANM).
Figuras 49 y 50. Avance del levantamiento planimétrico. Trabajo
conjunto entre campo y computación (cortesía DPANM).
172
5.2.3. Registro metódico y sistemático
Para sistematizar los datos procedentes de las observaciones superficiales, se diseñó una
ficha estándar de registro tanto de estructuras como de los metates asociados o aislados
(Figura 51), cada ficha con su respectiva “guía de códigos para el registro” ya sea de
estructuras o de metates (véase Anexo 2). Estas guías y fichas fueron utilizadas durante
el trabajo de campo.
Figura 51. Metate identificado con el número 4, durante los trabajos de registro arqueológico (Foto del autor).
La ficha contiene datos específicos sobre el estado de conservación (Bueno,
Regular o Malo), datos de localización, datos que conciernen los aspectos constructivos,
como el tipo de planta o las características de los muros, y datos de aspectos
173
arquitectónicos, entre otros las medidas y la posible división interna de los espacios. La
ficha cuenta también con un croquis de la estructura, indicaciones relativas a la presencia
de plataforma o basamento, y la naturaleza de ésta, artificial o natural. Cada descripción
se acompaña de un plano con la ubicación de la estructura en su grupo, el croquis y
documentación fotográfica (Figura 52). Las observaciones al final de la ficha contienen las
notas y otras consideraciones que no pudieron ser insertadas en las variables arriba
descritas.
Figura 52. Estructura identificada con el número 13, durante los trabajos de registro arqueológico.
El objetivo de las fichas es obtener una descripción particular de cada una de las
estructuras cuyo análisis permita una primera tipología de los edificios, observar las
relaciones entre los diferentes patrones constructivos y determinar posibles funciones de
174
las estructuras y los espacios a nivel de sitio, en el contexto urbano y su asociación con
específicos grupos sociales.
El análisis se concentró en el registro, además de las características formales de
las estructuras, del volumen y la textura de los materiales constructivos y de los
elementos arquitectónicos “in situ”, como muros y accesos, por ejemplo. En asociación
con otros materiales, como la cerámica, las técnicas de construcción de los muros pueden
proporcionar importante información de carácter cronológico; al analizar el acabado de las
superficies, las técnicas de puesta en obra o el tipo y de las dimensiones de los materiales
constructivos (sillares, piedras bota, etcétera) y de los intersticios entre ellos, así como
elementos decorativos relacionados con los estilos arquitectónicos, como tamborcillos,
piezas de mosaicos, etcétera, es posible una aproximación a los diferentes momentos de
desarrollo de Anikabil.
En general, las estructuras se encuentran en mal estado de conservación,
presentando la mayoría de ellas derrumbes de grandes proporciones que imposibilitan
apreciar su verdadera altura, saqueo, y posiblemente gran parte del deterioro se debe a la
utilización del suelo como campos de sembradío de henequén durante la ocupación de la
hacienda, evidencia de ellos son los caminos de truck aun existentes hoy en día.
El plano del levantamiento planimétrico de las 124 estructuras arqueológicas y 37
metates asociados que conforman el sitio arqueológico Anikabil, permiten ahora describir,
de manera general, a cada uno de los diferentes grupos o plazas, y el registro sistemático
de cada una de las estructuras aproxima a una categorización más específica de los
espacios y las construcciones.
Para sistematizar la información se estableció una nomenclatura para cada una de
las estructuras levantadas. Esta nomenclatura resultó, en su manera preliminar (y la que
aún conserva ahora) algo confusa, pues se tomó en cuenta la nomenclatura inicial que se
le otorgó a los vestigios durante su primer reconocimiento, y por consiguiente, la adición
175
de aquellas estructuras no reconocidas con anterioridad, ocasionó una manipulación de la
nomenclatura, de manera que, aquellas estructuras cercanas o asociadas a las ya
reconocidas, se les otorgaba el número de dicha estructura diferenciándolas con una letra
(de la A, a la Z), y en el caso de ser estructuras independientes, se les otorgaba un nuevo
número que sea la continuación del último número utilizado en el antiguo plano.
Una vez que se terminó con el registro total de las estructuras arqueológicas y
metates asociados, la información recopilada en las fichas de registro se capturó para la
conformación de dos bases de datos: una de estructuras arqueológicas (Figura 53), y otra
de los metates del sitio arqueológico de Anikabil (Figura 54). El objetivo de estas bases de
datos es para la protección de la información de manera digital con el fin de obtener un
rápido y ordenado acceso a la información recabada, como herramientas para la
conjunción de estrategias de conservación y de investigación del contenido arqueológico
del sitio.
176
Figura 53. Base de datos arquitectónicos de Anikabil.
Figura 54. Base de datos de metates de Anikabil.
177
5.3. El análisis de los datos y el inicio de la planeación de estrategias de gestión del
Patrimonio Arqueológico.
Bien ya se había mencionado en apartados previos que la gestión del patrimonio
arqueológico comienza desde el planteamiento del proyecto de actuación sobre el mismo.
La intervención en el patrimonio forma parte de este proceso y consiste en valorar qué
tipo de acción es más adecuado en cada caso. Por ello es importante, contar con un
equipo interdisciplinario que contemple, en el mismo plan de investigación, un
acondicionamiento y gestión posterior (Pérez-Juez 2006:87).
Desde un punto de vista epistemológico, reconocimiento y análisis mantienen una
relación ordinal o secuencial en el estudio arqueológico de superficie: el análisis para la
gestión cultural urbana de los vestigios arqueológicos en superficie es imposible sin un
previo reconocimiento superficial del terreno que provea los datos necesarios para el
análisis (García 2005).
En el presente caso del sitio arqueológico Anikabil, puesto que se encuentra
inmerso en el marco del Proyecto del Parque Arqueo-botánico Anikabil, el previo
recorrido, reconocimiento, levantamiento y registro de las estructuras arqueológicas y de
los metates asociados fungían como procesos cruciales para la continuación de la
planeación del proyecto de gestión ecológica y cultural, pues es de primaria importancia el
conocer la magnitud del vestigio arqueológico presente, con el objetivo de coordinar el
acervo arqueológico resultante con las estrategias de acondicionamiento del sitio como
parque botánico.
En este sentido, el levantamiento planimétrico resultante del esfuerzo de
compañeros y del personal del DPANM conforma ahora la base empírica del contenido
arqueológico de Anikabil (Figura 55), que en complemento con las bases de datos de
178
estructuras y metates, se conjunta un acervo de información para la planeación de
estrategias de gestión patrimonial.
Así pues, de la información recuperada de los trabajos de reconocimiento y
análisis arqueológico de superficie en Anikabil, podemos deducir que es un sitio
arqueológico maya con una extensión aproximada de 2 km2, ubicado en una de las
mayores áreas verdes del proyecto de urbanización de Ciudad Caucel. Hoy en día aún es
posible apreciar en este sitio las reminiscencias de varios conjuntos arquitectónicos,
delimitando pequeños espacios como patios y plazas, y analizando en conjunto con la
cerámica recuperada en superficie, se puede deducir que el sitio fue habitado desde por
lo menos el Preclásico Medio, entre el 800 y el 300 antes de Cristo.
El núcleo central del sitio está conformado por un conjunto de estructuras, de las
cuales algunas tuvieron una altura mayor a los cuatro metros, y amplias plataformas bajas
y montículos chich, sumando un total de 124 estructuras reconocidas. En los alrededores
encontramos 34 metates o piedras de molienda, de diversas formas y tamaños, los cuales
fueron usados en la antigua sociedad maya para procesar alimentos, maíz y otros
productos (estuco, pintura, entre otros). Son evidencia fundamental del uso doméstico de
los edificios donde se encuentran.
Aspectos importantes a señalar son las evidencias de saqueo arqueológico en
muchas de las estructuras, aspectos que se esperan debido al ámbito urbano en el que se
encuentra dicho asentamiento.
179
Figura 55. Levantamiento planimétrico final del sitio arqueológico Anikabil (cortesía DPANM).
El proyecto del Parque Arqueo-Botánico Anikabil surgió de la iniciativa por parte de
la Dirección de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Mérida, en coordinación con la
Dirección del Jardín Botánico del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY).
Los recursos para su rescate son municipales y el terreno fue donado por el Ayuntamiento
de Mérida, cuyo uso fuera el acondicionamiento para la conformación de un área verde
(Figura 56). Sobre ello se ha trabajado en el terreno en cuestión para que cumpla
diferentes funciones. Una parte de él ha sido habilitado para la construcción de una
escuela pública primaria, se planea la construcción de un área de estacionamiento, zona
de locales comerciales y, respecto al parque, se preparan ya varios señalamientos que
informaran al visitante tanto del patrimonio arqueológico como de las diferentes plantas y
ecosistemas que se presentarán en conjunto.
180
Figura 56. Imagen de satélite y logotipo del Parque Arqueo-Botánico Anikabil.
Un aspecto importante en el reconocimiento y análisis arqueológico de superficie
en el área del sitio arqueológico Anikabil es el aprovechamiento de la información
arqueológica recabada para la planeación de la construcción de los caminos y senderos
por los cuales los visitantes podrán transitar dentro del parque, puesto que sin el
conocimiento de dónde se encuentran los vestigios arqueológicos y la magnitud de los
mismos, no se podría lograr una coordinación y armonía en la distribución de dichos
caminos a lo largo de la vegetación y entre las estructuras (Figuras 57 y 58).
181
Figuras 57 y 58. Senderos dentro del Parque Arqueo-Botánico Anikabil.
El sitio arqueológico de Anikabil, a pesar de encontrarse dentro de un desarrollo
urbano de gran importancia, presenta el caso particular de formar parte de un área de
donación que fue asignada para un uso particular como área verde desde el momento de
la planeación urbana de la reserva territorial de “Ciudad Caucel”, lo cual contribuye
enormemente en su conservación como patrimonio arqueológico de la ciudad de Mérida.
A pesar de que la intervención municipal se ha dedicado principalmente en la adecuación
del espacio para su transformación como parque, el reconocimiento y análisis de
superficie de los vestigios arqueológicos ha contribuido de manera significativa en el
conocimiento del contenido arqueológico de dicho espacio.
Aunque el sitio arqueológico aún requiere mucho trabajo de excavación y
consolidación, el área que lo rodea ya es un nuevo espacio arqueo-botánico de Mérida,
182
en el que han sembrado aproximadamente 10,000 plantas nativas características del
norte de la Península de Yucatán. En lo que refiere a la investigación arqueológica, lo que
procede ahora es la creación y desarrollo de un proyecto arqueológico de excavación,
recolección intensiva de materiales de superficie, consolidación, restauración e
integración del patrimonio arqueológico al plan general del Parque Arqueo-Botánico
Anikabil. Tal es el caso del parque arqueológico Xaman Susulá, importante contexto por la
existencia de un núcleo con arquitectura cívica y un sacbé. Está ubicado
aproximadamente a 1 km al suroeste del sitio arqueológico de Anikabil, que en conjunto
con la hacienda y el parque arqueo-botánico, se conforma un corredor arqueológico en
esta zona de Ciudad Caucel (Figura 59).
Figura 59. Imagen de satélite del sitio arqueológico Xamán Susulá, excavado y restaurado durante
la temporada de campo entre 2004 y 2006.
183
- 6 -
EL RECONOCIMIENTO Y ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE SUPERFICIE Y LA
ARQUEOLOGÍA URBANA EN LA CIUDAD DE MÉRIDA.
CONSIDERACIONES FINALES
A lo largo de la historia de un pueblo o nación, las sociedades hasta cierto punto
cohesionadas y ricas en cultura material, en expansión constante y creciente, han tendido
a valorar positivamente el legado histórico material de las generaciones precedentes.
Gradualmente, la conciencia de que los vínculos culturales objetivados en determinadas
reliquias materiales se prolongaban hacia atrás en el tiempo y daban testimonio acerca de
la continuidad de la colectividad, contribuyó a que la tendencia de la patrimonialización se
desarrollara de manera más general, comenzando a preocuparse la sociedad por proteger
y conservar este patrimonio del pasado y a hacer del mismo un uso (Ballart 2006:51).
En el caso de las ciudades, y en especial atención a la ciudad de Mérida, aquellos
vínculos culturales se encuentran objetivados en los vestigios arqueológicos registrados,
investigados, restaurados y acondicionados para su integración en el ámbito urbano, sin
embargo, dicha objetivación inicia en el momento en el que se reconoce e identifica dicho
vestigio material, gracias a la aplicación de técnicas de reconocimiento, prospección,
registro y análisis arqueológicos en áreas susceptibles de urbanización y que ponen en
constante peligro la evidencia arqueológica, gradualmente en deterioro.
De esta forma, la arqueología, a través de su labor activa e intervención para el
estudio y recuperación de vestigios arqueológicos en contextos urbanos, conforma una
útil herramienta para la conservación del patrimonio arqueológico, primordialmente a
través de las labores de recorrido, reconocimiento, levantamiento y registro superficial de
la evidencia arqueológica, como una estrategia que permite registrar y proteger la
información en el menor tiempo posible de los espacios con vestigios arqueológicos que
184
serán afectados por los desarrollos urbanos, o bien que se encuentran en peligro por
factores naturales o por saqueos, por lo que se ha vuelto la opción óptima del
Ayuntamiento de Mérida y el INAH para el control y catalogación del patrimonio cultural en
peligro de afectación, en una época en el que el avance urbano se asienta sobre los
restos pasados.
Las posibilidades de la arqueología urbana en la ciudad de Mérida son amplias, ya
que los restos del antiguo asentamiento humano no se reducen a un pequeño núcleo. El
carácter disperso del urbanismo prehispánico está presente en los más de 200 sitios
arqueológicos registrados por el Ayuntamiento y el INAH en el municipio de Mérida.
Asimismo, el desarrollo de dicha arqueología se enfrenta a nuevos retos en la actualidad,
entre los que destaca la necesidad de involucrar a los habitantes de la urbe en la
dinámica de valoración y protección del patrimonio.
Es fundamental desarrollar una cartografía que sugiera estudios particulares y
formas de conservación y manejo del patrimonio arqueológico y buscar su integración con
el asentamiento moderno. Así, podemos asignar una prioridad acorde al objetivo del
estudio, al riesgo de destrucción o bien a la posibilidad de vincular objetivos de
conservación (Ligorred 2009).
Los índices de crecimiento poblacional que trae aparejados un ambicioso
programa de desarrollo de infraestructura a nivel nacional deben ponernos en alerta como
institución y como gremio. He planteado la necesidad de establecer programas de registro
y protección de sitios arqueológicos que no sólo respondan en lo académico a los planes
parciales de desarrollo local y regional, sino también permitan incorporar dicho patrimonio
a la cotidianeidad social de un país en expansión y con fuertes contradicciones
socioeconómicas.
En el caso particular del municipio de Mérida y la ciudad homónima, en los
trabajos de recorrido del territorio municipal se han registrado en el DPANM, hasta la
185
fecha, 206 sitios arqueológicos, y se ha elaborado un catálogo y un diagnóstico de su
estado actual y su vocación (Ligorred 2009).
En una primera aproximación, después de analizar el uso del suelo en las zonas
arqueológicas catalogadas, resultó evidente la falta de una política pública destinada a la
salvaguarda y puesta en valor de los vestigios prehispánicos de Mérida. El diagnóstico del
DPANM (Ligorred 1999a) mostró que un 71% de los sitios arqueológicos del municipio de
Mérida se localiza en terrenos abandonados frecuentemente utilizados como tiraderos
clandestinos de basura y expuestos a afectaciones como el saqueo o los incendios. Otro
23%, entre el que se encuentra el sitio de T’Hó en el Centro Histórico de Mérida, ha
desaparecido y se presume que sus restos están en el subsuelo de zonas ya
urbanizadas, en donde sólo la planeación y el control acentuado durante las obras de
mejoramiento de la infraestructura urbana, como gasoductos y cableado de la Comisión
Federal de Electricidad (CFE), etc., permitirá recuperar lo que queda del antiguo
asentamiento maya. Otro 8 % de los sitios están en terrenos de uso agropecuario,
situación frecuente en la zona rural del municipio (Ligorred 2009).
De manera alarmante debido a la magnitud de vestigios arqueológicos afectados
por la mancha urbana, sólo un 5 % del patrimonio arqueológico es visible en sus calles o
plazas, integrado a la ciudad a manera de parques arqueológicos. En este porcentaje se
incluye el sitio de Dzibilchaltún, que siendo categorizado como Parque Nacional, es
ejemplo del gran potencial que guarda Mérida en su territorio. En éste último grupo
quedan también otros conjuntos de edificios o plataformas restaurados por el Centro INAH
Yucatán, dispersos en la mancha urbana: el parque del fraccionamiento Las Granjas en
1979 (primer parque arqueológico dentro de la ciudad), las dos estructuras de la colonia
Salvador Alvarado Oriente y la plataforma de Vergel II en 1989, la estructura del sitio de
Xoclán consolidada en una glorieta de Bosques de Yucalpetén (1990), el conjunto de
Chen Hó, en el Parque Recreativo de Oriente (1994), la plataforma habitacional de la
186
colonia Salvador Alvarado Sur (1996), y el basamento del parque de la etapa I del
fraccionamiento Juan Pablo II (1997). En los últimos 10 años se han realizado trabajos de
rescate en muchos más contextos arqueológicos inmersos en áreas urbanizables de la
ciudades, tales como Misné, Cholul (Universidad Modelo), Villa Magna del Sur, Country
Club, en algunos casos salvamentos de los vestigios de los parques de Opichén, de
Altabrisa, del Fraccionamiento Las Américas, de Tixcacal Pueblo y de Xamán Susulá y
Xanilá en Ciudad Caucel, y se han donado al municipio casi 130 hectáreas con vestigios
arqueológicos (Ligorred 2009).
En aplicaciones preliminares de estrategias de recorrido, análisis superficial y
registro arqueológico, en 1999, dentro de la mancha urbana de Mérida, se registraron 24
sitios arqueológicos. Este ordenamiento se publicó en el Atlas de Procesos Territoriales
de Yucatán, editado por la UADY (Ligorred 1999a), y ha sido permanentemente
actualizado en el DPANM hasta la fecha.
En la zona de conservación ecológica “Reserva Cuxtal”, se registraron 26 sitios
arqueológicos. Estos sitios abandonados se caracterizan por ser agrupaciones de
plataformas y complejos de edificios, aunque es probable que en algunos casos se trate
de un mismo asentamiento.
En el resto de la zona rural del municipio de Mérida se observa que de 66 sitios
arqueológicos, ocho se encuentran en los mismos centros de población actual, comisarías
y/o subcomisarías, o en sus alrededores, como por ejemplo en Caucel, Xcunyá, Molas y
Cholul. Sin embargo, haciendo un análisis del daño que se le ocasiona al patrimonio
arqueológico en áreas urbanizables, que ameritan mayor atención sitios como Xoclán,
Dzoyilá y X’Catzmil (Ligorred 2009).
Los otros 58 sitios se localizan en terrenos ejidales, algunas veces próximos a
zonas con uso agropecuario. En estos casos por lo regular están cubiertos de una
vegetación en avanzado estado de sucesión, la cual en cierta forma los ha protegido del
187
saqueo, aunque cada vez más grandes extensiones de estos terrenos antes comunales
son vendidos a fraccionadores (Maldonado 2007).
Como parte de la tendencia del Ayuntamiento en conjunto con el INAH Yucatán de
procurar abarcar un reconocimiento superficial de todo el municipio, recientemente el
DPANM realizó la última actualización del plano de sitios arqueológicos de Mérida con la
ubicación de los 206 asentamientos registrados.
Mediante la instrumentación de este censo de sitios en el sistema de información
geográfico (SIG DPANM), y al cruzar los datos con las divisiones político-territoriales
(distritos, secciones catastrales y terrenos ejidales) y urbanas (en comisarías y en la
ciudad) del municipio de Mérida, se ofrece una nueva lectura territorial (Figura 60) de la
situación del patrimonio arqueológico (Ligorred 2009).
Figura 60. Mapa del municipio de Mérida con los sitios arqueológicos, distritos y secciones catastrales, las
Comisarias y Subcomisarias (cortesía DPANM).
188
De los 206 sitios, 81 se encuentran en suelo urbanizado. 32 sitios están en
Distritos de la mancha urbana, al interior del Anillo Periférico. Cinco más se encuentran en
la orilla exterior de esa vialidad de alto impacto. Otros 35 sitios se hallan en los mismos
pueblos y/o en zonas de crecimiento de las comisarías meridanas (Ligorred 2009).
Resulta claro que aquellos sitios arqueológicos ubicados en centros urbanos, serán más
susceptibles a ser destruidos que aquellos ubicados en áreas deshabitadas y que el
beneficio social de su salvamento será más amplio, por lo que revisten una especial
importancia en términos de su rescate e integración al patrimonio de habitantes locales.
Así, para ser congruentes con su conglomerado social, las autoridades de los
diversos niveles de gobierno deben impulsar la protección, estudio e integración urbana
del patrimonio arqueológico de los pueblos y ciudades actuales. Esta perspectiva se
concreta, o como se ha mencionado, se objetiva, con la integración del patrimonio
arqueológico en los nuevos espacios públicos de la ciudad.
¿Cuál es el papel de las técnicas arqueológicas de reconocimiento y análisis de
superficie en la discusión sobre la valorización, la conciencia del patrimonio arqueológico
y la gestión territorial? Basta con dirigir un poco la mirada a la visión menos científica y
más popularizada de los yacimientos arqueológicos vistos como “ruinas”. Es gracias a los
recorridos, reconocimiento y registro arqueológicos que éstas “ruinas” son
constantemente descubiertas en áreas con potencial urbanizable y que la sociedad de la
ciudad tiene prácticamente a su alcance. Estos descubrimientos, partiendo de la premisa
de “no podemos conservar o proteger lo que no conocemos”, fungen como motor en la
búsqueda del patrimonio arqueológico de una sociedad o ciudad en particular, pues una
de las formas de abordar la ciudad es desde la lectura de su pasado arqueológico
(Ligorred 2008).
Estoy totalmente de acuerdo con las ideas de Felipe Criado (2001:41-42), al
considerar a la arqueología como una tecnología de gestión integral del patrimonio
189
cultural, de la memoria, lo que nos lleva a hacer una “gestión arqueológica del patrimonio
cultural”. Por “gestión integral” se entiende que las necesidades actuales y sociales de
ese patrimonio implican la necesidad de catalogarlo, describirlo, analizarlo, valorarlo y
revalorizarlo. “Es necesario aplicar este conocimiento para satisfacer las necesidades del
patrimonio, para diseñar un modelo de gestión del mismo”. Criado se refiere con
“tecnología” a un saber hacer, un know how o conocimiento pragmático que identifica
problemas, diagnostica situaciones, aísla necesidades y ofrece respuestas.
En el caso del proyecto Parque Arqueo-botánico Anikabil, tomando en cuenta por
un lado el atractivo del parque, con la información planimétrica obtenida después de la
aplicación de técnicas de recorrido y registro de los vestigios arqueológicos ahí presentes,
debe considerarse como parte del proceso de adecuación del espacio, la fascinación que
produce el pasado arqueológico como elemento que debe de ser tomado en cuenta en
cualquier proyecto de gestión. Esta fascinación del pasado arqueológico que pueda existir
por parte de los visitantes del parque arqueo-botánico puede a la vez ser un aliado a favor
de la promoción y divulgación del patrimonio arqueológico acondicionado (Pérez-Juez
2006:48).
Es de ésta forma que el ordenamiento territorial del patrimonio, gracias a las
técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico de superficie, elimina imprevistos y
permite establecer pautas de crecimiento, donde las señales de identidad queden
protegidas de la especulación o el saqueo. La integración de éstos y otros datos
disponibles a partir de estudios previos en el área son un soporte cartográfico que permite
obtener una perspectiva espacial y diacrónica de las características y frecuencias
principales de los vestigios, y desplegar e inferir pautas del patrón de asentamiento a
través de planos temáticos.
De acuerdo con Ballart y Tresserras: “El patrimonio no tiene sentido al margen de
la sociedad” (2001:7, en Ligorred 2008). La intersección de la investigación y quehacer
190
arqueológico, con la gestión cultural y la planeación urbana, tiene gran potencial para
mejorar la calidad de vida de la ciudad de Mérida. Los principales vestigios arqueológicos
de la ciudad de Mérida y del municipio en general deben ser conservados en espacios
arqueológicos que enriquezcan la imagen de la ciudad, permitiendo un equilibrio cultural
urbano acorde al de sus habitantes. Se deben considerar aspectos como la educación,
divulgación, investigación e integración socio-urbana. El patrimonio arqueológico no debe
ser visto sólo como información, resulta necesario que sea percibido como un recurso o
un bien no renovable, un bien cultural que representa nuestro pasado, nuestro presente
en constante desarrollo, y nuestro futuro en un mundo globalizado, como parte de nuestra
ciudad y de nuestra identidad social.
Parte primordial de la presente investigación fue sin duda la experiencia del trabajo
de campo en ámbitos urbanos, principalmente en la aplicación de los conocimientos
respecto al reconocimiento arqueológico de superficie, el tener un contacto directo con el
vestigio arqueológico fuera del ámbito más generalizado de la arqueología como es la
excavación, sino más bien, el primer acercamiento que nos permite la creación de
información planimétrica y que sin duda el resultado es el tipo de información y de datos
que mayor contribución proporcionan en la planeación tanto de futuras investigaciones
como de programas de gestión de adecuación e integración socio-urbana del patrimonio
arqueológico.
Es crucial el plantear que, gracias a la información del levantamiento y registro
arqueológico final, después del reconocimiento y análisis de superficie, el patrimonio
arqueológico pasa de un plano de “ruina” en abandono o en constante deterioro, a una
categoría de bien cultural, por el hecho de haber reconocido objetivamente el vestigio
material. Un correcto y minucioso registro arqueológico del patrimonio cultural inmerso en
un medio urbano como lo es la ciudad de Mérida y sus alrededores municipales,
contribuye sin lugar a dudas a la construcción de una conciencia de conservación y
191
protección del patrimonio arqueológico que, con completa noción de su existencia, se le
otorga un reconocimiento de contenido cultural, de evidencia del devenir histórico de
nuestra sociedad.
Gracias a la creación de bases de datos, ya sean geográficos (para la creación de
planos temáticos) o meramente descriptivos, como es el caso del sitio arqueológico
Anikabil, se lleva a cabo una consideración del vestigio arqueológico como parte de la
planeación de futuras intervenciones, ya sean de investigación o de gestión cultural. El
hecho de tener en consideración dicho vestigio material dentro de un plan estratégico de
actuación, contribuye directamente a la conservación y protección del patrimonio
arqueológico del cual se cuenta ya de un registro. En el caso de planes de gestión e
integración social-urbana, los resultados de un reconocimiento y registro arqueológicos
nos permiten llevar a cabo una evaluación con el objetivo de identificar que tan
representativa puede resultar la evidencia arqueológica para su uso social inmerso en la
integración urbana de aquellas zonas de reserva determinadas por el contenido
arqueológico de dicha superficie.
El reto de vivir en una ciudad moderna construida sobre una ciudad antigua,
amerita un esfuerzo adicional al acostumbrado en las administraciones públicas,
empresas privadas, asociaciones civiles e instituciones universitarias. Precisamente la
rentabilidad de una inversión en patrimonio viene dada, por un lado, en beneficio de la
cohesión social de la ciudadanía, en la recuperación de un prestigio étnico amenazado
durante siglos y, por otro, en interés de las demandas del turismo cultural, que busca
valorar lo auténtico, lo original, lo diferente, lo que está escrito en las ruinas de los 206
sitios arqueológicos del municipio y que se encuentran en constante peligro de deterioro o
destrucción debido al desarrollo urbano de la zona.
Mérida debe a su pasado maya un reconocimiento, basado en una renovada
valoración y en un uso social de su patrimonio arqueológico. Como podemos observar, las
192
técnicas de recorrido, reconocimiento y análisis superficial, la prospección y el registro,
como parte de una arqueología urbana, abarcan en conjunto aspectos científicos,
sociales, turísticos y económicos, y se espera que impacte en la protección,
mantenimiento y difusión del legado cultural de los mayas de la ciudad de Mérida.
193
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N
5000 0 5000 Meters
Sitio arqueologico$
Cenote#S
Joya botánicaS
Área Natural Protegida
Areas verdes
Centro Histórico
Zonas de Patrimonio Cultural
PLANO DIAGNOSTICO DEL PATRIMONIO
DEPARTAMENTO DE PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y NATURAL DEL MUNICIPIO
DIRECCIÓN DE DESARROLLO URBANO
AYUNTAMIENTO DE MÉRIDA
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N
5000 0 5000 Meters
Parques Arqueológicos
Zonas Núcleo Arqueológicas
Zonas de Amortiguamiento Arqueológico
Corredores Arqueo-Ecológicos
Zonas de Monumentos Naturales
Parques urbanos
Jardin comunitario
Jardines botánicos
Zona de Conservación Ecológica
Parque Nacional
Corredores ecológicos
Zonificación del Centro Histórico
z-1
z-2
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z-4
z-5
z-6
z-7
Corredores Históricos
Zonas de Amortiguamiento Histórico
Monumentos escultóricos#S
PLANO ESTRATEGIA DEL PATRIMONIO