523
--- .. .. ., ....... _..,.. . ..... ·-·-· .........

Quien quiera pueblo

Embed Size (px)

Citation preview

---.. .. ., ....... _..,.. .

..... ·-·-· .........

Quien quiera pueblo ...

José Martí

Quien quiera pueblo ... SELBCCION DE TEXTOS SOBRE CIENCIA Y TECNICA

INS'ITIVJ"O POLITécNICO NACIONAL - CENTRO DE ESTUDIOS MARTIANOS

MéXICO, 1994

Portada:llurnberto Gaytán Selección de textos e ilustraciones: Marta Servín, Pedro Pablo Rodríguez e 1 van Pérez Carrión Transcripción de textos por scaner y tipografía: José Martín llaro y Colaborddores del Ce.Na.C.

Quiell quiera pueblo .•. Prin1era edición, 1994

o Instituto Politécnico Nacional, 1994 ° Centro de Estudios Martianos, 1994

Centro de Estudios Martianos, Calzada 807 esq. a 4, El Vedado,

Habana, 10400, Cuba.

Instituto Politécnico Nacional Dirección de Publicaciones

Tresguerras 27, 06040 México, D.F. Impreso en México

INTRODUCCION

¿Por qué los hombres transcienden su tiempo, su espacio, adquiriendo en ocasiones dimensiones de carácter universal? Es muy posible que se deba a que son mentes menos fáciles de aturdir como diría el mismo José Martí: analizan los fenómenos sacando las alas libres tk ellos, y los juzgan de arriba y en conjunlo, sin olvidar la raíz de las cosas para descifrar sus causas, relaciones, unidad e interdependencias. José Martí voló tan alto -impulsado por su amor hecho conciencia- que vislumbró y alumbró con claridad su siglo, el nuestro y posiblemente algunos más. En este libro se reúne una breve selección de textos martianos bajo el criterio de visualizar el proyecto de constructor de pueblos Ubres y soberanos con base en la profundización en la educación científico técnica que fue desarrollado por José Martí a lo largo del rico y monumental legado que constituye su vida y su obra. Tarea de selección que no es sencilla por vanos motivos, además de por la presencia de una obra generosa: 27 volúmenes -que no comprenden el acopio de su obra completa-, porque resulta dificil separar al revolucionario del poeta, del educador, del pensador profundo, del cronista de su tiempo, del agudo previsor, del unificador de voluntades, del amoroso y agudo conocedor del alma humana, parámetros todos que delinean y retroalimentan su profunda necesidad de crear hombres y pueblos nuevos. El proyecto revolucionario que va forjando José Martí a través de su sorprendente actividad', verdaderamente excepcional, desarrollada en

1 entre otras como periodista formativo de amplio alcance, en una incipiente pero explosiva industria editorial. Los escritos de 1• Martl inducidos por un profundo amor, trasmi.Dan aran sabiduría de y a la vida, y caminan de la mano con lo que también caracteriza al siglo XIX: el explosivo avance científico-técnico, el cual repercute en diversos y variados ámbitos de la vida social, entre ellos, en el proceso mismo de la comunicación. La aplicación de la rotativa multiplicó las publicaciones en forma d~ periódicos y revistas, proporcionando a la política, al arte, a la ciencia un efectavo medio para transmitir preocupaciones tanto entre especialistas como la posibilidad de que sus planteamientos, descubrimientos o producciones fueran ampliamente divulgados. Sin duda que dentro de los factores que condicionan el incremento de motivación humana esti la accesibilidad, el borrar distancias, es decir, el conocimiento.

diferentes ámbitos del quehacer humano, le obliga y le permite sumergirse en --y estar al tanto de- los acontecimientos, problemas e inquietudes más acuciosos y sobresalientes de su tiempo. Así, en millares de páginas en una veintena de periódicos del continente que difunden y pelean sus trabajos, entre ellos: El Partido Liberal, La América, La Opinión Nacional, La Nación, La Revista Ilustrada, Patria, encontramos en sus propias palabras que; .... el periodista ha de abarcar ... la moderna vida múltiple, en todas susfonnas, como ruge en las fraguas, como se transfonna en el comercio y viaja, como se ideijica en la literatura y en la polftica, como se sublima y colorea en las artes. El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio. A Omar Khayyam y a Pasteur. La literatura del espfritu y la de la materia: .. Esta actividad febril de José Martí es manifestación de vitalidad, sí, pero también traduce su gran amor a la vida, a la naturaleza y al trabajo creador del hombre, si no, leamos:

Cuando uno sabe para lo que sirve todo lo que da la tierra, y sabe lo que han hecho los hombres en el mundo, siente unos deseos de hacer más que ellos todavfa: y eso es la vida. Porque los que se están con los brazos cruzados, sin pensar y sin trabajar, viviendo de lo que otros trabajan, esos comen y beben como los demás hombres, pero en la verdad de la verdad, esos no están vivos . . . . . . no se conquista la muen e sino con la vida ...

No obstante la variedad y extensión de la obra de José Martí, se podría considerar que ella posee un núcleo, una preocupación, un objetivo central. A lo largo de su corta pero fructífera vida, Martí va viendo, va analizando, va sintiendo, va recorriendo diversidad de tópicos y lugares, pero este cúmulo de experiencias no permanece de forma aislada e inconexa, sino que al amalgamarse le permite ir descubriendo la esencia de su unidad, y así, ir configurando un proyecto educativo revolucionario que traducirá su preocupación central: la libertad de _su patria y la conformación del hombre de Nuestra América, a la que también llama ~rica Nueva Ni hombres ni pueblos pueden rehuir la obra de desarrollarse por sí, dirá en •crece • uno de sus artículos más provocadores publicado en Patria en 1894. Hombres y pueblos debedn desarrollarse a través de su actividad creadora, impulsada por una educación científico-técnica:

6

Que la enselfan1Jl cient(fica vaya, como la savia en los árboles, de la rafz al tope de la educaci6n pública Que se trueque de escolástico en cient(jico el espfritu de la investigaci6n. A las aves, alas,· a los peces, aletos,· a los hombres que viven en la naturaleza, el conocimiento de la naturaleza, esas son sus alas.

Como educador de avanzada y agudo conocedor del alma humana, vislumbra, además, la exigencia que existe de que aunado a la necesidad de la educación científica, o como parte de ella, la instrucción pública sea obra de ternura apasionada y constante.

Es de llamar la atención dentro de su proyecto revolucionario, esencialmente educativo, constructor, la clara concepción que Martí poseía sobre lo que debía ser la ciencia:

La ciencia, en las cosos de los pueblos, no es el ahitar el ca/Ion de la plU11Ul de digestos ex/rallos, y remedios de otras sociedades y paises, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos ásperos o lisos, del pals, y acomodar al fin humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que covengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. Lo demás es yerba seca y pedanterla. De esta ciencia pobre y dolorosa, menos brillante y asequible que la copiadiza e imitada, surge . • . • . • la revoluci6n.

La idea de Martí de que la enseñanza científico-técnica sea elemento esencial para crear el sustento que alimente el desarrollo soberano de nuestros pueblos ha llegado a nosotros, fundamentalmente, a través de los ideólogos de la enseñanza científico-técnica en nuestro país, en particular de aquellos que impulsaron la creación del Instituto Politécnico Nacional. Por eso sentimos a José Martí tan nuestro y cercano.

La propuesta revolucionaria de Martí además de poseer clara concepción de lo que significa la actividad científica para el desarrollo del pensamiento humano, se acompaña del camino adecuado a recorrer, es decir, del proceso pedagógico que la ha de crear, sustentar y transmitir:

venir a aprentkr. •• donde est4 en pleno ejercicio y curso prdctico... el dla en que no trabajen se sientan solos, descontentos y como culpables ... el hombre crece con el trabajo

7

que sale de sus manos ... y en campos como en ciudades, urge substituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza... el sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental cient(fica .. .

Se podría aseverar, sin temor, que en sus diferentes publicaciones José Martí -mente extraordinaria, magnífico corazón-, al apreciar vivamente el potencial revolucionario y emancipador que posee la ciencia y la técnica en el proceso de formación de Nuestra América, delinea una política científica profundamente revolucionaria para la construcción y desarrollo de nuestros pueblos. "Quien quiera pueblo ha de habituar a los hombres a crear", aseveró él, en insuperable prosa y con genial capacidad de síntesis de poeta; frase que resume la esencia de su pensamiento, su ansia fundadora, su confianza en el trabajo y en el hombre.

Principio importante, fundamental, de este proyecto educativo son los elementos humanos que deben integrarlo y cosechar sus frutos:

Bueno es abrir canales, sembrar escuelas, crear líneas de vapores, ponerse al nivel del propio tiempo, estar del lado de la vanguardia en la hennosa marcha humana; pero es bueno, para no desmayar en ella por falta de espfritu o alarde de espfritu falso, alimentarse ... de ese ferviente espfritu de la naturaleza en que se nace, crecido y avivado por el de los hombres de toda raza que de ella surgen y en ella se sepultan . . . . si la República no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la República ... . . . es preciso ser a la vez el hombre de su época y el de su pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo ...

José Martí, joven y maduro hombre verdadero, más que impulsar escuelas de ira mostrará las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos. La perspectiva y amor con que vislumbra la naturaleza humana le permite aquilatar y retroalimentarse de la energía y encanto que le otorga al hombre, al conjunto de hombres, a los pueblos, su capacidad de trabajo. Para Martí todos los hombres, -incluye al sexo femenino por supuesto: sin las niñas no se puede vivir- poseen características propias, distinguibles y respetables, con derecho a existir y desarrollarse; de ahí que este visionario se convierta no sólo en el

8

artífice de la unidad cubana, sino igualmente latinoamericana y aún universal. Martí conmina a ser inflexible sólo con el vicio, el crimen y la inhumtlnidad.

Para Martí, la creación, la ciencia y la técnica no son neutrales, poseen un carácter profundamente revolucionario cuando se ponen al servicio de la patria, ¡nuestra América!

Como estrategia para lograr recuperar que Nuestra América genere e impulse activamente su propio proceso creador señala como elemento importante conocer lo que otros han creado a través de los tiempos y los mares, y lo que está creando la vanguardia en la hermosa marcha hU111llna, en todos los rincones del mundo. Así, José Martí muestra constantemente sus antenas de hombre sensible e inquieto al reflejar maravillado y maravillando los descubrimientos fantásticos de la época: las altas horas de la noche, por Edison vencida; al dibujar el espíritu, carácter, trayectoria y obra de personajes significativos, empeñados en hacer hombres con alas, al robarle a la naturaleza sus secretos.

Dentro de esa dinámica de divulgación de los descubrimientos científico-técnicos, José Martí, en y por principio, ubicará en primer lugar el conocimiento como patrimonio de la humanidad .. . para que sino para poner paz entre los hombres han de ser los avances de la ciencia ... En su trabajo de divulgador de la ciencia este gran humanista, comunicador y politólogo se ocupará de la reseña de congresos y conferencias: "trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra"; del análisis de libros: "poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un bien que pocos hacen", de la descripción de exposiciones: "ya las exposiciones no son lugares de paseo. Son avisos: son lecciones enormes y silenciosas: son escuelas. Pueblo que nada ve en ellas que aprender, no lleva camino de pueblo".

El conocimiento como medio de autoafirmación, de desarrollo soberano, está siempre presente en José Martí. Por ello aboga, inteligentemente, por la posibilidad y ventajas de celebrar en los países consumidores de los frutos de Hispanoamérica, exposiciones de nuestros productos.

-¡Cuanto ingenioso invento, cuanta preparación útil, cuánta mejora mecánica, cuánto mérito artlstico, cuánta teorla brillante, quedan desconocidos, y mueren como si no hubieran existido nunca, en nuestras lie"as de América, por falta de aire industrial, de capitales para el tiempo de la prueba, de exposiciones que sancionen con sus premios el invento, de

9

talleres donde puedan perfeccionarse, de esplritu brioso que qfronta los riesgos de sacarlos a plaza!

Por otro lado, también es importante señalar que la concepción que José Martí posee acerca del trabajo científico técnico no es para nada el trabajo enajenado que algunos en la actualidad conciben, sino la enorme posibilidad de hacer presas al cielo, de adquirir contornos de antiguo héroe ... ¿o es que acaso se puede pedir mayor pleitesía y consideración a la actividad científico técnica que la que rinde Martí en su hermosa palabra? cuando expresa:

-¿quién dice que la poesla ya se ha acabado? Está en las jimdiciones y en las fábricas de máquinas de vapor,· está en las noches rojizas y dantescas de las modernas babilónicas fábricas,· está en los talleres. ¡qué hennoso misterio es una máquina! Se adivina, con ver cada una de ellas, que es una presa nueva que el hombre hace al cielo, y una estrella más que clava a la tierra. Ver una máquina, llena de orgullo; orgullo de ser igual en forma a quien la hizo. Se busca instintivamente con los ojos a los trabajadores, para estrecharles la mano. ¡Qué hennosos conquistadores, éstos de manos callosas, tez bronceada y espaldas fornidas! Tienen los contornos, la manera de mirar, y la de reposar, de los antiguos héroes.

La incorporación no sólo de aperos de labrar modernos al cultivo de nuestros campos, sino de las condiciones que optimicen su uso, el respeto de la Naturaleza como fuente de vida económica, cultural y espiritual de un pueblo y el convencimiento de que la agricultura es la única fuente constante, cierta y enteramente pura de riqueza constituyen también parte central del proyecto educativo martiano.

La complejidad y multiplicidad de la obra de José Martí dificulta realizar una clasificación o selección por tópicos específicos, por lo que la propuesta que nosotros te hacemos, estimado lector, es ir recorriendo juntos el camino del proceso creador de este extraordinario y vigente maestro, en el cual sus publicaciones de la década de los ochenta y principios del noventa tienen una importancia capital. Iniciaremos con las pinceladas trazadas a principios de los ochenta, las cuales reflejan gracia, sentido del humor, asoro y asombro ante un nuevo mundo que abría la efervescente actividad humana de esos años; pinceladas que a través del

10

tiempo y el rico sedimento, o experiencia, que deja el trabajo o lucha, van adquiriendo forma, profundidad y substancia monumental.

Para iniciar dicho recorrido nos gustaría que tuvieras presente que el siglo XIX está impregnado de grandes batallas de un movimiento político, social, cultural, científico-tecnológico y militar, transformador de un orden colonial, basado en la inicua explotación de unos hombres por otros; marcha agitada que profundiza el proceso de reinvindicación humana surgido del seno de la Revolución Francesa, a finales del siglo xvm, y en el cual aún estamos inmersos, es decir, movimiento que prosigue en nuestros días con sus características particulares y que va a ir configurando, con nuestra activa participación, la fisonomía futura, que esperamos propia, de Nuestra América.

Es así que José Martí, joven "orfebre de la palabra", poeta, pensador fecundo y poderoso, humanista, maestro, revolucionario cabal, organizador y dirigente de la independencia de su patria, amante preocupado del destino de México y de toda Nuestra América, sigue activamente proporcionando luces largas a este movimiento constructor a través del rico legado que constituye su vida ejemplar y sus múltiples, variados, profundos y bellos escritos. En estos -sobre todo los que tocan el tema de educación, ciencia y tecnología-, sobresale tanto la constante advertencia y denuesto a la falsa erudicción y al desdén de los elementos naturales de que hacen gala algunos gobernantes de América, como el ferviente deseo de conformar en los futuros hombres de nuestra América una personalidad multifacética y armónicamente integral, útil a sus países y orgullosa de sí.

Sí al final de este breve recorrido pudiéramos exclamar con José Martí: "De América soy hijo: a ella me debo" ya podremos decir,

. d ' ¡estamos crecten o ....

11

CONTENIDO

1895- 1892

Carta a MANUEL MERCADO: Vivf en el monstruo, y le conozco las entraflas:- y mi lwnda es la de David. 18 de mayo de 1985. Vol IV, pag 167-170.

Carta a MARIA MANTILLA:

29

33 Tengo la vida a un lado de la mesa, y la muerte a otro, y un pueblo a las espaldas: y ve cufmtas páginas te escribo ... Donde yo encuentro poesfa mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo ... y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes ... es deber humano causar placer en vez de pelltl ... Si yo estuviera donde tl1 no me pudieras ver, ... Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. 9 de abril de 1895. Vol XX, pag 216-220.

EL MANIFIESTO DE MONTECRISTI: 39 Las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos ... los denuedos por abrir a la humanidad una república trabajadora 25 de marzo de 1895. Vol IV, pag 93-130.

EL ALMA DE LA REVOLUCION Y EL DEBER DE CUBA EN LA AMERICA: 47 Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos ... la independencia ame1Ul1.ada de la América libre ... 17 de abril de 1894. Patria, New York. Vol III, pag 138-143.

CRECE: 53 Ni hombres ni pueblos pueden rehuir la obra de desarrollarse por si... no llegara al final de su jornada el que vuelva la cabeza a los perros que salgan al camino ... 5 de abril de 1894.Patria, New York. Vol 111, pag 117-121.

13

MI RAZA: 57 juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime ... El mlrito, la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. 16 de abril de 1893.Patria, New York. Vol 11, pag 298-300.

EL COLEGIO DE TOMAS ESTRADA PALMA EN CENTRAL VALLEY: 60 un cubano edificador levanta a pullo. lo mismo que a hijos, a los disclpulos que le vienen de los pueblos de América, 2 de Julio de 1892. Patria, New York. Vol V, pag 259-264.

[ ••• LA POLITICA DE DEJAR VENIR ••• ) Mayo 1892. Vol XXIII, pag 37-38.

NUESTRAS IDEAS: 67 la guerra ... es la consecuencia inevitable de la negación continua, disimulada o descarada, de las condiciones necesarias para la felicidad. 14 de marzo de 1892.Patria, New York. Vol 1, pag 315-322.

BASES DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO CUBANO: ... lograr con los esfuen.os reunidos de todos los hombres ... Vol 1, pag 279-280.

1891-1889

74

LA CONFERENCIA MONETARIA DE LAS REPUBLICAS DE AMERICA: 79 el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir... gobernar no es más que prever... sf el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvió de la razón, o levadura enconada de servidumbre a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido,· sf el ansia de ver crecer el pafs nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de factores extra/lOs u hostiles al pafs que ha de crecer conforme a sus factores y métodos que resulten de ellos,· sf ... o Mayo 1891. La Revista Ilustrada, New York. Vol VI, pag 157-167.

14

NUESTRA AMERICA: La colonia continu6 viviendo en la república ... Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. ¿ •Cómo somos•? se preguntan,· 30 de enero de 1891. El Partido Liberal, México. Vol VI, pag 15-23.

CONGRESO INTERNACIONAL DE WASHINGTON:

91

Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se les puede evitar. Invierno de 1889-1890.La Nación, Buenos Aires. Vol VI, pag. 46-63.

MADRE AMERICA: 117 Pero por grande que ésta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres de la AJn¿rica en que nació üncoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tach4rnoslo ni nos lo pueda tener a mol, es m4s grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Ju4rez ... Por entre las divisiones y celos de la gente india adelanta en América el conquistador ... Ubres se declaran los pueblos todos de AJn¿rica a la vez ... ¿A d6nde va la América, y quién la junta y gula? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá. sola ... Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser. Sobre las hidras,fundamos ... ¡Sólo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manOs! No conoce a nuestra AJn¿rica quien eso ose temér ... No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determino.clón y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos. y se la respete por sus sacrificios ... 19 diciembre 1889. Vol VI, pag 133-140.

A LOS NIÑOS QUE LEAN LA EDAD DE ORO: 127 • LA. EDAD DE ORO desea poner en las manos del niño de América un libro que lo ocupe y regocije, le enseñe sin fatiga, le cuente en resumen pintoresco lo pasado y lo contemporáneo, le estimule a emplear por igual sus facultades mentales y físicas, a amar el sentimiento más que lo sentimental, a reemplazar la poesía enfermiza y retórica que está aún en boga, con aquella otra sana y útil que nace del conocimiento del mundo; a estudiar de preferencia las leyes, agentes e historia de la tierra donde ha de trabajar ... " (Editorial Gente Nueva) . • • • les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora ... para los ni/los trabajamos ... los ni/los son la esperanza del mundo ... queremos que los nillos de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien,· hombres elocuentes y sinceros. Julio 1889. La edtJd de Oro, New York. Vol XVIII, pag. 301-303.

15

LA HISTORIA DEL HOMBRE CONTADA POR SUS CASAS: 129 donde se cuenta cómo ha vivido el hombre, desde su primer habitación en la tierra, que fue una cueva en la monta/IQ, hasta los palacios en que vive ahora ... Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin mds diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de drboles y de flores piensa mds en la hermosura y el adorno, y tiene mds cosas que decir, que el que nace en una tierra fria, donde ve el cielo obscuro y su cueva en la roca. Agosto 1889. La Edad de Oro, New York. Vol XVIII.

LA EXPOSICION DE PARIS: ¡asf se debe querer a la tierra en que uno IUlce: con fiereza, con ternura! Septiembre de 1889. La Edad de Oro, New York. Vol XVIII.

HISTORIA DE LA CUCHARA Y EL TENEDOR: Y no es que uno no quiera saber ....

139

155

Cuando uno sabe para lo que sirve todo lo que da la tierra, y sabe lo que han hecho los hombres en el mundo, siente unos deseos de hacer mds que ellos todavfa: y eso es la vida. Octubre de 1889. La Edad de Oro, New York. Vol XVIIII.

1888-1885

"SEIS CONFERENCIAS" por ENRIQUE JOSE VARONA: 161 aquel temprano amigo del hombre que vivi6 en tiempos aciagos para la libertad y el decoro ... fundar, mds que agitar, quiere Varona, como cumple, a1111 en las épocas mds turbulentas, a aquellos a quienes el desinterés aconseja el único modo útil de anuzr a la patria, en Cuba -como en todas partes- menesterosa de espfritus creadores: ¡lnfullllir, como el aire, la decisi6n de vi'lir puro en todos los corazones! Mds que estreml!cer sin sentido, úonijicar, sembrar, unir como una red de almas la tierra! ... En todo es CubQ desdichada, menos en el esplendor de su naturaleza, la bondad de sus mujeres y el mlrito de sus hijos. Enero 1888. El Economista Americano, New York. Vol V, pag 119-122.

UN CONGRESO ANTROPOLOGICO EN LOS ESTADOS UNIDOS: 165 ... escritos para ensenar mds qw para deslumbrar, qw es lo que los cient(ficos verdaderos se distinguen de los de ajici6n, y los sabios de los pedantes ... 2 de a¡osto 1888. lA Naci6n, Buenos Aires. Vol XI, pag 475 481.

16

ASAMBLEA ANUAL DE LA •sOCIEDAD PARA EL ADELANTO DE LAS CIENCIAS": 172 .. . la ensellaru.a direaa y cientfjica en las escuelas públicas, por donde ha d~ salir el hombre nuevo ... destreza de la mano que le dard fe en sf, .. . cardcter y orden para aquello a que se dedique ... ajicidn en vez de desdln a las industrias ... Morsedijo ... dond~ Darwin puso la ciencia ya nadie la quita ... pero como a la mallana siguiente del discurso de Morse fuese domingo •.. unos ... otros ... desconocen aquella relación del alma al cuerpo ... 1887. El Partido Liberal, México. Vol XI, pag 271-278.

ESCENAS NORTEAMERICANAS: 171 Tortura la ciencia y pone al alma en el anhelo y fatiga de hallar la unidad

esencial ... ¡Tal parece que la IUJiuraleza, luego que los atrae a sus brazos. transtorna a sus amantes! Nueva York, 14 de febrero de 1887. México 5 de marzo de 1887. El Partido Liberal, Vol XI, pag 163-168.

ESCENAS NORTEAMERICANAS: 184 ¿Qué acrece este enorme caudal de egofsmo? 14 noviembre de 1886. La Nación, Buenos Aires. Vol XI, pag. 79-86.

(LA EDUCACIÓN CONFORME A LA VIDA ••• ]

24 de Abril 1885. Vol X, pag 235-237.

1884 La América, New York.

A LOS LECTORES DE LA AMERICA: Ambicionar es,· pero 1UJil4 tMnos que eso es lo que se necesita. Enero, Vol VIII, pag 265-269.

193

199

REFORMA ESENCIAL EN EL PROGRAMA DE LAS UNIVERSIDADES AMERICANAS.- ESTUDIO DE LAS LENGUAS VIVAS.- GRADUAL DESENTENDIMIENTO DEL ESTUDIO DE LAS LENGUAS MUERTAS: ... cuando habla reyes favorecedores, con ser hongo de antesala 203 y saludador del favorito, ya se hacia carrera; Enero, Vol Vlll, pag 427-430.

17

LAS LEYES DE LA HERENCIA: 207 ¿D6nde empieza la vida? ¿De que talleres salimos nosotros, los seres complicados y maravillosos? ¿ ~mo de hueve cilios, en apariencia iguales, se van desenvolviendo condiciones perfectamente peculiares y distintas, que de un lado hacen el pez voraz y de otro el ave sensible, el bruto servicial, el hombre creador? ¿ ~mo se transmite de un ser a otro la existencia? ¿En qué porción la transmite cada uno de los seres que contribuyen a producir al ser nuevo? ¡~mo se heredan las particularidades de la especie, de la raza, de la familia misma, de manera que de un simple huevo ignorado va surgiendo el poder necesario para crear una criatura definida y perfecta, con todas las condiciones de su especie, y los caracteres particulares, los h4bitos, los instintos, los defectos, las mantas mismas de sus padres? ... Poner la ciencia en lengua diaria: he ah( un gran bien que pocos hacen. Enero, Vol XIII, pag 425-427.

TRABAJO MANUAL EN LAS ESCUELAS: 209 El hombre crece con el trabajo que sale de sus manos. De textos secos, y meramente lineales, no nacen, no, las frutas de la vida. Febrero, Vol VIII, pag 285-288.

PIEDRAS, POLLOS Y NIÑOS .-PROGRESOS DE LA CIENCIA.-PETROGRAFIA.- LA INCUBADORA DE NIÑOS: 212 es una en formas- sin cuento la materia ... Febrero, Vol VIII, pag 432-436.

HOMBRE ANTIGUO DE AMÉRICA Y SUS ARTES PRIMITIVAS: 217 el hombre s6lo ama verdaderamente, o ama preferentemente, lo que crea ... pueblos eran que no imaginaron como los hebreos a la mujer hecha de un hueso y al hombre hecho de lodo; ¡sino a ambos nacidos a un tiempo de la semilla de la palma! Abril, Vol VIII, pag 332-335.

CANSANCIO DEL CEREBRO: 221 Todo empuja, precipita, exaspera, exacerba, arrastra. Se tiene miedo de quedarse atrds. Se quiere ir, por arrogancia humana y por tener segura la subsistencia, al nivel de todo lo que se ve. Todo es ferrocarril, teléfono, telégrafo. La actividad es tremenda, el sueflo inquieto, el ansia permanente. Las fuerzas no se reparan en el grado en que se pierden ... Abril, Vol XIII, pag 427-428.

18

LIBROS NUEVOS "CONCEPTOS Y TEORÍAS DE LA FISICA MODERNA: 223 los cient(ficos de hoy no estdn de ningún modo emancipados todavla de la influencia metaftsica... El qw sabe mds de la 11/Jluraleza del esplritu humano, ése sabe mds, aunque en detalle anlllice y sepa menos de todo lo que el esplrltu humano ha elaborado: religiones, historia, legislaci6n, poesla . . . . para dar lugar a que una verdad se haga paso entre los hombres es necesario verla con más tiempo de anticipaci6n del que puede esperar una vida de hombre a hacerla posible ... Abril, Vol XIII, pag 440-445.

MAESTROS AMBULANTES: 229 ... ese agrandamiento incesante de la mente puesta a pensar ...

. . .. quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantlsimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas. No enviarlamos pedagogos por los campos, sino conversadores. Mayo, Vol VID, pag 288-292.

INVENCIONES RECIENTES.- QUINIENTAS PATENTES NUEVAS: Aplicación para nuestros talentos. es lo único que 233 necesitamos en Hispanoal'llirica: esto es, necesitamos levantar nuestros paises a la altura de los hombres que viven en ellos. En América, pues, no hay más que repartir bien las tierras, educar a los Indios donde los haya, abrir caminos por lQI conwrcas fértiles, sembrar mucho en sus cercanlas, substituir la instrucción elemental/iterarla im1til. y liase bien lo que decimos altamente: la Instrucción elemental literaria inlÍIH,.- con la instrucción elemental cient(fica.- y esperar a ver crecer los pueblos. Mayo, Vol VIII, pag 438-440.

LA PROXIMA EXPOSICION DE NEW ORLEANS: 235 Se estd cometiendo en el sistenw de educación en la lfmérica Latina un error gravtsimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusiWlltlente a los hombres para la vida urbana, y no se les prepara para la vida campesina. Mayo, Vol Vlll, pag 368-371.

LA EXHIBICION SANITARIA: No se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos. Mayo, Vol VIII, pag 436-438.

238

19

REUNION PROXIMA DE LA BRITISH ASSOCIATION: 240 • • • y como en nuestros pafses latinos, que abundan tanto en gente ilustre desconocida que en lugar y atmtJsfera apropiadas brillarfan con luz. poderoslsima ... Junio, Vol VIII, pag 340-341.

HONDURAS TIENE Y A SU ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS: 241 Quién quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear. Y quien crea, se respeta y se ve como una fuena de la Naturaleza, a la que atentar o privar de su albedrto fuera illcito. Junio, Vol VIII, pag 15-16.

UNA DISTRIBUCION DE DIPLOMAS EN UN COLEGIO DE LOS ESTADOS UNIDOS: 243 En los colegios no se abre apenas el libro que en ellos debiera estar siempre abieno: el de la vida. Junio, Vol VIII, pag 440-445.

EL CARBON.- SU IMPORTANCIA Y SU OBRA: 249 Siglo de ferrocarriles, de electricidad y de maquinaria es el nuestro, y de todo eso es altnll el calor, para producir el cual necesitamos el carbtJn . .. lo que soldtJ los eslabones de esa cadena y la hizo firme y segura juntando los mU restos del esjueno humano, regados como granos de oro, en el regazo inmenso de los siglos. Noviembre, Vol VIII, pag 447-450.

1883 La América. New York

EXPOSICION ELECTRICIDAD: 255 No se puede predecir ctJmo progresard el hombre, sin conocer c6mo ha progresado ... esta ansia de saber, a veces coronada, que consume y engra1Ulece a los hombres de ahora, consumid y engrandeci6 y soli6 coronar a los de anta/lo. La ciencia vino después de la libenad, que es madre de todo . . . . curioslsimo va ser el depanamento de aplicaciones de electricidad a las cosas de la casa ... Marzo, Vol VIII, pag 347-349.

20

LA AMERICA GRANDE: 258 La agricultura es la álca fuente constante, clena y enteramente pura de la rlqWVJ. Agosto, Vol vm, pag 297-298.

A APRENDER EN LAS HACIENDAS: 259 ... ni la mera introducci61l tü ellos en tie"as 110 preparadas para recibirlos y hacerlos IJtUes, basr. a cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos. Hay que venir a aprender esto donde estd en pleno ejercicio y curso prdctico. Agosto, Vol vm, pag 273-277.

ABONO.- LA SANGRE ES UN BUEN ABONO: 261 •.• . preparar bien ohorrtJ tiempo ... lo que falttJ no es ansia de aprender en los disclpulos: lo ~falla es un cuerpo tü maestros capaces de ensefklr los elementos siquiertJ de ltU ciencias indispensables en este mundo nuevo ... Agosto, Vol Vlll, pag 298-300.

MEXICO SIEMBRA SU VALLE: 264 Sucede a los pueblos como a los hombres: son locanumte pr6digos en la juventud de las fuerzas CIIJO Wllor no entienden y por cuya reparaci6n suspiran en la madurez. Agosto, Vol VIII, pag 3()()-302.

CONGRESO FORESTAL: 266 ••• es ilWtil seflalar el mol, lo cual es tareafdcU que a todos se alcanza, si no se da aparejado el remedio, lo cual ya no se a/canz.a a tantos ... Septiembre, Vol vm, pag 302-304.

PLANTACION DE LA VID: ... entendemos sin dificultad este culto pagado a las generosas uvas .•. Septiembre, Vol Vlll, pag 304.

268

EXPOSICION DE MATERIAL DE FERROCARRILES DE CHICAGO: Ese es el hiJmbre moderno: de pie junlo a las ruedas tü 269 trabajo, mira serellllltlente a lo futuro. Y estudia la vida, y analiza sus elementos. Hasta que los obreros no sean hombres cultos no serdnfelices ... Septiembre, Vol VDI, pag 352-357.

EDUCACION CIENTIFICA: 275 Que se trueque de escoldstico en cient(ftco el esplritu de la investigaci6n ..• A las

21

aves alas; a los peces aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza: esas son sus alas. Que la enselfanza cient(fica vaya, como la sabfa en los drboles, de la rafz al tope de la educación pública. Septiembre, Vol VIII, pag 277-278.

ESCUELA DE MECANICA: 277 El espectáculo de lo grande templa el espfritu para la produccitJn de lo grande . ... quiere que el trabajo sea para ellos, no una carga, sino una naturaleza: que el dfa que no trabajen se sientan solos, descontentos y como culpables. Septiembre, Vol VIII, pag 279-281.

EXPOSICION DE LOUISVILLE: ... mientras no sepan lo que tenemos, no podrdn ir a pedirnos/o ... Octubre, Vol VIII, pag 360-362.

280

PROLOGO A "cuentos de hoy y de mañana": 282 Estos son tiempos de ira y e.xtravio ... ... la ignorancia de las clas('S que tü,nen de su lado /ajusticia ... Octubre, Vol V, pag 101-111.

ESCUELA DE ELECTRICIDAD: 293 Al mundo nuevo corresponde la Universidad nueva. Noviembre, Vol VIII, pag 281-284.

ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS: Que cada hombre aprenda a hacer algo de lo que necesiten los dem4s. Noviembre, Vol VIII, pag 284.

UNA INDICACION DE LA AMERICA:

296

297 -¡Cuánto ingenioso invento, cuánta preparación útil, cudnta mejora mecdnica, cuanto mérito artistico, cudnta teoria brillante, quedan desconocidos, y mueren como si no hubieran existido nunca, en nuestras tierras de América ..• Noviembre, Vol VIII, pag 362-364.

LIBROS AMERICANOS: 300 Un libro, aunque sea de mente ajena, parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo .... ¿quién dice que la poesla ya se lul acabado? ....... como del de estas lineas a veces, dicen cosas exJrallo.s los cajistas ... Noviembre, Vol XIII, pag 419-425.

22

BOTES DE PAPEL: 306 Asegúrese a cada hombre el ejercicio de si propio.

Noviembre, Vol VIII, pag 419-421.

1882-1880

EL POEMA DEL NIAGARA: 311 el valor de acometer ... ¡Mds, cu4nto trabajo cuesta hallarse a si mismo! ... El primer trabajo del hombres es reconquistarse ... Este trabajo se publicó como prólogo al poema del Niágara de Juan Antonio Pérez Bonalde, en New York, en 1982. Vol VIII, pag 221-238. y/o tomo VII pag 223-238.

DARWIN HA MUERTO: 327 lo crearon nuestros bosques suntuosos... el puma fiero, que es el león de América, que se pasea del Ecuador fogoso a la patagonia húmeda, y que no gime cuando se siente herido; bravo león de A.mérica! ... Saben amar y agradecer, que es saber bastante . ... M dia sin labor ni labor sin .fruto ... Julio 1882. La Opinión Nacional, Caracas. Vol XV, pag 369-380.

[PASTEUR]: 337 Tal van los tiempos y tantas maravillas estdn haciendo en ellos los hombres que ... Todo o casi todo, se sabe ya de la luz. de la tierra ¡y quién sabe algo nuevo de la luz. del alma? ... Nadie ha hecho mds que Pasteur por sacar de la ciencia recursos para aliviar los dolores de los hombres ... el hombre quiere saber lo que nadie ha de decirle: ¡la esencia de la .{uen.al Junio 1882. La Opinión NacioMl, Caracas. Vol XXIII, pag 309-317.

~EY]: 347 ... creen que para ser hombre culto no es necesario estudiar mds que bellas letras, y no bellas letras modernas ... Mayo 1882. La Opinión NacioMl, Caracas. Vol XXIII, pag 301-302.

SECCION CONSTANTE: 349 Un esjuen.o mds de contracción y laboriosidad nos importa el hablar a nuestros benlvolos lectores incesantemente, de historia, letras, biograjlas, curiosidades y ciencias; pero nada importa que quitemos a los breves momentos que nuestras tareas dejan al reposo del cuerpo fatigado, una hora mds de trabajo, si la Sección Constante llena cumplidamente el objeto que nos proponemos: ser gratos

23

a nuestros leales amigos y favorecedores sin alardes jactanciosos y pedantescos impropios de nuestra moderaci6n, sencillez y humildad. Noviembre y diciembre 1881. La Opini6n Nacional, Caracas. Vol XXIII.

CECILIO ACOSTA: 377 Trabajo en hacer hombres •.• Era de esos que son ... resúmenes del universo en que se agitan ... la vida es obra .. •.los medios de ilustraci6n no deben amontonarse en las nubes, sino bajar, como la lluvia a humedecer todos los campos· ... mirar de frente, y con ojos propios, en la naturaleza, que todo lo ensena; ... no le hacia siervo, sino duelfo ... anuncl61afuenapor la virtud y la redenci6n por el trabajo. 15 de julio de 1881. Revista Venezolana, Caracas. Vol VIII, pag 151-164.

Carta a FAUSTO TEODORO DE ALDREY: De América soy hijo: a ella me debo ... 27 de julio de 1881. Caracas. Vol VII, pág 267-268.

EDUCACION POPULAR: Juicios Vol XIX, pag 375-376.

1877-1875

Carta a DN. V ALERO PUJOL:

387

389

393 ¡desventurado el que no sabe agradecer! ... son flojas las batallas de la lengua ... Un hombre nace para vencer, no para halagar ... estudiar sus fuenas y revelarse ... es un hombre honrado .. 27 de noviembre de 1887. Vol VII, pag 109-112.

GRAVES CUESTIONES.- INDIFERENCIA CULPABLE.­AGRICULTURA, INDUSTRIA, COMERCIO Y MINERIA.­ECONOMIA PROPIA: 397 ... general incuria del pals ... nadie estd mds cerca de lo servil que el que tiene la costumbre de ser duello .. . 14 de agosto de 1875. Revista Universal, México. Vol VII, pag 309-312.

24

LA SOCIEDAD DE HISTORIA NATURAL.- FIESTA SOLEMNE.- LA MEMORIA DE BARCENA.- EL SEÑOR JIMENEZ.- LA PLANTA DE QUINA: 401 . ... sobre esta indiferencia triste con que ... se miran los adelantos y trabajos de la ciencia... alll se congregaban los que oscura y meritoriamente labran la buena fama de la patria ... 31 de julio de 1875. Revista Universal. México. Vol VI, pag 285-289. Edición crítica pag. 145-150.

RUMORES FALSOS.- INTERESES CONSERVADORES.­MOVIMIENTO EN CHIAPAS.- EL GENERAL DIAZ.- EL OPUSCULO DEL SR. BARCENA.- CIENCIA PREHISTORIA: 408 ... sobradlsima razdn para dudar ... La educacidn tiene en estas tierras un trabajo mayor ... la patria estarla más orgullosa con los hijos que la honran que con los que la ensangrientan ... 2 de julio de 1875. Revista Universal. México. Vol VI, pag 255-257. Edición crítica pag. 98-103.

1974-1994

EL OTRO MARTI, EL DE LA CIENCIAS:

Algunas ideas de Martl y la pedagogla revolucionaria de hoy. 417 Reinaldo Acosta 1974. Anuario Martiano Vol5 . La Habana.

Ideas de Manl acerca de la economfa y el desarrollo en el caso de México. 425 Salvador Morales 1984. En •Ideología y luchas revolucionarias de José Martí". Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. pag. 62-77

La ciencia y la técnica en La edad de oro. 435 Mariana Sena García 1990. Universidad de la Habana No. 237 pag.l85-205.

25 \

El otro Martl, la pasión de las ciencias. Alexis Schlachter 1994. Bohemia. 4 de febrero.

Libertad, ciencia y poesia en el proyecto de José MartE. Osmar Sánchez.

459

465

Economla, desarrollo y medio ambiente a través de la visión martiana de la ciencia. Apuntes para un estudio. 475 Josefina Toledo.

El carácter pedagógico de la divulgación cient(fico técnica en José Martl. Josefina Toledo. 491

Nota: En todos los casos Vol y pag se refiere al volúmen y páginas en que se encuentran los textos correspondientes en las Obras Completas de José Martí. La Habana, Editorial Nacional de Cuba 1963-1975.

26

1895-1892

... . las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos ...

CARTA A MANUEL MERCADO

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895

Sr. Manuel Mercado

Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir; ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fm.

Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos-como ese de Ud. y núo,-más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y lvs españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia,-les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.

Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas:-y mi honda es la de David. Ahora mismo, pocos días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, que me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante,-la masa mestiza, hábil y conmovedora,

29

del país-la masa inteligente y creadora de blancos y de negros. Y de más me habla el corresponsal del Herald, Eugenio Bryson-de

un sindicato yanqui-que no será con garantía de las aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos españoles, para que quede asidero a los del Norte;-incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra de gobierno. Y de más me habló Bryson, -aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la Revolución, -el desorden, desgano y mala paga del ejército novicio español, -y la incapacidad de España para allegar en Cuba o afuera los recursos contra la guerra, que en la vez anterior sólo sacó de Cuba,-Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender éste que sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos. -Y aun me habló Bryson más: de un conocido nuestro y de lo que en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, para cuando el actual Presidente desaparezca, a la Presidencia de México.

Por acá yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas, a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aun contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana.

Y México, ¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará,- o yo se lo hallaré.-Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quién la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pero estas cosas son siempre obra de relación, momento y acomodos. Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle;-alzamos gente a nuestro paso;-siento en la benevolencia de las

30

almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto, que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delagados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana,-la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantienen en la guerra a los revolucionarios. Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.

Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que solo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se le vea, mejor lo conoce y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Ud. lo enorgullece.

Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto que le dimos, de toda nuestra alma, y callado él! ¡Qué engaño es éste y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que.llena al día!

Hay afectos de tan delicada honestidad1,

1Es de suponer que esti carta la interrumpió Martí para continuarla luego, pero no llegó a terminarla.

31

A MARIA MANTILLA

A mi María

Y mi hijita ¿qué hace, allá en el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del mundo, en saber, en querer,- en saber, para poder querer,-querer con la voluntad, y querer con el cariño? ¿Se sienta, amorosa, junto a su madre triste? ¿Se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores. -a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas,-esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse, -llaman en el m un do "amor". Es grande, amor: pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no la ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto. ¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mi?

Aquí estoy, en Cabo Haitiano; cuando no debía estar aquí. Creí no tener modo de escribirle en mucho tiempo, y te estoy escribiendo. Hoy vuelvo a viajar, y te estoy otra vez diciendo adiós. Cuando alguien me es bueno, y bueno a Cuba, le enseño tu retrato. Mi anhelo es que vivan muy juntas su madre y ustedes, y que pases por la vida pura y buena. Espérame, mientras sepas que yo viva. Conocerás el mundo, antes de darte a él. Elévate, pensando y trabajando. ¿Quieres ver como pienso en ti, en ti y en Carmita? Todo me es razón de hablar de ti, el piano que oigo, el libro que veo, el periódico que llega. Aquí te mando en una hoja verde, el anuncio del periódico francés a que te suscribió Dellundé. El Harper's Young People no lo leíste, pero no era culpa tuya, sino del periódico, que traía cosas muy inventadas, que no se sienten ni se ven, y más palabras de las precisas. Este Petit fra~ais es claro y útil. Léelo, y luego enseñarás. Enseñar, es crecer.- Y por el correo te mando dos libros, y con ellos una tarea, que harás, si me quieres; y no harás si no me quieres.- Así, cuando esté en pena, sentiré como una mano en el

33

hombro, o como un cariño en la frente, o como las sonrisas con que me entendías y consolabas;- y será que estás trabajando en la tarea, pensando en mi.

Un libro es L ~Histoire Générale, un libro muy corto, donde está muy bien contada, y en lenguaje fácil y limpio, toda la historia del mundo, desde los tiempos más viejos, hasta lo que piensan e inventan hoy los hombres. Son 180 sus páginas: yo quiero que tú traduzcas en invierno o en verano, una página por día; pero traducida de modo que la entiendas, y de que la puedan entender los demás, porque mi deseo es que este libro de historia quede puesto por ti en buen español, de manera que se pueda imprimir, como libro de vender, a la vez que te sirva, a Carmita y a ti, para entender, entero y corto el movimiento del mundo, y poderlo enseñar. Tendras, pues, que traducir, el texto todo, con el resumen que va al fin de cada capítulo, y las preguntas que están al pie de cada página; pero como éstas son para ayudar al que lee a recordar lo que ha leído; y ayudar al maestro a preguntar, tú las traducirás de modo que al pie de cada página escrita sólo vayan las preguntas que corresponden a esa página. El resumen lo traduces al acabar cada capítulo.-La traducción ha de ser natural, para que parezca como si el libro hubiese sido escrito en la lengua a que lo traduces,-que en eso se conocen las buenas traducciones. En francés hay muchas palabras que no son necesarias en español. Se dice,- tú sabes-il est, cuando no hay él ningún, sino para acompañar a es porque en francés el verbo no va solo: y en español, la repetición de esas palabras de persona,-del yo y él y nosotros y ellos.- delante del verbo, ni es necesaria ni es graciosa. Es bueno que al mismo tiempo que traduzcas,- aunque no por supuesto a la misma hora.- leas un libro escrito en castellano útil y sencillo, para que tengas en el oído y en el pensamiento la lengua en que escribes. Yo no recuerdo, entre los que tú puedes tener a mano, ningún libro escrito en este español simple y puro. Yo quise escribir así en La Edad de Oro: para que los niños me entendiesen, y el lenguaje tuviera sentido y música. Tal vez debas leer, mientras estés traduciendo, La Edad de Oro.- El francés de L 'Histoire Générale es conciso y directo, como yo quiero que sea el castellano de tu traducción; de modo que debes imitarlo al traducir, y procurar usar sus mismas palabras, excepto cuando el modo de decir francés, cuando la frase francesa, sea diferente en castellano.-Tengo, por ejemplo, en la página 19, en el párrafo n° 6, esta frase delante de mí: •Les Grecs ont les premiers cherché á se rendre compte des choses du monde• .- Por supuesto que no puedo traducir la frase así, palabra por palabra:-•Los Griegos han los primeros buscado a darse cuenta de las

34

cosas del mundo, • -porque eso no tiene sentido en español. Yo traduciría: •Los griegos fueron los primeros que trataron de entender las cosas del mundo. • Si digo: •1..os griegos han tratado los primeros", diré mal, porque no es español eso. Si sigo diciendo: •de darse cuenta•, digo mal también, porque eso tampoco es español. Ve, pues, el cuidado con que hay que traducir, para que la traducción pueda entenderse y resulte elegante, -y para que el libro no quede, como tantos libros traducidos, en la misma lengua extraña en que estaba.- Y el libro te entretendrá, sobre todo cuando llegues a los tiempos en que vivieron los personajes de que hablan los versos y las óperas. Es imposible entender una ópera bien,- o la romanza de Hildegonda, por ejemplo,- si no se conocen los sucesos de la historia que la ópera cuenta, y si no se sabe quién es Hildegonda, y dónde y cuándo vivió, y qué hizo.- Tu música no es así, mi María; sino la música que entiende y siente- Estudia, mi María;-trabaja.-y espérame.

Y cuando tengas bien traducida •L' Histoire Générale •, en letra clara, a renglones iguales y páginas de buen margen, nobles y limpias, ¿cómo no habrá quien imprima;-y venda para ti, venda para tu casa. -este texto claro y completo de la historia del hombre, mejor, y más atractivo y ameno, que todos los libros de enseñar historia que hay en castellano? La página al día, pues: mi hijita querida. Aprende de mi. Tengo la vida a un lado de la mesa, y la muerte a otro, y un pueblo a las espaldas:- y ve cuántas páginas te escribo.

El otro libro es para leer y enseñar: es un libro de 300 páginas, ayudado de dibujos, en que está, María mía, lo mejor- y todo lo cierto-de lo que se sabe de la naturaleza ahora. Ya tú leíste, o Cannita, leyó antes que tú, las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más corto, más alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como que se lo ve. Lee el último capítulo. La Physiologie Végétale, -la vida de las plantas, y verás qué historia tan poética y tan interesante. Yo la leo, y la vuelvo a leer, y siempre me parece nueva. Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y dicen

35

en lengua forzada falsos sentmuentos o sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los que sintieron de verdad. Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas- y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día. Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido.- la grande y verdadera,-está en la alttvez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena y quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor. -Y esa naturalidad, y verdadero modo de vivir, con piedad para los vanos y pomposos, se aprende con encanto en la historia de las criaturas de la tierra.-Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert: a los dos o tres meses, vuelvan a leerlo; léanlo otra vez, y ténganlo cerca siempre, para una página u otra, en las horas perdidas. Así sí serán maestras, contando esos cuentos verdaderos a sus discípulas, en vez de tanto quebrado y tanto décimal, y tanto nombre inútil de cabo y de río, que se ha de enseñar sobre el mapa como de casualidad, para ir a buscar el país de que se cuenta el cuento, o-donde vivió el hombre de que habla la historia.-Y cuentas, pocas, sobre la pizarra, y no todos los días. Que las discípulas amen la escuela, y aprendan en ella cosas agradables y útiles.

Porque ya yo las veo este invierno, a ti y a Carmita, sentadas en su

36

escuela, de 9 a 1 del día, trabajando las dos a la vez, si las niñas son de edades desiguales, y hay que hacer dos grupos, o trabajando una después de otra, con una clase igual para todas. Tu podrías enseñar piano y lectura, y español tal vez, después de leerlo un poco más;- y Carmita una clase nueva de deletreo y composición a la vez, que sería la clase de gramática, enseñada toda en las pizarras, al dictado, y luego escribiendo lo dictado en el pizarrón, vigilando porque las niñas corrijan sus errores.-y una clase de geografía, que fuese más geografía física que de nombres, enseñando como está hecha la tierra, y lo que alrededor la ayuda a ser, y de la otra geografía, las grandes divisiones, y esas bien, sin mucha menudencia, ni demasiados detalles yankees,- y una clase de ciencias, que sería una conversación de Carmita, como un cuento de veras, en el orden en que está el libro de Paul Bert, si puede entenderlo bien ya, y si no, en el que mejor pueda idear, con lo que sabe de las cartillas, y la ayuda de lo que en Paul Bert entienda, y astronomía. Para esa clase le ayudarían mucho un libro de Arabella Buckley, que se llama ·~ Fairy-Lmul of Science", y los libros de John Lubbock, y sobre todo dos, "Fruits, Flowers and Leaves" y •Ants, Bees and Wasps•. Imagínate a Carmita contando a las niñas las amistades de las abejas y las flores, y las coqueterías de la flor con la abeja, y la inteligencia de las hojas, que duermen y quieren y se defienden, y las visitas y los viajes de las estrellas, y las casas de las hormigas. Libros pocos, y continuo hablar,­Para historia, tal vez sean aún muy nuevas las niñas. Y el viernes, una clase de muñecas,---de cortar y coser trajes para muñecas, y repaso de música, y clase larga de escritura, y una clase de dibujo.-Principien con dos, con tres, con cuatro niñas. Las demás vendrán. En cuanto sepan de esa escuela alegre y útil, y en inglés, los que tengan en otra escuela hijos, se los mandan allí: y si son de nuestra gente, les enseñan para más halago, en una clase de lectura explicada- explicando el sentido de las palabras-el español: no más gramática que esa: la gramática la va descubriendo el niño en lo que lee y oye, y esa es la única que le sirve.­¿Y si tú te esforzaras, y pudieras enseñar francés como te lo enseñé yo a ti, traduciendo de libros naturales y agradables?- Si yo estuviera donde tú no me pudieras ver, o donde ya fuera imposible la welta, sería orgullo grande el mío, y alegría grande, si te viera desde allí, sentada, con tu cabecita de luz, entre las niñas que irían así saliendo de tu alma,-sentada, libre del mundo, en el trabajo independiente. Ensáyense en verano: empiecen en invierno. Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo. Que cuando mires

37

dentro de ti, y de lo que haces, te encuentres como la tierra por la mañana, bañada de luz. Siéntete limpia y ligera, como la luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe, y pasa. Y si no me vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de Frank Sorzano: pon un libro, -el libro que te pido,-sobre la sepultura. O sobre tu pecho, porque ahí estaré enterrado yo si muero donde no lo sepan los hombres.-Trabaja. Un beso. Y espérame.

Tu

José Martí.

Cabo Haitiano. 9 de abril, 1895

38

EL MANIFIESTO DE MONTECRISTI1

EL PARTIDO REVOLUCIONARIO CUBANO A CUBA

La revolución de independencia, iniciada en Y ara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, en virtud del orden y acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la Isla, y de la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo; y los representantes electos de la revolución que hoy se confirma, reconocen y acatan su deber,-sin usurpar el acento y las declaraciones sólo propias de la majestad de la república constituida-, de repetir ante la patria, que no se ha de ensangrentar sin razón, ni sin justa esperanza de triunfo los propósitos precisos, hijos del juicio y ajenos a la venganza, con que se ha compuesto, y llegará a su victoria racional, la guerra inextinguible que hoy lleva a los combates, en conmovedora y prudente democracia, los elementos todos de la sociedad de Cuba.

La guerra no es, en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro, sin causas bastante profundas para sobreponerse a las cobardías humanas y a sus varios disfraces, y sin determinación tan respetable-por ir firmada por la muerte-que debe imponer silencio a aquellos cubanos menos venturosos que no se sienten poseídos de igual fe en las capacidades de su pueblo ni de valor igual con que emanciparlo de su servidumbre.

La guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, que sólo tendrían derecho a demorar o condenar los que mostrasen la virtud y el propósito de conducirla a otra más viable y segura, y que no debe en verdad apetecer un pueblo que no la pueda sustentar; sino el producto disciplinado de la resolución de hombres enteros que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra

1Este clocumeato es conocido como Mllllijiesto de Montecristi por el lugar de la Repdblica Dominicaaa donde fue redactado y firmado.

39

vez los peligros que conocen, y de la congregación cordial de los cubanos de más diverso origen, convencidos de que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto abatimiento las virtudes necesarias para mantenerla.

La guerra no es contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad que sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino. Ni del desorden, ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba, será cuna la guerra; ni de la tiranía.- Los que la fomentaron, y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella ante la patria su limpieza de todo odio,- su indulgencia fraternal para con los cubanos tímidos o equivocados, su radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y cimiento de la república.- su certidumbre de la aptitud de la guerra para ordenarse de modo que contenga la redención que la inspira, la relación en que un pueblo debe vivir con los demás, y la realidad que la guerra es, -y su terminante voluntad de respetar, y hacer que se respete, al español neutral y honrado, en la guerra y después de ella, y de ser piadoso con el arrepentimiento, e inflexible sólo con el vicio, el crimen y la inhumanidad.- En la guerra que se ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del júbilo que pudiera embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos.

Éntre2 Cuba en la guerra con la plena seguridad, inaceptable sólo a los cubanos sedentarios y parciales, de la competencia de sus hijos para obtener el triunfo, por la energía de la revolución pensandora y magnánima, y de la capacidad de los cubanos, cultivada en diez años primeros de fusión sublime, y en las prácticas modernas del gobierno y el trabajo, para salvar la patria desde su raíz de los desacomodos y tanteos, necesarios al principio del siglo, sin comunicaciones y sin preparación en las repúblicas feudales o teóricas de HispanoAmérica. Punible ignorancia o alevosía fuera desconocer las causas a menudo gloriosas y ya generalmente redimidas, de los trastornos americanos, venidos del error de ajustar a moldes extranjeros; de dogma incierto o mera relación a su lugar de origen, la realidad ingenua de los países que conocían sólo de las libertades el ansia que las conquista, y la soberanía que se gana por pelear por ellas. La concentración de la cultura meramente literaria en las capitales; el erróneo apego de las repúblicas a

2 Martí pone una nota al margen que dice; •a1 cajista: acento en la é: É•

40

las costumbres señoriales de la colonia; la creación de caudillos rivales consiguiente al trato receloso e imperfecto de las comarcas apartadas; la condición rudimentaria de la única industria, agrícola o ganadera; y el abandono y desdén de la fecunda raza indígena en las disputas de credo o localidad que esas causas de los transtomos en los pueblos de América mantenían, -no son, de ningún modo los problemas de la sociedad cubana. Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor celoso de su derecho y del ajeno; o de cultura mucho mayor, en lo más humilde de él, que las masas llaneras o indias con que, a la voz de los héroes primados de la emancipación, se mudaron de hatos en naciones las silenciosas colonias de América; y en el crucero del mundo, al servicio de la guerra, y a la fundación de la nacionalidad le vienen a Cuba, del trabajo creador y conservador en los pueblos más hábiles del orbe, y del propio esfuerzo en la persecución y miseria del país, los hijos lúcidos, magnates o siervos, que de la época primera de acomodo, ya vencida, entre los componentes heterogéneos de la nación cubana, salieron a preparar, o en -la misma Isla continuaron preparando, con su propio perfeccionamiento, el de la nacionalidad a que concurren hoy con la firmeza de sus personas laboriosas, y el seguro de su educación republicana. El civismo de sus guerreros; el cultivo y benignidad de sus artesanos; el empleo real y moderno de un número vasto de sus inteligencias y riquezas; la peculiar moderación del campesino sazonado en el destierro y en la guerra; el trato íntimo y diario, y rápida e inevitable unificación de las diversas secciones del país; la admiración recíproca de las virtudes iguales entre los cubanos que de las diferencias de la esclavitud pasaron a la hermandad del sacrificio; y la benevolencia y aptitud crecientes del liberto, superiores a los raros ejemplos de su desvío o encono,-aseguran a Cuba, sin ilícita ilusión, un porvenir en que las condiciones de asiento, y del trabajo inmediato de un pueblo feraz en la república justa, excederán a las de disociación y parcialidad provenientes de la pereza o arrogancia que la guerra a veces cría, del rencor ofensivo de una minoría de amos caída de sus privilegios; de la censurable premura con que una minoría aún invisible de libertos descontentos pudiera aspirar, con violación funesta del albedrío y naturaleza humanos, al respecto social que sola y seguramente ha de venirles de la igualdad probada en las virtudes y talentos; y de la súbita desposesión, en gran parte de los pobladores letrados de las ciudades, de la suntuosidad o abundancia relativa que hoy les viene de las gabelas inmorales y fáciles de la colonia, y de los oficios que habrán de desaparecer con la libertad.- Un pueblo libre, en el trabajo abierto a

41

todos, enclavado a las bocas del universo rico e industrial, sustituirá sin obstáculo, y con ventaja, después de una guerra inspirada en la más pura abnegación y mantenida conforme a ella, al pueblo avergonzado donde el bienestar sólo se obtiene a cambio de la complicidad expresa o tácita con la tiranía de los extranjeros menesterosos que los3 desangran y corrompen. No dudan de Cuba, ni de sus aptitudes para obtener y gobernar su independencia, los que en el heroísmo de la muerte y en el de la fundación callada de la patria, ven resplandecer de continuo, en grandes y en pequeños las dotes de concordia y sensatez sólo inadvertibles para los que, fuera del alma real de su país, lo juzgan, en el arrogante concepto de sí propios, sin más poder de rebeldía y creación que el que asoma tímidamente en la servidumbre de sus quehaceres coloniales.

De otro temor quisiera acaso valerse hoy, so pretexto de prudencia, la cobardía: el temor insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra. La revolución, con su carga de mártires, y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar, por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la revolución. Cubanos hay ya en Cuba de uno y otro color, olvidados para siempre -con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se gradúan- del odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el fervor de hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a la raza le naciesen demagogos inmundos, o almas ávidas cuya impaciencia propia azuzase la de su color, o en quienes se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los suyos, -con su agradecimiento y su cordura, y su amor a la patria, con su convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su incapacidad para ellas y, con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la estimación" cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el

3Debe decir: lo

"Falta: de.

42

peligro negro, sin que tuviera que alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe, y lo proclama: la emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensoberbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombros anduvo segura la república a que no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y los que con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar, con inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor.

En los habitantes españoles de Cuba, en vez de la deshonrosa ira de la primera guerra, espera hallar la revolución, que ni lisonjea ni teme, tan afectuosa neutralidad o tan veraz ayuda, que por ellas vendrán a ser la guerra más breve, sus desastres menores, y más fácil y amiga la paz en que han de vivir juntos padres e hijos. Los cubanos empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad. En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombres la libertad que él mismo ansía. Más que saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Éste es el corazón de Cuba, y así será la guerra. ¿Qué enemigos españoles tendrá verdaderamente la revolución? ¿Será el ejército, republicano en mucha parte, que ha aprendido a respetar nuestro valor, como nosotros respetamos el suyo, y más sienten impulsos a veces de unírsenos que de combatimos? ¿Serán los quintos, educados ya en las ideas de humanidad, contrarias a derramar sangre de sus semejantes en provecho de un cetro inútil o una patria codiciosa, los quintos segados en la flor de su juventud para venir a defender, contra un pueblo que los acogería alegre como ciudadanos libres, un trono mal sujeto, sobre la nación vendida por sus guías, con la complicidad de sus privilegios y sus logros? ¿Será la masa, hoy humana y culta, de artesanos y dependientes, a quienes, so protexto de patria, arrastró ayer a la ferocidad y al crimen el interés de los españoles acaudalados que hoy, con lo más de sus fortunas salvas en España, muestran menos celo que aquel con que ensangrentaron la tierra de su riqueza cuando los sorprendió en ella la guerra con toda su fortuna? ¿O sedo los fundadores de familias y de industrias cubanas, fatigados ya del fraude de España y de su desgobierno, y como el cubano

43

vejados y oprimidos, los que; ingratos e imprudentes, sin miramiento por la paz de sus casas y la conservación de una riqueza que el régimen de España amenaza más que la revolución, se revuelvan contra la tierra que de tristes rústicos los ha hecho esposos felices, y dueños de una prole capaz de morir sin odio por asegurar al padre sangriento un suelo libre al fin de la discordia permanente entre el criollo y el peninsular; donde la honrada fortuna pueda mantenerse sin cohecho y desarrollarse sin zozobra, y el hijo no vea entre el beso de sus labios y la mano de su padre la sombra aborrecida del opresor? ¿Qué suerte elegiiin los españoles: la guerra sin tregua, confesa o disimulada, que amenaza y perturba las relaciones siempre inquietas y violentas del país, o la paz definitiva, que jamás se conseguirá en Cuba sino con la independencia? ¿Enconarán y ensangrentarán los españoles arraigados en Cuba la guerra en que puedan quedar vencidos? ¿Ni con qué derecho nos odiarán los españoles, si los cubanos no los odiamos? La revolución emplea sin miedo este lenguaje, porque el decreto de emancipar de una vez a Cuba de la ineptitud y corrupción irremediables del gobierno de España, y abrirla franca para todos los hombres al mundo nuevo, es tan terminante como la voluntad de mirar como a cubanos, sin tibio corazón ni amargas memorias, a los españoles que por su pasión de libertad ayuden a conquistarla en Cuba, y a los que con su respeto a la guerra de hoy rescaten la sangre que en la de ayer manó a sus golpes del pecho de sus hijos.

En las formas que se dé la revolución, conocedora de su desinterés, no hallará sin duda pretexto de reproche la vigilante cobardía, que en los errores formales del país naciente, o en su poca suma visible de república, pudiese procurar razón con que negarle la sangre que le adeuda. No tendrá el patriotismo puro causa de temor por la dignidad y suerte futura de la patria.- La dificultad de las guerras de independencia en América, y las de sus primeras nacionalidades, ha estado, más que en la discordia de sus héroes y en la emulación y recelo inherentes al hombre, en la falta oportuna de forma que a la vez contenga el espíritu de redención que, con apoyo de ímpetus menores, promueve y nutre la guerra,- y las prácticas necesarias a la guerra, y que ésta debe desembarazar y sostener. En la guerra inicial se ha de hallar el país maneras tales de gobierno que a un tiempo satisfagan la inteligencia madura y suspicaz de sus hijos cultos, y las condiciones requeridas para la ayuda y respeto de los demás pueblos,-y permitan -en vez de entrabar- el desarrollo pleno y término rápido de la guerra fatalmente necesaria a la felicidad pública. Desde sus raíces se ha de constituir la

44

patria con formas viables, y de sí propia nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no la conduzca a las parcialidades o a la tiranía.- Sin atentar, con desordenado concepto de su deber, al uso de las facultades íntegras de constitución, con que se ordenen y acomoden, en su responsabilidad peculiar ante el mundo contemporáneo, liberal e impaciente, los elementos expertos y novicios, por igual movidos de ímpetu ejecutivo y pureza ideal, que con nobleza idéntica, y el título inexpugnable de su sangre, se lanzan tras el alma y guía de los primeros héroes, a abrir a la humanidad una república trabajadora; sólo es lícito al Partido Revolucionario Cubano declarar su fe en que la revolución ha de hallar formas que le aseguren, en la unidad y vigor indispensables a una guerra culta, el entusiasmo de los cubanos, la confianza de los españoles y la amistad del mundo. Conocer y fijar la realidad; componer en molde natural, la realidad de las ideas que producen o apagan los hechos, y la de los hechos que nacen de las ideas; ordenar la revolución del decoro, el sacrificio y la cultura queS modo que no quede el decoro de un solo hombre lastimado, ni el sacrificio parezca inútil a un solo cubano, ni la revolución inferior a la cultura del país, no a la extranjeriza y desautorizada cultura que se enajena el respeto de los hombres viriles por la ineficacia de sus resultados y el contraste lastimoso entre la poquedad real y la arrogancia de sus estériles poseedores, sino al profundo conocimiento de la labor del hombre en el rescate y sostén de su dignidad:- ésos son los deberes, y los intentos, de la revolución. Ella se regirá de modo que la guerra pujante y capaz dé pronto casa firme a la nueva república.

La guerra sana y vigorosa desde el nacer con que hoy reanuda Cuba, con todas las ventajas de sus experiencia y la victoria asegurada a las determinaciones finales, el esfuerzo excelso, jamás recordado sin unción, de sus inmarcesibles héroes, no es sólo hoy el piadoso anhelo de dar vida plena al pueblo que, bajo la inmoralidad y ocupación crecientes de un amo inepto, desmigaja o pierde su fuerza superior en la patria sofocada o en los destierros esparcidos. Ni es la guerra el insuficiente prurito de conquistar a Cuba con el sacrificio tentador, la independencia política, que sin derecho pediría a los cubanos su brazo si con ella no fuese la esperanza de crear una patria más a la libertad del pensamiento, la equidad de las costumbres, y la paz del trabajo. La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en

5Falta: de.

45

plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derraman las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo. ¡Apenas podría creerse que con semejantes mártires, y tal porvenir, hubiera cubanos que atasen a Cuba a la monarquía podrida y aldeana de España, y a su miseria inerte y viciosa!- A la revolución cumplirá mañana el deber de explicar de nuevo al país y a las naciones las causas locales, y de idea e interés universal, con que para el adelanto y servicio de la humanidad reanuda el pueblo emancipador de Y ara y de Guáimaro una guerra digna del respeto de sus enemigos y el apoyo de los pueblos, por su rígido concepto del derecho del hombre, y su aborrecimiento de la venganza estéril y la devastación inútil. Hoy, al proclamar desde el umbral de la tierra venerada el espíritu y doctrinas que produjeron y alientan la guerra entera y humanitaria en que se une aún más el pueblo de Cuba, invencible e indivisible, séanos lícito invocar, como guía y ayuda de nuestro pueblo, a los magnánimos fundadores, cuya labor renueva el país agradecido,- y al honor, que ha de impedir a los cubanos herir, de palabra o de obra, a los que mueren por ellos-. Y al declarar así en nombre de la patria, y deponer ante ella y ante su libre facultad de constitución, la obra idéntica de dos generaciones, suscriben juntos la declaración, por la responsabilidad común de su representación, y en muestra de la unidad y solidez de la revolución cubana, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, creado para ordenar y auxiliar la guerra actual, y el General en Jefe electo en él por todos los miembros activos del Ejército Libertador.

José Marti

M. Gómez

Montecristi, 2S de marzo de 1895.

46

EL ALMA DE LA REVOLUCION, Y EL DEBER DE CUBA EN LA AMERICA

Por el voto individual y directo de todos sus miembros entra, con sus funcionarios electos, en su tercer año de labor la empresa, americana por su alcance y espíritu, de fomentar con orden y auxiliar con todos sus elementos reales -por formas que con el desembarazo de la energía ejecutiva combinan la plenitud de la libertad individual- la revolución de Cuba y Puerto Rico para su independencia absoluta. Bello es, en el desorden consiguiente a una larga e infortunada emigración, ver unirse en una obra voluntaria y disciplinada de pensamiento activo a los hombres, de todas condiciones y grados de fortuna, de la guerra y del destierro, de los países lejanos y del Norte triunfante sobre la desidia y desaliento que le vienen del continuo trato con la infelicidad de Cuba; y todos, de Jamaica a Chicago, reiterar a su patria, con su confirmación libre del partido de la independencia la promesa de preparar por ella en el destierro la redención que ella no puede preparar en el miedo, el desmayo y la pasión de su esclavitud. Bello es ver confundirse en el ejercicio de un santo derecho a los elementos diversos de un pueblo del que sus propios hijos, por ignorancia o soberbia, a veces injustamente desconfían; y levantar, ante los corazones caídos, esta prueba de la eficacia del trabajo constante y del trato justiciero en las almas que deja inseguras y torvas la parricida tiranía. Pero sería complacencia vana la de ese espectáculo indudablemente hermoso, y funesta fatiga la de ordenar un entusiasmo ciego y temible, si no fuese raíz y poder del organismo revolucionario el conocimiento sereno de la realidad de la patria, en cuanto tiene de vicio y de virtud, y la disposición sensata a acomodar las formas del pueblo naciente a los estados graduales, y la verdad actual y local, de la libertad que trabaja y triunfa. Bella es la acción unida del Partido Revolucionario Cubano, por la dignidad, jamás lastimada con intrigas ni lisonjas ni súplicas, de los miembros que lo componen y las autoridades que se han dado, -por la equidad de sus propósitos confesos, que no ven la dicha del país en el predomino de una clase sobre otra en un país nuevo, sin el veneno y rebajamiento voluntario que va en la idea de clases, sino en el pleno goce individual de los derechos legítimos del hombre, que sólo pueden mermarse con la desidia o exceso de los que los ejerciten,- y por la oportunidad, ya a punto de perderse, con que las Antillas esclavas acuden a ocupar su puesto de nación en el mundo

47

americano, antes de que el desarrollo desproporcionado de la sección más poderosa de América convierta en teatro de la codicia universal las tierras que pueden ser aún el jardín de sus moradores, y como el fiel del mundo.

A su pueblo se ha de ajustar todo partido público, y no es la política más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con sacrificio propio, los factores diversos u opuestos de un país de modo que, sin indebido favor a la impaciencia de los unos ni negación culpable de la necesidad del orden en las sociedades -sólo seguro con la abundancia del derecho­vivan sin choque, y en libertad de aspirar o de resistir, en la paz continua del derecho reconocido, los elementos varios que en la patria tienen título igual a la representación y la felicidad. Un pueblo no es la voluntad de un hombre solo, por pura que ella sea, ni el empeño pueril de realizar en una agrupación humana el ideal candoroso de un espíritu celeste, ciego graduado de la universidad bamboleante de las nubes. De odio y de amor, y de más odio que amor, están hechos los pueblos; sólo que el amor, como sol que es, todo lo abrasa y funde; y lo que por siglos enteros van la codicia y el privilegio acumulando, de una sacudida lo echa abajo, con su séquito natural de almas oprimidas, la indignación de un alma piadosa. Con esas dos fuerzas; el amor expansivo y el odio represor -cuyas formas públicas son el interés y el privilegio- se van edificando las nacionalidades. La piedad hacia los infortunados, hacia los ignorantes y desposeídos, no puede ir tan lejos que encabece o fomente sus errores. El reconocimiento de las fuerzas sordas y malignas de la sociedad, que con el nombre de orden encubren la rabia de ver erguirse a los que ayer tuvieron a sus pies, no puede ir hasta juntar manos con la soberbia impotente, para provocar la ira segura de la libertad poderosa. Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas, impedidas por la timidez o precipitadas por la ignorancia. Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía, que echar pie a tierra con la patria revuelta, alzando por el cuello a los pecadores, vista el pecado paño o rusia; hay que sacar de lo profundo las virtudes, sin caer en el error, de desconocerlas porque vengan en ropaje humilde, ni de negarlas porque se acompañen de la riqueza y la cultura. El peligro de nuestra sociedad estaría en conceder demasiado al empedernido espíritu colonial, que quedará boceando en las raíces mismas de la república, como si el gobierno de la patria fuese propiedad natural de los que menos sacrifican por servirla, y más cerca están de ofrecerla al extranjero, de comprometer con la entrega de Cuba a un interés hostil y desdeñoso, la independencia de las naciones amencanas: -y otrCJ peligro social pudiera haber en Cuba: adular,

48

cobarde, los rencores y confusiones que en las almas heridas o menesterosas deja la colonia arrogante tras sí, y levantar un poder infame sobre el odio o desprecio de la sociedad democrática naciente a los que, en uso de su sagrada libertad, la desamen o se le opongan. A quien merme un derecho, córtese la mano, bien sea el soberbio quien se lo merme al inculto, bien sea el inculto quien se le merme al soberbio. Pero esa labor será en Cuba menos peligrosa, por la fusión de los factores adversos del país en la guerra saneadora; por la dignidad que en las amistades de la muerte adquirió el liberto ante su señor de ayer; por la peculiar levadura social que, aparte de la obra natural del país, llevarán a la república las masas de campesinos y esclavos emigrados, que, a mano con doctores y ricos de otros días y próceres de la revolución, han vivido, tras veinticinco años de trabajar y de leer, y de hablar y oír hablar, como en ejercicio continuo y consciente de la capacidad del hombre en la república. Y mientras una porción reacia e ineficaz, la porción menos eficaz, del señorío cubano antiguo, se acorrala, injusta y repulsiva, contra este pueblo nuevo de cultura y de virtud, de mentes libres y manos creadoras, otra porción del señorío cubano, mucho más poderosa que aquélla, ha vivido dentro de la masa revuelta, ha conocido y guiado su capacidad, ha trabajado mano a mano con ella, se ha hecho amar de la masa, y es amado: ¡y hoy rodaría por tierra, mente a mente, mucho menguado leguleyo que le negase la palabra superior a mucho hijo de esta alma-madre del trabajo y la naturaleza! En Cuba no hay duelo entre un señorío desdentado y napolitano y el país, de suyo tan moderado como desigual, en que, con la pura esperanza de la libertad suficiente, se reúnen por el respecto del esfuerzo común, los hombres del campo y de la esclavitud y del oficio pobre, conscientes ya de sus derechos y del riesgo de exagerarlos, con todo lo que hay de útil y viril, de fundador y de piadoso, en el antiguo señorío cubano. Del alma cubana arranca, decisivo, el deseo puro de entrar en una vida justa, y de trabajo útil, sobre la tierra saneada con sus muertos, amparadas por las sombras de sus héroes, regada con los caudales de su llanto. La esperanza de una vida cordial y decorosa anima hoy por igual a los prudentes del señorío de ayer, que ven peligro en el privilegio inmerecido de los hombres nulos, -y a los cubanos de humilde estirpe, que en la creación de sí propios se han descubierto una invencible nobleza. Nada espera el pueblo cubano de la revolución que la revolución no pueda darle. Si desde la sombra entrase en ligas, con los humildes o con los soberbios, sería criminal la revolución, e indigna de que muriésemos por ella. Franca y posible, la revolución tiene hoy la fuerza de todos los hombres

49

previsores, del señorío útil y de la masa cultivada, de generales y abogados, de tabaqueros y guajiros, de médicos y comerciantes, de amos y libertos. Triunfará con esa alma, y perece¡~ sin ella. Esa esperanza, justa y serena, es el alma de la revolución. Con equidad para todos los derechos, con piedad para todas las ofensas, con vigilancia contra todas las zapas, con fidelidad al alma rebelde y esperanzada que la inspira, la revolución no tiene enemigos, porque España no tiene más poder que el que le dan, con la duda que quieren llevar los espíritus, con la adulación ofensiva e insolente a las preocupaciones que suponen o halagan en nuestros hombres de desinterés y grandeza, los que, so capa de amar la independencia de su país, aborrecen a cuantos la intentan, y procuran, para cuando no la puedan evitar, ponerse de cabeza, dañina y estéril, de los sacrificios que ni respetan ni comparten. Para andar por un terreno, lo primero es conocerlo. Conocemos el terreno en que andamos. Nos sacarán a salvo por él la lealtad a la patria que en nosotros ha puesto su esperanza de libertad y de orden,- y la indulgencia vigilante, para los que han demostrado ser incapaces de dar a la rebelión de su patria energía y orden. Sea nuestro lema: libertad sin ira.

Nulo sería, además el espectáculo de nuestra unión, la junta de voluntades libres del Partido Revolucionario Cubano, si, aunque entendiese los problemas internos del país, y lo llagado de él y el modo con que se le cura, no se diera cuenta de la misión, aún mayor, a que lo obliga la época en que nace y su posición en el crucero universal. Cuba y Puerto Rico entrarán a ia libertad con composición muy diferente y en época muy distinta, y con responsabilidades mucho mayores que los demás pueblos hispanoamericanos. Es necesario tener el valor de la gran­deza; y estar a sus deberes. De frailes que le niegan a Colón la posibilidad de descubrir el paso nuevo está lleno el mundo, repleto de frailes. Lo que importa no es sentarse con los frailes, sino embarcarse en las carabelas con Colón. Y ya se sabe del que salió con la banderuca a avisar que le tuviesen miedo a la locomotora, -que la locomotora llegó, y el de la banderuca se quedó resoplando por el camino: o hecho pulpa, si se le puso enfrente. Hay que prever, y marchar con el mundo. La gloria no es de los que ven para atrás, sino para adelante.-No son meramente dos islas floridas, de elementos aún disociados; lo que vamos a sacar a lu1.:, ~ino a salvarlas y servirlas de manera que la composición hábil y v:.il de sus factores presentes, menos apartados que los de las sociedades rencorosas y hambrientas europeas, asegure, frente a la codicia posible de un vecino fuerte y desigual, la independencia del archipiélago feliz que la naturaleza puso en el nudo del mundo, y que la

so

historia abre a la libertad en el instante en que los continentes se preparan, por la tierra abierta, a la entrevista y al abrazo. En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, -mero fortín de la Roma americana; -y si libres- y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora -serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de sus territorio -por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles- hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo.-No a mano ligera, sino como con conciencia de siglos, se ha de componer la vida nueva de las Antillas redimidas. Con augusto temor se ha de entrar en esa grande responsabilidad humana. Se llegará a muy alto, por la nobleza del fm; o se caerá muy bajo, por no haber sabido comprenderlo. Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a libertar. ¡Cuán pequeño todo, cuán pequeños los comadrazgos de aldea, y los alfilerazos de la vanidad femenil, y la nula intriga de acusar de demagogia, y de lisonja a la muchedumbre, esta obra de previsión continental, ante la verdadera grandeza de asegurar, con la dicha de los hombres laboriosos en la independencia de su pueblo, la amistad entre las secciones adversas de un continente, y evitar, con la vida libre de las Antillas prósperas, el conflicto innecesario entre un pueblo tiranizador de América y el mundo coaligado contra su ambición! Sabremos hacer escalera hasta la altura con la inmundicia de la vida. Con la mirada en lo alto, amasaremos, a sangre sana, a nuestra propia sangre, esta vida de los pueblos, hecha de la gloria de la virtud, de la rabia de los privilefios caídos, del exceso de las aspiraciones justas. La responsabilidad del fin dará asiento al pueblo cubano para recabar la libertad sin odio, y dirigir sus ímpetus con la moderación. Un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos. Ella, la santa patria, impone singular reflexión; y su servicio, en hora tan gloriosa y difícil, llena de dignidad y majestad. Este deber insigne, con fuerza de corazón nos fortalece, como perenne astro nos guía, y como luz de permanente aviso saldrá de nuestras tumbas. Con reverencia singular se ha de poner mano en problema de tanto alcance, y honor tanto. Con esa reverencia entra en su tercer año de vida, compasiva y segura, el Partido Revolucionario

51

Cubano, convencido de que la independencia de Cuba y Puerto Rico no es sólo el medio único de asegurar el bienestar decoroso del hombre libre en el trabajo justo a los habitantes de ambas islas, sino el suceso histórico indispensable para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, la independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la república norteamericana. ¡Los flojos, respeten: los grandes, adelante! Ésta es tarea de grandes.

Pa1ria, Nueva York. 17 de abril de 1894.

52

CRECE

La revolución se salva. Le faltaba tesis y orden, y ya tiene una y otro. Se conoce, y obra. lo primero es conocerse; porque sin fin fijo y viable, y sin medios correspondientes a él, sólo se echan a andar los ambiciosos, esos grandes criminales, -y los locos. Era ambiente la revolución, y hoy es plan. Era un sentimiento inútil y cómodo: corno corona de adelfas era, y de laurel, que no hay derecho a arrancarse de la frente para sazonar, con sus hojas ensangrentadas, la olla de la comodidad: ¡infeliz, en la memoria de los hombres, quien eche el laurel en la olla! El sentimiento ineficaz es hoy trabajo ordenado y asiduo, que han de malmirar naturalmente todos los que quieren escapar a sus obligaciones. La aspiración de ayer es ya sacrificio hoy, que ven con ira, fácil de entender, los que no se quieren sacrificar.- Por sobre eso hay que pasar, y se pasa.-Del árabe se han de tomar dos cosas a lo menos: su oración de todos los días, en que pide a A1lah que le haga ir por el camino recto, -y el proverbio aquel que dice que no llegará al final de su jornada el que vuelva la cabeza a los perros que le salgan al camino. La ciencia, en las cosas de los pueblos, no es el ahitar el cañón de la pluma de digestos extraños, y remedios de otras sociedades y países, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos, ásperos o lisos, del país, y acomodar al fin humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que convengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. Lo demás es yerba seca y pedantería. De esta ciencia, estricta e implacable- y menos socorrida por más difícil- de esta ciencia pobre y dolorosa, menos brillante y asequible que la copiadiza e imitada, surge en Cuba, por la hostilidad incurable y creciente de sus elementos, y la opresión del elemento propio y apto por el elemento extraño e inepto, la revolución. Así lo saben todos, y lo confiesan. En lo que cabe duda es en la posibilidad de la revolución. Eso es lo de hombres: hacerla posible. Eso es el deber patrio de hoy, y el verdadero y único deber científico en la sociedad cubana. Si se intenta honradamente, y no se puede, bien está, aunque ruede por tierra el corazón desengañado: pero rodaría contento, porque así tendría esa raíz más la revolución inevitable de mañana. Las sociedades mueren o viven conforme a su composición y a sus antecedentes: si se salen de ellas, si viven siglos enteros fuera de su armonía natural, y de la obra ineludible, por penosa que sea, de su propio desarrollo, al cabo de siglos reaparecen, cuando se pudre el cuerpo

53

ajeno que viciaron, y recomienzan la labor interrumpida. Ni hombres ni pueblos pueden rehuir la obra de desarrollarse por sí, -de costearse el paso por el mundo. En este mundo, todos, pueblos y hombres, hemos de pagar el pasaje. España misma, si tiene ahora esperanza vaga de renacer, tiénela por sus nacionalidades, estancadas durante tres siglos.Hungría adora a Kossuth, y sus estudiantes, sus mujeres, su pueblo entero, después del Deak inútil, de la componenda insincera y superficial, arrollan, al grito del país, al intruso austríaco. Hungría misma no fue libre porque en lo pasado oprimió a los pueblos menores que luego se unieron en venganza contra quien la oprimía. Sólo se salva la justicia. Es inútil esquivar los deberes de la equidad, y los de la fundación.-Puesto que Cuba se desgrana, y tiene elementos ricos, hay que componer pueblo con ellos, antes de que se corrompan o desmenucen, ya que no hay en la nación que la gobierna capacidad probable y visible para componer un pueblo con ella. No yerra quien intenta componer un pueblo en la hora en que aún se lo puede; sino el que no lo intenta. Si no se lograse la composición, se lograría al menos el conocimiento de las causas por que no podía lograrse; y eso limpiaría el camino para lograrla mañana. Servimos y amamos, los revolucionarios de ahora, y no queremos, a pujo caprichoso, afear con un triunfo pasajero y violento esta efímera vida, que no tiene más dicha que el poco bien y utilidad que caben dentro de ella. Y así estamos: sirviendo. La revolución es justa, "pero necesita orden". No es posible, "porque nadie la ordena". Ese era el deber, y ése cumplimos. A nuestro impulso, firme y respetuoso, se anima y alista el entusiasmo, antes inútil. Si nuestra patria lo ordenase, nos depondríamos. No lo ordena. Por todos sus hijos habla: por su miseria: por sus vicios: por su desconcierto: por sus esperanzas. La revolución nos salvará. La revolución puede ser. La revolución crece.

El mérito, y la viabilidad de un pueblo, se miden por el entusiasmo de la libertad en las horas en que por paga única se recibe de ella la angustia y el martirio, -el destierro, que es sangre y ceniza.-la pena de la casa, que va donde van las olas,-y la vergüenza de la vida inútil, sin sosiego ni base para poner su parte de faena y cimiento en la humanidad. La lucha racional y sincera por una patria decorosa y libre, redime, un tanto al menos, a los hombres honrados de esa creciente amargura. Pelear es una manera de triunfar. No hay más vencidos que los que lo son por sí propios:-por su desidia, su malignidad o su soberbia. Andar,es un modo de llegar. Otros no: coléricos, amarillos, nulos, asiduos a una bocamanga de comandante o a la cerca carcomida, y salpicada de nuestro corazón y de nuestros sesos, tachan a los que andan: "¡va a haber ruido

54

en la vida!: ¡no es bueno que en la vida sabrosa haya incomodidad!: ¡la vergüenza es mucha, es verdad, pero se come y se bebe, y el magistrado ladrón me hizo una visita, y es excelente el helado de guanábana! ¡después de mí el diluvio, pero que durante mi vida no me toquen el arca!: ¡que es en sangre y en cieno en lo que nado, y yo, si miro bien, bebo cieno en lo que bebo, y está amasado con sangre lo que corno! ¿Qué me importa, si corno y si bebo?" Y así, acostada sobre la viruela, muere una generación indolente y viciosa, verdadero Luis XV de nuestra libertad. En tomo del cadáver moral, con aquella energía ingénita de la virtud, por la potencia doble de la soledad y de la indignación, crece, dentro y fuera de Cuba, la patria redentora: el bachiller del instituto, picado en las apariencias y sano en el fondo, oye ya a medio oído las falsas promesas de la libertad pacífica, y se prepara a encender el fuego con el pedernal y el eslabón, corno el guajiro que en el silencio de las veredas descubre al sol, impaciente, la cabeza que humilla mortificado en las ciudades. La luz, que parecía dormida, renace, imperecedera, bajo los pechos adoloridos y las cabezas canas. Sólo se ama en Cuba a los que resisten, y a todos los demás se les tolera. El que quiera una migaja de amor, ha de lisonjear el inmarcesible decoro humano, la inmortal esperanza. Y se le ama mientras se le cree: y cuando no se le ve entero, o se le descubre la falsedad, le apartan el amor: y se lo welven a raudales, con la fe ciega y generosa de los hombres, tan pronto como con un arranque de independencia, real o fingida, se hace perdonar la deserción. Cuba es de la independencia, toda. Se mienten los que no lo confiesan. Acá, en el rincón del destierro, lo confiesan cuando pasan, todos. Temen y no desean; pero ven. Le ponen talco al sol, para que no se vea el sol: son talco.

Adentro, comidos de espías-espía la amante, espía la esposa, o frívola o venal, que es como hacer de espía, espía el cliente y el amigo, espía el cubierto, espía la almohada- es natural que teman, que zozobren, que no vean la vía clara, que no se echen a andar. Por eso nosotros, hermanos, en la libertad del destierro les hacernos la obra que ellos no pueden hacer. Ellos no nos ven, ni pueden medir cuánta es la obra, porque es parte de ella que no la vean, hasta que con el corazón vacilante en la prisión de la colonia no la puedan ya evitar; pero allí estamos, limpiando el camino, salvándolos, ensanchando las vías, acercándonos a la flor de la tierra, preparando el modo de evitar los antiguos errores, que fueron ciertos, como de hombres, en todas partes y edades del mundo, pero que tienen remedio en la misma condición humana, y en la cordialidad y altura normales de nuestra naturaleza.

55

En Cuba son más los montes que los abismos: más los que aman que los que odian; más los de campo claro que los de encrucijada; más la grandeza que la ralea. Lo que odia, es ralea. La ralea de un pueblo es la gente incapaz de amar. La soberbia: ésa es la canalla. Vamos ensanchando: vamos componiendo: vamos fundando: vamos amando. Y cuando surjamos, no será, como niños, o como hetairas, para peleamos, según es inevitable en repúblicas nacientes, la fama de libertador, -como se la disputó a Washington, Benedict Amold, que paró en traidor con el inglés; como se la disputó a Washington, Gates, que estuvo a punto de perder la república por no acudir a tiempo a la combinación que había de asegurar la fama de su rival. Lo que los del Norte hicieron, con sus tres siglos de preparación republicana, pudiéramos volver a hacerlo nosotros, y con harta razón, viniendo, como venimos, del mosquetón y del moloso, -del arcabuz y del perro. Pero ellos vencieron: y nosotros nos vencimos. Nuestra guerra no tuvo más traiciones, más envidias, más demoras, más abandono, más penuria, que la guerra de los Estados Unidos. Una minoría quería la guerra, y la atendía mal, contra una mayoría indiferente y hostil, que tramaba contra sus compatriotas, que descotaba a sus hijas para que se las bailase el oficial inglés. Nuestra república no tendría más celos, más comadreos, más desunión, más descrédito, más desbarajuste, inás traición interna, más peligro militar, más demagogia-que es el peligro civil-que la república agonizante, criminal y deshecha de la primera época de los Estados Unidos. Estudien, los que pretenden opinar. No se opina con la fantasía, ni con el deseo, sino con la realidad conocida, con la realidad hirviente en las manos enérgicas y sinceras que se entran a buscarla por lo difícil y osct:ro del mundo. Evitar lo pasado, y componemos en lo presente, para un porvenir confuso al principio, y seguro luego por la administración justiciera y total de la libertad culta y trabajadora: ésa es la obligación, y la cumplimos. Esa es la obligación de la conciencia, y el dictado científico. La misma injusticia de aquella escasa porción de nuestra patria que no amase a los que la quieren constituir para una paz durable, conforme a sus verdaderos elementos, no podría desviar, ni aflojar siquiera, a los que, dispuestos a dar la vida por su país, le dan de seguro lo que vale menos que ella:-la paciencia. ¿Qué ha de salir de aquella sociedad deforme sino gritos descompuestos, del vicio lastimado, y de la comodidad que no quiere que la turben, y de las pasiones enfermizas y exacerbadas en la moral agonía, -o voces secretas, que inundan el corazón de orgullo de esperanza? Amemos la herida que nos viene de los nuestros. Y fundemos, sin la ira del sectario, ni la vanidad del ambicioso. La revolución crece.

56

"MI RAZA"

Esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: digase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre: peca por redundante el banco que dice "mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco, que se envanece de serlo, y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública, y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen, ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y la ignorancia de los mismos que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se le llame así, porque no es más que decoro natural, y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se alega que la condición de esclavitud no acusa inferioridad en la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y probar que su color no lo priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.

El racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista negro, que le vea también especialidad a su raza? El racista negro, que ve en la raza un carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza, y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama

57

únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que se aísla, provoca a aislarse al blanco.

En Cuba no hay temor alguno a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro. Los negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tímidos o valerosos, abnegados o egoíst2.S, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. Los partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla, por sobre las diferencias de detalle; y lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo incidental, o en lo postergable al móvil común, difieran. Pero en suma, la semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres graduado, y en sus grados a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos. La afinidad de los c.aracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros, distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuído en las mismas especialidades. Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados, se irán de otro. Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura, por el gusto del mérito, y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida, y de validez en hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. De racistas serían igualmente culpables; el racista blanco y el racista negro. Muchos blancos se han olvidado ya de su color; y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime.

En Cuba no habrá nunca guerras de razas. La República no se puede

58

volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 1 O de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba, para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia, que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre.

Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura, y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza, en negros y blancos.

59

EL COLEGIO DE TOMAS ESTRADA PALMA EN CENTRAL V ALLEY

Rodeado de montes, por sobre cuyas mansas curvas o súbita eminencia corre el cielo, está, a las puertas de Nueva York, un valle feliz, cultivado a mano por cuáqueros prósperos e hijos de alemanes, donde un cubano edificador levanta a puño, lo mismo que a hijos, a los discípulos que le vienen de los pueblos de América, a prepararse para el estudio de las profesiones útiles. Aquel hombre a quien aman tiernamente los alumnos que le ven de cerca la virtud; aquel compañero que en la conversación de todos los instantes moldea y acendra, y fortalece para la verdad de la vida, el espíritu de sus educandos; aquel vigía que a todas horas sabe donde está y lo que hace cada alumno suyo, y les mata los vicios, con la mano suave o enérgica que sea menester, en las mismas raíces; aquel maestro que de todos los detalles de la vida saca ocasión para ir extirpando los defectos de soberbia y desorden que suelen afear la niñez de nuestros pueblos, y creando el amor al trabajo, y el placer constante de él en los gustos moderados de la vida; aquel educador que sólo tiene la memoria como abanico del entendimiento, y no pone a aquélla, como tanto pasante, en vez del entendimiento, sino que enseña en conjunto, relacionando unas cosas con otras, y sacando de cada voz todos los orígenes, empleos y derivaciones, y de cada tema toda su lección humana; aquel republicano caballeroso y austero que pone en los niños de América las virtudes fundamentales del Norte, las virtudes del trabajo personal y del método, sin sofocar en el educando el amor reverente por el país de su nacimiento, el único país donde podrá vivir feliz, y a donde no podría aplicar con éxito las virtudes si le hubiese perdido a la tierra nativa el conocimiento y el amor; aquel guía, a la vez amoroso y enérgico que con esfuerzo paternal, en el ejemplo y beneficio del valle sano y majestuoso, convierte prontamente al niño mimado de la ciudad o al niño desatendido de la aldea: al cubano regalón o al afrancesado bonaerense, al mexicano rebelde o al tranquilo hondureño, en un mozo que habla el inglés puro, diverso de la jerga vil que se aprende en muchos colegios pomposos de uniforme, que piensa por sí, y ama la lectura, y descansa de ella en juegos viriles, que compone sus ideas correctamente en castellano, en inglés y en francés, y estudia álgebra, y sabe medir los campos y sembrarlos; aquel cubano de años ágiles y orden ejemplar, puntilloso y constante, que gobernó ayer una república y hoy gobierna su

60

colegio afamado con todas las enseñanzas y las prácticas necesarias para el bienestar independiente del hombre trab~ador en la dignidad republicana, -es el patriota que a la voz de su pueblo dejó el señorío de su hacinda y el calor de una madre adorada, por la batalla y el peligro de la revolución; es el presidente prisionero que rehúsa entrar en sus bienes porque los amos de su país le exigen que compre lo suyo con el dolor de pasar bajo la bandera de la capitulación; es el criollo fundador que hace pocos años salió de un castillo de España, al garete del destierro, sin más riqueza que la salud de su mente y el poder de su corazón, y hoy compra, para su familia feliz y la familia de sus educandos, un noble edificio, con lago y con bosque, que en el corazón del monte yanqui ostenta un nombre cubano: es Tomás Estrada Palma.

El peligro de educar a los niños fuera de su patria es casi tan grande como la necesidad, en los pueblos incompletos o infelices, de educarlos donde adquieran los conocimientos necesarios para ensanchar su país naciente, o donde no se les envenene el carácter con la rutina de la enseñanza y la moral turbia en que caen, por la desgana y el ocio de la servidumbre, los pueblos que padecen en esclavitud. Es grande el peligro de educar a los niños afuera, porque sólo es de padres la continua ternura con que ha de irse regando la flor juvenil, y aquella constante mezcla de la autoridad y el cariño, que no son eficaces, por la misma justicia y arrogancia de nuestra naturaleza, sino cuando ambas vienen de la misma persona. Es grande el peligro, porque no se ha de criar naranjos para plantarlos en Noruega, ni manzanos para que den frutos en el Ecuador, sino que al árbol deportado se le ha de conservar el jugo nativo, para que a la welta a su rincón pueda echar raíces. La naturaleza del hombre es por todo el universo idéntica, y tanto yerra el que suponga al hombre del Norte incapaz de las virtudes del Mediodía, como el de corazón canijo que creyese que al hombre del Sur falta una sola siquiera de las cualidades esenciales del hombre del Norte. Hábitos podrán faltarte, porque el español no nos crió para servimos de nosotros mismos, sino para servirle; y nuestra fatiga por ir cambiando de sangre, con el heroísmo indómito y progreso visible del más infeliz de nuestros pueblos, sólo podrá echársenos en cara por el extranjero desconsiderado e ignorante, o por el hermano apóstata. Y no es en todos los casos que nos falten hábitos, porque en los personales vamos ya mucho más adelante que en los políticos, y no hemos menester lección alguna en cuanto a honradez, actividad e inteligencia en el empleo de nuestras personas; sino que los hábitos prolongados crían en los hombres, y en los pueblos, tal modificación en la expresión y funciones de la naturaleza que, sin

61

mudarla en lo esencial, llegan a hacer imposibles al hombre de una región, con cierto concepto de la vida y ciertas prácticas, la dicha del contento y el éxito del trabajo en otra región de prácticas y concepto de vida diferentes. El mismo lenguaje extraño, que equivocadamente se mira sólo como una nueva riqueza, es un obstáculo al desarrollo natural del niño, porque el lenguaje es el producto, y forma en voces, del pueblo que lentamente lo agrega y acuña; y con él van entrando en el espíritu flexible del alumno las ideas y costumbres del pueblo que lo creó. Un país muy poblado y frío, donde la agria necesidad aguza y encona la competencia entre los hombres, crea en éstos costumbres de egoísmo necesario que no se avienen con la franqueza y desinterés propios e indispensables en las tierras abundantes, donde la población escasa permite aún el acercamiento y grata obligación de la vida de familia. El fin de la educación no es hacer al hombre nulo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir; sino prepararlo para vivir bueno y útil en él. El fin de la educación no es hacer al hombre desdichado, por el empleo difícil y confuso de su alma extranjera en el país en que vive, y de que vive, sino hacerlo feliz, sin quitarle, como su desemejanza del país le quitaría, las condiciones de igualdad en la lucha diaria con los que conservan el alma del país .. Es espectáculo lamentable el del hombre errante e inútil que no llega jamás a asimilarse el espíritu y métodos del país extranjero en grado suficiente para competir en él con los naturales que lo miran siempre como extraño, pero que se ha asimilado ya bastante de ellos para hacerle imposible o ingrata la vida en un país del que se reconoce diferente, o en el que todo le ofende la naturaleza inflada y superior. Son hombres sin brújula, partidos por mitad, nulos para los demás y para sí, que no benefician al país en que han de vivir y que no saben beneficiarse de él. Son, en el comercio arduo de la vida, comerciantes quebrados.

Y este peligro de la educación de afuera, sobre todo en la edad tierna, es. mayor para el niño de nuestros pueblos en los Estados Unidos, por haber éstos creado, sin esencia alguna preferible a la de nuestros países, un carácter nacional inquieto y afanoso, consagrado con exceso inevitable al adelanfo y seguridad de la persona, y necesitado del estímulo violento de los sentidos y de la fortuna para equilibrar la tensión y vehemencia constantes de la vida. Un pueblo crea su carácter en virtud de la raza de que procede, de la comarca en que habita, de las necesidades y recursos de su existencia, y de sus hábitos religiosos y políticos. La diferencia entre los pueblos fomenta la oposición y el desdén. La superioridad del número y del tamaño, en consecuencia de los antecedentes y de las oportunidades, cría en los pueblos prósperos el

62

desprecio de las naciones que batallan en pelea desigual con elementos menores o diversos. La educación del hijo de estos pueblos menores en un pueblo de carácter opuesto y de riqueza superior, pudiera llevar al educando a una oposición fatal al país nativo donde ha de servirse de su educación,-o a la peor y m'ás vergonzosa de las desdichas humanas, al desdén de su pueblo,-si al nutrirlo con las prácticas y conocimientos ignorados o mal desenvueltos en el país de su cuna, no se le enseñaran con atención continua, en lo que se relacionan con él y mantienen al educando en el amor y respeto del país a donde ha de vivir. El agua que se beba, que no sea envenedada. ¿A que adquirir una lengua, si ha de perturbar la mente y quitarle la raíz al corazón? ¿Aprender inglés, para volver como un pedante a su pueblo, y como un extraño a su casa, o como enemigo de su pueblo y su casa? Y eso es el colegio de Estrada Palma: una casa de familia donde bajo el cuidado de un padre se adquieren los conocimientos y prácticas útiles del Norte sin perder nuestras virtudes, carácter y naturaleza. Eso es el Colegio de Estrada Palma: la continuación de la patria y el hogar en la educación extranjera. Allí no cambian el corazón por el inglés, y entran en la vida nueva del Norte por las virtudes que lo mantienen, y no, como en tantos otros colegios, por los vicios que lo corroen; allí completan su cultura nativa con nuestra lengua y nuestra historia, a la vez que aprenden lo bueno y aplicable de la cultura del Norte; allí se preparan, con el beneficio de una educación paternal, y de una enseñanza de pensamiento, a estudiar las carreras especiales en los colegios adonde el educando, hecho ya a la libertad trabajadora y decorosa, no cae en la tentación de la libertad descuidada y excesiva; allí es tal vez el noble rincón de monte adonde únicamente pueden nuestros padres mandar en salvo a sus hijos. Y ésta es la verdad, y ha de decirse.

El veintiocho de junio cerró su curso el Colegio de Estrada Palma, y en sus exámenes, de rara verdad y sencillez, mostraban aquellos cubanos, aquellos hondureños, aquellos mexicanos, aquellos bonaerenses, aquellos yanquis la firmeza, libertad y cordura de los educandos a quienes un maestro desinteresado cría para hombres. El examen público no es prueba derecha del saber del alumno, a quien se adiestra con arte para estas respuestas o aquéllas, y a quienes se ha de adiestrar, porque es ardua la improvisación, en exámenes como en todo, y puede pecar por el rubor el alumno de más genio y poder. Pero el sistema no puede disimularse, y por el examen se ve si el maestro es de ronzal y porrillo, que lleva del narigón a las pobres criaturas, o si es padre de hombres, que goza en sacar vuelo a las alas del alma.

63

Desde por la mañanita, que salió nublada, como nace la libertad, era un encanto la sala del colegio, donde no hay prefecto pedante ni portero pícaro, sino un aire de gozo, como tierna familia. El maestro de álgebra, que ordena su Ayrshire y posee honrosísimos diplomas, oreaba su traje de lujo. La maestra de dibujar, que tiene la casa del colegio llena de sus obras, y es lingüista eximia, ponía en orden los dibujos de puentes y caminos, de frutas y de flores. La maestra de las criaturas ensayaba, con el coro que tenía de zeta un alemán y de a a un hondureño, el himno infantil. Los hijos del colegio volvían de la montaña, con brazadas de flores. Los graduados leales de otros años, venidos para la fiesta de la agricultura de Comen, del comercio de Peekskill, de la medicina y la ingeniería y la minería de la Universidad de Columbia, ponían la flor en vasos, colgaban de banderas las paredes. Y la madre de todos, la que con mansedumbre de paloma vela, adorada, por la salud y la dicha de aquel vasto hogar, la hondureña que ha ligado su vida purísima a la del maestro, ponía al pecho de sus hijos los tres colores de la libertad.

A la hora del examen, el señorío todo del pueblo aplaudía aquellos ejercicios desusados, aquella lectura sentida, por donde se ve el libre criterio del alumno; aquella escritura sin flores, como conviene en tiempos ocupados a un carácter leal; aquella geografía emparentada con todos los conocimientos en que los nombres de lugares sirven de ocasión para explicar, con su geología y su biograf'ta. y su historia, la vida del mundo; aquella historia de causas y resultados, más que de hechos mudos; aquella gramática movible, en que las palabras se quitan y ponen, como tablero de ajedrez, y quedan armadas, como un esqueleto; aquella aritmética viva y efectiva como los coroneles de antaño, y el álgebra y geometría y agrimensura, que divierten en el análisis de la pizarra, como una novela; aquel inglés y el francés aquel, no de meras palabras, sino de construcción y entendimiento, de modo que el alumno habla lo ajeno como si le fuese nativo; y aquel espíritu de orden, reposo y libertad que hacía de los sencillos ejercicios una verdadera fiesta humana. ¿Y la firmeza y rapidez de aquellos resultados? ¿Los Quirós, salidos de Honduras hace unos tres años, no se saben todo lo preparatorio en inglés, y en francés y en castellano, y han conservado en la tierra ajena su amor patrio y su alma pura? ¿Campillo, de Buenos Aires, que llegó hace ocho meses, no habla inglés, y se educa ya en él? Irabien, recién llegado de Mérida, lució en la lengua extraña. Los hijos de José Pujol, el industrial habanero, corrían mapas y problemas, como casa suya, en el idioma que ignoraban ayer. Un hijo del generoso Manuel :Barfanco, gentil corno un paje de la corte de amor, arrancó con sus nueve años aplausos nutridos,

64

en su animada geografía. Otro Barranco, tímido ayer de puro bueno, manejaba sus números como bien criados títeres. Los dos hijos de Estrada, ya con el alma de milicia, en el análisis de la lengua, en la pintura de un pafs, en la recitación de una oda, mostraron, pequeñuelos como son, aquel brío por donde el hombre entusiasta y disciplinado rige el mundo, Y cuando el coro cantó la despedida, la despedida en inglés, como los ejercicios todos de la escuela, era para visto por los pensadores generosos, bajo aquel dosel de banderas libres, el grupo donde cantaban la virtud y la gloria, americanos del Norte y de México, yucatecos y centroamericanos, hondureños libres y cubanos que lo aprenden a ser. Se levantó, en nombre del pueblo, el reverendo del lugar, y en nombre del pueblo saludó al colegio que lo honra, y al hombre virtuoso que educa a sus discípulos como a hijos, que "emprende la educación de sus hijos para que sean hombres buenos, útiles y libres", a Tomás Estrada Palma.

Patria, 2 de julio de 1892

65

[ ... LA POLmCA DE DEJAR VENIR ... ]

¿Qué cómo se llama la política de dejar venir, de dejar deshacerse, de dejar podrise a los pueblos cuya tierra se codicia, a cuyos habitantes se desdeña y se odia? Antes, cuando Los Estados Unidos cayeron sobre México, había dos opiniones entre los políticos de los Estados Unidos. U na era la de agredir, y otra la de dejar podrir. Benton era de la de agredir, y Polk, el presidente, el de dejar podrir. Como cuando la guerra del 68, en aquella caricatura del "Puck" inglés, en que John Bull pregunta a Jonathan si aquella hermosa pera del peral que decía "Cuba" no valía la pena de subirse al árbol por ella, y Jonathan le decía: "¡Oh, no! más vale esperar; ella madurará, y ella caerá". Que es poco más o menos lo que dijo Palmer, el último ministro del Norte en Madrid: "Yo creo en lo de tender el delantal y dejar que caiga en él la ciruela madura." Pero eso es viejo. Los desconocedores, y los que por falta de pujanza propia admiran demasiado la ajena, creen que es cosa nueva, y mérito de pasmoso estadista, esto de dejar podrir: mas ya se lo conocía cincuenta años atrás, y se le llamaba la política de la "inactividad magistral". ¡Después, se hará lo que se hace con los pueblos podridos!

... "porque la verdadera democracia-ha dicho un estadista del Norte- no consiste en decir: "Yo soy tan bueno como tú" sino más bien en decir: "Tú eres tan bueno como yo." Se llamaba Juárez.

Un indio, hace muchos años, torcía tabacos, torcía tabacos para vivir, en la ciudad de Nueva Orleans. El indio tabaquero echó un imperio abajo. ¡Y por el pueblo mismo donde su esposa fiel, para socorrer a su esposo desterrado, vendía agujas, chocolate, naranjas, encajes, en el tenducho que le compró un amigo, pasó entre campanas y banderas, hace pocos días, una magnífica cabalgata! ¡Qué señores aquellos! ¡Qué amazonas! ¡Qué caballos magníficos! ¡Qué sombreros ricos! ¡Qué ternura y qué vivas los de las gentes! Eran los hijos del tabaquero que echó el imperio abajo. Eran los hijos de Juárez.

Así dice un periódico de México: "¿Quién hubiera podido prever, cuando el presidente J uárez huía, llevando consigo la ensangrentada bandera de la patria, ante los soldados de Napoleón, que llegarla un día en que su hijo recorrería en triunfo las ciudades del Estado que se enorgullece de que en él haya visto la luz? Pmria, Nueva Y orle:, 7 de mayo de 1892

66

NUESTRAS IDEAS

Nace este periódico, por la voluntad y con los recursos de los cubanos y puertorriqueños independientes de New York, para contribuir, sin premura y sin descanso, a la organización de los hombres libres de Cuba y Puerto Rico, en acuerdo con las condiciones y necesidades actuales de las Islas, y su constitución republicana venidera; para mantener la amistad entrañable que une, y debe unir, a las agrupaciones independientes entre sí, y a los hombres buenos y útiles de todas las procedencias, que persistan en el sacrificio de la emancipación, o se inicien sinceramente en él; para explicar y fijar las fuerzas vivas y reales del país, y sus gérmenes de composición y descomposición, a fin de que el conocimiento de nuestras deficiencias y errores, y de nuestros peligros, asegure la obra a que no bastaría la fe romántica y desordenada de nuestro pabiotismo; y para fomentar y proclamar la virtud donde quiera que se la encuentre. Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico. Deja a la puerta-porque afean el propósito más puro-la preocupación personal por donde el juicio oscurecido rebaja al deseo propio las cosas santas de la humanidad y la justicia, y el fanatismo que aconseja a los hombres un sacrificio cuya utilidad y posibilidad no demuestra la razón.

Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable. Es criminal quien ve ir al país a un conflicto que la provocación fomenta y la desesperación favorece, y no prepara, o ayuda a preparar, el país para el conflicto. Y el crimen es mayor cuando se conoce, por la experiencia previa, que el desorden de la preparación puede acarrear la derrota del patriotismo más glorioso, o poner en la patria triunfante los gérmenes de su disolución definitiva. El que no ayuda hoy a preparar la guerra, ayuda ya a disolver el país. La simple creencia en la probabilidad de la guerra es ya una obligación, en quien se tenga por honrado y juicioso, de coadyuvar a que se purifique, o impedir que se malee, la guerra probable. Los fuertes, prevén; los hombres de segunda mano esperan la tormenta con los brazos en cruz.

La guerra, en un país que se mantuvo diez años en ella, y ve vivos y fieles a sus héroes, es la consecuencia inevitable de la negación continua, disimulada o descarada, de las condiciones necesarias para la felicidad a un pueblo que se resiste a corromperse y desordenarse en la

67

miseria. Y no es del caso preguntarse si la guerra es apetecible o no, puesto que ninguna alma piadosa la puede apetecer, sino ordenarla de modo que con ella venga la paz republicana, y después de ella no sean justificables ni necesarios los trastornos a que han tenido que acudir, para adelantar, los pueblos de América que vinieron al mundo en años en que no estaban en manos de todos, como hoy están, la pericia política y el empleo de la fuerza nacional en el trabajo. Ni la guerra asusta sino a las almas mediocres, incapaces de preferir la dignidad peligrosa a la vida inútil.

En lo presente y relativo es la guerra desdicha espantosa, en cuyos dolores no se ha de detener un estadista previsor; como es el oro preciado metal, y no se lamenta la moneda de oro si se la da en cambio de lo que vale más que ella. Cuando los componentes de un país viven en un estado de batalla sorda, que amarga las relaciones más naturales. y perturba y tiene como sin raíces la existencia, la precipitación de ese estado de guerra indeciso en la guerra decisiva es un ahorro recomendable de la fuerza pública. Cuando las dos entidades hostiles de un país viven en él con la aspiración, confesa o callada, al predominio, la convivencia de las dos sólo puede resultar en el abatimiento irremediable de una. Cuando un pueblo compuesto por la mano infausta de sus propietarios con elementos de odio y de disociación, salió de la primer prueba de guerra, por sobre las disensiones que la acabaron, más unido que cuando entró en ella, la guerra vendría a ser, en vez de un retardo d su civilización, un período nuevo de la amalgama indispensable para juntar sus factores diversos en una república segura y útil. Cuando la guerra no se ha de hacer, en un país de españoles y criollos, contra los españoles que viven en el país, sino contra la dependencia de una nación incapaz de gobernar un pueblo que sólo puede ser feliz sin ella, la guerra tiene de aliados naturales a todos los españoles que quieran ser felices.

La guerra es un procedimiento político, y este procedimiento de la guerra es conveniente en Cuba, porque con ella se resolverá definitivamente una situación que mantiene y continuará manteniendo perturbada el temor de ella; porque por la guerra, en el conflicto de los propietarios del país, ya pobres y desacreditados entre los suyos, con los hijos del país, amigos naturales de la libertad, triunfará la libertad indispensable al logro y disfrute del bienestar legítimo; porque la guerra rematará la amistad y fusión de las comarcas y entidades sociales sin cuyo trato cercano y cordial hubiera sido la misma independencia un semillero de graves discordias; porque la guerra dará ocasión a los españoles laboriosos de hacer olvidar, con su neutralidad o con su ayuda, la

68

crueldad y ceguera con que en la lucha pasada sofocaron la virtud de sus hijos; porque por la guerra se obtendrá un estado de felicidad superior a los esfuerzos que se han de hacer por ella.

La guerra es, alli en el fondo de los corazones, allá en las horas en que la vida pesa menos que la ignominia en que se arrastra, la forma más bella y respetable del sacrificio humano. Unos hombres piensan en sí más que en sus semejantes, y aborrecen los procedimientos de justicia de que les pueden venir incomodidades o riesgos. Otros hombres aman a sus semejantes más que a sí propios, a sus hijos más que la misma vida, al bien seguro de la libertad más que al bien siempre dudoso de una tiranía incorregible, y se exponen a la muerte por dar vida a la patria. Así, cuando los elementos contendientes en las Islas demuestran la imposibilidad de avenirse en la justicia y el honor, y el avenimiento siempre parcial que pudiesen pretender no sería sancionado por la nación de que ambos dependen, ni sería más que una loable e insuficiente moratoria,-proclaman la guerra los que son capaces del sacrificio, y sólo la rehuyen los que son incapaces de él.

Pero si la guerra hubiese de ser el principio de una era de reweltas y de celos, que después de una victoria inmerecida e improbable, con­virtiese el país, sazonado con nuestra sangre pura, en arena de disputas locales o escenario de ambiciosas correrlas; si la guerra hubiese de ser el consorcio apresurado y desleal de los hombres cultos de más necesidades que empuje, y la autoridad impaciente y desdeñosa que por causas naturales, y en parte nobles, suele crear la milicia, si hubiese la guerra de ser el predominio de una entidad cualquiera de nuestra población, con merma y desasosiego de las demás, y no el modo de ajustar en el respeto comdn las preocupaciones de la susceptibilidad y las de la arrogancia, -como parricidas se habría de acusar a los que fomentaran y aconsejasen la guerra. Y en la lucha misma que no viniera por aconsejada, sino por inevitable, el honor sólo sería para los que hubiesen extirpado, o procurado extirpar, sus gérmenes temibles; y el oprobio sería de cuantos, por la intriga o el miedo, hubiesen contribuido a impedir que las fuerzas todas de la lucha se combinasen, sin exclusiones injustas e imprudentes, en tal relación que desde los arranques pusiera a la gloria fuera del peligro del deslumbramiento, y a la libertad donde no la pudiera alcanzar la tiranía. Pero este periódico viene a mantener la guerra que anhelan juntos los héroes de mañana, que aconsejan del juicio su fervor, y los héroes de ayer, que sacaron ilesa de la lección de los diez años su fe en el triunfo; la guerra única que el cubano, libre y reflexivo por naturaleza, pide y apoya, y es la que, en acuerdo con la voluntad y necesidades del

69

país, y con las enseñanzas de los esfuerzos anteriores, junte en sí, en la proporción natural, los factores todos, deseables o irremediables, de la lucha inminente; y los conduzca, con esfuerzo grandioso y ordenado, a una victoria que no hayan de deslucir un día después los conatos del vencedor o la aspiración de las parcialidades descontentas, ni estorbe con la política verbosa y femenil el empleo de la fuerza nacional en las labores urgentes del trabajo.

Ama y admira el cubano sensato, que conoce las causas y excusas de los yerros, a aquellos hombres valerosos que rindieron las armas a la ocasión funesta, no al enemigo; y brilla en ellos aún el alma desinteresada que los héroes nuevos, en la impaciencia de la juventud, les envidian con celos filiales. Crían las guerras, por el exceso de las mismas condiciones que dan para ellas especial capacidad, o por el poder legítimo que consetva sobre el corazón el que estuvo cerca de él a la hora de morir, hábitos de autoridad y de compañerismo cuyos errores, graves a veces, no han de entibiar, en los que distinguen en ellos lo esencial de la virtud, el agradecimiento de hijo. Pero la pureza patriótica de aquellos hombres que salieron del lujo a la pelea, el roce continuo de caracteres y méritos a que la guerra dilatada dio ocasión, y el decoro natural de quien lleva en el pecho un corazón probado en lo sublime, dio a Cuba una milicia que no pone, como otras, la gloria militar por encima de la patria. Arando en los campos, contando en los bancos, enseñando en los colegios, comerciando en las tiendas, trabajando con sus manos de héroe en los talleres, están hoy los que ayer, ebrios de gloria, peleaban por la independencia del país. Y aguardan impacientes a la generación que ha de emularlos.

Late apresurado el corazón al saludar, desde el seguro extranjero, a los que bajo el poder de un dueño implacable se disponen en silencio a sacudirlo. Ha de saberse, allá donde no queremos nutrir con las artes inútiles de la conspiración el cadalso amenazante, que los cubanos que sólo quieren de la libertad ajena el modo de asegurar la propia, aman a su tierra demasiado para trastornarla sin su consentimiento; y antes perecerían en el destierro ansiosos, que fomentar una guerra en que cubano alguno, o habitante neutral de Cuba, tuviera que padecer como vencido. La lucha que se empeña para acabar una disensión, no ha de levantar otra. Por las puertas que abramos los desterrados, por más libres mucho menos meritorios, entrarán con el alma radical de la patria nueva los cubanos que con la prolongada servidumbre sentirán más vivamente la necesidad de sustituir a un gobierno de preocupación y señorío, otro por donde corran, francas y generosas, todas las fuerzas del país. El

70

cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos; ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo sólo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. Se habrá de defender, en la patria redimida, la política popular en que se acomoden por el mutuo reconocimiento, las entidades que el puntillo o el interés pudiera traer a choque; y ha de levantarse, en la tierra rewelta que nos lega un gobierno incapaz, un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos. Habrá de defenderse con prudencia y amor esta novedad victoriosa de los que en la revolución no vieran más que el poder de continuar rigiendo el país con el ánimo que censuraban en sus enemigos. Pero esta misma tendencia excesiva hacia lo pasado, tiene en las repúblicas igual derecho al respeto y a la representación que la tendencia excesiva al porvenir. Y la determinación de mantener la patria libre en condiciones en que el hombre pueda aspirar por su pleno ejercicio a la ventura, jamás se convertirá, mientras no nazcan cubanos hasta hoy desconocidos, o no ande la idea de guerra en manos diversas, en pelea de exclusión y desdén de aquellos con quienes en lo íntimo del alma tenemos ajustada, sin palabras, una gloriosa cita. La guerra se dispone fuera de Cuba, de manera que, por la misma amplitud que pudiera alarmar a los asustadizos, asegure la paz que les trastornaría una guerra incompleta. La guerra se prepara en el extranjero para la redención y beneficio de todos los cubanos. Crece la yerba espesa en los campos inútiles: cunden las ideas postizas entre los industriales impacientes; entra el pánico de la necesidad en los oficios desiertos del entendimiento, puesto hasta hoy principalmente en el estudio literario e improductivo de las civilizaciones extranjeras, y en la disputa de derechos casi siempre inmorales. La revolución cortará la yerba; reducirá a lo natural las ideas industriales postizas; abrirá a los entendimientos pordioseros empleos reales que aseguren, por la independencia de los hombres, la independencia de la patria. Revienta allí ya la gloria madura, y es la hora de dar la cuchillada.

Para todos será el beneficio de la revolución a que hayan contribuido todos, y por una ley que no está en mano de hombre evitar, los que se excluyan de la revolución, por arrogancia de señorío o por reparos so­ciales, serán, en lo que no choque con el derecho humano, excluidos del honor e influjo de ella. El honor veda al hombre pedir su parte en el triunfo a que se niega a contribuir; y pervierte ya mucho noble corazón la creencia, justa a cierta luz, en la inutilidad del patriotismo. El patriotismo es censurable cuando se le invoca para impedir la amistad

71

entre todos los hombres de buena fe del universo, que ven crecer el mal innecesario, y le procuran honradamente alivio. El patriotismo es un deber santo, cuando se lucha por poner la patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres. Apena ver insistir en sus propios derechos a quien se niega a luchar por el derecho ajeno. Apena ver a hermanos de nuestro comzón negándose, por defender aspiraciones pecu­niarias, a defender la aspiración primera de la dignidad. Apena ver a los hombres reducirse, por el mote exclusivo de obreros, a una estrechez más dañosa que benigna; porque este aislamiento de los hombres de una ocupación, o de determinado círculo social, fuera de los acuerdos propios y juiciosos entre personas del mismo interés, provocan la agrupación y resistencia de los hombres de otras ocupaciones y otros círculos; y los tumos violentos en el mando, y la inquietud continua que en la misma república vendría de estas parcialidades, serían menos beneficiosos a sus hijos que un estado de pleno decoro en que, una vez guardados los útiles de la labor de cada día, sólo se distinguiera un hombre de otro por el calor del corazón o por el fuego de la frente.

Para todos los cubanos, bien procedan del continente donde se calcina la piel, bien vengan de pueblos de una luz. más mansa, será igualmente justa la revolución en que han caído, sin mirarse los colores, todos los cubanos. Si por igualdad social hubiera de entenderse, en el sistema democrático de igualdades, la desigualdad, injusta a todas luces, de forzar a una parte de la población, por ser de un color diferente de la otra, a prescindir en el trato de la población de otro color de los derechos de simpatía y conveniencia que ella misma ejercita, con aspereza a veces, entre sus propios miembros, la "igualdad social• sería injusta para quien la hubiese de sufrir, e indecorosa para los que quisiesen imponerla.

Y mal conoce el alma fuerte del cubano de color, quien crea que un hombre culto y bueno, por ser negro, ha de entrometerse en la amistad de quienes, por negársela, demostrarían serie inferiores. Pero si igualdad social quiere decir el trato respetuoso y equitativo, sin limitaciones de estimación no justificada por limitaciones correspondientes de capacidad o de virtud, de los hombres, de un color o de otro, que pueden honrar y honran el linaje humano, la igualdad social no es más que el reconocimiento de la equidad visible de la naturaleza.

Y como es ley que los hijos perdonen los errores de los padres, y que los amigos de la libertad abran su casa a cuantos la amen y respeten, no sólo a los cubanos será beneficiosa la revolución en Cuba, y a los puertorriqueños la de Puerto Rico, sino a cuantos acaten sus designios y ahorren su sangre. No es el nacimiento en la tierra de España lo que

72

abomina en el español el antillano oprimido; sino la ocupación agresiva e insolente del país donde amarga y atrofia la vida de sus propios hijos. Contra el mal padre es la guerra, no contra el buen padre; contra el esposo aventurero, no contra el esposo leal; contra el transeúnte arrogante e ingrato, no contra el trabajador liberal y agradecido. La guerra no es contra el español, sino contra la codicia e incapacidad de España. El hijo ha recibido en Cuba de su padre español el primer consejo de altivez e independencia: el padre se ha despojado de las insignias de su empleo en las annas para que sus hijos no se tuviesen que ver un día frente a él: un español ilustre murió por Cuba en el patíbulo: los españoles han muerto en la guerra aliado de los cubanos. Los españoles que aborrecen el país de sus hijos, sedo extirpados por la guerra que han hecho necesaria. Los españoles que aman a sus hijos, y prefieren las víctimas de la libertad a sus verdugos, vivintn seguros en la república que ayuden a fundar. La guerra no ha de ser para el exterminio de los hombres buenos, sino para el triunfo necesario sobre los que se oponen a su dicha.

Es el hijo de las Antillas, por favor patente de su naturaleza, hombre en quien la moderación de juicio iguala a la pasión por la libertad; y hoy que sale el país, con el mismo desorden con que salió hace veinticuatro años, de una política de paz inútil que sólo ha sido popular cuando se ha acercado a la guerra, y no ha llevado la unión de los elementos allegables más lejos al menos de donde estuvieron hace veinticuatro años, álzanse a la vez a remediar el desorden, con prudencia de estadistas y fuego apostólico, los hijos vigilantes que han empleado la tregua en desentrañar y remediar las causas accidentales de la tristísima derrota, y en juntar a sus elementos aún útiles las fuerzas nacientes, a fin de que no caiga la mano enemiga, perita en la persecución, sobre los que sin esta levadura de realidad pudieran volver al desconcierto e inexperiencia por donde vino a desangrarse y morir la robusta gloria de la guerra pasada. Se encienden los fuegos, y vuelve a cundir la voz; en el mismo hogar tímido, cansado de la miseria, restalla la amenaza; va en silencio la juventud a venem la sepultura de los héroes: y el clarín resuena a la vez en las asambleas de los emigrados y en las de los colonos. Nace este periódico, a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que sus fuerzas sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden.

73

BASES DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO CUBAN01

Artículo 1 o El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico.

Artículo 2 o El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto precipitar inconsideradamente la guerra en Cuba, ni lanzar a toda costa al país a un movimiento mal dispuesto y discorde, sino ordenar, de acuerdo con cuantos elementos vivos y honrados se le unan, una guerra generosa y breve, encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla.

Artículo 3 o El Partido Revolucionario Cubano reunirá los elementos de revolución hoy existentes y allegará, sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno, cuantos elementos nuevos pueda, a fin de fundar en Cuba por una guerra de espíritu y métodos republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos y de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala.

Artículo 4 o El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera

1Invitado por un comité organizador presidido por Angel Peliez, y del cual eran: secretario Gualterio Garcfa, tesorero Frank E. Bolio y vocales Aurelio C. Rodñguez, José G. Pompez y Genaro L. Hernández, Martf llegó por primera vez a Cayo Hueso el 2S de diciembre de 1891, donde pronunció varios discursos de propaganda revolucionaria. Fue presentado al pueblo de Cayo Hueso en la noche del 3 de enero de 1892, en el histórico club San Carlos, por el veterano patriota José Francisco I .amadriz, presidente de la llamada Convenci6n Cubana, que fue organizada en 1889. Reunido en el Hotel Duval con los Presidentes de las distintas agrupaciones políticas cubanas separatistas y otros destacados elementos revolucionarios, Martí redacteS las Bases tkl Partido Revolucionario Cubano. que fueron aprobadas definitivamente en la noche del S de enero, y proclamadas U!Wñmente por las emigraciones cubanas y puertoniqueiias el 10 de abril del mismo año.

74

democracia, ca,az de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.

Artículo 5o El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre.

Artículo 6° El Partido Revolucionario Cubano se establece para fundar la patria una, cordial y sagaz, que desde sus trabajos de preparación, y en cada uno de ellos, vaya disponiéndose para salvarse de los peligros internos y externos que la amenacen, y sustituir al desorden económico en que agoniza con un sistema de hacienda pública que abra el país inmediatamente a la actividad diversa de sus habitantes.

Artículo 7° El Partido Revolucionario Cubano cuidará de no atraerse, con hecho o declaración alguna indiscreta durante su propaganda, la malevolencia o suspicacia de los pueblos con quienes la prudencia o el afecto aconseja o impone el mantenimiento de relaciones cordiales.

Artículo 8 o El Partido Revolucionario Cubano tiene por propósitos concretos los siguientes:

l. Unir en un esfuerzo continuo y común la acción de todos los cubanos residentes en el extranjero.

11. Fomentar relaciones sinceras entre los factores históricos y políticos de dentro y fuera de la Isla que puedan contribuir al triunfo rápido de la guerra y a la mayor fuerza y eficacia de las instituciones que después de ella se funden, y deben ir en germen en ella.

m. Propagar en Cuba el conocimiento del espíritu y los métodos de la revolución, y congregar a los habitantes de la Isla en un ánimo favorable a su victoria, por medios que no pongan innecesariamente en riesgo las vidas cubanas.

IV. Allegar fondos de acción para la realización de su programa, a la vez que abrir recursos continuos y numerosos para la guerra.

V. Establecer discretamente con los pueblos amigos relaciones que tiendan a acelerar, con la menor sangre y sacrificios posibles, el

75

éxito de la guerra y la fundación de la nueva República indispensable al equilibrio americano.

Artículo 9°. El Partido Revolucionario Cubano se regirá conforme a los estatutos secretos que acuerden las organizaciones que lo fundan.

76

1891-1889

Por entre las divisiones y celos de la gente india adelanta en América el conquistador . ..

Tomado de Los j){lfYJIIt!S 1111dona/es tle Vmtst~ela, lnstitutode la Caza y Ciencias de la Naturaleza (INCAFO) Madrid, España, 1977.

LA CONFERENCIA MONETARIA DE LAS REPUBUCAS DB AMERICA

El 24 de mayo de 1888 envió el presidente de los Estados Unidos a los pueblos de América, y al reino de Hawaii en el mar Pacífico, el convite donde el Senado y la Cúlara de Representantes los llamaban a una Conferencia Internacional en Washington, para estudiar, entre otras cosas, «la adopción por c:ada uno de los gobiernos de una moneda comtln de plata, que sea de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas de los ciudadanos de todos los Estados de América-.

El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional Americana, en que eran parte los Estados Unidos, recomendó que se estableciese una unión monetaria internacional; que como base de esta unión se acuftasen una o más monedas internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados en esta Conferencia; que se reuniese en Washington una Comisión que estudiase la cantidad, curso, valor y relación de metales en que se habría de acuñar la moneda internacional.

El 23 de marzo de 1891, después de un mes de prórroga solicitado de la Comisión Monetaria Internacional reunida en Washington, por la delegación de los Estados Unidos, «para tener tiempo de conocer la opinión pendiente de la amara de Representantes sobre la acuftación libre de la plata,• declaró la delegación de los Estados Unidos, ante la Conferencia, que la creación de una moneda común de plata de curso forzoso en todos los Estados de América era un sueño fascinador, que no podía intentarse sin el avenimiento con las demás potencias del globo. Recomendó la delegación el uso del oro y la plata para la moneda, con relación fija. Deseó que los pueblos de América, y el reino de Hawaii que se sentaba en la Conferencia, invitasen unidos a las potencias a un Congreso Monetario Universal.

¿Qué lección se desprende para América, de la Comisión Monetaria Internacional, que los Estados Unidos provocaron, con el acuerdo del Congreso, en 1888, para tratar de la adopción de una moneda común de plata, y a la que los Estados Unidos dicen, en 1891, que la moneda común de plata es un sur.ño fascinador?

A lo que se ba de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo R2l es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar

79

creciente inteñor, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al paf's de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos. A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Ningún pueblo hace nada contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. Si se juntan, chocan. Los pueblos menores, que están aún en los welcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores. Los actos políticos de las repúblicas reales son el resultado compuesto de los elementos del carácter nacional, de las necesidades económicas, de las necesidades de los partidos, de las necesidades de los políticos directores. Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la juventud prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado; ha de inquirir cuáles son las fuerzas políticas del país que le convida, y los intereses de sus partidos y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación. Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América. ¿En qu~ instantes se provocó, y se vino a reunir, la Comisión Monetaria Internacional? ¿Resulta de ella, o no, que la política internacional americana es, o no es, una bandera de política local y un ins~mento de la ambición de los partidos? ¿Han dado, o no, esta lección a Hispanoamérica los mismos Estados Unidos? ¿Conviene a Hispanoamérica desoírla, o aprovecharla 1

Un pueblo cree y obra sobre los demás pueblos en acuerdo con los elementos de que se compone. La acción de un país, en una unión de países, será conforme a los elementos que predominen en él, y no podrá ser distinta de ellos. Si a un caballo hambriento se le abre la llanura, la llanura pastosa y fragante, el caballo se echará sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la cruz, y morderá furioso a quien le estorbe.

Dos cóndores, o dos corderos, se unen sin tanto peligro como un

80

candor y un cordero. Los mismos cóndores jóvenes, entretenidos en los juegos fogosos y peleas fanfarronas de la primera edad, no defenderían bien, o no acudirían a tiempo y juntos a defender, la presa que les arrebatase el cóndor maduro. Prever es la cualidad esencial en la constitución y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever. Antes de unirse a un pueblo, se ha de ver qu6 daños, o qué beneficios, pueden venir naturalmente de los elementos que lo componen.

Ni es solo necesario averiguar si los pueblos son tan grandes como parecen . y si la misma acumulación de poder que deslumbra a los impacientes y a los incapaces no se ha producido a costa de cualidades superiores, y en virtud de las que amenazan a quienes lo admiran; sino qQe, aun cuando la grandeza sea genuina y de raíz, sea durable, sea justa, sea útil, sea cordial, cabe que de otra índole y de otros métodos que' la grandeza a que puede aspirar por sí, y llegar por sí, con métodos propios, -que son los únicos viables-un pueblo que concibe la vida y vive en

·diverso ambiente, de un modo diverso. En la vida común, las ideas y los hábitos han de ser comunes. No basta que el objeto de la vida sea igual en los que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la manera de vivir; o pelean, y se desdeñan, y se odian, por las diferencias de manera, como se odiarian por las de objeto. Los países que no tienen métodos comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no pueden unirse para realizar su fin común con los mismos métodos.

Ni el que sabe y ve puede decir honradamente, -por que eso sólo lo dice quien no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber-, que en los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más humano y viril,. aunque siempre egoísta y conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la nobleza, ya burguesía puritana; sino que este factor, que consumió la raza nativa, fomentó y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los países vecinos, se ha acendrado en vez de suavizarse, con el injerto continuo de la muchedumbre europea, cría tidnica del despotismo político y religioso, cuya única cualidad común es el apetito acumulado de ejercer sobre los demás la autoridad que se ejerció sobre ellos. Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro como único derecho: cesto será nuestro, porque lo necesitamos-. Creen en la superioridad incontrastable de •la raza anglosajona. contra la raza latina». Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica estú formados, principalmente, de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más,-como con la explicación incesante,

81

urgente, múltiple, sagaz, de nuestros elementos y recursos, podrían llegar a respetarla-, ¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión; política y económica con los Estados Unidos?

Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. FJ pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más ~e uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político.

La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras.

Ni en los arreglos de la moneda, que es el instrumento del comercio, puede un pueblo sano prescindir-por acatamiento a un país que no le ayudó nunca, o lo ayuda por emulación y miedo de otro-, de las naciones que le anticipan el caudal necesario para sus empresas, que le obligan el cariño con su fe, que lo espera en las crisis y le dan modo para salir de ellas, que lo tratan a la par, sin desdén arrogante, y le compran sus frutos. Por el universo todo debiera ser una la moneda. Será una. Todo lo primitivo, como la diferencia de monedas, desaparecerá cuando ya no haya pueblos primitivos. Se ha de poblar la tierra, para que impere, en el comercio corno en la política, la paz igual y culta. Ha de procurarse la moneda uniforme. Ha de hacerse cuanto prepare a ella. Ha de reconocerse el uso legal de los metales imprescindibles. Ha de establecerse una relación fija entre el oro y la plata. Ha de desearse, y de ayudar a realizar, cuanto acerque a los hombres y les haga la vida más

82

moral y llevadera. Ha de realizarse cuanto acerque a los pueblos. Pero el modo de acercarlos no es levantarlos unos contra otros; ni se prepara la paz del mundo annando un continente contra las naciones que ban dado vida y mantienen con sus compras a la mayor parte de los países de él; ni convidando a los pueblos de América, adeudados a Europa, a combinar, con la nación que nunca les fió, un sistema de monedas cuyo fin es compeler a sus acreedores de Europa, que les ffa, a aceptar una moneda que sus acreedores rechazan.

La moneda del comercio ha de ser aceptable a los países que comercian. Todo cambio en la moneda ha de hacerse, por lo menos, en acuerdo con los países con que se comercia más. El que vende no puede ofender a quien le compra mucho, y le da crédito, por complacer a quien le compra poco, o se niega a comprarle, y no le da crédito. Ni lastimar, ni alarmar siquiera, debe un deudor necesitado a sus acreedores. No debe levantarse entre países que comercian poco, o no dejan de comerciar por razones de moneda, una moneda que perturba a los países con quienes se co~ercia mucho. Cuando el mayor obsticulo al reconocimiento y fijeza de la moneda de plata es el temor de su producción excesiva en los Estados Unidos, y del valor ficticio que los Estados Unidos le puedan dar por su legislación, todo lo que aumente este temor, daña a la plata. El porvenir de la moneda de plata está en la moderación de sus productores. Forzarla, es despreciarla. La plata de Hispanoamérica se levantará o caerá con la plata universal. Si los países de Hispanoamérica venden, principalmente, cuando no exclusivamente, sus frutos en Europa, y reciben de Europa empréstitos y créditos, ¿qué coveniencia puede haber en entrar, por un sistema que quiere violentar al europeo, en un sistema de moneda que no se recibiría, o se recibiría depreciada, en Europa? Si el obstáculo mayor para elevación de la plata y su relación fija con el oro es el temor de su producción excesiva y valor ficticio en los Estados Unidos, ¿que conveniencia puede haber, ni para los países de Hispanoamérica que producen plata, ni para los Estados Unidos mismos, en una moneda que asegure mayor imperio y circulación a la plata de los Estados Unidos?

Pero el Congreso Panamericano, que pudo ver lo que no siempre vio; que debió librar a las repúblicas de América de compromisos futuros de que no las libró; que debió estudiar las propuestas de la convocatoria por sus antecedentes políticos y locales, la plétora fabril traída por el proteccionismo desordenado-, la necesidad del Partido Republicano de halagar a sus mantenedores proteccionistas, -la ligereza con que un prestidigitador político, poniéndole colorines de república a una idea

83

imperial, podía lisonjear a la vez, como bandera de candidato, el interés de los productores ansiosos de vender y la conquista latente y poco menos que madura en la sangre nacional; -el Congreso Panamericano, que demoró lo que no quiso resolver, por un espíritu imprudente de concesión innecesaria, o no pudo resolver, por empeños sinuosos o escasez de tiempo, -recomendó la creación de una Unión Monetaria Internacional, -la creación de una o más monedas internacionales-, la reunión de una Comisión que acordase el tipo y reglamentación de la moneda. Las repúblicas de América atendieron, corteses. la recomendación. Los delegados de la mayoría de ellas se reunieron en Washington. México y Nicaragua, y el Brasil y el Perú, y Chile y 1~ Argentina delegaron a sus ministros residentes. El ministro argentino renunció el puesto, que ocupó más tarde otro delegado. Las otras repú­blicas enviaron delegados especiales. El Paraguay no envió. Ni envió Centroamérica, fuera de Nicaragua, y de Honduras, cuyo delegado, hijo de un almirante norteamericano, no hablaba español. Presidió la Comisión, por acuerdo unánime, el ministro de México. Sesiones de uso, comisiones previas, reglamento; lo uniforme no era allí la moneda, sino la duda, cambiada a chispazos en los debates, -la seguridad- de que no podía llegarse a acuerdo. Uno hablaba del «comercio real•. Otro se declaraba, antes de sazón, hostil ca esa idea imposible-. Pidió un delegado de los Estados U nidos una larga demora, «para tener tiempo de conocer la opinión pendiente de la Cámara de Representantes sobre la acuñación libre de la plata•; y un delegado, al obtener que se redujese a términos de cortesía lícita la pretensión excesiva del delegado de los Estados Unidos, estableció que ese entendiese cómo la demora era para que la delegación del país invitante pudiera completar sus estudios preparatorios, puesto que de ningún modo se habría de suponer que la opinión de la Cámara de Representantes hubiese por necesidad de alterar las opiniones formadas de la Comisión•.

Cumplida la demora y desbandada la Cámara de Representantes sin haber votado la ley de plata libre, las delegaciones ocuparon de nuevo sus puestos en la mesa de la Comisión. Acaso habían oído algunos lo que decían sin reserva gentes notables del país. Oyeron acaso que la Comisión no parecía bien a los que pasaban por amigos de la mayoría del gobierno. Que al gobierno no agradaba el interés de su minoría en mantener, por los que se tachan de artificios, la política continental. Que este alarde peligroso de la política continental, ni de una minoría era siquiera, sino de un solo hombre. Que esta Comisión hueca debía cesar, para que no sirviese de comodín político a un candidato que no se para en medios y

84

sabe sacar montes de las hormigas. Que la simple discusión de una moneda de plata común alarmaba y ofendía a los mantenedores del oro, que imperan en los consejos actuales del Partido Republicano. Que los países hispanoamericanos verían por sí, sin duda, si les quedan ojos, el peligro de abrirse, por concepto de cortesía o por impaciencia de falso progreso, a una poHtica que los atrae, por el abalorio de la palabra y los hilos de la intriga, a una unión fraguada por los que la proponen con un concepto distinto del de los que la aceptan. Se puso en pie un delegado de los Estados Unidos, ante la Comisión por los Estados Unidos convocada para adoptar una moneda común de plata, y propuso, al pie de una robusta exposición de verdades monetarias, donde llamaba csueño fascinador» a la moneda internacional, que declarase la Comisión inoportuna la creación de una o más monedas de plata comunes; que se opinase que el establecimiento del patrón doble de plata y oro, con relación universalmente acatada, facilitaría la creación de aquellas monedas; que recomendase que las repúblicas representadas en la Conferencia conviden juntas, por el conducto de sus respectivos gobiernos, a una Conferencia Monetaria Universal, para tratar del establecimiento de un sistema uniforme y proporcionado de monedas de oro y plata. «Hay otro mundo -decía el delegado- y un mundo muy vasto del otro lado del mar, y la insistencia de este mundo en no elevar la plata a la dignidad del oro es el obstáculo grande e insuperable que se presenta hoy para la adopción de la plata internacional.• ¡Los Estados Unidos, pues, marcaban a la América complaciente el peligro que hubiera corrido en acceder con demasiada prisa a las sugestiones de los Estados Unidos!

A cinco repúblicas -a Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay ,-dio la Comisión el encargado de estudiar las proposiciones de los Estados Unidos, y la Comisión, un.Wme, acordó recomendar que se aceptase las proposiciones norteamericas. cNo podía extrañar la Comisión que los delegados de los Estados Unidos reconociesen las verdades que la Comisión Internacional se hubiera visto obligada a reconocer por si misma.• cLa Comisión acataba, como que es de elemental justicia, el principio de someter a todos los pueblos del universo la proposición de fijar las sustancias y proporciones de la moneda en que han de comerciar los pueblos todos- «Sueño seña, impropio de la generosidad y grandeza a que están obligadas las repúblicas, negarse directa o indirectamente, con violación de los intereses naturales y los deberes humanos, al trato libérrimo con los demás pueblos del globo.• Pero no propuso la Comisión, como los Estados Unidos, que se convidase ca las potencias

8S

del globo», •por no correr el peligro con una invitación no bastante justificada, de alarmar co~ temores, no por infundados menos ciertos, a los poderes que pudiesen ver en la convocatoria el empeño, por más que hábil y disimulado, de precipitarlos a una solución a que de seguro llegarán antes por sf propios, caso que quieran llegar, que si se les excita la suspicacia, o se lastima su puntillo con una insistencia que no tendría la razón de allegar al problema monetario un solo factor nuevo de importancia, ni un solo dato desconocido- •La plata debe irse acercando al oro.• •La producción inmoderada aleja la plata del oro• •A la moneda de plata no se la puede, ni se la debe, hacer desaparecer. • .Se ha de tender a la moneda uniforme, pero por el acuerdo confiado y sincero de todos los pueblos trabajadores del globo, para que tenga base que dure, y no por los recursos violentos del artificio llevado a la economía, que fomentan rencores y provocan venganzas, y no pueden durar- •Pero el convite en conjunto no se recomienda.• Y cuando a su paso por los detalles monetarios tocaba a la Comisión marcar el espíritu con que Hispanoamérica los entendía, y entiende cuanto atañe a la vida individual e independiente de sus pueblos, lo marcó así:

•Los países representados en esta Conferencia no vinieron aquí por el falso atractivo de novedades que no están aún en sazón, ni porque desconociesen los factores todos que precedieron y acompañaron el hecho de su convocatoria, sino para dar una muestra, fácil a los que están seguros de su destino propio y su capacidad para realizarlo, de aquella cortesía cordial que es tan grata y útil entre los pueblos como entre los hombres, -de su disposición a tratar con buena fe lo que se cree propuesto con buena voluntad- y del afectuoso deseo de ayudar, con los Estados Unidos como con los demás pueblos del mundo, a cuanto contribuya al bienestar y la paz de los hombres.• •No ha de haber prisa censurable en provocar, ni en contraer, entre los pueblos, compromisos innecesarios que estén fuera de la naturaleza y de la realidad.• •El oficio del continente americano no es perturbar el mundo con factores nuevos de rivalidad y de discordia, ni restablecer con otros métodos y nombres el sistema imperial, por donde se corrompen y mueren las repúblicas; sino tratar en paz y honradez con los pueblos que en la hora dudosa de la emancipación nos enviaron sus soldados, y en la época revuelta de la constitución nos mantienen abiertas sus cajas.• •Los pueblos todos deben reunirse en amistad, y con la mayor frecuencia dable, para ir reemplazando, con el sistema del acrecentamiento universal, por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares, el sistema, muerto para siempre, de dinastías y de grupos- •Las puertas de cada nación deben estar abiertas a la

86

libertad fecundante y legítima de todos los pueblos. las manos de cada nación deben estar libres para desenvolver sin trabas el país, con arreglo a su naturaleza distintiva y a sus elementos propios-

Cuando se pone en pie el anfitrión, los huéspedes no insisten en quedarse sentados a la mesa. Cuando los huéspedes venidos de muy lejos, más por cortesía que por apetito, hallan al anfitrión a la puerta, diciendo que no hay qué comer, los huéspedes no lo echan de lado, ni entran en su casa a la fuerza, ni dan voces para que les abran el comedor. Los huéspedes deben decir alto a la cortesía por qué vinieron, y cómo no vinieron por servidumbre ni necesidad, para que el anfitrión no crea que están tallados en una rodilla, o son títeres que van y que vienen, por donde quiere que vayan o vengan el titiritero. Luego, irse. Hay un modo de andar, de espalda vuelta, que aumenta la estatura. Un delegado hispanoamericano-entendiendo que la Comisión Monetaria no venía más que «a cumplir lo que se había recomendado-- apadrinó, sin ver que una recomendación lleva aparejada la discusión y confirmación antes del cumplimiento, la opinión sin cabeza visible que andaba serpeando por entre los delegados: que la Comisión Monetaria no había venido, como creían los Estados Unidos que la promovieron, a ver si podía y debía crearse una moneda internacional, sino a crearla ahora, aunque los Estados Unidos mismos reconociesen que ahora no se podía crear; y el delegado propuso un plan minucioso de moneda de América, que llamó «Columbus-, sobre los trazos de la moneda de la Unión Latina, más un Consejo de Vigilancia, -residente en Washington•.

No habían dicho los Estados Unidos que el obstáculo para la creación de la moneda internacional fuese la existencia de la Cámara de Representantes a votar la acuñación libre de la plata, sino la resistencia del mundo vasto del otro lado de la mar aceptar la moneda de plata en relación fija e igual con la moneda de oro; pero un delegado hispanoamericano preguntó así: c¿No sería mú prudente, dada la probabilidad de que la nueva Cámara de Representantes vote antes de fin de año la acuñación libre de la plata, suspender las sesiones de la Conferencia, por ejemplo, hasta el día primero de enero de 1892, cuando probablemente este asunto habrá sido decidido por el gobierno de los Estados Unidos?• Y cuando otro delegado urgía, por el decoro de los huéspedes, la aceptación, lisa y prudente, de las proposiciones de los Es­tados Unidos, salva la del Congreso Universal, habló un delegado hispanoamericano, que no habla español, para pedir y obtener la suspensión de la sesión. ¿Quién podía tener interés, puesto que los hispanoamericanos no tenían, en que la Comisión promovida por los

87

Estados Unidos continuase en funciones, contra la opinión terminante de los Estados Unidos? ¿Quién azuzaba, en una asamblea de mayoría hispanoamericana, la oposición a las proposiciones de los Estados Unidos? ¿A quién, sino a los que hacen bandera de la política continental, propuesta por los Estados Unidos, perjudicaba que la idea de una moneda continental se declarase imposible en la Comisión reunida para su estudio por los mismos Estados Unidos? ¿Por qué surgía, ni cómo podía surgir de un modo natural en la Comisión Monetaria, de mayoría hispanoamericana, el pensamiento de oponerse a la clausura de una Comisión reunida para tratar de un proyecto que expresamente declaraban irrealizable, casi unánimemente, los delegados hispanoamericanos? Si a sí no se servían, ¿qué interés, en el seno de ellos, se aprovechaba de su buena voluntad excesiva, y los ponía a su servicio? ¿O era, como decían los que saben del interior de la política, que el interés de un grupo político, o de un político tenaz y osado de los Estados Unidos, levantaba por resortes ocultos e influencias privadas una asamblea de pueblos contra la opinión solemne del gobierno de los Estados Unidos? ¿Era que la asamblea de pueblos hispanoamericanos iba a servir los intereses de quien los compele a ligas confusas, a ligas peligrosas, a ligas imposibles, desdeñando el consejo de los que, por su interés local de partidarios o por justicia internacional, les abren las puertas para que se salven de ellas?

Se meditó; se temió; se urgió; se corrió gran riesgo de hacer lo que no se debía: de dejar en pie-al capricho de una política ajena, desesperada y sin escrúpulos,- una asamblea que, por lo complejo y delicado de las relaciones de muchos pueblos de Hispanoamérica con los Estados Unidos, podía, en manos de un candidato inclemente, ceder a los Estados Unidos más de lo que conviniese al respeto y seguridad de los pueblos hispanoamericanos.

Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad no sería el mejor modo de salvarse de los peligros a que expone en el comercio, con un pueblo pujador y desbordante la fama de debilidad. La cordura no está en confirmar la fama de débil, sino en aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso, cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es ser enérgico. Sobre serpientes, ¿quién levanta pueblos? Pero si hubo batalla; si el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvío de la razón, o levadura enconada de servidumbre, a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el ansia de ver crecer el pals nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de

88

factores extraños u hostiles al país, que ha de crecer conforme a sus factores y por métodos que resulten de ellos; si la cautela natural de los pueblos clavados en las cercanías de Norteamérica no creía aconsejable lo que, más que a los demás, por esa misma cercanía, les interesa; si la prudencia local y respetable, o el temor, o la obligación privada, ponían más cera en los caracteres que la que se ha de tener en los asuntos de independencia y creación hispanoamericana, en la Comisión Monetaria no se vio, porque acordó levantar de lleno sus sesiones.

La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891.

89

NUESTRA AMERICA

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifiquen al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas, y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire donnido[s] engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras.

No hay proa que ataje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen, han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más alli de sus culpas, si no quiere[n] que le[s] llamen el pueblo ladrón, devuelvanle sus tierras al hennano. Las deudas del honor, no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetadas. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades: ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.

A los sietemesinos solo les faltara el valor. Los que no tienen fe en su tierra, son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol dificil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de Paris, y dicen que no se puede alcanzar el úbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Piado, de faroles, o vayan a

91

Tortoni, de sobertes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, bribones, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus Indios, y va de menos a más, estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres, y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!

Ni en que patria puede tener un hombre mas orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles.? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irredimible a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no esta en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se· le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyes no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada

92

hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras esta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recabar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le periudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder: y han caído, en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno, y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude, y gobierna ella. ¿Como han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de lo elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jovenes al mundo, con antiparras yankees o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta,-sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y

93

derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los Incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. lnjértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.

Con los pies en el rosario, la cabeza blanca, y el cuerpo pinto de indio y criollo vinimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república, en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de CentroAmérica contra España al general de España. Con los habitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso, que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos, o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestia América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de Paris, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad! como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, -entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y

94

formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente, descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón:-la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos, sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Con los oprimidos habían que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere, echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se esta salvando de sus grandes yerros, -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen, -por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.

Pero •estos paises se salvaran•, como anuncio Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos: al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con el lanzón, se puede echar al lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide •a que le hagan emperador al rubio•. Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura critica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, -le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre, y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norte-América y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra

95

...

la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga,-en desestancar al indio, -en ir haciendo lado al negro suficiente, -en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yankee, daban la dave del enigma hispano-americano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil,-de la resistencia del libro contra la ianza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte,-se empieza como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. "¿Como somos?" Se preguntan, y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución en Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pansamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear, es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos, y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general, sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la 1.aga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infchces, y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazon deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando, por las venas la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas, estudian la dificultad en sus

9b

orígenes. Los oradores, empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos, traen los caracteres nativos a la escena. Las academias, discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillezca, y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de ideas. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.

De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas, está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento, y de cochero a una bomba de jabón: el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano, y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; -como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o en que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista, y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana, aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con la que se la pudiera encarar y desviarla; -como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril, o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, -el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada solo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas,-y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre, y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele, y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor

97

prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.

No hay odio de razas, porque no hay razas. I.Ds pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería que el v~ero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad, el que fomente y propague la oposicion y el odio de las razas. Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse., por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras, ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas: ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de las siglos, con el estudio oportuno, -y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación real lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

La Revista Rustrtula de Nueva York, 1 de enero de 1891

98

CONGRESO INTERNACIONAL DE WASHINGTON

Su historia, sus elementos y sus tendencias

1

Nueva York, 2 de noviembre de 1889.

Señor director de la Nación:1

"Los panamericanos" dice un diario "El sueño de Clay" dice otro. Otro: "La justa influencia". Otro: "Todavía no". Otro: "Vapores a Sudamérica". Otro: "El destino manifiesto". Otro: "Ya es nuestro el golfo". Y otros: "¡Ese congreso!", "Los cazadores de subvenciones", "Hechos contra candidaturas", "El Congreso de Blaine", "El paseo de los panes", "El mito de Blaine". Termina ya el paseo de los delegados, y

1 A partir de agosto de 1881 inicia Martl su notable colaboración periodística con algunos de los diarios latinoamericanos más importantes de la época. lA Opinión Nacional, de Caracas, primero, y más tarde lA Naci6n, de Bueno Aires, y El Partido Liberal, de México recogen en sus columnas el gnaeso de esta correspondencia. Martí aborda en sus crónicas los temas más diversos: sucesos dram4ticos, acontecimientos pollticios, críticas artísticas, análisis de personalidades .•. Pero acaso pueda detectarse un hilo conductor dentro de este conjunto abigarrado: el afán por informar al lector latinoamericano de la compleja realidad de Estados Unidos- sus valores, sus potencias, sus peligros- y de todo lo que ocurra dentro de esa sociedad que tenga relación o pueda interesar a los pueblos de •nuestra América •.

El grupo de crónicas de Martl acerca de la primera conferencia panamericana, celebrada en Washington en el invierno de 1889-1890, y en particular el artículo que hemos seleccionado para esta antología, son el ejemplo más elocuente de la clara visión que teola Martl de las motivaciones reales de la política norteamericana, que inauguraba precisamente con esta conferencia su proyección imperialista sobre América Latina. Esta crónica fue publicada en dos partes en lA Nación, los días 19 y 20 de diciembre de 1889.

99

están al abrirse las sesiones del congreso internacional. Jamás hubo en América de la independencia a acá, asunto que requiera más sensatez ni obligue a más vigilancia ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes repletos de productos invendtbles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.

En cosas de tanto interés, la alarma falsa fuera tan culpable como el disimulo. Ni se ha de exagerar lo que se ve, ni de torcerlo, ni de callarlo. Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar. Lo primero en política, es aclarar y prever. Sólo una respuesta unánime y viril, para la que todavía hay tiempo sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la inquietud y perturbación, fatales en su hora de desarrollo, en que les tendría sin cesar, con la complicidad posible de las repúblicas venales o débiles, la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tmtos con el resto del universo, corno en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio.

De raíz hay que ver a los pueblos, que llevan sus raíces donde no se las ve, para no tener a maravilla estas mudanzas en apariencia súbitas, y esta cohabitación de las virtudes eminentes y las dotes rapaces. No fue nunca la de Norteamérica, ni aun en los descuidos generosos de la juventud, aquella libertad humana y comunicativa que echa a los pueblos, por sobre montes de nieve, a redimir un pueblo hermano, o los induce a morir en haces, sonriendo bajo la cuchilla, hasta que la especie se pueda guiar por los caminos de la redención con la luz de la hecatombe. Del holandés mercader, del alemán egoísta, y del inglés dominador se amasó con la levadura del ayuntamiento señorial, el pueblo que no vio crimen en dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que la mantenían, bajo la esclavitud de los que se resistían a ser esclavos.

No se le había secado la espuma al caballo francés de Yorktown

100

cuando con excusas de neutralidad continental se negaba a ayudar contra sus opresores a los que acudieron a libertarlo de ellos, el pueblo que después, en el siglo más equitativo de la historia, había de disputar a sus auxiliares de ayer, con la razón de su predominio geográfico, el derecho de amparar en el continente de la libertad, una obra neutral de beneficio humano. Sin tenderles los brazos, sino cuando ya no necesitaban de ellos, vio a sus puertas la guerra conmovedora de una raza épica que combatía, cuando estaba aún viva la mano que los escribió, por los principios de albedrío y decoro que el norte levantó de pabellón contra el inglés: y cuando el sud, libre por sí, lo convidó a la mesa de la amistad no le puso los reparos que le hubiera podido poner, sino que con los labios que acaban de proclamar que en América no debía tener siervos ningún monarca de Europa, exigió que los ejércitos del Sur abandonasen su proyecto de ir a redimir las islas americanas del golfo, de la servidumbre de una monarquía europea. Acababan de unirse, con no menor dificultad que las colonias híbridas del Sur, los trece Estados del Norte y ya prohibían que se fortaleciese, como se hubiera fortalecido y puede fortalecerse aún, la unión necesaria de los pueblos meridionales, la unión posible de objeto y espíritu, con la independencia de las islas que la naturaleza les ha puerto de pórtico y guarda. Y cuando de la verdad de la vida surgió, con el candor de las selvas y la sagacidad y fuerza de las criaturas que por tener más territorio para esclavos, se entraron de guerra por un pueblo vecino, y le sajaron de la carne viva una comarca codiciada, aprovechándose del transtomo en que tenía al país amigo la lucha empeñada por una cohorte de evangelistas para hacer imperar sobre los restos envenenados de la colonia europea, los dogmas de libertad de los vecinos que los atacaban. Y cuando de la verdad de la pobreza, con el candor del bosque y la sagacidad y poder de las criaturas que lo habitan, surgió, en la hora del reajuste nacional, el guía bueno y triste, el leñador Lincoln, pudo oír sin ira que un demagogo le aconsejara comprar, para vertedero de los negros armados que le ayudaron a asegurar la unión, el pueblo de niños fervientes y de entusiastas vírgenes que, en su pasión por la libertad, había de ostentar poco después, sin miedo a los tenientes madrileños, el luto de Lincoln; pudo oír, y proveer de salvoconducto al mediador que iba a proponerle al Sur torcer sus armas sobre México, donde estaba el francés amenazante, y volver con crédito insigne a la República, con el botín de toda la tierra, desde el Bravo hasta el itsmo. Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el •nada sería más conveniente de Jefferson•; con •1os trece gobiernos destinados• de Adams; con •¡a visión profética• de Clay; con

101

"la gran luz del Norte" de Webster; con "el fin es cierto, y el comercio tributario" de Summer; con el verso de Sewall, que va de boca en boca, "vuestro es el continente entero y sin límites"; con "la unificación continental" de Everett; con la "unión comercial" de Douglas; con "el resultado inevitable" de Ingalls, "hasta el itsmo y el polo"; con la "necesidad de extirpar en Cuba", de Blaine, "el foco de la fiebre amarilla"; y cuando un pueblo rapaz de raíz, criado en la esperanza y certidumbre de la posesión del continente, llega a serlo, con la espuela de los celos de Europa y de su ambición de pueblo universal, como la garantía indispensable de su poder futuro, y el mercado obligatorio y único de la producción falsa que cree necesario mantener, y aumentar para que no decaigan su influjo y su fausto, urge ponerle cuantos frenos se puedan fraguar, con el pudor de las ideas, el aumento rápido y hábil de los intereses opuestos, el ajuste franco y pronto de cuantos tengan la misma razón de temer y la declaración de la verdad. La simpatía por los pueblos libres dura hasta que hacen traición a la libertad; o ponen en riesgo la de nuestra patria.

Pero si con esas conclusiones a que se llega, a pesar de hechos individuales y episodios felices, luego de estudiar la relación de las dos nacionalidades de América en su historia y elementos presentes, y en el carácter constante y renovado de los Estados Unidos, no se ha de afirmar por eso que no hay en ellos sobre estas cosas más opinión que la agresiva y temible, ni el caso concreto del congreso, en que entran agentes contradictorios, se ha de ver como encamación y prueba de ella, sino como resultado de la acción conjunta de factores domésticos afines, personales y públicos, en que han de influir resistiendo o sometiéndose los elementos hispanoamericanos de nacionalidad e interés; los privilegios locales y la opinión de la prensa, que según su bando o necesidad es atrevida en el deseo, o felina y cauta, o abyecta e incondicional o censoria y burlona. No hubo cuando el discurso inaugural de Blaine quien dijese por el decoro con que conviene enseñarse al extranjero, que fue el discurso como un pisto imperial, hecho de retazos de arengas, del marqués de Landowne, y de Henry Clay; pero, vencida esta tregua de cortesía, mostró la prensa su variedad saludable, y en ella se descubre que la resistencia que el pudor y el interés imponen, frente a la tentativa extemporánea y violenta de fusión, tiene como aliados naturales los privilegios de la industria local que la fusión lastimará, y los diarios de más concepto, y pensamiento del país. Así que yerra quien habla en redondo, al tratar del congreso de estas o aquellas ideas, de los Estados Unidos, donde impera, sin duda, la idea continental y particularmente

102

entre los que disponen hoy del mando, pero no sin la flagelación continua de los que ven en el congreso, desde su asiento de los bastidores, el empuje marcado de las compañías que solicitan subvención para sus buques, o el instrumento de que se vale un político hábil y conocedor de sus huestes, para triunfar sobre sus rivales por el agasajo doble a las industrias ricas, ofreciéndoles, sin el trabajo lento de la preparación comercial, los mercados que apetecen, y a la preocupación nacional, que ve en Inglaterra su enemigo nato, y se regocija con lo mismo que complace a la masa irlandesa, potente en las urnas. Hay que ver, pues, cómo nació el congreso, en qué manos ha caído, cuáles son sus relaciones ocasionales de actualidad con las condiciones del país, y qué puede venir a ser en virtud de ellas, y de los que influyen en el congreso y lo administran.

Nació en días culpables, cuando la política del secretario Blaine en Chile y el Perú salía tachada del banco de reo donde la sentó Belmont, por la prueba patente de haber hecho de baratero para con Chile en las cosas del Perú, cuya gestión libre impedía con ofrecimiento que el juicio y el honor mandaban rechazar, como que en forma eran la dependencia del extraño, más temible siempre que la querella con los propios, y por base tuvo el interés privado de los negocios de Landreau a que servía de agente confeso el ministro de los Estados Unidos, que de raíz deslucieron, por manos del republicano Frelinghuysen, lo que "sin derecho ni prudencia • había mandado hacer, encontrándose de voceador en la casa ajena, el republicano Blaine, quién perturbaba y debilitaba a los vencidos, con promesas que no les había de cumplir, o traían el veneno del interés, y a los vencedores les daba derecho a desconocer una intervención que no tenía las defensas de la suya, y a la tacha de mercenaria unía la de invasora de los derechos americanos. Los políticos puros viven. de la fama continua de su virtud y utilidad, que los excusa de escarceos deslumbrantes o atrevimientos innecesarios, pero los que no tienen ante el país esta autoridad y mérito recurren, para su preponderancia y brillo, a complicidades ocultas, con los pudientes, y a novedades osadas y halagadoras. A esos cortejos del vulgo hay que vigilar, porque por lo que les ve hacer se adivina lo que desea el vulgo. Las industrias estaban ya protegidas en los apuros de la plétora y pedían política que les ayudase a vender y barcos donde llevar sus mercancías a costa de la nación. Las compañías de vapores, que a condición de reembolso anticipan a los partidos en las horas de aprieto, sumas recias, exigían, seguras de su presa, las subvenciones en lo privado otorgadas. El canal de Panamá, daba ocasión para que los que no habían sido

103

capaces de abrirlo quisiesen impedir que "la caduca Europa" lo abriese, o remedar la política de "la caduca Europa" en Suez, y esperar a que otros lo rematasen para rodearlo. Los del guano de Landeau vieron que era posible convertir en su agencia particular la Secretaría de Estados de la nación. Se unieron el interés privado y político de un candidato sagaz, la necesidad exigente de los proveedores del partido, la tradición de dominio continental perpetuada en la república, y el caso de ponerla a prueba en un país revuelto y débil.

Surgió de la secretaría de Blaine el proyecto del congreso americano, con el crédito de la leyenda, el estímulo oculto de los intereses y la magia que a los ojos del vulgo tienen siempre la novedad y la osadía.

Y eran tan claras sus únicas razones que el país, que hubiera debido agradecerlo, lo tachó de atentatorio e innecesario. Por la herida de Guiteau salió Blaine de la secretaría. Su mismo partido, luego de repudiarle la intervención en el Perú, nombró, no sin que pasasen tres años, una comisión de paz que fuera para la América, sin muchos aires políticos, a estudiar las causas de que fuera tan desigual el comercio, y tan poco animada la amistad entre las dos nacionalidades del continente. Hablaron del congreso en el camino, y lo recomendaron a la casa y al senado a su vuelta.

Las causas de la poca amistad eran, según la comisión, la ignorancia y soberbia de los industriales del Norte, que no estudiaban ni complacían a los mercados del Sur; la poca confianza que les mostraban en los créditos en que es Europa pródiga; la falsificación europea de las marcas de los Estados Unidos; la falta de bancos y de tipos comunes de pesas y medidas; los "derechos enormes" de importación que "podrían removerse con concesiones recíprocas"; las muchas multas y trabas de aduana, y "sobre todo, la falta de comunicación por vapores".

Estas causas, y ninguna otra más. Estaba en el gobierno, a la vuelta de la comisión, el partido demócrata, que apenas podía mantener contra la mayoría de sus parciales, gracias a la bravura de su jefe, la tendencia a favorecer al comercio por el medio natural de la rebaja del costo de la producción; y es de creer, por cuanto los de esta fe dijeron entonces y hoy escriben, que no hubiera arrancado de los demócratas este plan del congreso, nunca muy grato a sus ojos, por tener ellos en la mente, con la reducción nacional del costo de la vida y de la manufactura, el modo franco y legítimo de estrechar la amistad con los pueblos libres de América. Pero no puede oponerse impunemente un partido político a los proyectos que tienden en todo lo que se ve, a robustecer el influjo y el

104

tráfico del país; ni hubiera valido a los demócratas poner en claro los intereses censurables que originaron el proyecto, porque en sus mismas filas, ya muy trabajadas por la división de opiniones económicas, encontraban apoyo decisivo los industriales necesitados de consumidores, y las compañías de buques, que pagan con largueza en uno u otro partido, a quienes las ayudan. La autoridad creciente de Cleveland, caudillo de las reformas, apretaba la unión de los proteccionistas de ambos partidos, y preparaba la liga formidable de intereses que derrotó en un esfuerzo postrero su candidatura. La angustia de los industriales había crecido tanto desde 1881, cuando se tachó la idea del congreso de osadía censurable, que en 1888, cuando aprobaron la convocatoria las dos casas, fue recibida por la mucha necesidad de vender, más natural y provechosa que antes. Y de este modo vino a parecer unánime, y como acordado por los dos bandos del país, el proyecto nacido de la conjunción de los intereses proteccionistas con la necesidad política de un candidato astuto. Cabe preguntar si, despejados estos dos elementos del interés político del candidato, y el pecuniario de las empresas que lo mantienen, hubiera surgido la idea de un nuevo interés, y por sucesos favorables a la ampliación del plan, a un extremo político en que culminan, con la vehemencia de una candidatura desesperada, las leyendas de expansión y predominio a que han comenzado a dar cuerpo y fuerza de plan político, la guerra civil de un pueblo rudimentario, y los celos de repúblicas que debieran saber recatarlos de quien muestra la intención y la capacidad de aprovecharse de ellos.

Los caudales proteccionistas echaron a Cleveland de la Presidencia. Los magnates republicanos tienen parte confesa en las industrias amparadas por la protección. Los de la lana contribuyeron a las elecciones con sumas cuantiosas, porque los republicanos se obligaban a no rebajar los derechos de la lana. Los del plomo contribuyeron para que los republicanos cerrasen la frontera al plomo de México. Y los del ázucar. Y los del cobre. Y los de los cueros, que hicieron ofrecer la creación de un derecho de entrada. El congreso estaba lejos. Se prometía a los manufactureros el mercado de las Américas: se hablaba, como con antifaz, de derechos misteriosos y de "resultados inevitables": a los criadores y extractores se le prometió tener cerrado a los productos de afuera el mercado doméstico: no se decía que la compra de las manufacturas por los pueblos españoles habría de recompensarse compmndoles sus productos primos, o se decía que habría otro modo de hacérselos comprar, "el resultado inevitable", "el sueño de Clay", "el destino manifiesto"; el verso de Sewall, corría de diario en diario, como

105

lema del canal de Nicaragua: "o por Panamá, o por Nicaragua, o por los dos, porque los dos serán nuestros": "ya es nuestra la península de San Nicolás, en Haití, que es la llave del golfo", triunfó con la fuerza oculta de la leyenda, redoblada con la necesidad inmediata del poder, el partido que venía uniendo en sus promesas la una a la otra.

Y al realizarse el congreso, y chocar los intereses de los manufactureros con los de los criadores y extractores, se ve de realce la imposibilidad de asegurar la venta al fabricante proteccionista sin cerrar en cambio el mercado de la nación por la entrada libre de los frutos primos a los extractores y criadores proteccionistas; y la necesidad de salir del dilema de perder el poder en las elecciones próximas por falta de su apoyo, o conservar su apoyo por el prestigio de convenios artificiales, obtenidos a fuerza de poder, viene a juntarse, reuniendo el interés general del partido, al creciente del candidato que busca programa -a la ocasión de influjo excepcional que ofrece al pueblo que lo espera y prepara desde sus albores, el período de mudanza en que, por desesperación de su esclavitud unos, y por el empuje de la vida los otros, entran los pueblos más débiles e infelices de América, que son, fuera de México, tierra de fuerza original, los pueblos más cercanos a los Estados Unidos. Así el que comenzó por ser ardid prematuro de un aspirante diestro, viene a ser, por la conjunción de los cambios, y aspiraciones a la vida de los pueblos del golfo, de la necesidad urgente de los proteccionistas, y del interés de un candidato ágil que pone a su servicio la leyenda, el planteamiento desembozado de la era del predominio de los Estados Unidos sobre los pueblos de la América.

Y es lícito afirmar esto, a pesar de la aparente mansedumbre de la convocatoria, porque.a ésta, que versa sobre las relaciones de los Estados Unidos con los demás pueblos americanos, no se la puede ver como desligada de las relaciones, y tentativas, y atentados confesos, de los Estados Unidos en la América, en los instantes mismos de la reunión de sus pueblos sino que por lo que son estas relaciones presentes se ha de entender cómo serán, y para qué, las venideras; y luego de inducir la naturaleza y objeto de las amistades proyectadas, habrá de estudiarse a cuál de las dos Américas convienen, y si son absolutamente necesarias pan1 su paz y vida ~mún, o si estarán mejor como amigos naturales sobre bases libres, que como coro sujeto a un pueblo de intereses distintos, composición híbrida y problemas pavorosos, resuelto a entrar, antes de tener arreglada su casa, en desafío arrogante, y acaso pueril, con el mundo. Y cuando se determine si los pueblos que han sabido fundarse por sí, y mejor mientras más lejos, deben abdicar su soberanía en favor

106

del que con más obligación de ayudarles no les ayudó jamás, o si conviene poner clara, y donde el universo la vea, la determinación de vivir en la salud de la verdad, sin alianzas innecesarias con un pueblo agresivo de otra composición y fin, antes de que la demanda de alianza forzosa se encone y haga caso de vanidad y punto de honra nacional, -lo que habrá de estudiarse serán los elementos del congreso, en sí y en lo que de afuera influye él, para augurar si son más las probabilidades de que se reconozcan, siquiera sea para recomendación, los títulos de patrocinio y prominencia en el continente, de un pueblo que comienza a mirar como privilegio suyo la libertad, que es aspiración universal y perenne del hombre, y a invocarla para privar a los pueblos de ella-, o de que en esta primera tentativa de dominio, declarada en el exceso impropio de sus pretensiones, y en los trabajos coetáneos de expansión territorial e influencia desmedida, sean más, si no todos, corno debieran ser los pueblos que, con la entereza de la razón y la seguridad en que están aún, den noticia decisiva de su renuncia a tornar señor, que los que por un miedo a que sólo habrá causa cuando hayan empezado a ceder y reconocido la supremacía, se postren, en vez de esquivarlo con habilidad, al paso del Juggemaut desdeñoso, que adelanta en triunfo entre turiferarios alquilones de la tierra invasora aplastando cabezas de siervos.

FJ Sun de Nueva York lo dijo ayer: "FJ que no quiera que lo aplaste el Juggemaut, súbase en su carro•. Mejor será cerrarle al carro el camino.

Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad. Al carro se subieron los tejanos, y con el incendio a la espalda, como zorros rabiosos, o con los muertos de la casa a la grupa, tuvieron que salir, descalzos y hambrientos, de su tierra de Texas.

José Martí

107

11

Nueva York, 2 de noviembre de 1989

Señor Director de La Nación:

Y, a ver las cosas en la superficie, no habría causa para estas precauciones, porque de las ocho proposiciones de la convocatoria, la primera y última manda tratar de todo lo que en general sea para el bien de los pueblos de América, que es cosa que cada pueblo nuestro ha buscado por sí, en cuanto se quitó el polvo de las ruinas en que vino al mundo; y de las seis restantes, una es para criar vapores, que no han necesitado en nuestra América de empolladura de congresos, porque Venezuela dio sueldo a los cascos de los Estados U nidos en cuanto tuvo qué mandar, y cómo pagar; y Centroamérica, con estar en pañales, lo mismo; y México ha puesto sobre sus pies con sus pesos mestizos a dos compañías rubias de vapores, cuando no pensaba en su prole necesitada la superioridad rubia; y es patente que no hay por qué hacer con guía de otros aquello de que se le ha dado al guía lección adelantada. Otra proposición es recomendable; porque entre pueblos llanos y amigos no debe haber fórmulas nimias ni diversas, y conviene a todos que sean unas las de los documentos mercantiles, y las de despachos de aduana, así como lo de la pr(.\puesta que sigue, sobre uniformidad de pesas y medidas, y leyes sobre marcas y privilegios, y sobre extradición de criminales.

Ni la idea de la moneda común es de temer, porque cuanto ayude al trato de los pueblos es un favor para su paz, y una causa menos de encono y recelo, y si se puede acordar, con un sistema de descuentos fijos o con el reconocimiento de un valor convencional, el valor relativo y constante de la plata de diversos cuños, no hay por qué estorbar el comercio sano y apetecible con la fluctuación de la moneda, ni de negar en un tanto al peso de menos plata, el crédito que entre pueblos amigos se concede al peso nominal de papel. Ni sería menos que excelente la proposición del arbitraje, casO' de que no fuera con la reserva mental del Herald de Nueva York, que no es diario que habla sin saber, y dice que

108

todavía no es hora de pensar en el protectorado sobre la América: sino que eso se ha dejar para cuando estén las cosas bien fortificadas; y sea tanta la marina que vuelva vencedora de una guerra europea, y entonces, con el crédito del triunfo, será la ocasión de intentar "lo que ha de ser, pero que por falta de fuerzas no se ha de intentar ahora". Excelente cosa sería el arbitraje, si en estos mismos meses hubiesen dado pruebas de quererlo realmente los Estados Unidos en su vecindad, proponiéndolo a los dos bandos de Haití, en vez de proveer de armas al bando que le ha ofrecido cederle la península de San Nicolás, para echar del país al gobierno legítimo, que no se la quiso ceder. El arbitraje sería cosa excelente, si no hubieran de estar sometidas las cuestiones principales de América, que han de ser dentro de poco, si a tiempo no se ordenan, las de las relaciones con el pueblo de Estados Unidos, de intereses distintos en el universo, y contrarios en el continente, a los de los pueblos americanos, a un tribunal en que, por aquellas maravillas que dieron en México el triunfo a Cortés, y en Guatemala a Alvarado no fuera de temer, y aun de asegurar que, con el poder de la bolsa, o el del deslumbramiento, tuviera el león más votos que los que pudieran oponer al coro de ovejas, el potro valeroso o el gamo infeliz. Cosa excelente sería el arbitraje, si fuera de esperar que en la plenitud de su pujanza sometira a él sus apetitos la república que, aún adolescente, mandaba a los hermanos generosos que dejasen al hermano sin libertar, y que le respetasen su presa.

De una parte hay en América un pueblo que proclama su derecho de propia coronación a regir, por moralidad geográfica, en el continente, y anuncia, por boca de sus estadistas, en la prensa y en el púlpito, en el banquete y en el congreso, mientras pone la mano sobre una isla y trata de comprar otra, que todo el norte de América ha de ser suyo, y se le ha de reconocer derecho imperial del istmo abajo, y de otra están los pueblos de origen y fines diversos, cada día más ocupados y menos recelosos, que no tienen más enemigo real que su propia ambición, y la del vecino que los convida a ahorrarle el trabajo de quitarles mañana por la fuerza lo que le pueden dar de grado ahora. ¿Y han de poner sus negocios los pueblos de América en manos de su único enemigo, o de ganarle tiempo, y poblarse, y unirse, y merecer defintivamente el crédito y respeto de naciones, antes de que ose demandarles la sumisión el vecino a quien, por las lecciones de adentro o las de afuera, se le puede moderar la voluntad, o educar la moral política, antes de que se determine a incurrir en el riesgo y oprobio de echarse, por la razón de estar en un mismo continen­te, sobre pueblos decorosos, capaces, justos y como él, prósperos y libres'?

109

Ni fuera para alarmar la propuesta de la unión aduanera, que permitiría la entrada libre de lo de cada país en todos los de la unión; porque con enunciarla se viene abajo, pues valdría tanto como ponerse a modelar de nuevo y aprisa quince pueblos para buscar acomodo a los sobrantes de un amigo a quien le ha entrado con apremio la necesidad, y quiere que en beneficio de él los vecinos se priven de todo, o de casi todo, lo que tienen compuesto en una fábrica de años para los gastos de la casa: porque tomar sin derechos lo de los Estados Unidos, que elaboran, en sus talleres cosmopolitas, cuanto conoce y da el mundo, fuera como echar al mar de un puñado la renta principal de las aduanas, mientras que los Estados Unidos seguirían cobrando poco menos que todas las suyas, como de lo que les viene de América no pasan de cinco los artículos valiosos y gravados al entrar: sobre que sería inmoral e ingrato, caso de ser posible por las obligaciones previas, despojar del derecho de vender en los países de América sus productos baratos a los pueblos que sin pedirles sumisión política les adelantan caudales y les conceden créditos, para poner en condición de vender sus productos caros e inferiores a un pueblo que no abre créditos ni adelanta caudales, sino donde hay minas abiertas y provechos visibles, y exige además la sumisión.

¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización? ¿Por qué tan deseosos de entrar en la casa ajena, mientras los que quieren echar de ella se les están entrando en la propia? ¿Por qué ajustar en la sala del congreso proyectos de reciprocidad con todos los pueblos americanos cuando un proyecto de reciprocidad, el de México, ajustado entre los dos gobiernos con ventajas mutuas, espera en vano de años atrás la sanción del congreso, porque se oponen a él, con detrimento del interés general de la Nación, los intereses especiales heridos en el tratado?

En 1883, mientras iba la comisión convidando al congreso internacional ¿no se cerraron las puertas, para contentar a los criadores nativos, a las lanas sudamericanas? ¿No quiere el senado aumentar hoy mismo, cara a cara del congreso internacional, el gravamen de la lana de alfombras de los pueblos a quienes se invita a recibir sin derechos, y a consumir de preferencia los productos de un país que le excluye los suyos? ¿No acaba la Secretaría de Hacienda, mientras andan de con vi vialidades los panamericanos en Kentucky, de confirmar el derecho prohibitivo del plomo de México, a quien llama a tratar sobre la entrada

110

libre de los productos del norte en la república mexicana, que ya les tiene acordada la entrada libre, y sólo espera a que la permita por su parte el congreso de los Estados Unidos? ¿No estú levantando protestas los estancieros del oeste contra las compañías de vapores, que quieren valerse del partido que los estancieros ayudaron a vencer, para traer de venta de Sudamérica al este, con el dinero nacional, reses vivas y carnes frescas más baratas que las que pueden mandar del oeste por los ferrocarriles los estancieros de la nación? ¿Y a qué se convida a Chile, que exporta cobre, si el cobre del país, que ayudó tanto a los republicanos, les exige la condición, que fue cerrar la entrada al cobre? ¿Y los azucareros, para qué trajeron a los republicanos al poder, sino para que les cerraran las puertas al azúcar?

O se priva el gobierno republicano del apoyo de los proteccionistas que lo eligieron para que los mantuviese en su granjería.-lo que fuera sacrificio inútil, porque el congreso federal, que es de las empresas, reprobaría la deserción del gobierno. O se convida a los pueblos americanos a sabiendas, con la esperanza vaga de recobrar concesiones que los entraban para el porvenir, a formular tratados que de antemano desechan los poderes a quienes cumpliría ejecutarlos, y los intereses que los encumbraron al gobierno. O se espera reducir al congreso internacional, por artificios de política, y componendas con los pueblos deslumbrados y temerosos, a recomendaciones que funden el derecho eminente que se arrogan sobre América los Estados Unidos. O se les usa con suave discreción, en esperanzas de tiempos más propicios, de manera que sus acuerdos generales y admisiones corteses pasen ante los proteccionistas ansiosos y ante el país engolosinado con la idea de crecer, corno premio de la obra mayor del protectorado decisivo sobre América, que no debe ~alizar el estadista mágico desde su cárcel de la secretaría, sino el poder y autoridad de la presidencia. Eso dice el Herald.

•¡Como que nos parece que este congreso no viene a ser más que una jugada política, una exhibición pirotécnica del estadista magnético, un movimiento brillante de estrategia anticipada para las próximas elecciones a la presidencia! • • A las compañías de vapores que ayudaron a ponerlo donde está es a quienes quiere contentar Blaine,-dice el Evening Post,-si ese congreso acuerda algunas recomendaciones vagas sobre la conveniencia de subvencionar líneas de vapores, y junta su tanto

. correspondiente de luz de luna sobre la fraternidad de los pueblos y las bellezas del arbittaje, a la horca se puede ir el congreso, que ya ha hecho )o que las compañías querían que hiciese•. •Por cuanto se ve, va a parar este congreso en una gran caza de subvenciones para vapores•, dice el

111

'nmes. Toda esta fábrica pomposa levantada por los Estados Unidos es una divertidísima paradoja nacional: "¿no pone en riesgo", dice el Herald de Filadelfia, "nuestra fama de pueblo sensato e inteligente?" Y el Herald de Nueva York comenta así: "¡Magnífico anuncio para Blaine!"

Pero el congreso comprenderá la propiedad de desvanecerse en cuanto le sea posible. En tanto, el gobierno de Washington se prepara a declarar su posesión de la península de San Nicolás, y acaso, si el ministro Douglas negocia con éxito, su protectorado sobre Haití: Douglas lleva, según rumor no desmentido, el encargo de ver cómo inclina a Santo Domingo al protectorado: el ministro Palmer negocia a la callada en Madrid la adquisición oe Cuba: el ministro Migner, con escándalo de México, azuza a Costa Rica contra México de un lado y Colombia de otro: las empresas ilortearnericanas se han adueñado de Honduras: y fuera de saber si los hondurei&s tienen en la riqueza del país más parte que la necesaria para amparar a sus consocios y si está bien a la cabeza de un diario del gobierno un an~xionista reconocido: por los provechos del canal, las visiones del progreso, están con las dos manos en Washington, Nicaragua y Costa Rica; un pretendiente a la presidencia hay en Costa Rica, que prefiere aJa unión de Centroamérica la anexión a los Estados Unidos: no hay amistad más ostensible que la del presidente de Colombia para el congreso y sus planes: Venezuela aguarda entusiasta a que Washington saque· de la· Guayana a Inglaterra, que Washington no se puede sacar del Canadá: a que confirme gratuitamente en la posesión de un territorio a un pueblO de América, el país que en ese mismo instante fomenta una guerra para quitarle la joya de su comarca y la llave del golfo de México a otro pueblo americano; el país que rompe en aplausos en la casa de representantes cuando un Chipman declara que es ya tiempo de que ondee la bandera de las etrellas en Nicaragua como un Estado más del Norte.

Y el Sun dice así: "Compramos a Alaska ¡sépase de una vez! para notificar al mundo que es-m¡estra deteminación formar una unión de todo el norte del contiqe~ c01t la bandera de las estrellas flotando desde los hielos hasta el istmo; y *de océano a océano". Y el Herald dice: "La visión de un protectóntdo sobre las repúblicas del sur llegó a ser idea principal y constante de Henry Clay". El Mail and Express, amigo íntimo de Harrison, por -ura ~ñ, y de Blaine por otra, llama a Blaine •el su~r 4e Henry Clay, del gran campeón de las ideas americanas". "No queremos más que ay1.1• a la prosperidad de esos pueblos•, dice el Tribune. Y en otra parte dice hablando de otro querer: "Esos pueden ser. resultados definitivos- y remotos de la política general que

112

deliberadamente adoptaron ambos partidos en el congreso". "No estamos listos todavía para ese movimiento", dice el Herald: "Blaine se adelanta a los sucesos como unos cincuenta años". ¡A crecer, pues, pueblos de América, antes de los cincuenta años!

Nótase, pues, en la opinión escrita, mirando a lo hondo, una como idea táctica e imperante, visible en el mismo cuidado que ponen los más justos en no herirla de frente, como que nadie tacha de inmortal, ni de trabajo de salteador, aunque lo sería, la intentona de llevar por América en los tiempos modernos la civilización ferrocarrilera como Pizarro llevó la fe de la cruz; y la censura está a lo más en no hablar de las acciones por venir, ya porque, en lo real del caso de Haití, iniciaron los demócratas, a pesar de su moderación, la misma política de conquista de los republicanos y fueron los demócratas en verdad los que con la compra de la Luisiana la inauguraron bajo Jefferson, ya porque la prensa vive de oír, y de obedecer la opinión más que de guiarla, por lo cual no osa condenar las alegaciones con que pudiera enriquecerse el país, aunque luego de hechas no haya de faltar quien las tache de crimen, como a la de Texas, que llaman crimen a secas Dana, y Janvier, y los biógrafos de Lincoln, por más que fuera mejor impedirlas antes de ser, que lamentarlas cuando han sido. Pero sí ha de notarse, porque es, que en lo más estimable de la prensa se pone de realce la imposiblidad de que el congreso venga a fines reales de comercio por la oposición de soberanía de cada país con el rendimiento de ella que el congreso exige, y la de la política de las concesiones recíprocas que la convocatoria apunta, con la de resistencia a la reciprocidad, a que de raíz están obligados los que reúnen a los pueblos de América para fingir, por aparato eleccionario o fin oculto, que la violan. El Times, el Post, el Luch, el Harper, el Advertiser, el Herald, tienen a bomba de jabón y a escenografía ridícula, la junta de naciones congregadas para que entren en liga contra el universo, en favor de un partido que no puede entrar en la liga a que convida, ni hacer, sin morir, lo que insta a sus asociados que hagan.

Blaine mismo, conoce que para el triunfo del mito en las elecciones, basta con que una semejanza de éxito, excusada de no ir a más por estarse al principio de la obra, alimente la fe que viene de Adams a Cutting, y estima que con el hecho del congreso, por el poder de la luz sobre los ojos débiles, ha de quedar realmente favorecida; pero muestra el temor de que se espere del congreso, por la mucha necesidad de las industrias, más de lo que ha de dar, que nada puede ser en esto del comercio sobre las bases proteccionistas de ahora, por lo que a tiempo

113

hace saber, por un hijo hoy, y por un diario mañana, que no espera de la junta, en lo que se vea, sino preliminares de la fusión que ha de venir, y más resistencia que allegamiento, o allegamientos preparatorios. La política de la dignidad tiene, pues, por aliados voluntarios y valiosos, en el mismo país hostil, a los que por llevar la dignidad en sí, no conciben que pueda faltar en aquellos en quienes se ataca. Ni el que sacaría más provecho de la falta de ella, osa esperar que falte.

Y es voz unánime que el congreso no ha de ser más que junta nula, o bandera de la campaña presidencial, o pretexto de una cacería de subvenciones. Esto aguardan de los pueblos independientes de América los que, conocedores del bien de la independencia, no conciben que se pueda, sin necesidad mortal, abdicar de él. ¿Se entrarán, de rodillas, ante el amo nuevo, las islas del golfo? ¿Consentirá Centroamérica en partirse en dos, con la cuchillada del canal en el corazón, o en unirse por el sur, como enemiga de México, apoyada por el extranjero que pesa sobre México en el norte, sobre un pueblo de los mismos intereses de Centroamérica, del mismo destino, de la misma raza'] ¿Empezará, venderá Colombia su soberanía? ¿Le limpiarán el istmo de obstáculos a Juggemaut, los pueblos libres, que moran en él, y se subirán en su carro, como se subieron los mexicanos de Texas? ¿Por la esperanza de apoyo contra el extranjero de Europa, que por un espejismo de progreso, excusable sólo en mente aldeana, favorecerá Venezuela el predominio del extranjero más temible, por más interesado y cercano, que anuncia que se ha de clavar, y se clava a sus ojos, por toda la casa de América'! ¿O debe llegar la admiración por los Estados Unidos hasta prestar la mano al novillo apurado, como la campesina de •La Terre•?

Eso de la admiración ciega, por pasión de novicio o por falta de estudio, es la fuerza mayor con que cuenta en América la política que invoca, para dominar en ella, un dogma que no necesita en los pueblos americanos de ajena invocación, porque de siglos atrás, aún antes de entrar en la niñez libre, supieron rechazar con sus pechos al pueblo más tenaz y poderoso de la tierra: y luego le han obligado al respeto por su poder natural, y la prueba de su capacidad, solos. ¿A qué invocar, para extender el dominio en América, la doctrina que nació tanto de Monroe como de Canning, para impedir en América el dominio extranjero, para asegurar a la libertad un continente? ¿O se ha de invocar el dogma contra un extranjero para traer a otro?. ¿O se quita la extranjería, que está en el carácter distinto, en los distintos intereses, en los propóstios distintos, por vestirse de libertad, y privar de ella con los hechos, -o porque viene con el extranjero el veneno de los empréstitos, de los canales, de los

114 •

ferrocarriles? ¿O se ha de pujar la doctrina en toda su fuerza sobre los pueblos débiles de América, el que tiene al Canadá por el Norte, y a las Guayanas y a Bélice por el Sur, y mandó mantener, y mantuvo a España y le permitió volver, a sua propias puertas, al pueblo runericano de donde babia salido?

¿A qué fingir miedos de España, que para todo lo que no sea extenninar a sus hijos en las Antillas está fuera de América, y no la puede recobrar por el espíritu, porque la hija se le adelanta a par del mundo nuevo, ni por el comercio, porque no vive la América de pasas y aceitunas, ni tiene España en los pueblos americanos más influjo que el que pudiera volver a darle, por causas de raza y de sentimientos, el temor o la antipatía o la agresión norteamericana? ¿O los pueblos mayores de América, que tienen la capacidad y la voluntad de resistirla, se verían abandonados y comprometidos por las repúblicas de su propia familia que se les debían allegar, para detener, con la fuerza del espíritu unificado, al adversario común, que pudo mostrar su pasión por la libertad ayudando a Cuba a conquistarla de España, en vez de ayudar contra la libertad a España, que le profanó sus barcos, y le tasó a doscientos pesos las cabezas que quitó a balazos a sus hijos? ¿O son los pueblos de América estatuas de ceguedad, y pasmos de inmundicia?

La admiración justa por la prosperidad de los hombres liberales y enérgicos de todos los pueblos, reunidos a gozar de la libertad, obra común del mundo, en una extensión segura, varia y virgen, no ha de ir hasta excusar los crímenes que atenten contra la libertad el pueblo que se sirve de su poder y de su crédito para crear en fonna nueva el despotismo. Ni necesitan ir de pajes de un pueblo los que en condiciones inferiores a las suyas han sabido igualarlo y sobrepujado. Ni tienen los pueblos libres de América razón para esperar que les quite de encima al extranjero molesto el pueblo que acudió con su influjo a echar de México al francés, traído acaso por el deseo de levantarle valla al poder sajón en el equilibrio descompuesto del mundo, cuando el francés de México, le amenazaba por el sur con la alianza de los estados rebeldes, de alma aún latina; el pueblo que por su interés echó al extranjero europeo de la repdblica libre a que arrancó en una guerra criminal una comarca que no le ha restituido. Walker fue a Nicaragua por los Estados Unidos; por los Estados Unidos, fue López a Cuba. Y ahora cuando ya no hay esclavitud con que excusarse, está en pie la liga de Anexión; habla Allen de ayudar a la de Cuba; va Douglas a procurar la de Haití y Santo Domingo; tantea Palmer la venta de Cuba en Madrid; fomentan en las Antillas la anexión

115

con raíces en Washington, los diarios vendidos de Centroamérica; y en las Antillas menores, dan cuenta incesante los diarios del norte, del progreso de la idea anexionista; insiste Washington en compeler a Colombia a reconocerle en el istmo derecho dominante, y privarle de la facultad de tratar con los pueblos sobre su territorio; y adquieren los Estados Unidos, en virtud de la guerra civil que fomentaron, la península de San Nicolás en Haití. Unos dan "el sueño de Clay" por cumplido. Otros creen que se debe esperar medio siglo más: otros, nacidos en la América española, creen que se debe ayudarlo.

El congreso internacional será el recuento del honor, en que se vea quiénes defienden con energía y mesura la independencia de la América española, donde está el equilibrio del mundo; o si hay naciones capaces, por el miedo o el deslumbramiento, o el hábito de servidumbre o el interés de consentir, sobre el continente ocupado por dos pueblos de naturaleza y objeto distintos, en mermar con su deserción las fuerzas indispensables, y ya pocas, con que podrá a la familia de una nacionalidad contener con el respeto que imponga y la cordura que demuestre, la tentativa de predominio, confirmada por los hechos coetáneos, de un pueblo criado en la esperanza de la dominación continental, a la hora en que se pintan, en apogeo común, el ansia de mercados de sus industrias pletóricas, la ocasión de imponer a naciones lejanas y a vecinos débiles el protectorado ofrecido en las profesías, la fuerza material necesaria para el acometimiento, y la ambición de un político rapaz y atrevido.

José Martí

116

MADRE AMERICA1

Señoras y señores:

Apenas acierta el pensamiento, a la vez trémulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le manda la discreción, el júbilo que nos rebosa de las almas en esta noche memorable. ¿Qué puede decir el hijo preso, que welve a ver a su madre por entre las rejas de su. prisión? Hablar es poco, y es casi imposible, más por el íntimo y desordenado contento, por la muchedumbre de recuerdos, de esperanzas y temores, que por la certeza de no poder darles expresión digna. Ind6cil y mal enfrenada ha de brotar la palabra de quien, al ver en tomo suyo, en Ja-persona de sus delegados ilustres, los pueblos que amamos con pasi6ft teligiosa.; al ver cómo, por mandato de secreta voz, los hombres se hasl puesto .cOmo más altos para recibirlos, y las mujeres como más bellas; al ver ei·aire tétrico y plomizo animado como de sombras, sombras de águilas que 'echan a volar, de cabezas que pasan moviendo el penacho consejero, de tierras que· imploran, pálidas y acuchilladas, sin fuerzas para sacarse el puñal del corazón, del guerrero magnánimo del Norte, que da su mano de admirador, desde el pórtico de Mount Vemoh, al héroe volcánico del Sur, intenta en vano recoger, como quien se ....Wei.ve en una baadera, el tumulto de sentimientos que se le agolpa, al pecho, y sólo halla estrofas inacordes y odas indómitas para celebrar, en la casa de nuestra América, la visita de la madre ausente, -para decirle, en nombre de hombres y mujeres, que el corazón no puede tener mejor empleo que darse, todo, a los mensajeros de los pueblos americanos. ¿Cómo podremos pagar a nuestros huéspedes ilustres esta hora de consuelo? ¿A qué hemos de esconder, con la falsía de la ceremonia, lo que se nos está viendo en tos rostros?

Pongan otros florones y cascabeles y franjas de oro a sus retóricas; nosotros tenemos esta noche la elocuencia de la Biblia, que es la que mana, inquieta y regocijada como el arroyo natural, de la abundancia del

1Con este nombre es conocido el discurso pronunciado por Martí en la velada que celebró la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 19 de diciembre de 1889 en honor de los delegados a la Conferencia Internacional Americaaa de Washingt.o.D. Tomo VI, pp. 133-140.

117

corazón. ¿Quién de nosotros ha de negar, en esta noche en que no se miente, que por muchas raíces que tengan en esta tierra de libre hospedaje nuestra fe, o nuestros afectos, o nuestros hábitos, o nuestros negocios, por tibia que nos haya puesto el alma la magia infiel del hielo, hemos sentido, desde que supimos que estos huéspedes nobles nos venían a ver, como que en nuestras casas había más claridad, como que andábamos a paso más vivo, como que éramos más jóvenes, y generosos, como que nuestras ganancias eran mayores y seguras, como que en el vaso seco volvía a nacer flor? Y si nuestras mujeres quieren decimos la verdad, ¿no nos dicen, no nos están diciendo con sus ojos leales, que nunca pisaron más contentos la nieve ciertos pies de hadas; que algo que dormía en el corazón, en la ceguera de la tierra extraña, se ha despertado de repente; que un canario alegre ha andado estos días entrando y saliendo por las ventanas, sin temor al frío, con cintas y lazos en el pico, yendo y viniendo sin cesar, porque para esta fiesta de nuestra América ninguna flor parecía bastante fina y primorosa?

Ésta es la verdad. A unos nos ha echado aquí la tormenta; a otros, la leyenda; a otros, el comercio; a otros, la determinación de escribir, en una tierra que no es libre todavía, la última estrofa del poema de 1810; a otros les mandan vivir aquí, como su grato imperio, dos ojos azules. Pero por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres de la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachámoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez.

De lo más vehemente de la libertad nació en días apostólicos la América del Norte. No querían los hombres nuevos, coronados de luz, inclinar ante ninguna otra su corona. De todas partes, al ímpetu de la frente, saltaba hecho pedazos, en las naciones nacidas de la agrupación de pueblos pequeños, el yugo de la razón humana, envilecida en los imperios creados a punta de lanza, o de diplomacia, por la gran república que se alocó con el poder; nacieron los derechos modernos de las comarcas pequeñas y autóctonas, que habían elaborado en el combate continuo su carácter libre, y preferían las cuevas independientes a la prosperidad servil. A fundar la república, le dijo al rey que venía, uno que no se le quitaba el sombrero y le decía de tú. Con mujeres y con hijos se fían al mar, y sobre la mesa de roble del camarín fundan su comunidad, los cuarenta y uno de la •Flor de Mayo-. Cargan mosquetes, para defender las siembras; el trigo que comen, lo aran; suelo sin tiranos es lo que buscan, para el alma sin tiranos. Viene, de fieltro y blusón, el

118

,.

puritano intolerante e integérrimo, que odia el lujo, porque por él prevarican los hombres; viene el cúquero, de calzas y chupa, y con los úboles que derriba, levanta la escuela; viene el católico, perseguido por su fe, y funda un Estado donde no se puede perseguir por su fe a nadie; viene el caballero, de fusta y sombrero de plumas, y su mismo hábito de mandar esclavos le da altivez de rey para defender su libertad. Alguno trae en su barco una negrada que vender, o un fanático que quema a las brujas, o un gobernador que no quiere oír hablar de escuelas; lo que los barcos traen es gente de universidad y de letras, suecos místicos, alemanes fervientes, hugonotes francos, ~ses altivos, bátavos económicos; traen arados, semillas, telares, arpas, salmos, libros. En la casa hecha por sus manos vivían, señores y siervos de sí propios; y de la fatiga de bregar con la naturaleza se consolaba el colono valeroso al ver venir, de delantal y cofia, a la anciana del hogar, con la bendición en los ojos, y en la mano la bandeja de los dulces caseros, mientras una hija abría el libro de los himnos, y preludiaba otra en el salterio o en el clavicordio. La escuela era de memoria y azotes; pero el ir a ella por la nieve era la escuela mejor. Y cuando, de cara al viento, iban de dos en dos por los caminos, ellos de cuero y escopeta, ellas de bayeta y devocionario, a oír iban al reverendo nuevo, que le negaba al gobernador el poder de las cosas privadas de la religión; iban a elegir sus jueces, o a residenciarlos. De afuera no venía la casta inmunda. La autoridad era de todos, y la daban a quien se la querían dar. Sus ediles elegían, y sus gobenadores. Si le pasaba al gobernador convocar el consejo, por sobre él lo convocaban los chombres libres». Allá, por los bosques, el aventurero taciturno caza hombres y lobos, y no duerme bien sino cuando tiene de almohada un tronco recién caído o un indio muerto. Y en las mansiones solariegas del Sur todo es minué y bujías, y coro de negros cuando viene el coche del señor, y copa de plata para el buen Madera. Pero no había acto de la vida que no fuera p4bulo de la libertad en las colonias republicanas que, mú que cartas reales, recibieron del rey certificados de independencia. Y cuando el inglés, por darla de amo, les impone un tributo que ellas no se quieren imponer, el guante que le echaron al rostro las colonias fue el que el inglés mismo había puesto en sus manos. A su héroe, le traen el caballo a la puerta. El pueblo que luego había de negarse a ayudar, acepta ayuda. La libertad que triunfa es como 61, señorial y sectaria, de puño de encaje y de dosel de terciopelo, mú de la localidad que de la humanidad, una libertad que bambolea, egoísta e injusta, sobre los hombros de una raza esclava, que antes de un siglo echa en tierra las andas de una sacudida; ¡y surge, con un hacha en

119

la mano, el leñador de ojos piadosos, entre el estruendo y el polvo que levantan al caer las cadenas de un millón de hombres emancipados! Por entre los cimientos desencajados en la estupenda convulsión se pasea, codiciosa y soberbia, la victoria; reaparecen, acentuados por la guerra, los factores que constituyeron la nación; y junto al cadáver del caballero, muerto sobre sus esclavos, luchan por el predominio en la república, y en el universo, el peregrino que no consentía señor sobre él, ni criado bajo él, ni más conquistas que la que hace el grano· en la tierra y el amor en los corazones, -y el aventurero sagaz y rapante, hecho a adquirir y adelantar en la selva, sin más ley que su deseo, ni más Umite que el de su brazo, compañero solitario y temible del leopardo y el águila.

Y ¿cómo no recordar, para gloria de los que han sabido vencer a pesar de ellos, los orígenes confusos, y manchados de sangre, de nuestra América, aunque al recuerdo leal, y hoy más que nunca necesario, le pueda poner la tacha de vejez inoportuna aquel a quien la luz de nuestra gloria, de la gloria de nuestra independencia, estorbase para el oficio de comprometerla o rebajarla? Del arado nació la América del Norte, y la Española, del perro de presa. U na guerra fanática sacó de la poesía de sus palacios aéreos al moro debilitado en la riqueza, y la soldadesca sobrante, criada con el vino crudo y el odio a los herejes, se echó, de coraza y arcabuz, sobre el indio de peto de algodón. Llenos venían los barcos de caballeros de media loriga, de segundones desheredados, de alféreces rebeldes, de licenciados y clérigos hambrones. Traen culebrinas, rodelas, picas, quijotes, capacetes, espaldares, yelmos, perros. Ponen la espada a los cuatro vientos, declaran la tierra del rey, y entran a saco en los templos de oro. Cortés atrae a Moctezuma al palacio que debe a su generosidad o a su prudencia, y en su propio palacio lo pone preso. La simple Anacaona convida a su fiesta a Ovando, a que viera el jardín de su país, y sus danzas alegres, y sus doncellas; y los soldados de Ovando se sacan de debajo del disfraz las espadas, y se quedan con la tierra de Anacaona. Por entre las divisiones y celos de la gente india adelanta en América el conquistador; por entre aztecas y tlaxcaltecas llega Cortés a la canoa de Cuauhtémoc; por entre quichés y zutugiles vence Alvarado en Guatemala; por entre tunjas y bogotaes adelanta Quesada en Colombia; por entre los de Atahualpa y los de Huáscar pasa Pizarro en el Perú; en el pecho del último indio valeroso clavan, a la luz de los templos incendiados, el estandarte rojo del Santo Oficio. Las mujeres, las roban. De cantos tenía sus caminos el indio libre, y después del español no había más caminos que el que abría la vaca husmeando el pasto, o el indio que iba llorando en su treno la angustia de que se hubiesen vuelto hombres los

120

lobos. Lo que come el encomendero, el indio lo trabaja; como flores que se quedan sin aroma, caen muertos los indios; con los indios que mueren se ciegan las minas. De los recortes de las casullas se hace rico un sacristán. De paseo van los señores; o a quemar en el brasero el estandarte del rey; o a cercenarse las cabezas por peleas de virreyes y oidores, o celos de capitanes; y al pie del estribo lleva el amo dos indios de pajes, y dos mozos de espuela. De España nombran el virrey, el regente, el cabildo. Los cabildos que hacían, los firmaban con el hierro con que herraban las vacas. El alcalde manda que no entre el gobernador en la villa, por los males que le tiene hechos a la república, y que los regidores se persiguen al entrar en el cabildo, y que al indio que eche el caballo a galopar se le den veinticinco azotes. Los hijos que nacen, aprenden a leer en carteles de toros y en décimas de salteadores. «Quimeras despreciables- les enseñan en los colegios de entes y categorías. Y cuando la muchedumbre se junta en las calles, es para ir de cola de las tarascas que llevan el pregón; o para hablar, muy quedo, de las picanterias de la tapada y el oidor; o para ir a la quema del portugués; cienpicas y mosquetes van adelante, y detrás los dominicos con la cruz blanca, y los grandes de vara y espadín, con la capilla bordada de hilo de oro; y en hombros de los baúles de huesos, con llamas a los lados; y los culpables con la cuerda al cuello, y las culpas escritas en la coraza de la cabeza; y los contumaces con el sambenito pintado de imágenes del enemigo; y la prohombría, y el señor obispo, y el clero mayor; y en la iglesia, entre dos tronos, a la luz vívida de los cirios, el altar negro; afuera, la hoguera. Por la noche, baile. El glorioso criollo cae bañado en sangre, cada vez que busca remedio a su vergüenza, sin más guía ni modelo que su honor, hoy en Caracas, mañana en Quito, luego con los comuneros del Socorro; o compra, cuerpo a cuerpo, en Cochabamba el derecho de tener regidores del país; o muere, como el admirable Antequera, profesando su fe en el cadalso del Paraguay, iluminado el rostro por la dicha; o al desfallecer al pie del Chimborazo, «exhorta a las razas a que afiancen su dignidad•. El primer criollo que le nace al español, el hijo de la Malinche, fue un rebelde. La hija de Juan de Mena, que lleva el luto de su padre, se viste de fiesta con todas sus joyas, ¡porque es día de honor para la humanidad, el día en que Arteaga muere! ¿Qué sucede de pronto que el mundo se para a oír, a maravillarse, a venerar? ¡De debajo de la capucha de Torquemada sale, ensangrentado y acero en mano, el continente n:dimido! Libres se declaran los pueblos todos de América a la vez. Surge Bolívar, con su cohorte de astros. Los volcanes, sacudiendo los flancos con estruendo, lo aclaman y publican.

121

¡A caballo, la América entera! Y resuenan en la noche, con todas las estrellas encendidas, por llanos y por montes, los cascos redentores. Hablándoles a sus indios va el clérigo de México. Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chile marchan juntos, brazo en brazo, con los cholos del Perú. Con el gorro frigio del liberto van los negros cantando, detrás del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando las bolas, van a escape de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el cabello, los pehuenches resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza emplumada. Pintados de guerrear vienen tendidos sobre el cuello los araucos, con la lanza de tacuarilla coronada de plumas de colores; y al alba, cuando la luz virgen se derrama por los despeñaderos, se ve a San Martín, allá sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revolución, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. ¿Adónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola.

¡Y todo ese veneno lo hemos trocado en savia! Nunca, de tanta oposición y desdicha, nació un pueblo más precoz, más generoso, más firme. Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser. Sobre las hidras, fundamos. Las picas de Alvarado, las hemos echado abajo con nuestros ferrocarriles. En las plazas donde se quemaba a los herejes, hemos levantado bibliotecas. Tantas escuelas tenemos como familiares del Santo Oficio tuvimos antes. Lo que no hemos hecho, es porque no hemos tenido tiempo para hacerlo, por andar ocupados en arrancamos de la sangre las impurezas que nos legaron nuestros padres. De las misiones, religiosas e inmorales, no quedan ya más que paredes descascaradas, por donde asoma el búho el ojo, y pasea melancólico el lagarto. Por entre las razas heladas y las ruinas de los conventos y los caballos de los bárbaros se ha abierto paso el americano nuevo, y convida a la juventud del mundo a que levante en sus campos la tienda. Ha triunfado el puñado de apóstoles. ¿Qué importa que, por llevar el libro delante de los ojos, no viéramos, al nacer como pueblos libres, que el gobierno de una tierra híbrida y original, amasada con españoles retaceros y aborígenes torvos y aterrados, más sus salpicaduras de africanos y menceyes, debía comprender, para ser natural y fecundo, los elementos todos que, en maravilloso tropel y por la política superior escrita en la Naturaleza, se levantaron a fundarla? ¿Qué importan las luchas entre la ciudad universitaria y los campos feudales? ¿Qué importa el desdén, repleto de guerras, del marqués lacayo al menestral mestizo? ¿Qué importa el duelo, sombrío y tenaz, de Antonio de Nariño y San Ignacio de Loyola? Todo

122

lo vence, y clava cada día su pabellón más alto, nuestra América capaz e infatigable. Todo lo conquista, de sol en sol, por el poder del alma de la tierra, armoniosa y artística, creada de la música y beldad de nuestra naturaleza, que da su abundancia a nuestro corazón y a nuestra mente la serenidad y altura de sus cumbres; por el influjo secular con que este orden y grandeza ambientes ba compensado el desorden y mezcla alevosa de nuestros orígenes; y por la libertad humanitaria y expansiva, no local, ni de raza, ni de secta, que fue a nuestras repúblicas en su hora de flor, y ha ido después, depurada y cernida, de las cabezas del orbe, -libertad que no tendm, acaso, asiento más amplio en pueblo alguno- ¡pusiera en mis labios el porvenir el fuego que marca! -que el que se les prepara en nuestras tierras sin límites para el esfuerzo honrado, la solicitud leal y la amistad sincera de los hombres.

De aquella América turbia, que brotó con las espinas en la frente y las palabras como lava, saliendo, junto con la sangre del pecho, por la mordaza mal rota, hemos venido, a pujo de brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y ftanca y vigilante con Bolívar de su brazo y Herbert Spencer de otro; una América sin suspicacias pueriles, ni confianzas cándidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas, porque sabe que es la América de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del Callao, la América del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya. ¿Y preferiría a su porvenir, que es el de nivelar en la paz libre, sin codicias de lobo ni prevenciones de sacristán, los apetitos y los odios del mundo; preferiría a este oficio grandioso el de desmigajarse en las manos de sus propios hijos, o desintegrarse en vez de unirse más, o por celos de vecindad mentir a lo que está escrito por la fauna y los astros y la Historia, o andar de zaga de quien se le ofreciese de zagal, o salir por el mundo de limosnera, a que le dejen caer en el plato la riqueza temible? ¡Sólo perdum, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manos! No conoce a nuestra América quien eso ose temer. Rivadavia, el de la corbata siempre blanca, dijo que estos países se salvarían: y estos países se han salvado. Se ha arado en la mar. También nuestra América levanta palacios, y congrega el sobrante útil del universo oprimido; también doma la selva, y le lleva el libro y el periódico, el municipio y el ferrocarril; también nuestra América, con el Sol en la frente, surge sobre los desiertos coronada de ciudades. Y al reaparecer en esta crisis de elaboración de nuestros pueblos los elementos que lo constituyeron, el criollo independiente es el que domina y se asegura, no el indio de espuela, marcado de la fusta, que sujeta el estribo y le pone adentro el pie, para

123

que se vea de más de alto a su señor. Por eso vivimos aquí, orgullosos de nuestra América, para servirla

y honrarla. No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios; porque las mismas guerras que de pura ignorancia le echan en cara los que no la conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado en acelerar con el abono de su sangre el camino del progreso, y pueden ostentar en la frente sus guerras como una corona. En vano, -faltos del roce y estímulo diario de nuestras luchas y de nuestras pasiones, que nos llegan ¡a mucha distancia! del suelo donde no crecen nuestros hijos, -nos convida este país con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobardías el corazón, a la tibieza y al olvido. ¡Donde no se olvida, y donde no hay muerte, llevamos a nuestra América, como luz y como hostia; y ni el interés corruptor, ni ciertas modas nuevas de fanatismo, podrán arrancárnosla de allí! Enseñemos el alma como es a estos mensajeros ilustres que han venido de nuestros pueblos, para que vean que la tenemos honrada y leal, y que la admiración justa y el estudio útil y sincero de lo ajeno, el estudio sin cristales de présbita ni de miope, no nos debilita el amor ardiente, salvador y santo de lo propio; ni por el bien de nuestra persona, si en la conciencia sin paz hay bien, hemos de ser traidores a lo que nos mandan hacer la naturaleza y la humanidad. Y así, cuando cada uno de ellos vuelva a las playas que acaso nunca volvamos a ver, podrá decir, contento de nuestro decoro, a la que es nuestra dueña, nuestra esperanza y nuestra guía: «¡Madre América, allí encontramos hermanos! ¡Madre América, allí tienes hijos!•

124

LA EDAD DE ORO

los niños son la esperanza del mundo ...

A LOS NIÑOS QUB LEAN •LA EDAD DB ORO.

Para los niños es este periódico, y para las niñas, por su supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con lúlinas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas mú raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra: y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.

Cuando un niño quiera saber algo que no esté en La Edad de Oro, escribanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa

127

que es r.iño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio de libros, y diez ejemplares del número de lA Edad dt Oro en que se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla bien, porque para escribir bien de una cosa hay que saber de ella mucho. Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad dt Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes, si supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribimos sus cartas, y preguntamos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia de cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: •¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo! .•

128

LA IDSTORIA DEL HOMBRE CONTADA POR SUS CASAS

Ahora la gente vive en casas grandes, con puertas y ventanas, y patios enlosados, y portales de columnas: pero hace muchos miles de años los hombres no vivían así, ni había países de sesenta millones de habitantes, como hay hoy. En aquellos tiempos no había libros que contasen las cosas: las piedras, los huesos, las conchas, los instrumentos de trabajar son los que enseñan cómo vivían los hombres de antes. Eso es lo que se llama -edad de piedra•, cuando los hombres vivían casi desnudos, o vestidos de pieles, peleando con las fieras del bosque, escondidos en las cuevas de la montaña, sin saber que en el mundo había cobre ni hierro, allá en los tiempos que llaman «paleolíticos-: -¡palabra larga esta de «paleolíticos-! Ni la piedra sabían entonces los hombres cortar: luego empezaron a darle figura, con unas hachas de pedernal afilado, y ésa fue la edad nueva de piedra que llaman cneolítica•: neo, nueva, lítica, de piedra: paleo, por supuesto, quiere decir viejo, antiguo. Entonces los hombres vivían en las cuevas de la montaña, donde las fieras no podían subir, o se abrían un agujero en la tierra, y le tapaban la entrada con una puerta de ramas de árbol; o hacían con ramas un techo donde la roca estaba como abierta en dos; o clavaban en el suelo tres palos en pico, y los forraban con las pieles de los animales que cazaban: grandes eran entonces los animales, grandes como montes. En América no parece que vivían así los hombres de aquel tiempo, sino que andaban juntos en pueblos, y no en familias sueltas: todavía se ven las ruinas de los que llaman los cterrapleneros-, porque fabricaban con tierra unos paredones en figura de círculo, o de triángulo, o de cuadrado, o de cuatro círculos unos dentro de otros: otros indios vivían en casas de piedra que eran como pueblos, y les llamaban las casas-pueblos, porque allí hubo hasta mil familias a la vez, que no entraban a la casa por puertas, como nosotros, sino por el techo, como hacen ahora los indios zuñis: en otros lugares hay casas de cantos en los agujeros de las rocas, adonde subían agarrándose de unas cortaduras abiertas a pico en la piedra, como una escalera. En todas partes se fueron juntando las familias para defenderse, y haciendo ciudades en las rocas, o en medio de los lagos, que es lo que llaman ciudades lacustres, porque estmt sobre el agua las casas de troncos de árbol, puestas sobre pilares clavados en lo hondo, o sujetos con piedras al pie, para que el peso tuviese a flote las casas: y a veces juntaban con vigas unas casas con otras, y les ponían alrededor una

129

palizada para defenderse de los vecinos que venían a pelear, o de los animales del monte: la cama era de yerba seca, las tazas eran de madera, las mesas y los asientos eran troncos de árboles. Otros ponían de punta en medio de un bosque tres piedras grandes, y una chata encima, como techo, con una cen:a de piedras, pero estos dólmenes no eran para vivir, sino para enterrar sus muertos, o para ir a oír a los viejos y los sabios cuando cambiaba la estación, o había guerra, o tenían que elegir rey: y para recordar cada cosa de éstas clavaban en el suelo una piedra grande, como una columna, que llamaban •menhir» en Europa, y q~e los indios mayas llamaban ckatún•; porque los mayas de Yucatán no sabían que del otro lado del mar viviera el pueblo galo, en donde está Francia ahora, pero hacían lo mismo que los galos, y que los germanos, que vivían donde está ahora Alemania. Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de árboles y de flores piensa más en la hennosura y el adorno, y tiene más cosas que decir, que el que nace en una tierra fría, donde ve el cielo oscuro y su cueva en la roca. Y otra cosa se aprende, y es que donde nace el hombre salvaje, sin saber que hay ya pueblos en el mundo, empieza a vivir lo mismo que vivieron los hombres de hace miles de años. Junto a la ciudad de Zaragoza, en España, hay familias que viven en agujeros abiertos en la tierra del monte: en Dakota, en los Estados Unidos, los que van a abrir el país viven en covachas, con techos de ramas, como en la edad neolítica: en las orillas del Orinoco en la América del Sur, los indios viven en ciudades lacustres, lo mismo que las que había hace cientos de siglos en los lagos de Suiza: el indio norteamericano le pone a rastras a su caballo los tres palos de su tipi, que es una tienda de pieles, como la que los hombres neolíticos levantaban en los desiertos: el negro de África hace hoy su casa con las paredes de tierra y el techo de ramas, lo mismo que el germano de antes, y deja alto el quicio como el germano lo dejaba, para que no entrasen las serpientes. No es que hubo una edad de piedra, en que todos los pueblos vivían a la vez del mismo modo; y luego otra de bronce, cuando los hombres empezaron a trabajar el metal, y luego otra edad de hierro. Hay pueblos que viven, como Francia ahora, en lo más hermoso de la edad de hierro, con su torre de Eiffel que se entra por las nubes: y otros pueblos que viven en la edad de piedra, como el indio que fabrica su casa en las ramas de los árboles, y con su lanza de pedernal sale a matar los pájaros del bosque y a ensartar en el aire los peces voladores del río. Pero los pueblos de ahora crecen mú de prisa, porque se juntan

130

con los pueblos mú viejos, y apn::nden con ellos lo que no saben; no c:omo antes, que tenían que ir poco a poco descubriéndolo todo ellos mismos. La edad ele piedra fue al empezar a vivir, que los hombres andaban errantes huyendo de los animales, y vivían hoy acá y mañana al14, y no sabían que eran buenos de comer los frutos de la tiara. Luego los hombres encontraron el cobre, que era más blando que el pedernal, y el estaño, que era mú blando que el cobre, y vieron que con el fuego se le sacaba el metal a la roca, y que con el estaño y cobre juntos se hada un metal nuevo, muy bueno para hachas y lanzas y cuchillos, y para cortar la piedra. Cuando los pueblos empiezan a saber cómo se tlabaja el metal, y a juntar el cobre con el estaño, entonces están en su edad de bronce. Hay pueblos que han llegado a la edad de hierro sin pasar por la de bronce, porque el hierro es el metal de su tierra, y con él empezaron a trabajar, sin saber que en el mundo habfa cobre ni eslaño. Cuando los hombres de Europa vivían en la edad de bronce, ya hicieron casas mejores, aunque no tan labradas y perfectas como las de los peruanos y mexicanos ele América, en quienes estuvieron siempre juntas las dos edades, porque siguieron trabajando con pedernal cuando ya tenían sus minas ele oro, y sus templos con soles de oro como el cielo, y sus huacas, que eran los cementerios del Perú, donde ponían a los muertos con las prendas y jarros que usaban en vida. La casa del indio peruano era de mampostería, y de dos pisos, con las venlaDaS muy en alto, y las puertas mú anchas por debajo que por la comisa, que solfa ser de piedra tallada, ele trabajo fino. El mexicano no hada su casa tan fuerte, sino mú omada, como en país donde hay muchos mboles y pájaros. En el techo había como escalones, donde ponían las figuras de sus santos, como ahora ponen muchos en los altares figuras de niños, y piernas y brazos ele plata: adornaban las puedes con piedras labradas, y con fajas como ele cuentas o de hilos trenzados, imitando las grecas y fimbrias que les bordaban sus mujaes en las tdnicas: en las salas de adentro labmban las cabezas de las vigas, figurando sus dioses, sus animales o sus héroes, y por fuera ponían m las esquinas unas canales de curva graciosa, como imitando plumas. De lejos brillaban las casas con el sol, como si fueran ele plata.

En los pueblos de Europa es donde se ven más claras las tres edades, y mejor mientras más al Norte, porque allf los hombres vivieron solos, cada uno en su pueblo, por siglos de siglos, y como empezaron a vivir por el mismo tiempo, se nota que aunque no se conoclan unos a otros, iban adelantando del mismo modo. La tierra va echando capas conforme van pasando siglos: la tierra es como un pastel de hojaldres, que dene muchas capas una sobre otra, capas de piedra dura, y a veces

131

viene de adentro, de lo hondo del mundo, una masa de roca que rompe las capas acostadas, y sale al aire libre, y se queda por encima de la tierra, como un gigante regañón, o como una fiera enojada, echando por el cráter humo y fuego: así se hacen los montes y los volcanes. Por esas capas de la tierra es por donde se sabe cómo ha vivido el hombre, porque en cada una hay enterrados huesos de él, y restos de los animales y úboles de aquella edad, y vasos y hachas; y comparando las capas de un ~ar con las de otro se ve que los hombres viven en todas partes casi del mismo modo en cada edad de la tierra: sólo que la tierra tarda mucho en pasar de una edad a otra, y en echarse una capa nueva, y así sucede lo de los romanos y los bretones de Inglaterra en tiempo de Julio César, que cuando los romanos tenían palacios de mármol con estatuas de oro, y usaban trajes de lana muy fina, la gente de Bretaña vivía en cuevas, y se vestía con las pieles salvajes, y peleaba con mazas hechas de los troncos duros.

En esos pueblos viejos sí se puede ver cómo fue adelantando el hombre, porque después de las capas de la edad de piedra, donde todo lo que se encuentra es de pedernal, vienen las otras capas de la edad de bronce, con muchas cosas hechas de la mezcla del cobre y estaño, y luego vienen las capas de arriba, las de los últimos tiempos, que llaman la edad de hierro, cuando el hombre aprendió que el hierro se ablandaba al fuego fuerte, y que con el hierro blando podía hacer martillos para romper la roca, y lanzas para pelear, y picos y cuchillas para trabajar la tierra: entonces es cuando ya se ven casas de piedra y de madera, con patios y cuartos, imitando siempre los casucos de rocas puestas unas sobre otras sin mezcla ninguna, o las tiendas de pieles de sus desiertos y llanos: lo que sí se ve es que desde que vino al mundo le gustó al hombre copiar en dibujo las cosas que veía, porque hasta las cavernas más oscuras donde habitaron las familias salvajes están llenas de figuras talladas o pintadas en la roca, y por los montes y las orillas de los ríos se ven manos, y signos raros, y pinturas de animales, que ya estaban allí desde hacía muchos siglos cuando vinieron a vivir en el país los pueblos de ahora. Y se ve también que todos los pueblos han cuidado mucho de enterrar a los muertos con gran respeto, y han fabricado monumentos altos, como para estar más cerca del cielo, como nosotros hacemos ahora con las torres. Los terrapleneros hacían montañas de tierra, donde sepultaban los cadáveres: los mexicanos ponían sus templos en la cumbre de unas pidmides muy altas: los peruanos tenían su cehulpa• de piedra, que era una torre ancha por arriba, como un puño de bastón: en la isla de Cerdefta hay unos torreones que llaman cnuragh•, que nadie sabe de

132

qué pueblo eran; y los egipcios levantaron con piedras enormes sus pirámides, y con el pórfido más duro hicieron sus obeliscos famosos, donde escribían su historia con los signos que llaman •jeroglíficos•.

Ya los tiempos de los egipcios empiezan a llamarse •tiempos históricos-, porque se puede escribir su historia con lo que se sabe de ellos: esos otros pueblos de las primeras edades se llaman pueblos «prehistóricos-, de antes de la historia, o pueblos primitivos. Pero la verdad es que en esos mismos pueblos históricos hay todavía mucho prehistórico, porque se tiene que ir adivinando para ver dónde y cómo vivieron. ¿Quién sabe cuándo fabricaron los quechuas sus acueductos y sus caminos y sus calzadas en el Perú; ni cuándo los chibchas de Colombia empezaron a hacer sus dijes y sus jarros de oro; ni qué pueblo vivió en Yucatán antes que los mayas que encontraron allí los españoles; ni de dónde vino la raza desconocida que levantó los terraplanes y las casas-pueblos en la América del Norte? Casi lo mismo sucede con los pueblos de Europa; aunque allí se ve que los hombres aparecieron a la vez, como nacidos de la tierra, en muchos lugares diferentes; pero que donde había menos frío y era más alto el país fue donde vivió primero el hombre: y como que allí empezó a vivir, allí fue donde llegó más pronto a saber, y a descubrir los metales, y a fabricar, y de allí, con las guerras, y las inundaciones, y el deseo de ver el mundo, fueron bajando los hombres por la tierra y el mar. En lo más elevado y fértil del continente es donde se civilizó el hombre trasatlántico primero.

En nuestra América sucede lo mismo: en las altiplanicies de México y del Perú, en los valles altos y de buena tierra, fue donde tuvo sus mejores pueblos el indio americano. En el continente trasatlántico parece que Egipto fue el pueblo más viejo, y de allí fueron entrando los hombres por lo que se llama ahora Persia y Asia Menor, y vinieron a Grecia, buscando la libertad y la novedad, y en Grecia levantaron los edificios más peñectos del mundo, y escribieron los libros más bien compuestos y hermosos. Había pueblos nacidos en todos estos países, pero los que venían de los pueblos viejos sabían más, y los derrotaban en la guerra, o les enseñaban lo que sabían, y se juntaban con ellos. Del norte de Europa venían otros hombres más fuertes, hechos a pelear con las fieras y a vivir en el frío: y de lo que se llama ahora Indostán salió huyendo, después de una gran guerra, la gente de la montaña, y se juntó con los europeos de las tierras frías, que bajaron luego del Norte a pelear con los romanos, porque los romanos habían ido a quitarles su libertad, y porque era gente pobre y feroz, que le tenía envidia a Roma, porque era sabia y

133

rica, y como hija de Grecia. Así han ido viajando los pueblos en el mundo, como las corrientes van por la mar, y por el aire los vientos.

Egipto es como el pueblo padre del continente trasatlántico: el pueblo más antiguo de todos aquellos países -clásicos•. Y la casa del egipcio es como su pueblo fue, graciosa y elegante. Era riquísimo el Egipto, como que el gran río Nilo crecía todos los años, y con el barro que dejaba al secarse nacían muy bien las siembras: así que las casas estaban como en alto, por miedo a las inundaciones. Como alli hay muchas palmeras, las columnas de las casas eran finas y altas, como las palmas; y encima del segundo piso tenían otro sin paredes, con un techo chato, donde pasaban la tarde al aire fresco, viendo el Nilo lleno de barcos que iban y venían con sus viajeros y sus cargas, y el cielo de la tarde, que es de color de oro y azafrán. Las paredes y los techos están llenos de pinturas de su historia y religión; y les gustaba el color tanto, que hasta la estera con que cubrían el piso era de hebras de colores diferentes.

Los hebreos vivieron como esclavos en el Egipto mucho tiempo, y eran los que mejor sabían hacer ladrillos. Luego, cuando su libertad, hicieron sus casas con ladrillos crudos, como nuestros adobes, y el techo era de vigas de sicomoro, que es su árbol querido. El techo tenía un borde, como las azoteas, porque con el calor subía la gente allí a dormir, y la ley mandaba que fabricasen los techos con muro, para que no cayese la gente a tierra. Sol(an hacer sus casas como el templo que fabricó su gran rey Salomón, que era cuadrado, con las puertas anchas de abajo y estrechas por la comisa, y dos columnas al lado de la puerta.

Por aquellas tierras vivían los asirios, que fueron pueblo guerreador, que les ponía a sus casas torres, como para ver más de lejos al enemigo, y las torres eran de almenas, como para disparar el árco desde seguro. No tenían ventanas, sino que les venía la luz del techo. Sobre las puertas ponían a veces piedras talladas con alguna figura misteriosa, como un toro con cabeza de hombre, o una cabeza con alas.

Los fenicios fabricaron sus casas y monumentos con piedras sin labrar, que ponían unas sobre otras como los etruscos; pero como eran ¡ente navegante, que vivía del comercio, empezaron pronto a imitar las casas de los pueblos que veían mis, que eran los hebreos y los egipcios, y luego las de los persas, que conquistaron en guerra el país de Fenicia. Y asl fueron sus casas, con la entrada hebrea, y la parte alta como las ca•s ele Egipto, o como las de Persia.

Los penas fueron pueblo de \mucho poder, como que hubo tiempo en que todos esos pueblos de los alrededores vivían como esclavos suyos.

134

Persia es tierra de joyas: los' vestidos de los hombres, las mantas de los caballos, los puños de los sables, todo est4 allí lleno de joyas. Usan mucho del verde, del rojo y del amarillo. Todo les gusta de mucho color, y muy brillante y esmaltado. Les gustan las fuentes, los jardines, los velos de hilo de plata, la pedrería fina. Todavía hoy son así los persas; y ya en aquellos tiempos eran sus casas de ladrillos de colores, pero no de techo chato como las de los egipcios y hebreos, sino con una cúpula redond&, como imitando la bóveda del cielo. En un patio estaba el baño, en que echaban olores muy finos; y en las casas ricas había patios cuadrados, con muchas columnas alrededor, y en medio una fuente, entre jarrones de flores. Las columnas eran de muchos trozos y dibujos, pintadas de colores, con fajas y canales, y el capitel hecho con cuerpos de animales, de pecho verde y collar de oro.

Junto a Persia está el Indostán, que es de los pueblos más viejos del mundo, y tiene templos de oro, trabajados como trabajan en las platerías la filigrana, y otros templos cavados en la roca, y figuras de su dios Duda cortadas a pico en la montaña. Sus templos, sus sepulcros, sus palacios, sus casas, son como su poesía, que parece escrita con colores sobre marfil, y dice las cosas como entre hojas y flores. Hay templo en el Indostú que tiene catoroe pisos, como la pagoda de Tanjore, y está todo labrado, desde los cimientos hasta la cúpula. Y la casa de los hindús de antes era como las pagodas de Labore o las de Cachemira, con los techos y balcones muy adornados y con muchas weltas, y a la entrada la escalinata sin baranda. Otras casas tenían torreones en la esquina, y el terrado como los egipcios, corrido y sin las torres. Pero lo hermoso de las casas hindús era la fantasía de los adornos, que son como un trenzado que nunca se acaba, de flores y de plumas.

En Grecia no era así, sino todo blanco y sencillo, sin lujos de colorines. En la casa de los griegos no había ventanas, porque para el griego fue siempre la casa un lugar sagrado, donde no debía minlr el extranjero. Eran las casas pequeñas, como sus monumentos, pero muy lindas y alegres, con su rosal y su estatua a la puerta, y dentro el corredor de columnas, donde pasaba los días la familia, que sólo en la noche iba a los cuartos, reducidos y oscuros. El comedor y d corredor era lo que amueblaban, y eso con pocos muebles: en las paredes ponían en nichos sus jarros preciosos: las sillas tenían filetes tallados, como los que solían ponerles a las puertas, que eran anchas de abajo y con la comisa adornada de dibujos de palmas y madreselvas. Dicen que en d mundo no-hay edificio mú bello que el PartencSn, como que allí no estú los adomos por el gusto de adornar, que es lo que hace la gente ignorante

13S

con sus casas y vestidos, sino que la hermosura viene de una especie de música que se siente y no se oye, porque el tamaño está calculado de manera que venga bien con el color, y no hay cosa que no sea precisa, ni adorno sino donde no pueda estorbar. Parece que tienen alma las piedras de Grecia. Son modestas, y como amigas del que las ve. Se entran como amigas por el corazón. Parece que hablan.

Los etruscos vivieron al norte de Italia, en sus doce ciudades famosas, y fueron un pueblo original, que tuvo su gobierno y su religión, y un arte parecido al de los griegos, aunque les gustaba más la burla y la extravagancia, y usaban mucho color. Todo lo pintaban, como los persas; y en las paredes de sus sepulturas hay caballos con la cabeza amarilla y la cola azul. Mientras fueron república libre, los etruscos vivían dichosos, con maestros muy buenos de medicina y astronomía, y hombres que hablaban bien de los deberes de la vida y de la composición del mundo. Era célebre Etruria por sus sabios, y por sus jarros de barro negro, con figuras de relieve, y por sus estatuas y sarcófagos de tierra cocida, y por sus pinturas en los muros, y sus trabaJOS en metal. Pero con la esclavitud se hicieron viciosos y ricos, como sus dueños los romanos. Vivían en palacios, y no en sus casas de antes; y su gusto mayor era comer horas enteras acostados. La casa etrusca de antes era de un piso, con un terrado de baranda, y el techo de aleros caídos. Pintaban en las paredes sus fiestas y sus ceremonias, con retratos y caricaturas, y sabían dibujar sus figuras como si se las viera en movimiento.

La casa de los romanos fue primero como la de los etruscos, pero luego conocieron a Grecia, y la imitaron en sus casas, como en todo. El atrio al principio fue la casa entera, y después no era más que el portal, de donde se iba por un pasadizo al patio interior, rodeado de columnas, adonde daban los cuartos ricos del señor, que para cada cosa tenía un cuarto diferente: el cuarto de comer daba al corredor, lo mismo que la sala y el cuarto de la familia, que por el otro lado abría sobre un jardín. Adornaban las paredes con dibujos y figuras de colores brillantes, y en los recodos había much!JS nichos con jarras y estatuas. Si la casa estaba en calle de mucha gente, hacían cuartos con puerta a la calle, y los alquilaban para tiendas. Cuando la puerta estaba abierta se podía ver hasta el fondo del jardín. El jardín, el patio y el atrio tenían alrededor en muchas casas una arquería. Luego Roma fue dueña de todos los países que tenía alrededor, hasta que tuvo tantos pueblos que no los pudo gobernar, y cada pueblo se fue haciendo libre y nombrando su rey, que era el guerrero más poderoso de todos los del país, y vi vía en su castillo de piedra, con torres y portalones, como todos los que llamaban «señores»

136

en aquel tiempo de pelear; y la gente de trabajo vivía alrededor de los castillos, en casuchos infelices. Pero el poder de Roma había sido muy grande, y en todas partes había puentes y arcos y acueductos y templos como los de los romanos; sólo que por el lado de Francia, donde había muchos castillos, iban haciendo las fábricas nuevas, y las iglesias sobre todo, como si fueran a la vez fortalezas y templos, que es lo que llaman «arquitectura románica•, y del lado de los persas y de los árabes, por donde está ahora Turquía, les ponían a los monumentos tanta riqueza y color que parecían las iglesias cuevas de oro, por lo grande y lo resplandeciente: de modo que cuando los pueblos nuevos del lado de Francia empezaron a tener ciudades, las casas fueron de portales oscuros y de muchos techos de pico, como las iglesias románicas; y del lado de Turquía eran las casas como palacios, con las columnas de piedras ricas, y el suelo de muchas piedrecitas de color, y las pinturas de la pared con el fondo de oro, y los cristales dorados: había barandas en las casas bizantinas hechas con una mezcla de todos los metales, que lucía como fuego: era feo y pesado tanto adorno en las casas, que parecen sepulturas de hombre vanidoso, ahora que están vacías.

En España habían mandado también los romanos; pero los moros vinieron luego a conquistar, y fabricaron aquellos templos suyos que llaman mezquitas, y aquellos palacios que parecen cosa de sueño, como si ya no se viviese en el mundo, sino en otro mundo de encaje y de flores: las puertas eran pequeñas, pero con tantos arcos que parecían grandes: las columnas delgadas sostenían los arcos de herradura, que acababan en pico, como abriéndose para ir al cielo: el techo era de madera fina, pero todo tallado, con sus letras moras y sus cabezas de caballos: las paredes estaban cubiertas de dibujos, lo mismo que una alfombra: en los patios de mármol había laureles y fuentes: parecían como el tejido de un velo aquellos balcones.

Con las guerras y las amistades se fueron juntando aquellos pueblos diferentes, y cuando ya el rey pudo más que los señores de los castillos, y todos los hombres creían en el cielo nuevo de los cristianos, empezaron a hacer las iglesias •góticas» con sus arcos de pico, y sus torres como agujas que llegaban a las nubes, y sus pórticos bordados, y sus ventanas de colores. Y las torres cada vez más altas; porque cada iglesia quería tener su torre más alta que las otras; y las casas las hacían así también, y los muebles. Pero los adornos llegaron a ser muchos, y los cristianos empezaron a no creer en el cielo tanto como antes. Hablaban mucho de lo grande que fue Roma: celebraban el arte griego por sencillo: decían que ya eran muchas las iglesias: buscaban modos nuevos de hacer los

137

palacios: y de todo eso vino una manera de fabricar parecida a la griega, que es lo que llaman arquitectura del •Renacimiento»: pero como en el arte gótico de la «<jiva- había mucha beldad, ya no volvieron a ser las casas de tanta sencillez, sino que las adornaron con las esquinas graciosas, las ventanas altas, y los balcones elegantes de la arquitectura gótica. Eran tiempos de arte y riqueza, y de gtandes conquistas, así que había muchos señores y comerciantes con palacio. Nunca habían vivido los hombres, ni han welto a vivir, en casas tan hermosas. Los pueblos de otras razas, donde se sabe poco de los europeos, peleaban por su cuenta o se hadan amigos, y se aprendían su arte especial unos de otros, de modo que se ve algo de pagoda hindú en todo lo de Asia, y hay picos como los de los palacios de Labore en las casas japonesas, que parecen cosa de aire y de encanto, o casitas de jugar, con sus corredores de barandas finas y sus paredes de mimbre o de estera. Hasta en la casa del eslavo y del ruso se ven las curvas reweltas y los techos de punta de los pueblos hindús. En nuestra América las casas tienen algo de romano y de moro, porque moro y romano era el pueblo español que mandó en América, y echó abajo las casas de los indios. Las echó abajo de raíz: echó abajo sus templos, sus observatorios, sus torres de señales, sus casas de vivir, todo lo indio lo quemaron los conquistadores españoles y lo echaron ab~o, menos las calzadas, porque no sabían llevar las piedras que supieron traer los indios, y los acueductos, porque les traían el agua de beber.

Ahora todos los pueblos del mundo se conocen mejor y se visitan: y en cada pueblo hay su modo de fabricar, según haya frío o calor, o sean de una raza o de otra; pero lo que parece nuevo en las ciudades no es su manera de hacer casas, sino que en cada ciudad hay casas moras, y griegas, y góticas, y bizantinas, y japonesas, corno si empezara el tiempo feliz en que los hombres se tratan corno amigos, y se van juntando.

138

LA BXPOSICION DE PARIS

Los pueblos todos del mundo se han juntado este verano de 1889 en París. Hasta hace cien años, los hombres vivían como esclavos de los reyes, que no los dejaban pensar, y les quitaban mucho de lo que ganaban en sus oficios, para pagar tropas con que pelear con otros reyes, y vivir en palacios de mármol y de oro, con criados vestidos de seda, y señoras y caballeros de pluma blanca, mientras los caballeros de veras, los que trabajaban en el campo y en la ciudad, no podían vestirse más que de pana, ni ponerle pluma al sombrero: y si decían que no era justo que los holgazanes viviesen de lo que ganaban los trabajadores, si decían que un país entero no debía quedarse sin pan para que un hombre solo y sus amigos tuvieran coches, y ropas de tisú y encaje; y cenas con quince vinos, el rey los mandaba apalear, o los encerraba vivos en la prisión de la BastiiJa, hasla que se morían, locos y mudos: y a uno le puso una máscara de hierro, y lo tuvo preso toda la vida, sin levantarle nunca la máscara. En todos los pueblos vivían los hombres así, con el rey y los nobles como los amos, y la gente de trabajo como animales de carga, sin poder hablar, ni pensar, ni creer, ni tener nada suyo, porque a sus hijos se los quitaba el rey para soldados, y su dinero se lo quitaba el rey en contribuciones, y las tierras, se la daba todas a los nobles el rey. F1311cia fue el pueblo bravo, el pueblo que se levantó en defensa de los hombres, el pueblo que le quitó al rey el poder.

Eso era hace cien años, en 1789. Fue como si se acabase un mundo, y empezara otro. LDs reyes todos se juntaron contra Francia. Los nobles de Francia ayodaban a los reyes de afuera. La gente de trabajo, sola contra todos, peleó contra todos, y contra los nobles, y los mató en la guerra, y con la cuchilla de la guillotina. Sangró F131lcia entonces, como cuando abren un animal vivo y le arrancan las entrañas. Los hombres de trabajo se enfurecieron, se acusaron unos a otros, y se gobernaron mal, porque no estaban acostumbrados a gobernar. Vino a París un hombre atrevido y ambicioso, vio que los franceses vivían sin unión, y cuando llegó de ganarles todas las batallas a los enemigos, mandó que lo llamasen emperador, y gobernó a Francia como un tirano. Pero los nobles ya no volvieron a sus tierras. Aquel rey del oro y la seda, ya no volvió nunca. La gente de trabajo se repartió las tierras de los nobles, y las del rey. Ni en Francia ni en ningún otro país han vuelto los hombres a ser

139

tan esclavos como antes. Eso es lo que Francia quiso celebrar después de cien años con la Exposición de París. Para eso llamó Francia a París, en verano, cuando brilla más el sol, a todos los pueblos del mundo.

Y eso vamos a ver ahora, como si lo tuviésemos delante de los ojos. Vamos a la Exposición, a esta visita que se están haciendo las razas humanas. Vamos a ver en un mismo jardín los árboles de todos los pueblos de la tierra. A la orilla del río Sena, vamos a ver la historia de las casas, desde la cueva del hombre troglodita, en una grieta de la roca, hasta el palacio de granito y ónix. Vamos a subir, con los noruegos de barba colorada, con los negros senegaleses de cabello lanudo, con los anamitas de moño y turbante, con los árabes de babuchas y albornoz, con el inglés callado, con el yanqui celoso, con el italiano fino, con el francés elegante, con el español alegre, vamos a subir por encima de las catedrales más altas, a la cúpula de la torre de hierro. Vamos a ver en sus palacios extraños y magníficos a nuestros pueblos queridos de América. Veremos, entre lagos y jardines, en monumentos de hierro y porcelana, la vida del hombre entera, y cuanto ha descubierto y hecho desde que andaba por los bosques desnudo hasta que navega por lo alto del aire y lo hondo de la mar. En un templo de hierro, tan ancho y hermoso que se parece a un cielo dorado, veremos trabajando a la vez todas las máquinas y ruedas del mundo. De debajo de la tierra, como de un volcán de joyas, vamos a ver salir, en lluvias que parecen de piedras finas, trescientas fuentes de colores, que caen chispeando en un lago encendido. Vamos a ver vivir, como viven en sus países de luz, al javanés en su casa de cañas, al egipcio cantando detrás de su burro, al argelino que borda la lana a la sombra del palmar, al siamés que trabaja la madera con los pies y las manos, al negro del Sudán, que sale ojeando, con la lanza de punta, de su conuco de tierra; al árabe que corre a caballo, disparando la espingarda, por la calle de dátiles, con el albornoz blanco al viento. Bailan en un café moro. Pasan las bailarinas de Java, con su casco de plumas. Salen de su teatro, vestidos de tigres, los cómicos cochinchinos. Hombres de todos los pueblos andan asombrados por las calles morunas, por las aldeas negras, por el caserío de bambú javanés, por los puentes de junco de los malayos pescadores, por el jardín criollo de plátanos y naranjos, por el rincón donde, de su techo labrado como un mueble rico, levanta su torre ceñida de serpientes la pagoda. Y para nosotros, los niños, hay un palacio de juguetes y un teatro donde están como vivos el pícaro Barba Azul y la linda Caperucita Roja. Se le ve al pícaro la barba como el fuego, y los ojos de león. Se le ve a la Caperucita el gorro

140

colorado, y el delantal de lana. Cien mil visitantes entran cada día en la Exposición. En lo alto de la torre flota al viento la bandera de tres colores de la República Francesa.

Por veintidós puertas se puede entrar a la Exposición. La entrada hermosa es por el palacio del Trocadero, de forma de herradura, que quedó de una Exposición de antes, y está ahora lleno de aquellos trabajos exquisitos que hacían con plata para las iglesias y las mesas de los príncipes los joyeros del tiempo de capa y espadón, cuando los platos de comer eran de oro, y las copas de beber eran como los cálices. Y del palacio se sale al jardín, que es la primera maravilla. De rosas nada más, hay cuatro mil quinientas diferentes: hay una rosa casi azul. En una tienda de listas blancas y rojas venden unas mujeres jóvenes las podaderas afiladas, los rastrillos de acero pulido, las regaderas como de juguete con que se trabaja en los jardines. La tierra está en canteros, rodeados de acequias, por donde corre el agua clara, haciendo a los canteros como islotes. Uno está lleno de pensamientos negros; y otro de fresas como corales, escondidas entre las hojas verdes; y otro de chícharos, y de espárragos, que dan la hoja muy linda. Hay un cantero rojo y amarillo, que es de tulipanes. Un rincón es de enredaderas, y el de al lado de helechos gigantescos, con hojas como plumas. En un laberinto flotan sobre el agua la ninfea, y el nelumbio rosado del lndostán, y el loto del río Nilo, que parece una lira. Un bosque es de árboles de copa de pico: pino, abeto. Otro es de árboles desfigurados, que dan la fruta pobre, porque les quitan a las ramas su libertad natural. Dentro de un cercado de cañas están los lirios y los cerezos del Japón, en sus tibores de porcelana blanca y azul. Al pie de un palmar, con las paredes de cuanto tronco hay, ~ el pabellón de Aguas y Bosques, donde se ve como se ha de cuidar a los árboles, que dan hermosura y felicidad a la tierra. A la sombra de un arce del Japón, están en tazas rústicas, la wellingtonia del Norte, que es el pino más alto, y la araucaria, el pino de Chile.

Por sobre un puente se pasa el río de París, el Sena famoso, y ya se ven por todas partes los grupos de gente asombrada, que vienen de los edificios de orillas del río, donde está la Galería del Trabajo, en que cuecen los bizcochos en un horno enorme, y destilan licor del alambique de bronce rojo, y en la máquina de cilindro están moliendo chocolate con el cacao y el amcar, y en las bandejas calientes están los dulceros de gorro blanco haciendo caramelos y yemas: todo lo de comer se ve en la Galerla, una montaña de amcar, un árbol de ciruelas pasas, una columna

141

de jamones: y en la sala de vinos, un tonel donde cabrían quince convidados a la mesa, y un mapa de relieve, que todos quieren ver a un tiempo, donde está todo el arte del vino, -la cepa con los racimos, los hombres cogiendo en cestos la uva en el mes de la vendimia, la artesa donde fermenta la vid machucada, la cueva fría donde ponen el mosto a reposar, y luego el vino puro, como topacio deshecho, y la botella de donde salta con su espuma olorosa la champaña. Cerca está la historia entera del cultivo del campo, en modelos de realce, y en cuadros y libros; y un pabellón de arados de acero relucientes; y una colmena de abejas de miel, junto al moral de hoja velluda en que se cría el gusano de seda; y los semilleros de peces, que nacen de los huevos presos en cajones de agua, y luego salen a crecer a miles por la mar y los ríos. -Los más admirados son los que vienen de ver las cuarenta y tres Habitaciones del Hombre. La vida del hombre está allí desde que apareció por primera vez en la tierra, peleando con el oso y el rengífero, para abrigarse de la helada terrible con la piel, acurrucado en su cueva. Así nacen los pueblos hoy mismo. El salv~e imita las grutas de los bosques o los agujeros de la roca: luego ve el mundo hermoso, y siente con el cariño deseo de regalar, y se mira el cuerpo en el agua del río, y va imitando en la madera y la piedra de sus casas todo lo que le parece hermosura, su cuerpo de hombre, los pájaros, una flor, el tronco y la copa de los árboles. Y cada pueblo crece imitando lo que ve a su alrededor, haciendo sus casas como las hacen sus vecinos, enseñándose en sus casas como es, si de clima frío o de tierra caliente, si pacífico o amigo de pelear, si artístico y natural, o vano y ostentoso. Allí están las chozas de piedra bruta, y luego pulida, de los primeros hombres: la ciudad lacustre del tiempo en que levantaban las casas en el lago sobre pilares, para que no las atacasen las fieras; las casas altas, cuadradas y ligeras, de mirador corrido, de los pueblos de sol que eran antes las grandes naciones, el Egipto sabio, la Fenicia comerciante, la Asiria guerreadora. La casa del lndostán es alta como ellas. La de Persia es ya un castillo, de rica loza azul, porque allí saltan del suelo las piedras preciosas, y las flores y las aves son de mucho color. Parece una familia de casas la de los hebreos, los griegos y los romanos, todas de piedra, y bajas, con tejado o azotea; y se ve. por lo semejantes, que eran del país la casa etrusca y la bizantina. Por el norte de Europa vivían entonces los hunos bárbaros como allí se ve, en su tienda de andar; y el germano y el galo en sus primera casas de madera, con el techo de paja, Y cuando con las guerras se jun:.aron los pueblos, tuvo Rusia esa casa de adornos y colorines, como la casa hindú, y los bárbaros pusieron en sus caserones la piedra labrada

142

y graciosa de los italianos y los griegos. Luego, al fin de la edad que medió entre aquella pelea y el descubrimiento de América, volvieron los gustos de antes, de Grecia y de Roma, en las casas graciosas y ricas del Renacimiento. En América vivían los indios en palacios de piedra con adornos de oro, como ese de los aztecas de México, y ese de los incas del Pent. Al moro de Africa se le ve, por su casa de piedra bordada, que conoció a los hebreos, y vivió en bosques de palmeras, defendiéndose de sus enemigos desde la torre, viendo en el jardín a la gacela entre las rosas, y en la arena de la orilla los caprichos de espuma de la mar. El negro del Sudán, con su casa blanca de techo rodeado de campanillas, parece moro. El chino ligero, que vive de pescado y arroz, hace su casa de tabla y de bambú. El japonés vive tallando el marfil, en sus casas de estera y tabloncillo. Allí se ve donde habitan ahora los pueblos salvajes, el esquimal en su casa redonda de hielo, en su tienda de pieles pintadas el indio norteamericano: pintadas de animales raros y hombres de cara redonda, como los que pintan los niños.

Pero a donde va el gentío con un silencio como de respeto es a la torre de Eiffel, el más alto y atrevido de los monumentos humanos. Es como el portal de la Exposición. Arrancan de la tierra, rodeados de palacios, sus cuatro pies de hierro: se juntan en arco, y van ya casi unidos hasta el segundo estrado de la torre, alto como la pimmide de Cheops: de allí, fina como un encaje, valiente como un héroe, delgada como una flecha, sube más arriba que el monumento de Washington, que era la altura mayor entre las obras humanas, y se hunde, donde no alcanzan los ojos, en lo azul, con la campanilla, como la cabeza de los montes, coronada de nubes. -Y todo, de la raíz al tope, es un tejido de hierro. Sin apoyo apenas se levantó por el aire. Los cuatro pies muerden, como raíces enormes, en el suelo de arena. Hacia el río, por donde caen dos de los pies, el suelo era movedizo, le hundieron dos cajones, les sacaron de adentro la arena floja, y los llenaron de cimiento seguro. De las cuatro esquinas arrancaron, como para juntarse en lo alto, los cuatro pies recios: con un andamio fueron sosteniendo las piezas más altas, que se caían por la mucha inclinación: sobre cuatro pilares de tablones habían levantado el primer estrado, que como una corona lleva alrededor los nombres de los grandes ingenieros franceses: allá en el aire, una mañana hermosa, encajaron los cuatro pies en el estrado, como una espada en una vaina, y se sostuvo sin parales la torre: de allí, como lanzas que apuntaban al cielo, salieron las vergas delicadas: de cada una colgaba una grúa: allá arriba subían, danzando por el aire, los pedazos nuevos: los

143

obreros, agarrados a la verga con las piernas como el marinero al cordaje del barco, clavaban el ribete, como quien pone el pabellón de la patria en el asta enemiga: así, acostados de espalda, puestos de cara al vacío, sujetos a la verga que el viento sacudía como una tama, los obreros, con blusa y gorro de pieles, ajustaban en invierno, en el remolino del vendaval y de la nieve, las piezas de esquina, los cruceros, los sostenes, y se elevaba por sobre el universo, como si fuera a colgarse del cielo, aquella blonda calada: en su navecilla de cuerdas se balanceaban, con la brocha del rojo en las manos, los pintores. ¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre es el mástil! Los vientos se echan sobre la torre, como para derribar a la que los desafía, y huyen por el espacio azul, vencidos y despedandos. -Allá abajo la gente entra, como las abejas en el colmenar: por los pies de la torre suben y bajan, por la escalera de caracol, por los ascensores inclinados, dos mil visitantes a la vez; los hombres, como gusanos, hormiguean entre las mallas de hierro; el cielo se ve por entre el tejido como en grandes triángulos azules de cabeza cortada, de picos agudos. Del primer estrado abierto, con sus cuatro hoteles curiosos, se sube, por la escalinata de hélice, al descanso segundo, donde se escribe y se imprime un diario, a la altura de la cúpula de San Pedro. El cilindro de la prensa da weltas: los diarios salen húmedos: al visitante le dan una medalla de plata. Al estrado tercero suben los valientes, a trescientos metros sobre la tierra y el mar, donde no se oye el ruido de la vida, y el aire, allá en la altura, parece que limpia y besa: abajo la ciudad se tiende, muda y desierta, como un mapa de relieve: veinte leguas de ríos que chispean, de valles iluminados, de montes de verde negruzco, se ven con el anteojo; sobre el estrado se levanta la campanilla, donde dos hombres, en su casa de cristal, estudian los animales del aire, la carrera de las estrellas, y el camino de los vientos. De una de las raíces de la torre sube culebreando por el alambre vibrante la electricidad, que enciende en el cielo negro el faro que derrama sobre París sus ríos de luz blanca, roja y azul, como la bandera de la patria. En lo alto de la cúpula, ha hecho su nido una golondrina.

Por debajo de la torre se va, sin poder hablar del asombro, a los jardines llenos de fuentes, y rodeados de palacios, y el más grande de todos al fondo, donde caben las muestras de cuanto se trabaja en la humanidad, con la puerta de hierro bordado y lleno de guirnaldas, como se labraba antes el oro de los ricos; y sobre el portón, imitando la bóveda del cielo, la cúpula de porcelanas relucientes; y en la corona, abriendo las

144

alas como para volar, una mujer que lleva en la mano una rama de oliva: a la entrada del pórtico está, con una mano en la cabeza de un león, la Libertad, en bronce. Y delante la gran fuente, donde van por el agua los hombres y mujeres que los poetas de antes dicen que hubo en la mar, las nereidas y los tritones, llevando en hombros, como si fueran en triunfo, la barca donde, en figuras de héroes y heroínas, el progreso, la ciencia, y el arte dan vivas a la república, sentada más alta que todos, que levanta la antorcha encendida sobre sus alas. A cada lado del jardín, desde el palacio grande hasta la torre, hay otro palacio de oros y esmaltes, uno para las estatuas y los cuadros, donde están los paisajes ingleses de montes y animales, las pinturas graciosas de los italianos, con campesinos y con niños, los cuadros españoles de muertes y de guerra, con sus figuras que parecen vivas, y la historia elegante del mundo en los cuadros de Francia. De las Bellas Artes le llaman a ése; y al del otro lado, el palacio de las Artes Liberales, que son las de los trabajos de utilidad, y todas las que no sirven para mero adorno. La historia de todo se ve aiU: del grabado, la pintura, la escultura, las escuelas, la imprenta. Parece que se anda, por lo peñecto y fino de todo, entre agujas y ruedas de reloj. Allí se ve, en miniatura de cera, a los chinos observando en su torre los astros del cielo; allí está el químico Lavoisier, de medias de seda y chupa azul, soplando en su retorta, para ver cómo está hecho el pedrusco que cayó a la tierra de una estrella rota y fría; allí, entre las figuras de las diferentes razas del hombre, están sentados por tierra, trabajando el pedernal, como los que desenterraron en Dinamarca hace poco, cabezudos y fuertes, los hombres de la edad de bronce.

Y ya estamos al pie de la torre: un bosque tiene a un lado, y otro bosque al otro. Uno tiene más verde, y es como una selva de recreo, con su casa sueca de pino, llenas de flores las ventanas, a la orilla de un lago; y la isba de puerta bordada y techo de picos en que vive el labrador ruso: y la casa linda de madera, con ventanas de triángulo, en que pasa los meses de nevada el finlandés, enseñando a sus hijos a pintar y a pensar, a amar a los poetas de Finlandia y a componer el arpón de la pesca y el trineo de la cacería, mientras talla el abuelo el granito como ópalo, o saca botes y figuras de una rama seca, y las mujeres de gorro alto y delantal tejen su encaje fino, junto a la chimenea de madera labrada. Hay teatro allí, y lecherías, y una casa de anchos comedores, y criados de chaqueta negra, que pasan con las botellas de vino en cestos a la hora de comer, cuando los pájaros cantan en los 4rboles. Pero al otro lado es donde se nos va el corazón, porque allí están, al pie de la torre, como los retoños

145

del plátano alrededor del tronco. los pabellones famosos de nuestras tierras de América, elegantes y ligeros como un guerrero indio: el de Bolivia como el casco, el de México como el cinturón, el de la Argentina como el penacho de colores: ¡parece que la miran, como los hijos al gigante! ¡Es bueno tener sangre nueva, sangre de pueblos que trabajan! El de Brasil está allí también, como una iglesia de domingo en un palmar, con todo lo que se da en sus selvas tupidas, y vasos y urnas raras de los indios marajos del Amazonas, y en una fuente una victoria regia en que puede navegar un niño, y orquídeas de extraña flor, y sacos de café, y montes de diamantes. Brilla un sol de oro allí por sobre los árboles y sobre los pabellones, y es el sol argentino, puesto en lo alto de la cúpula, blanca y azul como la bandera del país, que entre otras cuatro cúpulas corona, con grupos de estatuas en las esquinas del techo, el palacio de hierro dorado y cristales de color en que la patria del hombre nuevo de América convida al mundo lleno de asombro, a ver lo que puede hacer en pocos años un pueblo recién nacido que habla español, con la pasión por el trabajo y la libertad -¡con la pasión por el trabajo!: ¡mejor es morir abrasado por el sol que ir por el mundo, como una piedra viva, con los brazos cruzados! Una estatua señala a la puerta un mapa donde se ve de realce la república, con el río por donde entran al país los vapores repletos de gente que va a trabajar; con las montañas que crían sus metales, y las pampas extensas, cubiertas de ganados. De relieve está allí la ciudad modelo de La Plata, que apareció de pronto en el llano silvestre, con ferrocarriles, y puerto, y cuarenta mil habitantes, y escuelas como palacios. Y cuanto dan la oveja y el buey se ve allí, y todo lo que el hombre atrevido puede hacer de la bestia: mil cueros, mil lanas, mil tejidos, mil industrias: la carne fresca en la sala de enfriar: crines, cuernos, capullos, plumas, paños. Cuanto el hombre ha hecho, el argentino lo intenta hacer. De noche, cuando el gentío llama a la puerta, se encienden a la vez, en sus globos de cristal blanco y azul, y rojo y verde, las mil luces eléctricas del palacio.

Como con un cinto de dioses y de héroes está el templo de acero de México, con la escalinata solemne que lleva al portón, y en lo alto de él el sol Tonatiuh, viendo como crece con su calor la diosa Cipactll, que es la tierra; y los dioses todos de la poesía de los indios, los de la caza y el campo, los de las artes y el comercio, están en los dos muros que tiene la puerta a los lados, como dos alas; y los últimos valientes, Cacama, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, que murieron en la pelea, o quemados en las parrillas, defendiendo de los conquistadores la independencia de su patria:

146

dentro, en las pinturas ricas de las paredes, se ve como eran los mexicanos de entonces, en sus trabajos y en sus fiestas, la madre viuda dando su parecer entre los regidores de la ciudad, los campesinos sacando el aguamiel del tronco del agave, los reyes haciéndose visitas en el lago, en sus canoas adornadas de flores. ¡ Y ese templo de acero lo levantaron, al pie de la torre, dos mexicanos, como para que no les tocasen su historia, que es como madre de un país, los que no la tocaran como hijos!: ¡así se debe querer a la tiena en que uno nace: con fiereza, con ternura! LaS cortinas hermosas, las vidrieras de caoba en que están las filigranas de plata, los tejidos de fibras, las esencias de olor, los platos de esmalte y las jarras de barniz, los ópalos, los vinos, los arneses, los azúcares; todo tiene por adorno letras y figuras indias. Vivos parecen, con sus trajes de cuero de flecos y galones, y sus sombreros anchos con trenzado de plata y oro, y su sarape al hombro, de seda de color, vivos como si fueran a montar a caballo, los maniquíes del estanciero rico, del joven elegante que cuida de su hacienda, y sabe cvoltear» un toro. A la puerta, a un lado, troncos colosales de madera fina repulida; y al otro, de color de rosa y verdemar, la pirámide del mármol transparente de la tiena, del ónix que parece nube cuajada de la puesta del sol. Del techo cuelga, verde y blanca y roja, la bandera del águila.

Y juntos como hermanos, están otros pabellones más: el de Bolivia, la hija de BoHvar, con sus cuatro torres graciosas de cúpula dorada, lleno de cuarzos de mineral riquísimo, de restos del hombre salvaje y los animales como montes que hubo antes en América, y de hojas de coca, que dan fuerza al cansado para seguir andando: el del Ecuador, que es un templo inca, con dibujos y adornos como los que los indios de antes ponían en los templos del Sol, y adentro los metales y cacaos famosos, y tejidos y bordados de mucha finura, en mostradores de cristal y de oro: el pabellón de Venezuela, con su fachada como de catedral, y en la sala espaciosa tanta muestra de café, y pilones de su panela dulce, y libros de versos y de ingeniería, y zapatos ligeros y finos: el pabellón de Nicaragua con su tejado rojo, como los de las casas del país, y sus salones de los lados, con los cacaos y vainillas de aroma y aves de plumas de oro y esmeralda, y piedras de metal con luces de arco iris, y maderos que dan sangre de olor; y en la sala del centro, el mapa del canal que van a abrir de un mar a otro de América, entre los restos de las ruinas.Tiene ventanas anchas como las casas salvadoreñas, y un balcón de madera muy hermoso, el pabellón del Salvador, que es país obrero, que inventa y trabaja fino, y en el campo cultiva la caña y el café, y hace muebles

147

como los de París, y sedas como las de Lyon, y bordados como los de Burano, y lanas de tinte alegre, tan buenas como las inglesas, y tallados de mucha gracia en la madera y en el oro. Por un pórtico grandioso se entra, entre sacos de trigo y muestras de mineral, al palacio de hierro de Chile: allí la madera fuerte de los bosques del indio araucano, los vinos topacios y rojos, las barras de plata y oro mate, las artes todas de un pueblo que no se quiere quedar atrás, la sal y el arbusto colorado del desierto: al fondo hay como un jardín: las paredes están llenas de cuadros de números.

Y allC, aliado de Chile, entraríamos ahora al Palacio de los Niños, donde juegan los chiquitines al caballito y al columpio, y ven hacer barcos de cristal de Venecia, y las muñecas que hace el japonés, envolviendo con el palitroque alrededor de una varita las pastas blandas de colores diferentes: y hace un daimio con su sable, y un Mikado de ahora, con su levita a la francesa: ¡oh, el teatro! ¡oh, el hombre que está haciendo los confites! ¡oh, el perro que sabe multiplicar! ¡oh, el gimnasta que anda a caballo en una rueda! ¡y el palacio es de juguetes todo por afuera, desde el quicio hasta los banderines del techo! Pero, si no tenemos tiempo, ¿cómo hemos de paramos a jugar, nosotros, niños de América, si todavía hay tanto que ver, si no hemos visto todos los pabellones de nuestras tierras americanas? ¿Y esta casa de madera tan franca y tan amiga, que convida a la gente a entrar a ver todo lo que da la tierra volcánica de su país, uva y café, enredaderas y tigres, cocos y pájaros, y los lleva a su colgadizo con cortinas, a tomar en jícaras labradas su chocolate de espuma?: es el de Guatemala ese pabellón generoso. Y ese otro elegante, con tantas maderas, es el de la tierra donde se saben defender con ramas de árboles de los que vienen de afuera a quitarles el país: de Santo Domingo. Ese otro es del Paraguay, ese de la torre de mirador, con las ventanas y puertas como de nación de mucho bosque, que imita en sus casas las grutas y los arcos de los árboles. Y ese otro suntuoso, que tiene torres como lanzas y alegría como de salón; ese que ha dado una parte de sus salas a dos pueblos de nuestra familia -a Colombia, que tiene ahora mucho que hacer, al Perú, que está triste después de una guerra que tuvo-, ése es el pueblo bravo y cordial de Uruguay, que trabaja con arte y placer, como el de Francia, y peleó nueve años contra un mal hombre que lo quería gobernar, y tiene un poeta de América que se llama Magariños: vive de sus ganados el Uruguay,. y no hay pueblo en el mundo que haya inventado tantos modos de conservar la carne buena, en el tasajo seco, en caldos que parecen

148

vinos, en la pasta negra de Liebig, y en bizcochos sabrosos: y en la torre, que se parece a una lanza, flota, como Uamando a los hombres buenos, la bandera del sol, de listas blancas y azules.

¡Y tener que pasar tan de prisa por los palacios de una tierra enana como Holanda, donde no hay holandés que no sea feliz, y viva como en pueblo grande, por su trabajo de marino, de ingeniero, de impresor, de tejedor de encajes, de taJJador de diamantes; de un pueblo como Bélgica, que sabe tanto de cultivos, y de hacer carruajes, y casas, y armas, y lozas, y tapices, y ladrillos! No podemos ver el pabellón de Suiza, con su escuela modelo, sus quesos como ruedas y su taller de relojes; ni el de Hawai, que es país donde todos saben leer, y tiabaja el hombre de la isla, al pie del volcán de fuego, la lava y la pluma; ni el de la República de San Marino -¿quién sabe dónde está San Marino?- con sus cristales pintados famosos y sus familias de escultores. Esa de la puerta tallada de colores es Servía, de cerca de Rusia, donde hacen tapicería fina y mosaicos; y ese comedor, con su techo de aleros, es de Rumania, donde el más pobre viste de paños bordados, y comen la carne casi cruda con mucha pimienta en platos de madera, y beben leche de búfalo. Está llena de sedas con recamos de flores y pájaros, llena de palanquines y colmillos de elefantes, esa casa de dos techos de Siam, el pueblo de la ceremonia y del arroz. ¿Y a China quién no la conoce, con su pabellón de tres torres, donde no caben las cortinas con árboles y demonios de oro, ni las cajas de marfil con dibujos de relieve, ni el tapiz donde están, con los siete colores de la luz, los pájaros que van de corte por el aire, cuando llega el mes de mayo, a saludar al rey y la reina que son dos ruiseñores que fueron al cielo a ver quién se sienta en las nubes, y se trajeron un nido de rayos de sol? ¡Oh, cuánto hay que ver! ¿Y el palacio hindú, de rojo oscuro con los ornamentos blancos, como lo bordados de trencilla en un vestido de mujer, y tan tallado todo, las ventanas menudas y la torre, como la fuente de mármol, las columnas de pórfido, los leones de bronce que adornan la sala, colgada de tapicerías? ¿Y el Japón, que es como la China, con más gracia y delicadeza, y unos jardineros viejos que quieren mucho a los niños? ¿Y Grecia, esa de la puerta baja con un muro a cada lado, con la historia de antes en uno, antes de que los romanos la vencieran cuando fue viciosa, y la vida del trabajo de hoy, en antigüedades, en mármoles rojos, en sedas finas, en vinos olorosos, desde que resucitó con la vuelta a la libertad, y tiene ciudades como Pireo, Siracusa, Corfú y Patras, que valen ya por lo trabajadoras tanto como las cuatro famosas de la Grecia vieja: Atenas, Esparta, Tebas y Corinto? ¿Y

149

Persia~ con su entrada religiosa de mezquita, de techo de azul vivo, y adentro, entre colgaduras verdes y amarillas, las cazoletas cinceladas de quemar los olores, los chales de seda que caben por una sortija, los alfanjes de puño enjoyado que cortan el hierro, las violetas azucaradas y la conservas de hojas de rosa? ¿Y el bazar de los marroquíes, con su arquería blanca que reluce al sol, y sus moros de turbante y babucha, bruñendo cuchillos, tiñendo el cuero blando, trenzando la paja, labrando a martillazos el cobre, bordando de hilo de oro el terciopelo? ¿Y la calle del Cairo, que es una calle egipcia como en Egipto, unos comprando albornoces, otros tejiendo la lana en el telar, unos pregonando sus confites, y otros trabajando de joyeros, de torneros, de alfareros, de jugueteros, y por todas partes, alquilando el pollino, los burreros burlones, y allá arriba, envuelta en velos, la mora hermosa, que mira desde su balcón de persianas caladas?

¡Oh, no hay tiempo! Tenemos que ir a ver la maravilla mayor, y el atrevimiento que ablanda al verlo el corazón, y hace sentir como deseo de abrazar a los hombres y de llamarlos hermanos. Volvamos al jardín. Entremos por el pórtico del Palacio de las Industrias. Pasemos, con los ojos cerrados, por la galería de las catorce puertas, donde cada país exhibe sus trabajos mejores, y cada industria compuso la puerta de su departamento, la platería con platas y oros y dos columnas de piedra azul, la locería con porcelana y azulejos, la de muebles con madera esculpida como hojas de flor, y la de hierro con picos y martillos, y la de armas con ruedas, cureñas, balas, y cañones, y así todas. Por un corredor que hace pensar en cosas grandes, se va a la escalera que lleva al balcón del monumento: se alzan los ojos: y se ve, llena de luz de sol, una sala de hierro en que podrían moverse a la vez dos mil caballos, en que podrían dormir treinta mil hombres. ¡Y toda está cubierta de máquinas, que dan vueltas, que aplastan, que silban, que echan luz, que atraviesan el aire calladas, que corren temblando por debajo de la tierra! En cuatro hileras están en el centro las máquinas mayores. De un horno rojo les viene la fuerza. Viene por correas, que no se ven de lo ligeras que andan. De cuatro filas de postes cuelgan las ruedas de las correas. Alrededor, unidas, están todas las máquinas del mundo, las que hacen polvo de acero, las que afilan las agujas. Unas mujeres de delantal colorado trabajan el papel holandés. Un cilindro, que parece un elefante que se mueve, está cortando sobres. Un mortero separa el grano de trigo de la cáscara. Un anillo de hierro está en el aire por la electricidad, sin nada que lo sujete. Allí se funden los metales con que se hacen las letras de

150

imprimir, allí se hace el papel de tela o de madera, allí la prensa imprime el diario, lo echa del otro lado, lo dewelve, húmedo. Una máquina echa aire en el pozo de una mina, para que no se ahoguen los mineros. Otra aplasta la caña, y echa un chorro de miel. ¡Pues da ganas de llorar, el ver las máquinas desde el balcón! Rugen, susurran, es como la mar: el sol entra a torrentes. De noche, un hombre toca un botón, los dos alambres de la luz se juntan, y por sobre las máquinas, que parecen arrodilladas en la tiniebla, derrama la claridad, colgado de la bóveda, el cielo eléctrico. Lejos, donde tiene Edison sus invenciones, se encienden de un chispazo veinte mil luces, como una corona.

Hay panoramas de París, y de Nápoles con su volcán, y del Mont Blanc, que da fdo verlo, y de la rada de Río Janeiro. Hay otro que es en el centro como un puente de un buque, y parece por la pintura que está allí el buque entero, y el cielo y el mar. Hay el palacio de las pinturas finas de los acuarelistas, y otro, con adornos como de espejo, de los qoe pintan al pastel. Hay los dos pabellones de París, donde se aprende a cuidar una ciudad grande. Hay talleres por los arrabales de la Exposición, donde se ve, ¡para que el egoísta aprenda a ser bueno!, el trabajo del hombre en las minas de hulla, en el fondo del agua, en los tanques donde hierve, como fango, el oro. Hay, allá lejos, negras y feas, las homallas donde echan el carbón para el vapor los hombres tiznados. Pero adonde todos van es al campo que tiene delante el palacio donde los soldados mancos y cojos cuidan la sepultura de piedra de Napoleón, rodeada de banderas rotas: ¡y en lo alto del palacio, la cúpula dorada! Todos van, a ver los pueblos extraños, a la Explanada de los Inválidos. De paso no mú veremos el paLicio donde está todo lo de pelear: el globo que va por el aire a ver por donde viene el enemigo: las palomas que saben volar con el recado tan arriba que no las alcanzan las balas: ¡y alguna les suele alcanzar, y la paloma blanca cae llena de sangre en la tierra! De paso veremos, en el pabellón de la República del Africa del Sur, el diamante imperial, que sacaron allá de la tierra, y es el más grande del mundo. Aquí están las tiendas de los soldados, con los fusiles a la puerta. Allá están, graciosas, las casas que los hombres buenos quieren hacer a los trabajadores, para que vean luz los domingos, y descansen en su casita limpia, cuando vienen cansados. All1, con su torre como la flor de la magnolia, ésta la pagoda de Cambodia, la tierra donde ya no viven, porque murieron por la libertad, aquellos Kmers que hacían templos más altos que los montes. Allí está, con sus columnas de madera, el palacio de Cochinchina, y en el patio su estanque de peces dorados, y los marcos

151

de las puertas labrados a punta de cuchillo, y, en el fondo, en la escalinata, dos dragones, con la boca abierta, de loza reluciente. Parece chino el palacio de Anam, con sus maderas pintadas de rojo y azul, y en el patio un dios gigante del bronce de ellos, que es como cera muy fina de color de avellana, y los techos y las columnas y las puertas talladas a hilos, como los nidos, o a hojas menudas, como la copa de los árboles. Y por sobre los templos hindús, con sus torres de colores y su monte de dioses de bronce a la puerta, dioses de vientre de oro y de ojos de esmalte, está, lleno de sedas y marfiles, de paños de plata bordados de zafiros, el Palacio Central de todas las tierras que tiene Francia en Asia: en una sala, al levantar una colgadura azul, ofrece una pipa de opio un elefante. Allá entre las palmeras, brilla, blanco y como de encaje, el minarete del palacio de arquerías de Argel, por donde andan, como reyes presos, los árabes hermosos y callados. Con sus puertas de clavos y sus azoteas, lleno de moros tunecinos y hebreos de barba negra, bebiendo vino de oro en el café, comprando puñales con letras del Corán en la hoja, está, entre bosques de dátiles, el caserío de Túnez, hecho con piedras viejas y lozas rotas de Cartago. Un anamita solo, sentado de cuchillas, mira, con los ojos a medio cerrar, la pagoda de Angkor, la de la torre como la flor de magnolia, con el dios Buda arriba, el Buda de cuatro cabezas.

Y entre los palacios hay pueblos enteros de barro y de paja: el negro canaco en su choza redonda, el de Futa-Jalón cociendo el hierro en su horno de tierra, el de Kedugd, con su calzón de plumas, en la torre redonda en que se defiende del blanco: y al lado, de piedra y con ventanas de pelear, la torre cuadrada en que veintiséis franceses echaron atrás a veinte mil negros, ¡que no podían clavar su lanza de madera en la piedra dura! En la aldea de Anam, con las casas ligeras de techo de picos y corredores, se ve al cochinchino, sentado en la estera leyendo en su libro, que es una hoja larga, enrollada en un palo; y a otro, un actor, que se pinta la cara de bermellón y de negro; y al bonzo rezando, con la capucha por la cabeza y las manos en la falda. Los javaneses, de blusa y calz6n ancho, viven felices, con tanto aire y claridad, en su kampong de casas de bambú: de bambú la cerca del pueblo, las casas y las sillas, el granero donde guardan el arroz, y el tendido en que se juntan los viejos a mandar en las cosas de la aldea, y las músicas con que van a buscar a las bailarinas descalzas, de casco de plumas y brazaletes de oro. El kabila, con su albornoz blanco, se pasea a la puerta de su casa de barro, baja y oscura, para que el extranjero atrevido no entre a ver las mujeres de la casa, sentadas en el suelo, tejiendo en el telar, con la frente

152

pintada de colores. Detrás está la tienda del kabila, que lleva a los viajes: el pollino se revuelca en el polvo: el hermano echa en un rincón la silla de cuero bordado de oro puro: el viejito a la puerta está montando en el camello a su nieto, que le hala la barba.

Y afuera, al aire libre, es como una locura. Parecen joyas que andan, aquellas gentes de traje de colores. Unos van al café moro, a ver a las moras bailar ,con sus velos de gasa y su traje violeta, moviendo despacio los brazos, como si estuvieran dormidas. Otros van al teatro del kampong donde están en hilera unos muñecos de cucurucho, viendo con sus ojos de porcelana a las bayaderas javanesas, que bailan como si no pisasen, y vienen \X)n los brazos abiertos, como mariposas. En un café de mesas coloradas, con letras moras en las paredes, los aissauas, que son como unos locos de religión , se sacan los ojos y se los dejan colgando, y mascan cristal, y comen alacranes vivos, porque dicen que su dios les habla de noche desde el cielo, y se los manda comer. Y en el teatro de los anamitas, los cómicos vestidos de panteras y de generales, cuentan, saltando y aullando, tirándose las plumas de la cabeza y dando weltas, la historia del príncipe que fue de visita al palacio de un ambicioso, y bebió una taza de té envenenado. Pero ya es de noche, y hora de irse a pensar, y los clarines, con su cometa de bronce, tocan a retirada. Los camellos se echan a correr. El argelino sube al minarete, a llamar a la oración El anamita saluda tres veces, delante de la pagoda. El negro canaco alza su lanza al cielo. Pasan, comiendo dulces, las bailarinas moras. Y el cielo, de repente, como en una llamarada, se enciende de rojo: ya es como la sangre: ya es como cuando el sol se pone: ya es del color del mar a la hora del amanecer: ya es de un azul como si se entrara por el pensamiento el cielo: ahora blanco, como plata; ahora violeta, como un ramo de lilas: ahora, con el amarillo de la luz, resplandecen las cúpulas de los palacios, como coronas de oro: allá abajo, en lo de adentro de las fuentes, esdn poniendo cristales de color entre la luz y el agua, que cae en raudales del color del cristal, y echa al cielo encendido sus florones de chispas. La torre, en la claridad, luce en el cielo negro como un encaje rojo, mientras pasan debajo de sus arcos los pueblos del mundo.

153

IUSTORIA DE LA CUCHARA Y EL TENEDOR

¡Cuentan las cosas con tantas palabras raras, y uno no las puede entender!: como cuando le dicen ahora a uno en la Exposición de París: cTome una djinrildsha -¡c\jinrikisha!- y ve en un momento todo lo de la Explanada»: ¡pero primero le tienen que decir a uno lo que es c\jimikisha! Y por eso no entiende uno las cosas: porque no entiende uno las palabras en que se las dicen. Y luego, que no se lo han de decir a uno todo de la primera vez, porque es tanto que no se lo puede entender todo, como cuando entra uno en una catedral, que de grande que es no ve uno más que los pilares y los arcos, y la luz allá arriba, que entra como jugando por los cristales; y luego, cuando uno ha estado muchas veces, ve claro en la oscuridad, y anda como por una casa conocida. Y no es que uno no quiere saber; porque la verdad es que da vergüenza ver algo y no entenderlo, y el hombre no ha de descansar hasta que no entienda todo lo que ve. La muerte es lo más difícil de entender; pero los viejos que han sido buenos dicen que ellos saben lo que es, y por eso están tranquilos, porque es como cuando va a salir el sol, y todo se pone en el mundo fresco y de unos colores hermosos. Y la vida no es dificil de entender tampoco. Cuando uno sabe para lo q\le sirve todo lo que da la tierra, y sabe lo que han hecho los hombres en el mundo, siente uno deseos de hacer más que ellos todavía: y eso es la vida. Porque los que se están con los brazos cruzados, sin pensar y sin trabajar, viviendo de lo que otros trabajan, ésos comen y beben como los demás hombres, pero en la verdad de la verdad, ésos no están vivos.

Los que estma vivos de veras son los que nos hacen los cubiertos de comer, que pareCen de plata, y no son de plata pura, sino de una mezcla de metales pobres, a la que le ponen encima con la electricidad uno como baño de plata. Ésos sí que trabajan, y hay taller que hace al día cuatrocientas docenas de cubiertos, y tiene como más de riú1 trabajadores: y muchos son mqjeres, que hacen mejor que el hombre todas las cosas de finura y eleganacia. Nosotros, los hombres, somos como el león del mundo, y como el caballo de pelear, que no está contento ni se pone hermoso sino cuando huele batalla, y oye ruido de sables y cañones. La mujer no es como nosotros, sino corno una flor, y hay que tratarla así, con mucho cuidado y cariño, porque si la tratan mal, se muere pronto, lo mismo que las flores. Para lo delicado tienen mujeres en esas obras de

1SS

platería, para limar las piezas finas, para bordarlas como encaje, con una sierra que va cortando la plata en dibujos, como esas máquinas de labrar relojes y cestos y estantes de madera blanda. Pero para lo fuerte tienen hombres; para hervir los metales, para hacer ladrillos de ellos, para ponerlos en la máquina delgados como hoja de papel, para las máquinas de recortar en la hoja muchas cucharas y tenedores a la vez, para plateados en la artesa, donde está la plata hecha agua, de modo que no se la ve, pero en cuanto pasa por la artesa la electricidad, se echa toda sobre las cucharas y los tenedores, que están dentro colgados en hilera de un madero, como las púas de un peine.

Y ya vamos contando la Historia de la Cuchara y el Tenedor. Antes hacían de plata pura todo lo de la mesa, y las jarras y fruteras que se hacen hoy en máquinas; no más que para darle figura de jarra a un redondel de piara estaba el pobre hombre dándole con el martillo alrededor de una punta del yunque, hasta que empezaba a tener figura de jarrón, y luego lo hundía de un lado y lo iba anchando de otro, hasta que quedaba redondo de abajo y estrecho en la boca, y luego, a fuerza de mano, le iba bordando de adentro los dibujos y las flores. Ahora se hace con máquina todo eso, y de un vuelo de la rueda queda el redondel hecho un jarro hueco, y lo de mano no es más que lo último, cuando va al dibujo fmo de los cinceladores. De esto se puede hablar aquí, porque donde hacen los jarros, hacen los cubiertos; y el metal, lo mismo tienen que hervido, y mezclarlo, y enfriarlo, y aplastarlo en láminas para hacer un jarrón que para hacer una cuchara de té. Es hermoso .ver eso, y parece que está uno en las entrañas de la tierra, allá donde está el fuego como el mar, que rebosa a veces y quiere salir, que es cuando hay terremotos, y cuando echan humo y agua caliente y cenizas y lava los volcanes, como si se estuviera quemando por adentro el mundo. Eso parece el taller de platería cuando están derritiendo el metal. En un horno se cocinan las piedras, que dan humo y se van desmoronando, y parecen cera que se derrite, y como un agua turbia. En una caldera hierven juntos el níquel, el cobre y el zinc, y luego enfrían la mezcla de los tres metales, y la cortan en barras antes que se acabe de enfriar. No se sabe qué es; pero uno ve con respeto, y oomo con cariño, a aquellos hombres de delantal y cachucha que sacan con la pala larga de un horno a otro el metal hirviente; tienen cara de gente buena, aquellos hombres de cachucha: ya no es piedra el metal, como era cuando lo trajo el carretón, sino que lo que era piedra se ha hecho barro y ceniza con el calor del horno, y el metal está en la caldera, hirviendo con un ruido que parece susurro, como

156

cundo se tiende la espuma por la playa, o sopla un aire de mañana en las hojas del bosque. Sin saber por qué, se calla uno, y se siente como más fuerte, en el taller de las calderas.

Y después, es como un paseo por una calle de máquinas. Todas se están moviendo a la vez. El vapor es el que las hace andar, pero no tiene cada !Mquina debajo la caldera del agua, que da el vapor: el vapor está allá, en lo hondo de la platería, y de allí mueve unas correas anchas, que hacen dar weltas a las ruedas de andar, y en cuanto se mueve la rueda de andar en cada máquina, andan las demás ruedas. La primera máquina se parece a una prensa de enjugar la ropa, donde la ropa sale exprimida entre dos cilindros de goma: allí los cilindros no son de goma, sino de acero; y la bana de metal sale hecha una lámina, del grueso de un cartón: es un cartón de metal. Luego viene la agujereadora, que es una máquina con uno como mortero que baja y sube, como la encía de arriba cuando se come; y el mortero tiene muchas cuchillas en figura de martillo de cabeza larga y estrecha, o de una espumadera de mango fino y cabeza redonda, y cuando baja el mortero, todas las cuchillas cortan la lámina a la vez, y dejan la lámina agujereada, y el metal de cada agujero cae a un cesto debajo: y ésa es la cuchara, ése es el tenedor. Cada uno de esos pedazos de metal recortados y chatos de figura de martillo es un tenedor; cada uno de los de cabeza redonda, como una moneda muy grande, es una cuchara. ¿Que cómo se le sacan los dientes al tenedor? ¡Ah! esos recortes chatos, lo mismo que los de las cucharas, tienen que calentarse otra vez en el horno, porque si el metal no está caliente se pone tan duro que no se le puede trabajar, y para darle forma tiene que estar blando. Con unas tenazas van sacando los recortes del horno: los ponen en un molde de otra núquina que tiene un mortero de aplastar, y del golpe del mortero ya salen los recortes con figura, y se le ve al tenedor la punta larga y estrecha. Otra máquina más fina lo recorta mejor. Otra le marca los dientes, pero no sueltos ya, como están en el tenedor acabado, sino sujetos todavía. Otra máquina le recorta las uniones, y ya está el tenedor con sus dientes. Luego va a los talleres del trabajo fino. En uno le ponen el filete al mango. En otro le dan la curva, porque de las máquinas de los dientes salió chato, como una hoja de papel. En otra le liman y le redondean las esquinas. En otra lo cincelan si ha de ir adornado, o le ponen las iniciales, si lo quieren con letras. En otra lo pulen, que es cosa muy curiosa, parecida a la de las piedras de amolar, sólo que la máquina de pulir anda mú de prisa, y la rueda es de alambres delgados como cabellos, como un cepillo que da vueltas, y muchas, como que da dos mil

157

quinientas vueltas en un minuto. Y de allí sale el tenedor o la cuchara a la platería de veras, porque es donde les ponen el baño de la electricidad, y quedan como vestidos con traje de plata. Los cubiertos pobres, los que van a costar poco, no llevan más que un baño o dos: los buenos llevan tres, para que la plata les dure, aunque nunca dura tanto como la plata que se trabajaba antes con el martillo. Como las cucharas, pues: antes, para hacer una cuchara, no había máquinas de aplastar el metal, ni de sacarlo en láminas delgadas como ahora, sino que a martillazo puro tenía que irlo aplastando el platero, hasta que estaba como él lo quería, y recortaba la cuchara a fueaa de mano, y a muñeca viva le daba al mango la doblez, y para hacerle el hueco le daba golpes muy despacio, cada vez en un punto diferente, encima de un yunque que parecía de jugar, con la punta redonda, como un huevo, hasta que quedaba hueca por dentro la cuchara. Ahora la máquina hace eso. Ponen el recorte de figura de espumadera en uno como yunque, que por la cabeza, donde cae lo redondo, está vacío: de arriba baja con fuerza el mortero, que tiene por debajo un huevo de hierro, y mete lo redondo del recorte en lo hueco del yunque. Ya está la cuchara. Luego la liman, y la adornan, y la pulen como el tenedor, y la llevan al baño de plata: porqüe es un baño verdadero, en que la plata está en el agua, deshecha, con una mezcla que llaman cianuro de potasio -¡los nombres químicos son todos así!-: y entra en el baño la electricidad, que es un poder que no se sabe lo que es, pero da luz, y calor, y movimiento, y fuerza, y cambia y descompone en un instante los metales, y a unos los separa, y a los otros los junta, como en este baño de platear que, en cuanto la electricidad entra y lo rewelve, echa toda la plata del agua sobre las cucharas y los tenedores colgados dentro de él. Los sacan chorreando. Los limpian con sal de potasa. Los tienen al calor sobre láminas del hierro caliente. Los secan bien en tinas de aserrín. Los bruñen en la máquina de cepillar. Con la badana les sacan brillo. Y nos los mandan a la casa, blancos como la luz, en su caja de terciopelo o de seda.

158

1888-1885

.... nuestra ocupación favorita ha de ser el estudio, ¡hondo y de prisa! de nuestras condiciones peculiares de vida ....

Tomado de Los ptJf'fJIIes nacionales de Vma.ela, Instituto de la Caza y Ciencias de la Natumlcza (INCAFO) Madñd, España,1977.

•sEIS CONFERENCIAS• POR ENRIQUE JOSE VARONA

Rara vez tienen las colecciones de estudios sueltos, donde el filósofo hace hoy lo que con el diálogo hicieron antes Platón, Diderot y Shaftsbury, el interés, elevación y unidad que el cubano Varona ha sabido dar a sus seis conferencias, forma propia de la energía intelectual en un país donde ésta es tan decidida y robusta como úpero el régimen que la coarta, y donde los hombres superiores, que la isla produce en abundancia notable, luchan por acomodar su fuerza inútil a un pueblo tan impeñecto y heterogéneo como amado. Al relámpago de la indignación, o a la llamarada de la vergüenza, no puede la mano impaciente escribir con el acopio y regalo del libro. De la hoja que pasa, del poeta que muere y de la fiesta fugaz toma ocasión el escritor honrado para hablar con la majestad del arte a la patria que ya ostenta la de la desventura, para sacar de los fómices a las conciencias. Y Varona ha hecho esto con tal belleza, erudición y sensatez, que sus seis conferencias vienen a ser tipo cabal de los difíciles trabajos de esta especie, cuyo mérito no está en revestir con lenguaje aparatoso un tema violento o desproporcionado, ni en recocer materiales ajenos, sino en agrupar los elementos del asunto, de modo que, enriquecido con sus consecuencias y relaciones, tienda con cada palabra u omisión al fin certero y noble, que es el secreto del vigor y la garantía del éxito.

Sólo por los asuntos, felices todos, pudieran preferirse a la conferencia sobre Mlle. Scudery, tan donosa como el estudio de sus graves ideas sobre la mujer lo permiten, o a aquella donde entre L 'Amour de Michelet y el Diálogo de Platón escoge el amor de hoy, profundo y sensato, o a la que encomia el arte libre como urna de los siglos y cemento de los hombres, los otros tres majestuosos discursos en que con estrofas, más que con períodos, celebra a Víctor Hugo como poeta satírico, o pone de relieve, con perspicacia singular las semejanzas poco visibles del idealista Emerson y su pueblo mercader, o labra con oro de ley la corona que merece el sublime Cervantes.

La mujer no es para Varona ese gozo de diván o astro de retrete que no han sacado aún de su servidumbre oriental la idolatría católica ni la falsa cultura; sino la dulce amiga del corazón y de la mente, a quien no sea extraño cuanto hace la vida llevadera, por útil, al esposo de hoy, que ya no halla su mayor placer en aquella miel de Himeto que aconseja Ovidio, ni en los arrebatos de la activa eruca. El arte no es venal adorno

161

de reyes y pontífices, por donde apenas asoma la cabeza eterna el genio, sino divina acumulación del alma humana, donde los hombres de todas las edades se reconocen y confortan. Víctor Hugo, aquel a quien llama •1uz de su siglo• el inglés Swinbume, no es juzgado en el libro de Varona, donde para él se despoja a Juvenal del cetro de la sátira, con la ciega pasión de Saint-Víctor, que bien pudo inspirar al hijo de un pueblo opreso el libro fulminante de Los Castigos, sino con el juicio sereno de Bourget y Schoerer, y aquel respeto con que los dos Goncourt ya lo divisan en el porvenir, surgiendo de los siglos cual de su morada natural, con sus tajos de sombra, bastiones cubiertos de verdor y torres de lianas y enredaderas, como los castillos alemanes. Emerson aparece menos radioso acaso de como por sus versos de esfinge rescatada se revela; pero allí está con sus ojos azules y porte imperial, con su paso de cumbres y filosofía de estrella, con el acuerdo imponente de su espíritu puro -testigo de lo universo- y la maravilla espiritual y armónica de la naturaleza, donde diez años antes que Darwin vio al gusano, en su brega por llegar a hombre, •ascendiendo por todas las espiras de la forma•. Y Cervantes ... ¡Ah! Cervantes no es como aquel Lope de Vega prodigioso y vil de las cartas inverecundas al de Sessa, ni vocero de glorias de su rey Felipe, que no fue cual lo foljan Núñez de Arce y Moüy, sino como Gachard y Motley y nuestro Güell lo pintan: Cervantes es el que La Verdad sobre el Quijote de Benjumea dice, y en el Alonso de Quijano mismo, con bondad de santo que tenía a Panza por cilicio, se demuestra: Cervantes es, en el estudio intachable del escritor de Cuba, aquel temprano amigo del hombre que vivió en tiempos aciagos para la libertad y el decoro, y con la dulce tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes al adelanto cortesano, y es a la vez deleite de las letras y uno de los caracteres más bellos de la historia.

Suele la erudición, si es más que el talento, deslucirlo en vez de realzarlo; o se despega de él si es mera ciencia de prólogo, mal habida a última hora, cuando llaman al circo los clarines dorados, y no de oro, de la fama; pero lo mucho que sabe Varona no le estorba, porque lo sabe bien, y se ve en todo el libro aquella paz mental que sólo viene del saber seguro, y da a lo escrito autoridad y hechizo. Ni es tampoco en Varona la imaginación, más embarazosa que apetecible para las tareas críticas, de aquella especie que va engarzando, con terquedad de tábano, alusiones que pudieran desmontarse del discurso, como las piedras de una joya; sino aquel otro modo del imaginar, tal vez superior, que percibe las leyes supremas, y con el auxilio posterior de la ciencia las afirma y compulsa; pues ¿cuándo el decorador fue más apreciado que el arquitecto? Y de ese

162

conocimiento, desapasionado como todo saber real, y de la gloria que inunda la mente subida por el saber a aquella cúspide serena donde se ve lo uno de todo, viene a este cubano admirable la condición esencial para los trabajos de examen fecundo y juicios definitivos, que es la de conocer la razón de cuanto es, puesto que es, y la mera apariencia de lo contradictorio, y la unidad cierta, venturosa y lumínea de lo que, por vanidad de los sofistas o por requerimiento de estado, resulta opuesto o insensato en la Naturaleza.

Y el lenguaje, al que es el pensamiento lo que la salud a la tez, llega por esas dotes en este escritor a una lozanía y limpieza que recuerdan la soberana beldad de las mujeres, épicas y sencillas, de la tierra del Camagüey, donde nació Varona. De la fijeza del conocimiento le viene la seguridad del estilo, de su certidumbre del valor de cada detalle la flexibilidad y la m~estad de la que indudablemente tiene en sí, acrecentada con su noción bella y sólida de la del mundo. Cada conferencia ostenta un caudal de voces propio, escogidas sin esfuerzo de entre la flor del vocabulario conveniente al asunto; y la misma lengua, que en ciertos párrafos del estudio sobre la Scudery va de chupa de seda y sombrero de paja, como los caballeros enamorados de las pastorales de Boucher, estalla en algunos períodos del estudio sobre Víctor Hugo como imagen de mármol que el sacerdote deshace contra el pavimento, al ver el templo invadido por la turba maldita de los profanadores. La excelencia de su estilo es aquella dificil que proviene, no de supercherías brillantes o genialidades espasmódicas, sino del perpetuo fulgor del pensamiento, tal como el vino celeste de que habla el falso Profeta, que era de piedras ricas derretidas. Y no es que deje de usar palabras que parecen nuevas a los que no las conocen, por lo cual dicen éstos al punto que están mal usadas, sino que las engasta con tal propiedad en la frase, y con conocimiento tal de su valor, que lo que en otro pareciera adorno de relumbrón, en él parece pasamanería de lo mú fino. Sólo flaquea el estilo cuando alguna nota local o paso de ocasión lo sacan, siempre por pocos momentos, de su natural altura.

Pero este libro a pesar de las condiciones de mérito constante que por sus seis discursos se confmnan, no se hubiera librado acaso de cierto desmayo común a las colecciones de trabajos de temas diversos, si en todo él no resplandeciese, sin pecar una vez sola contra la moderación artística, aquel purísimo amor al país, mayor en la desgracia, que es la expresión más bella y vehemente del amor al hombre. Fundar, más que agitar, quiere Varona, como cumple, aun en las épocas más turbulentas, a aquellos a quienes el desinterés aconseja el único modo útil de amar a

163

la patria, en Cuba -como en todas partes- menesterosa de espíritus creadores: ¡infundir, como el aire, la decisión de vivir puro en todos los corazones! Mú que estremecer sin sentido, ¡fortificar, sembrar, unir como una red de almas la tierra!

Y lo que, con superior unidad, liga esos diversos estudios aún más que el amor a la patria, con ser tan ferviente, es aquel paternal y doloroso cariño, don peculiar de las almas ilustres, por la humanidad débil o infeliz, que sólo en la hora suprema de amargura vuelve los ojos, para lapidar después, a los que acaso no viven sino porque en sí llevan, prémieseles o no, el mandato de servirla. En todo es Cuba desdichada, menos en el esplendor de su naturaleza, la bondad de sus mujeres y el mérito de sus hijos.

El Economista Americano, Nueva York, enero de 1888.

164

UN CONGRESO ANTROPOLOOICO EN LOS ESTADOS UNIDOS

Nueva York, 18 de Junio de 1888

Señor Director de La Noci6n:

Quédense atrás por hoy las noticias políticas, -el proceso de ineptitud que la junta de educación tiene abierto contra el superintendente de las escuelas públicas, -el mabimonio de una maestra dominical con uno de sus catecúmenos chinos,-la publicación de un librejo infame donde se le suponen al Presidente Cleveland brutalidades domésticas. Vamos adonde hablan del hombre americano y sus orígenes: vamos al primer congreso antropológico celebrado en los Estados Unidos.

Los robles y cipreses suculares dan sombra al pórtico viejo del colegio de Columbia, que ha abierto sus puertas a los sabios. Se pasa por entre grupos de estudiantes,que comentan alegres la mascarada estrepitosa con que enterraron ayer el año en procesión diablesca, unos vestidos de dómines, otros de reyerendos, otros de mujeres, parándose de pronto a oír un discurso disparatado, uniéndose todos en una salmodia escolar en latín tuerto, y luego, al concluir,tiros al aire,fuegos artificiales,cabriolas en el patio del colegio, •cañones• y •fragatas" de cerveza en las bebederías vecinas, una de las cuales es toda de caoba y terciopelo, costeada-con su billar, casa de baños y sala de periódicos-por la cuota mensual de unos cuatrocientos estudiantes: y ¡qué acción, cuando se deciden a obrar juntos! ¡qué influjo, en las cosas de su colegio! ¡qué amistades, para el resto de la vida! ¡qué preparación, con los debates y elecciones, para la vida pública! ¡qué garantía pan. la libertad!: allí aprenden,más que en las clases, a decir lo que piensan, a enfrenar la soberbia y el orgullo , a sentir junto a sí y contra sí el derecho ajeno: aprenden a dirigir, y a resignarse. Usan de la cerveza, pero no vuelve a pisar la casa el que ha abusado una vez de ella. Por entre grupos estudiantes alegres se llega al aula, gacha y triste, donde en presencia de unos treinta concurrentes, celebra sus sesiones el congreso antropológico.

Y no es la concurrencia tan escasa porque falte en el congreso gente ilustre, puesto que el que preside es Mann, el médico premiado por su enérgica obra sobre medicina psicológica, y de todas las universidades

165

han venido maestros eminentes de la ciencia nueva, y ocupa puesto de honor el príncipe Rolando Bonaparte, junto a los que representan a Mantegazza y Nadaillac, a Pazzi, el antropólogo de París, a Garland, el etnógrafo de Estrasburgo. Ni es porque los papeles que se leen sean de poco interés, porque ellos todos han sido luminosos, y escritos para enseñar más que para deslumbrar, que es en lo que los científicos verdaderos se distinguen de los de afición, y los sabios de los pedantes: -que con la erudición pasa como con la riqueza, que el que la adquiere de súbito gusta demasiado de enseñarla, mientras el que está hecho a ella la disfruta con moderación y sosiego. Pero la verdad es que en la sesión más animada no tenía el congreso más de cincuenta concurrentes, y mujeres las más, tomando notas con el lápiz ágil sobre la tableta que a modo de mesa está clavada al brazo derecho de la silla. De una ojeada se abarca el público: unas cuantas caras atentas, unos cuantos jóvenes con espejuelos, un desocupado, en traje gris perla, que chupa el puño de plata del bastón y se mira los zapatos de piel de cocodrilo, un alemán con casquete de seda tomando apuntes, un calvo de barba larga y ojos saltones y ambiciosos, un viejo dormido.

Y el reverendo, vestido de negro, que lee en aquel instante su estudio laureado sobre la "mente automática", en un diminuto cuaderno de cubierta azul, que por lo que dice y por la manera de decirlo es digno de más aplausos y público. Su discurso, por lo mismo que sale de labios médicos y trata sinceramente de los misterios de la vida, ¡es un cántico al alma! No habla de ella; pero la prueba con cuanto va diciendo. El sabe de mesmerismos e hipnotizaciones. El ha curado dos veces en sujetos distintos las ansias del mareo durmiendo al paciente con el sopor hipnótico. El cree en la obra involuntaria de la mente, en la atracción, unidad y fuerza de los espíritus, en un individuo vasto y apretado, hecho de la reunión plácida e inevitable de los individuos morales, cuya asociación ennoblece la vida y ensancha el mundo: ¿no está ahora mismo en Nueva York un médico californiano que cree que, reuniéndose en un mismo instante las voluntades de un gran número de hombres con el deseo de mejorar el universo, quedará el universo más puro y habitable, por el influjo de las voluntades concentradas?

FJ antropólogo, el reverendo Turjug, no cree tanto; pero sí halla ridículo, y contra la ciencia verdadera, negarse a reconocer la existencia y acción, natural o solicitada, de las voluntades psíquicas, "sin cuyo conocimiento y uso oportuno, dijo, no puede decirse que haya hoy médico completo". Hay, añadió, base de certidumbre en todas esas ciencias vagas que andan hoy como andaba la alquimia antes de ser

166

química. ¡Y es verdad! La ciencia confirma lo que el vulgo presiente; y así como antes de romper en luz el sol asoman por el horizonte claridades veladas, masas de nubes negruzcas, grietas de fuego vívido, que esplenden por un instante en la tiniebla como la luz verde en el vientre del cocuyo, así aparecen, antes de que se afume una gran verdad natural, sea de lo incorpóreo o de lo ffsico, ciertos entes extraños, mujeres y hombres, de manos agitadas, de ojo de Edison, con una sobrehumana fuerza de fe, con una heroica indiferencia ante la persecución y el ridículo, con una autoridad extraña que les permite inculcar creencias y dogmas que no pueden demostrar con el raciocinio. Son entes misteriosos, y como hechos de entrañas.

El charlatán los copia y desacredita. Ellos desaparecen, y luego se viene a ver el reguero de luz.

•No hay que dudar de nada, decía Turjug. El cuerdo sabe que lo que él conoce no es límite de lo posible. •

La ciencia está ya en los umbrales de un mundo singular que empieza a ser científico. El médico y el cirujano deben contar con la influencia psíquica, como con sus bisturís y sus vendajes. Hablaba de peñtl, y daba la poca luz del aula sobre el rostro benévolo.

Parecían desdoblársele los ojos y salir como de una nueva órbita interior, cuando enunciaba alguna de sus verdades esenciales. Tenía la frente alta por el noroeste, como empujada por el pensamiento.

De la ciencia de la vida, más que del origen del hombre, era ese papel, como otros muchos de los que en el congreso van leídos, lo cual es beneficio antes que defecto, porque con saber cómo es la vida humana, y a cuántos agentes obedece, se libra el antropólogo del riesgo de buscar en la historia de la naturaleza al mero hombre ffsico, y desdeñar toda prueba que no le parezca serlo, por no ser palpable, cuando cada paso de la ciencia novísima enseña que no sólo lo tangible es cierto, ni lo mental y moral del hombre dependen, -como se creyó en la infancia de la ciencia contempomnea y mantienen mientras les dure la puericia mental los estudiantes noveles, -de tal conformación o tal deformidad del cerebro o el hueso.

Mundsley es un inglés de tal sabiduría que no vale tomar de ligero lo que en su imparcialidad científica atestigua, y el papel que se leyó después del de Turjug fue de él, manteniendo que el crimen no depende de tal región del cráneo, ni se asienta en tal lóbulo, ni el cdneo de los criminales pieSenta más hondos y cuestas que el de la gente virtuosa, ya

167

sean los criminales de ocasión, por arrebato de la furia indómita o mal consejo del momento, ya de los predispuestos al crimen por su ignorancia o su flaqueza moral, ya de aquellos a quienes quita el juicio la epilepsia o la melancolía. Todos los crímenes, todas las brutalidades, todas las vilezas están en germen en el hombre más honrado. Lo más vil o bestial ha aparecido en algún instante posible o deseable al alma más limpia.

La voluntad, las asociaciones, la cultura, sofocan, así como su falta favorece los gérmenes malignos. "Y en eso de crímenes, -dijo Mundsley ,- tengo una prueba patente de que el criminal no se distingue de la gente honrada, en el predominio que ahora tienen en el mundo los que prosperan, so nombre de negociantes, con estrategias de bolsa que traen a sus arcas la fortuna ajena, los cuales son los piratas modernos, tan alevosos y ladrones en sus cálculos y métodos contemporáneos como los que antes hacían encallar los barcos ricos en sus costas para apoderarse del botín. Y los fundadores de compañías falsas ¿qué son más que salteadores de caminos? Criminales son, como el más vil de los presidiarios, y no se les ve en ninguna región ni lóbulo: antes suelen tener muy plácida la faz, y, sobre el cráneo redondo, el cabello muy liso y bien peinado. No: no hay teoría antropológica bastante fidedigna para que pueda aducírsela como defensa ante los jueces del crimen. No: no hay constitución criminal general que predisponga al crimen o lo excuse. •

Muchos han sido los papeles leídos: De Erust, de Caracas, se presentó un trabajo sobre la etimología del "tabaco", que cree venir del uso que hacían de él los indígenas, al que llamaban tat-ter-ku-ba, y no del nombre que tenía la planta entre ellos:-Darling habló sobre la antropofagia, que según él viene de tiempos remotos, del gigante Polifemo de la Odisea, de los chinos que para embravecerse comían la carne de sus enemigos, de muchas tribus de Africa, de los papúas, battas y maoríes hasta los tapuyos y fuegueños de la América del Sur, y los algonquines, los ottawas, los iroqueses, los hurones de la del Norte:­Kerr, de Londres, aportó una valiosa estadística sobre la "herencia entre los ebrios•, de los cuales parece que hasta más de la mitad lo son porque lo fueron sus padres, que les legan con la sangre envenenada la sed que sólo se aplaca con la bestialidad y se apaga con la muerte;-Bonaparte presentó en persona al congreso sus libros eruditos, sobre los negros fieros de Surinam, vueltos a la vida salvaje africana, y negados a trabajar para los que fueron sus dueños; sobre los negros braquicéfalos de Nueva Guinea, que son caníbales, al revés de los dolicocéfalos:-Drayton estudió

168

el "chino moderno", en cuyos ojos almendrados y pómulos enhiestos no ve obstáculo alguno a los quehaceres y mejoras de la civilización, en la que las variedades de clima y aspecto corporal influyen menos de lo que propala la ciencia de segunda mano:-un Ingersoll, que no es el orador ateo de fama, demostró con ayuda de láminas que el tipo de Cristo es en cada país diverso, y semejante al hombre de él, tanto que si al Jesús de Power lo visten a la norteamericana no quedará más que un yanqui vennontés, lo cual recuerda las enseñanzas de un joven profesor de historia de la filosoffa en Guatemala, hará unos diez años, cuando paseando con sus discípulos por los pueblos antiguos, les enseñaba cómo los dioses no habían hecho el hombre a su semejanza, sino que el hombre había hecho los dioses a semejaza de él, y donde no había más que un dios, como entre los hebreos, éste mudaba de espíritu, aspecto y voz con cada cambio del pueblo hebreo.-Y más papeles hubo, como el de Thomas sobre los terrapleneros de Ohio, y el de Crothers sobre lo amigado de las ideas en los pueblos por causa de herencia, a tal punto que se requieren fatigas de sangre y montes de años para arrancar de cuajo una falsa creencia; pero sólo el estudio de Baxter sobre los descubridores de América merece comparación por su mérito e interés al del médico Mano sobre el estado de la ciencia antropológica, que no debe, según él, ir por aquella o esta imaginación científica, más sospechada que comprobada, como carro atado tras de caballo ciego, sino adelantar conforme a la ciencia real, dejando a un lado hipótesis mancas y metafísicas científicas. Ya va pasando el período pueril de la ciencia moderna, que fue el buchnerismo. Ya no hay anatómico competente que ose mantener, hueso con hueso, que el hombre es, o puede ser, el vástago de cualquiera otra especie de animal, por lejano y recóndito que sea. Ya no se puede ser darwinista, de la izquierda Haeckel, como podría decirse en parlanza escolar, sino partidario honrado de lo que la naturaleza enseña en el desarrollo simultmteo y unido de lo corpóreo e incorpóreo del hombre, algo así como la derecha Schaafbausen.

"Darwin mismo, dijo Mann, no afirmó más sino que el hombre descendía de un tipo animal más bajo que él, muy antiguo y ya extinto. No vio Darwin en los tejidos ligados de la vida y en la ascendencia por la lucha, la demostración negativa del sentido religioso y espiritual del universo, sino prueba mayor y terminante de él. ¡No puedo creer sin angustia, dijo Darwin, que una fábrica tan lenta y laboriosa como la del mundo no tenga más objeto que la batalla de la vida, no pare en algo

169

superior a ella! • No puede deducirse de lo conocido y probable sino lo que desde la infancia observadora nota el niño, y es el orden ascendente en la semejanza de lo creado.

Ni es verdad, añadía Mann, que los climas influyan en el hombre de modo bastante a torcer o alterar la esencia de su naturaleza, en lo incorpóreo y en lo físico, porque una vez habituado el hombre a él, crece tan varia y libremente en lo glacial como en lo tórrido, con gente alta y baja, mala y buena, obesa y larguiruta, tierna y áspera : hay kafires enanos y esquimales gigantescos: los bushmanos, negros por el sol, aman con la misma pasión que los noruegos, blancos por la nieve. Y ¿cómo vino a América el hombre?: Mann, sin fijarse bastante en lo natural y posible de la coaparición aislada del hombre dondequiera y en cuanto que hubo condiciones para su viabilidad, opina que en los tiempos postglaciares, con sus cuatro grandes inviernos con intermedios de calor, pasó el hombre, contemporáneo de animales extintos, o vivos sólo hoy en los países cálidos, por el puente de tierra que en el cataclismo glaciar, al entrar en más fuego el globo, se fue abajo, dejando mar abierto entre América y el sudoeste de Europa, que eran antes una misma.

Baxter habló de los descubridores de la América moderna. Para él es claro que Colón oyó en su viaje a Islandia, en 14 77, las historias que en las épicas sagas se cuentan, como las del Cid en los romances españoles, de aquellos viajes a la Vinlandia de uvas rubias, que hicieron en sus dragones veleros, con las corazas blancas y rojas de los héroes colgadas a la borda como escamas, no sólo Bjarni y Leif, normandos hermosos, y Gudrid, de cabellos de fuego, sino Naddoord, Gardar, Hold, Erik, Jugoef, y tanto bravo del norte, sano y macizo como el roble en que tallaban sus vasos de beber, y aquellos cetros torneados y de mucha y menuda pintura, como el que al lado de un hueso de niño con un brazalete y un cráneo con largo pelo amarillo encontró Bradford en Plymouth, cuando gobernaba la colonia. Las sagas cuentan eso, en su poesía de ojos azules.

Y Bonaparte dijo, después de Baxter, sobre los sacerdotes chinos, que bien pudieron ser chinos sin ser sacerdotes, de cuyo viaje a la maravillosa Fu-Sang, que parece ser el México de ahora, hablan las crónicas asiáticas, con mucho asombro de la novedad, poder, industria y gncia poética del pueblo americano, como si fueran dotes propias de la serenidad, grandeza y fulgor de la tierra en que vivían: más •no sólo,

170

decía Bonaparte, se puede empezar a probar por esos recuerdos que en lo antiguo se conocieron de cerca América y Asia, sino por el símbolo bddico del bien y el mal, que es uno como círculo doble, a manera de letra ese, con el hemisferio del mediodía rojo, como el mal, y el del norte azul, corno la virtud: con las mismas líneas y semicírculos con que lo pintan los budistas, tal como el que en muchas piedras y edificiós halló en sus viajes mexicanos Désiré Chamay, mi amigo". Y Bonaparte, el príncipe, decía esto de pie, olvidado de pompas, entusiasta como un estudiante, dibujando en pizarra del aula con mano ejercitada el círculo búdico.

José Martí

La Nild6n. Buenos Aires, 2 de agosto de 1888.

171

ASAMBLEA ANUAL DE LA "SOCIEDAD PARA EL ADELANTO DE LAS CIENCIAS"

Nueva York, Agosto 17 de 1887

Señor Director de El Panido Liberal:

Los colegios están en Nueva York abandonados durante el verano. En el campo es donde ahora se estudia, bien sea lenguas en Amherst, o agricultura en los paseos científicos del Colegio de Bryant, en Roslyn, o filosofía, divinidades u oratoria en las clases que juntan desde mayo buenos maestros, quienes con sus discípulos se entran por la montaña, a abrigar del estío la escuela libre en un grato retiro.

Aprenden conversando, remando, corriendo los caminos, reposando de ellos bajo el pinar augusto, el robledal enérgico, o los olmedos religiosos: la mineralogía, en los pedruscos la aprenden; la botánica, componiendo su herbario; la física, subiendo y bajando montes; la meteorología, viendo desvanecerse la neblina, o destacarse de sus nubes a los cerros, o volverse hacia él sobre las hojas desmayadas, o cuajarse sobre la hoja plácida, el rocío. En Nueva York, ni el Colegio de la Ciudad, que educa gratuitamente para las carreras universitarias, abre su biblioteca, lóbrega ahora, a sus alumnos numerosos, hijos en su mayor parte de alemanes, ni en el Colegio de Columbia, ya centenario, hay más morador que el bedel fosco, que con pocas palabras guía al visitante veraniego por aquellas aulas donde, abarcando cuanto hoy tiene el hombre aprendido, se enseña en seis escuelas especiales: ya ArteS y Letras, con un conocimiento general del mundo, desde Litología hasta la historia de las religiones, y sus lenguas, del sanscrito al francés; ya Minería, con todas las faenas del ingeniero, y metalurgia, química, arquitectura y paleontología; ya Ciencia Política, con cuanto conduce a entender y practicar el buen gobierno, y leer con juicio lo que va escrito sobre él; ya Arte Bibliotecaria, indispensable en todo pueblo regido por la mente pública, donde se aprende a crear una Biblioteca, conservarla y enriquecerla; ya Medicina y Leyes: "¿Sudamericano?" pregunta el bedel enseñando el colegio: "aquí tenemos un profesor sudamericano, don Daniel de León, el que enseña Derecho de Gentes, y le llevó el premio al hijo de Blaine: está pálido, dicen que de saber".

¿Qué sucede ahora, pues, que en lo vivo de agosto Columbia abre

172

sus puertas, engalana su paraninfo, embandera la tribuna doctoral, sacude los retratos de sus rectores, vestidos unos de toga negra, los más de encarnada? Todo anuncia animación y concurrencia. Aprontan muchas aulas, como si fueran a servir a un mismo tiempo. Un alemán que no deja de la mano "La mstoria Natural del Alma", acaricia de vez en cuando con los ojos los insectos de cartón que ha repartido por- especies en un ventorrillo improvisado, junto al atrio. Cerca arregla otra mesa una joven, pálida y triste, que va a vender, alineadas en cajas, esquirlas de ágata. Allá adentro, como si fuera a venir gente de Boston, prepara el fondista unas como las munyetas de los catalanes, que son judías blancas, salcochadas y sofritas, con su generosa laja de cerdo, manjar grato en Boston.

Todo es porque esta vez celebra su Asamblea Anual en el Colegio de Columbia la Asociación Americana para el Adelanto de las Ciencias.

Como quinientos maestros asistieron a la asamblea este año, y entre ellos muchas damas de ciencia, y otras que iban por gala o afición, aunque es justo decir que cuando un maestro en crematística aglomeraba números en sabias hileras para comprobar con los censos el progreso humano, o un entomólogo desentrañaba los antecedentes de una especie confusa, o un botánico pretendía demostrar que el protozoo unicelular, escogiendo de sí lo más fino y desechando lo inferior, se convirtió por su propio esfuerzo, siguiendo la ley de toda la naturaleza, en el más peñecto y descolorido chytridium, muchas damas de edad sacaron de la vaina los espejuelos de oro, y la calceta, empezada, del ridículo.

Allí estaba junto a Bamard, el rector brioso de Columbia, más amigo de laboratorios que de latines, la historiadora Martha Lamb, que con el color de Motley y la amenidad de McMaster ha narrado los sucesos de Nueva York, y dirige una revista excelente; junto a Morse, para quien no es el mundo más que una despaciosa masa física, que va mejonúldose por su prurito propio, la botúica Britton, que no ve en la semejanza de las plantas razón para no alabar a Dios con reverencia los domingos; junto a Newton, el astrónomo de ojos dichosos y benévolos, Miss Winifred Edgerton que, contra mucho barbudo competidor ganó el año pasado doble premio por su raro conocimiento en las más altas matemáticas; y llevaba un sombrerito de hombre, como usan este verano las damas, un traje de sastre, que no esconde la gracia del cuerpo y un quitasol de encajes opulentos.

Científicos famosos había muchos: Langley, que por lo general de su saber queda de presidente del Instituto Smithsoniano, centro de todos los americanos, ahora que ha muerto, dejando completas sus obras sobre

173

peces, el paciente Baird; Anthony, campeón de la enseñanza directa y científica en las escuelas públicas, por donde ha de salir el hombre nuevo; Alvord, a quien todos acatan por su singular pericia en lo más alto o humilde de la agricultura; Brinton, que está sacando a luz lo que ha podido hallarse de poesía y drama aborigen, y lleva publicado un índice cabal de los libros más notables sobre nuestra América: Maberry, salido apenas de las aulas y ya profundo químico.

Abrió la asamblea, con su palabra pellizcada y lamida, el obispo protestante Potter, y con visible apremio, como si ya les escasease el tiempo para comunicarse sus victorias del año; sus invenciones, sus desfallecimientos, saliéronse todos, después de la plegaria usual, del paraninfo, y cada uno fue al aula de su ciencia, que eran nueve: astronomía, química, física, mecánica, biología, geología, geografía, antropología y estadística. Allí leyeron, cada cual entre los de sus aficiones, los más minuciosos y especiales estudios; éste, sobre los teléfonos de mar; ése, sobre la química del nitrógeno y la facilidad de elaborar artificialmente la quinina; aquél, sobre el corazón de la serpiente, que halla igual al de la rana; uno sobre el sentido del gusto, que en la mujer le parece menos despierto que en el hombre; otro sobre la "moñología de las piernas de los insectos himenópteros", que valiéndose de los cepillos que le dio Naturaleza, se limpian sin cesar, con aseo felino, sus piernas y antenas. Pero cuando Morse, enemigo de melindres y tapujos en las verdades científicas, va a leer, con ardor de sectario, su agresivo estudio sobre la verdad palpable de la Teoría de la Evolución; o el comandante Taylor, con otros más, va a defender, por sobre Tehuantepec y Panamá, la ruta breve y sana del canal de Nicaragua; o James se prepara a discurrir sobre la urgencia de enseñar a los niños el ejercicio industrial en las escuelas; o Brinton, cargado de datos, diserta sobre la aparición del hombre en el Continente Americano, todos los maestros interrumpen el quehacer de su aula privada, y se congregan para oír a estos colegas de palabra mayor.

Aquello que dijo Rabelais, siglos ha, sobre los malos maestros que le pusieron a Gargantúa, a quien hubiera valido no tener maestros tales, porque su saber no era más que torpeza; y hojaldres su maestría, que bastardeaba los nobles ingenios y corrompía toda flor de juventud, fue lo mismo que dijo James al recomendar la eficacia de los ejercicios industriales en la escuela, y confirmó Anthony con brío, sosteniendo la importancia nacional y verdadera urgencia de enseñar las ciencias físicas en las escuelas públicas. ¿Adónde va con su leer, escribir y contar, su gramática que ni entiende ni aplica, su geografía que aprendió de

174

memoria, el americano que deja la escuela a los quince años? Desdeña el trabajo real, o no sabe-por falta de rudimentos-cómo acercarse a él. Es un caballero vergonzante, sin valer para sí ni para los demás, que acaba en escribiente pobre, abogado ruin o estéril clérigo. Lo que pierde el niño, dice James, en aprender letras inútiles y para su país perjudiciales, gánelo aprendiendo, al par que lo útil de las letras, aquellos fundamentos generales de las artes todas, que en sí mismos son ciencia acumulada, y aquella destreza de la mano que le dará fe en sí, disposición para el oficio que después escoja, carácter y orden para aquello a que se dedique, aunque no sea oficio, y afición en vez de desdén a las industrias, que hoy los mismos hijos de los obreros tienen por empleo inferior y villano. Anthony decía lo mismo:-" ¡Enciende la sangre ver mascullando verbos, que en la calle conjugará enseguida de manera bárbara, a un niñio hermoso que pudiera haber aprendido, en vez del pluscuampeñecto, qué es el calor y cómo puede servirse de él el hombre! Hasta que no enseñemos ciencia en las escuelas, no tendremos a salvo la República."

Acababa Atwater de recomendar que no se tomara más alimento del que el cuerpo humano necesita, que es a lo sumo un cuarto de libra de proteína, en magro de carne, leche, gluten de trigo, o blanco del huevo,­otro cuarto de grasa, en lo gordo de la carne, mantequilla y el óleo de la harina, y como una libra de carbohidratos, en la maicena y el azúcar: acababa Leeds de explicar que por cada niño que muere de los criados al pecho materno, mueren tres de los que se crían a biberón, y ocho de los que se nutren de otras sustancias, contra lo que apenas será remedio, para asemejarse a la leche de la madre, poner a la de vaca más agua y crema, y hervirla cinco minutos con algún peptógeno; cuando se llevó la atención de la asamblea entera el discurso de Brinton, quien mantiene que el hombre vivió ya en América en la época glacial. Todo se lo demuestra: los útiles humanos descubiertos en los depósitos glaciales; y otros útiles y piezas de cerámica hallados en los montículos de conchas, a lo largo de la costa; los restos paleolíticos desenterrados de los arenales de Trenton; lo extendido del cultivo del maíz de que se han encontrado remotísimas huellas desde el Hudson hasta el Chubut, allá en la Patagonia; lo vario y opuesto de las lenguas de América, que proviniendo de tronco común, como demuestra la identidad de los cráneos antiguos americanos, se descompusieron luego de tal modo que sólo lo remoto de su origen puede explicar sus trances y final divergencia: todo, en suma, le prueba que el hombre comenzó a vivir en América hace treinta y cinco mil años. Pero no cree que el hombre naciese de América mismo, •porque no pudo desenvolverse, dice, de ninguno de los mamíferos americanos hasta hoy

175

hallados•: cree que vino de Asia y de Europa por puentes preglaciares:-¡como si la identidad, o semejanzas de los actos, aspiraciones y artes del hombre en países sin relación ni conocimiento, que vemos hoy con nuestros ojos, no estuviese probando que sobre toda la faz de la tierra pudo nacer el hombre a un tiempo mismo!

Sus mismas semejanzas son la prueba de su variedad de origen, a la par que de la identidad de su naturaleza. ¿Qué es eso que exhibe, entre tantos curiosos, el geólogo Kunz? Es una hacha de jade, gigantesca, traída de México: en una cara tiene esculpido un rostro: de ambos lados le han sacado tajos, •uno, dice Kunz, por cada cacique que moría•. ¿Y aquello qué es, que atrae también a todos los maestros? Es la descripción del piromagneto, el invento nuevo de Edison: pone un rollo de tubos delgados de hierro dentro de un círculo magnético, y al precipitar el aire caliente sobre el rollo, se desarrolla en él una corriente de electricidad que por el alambre que rodea a los tubos, va del fuego común de horno o cocina que obre sobre el piromagneto, a la lámpara en forma de luz, o a la rueda motriz en forma de fuerza.

Luego habló Drummond sobre Africa. Estos místicos con la mirada vuelta adentro, quieren conformar locamente el mundo al concepto que en sí tienen de él. Negar lo espiritual, que duele y luce, que guía y consuela, que sana o mata, es como negar que el sol da luz, o que conmueve a un padre la gloria de un hijo; así es negar que, en el desierto tostado como en la cátedra escocesa, son iguales las virtudes y maldades del hombre. Para Drummond, contra lo que narran otros viajeros, ir a Africa es como ver alboreada la bestia humana. Juzga perversión de la inteligencia lo que, por lo mismo que él dice, se nota que es diversidad local. •Medio animal y medio hombre es en el corazón de Africa el ser humano. • Y sin ver que en el orden y correspondencia de la creación van ligados de cerca y con grados paralelos de desarrollo los seres de diferentes reinos que la habitan, cuenta luego que hay valles tendidos a la sombra de cerros selvosos, donde orquídeas gigantes revientan en capullos carmíneos y azules y el verde canta, y la tierra no está cubiem de céped, sino de maravillosas flores. Y no halló monos en estos lindos valles, ni en las soledades lodosas de árboles enanos por donde bajó de la meseta a los ríos.

Pero, ¿qué idea general, qué razón de los orígenes, qué concepto del mundo pareció pnxiominar en las afirmaciones de la asamblea'} Antd, con el cuvierista Agassiz, el amigo de Humboldt, resistía en masa la ciencia americana a las novedades inglesas. Después con el canadie~se Dawson, el amigo de Lyell, negó, hasta aquel libro de Drappcr, :¡ue

176

( •

hubiese razón de conflicto entre la historia bíblica y la que cuentan las piedras; ahora Morse dijo, ante el concurso claramente atento, que de donde Darwin puso la ciencia ya nadie la quita, que su doctrina es irrecusable, como la de la conservación de la energía, que los hombres serían menos infelices si conocieran las leyes científicas de su reproducción y mejora, que el dolor del pecado original fue el dolor del hombre al ponerse en pie, al surgir de cuadrúpedo a bímano.

Pero como a la mañana siguiente del discurso de Morse fuese domingo, en el paraninfo mismo donde lo pronunció se reunieron casi todos los maestros, con Drummond a la cabeza, a declarar, so pretexto de oficio divino, •que no hallan argumento contra la existencia y bondad del Hacedor en el orden científico con que indudablemente está compuesto el mundo".

Unos olVidan que en la arrobadora armonía universal toda teoría sobre el cuerpo ha de ir comprobada por una correspondiente sobre el espíritu; otros, ensimismados y soberbios, desconocen aquella relación del alma al cuerpo que no es desemejante de la de la música sublime con el sentimiento que la expresa, ¡y con cuya cuerda perecedera no se extingue la música! Todo se afina, se purifica y crece.

El Pt111ido I...iberaL México, 1887. Publicado también en La Nación de Buenos Aires, el6 de octubre de 1887.

177

\ 1

ESCENAS NORTEAMERICANAS

Nueva York, 14 de febrero de 1887

Señor Director de El Panido Liberal:

Cuentan de Lincoln que la noche misma en que él y sus más íntimos amigos aguardaban con afán las noticias de su reelección a la Presidencia, se sacó del bolsillo un libro de anécdotas wlgares, y las leía de tiempo en tiempo en alta voz, con gran sorpresa y cólera de sus ministros: así se aliviaba aquella grande y afligida mente de la pesadumbre de su ansiedad y melancolía. Todo lo decía en apólogos, como quien hubiese leído mucho Ja Biblia; y manejaba el cuento con la mima gracia y finneza con que en sus mocedades blandió el hacha. Cuestión a la que echaba encima un cuento, ya quedaba hendida y como para no volver a levantarse. Pero él no decía cuentos únicamente para convencer con claridad y prontitud, de modo que no se discutiese sin medida, ni quedara enojado el vencido, al ver que su vencedor era la gracia; sino que abría ese escape a sus preocupaciones y amarguras, y como que cobraba fuerzas de esos regocijados entremeses, tanto que cuando viajaba como candidato a su primera Presidencia, y le seguían pueblos y honores, se estuvo una noche entera •a ver quién cuenta más• con un famoso chascarrillero de un pueblo infeliz, ya asombrado de que el Presidente de la República fuera a ser •aquel compadre de las piernas largas•.

Así Nueva York, como Lincoln, distrae sus alarmas y pesares con bailes, fiestas extrañas y novedades estupendas. Huelgas de un lado; acres y amenazadoras, miedos de guerra, reales o fingidos; proyectos de obras de defensa, ejércitos y armadas, planes de milicia que llevan en la entraña el huevo venenoso del ejército permanente, como si la riqueza hubiera de corromper las Repúblicas, y por el exceso y abuso de ella vinieran éstas a parar en los mismos vicios y tiranías contra los que, con fuerza de Universo moral, se levantaron. Y de otro lado, los •snow shoers•, los andadores en el hielo del Canadá, con sus vestidos pintorescos y viriles, hechos de frazadas de colores;-Wagner, que parece aquí vivo, triunfante y colérico como una quimera, y rey del teatro de ópera, de donde la italiana huye vencida;-Bishop, un prestidigitador impune, que dice que lee la mente y sólo alcanza, con mucho vendarse

178

los ojos y ser llevado de la mano, a descubrir el paradero de una aguja o adivinar las cifras de un billete de banco;-Stevens, un velocipedista que acaba de circunrodar el mundo, y welve de los bambúes y las pagodas cargado de condecoraciones y leyendas;-¡y qué mú! Edison, que en sus ratos perdidos se entretiene en dibujar en la pared a salivazos de tabaco los Estados Unidos, y ahora anuncia que ha descubierto la manera de fabricar los alimentos todos, el chocolate y la almendra, el plátano y la carne, el trigo generoso y el vino cordial, sin mú que descomponer la tierra y el agua y combinar sus elementos.

El misterio, es verdad, chispea en los ojos de Edison, su mirada se escapa, como la de los felinos. Parece que lleva escrito en la pupila un cuento de Edgar Poe o una estrofa de Charles Beaudelaire. Un silfo de alas verdes, ribeteadas de plata, danza en aquella niña de ojo claro, se mofa, se harta, enseña su vientre hendido y luminoso como el de los cocuyos, centellea. Pasa el toro al torero, cuya mirada es sanguinosa y turbia. La medicina pasa al médico, que ya por serlo cura, y con su sonrisa suele abatir la fiebre. La electricidad, profunda y traviesa, ha pasado a este hombre extraño, de cara pálida y ojos relucientes. Se adquiere fuerza y apariencia sobrenaturales del comercio con la naturaleza. Y se adquiere ademú una ardiente y batalladora fe en el espíritu, como en su viaje a la gota de sangre adquirió Pasteur, y en el suyo a las entrañas de la luz ha adquirido Edison. Dicen que ve por todas partes cuerpos sin forma, que el silencio tiene para él mágicas voces, que la ciencia de este mundo le ha llevado hasta el dintel de otro más bello, al que desde esta ribera oscura solicita y enamora. El mundo despierta una sed que sólo la muerte apaga. FJ hombre que conoce bien el mundo cae en la muerte, como un trabajador cansado cae en los brazos de su esposa.

Tortura la ciencia y pone al alma en el anhelo y fatiga de hallar la unidad esencial, en donde, como la montaña en su cúspide, todo parece recogerse y condensarse. Emerson, el veedor, dijo lo mismo que Edison, el mecánico. Este, trabajando en el detalle, para en lo mismo que aquél, admirando el conjunto. El Universo es lo universo. Y lo universo, lo uni-vario, es lo vario en lo uno. La Naturaleza •nena de sorpresas• es toda una. Lo que hace un puñado de tierra, hace al hombre y hace al astro. Los elementos de una estrella enfriada están en un grano de ttigo. Lo que nos mantiene sobre la tierra está en la tierra. ¿No dijo Newton que las propiedades de los alimentos esbln en el suelo que pisamos, y en el aire que nos rodea, sólo que eluden nuestras garras? Humphrey Davy, Parada y, Liebig estuvieron, dice Edison, a punto de acelerar la

179

transformación de las sustancias primas en alimentos sápidos y nutritivos: como él, Edison, los transforma. Quien ha estudiado los orígenes de la vida animal, quien ha visto cuán poco desemejantes son el hombre y los animales rayanos en su primer estado de existencia, no se asombra de oír decir a Edison que puede hacer plátanos y chocolate de las mismas sustancias primas, sin más que variar su combinación ligeramente. "Con tierra de New Jersey y agua, dice, he hecho una botella de Chatean d'Iquem." Son asombrosos los fenómenos del anamorfismo: no hay fin para el número de cosas diversas que pueden hacerse, combinando elementos semejantes. La analogía de muchos compuestos orgánicos y ciertos grupos de simples, pasma a los químicos. El peso atómico de los compuestos es igual al peso atómico de lo ingredientes. La ley del isomorfismo enseña que hay ciertos grupos de sustancias compuestas de tal modo que uno de sus elementos puede ser sustituido por otro de proporciones equivalentes sin alterar el carácter cristalino de la materia. "¡Ea, pues!" concluye Edison: "ya no habrá que ir por dulces a los países finos, ni por cacao a Soconusco, ni por vinos a Francia. " El puede hacer en un día una papa, una calabaza, una espiga de trigo; un solomillo lo puede sacar de la tierra en unas cuantas horas.

La diferencia estará en que no habrá fibra. La química celosa ha robado sus retortas a la naturaleza. "De aquí a tres años-dice Edison­Nueva York no comerá carne ni hortaliza. Yo las haré más barato que la tierra." ¡Tal parece que la naturaleza, luego que los atrae a su brazos, trastorna a sus amantes !

Stevens, el velocipedista, acaba de llegar de los países donde la naturaleza es fragante y perezosa, y lleva en lo brazos lianas y serpientes. Un periódico de Nueva York, el "Outing", algo como "Al Aire Libre" le pagó el viaje en velocípedo alrededor de la tierra. En abril del ochenta y cinco salió de Nueva York en un vapor de Europa, y en enero del ochenta y siete llegó a San Francisco en un vapor de Asia. Europa, ya está vista, y no tiene romance, o su romance está aladrado, pasado de sazón, echado a podre, como la comida de moda en lo hoteles. El romance está en los países de túnicas de seda, mujeres embozadas, de cabellos vivaces, de paramentos joyantes y vistosos, de vinos perfumados, de apólogos que saben a nuez fresca. Donde Haydée mira, donde embriaga el hashish, donde cantan el Rubaiyat, el poema bordado de rosas, está el romance. Como por ruinas pasó Stevens por los pueblos europeos, llagados todos, romo una enorme Capua. Recorrió en velocípedo los caminos de Turquía, de esa rosa comida de gusanos. Cruzó a Persia; penetró en Afganistán. En China quiso entrar, pero a las

180

cien leguas lo detuvieron a pedradas en Kingan-Toy, y ya llevaba magullado el casco hindú de que se armó para el viaje, cuando pudo asilarse en el yamen, que ampara, como antaño nuestros templos, a los que se acogen a su guarda.

Por todas partes halló Stevens clubs de velocipedistas. De los países de ojos negros ha tl3ldo recuerdos dominantes. Celebra la sencillez y bondad turcas. Lugar hubo donde el gobernador le tributó honores de Estado, y congregó a la población para verle partir •volando sobre su rueda y pedir a A1i que fuese siempre con él la maravilla•. Halló a los chinos desconfiados y silenciosos, como quienes han padecido de la gente extraña. Ellos, como nuestro indios, jamás dicen llanamente al extranjero lo que le falta de camino, ni cuál es su vía, ni qué tiempo le auguran. El blanco los estrujó en agraz: agraz es para ellos el blanco. Un miedo rencoroso inspiran sus respuestas.-•¿Falta mucho para llegar?•-•una subidita y una bajadita. • Y faltan leguas.-• ¿Lloverá hoy?•-•y el cielo sabrá eso! • Da pena ver las ruas espantadas.

Mientras la mocedad elegante festeja con banquetes la welta del osado Stevens, y en los teatros resucitan con pompa de vestidos las comedias viejas, y lo floñdo de las damas acude a los bailes famosos con que es uso cerrar aquí la estación de la nieves, reúnense en una vasta sala fría los delegados de los obreros, anuncian que la compañía carbonera ha accedido a pagar al tipo antiguo a sus empleados, y dan por terminada la heroica, la angustiosa, la temible huelga. Han vencido, sl, pero perdieron $1.200.000 de salaños. Sesenta mil hombres han estado sin trabajar cinco semanas, porque una compañía de carbón quiso rebajar injustamente la paga y una empresa de vapores intentó en otra parte reducir la de sus muelles. •una ofensa a uno es una ofensa a todos• es el lema de los Caballeros del Trabajo. • ¡Pues hasta que no traten con justicia a nuestros hermanos, no trabajaremos¡ •

Y un gremio tras otro, se mantuvieron en la huelga, compeliendo a las dos compañías a obrar en justicia.

De paso no se puede decir todo, lo que estas huelgas enseftan. Esta ba enseñado más que otras, porque revela que, aunque la organización de los obreros no es aún tan completa como pudiera, lo es ya bastante para inducir que si en un caso sencillo se muestra tanta hermandad, pudiese el trabajo entero de la nación dejar a una vez sus talleres algún df'a, y retar a las industrias productoras a fatal desafio, cuando llegue aquel caso grave o combinación de casos que ha de producirse de este estado de guerra enconado y silencioso. Y si por los medios legales no se acude a las causas del mal, si no se abarata la vida con una tarifa amplia, si no

181

se suprimen los tributos innecesarios que repletan inútilmente el tesoro, si no se atiende a contener los daños públicos que evidentemente nacen de la acumulación del territorio y los derechos nacionales en compañías privadas, prosperará esta nación de obreros en la sombra, y acabará por ofrecer batalla a la nación legal de propietarios.

Lo más temible de esta lucha es que, mientras los prudentes la afrontan y los demagogos la precipitan, aquellos que se consideran por su enorme fortuna como los magnates del país, se concilian para defender sus privilegios y andan buscando jefe. ¿Dónde está ya aquel respeto del americano por su ciudadanía, aquella fe inquebrantable en el ejercicio del libre albedrío, aquel orgullo de ver levantarse de la humildad a sus apóstoles y a sus cabezas? Fingen aún esas ideas , pero ya las abominan. La guerra que aseguró la Unión y el crédito, creó una generación de agiotistas venturosos, sin práctica ni fe en una libertad oscurecida por la arrogancia del triunfo y sin respeto por las instituciones trocadas en comercio por los encargados de conseavarlas. Creó esta generación tribunales seaviles y Senados de millonarios, y ha llegado a hacer de la Casa de Representantes, de la fuente de las leyes, un mercado abierto donde éstas se venden y se compran, un cónclave inicuo de agentes de poderosos solicitantes o de empresas ricas. Y esta generación ahora se niega, cuando el país se siente vendido y vuelve en sí, a abandonar esta vida de robos disfrazados, a devolver lo que ha adquirido ilegalmente, a permitir que la nación se limpie de ellos y se reconstituya. ¡Es gran desdicha que la abnegación sea tan escasa y tan grande aquí el amor a la riqueza, que los reformadores no estén saliendo de entre las filas mismas de los pudientes e ilustrados, sino de los humildes y mal vistos, con lo que tienen los ciudadanos viciosos el derecho aparente de considerar como ambición de los pobres lo que es nada menos que la necesidad de la conciencia, el clamor del hombre, y la salvación de la República! ¡Grande fue aquel Wendell Phillips que no temió cuando la guerra de la esclavitud defender a los humildes, habiendo nacido entre los altos!

Ayer mismo se congregaron en un comedor suntuoso los prohombres del partido de los magnates, el partido republicano. Ostensiblemente se reunieron para celebrar el aniversario del nacimiento de Abraham Lincoln; de aquel que ya tenía fama gloriosa y era aclamado entre lo padres de los hombres, cuando apenas había ganado lo preciso para comprar una casa de madera y ponerse zapatos ásperos y medias de lana. Pero el objeto verdadero de la fiesta era ir buscando el jefe nuevo, que ha de juntar en un programa vivo, para la defensa de los privilegios logrados, a las huestes republicanas que andan hoy inseguras tras de unos

182

y otros jefes, sin llegar a concertar sus voluntades sobre alguno. Ven que la tierra se mueve, y quieren ponerle freno. Ven que la nación les interroga ya colérica, y quieren con sus antiguas glorias parapetarse y deslumbrarla. Una figura enérgica y poco amable viene surgiendo, como si se sintiera evocada, entre estos políticos acaudalados y medrosos: la de Chauncey Depew, el abogado de los Vanderbilt, el que pronunció el discurso oficial de inauguración en la fiesta de la estatua de la Libertad, el que tiene el ingenio bastante agudo para comprender por donde se vienen los miedos de los ricos, y ponerse a su cabeza. Conduce los tiempos el que penetra sus necesidades, y se determina a reflejarlas. Así empiezan a recogerse en tomo a Chauncey Depew aquellos elementos mismos de autoridad y soberbia que creían hallar en Grant su natural encamación, y lo tuvieron siempre en el pavés para la Presidencia. Bien poco hablaron por cierto los politícos anoche de aquella excelsa virtud del "Honrado Abe", que aprendió a escribir con trozos de carbón sobre las cercas de madera, y hubo muchas veces de recurrir a sus amigos para que le sacaran de empeño su caballo, -el caballo en que había recorrido año tras año su comarca pobre, estudiando a la solana por el camino los clásicos y el Euclides.

José Martí

El Ptlrlido Liberal. Máico, S de marzo de 1887.

183

ESCENAS NORTEAMERICANAS

Nueva York, Septiembre 28 de 1886.

Señor Director de Lil Naci6n: _

Septiembre es siempre mes animadísimo en la vida norteamericana. A los baños de mar suceden las partida de caza; a las partidas de

pesca, las grandes regatas entre los veleros ingleses y bostonianos, en que los de Boston ganan.

A los abandonos y coqueterías sobre la arena, que son aquí cosa mayor y pecadora, reemplazan los trajes elegantes de los paseos por el mar y las carreras de caballos: las que en Narragansett Pier y en Bay Harbor paseaban sin miedo de mañana a tarde los trajes más atrevidos y vistosos, ahora con más honesto arreo welven a sus hogares de la ciudad, a perder en las cenas de champaña, en las meriendas a la moda, en los bailes y rivalidades del invierno, las rosas que devolvieron a su mejillas los aires vivos del océano y el campo.

Los teatros se abren; las escuelas sacuden el polvo de los bancos; el congreso de maestros de baile anuncia que ha compuesto tres danzas nuevas; la política que ha recontado sus huestes y remendado sus banderas durante los meses de verano, welve con todo el fuego del estío a sus elecciones y combates.

No había más que salir esta mañana a primera hora para comprender que la vida norteamericana está de muda. ·

Cubría el cielo un velo plomizo; despeinaba las ramas de los árboles un viento sutil; gabán al brazo asaltaban los hombres a paso premioso, las estaciones vibrantes del ferrocarril elevado; como abejas de colores salían de las bocacalles bandadas de criaturas, que iban llenas de libros a las escuelas a tomar sus puestos.

Unos se desviaban para saciar los ojos en los grandes carteles de teatros que ya cubren todos los cercados y paredones de las esquinas; otros, apiñados a la puerta de la clase esperando la hora de entrar, arreglan con esmero en sus cajitas japonesas sus lápices de pizarra y sus esponjas; otros, casi todos trigueños, como si hubiese rebeldía innata en cierto color, huían como potros ceneros, caídas las medias, descabezados los zapatos, desgajadas las ropas, perdidos los sombreros, de los

184

muchachos de más edad, colorados y rubios, que las maestras de los barrios bajos habían lanzado a recoger a los fugitivos.

En los escaparates ya no se ven chalecos de dril, hamacas de henequén y sombreros de paja, sino capotes de goma, gorras de pieles, guantes fuertes de pelo de camello.

Pero este espectáculo, que encoge lo poco que queda aquí de alma en los pechos tropicales, parece dilatar y rejuvenecer los de los hijos del país: y ya se oyen las voces alegres, el ruido de los cencerros y campanillas de los trineos que inundan la ciudad a las primeras nieves: ya se ven lucir en el aire los penachos rojos, amarillos y azules con que engalanan sus caballos.

Escuelas teatros, elecciones: he ahí las grandes fiestas de septiembre.

Mucho se habla aquí de las escuelas, de la insuficiencia que en ellas se nota, de la ineficacia de importar a la educación de un país nuevos sistemas extraños surgidos en pueblos de elementos distintos; de lo incompleto, retórico y artificioso del sistema actual, y de la necesidad de reformarlo.

¿Deberá ser la educación de meros elementos literarios, o como aconseja el inglés Mathew Amold, corre peligro de perderse la nación que aun en su educación primaria no infunde el espíritu superior de las asignaturas bel1as? '

¿Deberá ser la educación indiferente, general o especial en su enseñanza religiosa?

¿No deberá ser toda la educación, desde su primer arranque en la clases primarias, se preguntan otros,-dispuesta de tal modo que desenvuelva libre y ordenadamente la inteligencia, el sentimiento y la mano de los niños?

nene muchos abogados, fanáticos tiene ya, esta que llaman industrial o manual, sin ver que ésa es también una educación parcial, que sólo es principalmente buena para un país de industriales, en vez de ser general y llevar en sí los elementos todos comunes de la vida del país, que es como debe ser la educación pública.

En Nueva York estamos: veamos cómo se presenta el problema en Nueva York.

Las escuelas son muchas, bellas en su mayor parte y monumentales, otras mú descuidadas y oscuras: pero con ser tantas, aún falta espacio para los que quieren entrar en ellas.

En las clases, que ya aquí se llaman altas, aunque en muchas de nuestras tierras sólo serían elementales, los puestos sobran: acá, después

185

de los catorce años, son pocos los niños que van a las escuelas. En la clases menores es donde se aglomeran los hijos de los

irlandeses y alemanes, que son aquí el grueso de la población escolar: los de los alemanes sobre todo.

Ciento cincuenta mil puestos hay en las escuelas de primera instrucción: cinco escuelas más van a fabricar este año: cuatro millones anuales gasta la ciudad en enseñanza: y cada año se quedan sin lugar de cuatro a seis mil niños.

¿Cómo se manifiesta en los espíritus ese progreso en el número? ¿Cómo coinciden, o cómo luchan, el sistema generoso d~ las escuelas y el espíritu seco e individualista del país?

¿Qué defectos de método ha revelado la práctica en esta obra gigantesca de la educación en los Estados Unidos? ¿Qué vicios radicales de constitución en el sistema se descubren observándolo?

¿Deben los hombres juiciosos contentarse con la grandeza formal, externa y aparente de los sistemas, o estudiarlos sinceramente en su agencia, funciones y resultados?

Gran bendición es esa de la abundancia en el número de las escuelas y los escolares; pero mayor sería si la educación que en ellas reciben los niños se asemejase en lo sólido, amplio y espacioso a los edificios en que se distribuye; si el carácter, hábitos y formación del cuerpo de maestras se acomodasen a la hermosura, independencia y orden que rebosan en los providentes y elegantes textos que regala a los niños el Estado; gran bendición sería, si las escuelas fuesen aquí como son en mayor grado en esto en Alemania, casas de razón donde con guía juiciosa se habituase al niño a desenvolver su propio pensamiento, y se le pusieran delante, en relación ordenada, los objetos e ideas, para que deduzca por sí las lecciones directas y armónicas que le dejan enriquecido con sus datos, a la vez que fortificado con el ejercicio y gusto de haberlos descubierto.

En ese desenvolvimiento regular y originario de la inteligencia, est4 el secreto de la ductilidad y éxito con que los alemanes adelantan en el mundo, a pesar de su dureza y lentitud nativas.

Pero acá ha venido a resultar, por el desajuste ante los encargados de educar y lo generoso del sistema y de los textos, que con sus hermosos libros, con sus facilidades grandes, con su orden exterior, con sus lápices y pizarrillas, con sus gramáticas y geograffas, son las escuelas meros talleres de memorizar, donde languidecen los niños año sobre año en estériles deletreos, mapas y cuentas; donde se autorizan y ejercitan los castigos corporales; donde el tiempo se consume en copiar palabras y enumerar montes y ríos; donde no se enseñan los elementos vivos del

186

mundo en que se habita, ni el modo con que la criatura humana puede mejorarse y servirse en el contacto inevitable de ellos; donde no se percibe entre maestras y alumnos aquel calor Ele cariño que agiganta en los educandos la voluntad y aptitud de aprender, y se les queda en el alma dulcemente como una visión del paraíso, que les conforta y alegra la ruta en los desfallecimientos forzosos de la vida.

Las cosas no han de estudiarse en los sistemas que las dirigen; sino en la manera con que se aplican y en los resultados que producen.

La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra de infinito amor.

La reformas sólo son fecundas cuando penetran en el espíritu de los pueblos; y resbalan por sobre ellos, como la arena seca sobre las rocas inclinadas, cuando la rudeza, sensualidad o egoísmo del alma pública resisten el influjo mejorador de las prácticas que sólo acata en forma y nombre.

¿De dónde viene que con ser tan patente el cuidado con que aquí se atiende a la instrucción pública, tan vastos los recursos, tan numerosos los maestros, tan hábiles y bellos los libros, den por resultado general niños fríos y torpes que después de seis años de escuela dejan lo bancos sin haber contraído gustos cultos, sin la gracia de la niñez, sin el entusiasmo de la juventud, sin afición a los conocimientos, sin saber por lo común más, cuando mucho saben, que leer a derechas, escribir wlgarmente, calcular en aritmética elemental, y copiar mapas?

Viene del concepto falso de la educación pública: viene de un error esencial en el sistema de educar, nacido de ese falso concepto: viene de la falta de espíritu amoroso en el cuerpo de maestros: viene, como todos esos males, de la idea mezquina de la vida que es aquí la carcoma nacional.

Se mira aquí la vida, no como el consorcio discreto entre las necesidades que tienden a rebajarla y las aspiraciones que la elevan, sino como un mandato de goce, como una boca abierta, como un juego de azar donde sólo biunfa el rico.

Los hombres no se detienen a consolarse y ayudarse. Nadie ayuda a nadie. Nadie espera en nadie.

No hay pueblo que premie, por lo que no hay estímulo a solicitarlo. Todos marchan, em,Pujándose, maldiciéndose, abriéndose espacio a

codazos y a mordidas, arrollándolo todo, todo, por llegar primero. Sólo en unos cuantos espíritus finos subsiste como una paloma en

una ruina, el entusiasmo. No es malevolencia, no, sino verdad penosa que acá ni en los niños

187

siquiern. se notan más deseos que el de satisfacer sus apetitos, y vencer a los demás en los medios de gozarlos.

¿Y esto sent envidiable? ¡Debe temblarse de esto! A eso va el hombre hecho, a eso va la mujer, a eso va el niño que

nace de ellos. ¿Qué viene de afuern.? ¿Qué acrece este enorme caudal de egoísmo?

¿Cómo influye la inmigración en la cultura pública? Vienen generaciones hambrientas de hombres abandonados a sí

propios, que emplean con ansia la segunda mitad de la vida en librarse de la miseria en que han pasado la primern.. No tienen aquí la patria propia, que nutre con su tradición y calienta con sus pasiones el espíritu del más miserable de sus hijos: no tienen aquí el círculo de familia, que consetva al hombre en la fuerza de sí, con la certidumbre de no verse abandonado en la hora de agonía: no tienen aquí el pueblo nativo, cuya estimación ayuda a vivir, y cuya censura es temida.

Sin riendas, sin descanso, sin auxilio, sin más placer que el solitario de la casa, envenenado por la fatiga que cuesta mantenerla, y por la cólera de no ver nunca el suelo patrio, se endurece el hombre en el miedo de los demás y en la contemplación de sí, y engendra, en este estado de personalidad exaltada y enferma, hijos que se crían en la presencia de sus ambiciones y sustos, y en el desconocimiento de los agentes nobles que dan a la naturaleza humana su energía y encanto.

Colosales hileras de dientes son estas masas de hombres. Aquí se muere el alma por falta de empleo. Tal es el concepto de la vida: tales son los conceptos fraccionarios

sobre su conducción, que se derivan de él. En balde procura el antiguo espíritu puritánico, acorralado con esta

constante invasión, sujetar las riendas que se le van cayendo de las manos. En balde pretenden los hombres previsores dirigir por la cultura y por el sentido religioso esta masa pujante que busca sin freno la satisfacción ntpida 'y amplia de sus apetitos.

En balde los innovadores generosos y los maestros interesados, discurren planes para perfeccionar la instrucción pública y prolongar sus cursos en clases superiores.

El espíritu crudo de la masa arrolla esas tentativas de refinamiento, neutraliza o anula su influjo, e invade y empieza a corromper los cuerpos mismos encargados de dirigirla. '

¿Qué vale que la ley tenga un espíritu, si tienen otro los encargados de realizarla?

¿Qué vale mejorar en la forma externa y en los recursos materiales

188

la instrucción pública, que es obra de ternura apasionada y constante, si las maestras que la trasmiten ni aun con ser mujeres han podido salvarse del influjo maligno de esta vida nacional sin expansión y sin amor?

¿Qué vale acumular reglas, repartir textos, graduar cursos, levantar edificios, acaudalar estadísticas, si las que se ocupan en esta labor son mujeres vencidas en la batalla de la vida, que endurece y agria, o jóvenes descontentas o impacientes que ven como los pájaros afuera de la esuela, y tienen su empleo en ésta como un castigo injusto de su pobreza, como una prisión aborrecible de su juventud, como una preparación temporal incómoda a los fines más gratos y reales de su vida?

De aquel concepto descamado de la existencia nace el modo imperfecto de preperar a los niños para ella.

No sólo se ve la existencia principalmente por él aspecto de la necesidad de bastar con el trabajo a sus menesteres; sino que se la ve exclusivamente por ese aspectO.

Esa es la preocupación de todos, el miedo, la fatiga. De eso han padecido sin cesar, de eso padecen el legislador que dispone los cursos, el experto que los aconseja, la maestra que ha de enseñarlos.

A eso proveen: a evitar la angustia que ellos mismos han sentido, a dar al ~1iño los medios rudimentarios de pelear con algún éxito por la existencia.

Leer, escribir, contar: eso es todo lo que les parece que los niños necesitan saber. Pero ¿a qué leer, si no se les infiltra la afición a la lectura, la convicción de que es sabrosa y útil, el goce de ir levantando el alma con la armonía y grandeza del conocimiento? ¿A qué escribir, si no se nutre la mente de ideas, ni se aviva el gusto de ellas?

Contar _sí, eso lo enseñan a torrentes. Todavía los niños no saben leer una sflaba, cuando ya les han

enseñado ¡a las criaturiw de cinco años! a contar de memoria hasta cien. ¡De memoria! Así rapan los intelectos, como las cabezas. Así

sofocan la persona dd niño, en vez de facilitar el movimiento y expresión de la originalidad <¡ue cada criatura trae en sí; así producen una uniformidad repugnante y estéril, y una especie de librea de las inteligencias.

& vez de poner ante los ojos de los niños los elementos vivos de la tierra que pisan, los frutos que cría y las rique1.as que guarda, los modos de fomentar aquél1os y extraer éstas, Ja manf:ra de librar su cuerpo en salud de los agentes e influencias que lo atacar, y la hermosura y superior conjur.to Ge las formas universales deJa vida, prendiendo así en el e.~pfritú de los nif.os la poesía y la esperan1.a indispensables para llevar

189

con virtud la faena humana,-¡los atiborran en estas escuelas de límites de Estados e hileras de números, de datos de ortografía y definiciones de palabras!

Y así, con una instrucción meramente verbal y representativa, ¿podri afrontarse la existencia, la existencia en este pu~lo activo y egoísta, que es toda de actos y de hechos?

No en vano andan canijos y desorientados, por las calles, reducidos a mandaderos de comercio, la mayor parte de los niños que, sin más dote que una mala letra y un poco de lectura y aritmética, salen a los trece o catorce años de las escuelas públicas. De los que llegan de afuera, con el empuje que da la necesidad; de los que se forman y levantan en el campo, con la pujanza que da el trab~o directo; de los espíritus genuinos que traen en sí la fuerza original incontrastable; de eso viene a esta tierra su crecimiento e ímpetu, no de estas h!)rdas impotentes, criadas por padres ansiosos y maestras coléricas, en escuelas de mera palabra, donde apenas se enseña más que el modo aparente de satisfacer las necesidades que vienen del instinto.

De raíz hay que volcar este sistema. Ya esto se empieza a ver aquí confusamente. Se ve el fracaso, y buscan el remedio. "¡Pongan al muchacho entero en la escuela!" • Put the whole boy to school! • acaba de decir con mucha razón en San Luis un defensor de la educación industrial; pero todavía eso no es bastante.

El remedio está en desenvolver a la vez la inteligencia del niño y sus cualidades de amor y pasión, con la enseñanza ordenada y práctica de los elementos activos de la extistencia en que ha de combatir, y la manera de utilizarlos y moverlos.

El remedio está en cambiar bravamente la instrucción primaria de verbal en experimental, de retórica en científica; en enseñar al niño, a la vez que el abecedario de las palabras, el abecedario de la naturaleza; en derivar de ella, o en disponer el modo de que el niño derive, ese orgullo de ser hombre y esa constante y sana impresión de majestad y eternidad que vienen, como de las flores el aroma, del conocimiento de los agentes y funciones del mundo, aun en la pequeñez a que habrían de reducirse en la educación rudimentaria. ·

Hombres vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes, -eso han de hacer las escuelas, que ahora no hacen eso.

190

Eso hizo aquel santo Peter Cooper, que padeció de ignorancia y abandono, y levantó escuela donde se aprendiese la práctica de la vida en sus artes usuales y hennosas,-y la religiosidad y moralidad que surgen espontúeamente del conocimiento de ellas.

Eso, a tientas aún, quisieran hacer aquí con el sistema de escuelas públicas los reformadores más juiciosos: reconstruirlo de manera que no apague al hombre, y surja al sol todo el oro de su naturaleza.

José Martí

LJJ Naci6n. Buenos Aires, 14 de noviembre de 1886

191

LA EDUCACION CONFORME A LA VIDA

Nueva York, Abril 24 de 1885.

Señor Director de La Nación:

A la batalla de los Presidentes volvemos ahora, que así se llama el libro en que corren expuesta las razones por que Harvard, repitiendo, y no con menor riesgo, la hazaña de Tomás Moro en los tiempos escolásticos, va reemplazando la mera educación literaria, útil sólo, cuando es exclusiva, a los maestros de bellas artes, por aquella otra más eficaz y sensata, que a la par que afina con el conocimiento de las mejores obras del espír:tu las tendencias ásperas de la naturaleza del educando, le prepara, con el estudio de las fuerzas corrientes y el modo de aprovecharlas, a vivir de propio derecho, y no por merced de la tradición y a su sombra, en países

. en que la tradición no importa, o importa menos que en cualquier otro, y todos corren, y el que no corre queda bajo los pies de los demás o se levanta detrás de ellos, oscurecido y empolvado Ya los sacerdotes no tienen tan seguro empleo; ya los abogados defienden sus pleitos ante los jurados, que no conocen de latines, sino de hechos; ya el periodista ha de abarcar, si quiere poner bien su nombre, no solamente ~uellos truismos escolásticos, amartillados en el yunque latino, y dispuestos con provincial prosopopeya, que bastaban antes, con algún tintillo de cosas extranjeras, para dar a un escritor fama de lucero de la prensa; sino la moderna vida múltiple, en todas sus formas, como ruge en les fraguas, como se transforma en el comercio y viaja, como se ideifica en la literatura y en la política, como se sublima y colorea en las artes. El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio. A Ornar Khayyam y a Pasteur. La literatura del espíritu y la de la materia. Ambas ha de enseñar, si quiere dar buenos hombres de ideas, o preparar bien a los hombres de actos, el colegio moderno.

De disciplinarse tiene la mente, y de ejercitarse; mas no en la repetición de reglas muertas para idiomas que no se hablan; sino en el estudio minucioso de los organismos naturales, que no son menos lógicos que los de las lenguas, y se les parecen, -y en el de estos idiomas de ahora, que a la par que sirven de gimnasia a la inteligencia, y la enseñan a refrenarse. agrupar, depender, e ir por cauces, cosas todas que ha su

193

gran menester la inteligencia humana, la dejan en aptitud de asimilarse los resultados eminentes y actuales de la labor de los hombres en los pueblos en que se hablan las lenguas modernas,-ventajas que no tiene el que sin más estímulo que el del goce de la belleza literaria, que a muy pocos es dado, adquiere impeñectamente a disgusto una lengua en que siglos atrás han dejado ya de vivir y ttabajar los hombres.

Bienvenido ha sido, pues, y merece serlo, esta decisión de Harvard de ir acercando a la vida la educación universitaria, y poniendo a los alumnos comunes más cerca del alemán y francés que del latín y griego, sin cerrar por eso,-que esto jamás debe hacerse,-a los que sientan afición irrevocable por las letras, o a los que quieran conocer con más fijeza las fuentes del idioma que hablan, aquellas cátedras de lenguas y literaturas antiguas, donde se coge como la flor del espíritu nacida al calor de un cielo azul, en bandejas de plata.

Suena a hoz nueva sobre espiga primeriza, esa brillante lengua antigua. Es como núcleo y jugo. Da olor de yerba fresca. Asomarse a un poema viejo, es como asomarse al Paraíso. Adán anda desnudo; la serpiente ventrea; se despierta Eva. Todo es raizal, troncal, floral. Circula un aire esencial y penetrante. Parece que se caen capas del cuerpo. Es como una radiosa Primavera. Tales gozos son muy dulces al alma, y a las privilegiadas sobre todo; mas, fuera de aquellas escasas personas de irrevocable fuerza literaria a quienes esa enseñanza provee de la grande y sólida forma que han de revestir, para que duren e influyan, los pensamientos, tal espíritu en el colegio, por lo mismo que saca la mente de las esferas usuales a otras más elevadas y deleitosas, no sólo lo aleja de la posibilidad de batallar con éxito en aquellas que por su educación desconoce, aunque de su educación ha de entrar, de súbito y de lleno, a batallar en ellas; sino que dispone el espíritu a los agudos sufrimientos que produce el choque incesante de una mente purificada y engrandecida por el trato y amor de los grandes ideólogos, con los intereses apasionados y fuerzas egoístas e incontrastables cuya lidia permanente, y en apariencia odiosa, constituye la vida verdadera.

De hoy, pues, en adelante, el Colegio de Harvard, que va siempre en su disposición a aceptar lo nuevo un poco adelante del de Yale, abre sus costados con mayor largueza a la vida moderna; deja a la opción de sus colegiales el estudio profundo de las lenguas y literatura antiguas, que sólo exige para la carrera exclusivamente literaria; y su sistema general establece el principio de libertad de los alumnos para escoger, dentro del plan y orden del establecimiento, aquellas asignaturas que por sus tendencias más les atraigan, o por sus proyectos para su futura ocupación

194

más necesitan. De esta manera, al saltar a la lid por la existencia, lid impregnable de espíritu animal, avariento e implacable, no se verán los alumnos de Harvard, codo a codo en la labor diaria con los hijos de la naturaleza y del trabajo, como aquellos pecheros obligados en los juicios de Dios del tiempo añejo a pelear con un palo y a pie contra el señor montado a caballo, y armados, caballo y él, de todas armas.

Sucesos políticos, fuera de la continuación y menudeo de aquellos ya estudiados en cartas anteriores, no los ha habido en estos días prominentes. Que las facciones de los demócratas riñen, ganosa cada una de quedar con mayor influjo en la Administración de Cleveland y éste, sin cejar de su programa, acá nombrando a un republicano, allá a un demócrata inesperado, las va, descontentándolas por igual, manteniendo sin razón para creerse una ni otra postergadas. Que desde su hermosa casa a orillas del río Hudson, llena de ricos manuscritos históricos y cuadros notables, mantiene Tilden, con sus sagaces consejos e influjo en su partido, la energía de Cleveland, que no lleva, a lo que parece, camino de quebrantarse. Que los senadores republicanos se negaron a confirmar el nonbramiento de un general confederado para una Legación en Europa, so pretexto de que no hay ley que haya devuelto a los confederados su representación política, contra cuyo voto del Senado mantiene Cleveland su nombramiento, y el general va a Europa. Que después de elegido un Mr. Kelly para Ministro en Italia, resulta, que años atrás, cuando el ejército único ocupó Roma, este Mr. Kelly tachó de crimen el suceso y a Víctor Manuel de criminal, lo que desenterró aquí la prensa, que es un vigía que lo desentierra todo, y Mr. Kelly, avisado de que era probable, como en cartas de Italia se dejaba ver, que el Rey Humberto no lo recibiría, creyó bien, a petición acaso de este Gobierno, presentar su renuncia.

Que son tantas las peticiones que se presentan a la Comisión de exámenes de empleados de Gobierno, para alcanzar en concurso puesto de tumo en las listas a donde por la ley nueva ha de ir el Gobierno a proveer ciertos empleos, que la Comisión de exámenes ha tenido que declarar que el número de solicitantes excede ya con mucho al que racionalmente puede ser en mucho tiempo empleado, lo cual anuncia, tanto para contener la demanda por exámenes, como para evitar' el mantenimiento de esperanzas inútiles. Que como la guerra probable entre Inglaterra y Rusia haría peligrosa para la marina mercante la bandera inglesa, sería muy aconsejable reunir en sesión extraordinaria a la Casa de Representantes hoy en receso, para que revocase la torpe ley que prohíbe que un buque no construido en los Estados Unidos lleve bandera

195

americana, abriendo así con esta revocación, oportunidad a que la marina mercante inglesa se acoja al pabellón neutral americano, y recobren los Estados Unidos la preponderancia naval perdida, por proteger a unos navieros que sólo a precios enormes han llegado a hacer buques buenos. Que los negros del Sur, afiliados hasta hoy como a sus defensores naturales a los republicanos contra los demócratas que miraban como a sus enemigos, por haber sido siempre demócratas los Estados del Sur que mantuvieron los esclavos; declaran hoy, por boca de su caudillo, el pujante orador mulato Federico Douglas, que el gobierno de Cleveland les merece cariño y confianza; y un Congreso entero, de ciento cincuenta sacerdotes de color, que representan a trescientos mil negros, va en cuerpo a la Casa Blanca, con el obispo a la cabeza, y dice a Cleveland un largo discurso congratulatorio, en que le asegura de la buena voluntad y afectuosa sorpresa con que han recibido los actos del gobierno su raza; después de cuyo discurso, en fila india, de a uno en fondo, pasaron como en la Casa Blanca exclusos, los ciento cincuenta sacerdotes por frente de Cleveland, deteniéndose cada uno, sin hablar, el tiempo necesario para que el Presidente le estrechase la mano.

José Martí La Naci6n. Buenos Aires, 14 de junio de 1885.

196

1884

1

el hombre crece con el trabajo que sale de sus manos ...

A LOS LECTORES DE "LA AMERICA •

Los Editores de La A1111rica, muy cargados de trabajo, me encomiendan que anuncie al público que desde hoy tomo una parte más directa y empeñosa en las faenas de este periódico.

Ni me ha parecido bien que ellos me anuncien, porque la cortesía no los obligase a excesiva bondad, ni cosa tan sencilla como la entrada de un hombre sincero en un periódico útil, merece más espacio que el necesario para dar prenda, una vez más, del ferventísimo amor del que esto firma a las tierras a cuyo bienestar y gloria este periódico va encaminado.

Queda así encargado de la parte que pudiera llamarse de letras en La A1111rica.

José Martí

La AmbiCtL Nueva York, junio de 1883

LOS PROPOSITOS DE "LA AMERICA • BAJO SUS NUEVOS PROPIETARIOS

Entra La .América con este número en buena manos, y en un nuevo período. Los Sres. E. Valiente&. Co., que la fundaron, la acreditaron y lograron ponerla en campo aparte de esas fugaces publicaciones de anuncios, que hechas en todas las lenguas y por todos los medios, han venido a hacer trabajosa la existencia de un periódico serio de este género,-entregan La .América a la asociación que se ha creado para ir haciendo de ella, con aquella lentitud y cuidado que la prudencia aconsejan, el auxiliar fidedigno de los productores de la América del Norte y de los compradores de la América del Sur ,-el observador vigilante de los trascendentales y crecientes intereses de la América Latina en la América Sajona, el explicador de la mente de los Estados Unidos del Norte ante la mente de aquellos que son en espíritu, y sen1n algún día en forma, los Estados Unidos de la América del Sur; la respuesta a todas las preguntas importantes que sobre este país pueden hacerse los nuestros; el punto de reunión y cita, en suma, de los intereses y pensamientos de las dos Américas.

199

Ambicionar es; pero nada menos que eso es lo que se necesita. La América, que a pesar de no haber sido hasta ahora más que una

empresa embrionaria y como un periódico de retazos, por no permitirle más su estructura, tiene ya muchos amigos,-no puede ser aún lo que éstos quieren que sea. Y está muy distante de ser lo que sus mismos Editores desearían.

De unas tierras le piden que sea periódico exclusivamente literario. Hermoso sería un periódico de este género; pero los tiempos son graves, y acaso temibles, y ni un ápice menos que críticos. Se van levantando en el espacio, como inmensos y lentos fantasmas, los problemas vitales de América:-piden los tiempos algo más que fábricas de imaginación y urdimbres de belleza. Se puede ver en todos los rostros y en todos los países, como símbolos de la época, la vacilación y la angustia.-EI Mundo entero es hoy una inmensa pregunta.

De otras tierras desean que La América se convierta en el exponente serio, en el avisador prudente, en el explicador minucioso de las cuestiones fundamentales, y ya en punto de definición, que se presentan impacientes y dominantes a la América Española. Y escriben y tratan a La América, con afecto, con ternura a·veces, que ella agradece mucho, como si fuese ya lo que pudiera ser. Pero hoy por hoy, por razones de cautela, de conservación y de origen, La América no será más que como el germen y la preparación de éste, en tanto que acentuará de una manera compendiosa y práctica, su carácter de periódico industrial y comercial, de lo que podría llamarse "periódico útil".

Los países de la América del Sur, que carecen de instrumentos de labor y de métodos productores rápidos, experimentados y científicos, necesitan saber qué son, y cuánto cuestan, y cuánto trabajo ahorran, y dónde se venden los utensilios que en esta tierra pujante y febril han violentado la fuerza de la tierra, y llevado a punto de perfección el laboreo y transformación de sus productos.

Los productores de la América del Norte, que por engañosas leyes prohibitivas han venido a producir más artefactos de lo que el país requiere, sin que el costo de producción, por lo subido de la tarifa importadora, les permita sacar sus artefactos sobrantes a los mercados extranjeros, -están hoy en necesidad urgente y concreta de exhibir y vender a bajo precio a los mercados cercanos de América lo que en el suyo les sobra, y con la nueva producción, sin demanda correspondiente que la consuma, ha de continuar acumulándose sobre el actual sobrante.

Los de acá, pues, necesitan quien les exhiba sus productos. Los de allá, quien les explique y señale las ocasiones y ventajas de las compras.

200

La A.nrerica, viene a punto de dar satisfacción a ambas necesidades, con una misma empresa en que ambas se encuentran y confunden. Viene a servir de intermediario y explicador entre el productor que necesita vender y el consumidor que necesita comprar.

Y como gran parte de útiles y eficaces artefactos americanos, de maquinaria sencilla y efectiva, de materiales de construcción, de objetos de todo orden, que existen en esta parte del Norte de la América, son muy necesitados, pero casi desconocidos o desconocidos del todo, en los países de la otra parte,-La A.nrerica viene a servir, en el momento que ambos hemisferios se acercan y hacen preguntas mutuas, de introductor en la gran América ansiosa y embrionaria, de los productos que con la sazón y sales sagradas de la libertad, han acelerado a punto maravilloso la madurez de la América Inglesa.

A los norteamericanos les hemos dicho, que responderemos, sin cargo alguno, a cuanto nos pregunten de nuestra América Española.

A los hispanoamericanos venimos a decirles que, sin cargo alguno, por mayor y más natural razón, responderemos sobre cuanto nos pregunten de la América del Norte.

Tal libro se publica, que es interesante para la agricultura, industria o comercio de nuestras tierras: lo extractaremos.

Tal instrumento de cultivo, de laboreo de minas, de cosas semejantes se anuncia en nuestras columnas de avisos-lo explicaremos en las columnas de lectura.

Tal proposición de alcance mercantil o final trascendencia americana, se presenta en el Congreso o se debate en los periódicos: la expondremos y dilucidaremos, en cuanto el espacio y el ingenio nos lo permitan.

Tal corresponsal o periódico amigo quiere que le ayudemos a salir de una duda sobre todas esas cosas, o tratemos una cuestión determinada que se roce con lo que llevamos apuntado: nos daremos prisa, puesto que tales investigaciones serán de interés general americano, a tratar la cuestión solicitada.

Definir, avisar, poner en guardia, revelar los secretos del éxito, en apariencia, -y en apariencia sólo,-maravilloso de este país; facilitar con explicaciones compendiadas y oportunas y estudios sobre mejoras aplicables, el logro de éxito igual,-¡mayor acaso, sí, mayor, y más durable!-en nuestros países; es decir a la América Latina todo lo que anhela y necesita saber de esta tierra que con justicia la preocupa, e irlo diciendo con el mayor provecho general, con absoluto ·desentendimiento de toda pasión o provecho de personas, y con la mira siempre puesta en

201

el desenvolvimiento de las artes prácticas, y el comercio inteligente, bases únicas de la grandeza y prosperidad de individuos y naciones: -he ahí los propósitos presentes, y como el alba de los propósitos futuros, de La América en su nueva condición.

Sabemos que venimos en el instante en que una empresa de este orden debía venir. Hay provecho como hay peligro en la intimidad inevitable de las dos secciones del Continente Americano.

La intimidad se anuncia tan cercana, y acaso por algunos puntos tan arrolladora, que apenas hay el tiempo necesario para ponerse en pie, ver y decir.

Creemos que tenemos mucho que hacer: y pedimos a los países americano que, con su ayuda cordial y efectiva, nos pongan en condiciones de hacer cuanto pensamos, y es preciso.

De nuestra sinceridad, nuestro acento responde. De la oportunidad de nuestra empresa, nos dan garantías el afecto

y apremiantes solicitudes de que hemos venido siendo objeto. De nuestro alcance y futuros servicios, en pro del espíritu americano

y de los brillantes países que engendra, -decidirá la acogida que nos vaya dando nuestro público.

No periódico queremos solamente que La A,rerica sea: sino una poderosa, trascendental y pura institución americana. Este es nuestro periódico de anuncios.

Nuestro número de hoy va anunciando que en él se empieza a introducir, con los nuevos y ya más vastos propósitos, que a sus propietarios animan, las mejoras para llegar a realizarlas.

Los nuevos propietarios de la La América ruegan a las personas ya suscritas a este periódico, o a los que reciban este número y deseen suscribirse, que se sirvan indicarlo así a los agentes respectivos, o comunicar su deseo por carta a la casa editorial, 756 Broadwaf.

2Este artículo de Martl se publicó en La AmériCtJ, en el ndmero de enero de 1884, cuando la revista, cuyos editores propietarios eran E. Valiente y Co., pas6 a ser propiedad de •La América Publishing Co. •, teniendo como presidente a R. Farrés y como director a José Martí.

202

REFORMA ESENCIAL EN EL PROGRAMA DE LAS UNIVERSI­DADES AMERICANAS.-ESTUDIO DE LAS LENGUAS VIVAS.­

GRADUAL DESENTENDIMIENTO DEL ESTUDIO DE LAS LENGUAS MUERTAS

Famosa es la Nueva Inglaterra por sus colegios, y sus costumbres, y su gente sabia. Con cofla y espejuelos representan los satíricos a Massachusetts todavía, como para indicar que el estado histórico de Bunker Hill y de Concord vive aún apasionado de lo viejo. Pero es lo cierto que por esa natural y sencilla arrogancia que da la superioridad legítima de la inteligencia, y por el mejoramiento que viene al espíritu de su roce con ideas y gentes que gustan de ellas,-distínguese de los demás habitantes de la nación, sin gran diflcultad, a un bostoniano.- De Massachusetts fue Motley, el historiador profundo y pintoresco, cuyas inolvidables obras debieran enriquecer toda buena librería; de Massachusetts,-Emerson, un Dante amoroso, que vivió sobre la tierra, más que en ella, -por lo que la vio con toda holgura y certidumbre, y escribió Biblia humana. De Massachusetts, -Longfellow, el poeta melodioso, y sereno, que forjó en nueva fragua el inglés duro-y lo sacó de ella redondeado y sonante, a que dijese en nítidas estrofas pensamientos sentidos, melancólicos y tersos. De Massachusetts,-Ripley el crítico; Dana el periodista; Lowell el poeta de la lengua yanqui, que ahora está de embajador en Inglaterra, donde lo han elegido por desusada muestra de cariño, Rector del Colegio de San Andrés. De Massachusetts son, como de raza acrisolada, en que la facultad de meditar ha venido acendrándose y aquilatándose, los mejores "divinos" como aquí llaman a los sacerdotes, casta atendible en esta tierra, por lo culta, generosa y útil;-los novelistas sagaces y delicados, como Howell, cuya fama empieza; los rimadores atildados, que no poetas, porque aunque Whittier, el cuáquero, y Holmes, rey del álbum, y Lowell, el embajador, viven-no hay ahora en los Estados Unidos más poeta, desde que el pobre Sidney Laniér es muerto, que Walt Whitman, un rebelde admirable, que quiebra una rama de los bosques, y en ella halla poesía-más que en rugosos libros y doradas cadenas de academia. De una academia es miembro Walt Whitman: su presidente se sienta en el cielo.

Y como por Boston viven los maestros, y de siglos atrás vienen viviendo allí, allí están las más notables Universidades, que aquí llaman colegios; allí Harvard y Yale, que son el Oxford y el Cambridge de los

203

Estados Unidos; allí, en tanto mímero como esas bandadas de pajarillos negros que picotean alegres y se bañan en la nieve, abundan, bajo sesudos Directores, los colegios buenos,-hogares hasta ahora, por desdicha como los de todas partes de la tierra, de la mente clásica. Pues ¿enseñar a los hombres que han de vivir en estos tiempos,-lenguas, sentimientos, pasiones, deberes, preocupaciones, cultos de otros y nutridos de madrigales y epopeyas idas y de melindres cortesanos-son torpeza y delito menores que sacar a batallar con escudo de cuero retorcido, y casco ponderoso y parte sana, a soldados que han de combatir con otros precedidos de máquinas rugientes, armados del riflecartuchera, -con su depósito de tiros colgando del gatillo, que están sacando ahora a la venta, -o del sable afllado de Solingen?

Este mes se han reunido los directores de todos los colegios de Massachusetts, a ver si-como Charles Francis Adams quiere-se enseña menos griego y latín en los colegios; o si-como mantienen el director de la vieja escuela de Amherst, buena en lenguas, y· el de la de Darmouth-ha de reconocerse que para vivir la existencia arrebatada, lujosa y directamente individual de estos tiempos, son lo más necesario el Griego y el Latín. Directamente individual decimos, y no vida de castas como antes: cuando había reyes favorecedores, con ser hongo de antesala y saludador del favorito, ya se hacía carrera; o como se andaba siempre en guerra, con irse a la milicia se entraba en vía de ganancia y de honores; o con hacerse fraile, porque del fraile cuidaba la lglesia.-Pero hoy, desvanecidos en unas partes y mal puestos en otras, estos viejos poderes, el hombre no puede arrimarse a su sombra, y como la parásita del muro, vivir de ella. El hombre tie(le· que sacar de sí los medios de vida. La educación, pues, no es más que esto: la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios de vida indispensables en el tiempo en que existen, sin rebajar por eso las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano.

Esta cuestión del Griego y el Latín está siendo ahora muy tratada. Se gira en tomo de ella, y en ella se concretan los diversos sistemas de enseñanza. Más: se concretan dos épocas,-la que muere y la que alborea. La educacióp ornamental y florida que bastaba en los siglos de definidas aristocracias a hombres a cuya existencia proveía la or­ganización injusta e imperfecta de las naciones; la educación literaria y metafisica, último mampuesto de los que creen en la necesidad de levantar, con una clase impenetrable y ultrailustrada, una valla a las nuevas corrientes impetuosas de la humanidad, que por todas partes

204

acometen y triunfan; la educación antigua, de poemas griegos y libros latinos, e historias de Livio y Suetonio,-libra ahora sus últimos combates contra la educación que asoma y se impone, hija legítima de la impaciencia de los hombres, libres ya para aprender y obrar, que necesitan saber cómo está hecha, y se mueve y transforma, la tierra que han de mejorar y de la que han de extraer con sus propias manos los medios del bien universal y del mantenimiento propio.

Revista quisiéramos tener para tratar esto con la amplitud y variedad de modos que las revistas permiten, y el asunto requiere. Pero tenemos que pasar apuntando.

Unos mantienen que el Griego y el Latín son de cabo a rabo inútiles. Ni el Griego ni el Latín han saboreado; ni aquellos capítulos de Homero que parecen primera selva de la tierra, de monstruosos troncos; ni las perfumosas y discretas epístolas del amigo de Mecenas; los que dicen esto. Pero éste es saber de gala y regocijo de la mente dada a letras, y nacida para ellas; éste es cierto saber aristocrático y de desocupados, que al que viene predispuesto a adquirirlo, le irá inevitablemente porque deseará tenerlo; y al que no tenga natural afición a él, no le quedará impreso, porque se lo quitarán de la memoria, donde está de mal grado, las tumultuosas aficiones modernas.

El problema es éste: ¿Debe emplearse la mayor y más útil parte de Iá época de colegio en el aprendizaje de dos lenguas que sólo influyen, cuando más influyen, en fijar las raíces de la lengua?

¿El conocimiento del lenguaje es la principal necesidad del hombre· moderno?

¿Debe educarse a los hombres en contra de sus necesidades, o para que puedan satisfacerlas?

Como gimnasia y disciplina de la mente, ¿el orden admirable y nunca contradictorio de la naturaleza no será más benéfico a la mente que el caprichosa (lel hipérbaton latino, o el contraste de los varios dialectos griegos?

Si la gota de esencia, si el jugo, si el remanente científico, si la utilidad definitiva del estudio de las lenguas latina y griega, viene a ser-descartado lo de la gimnasia mental por serie preferible en esto las más adecuadas ciencias físicas-el conocimiento verdadera e innegablemente útil de las radicales de la lengua, y los cauces por donde ésta anda, y los ejes sobre que gira ¿por qué no dar en breve, en compendio, en espiga, en fruto, estos conocimientos ya claros y adquiridos, y hacer perder a cada alumno preciosísimo tiempo en adquirir directamente fárragos y laberintos de inútiles reglas que no han de

205

llevarle más que a averiguar lo que ya está sabido? ¡Vale tanto semejante sistema como tener a mano una cesta de albaricoques maduros, y dejarlos sin comer a un lado, esperando a que el árbol que se acaba de sembrar dé albaricoques!

Uvas hay en un racimo: no más que argumentos contra este predominio de un estudio de resultados mínimos en el sistema de enseñanza de una época que requiere resultados máximos y esencialmente diversos de los mínimos que da el estudio que ahora predomina.

La educación tiene un deber ineludible para con el hombre, -no cumplirlo es crimen: conformarte a su tiempo-sin desviarle de la grandiosa y final tendencia humana. Que el hombre viva en analogía con el universo, y con su época; para lo cual no le sirven el Latín y el Griego.

Por eso se han reunido en congreso, a ver cómo los van reduciendo en sus programas, los directores de los colegios más importantes de los Estados Unidos.

La ~riCtL Nueva York enero de 1984.

206

•LAS LEYES DE LA HERENCIA • (LWRO NUEVO)

TeorltllllleWI y radolllll de Broolu.-Suprem~~da del podre enltl tran.musi6n de los gémrrn~s vitala

¿Dónde empieza la vida? ¿De qué talleres salimos nosotros, los seres complicados y maravillosos? ¿Cómo de huevecillos, en apariencia iguales, se van desenvolviendo condiciones peñectamente peculiares y distintas, que de un lado hacen el pez voraz, y de otro el ave sensible, el bruto servicial, el hombre creador? ¿Cómo se transmite de un ser a otro la existencia? ¿En qué porción la transmite cada uno de los seres que contribuyen a producir el ser nuevo? ¿Cómo se heredan las particularidades de la especie, de la raza, de la familia misma, de manera que de un simple huevo ignorado va surgiendo el poder necesario para crear una criatura definida y perfecta, con todas las condiciones de su especie, y los caracteres particulares, los hábitos, los instintos, los defectos, las manías mismas de sus padres?

Los libros y periódicos científicos hablan de todas estas cosas de manera que, por venir en el dialecto técnico, aprovechan poco a los que no recibieron su instrucción en tiempos recientes, o no se han dedicado especialmente a este género de estudios. Poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un gran bien que pocos hacen.

Ese mérito tiene el libro que acaba de publicar un hombre entendido en la ciencia de la vida, y en el estudio de sus causas, elementos, composición y tendencias visibles. El libro se llama Las leyes de la herencia; el biólogo es el profesor W. K. Brooks.

Dos cualidades propias tiene la obra nueva. Expone clara y amenamente todo lo que va averiguado y teorizado sobre la producción y composición de la vida; tan clara y amenamente, que parece un amigo afectuoso que da clase conversacional a sus amigos. Y adelanta, con buen caudal de hechos de prueba, una teoría particular sobre la porción de influencia de cada sexo en el ser conjuntamente producido por ambos.

Darwin dice que el padre y la madre dan iguales elementos a su vástago común. Brooks mantiene que la madre conserva la raza, y lo que ya lleva adquirido; pero que el padre, más móvil, más responsable, más conocedor de la vida real, más sufriente, más experimentado, más

207

andariego, transmite al ser nuevo las condiciones que personalmente ha conquistado, las facultades desenvueltas en el ejercicio de las que trajo a la existencia, el hábito del movimiento, la tendencia a lo mejor e ignorado, la inclinación a la pesquisa y al cambio, la desviación de la raza por acrecimiento y mejora, la inquietud saludable de la aspiración. La madre da todos los elementos conservadores de la especie; el padre, todos los elementos revolucionarios. La madre, los caracteres generales y fijos; el padre, la tendencia de variarlos y acrecerlos.

El libro está escrito en afirmaciones, no en hipótesis. La herencia en la vida animal es la transmisión de los elementos de una existencia determinada de un individuo a otro. La vida es sutil, complicada y ordenada, aunque parezca brusca, simple y desordenada al ignorante. La vida es una agrupación lenta y un encadenamiento maravilloso. La vida es un extraordinario producto artístico. Se sabe ya suficiente sobre la manera y condiciones de producción de la vida para tener derecho a esperar que se sabrá más, y no quedará en biología más misterio que el de la producción de los seres primitivos, aquel misterio que irrita y desafía a la mente humana. Pero la biología no resolverá los problemas, ni desvanecerá la confusión que aún ofrece la formación de la vida, si no busca la respuesta a sus preguntas por las vías que derivan de la teoría de la Evolución; que con nombre más comprensivo y seguro, aunque no tan aparentemente claro, pudiera llamarse, por lo universal de la vida, en esencia idéntica y varias formas armónicas, la teoría de la expansión análoga. Todo se vierte y convierte; pero todo en acuerdo con cada uno de los seres y objetos, y con todos.

Cómo se originan y transmiten los organismos vivientes, qué han pensado sobre eso los científicos, y qué están pensando ahora; qué es probable en lo que se tiene por cierto sobre estos problemas, y qué no es probable; cómo se trabaja, en fin, en esos talleres, en apariencia milagrosos y en realidad precisos y mecánicos, donde con sabias e inflexibles leyes se elaboran las varias formas de la existencia: he ahí los asuntos del libro nuevo del profesor Brooks, impreso en Baltimore por John Murphy en trescientas treinta y seis páginas.

La América. Nueva York, enero de 1884

208

TRABAJO MANUAL EN LAS ESCUELAS

Acaban de presentar informe de sus trabajos en el año anterior los colegios de agricultura de los Estados Unidos, y se ve de todos ellos que no son tanto las leyes teóricas del cultivo las que en estas escuelas se enseñan, como el conocimiento y manejo directo de la tierra, que da de primera mano y claramente, y con amenidad inimitable, las lecciones que siempre salen confusas de libros y maestros.

Ventajas físicas, mentales y morales vienen del trabajo Manual.--Y ese hábito del método, contrapeso saludable en nuestras tierras sobre todo, de la vehemencia, inquietud y extravío en que nos tiene, con sus acicates de oro, la imaginación. El hombre crece con el trabajo que sale de sus manos. Es fácil ver cómo se depaupera, y envilece a las pocas generaciones, la gente ociosa, hasta que son meras vejiguillas de barro, con extremidades finas, que cubren de perfumes suaves y de botines de charol; mientras que el que debe su bienestar a su trabajo, o ha ocupado su vida en crear y transformar fuerzas, y en emplear las propias, tiene el ojo alegre, la palabra pintoresca y profunda, las espaldas anchas, y la mano segura. Se ve que son ésos los que hacen el mundo: y engrandecidos, sin saberlo acaso, por el ejercicio de su poder de creación, tienen cierto aire de gigantes dichosos, e inspiran ternura y respeto. Más, más cien veces que entrar en un templo, mueve el alma el entrar, en una madrugadita de este frío de febrero, en uno de los carros que llevan, de los barrios pobres a las fábricas, artesanos de vestidos tiznados, rostro sano y curtido y manos montuosas, -donde, ya a aquella hora brilla un periódico.-He ahí un gran sacerdote, un sacerdote vivo: el trabajador.

El Director de la Escuela de Agricultura de Míchigan defiende calurosamente las ventajas del trabajo manual en las Escuelas. Para el Director Abbott, no hay virtud agrícola a que no ayude el trabajo manual en la Escuela. El cultivador necesita conocer la naturaleza; las enfermedades, los caprichos, las travesuras mismas de las plantas para dirigir el cultivo de modo de aprovechar las fuerzas vegetales, y evitar sus extravíos. Necesita enamorarse de su labor, y encontrarla, como es, más noble que otra alguna, aunque no sea más que porque permite el ejercicio más directo de la mente, y proporciona con sus resultados pingües y constantes una renta fija y libre que permite al hombre vivir

209

con decoro e independencia. ¡Oh! a oír nuestro voto, junto a cada cuna de hispanoamericano se pondría un cantero de tierra y una auda.-Necesita el agricultor además conocer de una manera íntima, en sus efectos y modo de obrar, las ciencias que hoy ayudan y aceleran los cultivos. Y como la naturalez-a es ruda, como todo lo verdaderamente amante, el cultivador ha menester de salud recia que el sol no acalore y no refleje la lluvia, lo cual sólo con habituarse a ésta y a aquél puede . consegwrse.

Con el trabajo manual en la Escuela, el agricultor va aprendiendo a hacer lo que ha de hacer más tarde en campo propio; se encariña con sus descubrimientos de las terquedades o curiosidades de la tierra como un padre con sus hijos; Se aficiona a sus terruños que cuida, conoce, deja en reposo, alimenta y cura, tal y de muy semejante manera, como a su enfermo se aficiona un médico. Y como ve que para trabajar inteligentemente el campo, se necesita ciencia varia y no sencilla, y a veces profunda, pierde todo desdén por una labor que le permite ser al mismo tiempo que creador, lo cual alegra el alma y la levanta, un hombre culto, diestro en libros y digno de su tiempo. Está el secreto del bienestar en evitar todo conflicto entre las aspiraciones y las ocupaciones.

P4ginas se llenarian con la enumeración de las ventajas de este trabajo manual en las Escuelas de Agricultura, que demuestra el informe.

Y para que el trabajo de los estudiantes de agricultura sea doblemente útil, no lo aplican sólo en las Escuelas al laboreo de la tierra por los métodos ya conocidos, sino a la prueba de todas las reformas que la experiencia o la invención van sugiriendo; con lo que las Escuelas de Agricultura vienen a ser grandes benefactores de las gentes de campo, a quien dan la reforma ya probada, y evitan arriesgar las sumas y perder el tiempo que el experimentarla por cuenta propia les hubiera costado. Y con esto, además, la mente del alumno se mantiene viva y contrae el 116ito saludable de desear, examinar y poner en práctica lo nuevo. Hoy, con la colosal afluencia de hombres inteligentes y ansiosos en todos los caminos de la vida, quien quiera vivir no puede sentarse a descansar y dejar en reposo una hora sola el bordón del viaje: que cuando lo quiere levantar y tomar la ruta de nuevo, ya el bordón es roca. Nunca, nunca fue mú grande ni más pintoresco el universo. Sólo que cuesta trabajo entenderlo y ponerse a su nivel: por lo que muchos prefieren decir de él mal, y desvanecerse en quejas. Trabajar es mejor, y procurar comprender la maravilla,-y ayudar a acabarla.

Ba una Escuela, la de North Carolina, han analizado los abonos, los

210

minerales; las aguas minerales, las aguas potables el poder genninador de las semillas, la acción de diferentes sustancias químicas en ellas, y la de los insectos sobre las plantas.

En general, los trabajos prácticos de las Escuelas se dirigen al estudio y mejora de los granos y tubérculos alimenticios; a la aplicación de los varios y mejores métodos de preparar el terreno, sembrar y cosechar; a la comparación de los abonos diversos y creación de otros, al modo de alimentar bien los animales, y las plantas, y de regar y de preservar los bosques.

Tienen además cursos en que los alumnos aprenden las artes mecánicas, no del modo imperfecto y aislado, en que de soslayo y por casualidad llega a saber un poco de ellos el agricultor atento y habilidoso, sino con plan y sistema, de modo que unos conocimientos vayan complementando a otros, y como saliendo éstos de aquéllos. La mente es como las ruedas de los carros, y como la palabra: se enciende con el ejercicio, y corre más ligera. Cuando se estudia por un buen plan, da gozo ver cómo los datos más diversos se asemejan y agrupan, y de los más varios asuntos surgen, tendiendo a una idea común alta y central, las mismas ideas.-Si tuviera tiempo el hombre para estudiar cuanto ven sus ojos y él anhela, llegaría al conocimiento de una idea sola y suma, sonreiría, y reposaría.

Esta educación directa y sana; esta aplicación de la inteligencia que inquiere a la naturaleza que responde; este empleo despreocupado y sereno de la mente en la investigación de todo lo que salta a ella, la estimula y le da modos de vida; este pleno ·y equilibrado ejercicio del hombre, de manera que sea como de sí mismo puede ser, y no como los demás ya fueron; esta educación natural, quisiéramos para todos los países nuevos de la América.

Y detrás de cada escuela un taller agrícola, a la lluvia y al sol, donde cada estudiante sembrase su árbol.

De textos secos, y meramente lineales, no nacen, no, las frutas de la vida.

La .AmbictJ. Nueva York, febrero de 1884

211

PIEDRAS, POLLOS Y NIÑOS.-PROGRESOS DE LA CIENCIA

PETROGRAFIA

Petrografía, litografía, así llaman los naturalistas a una pequeña ciencia nueva, ciencia sucursal que arranca con miradas intensas a las piedras la leyenda de su formación lenta y misteriosa, que el microscopio y el análisis químico, tenidos sin embargo hasta ayer por maravillas, sólo analizaban de un modo imperfecto. La petrografía, que apenas tiene veinte años de nacida, y empieza ya a pedir puesto propio entre las ciencias, viene como a poner tildes y remates a las averiguaciones del espectroscopio.

Cuenta el espectroscopio cosas sumas, de las que se ve cómo es cierto que es una en formas sin cuento la materia, y una el ánima que la penetra y surge de ella; con lo que puede el hombre, en sus horas de orgullo, imaginarse centro de toda la tierra, porque ve en sí cuanto en la tierra ve, sin notar que esto depende de que el ser humano refleja la naturaleza, como cada ser extrahumano la refleja. De que el hombre halla a la naturaleza en sí, y en ella se halla a sí, no se sigue en buen juicio sino que hay en ambos, elementos, y trances, y fines, iguales. ¡Quién que mide su cerebro con el de la naturaleza, no le pide perdón de haberse creído su monarca! A todo hombre debieran enseñarse, como códigos de virtud, fijadoras de ideas y esclarecedoras de la mente, las ciencias naturales.-Dejan en el espíritu, con cierto desconsuelo de ser tan poco por sí mismo, cierto gigantesco ímpetu, por ser miembro de la obra universal en que se colabora: y parece, cuando se acaba de penetrar uno de sus misterios, que se recibe bendición de un padre magno ignorado, y que al levantarse, de sitial tallado en montes, a seguir la ruta, se han posado las manos, ya más fuertes, como si en mundos acabasen los brazos del sitial, en dos mundos. La naturaleza, enseña modestia:- luego de conocerla, la virtud es fácil; ya porque la vida se hace amable, de puro hermosa, ya porque se ve que todo no remata en el cementerio.

Antes, sólo podía examinarse la formación de las piedras con la lente de mano, o por el análisis químico. La lente, con acusar tanto, dejaba mucho por saber: revelaba las grandes líneas; pero no la urdimbre sutil de la roca, que ya puede verse ahora. Y el análisis químico, que naturalmente destruía para saber, al romper el tejido de la piedra para

212

inquirir sus componentes, borraba los más curiosos capítulos de la leyenda; sobre que, no pudiendo llevar su acción a ciertos cuerpecillos, o destruyéndolos por su misma eficacia, solía suceder que dos trozos de roca de constitución diversa, daban sin embargo ante el análisis elementos iguales.

William Sloane es excelente petrógrafo, y describe bien el instrumento que permite sus acuciosas observaciones a la Petrografía. Es el microscopio polarizador, construido como un microscopio compuesto común, en que están colocados a distancia dos prismas de carbonato de cal, uno de los cuales polariza la luz, cuya operación, no bien está acabada, anuncia el otro.-Polarizar la luz, todos sabemos lo que es: la teoría corriente considera la luz común como el resultado de las vibraciones de las partículas del éter, el sutil habitante del espacio. Cuando el impulso viene adelantando por el éter, cada partícula de éste vibra en todas direcciones en ángulo recto con el impulso propagado. Concentrar todas estas direcciones en una, es polarizar la luz.

Pone el petrógrafo la piedra que examina entre los dos prismas de este poderoso microscopio polarizador de Nichols, y no hay hilillo de color, ni quiebro, ni juntura que con gran gala de luz no enseñe sus secretos al sabio curioso. Y con éste y otros instrumentos, de los que no son los menos notables unos termómetros usados para averiguar cómo obra el calor sobre los gases y líquidos contenidos en las piedras que se observan,-llega la Petrografía a determinar el origen de una roca, y a contar-con la historia, mutua influencia y obra común de sus diversos elementos-todos los lances, variedades y estados de su vida.

Pero la época influye de tal modo en la mente científica, que ésta para que le excusen su amor a la ciencia pura, halla siempre manera de ponerla al servicio de las artes prácticas. Los hombres solo aman ya lo que les es visible e inmediatamente útiL-La Petrografía es ahora auxiliar grande de los edificadores: con su microscopio se sabe qué piedra será buena para fabricar, y se averigua, con tal menudez que no deja ya qué saber, qué partes de la piedra se irán gastando con la lluvia y el peso, y de qué lado se empezará luego a caer, y cuánto tiempo resistirá a los elementos.

Y de ese modo, la pequeña ciencia se va haciendo grande, el espectroscopio enseña de qué están hechas las estrellas, y en el rayo de su luz sotprende los elementos mismos que nuestros pies pisan y nuestros pulmones absorben. El microscopio polarizador descubre la composición de los meteoritos, que nos caen de los altos espacios, como para decir a los hombres que no es vana su fe en mundos futuros, y que cuando el

213

cuerpo que ahora usamos se canse de damos casa, y nos abra salida, -en tierras desconocidas se nos ofrece casa nueva.

Los mismos que cuidan poco de ciencias, gustan de que se crea que saben de ellas. Ahora, es caso de verguenza desconocer los nombres de los grandes trabajadores científicos, que suelen ser, como Pasteur, ardientes espiritualistas. Alemania, ponderosa y lupúlea, cria hombres de talento, menudos y pacientes: en un aspecto de la vida sabios, a expensas de todos los demás aspectos, que ignoran. Y lo que saben, lo saben en el hecho, que penetran, desencajan y estrujan con mirada invasora; pero no en su vaporoso sentido y flor de espíritu, que de todo caso y cuerpo de la naturaleza surge, como el suave olor del heno, y es su real utilidad cicntífica:-por eso, cuando nace un alemán kantiano, constructor e imaginador, como que los de la tierra no le han desflorado mucho estos campos, se entra en ellos y saca a brazadas gran suma de mieses.-EI desamparo mismo, o forzado recogimiento, en que un ideador se encuentra en un pueblo de entendimiento recio, irrita, exacerba y agiganta la facultad de idear, y la saca de sus bordes legítimos. El que posee una condicion, se apega más a ella y la sublima cuando vive entre los que no se la reverencian ni entienden. Así surgen los grandes agentes, los oradores grandes, de los estados públicos en que hay gran carencia de la virtud o condición que los anima.

Rosenbuch, Zirkel, Cohen, Van Lasaulex son los petr6logos alemanes más notables. ¡Con qué cuidado colocan en el microscopio polarizador los dos prismas de Nichols, los dos cristales de carbonato de cal, bien pulidos, bien aserrados diagonalmente, y luego bien reunidos con resina de bálsamo de Canadá! ¡Y con qué finura muelen la lámina de roca que van a examinar, hasta que esté transparente, o a lo menos traslúcida, lo que logran frotándola a fuerte presión contra esmeril, o un disco de hierro cubierto de polvo de diamante, después de lo cual, para poderla observar bien, ponen la lámina entre otras dos de cristal, a la que la adhieren con la resina del bálsamo! Y después de esto, ya colocada la laminilla entre los prismas, mueven éstos de modo de verla a media luz, y a luz entera, según las diagonales más cortas de los dos prismas estén en ángulo recto o paralelas. Ni una cabeza de colibrí de México, que es joya de plumas, da tantos reflejos como esas láminas de roca ante la luz polarizada.

Y así se va sabiendo cómo estú hechos los cielos y la tierra.

214

LA INCUBADORA DE NIÑOS

No para pollos, sino para niños. •La incubadora artificial para pollos es tan eficaz•-nos decía un

experto a quien comunicábamos cierta duda, deseosos de apuntar sólo datos reales en el artículo que sobre esta nueva industria preparábamos, •es tan eficaz, que puede asegurarse esto, que a primera vista parece asombroso:-de los huevos que pone una gallina al año, sólo se aprovechan por la incubación natural, expuesta a todo género de percances, -unos seis pollos al año:-y por 1a incubación artificial pueden obtenene en el año cien pollos por cada gallina •.

Pues poco menos que esto que sucede con los pollos, ha sucedido, gracias a una máquina construida por el mismo principio, con los recién nacidos enfermizos en el Hospital de Maternidad de París.

¿No se observa con cuánta frecuencia nacen en nuestra época, en las ciudades sobre todo, niños endebles, descoloridos, menguados, agonizantes? La vida arrebatada, mefítica y devastadora de la ciudad, va desecando asi la especie. Se nace ahora de padres cansados, exhaustos, coléricos, exangües, viciosos. El vino cuesta caro, y no se bebe: la calma, que colora y anima la sangre más que el vino, desaparece.-Se llega a la noche debilitado, pesado, semiebrio, iracundo. -Los niños nacen flojos; sobre todo cuando vienen de gente ociosa, de las clases altas, -o de la gente airada y miserable de las clases ínfimas.

De estas últimas, en París como en otros muchos lugares, los hijos son depositados en gran número en la Casa de Maternidad; y hasta hace dos años, estos pobres niños débiles morían a razón de un 66".

Pero desde hace dos años, la Casa de Maternidad de París usa la incubadora, en que retiene a los niños durante los primeros días de su vida, libres de aires y accidentes:-y se nota que de entonces acá sólo muere el 38".

Así describe la incubadora el doctor Famior, que la ha introducido en la Casa de Maternidad. -Es una caja de madera, dividida horizontalmente en dos compartimientos: la parte de abajo contiene una caja de metal llena de agua, calentada por una lámpara; en la parte de arriba se coloca en un cesto el recién nacido. El aire calentado asciende a la parte de arriba y se escapa a través de agujeros hechos en la cubierta provista de un cristal, por el cual puede verse en todo momento al niño. Y con esto se obtiene que el recién nacido que no ha venido a la

215

existencia con las fuerzas necesarias para evitar el aire cambiante y crudo de habitaciones nunca calentadas por igual,-recibe en las dos primeras semanas de su vida, mientras se fortalece y acomoda a su nuevo mundo, el beneficio de una temperatura frrme y sostenida. La habitación está dispuesta de manera que no hay riesgo de tener al niño fuera de la incubadora en los momentos de alimentarlo y vestirlo.

Ya va siendo verdad •El Año Tres Mil• de Emilie Souvestre.

José Martí

La América. Nueva York, Febrero de 1884

216

EL HOMBRE ANTIGUO DE AMERICA Y SUS ARTES PRIMmVAS

Cazando y pescando; desentendiéndose a golpes de pedernal del tigrillo y el puma y de los colosales paquidermos, soterrando de una embestida de colmillo el tronco montuoso en que se guarecía, vivió errante por las selvas de América el hombre primitivo en las edades cuaternarias. En amar y en defenderse ocupaba acaso su vida vagabunda y azarosa, hasta que los animales cuaternarios desaparecieron, y el hombre nómada se hizo sedentario. No bien se sentó, con los pedernales mismos que le servían para matar al ciervo, tallaba sus cuernos duros; hizo hachas, harpones y cuchillos, e instrumentos de asta, hueso y piedra. El deseo de ornamento, y el de perpetuación, ocurren al hombre apenas se da cuenta de que piensa: el arte es la forma del uno: la historia, la del otro. El deseo de crear le asalta tan luego como se desembaraza de las fiera$; y de tal modo, que el hombre sólo ama verdaderamente, o ama preferentemente, lo que crea. El arte, que en épocas posteriores y más complicadas puede ya ser producto de un ardoroso amor a la belleza, en los tiempos primeros no es más que la expresión del deseo humano de crear y de vencer. Siente celos el hombre del hacedor de las criaturas; y gozo en dar semejanza de vida y forma de ser animado, a la piedra. Una piedra trabajada por sus manos, le parece un Dios vencido a sus pies. Contempla la obra de su arte satisfecho, como si hubiera puesto un pie en las nubes.-Dar prueba de su poder y dejar memoria de sí, son ansias vivas en el hombre.

En colmillos de elefantes y en dientes de oso, en omóplatos de renos y tibias de venado esculpían con sflices agudos los trogloditas de las cuevas francesas de Vezere las imágenes del mamut tremendo, la foca astuta, el cocodrilo venerado y el caballo amigo. Corren, muerden, amenazan, aquellos brutales perfiles. Cuando querían sacar un relieve, ahondaban y anchaban el corte. La pasión por la verdad fue siempre ardiente en el hombre. La verdad en las obras de arte es la dignidad del talento.

Por los tiempos en que el troglodita de Vezere cubría de dibujos de pescados los espacios vacíos de sus escenas de animales, y el hombre de Laugerie Basse representaba en un cuerno de ciervo una palpitante escena de caza, en que un joven gozoso de cabello hirsuto, expresivo el rostro, el cuerpo desnudo, dispara, seguido de mujeres de senos llenos y caderas

217

altas, su flecha sobre un venado pavorido y colérico, el hombre sedentario americano imprimía ya sobre el barro blando de sus vasijas hojas de vid o tallos de caña, o con la punta de una concha marcaba imperfectas líneas en sus obras de barro, embutidas a menudo con conchas de colores, y a la luz del sol secadas.

En lechos de guano cubiertos por profunda capa de tierra y arboleda tupida se han hallado, aunque nunca entre huesos de animales cuaternarios ni objetos de metal, aquellas primeras reliquias del hombre americano. Y como a esas pobres muestras de arte ingenuo cubren suelos tan profundos y maleza tan enmarañada como la que ahora mismo sólo a trechos deja ver los palacios de muros pintados y paredes labradas de los bravíos y suntuosos mayapanes, no es dable deducir que fue escaso de instinto artístico el americano de aquel tiempo, sino que, como a nuestros ojos acontece, vivian en la misma época pueblos refinados, históricos y ricos, y pueblos elementales y salvajes. Pues hoy mismo, en que andan las locomotoras por el aire, y como las gotas de una copa de tequila lanzada a lo alto, se quiebra en átomos invisibles una roca que estorba a los hombres, -hoy mismo, ¿no se trabajan sílices, se cavan pedruscos, se adoran ídolos, se escriben pictógrafos, se hacen estatuas de los sacerdotes del sol entre las tribus bárbaras?-No por fajas o zonas implacables,. no como mera emanación andante de un estado de la tierra, no como flor de geología, pese a cuanto pese, se ha ido desenvolviendo el espíritu humano. Los hombres que están naciendo ahora en las selvas en medio de esta avanzada condición geológica, luchan con los animales, viven de la caza y de la pesca, se cuelgan al cuello rosarios de guijas, trabajan la piedra, el asta y el hueso, andan desnudos y con el cabello hirsuto, como el cazador de Laugorio Basso, como los elegantes guerreros de los monumentos iberos, como el salvaje inglorioso de los cabos africanos, como los hombres todos en su época primitiva. En el espíritu del hombre estml, en el espíritu de cada hombre, todas las edades de la Naturaleza.

Las rocas fueron antes que los cordones de nudos de los peruanos, y los collares de porcelana del Arauco, y los pergaminos pintados de México, y las piedras inscritas de la gente maya, las rocas altas en los bosques solemnes fueron los primeros registros de los sucesos, espantos, glorias y creencias de los pueblos indios. Para pintar o tallar sus signos elogían siempre los lugares más imponentes y bellos, los lugares sacerdotales de la naturaleza, Todo lo reducían a acción y a símbolo. Expresivos de suyo, no bien sufría la tierra un sacudimiento, los lagos un desborde, la raza un viaje, una invasión el pueblo, buscaban el limpio tajo

218

de una roca, y esculpían, pintaban o escribían el suceso en d granito y en la siena. Desdeñaban las piedras deleznables. -De entre las artes de pueblos primitivos que presentan grado de .incorrección semejante al arte americano, ninguno hay quo se le compare en lo numeroso, elocuente, resudto, original y ornamentado. Estaban en el albor de la escultura, pero de la arquitectura, en pleno medio día. En los tiempos primeros mientras tienen que tallar la piedra, se limitan a la linea; pero apenas puede correr libre la mano en el dibujo y los colores, todo lo recaman, superponen, encajean, bordan y adornan. Y cuando ya levantan casas, sienten daño en los ojos si un punto solo del pavimento o la techumbre no ostenta, recortada en la faz de la piedra, o en la cabeza de la viga, un plumaje rizado, un penacho de guerrero, un anciano barbudo, una luna, un sol, una serpiente, un cocodrilo, un guacamayo, un tigre, una flor de hojas sencillas y colosales, una antorcha. Y las monumentales paredes de piedra son de labor más ensalzada y rica que el más sutil tejido de esterería fina. Era raza noble e impaciente, como esa de hombres que comienzan a leer los libros por el fin. Lo pequeño no conocían y ya se iban a lo grande, Siempre fue el amor al adorno dote de los hijos de América, y por ella lucen, y por ella pecan el carácter movible, la política prematura y la literatura hojosa de los países americanos.

No con la hermosura de Tetzcontzingo, Copán y Quiriguá, no con la profusa riqueza de Uxmal y de Mitla, están labrados los dólmenes informes de la Galia; ni los ásperos dibujos en que cuentan sus viajes los noruegos; ni aquellas líneas vagas, indecisas, tímidas con que pintaban al hombre de las edades elementales los mismos iluminados pueblos del mediodía de Italia. ¿Qué es, sino cáliz abierto al sol por especial privilegio de la naturaleza, la inteligencia de los americanos? Unos pueblos buscan, como el germánico; otros Construyen, como d sajón; otros entienden, como el francés; colorean otros, como el italiano; sólo al hombre de América es dable en tanto grado vestir como de ropa natural la idea segura de fácil, brillante y maravillosa pompa. No más que pueblos en cierne,-que ni todos los pueblos se cuajan de un mismo modo, ni bastan unos cuantos siglos para cuajar un pueblo,-no más que pueblos en bulbo eran aquellos en que con maña sutil de viejos vividores se entró el conquistador valiente, y descargó su ponderosa herrajería, lo cual fue una desdicha histórica y un crimen natural. El tallo esbelto debió dejarse erguido, para que pudiera verse luego en toda su hermosura la obra entera y florecida de la Naturaleza.-¡Robaron los conquistadores una página al Universo! Aquellos eran los pueblos que llamaban a la Vía Láctea •et camino de las almas•; para quienes el Universo estaba lleno

219

del Grande Espíritu, en cuyo seno se encerraba toda luz, del arco iris coronado como de un penacho, rodeado, como de colosales faisanes, de los cometas orgullosos, que paseaban por entre el sol dormido y la montaña inmóvil el espíritu de las estrellas; los pueblos eran que no imaginaron como los hebreos a la mujer hecha de un hueso y al hombre hecho de lodo; ¡sino a ambos nacidos a un tiempo de la semilla de la palma!

La América. Nueva York, abril de 1884.

220

CANSANCIO DEL CEREBRO

I. Leonard Corning acaba de publicar, por medio de la casa de Appleton, un libro sobre Cansancio y agotamiento del cerebro, que parece notable. Jamás, dice con razón el autor del libro, han tenido que pensar los hombres tanto como ahora; ni tampoco han sido jamás tan numerosos los factores que ejercen una influencia dañosa en el mecanismo cerebral. Todo empuja, precipita, exaspera, exarcerba, arrastra. Se tiene miedo de quedarse atrás. Se quiere ir, por arrogancia humana y por tener segura la subsistencia, al nivel de todo lo que se ve. Todo es ferrocarril, teléfono, telégrafo. La actividad es tremenda, el sueño inquieto, el ansia permanente. Las fuerzas no se reparan en el grado en que se pierden. Se siente que la vida en estas grandes ciudades se consume, adelgaza y evapora. La situación general mejora; pero antes que ese cambio favorable en la condición humana quede definitivamente asegurado, muchos habrán perecido en esta carrera vertiginosa en que se está haciendo la mudanza. Ni médicos ni fisiólogos niegan que la demencia, como una enfermedad, no ha sido nunca tan frecuente como ahora. Y es que falta también, en la mayor parte de los individuos, la esperanza en lo futuro, por lo que se dan con prisa de avariento a los goces que se tienen a la mano en esta vida.

El libro nuevo de Corning es bastante leído. Funda sus cálculo en la ley de la convertibilidad de las fuerzas. Sube y baja la energía en el cerebro con tanta regularidad como asciende y desciende la marea. Corning saca juiciosas deducciones de la comparación estrecha y sostenida entre esta acción física de la Naturaleza y la acción cerebral. "Si puede deptostrarse-dice-que una libra de fuerza es la suma exacta de los factores que han concurrido en producirla, así puede demostrarse que la capacidad del cerebro para el trabajo es susceptible de ser calculada con tal aproximación, que sea una guía fidedigna para todas las resoluciones en que este dato tenga que ser tomado en cuenta." De cifras parecen, más que de palabras, las páginas del libro; y como operaciones matemáticas desenvuelve Corning sus vigorosos argumentos. El laboratorio ha entrado ya en la litreratura.

Considera el autor las varias causas que conducen al apocamiento del cerebro: el hábito de fumar, el abuso de los goces sexuales, la irregulariad de los hábitos, el recargo del trabajo, ya mercantil o literario; la prisa y el desbarajuste, los falsos métodos de educación; y en esta

221

interesante parte ocupa la mayor y no la menos notable porción de su libro.

Concluye con un resumen de los principios de la higiene del cerebro; y enseña cómo puede remediarse el cansancio cerebral antes de que llegue a ser tal que ya no tenga remedio.

En este libro se estudian: la relación de la sangre a los músculos y al cerebro; la del alimento a los fenómenos mentales; los beneficios del descanso; la medicación especial que al cerebro conviene.

"El libro-dice el Eclectic Magazine-está admirablemente escrito. El estilo es simple, directo, lúcido, como conviene a una obra de enseñanza, sin muchos términos técnicos, ni esas lógicas en que los pedantes se deleitan y sólo están bien para la gente de la profesión. No se necesita ser médico para leer con interés esta obra. Todo hombre pensador puede leerla con placer y provecho. Todo el que trabaja con el cerebro (y hoy no hay quien lo tenga desocupado) sacará ventaja del estudio de este libro."

La .América. Nueva York, abril de 1884

222

LIBROS NUEVOS

"Conceptos y Teorías de la Física Moderna"

Como un centenar de libros nuevos salen a luz en los Estados Unidos cada día. Traducen y parafrasean cuanto de notable se escribe en otros pueblos. Estudian con ahínco el desarrollo progresivo de la Naturaleza y la formación científica de las naciones. Una "Vida de la Virgen María" sale de las mismas prensas que Dios y el Estado, de Miguel Bakunin, este generalísimo y evangélico iluso que ni a los gobiernos ni a Dios creía necesarios, con aplauso de Cario Cafiero y Eliseo Reclus, que le prologan el libro. Veamos, aunque sea de camino, algunos de los libros de ciencias y filosofía publicados en marzo: redúcense todos, como desde que los instrumentase de escribir actúan sobre el papel, al estudio de las causas y los fenómenos. Algunos estudiadores de vista corta se pierden en el fenómeno, y quedan presos en él, como el gavilán en los copos de lana de la oveja que roba.-Otros, de mente menos fácil de aturdir, analizan los fenómenos, sacan las alas libres de ellos, y los juzgan de arriba y en conjunto. El conocimiento de una montaña será diverso según lo sea el punto de vista.

Veamos qué dice el buen autor Stallo en su lúcido libro sobre Conceptos y Teorias de la Ffsica Moderna. Dice que es necesario demarcar bien el influjo de la metafísica en la física, para que se vea como los científicos de hoy no están de ningún modo emancipados todavía de la influencia metafísica. Precisamente porque son demasiado metafísicas ataca Stallo algunas teorías físicas modernas. Mucha novedad que pasa por tal no es más que el viejo scienlia e111is quatenus entis. Aristóteles, Erigena y Descartes reaparecen en las discusiones sobre la sustancia de las cosas, y en la absoluta pasividad de la materia, que enseña ahora el profesor de Física en Edimburgo.

De las prensas del Gobierno en Washington,-en donde en estos instantes se imprimen 400,000 ejemplares del discurso en que Carlisle, el presidente democrático de la Casa de Representantes, aboga por una gradual reforma librecambista-acaba de salir un libro de Guillermo Ferrel: Estudios Populares sobre los Movimientos de la Atmóifera. De oscuridad en el lenguaje científico se hacía gala en otro tiempo, y solía tenerse la oscuridad por elevación. El reinado del pueblo se conoce ahora

223

en que los que escriben sobre más sabias materias, gustan de exponerlas de modo que el pueblo llano las entienda y aproveche. Con este objeto ha publicado McK.loskie una atrevida Botánica Elemental en que cuenta las cosas de la ciencia de manera que atraen por su natural ropaje pintoresco, y no desanima al estudiador con su dialecto técnico:-la cosa importa, y no el nombre. Y con esa tendencia ha escrito Ferrel sus Estudios Populares, en que habla de los vientos y las corrientes del océano, de la causa del descenso del barómetro en las regiones polares y en la región central de los ciclones; de la relación entre el graduador barométrico y la velocidad del viento; y de ciclones, trombas y tomados.

Augusto Tichner ha dicho en Alemania que el Sol se mueve;-y acá republican su libro: El Sol cambia su posición en el espacio: luego no puede ser considerado como un cuerpo en reposo:-ésa es a la vez la verdad astronómica que inspira el libro y su título, título alemán por cierto. El alemán no concreta, sino que gira alrededor de lo que quiere decir. Y cuida poco de que le sigan o no: continúa desenredando su madeja hasta que cree que lo que quiso decir queda dicho. El más pequeño movimiento del Sol, dice Tischner, echa abajo toda la fábrica de Copémico. Si el Sol se mueve, las órbitas recorridas por los planetas no pueden cerrarse. No se concibe que un movimiento esté en reposo. Treinta y siete páginas tiene el libro, y más atrevimientos. El alemán dice fríamente lo que estima cierto.

Más que Cervantes a España, ha aprovechado a Alemania Lutero. Todo hombre libre debía colgar en sus muros, como el de un redentor, el retrato de Lutero. ¿Qué sabe la acabada estatua de ahora cuántos han trabajado en esculpirla, y cuántos han caído muertos con el cincel heroico en las manos?

De Roberto C. Adams es un libro sobro Evolución: Indice de Evidencia. Para Adams la doctrina de la evolución no choca con la del origen divino del mundo. No niega la doctrina evolucionista que un supremo poder creó el Universo, sino que, contra lo que el Universo mismo revela, pueda mantenerse que fue hecho sin ley ni progreso, a capricho y a saltos. Adams cree fuera de duda que todo orden de seres vivos nació de un orden más bajo: y que la tierra se ha ido desenvolviendo como se habría desenvuelto a ser cierto ese principio. La doctrina de la evolución, impotente aún para explicar todo el misterio de la vida, no se opone a la existencia de un poder supremo, sino que se limita a enseñar que obra por leyes naturales y no por milagros. No ataca su existencia, sino que observa que es distinta su manera de obrar de la que se venía creyendo. La imaginación de los pueblos primitivos entrevió

224

confusamente lo que hoy la observación cuidadosa y el análisis lento enseñan; pero no pueden oponerse a las revelaciones inflexibles y desinteresadas del examen, las imaginaciones informes y vagas de los pueblos primitivos. Sabe más el poeta después de treinta años de desangre y batalla, que cuando torneaba de niño su primera redondilla.

Del estudio de la evolución no sale quien anda entre libros de ciencia moderna. He aquí otro libro "escrito por un evolucionista para los evolucionistas" .-¡Siempre los hombres tan apegados al detalle, y resbalando siempre de la colosal cucaña! Mucho interesa saber cómo se ha venido haciendo el mundo, aunque esto salta a la vista sin mucho esfuerzo de la naturaleza y de los ojos; pero interesa más saber adónde se va, puesto que a alguna parte se va, después de vivir. Ese problema no preocupa a Gerardo Massey, autor de un libro muy rico en datos, en ánimo y en osadía: el Génesis Natural. Hace poco publicó dos volúmenes que sirven como de primera parte a éste, y los críticos hallaron mucho que decir, y los estudiosos mucho que aprender, del Libro de los Comienzos, que ya por su título atrae la atención. Fietschmann, que es un egiptólogo alemán, habla con asombro de las inusitadas sugestiones que el Génesis Natural contiene, "inspiradas, dice, por una desenfrenada pasión por el descubrimiento". Difícil es, sin embargo, dejar caer este libro de la mano. Con lo que deja el autor a la imaginación no se corre peligro, porque es ingenuo y se le adivina. Está repleta la obra, valientemente escrita, de sólidos, amenos y bien compuestos datos. Librería es el libro, no pesada como otras, sino segada por mano inteligente, y presentada en flor y fruto. Doce años ha tardado Massey en preparar su obra. Va viendo cómo los mitos primitivos han venido deformándose, migrando, adicionándose, adecuándose a las tierras nuevas, convirtiéndose desde que en Africa nacieron (donde a juicio de Massey nació todo) hasta nosotros mismos, que en forma nueva adoramos ahora los mitos antiguos en nuestros altares. Aquí objetamos, por más que haya mucho de cierto acerca de los mitos orientales en lo que dice Massey, que no siempre la semejanza de espíritu o de detalles en los mitos arguye derivación inmediata, ni siquiera mutuo conocimiento, de los pueblos en que prevalecen; porque es natural que siendo el hombre uno, y la tierra una, y unos, con diferencias escasas, cuantos elementos influyen en él-no sean muy diversas las creaciones del hombre en sus varias comarcas en períodos semejantes de existencia. Los campesinos contemporáneos de Barquisimeto tienen costumbres parecidas, y alguna vez iguales, a las de los antiguos campesinos del Egipto: y no se dirá, por cierto, que las costumbres de Barquisimeto vienen de las de Egipto.

225

FJ que sabe más de la naturaleza del espíritu humano, ése sabe más, aunque en detalle analice y sepa menos de todo lo que el espíritu humano ha elaborado: religiones, historia, lr4tislación, poesía. En pueblos vecinos y comerciantes, cuya relación e interdependencia en lo antiguo fue segura, es natural desde el primer momento suponer qué los mitos no esenciales, porque éstos en todas partes pueden surgir originalmente del hombre sin enseñanza ni transmisión alguna; los mitos accidentales y pintorescos, que no vienen ni pueden venir derechamente de las condiciones de naturaleza y educación del pueblo que los profesa, o se parecen a los que antes tuvo otro pueblo amigo, -de estos pueblos amigos de antes le vinieron.

Para Massey, del seno del Africa, cuna original del hombre, subieron por el ~llo al Egipto las tradiciones y los símbolos; y en Egipto se asentaron y peñeccionaron, para esparcirse de allí, como de comarca central madre, por todas las de Ja tierra. Niega MasSey la originalidad de la raza aria, ni hay raza aria para él, a menos que· no se la tenga por una rama de la egipcia. Del Egipto partieron, según este ~nesis Naturlll todos los hábitos, todas las religiones, las creencias todas y todas las lenguas. Serena, pero inflexiblemente, va señalando Massey los orígenes africanos de la mitología cristiana. Uno es aquel soberano espíritu de Jesús, y otro las leyendas con que lo representaron luego la imaginación popular, que naturalmente se adornó con las creencias del tiempo, y mú tarde el noble interés de sus apóstoles y el diverso que vino a tener en la eternidad y divinidad del mito la casta de los sacerdotes: siempre los sacerdotes dieron muerte a lo que pusieron en vida los apóstoles. Al cristianismo llama Massey •Cristología equinoccial•. Alegorías ve en lo que otros ven misterios. Y enseña como éstas son leyendas astronómicas. Sinceridad, brawra y erudición avaloran el libro de Massey.

Fuera de traducciones de poca cuenta del francés y el alenú,-y de un libro en que se estudia el manejo y composición de las materias explosivas que han venido a acelerar el fúnebre trabajo de la pólvora, y a los cuales por más que parezca monstruoso, no hay derecho a rechazar mientras no se rechace ésta, fuera de buenas reproducciones de libros ingleses, y de uno entre ellos sobre la Unidad de la Naturalezll, escrito por el duque de Argyl,-que es bien que se vayan haciendo estudiosos los duques, y se vaya viendo que la Naturaleza es sagrada, consoladora y una, -no se han publicado otros libros interesantes de cosas de ciencia en este mes de marzo.

Se habla mucho de Fulton y de la primera máquina estacionaria de Watt; y bastante se habla de Trevithick, a quien se puso en estatua por

226

haber ideado Ja aplicación del vapor a una máquina movible. No fue Trovithick, sin embargo, el originador de la idea, sino el mismo que descubrió el uso del gas para el alumbrado, el mismo que tuvo al ingenioso Trevithick de discípulo y ayudante, a quien, falto de ocasión y tiempo de completarlo, comunicó su invento: fue Murdock el inventor de la locomotora.

Entre inventores, como entre políticos, parece ley que el que ve una verdad, nunca Ja goce, acaso porque para dar lugar a que una verdad se haga paso entre los hombres es necesario verla con más tiempo de anticipación del que puede esperar una vida de hombre a hacerla posible. Bmsmo puso el huevo y lo empolló Lutero. Trevithick no hurtó, sino recibió del mismo Murdock la confidencia de su invento. Ya en aquel tiempo ¡quién lo dijera! y cuando se conocía su habilidad mecánica y vigor de observación, sólo halló socio para su empresa en condiciones que le hubieran obligado a abandonar por largo tiempo el trabajo de que vivía.

Watt tuvo otras &quinas en que guiarse para producir la suya de vapor estacionaria: tuvo Jas del marqués de Worcester, Newcomen, Leupold y Savery; tuvo otras. Pero Murdock no tuvo modelos. Cuentan que Cugnot tuvo hecha una locomotora en Francia en 1710, antes de que Murdock concibiese la suya; pero de este invento, siempre confuso, no pudo Murdock, trabajador en una ciudad de Inglaterra, saber nada. Jamás se llegó a mover la locomotora de Cugnot.

Newton previó acaso lo que Murdock hizo; pero Murdock lo hizo. Lo hizo en un modelo pequeño y rudo, que Mathew McFee enseñaba meses hace en una conferencia en Inglaterra. Trevithick luego añadió unas partes y mejoró otras a la extraordinaria invención, y la sacó a luz, por lo que se le tiene como el aplicador del vapor a los fer.rocarriles. Y aunque no sean nombres fáciles de retener en la memoria, es de justicia escribir que adicionaron después el invento Blenkinsop y Hedley y lo perfeccionó por fin Stephenson. Nombrarse debe a estos tenientes del inventor, como se nombra, con menor razón, a los de un general afortunado.

Esto que decimos de Murdock no es vejez tomada de añejos periódicos, lo que en La América no es uso, sino novedad biográfica, que en la memoria original leemos que Mathew McFee acaba de presentar a principios de este año a la Sociedad de Globos de Inglaterra.

lA Ambim. Nueva Y orle, abril ele 1884.

227

MAESTROS AMBULANTES

• ¿Pero cómo establecería usted ese sistema de maestros ambulantes de que en libro alguno de educación hemos visto menciones, y usted aconseja en uno de los números de La América, del año pasado que tengo a la vista?"-Esto se sirve preguntarnos un entusiasta caballero de Santo Domingo.

Le diremos en breve que la cosa importa, y no la forma en que se haga.

Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria.

Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida.

Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la Libertad, como viven en el goce del aire y de la luz.

Está condenado a morir un pueblo en que no se desenvuelven por igual la afición a la riqueza y el conocimiento de la dulcedumbre, 'necesidad y placeres de la vida.

Los hombres necesitan conocer la composición, fecundación, transformaciones y aplicaciones de los elementos materiales de cuyo laboreo les viene la saludable arrogancia del que trabaja directamente en la naturaleza, el vigor del cuerpo que resulta del contacto con las fuerzas de la tierra, y la fortuna honesta y segura que produce su cultivo.

Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza aquel que se da, crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeftos goces, y teme partirlos con los demás, y sólo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad, y lleva en el pecho todas las canas del invierno, y llega a ser por dentro, y a parecer por fuera,-insecto.

Los hombres crecen, crecen fisicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien.

Sólo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante

229

de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará: que después de haber gustado todas las copas de la vida, sólo en ésas se encuentra sabor.-Es leyenda de tierras de Hispanoamérica que en el fondo de las tazas antiguas estaba pintado un Cristo, por lo que cuando apuran una, dicen: "¡Hasta verte, Cristo mío!" Pues en el fondo de aquellas copas se abre un ciclo sereno, fragante, interminable, rebosante de ternura!

Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero

para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de

conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza.

No hay, pues, que emprender ahora cruzada para reconquistar el Santo Sepulcro. Jesús no murió en Palestina, sino que está vivo en cada hombre. La mayor parte de los hombres ha pasado dormida sobre la tierra. Comieron y bebieron; pero no supieron de sí. La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo.

He ahí, pues, lo que han de llevar los maestros por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos; sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres.

El campesino no puede dejar su trabajo para ir a sendas millas a ver figuras geométricas incomprensibles, y aprender los cabos y los ríos de las penínsulas del Africa, y proveerse de vacíos términos didácticos. Los hijos de los campesinos no pueden apartarse leguas enteras días tras días de la estancia paterna para ir a aprender declinaciones latinas y divisiones abreviadas. Y los campesinos, sin embargo, son la mejor masa nacional, y la más sana y jugosa, porque recibe de cerca y de lleno los efluvios y la amable correspondencia de la tierra, en cuyo trato viven. Las ciudades son la mente de las naciones; pero su corazón, donde se agolpa, y de donde se reparte la sangre, está en los campos. Los hombres son todavía

230

máquinas de comer, y relicarios de preocupaciones. Es necesario hacer de cada hombre una antorcha.

¡Pues nada menos proponemos que la religión nueva y los sacerdotes nuevos! ¡Nada menos vamos pintando que las misiones con que comenzará a esparcir pronto su religión la época nueva! El mundo esta de cambio; y las púrpuras y las casullas, necesarias en los tiempos místicos del hombre, están tendidas en el lecho de la agonía. La religión no ha desaparecido, sino que se ha transformado. Por encima del desconsuelo en que sume a los observadores el estudio de los detalles y evolvimiento despacioso de la historia humana, se ve que los hombres crecen, y que ya tienen andada la mitad de la escala de Jacob: ¡qué hermosas poesías tiene la Biblia! Si acurrucado en una cumbre se echan los ojos de repente por sobre la marcha humana., se verá que jamás se amaron tanto los pueblos como se aman ahora, y que a pesar del doloroso desbarajuste y abominable egoísmo en que la ausencia momentánea de creencias finales y fe en la verdad de lo Eterno trae a los habitantes de esta época transitoria, jamás preocupó como hoy a los seres humanas la benevolencia y el ímpetu de expansión que ahora abtasa a todos los hombres. Se han puesto en pie, como amigos que sabían uno de otro, y deseaban conocerse; y marchan todos mutuamente a un dichoso encuentro

Andamos sobre las olas, y rebotamos y rodamos con ellas; por lo que no vemos, ni aturdidos del golpe nos detenemos a examinar, las fuerzas que las mueven. Pero cuando se serene este mar, puede asegurarse que las estrellas quedarán más cerca de la tierra. ¡El hombre envainará al fin en el sol su espada de batalla!

Eso que va dicho es lo que pondríamos como alma de los maestros ambulantes. ¡Qué júbilo el de los campesinos, cuando viesen llegar, de tiempo en tiempo, al hombre bueno que les enseña lo que no saben, y con las efusiones de un trato expansivo les deja en el espíritu la quietud y elevación que quedan siempre de ver a un hombre amante y sano! En vez de crías y cosechas se hablaría de vez en cuando, hasta que al fin se estuviese hablando siempre, de lo que el maestro enseñó, de la máquina curiosa que trajo, del modo sencillo de cultivar la planta que ellos con tanto trabajo venían explotando, de lo grande y bueno que es el maestro, y de cuándo vendrá, que ya les corre prisa, para preguntarle lo que con ese agrandamiento incesante de la mente puesta a pensar, ¡les ha ido ocurriendo desde que empezaron a saber algo! ¡Con qué alegría no irían

231

todos a guarecerse dejando palas y azadones, a la tienda de campaña, llena de curiosidades, del maestro!

Cursos dilatados, claro es que no se podrían hacer; pero sí, bien estudiadas por los propagadores, podrían esparcirse e impregnarse las ideas gérmenes. Podría abrirse el apetito del saber. Se daría el ímpetu.

Y ésta sería una invasión dulce, hecha de acuerdo con lo que tiene de bajo e interesado el alma humana; porque como el maestro les enseñaría con modo suave cosas prácticas y provechosas, se les iría por gusto propio sin esfuerzo infiltrando una ciencia que comienza por halagar y servir su interés;-que quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas.

No enviaríamos pedagogos por los campos, sino conversadores. Dómines no enviaríamos, sino gente instruida que fuera respondiendo a las dudas que los ignorantes les presentasen o las preguntas que tuviesen preparadas para cuando vinieran, y observando dónde se cometían errores de cultivo o se desconocían riquezas explotables, para que revelasen éstas y demostraran aquéllos, con el remedio al pie de la demostración.

En suma, se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros.

La escuela ambulante es la única que puede remediar la ignorancia . campes1na.

Y en campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza.

¡Urge abrir escuelas normales de maestros prácticos, para regarlos luego por valles, montes y rincones, como cuentan los indios del Amazonas que para crear a los hombres y a las mujeres, regó por toda la tierra las semillas de la palma moriche el Padre Amalivaca!

Se pierde el tiempo en la enseñanza elemental literaria, y se crean pueblos de aspiradores perniciosos y vacíos. El sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental científica.

La AmériCil. Nueva York, mayo de 1884

232

INVENCIONES RECIENTES.-QUINIENTAS PATENTES NUEVAS

Como quinientas patentes concedió en un solo dia, el 15 de abril pasado, la Oficina de Privilegios de los Estados Unidos. Y tenemos entendido que pronto concederá alguna a un notabilísimo invento de un joven mecánico hispanoamericano.

Aplicación para nuestros talentos, es lo único que necesitamos en Hispanoamérica: esto es, necesitamos levantar nuestros países a la altura de los hombres que viven en ellos. La oscuridad e ineficacia actual de la raza hispanoamericana depende sólo de falta de analogía entre nuestros pueblos forzosamente embrionarios y los habitantes cultos, y relativamente ultracultos, de nuestros pueblos. Estos son males necesarios y transitorios, que alarman mucho a los veedores miopes, mas no a los de larga vista. El hombre no puede contener su actividad, ni su deseo de adquirir los medios de subsistencia, que muy frecuentemente, subiendo de grado y con el incentivo de los apetitos de satisfacción costosa, llega a ser desatentada pasión por la riqueza; de manera que, ya por su energía activa, ya por necesidades apremiantes, el hombre obra en aquello que más a mano halla para satisfacer unas y otras. Pero tampoco puede contener el hombre su natural amor al sosiego y decoro; y cuando construye, se siente mejor y goza; y cuando destruye, aunque quiera aturdirse y hacer gala de su victoria y cinismo, se averguenza y padece: de modo que cuando puede el hombre dar empleo a sus fuerzas y cumplimiento a sus necesidades por medios seguros, dignificantes, nobles y de durable resultado, se aparta con rapidez y regocijo, como de compañero venenoso, de los quehaceres violentos o impuros en que se había venido ocupando.

En América, pues, no hay más que repartir bien las tierras, educar a los indios donde los haya, abrir caminos por las comarcas fértiles, sembrar mucho en sus cercanías, sustituir la instrucción elemental literaria inútil, -y léase bien lo que decimos altamente: la instrucción elemental literaria inútil, -con la instrucción elemental científica,-y esperar a ver crecer los pueblos. Van a dar gozo, por lo desinteresados y brillantes. No nos apresuramos; y como que estamos seguros de estas glorias, no renegamos de nuestras tierras: ¿quién de su hijo reniega,

233

porque le oye balbucear en la cartilla?: lo que no quiere decir que no le hierva al niño un Hamlet o un invento pasmoso en el cerebro, que a su tiempo y sazón saldrá a la tierra

Ya, por hablar de la constitución y porvenir de nuestros países, no nos queda espacio para contar brevemente algunas de las invenciones que acaban de ser privilegiadas, entre las que no hay, sin embargo, ninguna de notable trascendencia. El mundo está haciendo ahora su tránsito del vapor a la luz eléctrica, y no hay en esas patentes de abril ninguna que ayude de un modo señalado a estos trabajos. Hay una nueva máquina de cosechar granos de Knoop y una máquina de izar de l. F. McNeil, cultivadores varios, una secadora de ladrillo de l. Blum, gran número de escaleras de escape para incendios; y de electricidad, lo mas curioso que hay es un portero eléctrico.

La AmbictJ. Nueva York, mayo de 1884

234

LA PROXIMA EXPOSICION DE NEW ORLEANS

A los gobiernos, municipios, Escu.elas de Agricultura y hacendados de la América Latina

Los hacendados debían venir, los gobiernos, los municipios y las escuelas debían enviar comisionados a la vasta exposición de productos naturales y todo lo relacionado con ellos, que se abrirá en New Orleans el primer lunes de diciembre del año corriente, y durará, para que todos los visitantes puedan sacar provecho de ella, hasta el31 de mayo de 1885.

No es excitación vana esta que hacemos a hacendados, gobiernos, municipios y escuelas. Ningún libro ni ninguna colección de libros, puede enseñar a los maestros de agrieultura lo que verán por sus propios ojos en los terrenos de la Exposición.

las ideas vagas que en sus viajes por Europa y Norteamérica recogen las distinguidas personas de nuestros países que llegan a tener influencia en los periódicos o puestos en los Municipios, no pueden producir resultados tan completos en la disposición y adorno de los parques públicos, alamedas y jardines, ni en otros asuntos relacionados con la hermosura y salubridad de las ciudades, como el estudio ordenado y sistemático de las secciones que con esos objetos, y otros muchos que les auxilian, ofreeerá la sección de Horticultura.

Aunque se tiene por Gobierno, con error que no por ser compartido por gente üustte deja de ser craso, el manejo de las corrientes de opinión de un país, con tendencia a determinadas soluciones políticas, la verdad es que Gobierno no es eso, sino la dirección de las fuerzas nacionales de manera que la persona humana pueda cumplir dignamente sus fmes, y se aprovechen con las mayores ventajas posibles todos los elementos de prosperidad del país. En los pueblos que han de vivir de la agricultura, los Gobiernos tienen el deber de enseñar preferentemente el cultivo de los campos. Se está cometiendo en el sistema de educación en la América Latina un error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente a los hombres para la vida urbana, y no se les prepara para la vida campesina. Y como la vida urbana sólo existe a expensas y por virtud de la campestre, y de traficar en sus productos, resulta que con el actual sistema de educación se está creando un gran ejército de desocupados y desesperados; se está poniendo

235

una cabeza de gigante a un cuerpo de hormiga. Y cada día, con la educación puramente literaria que se viene dando en nuestros países, se añade a la cabeza, y se quita al cuerpo. Por todas esas razones decimos que, como cuanto se tiene aprendido y se está ensayando en agricultura va a estar expuesto durante tiempo suficiente para estudiarlo en la Exhibición de New Orleans, nada sería más acertado que aprovechar esta ocasión para que vinieran a aumentar sus conocimientos los escasísimos maestros agrícolas a que en nuestras tierras se está dando empleo, y a prepararse o adiestrarse los cuerpos nuevos de profesores de agricultura que en todos nuestros países urge crear.

Y a los hacendados les convendría también mucho venir. No es desusado, ni tan frecuente por desdicha como debiera, el hallar por estas tierras, una de esas probas personas, delgadas de cuerpo, atildadas de vestido, en todo muy señores y de mirada muy curiosa, que tienen fincas en Centro o Sud América, y vienen por vía de viaje a ver qué mejoras cazan en su excursión desordenada por estos países, que pudieran ser de alguna ventaja en sus haciendas: y sucede que como el país es tan vasto, el conocimiento de él dificil, los viajes a los Estados, largos y costosos, el carácter de la raza diverso y la lengua hostil e insuperable, ve muy poco el hacendado viajero, o se fatiga, a las primeras expediciones; o como ve sin orden ni idea fija, se cansa y aturde, o rehúye ante el costo de los viajes y la necesidad de ir a ver un carnero en Ohio, un algodonar en Luisiana y una vid en California, sin que por muy enérgico, inteligente y adinerado que sea, logre por fin averiguar más que una porción mezquina de lo que necesita, y esto a gran precio; o sin que, como con más frecuencia acontece, saque del país más ideas que las que la casualidad le va inspirando con los objetos que se encuentra al paso, o los que, por ventura, están cerca. La exhibición de New Orleans por su objeto y arreglo, ofrece al hacendado, sin más costo, incomodidad ni fatiga que la de ver una sola ciudad, todas las ventajas de un dilatado, escudriñador y concienzudo viaje por todos los ámbitos de los Estados Unidos. Todo cuanto en los Estados Unidos se cultiva, y todas las maneras de cultivarlo; todo lo que se refiere al campo y sus necesidades, y sus caprichos y sus enfermedades, y sus remedios; todos los procedimientos industriales empleados en la preparación de los productos agrícolas; los sistemas todos de aprovechar las maderas, labrarlas, y utilizar los demás productos de los bosques; los procedimientos todos en virtud de los cuales los filamentos de las plantas textiles en que nuestra América es tan rica, se convierten en telas blancas y estampadas, en géneros sedosos y en alfombras; todo lo que las minas dan, y cuanto con

236

sus produc(OS puede hacerse; todo, en suma, lo que en cualquier forma y ambos climas, frío y cálido da la tierra, con las industrias en que se transforman sus productos, y gran exhibición de animales agrícolas además, y sus diversas especies cruzadas y mejoradas, va a estar expuesto durante seis meses en la ciudad de New Orleans. Jamás acaso volverán a verse todos los Estados Unidos, con todas sus mejoras de una sola vez, y a tan poco precio.

Y quien quiera saber con más detalles todo lo que podrá aprender en la Exhibición Neorleanesa, pida a E. A. Barke, Director General, New Orleans, La., un reglamento en castellano que la Comisión Directora acaba de publicar, y va encabezado de este modo: "Exposición Industrial Universal y Centenario Algodonero".

Dicen que han solido venir ciertas gentes de nuestras tierras a ofrecer a los Estados Unidos, en cambio de este o aquel apoyo, pedazos de nuestro territorio; y saber sería bueno quiénes fueron, para hacer una picota que llegase a las nubes, y poner en ella su nombre en letras bien negras.

A eso no se debe venir a los Estados Unidos. A la Exposición de New Orleans sí; que nos llaman con cariño y no hay riesgo de venir, sino provecho.

La América. Nueva York, mayo de 1884

237

LA EXHIBICION SANITARIA

Varias exhibiciones están ahora en proyecto. Filadelfia está acabando el edificio en que ha de celebrarse la de electricidad. El Congreso de los Estados Unidos acaba de prestar un millón de pesos a la Comisión Directora de la gran Exposición Agrícola de New Orleans, que la Exposición devolverá luego al Tesoro de la Nación, como le devolvió la suma recibida por el mismo concepto la Exposición del Centrenario en Filadelfia. No se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos.

No es menos interesante que la de New Orleans o Filadelfia la que en estos momentos acaba de abrirse con gran pompa y concurso público en Londres. Merece cuando bien se diga de ella, porque no sólo tiene por objeto acercar a los hombres, ponerlos en conocimiento mutuo y facilitar a las naciones el cambio de sus riquezas; sino que ha sido realizada más que para el provecho, para la salud del hombre. Comer bien, que no es comer ricamene, sino comer cosas sanas bien condimentadas, es necesidad primera para el buen mantenimiento de la salud del cuerpo y de la mente.-La angustia con que se vive en todas partes del mundo en la época de transición en que nos ha tocado existir, hace más necesario hoy que nunca la reparación inmediata y cuidadosa de las fuerzas que en grado mayor que en ninguna otra época se pierden. La clase de alimentos; la manera de conocerlos para desechar los maleados e impuros; el modo de prepararlos, con tal arte que los elementos dañinos que hay siempre en la materia viva desaparezcan, y resalten, por el buen modo de cocinar, los elementos nutritivos; todo esto, que es en la vida, a tan altos objetos destinada, tan necesario como los buenos cimientos al palacio en que han de desplegar sus galas la inteligencia y la hermosura, si es que la hermosura es cosa diferente de la inteligencia; todos esos manjares crudos, platos preparados, alimentos mal cocidos al lado de los mismos alimentos bien hechos, fonda en que se guisa a la manera do los varios países, explicaciones habladas de todo lo que el público ve, y se va haciendo a la vista del público; todo eso hay en al primera sección de la Exposición Sanitaria destinada a "Alimentos•.

Hay otras cinco secciones: la segunda para "Vestidos"; para "La Habitación •, y todo lo que pueda contribuir a hacerla clara, ventilada y saludable la tercera; la cuarta para "La Escuela", en la cual se ve cómo ha de ser ésta, en espacio, ventanas y muebles, para que no empobrezca con su aire viciado y con la larga sesión en bancos incómodos la

238

naturaleza física de los niños que en la escuela se instruyen y necesitan tanto de buen aire como de buenos libros. A "La Educación" se ha dado la sección sexta. La quinta seeción, interesantísima por cierto, está consagrada a "El Taller".

No se puede ver a un obrero de estas grandes ciudades sin sentir lástima, respeto y cariño. ¡Padecen tanto! ¡Gastan tanta fuerza! ¡La reparan tan mal! ¡Gozan tan poco! Y si son mujeres. mientras más desgreñadas y pálidas vayan, y más lleven la marca del rebaño en la frente marchita o en la risa pueril, más deseos dan de abrirse las venas y vaciar la sangre propia en las suyas empobrecidas. De manera que todo lo que se haga para mejorar la vida en los talleres es una obra que debe verse con respeto religioso.

Para comentar no tenemos tiempo; sino apenas para anunciar. Cuanto hay de nocivo a la salud y a la inteligencia en ciertos oficios, y el modo con que se puede remediarlo; cuanto es necesario tener en cuenta para evitar catástrofes en las fábricas y en las minas, y para hacer menos ingrato el trabajo en unas y otras, está representado de manera elocuente y visible en el departamento destinado a "El Taller". En un lado se ve cómo puede ventilarse, sacando de él el aire viciado, o destruyendo sus elementos nocivos. En otro lado se ve cómo pueden condensarse, utilizarse o consumirse, a la manera en uso en los gasómetros, los vapores y efluvios de las materias trabajadas que suelen sofocar, cuando no envenenar, a los operarios. En los telares y en las fábricas de agujas y de nácares se produce un polvo dañino, que allí se enseña cómo puede hacerse desaparecer. Bien se saben los riesgos de envenenamiento que corren los que trabajan en albayalde y arsénico, los que broncean, los que fabrican fósforos, los que hacen barajas, así como los que absorben las materias ponzoñosas que emanan las lanas y desechos revueltos: en el departamento de "El Taller" se aprende cómo librarse de unos y otros daños, y cómo proteger los ojos, que tanto sufren en esas labores, y aliviar el calor excesivo que llega a pesar sobre los obreros en ciertos meses como una desdicha insoportable.

Medalla de oro merecen todos los que han tenido parte en la preparación de la "Exhibición sanitaria". La gloria de nuestro siglo es que desde Jesús acá, nunca ha sido tan ardiente y fructuoso el amor humano.

La América. Nueva York, mayo de J 884

239

REUNION PROXIMA DE LA BRITISH ASSOCIATION

ASUNTOS DE ANTROPOLOGIA AMERICANA

La asociación científica que ha alcanzado fama con el nombre de "British Association", tiene una de sus secciones consagrada al estudio de Antropología: y como en nuestros países latinos, que abundan tanto en gente ilustre desconocida que en lugar y atmósfera apropiadas brillarían con luz poderosísima, hay conocedores de estas cosas que de seguro no van en zaga a los más letrados de la Asociación Británica, es oportuno decir que la próxima sesión del grupo de Antropología se celebrará en Montreal, y no se tratarán en ella más que asuntos americanos, sobre los que habrá discusión larga. Por cierto que un caballero distinguido de nuestros países, que acaba de presidir una república, está escribiendo un libro de historia primitiva americana, que en muchos puntos se roza con lo que va a discutirse en la sesión de Montreal.

No diremos el nombre del ex presidente, que sobre lo que lleva en su mente, ha comprado ya una rica librería de obras sobre América; sino los asuntos de debate en la sesión, que serán éstos:

Las razas nativas de América, sus caracteres físicos y su origen. La civilización de América antes del tiempo de Colón, con especial

estudio de las relaciones primitivas de América con el Antiguo Contienen te.

Arqueología de Norteamérica: cuevas, habitaciones y aldeas: arquitectura de piedra de México y Centroamérica.

Lenguas nativas de América. Colonización europea y sus efectos en las tribus aborígenes. En julio próximo es la sesión, y en Canadá la celebran por ser tierra

rica en reliquias y pruebas visibles de los asuntos cuyo estudio intentan. Bien harían los gobiernos de Centroamérica en ofrecer una de sus

capitales, cercanas a tanta ruina maravillosa, para la reunión del próximo congreso de algunas de las sociedades que en investigar la historia de América se ocupan.

La América. Nueva York, junio de 1884 .

. 240

HONDURAS TIENE Y A SU ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS

Honduras tiene ya su Escuela de Artes y Oficios. Honduras es un pueblo generoso y simpático, en que se debe tener

fe. Sus pastores hablan como académicos. Sus mujeres son afectuosas y puras. En sus espíritus hay substancias volcánicas. Ha habido en Honduras revoluciones nacidas de conflictos más o menos visibles entre los enamorados de un estado político superior al que naturalmente produce el estado social, y los apetitos feudales que de manera natural se encienden en países que, a pesar de la capital universitaria enclavada en ellos, son todavía patriarcales y rudimentarios.

Pero los ojos de los hombres, una vez abiertos, no se cierran. Los mismos padecimientos por el logro de la libertad encariñan más con ella; y el reposo mismo que da el mando tiránico permite que a su sombra se acendren y fortalezcan los espíritus. Ni ha sufrido Honduras mucho de tiranos, por tener sus hijos de la Naturaleza, con una natural sensatez que ha de acelerar su bienestar definitivo, cierto indómito brío, que no les deja acomodarse a un freno demasiado rudo.

Allí, como en todas partes, el problema está en sembrar. La Escuela de Artes y Oficios es invención muy buena; pero sólo puede tenerse una, y para hacer todo un pueblo nuevo no basta. La enseñanza de la agricultura es aún más urgente; pero no en escuelas técnicas, sino en estaciones de cultivo; donde no se describan las partes del arado sino delante de él y manejándolo; y no se explique en fórmula sobre la pizarra la composición de los terrenos, sino en las capas mismas de tierra; y no se entibie la atención de los alumnos con meras reglas técnicas de cultivo, rígidas como las letras de plomo con que se han impreso, sino que se les entretenga con las curiosidades, deseos, sorpresas y experiencias, que son sabroso pago y animado premio de los que se dedican por sí mismos a la agricultura.

Quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear. Y quien crea, se respeta y se ve como una fuerza de la Naturaleza,

a la que atentar o privar de su albedrío fuera ilícito. Una semilla que se siembra no es sólo la semilla de una planta, sino

la semilla de la dignidad. La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen sólo

cuando sus habitantes deben su subsistencia a un trabajo que no está a la

241

merced de un regalador de puestos públicos, que los quita como los da y tiene siempre en susto, cuando no contra él armados en guerra, a los que viven de él. Esa es gente libre en el nombre; pero, en lo interior, ya antes de morir, enteramente muerta.

La gente de peso y previsión de esos países nuestros ha de trabajar sin descanso por el establecimiento inmediato de estaciones prácticas de agricultura y de un cuerpo de maestros viajeros que vayan por los campos enseñando a los labriegos y aldeanos las cosas de alma, gobierno y tierra que necesitan saber.

lA América. Nueva York, junio de 1884

242

UNA DISTRIBUCION DE DIPLOMAS EN UN COLEGIO DE LOS ESTADOS UNIDOS

Estamos en un colegio afamado de los Estados Unidos, en un día de grados. Treinta son los alumnos favorecidos y lucen en las manos sus diplomas, atados con cintas verdes, azules y encamadas. Los aprietan con gozo, como si apretaran las llaves de la vida. De allí saldrán a verter luz, a mejorar ignorantes, a aquietar, elevar y dirigir: es grande la palabra francesa: •elevar" por educar. Los que han vivido, ven con tristeza a los que comienzan a vivir; y echar los colegiales a la vida parece como cortar las alas a los pájaros. Lleno se ve el suelo de alas blancas. Pero la vida, que consume fuerzas, exige, para reparar el nivel, que periódicamente le entren por sus venas cansadas fuerzas nuevas. El candor y el empuje de los colegiales reaniman, aun cuando no se les sienta, la esperanza, la honradez y la fe públicas, tal como las aguas generosas de las nuevas lluvias, bajan cargadas de las flores y yerbas fragantes de los montes vírgenes, a enriquecer con sus caudales la empobrecida corriente de los ríos.

Abre la sesión un pastor protestante: en los Estados Unidos, toda ceremonia privada o pública, de gozo o de tristeza, bien sea fiesta de colegio, bien sea congreso de delegados de un partido político, empieza con plegaria; el pastor, vestido de negro, alza los ojos al cielo e impreca sus plácemes; los oyentes, sentados en sus bancos, se cubren con las manos el rostro, que apoyan sobre el respaldo del banco vecino. Y aquella plegaria espontánea de hombres libres, vibra. Después, con las querellas de iglesia, la virtud de la plegaria desmerece. Una iglesia sin credo dogmático, sino con ese grande y firme credo queJa majestad del Universo y la del alma buena e inmortal inspiran ¡qué gran iglesia fuera! ¡y cómo dignificaría a la religión desacreditada! ¡y cómo contribuiría a mantener encendido el espíritu en estos tiempos ansiosos y en monedados! ¡y cómo juntaría a todos los hombres enamorados de lo maravilloso y necesitados de tratarlo, pero que no conciben que pueda haber creado en el hombre facultades inarmónicas la naturaleza que es toda armonía, ni quieren pagar a precio de su razón y libertad el trato con lo maravilloso!

Estamos en el colegio afamado. Acabada la plegaria, sube a la tribuna uno de los alumnos graduandos. Y tras él.otro, y otro tras él. Hablan de cosas hondas en lenguaje macizo. No repiten de memoria las pruebas de la redondez de la tierra; ni disertan en párrafos balmescos

243

sobre la capacidad y calificación del conocer; ni dicen de coro los nombres antiguos de las ensenadas, remansos y recodos de la histórica Grecia, como en nuestros tiempos nos hacían decir, con gran satisfacción de padres y maestros que de muy poco en verdad se satisfacen; porque el plumaje gana colores con todos esos utilísimos conocimientos; pero el seso no queda aprovechado, ni la vida en que ha de bracear ensenada, ni la manera de timonear por ella y precaverse contra sus angustias. En los colegios no se abre apenas el libro que en ellos debiera estar siempre abierto: el de la vida.

No hablan de esas oquedades los alumnos del colegio en que estamos, sino que se entran en su discurso por las más severas cuestiones del momento y por otras de física y psicología, momentosas siempre. Sus discursos no vuelan como las hojas, ni como tantos discursos, sino que pesan como rama bien frutada. Y eso que no estamos entre doctores, sino entre meros bachilleres. Uno lee un estudio sobre la imaginación en las matemáticas, y dice que aquélla tiene en las construcciones de éstas tanta parte como en las concepciones dolorosas y lumíneas de la poesía, y que para escribir el "Paraíso Perdido", no se necesitó más poder de imaginar que para establecer los principios fundamentales de las secciones cónicas. Examina otro las razones del dañoso influjo de la ignorante inmigración irlandesa en las ciudades, donde con su número sofocan el voto y se lo adueñan, sin que por su hábito de no reunirse más que con gente de su terruño y por no ser la idealidad elemento singular de su naturaleza, ascienda en ellos la cultura a la par con su influencia y autoridad de sufragantes en el pueblo que los recibe como a hijos. Crían por las lomas de los suburbios los irlandeses, gansos, patos y chivos e hijos descalzos, que de sus padres enceivezados y de sus madres harapientas y del sórdido cura de la parroquia, no pueden sacar modelos para mejor vida, sino que en cuerpo y espíritu salen de sus chozas de mala madera, depauperados: y como la inmigración de Irlanda a New York es tan cuantiosa, sucede que de veras está gravísimamente amenazada de miseria mental y moral la gran ciudad. Los alemanes la remediarían, si no fueran tan dados al goce de sí propios y tan desentendidos del bien ajeno. Se ve que son mal cimiento de un pueblo formidable el abrutamiento y el egoísmo. Y hay escuelas por cierto; pero en los hijos de irlandeses lo que la escuela cría, el chivo se lo come. El hijo del alemán, como que el padre suele abrirse camino y no vive en comunidad tan ruin, aprovecha sus libros; sobre que el alemán es hombre de su casa y trabajador, lo que sin esfuerzo va dando buenos hábitos a los hijos. Y esto no lo decía el discurso del graduando, pero d~ía otras cosas excelentes.

244

Otro joven bachiller asalta la tribuna y lee ... ¿pero qué lee que todos lo aplauden? Pues nada menos que un estudio en que se defiende el derecho y capacidad de los egipcios para gobernar su propia tierra, y se acusa de mera máscara de la ambición inglesa ese pretexto indecoroso con que, como el boa a la paloma, viene desde hace años enroscándose sobre el Egipto; el pretexto de que unos ambiciosos que saben latín tienen derecho natural de robar su tierra a unos africanos que hablan árabe; el pretexto de que la civilización, que es el nombre vulgar con que corre el estado actual del hombre europeo, tiene derecho natural de apoderarse de la tierra ajena perteneciente a la barbarie, que es el nombre que los que desean la tierra ajena dan al estado actual de todo hombre que no es de Europa o de la América europea: como si cabeza por cabeza, y corazón por corazón, valiera más un estrujador de irlandeses o un cañoneador de cipayos, que uno de esos prudentes, amorosos, y desinteresados árabes que sin escarmentar por la derrota o amilanarse ante el número, defienden la tierra patria, con la esperanza en Alá, en cada mano una lanza y una pistola entre los dientes. Pero como la libertad vive de respeto, y la razón se nutre en la controversia, edúcase aquí a los jóvenes en la viril y salvadora práctica de decir sin miedo lo que piensan; y oír sin ira y sin mala sospecha lo que piensan otros: de modo que no bien cesan las palmas con que acojemos todos al mantenedor del decoro humano, ya está en la tribuna un bachiller defendiendo el buen derecho de Inglaterra a poner definitivamente manos sobre la gente abandonada del Egipto, y a cogérselo brazada a brazada, como han cogido los Estados U nidos el territorio de los indios.

Otro graduando ensalza el sistema de instrucción pública de Norteamérica y dice que en la homogeneidad de los nuevos ciudadanos se prueba que aquel modo de enseñar es digno de un pueblo fuerte; pero el graduando vecino se levanta, depreca el sistema en uso, y dice que no hay mayor fracaso porque las escuelas enseñan a los niños para hijos de rico, que han de vivir de herencia y no de sus labores, y porque apenas hay pueblos en que los niños a los quince años, tengan al salir de la escuela instrucción más deficiente y rudimentaria: deletrear, escribir y contar saben; pero ni se les ha abierto el apetito de saber, ni se les ve poseídos de aquella noción y simpatía humanas sin las cuales se truecan los hombres en esa criatura vacía, dañina y horrenda: el egoísta.

Bachiller muy joven, y que se lleva todas las miradas, es ese que cuenta enseguida, no sin histórico estilo y buena crítica, la vida de las dos lsabeles: la odiosa de Inglaterra y la grande de España. Maestro en ciencia parece el que le sucede en el discurso, y con argumentos

245

ingeniosos y frase pintoresca niega que vayan a la par las fuerzas vitales y las físicas, y que éstas puedan alcanzar jamás la potencia original de la creación, que sólo reside en la voluntad colosal desconocida:-"la química, dice el bachiller, ha podido fabricar huevos; pero no empollarlos•. Y el graduando que cierra estos animados ejercicios, perora, con ternura exquisita, apretado lenguaje y profunda visión, sobre la sana y triste filosofía de George Elliot, la noble y desventurada novelista inglesa, nueva estoica, para quien la vida se puso toda, como siempre para las almas excelsas, en una copa amarga, que bebió ella hasta las heces por que no quedara nada que beber a los demás; sin que los vapores de la propia amargura que a tantos nublan los ojos, se los enturbiasen, para ver cuánto elemento de sólida ventura hay en la conciencia bien educada y en la naturaleza. De todo lo vivo se desprende una justicia definitiva y universal, que asegura la próxima compensación de las desigualdades e injusticias de la tierra. La conciencia valerosa, empinada entre los hombres como un gigante invicto entre liliputienses, alienta y acaricia.

Y todavía no hemos dicho, y lo callábamos de intento, que esos bachilleres tan gallardos, que con tal maestría andan por las entrañas de un carácter y repintan imperios pasados, y enarbolan la bandera de los hombres libres, y balancean el cuerpo y alma de la naturaleza, eran mujeres. Niñas de dieciocho o veinte años, eran las graduandas de este año en el colegio de Vassar.

¡Oh! el día que la mujer no sea frívola ¡cuán venturoso será el hombre! ¡cómo, de mero plato de carnes fragantes, se trocará en urna de espíritu, a que tendrán los hombres puestos siempre los labios ansiosos! ¡Oh! ¡qué día aquel en que la razón no tenga que andar divorciada del amor natural a la hermosura! ¡aquel en que por el dolor de ver vacío el vaso que se imaginó lleno de espíritu, no haya de irse febril y desesperado, en busca de alma bella, de de un vaso a otro! ¡Oh! ¡qué día aquel en que no se tenga que desdeñar lo que se ama! Marisabidillas secas no han de ser por eso las mujeres; como los hombres que saben no son por el hecho de saber, pepisabidillos. Hágase entre ellas tan común la instrucción que no se note la que la posea, ni ella misma lo note: y entonces se quedará en casa la fatiga de amor.

Que cuando el hombre haya menester de quien le entienda su dolor, le admire su virtud o le estimule el juicio, no tenga que ir a buscarlo como sucede ahora, fuera de su casa. Que no sean la compasión, el deber y el hábito lo que a su esposa lo tengan unido; sino una inefable compenetración de espíritu, que no quiere decir servil acatamiento de un

246

cónyuge a las opiniones del otro: antes está ese sabroso apretamiento de las almas en que sean semejantes sus opiniones, capacidades y alimentos, aun cuando sus pareceres sean distintos.

Crece el esposo con los merecimientos de la esposa; y ésta, con ellos, echa raíces en él.-Lo cual es bueno: el único placer que excusa la vida dolorosa, y la perfuma, levanta y fortifica, es el de sentir que, como un árbol en la tierra, se han echado raíces en un alma caliente y amante.

Los pueblos necesitan además como las aguas, de nivel. Cada nación requiere, si ha de salvarse, cierta porción de intelectualidad y elementos femeninos: y así como no se da hijo sin padre y sin madre, así no se da pueblo sin la comunión afortunada de los elementos viriles y femeniles del espíritu.-Los pueblos mueren de hipertrofia de fuerza, que los ensoberbece, ofusca y embriaga, y causa dolores y trastornos sin cuento con su propio exceso, lo mismo que de hipertrofia de sentimiento y arte, que los afloja y ahembrea.-Las condiciones espirituales tienen su higiene, lo mismo que las físicas; y de una condición se ha de reposar en otra, que la modere y modifique.-De la fuerza se ha de descansar en la ternura.-A más de esta necesidad de femineidad en la vida de la nación, existe en los pueblos dados a la fatiga, la labor nerviosa, y el ansia de la riqueza, urgencia grande de balancear con la educación de la mujer, que lleva a la vida de la nación sensibilidad y semilla de intelecto, la escasez en que naturalmente quedan estas condiciones por la consagración casi exclusiva de la mayoría nacional a las batallas, emociones y goces de la posesión de la fortuna. -Como estrellas viajeras, a derramar luz suave e iluminar lo sombrío, se vierten cada año por el país esos bachilleres de cabellos largos y armoniosas formas: de verguenza de no parecerse a ellas, se mejoran los gañanes de la riqueza que las cortejan y desean: su contacto, ejemplo y enseñanza, dulcifican y espiritualizan la existencia en torno suyo.-Y así como se gusta mejor el vino bueno en copa bien labrada, o de cristal delgado y limpio, así se recibe con mayor mansedumbre, placer y provecho el influjo del espíritu de una mujer culta y hermosa.

La AmJrica. Nueva York. junio de 1884

247

ELCARBON

SU IMPORTANCIA Y SU OBRA

En presencia de un sabio, cuenta algún escritor moderno, exclamaba un joven: "Felices las tierras en donde Dios puso abundantes minas de oro y de plata•; a lo cual contestó el sabio: "No, esas no son las tierras felices, felices son las ricas en carbón y en hierro". La historia del desarrollo de la civilización humana corrobora este aserto: que los pueblos grandes y los pueblos poderosos viven y prosperan allí en donde pródiga la naturaleza rinde el carbón y el hierro al trabajo asiduo, y no en donde la rica veta del metal precioso brinda su fruto. Por cientos de miles de toneladas, el carbón, de que ahora queremos ocupamos, es extraído todos los años, y cada día aumenta la demanda que de él existe, pues la industria lo requiere en todos sus ramos, y el campo de la industria crece a ojos vista, sin que la más osada imaginación se atreva a vaticinar cuál sea su límite, si límite puede suponérsele, ni cuál el alcance de su vuelo.

Siglo de ferrocarriles, de electricidad y de maquinaria es el nuestro, y de todo eso es alma el calor, para producir el cual necesitamos el carbón.

Al ver el inmenso consumo que de él se hace pudiera temerse que se llegara a agotar, si no supiésemos que la naturaleza no es más que un inmenso laboratorio en el cual nada se pierde, en donde los cuerpos se descomponen, y libres sus elementos vuelven a mezclarse, confundirse y componerse, pudiendo, en el transcurso de los siglos-que son instantes en la vida del mundo-volver a su antiguo ser, a colmar los vacíos que el hombre haya causado, por otra parte imperceptibles en los inconmensurables depósitos del globo.

Tres formas tiene el carbón, que son el carbón propiamente dicho, que se nos presenta más abundante, que cualquiera de las otras manifestaciones del mismo elemento, en la hulla, el grafito, cristalización amorfa, de que hacemos nuestros lápices, y en el diamante, el cristal perfecto, la más hermosa de las cristalizaciones del mundo mineral. Siguiendo la bella expresión de Haüy, fundador de la mineralogía moderna, y que tenía más de poeta que de hombre de ciencia, de que los cristales son las flores del reino mineral, podemos decir que el

249

diamante es la rosa de ese jardín, el más hermoso, el más brillante de todos.

Inútil sería extendemos sobre los innúmeros empleos de la hulla; cualquier niño de escuela puede enumerar muchos de ellos, desde el servicio que presta en el hogar doméstico, hasta el desarrollo de su fuerza poderosa que impele nuestras locomotoras, nuestros barcos, e ilumina nuestras ciudades. La aplicación del grafito es relativamente limitada y pudiera suplírsele, así que tampoco queremos fijar en él mayormente nuestra atención. Pasemos al diamante.

En punto a utilidad práctica poco tiene, aunque alguien ha dicho que lo bello es siempre útil. Sin embargo, es de todas las manifestaciones del elemento que nos ocupa, la más apreciada, y de todos los objetos conocidos del hombre aquel que en más alto grado se estima y por el cual se pagan precios más subidos. Un trozo pequeñito que puede encerrarse en la palma de la mano, vale cientos de miles de pesos, valor que le da a su rareza ese gran factor social, causa de más esfuerzos y luchas que ninguna pasión, que se llama la vanidad humana.

Disuelta una sustancia dada en su correspondiente líquido y saturado éste, ha logrado la ciencia, aplicando sus métodos, cristalizar la mayor parte de las sustancias sujetas a esas leyes. Esos mismos espíritus que en la Edad Media buscaban la piedra filosofal, una vez que hoy está demostrada la insensatez e imposibilidad de tal pretensión, se han dado a buscar con ahínco la cristalización del diamante. Primero fue preciso hallar el solvente para el carbón puro; tócanlo sin afectarlo en lo mínimo los ácidos y reactivos más poderosos, y sólo se disuelve en el hierro líquido a 1,200° de temperatura; ya está el solvente, sí, pero tras de tanta expectativa, en vez del cristal hermoso, límpido y luciente, se halla el grafito negro lustroso y amorfo, que refleja la luz, sin quebrarla y darle paso, como lo hace en relampagos de oro y de azul su hermano el diamante.

Desde que merced a los descubrimientos de Priestley y del infortunado Lavoisier, a quien el Comité de Salud Pública negó quince dias más de vida para terminar sus experimentos, se fundó la ciencia química y se sepultaron para siempre en el olvido las divagaciones de la Alquimia, la busca de la piedra filosofal, que fue el esfuerzo constante de esa cuasi ciencia, no ha preocupado más a los hombres.

El oro es un elemento simple y para sacarlo de la retorta o del crisol, es preciso haberlo puesto allí, pero el diamante es la manifestación de otro elemento simple que conocemos, que podemos manejar a nuestro antojo, y lo que con él se desea hacer es algo que con muchos otros

250

cuerpos se hace todos los días, así pues, si la piedra filosofal puede consi­derarse como un sueño disipado, la fabricación artificial del diamante es un triunfo posible para la ciencia que tarde o temprano se ha de obtener.

En su "Recherche de 1' Absolu" pinta Balzac, con la dolorosa maestría de ese escalpelo que le servía de pluma, las luchas y las tormentas de un espíritu preocupado por la fabricación del precioso cristal. En su busca sacrifica fortuna, salud y hasta la paz del hogar, vese forzado por la necesidad a abandonar sus experimentos, y al volver años después a su laboratorio, teatro de su actividad, halla que el resultado que tanto había anhelado se ha obtenido, pero durante su ausencia, sin que le fuese posible ver las huellas del genio de la naturaleza que terminó la obra, objeto de sus ansias, y se retiró llevándose su secreto.

Pasada una corriente de azufre en estado de vapor sobre carbones enrojecidos se obtiene un líquido de fuerte olor, compuesto de carbón y de azufre, denominado sulfato de carbón, que parece diamante líquido, pues tiene su brillantez y su trasparencia, parece que de ahí al diamante no hubiera ya sino un paso; mas vanos han sido todos los esfuerzos hechos para obtenerlo. Separados los dos componentes por la corriente eléctrica, en un electrodo se deposita azufre amarillo y carbón negro en el otro.

La Alquimia, que acaso tuvo su cuna en el antiguo Egipto, que vino a España con los árabes, y que con sus misterios, sus compuestos y sus venenos parece una ave negra cuyo nido está bien colgado en el viejo torreón derruido del edificio tambaleante de la Edad Media, mitad castillo feudal, mitad monasterio, cuenta entre los resultados obtenidos en la busca del precioso metal numerosos conocimientos útiles y preciosos.

Desde Raimundo Lulio hasta Priestley, Lavoisier y Dalton median casi mil años, durante los cuales los alquimistas fueron acumulando grandes conocimientos, que permanecían aislados, como los eslabones sueltos de una cadena. Fue el descubrimiento de la verdadera naturaleza de la combustión, la aplicación de la balanza al análisis, y esa hermosa teoría especulativa que supone el átomo y le da-como a deidad india-numerosos brazos para enlazarse a otros átomos, fue, decimos todo esto, lo que soldó los eslabones de esa cadena y la hizo firme y segura juntando los· mil restos del esfuerzo humano, regados como granos de oro, en el regazo inmenso de los siglos. Y asimismo en busca de una meta, se descubren nuevas vías y se obtienen frutos no codiciados e

251

inesperados triunfos. Ese mismo sulfato de carbón, de que nos hemos ocupado, tiene mil aplicaciones industriales en la preparación del caucho, en la extracción de perfumes y de aceites, etc., se le ha ensayado como remedio para el cólera, y acaso, tenida en cuenta la poca temperatura que necesita para evaporarse, 108 o Fahrenheit, y su enorme fuerza expansiva-mayor que la del vapor de agua-si de él no saca la ciencia diamantes, nos procure un motor más barato que los existentes. Y bien sabemos que el movimiento es fuerza, el movimiento es calor, el rnovi miento es vida.

José Martí

Lll .Nnérico.. Nueva York, noviembre de 1884

252

1883

A las aves alas; a los peces aletas; a los hombres que viven en la

Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza: esas son sus alas ....

Tomado de lAs /Jilrpes 1111dollales tle Vmtst~ela, Instituto de la Caza y Cienc:ial de la Natwalcza (INCAFO) Madrid, Espala, 1977.

EXPOSICION DE ELECTRICIDAD

Edouard Foumier, que fue a la par escritor de Francia muy galano, buscador infatigable de hechos olvidados, halló singulares analogías entre las cosas de ciencia que posan ahora plaza de nuevas, y otras de antaño olvidadas de las que las nuestras no son más que como hallazgo y renuevo.-Le Vieux Neufse llama el libro de Edouard Foumier, que no ha de faltar en mesa alguna de hombre pensador. La ciencia del espíritu, menos perfeccionada que las demás por estar formada de leyes más ocultas y hechos menos visibles, ha de construirse sobre el descubrimiento, clasificación y codificación de los hechos espirituales. Para estudiar las posibilidades de la vida futura de los hombres, es necesario dominar el conocimiento de las realidades de su vida pasada. Del progreso humano se habla tanto, que a poco más va a parecer vulgaridad hablar de él. No se puede predecir cómo progresará el hombre, sin conocer cómo ha progresado. Aquel buen libro de Foumier, cuyo saber vasto y pintoresco envidió tanto Balzac, muestra, como tantos otros libros, que en todo tiempo, al aparecer el hombre en la vida, ha aparecido con todas e iguales armas, y que esta ansia de saber, a veces coronada, que consume y engrandece a los hombres de ahora, consumió y engrandeció y solió coronar a los de antaño.

Pero en época alguna, por no haber vivido aún bastante los hombres para ser dueños completos de sí, y por no haber transcurrido aún tiempo suficiente para acumular todos los hechos que la ciencia prudente necesita como base, han sacado los hombres de sí propios tanto empuje, tanto afán, tal movilidad, aptitud de analizar hechos aislados, poder de clasificarlos y capacidad de deducir leyes de ellos. El siglo XVIII fundó la Libertad: el siglo XIX fundará la Ciencia. Así no se ha roto el orden natural: y la Ciencia vino después de la Libertad, que es madre de todo.

Los hombres parecen estatuas de oro que juegan con fango. Tienen celos unos de otros, y con el ruido que hacen sus querellas, no se oyen las voces pacíficas del ejército de sabios, Pero éstos crecen, como el sonido en la onda del aire, y van llenando ya toda la tierra. Será el día de la paz, hija última, y todavía no nacida, de la Libertad,

Años hace, la electricidad era fuerza rebelde, destructora y confusa. Hoy obedece al hombre, como caballo domado. De lo que hace decenas de años era apenas grupo oscuro de hechos sueltos, se hace ahora muchedumbre de familias de hechos, cada cual con campo y tienda

2SS

propios, que tienen aires ya de pueblo y ciencia. Ya no basta a los descubridores del elemento nuevo la Exposición de Sydenham, ni la de Munich, ni la de París, que fue tan brillante, ni la de Londres, que lo está siendo hoy. Ya anuncian para agosto de este año la Exposición nueva. Será en Viena, la ciudad del Prater, paseo vasto y solemne, donde de un lado envuelven la tierra las brumas alemanas, y cuanto de místico y fantúlico viene con ellas,-y de otro haces de luz del mediodía, que llenan las venas de chispas de fuego y espíritus alados.-Será en Viena, ciudad de hombres corteses, y mujeres esbeltas y ~cas.

Se averigua tanto, se acumula cada nuevo día tanto hecho nuevo, dan de sí tanta luz los hechos cuando se acumulan -como cuando chocan espadas bien templadas,- que los investigadores de las maravillas de la Electricidad auguran buen áito a la Exposición de agosto, que durará hasta el 31 de octubre. Habrá menos celos que en la de París, porque no habrá premios: y no querellarán tan ásperamente sobre la propiedad de uno y otro descubrimiento norteamericanos y franceses. No habnijwado, como no lo hubo en Munich; una comisión de hombres de ciencia hará experimentos con los inventos presentados, y extenderá certificados de los resultados obtenidos. Así, pues, el premio id en el hecho, y no en el favor de los jueces. La disposición de los objetos anuncia ya el hermoso desenvolvimiento y futura amplitud de la Ciencia Eléctrica. Parece, ley6ndola, que se ven los cimientos de un gran edificio luminoso. En un grupo irán las nW¡uinas magnetoeléctricas y dinamoeléctricas. En otto, las entrañas fecundas donde se elabora la electricidad: las pilas y todos sus accesorios. Lo de telegrafía, en otro departamento, y en otro, ·lo de telefonía. El sexto grupo será el de la luz eléctrica. Ya el séptimo comprende mayor maravilla: el modo de encerrar en una botella de cristal el rayo: todos los medios conocidos de mover la electricidad, almacenarla y llevarla de un lado a otro. De cables, hilos y cuanto haga relación a ellos, sed otro grupo. Se reunido, en división especial, todas las aplicaciones ele la electricidad a la Química, a la Metalurgia y a la Galvanoplaslia. Luego, las aplicaciones de la electricidad al arte militar, que llegarú a ser tantas, que hadn la guerra de puro excesiva y tremenda, imposible. -Luego, las aplicaciones de la electricidad a los ca­minos de himo, en lo que no se ha adelantado a la par de los demú ramos. El defart,amento en que liemos de tener puestos con más cuidado los ojos los latinoamericanos, es el de las aplicaciones de la electricidad a las minas y a la apicultura: en este departamento entrarán también los inventos aplicabla a la navegación. De un lado se vedo los usos de la electricidad en la medicina y en la cirugía: de otro, todos los modos de

2S6

servir de la fuerza eléctrica a la Meteorología, a la Astronomía y a la Geodesia. Curiosísimo va a ser el departamento de aplicaciones de electricidad a las cosas de la casa, a las menudencias domésticas de alumbrado y de cocina, a ciertos objetos de arte, y a modos de adorno. La mecánica en junto, las calderas, las máquinas de vapor, las de gas, los motores hidráulicos, y cuanta luz echan sobre ellos las investigaciones en la ciencia nueva, atraerán grandemente la atención en agrupación aparte. Y al fin, como índice y fuente, y como ejes de mayores vueltas de esta rueda de fuego que nos gira en la mente, cuanto va escrito sobre Ciencia Eléctrica, y sobre el modo de enseñarla, y trocarla en industria, y en beneficio práctico del hombre.

Los expositores nada pagarán por el local que ocupen sus inventos: la fuerza motriz que necesiten para hacer funcionar sus aparatos les costará sólo cincuenta céntimos por caballo y por hora. El primero de junio comienzan a recibir los objetos: el 15 de julio se cerrará la recepción. El primero de agosto se abrirá al público el nuevo Palacio de tantas maravillas.

La A~Mrica. Nueva York, marm de 1883

257

LA AMERICA GRANDE

Se entrevé la América Grande; se sienten las voces alegres de los ~adores; se nota un simultáneo movimiento. como si las agas de .nuevos tambores llamasen a magnífica batana. Salen los barcos cargados de arados: vuelven cargados de trigo. Los que antes compraban tal fruto en mercados estranjeros, hoy envían a ellos el fruto sob131lte.

Se opera en silencio una nwoluci6n formidable. Sale de lo comdn el número de máquinas agrícolas que de los Estados Unidos están yendo, buque tras buque, a los países de la América del Sur. No sale buque que no las lleve. Buenos Aires acaba de hacer abundante provisión de maquinaria de cosechar; Uruguay no le va en zaga.

Calcúlase que Uruguay tiene por cada SOO hombres una trilladora; y en estos últimos años, estímase que han entrado en el país diecisiete mil arados de acero. De que están ocupados, no hay duda: ¡qué alba, el día que toda esa labor fecunda salga a flote! He ahí la garantía de la paz para todos nuestros pueblos: la posesión agrícola. Bl guerreador de oficio halla cerradas las puertas del agricultor próspero; así como en los pueblos desocupados, el agricultor sin ocupación ni porvenir se trueca en guerreador de oficio: los espíritus más ardientes y fecundos, que, puestos a trabajar la tierra, le sabrían sacar maravillosos frutos, se van al logro fácil y brillante que los combates y las contiendas políticas prometen.

Ya se espera con gozo la obra imponente de esos diecisiete mil arados de acero que rompen ahora las fértiles tierras uruguayas. La vid crece allí de manera, y da tan ricas uvas, que, con poca labor de vinería, van a obtenerse sólidos y gratos vinos.

Pero el resultado primero de esta invasión magnífica de los arados, ha sido éste: el Uruguay importaba antes toda su harina de trigo de este país: y ahora, produce en casa toda la que consume, y manda el sobrante afuera. El dinero que a otros pagaba, queda ahora en su bolsa, o le es pagado.

A los niños debiera enseñarseles a leer en esta frase: La agricultura es la única fuente constante, cierta, y enteramente

pura de riqueza.

La .Ambict.L Nueva York, agosto de 1883

258

A APRENDER EN LAS HACIENDAS

Nuestras tierras feracísimas, ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, sembrar y recoger que aún privan en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines.

Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos.

¿Qué valla quedará en pie, qué competencia no será vencida, qué rivales mantendrán sus fueros cuando los instrumentos modernos, y las mejores prácticas ya en curso, fecunden las comarcas americanas? Buenos Aires sabe de esto, Buenos Aires que está sacando cada mes de estos puertos cuatro o seis buques cargados de instrumentos de agricultura.

Mas ni todos nuestros pueblos gozan de la misma próspera condición que el de la Plata, ni en todos es posible la introducción cuantiosa de los nuevos y, por el tiempo y labor que ahorran, generosos aperos de labrar; ni la mera introducción de ellos en tierras no preparadas para recibirlos y hacerlos útiles, basta a cambiar como por magia, el estado rudimentario de nuestros cultivos.

Ni se tienen en todas partes los capitales importantes que la compra de nuevos aprestos de cultivo necesitan; ni es suficiente que se entren por las tierras los instrumentos si no entra con ellos quien los maneje y acondicione el suelo para aprovecharlos; ni aun con los especiales halagos que las Exposiciones brindan, se atreven siempre los fabricantes de ellos a enviar sus productos a pueblos donde temen que la venta no compense los costos del envío.

Si los instrumentos no van, pues, es preciso venir a buscarlos. Pero ya lo dijimos: aun cuando los instrumentos vayan, no van con

ellos las nuevas prácticas agrícolas que los hacen fecundos. Esto no se aprende o se aprende mal, en libros. Esto no puede exhibirse en las Exposiciones. Esto, sólo en parte, y con grandísimo dispendio, podría enseñarse en las Escuelas de Agricultura. Hay que venir a aprender esto donde está en pleno ejercicio y curso práctico. Se manda-locamente acaso-a los niños hispanoamericanos, a colegios' de fama de esta tierra, a que truequen la lengua que saben mal por la extraña que nunca aprenden bien; y a que, -en el conflicto de la civilización infantil, pero

259

delicada que viene con ellos,-y la civilización viril, pero brusca, peculiar y extraña que aquí les espera,-salgan con la mente confusa y llena de recuerdos de lo que trajeron y reflejos imperfectos de lo nuevo que ven, inhábiles acaso ya para la vida espontánea, ardiente y exquisita de nuestros países, y todavía inhábiles para la rápida, arremolinada, arrebatada existencia de esta tierra. Los árboles de un clima no crecen en otro, sino raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos.

Pues así como se manda a los niños de Hispanoamérica a aprender lo que en sus tierras, por elementales que sean, aprenderían mejor, con riesgo de perder aquel aroma de la tierra propia que da perpetuo encanto y natural y saludable atmósfera a la. vida; así como se sirve en oficinas de comercio, a adquirir tras largos años un puñado de prácticas vulgares que caben en una cáscara de nuez, y que se aprenden de igual modo en la casa propia, sin perder lo que se pierde, siempre en la ajena, así sin tanto riesgo y con mayor provecho, deben enviar los Gobiernos a agricultores ya entendidos; y los padres, a los hijos, a quienes quieran hacer beneficio verdadero con enseñarles en el cultivo de la tierra la única fuente absolutamente honrada de riqueza; y los hacendados, a hombres capaces de llevar luego a sus haciendas las mejoras que en las de acá vean, a estudiar la agricultura nueva en los cultivos prósperos, a vivir durante la época de una a varias cosechas en las haciendas donde se siguen los sistemas recientes, a adquirir en todos sus detalles, sin lo que no es fructífero, el conocimiento personal y directo de las ventajas de los métodos e instrumentos modernos.

Urge cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales.

Estos modos de cultivo no viajan. Hay que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa

holgada del labrador, al pie de las labranzas. Es acaso el único medio fácil, fecundo y peñecto de importar en

nuestros países las nuevas prácticas agrícolas. Se mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace

bien: mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.

La AmlriC'tl. Nueva York. agosto de 1883

260

ABONO.-LA SANGRE ES BUEN ABONO

En agricultura, como en todo, preparar bien ahorra tiempo, desengaños y riesgos. La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave: la Higiene es la verdadera medicina. Más que recomponer los miembros deshechos del que cae rebotando por un despeñadero,-vale indicar el modo de apartarse de él. Se dan clases de Geografía Antigua, de reglas de Retórica y de antañeñas semejantes en los colegios: pues en su lugar deberían darse c4tedras de salud, consejos de Higiene, consejos prácticos, enseñanza clara y sencilla del cuerpo humano, sus elementos, sus funciones, los modos de ajustar aquéllos a éstas, y ceñir éstas a aquéllos, y economizar las fuerzas, y dirigirlas bien, para que no haya después que repararlas. Y lo que falta no es ansia de aprender en los discípulos: lo que falta es un cuerpo de maestros capaces de enseñar los elementos siquiera de las ciencias indispensables en este mundo nuevo. No basta ya, no, para enseñar, saber dar con el puntero en las ciudades de los mapas, ni resolver reglas de tres ni de interés, ni recitar de coro las pruebas de la redondez de la tierra, ni ahilar con fortuna un romancillo en Escuela de sacerdotes Escolapios, ni saber esa desnuda Historia cronológica inútil y falsa, que se obliga a aprender en nuestras Universidades y colegios. Naturaleza y composición de la tierra, y sus cultivos; aplicaciones industriales de los productos de la tierra; elementos naturales y ciencias que obran sobre ellos o pueden contribuir a desarrollarlos: he ahí lo que en forma elemental, en llano lenguaje, y con demostraciones prácticas debiera enseñarse, con gran reducción del programa añejo, que hace a los hombres pedantes, indtiles, en las mismas primarias.

Alzamos esta bandera y no la dejamos caer.-La enseñanza primaria tiene que ser científica.

El mundo nuevo requiere la escuela nueva. Es necesario sustituir al espíritu literario de la educación, el espíritu

científico.

Debe ajustarse un programa nuevo de educación, que empiece en la escuela de primeras letras y acabe en una Universidsd brillante, útil, en acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones de los países en que enseña: una Universidad, que sea para los hombres de ahora aquella alma madre que en tiempos de Dantes y Virgilios preparaba a sus estudiantes

261

a las artes de letras, debates de Teología y argucias legales, que daban entonces a los hombres, por no saber aún de cosa mejor, prosperidad y empleo.

Como quien se quita un manto y se pone otro, es necesario poner de lado la Universidad antigua, y alzar la nueva.

A esas reflexiones nos ha llevado, por no poderse dejar de decir lo que se cree útil cuando asoma a la pluma,-aquella primera que hicimos sobre la necesidad de estudiar esmeradamente los abonos.

Quien abona bien su tierra, trabaja menos, tiene tierra para más tiempo, y gana más.

En abono, como en todo, la superstición acarrea males. No hay que creer que todo abono que se recomienda es bueno, porque cada puñado de tierra tiene su constitución propia, y acaso lo que conviene a la Martinica, no estará bien en la Isla de Trinidad.

Y como de abonar la tierra con ciertas substancias suelen venir males irreparables, no debe el agricultor, sin probarlo bien antes en un pequeño espacio de terreno, decidirse a usar de un abono desconocido en sus cultivos

Ahora se recomienda mucho la sangre como abono. Y como es no­vedad que va logrando crédito, La América cuida de decir lo que sabe de ella a sus lectores.

Ya en julio hablamos de esto. ¿Por qué, ya que por ser la sangre tan preciosa no es abono de que

puedan servirse los agricultores todos, no han de aprovecharse los que puedan del fertilizante excelente que todas nuestras ciudades han dejado hasta ahora perdido en sus mataderos públicos? Puede ir a flor y a fruto lo que hasta ahora ha ido a estancamiento y a miasma.

No es preciso regar con sangre pura la tierra; sino que, luego de tener ésta bien arada, basta regarla con mezela de agua y sangre, si es que no se quiere llevar la misma mezcla por las fosas de abono, o mezclar la sangre con tierra, poniendo por cada seis o siete partes de ésta una de sangre.

Al maíz le esta muy bien este abono, como a casi todas las plantas que sirven de alimento en nuestra América. Los frijoles aprovechan mucho de este abono; y los chícharos, los garbanzos y las papas, tanto como ellos.

Hay que estar, sin embargo, en guardia contra un riesgo que puede venir del uso inmoderado o torpe de este abono. El riesgo es sencillo de evitar, puesto que con no poner más de una parte de sangre por cada seis de tierra, o una porción equivalente cuando se la usa en agua, ya se

262

consigue que la tierra no tenga en grado excesivo el fecundo calor que da este abono. Si se pone demasiada sangre, consume y a veces quema las raíces y los retoños.

Como que en donde más abunda la sangre, y más se pierde, es en los mataderos publicas, el consejo más eficaz es el que indica el modo de aprovecharla. Este consiste en amasar, con sangre y cal en la proporción d..; un 32 por 100 al peso de la sangre, una mezcla que se convierte a poco en un albuminato de cal indisoluble.

Hay aquí, pues, una ventaja para los agricultores, -y una industria nueva, de posible y provechoso comercio.

La .América. Nueva York, agosto de 1883

263

MEXICO SIEMBRA SU VALLE

Sucede a los pueblos como a los hombres: son locamente pródigos en la juventud de las fuerzas cuyo valor no entienden y por cuya reparación suspiran en la madurez. Repoblar los bosques está siendo para España cuestión vital, que trae preocupados, muchos años hace, a aquellos inteligentes ingenieros forestales que estudiaron a la sombra del recio castillo de Fernando en la alegre Villaviciosa. México, aparentemente tan sobrado aún de bosques, atiende con afán a repoblar de arboledas frondosas, que ayudarán al cultivo, y harán más salubres los enfermizos pueblos del contorno, el hoy más rico en paisajes solemnes, que pinta muy bien Velasco, que en bosques y siembras,-el señorial valle de México.

Dice el Financier, periódico americano que suele estar bien enterado de estas cosas, que el Gobierno mexicano, a quien animan sin duda propósitos serios y definidos de mejora patria, ha celebrado un contrato para la plantación de dos millones de árboles en el valle de México. Dentro de cuatro años que comienzan en marzo del que viene, debe quedar la siembra hecha.

Importa a nuestros Gobiernos y a nuestros agriéultores una breve noticia del contrato:

Cada año, en los lugares. que el Gobierno designe, plantará el contratista 500,000 árboles. En los varios semilleros que el contratista se obliga a establecer y c~dar, habrá determinado número de cada una de las clases de árbol de que ha de quedar cubierto el valle. Cada plantación tendrá como de 50 a 100,000 árboles, y el contratista se obliga a mantenerlos por dos años después de sembrados

Otras cosas excelentes tiene el contrato. Una de ellas es que a cada uno de los semilleros irán cada año tres alumnos graduados de la Escuela de Agricultura a aprender, podando, injertando y escarbando, la ciencia forestal. Otra es, que el contratista mantendrá semilleros de árboles frutales y plantas adaptables al clima y ótiles, que se distribuirán gratuitamente entre los que las soliciten .

. Curioso ítem del documento éste, y muy celebmble: el contratista se obliga a traducir cada año, durante cinco consecutivos, una buena obra alemana de arboricultura. Y como el Gobierno de Alemania goza fama merecida de mirar paternalmente por el esplendor y crecimiento de los bosques de la tierra, y tiene para ello y h~ cumplir, muy sabias leyes,

264

también traducirá el contratista toda las leyes alemanas que se refieren al modo de preservar de talas salvajes o decaimientos ruinosos los bosques y montañas.

Por todo lo cual el contratista recibirá del Gobierno mexicano $200,000.

Viene a cuento republicar aquí, por que se vea cuán grande es la importancia de los arbolados, lo que sobre ellos dice el autor de una Memoria recientemente escrita para empeñar a algunos prohombres en el cultivo de ese ventajosísimo y gallardo árbol, el eucalipto gigantesco.

Dice así, con razón, don Balbino Cortés: "En todos los países la ciencia agronómica ha hecho comprender la

gran importancia que tiene la repoblación del arbolado, no sólo urgentísima bajo el punto de vista de la salubridad, puesto que es sabido que modifica las condiciones climatológicas; sino por los beneficios que reporta el capital empleado por los particulares en dicha repoblación.

Si la plantación de árboles cuesta bastante, cierto es que cuando están crecidos dan frutos, resina, corteza y después madera y leña cuando se cortan, todo lo cual paga con exceso el sacrificio ·que se hizo para criarlos, siendo un gasto reproductivo.

Ellos hacían en ptros tiempos fertilísimas y saludables regiones enteras, que hoy wélvense estériles e insalubres, y en otras donde la facilidad de los riegos en los ardientes veranos constituía una perenne fuente de riqueza, ya se ven disminuir y a veces secarse antiquísimos manantiales, al propio tiempo que los ríos y torrentes desbordados truecan en un momento algunas de nuestraS más pingües y fértiles comarcas en áridos arenales.

Las masas de árboles favorecen las lluvias, dan humedad al aire, evitan que la tomen de las plantas agrícolas y las agosten; sujetan las tierras y las aguas, evitan los hundimientos, los arrastres, las inundaciones y los torrentes; dan frescura al suelo y permiten así que crezcan buenos pastos; forman abrigo en Ja regiones meridionales para preservar los cereales del viento solano o levante, en el período crítico de la granazón; son, en una palabra, los árboles, además de un gran elemento de riqueza, lo mejores amigos de la agricultura y de la ganadería•.

La América. Nueva York. agosto de 1883

265

CONGRESO FORESTAL

He aquí una cuestión vital para la prosperidad de nuestras tierras, y el mantenimiento de nuestra riqueza agrícola. Muchos no se fijan en ella, porque no ven el daño inmediato. Pero quien piensa para el público, tiene el deber de ver en lo futuro, y de señalar peligros. Mejor es evitar la enfermedad que curarla. La medicina verdadera es la que precave.

La cuestión vital de que hablamos es ésta: la conservación de los bosques, donde existen; el mejoramiento de ellos, donde existen mal; su creación, donde no existen.

Comarca sin árboles, es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana. Terreno de árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que como no las amasaron, no saben calcular cuándo acaban, y las echan al río; hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor; y los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen país productor.

Es moda, aunque vulgar e injusta, pensar que lo que no hace un pueblo práctico, o que goza fama de tal no es práctico. Y las verdades suben de punto, cuando, luego de haberlas dicho labios latinos, las repiten ·labios norteamericanos.

La América, que sabe cuán cruel y locamente se cortan en los países hispanosmericanos sus magníficos bosques de maderas ricas; que ve cómo, a pesar de una que otra ley desobedecida o mal cumplida, casi en parte alguna resiembran lo que arrancan, sin pensar que, como en algunos lugares acontece, las maderas son la única riqueza de la comarca; lA América, que ha venido aconsejando el cuidado y resiembra de los bosques, y acaba de celebrar a México por ello, ve ahora con gozo que como ella, piensa el Congreso Forestal Americano, reunido recientemente en el Estado de Minnessota.

Tal importancia se da a este asunto, que para estudiarlo bien, y resolver en él con prudencia, se ha reunido, y no por la primera vez, un Congreso.

Preocupa a los hombres cuerdos congregados en la ciudad de San Pablo, el alarmante decaimiento de la riqueza forestal en los Estados Unidos, que adscriben a la tala brutal y avariciosa de los especuladores que no ven que la fortuna rápida que hoy acumulan criminalmente, y a espensas de la fortuna pública, arrebata a la nación una fuente de riqueza

266

permanente, no tanto por la esencial que traen en sí los bosques de buenas maderas cuanto por la protección y amparo que dan los bosques a las comarcas agrícolas.

Se quejan los diputados al Congreso de la falta de Academias Forestales, que enseñen a cultivadores instruidos el modo de cuidar y resembrar los bosques.

Y como es inútil señalar el mal, lo cual es tarea fácil que a todos se alcanza, si no se da aparejado el remedio, lo cual ya no se alcanza a tantos, los del Congreso recomiendan el establecimiento de estaciones forestales para experimentación; acuerdan rogar calurosamente a las Legislaturas de los diversos Estados que sin demora funden estas estaciones, y busquen modo de hacer saber el peligro que se corre con el corte desordenado de los árboles; y desean que en las nuevas estaciones se imite el plan de la de Ohio, que está dando excelentes resultados.

Solicita además el Congreso la creación de un centro forestal de experimentación en los colegios de agricultura, y pide que, como guardianes de la prosperidad pública, se nombre un cierto número de comisionados que atienda de una manera especial y directa al cuidado de los bosques.

La América. Nueva York, septiembre do 1883

267

PLANTACION DE LA VID

Nuestra América, apenas lo quiera, producirá buenos vinos. Por qué los californianos no son mejores, es dificil de explicar; paradoja parece, pero es cierto; los productos tienen las condiciones del hombre que nace en la tierra en que aquéllos se crían: y el hombre, en pago, tiene las condiciones de los productos entre los cuales nace, y de los cuales se nutre. Para vid buena, espíritu caliente y sol brillante. Casi no hay país de Hispanoamérica que no esté poniendo especial atención al cultivo de la vid. Chile y }Jení dan vinos, ya no malos; de la frontera del Norte, van a México unos vinillos suaves y rojizos que auguran una excelente industria. Guatemala se enorgullece con razón de sus uvas de Salamá, que parecen ciruelas de las famosas de Fontainebleau. Montevideo tiene comarcas enteras, plantadas de cepas. En Buenos Aires, allá en los confines de Bolivia, ya hemos dicho en La .América que cunde la afición al cultivo de la vid.

Vino, a todos gusta. Los franceses, tan industriosos y útiles, suelen volverse de nuestros países a Francia, porque hechos al vinillo retozón o al vinazo azul que los alegra y alimenta, no pueden habituarse a vivir donde no hay vino, o lo hay muy caro. Y los mismos que no hemos nacido en Francia, entendemos sin dificultad este culto pagado a las generosas uvas. Hay en la vid algo del espíritu del hombre. Los alcoholes abominables agobian y embrutecen. El vino, sano y discreto, repara las fuerzas perdidas.

Y no haya miedo en emprender en América este cultivo. Su uso está ya bastante generalizado en nuestros países para que no esté asegurado el consumo de cuantos vinos produzcamos, apenas comencemos a prepararlos bien. Hay que educar la uva, y que aprender a hacer vinos corteses y ligeros.

La América. Nueva York, septiembre de 1883

268

LA EXPOSICION DE MATERIAL DE FERROCARRILES DECHICAGO

Mucho perdió el mecánico o interesado en cosas de ferrocarriles, que no vio la exposición de éstos y sus materiales, en Chicago. No fue aquélla, como otras, exhibición muda, más curiosa que útil, de la que sacan los visitantes mayor asombro en los ojos que novedad activa en las ideas y provecho en la mente: fue una exhibición explicada, práctica, de utilidad inmediata, acrecida por la reunión y vecindad de todos los materiales del mismo ramo que se ayudan y completan. Al pie de cada rueda había un hombre inteligente que explicaba sus funciones. Junto a los productos de cada fábrica, un comentador diestro y activo que hacía resaltar sus ventajas, y las ponía en juego a los ojos de los visitantes, menos numerosos, sin embargo, que los que atrae un circo, o un certamen de extravagantes perros. Y sin embargo, ¡qué hermoso misterio es una máquina! Se adivina, con ver cada una de ellas, que es una presa nueva que el hombre hace al cielo, y una estrella más que clava a la tierra. Ver una máquina, llena de orgullo; orgullo de ser igual en forma a quien la hizo. Se busca instintivamente con los ojos a los trabajadores, para estrecharles la mano. ¡Qué hermosos conquistadores, éstos de manos callosas, tez bronceada y espaldas fornidas! Tienen los contornos, la manera de mirar, y la de reposar, de los antiguos héroes.

Pero aunque los visitantes curiosos fueron pocos, aquellos a quienes la Exposición podía aprovechar en algún modo, fueron a ella en masa. Y aliado de la Exposición, las asociaciones de constructores de carros, de ingenieros mecánicos, y de maestros mecmicos celebraban congresos. Ese es el hombre moderno: de pie junto a las ruedas de trabajo, mira serenamente a lo futuro. Y estudia la vida, y analiza sus elementos. Hasta que los obreros no sean hombres cultos no serán felices. La pasión hace a veces odiosa la misma justicia. La razón es como un brazo colosal, que levanta a la Justicia donde no pueden alcanzarla las avaricias de los hombres. -A los obreros ignorantes, que quieren poner remedios bruscos a un mal que sienten, pero cuyos elementos no conocen, los vencerá siempre el interés de los capitalistas, disfrazados, como de piel de cordero una zorra, de conveniencias y prudencias sociales. A los obreros razonadores, mesurados, activa, lenta y tremendamente enérgicos, no los vencerá jamás, en lo que sea justo, nadie. Salúdese con gozo estos Congresos de Obreros.

269

Tuvo la Exhibición de Chicago tanto de pintoresco como de útil. AIH estaba la rueda y la poesía de la rueda. Allí estaba la antigüedad, que es siempre poesía. Y el cambio mañoso y sorprendente de la máquina larva a la máquina águila; que es ya poema. En la sección de • Antigüedades" empleaban los visitantes horas: deteníanse, como se detienen los pensadores ante una madre anciana. ¡Qué templo, una mujer que ha dado hijos! ¡Qué luz la que emerge de un rostro añoso! ¡Qué saludable alegría, engendradora de ímpetus, la de ver, como en entrañas maternales, aquellos fetos inmensos de madera y de hierro en la ancha sala, aquellas deformes e impeñectas masas mugientes de que, como el niño del entozoario, ha nacido la magnífica moderna locomotora! Y de tal manera ¡oh pasmo! ha adelantado esta invención de las locomotoras, que aún están en peñecto orden, aliado de sus hijas lucientes y crecidas, y pudieran como ellas correr por los caminos, aquellas lentas y pesadas fábricas rodantes con que se hicieron, por sobre rieles de madera, los primeros ensayos.

Casi conmovía, como conmueve un viejo, el espectáculo de aquellas máquinas antiguas. ¡Cuán simples y lisos los carros, como el antiguo carácter puritano: porque el alma del hombre, como el cielo en el agua del mar, se refleja siempre en su obra!

Entre los sueños del hombre, hay uno hermoso: suprimir la noche. ¡Y parecía esto conseguido en los monumentales salones de Chicago! ¡Qué terrible la noche sobre un campamento de soldados! ¡Qué expansiva, risueña y hermosa la luz eléctrica sobre un campamento de máquinas en acción, de ruedas girantes, de émbolos veloces, de pistones jadeantes, de campanas sonoras, de inmensas palas de vapor que para hecer hueco a los rieles levantan a mordidas potentes de la tierra el barro y la pedrada! ¡Cómo en las altas horas de la noche, por Edison vencida, parecían los atentos visitantes que cuchicheaban junto a las máquinas en función, hormigas luminosas o pequeños dioses!-Por un lado, un carro movido por electricidad, cargado siempre de pasajeros gozosos y sin miedo: por otro, un molino de viento, por la electricidad también movido: por otro, como senos de nube deshecha, muestras cegadoras de eolores vivos, usadas en señales y decoraciones: por otro, una pala de vapor colosal, precisa, discreta, admirable, casi inteligente, que descendía sobre el banco de tierra, como un alcatraz sobre la presa que vislumbraba en la superficie de mar, hendía en el banco su gran diente cóncavo, lo alzaba ya cargado, lo volvía hacia el carro que a su lado esperaba la carga, y lo vaciaba en él.

Cuanta manufactura notable de artículos de hierro y acero, de carros

270

para locomotoras y para caballo, de instrumentos necesarios para la construcción y conservación de los ferrocarriles hay en los Estados Unidos, estaba en la exhibición. Las Obras de Acero de Ohio (Ohio Steel Works) enseñaban sus buenas planchas de acero de un cuarto de pulgada de espesor, 56 de ancho y 372 de largo: y una caldera de 72 pulgadas de diámetro, cuya plancha del fondo es de una sola lámina de acero, que en su parte de arriba mide de lado a lado 70 pulgadas. Lo extraordinario del tamaño no había dañado a la perfección de las tres planchas de la caldera. Y exhibían otra, de acero también, con tres aberturas con borde exterior, adaptables a las bocas de la hornilla, y ancho ribete alrededor del tope y de los lados. ·

La "North Chicago Rolling Mili Co. • ostentaba satisfecha un excelente riel de acero, tan bien hecho, que sólo pesaba 65 libras por yarda: y de tal modo trabajan las máquinas poderosas de esta Compañía, que tal riel fue hecho, desde su primer estado hasta el peñecto en que se exhibía, ¡en una hora y media! Había allí rieles de esta casa de 120, 90 y 80 pies.

En carros, había riqueza. La "Central Support Car Truck Co. ", de San Luis, presentó un carro de carga sobre tres grupos de ruedas, los dos usuales de ruedas delanteras y traseras, y uno nuevo en el centro, sobre ocho rodadoras de fricción (friction rollers). El cuerpo del carro es totalmente independiente del rodaje. Setenta mil libras caben en el carro, que pesa 32,300, dos toneladas más que los carros comunes, por el peso del tercer grupo de ruedas, y tiene de largo 33 pies.

J. C Brill & Co, de Filadelfia, sacó a luz un carro lindo y nuevo, para un caballo, con su departamento para fumadores. ¡Carro cortés!

De vagones lujosos había copia. La suntuosidad de los vagones de Pullman es uno de los lugares comunes de nuestra época: se habla de ellos ahora como se hablaba en otro tiempo del águila de César. La Compañía Pullman exhibía en Chicago un carro-comedor de tan severa belleza y tan rica y abundantemente aderezado, que bien se entiende por qué Adelina Patti y Sarah Bemhardt prefirieron a veces, en sus viajes a través de los Estados Unidos, continuar habitando sus carros de camino, a recibir incómodo hospedaje en los hoteles de descanso de la vía. La Compañía Hartan y Hollingsworth sacaba, sin embargo, ventaja a la de Pullman con otro carro-comedor, iluminado de manera que parece sala real en noche de fiesta. Y más rico aún era otro carro-sala.

De donde no apartaban sus ojos los mecánicos era de la sección de instrumentos. ¡Qué taladros tan poderosos y peñectos, y qué martillos de vapor tan nuevos y acabados, los de la Morgan Engineering Works, de

271

Aliance, Ohio! Mejor aún parecía a todos el taladro (universal drill) de la casa Niles, de Filadelf13., hecho de manera que ajusta a todos los lados de la DW¡uina y puede abrir agujeros en todos los úgulos y direcciones. Todas las piezas de esta potente máquina son automáticas. Un solo hombre ha taladrado con ella en diez horas 137 ruedas. Pero esto interesa poco a nuestros países que no hacen aún locomotoras.-Salvo México que no sólo las construye desde hace años, sino que las peñecciona, aligera y embellece. A criar animales, a montarlos, a utilizar los ricos desperdicios de las minas, a muchas cosas más, han aprendido los norteamericanos de los de México. Viendo lo que se ve, no causa asombro que México haya hecho poco, sino que tan escasa y trabajada población de hombres blancos, entre seis millones de indios, que le alzan valla formidable, haya creado tan hermosa nación, y sembrado, cultivado, descubierto e inventado tanto. LDs artesanos de México hubieran visto con gozo en las salas de Chicago las formidables acepilladoras de Pratt y Whitney, las cortadoras de hierro y pulidoras, las veloces cortadoras de tomillos, que trabajan la espiral en la masa del hierro con suavidad y prateza iguales a las de un diestro escultor, que de un golpe de su palillo rebana en la pupila de barro de su estatua el tajo que ha menester para dar al ojo limpidez y mirada. El eje flexible de Stow, tan útil para volver esquinas y trabajar en ángulos difíciles y en curvas, lucía frente al hierro acepillado de W. D. Wood & Co., tan liso y pulido como la mejor plancha de hierro de Rusia. No había ruedas mejores que las de Thatcher & Co.; ni más curiosas que las colosales ruedas de papel de la Compañía de Ruedas de Papel para Vagones, de Allen: allí se veía esta rueda novísima, sólida y ligera, en todos sus estados, desde la delgada hoja de cartón en que comienza, hasta la obra ya acabada y pronta a salir sobre los rieles. El papel lleva ya a sus espaldas el hierro y el acero, y el vapor rugiente: ¡cercanías del ala!

Llamaron la atención las bandas de cuero de la •chicago Rawhide Manufacturing eo•. La misma máquina que comunicaba fuerza a las brillantes lámparas eléctricas de Brush, movía las recias bandas de 26 pulgadas de ancho y otras muchas de tamaños varios. Banda había allí que ha estado en uso constante durante tres años sin deteriorarse. Y había grandes cuerdas de cuero, trenzadas como si estuvieran hechas de abd de Filipinas o henequén yucateeo. Es lo notable de estas bandas que no son de cuero cunido, sino curado al uso de Krueger, y que la manufactura nivela de manera que hace desaparecer de él todo nudo o punto duro. Dicen que la humedad no afecta estas bandas que trabajan mejor que otra alguna en lugares que son a un tiempo dlidos y húmedos.

272

Halláronse excelentes bandas y cuerdas y tan flexibles éstas como las cuerdas más blandas, de tal modo que una cuerda de cuero crudo de una pulgada y cuarto, cede y se dobla con más docilidad que una de igual tamaño de henequén. A Cartago y a la reina Dido hace recordar con sus trabajos esta Companía: con un cuero de buey hacen 800 pies de banda de media pulgada.

Otro aparato notable era el de secar la madera. Trabajada por el método Noyes, la madera se pliega y obedece como a las manos de los persas y bohemios el meersclulum, esa linda masa blanca absorbente en que se tallan las pipas de fumar. Por este método se seca la madera con tal rapidez, que en la Exhibición se vio en perfecta condición de sequedad, recto y libre de vieto, un trozo de caoba de 21 pulgadas de ancho, 20 pies de largo, y media pulgada de espesor, secado por este sistema en seis horas. Maderas como el ciprés, que tienden a encorvarse y se resisten al secador, se veían allí planas, lisas, peñectamente rectas.

En altas pilas veíanse cerca de las maderas, aliñadas y pulidas como juguetes, grandes tercios de cuerda de alambre y de hierro, y entre ellas muestras de alambres gloriosos. Honrados paseaban de boca en boca, como en estos tiempos y en los que vienen pasearán, los nombres de los Roebling, los ingenieros del Puente de Brooklyn, de cuyos elegantes cables se exhibía allí una sección Y otra de cada uno de los cables usados en los puentes colgantes que construyó el osado prusiano: el de Covington y Cincinnati, el de las cataratas del Niágara.

Entre las palas, las mejores parecían las de Hussey Binas & Co. Entre los instrumentos de acero, que pocas hacen bien, brillaban los de Hussey, Howe & Co.

Donde había constantemente núcleo de visitantes, era frente a las venerables reliquias de la época infantil de las locomotoras. Veíase en los rostros lucir algo como ternura y agradecimiento. Mirábase como a bienhechores aquella ruda máquina de Stevenson, con su tanque ya roído de orín, y su carro con retranca de madera; aquella otra máquina ya sin ruedas, como elefante dormido, que en 1813 fabricaban en Killingworth Colliery; aquella benemérita caldera, que ardió en las entrañas del •León de Stonebridge•, la primera locomotora que rodó con buen éxito en tierra americana. Y en acuarelas piadosas y en buenos dibujos lucían copias de todos aquellos informes ensayos, ora bautizados con nombres bíblicos, como •sanson•, ora con nombres patrios, como •washington• y •prankJyn• .-Los maquinistas llegan a amar a sus máquinas, y a conocerlas, y a acariciarlas, y a ahorrarles fatiga como el árabe a su caballo: el hombre, siempre y por sobre todo bueno, infunde su alma en

273

cuanto toca. Esposa llega a parecer a veces al maquinista su máquina. E hijos de aquellas locomotoras viejas y despedazadas parecían los visitantes de la Exposición, por el cariño con que las miraban. Una máquina se llamaba •El Mejor Amigo•, otra •Experimento•, otra •Robert Fulton•. ¡Qué formidable coloquio, el de aquellas masas rudas, desencajadas y deformes! ¡Tal parece que aquéllas fueron las entrañas de que ha surgido este pasmoso pueblo! Allí estaba la •Horacio Allen•, construida en 1831 en la fundición de West Point; allí una máquina construída en 1838, ya con grandes adelantos, por la fábrica famosa de Baldwin, premiada ahora en la Exposición con medalla de oro.

Cierre una breve noticia de los principales premios esta reseña rá.pida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Fuera vulgaridad querer encomiar con innecesarias ~ras certamen tan importante, útil y majestuoso. Algo más que hombres parecían los trabajadores activos que, entre los aparatos en movimiento, explicaban aquellas maravillas. Campamento de ejército moderno, con grandes capitanes de negra y alta pluma y coraza luciente de ariete, parecían las salas de Chicago. Y aquellas hermosas máquinas antiguas, reyes sentados.

La Amhia~. Nueva York, septiembre de 1883

274

EDUCACION CIENTIFICA

¿Cómo no hemos de ver con placer que aquello por que La América desde hace meses aboga, está siendo hoy confirmado por la calurosa discusión y especial atención de los más notables periódicos de Industria, Mecmüca y Comercio de los Estados Unidos? Se han hecho dos campos: en el uno, maltrechos y poco numerosos, se atrincheran los hombres acomodados y tranquilos, seguros de goces nobles y plácidos, que les dan derecho de amar fervientemente el Griego y el Latín; en el otro, tumultuosos y ardientes limpian las armas los hombres nuevos, que están ahora en medio de la brega por la vida, y tropiezan por todas partes con los obstáculos que la educación vieja en un mundo nuevo acumula en su camino, y tiene hijos, y ven a lo que viene, y quieren libertar a los suyos de los azares de venir a trabajar en los talleres del siglo XIX con los útiles rudimentarios e impeñectos del siglo XVI.

De todas partes se eleva un clamor, no bien definido acaso, ni reducido a proposiciones concretas, pero ya alto, imponente y unánime; de todas partes se pide urgentemente la educación científica. No saben cómo ha de darse; pero todos convienen en que es imprescindible, e improrrogable, que se dé. No hallan remedio al mal todavía, pero ya todos saben donde reside el mal, y están buscando con vehemente diligencia el remedio.

Brodstreeu. el más acreditado y sesudo periódico de Hacienda y Comercio que New York publica; Mechanics. el mú leído por los que se dedican a las artes del hierro; The Iron Age, •La Edad de Hierro•, excelente revista de los intereses mecánicos y metalúrgicos de los Estados Unidos, abogan en este mes de agosto con vivísimo empeño porque se haga de manera que llegue a ser general, común, wlgar, la educación técnica. El orador en una fiesta de Universidad, de esas muy animadas con que los colegios celebran en junio su apertura de cursos, dijo, con palabras que han recorrido entre aplausos toda la nación, algo semejante a esto: en vez de Homero, Haeckel; en vez de griego, alemán; en vez de artes metafísicas, artes físicas.

Y esta demanda es hoy como palabra de pase, y contraseña de la época, en todo diario bueno y notable revista. Se sabe un hecho, que basta a decidir la contienda: de cada cien criminales encerrados en las cárceles, noventa no han recibido educación práctica. Y es natural: la tierra, llena de goces, enciende el apetito. Y el que no ha aprendido en

275

una época que sólo paga bien los conocimientos prácticos, artes prácticas que le produzcan lo necesario para satisfacer sus apetitos; en tiempos suntuosos fácilmente excitados,-o lucha heroica e infructuosamente, y muere triste, si es honrado; o se descorazona, y mata, si es débil, o busca modo de satisfacer sus deseos, si éstos son más fuertes que su concepto de virtud, en el fraude y en el crimen.

Mal pelean los reclutas novicios en las batallas contra los veteranos aguerridos: quien ha de batallar, ha de aprender muy de antemano, y con suma perfección, el ejercicio de las armas.

Se siente la necesidad, pero no se da aún con el remedio. Ya Inglaterra ha nombrado sus Comisionados Reales para el estudio de la educación técnica y ha establecido muy fructuosas escuelas científicas; pero que haya escuelas buenas donde se pueda ir a aprender ciencia, no es lo que ha de ser. Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los cursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza.-Divorciar el hombre de la tierra, es un atentado monstruoso. Y eso es meramente escolástico: ese divorcio. -A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza: ésas son sus alas.

Y el medio único de ponérselas es hacer de modo que el elemento cientifico sea como el hueso del sistema de educación pública.

Que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública.-Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que en vez de la historia de Josué, se enseñe la de la formación de la tierra.

Esto piden los hombres a voces:-¡annas para la batalla!

lA Amirim. Nueva York, septiembre de 1883

276

ESCUELA DE MECANICA

Para que aprendan pequeñas artes de oficina, y la ciencia de un dependiente de comercio, que cabe en un grano de anís,-no parece natural que se saque a los jóvenes de nuestras tierras de América de bajo el ala paterna, a correr calles, desamar la patria, y habituarse a vivir sin ella en la ajena, que no lo ama ni prohfja.-De la América española no se debe venir para eso, que es fútil y pernicioso, a la América del Norte; pero a aprender cultivos en las haciendas, como abriendo propaganda nunca iniciada, decíamos en nuestro número anterior; a aprender mecánica en los talleres; a aprender, a la par que hábitos dignos y-­enaltecedores de trabajo, el manejo de las fuerzas reales y permanentes de la naturaleza, que aseguran al hombre que lo conoce un sustento permanente y real, a eso sí se debe venir a los Estados Unidos.

Por esto llamamos la atención sobre una companía de San Luis, •The Excelsior Manufacturing Co. •, que educa bien a aprendices mecánicos. Merece ser conocida. En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se les quiere ver siempre, como aún se ve ahora a algunos, irregulares, atrofiados y deformes, como el monstruo de Horacio: colosal la cabeza, inmenso el corazón, arrastrando los pies flojos, secos y casi en hueso los brazos. Contra Teología, Física; contra Retórica, Mecánica; contra preceptos de Lógica, -que el rigor, consistencia y trabazón de las artes enseña mejor que los degenerados y confusos textos de pensar de las escuelas,-preceptos agrícolas. -Como quien señala, pues, una vía, señalamos la Compañía Excelsior de San Luis. Ni por la resistencia que oponen a los aprendices los obreros crecidos, temerosos de quedarse sin trabajo, es cosa fácil hallar hoy talleres donde sean recibidos de buena voluntad, y enseñados cumplidamente, los jóvenes aprendices.

En la Compañía Excelsior todos los trabajos son hechos por los aprendices. Cuantos jóvenes desean aprender el arte de la fundición, son recibidos en la fábrica, con tal que posean la necesaria robustez. Como los que viven lejos de sus padres suelen gustar demasiado de los privilegios vulgares y costosos de andar sueltos, la fábrica prefiere a los que viven con sus padres, o tienen quien cuide de ellos. Los que aún no tienen bastante edad, entran en el aprendizaje regular; los que la tienen ya, se obligan por contrato a trabajar en la fábrica durante tres años. A cada aprendiz nuCW) lo ponen a trabajar al lado de uno adelantado ya en

277

el ramo que el nuevo va a aprender, lo que auxilia grandemente las explicaciones teóricas y práeticas de los instructores. Los instructores son aiU un cuerpo perfecto, regido por un Superintendente, que encabeza y ordena este departamento de maestros, y cuida de la buena enseñanza y trato de los aprendices. Si a las dos semanas ha demostrado el principiante buenas condiciones, ya lo colocan entre los trabajadores regulares, con cuyo contacto entra de lleno en la febril y saludable actividad del trabajo de estas grandes fábricas, cuyo asombroso movimiento, que produce al principio asombro, llena luego a los que viven en él, de confianza y osadía.-EI especticulo de lo grande templa el espíritu para la producción de lo arande.

Si a las ocho semanas se notan en el aprendiz las mismas buenas disposiciones, ya empiezan a encomendarle pequeños trabajos, y a pagarle por ellos. Como la fábrica desea, y necesita, que los aprendices se conviertan pronto en buenos mec4nicos, es regla muy cuidada que en todo se facilite, y en nada se estorbe o demore, la educación del aprendiz. El instructor está obligado a satisfacer sin demora y extensamente cuantas consultas le haga el principiante, cuyos progresos van siendo anotados como en nuestras escuelas públicas, por el maestro, y sometidos al Superintendente, capacitado así para premiar con distinciones y aumento de salario a los aprendices aventajados.

En este cuadro de notas de cada instructor, algo semejante a las hojas de servicios de los militares, hay cinco diversas columnas, en cada una de las cuales va una nota. En la columna •puntualidad" se apunta el número de veces que el alumno ha faltado a su labor. En la columna • Adelantos•, cuyas notas se basan en el examen de los trabajos hechos por el aprendiz, se resgistran los méritos progresivos de su obra. En otra columna va la nota de conducta. En otra, si cuida o no bien de sus instrumentos. Y en otra, si cuida bien de los modelos y del espacio del taller que está a su cargo. El aprendiz que alcanza el número 1 en cada columna, es sobresaliente. El que al cabo de seis u ocho semanas no ha alcanzado el tipo medio, tres a cuatro, es despedido y reemplazado por otro que pueda ser mú apto.

La fábrica exige especialfsimamente la puntualidad en los alumnos. Quiere que el trabajo sea para ellos, no una carga, sino una naturaleza: que el día que no trabajen se sientan solos, descontentos y como culpables.

Cada semana se examinan y califican los trabajos: y cuentan que es hermoso ver cómo se celan, y noblemente rivalizan, los aprendices por hacer el trabajo mejor.

278

De 18 a 19 años cuentan casi todos los aprendices de la fábrica, aunque los hay de 16.

Bn cuanto a salarios, la fábrica no abusa; paga cuatro pesos y medio por semana a los principiantes, y cinco y seis después, hasta que, como generalmente sucede al cabo de dos meses, puedan hacer ya piezas, que les valen una paga mayor. Y los libros de la Compañía muestran que hay muchos de aquellos aprendices que al cabo de siete meses producen tal y tan buena cantidad de trabajo como el más antiguo fundidor. Maestros buenos, vigor de juventud, estímulo y acumulación de enseñanza hacen el milagro.

Y por esta clase de talleres, donde la tarea es ruda, y la mayor dificultad vencida, deben pasar todos los que aspiren a una sólida educación mecánica.

lA A!Mrica. Nueva York, septiembre de 1883

279

LA EXPOSICION DE LOUISVILLE

EXPOSICIONES PERMANENTES DE FRUTOS SUDAMERICANOS

Louisville es notable ciudad del Estado de Kentucky, donde antes se hirieron el pecho como enemigos, y ahora se lo estrechan como hermanos, los hombres de los Estados del Norte y del Sur. Ya parece que se va, camino del olvido, la nube de la guerra. Ya no hablan de revancha, sino de fusión, aquellos dos tremendos bandos rivales. Ya se visitan, se dewelven las armas con que pelearon, los trofeos que del puño ensangrentado se arrebataron: ya anhelan cambiar productos y máquinas. Los plantadores del Sur quieren enseñar a los mecánicos del Norte cómo son sus productos tan valiosos, y tan fecundas y dóciles sus comarcas, que en país alguno pudieran emplear mejor sus caudales, ni a cultivador alguno fiar, ni en tierra alguna fundar fábricas, que en aquel Sur ya pacífico, que ve al cabo de veinte años trocados en senadores, en reverendos, en enviados diplomáticos a sus esclavos, y se saca del pecho el odio, única bandera que le quedaría para la guerra, puesto que aquella de la protección de los derechos autonómicos del Estado no vino a ser más que antifaz decoroso de la defensa de los intereses de los propietarios de hombres

Aún quedan lastimaduras de la guerra, y de vez en cuando, respetado por su sinceridad, mas no seguido, habla de reencenderla uno que otro apóstol fanático; pero los pueblos, y sobre todo los pueblos formidables, no se desquician sino cuando los empujan grandes razones. Y hoy todas las razones grandes empujan al Sur a la paz. Ya no puede reconquistar sus esclavos, razón de la pelea. Tiene campos abandonados: trabaja con máquinas pobres: no tiene caudales con qué atraer a los inmigrantes: vencido en la producción por los países que le echaron el paso adelante durante la guerra, anhela medios de dar recio empuje a sus cultivos desmayados o desatendidos, por falta de fe pública, dineros y brazos, y dar a sus frutos las múltiples aplicaciones industriales de que son capaces.

Y a esto vino la Exposición de Louisville: a poner ante los ojos del Norte todos los productos del Sur, y la buena y sincera voluntad de paz de sus habitantes: a poner a los ojos del Sur todas las máquinas del Norte que pueden convertir en productos industriales exportables los frutos del Mediodía.

280

La de Atlanta vino a lo mismo, y preparó el camino a la de Louisville. Así como en lo antiguo precedía el postillón a la silla de posta, así ahora preceden las exposiciones a la paz.

Y ¡cómo vuelven los tiempos sobre sí propios, y reaparecen los mismos fenómenos, como los cometas en el cielo, mas cada vez con mayor perfección y trascendencia, como viajeros que van adquiriendo experiencia y riqueza en el camino! ¡Piénsase involuntariamente cuando se ven estas exposiciones de ahora, que no vienen a ser más que muestrarios dignos de la producción y comercio de estos tiempos, en aquellos otros muestrarios menos vastos, mas no menos famosos, que los habitantes de las comarcas ricas y traficantes del Mediterráneo mantenían perpetuamente en aquellos puertos antiguos de Roma y de Grecia, vigilados siempre de cerca por empinado monte, ceñido de impenetrable fortaleza!

Se mandan agentes viajeros a recomendar los frutos: debieran enviarse los frutos, a recomendarse a sí propios. Adonde hay un mercado para un producto, allí debieran ir, a mostrarse perennemente, todas las v~edades del producto. Serían exposiciones constantés, mantenidas a poco costo por las contribuciones mínimas de todos los productores de frutos que los sacan de sus países para su venta. No en gobiernos se piense para estas cosas; que de acudir al Gobierno para todo, viene luego que el Gobierno crea con cierto asomo de justicia, que no se puede pensar, ni creer, ni obrar sin él. No se puede estar siempre invocando al tutor por una parte, y rechazarlo cuando no nos place, por la otra. Esto fuera del beneficio de todos los cultiVadores, de todos los vendedores, de todos los compradores: todos podrían ayudar a ello.

¡Qué bueno y útil sería que en cada gran mercado de Europa y de América, se mantuviesen perpetuamente abiertas casas de exhibición de los productos americanos!

Y si esto todavia no, por requerir mayor organización y tiempo, ¿quién niega que sería cosa excelente celebrar, una vez al menos, en cada uno de esos centros compradores, en una época favorable del año, una exhibición de nuestros productos?

Porque el que está interesado en vender, es el que está interesado en enseñar.

Y mientras no sepan lo que tenemos, no podrán ir a pedírnoslo. ¡Quién viera, como pudiera verse en New York, una Exhibición de

los productos de las repúblicas hispanoamericanas!

La .AmhictL Nueva York, octubre de 1883

281

•cUENTOS DE HOY Y DE MAÑANA •

por Rafael De Castro Palomino

prólogo de Martí

Estos son tiempos de ira y extravío, en que se ve bambolear en el aire como un inmenso edificio que se cuaja y anda buscando asiento, y a las muchedumbres que de antaño gozan y mandan en la tierra, ya alzando insensatas los puños cerrados, como si con sus nudillos roídos de odio pudieran detener el gran palacio humano que desciende, ya ayudando-como ingenieros que buscan en el fondo del río encaje a la mole que sustenta la torre de un puente-a ajustar entre las añejas construcciones ésta nueva que toca a la tierra, incontrastable y confusa, enwelta aún entre sombras de noche y bruma de alba, iluminada a veces-cual suele iluminar la ira el cerebro-por ráfagas inquietas, como hilo de espadas suelto al viento, de luz insana y roja. Las reformas, como el hombre mismo, tienen entrañas de justicia, y veleidades de fiera. Lo justo, a veces, por el modo de defenderlo, parece injusto; y en lo social y político acontece, corno en las querellas de gente de mar y de suburbio, que el puñal de ancha hoja con que dirimen sus contiendas de honra, da a éstas semejanza de delito.

De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno: y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia. La mente humana, artística y aristocrática de suyo, rechaza a la larga y sin gran demora, a poco que se la cultive, cuanta reforma contiene elementos brutales e injustos. La educación suaviza más que la prosperidad: no esa educación meramente formal, de escasas letras, números dígitos y contornos de tierras que se da en escuelas demasiado celebradas y en verdad estériles, sino aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres, que revela a éstos los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren, la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente.

Por educación se ha venido entendiendo la mera instrucción, y por propagación de la cultura la impeñecta y morosa enseñanza de modos de

282

leer y de escribir. Un concepto más completo de la educación pondría acaso rieles a esta máquina encendida y humeante que ya viene rugiendo por la selva, como que trae en sus entrañas los dolores reales, innecesarios e injustos de millones de hombres. Y sería entonces mensajera de vida aquella que ¡guárdenos Dios! se viene encima, a son de tambor de odio, con todos los arreos salvajes de la guerra.

Definir es salvar. Poner al hombre a solas consigo mismo; dejarle en el oído, con solicitud de mensajero celeste, sus propios pensamientos; descorrer ante sus ojos con mano piadosa las cruces melancólicas, los lagos de sangre, el tenebroso descanso, el retardamiento de liberación, con que castiga la razón universal a los impacientes que quieren violentar su firme y progresivo desarrollo; encorvarse sobre la silla en que medita, con su pan negro y su cazuela de barro entre las manos, cercado de su mujer afeada y dormida y de sus hijos entecos y vestidos de misericordia, a explicarle que la tierra fermenta como el mosto en la cuba y la harina en la artesa-que la verdad, una vez despierta, no vuelve a dormirse-que el espíritu, más vasto que el mar, ni se seca ni se evapora, ni cesa de querer, ni ceja en lo que quiere, y puesto a la conquista de un derecho, mina como la ola salada del mar mina las rocas, esos derechos de convención fortalecidos por los siglos, y acorazados por pechos que el amor al lujo y el desentendimiento crimindal de los dolores ajenos petrifica; explicarle que, sin que su trabajo rudo le dé acaso ocasión ni tiempo de entenderlo, o su soledad de verlo, o su ira de reconocerlo, está en pie y neva estandarte de victoria el ejército que ha de redimir en años breves de su melancólica suerte a aquellos hijuelos abandonados que crecen de él como de vid cansada pálidos racimos; mostrarle, como quien muestra alba formidable, llena toda de bandas de batalla y espíritus alegres, la cohorte de hombres generosos, ungidos con el óleo blanco de las santas guerras, levantados a una, con ese ardiente ímpetu humano que parece divino, al logro justo de una vida espiritual, feliz y sensata que acelere en la obra del Universo la muerte de la fiera y el triunfo del ala; descubrirle ¡oh qué razón de orgullo y prenda de esperanza! a esos fervientes trabajadores del amor, a cuyo empuje poderoso, como aquel perro del Fausto en las cercanías de la colina de la fiesta, bambolean, escarban la tierra y desaparecen en giros diabólicos los encarceladores del alma, y gozadores ociosos de inmerecida riqueza; enseñarles ¡oh qué espectáculo soberbio, digno de Dantes y Tassos nuevos! esos analizadores del cuerpo social, descubridores de leyes universales, señaladores de remedios eficaces y ciertos-aunque al principio de efecto invisible, reveladores de la naturaleza complicada de los pueblos, verdades que

283

surgen de la marcha simultánea de sus elementos diversos, y necesidad de ajustar a ellas-para que no mueran, como feto sacado del seno materno-las reformas más urgentes; revelar, en suma, la ley ineludible, la razón triunfante, el porvenir seguro, la esterilidad de la precipitación, la reacción que acarrea la rebelión inculta, el triunfo definitivo de la calma activa, -es ser caballero de los hombres, obrero del mundo futuro, cantor de alba, y sacerdote de la Iglesia nueva.

Soldado de ese ejército, y oficiador en esa Iglesia, es el autor de este libro: libro sano, libro generoso, libro útil. Si no fuera generoso, no sería útil. Todos los árboles de la tierra se concentrarán al cabo en uno, que dará en lo eterno suavísimo aroma: el árbol del amor:-¡de tan robustas y copiosas ramas, que a su sombra se cobijarán sonrientes y en paz todos los hombres! ¡Ya se oyen los sonidos de las liras, con que celebrarán las cercanías del cielo los habitantes de esa formidable Arcadia!

Ni odios, ni intereses, ni preocupaciones, ofuscan el juicio del sensato y modesto autor de los Cuentos de hoy y malfana, libro que diwlga en forma amena las razones en pro y en contra de las varias soluciones sociales. Con noble pena ha visto el autor de este libro, la frente arrugada, los puños siempre cerrados, el modo rudo y colérico de los trabajadores, y sus hijitos con lo pies desnudos, y las tabernas donde ahogan su encono, y los tugurios donde respiran aire infecto. Con claro juicio ha penetrado en las causas complicadas y añejas, de día en día debilitadas, mas no súbitamente volcables, que sin .culpa de los ricos ni amparo suficiente de los pobres, han traído a existir juntos palacios de Quinta Avenida, recamados de oro, y casas de vecindad apretadas y fétidas, a cuyas puertas tenebrosas tiene perpetuamente colgado su manto húmedo la peste. Con avidez generosa ha leído lo que en esta tierra, en cosas de reforma, sabe Nordhof; de Suiza, feliz por sabia, Bunsehli; de Alemania, que reformará la Economía Pública como reformó la Iglesia, Stein; de Inglaterra, que afirmará el triunfo de los reformadores, como afmnó el de los luteranos, Holyoake. Con fidelidad estricta narra la extraña vida y vaga fe de los comunistas varios norteamericanos, ya de los Ámanistas cuasi celibatarios, que parecen venidos como hijos de padre, de aquellos Essenes que vivieron indiferentes e inútiles, muchos siglos ha, a la orilla del Mar Muerto; ya de los cultos y sinceros amigos del bondadoso Ripley, comunistas elegantes y atildados, que traen a la memoria a los "Hermanos de la Vida Común" que a Groot seguían quinientos años hace por las tierras gloriosas de Neerlandia; ya los Peñeccionistas abominables de Oneida, que son aquellos mismos antiguos Carpócratas cristianos, que habían logrado sofocar en sus almas esa

284

excelente y nobilísima dote, suma de dignidad y prenda de aristocracia de alma: los celos:-¡partir la mujer, cuando nos parece que de haber sido miiada, ya queda manchada la mujer que amamos!-Y con singular lucidez, afortunado y nuevo medio, fácil y vivo diálogo, precisión a menudo sorprendente, exposición llana, fiel y tersa, y grato y notable conjunto explica a los trabajadores-porque no hay hombre hoy que no lo sea, a no ser un vil, y leer es trabajar-las raíces de sus males; la inconveniencia de deslucir con la ira la justicia; la necesidad de conocer los elementos de un problema para poder resolverlo; las flaquezas de los nobles sistemas ideológicos discurridos para ver de equilibrar y asentar sobre bases menos inseguras, crueles y desproporcionadas la vida humana; las tentativas varias que con nombre y apariencia de cosa novísima, sacan de las cenizas de edades pasadas reformadores más vehementes que afortunados; los métodos vagos y confusos, como nubes de aurora, ya cercana al día, con que almas evangélicas, movidas del ansia heroica de la redención, procuran resolver de antemano, con prisa saludable que anuncia y espolea, problemas de demasiada monta para que los precipite voluntad alguna aislada. ¡Ay, que las leyes históricas no las tuercen, ni el espectáculo del apostolado, ni las querellas desgarradoras del martirio, ni los febriles ímpetus del genio! ¡Otro manda, y nosotros andamos! ¡Ay, que cuando una fruta se corrompe, hay que dejarla corromper de un todo, para que con sus acres residuos abone la tierra, y salga de ella fruta sana y nueva! ¡Ay, que los pueblos son masas enormes, que de sí propios se mueven, brillan como relámpagos, despréndense como avalancha, desátanse e incendian como el rayo, y cuando dejan caer su alma a sus pies, mientras que arteros envenenadores les llevan a los labios copas henchidas de mieles letárgicas, y joyeros complacientes les llenan el cuerpo femenil de joyas, y descuidadas mozas los coronan de flores, y laxan con besos, ¡pesan ay! los pueblos, como roca$, o como cadáveres!

Los problemas, así, sólo de sí propios se resuelven. Maduran, como las frutas; y no vale apresurar su madurez con artificios. Los problemas que engendran cambios, sobre todo, no se resuelven sino en momentos críticos y extremos, en que accidentes, acaso inesperados y fútiles, ponen en brusco relieve los daños que hacen necesaria la transformación; exacerban y precipitan, a grado de resolución, las cóleras y raciocinios paciente y dolorosamente acumulados, y despiertan de súbito al héroe, dormido siempre en el fondo del hombre.

285

Como cuerpos que ruedan por un plano inclinado, así las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan a logro. Será dado precipitar o estorbar su llegada; impedirla, jamás.-Una idea justa que aparece, vence. Los hombres mismos que la sacan de su cerebro, donde la fecundaron con sus dolores, y la alimentan luego que la traen a luz, no pueden apagar sus llamas que vuelan como alas, y abrasan a quien quiere detenerlas. ¿Quién, quién no ha meditado,-que del nombre de hombre quiera ser digno, y no arrastre su vida, como su piel un cerdo, -quién no ha meditado en los visibles y afligentes dolores de los hombres; en las desigualdades injustas de su condición, no fundadas en desigualdades análogas de sus aptitudes; en el contraste ilícito, que quema los ojos, de esas existencias de quirites romanos, empapadas de jugos de flores, y en senos de lúbricas famosas y tentadoras sagas adormecidas, y esas otras bestiales existencias, torcidas de manera que las cabezas de los hombres son en ellas meras cabezas de martillo? ¿Quién, de mozo fresco e ingenuo, viendo a ociosos mancebos o a cortejadores viles de doncellas ricas, no ha imaginado manera de anular la herencia, que estimula a la holganza, al egoísmo y al vicio; y la dote, que lleva como de la mano la desventura de la mujer y el rebajamiento del hombre? ¿Quién, con nobles empeños, no ha aderezado a sus solas cuadros de distribución de lo~ productos, de modo que el dueño holgado toque a un poco menos, y el apurado obrero a un poco más? ¿Quién no ha sentido, una vez al menos en la vida, el beso del apóstol en la frente, y en 1~ mano la espada de batalla? ¿Quién no se ha levantado impetuoso, y retrocedido con desmayo,. de ver cuánta barrera cierra el paso a los que sin más caudal que una estrella en la frente y un himno en los labios, quieren lanzarse a encender el amor y a pregonar la redención por toda la tierra? ¿Quién no ha reconstruido en su cerebro la •utopía• de Moro, y la •0cceana• de Harrington?

Pero a poco que se mira, y se entiende que la construcción artificial y violenta de los pueblos ha creado una justicia relativa ante la cual pudiera parecer, y ser, inaplicable de súbito la justicia absoluta: a poco que se ve en lo náufragos y en los famélicos, cómo acelera la muerte antes que mantiene la vida la misma suma de alimento que al hombre sano acomoda y fortalece: a poco que se ve que las convenciones seculares han creado derechos vitales que de un solo tajo no pueden cercenarse, sino que han de abrirse en ellos las heridas con tal método que no se infiera la una hasta que no este curada un tanto la otra: a poco que se abarca la necesidad de ir deshaciendo, para que no se derrumbe con gran daño y estrépito, por disgregación progresiva lo que por

286

progresiva agregación se ha ido formando,-toman pies aquellas ideas aéreas; refrenan el vuelo, con que de un solo golpe de ala quisieran burlar el implacable, inacortable espacio; y sin poner un punto los ojos fuera del conmovedor espectáculo que les arranca lágrimas, ni ahogar la santa indignación que el irritante desequilibrio social levanta, ni tomar su razón histórica a razón perdurable y legítima, echan humildemente por vías lentas y humanas lo que camino del desierto fuera, a seguir en soledad estéril y augusta por las abandonadas vías apostólicas: -que quien quiere triunfar en la tierra, ¡ay! no ha de vivir cerca del cielo.-La victoria está hecha de cesiones.

Y este libro populariza el modo humano con que han de irse resolviendo estos problemas meramente humanos,-otros no: otros se resuelven de otro modo, porque no son de accidencias mudables, sino de esencia, entrañas y eje. Lo que enseña este libro no lo enseña magistrando, y de empinada manera, sino conversando, y en llano lenguaje. Pone de bulto, con personificaciones exageradas y amenas que permiten al autor la concentración rápida y feliz de una secta en un tipo valiente, los dolores reales, las quejas violentas, los reproches injustos, las reclamaciones excesivas, los remedios groseros, las declamaciones comunes, las aspiraciones generosas y rudimentarias, la concepción vulgar de los sistemas sociales. Pónelos de bulto, sin ostentación, reserva, pasiones ni miedos, como de quien ama más que teme, y quiere consolar más que enllagar, y busca más el ajeno bien que el propio, y no se siente atado en lo que dice por ansiosas candidaturas a puestos públicos o a fama. Estima que cuanto es, tiene razón de ser; y apenas cese de tenerla, cesará de ser. Tiene el don raro de descubrir analogías esenciales en las contradicciones aparentes, y fía en el pacífico acercamiento y definitivo consorcio de los intereses que hoy discuten y sólo a observadores ligeros pueden parecer hostiles: si no se han confundido ya, es porque no se ha dado aún con la fórmula. Con tacto desusado, y con sereno juicio, ni a los ricos adula el autor de este libro, ni a los pobres increpa: ni a aquéllos oculta la urgencia de acatar el derecho del hombre a una vida remunerada y noble, ni a éstos esconde cuanto tendría de adementada y sangrienta la tentativa de imponer a una masa rica y fuerte, soluciones confusas o antihumanas, contra las que se encrespa a veces, como corcel de jaique bravo que siente sobre el lomo a ruin zagal, cuanto de personal, volador y soberano encierra el admirable espíritu del hombre. ¡Antes serán los árboles dosel de la tierra y el cielo pavimento de los hombres, que renunciará el espíritu humano a sus placeres de creación, abarcamiento de los espíritus ajenos, pesquisa de lo desconocido, y ejercicio

287

pennanente y altivo de sí propio! Si la tierra llegara a ser una comunidad inmensa, no habría árbol más cuajado de frutas, que de rebeldes gloriosos el pabbulo ..•

Lo excesivo, no será: pero lo justo, será. Ni lo excesivo asombra al pensador juicioso, que siempre, por ley física de impulso que en ley espiritual tiene su análoga, mientras de más atrás toma vuelo el saltador, más lejos salta. La reacción se extrema siempre en el mismo grado en que se extrema la acción que la provoca: a acción justa, reacción nula; a acción medianamente justa, reacción lenta y blanda; a acción extremadamente injusta, reacción febril y exagerada. Luego, en la prueba práctica, la reacción baja de más en más, al nivel de la acción justa. La revolución quiere alas; los gobiernos pies ¡No haya empacho ni miedo en bendecir a esos espíritus rebosantes de amor y luminosos, creadores impacientes de sistemas de redención precelestes y oscuros, cuya mayor grandeza deba acaso medirse por su mayor extravagancia! ¡Pues esos son los verdaderos poetas nuevos, y no otros, rimadores enanos de literarias y femeniles novelerías! ¡Pues ésos son el San Juan y el cordero del orbe que avanza, los hombres melancólicos y absortos que preceden siempre, dando voces simpáticas y extrañas, a todos los magníficos sacudimientos en que el alma humana, como estrella que cae rota del cielo en un combate de astros, enciende sobre el universo una época nueva!

La solución, pues, viene de suyo. Cual sea, bueno es discutirla: predecirla, es vano. La que deba ser será. Darle forma prehecha, sería deformarla. Como cada pensamiento trae su molde, cada condición humana trae su expresión propia. Lo que importa no es acelerar la solución que viene: lo que importa es no retardarla.

La reforma social no tiene más que un enemigo, formidable por cierto. • Apresurémonos, decía Lowe a los ingleses, apresurémonos a enseñar a leer a los bárbaros que serán mañana nuestros dueños• .-•Apresurémonos,-dice hermosamente el autor de este libro, que con él aliviará heridas, esparcirá verdades y calmará espíritus,-apresurémonos a limpiar de obstáculos el camino de esos hermanos nuestros coléricos, que pudieran llegar a ser, por exceso y falso concepto de justicia, nuestros dueños ciegos, y sus mayores enemigos•.

Sobre la tierra no hay más que un poder definitivo: la inteligencia humana. El derecho mismo, ejercitado por gentes incultas, se parece al crimen. Los hombres fuertes que se sienten torpes, se abrazan a las rodillas de los hombres inteligentes, como Hércules montuoso a las rodillas mórbidas de Omphala. La inteligencia da bondad, justicia y hermosura: como un ala, levanta el espíritu; como una corona, hace

288

monarca al que la ostenta; como un crisol, deja al tigre en la taza y da curso feliz a las águilas y a las palomas. Del puñal hace espada, de la exasperación, derecho; del gobierno, éxito; de lo lejano, cercanía. En el problema moderno, el triunfo rudo de los hombres que tienen de su lado la mayor parte de la justicia, sería a poco la reacción prolongada de los hombres inteligentes que todavía tienen buena parte de la justicia de su lado. Al resplandor del derecho, el abuso ceja, como ruin galancete ante el enojo de una dama pura. Mas si el derecho se echa encima manto de ira, los mismos que el derecho reconocen, se alzarán contra él tristemente, como padre que ata a su hijo loco.

Quien intenta triunfar, no inspire miedo; que nada triunfa contra el instinto de conservación amenazado. Y quien intenta gobernar, hágase digno del gobierno, porque si, ya en él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigos sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros. ¡Oh! sépase y dígase: una masa menor de hombres inteligentes que se resisten a reconocer una mejora justa, no podrá contrastar a una masa mayor de hombres inteligentes que traen la forma incruenta de la reforma necesaria:-una masa menor de hombres laxos por el goce, no podrá resistir, a una masa mayor de hombres enérgicos, templados en la privación y en la amargura. La victoria no está sólo en la justicia, sino en el momento y modo de pedirla: no en la suma de armas en la mano, sino en el número de estrellas en la frente.

Y este libro que enseña todo esto, es más que un buen libro: -es una buena acción. Los libros que definen, calman. En toda palabra, ha de ir envuelto un acto. La palabra es una coqueta abominable, cuando no se pone al servicio del honor y del amor.

2

•cuENTOS DE HOY Y DE MAÑANA" POR RAFAEL DE CASTRO PALOMINO

El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro. En este cambio, los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se obscurecen; se mezclan la justicia y la venganza; se exageran la acción y la reacción; hasta que luego, por la soberana potencia de la razón, que

289

a todas las demás domina, y brota, como la aurora de la noche, de todas las tempestades de las almas, acrisólanse los confundidos elementos, disípanse las nubes del combate, y van asentándose en sus cauces las fuerzas originales del estado nuevo: ahora estamos, en cosas sociales, en medio del combate. Los hombres inferiores ven con ira la prosperidad de lo~ hombrer adinerados, y éstos ven con desdén los dolores reales y agudos de los hombres pobres.

No se detienen aquéllos a ver que los hombres ricos en estas tierras de América-que en otras partes tienen otras razones y fonnas, y tendrú otras soluciones los problemas-no se detienen a ver que los hombres ricos de ahora son los pobres de ayer; que el hombre no es culpable de nacer con las condiciones de inteligencia que lo elevan en lucha leal, heroica y respetable, sobre los demás hombres; que del resultado combinado del genio, don natural, y la constancia, virtud que recomienda más al que la posee que el genio, no puede responder como de un delito el que ha utilirado las fuerzas que le puso en la mente y en la voluntad la Naturaleza; no se detienen a ver que cualesquiera que sean las tentativas sistemáticas de vida, goces y provechos comunes a que se acuda como prueba de remedio al mal, jamás acabará por resignarse el hombre a nulificar la mente que le puebla de altivos huéspedes el cmneo, ni a ahogar las pasiones autocráticas e individuales que le hierven en el pecho, ni a confundir con la obra confusa ajena, aquella que ve como trozo de su entraña y ala arrancada de sus espaldas, y victoria suya, su idea propia. Cuando la masa de que están hechos todos los hombres se confunda en una masa común, entonces podrú reducirse a una existencia nivelada y equopartf'cipe los varios, rebeldes, brillantes, personales espíritus de los hombres.

Contra la liga de los elementos perezosos y fastuosos antiguos que luchan por asegurar a castas estériles el goce de la vida en cantidad mayor que la que toca a los elementos laboriosos, sufrientes y productores, justo es que se batalle; y todos los espíritus generosos de la tierra, desde siglo atrás, y hoy más que en ningún siglo, están batallando.

Pero los pobres sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres que tuvieron éxito; los trabajadores sin fortuna que se encienden en ira contra los trabajadores con fortuna, son locos que quieren negar a la naturaleza humana el legítimo ·uso de las facultades que vienen con ella.

Pues, ¿quemtn que nazca el hombre con inteligencia, con don de observación, con don de invención, con anhelo de sacar afuera lo que trae en sí, y que no los use? ¡Fuera como pedir que, siendo el Sol hecho de

290

luz, no alumbrase el Sol! Y queda entonces el problema, visto de este lado, reducido a esta

fórmula: ira de los que tienen inteligencia escasa contra los que tienen abundante inteligencia.

Pero a esto vienen la piedad social y el interés social: a reformar la misma naturaleza, que tanto puede el hombre; a poner brazos largos a los que los traen cortos; a igualar las probabilidades de esfuerzo de los hombres escasamente dotados; a suplir el genio con la educación.

Y como no hay nada más temible que los apetitos y las cóleras de los ignorantes; como en ejército de fieras de los bosques quedan trocadas, cuando pierden el miedo que las enfrena, las grandes masas adoloridas, ineducadas, envidiosas y deseadoras de las grandes ciudades, es consejo de higiene nacional, y elemental precaución pública, sobre ser dulcísima obra que consuela y engrandece al que la hace y suaviza y eleva al que la recibe, promover y por todas las vías auxiliar una verdadera, útil, aplicable educación pública. Todo hombre es una fiera dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo.

En lo que va dicho, con no haberse hablado palabra del libro del señor Rafael de Castro Palomino, va hecho su mejor elogio, porque esas cosas que al volar de estas plumas ligeras que usamos para escribir periódicos hemos ido diciendo en lengua y forma corrientes para los que gustan de estudiar y observar los problemas sociales-éstas que nos parecen, y por eso las decimos, verdades conciliadoras y aclaradoras, en que las clases ineducadas e impacientes harían bien en fijarse- ,las dice el libro del señor Palomino en forma popular y amena, con vivo diálogo, con claridad mayor, y a veces singular, con cordial espíritu; y de modo que, a la par que los letrados hallen juicio y meollo en lo que dice, aquellos no letrados, que sufren de no leer y no saber, vean con tal llaneza y sencillez, y la fuerza que de ellas viene, expuestos sus dolores y discutidos sus problemas, que después de leer el libro sientan, con todas las ventajas de la reflexión, la muy preciada que viene de conocer su situación verdadera, y calcular la real eficacia de los varios y violentos medios con que se les predica que pudieran mudarla.

De su obra, que lleva por título el de estas líneas, Cuentos de hoy y de mallllna, no ha publicado más que la primera entrega. El libro ha salido de las conocidas prensas del editor que hace ahora ese Diccionario Técnico Inglés Español excelente, N. Ponce de León.

De estos dos cuentos publicados, el uno se llama Un hombre por amor de Dios, y en él demuestra un senador americano, que se llama el

291

caballero sabiduría, que no habrá intelecto humano aislado, por enérgico y fecundo que sea, que tuerza la marcha lenta y progresiva de los naturales elementos de la vida, que van perfeccionándose y transformándose con la mayor elevación, por la educación y la libertad del hombre; que los derechos justos pedidos inteligentemente tendrán sin necesidad de violencia, que vencer; que el único modo eficaz de mejorar los males sociales presentes, por medios naturales y efectivos, es el perfeccionamiento de la educación, y la defensa ardiente de los derechos ennoblecedores y vitales que van envueltos en el nombre general de libertad.

En el segundo cuento, que titula el autor Del caos no saldrá la luz, narra el señor Palomino, con oportuno artificio y de muy clara manera, cómo vivió y por qué murió un cierto ensayo de sociedad comunista; pone en planta y acción, para que la cura de los que lean sea mas viva y directa, los elementos actuales y razones confesadas del partido comunista, y cuenta, como por vía de literatura y consejo de ejemplo, por qué razón nacieron y por cuál perecieron las sociedades comunistas instaladas en los Estados Unidos, y por cuáles, y con qué fines, y de qué manera subsisten las que aún no han desaparecido.

Vale aquí repetir lo que dice al concluir el prólogo de este benemérito libro:

•Este libro, que enseña todo esto, es más que un buen libro: es una buena acción •.

La Ambim. Nueva York. octubre de 1883

292

ESCUELA DE ELECfRICIDAD

Al mundo nuevo corresponde la Universidad nueva. A nuevas ciencias que todo lo invaden, reforman y minan nuevas

cátedras. Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una

época, y la época. Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha

antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida.

En tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica. Pues ¿qué es ver una cosa, y no Scd>er qué es? Con agrupar silogismos "Baralipton•, y declamar "Quosque tandem" no quedan los hombres habilitados para marchar, munrlo arriba, a par de estos caballeros de la nueva usanza, que montan en máquinas de vapor, y llevan como utas de sus lanzas un haz de luz eléctrica.

Para tales campañas, escuelas de luz eléctrica se necesitan. Cuando los pensadores se dan a pensar en la capacidad del adelanto

permanente y real, -que es cosa distinta del brillante, postizo y pasajero,-de cada pueblo, y en la relativa solidez y fuerza medular de las naciones de la tierra, Inglaterra les asombra. Ella domina los mares. Ella vierte por el tnundo, ·desde sus rocas carboníferas semiexhaustas, barcadas colosales de baratos y útiles productos. Ella va del mundo viejo al nuevo con paso más seguro que pueblo alguno vivo. Ella fabrica cuchillos y recita clásicos. Con hacer el arte industrial, y la industria artística, esparce el amof por la belleza, que es mejorar hombres. Así como una habitación espaciosa invita a la majestad, un objeto bello invita a la cultura. El alma tiene su aire: y lo echan de sí los objetos bellos.

Inglaterra, prudente y activa, que no vocea, anda. Y al pie de cada descubrimiento, funda una escuela. Londres, Cambridge, Liverpool, Bristol, Nottingham, Glasgow

tienen de tiempo ha en sus universidades cursos especiales para la enseñanza minuciosa y práctica de los nuevos agentes fisicos, y los aparatos que los utilizan. Viena, Munich, Berlín, San Petersburgo, todas han establecido ya cursos semejantes. ¡No todos hacen oficio de cerrar sus puertas a la luz que viene!

293

Pueblos hay de murciélagos, y buena copia de murciélagos en todo pueblo, que viven de la sombra, y son reyes de ella; mas a esta luz hermosa, que traspasa muros, ¡es en vano cerrarle las puertas!

Y no está la reforma completa en añadir cursos aislados de enseñanza científica a las universidades literarias; sino en crear universidades científicas, sin derribar por eso jamás las literarias; en llevar el amor a lo útil, y la abominación de lo inútil, a las escuelas de letras; en enseñar todos los aspectos del pensamiento humano en cada problema, y no,-con lo que se comete alevosa traición,-un solo aspecto; -en llevar solidez científica, solemnidad artística, majestad y precisión arquitecturales a la Literatura. ¡Sólo tales letras fueran dignas de tales hombres!

La literatura de nuestros tiempos es ineficaz, porque no es la expresión de nuestros tiempos. ¡Ya no es Velleda, que guía a las batallas; sino especie de Aspasia!

Hay que llevar sangre nueva a la Literatura. Estas que hemos venido llamando universidades científicas empiezan

a ser llamadas en Europa "escuelas técnicas". Darmstad tiene una perfecta, de la que se sale graduado en toda

ciencia nueva,-no a llevar, como de tantas universidades nuestras, existencia de abogado picapleitos o de trovadores esquinados, ¡mísero destino d.e grandísimas almas!, sino a ocupar con natural derecho de productores útiles un asiento en nuestra edad creadora.

Para ser recompensado, se necesita ser útil. Y a esta buena escuela técnica de Darmstadt se ha agregado ahora

una subescuela electrotécnica. ¿Qué se enseña en ella? Lo que va diciendo el nombre: ciencias eléctricas. En cuatro años se saldrá de ella maestro. Emplearán los alumnos los dos años primeros en estudiar en la escuela matriz ciencias naturales y matemáticas. Y en los dos años restantes, que pasarán entre cuanto aparato y máquina eléctrica existe y vaya existiendo, aprenderán, en doctrina y en aplicación, tanto cuanto importa saber sobre el agente nuevo.

¿Quiere leerse el programa de la nueva escuela? Los nombres mismos serán desconocidos para hombres que gozan esparcida fama de ilustrados: ¡ni los nombres sabemos de las fuerzas que actúan en nuestro mundo!

294

He aquí el programa: "Magnetismo y electrodinámica. Máquinas magneto y dinamoeléctricas: transporte de la fuerza. Alumbrado eléctrico.

Principios de telegrafía y de telefonía. Teoría del potencial con aplicación especial a la ciencia de la

electricidad. Señales eléctricas para caminos de hierro. Caminos de hierro eléctricos aéreos. Práctica electrónica; trabajos gálvanicos, determinaciones de

diferencias de potencial; de fuerzas de corrientes y de resistencias. Lámparas de arco e incandescentes. Investigaciones sobre los cables. Determinaciones del trabajo transmitido por los motores a las

máquinas eléctricas. Investigaciones fotométricas". Y ésas no son más que las materias del primer ejerc1c1o del

programa.-¡Tal parecemos viajeros perdidos en un bosque inmenso- por tantos otros hombres habitado!

La Amhica. Nueva York, noviembre de 1883

295

ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS

Nicaragua acaba de festejar bien el aniversario de su independencia: en él abrió una Escuela de Artes y Oficios. Ya Guatemala tiene la suya. El Salvador, va a tenerla. Chile anda buscando modelos para una. La de Montevideo, da celos a las mismas de Europa.

Las Escuelas de Artes y Oficios ayudan a resolver el problema humano, que se establece ahora con datos nuevos, desde que van faltando aquellos árboles antiguos, Monarquía e Iglesia, bajo cuyas ramas tenían cómoda vida tantos hombres. Ya, ni cortesanos, ni frailes. Los tiempos están revueltos; los hombres están despiertos, y cada cual ha de labrarse con sus manos propias la silla en que se sienta al festín de la Fortuna. Ya no hay aquellas clases estables y hechas por donde se entraban las vidas como por cauces abiertos; ya no hay legiones de descalzos mendicantes; ni colmenares de pretendientes,-¡aunque de éstos aún hay!; ni regimientos de caballeros de matar, hurtar damas y servir; ni manadas de lacayos.

Ya cada hombre, al nacer, puede ver cómo flota sobre su cabeza una corona: a él, el ceñírsela. A los pueblos previsores, el poner los medios del coronamiento al alcance de estos nuevos ejército de reyes.

Un oficio o un arte, sobre traer al país donde se profesa el honor de la habilidad de los que en ellos sobresalen; sobre dar a los que los estudian conocimientos prácticos de utilidad especialísima en pueblos semidescubiertos, casi vírgenes; sobre asegurar a los que lo poseen, por ser constante el consumo de lo que producen, una existencia holgada; -es sostén firmísimo, por cuanto afirma la independencia personal, de la dignidad pública.

La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes.

Una nación libre es el resultado de sus pobladores libres. De hombres que no pueden vivir por sí, sino apegados a un caudillo

que los favorece, usa y mal usa, no se hacen pueblos respetables y duraderos.

Quien quiera nación viva, ayude a establecer las cosas de su patria de manera que cada hombre pueda labrarse en un trabajo activo y aplicable una situación personal independiente.

Que cada hombre aprenda a hacer algo de lo que necesiten los dernú.

La América. Nueva York, noviembre de 1883

296

UNA INDICACION DE "LA AMERICA"

Ha parecido bien el artículo del número de octubre de La América. en que de pasada se señala la posibilidad y ventajas de celebrar en los países consumidores de los frutos de Hispanoamérica, exposiciones de nuestros productos.

Entusiasta hay que ha querido abrir campaña con tal propósito por propia cuenta.

-Es que pagaría, nos dice, aun como negocio del que lo intentara. Son tantos los productores de frutos, son tantos los frutos nuestros consumidos en el extranjero,-que con poco que pusiese cada uno, la Exhibición, -que no tenía por qué no ser modesta, -cubriría sus gastos y daría margen a provechos.

-Muy bien que nos parece esta idea de tener aquí constantemente abierta, o abrir por cierto tiempo al menos, una Exhibición de lo que producimos. Hasta cuadros traería yo de México. No ya del original y culto pintor Ocaranza, que murió; pero de una parvada de excelentes artistas que aún quedan: de Velasco, el paisajista; de Felipe Gutiérrez, pujante; de Rodrigo Gutiérrez, el eximio dibujante; de Parra, que concibe cosas grandes; de Job Carrillo, que tiene estudio en New York y merece éxito; de una muchedumbre de buenos pintores. Siempre he creído que no hay más que exhibir en tiempo y lugar oportunos lindos cuadritos mexicanos, de aquellos paisajes calientes y vaporosos, de aquellas escenas peculiares bañadas en luz, de aquellos tipos tan originales y brillantes,-para crear, aquí donde se compra tanto cuadro por los vanidosos y por los inteligentes, un mercado seguro y ventajoso. Si yo fuera pintor mexicano, convocaría a certamen a mis compañeros, y a escote, si de otro modo no pudiera ser, enviaríamos a persona adecuada y activa en New York una colección buena y típica de pequeños cuadros, que son los que ahora se venden, para que en momento y local oportunos revelase al público nuestros lienzos perfectos, brillantes y baratos.

-En pinturas, como en todo, el que no anuncia no vende.-y el que anuncia vende. -Un químico de la América del Sur, que

año tras año anduvo buscando en vano cómo dar salida en su tierra a una magnífica preparación de substancia nutritiva que había hallado, -envió un agente a los grandes compradores norteamericanos, que ya han puesto hombros a la empresa, y la sacarán pronto a luz, vociferando por millones de anuncios.

297

-¡Cuánto ingenioso invento, cuánta preparación útil, cuánta mejora mecánica, cuánto mérito artístico, cuánta teoría brillante, quedan desco­nocidos, y mueren como si no hubieran existido nunca, en nuestras tierras de América, por falta de aire industrial, de capitales para el tiempo de la prueba, de exposiciones que sancionen con sus premios el invento, de talleres donde puedan peñeccionarse, de espíritu brioso que afronte los riesgos de sacarlos a plaza!

-Pues todo eso pondría yo en la Exposición Hispanoamericana en New York: Artes, productos del cultivo, muestras de las industrias incipientes, que servirían por lo menos para revelar a los capitalistas lo que se puede hacer de nuestras materias primas.

Y como ahora llueven preguntas sobre los países de Sud y Centro América,-En la Exposición se venderían, en inglés por supuesto, libros preparados con arte, para que, sin exceso de datos inútiles y voluminosos que excitan a no leer, quedasen presentados en cada uno de ellos, de manera diestra e incitante, los recursos de cada uno de estos países, y lo que hoy se saca de ellos, y lo que se pudiera sacar.

-Y podría, además, establecerse en la Exposición un departamento de consultas, en el que mientras la Exposición durase se respondería gratuitamente a todas las preguntas que se nos hicieran sobre nuestros países.

-Monografías en la prensa,-libros wlgarizadores,-losjuicios que la prensa hiciera necesariamente de la Exhibición, cuyo alcance continental no se escondería a estos periódicos sensatos, -el despertamiento de la curiosidad de esta tierra de recursos poderosos que buscan empleo, y la satisfacción inmediata, copiosa y cortés de la curjosidad despertada: ya veo sin esfuerzo,-añadía otro platicante, -todo lo que pudiera salir de semejante Exposición.

-Mú, más sería-dijo otro.-Necesitamos inspirar respeto; necesitamos ponernos en pie de una vez con toda nuestra estatura, necesitamos reivindicar por la fama de nuestras Exposiciones lo que hemos perdido por la fama de nuestras revoluciones; necesitamos, para que sirva de coto y reflexión saludable, presentarnos como pueblo fuerte, trabajador, inteligente e intrépido, a este otro pueblo que abunda en estas condiciones, y sólo respeta al que las posee.

-Se nos tiene por una especie de hembras de la raza americana, y va siendo urgente que nos vean en trabajos viriles: sobre todo cuando es cierto, que, dados medios iguales, en condición ninguna de actividad, laboriosidad e mgenio no~ sacan ventVa los hombres del Norte.

298

-Pues seguiremos pensando en la Exposición Artística e Industrial de Hispanoamérica en New York.

-Yo escribiré a mi Gobierno la idea de lA América. -Ya yo he enviado unos cuantos números a mis amigos hacendados. -Yo he rogado a nuestro mejor diario que demuestre las utilidades

que podría traer esta fácil empresa. La .América ha oído con júbilo las animadas pláticas que ha

despertado su ligero artículo. Y una Exposición corno la que nos parece buena, al fin se hará.

La AmbictL Nueva York noviembre de 1883

299

LIBROS AMERICANOS

Plática de libros.-Cómo se imprime un libro en los Estados Unidos

¡Qué nítidos, qué hermosos, qué convidadores son los libros que se imprimen en los Estados Unidos! Suele faltarles margen, como a los de Barcelona; suelen parecer muy cargados de letra, y como si pesasen más de lo ordinario las ideas que llevan dentro. Y es cierto que de prensa americana no ha salido cosa tan bella como el volumen en que imprimió, hace dos años, en Bolonia, sus poderosas Odtls bárbaras el magno Carducci, ni como esos dieciseisavos deliciosos en que andan ahora las Lettres de Mon Moulin, azahares del talento caluroso de Alphonse Daudet; y M adame Bovary, el libro honrado y robusto de Gusta ve Flaubert; y los versos pálidos y nubosos, como el ajenjo, desgarradores como la mirada de una novia que al llegar a su altar hecho pedazos viese caer al suelo, como una estatua de polvo, a su desposado, de Alfred de Musset. ¡Pobre poeta! Se desearía tener siempre cerca su sepulcro, para sentarse a sus bordes a menudo y besarle la frente.

Pero fuera de estas joyas de librería, no dan las prensas de país alguno tanto libro sólido, claro y perfecto. La obrilla más ruin, el más llano catálogo, el folleto veloz y levantisco que hoy hiere y mañana y.a es perdido y pisoteado en el ardor de la batalla, están impresos de manera que invitan a escribir, por ver en mo1de tan gallardo los propios pensamientos, que parece que ya han de ser tenidos como buenos, de ir tan garbosos.

Pero, antes de que lo lleve la fortuna a manos piadosas o brutales, ¡cuántas manos, y cuán diestras y beneméritas, ponen sus artes en el libro! ¡Qué séquito de inventos! ¡Qué lujo de máquinas, estos obreros de hierro! ¡Qué minuciosos y artísticos cuidados del formador, del preparador, del prensista, del obrero hombre, máquina por ninguna otra vencida! Primero es la reducción del manuscrito a tipo; luego, su ajuste en máquinas; luego, el moldeo de las letras en planchas sólidas, su nivelamiento luego, para que la página sea tersa; su paso por la prensa de Adams cómoda, o la más activa del cilindro doble; el secamiento de la página rugosa en la prensa hidráulica, o por rodillos de acero caliente, que la dejan más lisa. ¡Se llena el pecho de amor viendo a tantos hombres trabajar en el pensamiento!

300

Una pistola hace temblar. Todas debieran descargarse sobre el primero que la uso. Un libro, aunque sea de mente ajena, parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo. Bien es que entre los libros, porque no hay serie de objetos inanimados que no refleje las leyes y órdenes de la naturaleza viva, hay insectos: y se conoce el libro león, el libro ardilla, el libro escorpión, el libro sierpe. Y hay libros de cabello rojo y lúgubre mirada, como aquel hijo de Milady en ese poema de Dumas que llaman novela, Los Tres Mosqueteros,· y hay libros repugnantes como sapos.

No salen por cierto de prensas de madera, muy parecidas a una silla de canónigo-como aquella que usó Franklin,-los libros que por centenas cada día, en tal abundancia que no hay conocimiento humano que no esté en ellos ya especializado y diluido, brotan de las imprentas nunca desocupadas de Boston, Nueva York y Filadelfia; que en Chicago imprimen poco. Ni se parecen las bien pobladas librerías de hogaño, en que campean, sobre tallados anaqueles, en imperial volumen, los versos hondos de Edgar Poe, los resplandecientes versículos de Emerson, la pintoresca y novísima Historia del pueblo de los Estados Unidos, de John Bach McMaster, a aquellas otras escuetas de ha cien años, guardadas a ambos lados por grabados de colores que representaban la piedad de los africanos y las brutalidades de la trata, y en cuyas tablas ponderosas, perfumadas por el aroma de rosa de damasco y amable madreselva que de la ventana eran señoras, reposaban, no sin haber sido leídos antes por toda la familia, los Pensamientos Nocturnos, el Mejoramiento de la Mente, de Witt; Los temibles efectos del Papado y el McFingal, de Tumbull; que el que todo esto sabía, era sabihondo.

Ahora, no: ahora, ni las madreselvas dan ya el mismo perfume; ni se tiene la buena costumbre de leer repetidamente un número escaso de perfectos libros, de esos buenos que son todo meollo y savia; ni los tiempos, y le que piden de los hombres, quieren menos que esas prensas colosales que en el espacio de una hora sacan de una tira de papel de cuatro millas de largo veinte mil periódicos; y libros, casi tantos.

Es un ejército una imprenta. Y como una estrella en una cueva, y una flor, suele verse al pie de una prensa jadeante una delicada mujer joven que echa la tinta en los cilindros, o un pequeñuelo de blusa tiznada que lleva en las manos una brazada de odas. Pues, ¿quién dice que la poesía ya se ha acabado? Está en las fundiciones y en las fábricas de máquinas de vapor; está en las noches rojizas y dantescas de las modernas babilónicas fábricas: está en los talleres.

Cuatrocientos, quinientos obreros tienen en Nueva York algunas

301

imprentas. Las cajas están llenas de tipos de Broce, de Farmer Little, de Hoe & Co. Cada sala tiene su capataz, que distribuye el trabajo y manda humildemente. ¡Es vieja ya la idea del mando! Manda sólo, y mandará siempre de veras, el que haya traído consigo de la Naturaleza el derecho de mandar. Y el más cortés, es el mejor obedecido.

Tokes, tomas, llaman en los Estados Unidos a la cantidad de material que se da a cada cajista para su conversión en páginas de plomo. Original le llaman con sobrada bondad las imprentas que hablan lengua española. Y en México, le llaman hueso. De tenerlo que roer le han dado este nombre.

De sus compartimientos en la caja van las letras, ordenadas por la ágil mano derecha del cajista, al componedor, que las recibe en la mano izquierda. A cada dos o tres páginas de material, que se truecan en unas veinte lineas de letras de plomo en el componedor, el cajista saca las líneas del componedor lleno, y las pone con cuidado en la galera, larga y estrecha plancha de metal, en figura de columna de periódico, con un borde de media pulgada de alto en sus lados y cabeza; y luego viene el amarrar y ajustar cada galera para sacar las pruebas de prensa, a fin de que las vea, ya limpias y espulgadas de meras faltas de imprenta, el autor.

¡Oh autores, divinidades maltratadas, estatuas de sí mismos, Joves diminutos! ¿Cuál de ellos no cree que no es pecado mayor, sino derecho propio y natural de su grandeza. tener al cajista encorvado luengas horas sobre sus galeras, acuñando, injertando, trasponiendo, rebanando, hinchando con las selvosas y enmarañadas correcciones de que el autor repleta los márgenes de la prueba, el original que con un ápice más de respeto al hombre-por no estar averiguado que no lo sea un cajista­hubiera podido enviar a una imprenta liso ya y bien pulido? Pues un cajista es un hermano; y como el brazo de los autores, que deben mimar y cuidar bien sus brazos. Sólo que en nuestras tierras tiene el buen cajista que corregir los defeetos que por su cuenta comete al poner en letras de plomo, que llaman parar, el original, y cuantos aditamentos o tajos plazca luego al autor hacer en su obra; mientras que en esta tierra justa, el autor que ultracorrige, paga; y cuantas palabras ponga o quite de las que puso en el original, tantas le cuestan; por lo que hay trabajadores de a hora que cobran aparte por atender a estos cambios del autor. Autores y autorcillos debieran saber que injertar una palabra en lo ya compuesto, o sacar de ella una sin sustituirla, obliga a reco"er y cambiar todas las líneas de un párrafo, cuando no una o más páginas, como acontece cuando el escritor es de esos pomposos, historiómanos y asiáticos que de un sujeto o un

302

predicado engastan versetes del Deuteronomio, barbas de Carlomagno, cadalsos de este y aquel rey, y Marías y Luises, que paran todos luego en los brazos regocijados y recién hechos del Progreso, de cuyos escritores, como del de estas líneas a veces, dicen cosas extrañas los cajistas.

Luego de corregir, viene el aplanar, ya para que lasfonnas vayan a la prensa, a que la tinta las e111pape y el papel las copie; a ser luego fenómeno prodigioso, que da luz de letras negras, ya a estereotiparlas o electrotiparlas, que son ambas maneras de perpetuar en planchas de metal la obra, de modo que si se quieren hacer nuevas ediciones de ella, no haya que gastar de nuevo en su composición, o colocación en tipo, sino que como de un negativo se saca un retrato, de las planchas se sacan los nuevos ejemplares de la obra sin más costo que el del papel y la tirada. Sólo que esto ha de hacerse cuando ya no se tiene que alterar la obra, porque si hay muchas correcciones que hacer en la edición nueva -como para corregir hay que cortar la pl_ancha y sustituir el trozo cortado con la corrección estereotipada, y como la plancha de cada página es enteriza, y ya las líneas no pueden recorrerse ni alterarse, -viene a ser la corrección de las planchas tan dilatada y cara como la composición nueva del libro.

Si de la obra sólo ha de consumirse un número no muy considerable de ejemplares, o si (por no ser libro de educación, de consumo constante, o de ciencia, de valor permanente, o de autor clásico, que ya no cambia y siempre se lee, entendiendo por autor clásico todo autor magistral, en lo que Gustave Flaubert cabe tan bien como Homero) no es de esperar que se repita prontamente la edición, no es cosa de entrar en gastos de estéreo o electrotipia, a no ser que no se pare en cuartos el autor del libro, y quiera verse en páginas mas tersas y bellas; que nunca lo son tanto las impresas de letras, como las de planchas. Thompson & Moreau son buenos impresores de Nueva York, que imprimen la letra con tal arte, que la plancha parece innecesaria. Y disponen sus tipos antiguos y amaderados con tal respeto a las tradiciones de la buena imprenta, que parece que salen sus libros de la casa de Robert Etienne, que imprimiera en tomo muy curioso las primeras obras que Philippe Desportes encaminaba a la Majestad de Polonia, o de las prensas más cuidadosas de Charles Chappellain, que al amparo de la imagen de Santa Bárbara que en alto nicho omaba su pared, ponía en letras redondas los versos cultos y atildados de Fran~is de Malherbe, "gentilhombre ordinario de la Cámara del Rey".

303

Estereotipan los que quieren pagar poco, y electrotipan los que, por unos cuantos dineros más, gustan de que el contorno de las letras quede más claro y limpio, y de que las planchas, por ser de cobre en vez de metal de tipo, como son en la estereotipia, duren más. Los grabados en madera, por ejemplo, siempre se electrotipan: sus delicadas líneas, tenues blancos y tersas sombras, resaltan con especial dulzura con la electrotipia.

Hacer estas planchas no es obra de ingenieros del puente de Brooklyn. C~n barro, yeso o "papier maché"-por ser talla penuria de nuestra lengua en cosas de artes industriales, que tiene que andar de limosnera, usando términos foráneos,-se sacan los moldes de los tipos, como se saca de un rostro humano una mascarilla. Luego sobre esos moldes huecos, huecos que son la superficie de las letras que ha de quedar impresa, se echa metal de tipo en estado líquido, que los llena, y fonna sobre ellos capa espesa de metal que, enfriada, es ya la plancha. Y ésa se lleva a la prensa, que la maltrata menos que a los tipos sueltos. Para los moldes de estos periódicos tamaños que, a fin de no sacar de tipos cansados ejemplares borrosos, requieren la estereotipia, se usa el "papier maché". Para los de libros, el yeso.

La electrotipia es proceso más seguro y más largo. Sobre las páginas bien ajustadas y aplanadas, extiéndese una capa de cera dura y negra, que reciamente oprimida contra las páginas, saca con todos sus contornos y detalles la superficie de las letras. Echan sobre la cera endurecida grafito pulverizado, y la sumergen en un baño eléctrico, en que a las pocas horas se ve ya que el cobre precipitado sobre las láminas de cera, ha llenado los moldes y tendido sobre éstos una capa de cobre. Sacan la cera, ya inútil. Vierten metal de tipo sobre la base de la plancha, para hacerla más sólida. Cepillan esta espalda, de modo que quede a nivel, y rebanan los bordes, para que encaje bien en la forma. ¡Y a la prensa, a que el prensista la acuñe y nivele, de manera que no haya una parte de la página más hundida que otra; ni los grabados, si los hay, queden más altos o bajos que las letras! Donde la plancha se levanta y queda demasiado apretada por el cilindro, o saja el prensista el papel que cubre a éste en el punto en que oprime la plancha, para igualar la presión del cilindro en este punto de ella con la de todos los demás, o si, por lo contrario, el cilindro no oprime cierto lugar de la plancha como debiera, sobre este punto del cilindro pega láminas de papel que lo abulten hasta que la presión en él equivalga a la del resto, o acerca más la forma al cilindro poniendo cuñas de papel bajo el lugar hundido. Muy buenos sueldos pagan a estos celosos embellecedores del pensamiento; porque como ayuda a la natural hennosura de la mujer un adecuado aliño, y a un lienzo

304

bueno de pintor un marco, así las verdades resaltan más, y la belleza de lo escrito, cuando se le lee en páginas puras, nítidas y marginosas.

Marginosas, abundantes en margen. Y luego de las prensas, a la máquina hidráulica, que con gran poder

comprime las hojas que, de húmedas al salir de la prensa, se han vuelto rugosas y como cirrosas, y de la máquina hidráulica salen tersas, perfectas, sin pliegue ni arruga.

Si se quiere que el papel tenga esa apariencia sedosa que a los norteamericanos parece suma y colmo de arte, y que los sobrios y elegantes ingleses desdeñan, pasan entonces la hoja por entre cilindros de acero caliente, que la dejan bruñida y lustrosa.

Y después de esto, a la encuadernación; a que las parleras mozuelas que cotorrean en el departamento de plegadoras, mientras ven revolotear por el aire mariposas de color de fuego, que son como forma alada en que se cuaja el vapor sutil de las almas juveniles, tomen las grandes hojas y las plieguen con rapidez y precisión de máquina, ya en dos, ya en cuatro, ya en ocho, ya en dieciséis páginas, hasta en treinta y dos paginillas a veces, cuando son esos librillos de literatura de colegio y novelas buenas que publica la casa de Harper, y que parecen los Benjamines de la imprenta, de monos y menguados.

Y cuando ya están las hojas plegadas, y el colador ha puesto en o

orden, uno sobre otro, del último al primero, los cuadernillos u hojas plegadas que forman el libro, ¡a la prensa, que reduce grandemente el volumen de los cuadernillos hinchados; á la cuchilla circular, que les saja el lomo en tres o cuatro partes; a la máquina de coser, que pone en las sajaduras que ha abierto en el lomo la cuchilla, los gruesos hilos que han de ayudar a sujetarlos; a redondear el lomo luego; a encolarlo, entelarlo y empapelarlo, para que encaje bien en la cubiena que le espera, ya sea de tela humilde, ya de tafilete vulgar de color habano, ya de piel de caimán, que es ahora gran lujo, o de pergamino, como vuelve a usarse.

Después de todo lo cual, sale limpio y recio al mundo, y como anunciando que no se le leerá de prisa, ni en una sola sesión, el sólido y hermoso libro americano.

La América. Nueva York, nov&embre de 1883

305

BOTES DE PAPEL

Anda por las librerías y tuvo éxito en su tiempo, un libro ameno de un viajero osado que de Quebec, en el lejano Canadá, vino en un bote ordinario de madera hasta la ciudad de Troy, a la orilla del Hudson imponente; y allí vio unos botecillos de papel que pesaban menos que un baúl de señora en viaje a punto de baños, y le parecieron tan bien, que ya no quiso usar su bote de madera, sino que en uno de papel, sin miedo a hielos ni ventiscas·, fue a dar al Golfo de México; cuya accidentada travesía narró luego, en ameno lenguaje, en el "Viaje de la canoa de papel•; que así llama a su libro, impreso en la casa de Lee & Shephard, Boston, el viajero N. H. Bishop.

Corrió el suceso el mundo, con ser menos famoso que otro con que acaban de asombrar a Venezuela ahora unos maracaiberos, que por mar se vinieron en otro botecillo del distante Maracaibo a las alborotadas aguas de la Guayra, a dejar a los pies de Bolívar, como digno de él en la fiesta de su Centenario, el heroico barquichuelo.

Pues aquel bote de papel de Bishop no fue una casualidad, ni un " mero capricho; sino el producto regular de una próspera industria. De ese

viaje se habló mucho; pero ¿se sabe acaso que en Troy existe una fábrica de botes de papel,-una fábrica que ha solida ganar al año, haciendo estos botes, cincuenta mil pesos? ¿Se Sabe que las bóvedas que coronan varios altos colegios y observatorios de los Estados Unidos, de papel son también, y de la fábrica de botes? ¿Se sabe que en estos instantes mismos la fábrica de Westinghouse, que se anunció en lA América en el número de septiembre, está montando una de sus ingeniosas y sencillas máquinas de vapor en un buque de papel? Pues eso esperan saludar pronto los habitantes felices de las orillas prósperas del Hudson:-un vapor de papel.

Ya peina canas el que inventó estos botes, impermeables, ligeros, seguros, muy usados en regatas, a tal punto, que hay club de remadores que tiene cuarenta de ellos, de precios varios, porque desde 60 pesos hay botes hasta 600 pesos.

Fue el inventor un bravo muchacho que ayudaba a su padre a hacer cajas de cartón para sus potes de tinta y sus siropes, de los que había tan gran consumo que ideó el preparador tener fábrica propia de envases.

El muchacho norteamericano de la ciudad no es por cierto modelo aretecible, -porque el ansia de goces, la facilidad de satisfacerlos y el ampr descamado y desequilibrado de lucro, le relajan las fuerzas, o se las

306

echan por caminos de aventuras, o no le permiten la necesaria disciplina y desarrollo.-Pero el muchacho campesino, o de ciudad pequeña, que vive en más directo trato con los trabajadores, y ha de esforzarse más en obtener lo que desea, -es noble especie de hombre, que a singular astucia junta un ciego y grandioso ímpetu, al que nada pone miedo ni coto. Jorge Waters quiso un día ir de gigante a una fiesta carnavalesca; pero como .no llegaban sus pesos a ocho que le pedían por una recia careta de gigante, imaginó hacérsela él, a imitación de una que le prestaron. Y puso lámina de papel sobre lámina, y las moldeó y repujó luego, y tuvo en risa a todo el pueblo con su gran careta; de lo que le quedó tanta fe en la eficacia del papel, que otro día que quiso calafatear un bote viejo de madera, con papel lo hizo, como su mascarilla de gigante, y le fue bien, y triunfó en

. mar y en tierra. Quiso luego bote nuevo, y, con ayuda de su padre, fabricó uno tan

bueno que, tras muchos años de servicio, aún dura y se llama "El Experimento".

"María Teresa" se llamaba el bote en que hizo Bishop su viaje al Golfo de México. De largo, tenía quince pies; de espesor, un octavo de pulgada; de peso, cincuenta y ocho libras.

Y no hay cosa más sencilla que la fabricación de estos botes. Sobre un molde de madera se van tendiendo una sobre otra tantas láminas de papel cuantas requiera el espesor del bote, cortado de manera que ajuste holgadamente en ancho y largo al molde, de modo que al secarse no se encoja. Una vez seco, se saca ya el casco, que es de suyo impermeable. Se remata el bote, como se pudiera rematar uno de madera; y queda un lindo barquichuelo, liso, ligero, airoso, apto para recibir cualquier barniz o pintura, fuerte, menos susceptible que los de madera a la acción del frío o del calor"-por ser el papel un no-conductor excelente,-y sin costura ninguna ni clavo que raje la madera, ni intersticio de ningún otro orden, lo cual lo salva de hacer agua, del quebranto y separación de los cmchos y tablas, y del hundimiento.

El casco de la lancha de vapor, a que pone ahora máquina la fábrica de Westinghouse, es ya más complicado, y se ha hecho en dos mitades unidas por la quilla.

Es un hermoso bote de recreo; más no nos parece que se le pueda dar tan segura aplicación como a los botes pequeños de remos.

Nos parece ver, al cerrar estas noticias curiosas, el rostro fresco y atrevido del muchachuelo que modeló su cara de gigante. Recordamos a Peter Cooper, que de nadie recibió instrucción mecánica, y reformó las máquinas de ·vapor, y halló aparatos para vaciar las montañas. Y

307

pensamos que no hay mejor sistema de educación que aquel que prepara niño a aprender por sí.

Asegúrese a cada hombre el ejercicio de sí propio. Si sólo para apoyar esta verdad hubieran servido-ya no habría sido

inútil la influencia de los botes de papel . .

La Am;riC'a. Nueva York, novaemhre de 1883

308

1882-1880

el valor de acometer ....

Tomado de Los ptlffJIIes nadonales tle Vmeuela, Instituto de la Caza y Ciencias de la Natwaleza (INCAFO) Madñd, España, 1977.

EL POEMA DEL NIAGARA 1

¡Pasajero, detente! ¡Este que traigo de la mano no es zurcidor de rimas, ni repetidor de viejos maestros, -que lo son porque a nadie repitieron,-ni decidor de amores, como aquellos que trocaron en mágicas cítaras el seno tenebroso de las traidontS góndolas de Italia, ni gemidor de oficio, como tantos que fuerzan a los hombres honrados a esconder sus pesares como culpas, y sus sagrados lamc:ntos como pueriles futilezas! Este que viene conmigo es grande, aunque no lo sea de España, y viene cubierto: es Juan Antonio Pérez Bonalde, que ha escrito el Poema del Niágara. Y si me preguntas más de él, curioso pasajero, te diré que se midió con un gigante y no salió herido, sino con la lira bien puesta sobre el hombro, -porque éste es de los lidiadores buenos, que lidian con la lira,-y con algo como aureola de triunfador sobre la frente. Y no preguntes más, que ya es prueba sobrada de grandeza atreverse a medirse con gigantes; pues el mérito no está en el éxito del acometimiento, aunque éste volvió bien de la lid, sino en el valor de acometer. ·

¡Ruines tiempos, en que no priva más arte que el de llenar bien los graneros de la casa, y sentarse en silla de oro, y vivir todo dorado; sin ver que la naturaleza humana no ha de cambiar de como es, y con sacar el oro afuera, no se hace sino quedarse sin oro alguno adentro! ¡Ruines tiempos, en que son mérito eximio y desusado el amor y el ejercicio de la grandeza! ¡Son los hombres ahora como ciertas damiselas, que se prendan de las virtudes cuando las ven encomiadas por los demás, o sublimadas en sonante prosa o en alados versos, mas luego que se han abrazado a la virtud, que tiene forma de cruz, la echan de sí con espanto, como si fuera mortaja roedora que les comiera las rosas de las mejillas, y el gozo de los besos, y ese collar de mariposas de colores que gustan de ceñirse al cuello las mujeres! ¡Ruines tiempos, en que los sacerdotes no merecen ya Ja alabanza ni la veneración de los poetas, ni los poetas han comenzado todavía a ser sacerdotes!

¡Ruines tiempos!-¡no para el hombre en junto, que saca, como los insectos, de sí propio la magnífica tela en que ha de pasear luego el espacio; sino para estos jóvenes eternos; para estos sentidores exaltables

1 Este trabajo se public6 como pr61ogo al Poema del Niágara de Juan Antonio Pérez Boaalde, en Nueva York, en 1882, y fue luego reproducido en la Revista de Cuba. tomo XIV, 1883.

311

reveladores y veedores, hijos de la paz y padres de ella, para estos creyentes fogosos, hambrientos de ternura, devoradores de amor, mal hechos a los pies y a los terruños, henchidos de recuerdos de nubes y de alas, buscadores de sus alas rotas, pobres poetas! Es su natural oficio sacarse del pecho las águilas que en él les nacen sin cesar, -como brota perfumes una rosa, y da conchas la mar y luz el sol,-y sentarse, a par que con sonidos misteriosos acompañan en su lira a las viajeras, a ver volar las águilas: -pero ahora el poeta ha mudado de labor, y anda ahogando águilas. ¿Ni en qué vuelta irán, si con el polvo del combate que hace un siglo empezó y aún no termina, están oscurecidas hoy las vueltas? ¿Ni quién las seguirá en su vuelo, si apenas tienen hoy los hombres tiempo para beber el oro de los vasos, y cubrir de él a las mujeres, y sacarlo de las minas?

Como para mayor ejercicio de la razón, aparece en la naturaleza contradictorio todo lo que es lógico; por lo que viene a suceder que esta época de elaboración y transformación espléndidas, en que los hombres se preparan, por entre los obstáculos que preceden a toda grandeza, a entrar en el goce de sí mismos, y a ser reyes de reyes, es para los poetas,-hombres magnos,-por la confusión que el cambio de estados, fe y gobiernos acarrea, época de tumulto y de dolores, en que los ruidos de la batal~a apagan las melodiosas profecías de la buena ventura de tiempos venideros, y el trasegar de los combatientes deja sin rosas los ro~es, y los vapores de la lucha opacan el brillo suave de las estrellas en el cielo. Pero en la fábrica universal no hay cosa pequeña que no tenga en sí todos los gérmenes de las cosas grandes, y el cielo gira y anda con sus tormentas, días y noches, y el hombre se revuelve y marcha con sus pasiones, fe y amarguras; y cuando ya no ven sus ojos las estrellas del cielo, los vuelve a las de su alma. De aquí esos poetas pálidos y gemebundos; de aquí esa nueva poesía atormentada y dolorosa; de aquí esa poesía íntima, confidencial y personal, necesaria consecuencia de los tiempos, ingenua y útil, como canto de hermanos, cuando brota de una naturaleza sana y vigorosa, desmayada y ridícula cuando la ensaya en sus cuerdas un sentidor flojo, dotado, como el pavón del plumaje brillante, del don del canto.

Hembras, hembras débiles parecerían ahora los hombres, si se dieran a apurar, coronatos de guirnaldas de rosas, en brazos de Alejandro y de Cebetes, el falerno meloso que sazonó los festines de Horacio. Por sensual queda en desuso la lírica pagana; y la cristiana, que fue hermosa, por haber cambiado los humanos el ideal de Cristo, mirado ayer como el más pequeño de los dioses, y amado hoy como el más grande, acaso, de

312

los hombres. Ni líricos ni épicos pueden ser hoy con naturalidad y sosiego los poetas; ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí propio, como si fuera su propio ser el asunto único de cuya existencia no tuviera dudas, o como si el problema de la vida humana hubiera sido con tal valentía acometido y con tal ansia investigado,-que no cabe motivo mejor, ni más estimulante, ni más ocasionado a profundidad y grandeza que el estudio de sí mismo. Nadie tiene hoy su fe segura. Los mismos que lo creen, se engañan. Los mismos que escriben fe se muerden, acosados de hermosas fieras interiores, los puños con que escriben. No hay pintor que acierte a colorear con la novedad y transparencia de otros tiempos la aureola luminosa de las vírgenes, ni cantor religioso o predicador que ponga unción y voz segura en sus estrofas y anatemas. Todos son soldados del ejército en marcha. A todos besó la misma maga. En todos está hirviendo la sangre nueva. Aunque se despedacen las entrañas, en su rincón más callado están, airadas y hambrientas, la Intranquilidad, la Inseguridad, la Vaga Esperanza, la Visión Secreta. ¡Un inmenso hombre pálido, de rostro enjuto, ojos llorosos y boca seca, vestido de negro, anda con pasos graves, sin reposar ni dormir, por toda la tierra,-y se ha sentado en todos los hogares, y ha puesto su mano trémula en todas las cabeceras! ¡Qué golpeo en el cerebro! ¡qué susto en el pecho! ¡qué demandar lo que no viene! ¡qué no saber lo que se desea! ¡qué sentir a la par deleite y náusea en el espíritu, náusea del día que muere, deleite del alba!

No hay obra permanente, porque las obras de los tiempos de reenquiciamiento y remolde son por esencia mudables e inquietas; no hay caminos constantes, vislúmbranse apenas los altares nuevos, grandes y abiertos como bosques. De todas partes solicitan la mente ideas diversas -y las ideas son como los pólipos, y como la luz de las estrellas, y como las olas de la mar. Se anhela incesantemente saber algo que confirme, o se teme saber algo que cambie las creencias actuales. La elaboración del nuevo estado social hace insegura la batalla por la existencia personal y más recios de cumplir los deberes diarios que, no hallando vías anchas, cambian a cada instante de forma y vía, agitados del susto que produce la probabilidad o vecindad de la miseria. Partido así el espíritu en amores contradictorios e intranquilos; alarmado a cada instante el concepto literario por un evangelio nuevo; desprestigiadas y desnudas todas las imágenes que antes se reverenciaban; desconocidas aún las imágenes futuras, no parece posible, en este desconcierto de la mente, en esta rewelta vida sin vía fija, carácter definido, ni término seguro, en este miedo acerbo de las pobrezas de la casa, y en la labor varia y medrosa

313

que ponemos en evitarlas, producir aquellas luengas y pacientes obras, aquellas dilatadas historias en verso, aquellas celosas imitaciones de gentes latinas que se escribían pausadamente, año sobre año, en el reposo de la celda, en los ocios amenos del pretendiente en corte, o en el ancho sillón de cordobán de labor rica y tachuelas de fino oro, en la beatífica calma que ponía en el espíritu la certidumbre de que el buen indio amasaba el pan, y el buen rey daba la ley, y la madre Iglesia abrigo y sepultura. Sólo en época de elementos constantes, de tipo literario general y determinado, de posible tranquilidad individual, de cauces fijos y notorios, es fácil la producción de esas macizas y corpulentas obras de ingenio que requieren sin remedio tal suma de favorables condiciones. El odio acaso, que acumula y concentra, puede aún producir naturalmente tal género de obras, pero el amor rebosa y se esparce; y éste es tiempo de amor, aun para los que odian. El amor entona cantos fugitivos, mas no produce, -por sentimiento culminante y vehemente, cuya tensión fatiga y abruma,-obras de reposado aliento y laboreo penoso.

Y hay ahora como un desmembramiento de la mente humana. Otros fueron los tiempos de las vallas alzadas; éste es el tiempo de las vallas rotas. Ahora los hombres empiezan a andar sin tropiezos por toda la tierra; antes, apenas echaban a andar, daban en muro de solar de señor o en bastión de convento. Se ama a un Dios que lo penetra y lo prevale todo. Parece profanación dar al Creador de todos los seres y de todo lo que ha de ser, la forma de uno solo de los seres. Como en lo humano todo el progreso consiste acaso en volver al punto de que se partió, se está volviendo al Cristo, al Cristo crucificado, perdonador, cautivador, al de los pies desnudos y los brazos abiertos, no un Cristo nefando y satánico, malevolente, odiador, enconado, fustigante, ajusticiador, impío. Y estos nuevos amores no se incuban, como antes, lentamente en celdas silenciosas en que la soledad adorable y sublime empollaba ideas gigantescas y radiosas; ni se llevan ahora las ideas luengos días y años luengos en la mente, fructificando y nutriéndose, acrecentándose con las impresiones y juicios análogos, que volaban a agruparse a la idea madre, como los abanderados en tiempo de guerra al montecillo en que se alza la bandera; ni de esta prolongada preñez mental nacen ahora aquellos hijos ciclópeos y desmesurados, dejo natural de una época de callamiento y de repliegue, en que las ideas habían de convertirse en sonajas de bufón de rey, o en badajo de campana de iglesia, o en manjar de patíbulo; y en que era forma única de la expresión del juicio humano el chismeo donairoso en una mala plaza de las comedias en amor trabadas entre las cazoletas de la espada y vuelos del guardainfante de los cortejadores y

314

hermosas de la villa. Ahora los árboles de la selva no tienen más hojas que lenguas las ciudades; las ideas se maduran en la plaza en que se enseñan, y andando de mano en mano, y de pie en pie. El hablar no es pecado, sino gala; el oír no es herejía, sino gusto y hábito, y moda. Se tiene el oído puesto a todo; los pensamientos, no bien germinan, ya están cargados de flores y de frutos, y saltando en el papel, y entrándose, como polvillo sutil, por todas las mentes: los ferrocarriles echan abajo la selva; los diarios la selva humana. Penetra el sol por las hendiduras de los árboles viejos. Todo es expansión, comunicación, florescencia, contagio, esparcimiento. El periódico desflora las ideas grandiosas. Las ideas no hacen familia en la mente, como antes, ni casa, ni larga vida. Nacen a caballo, montadas en relámpago, con alas. No crecen en una mente sola, sino por el comercio de todas. No tardan en beneficiar, después de salida trabajosa, a número escaso de lectores; sino que, apenas nacidas, benefician. Las estrujan, las ponen en alto, se las ciñen como corona, las clavan en picota, las erigen en ídolo, las vudcan, las mantean. Las ideas de baja ley, aunque hayan comenzado por brillar como de ley buena, no soportan el tráfico, el vapuleo, la marejada, el duro tratamiento. Las ideas de ley buena surgen a la postre, magulladas, pero con virtud de cura espontánea, y compactas y enteras. Con un problema nos levantamos; nos acostamos ya con otro problema. Las imágenes se devoran en la mente. No alcanza el tiempo para dar forma a lo que se piensa. Se pierden unas en otras las ideas en el mar mental, como cuando una piedra hiere el agua azul, se pierden unos en otros los círculos del agua. Antes las ideas se erguían en silencio en la mente como recias torres, por lo que, cuando surgían, se las veía de lejos: hoy se salen en tropel de los labios, como semillas de oro, que caen en suelo hirviente; se quiebran, se radifican, se evaporan, se malogran-¡oh hermoso sacrificio!-para el que las crea: se deshacen en chispas encendidas; se desmigajan. De aquí pequeñas obras fúlgidas, de aquí la ausencia de aquellas grandes obras culminantes, sostenidas, majestuosas, concentradas.

Y acontece también, que con la gran labor común de los humanos, y el hábito saludable de examinarse, y pedirse mutuas cuentas de sus vidas, y la necesidad gloriosa de amasar por sí el pan que se ha de servir en los manteles, no estimula la época, ni permite acaso la apaiición aislada de entidades suprahumanas recogidas en una única labor de índole tenida por maravillosa y suprema. Una gran montaña parece menor cuando está rodeada de colinas. Y ésta es la época en que las colinas se están encimando a las montañas; en que las cumbres se van deshaciendo

315

en llanuras; época ya cercana de la otra en que todas las llanuras serán cumbres. Con el descenso de las eminencias suben de nivel los llanos, lo que hará más fácil el tránsito por la tierra. Los genios individuales se señalan menos, porque les va faltando la pequeñez de los contornos que realzaban antes tanto su estatura. Y como todos van aprendiendo a cosechar los frutos de la naturaleza y a estimar sus flores, tocan los antiguos maestros a menos flor y fruto, y a más las gentes nuevas que eran antes cohorte mera de veneradores de los buenos cosecheros. Asístese como a una descentralización de la inteligencia. Ha entrado a ser lo bello dominio de todos. Suspende el número de buenos poetas secundarios y la escasez de poetas eminentes solitarios. El genio va pasando de individual a colectivo. El hombre pierde en beneficio de los hombres. Se diluyen, se expanden las cualidades de los privilegiados a la masa; lo que no placerá a los privilegiados de alma baja, pero sí a los de corazón gallardo y generoso, que saben que no es en la tierra, por grande criatura que se sea, más que arena de oro, que volverá a la fuente hermosa de oro, y reflejo de la mirada del Creador.

Y como el auvernés muere en París alegre, más que de deslumbramiento, del mal del país, y todo hombre que se detiene a verse anda enfermo del dulce mal del cielo, tienen los poetas hoy ,-auverneses sencillos en Lutecia alborotada y suntuosa,-la nostalgia de la hazaña. La guerra, antes fuente de gloria, cae en desuso, y lo que pareció grandeza, comienza a ser crimen. La corte, antes albergue de bardos de alquiler, mira con ojos asustados a los bardos modernos, que aunque a veces arriendan la lira, no la alquilan ya por siempre, y aun suelen no alquilarla. Dios anda confuso; la mujer como sacada de quicio y aturdida; pero la naturaleza enciende siempre el sol solemne en medio del espacio; los dioses de los bosques hablan todavía la lengua que no hablan ya las divinidades de los altares; el hombre echa por los mares sus serpientes de cabeza parlante, que de un lado se prenden a las breñas agrestes de Inglaterra, y de otro a la riente costa americana; y encierra la luz de los astros en un juguete de cristal; y lanza por sobre las aguas y por sobre las cordilleras sus humeantes y negros tritones;-y en el alma humana, cuando se apagan los soles que alumbraron la tierra decenas de siglos, no se ha apagado el sol. No hay occidente para el espíritu del hombre; no hay rriás que norte, coronado de luz. La montaña acaba en pico; en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo; en copa el árbol; y en cima ha de acabar la vida humana. En este cambio de quicio a que asistimos, y en esta refacción del mundo de los hombres, en que la vida nueva va, como los corceles briosos por los caminos, perseguida de

316

o

canes ladradores; en este cegamiento de las fuentes y en este anublamiento de los dioses,-la naturaleza, el trabajo humano, y el espíritu del hombre se abren como inexhaustos manantiales puros a los labios sedientos de los poetas:-¡vacíen de sus copas de preciosas piedras el agrio vino viejo, y pónganlas a que se llenen de rayos de sol, de ecos de faena, de perlas buenas y sencillas, sacadas de lo hondo del alma,-y muevan con sus manos febriles, a los ojos de los hombres asustados, la copa sonora!

De esta manera, lastimados los pies y los ojos de ver y andar por ruinas que aún humean, reentra en sí el poeta lírico, que siempre fue, en más o en menos, poeta personal,-y pone los ojos en las batallas y solemnidades de la naturaleza, aquel que hubiera sido en épocas cortesanas, conventuales o sangrientas, poeta de epopeya. La batalla está en los talleres; la gloria, en la paz; el templo, en toda la tierra; el poema, en la naturaleza. Cuando la vida se asiente, surgirá el Dante venidero, no por mayor fuerza suya sobre los hombres dantescos de ahora, sino por mayor fuerza del tiempo.-¿Qué es el hombre arrogante, sino vocero de lo desconocido, eco de lo sobrenatural, espejo de las luces eternas, copia más o menos acabada del mundo en que vive? Hoy Dante vive en sí, y de sí. Ugolino roía a su hijo; mas él a sí propio; no hay ahora mendrugo más denteado que un alma de poeta: si se ven con los ojos del alma, sus puños mondados y los huecos de sus alas arrancadas manan sangre.

Suspensa, pues, de súbito, la vida histórica; harto nuevas aún y harto confusas las instituciones nacientes para que hayan podido dar de sí,-porque a los pueblos viene el perfume como al vino, con los años,­elementos poéticos; sacadas al viento, al empuje crítico, las raíces desmigajadas de la poesía añeja; la vida personal dudadora, alarmada, preguntadora, inquieta, luzbélica; la vida íntima febril, no bien enquiciada, pujante, clamorosa, ha venido a ser el asunto principal y, con la naturaleza, el único asunto legítimo de la poesía moderna.

¡Más, cuánto trabajo cuesta hallarse a sí mismo! El hombre, apenas entra en el goce de la razón que desde su cuna le oscurecen, tiene que deshacerse para entrar verdaderamente en sí. Es un braceo hercúleo contra los obstáculos que le alza al paso su propia naturaleza y los que amontonan las ideas convencionales de que es, en hora menguada, y por impío consejo, y arrogancia culpable, -alimentada. No hay más difícil faena que esta de distinguir en nuestra existencia la vida pegadiza y postadquirida, de la espontánea y prenatural; lo que viene con el hombre, de lo que le añaden con sus lecciones, legados y ordenanzas, los que antes de él han venido. So pretexto de completar el ser humano, lo

317

interrumpen. No bien nace, ya están en pie, junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan; y lo enfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Así es la tierra ahora una vasta morada de enmascarados. Se viene a la vida como cera, y el azar nos vacía en moldes prehechos. Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente, no sentida a las veces por el mismo en quien hace su obra cauta, a la manera con que el Guadiana misterioso corre luengo camino calladamente por bajo de las tierras andaluzas. Asegurar el albedrío humano; dejar a los espíritus su seductora forma propia; no deslucir con la imposición de ajenos prejuicios las naturalezas vírgenes; ponerlas en aptitud de tomar, por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada. ¡He ahí el único modo de poblar la tierra de la generación vigorosa y creadora que le falta! Las redenciones han venido siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y esenciales. Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual. El primer trabajo del hombre es reconquistarse. Urge devolver los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus sentimientos, acelera el despertar de sus sentidos, y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Sólo lo genuino es fructífero. Sólo lo directo es poderoso. Lo que otro nos lega es como manjar recalentado. Toca a cada hombre reconstruir la vida: a poco que mire en sí, la reconstruye. Asesino alevoso, ingrato a Dios y enemigo de los hombres, es el que, so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática de amor, el evangelio bárbaro del odio. ¡Reo es de traición a la naturaleza el que impide, en una vía u otra, y en cualquiera vía, el libre uso, la aplicación directa y el espontáneo empleo de las facultades magníficas del hombre! ¡Entre ahora el bravo, el buen lancero, el ponderoso justador, el caballero de la libertad humana, -que es orden magna de caballería, -el que se viene derechamente, sin pujos de Valbuena ni rezagos de Ojeda, por la poesía épica de nuestros tiempos; el que movió al cielo las manos generosas en tono de plegaria y las sacó de la oración a modo de ánfora sonora, henchida de estrofas opulentas y vibrantes, acariciada de olímpicos reflejos! El poema está en el hombre, decidido a gustar todas las manzanas, a enjugar toda la savia del árbol del Paraíso y a trocar en hoguera confortante el fuego de que forjó Dios, en

318

otro tiempo, la espada exterminadora! ¡El poema está en la naturaleza, madre de senos próvidos, esposa que jamás desama, oráculo que siempre responde, poeta de mil lenguas, maga que hace entender lo que no dice, consoladora que fortifica y embalsama! ¡Entre ahora el buen bardo del Niágara, que ha escrito un canto extraordinario y resplandeciente del poema inacabable de la naturaleza!

¡El poema del Niágara! Lo que el Niágara cuenta; las voces del torrente; los gemidos del alma humana; la majestad del alma universal; el diálogo titánico entre el hombre impaciente y la naturaleza desdeñosa; el clamor desesperado de hijo de gran padre desconocido, que pide a su madre muda el secreto de su nacimiento; el grito de todos en un solo pecho; el tumulto del pecho que responde al bravío de las ondas; el calor divino que enardece y encala la frente del hombre a la faz de lo grandioso; la compenetración profética y suavísima del hombre rebelde e ignorador y la naturaleza fatal y reveladora, el tierno desposorio con lo eterno y el vertimiento deleitoso en la creación del que vuelve a sí el hombre ebrio de fuerza y júbilo, fuerte como un monarca amado, ungido rey de la naturaleza.

¡El poema del Niágara! El halo de espíritu que sobrerrodea el halo de agua de colores; la batalla de su seno, menos fragosa que la humana; el oleaje simultáneo de todo lo vivo, que va a parar, empujado por lo que no se ve, encabritándose y revolviéndose, allá en lo que no se sabe; la ley de la existencia, lógica en fuerza de ser incomprensible, que devasta sin acuerdo aparente mártires y villanos, y sorbe de un hálito, como ogro famélico, un haz de evangelistas, en tanto que deja vivos en la tierra, como alimañas de boca roja que le divierten, haces de criminales; la vía aparejada en que estallan, chocan, se rebelan, saltan al cielo y dan en hondo hombres y cataratas estruendosas; el vocerío y combate angélico del hombre arrebatado por la ley arrolladora, que al par que cede y muere, blasfema, agítase como titán que se sacude mundos y ruge; la voz ronca de la cascada que ley igual empuja, y al dar en mar o en antro, se encrespa y gime; y luego de todo, las lágrimas que lo envuelven ahora todo, y el quejido desgarrador del alma sola: he ahí el poema imponente que ese hombre de su tiempo vio en el Ni'ágara.

Toda esa historia que va escrita es la de este poema. Como este poema es obra representativa, hablar de él es hablar de la época que representa. Los buenos eslabones dan chispas altas. Menguada cosa es lo relativo que no despierta el pensamiento de lo absoluto. Todo ha de hacerse de manera que lleve la mente a lo general y a lo grande. La filosofía no es más que el secreto de la relación de las varias formas de

319

existencia. Mueven el alma de este poeta los afanes, las soledades, las amarguras, la aspiración del genio cantor. Se presenta armado de todas armas en un circo en donde no ve combatientes, ni estrados animados de público tremendo, ni ve premio. Corre, cargado de todas las armas que le pesan, en busca de batalladores. ¡Halla un monte de agua que le sale al paso; y, como lleva el pecho lleno de combate, reta al monte de agua!

Pérez Bonalde, apenas puso los ojos sobre sí, y en su tomo, viviendo en tiempo revuelto y en tierra muy fría, se vio solo; catecúmeno enérgico de una religión no establecida, con el corazón necesitado de adorar, con la razón negada a la reverencia; creyente por instinto, incrédulo por reflexión. En vano buscó polvo digno de una frente varonil para postrarse a rendir tributo de acatamiento; en vano trató de hallar su puesto, en esta época en que no hay tierra que no los haya trastocado todos, en la confusa y acelerada batalla de los vivos; en vano, creado por mal suyo para empresas hazañosas, y armado por el estudio del análisis que las reprime cuando no las prohíbe o ridiculiza, persiguió con empeño las grandes acciones de los hombres, que tienen ahora a gala y prueba de ánimo fuerte, no emprender cosa mayor, sino muy suave, productiva y hacedera. En los labios le rebosaban los versos robustos; en la mano le vibraba acaso la espada de la libertad,-que no debiera, por cierto, llevar jamás espada;-en el espíritu la punzante angustia de vivir sobrado de fuerzas sin empleo, que es como poner la savia de un árbol en el corpecillo de una hormiga. Los vientos corrientes le batían las sienes; la sed de nuestros tiempos le apretaba las fauces; lo pasado, ¡todo es castillo solitario y armadura vacía!; lo presente, ¡todo es pregunta, negación, cólera, blasfemia de derrota, alarido de triunfo!; lo venidero, ¡todo está oscurecido por el polvo y vapor de la batalla! Y fatigado de buscar en vano hazañas en los hombres, fue el poeta a saludar la hazaña de la naturaleza.

Y se entendieron. El torrente prestó su voz al poeta; el poeta su gemido de dolor a la maravilla rugidora. Del encuentro súbito de un espíritu ingenuo y de un espectáculo sorprendente, surgió este poema palpitante, desbordado, exuberante, lujoso. Acá desmaya, porque los labios sajan las ideas, en vez de darles forma. Allá se encumbra, porque hay ideas tales, que pasan por sobre los labios como por sobre valla de carrizos. El poema tiene el alarde pindárico, el vuelo herediano, rebeldes curvas, arrogantes reboses, lujosos alzamientos, cóleras heroicas. El poeta ama, no se asombra. No se espanta, llama. Riega todas las lágrimas del pecho. Increpa, golpea, implora. Yergue todas las soberbias de la mente. Empuñaría sin miedo el cetro de la sombra. Ase la niebla, rásgala,

320

penétrala. ¡Evoca al Dios del antro; húndese en la cueva limosa: enfríase en tomo suyo el aire; resurge coronado de luz; canta el hosanna! La Luz es el gozo supremo de los hombres. Ya pinta el río sonoro, turbulento, despeñado, roto en polvo de plata, evaporado en humo de colores. Las estrofas son cuadros: ora ráfagas de ventisquero, ora columnas de fuego, ora relámpagos. Ya Luzbel, ya Prometeo, ya Icaro. Es nuestro tiempo, enfrente de nuestra naturaleza. Ser eso es dado a pocos. Contó a la Naturaleza los dolores del hombre moderno. Y fue pujante, porque fue sincero. Montó en carroza de oro.

Este poema fue impresión, choque, golpe de ala, obra genuina, rapto súbito. Vese aún a trechos al estudiador que lee, el cual es personaje importuno en estos choques del hombre y la Naturaleza; pero por sobre él salta, por buena fortuna, gallardo y atrevido, el hombre. El gemidor asoma, pero el sentidor vehemente vence. Nada le dice el torrente, que lo dice todo; pero a poco pone bien el oído, y a despecho de Jos libros de duda, que le alzan muralla, lo oye todo. Las ideas potentes se enciman, se precipitan, se cobijan, se empujan, se entrelazan. Acá el consonante las magulla; el consonante magulla siempre; allá las prolonga, con lo cual las daña; por lo común, la idea abundosa y encendida encaja noblemente en el verso centellante. Todo el poeta se salió a estos versos; la majestad evoca y pone en pie todo lo majestuoso. Su estrofa fue esta vez como la ola que nace del mar agitado, y crece al paso con el encuentro de otras olas, y se empina, y se enrosca, y se despliega ruidosamente, y va a morir en espuma sonante y círculos irregulares y rebeldes no sujetos a forma ni extensión; acá enseñoreándose de la arena y tendiéndose sobre ella como triunfador que echa su manto sobre la prisionera que hace su cautiva; allá besando mansamente los bordes cincelados de la piedra marina caprichosa; quebrándose acullá en haces de polvo contra la arista enhiesta de las rocas. Su irregularidad le viene de su fuerza. La perfección de la forma se consigue casi siempre a costa de la perfección de la idea. Pues el rayo ¿obedece a marcha precisa en su camino? ¿Cuándo fue jaca de tiro más hermosa que potro en la dehesa? Una tempestad es más bella que una locomotora. Señálanse por sus desbordes y turbulencias las obras que arrancan derechamente de lo profundo de las almas magnas.

Y Pérez Bonalde ama su lengua, y la acaricia, y la castiga; que no hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza; ni hay nada mejor para agrandar y robustecer la mente que el estudio esmerado y la aplicación oportuna del lenguaje. Siente uno, luego de escribir, orgullo de escultor y de pintor. Es la

321

dicción de este poema redonda y hermosa; la factura amplia; el lienzo extenso; los colores a prueba de sol. La frase llega a alto, como que viene de hondo, y cae rota en colores, o plegada con majestad, o fragorosa como las aguas que retrata. A veces, con la prisa de alcanzar la imagen fugitiva, el verso queda sin concluir, o concluido con premura. Pero la alteza es constante. Hay ola, y ala. Mima Pérez Bonalde lo que escribe; pero no es, ni quiere serlo, poeta cincelador. Gusta, por descontado, de que el verso brote de su pluma sonoro, bien acuñado, acicalado, mas no se pondrá como otro, frente .al verso, con martillo de oro y buril de plata, y enseres de cortar y de sajar, a mellar aquí un extremo, a fortificar allí una juntura, a abrillantar y redondear la joya, sin ver que si el diamante sufre talla, moriría la perla de ella. El verso es perla. No han de ser los versos como la rosa centifolia, toda llena de hojas, sino como el jazmín del Malabar, muy cargado de esencias. La hoja debe ser nítida, perfumada, sólida, tersa. Cada vasillo suyo ha de ser un vaso de aromas. El verso, por dondequiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume. Han de podarse de la lengua poética, como del árbol, todos los retoños entecos, o amarillentos, o mal nacidos, y no dejar más que los sanos y robustos, con lo que, con menos hojas, se alza con más gallardía la rama, y pasea en ella con más libertad la brisa y nace mejor el fruto. Pulir es bueno, mas dentro de la mente y antes de sacar el verso al labio. El verso hierve en la mente, como en la cuba el mosto. Mas ni el vino mejora, luego de hecho, por añadirle alcoholes y taninos; ni se aquilata el verso, luego de nacido, por engalanarlo con aditamentos y aderezos. Ha de ser hecho de una pieza y de una sola inspiración, porque no es obra de artesano que trabaja a cordel, sino de hombre en cuyo seno anidan cóndores, que ha de aprovechar el aleteo del cóndor. Y así brotó de Bonalde este poema, y es una de sus fuerzas: fue hecho de una pieza.

¡Oh! ¡Esa tarea de recorte, esa mutilación de nuestros hijos, ese trueque de plectro del poeta por el bisturí del disector! Así quedan los versos pulidos: deformes y muertos. Como cada palabra ha de ir cargada de su propio espíritu y llevar caudal suyo al verso, mermar palabras es mermar espíritu, y cambiarlas es rehervir el mosto, que, como el café, no ha de ser rehervido. Se queja el alma del verso, como maltratada, de estos golpes de cincel. Y no parece cuadro de Vinci, sino mosaico de Pompeya. Caballo de paseo no gana batallas. No está en el divorcio el remedio de los males del matrimonio, sino en escoger bien la dama y en no cegar a destiempo en cuanto a las causas reales de la unión. Ni en el pulimento está la bondad del verso, sino en que nazca ya alado y sonante. No se dé por hecho el verso en espera de acabarle luego, cuando aún no

322

esté acabado; que luego se le rematará en apariencia, mas no verdaderamente ni con ese encanto de cosa virgen que tiene el verso que no ha sido sajado ni trastrojado. Porque el trigo es más fuerte que el verso, y se quiebra y amala cuando lo cambian muchas veces de troje. Cuando el verso quede por hecho ha de estar armado de todas armas, con coraza dura y sonante, y de penacho blanco rematado el buen casco de acero reluciente.

Que aun con todo esto, como pajas perdidas que con el gusto del perfume no se cuidó de recoger cuando se abrió la caja de perfumería, quedaron sueltos algunos cabos, que bien pudieran rematarse; que acá sobra un epíteto; que aquí asoma un asonante inoportuno; que acullá ostenta su voluta caprichosa un esdrújulo osado; que a cual verso le salió corta el ala, lo que en verdad no es cosa de gran monta en esta junta de versos sobrados de alas grandes; que, como dejo natural del tiempo, aparecen en aquella y esta estrofa, como fuegos. de San Telmo en cielo sembrado de astros, gemidos de contagio y desesperanzas aprendidas; ¡ea! que bien puede ser, pero esa menudencia es faena de pedantes. Quien va en busca de montes, no se detiene a recoger las piedras del camino. Saluda el sol, y acata al monte. Estas son confidencias de sobremesa. Esas cosas se dicen al oído. Pues, ¿quién no sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo? La imperfección de la lengua humana para expresar cabalmente los juicios, afectos y designios del hombre es una prueba perfecta y absoluta de la necesidad de una existencia venidera.

Y aquí viene bien que yo conforte el alma, algún momento abatida y azorada de este gallardísimo poeta; que yo le asegure lo que él anhela saber; que vacíe en él la ciencia que en mí han puesto la mirada primera de los niños, colérica como quien entra en casa mezquina viniendo de palacio, y la última mirada de los moribundos, que es una cita, y no una despedida. Bonalde mismo no niega, sino que inquiere. No tiene fe absoluta en la vida próxima; pero no tiene duda absoluta. Cuando se pregunta desesperado qué ha de ser de él, queda tranquilo, como si hubiera oído lo que no dice. Saca fe en lo eterno de los coloquios en que bravamente lo interroga. En vano teme él morir cuando ponga al fin la cabeza en la almohada de tierra. En vano el eco que juega con las palabras,-porque la naturaleza parece, como el Creador mismo, celosa de sus mejores criaturas, y gusta de ofuscarles el juicio que les dio,-le responde que nada sobrevive a la hora que nos parece la postrera. El eco en el alma dice cosa más honda que el eco del torrente. Ni hay torrente como nuestra alma. ¡No! ¡la vida humana no es toda la vida! La tumba es vía y no término. La mente no podría concebir lo que no fuera capaz

323

de realizar; la existencia no puede ser juguete abominable de un loco maligno. Sale el hombre de la vida, como tela plegada, ganosa de lucir sus colores, en busca de marco; como nave gallarda, ansiosa de andar mundos, que al fin se da a los mares. La muerte es júbilo, reanudamiento, tarea nueva. La vida humana sería una invención repugnante y bárbara, si estuviera limitada a la vida en la tierra. Pues ¿qué es nuestro cerebro, sementera de proezas, sino anuncio del país cierto en que han de rematarse? Nace el árbol en la tierra, y halla atmósfera en que extender sus ramas; y el agua en la honda madre, y tiene cauce en donde echar sus fuentes; y nacerán las ideas de justicia en la mente, las jubilosas ansias de no cumplidos sacrificios, el acabado programa de hazañas espirituales, los deleites que acompañan a la imaginación de una vida pura y honesta, imposible de logro en la tierra -¿y no tendrá espacio en que tender al aire su ramaje esta arboleda de oro? ¿Qué es más el hombre al morir, por mucho que haya trabajado en vida, que gigante que ha vivido condenado a tejer cestos de monje y fabricar nidillos de jilguero? ¿Qué ha de ser del espíritu tierno y rebosante que, falto de empleo fructífero, se refugia en si mismo, y sale íntegro y no empleado de la tierra? Este poeta venturoso no ha entrado aún en los senos amargos de la vida. No ha sufrido bastante. Del sufrimiento, como el halo de la luz, brota la fe en la existencia venidera. Ha vivido con la mente, que ofusca; y con el amor, que a veces desengaña; fáltale aún vivir con el dolor que conforta, acrisola y esclarece. Pues ¿qué es el poeta, sino alimento vivo de la llama con que alumbra? ¡ F.cha su cuerpo a la hoguera, y el humo llega al cielo, y la claridad del incendio maravilloso se esparce, como un suave calor, por toda la tierra!

Bien hayas, poeta sincero y honrado, que te alimentas de tí mismo. ¡He aquí una lira que vibra! ¡He aquí un poeta que se palpa el corazón, que lucha con la mano vuelta al cielo, y pone a los aires vivos la arrogante frente! ¡He aquí un hombre, maravilla de arte sumo, y fruto raro en esta tierra de hombres! He aquí un vigoroso braceador que pone el pie seguro, la mente avarienta, y los ojos ansiosos y serenos en ese haz de despojos de templos, y muros apuntalados, y cadáveres dorados, y alas hechas de cadenas, de que, con afán siniestro, se aprovechan hoy tantos arteros batalladores para rehacer prisiones al hombre moderno! El no persigue a la poesía, breve espuma de mar hondo, que sólo sale a flote cuando hay ya mar hondo, y voluble coqueta que no cuida de sus cortejadores, ni dispensa a los importunos sus caprichos. El aguardó la hora alta, en que el cuerpo se agiganta y los ojos se inundan de llanto, y

324

de embriaguez el pecho, y se hincha la vela de la vida, como lona de barco, a vientos desconocidos, y se anda naturalmente a paso de monte. El aire de la tempestad es suyo, y ve en él luces, y abismos bordados de fuego que se entreabren, y místicas promesas. En este poema, abrió su seno atormentado al aire puro, los brazos trémulos al oráculo piadoso, la frente enardecida a las caricias aquietadoras de la sagrada naturaleza. Fue libre, ingenuo, humilde, preguntador, señor de sí, caballero del espíritu. ¿Quiénes son los soberbios que se arrogan el derecho de enfrenar cosa que nace libre, de sofocar la llama que enciende la naturaleza, de privar del ejercicio natural de sus facultades a criatura tan augusta como el ser humano? ¿Quiénes son esos búhos que vigilan la cuna de los recién nacidos y beben en su lámpara de oro el aceite de la vida? ¿Quiénes son esos alcaides de la mente, que tienen en prisión de dobles rejas al alma, esta gallarda castellana? ¿Habrá blasfemo mayor que el que, so pretexto de entender a Dios, se arroja a corregir la obra divina? ¡Oh Libertad! !no manches nunca tu túnica blanca, para que no tenga miedo de ti el recién nacido! ¡Bien hayas tú, Poeta del Torrente, que osas ser libre en una época de esclavos pretenciosos, porque de tal modo están acostumbrados los hombres a la servidumbre, que cuando han dejado de ser esclavos de la reyecía, comienzan ahora, con más indecoroso humillamiento, a ser esclavos de la Libertad! ¡Bien hayas, cantor ilustre, y ve que sé qué vale esta palabra que te digo! ¡Bien hayas tú, señor de espada de fuego, jinete de caballo de alas, rapsoda de lira de roble, hombre que abres tu seno a la naturaleza! Cultiva lo magno, puesto que trajiste a la tierra todos los aprestos del cultivo. Deja a los pequeños otras pequeñeces. Muévante siempre estos solemnes vientos. Pon de lado las huecas rimas de uso, ensartadas de perlas y matizadas con flores de artificio, que suelen ser más juego de la mano y divertimiento del ocioso ingenio que llamarada del alma y hazaña digna de los magnates de la mente. Junta en haz alto, y echa al fuego, pesares de contagio, tibiedades latinas, rimas reflejas, dudas ajenas, males de libros, fe prescrita, y caliéntate a la llama saludable del frío de estos tiempos dolorosos en que, despierta ya en la mente la criatura adormecida, están todos los hombres de pie sobre la tierra, apretados los labios, desnudo el pecho bravo y vuelto el puño al cielo, demandando a la vida su secreto.

325

DARWIN HA MUERTO

Darwin era un anciano grave en quien resplandecía el orgullo de haber visto. El cabello, cual manto blanco, le caía sobre la espalda.

La frente remataba en montículos en las cejas, como quien ha cerrado mucho los ojos para ver mejor.

Su mirada era benévola, cual la de aquellos que viven en trato fecundo con la Naturaleza, y su mano, blanda y afectuosa, como hecha a cuidar pájaros y plantas.

En torno suyo había consagrado un mínimo universo, el que llevaba en su ancha mente, y acá era un cerrillo de polvo húmedo en que observaba cómo los insectos van elaborando la capa de tierra; allá en grupo elocuente, una familia de plantas semejantes, en que por varios y continuos modos, había venido a parar en ser planta florida la que al principio no lo era; bajo aquella urna, era una islilla de coral que le h.abía revelado la obra magna del insecto mínimo; en aquel rinconcillo del jardín, era un grupo de plantas voraces, que se alimentan de insectillos, como aquella terrible planta de Africa que acuesta sus hojas en la tierra, y atrae así, como león al hombre, al que recoge, como con labios, con sus hojas, y estruja y desangra a manera de boa, para dejarlo caer, ya yerto, en tierra, abriendo sus hojas anchas luego que ha satisfecho el hambre matadora, con lo que van juntos en la vida humana, por apetecer fascinar y estrujar, el arbusto, el árbol, el león y la serpiente; ya se le veía, sentado junto a un copioso y pintoresco invernadero, memorando laboriosamente, y poniendo en junto los hábitos de los cuadrumanos y los del hombre, por ver si hallaba razón nueva que añadir, con la de originación de la mente de los simios, a su teoría de la originación del ser humano en el cuadrúpedo velloso, de orejas y cola puntiagudas, habitante de árboles, de quien imaginaba, en sus soledades pobladas de hipótesis, que podría venir el hombre.

Ya se le hallaba en su hermosísimo cuarto de estudiar, repleto de huesos y de flores, y de cierta luz benigna que tienen los cuartos en que se piensa honestamente, hojeando con respeto los libros de su padre, que fue poeta de ciencia, y estudió con celo y ternura los amores de las plantas, y los ensayos de su abuelo, que ardió como él en sacar respuestas vivas de la muda tierra; o ponía en junto sus obras magnas, humildes en el estilo, fidelísimas en la observación, fantaseadoras en la teoría que saca de ellas, y luego de dejar hueco para dos, ponía primero El origen de las

327

especies, en que mantiene que los seres vivos tienen la facutad de cambiar y modificarse, y mejorar, y legar a sus sucesores su existencia mejorada, de lo cual, examinando analogías y descendiendo de la escala de los seres vivos, en que todos son análogos, va a parar en que todos los animales que hoy pueblan la tierra, vienen de cuatro o cinco progenitores, y todas las plantas, con ser tan numerosas y varias, de otros cuatro o cinco; las cuales primitivas especies, en lucha permanente por la vida con los seres de su especie o especies distintas que quieren vivir a expensas de ellas, han venido desarrollándose y mejorándose y reproduciéndose en vástagos perfeccionados, siempre superiores a sus antecesores, y que legaban a sus hijos superioridades nuevas, merced a las cuales, la creación sucesiva, mejorada y continua, ha venido a rematar, de las móneras, que son masa albuminosa e informe, o del batibio, que es mucflago vivo, en el magnífico hombre; cuya ley de creación, que asigna a cada ser la facultad de vencer, en la batalla por la existencia, a los seres rivales que se oponen a su poder de modificarse durante su vida, y reproducir en su vástago su modificación, es ésa la ley, ya famosa, de la selección natural, que inspira hoy a los teorizantes cegables y noveles, que tienen ojos ligeros y sólo ven la faz de las cosas, y no lo hondo, e influye en los pensadores alemanes, que la extreman y dan por segura, e ilumina, por lo que la exagerada teoría lleva en sí de fundamentos de hechos lealmente observados, el seno oscuro de la tierra a todos los estudiadores nobles roídos del apetito eternador de la verdad. Y aliado de este Origen de las especies, que fue tal fiesta y asombro para el pensamiento humano como el Reino animal, de Cuvier, donde se cuentan cosas épicas y novelescas, o la Historia del desarrollo, de Von Baer, que reveló, a luz de relámpago, las maravillas de la tiniebla, o los libros de geología del caballero Carlos Lyell, que ponen de nuevo en pie mundos caídos, la mano blanda del sereno Darwin ponía su Originación del hombre, en que supone que ha debido existir el animal velloso intermedio, de quien cree que el animal velloso se deriva, lo cual movió a buena parte de los hombres, no hechos a respetar la libertad del pensamiento soberano y los esfuerzos del buscador sincero y afanoso, a cóleras injustas, que no siente nunca ante el error el que posee la fuerza de vencerla. Por de contado que la semejanza de todos los seres vivos prueba que son semejantes, sin que de eso sea necesario deducir que vienen los unos de los otros; por de contado que existe semejanza de inteligencia entre el hombre y el resto de los animales, como existe entre ellos semejanza de forma, sin que por eso pueda probarse, con lo que no hay alarma para los que mantienen que el espíritu es una brotación de la materia, que el espíritu ha venido

328

ascendiendo en los animales, en desarrollo paralelo a medida que ascendía su forma. La alarma viene de pensar que cosas tan bellas como los afectos, y tan soberbias como los pensamientos, nazcan, a modo de flor de la carne, o evaporación del hueso, del cuerpo acabable; el espíritu humano se aíra y se aterra de imaginar que serán vanos sus bárbaros dolores, y que es juguete ruin de magnífico loco, que se entretiene en sajar con grandes aceros en el pecho de los hombres, heridas que nadie ha de curar jamás, y encender en la sedienta mente, pronta siempre a incendio, llamas que han de consumir con lengua impía el cráneo que lamen y enllagan.

Mas no revela la Naturaleza esa superior suma de espíritu en acuerdo con cada superior grado de forma; y quien mira en los ríos del Brasil, ve que el cerdo de mar, como madre humana amorosa, lleva a su espalda, cuando nada, a todos sus hijuelos; y que el mono de América, más lejano en su forma del hombre que el de Africa, está más cerca de él en su inteligencia; y que una menudísima araña construye, y recompone con singular presteza si se las quiebran, redes para cazar insectos, en que está resuelto el problema de los eneágonos, de forma no revelada aún a los hombres. Y ¿es que es loca la ciencia del alma, que cierra los ojos a las leyes del cuerpo que la mueve, la aposenta y la esclaviza, y es loca la ciencia de los cuerpos que niega las leyes del alma radiante, que llena de celajes, dosela y arrebola y empabellona la mente de los hombres?

El pensamiento puede llevar a hacer saltar en pedazos el cráneo, y puede hender la tierra, y llenar de mar fresco la arena ardiente del Sabara, y el cráneo frío enfría para la tierra el pensamiento, y el polvo del Sabara puede ahogar en su revuelto torbellino el cuerpo en que anida el espíritu de un héroe. La vida es doble. Yerra quien estudia la vida simple. Perdón ¡oh mis lectores! por esta lengua mía parlera que se va siempre a cosas graves.

Estábamos en el gabinete de Darwin, y le vimos allí-poniendo de lado lo que el áspero Flourens y Haeckel, que lo venera y adiciona, y el respetuoso Koellicker han dicho de sus obras-ahilar en un hueco de su estante, tras sus dos libros máximos, tantos otros suyos: Las plantas insectfvoras. que parecen fantásticos cuentos; La antefenilización del reino vegetal, que saca de sí mismo los elementos de su vida; Las fonnas diferentes de las flores en plantas de las mismas especies; el Poder del movimiento de las plantas, donde se narran maravillas, y travesuras, y misterios de árboles, arbustos y algas, las cuales suelen, en la estación del amor, disputar una parte de sí a que busque en su hogar retirado la

329

esposa apetecida; y La estructura y distribución de las rocas de coral; las Observaciones geológicas en las islas volcánicas; y su monografía llena de revelaciones y sorpresas, de los animales de la familia cirripeda, y ese último libro suyo, que mueve a agradecimiento, por la ternura que revela su inefable amor a lo pequeño, y por la nueva gala de ciencia, siempre grata a la mente, que a él se debe; en el cual libro dice cómo los gusanillos generosos van labrando, para habitación y sustento de los seres vivos, aquella parte de la tierra en que surgen después, perfumosos y frutados, los próvidos vegetales. Y allá por entre sus libros, rebosábanle muestras de la admiración humana, y diplomas, y collares de Prusia, medallas de Inglaterra y título de maestro honorario de las academias que ha poco le burlaban, y de las universidades que ponen en duda su teoría, mas inscriben los hechos varios y numerosos por él descubiertos-que son tantos, que parecen bosque que enmaraña y ofusca a quien entra en ellos-en la cuenta de las más grandes, ingenuas y venerables conquistas humanas. Y ¿aquellos dos libros primeros, para los que dejó hueco en su estante? Pues ¿no lo sabíais? El genio de ese hombre dio flor en América; nuestro suelo incubó; nuestras maravillas lo avivaron; lo crearon nuestros bosques suntuosos; lo sacudió y puso en pie nuestra naturaleza potentísima. El vino acá de joven, como naturalista de una expedición inglesa que salió a correr mares de Africa y América; se descubrió, movido de respeto, ante nuestras noches; se sentó, asombrado de la universal hermosura, en nuestras cúspides; loó con altas voces a aquellos indios muertos que un pueblo romántico y avaro segó en su primera flor; y se sentó en medio de las pampas, en medio de nuestros animales antediluvianos. Acá recogió en las costas pedrezuelas muy ricas y de muy fino esmalte, duras como conchas, que imitaban a maravilla plantas elementales; allá observó pacientemente, escarbando y ahondando, cómo fue haciendo el mar los valles de Chile, llenos aún de incrustaciones salinas; y cómo la tierra llana de las pampas se fue, grano tras grano, acumulando en la garganta de la desembocadura primitiva del viejo río Plata; y estudió en Santa Cruz lacas basálticas, maderas salificadas en Chiloé, fósiles cetáceos en la Tierra del Fuego, y vio cuán lentamente se fue levantando en el lado del orto la tierra de América; y cómo Lima, del lado del ocaso, ha subido ochenta y cinco pies de tierra desde que puso planta en ella el hombre; y cómo toda esta tierra americana, de un lado y del otro, ha ido ascendiendo gradual y lentamente, y no por catástrofe, ni de súbito; y todo está sencillamente dicho, no como autócrata que impone, sino como estudiador modesto, en su libro de Observaciones geológicas sobre Sud América. Y es el otro de sus libros sabrosísimo

330

romance, en que las cosas graves van dichas de modo claro y airoso, y cuenta a la par las gallardías del gaucho y los hábitos de los insectos, y cuándo hubo caballos en la vieja América, y cómo los doman ahora. Es un jinete sabio, que se baja de su cabalgadura a examinar las cuentas azules que ciñen, a modo de brazalete, las muñecas de las indias de la cordillera, y a recoger el maxilar de un puma fétido en cuya piel se ven clavadas aún las uñas de los cóndores. No hay en ese diario de investigaciones de la geología e historia natural de los varios países visitados por el buque de Su Majestad Beagle, bajo el mando del capitán Fitzroy, de 1832 a 1836, esa arrogancia presuntuosa, ni ese culpable fantaseo de los científicos apasionados, que les mueven a callar los hechos de la Naturaleza que contradicen sus doctrinas, y exagerar las que las favorecen, y a completar a las veces con hechos imaginarios aquellos reales que necesiten de ellos para series beneficiosQs. El libro no es augusto, como pudo ser, sino ameno. Ni es profundo, sino sincero.

No se ve al sectario que violenta el Universo o llama a él con manos impacientes, sino al veedor pacífico que dirá implacablemente lo que ha visto. En cosas de mente no ve más que lo que le sale a la faz, y no profundiza hombres, ni le mueven mucho a curiosidad, ni se cuida de penetrar su mundo rico. En cosas de afectos siéntase venerador a la sombra de los árboles de tronco blanco de honda selva brasileña, y esgrime marcador de hierro contra los que azotan a su vista esclavos, a quienes tiene por miserables. Es un fuerte que no perdona bastante a los demás que sean débiles.

Y que, sobre haber nacido en Inglaterra, lo que hace soberbios a los hombres, porque es como venir al mundo en la cuna de la Libertad, era Darwin mancebo feliz, de espíritu primerizo, y no conocía esa ciencia del perdón que viene con una larga, o con una triste vida. La tristeza pone en el alma prematura vejez. Y desde su cabalgadura, o desde su choza ruin, medía la tierra, hundía su mano en la corteza de los árboles, bajaba a abruptas criptas, subía a fragantes montes, recogía insectos, huesos, hojas, semillas, arenas, conchas, cascos, flores; comparaba los dientes del caballo nuevo de la pampa rica con las mandíbulas colosales, como ceñidor del tronco de árbol, del caballo montuoso de la pampa primitiva, que murió tal vez de hambre, ante los árboles súbitamente secos en que saciaba su apetito; tal vez de sed, junto al gran cauce enjuto del río viejo. Y fue aparejando hechos, pintando semejanzas, acotando en índices la suma de animales de que hallaba restos en diversas capas térreas; viendo cómo las razas de animales de la tierra propia crecen y prosperan, y cómo las de los traídos de otras tierras se empobrecen y avillanan; cómo

331

hay plantas que tienen de reptiles; cómo hay minerales que tienen de plantas; cómo hay reptiles que tienen de ave. Y pone en suelta en el libro lo que después apareció con El origen de las especies, puesto en su mente en cerrado conjunto. A caballo, anduvo la América frondosa; vio valles como recién hechos de fango; vio ríos como el Leteo; navegó bajo toldo de mariposas, y bajo toldo de truenos; asistió en la boca del Plata a batallas de rayos; vio el mar luciente, como sembrado de astros; pues ¿las fosforescencias no son como las nebulosas de los mares? Vio la noche lujosa, que llena el corazón de luz de estrella; gustó café en las ventas del Brasil, que son nuestras posadas; vio reír a Rosas, que tenía risa terrible; atravesó la Patagonia húmeda; la Tierra del Fuego desolada; Chile árido; Perú supersticioso. Aguárdase a monarca gigantesco cuando se entra en la selva brasileña, e imagínale el espíritu sobrecogido con gran manto verde, como de falda de montaña, coronado de vástagos nudosos, enredada la barba en lianas luengas, y apartando a su paso con sus manos, velludas como piel de toro añoso, los cedros corpulentos. Toda la selva es bóveda, y cuelgan de los árboles guirnaldas de verde heno. De un lado trisca, en manada tupida, el ciervo alegre; de otro, se alzan miles de hormigas que parecen cerros, y como aquellos volcanes de lodo del Tocuyo que vio Humboldt; ora, por entre los pies del caminante, salta el montón con el hocico horadador, el taimado tucutuco; ora aparece brindando sosiego un bosquecillo de mandiocas, cuya harina nutre al hombre, y cuyas hojas sirven de regalo a la fatigada cabalgadura. Ya el terrible vampiro saja y desangra, con su cortante boca, el cuello del caballo., que más que relincha, muge; ya cruza traveseando el guainumbí ligero, de las alas transparentes que relucen y vibran. Abrese un tanto el bosque, mojado recientemente por la lluvia, y se ve, como columna de humo, alzarse del follaje, besado del sol, un vapor denso, y allá se ve la espléndida montaña, envuelta en vagas brumas. Mezclan sus ramas mangos y canelos, y el árbol del pan próvido, y la jaca que da sombra negra, y el alcanfor gallardo. Esbelta es la mimosa; elegante el helecho; la trepadora, corpulenta.

Y en medio de la noche, lucen los ojos del cocuyo airado que dan viva lumbre como la que enciende en el rostro humano la ira generosa. Y grazna el cucú vil, que deja sus huevos en los nidos de otros pájaros. El día renace, y se doblan, ante la Naturaleza solemne y coloreada, las trémulas rodillas. Y luego del Brasil, vio Darwin a Buenos Aires. Salíanle al paso, ingenuos como niños, y le miraban confiados y benévolos, los ciervos campestres; los bravos ciervos americanos. que no

332

temen al ruido del mosquete, mas huyen despavoridos luego que ven que la bala del extranjero ha herido un árbol de su bosque.

Leyenda es el viaje; hoy esquivan el tímido rostro de los indios; mañana ven lucir en medio de la noche los ojos del jaguar colérico, a quien irrita la tormenta, y afila sus recias uñas en los árboles; ayer fue día de domar caballos, atándoles una pata trasera a las delanteras, y a éstas la cabeza rebelde, y la lengua al labio, y echándolos a andar, sudorosos y maniatados, con la silla al lomo, y el jinete en ella por el llano ardiente, del que vuelven jadeantes y sumisos; el almuerzo es con Rosas, que tiene en su tienda de campaña, como los señores feudales, cortejo de bufones; la comida es con gauchos, con los esbeltos y febriles gauchos, que cuentan cómo el tirano de la pampa, que tuerce árboles, y con ponerles la mano en el lomo, doma potros, hace tender a los hombres, como cueros, a secar, atados en alto de pies y manos a cuatro estacas, donde a veces mueren.

De un lado veía Darwin el árbol sacro de Gualeguaychú, de cuyos hilos, que en invierno hacen de hojas, cuelgan los indios piadosos, porque la naturaleza humana goza en dar, ya el pan que llevan, ya el lienzo que compraron para los usos de la casa, ya la musiquilla con que divierten los ocios del camino, porque aquel árbol espinoso está al terminar dificilísimo pasaje, y le ve el indio como nuncio de salud, a quien sacrifica sus prendas y caballos, tras de lo cual cree que ni sus cabalgaduras se cansarán, ni la desgracia llamará nunca a él; y que se sienten felices, con ese gozo penetrante que deja siempre en el alma el noble agradecimiento; que es tal en ellos el árbol, que si no tienen cosa que darle, se sacan de sus ponchos un hilo del tejido, y lo cuelgan a un hilo del árbol.

Y más allá, ¡qué magnífica sorpresa! Allí están los roedores gigantescos, testigos de otros mundos; restos de megalomis; huesos de megaterio, vestigio del gran caballo americano. Y ¡qué ancas las de esas bestias montañosas! ¡qué garras, que parecen troncos de árbol! Y se sentaban al pie de aquellos árboles colosos, y abrazados a ellos, traían a sí las ramas con estruendo de monte que se despeña, y comían de ellas. En mal hora revuelven un nido de avestruz; que el avestruz ataca sin miedo a los viajeros de a pie o de a caballo que revuelven sus nidos. Ruge el jaguar que pasa, seguido de gran número de zorras, como en la India siguen al tigre los chacales; que lo que en otras tierras es chacal, en América es zorra. O es el ganado airoso de las pampas, que sorprende al viajero por su elegancia y perspicacia, porque parece el rebaño una parvada de escolares traviesos. O son los indios mansos de la cordillera,

333

que brillan como genios del llano, en sus corceles recamados de plata, que ellos guían con fuertes e invisibles riendas de alambre; y al sol lucen el estribo fulgente, el cabestro enjoyado, la gruesa espuela, el mango del cuchillo. O son ya los eunucos del llano, que guardan ovejas, los perros pastores.

Ya el camino desmaya y la tierra se entristece; el gaucho, como amante que anhela ver a su amada, mira a la pampa que abandona. Andan en horda los pacíficos guanacos, celosos de sus hembras, que cuando sienten llegada la hora de morir, van, como los hombres de la Tierra del Fuego, a rendir la vida donde la rindieron los demás guanacos de su horda. Y de súbito la comitiva tiembla, y los guanacos huyen: es que viene rugiendo el puma fiero, que es el león de América, que se pasea del Ecuador fogoso a la Patagonia húmeda, y que no gime cuando se siente herido; ¡bravo león de América! Y más allá están guanacos muertos, y en medio de ellos, como corona del puma, bandadas de buitres que aguardan las migajas de la fiesta del león.

Los viajeros andan silenciosos; los arbustos están llenos de espinas; las plantas son enanas; secas yacen las piedras de sus márgenes; en gotas de rocío apagan su sed los roedores famélicos del bosque.

Así fue para Dawin la árida Patagonia. Y ¡qué negra la Tierra del Fuego! Poco sol, mucha agua, perpetuo

pantano: turbio todo, todo lúgubre, todo húmedo y penoso. Los árboles sin flores; las plantas, alpinas; las montañas, enfermas; los abismos, como fétidos; la atmósfera, negruzca.

Y a poco, como divinidades del pantano, los fueguinos asoman, fangosa la melena, listado el rostro de blanco y encamado, de piel de guanaco amparada la espalda, desnudo el pardo cuerpo. Mas, a poco que se les mira, surge de aquella bestia el hombre.

Golpean en el pecho a sus visitantes, como para decirles que confían en ellos y les ofrecen su pecho luego, a que los visitantes golpeen en él. Tienen magos, y tribus, y excelente memoria. El homicidio es crimen de que se vengan los elementos desatando sobre los fueguinos sumisos su cólera. Han oído hablar del diablo, y dicen que allí no hay diablo. Saben de amar y agradecer, que es saber bastante. Se entró de allí el viajero en mares, y luego en tierra de Chile, donde todas las montañas están rotas, por la busca de oro. Ya no acompañaba al laborioso inglés, ni cargaba su gran caudal de ciencia, el gaucho romántico, temible y alegre, suelto y luciente como un Satán hermoso, sino el ganso presumido, con su espuela pesada, sus botas blancas y en negras o verdes calzoneras, y muy anchos calzones, y el chilpe rojo y burdo poncho. Así pasaron por montañas

334

mondas, esmaltadas con breves bosques verdes, como esmeraldas perdidas en ceniza, por los puentes bamboleantes que cuelgan sobre el turbio Maipo, con su inseguro pavimento de cueros secos y de cañas; por las islas flotantes del lago Taguatagua, que son como grandes costras de raíces viejas en que han nacido raíces nuevas, sobre las que cruzan los caminantes, como en cómoda lancha, de una a otra margen del lago. Y a las faldas de aquellos montes mondos leía el viajero a Molina, que cantó los usos de los animales de la tierra; a Azara, cuya obra es tesoro; al buen Acosta, que dijo de las Indias cosas no sabidas. Y emprendía nuevo viaje a ver de cerca los pálidos mineros con sus luengas camisas de oscura y ruda lana, sus delantales de piel curtida, sus ceñidores de color vivo, y sus airosos gorrillos rojos; y ve espantado a los míseros apires, que son hombres y parecen bestias, como monstruos moribundos, hasta que echan a tierra la gran carga, que es de doscientas o mas libras, y emprenden viaje riendo y gracejando, cuando que sólo comen carne una vez a la semana. Y ya salía de Chile el viajero, y ya tocaba las minas de nitrato de sosa en el solitario !quique; y aun veía ante sus ojos, como aparición permanente y radiante, aquel valle de Quillota, que da gozo de vivir; aquellos llanos verdes y apacibles, que parecen morada natural de la mañana; aquellos bambúes rústicos, que oscilan como los pensamientos en la mente; aquel Ande nivoso, que el alma enrubia y dora, y el sol poniente tiñe de vívida grana. Cargada así la mente, volvió el sabio a Europa. Ni día sin labor ni labor sin fruto. Revolvía aquellos recuerdos. Echaba, con los ojos mentales, a andar a la par los animales de las diversas partes del globo. Recordaba, más con desdén de inglés que con perspicacia de penetrador, al bárbaro fueguino, al africano rudo, al ágil zelandés, al hombre nuevo de las islas del Pacífico. Y como no ve el ser humano en lo que tiene de compuesto, ni pone mientes cabales en que importa tanto saber de dónde viene el efecto que le agita y el juicio que le dirige, como las duelas de su pecho o las murallas de su cráneo, dio en pensar que había poco del fueguino a los simios, y no más del simio al fueguino que de éste a él. Otros, con ojos desolados y llenos de dulcísimas lágrimas, miran desesperadamente a lo alto. Y Darwin con ojos seguros y mano escrutadora, no comido del ansia de saber a dónde se va, se encorvó sobre la tierra, con ánimo sereno, a inquirir de dónde se viene. Y hay verdad en esto: no ha de negarse nada que en el solemne mundo espiritual sea cierto: ni el noble enojo de vivir, que se alivia al cabo por el placer de dar de sí en la vida; ni el coloquio inefable con lo eterno, que deja en el espíritu fuerza solar y paz nocturna; ni la certidumbre real, puesto que da gozo real, de una vida posterior en que

335

sean plenos los penetrantes deleites, que con la vislumbre de la verdad, o con la práctica de la virtud, hinchen el alma; mas en lo que toca a construcción de mundos, no hay modo para saberla mejor que preguntársela a los mundos. Bien vio, a pesar de sus yerros, que le vinieron de ver, en la mitad del ser, y no en todo el ser, quien vio esto; y quien preguntó a la piedra muda, y la oyó hablar; y penetró en los palacios del insecto, y en las alcobas de la planta, y en el vientre de la tierra, y en los talleres de los mares. Reposa bien donde reposa: en la abadía de Westminster, aliado de héroes.

lA Opini6n Nacional. Caracas, Julio de 1882

336

[PASTEUR]

1

-Siembran en Cuba plátanos, a la falda de las lomas, para que den buena sombra a los débiles cafetos, como nosotros sembramos el hermosísimo bucare. Ahora leemos un consejo que El Monitor de los Productos Qulmicos, que es un útil periódico francés, da a los sembradores de melones, a los cuales advierte que abonen con residuos de café sus melonares, porque son un fertilizador muy estimulante, y se ha notado que los melonares abonados con café, producen melones de un aroma exquisito. No debemos desperdiciar el consejo. Los residuos de café son un excelente abono para jardines y huertas.

-Está de triunfos la electricidad. Ya la empacan y la llevan a bordo de los buques, que se surten de ella y se alumbran a su hermosa luz durante la travesía, lo cual nunca pudieron hacer con la luz del gas. Se han hecho experimentos repetidos, encajonando la luz eléctrica, y enviándola a través del océano, y los experimentos han confirmado la tentativa. En travesía de doce días de un lado a otro del Atlántico, ha alumbrado con luz de día un buque la hermosa luz de Faure, cuyas baterías, preparadas en tierra, iban a bordo, y cuyos polos llegaron al término del viaje tan poco recargados, que se estima que la luz pudo durar mucho más. Y esta luz no sólo es más viva, igual y plácida que cualquiera otra, sino más barata. El invento que ha mejorado Faure es el de Planté. Tiénese pues, por seguro, que, así como se embarca ya la luz, podrá embarcarse de aquí a poco la fuerza, y enviarse empacada a donde se la pida, por buque o por ferrocarril. Tal van los tiempos, y tantas maravillas están haciendo en ellos los hombres que las exageraciones fantásticas con que llenó Emile Souvestre su pintoresco libro El Alfo. Tres Mil, en que supone realizados progresos de mecánica, tan estupendos que parecen hoy aún cómicos, no serán, cuando el año 3,000 llegue de veras, más que realidades pálidas. Todo, o casi todo, se sabe ya de la luz de la tierra. ¿Y quién sabe algo nuevo de la luz del alma?

-Er el Saturday Review, o Revista del Sábado uno de los periódicos más leídos y apreciados en Inglaterra. Es más ligera y breve, pero no menos concienzuda, que la Revista de Edimburgo, el Quanerly Review, y el Blackworld's Magazine afamados. Con leer esos periódicos, se esti

337

al tanto de todos los grandes sucesos, actos, problemas, libros que interesan al conocimiento de la vida actual. De Darwin dice esto que copiamos, el Saturday Review: • Puede decirse de Mr. Darwin que su vida fue feliz, su método fructuoso, su obra magistral. Fue la suya una vida ideal. Darwin no fue solamente un hombre de genio, con la paciencia y adivinación del genio: fue también un hombre genio de tal manera colocado, que su genio especial pudo tener, y tuvo la aplicación más amplia. Tan aceptada por los hombres civilizados como la teoría de la gravitación es hoy la teoría de que el orden del Universo es el de una mente suprema trabajando silenciosa y regularmente a través de las edades, y no espasmódicamente. Nadie ha contribuido más poderosamente que Darwin a la aceptación general de esa teoría."

-Unos, un tanto ciegos, admiran a ciertos pueblos grandes y potentes; otros, con mejor acuerdo, admiran más las grandes cosas realizadas por los pueblos pequeños. Suiza y Bélgica son naciones muy dignas de estudio. Suiza tiene l ,594 millas de ferrocarril, las cuales valen unos $200.000,000 y en cuya explotación se ocupan 13,000 personas. El trabajo hace allí fuertes a los hombres. La libertad es fruta dulcísima: es la fruta del árbol del trabajo. Sin árboles, no hay frutas.

-Se han hecho cálculos nuevos sobre el Sol, que modifican un tanto los antiguos, y descubrimientos nuevos, que añaden datos a la gran ciencia heliográfica. Proctor se llama un inglés que sabe del Sol mucho. Pero no tiene que envidiarle el italiano Rossetti, que sabe más que Proctor. Rossetti acaba de fijar la temperatura del Sol en 18,000 grados Fahrenheit. Unos suponían que la temperatura del Sol era de millares de grados; otros mantenían que no era más alta que la de 3,632 grados Fahrenheit; hoy, tiénese como cierta la fijada por el paduano Rossetti, y sobre ella generalmente se calcula. No se sabía antes tampoco que hubiese en el Sol elemento alguno que no fuese metálico, y ahora sábese ya que hay oxígeno en la atmósfera del Sol. Creíase antes que el Sol estaba a una distancia de 95.000,000 de millas de la Tierra; ahora se ha rehecho el cálculo, y se asegura que la distancia entre el Sol y la Tierra no excede de 93.100,000 millas. Y desde Newton se viene preguntando qué alimenta el orbe solar, que da de sí tan gran calor sin enfriarse jamás, y cuáles son las sustancias que llenan ese inmenso horno, puesto que parece natural que de algo esté recibiendo el Sol permanentemente el fuego con que permanentemente calienta al Universo; y ahora hay dos novísimas teorías, que traen preocupados a los astrónomos. Mattieu

338

Williams afirma que el calor del Sol es mantenido por ese que se llama "polvo cósmico•, ó materia tenue que vaga en la esfera, la cual recoge el Sol incesantemente en su viaje a través del espacio, y se condensa en la superficie del Sol, y viene a ser el perpetuo alimento del perpetuo fuego; otro astrónomo de nota, que es el americano Siemens, cree que el Sol es como un abanico inmenso, que recibe al plegarse tanto calor como da al abrirse, y que repara la energía que pierde al radiar su calor en el espacio, con la atracción y conversión en fuego de la materia tenue dispersa en la atmósfera que la fuerza centrífuga del Sol atrae a este astro. Pero a eso se opone Proctor, que dice que la fuerza centrífuga del ecuador del Sol es mucho menor que la fuerza centrífuga del ecuador de la Tierra, y que no puede suponerse que la del Sol lance del astro el calor que conforta a los demás cuerpos del Universo, cuando la de la Tierra no lanza al espacio las aguas del océano. En eso están ahora los estudiadores de ciencia heliográfica.

LD Opini6n Nadonal. 2 de junio de 1882

2

-Venían muriendo, y mueren abundantemente, los italianos de pellagra. sin que los médicos diesen con las causas de este mal terrible, que nada ataja luego que ha prendido en un cuerpo humano, y que sólo puede ser combatido en sus orígenes. Parece que al cabo se ha dado con la causa del mal, un mal de veras terrible. El médico Lambrosso ha hecho investigaciones pacientísimas, en amigos suyos, y en perros y en conejos. Ha hallado al fin que la causa de la pellagra es el maíz enfermo. l.ambrosso ha descubierto que una tintura de este maíz enfermo contenía un alcaloide semejante a la estricnina. La infusión de esta tintura en animales, y aun en personas, ha producido en grado correspondiente a la cantidad inyectada, los síntomas de la pellagra. Inyectó Lambrosso en una rana medio gramo de la tintura, y la rana, después de convulsiones tetánicas que aparecieron al cabo de media hora, murió muy pronto. El uso del arsénico ha servido de mucho al médico italiano en el tratamiento de esta enfermedad, verdadero azote de las campiñas de Italia. El doctor recomienda, por tanto, el arsénico, y aconseja que no se cultiven más ciertas especies del maíz, que en Italia adquieren fácilmente la

339

enfermedad que traspasada al hombre, se convierte en esa ternidísirna pellagra. Tanto ha ocupado a Italia el descubrimento de Larnbrosso, corno a Francia, y a los pueblos todos, ocupó el descubrimiento del vibrón, el gusanillo gerrninador de tantas enfermedades, cuyo hallazgo vino a coronar los esfuerzos pacientes del médico Pasteur, hombre verdaderamente sabio.

-Entre los nuevos hombres de letras en España, brillan ya los de tres jóvenes poetas líricos, y un poeta dramático. Aquellos se llaman Palau, Marín y Abarzuza; el poeta dramático se llama Ceferino Palencia. El nombre de Ceferino Palencia es ya familiar en la Corte: la representación de su última comedia El Guardián de la Casa fue para Madrid como una fiesta de familia. A todos sedujo aquel autor tan bien dotado, tan tímido, tan joven, tan modesto. El verso de sus comedias es desembarazado y airoso, y recuerda aquel rebosante verso bretoniano, más movible y musical que el verso de Moratín. Su mérito como autor cómico está en que presenta los defectos humanos en su forma natural y frecuente, lo que les da más carácter de verdad, y mayor influjo a las lecciones que resultan de ponerlos en escena; lo cual no acontece cuando los defectos se caricaturan, porque el público no se ve en esas exageraciones, y como no siente la realidad de aquellos caracteres, no recibe impresión alguna de las lecciones puestas en sus labios, o traídas por sus actos que de este último modo deben darse las lecciones en el teatro, y no por pláticas morales. La verdad ha de darse al hombre envuelta en mieles. Ha de hacérsela risueña y amable, para que el hombre, seducido por su apariencia externa, se acerque a ella, y la oiga sin saber que la oye, -y ése es el arte de los buenos poetas cómicos y el de Ceferino Palencia-. Abarzuza, que nació en Cuba, y Palau, son poetas grandilocuentes, que buscan en los grandes aspectos cósmicos y en los últimos descubrimientos científicos las imágenes grandiosas que faltan a la poesía lírica moderna. No cantan amores, ni dolores, sino armonías de la Naturaleza. Los versos de ambos son de tal timbre y vuelo, que no tienen qué envidiar a los más sonoros y mejor forjados de la musa castellana. De Abarzuza, la mejor obra es una oda Al IIUlr. De Palau, lo más celebrado es una oda al Polo Anico. El otro poeta no tiene aún 21 años y ya se ha abierto camino entre los bardos de fama: es Marín, joven aragonés. Se parece su verso al de Grilo. Las estrofas brotan de él como agua de surtidor: fresca, esmaltada, rumorosa, rica. Tiene su poesía, como obra quien no ha vivido, el albor y la fragilidad de las espumas. Estú aún, como versos primerizos, más cargados de sonidos que de sentido; pero sorprende aquella rima tan candente, aquel período tan

340

amplio y tan lleno, aquella exuberancia de colores. Marín tiene ya todas las formas de la poesía: la vida, y el uso que él haga de ella, harán el cuerpo que él ha de vestir con ese suntuoso ropaje.

La Opini6n Nacional, S de junio de 1882

3

-En nuestras Cartas de Nueva York, hemos hablado de Pasteur, y dado cuenta de la reciente elección del afamado médico, para ocupar el sillón de Litré en la Academia Francesa, y de la fiesta de la recepción. Digamos ahora algo sobre sus méritos científicos. Nadie ha hecho más que Pasteur, por sacar de la ciencia recursos para aliviar los dolores de los hombres. Con generosa caridad, ha estudiado celosamente los orígenes desconocidos de muchas enfermedades extrañas y mortíferas en los animales y en los hombres. Pasteur nació de pobre familia. Hay en Francia un premio, que llaman el premio de Rumfort, y que se concede a los que estudian con singular provecho la polarización de la luz: Pasteur, dado desde pequeño a hondos estudios químicos, ganó el premio Rumfort, mas no siguió ensayos en esa vía sino que, quince años hace, cuando una enfermedad misteriosa devastaba las crías de gusanos de seda en Francia, y estaba ésta en peligro de perder la gran riqueza que de sus sedas le viene, apareció Pasteur de nuevo, haciendo conocer descubrimientos tales, que detuvieron el mal, y ha podido decir de ellos el profesor Tyndall que esos descubrimientos sólo han producido a Francia una suma mayor que los cinco millares de millones que la nación pagó por su rescate a Prusia. Pero tanto habrá trabajado el descubridor que tuvo un año paralizado toda la mitad de su cuerpo. Con ser tal esa labor, no fue más que el comienzo de la obra de Pasteur. A poco, ya estaba dando a luz los resultados, en verdad pasmosos, de sus estudios de los gérmenes ignorados de las enfermedades que aquejan a la vida animal. Según la teoría de Laplace, todos los planetas han pasado por un estado ígneo, en el que la vida orgánica era imposible. Eran de fuego los planetas al principio: no cabían animales ni plantas en ellos. Se enfriaron después, y pudieron ya vivir en ellos las plantas y los animales, merced a una combinación, favorable a la presentación y mantenimiento de la vida, de los cuatro elementos que en todo ser vivo se encuentran:

341

oxígeno, ázoe, hidrógeno y carbono. Esto no quería decir que fuese posible lo que aseguró luego un Van Helmont que podía ser, el cual Van Helmont dijo que de las ropas de desperdicios podían hacerse ratones. Lo que esa hipótesis mantiene es que los gérmenes primitivos de la vida se produjeron espontáneamente. Ya en 1748, Buffon y Needham se declararon en favor de la hipótesis de la generación espontánea. Pero Spallanzani probó, unos treinta años después, que -a pesar de que algunos sostenían que trozos de animal o vegetal puestos en infusión y sacados al aire, se llenaban de seres vivos microscópicos-, las infusiones de porciones orgánicas que habían sido hervidas continuaban estériles. Schulze y Helmholtz, que son dos filósofos alemanes de mucha cuenta, llegaron a la misma conclusión; pero Pouchet, después de experimentos semejantes a los de estos sabios alemanes, obtuvo resultados diametralmente opuestos. Así estaban los estudiadores de la vida microscópica, y del problema de la generación espontánea, que suponen que los seres vivos nacen de sí mismos, y no son más que la combinación de ciertos elementos químicos primitivos, que sueltos constituyen la vida inorgánica, la vida de las piedras, y reunidos producen la vida orgánica, la vida de los animales y las plantas,-cuando hizo Pasteur su aparición brillante en el campo de estos hombres estudiosos, con su memoria sobre los cuerpecillos orgánicos, los diminutos seres vivos que pueblan la atmósfera. Por ingeniosísimos medios había reunido las partículas flotantes en el aire de su laboratorio y las había sometido a un tenaz examen microscópico y hallado que muchas de aquellas partículas flotantes e invisibles que vagaban en el aire de su cuarto eran cuerpos orgánicos. Los sometió a tales procesos, que le permitieron asegurar, con datos científicos, que no hay razón para aceptar la teoría de la generación espontánea de lo cual confirmaron ampliamente los experimentos, del profesor Tyndall. De la averiguación de la existencia de esos cuerpos orgánicos, que llevando vida en sí, suelen empobrecer y arrebatar la vida de los demás seres vivientes, Pasteur, movido de su alma generosa, se consagró a estudiar los estragos que esos animalillos causan en el organismo de los hombres y de los animales, y a combatirlos. Por él se supo que todas las enfermedades contagiosas son producidas por ciertos gérmenes, y Pasteur vio que cultivando esos gérmenes de enfermedad, e inoculando suavemente en nuestros cuerpos una parte de ellos los más fieros ataques de las enfermedades que ellos producen serían luego impotentes para arrebatarnos la vida, como sucede con la viruela, a contener los estragos de lo cual basta una buena vacuna. Y lo que Pasteur aconseja es eso: otra clase de vacuna: la aplicación del mismo sistema a

342

diversas enfermedades. Allí donde el gérmen está ya aclimatado, no puede hacer mal serio su súbita aparición, mientras que el cuerpo que no esté habituado al germen de la enfermedad, será devastado por ella. Por eso Pasteur es hoy tan afamado como amado, se le admira por su ingenio y su tenacidad; se le ama por sus beneficios. Su celebridad, es ya tan grande como la de Jenner, el inventor de la vacuna: Pasteur ha confirmado por experiencias en ovejas y otros animales que es posible el medio de salvación que propone: no hay hombre notable en la ciencia médica que no esté hoy preocupado con el medio de aplicar y aumentar estos descubrimientos. En México se han hecho, por médicos mexicanos, investigaciones notabilísimas a propósito de los gérmenes de la fiebre amarilla.

Opinión Nacional, 14 de junio de 1882

4

-Entre los modernos hombres de ciencia de Italia, a más del profesor Rossi, que es consumado geólogo, y del profesor Rosseti, astrónomo, de quienes ya ha hablado a sus lectores La Opinión Nacional, cuéntase un escritor de importancia ya reconocida, por más que algunas de las teorías que mantiene, a pesar de ser teorías materialistas, sean meras elaboraciones metafísicas, e hipótesis osadas no comprobables con hechos. Pero busca con afán y con sinceridad la verdad, y se ha consagrado generosamente al estudio de los problemas de la Naturaleza, y merece el renombre que goza. Se llama Tito Vignoli. Entre sus obras, distínguese La Doctrina Racional del Progreso, y la que acaba de publicar que se llama El Mito y la Ciencia.

En La Doctrina Racional del Progreso desarrolló Vignoli la que le parece ser la ley del progreso humano, el cual, en su origen e impulso, fuera de lo que de sobrehumano pueda tener en sí mismo el hombre, no necesita para su desarrollo de ninguna influencia sobrenatural. Otra es la materia que estudia en El Mito y la Ciencia, -en cuyo libro trata de investigar el origen de la vida en su doble manifestación racional y animal, cuyo origen de dobles manifestaciones mantiene el italiano que arranca de una base común de materia que se produce y transforma conforme a la teoría de la evolución, que mantiene que cada ser cambia

343

por su propia fuerza de otro ser superior de su misma especie, cuyos cambios, partiendo de cuerpecillos infinitesimales vivos, vienen a rematar en la producción del ser humano. ¡Ni que mucho que eso fuera cierto! El misterio siempre queda el mismo. El misterio no está en el modo con que se desarrolla la vida, sino en la esencia de la vida.

Mientras más pequeño es su germen, más grande aparece su Creador. No hay ofensa al Creador en suponer que hizo el mundo de uno u otro modo, o que desarrolla la vida por uno u otro procedimiento. Cuando los hombres discuten sobre esto, contradicen las opiniones de otros hombres. La palabra de Dios es la naturaleza, y la naturaleza no ha favorecido todavía a hombre alguno con la plena revelación de su misterio. ¡Que aparecen paralelamente y a un tiempo mismo en los seres vivos la vida espiritual y la material! ¡No ha llegado a demostrar eso aún la Historia Natural, ni a sospecharlo siquiera, aunque eso ha de ser lo cuerdo, porque todo ser vivo aunque imperfecto, está dotado de una suma visible, mayor o menor, de vida espiritual!

Pero aunque eso demostrase, estaría demostrado a lo sumo que las dos manifestaciones de la vida, la espiritual y la material, aparecen a la vez y se desarrollan paralelamente en los seres vivos. Mas ¿qué demuestra en eso que el espíritu sea una mera secreción de la materia, como quieren los materialistas? Valdría tanto como afirmar que la materia es una mera obra del espíritu. Tan metafísico son los que por ignorancia, o soberbia espiritual, niegan la importancia indiscutible del elemento material en nuestra vida, y la dependencia de la materia a que está sujeto el espíritu,-como aquellos que, por ignorancia también, y también por espiritual soberbia, niegan la importancia visible del espíritu en la vida del hombre, y la dependencia del espíritu a que la materia está también sujeta! se nos han salido involuntariamente de la pluma esas reflexiones al dar cuenta del libro nuevo de Vignoli.

He aquí lo que dice del libro una buena revista extranjera. "Vignoli es partidario acérrimo de la teoría monística en toda su amplitud. Ha construido su libro sin valerse en ningún punto de él de la doctrina que reconoce al hombre dotado de una doble vida corporal y espiritual. Más darwinista que Darwin mismo, no se inquieta por ese animal intermediario, por ese 'eslabón perdido', en la cadena que une a Shakespeare y Newton, a los hombres más extraordinarios de la tierra, a los hombres casi divinos, con su humilde antecesor, el ascidiano. Vignoli cree que la vida animal no es más que una extensión transformada, una nueva combinación mejorada, de las fuerzas puramente mecánicas de la naturaleza, y que la vida racional, o espiritual, cuyos

344

nombres confunde en uno mismo, no es más que la extensión transformada, y un estado nuevo, de la vida puramente animal, llevada a más altas manifestaciones por la simple fuerza de cambios continuos e infinitesimalmente pequeños, verificados a través de las inmedibles estaciones de la formación de la tierra ... Que cada grano de materia traiga en sí un grano de espíritu, quiere decir que lo trae, mas no que la materia produjo el espíritu: quiere decir que coexisten, no que un elemento de este ser compuesto creó el otro elemento. ¡Y ése si es el magnífico fenómeno repetido en todas las obras de la naturaleza: la coexistencia; la interdependencia, la interrelación de la materia y el espíritu!

-Continúa la revista extranjera: "Vignoli mantiene que es inconcebible una ciencia del Universo, que no admite la existencia de fuerzas eternas e inmanentes, fuerzas que residen en el Universo mismo, y que trabajan para la realización de fines necesarios, con arreglo a la conservación y correlación de la energía que poseen las fuerzas desde su principio."

Y ¡siempre queda en pie la verdad inconmovible! Todos los trabajos, los beneméritos y colosales trabajos de la ciencia; que encadena la atención, benefician la vida, fortifican la mente, y nos enorgullecen de nosotros mismos,-se reducen a averiguar la disposición de las fuerzas de la naturaleza, y la manera de su desarrollo. ¡Pero eso es el anhelo del espíritu humano! el hombre quiere saber lo que nadie ha de decirle: ¡la esencia de la fuerza!

Quiere penetrar lo que el sumo dolor o la vida humana, aparentemente pueril, le ofusca a veces: el objeto de la vida. Eso le importa más que la disposición de las fuerzas de la vida. Las ciencias aumentan la capacidad de juzgar que posee el hombre, y le nutren de datos seguros; pero a la postre el problema nunca estará resuelto; sucederá sólo que estará mejor planteado el problema. El hombre no puede ser Dios, puesto que es hombre. Hay que reconocer lo inexcrutable del misterio, y obrar bien, puesto que eso produce positivo gozo, y deja al hombre como purificado y crecido. Se magnifica el virtuoso.

La Opini6n Nacional, 15 de junio de 1882

345

[HUXLEY]

Entre los que se ocupan de los adelantos de la ciencia moderna, ansiosa de explicarse el misterio de la vida, y que rechaza con buen acuerdo todo medio extranatural, o sobrenatural para examinar la naturaleza,-nadie desconoce el nombre meritorio del profesor Huxley.-Huxley anda a la par de Darwin y de Haeckel. Suele publicar obras dilatadas, en que agota con lucidez singular la materia que estudia, pero muy a menudo publica estudios sueltos, o pronuncia discursos aislados, en los que registra sus últimas investigaciones, y ajusta a ellas, reformándolas o confirmándolas, sus opiniones anteriores. Estos discursos y estudios sueltos se señalan, como todas sus obras, por su absoluta independencia en el pensamiento; por la primacía del pensamiento neto y sólido sobre la frase, que no ofusca al pensamiento, sino le sirve y obedece; y por su saludable falta de respeto a toda doctrina convencional, o teoría impuesta. No acata Huxley más tiranía que la de la inflexible naturaleza; ni da a la razón el derecho de construir, ayudada de la imaginación que es arquitecto excelente, palacios aéreos -sino que no permite a la razón elaborar con más elementos que aquellos visibles y corpóreos que el examen de la naturaleza ofrece. De esos estudios sueltos, que los ingleses llaman ensayos, significando con eso que son estudios detallados de un solo asunto, y no que son tentativas de estudio, que es lo que significaría la palabra ensayo en castellano neto; ha publicado ahora Huxley un tomo nuevo, que ha sido muy leído, y en el cual, por el interés humano que va en la materia en el discurso tratada, sobresale el discurso del profesor Huxley sobre "La ciencia y la cultura", en la que el profesor discute y fija cuál ha de ser la cultura de estos tiempos, y cuál es su objeto, y si ha de ser principalmente literaria, o principalmente científica. De gran aplicación sería ese discurso en nuestras tierras, cuyos mayores males vienen tal vez de que la masa de hombres inteligentes, llamados a dirigir, reciben una educación, no sólo principalmente, sino exclusivamente, literaria. Por de contado, Huxley rompe lanzas con aquellos ingleses que creen que para ser hombre culto no es necesario estudiar más que bellas letras, y no bellas letras modernas, sino las griegas y las latinas; por lo cual miran al que sabe de Teócrito y de Ovidio como a ilustradísima persona, aunque ignore las leyes del comercio moderno, o los oficios industriales de una planta, o las leyes que regulan la marcha de las instituciones en los pueblos; y ven con malos ojos, y como de superior

347

a inferior, a uno que sabe de física, y de historia natural, y de industria, y de agricultura, y de comercio, y de mecánica, y de toda la varonil y magnífica poesía que cabe entre ellas, y viene de ellas, pero no recita de memoria por desdicha, y con el debido tono y acento, las Ge6rgicas y las Buc6licas ¡Razón de sobra tiene en su campaña el profesor Huxley! Un hombre de estos tiempos nutrido exclusivamente de conocimientos literarios, es como un mendigo flaco y hambriento, cubierto con un manto esmaltado de joyas, de riquísima púrpura. A Neso, lo devoró su túnica; y a nosotros, este manto esmaltado de joyas.

348

SECCION CONSTANTE

[Fragmentos]

-Las revistas de ciencia que se publican en Alemania sostienen las excelencias de la luz eléctrica. Publican experimentos que demuestran que no sólo es más saludable que las demás, porque deja el aire completamente puro, sino que aumenta el poder de la visión, sobre todo para distinguir los colores. El rojo, el verde, el azul y el amarillo brillan más a esta luz que a la luz del sol.

-De toda la literatura del mundo una tresava parte corresponde a la medicina que con sus ciencias aliadas, ha dado como 120,000 volúmenes y doble número de folletos. Estas sumas aumentan a razón de 1,500 volúmenes y 2,500 folletos por año ¿Dónde vamos a parar?

-Según el periódico la Lumiere Electrique, se ha topado con una curiosa dificultad al tratar de establecer en el Japón los hilos telegráficos. Los árboles del país del Mikado se hallan poblados de arañas que encuentran muy cómodo aprovecharse de los hilos del telégrafo para tejer sus telas en todas direcciones y en especial desde el alambre al suelo. En tiempo seco no produce esto inconveniente alguno, pero cuando la atmósfera se encuentra cargada de humedad, las telas se convierten en excelentes conductores y por tal medio una parte de la corriente eléctrica se va a la tierra en vez de dirigirse al punto de destino. El único remedio descubierto hasta el día para obviar dicho inconveniente consiste en limpiar los alambres con escobas de bambú, pero como son en número incalculable las arañas que hay por allí, el resultado que se obtiene dista mucho de ser satisfactorio.

-Por regla general, el hombre, desde la adolescencia, hasta que empieza a declinar su vida, debe habituarse a tener la cabeza descubierta en el interior de las casas. La costumbre contraria, esto es, el tener siempre abrigada la cabeza, da origen a las calvas prematuras y predispone a catarros y otras inflamaciones de las mucosas. Con los niños y los ancianos es otra cosa; la cabeza debe estar a cubierto de las influencias del aire y de todos los agentes exteriores; pero siempre por medio de gorras muy ligeras. Tan perjudicial es a los niños el dejarlos con la cabecita desnuda, lo mismo en el verano que en el invierno como el ponerles unos encima de otros, dos o tres gorros de varias clases y

349

formas con que a veces les provee la solicitud maternal, en este caso extraviada. Debe tenerse presente que hay que evitar lo mismo el frío que el calor, que los exponen a corizas o meningitis.-En las últimas edades debe retardarse cuanto sea posible el hacer necesidad de abrigarse constantemente la cabeza. Hay que convencerse de que el gorro de dormir tiene muchos inconvenientes; sin embargo, hay edades y casos en que es n~sario, y sobre todo los que ya han contraído el hábito de usarlo, difícilmente lo podrían dejar. En todo caso debe procurarse que sean muy ligeros y no apretar con ellos fuertemente las sienes, como hacían nuestros antepasados.

-El gobierno turco se ha visto recientemente forzado a tomar medidas extraordinarias parar defender las tierras contra la invasión de las langostas. Una especie extremadamente voraz que ha aparecido en el distrito de Bodiram (Smyrna), y toda la población entera no es bastante para combatirla. En Angora, el trabajo se ha suspendido forzosamente por tres días, por orden del Gobernador, y todos los habitantes debieron marchar a los campos a casar las langostas. Cada habitante estaba condenado a llevar a los oficiales que los vigilaban medio quintal de langostas muertas.

-M. Pasteur ha leído al Congreso Médico Internacional un folleto para probar que muchas enfermedades que se convertían en peste de los animales, se previenen por medio de la nueva vacuna o sea la inoculación del fluido diluido. Todos los animales no inoculados murieron, y todos los inoculados se salvaron. ¿Cuándo se descubrirá la inoculación contra la fiebre amarilla?

-Una de las cosas en que estriba el constiparse con frecuencia y el sufrir otras alteraciones, como bronquitis, amigdalitis, etc., etc. es la poca atención que se pone en la manera de cuidar la garganta. Se lleva ésta generalmente aprisionada con cuellos endurecidos por el almidón y la plancha, con corbatas y lazos que no se quitan en todo el día. Esto es antihigiénico por varios conceptos. Lo mejor sería llevar el cuello desnudo ordinariamente, o a lo más, que las camisas terminaran en cuellos muy sueltos y sin planchar. Como esto no se presta, desgraciadamente, a las costumbres reinantes ya en las ciudades, ni juega con los vestidos usuales, no queda más remedio que acercarse buenamente hacia ese ideal todo lo que las costumbres ordinarias lo permitan. Téngase presente que cuanto más libre esté el cuello, con más facilidad se pueden prevenir los efectos de un enfriamiento. Basta para ello llevar a prevención un pañuelo de seda, y al salir de un edificio al aire libre, etc., etc., arróllase aquél a la garganta, quitándoselo después

350

tan pronto como no sea preciso. Quien lleva de ordinario lazos y pañuelos abrigando el cuello, se constipará con la mayor facilidad. En esto, las mujeres llevan al hombre la ventaja. Ellas, con la garganta desnuda, o sin más accesorios que algún collar o cadena, se habitúan al temple ordinario de la atmósfera, siéndoles asi fácil prevenir los enfriamientos con el ligerísimo abrigo que una sencilla manteleta o un pequeño pañuelo pueda proporcionarles.

-En la India inglesa se ha ensayado con brillantes resultados el empleo en los telégrafos, de las corrientes dinamo-eléctricas en vez de las baterías de pilas eléctricas. Una máquina dinamo-eléctrica empleada para alumbrar una estación situada a dos millas de Calcuta, fue elegida para engendrar la corriente que se transmitió a las oficinas telegráficas de Calcuta, por medio de un alambre ordinario, el cual funcionó con toda regularidad sin notarse gran pérdida en la corriente útil de la máquina, hasta el punto de que esta misma corriente, empleada a la vez en hacer funcionar las lámparas eléctricas de la estación, daba una luz equivalente a 600 bujías, siendo esto lo mas digno de llamar la atención. En vista del éxito alcanzado se proponen utilizar en todas las líneas telegráficas las máquinas dinamo-eléctricas para la trasmisión de los despachos, empleando el sobrante en el alumbrado y economizando las baterías.

-Lacerda, un brasileño, cree haber descubierto un antídoto seguro contra la mordida de la serpiente: el permanganato de potasio. En treinta perros ha experimentado el antídoto: de los treinta, sólo dos murieron de accidentes extraños a las consecuencias de la mordida: todos los perros que no sometió a la inyección del permanganato de potasio, murieron entre dolorosas torturas.

-De la pérdida de un hombre notable se lamentan los hombres de ciencia de Inglaterra: el profesor Postgate. Sus beneficios fueron de orden humilde, pero prácticos y grandes. Le llevó la pobreza en su infancia a servir en una bodega de Londres y las adulteraciones que vio allí practicar en los artículos de comida y bebida fueron tales, que se prometió revelar aquellos abusos a su país, e intentar una campaña contra ellos, cuando esto le fuera posible. Al fin pudo cumplirse su promesa, y a sus informes y generosa pertinacia se deben las resoluciones del Parlamento que tan severamente condenan y castigan las adulteraciones y fraudes en la venta de artículos de primera necesidad. En esas grandes ciudades, el pobre trabajador compra tósigos en vez de comprar alimentos para sus hijos.

-De gran favor goza entre los entendidos en ciencia eléctrica el nuevo teléfono de Hertz. Se había creído imposible, a causa de la lenta

351

acción de la corriente eléctrica en los cables sumergidos, la conversación por teléfono a largas distancias; ¡y por el teléfono de Hertz se puede hablar claramente de Brest a Penzance! -Hertz, por cuyo sistema se asegura que se ha hablado a 600 millas de distancia sobre circuitos no especialmente adaptados a comunicaciones telefónicas, -reclama para sí el honor de haber resuelto dos dificultades: la de aumentar la amplitud de las vibraciones eléctricas y la de neutralizar las corrientes extrañas al circuito telefónico.

-De que las selvas de nuestra América abundan en remedios para todas las enfermedades que en nuestro suelo se producen, lo dicen a veces la lógica de la naturaleza, en lo que las fuerzas de construcción están siempre al lado de las fuerzas de destrucción, y la suma ya cuantiosa de tesoros botánicos que debe a la tierra americana la farmacopea. Ni a quien ha andado entre indios, queda duda de que ellos son dueños de muchos secretos que la grave ciencia heredada de Europa persigue aún en vano. Tonatiyacapan es el nombre de un medicamento mexicano con que un indio compasivo salvo a una hija mimada de la fortuna, dotada por las hadas, cantada por los poetas y regalada por los reyes, a la arpista española Esmeralda Cervantes, del vómito negro. Y como el indio fue tan generoso que reveló a Esmeralda Cervantes su secreto, la arpista lo ha popularizado en Buenos Aires y Uruguay, donde los Consejos de Higiene proclaman oficialmente las maravillas del tonatiyacapan.

-Hay en Inglaterra varias sociedades vegetalistas, empeñadas en demostrar las excelencias de la alimentación vegetal, y los daños que vienen a la salud de alimentarse con carne. Es en vano que los creófagos recuerden que los trabajadores ingleses del ferrocarril de Ruán, que se alimentaban con carne, hacían un trabajo que excedía en más de un tercio al de los trabajadores franceses, que se alimentaban con legumbres y caldo: a esto oponen los vegetalistas, que los chinos, grandes consumidores de coles y arroz, trabajan grandemente. En vano es que otro sectario de la creofagia cite el ejemplo de Balzac, que, sobre ser de suyo un notable comedor, logró -merced a una alimentación exclusiva de carne, ponerse en un tiempo breve en estado de batir y derribar a puñetazos a los vagabundos de París, cuyas costumbres estudiaba: los vegetalistas oponen a este caso indudable el de la esposa de uno de los fundadores de la Sociedad, que durante treinta años, ni comió carne, ni bebió agua, y dio a la reina Victoria quince súbditos. Los vegetalistas aseguran que, como la carne lleva al organismo humano 30 gramos de ázoe en cada kilogramo, sin contar con el ázoe que le llevan otros alimentos, y el hombre no debe absorber cada día más que 18 gramos de

3S2

ázoe -de este exceso, favorable al principio, -vienen luego padecimientos y vicios en la sangre, en los riñones y en las articulaciones. La gota, el reuma, todos estos achaques los atribuyen los vegetalistas a la alimentación animal. Hay cuerdos profesores que opinan por comer racionalmente carne, que vigoriza los músculos y fortalece la sangre, y vegetales, que impiden la absorción de más ázoe que el que necesitamos para vivir.

-Apenas hay hoy crimen mayor que el de dar vino a nuestros hijos sin investigar si les damos a beber el reparador jugo de la vida, o un tósigo fatal, un poco de fuchsina y anilina. Leemos ahora que ha comenzado a usarse un medio sencillo de investigar si los vinos tienen fuchsina. Se funde un fragmento de estearina en el vino, se agita el conjunto, y se deja enfriar. Si no tiene fuchsina el vino, la estearina adquirirá un levísimo color rosado, que perderá a poco: si el vino está adulterado, la cantidad de materia colorante usada en la adulteración se reflejará en el color más o menos subido que adquiera la estearina.

-Experimentos de Durham Hammond demuestran que el cerebro es anémico en el sueño: esto se prueba indirectamente por la mayor cantidad de sangre que circula en la piel y extremidades durante el sueño por la mayor radiación.

-Si un padre nos preguntara qué regalo haría a su hijo como libro de Pascuas, le diríamos que pidiese a París las "Recreations Scientifiques" de l. Tiessandier: si un goloso de buenos libros quisiera saber de nosotros con qué podría acallar su gula, le recomendaríamos "Hommes et Dieux" de Paul de Saint Víctor; y si un periodista nos pidiese un libro muy útil en una mesa de redacción, le ofreceríamos "L'esprit des autres", "L'esprit daos l'histoire", y "Le Vieux Neur• de Foumier.

-Se multiplican rápidamente los empleos del papel. Los fabricantes de objetos de papel hacen una temible competencia a los fabricantes de loza. Muchos restaurants y cafés de Berlín no usan ya platos de loza para servir el pan, la mantequilla, los panecillos de café, los pasteles: sirven todo esto en platos de papel. En Holanda, hace mucho tiempo que se usan servilletas de papel delgado: por cierto que los consumidores tienen el derecho de llevarse la frágil servilleta. Este hábito de los holandeses responde a una de las reformas que el elegantísimo escritor español Castro y Serrano pedía para la mesa, en su curiosa y chispeante polémica sobre cosas de banquete y cocina con el Dr. Thebussem, de Medina-Sidonia. ¿A qué aros para la servilleta? -decía Castro y Serrano: -pues ¿acaso una misma servilleta debe servirse dos veces seguidas en la mesa? En verdad es aseada la costumbre de Holanda. En Nueva York

353

han intentado introducirla, pero las servilletas de papel que allí hacen no resultan agradables a los ojos, ni útiles. Algunos vapores usan de ellas.

-Interesa a la América del Sur, tan rica en maderas descuidadas hoy, o destruidas en desmontes imprevisores o en cortes precipitados por la avaricia mercantil,-saber cuán rápidamente se consumen las maderas útiles de los bosques en Europa. El periódico de la sociedad de los agricultores de Francia publica interesantes detalles de la riqueza forestal europea. Suecia y Noruega, que tanto pino exportan aún, tienen ya que comprar su roble de Polonia; los bosques rusos que antes poblaban las orillas del Báltico, en Finlandia, empobrecen con tal celeridad que de cada diez acres de tierra del Imperio, solo un acre es de bosque. Hay como treinta y cuatro millones de acres de bosque en Alemania, de los que veinte millones están en Prusia, y que producen $50.000,000 cada año. Prusia solo gasta $500,000 anuales en el cuidado de los bosques del Estado, y en replantados y limpiarlos. Las exportaciones de madera son menores en dos millones de toneladas a las importaciones. 43 millones de acres forestales tienen Austria y Hungría; pero en el Austria propia el Estado sólo posee un siete por ciento del área de los bosques, y está obligada a comprar sus maderas a Bosnia y Montenegro: Servía y Rumania tienen selvas opulentas; pero Italia, por más que cuenta con cerca de 14 millones de acres de terreno boscal, saca de ellos mezquino provecho, por el mísero estado de los caminos que llevan a sus bosques: casi es imposible remover de los bosques italianos las maderas cortadas. En España, hay aún 8.500,000 acres de selva; pero los ingenieros de montes y caminos creen con razón que esta riqueza está arruinada en España, y que se necesita urgentemente repoblar de árboles las montañas. Portugal, que cuida bien su pobre millón de acres, vende con muy buen éxito sus maderas.

-Progreso inmenso fue el conseguir fijar las imágenes obtenidas en la cámara oscura, pero no es menos cierto que el hombre no se ha manifestado satisfecho con todos los adelantos realizados por la fotografía. Cerca de medio siglo hace que se está buscando con empeño el conseguir fijar también los colores, o sea obtener las imágenes con su coloración propia. Este gran invento, repetidas veces anunciado como conseguido, pero nunca realizado, parece al fin resuelto por un procedimiento ideado por M. M. Cros y Carpentier, quienes acaban de presentar a la Academia de Ciencias de París fotografías de una acuarela, en las que se notan exactamente reproducidos los detalles y colores del original. En fotografías se han sacado por medio de tres clisés para cada objeto; clisés obtenidos respectivamente a través de tres diafragmas

354

líquidos, uno anaranjado, otro verde y otro violeta. La opacidad y la transparencia varían de un clisé a otro en las porciones homólogas de la imagen, a fm de distribuir las cantidades relativas de rojo, amarillo y azul (que son los colores simples que forman todos los de la naturaleza), de manera que compongan y reproduzcan todos los matices del modelo. La capa de colodión sensible fijada sobre el papel o sobre el vidrio, para obtener las pruebas negativas, se empapa en bicromato de amoníaco y después se seca a la estufa. Entonces se aplica sobre la placa así sensibilizada un positivo por transparencia y se expone durante algunos minutos a la luz difusa; después se lava y se sumerge en un baño colorante. Bajo la acción de la luz el bricromato hace sufrir a la albúmina, ya coagulada, una nueva contracción, de modo que no la deja embeber más, ni teñirse por nuevas sustancias colorantes. Pero en las porciones protegidas por la opacidad del positivo, la materia colorante penetra y se fija. Por este medio es fácil obtener imágenes fotográficas de toda clase de colores. Para ello es necesario repetir tres veces la operación sobre un mismo vidrio, empleando para la imagen obtenida a través del diafragma verde un baño colorante rojo: para la imagen del diafragma anaranjado un baño verde, y por último, para la del diafragma violeta, baño amarillo. Será verdaderamente mágico conseguir fotografías, en que a la exacta copia de la naturaleza en cuanto a las líneas, se consiga unir la viveza y animación del colorido.

-Importantes datos sobre el origen de la mina de diamantes de Kimberley, situada en la colonia del cabo de Buena Esperanza, al sur del continente africano. Atribúyese esta mina a la acción de las erupciones volcánicas al través de las rocas sedimentarias, arenosas y arcillosas, alternadas con extracto de hulla, de poco espesor, que probablemente existirían en tiempos remotos en el lecho de los mares de gran profundidad. Presúmese que puede haber sido un hidrocarbonato, derivado de la destilación de la hulla, la materia que por su descomposición facilitó al carbono puro las condiciones para su cristalbación. la existencia de estas minas fue descubierta por un viajero llamado O'Reilly que en cierta ocasión observó que unos niños estaban jugando con una piedra cuya apariencia de diamante lo indujo a adquirirla, obteniéndola por una friolera y vendiéndola después en el Cabo por 15,000 francos. Animado dicho viajero por el lucro que acababa de realizar, dedic6se a la adquisición de aquellos minerales, obteniendo con la venta de un solo ejemplar la cantidad de 18,000 francos. Este hecho, una vez conocido, estimuló a otros individuos a dedicarse a la misma especulación, descubriéndose de este modo varias

355

minas de diamantes situadas en la misma región. La más importante de ellas es la que está próxima a Kimberley, población de diez mil almas, que tiene cinco iglesias, dos teatros, varias fondas y establecimientos industriales de distintas clases. La mayor parte de los trabajadores que se ocupan en la explotación de las minas, son naturales del país y están dirigidos y vigilados por blancos, los cuales difícilmente pueden evitar los robos que aquellos cometen ocultando diamantes que venden después por su cuenta, no contentándose con el jornal de 25 francos semanales además de la comida de carne de buey y del tabaco con que son retribuidos. Los diamantes hállanse incrustados en un conglomerado existente en el fondo de los pozos, y las galerías de exploración se encuentran a una profundidad de 200 pies, y tienen una longitud de lOO pies por término medio.

Lo Opinión Nacional. 2 de diciembre de 1881.

-Hoy queremos transmitir la siguiente recomendación que de la salutífera leche de burras acaba de hacer el ático escritor Guilmain Abarca:

"Francisco 1 de Francia, aquel gran rey que empezó el Louvre y que estuvo prisionero en Madrid en la célebre torre de los Lujanes, padecía un catarro pulmonar tan fuerte que los médicos, después de haberle propinado cuantos jarabes prescribe la farmacopea, declararon que la enfermedad presentaba síntomas alarmantes, que no respondían de la vida del soberano.

Al hombre, como es consiguiente, no le hizo maldita la gracia el diagnóstico de sus facultativos y se quedó triste, muy triste. El caso no era para menos.

Pues, señor; un palaciego que amaba de veras a su rey le recomendó con instancias cierto hebreo, muy hábil en eso de curar dolencias desesperadas.

El bueno del rey Francisco, que esto oyó, sin encomendarse a Dios ni al diablo, hizo venir al rabino, que era un tiote muy flaco, con barbas y espejuelos, para que le curase la tos que tanto le molestaba, teniéndole ya, a fuerza de expectoraciones, en un estado de debilidad tan grande, que apenas podía andar sin apoyo. -

En efecto: el israelita visitó al paciente, le reconoció con detenida escrupulosidad y declaró que los médicos que le asistían eran unos

356

solemnes ... tales (no ha llegado hasta nosotros el calificativo); que no había semejante peligro de muerte, y que para corroborarlo disponía se le administrase al rey la cosa más simple del mundo ¡la leche de burras! con la que, al cabo de dos semanas, estaría radicalmente curado.

Al oír tan colosal despropósito, todos los cortesanos soltaron la carcajada, y al rey mismo le hizo tanta gracia la ocurrencia, que por poco se ahoga del golpe de tos que le sobrevino con la risa.

Pasado este primer momento de buen humor, su majestad hizo un gesto de esos que sabían hacer los soberanos absolutos de aquel tiempo, gesto cuya traducción podía ser muy bien, ¡cortadle la cabeza!

Pero no; se contentaron con declararle loco, y así quedó la cosa. A todo esto el rey tosía cada vez más y no podía descansar un solo

instante por más beleño que le encajaban, hasta que una mañana en que estaba desesperado por no haber podido pegar los ojos en toda la noche, oyó los rebuznos de una recua de pollinos que a la sazón pasaba por delante del palacio.

-¡Ah!-exclamó dándose una palmada en la frente;-éste es un aviso del cielo. ¡Dadme a beber de la leche de esas bestias!

-¿De cuales, señor?-exclamó la servidumbre estupefacta y mirándose unos a otros.

-De la de esas pollinas que pasan por la calle. -Pero, señor, objetó alguno. -¡Lo quiero, y lo mando!-respondió imperiosamente Francisco l. Agacharon las orejas los cortesanos, llamaron al burrero, le dieron

a beber al rey cuanta leche quiso •.• y con asombro de todos se quedó a poco profundamente dormido.

A la mañana siguiente, y a la otra, y a la otra, se repitió la dosis, y por último, el rey se curó de aquel terrible catarro, que si no es por el judío, o mejor dicho, por la leche de burras, le hubiera llevado al sepulcro.

El monarca francés, como era tan dicharachero, al verse completamente curado, lo mismo que improvisó aquella famosa frase cuando perdió la batalla de Pavía, de: "Todo se perdió menos el honor•, dice, no salimos garantes del dicho, que repentizó el siguiente epigrama:

Por su excelente bondad, la leche de una pollina me curo una erifermedad que e"ara la medicina.

357

Cúmpleme, pues, declarar, y a nadie asombre el ponento, que debo más a un jumento que a la ciencia de curar.

Desde entonces, ricos y pobres, grandes y pequeños, lo mismo los que no tenían más que un resfriado, como los que estaban en último grado de tisis; todos, todos, sin distinción de sexo ni edad, se atracaron de leche de burras. Por eso se conoce que la humanidad viene haciendo tantas burradas.

No obstante, la ciencia ha analizado los elementos de que se compone esta sustancia, y la encuentra eficacísima para las afecciones pulmonares. ¿Sí? Pues leche de burras y a sudar."

-Un periódico alemán publica detalles muy interesantes acerca de la estación central militar de palomas mensajeras, establecida por el gobierno imperial en Colonia, en el convento de San Pantaleón. Los pisos inferiores servirán de alojamiento al director, instalándose en ellos las oficinas, y en la parte superior se establecerán los palomares. Una inmensa pajarera de hierro se eleva en uno de los costados del edificio, y en ella habitan los pichones durante el día. Los pichones se educan mediante viajes cortos en invierno y largos en estío; desde Colonia se trasladan a Strasburgo, Metz y demás estaciones de palomas mensajeras que se hallan destinadas al servicio de las fortalezas de la frontera occidental del imperio, comunicándose unas con otras y con la central de Berlín. Tan pronto como el establecimiento de Colonia dé un número suficiente de tan útiles animales, se instalará asimismo este servicio en la frontera de Rusia.

-Debemos dar conocimiento a nuestros lectores de un hecho importante que consiste en haberse descubierto últimamente unos animalillos parásitos enquistados en los músculos y en el tejido celular, que pueden ser confundidos con las triquinas, y lo habrán sido, seguramente en muchas ocasiones por su analogía de constitución y por su aspecto; no siendo, sin embargo, tan peligrosos para la salud. Sabiéndose que las triquinas en el hombre proceden casi siempre del cerdo, se ha tratado de investigar cómo se verifica la infección en este animal; y suponiéndose, no sin fundamento, que las tales triquinas existirían también en algunos animales, como ratas, ratones, topos,

358

lagartos, lombrices y demás de que a menudo se alimenta el cerdo, se han hecho numerosas investigaciones en carne de esos animales, · encontrándose, aunque muy rarísimas veces, algunas triquinas, no sólo en ellos, sino en ciertos vegetales, como la raíz de la remolacha. Pero lo que sobre todo tiene importancia, es que, según resulta de estas experiencias, muchos de los animales citados y algunas aves de las que se alimentan de reptiles y gusanos, presentan con bastante abundancia ciertos gusanillos enquistados en sus músculos, y que muy bien pueden tomarse por triquinas, pero que, escrupulosamente estudiados, se ve que no son tales perniciosos parásitos, sino larvas de otros seres, no tan temibles, y a los que los sabios han dado los nombres un tanto dificultosos de spiropteras y dispharagus.

-La Academia de Ciencias de París en una de sus últimas sesiones, tuvo conocimiento de una serie de inventos útiles y curiosos. Después que un profesor de la Escuela Politécnica, hizo ver los nuevos perfeccionamientos que ha introducido en la lámpara eléctrica, vino M. Galtier, profesor de la Escuela Veterinaria de Lyon, que tiene la firme esperanza de haber descubierto un procedimiento de vacuna contra la rabia. Pero la comunicación más importante ha sido, sin disputa, la de M. Tissandier, que ha presentado a la Academia un aparato que permite dar dirección a los globos aerostáticos. Este aparato consiste esencialmente en una pila eléctrica que pone en movimiento una hélice. M Tissandier se propone utilizar su descubrimiento en una próxima ascensión. Teníamos velocípedos y embarcaciones movidas por la electricidad; se hallaría por fin la clave del problema que parecía tan insoluble como la cuadratura del círculo: ahora tendremos -es de esperarse- la dirección de los globos, por la que combatía no ha mucho tan valientemente el gran Nadar, obstinación que le valió por de contado las befas de los necios y el desdén de una multitud de pseudosabios.

-Uno de los más importantes descubrimientos de la ciencia, el del empleo de la electricidad como fuerza motriz, aplicada ya en varios países, lo será dentro de poco en Irlanda. A este efecto se ha dado comienzo en el condado de Autrim (Irlanda) a la construcción de un tranvía eléctrico que recorrerá el trayecto que media entre Portrush y la Calzada de los Gigantes. Esta calzada, llamada así porque según una ttadición popular, la construyeron unos gigantes para unir la Irlanda a la Escocia, en una especie de promontorio que consiste en un vasto muelle formado por columnas de basalto que se adelantan hasta gran distancia en el mar. Dicho muelle se divide en tres partes, compuestas de cerca de 40,000 columnas, prismáticas de basalto. Estas columnas, alineadas como

359

tubos de órganos gigantescos, se elevan 12 metros sobre el nivel del mar, y se sumergen hasta una profundidad que aún no se ha podido medir. Esta curiosidad natural atrae durante todo el año gran número de viajeros. Hace pocos días que, en presencia del preboste de la Universidad de Dublín, se han inaugurado los trabajos del camino que ha de recorrer el tranvía eléctrico de la Calzada de los Gigantes. Dicho tranvía será construido ~n arreglo al modelo del tranvía Siemens que figura en la Exposición internacional de electricidad de Paris.

-Una hermosa mañana del 2 de noviembre próximo pasado, los habitantes de un pueblo francés observaron que las paredes exteriores de sus casas estaban cubiertas de manchas rojizas como si hubiese llovido sangre. La conmoción fue general, y por más que los aldeanos aguzaron su escaso ingenio no pudieron llegar a descubrir las causas del fenómeno. No es de ahora solamente la aparición de este fenómeno, sino que, -como dice un colega,-ya en muchas otras ocasiones ha tenido el triste privilegio de asustar a los habitantes de las aldeas. En 1608 ocurrió en Aix una de esas lluvias llamadas de sangre que espantó a todo el pueblo. La población en masa acudió a las iglesias para apaciguar las iras celestes que semejante prodigio al parecer anunciaban. Pero un sabio, M. Peyrese, hizo notar que aquellas gotas Sanguinolentas no habían caído sobre los tejados, ni en los sitios expuestos al aire libre, sino en los lugares cubiertos. Hizo observar además que nadie había sido mojado por aquella pretendida lluvia y que ninguna persona tampoco la había visto caer. El fenómeno quedó sin explicar, hasta un día en que Peyrese puso por casualidad en una caja varias orugas, y observó que una de sus especies, entre otras había dejado en el otro en que cada mariposa rompe la larva una gran mancha de color de sangre. Aquello fue un rayo de luz para el sabio, pues la especie de mariposa que lo producía era aquel año muy frecuente en la comarca. Las supuestas gotas de sangre no eran, pues, otra cosa que la materia excrementicia roja que las mariposas habían dejado en su envoltura al romperla. Peyrese se apresuró inmediatamente a tranquilizar a la opinión pública.

-El gorila, ese mono grande, que según algunos es el abuelo del hombre, no puede vivir durante mucho tiempo cautivo y tarda poco en morir, sobre todo, si se le tiene enjaulado en países fríos. Uno que poseía el acuario de Berlín, acaba de sucumbir víctima de una enfermedad del pecho. Este mono, procedente de Sumatra y llevado a la capital de Alemania hace pocos meses, había sido rodeado de todos los cuidados posibles desde que desembarcó en Liverpool, donde un médico de Berlín, el Dr. Hermes, había ido a buscarle. Su natural era dulce y apacible, la

360

mayor parte de sus movimientos y de sus acciones, asemejábanse a los del hombre, pero su tristeza revelaba claramente cuánto sufría por haber perdido su libertad. Al llegar a Berlín pareció tan enfermo que el doctor lo llevó a su propia habitación y lo cuidó como si fuera una persona. El gorila fue sometido al mismo tratamiento que el pongo, muerto también en Berlín hace algunos años, a consecuencia de una enfermedad análoga. Atacado de dolores de cabeza y de una tos persistente, el infeliz mono permaneció algún tiempo echado en un rincón de su jaula, hasta que se le halló muerto. Su piel ha sido comprada por el Museo Anatómico de Berlín.

-Muchos y muy notables hechos se han aducido para probar que los animales tienen una inteligencia igual a la del hombre. -Como curiosidad, citaremos aquí dos ejemplos encaminados a demostrar el grado de perfección intelectual que alcanzan los insectos.-El primero que ha sido comunicado por Darwin a la Sociedad Linneo de Londres, es el de una gran hormiga, originaria de México, que siembra, recoge y entroja una gramínea. Ella escoge un espacio de terreno que allana y nivela; arranca las plantas que en él nacen y las malas yerbas, y después siembra la gramínea en medio de este campo.-Otro entomologista inglés relata el siguiente experimento, que puede repetir todo el mundo. Colóquese verticalmente un palo en el centro de un charco y póngase en él una araña del campo, y obsérvese lo que hace la araña. Después de cierto tiempo consagrado a explorar el palo y asegurarse de que no existe punto alguno en él que comunique con la tierra firme, el insecto sube hasta el extremo del palo, fija allí un hilo y se deja caer hasta muy cerca de la superficie del agua, y allí espera a que el viento lo coloque sobre una yerba vecina. Si este medio no produce el resultado apetecido, la araña forma un copo sedoso, bastante ligero para que flote en el aire, y se confía a este aerostático de nuevo género.

-La tinta de escribir tiene gravísimos peligros, y conviene conocerlos. Frecuentemente para impedir el enmohecimiento de la tinta se mezcla con una preparación de óxido de mercurio y de cloro, es decir, un veneno de los más peligrosos, del cual una sola gota introducida en una herida, por ligera que sea, puede tener terribles consecuencias. Ha muerto últimamente en Nassau un maestro que se había hecho una picadura en la mano con una pluma llena de tinta.-Los médicos han reconocido un envenenamiento de la sangre.-Lo más económico y lo mejor es que los maestros preparen la tinta por sí. La preparada con caparrosa verde, agallas de Alepo, azúcar candi y goma, es barata y produce mejores resultados.

361

-Hase inventado en Inglaterra un timón eléctrico. Funciona en un paquebote que hace su travesía de Londres a Glasgow; suprime el timonel y hace maniobrar el timón por medio de la misma brújula. La esfera de ésta lleva un índice metálico que se coloca en dirección de la ruta que debe seguirse; a cada lado de este índice, a un grado de distancia, se encuentra un taquet metálico; cada uno de estos taquets está relacionado con un elemento sistema Daniell, y cuando el buque se desvía de su ruta, sea en un sentido o en otro, el índice viene a tocar en uno de ambos .•.

-Es innegable que las plantas crecen grandemente a la luz, muy poco en la oscuridad. Un naturalista alemán puso de un lado 400 semillas de yerbas de pasto, y 400 de otro: las unas, a la luz, crecieron a razón de 62%; las otras, a la sombra, crecieron a razón de 3%. Repitió la observación con otros grupos, y las plantas a la luz crecieron a 59%, y las abandonadas en la sombra a razón de 7%.

-Los periódicos ingleses abundan en alusiones a la última obra de Darwin. El famoso naturalista ha empleado largo tiempo en estudiar la inteligencia de los gusanos. Su libro tiene por esto la amenidad de una novela, a lo que contribuye la originalidad y gracia del asunto, y la tierna y profunda personalidad del filósofo, que ama vehementemente a la naturaleza, y departe con ella como en amoroso diálogo. El naturalista se ha enamorado de los insectos que describe, y ve a esos animalillos cuyos hábitos y espíritu revela a los hombres como vería a criaturas suyas, a lo que tiene derecho, pues en verdad los crea para la ciencia. "Hemos visto, dice en una parte de su libro, que los gusanos son tímidos. Apenas puede dudarse, a juzgar por las violentas contorsiones que hacen al ser maltratados, que experimentan todo el dolor que sus desesperadas contorsiones expresan, ni al verles buscar con ansia los manjares que prefieren, debe caber duda de que poseen el sentido del gusto. Su pasión sexual es tal que vence muy a menudo su miedo de la luz. Y tal vez hay en ellos algo de sentimiento de sociabilidad, puesto que no se inquietan de encaramarse los unos sobre los otros."

-No ha estado Edison afortunado en París. Se ha hallado que faltaba a su luz eléctrica vigor y expansividad. Las lámparas Jablochkoff, un tiempo tan celebradas, parecen hoy vacilantes y confusas. Las lámparas Jamin originan en torno de la luz halos de claridad y sombra que semejan los anillos de Saturno. La luz Jaspar ha sido rechazada. Las lámparas de Swan y Lane Fox dan una luz hermosa y suave; pero son muy caras. Parece que el sistema más aceptado ha sido el de Werdermann, para usos domésticos, y la "lámpara-sol" para teatros y edificios públicos.

362

-Un día se vio que no llegaban los mensajes telegráficos de Suk-el-Arba a Medjez-el-Bab. No llovía; no estaba alterada la atmósfera; no habían sido rotos los alambres: ¿qué era, pues? Era que una grandísima serpiente se había enroscado en lo alto de un poste a los alambres, e impedía la conducción de la electricidad.

-Hay medicinas varias para la falta de sueño, mas es peligroso usarlas, y preciso además conocer a causa real del insomnio. Si viene de pesares, conviene el uso de la morfina, narceína y codeína; si de agitación nerviosa o excitación arterial, obra bien el bramido de potasio, a menos que el paciente no sea anémico. En los insomnios puramente nerviosos, no hay cosa como el cloroformo en cortas cantidades. En todos los casos es aplicable el hidrato de cloral, menos en los de dispepsia y males del corazón. El insomnio de los ancianos y personas débiles debe ser tratado con vinos, amargos y cosa semejante.

-Se usan con éxito los baños de mar para ciertas enfermedades de los ojos; y el éxito se explica, ya por la influencia restauradora y antianémica que el baño de mar ejerce en la salud general, vigorizando el tono del sistema, ya porque el agua de mar, y la misma atmósfera marina tienen una acción local irritante peligrosa para los que sufren de alguna enfermedad aguda, pero benévola para los que padecen de alguna inflamación crónica o indolente.

-Avanza rápidamente la arqueología prehistórica. No hace aún mucho tiempo que el memorable libro de Woodward estableció la primitiva división de la edad infantil del hombre en las tres edades de piedra, bronce y hierro. Vinieron entonces los descubrimientos de Boucher de Perthes y otros, reducidos a sistema por Lyell, que resultaron en el reconocimiento de aquel aún más lejano período de piedra descrito por Sir John Lubbock como paleolítico. Desde aquella fecha, los arqueólogos de Francia e Inglaterra han venido adelantando hasta una regular clasificación, en orden de tiempo, de la vasta colección heterogénea de restos humanos pertenecientes a la primera edad de piedra; pero aún no son aceptadas fuera del estrecho círculo científico sus innovaciones. Es probable que gentes muy ilustradas continúen aún dividiendo mentalmente el período prehistórico en tres edades de piedra, bronce y hierro, y subdividiendo la de piedra en una época paleolítica y otra neolítica. Tal división, en realidad, es grotescamente desproporcionada, aunque prácticamente útil. La llamada edad de piedra se extiende sobre un enorme lapso de tiempo, e incluye porciones del período geológico terciario, todo el cuaternario y parte del reciente; mientras que el resto del período reciente se divide entre las edades de

363

bronce y hierro. Los arqueólogos franceses han obrado con cordura al reconocer seis divisiones principales de la edad prehistórica, las primeras cinco de las cuales equivalen a la que se llama ordinariamente edad paleolítica, y la sexta a la neolítica, edad de bronce y edad de hierro, o el período "reciente" de los geólogos. Sólo con tan estricta y cronológica subdivisión podemos apreciar cumplidamente la gran lentitud de la evolución humana en las primeras edades, y el vasto lapso de tiempo cubierto por el que se llama período paleolítico.

-La vida moderna, con todas sus rebeliones y esplendores, está entrando a raudales en el Japón. Al mismo tiempo que van allí las doctrinas católicas, van todas las ideas racionalistas que riñen combates con ellas en los países viejos. Escribe un misionero que, aunque no combate ni ofende ni se presenta en cuerpo, ni lleva carácter de secta, ni ministros conocidos, ni paga templos, ni cobra subsidios, el libre pensamiento va siendo una poderosa iglesia en el Japón. Morse, el director de la Universidad de Tokio, es un hombre pagado del método analítico, y de las excelencias de la observación. Se queja el misionero de que ande en las manos de los jóvenes japoneses, muy leído y gustado, el libro famoso de Payne: "La Edad de la Razón".

-Hemos de repetir, porque es útil, lo que dice el inspector médico de uno de los asilos de dementes de Inglaterra. Aparece de sus investigaciones que una gran parte de los locos que asiste el asilo, han venido a locos por aislamiento y nostalgia: considerable número de los dementes es de personas que hablan mal inglés. Los pastores, que viven en soledad forzosa, se vuelven locos con frec\lencia. La soltería prolongada, forzosa a veces en aquella comarca, Gales del Sur, en que el número de mujeres es una tercera parte menor que el de hombres, es origen frecuente del trastorno. La prolongación del alimento por la leche materna a los niños es también causa de locura. No lo menos el beber con exceso malos licores, ni el beberlos con exceso y abstenerse de ellos de súbito. Pocos casos cuenta el asilo de locos por herencia.

-El espíritu humano nace a caballo y con espuelas, y apenas se aposenta en el cuer¡1o que le cabe en suerte, emprende su viaje en busca de la solución de sí mismo, y del punto en que ha de confundirse con el espíritu universal. Anhela saberlo todo. Desfallece cuando ve que no le alcanza su hora terrenal para darse cuenta de todo lo que hay sobre la tierra. Agradece cada libro nuevo, que le abre un nuevo horizonte. Lo oscuro y vacío le llena de ira. Quiere reconstruir lo pasado y adivinar lo futuro. Ahora se ha dado a luz un libro que revela tesoros escondidos, tesoros del norte de Europa. De esos pueblos se ha venido sabiendo poco.

364

Con pena se han ido teniendo noticias de las razas del centro y norte de Europa. Ya se han publicado los poemas democráticos de Slovaschi, las estrofas resplandecientes de Krasinski, los libros maravillosos del apóstata Mickiewicks, los tres grandes poetas de Polonia. Ya son vulgares los versos de Pushkin, el revelador ruso. Y hoy se hacen conocidos los misterios literarios de Escandinavia, merced a un buen libro de Federico Winkel Hom: •La Historia de la literatura del Norte Escandinavo, desde los más antiguos tiempos hasta el presente". Son los versos de los poetas de aquella tierra como las casas de campo de sus aldeas pintorescas, donde en anchas y macizas ventanas ve el viajero asomado el rostro de una hermosísima doncella, omado de luengos cabellos rojos, por entre macetas ponderosas henchidas de flores. Tienen aquellas aldeanas una sonrisa grave, una tez nevada, teñida de viva rosa, y una mirada profunda y luciente: su traje, como los versos de sus poetas, abunda en colores. Todo tiene allí la fuerza, el candor y el brillo de las auroras boreales.

-Las sectas protestantes hacen grandes esfuerzos por llevar sus doctrinas a México. La tarea es tan ardua como tenaces las sectas atareadas. Hasta ahora venían valiéndose de pastores extranjeros, que no han conseguido mover simpatía alguna en el país. Ahora comienzan a valerse de sacerdotes hispanoamericanos convertidos, y de mujeres. Mrs. Lever esposa de un reponer norteamericano, y hermana de un conocido editor de México, ha salido pocos días hace de Nueva York para su país con una misión religiosa. Mas no se anuncia copioso fruto para esta desesperada siembra. El pueblo bajo de las ciudades, compuesto de léperos es indiferente o sumiso al clero católico: el pueblo de los campos, el pueblo indígena, obedece ciegamente a los sacerdotes católicos, aun cuando se dé el caso de que bajo las imágenes que pasan en las procesiones vayan los ídolos que, a la par de las imágenes cristianas, o sobre ellas, veneran. Y el pueblo de las ciudades, si religioso, es ultramontano, y si no religioso, ha ido demasiado adelante en su fe en la libre razón para volver a las negaciones tímidas y concepciones incompletas del protestantismo.

-La fotografía está alcanzando victorias extraordinarias. En San Francisco de California hay un fotógrafo, Muybridge, que consiguió hace poco retratar con toda peñección un caballo que marchaba a paso de trote. Descubierto así el modo de fijar la figura en movimiento, sin interrumpir éste, los fotógrafos de Europa se han dado a buscar la manera de ampliar y peñeccionar el descubrimiento de Muybridge. Hieckel, fotógrafo europeo, colocó sus aparatos a bordo de un vapor, y cuando éste pasaba con su velocidad usual por delante de Berck, un lindo pueblo

365

de baños de la costa francesa, obtuvo una plancha excelente de la playa, con sus casas, bañistas y paseantes: ni una figurilla quedó turbia o confusa. Un francés, Andra, ha retratado con el mismo éxito a una niña jugando a la cuerda suiza; y un inglés, ha conseguido ya retratar a golondrinas en vuelo, llegando a obtener hasta la sombra de la golondrina en el agua de la laguna sobre la cual volaba.

-Políticos y curiosos tienen puestos hoy sus ojos en el Egipto. La revuelta en la tierra de las maravillas, de las esfinges, de las pirámides, del cielo encendido, de la arena sofocante, es profunda y amenaza ser tremenda. Egipto halla que ha pagado demasiado caro la civilización y el apoyo que pidió a los europeos, y quiere lanzar de sí a los civilizadores. He aquí el lenguaje de uno de los diez periódicos árabes que en Egipto se publican: "Todas nuestras rentas son absorbidas por los extranjeros. Todos nuestros comerciantes, todos nuestros altos dignatarios de Estado, son extranjeros. Ellos son los señores, y nosotros sus bestias de carg~. Ellos viven felices, y nosotros vivimos en miseria y degradados. A ellos se les paga bien, y a nosotros mal. Suponemos que nuestra Cámara de Diputados tomará esto en consideración." Otro de los periódicos egipcios dice: "Fuimos un tiempo los reyes del universo. 500.000,000 poblaban entonces al Egipto, que hoy está poblado por 30.000,000. Y de este decaimiento somos nosotros los culpables, como lo es todo pueblo de sus males. Culpa nuestra es por nuestra indiferencia religiosa, por nuestra afectuosa e imprudente manera de recibir a los extranjeros, por nuestra confianza en sus periódicos. Nuestros hijos y nuestras hijas están a la merced de los extranjeros, y nuestra tierra es su hacienda. Debemos volver a las prácticas de nuestra religión, debemos poner en práctica las máximas del Profeta, no debemos escuchar a los que dicen que el fanatismo es peligroso." Se ve, pues, lo que quiere la revuelta. Quiere lo justo y lo injusto. Quiere el gobierno del Egipto por los egipcios, y la incomunicación de los paises de Mahoma con todas las tierras de los hombres que no veneran al Profeta.

-Los pescadores dejan usualmente morir los peces que caen en su red o muerden su arizuelo: no hacen esto los holandeses: los matan en el instante mismo en que los sacan del agua, y afirman, y con ellos unos especialistas, que los pescados así muertos tienen un sabor y un aroma mucho más agradable que aquellos que han muerto asfixiados, como los peces mueren, en violenta agonía.

-La ciudad de Nueva York se propone gastar en 1882, $3.836,925 en escuelas públicas. De esta suma $3.084,000 se destinan a sueldos de profesores; los $652,000 restantes se consagran a la conservación de los

366

edificios de educación, y a la construcción de algunos nuevos. Sin embargo, hay tentativas de reducir esta cantidad; ya en los cuatro años anteriores, el presupuesto de escuelas públicas ha sido mermado, a rebajas parciales, en $1.127,000. Unos quieren que la ciudad dé a los niños educación primaria y superior gratis, y otros creen que sólo debe darse la primaria. La verdad es que, salvo la belleza externa de los edificios, el orden de los colegios, y la riqueza, variedad y bondad de los textos en nada es superior, y en muchos aspectos es inferior a la que en Caracas podemos dar a nuestros hijos, la educación primaria que se recibe en las escuelas de Nueva York. Las escuelas de enseñanza superior son excelentes. En Filadelfia y en Brooklyn cuesta a los municipios cada niño la mitad de lo que importa al municipio de Nueva York y la enseñanza es mucho más completa. En las escuelas de Nueva York se pega aún a los alumnos, y se les obliga a aprender sus lecciones de memoria.

-La isla de Cuba está procurando rehacerse de una de las riquezas que perdió a causa de su larga guerra: su ganado. Si bien la Isla no producía aún ganado bastante para abastecer al país y exportar, sobresalían ya los animales de sus hatos por su existencia, y los caballos de sus sabanas por su elegancia y resistencia. En la comarca camagüeyana se celebraban cada año exposiciones de ganado, y se estudiaban con ahínco las obras de Zootecnia, de ciencia de los animales, de fomento y cría de los ganados, que con tanta profusión se publican en Inglaterra, donde la ganadería, que nosotros podríamos cultivar y desdeñamos, es un manantial perenne de colosal riqueza. Un cubano hubo, muy bien reputado luego, que comenzó a asentar su fama con las correspondencias que sobre agricultura y cría de animales escribía desde París a un periódico de La Habana. Este cubano, cuya obra es muy estimada entre los bibliófilos por lo escasa y entre los agricultores y ganaderos por lo útil, fue el Conde de Pozos Dulces, que luego dio en El Siglo. periódico histórico, forma a las aspiraciones liberales de los antillanos. Cuba trata ahora de repoblar sus sabanas, para librarse así de la contribución considerable que ha venido pagando en estos últimos años a otros pueblos, y a Venezuela entre ellos. Con tal prisa han introducido los cubanos el ganado nuevo en la Isla, que sólo en el valle de Trinidad importan ya los animales que allí existen dos millones de pesos. En una sola semana han entrado por el puerto de Cienfuegos, esa hermosa y rica ciudad que está en el sur de la Isla, más de mil toros de Inglaterra y de los Estados Unidos, a los cuales aumentan y tratan con ciencia y cuidado. No es a industrias forzosamente elementales ni a comercio de cosas

367

superfluas, a lo que debemos consagrar los venezolanos toda nuestra energía: es al cultivo del campo, es al desarrollo de nuestros viejos hatos de crianza, es al fomento y exportación de nuestras inmediatas e inmensas riquezas naturales. Debería crearse entre nosotros una gran sociedad de Fomento Agrícola, con ramificaciones en todos los pueblos de la República; consagrada a la propaganda de estas doctrinas, y a la vulgarización y aplicación de los conocimientos necesarios para el cultivo útil de la tierra, y el aprovechamiento y mejora de nuestros ganados.

-Se quejan sin cesar los agricultores en los fértiles valles de California del empobrecimiento rápido de sus tierras, que es tal que amenaza con la completa ruina del territorio agrícola del Estado, que es riqueza permanente, ruina que se debe a la aglomeración de los sedimentos que arrastran los ríos aprovechados para labrar por la presión hidráulica las minas del contorno que son como toda riqueza minera, accidental y transitoria. Y empieza a hacerse en el estado una reacción sensible contra la fiebre minera, que vicia los caracteres, y los aparta de menos agitados y mas durables y productivos empleos.

-Oímos hablar de la lengua maya como de un documento antiguo de una civilización muerta, salvado del olvido en un libro de Diego de Landa y revivida por las investigaciones del abate Brasseur de Bourbourg, americanista famoso. Pero es de saber que la lengua maya se habla aún en toda su pureza en algunos lugares de la América Central y que quien viaja por la comarca de los chacamules, que es una tribu de hombres barbados que habita en las cercanías de la antigua ciudad de Tekal, oye aún, como si viviera en los tiempos de Chilam-Balam, que fue una especie de Moisés yucateco, aquella lengua armoniosa en que se llama al, corazón puctzlkal, y a Dios se llama Kahal-yum, señor verdadero, o Oichkelem-yum, señor hermoso. Y aún viven, refugiados en la comarca del Petén, fronteriza entre México y Guatemala, y rodeada de altas montañas, de esas montañas que parecen, según Olegario Andrade, el gran poeta joven argentino,

Gigantes de armadura de granito Que parece que esperan de rodillas El mandato de Dios, para lanzarse A escalar la región del infinito;

aún viven, en las orillas del lago del Petén, los descendientes de los itzács, que fueron como los derviches, marabonts o brahmanes de los

368

antiguos yucatecos, y como los magos persas, sacerdotes dotados de gran virtud y ciencia. Allí observan aún los hábitos de su raza, y sus leyes y lengua, en la comarca que llaman los mexicanos Tierra de Guerra, que se extiende de Tabasco a Chiapas y que riega el alegre Uxumacinta, cargado de flotantes frutos y gigantescos lirios. No eran ignoradas estas cosas, pero no se habían dicho aún tan seguramente como las dice el americano Le Plongeon, anciano atrevido que en compañía de su instruida esposa, joven inglesa, recorre las ruinas de Yucatán, trata con los indios, les habla en su lengua, vive en cabañas en los bosques y desentraña estatuas y reliquias en el fondo de la selva. Más se sabe ahora de los mayas, merced a las piedras que ha desenterrado, pinturas murales que ha descrito, y jeroglíficos que estudian Le Plongcon y su esposa, más diestra aún que el doctor en estos estudios, -que lo que se sabía por los tres únicos monumentos de los mayas que los americanistas recordaban en sus anales, y que son: el "Código de Dresde", que está en la Librería Real de Dresde; el "Manuscrito mexicano número 2", que guarda la Librería Imperial de París; y el "Manuscrito Troano", que es de papel de maguey, que se llama así por los nombres del que fue su posesor, y que hoy está en Madrid.

-Ya se preparan los astrónomos para la observación del tránsito del planeta Venus, lo cual será para fines del año en que vivimos, en diciembre, y es esperado como magno suceso entre los observadores del cielo. Pasará en el día marcado el planeta Venus entre la Tierra en que habitamos, y el Sol que nos alumbra, de manera que, oscurecido un momento el Sol por el paso del planeta, éste se verá rodeado de un cerco luminoso, como una mancha negra en medio del astro rey. Debe este fenómeno su importancia a ser él el medio mejor de medir la distancia entre el Sol y la Tierra, sin conocer la cual estaría como sin eje la ciencia astronómica. Ya se hizo en 1874 la observación del tránsito de este planeta, para lo que se congregaron los grandes astrónomos de todas partes del mundo en Yokohama (Japón), y en cuya vez ganó la palma del mérito sumo, y dio el modo preciso de observar, un modesto sabio mexicano, matemático, y astrónomo notabilísimo, Francisco Covarrubias, que recibió por esa muestra de superioridad científica todo género de honras de los hombres de ciencia y gobiernos de Norteamérica, Inglaterra y Francia. Antes de aquel año, y de aquella observación, se ha venido estimando por unos la distancia de la Tierra al Sol en noventa y un millones de millas, y por otros en noventa y cinco millones: hoy se le estima en noventa y dos millones ochocientas mil millas. Los astrónomos

369

. creen que hay aún error, y se apresuran a corregirlo este año, porque hasta el año 2004 no volverá a pasar el planeta Venus entre la Tierra y el sol.

-Es lástima que todos esos libros, resúmenes magistrales de abundante, solida y durable conciencia, no sean casi nunca traducidos al español. Francia misma, más pagada de las letras que de esa seductora y grave filosofia, los traduce poco. En la lengua inglesa hay tesoros, para casi todos nosotros desconocidos. Nuestros jóvenes estudiantes deberían reunirse, y estudiar asiduamente en privado a más del francés, el inglés y el alemán. Vive hoy fuera de su tiempo el que no puede leer estas lenguas. Las malas traducciones barcelonesas de unas cuantas obras literarias e históricas, y uno que otro ensayo filosófico de autor madrileño, calcado generalmente sobre la traducción francesa de algún libro alemán, no bastan a darnos idea del cambio radical e imponente que en las posbimerías de este siglo está sufriendo en todos sus aspectos la vida universal. Sólo la entrada del mundo viejo en el cristianismo es comparable a esta entrada a que asistimos del mundo actual en el . porvenir.

-Inglaterra, que realiza sin alarde, a diferencia de otros pueblos, que alardean sin realizar, está confiriendo gradualmente el derecho de sufragio a la mujer. Ya el año pasado se decidió en la isla de Man, inglesa, que toda mujer que poseyese allí casas o terrenos, tendría voto en las elecciones de los miembros que la isla enviase al Parlamento. En Escocia acaba de decidirse ahora que toda mujer que pague contribución al municipio tiene derecho a votar en las elecciones de miembros para los puestos municipales. Y no sólo en Inglaterra, en la lejana y humilde Croacia, votan las mujeres en las elecciones locales, y en las de profesores públicos.

-En el Hospicio General de Ruán, acaba de declararse un curioso caso de catalepsia. Trátase de una mujer que desde hace dieciséis días duerme con un sueño cataléptico, que no la abandona durante la noche más que el tiempo necesario para tomar algunos alimentos, después de lo cual recae por veinticuatro horas en un profundo letargo, con la particularidad de que sus brazos y sus piernas se hallan en un estado de absoluta rigidez. Dicha mujer cuenta 37 años, y hace catorce que por primera vez fue víctima de una somnolencia semejante. A veces pasa dos o tres años sin experimentar la letargia que le suele aquejar; pero en otras ocasiones, las crisis se suceden a intervalos muy cortos. En el hospicio, donde ha ingresado como enfermera, se la designa con el nombre de la Dunniente. Se ha observado que durante la víspera de dormirse, por

370

algunos días está muy nerviosa. Cuando sobreviene el acceso, se duerme súbitamente en el sitio mismo donde se halla, y es preciso acostarla. Durante el sueño su respiración es muy regular, y tiene el rostro encendido y caliente. Al verla, no se nota nada de extraordinario; pero si se la coge por el brazo, se halla alguna dificultad para moverlo. En cuanto se suelta vuelve a adquirir su posición a lo largo del cuerpo, con la rigidez de un resorte. Dos veces durante el periodo actual, ha permanecido cuatro días dormida sin despertar ni un instante, y por consiguiente, sin tomar el menor alimento. ¡Y cosa singular! A pesar de este régimen, no adelgaza ni se desmejora.

-Se sabe que es el micrófono un instrumento que permite oír con claridad peñecta sonidos tan débiles que pudiera aparentemente haber derecho para negar su existencia. Merced al micrófono, un químico inglés, ha llegado a demostrar que esas moscas infelices, que miramos sin compasión, y que tan a menudo perecen a manos de niños traviesos, sufren tan vivamente como el más sensible de los mortales, y expresan su dolor en gemidos prolongados y angustiosos, que el micrófono transmite distintamente al oído, y que tienen la naturaleza del relincho del caballo.

-No descansan en Europa los defensores del vegetalismo, que quiere, como ya en nuestras columnas se ha dicho, que los hombres cesen de alimentarse de carne, y se alimenten exclusivamente de vegetales. Rusia tiene un sabio, Beketoff, que defiende el vegetalismo, y ve en la rapidez con que disminuyen las tierras de pasto, una prueba que da la Naturaleza de que la alimentación carnívora no es necesaria a los hombres, puesto que, si lo fuera, no les privaría de ella, como les privará, cuando llegue a su total destrucción, -que ha de llegar, según él,- la tierra de pastos. Sólo que estos filósofos ven el mundo en Europa, y no cuentan con nuestra América, que está sobrada de ganado, y a poco que lo cuidemos, tiene espacio para criar constantemente todo el que hayan menester los voraces hombres del norte del Continente Viejo. Otra razón obligatoria de la cesación del alimento animal ve el sabio ruso en el precio mayor que cada día adquieren las carnes, y que a poco las harán de uso imposible para los pobres, que en muchos lugares, por razón de su pobreza, han dejado ya de usarla. Beketoff, como todos los de su escuela, afirma que las plantas contienen todos los elementos nutritivos de que el hombre ha menester, y cree que es herencia de los primitivos trogloditas, de los hombres primitivos, que moraban desnudos en las cuevas, este hábito nuestro de comer carne. Y a los argumentos de Beketoff responden los defensores de la alimentación

371

animal que los tártaros, que comen carne, dominan a los chinos, que no la comen; que los ingleses, que son carnívoros, dominan a los inteligentes y bravos hindúes, que no lo son; y que la carne parece llenar al hombre de instintos belicosos y de una marcada pujanza, que se señala en la rapidez y vigor con que los hombres carnívoros desempeñan todos sus trabajos. Mas la trufa no es carne, y he aquí lo que decía Alejandro Dumas, padre, que fue ciertamente grande, a diferencia de su hijo, que no lo es: "La trufa me enardece, y llena de ideas vívidas y generosas mi cerebro. Cuando como trufas, me siento alegre y vivaz, y dispuesto a todo. Mis ideas son más claras y espontáneas: puedo componer, sin tasa y sin tacha, versos, novelas, discursos, y dormir un sueño tranquilo, el sueño de una perfecta digestión." Los indios, que son tan ágiles y resistentes, no comen carne. En la última revolución de México, que llevó a Porfirio Diaz al poder, los mejores soldados fueron unos indios viriles y hermosos de las montañas de Oaxaca, que se alimentan únicamente de polvo de maíz mezclado con panela, que llevan en una bolsa que les cuelga del hombro. Y hace poco leíamos un libro de viajes del inglés Broce, que conoce a palmos la Abisinia, y cuenta que los galla de aquel país, que andan siempre en guerra con sus vecinos, no necesitan para atravesar inmensos desiertos de más alimentos que una masa de café tostado y molido, que mezclan con mantequilla, y guardan, después de distribuir la masa en bolas, en una gran bolsa de cuero. Sidney Smith, elegantísimo conversador inglés, porque el conversar es un arte que requiere gran discreción, ciencia y elegancia, decía una vez a sus amigos, en una de sus celebradas pláticas de sobremesa: "Si queréis mejorar vuestro entendimiento, bebed café. Sir James Mackintosh acostumbraba decir que la diferencia entre un hombre y otro consistía en la cantidad de café que ambos bebían. • Y de esos galla de Abisinia dice otro viajero, que una de esas bolas de café y mantequilla, que son comúnmente del tamaño de una bola de billar, les mantiene en fuerza y ánimo durante todo un día de fatiga, con mejor resultado que si tomasen una comida de carnes.

-Pasan los suizos como los mejores relojeros del mundo, y mejores aun que los ingleses. Los franceses les llevan ventaja en la fabricación de relojes de pared y chimenea; pero en los de bolsillo, los suizos vencen a los franceses. Los ingleses, en cambio, hacen los mejores relojes de mar, y no hay artífices que igualen a los cronómetros que hacen los relojeros de Inglaterra. Esto informa a los Estados Unidos uno de sus agentes comerciales en Europa, porque es de saber que el gobierno norteamericano mantiene viajando a un gran número de personas

372

entendidas, que van viendo y contando a su gobierno, todo lo que ven, de inventos extranjeros, modo de adquirirlos, imitarlos y aprovecharlos, y cuanto en artes, comercio, siembras, o industrias, puede ser de alguna utilidad a la América del Norte; la cual es institución excelente muy digna de ser por todos los gobiernos imitada. El gobierno de los Estados U nidos informa a su país de todo aquello de que le informan sus agentes, de modo que el norteamericano atento puede estar al cabo de todo lo que en el mundo se hace en el ramo que profesa, y saber donde ha de ir para aprender más de lo que sabe, o conocer el estado real de la producción en otros países, para deducir si puede rivalizar con ellos, o darse con tiempo a otro quehacer más provechoso. En cuanto a la superioridad de los suizos en la fabricación de relojes de bolsillo, el agente de los Estados Unidos la atribuye a cierto hábito artístico que en los suizos viene a ser, como en los italianos la música, como una condición de naturaleza, por estar distinguiéndose los suizos en este arte siglos ha; a la constante comunicación, muy inteligentemente sostenida, con todos los centros comerciales del globo; y a una infatigable diligencia y tenacísimo deseo de mejora, porque los trabajadores de Suiza se distinguen. Los norteamericanos, hacen ya relojes muy baratos, como unos Waterbury, en que no han de emplear sus dineros nuestros lectores, porque no valen los dos pesos que cuestan. Pero los suizos se han llevado visible ventaja en la última exhibición de París, y en la última de Melbourne. En Suiza se prueba la ventaja de concurrir a esos grandes certámenes de productos, porque en las Exhibiciones observan los relojeros de Suiza todos los adelantos de sus rivales, que adaptan y mejoran en la fabricación de los relojes nuevos. Hay en Ginebra, y en cuatro o cinco ciudades más, grandes escuelas de relojería, alguna de las cuales cuenta medio siglo de existencia; y se celebran concursos anuales de cronómetros; y se mantienen Observatorios consagrados a contribuir con sus observaciones de la temperatura a la precisión de los relojes suizos. Hay pueblos en que todos los habitantes son relojeros, todo relojero sabe construir alli pieza a pieza un reloj. En las escuelas pasan años enteros haciendo una misma pieza. Sesenta maestros diversos concurren en la escuela a la fabricación de un solo reloj. Los visitantes extranjeros aseguran que no conocen en país alguno del mundo industria más perfecta, y bien organizada que ésta de la relojería en Suiza.

-Se publica en Francia un libro muy notable, más que por el alcance final. de su intención, por la suma considerable de materias que contiene, y de cuyo conocimiento no es dable prescindir a un hombre de letras y ciencias, en estos tiempos en que el saber va siendo tan vulgar,

373

y en que cada día da al mundo más maravillas de las que un hombre estudioso y atento puede llegar a conocer en igual espacio de tiempo de asiduo estudio. El libro, que cuenta dieciséis volúmenes es el Gran Diccionario del Siglo XIX, de Pierre Larousse. Es un almacén gigantesco. Es como un Diccionario de la Conversación, no de materias generales y añejas, sino de hechos y personas de nuestros tiempos. Se habla de lo nimio como de lo grandioso; de libros como de cuadros; de ciencias filosóficas como de las artes; de elegancia; de política como de ciencias naturales. En verdad que es una joya el diccionario de Larousse. Thiers murió sin acabar otro libro extraordinario, que llamaba él "su monumento", y que de veras lo hubiera sido -porque era una historia, atractiva y profunda, como él sabía hacerlas, de toda la obra humana en lo que iba de siglo hasta su muerte. De toda la obra humana, en ciencias, en artes, en letras, en política, en comercio, en guerras, en guerras galantes: cuanto han hecho los hombres en la centuria que corre; y a cuya par corría él, estaba conmemorado y juzgado, no en detalles sueltos, sino en relación y conjunto en esta obra ciclópea. Los hombres antiguos labraban piedras: los hombres nuevos hacen libros del tamaño de las piedras de los hombres antiguos.

-Se ha constituido en Berlín una sociedad consagrada al estudio de la navegación aérea. Ya en Francia hay una, desde 1868. No arredran a los asociados los fracasos anteriores. Creen que, después de los descubrimientos que sabios como Welner, de Brün, y Schmidt, de Praga, han hecho en la construcción de las máquinas, -descubrimientos que permiten la transformación de las fuerzas,- el problema de la navegación aérea ha entrado en el ámbito de las cosas posibles. Visiblemente, el objeto de esta sociedad es aplicar el resultado de sus pesquisas a la mejora de los aeróstatos de campaña, que no prestaron en la colosal guerra de 1870 y 1871 todo el servicio que entonces se esperaba ya de ellos. La sociedad establecerá una estación de experimentos en Berlín, y publicará un boletín periódico.

-Corre ahora en los más recientes estudios de ciencias que se rozan con el estudio del espíritu humano, una palabra nueva, fácil de entender, puesto que viene directamente del griego: psychometrla, o medida del alma, ya hermosa y sensible psyche de los griegos. Ahora hay fisiólogos · que consideran al encéfalo como psicómetro. Ya se sabe cuanto se ha hablado de pesar y medir el cerebro; y cuantos cerebros se han pesado y medido, de lo cual se ha venido a averiguar que hombres dotados de cerebros grandes y desarrollados han pensado cosas ruines, y sido gentes de poca valía, en tanto que hombres de cerebro pequeño han dado

374

muestras y pruebas de poseer singular inteligencia. El volumen, la densidad, la composición química del cerebro, fueron examinados luego sin mayor provecho. Manouvrier, un fisiólogo de. quien habla Quatrefages, -este hombre sabio en este género de estudios, y en cuanto hace al origen y composición del ser humano,- se dedica ahora con especial ahínco al examen del cerebro. Tomando ciertos tipos animales, inferiores en el orden intelectual, y admitiendo que cierta cantidad dada de materia encefálica, tomada en su mínimum, corresponde a sus funciones de elación (sensibilidad, motricidad y generación)-comienza, al examinar cada cerebro, por separar de él este mínimum de los tipos inferiores, y el exceso de materia encefálica que en el cerebro haya sobre ese mínimum, es el grado de inteligencia de que era capaz el cerebro así analizado.

-Acaba de llegar de Laponia, y de contar sus viajes a la Sociedad de Geografía de París, un intrépido francés, que es un gran subidor de montes, y no teme a los fríos, más sí a vivir sin gloria: el explorador Rabot. Ha visitado en Laponia los alrededores de Rosvande, y un grandísimo lago que hay en la Noruega Septentrional. Ha visto a los lapones de aquella comarca, que en su mayor parte no han visto el mar, ni saben de Geografía, y hacen canoas excelentes para los pescadores. Ha estado en las cumbres heladas de aquellas regiones. Ha subido al Sarjektjaoekko, que es por cierto nombre difícil, mas que ha de ser anotado, porque con él se conoce la montaña más elevada de la Laponia, que, después del Petermanspitze de Groenlandia, es la más elevada de las cimas conocidas en tomo de la región polar.

-El estado nervioso, tan frecuente en nuestros hombres y mujeres, no es más que debilidad nerviosa. El agría nuestro carácter; él nos sobresalta y nos contrista; el finge a nuestra imaginación excitable enfermedades imaginarias, y no hay más que un medio de salvarse de él: fortalecer el sistema nervioso. Un gran médico acaba de reducir a simple fórmula higiénica el medio de curación: la prescripción primera es una amplia medida de aire fresco y puro, a lo cual se opone, porque agrava grandemente la debilidad nerviosa, ese hábito nuestro, y de nuestras damas sobre todo, de pasar gran parte del día y de la noche en habitaciones donde la luz del kerosene consume todo el oxígeno que debieran respirar nuestros pulmones, y en donde durante el día no corre el aire bastante libremente. Los nervios son avaros de oxígeno, y viven mal donde no lo hay, y donde lo hay se vigorizan. La prescripción segunda ordena que se coman abundantemente manjares nutritivos y bien cocinados, porque no hay cosa que acalle a los nervios como darles

375

carne, ni hay nada que los predisponga y disguste como darles vegetales, a los que somos nosotros por cierto sobradamente aficionados. Y ordena la tercera prescripción que se haga suficiente ejercicio físico al aire libre. Hasta la excitación nerviosa de los lunáticos, que suele ser terrible, se calma trabajando. El trabajo corporal o un largo paseo acallan los nervios excitados que nos ponen a las veces trémulos y descontentos, y airados de la tierra y de nosotros mismos, e incapaces en algunos momentos de fijar nuestras ideas sobre el asunto más trivial. Estas iras nerviosas, en vez de caer sobre nuestros familiares, o de ser vertidas en lánguidos versos, deben ser echadas alegremente al aire fortificante en un largo paseo.

376

CECILIO ACOSTA

Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal rebelde. Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan gran trabajador!

Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el Universo fue casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los hombres hermanos, y sus dolores, cosas de familia que le piden llanto. El lo dio a mares. Todo el que posee en demasía una cualidad extraordinaria, lastima con tenerla a los que no la poseen; y se le tenía a mal que amase tanto. En cosas de cariño, su culpa era el exceso. Una frase suya da idea de su modo de querer: "oprimir a agasajos". El, que pensaba como profeta, amaba como mujer. Quien se da a los hombres es devorado por ellos, y él se dio entero; pero es ley maravillosa de la naturaleza que sólo esté completo el que se da; y no se empieza a poseer la vida hasta que no vaciamos sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, la nuestra. Negó muchas veces su defensa a los poderosos; no a los tristes. A sus ojos, el más débil era el más amable. Y el necesitado, era su dueño. Cuando tenía que dar, lo daba todo; y cuando nada ya tenía, daba amor y libros. ¡Cuánta memoria famosa de altos cuerpos del Estado pasa como de otro y es memoria suya! ¡Cuánta carta elegante, en latín fresco, al Pontífice de Roma, y son sus cartas! ¡Cuánto menudo aqículo, regalo de los ojos, pan de mente, que aparecen como de manos de estudiantes, en los periódicos que éstos dan al viento, y son de aquel varón sufrido, que se los dictaba sonriendo, sin violencia Métrica. Se aplicaba a las ciencias; sobresalía en ellas; el ilustre Cajigal le da sus libros, y él bebe ansiosamente en aquellas fuentes de la vida física y logra un título de agrimensor. La iglesia le cautiva, y aquellos serenos días, luego perdidos, de sacrificio y mansedumbre; y lee con avaricia al elegante Basilio, al grave Gregorio, al desenfadado Agustín, al osado Tomás, al tremendo Bernardo, al mezquino Sánchez; bebe vida espiritual a grandes sorbos. Tiene el talento práctico como gradas o peldaños, y hay un talentillo que consiste en irse haciendo de dineros para la vejez, por

377

·.

más que aquí la limpieza sufra, y más allá la verguenza se oscurezca; y hay otro, de más alta valía, que estriba en conocer y publicar las grandes leyes que han de torcer el rumbo de los pueblos, en su honra y beneficio. El que es práctico así, por serlo mucho en bien de los demás no lo es nada en bien propio. Era, pues, Cecilio Acosta, ¡quién lo dijera, que lo vio vivir y morir! un grande hombre práctico. Se dio, por tanto, al estudio del Derecho, que asegura a los pueblos y refrena a los hombres. Inextinguible amor de belleza consumía su alma, y fue la pura forma su Julieta, y ha muerto el gran desventurado trovando amor al pie de sus balcones. ¡Qué leer! Así los pensamientos, mal hallados con ser tantos y tales en cárcel tan estrecha, como que empujaban su frente desde adentro y le daban aquel aire de cimbria.

Nieremberg vivió enamorado de Quevedo, y Cecilio Acosta enamorado de Nieremberg. El Teatro de la Elocuencia de Capmany le servía muchas veces de almohada. Desdeñaba al lujoso Solís y al rewelto Góngora, y le prendaba Moratín, como él, encogido de carácter, y como él, terso en el habla y límpido. Jovellanos le saca ventaja en sus artes de vida y en el empuje humano con que ponía en práctica sus pensamientos; pero Acosta, que no le dejaba de la mano, le vence en castidad y galanura, y en lo profundo y vario de su ciencia. Lee ávido a Mariana, enardecido a Hernán Pérez, respetuoso a Hurtado de Mendoza. Ante Calderón se postra. No halla rival para Gallegos y le seducen y le encienden en amores la rica lengua, salpicada de sales, de Sevilla, y el modo ingenuo y el divino hechizo de los dos mansos Luises, tan sanos y tan tiernos.

Familiar le era Virgilio, y la flautilla de caña, y Corydón, y Acates; él supo la manera con que Horacio llama a Telephus, o celebra a Lydia, o invita a Leuconoe a beber de su mejor vino y a encerrar sus esperanzas de ventura en límites estrechos. Le 1eleitaba Propercio, por elegante; huía de Seneca, por frío; le arrebataba y le henchía de entusiasmo Cicerón. Hablaba un latín puro, rico y agraciado; no el del Foro del Imperio, sino el del Senado de la República; no el de la casa de Claudio, sino el de la de Mecenas. Huele a mirra y a leche aquel lenguaje, y a tomillo y verbena.

Si dejaba las Empresas de Saavedra, o las Obras y Dfas, o el SI de las, nifúls, era para hojear a Vattel, releer el libro de Segur, reposar en Los Tristes de Ovidio, pensar, con los ojos bajos y la mente alta, en las verdades de Keplero, y asistir al desenvolvimiento de las leyes, de Carlomagno a Thibadiau, de Papiniano a Heineccio, de Nájera a las Indias.

378

Las edades llegaron a estar de pie y vivas, con sus propios colores y especiales arreos, en su cerebro: así, él miraba en sí, y como que las veía íntegramente, y cada una en su puesto, y no confundidas, como confunde el saber ligero, con las otras, -hojear sus juicios es hojear los siglos. Era de los que hacen proceso a las épocas, y fallan en justicia. El ve a los siglos como los ve Weber; no en sus batallas, ni luchas de clérigos y reyes, ni dominios y muertes, sino parejos y enteros, por todos sus lados, en sus sucesos de guerra y de paz, de poesía y de ciencia, de artes y costumbres; él toma todas las historias en su cuna y las desenvuelve paralelamente; él estudia a Alejandro y Aristóteles, a Pericles y a Sócrates, a Vespasiano y a Plinio, a Vercingetorix y a Velleda, a Augusto y a Horacio, a Julio II y a Buonarrotti, a Elizabeth y a Bacon, a Luis XI y a Frollo, a Felipe y a Quevedo, al Rey Sol y a Lebrún, a Luis XVI y a Nécker, a Washington y a Franklin, a Hayes y a Edison. Lee de mañana las Ripuarias, y escribe de tarde los estatutos de un montepío; deja las Capitulares de Carlomagno, hace un epitafio en latín a su madre amadísima, saborea una página de Diego de Valera, dedica en prenda de gracias una carta excelente a la memoria de Ochoa, a Campoamor y a Cueto, y antes de que cierre la noche -que él no consagró nunca a lecturas -echa las bases de un banco, o busca el modo de dar rieles a un camino férreo.

Son los tiempos como revueltas sementeras, donde han abierto surco, y regado sangre, y echado semillas, ignorados y oscuros labriegos; y después vienen grandes segadores, que miden todo el campo de una ojeada, empuñan hoz cortante, siegan de un solo vuelo la mies rica y la ofrecen en bandejas de libros a los que afilan en los bancos de la escuela la cuchilla para la siembra venidera. Así Cecilio. El fue un abarcador y un juzgador. Como que los hombres comisionan, sin saberlo ellos mismos, a alguno de entre ellos para que se detenga en el camino que no cesa y mire hacia atrás, para decirles cómo han de ir hacia adelante; y los dejan allí en alto, sobre el monte de los muertos, a dar juicio; mas ¡ay! que a estos veedores acontece que los hombres ingratos, atareados como abejas en su faena de acaparar fortuna, van ya lejos, muy lejos, cuando aquel a quien encargaron de su beneficio y dejaron atrás en el camino les habla con alarmas y gemidos, y voz de época. Pasa de esta manera a los herreros, que asordados por el ruido de sus yunques, no oyen las tempestades de la villa; ni los humanos, turbados por las hambres del presente, escuchan los acentos que por boca de hijos inspirados echa delante de sí lo por venir.

Lo que supo, pasma. Quería hacer la América próspera y no enteca;

379

dueña de sus destinos, y no atada, como reo antiguo, a la cola de los caballos europeos. Quería descuajar las universidades, y deshelar la ciencia, y hacer entrar en ella savia nueva: en Aristóteles, Huxley; en Ulpiano, Horace Greeley y Amasa Walker; del derecho, "lo práctico y tangible": las reglas internacionales, que son la paz, "la paz, única condición y único camino para el adelanto de los pueblos"; la Economía Política, que tiende a abaratar frutos de afuera y a enviar afuera, en buenas condiciones, los de adentro. Anhelaba que cada uno fuese autor de sí, no hormiga de oficina, ni momia de biblioteca, ni máquina de interés ajeno; "el progreso es una ley individual, no ley de los gobiernos"; "la vida es obra". Cerrarse a la ola nueva por espíritu de raza, o soberbia de tradición, o hábitos de casta, le parecía crimen público. Abrirse, labrar juntos, llamar a la tierra, amarse, he aquí la faena: "el principio liberal es el único que puede organizar las sociedades modernas y asentarlas en su caja". Tiene visiones plácidas, en siglos venideros, y se inunda de santo regocijo: "la conciencia humana es tribunal; la justicia, código; la libertad triunfa; el espíritu reina". Simplifica, por eso ahonda: "La historia es el ser interior representado". Para él es usual lo grandioso, manuable lo difícil y lo profundo transparente. Habla en pro de los hombres y arremete contra estos brahmanes modernos y magos graves que guardan para sí la magna ciencia; él no quiere montañas que absorban los llanos, necesarios al cultivo; él quiere que los llanos suban, con el descuaje y nivelación de las montañas. Un grande hombre entre ignorantes sólo aprovecha a sí mismo: "los medios de ilustración no deben amontonarse en las nubes, sino bajar, como la lluvia, a humedecer todos los campos". "La luz que aprovecha más a una nación no es la que se concentra, sino la que se difunde". Quiere a los americanos enteros: "la República no consiste en abatir, sino en exaltar los caracteres para la virtud". Mas no quiere que se hable con aspereza a los que sufren: "hay ciertos padecimientos, mayormente los de familia, que deben tratarse con blandura". De América nadie ha dicho más: "pisan las bestias oro, y es pan todo lo que se toca con las manos". Ni de Bolívar: "la Qbeza de los milagros y la lengua de las maravillas". Ni del cristianismo: "el cristianismo es grande, porque es una preparación para la muerte". Y está completo, con su generosa bravura, amor de lo venidero y forma desembarazada y elegante, en este reto noble: "y si han de sobrevenir decires, hablillas y calificaciones, más consolador es que le pongan a uno del lado de la electricidad y el fósforo, que del lado del jumento, aunque tenga buena albarda, el pedernal y el morrión".

380

Más que del Derecho Civil, personal y sencillo, gustaba del derecho de las naciones, general y grandioso. Como la pena injusta le exaspera, se da al estudio asiduo del Derecho Penal, para hacer bien. Suavizar: he aquí para él el modo de regir. Filangieri le agrada; con Roeder medita. Lee en latín a Leibnitz, en alemán a Seesbohm, en inglés a Wheaton, en francés a Chevalier; a Carnazza Amari en italiano, a Pinheiro Ferreyra en portugués. Asiste a las lecciones de Bluntschli en Heidelberg, y en Basilea a las de Feichmann. Con Heffter busca causas; con Wheaton junta hechos; con Calvo colecciona las reglas afirmadas por los escritores; con Bello acendra su juicio; con todos suspira por el sosiego y paz del universo. Aplaude con íntimo júbilo los esfuerzos de Cobden, y Mancini, y Van Eck, y Bredino por codificar el Derecho de Gentes. Dondequiera que se pida la paz, está él pidiendo. El pone mente y pluma al servicio de esta alta labor. Hay en Filadelfia una liga para la paz universal, y él la estudia anhelante, y la Liga Cósmica de Roma, y la de Paz y Libertad de Ginebra, y el Comité de Amigos de la Paz, donde habla Stürm. El piensa, en aborrecimiento de la sangre, que con tal de que ésta no sea vertida, sino guardada a darnos fuerza para ir descubriéndonos a nosotros mismos, -lo que urge, y contra lo cual nos empeñamos,- buenos fueran los congresos anuales de Lorimer, o el superior de Hegel, o el Areópago de Bluntschli. En 1873 escucha ansioso las solemnes voces de Calvo, Pierantoni, Lorimer, Mancini, juntos para pensar en la manera de ir arrancando cantidad de fiera al hombre; ¡cuán bien hubiera estado Cecilio Acosta entre ellos! De estos problemas, todos los cuenta como suyos, y se mueve en ellos y en sus menores detalles con singular holgura. De telégrafos, de correos, de sistema métrico, de ambulancias, de propiedad privada: de tanto sabe y en todo da atinado parecer y voto propio. En espíritu asiste a los congresos donde tales asuntos, de universal provecho, se debaten; y en el de Zurich, palpitante y celoso está él en mente, con el Instituto de Derecho Internacional, nacido a quebrar fusiles, amparar derechos y hacer paces. Bien puede Cecilio hacer sus versos, de aquellos muy galanos, y muy honrados, y muy sentidos que él hacía; que, luego de pergeñar un madrigal, recortar una lira o atildar un serventesio, abre a Lastarria, relee a Bello, estudia a Arosemena. La belleza es su premio y su reposo; mas la fuerza, su empleo.

Y ¡cómo alternaba Acosta estas tareas y de lo sencillo sacaba vigor para lo enérgico! ¡cómo, en vez de darse al culto seco de un aspecto del hombre, ni agigantaba su razón a expensas del sentimiento, ni hinchaba éste con peligro de aquélla, sino que con las lágrimas generosas que las desventuras de los poetas o de sus seres ficticios le arrancaban, suavizaba

381

los recios pergaminos en que escribe el derecho sus anales! Ya se erguía con Esquilo y braceaba como Prometeo para estrujar al buitre; ya lloraba con Shakespeare y veía su alcoba sembrada de las flores de la triste Ofelia; ya se veía cubierto de lepra como Job, y se apretaba la cintura, porque su cuerpo, como junco que derriba el viento fuerte, era caverna estrecha para eco de la voz de Dios, que se sienta en la tormenta, le conoce y le habla; ya le exalta y acalora Víctor Hugo, que renueva aquella lengua encendida y terrible que habló Jehová al hijo de Edom. Esta lectura varia y copiosísima; aquel mirar de frente, y con ojos propios, en la naturaleza, que todo lo enseña; aquel rehuir el juicio ajeno, en cuanto no estuviese confirmado en la comparación del objeto juzgado con el juicio; aquella independencia provechosa, que no le hacía siervo, sino dueño; aquel beber la lengua en sus fuentes, y no en preceptistas autócratas ni en diccionarios presuntuosos, y aquella ingénita dulzura que daba a su estilo móvil y tajante todas las· gracias femeniles, -fueron juntos los elementos de la lengua rica que habló Acosta, que parecía bálsamo, por lo que consolaba; luz, por lo que esclarecía; plegaria, por lo que se humillaba; y ora arroyo, ora río, ora mar desbordado y opulento, reflejador de fuegos celestiales. No escribió frase que no fuese sentencia, adjetivo que no fuese resumen, opinión que no fuese texto. Se gusta como un manjar aquel estilo; y asombra aquella naturalísima manera de dar casa a lo absoluto y forma visible a lo ideal, y de hacer inocente y amable lo grande. Las palabras vulgares se embellecían en sus labios, por el modo de emplearlas. Trozos suyos enteros parecen, sin embargo, como flotantes, y no escritos, en el papel en que se leen; o como escritos en las nubes, porque es fuerza subir a ellas para entenderlos; y allí están claros. Y es que, quien desde ellas ve, entre ellas tiene que hablar; hay una especie de confusión que va irrevocablemente unida, como señal de altura y fuerza, a una legítima superioridad. Pero ¡qué modo de vindicar, con su sencillo y amplio modo, aquellas elementales cuestiones que, por sabidas de ellos, aunque ignoradas del vulgo que debe saberlas, tienen ya a menos tratar los publicistas! Otros van por la vida a caballo, entrando por el estribo de plata la fuerte bota, cargada de ancha espuela; y él iba a pie, como llevado de alas, defendiendo a indígenas, amparando a pobres, arropado en su virtud más que en sus escasas ropas, puro como un copo de nieve, inmaculado como vellón de cabritillo no nacido. Unos van enseñándose, para que sepan de ellos; y él escondiéndose, para que no le vean. Su modestia no es hipócrita, sino pudorosa; no es mucho decir que fue de virgen su decoro y se erguía, cuando lo creía en riesgo, cual virgen ofendida: "Lo que yo

382

digo, perdura." "Respétese mi juicio, porque es el que tengo de buena fe." Su frente era una bóveda; sus ojos, luz ingenua; su boca, una sonrisa. Era en vano volverle y revolverle; no se veían manchas de lodo. Descuidaba el traje externo, porque daba todo su celo al interior; y el calor, abundancia y lujo de alma le eran más caros que el abrigo y el fausto del cuerpo. Compró su ciencia a costa de su fortuna; si es honrado y se nace pobre, no hay tiempo para ser sabio y ser rico. ¡Cuánta batalla ganada supone la riqueza! ¡y cuánto decoro perdido! ¡y cuántas tristezas de la virtud y triunfos del mal genio! ¡y cómo, si se parte una moneda, se halla amargo, y tenebroso, y gemidor su seno! A él le espantaban estas recias lides, reñidas en la sombra; deseaba la holgura, mas por cauces claros; se placía en los combates, mas no en esos de vanidades ruines o intereses sórdidos, que espantan el alma, sino en esos torneos de inteligencia, en que se saca en el asta de la lanza una verdad luciente, ¡y se la rinde, trémulo de júbilo, debajo de los balcones de la patria! El era "hombre de discusión, no de polémica estéril y deshonrosa con quien no ama la verdad, ni lleva puesto el manto del decoro." Cuando imaginador, ¡qué vario y fácil! como que no abusaba de las imaginaciones y las tomaba de la naturaleza, le salían vivas y sólidas. Cuando enojado, ¡qué expresivo! su enojo es dantesco; sano, pero fiero; no es el áspero de la ira, sino el magnánimo de la indignación. Cuanto decía en su desagravio llevaba señalado su candor; que parecía, cuando se enojaba, como que pidiese excusa de su enojo. Y en calma como en batalla ¡qué abundancia! ¡qué desborde de ideas, robustas todas! ¡qué riqueza de palabras galanas y macizas! ¡qué rebose de verbos! Todo el proceso de la acción está en la serie de ellos, en que siempre el que sigue magnifica y auxilia al que antecede. ¡En su estilo se ve cómo desnuda la armazón de los sucesos, y a los obreros trabajando por entre los andamios; se estima la fuerza de cada brazo, el eco de cada golpe, la íntima causa de cada estremecimiento! A mil ascienden las voces castizas, no contadas en los diccionarios de la Academia, que envió a ésta como en cumplimiento de sus deberes y en pago de los que él tenía por favores. Verdad que él había leído en sus letras góticas La Danza de la Muerte, y huroneado en los desvanes de Villena, y decía de coro las Rosas de Juan de Ti moneda, o el entremés de los olivos. Nunca premio fue más justo, ni al obsequiado más grato, que ese nombramiento de académico con que se agasajó a Cecilio Acosta. Para él era la Academia como novia, y ponía en tenerla alegre su gozo y esmero; y no que, como otros, estimase que para no desmerecer de su concepto es fuerza cohonestar los males que a la Península debemos y aún nos roen, y hacer enormes, para agradar la,

383

beneficios efímeros; sino que, sin sacrificarle fervor americano ni verdad, quería darle lo mejor de lo suyo, porque juzgaba que ella le había dado más de lo que él merecía, y andaba como amante casto y fino, a quien nada parece bien para su dama. iCuán justo fue aquel homenaje que le tributó, con ocasión del nombramiento, la Academia de Ciencias Sociales y Bellas Letras de Caracas! ¡cuán acertadas cosas dijo en su habla excelente, del recipiendario, el profundo Rafael Seijas! ¡cuántos lloraron en aquella justa y ternísima fiesta! ¡Y aquel discurso de Cecilio, que es como un vuelo de águila por cumbres! ¡y la procesión de elevadas gentes que le llevó, coreando su nombre, hasta su angosta casa! ¡y aquella madrecita llena toda de lágrimas, que salió a los umbrales a abrazarle, y le dijo con voces jubilosas: "Hijo mío: he tenido quemados los santos para que te sacasen en bien de esta amargura •! Murió al fin la buena anciana, dejando, más que huéñano, viudo al casto hijo, que en sus horas de plática o estudio, como romano entre sus lares, enwelto en su ancha capa, reclinado en su vetusto taburete, revolviendo, como si tejiese ideas, sus dedos impacientes, hablaba de altas cosas, a la margen de aquella misma mesa, con su altarcillo de hoja doble, y el Cristo en el fondo, y ambas hojas pintadas, y la luz entre ambas, coronando el conjunto, a este lado y aquel de las paredes, de estampas de Jesús y de María, que fueron regocijo, fe y empleo de la noble señora, a cuya muerte, en carta que pone pasmo por lo profunda y reverencia por lo tierna, pensó cosas excelsas el buen hijo, en respuesta a otras conmovedoras que le escribió, en son de pésame, Riera Aguinagalde.

No concibió cosa pequeña, ni comparación mezquina, ni oficio bajo de la mente, ni se encelaba del ajeno mérito, antes se daba prisa a enaltecerlo y publicarlo. Andaba buscando quien valiese, para decir por todas partes bien de él. Para Cecilio Acosta, un bravo era un Cid; un orador, un Demóstenes; un buen prelado, un San Ambrosio. Su timidez era igual a su generosidad; era él un padre de la Iglesia, por lo que entrañaba en ella, sabía de sus leyes y aconsejaba a sus prohombres; y parecía cordero atribulado, sorprendido en la paz de la majada por voz que hiere y truena, cuando entraba por sus puertas y rozaba los lirios de su patio con la fulgente túnica de seda un anciano arzobispo.

Visto de cerca ¡era tan humilde! sus palabras, que, -con ser tantas, que se rompían unas contra otras, como aguas de torrente,- eran menos abundantes que sus ideas, daban a su habla apariencia de defecto físico, que le venía de exceso, y hacía tartamudez la sobra de dicción. Aun, visto de lejos, ¡era tan imponente! su desenvoltura y donaire cautivaban y su visión de lo futuro entusiasmaba y encendía. Consolaba el espíritu

384

su pureza; seducía el oído su lenguaje; ¡qué fortuna ser niño siendo viejo! ésa es la corona y la santidad de la vejez. El tenía la precisión de la lengua inglesa, la elegancia de la italiana, la majestad de la española. Republicano, fue justo con los monarcas; americano vehementísimo, al punto de enojarse cuando se le hablaba de partir glorias con tierras que no fuesen esta suya de Venezuela, dibujaba con un vuelo arrogante de la pluma el paseo imperial de Bonaparte y vivía en la admiración ardorosa del extraordinario Garibaldi, que, sobre ser héroe, tiene un merecimiento singular: serlo en su siglo. El era querido en todas partes, que es más que conocido y más difícil. Colombia, esa tierra de pensadores, de Acosta tan amada, le veía con entrañable afecto, como viera al más glorioso de sus hijos; Perú, cuya desventura le movió a cólera santa, le leyó ansiosamente; de Buenos Aires le venían abrumadoras alabanzas. En Espaiia, como hechos a estas galas, saboreaban con deleite su risueño estilo y celebraban con pomposo elogio su fecunda ciencia; el premio de Francia le venía ya por los mares; en Italia era presidente de la Sociedad Filelénica, que llamó estupenda a su carta última; el Congreso de Literatos le tenía en su seno, el de Americanistas se engalanaba con su nombre; "acongojado hasta la muerte" le escribe Torres Caicedo, porque sabe de sus males; luto previo, como por enfermedad de padre, vistieron por Acosta los pueblos que le conocían. Y él, que sabía de artes como si hubiera nacido en casa de pintor, y de dramas y comedias como si las hubiera tramado y dirigido; él, que preveía la solución de los problemas confusos de naciones lejanas con tal soltura y fuerza que fuera natural tenerle por hijo de todas aquellas tierras, como lo era en verdad por el espíritu; él, que en época y límites estrechos, ni sujetó su anhelo de sabiduría, ni entrabó o cegó su juicio, ni estimó el colosal oleaje humano por el especial y concreto de su pueblo, sino que echó los ojos ávidos y el alma enamorada y el pensamiento portentoso por todos los espacios de la tierra; él no salió jamás de su casita oscura, desnuda de muebles como él de vanidades, ni dejó nunca la ciudad nativa, con cuyas albas se levantaba a la faena, ni la margen de este Catuche alegre, y Guaire blando y Anauco sonoroso, gala del valle, de la Naturaleza y de su casta vida. ¡Lo vio todo en sí, de grande que era!

Este fue el hombre, en junto. Postvió y previó. Amó, supo y creó. Limpió de obstáculos la vía. Puso luces. Vio por sí mismo. Señaló nuevos rumbos. Le sedujo lo bello; le enamoró lo peñecto; se consagró a lo útil. Habló con singular maestría, gracia y decoro; ¡pensó con singular viveza, fuerza y justicia. Sirvió a la Tierra y amó al Cielo. Quiso a los hombres, y a su honra. Se hermanó con los pueblos y se hizo amar

385

de ellos. Supo ciencias y letras, gracias y artes. Pudo ser Ministro de Hacienda y sacerdote, académico y revolucionario, juez de noche y soldado de día, establecedor de una verdad y de un banco de crédito. Tuvo durante su vida a su servicio una gran fuerza, que es la de los niños: su candor supremo; y la indignación, otra gran fuerza. En suma: de pie en su época, vivió en ella, en las que le antecedieron y en las que han de sucederle. Abrió vías, que habrán de seguirse; profeta nuevo, anunció la fuer.a por la virtud y la redención por el trabajo. Su pluma siempre verde, como la de un ave del Paraíso, tenía reflejos de cielo y punta blanda. Si hubiera. vestido manto romano, no se hubiese extrañado. Pudo pasearse, como· quien pasea con lo propio, con túnica de apóstol. Los que le vieron en vida, le veneran; los que asistieron a su muerte, se estremecen. ·Su patria, como su hija, debe estar sin consuelo; grande ha sido la amargura de los extraños; grande ha de ser la suya. ¡Y cuando él alzó el vuelo, tenía limpias las alas!

R~ta VefU!'Zolana. Caracas, 15 de JUho de 1881

386

A FAUSTO TEODORQ DE ALDREY

Caracas, 27 de julio de 1881

Sr. Fausto Teodoro de Aldrey

Amigo mio:

Mañana dejo a Venezuela y me vuelvo camino de Nueva York. Con tal premura he resuelto este viaje~ que ni el tiempo·me alcanza a estrechar, antes de irme, las manos nobles que en esta ciudlld ae me han tendido, ni me es dable responder con la largueza y reconoeimiento que quisiera las generosas cartas, honrosas dedicatorias y tiernas muestras de afecto que he recibido estos días últimos. Muy hidalgos ~es he sentido latir en esta tierrá~ vehementemente pago sus cariños; sus &bces, me serán recreo; sus esperanzas, plácemes; sus penas, angustia; cuando se tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al viajador en su camino: los ideales enérgicos y las consagraciones fervieRtes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida. De América soy hijo: a ella. me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechol vamniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles .. Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo.

Por de contado cesa de publicarse la Revista Ve1rezolana,· vean en estas frases su respuesta las cartas y atenciones que, a propósito de ella, he recibido, y queden excedidas por mi gratitud las alabanzas que, más que por esas paginillas de mi obra, por su tendencia, he merecido de la prensa del país y de gran suma de sus hombres notables. Queda tambien, por tanto, suspendido el cobro de la primera mensualidad: nada cobro, ni podrá cobrar nadie en mi nombre, por ella; la suma recaudada ha sido hoy o será mañana, devuelta a las personas que la satisficieron; obra a este objeto en manos respetables. Cedo alegre, como quien cede hijos honrados, esos inquietos pensamientos míos a los que han sido capaces de estimármelos. Como que aflige cobrar por lo que se piensa; y más si,

387

cuando se piensa, se ama. A este noble país, urna de glorias; a sus hijos, que me han agasajado como a hermano; a Ud., lujoso de bondades para conmigo, envía, con agradecimiento y con tristeza, su humilde adiós.

José Martí

388

EDUCACION POPULAR

1.- Instrucción no es lo mismo que educación: aquélla se refiere al pensamiento, y ésta principalmente a los sentimientos. Sin embargo, no hay buena educación sin instrucción. Las cualidades morales suben de precio cuando están realzadas por las cualidades inteligentes.

11.- Educación popular no quiere decir exclusivamente educación de la clase pobre; sino que todas las clases de la nación, que es lo mismo que el pueblo, sean bien educadas. Así como no hay ninguna razón para que el rico se eduque, y el pobre no, ¿qué razón hay para que se eduque el pobre, y no el rico? Todos son iguales.

lll.- El que sabe más, vale más. Saber es tener. La moneda se funde, y el saber no. Los bonos, o papel moneda, valen más, o menos, o

. nada: el saber siempre vale lo mismo, y siempre mucho. Un rico necesita de sus monedas para vivir, y pueden perdérsele, y ya no tiene modos de vida. Un hombre instruido vive de su ciencia, y como la lleva en sí, no se le pierde, y su existencia es fácil y segura.

IV.- El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos. Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque.

V.- Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás.

VI.- A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios. No hay que dudar entre un pueblo de Dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de defender nuestros derechos, es conocerlos

389

390

bien; así se tiene fe y fuerza: toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres.-La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo.

1887 - 1875

... A propia historia, soluciones propias ...

391

Tomado de Los ptl'f'IIS,IIIUÚHIIIIG tle V~UUelll, Instituto de la Caza y Ciencias de la Naturaleza (INCAFO) Madrid, Espaila, 1977.

27 de noviembre (1877)

SR. DN. VALERO PUIOL

Amigo mío:

En un cariñoso párrafo, inserto en el último número de "El Progreso": -Por las cosas generosas que de mí dice, gracias. Para la observación con que termina, algunas observaciones.

Rechazo absolutamente, no el consejo de mi amigo, sino el injusto rumor de que se ha hecho eco. Yo analizo mis pequeños actos, y estoy contento de ellos. ¿Qué he hecho, para merecer tanta atención? Amo la prensa, ese poder nobilísimo, y he escrito un artículo de que dice V. sobrado bien, y una manifestación que me honra, porque en ella expresé la gratitud ajena y la mía: ¡desventurado el que no sabe agradecer!

Amo la polémica viva, la juventud naciente, los esfuerzos literarios, y por temor de parecer intruso, he rehuído los amenos centros donde los jóvenes hablan, y las grandezas futuras se prometen. Manuel Acuña, el poeta pálido de México ¿qué fue sino un discutidor modesto de la Sociedad Netzahualcóyotl?

Amo la tribuna, la amo ardientemente, no como expresión presuntuosa de una locuacidad inútil, sino como una especie de apostolado, tenaz, humilde y amoroso, donde la cantidad de canas que coronan la cabeza no es la medida de la cantidad de amor que mueve el corazón. Si los años me han negado barbas, los sufrimientos me las han puesto. Y éstas son mejores.

¿Qué he hecho yo en la tribuna? -Una vez, conmovido por la voz de un bardo joven, saludé a Guatemala, que me da abrigo, y de quien aquí no digo bien, porque parecería lisonja.- Otra vez, allá en familia, en las útiles pláticas que la Escuela Normal sustenta, y el público favorece, encomié unos versos de Lainfiesta, medidos a la manera de Meléndez, el dulce poeta.- Hablé luego sobre el influjo de la Oratoria: ¿qué he de hacer con las palabras, si se me salen del alma?- Una inteligente maestra guatemalteca quiso ser anunciada por mi al público: ¿había yo de ser descortés?- Me invitó "El Porvenir", -honra que no olvidaré,- a hablar en su primera velada. Veo yo desenvolverse los gérmenes tanto tiempo contenidos, cruzarse los alambres por el aire, tenderse los carriles por la tierra, crearse una nueva generación en las

393

escuelas, llenarse de libros modernos las librerías, embellecerse la forma de las· casas, multiplicarse los maizales ricos, quejarse la caña en las centrífugas, reconocerse los puertos y los ríos; era yo el orador de una fiesta de este renacimiento, y ¿no había de cantarlo? Ensalcé a la próspera Guatemala. -Mi mano agradecida sabe que se sentía allí lo que yo decía. Los que la estrecharon, no serán olvidados. Aquella noche, no me equivoqué. Mi cariño estaba pagado:-yo había alentado a los jóvenes, encomiado la necesidad de la energía individual, censurado el respeto ciego, el continente sumiso, la mano floja, la mirada opaca, el habla humilde, todo eso que V. ha llamado circunstancias, y que ya -merced al libro, a los hombres de 1871, y a V. mismo-ya no lo son. Canté a la Guatemala laboriosa, alba de limpieza, virgen robustísima, pletórica de gérmenes; canté una estrofa del canto americano, que es preciso que se entone como gran canto patriótico, desde el brillante México hasta el activo Chile. Esa estrofa pugna por ser himno.-Aquella noche, corrió a mi lado aire de amor.

Luego, el 16 de septiembre, invitado por mi amigo Izaguirre, y por alguien más, hablé de nuevo. Decir mal de España, con mis labios cubanos, hubiera parecido una pueril venganza.-Son flojas las batallas de la lengua. Volví los ojos hacia los pobres indios, tan aptos para todo y tan destituidos de todo, herederos de artistas y maestros, de los trabajadores de estatuas, de los creadores de tablas astronómicas, de la gran Xelahú, de la valerosa Utatlán. La manera de celebrar la independencia no es, a mi juicio, engañarse sobre su significación, sino completarla. Enumeré las fuerzas de Guatemala, y las excité al movimiento y al trabajo. Creo que me enojé un poco con las perezas del Ser Supremo, vuelto de espaldas tantos siglos a la América.-He ahí mi oscura campaña. Amar a un pueblo americano, y, por tanto, mío, tan mío como aquel que el Cauto riega; celebrar una nueva época, censurar aquella en que un Ministro reñía ásperamente a un maestro, porque enseñaba francés a sus discípulos,-he ahí las circunstancias que he atacado; he ahí la inoponunidad que he cometido. La verdad es que sólo aquel Ministro, y los suyos, tenían derecho a quejarse.-Cierto que para ellos fuí yo inoportuno.

Pero para otros, no: para ancianos respetables, que me estiman; para el afectuoso-e impagable- círculo de jóvenes que me alienta; para los maestros entusiastas, de mirada grave y ciencia sólida, que acaban de salir de la Escuela en que -yo también- enseño; para el mundo nuevo, las circunstancias no están heridas, ni la oportunidad lastimada. -Cuando una sociedad vive entre dos extremos, el uno audaz-que adelanta, y el

394

otro tenaz-que no camina, no se puede ser oportuno para todos. El que alienta a aquéllos, lastima a éstos. Aquéllos no se me quejan, amigo mío. Aquí, en mi oscuridad, aquéllos me aman. Me vienen a ver, hablan conmigo largamente.-Yo, tranquilo con mis actos, a éstos dejo mi justificación. Estos amigos míos son: estudiantes desconocidos, adolescentes empeñosos, personalidades sencillas, pero enérgicas.-Y otras gentes, que me enaltecen ante mí mismo con quererme.

Les hablo de lo que hablo siempre: de este gigante desconocido, de estas tierras que balbucean, de nuestra América fabulosa. Yo nací en Cuba, y estaré en tierra de Cuba aun cuando pise los no domados llanos del Arauco. El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta. Me irrita que no se ande pronto. Temo que no se quiera llegar. Rencillas personales, fronteras imposibles, mezquinas divisiones ¿cómo han de resistir, cuando esté bien compacto y enérgico, a un con­cierto de voces amorosas que proclamen la unidad americana1-Ensalzando a la trabajadora Guatemala, y excitándola a su auge y poderío.- ¿habré obrado contra ella1-Rogando a una hermana que sea próspera ¿habré obrado en mal de la familia1-Impacientándome porque no se consigue pronto este fin gloriosísimo,-con moderada impaciencia ¿que falta podrá echarme en cara mi gran madre América'? ¡Para ella trabajo!-De ella espero mi aplauso o mi censura.

Suyos, suyos son estos esfuerzos y dolores; a ella envío las rosas del camino; por ella no me duelen las zarzas venenosas.

Obro bien, y estoy contento: -¿Que no halago las circunstancias? Un hombre nace para vencer, no para halagar.-¡Ah, inoportuno! Si

circunstancia es repulsión a toda mejora, irá contra toda útil tentativa, odio contra toda energía, no, no la halago.-Ni V. ni yo la halagamos.

¿Que soy vehemente en decir todo esto? ¿Culpa es mía sólo que sea América tierra de pasión?

Por ahí me han mordido unas culebras. Hasta mi talón quiero yo conservar noble. ¡Ofrenda a la gran madre!

Amo a Guatemala. Probárselo será mejor que decírselo. Nada intento enseñar, yo que he tenido que admirar la elocuencia de un negro de Africa, y la penetración de un ladino de Gualán. Los que me pinten soberbio, se equivocan. La inteligencia, dado que se la tenga, es un don ajeno, y a mis ojos, mucho menos valioso que la dignidad del carácter y la hidalguía del corazón. Estoy orgulloso, ciertamente, de mi amor a los hombres, de mi apasionado afecto a todas estas tierras, preparadas a común destino por iguales y cruentos dolores. Para ellas trabajo, y les hablaré siempre con el entusiasmo y la rudeza-no de un Mentor ridículo,

395

que Mecenas y Mentor tuvieron canas, -ni de un Redentor cómico, que si amor me sobra, fuerzas me faltan; de un hijo amantísimo, que no quiere que sus amigos llamen a la energía necesaria, inoportunidad; a las resistencias sordas, circunstancias.

Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen: éste es mi oficio. Nada me abatirá; nadie me lo impedirá. Si tengo sangre ardiente, no me lo reproche V., que tiene sangre aragonesa.

Vd. me ha hecho mucho bien:-hágame aún más. No diga V. de mi, -que eso vale poco: "Escribió bien", "habló bien" .-Diga V., en vez de esto: "Es un corazón sincero, es un hombre ardiente, es un hombre honrado."

Y así, lo abrazaré.

Su amigo

José Martí

396

GRAVES CUESTIONES.-INDIFERENCIA CULPABLE.­AGRICULTURA, INDUSTRIA, COMERCIO Y MINERIA.

ECONOMIA PROPIA

Se ciernen sobre México gravísimos males; la escasez aprieta; las industrias no se desarrollan; los artefactos extranjeros llenan el mercado; el país no descubre fuerzas nuevas y descuida las que tiene; la vida apura; -y el deber dice ya alto que esa indiferencia a lo esencial y muy urgente, comienza a ser-no ya perniciosa, que esto lo es siempre-sino incomprensible y culpable.

Aquí todo descansa; nadie mueve su propio ser; vívese al día y como al descuido;-ahí está el Gobierno que salvará toda dificultad.

La plata baja; la plata extranjera lucha en los mercados con buen éxito; México se sostiene a pesar de su dislocado sistema hacendario, por la riqueza de sus entrañas fecundísimas;-pero no haya miedo; si algo grave sucede, ahí está el Gobierno que evitará todo lo grave.

La industria nacional anda perezosa; débil en el emprender, y en lo de fabricar apegada a costumbres añejas, y en malhora para ella, rutinaria. La industria extranjera produce los efectos que la nuestra tardía e imperfectamente elabora; la diligencia y la gran fabricación abaratan lo que en los pueblos extraños se fabrica; viene a nuestros puertos lo necesario para nuestra vida mexicana y vémonos todos precisados a haberlo del comercio exterior, porque por su bondad y baratura son sus efectos mejores que los nuestros;-y en esta muy difícil situación, en que todo amenaza y nada promete; en que todo pasa y nada libra de la, creciente pesadumbre, de fijo que el pueblo vuelve los azorados ojos al Gobierno, especie de universal curamiserias que ha de verter vigor en los miembros desalentados y dormidos, y alzar con vida a los que entienden que es el vivir hábito sabroso y carga ajena.

Sacúdanse ,y reanímense. No se extiendan sobre la tierra feraz; ~cense sobre ella para ver y prevenir lo que desde lejos amenaza. Y en cuanto a vida material, por lo irregular del comercio, por lo lento del adelanto agrícola, por las perezas y malhadadas confianzas de la industria, por la general incuria del país, preñado está lo porvenir de conflictos graves en suma, y de verdaderas amenazas para México.

Vive un pueblo de lo que elabora y de lo que extrae. México es en

397

la fabricación trabajosísimo; en el cultivo, desarreglado y escaso; en cuanto a lo que extrae, extrae en verdad mucho, y esto lo compensa en parte de no extraer siempre bien.

Pero es la riqueza minera bien que pasa o disminuye; y el pueblo, vidas que han de quedar y que constantemente aumentan. Lo permanente no puede confiar en lo fugitivo. Es la riqueza minera tal, que enriquece sobre todo encomio a algunos, sin que estas súbitas exaltaciones de los pocos, favorezcan y se distribuyan bien entre la masa común: vive ésta de lo sólido e inmediato: el labrador, de los dones de la tierra; el costeño, de la navegación que mantiene el tráfico.

Dícese antes, y es verdad cumplida. México se sostiene merced a los metales protectores que conserva dormidos en su seno: sólo esta riqueza accidental equilibra la pobreza creciente de los medios de vida que le restan, y el metal decae, y la industria no crece, y el comercio favorece más al extranjero que a nosotros, y el mal sube y aprieta, y los dormidos no se despiertan todavía.

El gobierno guía, encamina; pero ni crea hombres, ni despierta soñolientas aptitudes. Salva conflictos entre lo que existe; pero para ello es preciso que exista algo. Asienta reglas; pero es fuerza para esto que haya algo que dirigir y regular. Contiene y maneja las fuerzas; pero no puede hacerlas surgir de un pueblo vagabundo y perezoso.

Se vive de las minas: la plata decae. Se vive de la agricultura; la escasísima agricultura de México en

nada progresa: cigarra imprevisora, a menudo sorpréndela el invierno, y extenúanla hambre y desnudez: trabaja lo diario: ¿qué hará cuando lo diario falte? Consúmese sobre esta tierra mucho más de lo que la tierra produce-única riqueza real: ¿qué compensa este exceso de consumo?

Hoy, las minas,-lo eventual perecedero. Pero ¿qué lo compensará de aquí a algunos años, si la plata continúa decayendo? Fuerza es, pues, prevenir la situación peligrosísima que se adelanta, y para que la producción baste al consumo, ir pensando que este equilibrio es necesario, que esta armonía no puede alterarse, que esta riqueza existe siempre, que la tierra produce sin cesar.

Si los que en ella viven quieren librarse de miseria, cultívenla de modo que en todas épocas produzca más de lo necesario para vivir: así se basta a lo imprescindible, se previene lo fortuito, y, cuando lo fortuito no viene, se comienza el ahorro productivo que desarrolla la verdadera riqueza. Siempre vive el vivo, y siempre produce y fructifica la generosa madre tierra. Fluctúa y vacila el crédito, y síguelo en sus decaimientos el comercio: la tierra nunca decae, ni niega sus frutos, ni resiste el arado,

398

ni perece: la única riqueza inacabable de un país consiste en igualar su producción agrícola a su consumo. Lo permanente bastará a lo permanente. Ande la industria perezosa: la tierra producirá lo necesario. Debilítese en los puertos el comercio: la tierra continuará abriéndose en frutos. Esta es la armonía cierta. I;sta es previsión sensata, fundada en un equilibrio inquebrantable.

¿A qué encomiar las fuerzas con que la tierra mexicana brinda a los que a ella acuden? Puso la naturaleza oro acabable en sus altísimas montañas, y riqueza imperecedera abundantfsima en la feraz superficie de sus campos. Blando el clima, dócil la tierra, rico el fruto, ¿por qué la mano perezosa no acaricia este seno materno, que le ofrece esas venturas materiales, sin las que nada se goza bien ni saborea? Si la tierra espera y oye, ¿por qué no hemos de bajar la mano amiga hasta la tierra?

Fueran arados y voluntad cada una de las palabras nuestras: es el consejo estéril, cuando no resulta del práctico ejemplo; mueren estas tristes verdades en los dobleces del periódico, que por la miserable condición de nuestras masas no llegará ciertamente a ser leído ni entendido por ellas. Miran el daño los pocos que leen; pero fíalo todo a la fortuna el muelle espíritu de México; sábelo y no lo evita: míralo, y no se levanta. No estriba el amor patrio en afianzar la libertad: estriba en labrar un pueblo en que la libertad se afiance.

Imaginativo por esencia, más crea nuestro pueblo en la fantasía que en lo real: la raza madre está bruta, y la raza occidental tiene hábitos mortales de señorío y de pereza, sin pensar que nadie está más cerca de lo servil que el que tiene la costumbre de ser dueño. La esclavitud contagia: hace sus siervos la miseria a costa de la olvidada dignidad.

Se elabora, se extrae y se cultiva. Lo que se extrae, va decayendo; lo que se cultiva, no va

aumentando; lo que se elabora, sofócase y debilítase en la competencia que lo extranjero viene a hacerle, y que por sus timideces o impericias no puede nuestra industria sostener. La Economía ordena la franquicia; pero cada país crea su especial Economía. Esta ciencia no es más que el conjunto de soluciones a distintos conflictos entre el trabajo y la riqueza: no tiene leyes inmortales: sus leyes han de ser, y son, reformables por esencia. Tienen en cada país especial historia el capital y el trabajo: peculiares son de cada país ciertos disturbios entre ellos, con naturaleza exclusiva y propia, distinta de la que en tierra extraña por distintas causas tengan. A propia historia, soluciones propias. A vida nuestra, leyes nuestras. No se ate servilmente el economista mexicano a la regla, dudosa aun en el mismo país que la inspiró. Aquí se va creando una vida; creése

399

aquí una Economía. Alzance aquí conflictos que nuestra situación peculiarísima produce: discútanse aquí leyes, originales y concretas, que estudien, y se apliquen y estén hechas para nuestras necesidades exclusivas y especiales.

Revista Universal. México, 14 de agosto de 187S

400

BOLETIN

LA SOCIEDAD DE HISTORIA NATURAL.-FIESTA SOLEMNE.­LA MEMORIA DE BARCENA.-EL SEÑOR JIMENEZ.-LA

PLANTA DE QUINA.*

Dados los unos a infructíferas querellas, dados los más a esta mortificante vida pública diaria, que tiene de encarnizada todo lo que de escasa y monótona tiene, apenas si alguna vez hallan cabida en las columnas de los periódicos, las solemnes palabras de la ciencia, madre amorosa que descompone, elabora, estudia, crea en pro de tantos hijos que la desconocen, la desdeñan o la olvidan. Cúmplese ahora en la tierra la época del dominio de la brillantez: la cosa fugitiva y brillante vence ahora a lo modesto y a lo sólido. El paganismo se rejuvenece, y hay perpetuamente algo de epicúreo en el sensual y movible ser humano. Tienen los sentidos ahora el señorío exclusivo del teatro, y es meta y punto feliz de la actual Literatura, la descripción voluptuosa y amena de los fenómenos psicológico-sensuales. Los romanos cayeron sobre su manto de riquísima púrpura, comprimiéndose en el pecho los restos de honra que avergonzados de su cárcel se salían, extendiendo el cuerpo vil sobre el hermoso lecho de oro, hendida la crispada mano en el pardo, en el sombrío, en el mortuorio manto de la usura.

Cubre así hoy la bella forma el espíritu disgustado y fatigado: y no es que en todas partes el espíritu humano se fatigue: no es que en marcha uniforme todo camine a una pérdida inevitable y general: el libre albedrío está sobre la fatal ley del progreso. En lo material todo marcha y se desenwelve. En lo moral marcha todo y se desenvuelve como el azar, la libertad de la fuerza, el vigor del elemento esencial independiente, quieren. La voluntad es la ley del hombre: la conciencia es la penalidad que completa esta ley.

• OBRAS COMPLETAS/Edición crílica

401

El ser tiene fuerzas, y con ellas el deber de usarlas. No ha de volver a Dios los ojos: tiene a Dios en sí: hubo de la vida razón con que entenderse, inteligencia con que aplicarse, fuerza activa con que cumplir la honrada voluntad. Todo en la tierra es consecuencia de los seres en la tierra vivos. Nos vamos de nosotros por inexplicable lucha hermosa: pero mientras en nosotros estemos, de nosotros brota la revelación, la enseñanza, el cumplimiento de toda obra y ley.

la Providencia para los hombres no es más que el resultado de sus obras mismas: no vivimos a la merced de una fuerza extraña: el hombre inferior inteligente no puede concebir torpeza en una inteligencia superior: el justo de la tierra no comprende la injusticia en quien ha de encaminarlo y dirigirlo.

Theos vive, como fuerza impulsiva, pura, magna: bien saben los que estuvieron presos en las cárceles de los hombres, cómo la prisión entre hierros se asemeja a esta manera poderosa con que se sacude y se debate, y se levanta, y se angustia, y cae herida y forcejea esta hermosa humanidad nunca vencida, simpática hasta en sus errores, bella como todo enfermo, siempre en lucha potente con la miseria y el reposo.

El libre albedrío está sobre la ley de progreso fatal: la voluntad es la ley del hombre: la conciencia es la penalidad que la completa.

Y esta vez, como tantas ottas veces, de un pensamiento sencillo se ha ido la inteligencia a lo pleno y a lo amplio.

Hablaba el boletinista anoche con un hombre modesto y eminente, tanto por la solidez de su saber como por el saludable temor de saber siempre demasiado poco. Describía con entusiasmo el narrador la sesión que en honor de dos útiles ingenios• acababa de celebrar la Sociedad de Historia Natural: departían boletinista y geógrafo sobre esta indiferencia triste con que en la prensa y en lo común se miran los adelantos y trabajos de la ciencia, y era para el que escribe cosa bella el entusiasmo del que le hablaba por las áridas y poco tratadas materias científicas.

Y se tiene en verdad con ese estudio placer nuevo y extraño; cada verdad parece un hijo; se le ama con extraordinario y hondo amor.

1Jos6 Apolinario Nieto y Fnncisoo Jiménez

402

Bella estuvo, al decir del geógrafo, la sesión en honor de Nieto2 y de Jiménezl. Disponían a la solemnidad ciertos preparativos desusados, ciertas formas severas, cierta conciencia de lo solemne que hace a lo solemne más hermoso.

Conócese por algunos de los que leen, la belleza del salón en que celebra la Sociedad sus sesiones: la ciencia tiene a mano todo lo que ha sido objeto de su estudio: Goethe contemplaba durante muchas horas una piedra: el presentimiento de los mundos palpitaba debajo de la frente ancha de Goethe. Así la ciencia ha tenido hijos gloriosos y oscuros, como la literatura sus Balzac no descubiertos, porque no supo la codicia dónde podría hallar Hadas nuevas vestidas de oro.

Cubren las paredes del salón vastos estantes llenos de muestras mineralógicas de no común valor.

Los retratos de Nieto y de Jiménez, obras bellas del hábil Cordero4,

estaban colocados al uno y otro lado del dosel presidencial, y enfrente de

2José Apolinario Nieto (1810-1873). Naturalista mexicano. Ayudó al científico fnmcés Alejandro Leseur en sus trabajos para formar una colección entomológica mexica:aa. Recogió un grao número de especies de coleópteros, muchas de las cuales llevan su nombre. Propagó el cultivo de la quina en México, realizó importantes observaciones meteorológicas y cooperó activamente en la construcción del ferrocarril de Veracruz, y en la de diversas líneas telegntficas. Fue miembro de numerosas instituciones científicas de México, los Estados Unidos y Europa.

3Francisco Jiménez (1824-1881). Ingeniero y ge61f8fo mexicano. Fue secretario de la comisión que estableció los límites entre México y los Estados Unidos. En 1861 fue designado, junto con Antonio García Cubas, para hacer la Carta Geográfica de la República. En 1877 fue nombrado director del Observatorio Astronómico Central. Ejerció la docencia y publicó trabajos científicos.

4Juao Cordero (1824-1884). Pintor mexicano. Fue alumno de la Academia de Sao Carlos y estudió también en Roma, donde en 1847 pintó el Retralo de los escullore$ y Pber. y Vllkro. notable por la introduccion de tipos mexicanos en la pintura clasicista. Entre sus obras más célebres figuran Colón ante los Reyes Ca16licos. El Redenlor y la mujer adúltera. murales de tema religioso y el mural alegórico-filosófico Triunfo tú la cieiiCÚJ y el trabtJjo sobre la envidia y la ignorancia. de inspiración positivista, pintado para la Escuela Preparatoria, que dirigía Gabino Barreda. Martí se ocupó de él eo la segunda parte de su crónica cUna visita a la exposición de Bellas Artesa (RU, 29 de diciembre de 1875).

403

ellos en el extremo opuesto del salón, el retrato de Bustamante5 y el de Ocampo, el alma enérgica y viril que halló en la contemplación de la tierra el secreto de la juventud y la ternura. El amor palpita en cuanto vive: rebosa el ser de amor cuando contempla lo existente.

Allí estaban en el salón los que son causa justísima de orgullo para la ciencia mexicana; allí Jiménez6

, el médico sabio e infalible; allí Barreda, el loable mantenedor del método de educación racionalista. Notábase la ausencia de Río de la Loza7

, y de Mendoza; pero estaban en cambio García Cubas1

, el geógrafo modesto, Herrera9, Alcaraz10,

5Miguel Bustamante y Septiem (1790-1844). Botánico mexicano. Describió y clasaficó gran número de plantas desconocidas. Publicó importantes escritos sobre botúica, entre ellos UD Tratado elemental. Fue redactor del Semanario de Agricultura. Dio lecciones de ornitología en el Ateneo, y la Academia de Bellas Artes de San Carlos lo nombró miembro de honor.

6Lauro Jiménez (1826-1875). Naturalista mexicano. Se graduó de médico en 1850. Estudió las propiedades medicinales de las plantas indígenas. Enseñó Botánica, Historia Natural y Patología externa en las escuela de Agricultura y de Medicina. Fue uno de los primeros investigadores en hacer observaciones microscópicas en México. Publicó varios escritos científicos en la Gaceta MédiCG.

7Leopoldo Rlo de la Loza (1807-1876). Químico y médico mexicano. Prestó importantes servicios durante la epidemia de cólera de 1833. Se distinguió notablemente en la enseüanza de la química. Trabajó con gran tesón en la formación de la primen Famulcopea nu!!.XicantJ. y analizó las aguas medicinales de los manantiales m4s famosos. Publicó importantes trabajos investigativos y fue miembro de diversas instituciones científicas de México, Francia, España y los Estados Unidos. Combatió en las filas del ejército mexicano (1847-1848) durante la guerra de despojo que los Estados Unidos provocaron contra México. Sus obras fueron reunidas en UD volumen con el título: Escritos de Leopoldo Rfo de la Loza (1911).

1Antonio García Cubas (1832-1912). Ci.eógrafo mexicano. Se le considera como el fundador de esta ciencia en su país. Fué también un destacado matem4tico, y compuso numerosos tratados científicos. Intervino en la cuestión de límites con Guatemala y en la Comisión Mixta de Umites para la demarcación de la frontera con los Estados Unidos. Por esta época colaboraba en la Revista Universal y en el séptimo regidor del ayuntamiento de México. Al reseiiar el 16 de septiembre de 1876, en la propia revista, el libro de García Cubas 1he Republic of México in 1876, Martí calificó a su autor como cla inteligencia activa que en menos tiempo ha producido ea México un número mayor de obras 4tiles-. El trabajo reseñado por Martí apareció en traducción inglesa de Cieorge F. Henderson, posiblemente con motivo de la Exposición del Centenario, celebrada ea Filadelfia en el verano de ese mismo año. Su obra principal es el Dicciollllrio

404

Arriaga11 , sabedor de tantas cosas útiles en las ciencias ffsico-matemáticas, y con ellos el Sr. Tomás Garbida, representante en la sesión de la familia del ilustre Nieto, dedicado con fruto no común al estudio y mejoramiento del cultivo, que ya ha logrado adelantar con la aclimatación de la uva moscatel, de la coca del Perú, del rico y sabrosísimo tabaco. Y departían con éstos que recordaba el geógrafo, otros cuyos nombres le negaba la memoria infiel; ingenieros inteligentes, naturalistas jóvenes, entusiastas amantes todos del lustre y adelantamiento de la ciencia.

No se hizo esperar el Presidente de la República, y' comenzó a su llegada la sesión. No habrá en verdad muchas sesiones con comienzo mejor: Mariano Bárcena le dio principio leyendo una reseña de los trabajos realizados por las diferentes secciones de la sociedad en el espacio de dos años. Valiosa en sustancia y forma fue la memoria del ingeniero paleontólogo: dijo en ella cuanto de bueno han hecho los miembros de la útil asociación: habló especialmente de los estudios geológicos de Castillo12: no pudo pasar por encima de los suyos propios,

geogr4fico, hist6rico y biogr4fico tk los Estllllos Uuidos MezictiiiOS (1888-1891).

9Aifonso Herrera (1838-1901). Naturalista mexicano. Clasificó numerosas plantas del país y contribuyó a formar el museo y el Janlln botmico de la Escuela Nacional Preparatoria, de la que fue fundador. Sirvió como ayudante ea el Cuerpo Médico Militar dunmte la guerra contra la intervención francesa. Ejerció la docencia y sustituyó a Gabino Barreda en la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria.

•O¡woon Isaac Alcaraz (1823-1880). Poeta mexicano. Fue miembro del partido liberal y formó parte del Congreso de su pals. Dirigió la Acwlernia de Bellas Artes. Ea 1860 aparecieron dos volúmenes con sus poesías.

11Posiblemente José Joaquín Arriaga (1831-1896). lnpoiero, periodista y escritor mexicano. Fue redactor responsable de lA Voz tk Mlzico y autor de lA ciMCia recretlliva, colección de cuentos de inspiración científica.

12 Antonio del Castillo ( 182Q-189S). Ingeniero y ge6loao mexicano. PNSt6 grandes servicios a su país como profesor de mineralogía, geologfa y paleoatologfa. Puncl6 el Instituto Geológico Nacional (1891). Descubrió varios minenles y ..tiz6 aumerosu expediciones por el país, que dieron lugar a opúsculos que publicó ea U. Nllllll'llltlrJJ y ea el Boletfn tk la Sociedad tk Geografla y Estodútica. Ean ello: ~ do Ja mineralogía mexi~ (1864), cClasificaci6n de mamíferos f6aileldel ValledoMwco-

40S

en verdad muy honrosos para quien en tan temprana edad los lleva a cabo: citó los botánicos y médicos del Sr. Lauro Jiménez: no olvidó el interesante estudio sobre colibríes de México, obra del observador naturalista Villada11: encomió con justicia las laboriosas investigaciones de Herrera y el químico Mendoza: nada calló, en fin, de cuanto en pro de la ciencia han hecho los individuos prominentes de la sociedad de Historia Natural.

A la memoria de Mariano Bárcena, oída por los concurrentes con agrado verdadero, siguió un discurso leído por su autor, el Sr. Cordero, abundante en rasgos biográficos curiosos del Sr. Apolinario Nieto. Se oyó después una palabra elocuente y simpática: la del joven y casi desconocido ingeniero Peñafiel: bien hizo en honrar la memoria de Jiménez como entendido profesor: hombre es el maestro que da de su ser propio a los demás; el maestro es meritorio y generoso padre de muchos.

Hablaron luego los representantes de casi todas las sociedades que residen en la capital mexicana: dijo el Dr. Morón un discurso corto y bello en nombre de la sociedad Pedro Escobedo; Cuatáparo habló en nombre de la sociedad de Geografía; por la de la Escuela de Medicina, Labastida; por la sociedad Andrés del Rio, un alumno aprovechado, de Minería, en quien pudieron estimar los concurrentes dicción galana y entendimiento sólidamente pensador.

Y otros más hablaron: ninguno tan conmovido y elocuente como el Sr. Dr. Jiménez: respetable era aquella palabra entrecortada, que honraba doblemente la memoria del deudo muerto: hondamente conmovieron las muy sentidas palabras de Jiménez a la noble concurrencia: un tanto alivia del dolor las simpatías con que se le mira y se le acoge.

El presidente Castillo dio gracias por su asistencia a los

(1869) y 41Los criaderos de azufre ea México y su explotación .. (1870).

13Maouel M. Villada: Naturalista mexicano. Nació ea 1841. Estudió medicina, y poco antes de licenciarse fue nombrado miembro de la Comisión Científica de Pachuca, encar¡ada de estudiar la flora y la fauna del actual estado de Hidal¡o. Director del Instituto de Toluca. Presidente del Consejo Superior de Salubridad del Estado de México, y despu6s profesor de la Escuela de Agricultura y de la Escuela Nacional Preparatoria. Fundó la Sociedad Mexicana de Historia Natural y la revista La Nt11~~ralt!vl. Fue autor de numerosos estudios sobre botúüca, ¡eolo¡ía y paleontolo¡Ca mexicaD8S.

406

concurrentes: ¿a qué decir más, aunque hubiera de la memorable sesión mucho más que decir? No era sólo que se honrase la memoria de dos hombres ilustres: era que allí vivían sentimientos y afectos generosos: era que allí se congregaban los que oscura y meritoriamente labran la buena fama de la patria, apreciada ya en el extranjero, más que por sus desventuradas convulsiones políticas, por las muestras que allá se reciben de los que apartan los ojos de la vida diaria y enojosa y los convierten adonde les aguarda, como recompensa única, el misterioso placer dulcísimo del sabio.

Disculpan los inconstantes su frivolidad con que es éste defecto esencial de la raza latina, y, como si fuera glorioso desviarse del obstáculo, esquívanlo en vez de vencerlo, y tienen a mal de raza lo que es sólo insuficiencia o pereza suya.

Véase cuánto hacen esos hombres apenas conocidos: véase cómo prosperan esas sociedades silenciosas, abrigo de espíritus altos, desconsolados del fútil y veleidoso carácter general: échanse en esos salones casi abandonados los cimientos de nuestra historia primitiva: reconstrúyese la vida antigua con osarios que comienzan a ser piedra: quiere el hombre ver antes de sí y después de sí.

Honra es para los que se emplean en este trabajo desusado: época es la de ahora en que cautiva la forma a los sentidos; mas no por eso olvidan los buenos hijos de la patria a aquellos de sus hermanos que con la oscuridad de sí mismos, reconstruyen la tierra, rejuvenecen la memoria, animan el esqueleto, regeneran la patria, y esparcen de su ser oscurecido por el carácter de la época, luz vivísima que a ésta y a épocas venideras habrá de alumbrar.

Se habían colocado en el salón de entrada, plantas frondosas y bellas. Distinguíase entre todas la vigorosa planta de la quina: sabían los que allí fueron, que aclimatar la quina en Córdoba fue el trabajo más útil y difícil del sabio Apolinario Nieto.

Bien se hizo en traer allí la planta aquella: muerto él que la introdujo, ella extenderá perpetuamente sus hojas verdes y pomposas, imagen de que no mueren los que a la ciencia y a la patria hicieron bien.

Al fin Nieto hizo algo de lo que el árabe encomienda: •Planta un árbol; escribe un libro; crea un hijo,•

Y Nieto plantó su árbol en la tierra. Orestes

Rmsta Univenal. México, 31 de julio de 1875.

407

BOLETIN

RUMORES FAI.SOS.-INTERESES DE LOS CONSERVADORES.­MOVIMIENTO EN CHIAPAS,-EL GENERAL DÍAZ.-,

EL OPUSCULO DEL SR. BARCENA.-CIENCIA PREHISTORICA.

Corrieron por México en los primeros días de la semana actual, alarmantes y extraños rumores: ora era el pronunciamiento de una fuerza federal en Michoacán, ora un alzamiento porfirista en Chiapas, ora tremebundos sucesos en el liberal Estado de Tabasco1

El sentido común había extinguido ya estos rumores, sin que para ello hubiese sido necesario más que aplicar la conocida máxima jurídica: el autor de un delito es aquel a quien aprovecha. Holgarían los conservadores de que todas estas noticias fueran ciertas: de ello partieron; teníamos, pues, los que conocíamos esto, sobradísima razón para dudar.

A más, sabíamos de antemano que lo de Chiapas era falsedad notoria. Una frase de la Revista de ayer sintetiza todo lo que pudiéramos decir en esto2: parece que el partido porfirista entiende que no es bueno amasar el triunfo de un partido de la libertad con sangre de hombres liberales: parece que el general Díaz ha renunciado al derecho de perturbar y desolar con una guerra nueva a su país, cuando sabe que en

1 cLos enemigos del régimen lerdista -avanzada de la dictadura del general Porfirio Díaz- fraguaron un complot para amotinarse en Pichucalco, a fin de unir en la rebelión al Estado de Chiapas con el de Tabasco. El motín en Pichucalco se realizó, pero el Gobiemo pudo reprimirlo rápidamente. Según la prensa lerdista se trataba de •un desorden local, con motivo de las elecciones•. En cuanto a Tabasco, corrió el rumor de un levantamiento en San Antonio de Cárdenas. La Revista Universal -entre cuyos redactores se encontraba Martl- negó la veracidad del suceso, que -al decir del Monitor Republicano- se debió a •1a imprudencia de los parciales de Lerdo, que qusieron imponer, por medio de las armas, sus candidaturas. El Gobemador de Tabasco cayó sobre las fuerzaz federales y, con razón, pues ellas iban allí a falsear el voto popular, de acuerdo con los hombres del Poder•. (CCT]

2cHe aquí la frase a que alude Martí: •[ ... ] todo anuncia que el señor Díaz ha renunciado ya a ensangrentar su país para obtener el triunfo de su partido contra un gobierno liberal" ,lt

408

el combate habrían de emplearse hermanos valientes y generosos que como él han luchado, y luchan hoy como él lucharía, en defensa de la madre común libertad.

De las ruinas del convento se alzan todavía fantasmas que aconsejan el incendio y la destrucción: cuando la patria se salva, ¿contribuirán a perderla la imprudencia y la ira personal de un hombre honrado y valiente? No es honrado el que desgarra en la hora de un peligro el seno todavía conmovido de la patria: no fuera honrado el que se aprovechase de las dificultades que todavía se oponen a nuestras fundamentales instituciones libres, y en vez de combatir al lado del que las defiende por la vida de la idea esencial, combatiese al gobierno actual que la encama, y facilitase con la división de las fuerzas el que hoy es imposible triunfo de los que han venido a ser para la nueva patria mexicana una especie de enemigo social3• No puede matar, y roe. No puede combatir, y azuza. Se averguenzan de él sus partidiarios, y pone la cruz en manos de salteadores criminales. Los prófugos de las cárceles están a la cabeza del movimiento religioso: ¡religión honrada! La verguenza se ha perdido, cuando no abruma las mejillas de los que alzan el cadáver del dogma en brazos de sentenciados y bandidos.

¿Y vertida el general Díaz sangre de mexicanos liberales sobre los atributos presidenciales que desea? ¿Los gozaría con calma después? En el seno de la libertad, ¿es lícito dominarla en provecho propio, llegando a ella por sobre cadáveres de hermanos? La tierra misma se alzaría al paso de los combatientes fratricidas.

Falso rumor fue el que dio cuenta de un alzamiento poñuista en Chiapas.-Hubo allí un desorden local, no extraño ciertamente en época agitada de elecciones: ni es condición de todos los caracteres el entusiasmo mesurado, ni éste se alcanza sino con larga y cuidadosa educación política, ni se haría a pueblo alguno con más injusticia cargo sobre esto, que al pueblo mexicano. Agrávanse y encamízanse rápidamente las disensiones religiosas y políticas: menos raro parece que adquieran un caracter lamentable las luchas políticas que están en su

3Mutí se refiere a la actitud del partido encabezado por Porfirio Píaz, que estaba secretamente ligado a las fuerzas conservadoras, lo cual se puso de manifiesto al ser iaten:eptada la correspondencia de Díaz con el obispo de Puebla, y al revelar José Joaquín Tenazas, diez años m4s tarde, el compromiso del general con el Papa para establecer un concordato y derogar las leyes de Reforma, a cambio de que éste le ayudara a derrocar el gobierno de Lerdo de Tejada.

409

mayor parte alimentadas por las iras de los partidiarios de la religión. -Bueno es reprimir la exageración apasionada que puede dar origen a un disturbio sangriento. Bueno es al mismo tiempo no olvidar que la naturaleza americana es esencialmente apasionada y excitable, y que a ella, no al que los comete, debiérase culpar muchas veces por los delitos que al comitente se achacan.

La educación tiene en estas tierras un trabajo mayor: es la educación el estudio que el homb.re pone en guiar sus fuerzas, tanto más trabajosa será su obra, cuanto sean potentes y rebeldes las fuerzas que quiere conducir y encaminar.

México es todavía República novel: ¿hácense acaso en calma en las naciones madres las elecciones populares? Se hacen en calma cuando la libertad es ya esencia en la naturaleza, y el respeto al derecho ajeno es la garantía del propio.-Todavía no hemos alcanzado esta época de calma reflexiva: ella es, sin embargo posible: adelantamos hacia ella.

Recibió ayer la Revista unas páginas tan breves, como llenas de ciencia y de trabajo. El señor Mariano Bárcena, dado con fruto a estudios áridos y serios, y largamente recompensado por ellos con la estima que cuantos le conocen le conceden, ha publicado una curiosa descripción de un Spheroma Burkanii. hallado en los terrenos descubiertos a 268 metros de la capa actual, en la perforación artesiana que en hora feliz para la ciencia mandó practicar el señor Ignacio Cañedo en el valle de Ameca de Jalisco.

Da la descripción del crustáceo ocasión al señor Bárcena4 para mostrarsus conocimientos no comunes en Historia Natural, y su destreza en el manejo de los términos de la nueva y utilísima ciencia prehistórica, hasta hoy, y hoy mismo en México, casi desconocida u olvidada.

4Mariano BárceDa (1842-1894). Ingeniero y naturalista mexicano. Ocupó el puesto de ensayador de la Casa de la Moneda de México hasta 1876. Ese mismo año representó a su país en las fiestas del centenario de Filadelfia. A su regreso le fue encargada la creación y dirección del Observatorio Metereológico. Como especialista en la paleontología, la geología y la metereología mexicanas, asistió a congresos científicos internacionales. En 1890 fue elegido gobernador de Jalisco. De entre sus obras destacan: Trillado de paleolllologla mexicana, Geologia dinámica, Tratado de Utologfa. Las obsiditiiUJS de México y Datos para el estudio de las rocas mes01.oicas de México y sus fósiles.

410

La América es, sin embargo, esencialmente necesaria al estudio de la ciencia nueva, y sin ella nada podrán deducir de cierto sobre la unidad, identidad y época común de aparición del género humano, los conocimientos que a tanto grado elevan Karl Vogts y Quatrefages6 , y que tan bien compila y conoce el erudito español Juan Vilanova7

5Karl Vogt (1817-1895). Naturalista alemán. Fue autor de varias monografías y fundador de una sociedad científica en París. Al estallar en su país la revolución de 1848 se unió a los demócratas y fue coronel de la Guardia Cívica y diputado al Parlamento preparatorio y a la Asamblea Nacional alemana. Ocupó la regencia del reino. Al triunfar la contrarrevolución tuvo que huir del país. Ejerció la docencia en importantes ciudades europeas. Aceptó las teorías de Darwin y negó la doctrina monogenista, la espiritualidad, la existencia del alma, el caracter absoluto e inmutable de los valores éticos, y que hubiera una distinción de carácter esencial entre el animal y el hombre. Se le considera junto a Buchner y Molesschot, como representante del materialismo vulgar. Engels los calificó de agentes wlgarizadores que comercian con el materialismo.

6Jean-Louis-Armand de Quatrefages de Bréau (1810-1892). Naturalista, médico y matelútico francés. En 1834 realizó con éxito la primera operación de trituración de la piedra. Escribió numerosas e importantes monografías, en las cuales recogió los resultados de sus investigaciones. Fue uno de los iniciadores de la Histología comparada, y BUS estudios contribuyen en gran medida al auge alcanzado por la Antropología en la 6poca. Ejerció la docencia en varios centros universitarios de Europa. Colaboró en numerosas publicaciones científicas y formó parte de relevantes instituciones culturales. Fue un espiritualista convencido, y afirmó la unidad del origen de la especie humana en oposición a Darwin. Entre sus muchas obras se cuentan: Charles Darwin et ses précuneun franraú (1870), Hútoire IUllurelle: Origine des especes (1870), CraniD ethnica. Les crdna des races humaines tUcrlts et jigurés d'apres les collections du Musseum d'Histoire Naturelle de París, en colaboración con Hamy (1882), y Hommes fossiles et hommes sauvages (1884).

7Iuan Vilanova y Piera (1821-1893). Naturalista español. Durante cuatro años recorrió Europa, dedicado a sus investigaciones geológicas. Ejerció la docencia en ceo.tros universitarios de su país, cuyo Museo de Historia Natural enriqueció con valiosos aportes. Fue de los primeros en proclamar la autenticidad de las figuras rupestres de la cueva de Altamira. Sostuvo la prioridad del cobre sobre el bronce en la prehistoria. Asistió a importantes congresos científicos internacionales y fue miembro de numerosas insttituciones culturales, tanto españolas como extranjeras. Fue autor de numerosas obru científicas, entre las que destacan: Manual de geologfa aplicadtz a /Q agricullura y a las artes industriales (1860); Viaje cient(/ico a Di1UJ111Qrca y Suecia (1869), ea colaboración con Tubino; Compendio de geologfa (1872); Origen, naturaleza y llllliglledtld del hombre (1872) y Ensayo de un diccionario geográfico-geológico (1884).

411

¿Apareció el hombre en América en la misma época de terrenos en que se asienta ahora, en que debió aparecer en el antiguo Continente? No se hallan en Europa vestigios de su existencia en los terrenos primarios ni de transición: ninguna huella se encuentra en los terrenos secundarios, y es necesaria una completa credulidad para afirmar la aparición del hombre en el terreno plioceno. Verdad es que los terrenos terciarios ofrecen buen número de sílex en los que parece distinguirse la obra del linaje humano: pero no es menos cierto que aún no se ha encontrado entre estos útiles resto alguno de hombre. En los terrenos cuaternarios es indudable ya su aparición.

Dificilísimo y muy ocasionado a errores es todo lo que se asienta en esta materia. ¿No creyeron nuestros antepasados durante medio siglo, que la salamandra fósil de Oeningen era el hombre preadamita? Así lo afirmó Scheuchze:fl hasta que Camper9 probó que aquel hombre testigo del diluvio era un humilde reptil.

La ciencia prehistórica es verdad, y a América toca influir poderosamente, si no decidir por completo, en las cuestiones que acerca de la procedencia y época de la aparición de los hombres surgen y han disputado incesantemente durante los cuarenta años últimos del siglo, sin

1Jolwm Scheucbzer (1672-1733). Botánico suiz.o. Estudio medicina y sirvió algdn tiempo en el ejército holandés. De regreso a Zurich, estudió matemáticas y el arte de la fortificación. En 1712 fue nombrado ingeniero de su cantón. Alcanz6 reputación universal con sus trabajos acerca de la flora, la fauna y la mineralogía de los Alpes suims. Dio a conocer los caracteres genéricos de las distintas especies de plantas pamíneas. Su libro Biblia exphylicis illustrala ..• (Viena, 1731-1736) fue traducido al alemán, holandés y francés. Martí se refiere a Scheuchz.er como representante de la teoña diluvial en la geología de su tiempo.

'Petrus Camper (1V22-1789). Anatomista y naturalista holandés. Ejerció durante muchos años la medicina •. Visitó París, Alemania, Inglaterra y Suiza, y estuvo en contacto con sus más importantes centros científicos. Fue consejero de Estado basta 1786. Propuso nuevos y mejores métodos para la construcción de diques. Sus trabajos de anatomía comparada fueron notables. Fue uno de los primeros en estudiar las osamentas fósiles. Descubrió los órganos auditivos de los peces y dio las primeras nociones precisas sobre la osteología de los diversos mamíferos. Sus trabajos científicos, que aban:an desde la anatomía y la cirugía hasta la medicina legal, la higiene y la veterinaria, fueron reunidos con el título de Oeuvres qui ont pour objet l 'histoire IUilurelle. la physiologie et l'anatomie comparée.

412

llegar a uniformidad ni a acuerdo. De hechos iguales, deduce cada cual consideraciones diferentes.

Cree Büchner10 que el desarrollo de la inteligencia corre parejas con el desarrollo de los cráneos; y examina Quatrefages cuatro mil cráneos, y en un libro eruditísimo demuestra que el cráneo no influye esencialmente en el desarrollo de la inteligencia humana.

Vogt escribe su admirable Anatomía comparada para deducir de ella la derivación innoble de nuestra especie de la no extinguida raza simia. Todo camina a la muerte por la senda de la vida, y a cada ser que se hunde responde un ser que se alza.. Cuando una cosa se transforma en otra, subsiste en la segunda forma, y no puede subsistir más que en ella: si el hombre se deriva del mono, ¿cómo subsisten la forma primitiva y la segunda'/

Un libro admirable ha producido una deducción falsa: una inteligencia no preocupada deduce del libro la verdad. Todo marcha transformándose, en constante analogía. No se ha nacido de la bestia común para abrirse en distintos seres por una ley de desarmonía y desigualdad. Se marcha en líneas paralelas, no en forma triangular. La comparación de los seres existentes enseña que en las diversas épocas de los seres, la analogía se ha mantenido en una relación igual. Las formas de los animales disminuyen a medida que disminuyen las formas. humanas. Los ríos se estrechan y los mares se solidifican. El fuego central obra en la capa térrea con más fuerza, y el fuego germinador se enciende más en los espíritus humanos. Se están mostrando las leyes de lo común: de ellas se deducirá lo sintético: de las síntesis, se llegará a la unidad.

Y he aquí muchas cosas enfadosas a propósito de un libro que no lo es.-Bella y cOncienzuda descripción ha hecho el señor Bárcena del valle de Ameca: bien conoce las faunas que han acompañado a las distintas épocas en que se ha ido formando sucesivamente el valle: todo dice en las notables páginas del naturalista inteligente que a él deberá la ciencia

10priedrich Karl Christian Louis Bücbner (1823-1899). Naturalista y filósofo alemú. Su obra Fuerza y moJeria (1855), resumen de sus concepciones materialistas, provocó enconadas polémicas que lo obligaron a abandonar su cargo de profesor en Tubinga y ejercer la medicina en Darmstadt. Desarrollo sus ideas en las obras Materia y aptritu (1857), Bosquejos fisiológicos (1861), Naturaleza y ciencia (1862), La teorla dmwiniana (1868), El hombre en el pasado. el presente y el futuro (1869-1870), y Materialismo y socialismo (1894). Tradujo la obra de Lyell AntigQedad del hombre.

413

geológica interesantes investigaciones y provechosas enseñanzas. Excusado es animarle a no abandonar el estudio a que fácilmente se

le conoce una afición decidida: ni él ni los que amen la ciencia han de olvidar que el examen geológico de América resolverá una cuestión previa que a los que se dedican a estos conocimientos preocupa con justicia: ¿apareció en las distintas comarcas de la tierra el género humano a un tiempo mismo? La edad de piedra existía en Luisiana a tiempo que existía en Europa la perfeccionada edad actual. Siendo unos mismos los hombres ¿marchan en tierras distintas por distintas leyes?

Utilísimas cosas sabría la ciencia si a ella se dedicase la perspicaz inteligencia americana. Mérito extraño tiene el señor Bárcena: se aparta del olvido común, y anda casi solo por una senda ruda y árida.

Y aquí termina este raro boletín: no es de extrañar la confusión que reina en él: de la guerra que destruye desciende a la ciencia que crea. No desmiente con eso la existencia humana, cuya obra es formar y destruir para transformar perpetuamente, sin que nadie en estos cambios de la vida se destruya ni aniquile.

Palabras sobre ciencia borran la impresión desagradable que produce emplear la inteligencia creadora en ideas sobre destrucción. Imitarán a Bárcena muchos mexicanos: la patria estaría más orgullosa con los hijos que la honran que con los que la ensangrientan.

Ores tes

Revista Universal. México, 2 de julio de 1875.

[Mf. en CEM]

414

, · ·t- , · . . :~ ~~-~~ ~ --- ~ -

ALGUNAS IDEAS DE MARTI Y LA PEDAGOGICA REVOLUCIONARIA

DE HOY

REINALOO ACOSTA

Martí fue un observador extraordinario y un analítico ejemplar de los problemas educativos; problemas que tanto le preocupaban, y para los cuales planteaba también soluciones. Problemas que él vivió, sintió y a la vez previó para los nuevos tiempos que sobre el mundo vendrían. Fue crítico profundo y sagaz.

Durante su exilio tuvo la oportunidad de ejercer como profesor -lo que le ayudaba a ganar el pan para vivir- y de analizar, meditar, comparar y plantear sus criterios llenos de valentía; con la pupila en el sol y su mente en Cuba y los demás países latinoamericanos.

Para él constituía gran preocupación los sistemas educativos, sus planes de estudio, programas, métodos y actividades, es decir; todo el conjunto ann6nico que conlleva la formación de un hombre de acuerdo con los tiempos nuevos que se avecinaban.

No es posible analizar en un trabajo de este tipo todas las ideas pedagógicas que él vertió a través de su inquieta existencia; por eso hemos querido enmarcar en esta ponencia algunas de ellas como: los grandes cambios que debían hacerse a los sistemas de educación, sus escuelas, tipo de enseñanza y programas, es decir, los factores que directamente inciden en la formación de un hombre nuevo para una sociedad nueva. Estos son aspectos que tienen en nuestra Cuba revolucionaria verdadera actualidad. Claro que no olvidamos su preocupación sobre la educación de la mujer, de los trabajadores, su concepto sobre la enseñanza obligatoria, la enseñanza especializada, etc.

Pero preferimos que hable el propio Martí:

En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se les quiere ver siempre, como aún se ve ahora en algunos, irregulares, atrofiados y deformes como el monstruo de Horacio: colosal la cabeza, inmenso el corazón, arrastrando los pies flojos y secos y casi en hueso los brazos.

417

Contra Teología, Física; contra Retórica, Mecánica; contra preceptos de Lógica -que el rigor, consistencia y trabazón de las artes enseña mejor que los degenerados y confusos textos de pensar de las escuelas- preceptos agrícolas. 1

Y reafirma su radical planteando un cambio total de la escuela, de sus programas y métodos de enseñanza; cambio vertical y ascendente desde la escuela primaria hasta la Universidad. Que se rompan los moldes de una pedagogía que no forma al hombre para el medio en que tiene que vivir, ni acorde con los nuevos tiempos. Y asi plantea:

El mundo nuevo requiere la escuela nueva. Es necesario sustituir al espíritu literario de la educación, el espíritu científico.

Debe ajustarse un programa nuevo de educación, que empiece en la escuela de primeras letras y acabe en una Universidad brillante, útil, en acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones en países en que se enseña: una Universidad que sea para los hombres de ahora aquella alma grande que en tiempos de Dantes y Virgilios preparaba sus estudiantes a las artes de letras, debates de Teología y argucias legales, que daban entonces a los hombres, por no saber aún de cosas mejor, prosperidad y empleo.

Como quien se quita un manto y se pone otro, es necesario poner de lado la Universidad antigua, y alzar la nueva. 2

Para ello es necesario tener preparados maestros en escuelas que garanticen su formación y luego vayan hasta los distintos rincones del país. Y expresa:

Urge abrir escuelas normales de maestros prácticos para regarlos luego por valles, montes y rincones... Se pierde el tiempo en la enseñanza elemental literaria, y se crean pueblos de aspiradores perniciosos y vacíos. El sol no es más que el

1MARTI JOSé. lA Anrhica. New York, septiembre de 1883.

2op. Cit., apto ele 1883.

418

establecimiento de la enseñanza elemental científica. 3

¿No ha sido un principio de nuestra Revolución el desterrar las arcaicas escuelas de profesores enquistados, con el concepto de que educar era instruir, con programas cargados de materias inútiles para la vida, tratando de formar hombres con mentalidad •intelectual y burguesa•, aunque con calzones surcidos? ¿Y entre las primeras medidas revolucionarias no figura acaso la creación de escuelas en los lugares más intrincados del país? La revolución socialista aspira a que el trabé\iador de la enseñanza tenga una educación integral: cultural, política e ideológica, conforme a los postulados de la sociedad que construimos. ¿Qué criterios obtenemos del Maestro cuando en forma tan reflexiva y serena enjuicia el trabajo en las escuelas de Nueva York? Entonces expone:

... aquí son las escuelas meros talleres de memorizar donde languidecen los niños años tras año en esthiles deletreos, mapas y cuentas( •.• ) ·

( .•• ) donde el tiempo se consume en copiar palabras y enumerar montes y ríos; donde no se enseñan los elementos vivos del mundo en que se habita( ••• ). Contar, sí, eso lo enseñan a torrentes. Todavía los niños no saben leer una sfiaba, cuando ya les han enseñado ¡a criaturas de cinco años! a contar de memoria hasta cien.

¡De memoria!. Así rapan los intelectos como las cabezas( ••• )

Con qu6 claridad refleja el Maestro el concepto que poseía de la función de la escuela. Cómo ve en el verbalismo, la memorización, la inactividad y el no desarrollo de la espontaneidad infantil una enfermedad pedagógica. Y más nos asombra cuando este análisis lo realin en 1886. Hace ya casi un siglo. Pero, ¿No son los males que combatimos en estos Jiempos? ¿No son esos precisamente los que está desterrando nuestra enseñanza actual? El plantea desde entonces la solución:

El remedio está en cambiar bravamente la instrucción primaria de verbal en experimental, de retórica en científica, en

30p. cit., mayo de 1884.

419

enseñar al niño, a la vez que el abecedario de las palabras, el abecedario de la Naturaleza( o o o)

Hombres vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes: eso han de hacer Jas escuelas que ahora no hacen eso(. o.)

Nuestra actual pedagogía enfatiza que el proceso del aprendizaje tenga su base en la experiencia personal del alumno, en el trabajo, en el experimento que hace, en el análisis que realiza, en su actividad en el grupo.

Y pensar que todavía hay pedagogos representantes de la burguesía en el mundo que consideran sólo cultura la que se da en el libro; olvidan -porque no pueden comprender- el rico caudal de conocimientos que ofrece la experiencia práctica. No pueden creer en el trabajo como un poderoso formador de juventudes.

Si a esto se une la falta de recursos con que cuentan los países subdesarrollados y la despreocupación de la mayoría de sus gobiernos, sometidos al imperialismo, por los problemas de la educación, el cuadro es desolador.

Frente a esto nuestra Revolución socialista ha roto las estructuras arcaicas, desde la escuela primaria hasta la Universidad, tal como lo preconizara José Martí.

Se han abierto nuevas escuelas y nuevas cátedras; en la Universidad la enseñanza se ha descentralizado hacia las fábricas, las minas, el campo; han nacido especialidades acorde con el país en desarrollo y las necesidades; se ha cambiado programas, métodos y sistemas de evaluación. Se forman profesionales del pueblo y al servicio del pueblo. Las Universidades del país son científicas y políticas como las reclama el mundo en que vivimos. Estamos cumpliendo lo preconizado por José Martí, cuando expresaba:

A nuevas ciencias que todo lo invaden, reforman y minan, nuevas cátedras. En tiempos teológicos, Universidad Teológica En tiempos científicos, Universidad Científica. Pues ¿qué es ver una cosa y no saber qué es,.

40p. cit., Noviembre de 1883.

420

En la enseñanza primaria y secundaria ha habido una gran revolución. Ha comenzado una transformación de base: cambios en los planes de estudio, materias, programas y métodos didácticos ajustados a la realidad y a nuestra concepciGn del mundo. Los alumnos reciben una

·enseñanza activa, en contacto con las máquinas, medios audiovisuales e instrumentos variados; en las granjas, las fábricas y los centros de servicio. Aprenden investigando, razonando el porqué de las cosas, a actuar por sí mismos. ¿No son estos los principios fundamentales de la pedagogía martiana'?

Atendiendo al Apóstol se han introducido cambios sustanciales, a tono con la época actual, como: la implantación de la Matemática moderna, el empleo de la televisión escolar con fines didácticos, la elaboración masiva de recursos audiovisuales, la publicación de millones de libros anualmente para los escolares, el trabajo productivo y socialmente dtil, el estudio de las Ciencias sociales, la instrucción militar, etc. Trabajamos por una pedagogía científica sobre la base de la integración del trabajo y el estudio.

Nuestro Martí plantea que: •en la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar, ¿por qué no manejarse la pluma por la tarde en las escuelas; pero por la mañana la auda?•. •Escuelas no debería decirse, sino talleres•. Así afirma.

( ••• )Y es natural: la tierra, llena de goces, enciende el apetito.

( ••• ) Divorciar al hombre de la tierra es un atentado monstruoso. Y es meramente escolástico: ese divorcio. A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza ésas son sus alas.

( ••• ) Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica; que en vez de la historia de Josué, se enseñe la de la formación de la tierra. Esto piden los hombres a voces: -¡armas para la batalJa!5

Nosotros, al analizar estos planteamientos martianos preguntamos: ¿No está en realidad pidiendo el dominio de las técnicas de producción y de la vida social? ¿Y no estamos realizando la incorporación activa al

50p. cit •• septiembre do 1883.

421

trabajo? ¿No incrementamos a pasos de gigante la combinación del estudio con el trabajo?

La educación cubana actual aspira a que el hombre sea educado en el trabajo y para el trabajo. Así se propicia el trabajo instructivo que adiestra: el trabajo de utilidad social que promueve la adquisición de la conciencia de deberes para con la sociedad, contribuye al mejoramiento y consolidación del medio y el desarrollo cólectivos. Es la creación de un hombre nuevo, de una nueva ideología, de una mentalidad de productores.

Nuevas experiencias afloran y nacen: la escuela en el campo; la que realmente soñó Martí: construcciones adecuadas, con campos deportivos, salones de recreación, talleres, laboratorios, con programas y técnicas adecuadas.

El joven sabe que se desarrolla y produce para su patria. En ella se forja un hombre mejor, que comprende el mundo que le ha tocado vivir; en contacto con la naturaleza estudia y trabaja, analiza, observa, investiga ... se forma integralmente. Eso es educar; "es preparar al hombre para la vida •.

Esta escuela reúne dos ideas que son fundamentales: dos ideas que son similares, y las dos emanadas de dos grandes pensadores: de Marx y de Martí. Ambos concibieron la escuela. vinculada al trabajo, es decir; concibieron la escuela como el centro donde se forma el joven para la vida y se forma en todos los órdenes, el centro donde se forma integralmente( ... ) Adquirir la enseñanza general y la cultura general, se le desarrolla la inteligencia, se adquieren conocimientos, se amplia el campo cultural en todos los órdenes. 6

Porque como lo ha señalado el Comandante en Jefe:

Al hombre lo hace su medio ambiente, al hombre lo hace su propia vida, su propia actividad, y aprendemos a respetar lo que crea el trabajo, creando. Enseñamos a respetar esos bienes, enseñándolo a crear esos bienes. Y no hay otro camino. 7

6CASTRO, FIDEL Ducuno ~n 111 illllugurad6n üla.r Secundlltilu B4siau •QübtJ 1• y •Primer Congrao Nt1cio1Uil d~ Educaci6n y CIIIIIITII. 1971.

1Discurso clausura Conareso de la UJC, 1972.

422

Esa es la escuela martiana, con pedagogía martiana y marxista; la escuela donde •se purifica lo mejor del hombre• como expresara el Comandante Ernesto Che Guevara, donde se confirma que •el trabajo es el gran pedagogo de la juventud".

423

IDEAS DE MARTÍ ACERCA DE LA ECONOMÍA Y EL DESARROLLO EN EL CASO DE MÉXICO

SALVADOR MORALES

Durante sus años de destierro en España, donde realiza estudios universitarios, Martí hace contactos iniciales con la teoría económica, disciplina que formaba parte del currículum de asignaturas que cursara en la Universidad de Zaragoza.

Al trasladarse a México en 1875, completa aún más su estudio y su experiencia directa acerca de los problemas económicos de su tiempo.

Tenía ante sí tres realidades: Cuba lucha con las armas en la mano para darse la libertad necesaria

al desarrollo político de sus hombres y para hallar nueva vía a sus aspiraciones de progreso material; España, que se debate desesperada en su gradual e inexorable proceso de debilitamiento interno y externo, se aferra, como náufrago a una tabla, a las exhaustas posesiones coloniales; México, país libre, que atraviesa desde varias décadas atrás úna crisis, donde 1as vías de desarrollo aparecen estancadas en su arranque.

Ésta realidad directa, vivida y sentida, alimentada por innumerables y variadísimas lecturas, cimentará los criterios económicos de José Martí. Sus opiniones más acabadas, son emitidas por medio de la Revista Universal, durante 1875 y 1876, bajo el seudónimo de Orestes. Sus ideas de entonces tienen un valor único, por analizar la realidad mexicana con la responsabilidad patriótica de un nativo, y porque ese mismo sen­timiento comienza desde esta época a hacerse extensivo a todos los pueblos al sur del río Bravo, los pueblos hispanoamericanos.

La preocupación mexicana de Martí se concentra en tomo a 1as posibilidades y problemas del desarrollo de la economía azteca. Martí llegó a México en un momento crucial de su historia. Apenas ocho años atrú habían expulsado a los invasores, que trataron de imponerle una di­nastía europea; la gloria mayor de tal hazaña guerrera, de un pueblo atrasado contra una robusta potencia europea, le cupo a Benito Juárez y a sus seguidores, quienes propugnaban una reforma liberal. Al sentar Marte vida en México, el liberalismo estaba en todo su apogeo con Lerdo de Tejeda a la cabeza del gobierno que mantenía en alto las ideas de Juárez.

425

Martí inicia su examen de la realidad económica de México al criticar la excesiva y peligrosa confianza que hace al país asentar su riqueza en la extracción minera del oro y de la plata, pues considera que esta industria es transitoria e incapaz de ofrecer una base estable al desarrollo:

En vano es que la tierra mexicana brinde a las manos laboriosas sus entrañas de plata y de oro: antes es desventura que la abra, porque confiada en los exuberantes dones de la tierra, a ellos fía la perezosa naturaleza de los mexicanos un porvenir que un día ha de extinguirse con lo accidental que la enriquece y alimenta. 1

Para Martí, la clave del desarrollo está en la tierra, que "es perpetua", y a la cual deben aplicarse las "fuerzas constantes y productoras" de los "elementos creadores", las "industrias transformadoras de elementos" que arrancan de la agricultura. La vía que propugna es el desarrollo agrícola con perspectivas industriales. Porque conoce, como más adelante mostrará, que la diferencia entre los países de desigual desarrollo reside en el progreso distinto de la producción fabril, y ya entonces proclama:

La industria fabril crea y transforma, en cambio, de un modo siempre nuevo productos fijos y constantes, en los que se asienta el verdadero bienestar de una nación. 2

Por la importancia que Martí le confiere a la tierra en el marco de sus conceptos económicos, algunos escritores lo afilian a la escuela fisiocrática, sin entrar a fondo a demostrar la afirmación que se sustenta. Para los fisiócratas, la agricultura es la única actividad económica que proporciona un producto neto; crea riquezas en cantidad superior a la riqueza que destruye, porque únicamente en ella las fuerzas naturales cooperan con el hombre en la producción.

La idea básica de los fisiócratas es la división de la sociedad en tres clases: la clase productora compuesta por los agricultores; la clase llamada estéril, formada por los comerciantes e industriales; y fmalmente,

426

1José Martl: Olmls completas, Editora Nacional de Cuba, 1963-196S, L6, p.268.

21bid.

la clase estipendiarla, la de los propietarios fundiarios. En virtud de esta teoría del producto neto, la primera de las clases constituye la única fuente de riquezas, y todo el movimiento circulatorio de la riqueza social parte de ella. Por último, para los fisi6cratas las leyes económicas tienen un carácter natural y divino.

El criterio de Martí se alza sobre dos razones muy importantes:

1) Sin un desarrollo agrario importante que asegure una fuente permanente de producción de alimentos y, sobre todo, un consumo estable de productos manufacturados, no es posible alentar un desarrollo industrial. Esto, traducido a un lenguaje económico, significa que un mercado interno bien vertebrado sobre una sólida relación entre agricultura e industria, dará el punto de partida justo para un amplio desarrollo fabril en las condiciones mejores del nivel de progreso de la época.

Este párrafo de Martí ratifica lo que hemos expresado: " .. .la tierra nunca decae, ni niega sus frutos, ni resiste el arado, ni perece: la única riqueza inacabable de un país consiste en igualar su producción agrícola a su consumo. "3

Las leyes de Desamortización y Nacionalización dictadas el 25 de julio de 1856 y el 12 de julio de 1859, el Artículo 27 de la Constitución establecida en 1857, unido a las leyes de Colonización y Baldíos, influyeron decisivamente en la transformación de la arcaica estructura agraria de México; a ella se deben los primeros desbroces de la conversión de la agricultura mexicana a formas más atemperadas a los tiempos del capitalismo.

En México, indudablemente, la génesis del capital había quedado estancada en su lento decursar, la rígida estructura agraria que habían intentado desvertebrar las leyes de la reforma juarista, era un peso para solucionar la formación de un mercado interno y llevar a vía feliz la concentración agraria y la acumulación de capitales. El intento de incorporar vastas regiones agrícolas a la economía nacional encontró la resistencia de los conservadores y de los clericales.

'Ibid. p. 311.

427

2) La otra razón que conforma y apoya la prioridad que le da Martí a la cuestión agraria, tiene su médula rectora en el hecho de que los cultivos típicos y efectivos de la región o país, y la historicidad de los mismos y la habilidad y conocimientos de los cultivadores, dan la tónica distintiva a la economía del país. En suma, el pueblo de un área determinada debe relacionarse con los rasgos esenciales de su ambiente, sus condiciones climáticas de suelo y vegetación, de población e industria tradicionales, para fomentar su más efectiva contribución a la economía mundial y la posibilidad de competir en condiciones ventajosas.

"Cada país crea su especial economía", dice Martí, y a continuación ofrece sus definiciones:

·Esta ciencia no es más que el conjunto de soluciones a distintos conflictos entre el trabajo y la riqueza: no tiene leyes inmortales: sus leyes han de ser, y son, reformables por esencia. Tienen en cada país especial historia el capital y el trabajo: peculiares son de cada país ciertos disturbios entre ellos, con naturaleza exclusiva y propia, distinta de la que en tierra extraña por distintas causas tengan. A propia historia, soluciones propias. A vida nuestra, leyes nuestras. No se ate servilmente el economista mexicano a la regla, dudosa aún en el mismo país que la inspiró. Aquí se va creando una vida; créese aquí una Economía. Alzanse aquí conflictos que nuestra situación peculiarísima produce: discútanse aquí leyes, originales y concretas, que estudien, y se apliquen y estén hechas para nuestras necesidades exclusivas y especiales. 4

En efecto, la ciencia económica de la época de Martí ha sufrido algunas modificaciones. Su objetivo apunta en lo fundamental, a la solución de los problemas de una sociedad capitalista, cuya máxima contradicción reside eñ el antagonismo indudable entre el capital y el trabajo. Las diferencias observadas directamente por Martí de las distintas condiciones económicas de Cuba, España y México, lo llevan a dudar de las leyes establecidas por la economía política capitalista. Explícitamente no reconoce el carácter •natural y divino" que las leyes de la economía política burguesa; más bien confirma su carácter temporal y espacial.

41bid, p. 311-312

428

Para subrayar de inmediato su postulado, cuya práctica mantiene una vigencia incontestable: • A propia historia, soluciones propias." Esta postura, frente al influjo universal, la mantendrá a lo largo de toda su vida en los distintos aspectos que cultivó. La copia mecánica de escuelas pictóricas o literarias, políticas o económicas, es rechazada por impropia. Con toda seriedad, Martí ha observado que los problemas económicos de México no son ni siquiera análogos a los de los países europeos ya desarrollados:

Un principio debe ser bueno en México, porque se aplicó con buen éxito en Francia. Asiéntase esto a veces, sin pensar en que esto provoca una pregunta elocuente. ¿Es la situación financiera de México igual a la francesa? ¿Se producen las mismas cosas? ¿Están los dos países en iguales condiciones industriales?'

Para añadir a título de recomendación o sana advertencia: "Debe haber en la aplicación del principio económico relación igual a la relación diferencial que existe entre los dos países. •

• Así con los Estados Unidos con Inglaterra y Alemania. "6

Martí considera, pues, que es bueno que en el terreno de la ciencia económica se discutan los principios científicos pero en la discusión no debe debatirse el precepto absoluto, sino que es necesario plantearse cada uno de los conflictos prácticos cuya solución se intenta buscar.

Así caemos de lleno en el eje del pensamiento económico martiano. La justeza de los preceptos económicos se comprueba en la medida de la solución real que ofrezca a los problemas encarados. En teoría económica, o en teoría política, las ideas de Martí se vinculan a la acción.

Al terciar en la polémica que animaba a las mejores y más preocupadas inteligencias de la intelectualidad mexicana, Martí interviene, no para inmiscuirse en especulaciones teóricas o para hacer gala de

'Ibid, p. 335.

'Ibid.

429

conocimientos económicos, sino para iluminar el terreno del debate. Ese eampo de discusión es perfectamente delimitado por Martí con las siguientes palabras:

Para apreciar con fruto, es necesario conocer con profundidad, y aún no conocemos absolutamente bien los problemas a que se busca solución. A esto debe sujetarse la polémica, no a encomiar determinada escuela económica; no a sostener su aplicación en México porque se aplicó con éxito en otra nación; no a ligarse imprudentemente con las exigencias de un sistema extraño: debe la polémica ceñirse -según nuestro entender humilde- a estudiar los conflictos de nuestra industria; a estudiar cada ramo en su nacimiento, desarrollo y situación actual; a buscar solución propia para nuestras propias dificultades. Es verdad que son unos e invariables, o que deben serlo por lo menos, los preceptos económicos; pero es también cierto que México tiene conflictos suyos a los que de una manera suya debe juiciosa y originalmente atender. 7

¿Qué solución propone Martí a las ansias de desarrollo de México, entonces soñolientas y apáticas? ¿Ctmles son las vías que debe emprender la agricultura, la industria y el comercio de México?

Recordemos antes, que, a partir de la invasión norteamericana, la cual motivó la importación sin mesura y el contrabando, por falta de controles aduaneros, el sistema imperante de prohibiciones fue sustituyéndose por el proteccionismo. Al triunfo liberal de 1857 y su institucionalización, sucede un período de polémicas acerca del proteccionismo y el libre-cambio, en el cual la controversia gira sobre la aplicación de las tarifas y sus incidencias en el desarrollo de la economía nacional. Recordemos también lo que decía entonces Matías Romero, al señalar las razones que determinaban que en la historia del comercio mexicano predominara el proteccionismo:

No puede negarse el hecho de que la teoría proteccionista ha prevalecido por lo general en México, ya porque se creyera conveniente impulsar de preferencia el desarrollo de la industria fabril, ya porque la necesidad de proveer recursos al erario,

71bid. p. 334-335.

430

haya obligado a los gobiernos pasados a gravar con fuertes derechos de importación las mercancías extranjeras. 1

Martí descubrió que la pereza de la industria nacional, débil en iniciativas, está •en lo de fabricar apegada a costumbres añejas, y en mal hora para ella, rutinarias". Por el contrario, la industria extranjera, cuyos artefactos llenan el mercado, produce, por su gran fabricación y eficiencia, con precios más bajos que los de México. Llegan las mercancías extranjeras a los puertos mexicanos con tal calidad y baratura que crean una difícil situación a las manufaturas mexicanas. Entonces Martí plantea, por primera vez, de una manera clara, su posición acerca del libre-cambio y el proteccionismo; y la misma estará determinada por los hechos. De inicio rechaza el sistema prohibitivo, no sin antes reconocer que es un intento de proteger la industria nacional de desleal competencia que le hacen las mercancías extranjeras, que amenazan con arruinarlas en sus albores. ¿Por qué rechaza entonces el sistema proteccionista? Es contrario al proteccionismo en la medida en que éste descansa sobre la gran masa de consumidores, y afirma que "No hay derecho para privar de un beneficio a la gran masa, sobre todo, cuando recae en un objeto de uso indispensable". 9

A los partidarios del sistema prohibitivo, que alegaban proteger una industria nacional que daba ocupación a ur. ·. masa de trabajadores y se lanzaba al mercado un elemento más de vida, Martí responde que el poducto foráneo continuaría inundando el mercado y saldría favorecido por su calidad, para asentir, luego, en la gravedad del problema de la desocupación de la masa de trabajariores que vivían de la industria vencida y absorbida por la extranjera; es aquí donde señala la debilidad del librecambio "que quiere vencer atropellando'' .10

Martí no se pronuncia definitivamente en contra del proteccionismo, ni tampoco se declara por completo a favor del librecambio. Considera

'Tomado de Luis C6rdova •Proteccionismo y libre-cambio ea el M&ico independiente (1821-1847)-, ea Cuadernos Americanos, no. 9, México, ~~. 1970,p. 152.

9Jo& Martl: ob. cit., t. 6, p. 335.

IO¡¡,¡d p. 336.

431

que •No es buen sistema económico el inexorable e inflexible". 11

Sus conclusiones finales acerca de esta debatida cuestión, en los trances del desarrollo de un país atrasado, están plasmadas con mayor nitidez en los siguientes párrafos citados a continuación, y que demuestran hasta qué punto se ha errado al afirmar, con excesiva confianza, el carácter librecambista de las opiniones que alrededor de esta cuestión vierte José Martí:

..• Ordena la Economía, por más que hiciera bien en limitarse a aconsejar, que sea franco y libérrimo el comercio de todos los efectos extranjeros.

Brioso empuje ha cobrado en la presente era de paz la riqueza minera mexicana: es ésta, por su naturaleza, riqueza insegura y vacilante; pero, si no de una manera equitativa, ello es que aumentan sus productos, y el laboreo de minas adelanta. Abiertos los puertos mexicanos al comercio extranjero libre; siendo verdad innegable que no abastece la industria nacional las necesidades numerosas de una vida, no ya rica, sino modesta y holgada, se comprarán siempre en México los productos extranjeros; se comprarán con tanta más razón cuanto que la riqueza -siquiera sea accidental- está creciendo. Abandonadas a su esfueFr.o propio las industrias nacionales, fuerza es que presenten en su infancia todos los caracteres de impeñección que es ley presente aquello que trabajosa y lentamente se forma. Morintn nuestras industrias por falta de mercado. Nadie compranilo impeñecto cuanto tiene lo peñecto a mano: a esta desconsoladora y natural verdad ayuda el alto precio que, con no ser bueno, ha de pagarse por los productos de nuestras industrias incipientes.

Utilísima es para un país formado la libertad absoluta de comercio: ¿es de la misma manera útil para un país que se forma?

La libertad comercial es, a más de conveniente, justa.

111bid.

432

Cuando han constituido la vida de un país injusticias esenciales, ¿no será todavía necesario el cumplimiento de injusticias transitorias1

El comercio libre es bueno; pero realizado en nuestro país, extinguiría en su nacimiento las abandonadas industrias nacionales.

Fuera impolítico y erróneo cerrar hoy los puertos a los efectos extranjeros: parece necesario limitar su introducción con derechos relativamente crecidos; pero sólo una manera se ofrece a destruir la vacilante situación actual de la riqueza: la competencia es esta manera única; la competencia que no podrá establecerse con los arbitrios generales de la hacienda, que de la misma manera gravan al efecto de consumo que se introduce, que al instrumento de trabajo que nada debería pagar.

Si se asegura a las industrias nacionales una demanda relativa; si cuanto pudiera contribuir a ellas pudiese ser introducido sin gravámenes ni derechos; si los compradores mexicanos se resignasen a comprar para su seJVicio los productos de nuestra industria propia, siquiera no fuesen al comenzar como los que del extranjero vienen hoy, esta libertad de introducción, esta protección franca y decidida, este primer consumo que resarciera a la industria naciente de sus gastos en poco tiempo despertarían y fomentarían centros de producción, a cuyo adelanto y mejoramiento están llamadas la fertilísima tierra mexicana y la hábil y aún perezosa inteligencia de sus hijos. Bs, en esencia, activa nuestra aptitud intelectual; despiértese hoy en todas las clases el anhelo de una situación práctica y propia: el individuo americano necesita principalmente una buena suma de goces, y con placer trabajaría por acomodarlos y saborearlos en una vida holgada. 12

Por tanto, Martí se sitúa equidistante de las dos pos1aones esgrimidas por los economistas mexicanos. Ni se sitúa junto a los pequeñoburgueses y artesanos que ven en el proteccionismo un medio seguro para producir con la vieja tecnología o procedimientos obsoletos

12 • • lbad, p. 269-270.

433

y, por tanto, rechaza ser un pota voz del estancamiento que propugna la pequeña burguesía artesanal, con sus románticas aspiraciones a mantener el capitalismo en sus primeros estadios. Pero Martí tampoco se hace portador, junto a los inversionistas e industriales nacionales y foráneos, de las ventajas del librecambismo, que si bien destruía las viejas formas productivas y abarataba el producto, al dejar sin trabajo a los obreros de las industrias y artesanías arruinadas, harían imposible que el pueblo comprara el producto barato. Desde luego, esto permite suponer que no se hace partidario de la consigna de la burguesía que entonces clamaba por el librecambismo, de tal modo, que decía Bowring: • ¡Jesúcristo es el librecambio; el librecambio es Jesucristo! ••3 Muy por el contrario, Martí señala lo lesivo que resultan ambas políticas, en particular, en el pueblo trabajador. Porque si el proteccionismo amparaba el trabajo, hacía cara y mala la prorlucción y frenaba el desarrollo. En tanto, el librecambismo abarataba las mercancías puestas al consumidor, pero destruía la industria nacional y lanzaba a los obreros a la desocupación. El común denominador con que analiza ambas opciones, es el beneficio y bienestar que proporcionen a los trabajadores y la necesidad de desarrollar en realidad la atrasada economía mexicana sin lesionados.

En estos debates Martí va descubriendo las dificultades del desarrollo para las economías retrasadas de América Latina, la creciente diferencia que las va situando en condiciones de desigualdad y dependencia con los países más industrilizados, y las disyuntivas, vacilaciones e inconsecuencias de las débiles burguesías nacionales para solucionar esos problemas.

El conocimiento profundo de la realidad mexicana será el punto de partida para una comprensión cabal de la problemática hispanoamericana, que no ha hallado el camino de sus aspiraciones, ni cauce para sus labores, por el cultivo rutinario, anticuado, poco remunerativo de tierras aisladas de los grandes mercados, cuyas industrias raquíticas y contrahechas envejecen a pasos agigantados, y el comercio irregular, no marcha al paso de las verdaderas necesidades del país.

Esta visión se hará nítida y profunda durante su estancia en Estados Unidos, realidad nueva y pujante que se levanta frente a los ojos de todo el mundo, frente a los ojos sagaces de Martí, con toda su fuerza y esplendor, pero también con toda su lacerante desigualdad y corrupción.

13Carlos Marx y Federico Engels: Escritos económicos varios, Juan Grijalbo Editor, México, 1962, p 327.

434

LA CIENCIA Y LA TÉCNICA EN LA EDAD DE ORO

MARIANA SERRA GARCfA

A cien años de su aparición La Edild de Oro continúa siendo una de las mejores publicaciones para niños y jóvenes, y no sólo en lengua española. Su propósito formativo de amplio alcance, conjugado con el arte de la escritura martiana, condicionan esa perdurabilidad. La indiscutible relevancia de esta maravillosa revista respecto a otras similares es apuntada por varios críticos, que advierten en ella un esencial mensaje liberador en lo político, de raíz latinoamericana y consustancialmente antimperialista y anticolonialista, del que emana su vigencia y trascendente universalidad.

El deseo de conformar en los futuros hombres de nuestra América una personalidad multifacética y armónicamente integral, útil a sus países y orgullosa de sí, se transparenta en la diversidad de temas y el modo en que estos son tratados por José Martí. Cada uno de los textos insertados en los cuatro números de la revista tiene, por supuesto, su unidad de significación, pero es de todos ellos, vistos en su interrelación, que deviene la anchura y trascendencia del mensaje.

Como sucede con el resto de los trabajos periodísticos que reaHD durante los años ochenta y noventa del siglo XIX, Martí va creando un código de entendimiento con sus lectores latinoamericanos, posibilitador de la más cabal aprehensión de un mensaje, que adquiere su concreción programática más acabada y de mayores excelencias expresivas en ese documento alpital que es Nuestra América.

La vastedad del saber que nutre toda la obra de José Martí lo acredita como uno de los humanistas más enciclopédicos de América Latina en la pasada centuria. El está actualü.ado, y enterado de la importancia de la revolución científico-técnica que promueve la expansión industrial en la segunda mitad del siglo XIX. Sus reseñas, comentarios, crónicas y artículos destinados a informar sobre ese importante proceso a los lectores hispanoamericanos, tanto en publicaciones de sus respectivos países como en las que ven la luz en lo Estados Unidos -entre las que se destaca lA América-, así lo ate$iguan. En ellos, da a conocer cuanto libro o artículo aparecido en alguna revista sea de interés, y, sobre todo, lo que se exhibe en las exposiciones sobre las

435

novedades de la ciencia y la técnica que tienen lugar por entonces en diferentes ciudades de Europa y los Estados Unidos, o cualquier innovación que en ellas se pone en práctica. En esos escritos, donde reelabora con aguda intencionalidad la información de textos y catálogos, salpicmtdola con reflexiones aleccionadoras y previsoras, llega, en ocasiones, a una asombrosa fidelidad en la descripción de maquinarias, dispositivos, estructuras y medios de comunicación y transporte, así como de su funcionamiento y de procesos y procedimientos técnicos y ·científicos, sin apelar a un lenguaje estrictamente especializado, y no sólo para una mera difusión cognoscitiva, rebasada en el interés de poner al día a quienes debían desarrollar sus pueblos en la plenitud de sus potencialidades, de modo que no fueran sorprendidos por aquellos otros que •se preparan para deslumbrar, para dividir, para intrigar, para llevarse el tajo con el pico del águila ladrona''. 1

Martí no suscribe la hiperbolización del papel desempeñado por la ciencia y la técnica en el proceso social, enarbolada por los ideólogos liberales positivistas. Tampoco se deja engañar por el falso objetivismo del científico o su aparente rechazo a una toma de partido social y política; al bosquejar la vida de algunos sobresalientes hombres de ciencia deja claro cómo, a pesar de sus orígenes humildes, sus descubrimientos y aportes están al servicio de los intereses socioeconómicos dominantes. Por eso distingue lúcidamente entre el alcance universal de los avances cognoscitivos de la ciencia y las aplicaciones concretas de esos logros, y llega a esta formulación:

En la política de América, es riesgosa la idea política del continente, porque con dos corceles de diferente genio y hábitos, va mal el carruaje. Pero la ciencia es toda una, y conviene todo lo que junte a los pueblos si la amistad no llega a la funesta e imposible unión de caracteres que han de chocar y padecer, en los métodos y en los intereses de una obra que sólo en lo final de la libertad puede ser común, y en lo real contemporáneo no lo es.2

1MarUJOÉ •EJ Coagreso de Washington• (Ltl Naci6n, Buenos Aires, 8-11-1889). Obrtl8 complilllll, L 6. Editorial de Ciencias Sociales, La HabaDa, 1975, p. 3S. Ea lo adelante, lu citas do Martl remiten a esta edición, abreviada como O. C.

2J.M.:•Ea casa• (PIIIria, 28-3-1892). O.C., t. 5 p.343.

436

Su condición de político latinoamericano y luchador anticolonialista, su mentalidad abierta y dialéctica, y profundo humanismo, permiten a José Martí discernir lo que puede ser beneficioso para nuestros pueblos, siempre que no se dejen llevar por deslumbramientos, propiciadores de la penetración extranjera, y por ideas que, por más novedosas y seductoras que parezcan, no se ajustan a requerimientos reales. De ahí que exprese:

La ciencia, en las cosas de los pueblos, no es el ahitar el cañón de la pluma de digestos extraños, y remedios de otras sociedades y países, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos, ásperos o lisos, del país, y acomodar al fm humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que convengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. Los demás es yerba seca y pedantería.'

Son estos mismos principios los que alienta en La Edad de Oro. Martí confiesa, en carta a M. Mercado, que: • A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tierra y hombres de América. Si no hubiera tenido a mis ojos esta dignidad, yo no habría entrado en esta empresa" •4

Si en lo relacionado con las cuestiones científicas y técnicas se aprecia que los aspectos más privilegiados en otras publicaciones están ausentes o simplemente esbozados en la revista, en ello incide que, al interrumpirse su edición en el cuarto número, Martí no puede desplegar en ella todo lo preconcebido, y, desde luego, la necesidad de adecuar estos temas a la comprensión de su destinatario específico, sin minimización o empobrecimiento, pues "los niños saben más de lo que parece ••• ". 5 En la cita que hace Gonzalo de Quesada del prospecto de la revista, se anuncia que:

Cada número contendrá, en lectura que interese como un cuento, artículos que sean verdaderos resúmenes de, ciencias, industrias, artes, historia y literatura, junto con artículos de viajes, biografías, descripciones de juegos y costumbres, fábulas

1J.M.:•erece•. (Patria, 5-4-1894). a.c., t. 3, p. 111.

4J.M.:•Carta a MD;uel Mercado•, 3 de agosto de 1889. a.C., t. 20., p.147.

5J.M.:• A Jos Diiíos que lean La Edllllilll aro•. a.c .• t. 18, p. 303.

437

y versos. Los temas escogidos serán siempre tales que, por mucha doctrina que lleven en sl, no parezca que la llevan, ni alannen al lector de pocos alfos con el titulo cient(fico ni con el lenguaje aparatoso. 6

El programa es el usual en este tipo de publicaciones, pero en La Edad de Oro Martí va ofreciendo de forma gradual y en una interrelación sistémica, altamente provechosa a sus propósitos, una escala de valores y una concepción del mundo que naturalmente tendía a subvertir los esquemas e interpretaciones que dan fundamento al orden establecido y paralizan todo intento de transformación, aunque, en pírrica victoria, sean estos últimos los que dan al traste con una obra a la que el Maestro se había consagrado con devoción amorosa y esperanzada. Como le expresa a Mercado en una carta:

... porque, por creencia o por miedo de comercio, quería el editor que yo hablase del "Temor de Dios" y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíiitu divjno estuvieran en todos los artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así en tierras tan trabajadas por la intransigencia religiosa como las nuestras?7

Varios son los textos en los que "el hombre de La Edad de Oro" toca el tema de la religión, para ir evidenciando lo que tienen de común las diversas creencias y ritos de distintos pueblos y llevar al entendimiento que

IS3.

o o o son los hombres los que inventan los dioses a su semejanza, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado y las adora en los templos: porque el hombre se ve pequeño ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesidad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien el mundo,

6•Nota pRiiminar•, O. C., t. 18, p. 296. (El subrayado es mío, M, S.).

7J. M.:•earta a Manuel Mercado, del26 de noviembR de 1889•. O.C. t. 20, p.

438

y para que no le quite la vida. 8

El complemento de esta y otras referencias al origen y diversas modalidades de creencias y cultos religiosos, está, en gran medida, en los escritos donde se abordan los fenómenos de la naturaleza dándoles una interpretación calzada con el avance de las ciencias particulares. Es conveniente recordar que ya en 1883José Martí había proclamado: "Que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública. Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que en vez de la historia de Josué, se enseñe la formación de la tierra. 119

El Maestro es consecuente con esta propuesta en La Edad de Oro, donde el origen de los fenómenos naturales, la complejidad y riqueza de los procesos que en ellos interactúan, son dados con un enfoque dialéctico, alejado de todas las estrecheces de un mecanismo evolucionista, y que si bien no responden a una cabal concepción materialista, se contraponen al génesis de los mitos y creencias religiosas. Sin embargo, Martí no deja de revestir sus interpretaciones del mismo hálito de belleza y de lo extraordinario que envuelven esos mitos y creencias.

Por otra parte, la educación política, ética, histórica, social, no se divorcia de las nociones científicas que se desea inculcar. Antes bien, se imbrican y apoyan significativamente. Así, en la segunda frase que aparece en la presentación de la revista "A los niños que lean La Edad de oro•, se enuncia: "Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. "10 Este símil apoya la importancia vital tanto del fenómeno natural señalado como de la existencia del sexo femenino, incitando hacia él hábitos de caballerosidad y respeto. Este es un recurso del que Martí se vale con frecuencia. Por ejemplo, en "Meñique" el narrador afmna: • ... porque la vida sin cortesía es más amarga que la cuasia y que la retama •. 11 En ese caso el símil también cumple el efecto semántico deseado; pero de este modo, además, se da a conocer un rasgo

1J.M.:•La Díada•, de Homero. O. C., t. 18, p. 330.

9J.M.:•Educación científica•. (La AmérictL Nueva York, septiembre de 1883).

1~.M.: •A los niños que lean La Edad de oro•. O.C., t. 18, P. 301.

11J.M.: •Meñique•. O. C. t. 18, P. 316.

439

común de ambas plantas; la primera de ellas tiene también propiedades medicinales que no interesa denotar, como sí sucede en otros escritos, donde se perciben los conocimientos de José Martí sobre botánica y su interés por el empleo de la medicina verde, especialmente a partir de plantas oriundas de nuestro medio. Una tercera muestra del mismo procedimiento puede extraerse de "Tres héroes", que abre el primer número de la revista. En esta narración Martí compara el comportamiento de determinados hombres con el de la llama y el elefante, para consolidar una reflexión de profundo contenido ético-político: "Hay hombres que son peores que las bestias ... "12

Esta idea se amplía en "Cuentos de elefantes" que aparece -como se sabe- en el cuarto número, y donde se describen las características físicas de estos animales, sobre todo de su trompa, con expresión, incluso, de su nombre científico: proboscis, de donde se deriva el de esta familia u orden de mamíferos. A lo que se agrega la importancia de los paquidermos como medio de transportación en los pueblos de África y la India, donde habitan, y la veneración que a algunos de ellos se le tributa, así como determinados rasgos positivos de su comportamiento, a pesar de su ferocidad. Se intercala de inmediato la dramática narración de una cacería de elefantes, a través de la cual se constata lo expresado en "Tres héroes" acerca de que hay hombres más bestiales que los propios animales, llevados por su falta de escrúpulos y el afán de lucro. La violencia que permea este relato -extraña a las concepciones y a la personalidad de Martí- es explicable solamente por el sentimiento de reprobación que se quiere inspirar hacia los depredadores. El narrador establece una nítida distinción entre este tipo de hombres, representativos de la explotación y la opresión colonialista, con aquellos que van a África llevados por un interés científico, entre los que menciona a los exploradores ingleses C. J. Gordon (1833-1885), D. Livingstone (1813-1873) y J. R. Stanley (1841-1904).

Este cuento se estructura a partir del parentesco del mamut y el elefante -con asomo a la evolución de los proboscidios o proboscídeos­y de la antítesis que surge del comercio con los colmillos de estos animales:

.•. Muchos alemanes y franceses andan allá explorando, descubriendo tierras, tratando y cambiando con los negros y

12J.M.: •Tres héroes•. O.C., t.l8, P. 305.

440

viendo cómo les quitan el comercio a los moros. Con los colmillos del elefante es con lo que comercian más, porque el marfil es raro y fino, y se paga muy caro por él. Ese de África es colmillo vivo; pero por Siberia sacan de los hielos colmillos de mamut, que fue el elefante peludo, grande como una loma, que ha estado en la nieve, en pie, cincuenta mil años. Y un inglés, Logan, dice que no son cincuenta mil, sino que esas capas de hielo se fueron echando sobre la tierra como un millón d - h 13 e anos ace .•.

El pasaje que sigue al fragmento citado es una verdadera anticipación de lo real maravilloso, y en él se describe, con un despliegue de funcionales imágenes, la aurora boreal y la descongelación que permite descubrir el cuerpo perfectamente conservado de un ejemplar de la era cuaternaria. De este modo, se recrean con maestría artística las tesis expuestas por Ch. R. Darwin (1809-1882) en El origen de las especies por medio de la selección natural o la conservación de las rQZilS favorecidas en la lucha por la vida (1859), aunque es sabido que a la muerte de este destacado naturalista inglés le dedica un artículo, donde afirma: "Bien vio, a pesar de sus yerros, que le vinieron de ver, en la mitad del ser, y ·no en todo el ser". 14

La objeción martiana se clarifica en una formulación enfática de sus concepciones al comentar los trabajos de los científicos materialistas en 1882: "Y ese sí es el magnífico fenómeno repetido en todas las obras de la naturaleza: la coexistencia, la interdependencia, la interrelación de la materia y el espíritu''. 15 De ahí su rechazo a cualquier vulgarizacion materialista en la interpretación de la realidad.

El maridaje de la educación ética y la científica alcanza plasmación estética a través de la poesía en "Dos milagros". La primera estrofa incita a la bondad, al enaltecer el gesto de un niño incapaz de destruir lo creado por la naturaleza que va más allá de la preservación de la ecología a un

13J.M.: •euentos de elefantes•. O. C., t 18, p. 486.

1"J.M.- •narwin ha muerto• (lA Opini6n Nacional, Caracas, septiembre de 1882). o.c., t 15, p. 380.

15J.M.: •SeccicSn constante•. (lA Opini6n Nacional. Caracas. lS-6-1882). O.C., L 23, p. 317.

441

respeto de la existencia. En este concepto se insiste, al hacer un resumen de lo publicado dentro del segundo número en "La última página": " •. . . porque nadie debe morirse mientras pueda servir para algo, y la vida es como todas las cosas, que no debe deshacerlas sino el que puede volverlas a hacer. El que se mata, es un ladrón''. 16 En la segunda estrofa del mencionado poema, partiendo de la antigua leyenda de la fabulosa ave fénix, que resurge de sus cenizas, y basado en la paradoja muerte-vida -de tantas importantes significaciones en Versos sencillos,- Martí alude a la complejidad de los procesos biológicos.

Los conceptos de la vida y de la muerte son de los más complejos y significativos que aborda José Martí para sus lectores infantiles. El escritor se encamina a desterrar de sus mentes la inquietud ante esos fenómenos con fmo cuidado en el aspecto sentimental. Así, utiliza a la protagonista de "Nené traviesa" para que sea ella quien haga esta reflexión: •y dime, papá", le preguntó Nené: "por qué ponen las casas de los muertos tan tristes. Si yo me muero, yo no quiero ver a nadie llorar, sino que me toquen la música, porque me voy a ir a vivir en la estrella azul". 17

En "Un paseo por la tierra de los anamitas", al hacer una exquisita caracterización de la idiosincracia de aquel pueblo, deja saber:

••• No hay casa sin su ataúd, que es allá un mueble de lujo, con los adornos de nácar: los hijos buenos le dan al padre como regalo un ataúd lujoso, y la muerte es allá como una fiesta, con su música de ruido y sus cantares de pagoda: no les parece que la vida es propiedad del hombre, sino préstamo que le hizo la naturaleza, y morir no es más que volver a la naturaleza de donde se vino, y en la que todo es como hermano del hombre ... 18

Un año antes, en "Un funeral chino", había expresado: "Morir ¿no es volver a lo que se era en principio? La muerte es azul, es blanca, es

442

1'.J.M.: •La última página•. O.C., t. 18, p. 401.

17J.M.: •Nené traviesa•. O. C., t. 18, p.37S.

11J.M.: •un paseo por la tiena de los anamitas•. O. C., t. 18, p.464.

color de perla, es la vuelta al gozo perdido, es un viaje''. 19

La creencia en una vida supraterrenal y en un principio que rige la armonía del universo, alimentada por el espiritualismo y el panteísmo martianos, parece asomar entretejida con la explicación del movimiento de los astros y las leyes que lo regulan, la existencia de vida en otros planetas y el espectro de la descomposición de la luz en "Nené traviesa", desde la perspectiva infantil de su protagonista:

•.• a ella le gustaban mucho unos libros que él le traía, donde estaban pintadas las estrellas, que tiene cada una su nombre y su color: y allí decía el nombre de la estrella colorada, y el de la amarilla, y el de la azul, y que la luz tiene siete colores, y que las estrellas pasean por el cielo, lo mismo que las niñas por un jardín. Pero no: lo mismo no: porque las niñas andan en los jardines de aquí para allá, como una hoja de flor que va empujando el viento, mientras que las estrellas van siempre en el cielo por un mismo camino, y no por donde quieren: ¿quién sabe7 puede ser que haya por allá arriba quien cuide a las estrellas como los papás cuidan acá en la tierras a las niñas. Sólo que las estrellas no son niñas, por supuesto, ni flores de luz, como parece, de aquí abajo, sino grandes como este mundo: y dicen que en las estrellas hay árboles, y agua, y gente como acá: y su papá dice que en un libro hablan de que uno se va a vivir a una estrella cuando se muere. 20

Las estrellas reaparecen asociadas a la velocidad de la luz, en un interesante rejuego con el velocípedo, que van descifrando fenómenos de índole füosófica y científica tan complejos como el movimiento y la energía, junto con el tema del amor de los padres por los hijos, en "La llltima página" del cuarto nlimero:

Si pasa un niño en un velocípedo, con su vestido de terciopelo y su, cachucha, y tan de prisa que todo el mundo se para a verlo, el padre no piensa en comprarse un velocípedo él,

19J.M.: •un funeral chino. Los chinos en Nueva York• (lA Naci6n, Buenos Aires,l6-12-1888). o.c., t. 12, p. 79.

20.J.M.:•Nené traviesa•, O. C., t.18, p.37S.

443

sino en que su hijito estará lindo de veras cuando vaya como el niño del terciopelo y la cachucha, en sus dos ruedas que dan como una luz cuando andan, y van casi tan de prisa como la luz, que es lo que anda más pronto en el mundo. La luz no se ve, y es verdad, como que si se acabase la luz, se rompería el mundo en pedazos, como se rompen allá por el cielo las estrellas que se enfrían. Así hay muchas cosas que son verdad aunque no se las vea. Hay gente loca, por supuesto, y es la que dice que no es verdad sino lo que se ve con los ojos. ¡Cómo si alguien viera el pensamiento, ni el cariño, ni lo que, allá dentro de su cabeza canosa, va hablándose el padre, para cuando haya trabajado mucho, y tenga con qué comprarle caballos como la seda o velocípedos como la luz a su hijo. 21

Martí amplía la defmición de la vida y de la muerte que ha venido bosquejando en •Historia de la cuchara y del tenedor•, donde expone:

Y no es que uno no quiere saber; porque la verdad es que da vergüenza ver algo y no entenderlo, y el hombre no ha de descansar hasta que no entienda todo lo que ve. La muerte es lo más dificil de entender; pero los viejos que han sido buenos dicen que ellos saben lo que es, y por eso están tranquilos, porque es como cuando va a salir el sol, y todo se pone en el mundo fresco y de unos colores hermosos. Y la vida no es dificil de entender tampoco. Cuando uno sabe para lo que sirve todo lo que da la tierra, y sabe lo que han hecho los hombres en el mundo, siente unos deseos de hacer más que ellos todavía: y eso es la vida: Porque los que se están con los brazos cruzados, sin pensar y sin trabajar, viviendo de lo que otros trabajan, esos comen y beben como los demás hombres, pero en la verdad de la verdad, esos 'no están vivos. 22

Aquí la explicación se impregna de un contenido ético-social: se incentiva la utilidad del hombre a través del trabajo intelectual o manual, al tiempo que se llama la atención sobre desigualdades sociales.

21J.M.; •La dltima página•. O. C., t. 18, p. S02.

22J.M.: •Historia de la cucban& y el teaedor•. O.C., t.ll, p.471.

444

Las transfonnaciones que se operan en la naturaleza, de acuerdo con leyes y procesos biológicos, tienen también cabida en un pasaje de "Bebé y el señor don Pomposo":

.•• cada vez que ve Bebé a su mamá, le echa el bracito por la cintura, o se le sienta al lado en la banqueta, a que le cuente cómo crecen las flores, y de dónde le viene la luz al sol, y de qué está hecha la aguja con que se cose, y si es verdad que la seda de su vestido la hacen unos gusanos, y si los gusanos van fabricando la tierra, como dijo ayer en la sala aquel señor de espejuelos. Y la madre le dice que sí, que hay unos gusanos que se fabrican unas casitas de seda, largas y redondas, que se llaman capullos; y que es hora de irse a dormir, como los gusanitos, que se meten en el capullo, hasta que salen hechos mariposas. 23

•BI señor de espejuelos" que se encontraba de visita en casa de Bebé estaría hablando de uno de los libros de Darwin, • ... en el cual libro dice cómo los gusanillos generosos van labrando, para habitación y sustento de los seres vivos, aquella parte de la tierra en que surgen después, perfumosos y frutados, los próvidos vegetales". 24

Tanto Bebé como Meñique y también Nené -protagonistas de tres bellas e instructivas narraciones- están caracterizados de modo que devienen paradigmas de las cualidades que José Martí desea fijar en sus lectores; los tres personajes tienen en común un provechoso deseo de saber el por qué de todo lo que les rodea, como es propio de los niños. Martí estimula ese afán de conocimientos: "Porque es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar. Para eso se publica La Edad de Oro... '', 25 les reitera en •La última página • del primer número. Meñique demuestra cómo con el afán de saber, la perseverancia y la inteligencia, se puede llegar a dominar distintos fenómenos, aunque puedan parecer cosa de magia.

23I.M.: •Bebé y el señor don Pomposo•, O.C., t.18, p.344.

24J.M.: •Darwin ha muerto•. (La Opini6n Nacional. Caracas, julio de 1882). O. C., t. 18, p. 374.

25J.M.: •La dltima pgma•, o. c., t. 18, p. 3SO.

445

El peculiar idealismo de Martí asoma con mayor notoriedad cuando se refiere a las maravillas creadas por la naturaleza; aunque, con el enfoque dialéctico de estos fenómenos, su exposición en interrelación sistémica y la libertad interpretativa que permite el empleo del lenguaje tropológico, deja expedita la vía para que el lector pueda acceder a la comprensión de la esencia de la unidad y la diversidad del mundo.

Ahora bien, cuando habla de las maravillas creadas por el hombre, donde se entrecruzan los conocimientos aportados por las ciencias naturales y las sociales con los avances de las técnicas para el progreso humano, se proyecta con mayor nitidez la maduración y radicalidad alcanzada por su pensamiento político y social, en íntima comunión con su praxis revolucionaria.

Una explicación de los orígenes y la evolución del hombre apoyada en la historia, la antropología, la arquitectura, la arqueología, y la geología -cuya importancia como ciencias transmite Martí- y con un enfoque dialéctico, es el fundamento de "La historia del hombre contada por sus casas", donde también palpita el viscerallatinoamericanismo que recorre todas las páginas de la revista.

El escritor va describiendo de manera útil a sus propósitos los diferentes estados recorridos por el hombre desde la prehistoria, cuyas etapas (paleolítico, neolítico y edad de los metales) define y delimita explicando sus aspectos caracterológicos esenciales y los elementos que posibilitan el tránsito de una a otra.

En general, en la obra martiana se encuentran muy escasas referencias a la geología, que sólo aborda al comentar algunos libros y en su artículo "Petrografía";26 pero que tenía bagaje informativo acerca de ella lo demuestra, entre otros ejemplos, el ya citado artículo sobre Darwin. En lA Edad de Oro. José Martí también destaca la importancia de esta ciencia, que alcanza un notable desarrollo en el siglo XIX en ramas como la estratigrafía y la paleontología, gracias a J. Cuvier (1769-1832), a quien el Maestro considera uno de los investigadores que revolucionaron el conocimiento científico de su época. Especialmente se refiere a lo aportado por estas investigaciones en "Cuentos de elefantes" y "La historia del hombre contada por sus casas•, donde realiza una gráfica descripción de las eras geológicas:

26J.M.: •petrografía• (La Amérim. Nueva York, febrero de 1884). O.C., t. 8, p. 432-435.

446

La tierra va echando capas conforme van pasando siglos: la tierra es como un pastel de hojaldres, que tiene muchas capas unas sobre otras, capas de piedra dura, y a veces viene de adentro, de lo hondo del mundo, una masa de roca que rompe las capas acostadas, y sale al aire libre, y se queda por encima de la tierra, como un giJante regañón, o como una fiera enojada, echando por el cráter humo y fuego: así se hacen los montes y los volcanes. Por esas capas de la tierra es por donde se sabe cómo ha vivido él hombre, porque en cada una hay enterrados huesos de él, y restos de los animales y árboles de aquella edad, y vasos y hachas; y comparando las capas de un lugar con las de otro se ve que los hombres viven en todas partes casi del mismo modo en cada edad de la tierra: sólo que la tierra tarda mucho en pasar de una edad a otra, y en echarse una capa nueva, y asf sucede lo de los romanos y los bretones de Inglaterra en tiempo de Julio César, que cuando los romanos tenían palacios de mármol con estatuas de oro y usaban trajes de lana muy fina, la gente de Bretaña vivía en cuevas, y se vestía con las pieles salvajes, y peleaba con mazas hechas de los troncos duros. 71

Con esa agudeza dialéctica se explica el origen del hombre en lo genérico, y en particular del hombre americano, para transmitir una conclusión bien distinta de las teorías que sostienen la existencia de jerarquías raciales y culturales. Afirma .. el hombre de La Edad de Oro• que:

... Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de árboles y flores piensa más en la hermosura y el adorno, tiene más cosas que decir, que el que nace en una tierra fría, donde ve el cielo oscuro y su cueva en la roca. 21

71J.M.: •La historia del hombre contada por sus casas•. O. C., t. 18, p. 360-361.

211bidem, p. 3S7

447

La honestidad con que Martí transmite su pensamiento a los niños (a quienes •nadie debe decirles lo que no sepa que es como se lo está diciendo. . . •l9 para que no les salga la vida equivocada), puede apreciarse también al leer algunos apuntes sin fechar, en los que Martí medita sobre estas mismas cuestiones:

Pues la tierra en -condiciones geológicas iguales- si pudo producir en unos lugares el hombre -¿Por qué no pudo producirlos en otros?- Que los pueblos americanos presenten afinidades con los de Occidente no quiere decir que de allá vengan.30

El contraste que establece entre Europa y nuestra América -savia del método creativo carpentieriano- desde el origen mismo del hombre, lo continúa Martí al adentrarse en los llamados tiempos históricos, dando a conocer los factores que demarcan su inicio. En esta parte del artículo, se interrelacionan la evolución del hombre, su organización sociopolítica, su religión, costumbres, arquitectura y entorno geográfico, comenzando por la antigüedad, de cuyos diversos pueblos se ofrecen los rasgos distintivos esenciales, para abarcar después el medioevo, el renacimiento y los tiempos modernos, hasta el detenimiento en la torre de Eiffel, el monumento más alto consttuido por el hombre hasta ese momento. Este mismo recuento aparece de modo más sucinto en •1..a exposición de París•. De ese modo, aunque asentado en el método genético-evolutivo, propio de la historiografía del siglo XIX, el relato está exento de un detallismo innecesario, de esquematismo y causalismo mecanicistas, y, lo más importante, se enfila a despojar la conciencia histórica latinoamericana de todo vestigio eurocentrista.

Con sutileza admirable, José Martí abre el entendimiento del niño al modo en que se transparentan, en lo arquitectónico y lo urbanístico, las diferenciaciones socioclasistas. Refiriéndose a las construcciones en Roma, dice: •... [el] rey, que era el guerrero más poderoso de todos los del país, y vivía en su castillo de piedra, con torres y portalones, como todos los que llamaban "señores• en aquel tiempo de pelear; y la gente

448

29J.M.: •u plena de las máquinas•, o. c., t. 18, p. 500.

30J.M.: O.C., t. 21, p. 210.

de trabajo vivía alrededor de los castillos, en casuchos infelices''. 31

En esta parte del texto emergen los gustos de José Martí y algunas consideraciones de carácter estético, como las referidas a la relación arte-naturaleza y el amalgamiento de técnicas y estilos constructivos. Estas hibridaciones son creadas por el intercambio cultural de los pueblos al progresar la humanidad. Pero también indica Martí -en un aleccionador ejemplo transbordable a otro momento histórico- cómo en ese avance hay pueblos que llevados por el ansia de dominio destruyen la cultura de otros:

En nuestra América las casas tienen algo de romano y de moro, porque moro y romano era el pueblo español que mandó en América, y echó abajo las casas de los indios. Las echó abajo de raíz: echó abajo sus templos, sus observatorios, sus torres de señales, sus casas de vivir, todo lo indio lo quemaron los conquistadores españoles y lo echaron abajo, menos las calzadas, porque no ~bían llevar las piedras que supieron traer los indios, y los acueductos, porque les traían el agua de beber.32

Así, refiriéndose a los devastadores efectos de la conquista española, demuestra que los indios de nuestra América, aunque fueron vencidos por la fuerza, llegaron a resolver problemas técnicos, por lo que se ve que no tenían una cultura inferior a la europea, sino distinta, debido a las necesidades que generaba el medio natural y la organización social. Ese enjuiciamiento apuntala otras observaciones que aparecen en la revista, encaminadas a refutar la falacia que encierra la tesis de la civilización y la barbarie como estadios propios de determinados momentos históricos en pueblos o razas. Por otra parte en trabajos como este, resulta obvia la información acumulada por Martí sobre las civilizaciones indígenas de nuestra América, por las que se siente atraído desde su llegada a México. Ese conocimiento deja huella en su cosmovisión y en su creación literaria.

El humanismo y el optimismo de José Martí se alzan al final de "La historia del hombre contada por sus casas", al afirmar que: " ... Ahora todos los pueblos del mundo se conocen mejor y se visitan [ ... ]como si

31J.M.: •t.a historia del hombre contada por sus casas•. O. C .• t. 18. p.368.

32lbiclem. p. 371.

449

empezara el tiempo feliz en que los hombres se tratan como amigos y se van juntando•. 31 Ese es el espíritu que alienta "La exposición de París•, insertado en el otro número de la revista, pero que constituye una continuación amplificadora en lo ideotemático del primer artículo. Este segundo trata de la reveladora • ... visita que se están haciendo las razas humanas•."

De inicio, •el hombre de La Edad de Oro • precisa el motivo de tan grandioso evento, con una condensada e iluminadora valoración de la Revolución Francesa: "Fue -dice- como si se acabase un mundo, y empezara otro•.35 Luego agrega: •Ni en Francia, ni en ningún otro país han welto los hombres a ser tan esclavos como antes. Eso es lo que Francia quiso celebrar después, de cien años con la Exposición de París .•. •• Pero páginas después, deja entrever que, al cumplirse el centenario de que lanzara al mundo la estremecedara consigna "libertad, igualdad, fraternidad •, ese pueblo es una potencia colonialista, como también se apunta en •cuentos de elefantes• y •un paseo por la tierra de los anamitas•, especialmente. Aquí también se revela que las valoraciones históricas martianas no se detienen en apariencias, sino que van a las esencias, en lo que influye el enfoque dialéctico y su perspectiva sociopolítica.

Como sucede en otros trabajos en que Martí comenta o reseña acontecimientos, reuniones o exposiciones a las que no asiste, en este artículo también se ejerce la fascinación de que se pueda visualizar la celebrada en París, en 1889, •como si la tuviésemos delante de los ojos•. n FJ periodista logra el prodigio de que el lector lo acompañe en su instructivo recorrido por todos los pabellones, y áreas abiertas, donde se muestra • ... la vida del hombre entera, y cuanto ha descubierto y hecho desde que andaba por los bosques desnudo hasta que navega por lo alto del aire y lo hondo de la mar•. 31

450

Así, en toda su animación y colorido, se ven hombres de todas

~dem. 34.J.M.: •u exposición de París•. o. c., t. 18, p. 408.

SJg,¡dem, p. 406.

36¡¡,¡d., p 408.

nldem.

J&rctem.

latitudes, sus costumbres, construcciones, industrias, artes, artesanías; pero la habilidad del escritor logra que se traspase más allá de lo que puede advertirse en una ojeada rápida y superficial, al encuadrar el punto de miras para que se capten las especificidades de cada uno de esos pueblos y los diferentes niveles que han alcanzado. No es gratuita su recomendación de que se lea más de una vez este artículo. En él hace meditar sobre cómo pueblos pequeños -en tamaño y población-, entre ellos Holanda y Bélgica, gracias al trabajo y una inteligente explotación de sus recursos, gozan de bienestar. 39 Pero el orgullo se inflama cuando se llega a donde el • •.. hombre nuevo de América convida al mundo lleno de asombro, a ver lo que puede hacer en pocos años un pueblo recién nacido que habla español, con la pasión por el trabajo y la libertad ¡con la pasión por el trabajo!: mejor es morir abrazado por el sol que ir por el mundo, como una piedra viva, con los brazos cruzados• .40 Bl Palacio de los Niños está lleno de atracciones. •Pero, si no tenemos tiempo [connota Martí], ¿cómo hemos de pararnos a jugar, nosotros, niños de América, si todavía hay tanto que ver, si no hemos visto todos los pabellones de nuestras tierras americanas?'• •BI hombre de La Edad de Oro • está convencido de que ese conocimiento es imprescindible y urgente.

Del asombro a la admiración pasa el joven lector, ante el espectáculo de tantas maravillas. Pero hay dos que descuellan entre todas: Ja torre Eiffel y el Palacio de las Industrias.

De todos los portentos nacidos del ingenio del hombre, uno de los más deslumbrantes, para el autor del artículo, es esa altísima torre de hierro construida bajo la dirección del ingeniero Gustave Eiffel (1832-1923), a quien debe su nombre, para celebrar el centenario del acontecimiento histórico. De ella hace Martí una magistral descripción:

"Ea este seu.tido, valo recordar que seis años antes Martl habla pmoonitado: • ... bay que introducir OD nuestras tierras los iastrumeotos nuevos; bay que euseiiar a DuestnJs apicultores los métodos probados con que en los mismos frutos loanm los de otros pueblos resultados pasmosos [ ... ] Urse cultivar nuestras tienu del modo que cultivan las suyas nuestros rivales e-A aprender en las haciendas•, lA Ambim. Nueva Yoat, agosto do 1883) O.C., L 8, p. 275-276.

40.J.M.: •La oxposicicSn do Pañs•. O. C., t. 18, p. 417.

41J.M.: •La exposicicSn do Pañs•: O. C., t, 18, p. 422.

451

... adonde va el gentío con un silencio como de respeto es a la torre Eiffel, el más alto y atrevido de los monumentos humanos ( ... 1 Arrancan de la tierra, ( ... 1 sus cuatro pies de hierro: se juntan en arco, y van ya casi unidos hasta el segundo estrado de la torre, ( ... 1 de allí fina como un encaje, valiente como un héroe, delgada como una flecha, sube más arriba que el monumento de Washington; que era la altura mayor entre las obras humanas, y se hunde, donde no alcanzan los ojos, en lo azul, [ ... 1 Y todo, de la raíz al tope, es un tejido de hierro. Sin apoyo apenas se levantó por el aire. Los cuatro pies muerden, como raíces enormes en el suelo de arena. 42

La afilada percepción martiana para descubrir y aquilatar lo original y novedoso, y que a su vez hace perdurable una creación, también se patentiza en este caso. Cuando la mayor parte de los críticos de arte, ingenieros, arquitectos y otros intelectuales manifiestan su incomprensión y rechazo ante aquella estructura férrea soberbiamente retadora, José Martf, sin haberla visto en realidad, es uno de los primeros en ponderarla. En una leve mención: "... sobre cuatro pilares de tablones habían levantado el primer estrado, que como una corona lleva alrededor los nombres de los grandes ingenieros franceses", 43 se reverencia el talento creador; pero no se olvida indicar, con mayor holgura, que el trabajo de los obreros también hizo posible aquella magnífica y representativa obra:

... como lanzas que apuntaban al cielo, salieron las vergas delicadas: de cada una colgaba una grúa: allá arriba subían, danzando por el aire, los pedazos nuevos: los obreros, agarrados a la verga con las piernas como el marinero al cordaje del barco, clavaban el ribete, como quien pone el pabellón de la patria en el asta enemiga: así, acostados de espalda, puestos de cara al vacío, sujetos a la verga que el viento sacudía como una rama, los obreros, con blusa y gorro de pieles, ajustaban en invierno, en el remolino del vendabal y de la nieve, las piezas de esquina, los cruceros, los sostenes, y se elevaba por sobre el

421bidem, P. 413.

43Idem.

452

universo, como si fuera a colgarse del cielo, aquella blonda calada: en su navecilla de cuerdas se balanceaban, con la brocha del rojo en las manos, los pintores. ¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre es el mástil!"

Aunque "el hombre de La Edad de Oro• se hace eco del significado de aquella exposición, del que es parte el reconocimiento admirado al progreso humano y de la contribución que al mismo han hecho la ciencia y la técnica, para él la • maravilla mayor" se encuentra en el Palacio de las Industrias, porque" ... ablanda al verlo el corazón, y hace sentir como deseo de abrazar a los hombres y llamarlos hermanos". 45 De este lugar también ofrece una lograda descripción, en la que, más que una muestra de admiración hacia las máquinas y el avance de las técnicas indus~es, se consigue exaltar la utilidad social del hombre con su trabajo creador. Este artículo es un verdadero canto al trabajo, y a los obreros:

Hay talleres por los arrabales de la Exposición, donde se ve, ¡para que el egoísta aprenda a ser bueno!, el trabajo del hombre en las minas de hulla, en el fondo del agua, en los tanques donde hierve, como fango, el oro. Hay, allá lejos, negras y feas, las hornallas donde echan el carbón para el vapor los hombres tiznados. 46

Por eso: "De paso no más veremos el palacio donde está todo lo de pelear ... • ,41 dice Martí, porque: • ... las cosas de guerra y de muerte no son tan bellas como las de trabajar .•. "48

En este artículo se mencionan, con relevancia, a dos sobresalientes científicos. El primero es, significativamente, A. L. Lavoisier (1743-1794), quien a pesar de haber dado un gran aporte al progreso de la humanidad, como uno de los fundadores de la química moderna es

44Ibidem, p.414.

451bidem, p. 426.

46J.M.: •La exposición de París•. O.C., t. 18, p.427.

471bidem, p. 428.

48lbidem. p. 4SS.

453

ejecutado durante la Revolución Francesa; Martí dice que su réplica se encuentra en el Pabellón de las Artes liberales, " ... de medias de seda y chupa azul, soplando en su retorta, para ver cómo está hecho el pedrusco que cayó a la tierra de una estrella rota y fría ... "49 El otro es T. A. Edison (1847-1931), sobre quien el maestro escribe varios interesantes artículos para otras publicaciones, y al que piensa dedicarle uno en particular en La Edad de Oro. que no llega a materializarse. Sin embargo, logra dar toda la dimensión del genial fisico norteamericano, creador de la bombilla incandescente, el fonógrafo, un tipo de acumulador y otros beneficiosos inventos, como el perfeccionamiento del teléfono, cuando dice:

De noche, un hombre toca un botón, los dos alambres de la luz se juntan, y por sobre las máquinas, que parecen arrodilladas en la tiniebla, derrama la claridad, colgado de la bóveda, el cielo eléctrico. Lejos, donde tiene Edison sus invenciones, se encienden de un chispazo veinte mil luces, como una corona. 50

Justipreciador del papel desempeñado por la electricidad y sus múltiples aplicaciones en la revolución científico-técnica de la segunda mitad del siglo XIX, José Martí quiere darle espacio en su revista para los niños. En tres números se lamenta de no haber podido incluir su "Historia de la cuchara y el tenedor", que por fin aparece en el cuarto; lo cual no indica preterición de un tema tratado con tanto interés en otras ocasiones, sino que, amén de la limitada capacidad editorial, entiende que el conocimiento de la naturaleza resulta un preliminar necesario al de otras ciencias; máxime si se trata de preparar a quienes deben resolver en el futuro las problemáticas de países eminentemente agrícolas y mineros. Además, ya se ha señalado que Martí va ofreciendo en sus lecciones un conocimiento dosificado, sobre principios, donde se dan la mano la psicología, la pedagogía y la teoría del conocimiento:

... Y luego, que no se lo han de decir a uno todo de la primera vez, porque es tanto que no se lo puede entender todo,

4'Ibiclem, p. 415.

50o,¡ctem, p. 426.

454

como cuando entra uno en una catedral, que de grande que es no ve uno más que los pilares y los arcos, y la luz allá arriba, que entra como jugando por los cristales; y luego, cuando uno ha estado muchas veces, ve claro en la oscuridad, y anda como por una casa conocida. 51

Algo que se repite en "La historia de la cuchara y el tenedor", es que Martí pone en primer plano al hombre y al trabajo. El obrero y ~u utilidad social quedan de relieve al mostrar el proceso fabril, donde se encádenan diferentes operaciones: fundición, moldeado, acabado (en el que se liman, redondean, cincelan y ornamentan los cubiertos), hasta llegar a la ilustrativa de~ripción del plateado o baño de plata, donde se sintetiza la importancia de la electricidad aplicada a la galvanoplastia:

... porque es un baño verdadero, en que la plata está en el agua, deshecha, con una mezcla que llaman cianuro de potasio -¡los nombres químicos son todos así!: y entra en el baño la electricidad, que es un poder que no se sabe lo que es, pero da luz, y calor, y movimiento, y fuerza, y cambia y descompone en un instante los metales, y a unos los separa, y a otros los junta, como en este baño de platear que, en cuanto la electricidad entra y lo revuelve, echa toda la plata del agua sobre las cucharas y los tenedores colgados dentro de él. Los sacan chorreando. Los limpian con sal de potasa. Los tienen al calor sobre láminas de hierro caliente. Los secan bien en tinas de aserrín. Los bruñen en la máquina de cepillar. Con la badana les sacan brillo. Y nos los mandan a la casa, blancos como la luz, en su caja de terciopelo o de seda. 52

Martí hace comprender cuánto ha avanzado el hombre desde que comenzó a trab~ar los metales; compara antiguas técnicas artesanales con la moderna fabricación industrial, a través de la elaboración de los objetos de platería, y expresa que si bien estos han perdido en durabilidad y belleza, los cambios tecnológicos han ido liberando al hombre de tareas fatigosas; enseña cómo las máquinas, cuya apreciación debe ayudar a

51J.M.: •Historia de la cuchara y el tenedor•. O.C •• t. 18, p. 471.

521bidem, p. 476-477.

4SS

"crecer el corazón", s3 han colaborado también a aumentar la producción de bienes materiales. Hace ver, asimismo, cómo un objeto de uso cotidiano, para una operación de necesidad vital como comer, y que puede tener aspecto bello, implica un gran esfuerzo, en el que participan decenas de trabajadores; y de este mismo objeto se sirve para insinuar las desigualdades sociales otras veces apuntadas: "Los cubiertos pobres, los que van a costar poco, no llevan más que un baño o dos: los buenos llevan tres, para que la plata les dure, aunque nunca dura tanto como la plata que se trabajaba antes con el martillo" .54

La utilización del vapor como energía y la fundición de los metales, también abordados en otros artículos, se describen en este, de modo que instruye al lector sobre esos procesos con disfrute estético, lo cual es válido, por supuesto, para todo lo escrito en la revista.

En este artículo, igualmente, se hace énfasis en los trabajos más rudos e innobles: "Sin saber por qué se calla uno, y se siente como más fuerte, en el taller de las calderas". ss

Martí es del parecer de que son los hombres quienes están aptos para las tareas más duras, en tanto que la mujer tíene mayor habilidad para los trabajos más delicados. Algo similar piensa respecto a que determinados pueblos tienen mayor capacidad creativa en lo artesanal y lo artístico que otros. En ambos casos lo explica a partir de la naturaleza.

La referencia a la ciencia y la técnica aparece hasta en el más mínimo detalle. Cuando el narrador de "La muñeca negra" va describiendo el cuarto de Piedad y cómo es su casita de jugar, dice:

456

... en su gran moña, de los tres colores está adornando la sala el medallón, con el retrato de un francés muy hermoso, que vino de Francia a pelear porque los hombres fueran libres, y otro retrato del que invent6 el para"ayos, con la cara de abuelo que tenía cuando pasó el mar para pedir a los reyes de Europa que lo ayudaran a hacer libre su tierra ... 56

53J.M.: •La galería de las máquinas•. a.c., t. 18, SOl.

54J.M.: •Historia de la cuchara y el tenedor•. a.C., t.l8, p. 47S.

5.5rbidem, p. 473.

56J.M.: •ta muñeca negra•. O.C, t. 18, p. 480-481. (El subrayado es mío, M. S.).

De esta forma se alude a M. J. La Fayette (1757-1834) y a Benjamín Franklin (1706-1790), en su condición de gestores de la independencia de las Trece Colonias de Nortearnérica, poniéndose de manifiesto la contribución francesa a ese hecho, pero, además, se señala el aporte científico-técnico de Franklin. Esta es, pues, otra muestra del engarce de la enseñanza científica y la política, en una narración donde lo predominante es su sentido antirracista.

En "La última página" del cuarto número -y final de la revista José Martí se despide de sus pequeños lectores haciéndoles patente el amor con que realiza la hermosa tarea de contribuir a su recreación, educándolos. Aquí se encuentran las últimas referencias al tema de la ciencia y la técnica:

. . .. Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón; pero en la imprenta dicen que el corazón cabe siempre, y el mundo no, ni el artículo de La Luz Eléctrica, que cuenta cómo se hace la luz, y qué cosa es la electricidad, y cómo se enciende y se apaga, y muchas cosas que parecen sueño, o cosa de lo más hondo y hermoso del cielo: porque la luz eléctrica es como la de las estrellas, y hace pensar en que las cosas tienen alma, como dijo en sus versos latinos un poeta, Lucrecio, que hubo en Roma, y en que ha de parar el mundo, cuando sean buenos todos los hombres, en una vida de mucha dicha y claridad, donde no haya odio ni ruido, ni noche ni día, sino un gusto de vivir, queriéndose todos como hermanos, y en el alma una fuerza serena como la de la luz eléctrica. Con todo eso, no cupo el artículo, y hubo que escribir otro más corto, que es ese que habla de la caza del elefante, y el modo con que venció el niño cazador al elefante fuerte. Nadie diga que el cambio no fue bueno. Se ha de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar, y hacer que la electricidad que mata de un rayo, alumbre en luz ... S7

En La Edad de Oro Martí viabiliza un. programa de educación científico-técnica para los niños latinoamericanos no sólo ejemplar en lo didáctico; como obra suya, es también de un notable valor en lo ético, lo

S7J.M.: •La dltima p4giaa•. O. C •• t. 18. p. 503.

457

literario, y, sobre todo, en lo político, ya q'!e constituye una de las bases sustanciales del nuevo espíritu, de la mentalidad de donde emanaría la transformación raigal de las circunstancias prevalecientes en las repúblicas de nuestra América. Es aspecto medular de su proyecto sociocultural para la plena afirmación e independencia latinoamericanas. Y, por ende, sería uno de los factores que garantizarían su anhelado equilibrio del mundo.

Para José Martí la ciencia y la técnica debían estar en función del bienestar, la dignificación y la liberación del hombre, y nunca al servicio de su destrucción u opresión: "¿Para qué, [declara en otra ocasión] sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?"58

"I.M.: •Postrimeaas clel verano. Principales ••• •. O. C., t. 11, p. 292.

4S8

El otro Martí LA PASION DE LAS CIENCIAS

ALEXIS SCHLACHTER

De cuarenta y nueve personas que conocieron personalmente al Héroe Nacional de Cuba -y cuyos testimonios fueron recogidos por Gonzalo de Quesada- sólo uno mencionó el interés del Maestro por el tema científico.

Efectivamente, Enrique Trujillo recuerda y deja constancia escrita: •Se le ve por las calles y plazas, por donde transita para ir a sus ocupaciones, cargado de periódicos y de libros. Siempre lleva consigo la última palabra de la ciencia, del arte, de la política."

Una simple pincelada mereció a ese contemporáneo de Martí el hecho de que libros de ciencia -actualizados- estuvieran siempre junto al héroe. Evidentemente, la historia repetida y mantenida de un Martí, fundamentalmente político, poeta y periodista versado en cuestiones artísticas y literarias además de sociales, oscureció una importante faceta del genio: la del hombre interesado vivamente en el conocimiento científico y tecnológico, la del estudioso profundo de los temas generados en talleres, laboratorios y exposiciones especializadas, la del periodista popularizador de la cultura científica.

Un ejemplo de esto tíltimo el -periodismo científico- puede ser el primer artículo que en tal dirección dió a conocer Martí a la temprana edad de 22 años.

El 2 de julio de 1875 los lectores de la Revista Universal, de México, se sorprendieron al recibir un extraño artículo que comienza por analizar los problemas políticos internos del país y concluye con un bien documentado examen sobre cierto folleto del investigador azteca don Mariano Bárcena.

Orestes -ése es el seudónimo del enigmático periodista- primero analiza los insistentes rumores sobre un alzamiento del general don Porfirio Díaz en Chiapas, para después hacer un inesperado giro de 180 grados bacía el terna científico.

El mismo Orestes se da cuenta de cuán brusco es el cambio y comenta al final del artículo:

459

Y aquí termina este raro boletín: no es de extrañar la confusión que reina en él: de la guerra que destruye desciende a la ciencia que crea. No desmiente con eso la existencia humana, cuya obra es formar y destruir para transformar perpetuamente, sin que nadie en estos cambios de la vida se destruya ni aniquile. Palabras sobre ciencia borran la impresión desagradable que produce emplear la inteligencia creadora en ideas sobre destrucción.

¿De qué trata la obra analizada por el cubano José Martí, bajo el seudónimo de Orestes? ¿Cuán profundos son los conocimientos científicos del novel periodista? Analicemos fragmentos del texto, primer artículo de divulgación científica escrito por el héroe antillano:

Recibió ayer la Revista unas páginas tan breves como llenas de ciencia y de trabajo. El señor Mariano Bárcena, dado con fruto a estudios áridos y serios, y largamente recompensado por ellos con la estima que cuantos le conocen le conceden, ha publicado una curiosa descripción de un Spheroma Burkartii, hallado en los terrenos descubiertos a 268 metros de la capa actual, en la peñoración artesiana que en hora feliz para la ciencia mandó practicar el señor Ignacio Cañedo en el valle del Ameca de Jalisco.

Por lo pronto, en lo citado hay algo significativo, Martí conoce y admira al científico mexicano don Mariano Bárcena (1842-1894), quien en 1875 aun no ha desplegado toda su valía. En 1877 Bárcena será el primer director del Observatorio Metereológico de México y un año más tarde descubrirá el antimoniato de mercurio y calcio que hoy lleva, precisamente, el nombre de barcenita, en su honor. Don Mariano Bárcena es, pues -en 1875- hombre ilustrado, miembro de la Sociedad de Historia Natural de México... pero un desconocido entre sus contemporáneos no especializados en materias científicas.

De ahí que resulte más significativo el hecho de que el periodista José Martí haya sacado a la luz pública el resultado de las investigaciones científicas de Bárcena y en una especialidad desconocida y pretérida: la paleontología o estudio de los restos fósiles en la tierra. Como el propio Martí se encarga de recordarlo:

Da la descripción del crustáceo ocasión al señor Bárcena

460

para mostrar sus conocimientos no comunes en Historia Natural y su destreza en el manejo de los términos de la nueva y utilísima ciencia prehistórica, hasta hoy y hoy mismo en México, casi desconocida u olvidada.

Sin embargo, Martí está plenamente actualizado en esa materia olvidada. Como lo podemos comprobar a continuación:

La América es, sin embargo, esencialmente necesaria al estudio de la ciencia nueva, y sin ella nada podrán deducir de cierto sobre la unidad, identidad y época común de aparición del género humano, los conocimientos que a tanto grado elevan Karl Vogt y Quatrefages y que tan bien compila y conoce el erudito español Juan Vilanova.

¿Quienes son los científicos citados por Martí en el pasaje referido? Karl Vogt (1817-1895) es un naturalista alemán seguidor de las

doctrinas evolucionistas de Charles Darwin. Durante el Congreso de Naturalistas de Cotinga, Alemania, en 1851 adquirió fama por su defensa a ultranza de la teoría darwinista. Juan Louis Armand de Quatrefages de Breau (1810-1892). En el año en que Martí lo cita es el presidente de la Academia de Ciencias de Francia y cofundador de la Asociación Francesa para el Avance de las Ciencias y de la Sociedad de Antropología; es uno de los primeros en cultivar la histología comparada e impulsar la diwlgación de temas antropológicos, asunto en el cual mantuvo fuerte oposición a Charles Darwin. Posiblemente Martí conoció sus libros titulados Charles Darwin y sus precursores franceses (1870) e Historia Natural: origen de las especies (1870). Juan Vilanova y Piera (1821-1893) es un geólogo y naturalista español, médico de profesión, que abandonó ésta por sus inclinaciones a las ciencias naturales. Finalmente se especializó -a partir de 1873- en la paleontología, al punto de conocércele más tarde como el padre de la prehistoria de España. Escritor ameno, nada extraño sería que Martí -quien vivió varios años en España y, precisamente, en la hora de esplendor de Vilanova- leyera obras de ese autor.

Luego de citar, como conocedor, a Vogt, Quatrefages y Vilanova, Martí entra de lleno en el terreno de las apreciaciones científicas, que dejan rastro indeleble sobre sus conocimientos paleontológicos, más bien propios de un especialista en la materia. Se pregunta y responde, a más de abundar en el tema con soltura.

461

• Apareció el hombre en América en la misma época de terrenos en que se asienta ahora, en que debió aparecer en el antiguo Continente?. No se hallan en Europa vestigios de su existencia en los terrenos primarios ni de transición; ninguna huella se encuentra en los terrenos secundarios, y es necesaria una completa credulidad para afmnar la aparición del hombre en el terreno plioceno. Verdad es que los terrenos terciarios ofrecen buen número de sílex en los que parece distinguirse la obra del linaje humano; pero no es menos cierto que aún no ha encontrado entre estos útiles resto alguno de hombre. En los terrenos cuaternarios es indudable ya su aparición.

¿De dónde puede haber tomado Martí las divisiones citadas?. Un cotejo con las teorías en boga nos orienta hacia el fundador de la Paleontología, sir Charles Lyell (1797-1875), el científico que inspiró a Charles Darwin y lo antecedió en la creación de la teoría evolucionista. Ya en 1830 Lyell había publicado Principios de Geologta, donde expuso el criterio de que los cambios ocurridos en la historia de la tierra fueron motivados no por causas antiguas y ya inoperantes sino, al contrario, por fuerzas plenamente vigentes. Así, Lyell echó por tierra las teorías del teólogo inglés William Paley (1743-1805) acerca de un acto de creación único como génesis de la vida terrestre, y al mismo tiempo dividió en cinco eras la historia terrestre: arcaica o azoica, primaria o paleozoica, secundaria o mesozoica, terciaria o cenozoica y era cuaternaria o antropozoica.

Similares divisiones utiliza Martí en el artículo analizado e, incluso, subdivisiones como el plioceno que Lyell sitúa en la era terciaria.

Otra evidencia de la formación científica del periodista Orestes cuando escribe sobre el tema paleontológico nos llega en el siguiente párrafo:

Dificilísimo y muy ocasionado a errores es todo lo que se asienta en esta materia. ¿No creyeron nuestros antepasados durante medio siglo, que la salamandra fósil de Oeningen era el hombre preadamita? Así lo afirmó Scheuchzer hasta que Camper probó que aquel hombre testigo del diluvio era un humilde reptil.

Comprobemos cuánta información hay detrás de estas pocas líneas. El médico suizo Johann Jacobo Scheuchzer (1672-1733) era un fanático

462

creyente de la creación contada por la Biblia; en 1705 encontró dos vértebras negras y brillantes de un supuesto pecador muerto durante el diluvio universal a orillas del río Constanza. Sobre el particular editó un opúsculo -en latín- que incluyó la impresión de las famosas •vértebras• humanas, así como detalles del hallazgo.

Algún tiempo después, el mineralogista Johann Jacobo Baier ~aliro investigaciones en la misma zona que Scheuchzer y descubrió que las •vértebras• del supuesto hombre antediluviano no era más que vértebras de un pez fósil.

El encontronazo con tal realidad no amilanó al tozudo Scheuchzer, quien ya en 1724 daba a conocer un nuevo "hallazgo", esta vez en la zona de Oeningen, Baden: supuestamente había hallado restos de un hombre con vértebras cervicales y partes de la pelvis incluidas y en buen estado de conservación. Presto, el médico suizo devenido paleontólogo escribió un nuevo tratado sobre el hecho que, según él, demostraba la creación humana por intermedio divino.

Siete años después del "hallazgo" en Oeningen, moría Scheuchzer, y no pudo presenciar -por segunda vez- cómo su "descubrimiento• era hecho literalmente polvo por el naturalista holandés Petrus Camper (1722-1789), cuando éste demostró que el •hombre preadamita" no pasaba de ser una simple salamandra fósil.

Esta historia científica (si juzgamos por lo _escrito en el artículo analizado) fue bien conocida de Martí y nos da una idea sobre el fondo y alcance de sus conocimientos.

Y algo similar ocurre cuando tomamos en cuenta los insistentes llamados martianos a conocer mejor la prehistoria americana.

A propósito de un elogio a don Mariano Bárcena, Orestes asevera:

Excusado es animarle a no abandonar el estudio a que fácilmente se le conoce una afición decidida: ni él ni los que amen la ciencia han de olvidar que el examen geológico de América resolverá una cuestión previa que a los que se dedican a estos conocimientos preocupa con justicia: ¿apareció en las distintas comarcas de la tierra el género humano a un mismo tiempo?

Evidentemente, América está en el vórtice de la atención martiana desde el punto de vista de la paleontología; en consecuencia, parece estar al tanto de las opiniones que al respecto tienen los especialistas de su época.

463

Y aquí llegamos a un punto muy interesante y aún no esclarecido sobre el periodista científico José Marti, a propósito de su primera incursión pública en esa especialidad del periodismo moderno: ¿dónde se nutrió Martí de sus evidentes conocimientos sobre las investigaciones de restos fósiles? ••• ¿fue acaso autodidacta'J ... ¿o estudió en cursos de verano de la Universidad de Zaragoza?... ¿quizás frecuentó conferencias atraído por la carismática personalidad de Juan Vilanova, el Padre de la Prehisto . - 1-? na espanoa ..

Por el momento no hay respuestas concluyentes; en todo caso, pistas. Como la ofrecida por Femún Valdés Donúnguez en su Diario de un Soldado:

•En Zaragoza empezó a escribir artículos donde dejaba los juicios que le merecían los monumentos antiguos. Y siguió esos estudios en Madrid, Burgos, Sevilla, Cádiz y otros lugares de España y Francia. •

Tenga en cuenta el lector que de los estudios propiamente arqueológicos a los paleontológicos no hay insalvables distancias, y mú en un joven con profundas inquietudes intelectuales como lo era José Martí.

Por lo pronto queda para la historia un hecho cierto e incuestionable José Martí no desdeñó la divulgación científica en su quehacer periodístico iniciado en México a los 22 años de edad. Y su cultura no fue meramente literaria_

464

LIBERTAD. CIENCIA Y POESIA EN EL PROYECTO DE JOSEMARTI

OSMAR SÁNCHEZ AOUll..BRA

Uno de los problemas graves generados o favorecidos por la especialización creciente en la época moderna es el de la incomunicación entre tipos de cultura y, asimismo, entre sus representantes respectivos. Cultura científica y cultura artística son dos mundos aparte, como también lo son el intelectual de la ciencia y el intelectual a solas, ,o sea, el encarnado en su versión más pura por el poeta. Convencidos cada uno de esos mundos por separado de estar situado en -o de ser- el centro, nada raro es que se ignoren o subestimen recíprocamente, como si ya no fuera bastante, para la incomunicación, con la dificultad real que suponen los códigos lingüísticos empleados en cada uno de ellos.

Así las cosas, se hace algo extraño hablar de un proyecto del que formen parte la ciencia y la poesía, el mundo científico-técnico y el literario-artístico, máxime si quien lo postula milita, por su sensibilidad, por su formación y por su obra, en sólo uno de ellos.

José Mart!, ciertamente, más que escritor en general, como se dice de tantos sin una vocación definida al respecto, fue un poeta, un poeta de destino. Desde 1869, año en que publicara el poema de corte dramático AbtUüa y el soneto • Al 10 de Octubre•, hasta los días de mayo de 1895 en que registra sus pulsaciones personales en varias cartas y en un diario, aquel destino prevalece como sello principal de casi todo el mapa que cubre su escritura. La tensión linguoexpresiva, el tramado imaginístico, la sensibilidad hacia el lenguaje, el tono, y la preocupación humanística no dejan lugar a dudas: con independencia de los géneros discursivos en que se realizara esa vocación, ella develaba a un poeta, era la de un poeta.

Aún el hecho de que diera a la imprenta dos poemarios -significativos, por cierto, para la historia literaria hispanoamericana­deviene prueba de ese destino, pues su consagración a la empresa independentista de Cuba y afirmadora de la identidad de •nuestra

465

América• no fue obstáculo suficiente a impedirle algo que no guardaba relación muy directa ni inmediata con ésta, y que más bien podía estorbarla, según él mismo concientizó.

Necesitado de un crédito -como hombre responsable, con dotes organizativas, con propósitos serios y demás cualidades infaltables en quien re;tliza una labor proselitista desde la oposición- que la imagen de poeta (•poeta en versos•) no favorecía, Martí, sin embargo, publicó esos dos cuadernos: lsmaelillo. en 1882, y Ver.ros Sencillos. en 1891. Y si bien retardó o condicionó la lectura del primero por temor a que se le fuela a conocer como •poeta en versos• antes que como •poeta en actos• -según le confiesa a su íntimo amigo, el mexicano Manuel Mercado; 1 en ese último libro deja un testamento capital en favor de la poesía, como muestra de su deuda de gratitud con ella por la ayuda y el acompañamiento asegurados en los instantes más difíciles -que no fueron pocos- de su existencia:

Vierte, corazón, tu pena Donde no se llegue a ver, Por soberbia, y por no ser Motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo, Porque cuando siento el pecho Ya muy cargado y deshecho, Parto la carga contigo.

Td me sufres, t\1 aposentas, En tu regazo amoroso, Todo mi amor doloroso, Todas mis ansias y afrentas.

Td, porque yo pueda en calma

1•Ea mi estante teago amontonada hace meses toda la edici6n (de Ismaelitlo), -porque como la vida ao me ha dado hasta ahora ocasi6n suficiente para mostrar que roy poeta ea actos. teuao miedo ele que por ir mis versos a ae.r cooocidos antes que mis -=ciaaes, vayan las aeates a creer que s61o my, como tantos otros, poeta ea versos•. (sura)Wio mío). Obra completa, 28 Ts., Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t.20, p.64.

466

Amar y hacer bien, consientes En enturbiar tus corrientes Con cuanto me agobia el alma.

T\1, porque yo cruce fiero La tierra, y sin odio, y puro, Te arrastras, pálido y duro, Mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina Al cielo limpia y serena, Y tú me cargas mi pena Con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre De echarme en ti te desvía De tu dichosa armonía Y natural mansedumbre;

Porque mis penas arrojo Sobre tu seno, y lo azotan, Y tu corriente alborotan, Y acá lívido, alla rojo,

Blanco allá como la muerte, Om arremetes y ruges, Om con el peso crujes De un dolor más que tú fuerte,

¿Habré, como me aconseja Un corazón mal nacido, De dejar en el olvido A aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios Adonde van los difuntos: Verso, o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos!

En otro poema dirá •solo, estoy solo: viene el verso amigo 1 Como

467

el esposo diligente acude 1 De la erizada tórtola al reclamo•. Y en otro: •nos patrias tengo yo: Cuba y la noche•, en alusión a un espacio

metafórico dnico en su exilio para practicar la escritura del poema y ejercer las dimensiones o potencialidades de sí menos demandadas en sus empleos de cada día.

Para corroborar ese destino de poeta, sin embargo, bastaba tal vez s6lo un texto como el que antes se reprodujo. De ningún otro de los géneros practicados alguna vez por José Martí (novela, cuento, teatro, ensayo, oratoria, artículo, reseña, etc.) se expresó él en términos semejantes: con ningún otro contrajo él tal deuda.

Adelantada esta condición en el autor del proyecto, está de más explicar la presencia en él de la poesía y todo lo que a ella se asocia, incluida la libertad, que funciona aquí, sobre todo, como el elemento abarcador y articulador de la poesía y de la ciencia.

Por esta función estructurante asignada a la libertad con respecto a esos otros dos componentes del proyecto martiano, ella requiere comentario aparte. Entre las varias definiciones de libertad dispersas en la obra escrita de Martí preferiría, por pragmática y sintética, la que aparece en su relato •Tres Héroes•, en el ndmero 1 Gulio, 1889) de La Edad de Oro, la revista que destinara epecíficamente a los niños, ciudadanos futuros de la que él llamara •Nuestra América•:

Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. ( ... ). Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado ( ... ). Hay hombres peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Pen1 se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga de la que

468

puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama. 2

Aspinlción y meta principal de lQda la actividad de José Martí desde que fue consciente de la situación colonial del país en que había nacido, la libertad fue principio clave, o principio de los principios, en cuanto ideó, estimuló, o hizo personalmente:

Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la libertad, como viven en el goce del aire y de la luz.

Este concepto matriz -•madre de todo•3 definió él la libertad-, o archiconcepto, opera en la obra martiana tanto a nivel de nación como a nivel de individuo: en ambas instancias designa igualmente un valor imprescindible para la plena realización de las distinciones humanas. Sin libertad el hombre, en la perspectiva de Martí, no es concebible: existir puede, pero no propiamente como hombre, como ser humano. Más comprensible se hace, de este modo, que él consagrara todas sus energías a la conquista y a la naturalización de la libertad entre sus semejantes.

En el orden estrictamente político, bien conocidas son las muestras de esta valorización de la libertad -dedicación de su juventud y de su madurez a su consecusión en Cuba, y a su defensa en cuanto país la sintiera escasa o amenazada-; menos conocidas sus muestras en el orden individual, no son por ello menos importantes:

El hombre que al buey sin pena imita, Buey vuelve a ser, y en apagado bruto La escala universal de nuevo empieza,

2o.c. ed. ciL, t. 8 p. 304-305 La significativa presencia de CODSideraciaaea ea tomo al UDiverso científico-técnico en La Edad tk Oro ofrece otra ...ara de la imporáncia concedida por Martí a este aspecto, particularmente, ea la formlci6a del ciudadaao lúspaaoamericaao.

3• Así ao se ha roto el orden aatural: y la Ciencia viao clespuá de la Uberlad, que ea lll8dR ele foclo• O.C., t. 8 p. 348.

469

enuncia uno de los más famosos poemas del ciclo de los Versos Libres "Buey•, un animal sometido, una bestia castrada, se halla en las antípodas de la libertad (luz) necesaria al hombre para confirmarse como tal. También el hombre tiene que asegurar en sí la libertad. La suya se intersecta con la estrictamente política y la favorece, pero no es del todo identificable con ella. Es una suerte de misión ineludible la que para realizarse y alcanzar su condición plena necesita cubrir el hombre en su tránsito por la tierra. La libertad referida a la nación, de la cual esa otra no es disociable, se beneficia de aquel impulso individual, en cualquier caso:

La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes. Una nación libre es el resultado de sus pobladores libres. Por lo que "[robarles] a los pueblos su libertad ( ... )es robarles a los hombres su decoro a.

Y tanto en un registro como en el otro, la libertad presupone conocimiento, preparación, cultura: nser cultos [sentenció Martí] es el único modo de ser libres". La cultura viene a ser una estación de paso obligatorio hacia la libertad, a la vez que la mejor garantía de permanencia en ella. De ahí el papel tan importante que concede el pensador y patriota cubano a la educación como vía de acceso a la cultura:

A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios. No hay que dudar entre un pueblo de Dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de defender nuestros derechos, es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza: toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres. -La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. (Subrayados míos).

El tránsito fluido de "hombre" a "pueblo" y viceversa en el fragmento' citado indica la interrelación natural entre las libertades en cada uno de esos órdenes desde la perspectiva martiana. Su proyecto

470

entonces no podía limitarse a la libertad únicamente en el ámbito con el que ésta ha solido identificarse: el de la política, o macropolítica, a nivel de naciones.

La cn•zada [asumida religiosamente por los nuevos misioneros que deben ser los maestros] se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo.

Educación, "ciencia" (cultura), "independencia", "bondad" y "decoro" conforman una red indisociable en este proyecto, en el orden individual no menos que en el de nación.

En clara evidencia de que es ésta una convicción muy arraigada en su ideario, otta vez dirá, destacando nuevamente la independencia recíproca entre todos esos ámbitos y conceptos, que "ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste, mientras no se asegure la libertad espiritual", en la que mucho cuenta, desde luego, la cultura.

José Martí, a no dudarlo, fue un humanista; pero quizá un humanista sui géneris, porque se propuso llevar a la práctica y aplicado a mayorías, además, su ideario. Por humanista organizó la guerra de independencia cubana que se inició el24 de febrero de 1895 ("breve", ya que inevitable), y por humanista concibió un proyecto político comprensivo de los diferentes sectores sociales y de las principales dimensiones del ser humano. En virtud de este carácter es que previó también la participación de la ciencia, del orbe científico-técnico, en su proyecto de afirmación para toda Hispanoamérica.

Aunque el interés por la ciencia, y la inclinación a valerse de los procedimientos suyos que aseguran rigor, solidez argumentativa y objetividad a sus resultados, son rasgos que pueden verificarse desde los 70 en la ttayectoria martiana, sobre todo en lo que atañe a la conformación de su ideario en el orden político, va a ser a partir de 1883 que tales preocupaciones delineen un corpus específico en la obra de José Martl.

Desde las páginas de la revista publicacla en Nueva York La

471

América, él se desempeñará de 1883 a 1884 como divulgador y promotor entre los países hispanoamericanos de los avances científicos y técnicos logrados en las naciones más desarrolladas (\e Europa y Norteamérica. Ese corpus delineado por tales preocupaciones forma parte a su vez de un proyecto sociopolítico más amplio en el que está prevista la participación de la ciencia, en tanto miembro de la secuencia trinitaria educación-cultura-libertad. De ahí que al escribir en particular de aquella tenga que referirse a esos otros conceptos con los que interactúa la ciencia en el proyecto suyo:

En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se les quiere ver siempre, como aún se ve ahora a algunos, irregulares, atrofiados y deformes( ... ).

Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los cursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza. ( ... )A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza: ésas son sus alas. Y el único medio de ponérselas es hacer de modo que el elemento científico sea como el hueso del sistema de educacion pública.

La ciencia aplicada a la solución de necesidades básicas, y la cientificidad como soporte o eje de todo el sistema de enseñanza, constituyen invariantes medulares de un proyecto que tal vez confía mucho de su realización al principio muy valorizado también por la modernidad iluminista de la educación.

Conviene que se repare, sin embargo, a propósito de esta estimación del aporte de la ciencia y la técnica, en la integración y síntesis operadas por Martí de ideas y orientaciones que en otros proyectos resultarían opuestas: la ciencia, como parte que es de un proyecto encaminado a logmr la plena rea1i7Jlción del ser humano en sus dimensiones definitorias, se acompaña de la espiritualidad y de la ética muy estimadas tambien en ese proyecto.

472

Como explicita él en otra ocasión:

Ha de tenderse a desenvolver todo el hombre y no un lado del hombre [pues] ( ... ) el mero progreso mecánico, si no encajase en el glorioso movimiento universal, sería como la habilidad estéril de un cigarrero chino. El árbol de la naturaleza está cargado, como todos los árboles, de frutos y de flores, -que llevan la semilla de los frutos. Flor sin fruto viciaría el árbol, que se iría todo en hojas: -fruto sin flor, no podría ser. La imaginación (presente asimismo en la literatura] es la vanguardia y como el profeta de la ciencia. 4

Tener en cuenta esa diversidad de dimensiones constitutivas y definitorias del ser humano, y aspirar a la integración plenaria de todas ellas como paso infaltable de la reaHzación (o "revelación) humana, evita -incluso- al estratega político sobrevalorar una u otra de ellas en detrimento de las que parecieran favorecer menos, 'de inmediato, la concreción de su proyecto.

La ciencia (cientificidad) es por él muy apreciada, si, pero como parte de un proyecto sociopolítico integrado a su vez en un sistema de ideas en el que resulta clave la armonía, como aspiración, como meta a recuperar. A nivel de individuo, y a nivel de nación.

No equivale esto a decir, desde luego, que tal conjunto sea ajeno a la contradicción, o que no haya en él tensiones irresueltas. De hecho, como habrá podido constatarse por las citas de su ideario científico­pedagógico hechas antes, la consideración, valorizada además, del aporte científico-técnico no supone la exclusión de un principio de religiosidad -aerto que no convencional, ni referida a creencias al uso-, inseparable de Martí en cada una de las facetas principales cubiertas por su ideario, por su praxis.

•o.c., cc1. cit., t.a. pp. 407-408.

473

ECONOMIA, DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE A TRA VES DE LA VISIÓN MARTIANA DE LA CIENCIA. APUNTES PARA

UN ESTUDIO.

JOSEFINA TOLEDO

El desbroce y agrupamiento temático de esa "mina sin acabamiento"1 -al decir de Gabriela Mistral- que es la obra martiana, evidencia que estas importantes directrices de su pensamiento aparecen tratadas no de forma teórico académicas en estudios específicos, sino que emergen a lo largo de buena parte de su vasta obra como expresión de su proyecto político para los países de nuestra América. Porque si asumimos su pensamiento como un conjunto armónico y abarcador, donde cada uno de los componentes coadyuva en la consecución de un objetivo superior, convendremos en que los problemas económicos y del desarrollo integral est4n concebidos desde nuestro medio ambiente y a partir de su defensa, y forman parte de su estrategia política para el progreso social de nuestros pueblos.

La primera fuente a la que se asoma José Martí para ir conformádose una idea de los problemas económicos y el desarrollo remite a la experiencia de su propia infancia y adolescencia. Tiene sólo siete años cuando su padre es cesanteado de su cargo de celador del barrio de Santa Clara, en el segundo distrito de La Habana y su familia, que ya comenzaba a ser numerosa, tiene que afrontar esta drástica reducción de su presupues~. 1 Esta situación, sin embargo, le posibilita sus pñmeros contactos con la naturaleza al tener que acompañar a su padre, en 1862, a Hanábana, con motivo del nombramiento de éste con el pomposo título de Capitán Juez Pedáneo de ese territorio, puesto equivalente al de celador. Esta gozosa estancia fuera de los límites citadinos, despierta en él un amor entrañable a la naturaleza que se mantendrá a lo largo de toda su vida. Precisamente la primera carta suya que llega a nosotros está dirigida a su madre desde este territorio del campo cubano y refleja la

1Mistral, Gabriela (seud): •Los Versos Sencillos de José Martf•, La Habaaa, ea Revista bimestre cubtliUl, Vol. XLI, p.17S.

"Ver Hidalgo Paz, lbrahim: •José Martf. Cronología•, 18S3-189S. La Habana, Bd. Ciencias Sociales, 1992, p. 13.

475

fruición del excepcional niño de 9 años de edad.

Ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo/ ... / ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo en él / ... l. Todavía tengo otra cosa en que entretenerme / .. . 1 es un "Gallo Fino" que me ha regalado Dn. Lucas de Sotolongo, es muy bonito/ .. ./. Tanto el río que cruza por la "finca" l .. .1 como el de la Sabanilla / .•• / estaban el sábado súmamente crecidos / .. . 1 pero ya han bajado mucho. 3

Este sentimiento de armonía con el medio natural se ve alterado por la nota discordante de la esclavitud, cuya impresión de horror evocaría José Martí en la madurez de sus Versos Sencillos cuando recuerda su fuerte impresión al ver el cadáver de un esclavo colgando de un árbol y el compromiso que le suscitara a luchar, de por vida, contra toda injusticia social:

Un niño lo vio: tembló De pasión por los que gimen: ¡Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen! (O.C., t.l6,pp.l06-107)

La realidad económica de su propio contexto familiar, marcada por la precaria estabilidad laboral del padre, alcanza un clima peligrosamente dramático para su equilibrio psíquico cuando, ávido de conocimientos, se ve forzado a abandonar sus estudios y trabajar para ayudar a la subsistencia de su numerosa familia. En una carta dirigida a su maestro y mentor Rafael María Mendive sin fechar, pero fácilmente ubicable en 1869, se desahoga:

Trabajo ahora do seis de la mañana a 8 de la noche y gano 4 onzas y media que entrego a mi padre. Este me hace sufrir cada

1MarU José: Obras completas, La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1963-1973, t. 20, p. 243. Los textos martianos han sido tomados de esta edici6D, salvo cuando se especifica otra fuente. ED lo adelante s61o se seiialanl, in silu, el tomo y la palgina de su ubicación.

476

día. más, y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Ud. con toda la franqueza ruda que Ud. me conoce que sólo la esperanza de volver a verle me ha impedido matarme. La carta de Ud. de ayer me ha salvado. (O.C., t. 20, p. 246).

Como se ve, la confrontación con una realidad estresante hace que la idea del suicidio lo haya rondado en ese momento de su adolescencia, mientras fraguaba el acendrado estoicismo que desde entonces va a caracterizar la proyección de su personalidad, y que se pone de manifiesto unos meses después, durante su traumática experiencia como prisionero político del gobierno colonial. · Esta realidad económica impuesta por el colonialismo español en su última y más decadente fase, bloqueadora de toda opción de desarrollo, constituye la fuente primaria de José Martí para la comprensión de estos problemas.

Otro plano de esta realidad se le muestra en la propia Metrópoli a donde arriba como deportado político en 1871. Es en la facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid donde el joven revolucionario entra por primera vez en contacto con las teorías económicas, por cuanto esta ciencia estaba incluida en los planes de estudio. Trasladada su matrícula a la Universidad Literaria de Zaragoza, obtiene en 1873 calificaciones satisfactorias en la asignatura Economía Política.

Concluidos sus estudios universitarios en España, y su rápido contacto con Francia e Inglaterra, José Martí está ya en condiciones de constatar la realidad económica europea con la situación colonial cubana.

En México, a donde arriba el 8 de febrero de 1875, va a enriquecer su experiencia directa y su análisis sobre problemas económicos. Este país que amó como hijo, libre ya del colonialismo, atravesaba entonces una situación de relativo estancamiento en las vías para su desarrollo, y el cubano comienza a examinar ese contexto con la responsabilidad ciudadana de un nativo, a través de sus publicaciones en Revista Universtlt, particularmente en los boletines de carácter editorial que firma

4Revista Universal es un periódico de polltica, literatura y comercio. Su director es Vicente Villada y su Redacción se sit\1a en la primera calle de San FI'IIICisco (hoy Madero) ntlm. 13, freote a la Plazuela de Guardiola. Probablemeate Martí se vincula a esta publicación por medio de su mm amiao mexicano Manuel Mercado, vecino de su familia, radicada en Ciudad de México en estos años.

477

con el seudónimo de Orestes. Muchas de sus más elaboradas reflexiones sobre problemas económicos y del desarrollo, tanto de México como de todos los otros países al sur del río Grande, aparecen en Revista Universal y también en algunas de sus colaboraciones para el periódico El Socialista, órgano del Gran Círculo Obrero de México, agrupación que apoya la política reformista del presidente Sebastián Lerdo de Tejada que alienta el ideal de don Benito J uárez.

En este país se le revela la especificidad de nuestros pueblos y es aquí que escribe por primera vez la frase nuestra América que es para él declaración de principio que define el objetivo de su estrategia revolucionaria.

El 15 de enero de 1876, en un comentario sobre un drama de José Peón Contreras5 , escribe en Revista Universal:

•.• ni mueren las obras del talento, ni el espíritu, el espíritu humano, el espíritu americano son cosa pasajera. Si Europa fuera el cerebro, nuestra América sería el corazón. (O.C., t. 6, p. 423).

Para el análisis de los problemas económicos y del desarrollo mexicanos y, por extensión, de nuestra América, José Martí hace una utilización poco ortodoxa de los conocimientos que sobre esta disciplina adquiriera en España. La Economía Política clásica, instaurada como ciencia en los albores de las sociedades clasistas, asume la contradicción fundamental del modo de producción capitalista a partir de la teoría de la relación valor-trabajo, y la aplicación cientificista de este correcto postulado económico, con abstracción de todo criterio de justicia social, lleva de la mano a la apología del capitalismo como única opción de desarrollo. La sensibilidad revolucionaria de José Martí intuye este sutil desequilibrio, de ahí que su proyecto de desarrollo económico para nuestros países no pueda ser totalmente afiliado a ninguna de las escuelas y tendencias teóricas conocidas.

478

'José Peron Contreras (Mérida, Yucatm, 1843-1907) Bachiller ea Filosoffa, Médico. Director del Hospital de Dementes de San Hipólito. Aficionado a la mdsica, compuso algunas canciones. Varias veces diputado y seuador por su Estado y por Nuevo León. Se distinguió eu las letras, escribió numerosas obras de teatro, comedias y dramas. En Mérida, el antiguo teatro San Carlos se llama Peón Contreras, honor concedido ea vida de este autor. Fue miembro de la Academia de la Leagua.

El primer análisis martiano del contexto económico mexicano aparece en Revista Universal el 14 de Julio de 1875 y advierte de la sobrevaloración de la riqueza minera como vía dnica para alcanzar el desarrollo:

En vano es que la tierra mexicana brinde a las manos laboriosas sus entrañas de plata y de oro: l ..• 1 porque confiada en los exuberantes dones de la tierra, a ellos fia / ..• 1 un porvenir que un día ha de extinguirse con lo accidental que la enriquece y alimenta. (O.C., t. 6, p. 268).

Es evidente que el Maestro toma en cuenta el entonces insuficiente desarrollo de la industria metaldrgica nacional, que debía procesar el producto bruto, y también lo fluctuante de la demanda de estos metales en el mercado internacional, en momentos en que el bimetalismo suscitaba todavía apreciaciones contradictorias en el sistema monetario de muchos países. En este alerta martiano queda también implícita su preocupación por el uso de los recursos naturales no renovables que, por ello mismo, deben ser sometidos a una política de explotación que ayude a cimentar sólidamente el desarrollo industrial.

Esta idea sobre la conservación y el uso racional de los recursos volverá a aparecer con mucha fuerza años más tarde. El repoblamiento forestal como soporte de una explotación racional y científica de nuestros bosques es para Martí vía posible para el desarrollo y garantía de salud, en tanto que los bosques han sido considerados como pulmones naturales de los asentamientos humanos.

En un comentario periodístico sobre un congreso forestal escribe:

Ciudad sin árboles, es ~malsana. Terreno sin átboles, llama poca lluvia y da frutos violentos / .•• 1 hay que cuidar de reponer las maderas quese cortan. (O.C., t 8, pp. 302-303)

La vigencia de este llamado a la reforestación -hoy más urgida­sigue siendo uno de los medios exigidos a la responsabilidad del hombre para ayudar a salvar el precario equilibrio ecológico de nuestro planeta.

En el análisis de la realidad histórico concreta de México, y por extensión de nuestros países, Martí mira hacia la tierra como solución salvadora, a partir de su carácter permanente y de la previsible estabilidad de la producción agrícola. Este reconocimiento engarza con la relación hombre-naturaleza que él asume, entendida ésta como medio ambiente y

479

como vital medio productivo de riqueza agropecuaria, minera y de elementos químicos.

Esta comprensión de la actividad económica del hombre en el contexto de su entorno implica el reconocimiento de la idoneidad productiva de las tierras de nuestra América, a partir de su propia ubicación geognffica y, por ello mismo, tiene en cuenta las posibilidades del clima, la feracidad de los suelos y los abundantes recursos hidrtulicos. Así reflexiona sobre estas posibilidades:

La tierra es perpetua; séanlo las fuerzas que a vivir en la tierra se apliquen. Fuerzas constantes y productoras, elementos creadores, industrias transformadoras de los elementos que ~ existen. (O.C., t. 6, p. 268).

Es decir, que el proyecto de desarrollo económico que está proponiendo es la adecuada explotación agroindustrial de cada región; no se trata de pretender ignorar el imprescindible desarrollo económico que inevitablemente tiene que involucrar a la industria. Es obvio que para él, la riqueza de la tierra -agropecuaria o minera- no puede ser en sí misma una meta, sino una vía para que suljan y se consoliden las industrias regionales que debían ser capaces de procesar los productos que, sin violentar el medio aatural, han demostrado históricamente su viabilidad en la región.

Como elemento detonante de este proyecto de desarrollo armónico entre la producción agropecuaria y la producción industrial, Martí esgrime una reflexión de incuestionable vigencia que inserta en Revista Universal. en un artículo·publicado el 14 de agosto de 1875: • •.. la única riqueza inacabable de un país consiste en igualar su producción agrícola a su consumo•. (O.C., t. 6, p. 311). Y el21 de octubre de este mismo año precisa que •Hay tres medios de bastar al mantenimiento nacional: la agricultura, la industria y el comercio. • (Ibid, p. 348). De modo que en el análisis martiano de los problemas económicos esta seña la vía para alcanzar el desarrollo: la producción agropecuaria como una de las bases del desarrollo indusbial y elemento de equilibrio en las relaciones comerciales.

A partir de estas reflexiones el pensamiento económico del Maestro no puede ser asociado a la fisiocracia, dado que esta doctrina económica atribuye a la naturaleza el origen exclusivo de la riqueza y considera a la industria y el comercio como ocupaciones estériles. Los fisiócratas, desde fines del siglo xvm, proclaman a la agricultura como la única

480

actividad económica capaz de proporcionar un producto neto, dado que en ella el hombre puede poner las leyes de la naturaleza en función de la producción, sin violentarlas.

A partir del sentimiento de armonía en la relación hombre-naturaleza, el pensamiento martiano puede sentirse próximo a este aspecto de esa tendencia, pero en sus postulados generales se aparta diametralmente de ella porque -como se ha visto- no considera la producción agropecuaria como única y exclusiva fuente de riqueza y, a diferencia de los fisiócratas, no asigna inmutabilidad a las leyes de la Economía, sino todo lo contrario. José Martí propone la educación dialéctica de las medidas de carácter económico que se adoptan en cada caso, a pesar de no obviar por ello el carácter de ciencia de esta disciplina. Estas precisiones quedan nítidamente plasmadas en Revista Universal el 14 de agosto de 1875 cuando escribe:

La Economía ordena la franquicia; pero cada país crea su especial Economía. Esta ciencia no es más que el conjunto de soluciones a distintos conflictos entre el trabajo y la riqueza: no tiene leyes inmortales: sus leyes han de ser, y son, reformables por esencia / •. . 1 A propia historia, soluciones propias. / .• . 1 No se ate servilmente el economista mexicano a la regla, dudosa aun en el mismo país que la inspiró. Aquí se va creando una vida; créese aquí una Economía. (O.C., t. 6, pp. 311-312).

De modo que, para él, en teoría económica, como en muchas de las esferas de la actividad humana. la praxis es el único criterio valorativo de la solidez de un precepto.

En el análisis de la realidad económica mexicana José Martí plasma lúcidos comentarios sobre la polémica establecida entonces entre los partidarios respectivos del proteccionismo y el librecambio. En el plano teórico estas dos tendencias habían comenzado a rivalizar desde el triunfo liberal de 1857. El proteccionismo -tendencia entonces predominante- intenta salvaguardar el escaso desarrollo de la industria nacional gravando con altos derechos aduanales las mercancías extranjeras.

José 1\;fartí reconoce la conveniencia de favorecer el crecimiento de las industrias nacionales como vía para alcanzar un desarrollo sustentable, pero acepta el proteccionismo sólo parcialmente y con muchas reservas. Considera, por ejemplo, que los componentes tecnológicos y, en general

481

todos los medios de producción:~~ necesarios al desarrollo de esa propia industria nacional que se quiere proteger, requieren de las importaciones y, por tanto, se beneficiarían con el librecambio que facilitaría el acceso a esos medios. Por otra parte, reconoce que esa industria nacional aún no es capaz de dar respuesta satisfactoria a las necesidades de consumo del país no sólo en cantidad sino sobre todo en calidad. A estos inconvenientes se añadía el ancarecimiento de la producción nacional a partir del bajo nivel de eficiencia industrial que inexorablemente encarece el costo de producción. Mart! percibe la complejidad de esta problamática y reflexiona sobre ella no con el tono de superioridad de un especialista, sino con la preocupación ciudadana de un hijo del Anáhuac. También en 1875 escribe en Revista Universal:

Abiertos los puertos mexicanos al comercio extranjero libre; siendo verdad innegable que no abastece la industria nacional las necesidades numerosas de una vida, no ya rica, sino modesta y holgada, se comprado siempre en México los productos extranjeros ••• (O.C., t. 6, p. 269)

M.artí reconoce las insuficiencias y los beneficios de cada una de estas dos políticas económicas. El proteccionismo atendía los intereses de la industria nacional, proporcionaba importantes fuentes de empleo a los trabajadores, pero sin embargo, constituía una rémora para el desarrollo porque entorpecía la entrada al país de medios de producción y productos de primera necesidad, dado que los procesos tecnológicos que utili:raha -ineficientes en tanto que desactualizados- encarecían el costo de producción e incidían en la baja calidad del producto terminado. El Wncambio, al permitir la entrada al país de mercancías extranjeras, obtenidas, con una alta eficiencia tecnológica -y por tanto con un bajo costo de producción- podía abastecer el mercado interno con productos de superior calidad y más baratos, pero conllevaba el colapso económico de la industria nacional que no podía resistir la competencia y, como consecuencia de la paralización de esas industrias, aumentaba el desempleo, desminufa el poder adquisitivo de las masas populares y se a¡udizaban los problemas sociales.

A partir de estas reflexiones Mart! se muestra equidistante de ambas tendencias económicas.

Sin embargo, en un artículo publicado con su firma en Revista Ullivenol el 9 de octubre de 1875, toma partido abiertamente por el libre cambio. En esta oportunidad escribe:

482

Luchan perpetuamente en la vida social los dos principios generadores, el de la dominación, todo error; el de la libertad, todo nobleza. En Economía Política aquél se Dama Proteccionismo; éste se llama Libre cambio. / •• • 1 Lo que en la naturaleza humana se llama sociabilidad, en la naturaleza del Derecho se llama reciprocidad, y en la naturaleza de la Economía libre cambio. El libre cambio es la prenda de amistad entre los pueblos / .. . 1 Establecido el libre cambio, ellos [Estados Unidos] nos darú a buen precio lo que necesitemos, y nosotros podemos exportar sin gran costo lo que ellos necesiten. Les daremos de nuestro elemento sobrante, y ellos nos dado de su elemento industrial que nos es necesarísimo. (B.C. t. B, pp.201-202).

En otro momento de este revelador artículo Martí persuade a sus lectores sobre la conveniencia de adoptar el librecambio dado que esta tendencia económica beneficiaría a las masas y sólo perjudicaría a los productores.

Paralelamente a sus reflexiones en tomo al proteccionismo y el librecambio, aparecen sus preocupaciones sobre la conservación del medio ambiente. El 27 de noviembre de 1875 aparece esta nota sin firma en la Revista Universal:

Cuide la policía de reconocer los globos de goma que se expenden por las calles. Nos han dicho que están llenos con gas de pantano.

Este asunto del gas de pantano desata mordaces comentarios al periodista Enrique Chávari, que con el seudónimo de Juvenal escribía los editoriales del periódico El Monitor Republicano.'

Este diario inquiere a Lll Revista Universal sobre el gas de pantano

6El Monitor R.pllbUtx.1110 es un peri6dico clarameate opuesto ala polftica del presiclcote Sebastiá Lerdo de Tejada. a pesar ele que ellos se coasiderabaa liberales.

483

y responde, a solicitud de Martf, Antenor Lescano7 quien explica con todo detalle que "el gas de pantano es el hidrógeno protocarbonado C2H4

/ •• ./ Se designa con este nombre, porque se desprende naturalmente del cieno y de las aguas estancadas, ... "1

La polémica alcanza tonos insultantes a partir del estilo hiriente y burlón de Juvenal. Ante esta situación Martí siente el deber de intervenir por la honra intelectual del amigo tan cruelmente vapuleado y publica en Revista Universal, el 10 de diciembre de 1875, un artículo que titula "Bl gas de pantano.,, en el que apela a la sensatez de Juvenal señalándole que la preocupación sobre este gas la había transmitido a la redacción de Revista Universal un ingeniero, y que la "observación nos pareció justa y la hicimos. • Inmediatamente advierte que por lo enconado de las respuestas cruzadas "va a hacerse cuestión de nacionalidad la cuestión del gas de pantano" .10

484

Bl gas de los pantanos, conocido hoy como "gas metano" 11 , se

7 Antenor Lescano. (¿? - ¿?) Natural de Camagüey, Cuba. Estudia Agronomía en Europa. En 1866 redactaba el peri6dico El Camt~glley. Al estallar la guerra de los Diez Años, en 1868, emigra a México y allí aparece junto a Nicolás Azcirate como redactor de El eco de ambos mlltldos. En México también dirigió la Revista de Agricultura y la Escuela de esta misma ciencia y all( murió.

1Ver Paul Estrado. •otras polémicas de MarU ea México, y otros detalles inéditos•. En homenaje a Camilo Carr1d y Trujillo, ea Anuario Martiano 6, Sala Martí, Biblioteca Naciooal Jos6 Martl, 1973, pp. 112-150.

'Este artículo no aparece ea las Obras compll!tas de Jos6 Martí, editadas ea la HabaDa por la Ed. Naciooal de Cuba, 1963-1973. Véase trabajo de Paul Estrado, cita anterior, pp. 123-124.

10Juveaal no entiende lo que quiere decir Martí. En el Monitor RepublictJIIO de 11 de diciembre de 1875 califica las reflexiones del cubano como •una solemne tontería • y después, con manifiesto irrespeto agrega: •Esto se llama rebumar•. A través de Revista Univenal. al día siguiente, Martl deja defmitivamente zanjada la difereacia: • ••• Juvaaal ha dicho 1 ••• 1 algo inconveniente acerca de mí. Es bueno hacer constar que esti ya ea su poder la respuesta merecida. Toca lo demú al doQÜ.nio persona~•.

I.amentablemente, esta carta de Martí a Juvenal no parece que haya sido ccmservada.

11EI metano: CH4 es el mú conocido de todos los compuestos orgúicos, lo que explica su abundancia ea la natunleza, se despreude ele las materias orgúicas ea estado de descomposición (estiélool, aguas estancadas y algunas miDas ele hulla). Su densidad es de 0,55 respecto a la del aire. De modo que

desprende de materias orgánicas en estado de descomposición, de ahí que el proceso para su obtención y aprovechamiento debe ser cuidadosamante controlado, pues es un gas venenoso. La preocupación martiana ante la posible contaminación de globos destinados a los niños es lícita y jUS1a, dado que no sólo los niños correrían el riesgo de toxicidad, sino que, con la inevitable rotura de muchos de estos globos pronto la ciudad vería seriamente contaminada su atmósfera.

En medio de la polémica -como era de esperarse- los fabricantes de estos globos envían una carta al Monitor RepubUcano, publicada en ese periódico el 17 de diciembre de 1875, en la que asegurag a la opinión pública que ellos no utilizan el gas de los pantanos para inflar los globos •m sería a propósito ese carburo de hidrógeno para la operación• •12 Más aUi de la polémica científica, queda el testimonio de la que aparece como primera muestra de la preocupación martiana por la contaminación ambiental, no a partir del concepto moderno de polución -claro está­sino a partir de la teoría miasmática vigente en esta segunda mitad del siglo XIX y que Martí conoció bien, al menos en sus principioi generales.

La sanidad de las condiciones ambientales unida a la adecuada oxigenación del hombre se reitera en su lúcido comentario sobre el eucaliptos cuando señala que

su virtud como árbol cuya vecindad purifica el aire de miasmas, ha sido confirmada por recientes experimentos en la insalubre campiña de Roma. / .. ./ merced a los eucaliptos / ••• 1 se habitan comarcas que antes no se podían habitar. En México, / •• . 1 se ha propuesto, para impedir las emanaciones pútridas de la vecina laguna de Texcoco, plantar entre la ciudad y el lago, espesos bosques de este árbol. (O.C., t. 23, p. 66).

Si bien los mú modernos criterios edafológicos han welto algo wlnerables las bondades del eucaliptos, a partir de la elevación del pH que..r opera, el comentario martiano está referido a su efecto

UD globo inflado con metano tiende a elevarse. tan pronto como el niño cleacuic:la su sujeción por medio de un cordel. Estos atobos tambi6a podíaa haber sido inflados con helio o hidrógeno. gases tambila mú lipros ca- el aire, aunque igualmeDte tóxicos.

11J:bid nota a. p. 126.

485

descontaminante del medio y al mejoramiento que este árbol puede operar en los suelos pantanosos que podían acaso entrar en fase de recuperación con este procedimiento y ser explotados ulteriormente en función del desarrollo. Estas procupaciones por la conservación del medio ambiente aparecen ampliamente plasmadas en la obra del cubano.

Al arribar las tropas del general Porfirio Díaz a la ciudad de México, después de derrotar a las fuerzas leales al presidente Lerdo de Tejada, el boletinista de la Revista Universal, que con profunda convicción liberal había defendido la política lerdista, siente que no puede permanecer en México, pero~ virtud de su amor filial, México permanecerá siempre en él.

Sus análisis de los problemas económicos vinculados al desarrollo y su preocupación por el entorno natural amplían y generalizan su aprehensión de la especificidad de nuestra América a través de sus sucesivas estancias en Guatemala, Cuba, de nuevo España, en su segunda deportación, Estados Unidos, Venezuela y, en 1881, su radicación en los Estados Unidos de Norteamérica, donde el vigoroso proceso de la Revolución industrial13 alcanza, justamente en esta década, él hito de la Revolución eléctrica. José Martí valora altamente la decisiva incidencia del hombre sobre el medio natural y destaca que esta interacción debe ser siempre de signo positivo para mejorar o mantener el equilibrio biótico-abiótico. Así por ejemplo, encomia •tas excelencias de la luz eléctrica•, no sólo en tanto que importantísima conquista tecnocientífica, sino también porque a diferencia del alumbrado de gas, usual hasta la década del 80 del siglo pasado- "deja el aire completamente puro / •• ./ aumenta el poder de la visión, sobre todo para distinguir los colores• (O.C., t. 23, p. 64).

486

En los Estados Unidos Martí asiste al rápido ascenso de la fase

1'La revolución industrial. como se sabe, es UD proceso de desarrollo . cieaUfico y tbico que se inicia en el siglo XVIII, por la mrnniDCi6n de la industria y la extensión del comercio. Habfa comenzado m IDglaterra coa los primeros grandes inventos ea la industria textil: la Janucha mecáica ea 1733; la hiladora de algodón ea 1741 y otros. El mú imporllllto y lipificativo de todos estos aportes es el perfeccioiUUDieoto que logra operar el lllldDico esecds James Watt (1736-1819) ea la DW¡uioa de vapor m 1763. Coa la aplicacióa de esta nueva energía a la illdustria se produce una profunda traDsformación ea la producción. ED el siglo XIX este procem de desarrollo tieae uno de sus puntos culmioantes ea la revolucióa eWctrica.

imperialista del capitalismo, caracterizada por la consolidación de los monopolios. En octubre de 1884 retrata esta realidad:

El monopolio está sentado como un gigante implacable, a la puerta de todos los pobres. Todo aquello en que se puede emprender está en manos de corporaciones invencibles, formadas por la asociación de capitales desocupados .•. • (O.C., t. 10, p. 84).

La comprensión de esta realidad económica le hace percibir el peligro que entraña para el desarrollo de nuestros pueblos, a partir del intercambio desigual, en el que nuestra América queda reducida a la condición de abastecedora de materia prima barata y mercado seguro para la exportación de sus productos industriales, en virtud del pobre desarrollo económico y la baja productividad del trabajo. El Maestro alerta sobre esta estrategia económica de quienes • se preparan para deslumbrar, para dividir, para intrigar, para llevarse el tajo con el pico del '&uila ladrona• (O.C., t. 6, p. 35).

Ante esta situación de desventaja, José Marte propone algunos elementos para una estrategia que condujera a nuestros pueblos a lo que hoy llamaríamos un desarrollo sustentable.

Teniendo en cuenta que los esfuerzos dirigidos a este desarrollo requerirían siempre de recursos financieros --escasos o fluctuantes en nuestros países- entiende la necesidad de las inversiones del capital extranjero en condiciones de respeto y beneficio mutuos, por eso escribe en junio de 1888:

Quien estudia la economía de las naciones; quien sabe que es mortal para un pueblo tener todo su tráfico ligado a un solo pueblo; quien ve / ... / que ya el dinero del Norte busca salida en las empresas no muy seguras de México, Honduras y Colombia / ••• 1 comprende cuán ventajoso es exponer con cuerda y eficaz insistencia ante este país, sobrado de capitales deseosos de exportación, otro país al que pudiera convenir importarlos. (O.C., t. 7, p. 343).

De esta forma asume el fenómeno de la exportación de capitales como consecuencia inevitable de los monopolios y los trust que van perfilando la economía norteamericana y, su lección para nuestros países es el control, la selección y el óptimo aprovechamiento de esas

487

inversiones, de modo que se revirtieran en pilares del desarrollo. A visara el peligro de la penetración de capitales norteamericanos en busca de ganancias que ya no podían obtener dentro de los propios Estados Unidos y, ante lo inevitable de esta situación, le propone a los gobiernos de nuestros países controlar este proceso inversionista y dirigirlo a esferas claves para el desarrollo.

Esta preocupación por el real beneficio de nuestra América en sus relaciones con los Estados Unidos está presente en sus análisis del proyecto de Tratado comercial entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de Norteamérica, propuesto por ambas naciones en marzo de 1883. Allí plasma su convicción de que con este proyecto los norteamericanos eran los más favorecidos en tanto recibirían beneficios sustanciosos de inmediato, no así México, que sólo los recibiría a largo plazo:

Tal es la inmediata consecuencia y las ventajas que acarrea el tratado a ambos países. A México, los medios de producir mañana / .. . 1 frutos de que los Estados Unidos son un considerable consumidor; a los Estados Unidos, la colocación, desde el primer instante, en condiciones ventajosas, de un exceso de riqueza que coloca hoy desventajosamente, el descargo en un mercado forzoso de sus industrias embarazadas por la sobra de productos no colocables y la posibilidad de alzar ciudades, sin más autorización ni traba que las que les otorga el tratado, en un pueblo vecino. (O.C., t. 7, p. 20).

Es evidente que las condiciones de este proyecto de tratado comercial se inscriben en la estrategia económica de intercambio desigual con nuestros países entronizada por Washington, por eso sentencia que el tratado •concierne a todos los pueblos de la América Latina que comercian con los Estados Unidos." (O. C., t. 7, p. 17).

Desarrollo y medio ambiente coinciden de nuevo en la pupila martiana cuando divulga las infinitas posibilidades de desarrollo científico que encierra el alvelos, una planta de la flora amazónica con propiedades terapéuticas contra el cáncer. En junio de 1884 escribe en la revista La América:

De Brasil viene muy favorecida la noticia de / ... / la aplicación de un remedio que de hace algún tiempo se viene aplicando en ~uellas tierras con éxito contra el cáncer. (O. C., t. 28, p. 281).

488

Martf se refiere al alvelos, una planta de la familia botánica Euphorbiácea, y comenta algunos ejemplos de curaciones del cáncer de la piel:

... un magistrado había sanado de un epitelioma de la cara, con sólo aplicarle el jugo del alvelos; / ... / uno que tenía un cancroide en la nariz, curó en cuarenta días, y otro, con un epitelioma en el labio, en dos meses. (lbid, p. 282).

Reseña la noticia de estas curas espectaculares y describe sus posibles contraindicaciones:

El alvelos, como otras euforbiáceas, es irritante, y, aunque no causa mucho dolor, produce una exacerbación de la piel. -Parece que el alvelos destruye el tejido mórbido, que es reemplazado enseguida por granulaciones sanas-(lbid, p. 282).

José Martl toma esta información, como él mismo lo declara, de los boletines de los Consejos de Higiene, organismos internacionales que ostentaban entonces la máxima jerarquía científica, y su objetivo es que este tesoro botánico sea puesto en función de la salud de la humanidad, a través del estudio y explotación de la industria farmacéutica brasileña.

Con el dominio de todos estos elementos Martí va proyectando un esquema de desarrollo para nuestra América a partir del cual pudiera salvaguardarse de las apetencias del vecino norteño. Conoce la injusta desigualdad en la distribución de la riqueza social y declara airado que •este es un crimen público, / ... / el deber de remediar la miseria innecesaria es un deber del Estado• (O.C., t. 9, p. 458). Entiende que la injusticia social llevaría a las masas explotadas a buscar remedio a su situación y denuncia:

••• la iniquidad del sistema, que castiga al máslaborioso con el hambre; / .•. /. Una vez reconocido el mal el ánimo generoso sale a buscarle remedio: una vez agotado el recurso pacífico, el ánimo generoso, donde labra el dolor ajeno como el gusano en la llaga viva, acude al remedio violento. (O.C., t. 11, pp.336-337).

489 ,

Paralelamente a esta comprensión en el plano teórico, en el aspecto práctico -que es siempre el que más interesa al Héroe- considera a la pequeña propiedad privada como punto de partida para una distribución más equitativa.

Considera que incrementar y auxiliar específicamente la pequeña propiedad agrícola en nuestra América estimularía la consolidación de un mercado interno y propiciaría el desarrollo industrial, por eso declara sobre la tierra que •clara es la justicia de abrirla a quien la emplee, y esquivarla de quien no la haya de usar" (O.C., t. 2, p. 346).

En consecuencia, la pequeña propiedad no es para él generadora de explotación, porque entiende el bienestar social como la suma de muchas pequeñas riquezas.

Este proyecto económico para nuestra América presuponía la administración honesta y preocupada de los gobernantes para alcanzar la justicia social, sin proponerse cambiar la esencia de la sociedad capitalista, pero sí alertando sobre sus lacras sociales para que no se repitieran en nuestras entonces jóvenes naciones.

Este proyecto que no copiaba totalmente ninguna realidad económica parecida debía tener como soporte la educación que incluye, desde luego, la armonía del hombre con su medio, y la necesidad de hacer compatible el desarrollo con su preservación. En la compleja situación económica actual, a casi más de un siglo de muchas de estas reflexiones martianas, todavía muchos países de nuestra América siguen dependiendo de relativamente pocas exportaciones, en tanto se han hecho consumidores de una gran variedad de productos que necesitan importar. En consecuencia, sus posibilidades de intercambio comercial ventajoso son pnlcticamente nulas y la deuda externa sigue siendo muy abultada, a pesar de todos los esfuerzos por solventarla. Para esta realidad, que no es la de su época, José Martí no tiene una solución mágica, pero sus recomendaciones quedan inscriptas en lo más auténtico de nuestra esperanza de un mundo mejor para todos.

490

EL CARACTER PEDAGOGICO DE LA DIVULGACION CIENfiFICO TECNICA EN JOSB MARTI

JOSEFINA TOLEDO

El primer cuestionamiento teórico de José Martf a la problemática de las ciencias pedagógicas tiene lugar cuando sólo cuenta doce años de edad y concluidos sus estudios en la enseñanza elemental, ingresa en la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones que dirige Rafael Maña Mendive. 1 El mismo nos lo confiesa en un artículo que titula •Revolución en la enseñanza•, no recogido aún en sus Obras completas:2

El que escribe/ ... / se preguntó a los doce años de su vida:-­• ¿Y de qué me sirve toda esta miseria que me han enseñado, estos rosarios de hechos huecos, estos ~xtos escritos en una jerga pomposa y oscura? El mundo que llevo en mí, él se va explicando solo: pero ese otro mundo vivo de afuera, que me llama así con atracción seductora, ¿quién me lo explica? (Ibid, p.lS).

Ese proceso docente educativo, que tan tempranamente rechaza el joven estudiante, es un reflejo de la atrasada realidad colonial lastrada por la más estrecha escolástica que preconizaba los métodos memorísticos, de magíster dixi, con nulo ejercicio del razonamiento por parte del educando.

Este método en el proceso de la enseñanza-aprendizaje podía proporcionar una instrucción básica, pero evidentemente no coadyuvaba a la educación ni al fomento de una personalidad integralmente desarrollada.

1Ver Hidalgo Paz, lbrahim: •José Martí, Cronología•, La Habana, ed. Ceatro de Estudios Martianos, Ed. Ciencias Sociales, 1993, p. 14.

ZSI artículo fUo descubierto por el acucioso investipdor fnncá Paul Estnde. Fue publicado eo enero de 1894 en la revista pedag6pca mensual lA NU6W1 EnselllurlJl. de San Salvador, Repd.blica ele el Salvador. Habla sido eacrito oripnahnente para el periódico El Economista Americt1110 de Nueva York, eo el que Martí colaboró en alguaos meses de 1887 y 1888. Ver Anuario del Ceatro de Estudios Martianos 8/1985, pp. 13-19.

491

También en esta época, precisamente en la escuela de Rafael María Mendive, el joven Martí se ve vinculado a la organización docente cuando se encarga de que se realice de modo eficiente la limpieza de la escuela y se convierte en un valioso auxiliar de su maestro que reconoce y estimula su labor.

Esta lúcida comprensión de las limitaciones impuestas entonces a las ciencias pedagógicas, a partir de un ejercicio docente esquemático, verbalista y teórico, va a presidir el análisis martiano de esta realidad.

En España, según el criterio de algunos de sus biógrafos, 3 se acerca al ejercicio docente cuando decide impartir clases a varios jóvenes para ayudarse a cubrir sus gastos como estudiante. Por otra parte, su experiencia universitaria en Madrid y Zaragoza ratifica las limitaciones de la enseñanza escolástica, a pesar de los esfuerzos que hacian profesores tan prestigiosos como Julián Sanz del Río, Francisco Giner de los Ríos y sus discípulos quienes, conscientes de la urgente necesidad de cambios en las concepciones sobre la educación, habían fundado la denominada Institución Libre de Enseñanza.

Estas inquietudes se reflejan en su particular visión de los problemas de la educación en el análisis de la realidad mexicana. El 7 de mayo de 1875 el boletinista Orestes saluda en Revista Universal la presencia en el Distrito Federal de un estudiante vinculado al movimiento obrero:

El Gran Círculo de Obreros -y es hermoso escribir estas palabras- invitó al Comite Central de las Escuelas Nacionales a que tomaran parte en la festividad de la mañana. Los estudiantes son obreros: unos trabajan en la industria: otros trabajan la razón. (O.C., t. 6, p. 196)

El vínculo de la masa estudiantil y su dirigencia con la clase obrera ratifica para Martí la interrelación de la escuela con la sociedad, en tanto que reflejo de ella.

Otro comentario sobre el ejercicio docente en México aparece referido al Colegio de las Vizcaínas, que había sido públicamente denunciado por cometer violencias contra sus discípulos, y la prensa habla "para que se reforme el sistema interior del establecimiento, con que se sienten oprimidas" (O.C., t. 6, p. 201). El boletinista plantea que la

492

3Ver Quesada y Miranda, Gonzalo de: •Martí hombre•, La Habana, Imprenta Seoane, Fem4ndez y Cfa., 1940.

circunstancia de ser una institución privada no le da derecho a sus directores a maltratar a sus pupilas, y termina con un llamado a las autoridades estatales de educación:

Atienda quien deba las reclamaciones que se hacen contra el sistema vergonzoso a que están sujetas las niñas que reciben educación en el Colegio de las Vizcaínas. (Ibid, p. 202)

El reconocimiento del efecto deformador sobre la personalidad de los métodos coercitivos, contenidos en esta denuncia, ratifica en el pensamiento martiano su concepto de la educación como una obra de infinito amor. También en Revista Universal, en el boletín del6 de julio de 1875, aparece la defensa de los conceptos de la sistematicidad de la enseñanza y de la integración hogar-escuela. Martí comenta el ofrecimiento hecho por el colegio de San Gregario a todas las sociedades de obreros de la capital mexicana para que enviaran un niño que todos los domingos, durante tres horas recibiría lecciones gratis. Convencido de que el ofrecimiento era insuficiente para ayudar a resolver los problemas de la educación de los hijos de los pobres, el boletinista pregunta sobre esta convocatoria:

¿por qué es tan limitada y tan estrecha? No fructifica la educación si no es continua y constante: / .. . 1 buenas son las clases dominicales para adultos en quienes el deseo suple al tiempo; pero / .. . 1 inútiles para niños en quienes los intervalos prolongados borrarán de seguro la enseñanza breve. (O. C., t. 6, p. 260).

Prosigue con una lógica contundente señalando que un propósito noble, como el que anima a estos profesores, no debía tener esas limitaciones y los exhorta a llevar a ese colegio a los niños pobres que demostraran aptitudes para ofrecerles una educación completa, no limitada a una frecuencia semanal, para que

las miserias del hogar no estorben a la obra nueva regeneradora del Colegio; diera a algunos educación completa, y esto fuera aún más loable que enseñar a domingo, / ... / El bien dominical no seña bien completo: la elemental pedagogía enseña que dañan los intervalos a la educación. (lbid, pp. 260-261).

493

Es esta la primera vez que encontramos el término pedagogía en un texto martiano y aparece correctamente vinculado a la sistematicidad de la enseñanza como principio didáctico universal, y como respuesta a un problema social de la mayor importancia: la educación de los hijos de la clase obrera.

En esta defmitoria etapa mexicana de losé Martí, en que se está fraguando su eclosión latinoamericana, vuelve a plasmar algunos de sus criterios básicos sobre la educáción. En el boletín de Revista Universal del 26 de octubre de 1875, Orestes comenta un reciente proyecto de instrucción pública que decreta la enseñanza obligatoria y reafirma su fe en los elementos autóctonos de nuestra América:

¿Qué no hará entre nosotros el nuevo sistema de enseñanza? Los indígenas nos traen un sistema nuevo de vida. Nosotros estudiamos lo que nos traen de Francia; pero ellos nos revelarán lo que tomen de la naturaleza. De esas caras cobrizas brotará nueva luz. La enseñanza va a revelarlos a sí mismos. (O.C., t. 6, pp. 352-353).

En este mismo boletín se refiere a los muy notables resultados que la enseñanza obligatoria ha tenido en el desarrollo cultural de algunos pueblos europeos, entre ellos el alemán. Esta idea de la necesaria obligatoriedad de la enseñanza había sido ampliamente diwlgada y defendida desde los primeros años de la década del 70 por el profesor belga de filosofía Guitlaume Tiberghien. 4

La enseñanza especial recibe el comentario martiano en un artículo referido a una escuela de sordomudos, aparecido en Revista Universal el 20 de noviembre de 1875. El trabajo periodístico destaca el amor y la dedicación de los profesores, así como los métodos científico pedagógicos que utili:mn en la enseñanza de estos alumnos limitados:

.. .les hacía preguntas por medio del sistema dactilológico: uno de los tres que emplean en la Escuela para la enseñanza. El

t)uillaume Tiberghien (1819-1901). Profesor belga de filosoffa. Realizó estudios m el Ateneo y en la Universidad Libre de Bruselas. Trabajó afanOPmeote ea el mejoramiento de la instrucción pdblica. Fue uuo de los organizadores del cougreso de la Liga de la Euseñ•uza Belga y de la Sociedad de Librepeusadores. Como profesor de filosoffa de adhirió al bausismo. el cual propagó desde su citedra.

494

sistema más rápido es el mímico; el más dificil, el gramatical; el más sólido, el dactiloscópico. Los alumnos escribían inmediatamente en sus pizarras la pregunta que se les hacía y su respuesta. (O.C., t. 6, pp. 354-355).

El interés de este comentario sobre la enseñanza especializada se inscribe también en la concepción martiana de la enseñanza general y obligatoria para todos, sin discriminar a los limitados.

El12 de enero de 1876, aparece en Revista Universal un artículo no incluido en las Obras completas de José Martí que, con fuerte vigencia, aborda la entonces novedosa utilización de lo medios audiovisuales en el proceso de la enseñanza aprendizaje. El artículo se titula "La enseñanza objetiva y la biblioteca didáctica mexicana "5 y el boletinista plantea la utilidad del nuevo método a partir de una correcta concepción científica de los mecanismos de psicología aplicada a la educación. Señala:

La enseñanza objetiva se ha puesto de moda, y los que a ello contribuyen tienen sobra de razón: la enseñanza por medio de impresiones en los sentidos es la más fácil, menos trabajosa y más agradable para los niños, a quienes debe hacerse llegar los conocimientos por un sistema que a la vez concilie la variedad, para que no se fatigue su atención, y la amenidad, para hacer que se aficionen a sus tareas. (E.C., t. 11, p. 251 ).

Martí continúa su reflexión sobre los medios audiovisuales con la crítica de los métodos verbalistas y memorísticos entronizados por la escolútica, que él mismo había padecido durante su etapa de estudiante, y señala que •tas obras didácticas han sido en lo general infructíferas en su aplicación, / .. .1 porque se ha dado a los razonamientos una forma árida y severa ... • (lb id). El articulista señala que la utilidad de los medios audiovisuales radica también en que permiten al educando arribar a conclusiones propias, a partir de la estimulación de sus percepciones por esta vía y de la libertad intelectual que les posibilita adquirir conocimientos por sí mismos. Para la generalización de este método en México se crea una

5Martí J•: •obras completas, edición crítica•, La Habana, ed. Centro do Estudios Martianos, 1985, t. 11, pp. 2S 1-253. Ea adelante: E. C.

495

•Biblioteca Di~tica Mexicana•, que separándose del género úido que la palabra di~tica parece encerrar, no conservant de ella más que la idea de enseñanza, y facilitará toda clase de conocimientos, valiéndose para esto del método nuevo. (lbid, p. 252).

Martí señala que, tratándose de un método nuevo, era muy necesaria una guía orientadora sobre su aplicación, que esta Biblioteca Di~tica venía a proveer, a partir de la publicación de las experiencias de profesores europeos, particularmente franceses, que ya tenían experiencia en la aplicación del nuevo método.

Este bagaje en el conocimiento de la problemática de las ciencias pedagógicas, particularmente en cuanto a organización, métodos y concepciones teóricas sobre la educación, permite a Jose Martí enfrentar exitosamente su tarea como profesor, meses después, cuando se ve precisado a abandonar México tras el triunfo de las fuerzas del general Porfirio Díaz. En 1877, en Guatemala, ejerce la docencia oficialmente por primera vez como profesor de literatura y composición en la Escuela Normal que dirige el pedagogo cubano José María Izaguirre. También se desempeña como catedrático de Literatura francesa, inglesa, italiana y alemana y de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de Ja Universidad de San Carlos Borromeo de Guatemala. Simultáneamente imparte clases gratuitas de composición en la Academia de Niñas de Centro América, institución dirigida por Margarita lzaguirre, hermana del director deJa Escuela Normal.' Cuando se piensa que esta febril actividad docente agota su capacidad de trabajo conocemos que, tambiál gratuitamente, imparte en la Universidad literatura europea. Con un agmdecimiento tan grande como su nobleza expresa lo que significa pua 61 el ejercicio docente:

Sin perturbar mi decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquel, sincero y generoso; ha dado abrigo al peregrino humilde. Lo hizo maestro, que es hacerlo creador. Me ha tendido la mano y yo la estrecho. 7

ever Hidalao Paz, Jbrahim: op. cit, p. 35.

'Madi ,1os6: •obru completas•, La Habana, Editora Nacioaal de Cuba, 1963-1973, t. 7, pp. 116-117. Las refenacias a la obra martiaDa remitea a edicida, alvo que se especifique otra procedeacia. Ea Jo .Wmte, ae

496

Esta declaración ratifica su comprensión de la esencia del objeto de estudio de las ciencias pedagógicas como la educación integral del hombre y, por tanto, como un fenómeno social que exige toda la entrega y creatividad del docente y rebasa la mera trasmisión de conocimientos, habilidades y hábitos obtenidos como resultado del proceso de la enseñanza aprendizaje. Martí llega a esta conclusión como consecuencia tanto de su experiencia personal como de las prácticas observadas por él en España y en México.

Esta valoración sobre la especificidad de las necesidades edu­cacionales de nuestra América, que incluye desde luego su análisis de la realidad venezolana, alcanza su más alto exponente de síntesis y definición a partir de la década de 1880, durante su estancia de casi quiflce años en los Estados Unidos de Norteamérica. Puede decirse que el vigoroso ejercicio periodístico que despliega José Martí en estos años asume un carácter esencial y profundamente educativo para nuestra América porque, con profundo conocimiento de causa expone los princi­pios básicos sobre los que debe erigirse la educación en nuestros pueblos; recomienda las mejores vías para alcanzar el desarrollo económico-social y la preservación de nuestro entorno natural y, a partir de su sostenida diwlgación de los adelantos científico técnicos de esos años, se convierte también en un precursor de la transferencia tecnológica dirigida a los países del área.

En un artículo no incluido aún en sus Obras completas declara estos objetivos:

Aquí estamos para observar y anunciar todo lo que pueda ser de interés en los países hispano americanos. Mientras no haya una escuela en cada aldea, o maestros que vayan enseñando con la escuela en sí de aldea en aldea, no está la República segura. Esa idea de los •maestros ambulantes" es acaso la única solución práctica del problema de la enseñanza en los países de mucho campo, o de poblaciones de pocos habitantes. El maestro tiene que ir a aquellos que no pueden ir al maestro. (Anuario 8/1985, CEM, pp. 14-15).1

seiialanl, in situ, tomo (t.) y p4gina (p.) del texto.

'Mart!, J•: •Revolución de la euseiiaaza•, artículo oo iocluido ea sus Obrtl.f complettiS, descubierto por el acucioso investigador Paul Estrade. Eo Anuario del Centro de Estudios Martiaoo 8/1985, pp. 13-19. El artículo se

497

La proposición de un cuerpo de maestros ambulantes para practicar el principio de la enseñanza general obligatoria en los lugares más apartados de los centros urbanos ya había sido planteada por Martí en un artículo publicado en la revista La América. de Nueva York, en mayo de 1884 (O.C., t. 8, pp.288-292).

Tal y como lo había hecho en varios trabajos periodísticos de su etapa mexicana y guatemalteca, insiste en la conveniencia de una educación que prioritariamente preparara al hombre para cultivar de modo científico la tierra y vivir en armonía con la naturaleza.

El sentido del equilibrio que subyace en el pensamiento martiano emerge nítido en este fragmento:

No es que todos los hombres deban ser labradores, ganaderos o mineros; pero a todos se les debe poner en capacidad de crear, y en el conocimiento de los hechos y facultades que estimulan la creación. / .. . 1 La educación primaria debe rehacerse, de manera que todo eso sea explicado en ella, a fin de que al entrar el niño en la vida / .. . 1 sepa todo lo indispensable para escoger su vía, ocuparse en algún oficio de utilidad general, l .... / para que no se lo coman los demagogos o los tiranos ... (Anuario 8/1985, CEM, pp. 16-17)

Durante la- década de los años 80, en los Estados Unidos de Norteamérica, Martí asiste a distintos proyectos exitosos para adecuar la educación a los requerimientos de la revolución industrial que está en una etapa de máximo auge con la revolución eléctrica. Se desarrollan las escuelas técnicas y los estudios de lo que poco después se denominan ingenierías. Las escuelas talleres surgen y se desarrollan para dar respuesta a las crecientes necesidades de mano de obra calificada de una industria que experimenta un poderoso ascenso. En este contexto, la educación, como reflejo social del sistema que la engendra y organiza, se ve compelida a despojarse de los formalistas esquemas escolásticos para poder dar respuesta a las nuevas exigencias del desarrollo y preparar a los

498

publicó ea la revista pedagógica measual lA Nueva EnseifllnVJ, en San Salvador, en enero de 1894; según consigna Mart{, el 4U'lículo había sido escrito para El Economista Amerimno, de Nueva Yorlc, probablemente a fines de la década del 80.

hombres para fP)IJinr el trabajo que se eSpera de ellos de acuerdo con el auge científico técnico alcanzado. Martí saluda estas reformas en el sistema de educación de los Estados Unidos de Norteamérica, escudriña en la esencia de esa problemática y analiza los resultados ya entonces visibles con una profundidad que no ha perdido su vigencia.

En un artículo no incluido aún en sus Obras completas señala:

Visto esto, se busca la manera de preparar para la vida al niño, y va a ensayarse en esta vía una reforma rudimentaria, pero fecunda, / .• . 1 El verdadero objeto de la enseñanza es preparar al hombre para que pueda vivir por sí decorosamente / .•. / Decir Estados Unidos no quiere decir peñección suma: ¡Oh, no! Aquí se aprende, es cierto, que hay elementos de tiempo y salud en la libertad política, / .. .1. Pero sin soberbia se puede afirmar que ni actividad, ni espíritu de invención- / ... / ni campos para la mente, ni ideas originales, ni amor a la libertad siquiera, / .. . 1 tenemos que aprender de los Estados Unidos. Venir, ver, viajar, no es malo; pero no es bueno que darse mucho tiempo. / .• . 1 Ni propalar que esta es la imponderable maravilla. (Anuario 8/1985, CEM, pp.l7-18).

Es decir, que nos propone a los latinoamericanos incorporar a nuestros sistemas de enseñanza el vínculo teórico práctico y adaptar ese principio universal a nuestras propias necesidades, sin hacer una copia mecánica que nos llevara a una posición de colonizados culturales porque -nos advierte el Maestro- los Estados Unidos están lejos de ser un modelo a imitar porque no son •1a imponderable maravilla • que algunos ideólogos se empeñan en propalar.

Para el Maestro los principios básicos de la educación son: la vinculación continua de la teoría con la práctica en todas las esferas posibles; el vínculo del estudio con el trabajo creador; el carácter científico de la educación y la propia cientificidad de la enseñanza; la educación de los adultos, particularmente de los trabajadores y de la mujer, la obligatoriedad de la enseñanza; la educación diferenciada en las escuelas especiales dirigida a estudiantes con limitaciones físicas y síqui­cas; y la nec;esaria correspondencia armónica entre el hogar y la escuela, en tanto que reflejos de la organización social en que surgen.

Martí está convencido de que este conjunto de principios básicos en la educación debe coadyuvar, en definitiva, a la educación integral del individuo y a la formación de personalidades armónicamente desarrolladas

499

" como vía para acceder a un estado de equilibrio y bienestar social que él considera posibles a partir- de esta educación integral. Por eso entre los juicios sintéticos y enumerados que escribe sobre educación señala:

El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos. Un pueblo instruido ama el trabajo, y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque. (O.C., t. 19, p. 375).

& decir, que para el Maestro el superobjetivo que debe perseguir la educación integral es ético por cuanto debe proponerse incidir en "la dirección de los sentimientos" para lograr hombres y mujeres más virtuosos. En la sostenida función educativa para nuestros pueblos, a través de su trabajo de divulgación de los adelantos científico técnicos, Martí recomienda en cada caso las innovaciones que conviene introducir para propiciar nuestro desarrollo, tales como: modernos implementos agrícolas, maquinaria que apoye la extracción minera y, sobre todo, muchas de las muy disímiles aplicaciones de la ciencia eléctrica. No se trata, según propone, de copiar absolutamente todo lo novedoso, sino de seleccionar aquello cuyo éxito ya haya sido corroborado en la práctica, por eso señala: "Aprovecharemos de lo que lleva averiguado / •. . 1 la experiencia ajena ... • (O.C., t. 8, p. 445). En este sentido, José Martí puede considerarse no sólo un consecuente divulgador del desarrollo de la ciencia y la técnica, sino también un precursor de la transferencia tecnológica. Por todo ello, el magisterio martiano sigue apuntando a la formación ética de los hombres y mujeres de nuestro continente, y del mundo, así como al desarrollo sostenible de nuestros países porque tiene "fe en el mejoramiento hu~ano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud" (O.C., t. 16, p. 17)

500

Autorretrato de José Martí •Por América•

Quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear.

Y quien crea, se respeta y se ve como una fuerza de la Naturaleza, a la que atentar o privar de su albedrlo fuera il(cito.

Una semilla que se siembra no es sólo la semilla de una planta, sino la semilla de la dignidad.

Lámpara de Edison, modelo de 1879.

l'm¡lnlo m loa Tallena Odficos do la Direcci6a do Publicaciaa. cWTDIIitntoPolü:nicoNaciomJ. Traperras27. Cadrollistúico. C6cliao POital 06040 Máico. D.F. La edici6D estuvo al cuidado do Marta S.W.. y aetermiu6 eo eaero de 199' coa. un -.e do 2.000

ejemplana.

'

'

- :

. ..

•.

y -

. ... .. . .

,1

• ~ . . ... 1

'

.. ..

-

. • ..

' ,. " .

'

..

• -• •

• ..

'

..

...

. . , . . . . , ...

..

..

..

.

. .

"" ... •

. .

'

, , '·

.. ,

,

. .

•·. • •

... ...... '.

..

'

,1

' ..1

- .

... ~ ..

.. ., ' .. ... '"" .. .

·~

.~

. .. ./

~

..

, ,

t .

... '. '.: • • . ' .,. . . - ' • . ...... ~ .: . ..... . t'"'

' . •

..

"' ' ..

,A. -... - .. • '• ·-.,-