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325 ÁREA 4 5 Las Rozas de Valdearroyo Peña Lostroso Ubicación y descripción del entorno El panel de grabados de Peña Lostroso se sitúa en terri- torios meridionales de la región de Cantabria, ya en la cabecera del río Ebro, al sur de su embalse, en el muni- cipio de Las Rozas de Valdearroyo. Desde un punto de vista medioambiental, Peña Lostroso se localiza en las es- tribaciones de Monte Hijedo, una gran mancha boscosa, sobre todo de roble albar, a unos 1000 m de altitud media, a caballo entre el sureste de Cantabria (Las Rozas, Valde- prado del Río y Valderredible) y el norte de Burgos (Alfoz de Santa Gadea). Conocida desde antaño como un lugar de caza privilegiado (con una extensión mucho mayor), su topónimo servirá, a nuestro propósito, de referente pai- sajístico para situar diversas localizaciones con grabados antropomorfos y pinturas esquemáticas postpaleolíticas (Teira y Ontañón, 1997: 569). El conjunto de Peña Lostroso se ha tallado sobre sendas paredes verticales contiguas de un afloramien- to rocoso de areniscas del Cretácico Inferior que, en esa zona, se muestra en farallones de entre 7 a 10 m de altura. En las últimas décadas éstos accidentes rocosos han esta- do camuflados por repoblaciones forestales de pino. No obstante, la panorámica sur a la que se asoman está despe- jada de árboles en la actualidad (2013), lo que permite su observación desde lejos [fig. 1]. Historiografía Sobre los motivos grabados más visibles se conoce una pri- mera documentación de Junio de 1935, no publicada enton- ces, debida al médico y aficionado a la arqueología D. Ri- cardo García Díaz. Se trata de una escueta descripción del sitio que incluye un croquis y diversas anotaciones en las que se hace referencia a interpretaciones compartidas con Jesus Carballo. Por ellas sabemos que el entonces flamante director del Museo de Prehistoria de Santander conocía el sitio aunque éste no motivó mayores atenciones por su par- te. A partir de las informaciones de Ricardo García Díaz el lugar fue publicado en el periódico Alerta, el 6 de Agosto de 1943, con el topónimo de Campo Lostroso. En este caso el firmante es Adolfo G. Fernández Castañeda, bajo su usual seudónimo periodístico de Celtíbero. En el artículo, de tono bucólico costumbrista, se incluye una foto general de las ro- cas y un dibujo con el motivo central del panel 1 [fig. 2]. 1 Conocimos estos aspectos historiográficos a través de Ignacio Casta- nedo allá por el año 2002. Sirva esta nota de modesto agradecimiento. Una vez entregados a los editores los textos de la presente publicación, Enrique Gutiérrez Cuenca (Gutiérrez Cuenca, 2013) publicó un intere- En la primavera del 1993, a partir de las informa- ciones del vecino de Reinosa Julián Macho Hernández y del investigador Ramón Bohigas Roldán, los miembros del Departamento de Ciencias Históricas de la Univ. de Can- tabria, Luis Teira y Roberto Ontañón, generaron una docu- mentación sistemática de los paneles y, al tiempo, planea- ron un primer proyecto de prospección arqueológica de la zona. El sitio fue publicado en una noticia inicial en 1995 (Teira y Bohigas: 1995) y con mayor desarrollo gráfico y de contexto en 1997 (Teira y Ontañón: 1997). El conjunto rupestre El conjunto se distribuye en dos grupos labrados en sendas y contiguas paredes rocosas orientadas al SW y al SSE. Se tra- ta de 22 figuras alargadas y rematadas en arco que acompa- ñan a otra similar, de mayor tamaño, que ostenta un puñal y otros signos de discutible interpretación [fig. 3]. Viéndolo de izquierda a derecha, en el lienzo SO y a lo largo de 3,75 m, se distingue el grabado de 13 de estas figuras. Su tamaño oscila entre los 60 / 80 cm de largo y 20 / 50 cm de ancho y están dispuestas de forma sucesiva, es decir, compartiendo sus lí- neas verticales. El surco de grabado es en U plana de unos 4 cm de ancho, conservándose más erosionado a medida que nos trasladamos hacia la izquierda. De hecho, las dos prime- ras formas han perdido sus trazos superiores en arco y la ter- cera, parte de él. Toda la serie tiene el pie de su diseño a unos 25 cm del suelo actual. Entre los números 10 y 11 se trazó otro arco (el 13) por encima de los demás, sin conexión con ellos ni trazos verticales. El 14 está dispuesto en una faceta rocosa en transición con las dos paredes mayores. En esa posición permanece aislado de unos y otros, es decir, no comparte sus trazos verticales. En la pared orientada al SSE se distribuyen las 8 restantes figuras junto a la central con puñal. La de más a la izquierda permanece aislada de la anterior, es decir la co- rrespondiente a la faceta rocosa de transición, y de la figura mayor con arma, a su derecha [fig. 4]. Después de esta central, también aislada, se observa un trazo en horizontal y una se- rie continuada de 7 figuras. Esta pared SSE está muy alterada por desconchados y los grabados de este último grupo se ven, por ello, seriamente afectados. De hecho, sólo se distinguen los trazos verticales en las tres primeras figuras de la izquier- da. De las restantes apenas queda el remate del arco superior. Para dar una medida de altura de estos iconos antropomorfos hemos de utilizar el trazo vertical compartido entre 17 y 18. sante trabajo sobre los mismos documentos. En el caso del artículo del Diario Alerta, este autor atribuye su autoría, creemos que erróneamen- te, a Ricardo García-Díaz. Luis César Teira Mayolini 1 Roberto Ontañón Peredo 2 Vera Moitinho 1 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Universidad de Cantabria. 2 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

Peña Lostroso

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ÁREA

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5Las Rozas de Valdearroyo

Peña Lostroso

Ubicación y descripción del entornoEl panel de grabados de Peña Lostroso se sitúa en terri-torios meridionales de la región de Cantabria, ya en la cabecera del río Ebro, al sur de su embalse, en el muni-cipio de Las Rozas de Valdearroyo. Desde un punto de vista medioambiental, Peña Lostroso se localiza en las es-tribaciones de Monte Hijedo, una gran mancha boscosa, sobre todo de roble albar, a unos 1000 m de altitud media, a caballo entre el sureste de Cantabria (Las Rozas, Valde-prado del Río y Valderredible) y el norte de Burgos (Alfoz de Santa Gadea). Conocida desde antaño como un lugar de caza privilegiado (con una extensión mucho mayor), su topónimo servirá, a nuestro propósito, de referente pai-sajístico para situar diversas localizaciones con grabados antropomorfos y pinturas esquemáticas postpaleolíticas (Teira y Ontañón, 1997: 569).

El conjunto de Peña Lostroso se ha tallado sobre sendas paredes verticales contiguas de un afloramien-to rocoso de areniscas del Cretácico Inferior que, en esa zona, se muestra en farallones de entre 7 a 10 m de altura. En las últimas décadas éstos accidentes rocosos han esta-do camuflados por repoblaciones forestales de pino. No obstante, la panorámica sur a la que se asoman está despe-jada de árboles en la actualidad (2013), lo que permite su observación desde lejos [fig. 1].

HistoriografíaSobre los motivos grabados más visibles se conoce una pri-mera documentación de Junio de 1935, no publicada enton-ces, debida al médico y aficionado a la arqueología D. Ri-cardo García Díaz. Se trata de una escueta descripción del sitio que incluye un croquis y diversas anotaciones en las que se hace referencia a interpretaciones compartidas con Jesus Carballo. Por ellas sabemos que el entonces flamante director del Museo de Prehistoria de Santander conocía el sitio aunque éste no motivó mayores atenciones por su par-te. A partir de las informaciones de Ricardo García Díaz el lugar fue publicado en el periódico Alerta, el 6 de Agosto de 1943, con el topónimo de Campo Lostroso. En este caso el firmante es Adolfo G. Fernández Castañeda, bajo su usual seudónimo periodístico de Celtíbero. En el artículo, de tono bucólico costumbrista, se incluye una foto general de las ro-cas y un dibujo con el motivo central del panel1 [fig. 2].1 Conocimos estos aspectos historiográficos a través de Ignacio Casta-

nedo allá por el año 2002. Sirva esta nota de modesto agradecimiento. Una vez entregados a los editores los textos de la presente publicación, Enrique Gutiérrez Cuenca (Gutiérrez Cuenca, 2013) publicó un intere-

En la primavera del 1993, a partir de las informa-ciones del vecino de Reinosa Julián Macho Hernández y del investigador Ramón Bohigas Roldán, los miembros del Departamento de Ciencias Históricas de la Univ. de Can-tabria, Luis Teira y Roberto Ontañón, generaron una docu-mentación sistemática de los paneles y, al tiempo, planea-ron un primer proyecto de prospección arqueológica de la zona. El sitio fue publicado en una noticia inicial en 1995 (Teira y Bohigas: 1995) y con mayor desarrollo gráfico y de contexto en 1997 (Teira y Ontañón: 1997).

El conjunto rupestreEl conjunto se distribuye en dos grupos labrados en sendas y contiguas paredes rocosas orientadas al SW y al SSE. Se tra-ta de 22 figuras alargadas y rematadas en arco que acompa-ñan a otra similar, de mayor tamaño, que ostenta un puñal y otros signos de discutible interpretación [fig. 3]. Viéndolo de izquierda a derecha, en el lienzo SO y a lo largo de 3,75 m, se distingue el grabado de 13 de estas figuras. Su tamaño oscila entrelos60/80cmdelargoy20/50cmdeanchoyestándispuestas de forma sucesiva, es decir, compartiendo sus lí-neas verticales. El surco de grabado es en U plana de unos 4 cm de ancho, conservándose más erosionado a medida que nos trasladamos hacia la izquierda. De hecho, las dos prime-ras formas han perdido sus trazos superiores en arco y la ter-cera, parte de él. Toda la serie tiene el pie de su diseño a unos 25 cm del suelo actual. Entre los números 10 y 11 se trazó otro arco (el 13) por encima de los demás, sin conexión con ellos ni trazos verticales. El 14 está dispuesto en una faceta rocosa en transición con las dos paredes mayores. En esa posición permanece aislado de unos y otros, es decir, no comparte sus trazos verticales. En la pared orientada al SSE se distribuyen las 8 restantes figuras junto a la central con puñal. La de más a la izquierda permanece aislada de la anterior, es decir la co-rrespondiente a la faceta rocosa de transición, y de la figura mayor con arma, a su derecha [fig. 4]. Después de esta central, también aislada, se observa un trazo en horizontal y una se-rie continuada de 7 figuras. Esta pared SSE está muy alterada por desconchados y los grabados de este último grupo se ven, por ello, seriamente afectados. De hecho, sólo se distinguen los trazos verticales en las tres primeras figuras de la izquier-da. De las restantes apenas queda el remate del arco superior. Para dar una medida de altura de estos iconos antropomorfos hemos de utilizar el trazo vertical compartido entre 17 y 18.

sante trabajo sobre los mismos documentos. En el caso del artículo del Diario Alerta, este autor atribuye su autoría, creemos que erróneamen-te, a Ricardo García-Díaz.

Luis César Teira Mayolini 1

Roberto Ontañón Peredo 2

Vera Moitinho

1 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Universidad de Cantabria.2 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

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1 Vista de la pared SSE y de la transición hacia la pared SO del afloramiento de areniscas en el que se talló el panel de Peña Lostroso.

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Así la altura resulta de 47 cm. El ancho es bastante homogé-neo: en torno a 20 - 25 cm [fig. 5].

A lo largo de los 7,4 m de grabados (paredes SO y SSE) se ha tratado de mantener una línea compositiva horizontal. Los del lienzo SSE están ligeramente más ele-vados en su arranque inferior, pero, por su menor talla, la sucesión de arcos superiores, desde el 16, queda algo más baja. Por otra parte, y debido a rebuscas recientes por el reclamo mítico de los propios grabados, el suelo se ha re-bajado ostensiblemente en esta zona orientada al SSE.

A diferencia del resto, el antropomorfo con puñal muestra técnicas de talla más variadas y elaboradas. Lo que a primera vista llama la atención es su tamaño: 1,10 m desde el borde superior del surco en arco hasta el extremo inferior de los trazos subverticales. Es decir, entre un 50 y un 100% más grande que los demás. Manteniendo cierta proporcionalidad largo/ancho, este central, no obstante, proyecta los trazos verticales como líneas no paralelas, como un trapecio abierto, al igual que ocurre en el caso de El Redular (Ruanales) (Bohigas, R y Sarabia, P., 1988. p.63) (Díaz Casado, Y., 1993, p.75). El surco de esta forma exte-rior envolvente es más ancho (hasta 8 cm) y más profundo (hasta algo más de 2 cm) [fig. 6].

El segundo rasgo destacable es el trabajo de alisado (in-cluso podríamos decir de pulido) de la superficie interior en-vuelta por este surco. Esta peculiaridad, aunque muy afectada por desconchados, es notable en el tercio superior (por debajo de una grieta horizontal que actuó de límite del deterioro ero-sivo), así como en la base de la figura y en el interior del puñal. En los tres casos se define un mismo plano de alisado.

Otra característica destacable del interior de esta fi-gura mayor es la técnica de bajo relieve utilizada para de-linear la imagen de un puñal liberándolo de su soporte ro-coso. Se trata de un arma dispuesto en horizontal, de hoja triangular ancha orientada a la derecha y enmangue lunato2 o en creciente. En este trabajo la sección del surco es marca-damente asimétrica: cuasi ortogonal en el borde del perfil del puñal y de línea tendida a medida que nos alejamos del fondo del surco hasta el encuentro con el nivel de la super-ficie rocosa alisada. El límite exterior de este trabajo en bajo relieve queda delimitado por un perímetro oval [fig. 7].

El último rasgo destacable de esta figura central lo componen unos surcos de grabado situados encima y deba-jo del óvalo del puñal que suponemos son debidos a una co-mún intención icónica. Éstos pueden describirse de mane-ra similar a la forma exterior envolvente, es decir, un trazo en arco por encima del puñal y dos trazos descendentes y abiertos por debajo. El izquierdo finaliza en 5 surcos meno-

2 Tomamos el calificativo lunato (Anati: 1972) por el parecido formal de esta empuñadura con ejemplos de estelas del norte de Italia.

res a modo de flecos. En el derecho se puede llegar a distin-guir dos pero no es descartable que hubiera otros ya que un desconchado afecta a esa zona del relieve. La talla de estas líneas nunca alteró el óvalo del bajo relieve. Al describirlo así estamos orientando su interpretación. Es decir, lo vemos como una variante de las grafías antropomorfas seriadas en el resto del panel, lo que invita a pensar en un énfasis de relación entre sujetos: uno envolviendo a otro. Motivos si-milares, en cuanto a forma y disposición, los encontramos en otras dos localizaciones en la zona de Monte Hijedo. En El Redular (Ruanales, Valderredible) el arma mira al lado opuesto, es decir, la hoja de metal se sitúa a la izquierda y la empuñadura a la derecha. Pero, también, por debajo del arma aparecen dos trazos verticales a cada lado. En el caso de los dos antropomorfos geminados de La Serna (Valderre-dible) (Bohigas y otros, 2006), ambos tienen en la misma posición, es decir, el tercio inferior de la superficie interna, sendas figuras rematadas en arco, con trazos verticales des-cendentes y línea inferior horizontal de cierre. En el caso del antropomorfo de la derecha hay otra línea horizontal que rompe este diseño a la misma altura que lo hace el puñal en Peña Lostroso, pero es una zona de difícil lectura por los desconchados que acumula. El de la izquierda no tiene tra-zos interiores. La reiteración de circunstancias gráficas en los 4 ejemplos abre la posibilidad de que los trazos descri-ban un objeto del atuendo o un signo de distinción3. Si nos fijamos en los casos de Peña Lostroso y El Redular, podría-mos considerarlo una suerte de cinturón o de sistema de fi-jación del puñal. Una tercera interpretación (Bueno y otros, 2005: 597), propone que uno de los trazos descendentes sea un astil transversal de enmangue del arma, con lo que ésta se convierte en una alabarda. Sin embargo, si valoramos la elección de las diferentes técnicas de talla como recursos expresivos que diferencian propósitos narrativos, es más ló-gico distinguir dos realidades: lo que queda inscrito en ese óvalo, y lo que lo rodea. Con la técnica de bajo relieve —que, de hecho, implica el trabajo más elaborado y de mayor carga naturalista— se ha descrito un objeto, no una parte de él. En los casos de Monte Hijedo en los que puede interpretarse que hay un arma en horizontal, los trazos verticales son dos, dispuestos a cada lado por debajo de aquel. Si se tratara de un astil transversal lo lógico sería trazar uno solo del lado de la empuñadura.

Como tentativa de sucesión de trabajos de talla en esta figura armada podemos plantear la siguiente secuencia4:

1. Talla de la forma mayor en arco con trazos descenden-tes prolongados.

2. Alisado interior.3. Bajo relieve del puñal.4. Trazado de la forma interior en arco.

3 En la lógica de lo que en tiempos históricos denominaríamos “escudo”.4 Independientemente de que el diseño estuviera perfilado en su inte-

gridad desde el principio.

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Contexto arqueológico y cronologíaPeña Lostroso es uno de los ejemplos más sugerentes en el norte peninsular de lo que podríamos denominar los ini-cios del “retrato social”. Tamaño y atributos resultan una solución efectiva de convenciones de representación que, como valores significantes, veremos evolucionar y enri-quecerse en multitud de grafías antropomorfas protohistó-ricas e históricas en los más variados contextos culturales. En tal sentido, el de Peña Lostroso supone un antecedente de una riqueza conceptual inédita en la Prehistoria de es-tas latitudes. Su estudio se ve favorecido, además, por el reciente descubrimiento de la estela-estatua de Salcedo (ver en este mismo volumen) en donde vemos traslada-

dos a un soporte de bulto redondo los rasgos semióticos observados aquí. Estamos de acuerdo y resulta oportuno relacionar esta iconografía con lo que P. Bueno , R. Bal-bín y R. Barroso (Bueno y otros, 2005: 593) denominan “el horizonte de la simbología megalítica”: un ensayo supra regional de transacción de códigos gráficos en los que la representación humana, entre un número cada vez mayor de temas, es expuesta como un valor de orden intragrupal. El concepto desarrollado por estos autores trasciende un contexto arqueológico concreto, como pueda ser el de las estructuras megalíticas, y se refiere a un periodo temporal amplio, entre el V y el III milenio a.C. Por otra parte, las circunstancias de estos balbuceos prehistóricos de retrato

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2 a) Croquis elaborado por Ricardo García Díaz en 1935 sobre los grabados de la pared de Peña Lostroso.

b) Motivo central del panel de “Campo Lostroso” publicado en el diario Alerta en Agosto de 1943.

3 Desarrollo general de los grabados de Peña Lostroso.

4 Vista de los grabados de Peña Lostroso desde el “vértice” de las dos paredes contiguas.

5 Vista de frente de la pared SSE de Peña Lostroso.

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social están ligadas al asunto más trascendente del origen de las sociedades segmentadas. En tal sentido, es tentador tratar de fijar en un período más concreto la narrativa ex-presada en los 7,4 metros de panel de Peña Lostroso. La fal-ta de otros correlatos arqueológicos hace que esto no sea fácil de establecer. Es un inconveniente que se plantea no sólo en el caso de Peña Lostroso, si no en el grupo, en ge-neral, de paneles de temática antropomorfa localizados en el Monte Hijedo. En definitiva, los sitios al aire libre con expresión gráfica suponen casi la única evidencia física de su paisaje arqueológico. A pesar de pertenecer a la unidad administrativa de Cantabria, su contexto cultural debe buscarse principalmente en latitudes meridionales, groso

modo entre la vertiente de solana de la Cordillera Cantá-brica y la Submeseta Norte. Y aunque deberíamos centrar-nos en horizontes con armas de metal pero de momentos arcaicos (visto cómo se resuelve la forma antropomorfa), podemos iniciar nuestra búsqueda en aquellos periodos iniciales de los que hablan los autores citados: el V milenio o, en definitiva, la aparición de las estructuras megalíticas. En efecto, Peña Lostroso no está alejado del grupo megalí-tico de La Lora burgalesa, 19 km al SSE de su posición. Los monumentos más cercanos de este conjunto se asoman al valle de Valderredible desde el límite septentrional de su paramera caliza. Así sucede con las estructuras de La Ces-pedera (García Soto, E., 2000: 142) y Navazal (Teira, 1994:

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265-267)5, todavía en Cantabria, y el magnífico sepulcro de La Cabaña (Sargentes, Burgos) (Delibes y otros, 1993: 67). Remontando hacia la cabecera el Ebro, se conocen otras es-tructuras de la misma filiación: los túmulos de Paracuelles (Teira, 1994: 258) y Villacantid6, en Campóo de Suso, a unos 20 km al ENE de la posición de Peña Lostroso. El uso prolon-gado, milenario deberíamos decir, de estas estructuras fune-rarias justifica que podamos pensar en un paisaje de grupos que todavía acuden a inhumar individuos en ellas y que ya conocen las armas de metal. A diferencia de lo documentado en otras estructuras del norte peninsular, no hay represen-taciones de armas en el interior de estos sepulcros, es decir en las superficies de sus ortostatos. Sólo conocemos escue-tas narraciones zoomorfas y antropomorfas (ancoriformes) pintadas, pero sin referencias a armas de metal. Así, ejemplo de El Moreco (Huidobro, Burgos) (Delibes y Rojo, 1989), 32 km al SE. Tendríamos que cambiar de escala de análisis para encontrar esa asociación megalítos - armas (Bueno y Balbín,

5 En la actualidad se conocen 7 estructuras en la campa de Navazal. 4 de ellas han sido documentadas en fechas recientes y no han sido publica-das aunque existe ficha en el Inventario Arqueológico de Cantabria.

6 Este último todavía sin publicar. Agradezco a Jaime Suárez García la noti-cia y su colaboración en la documentación. Sobre estructuras megalíticas en Campóo, tanto túmulos, menhires e, incluso, cromlechs, hay otras referen-cias que, en todo caso, merecen un análisis crítico. No es ésta la oportunidad.

2009). En cuanto a vestigios físicos de tales instrumentos, la realidad arqueológica es, también, muy limitada. Hay datos de un hacha plana sin contexto arqueológico que procede de Coroneles, a unos 14 km al sur (Giribet, 1986: 45). También hay referencias en la cueva de Los Hornucos (Suano), a unos 18 km al W, donde se recogió, en un contexto interpretado como sepultura múltiple, un punzón de cobre y un hacha pla-na de bronce que, por tipología, pueden adscribirse a etapas del Bronce Medio (Carballo, 1935).

Desde el punto de vista del uso de convenciones grá-ficas, podemos comparar el grupo de Monte Hijedo, de evi-dente unidad compositiva, con el más conocido de “ídolos” en “borne kilométrique” (Briard 1993: 80), es decir: Sejos, Peña Tú y Tabuyo. Sin embargo, la proximidad icónica de Monte Hijedo tiene un valor contextual diferente ya que distribuye sus ejemplos en no más de 5 km a la redonda y el grupo de Sejos-Peña Tú-Tabuyo lo hace en centenares de km. En definitiva analizamos una solución descriptiva local, rica en ejemplos y en contenidos pero de difícil encuadre en el marco regional de las grafías antropomorfas. Sin embargo, no actúa como una isla sin paralelos formales. Como decimos al describir la pieza de Salcedo (ver en este mismo volumen),

6 Motivo central del panel de Peña Lostroso. a) Mapa de luces y sombras. b) Coloreado de curvas discretas RMS. Nótese los sectores alisados de la superficie coincidentes con los tonos cálidos. Filtros tomados de (Meshlab Visual Computing Lab - ISTI - CNR. http://meshlab.sourceforge.net/). Imagen generada a partir de un modelo 3D capturado con un scanner de luz estructurada (Breuckmann-smartSCAN3D. FOV:600 mm. X/Y resolution: 350 μm. Depth resolution: 15 μm).

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hemos de tomar una escala geográfica mucho más amplia y de ámbito mediterráneo, para hablar de un flujo de ideas y de un modo de ejecución que, de hecho, da lógica al estilo “Mon-te Hijedo” de figuración antropomorfa.

Como hemos defendido en otras oportunidades (Saro y Teira, 1992: 347), el común estado estacionario de conven-ciones ideográficas que muestra el grupo cantábrico-leonés puede situarse cronológicamente en las primeras etapas de la Edad del Bronce. En las propuestas de Bueno y Balbín este horizonte, en sus etapas iniciales, envejece algunas centurias para dar cabida a contextos de raíz calcolítica (Bueno y otros, 1985: 46). Más o menos colocado este hito temporal, el gru-po de Monte Hijedo ¿Es anterior o posterior? Ambos grupos comparten dos circunstancias gráficas mayores. La obsesión por el “arma” como objeto significante exclusivo de jerarquía, y el carácter esquemático, cuasi abstracto, del icono antropo-morfo. Estas dos circunstancias evolucionarán en variedad y naturalismo sobre todo a partir de etapas desarrolladas de la Edad del Bronce. En efecto, aunque las soluciones gráficas son dos, es decir, tienen una coherencia interna paralela, la semiótica parece similar. No tenemos una respuesta clara a ese interrogante pero sus modelos gráficos de comunicación parecen hablarnos de un universo social semejante.

7 Detalle del interior del motivo central de Peña Lostroso. a) Mapa de profundidades. Nótese la técnica de bajo relieve aplicada para confeccionar el puñal. El resto de elementos grabados por encima y por debajo no interceptan la superficie del “óvalo” de dicho bajo relieve. b) Mapa de luces y sombras. La “fuente de luz” sintética se ha situado en el ángulo superior derecho con objeto de resaltar los flecos terminales de los trazos descen-dentes. Nótese, también, que el trazo curvo superior no coincide en su prolongación inferior del lado derecho. Por ello podemos deducir que estos trazos fueron hechos con posterioridad al “óvalo”. Imágenes generadas en las mismas circunstancias que la fig. 6.

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3328 Detalle del panel de Peña Lostroso.