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Revista de Lenguas ModeRnas, N° 19, 2013 / 695-711 / ISSN: 1659-1933 Resumen En el presente artículo se analiza la forma en que es abordada la sexua- lidad de las personas jóvenes por parte del discurso médico-sexológico. Para ello se toma como referente el programa En el punto: de la ciencia al sexo, difundido por el Sistema Nacional de Radio y Televisión de Cos- ta Rica (SINART). El eje central serán los emplazamientos biopolíticos en los cuales es inscrito el cuerpo sexuado, específicamente en el cuerpo adolescente. A su vez, el objetivo que anima estas reflexiones está aboca- do a la deconstrucción de la mirada aseptizada que ejerce este discurso sexológico en particular, ligado a una axiomática en la que el placer está asociado a la edad. Palabras claves: sexología, edad, biopolítica, televisión, retórica Abstract This article analyzes the way in which young people sexuality is depicted in the medical-sexological discourse. The TV program of the National Radio and Television System of Costa Rica (SINART) En el punto: de la ciencia al sexo, would be the discursive source of the present analysis. One of the most important aspects is the biopolitical inscription of the sexual body, specially the teenager’s body. By the other hand, the main object of these reflections is the deconstruction of this aseptic sexological view, devoted to an axiomatic logic in which pleasure depends of age. Key words: sexology, age, biopolitics, television, rhetoric Résumé Dans cet article on analyse la manière dans laquelle la sexualité des per- sonnes jeunes est présentée par le discours médico-sexologique. Le pro- gramme En el punto: de la ciencia al sexo, appartenant au Système Na- tional de Radio et Télévision de Costa Rica (SINART), constitue la source Mayoría de edad: el imperativo sexual Daniel FernánDez FernánDez Instituto de Estudios de la Mujer (IEM) Universidad Nacional Costa Rica Recepción: 28-11-12 Aceptación: 16-9-13

Mayoría de edad: El imperativo sexual

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Revista de Lenguas ModeRnas, N° 19, 2013 / 695-711 / ISSN: 1659-1933

ResumenEn el presente artículo se analiza la forma en que es abordada la sexua-lidad de las personas jóvenes por parte del discurso médico-sexológico. Para ello se toma como referente el programa En el punto: de la ciencia al sexo, difundido por el Sistema Nacional de Radio y Televisión de Cos-ta Rica (SINART). El eje central serán los emplazamientos biopolíticos en los cuales es inscrito el cuerpo sexuado, específicamente en el cuerpo adolescente. A su vez, el objetivo que anima estas reflexiones está aboca-do a la deconstrucción de la mirada aseptizada que ejerce este discurso sexológico en particular, ligado a una axiomática en la que el placer está asociado a la edad.

Palabras claves: sexología, edad, biopolítica, televisión, retórica

AbstractThis article analyzes the way in which young people sexuality is depicted in the medical-sexological discourse. The TV program of the National Radio and Television System of Costa Rica (SINART) En el punto: de la ciencia al sexo, would be the discursive source of the present analysis. One of the most important aspects is the biopolitical inscription of the sexual body, specially the teenager’s body. By the other hand, the main object of these reflections is the deconstruction of this aseptic sexological view, devoted to an axiomatic logic in which pleasure depends of age.

Key words: sexology, age, biopolitics, television, rhetoric

RésuméDans cet article on analyse la manière dans laquelle la sexualité des per-sonnes jeunes est présentée par le discours médico-sexologique. Le pro-gramme En el punto: de la ciencia al sexo, appartenant au Système Na-tional de Radio et Télévision de Costa Rica (SINART), constitue la source

Mayoría de edad: el imperativo sexual

Daniel FernánDez FernánDezInstituto de Estudios de la Mujer (IEM)

Universidad NacionalCosta Rica

Recepción: 28-11-12 Aceptación: 16-9-13

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Cartogramas etarizados de la sexualidad

“Encontramos muy de lamentar que se negara a la infancia el instintosexual, considerándose las manifestaciones sexuales infantiles,

tan frecuentemente observables, como fenómenos excepcionales”. (Freud, 1997: 1230)

En el presente artículo se desarrolla un análisis del programa En el punto: de la ciencia al sexo, del Sistema Nacional de Radio y Televisión de Costa Rica (SINART), dirigido por el sexólogo Mauro

Fernández (MF). El análisis se centrará en un programa difundido el día 27 de abril del año 2009, el cual estuvo basado en el tema de la “Sexualidad ado-lescente”. Dicha programación se inscribe en lo que se conoce en el ámbito de la comunicación como género divulgativo, cuya finalidad “parece mayoritari-amente orientada a motivar, a hacer o practicar alguna cosa o actividad, y la fórmula para ello empleada consiste (…) en argumentar y convencernos de las virtudes y atractivos de ciertas prácticas mediante un discurso más o menos ágil y variado” (Barroso, 1996: 521).

En este programa, el adultocentrismo y la heteronormatividad constituyen verdaderas isotopías biopolíticas del discurso sexológico, que conforman lo que llamaremos una cartografía etarizada del deseo, es decir, la constitución de un Atlas sexual de la edad, que determina las condiciones del sujeto que entra a formar parte de ese espectro de relaciones llamado “sexualidad”. En los siguien-tes sub-apartados se hará una prospección de ese mapeo sexual, que conlleva la demarcación de límites y fronteras que aluden a cuerpos, prácticas, placeres y deseos, atravesados por la centralidad del binario hombre – mujer.

Cortapisas de la corporalidad femenina

La dinámica del programa exige leer estos centralismos y sus concurren-tes exclusiones, atendiendo en primera instancia a la figura de su presentador,

discursive pour cette analyse. Un des aspects le plus important concerne l’inscription biopolitique du corps sexuel, spécifiquement du corps des adolescents. Au même temps, l’objectif principal des réflexions qui seront développées, c’est la déconstruction du regard aseptique exercé par ce dis-cours sexologique, lié à une axiomatique où le plaisir est attaché à l’âge.

Mots clés: sexologie, âge, biopolitique, télévision, rhétorique

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pues la misma opera como un eje enunciador que los hace visibles y legítimos. A manera de ejemplo, ante un reclamo dirigido por una adolescente al sexólogo -en razón de haber influido por medio del programa en la decisión de sus padres respecto a la colocación de unos implantes de seno-, el presentador señala lo si-guiente:

MF (…) aunque una vez Abel Pacheco dijo que él no era sapo | yo sí | hay que ser sapo para todo lo malo | hay que ser acusetas para todo lo que ocurre malo | hay que señalar y hay que decir las cosas por su nombre

La figura del sexólogo asume un posicionamiento enunciativo en el que apa-rece como un mentor que tiene la obligación de aleccionar a sus discípulos; como todo gran preceptor, éste puede discernir con seguridad lo que es “bueno” y lo que es “malo” y se encuentra en la capacidad de conjurar ambas dimensiones, en la medida en que puede signar el límite que las separa. Esto se inscribe en lo que Gayle Rubin reconoce como “la necesidad de trazar y mantener una frontera imaginaria entre el sexo bueno y malo” (1993: 21). La mayor parte de los discur-sos sobre sexo, señala Rubin, ya sean estos religiosos, psiquiátricos, populares o políticos, delimitan una porción saludable, madura, santa, legal o políticamen-te correcta. De este modo, los calificativos de “sapo” y “acusetas” no pasan por características negativas, por el contrario, son aspectos esenciales del accionar redentor. Si el maestro hace pasar malos momentos a sus alumnos, lo hace so-lamente con el acometido de que puedan encontrar el camino del Bien. Dentro de esta doxa maniquea, los implantes de seno se localizan evidentemente en la casilla de lo aciago, separada por el gran trecho de la pureza y la castidad que “deberían” caracterizar el joven cuerpo femenino. A continuación se muestra de forma concisa esta dinámica de contrarios:

MF (…) por eso ante todo | queremos que a nuestras hijas | nuestras niñas sean bonitas | n:o que sean apetecibles | que la gente diga que chiquita más bonita | y no que se diga t:odos los nombres que decimos | qué rica | que | no | es que esos atributos sexuales no deben estar concentrados en el adolescente | por eso nuestra versión de sapos | de acusetas | y sobre todo con nuestra función de orientar a los padres | hay mucho | e:h e:h | nútramela con que aprenda un segundo idioma | bueno ya sé inglés | no está de mal el francés | no está de mal el alemán | no está de mal el chi:no | qué bueno ese va estar muy bien en los próximos años | hagamos de nuestros hijos algo mejor |

El enunciado se abre con una primera aparente contraposición, a saber, aquella entre la belleza y la «apetecibilidad». Para ser más concisos, se utiliza el término “bonita”, que según el Diccionario de la Real Academia Española quiere decir: “linda, agraciada, de cierta proporción y belleza”, de modo que nos encontramos frente a un nivel de lo bello que ni siquiera alcanza a ser cabal e íntegro; por otra parte, aparece lo apetecible, que estaría dando cuenta de un algo que resulta gustoso, agradable o deseable. Este esclarecimiento terminológico arroja algunas luces respecto a la implicatura discursiva que conlleva la oposición

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antes referida y cuyo sentido se plasma en la metamorfosis del apelativo “hijas”, pasado por “niñas”, hasta llegar a “chiquitas”. Tal transformación se apoya en una estrategia de infantilización del adolescente, tributaria de la concepción decimonónica de la infancia como un período en donde la sexualidad está ausente.

Otro aspecto por resaltar es el uso de los adjetivos posesivos (“nuestras”, “nuestros”) que precede a tales epítetos, de igual modo que la conjugación en primera persona plural de ciertos verbos (“queremos”, “decimos”, “hagamos”) o el uso del dativo de interés (“nútramela”). El dativo de interés, también conocido como dativo ético, constituye un caso especial de uso del complemento indirecto, propio del habla coloquial. En este caso, el pronombre átono “me” indica el inte-rés de la persona en el hecho que enuncia. De esta forma, el sexólogo se implica a sí mismo en el accionar de “nutrir” de conocimientos (en este caso idiomas) a la adolescente, acto que para el presentador constituye un medio eficaz para anular cualquier tipo de exacerbación de dicha corporalidad. A partir de su función de preceptor, el sexólogo deviene un nutricionista del pudor. Estos elementos mues-tran en su conjunto la forma en que la adolescente es desposeída de sí misma, de su cuerpo y su deseo; su subjetividad pasa a ser potestad de los padres y del sexólogo. Familia y medicina constituyen instancias coactivas que recortan el cuerpo y vejan sus posibilidades de agenciamiento. Existe, por tanto, una cla-ra instauración de fronteras sexo-temporales que se ve plasmada en el acto del habla de prohibir, presente en la aseveración de que “esos atributos sexuales no deben estar concentrados en el adolescente”.

Grosso modo, las personas adolescentes no deben ser gustadas ni deseadas, y deben exhibir un nivel de belleza siempre parcial, que muestre una propor-cionalidad controlada, supeditada al escrutinio que ejerce la mirada externa. Las adolescentes deben mantenerse cautelosas ante los potenciales fisgones que hagan visibles -mediante epítetos como “rica”- sus excedentes de belleza. Frente al morbo del adulto que se excita con el cuerpo de una mujer joven, el dispositivo sexológico nos pone de cara a una sexualización eufemizada, que convierte ese cuerpo en políticamente aceptable. La corporalidad joven contrae en esta afirma-ción toda una serie de rasgos particulares, que exigen mantenerlo circunspecto ante los principios de la agreste moral costarricense.

MF (…) uno no ve la desnudez de una mujer | uno ve la silueta | y si yo hoy pongo un implante de nalgas | o pongo un implante ven- | d- de senos | lo que estoy es exa:cerbando | los caracteres sexuales secundarios | que son eminentemente formas de atraer sexualmente

La fisonomía femenina de la bioadolescente no debe traslucir más que los contornos sigilosos de una corporalidad púdica y reservada, que no incite ningún tipo de lascivia. Se presenta aquí un evidente paralelismo con la moral cristiana, por cuanto existe un acento notorio en censurar cualquier forma de “tentación carnal” que provenga de personas jóvenes, y es por lo tanto indudable que detrás de este imperativo se aloja como reservorio dogmático el ideal de castidad católi-ca. La carne aparece como una tentación que debe ser ocultada.

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Siendo que los implantes constituyen artefactos prostéticos1 que comple-mentan el potencial farmacopornográfico de excitación-excitabilidad corporal, su instalación en el biocuerpo femenino pubescente atenta con desequilibrar el imaginario asexualizado que se tiene de éste. Para el sexólogo, los implantes son criticables no por el hecho de que se inscriban en una farmacopornificación del cuerpo que reproduce una estética mercantil estilo hooters, sino porque constitu-yen artilugios que exacerban el carácter sexual del cuerpo adolescente, aspecto contrastante con su deontología moralizadora.

Una forma efectiva de promover esta moralina profesional es mediante la declaración de las posibles consecuencias negativas que la sexualización ado-lescente podría traer consigo. Retomando el tema de los implantes de seno, el director del programa señala:

MF (…) que no vaya a ser que esto sea la puerta de un embarazo no deseado || porque como espero que hoy veamos en este programa | a veces una cosa lleva a la otra |

Esta invocación de los potenciales peligros a los que la población joven se expo-ne, es un procedimiento discursivo recurrente basado en el argumento clásico medios → fines y empleado en este caso para reafirmar la negación de la sexua-lidad adolescente. La aparición de cualquier atisbo de excitabilidad se vuelve condenable, dado que para esta sexo-lógica, la adolescencia debe permanecer en una suerte de estado impoluto e inmaculado. De esta forma, la principal receta médica que concede el programa consiste, por un lado, en ignorar a toda costa cualquier tipo de experiencia erótica por parte de personas adolescentes y reves-tirlas, por el contrario, con un cariz de amedrentamiento y amenaza.

Ejes de perplejidad: la adolescencia y la isotopía del peligro

Una importante estrategia discursiva empleada en el programa consiste en evocar un ideal de pureza a partir de algunos refranes criollos que metaforizan la negación del erotismo. Estas construcciones constituyen estrategias léxicas, en tanto sitúan la sexualidad en “lugares comunes” de la cultura popular, asig-nando a los argumentos esgrimidos un nivel de familiaridad que les brinda un carácter de facto. Véase el siguiente ejemplo:

MF (…) el adolescente no tiene que meterse en camisa de once varas | y ahí es donde los papás van a tener que | buscar formas alternas | para ese colegial | para esa colegiala | para ese chiquillo que tiene | dieciséis | catorce | diecisiete años | para que no inicie la vida sexual | eso sería fundamental

La “camisa de once varas” a la que alude el director del programa se lla-ma sexualidad; el colegial y la colegiala devienen chiquillos/as (entiéndase por ello seudopersonas, seres inacabados e incompletos, pero en proceso de “evo-lución...”) que, por tanto, no deben portar tales ropajes. Las “once varas” con-

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cretizan la imposibilidad de concebir la sexualidad como algo legítimo para este nivel etario. Los preceptores están en la obligación de elegir las prendas adecuadas que conformarán el guardarropa de sus hijos, a saber, las camisas de fuerza que contendrán el desborde de excitabilidad que emane de sus cuer-pos. Se reproduce de esta forma un modelo de educación represiva similar al que recibían los niños en el siglo XIX, en donde se indicaba que incurrir en ciertos procederes acarrearía determinadas consecuencias negativas (Perrot y Guerrand, 1991).

En otra expresión del terruño en esta misma línea, se emplea el agua como referente para dar cuenta de lo impropio de la sexualidad en los adolescentes:

MF (…) entonces uno le dice al adolescente | el consejo es | no se meta en eso | nadar esas aguas por qué (...) hay que enseñarles la disciplina | para eso es la juventud | no para andarse metiendo ni en drogas | ni en licor | ni tabaco | ni en eso | del | del mundo sexual | un chiquillo que nos escribe de séptimo | que ve mucha pornografía | ¿a dónde va a parar? | no es porque la pornografía sea mala | no | sino que | para esa edad | está | eh | eh | se está nadando en la aguas que no debe de nadar | entonces lo que | que gaste el tiempo en lo que realmente lo va a hacer | eh | una persona de bien | una persona que pueda procurarse un buen futuro |

Esta forma de presentar la sexualidad cual si fuese aguas peligrosas conlleva unas vetas particulares que exigen figurar con claridad el símil evocado. Las figuras 1 y 2 nos anuncian las consecuencias que pueden sufrir los bañistas que se exponen a mareas turbulentas y peligrosas. Bajo la óptica del programa, la sexualidad se asemeja a una gran ola rastrera que puede tumbar a los sexófilos adolescentes contra el áspero suelo2 que subyace al agua.

Estos refranes muestran, por otra parte, un acto del habla que consis-te en advertir; de la misma forma que se alude a un bañista que obvia los riesgos de las corrientes marinas -asumiendo por consecuencia una actitud temeraria-, se alude igualmente a los riesgos que asumen “irresponsable-mente” los adolescentes que tienen relaciones sexuales. El acto de advertir constituye a su vez una exhortación a la prevención en el proceso de “apren-der a vivir”, de “salir del nido”, aspecto que coloca al sexólogo en una posición paternalista, mientras que el adolescente aparece como un incipiente retoño en desarrollo.

Dado que el adolescente es representado como un sujeto irreflexivo e im-prudente, la metáfora del agua, que tiene por función inicial advertir, conlleva, por otro lado, el efecto de hacer evitar, rehuir, eludir cualquier potencial sexua-lización de las personas que se ubican en este rango de edad, conformando así lo que hemos denominado una isotopía del peligro. El posicionamiento del sexólogo es el de un adulto que toma partido, que se pregunta el porqué de las relaciones sexuales en adolescentes, dando por sentado que sus motivaciones serían diame-tralmente distintas de las de personas con más edad. Esta incomprensión ante la que sucumbe el sexólogo, lo lleva a señalar una serie de normas correctivas en torno a lo que hemos llamado ejes de perplejidad.

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De esta forma, las drogas y la sexualidad son puestas en un mismo eje y ambas son descalificadas como agentes ignominiosos que degradan de forma irrevocable a los adolescentes que entren en contacto con ellas. Tal desasosiego es pues el apriori necesario para dictar una disciplina que permita administrar el tiempo con el acometido de crear personas de “bien”. El imperativo categórico de la adolescencia del “bien” consiste en no nadar en las aguas de la sexualidad y en encontrar algunos deleites recreativos o educacionales que desvíen el inte-rés por la natación en aguas prohibidas. Así, la máxima del placer interdicto va acompañada de algunas posibles alternativas:

MF (…) no se complique la vida | haga mucho deporte | aprenda un idioma | aprenda a escribir a máquina3 | prepárese bien para la vida | aprenda a tocar guitarra | vaya a hacer ejercicio | qué bonito | prepárese bien | viva intensamente su juventud | vaya al cine | nú:trase | pero no | no | no se metan en la vida sexual | que dicha que usted | tiene unos padres t:an sabios | t:an inteligentes | que están con su mano pronta protegiendo4|

En la cultura helenística, ejercer las destrezas del habla, la música y la escritura, así como la asistencia a diversos espectáculos, constituyen algunas de las prácticas espirituales (Hadot, 2002) que debían llevar a cabo los efebos como parte del proceso de formación que ulteriormente les otorgaría el estatuto de ciudadanos. Estableciendo una relación comparativa entre ambos modelos, habría que decir que una gran diferencia entre la erótica griega y las prescrip-ciones sexológicas antes referidas, es precisamente que el eros se encuentra com-pletamente ausente en las segundas. El acatamiento de tales recomendaciones por parte de los adolescentes, no pretende que estos puedan captar el placer intrínseco de dichas prácticas, sino simplemente que eviten las “complicaciones” de la sexualidad. Quizá el aspecto más anti-helénico de la afirmación es el hecho de que vivir intensamente la juventud resulta incompatible con la “vida sexual”. Esta incompatibilidad es llevada a un punto tal que la ausencia de vínculos sexuales en el adolescente es motivo de festividad:

MF (…) si una chiquilla nos dice | no mami | yo no he tenido relaciones sexuales| pero no me viene la regla | entonces la mamá se la come a besos | la abraza | y le dice | mañana la llevamos donde el doctor

La temática de esta intervención versa sobre un retraso menstrual de una adolescente cuya madre consulta con la inquietud de que su hija pueda estar embarazada. La respuesta que brinda el sexólogo se enfoca en señalar como algo espléndido la posibilidad de que la adolescente no haya tenido relaciones sexua-les y de este modo la no-sexualización de su cuerpo se convierte en un hecho agasajable con besos y abrazos. El dispositivo sexológico performa así dos es-cenarios binarizados de la adolescencia, en uno la sexualidad se muestra como signo de perplejidad, mientras que en el otro aparece la castidad como signo de buenaventura.

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Prevención de la sexualización

Este programa que se nos presenta como prototípico de un discurso sexoló-gico de importantes bríos en la actualidad, busca alcanzar, por medio de distintas estrategias discursivas, un objetivo claro que consiste no tanto en prevenir los efectos de la sexualidad adolescente, sino más bien en prevenir dicha sexualidad en sí misma. Este proceder queda evidenciado en afirmaciones como la siguiente:

MF (…) ese chiquillo que desde temprana edad se mete en el mundo del sexo | con frecuencia va a tener relaciones sexuales | con frecuencia se va a jalar una torta| con frecuencia lo van a infectar de una enfermedad venérea | con frecuencia se metió a grande | con frecuencia perdió la adolescencia

En la composición de esta frase se puede ver cómo entran en juego diferen-tes figuras retóricas que procuran acentuar la diatriba que el sexólogo dirige en contra de la sexualidad adolescente. De esta forma, se presenta un paralelismo a partir de la fórmula “con frecuencia” -empleada en cinco ocasiones en el texto-, conformando una figura de repetición cuyos objetivos son agregar mayor inten-sidad argumentativa y producir un efecto acumulativo. Dicha construcción, en la que se describe la entrada del “chiquillo” en el “mundo del sexo”, constituye un medio hiperbólico para realzar la gravedad de los efectos negativos que pre-suntamente derivan de la irrupción del adolescente en un «mundo prohibido». Se produce a su vez un efecto de concatenación (conocido en retórica como anadiplo-sis), que en este caso viene a cumplir la función de agregar a cada secuela inde-seable de la sexualidad que es enunciada, una más que se encadena al conjunto. Esta figura de estilo conlleva en este caso un carácter enfático, además de fáctico, con el que se persigue interpelar al receptor ausente.

Posteriormente a la enunciación de que “meterse en el mundo del sexo” conlleva “tener relaciones sexuales”5, se presentan los componentes del peligroso suelo que subyace la arriesgadas aguas de la sexualidad, en donde tener relacio-nes sexuales implica que el o la adolescente tendrá que afrontar un embarazo no deseado (“se va a jalar una torta”), contraerá alguna patología (“lo van a infectar de una enfermedad venérea”), se encontrará en una posición en la que ejerce un rol que no le corresponde (“se metió a grande”), y habrá abandonado la “esencia” de su nivel etario (“perdió la adolescencia”). El cuadro general que nos presenta esta anadiplosis se resume en que el medio para soslayar posibles infortunios consiste en prevenir -cual si fuese una enfermedad- la sexualidad misma. Este proceder supone un argumento clásico de prevención, cuya dirección apunta a presentificar el efecto de propagación de determinadas consecuencias negativas (contagio, embarazo).

Cartograma etario: para una sujeción del deseo

En el programa existe una interrogante constante sobre la naturaleza sexual del sujeto, guiada por una auscultación del dato sociodemográfico que

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presenta distintas aristas. Un aspecto que se disgrega de esta tendencia es la insistencia sobre la edad de las personas referidas en consulta, como se muestra a continuación:

MF (…) esta chiquilla que nos escribe | ¿qué edad tiene? | MF – bueno muchísimas gracias | al | al | ¿desde qué año? | ¿de noveno? | MF – ¿qué edad tiene?MF – OK | ¿cuántos años? | MF – ¿cuántos años tiene?

Esta persistencia de la referencialidad etaria comporta una invención imagi-narizada de lo que podría llamarse un desarrollo sexual ascendente, que como corolario del paradigma psicobiológico de la maduración sexual, asignaría a cada edad una ubicación determinada dentro de una recta «evolutiva» de desarrollo psicosexual.

La lógica intrínseca a este modelo supone que este desarrollo comienza a gestarse desde los primeros años de vida, cuando el infante muestra los retazos de una sexualidad rústica e incipiente, que paulatinamente irá trans-formándose hasta alcanzar su nivel máximo de sofisticación en la adultez. Hacer calzar usos del cuerpo dentro de rangos de edad específicos, determina el otorgamiento de su designación como sexualizables6. En este sentido, quien no haya superado el umbral de la maduración sexual (usualmente emparen-tado de forma quimérica con la mayoría de edad legal) no podrá, por tanto, gozar de tal mención.

En lo discutido hasta ahora, se ha visto cómo la sexualización del sujeto se comporta como una curva ascendente respecto del nivel etario, siendo que el nivel de curvatura se muestra inversamente proporcional para las personas menores y directamente proporcional para las mayores. Veamos ahora cómo se conciben estas proporcionalidades jerarquizantes:

MF (…) antes de los veinte años la sexualidad | no llega ni siquiera | a figurar dentro de la lista de cosas importantes | de los veinte a los cuarenta tiene | cierto sentido | de los cuarenta a los cincuenta comienza a tomar importancia | y después de los cincuenta | desde Berman | en mil novecientos sesenta se señala| que es fun:damental | para la vida del ser humano

En este fragmento se puede observar el funcionamiento de la triada saber-(bio)poder-verdad, propia del dispositivo sexológico, en el que -no sin cierta altivez por parte del director del programa-, se trazan las líneas de una cartografía libidinal con series continuas y bien definidas, que dictaminan el grado de im-portancia que debe ocupar la sexualidad para cada sujeto, según los años de los que disponga. La siguiente gráfica puede facilitar la apreciación de tal con-cepción.

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Figura 1Cartograma libidinal etario

Si ahondamos en el valor metafórico de la imagen, habría que señalar que cada microcuadrícula vendría a representar múltiples posibilidades de interac-ción erótica dentro de un universo basto de conexiones sin ningún tipo de pro-gramación previa, que estarían disponibles para cualquier individuo indepen-dientemente de sus características sociodemográficas. La línea exponencial que aparece en la figura brinda un estatus privilegiado a la adultez, de modo que el dispositivo sexológico estaría básicamente concediendo un aumento jerarquizado y unidireccional de frecuencias de deseo, apegado a esquemas sociales conven-cionales. El saber sexológico faculta a su enunciador a dictar la verdad de la sexualidad, a decir lo que es y no es fundamental en términos de un adecuado “dispendio” de libido, que dependería del grado de “maduración sexual” que cada individuo hubiese alcanzado.

La exploración que ejerce la mirada sexológica no se limita al nivel de edad, sino que compele otros aspectos que interaccionan con éste, como lo es el binomio hombre – mujer. Es importante no sólo estudiar las respuestas brindadas en el programa a las consultas que presuntamente plantean los televidentes, sino también su uso y su disposición, como se muestra a continuación:

AM7 – esta es una pregunta | nos pasamos ahora a las mujeres | de una ch:iquilla de catorce años | dice | ¿por qué mis papás no me dejan tener novio? |MF - ¿qué edad tiene?AM –catorceMF – bueno porque tiene unos papás muy sabios | porque tiene unos papás que quieren que usted sea chiquilla | que sea joven | que sea adolescente | que viva la juventud | las relaciones amorosas | tener novio | en el mejor de los casos tener un | un | una | un buen novio | eh | la está exponiendo | a una serie de dificultades

El imperativo “edad” es visto a través del resquicio del sexo: a la precisión con respecto a la edad se agrega la determinación del sexo de quien consulta y las inquietudes que le son “inherentes”. La expresión “pasarse al lado de las mujeres” zanja la división entre lo que podríamos concebir como las parcelas sexo-género,

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superficies bien definidas en donde se cosecha masculinidad y feminidad, como los cultivos respectivos para hombres y mujeres.

Siendo que el saber sexológico promueve la consumación de esta segmen-tación taxativa de la subjetividad, es necesario, por tanto, realizar una lectura cauta sobre el hecho de que se tramiten consultas tendientes a reforzar dicho binario, pues su trámite no es expedito, sino que se engarza en una estructura programática de carácter dialógico y reflexivo que no deja lugar a la inmediatez. Se podría afirmar que el accionar del programa se constituye en una plataforma discursiva que crea y conjura las condiciones propicias para la germinación de biohombres y biomujeres como entes mutuamente excluyentes, a los que ade-más hay que preguntar: ¿qué edad tiene usted? En síntesis y retomando nue-vamente a Rubin: “Las jerarquías de valor sexual, funcionan de forma similar a los sistemas ideológicos del racismo, etnocentrismo y chovinismo religioso” (1993: 20).

De la adolescencia y otros demonios...

Como se analizó anteriormente, la prevención de la sexualidad debe ser el fin y el medio últimos para develar la adolescencia en su «naturalidad». No obstante, y a pesar de la lógica preeminencia que tiene este aspecto en los embates esencialistas del programa, existen otros focos de innatismo que no deben ser vistos de forma aislada, sino más bien como aspectos inte-grantes de la cartografía etarizada en la que la sexualidad es inscrita, como parte del dispositivo sexológico. A continuación se verán algunos ejemplos al respecto.

Sexo, drogas y coerción

Hoy en día, es prácticamente tautológico decir que las relaciones que se establecen con grupos de pares -o amigos como comúnmente solemos referirlos- constituyen un elemento esencial en la vida cotidiana de cualquier persona, in-dependientemente de los aspectos que la caractericen. El director del programa parece tener, sin embargo, una opinión divergente sobre este aspecto, siendo que en el caso de una adolescente que consulta ante la inquietud de poder encontrar-se embarazada, él señala lo siguiente:

MF (…) el adolescente está lleno de amigos | el adolescente está lleno de mundo | el adolescente está lleno de águilas que vuelan en una lata8 | el adolescente está en un medio lleno de drogas (…) | el adolescente tiene que entender | que sólo cuenta con los padres | y va ver usted | que ni las águilas ni las drogas | ni los amigos del concierto | le van a ayudar realmente | en ese proceso | por eso cuando una chiquilla se nos embaraza | lo primero que hay decirle es | vaya dígaselo a mami | vaya dígaselo a papi

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En esta afirmación se puede apreciar cómo a partir de un tono aleccionador, se contraponen de forma taxativa dos representaciones del sujeto adolescente, fruto de un juego de opuestos en el que prima la división clásica de lo público y lo privado.

De esta forma, prevalece una visión altamente conservadora, en la que el adolescente prototípico de la virtud vendría a ser aquel que se encuentra apegado a los valores familiares tradicionales y que rehúye el contacto con un exterior perfilado como perturbador, puesto que en él abundan licor, drogas y amigos, todos elementos amenazantes del armonioso orden hogareño. La inclu-sión de los amigos en el eje de las “malas influencias” es, quizá, el aspecto que permite ver con mayor claridad el distanciamiento que existe entre las pro-puestas sexológicas y las necesidades, inquietudes y percepciones que manejan los adolescentes.

La reiteración de la fórmula “estar lleno de” adquiere un interés significa-tivo, puesto que conlleva la idea de que el ser adolescente es estar colmado por una exterioridad corruptora, que debe ser purgada mediante una buena dosis de los valores propios de la familia nuclear. Dicho sea de paso, tal dosis debe admi-nistrarse de forma eficaz, de modo que neutralice el efecto deletéreo del mal que combate.

MF (…) un papá cuando ve mucha droga en un colegio | perdón | pero lo que tiene que hacer es cambiarlo de colegio

Los criterios planteados por el sexólogo muestran un claro emparenta-miento entre el “tratamiento” de las relaciones sexuales y las drogas. Tal vin-culación tiene raíces históricas, pues “el sexo y la droga, en el caso del alcohol, eran los principales placeres que serían contenidos por la coerción industrial, interesada en el aprovechamiento máximo de la fuerza de trabajo” (Carneiro, 2002: 126). Para esta “razón sexológica” el menor signo de una conducta sexual debe ser coartado, del mismo modo en que el acercamiento a cualquier droga debe ser visto como algo indebido; la principal solución que se ofrece a estos “problemas” consiste en recetar la prohibición, formando así zonas proscritas de placer y deseo.

En este sentido, conviene preguntarse cuál es verdaderamente el carácter de esta interdicción, ¿se trata sólo de una prerrogativa moral o de algo más? De acuerdo con Gramsci (1980: 301), la apariencia de “puritanismo” que asumieron estos intereses de control durante el desarrollo industrial fordista en Estados Unidos -así como en el caso del prohibicionismo- no debe conducir al error, pues lo cierto del caso es que no podía desarrollarse el nuevo tipo de sujeto exigido por la racionalización de la producción y el trabajo, mientras las conductas de placer no hubiesen sido reguladas de acuerdo con esta racionalización fordista. Claramente para el dispositivo sexológico no se trata de una lógica de trabajo industrial, pero sí de una producción simbólica del sujeto que no sólo se nutre de moralismo, sino también de una racionalidad médica amparada en un Saber tildado de científico, que ejerce su propio monopolio de la Verdad.

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Estéticas disruptivas

Otro aspecto que opera bajo la misma dinámica del exorcismo medicinal, son los ejes de perplejidad en torno a la estetización del cuerpo. A continuación se presentan dos ejemplos en esta línea:

Piercing: MF (…) la recomendación es | no colocarlo en los genitales | no colo-carlo en la lengua | independientemente de la edad | y mucho menos en un ado-lescente | porque él no sabe qué va a ser de grande | y hay profesiones donde un arete se va a ver chiví:sima | si sos integrante de Iron Maiden no tengo la menor duda | pero si sos médico y cirujano9 | no se va a ver así como que muy agradable

Tatuaje: MF (…) esa es una decisión que le compete a un adulto | y si se dedica a marino | se le va a ver muy bien | pero | en otras profesiones | no va a ser muy bien | (…) por eso | y en la adolescencia no se toman decisiones que te van a acompañar a lo largo de toda la vida | cuando ya se tiene la madurez | cuando este chiquitín tenga la madurez | él tomara la decisión |

Mediante una división inflexible de lo que se concibe que está bien o mal de acuerdo con el nivel etario, se presenta un orden estético que sólo “compete” a adultos y que conlleva la exigencia de “saber qué se va a ser de grande”. Las intervenciones tienen un fuerte clasicismo aburguesado de lo que se entiende por estético, pues tanto el piercing como el tatuaje son vistos como implementos in-decorosos que acrecientan su nivel de indecencia si son expuestos en los cuerpos castos de personas jóvenes.

Por otra parte, para el sexólogo tener una profesión es la condición por an-tonomasia del civismo, en donde ser médico y cirujano representa la cúspide de la civilización y el summum de progreso. No tener ni querer tener una profesión son los principales síntomas de incivilidad que pueden aquejar a la juventud; el tono degradante con el que se contrapone esta idea adultocéntrica de lo excelso y lo prosaico se evidencia en lo que sería el anverso a una luminaria letrada, a saber, ser integrante de Iron Maiden o ser un marinero.

Jerarquías coercitivas

Finalmente, un aspecto que sin duda merece ser atendido es el juego de contigüidades o vínculos de las distintas segmentaciones categóricas que sirven para encasillar a la población joven. El factor reputación/clase social juega un papel importante, puesto que agrega nuevas celdas al Catálogo sexológico en su Sección de Adolescentes:

MF tenemos que || que dividir las adolescentes | hay algunas adolescentes que se han ido de la casa | y están en unión libre | tienen dieciséis | diecisiete años | y a veces no están planificando | y es importante que ahí la familia la in:ste | la motive | a que busquen anticoncepción (…) pero si estamos hablando de

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colegiales | si estamos hablando de esa chiquilla que está en la casa | que es nuestra hija | hay que evitar al máximo | que | se nos vaya | no a embarazar | sino que vaya a iniciar la vida sexual | porque ésta conlleva una serie de riesgos | a veces el embara- | el a- | el adolescente solo está pensando en el embarazo

En este fragmento se puede apreciar cómo el director del programa afirma literalmente que es necesario dividir a las adolescentes. Si bien es cierto que dicho arreglo no es estrictamente novedoso, puesto que está muy presente en anteriores intervenciones, lo cierto del caso es que agrega algunas variantes a la forma en que opera su subyacente doxa maniquea. Una pregunta que salta a la vista es: ¿por qué el sexólogo receta anticoncepción a un grupo de adolescentes y a otras no?, ¿qué opone este grupo a otros cuando la proscripción habitual ha sido la abstinencia? Este proceder parece depender de juicios de valor consuetudinarios -propios de una visión discriminatoria- que regularizan los mecanismos de biocontrol modernos.

Tal escisión es tributaria del concepto de población surgido en siglo XVIII, que es quizá una de las más eficientes tecnologías de seguridad para ejercer el control social que haya existido hasta nuestros días. Cuando se habla de seguridad, inmediatamente hay que pensar en riesgos y siendo que se trata de grupos distintos, “hay por lo tanto riesgos diferenciales que ponen de manifiesto, de algún modo, zonas de mayor riesgo y otras, por el contrario, donde este es menor, más bajo. De esa manera, entonces, se pueden identificar las características peligrosas” (Foucault, 2004: 81). La adolescente que ha violado el sacro ordenamiento familiar, no conlleva para el dispositivo sexológico los mismos peligros que aquella que “está en la casa”, “que es nuestra hija”. A la primera conviene implantarle un control malthusiano de la natalidad que, por un lado, ponga coto a tal transgresión y que, por otro, instaure una eugenesia apegada a la moral conservadora. La segunda, por su parte, enmarcada por el pronombre posesivo “nuestra” (debido quizá a que aún “no se ha echado a perder”), debe adoptar una práctica ascética en donde prime la frugalidad y la continencia.

Este discurso sexológico en cuestión performa una coerción moralizadora que se dirige especialmente a adolescentes biomujeres. De acuerdo con Freud (1997: 310), el peso que ejercía la Alta Moral victoriana de su época sobre el cuerpo femenino representaba un factor influyente en la conformación de los pa-decimientos que afectaban a sus pacientes. Si bien es cierto que las personas que conforman ambos grupos (fruto de la división presentada en el programa) están sujetas a mecanismos de control biopolítico de sus cuerpos, las primeras tienen cierto margen de “maniobrabilidad”, mientras que las segundas están expuestas a una sujeción total, que nos recuerda inevitablemente el panorama con el que se tuvo que enfrentar Freud.

Reflexiones finales

A manera de conclusión, resulta claro que para el discurso sexológico enar-bolado en el programa En el punto: de la ciencia al sexo, el “factor edad” es un

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referente ineluctable para nombrar y hacer inteligible la sexualidad. Así, el re-ferente etario sirve para referenciar el lugar de los cuerpos sexualizables, de-terminando la legitimidad o ilegitimidad de las formas de placer a las que es-tos accedan, del mismo modo que los niveles de “peligrosidad” a los que estén expuestos. De modo que, partiendo del hecho de que las divisiones raciales, de género y sexualidad son formas fundamentales de diferenciación jerárquica, la transposición de la edad a tales factores conlleva un redoblamiento de esos efec-tos de exclusión.

Un aspecto por recalcar producto del análisis desarrollado es que la edad al convertirse en un factor fundamental para determinar el nivel de sexualización de un cuerpo, implica designar como válidas o inválidas determinadas formas de placer y conforma concomitantemente un sujeto del deseo sometido a un control biopolítico constante. Esta disposición conlleva lo que denominamos cartogra-mas libidinales etarios, que constituyen esos trazados discursivos en función de los años-vida de cada individuo, que delimitan la gama de vínculos sexuales a los que este puede acceder.

Valga señalar que aspectos como el adultocentrismo y la heteronormativi-dad se convierten en piezas estructurales de este discurso sexológico, siendo el cuerpo de las biomujeres adolescentes el objeto por antonomasia de un intenso control biopolítico en el que convergen la Razón Médica y la Moral Conservadora. Por su parte, el placer y el deseo en la adolescencia (sin distingo de códigos sexo-genéricos) son representados como peligros que se deben prevenir cual si fuesen enfermedades. De esta forma, se aboga por una invalidación de la subjetividad adolescente que atañe incluso otros aspectos como la estética y el esparcimiento, y da como resultado un discurso conservador que se distingue en poco de algunas posturas fundamentalistas.

Notas

1 Lapalabraprostético(ocualquieradesusvariacionesennúmeroygénero)esderi-vadadeprótesis.ParaBeatrizPreciado(2002:77), las incorporacionesprostéticaspuedenconllevar-dependiendodesuusobiopolítico-efectosdetransformacióndelacarne,quepuedenestarimplicadosenlainvocaciónperformativadelaidentidadsexualyenunareformulacióndelaidentidaddegénero.

2 Elcarácterqueimplicaenestaimagenelsímilsueloseveráposteriormenteconmásdetenimiento,cuandoseanalicenalgunos“riesgos”específicosquedesdelavisiónpromovidaporelprogramaconllevalasexualidadadolescente.

3 La“escrituraamáquina”esunelementoyaanacrónicoparanuestraépoca,siendoqueenlaactualidadelusodeordenadoresseencuentracompletamentedifundidoenlaculturaoccidental,demodoquehoyendíaaprenderautilizaruntecladonorequiereunainstrucciónespecífica,sinoquederivadeunaseriedeaprendizajesinformáticos,para losquelaescrituraconstituyeunapéndiceoanexodealgomás.Esteseñala-mientoesimportanteenlamedidaenquelaalusión“escrituraamáquina”,constituyeundeícticodelaenormedificultaddeadaptacióndeldirectordelprogramaavaloresmanifiestamentedistintosdelossuyos,propiosdeunaculturaenconstantecambio.

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4 Laexpresión“sumanoprontaprotegiendo”,asícomosusdiversasvariantes,presentauncarácterreligiosoypaternalista.Asíporejemplo,laexpresiónapareceenunacan-ciónllamadaEl mejor de mis amigos,interpretadaporuncantantedeorigenbrasileñodelosaños80,llamadoJoséAugusto.Laprimeraestrofadedichacanciónseñalalosiguiente:“Éleselmejordemisamigos,todoloquesoylodeboaél.Dondevoyyoséqueestáconmigo,consumanoprontaaproteger”.Laexpresióncomportaunaequivalenciaentreel“rolpaterno”ylafiguradeDios,encargadodeprotegerdeformapronta,esdecir,deformaefectiva.

5 Aspectoquedeacuerdoconlalógicasexológicaesunabruptopleonasmo,entantolasrelacionessexuales(entiéndaseporellorelacionescoitales)nosonotracosamásquelamateriaprimadel“mundodelsexo”.

6 Esdecir,conlacapacidadreflexivadesertantosexualizados,comodesexualizado-resdeotroscuerpos.

7 AlejandraMontiel,copresentadoradelprograma.8 EnestecasosehacereferenciaalamarcadecervezaImperial,cuyosímboloesunáguila.9 Esimportantetenerencuentaquelaprofesiónbasedelpresentadoreslademédico

ginecobstetra,yporlotantoestaalusiónestárevestidadeuncaráctereminentementenarcisista.

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