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LOS OBJETIVOS (POSIBLES Y MÓVILES) DE LA HISTORIA. UN DESARROLLO A PARTIR DEL PUNTO XIV DEL MANIFIESTO HISTORIOGRÁFICO HISTORIA A DEBATE ISRAEL SANMARTÍN: Historia a Debate.Tomo III, pp. 357-383 357 Los objetivos (posibles y móviles) de la historia. Un desarrollo a partir del punto XIV del manifiesto historiográfico Historia a Debate Israel Sanmartín Universidad de Santiago de Compostela Este trabajo tiene como vértice fundamental desarrollar el punto V del manifiesto his- toriográfico “historia a debate” con el fin de seguir el trayecto explicativo que va de las con- cepciones del fin de la historia a los fines de la historia y desde aquí hasta sus sustitución por los objetivos de la historia 1 . Para desempaquetar todo este argumentarlo tendremos que recu- rrir a cuestiones de historiografía inmediata, concepto desarrollado por algunos de los miem- bros de la Comunidad de historiadores Historia a Debate, y que nos permite “descargar” todo lo relativo a últimas tendencias historiográficas como a los debates en curso en la actualidad teó- rica. La historiografía inmediata 2 nos permite operar con dos ideas a la vez, por un lado los fines (y objetivos) y por otro la cuestión de los compromisos con los presentes del historiador,a la vez que nos permite situarnos a un costado de viejos paradigmas e intentar ayudar a la cons- trucción de un nuevo paradigma historiográfico plural y en continua revisión asociado a un nuevo concepto de modernidad 3 . Toda esta tarea requiere el desarrollo de la competencia de “reconocer tendencias” his- toriográficas y de debates inmediatos que se producen a la par entre historia/historiografía/teo- ría de la historia 4 . En ese marco, podemos decir que la aceleración histórica de la última déca- da ha reemplazado el debate sobre el "fin de la Historia" por el debate sobre los "fines de la his- toria", es decir, partimos del fin de la Historia de Francis Fukuyama en 1989, que entró de lleno a competir con los fines de la historia postmodernos y con otros fines conservadores y pro- gresistas que se fueron elaborando y difundiendo 5 . Asumimos la idea de Carlos Barros según la cual la “historia no tiene metas pre-establecidas y que en 1989 dio comienzo un profundo vira- je histórico”, con lo que cabe preguntarnos “adónde nos lleva éste/ quién lo conduce/ en favor de qué intereses/ cuáles son las alternativas” 6 . La concepción de los fines de la Historia siempre funcionan con el reflejo de una profunda crisis social que deviene en su explicitación que intenta justificar el momento particular de algún país como el más completo y racional satisfacción de la gente. Desde un punto de vista teóri- co el fin de la historia es necesario como una premisa, como una condición necesaria par la cre- 1 Ver punto V del “Manifiesto historiográfico Historia a Debate”, Santiago de Compostela, 2001. 2 Ver intervenciones de Gonzalo Pasamar y Carlos Barros en este Congreso. 3 Ver BARROS,C.,“La historia que viene”, Actas Congreso Internacional Historia a debate. I. Pasado y futuro en Carlos Barros (ed.), Santiago, Historia a Debate, 1995, pp. 95-117 y BARROS, Carlos,“El retorno de la historia”, Actas II Congreso Internacional Historia a Debate,Vol. 1, 2000, pp.153-154. 4 Ver PASAMAR, G.,“Corrientes, influencias y problemática en la historiografía contemporánea española”, Studivm, Zaragoza, nº3, 1991, pp. 95-134 y PASAMAR, G., La historia contemporánea. Aspectos teóricos e historiográficos, Editorial Síntesis, Madrid, 2000. 5 Ver BARROS, C., “Hacia un nuevo paradigma historiográfico”, Memoria y civilización, Pamplona, nº 2, 1999, pp. 223-242. 6 Ver “Manifiesto historiográfico Historia a Debate”, Santiago de Compostela, 2001.

Los objetivos (posibles y móviles) de la historia. Un desarrollo a partir del punto XIV del Manifiesto historiográfico Historia a Debate

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LOS OBJETIVOS (POSIBLES Y MÓVILES) DE LA HISTORIA.

UN DESARROLLO A PARTIR DEL PUNTO XIV DEL MANIFIESTO HISTORIOGRÁFICO HISTORIA A DEBATE

ISRAEL SANMARTÍN: Historia a Debate.Tomo III, pp. 357-383

357

Los objetivos (posibles y móviles) de la historia.

Un desarrollo a partir del punto XIV del manifiesto

historiográfico Historia a Debate

Israel Sanmartín

Universidad de Santiago de Compostela

Este trabajo tiene como vértice fundamental desarrollar el punto V del manifiesto his-

toriográfico “historia a debate” con el fin de seguir el trayecto explicativo que va de las con-

cepciones del fin de la historia a los fines de la historia y desde aquí hasta sus sustitución por

los objetivos de la historia1. Para desempaquetar todo este argumentarlo tendremos que recu-

rrir a cuestiones de historiografía inmediata, concepto desarrollado por algunos de los miem-

bros de la Comunidad de historiadores Historia a Debate, y que nos permite “descargar” todo

lo relativo a últimas tendencias historiográficas como a los debates en curso en la actualidad teó-

rica. La historiografía inmediata2 nos permite operar con dos ideas a la vez, por un lado los fines

(y objetivos) y por otro la cuestión de los compromisos con los presentes del historiador, a la

vez que nos permite situarnos a un costado de viejos paradigmas e intentar ayudar a la cons-

trucción de un nuevo paradigma historiográfico plural y en continua revisión asociado a un nuevo

concepto de modernidad3.

Toda esta tarea requiere el desarrollo de la competencia de “reconocer tendencias” his-

toriográficas y de debates inmediatos que se producen a la par entre historia/historiografía/teo-

ría de la historia4. En ese marco, podemos decir que la aceleración histórica de la última déca-

da ha reemplazado el debate sobre el "fin de la Historia" por el debate sobre los "fines de la his-

toria", es decir, partimos del fin de la Historia de Francis Fukuyama en 1989, que entró de lleno

a competir con los fines de la historia postmodernos y con otros fines conservadores y pro-

gresistas que se fueron elaborando y difundiendo5. Asumimos la idea de Carlos Barros según la

cual la “historia no tiene metas pre-establecidas y que en 1989 dio comienzo un profundo vira-

je histórico”, con lo que cabe preguntarnos “adónde nos lleva éste/ quién lo conduce/ en favor

de qué intereses/ cuáles son las alternativas”6.

La concepción de los fines de la Historia siempre funcionan con el reflejo de una profunda

crisis social que deviene en su explicitación que intenta justificar el momento particular de algún

país como el más completo y racional satisfacción de la gente. Desde un punto de vista teóri-

co el fin de la historia es necesario como una premisa, como una condición necesaria par la cre-

1 Ver punto V del “Manifiesto historiográfico Historia a Debate”, Santiago de Compostela, 2001.

2 Ver intervenciones de Gonzalo Pasamar y Carlos Barros en este Congreso.

3 Ver BARROS,C.,“La historia que viene”,Actas Congreso Internacional Historia a debate. I. Pasado y futuro en Carlos Barros

(ed.), Santiago, Historia a Debate, 1995, pp. 95-117 y BARROS, Carlos,“El retorno de la historia”, Actas II Congreso

Internacional Historia a Debate,Vol. 1, 2000, pp.153-154.

4 Ver PASAMAR, G.,“Corrientes, influencias y problemática en la historiografía contemporánea española”, Studivm,

Zaragoza, nº3, 1991, pp. 95-134 y PASAMAR, G., La historia contemporánea. Aspectos teóricos e historiográficos,

Editorial Síntesis, Madrid, 2000.

5 Ver BARROS, C., “Hacia un nuevo paradigma historiográfico”, Memoria y civilización, Pamplona, nº 2, 1999, pp.

223-242.

6 Ver “Manifiesto historiográfico Historia a Debate”, Santiago de Compostela, 2001.

ación de argumentarios cerrados y blindados. Evidentemente no es algo nuevo, ya San Agustín,

Hegel y Marx desarrollaron una historia humana con diferentes épocas y etapas y progresiva aun-

que con diferentes fines (juicio final,mundo protestante alemán, sociedad comunista), aunque cons-

truida teleológicamente, con lo que subestiman los eventos en la historia mundial. De todas for-

mas no hay una única forma de entender el fin de la historia, puesto que se puede entender como

una predicción para el futuro (filosofía clásica de la historia:Hipona,Voltaire,Herder,Kant o la tra-

dición judeocristiana), como una forma de entender el pasado (Hegel) o como un fin de una etapa

o periodo de la historia (Fukuyama, Huntington, etc.).

La historia no tienen por que ser lineal ni tener un fin, que se puede sustituir por obje-

tivos, los cuáles pueden ser móviles (cambiantes) y posibles (reales). Los objetivos no tienen que

condicionar teóricamente a la historia, sino actuar en connivencia con la historia, con los suje-

tos sociales e individuales. El fin último de la sustitución de fines por objetivos es dotar a la pala-

bra de un compromiso con valores diferentes al de “fin”: un compromiso con valores cívicos, sen-

sibles a los sujetos sociales e individuales, y a todas las sensibilidades. Asimismo comprometerlos

con objetivos progresistas

Se trata de desarrollar “objetivos” para comprometerla y preñarla en el horno con otro

valores: compromiso con valores y sacarla de las grandes acontecimientos. En otras palabras:“Si

decimos que no hay metas fatalmente pre-fijadas sino objetivos continuamente revisables, es que

no podemos saber con certeza la configuración final del paradigma historiográfico en formación,

ni el rol que en él jugarán las tradiciones del siglo XX, o las nuevas escuelas que puedan cons-

tituirse en los años próximos. Es la comunidad de historiadores quien decide, en última instan-

cia, el camino a seguir, que nos puede llevar a un nuevo paradigma común con escuelas (como

en la segunda mitad del siglo XX), a varios paradigmas contradictorios con escuelas (romanti-

cismo versus positivismo en el siglo XIX), o a otra configuración específica del siglo XXI”7.

1. Algunos antecedentes

Según algunos críticos, el cristianismo introdujo un sentido a la historia y un final, los acon-

tecimientos adquieren sentido en relación con la salvación final. Después la historia estuvo unida

al progreso (enciclopedistas) pero fueron los alemanes de la tradición idealista lo que hicieron

las historias universales más sofisticadas. Kant en su Idea para una historia universal desde el punto

de vista cosmopolita, sugiere que la historia tendrá un final que es la realización de la libertad.

Después llegaron a Hegel y Marx. Concretamente, fue Hegel quien declaró en 1806 el fin de la

la historia universal que procedía de Oriente (China) y adquirió el “fin absoluto” en Fukuyama,

aunque hay que señalar los intentos de Spengler y su tesis sobre el fin de la cultura o en las tesis

de “el fin de las ideologías de Bell, Lipset, etc.

En los últimos años, la idea de posthistoria o fin de la historia nace a mediados del siglo

XX en un grupo de pensadores franco-alemanes que más que afirmar un final efectivo y del acon-

tecimiento humano desarrollan un pesimismo cultural elitista ante el estatismo y masificación de

las democracias occidentales después de la segunda guerra Mundial amenazadas por una tercera

confrontación (Gehlen, Jouvenel, Schmitt, Kojève, Jünger, Lefèbvre, benjamín y Adorno)8. La

interpretación de la coyuntura política de aquel momento fue realizada por estos autores

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7 Ver BARROS, C.,“La historia que viene”, Carlos Barros (ed.), Santiago, Historia a Debate, 1995, pp. 95-117.

8 NIETHAMMER, Lutz, Posthistorie. Has history come to an End?,Verso, New York, 1989.

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recogiendo planteamientos filosóficos de finales del siglo XIX, tales como la idea nietzscheana

del agotamiento espiritual del repertorio de posibilidades heróicas, la tesis weberianaa de una

sociedad convertida en una única máquina gigantesca en proceso de petrificación y la hipótesis

de Henry Adams de una entropía en el proceso de cambio de civilización. Algunos de estos auto-

res siguen vigentes en el pensamiento posthistórico actual (en especial Kojève, Benjamín,

Fukuyama, Jünger etc.). Se trata, de una inversión de las teorías optimistas sobre la historia pro-

pias del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, que eran teorías que respondían a ser ver-

siones secularizadas de la teleología de la historia sagrada y que preveían la paz universal, la liber-

tad o la fraternidad como meta final de progreso humano (Holbach, Kant, Comte, Marx).Tras el

fracaso de sus expectativas estos teóricos no abandonaron la metafísica de una transfiguración

histórica sino que invirtieron su signo. En algún sentido, el discurso sobre el fin de la Historia es

una reflexión sobre el significado del fin más que acerca del fin del mundo. De tal forma, muchas

de las reflexiones de mediados del siglo XX le dieron la espalda a cuestiones como la poca aten-

ción al desarrollo material, a los peligros de la guerra nuclear y la suerte hambrienta de la mayo-

ría de la humanidad excluida de la zona de privilegio industrial. Muchos de estos pensadores fue-

ron intelectuales que después de sufrir fuertes decepciones políticas, adoptaron la postura de

una élite, al tiempo que se distanciaron de las masas y de los aparatos oficiales en el orden de

la posguerra y se concibieron a sí mismo como videntes solitarios. Así se lanzaron a la búsqueda

de un punto de vista que lo abarcara todo, para destilar la esencia de la experiencia universal en

un relato único, obviando que la historia democrática se construye desde abajo.

2. Del fin de la Historia a los fines de la Historia

Siguiendo con lo expuesto más arriba visibilizaremos el paso de las explicaciones únicas

sobre el fin de la historia hacia los fines de la historia, con el objetivo de mostrar la pluralidad

de interpretaciones y de representaciones y construcciones de la realidad diferentes.

2.1. El “descompromiso” postmoderno

La teoría postmoderna del fin de la Historia contiene la doble afirmación de que la Historia

se ha disuelto como proceso unitario dotado de sentido y que en el mundo actual concurren

una serie de circunstancias como los mass media, la amenaza atómica, el declive de Occidente,

etc., que han propiciado la detención del proceso histórico real. En este caso, la inmutabilidad del

presente se deduce de la imposibilidad de elaborar filosóficamente una explicación de los

mecanismos del cambio histórico, una vez que se ha disuelto el discurso moderno con base en

la idea de progreso. Asimismo, rechazan la noción del capitalismo como ideología unificadora y

reivindica la diferencia y la pluralidad basándose en la rebelión contra el colonialismo, el impe-

rialismo económico y cultural impuesto por Occidente y la irrupción de la sociedad telemáti-

ca. La conjunción de estos factores ha permitido a las diferentes culturas encontrar un lugar en

el proceso global de formación e imágenes, con lo que el discurso oficial y monolítico se ha frag-

mentado en múltiples voces divergentes, en un conglomerado de imágenes prácticamente

simultáneas.

Para los modernos, el fin de la Historia es un proceso unitario, lineal y de alcance universal

regido por el progreso. Frente a ello, en los fines de la Historia postmodernos la historia pasa

a considerarse como un proceso discontinuo, sometido a la variación, que defiende la disconti-

nuidad y la diferencia, con un alto grado de contingencia y diversidad de centros o tipos que hace

de ella un fenómeno multipolar. En ese contexto, niegan que la historia real se ajuste al patrón

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9 CABRERA, Miguel A.,“La historia y las teoría del fin de la historia” en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate,

Santiago,1995,Tomo I, pp. 209-221.

10 LYOTARD, J. F., La condición postmoderna, Cátedra, Madrid, 1984, VATTIMO, G., El fin de la modernidad. Nihilismo y her-

diseñado por la filosofía ilustrada, según la cual las sociedades humanas están regidas por un pro-

pósito inmanente de búsqueda de una creciente racionalidad emancipatoria que las hace tender

hacia modalidades de organización social en las que la esencia humana se habrá de realizar en

toda su plenitud y que se identifica con la existente en el Occidente capitalista liberal.

El núcleo de la teoría postmoderna9 del fin de la Historia es el rechazo de la filosofía de

la historia como organizador externo de los acontecimientos y de las acciones humanas a lo largo

del tiempo como un metarrelato que pretende dotar de sentido al devenir histórico, al poner-

lo en función de una meta futura fijada con anterioridad y al margen del propio devenir, y tam-

bién en tanto a metafísica que afirma ver en la historia real la proyección de un ser o esencia

suprahistórica que tiende a realizarse en una modalidad final de sociedad. Esta filosofía de la his-

toria o metarrelato implica que las sociedades humanas están sujetas a un proceso ascendente

que se inicia en una etapa inferior y que culmina en el referido final de la Historia, en el que todas

la sociedades confluyen como un modelo de organización único, lo que autoriza a hablar de una

historia universal. Estas concepciones definen el progreso como la evolución de las sociedades

regida por un impulso emancipatorio que culmina bien en el capitalismo liberal o bien en el socia-

lismo-comunismo. En cuanto a la Historia Universal, está formada por etapas que llevan a la evo-

lución progresiva y tienden a subsumirse en un modelo social supremo primeramente implan-

tado en Occidente y destinado a extenderse a todo el planeta. Desde la óptica postmoderna,

la filosofía moderna de la historia no es más que un discurso legitimador de la dominación social

y de la supremacía de los países occidentales.

Para los postmodernos, el acontecer histórico de los últimos dos siglos no se ajusta en

ningún modo al cuadro trazado por el metarrelato moderno. Dudan de que dicho acontecer

ponga de manifiesto la materialización progresiva de un supuesto ser o naturaleza humana fun-

damental; y por otro lado, cuestionan la existencia de un progreso real que autorice a estable-

cer una relación jerárquica entre las diferentes fases de la historia. Esos cuestionamientos con-

ducen a la negación de un curso unitario de la historia regido por las pautas de un centro de la

historia que se identifica con Occidente. Por contra, para los postmodernos, existen múltiples

centros de historia, y la identidad humana no se constituye mediante la subsunción paulatina de

las diferencias en el modelo dominante, sino que es el resultado de la combinación y entrecru-

zamiento de dichas diferencias (aquí está el multiculturalismo). Con esto emerge una concep-

ción general donde la historia deja de concebirse como un proceso dotado de sentido, es decir,

con un cometido extrahistórico que cumplir, con lo que el metarrelato se debilita y se disuel-

ve como vara de medir del acontecer social. Frente a la noción de progreso se levantan nocio-

nes como variación, diferencia o contingencia. Con estos elementos, se llega a la conclusión de

que los diferentes tipos de organización social no se pueden relacionar mediante un esquema

jerárquico que determina su grado de evolución en función de su mayor o menor asimilación al

tipo designado como superior, es decir, al modelo liberal occidental del neohegelianismo en este

caso. Desde el punto de vista postmoderno la historia no tiene ni punto de partida ni de llega-

da ni se puede sostener la existencia de una Historia Universal; la historia humana es la histo-

ria de la variación, no de la inexorable homogeneización. Estas consideraciones generales están

desarrolladas más explícitamente en los trabajos de Lyotard, Baudrillardy Vattimo10. Los tres man-

menéutica de la cultura posmoderna, Gedisa, Barcelona, 1986 y BAUDRILLARD, J., Las estrategias fatales,Anagrama,

Barcelona, 1984.

11 ANDERSON, P., Los fines de la Historia,Anagrama, Barcelona, 1996, pp. 89-96.

12 PINILLOS, José Luis,“La europa postmoderna”, Cuenta y Razón, nº75, enero 1993, pp. 7-13.

13 Para ver una biografía de Bloom: http://www.selu.edu/Academics/Faculty/nadams/educ692/Bloom.html. Bloom nació

en 1930 y falleció el 7 de octubre de 1992.

14 Quien en la actualidad reniega de su straussianismo.Ver LABARIQUE, Paul,“Paul Wolfowitz, el alma del Pentágono”,

Red Voltaire, 24 de febrero de 2005,<http://www.voltairenet.org/article123982.html?var_recherche=Paul+Labarique+?

var_recherche=Paul%20Labarique>, [Consulta 24 de febrero de 2005]

15 Ver BELL, Daniel,“Las guerras culturales en Usa (1965-1990)”, Claves, nº32, mayo 1993, n32, pp. 9-19.

16 Ver KRISTOL, I., Reflectins of a Neconservative, Basic Books, NY, 1983 y NOVAK, M., El espíritu del capitalismo demo-

crático, Ed.Tres Tiempos, BBAA, 1984.

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tienen ideas seminales de lo que es característico de la versión postmoderna del fin de la Historia.

En cierto sentido, han logrado explicitar la sociedad homogénea sujeta a impulsos libidinales de

la que hablaban autores como Kojève. El fin de la Historia es, entonces, un espacio donde se mez-

clan forma estética y función publicitaria. Agotada la modernidad, la Historia alcanza su fin en

el girar continuo de un carrusel en la idea de que el fin de la Historia es un rasgo también de la

postmodernidad11.

Los fines de la Historia postmodernos, siguiendo los preceptos postmodernos, rechazan

todo aquello relacionado con los grandes relatos, la ilustración, idealismo, marxismo, mesianis-

mo, y que incluya nociones como unidad, fundamento, principio o estabilidad, que le recuerde el

totalitarismo. La sensibilidad postmoderna conecta mejor con la inestabilidad y con las discon-

tinuidades, las rupturas, la fragmentación y el desorden, que es lo que configura, de hecho, su pro-

pio fin de la Historia12. En definitiva, los fines de la Historia postmodernos proponen la disolu-

ción de la historia como proceso unitario, el abandono del progreso y de los grandes metarre-

latos.

2.2. La derechización neoconservadora

El neocoservadurismo es una tendencia intelectual compleja y poliédrica en la que se han

desarrollado los fines de la historia liberal-conservadores con más impacto. El creador del neo-

conservadurismo fue Leo Strauss, su publicista más importante Kristol y su divulgador princi-

pal en la Universidad (concretamente en la de Chicago) Allam Bloom13, que todavía cuando falle-

ció en 1992 era codirector del John M. Olin Center for Inquiry into the Theory and Practice of

Democracy, donde Fukuyama dio la primera conferencia sobre el fin de la Historia. Bloom, junto

con Paul Wolfowitz14 y otros, será uno de los discípulos directos de Strauss y bajo cuya figura

crecieron intelectualmente Fukuyama,Alan Keyes,Abram Shulsky, Stephan Sestanovich, Charles

Fairbanks. Todo esto está muy bien, pero ¿cómo contextualizarlo? A continuación vamos a

explicar qué es el neoconservadurismo, cómo nació y sus características.

El mundo intelectual estadounidense se desarrolla en las Universidades pero también en

los llamados Think tanks, que ejercer una labor de investigación, seminarios, promueven revistas,

etc. En ese doble escenario intelectual nace la tesis del fin de la Historia de Fukuyama, puesto

que como se ha explicado se mezcla todo un poco, incluso ya desde sus influencias puesto que

Kojève no era profesor en la universidad y Strauss sí.Centremos más el objeto del trabajo y haga-

mos una vuelta atrás para explicar algunas cosas. Como bien señala Bell, en EE.UU en los últi-

mos veinticinco años hubo, al menos, tres corrientes intelectuales: radicales, neoconservadores

y liberales15. Nos centraremos en los neoconservadores, que según Irving Kristol16 son “liberales

17 Publicado en 1979: Steinfels, Peter, The Neoconservatives, Simon & Schuster, New York, 1979.

18 MARDONES, José M.,“La filosofía política del neoconservadurismo americano”, Arbor, 1987, noviembre-diciembre,

pp. 163-181.

19 MANGLANO, Percival,“Los neoconservadores”, GEES, Colaboraciones nº 18, 10 de Septiembre de 2003, <[con-

sulta 11 de septiembre de 2003].

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asaltados por la realidad”. El término neoconservador fue acuñado en la revista Dissent por el

escritor Michael Harrington en 1973, de una manera un tanto irreverente, para agrupar a una

serie de conocidos científico sociales, sociólogos y politólogos (Bell, Berger, Kristol, Moynihan,

Glazer, Novak, Podhoretz, Lipset, Shils, Kickpatrick, Brezinski, Huntington, etc.), aunque fue

Peter Steinfels en su libro The Neocoservatives: the men who are changing American politics17 quien

le puso el sello periodístico a esa etiqueta y el que popularizó la denominación y el agrupamiento

en EE.UU.En ese libro, Steinfels desvelaba que Kristol era el publicista del grupo,Moynihan el polí-

tico profesional y Bell el teórico. Lo que agrupaba a estos autores es una sensibilidad o talante

neoconservador por encima de sus peculiaridades. En buena medida son autores de origen judío

y de familias trabajadoras del Este que con gran esfuerzo triunfaron y lograron puestos de élite

en la universidad (Harvard, MIT, Chicago, Berkley, Stanford, etc.) y en la política, y gran parte de

ellos defendieron en su juventud posturas de izquierda18. Pese a todo esto, esta no es la única

teoría que existe sobre el origen del término neoconservador. La expuesta hasta aquí sería una

explicación basada en que el término lo acuñaron algunos demócratas para definir (y deslegiti-

mar) a antiguos compañeros que habían cambiado hacia ideas conservadoras.Hay otra explicación

que atribuye la paternidad del término a los propios neoconservadores, quienes quisieron des-

tacar así la novedad - temporal y conceptual - de sus creencias conservadoras. En cualquier caso,

lo que ambas versiones demuestran es que estamos ante una tendencia intelectual que atrave-

só en un momento dado la frontera imaginaria que divide la izquierda de la derecha19.

Independientemente del origen del término, rápidamente fueron identificados con la revis-

ta The Public Interest fundada por Kristol y Bell en 1966. Al grupo se le añadirían poco después

Nathan Glazer, Seymour Martin Lipset,Robert Nisbet,Huntington y Q.Wilson. Para Steinfels eran

intelectuales con vínculos con el poder a través de sus posiciones en las universidades, de sus

relaciones con las élites, y en las comisiones gubernamentales, siempre teniendo en cuenta su

creencia en que el neocoservadurismo era el conservadurismo serio e inteligente del que

EE.UU había carecido. Pese a una raíz programática común, todos desmintieron pertenecer al

neoconservadurismo y Bell, incluso, declaró que “no existía entonces un contenido conservador

que aquellos hombres compartiéramos”. Para Bell sí había una definición común que era la de

un “whigismo escéptico” y una esperanza de progreso, pero con la duda de que pudiera ser posi-

ble.

Aunque la mayoría de los citados acepten un alto agrado de afinidad entre ellos, todos,

excepto Kristol se mostraron contrarios a admitir el término. Su influencia está en algunas de

las revistas ya citadas más Commentary, Encounter, New Criterion, American Scholar o Public Opinion

, y ahora National Interest, Weekly Standarad, etc. La revista The Public Interest fundada en 1966 por

Kristol y Bell, y la revista en Commentary (Podhoretz), que fueron las iniciadoras de la crítica de

los prejuicios liberales. La motivación que activa ese neoconservadurismo en EEUU es que des-

pués de la II Guerra Mundial un grupo de intelectuales “neoconservadores” veía la erosión de

los valores y la emergencia de una sociedad de masas secular y desarraigada. Importaron del con-

tinente un tradicionalismo burkeiniano y tuvieron influencias de Voegelim, Strauss,Wittfogerl y

20 BELL, D., The coming of post-industrial society; a venture in social forecasting, Basic Books, New York, 1973.

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Ortega. Ese neoconservadurismo no nace del conservadurismo existente sino que nace del movi-

miento intelectual liberal (en sentido estadounidense), puesto que es una defección en toda regla

de él, ya que casi todos procedían del liberalismo radical; la regresión fue endógena. Incluso más;

salvo Nisbet, todos son conversos del socialismo americano. En muchos casos estuvieron vin-

culados al radicalismo emergente en la década de los 30, incluso alguno en la década de los 50

militaba en proyectos antiderechistas, aunque conviene no exagerar ese aspecto y contextuali-

zar su presunto radicalismo en los EE.UU de los años 40-60. Así, según Bell, la intelligentsia de

izquierda americana en relación con la europea era tibia y escéptica ante la proclamación del socia-

lismo. A esto no hay que olvidar el anticomunismo de la sociedad americana en la Guerra Fría.

El neoconservadurismo, como resumen, es una proyecto que comenzó a forjarse en la mitad de

la década de los 50 como una retracción liberal y cuajó principalmente con el famosos debate

sobre el fin de las ideologías, que es un hito en la construcción de ese nuevo conservadurismo.

Siguiendo con la idea anterior, la tesis de fin de las ideologías fue un momento importante

para la génesis del neoconservadurismo.Tiene como portavoces a Bell, Shils, Martin Lipsen y

Raymond Aron, que perfilaron las argumentos básicos de la decadencia de las ideologías. El pro-

yecto se fundamentaba en que las propuestas ideales y normas éticas con pretensiones univer-

salistas se había agotado o diluido en el acontecer pragmático de las sociedades; para estos auto-

res las ideologías proletarias son las que presentan una decadencia más próxima, que anticipa el

declive de todo el pensamiento ideológico (plantean el agotamiento de las energías utópicas).

Pese a todos estos presupuestos, hay que ver que la teoría surgió después de la II Guerra mun-

dial y que en ese momento había un clima donde se aplacaron las tensiones sociales, y donde los

conflictos ideológicos fueron sustituidos por la resolución técnica de los problemas económi-

cos y sociales. De todas formas hay que precisar que es una tesis absolutamente insostenible ya

que niega la presencia de las corrientes de pensamiento. Más allá de puntualizaciones, pronto los

acontecimientos de los años sesenta dieron al traste con todo esto, cuestión que refutaron argu-

mentando que el potencial ideológico de los intelectuales y de los jóvenes nunca había sido nega-

do. Con todo, Bell se detractó en parte en El advenimiento de la sociedad postindustrial20 donde

sostuvo que la tesis de “el fin de las ideologías” contemplaba el hecho de que entre los intelec-

tuales el agotamiento de las viejas ideologías conduce inevitablemente a anhelar otras nuevas.

Después de “el fin de las ideologías” parece que los conflictos sociales y las alteraciones cultu-

rales que se plantearon durante los años sesenta y setenta fueron determinantes en este replie-

gue conservador. Los neoconservadores surgen en ese momento de las insuficiencias del key-

nesianismo, de las revueltas estudiantiles de las Universidades de EE.UU, de la derrota del

sudeste asiático, y en la consideración de la procedencia judía de un buen número de necons.

¿Cual es la relación del neoconservadurismo con la izquierda? Evidentemente existe una

gran distancia entre los neocons y las culturas liberales o de izquierdas, como reflejan sus dife-

rentes esferas de influencia. El ámbito neoconservador está en gran parte en Washington, en las

instituciones gubernamentales, los thinks thank y en las esferas de la política pública. La influen-

cia de los círculos de izquierda y liberales están en las universidades. Dado que muchos neocons

son profesores se sienten aislados y menospreciados en el seno de las universidades, mientras

que los liberales se siente objeto de burla en los círculos gubernamentales. Pese a todo, no hay

que olvidar el origen “progresista” de muchos neoconservadores y que éste no es un grupo

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homogéneo y en el cual no todos sus miembros responden a su perfil conservador; hay pro-

gresistas. Por otro lado, no están sólo relacionados con los gobiernos republicanos sino también

con los demócratas, lo que muestra la complejidad de la tendencia.

Por otro lado, ¿cuál es la relación del neoconservadurismo con el conservadurismo clá-

sico? Bell recordaba que el conservadurismo (paleocons) había nacido y crecido en torno a Russell

Kirk y su libro The Conservative Mind, con su defensa de ideas como el orden, la tradición, la jerar-

quía y la autoridad y también con la publicación de la revista The National Review. El surgimien-

to de los neocons en los dio al conservadurismo un nuevo vocabulario y una nueva visibilidad.

Sus escritos estuvieron marcados más por su escepticismo que por una orientación filosófica.

En la medida que tuvieron un fondo filosófico correspondió a Leo Strauss, quien atacó el sub-

jetivismo de la modernidad y enseñó que las ideas fundacionales de virtud y excelencia debían

entroncarse en los escritos de políticos clásicos. Strauss atrajo a un fervoroso grupo de exégetas

y una cohorte de acólitos más jóvenes que ocuparon posiciones clave en la rama ejecutiva de

la administración republicana. Algunos de sus discípulos más famosos son Bloom y Fukuyama.

El éxito de los neoconservadores y su influencia en fundaciones, revistas, etc. irritó a los paleo-

cons, que han seguido enfrentados entre sí con el tema de Israel de fondo. Esta lucha se da entre

los pasillos y el poder de la influencia de Washington. Otras luchas que se produjeron tuvieron

como protagonistas aliberales y comunitarios (en el campo de la filosofía política).Unos son liber-

tarios individualistas (Rawls, Kittner) y otros son más comunitaristas (Sandel, Bellah), aunque hay

los libertarios como Nozick, y el entorno de la fundación Cato, que son más individualistas. ¿cuá-

les serían las diferencias entre estos grupos? Los liberales buscan la regulación de la economía

pero pocas restricciones en las costumbres; los comunitarios la regulación en la economía pero

controles sobre el comportamiento social y la restricción de algunos derechos; los neocons un

mercado libre en la economía pero una tutela social de las costumbres; y los libertarios quieren

un mercado libre en la economía y todas las otras esferas de la conducta privada. Las últimas gran-

des luchas culturales son el multiculturalismo y la corrección política (political correcness), el canon,

el eurocentrismo, el deconstruccionismo. Por otro lado, no hay que olvidarse de los theocons, que

estarían más próximas a posturas radicales católicas.

Entre las publicaciones neoconservadoras, la mayor influencia ha sido ejercida por las edi-

toriales y artículos de opinión del The Wall Street Journal y por el Weekly Standard. Éste está edi-

tado por William Kristol, hijo de Irving, quien ya fundara otra influyente revista, The Public

Interest, en 1955, antes de su conversión al neoconservadurismo, y posteriormenteThe National

Interest, donde se dio a conocer el texto de Fukuyama “The End of History?”. Finalmente,

habría que resaltar la revista Commentary, publicada por el Comité Judío Americano y editada duran-

te largo tiempo por Norman Podhoretz.Todas estas publicaciones han tenido, en general, un enfo-

que internacional que se ha visto ahondado desde el 11-S.

Por último, hay que precisar que el neoconservadurismo también es una corriente muy

fértil en el gremio de la filosofía política donde hay diferentes escuelas de izquierda y de dere-

cha, en la que se incluye la “derecha débil” que la integrarían los neoconservadores, destacan-

do los straussianos. ¿Qué se quiere puntualizar con esto? Pues, que el neoconservadurismo es parte

de la derecha y que el straussionismo es una corriente más dentro del neoconservadurismo, que

aunque su fundador fue Strauss sólo unos pocos siguieron siendo straussianos y muchos neo-

conservadores (y muchos ambos).

Hay algunos factores político-culturales que ayudaron a surgir el paradigma neoconser-

21 BELL, Daniel, The End of Ideology, Free Press, New York, 1965.

22 FUKUYAMA, F., El fin de la Historia y el último hombre, Planeta, Barcelona, 1992

23 HUNTINGTON, Samuel P., El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós, Barcelona, 1997.

24 KAGAN, Robert, Poder y debilidad,Taurus, Madrid, 2003.

25 NYE, Joseph S., La paradoja del poder norteamericano,Taurus, Madrid, 2003.

26 TODD, Emmanuel, Después del Imperio. Ensayo sobre la descomposición del sistema norteamericano, Foca, Madrid, 2003.

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vador. del neoconservadurismo. Por un lado, la Guerra Fría o la justificación de la política exte-

rior neoconservadora. La lucha neoconservadora comenzó ya después de la Segunda Guerra

Mundial, cuando Kristol quería que Europa fuera un poder militar para desequilibrar la paridad

con el Este. A partir de los 50 el comunismo internacional dejó de aparecer monolítico y apa-

recieron nuevas versiones con lo que empezaron a criticar a la política exterior americana. En

otro sentido, la “nueva clase” de la cultura adversaria. La peculiar situación histórica dio lugar al

nacimiento de una “nueva clase”, sobre todo después de la guerra de Vietnam que intentaban

impulsar un estado de bienestar. Para ellos eso es un síntoma de instabilidad y tensiones:

Vietnam, la alienación de la juventud, el rencor de los negros y la multiplicidad de problemas socia-

les.Y, por último, el agotamiento del estado de bienestar keynesiano. Para los neoconservado-

res el Estado de bienestar keynesiano ha sido víctima de su propio éxito.Había resuelto una serie

de problemas de tipo macroeconómico, pero generó otros totalmente distintos y ante los que

se muestra impotente. El sector público no productivo se siente sobrecargado, convirtiéndose

en un peso insoportable para el sector privado, lo que genera una escasez de capital de inver-

sión. Por otro lado, la ética de trabajo quedó minada y la clase media independiente es sofoca-

da económicamente por las elevadas tasas impositivas y la inflación; las estrategias intervencio-

nistas del Estado pierden su eficacia al ser conocidas sus medidas; el intento de gobernar los pro-

blemas incrementando la burocracia continúa la expansión y redefinición de los problemas que

pretende erradicar. Esto hace pare ellos que la sociedad sea ingobernable.

Existen diferentes teorías asociadas a los fines de la historia conservadores, que tienen

en común, además de cuestiones de pensamiento, una estrategia propagandística similar. En un

primer momento, las concepciones teleológicas conservadoras a las que nos referiremos apa-

recieron como un artículo en una revista académica más o menos conocida; el siguiente paso fue

la amplificación mediática de la tesis (diarios, revistas de gran tirada, etc.) con el consiguiente deba-

te y la aparición de toda una serie de críticos y defensores, a los que el autor contestaba en un

segundo artículo; para terminar con la publicación de un libro, el cual provocaría la continuación

de la discusión.

En esta estrategia podemos incluir los últimos cuatro intentos de construcción teórica

interpretativa de la realidad conservadora de los últimos cuarenta años. De acuerdo con esto,

Daniel Bell21 junto a Lipset y otros engendraron la tesis del “fin de las ideologías” que representaba

el fin de la política, Francis Fukuyama22 continuó la obra con la teoría del “fin de la Historia” que

significaba el agotamiento de las ideologías, Samuel Huntington fue capaz de elaborar la tesis sobre

el “choque de civilizaciones”23 al que hay que añadirle sus sucedáneos (“choque de fundamen-

talismos”, diálogo y alianza de civilizaciones, etc.) que hacían hincapié en la cuestión cultural y en

las identidades, y, por último, Robert Kagan24 y sus críticos Nye25 y Todd26 con la “brecha tra-

satlántica” que consumaba la llamada “fractura de Occidente” entre, más o menos, Europa y

EE.UU. De algún modo, todas estas teorías están contenidas unas en otras, es decir, tienen un

hilo común y una especie de principio rector que se hace visible leyéndolas y estudiándolas, que

27 BARROS, C.,“La historia que viene”, Carlos Barros (ed.), Santiago, Historia a Debate, 1995, pp. 95-117.

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provoca que unas teorías se relacionen con otras tanto en lo histórico y en lo político como en

lo filosófico y lo historiográfico. Esa conexión, a medida que ha pasado el tiempo, ha llevado a

que ese hilo de unión argumental entre las tesis haya crecido en sofisticación y dependencia polí-

tica, aunque en cierto sentido haya perdido en profundidad teórica.

See pueden desprender de todas estas concepciones teleológicas conservadoras algunas

consideraciones conjuntas. Por un lado, existe un paralelismo en todas las construcciones tele-

ológicas conservadoras en cuanto a su difusión.Todas empezaron con un artículo al que siguió

un debate. Posteriormente, el siguiente paso fue la publicación de un libro, que abría de nuevo

las puertas a la reactivación de la discusión.Todo rodeado de un gran apoyo/rechazo intelectual

y una gran amplificación mediática. Asimismo, las teorías teleológicas conservadoras suponen una

desteorización del fin de la Historia, que conlleva una creciente politización, hacia la derecha, de

las mismas. Por tanto, con el paso de los años, y de las diferentes exposiciones del fin de la Historia,

asistimos a un viraje de las posturas desde una derecha liberal a una conservadora, o si se quie-

re en un lenguaje más plano, de la derecha a la extrema derecha. Las diferentes concepciones tele-

ológicas conservadoras han ido variando los organizadores externos (o motores) que lo impul-

san, pasando de ser lo que la gente piensa (ideología) a lo que es (identidad), pasando por lo que

la gente quiere ser (el reconocimiento). En el mismo sentido, han evolucionado de una idea de

paz a una de guerra, como se puede comprobar en la comparación de las tesis de Bell y

Fukuyama contra las de Huntington o Kagan.Como resultado de estos primeros puntos, se puede

concluir que las tesis teleológicas conservadoras del fin de la Historia están contenidas las unas

en las otras, y se puede encontrar un hilo conductor y un organizador externo común (pese a

las diferentes variaciones): las ideas influyen en la realidad, y está debe adaptarse al momento his-

tórico-político que pretenden los autores de la tesis, con lo que son explicaciones que deben

de tener en cuenta al ser humano ni al sujeto social. Por último, están tejidos alrededor de gran-

des acontecimientos, que en algún caso los desmintieron. En la crisis de los 60 surgió el “fin de

las ideologías” (que desmintió los sucesos del 68), a finales de los 80 con la caída del Muro de

Berlín el “fin de la Historia” (desmentido por los propios acontecimientos como el 11-S, guerra

de Irak, Kosovo, etc.), tras los atentados de las Torres Gemelas de New York el “choque de civi-

lizaciones”, y gracias a la creciente influencia del fundamentalismo islámico en la escena inter-

nacional “la brecha transatlántica”. Están sujetos a influencias internalistas y no externalistas, es

decir, la realidad, la historia, los acontecimientos, no las hacen variar ni rectificar; sólo lo hace la

decisión del autor. Ofrecen un sentido teleológico de la historia, con un principio, un desarro-

llo y un fin, que condiciona totalmente su desarrollo. ) Consideran el presente como futuro: son

grandes defensores del Status quo27. Son pesimistas, como consecuencia de su ascendencia con

el pensamiento posthistórico occidentalista y eurocéntrico, que reflejó el desencanto de muchos

pensadores alemanes y franceses después de la II Guerra Mundial.

2.2.1. El debate entre Kojève y Strauss como cónclave neoconservadora

Los ascendentes más importantes de Kojève (filósofo de origen ruso con gran ascendencia

sobre los neoconservadores) en EEUU están bajo tres hombres: Leo Strauss, Allam Bloom y

Fukuyama.Bloom y Fukuyama son discípulos de Strauss y el trabajo de Kojève se conoce en EEUU

gracias a las traducciones de los discípulos de Strauss: James Nichols,Hiail Gildin, Joseph J.Corpino

28 Drury y Meyer señalan que Strauss antes de llegar a EE.UU estuvo en Inglaterra.Ver MEYER, Martin, “Fukuyama,

Kojève, and the End of History”, Swiss Review of World Affairs, vol. 42, nº2, 1992, pp. 6-8 y DRURY, Shadia B., Alexandre

Kojève: the roots of postmodern politics, St Martins Press, New York, 1994, pp. 143-159.

29 La correspondencia entre ambos durante los años 1932 y 1965 fue publicado en STRAUSS, Leo, On Tyranny.

Including the Strauss-Kojève Correspondence, Free Press, Ner York, 1991. (editado por Victor Gourevitch y Michael S.

Roth). El libro también incluye las consideraciones críticas de Kojève y la respuesta de Strauss. Por otro lado, Kojève

también mantuvo un prolífico intercambio postal con Gaston Fessard.Ver GILLIS,Hugh,“Kokève-Fessard documents”,

Interpretation,Winter 1991-1992,Vol. 19, nº2, pp. 185-200.

30 Ver introducción de Roth y Gorevitch en STRAUSS, Leo, On Tyranny. Including the Strauss-Kojève Correspondence, Free

Press, Ner York, 1991. (editado por Victor Gourevitch y Michael S. Roth), pp.IX-XXII.

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y Hugh Gillis. Realizadas estas precisiones, empezaremos por adentrarnos en el famoso debate

entre Kojève y Strauss, sus etapas y la relación entre ambos; continuaremos con la recepción que

realizan los neoconservadores de esa famosa discusión y de los dos autores. Strauss y Kojève

no sólo son influencias cruciales en los neoconservadores sino que la relación entre ellos es fun-

damental para entender lo que nos está planteando. Kojève y Strauss establecieron una relación

y un debate que fue definido por Allan Bloom (y también por Fukuyama) como la más impor-

tante confrontación entre dos filósofos en el siglo XX. El debate entre Strauss y Kojève es sobre

los primeros principios y abarca desde las diferencias políticas superficiales hasta los desacuer-

dos sobre los primeros principios.

Leo Strauss fue un escrupuloso y soberbio filósofo que vivió en Chicago y que tuvo gran

relación con Kojève. Nació en 1899 en Kirchhain y estudió en Berlín filosofía. Después estuvo

becado en París, emigrado en Londres y fue profesor en la Universidad de Chicago, donde escri-

bió varios libros importantes en la relación entre filosofía y política (todos reflejaban ideas anti-

téticas a Kojéve). Kojève conoció a Strauss en Berlín a lo largo de los años 20 cuando estudia-

ban pensamiento religioso. En 1929 Kojève llegó a París y en 1932 lo hizo Strauss con una beca

Rockefeller. En ese año ambos asistieron a un seminario sobre los escritos tempranos de Hegel

ofrecido por Alexandre Koyré en la EHEES. Kojève y Strauss fueron muy amigos hasta que en

1934 Strauss se fue a EE.UU28, aunque siguieron en contacto mediante una prolífica corres-

pondencia que fue publicada en 1991 por Michael S. Roth en una nueva edición de On Tyranny29.

Cuando Strauss editó en 1954 la traducción francesa de sus estudio de Xenophon, Hieron titu-

lada De la Tyrannie (originalmente On Tyranny), Kojève adjuntó una larga réplica al texto a la que

siguió una contrarréplica de Strauss. Ese hecho era sólo un episodio más de la extensa corres-

pondencia entre ambos, que es de una gran riqueza para entender filosóficamente cuestiones de

calado como el poder, la historia y la filosofía. El estudio de las cartas muestra dos posiciones filo-

sóficas opuestas; son dos visiones completamente diferentes del mundo. El desacuerdo es tan pro-

fundo y apasionado que hay una discusión muy profunda, a pesar de que el propósito de enten-

der al otro es tal que se aferran a su propia posición. On Tiranny es una lectura del diálogo sobre

las cargas de la tiranía entre Hiero, tirano de Siracusa, y Simónides el poeta. Strauss es un lec-

tor ejemplar y lee con la mente abierta pero con respecto, y sigue la idea de Hegel de enten-

der el dramatismo del diálogo como un mero embellecimiento (lee para aprender y lo hace crí-

ticamente)30. Durante más de tres décadas, Strauss y Kojève interpretaron, con la Guerra Fría

como telón de fondo, una disputa intelectual de altos vuelos, y que hay que leer entre líneas, sobre

la tesis del fin de la Historia, un antagonismo que se presentaba en público como una puesta en

escena de la vieja “querella entre los antiguos y los modernos”. Los dos, en apariencia, no tie-

nen nada en común.Kojève era hegeliano,heideggeriano y marxista; la personificación de la moder-

31 MEYER, Martin,“Fukuyama, Kojève, and the End of History”, Swiss Review of World Affairs,Vol. 42, nº2, año 1992, p. 8.

32 Drury era de los que pensaba que el desacuerdo entre Kojève y Strauss ha sido muy exagerado. DRURY, Shadia B.,

Alexandre Kojève: the roots of postmodern politics, St Martins Press, New York, 1994, pp. 143-159.

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nidad, y defendía desde París la racionalidad de la historia y la llegada de su consumación.

Strauss era un fiel de lo antiguo, partidario del retorno a la filosofía política de la antigüedad, de

una vuelta a los clásicos, y creía en el diálogo entre “lo antiguo y lo moderno” (que es como lo

entienden los seguidores de Strauss), aunque es una cuestión más profunda, que va más allá, y

es algo más que esa caricaturización. Strauss, mantenía, desde Chicago, haciendo suyo el recha-

zo de los clásicos al derecho natural igualitario, que la modernidad, y los ideales de la revolución

francesa que la sintetizaban, eran un error. Pensaba que el pensamiento político del presente fra-

casó porque no ha sido capaz de reconocer la tiranía (fascismo, comunismo, nazismo, etc.).Kojève

le respondía que la tiranía llegaba a ser un administrador de esos hombre autómatas del fin de

la Historia. En la visión de Strauss la historia debe de ser libre de juicios valorativos; para

Kojéve sería al revés. Strauss cree en Platon,Aristóteles, Jenofonte y en las convicciones de la

democracia liberal constitucional, a lo que Kojève le responde que creía más en Maquiavelo. A

este respecto, Strauss reconocía el maquiavelismo de Kojève y le reprochaba que sobreestima-

ba el poder de las pasiones, especialmente cuando hablaba de un “tiempo triste” en una cultu-

ra mundial sin valores y sin horizontes históricos. Para Strauss el fin de la Historia sería sólo el

fin de una filosofía de la Historia y sería el título de un cuadro de Goya:“el sueño de la razón

produce monstruos”31.

A pesar de su reparto de papeles en la disputa sobre la racionalidad de la Historia, Kojève

y Strauss, cuyas coincidencias -para algunos- superaban las divergencias32, acabaron estableciendo,

junto con Raymond Aron, un curioso eje trasatlántico que explica no pocas cosas sobre la cir-

culación de las ideas entre Estados Unidos y Europa durante la Guerra Fría. Algunos de los estu-

diantes predilectos de Strauss (Allan Bloom, Stanley Rosen) realizaban estancias iniciáticas en París

junto a Kojève y Aron (es curioso que Fukuyama también estuvo en París en su formación), y Aron

enviaba a algunos de sus discípulos más aventajados (Pierre Manent, Pierre Hassner) a Estados

Unidos para que se sumergieran en el naciente neoconservadurismo americano de la mano de

Strauss y Bloom. Los frutos de este intercambio se hicieron espectacularmente visibles, ya

muertos Strauss y Kojève, en 1989, cuando el historiador aroniano François Furet proclamaba,

desde París, que la Revolución Francesa había terminado, mientras Fukuyama recordaba, desde

Washington, el fin de la Historia, en dos operaciones intelectuales y propagandísticas promovi-

das y generosamente sufragadas por la John M. Olin Fundation, una fundación neoconservado-

ra, alma mater del straussismo, que estaba dirigida, en aquel momento, por Allan Bloom, discípu-

lo predilecto de Strauss, amigo de Kojève (de quien había editado la traducción inglesa de la

Introducción de la lectura de Hegel) y maestro, en la Universidad de Cornell, de Fukuyama.

En 1987,Allan Bloom había publicado su apocalítico El cierre de la mente moderna, tal vez

el primero de los best sellers del neoconservadurismo, en el que, inspirándose en Strauss, ofre-

cía un contundente análisis de la cultura universitaria norteamericana y un diagnóstico pesimista

sobre el régimen de los Estados Unidos, al que retrataba como una réplica de la República ale-

mana de Weimar (que desembocó en el III Reich), cada vez más poblada, como ésta, por aque-

llos autosatisfechos “últimos hombres” que Nietzsche había descrito como los más desprecia-

bles de los seres. La forma nostálgica y ambigua en la que se concreta el discurso de Fukuyama

sobre el fin de la Historia, sus reflexiones sobre la pertinencia de la crítica nietzscheana del Estado

33 RUIZ SIMON, Josep María, “El eje trasatlántico”, La Vanguardia, 16 de febrero de 2005,

[http://www.lavanguardia.es/web/20050216/51177271958.html, [consulta 16 de febrero de 2005].

34 Roth se pregunta cómo reconciliar Kojève el Estado Homogéneo y Universal con la tiranía.Ver STRAUSS, Leo, On

Tyranny. Including the Strauss-Kojève Correspondence, Free Press,Ner York, 1991. (editado por Victor Gourevitch y Michael

S. Roth), pp.IX-XXII.

35 SHELL, Susan,“Fukuyama and the End of History”, in BURNS,T. (ed.), After History, pp. 39-44.

36 Ver FUKUYAMA, F.,“Are we at the end of History?”, Fortune, January 15, 1990, p. 75.

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universal y homogéneo y sobre la posibilidad de una nueva puesta en marcha del proceso histó-

rico cabe interpretarlas teniendo presente este diagnóstico y sin olvidar las revitalizadoras

terapias que, desde entonces, los neoconservadores han prescrito para nuestro mundo33. El diá-

logo entre Strauss y Kojève puede se entendido mejor como un desencuentro donde se inten-

ta ver la superioridad de la postura de uno sobre la de otro. Por otro lado, el debate está divi-

dido en dos partes: la relación entre filosofía y tiranía donde Kojève expone su punto de vista,

y la segunda parte, que se refiere a “el fin de la Historia”, donde Strauss emerge ganador.

El debate entre Strauss y Kojèveno no acaba en reconciliación. Ambos aceptan las con-

secuencias de sus posiciones respectivas, y precisamente porque no finaliza en reconciliación, su

diálogo ayuda a ver más claramente sus tentaciones y riesgos que las alternativas. Strauss pien-

sa que el problema humano no admite una solución política y Kojève rechaza esa conclusión, ya

que en su concepción el filósofo encuentra contradicciones y creencias de su sociedad que hace

resolver cosas, y apuesta porque sólo el reconocimiento mutuo resuelve todo. En el debate se

señala como Kojève abandona su hegelianismo heroico en una carta del 22 de agosto de 1948

aunque lo retoma en su último trabajo.También se hace ver como Strauss rechaza la reconci-

liación de la filosofía y sociedad de Kojève porque entiende la vida filosófica aparte, y rechaza que

todo el mundo pueda tener las mismas formas de reconocimiento; al contrario de Kojève. Sea

como fuere, el debate sobre la tiranía refleja las diferencias irreconciliables entre las enseñanzas

de Platón y de Hegel, las de Kojève y Strauss, así como el estado de las relaciones entre filoso-

fía y política; filosofía e historia; y fin de la Historia y hombre34.Todo esta discusión está muy pre-

sente en Fukuyama e incluso el título del libro hace referencia a la visión de Kojève sobre el fin

de la Historia y al debate sobre el “último hombre” de Strauss y Nietzsche35.

2.3. La esperanza progresista

Marx fue el mejor propagandista de la idea de fin de la Historia en su idea de que la meta

de la Historia sería la sociedad comunista36. Marx se apropió para sus propios fines de amplios

segmentos del sistema de Hegel y especialmente de la idea de que el proceso histórico es fun-

damentalmente dialéctico y que las formas primitivas de organización social y política contení-

an contradicciones internas que se hicieron evidentes con el tiempo y que llevan a su destitu-

ción. Marx compartía con Hegel la posibilidad de un fin de la Historia, pero Marx difería de Hegel

acerca de qué clase de sociedad habría cuando la Historia llegara a su fin. Marx creía que el esta-

do liberal no lograba resolver una contradicción fundamental, la del conflicto de clases; la lucha

entre la burguesía y el proletariado, y por eso concluía que la universalización de la libertad y del

estado liberal era sólo la victoria de la libertad para la burguesía. Hegel creía que la alineación

se había resuelto adecuadamente al llegar al fin de la Historia mediante el reconocimiento filo-

sófico de la libertad en el estado liberal; por contra, Marx estimaba que para las sociedades libe-

rales el hombre sigue alienado, porque el capital se ha convertido en amo y señor del hombre,

37 LOONE, Eero, Soviet marxism and analytical philosophies of history,Verso, New York, 1992, pp. XIII-XVII.

38 Luckács, Korsh y Gramsci formados en el marxismo durante la primera guerra mundial y en el Instituto para la

Investigación Social de Franckfort representan la transición a este tipo de marxismo filosófico.Korsch y Luckács recha-

zan el trabajo filosófico de Engels. Gramsci denuncia el materialismo dialéctico de los filósofos soviéticos como una

escolástica elemental. Grünberg y el Instituto de Francfort colaboran en la edición de los clásicos con el Instituto

Marx-Engels de Moscú. Con Horkheimer la Escuela de Franckfort rompe con el marxismo soviético. Tras él,

Adorno, Marcuse y Habermas ensayarán la refundación del materialismo histórico olvidándose de los criterios de

rigor más esenciales del realismo dialéctico, de la crítica marxiana de la cultura, de la genealogía materialista de la

conciencia, y de los agentes sociales capaces de contribuir a la sustitución de la legitimidad social del capitalismo avan-

zado por la del socialismo en formación.Ver: JEREZ MIR, Rafael,“El proyecto de Marx y Engels y la actualidad del

marxismo”, Sistema, nº103, Julio de 1991, pp.19-32.

39 Edward B. Chilcote and Ronald H. Chilcote,“A crisi do marxismo. Apreciaçâo de Novas Tendências”, Revista Crítica

de Ciências Sociais, nº35, Junho 1992, pp. 95-123.

40 Texto de prefacio a la Crítica de la Política Económica.Ver:TROFINENKO,“The end of the cold war, not History”,

Washington Quarterly,Vol. 13, nº2, pp. 21-30.

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y lo controla. El fin marxista de la Historia llegaría sólo con la victoria de la verdadera clase uni-

versal, el proletariado, y la realización de una utopía comunista global, que pondría término a la

lucha de clases de una vez por todas. El fin de la Historia para Hegel era el estado liberal y para

Marx la sociedad comunista. Marx volvió el historicismo de Hegel contra éste, y algunos neo-

conservadores realizaban otra pirueta en ese sentido al afirmar que la democracia liberal era lo

más cercano a la sociedad sin clases de Marx.

El marxismo no debe de ser tratado dogmáticamente puesto que proporciona a la his-

toria una teoría de la historia. En el marxismo tenemos primero los escritos de Marx, que tiene

diferentes interpretaciones, como por ejemplo Althusser y Zeleny, quienes sostienen que hay una

ruptura en la visión marxista que centran en El capital y la Ideología Alemana. Sin embargo, ade-

más de Marx están Engels, Kautsky, Lenin, Plekhanov, Bucknarin y Gramsci. Por otro lado, exis-

tió una interpretación estalinista y otra maoísta37. Concretando un poco más, existen diferen-

tes tipos de marxismos: el marxismo de la socialdemocracia alemana, el marxismo crítico y revo-

lucionario leninista, el marxismo doctrinario y retórico del socialismo burocrático, y el marxis-

mo académico y filosófico occidental38. Éste último, como el resto de los marxismos, vivió un

momento de crisis tras la caída del Muro de Berlín. A pesar de eso, los intentos de revitalizar

el marxismo fueron numerosos antes de ese acontecimiento, primero con Althusser en los sesen-

ta y después en los setenta y ochenta, principalmente en tres orientaciones: postmarxismo, mar-

xismo analítico y nuevo marxismo estructuralista39.

Por tanto, Marx fue el principal promotor de la idea del fin de la Historia y otra que el

concepto de Historia entendido como un proceso dialéctico con un principio, un desarrollo y

un fin fue cogido de Hegel, cuestión que nadie discute, aunque es un Hegel rectificado y corre-

gido. Pese a todo hay que matizar que Marx se refería fundamentalmente al “fin de la prehisto-

ria” como veremos a continuación. Se podría afirmar que hace más de un siglo que la polémica

del fin de la Historia tuvo lugar, cuando Marx arremetió contra Hegel provocando una discusión

unilateral. Pero aunque el fin de la Historia está identificado con estos autores, algunos autores

precisan que Marx y Engels, como en el caso de Hegel, nunca usaron la frase “el fin de la Historia”.

“Marx no dejó nada escrito sobre el fin de la Historia sino que creyó que la creación de un orden

harmónico basado en sus enseñanzas significaría el inicio de la historia de la humanidad; pero no

el fin de ella”, señalaba un crítico40. Los marxistas, pues, entienden el fin del capitalismo como el

fin de la prehistoria de la humanidad, y el comunismo como la gran culminación de la Historia.

41 RACHKOV, P.A.,“The End of History as a sociosophical problem”, Russian Studies in Philosophy,Vol. 33, No. 2, 1994,

pp. 9--14.

42 Marx ve un desarrollo hacia un ideal, que está presente en su relato de la historia en el Manuscripts of 1844, y reco-

noce que la filosofía de la historia da significado a las actividades sociales e individuales. La filosofía de la historia inten-

ta situar los eventos sociales y individuales en el contexto. Con Marx la filosofía de la historia se centra en el pre-

sente, que es parte del proceso hacia una gran meta, el comunismo.Ver WILLIAMS, Howard,“The End of History

in Hegel and Marx”, The European Legacy,Vol. 2, nº3, pp. 557-566, 1997., p. 557-566.

43 FONTANA, Josep, La historia después del fin de la historia. Reflexiones acerca de la situación actual de la ciencia históri-

ca, Crítica, Barcelona, 1992, pp. 131.

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En otro sentido, los neomarxistas creen que la revolución anticapitalista es definida como el fin

de la Historia y como la negación del fracaso de la civilización41. Estas opiniones no son unáni-

mes y otros críticos aprecian en el Marx de Economic and Philosphic Manuscrits of 1844 la cons-

tatación de que hay un fin de la Historia, que es el comunismo42.

El Marx joven y los socialistas de su tiempo no eran lo suficientemente lúcidos para ser

utópicos y aceptaron el mito smithiano creyendo que bastaba con negar que el sistema estable-

cido por el capitalismo representase “el fin de la Historia” hegeliano y propugnar la continuidad

del mismo desarrollo económico dentro de un marco de relaciones distinto.Y aunque Marx mati-

zase posteriormente sus primeros esquemas no los reemplazó con formulaciones simples y cla-

ras, de modo que el marxismo catequístico acabó basándose en las certezas del Marx joven y

desconociendo las dudas del maduro.“Así se explica que en cincuenta años de la muerte de Marx

un marxismo fosilizado proclame el dogma de la secuencia única de los modos de producción

que se convirtió en característica del estalinismo, el cual anunciaba un nuevo fin de la Historia,

el del comunismo, para una fecha tan cercana que justificaba todos los sacrificios que estaba exi-

giendo su construcción”, afirmaba Fontana43.

Profundizando en lo mismo, Marx habló de prehistoria refiriéndose a que estábamos en

la prehistoria de la humanidad y que la historia comenzaría con el comunismo. Marx tuvo la sufi-

ciente fuerza crítica para constatar que no se podía hablar de “fin de la Historia” sino de “fin de

la prehistoria”. Con eso certificaba que es con la modernidad cuando comienza la Historia, pues-

to que lo anterior es la prehistoria. Para Marx, con la modernidad el hombre llega a ser un suje-

to histórico, y con el socialismo se completaría ese proceso, pues el hombre pasaría de ser suje-

to histórico a sujeto de la historia.

Su explicación era muy clara. La división entre la fuerza trabajo, que es la energía del obre-

ro y los medios de producción, que son propiedad del empresario, divide a la sociedad en cla-

ses, con lo que los propietarios de la fuerza de trabajo y los propietarios de los medios de pro-

ducción obligan al obrero a sobrevivir en el sistema y a vender su trabajo. Para Marx el capita-

lismo es la etapa más elevada, y la última, en la historia de la explotación humana, de la aliena-

ción y de la lucha de clases. La reunificación de los medios de producción, de la fuerza de tra-

bajo, la supresión de la explotación, y de la división de la sociedad en clases, lograría en su esta-

dio más alto superar la alienación del trabajador con respecto al producto y al proceso de tra-

bajo, y sobre todo con respecto al sistema, restituyendo al hombre a su condición humana y a

su plenitud universal. Esta conceptualización se basa sobre todo en los escritos del joven Marx

y tiene como fin la desalienación del hombre y la recuperación de su condición humana usurpa-

da, así como la transformación económica, social y política del sistema que se funda sobre la explo-

tación del hombre, el capitalismo, en el sistema que permite su liberación, el socialismo. La rea-

44 SERRANO CALDERA,Alejandro, El fin de la historia: Reaparición del mito, Editorial 13 de marzo, La Habana, 1991, pp.

11-13.

45 Incluso la tesis de la plusvalía no puede verse desvinculada de los Manuscritos Económicos y Filosóficos y de las Tesis

sobre Feuerbach.Ver SERRANO CALDERA,Alejandro, El fin de la historia: Reaparición del mito+, Editorial 13 de marzo,

La Habana, 1991, pp. 71-76.

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lización de la sociedad socialista mediante la revolución sería también la constatación de la uni-

versalidad y el fin de la Historia. Para Hegel, el fin de la Historia es el fin de las desarrollo de las

posibilidades de desarrollo de espíritu. Ese el momento en que se alcanza la plena realización

racional de la sociedad civil y del Estado, en que se logra la identidad entre la realidad y la racio-

nalidad44.

Para Hegel la historia de la humanidad se resuelve en el proceso dialéctico donde la meta

que se busca es la libertad o la conciencia de libertad; lo particular y lo individual son sacrifica-

dos para que el espíritu realice su fin último. Por contra, Marx afirma que ha invertido los tér-

minos de la dialéctica hegeliana, poniendo la praxis en lugar de las ideas, y aunque criticaba abier-

tamente a lo que llamamos izquierda hegeliana, es el más claro representante de la misma. Los

escritos juveniles de Marx no fueron publicados hasta 1930, y a pesar de que muchos marxis-

tas se jactan de haber invertido los términos de la dialéctica hegeliana, ha conservado de ella el

método y la seguridad de que el suceder histórico obedece a una sola ley y un único argumen-

to que estará constituido por las relaciones de producción, que a su vez dependen de los medios

que se emplean para lograrlo y de los modos en que dichos medios son utilizados. Marx en La

crítica de la filosofía del derecho de Hegel y otros escritos señaló que el análisis de Hegel era incom-

pleto, pues percibe sólo la primera fase de la enajenación, la positiva, pero no la fase subsiguiente,

la negativa, en la que la enajenación se convierte en la expoliación que llevará a la revelación del

obrero. La Historia no termina según Marx con el capitalismo, y como pensaba Hegel en la teo-

ría de la enajenación, sino con la superación de la enajenación, es decir, con el fin del capitalis-

mo y el advenimiento del socialismo.

El aporte fundamental del marxismo no es tanto el materialismo (lo que no se niega) sino

su afirmación de que la realidad es una actividad sensible del hombre. La realidad asumida como

práctica y como acción rompe con todo determinismo y con toda metafísica. Entre el hombre

y la historia hay una acción recíproca y una relación dialéctica. El hombre con su acción cons-

truye la historia y se hace a sí mismo. Para Marx, la conciencia no es una realidad predetermi-

nada del ser humano y no es algo que le haya sido dado de una vez por todas, sino algo que se

hace a cada momento con nuestras acciones buenas y malas. La teoría de Marx es una ciencia

de la historia y una filosofía de la praxis. El propósito del socialismo, sobre todo el esbozado en

los textos del joven Marx, es el de lograr la realización plena del individuo, para lo que resulta

imprescindible la transformación de los mecanismos del sistema capitalista basados en la explo-

tación, la plusvalía, la acumulación indefinida y la cosificación y la separación de factores de pro-

ducción, en otros cuyos fundamentos sean la solidaridad, la distribución equitativa de los bienes,

la remuneración conforme a las necesidades de la persona, y la desalienación del trabajador median-

te la reunificación de la fuerza de trabajo con los medios de producción45.

Como en el caso de Hegel no es unívoca la idea de que Marx se refirió al fin de la Historia.

Así, para algunos autores Marx pensaba que el fin de la Historia se debía cambiar en “historia de

los fines”. Para Marx quien hace la historia no son los pueblos sino las clases y el concepto suyo

de ideología se da como algo revolucionario.“La ideología es la praxis revolucionaria global: la

46 LEFEBVRE, Henri, La violencia y el fin de la historia, Ediciones siglo Veinte, Buenos Aires, 1973.

47 El crítico pensaba que es un fin de la Historia ideologizado.Ver PALMER, B.,“¿Existe, si es que alguna vez existió, la

clase obrera?” en A Propósito del fin de la historia, Edicions Alfons el Magnànim,Valencia, 1994, p. 168.

48 Ver SEMPERE, Joaquim,“Movilizaciones masivas en Francia”, Mientras Tanto, Invierno 96, nº 64, pp. 125-137.

49 Donde el Partido de los Trabajadores lleva a cabo un interesante experimento de democracia participativa.Ver “Dossier:

nuevas formas de participación política”, El Viejo Topo, , nº 146-147, diciembre 2000, pp. 38-67. La historia de este Foro

se remonta a 1998 cuando la organización “Public Citizens” consiguió un ejemplar del Acuerdo Multilateral de

Inversiones (AMI) que era una auténtica “Constitución Mundial del Capital”. Ahí comenzó el escándalo.

50 Ver ORTEGA,Andrés,“Los no resignados”, El País, 16 de julio de 2001, p. 8. Para constatar esto ver ALBERT, Michael,

“The movements against neoliberal globalization from Seattle to Porto Alegre”, Znet, Julio/Agosto 2001.

51 Ver RAMONET, Ignacio,“El consenso de Porto Alegre”, El País, 12 de febrero de 2001.

52 Para ver su ideario completo ver:“Porto Alegre”, Viento Sur, nº 55, marzo 2001.

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construcción por la clase obrera del nuevo mundo.Y la historia acabarían con la revolución

total”46. Frente a este razonamiento, otros opinan que siempre había habido corrientes críticas

dentro del marxismo (como el trotskysmo ortodoxo) que siempre dudaron del sistema y que cre-

ían en una “democracia obrera”47. Sobre todos estos pilares se edificaron a mediados de los años

90 los primeros movimientos antineoliberales y, en cierta medida contra el modelo que trata-

ba de imponer Estados Unidos, donde la difusión del capitalismo a su estilo acabaría por ayudar

a extender la democracia de estilo norteamericano. Primero fue Chiapas y las manifestaciones

de Francia48, y finalmente los movimientos altermundistas, que desde Seattle en 1999 saltaron

al escenario mundial logrando el fracaso de la llamada “Ronda del Milenio”. Este proceso cris-

talizó, primero, en el Foro Social Mundial de Porto Alegre49 que se desarrolló en Brasil como opo-

sición al Foro Económico Mundial de Davos y donde se empezaron a esgrimir ideas para una glo-

balización alternativa, y ha continuado en Gottemburgo, Barcelona, Salzburgo, Génova,Argentina,

y en las movilizaciones por la paz tras la guerra de Irak, así como en otros Foros Sociales

Mundiales.Realmente estos grupos, como ha señalado Susan George, se debieran denominar “glo-

balizadores alternativos”, puesto que pretenden otra globalización50 o altermundistas, como defien-

den otros autores. Asimismo han hecho resurgir una nueva izquierda alternativa y un nuevo pen-

samiento crítico o alternativo que se había adormecido tras la caída del Muro de Berlín y de la

implosión soviética. Estos grupos altermundistas llevan más de una década trabajando en cues-

tiones relacionadas con la economía mundial y tienen en común su rechazo al capitalismo y al

modelo neoliberal. Por tanto, sus enemigos son las multinacionales y las grandes organizaciones

económicas y políticas internacionales. La globalización liberal ha ayudado a unificar también sus

protestas. En el proceso de formación de estos movimientos altermundistas se pueden identi-

ficar algunas fases51. Hasta mediados de los 90 la oposición crítica a la globalización se dedicó a

identificar, describir y comprender los fenómenos como “neoliberalismo” y “globalización”. Más

tarde, surgió una etapa de Protestas. Chiapas, Francia y organizaciones como ATTAC y las bata-

llas de Seattle,Washington, Praga, Okinawa, Niza, Barcelona, Gottemburgo, Génova, y las movi-

lizaciones en favor de la paz en la guerra de Irak. Por último, se estableció un momento de pro-

posiciones, donde aparece el Foro Social Mundial de Porto Alegre, con diferentes talleres de refle-

xión y decenas de intelectuales de talla internacional (Samir Amin,Armand Mattelart, Eduardo

Galeano,Walden Bello, etc)52 con la idea de apoyar supresión de deuda externa para que los paí-

ses del Sur jueguen un papel más importante, de fomentar la aplicación de la Tasa Tobin en los

mercados de divisas para suprimir los paraísos fiscales y estimular el aumento de ayuda al desa-

rrollo para que no se adopte el modelo del Norte ecológicamente insostenible, así como el

aumento de inversión en escuelas, alojamiento y sanidad (entre otras).

53 Para una mayor caracterización de esos grupos, ver: CASTELLS, Manuel,“Globalización y antiglobalización”, El País,

24 de julio de 2001, pp. 11-12.

54 CARRERAS, Ignasi,“ONG y movimientos críticos con la globalización”, El País, 26 de julio de 2001, p. 12.

55 Estos movimientos antiglobalización han convivido con un minúsculo sector que ha utilizado la violencia. Ésta, sin

embargo, vino de la policía en Seattle en 1999 donde agredió a manifestantes pacíficos. Aunque sí ha habido vio-

lentos en Gotenburgo, Barcelona o Génova, donde la policía mató a un manfestante. Estas acciones violentas han

sido asociadas al llamado “bloque negro”, que se definen como anarquistas, desprecian lo líderes y no se identifican

como organización. Se inspiran en los grupos radicales alemanes de los ochenta conocidos por sus batallas calle-

jeras contra la policía. Desde determinados sectores se ha aprovechado esta situación para criminalizar a la anti-

globalización. En Barcelona policías de paisanos han actuado como provocadores. Los violentos son una minoría pero

pueden crear un desequilibrio en las manifestaciones.Ver Ana Romero, Entrevista a Ignacio Ramonet, EL Mundo, 22

de julio de 2001 pp. 6-7; El País, 29 de julio de 2001, pp. 4-5; y ESTEFANÍA, Joaquín,“Flores venenosas”, El País, 26 de

junio de 2001.

56 DAHRENDORF, Ralf,“Los de Seattle”, El País, 16 de julio de 2001, p. 11.

57 ESTEFANÍA, Joaquín,“Las formaciones G”, Suplemento Domingo, El País, 29 de julio de 2001, p. 8; BECK, Ulrich,“El

poder de la impotencia”, El País, 29 de enero de 2001, pp. 11-12.

58 EGIREUN, J.,“Porto Alegre. Otro mundo es posible”, Viento Sur, nº 55, marzo 2001.

59 Un ejemplo de apoyo a los grupos antiglobalización desde la cumbre es Pascal Lamy, comisario de comercio euro-

peo.Ver El País, 8 de julio de 2001, p. 52.

60 ROMERO, Miguel,“Seatle, ¿hemos ganado?”, Viento Sur, nº 48, enero 2000, p. 118.

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Los fines de la historia progresistas son diversos y contradictorios con todo tipo de rei-

vindicaciones ecologistas, localistas, indigenistas,marxistas, etc.53. Se pueden agrupar en cinco gran-

des categorías54: 1) las organizaciones centradas en la asistencia a poblaciones empobrecidas que

no plantean ninguna acción sobre las causas que generan esa pobreza; 2) los violentos55; 3) orga-

nizaciones que se movilizan de manera puntual o sectorial contra algunos de los efectos flagrantes

y perniciosos de la globalización pero sin llegar a cuestionar el proceso en su conjunto; 4) ONG

y movimientos sociales que demandan que se avance hacia otra globalización; 5) grupos que plan-

tean una confrontación radical con el sistema y rechazan el modelo económico y las institucio-

nes que lo rigen.Todos estos colectivos comparten una crítica común a la forma en que se está

llevando a cabo la globalización. Hasta ahora sólo se han beneficiado aquellos que disponen de

bienes y acceso a educación. En el mismo sentido, estos grupos aspiran a otro tipo de globali-

zación que sea equitativa y sitúe en su centro al ser humano y el pleno cumplimiento de sus dere-

chos fundamentales, que no se base en la concentración de poder, que esté abierta a modelos

sociales y culturales diferentes al occidental, que incluya a los empobrecidos y que promueva la

justicia social y dignidad. Por tanto, las manifestaciones de estos grupos son en realidad la única

forma que tienen los ciudadanos para expresar la protesta por las consecuencias de la globali-

zación56. Hay un alejamiento de los ciudadanos de las principales decisiones que se toman en su

nombre, lo que indica debilidad de la democracia y falta de calidad de la misma. Los ciudadanos,

por tanto, no se sienten representados por quienes se reúnen, cada vez más aislados, y marcan

tendencias57. Ha surgido, por tanto, un “contrapoder global” en una lucha de todos los pueblos

contra las transnacionales y el capital financiero58.Todo se ha logrado gracias a la alianza entre

intelectuales críticos de izquierda y los movimientos sociales alternativos, aunque no hay que olvi-

dar la combinación de divergencias en la cumbre59 y resistencias en la base60. Este nuevo suje-

to social muestra que hay, por lo menos, dos mundializaciones, la del capital internacional y la de

los pueblos, que intentan recuperar el poder del que se le ha privado con la expansión neoliberal61,

puesto que capitalismo sin reglas a corrompido desde dentro el mercado y la sociedad. Estos gru-

61 En inglés se utiliza el término “empowement”.Ver “El foro social mundial”, Mientras Tanto, nº 80, primavera 2001, pp.

22-24.

62 Ver BELTRÁN, Luis,“Crisis de la izquierda y pensamiento crítico”, El Viejo Topo, nº 136, enero 2000, pp. 38-44.

63 Michael Hardt and Toni Negri, Empire, Harvard University Press, 2000.

64 VIDAL BENEYTO, José, Hacia una sociedad civil global,Taurus, 2003.

65 Manuel Monereo y Miguel Riera (eds.), Porto Alegre. Otro mundo es posible, El Viejo Topo, Barcelona, 2001.

66 Michael Hardt and Toni Negri, Empire, Harvard University Press, Harvard, 2000.

67 KLEIN, Naomi, No logo. El poder de las marcas, Paidós, Barcelona, 2001.

68 CHOMSKY, Noam, 11/09/2001, RBA Barcelona, 2001.

69 CALLINICOS,Alex, Contra la Tercera Vía. Una crítica anticapitalista, Crítica, Barcelona, 2002.

70 ZERZAN, John,“La catástrofe del postmodernismo”,Pimienta negra, 7 de julio de 2002,<http://usuarios.lycos.es/pimien-

tanegra/zerzan_posmodernismo.htm>, [consulta 8 de julio de 2002].

71 PASSET, René, La ilusión neoliberal, Editorial Debate, Madrid, 2001.

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pos han puesto de manifiesto la generalización de une crítica, cada vez mejor fundamentada, con-

tra la globalización capitalista y sus efectos sociales, culturales y políticos. Igual han demostrado

que, sobre todo en América Latina, que las resistencias se empiezan a organizar política y pro-

gramáticamente con el surgimiento de un sujeto político internacional socialmente heterogéneo,

políticamente plural y culturalmente diferente. Estos sucesos suponen un encuentro entre la

izquierda y el pensamiento alternativo62, uno de cuyos resultados es el libro de Toni Negri y

Michael Hardt63, un intento de reinvención del marxismo.

El argumentarlo altermundista está sustentado al amparo de la sociedad civil global sur-

gida como oposición a la globalización y a la actuación de sus agentes internacionales (FMI, Banco

Mundial y las formaciones “G”) y de los grandes países. Esta sociedad civil global64, denominada

también movimiento antiglobalización y realidad altermundista -por otros-, surgieron como con-

secuencia de la articulación de la protesta mundial contra el llamado “neoliberalismo” en lo eco-

nómico y por las actuaciones tanto políticas como sociales realizadas bajo la influencia de la lla-

mada globalización tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración del llamado “socialismo

real”.

Su articulación intelectual gira en torno a los llamados Foros Sociales Mundiales que se

empezaron a realizar en Porto Alegre (Brasil) y se han ido repitiendo en otros lugares poste-

riormente65. Asimismo, su principal medio de comunicación es Internet donde tienen toda una

serie de publicaciones a su disposición (Znet, Rebelion, etc.), aunque sería un movimiento

incomprensible si no se citara el apoyo de la revista Le Monde Diplomatique y el grupo ATTAC

(hoy en día dividido en cuanto a si quedarse como un movimiento intelectual o desplazarse a

la arena política). En cuanto a los autores que se pueden relacionar con los fines de la Historia

progresistas, podemos citar a Toni Negri66, Naomi Klein67, Noam Chomsky68,Alex Callinicos69,

J. Zerzan70, J. Stiglitz, Dieterich, R. Passet71 y F. Houtart72, entre otros.

El movimiento altermundista ha reunido una sociedad civil global articulada en favor de

una globalización diferente y no en contra de la globalización realmente existente. Representa

el surgimiento de un sujeto político internacional socialmente heterogéneo, políticamente plu-

ral y culturalmente diferente para lo que defienden la globalización de los derechos humanos y

la democracia participativa (o directa). Abogan por la desaparición de los paraísos fiscales y por

la imposición de la llamada “Tasa Tobin” a las transacciones económicas internacionales. En el

mismo sentido, alientan una nueva relación Norte/Sur y una supresión de los aranceles de los

productos agrícolas, así como la potenciación del denominado “comercio justo” y la imposición

72 François Houtart y Fraçois Polet (Coords), El otro Davos. Globalización de resistencias y de luchas, Editorial Popular,

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del desarrollo sostenible.Tangencialmente, proponen frenar el dominio de las grandes empre-

sas multinacionales. En cuanto a las relaciones internacionales avalan el multilateralismo, la lega-

lidad internacional, la reforma de las grandes instituciones internacionales (defienden la integración

del BM, FMI y OMC en la ONU) y una democracia de hecho y más cercana en ellas. Amparan

Internet como medio de comunicación alternativo y denuncian la llamada brecha digital.

Abanderan la reivindicación de sustituir una sociedad de consumidores por una de ciudadanos.

Con ese fin, alimentan la idea de una ciudadanía y un salario universal garantizado. En el mismo

sentido, creen en la constitución del Tribunal Penal Internacional.Y, por último, reivindican la recu-

peración por parte de los Estados del ámbito de decisión de las cuestiones económicas, y exi-

gen una democracia económica y no una concentración económica.

Además de este ideario, los autores y la sociedad civil global que han sido capaces de ela-

borar este pensamiento que representa, de alguna forma, un “pensamiento único”,ofrecen un diag-

nóstico de la situación actual mundial, según la cual la globalización sería una suerte de “esta-

dounización” del mundo, y que representaría en realidad la globalización de la pobreza (apari-

ción del Cuarto Mundo) puesto que más de 1300 millones de personas sobreviven con menos

de un dolar al día, y donde 1100 millones de personas carecen de agua potable. Frente a esta

situación, no es descabellado pensar en las proposiciones de algunos de estos autores, que pro-

ponen la desglobalización73 o el cambio de paradigma económico.

Desde un punto de vista más teórico creen en un fin de la Historia determinado y ponen

todo en función de ese objetivo, tanto por parte de los diferentes organizadores que pueden ejer-

cer de motores de la Historia como por los sujetos que lo puedan llevar a cabo, como por los

propios acontecimientos.A pesar de esto, consideran que no hay una dirección previa para la

Historia porque entienden que los humanos (tanto individual como colectivamente) tienen que

construir esa dirección. Pese a estas premisas, en la práctica, sí creen en la importancia de los

individuos y del sujeto social pero siempre como ejecutores de un plan establecido previamente

que llevaría a una supuesta emancipación y la cumplimentación de un fin predeterminado: una

sociedad determinada con un régimen político concreto, etc. En otro sentido, el pensamiento

único altermundista advierte que es necesario reconducir el determinismo de la historia con la

historia, con el sujeto social y con el compromiso con los valores. Es importante este punto pues-

to que muestra el reconocimiento de la pluralidad de fines y de motores que pueden operar en

la Historia, así como la identificación con unos valores determinados. Por tanto, no están aso-

ciados a grandes acontecimientos. Son proyectos que se realizan al amparo de la historia y bajo

su influencia, aunque en algunos casos sea de manera dirigida y predeterminada. En referencia a

este punto, como se ha enunciado más arriba, en muchos casos, los fines de la historia progre-

sistas desmienten los grandes acontecimientos, generalmente de forma colectiva, que se asocian

a los cambios, como mayo de 1968 con el “fin de las ideologías”, las protestas altermundistas en

referencia al “fin de la Historia” y al “choque de civilizaciones”.

Por tanto, los organizadores externos del pensamiento único altermundista son la justi-

cia social, los derechos sociales, la igualdad económica y la participación política.Todos ellos son

motores mucho más recomendables que el reconocimiento, la ideología o las identidades, pero

caen en los mismos errores de sacrificar todo el desarrollo de la historia y de los acontecimientos,

así como la acción humana, en su favor. Aunque, pese a esto, los fines de la historia progresis-

Madrid, 2001.

73 BELLO,Walden, Desglobalización. Ideas para una nueva economía mundial, Icaria, Barcelona, 2004.

74 BOBURG, Felipe,“El doble rostro de la modernidad”, Revista de Filosofía,Año XXII, nº64, Enero-Abril 1989, pp. 78-

83.

75 Ver HABERMAS, Jürgen,“Modernity versus postmodernity”,New German Critique, nº22, 1981, pp. 3-14. En LASH, Scott,

“Postmodernidad y deseo”,Debats nº14,pp. 65.

76 Por ejemplo: a) el paso del cambio (tecnología, etc.); b) alcance del cambio(interconexión de unas con otras); c) natu-

raleza intrínseca de las instituciones modernas, hay muchas formas sociales que no son encontradas en épocas ante-

riores. Pero hay otros conceptos, como seguridad versus peligro y conciencia versus riesgo. El desarrollo de las ins-

tituciones modernas ha llevado a crear grandes oportunidades GIDDENS,Anthony, The consequences of modernity,

Stanford University Press, Stanford, 1990, pp. 1-7 y también: CALLINICOS,Alex, Against postmodernism. A marxist cri-

tique, St. Martin´s Press,1994

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tas responden y son más sensibles tanto a cambios externos como internos (historia, aconte-

cimientos, movimientos sociales, etc.) y siempre son optimistas, ya que buscan un futuro mejor,

aunque sea con los sacrificios hasta aquí expuestos. Por último, plantean una Historia Mundial

y Universal no eurocéntrica y más dialogante con otras realidades no occidentales. No tratan de

imponer una cultura y son respetuosas con “el otro”, tratando de integrar tanto a Oriente con

Occidente como el Norte con el Sur.

3. La sustitución de los fines de la Historia por los objetivos de la

historia a través de una nueva modernidad

Hasta aquí hemos desglosado el paso de la explicación del fin de la Historia a los fines de

la Historia. Ahora trataremos de hacer el paso siguiente, desplazar el funcionamiento mecani-

cista y preestablecido de los fines de la Historia por una nueva composición evolutiva histórica

basada en objetivos móviles y comprometidos con una nueva modernidad. Muchos autores han

seguido defendiendo la modernidad en contra de las posturas postmodernas argumentando que

es un proyecto que está aún por cumplirse. Recordemos que la modernidad cree en la idea de

progreso y ve el pasado como un período de estancamiento, por eso busca el progreso conti-

nuo e ininterrumpido. En resumen: historicidad, progreso, desacralización del mundo y de la his-

toria, retorno de la inmanencia; oposición hombre naturaleza, reafirmación de la subjetividad, liber-

tad y democracia es lo que nos propone la modernidad74. Muchos han sido los defensores de

la modernidad pese a los intentos de defenestrarla tanto por parte de los fines conservadores

como postmodernos como Habermas y su acción comunicativa, quien ha denunciado la con-

vergencia entre los teóricos postmodernos franceses y los neoconservadores, ya que la renun-

cia de la racionalidad de los postmodernos preparan el camino para el decisionismo defendido por

algunos de los segundos75.Habermas ha llegado a identificar a los neoconservadores con los post-

modernos, ya que han sido aquellos los que han llevado a popularizar la expresión postmoder-

na y representan un puente entre postmodernidad y modernidad.También están las ideas de

Guiddens, que hablan de la construcción de una nueva modernidad más allá de la modernidad

relacionada con la nueva sociedad de información y de consumo en la que vivimos. Para él, más

que estar en la postmodernidad nos movemos en las consecuencias de la modernidad, que son

más universales y radicales, en otras palabras, más allá de la modernidad nos encontramos en un

orden diferente a la postmodernidad76. Por otro lado, también está la llamada “modernidad refle-

xiva” de Beck, que se basa en la sociedad del riesgo, que representa la aparición de nuevos con-

flictos políticos social77. Ulrich Beck dice que se pasó de una sociedad industrial a una del ries-

77 Ver la teoría de la autocrítica social del sociólogo alemán U. Beck, que tiene como fin evitar las dificultades de una

teoría crítica de la sociedad. EIZAGIRRE, Andoni, “Anbibalentzsiaktik sokuntzara edo subjektibitate politikoaren

(bir)jaiotza. Ulrich Beck-en autorkritika soizalaren teoriaz gogoetak”, Einguruak, nº 28, 2000, pp. 187-207.

78 BECK, Ulrich, Risk society towards a new modernity, London, Sage, 1992.

79 MARINA, J. A.,Crónicas de la ultramodernidad,Anagrama, Barcelona, 2000.

80 RODRIGUEZ MAGDA, R. M., La Transmodernidad,Anthropos, Barcelona, 1989.

81 Ver entrevista de Olaf Inlau con Karl Popper en HP/de Tijd, 17 de April 1992, pp. 54-60.

82 Véase LOPEZ-DOMINGUEZ,Virginia,“Reflexiones sobre la historia para tiempos posthistóricos”,Logos Anales del

Seminario de Metafísica, nº 1, 1999, pp. 305-321.

83 “De otra forma, mucha gente que rechaza el marxismo aceptaría una forma débil de esta teoría, por ejemplo la que

expuso Max Weber, quien aceptó el hecho de que la historia tiene direccionalidad pero tienen grandes disconti-

nuidades, como la reforma que no es explicaba por ninguna teoría unitaria”, afirma Fukuyama mientas comenta que

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go, que es una nueva modernidad. Para él, la ciencia es vista como una gran savia de la tradición

de la ilustración y, por otro lado, el principal cometido de la política es la distribución del bie-

nestar. El riesgo es un factor externo subjetivo y es analizado por expertos. La civilización es buena

mientras la naturaleza es peligrosa; la sociedad industrial exporta democracia y los beneficios de

la economía industrial. Los miembros de la sociedad industrial son conscientes de la naturale-

za y del grado de riesgos que tiene en su vida, la libertad y la felicidad. La sociedad del riesgo es

diferente ya que la ciencia y tecnología son grandes destructores, la política está marcada por

el impacto de la abundancia de la ciencia; el riesgo es interno y no externo78.

Pese a todo, existen otras alternativas a la modernidad. Por ejemplo la ultramodernidad79,

que es fundamentalmente una teoría de la inteligencia. Para los ultramodernos la modernidad se

asoció con la razón y la postmodernidad con la creación estética. Los ultramodernos se iden-

tifican con paradigma ético de la inteligencia, es decir, si los problemas más trascendentales para

el ser humano son la consecución de la propia felicidad y una convivencia digna, la inteligencia

se volcará en buscar soluciones a estos problemas: la inteligencia tiene como gran proyecto la

felicidad subjetiva y objetiva.También están la “transmodernidad”80 o la “nueva modernidad”.

Tampoco hay que olvidar a otros pensadores que están en contra de la modernidad porque la

rechazan (R.Steuckers, M.Tarchi, P. Ricoeur, G. Locchi) y la critican por ello.Y también están los

antihistoricistas, que defienden que la Historia no tiene significado. Popper, en una entrevista a

principios de los años 90 decía que el fin de la Historia de Fukuyama era una “frase estúpida”

ya que no hay una ley de progreso ni un punto final. Lo que existe es nuestra responsabilidad81.

Con esto podemos establecer que las dos corrientes posthistóricas (fin de la Historia y

postmodernismo) cierra la apertura del presente hacia el futuro. Clausuran el pasado convir-

tiéndolo en una línea inmodificable que determina el futuro y que tras haber alcanzado su cul-

minación cristaliza en un presente sin cambios deseables. De tal forma, cierra la posibilidad de

que las cuestiones rescatadas del pasado incidan en el presente para colocarlas como factibles

en el futuro82. Al mismo tiempo, creen en una Historia Universal “débil” porque reconoce cier-

tas discontinuidades, es decir, donde no haya nada necesariamente rígido o determinístico, aun-

que después en la práctica explica que la ciencia natural determina el proceso de modernización,

el cual crea una predisposición hacia la democracia liberal. En ese sentido, critican a los marxis-

tas a los que reprocha la construcción de teorías de la historia “fuertes”:“el feudalismo inevi-

tablemente lleva al capitalismo, el cual inevitablemente colapsa desde sus propias internas con-

tradicciones y lleva al socialismo Esas teorías deterministas legitiman el terror político de Lenin

y Stalin”, afirman83. Al mismo tiempo, presentaban un argumento apocalíptico (por lo menos en

una historia universal entendida como modernización ha sido atacada desde una perspectiva posmoderna.“Por qué

privilegiar la historia de desarrollo económico o identificarla con la historia misma, por qué una historia eurocén-

trica, etc.”, se pregunta.“La teoría de la modernización se colapsó en los 70 con esos ataques. El profesor posmo-

derno que dice que no hay una dirección coherente de la historia nunca contempló el mundo fuera de su despa-

cho de París y fue a Somalia, Burundi, etc.”, subraya. Para Fukuyama hay bases empíricas para construir una histo-

ria direccional universal, y para asegurar que elevan a una meta y un fin. Para empezar la ciencia natural siempre está

abierta, es imposible conocer todo de todo el universo y eso va unido a niveles sociales, etc.Y una meta es la moder-

nización económica que lleva a la democracia liberal que emerge como un mero dato empírico del proceso histó-

rico, así los hechos empíricos permiten de ver que hay algo que se llama Historia. Los hecho empíricos pueden pro-

bablemente falsificar la noción de la democracia liberal como fin de la historia bajo varias condiciones si las demo-

cracia liberales se colapsan como el comunismo, etc. FUKUYAMA,F,“Reflections on the end of History, five years later”,

History and Theory,Vol. 34 (World historians and their critics), 1995, pp. 33-35.

84 Según el crítico, parafraseando a Kant, la destrucción del pecado que marca el final del tiempo en el texto de San

Juan se convierte en el agotamiento total de alternativas sistemáticas viables al liberalismo occidental; mientas que

el reino del Señor pasa a ser el Estado homogéneo universal.Ver MENDIGUCHÍA, Juan Ignacio,“Sobre los últimos

tiempos”, El Viejo Topo, abril 1997, nº 106, pp. 77-78.

85 Ver Manifiesto historiográfico Historia a Debate, sección XIV, pp. 10-11.

86 En eso se olvidan de lo que pensaba Lyotard, quien defendía que las contra jugadas no son buenas si sólo son reac-

tivas, porque entonces no son más que efectos programados en la estrategia del adversario, puesto que lo perfec-

cionan y dificultan una modificación de la relación y fuerza que están en juego.

87 LÓPEZ-DOMÍNGUEZ, Virginia, “Reflexiones sobre la historia para tiempos poshistóricos”, Logos. Anales del

Seminario de Metafísica, nº1, 1999, pp. 305-321.

88 BADIOU,Alain,“Do fin da filosofía e o nihilismo”, A Trabe de Ouro, nº1, ano 1, enero- febrero- marzo de 1990, pp.

7-11.

89 SCHAD, John,“The end of the end of history: Graham swift´s waterland”, Modern Fiction Studies,Vol. 38, nº4, winter

1992, pp. 911-927.

90 Uno de los distintivos fundamentales de la situación postmoderna es el imperio de lo irracional. Eco señala que el

irracionalismo actual tiene tres fenómenos: a) ruptura con el modelo de racionalismo helenista imperante hasta ahora;

b) resurgimiento del hermetismo o culto a lo mistérico; c) fuerte presencialización de elementos gnósticos como

resultado del intento de buscar lo real y lo verdadero en otra parte.SANABRIA, José Rubén,“Modernidad y post-

modernidad”, Revista de Filosofía,Año XXII, nº64, Enero-Abril 1989, pp. 40-60.

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algunas de sus consideraciones) que parecen llevarnos a una referencia a Kant y su idea de “el

fin de todas las cosas” y su intuición de que no habrá, en adelante, ningún cambio84.

En definitiva, siguiendo la idea de una nueva modernidad85 podemos establecer que el post-

modernismo ha actuado reactivamente frente a la modernidad (en cierto sentido es un desen-

canto ante las promesas no cumplidas de la modernidad), y eso es su principal debilidad porque

no son más que efectos programados en la estrategia del adversario, con lo que perfeccionan a

éste y dificulta una modificación de la relación y de las fuerzas que están en juego86. El post-

modernismo, por tanto, se ha configurado en evidente oposición a la filosofía especulativa de la

historia, y en concreto a la historiología teleológica. En su negación de la historia, la postmo-

dernidad no ha querido asimilar que su posición corresponde a una filosofía crítica, y en su cegue-

ra no ha sido capaz de aprovechar los materiales que esta podría ofrecerle. Simplemente se ha

limitado a esbozar su propio fin de la Historia opuesto a las ideas de universalización, de nor-

matividad y de legitimación de los discursos 87. Anunciar el fin de del metarrelato es tan sober-

bio como el gran relato mismo88; la disolución de los metarrelatos es en sí un metarrelato89.

Si la modernidad exageró el poder de la razón; la postmodernidad ha amplificado su falta

(irracionalismo)90. En ambos casos no se tiene en cuenta que el hombre es una unidad plural y

debe armonizar todos los elemento que lo componen, pero por desgracia el hombre actual ha

perdido su identidad y busca la manera de lograrla nuevamente. Creyó que era dueño del uni-

91 SÁDABA, Javier,“¿El fin de la historia? La crítica de la postmodernidad al concepto de historia como metarrelato”,

en Reyes Mate (ed.), Filosofía de la historia, Editorial Trotta-CSIC, 1993, pp. 193-204.

92 FRANCIS BARKER, PETER HULME and MARGARET IVERSEN (eds.), Uses of history. Marxism, postmodernism and

the renaissance, Manchester University Press, Manchester, 1991, pp. 47-67.

93 PINTOR-RAMOS,Antonio,“Postmodernidad, finitud y sentido” en Antropología y fe cristiana, Santiago de Compostela,

2003, pp. 83-116.

94 MARTÍNEZ REAL, Francisco J.,“¿Por quién doblas las campanas?”, Estudios Filosóficos, 142, 2000, pp. 498-499.

95 Para algunos el postmodernismo es más una reacción al colapso del comunismo que una respuesta al éxito del capi-

talismo. EAGLETON,Terry,“Where do postmodernists come from?”, Monthly Review,Vól. 47, nº3, pp. 59-70.Ver ese

número especial “In defense of History. Marxism and the Postmodern Agenda”.

96 CABRERA, Miguel A.,“La historia y las teoría del fin de la historia” en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate,

Santiago,1995,Tomo I, pp. 209-221.

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verso y se perdió en su propia euforia. El hombre actual se ha percatado de que ni la ciencia ni

la técnica le han dado la felicidad añorada, o porque siente miedo de enfrentarse al futuro (incier-

to), o porque tiene miedo de perder seguridades adquiridas con el paso del tiempo. En otras pala-

bras, el hombre anda en busca de sí mismo y de su propio destino. La cuestión clave para supe-

rar los fines postmodernos está en la razón91. El fin de la Historia postmoderno, igual que el neo-

coservador, cree en una sociedad congelada sin posibilidad de cambio92.

Los fines de la Historia postmodernos proclaman el triunfo del relativismo que produ-

ce un efecto erróneo de igualación.Todo se reduce a una especie de “no hay hechos, sólo inter-

pretaciones”. La realidad queda reducida al sentido que se ofrece fragmentado en un mosaico

de interpretaciones, pero no hay el sentido privilegiado conforme al cual se puedan ordenar los

sentidos parciales. La vida humana estalla así en una sucesión inconexa de sentidos fragmenta-

rios. En este contexto, la pregunta por el sentido de la vida es inabordable porque no encuen-

tra ningún soporte sólido en el que apoyarse, de ahí la formulación vulgar de “todo vale” como

resumen de los postmodernos93. Aunque, los fines de la Historia postmodernos permiten evi-

tar los excesos y desviaciones de los metarrelatos emancipatorios modernos que a menudo han

incurrido en el dogmatismo político, la entronización de la razón científico-técnica, la exaltación

del crecimiento económico, la concepción unidireccional de la evolución de las sociedades, la

homogeneización cultural y otras corrupciones de la imaginación utópica. Al postmodernismo

hay que reconocerle la protección de la autonomía individual, la acentuación de la contingencia,

la recuperación de los valores cualitativos, el aprecio de la diferencia o la salvaguarda del plura-

lismo94, pero no es menos cierto su perfil es netamente conservador95.

La crítica postmoderna del metarrelato no ha propiciado un fortalecimiento de la teo-

ría de la historia; su crítica de la noción de progreso no se propone contribuir a la formulación

de una teoría del cambio histórico. Ello se debe a que la crítica del progreso tiene un carácter

moral y gira en torno a la supuesta no realización del proyecto emancipador ilustrado. Para

Cabrera, la idea de progreso reclama una reformulación teórica del cambio histórico. Una vez

que sabemos que el discurrir histórico real no se corresponde con pautas establecidas por una

filosofía emancipadora de raíz ilustrada, está expedito el camino apara esclarecer los perfiles del

cambio social realmente operado e indagar sus claves explicativas. De tal forma, cuando es acep-

tada la incapacidad explicativa del metarrelato basado en el progreso hemos de evitar sus con-

clusiones epistemológicas y proceder a la reelaboración de la teoría del cambio histórico y nunca

desatender a un cambio porque no se ajuste a la idea. Como conclusión, se debe reemplazar la

noción de progreso por la de cambio histórico96.

97 CABRERA, Miguel A.,“La historia y las teoría del fin de la historia” en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate,

Santiago,1995,Tomo I, pp. 209-221.

98 LOPEZ-DOMINGUEZ,Virginia,“Reflexiones sobre la historia para tiempos posthistóricos”,Logos Anales del Seminario

de Metafísica, nº 1, 1999, pp. 305-321.

99 KLAPPENBACH,Augusto,“¿Existe un progreso moral en la historia?”, Claves, nº96, octubre 1999, pp. 34-40.

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En otro sentido, se debe de sustituir la Historia Universal por la historia mundial. El pen-

samiento postmoderno niega la posibilidad de una historia universal como curso unitario dota-

do de sentido y como tendencia hacia la uniformización según el modelo social occidental. Esa

negación lleva a la demolición de la filosofía de la historia universal, que a la vez debe aprovecharse

para erigir una teoría de la historia mundial, de lo contrario el resultado será un nuevo meta-

rrelato legitimador de la nueva relación entre los países desarrollados y los subdesarrollados.

Reelaborar una teoría de la historia mundial significa esclarecer empíricamente dos cosas. La pri-

mera, cómo se relacionan entre sí los diferentes centros de historia o tipos de sociedad; y la segun-

da, la existencia o no de relaciones de dominación entre ellas y la existencia o no de un centro

de historia hacia el que tienden los restantes; y determinar si el modelo capitalista desarrolla-

do es el único horizonte posible pare el resto del planeta o si hay divergencias97.

Una vez establecidas estas premisas, llegamos a la necesaria sustitución de los “fines de

la Historia” por los objetivos de la Historia.

Es necesaria la recuperación de la relación pasado/presente/futuro y de los tres por sepa-

rado asumiendo que la Historia es discontinua, donde es importante hacer una relectura críti-

ca del pasado para sacar a luz las posibilidades inexploradas y no realizadas, poniéndolas a dis-

posición de los actuantes. El objetivo de todo esto es abrir el presente hacia el futuro porque

las posibilidades rescatadas del pasado sólo inciden en el presente cuando se colocan como fac-

tibles en el futuro. El historiador debe de abrir ciertas líneas de actuación en el futuro para inter-

pretar los sucesos98.

Se ha explicado la importancia de la unidad y finalidad en la “H”istoria, y se puede con-

cluir que la “H”istoria no posee una unidad ni una finalidad dadas o “intervenidas” por algún orga-

nizador externo a la misma “H”istoria, es decir, por los hombres, la naturaleza y sus acciones. El

sentido de la “H”istoria. se construye ya que cada generación recoge la historia que ha recibi-

do y cuenta con ella en sus próximos pasos cuando los orienta en uno u otro sentido. Desde

este punto de vista, la condición humana otorga al transcurso del tiempo una cierta unidad y fina-

lidad que permite hablar de historia, aun cuando este proceso no se construya de manera line-

al e implique multitud de avances, retrocesos y nuevos comienzos. Esta precaria unidad no impli-

ca ninguna garantía en su orientación futura ni permite esperar ningún diseño de consumación

final. Suponemos que en la historia en su conjunto sucede lo que es evidente en algunos aspec-

tos parciales como el progreso científico, en el que las experiencias pasadas influyen en el pre-

sente y donde si la historia humana se distingue de la historia natural es porque este proceso

constructivo otorga cierta continuidad a los instantes. Se trata de una unidad y finalidad preca-

ria que no es inmanente ni trascendente, sino trabajosamente construida pero aún así capaz de

hacer posible una reflexión sobre ciertas orientaciones de la historia humana99. Al igual que no

existen motores fijos en la Historia tampoco existe un determinismohistórico, y sí un probabi-

lismo histórico, donde el riesgo es algo inevitable, y donde se pase de una una ciencia amoral a

una ciencia éticamente responsable, desde una tecnología dominadora del hombre a una tec-

100 KÚNG, Hans, Proyecto de una ética mundial,Trotta, Madrid, 1991; LÓPEZ PETIT, Santiago, Horror Vacui. La travesía de

la noche del siglo, Siglo XXI, Madrid, 1996. Gracias a Carlos Otero por la referencia.

101 El progreso moral es el progreso moral en el avance del reconocimiento de los derechos humanos, que consiste

en la superación de las relaciones sociales de dominación, pero unos derechos humanos prácticos y no ideales.Y

un reconocimiento autonómo y universal que no admita exclusiones basadas en diferencias empíricas como el sexo,

la raza o el lugar de nacimiento.Ver KLAPPENBACH,Augusto,“¿Existe un progreso moral en la historia?”, Claves,

nº96, pp.34-40; RIBAS MASSANA,Albert,“La tensión historicista”, El Ciervo, sep-oct 1997, nº558-559, pp. 13-14.

102 VÁZQUEZ, Francisco,“La postmodernidada filosófica y el valor de la alteridad en los estudios históricos”, ER, nº22,

pp. 88-95.

103 PLOUS, S.,“The role of animals in human society”, Journal of Social Issues,Vol. 49, nº1, 1993, pp. 1-9.

104 Ver WALLERSTEIN, I.,“The Three instances of hegemony in the history of the capitalist world economy”, in The Politics

of the World-economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1984, pp. 37-46.

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nología al servicio del hombre, y desde una democracia jurídico-formal a una democracia viva

que garantice la libertad y la justicia100.

Muy en relación con lo anterior, la idea de progreso, que está en cuestión hoy, se debe

abordar como una idea de un progreso específicamente moral, entendiendo por progreso

moral el reconocimiento de los derechos humanos. Se trata de que el establecimiento de las rela-

ciones humanas no sea algo meramente instrumental sino que se reconozca el valor inviolable

de cada ser humano concreto, de tal modo que estas relaciones tiendan a universalizarse y a reco-

nocer el reconocimiento del valor absoluto de todos los hombres, cualquiera que sean sus con-

diciones. En ese sentido ha habido dos avances: las desigualdades no son consideradas natura-

les y la humanidad posee los medios técnicos para superarlo. Se trata de la creencia en las posi-

bilidades de la razón humana y de abandonar un modo unilineal de entender la “H”istoria101.Hoy

ya no es posible resucitar la vieja historia universal entendida como el transcurso de la huma-

nidad hasta llegar a su plena autoconsciencia, eso no quiere decir que haya que renunciar a toda

forma de universalidad como principio regulador o como propósito de los estudios históricos,

pero hay que saber tomar las medidas a ese nuevo universal (esa es la enseñanza postmoder-

na)102, así tenemos que reconsiderar la idea de progreso, entender el sujeto tanto en su dimen-

sión colectiva como indiviudal (que es frágil y limitado) y que se crea y transforma en el interior

de contextos y redes de época sin poder rebasarlas. En definitiva, no se puede apelar a un uni-

versal donde la naturaleza humana esté caracterizada por una serie de cánones más o menos

inmutables o desplegados en el curso de una evolución progresiva.

Por tanto, más que hablar de una historia Universal es mejor proponer una nueva histo-

ria mundial -como ya se ha dicho-, construida en base a la construcción de una historia compleja

y en base a reflejar tanto la historia del Norte como la del Sur, la de Oriente y Occidente, donde

esté presente la naturaleza (animales y plantas)103, es decir, una historia que sea multicivilizacional

y donde la democracia no sea basada en un único modelo, y donde los problemas, cuestiones y

enfoques sean mixtos y plurales104.

Todas estas cuestiones abren la posibilidad de una nueva modernidad o una modernidad

alternativa, construida con todas estas bases de intercambio y mestizaje metodológico. Pero esta

nueva modernidad y todo lo esbozado hasta aquí sólo es posible si se puede desarrollar otro

paradigma científico, una vez que sea aceptado por la comunidad científica y que se asiente por

consenso, puesto que el actual paradigma no permite desarrollar todas estas ideas al estar emba-

rrancado en un pensamiento binario, etc. La “H”istoria no puede estar movida únicamente por

un motor (ya sea ideológico o tecnológico), sino que hay multiplicidad de motores en la “H”isto-

105 HEARTFIELD, James,“History with a capital H”, LM:The Marxist Review of Books, 25 de julio de 1997, < [consulta 25

de julio de 1997].

106 DRURY, Shadia B., Alexandre Kojève: the roots of postmodern politics, St Martins Press, New York, 1994, pp. 163-178.

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ria, muchos de ellos en relación con los individuos más que con representación de los mismos.

Tanto la “H”istoria como el cambio histórico siempre están causados por varios factores y se

deben de rechazar explicaciones unilaterales.

La Historia también necesita de la participación humana105. Cuando la tesis del fin de la

Historia afirma que ningún régimen puede satisfacer a todos los hombre en todas partes, su obje-

tivo es desacreditar la aspiración para la liberación humana como sueño utópico.Y eso hay que

abandonarlo. La formas fundamentales de existencias de la sociedad moderna no son homogé-

neas sino contradictorias, no hay una lógica inherente, una única lógica interna, sino varias. La socie-

dad moderna se caracteriza por las alternativas y estas son producto de los actores de esta his-

toria.

En definitiva: 1) no hay ninguna razón para conferirle eternidad a un orden político, lo que

parece verdad ahora puede no serlo en el futuro; 2) no hay motivos para pensar que la cultura

de la tecnología moderna es el lógico resultado de la razón; al contrario, hay muchos órdenes

políticos que no son compatibles con la razón; 3) no hay argumentos para considerar que la his-

toria humana ha sido desenvuelta por un conjunto único de deseos y aspiraciones humanos; es

cierto que las necesidades básicas son las mismas, pero los seres humanos tienen diferentes con-

cepciones de la buena vida y diferentes modos para satisfacer sus diferentes deseo y aspiracio-

nes; 4) no hay nada en el proceso histórico que garantice que sólo lo bueno o lo racional tenga

éxito; 5) el conflicto político no es siempre una batalla entre buenos y malos; 6) el orden polí-

tico no lo configuran únicamente superhombres o filósofos, sino todos los seres humanos que

se ponen de acuerdo en determinados valores; 7) la razón es en muchos casos insuficiente para

elegir entre una pluralidad inconmensurable de bienes; 8) lo que parece verdad ahora puede no

serlo en el futuro; 9)el progreso histórico no satisface necesariamente al hombre ya que la frus-

tración y no satisfacción no son algo constante en él; 10) la Historia no es necesariamente pro-

gresiva y las civilizaciones siempre se levantarán y caerán; 11) la verdad no es singular sino plu-

ral y no hay que decir que el mejor es el Estado Homogéneo y Universal; 12) podría ser seña-

lado que la conquista de la naturaleza aumenta el poder de unos pocos sobre muchos; 13) debe-

ría ser afirmado que el triunfo colectivo de la humanidad sobre la naturaleza es logrado a expen-

sas de la libertad individual; 14) la sociedad tecnológica está caracterizada por formas de domi-

nación impersonales y autocríticas106.