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LÍNEAS, LÍMITES Y COLINDANCIAS MIRADA A LAS FRONTERAS DESDE AMÉRICA LATINA Alberto Hernández Hernández Amalia E. Campos-Delgado (coordinadores) Limites-Colindancias-libro.indd 3 7/7/15 2:07 PM

Líneas, Límites y Colindancias. Mirada a las fronteras desde América Latina

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LÍNEAS, LÍMITES Y COLINDANCIAS MIRADA A LAS FRONTERAS DESDE AMÉRICA LATINA

Alberto Hernández HernándezAmalia E. Campos-Delgado

(coordinadores)

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IntroduccIón

Amalia E. Campos-Delgado / Alberto Hernández Hernández ........................... 7

Fronteras y demarcacIones FronterIzas

1. El encuentro entre marca, camino y lugar. Hodrografía del espacio fronterizo argentino-boliviano en la conurbación binacional de La Quiaca-Villazón Alejandro Benedetti ..................................................................................... 27

2. La frontera sur de México Andrés Fábregas Puig ................................................................................... 63

IdentIdades transFronterIzas

3. Procesos de fronterización y sentidos de pertenencia entre Brasil y Paraguay José Lindomar C. Albuquerque ............................................................ 79

4. Territorios y ciudadanías. Rupturas y reconfiguraciones en el caso de los wayuu en la frontera Colombo-Venezolana Alejandro Pimienta Betancur / Claudia Puerta Silva .......................... 115

5. Vivir en la frontera. Una mirada a las prácticas socioculturales en la región Tijuana-San Diego Amalia E. Campos- Delgado / Alberto Hernández Hernández ................... 143

dInámIcas y espacIos FronterIzos

6. Movimiento de fronteras. Experiencias cotidianas de habitar y transitar en los límites de Argentina, Brasil y Paraguay Brígida Renoldi ................................................................................. 181

ÍNDICE

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7. La reproducción de la frontera en la vida cotidiana. Interacciones sociales entre Coahuila, México y Texas, Estados Unidos Camilo Contreras .............................................................................. 207

8. La frontera como centro de la globalización popular. Almacenes mayoristas y mercados de pulgas en el sur de Texas Efrén Sandoval Hernández ................................................................ 223

Flujos mIgratorIos a través de las Fronteras

9. Migración y fronteras en la geopolítica imperialista. Los japoneses y la frontera norte de México en las primeras dos décadas del siglo XX Shinji Hirai .......................................................................................... 249

10. Trabajadores migrantes en la frontera sur de México. Caracterización del trabajo temporal centroamericano en el Soconusco Carolina Rivera Farfán ......................................................................... 279

11. Niñas, niños y adolescentes repatriados en México: el rostro de la migración infantil Gabriela Zamora Carmona ................................................................... 309

glosarIo de abrevIaturas ........................................................................ 337

acerca de los autores.............................................................................. 341

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INTRODUCCIÓN

Líneas, límites y colindancias

Amalia E. Campos-DelgadoAlberto Hernández Hernández1

Las fronteras internacionales, más allá de los supuestos teóricos y metáforas a ellas adjudicadas (barreras, filtros porosos, contenedores, puntos de unión, etcétera), son demostraciones de poderío y distinciones entre lo propio y lo ajeno inscritas en un territorio objetivado. El análisis de estos contextos permite observar pro-cesos, dinámicas y confrontaciones no sólo relativas a la demarcación territorial, sino a procesos de adscripción, reafirmación y negociación identitaria, así como de apropiación y uso de recursos materiales y simbólicos, reforzados, reproduci-dos y generados por las fronteras mismas.

Las miradas especializadas que se inscriben en este libro buscan ahondar en las dinámicas de distintos escenarios fronterizos en América Latina con el objetivo de evocar la heterogeneidad de actores, prácticas y territorialidades, comprendiendo que más allá de los procesos macro a través de los cuales se delimitan los territorios, se trazan las fronteras y se determinan los procesos de control de la movilidad, es en la vida cotidiana de los habitantes de las regiones fronterizas donde se fraguan los matices de las relaciones sociales y su vínculo con el territorio.

Con el propósito de impulsar un diálogo teórico y metodólogo sobre los pro-cesos y dinámicas en los espacios fronterizos a los que se hace referencia en los capítulos de esta obra, a continuación se presenta un breve recuento de algunos enfoques y conceptualizaciones clave en los estudios de fronteras, así como la con-textualización de algunos elementos analíticos similares en los contextos fronteri-zos de América Latina.

1 Agradecemos especialmente a Alejandro Benedetti y Efrén Sandoval por los comentarios que per-mitieron refinar los planteamientos teóricos que se presentan en este texto.

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Confines y frentes

La conceptualización y clasificación de las fronteras

En su dimensión dogmática, las fronteras son la expresión física de la soberanía y del poder del Estado-nación, su exégesis está fraguada por las prácticas y actores que ahí convergen. Como Henk Van Houtum y Ton Van Naerssen han argumen-tado, “las fronteras no representan un punto fijo en el espacio o tiempo, sino en cambio simbolizan una práctica social de diferenciación espacial” (2002:126), en este sentido las dinámicas político-administrativas de conformación de los Esta-dos nación se enlazan con la delimitación de lo propio y lo ajeno y la creación de un nosotros inscrito en ese territorio.

Benedict Anderson define a la nación como “una comunidad política imagina-da como inherentemente limitada y soberana” y afirma que el artefacto cultural llamado “nacionalidad es el valor más universalmente legítimo en la vida política de nuestro tiempo” (1991:19, 23). Durante la primera mitad del siglo XX, ante la necesidad de remarcar la importancia de la delimitación de la soberanía y el ejerci-cio del poder de los Estados, el estudio de las fronteras estuvo principalmente en-focado en la descripción de procesos a través de los cuales fueron establecidas y en el desarrollo de tipologías que pudieren explicarlas. Así pues, Richard Hartshorne (1936) proponía comprender la delimitación fronteriza a partir de tres categorías: antecedente (delimitada con anterioridad al establecimiento de la zona en cuestión en lo que se declaraba como tierra virgen), subsecuente (de acuerdo con los patro-nes de asentamiento existentes) y superimpuesta (impuesta por un grupo de poder exterior y sin consideración de los esquemas de las relaciones sociales previas). Igualmente, destaca la “clasificación comprehensiva de las fronteras” en cuatro grupos o clases de fronteras propuesta por S. Whittemore Boggs: físicas (referentes a aquellas que siguen alguna característica marcada por la naturaleza), geométricas (líneas rectas, paralelas, establecidas por paralelos y meridianos que hacen caso omiso de la geografía física y la topografía del país), antropogeográficas (relacio-nada con las previas delimitaciones y las preexistentes fronteras lingüísticas, reli-giosas, culturales y económicas) y por último fronteras complejas o compuestas, donde se incorporan factores de las anteriores (1940:25).

Es también durante ese período que se desarrollan las críticas sobre la concep-tualización clásica de las llamadas fronteras naturales –montañas, ríos, bosques, mares o desiertos–, la cual buscaba desligar la delimitación a una decisión po-lítico-administrativa e instaurarlas como obstáculos naturales. En este sentido,

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Albert Brigham explicaba con una lógica positivista que las fronteras muestran diversidad infinita e irregularidad, de manera que no permiten una demarca-ción definida con divisiones inconfundibles e inmutables (1919:205). De igual forma, el geógrafo británico Charles Fawcett determinaba que la clasificación natural y artificial resultaba insuficiente para comprender las funciones y diná-micas de interacción en estos escenarios, de manera que propuso analizar a las fronteras con una doble alusión, como zonas de separación/protección y zonas de contacto (1918:32).

Durante esta etapa de estudios sobre las fronteras entre Estados nación se establecen algunas de las conceptualizaciones clave. Así Stephen Jones remarca la importancia de no asumir como sinónimos los términos de delimitación y demarcación, pues refieren a etapas distintas de conformación de las fronteras. Mientras que el proceso de delimitación refiere a la decisión de deslinde geopo-lítico y su definición en un tratado u otro documento formal, el proceso de demarcación por su parte es un trabajo estrictamente técnico que implica la ins-talación de dispositivos fronterizos (1945:57). Esta diferenciación conceptual es retomada justamente por David Newman para la construcción de las categorías “frontera como proceso” –delimitación y demarcación– y “frontera como insti-tución” –construcción de las categorías de inclusión y exclusión– (2006b:148). De manera más específica, J. R. V. Prescott enfatiza en la diferenciación con-ceptual, border alude a la traza legal que demarca la jurisdicción de los Estados nación y frontier refiere al territorio limítrofe o área contigua a la línea geopo-lítica. Además, Prescott puntualiza el concepto borderland como una zona de transición (1987:13), refiere a la región separada por la línea geopolítica donde se encapsulan una variedad de identidades y relaciones formales e informales que no podrían ser comprendidas sin la existencia de la frontera, es decir la región fronteriza (Donnan y Wilson, 2001:50; Newman, 2006:179).

Las regiones fronterizas como espacios de interacción

Durante la segunda mitad del siglo XX destacan los análisis de la complejidad de las relaciones entre países vecinos y las dinámicas de interacción. Estos análisis con perspectiva funcionalista y estructuralista buscaban medir la permeabilidad de las fronteras a partir de una mirada a los tratados de cooperación y alian-zas transfronterizas. Para Henk Van Houtum, en esta etapa la literatura sobre fronteras y regiones fronterizas estaba enfocada en debates y análisis de flujos

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económicos y cooperaciones transfronterizas, donde las fronteras eran consi-deradas como barreras para el libre mercado y analizadas a través de modelos de relaciones económicas y redes centro-periferia (2000:61-64). Es en este con-texto que James Anderson y Liam O’Dowd proponen una conceptualización más amplia para comprender las dinámicas que influyen en la conformación de estas lógicas de cooperación y separación: border region, la cual abarca el área adyacente a la línea geopolítica, así como las instancias administrativas que, aunque localizadas en la frontera, sus oficinas centrales se encuentran física y socialmente distantes al proyectar a estos espacios como periferias de infiltra-ción, transición o separación y como áreas de defensa de la supuesta pureza del centro (1999:595-596). De esta aproximación teórico-metodológica destacan los cuatro modelos de interacción en la región fronteriza propuestos por Óscar J. Martínez (1994): alienadas (prevalece la tensión y la interacción está total o casi totalmente ausente), coexistentes (frontera ligeramente abierta, interacción bi-nacional limitada, población fronteriza desarrolla relaciones estrechas), interde-pendientes (complementariedad económica y social producto del incremento de la cooperación transfronteriza) e integradas (permanente estabilidad, economías de ambos países funcionalmente fusionadas, movimiento irrestricto de personas y mercancías, población fronteriza se percibe a sí misma como parte de un mis-mo sistema social).

Paralelamente a las aproximaciones que buscaban analizar las relaciones trans-fronterizas desde una perspectiva económica y de gestión, surgieron estudios que buscaban comprender las prácticas e interacciones entre los sujetos en ambos lados de la línea. En este sentido, con un enfoque constructivista Anssi Paasi sugiere conceptualizar a las fronteras como procesos que existen en la acción sociocultural y propone profundizar en el conjunto de prácticas sociales y dis-cursos institucionalizados de poder que configuran a este espacio como simbó-licamente significativo (1999:72). En este sentido, la propuesta de Olga Odgers es relevante, pues sugiere un análisis comprehensivo de la conceptualización de la frontera en la región fronteriza a partir de cinco dimensiones: límite –línea geopolítica–, espacio de producción –análisis de las actividades productivas–, lugar de vida –en términos demográficos–, espacio de participación política; y por último, referente identitario –dimensión cultural y simbólica– (2001:65-70).

Así mismo, destacan los estudios de fronteras en los cuales, desde enfoques pragmáticos, se busca analizar la interrelación entre su transformación funcional y la transformación social, reenfocando la mirada a los conflictos producto de las categorías de inclusión/exclusión intrínsecos en los procesos de delimitación y demarcación. Este enfoque propone un énfasis en las ciudades fronterizas como

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sitios clave de la transición en la relación entre Estados imperiales y nacionales, al ser lugares donde las lógicas de conflicto, coerción, inseguridad y desigualdad se mezclan planteando un desafío a la capacidad de los Estados para monopoli-zar los medios de violencia (O’Dowd, 2012:165-167). Así, por ejemplo, Cathal McCall, respecto de los proyectos de cooperación transfronteriza en la Unión Europea, determina la importancia de considerar las emociones como el miedo, resentimiento, odio, queja y sospecha, como parte del “legado del conflicto fron-terizo”, en tanto que estas “emociones residuales” también pueden proporcionar la motivación para evitar contacto, comunicación y cooperación (2014:127).

Des-delimitar y Re-delimitar

Vinculados a la reestructuración de las relaciones espaciales como consecuencia de las transformaciones digitales y el flujo global de capitales –culturales, tecnoló-gicos y económicos–, a finales del siglo XX los estudios de fronteras vislumbraban un mundo donde el significado y poder del territorio en la vida cotidiana dejaba de ser estable e incuestionable, por tanto los regímenes de territorialidad donde se anclaba la institucionalización del poder del Estado-nación debían ser reevalua-dos, especialmente la triada identidad/frontera/orden (Tuathail, 1998:143).

Sin embargo, el auge de los enfoques debordering, ligados primordialmente a los discursos de globalización económica más allá de la delimitación de los Estados nación (Appadurai, 1996), se vio irrevocablemente transformado con los sucesos del 11 de septiembre en territorio estadounidense. Así pues, los es-tudios de fronteras en el siglo XXI enfatizan un rebordering, subrayando no sólo el reforzamiento de las fronteras existentes, sino también la creación de nuevas funciones, prácticas y discursos en torno a ellas (Walters, 2006). Justamente, permeados por los conceptos de seguridad, riesgo y amenaza, los Estados nación modernos apremian la creación de fronteras seguras e inteligentes que permitan el flujo de capitales y mercancías y detengan la migración, el crimen organizado y el terrorismo.

Siendo así, las nociones de seguridad de los Estados occidentales se trans-formaron de amenazas concretas, al manejo del riesgo y al análisis de la pro-babilidad de riesgo. Como señala Louise Amoore (2006), en este contexto la movilidad de los sujetos es monitoreada en función de un cálculo de riesgo basado en la división de movilidades legítimas e ilegítimas. Las técnicas para leer el cuerpo y monopolizar los medios legítimos de movimiento a través de

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las fronteras geopolíticas que se instauraron con el uso del pasaporte (Torpey, 1998) se perfeccionan en las llamadas fronteras biométricas, donde como afirma Gabriel Popescu “el cuerpo se convirtió en la contraseña” (2012:92).

En este contexto, las fronteras geopolíticas pasaron de ser membranas políti-cas (Donnan y Wilson, 1998:9) a ser networked borders (Rumford, 2006) que enlazan estrategias virtuales de medición del riesgo/amenaza más allá de los puntos de control fronterizo. Etienne Balibar ha conceptualizado a las fronteras en el siglo XXI con las propiedades de heterogeneidad y ubicuidad, pues las ca-racterísticas funcionales que caracterizaban a las fronteras ya no se encuentran ancladas en los espacios fronterizos, sino que se localizan dondequiera que se encuentren dispositivos para controlar el movimiento de ideas, personas o mer-cancías (2002:84). Así el cálculo del riesgo es codificado mucho antes de que la persona llegue a la frontera física, a través de la información compartida por los sistemas de seguridad internacionales y el despliegue de controles fronterizos previos que permiten rastrear y legitimar el movimiento, por ejemplo cuando dicha persona solicita una visa, utiliza una tarjeta de crédito, compra un boleto de avión, etcétera (Amoore, 2006:340). Sin embargo, es fundamental remarcar que, tal como se presenta en los capítulos de esta obra, a estas fronteras hipertec-nologizadas que pareciesen ser omnipresentes se superpone la existencia de miles de movilidades que aún se encuentran fuera de su radar, así como tantas otras fronteras cuyas lógicas cotidianas de gestión de la seguridad solamente pueden ser entendidas a partir de las dinámicas de interacción trasfronteriza.

Las Fronteras de América Latina. Similitudes y contrastes

De acuerdo con Paasi, las fronteras no son estáticas sino que simbolizan diferen-tes códigos según los contextos y actores (1999:81). En este sentido, comparar las fronteras de América Latina brinda múltiples y variadas perspectivas de análisis, tanto por las dimensiones que representan estos territorios, como por la multipli-cidad de actores y prácticas que en ellos convergen. El espacio latinoamericano está dividido en 19 países y cuenta con una población superior a 600 millones de habitantes, esta región del mundo mantiene extensas áreas geográficas com-partidas y en algunos casos las diferencias culturales entre dos países son poco perceptibles, en otros casos son sustantivas. Desde una perspectiva amplia, las fronteras de América Latina son universos de estudio llenos de tensiones, dispu-

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tas e interacciones en espacios configurados por sentidos culturales, económicos y geopolíticos distintos. Esa situación permite contar con una variedad de casos y referentes de estudio que articulan a esta compleja región del mundo.

Demarcaciones y tensiones

A lo largo del siglo XIX se establecieron los nuevos límites fronterizos de este con-junto de países, algunos demarcados por ríos o montañas, a modo de las llamadas fronteras naturales, otros por las consolidaciones de Estados nación derivadas de conflictos armados o períodos revolucionarios, y donde se definieron los límites a modo de fronteras geométricas. En general, la delimitación ocurrió de manera ar-bitraria creando fronteras difusas que con el tiempo generaron tensiones y disputas entre naciones vecinas. Sin embargo, estos procesos no son cosa del pasado: a 2013 el Heidelberg Institute for International Conflict Research (2014) especifica nueve conflictos relativos a disputas de delimitación fronteriza en América Latina: Nica-ragua y Colombia (delimitación marítima, iniciado en 1825), Argentina y Reino Unido (Islas Malvinas/Falkland Islands, iniciado en 1833), Nicaragua y Costa Rica (Río San Juan, iniciado en 1858), Venezuela y Colombia (Archipiélago de los Monjes, iniciado en 1871), Bolivia y Chile (acceso al mar, iniciado en 1883), Perú y Chile (delimitación marítima, iniciado en 1883), Guatemala y Belice (demarca-ción terrestre, iniciado en 1981), Estados Unidos y Cuba (Guantánamo, iniciado en 1959), Honduras y El Salvador (Isla Conejo, iniciado en 2013).

En este sentido, el sentimiento de pérdida territorial, vinculado a la delimita-ción del territorio y demarcación de los límites internacionales no ha sido ajeno en la historia de América Latina. Esta idea basada en diferendos territoriales, ha tenido momentos de tensión entre países como Chile y Argentina a partir del nombrado Conflicto del Beagle, el cual se resolvió con la firma del Tratado de Paz y Amistad en 1984 (Mendoza, 2004), o la llamada guerra del futbol entre El Salvador y Honduras (Carías, 1970). Así mismo, las diferencias que encumbran un sentido nacionalista y la acusación hacia el otro país como expansionista o responsable de la desigualdad social, es una mirada que también se hace evidente en el caso de México y Estados Unidos (Anzaldúa, 1987).

Además, estas fronteras como delimitaciones superimpuestas (Hartshorne, 1936) separaron lo que antes eran áreas culturales comunes o forma de vida de grupos étnicos. Tal es el caso de los pueblos indígenas del entonces territorio nor-te de México, que con la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848 “sus

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linajes y bandas fueron divididos entre dos nacionalidades, y la aceleración de la colonización anglosajona en el lado norteamericano impactó negativamente su há-bitat” (Garduño, 2004:48). La experiencia de los indígenas Guaraníes es similar, cuyo territorio fue dividido entre Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia, y “a medi-da que los respectivos Estados avanzaban en la ocupación de las tierras de frontera; los ‘descubrían’ de nuevo, los colonizaban y los confinaban poco a poco a espacios de tierra cada vez más reducidos” (Melià, 2004:153). De la misma manera que los pueblos mayas que fueron divididos con el establecimiento de la frontera México-Guatemala y México-Belice, donde a pesar del sustrato cultural que cohesiona a la zona, las transformaciones socioeconómicas de la mano de las lógicas de control fronterizo implementadas por cada Estado-nación han generado variaciones regio-nales significativas (Pohlenz, 1997). Así pues, también es importante destacar la reducción del Wellwapu –país Mapuche– dividido con la delimitación y expansión de los Estados nación de Chile y Argentina (Vitar, 2010:263). Un caso contrastan-te en este sentido es el del grupo indígena Wayu y el territorio de la Guajira, donde “los nativos guajiros y su territorio no respondieron a las lógicas de construcción y ordenamiento territorial estatal impulsadas desde Venezuela y Colombia, sino a sus propias formas de organización política-territorial” (Polo, 2011:82).

Dinámicas transfronterizas

En la mayor parte de los casos, las fronteras de los países de América Latina esta-ban alejadas de las ciudades capitales y de los centros de control político –aunque este no es el caso de Argentina con la frontera con Uruguay, Paraguay con la fron-tera con Argentina o Bolivia respecto de la frontera con Perú– (Benedetti, 2013). En particular en países como México, Bolivia, Paraguay y Argentina, la cons-trucción de las líneas de ferrocarril sirvió para conectar a las regiones fronterizas y para el transporte de producción minera y agrícola (Rosenzweig, 1965:413; Thomson, 1997:3). Posteriormente, el establecimiento de puntos de control o aduanas fronterizas daría pie a la formación de asentamientos urbanos que dota-ron de vida a estas nuevas ciudades o localidades urbanas alejadas de las ciudades capitales. Ejemplo de esto es el caso de México, donde la construcción de las líneas de ferrocarril durante las últimas dos décadas del siglo XIX permitió la co-nexión del centro y occidente del país con Estados Unidos (Hernández, 2013:44). Pero esta impronta de modernización a través del ferrocarril no llegó a todos los países y a sus fronteras. Quizá esta fue una de las razones por las cuales los límites

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territoriales de América Latina se convirtieron en espacios aparentemente libres durante un largo período, donde el contrabando y otras actividades prohibidas encontraron lugar para desarrollarse. De este modo, el reto para algunos países fue desarrollar estrategias para fomentar el poblamiento y vinculación económica de estos vastos territorios (Hernández, 2013:41).

Durante el siglo XX, la cada vez mayor complejidad entre los límites geopolíti-cos y simbólicos de una frontera llevó al surgimiento de las llamadas ciudades ge-melas, término utilizado para para aludir a las ciudades fronterizas de dos países con gran cercanía social y cultural y cooperación económica. En este contexto, el concepto transfronterizo adquirió sentido en estas ciudades que se vieron sujetas a un intenso proceso de movilidad de personas y mercancías (Ojeda, 2009). De esta manera, la interdependencia, la dirección, frecuencia y el sentido del cruce son claves para comprender la transfronteridad de los habitantes de las regiones fronterizas (Iglesias, 2008). Tal es el caso de la dinámica de interdependencia comercial entre Ponta Pora, Brasil y Pedro Juan Caballero, Paraguay (Franca, 2013:883). También en el caso de las ciudades fronterizas entre México y Estados Unidos, donde la calidad de vida de las poblaciones entre uno y otro lado están interconectadas (Lara-Valencia, 2013), al igual que en la triple frontera Brasil, Pa-raguay y Argentina con las ciudades de Foz do Iguaçu, Ciudad del Este y Puerto Iguazú, respectivamente (Giménez, 2011).

Las dinámicas transfronterizas dan cuenta de estrategias económicas y prác-ticas culturales que van más allá de los acuerdos formales de comercio, como el TLCAN o el Mercosur. En este sentido, la existencia de la frontera y de las po-blaciones al otro lado es considerado un recurso para el acceso a productos más económicos o de mejor calidad (Campos-Delgado y Odgers, 2012). Justamente, “el comercio fronterizo hace referencia a un tráfico comercial a través de la fron-tera que se basa en el aprovechamiento de las diferencias cambiarias monetarias y en la comercialización de bienes y servicios ‘no comercializables’ desde el punto de vista del comercio exterior” (Linares, 2013:47). Ejemplo de esto es la venta informal de combustible en la región fronteriza de Cúcuta, Colombia y San An-tonio del Táchira, Venezuela, por los llamados pimpineros (Egea, Suescún e Iván, 2013), o el de Ciudad Hidalgo, México y Tecún Umán, Guatemala, donde a través del río Suchiate la red de comercio informal transfronterizo transporta una variedad de productos como comestibles, artículos de limpieza, electrodomésti-cos, etcétera (Ruiz y Martínez, 2015:167). Para el caso del comercio fronterizo informal entre Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay) resulta fundamen-tal la figura de las paseras paraguayas, encargadas de transportar pequeñas canti-dades de diversas mercancías (ropa infantil, calzado, frutas, verduras, cosméticos,

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accesorios, medicinas, hierbas) ya sea para su reventa, venta ambulante o entrega a algún comerciante argentino (Linares, 2013:48-49).

Además, la frontera es un recurso que va más allá de la movilidad de mercan-cías, pues también es aprovechada para capitalizar el acceso a recursos vinculados a otra ciudadanía. Este es el caso de las mujeres bolivianas embarazadas que cru-zan la frontera para parir en territorio argentino (Benedetti y Salizzi, 2011:170), las mujeres habitantes de Tijuana (México) quienes cruzan la frontera rumbo a San Diego (Estados Unidos) (Guendelman y Jasis, 1992) o los habitantes de San Diego que cruzan a Tijuana en el llamado turismo médico (Wallace, Mendez-Luck y Castañeda, 2009).

La vida cotidiana en estos contextos está vinculada al intercambio comer-cial, a la búsqueda de mejores oportunidades de empleo y calidad de vida, así como para reafirmar y sostener lazos afectivos. De manera que para algunos las fronteras se utilizarían como punto de cruce casual o poco frecuente, pero para otros se convertiría en una práctica del día a día. Actualmente, cruzar la frontera conlleva diferentes formas y medios que van de lo legal a lo clandesti-no o en ocasiones, una combinación de ambas. Los cruces fronterizos pueden realizarse caminando, en automóvil, autobús, tren o en avión, llevando a cabo procedimientos migratorios o consulares, o bien recurriendo a otras estrategias para cruzar. Sin embargo, sea cual sea el trayecto y los riesgos, para quienes han formado parte del cruce fronterizo durante décadas siempre existirá una posibi-lidad de llegar a su destino.

Descripción de contenido

Este libro surge del interés por ampliar la discusión de aquellos rasgos particula-res entre los procesos sociales, políticos y culturales de las fronteras en América Latina. Cada colaboración da cuenta de diversas aproximaciones teóricas y me-todológicas y, de esta forma, la riqueza de esta obra es una mirada multifocal de las dinámicas fronterizas en contextos diferenciados.

Con el objetivo de articular las líneas de reflexión se enmarcan las colaboracio-nes en cuatro apartados: 1) Fronteras y demarcaciones fronterizas, 2) Identidades transfronterizas, 3) Dinámicas y espacios fronterizos y 4) Flujos migratorios a tra-vés de las fronteras. El primer apartado tiene como eje de análisis la frontera como demarcación geopolítica. El segundo y tercer apartados abordan el eje analítico de la frontera como punto de separación/encuentro y diferencia/negociación. Por

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último, el eje analítico del cuarto apartado es la frontera en su dualidad de obstá-culo/oportunidad.

Los capítulos de Alejandro Benedetti y Andrés Fábregas abren la reflexión sobre los procesos que sustentaron las delimitaciones geopolíticas entre los siglos XVIII y XX, así como la manera como se han imaginado y construido las aproximacio-nes teóricas sobre el espacio fronterizo. Alejando Benedetti –“El encuentro entre marca, camino y lugar. Hodrografía del espacio fronterizo argentino-boliviano en la conurbación binacional de La Quiaca-Villazón”– propone retomar la triada camino/marca/lugar como eje privilegiado para el análisis de la construcción de los imaginarios espaciales y prácticas sociales, en tanto que define el entorno cono-cido y delimita las rutas por donde transita la vida cotidiana. Por su parte, Andrés Fábregas –“La frontera sur”– hace un llamado al análisis multidimensional de las fronteras y a la incorporación de elementos étnicos, culturales, políticos, económi-cos, ambientales y migratorios que son relegados cuando se explica la formación histórica de una frontera.

El segundo apartado, compuesto por tres capítulos, tiene como eje analítico las identidades transfronterizas y busca ahondar en la manera en que los pro-cesos de inclusión y exclusión son interiorizados e institucionalizados. El ca-pítulo de José Lindomar Albuquerque –“Procesos de fronterización y sentidos de pertenencia entre Brasil y Paraguay”– problematiza las formas de clasifica-ción de las nacionalidades inscritas en espacios transfronterizos y los procesos de fronterización que buscan ajustar la multiplicidad de prácticas y códigos socio-culturales a intereses geopolíticos. Por su parte, Alejandro Pimienta y Claudia Puerta –“Territorios y ciudadanías. Rupturas y reconfiguraciones en el caso de los wayuu en la frontera Colombo-Venezolana”– cuestionan las lógicas de ciu-dadanía, nacionalismo y soberanía vinculadas a la delimitación territorial de los Estados nación al realizar un análisis, no sólo de los procesos de colonización y extracción de recursos naturales, sino también de las dinámicas de movilidad, acceso a recursos, y códigos de arraigo y configuración identitaria. Por último, Amalia Campos-Delgado y Alberto Hernández –“Vivir en la frontera. Una mi-rada a las prácticas socioculturales en la región Tijuana-San Diego”– proponen profundizar en la construcción del sentido de las prácticas transfronterizas como elementos articuladores de las identidades y cotidianidades de los habitantes de estos contextos.

Compuesto por tres capítulos, el tercer apartado tiene como eje de reflexión a la frontera como espacio de colindancia y contacto. Brigida Renoldi –“Movi-miento de fronteras. Experiencias cotidianas de habitar y transitar en los límites de Argentina, Brasil y Paraguay”– promueve este análisis a través de una mirada etnográfica que permite develar detalles de la manera en que se establecen las

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redes familiares, de amistad y vecindad, así como las lógicas de reciprocidad que fundamentan las dinámicas laborales y de acceso a recursos en un escenario donde se mezclan lenguajes, circulan mercancías y se entrelazan los códigos y destinos. El capítulo de Camilo Contreras –“La reproducción de la frontera en la vida cotidiana. Interacciones sociales entre Coahuila, México y Texas, Estados Unidos”– profundiza en la problematización de la reproducción y constitución de la dimensión objetiva de la frontera, detallando la manera en que las acciones cotidianas de los sujetos transfronterizos afianzan los códigos de diferenciación y jerarquización sobre los que se sustenta la frontera. El capítulo de Efrén San-doval –“La frontera como centro de la globalización popular. Almacenes ma-yoristas y mercados de pulgas en el sur de Texas”– reflexiona sobre los diversos elementos que conforman la economía de la fayuca y el conjunto de prácticas socioeconómicas, escenarios y actores que posibilitan el cruce clandestino de estos productos a través de la frontera de Estados Unidos con México.

En el último apartado se reflexiona sobre los flujos migratorios a través de la frontera, enfocando la dualidad entre obstáculo y oportunidad. Justamente, el capítulo de Shinji Hirai –“Migración y fronteras en la geopolítica imperialista. Los japoneses y la frontera norte de México en las primeras dos décadas del siglo XX”– aborda los flujos migratorios transnacionales como procesos que no están circunscritos a los espacios fronterizos, sino que están relacionados a condiciones macro donde se vinculan las políticas migratorias con las estrategias de movili-dad de los sujetos. Por su parte, Carolina Rivera –“Trabajadores migrantes en la frontera sur de México. Caracterización del trabajo temporal centroamericano en El Soconusco”– analiza los contextos y mercados labores (formales e infor-males) a los cuales accede la población migrante temporal y los procesos de ex-clusión que enfrentan en territorio fronterizo. En el contexto del endurecimiento de las políticas de control fronterizo, el capítulo de Gabriela Zamora –“Niñas, niños y adolescentes repatriados en México. El rostro de la migración infantil–” es una mirada a las realidades de uno de los actores más vulnerables de este proceso: los migrantes deportados de territorio estadounidense hacia México sin compañía de un adulto.

Mirada a las fronteras desde América Latina

La iniciativa de este libro surgió a partir de la propuesta por generar semina-rios comparados sobre las fronteras en el mundo y resultó fundamental que estos diálogos tuvieran como locus a las fronteras en América Latina. En ese entendido, esta obra presenta una aproximación a los procesos de demarcación

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y prácticas socioculturales de las regiones fronterizas de Argentina-Bolivia, Bra-sil-Paraguay, Colombia-Venezuela, Argentina-Paraguay-Brasil, México-Estados Unidos, México-Guatemala y México-Belice.

Los análisis presentados por los 13 autores dan cuenta de los imaginarios na-cionales y nacionalistas que se proyectan en el territorio fronterizo, las estrategias de uso simbólico y material de la frontera, la negociación identitaria con los ve-cinos al otro lado de la línea y la exclusión que se materializa en estos contextos. Las fronteras y las regiones fronterizas no pueden ser entendidas sin los procesos que objetivizan el territorio a través de las relaciones de poder, económicas, so-ciales y culturales. El borderless world es la paradoja que envuelve a los tratados y sistemas de cooperación internacional, las dinámicas transfronterizas, la reali-dad del reforzamiento fronterizo y la monopolización del movimiento.

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