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Universidad Autónoma Chapingo Centro Regional Universitario Centro Occidente Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regiona Curso: Crisis, Soberanía y Seguridad Alimentaria Impartido por: Dra. Beatríz G. De la Tejera Hernández. Alumno: Hernández Robledo José Christian Ensayo final La dinámica de la acumulación capitalista en la región zamorana a partir del cultivo de la fresa en el contexto del sistema agroalimentario posfordista A partir de la década de los setenta comenzó la caída del régimen fordista de producción a nivel mundial, con las dificultades que presentó la sobreacumulación de capitales que no encontraron una salida rentable dentro las fronteras nacionales que imponía el fordismo. El fordismo, basado en el desarrollo industrial, expresó el desmoronamiento de sus bases económica, política y social, y la urgente necesidad de una reestructuración a partir de los setenta: las reservas de productividad comenzaron a agotarse (Hirsch, 2001), los excedentes no encontraron lugar para realizarse y las crisis del sistema fueron (son) recurrentes (Harvey, 2012); el desarrollo de las fuerzas productivas marcó el inicio de una nueva etapa basada en el desarrollo tecnológico enfocado en la información y en los transportes, en un marco donde no solamente se expresa el agotamiento de las capacidades de producción de mercancías, sino que además se presenta en un entorno bajo el cual el desgaste ambiental tiene un peso relevante en la necesaria reconfiguración o superación de un sistema depredador. La crisis de la década de los 70, explica Harvey (2012) fue resultado de una incapacidad de reabsorción de excedentes producidos en tanto que la productividad comenzó a tener reducciones relativas, que llevó al sistema a buscar opciones de superar dichas barreras, entre ellas, el poderío de la clase trabajadora con una capacidad amplia de gestión que le fue minada por la clase capitalista. Para Hirsch (2001) este fenómeno se expresa como un

La acumulación fresa y el nuevo régimen agroalimentario

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Universidad Autónoma ChapingoCentro Regional Universitario Centro Occidente

Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural RegionaCurso: Crisis, Soberanía y Seguridad Alimentaria

Impartido por: Dra. Beatríz G. De la Tejera Hernández.Alumno: Hernández Robledo José Christian

Ensayo final

La dinámica de la acumulación capitalista en la región

zamorana a partir del cultivo de la fresa en el contexto del

sistema agroalimentario posfordista

A partir de la década de los setenta comenzó la caída del régimen fordista de producción a

nivel mundial, con las dificultades que presentó la sobreacumulación de capitales que no

encontraron una salida rentable dentro las fronteras nacionales que imponía el fordismo.

El fordismo, basado en el desarrollo industrial, expresó el desmoronamiento de sus bases

económica, política y social, y la urgente necesidad de una reestructuración a partir de los

setenta: las reservas de productividad comenzaron a agotarse (Hirsch, 2001), los excedentes

no encontraron lugar para realizarse y las crisis del sistema fueron (son) recurrentes

(Harvey, 2012); el desarrollo de las fuerzas productivas marcó el inicio de una nueva etapa

basada en el desarrollo tecnológico enfocado en la información y en los transportes, en un

marco donde no solamente se expresa el agotamiento de las capacidades de producción de

mercancías, sino que además se presenta en un entorno bajo el cual el desgaste ambiental

tiene un peso relevante en la necesaria reconfiguración o superación de un sistema

depredador.

La crisis de la década de los 70, explica Harvey (2012) fue resultado de una incapacidad de

reabsorción de excedentes producidos en tanto que la productividad comenzó a tener

reducciones relativas, que llevó al sistema a buscar opciones de superar dichas barreras,

entre ellas, el poderío de la clase trabajadora con una capacidad amplia de gestión que le

fue minada por la clase capitalista. Para Hirsch (2001) este fenómeno se expresa como un

agotamiento de las reservas de productividad que permitieron varias décadas de estabilidad

del modelo fordista, sin embargo, el resultado al que llegan ambos autores es el mismo: la

ofensiva contra la clase trabajadora para recuperar los niveles de rentabilidad y la

liberalización de los flujos del capital para buscar nuevos espacios de acumulación, lo que a

su vez implicó una necesaria reestructuración de la organización del trabajo basada en la

introducción de nuevas tecnologías de producción y comunicación, y la flexibilización de

las relaciones laborales.

Esta reorganización, también tuvo efectos contundentes en el sector agroalimentario, a

partir de los cuales se conformó un nuevo sistema agroalimentario mundial con nuevos

actores reformulados que le imprimen una dinámica particular a la agricultura mexicana y

michoacana, en general, y zamorana en particular.

El desarrollo de las contradicciones internas de este nuevo régimen agro alimentario

trajeron consigo una de las expresiones recientes del sistema capitalista mundial: la crisis

alimentaria en sus diversas fases desde 2008 hasta 2011, que, en sentido estricto, como lo

señala Rubio (2012) no son crisis económicas, pero en realidad expresan las condiciones de

desmoronamiento de un sistema agroalimentario que lleva a una gran disparidad en la

distribución de los alimentos y de los beneficios económicos, al agotamiento de los

recursos naturales y a la mayor explotación de los trabajadores y de las clases más bajas.

A continuación se hará una breve caracterización de este nuevo sistema agroalimentario

mundial y cómo dentro de él se desarrolla la acumulación capitalista a partir del cultivo de

la fresa zamorana durante las últimas décadas, con mayor énfasis en el corto periodo 2004-

2013, que marcó una profunda revolución tecnológica en el valle zamorano.

I. Características del sistema agroalimentario posfordista

La “revolución verde” es un ejemplo claro de la característica del sistema agroalimentario

durante el fordismo, que se basó en la extensión de los sistemas de monocultivo con un

paquete tecnológico determinado, fuertemente integrado por el uso de maquinaria y

diversos derivados químicos como fertilizantes, insecticidas y herbicidas.

Se trató del mayor esfuerzo de subsumir a la agricultura a la imagen y semejanza del

proceso fordista-taylorista de la industria, tratando de controlar la naturaleza y las

eventualidades de ésta a través del desarrollo de la ciencia aplicada a la agricultura, con el

objetivo de la producción en masa y estandarizada de productos agropecuarios para

satisfacción de la demanda mundial de alimentos, pero además, y como fin último, la

estabilización de la tasa ganancia a través de los incrementos de los niveles de

productividad que guardaba en su seno el régimen fordista para el sector agroalimentario.

Esta estrategia, que comenzó a inicios de los años cuarenta del siglo pasado en México, se

extendió durante las siguientes tres décadas por todo el mundo, en particular, en las zonas

del llamado tercer mundo, con la justificación de atacar los problemas del hambre. Sin

embargo, se trató de un proceso de dominación y de imposición de un modelo agrícola de

desarrollo para las economías subdesarrolladas, que Feder (1981) nombra como un

imperialismo agrícola que se caracteriza por un conjunto de mecanismos que generan una

mayor dependencia de los polos subdesarrollados a los desarrollados.

Se trató no solamente del dominio de los países desarrollados sobre los subdesarrollados,

sino también del proceso de desarrollo del dominio de la industria sobre la agricultura, para

que ésta última se adecuara a las exigencias de acumulación y circulación de capital de la

primera.

Con la crisis de los años setenta, que evidenció el agotamiento del régimen fordista a nivel

mundial, se realizó una paulatina transformación del sistema agroalimentario, con el

ascenso de nuevos actores y con la aparición de nuevos fenómenos, que llegan a su cenit

con la llamada crisis alimentaria del 2008 al 2011.

Rubio (Explotados y Excluídos, 2012) llama a este nuevo sistema como fase de desarrollo

agroexportadora neoliberal y orden agroalimentario neoliberal (Crisis Mundial y Soberanía

Alimentaria en América Latina, 2012), ambos como espacios analíticos complementarios

de una misma realidad, puesto que la primera aborda con mayor agudeza la relación

económica entre la agricultura y el resto de sectores en el orden nacional y mundial, y en la

segunda, se presenta el resultado de esta relación con el papel jugado por los alimentos;

Appendini (2012), lo caracteriza como el régimen agro alimentario corporativo neoliberal,

como un método analítico para entender el papel que juegan la agricultura y los alimentos

en el proceso de acumulación del capital; y por su parte, Renard (1999)menciona las

principales tendencias actuales del sector agroalimentario en un entorno liberalizado.

Cabe mencionar que en los análisis realizados por las últimas dos autoras, existe una

coincidencia en cuanto a la preponderancia que se le da a la concepción de la calidad como

una característica relevante en el nuevo sistema agroalimentario. Es necesario señalar que

Renard no realiza un análisis de la situación agroalimentaria como sistema o como régimen,

sino como sector productivo.

En ambas posturas, la “calidad” juega un papel preponderante para reformular las

concepciones de seguridad y soberanía alimentaria, como en el caso de Appendini,

relacionados con la concepción de “calidad de vida” de Sen (Appendini, García Barrios, &

De la Tejera Hernández, 2003); o de encontrar “intersticios” para la comercialización de

mercancías de los pequeños productores excluidos del sistema agroalimentario posfordista,

como en el caso de Renard, que habla de una “calidad interna”, referida a las características

físicas de la mercancía, es decir, a las características del valor de uso, y a una “calidad

externa”, que alude a las condiciones sociales, políticas, económicas y ambientales en que

se produce cierta mercancía, es decir, a la relaciones de explotación hombre-naturaleza y

hombre-hombre en una comunidad determinada.

En su exposición, ambas autoras reconocen la preponderancia de las empresas

trasnacionales en el dominio agroalimentario mundial, y al interior de este, el dominio del

sector terciario, referido a la comercialización sobre el sector agrícola, de donde brinca con

mayor auge el concepto de la calidad, pero no así reconocen con la misma fidelidad el

fundamento del sistema capitalista, que es la valorización del valor, que en otros términos

se traduce en la búsqueda de la ganancia por la ganancia, donde la calidad es sólo una de

tantas estrategias para continuar con la reproducción del capital en el entorno mundial y en

particular en el ámbito agroalimentario.

Por tanto, de una de las estrategias del capital para incrementar la ganancia, y en particular

su velocidad de rotación, tarea que principalmente es encomendada al sector comercial, es

casi imposible o poco viable, que resulte una oportunidad de reconceptualización de la vida

(llamando a una de sus expresiones “calidad de vida”, que lo único que hace es cubrir con

una capa más la fetichización de la concepción de la vida en cada cultura) o encontrar una

posibilidad para que los productores excluidos del sistema encuentran una medio de

reproducción social a través de la venta de mercancías de “calidad” en un mercado mundial

lleno de contradicciones que por sí mismas se están sintetizando y llegando a un nuevo

grado de desarrollo dentro del sistema capitalista mundial.

Y es que las características que observo dentro del sistema agroalimentario posfordista,

entendido como uno de los ámbitos de la reproducción ampliada del capital, son las

siguientes:

I.1. Ascenso de las trasnacionales agro-alimentarias-exportadoras a la cumbre del

sistema agroalimentario

El proceso de crisis comenzado en los años setenta y el desenlace de la reestructuración de

todo el sistema capitalista llegó al sector agroalimentario generando cambios paulatinos,

dentro del cual también hubo un proceso de centralización y luego de concentración de

capitales agroalimentarios (Rubio, 2012). Esta centralización y luego concentración del

capital es lo que llama Appendini (2012) integración profunda del capital trasnacional

agroalimentario o lo que caracteriza Renard (1999) como concentración de las

corporaciones alimentarias.

El capital trasnacional integrado en este sector se nos presenta de cuatro formas

particulares: como corporativos productores de insumos (semillas, fertilizantes, herbicidas);

como corporativos productores de maquinaria agrícola; como transformadores de alimentos

comúnmente llamados agroindustriales; y las empresas comercializadoras. No en pocos

casos un solo corporativo presenta estas cuatro formas de manera conjunta, pues es una

característica de este sistema agroalimentario que dominen toda la cadena, desde la

simiente hasta el fruto de la planta que fue mercancía para presentarse en la mesa del

consumidor como parte de su ingesta alimentaria.

Dentro de este grupo de capitales trasnacionales, uno en particular se encuentra por encima

de la cumbre del sistema y marca las posibilidades de acumulación del resto de capitales: el

comercializador, encargado de mover y asegurar la realización de la mercancía

agroalimentaria. Con este poder particular en el régimen posfordista, es revestido el sector

comercial, puesto que se trata de un régimen que se basa en la diferenciación de productos

para su mejor realización en el mercado al contrario de la estandarización del régimen

fordista, donde la producción se hacía en masa y estandarizada.

Esto es parte de lo que Renard (Ibíd.) llama tercerización del sector agroalimentario; o la

conformación de nuevos grupos y tipos de consumidores, los cambios en los patrones de

consumo, la diversificación, etc., que refieren Appendini (Appendini, García Barrios, & De

la Tejera Hernández, 2003) 1.

La base circulatoria sobre la que se mueven estos nuevos actores hegemónicos es el

mercado mundial liberalizado, y en particular, por la condición liberalizada de los mercados

de mercancías y financieros.

I. 2. Flexibilización del sistema

La flexibilización es una de las características básicas del régimen posfordista, la cual

también se coloca dentro del sistema agro-alimentario, a través de incrementar la capacidad

de adecuar la producción de alimentos a las condiciones de competencia del mercado

mundial, basada en la diversificación de los productos.

Esto implica la mayor facilidad de cambiar el tipo de cultivo y de producción en función a

las señales que manda el mercado mundial y los cambios en los patrones de consumo, como

en el caso de las hortalizas y frutas, que refieren Appendini, García Barrios y De la Tejera

(Ibíd.). A su vez, se observa una flexibilización de la organización del trabajo y en la

legislación agraria.

Es evidente también una tendencia a la especialización flexible dentro de la agroindustria,

que con una relativa facilidad tiende a modificar los procesos productivos, a unos cada vez

más sofisticados.

1 Coincido con los autores respecto a la existencia de un proceso contradictorio este nuevo orden agro-alimentario mundial, con el nacimiento de regionalismos que desde mi punto de vista son la otra parte del sistema que explica los cambios y la diversificación de los patrones de consumo, sin embargo, estos son subsumidos e integrados al sistema capitalista para mejorar su capacidad de reproducción. Esta postura no niega la posibilidad de encontrar en esas respuestas contra hegemónicas un proyecto para revertir la actual condición del sistema agro-alimentario, pero debe tomarse en cuenta que sería sólo un cara del polígono de la respuesta global que se requiere para hacer frente al sistema capitalista en su conjunto.

I.3. Implementación de tecnología de punta

Desde la producción de la semilla, a partir de la biotecnología, hasta la producción de

empaques, nuevas formas de industrialización, y transportación de alimentos, este sistema

se caracteriza también por un constante desarrollo tecnológico para la producción y

distribución de alimentos.

En relación a la producción se observan dos tendencias particulares; una que va enfocada a

la producción con un paquete tecnológico que tiene como base las semillas transgénicas

(Rubio, 2012); en tanto que otra tendencia es hacia el uso de tecnologías “verdes” o

paquetes tecnológicos “amigables con el medio ambiente” y con la salud humana, de donde

se deriva la producción orgánica (Renard, 1999). Cabe mencionar que ambos

procedimientos son utilizados por el capital trasnacional.

Por otro lado, existe un constante avance en la industrialización y empacado de los

alimentos, con la utilización de la nanobiotecnología para la conservación en fresco de

varias mercancías o la transportación con sofisticados sistemas de refrigeración (Delgado,

2009).

I.4. Nueva organización del trabajo basada en mayor explotación

La utilización de nueva tecnología y las necesidades de la reproducción del capital

marcaron una tendencia a la modificación en la organización laboral dentro del sector

agroalimentario, basada en la implementación de estrategias flexibles para el incremento de

la explotación del trabajo.

En los sectores que dominan la acumulación de capital en el sistema, la tendencia es a

homogenizar el uso de fuerza de trabajo asalariada, caracterizado como jornalero agrícola,

y en la mayoría de las veces migrantes.

Además, a partir de la década de los setentas, como lo refiere Barón (Barón León, 1992)

para el caso de la fresa zamorana, hubo una constante integración de la fuerza de trabajo

femenina, característica que se extiende a la producción de frutas y hortalizas en México,

que son dominadas por las trasnacionales.

Así, se implementan varios mecanismos para incrementar la explotación del trabajo2, una

de ellas, la contratación de jornaleros con pago a destajo, que incrementa la intensidad de

uso de la fuerza de trabajo. A esta se le suma un abarrotamiento del mercado de fuerza de

trabajo agrícola por diversas vías, que tiende a bajar el salario por el exceso de oferta; la

diferenciación en la remuneración entre hombres y mujeres; la contratación temporal y la

ausencia de seguridad y prestaciones sociales que pueden encontrarse en las condiciones

laborales de los trabajadores urbanos.

I. 5. Subordinación de los sistemas alimentarios nacionales al orden mundial

Los sistema alimentarios nacionales son subordinados al sistema agro-alimentario mundial

(Appendini, 2012) que es impuesto por las trasnacionales.

Un caso particular es el aspecto de la sanidad y la inocuidad, conceptos que están

relacionados con el de calidad, pero que son impuestos por las trasnacionales y son

adoptados por los Estados Nacionales como parte de sus políticas agropecuarias, como en

el caso de México, donde la Senasica se encarga de acreditar a los diversos productores

como generadores de mercancías sanas e inocuas como las requiere el mercado

internacional, o más bien, como las requieren para la competencia las corporaciones

trasnacionales.

Como bien lo mencionan Appendini, García Barrios y De la Tejera (2003) y Renard (1999)

existe una tendencia a la homogeneización del consumo, sin embargo, se encuentran en los

espacios nacionales y regionales, diferentes respuestas contra hegemónicas a esta

condición. No obstante, estas diferencias también son aprovechadas por el capital

trasnacional para mejorar sus capacidades de reproducción.

Sin embargo, esta subordinación del sistema alimentario no se da sólo desde los patrones de

consumo, sino que comienza a gestarse también desde las condiciones de producción, pues

como resultado de la embestida de las trasnacionales, con la competencia y la instauración

de paquetes tecnológicos diversos, la capacidad de las unidades de producción campesinas,

que son la base del sistema agro-alimentario de cada nación, han sido desmoronadas tanto

2 La definición teórica de estos mecanismos de incremento de la explotación de fuerza de trabajo se encuentran el primer tomo de El Capital (Marx, 2001)

por la descapitalización (Rubio, 2012) como por la degradación de recursos naturales que

trajo consigo la aplicación de tecnología basada en un alto grado de uso de químicos y

semillas mejoradas, en el mejor de los casos, o transgénicas, en el peor.

I. 6. Concentración de tierras

Con el proceso de centralización y concentración de capitales al interior del sistema

agroalimentario, vino después un proceso que ya se mencionó líneas arriba, la necesidad de

flexibilizar la legislación agraria para incrementar la rentabilidad de los negocios.

A nivel mundial se vive un proceso de apropiación de tierras que prende los focos rojos

para la comunidad internacional (Merlet & Perdriault, 2010), el cual se observó con

preocupación a partir del 2008-2009, y una de las hipótesis del Comité Técnico Tenencia

de la Tierra y Desarrollo, es que la crisis financiera hizo migrar capitales especulativos

también al mercado de tierras y comenzó una apropiación a gran escala de este medio de

producción.

Además señalan ellos mismos que esto también es resultado de un proceso especulativo

relacionado con las perspectivas de la evolución de los mercados de materias primas, la

volatilidad de los precios y su tendencia bajista por la existencia de millones de hectáreas

de tierra a nivel mundial susceptibles de ser cultivadas.

Sin embargo, creo que es un resultado lógico conforme avanza el poder de las

corporaciones a través de la acumulación de capital en el sector agroalimentario, y que a su

vez significa una triunfo político y social contra una de las clases que impiden el desarrollo

del capital industrial3: la clase terrateniente, que se apropia de una parte del plusvalor a

través de la renta de la tierra.

3 Por capital industrial se entiende todo capital que genera plusvalor a través de la explotación directa de la fuerza de trabajo, ya sea en la industria o en la agricultura. También se existen el capital comercial y el capital dinerario, los cuales obtienen una parte del plusvalor creado por el capital industrial a través de la circulación, el primero con la comercialización de las mercancías y el segundo con a través del crédito. Para Profundizar más en el tema puede consultarse El Capital (Marx, 2001) en sus tres tomos.

En casos como el de México, este proceso se dio con antelación, pues existen evidencias de

que desde los años 70, como refiere Feder (1981), ya existía la concentración de tierras por

parte de las trasnacionales a través de la renta de la tierra a través de prestanombres. Sin

embargo, desde la modificación del artículo 27 constitucional, durante el periodo de

gobierno de Carlos Salinas de Gortari, se abrieron varias vías para la concentración de la

tierra: el latifundio legal, el latifundio simulado, el latifundio de composición mixta, las

sociedades mercantiles agrarias, la compraventa de tierras ejidales y la renta de la tierra

(Pérez Castañeda, 2012).

Además, se agrega un elemento más: la pérdida de rentabilidad de los cultivos para los

campesinos y para los pequeños productores de todo el mundo ante la dinámica que

imprime este nuevo sistema agro-alimentario, lo cual obliga a ceder sus medios de

producción a las grandes trasnacionales que tienen la capacidad de reinvertir y controlar el

mercado mundial. Rubio (2012) señala cómo con el desarrollo del neoliberalismo y la crisis

alimentaria, los pequeños productores y campesinos fueron los más desfavorecidos en este

proceso, lo que trajo consigo un desmoronamiento de la unidad campesina, lo que yo

retomo y traduzco como un proceso tendiente a la mayor centralización de capitales por la

derrota de los productores menos competitivos en un mercado capitalista.

I.7. Desgaste acelerado de recursos naturales

La historia de la agricultura basa en relaciones de producción capitalista ha sido una

historia de derroche de recursos naturales, muchos con daños irreversibles. Ejemplos de

estos se encuentra a lo largo del subcontinente latinoamericano desde la colonia hasta el

siglo XX, como lo muestra Galeano (2004) en “Las Venas abiertas de América Latina”.

Sin embargo, este autor no se encontraba todavía con los efectos que tuvo el modelo de la

agricultura industrial, cuyo legado es la contaminación del agua, la pérdida de

biodiversidad, daños a la salud humana, la pérdida de suelo, el uso de tóxicos y las

emisiones de gasa a la atmósfera (San Vicente Tello & Carreón García, 2012).

Además, el uso de la biotecnología también está trayendo daños considerables e

irreversibles a los recursos naturales. En específico, es el caso de la utilización de semillas

transgénicas el que, señalan las mismas autoras, está generando la pérdida constante de

biodiversidad de las plantas nativas (en el caso de México está en riesgo el maíz), provocan

la caída en la utilización de mano de obra en el campo, incrementan el uso de herbicidas e

insecticidas, generan la aparición de supermalezas y provocan un incremento en la

resistencia en insectos y hierbas.

I. 8. Los alimentos como solución a la caída de la tasa de ganancia capitalista

En 2008 se evidenció que el desarrollo del actual sistema agro-alimentario, su

flexibilización, el poderío del capital trasnacional agroalimentario y la característica de

mercado de los alimentos, como mercancías con poco grado de elasticidad, se convirtió en

el caldo de cultivo perfecto para los capitales especuladores que comenzaron a perder

rentabilidad antes y durante el proceso de la crisis financiera del 2008, según evidenció

Rubio (2012) con la aparición de las “crisis alimentarias” en el periodo que va del 2008 al

2011, y como suponen también (Merlet & Perdriault, 2010).

Es decir, el sistema agro-alimentario posfordista, y el conjunto de relaciones que lo

caracterizan, se convirtieron en la solución temporal para renovar capitales, para darle un

aliento al sistema que vive una crisis estructural.

Otra prueba de esto es la conexión que existe entre la producción de alimentos y el reciente

boom de la producción de agrocombustibles, que ahora se suman a la competencia por las

tierras, capitales y medios de producción con la agricultura dedicada a la producción de

alimentos. Desde el punto de vista de Antal (s.f.) este proceso se observa como un elemento

de transición por la crisis energética que vive el sistema capitalista en conjunto, dada la

reducción de las reservas mundiales de petróleo.

Por su parte, Rubio (2013) ya caracteriza estas “crisis alimentarias” como parte de un arma

de los Estados Unidos para sostener su hegemonía ante la amenaza del ascenso acelerado,

tanto económico como político, de las potencias asiáticas, específicamente China e India.

I.9. Incremento de la inequidad agro-alimentaria

Una característica más en este conjunto de relaciones de producción enmarcadas en un

contexto agro-alimentario mundial es el incremento de la inequidad entre productores-

consumidores, dueños de medios de producción-trabajadores, empresarios-campesinos,

países industrializados-países en desarrollo, y hasta entre capitales agroindustriales-

capitales agrícolas.

Appendini (2012)califica de ironía la situación que genera este sistema agroalimentario en

tanto que los consumidores del (los países del) Norte tiene bienes de alta calidad y los

consumidores del Sur producen muchos de los productos de alta calidad, como frutas y

verduras, en condiciones de trabajo y ambientales de baja calidad, y consumen alimentos

baratos, cuya calidad no importa.

A esto se suma un constante desmoronamiento de las unidades campesinas, como lo señala

Rubio (2013), en tanto que los corporativos trasnacionales agro-alimentarios reportan

ganancias de más del 100 por ciento durante la llamada “crisis alimentaria”.

Mencionan (Merlet & Perdriault, 2010) que en el mundo un billón de personas padecen

hambre y esta cifra sigue en aumento.

La concentración de la tierra avanza al mismo ritmo que la especulación de ésta, con el

acaparamiento de las mejores tierras, en tanto que gran parte de los productores del país,

según las cifras oficiales alrededor del 71 por ciento, poseen menos de cinco hectáreas de

tierra (Pérez Castañeda, 2012).

En resumen, lo que observamos como una característica de este sistema agro-alimentario es

simplemente una agudización de las condiciones que marca el libre desarrollo del sistema

capitalista de producción: la generación de riqueza en un polo genera la concentración de la

miseria en otro, como explica Marx (2001) en su Ley General de la Acumulación

Capitalista.

II. La dinámica de la acumulación capitalista a partir de la fresa zamorana

En este contexto mundial, con el cambio en el sistema agro-alimentario como una esfera

más de reproducción del capital a nivel global, la acumulación de capital a partir del cultivo

de la fresa zamorana está en concordancia con los movimientos y nuevas tendencias

mundiales, como se mostrará a continuación.

II.1. De la crisis de sobreproducción al oligopolio comercial

La historia del cultivo de la fresa en el valle zamorano obedece a una necesidad de capitales

estadounidenses de buscar espacios para incrementar su rentabilidad vía la satisfacción de

la demanda de fresa en el mercado norteamericano durante la ventana de invierno (de

noviembre a marzo), y esto data desde la década de los sesenta del siglo pasado (Feder,

1981 y Fernández, 1993).

Sin embargo, se agrega un elemento más: las características del cultivo de fresa de esa

época coinciden con una modelo de agricultura industrial depredadora de recursos

naturales, principalmente de agua y de suelos, dado que se requerían 20 millones de metros

cúbicos de agua por hectárea (Garibay Villalobos, 2013) y una gran cantidad de

agroquímicos para el control de plagas que atacan a la frutilla, lo que lleva una

contaminación constante del suelo. Esto trajo consigo un desgaste acelerado de las

condiciones naturales de la producción estadounidense en suelo guanajuatense, lo que

también pudo obligar a buscar nuevas tierras adecuadas para este cultivo4, como las

zamoranas, en Michoacán.

El cultivo de la fresa se desarrolló con gran éxito durante los sesentas, lo que provocó el

comienzo de la instalación de plantas empacadoras y procesadoras de la frutilla en la

región. Este proceso fue comandado por un grupo de brokers que controlaban la

exportación de fresa, hasta que entre los años 1970 y 1975 se presentaron dos severas crisis

de sobreproducción que recayeron en las espaldas de los productores locales (Feder, 1981 y

Fernández, 1993).

Esto provocó que la producción y el control de la superficie sembrada pasara a manos de

los productores locales, agrupados en la Unión de Productores de Fresas y Hortalizas del

4 En una entrevista realizada al representante de la Comisión Nacional de la Fresa (Zamora Ramos, 2013) actualmente en Irapuato, Guanajuato, lugar donde comenzó el cultivo de fresa para Estados Unidos en México, existe una escases de agua considerable, que obligó a un cambio en el patrón de cultivos de la región, y cabe mencionar que ahora Guanajuato sólo aporta menos del 10 por ciento de la producción de fresa a nivel nacional, en tanto que durante la década de los sesentas, su participación rondaba sobre el 50 por ciento de la producción nacional.

Valle de Zamora (UPFHVZ), quienes comenzaron a controlar el proceso de acumulación

de capital, o por lo menos a condicionarlo, durante casi todo el transcurso de la década de

los ochentas luego de una fuerte lucha política en todas las instancias, que tuvo como

resultado la instalación por parte de la federación de los llamadas permisos de siembra para

exportación, que condicionaban cierta cantidad de superficie en función a las proyecciones

de la demanda esperada, con la finalidad de evitar la sobreproducción y la pérdida para los

productores locales.

Sin embargo, considero que es necesario revisar más a fondo lo que ocurrió durante corto

periodo de un supuesto triunfo del capital local frente al capital estadounidense, que ante

las condiciones de crisis de ese periodo, parece más un momentáneo repliegue del capital

extranjero ante las condiciones mundiales de crisis y reestructuración capitalista.

Esta conducción de la dinámica de la acumulación en la región zamorana por parte de los

productores locales sufrió un grave golpe a principios de la década de los noventa, pues

para 1991 se eliminaron los permisos de siembra (López Castro & Sefoó Luján, 1992)y

quedó entre los dedos de “la mano invisible” la determinación de la cantidad de fresa a

sembrar en la región.

En el transcurso de esa década y durante los primeros años del nuevo siglo, se configuró

una dinámica de centralización y concentración de capitales que permitió el ascenso del

capital trasnacional para comandar todo el proceso.

A la fecha dos trasnacionales dedicadas a la comercialización tienen bajo su poder la

producción de una tercera parte de la superficie sembrada en el valle de Zamora (unas mil

200 hectáreas de las cuatro mil 500 que se calculan en el ciclo 2012-2013), y esto bajo el

esquema de agricultura por contrato (Zamora Ramos, 2013)

En este mismo periodo se observó el incremento constante de industrias procesadoras que

repartieron entre los municipios de Zamora y Jacona para la transformación de la fresa. Las

más importantes son de capital trasnacional.

Esas dos firmas que se mencionaron arriba, controlan toda la cadena productiva: Driscoll

Strawberry Associates Incorporation y Dole Food Company. En palabras de Cecilio

Zamora (2013): “ellos te traen la planta madre importada, te la venden, te entregan el

paquete tecnológico con el que debes sembrar la fruta, luego te la compran; en sus propias

instalaciones la empacan y luego la comercializan”.

II.2. La revolución tecnológica en la producción de la fresa zamorana

Desde 1960 se incorporó el modelo industrial agrícola estadounidense para la producción

de fresa en el valle de Zamora, el cual se mantuvo casi sin modificaciones durante 30 años.

Pero a partir del retorno al poder por parte de las trasnacionales, en menos de 20 años se

incrementaron los niveles de productividad en más del 500 por ciento por la integración de

la nueva tecnología, que de nuevo, fue introducida por las trasnacionales.

Actualmente se cuenta con la caracterización de tres niveles tecnológicos para la

producción de fresa en el valle Zamorano: el tradicional, el semitecnificado y el

tecnificado.

Desde 1960 hasta 1992 existió el cultivo de fresa con riego rodado, que es el sistema que

ahora llaman tradicional.

Durante el último año de este periodo comenzó a introducirse el sistema de riego por goteo

y el acolchado, que consiste en la instalación de una cobertura plástica en el surco para

proteger a la frutilla del contacto con el suelo y la instalación de un moderno sistema de

riego que ahorra hasta en un 60 por ciento la utilización de agua, además de que se utiliza

agua de mejor calidad y a través de las mangueras que conforman el sistema, se lleva a

cabo la fertilización, que ahora es llamada “fertirrigación”. Este sistema es conocido como

un nivel tecnológico semitecnificado y su introducción la llevó a cabo Driscoll (Ibíd.)

A partir del 2004 se introdujo el macrotúnel para el cultivo de la fresa, que es un sistema de

agricultura protegida que aumenta considerablemente los niveles de productividad. Éste

sistema es el tecnificado y también fue introducido por Driscoll, que además también lleva

a cabo la experimentación de otro sistema más sofisticado, conocido como plantación en

hidroponía, con el apoyo de un productor de la región.

Los saltos tecnológicos trajeron consigo un constante aumento de productividad como lo

muestran los rendimientos de cada nivel tecnológico. Zamora Ramos (Ibíd.) señala que en

nivel más bajo se tiene un rendimiento promedio de 26 toneladas por hectárea; en el nivel

intermedio es rendimiento es de hasta 40 toneladas; y en el nivel tecnificado se han

registrado rendimientos de hasta 120 toneladas por hectáreas.

Además de la aplicación de esta nueva tecnología, en los últimos cuatro años se

implementó una nueva estrategia para incrementar el tiempo de producción de fresa, con la

plantación de la llamada planta frigo. Garibay Villalobos (2013) explicó que ésta es una

planta que se trae “dormida” (semicongelada) desde Argentina o Chile, lista para ser

sembrada y comenzar a producir tres meses antes que la planta convencional del valle5, con

lo que se aprovecha por un mayor tiempo la obtención de fruta de mejor calidad. Cabe

mencionar que este proceso es implementado únicamente por las dos trasnacionales

mencionadas, que tienen filiales en Argentina y Chile. Además, el informante señaló que

actualmente se siembran cerca de mil hectáreas bajo este sistema, el cual, reconoció,

requiere de una gran inversión de capital e implica un gran riesgo, ya que se requiere de una

mayor cantidad de químicos para evitar los hongos que provocan la humedad a la fresa

durante la temporada de lluvias.

II.3. Especulación y concentración de tierras

Existen referencias (Feder, 1981; Fernández, 1993 y López Castro et al, 1992) de que

durante la aplicación de los permisos de siembra, el capital extranjero instrumentaba varias

medidas para apoderarse del control de una mayor superficie de cultivo del valle a través de

prestanombres; pero a partir de la liberación de la siembra y de la modificación del artículo

27 constitucional, la tierra comenzó concentrarse a partir del fenómeno de la renta.

Para este año existen varios productores con más de 200 hectáreas a bajo su control, que

están coludidos con las trasnacionales para la producción de fresa bajo las características de

la demanda mundial.

5 La planta frigo se siembra en junio y en agosto comienza a dar fruto, en tanto que la planta convencional se siembra en agosto y apenas en noviembre se comienza a cosechar para aprovechar la ventana de invierno. La ventaja de la planta frigo deriva en que la segunda floración de la fresa reporta fruta de mejores características y con mayores posibilidades de ser comprada en la ventana de invierno, y esta segunda floración aparece con uno o dos meses de retraso para la planta convencional por su efecto de su siembra tardía.

Además, se vive un fenómeno de especulación de tierras, pues mencionó uno de los

informantes que Driscoll y Dole están rentando tierra desde Chavinda hasta Tangancícuaro

(municipios vecinos de Zamora) para la producción de fresa y otras frutillas, como los

arándanos, las zarzamoras y las moras.

La característica de estas tierras bajo especulación es que cuentan con importantes reservas

de agua que se obtienen del escurrimiento de la Meseta Purhépecha, en particular,

provenientes de la Cañada de los Once Pueblos.

La presencia de esta reserva de agua limpia en municipios como Tangancícuaro provocó

que en los últimos tres años las trasnacionales relocalizaran su producción en esa zona, con

un lento pero constante proceso de migración (Garibay Villalobos, 2013 y Zamora Ramos,

2013).

Salta a la vista que en pleno proceso de “crisis alimentaria”, que estuvo acompañado de un

incremento en el precio de los insumos agrícolas, entre ellos los fertilizantes y los

herbicidas, que fue un proceso más que descapitalizó a los pequeños productores (Rubio,

Explotados y Excluídos, 2012), comenzara con mayor fuerza el proceso de concentración

de tierras y la migración del cultivo de la fresa a otros municipios que anteriormente eran

utilizados solamente para los viveros de planta de fresa. Esto evidencia que la

concentración de tierras es una expresión más del proceso de centralización de capitales, y

por consiguiente, en un proceso de concentración de capital en la zona que benefició sólo a

las transnacionales.

II. 4. Acelerado daño al medio ambiente

El representante de la Confresa (Zamora Ramos, 2013) consideró que el cultivo de fresa en

el valle de Zamora se mantiene en auge y que una de las causas de esto es la gran reserva de

agua que tiene a disposición de los productores de la frutilla.

Aunque se redujo la cantidad de agua necesaria para el cultivo de fresa, ésta se coloca en

los siete millones de metro cúbico por hectárea cada año, y representa uno de los cultivos

que más demanda agua en el valle de Zamora, pero además, no es cualquier tipo de agua,

sino agua limpia, de manantiales o pozos profundos, ya que el agua de los ríos cercanos,

como El Duero, sufrieron de una constante contaminación por el uso de químicos en la

agricultura y el desarrollo urbano que provocó el auge agrícola de la fresa y las hortalizas

en la región. Por lo tanto, existe un problema latente por el desgaste del agua en la región.

Por otro lado, la agricultura plastificada, que lleva ya poco más de dos décadas en la región,

está provocando graves problemas de contaminación por la eliminación de los plásticos, los

cuales se renuevan con cada ciclo productivo y hasta el momento no existe una estrategia

para su tratamiento. Algunos productores los queman, en tanto que otros los dejan tirados

en las tierras rentadas.

La utilización de químicos para la producción de fresa es considerable, y se transforman en

un problema de salud pública. Por el momento no cuento con los datos para comprobar los

efectos en la población, sin embargo, es necesario señalar que se utiliza un producto en

particular que está prohibido en Estados Unidos desde la década de los noventa para la

producción de fresa: el bromuro de metilo.

Según la Pesticide Action Network (Shafer & Schonfiel, 1998) el bromuro de metilo es un

pesticida extremadamente tóxico que es inyectado en la tierra antes de sembrar fresas, uvas,

almendras y otros cultivos. Después de ser aplicado en la tierra, los vapores pueden

dispersarse por el aire hacia los centros poblados, causando dolores de cabeza, mareos y en

algunos casos, dañan los pulmones de las personas que tienen contacto. Además, puede

quemar la piel silos vapores están atrapados debajo de la ropa o en los guantes. Es un

químico neurotóxico que también puede causar infartos cardiacos y que puede dañar el

sistema nervioso gravemente.

Y este agrotóxico es utilizado sin ningún problema en la producción de fresa del valle de

Zamora sin la prohibición del gobierno federal, y bajo el manejo de hombres, mujeres,

jóvenes y hasta niños, con casi nula protección.

II. 5. Incremento de la explotación laboral

La integración de nueva tecnología y provocó una nueva organización en el trabajo dentro

del cultivo de la fresa. Siguieron varias tendencias que se evidenciaron desde principios de

la década de los setenta, que ahora se reforzaron y se comenzaron a aplicar otras estrategias

para la mayor explotación de fuerza de trabajo.

Por un lado, se fortaleció la presencia de fuerza de trabajo femenina en el cultivo de la

fresa, principalmente para la plantación y para la cosecha, además de que en el sector

agroindustrial, preferentemente se utiliza fuerza de trabajo femenina (Zamora Ramos,

2013).

A partir de que comenzó a utilizarse la tecnología con base en el macrotúnel y su

consecuente aumento de productividad, comenzó a demandarse mayor fuerza de trabajo

para la cosecha, prácticamente se duplicó el número de jornales necesarios por hectárea

(Ibíd.).

Esto trajo consigo una mayor atracción de fuerza de trabajo a la región, y se convirtió en un

punto de atracción que llegó a cubrir el sureste del país y hasta los alguno países

centroamericanos, pues tanto jornaleros entrevistados como uno de los informantes

pertenecientes a las organizaciones representantes de productores mencionó la reciente

aparición de jornaleros provenientes de Oaxaca, Guerrero y Chiapas en el corte de la fresa,

y de otros más provenientes de Guatemala y otros países centroamericanos. Este fenómeno

es la primera vez que se presenta en más de 50 años de producción de fresa en el valle de

Zamora.

Lo anterior significa un abultamiento del mercado de fuerza de trabajo, que tiene como

resultado un posible incremento del Ejército Industrial de Reserva que sirve para presionar

hacia abajo el salario pagado a los jornaleros. Más aún, se dio cuenta de una estrategia

nueva implementada por los productores de fresa, principalmente los relacionados con las

trasnacionales, que es la compra de camiones para recolectar fuerza de trabajo en la Meseta

Purhépecha, específicamente en la Cañada de los Once Pueblos, donde contratan

preferentemente a jornaleras jóvenes para la pizca de la fresa. Esta estrategia confirma una

tendencia genera un mayor Ejército Industrial de Reserva para incrementar la oferta de

trabajo y bajar aún más los salarios.

En una entrevista realizada a un conjunto de jornaleros que durante la madrugada del 22 de

mayo del 2013 esperaban ser contratado para alguna plantación del valle de Zamora,

señalaron que la demanda de jornaleros ha ido a la baja, en tanto que cada vez más personas

buscan trabajar en la agricultura. Además, señalaron que los salarios son demasiado bajos,

pues se trabaja a destajo y son pocas horas las que les permiten trabajar, además que a la

semana un trabajador labora máximo tres días, esto por la gran oferta de fuerza de trabajo

que actualmente existe.

Esta condición ha aumentado la indigencia en los principales centros urbanos del valle,

como en la ciudad de Zamora, pues relataron los jornaleros que al no encontrar trabajo y no

contar con los recursos suficientes para regresar a su lugar de origen, se quedan en la

ciudad esperando a que los contraten, y mientras llega esa oportunidad, buscan lavar carros

o piden limosna para comer. Más aún, estas actividades comenzaron a ser criminalizadas

por las autoridades del municipio, quienes han comenzado a encarcelar a los jornaleros que

observan lavando coches o pidiendo limosna en las plazas o calles de Zamora.

III. Conclusiones

Como se observa en el documento, la reproducción capitalista a partir del cultivo de la fresa

en el valle zamorano está en concordancia con las características del sistema agro-

alimentario posfordista; presenta las características principales bajo las cuales se desarrolla

el sistema y además, muestra algunas con gran fidelidad, como el ascenso de las

trasnacionales para comandar el proceso de reproducción.

Ante esta situación, es necesario analizar más a fondo la dinámica zamorana para explicar y

comprobar por qué es una de las regiones donde se presenta con mayor fidelidad los efectos

del sistema agro-alimentario mundial, pero al interior de ella no existe, por el momento,

una respuesta contra hegemónica a este sistema, que a todas luces está agotando los

recursos naturales, está generando una explotación severa de la fuerza de trabajo y además,

genera grandes procesos de inequidad social, económica y política.

Una de las posibles respuestas, que será tema de otra parte de esta misma investigación, es

que la capacidad política y el poder económico de las trasnacionales ha permitido el control

irrestricto de la dinámica capitalista en la región, que además se conjuga con las

características de la cultura conservadora de una región que ha sido históricamente

dominada por terratenientes, grandes agricultores y posteriormente, poderosos

agroindustriales.

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