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- ISTORIA LA ---! UNIVERSIDAD DE VALENCIA VOLUMEN 1: EL ESTUDIO GENERAL :m- 1 1 • •

JOAN LLORENC DE SALAYA, UN RECTOR PODEROSO

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-ISTORIA DE~ LA

---!

UNIVERSIDAD DE VALENCIA

VOLUMEN 1: EL ESTUDIO GENERAL

:m-•

1 1

• •

MARIANO PE ET (Coord.)

HISTORIA DELA

UNIVERSIDAD DE VALENCIA

VOLUMEN I

EL ESTUDIO GENERAL

PHÓLOCO DEL RECTOR PEDRO RUIZ TORRES

MARHKO PF ET. MAN UEL VICENTE FE13KEH, AMPARO F'EUPO. JO É ECUf, MERCEDES ICO, PILAR GAHCÍA TIWUAT, PA CUAL MAHZAL.

L!!:Ó1 ESTEBAN. A NDRÉS GALU~CO. A LPO O E PONERA, . fCTOR NAVAI{RO, JOSI~ M" Ló PEZ PI ÑERO, MARfA LUZ LóPEZ TERRADA,

jAVrF:R Pi\I..AO, A TONtO MESTBE, Ei\RIQUE GO:\ZÁLEZ,

MIGUEL ALMEI AltA. F EBRil 1 GRAU

U !VER IT T DE VALENCIA

1999

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FOlOCOPIAA WBRES

NOÉS LEGAL

Col·lecció Cinc Segles

Couse/1 Assessor:

SALVADOR AwtÑANA

MANueL ARorr

MARC BALDÓ

J OSÉ MARÍA LóPEZ PtÑERO

ANTONl O M .ESTRE

V íCTOR NAVARRO

MARIANO P ESET

PEDRo R utz ToRRES

Coordiuador:

VtCENT S. ÜLMOS

Edició a cura de: Mariano Peser,Jorge Correa, Pilar Garda Trobat,

Pascual Marzal,Javier Palao

Sclecció de les il ·lu,llmcions: Javier Palao, Salvador Albiñana, Daniel Benito

Edita: Servei de Publ.icacions de la Universitat de Valencia

Patronat Cinc Segles

© d'aquesta edició: Universirat de Valencia, 1999

Disseny de la col·lecció: Manuel GraneU joscp H ortola

Fotocomposició, maquetació i impressió: Arts Grafiques Soler, S. L. L' O iiverera, 28 46018 Val.encia

JSBN: 84-370-4222-4 (Obra completa) ISBN: 84-370-4223-2 (Vol u m l)

Diposir legal: V-5.393-1999

Aquesta public:tció no por ser reprodu"ida, ni rocalmem ni parcialmenr. ni enregismda en. o cran<mcsa per, un sistema de rccuperac:ió d'infonnació, en cap fonna ni pcr cap mitja, s1a foromecanic. fo[Qquí­mic, clectrónic, per fotocopia o per qualscvol al ere, sensc el pcmlÍs prcvi de l'cdito rial.

i:®ICE

PRÓLOGO del r.ecror Pedro Ruiz Torres ..... .. . .. .. ... ... . . . ..... .. .. .. .. . ..... .. .. .. .. ........ .. . 11

HISTORIOGRAFIA Y MEMORIA. Maria110 Peset .............. ........................... .......... 17

PODERES, PROFESORES Y ESCOLARES

FUNDACIÓN Y ESTRUCTURA DE PODERES. Mariano Pese/ ... .. . .. ... .. ...... ... . .. . . 29

LAS GERMANÍAS Y EL RECTORADO DE SALA Y A. Manuel Vicente Febrer

Romaguera . . . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . .. . . . . 41

DOS REFORMAS UNIVERSITARIAS. Amparo Felipo ....... ................................ 63

LAS VISITAS DEL PATRIARCA RIBERA Y DE ALONSO COLOMA. José Seguí

Cantos......... ... ...................................................................................... 83

LOS COLEGIOS UNTVERSITARIOS. Mercedes Vico Montcoliva .. .................... ... .. 93

CONSTITUCIONES Y GOBIERNO. Pilar Carcía Trobat y Pascual Marzal .......... 103

PROFESORES Y CÁTEDRAS. A mparo Felipo ... .. ... .... ...................................... 117

ESTUDIANTES Y GRADOS. Amparo Felipo .......................................... .......... 135

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ÍNDICE

SABERES Y DOCTRINAS

Los VIEJOS GRAMÁTICOS. León Esteban . ... .. . .. . . . .. .. . .. .. . .. .. . .. . . . .. .. . ....... .. . .. ... . . 155

GRAMÁTICA HUMANISTA. Andrés Gallego Barnés .................................. ..... . 165

LA FACULTAD DE FILOSOFÍA O ARTES. Alfonso Esponera Cerdá11. .................. . 177

MATEMÁTICAS Y ASTRONOMÍA. Víctor Navarro Brotóns ....................... ........ 189

LA FACULTAD DE MEDICINA. José Ma López Pit!ero ................................... .... 219

EL HOSPITAL GENERAL. Marla Luz López Terrada ............... ... ... .............. ... . 249

LEYES Y CÁNONES. Pascual Marzal y Javier Palao . .. .. ... .. ... .. .. . . . .. .. . .. . .. . .. .. . . . . . . . 259

TEOLOGÍA: UNA FACULTAD SIN GRANDES FIGURAS. Antonio Mestre ...... ...... 281

GALERÍA DE PERSONAJES

JUAN LUIS VIVES, UN DESTERRADO. Enrique González ..... ................ .......... 299

JOAN LLOREN<;: DE SALA YA. UN RECTOR PODEROSO. Enrique González ..... 307

PER.E J OAN ÜLIV AR Y .EL PI~ CASO DEL ERASMISMO. Migue/ Almenara y

Manuel Vicente Febrer Romaguera ............. ......... ......... ........ ......... .... ....... 315

MJGUELJ.ER ÓNIMO LEDESMA Y PEDRO JUAN N ÚÑEZ. DOS HELENISTAS.

Ferran Grau Codítza ....... ...... ... ..... .. ... ..... ........................ ...................... . 321

ÍNDICE DE ILUSTRAC IONES ................................. .. .... . . ... .. ............ ................... 329

COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331

l O

JOAN LLOREN(: DE SALAYA, UN RECTOR PODEROSO

ENRIQUE GONZÁLEZ

J oan Llorenc; de Salaya, o Ce! aya, nació en Valencia hacia 1490, en una familia cuyos miembros recibían el tratamiento de magnffich, usual entre los ciutadans honrats y la baja

nobleza. 1 Se sabe que tuvo un hermano mercader, casado, otro doctor en leyes y una hermana monja. Si tenemos en cuenta que él mismo era clérigo secular con formación

universitaria, surge completo el cuadro de una familia de la burguesía local, al parecer

sin fama de conversos. Hacia 1504, se desplazó a París, camino que seguiría su paisano Vives cinco años después. Resul ta dificil imaginar a Salaya llegando a la gran ciudad

universitaria sin otro bagaje intelectual que las primeras letras, ayuno de gramática y

quizás de rudimentos de lógica. Por eso, aun si no comamos con documentación, quizá asistió algún tiempo a los cursos inferiores de la nueva universidad de Valencia, abierta desde 1499.

En París, el joven valenciano fue discipulo del grupo de filósofos y teólogos formado

por el escocés john Mair, o Major (1469-1550) , entre los que destacaron el francés j ac­

ques Almain, el t1 amenco Jean Dullaert, los hermanos segovianos Pedro y Luis Coro­

nel, y el aragonés Gaspar Lax. Salaya cursó artes bajo la tutela del último, quien tam­

bién acogería a Vives a su arribo a París. Mair y sus discípulos fueron capaces de formar

al menos a tres generaciones de profesores parisienses durante el primer cuarto del siglo

l. "Libros y bienes del rector Joan Uoren~ de Salaya•·, Esrudi.1, 16 (1990). 31-88, Viccnt Vallés !3omís y yo edi­tamos los testamentos de Sa.laya. con el inventario de sus bienes. incluidos los libros. realizamos un apresurado ami­lisis de su biblioteca. y ofrecimos abundante bibliografia. Agradezco a VaUés su autorización para redactar en soli­tario csrn nom que tanto debe al trabajo en común.

307

ENRIQUE GONZÁLEZ

XVI. Adeptos al nominalismo en lógica y en teología, su notable interés por la mecánica

ha llamado la atención de Jos historiadores de la ciencia a partir del siglo xrx. 2 Poco

afectos a la poesía y a la cultura clásica, que entonces impulsaban con vigor los huma­

nistas, estos profesores fueron en cambio proJificos editores de sus cursos de artes, así

como de las obras de importantes filósofos y teólogos nominalistas de los dos siglos pre­

vios. La fama del grupo de Mair no se limitó a París, llegó a diversas universidades

francesas y españolas, y en la actualidad sus manuales abundan en las bibliotecas italianas

y británicas. Pero no se trató de un renombre duradero: muchos de los mencionados

profesores murieron jóvenes, otros abandonaron la vida académica y, hasta donde sabe­mos, nadie de cuantos sobrevivieron hasta mediados del siglo XVI editó obra alguna

después de 1531. Por esas mismas fechas dejaron de reimprimirse sus manuales, que

tanta fama alcanzaran durante cinco o seis lustros. En los propios medios escolásticos se

habían vuelto anticuados aquellos libros debido al auge incontenible del tomismo y de una lógica más cercana al estagirita que a Jas súmulas de Pedro Hispano. El h umanismo,

por su parte, Jos volvió objeto de irrisión, tachándolos de sofistería y de abundar en

"cavilaciones su iséticas".

La carrera universitaria de Salaya se desarrolló sin contratiempos. Graduado en artes hacia 1509, al año siguiente empezó a dictar con gran éxito su primer curso trienal en

el colegio de Coqueret, al tiempo que realizaba sus estudios teológicos. Asimismo, hay

indicios, pues no se conocen ejemplares, de que en 1512 dio a las prensas su primer manual, el Tractatus terminomm, sive introductiones dialecticae, al que seguirían otros en el

campo de la lógica nominalista, así como comentarios a casi todos los tratados del Or­ganon aristotélico. En 1517 ascendió de esta disciplina a la filosofía natural, con una ex­

posición de los Libri Physicorum, de entre sus obras la que más ha interesado a los mo­dernos historiadores de la ciencia. Luego de comentar otros tratados fisicos del filósofo, se internó en la ética, si bien su comentario a los libros aristotélicos apareció sólo en

1523, un año después de doctorarse en teología, el máximo honor de la universidad del

Sena. Parece que, apenas g.raduado, se le invitó a incorporarse a la corte de Carlos V en calidad de teólogo. En todo caso, durante un viaje a Valencia a visitar a los suyos, la

ciudad empezó a negociar que se quedara en el estudio. Salaya, tal vez por encarecer

sus méritos, aseguró que en Francia había obtenido diversas prebendas eclesiásticas cuya

pingüe renta perdería al dejar aquel país. A pesar de sus renuencias, es claro que en Va­

lencia estaría con su familia, y en 1525 aceptó del municipio -donde al parecer tenían

influencia- una colocación inmejorable en la universidad.

2. J. M. Lópcz Piñcro y V. Navarro Brotóns ofrecen un reciente resumen dd pc11samíento mecánico de Salaya en su Histon·a dr In ciendn al Pnls Valencia, Valc11cia, Eclicions Alfons el Magnanim, 1995, pp. 86-93.

308

jOAN LLOR.ENC DE SALA YA. UN R.ECTOR I'ODER.OSO

Por aquellos años, la ciudad financiaba un total de 20 cátedras: tres de teología, una por

la vía nominal, otra por la real, y la tercera por la tomista; también dos de leyes, dos de

cánones, y tres de medicina y cirugía; siete en la facultad menor de artes, y tres más,

correspondientes a oratoria, poesía y gramática, respectivamente. Cada titular percibía

25 libras anuales, suma que también se asignaba al rector. Tanto él como los catedráti­

cos, podían ser confirmados o revocados cada año, a juicio de los jurados. Éstos, con el

fin de presentar una ofer ta atractiva al doctor parisiensis, le ofrecieron el cargo de rector

con un estipendio de 200 libras anuales. Para reunir esa suma, se le asignaron las 25 co­

r respondientes al cargo, a la vez que se cerraron las tres cátedras teológicas, con el com­

promiso de Salaya de leer él personalmente teología mañana y tarde, de acuerdo con las

tres vías. Además, la enseñanza de leyes y de cánones quedó reducida a una cátedra por

facultad, mientras que en artes se suprimió la de filosofia moral y, en gramática, la de

latinidad, apenas creada un año antes. De ese modo se instaló en el rectorado, gracias a

la eliminación de siete cátedras: casi el 40% de la planta docente asalariada, y con la

inédita promesa de detentar el cargo en forma vitalicia.

Sigue ignorándose si semejante convenio, tan l.esivo para la universidad, obedeció a que

Salaya supo mover poderosísimas influencias -que aparentemente llegaban a la corte

imperial- o si la ciudad ingenuamente creyó que cualquier precio era poco para atraer

a un individuo con el aura de doctor parisiense, capaz de engrandecer y reorganizar a

la institución. También pudo deberse a que, apenas pasado el tumulto de las germanías,

se vio en él a un sujeto de temple para poner en orden al conflictivo estudio. Por otra

parte, debe tenerse en cuenta que la ciudad en un principio vio aquel arreglo financie­ro como algo provisorio en tanto se obtenía para él una buena prebenda, que al punto

le fi1e solicitada a Carlos V, sin éxito. Años después fue creado abad de Surreda, pero en

Cataluña, y su estipendio municipal no disminuyó.

Sólo la muerte, sobrevenida en 1558 -treinta y tres años después- apartó al rector de su

cargo, si bien debió sortear algunos tropiezos temporales. Era inevitable que su dilatada

actuación, sin precedente en ninguna universidad, suscitara polémica ya entre sus con­

temporáneos. Eran los ai1os en que cundía por Europa la rebelión de Lutero, cuando las reformas del humanismo empezaban a aplicarse en las universidades de la península, y el momento en que la obra de Erasmo era acogida en numerosos sitios con auténtica

veneración, mientras en otros se la perseguía y miraba con recelo. N o me toca aquí de­

cidir acerca de Ja añeja polémica sobre su actuación como rector, ni tratarla en detalle; 3

3. M. V. Febrer Romaguera tiene en prensa un concienzudo estudio: Ortodoxia y ltuma11ismo er1 ti Est11dio Gelleral de Vale11da dura11te el rectorado de joan UoretJf de Salaya (1525-1558), mucho le agradezco la generosidad de poner en mis manos una copia de su manuscrito.

309

ENRIQUE GONZÁLEZ

me limito a reflexionar acerca de su carrera universitaria, tal como prosiguió de París a

su patria. Una fuente llena de sugerencias para este análisis la aporta el examen de su

biblioteca, inventariada a raíz de su muerte.

En Paris, el joven valenciano se asimiló a la moda escolástica de los seguidores de Mair,

muy valorados actualmente por sus análisis en el campo de la mecánica pero, por lo

mismo, continuadores de una tradición que se remontaba a los siglos precedentes. Tal como sus colegas y maestros, era bastante insensible, cuando no hostil, a Jos nuevos

gustos y métOdos que el humanismo iba introduciendo. Porque, al propio tiempo que

los cursos impresos de estos profesores llenaban el mercado parisiense, el humanismo

invadía cada vez más espacios, sobre todo en las prensas. Jean Dullaert, uno de los pro­

fesores de aquel círculo, manifestó a su discípulo Vives una opinión que, gracias a éste,

correría por toda Europa: "Cuanto mejor gramático seas, tanto peor filósofo y teólogo

serás". Sin duda para convertirse en un gran teólogo, Salaya mostró siempre un profun­

do desinterés por las humanidades: su biblioteca nos muestra una nómina de autores

clásicos limitada a Cicerón, Terencio, Plinio y Aristóteles -pero no a Platón-, y a los

historiadores Josefo, Diódoro Sículo y Justino. Ningún poeta o retórico, gramáticas ni

tratados de estilo, y apenas el Vocabularium de un franciscano de Novara que, al parecer,

sólo se imprimió en el siglo xv. Nada de Nebrija, tan famoso entonces en España

como en Francia. Se limitó pues a ser, en el más tradicional de los estilos, un renom­

brado profesor de lógica y de filosofía natural y moral, cuyos manuales reaparecían

constantemente. Obtenido el máximo grado teológico, su carrera prosiguió en Valen­

cia, no sólo como rector, sino como lector de esa disciplina.

Fiel a lo convenido con la ciudad, Salaya leyó teologia mañana y tarde en calidad de

único docente. Una enseñanza -si creemos a su archienemigo Pere Joan Olivar- 4 que

mucho distaba de simpatizar con las propuestas reformadoras de Erasmo, encaminadas a

una teología menos disputatoria y más próxima al texto evangélico, el cual convenía

leer en lengua original. Erasmo habría sido para él nada más que un gran·rmaticulus. De

la vastísima obra del roterodamo, Salaya apenas poseía las censuras fulminadas contra él por la facultad de teologia de Paris en 1522, con la réplica erasmiana, y un compendio

en octavo del De copia verbornm el renlfn, sin duda el editado en Valencia por F. Decio en 1548, quien se lo habría obsequiado. Tampoco lo tocó el llamado erasmiano a la relec­

tura de los Padres, pues sólo poseía, aparte de los cuatro grandes latinos -Agustín, Am­

brosio, Jerónjmo y Gregorio Magno-, tan populares en la edad media, a Cipriano y

4. Sobre este per,onaje. con la documentación relativa al conflicto, M. Almenara Sebastiá, El huma11ista Pcre-Jom: Olivar: Vida, bibliOJirqfla y epistolario, tesis doctoral inédita, Universitat de Valencia, 1993; 1-ielena Rausell ha reali­zado su tesis doctoral sobre el erasmismo en Valellcia.

310

JOAN LLOREN<: DE SALA YA. UN RECTOR PODEROSO

Lactancia, y a un griego, san Atanasio. En cuanto a la Biblia, tenía la Vulgata, con la

tradicional Glossa ordinaria, más las Postillae de Lyra y las notas de Hugo de Santo

Charo, sin olvidar las infaltables Concordantíae. Como buen teólogo tradicional, poseía

también el Corpus de derecho canónico y el del civil.

Pero si su simpatía hacia el humanismo era bastante escasa, también parece indiferente a

la corriente renovadora de la teología escolástica a través del tomismo, que se oficializa­

ría en el concilio de Tremo. Aunque suele afirmarse, parece poco probable que nuestro

profesor hubiese adoptado en sus lecturas la Summa del Aquinate, según empezaban a

hacerlo otros autores como su discí.pulo Francisco de Vitoria y el cardenal Cayecano.

Celaya se supeditó en todo al método tradicional, iniciando su docencia con la exposi­

ción del cuarto libro de las sentencias. Procedía, además, yuxtaponiendo las tres vías

consagradas durante la edad media: nominalista, realista y comista. Los tres años si­

guientes los dedicó a la lectura de los restantes tres libros, dándolos paulatinamente a la

prensa (1528-1531). Prueba de su fijación por el maestro de las sentencias es que poseía

al menos veinte comentarios distintos a dicha obra, varios en cuatro tomos en folio.

Una auténtica colección cuyos autores iban de Alberto Magno, pasando por Escoto y

Ockham, hasta coetáneos como Adriano de Utrecht, John Mair y su discí.pulo Jacques

Alrnain. Uno de esos tratados sobre las sentencias era el de santo Tomás; en cambio, la

Summa la poseía sólo a través de los comentarios de Cayetano. Por si fuera poco, entre

sus libros encontramos a Catarino Politi, quien en 1532 promovió la condena de Caye­

tano, con el apoyo de la facultad de París.

Salaya consintió, en 1530, la presencia de un segundo lector de teología; pero en vez

de renunciar a parte de su salario, logró la supresión de la cátedra -humanística hasta

por el nombre- de Lorenzo Valla. Así, desde esa fecha hasta 1549, el mercedario Jeroni

Peris leyó santo Tomás, y en 1532 el rector accedió a que Pere Antoni Beuter leyese

Biblia, cátedra que sólo se proveyó por un año. En 1546, el jesuita Diego Mirón halló

al rector impartiendo dos lecciones, "una de Sancto Thomás y otra de unos Sentencia­

ríos que él compuso". Mirón manifestó a continuación que Peris dictaba "una lectión

de las partes de Sancto Thomás": las partes, es decir, la Summa. Si ambos estuviesen le­

yendo la misma obra, el jesuita no habría precisado qué libro exponía el segundo. Al

parecer, Salaya leía en su segunda hora los comentarios de Santo Tomás a las Senten­

cias, sin abandonar su propio Sentenciario, impreso más de tres lustros antes. 5 Parece que

S. J. Gallego Salvadores, "La facultad de teología de la universidad de Valencia durame la primera mitad del siglo XVI", Escritos del Vedar, 5 (1975), 82-132, p. 114. Una certificación escolar de 1544, aducida por M. V. Fc­brer -capítulo 4.12- parece confirmar que sólo Pcris leúl la $""""'"·

311

EN JUQUE GONZÁLEZ

siguió ocupado en sus dos lecciones hasta el fm del curso 1557-1558, meses antes de

morir de peste. Era la condición para que cobrara un salario cada vez más oneroso para

el ayuntamiento, el cual varias ocasiones intentó en vano reducir.

La imagen de rutina y tradición que sugieren los datos anteriores, respondería en parte

a la concepción del saber propia de la escolástica más tradicional, y posiblemente tam­

bién al temperamento de Salaya. Habiendo publicado más de medía docena de escritos

lógicos entre 151 2 y 1516, y tres tratados de filosofia natural durante el bienio siguien­

te, al editar su comentario a la Ética de Aristóteles, en 1523, borró de un plumazo su

pasado como dialéctico y como filósofo natural. Anunció en el prólogo que iba a ocu­

parse de cosas realmente útiles para la vida - las de la moral-, no de delirios, inepcias,

naderías y sophisticas cavilationibus. Y que tampoco procedería como quienes celos ipsos

Jantasticis rationibus penetran t ... , dissecant. Expuso el mismo punto de vista en sus comen­

tarios a las sentencias, aparecidos en Valencia. Tratando de una cuestión relativa a la na­

turaleza del movimiento, donde hubiera podido explayarse sobre lo expuesto en sus

libros de filoso6a natural, pasó de largo, argumentando ser su deber de concretarse a la

teología. No era la suya una concepción enciclopédica, según la cual unas ciencias se

complementan con las otras, y el saber resulta de la suma de todas; seguía arraigado a

una concepción jerárquica de las disciplinas, a tono con el rango que las universidades

concedían a las diversas facultades. Así, a medida que ascendia por la escala del saber,

valoraba a las disciplinas inferiores como fútiles respecto de las superiores. Hallándose la

teología en la cima, y habiendo obtenido el bonete doctoral en ella, nada más le que­

daba por aprender. Sin duda por tal motivo, el prolífico escritor que fuera por casi

veinte años, enmudeció durante el resto de su larga vida tras concluir sus comentarios a

los cuatro libros del maestro de las sentencias, fundamento de la facultad teológica.

Desde esa perspectiva , el mote más despectivo que podía aplicar a un pretendido teólo­

go como Erasmo, era el de gramatiquillo.

La biblioteca de Salaya, a la que vengo refiriéndome, es sorprendente en este sentido:

de los aproximadamente 244 volúmenes, se cuentan con los dedos a aquellos autores

cuyas obras se imprimieron por primera o única vez después de su retorno de París.

Por lo común, esos pocos libros impresos con seguridad después de 1525, correspon­

dian a relatos de sucesos recientes: la conquista de México, cierta batalla de Carlos V, etc.

Es claro, por otra parte, que no mostró el menor interés por la activa producción de las

prensas locales durante Jos más de seis lustros que ejerció como rector. Apenas si se en­

cuentran: una oración inaugural de E Decio -posiblemente la de 1549, y ninguna más

de cuantas se habrían impreso durante su largo rectorado-; el compendio del mismo

Decio del De copia erasnúano (1548?); y las Annotationes sobre la Biblia (1549), de Beu-

312

jOAN LLORENC DE SALA Y A, UN R.ECTOR PODEROSO

ter, el fugaz profesor de esa disciplina. Tampoco existe el menor indicio de que Salaya

hubiese promovido alguna aventura editorial como no fuese la de sus propios libros, y

ésto sólo durante sus primeros años en la ciudad.

En suma, su biblioteca nos habla de una persona sin duda culta, pero en el más r iguro­

so estilo tradicional. Y de alguien que, apenas consolidado en su puesto valenciano, se

hubiera desentendido por completo de actualizar o, cuando menos, de enriquecer sus

lecturas. Parece que su auténtico interés hubiera sido mantener el control de la facultad

teológica, la única digna de sus desvelos, y cuya docencia le garantizaba las doscientas

libras de renta. Y dentro de su propia disciplina, no aparece al día siquiera en la litera­

tura polémica contra Lutero y Erasmo, contentándose con lo recabado en sus cada vez

más lejanos años de París.

Al parecer, Salaya fue perdiendo beligerancia y aun interés por todo lo que no fuese re­

tener su cargo, cada vez más cuestionado dentro y fuera del ayuntamiento. Eso explica­

ría por qué, habiendo sido en lo personal manifiestamente conservador, la universidad

valenciana durante su largo mandato nos aparezca como un periodo donde fermenta­

ban nuevas ideas, sobre todo en torno a las humanidades y la medicina. De esta última

disciplina, que tantos impulsos renovadores recibió en Valencia a partir de los años cua­

renta, no se localiza un solo volumen en su biblioteca. Y si es verdad la sospecha de

que, a medida que el tiempo transcurría, sus apoyos en la ciudad fueron mermando, él

quedaba incapacitado para contener con sus propias fuerzas esa oleada renovadora. R e­

sulta ilustrativo el dato de que, habiendo obtenido Salaya en 1525 un puesto tan im­

portante y bien remunerado, jamás se le hubiese promovido durante su dilatada pose­

sión del doble cargo de rector y catedrático de teología. En la España de entonces

abundan los ejemplos de profesores de teología premiados con una mitra o una alta

prebenda catedralicia . Nuestro personaje no obtuvo siquiera aquel asiento capitular que

hubiera librado a la ciudad del exhorbitante salario que le pagaba. ¿Obedeció a la ac­

ción oculta de poderosos enemigos que desaconsejaban esa honra, o simplemente a que

el doctor parisien.sis -como tanto holgaba de ser llamado- se abandonó intelectualmente

y fue apareciendo a ojos de sus contemporáneos como una personalidad cada vez más

opaca y anacrónica? Se sabe la importancia que los sermones revesóan en aquellas so­

ciedades poco letradas. Gracias a los " frigidísimos" de nuestro doctor -decía malévola­

mente O livar- los artesanos y carniceros estaban muy versados en Durando y Escoto.

De hecho, su biblioteca contenía al menos 32 sermonarios -probablemente en más de

una ocasión un solo volumen agrupaba varias obras-, la mayoría de ellos, dice el inven­

tario, muy gastados por el uso, lo que no sorprende, pues todos, sin excepción, eran de

autores del siglo XV o anteriores, y habían dejado de imprimirse a principios del VI. Se

313

E.NRJQUE GON7..ÁLEZ

habría mantenido predicando de la misma forma que en sus años de París, y sin duda

perdía autoridad a medida que envejecía en una sociedad donde nuevos oradores sacros

como Lluis <;abater eran más solicitados.

Todos esos indicios apuntan a que la desaparición de Salaya, lejos de ocurrir en el apo­

geo de su poder y prestigio, habria liberado a muchos de un pesado lastre. Eso explica­

da que la posteridad transmitiera su nombre ligado a una leyenda negra. Sus enemigos,

tal vez con Núñez a la cabeza, esparcieron la especie de que el gran teólogo parisiense,

hombre de "sencilla piedad", temiendo que el culto por la antigüedad resucitase la fe

en los dioses paganos, había hecho sepultar las lápidas con inscripciones romanas en los

cimientos del puente de Serranos. El anacronismo del relato fue probado desde el siglo

xvm, 6 pero deja entrever el sentimiento que dejó entre quienes lo vieron transcurrir su

largo otoñ.o en el doble cargo de rector y catedrático perpetuo.

6. G. Escolano, Década primera de la ... ciudad de Vale11cia, V~lencia, 1610, col. 773, recogió la especie, refutada por J. Teixidor en Mormmentos hist6rico> de Valencia y m Reino, Valencia, 1895, l. pp. 54-62. Fue el mismo Escola­no quien tr:msnútió la leyenda paralela, pero de signo opuesto, acerca del joven Vives que, engañado por sus bár­baros maestros de la universidad, osó declamar contra Nebrija.

314