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Eurípides physiologos

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EURÍPIDES PHYSIOLOGOS*

Lorenzo MILETTI Università di Napoli Federico II (Italia)

RESUMEN

El interés de Eurípides por argumentos perì phýseōs ha sido subrayado con frecuencia en la Antigüedad y generalmente conectado con los datos bográficos que presentan al dramaturgo como discípulo de Anaxágoras; de hecho, se citan numerosos versos de sus dramas para confirmar la influencia que sobre él ejerció el filósofo y científico de Clazómenas. La contribución de Lorenzo Miletti se centra en cómo estas citas –que tienen que ver con fenómenos físicos, cosmológicos, geográficos, biológicos, etc.– han sido recibidas e interpretadas por una tradición biográfica y retórica bien atestiguada. La influencia de Anaxágoras sobre Eurípides parece presuponerse en la mayor parte de las fuentes, que atribuyen a este último el calificativo de «filósofo de la escena» (skenikòs philósophos), fuentes analizadas, en esta contribución, en relación con otras observaciones antiguas sobre la naturaleza filosófica del dramaturgo y sus personajes. Aparte de la cita, por parte de Diógenes Laercio, de un verso del Faetonte euripídeo como testimonio de la teoría de

* Este trabajo se ha beneficiado de los consejos y de la amistad de muchos, a quienes

dedico mi sentido agradecimiento: Giancarlo Abbamonte, Claudio Buongiovanni, Raffaele Grisolia, Gioia Rispoli y Luigi Spina. Un agradecimiento particular merecen Javier Campos Daroca, por haberme invitado a participar en el presente volumen y por haber compartido conmigo numerosas opiniones y reflexiones «euripídeas», y Juan Luis López Cruces, por la gentileza de traducir mi escrito al castellano.

J. CAMPOS DAROCA – F. J. GARCÍA GONZÁLEZ – J. L. LÓPEZ CRUCES –

L. P. ROMERO MARISCAL (eds.), Las personas de Eurípides, col. « Classical & Byzantine Monographs » 65, Ámsterdam: A.M. Hakkert Publ. Co., 2007, p. 191-218

Anaxágoras sobre los meteoros (D.L. II 10; F 783 Kn), también algunas interpretaciones de la Melanipa sabia (FF 482 y 484 Kn) deben ponerse en relación con el juicio antiguo sobre el interés de Eurípides por la filosofía natural como resultado de la clara influencia de Anaxágoras. Algunos versos de esta tragedia perdida son citados en dos interesantes pasajes del pseudo-Dionisio de Halicarnaso (Rh. VIII 9 y IX 11), donde son interpretados como una aplicación virtuosista de la técnica retórica del lógos eschēmatisménos. A pesar de ello, aun cuando la presunta influencia anaxagorea se percibe como más difuminada o, incluso, no se menciona, la fortuna del dramaturgo ateniense como physiológos asoma en más de una ocasión, como en el caso de la antigua quaestio sobre las crecidas del Nilo (cf. Archelaus F 228 Kn; Hel. 1-3; D.S. I 38-39; Anon. de Nili incr., FGrHist 647 F 1; Aristid. Aegypt. 13). Finalmente, los testimonios más antiguos de los intereses de Eurípides por la naturalis historia, Aristófanes y Aristóteles, no mencionan nunca a Anaxágoras y consideran al dramaturgo un pensador autónomo y original, cuyas ideas, sin embargo, por lo general no comparten.

La sustancial concordancia entre fuentes de por sí heterogéneas pone en evidencia la fortuna de un aspecto de Eurípides que no ha sido suficientemente conocido ni indagado, uno de los numerosos modos de representar –y con frecuencia criticar– su sophía. PALABRAS-CLAVE Eurípides – tragedia – Anaxágoras – lógos eschēmatisménos

1. Prólogo

En un célebre cuento del Decamerón1, Giovanni Boccaccio presenta la figura del poeta florentino Guido Cavalcanti, amigo de juventud y compañero de estudios de Dante Alighieri, ofreciendo de él un perfil singular: «además de que era uno de los mejores lógicos que hubiera en su tiempo en el mundo y un óptimo filósofo natural […], fue tan donoso y cortés y elocuente hombre […]. Y porque en algunas cosas compartía las opiniones de los epicúreos, se decía entre la gente vulgar que estas especulaciones suyas estaban solamente en buscar si podía probar que Dios no existía»2. Sorprendiendo, en parte, al lector moderno, Boccaccio no menciona la cualidad por la que Cavalcanti ha pasado a la historia, i.e. la excelencia de su lírica, sino que lo describe como óptimo «loico» –lógico, filósofo teórico–, «filosofo naturale» –estudioso de las ciencias–, hábil orador y «epicúreo», i.e. aristotélico radical y materialista3, por más que para el pueblo fuera, simplemente, ateo4.

Para bien o para mal, la recepción de los poetas que muestran una concepción especulativa, filosófica, de la propia versificación parece estar atravesada, en los vericuetos de la historia, por algunas constantes. De un

1 G. Boccaccio, Decameron VI 9. 2 VI 9, 8-9. Cito por la edición de Branca 19923: «Oltre a quello che egli fu uno de’

miglior loici che avesse il mondo e ottimo filosofo naturale […], si fu egli leggiadrissimo e costumato e parlante uom molto […]. E per ciò che egli alquanto tenea della oppinione degli epicuri, si diceva tralla gente volgare che queste sue speculazioni erano solo in cercare se trovar si potesse che Iddio non fosse». [La traducción al castellano es de P. Gómez Bedate (1983, p. 427-428).]

3 Para el aristotelismo radical y la semántica del término ‘epicúreo’ en el Trecento italiano, cf. Corti 2003, p. 327-347.

4 La acusación de ateísmo en conexión con el interés por la filosofía de la naturaleza es un elemento que se encuentra también a propósito de Eurípides; cf. Lefkowitz 1987 y 2003. Sobre Eurípides aÓqeoj, cf. también los testimonios recogidos por Kannicht en TrGF, TT 170-171b.

194 MILETTI modo, sin duda, menos impresionante que con cuanto sucede con Virgilio en el Medievo 5 o con el propio Cavalcanti en el imaginario de sus contemporáneos, también para Eurípides está bien atestiguada, de una forma continuada a lo largo de la Antigüedad, una tradición que lo presenta como experto y estudioso de naturalis historia. Las páginas que siguen constituyen un intento de ofrecer un estado de la cuestión de este aspecto de la Euripidesrezeption, que indagaremos basándonos en los testimonios antiguos que afirman explícitamente la existencia de un interés euripídeo por el estudio de la fu/sij, pero dejando de lado, no obstante, por razones obvias de espacio, los innumerables pasajes en que, según la perspectiva de los modernos, tal indagación euripídea es bien manifiesta6, pero no hay constancia de que fuesen interpretados en ese sentido por los antiguos.

5 Para un cuadro sintético de la relación entre poesía, filosofía y ciencia en el Medievo

se remite al clásico Curtius 20023, p. 227-237. Sobre las interpretaciones de Virgilio como hombre de ciencia y filósofo desde Macrobio y Donato hasta Dante, cf. el siempre fundamental Comparetti 1981.

6 El ejemplo más emblemático y, quizá, más debatido de la participación de Eurípides en la reflexión sobre la fu/sij –o, desde otra perspectiva, del influjo que sobre él ejercieron los Presocráticos–, se encuentra en el F 910 Kn, que, pese a ser citado por Clemente de Alejandría (Strom. IV, XXV 155,1), a falta de referencias explícitas a la influencia de los fisiólogos de edad arcaica y clásica, ha hecho pensar en una concepción del saber y de la relación entre vida y conocimiento afín a la que se puede deducir de los escasos fragmentos de los filosófos presocráticos, en primer lugar, de Anaxágoras:

oÃlbioj oÀstij th=j i¸stori¿aj eÃsxe ma/qhsin, mh/te politw½n e)piì phmosu/n$ mh/t' ei¹j a)di¿kouj pra/ceij o(rmw½n, a)ll' a)qana/tou kaqorw½n fu/sewj ko/smon a)gh/rwn, pv= te sune/sth kaiì oÀpv kaiì oÀpwj. toiÍj de\ toiou/toij ou)de/pot' ai¹sxrw½n eÃrgwn mele/thma prosi¿zei.

La presencia misma de una terminología muy marcada (i(stori/a, ma/qhsij, fu/sij, ko/smoj) es, ciertamente, indicio de un interés manifiesto, por parte de Eurípides, por problemas predilectos del mundo intelectual del siglo V ateniense. El debate se ha desarrollado en torno a la cuestión de la concepción euripídea de la relación entre vida activa y vida contemplativa, para un cuadro del cual se remite, además de a Di Benedetto 1971, p. 303-319, a los recientes Campos Daroca 2003 (con bibliografía) y Egli 2003, p. 285-287, quien cierra su trabajo justamente con la cita del F 910 Kn. Sin embargo, como ya hemos afirmado anteriormente, evitaremos en esta sede detenernos en pasajes que tratan de la fu/sij cuando no sean reconducidos de forma explícita ya en la Antigüedad a la physiología euripídea.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 195 2. Los datos biográficos y la relación con Anaxágoras

La práctica totalidad de las fuentes biográficas antiguas a nuestra disposición establece una relación explícita entre el interés de Eurípides por el estudio de la naturaleza (fusiologi/a) y la profunda influencia ejercida en él por Anaxágoras de Clazómenas7.

En el diálogo sobre la Vida de Eurípides de Sátiro 8 , la fuente biográfica más antigua a nuestra disposición, leemos claramente, a pesar de la dificultad debida al estado fragmentario del testimonio papiráceo, [ou)k

e)p]i\\ toi=j | [i)]di/oij a)gaqoi=j | [u(]yhlo\j wÔ[n | o]u)k e)pi\ toi=j [a)l]lo-

tri/oij | [yo/]goij tapei|[nou/]menoj. e)[ti/m]a de\ to\n | [¡Ana]cago/ran |

[daim]oni/wj | [. . . . . . .] fusi[.]9. Probablemente, la cita del nombre de Anaxágoras aparece en referencia a la admiración suscitada en el tragediógrafo por la actitud irreprensible y valerosa mostrada por el clazomenio con ocasión del proceso por impiedad que se le instruyó en Atenas, sobre cuyo desenlace los testimonios no concuerdan10 . La alta consideración del modo de vida de Anaxágoras por parte de Eurípides parece ser un elemento incontrovertido entre las noticias biográficas de que disponían los antiguos; Galeno, para demostrar la notoria imperturba-bilidad del filósofo, cita dos fragmentos euripídeos que estarían inspirados en Anaxágoras: «Por ello en ese punto introduce (scil. Posidonio) el

7 Las fuentes sobre la relación entre Anaxágoras y Eurípides se encuentran recogidas en TrGF, TT 35-38d Kn, y son discutidas y citadas todas ellas en el curso del presente trabajo. La bibliografía sobre la relación entre ambos es extensa: aparte de los clásicos Parmentier 1892, Nestle 1899-1901, p. 557-656, Id. 1901, especialmente p. 152-159, véanse: Arrighetti 1964, p. 105-108; Diano 1968; Paduano 1968; Di Benedetto 1971, p. 303-310; Lombardi 1987, p. 223-248 (se trata de la contribución más completa desde un punto de vista bibliográfico, y a él remitimos para una panorámica de los estudios histórico-filosóficos sobre Anaxágoras donde se plantea el problema de su relación con Eurípides); Silvestre 1989, p. 24-32; Ippolito 1998, p. 51-58; Egli 2003, p. 37-52; Schorn 2004, p. 197-220. A estos dos últimos textos remitimos también para una bibliografía más detallada.

8 La edición más actualizada es la de Schorn 2004, con amplia bibliografía. Cf. también Arrighetti 1964 y Gallo 1967.

9 POxy. IX 1176, 37 I, 15-26. El texto es el propuesto en la reciente edición de Schorn 2004, pero algunas integraciones (l. 15: ou)k; l. 21: yo/goij; l. 23: e)ti/ma) son las aceptadas en la traducción con comentario de Campos–García–Romero en el presente volumen, p. 267-291, a la cual se remite para una discussión sobre los principales problemas del texto. Véase también el comentario de Schorn 2004, ad loc. 37 I. En cuanto a la l. 26, más que rellenar las lagunas nos interesa subrayar la presencia segura de la raíz fusi- para indicar, desde este testimonio antiguo, el interés euripídeo por la investigación de la naturaleza.

10 Cf. D.L. II 13, 12.

196 MILETTI episodio de Anaxágoras. A uno que le anunciaba la muerte de su hijo, Anaxágoras le respondió sin pestañear: “sabía que lo había engendrado mortal”. Y Eurípides, retomando este concepto, puso en boca de Teseo las siguientes palabras (kai\ w(j tou=to labw\n Eu)ripi/dhj to\ no/hma to\n

Qhse/a pepoi/hke le/gonta): e)gw\ de\ para\ sofou= tinoj maqw\n

ei)j fronti/daj nou=n sumfora/j t' e)ballo/mhn,

fuga/j t' e)maut%= prostiqei\j pa/traj e)mh=j

qana/touj t' a)w/rouj kai\ kaka\j aÓllaj o(dou/j

wÐst' eià ti pa/sxoim' wÒn e)do/cazo/n pote,

mh/ moi new=rej prospeso\n yuxh\n da/koi (F 964 Kn)»11.

Casi a continuación del pasaje recién citado, Sátiro refiere algunos versos de Eurípides como ejemplo de la influencia anaxagorea, que no se limita a la esfera moral del comportamiento, sino que se extiende a la propia visión racional y empírica de la naturaleza. Tras haber citado los fragmentos 593 N2 (= TrGF Crit. F 4 Snell)12 y 912 Kn, el biógrafo afirma: «con rigor ha resumido en su conjunto el universo de Anaxágoras en tres […]. También se pregunta en otro pasaje qué es lo que hay a la cabeza de los celestes (sigue la cita de Tr. 886)»13. Sigue, finalmente, una ulterior cita euripídea, que corresponde al F 913 Kn14.

En Sátiro, pues, hallamos ya expresados los elementos, estrechamente concatenados, que caracterizan constantemente la representación antigua de la physiología de Eurípides: de un lado, la relación personal con Anaxágoras, considerado un modelo del tragediógrafo, cuando no un maestro; del otro, la presencia de ecos de las teorías cosmológicas, físicas y filosóficas anaxagoreas en los versos euripídeos que tienen que ver con

11 Gal. De placit. Hipp. et Plat. IV 7, 9. Inmediatamente después del F 964, Galeno

cita también el F 818c Kn y el v. 1085 de la Alcestis. Cicerón traduce el fragmento 818c Kn en Tusc. III 67.

12 En esta sede no tiene mucha importancia el hecho de que el fragmento 593 N2 sea hoy considerado por muchos, siguiendo a Snell, no de Eurípides, sino de Critias el trágico; en las fuentes la atribución a Eurípides no se cuestiona de ningún modo. Los fragmentos 591-600 de la edición de Nauck son, de hecho, colocados por Snell en el primer volumen de los TrFG (Crit. FF 1-4; 6; 11-14), el dedicado a los poetas trágicos menores, donde, con todo, la cuestión se considera aún sub iudice («sed res est incerta», p. 170).

13 37 III 14-26. Trad. y com. de Campos–García–Romero, en este mismo volumen. 14 38 I 16-30.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 197 fenómenos físicos, pero también con problemas teológicos, interpretados con problematicidad racionalista.

Una construcción análoga es también patente en las restantes biografías del dramaturgo ateniense. En el Ge/noj Eu)ripi/dou se lee:

'Anagnou\j de\ e)pi\ trag%di/an e)tra/ph kai\ polla\ proseceu=re,

prolo/gouj fusiologi/aj r(htorei/aj a)nagnwrismou/j, w(j dh\ a)kousth\j

geno/menoj 'Anacago/rou kai\ Prodi/kou kai\ Prwtago/rou kai\ Swkra/touj

e(tai=roj15.

La inserción de estas importantes novedades en la técnica dramatúrgica

se hace, pues, remontar a la influencia de los maîtres à pensée de la Atenas de la segunda mitad del siglo V. Dado que el biógrafo anónimo se detiene en Sócrates en las líneas inmediatamente posteriores al pasaje recién citado, debemos deducir que la fusiologi/a y la r(htorei/a fueron enseñadas a Eurípides por Anaxágoras, Pródico y Protágoras. Con todo, estos dos últimos filósofos fueron sobre todo célebres por sus investigaciones sobre el lenguaje (la r(htorei/a), de modo que, en consecuencia, es natural concluir que sólo a Anaxágoras debe reconducirse, en la óptica del biógrafo, el interés euripídeo por la fu/sij.

Una distribución más clara de las esferas de influencia ejercidas por los «maestros» filósofos de Eurípides vuelve a encontrarse en el capitulito dedicado por Gelio a la vida de nuestro poeta, donde se afirma: auditor fuit physici Anaxagorae et Prodici rhetoris, in morali autem philosophia Socratis16. Esta distribución coincide con la testimoniada en la Suda:

ge/gone de\ ta\ prw=ta zwgra/foj, eiåta maqhth\j Prodi/kou me\n e)n toi=j

r(htorikoi=j, Swkra/touj de\ e)n toi=j h)qikoi=j kai\ filoso/foij. dih/kouse de\

kai\ )Anacago/rou tou= Klazomeni/ou. e)pi\ trag%di/an de\ e)tra/ph to\n

)Anacago/ran i)dw\n u(posta/nta kindu/nouj di' a(/per ei)sh=ce do/gmata17.

15 TrGF T1, IA 2. Cf. Lefkowitz 1981, p. 88-104, y la traducción inglesa del Ge/noj,

p. 163-169. Cf. también Gallo 2005, p. 63-72. 16 Gell. NA XV 20, 4 = TrGF, T 2. El término auditor en referencia al discipulado

anaxagoreo de Eurípides reaparece también en Cicerón (Tusc. III 30) y Vitrubio (Arch. VIII praef. 1).

17 Suda, s.v. Eu)ripi/dhj (E 3695 Adler).

198 MILETTI

Aquí, junto al discipulado sobre la indagación de la naturaleza, encontramos de nuevo el tópos de la admiración euripídea por el sabio impasible frente al dolor y el miedo a la muerte, que hemos visto ya en Sátiro y Galeno. Nótese, por lo demás, la diferenciación terminológica entre el uso de maqhth/j («discípulo») para definir la relación de Eurípides

con Sócrates y Pródico y de dih/kouse (semejante, al menos en el étimo, al auditor de Gelio) en relación con Anaxágoras18.

Menos extensa y precisa es la referencia a la formación de Eurípides en la Su/noyij bi/ou Eu)ripi/dou de Tomás Magistro, pero no del todo carente de interés. El erudito bizantino hace referencia a la frecuentación (foita/w, que tiene a menudo el significado de «tomar lecciones»), por parte del dramaturgo, de algunas personalidades de relieve, entre las cuales enumera de forma explícita sólo a Anaxágoras y Pródico, mientras que guarda silencio de forma singular acerca de la amistad con Sócrates: eÃpeita ei)j lo/gouj w(rmhkw\j e)foi/thse para\ 'Anacago/r# kai\

Prodi/k% kai/ tisin aÃlloij19. Además de en las biografías, la referencia a Anaxágoras es explícita

también en otras fuentes antiguas, muchas de las cuales serán objeto de discusión más adelante. En una de estas fuentes, Estrabón20 , hallamos citados el nombre del filósofo y del dramaturgo en relación con la ciudad de Clazómenas. A propósito de Anaxágoras o( fusiko/j, de hecho, se

afirma que tuvo por discípulos a 'Arxe/laoj o( fusiko\j kai\ Eu)ripi/dhj o(

poihth/j. En el pseudo-Jámblico la mención de la relación entre Anaxágoras y

Eurípides se inserta en un cuadro más complejo –semejante al que observaremos en breve de Vitrubio–, en el cual se transmite el pensamiento de Anatolio sobre las mónadas 21 . Junto a Pitágoras, Empédocles y

18 Esta alternancia terminológica en las reconstrucciones de los biógrafos está

presente también en otras fuentes que transmiten la noticia de la relación Anaxágoras-Eurípides: en Estrabón (XIV 1, 36) encontramos de nuevo diakou/w; en Diógenes Laercio, primero maqhth/j (II 10) y, a continuación, hãkousan (II 45); en el pseudo-Dionisio hallamos en un primer caso (VIII 10) suggi/gnomai, «frecuentar», dicho también –pero no necesariamente– de la relación entre alumnos y maestros, y en un segundo (IX 11), prosfoita/w, de significado afín al anterior.

19 TrGF, T 4, 7-8. 20 Str. XIV 1, 36 = TrGF, T 36a. 21 Anat. Peri\ dek., apud ps.-Iambl. Theol. Ar. I, p. 6, 18 De Falco = TrGF, T 38d Kn.

Sobre Anatolio, cf. Hultch 1894, cc. 2073-2074.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 199 Parménides (pero también a Homero) se transmite el testimonio de Eurípides, F 944 Kn, en cuanto discípulo de Anaxágoras. Se afirma en el texto, a propósito de la centralidad de la tierra en el sistema cósmico expuesto por Anatolio, que «parecen haber coincidido con los pitagóricos, los empedocleos y los parmenídeos y, prácticamente, con la mayor parte de los sabios antiguos, cuando afirman que la naturaleza monádica se coloca en el centro, a la manera de Hestia, y que mediante el equilibrio conserva su propria sede; mención de ello hace Eurípides, que fue alumno de Anaxágoras (w(j 'Anacago/rou geno/menoj maqhth/j), del modo siguiente:

“A ti los sabios mortales te llaman Hestia” ( ¸Esti/an de/ s' oi( sofoi\

brotw=n nomi/zousi, F 944 Kn)». El contexto en que el dramaturgo viene incluido es de estampa típicamente filosófica, en consonancia con el tenor de todo el escrito; si, además, se considera que no es costumbre del pseudo-Jámblico hacer referencia a los poetas en ejemplificaciones de las teorías filosóficas expuestas, es verosímil que este testimonio euripídeo se entendiera como excepcionalmente autorizado, y que, por tanto, el propio Eurípides, aunque fuese tan sólo en virtud de su prestigiosa «filiación» filosófica, pudiera ser considerado, en el contexto en que este escrito cobra forma, como fuente digna de crédito de determinados recorridos del saber arcaico. 3. El filósofo de la escena

La atribución a Eurípides del epíteto genérico de sofo/j22 –así como la

presencia del término sofo/j en los escritos euripídeos y las continuas

referencias en ellos a problemas de sofi/a– es materia que permea íntegramente las investigaciones de este volumen, pero que toca sólo marginalmente mi campo, más restringido, de la fusiologi/a euripídea, precisamente por su referencia genérica al saber y a la filosofía. Aun así, en relación con un aspecto bien testimoniado de la fortuna de Eurípides como dramaturgo-filósofo, querría poner en evidencia algunos elementos que, a mi juicio, conducen con mayor precisión al ámbito de las consideraciones antiguas respecto a la especulación euripídea sobre la fu/sij. Precisamente, la reciente edición de Kannicht ha aislado, en la línea

22 Cf. TrGF, TT 158-165.

200 MILETTI de trabajos precedentes23, un grupo de fuentes que testimonian la difusión de un curioso y célebre epíteto de Eurípides en la antigüedad griega y latina, el de «filósofo de la escena»24. Con todo, sólo algunos de estos testimonia atestiguan el sintagma completo skhniko\j filo/sofoj, en concreto los TT 166a-g Kn.

Una serie de elementos permiten, con la debida cautela, avanzar la hipótesis de que el epíteto se haya difundido en relación no con la presencia genérica de instancias filosóficas en la obra euripídea, por ejemplo, morales o políticas, sino, con mayor especificidad, con la de observaciones de carácter científico, cosmológico y naturalista y, más en particular, en relación con la noticia de la frecuentación de Anaxágoras. De hecho, en tres de las siete apariciones generales en que figura el binomio, esta definición viene asociada explícitamente al discipulado anaxagoreo de Eurípides. La más antigua de las tres es la de Vitrubio, cuyo contexto es importante recogerlo en su integridad:

De septem sapientibus Thales Milesius omnium rerum principium aquam est professus, Heraclitus ignem, Magorum sacerdotes aquam et ignem, Euripides, auditor Anaxagorae, quem philosophum Athenienses scaenicum appella-uerunt, aera et terram, eamque e caelestium imbrium conceptionibus inseminatam fetus gentium et omnium animalium in mundo procreauisse, et quae ex ea essent prognata, cum dissoluerentur temporum necessitate coacta, in eandem redire, quaeque de aere nascerentur, item in caeli regiones reuerti neque interitiones recipere et dissolutione mutata in eam recidere, in qua ante fuerant, proprietatem. Pythagoras uero, Empedocles, Epicharmos aliique physici et philosophi haec principia esse quattuor proposuerunt: aerem, ignem, terram, aquam25. Vitrubio está exponiendo aquí las teorías más famosas acerca de los

principios primeros que gobiernan la fu/sij; junto a los nombres de los grandes Presocráticos y de los Magos, el autor latino no se limita a insertar a Eurípides y a recordar su discipulado anaxagoreo, sino que le dedica una mayor atención que la que reserva a los restantes, evidentemente porque

23 Cf., por ejemplo, el clásico Schmid–Stählin 1961, p. 318. 24 TrGF, TT 166a–169 Kn. Sobre el problema, cf. también las observaciones

recogidas en Paduano 1968, p. 296, quien retoma las conclusiones de Schmid–Stählin 1961, p. 318 y 690, y de Elsperger 1907-1910, p. 1-176.

25 Vitr. Arch. VIII Praef. 1 = TrGF, T 37b Kn.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 201 considera digna de mención la teoría del éter y de la tierra26. Naturalmente, detrás de esta cita no podemos evitar leer una remisión a versos euripídeos como los del fragmento 839 Kn, a los que justamente remite Kannicht27; pero, más en general, se subrayan al mismo tiempo la seriedad con que Vitrubio trata a Eurípides en pie de igualdad con otros filósofos y la referencia a cuestiones de philosophia naturalis.

El testimonio de Orígenes es asimismo significativo. El teólogo acusa a Celso, en la obra dedicada a la polémica contra este pensador pagano28, de haber malinterpretado un pasaje de Eurípides en el que se afirma que «Sol y Noche son esclavos de los hombres» ( àHlioj me\n Nu/c te

douleu/ei brotoi=j, Ph. 546-547). Celso se apoyaba en la autoridad de Eurípides para mostrar cómo los elementos naturales no han existido nunca en función de los hombres más que de las hormigas o de las moscas, pero Orígenes, basándose en los mismos versos, rebate no sólo que para los cristianos y los judíos el sol y los astros han sido dispuestos para beneficio de los hombres, sino también para el propio Eurípides, que había sido discípulo de Anaxágoras, por lo que fue llamado por algunos «filósofo de la escena», y que consideraba los astros como ordenados en función de los seres racionales, esto es, de los hombres:

Safe\j dh\ o(/ti ou) mo/non )Ioudai/wn kai\ Xristianw=n tinej ei)rh/kasin h(mi=n

douleu/ein h(/lion kai\ ta\ e)n ou)ran%= a)lla\ kai\ o( kata/ tinaj skhniko\j

filo/sofoj kai\ fusiologi/aj th=j )Anacago/rou geno/menoj a)kroath/j :

o(/stij a)po\ e(no\j logikou= tou= a)nqrw/pou sunekdoxikw=j pa=si toi=j

logikoi=j ⟨ta\⟩ tetagme/na e)n t%= panti/ fhsi douleu/ein, dhlou/mena pa/lin

sunekdoxikw=j e)k tou=: (/Hlioj me\n Nu/c te.

Aparte de aproximar a Eurípides a la providencia cristiana, Orígenes

no duda en tratar al poeta como un filósofo autorizado, bajo la égida de la enseñanza anaxagorea en materia de fusiologi/a, explícitamente mencionada aquí.

Otro autor cristiano, Eusebio, cuenta a Eurípides entre los discípulos célebres de Anaxágoras, junto a Pericles y Arquelao, tras haber expuesto in

26 La teoría del éter era considerada euripídea ya por Aristófanes en las Ranas y en las

Tesmoforiantes, vv. 13-15; cf. infra p. 211-212, especialmente n. 60. 27 TrGF, T 37b Kn. 28 Orig. Cels. IV 77 = TrGF, T 37c Kn.

202 MILETTI nuce la teoría anaxagorea acerca del origen de los elementos, divididos por la potencia del Nou=j. En semejante contexto inserta la definición de

Eurípides como skhniko\j filo/sofoj29. También en las fuentes en las que no explicita la mención de

Anaxágoras, el epíteto atribuido a Eurípides aparece las más de las veces en relación con cuestiones de cosmología y filosofía natural. En lo que parece, cuando menos, una extraña coincidencia, tanto en Sexto Empírico como en Clemente de Alejandría la locución skhniko\j filo/sofoj reaparece asociada a los mismos versos que Sátiro citaba a propósito de la influencia anaxagorea sobre la Weltanschauung de Eurípides. En Sexto el epíteto viene mencionado inmediatamente antes de la cita de los versos de las Troyanas en que se nombra claramente la dialéctica entre fu/sij y

Nou=j y que corresponden al fr. 37, col. XXXVII del texto de Sátiro. Clemente, por su parte, en consonancia con su habitual, y en ocasiones

sorpredente, habilidad para ofrecer lecturas cristianizadas de los clásicos paganos, cita en los Stromata aquel F 912 Kn que ya hemos visto citado por Sátiro a propósito de la relación Anaxágoras-Eurípides30, empleando la expresión o( e)pi\ th=j skhnh=j filo/sofoj 31 . Conviene detenerse en Clemente, aunque sea brevemente. En sus Stromata encontramos, a corta distancia, numerosos versos y fragmentos euripídeos. Aparte del ya mencionado F 912 Kn hallamos, en el libro precedente, el célebre F 910 Kn 32 , centrado en la i(stori/a; después, al principio del libro V, encontramos una vez más –y es un dato muy interesante para nuestros fines– tanto el fragmento 593 N2, ya presente en Sátiro y en Sexto Empírico33, como el F 913 Kn34, también él, como sabemos, citado por Sátiro. Como se ve, la locución que aquí nos interesa aparece en una secuencia de citas euripídeas centradas en la fu/sij. Ya ha sido observado por otros que, si bien es cierto que Clemente no depende directamente de Sátiro, porque los fragmentos euripídeos citados por ambos presentan algunas diferencias, es también cierto que las afinidades no pueden

29 Eus. PE X 14, 13 = TrGF, T 37d Kn. 30 Satyr. Vit. Eur. fr. 37 III 9 ss. 31 Strom. V, XI 70, 2. 32 IV, XXV 155, 1. 33 V, XIV 114, 2. 34 V, XIV 137, 2.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 203 considerarse casuales35. Clemente, como todo autor de grandes recopilacio-nes, toma con frecuencia y con placer las propias citas de repertorios y florilegios, que a menudo están ensamblados en función de criterios temáticos. Es, pues, verosímil que el emparejamiento entre el epíteto y la temática filosófico-naturalista estuviese ya en la fuente, como sugeriría la recurrencia de los mismos fragmentos.

La única fuente en la que la expresión «filósofo de la escena» no parece a primera vista haberse citado en relación con Anaxágoras o con la fusiologi/a euripídea es Ateneo, quien en el Banquete de los eruditos lo menciona, una primera vez, introduciendo un dístico de sabor decididamente gnómico, y una segunda, en cambio, dentro de una discusión sobre el poder y las formas del eros36. Este segundo contexto, como Nestle puso ya claramente de manifiesto 37 , es absolutamente pertinente para la especulación antigua sobre la fu/sij.

Arrighetti ya había evidenciado cómo el nacimiento del epíteto se remonta «a una tradición autorizada (en cuyo origen debe de haber habido investigaciones bien precisas) a propósito de los elementos más propiamente filosóficos de la obra euripídea, ya fueran de carácter anaxagoreo [...] o de otro tipo [...]»38. A falta de precisiones posteriores, la impresión de conjunto, no del todo demostrable pero sostenida por indicios significativos, es que la recepción de Eurípides como skhniko\j

filo/sofoj puede haber surgido en estrecha conexión con las noticias biográficas de su discipulado anaxagoreo y en referencia a aquellos versos en los que las doctrinas de fusiologi/a eran más patentes, como testimonian la mayor parte de las fuentes a nuestra disposición, y que a continuación tal epíteto se ha adaptado bien a expresar, más generalmente, las cualidades filosóficas del tragediógrafo, como testimonia Ateneo39.

35 Cf. Arrighetti 1964, p. 107-108, y ahora Schorn 2004, p. 37-39. 36 Ath. IV 158e y E. FF 892-893 Kn. 37 Cf. Nestle 1901, p. 154, donde se cita el F 898 Kn sobre el poder de Afrodita. 38 Arrighetti 1964, p. 107. 39 Cf. también la breve reflexión de Nesselrath 1985, p. 384-386, donde se refiere, con

todo, el desarrollo del epíteto a una fama más genérica. Para Paduano 1968, p. 296, el epíteto de ‘filósofo de la escena’ «costituisce una differenziazione del nostro poeta in una Weltanschauung poetica che, a differenza di quella arcaica e in parte anche di quella classica, non riconnette più immediatamente alla poesia i fatti ideologici». Paduano advierte que «quanto più ci si allontana nel tempo, tanto più la formula diviene stereotipa e non rispecchia più una reale analisi critica» (ibid.).

204 MILETTI

El empleo del epíteto evoca estrechamente algunas opiniones que circulaban en la Antigüedad a propósito de la «filosofización» euripídea de los textos trágicos, en particular, en relación con el carácter de los personajes. A este respecto, Kannicht incluye, en el mismo grupo de testimonios catalogados bajo la voz skhniko\j filo/sofoj, también algunas fuentes (TT 167-169 Kn) 40 que atestiguan, precisamente, las críticas de los antiguos de esta característica del dramaturgo. Nos detenemos aquí en dos fuentes significativas que no figuran en el reciente trabajo del estudioso alemán41:

1) El rétor Elio Teón reprocha a Eurípides haber puesto en escena a una Hécuba filosofante y critica el tono y las argumentaciones con que, probablemente en el drama homónimo, se expresa la reina de Troya, contraviniendo las normas de una caracterización adecuada del pro/swpon 42 . Teón afirma: «Por ello en primer lugar elogiamos

(e)painou=men) a Homero, porque ha atribuido discursos apropiados

(oi)kei/ouj lo/gouj) a cada uno de los personajes que presenta, mientras

que censuramos (katamemfo/meqa) a Eurípides, porque su Hécuba filosofa

(filosofei=) de manera inapropiada (para\ kairo/n)». Se trata de un testimonio representativo, quizá, de un juicio sobre Eurípides bastante difundido, por cuanto formulado en una obra de progymnásmata, es decir, en un ámbito didáctico. El testimonio siguiente parece confirmar esta impresión.

2) El escolio al verso 1187 de la Hécuba43 transmite un juicio igual en todo al del rétor recién citado: a)nqrw/poisin ou)k e)xrh=n pote : gnwmiko/n.

Filosofw/tata aÃgan ta\ r(h/mata: ou)k e)xrh=n ga/r, fhsi/n, u(yhlote/ran

40 Se trata de D.L. VII 180; Tz. Prooem. I 32, Prol. Com. XI a 1 p. 24 Koster, y de los

Sch. in E. Hipp. 407, 601 y 953. 41 Pasamos por alto la exclusión del escolio al verso 616 del Hipólito (señalado, en

cambio, en Schmid–Stählin 1961, p. 318) en la medida en que es voluntaria. Escribe, en efecto, Kannicht en nota, p. 123: «“Hippolyti scholia haud pauca produnt vestigia doctrinae Platonicorum” Schwartz Sch. in Eur. 2, 410, e quibus haec huc pertinere mihi videbantur».

42 Theo, Prog. p. 3, 1-5 Patillon = p. 60, 27-31 Spengel. La expresión reaparece en el capítulo introductorio de la colección completa de ejercitaciones, a propósito del buen uso de la prosopopeya.

43 Sch. in E. Hec. 1187, p. 86 Schwartz. El nexo entre este escolio y el pasaje de Teón había sido ya subrayado por Elsperger 1907-1910, p. 47, quien se detiene, por lo demás, también en los juicios de los escoliastas sobre las afirmaciones euripídeas sobre la naturaleza, p. 139-142.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 205 eiånai th\n glw=ssan tw=n pra/cewn, a)lla\ tai=j pra/cesi sumfwnei=n.

Asumiendo la misma impostación crítica de Teón –y a propósito del mismo personaje–, el escoliasta se detiene en la necesidad de adecuar las palabras a las acciones.

Sumados a los recogidos por Kannicht, estos testimonios muestran, claramente, una cierta afinidad con las atestiguaciones del epíteto skhniko\j filo/sofoj, pero, aun así, no parecen focalizar la atención exactamente en el mismo problema. Las fuentes que critican el hablar «como filósofos» se refieren, de hecho, exclusivamente a los personajes, van siempre acompañadas de un juicio negativo sobre el dramaturgo –cosa que no es igualmente verdadera en el caso de las que hablan del «filósofo de la escena»– y tienen un valor prevalentemente crítico-literario (no es casualidad que abunden en los escolios), mientras que la difusión del epíteto está sólidamente ligada a la representación de las características de Eurípides como autor en general, como persona filosófica, por parafrasear el título del presente volumen.

Tanto si ha nacido en referencia a la fusiologi/a de presunta matriz

anaxagorea como si no, el sintagma skhniko\j filo/sofoj se ofrece de modo inequívoco como sólido testimonio de una difundida recepción filosófica de Eurípides. Además, la presencia frecuente y significativa de glosas metalingüísticas que introducen el epíteto –«fue llamado por algunos “filósofo de la escena”» (Eusebio); «a quien los atenienses llamaron “filósofo de la escena”» (Vitrubio), etc.– constituye para nuestros fines un detalle particularmente precioso, por cuanto testimonia la conciencia, por parte de los Antiguos, de la asunción de un criterio de valoración ya codificado, de una perspectiva bien delineada de la recepción del dramaturgo ateniense. La heterogeneidad de los autores en los que figura este epíteto permite, finalmente, avanzar la hipótesis de que éste, prescindiendo de su origen, puede haber sido profusamente empleado en las escuelas de retórica hasta convertirse en un lugar casi común. 4. Diógenes Laercio. El sol como masa de materia

Tampoco en la obra de historiografía filosófica más importante a nuestra disposición, las Vidas de Diógenes Laercio, falta el testimonio de una estrecha relación intelectual entre Anaxágoras y Eurípides. El modo en

206 MILETTI que se afronta el problema es el que ya hemos indagado para otras fuentes: Diógenes transmite una noticia biográfica relativa a Anaxágoras sin mencionar su origen, y de inmediato incluye un fragmento de un verso euripídeo para ulterior confirmación del dato: «Dicen que él había predicho la caída de un meteorito en Egospótamos; habría caído, dijo, del sol. De donde Eurípides, que fue su discípulo, en el Faetonte (F 783 Kn) llamó al sol “masa de oro” (oàqen kai\ Eu)ripi/dhn, maqhth\n oÃnta au)tou=, xruse/an

bw=lon ei)pei=n to\n hÀlion e)n t%= Fae/qonti)»44. La afirmación del carácter ya no divino, sino exclusivamente material

del sol se considera propia de Eurípides y promovida por él; en cuanto a «áurea», la masa solar, una vez perdido su carácter apolíneo, deviene un aglomerado incandescente. Y así, también algunas anotaciones de los escoliastas afirman abiertamente que la convicción euripídea de que el sol fuese materia se deriva, sin duda, de Anaxágoras: «Convertido en discípulo de Anaxágoras, Eurípides llama al sol “masa metálica” (mu/dron, Sch. in E. Or. 982, p. 193 Schwartz)». Análogamente, en los escolios a Píndaro (Ol. 1, 91, p. 38 Drachmann): «En cuanto al sol, los fisiólogos (fusikoi/) dicen que hay que llamarlo ‘piedra’, y Eurípides, que llegó a ser alumno de Anaxágoras, llama al sol ‘piedra’ –sigue la cita de E. Or. 4-7– y afirma, además: mo/loimi ta\n ou)ranou=, / me/son xqono/j ⟨te⟩ tetame/nan /

ai)wrh/masi pe/tran, / a(lu/sesin xruse/aisi ferome/nan di/naisi, /

bw=lon e)c 'Olu/mpou (Or. 982-986)». De las dos citas presentes en el escolio pindárico es pertinente, en todo y por todo, la segunda, que es la misma citada por el escolio euripídeo al pasaje en cuestión. Las palabras pronunciadas por Electra describen, efectivamente, el sol como una masa esférica (bo/lon) y una piedra (li/qoj) suspendida. La articulada perífrasis aprovecha, para representar la luz, la misma imagen del oro (los rayos como cadenas de oro que mantienen suspendido el sol) que ya hemos visto en el fragmento del Faetonte, pero el contexto, más amplio, permite percibir mejor el intento euripídeo de describir una realidad física específica que se caracteriza como un amasijo esférico de materia.

44 D.L. II 10 = TrGF, T 38a1 Kn. Cf. también Diggle 1970, p. 178.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 207 5. El pseudo-Dionisio y la Melanipa sabia

Un caso decididamente interesante para observar las modalidades en que en la Antigüedad fue posible individuar y analizar el elemento científico y naturalista en los textos euripídeos es el constituido por dos referencias, muy semejantes entre sí, a la Melanipa sabia contenidos en la Te/xnh r(htorikh/ atribuida desde hace tiempo a Dionisio de Halicarnaso, pero reconocida hoy como un texto compuesto, escrito probablemente por manos diversas de la misma escuela y más bien heterogéneo 45 . Para comprender el mecanismo de esta cita y el análisis que de ella se sigue es necesario detenerse brevemente en el contexto: en los libros VIII y IX del tratado vienen desarrolladas las problemáticas relativas al llamado lo/goj

e)sxhmatisme/noj. Al discurso ‘figurado’ o, se si prefiere, ‘enmascarado’, se han dedicado

algunas contribuciones importantes en los últimos años, pero queda un tema aún muy oscuro por una multitud de factores, comenzando por la falta de una definición corriente en la manualística antigua y por el carácter poco definido de este procedimiento retórico. Poseemos una breve definición ofrecida por el gramático Zoilo, transmitida por Quintiliano46 y por Febamón47, en la cual se hace referencia al empleo de sxh/mata como «fingir decir una cosa y, en realidad, decir otra», pero el tratamiento más agudo de esta estructura retórica es, claramente, el del pseudo-Demetrio48. En este librito el lo/goj e)sxhmatisme/noj viene considerado como la modalidad expresiva que busca, en primer lugar, satisfacer las dos exigencias de eu)pre/peia y a)sfa/leia49 , adecuada a los contextos de

elocuencia privados de parrhsi/a o a aquéllos en los que, por una pluralidad de motivos, no es aconsejable hablar abiertamente al propio interlocutor. El anónimo autor del tratado recoge numerosos ejemplos, tomados de auctores célebres, de las diversas modalidades con que es

45 Sobre esta obra cf. Chiron 2000, p. 75-94. 46 Quint. Inst. IX 1, 13-14: Sic enim uerum erit aliam esse orationem a)sxhma/tiston,

id est carentem figuris, quod uitium non inter minima est, aliam e)sxhmatisme/nhn, id est figuratam. Verum id ipsum anguste Zoilus terminauit, qui id solum putauerit schema quo aliud simulatur dici quam dicitur, quod sane uulgo quoque sic accipi scio.

47 Phoeb. Fig. p. 44 Spengel. 48 Ps.-Demetr. Eloc. 287-298. Amplio comentario en Chiron 2001, sobre todo p. 224-

238. 49 Ibid., 287.

208 MILETTI posible enmascarar con prudencia el propio pensamiento y, aun así, llegar a afirmar lo que se quiere. Hablar, por ejemplo, con quien detenta un poder despótico es, en efecto, peligroso –prosigue el rétor– , tanto como lo es hablar ante asambleas democráticas sensibles a los halagos de los demagogos 50 . En estos contextos el lo/goj e)sxhmatisme/noj viene presentado como el justo medio que consiente un margen de libertad expresiva, contrapuesto a la indecencia de la adulación, inaceptable en todo contexto51.

En una línea semejante a la del pseudo-Demetrio, también el pseudo-Dionisio, en los dos libros dedicados al discurso ‘figurado’, produce una notable cantidad de ejemplos tomados de numerosos autores del pasado52. Pasaremos por alto los problemas que surgen de algunas esquematizaciones teóricas, si no verdaderas definiciones, del lo/goj e)sxhmatisme/noj, presentes al comienzo del libro VIII, para detenernos directamente en el pasaje que nos atañe (§ 10). Algunos versos de la Melanipa sabia vienen transmitidos como ejemplo de sxh=ma doble, i.e. de estructura en la que se oculta un enmascaramiento operado por el autor y uno operado por el personaje; reproducimos el pasaje en traducción:

Allí la figura es doble: una es del propio poeta, la otra, del personaje en cuestión, Melanipa. Eurípides frecuentó (sugge/gone) a Anaxágoras; una teoría de Anaxágoras decía: «todas las cosas están unidas» (o(mou= pa/nta xrh/mata). A continuación, tras haber frecuentado (suggeno/menoj) a Sócrates y haber refinado sus propias capacidades espresivas (krei/ttonoj lo/gou metasxw/n)53, y considerando, según creo, el precepto de Anaxágoras digno de ser mencionado en un drama, incluyó la teoría en la Melanipa sabia. El comienzo del discurso oculta, ciertamente, la estima en el trato con el maestro; dice, efectivamente, Melanipa: «No es mío el relato, sino de mi madre». El ‘discurso figurado’ de Eurípides es éste; ¿cuál es el de Melanipa? Había dado a luz a sus hijos junto a los establos de su padre. Éste, tomando el hecho por un prodigio, tiene la intención de prender fuego a los pequeños, pero ella, queriendo salvar a sus propios hijos, demuestra de manera filosófica que no se trata de un prodigio (oÀti mhde/n e)sti te/raj filosofei=).

50 Ibid., 292-294. 51 Ibid., 294. 52 Sobre los dos libros de esta obra en los que se trata el lo/goj e)sxhmatisme/noj cf.

Schöpsdau 1975; Chiron 2000. 53 En IX 11 leemos: e)pi\ to\ eu)porw/teron hÃgage to\n lo/gon.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 209

Y así obtiene su propio objetivo, filosofando bajo la forma de una exhortación (e)n sxh/mati paraine/sewj).

Melanipa se expresa como una filósofa para ocultar una verdad

dolorosa; se apoya en la ignorancia del padre para convencerlo del hecho de que una vaca pueda parir dos niños según un proceso completamente natural. Las diferencias con IX 11 son mínimas: también allí se dice que el esquema es doble, y también allí se afirma que Eurípides utiliza la destreza retórica adquirida con Sócrates para poner en versos un pensamiento anaxagoreo. Constituye una leve diferencia el hecho de que el dogma del filósofo jónico citado es otro, de significado afín: pa/nta e)n pa=si. eiåta

uàsteron diakri/qh54. Doble ya por definición55, aquí el discurso figurado deviene cuádruple.

De un lado está el ‘figurado’ que atañe directamente al autor: el hecho de que Melanipa atribuya a su madre esta doctrina de la naturaleza es ‘enmascaramiento’ del hecho de que Eurípides explicita la propia deuda filosófica con su «padre espiritual» en materia de fusiologi/a, o sea, Anaxágoras. Del otro está el ‘enmascaramiento’ operado por el personaje: temiendo la reacción del padre, Melanipa no puede expresarse libremente, no puede confesar haber sido seducida por Posidón y haber quedado encinta, y, por lo tanto, está obligada a hacer una exhibición del propio saber para improvisar un discurso falso, afirmando que los dos niños han nacido realmente de una vaca, pero que esto no tiene por qué producir estupor. Una reflexión precisa –pero no es éste el sitio– podría indagar cómo el doble lo/goj e)sxhmatisme/noj del pseudo-Dionisio no coincide en todo con el tratamiento presente en el pseudo-Demetrio, en la medida en que este último parece no prever, para esta técnica de enmascaramiento, el recurso a lo falso, a la mentira. Son, en cambio, muy interesantes, en la Te/xnh pseudo-dionisíaca, tanto la concepción no superficial de los mecanismos que están en la base del texto literario como la individuación en el texto eurípideo de un doble discurso argumentativo: uno, propio del pro/swpon, funcional al desarrollo del plot, el otro, autorial, que busca

54 Otras diferencias son de naturaleza típicamente retórica, si bien en IX 11 se ofrece

también una interesante exlicación del título del drama: «La Melanipa sabia, el drama de Eurípides, se llama ‘sabia’ porque filosofa, y por esto ha nacido de una madre tal (scil. Hipe), porque no resulta inverosímil su filosofía».

55 Cf. Chiron 2000, p. 77-78.

210 MILETTI vehicular los contenidos de un pensamento de mayor espesor y profundidad.

Si volvemos al pasaje de Galeno citado anteriormente, se tiene la impresión de que el motivo por el que el médico –o su fuente – sostiene que los versos euripídeos se refieren a Anaxágoras parece haberse fundado en el mismo razonamiento expuesto en el pseudo-Dionisio. Cuando hace afirmar a Teseo «lo aprendí de un sabio (para\ sofou= tino\j maqw/n)» etc.,

Eurípides pondría en acción la misma técnica del doble lo/goj

e)sxhmatisme/noj, al menos conforme a las categorías del rétor anónimo:

en la trama, Teseo menciona un sofo/j de quien, salvo elementos presentes en la porción de texto que no nos ha llegado, no se procuran más informaciones; en la estrategia autorial, el sofo/j es «máscara» de Anaxágoras.

La referencia a la Melanipa sabia como ejemplo de la influencia anaxagorea en Eurípides está presente también en la sección cosmogónica del libro I de la Bibliotheca de Diodoro de Sicilia. Tras haber expuesto las teorías que postulan la unión primordial de los entes y su posterior escisión y diferenciación, el historiador afirma que una opinión semejante al respecto tenía también Eurípides, quien había sido alumno de Anaxágoras (maqhth\j wÔn 'Anacago/rou tou= fusikou=) 56 . Incluye, pues, algunos versos del drama mencionado (F 484 Kn):

w¨j ou)rano/j te gaiÍa/ t' hÅn morfh\ mi¿a:

e)peiì d' e)xwri¿sqhsan a)llh/lwn di¿xa,

ti¿ktousi pa/nta ka)ne/dwkan ei¹j fa/oj,

de/ndrh, peteina/, qh=raj, ouÀj q' aÀlmh tre/fei,

ge/noj te qnhtw½n57.

Con respecto a este testimonio diodoreo, significativo aunque más bien

magro, el pseudo-Dionisio se demora, como hemos visto, en una génesis de la versificación euripídea, fundada sobre los datos biográficos de que dispone. El razonamiento seguido por el rétor parece corresponder a cuanto sigue: si es cierto que Eurípides frecuentó primero a Anaxágoras y después a Sócrates, y si es cierto que hallamos en sus versos fragmentos de la

56 D.S. I 7, 7. 57 Ibid.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 211 doctrina anaxagorea, entonces tiene que haber estado en condiciones de formalizarlos de modo adecuado gracias al discipulado socrático y al refinamiento de las estrategias dialécticas y retóricas. Esto implica también que, en la opinión del rétor, las doctrinas socráticas no han sustituido a las anaxagoreas, sino que se han sumado a ellas.

De las dos versiones presentes en la Te/xnh anónima, se percibe la existencia de un recorrido de la recepción euripídea que daba por cierta no sólo la ascendencia filosófica de Eurípides a partir de los dos grandes pensadores, Anaxágoras y Sócrates, sino también una precisa repartición de los papeles formativos que ambos filósofos habrían jugado en relación con su presunto discípulo: los conocimientos euripideos de naturalis historia eran mérito de Anaxágoras, mientras que la capacidad de argumentar este material era fruto del discipulado socrático. Esta distribución de los méritos –y de precisas esferas de influencia– de los diferentes «maestros» en la formación de Eurípides está presente, como hemos visto, también en los testimonios biográficos, pero en este extraordinario pasaje del pseudo-Dionisio –en el que se opera un diagnóstico, un análisis del texto que busca reconstruir su génesis– se nos ofrece la posibilidad de observar cómo, basándose en las categorías antiguas de relación autor-texto, llegó a concebirse concretamente la producción del mecanismo literario euripídeo. 6. Las crecidas del Nilo

Tomando en consideración aquellos que consideraba los aspectos más «intelectuales», Aristófanes llamó en muchas ocasiones a Eurípides con el nombre de sofw/tatoj58. La representación aristofánica es la de un poeta-filósofo que hace sacrificios a dioses nuevos, derivados, sin duda, de la reflexión sobre la fu/sij de matriz jónica, anaxagorea o no. El ejemplo más grato es, por supuesto, la fórmula de sacrificio que Eurípides pronuncia en las Ranas antes del agón con Esquilo: mientras que este último había hecho sacrificios a Deméter siguiendo la tradición eleusina, en cuyos ritos había sido iniciado, Eurípides proclama que quiere hacer sacrificios a sus propios dioses, ante un Dioniso perplejo que, con todo, le deja hacer59. El hecho de

58 TrGF T 159a-d Kn = Ar. Nu. 1377-1379, Lys. 368, Th. 20-22, Ra. 776. 59 Ar. Ra. 885-894.

212 MILETTI que la divinidad invocada sea el ai)qh/r, el elemento que en más ocasiones surge en los textos de nuestro dramaturgo60, hace suponer que cuanto pone en escena Aristófanes era del dominio público y que, por tanto, sobre la fama euripídea de fusio/logoj ateo debían de correr numerosas habladurías ya a finales del siglo V. Entre sus contemporáneos, la sabiduría de Eurípides es ya relacionada con sus investigaciones filosóficas y sus capacidades dialécticas.

El empleo irónico del apelativo sofw/tatoj referido a Eurípides volverá a emplearse, como veremos, siglos más tarde por parte del rétor Elio Aristides a propósito de una de las mayores controversias naturalistas del mundo antiguo, que contó también con el dramaturgo entre sus protagonistas: el origen de las crecidas del Nilo61.

Ya en Heródoto, nuestra fuente más antigua al respecto, el problema viene presentado como añoso y controvertido: del fenómeno natural se daban al menos cuatro explicaciones, que, no obstante, el historiador evita atribuir explícitamente a uno u otro filósofo, dejándolas en el anonimato62. La teoría que ve en la nieve fundida la causa del aumento de la masa de agua –teoría que Heródoto descarta de modo perentorio 63– había sido formulada, como sabemos por otras fuentes posteriores, precisamente por Anaxágoras, y había sido sostenida también por Eurípides, quien la menciona en los prólogos del fragmentario Arquelao y la Helena. Diodoro de Sicilia se detiene ampliamente en el problema, citando explícitamente a Anaxágoras y Eurípides: «Anaxágoras, el filósofo de la naturaleza (o(

fusiko/j), ha declarado que la causa de la crecida del Nilo es la nieve que se funde en Etiopía, y el poeta Eurípides, su discípulo, ha seguido esta opinión (%Ò kai\ o( poihth\j Eu)ripi/dhj maqhth\j wÔn h)kolou/qhke). O, al

menos, eso es lo que dice (le/gei gou=n):

60 Egli 2003, p. 79-120, coloca –siguiendo el rastro de una reflexión presente ya en

Nestle 1901, p. 157, aunque con conclusiones diferentes, y expuesta por primera vez por Dümmler 1891, citado por Nestle y por Egli– la teoría euripídea del éter en el álveo de la especulación de Diógenes de Apolonia. Aquí nos interesa, simplemente, observar que en el texto de Aristófanes, prescindiendo de cuál pueda haber sido la influencia en el poeta trágico, la presencia del éter viene presentada como euripídea, y que, en general, la conexión entre Diógenes y Eurípides pertenece a la Quellenforschung de los modernos, no a las interpretaciones antiguas.

61 Cf. Diels 19654, p. 226-228. 62 Hdt. II 19-25. 63 Hdt. II 22.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 213

Nei/lou lipw\n ka/lliston e)k gai/aj uàdwr,

oÑj e)k melambro/toio plhrou=tai r(oa\j

Ai)qiopi/doj gh=j h(ni/k' aÔn tak$= xiw/n (F 228 Kn)»64. El hecho de que Diodoro no cite a Anaxágoras sino a su presunto

discípulo es indicativo del hecho de que el historiador no leía el texto original del filósofo, pero también de que el binomio Anaxágoras-Eurípides se había convertido para entonces en indisoluble, y que bastaba citar al segundo para ejemplificar las teorías del primero. Un dato aparentemente secundario pero, bien mirado, significativo es la presencia de gou=n –si es genuino65– en la introducción de la cita euripídea. Indica una desviación realizada por Diodoro para presentar el problema desde un ángulo diferente, que podríamos definir como a parte textus. En efecto, tras haber pagado su deuda a la inveterada tradición que afirmaba el discipulado anaxagoreo de Eurípides, el historiador da un paso atrás –pero, metodológicamente, uno hacia delante– hacia los datos empíricos. Anclando la afirmación a los versos, el gou=n hace a Eurípides más responsable de sus propios asertos.

Diodoro, como antes Heródoto, no da crédito a esta teoría, y la considera de fácil refutación por cuanto «resulta evidente a todos» (fanerou= pa=si oÃntoj) que en Etiopía el calor impide la formación de nieves. En efecto, esta teoría, que, como hoy sabemos, es todo menos infundada, al menos en el presupuesto de la existencia de nieves en las cercanías de las áreas en que se origina el Nilo, no goza de predicamento en las fuentes antiguas a nuestra disposición, y es citada siempre en términos negativos.

En el tratadillo anónimo sobre las crecidas del Nilo que en otro tiempo aparecía publicado como apéndice al libro II del Banquete de los eruditos de Ateneo, conocido como el Anonymus Florentinus, se especifica que la teoría había sido formulada por Anaxágoras, y que era sostenida del mismo modo también por Eurípides y otros trágicos: «Anaxágoras el filósofo de la naturaleza (o( fusiko/j) dice que la crecida del Nilo tiene lugar por la nieve que se funde. Así, también Eurípides y algunos trágicos griegos

64 D.S. I 38, 4. El fragmento lo toma del Arquelao. 65 La lección gou=n es la testimoniada en una parte de la tradición manuscrita y la

aceptada en las ediciones modernas, incluida aquélla de la que tomo el texto: Chamoux–Bertrac 1993. Otras lecciones señaladas en el aparato crítico de Bertrac: g' ouån y d' ouån.

214 MILETTI (Eu)ripi/dhj kai\ eàteroi/ tinej tw=n trag%dopoiw=n)»66. Es más, Eurípides habría sido más específico que Anaxágoras al decir que la licuación de las nieves tenía lugar en Etiopía: «Y Anaxágoras dice que éste es el origen de la crecidas, y Eurípides indica también el lugar (Eu)ripi/dhj de\ kai\ to\n

to/pon a)fori/zei), cuando dice en el Arquelao… (F 228 Kn)» 67 . Inmediatamente después cita también los tres versos iniciales de la Helena: Nei/lou me\n aiàde kallipa/rqenoi r(oai/, / oÑj a)nti\ di/aj yaka/doj Ai)gu/ptou pe/don / leukh=j takei/shj xio/noj u(grai/nei gu/aj68.

Nótese que en este pasaje no se alude en modo alguno a una relación de discipulado entre ambos, antes bien, se afirma que entre los numerosos trágicos que sostuvieron la tesis figuraba también Esquilo, de quien se recogen los versos del fragmento 300 Radt69. Es notable que Eurípides aparezca citado antes que Esquilo, como si subrayara su mayor notoriedad a propósito de tales cuestiones, prescindiendo del orden cronológico.

Deberíamos preguntarnos por el hecho de que la individuación de la presencia de la misma teoría en Esquilo y Eurípides coincida con el silencio sobre el discipulato anaxagoreo de este último. ¿Son dos datos independientes? ¿Es posible que la existencia de afirmaciones semejantes en ambos poetas haya dejado sin sentido postular una relación de Eurípides con Anaxágoras, dado que, en tal caso, el problema habría debido plantearse también para Esquilo? La lógica autosquediástica de las noticias biográficas sobre los poetas habría, en efecto, podido afirmar un análogo discipulado de Esquilo en relación con Anaxágoras, pero esto no ha ocurrido, por más que la hipótesis de una relación Esquilo-Anaxágoras haya sido sostenida en muchas ocasiones por los modernos70. Las fuentes del autor anónimo podían, ya en su origen, remontarse a una tradición en la

66 Anonymus de Nili incremento, FGrHist 647 F 1. 67 El texto del fragmento en los códices del Anonymus Florentinus presenta

numerosas diferencias respecto del diodoreo; remitimos al aparato de la reciente edición de Kannicht (TrGF) para un análisis de los problemas textuales.

68 Sobre el Arquelao, cf. el comentario de Harder 1985, ad F 228. Sobre los versos 1-3 de la Helena, véase Kannicht 1969, ad vv. 1-3.

69 Ibid. Cf. Peretti 1956. 70 La de la relación entre Anaxágoras y Esquilo es una uexata quaestio; me señala

Giancarlo Abbamonte que en tiempos recentísimos Burian 2006 ha vuelto a abordar la posible influencia anaxagorea en Esquilo –y, en particular, en el Esquilo tardío de las Euménides– retomando la tesis de Rösler 1970, según el cual Anaxágoras habría estado activo en Atenas un decenio antes de la representación de la célebre trilogía esquílea. Cf. también Peretti 1956.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 215 que no se contemplaba la relación entre nuestro dramaturgo y el filósofo jónico; nótese, con todo, que la concurrencia de ambos nombres uno tras otro permitiría, más bien, avanzar la hipótesis de que el dato del discipulado, presente en origen, haya sido omitido más tarde, hasta la versión que poseemos.

Volviendo al texto, queda el hecho de que aquí se completa la desviación a la que Diodoro había tímidamente aludido mediante gou=n: al sostener la presencia en todos estos autores de la misma teoría, se dejan en la sombra los datos de la tradición biográfica, mientras que la atención se concentra exclusivamente en los textos.

La ausencia de referencias a Anaxágoras caracteriza también la fuerte crítica que en su Discurso Egipcio (Or. XXXVI Keil) Elio Aristides, el rétor de edad antonina, dirige contra Esquilo y Eurípides a propósito de la misma cuestión de las crecidas del Nilo. A diferencia de la refutación que lleva a cabo Diodoro, la de Aristides es, ciertamente, más vehemente y sarcástica: «Pero examinemos a otro hombre y su razonamiento, que dice: (sigue la cita de Hel. 1-3). Y bien, ¡oh, sapientísimo (sofw/tate) Eurípides, ¿cómo puede el Nilo regar las tierras de Egipto por la «blanca nieve disuelta»? ¿Dónde se disuelve? ¿No sucede, quizás, en Sicilia? ¿Y qué tiene que ver con el Nilo? ¿Entonces, quizás en Etiopía, o aún más abajo? Pero esto es, si cabe, más ridículo»71. Posteriormente, tras haber refutado la tesis de la fusión de los glaciares, Aristides vuelve a agredir a los trágicos: «¿Podría haber mentira más “trágica” sobre la escena, si sus autores son Esquilo y Eurípides?»72.

El rétor no cita el fragmento esquíleo 300 Radt presente en el Anonymus Florentinus, pero parece, en cierto modo, presuponerlo. La presencia del superlativo sofw/tate y el modo en que Aristides trata a Eurípides, con una insistencia irónica sobre la fama de sabio de que gozaba el poeta, no pueden dejar de recordar la proximidad de los pasajes de Aristófanes citados anteriormente; pero sobre lo que hay que detener nuestra atención es sobre la significativa ausencia del nombre de Anaxágoras.

71 Aristid. Or. XXXVI 13. 72 Ibid. 15.

216 MILETTI 7. Una conclusión y un principio: Aristóteles, Ética a Nicómaco 1155b (Eurípides, F 898 N

2 )

La relación con Anaxágoras tiene claramente impresa una impronta indeleble sobre la recepción de los conocimientos de Eurípides en materia de filosofía de la naturaleza, pero afloran de vez en cuando huellas del Eurípides-physiologus también en ausencia del nombre de aquel que casi siempre viene considerado su maestro. En nuestra contribución hemos privilegiado las fuentes que se expresaron explícitamente acerca de los conocimientos euripídeos en materia de fu/sij, pero es evidente que un paciente y laborioso análisis de todas las citas de versos euripídeos transmitidos por tradición indirecta arrojaría nueva luz sobre nuestro argumento. No me refiero sólo a los filósofos tout court como Crisipo, que expusieron su filosofía haciendo amplio uso de versos poéticos, in primis euripídeos –como no dejaron de subrayar polémicamente los testimonios antiguos73 –, sino también y sobre todo a aquellas verdaderas minas de remisiones intertextuales que son, por ejemplo, las obras de Plutarco o de los rétores de época imperial. Por dar un ejemplo entre tantos, en el De natura animalium de Eliano es posible observar algunas remisiones a Eurípides como a una fuente privilegiada para reconstruir los comportamientos y las características de los animales74.

Detengámonos aquí en un solo caso, entre los más antiguos y, ciertamente, entre los más autorizados, donde la fusiologi/a euripídea viene mostrada como particularmente digna de atención.

Al presentar el problema de los orígenes y las causas del sentimento de la amistad, Aristóteles en la Ética a Nicómaco (1155b) afirma, antes de entrar en el detalle de su argumentación, que existen al respecto teorías opuestas, unas propensas a considerar la amistad el resultado del proceder recíproco de seres semejantes, y otras, de seres diversos y opuestos.

Como exponente de la primera teoría viene citado Empédocles, de la segunda, Eurípides, junto con Heráclito. La presencia del primero y del

73 Cf. D.L. VII 179, donde se dice que Crisipo había citado en una obra suya la Medea

de Eurípides casi por completo, hasta el punto de que el texto trágico era llamado por alguno, burlonamente, la Medea de Crisipo. Cf. también Phld. Piet. (PHerc 1428), col. VI 16-VII 3 Heinrichs (SVF II 1078 von Arnim = F 129 Campos Daroca), donde Filodemo estigmatiza la praxis crisipea de hacer un uso indiscriminado de citas poéticas, incluida las de Eurípides. Sobre estos pasajes, cf. ahora Campos Daroca–Nava Contreras 2006, T 1 (Diógenes Laercio) y F 129 (Filodemo), con notas y bibliografía reciente.

74 E.g. III 15; IV 54; V 2, etc.

EURÍPIDES PHYSIOLOGOS 217 último no causa, sin duda, sorpresa, pero impacta la referencia a nuestro dramaturgo, considerado en pie de igualdad con los dos gigantes de la filosofía que hoy llamamos presocrática. Es útil leer en su integridad el pasaje en que figuran las citas:

En torno a estos mismos problemas algunos buscan una explicación más elevada y más física (a)nw/teron e)pizhtou=si kai\ fusikw/teron): se trata de Eurípides, quien afirma que «la tierra, cuando está reseca, ama la lluvia, y el venerable cielo, henchido de lluvia, ama llover sobre la tierra» (F 898 Kn); y de Heráclito, según el cual «lo que es opuesto es conveniente» y «de los contrarios nace la más bella armonía» y «todo nace de la discordia». Pero en oposición a éstos se pronunció, entre otros, Empédocles: él, en efecto, sostuvo que lo semejante aspira a lo semejante75. La autoridad de Eurípides sobre las naturales quaestiones debía ser

aún, en pleno siglo IV, de una cierta importancia. Hemos visto en las Ranas de Aristófanes cómo el presunto credo «fisiocrático» de Eurípides se convertía en objeto de escarnio; a una distancia de casi un siglo encontramos de nuevo a Eurípides-fisiólogo, esta vez en un pasaje de un tono claramente serio.

El dato objetivo más evidente de estos testimonios antiguos es que, como en Aristófanes, Aristides y el Anonymus Florentinus, sobre Eurípides no gravita la sombra de Anaxágoras. El testimonio de Aristóteles, en ninguna de cuyas obras conservadas figura conexión alguna entre Anaxágoras y Eurípides, muestra cómo, prescindiendo de todo dato biográfico que ya no se puede reconstruir, el tragediógrafo gozó, para el ámbito que aquí nos interesa, de una reputación absolutamente autónoma en los siglos V y IV, reputación que, quizá, sólo en ámbito peripatético o alejandrino comenzó a reconducirse mecánicamente a la especulación filosófica anaxagorea, dados algunos puntos de coincidencia y dada la existencia de algunas noticias biográficas, autosquediásticas o no. Para Aristóteles –de manera no incoherente con cuanto afirma en la Poética sobre la posibilidad de la poesía de ser filosófica 76 –, Eurípides es

75 Sobre la reutilización por parte de Plutarco, en el Peri\ eãrwtoj, de este fragmento

euripídeo, cf. ahora Aguilar 2005. 76 Arist. Po. IX 1451a37–b11. Aquí, con todo, el discurso no se desarrolla en términos

absolutos, sino en relación con la i(stori/a. Aristóteles, en el mismo pasaje, afirma claramente que, en todo caso, no es la presencia o la ausencia del verso lo que establece el

218 MILETTI susceptible de ser interpretado como filósofo, al menos cuando pueden atribuírsele ideas originales sobre cuestiones filosóficas.

La tradicional opinio de una dependencia de Anaxágoras, Arquelao, Sócrates, Protágoras, nos dice menos sobre Eurípides y sobre su modo de componer que sobre la cultura que ha producido tales conexiones, una cultura que, desde comienzos del siglo III a.C. en adelante, tiende a repartir de un modo bastante mecánico las esferas de competencia entre filósofos, poetas, historiadores, etc., proyectando anacrónicamente, sobre la complejidad cultural del siglo V griego, una distinción entre las esferas del saber de clara matriz postaristotélica y alejandrina.

género de una obra. Sobre la naturaleza filosófica de la poesía en la teoría aristotélica el debate sigue abierto, cf. Heath 1991; Armstrong 1998.

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ABSTRACTS 347

MILETTI, Lorenzo, «Euripides physiologos», p. 191-218

Euripides’ interest in arguments perì phýseōs has often been stressed in antiquity,and generally related to biographical data showing the dramatist as a scholar ofAnaxagoras. Several lines from his dramas are in fact quoted to confirm the influenceexerted on him by the philosopher and physician of Clazomene. Miletti’s paperfocuses on these quotations –which involve physical, cosmological, geographical,biological phenomena etc.– as they have been received and interpreted by a wellattested biographical and rhetorical tradition. The influence of Anaxagoras onEuripides seems to be presumed in most of the sources defining the latter a«philosopher of the scene» (skenikòs philósophos), sources analysed in this paper inconnection with other ancient critical remarks about the philosophical nature of thedramatist and his characters. Besides Diogenes Laertius’ quotation of a verse from theeuripidean Phaethon as evidence of Anaxagoras’ theory of meteors (D.L. 2.10; fr. 783Kn), some ancient interpretations of the Melaníppē sophé (frr. 482 and 484 Kn) arealso related to the ancient conception of Euripides’ interest in natural philosophy viaAnaxagoras. Some verses of this lost tragedy are quoted in two intriguing passages ofthe Ps.-Dion. Hal. (Rh. 8.9 and 9.11), where they are interpreted as a virtuosisticapplication of the rhetorical technique of lógos eschēmatisménos. Nevertheless, evenwhen the presumed anaxagorean influence is perceived as very faint or it is notmentioned at all, the fortune of the Athenian dramatist as a physiologos emergesseveral times, as in the case of the ancient quaestio about Nile’s flood (cf. E. Archel.fr. 228 Kn; Hel. 1-3; D.S. 1.38-39; Anon. de Nili incr., FGrHist 647 F 1; Aristid.Aegypt. 13). Finally, the earlier testimonia about euripidean interests in naturalishistoria, namely Aristophanes and Aristotle, never mention Anaxagoras and seem toconsider the dramatist an autonomous and original thinker, though, generally, not tobe agreed with.

The essential concordance of heterogenic sources concurs to underline the fortuneof a little known aspect of Euripides, one of the numerous ways to represent –andoften criticize– his sophia.

Key Words: Euripides – Anaxagoras – biography