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El yacimiento arqueológico de Cortijo Torralba (Chucena, Huelva) Juan Aurelio Pérez Macías * , Diego González Batanero y Alejandra Echevarría Sánchez ** Resumen: Durante el Proyecto de la Variante de Chucena en la A-481 en el término municipal de Chucena (Huelva), hemos realizado una prospección arqueológica superficial en el ámbito de esta obra. En el espacio de la nueva carretera se localizaron cinco concentraciones de material arqueológico en superficie, sobre todo cerámica y material constructivo, en los parajes de Hacienda de Torralba, El Hinojal y La Almendrilla. El conjunto de los materiales recogidos en la prospección de Cortijo Torralba avala una primera ocupación del asentamiento en época romana y una segunda en época medieval islámica, y esta particularidad nos sirve de excusa para discutir las posibilidades que nos ofrecen los registros de estos asentamientos rurales para proponer que la mayor parte de las villas romanas perduraron como alquerías medievales, en un fenómeno que según una opinión generalizada se habría extendido hasta nuestros días. Abstract: During el project of the new road Variante de Chucena in the A-481 (Huelva), we carried out an archaeological survey of the field surface in this work. In the space of the new road we have searched five concentrations of archaeological remains, especially pottery and building material, in the sites of Hacienda Torralba, El Hinojal and La Almendrilla. All the materials collected in the survey of the Cortijo Torralba supports a first occupation of the settlement in Roman period and a second in medieval Islamic times. This particularity serves as excuse to discuss the possibilities offered to us by the records of these rural settlements to propose that most of the Roman villas lasted as Medieval farm, a phenomenon that, according to a widespread opinion, would have extended to the present day. ** Universidad de Huelva ** Ánfora, Gestión Integral del Patrimonio 74 VI ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR ISBN 978-84-616-6306-4

El yacimiento arqueológico de Cortijo Torralba (Chucena, Huelva)

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El yacimiento arqueológico de Cortijo Torralba

(Chucena, Huelva)

Juan Aurelio Pérez Macías

*, Diego González Batanero y Alejandra Echevarría Sánchez

**

Resumen: Durante el Proyecto de la Variante de Chucena en la A-481 en el término municipal de Chucena

(Huelva), hemos realizado una prospección arqueológica superficial en el ámbito de esta obra. En el

espacio de la nueva carretera se localizaron cinco concentraciones de material arqueológico en

superficie, sobre todo cerámica y material constructivo, en los parajes de Hacienda de Torralba, El

Hinojal y La Almendrilla. El conjunto de los materiales recogidos en la prospección de Cortijo Torralba

avala una primera ocupación del asentamiento en época romana y una segunda en época medieval

islámica, y esta particularidad nos sirve de excusa para discutir las posibilidades que nos ofrecen los

registros de estos asentamientos rurales para proponer que la mayor parte de las villas romanas

perduraron como alquerías medievales, en un fenómeno que según una opinión generalizada se habría

extendido hasta nuestros días.

Abstract: During el project of the new road Variante de Chucena in the A-481 (Huelva), we carried out an

archaeological survey of the field surface in this work. In the space of the new road we have searched

five concentrations of archaeological remains, especially pottery and building material, in the sites of

Hacienda Torralba, El Hinojal and La Almendrilla. All the materials collected in the survey of the Cortijo

Torralba supports a first occupation of the settlement in Roman period and a second in medieval Islamic

times. This particularity serves as excuse to discuss the possibilities offered to us by the records of these

rural settlements to propose that most of the Roman villas lasted as Medieval farm, a phenomenon

that, according to a widespread opinion, would have extended to the present day.

** Universidad de Huelva

** Ánfora, Gestión Integral del Patrimonio

74

VI ENCUENTRO

DE ARQUEOLOGÍA

DEL SUROESTE PENINSULAR ISBN 978-84-616-6306-4

VI ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE PENINSULAR - EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE CORTIJO TORRALBA (CHUCENA, HUELVA)

Juan Aurelio Pérez macías, diego González batanero y Alejandra Echevarría sánchez 2074

INTRODUCCIÓN

A petición de la empresa Prointec S.A., adjudicataria del Estudio Informativo para

el Proyecto de la Variante de Chucena en la A-481 en el término municipal de

Chucena (Huelva), y promovida por la Consejería de Obras Públicas y Vivienda de

la Junta de Andalucía, en 2012 hemos realizado una intervención arqueológica

preventiva de prospección superficial en el ámbito de esta obra.

El principal objetivo de esta intervención se centró en la documentación, estudio

y diagnóstico de los posibles restos arqueológicos que pudieran ser afectados

por el trazado de la nueva carretera, para establecer las medidas necesarias para

su protección. Además, con esta prospección arqueológica se pretendían

catalogar los posibles yacimientos que se encontraran en las proximidades de la

misma e incorporarlos a la Base de Datos del Instituto Andaluz de Patrimonio

Histórico.

El área de la actuación de esta obra se encuentra junto al casco urbano de

Chucena, provincia de Huelva (Fig. 1). Dada esta situación, las características del

proyecto de obra que la genera y directrices indicadas por los técnicos de la

Delegación Provincial de Huelva de la Consejería de Cultura, se planteó una

metodología de prospección sistemática e intensiva, es decir cubriendo la

totalidad del área que sería afectada directamente por las obras de la variante,

viales de acceso, etc. La intervención arqueológica ha consistido pues en una

prospección superficial del trazado de la carretera, en la que ha participado un

equipo de tres personas que se distribuyeron en transectos de doce metros, seis

metros por cada lado de cada uno. Finalmente, se han georeferenciado las zonas

de hallazgos y elementos representativos a nivel patrimonial, y se delimitaron

con coordenadas UTM las áreas de dispersión de materiales arqueológicos.

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Fig. 1.— Situación del área de Prospección Superficial en la provincia de Huelva

En el Catálogo General del Patrimonio Arqueológico de Andalucía (CGPHA) no

existía ningún registro en el término municipal de Chucena, y en el Catálogo del

Sistema de Información del Patrimonio Histórico de Andalucía (SIPHA) el único

registro del término municipal de Chucena es el yacimiento arqueológico de

Alcalá de la Alameda, inventariado con el código SIPHA 210300001.

La prospección superficial se ha dividido en tres sectores, Tramo I en la mitad

norte del trazado de la carretera, Tramo II en la mitad sur del trazado, y Tramo III

en el entorno más próximo al casco urbano de Chucena (Fig. 2), en el que se

encuentran algunos yacimientos publicados recientemente, Los Cascos

(Purchena) y Alcalá de la Alameda (Pérez y Serrano 2004; Pérez Macías 2011). En

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el espacio de la nueva carretera, en los Tramos I y II, se localizaron otras cinco

nuevas grandes concentraciones de material en superficie (Fig. 2), sobre todo

cerámica y material constructivo, y en el entorno de Chucena no se registraron

nuevos yacimientos, pero se volvieron a prospectar los yacimientos de Alcalá de

la Alameda y Los Cascos, para delimitar las áreas de dispersión de material en

superficie. Esas nuevas concentraciones de materiales cerámicos se encuentran

en los parajes de Hacienda de Torralba, El Hinojal y La Almendrilla, pero desde el

punto de vista del patrón de asentamiento sólo pueden considerarse

yacimientos catalogables los localizados junto al Cortijo de Torralba y La Almen-

drilla, pues la baja densidad de materiales en los restantes nos lleva a

considerarlos instalaciones rústicas dependientes de los anteriores. Por la

abundancia y variedad de los tipos cerámicos, estos dos yacimientos correspon-

den a la zona de vivienda, trabajo, transformación y almacenamiento de

explotaciones agrícolas.

La Almendrilla es un asentamiento romano que se prolonga hasta la antigüedad

tardía, y en sus inmediaciones han aparecido tumbas de inhumación con vasos

de tipología tardo-romana, pero el material cerámico está tan desmenuzado por

las continuas labores de arado, que no ha sido posible obtener formas que

ayuden a precisar mejor su cronología. Por el contrario, en el asentamiento de

Cortijo Torralba hemos podido recoger el elenco cerámico que vamos a presen-

tar en este trabajo, para seguir contribuyendo al estudio de la implantación

romana y medieval de esta importante comarca agrícola.

1. CORTIJO TORRALBA

La cortijada de la Hacienda de Torralba se encuentra muy cercana al casco

urbano de Chucena, a menos de 1 km de las primeras casas del extrarradio, a 1,5

km del asentamiento medieval de Alcalá de la Alameda (Machar Palmet), y a

unos 4 km del yacimiento de Los Cascos (Purchena). Todo el sustrato geológico Fig. 2.— Yacimientos arqueológicos del entorno del casco urbano

de Chucena

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de esta zona, perteneciente en la baja Edad Media al Campo de Tejada (Campos

y Gómez 2001), son margas terciarias, unos suelos de gran capacidad agrológica,

típicas de las campiñas de la Baja Andalucía, que se extienden entre los

raquíticos suelos paleozoicos de Sierra Morena y las arenas y marismas de las

zonas litorales. Tradicionalmente, toda esta comarca del Campo de Tejada ha

alternado los cultivos de viña y olivar con el cereal, hoy complementados con

girasol.

En la cartografía histórica el enclave del Cortijo de Torralba se sitúa en una

encrucijada de caminos, el que se dirigía hacia Castilleja del Campo desde

Chucena (Camino de Castilleja del Campo), y el que comunicaba esta zona con la

cabecera del distrito, Tejada la Nueva (Camino del Campo), una posición que

resalta la situación del asentamiento en el entramado de la caminería comarcal.

El yacimiento se dispone en una pequeña colina junto al Cortijo de Torralba, que

en parte se construyó sobre el yacimiento. Esto se deja ver en el numeroso

material cerámico que se encuentra en las secciones de la plaza que fue preciso

excavar en las margas para allanar el terreno en torno a la hacienda, para

permitir el tráfico rodado alrededor de la misma. En estas secciones se encuentra

un potente estrato de más de un metro y medio de potencia en el que abundan

los materiales arqueológicos (Fig. 3), en especial tejas islámicas y algún ladrillo de

metrología medieval, pero salvo por la relativa cantidad de material cerámico es

difícil diferenciar este estrato de las limpias capas de margas que se encuentran a

mayor profundidad. No se distingue ninguna estructura, por lo que es posible

que las construcciones fueran de tapial pobre en cal, que han desaparecido como

consecuencia de la intensa roturación a que se somete anualmente toda esta

área de la propiedad, en la que alternan los cultivos de cereal y girasol.

Aunque toda la superficie esté prácticamente regada de material cerámico, el

efecto del paso continuo de los arados mecánicos ha desmenuzado tanto los

fragmentos cerámicos que resulta difícil localizar fragmentos típicos que aporten Fig. 3.— Secciones del terreno con material arqueológico junto al

cortijo de Torralba

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formas diferenciables. No obstante, una prospección intensiva por toda el área

de dispersión de los restos nos ha permitido obtener un cuadro tipológico que

resuelve de manera clara las adscripciones culturales del asentamiento. A

diferencia de los perfiles del terreno que se encuentran junto al cortijo, en la

zona más alta de la colina, donde se presenta la máxima concentración de

materiales, también aparecen mampuestos de piedras volcánicas y pizarras, unos

materiales ajenos al entorno geológico más próximo, que deben proceder del

piedemonte de Sierra Morena, a unos 20 km de distancia. Pueden pertenecer a

construcciones más elaboradas o, lo que es más probable, a basamentos de

mampostería de estructuras de tapial. Las margas son materiales muy plásticos e

impermeables, que retienen mucha agua en invierno, y estos zócalos de

mampostería serían imprescindibles para evitar que la humedad ascendiera a los

alzados de tapial por capilaridad y afectase a la solidez de los muros.

Entre los materiales recogidos en la prospección superficial se encuentra una

pequeña hacha de piedra pulimentada, cuya cronología desentona con el resto

de los materiales, pues no se han encontrado ningún tipo de cerámicas a mano

que denoten una ocupación inicial en la prehistoria reciente. Es, por tanto, una

evidencia material que no tiene significación cultural, y su hallazgo en el

yacimiento puede explicarse por su colección en época romana como objetos

mágicos de origen celeste (García Castro 1998). Este tipo de útiles prehistóricos,

que aparecían en los campos después de los días de lluvia, eran considerados

como signos de Júpiter, como piedras de rayo (ceraunias) y fueron objeto de

coleccionismo.

En el conjunto de los materiales recogidos en la prospección podemos establecer

una primera distinción entre las cerámicas romanas y las islámicas, una prueba

de que el asentamiento se inició como una villa rústica romana, que sirvió de

asiento posteriormente a un asentamiento rural islámico. Por su significación,

entre estos materiales hay que destacar la presencia de varios fragmentos de

galbo de cerámicas finas de mesa de sigillata africana de la clase C, pero ninguno

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de ellos ofrece forma. Los materiales romanos más comunes son las vasijas de

almacenamiento (dolia) y sus tapaderas (opercula), y en menor proporción

cerámicas comunes de cocina y mesa, ollas de borde saliente y ollas de borde

almendrado (Fig. 4).

Estos materiales romanos avalan la existencia de un pequeño establecimiento

rústico en época romana, pero los porcentajes de materiales romanos con

respecto a los medievales islámicos son inferiores, es decir el yacimiento arrancó

como una explotación agrícola romana pero alcanzó su cénit en época islámica.

Es posible que parte de los materiales constructivos romanos fueran utilizados

en el asentamiento islámico, y de ahí la presencia de tégulas y ladrillos romanos,

y que incluso los mampuestos que se ven en superficie, a los que ya hemos

aludido anteriormente, procedan de las estructuras de la villa romana.

La existencia de una villa romana no es desde luego un argumento válido para

proponer una continuidad de los asentamientos romanos en los medievales, e

incluso hasta la actualidad como pretenden algunos autores a través de la

conocida evolución del término latino Cohorte (patio). Con este nombre eran

denominados en época bajo-imperial las explotaciones agrícolas, tomando la

parte por el todo, pues los patios centrales o corrales eran uno de sus elementos

más característicos, y el término continuó en uso en época medieval (Cortes) y se

mantiene en la actualidad (Cortijos). Debemos dejar constancia antes de nada de

que estos establecimientos romanos eran una magnífica cantera de materiales

de construcción, que podían reciclarse en las nuevas construcciones, y este

hecho por si sólo explicaría que los asentamientos islámicos eligieran para su

ubicación el solar de un antiguo yacimiento romano, donde además de las

posibilidades de proveerse de materiales de construcción, se aprovechaban las

ventajas de la situación de sus instalaciones, una circunstancia en la que siempre

incidían los agrónomos romanos (Fernández Castro 1981). Esto no quiere decir

que no existiera continuidad entre estas dos ocupaciones, y que con los repartos

de tierras tras la conquista musulmana algunas propiedades hubieran cambiado

Fig. 4.— Cerámicas romanas de Cortijo Torralba

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Fig. 5.— Cerámicas islámicas de Cortijo Torralba. Ataifores

de manos de los possesores hispanos a los nuevos colonos árabes o bereberes,

sino que no contamos con suficientes elementos de juicio para demostrarlo. En

muchos yacimientos la simple presencia de tégulas y ladrillos de tipología

romana ha llevado a catalogarlos como romanos, cuando si se analiza con más

detalle el material de superficie, resulta que no contienen ningún tipo de

cerámica romana, sino medievales islámicas. Deben ser asentamientos islámicos

que han recuperado los materiales constructivos de antiguas villas romanas de

los alrededores, ya que la falta de cualquier tipo de cerámicas romanas es un

serio obstáculo para considerar una fase de ocupación romana, como ya hemos

tenido oportunidad de comprobar en algunos de ellos (Pérez Macías 2003).

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Más allá de estos razonamientos, que nos ilustran el marco de reflexión sobre el

proceso histórico de explotación de estos territorios de campiña, esa ocupación

islámica se concreta en un conjunto cerámico formado por cuatro tipos

fundamentales, los ataifores, las jarras de acarreo, los alcadafes y las tinajas.

Faltan por completo otras formas corrientes en los menajes domésticos

islámicos, como las marmitas, pero este hecho debe ser explicado por el tipo de

muestreo empleado, superficial, y no como una peculiaridad de su repertorio

cerámico.

Los ataifores se presentan en dos formas, el ataifor hemisférico de labio saliente,

que al interior tiene un pequeño escalón en la sección, como para recibir

tapadera (Fig. 5, 1) y el ataifor de borde engrosado al exterior y cuerpo carenado

(Fig. 5, 2 a 4), aunque ninguno de los fragmentos conserva la línea de carena. Los

fondos de estos ataifores son de solero en anillo, con ligeras variaciones de

altura, pero mantienen unas medidas uniformes en los diámetros, unos 10 cm

(Fig. 6). Son unas formas cuidadas a las que se aplicó un tratamiento de vidriado

transparente que por el color de la pasta adquieren tonalidades que van desde el

melado en pastas rojizas o anaranjadas hasta el verdoso en pastas más

reducidas.

Dentro de las cerámicas islámicas, el ataifor es una de las formas en las que más

se ha centrado el estudio tipológico, y ello ha permitido elaborar un cuadro

cronológico de los tipos desde época omeya a la nasrí, independientemente de

los tratamientos aplicados a sus superficies, aunque forma y decoración están en

muchos tipos indisolublemente unidas. Desde las primeras sistematizaciones de

Roselló Bordoy (1978 y 1988), han sido muchas las propuestas de estudio en los

yacimientos andalusíes que se han ido publicando, y se han establecido nuevas

síntesis que avalan las propuestas realizadas (Retuerce y Zozaya 1991). El tipo

hemisférico se sitúa en el siglo XII y el tipo de carena acusada a partir de época

almohade. El ataifor carenado se ha señalado como el antecedente del ataifor

nazarí, y ya desde el siglo XIII adopta diversidad de variaciones a la hora de

Fig. 6.— Cerámicas islámicas de Cortijo Torralba. Ataifores

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componer la carena, desde tipos con carenas poco pronunciadas hasta carenas

muy acusadas, una línea de evolución en la que también participa el borde, que

deja de ser reforzado y se convierte en simple (Cressier et al. 1991). En el

suroeste estos tipos tienen sus paralelos más cercanos en Sevilla (Pleguezuelo y

Lafuente 2005), en todos los yacimientos del alfoz de Niebla (Pérez Macías 2002),

Saltés (Bazzana y Bedia 2005), Silves (Varela Gomes 1988) y Mértola (Gómez

Martínez 2004), entre otros.

Numerosos han sido los fragmentos correspondientes a jarras de acarreo (Fig. 7),

cuyas asas de látigo y su pasta blanquecina son fácilmente identificables (Fig. 7, 7

a 9). Los cuellos son cilíndricos y el borde reforzado al exterior en los dos casos

(Fig. 7, 1 y 2). A esta forma deben corresponder también los numerosos galbos

decorados con pintura rojiza o negra (Fig. 7, 3 a 5). Un asa con apéndice de botón

entraría ya en las formas de jarritas de mesa (Fig. 7, 6).

Con diferencia sobre las demás, la serie más abundante es la del alcadafe, cuya

variedad se centra en la forma de los bordes (Fig. 8), en su mayor parte

engrosados al exterior, y alguno saliente y biselado al interior (Fig. 8, 15). Las

pastas suelen ser anaranjadas o rojizas, espatuladas al interior en casi todos los

fragmentos recogidos, y como toda decoración en un caso se encuentra una

impresión de cordaje en la parte exterior del labio (Fig. 8, 5). Resulta significativo

que en el cercano asentamiento de Los Cascos sea también la forma más

abundante, y esto quizás se deba a su versatilidad, pues es una forma de uso

múltiple, muy útil para lavar, almacenar, etc.

En relación con los lebrillos se encuentran los trípodes (Fig. 9, 4 y 5), que se han

interpretado como braseros o como calentadores de agua (Macías 1996). Otros

dos fragmentos de bordes engrosados y biselados al interior pueden corres-

ponder también a esta forma (Fig. 9, 2 y 3), cuyos bordes son muy similares a los

de los anafes. Al servicio de cocina también pertenece un fragmento de borde de

sección cuadrangular y labio plano (Fig. 9, 1), típico de las cazuelas.

Fig. 7.— Cerámicas islámicas de Cortijo Torralba. Jarras

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Las tinajas del Cortijo de Torralba son en general recipientes lisos, sin ningún tipo

de decoración estampillada o vidriada, más abundante en los contextos domés-

ticos de las ciudades. Corresponden a formas de más porte, con el cuerpo

ovoide, cuello desarrollado de tendencia cilíndrica y borde engrosado al exterior

(Fig. 9, 7 y 8). Aunque este tipo de tinajas son más usuales en contextos de

explotaciones rurales, como el cercano Cortijo del Vico (González et al. 2009),

también han aparecido en los conjuntos domésticos de las ciudades, como Silves

(Varela Gomes 1988) o Mértola (Gómez Martínez 2004). A estas formas de tinaja

se le asigna una cronología de la segunda mitad del siglo XII y primera mitad del

siglo XIII, de época almohade. Se aparta de este tipo un borde de tinaja de

cuerpo más globular, cuello estrangulado y borde entrante biselado al exterior

(Fig. 9, 9), que recoge formas comunes de un tipo de marmita de época

almohade. De perfil más corriente es la tinaja de cuello acampanado y borde

saliente de sección cuadrangular (Fig. 9, 6), que pueden relacionarse con dos

fragmentos de galbos de tinajas con decoración estampillada y cubierta vítrea

verde (Fig. 10), unas piezas de más cuidada elaboración cuya funcionalidad es el

almacenamiento de alimentos en las alacenas de las cocinas (Gómez et al. 2010).

A estas mismas conclusiones cronológicas nos lleva el fragmento de candil de

cazoleta (Fig. 9, 10), una forma que no aparece hasta el siglo XII (Azuar 1986).

Estas cerámicas islámicas nos ofrecen una cronología avanzada, de siglo XII y XIII,

y faltan elementos posteriores, es decir se abandonaría definitivamente tras la

conquista cristiana y los primeros ensayos de repoblación. Al contrario de lo

ocurrió con otros asentamientos rurales islámicos de los alrededores, como

Purchena y Machar Palmet, el solar del asentamiento islámico no fue objeto de

repoblación.

Aunque no son muy abundantes, también hemos recogido algunos fragmentos

de escorias de forja (herrería) en el asentamiento, pero es imposible determinar

si corresponden a época romana o medieval (Fig. 11). Este tipo de escorias

suponen la existencia de herrerías en estos asentamientos rurales, y son Fig. 8.— Cerámicas islámicas de Cortijo Torralba. Alcadafes

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Fig. 9.— Cerámicas islámicas de Cortijo Torralba. Trípodes y tinajas

corrientes tanto en las villas romanas como los asentamientos islámicos de la

zona. No son más que el reflejo de la importancia que ha adquirido la metalurgia

del hierro para la elaboración y reparación de útiles agrícolas. Esto hace que los

hornos de forja sean elementos habituales en la arqueología de estos asenta-

mientos agrícolas, como puede comprobarse en el de Alcaría Longa en Mértola

(Boone 1994).

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2. CONCLUSIONES

En los exteriores del Cortijo de Torralba se han recogido varios utensilios de

piedra de época romana que complementan la información que se desprende de

los materiales cerámicos (Fig. 12). Se trata de la piedra móvil (catillus) de un

molino de tipo helenístico para cereal (mola manualis), y un contrapeso

(lapidum) de un prensa de viga (prelum) de almazara (Drachmann 1932). Ambas

están elaboradas en caliza miocena y aunque no están completas, conservan la

forma suficiente para que podamos identificarlas, la primera por su forma

circular con un agujero en el centro y las señales del roce con el elemento fijo del

molino, y la segunda por las escotaduras laterales en forma de cola de milano

(Fig. 13).

La dispersión de los restos no permite establecer que nos encontraríamos en una

gran villa rústica con áreas de procesamiento y almacenamiento de los producto

agrícolas (pars fructuaria), zonas vivienda de los trabajadores y capataz (pars

rustica) y de vivienda del propietario (pars urbana) separadas, sino en un fundus

de pequeño tamaño en el destacarían a tenor de los materiales las estancias de

almacenamiento (cellae) y la sala de molturación y prensado de la aceituna

(torculum), junto a otra en las que se molía el trigo (pistrinum).

No se han encontrado instrumenta relacionados con la producción de vino, pero

en paralelo para lo comprobado en otras partes de la campiña de Huelva, no es

descartable tampoco el cultivo de la vid para la producción de vino (vinum) o

melazas edulcorantes (defrutum y sapa), que podía comercializarse a nivel

comarcal, un panorama que no difiere esencialmente del actual.

Si analizamos con más perspectiva este sistema de explotación rural de época

romana, la proximidad del yacimiento de La Almendrilla, quizás nos esté

indicando una cierta relación entre ambos, una dependencia que reflejaría que

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formaron parte de una unidad de mayores proporciones de la que nos detallan

los materiales de superficie. Pero las condiciones de prospección de La

Almendrilla, en época de lluvias invernales, no contribuyeron a que pudiéramos

delimitar siquiera la extensión aproximada del asentamiento. Considerados los

dos yacimientos en su conjunto si parecer hacerse realidad esa aproximación por

su cercanía, y daría sentido a la escasa epigrafía latina de la zona, a través de la

que se insinúa una parcelación en explotaciones de cierta entidad que ha caído

en manos de la nobleza provincial. La calidad de estos suelos para su

aprovechamiento agrícola fue motivo para que algunos miembros del orden

ecuestre romano invirtiera en la compra de tierras, y de ello tenemos un

magnífico ejemplo en la figura de M. Calpurnio Seneca, que tenía sus

propiedades en la cercana Villalba del Alcor (CILA I, 81). Este importante

personaje inicia su carrera con el grado de Primipilus en la legio I Audiutrix, y

continúa con el desempeño del cargo de Procurator de la Provincia Lusitana y

Vettona, antes de alcanzar el rango de Prefectus de la armada pretoria de

Ravena.

No podemos asegurar que la villa romana se prolongara más allá del siglo V d.C.

Faltan materiales más tardíos, como las Sigillatas Focenses que aparecen en

otros establecimientos rústicos de la campiña, y faltan también indicadores

nítidos de que tras la conquista musulmana siguiera habitada y en explotación en

manos muladíes o mozárabes, o que incluso pudiera haber formado parte de los

repartos a los conquistadores de la primera oleada o los que se realizaron

posteriormente a los contingentes militares sirios, pues no existen materiales

emirales y califales que sirvan de argumento a este planteamiento. Pero hay que

tener presente que toda esta zona de campiña formaba parte en época islámica

del distrito de al-Basal, cuyo centro administrativo era Tejada la Nueva ( ).

A partir de la conquista de Sevilla en 1248 pasó a formar parte del Reino de

Sevilla y Alfonso X el Sabio puso particular empeño en su repoblación (González

González 1951). La producción agrícola de esta zona sería también destacada

desde época emiral, en la que ya formaría parte del Aljarafe sevillano, pues Sara

Fig. 10.— Cerámicas estampilladas y con vidriado verde

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la Goda, nieta de Witiza, tenía más de cien haciendas en esta comarca cercana a

Sevilla, unas propiedades que se han situado en la zona que se extiende entre

Sevilla y Niebla (Bosch 1984: 21).

Sin embargo, la prolongación de la ocupación del sitio desde época romana a la

medieval es una razón de peso para avanzar que se produjo un aprovechamiento

de las instalaciones agrícolas romanas en época medieval, y esto supone que no

hubo en estas parcelas agrícolas un cambio de ubicación entre estos dos mo-

mentos. Esta continuidad en el patrón de asentamiento rural podría ser una

consecuencia del mantenimiento del sistema de propiedad en manos muladíes,

como conocemos por el poder de muchos señores muladíes, descendientes de la

nobleza fundiaria hispano-visigoda, que mantuvieron toda su fuerza hasta el siglo

IX d.C., y que se rebelaron en toda esta zona en época emiral (Pérez Macías

2006). La asimilación de estas familias muladíes por los lazos clientelares con los

clanes árabes yemeníes, que copan los puestos de poder a lo largo de todo el

periodo omeya y taifa, y su completa islamización son también detalles que

debieron contribuir a esta permanencia de las unidades de explotación de época

romana en los sistemas de propiedad andalusíes. Pero, como hemos defendido

anteriormente, la existencia de una villa romana no es un argumento definitivo

para demostrar esta continuidad, ya que la evolución del término Cohorte en las

Cortes medievales y en los Cortijos actuales, es un fenómeno de aportes lingüís-

ticos que no refleja de manera fiel el proceso histórico que atañe a la ocupación

y explotación del territorio. En las campiñas onubenses no es frecuente que

coincidan la situación de las villas romanas y las alquerías medievales.

A pesar de las dudas que surgen para relacionar la ocupación romana y la

medieval, desde el punto de vista de la cultura material el conjunto de cerámicas

islámicas se destaca por dos cuestiones, su mayor porcentaje que las de época

romana y su cronología tardía, de los siglos XII y XIII. Sobre la primera de ellas

hay que aclarar que esta cronología no descarta en principio que hubiera

explotación desde los inicios de la reordenación del territorio tras la conquista

Fig. 11.— Escoria de forja

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musulmana, pues esta carencia de niveles o materiales emirales-califales es

asimismo una tónica común en yacimientos urbanos, que no son sólo

mencionados por las fuentes árabes de la época, sino que desempeñaron un

papel fundamental como centros de la administración y fiscalización del

territorio. Niebla es un buen ejemplo de esta circunstancia, pues desde época

visigoda era la sede de un obispado dependiente de Sevilla, y en época andalusí

fue capital de una extensa Cora que se extendía por gran parte de la provincia de

Huelva, y sin embargo las reformas de época taifa y, sobre todo, almohade han

borrado completamente la huella emiral-califal (Campos et al. 2007). Y si

complicado es encontrar niveles omeyas en las ciudades, más lo es aún en los

asentamientos rurales, en los que también se detectan los cambios que se

suceden con la llegada de los almohades a al-Andalus. Es decir, en ningún

asentamiento que tuviera continuidad hasta época almohade se conservan

evidencias de épocas anteriores. Los yacimientos rurales emirales-califales

investigados son aquellos que no tuvieron una ocupación posterior, como los

estudiados en la zona de Jaén (Salvatierra y Castillo 2000). En definitiva, la

ausencia de materiales omeyas entre la ocupación tardo-romana y la del periodo

africano andalusí no es óbice para proponer que hubiera una cesura entre esos

dos momentos.

La intensidad de la ocupación rural en época almohade queda patente en esta

comarca por la cercanía de unos asentamientos a otros. Vamos a referirnos a la

zona próxima a Chucena. Gracias a publicaciones anteriores y a los trabajos de

prospección llevados a cabo por el trazado de la nueva carretera de

circunvalación de Chucena, podemos acercarnos con bastante fidelidad a este

poblamiento rural. No son sólo los yacimientos enumerados anteriormente, la

lista puede incrementarse con otros que publicamos en este mismo encuentro,

como la Alquería (Hinojos), algunos ya publicados anteriormente, como Vico

(González et al. 2009) y La Marina (Pérez et al. 2007), más próximos a la marisma

del río Guadiamar, e incluso yacimientos que hemos visitado, pero en los que no

hemos realizado una recogida selectiva de materiales por encontrarse fuera del

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área a la que se ceñía nuestra autorización de prospección superficial. Entre

estos yacimientos merecen citarse Huegar y Benafique en Manzanilla,

Garruchena en Chucena y Gelo en Hinojos (Fig. 1). Son todos ellos asentamientos

rurales almohades que recibirían contingentes de población tras los primeros

intentos de colonización cristiana de la zona.

Todos los yacimientos islámicos, Manzanilla, Huegar, Benafique, Chucena, Alcalá

de la Alameda, Cortijo Torralba, Purchena y Coto de Gelo (Fig. 1), forman una

aglomeración rural que supera con creces lo que había sido la ocupación

romana. Es decir, con estos datos se confirma que las grandes propiedades

romanas se transformaron después de la conquista y los repartos musulmanes

en propiedades de más reducido tamaño, pues la distancia entre ellos no supera

en la mayor parte de las relaciones los 1200 m. Con este esquema de

implantación entramos directamente en el problema que suscitan los términos

que aparecen en las fuentes árabes para referirse a este poblamiento rural. En

otras ocasiones hemos preferido el término convencional de qarya (alquería)

para definir a estos asentamientos, pero está claro que poca seguridad podemos

ofrecer sobre esta categorización. En las mismas fuentes árabes se mencionan

otros términos, como balda (aldea) o d ‘ (hacienda), con los que podemos

definirlos también. Éste es un problema que habrá que ir resolviendo a medida

que vayamos conociendo cuál es la organización espacial y la extensión de los

asentamientos rurales, para poder establecer diferencias y jerarquías entre ellos,

y desde este punto de vista no podemos aportar con nuestra prospección

superficial ninguna matización. Sin embargo, la arqueología viene demostrando

cada vez más que estos asentamientos rurales tienen unas características

comunes, que reproducen el esquema doméstico de los espacios urbanos con

edificaciones en torno a espacios abiertos (Boone 1994; Salvatierra y Castillo

2000), y en este sentido, coincidiendo con lo que nos comentan las propias

fuentes árabes, podría plantearse que estas unidades de explotación rural

responden a criterios de familias amplias o clanes (Guichard 1976; 2001),

independientemente del sentido fiscal como unidades menores de tributación

Fig. 12.— Elementos romanos de molienda en Cortijo de Torralba

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con la que también se han relacionado. Desde luego, éste es también el

significado con el que aparece el término alquería en las fuentes

contemporáneas de la conquista cristiana, como explotación de tipo familiar a la

que siempre se le superpone el nombre del colono, como la Alquería de Juan

Pérez, que puede reducirse a La Puebla de Guzmán (Ladero 1992: 33). Debemos

dejar así el concepto de aldea para aglomeraciones de mayor entidad, en las que

no serían los lazos familiares la vía de explicación, sino la de una serie de

servicios, entre los que destacarían los de mercado comarcal, junto con los

religiosos (mezquitas rurales) y de higiene litúrgica (baños).

Si optamos por este modelo de aproximación es evidente que no todos los

asentamientos enumerados entrarían en la misma categoría. Alcalá de la

Alameda y Cortijo Torralba tienen una extensión menor que Purchena, Gelo,

Alquería y Vico. Las mismas fuentes cristianas nos definen a Alcalá de la Alameda

como machar (hacienda) y ésta debería ser también la categoría de Cortijo

Torralba, una expresión que los aleja del concepto de alquería, que convendría

para asentamientos de mayor extensión, como Purchena.

Por fortuna, en el Libro de Repartimiento de Sevilla se conserva la repoblación

cristiana de esta zona y es una magnífica oportunidad para que podamos indagar

en la relación entre el sistema de explotación rural islámica y la nueva estrategia

territorial diseñada por la corona castellano-leonesa para optimizar las tareas de

colonización. En estos momentos toda esta comarca era zona de frontera entre

el recién conquistado Reino de Sevilla y el reino taifa de Ibn Mahfuz de Niebla,

que aunque reino vasallo de los castellanos, tenía una fuerte carga simbólica,

pues era el único territorio de dominio musulmán al occidente de Sevilla. A la par

que leoneses y castellanos habían ido conquistando la margen izquierda del

Guadiana y habían bajado por el Guadalquivir desde Jaén hasta Sevilla, la corona

portuguesa había llevado a cabo rápidas conquistas en el Alentejo y Algarve con

el auxilium de las Órdenes Militares del Hospital y Santiago. En esta tesitura el

reino musulmán de Niebla había quedado confinado en el espacio de expansión

Fig. 13.— Contrapeso romano

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de estas dos monarquías cristianas. El valor estratégico de estas tierras del alfoz

sevillano colindantes con Niebla se acrecentaría, y no sorprende así que Alfonso

el Sabio pusiera especial énfasis en su repoblación (González González 1951).

De lo que vamos conociendo del poblamiento islámico del Campo de Tejada se

deja notar que muchos de los lugares que aparecen mencionados en el

repartimiento eran asentamientos islámicos, y ya hemos tratado de este asunto

en otras ocasiones (Pérez y Serrano 2004). Baste recordar que muchas de las

aldeas y haciendas islámicas pasaron a manos de caballeros, adalides,

almotacenes y almogávares que habían participado en la conquista de Sevilla, y

que ello habría supuesto que la población musulmana, que había capitulado

mediante pacto según J. González, habría tenido que abandonar sus tierras. La

cercanía del reino de Niebla, que basculaba en un difícil equilibrio entre

castellanos y portugueses, obligaría a redoblar los esfuerzos en la repoblación. Se

intentó cambiar el nombre de estos asentamientos islámicos que son asiento de

repoblación por otros nuevos relacionados con los nuevos pobladores, como se

comprueba en Gelo (Coto de Gelo, Hinojos) a la que se llamó Portogalesa por

haber asentado en ella a portugueses, o Purchena, a la que cambiaría el nombre

por Ballesteros. Sin embargo, en términos generales, puede concluirse que esta

primera repoblación fracaso, no perduraron ninguno de los nuevos nombres

dados por Alfonso X, y se inició un lento proceso de intercambios y compra-venta

que al final del medievo había convertido casi toda esta zona en tierra de

señorío. No sabemos si a ello contribuyó el que esta tierra fuera fronteriza e

insegura, tanto por la inminente conquista de Niebla como por los roces que

pudieran producirse con Portugal, tal como sucedería sólo unos años más tarde

tras la conquista de Niebla y el inicio del Conflicto del Algarve.

En todo este proceso el asentamiento de Cortijo Torralba nos abre una nueva

perspectiva. El yacimiento sería abandonado a raíz de la conquista cristiana, y al

no recibir contingentes de repobladores, evidencia que la conquista supuso

también el despoblamiento de otra serie de asentamientos rurales islámicos. En

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definitiva, es posible que estos despoblados islámicos no pudieran ser

repoblados, lo que nos ofrece también una nueva visión sobre el planeamiento

de la repoblación, es decir de la impotencia de la monarquía castellana para

mantener el nivel de ocupación del territorio que se había desarrollado en época

almohade. Pero por otro lado, en el término de Chucena Cortijo Torralba es

hasta el único asentamiento islámico conocido que no continuó en época bajo-

medieval cristiana, y esto debe servir de ejemplo sobre el esfuerzo colonizador

desplegado en esta tierra de frontera con Niebla.

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