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ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO
Lucía Santos Lepera*
En Vidal, Gardenia y Blanco, Jessica (Comp.), Estudiosde la Historia de Córdoba en el siglo XX, tomo II, Córdoba, FerreyraEditor, 2010, pp. 19-36.
La Acción Católica fue la culminación de los intentos de la
jerarquía eclesiástica por configurar un laicado católico
centralizado y ordenado.1 En base a las disposiciones emanadas* ISES-Becaria Conicet. Este trabajo pertenece a una investigación más
amplia que se lleva a cabo en el marco del proyecto “Actores, Política y Problemática social, Tucumán (1880-1966) dirigido por la Dra. María Celia
Bravo y financiado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Tucumán. Agradezco las lecturas de Leandro Lichtmajer, Florencia Gutierrez, Alejandra Landaburu y María Celia Bravo.
1 En los últimos años la Acción Católica Argentina fue objeto de renovados estudios, entre ellos cabe destacar los de Jessica Blanco, “La Acción
Católica Argentina y su conformación como espacio público (1931-1941)”, disponible en historiapolitica.com,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blanco.pdf (último acceso 8/02/2009) y Modernidad conservadora y cultura política: La Acción Católica Argentina 1931-
1941, (Córdoba: Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC, 2008). Asimismo, Omar Acha ha trabajado distintos aspectos de la asociación, ver por ej.
“Notas sobre la evolución cuantitativa de la afiliación en Acción Católica Argentina (1931-1960)”, disponible en historiapolitica.com,
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/acha.pdf (último acceso5/02/2009) ; “El laicado católico pasa a la acción, Argentina 1952-1955”
(presentado en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina, 19 al 22 de septiembre de 2007), “Teoría y praxis de la
militancia católica: las jóvenes de la Acción Católica de la ciudad de Buenos Aires (1940-1945)”, (presentado en el II simposio internacional sobre
religiosidad, cultura y poder, Buenos Aires, Argentina, 2008). Una propuesta de debate sobre la Iglesia católica argentina en los años treinta
en Miranda Lida, “El renacimiento católico en la Argentina del siglo XX. Usos y abusos de una consigna recurrente” y “El catolicismo de masas en la década
de 1930 en la Argentina. Una revisión historiográfica” (presentados en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina 19 al
22 de septiembre de 2007). En general, estos trabajos revisan algunos aspectos de los estudios realizados previamente por Loris Zanatta, Del Estado
Liberal a la Nación Católica. Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo 1930-1943 (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1996); Susana Bianchi, “La
conformación de la Iglesia católica como actor político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las organizaciones de elite 1930-1950”,
1
desde el Vaticano, la asociación debía representar “la
participación de los laicos en el apostolado jerárquico”.2 Tal
consigna revelaba las tentativas de establecer un lugar
destacado a los fieles en la estructura jerárquica de la
institución con el fin de integrarlos a la misión recristianizadora
proyectada por la Iglesia. En efecto, en los años treinta se
fortaleció la idea de un catolicismo en retaguardia cuya
influencia social se había visto disminuida frente al avance del
liberalismo, concebido como la fuente de la degeneración de las
costumbres, del laicismo en la escuela y del repliegue de la
religión al ámbito de la vida privada. Desde este punto de vista,
imperaba la necesidad de catolizar una sociedad que se había
vuelto presa de los valores modernos. Frente a tal diagnóstico,
la jerarquía ubicaba en la Acción Católica el instrumento capaz
de orientar los intentos de instauración de una nueva cristiandad,
un renovado orden social y político que proponía basarse en los
principios del catolicismo. Esta vertiente católica integral,
hegemónica durante el período, reclamaba “cambios en la manera
de vivir la religión y en las formas de acción social más acordes
a las transformaciones que se daban en el país”.3
De esta forma, de acuerdo a la idea de apostolado laico que
se configuró en esos años, los militantes de Acción Católica
debían colaborar con el objetivo de catolizar todos los ámbitos de
la sociedad a partir de una actitud y una voluntad ofensivas. En
otras palabras, debían “recuperar” para la Iglesia la
Anuario IEHS 5 , Tandil (1990); Fortunato Mallimaci, “Movimientos laicales y sociedad en el período de entreguerras. La experiencia de la acción católica
en la Argentina”, Cristianismo y Sociedad 108, México (1991).2 Archivo del Arzobispado de Tucumán (AAT), “La Semana Nacional del Clero” en
Boletín Oficial de la Diócesis de Tucumán (BODT) , 1/02/1931.3 Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política… , Cit., 36.
2
influencia social perdida durante los años de predominio
liberal. Sin embargo, cabe señalar que en el discurso de la
jerarquía tal imperativo de catolización de la sociedad no recibió una
delimitación clara respecto a su proyección en la práctica. La
retórica de la autoridad eclesiástica se refería
fundamentalmente al comportamiento de los militantes católicos
y a la actitud ofensiva con que debían asumir su nuevo lugar.
Concebido de ese modo, para el conjunto de fieles el principio de
catolización comportaba signos difusos y ambiguos que lo
convirtieron en objeto de constantes reinterpretaciones a lo
largo de la década. Ahora bien, ¿Cómo se pensaba recuperar la
sociedad para el catolicismo más allá del discurso de
reconquista de la jerarquía católica? ¿Qué aspectos se
consideraban significativos para la consolidación de la
presencia católica en la vida pública? ¿Cuáles fueron las
estrategias desplegadas por la Acción Católica para llevar a
cabo sus objetivos? El presente trabajo se desarrolla en el
marco de tales preguntas y busca ensayar algunas respuestas a
partir del análisis del caso tucumano.
La primera parte del trabajo aborda el análisis de las
matrices formativas de la Acción Católica Tucumana (ACT) y de
los actores que participaron en el proceso de su conformación.
De esta forma, se procura identificar a los miembros que
organizaron su primera Junta Diocesana y señalar los obstáculos
que encontraron para configurar una asociación que tenía como
base de su estructura el núcleo parroquial. En segundo lugar,
nos interesa introducir el análisis en el mundo de las
prácticas. A partir del abordaje de las actividades, la
3
experiencia y las preocupaciones de los militantes de ACT es
posible dar cuenta de las dificultades y de las marchas y
contramarchas por las que atravesó la asociación durante sus
primeros años. En síntesis, nos interesa desentrañar las
estrategias desplegadas por la Iglesia con el objeto de
proyectar en la sociedad la construcción de una nueva cristiandad .
1.-Orígenes y conformación de la Acción Católica Tucumana: la “vanguardia de católicos laicos”
Agustín Barrere fue designado obispo de Tucumán el 16 de
enero de 1930. Desde su primera carta pastoral explicitó su
propósito de fortalecer la institución y aludió a la nueva
actitud que debían asumir los laicos con el fin de proyectar los
principios del catolicismo en la sociedad. Desde esta
perspectiva, Barrere proclamaba una cruzada por el
restablecimiento del “Reino de Dios” y llamaba a los fieles
católicos a dar un “verdadero grito de guerra, guerra obligada,
de la que nadie que tenga uso de razón puede eximirse, guerra a
veces larga, penosa, a menudo violenta, pero de éxito seguro
para los valientes que, lejos de rehuir el combate, de desertar
las filas de nuestro Rey y Capitán, Jesucristo, lo siguen
doquiera los llame […] Luchar así es vencer”.4
Esta “lucha” debía llevarse a cabo, según el Obispo, en el
contexto de una sociedad que se había alejado del cristianismo y
cuya fe se encontraba debilitada. La guerra debía librarse
entonces frente a “la moda y el teatro inmoral, las nuevas
costumbres, la prensa no católica, el cinematógrafo malsano y
4 AAT, “Carta Pastoral del Ilmo. Señor Obispo Diocesano”, BODT , 3/08/1930
4
las diversiones reñidas con las exigencias de la virtud”.5 En
este sentido, la organización de la ACT -cuyo objetivo consistía
en reunir las actividades de los laicos en una entidad única y
obediente a las directivas de la jerarquía- fue la estrategia
central del Obispo tucumano para garantizar la “restauración en
Cristo”.
Ahora bien, ¿en qué sentido la Acción Católica (AC) vendría
a “renovar” el catolicismo? Las editoriales del Boletín
Diocesano señalaban que, como consecuencia de la difusión de los
postulados del liberalismo, reinaba en la sociedad una
religiosidad débil en la que los católicos reducían su fe a
ciertas prácticas externas como la misa dominical, el bautismo
de los hijos o el casamiento canónico. De esta forma, los
católicos “ignoraban que el seglar como el sacerdote tiene el
deber de servir a la Iglesia en sus justos anhelos de expansión
del reino de Dios”. La misión de la AC era abarcar en toda su
amplitud la vida católica: “toda la vida privada y toda la vida
pública”.6 Se buscaba con esto que la religión no se
circunscribiese a un mundo individual e íntimo sino que se vea
plasmada en todos los ámbitos de la sociedad. En otras palabras,
la AC proponía una forma de vivir católica.
El punto de partida para la formación de la ACT fue la
semana de estudio organizada en mayo de 1931 donde los Pbros.
Antonio Caggiano y Silvino Martínez explicaron su
funcionamiento y objetivos y a partir de la cual se iniciaron una
serie de reuniones entre el Obispo tucumano y los futuros
miembros dirigentes con el objeto de proyectar la nueva
5 AAT, “Comunicado por visita ad limina”, BODT , 12/04/19316 AAT, “Lo que es la Acción Católica”, BODT , 21/08/1932
5
asociación. La culminación de este proceso se vio representada
en la ceremonia de oficialización de los primeros miembros
efectivos a fines de 1932. La Iglesia reconocía así a la
“vanguardia de católicos laicos” que bajo la dirección de la
jerarquía formarían la “avanzada de la selecta milicia de la
Acción Católica Tucumana”.7 De esta forma quedaron constituidos
los Consejos Diocesanos (CD) de las cuatro ramas y la Junta
Diocesana (JD) de la Acción Católica local.8
Un breve repaso por la lista de nombres de los primeros
socios revela que la elección del Obispo Barrere se
circunscribió a una elite de católicos ilustres cuyos apellidos
se destacaban por su actividad política y social. A lo largo de
la década de 1930 aparecen repetidamente en cargos dirigentes
nombres como los de José Padilla, Tomás A. Chueca, Jorge
Nougués, Máximo Cossio Etchecopar, Juan B. Terán, Rufino
Cossio, José María Paz, Fernando de Prat Gay, Benjamín Cossio,
Manuel Posse, entre otros.9 En líneas generales, entre estos7 AAT, “Ceremonia de oficialización de los primeros asociados efectivos a la
Acción Católica en la Diócesis”, BODT , 21/08/1932.8 Las cuatro ramas se dividían bajo criterios de edad y sexo: la rama de
Hombres, de Damas y las de Jóvenes. En un principio, la JD de ACT se compuso con los miembros dirigentes de los Consejos Diocesanos de las cuatro ramas
designados por Monseñor Barrere. Un análisis de la estructura y organización de la ACA en Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit.
9 José Padilla fue el candidato conservador a gobernador en 1928 y 1934. Fue administrador del Ingenio San Pablo y fue Ministro de Agricultura de la
Nación durante la presidencia de Ortiz. Tomás Chueca fue Ministro de Hacienda durante la gestión del gobernador radical Miguel Campero (1935-1939) y
posteriormente ejerció funciones durante la gestión de Miguel Critto (1939- 1943). Máximo Cossio Etchecopar fue médico perteneciente a una familia
vinculada estrechamente a la actividad azucarera y lideró a principios de los años ´40 el Partido Cívico Popular, un desprendimiento del Partido Demócrata
Nacional en la provincia de Tucumán. Juan B. Terán (h) fue abogado e industrial azucarero del ingenio Santa Bárbara y director de la revista Norte
Argentino . Manuel D. Posse, industrial azucarero, fue dueño del ingenio Esperanza. Rufino Cossio fue senador nacional por la UCR y Ministro de
Hacienda del gobierno de Miguel Critto. Fue presidente del Directorio de la Compañía Azucarera Ingenio San Juan. José María Paz Nougués fue dueño del
6
primeros miembros dirigentes de ACT encontramos industriales y
profesionales vinculados a la actividad azucarera,
pertenecientes a familias tucumanas tradicionales y cuya
incursión en la política podía darse desde el radicalismo o el
conservadurismo.10 Lo mismo ocurría entre las primeras socias
oficializadas de las ramas femeninas cuyos apellidos nos
remiten directamente a familias tradicionales y católicas y
eran, a su vez, las esposas de los socios arriba mencionados. En
este sentido, cabe mencionar a María Helguera de Frías, primera
presidenta del consejo diocesano de Damas católicas, Elvira
Cossio Etchecopar de la Vega, María Angélica Chueca, Josefina
Nougués Romero de Cossio Etchecopar, Susana Paz Posse de Cossio
y Leonor de Wurschmidt. El resultado de este proceso fue la
concentración de un sector de la elite tucumana en los cargos
directivos de la asociación -consejos diocesanos y JD- quienes
pertenecían a su vez a las parroquias céntricas de la Capital.11
ingenio Concepción y presidente del CAR. Fernando de Prat Gay fue presidente de la Compañía Azucarera del Norte y del Ingenio Leales. Fue senador
provincial por el radicalismo concurrencista entre 1934 y 1936 y seguidamente asumió como diputado nacional, cargo que ejerció hasta 1943.
10 Sin embargo, se observaba también la presencia de algunos miembros inmigrantes que no pertenecían a las citadas familias tradicionales como por
ejemplo José Wurschmidt, José Rubio Polo o Juan Eduardo Tenreyro. Lucía Santos Lepera, “La Acción Católica tucumana: sociabilidad y cultura
religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San Pablo” (presentado en la Jornada Académica Catolicismo y sociedad de masas en la
Argentina de la primera mitad del siglo XX, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 6 noviembre de 2008).
11 La variable que determinaba la pertenencia a un centro o círculo parroquial de AC era el lugar de residencia. Se puede comprobar a través de las memorias de las asambleas diocesanas que quienes resultaban electos dirigentes de la JD pertenecían en mayor medida a parroquias céntricas importantes. Jessica
Blanco ha marcado esta tendencia en Córdoba donde la elite se concentraba en puestos directivos mientras que los miembros de las parroquias periféricas
provenían de otro sector social. Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit., 115.
7
De esta forma, la ACT se vio favorecida por la intervención
de un sector de la elite vinculada a la industria azucarera local
que participó en su organización desde los primeros años.
Algunos industriales conformaron la JD y otros colaboraron
directamente con la financiación de sus actividades y su
funcionamiento a partir de donaciones y de suscripciones a las
publicaciones de la asociación.12 Eran los “católicos
pudientes” a los que se apelaba recurrentemente para contribuir
a la “causa” de la Iglesia. Probablemente la decisión del nuevo
Obispo tucumano de acudir a este sector de la elite local para
organizar la ACT hundía sus raíces en una larga tradición de
estrecha y fluida vinculación entre los industriales azucareros
y la Iglesia católica local.13
Las actas de reunión de la JD revelan que, por lo menos
hasta mediados de los años treinta, la conformación de AC fue un
proceso complejo, plagado de marchas y contramarchas y, por lo
tanto, lejano a la imagen del crecimiento pujante y armónico que
12 Las listas de católicos pudientes que colaboraban con la AC eran casi siempre encabezadas por los industriales azucareros Alfredo Guzmán y Ramón
Paz Posse. Las publicaciones católicas como el BODT y La voz del Consejo (prensa de la Asociación de Hombres de AC que duró sólo unos meses) eran sostenidas
con el aporte de los ingenios Santa Lucía (de la S.A. Santa Lucía de la que formaban parte entre otros Evaristo Etchecopar, Manuel Terán y José Frías
Silva), Los Ralos (de la firma Avellaneda y Terán), San José (de Justiniano Frías), Amalia (de la Sociedad Griet hnos. en cuyo directorio participaba
Juan B. Terán), Mercedes (de la flia. Padilla), San Juan (de Ramón Paz Posse), San Pablo (de la firma Nougués hnos.), Bella Vista (de Manuel García Fernández),
Concepción (de Alfredo Guzmán), Esperanza (de Wenceslao Posse), San Antonio (propiedad de Gallo y Peña).
13 Si bien no se encuentran trabajos específicos que den cuenta de la relación entre los industriales azucareros y la Iglesia católica local, cabe señalar
algunos aspectos que reflejan la naturaleza de esta relación como el aporte de dinero y tierras a favor de la Iglesia por parte de industriales. Por otro
lado, muchas de las parroquias habían sido en su origen capillas construidas por los dueños de los ingenios quienes a su vez se hacían cargo de la
manutención de los respectivos curas párrocos y de los oficios religiosos.
8
le atribuyen las memorias de la Iglesia.14 Una de las primeras
preocupaciones de la JD fue promover la formación de Juntas
Parroquiales (JP) en todo el territorio provincial. A través de
la instauración del “régimen de visitas”, los primeros
dirigentes se dividieron la tarea de frecuentar las parroquias
de la diócesis para garantizar la conformación y el buen
funcionamiento de la asociación. Naturalmente, debieron
sortear en el proceso una serie de dificultades entre las que se
destacaba la escasa colaboración de los curas párrocos, sobre
todo aquellos que estaban a cargo de parroquias cuyas
jurisdicciones abarcaban un extenso territorio.15 Tales
dificultades fueron reconocidas por Barrere, quien debió
intervenir en numerosas oportunidades para exigir al clero
diocesano su participación en la conformación de la nueva
asociación. En un comunicado dirigido a los curas párrocos,
Barrere admitía “ que no sea posible constituir [Juntas
Parroquiales] de inmediato en todas [las parroquias], máxime en
las rurales, no lo ignoramos, pero sabemos que en algunas de
éstas y en las urbanas, no sólo es posible sino relativamente
fácil”.16
Tal como lo revelaban las palabras del Obispo, las JP que se
conformaron más rápidamente -entre 1932 y 1933- y que reflejaron
14 Como por ejemplo la memoria publicada en el BODT el 23/05/1942.15 Nos referimos principalmente a las parroquias de los departamentos de
Trancas, Graneros, Leales y Burruyacu, caracterizados por una extensión relativamente grande y una escasa densidad demográfica. Las quejas de los
párrocos en estas jurisdicciones eran recurrentes debido a que debían recorrer todo el territorio y tenían el doble de trabajo que otros párrocos.
Lucía Santos Lepera, “La Acción Católica tucumana: sociabilidad y cultura religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San Pablo”,
Cit.16 AAT, “Carta Edicto a los Sres. Curas párrocos sobre la Acción Católica”,BODT , 7/02/1932.
9
cierta continuidad en su funcionamiento fueron las de las
parroquias más importantes de la capital. Con una población
urbana concentrada a su alrededor y un grupo que colaboraba
previamente con las actividades parroquiales, la conformación
de centros y círculos de AC fue viable.
Por otro lado, las primeras actas de reunión de la JD denotan
cierta improvisación e informalidad en la organización inicial
de la asociación. En este caso, un aspecto que generó más de un
problema fue la falta de una “sede social”. Durante mucho tiempo
la JD y los Consejos no tuvieron un local propio donde efectuar
sus reuniones y programar sus actividades. Así, las reuniones
reglamentarias de la JD variaban entre la iglesia Catedral y el
local cedido por la Sociedad de Beneficencia de la provincia.
Por su parte los Consejos se reunían en lugares distintos, en el
caso de las Damas católicas lo hacían en casa de su presidenta,
María Elvira Helguera de Frías.17 Recién a fines de 1936, a partir
de la donación de Máximo Etchecopar, la ACT logró tener una sede
propia. Otro factor preocupante para los dirigentes diocesanos
fue la falta de una comunicación fluida con las autoridades
centrales. Para que la AC iniciara su funcionamiento era
indispensable que la Junta Central enviara folletos
explicativos para distribuirlos entre los socios. Sin embargo,
en las actas constan quejas recurrentes por la falta de
información y la tardanza en las respuestas desde Buenos Aires.
De la misma forma, las JP que habían logrado conformarse en los
primeros años lamentaban la “falta de directivas” y la
desorientación que experimentaban. En una carta enviada a José
17 Archivo de la Acción Católica Tucumana (en adelante AACT), Actas de reunión de la Junta Diocesana (JD), Tomo I, 27/10/1932.
10
Padilla, presidente de la JD, la JP de Monteros pedía
información planteando que “carecemos de todo norte concreto
sobre la actuación como entidad y por lo tanto nada podemos obrar
a conciencia y con conocimiento de causa”.18 Desde la JD les
respondieron que otras JP se encontraban en la misma situación
pero que lamentablemente no tenían “material para enviar” ya que
la Junta Central no se los proveía.
Estos breves ejemplos dan cuenta de un proceso complejo,
donde los miembros a quienes se encomendó la tarea de organizar
la AC se enfrentaron, en primer lugar, al desconocimiento de los
objetivos y la naturaleza de la nueva asociación. La falta de
información, las resistencias ejercidas por algunos curas
párrocos, la indiferencia y “apatía” de sectores de la población
que no comprendían la “importancia de su misión” fueron algunos
de los problemas más importantes que la Iglesia debió enfrentar
para difundir la AC en la provincia.19 De esta forma, los primeros
años de la ACT se desenvolvieron en un contexto incierto en el
que el “nuevo rol de los laicos” y las actividades que debían
desarrollar no parecían estar del todo delimitadas. No
obstante, con el paso del tiempo la AC lograría adquirir forma e
iría cobrando un sentido más preciso para sus dirigentes.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, a continuación
nos proponemos analizar la dinámica de funcionamiento, los
temas que preocupaban a la dirigencia de AC y las estrategias
18 AACT, Carpeta con correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980), Parroquia de Monteros, 15/06/1932.
19 Todos estos aspectos pueden analizarse en la correspondencia que sostenía la JD con las Juntas Parroquiales y los curas párrocos. AACT, Carpeta con
correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980).
11
desplegadas para difundir el catolicismo en la sociedad,
objetivo por excelencia de su apostolado.
2.- La ACT frente a la “neoconversión de un mundo paganizado”: prácticas y estrategias del asociacionismo católico
En la primera semana de estudio organizada por la Acción
Católica Tucumana, el obispo diocesano Agustín Barrere proclamó
los fines de la nueva asociación: “la Acción Católica, auxiliar
de la jerarquía, tiene la noble ambición de cooperar a la
neoconversión de un mundo paganizado. Con este fin se organizan
actos públicos como esta semana de cultura, en la que se estudian
cuestiones de vital importancia.”20 Ahora bien, ¿en qué
consistía esta “neoconversión” y cómo pensaba llevarse a cabo?
Como vimos, en sus primeros años la ACT se desarrolló
principalmente en la capital de la provincia contando con el
apoyo de un sector de la elite económica y social. En ese
contexto, se consideraba a estos primeros militantes lo
suficientemente formados en la doctrina católica como para
comenzar la tarea de apostolado y de formación de militantes. En
el intento de cumplir con este cometido, la JD organizó semanas
de estudio sobre encíclicas papales21 y sesiones de lectura de
los estatutos de AC, creó círculos de estudio y organizó
conferencias privadas y públicas sobre temas específicos. Tales
actividades remitían a un proceso en el que la idea de laico era
racionalizada a partir del fomento de instancias de formación y20 AAT, BODT , 4/06/1933.21 La ACT organizó en mayo de 1933 una Semana Social de estudio de la encíclica
“Casti Connubii” de Pio XI sobre el divorcio y en 1935 una Semana Social de estudio de la encíclica “Divinis Illius Magister” de Pio XI donde se
desarrolla el tema de la educación cristiana en los jóvenes. AACT, Actas de reunión JD, Tomo I.
12
de normalización. En lo que respecta a las conferencias, éstas
tenían el doble fin de promover la instrucción de militantes y
servir como medio de difusión de la doctrina católica. De alguna
manera, las iniciativas de los dirigentes de AC se encontraban
atravesadas por la tensión entre el fortalecimiento doctrinal
de un sector militante acotado y la necesidad de acrecentar el
número de socios en sus filas, aún cuando la formación religiosa
de los potenciales miembros no resultase satisfactoria. Esto
formaba parte de la tensión entre cantidad y calidad que
recorrió la historia de la asociación.22
Desde su origen, la AC adoptó de manera sistemática el uso
de conferencias como una estrategia para apelar a las
conciencias de los católicos e infundir las nuevas formas de
apostolado, retomando una práctica de fuerte arraigo entre los
católicos desde fines del siglo XIX.23 Para su organización, la
JD designaba una comisión responsable, cuyos miembros hacían
uso de sus vínculos personales para comprometer a los
conferencistas. Estos últimos podían ser miembros de la AC
local, autoridades nacionales o sacerdotes reconocidos. Así,
fruto de la relación con Ernesto Padilla (h), quien actuaba como22 ACHA Omar, “Notas…”, Cit. En la memoria presentada a principios de 1936 por
la asociación de Hombres de la AC se justificaba “e l no aumento apreciable de socios” en la necesidad de “la selección que necesariamente hubo de ir
realizándose a medida que la Acción Católica tomaba cuerpo”. De esta forma, la rama de Hombres decía privilegiar la formación de los miembros existentes
frente a los esfuerzos por reclutar nuevos socios. AAT, BODT , 24/06/1936.23 La modalidad de conferencias populares que se organizaban en las plazas y
las calles era practicada por los católicos desde principios de siglo XX para competir con los socialistas y anarquistas, especialmente en el mundo del
trabajo (donde se intentaba difundir el mutualismo, la moralización y el disciplinamiento de los obreros). María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum,
“ Socialistas y católicos disputando el mundo los trabajadores. Protesta, sociabilidad y cultura obrera en Tucumán (1895-1910)” (presentado en las V
Jornadas Nacionales de Espacio, Memoria e Identidad, Rosario, octubre de 2008).
13
una suerte de delegado de la JD en Buenos Aires, se organizaron
numerosas conferencias que tuvieron como invitados a Mons. De
Andrea, al Padre Laburu, Dr. Juan Cassiello, entre otros. El
mundo de las conferencias era un ámbito principalmente
masculino: fueron los dirigentes de la rama de hombres a los que
se recurría para disertar sobre los temas elegidos.24
Aspectos como la moral católica, el matrimonio y,
posteriormente, la enseñanza religiosa eran vistos como
decisivos para la consolidación de la presencia de la Iglesia en
la vida pública. La prioridad de los temas que componían la
agenda de la ACT derivaba de las pautas emanadas desde la Junta
Central o del obispado tucumano. Tal situación no se vio exenta
de tensiones entre las autoridades nacionales y locales. En
ciertas oportunidades, el acatamiento de las directivas
nacionales por parte de la JD implicó el desplazamiento de
inquietudes locales. En este sentido, cabe traer a cuenta un
problema que se presentó apenas constituida la ACT: en la
primera reunión de la JD sus miembros se mostraron interesados
en el problema social como un tema urgente a tratar y proyectaron
invitar a Mons. Franceschi a un ciclo de conferencias en Tucumán
sobre la Doctrina Social de la Iglesia y la encíclica de Pio XI
“Quadragesimo Anno” . Sin embargo, en la reunión siguiente
llegaron directivas de la Junta Central sobre “la necesidad de
24 La intervención femenina en las reuniones o asambleas diocesanas -en el caso que se aceptara- se circunscribía a sus “temas de interés” esto era “la
mujer y el Evangelio”, “la formación doctrinal de los niños”, etc. Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit. 65. En la Semana de Estudio
organizada por la ACT en mayo de 1933 con el objeto de reflexionar sobre la encíclica “Casti Connubii” de Pio XI, se procuró incluir una mujer en la lista
de disertantes para que hablara en público sobre “la mujer y la familia”. Sin embargo, cuando se publicó el programa definitivo esta opción fue descartada
por la JD. AAT, BODT , 7/05/1933 y 28/05/1933.
14
protestar ante las cámaras por la posible ley de divorcio”.25
Inmediatamente los miembros de la JD se concentraron en las
campañas en contra del divorcio a través de la recopilación de
firmas, el envío de cartas a la cámara de diputados y senadores,
visitas a las JP existentes para concientizar a sus miembros
sobre la gravedad del problema y la organización de una “Semana
de Cultura” para tratar la encíclica “Casti Connubii” de Pio XI
sobre el divorcio. De este modo, frente a los requerimientos de
la Junta Central, el ciclo de conferencias debió dejarse de
lado. Resultan sugerentes las palabras de apertura que Barrere -
en ocasión de la Semana de Cultura- dedicó a los temas que debían
orientar el apostolado de la ACT: “Muchas son las cuestiones que
solicitan en muy alto grado nuestra atención ¿Cuáles de ellas
elegir? No siempre será la más importante en sí en el orden
individual, social y religioso, sino la que las circunstancias
imponen […] La escogida ahora fue el matrimonio, de palpitante
actualidad”.26
En los años siguientes, los temas que acapararon la
atención del laicado organizado en AC fueron la enseñanza
religiosa y el problema de la moralidad. La educación era
considerada una de las áreas más importantes para permear la
sociedad,27 lo que explica los esfuerzos que dedicó la AC desde
mediados de los años treinta para imponer la enseñanza religiosa
en las escuelas de la provincia. La degeneración en las
costumbres y la escuela laica -fenómenos que se habrían
expandido producto del avance del liberalismo en la sociedad
argentina- fueron el blanco de las críticas en las semanas de25 AACT, Actas de reunión de JD, Tomo I, 25/08/1932.26 AAT, “Semana Social de estudio de la Acción Católica”, BODT , 4/06/1933.27 Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit., 166.
15
estudio. En ese esquema, se volvía necesario retomar la supuesta
“esencia católica” del pueblo tucumano: “la escuela laica es
contraria a los sentimientos religiosos de la inmensa mayoría
del pueblo argentino, católico por tradición y convicción. Con
la implantación de dicha escuela se han roto los moldes de
nuestra historia renegando de la religión de nuestros mayores,
que tejiera la urdimbre espiritual de nuestra nacionalidad”.28
Con estas palabras, Sisto Terán, presidente de la ACT, inauguró
la Semana Social de estudio de la encíclica “Divinis Illius
Magister” en julio de 1935. El objetivo de la ACT con estas
jornadas era “que se haga luz sobre el problema educacional” a
través de la lectura de conferencias por parte de miembros de la
asociación que estudiaron específicamente los contenidos de esa
encíclica.29
Entre las estrategias desplegadas para instalar en la
agenda pública los temas de preocupación del catolicismo, los
miembros de ACT manifestaron la necesidad de una relación fluida
con los poderes públicos. Si las conferencias estaban dirigidas
a fortalecer la formación doctrinal de los socios y eran, a su
vez, la forma de difundir la moral católica por vía de la
persuasión, la apelación al Estado tenía por objetivo imponer la
moral católica por otra vía: la de la censura. La JD logró que la
comisión de Moralidad de la Municipalidad de San Miguel de
Tucumán aceptara como delegado con voz y voto a un representante
de la ACT. Así, se recurrió en numerosas ocasiones al gobierno
28 Archivo Sisto Terán, “Continuó ayer tarde la semana de Cultura Católica en la Alberdi”, diario La Gaceta , 4/07/1935.
29 Las jornadas estuvieron abiertas al público y se llevaron a cabo en el salón de la Biblioteca Alberdi para fomentar una mayor convocatoria. Disertaron
Sisto Terán, Francisco Padilla y José Wurschmidt, miembros de la JD local.
16
municipal solicitando la prohibición de funciones teatrales y
cinematográficas consideradas “inmorales”, o pidiendo que se
retire de circulación revistas y libros “perniciosos”. De la
misma forma, organizaron una serie de reuniones con el jefe de
policía por las disposiciones dictadas por la municipalidad a
fin de evitar los “escándalos e inmoralidades en los balnearios
públicos” y los “trajes indecorosos”.30 El trabajo conjunto con
la policía resultaba indispensable para garantizar el respeto
de la “moral católica” y emprender las acciones necesarias
contra el avance del comunismo. Con este último fin, se
encomendó al Consejo Diocesano de los jóvenes católicos reunir
los datos precisos de los centros comunistas existentes en la
capital y en Tafí Viejo -con “expresión de nombres y
domicilios”- a fin de colaborar con el jefe de policía y su
compromiso de “hacer desaparecer todos los centros
comunistas.”31 De a poco, se fue configurando entre la Iglesia y
el gobierno el acuerdo en torno a una moralidad posible en la que
los principios católicos parecían permear los resortes del
Estado.
Cabe mencionar que el problema de la política y su relación
con la militancia del laicado católico fue objeto de reflexión a
lo largo de los primeros años. Según el obispo Barrere la AC
estaba “fuera y sobre los partidos políticos […] pero entra de
lleno en la política cuando los partidos tocan los derechos de30 AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 17/10/1935. Se referían
específicamente al balneario público de la Aguadita.31 AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 12/11/1936. En Tafí Viejo se
concentraba una importante cantidad de población obrera que trabajaba en los talleres ferroviarios. Se trataba de los talleres de mayor envergadura en ese
rubro en toda América Latina y tuvieron su apogeo en la década del ’40. María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum, “ Socialistas y católicos disputando el mundo los trabajadores… Cit.
17
Dios o de la Iglesia o cuando su programa de acción contiene
ideas reprobadas por la Iglesia.” Asimismo “interviene ante los
poderes públicos oficialmente como representante de los
católicos de la nación, haciendo oír su voz o protesta por
motivos religiosos y no políticos.”32 Evidentemente las
fronteras entre los motivos considerados “religiosos” y
“políticos” eran muy lábiles y, por momentos, confusas.
Como ha sido señalado, miembros importantes de ACT
ocuparon cargos públicos a nivel local, provincial y nacional,
circunstancia aprovechada para tramitar subsidios y ayudas
económicas del Estado y para difundir las campañas y proyectos
del laicado católico. En este sentido, la existencia de una
serie de vínculos personales y familiares era central a la hora
de ejercer influencia en la dinámica política local. En
circunstancias concretas como la necesidad de gestionar
subsidios y favores políticos, de estas redes dependía la
materialización de proyectos y las respuestas a sus pedidos.33
En este punto conviene detenernos brevemente en la campaña
organizada en 1936 por la ACT para imponer la enseñanza
religiosa en las escuelas públicas de la provincia. A través de
este ejemplo podremos exponer de forma más detallada la manera
32 “La AC y la política”, AAT, BODT , 1/3/1931.33 En su estudio sobre el asociacionismo en el siglo XX, Luis Alberto Romero
explica que la política aparece en este ámbito a través de la gestión ante las autoridades, así se agrupaban e intentaban incidir en un ámbito en que lo
administrativo llevaba a lo político. Luis Alberto Romero, “El Estado y las corporaciones, 1920-1976”, en De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil.
Historia de la iniciativa asociativa en Argentina. 1776-1990, coord. Elba Luna y Elida Cecconi (Buenos Aires: Gadis, 2002). El ejemplo más elocuente en el caso
tucumano fue la solicitud de ayuda económica al gobierno provincial gestionada por la ACT cuando Rufino Cossio -ex dirigente de la asociación-
asumió como Ministro de Hacienda durante el gobierno radical de Miguel Critto. AACT, Actas de reunión de JD, Tomo I, 25/05/1939.
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en que los miembros de la JD movilizaban sus vínculos y
organizaban concretamente las “campañas de difusión” tan
características de la AC.
E l problema educacional no era ajeno a las preocupaciones
de la ACT, que venía instando a discutir sobre el tema desde
1935. La consigna que debía difundirse desde el púlpito y en las
calles -y que se había convertido en el leitmotiv de la Iglesia a
nivel nacional- era el “regreso” de la enseñanza religiosa a las
escuelas públicas. Una de las críticas más generalizadas al
liberalismo era justamente el proceso de secularización que
había conllevado y que tuvo como corolario la ley 1420 que
establecía la enseñanza primaria gratuita, obligatoria y
laica.34 En los años treinta el tema de la enseñanza religiosa se
debatió en provincias como Buenos Aires, Salta, Corrientes,
Catamarca, Santa Fe y Córdoba.35
Si bien la jerarquía católica junto con la JD de la AC
habían insistido, a través de artículos publicados en el boletín
y en la prensa local, en instalar el tema en la agenda política
llamando la atención sobre la necesidad de un debate al
34 En los artículos publicados en el BODT el concepto de liberalismo aparecía directamente asociado al proceso de secularización en que se habría sumido el
país a fines del siglo XIX. A principios de los años treinta las críticas al liberalismo se concentraban mayormente en este aspecto. Eran casi inexistentes los artículos de opinión anunciando la decadencia de la
democracia parlamentaria y de la política partidaria, estas críticas irían ganando espacios hacia fines de los años treinta.
35 Zanatta Loris, Del Estado liberal a la Nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943 … Cit, pág. 173. Respecto a la provincia de Córdoba Zanatta
señala que, si bien ya existía la enseñanza religiosa, los sectores católicos lograron doblegar la resistencia laica. Jessica Blanco también señala la situación diferente de Córdoba debido a la “existencia ininterrumpida de la enseñanza catequística como materia”. Por esta razón considera que el debate educativo fue de “resistencia” en el sentido de “mantenimiento de posiciones
consolidadas”. Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política…Cit. pág. 173.
19
respecto, fue recién en 1936 cuando se desató la polémica a
partir del proyecto de ley de enseñanza religiosa en las
escuelas públicas y represión del comunismo presentado en la
Cámara de Senadores de la Provincia.36 Los diarios locales
dieron amplia difusión al debate suscitado y reprodujeron
durante más de dos meses las opiniones de personajes destacados
de la política y la cultura.37 Al igual que las conferencias, el
debate y las réplicas de los católicos se desenvolvieron en un
marco exclusivamente masculino.
En esas circunstancias, Barrere dio a conocer la postura de
la Iglesia provincial insertándose en la polémica. Mediante
comunicados oficiales aplaudió y apoyó la iniciativa que “está
por encima de los intereses partidarios y consulta únicamente el
bienestar moral de la niñez y la juventud y por consiguiente los
intereses superiores de la provincia”.38 Frente a las
incipientes elecciones legislativas, no dudó en invitar a los
párrocos de la provincia a llamar la atención de “los ciudadanos
con derecho de voto, significándole que es deber grave de
conciencia negar su sufragio a los candidatos que, en las
próximas elecciones, no se comprometieran a votar el proyecto de
36 El proyecto de ley fue presentado por un grupo de senadores que pertenecían a distintos partidos políticos a fines del período legislativo: Francisco
Gordillo Villafañe, José Tula Molina, León Rouges, Luciano Irrazabal y Tomás A. Chueca (radical). El PE de la provincia, por entonces bajo signo radical, en nombre de la “libertad de cultos” y la “libertad de pensamiento” no apoyó el proyecto. La ley no llegó a sancionarse ya que con el recambio de la
legislatura, en el año 1937, este proyecto no se volvió a considerar. LaGaceta , 11 septiembre de 1936. La enseñanza religiosa en las escuelas
públicas se concretaría recién después del golpe de Estado de 1943.37 Ver diarios La Gaceta y El Orden durante los meses de noviembre y diciembre de
1936.38 “Una declaración sobre el proyecto de la enseñanza de la religión católica
en las escuelas formuló el obispado” en La Gaceta , 17 noviembre de 1936.
20
ley sobre enseñanza religiosa obligatoria”.39 En Tucumán,
Barrere no dejó pasar la oportunidad de ejercer presión sobre
gobernantes y legisladores a quienes convocaba a “ilustrar
vuestro criterio en una cuestión tan importante y puntualizando
las normas de conducta a que debéis ceñiros unos y otros […]
contribuyendo a que conozcan o recuerden las obligaciones que se
derivan de la doctrina católica”.40
La ACT llevó a cabo una campaña en distintos frentes con el
objeto de difundir el nuevo proyecto de ley y promover su
sanción. En primer lugar, era necesario conseguir los fondos
suficientes para solventar las iniciativas. Hasta el momento,
la AC no había conseguido resolver el problema de su
financiamiento ya que las cuotas de los socios no alcanzaban a
cubrir todos los gastos. En esta oportunidad la solución
inmediata fue organizar una comisión compuesta por Susana Paz
Posse de Cossio, Sofía Nougués de Terán y Emilia Frías Silva de
Posse para visitar los ingenios cuyos directivos se mostraban
afines a la causa católica y obtener donaciones en efectivo.41
Seguidamente, el presidente de la JD, Sisto Terán, se reunió con
el Obispo para discutir “la conveniencia de hablar con el
Gobernador sobre la implantación de la enseñanza religiosa en
las escuelas provinciales como asignatura”.42 Asimismo,
convinieron en realizar las gestiones que fueran necesarias
39 “La voz de nuestros prelados. Comunicado oficial del señor obispo de Tucumán acerca de la enseñanza religiosa”, Boletín de la Acción Católica Argentina,
15 de diciembre de 1936, pp. 752-753, citado en Loris Zanatta, Del Estado Liberal…, Cit.
40 AAT, “ Carta pastoral sobre la enseñanza religiosa y la educación cristiana”, BODT , 14/02/1937.
41 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 13/08/1936.42 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 22/10/1936.
21
ante los funcionarios públicos para alcanzar la sanción de dicha
ley.
En lo que respecta a la campaña de movilización emprendida
por la AC, esta consistió en la recolección de firmas a favor de
la enseñanza religiosa, concentraciones públicas en la plaza
principal y frente al poder legislativo e impresión de panfletos
que identificaran a los militantes de la causa con el texto: “en
nuestro carácter de católicos nos adherimos a la enseñanza
religiosa en las escuelas de la provincia”.43 En esta
oportunidad, la consigna de la enseñanza religiosa volvió a
movilizar a un sector importante de la sociedad tucumana. Cada
acto era organizado minuciosamente por la JD: circulaban
invitaciones a las JP del interior, se buscaba solventar los
gastos de traslado de sus miembros y se organizaban procesiones
que culminaban usualmente en la plaza principal donde
militantes especialmente seleccionados por la JD o el Obispo
disertaban sobre el tema y cuyos discursos se transmitían por
altoparlantes. Finalmente cabe mencionar las sesiones
cinematográficas que se organizaban en algunas parroquias para
atraer la atención del público y transmitir la necesidad de
crear conciencia sobre la importancia de votar por candidatos a
legisladores verdaderamente comprometidos con el proyecto
católico.
En síntesis, la AC desplegó un amplio abanico de
estrategias e hizo uso de métodos modernos para instalar el
debate sobre la enseñanza religiosa en la escena pública. El
cinematógrafo, instrumento tan vilipendiado hasta el momento
por ser identificado como el origen de la degeneración de las43 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.
22
costumbres en la sociedad moderna, se convirtió en una vía
eficaz para difundir la doctrina católica. En efecto, desde
principios de 1931 se venían publicando artículos en el Boletín
Diocesano llamando a los católicos a hacer uso de nuevas
técnicas: “ sería en efecto ridículo para los católicos el que en
las relaciones ordinarias de la vida moderna no quisieran usar
sino métodos antiguos”.44 El autor del texto se refería en este
caso a la “importancia del cine como instrumento de difusión de
las ideas religiosas”.
Resulta interesante profundizar la mirada sobre esta
campaña organizada por la AC, dado que se trató de una coyuntura
en la que asomaron distintos aspectos que invitan a repensar
algunos de los nudos problemáticos que rondan al asociacionismo
católico. Nos referimos, por ejemplo, a la forma en que se
motorizaban los vínculos en el ámbito de la sociedad civil y en
la política. No es un dato menor que, en estas circunstancias,
Rufino Cossio -médico católico, presidente del Consejo de
Hombres de AC y afiliado al partido radical- propusiera que la
asociación se provea de los padrones electorales para que sirvan
de base a la campaña personalizada que pretendían llevar a cabo
antes de las elecciones y aseguren una determinada cantidad de
votos a los legisladores católicos. En una dirección similar,
solicitaron a la Inspección general de parroquias de la
provincia los datos estadísticos de las personas bautizadas
para dar contenido empírico a las argumentaciones que
intentaban demostrar que el pueblo tucumano era en esencia
católico.45
44 AAT, “El cine y las cuestiones sociales”, BODT , 3/05/1931.45 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.
23
3.- Consideraciones finales
A lo largo de los años treinta, a partir del
establecimiento de Acción Católica se fue configurando un nuevo
concepto de laico cuyo rol debía desempeñarse en el marco de la
estructura jerárquica de la institución y bajo las directivas de
la autoridad eclesiástica. La idea de un laicado-militante, en
principio construida desde la retórica de la jerarquía, tenía
como horizonte inmediato renovar un catolicismo que parecía
debilitado en su influencia social. En ese contexto, si bien se
definía la actitud ofensiva que los fieles debían adoptar para
ocupar su nuevo lugar, el rol que les correspondía asumir y su
proyección en la práctica no estaban del todo delimitados.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, intentamos
analizar a partir del caso tucumano las fluctuaciones y
desplazamientos de sentido a los que estuvo sujeto el imperativo
de catolización de la sociedad en función de las estrategias que
desplegó la AC para consolidar la presencia de la Iglesia en la
vida pública. Con este fin, en la primera parte del trabajo
situamos los orígenes de la ACT, el perfil de los actores que
participaron en su conformación y la forma en que se propusieron
proyectar la asociación en el territorio provincial. Como ha
sido señalado, se trató de un proceso complejo que tuvo por
momentos ribetes confusos e inciertos, en el que debieron
sortearse una serie de dificultades propias del desconocimiento
de la naturaleza de esta nueva asociación.
En segundo lugar, la exploración del espectro de
actividades que la JD llevó a cabo en sus primeros años y los
24
temas que concitaron su atención nos ofreció algunos indicios
sobre las prácticas católicas de los años treinta y las
estrategias desplegadas para proyectar la catolización de la
sociedad. En ese contexto, la difusión de consignas como la
indisolubilidad del matrimonio y la enseñanza religiosa
obligatoria concentraron las energías del laicado católico en
los primeros años. Su articulación con el poder político, la
ocupación del espacio público con movilizaciones callejeras, la
organización de eventos sociales y culturales como las semanas
de estudio y la práctica de las conferencias, fueron las
estrategias a las que apelaron los militantes de AC para plasmar
la reconquista católica de la sociedad con las que llenaron una
consigna cuyos alcances resultaban difusos e indefinidos.
Sin embargo, el mismo imperativo que había delineado
aquellas preocupaciones y se había proyectado mediante las
estrategias mencionadas se iría reformulando con el correr de
los años. A partir de la creación del secretariado Económico-
Social en 1937 se introdujeron nuevas preocupaciones en el
laicado católico. Poco a poco, la ACT iría articulando su
militancia alrededor de la denominada “cuestión social” que a
nivel provincial se vinculaba directamente con la cuestión
obrera y los problemas que aquejaban al mundo del trabajo en la
industria azucarera. Desde principios de los años ´40, los
esfuerzos dirigidos a catolizar la sociedad se concentrarían
cada vez más en la formulación de proyectos legislativos para
modificar las condiciones de vida de los trabajadores y llevar
los principios del catolicismo a ese sector social. Para ese
entonces, la ACT encontraría en otros ámbitos los aspectos
25
decisivos para la consolidación de la presencia católica en la
vida pública.
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26