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ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO Lucía Santos Lepera * En Vidal, Gardenia y Blanco, Jessica (Comp.), Estudios de la Historia de Córdoba en el siglo XX, tomo II, Córdoba, Ferreyra Editor, 2010, pp. 19-36. La Acción Católica fue la culminación de los intentos de la jerarquía eclesiástica por configurar un laicado católico centralizado y ordenado. 1 En base a las disposiciones emanadas * ISES-Becaria Conicet. Este trabajo pertenece a una investigación más amplia que se lleva a cabo en el marco del proyecto “Actores, Política y Problemática social, Tucumán (1880-1966) dirigido por la Dra. María Celia Bravo y financiado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Tucumán. Agradezco las lecturas de Leandro Lichtmajer, Florencia Gutierrez, Alejandra Landaburu y María Celia Bravo. 1 En los últimos años la Acción Católica Argentina fue objeto de renovados estudios, entre ellos cabe destacar los de Jessica Blanco, “La Acción Católica Argentina y su conformación como espacio público (1931-1941)”, disponible en historiapolitica.com, http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blanco.pdf (último acceso 8/02/2009) y Modernidad conservadora y cultura política: La Acción Católica Argentina 1931- 1941, (Córdoba: Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC, 2008). Asimismo, Omar Acha ha trabajado distintos aspectos de la asociación, ver por ej. “Notas sobre la evolución cuantitativa de la afiliación en Acción Católica Argentina (1931-1960)”, disponible en historiapolitica.com, http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/acha.pdf (último acceso 5/02/2009); “El laicado católico pasa a la acción, Argentina 1952-1955” (presentado en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina, 19 al 22 de septiembre de 2007), “Teoría y praxis de la militancia católica: las jóvenes de la Acción Católica de la ciudad de Buenos Aires (1940-1945)”, (presentado en el II simposio internacional sobre religiosidad, cultura y poder, Buenos Aires, Argentina, 2008). Una propuesta de debate sobre la Iglesia católica argentina en los años treinta en Miranda Lida, “El renacimiento católico en la Argentina del siglo XX. Usos y abusos de una consigna recurrente” y “El catolicismo de masas en la década de 1930 en la Argentina. Una revisión historiográfica” (presentados en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina 19 al 22 de septiembre de 2007). En general, estos trabajos revisan algunos aspectos de los estudios realizados previamente por Loris Zanatta, Del Estado Liberal a la Nación Católica. Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo 1930-1943 (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1996); Susana Bianchi, “La conformación de la Iglesia católica como actor político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las organizaciones de elite 1930-1950”, 1

ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO

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ASOCIACIONISMO Y PRACTICAS CATOLICAS EN LOS AÑOS TREINTA: LA ACCION CATOLICA TUCUMANA Y LA CONFIGURACION DEL LAICADO

Lucía Santos Lepera*

En Vidal, Gardenia y Blanco, Jessica (Comp.), Estudiosde la Historia de Córdoba en el siglo XX, tomo II, Córdoba, FerreyraEditor, 2010, pp. 19-36.

La Acción Católica fue la culminación de los intentos de la

jerarquía eclesiástica por configurar un laicado católico

centralizado y ordenado.1 En base a las disposiciones emanadas* ISES-Becaria Conicet. Este trabajo pertenece a una investigación más

amplia que se lleva a cabo en el marco del proyecto “Actores, Política y Problemática social, Tucumán (1880-1966) dirigido por la Dra. María Celia

Bravo y financiado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Tucumán. Agradezco las lecturas de Leandro Lichtmajer, Florencia Gutierrez, Alejandra Landaburu y María Celia Bravo.

1 En los últimos años la Acción Católica Argentina fue objeto de renovados estudios, entre ellos cabe destacar los de Jessica Blanco, “La Acción

Católica Argentina y su conformación como espacio público (1931-1941)”, disponible en historiapolitica.com,

http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blanco.pdf (último acceso 8/02/2009) y Modernidad conservadora y cultura política: La Acción Católica Argentina 1931-

1941, (Córdoba: Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC, 2008). Asimismo, Omar Acha ha trabajado distintos aspectos de la asociación, ver por ej.

“Notas sobre la evolución cuantitativa de la afiliación en Acción Católica Argentina (1931-1960)”, disponible en historiapolitica.com,

http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/acha.pdf (último acceso5/02/2009) ; “El laicado católico pasa a la acción, Argentina 1952-1955”

(presentado en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina, 19 al 22 de septiembre de 2007), “Teoría y praxis de la

militancia católica: las jóvenes de la Acción Católica de la ciudad de Buenos Aires (1940-1945)”, (presentado en el II simposio internacional sobre

religiosidad, cultura y poder, Buenos Aires, Argentina, 2008). Una propuesta de debate sobre la Iglesia católica argentina en los años treinta

en Miranda Lida, “El renacimiento católico en la Argentina del siglo XX. Usos y abusos de una consigna recurrente” y “El catolicismo de masas en la década

de 1930 en la Argentina. Una revisión historiográfica” (presentados en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán, Argentina 19 al

22 de septiembre de 2007). En general, estos trabajos revisan algunos aspectos de los estudios realizados previamente por Loris Zanatta, Del Estado

Liberal a la Nación Católica. Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo 1930-1943 (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1996); Susana Bianchi, “La

conformación de la Iglesia católica como actor político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las organizaciones de elite 1930-1950”,

1

desde el Vaticano, la asociación debía representar “la

participación de los laicos en el apostolado jerárquico”.2 Tal

consigna revelaba las tentativas de establecer un lugar

destacado a los fieles en la estructura jerárquica de la

institución con el fin de integrarlos a la misión recristianizadora

proyectada por la Iglesia. En efecto, en los años treinta se

fortaleció la idea de un catolicismo en retaguardia cuya

influencia social se había visto disminuida frente al avance del

liberalismo, concebido como la fuente de la degeneración de las

costumbres, del laicismo en la escuela y del repliegue de la

religión al ámbito de la vida privada. Desde este punto de vista,

imperaba la necesidad de catolizar una sociedad que se había

vuelto presa de los valores modernos. Frente a tal diagnóstico,

la jerarquía ubicaba en la Acción Católica el instrumento capaz

de orientar los intentos de instauración de una nueva cristiandad,

un renovado orden social y político que proponía basarse en los

principios del catolicismo. Esta vertiente católica integral,

hegemónica durante el período, reclamaba “cambios en la manera

de vivir la religión y en las formas de acción social más acordes

a las transformaciones que se daban en el país”.3

De esta forma, de acuerdo a la idea de apostolado laico que

se configuró en esos años, los militantes de Acción Católica

debían colaborar con el objetivo de catolizar todos los ámbitos de

la sociedad a partir de una actitud y una voluntad ofensivas. En

otras palabras, debían “recuperar” para la Iglesia la

Anuario IEHS 5 , Tandil (1990); Fortunato Mallimaci, “Movimientos laicales y sociedad en el período de entreguerras. La experiencia de la acción católica

en la Argentina”, Cristianismo y Sociedad 108, México (1991).2 Archivo del Arzobispado de Tucumán (AAT), “La Semana Nacional del Clero” en

Boletín Oficial de la Diócesis de Tucumán (BODT) , 1/02/1931.3 Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política… , Cit., 36.

2

influencia social perdida durante los años de predominio

liberal. Sin embargo, cabe señalar que en el discurso de la

jerarquía tal imperativo de catolización de la sociedad no recibió una

delimitación clara respecto a su proyección en la práctica. La

retórica de la autoridad eclesiástica se refería

fundamentalmente al comportamiento de los militantes católicos

y a la actitud ofensiva con que debían asumir su nuevo lugar.

Concebido de ese modo, para el conjunto de fieles el principio de

catolización comportaba signos difusos y ambiguos que lo

convirtieron en objeto de constantes reinterpretaciones a lo

largo de la década. Ahora bien, ¿Cómo se pensaba recuperar la

sociedad para el catolicismo más allá del discurso de

reconquista de la jerarquía católica? ¿Qué aspectos se

consideraban significativos para la consolidación de la

presencia católica en la vida pública? ¿Cuáles fueron las

estrategias desplegadas por la Acción Católica para llevar a

cabo sus objetivos? El presente trabajo se desarrolla en el

marco de tales preguntas y busca ensayar algunas respuestas a

partir del análisis del caso tucumano.

La primera parte del trabajo aborda el análisis de las

matrices formativas de la Acción Católica Tucumana (ACT) y de

los actores que participaron en el proceso de su conformación.

De esta forma, se procura identificar a los miembros que

organizaron su primera Junta Diocesana y señalar los obstáculos

que encontraron para configurar una asociación que tenía como

base de su estructura el núcleo parroquial. En segundo lugar,

nos interesa introducir el análisis en el mundo de las

prácticas. A partir del abordaje de las actividades, la

3

experiencia y las preocupaciones de los militantes de ACT es

posible dar cuenta de las dificultades y de las marchas y

contramarchas por las que atravesó la asociación durante sus

primeros años. En síntesis, nos interesa desentrañar las

estrategias desplegadas por la Iglesia con el objeto de

proyectar en la sociedad la construcción de una nueva cristiandad .

1.-Orígenes y conformación de la Acción Católica Tucumana: la “vanguardia de católicos laicos”

Agustín Barrere fue designado obispo de Tucumán el 16 de

enero de 1930. Desde su primera carta pastoral explicitó su

propósito de fortalecer la institución y aludió a la nueva

actitud que debían asumir los laicos con el fin de proyectar los

principios del catolicismo en la sociedad. Desde esta

perspectiva, Barrere proclamaba una cruzada por el

restablecimiento del “Reino de Dios” y llamaba a los fieles

católicos a dar un “verdadero grito de guerra, guerra obligada,

de la que nadie que tenga uso de razón puede eximirse, guerra a

veces larga, penosa, a menudo violenta, pero de éxito seguro

para los valientes que, lejos de rehuir el combate, de desertar

las filas de nuestro Rey y Capitán, Jesucristo, lo siguen

doquiera los llame […] Luchar así es vencer”.4

Esta “lucha” debía llevarse a cabo, según el Obispo, en el

contexto de una sociedad que se había alejado del cristianismo y

cuya fe se encontraba debilitada. La guerra debía librarse

entonces frente a “la moda y el teatro inmoral, las nuevas

costumbres, la prensa no católica, el cinematógrafo malsano y

4 AAT, “Carta Pastoral del Ilmo. Señor Obispo Diocesano”, BODT , 3/08/1930

4

las diversiones reñidas con las exigencias de la virtud”.5 En

este sentido, la organización de la ACT -cuyo objetivo consistía

en reunir las actividades de los laicos en una entidad única y

obediente a las directivas de la jerarquía- fue la estrategia

central del Obispo tucumano para garantizar la “restauración en

Cristo”.

Ahora bien, ¿en qué sentido la Acción Católica (AC) vendría

a “renovar” el catolicismo? Las editoriales del Boletín

Diocesano señalaban que, como consecuencia de la difusión de los

postulados del liberalismo, reinaba en la sociedad una

religiosidad débil en la que los católicos reducían su fe a

ciertas prácticas externas como la misa dominical, el bautismo

de los hijos o el casamiento canónico. De esta forma, los

católicos “ignoraban que el seglar como el sacerdote tiene el

deber de servir a la Iglesia en sus justos anhelos de expansión

del reino de Dios”. La misión de la AC era abarcar en toda su

amplitud la vida católica: “toda la vida privada y toda la vida

pública”.6 Se buscaba con esto que la religión no se

circunscribiese a un mundo individual e íntimo sino que se vea

plasmada en todos los ámbitos de la sociedad. En otras palabras,

la AC proponía una forma de vivir católica.

El punto de partida para la formación de la ACT fue la

semana de estudio organizada en mayo de 1931 donde los Pbros.

Antonio Caggiano y Silvino Martínez explicaron su

funcionamiento y objetivos y a partir de la cual se iniciaron una

serie de reuniones entre el Obispo tucumano y los futuros

miembros dirigentes con el objeto de proyectar la nueva

5 AAT, “Comunicado por visita ad limina”, BODT , 12/04/19316 AAT, “Lo que es la Acción Católica”, BODT , 21/08/1932

5

asociación. La culminación de este proceso se vio representada

en la ceremonia de oficialización de los primeros miembros

efectivos a fines de 1932. La Iglesia reconocía así a la

“vanguardia de católicos laicos” que bajo la dirección de la

jerarquía formarían la “avanzada de la selecta milicia de la

Acción Católica Tucumana”.7 De esta forma quedaron constituidos

los Consejos Diocesanos (CD) de las cuatro ramas y la Junta

Diocesana (JD) de la Acción Católica local.8

Un breve repaso por la lista de nombres de los primeros

socios revela que la elección del Obispo Barrere se

circunscribió a una elite de católicos ilustres cuyos apellidos

se destacaban por su actividad política y social. A lo largo de

la década de 1930 aparecen repetidamente en cargos dirigentes

nombres como los de José Padilla, Tomás A. Chueca, Jorge

Nougués, Máximo Cossio Etchecopar, Juan B. Terán, Rufino

Cossio, José María Paz, Fernando de Prat Gay, Benjamín Cossio,

Manuel Posse, entre otros.9 En líneas generales, entre estos7 AAT, “Ceremonia de oficialización de los primeros asociados efectivos a la

Acción Católica en la Diócesis”, BODT , 21/08/1932.8 Las cuatro ramas se dividían bajo criterios de edad y sexo: la rama de

Hombres, de Damas y las de Jóvenes. En un principio, la JD de ACT se compuso con los miembros dirigentes de los Consejos Diocesanos de las cuatro ramas

designados por Monseñor Barrere. Un análisis de la estructura y organización de la ACA en Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit.

9 José Padilla fue el candidato conservador a gobernador en 1928 y 1934. Fue administrador del Ingenio San Pablo y fue Ministro de Agricultura de la

Nación durante la presidencia de Ortiz. Tomás Chueca fue Ministro de Hacienda durante la gestión del gobernador radical Miguel Campero (1935-1939) y

posteriormente ejerció funciones durante la gestión de Miguel Critto (1939- 1943). Máximo Cossio Etchecopar fue médico perteneciente a una familia

vinculada estrechamente a la actividad azucarera y lideró a principios de los años ´40 el Partido Cívico Popular, un desprendimiento del Partido Demócrata

Nacional en la provincia de Tucumán. Juan B. Terán (h) fue abogado e industrial azucarero del ingenio Santa Bárbara y director de la revista Norte

Argentino . Manuel D. Posse, industrial azucarero, fue dueño del ingenio Esperanza. Rufino Cossio fue senador nacional por la UCR y Ministro de

Hacienda del gobierno de Miguel Critto. Fue presidente del Directorio de la Compañía Azucarera Ingenio San Juan. José María Paz Nougués fue dueño del

6

primeros miembros dirigentes de ACT encontramos industriales y

profesionales vinculados a la actividad azucarera,

pertenecientes a familias tucumanas tradicionales y cuya

incursión en la política podía darse desde el radicalismo o el

conservadurismo.10 Lo mismo ocurría entre las primeras socias

oficializadas de las ramas femeninas cuyos apellidos nos

remiten directamente a familias tradicionales y católicas y

eran, a su vez, las esposas de los socios arriba mencionados. En

este sentido, cabe mencionar a María Helguera de Frías, primera

presidenta del consejo diocesano de Damas católicas, Elvira

Cossio Etchecopar de la Vega, María Angélica Chueca, Josefina

Nougués Romero de Cossio Etchecopar, Susana Paz Posse de Cossio

y Leonor de Wurschmidt. El resultado de este proceso fue la

concentración de un sector de la elite tucumana en los cargos

directivos de la asociación -consejos diocesanos y JD- quienes

pertenecían a su vez a las parroquias céntricas de la Capital.11

ingenio Concepción y presidente del CAR. Fernando de Prat Gay fue presidente de la Compañía Azucarera del Norte y del Ingenio Leales. Fue senador

provincial por el radicalismo concurrencista entre 1934 y 1936 y seguidamente asumió como diputado nacional, cargo que ejerció hasta 1943.

10 Sin embargo, se observaba también la presencia de algunos miembros inmigrantes que no pertenecían a las citadas familias tradicionales como por

ejemplo José Wurschmidt, José Rubio Polo o Juan Eduardo Tenreyro. Lucía Santos Lepera, “La Acción Católica tucumana: sociabilidad y cultura

religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San Pablo” (presentado en la Jornada Académica Catolicismo y sociedad de masas en la

Argentina de la primera mitad del siglo XX, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 6 noviembre de 2008).

11 La variable que determinaba la pertenencia a un centro o círculo parroquial de AC era el lugar de residencia. Se puede comprobar a través de las memorias de las asambleas diocesanas que quienes resultaban electos dirigentes de la JD pertenecían en mayor medida a parroquias céntricas importantes. Jessica

Blanco ha marcado esta tendencia en Córdoba donde la elite se concentraba en puestos directivos mientras que los miembros de las parroquias periféricas

provenían de otro sector social. Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit., 115.

7

De esta forma, la ACT se vio favorecida por la intervención

de un sector de la elite vinculada a la industria azucarera local

que participó en su organización desde los primeros años.

Algunos industriales conformaron la JD y otros colaboraron

directamente con la financiación de sus actividades y su

funcionamiento a partir de donaciones y de suscripciones a las

publicaciones de la asociación.12 Eran los “católicos

pudientes” a los que se apelaba recurrentemente para contribuir

a la “causa” de la Iglesia. Probablemente la decisión del nuevo

Obispo tucumano de acudir a este sector de la elite local para

organizar la ACT hundía sus raíces en una larga tradición de

estrecha y fluida vinculación entre los industriales azucareros

y la Iglesia católica local.13

Las actas de reunión de la JD revelan que, por lo menos

hasta mediados de los años treinta, la conformación de AC fue un

proceso complejo, plagado de marchas y contramarchas y, por lo

tanto, lejano a la imagen del crecimiento pujante y armónico que

12 Las listas de católicos pudientes que colaboraban con la AC eran casi siempre encabezadas por los industriales azucareros Alfredo Guzmán y Ramón

Paz Posse. Las publicaciones católicas como el BODT y La voz del Consejo (prensa de la Asociación de Hombres de AC que duró sólo unos meses) eran sostenidas

con el aporte de los ingenios Santa Lucía (de la S.A. Santa Lucía de la que formaban parte entre otros Evaristo Etchecopar, Manuel Terán y José Frías

Silva), Los Ralos (de la firma Avellaneda y Terán), San José (de Justiniano Frías), Amalia (de la Sociedad Griet hnos. en cuyo directorio participaba

Juan B. Terán), Mercedes (de la flia. Padilla), San Juan (de Ramón Paz Posse), San Pablo (de la firma Nougués hnos.), Bella Vista (de Manuel García Fernández),

Concepción (de Alfredo Guzmán), Esperanza (de Wenceslao Posse), San Antonio (propiedad de Gallo y Peña).

13 Si bien no se encuentran trabajos específicos que den cuenta de la relación entre los industriales azucareros y la Iglesia católica local, cabe señalar

algunos aspectos que reflejan la naturaleza de esta relación como el aporte de dinero y tierras a favor de la Iglesia por parte de industriales. Por otro

lado, muchas de las parroquias habían sido en su origen capillas construidas por los dueños de los ingenios quienes a su vez se hacían cargo de la

manutención de los respectivos curas párrocos y de los oficios religiosos.

8

le atribuyen las memorias de la Iglesia.14 Una de las primeras

preocupaciones de la JD fue promover la formación de Juntas

Parroquiales (JP) en todo el territorio provincial. A través de

la instauración del “régimen de visitas”, los primeros

dirigentes se dividieron la tarea de frecuentar las parroquias

de la diócesis para garantizar la conformación y el buen

funcionamiento de la asociación. Naturalmente, debieron

sortear en el proceso una serie de dificultades entre las que se

destacaba la escasa colaboración de los curas párrocos, sobre

todo aquellos que estaban a cargo de parroquias cuyas

jurisdicciones abarcaban un extenso territorio.15 Tales

dificultades fueron reconocidas por Barrere, quien debió

intervenir en numerosas oportunidades para exigir al clero

diocesano su participación en la conformación de la nueva

asociación. En un comunicado dirigido a los curas párrocos,

Barrere admitía “ que no sea posible constituir [Juntas

Parroquiales] de inmediato en todas [las parroquias], máxime en

las rurales, no lo ignoramos, pero sabemos que en algunas de

éstas y en las urbanas, no sólo es posible sino relativamente

fácil”.16

Tal como lo revelaban las palabras del Obispo, las JP que se

conformaron más rápidamente -entre 1932 y 1933- y que reflejaron

14 Como por ejemplo la memoria publicada en el BODT el 23/05/1942.15 Nos referimos principalmente a las parroquias de los departamentos de

Trancas, Graneros, Leales y Burruyacu, caracterizados por una extensión relativamente grande y una escasa densidad demográfica. Las quejas de los

párrocos en estas jurisdicciones eran recurrentes debido a que debían recorrer todo el territorio y tenían el doble de trabajo que otros párrocos.

Lucía Santos Lepera, “La Acción Católica tucumana: sociabilidad y cultura religiosa en los años treinta. El caso del Centro de Hombres de San Pablo”,

Cit.16 AAT, “Carta Edicto a los Sres. Curas párrocos sobre la Acción Católica”,BODT , 7/02/1932.

9

cierta continuidad en su funcionamiento fueron las de las

parroquias más importantes de la capital. Con una población

urbana concentrada a su alrededor y un grupo que colaboraba

previamente con las actividades parroquiales, la conformación

de centros y círculos de AC fue viable.

Por otro lado, las primeras actas de reunión de la JD denotan

cierta improvisación e informalidad en la organización inicial

de la asociación. En este caso, un aspecto que generó más de un

problema fue la falta de una “sede social”. Durante mucho tiempo

la JD y los Consejos no tuvieron un local propio donde efectuar

sus reuniones y programar sus actividades. Así, las reuniones

reglamentarias de la JD variaban entre la iglesia Catedral y el

local cedido por la Sociedad de Beneficencia de la provincia.

Por su parte los Consejos se reunían en lugares distintos, en el

caso de las Damas católicas lo hacían en casa de su presidenta,

María Elvira Helguera de Frías.17 Recién a fines de 1936, a partir

de la donación de Máximo Etchecopar, la ACT logró tener una sede

propia. Otro factor preocupante para los dirigentes diocesanos

fue la falta de una comunicación fluida con las autoridades

centrales. Para que la AC iniciara su funcionamiento era

indispensable que la Junta Central enviara folletos

explicativos para distribuirlos entre los socios. Sin embargo,

en las actas constan quejas recurrentes por la falta de

información y la tardanza en las respuestas desde Buenos Aires.

De la misma forma, las JP que habían logrado conformarse en los

primeros años lamentaban la “falta de directivas” y la

desorientación que experimentaban. En una carta enviada a José

17 Archivo de la Acción Católica Tucumana (en adelante AACT), Actas de reunión de la Junta Diocesana (JD), Tomo I, 27/10/1932.

10

Padilla, presidente de la JD, la JP de Monteros pedía

información planteando que “carecemos de todo norte concreto

sobre la actuación como entidad y por lo tanto nada podemos obrar

a conciencia y con conocimiento de causa”.18 Desde la JD les

respondieron que otras JP se encontraban en la misma situación

pero que lamentablemente no tenían “material para enviar” ya que

la Junta Central no se los proveía.

Estos breves ejemplos dan cuenta de un proceso complejo,

donde los miembros a quienes se encomendó la tarea de organizar

la AC se enfrentaron, en primer lugar, al desconocimiento de los

objetivos y la naturaleza de la nueva asociación. La falta de

información, las resistencias ejercidas por algunos curas

párrocos, la indiferencia y “apatía” de sectores de la población

que no comprendían la “importancia de su misión” fueron algunos

de los problemas más importantes que la Iglesia debió enfrentar

para difundir la AC en la provincia.19 De esta forma, los primeros

años de la ACT se desenvolvieron en un contexto incierto en el

que el “nuevo rol de los laicos” y las actividades que debían

desarrollar no parecían estar del todo delimitadas. No

obstante, con el paso del tiempo la AC lograría adquirir forma e

iría cobrando un sentido más preciso para sus dirigentes.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, a continuación

nos proponemos analizar la dinámica de funcionamiento, los

temas que preocupaban a la dirigencia de AC y las estrategias

18 AACT, Carpeta con correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980), Parroquia de Monteros, 15/06/1932.

19 Todos estos aspectos pueden analizarse en la correspondencia que sostenía la JD con las Juntas Parroquiales y los curas párrocos. AACT, Carpeta con

correspondencia de Juntas Parroquiales (1933-1980).

11

desplegadas para difundir el catolicismo en la sociedad,

objetivo por excelencia de su apostolado.

2.- La ACT frente a la “neoconversión de un mundo paganizado”: prácticas y estrategias del asociacionismo católico

En la primera semana de estudio organizada por la Acción

Católica Tucumana, el obispo diocesano Agustín Barrere proclamó

los fines de la nueva asociación: “la Acción Católica, auxiliar

de la jerarquía, tiene la noble ambición de cooperar a la

neoconversión de un mundo paganizado. Con este fin se organizan

actos públicos como esta semana de cultura, en la que se estudian

cuestiones de vital importancia.”20 Ahora bien, ¿en qué

consistía esta “neoconversión” y cómo pensaba llevarse a cabo?

Como vimos, en sus primeros años la ACT se desarrolló

principalmente en la capital de la provincia contando con el

apoyo de un sector de la elite económica y social. En ese

contexto, se consideraba a estos primeros militantes lo

suficientemente formados en la doctrina católica como para

comenzar la tarea de apostolado y de formación de militantes. En

el intento de cumplir con este cometido, la JD organizó semanas

de estudio sobre encíclicas papales21 y sesiones de lectura de

los estatutos de AC, creó círculos de estudio y organizó

conferencias privadas y públicas sobre temas específicos. Tales

actividades remitían a un proceso en el que la idea de laico era

racionalizada a partir del fomento de instancias de formación y20 AAT, BODT , 4/06/1933.21 La ACT organizó en mayo de 1933 una Semana Social de estudio de la encíclica

“Casti Connubii” de Pio XI sobre el divorcio y en 1935 una Semana Social de estudio de la encíclica “Divinis Illius Magister” de Pio XI donde se

desarrolla el tema de la educación cristiana en los jóvenes. AACT, Actas de reunión JD, Tomo I.

12

de normalización. En lo que respecta a las conferencias, éstas

tenían el doble fin de promover la instrucción de militantes y

servir como medio de difusión de la doctrina católica. De alguna

manera, las iniciativas de los dirigentes de AC se encontraban

atravesadas por la tensión entre el fortalecimiento doctrinal

de un sector militante acotado y la necesidad de acrecentar el

número de socios en sus filas, aún cuando la formación religiosa

de los potenciales miembros no resultase satisfactoria. Esto

formaba parte de la tensión entre cantidad y calidad que

recorrió la historia de la asociación.22

Desde su origen, la AC adoptó de manera sistemática el uso

de conferencias como una estrategia para apelar a las

conciencias de los católicos e infundir las nuevas formas de

apostolado, retomando una práctica de fuerte arraigo entre los

católicos desde fines del siglo XIX.23 Para su organización, la

JD designaba una comisión responsable, cuyos miembros hacían

uso de sus vínculos personales para comprometer a los

conferencistas. Estos últimos podían ser miembros de la AC

local, autoridades nacionales o sacerdotes reconocidos. Así,

fruto de la relación con Ernesto Padilla (h), quien actuaba como22 ACHA Omar, “Notas…”, Cit. En la memoria presentada a principios de 1936 por

la asociación de Hombres de la AC se justificaba “e l no aumento apreciable de socios” en la necesidad de “la selección que necesariamente hubo de ir

realizándose a medida que la Acción Católica tomaba cuerpo”. De esta forma, la rama de Hombres decía privilegiar la formación de los miembros existentes

frente a los esfuerzos por reclutar nuevos socios. AAT, BODT , 24/06/1936.23 La modalidad de conferencias populares que se organizaban en las plazas y

las calles era practicada por los católicos desde principios de siglo XX para competir con los socialistas y anarquistas, especialmente en el mundo del

trabajo (donde se intentaba difundir el mutualismo, la moralización y el disciplinamiento de los obreros). María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum,

“ Socialistas y católicos disputando el mundo los trabajadores. Protesta, sociabilidad y cultura obrera en Tucumán (1895-1910)” (presentado en las V

Jornadas Nacionales de Espacio, Memoria e Identidad, Rosario, octubre de 2008).

13

una suerte de delegado de la JD en Buenos Aires, se organizaron

numerosas conferencias que tuvieron como invitados a Mons. De

Andrea, al Padre Laburu, Dr. Juan Cassiello, entre otros. El

mundo de las conferencias era un ámbito principalmente

masculino: fueron los dirigentes de la rama de hombres a los que

se recurría para disertar sobre los temas elegidos.24

Aspectos como la moral católica, el matrimonio y,

posteriormente, la enseñanza religiosa eran vistos como

decisivos para la consolidación de la presencia de la Iglesia en

la vida pública. La prioridad de los temas que componían la

agenda de la ACT derivaba de las pautas emanadas desde la Junta

Central o del obispado tucumano. Tal situación no se vio exenta

de tensiones entre las autoridades nacionales y locales. En

ciertas oportunidades, el acatamiento de las directivas

nacionales por parte de la JD implicó el desplazamiento de

inquietudes locales. En este sentido, cabe traer a cuenta un

problema que se presentó apenas constituida la ACT: en la

primera reunión de la JD sus miembros se mostraron interesados

en el problema social como un tema urgente a tratar y proyectaron

invitar a Mons. Franceschi a un ciclo de conferencias en Tucumán

sobre la Doctrina Social de la Iglesia y la encíclica de Pio XI

“Quadragesimo Anno” . Sin embargo, en la reunión siguiente

llegaron directivas de la Junta Central sobre “la necesidad de

24 La intervención femenina en las reuniones o asambleas diocesanas -en el caso que se aceptara- se circunscribía a sus “temas de interés” esto era “la

mujer y el Evangelio”, “la formación doctrinal de los niños”, etc. Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit. 65. En la Semana de Estudio

organizada por la ACT en mayo de 1933 con el objeto de reflexionar sobre la encíclica “Casti Connubii” de Pio XI, se procuró incluir una mujer en la lista

de disertantes para que hablara en público sobre “la mujer y la familia”. Sin embargo, cuando se publicó el programa definitivo esta opción fue descartada

por la JD. AAT, BODT , 7/05/1933 y 28/05/1933.

14

protestar ante las cámaras por la posible ley de divorcio”.25

Inmediatamente los miembros de la JD se concentraron en las

campañas en contra del divorcio a través de la recopilación de

firmas, el envío de cartas a la cámara de diputados y senadores,

visitas a las JP existentes para concientizar a sus miembros

sobre la gravedad del problema y la organización de una “Semana

de Cultura” para tratar la encíclica “Casti Connubii” de Pio XI

sobre el divorcio. De este modo, frente a los requerimientos de

la Junta Central, el ciclo de conferencias debió dejarse de

lado. Resultan sugerentes las palabras de apertura que Barrere -

en ocasión de la Semana de Cultura- dedicó a los temas que debían

orientar el apostolado de la ACT: “Muchas son las cuestiones que

solicitan en muy alto grado nuestra atención ¿Cuáles de ellas

elegir? No siempre será la más importante en sí en el orden

individual, social y religioso, sino la que las circunstancias

imponen […] La escogida ahora fue el matrimonio, de palpitante

actualidad”.26

En los años siguientes, los temas que acapararon la

atención del laicado organizado en AC fueron la enseñanza

religiosa y el problema de la moralidad. La educación era

considerada una de las áreas más importantes para permear la

sociedad,27 lo que explica los esfuerzos que dedicó la AC desde

mediados de los años treinta para imponer la enseñanza religiosa

en las escuelas de la provincia. La degeneración en las

costumbres y la escuela laica -fenómenos que se habrían

expandido producto del avance del liberalismo en la sociedad

argentina- fueron el blanco de las críticas en las semanas de25 AACT, Actas de reunión de JD, Tomo I, 25/08/1932.26 AAT, “Semana Social de estudio de la Acción Católica”, BODT , 4/06/1933.27 Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política … Cit., 166.

15

estudio. En ese esquema, se volvía necesario retomar la supuesta

“esencia católica” del pueblo tucumano: “la escuela laica es

contraria a los sentimientos religiosos de la inmensa mayoría

del pueblo argentino, católico por tradición y convicción. Con

la implantación de dicha escuela se han roto los moldes de

nuestra historia renegando de la religión de nuestros mayores,

que tejiera la urdimbre espiritual de nuestra nacionalidad”.28

Con estas palabras, Sisto Terán, presidente de la ACT, inauguró

la Semana Social de estudio de la encíclica “Divinis Illius

Magister” en julio de 1935. El objetivo de la ACT con estas

jornadas era “que se haga luz sobre el problema educacional” a

través de la lectura de conferencias por parte de miembros de la

asociación que estudiaron específicamente los contenidos de esa

encíclica.29

Entre las estrategias desplegadas para instalar en la

agenda pública los temas de preocupación del catolicismo, los

miembros de ACT manifestaron la necesidad de una relación fluida

con los poderes públicos. Si las conferencias estaban dirigidas

a fortalecer la formación doctrinal de los socios y eran, a su

vez, la forma de difundir la moral católica por vía de la

persuasión, la apelación al Estado tenía por objetivo imponer la

moral católica por otra vía: la de la censura. La JD logró que la

comisión de Moralidad de la Municipalidad de San Miguel de

Tucumán aceptara como delegado con voz y voto a un representante

de la ACT. Así, se recurrió en numerosas ocasiones al gobierno

28 Archivo Sisto Terán, “Continuó ayer tarde la semana de Cultura Católica en la Alberdi”, diario La Gaceta , 4/07/1935.

29 Las jornadas estuvieron abiertas al público y se llevaron a cabo en el salón de la Biblioteca Alberdi para fomentar una mayor convocatoria. Disertaron

Sisto Terán, Francisco Padilla y José Wurschmidt, miembros de la JD local.

16

municipal solicitando la prohibición de funciones teatrales y

cinematográficas consideradas “inmorales”, o pidiendo que se

retire de circulación revistas y libros “perniciosos”. De la

misma forma, organizaron una serie de reuniones con el jefe de

policía por las disposiciones dictadas por la municipalidad a

fin de evitar los “escándalos e inmoralidades en los balnearios

públicos” y los “trajes indecorosos”.30 El trabajo conjunto con

la policía resultaba indispensable para garantizar el respeto

de la “moral católica” y emprender las acciones necesarias

contra el avance del comunismo. Con este último fin, se

encomendó al Consejo Diocesano de los jóvenes católicos reunir

los datos precisos de los centros comunistas existentes en la

capital y en Tafí Viejo -con “expresión de nombres y

domicilios”- a fin de colaborar con el jefe de policía y su

compromiso de “hacer desaparecer todos los centros

comunistas.”31 De a poco, se fue configurando entre la Iglesia y

el gobierno el acuerdo en torno a una moralidad posible en la que

los principios católicos parecían permear los resortes del

Estado.

Cabe mencionar que el problema de la política y su relación

con la militancia del laicado católico fue objeto de reflexión a

lo largo de los primeros años. Según el obispo Barrere la AC

estaba “fuera y sobre los partidos políticos […] pero entra de

lleno en la política cuando los partidos tocan los derechos de30 AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 17/10/1935. Se referían

específicamente al balneario público de la Aguadita.31 AACT, Acta de reunión de JD, Tomo I, 12/11/1936. En Tafí Viejo se

concentraba una importante cantidad de población obrera que trabajaba en los talleres ferroviarios. Se trataba de los talleres de mayor envergadura en ese

rubro en toda América Latina y tuvieron su apogeo en la década del ’40. María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum, “ Socialistas y católicos disputando el mundo los trabajadores… Cit.

17

Dios o de la Iglesia o cuando su programa de acción contiene

ideas reprobadas por la Iglesia.” Asimismo “interviene ante los

poderes públicos oficialmente como representante de los

católicos de la nación, haciendo oír su voz o protesta por

motivos religiosos y no políticos.”32 Evidentemente las

fronteras entre los motivos considerados “religiosos” y

“políticos” eran muy lábiles y, por momentos, confusas.

Como ha sido señalado, miembros importantes de ACT

ocuparon cargos públicos a nivel local, provincial y nacional,

circunstancia aprovechada para tramitar subsidios y ayudas

económicas del Estado y para difundir las campañas y proyectos

del laicado católico. En este sentido, la existencia de una

serie de vínculos personales y familiares era central a la hora

de ejercer influencia en la dinámica política local. En

circunstancias concretas como la necesidad de gestionar

subsidios y favores políticos, de estas redes dependía la

materialización de proyectos y las respuestas a sus pedidos.33

En este punto conviene detenernos brevemente en la campaña

organizada en 1936 por la ACT para imponer la enseñanza

religiosa en las escuelas públicas de la provincia. A través de

este ejemplo podremos exponer de forma más detallada la manera

32 “La AC y la política”, AAT, BODT , 1/3/1931.33 En su estudio sobre el asociacionismo en el siglo XX, Luis Alberto Romero

explica que la política aparece en este ámbito a través de la gestión ante las autoridades, así se agrupaban e intentaban incidir en un ámbito en que lo

administrativo llevaba a lo político. Luis Alberto Romero, “El Estado y las corporaciones, 1920-1976”, en De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil.

Historia de la iniciativa asociativa en Argentina. 1776-1990, coord. Elba Luna y Elida Cecconi (Buenos Aires: Gadis, 2002). El ejemplo más elocuente en el caso

tucumano fue la solicitud de ayuda económica al gobierno provincial gestionada por la ACT cuando Rufino Cossio -ex dirigente de la asociación-

asumió como Ministro de Hacienda durante el gobierno radical de Miguel Critto. AACT, Actas de reunión de JD, Tomo I, 25/05/1939.

18

en que los miembros de la JD movilizaban sus vínculos y

organizaban concretamente las “campañas de difusión” tan

características de la AC.

E l problema educacional no era ajeno a las preocupaciones

de la ACT, que venía instando a discutir sobre el tema desde

1935. La consigna que debía difundirse desde el púlpito y en las

calles -y que se había convertido en el leitmotiv de la Iglesia a

nivel nacional- era el “regreso” de la enseñanza religiosa a las

escuelas públicas. Una de las críticas más generalizadas al

liberalismo era justamente el proceso de secularización que

había conllevado y que tuvo como corolario la ley 1420 que

establecía la enseñanza primaria gratuita, obligatoria y

laica.34 En los años treinta el tema de la enseñanza religiosa se

debatió en provincias como Buenos Aires, Salta, Corrientes,

Catamarca, Santa Fe y Córdoba.35

Si bien la jerarquía católica junto con la JD de la AC

habían insistido, a través de artículos publicados en el boletín

y en la prensa local, en instalar el tema en la agenda política

llamando la atención sobre la necesidad de un debate al

34 En los artículos publicados en el BODT el concepto de liberalismo aparecía directamente asociado al proceso de secularización en que se habría sumido el

país a fines del siglo XIX. A principios de los años treinta las críticas al liberalismo se concentraban mayormente en este aspecto. Eran casi inexistentes los artículos de opinión anunciando la decadencia de la

democracia parlamentaria y de la política partidaria, estas críticas irían ganando espacios hacia fines de los años treinta.

35 Zanatta Loris, Del Estado liberal a la Nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943 … Cit, pág. 173. Respecto a la provincia de Córdoba Zanatta

señala que, si bien ya existía la enseñanza religiosa, los sectores católicos lograron doblegar la resistencia laica. Jessica Blanco también señala la situación diferente de Córdoba debido a la “existencia ininterrumpida de la enseñanza catequística como materia”. Por esta razón considera que el debate educativo fue de “resistencia” en el sentido de “mantenimiento de posiciones

consolidadas”. Blanco Jessica, Modernidad conservadora y cultura política…Cit. pág. 173.

19

respecto, fue recién en 1936 cuando se desató la polémica a

partir del proyecto de ley de enseñanza religiosa en las

escuelas públicas y represión del comunismo presentado en la

Cámara de Senadores de la Provincia.36 Los diarios locales

dieron amplia difusión al debate suscitado y reprodujeron

durante más de dos meses las opiniones de personajes destacados

de la política y la cultura.37 Al igual que las conferencias, el

debate y las réplicas de los católicos se desenvolvieron en un

marco exclusivamente masculino.

En esas circunstancias, Barrere dio a conocer la postura de

la Iglesia provincial insertándose en la polémica. Mediante

comunicados oficiales aplaudió y apoyó la iniciativa que “está

por encima de los intereses partidarios y consulta únicamente el

bienestar moral de la niñez y la juventud y por consiguiente los

intereses superiores de la provincia”.38 Frente a las

incipientes elecciones legislativas, no dudó en invitar a los

párrocos de la provincia a llamar la atención de “los ciudadanos

con derecho de voto, significándole que es deber grave de

conciencia negar su sufragio a los candidatos que, en las

próximas elecciones, no se comprometieran a votar el proyecto de

36 El proyecto de ley fue presentado por un grupo de senadores que pertenecían a distintos partidos políticos a fines del período legislativo: Francisco

Gordillo Villafañe, José Tula Molina, León Rouges, Luciano Irrazabal y Tomás A. Chueca (radical). El PE de la provincia, por entonces bajo signo radical, en nombre de la “libertad de cultos” y la “libertad de pensamiento” no apoyó el proyecto. La ley no llegó a sancionarse ya que con el recambio de la

legislatura, en el año 1937, este proyecto no se volvió a considerar. LaGaceta , 11 septiembre de 1936. La enseñanza religiosa en las escuelas

públicas se concretaría recién después del golpe de Estado de 1943.37 Ver diarios La Gaceta y El Orden durante los meses de noviembre y diciembre de

1936.38 “Una declaración sobre el proyecto de la enseñanza de la religión católica

en las escuelas formuló el obispado” en La Gaceta , 17 noviembre de 1936.

20

ley sobre enseñanza religiosa obligatoria”.39 En Tucumán,

Barrere no dejó pasar la oportunidad de ejercer presión sobre

gobernantes y legisladores a quienes convocaba a “ilustrar

vuestro criterio en una cuestión tan importante y puntualizando

las normas de conducta a que debéis ceñiros unos y otros […]

contribuyendo a que conozcan o recuerden las obligaciones que se

derivan de la doctrina católica”.40

La ACT llevó a cabo una campaña en distintos frentes con el

objeto de difundir el nuevo proyecto de ley y promover su

sanción. En primer lugar, era necesario conseguir los fondos

suficientes para solventar las iniciativas. Hasta el momento,

la AC no había conseguido resolver el problema de su

financiamiento ya que las cuotas de los socios no alcanzaban a

cubrir todos los gastos. En esta oportunidad la solución

inmediata fue organizar una comisión compuesta por Susana Paz

Posse de Cossio, Sofía Nougués de Terán y Emilia Frías Silva de

Posse para visitar los ingenios cuyos directivos se mostraban

afines a la causa católica y obtener donaciones en efectivo.41

Seguidamente, el presidente de la JD, Sisto Terán, se reunió con

el Obispo para discutir “la conveniencia de hablar con el

Gobernador sobre la implantación de la enseñanza religiosa en

las escuelas provinciales como asignatura”.42 Asimismo,

convinieron en realizar las gestiones que fueran necesarias

39 “La voz de nuestros prelados. Comunicado oficial del señor obispo de Tucumán acerca de la enseñanza religiosa”, Boletín de la Acción Católica Argentina,

15 de diciembre de 1936, pp. 752-753, citado en Loris Zanatta, Del Estado Liberal…, Cit.

40 AAT, “ Carta pastoral sobre la enseñanza religiosa y la educación cristiana”, BODT , 14/02/1937.

41 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 13/08/1936.42 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 22/10/1936.

21

ante los funcionarios públicos para alcanzar la sanción de dicha

ley.

En lo que respecta a la campaña de movilización emprendida

por la AC, esta consistió en la recolección de firmas a favor de

la enseñanza religiosa, concentraciones públicas en la plaza

principal y frente al poder legislativo e impresión de panfletos

que identificaran a los militantes de la causa con el texto: “en

nuestro carácter de católicos nos adherimos a la enseñanza

religiosa en las escuelas de la provincia”.43 En esta

oportunidad, la consigna de la enseñanza religiosa volvió a

movilizar a un sector importante de la sociedad tucumana. Cada

acto era organizado minuciosamente por la JD: circulaban

invitaciones a las JP del interior, se buscaba solventar los

gastos de traslado de sus miembros y se organizaban procesiones

que culminaban usualmente en la plaza principal donde

militantes especialmente seleccionados por la JD o el Obispo

disertaban sobre el tema y cuyos discursos se transmitían por

altoparlantes. Finalmente cabe mencionar las sesiones

cinematográficas que se organizaban en algunas parroquias para

atraer la atención del público y transmitir la necesidad de

crear conciencia sobre la importancia de votar por candidatos a

legisladores verdaderamente comprometidos con el proyecto

católico.

En síntesis, la AC desplegó un amplio abanico de

estrategias e hizo uso de métodos modernos para instalar el

debate sobre la enseñanza religiosa en la escena pública. El

cinematógrafo, instrumento tan vilipendiado hasta el momento

por ser identificado como el origen de la degeneración de las43 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.

22

costumbres en la sociedad moderna, se convirtió en una vía

eficaz para difundir la doctrina católica. En efecto, desde

principios de 1931 se venían publicando artículos en el Boletín

Diocesano llamando a los católicos a hacer uso de nuevas

técnicas: “ sería en efecto ridículo para los católicos el que en

las relaciones ordinarias de la vida moderna no quisieran usar

sino métodos antiguos”.44 El autor del texto se refería en este

caso a la “importancia del cine como instrumento de difusión de

las ideas religiosas”.

Resulta interesante profundizar la mirada sobre esta

campaña organizada por la AC, dado que se trató de una coyuntura

en la que asomaron distintos aspectos que invitan a repensar

algunos de los nudos problemáticos que rondan al asociacionismo

católico. Nos referimos, por ejemplo, a la forma en que se

motorizaban los vínculos en el ámbito de la sociedad civil y en

la política. No es un dato menor que, en estas circunstancias,

Rufino Cossio -médico católico, presidente del Consejo de

Hombres de AC y afiliado al partido radical- propusiera que la

asociación se provea de los padrones electorales para que sirvan

de base a la campaña personalizada que pretendían llevar a cabo

antes de las elecciones y aseguren una determinada cantidad de

votos a los legisladores católicos. En una dirección similar,

solicitaron a la Inspección general de parroquias de la

provincia los datos estadísticos de las personas bautizadas

para dar contenido empírico a las argumentaciones que

intentaban demostrar que el pueblo tucumano era en esencia

católico.45

44 AAT, “El cine y las cuestiones sociales”, BODT , 3/05/1931.45 AACT, Acta de reunión JD, Tomo I, 26/11/1936.

23

3.- Consideraciones finales

A lo largo de los años treinta, a partir del

establecimiento de Acción Católica se fue configurando un nuevo

concepto de laico cuyo rol debía desempeñarse en el marco de la

estructura jerárquica de la institución y bajo las directivas de

la autoridad eclesiástica. La idea de un laicado-militante, en

principio construida desde la retórica de la jerarquía, tenía

como horizonte inmediato renovar un catolicismo que parecía

debilitado en su influencia social. En ese contexto, si bien se

definía la actitud ofensiva que los fieles debían adoptar para

ocupar su nuevo lugar, el rol que les correspondía asumir y su

proyección en la práctica no estaban del todo delimitados.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, intentamos

analizar a partir del caso tucumano las fluctuaciones y

desplazamientos de sentido a los que estuvo sujeto el imperativo

de catolización de la sociedad en función de las estrategias que

desplegó la AC para consolidar la presencia de la Iglesia en la

vida pública. Con este fin, en la primera parte del trabajo

situamos los orígenes de la ACT, el perfil de los actores que

participaron en su conformación y la forma en que se propusieron

proyectar la asociación en el territorio provincial. Como ha

sido señalado, se trató de un proceso complejo que tuvo por

momentos ribetes confusos e inciertos, en el que debieron

sortearse una serie de dificultades propias del desconocimiento

de la naturaleza de esta nueva asociación.

En segundo lugar, la exploración del espectro de

actividades que la JD llevó a cabo en sus primeros años y los

24

temas que concitaron su atención nos ofreció algunos indicios

sobre las prácticas católicas de los años treinta y las

estrategias desplegadas para proyectar la catolización de la

sociedad. En ese contexto, la difusión de consignas como la

indisolubilidad del matrimonio y la enseñanza religiosa

obligatoria concentraron las energías del laicado católico en

los primeros años. Su articulación con el poder político, la

ocupación del espacio público con movilizaciones callejeras, la

organización de eventos sociales y culturales como las semanas

de estudio y la práctica de las conferencias, fueron las

estrategias a las que apelaron los militantes de AC para plasmar

la reconquista católica de la sociedad con las que llenaron una

consigna cuyos alcances resultaban difusos e indefinidos.

Sin embargo, el mismo imperativo que había delineado

aquellas preocupaciones y se había proyectado mediante las

estrategias mencionadas se iría reformulando con el correr de

los años. A partir de la creación del secretariado Económico-

Social en 1937 se introdujeron nuevas preocupaciones en el

laicado católico. Poco a poco, la ACT iría articulando su

militancia alrededor de la denominada “cuestión social” que a

nivel provincial se vinculaba directamente con la cuestión

obrera y los problemas que aquejaban al mundo del trabajo en la

industria azucarera. Desde principios de los años ´40, los

esfuerzos dirigidos a catolizar la sociedad se concentrarían

cada vez más en la formulación de proyectos legislativos para

modificar las condiciones de vida de los trabajadores y llevar

los principios del catolicismo a ese sector social. Para ese

entonces, la ACT encontraría en otros ámbitos los aspectos

25

decisivos para la consolidación de la presencia católica en la

vida pública.

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26