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aso xix. SUPLEMENTO AL NÜM. XXIV. CAPRICHO ARTÍSTICO. — una bruja conducida al aquelarre . (Dibujo oiiginal d i Sr. D. Carlos Lui; de Ribera.)

Año XIX. Suplemento al núm. 24, junio 1875

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asoxix. S U P L E M E N T O A L N Ü M . X X I V .

CAPRICHO AR TÍSTICO . — u n a b r u ja conducida al a q u e l a r r e . (D ib u jo o iig in a l d i Sr. D. Carlos L u i; de Ribera.)

J-tA I l u s t r a c i ó n A m e r i c a n a . Suplemento al si' m. XXIV41*

LOS MONTES DE PIEDAD EN ESPAÑA-

El. MuNTK DU MAI-KIO.

A l ocuparnos i*| a fio pasado, eu eme mismo s it io , en exa­m in a r la« operaciones del Monte de Piedad de M adrid d u ­ran te el afio de 1673 (1 ) , h ic im os algunas indicaciones «ocrea dej origen de estos establecimientos y de la fun da ­ción del de M adrid. Hoy , después de haber tra tado de éste, daremos algunas noticias acerca do los de provincias, como lo liemos Lcclio rea pecio á las < «jas de .Ahorros.

Las operaciones del Monte de Madrid han presentado en ]874 una m uy notable y muy satisfactoria d iferencia res­pecto ¡i las «leí año 1873.

Ligado como está el M onte con la Caja de Aborros, em­pleándoselas imposiciones «pie en ésta se realizan en les préstamos que hace el M onte , tuv ieron que s u fr ir éstos la­mentables restricciones por la perturbación que aconteci­mientos que tm hay para qué recordar aquí llevaron á las operaciones de la Caja. Tin e fecto ; á linos de Febrero de 1873, ó sea en el ú ltim o dom ingo del mes, los reintegros exceden á las imposiciones, y agravándose las causas de aquella perturbación, el mes de Marzo d- jn entre ingresos y reinte­gros un dé fic it de 1 % m illones de reales; el mes de A b ril, uno de 3 l/ 3 m illones: Mayo, ano de 2 V s : Jun io , un poco más de un m illó n : Ju lio , medio m illó n ; y en Agosto vue l­ven ya á superar, aunque poco, los ingresos á los re inte­gros, aumentándose en los meses siguientes m p era vU . De aquí que el Monte, que sólo s<- alim enta con las imposiciones en la Caja, tuviese que res tring ir los préstamos sobre ropas y alhajas.

La regularidad con que la Caja lia funcionado en 187-1 ha hecho innecesarias aquellas precauciones, y lejos de te­ner que acudir á ellas, se las ba dado más desarrollo, como luego diremos, pues ante todo liemos querido consignar este sa tis factorio resultado.

A l ver el suntuoso ed ific io que el M onte levanta en la plaza de las Descalzas para trasladar á él sus oficinas, a l­macenes y domas dependencias, podríase creer que el es­tablecim iento realiza considerables beneficios en sus opera­ciones de préstamo, y que éstas se hacían á un tip o de ¡11 • teres más elevado que el (pie la índole de los Montes de Piedad permite.

Para desvanecer esa idea hasta c ita r tres c ifra s : Los be­neficios /,rulon realizados por el Monte de M adrid en 1874 ascienden á rs. vn . 2.189.576,91. Los préstamos sobre ropas y alhajan y sobre papel*del Estado han im portado reules v d lo n 7l.826.78fi. Los gastos do adm inistración lian subido á 1 8 1 L2.Y7.tiH; por consiguiente, lm quedado un beneficio liq u id o de rs. vn . 310.319,23. Ahora b ie n , los Inmotieioa l/i'ulun si'do representan el 3,05 pü }, sóbrelos 71 j/>; m illones <b* préstnmos hechos; y los beneficio» ur.lon no llegan ú i / , pO/0 sobre la misma cantidad ; esto es, no hacen sino 0,48 p 0/ 0. Conviene recordar aquí que del ti p % de interés que el Monte lleva por los préstamos, 4 p % constituyen el Ínteres que se paga á los imponentes de la Caja de. Ahorros, y que por este concepto han sido pagados en 1874, reales ve llón 1.033.482,99: de modo que los gastos de adm inistra­ción, en personal y m ateria l, sólo lian im portado, en 1874, rs. vn. 810.774,69.

El cap ita l del establecim iento, que eu fin de 1873 era de 12.713.102,01 se ba amnentado con los beneficios liquido« de 1874. siendo en fin de Diciembre de este afio , do reales ve llo» 13.038.471,2 4 : en cuya c ifra están comprendidos los re. vn . 2.878.611,68 que á la misma fecha iban empleados en el nuevo edificio, y los rs. vn . 910.781,98 costo del solar del mismo. A esa cantidad ha ido subiendo, con el tras­curso de l tiem po, el real de plata que el d ia 3 de Dicievm bre de 1702, ciento setenta y dos años antes, puso en una cuja ó cep illo D. Francisco P iq tter, y que fin- el grano de arena sobre el que se lia ido levantando el Monte de Pie­dad de M adrid.

Ha ensanchado éste, como antes hemos ind icado, sus operaciones en 1874, y en efecto, ántes las operaciones de préstamos 110 se hacían en los dom ingos y demas días fes­tiv o s , y en los de trabajo sólo se hadan hasta las tres de la tarde. E n 1874 se ha in troducido una reform a en extremo beneficiosa para las personas que se ven en la necesidad de acud ir al Monte á empeñar.

La creación de una sección extraord inaria de préstamos lia perm itido que en ella se hagan empeños, áun después de cerradas las oficinas controles, y a l mismo tiem po la sección funciona también durante lo» dom ingos y dias fes­tivo s desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde: asi se logra ev itar, en todo lo posible, que personas necesita­das vayan á hacer empeños en otras partes á tipos usu­rarios. Esta es un« ú t i l y provechosa re form a que hay que e logiar, y cuyos buenos resultados no se han hecho esperar ciertamente. A s i venios que durante el año 1874 los empe­ños de alhajas durante las horas extraordinarios de días la­borables han ascendido á 1.617 por ‘>38.310 rs. vn., y los mismos duran te los dias festivos á 771 por 284.870: los de

(1) Véase el número de L a I ll' sTKa c io x correspondiente al 15 de Ju lio de 1¿74.

E s p a ñ o l a y

ropas, durante las horas extraordinaria» de di«» laborables, á (198 por rs. vn . 536.01*0, y en los dios festivos 505 por 297.6110 rs. vn . En ju n to , las nuevas facilidades dudas por e! Monte han producido 3 591 operaciones de préstamos por re. vn. 1.658.940. Ihiede suponerse ta l vez que alguna parte de éstas habría sido hecha de todos modos en el Monte en Ins'liorus antiguas, ó sen sólo hasta las tres de la tarde, pero es indudable por un lado, que representando el empeño una necesidad evidente, no le d ila ta por puro ca­pricho e| necesitado, y siempre de la concesión de horas ex­traordinarias resulta un beneficio, lo mismo que las de dias festivos, para los que no pudiendo, por ocupaciones peren­torias, acud ir al Monte durante los ú ltim os dias de una se­m ana, y no queriendo sujetarse á las condiciones usurarias de otras partes, tenían «pie aguardar á la semana siguiente. Por otro la d o , lo» que Be encontraban sujetos á una necesi­dad im previs ta , urgente, y se vejan precisarlos á ¡r á otros establecimientos por uo dar lugar el cuso á la espera, tienen yn nuevos medios de ser auxiliados, y de todos modo» es la medida provechosa y laudable.

Para poder apreciar los auxilios prestados por el Monte de Piedad conviene, como hicim os para la Caja de ahorros, exam inar la» clases y categoría« de los empeños, y esto es lo que vamos á hacer, evitando detalles hasta donde sea posible.

Tenemos prim ero los dos grupos do préstamos sobre a l­hajas y sobre ropas; y no es ocioso adve rtir aquí que la designación de préstamos sobre ropas no sólo comprendo los sobre ropas propiam ente dichas, sino también otros so­bre diferentes objetos, y que la designación de alhajas comprende por sil parle no sólo las alhajas de precio, sino hasta los modestos an illos y arracadas de las clases popu­lares.

Tomando loados grupo» jun tos , resulta que los présta­mos desde 110 ú 1.000 rs. componen la partida más im por­tante, el 39 por 0 'q de la to ta lidad : los de 1.010 á 5 OlX) rea­les vn., el 27 1/5 p ®/o i v vienen luego los prestamos desde lü á 100 reales que form an el 9 */$ p % . De 5(1.000 reales en adelante sólo hay 12 partida» por 1 1/4 m illones.

Indudablemente estn sola clasificación no permite apre­c ia r exactamente lo» servicio» «pie presta el Monte de Piedad.

Los empeños de alhajas no presentan el mismo carácter que loaetiipofioB sobre ropas, por más que en la designa­ción « alhajas» estén, como vn hemos dicho, comprendidos hasta los modestos an illo» de las clases populareis, y que en la designación nropas» se hallen comprendidos otros ob je ­tos. Y no os in ú til recordar nqni que, bien por fa lta de lo­cal para los depósito», bien por otra» causas, el M onte de Piedad de M adrid no présenla un grupo de empeños »obre machíes y otro» artefactos, y hasta sobre útiles y herra­mientas, como el de París, y que no tiene como éste una clientela de pequeños industriales que empeñan todo cuan­to tienen d ispon ib le, compran primeras materia«, loa m a­nufacturan , venden el producto elaborado y re tiran luego los objetos ó efectos empeñado»: de donde resulta que el Monte do Piedad de París o» en realidad banquero, ú m ódi­co interés, de un grupo de industria les, de obreros que tra ­bajan por su cuenta á dom ic ilio y que alim entan una par­to no pequeña de la producción de los m il artículos menu­dos, por decirlo asi, que constituyen un grupo de la indus­tria parisiense.

Con m uy corta» diferencias, la» proporciones que ántes hemos establecido son las mismas que resultaban én 1873 para la clasificación por cantidades.

descomponiendo ahora esas proporciones pora ve r la pa ite correspondiente á alhajas y la re la tiva á ropas, se ve desde luego la d iferencia entre esos dos grupos de los em­peños. Relacionando las categorías de cada uno con el to ­ta l de empeño», que es de 31 V4 m illones de re., se nota á primera v is ta : l.° , la im portancia del grupo de alhajas:2.°, que en éste la segunda categoría 110 á 1.000 rs. vn. es la más im portante , al,pa80 qup en el de ropas la más im ­portante es la prim era categoría, 10 á 100 re. La M em oria

del Monte de Piedad sólo da estados con las c ifras absolu­tas, pero liemos creído conveniente fo rm u la r las proporcio­nes, portiue hacen resaltar más las diferencias. Asi resulta:

E-npcfioj «le A'‘‘'ajas. »

10 á 100 rs .vn . 4 (7o 5 ,8 % -110 ú 1.000 35.6 » s 3,7 i>

1.001 a 5.000 26,9 a s 0,9 » *35.001 á 10.000 8 * 0.1 >

10.001 á 20.000 6,9 * = *20.001 á 50.000 4.3 » 8 H S50.000 en adelante 3.9 »

89,6 %

is

*

K»,4 o/fl

2

Como se ve, la tercera categoría del grupo «le alhaja» es todavía de bastante im portancia , pues que los empeños de 1-001 á 5-000 rs. form an unís de la cuarta parte del to ta l de empeños.

Para apreciar más en detalle aún. no hay más que to ­m ar las proporciones de cada categoría, no con relación al

to ta l «le cmpeiño», sino dentro de enela grupo,1 y entoncesretadla:

Envprñ» , iit AH.»1«. Knj»

10 A 100 rs. 4.6 %i

55 %101 á 1.000 40 » 35.1 11 m

1.001 á 5.000 30,3 1* 0 8.8 05 ool á 1O.0C0 9 s s 1.1 » i

1'1.001 á 20.000 7 s Tt 1» ©O20.001 ¿i 5» 1.000 4.7 j> ' •

P ll ng

5O.O00 en adelante 4,4 )> * 1» .si

100 100

En el grupo de alhajas ln segunda categoría no llega i la m itad, y la tercera es casi el * / 3 , »1 paso que la primera sólo hace un 4,6 p % . m ientra» que en el de ropas pasa de la m itad. Ln segunda y tercera categoría de alhajas, cuyos tipos abrazan desde 101 ú 5.000 rs ., comprenden el 70 p % de los empeños del g rupo , a! paso que en e l «le ropas la casi to ta lidad está form ada por las categorías desde 10 á 1 .00o reales.

Do aquí puede deducirse que en los empeños toman parte ln» clases acomodadas lo mismo que las clases populares, aunque éstos entren por m ayor proporción. Asi se ve desde luego relacionado el im porte de los empeños con el núme­ro de éstos. Por e jem plo , en alhajas para fo rm ar el 4 p % del to ta l de empeños; en la prim era categoría, entran 22.207 empeñantes, ni paso que en ropas, para fo rm ar el 5,8 p 0,0 entran 43.627. De donde resulta que si bien la categoría «braza desde 10 á 1.00 reales, en alhajas el m ayor número de empeñantes se acerca al lim ite m áxim o, al paso que en ropas el m ayor número se acerca al lim ite m ínim o, ó sea á los 10 reales.

X o es méiios interesante el dato del tiem po que han du­rado los empeños. En éste la M e m o ria no da sino agrupa­das las alhajas y las ropas, pero en vista de la gran d ife ­rencia que resulta entre ambo» grupos, como acabamos de ver, habría convenido la separación de grupos, para «pre­c ia r debidamente aquella circunstancia.

Lo» empeños durante 13 meses son los que reúnen m ayor número de partidas, 15.091; pero inm ediatam ente vienen los «le s¡de meses, 12.412; los de ocho, 10 878, y los de un mes, 7-6.33, que responden, sin duda alguna, a necesidades transitorias, al paso que los de seis meses en adelante son producidos por apuros de bastante duración , pues que el empeñante no lia podido durante esc tiem po reun ir la can­tidad necesaria para acudir ú liberar la prenda.

Puede suceder también que, aunque no haya realmente apuro sino trans ito rio , el empeño «o baya hecho sobre a lha­ja» que no noecMtn no emplea lina fam ilia como ii»*> fre ­cuente, y que por esta circim slancia luiva hecho un empeño ú plazo má» largo. Pero en el grupo de ropas, donde los empeños por pequeñas cantidad»» forman el m ayor número y donde el objeto empeñado casi siempre es de necesidad para el empeñante, el empeño á largo plazo prueba gene­ralmente la d ificu ltad de reu n ir ln pequeña cantidad nece­saria par« liberar I» prenda. Por esto es más de sentir «pío 1« M em oria del Monte no dé separadamente para cada g ru ­po el tiempo del empeño, pues seria m uy interesante cono­cer. por e jem plo , en las 15.091 partidas de empeños por trece meses, eu las 12.412 de empeños por siete, y en las 10.878 por ocho . qué parte tenia» los empeño» «obre alha­jas. y qué parte los sobre ropas.

Los préstamos con garantía de papel de l Estado tienen o tro carácter muy d is t in to ; son más bien una Operación m ercantil «pie otra cosa: y la prueba es que de los 40 m i­llones á que han ascendido, 2 1,18 m illones— más de la m i­tad—entran eu la categoría más «Ha, ó sen de 50.000 reales en adelante, ni paso que la categoría más ba ja , ó sea hasta 1000 re., sólo im p o rta 89.850 re., esto es, el 0,31 p % . y también por el tiem po de los préstamos, pues que para 6 me­ses sólo resultan 5 partidas, al pago que para f hay 1.154. y ti 1.69 y 66 partidas para 1, 2 y 3 meses respectivamente.

Fisto no im p ide que el Monte de Piedad preste servicios | indudables con las operaciones sobre papel del Estado á las j que se dedica el sobrante de recursos, y que no restringen

los préstamos sobre ropas y alhajas. Lejos de c ito , en 1874 se lian habilitado, como hemos v is to , horas extraordinarias para dar mayores facilidades en este ramo, que es el propio de la instituc ión .

La M em oria re la tiva al año 1874 comprendo algunos datos estadísticos que no se hallaban en las anteriores. T o­davía echamos do menos uno que seria m uy interesante, y aunque parezca exigencia , hemos de llam ar acerca de él la atención del D irector gerente de aquel establecimiento.

Los estados de l número de empeños hechos durante el nüo 1874 sólo comprenden las cantidades totales por g ru ­pos y por oficinas, esto es, la central y las dos sucursales. Sería m uy conveniente que. asi como 1" lince para la Caja de ahorros, diese la M e m o ria el detalle de las operaciones durante el año. Verdad es que las imposiciones en la Caja sólo se verifican en ios dom ingos, y los empeños so hacían únte» en todos los días laborables, y ahora, ademas, en todos los festivos; pero bien se podrían agrupar, as ilos em-

1 peño» como los desempeños, po r semanas, estableciendo tres

SCPLKMKKTO AI. m 'H. XXIV p A I l u s t r a c i ó n ^ s p a ñ o l a y A m e r i c a n a . -119

estados: uno de grupos semanales pura a lhajas, o tro igual para ropas, y otro comprensivo de estas dos clases de opera* ciónos. De este modo los servicios prestados por el Monte de Piedad podrían aún ser m e jor apreciados, v por otra parte estos datos servirían de ilustración para otros puntos a je ­nos a l Monte, como sucede con los re lativos á la Caja de Ahorros. La diferencia de m ovim iento en tilles 6 cuales mea s del año seria un dato m uy interesante, que la Direc­ción del Monte podría fa c ilita r en sus M em oria s con muy poco traba jo , y el cuidado y el interes (pie en la pub lica­ción de datos estadísticos se revela en las M en ta ría * del Monte, especialmente en la de 1874. nos hacen esperar que la re la tiva al año 1875 nos dará aquellos estados.

Entra la Memoria de 1874 en extensos detalles acerca de la construcción del nuevo ed ific io y «le su decorado in terior. Los detalles de éste nos llevarían lejos de nuestro propósi­to ; a largarían sobradamente este a rticu lo , v deben ser más bien objeto de una descripción de los vastos locales desti­nados á oficinas, almacenes y denlas dependencias del Es­tablecim iento. Diremos únicamente que el tecbo del vestí­bu lo , así como las paredes y techo del gran salón central, están decorados con varias figuras alegóricas, y que en el vestíbulo serán colocados los bustos en mármol de D Eran- cisco Piquer, fundador del Monte, y del Marqués viudo de Pontejos, fundador de la Caja de Ahorros. Y añadiremos que la construcción del nuevo ed ific io embellece en gran manera la plasta de las Descalzas, pues que el estableci­m iento costea todas las obras del ja rd ín qne queda separa­do del Monte por una calle «le ocho metros de ancho, pa ­gando el M unic ip io los gastos de plantación y de conser­vación y guardería.

Resulta de todo que gracias á haber vuelto á su curso norm al las operaciones de la Caja de Ahorros, queco 1873 habían sufrido un lamentable desequilibrio entre los ing re­sos y los re in tegros, lia podido el Monte de Piedad de Ma­drid dar más ensanche á sus operaciones en 1874, y que el saldo á favo r de los ingresos que resultaba en la Caja en fin de 1874, macho m ayor que el más alto que lia habido desde su fundación (•27.9 m illones en I8 fi2 , .'12.7 m illones en 1874), perm ite también esperar que el Monte podrá pres­ta r aún m ayor número de serv icios en 1875.

J . M. Aho.vso dk B bhaza.

L A W A L H A L L A .

\ l p rim er tomo de L a W a lh a U a , publicado á fines del pa­sado año, lia sucedido el segando dado á luz recientemente, y en el que el Sr. Fasteuratli, persiguiendo el pensamiento que presidió á la concepción de la obra, presenta en sus c iractéres más salientes la vida de los genios que han ab ier­to sus ojos al sol de la Gemianía.

E l autor, ú quien como á to lo buen aloman fascina el poder y la g lo ría actual de su p a tria , su dodica en esta se­gunda parte de L a W a lhaU a á ensalzar id recuerdo de aque­llos que más ó m 'nos directamente han contribu ido á la ­brarla V que con su pin ina ó su espada, en el pasado ó el presente, trabajaron para ul logro de lo qtt • el llam a «sa­grada m is ió n .»

V claro es que sugerí la la form ación de estas biografías por el resultado de la ú ltim a guerra franco-prusiana, los personajes que ocuparon el p rim er tomo de la obra de que tratamos fueron actores del sangriento drama que ha cos­tado á la Francia su in tegridad y su ¡atinencia europea, y los prim eros de que se ocupa el segundo son tam bién fi­guras importantes del mismo drama.

Preciso es reconocer que el Sr. Fastenrath no lia perdido el terreno ganado y qne la galanura y esbeltez de su len­gua je , la serenidad y ú vece» la poesía de sus conceptos, la elevación y robustez de sus ju ic ios , son las mismas al ha ­blarnos de G uillerm o I , de B isniarck, de M oltke y de R.ion, que al bosquejar á Federico Carlos, al príncipe heredero y á Wender, los tres primeros hombres de que se ocupa p| autor en la segunda etapa de L a W a lh a U a , encabezada con nn ca­riñoso saludo á los generales que en este agostado suelo es­pañol llevaron á nuestros soldados á las puertas de Bilbao á luchar contra el oscurantismo, qne como h ijo ing ra to «».• levanta contra la madre pa tria y como Nerón le abre las entrañas.

A l p in ta r el escritor colones los héroes de la ú ltim a v ic ­to ria alemana vuela rápido su pensamiento á España, á su segunda madre, y busca en ella laureles y caudillos que igualen á los suyos, y encuentra marchitos loa unos por el huracán de la desgracia, mudos los otros por el helado soplo de la muerte»

Entonces, como si quisiera consolar á su pluma que res­bala dolorida por la pendiente de nuestras desventuras, como si pretendiera enjugar el llan to de esta desgraciada madre que tantos años lid llo ra las discordias de sus hijos, escribe su artículo L a s A r te s y la g u e r ra , en el que, dejan­do correr su rica fantasía, demuestra que la guerra, ese espectro cruel qne sólo v ive en la sombra y se alim enta en las pasiones, está unida en cierto m odo, presta en medio de sn fúnebre aparición ayuda ú las artes. ,i esa v is ión d i­

vina que derrama sobre la frente de los hombres ••! fecun­do rocío de la inspiración como emanación de la sabiduría, que derramó el Hacedor Supremo sobre la frente de los Apóstoles.

Es verdad, la guerra lia hecho v ib ra r las cuerdas de la lira del poeta, ha inspirado el cincel de l estatuario , el p in ­cel del p in to r, el genio del a rqu itecto ; es'verdad, la guer­ra lia dado poemas, cuadros, monumentos y estatuas: pero cual n iño caprichoso, que destruye de un «opio sus castillos do naipes, ha destruido estos mismos poemas y monumen­tos. esas mismas estatuas y pinturas.

Cierto que sin la guerra Hornero no hubiera cantado en su H íta la las g lorias de la G recia; pero no hubiera enmude­cido Cicerón, el g ran cantor de las g lorias de Roma; Arquí- medes, el gran legislador de las ciencias exactas; Koetner, el cantor de la independencia alemana, y tantos genios in ­molados en sus fa tíd icos altares; no habría tem plos de g lo ria ( consagrados á la espada vencedora, pero tampoco pueblos sacrificados á la t ira n ía ; nuestra h is to ria hubiera perdido algunas páginas de recordación eterna, pero nuestra patria no hubiera perdido muchos h ijos de inestim able precio ; no diríam os, en f in , en presencia de tanta m in a , lo que el autor del poema á Peí ayo decía lejos de sn cuna;

«Desterrados ; olí Dios ! de nuestros lares Lloremos duelo ta n to :¿Quién calmará ¡oh España! tus pesares.’I Quién secará tu llanto

Desde que se publicó el p rim er tomo de L a W a lh a U a has­ta que ha visto la luz el segundo, ha mediado una época en que la po lítica alemana ha tropezado en sus nuevo» der­roteros con obstáculos que lian producido notables sucesos, entre los que descuella, como el más im portante , la lucha entre el pontificado y el im perio, producida . al parecer, por las leyes constitucionales; lacha que va tomando gigantes­cos caractéres, y cuyo resultado se envuelve aun entre Iob pliegues del manto de la duda.

No es do e x tra ñ a r. por tan to , que el Sr. Fastenrath no pueda presenciar ind ife ren te esta contienda, qne sostiene sn pa tria y que, comprendiendo que por una de esas leyes fatales de la historia la suerte de A lem ania está unida hoy á la de su im p erio , se ponga entusiasta ni ludo de éste en sn artícu lo L a Correxpun/lruna entre P í o / X g e l E in jie ra ila r

Ue A le m a n ia , y le anime en la defensa de la independencia del Estado en la esfera tem pora l, qne el autor considera comprometida con las exigencias de la córte rom ana; — actitud que no hacemos otra cosa que señalar, porque la ín ­dole de estos apuntes y nuestro pensamiento «I form arlos 110 pueden acomodarse á esta clase de cuestiones que nece­sitan un detenido y exclusivo examen.

Después de ostn, que se pudiera considerar digresión del ob jetivo de la obra del Sr. Fasteurnth, continúa las b io­grafías de lo» patriotas alemanes que están representa dos en el monumento erig ido por el rey de Bnviern , Lu is I. y al propio tiem po la de aquellos que, sin haber logrado esta recompensa de huh conciudadanos, merecen, sin em­bargo, el agradecim iento y el recuerdo de las generaciones.

D ifíc il es seguir al b iógrafo en el d ila tado campo qne va recorriendo, porque su pluma, cada vez más abundante de insp irac ión , su im aginación, cada vez más llo ró la , se espar­cen por las páginas de la h istoria alemana, desentrañando, para hacerla comprender, el ideal do cada generación, el esfuerzo de cada hombre y la bondad de cada idea, en cuan­to han contribu ido a l pensamiento generador del imperio, que es la unificación.

La filosofía alemana, produciendo una revolución en el pensamiento, preparó la libertad erig ida en a lta r de la con­ciencia ; la libertad, que reconoce en el hombre todas Lis cualidades y dones que depositó en él el Creador eterno, produjo la lucha santa de la independencia ; la guerra clió vida á las artes, que ora anim aron á los soldados con sus cantos ¿picos en la v ic to r ia , ora p in ta ron sus proezas, y esta guerra tra jo la unificación como complemento de esas grandes ideas, como coronamiento de ese grandioso ed ifi­c io : hé aqni loa materiales que han entrado en la constitu­ción de la nacionalidad alem ana, y m e jor d icho , de las na­cionalidades europeas; lié aquí por qué el Sr. Fastenrath confunde en sus oraciones apologéticas los artistas con los guerreros, los aristócratas con los ciudadanos, los reyes con los vasallos.

La espada y la p lum a, el cetro y el arado uniéronse en pa trió tico consorcio para la realización de una g ran idea, y la pa tria , á quien ofrecieron este sacrific io , acoge á todos bajo su manto y en su corazón, retiñiéndolos en el tem plo consagrado á eternizar sus proezas, confundidos como los recuerdos y enlazados como las ideas que sustentaron.

Esto mismo es lo que sucede en L a W a lh a U a lite ra ria del Sr. Fastenrath, que pudiera compararse á una flo r cuyas ho­jas, apiñadas en redor de su capu llo , representan los hom­bres todos que se apiñaron en torno de la pa tria alemana, guardándola y enalteciéndola, con lo cual 110 sólo consigue el autor mantener en su pureza, lleva r fielmente á sn eje­cución el pensamiento que engendró su lib ro , sino qne le da más dilatados horizontes, convin iéndole en nnn crónica abundante y filosófica de la h istoria germana de los ú ltim os siglos.

E l segundo tonto ile L u W a lh a U a y ¡a * tH a ría s ite A le m a ­

n ia está filigr&nada, lo misino que el prim ero, de citas do autores españoles, que. como los ecos, no» traen presurosos « la mente los recuerdos de tanta riqueza y esplendor como guardan los anales de nuestra lite ra tu ra , en estos momen­tos en que todo enmudece ante la estridente voz de los ca­ñones.

No hay una noche tan serena en que en los cie los, en esa alfom bra del Dios de l un iverso, no se vea una :.nbe, como no hay una obra en que im prim a el hombre su mano qu i­no tenga algún lunar que nos d iga cuál es sn a u to r; la de l Sr. Fastenrath tendrá, po r ta n to , los suyos, entre los que liga ra uno que o ja lá hubiéramos tenido los españole», y <pie consiste en idealizar demasiado lo» hombres después de muertos, cubriendo con sus v irtudes sus defectos, m ien­tras que aquí se idealizan de vivos para abandonar sn re­cuerdo cuando cubre sus despojos la t umba.

f na palabra más y term inamos estos apuntes ; el señor Fastenrath, que como un padre entrañable signe con los ojos llorosos la agitada m nrclia de España liácia la Meca de sus libertades, juzga los actos históricos recientes con una pasión que sólo puede ser disculpada por su am or á su pa­tria adop tiva , pues con arreglo á severos p rinc ip ios no es perm itido n i jus tificab le a tr ib u ir los honores de la realidad a lo que no pasa de ser una lisonjera esperanza.

Ma m kl Quejan a y Tono.

LAS FIESTAS DEL APÓSTOL.

I’ OIt TO PA S P A R T E » SE VA Á..... CuM PO STELA.

El dia 25 de Ju lio próxim o celebrará ln Iglesia católica, ó sea la c ris tiandad. la fiesta en honor del apóstol Santia­go. El pueblo de Compostela. heredero de tantos recuerdos y re fug io de tantos peregrinos, depositará en este año san­to la ofrenda de sil acendrado cariño po r la» gloria» de 1a fe y de la patria.

¡A ño santo el de 1875! ¡Quién lo d ije ra al ver la cruen­tísima guerra de hermanos contra hermanos! ¡A ñ o santo el de 1875, cuando lo» españoles, d iv id ido » , frac» mundos, Hi­ño» de cólera y de venganza , derraman en Inclín» in tes ti-

I ñas »11 sangre generosa, la sangre de tantos valientes! V to ­llo por la tenaz resistencia de ios unos y la natura l defensa de los otros, y todo por querer imponernos iils lituciouc», leyes y costnmhre» que desaparecieron en 1833.

Parecí 11 lógico y hasta con veniente que en año santo co­mo el actua l, que se sucede de tarde en tarde, el pin-hlo católico español apareciese un ido, compacto, vigoroso, por el sólo v incu lo de la fe y de la libe rtad , y qne las armas de destrucción, tan necesarias cuando de la independencia nacional se tra ta , cedieran su puesto á ln» armas »Id truba-

| jo , fuente de toda v irtud .Puro estamos en el país di* lo» vice-versas. 1‘ na gran so-

1 Icmnidnd religiosa y pa trió tica, la »1«* Santiago apóstol, y I en una nación eminentemente católica como España, ten ­

drá lugar entre el estruendo de los cañones y el ru ido de la fusilería, oyéndose, allá á lo lejos, lo» aves de las víc­tima» y quedándose los h ijos sin padres y los padrea sin hijos.

¡A h ! la fe aviva el espíritu religioso v la libertad fo rta ­lece el espíritu nacional, ['¡damos á nuestras creencias do siempre, ú las creencias de nuestros padres, que las p róx i­mas fiestas del Apóstol sean el anuncio de paz entre los ca­tólicos español« s.

A pesar de la guerra, de los pueblos destruidos y de los fru tos incendiados, las gentes se preparan á la santa pere­grinación. Los unos irán a p ié, cami.nito de Santiago, en cum plim iento de una promesa de toda conciencia empeña­da ; los otros se d ir ig irá n por d is tin tos derroteros á v is ita r el sepulcro del Apóstol, ó quien deben los españoles el anun­cio de la buena nueva del Evangelio ; no pocos, amantes de las g lorias patrias, se presentarán en Compostela a o ra ren la gran basifica, que es a la vez un precioso santuario y una hermosa obra de arte.

Pero como quiera qne no todos saben los d is tin tos it in e ­rarios «pie conducen ú Santiago de Compostela, y esta fa l ­ta de detalles pudiera dar margen á retraim ientos excusa­bles, vamos a ind ica r los mas sencillos, 1»»» mas variados, y sobre todo los más económicos.

Se puede i r a Santiago desde las provincias de C astilla , ¡ qne es la gran meseta central de España.

1. ° Por León, Astorgu, Brañuela», V illu fru m n del Y ie r- 1 zo y Lugo.

2. ° Por Zam ora, Puebla de Snnabria, V e ri» . Orense y Latín.

3. ° Por Santander. G ijon y ln ( bruña.4. " Por Badajoz, O porto , Calenda, T n y , Pontevedra y

< ‘a rr il.Y 5.” Por Lisboa. Y igo y Carril.l ié aquí las cinco vías terrestres y marítima» que pueden

y deben escogerse para llegar al centro de Galicia.Procuraremos ind icar las ventajas y ios inconvenientes

I de cada una de ellas.E l v ia je por León se realiza en cam ino «le hierro hasta

Brañuela» y en d iligenc ia desde este punto. Kl precio del pasaje excede algún tanto al cálenlo rac iona l, lo que ob li­ga a muchos á va ria r de itine ra rio . A parte «le este deta­lle , que sólo afi*« ta ni bo ls illo y de n inguna manera á la libertad de l v ia je ro , el cam ino es agradable, los puntos qne recorre excelentes, el terreno montuoso en genera l, los habitantes fieles y leales como buenos gallegos y caste­llanos, y la riqueza »píese descubre em inentemente nega­tiva.

E l te rr ito rio <lel Y ie rzo, el paso de los Nogales, la cam­p iña de Lugo y las márgenes del naciente M iño convidan al re tiro del claustro y predisponen á la oración. La tr is ­teza de los lugares proviene, ya del m ateria l de los edifi-

I. as

ruuiiCB

AS i'a inn as.—

Copia del cuadro do M. Firnnn (iirnrd. (Paris,

Sa

lon de 187Ó.

420 )w/A |l u s t r .acioisc JSs p a ñ o l a y ^ m e r i c a n a . Suplemento al núm XXIV

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Suplemento al ním . XXIV 421JLíA I l u s t r a c i ó n . JSs p a ñ o l a y ^ A m eric an la .

L A G R A N JA D E SAN ILD EFO NSO ( segovia) .— sitio uam ado « la eoca del a h í o».— (De fotografía.)

p A | l u s t ^ a c i o k JSs p a ñ o l a y jK m e r .i c a m . S ELEMENTO AL V0M. XXIV422

* ios. yn do I¡v negruzca pizarra ó la D.Mudn mi>s que cubre |ns vivienda» particulares. No se observa en esta linca, ni la vegetación de la» lias bajas de Galicia i de la huerta de Vatetn ia, n i el variado y vistoso panorama que prodnee el va lle lie Mnnterey. la libera d e T u y ó la entrada de Vigo, ni la pro fusión de casa» de campo, preparada» po r la fo r­tuna pa rticu la r para e l recreo de la fa m ilia , como la» que »•• encuentran en el camino de Pontevedra á Marín. Ku cambio I» altura de lo» árboles, en su m ayor parte un¡{n- !• » y castaño», y el verdor de lo» monte» denimeian una tem­peratura deliciosa en los mese» del estío y una fuerza es­pontánea en la tie rta inculta para producir maderas de construcción.

El H ’ípu ido itinerario , ó sea el de Zam ora. Puebla de Ra- nabria , V e rin , Orense y Laün c« más variado que el ante­rior, por la naturaleza de lo® sitio» que atraviesa el camino y por la d is tin ta vegetación que nlirneutan altas y baja» temperatura». ) décimo» que es más variado, porque /inm o­ra encierra monumento». iglesias, castillo» y m urnllns de origen antiquísim o; la Puebla de Sanubría «e balín asenta­da en empinada a ltu ra ; Verin cuenta con un valle tan fe­raz como lialairüefio, y con las aguas de Sonsas, m a rav illo ­sas para afeccione® abdominales; Orense posee lo» céle- b es m iiuautinle» de agua hirv iendo, m / u » va lu U ? como *|e- ci m los romanos, y su puente gigantesco sobre el M iflo: ( ‘ •a y Lousado tienen fábricas de pan y papel, el alim ento d d hombre y de la im prenta ; el Pico Sacro, notable por­que de« le a llí se descubren á diez legua» de distancia la» a tas torres de la basiliea compoetelann v «e distinguen la.» cercanía» de Santiago, bañadas por el sol m ientras en la ciudad d iluv ia á torrente»; fenómeno extraño, no explicado todavía, cómo y por qué llueve tanto en Santiago y tan poco en lo» alrededores.

Xo faltarán viajero» que, ni aceptar la via de Urafmel.-.s, en vez de seguir en d iligenc ia á Santiago prefieran el ca­m inó de hierro desde Lugo á la Cortina- que se va á abrir

•á la explotación, y desdo la capita l de G a lic ia á Santiago cu coche. Pero esta desviación del itine ra rio sólo reconoce­rá por cansa el deseo de v is ita r el puerto de la Corada y d i recorrer la nueva linea férrea, ó sea la qu in ta sección d * los caminos «te h ierro del Noroeste de España.

Existe todavía otra comunicación por tierra cotí Santia­go de Compóstela, y es In de P o rtuga l, ó sea desde Madrid á i ‘porto , Valonea do M in l io .T n y , Pontevedra, Carril y Santiago.

Los viajeros que sigan este derrotero pueden aprovechar los billetes de ida v vuelta que tienen establecidos durante el verano las empresas de los forro-carriles españolas y portuguesa», y cuya baratura se halla ni alcance de todas la» fortunas, Una vez en O porto , después de recorrer las llanuras de la Mancha, que recuerdan el lib ro inm orta l del inm orta l Cervantes: el térm ino de Almadén, donde existen Ins tan conocidas y apreciadas minas de c inabrio , envidia d ! propios y extraños; la® dehesas do Extremadura, base «lo la riqueza pecuaria, y los cultivado® terreóos de Pnrtu g i l ; llegado á d p o r to , repetimos, plaza em im-nteineiite meroatitil y digna de ser visitada, se tunta la M u ía -} »> » ! » . ó son el coche correo que so d irige á Viann do Cnstelln y Valonea do .Mit.lm; por medio de la leitca k j * salva el r¡u. y ya en Tuv. Ind ilige nc ia so encarga de coi dncir ni viajero á In v illa cid Carril y d camino de hierro de trasportarlo muellemente á la dudad enim instdarifl.

No hace tundios «lias se abrió al público la sección de Oporto á Praga. El via jero puede aprovechar esta linea férrea, tomando en el ú ltim o punto el carruaje ñ Vaten^i« do M inlio.

Ahora bien, los partidario» de viaje» m arítim o»; los que ! buscan en la inmensidad del mar la contemplación de la naturaleza en todo su esplendor; los que se osociau á los (izares de la vida marinera y se connaturalizan con d es­pectáculo grandioso’ele cielo y agua, deben ir á lo» puertos I • le Santander*'* de Lisboa; al prim ero los qm> prefieran el rudo oleaje y la impetuosidad de lo» vientos; al según«lo, los que busquen más tranqu ilidad en In marcha del buque | y más dulces emociones en la travesía. Por Santander es muy agradable la «osla, no puede negarse, vistosísimo d panorama que de vez en citando se presenta ante la vista, y de alegre perspectiva los puertos de Asturias y t ¡n liun , pero generalmente el mareo acompaña al caminante poco 1 acostumbrado á los vaivenes de los barco». Por Lisboa la marcha es más tra n q u ila , pero no se d isfruta de aquella lucha entre los elementos y el hombre, que engrandece la m isión «le la especie humana sobre la tierra. Sin embargo, por esta linca m arítim a se entra en d puerto «le M igo, el primer*» de Europa, que puede cob ija r en mis aguas t ulas la» escuadras del m undo, y «Id que solemos acordarnos tan poco los españoles.

De todas suertes d v ia jero escasamente miedoso se lla ­lla en d caso «le i r por Santander, siu perjúrete de v is ita r mas tarde el puerto de V ig o , que bien lo merece, v los de­votos de la comodidad sobre todas las cosas deben optar por la v ia de Lisboa.

Unos y otro®» ya vayan por la posta cnntiíbri*-». ya put­ei A tlá n tic o , pueden aprovecharse de l**s billetes de ida y vu e lta , valederos por algún tiem po para las lineas férreas de Santander y Lislioo, aunque los primeras -nlo lim itados a coche» de segunda y tercera clase.

Ri el que estas linca® escribe hubiera de escoger el medio de llegar á Santiago haciendo una ver«ladera expedición de recreo, parécete «pie no seria d if íc il conseguirlo.

Hé aquí el itine ra rio :I)**sd*- Madrid á Santander, con detención en este puerto

para exam inar las construcciones realizada» dentro y fuera ! de la ciudad. De Santander á la Corana en uno de los bu­ques correos de la empresa López y Compañía, quedándo­se dos dias en la primera ciudad de G a lic ia , uno para v is i­ta r el puerto , y otro el magnifico arsenal «leí Ferrol. De la 0> n ifia á Santiago ( cinco horas de d ilig e n c ia ), en cuyo pum o debiera estarse la ú ltim a decena de Ju lio . De Santia­go al C arril en camino de h ie rro : de C arril á Pontevedra y V ígo en coche, y desde Y ig o á Oporto y Líj*b >a por tierra, en las «liligcnciaa-correos de la } f iila -¡u m tt i, ._.>n la deten­ción necesaria en aquellas poblaciones.

V si «d u fan *le distraerse y el deseo de d iv e rtir »o es m ayor todavía, aunque la nación no está para que sus h ijos se . d istra igan ó d iv ie rtan , a cansa de la» desgracias de la pa­tr ia , el v ia je ro puede asistir á las fiestas del Apóstol en Santiago; á las de la Peregrina en Pontevedra; a las de San Roque en V igo , y á la» de los Remedios en Orense, «i sea desde 24 de Ju lio al 8 de Setiembre, espacio de tiempo en que se celebran, si bien <m distinta« semanas, esplendidas y celebradas romerías, verdadero espejo de la» costumbres de G alicia. El gasto no ofrece dificultades, porque la virio t cu aquella parte del te rrito rio español es económica, com­parada con las exigencia® «leí extranjero y las ta rifas usua­les del resto de España. Cuando se uí>ra á la explotación c! ferro ca rril cu toda la linea ya será otra cosa, porque la codicia reviste todas las form as, se amolda á todos los i climas y prospera en todos los países.

Una vez en Sm tiago, y vn pasa*las las fiestas, el via jero debe consagrar a'gunos din» á la v is ita de los monumentos arquitectónicos que encierra la Jerusalen de Occidente, como algunos la llaman.

A llí están enclavado» lo eat<*lral, uno de los unís grandes v bellos templos de la España ca tó lica ; la Universidad, construcción severa y grandiosa, d igna del objeto á «pie so «a destina; el ex monasterio de San M a itin . de atrevida ar­quitectura ; el hospita l, mansión regia para el do lor y apo­sento un tiem po de m illares *le peregrino®: la cn.»n ayunta­m iento , que es un soberbio pa lacio ; la ig les iade San Fran­cisco, de cúpula gignntes* a ; las iglesias parroquiales ó con­ventuales; en una palabra, no hay calle n i plaza donde no se encuentro un monumento de carácter c iv il ó religioso que estimule jí contem plar bus más acubada» manifestacio­nes Jo las Bellas Artes.

Si á esto se añade que el cu lto en Santiago se realiza con verdadera pompa y Con cristiana ostentación : que el color de los edificios y la misma tristeza d e l cielo produce en el ánimo cierto éxtasis religioso que consuela y v iv ifica en las grandes aflicciones de la vida ; que todo es a lli se­vero, majestuoso, verdaderamente an tiguo , porque an ti­guas son sus construcción»® y »us estrechas rúan , pnréeeno® que la v is ita á Gompóstela ¡»ion merece el Mrerifieio de la comodidad y del d inero , si hay salud y recurso» para rea­lizarlo.

La ocasión es p rop ic ia ; la concurrencia será inmensa. ¡Que la tiesta del Apóstol sea el térm ino de la guerra, «•ri­mo le pedirán devotamente en tan solemne «lia m i lluras y m illares de españoles! (1 ).

M odesto F kknandkz y G o nzález .

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BEVEL ACION.

¡D orm irla la encontró! sobre su labio La risa retozaba :

■— ¡ Dehe tener, me «lije, tan hermosa Como la faz el alma !

En su pequeña mano alabastrina Un papel apretaba;

¡E ran d«*l hombre que la amó *•! prim ero Las última» palabra»!

Yo sentí que el abismo me atrni i;Y e lla , cua l »i soñara,

El papel desdobló, donde v i escrito;— ¡ Hasta dorm ida engaña!

M a x u e l o ei. Pa la c io .

f l ) Consigliammo* los precio»fijarlo» -le común acuerdo en­tre la» empresas de fe iro-narrile- y diligencias para la conduc­ción de viajeros áG alic ia :

En teriira En interior En onte y primer», y segunda, y tercera.

Desde Madrid á Santiago «'«Yigo(cftlle *!«• Alcalá. 7). B i­lletes económico®........... .. . 470 rs. 379 re. 270 rs.

Desde Madrid a Gréti» calle ■le Alcalá. 20, ca»a Pavera»). :{;•» 351 310

Des'l*- Madrid á Vigo ó Tuy por Portugal (calle de A l­calá, 2, «Uispiieho central).. 4 49 398 25«

1). «.le Hrañudusa Santiago.. 37.3 JW7 247Desile Orense á Pontevedra,

Santiago ó Vigo................... Sil K4 ñ«lDesde Zamora á Orense, . . . 27Ó 231 1»

Ahora b ien; páralos viajero» que deseen u tiliza r los billetes •le ida y vuelta á Lisboa ú Oporto, valederos desde l.° dp Junio á 31 de Octubre, y luego quieran seguir el viaje á Galicia en el coche-correo de Yigo ó Tuy, los precios son los siguientes :

Billetes «le ida y m etta en f-rro -ca rril de»d ' Madrid »

1.* ■i.* ela-e. 3.* el**..

Lisboa................................... 457 351 232De Madrid á Opoito.............. 510 3ír» 2«¡2

MALA-POSTA Ó SEA COCIIE-CORBEO.

Berla*. Tnrerior. Cute.

Desde Lisboa á Vigo.............. 8.30) reís 7.500 reís 5 .0x) reísId. á Tuy................ 8.000 7.« 00 4.50o

Desde Oporto á V igo.............. fi.ono ñ.óOO 5.1 MIE L á Tuy................ 5.0)0 4.0»!

Cada 940 reís de moneda portuguesa equivalen á 2»> real*» españoles, y cada 47 reís á nn rea!.

Á JAIME CLARK

Las alas «1** tu ardiente fantasía 1 liste al impulso de los viento» »uuv Y tocaste lu tie rra , como el ave Las roncas olas de la m ar bravia.

¿ Dónde vaga la dulce poesía De tu plectro sonoraV.... Dio» lo sube.¡T a n jóveti y m o rir!.... Feliz la nave Que arriba al puerto en la m itad del *I¡a-

Deloute de tu tum ba so lita ria , Interrogando a l insaciable suelo Donde la sombra de la muerte im pera .

El cristiano te envia una plegaria,El am igo una lágrim a «1c duelo.E l fe rv ien te cantor el alma entera.

Fu YM.ISC0 PK3EZ E' f t l \ AUIIÍ A.

Eli EL CEMENTERIO.

¡ A y ! tle l que llo ra con la fe perdida A l borde de una tum ba .

Y una voz in fe rna l á su esperanzaSin cesar 1«; rep ite : — / nunca! ¡n u n c a . '

¡N u nca ! ¡ y yo siento que m i alma ou»ia L legar basta la a ltu ra .

Y a llí con tigo en la región etérea.En la morada del Señor augusta,V iv ir eternamente, y en un beso Nuestras dos aliñas co n fun d ir en una !¡A y ! quiero fe .... ¡que al borde de un sepulcroM i corazón retuércese ele angustia !E»n voz in fe rn a l.....— Dios m ió , apagaEsa te rrib le voz que d ice— ¡m am !

R icardo de las C a b a Sa ».

EL ESCOLASTICISMO.

Después de las primeras guerra» de la Edad Media, «um i­do ya «e liab ian extingu ido los últim o» vestigios «le la c iv i­lización pagana y la paz ex te rio r comincia á la paz in te ­rio r. «pareció «-»a form a singular «leí espíritu humano «-o- nocida por la Encoláetica ó el E*ci»tesbVó»mii.

Éste no era más que mi racionalismo sobrcn.itnrnl. Su objeto filé el concordar la l'e y la razón, reducir á sintonía el dogma cris tiano y lincei «le la re lig ión una filos*.fia.

Desdi" «•! sig lo i \ basta el xv se extiende id periodo his­tórico de su apogeo, «livolido en tres épocas: la primera, de»«le Erigenn basta Lom bardo; la segunda, la más b r i­llan te , «ionie lía les basta Escoto; la tercera «tesile Bacon hiintn el Renacimiento. De entonce» á nuestro» din® su «lc- cadeiuda avanza basta la m uerto, y muerte «le inan ic ión, i'micn «jin» pedia tener.

No es posible separar la escolástica de la m ística, porque es la una para la otra I" que la in te ligencia para la volun­tad , lo que la percepción para el sen tim ien to , lo q u e la ciencia para la \ ¡da.

La escolástica (d e l la tín achola. escuela) se ocupa «leí p rinc ip io teórico, «le la investigación científica ; estudia y arguye.

La mistica (de l griego in y e in . encerrarse) realiza el «lato de la fe, enseña por una predicación e je m p la r; es in tu it iv a y siente-

Forman ambas un todo co rre la tivo , y d istinguen l i ­mitándose á una esfera pa rticu la r. «< En la escolástica, dice Oerson, dom ina el poder .le la in te ligencia para perc ib ir la verdad; en la jn is tica dom ina el poder de las afeccione» para gustar <1 bien.»

Los escolásticos recurrieron á Platon para el fondo de su» olirne, y á Aristóteles para la form a. Los mistteos »e inspiraron en San Juan, D id im o, Macario y el Areopa­g o * .

Negar ni escolasticismo su im portancia cicntifi* a sería acreditarse de necio. «Nadie seguramente pien»a en resu­c ita r la escolástica, dice A lzo g ; pero esta ciencia, esta ener­gía del pensamiento que la d is ting u ía , su respeto, su am or caballeresco, su ardor por la verdad, ¿quién en nuestros tiempo® nn quisiera verlos renpam rer? ; Quién no descaria 2

(2) Jaime Clark nació en Ñapóles el 20 óe Enero .le 1844. Sus aficiones literaria» le decidieron a dejar la carrera de in ­geniero mecánico. En la primavera de l» i;4 pasó de Alemania a España pura dedicarse con ardor al estudio del idioma cas­tellano. I.a lite ra tu ra española le «lel»e traducciones de las pue­rta-» Urica» de rie ine, Culand, K ii.-ke t y otro» poetas : varios arríenlos poli«icos y de costumbres: una reseña de su viaje á Abacia y Lorena, y sobre todo, y principalmente, una notable versión de las mej* re» obras de Rbr.k»peare.

Clark dispensó al autor de esta» lineas la inmerecida honra de »»meter a si* ju ic io una e* media que acababa «le escribir. Terminada la lectura le d ijo ©on la I* altad debida : ** No haga usted representar su ob ra : el publico, que fa lla p**r una prime­ra impresión, no recompensaría dignamente el esfuerzo {»ode. roso *le estudio v talento que revela sa produecion teatral. Escríba V. otra. » Y , en efecto. el joven lite ra to , á quien su ilustre colega Fastenrath no sabe si llam ar poeta ingles-espa­ño l. ó italiano-español, ó alemnn-e‘r»ñ«>l, comenzó a plantear su segunda comedia. La muerte vino á detener el vuelo de sus «leseo». Respetemos !o» decretos del A ltísimo.

Se rt KM ESTO AL N i ' XXIV L a Jl u s t r a c i o n ^SPAINOLA Y y\MER;CAN.A. 423

ver tum ar á lu teología en la propia fuente ese fei-undo v i . | go r «le i j i i r |«"r desgracia está p rivada , «lesarrollw 1«> «pie la escolàstk-a lu ib ia comenzado con tan ta en«rg ia . ¿«.‘¿ruido tan vivam ente y adelantado tan to , y demostrar al f in , es- peculativaiuente y por In ciem-ia, las verdades que los he­chos y la historia nos lian colocado fuera «le duda?»

La m istica á su vez pro lu jo las cruzadas y ci arto po ti co. La* o jivas «le Ins nntiguas eat<*drilles non ve n la d m is suspi­ros del a lm a, y el alma so eleva á Dios bajo las caladas bóvedas de aquellas basílicas como leyendo las páginas do Kenipis. La misma escolástica «« simbolizó en las filip ranas de los templos gótico«. que no non más que la imápen «le las sutilezas de la cátedra.

La exageración de p rin c ip io s , la arrogancia de oripirse en fi loso fina fundaméntale». el exclusivism o do la una y de la o tra , fueron la causa de la decadencia rápida y m or­ta l que experim entaron la escolástica y la m istica.

El vuelo atrevido de Escoto E rigen« tuvo un ilustre secuaz en San Anselmo, que llegó á hacer de influencia de­cisiva en el po rven ir la escuela ontològica.

Levantóse entonces la lucha entre el rea lism o y el itam i-

tia lism o, dividiéndose los escolásticos en estos, dos partidos, al que no tardó en seguir un tercero que pretendía conci­lia r los anteriores.

Todo basaba en la existencia r«:al «ó nom ina l «le lo imi- versal, que era para unos un ser y para otros una idea.

La escolástica, en guerra consigo misma, la m ovió pron­to á la mística. A be la rdo , célebre por el saber, el am or y el in fo rtu n io , defendió la escolástica; San Bernardo, fa ­moso por la dulzura y el sentim iento , «o alzó en lid por la mística.

l ’ ara contener extravíos traba ja ron con más celo que fru to Pulleyn, Lombardo, I lu g o y Ricardo de Sun V ic tor.

Concluía el p rim er período «le la lucha permaneciendo tenaces los escolásticos en conocer á Dios para am arle, y los místicos en amarle para conocerle.

Con la in ic ia tiv a del español Avicenna se estudió algo más á Aristóteles, y el silogismo reinó en absoluto.

lía les . A lberto el ( fra n ile , San Buenaventura, b rilla ron por este tiem po, y la g lo ria de Santo Tomás de Aquino irrad ió sobre la escolástica, haciéndola tan grande como él.

Pero el águila «le A quino pertenecía á una órden re lig io ­sa, y la humana pasión «le la env id ia encendió un fu«>go sin igua l eu las otras «órdenes. Fué asi el ilustre dom inico la causaHicasiorial «le la riva lidad franciscana.

A su turno los franciscanos tuv ieron á Don* Escoto, in ­fe r io r al «le Aquino en la especularían, pero igua l á él en la d ia léctica, y superior en el ingenio y la sutileza.

Se decían!! guerra sin tregua entre tomistas y cscotislas, y no s«* podía ser dom inico ó franciscano sin profesar tam ­bién el tomismo <> el escoriamo. Esta «liseusi m aguzó los talentos y produjo el magnifico apogeo «le la escolástica.

Tras esta segunda época «le honor y poder sobrevino la tercera de rápida decadencia, incoada por Bacon, asom­brado del di-sastre que p revea en la ciencia y que en vano so esf orzó por evitar.

P ronto p iu lo escrib ir con toda verdad A grippn ; « la es­colástica, «pie ha preatado servicios tan grandes contra los herejes y tanta u tilidad para agnzai el espíritu y «lar p ro ­fundidad al ju ic io , ha venido á caer en completa decaden­cia. Los nuevos sofistas comercian con la d iv ina palabra, y de una ciencia adm irable hacen m ia pura logomaquia, suscitan las más fú tiles cuestiones, inventan opiniones sin base v io lenta te lo las Escrituras, y convierten la fe en ob­je to de lud ib rio y escarnio á los ojos «le todo el mundo. »

A medida que la escolástica se hacia estéril, la m istica ganaba en v ida y se bacía más in terior. E l numide Tanlers. el piadoso Suso», el extático Ruyebro-ck, Gerson el amol­de los Consuelo*, y Kempis el dulce é inm orta l m istico de la Tm ila rinn ile Jesu cris to , fueron los ú ltim os astros de aquel hernioso cielo.

La razun entre tan to m inaba por su cuénta la escolástica y la m is tica , y ambas cayeron en un mismo prec ip ic io ; la escolástica por es té ril, vacia, aere é in trans igen te ; la m ís­tica por falsa.

Esta, más presunciosa quésti madre, quiso fundar una filosofía sobre el sentim iento , una filosofia del corazón. La historia de la humanidad no registra contrasentido más estupendo.

A qué lla , más peca-lora que su h ija ,— pues á lo menos la m ística tendía á Dios y amaba, m ientras la escolástica in ­fatuaba al hombre y aborrecía .— su frió la pena de su o rgu llo .

E l Renacimiento acabó con la una y la otra. Esa energía, esa v ida prop ia del espírit u , sólo podía ser com patible con la Edad Media, como que era sil más leg itim a fo rm a y ex­presión.

Lu tero sucedió á escolásticos y místicos en el p rinc ipa l tea tro de las antiguas luchas.

Como toda idea que muere, el escolasticismo y el m is ti­cism o «e replegaron á Occidente y I«useanuí asilo en Es­paña.

E l Tostado fué el tip o genuino de la escolástica españo­la . más oscura que profunda, y nn tan to conceptista enton­ces para resultar poco después gongorina.

Nuestros otólogos b rilla ron como los prim eros del m m i- ilu . y m ise precisa c ita r nombres conocidos «le toilos para honrar la fecum la pa tria de Cano, Suim-z, Soto y otros cien.

Pudo gloriarse nuestra G alicia « oti el sab-r de Peilro «le Castro, filósofo, ina ictio itieo v controversista ; del ('ardeiin l Sarm iento, teólogo excelente: «le A lva ro deSotütnayor, ín- i signe hombre de cicneia eclesiástica •, «!«■ Tomás «le l.émos, adm iración de Roma y pasmo de su edad.

La mística alcanzaba á la par un desarrollo asombroso. Dirías«- que. guare-chías en sus últim as trincheras, la esco­lástica y la místic a apuraban el postrer recurso para m o rir dignamente.

Cuando llegó el sig lo x v i i i , ya la decadencia era verda­dera gangrena. La filosofía era un cáos de sutilezas, de ca­vilaciones y «le tonterías. Baste recordar que la enseñanza

I se tepartia por trien ios , princ ip iando un año los do m in i­cos, otro los franciscanos, otro los jesuítas. Quisieron tu r ­nar los carmelitas..... ¡A un tiem po se enseñaba el tumism o, el Cocorismo, el m olin ism o y el baconismo!

Las escuelas disputaban con la exasperación «le la locu­ra. No se perdonaba el d ic te rio , la bu fonada, la calumnia,

| para hund ir al enemigo.Y así se deliraba en la cátedra como en el p u lp ito , en el

auto y en el libro.E l laberinto en que ae m etió la escolástica n«> tiene igual

en los fastos de la ciencia. Ü lv id ii todo lo que era filosofía, y paró sil atención exclusiva en la fo rm a , en el silogismo, que no era las más «le las veces otra cosa que una diabó'ica fa lacia .

Protestando su am or á la ve rd ia l. puso en rid icu lo la fe. E l bien no era la v ir tu d , sino la superstición y el fanatis­mo. Y Contrahechos ó falsificados los dos princ ip ios abso­lutos de lo verdadero y lo bueno, cometió el pecado im per­donable de desdeñar «1 estudio del tercer p rinc ip io de lo bo llo , y si lo recordó, no supo de fin ir el arte , sino llam án­do le— ¡ oh vergüenza J — colección tic re g la « /tara hure.r a lgo.

La putrefacción habia consumido el fon«lo y atacado la form a. E l lengua je8ehizo retum bante, h inchado, am pulo­so; después fr ív o lo , insustancia l, d iv e rtid o , lleno de re­truécanos y chocarrerías: últimam ente bárbaro, en un ex­trem o, que ni el g rie go , n i el la tín , ni el español eran ta­les id iom as, sino una je rga in in te lig ib le do vocablos sin sentido, solecismos horrorosos, proposiciones sin ton ni són, fú tiles , bajas, ins« den tes, ta l vez blasfemas.

Ya n i el recuerdo de la antigua grandeza bastaba á parar el golpe iji ie ’ tha á abismar á escolástico* y mlVti«-os.

Librábase la ú ltim a batalla un Occidente, y do Deciden te surgió el espíritu poderoso y levantado, adalid g igante «lo la verdad y la v ir tu d , genio inspirado por el cielo para herir ib- muerte al pseu lo-profe ta que se cubría con el man­to , honroso en otros sig los, del escolasticismo y del m is­ticismo : Pianón.

E l error y el vic io corrieron á ocu ltar su ign om in ia en la oscuridad v c l silencio. 1 'na vez m is G a lic ia fué la salva­dora «le la ciencia y de la re lig ión .

I lo v . en las regiones serenas «1<-1 estudio, dados los n«le- hmtos de nuestro s ig lo , un crite rio justo aprecia la escolás­tica corno un método, no como un sistema, y la mística co­mo un consuelo de poetas y almas románticas, no como una filosofía religiosa capaz de trasfigurar á un m orta l en uu querubín.

Todo pasó á «lespecbo de espíritus apocados para quienes sólo lo v ie jo es bueno, y que verían cotí entusiasmo resn«.-i- ta r ahora l.i Edad Media

Eos lujos del s ig lo no se avendrían á ello m uy tra n q u i­lam ente, p id iend o — como en efecto pueden— saber cd pocos años con los medios modernos lo que al conc lu ir el sig lo xv no hablan podido saber desde el x los escolásti­cos y los místicos.

T eohosio Y ksteiro T orres. *

LIBROS PRESENTADOSES ESTA REDACCION POR ACTORES «ó EDITORES.

L a la n g o s ta , su vida y costumbres medios que se conocen para exterminarla, por L>. Gabriel G ironi, ing«;niero indus­tr ia l. Pequeño fo lle to de actualidad, que se vende a ó rs. en 1»« principales librerías y en la Adm ini-;ración de la C rón ica tic la In r i nutria. Paseo del Prado, 30, 2.® izquierda, Madrid.

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O b se rva c io n e s sobre le- causa» «le propagación de la lan ­gosta, y mcilio- par « evitarla eu addati e, por 1). Juan de Ver- gara, secretario «leí gobierno c iv il de Lugo. Impreso en dicha rim im i en.rí establecimiento tipográfico de D. A. V illam arin (Armada, 2).

V ik ra m o ro a s i, «Irama del poeta ita lic i Kalidasa, en cinco acto«. Versión directa del snnskrit, por I), Francisco García Ayuso. Folleto de 130 págs. en 8.“ «'recio, tres pesetas, d ir i­giendo los pedido» al traductor, en Madrid, calle de Capella­nes, 12.

D is e rta c ió n histórico-arquealózicn de la antigua M irñ h rl- t¡n (segunda edicío •). por I> Antonio María Lopez y Ramaio, individuo de \árias corporaciones científica» y literaria». Fo­lleto de 34 págs., impresoci! el establecimiento de la viuda é hijos «le Vázquez, calle de S in Bernard ". 17, Madrid.

V.

CORREO DE LA MODA DE PARÍS.No obstante sus pequeña»

dimensiones, la C in tura l ie -

gente de Mine», de Vertus (12, m e Auber, en Barí») »irve ncluürilh lcuientPcti las varia­das fum ín» que presenta la inoda actua l, y con su ú t i l í ­simo concurso, el ta lle se a la rga, se estrecha y adquie­re 1» lle x ib ilid ad más natura l y elegante, sin cansar fa tig a n i incom o iliila il á las señora»

que ln usen; hace va tiem po que tales propiedad«;« están recnnoddaa, y na<li*- puede negarlas.

La T m trm jr t D a l ln r n j es como el complemento ¡inlis- pensable de la C in tu ra R e g e n te : si ésta re form a el ta lle, se­gún queda expresado, dándole perfección en la fo rm a, aquélla im prim e á la to ile tte , en con jun to , un encanto y ana desenvoltura admirables.

— Los perfume» tienen tam bién sus épocas ó estaciones, como la» llores, y la casa Guerlain ( lñ , rne de la Paix, en París ) concede grande im portancia á este detalle p rinc ipa l: en inv ie rno , las cremas frías y los cuerpos crasos deben ser empleado» con preferencia; mas en el estío, en hv época de los calore.«, ha y que emplear los v inagrillo» y las aguas do to ilette astringentes.

Con arreglo ú esta d iv is ión , el A g ita J r Chig/ae, el A g u a

Je G u e rlu in y el A g u a de J ta len pueden ser usada» in d is tin ­tamente , porque las tres embalsaman y refrescan la piel, y la tonifican.

Igu a lm en te . ¡ti buscar los productos de perfumería, «le la cn*u (tiu-t Ii i íd , las personas elegante« aprecian en su justo va lo r los jabone» «le dicha casa: e llos, de pasta suave y untuosa, conservan excelente perfum e hasta en la ú ltim a partícula.

Entre estos jabones, el blanco de ballena merece la pre­ferencia por tener la propiedad de hlatujuear y suavizar las mano» como ninguno.

AJEDREZ.

S o lu c ió n a l p ro b le m a n ú m . 5.CSr,n~rOJ Uvtorc* habrun rectificado nn m t material que se cometió

c>ii la «"cpo-M-Jon de e«te problema, por trueco «te plr-r-»?: el penn II 8, que es Manco, del«; * r negro, > fa la el peón negro en *. «I, correspondiente con eloriginal.)

HUASCAS, XEG11AP. 1 2

1 D il H 3. A C 4 4 P 5.2 r r « 4 K 4, jaqne. O F 2 i K í , toma C.J II a n 3, toma ¡«on , r iaque-matc.

Oportu-lamente han remitido la «olnríon al problema núm. -í loe Señores D. Joan T eairneè. D. Pedro Lope* j D. Ignacio Sano, de Tarragona.

424 jliA J l u s t r a c i o n JSs p a ñ o l a y yA, m e r i c a n a . SUPLEMENTO AL NL'M. XXfV

BI BLI OTECA I LUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.HISTORIA UNIVERSALC É S A R C A N T Ú .

TRADUCIDA DEL ITALIANO, ANOTADA Y CONTINUADA HASTA NUESTROS DIASD. N E M E S IO F E R N A N D E Z C U E ST A .

EDICION COMPLETA HECHA EN VISTA DE LA ÚLTIMA DE TL'RTX, ADORNADA CON LÁMINAS GRABADAS EN ACERO QUE REPRESENTAN PASAJES DK LA NARRACION, VISTAS, RETRATOS, ETC., Y MAPAS DE LOS PAISES MAS IMPORTANTES ANTIGUOS Y MODERNOS.

L íi His t ir iv I 'n iversal publicailii por César Canlú. os ol monumento histórico mas grande y acabado que so lia dado ¡i luz ¡insta nuestros illas. Todas .«Vis parles forman un eon- jiiiilo bello y armónico ilomlo compilen la galanura del len­gua i o con J(#acortado ilel plan, que consiste, no en presen- lar lieclios inconexos y aislados corno los que cnnstiliiyen la historia especial de cióla pueblo, sino en dar á las historias particulares oso enlace general cuya primera idea tuvo ItosBuet, v que muestra la mano y las leyes de la Provi­dencia ou ol enlace y sucesión do los acoñleciinioiilos del mundo. César Canlú describe la historia do la humanidad considerada como uñarada familia, sin descuidar la crónica

N U ESTDesde 1838, en que «o publicó la primera edición italiana

do ostn obra, so lian bocho muchísimas en Tumi, Florencia. Ñapóles y Sicilia, sin contar las traducciones hechas en Francia,‘Alemania, Inglaterra y hasta en Rusia y Polonia, y prescindiendo do las falsificaciones y reproducciones furtivas.

Nuestra primera edición se. hizo con arreglo á la sétima italiana, que era la mas completa di* las publicadas hasta en­tonces. El traductor. I). Nemesio Fernandez Cuesta, la au­mentó con interesantísimas ñolas aclaratorias. principalmente en lo que loca á nuestra patria. y con documentos curiosos ó importantes; y esto, y la esmerada traducción, lia hecho que todas las personas entendida-, y eruditas huyan conside­rado nuestra edición como un trabajo acabado y perfecto en ¡o posible; hasta tal punió, que en alguna falsificación que se bu hecho en el estranjero, después de anunciar pomposa­mente que la obra se daba á luz bajo la inspección misma del autor, se han copiado al pié déla letra, no solamente nues­tra traducción. sino sus ilotas y documentos.

Al tratar de hacer hoy una nueva edición, el traductor ha comparado ln última hecha en Turin con la nuestra, y observa que el autor lia suprimido en su nueva edición mu­chas cosas que tal vez por la facilidad de encontrarlas y estu­diarlas en el extranjero, no son allí necesaria-., pero aquí son importantes, al paso que. principalmente en los documentos, ha añadido jo que faltaba ó la antigua.

Nuestra edición española, aprovechando y traduciendo fielmente los Huilientos importantes que lia dado el autor ó su obra, se guarda bien de suprimir ni de extractarlo mucho bueno ó in! eres,míe para nosotros que la edición antigua con­tenía. La española que hoy ofrecemos lo couserva ludo; añade lo que. el autor lia añadido y agrega las notas, explicaciones, biografías y correcciones que el traductor lia creído necean-

P R O S P E C T O .individual de cada pueblo, pero armonizándola con la man­comunidad universal y siguiendo ia ley del progreso. No se detiene, por consiguiente, tan -solo oh las particularidades de los reinados, en la política de los pueblos y en las guer­ras; sino que tiende su vista y abaren con su ex simón el desarrollo de las creencias, del saber, de las letras, de las arles: en una palabra, los progresos de la inteligencia y del corazón de los hombres en todas las esferas de su actividad. F.I autor distribuye su narración por épocas. Fu cada época presenta la situación de los pílenlos, sus costumbres, sus vicisitudes, sus padecimientos, sus glorias: y al final, bajo el lituln de Aclaraciones. presenta un caudal \te datos y no-

RA EDICION ESPrías, además de continuar la narmion hasta nuestros dias desile el punto en que el autor crevó conveniente dejarla.

Debemos hacer aquí una advertencia ¡i nuestros corres­ponsales y constantes favorecedores. Se lian publicado jas pri­meras entregas de una H istoria F m v e iis a l . anunciándose que su autor se proponía seguir el plan da ('.asar Canlú. Fon ésto los editores se lian creído autorizados para poner al frente do la portada en letras gruesas, F lsaii F a v it , como si se tratase de una producción de este autor, y hasta la Corres­pondencia, en un suelto del mes de Febrero, lo ha hecho creer asi. cuando en realidad liada tiene que Ver el autor ita­liano con la obra de que hablamos, original de mi escritor español. Nos conviene Imcerosta declaración, no para perju­dicar la obra de que se trata, en cuya apreciación no entra­mos, sino pura que no se perjudique ln nuestra; pues mu­chos, creyendo tener la obra del autor italiano, podrían retraerse <U* tomar la verdadera traducción que nosotros les ofrecemos.

Cualquiera que sea el mérito de aquella, la verdad es que no se lia hecho en España mas edición completa de la H isto­ria F m veiisal iu. César F anT i que la que de 1831 ¡í 183!) dimos á luz nosotros, ni tampoco se lian* actualmente mas traducción que la que ahora vamos á publicar.

P R E C IO D E S U S C R iC IO NDesde luego lian tenido présenlo los editores, al publicar

la Historia I it i car sal de César Can tú, dos hechos; ia grande importancia de la obra y la necesidad de lijarle un precio que sea asequible ú lodos, á liu de que la adquisición de publica­ción tan importante no viniera á ser imposible para los mé- nos pudientes. Han hecho, por consiguiente, una combina-

tirías del mayor interés, que se refieren al texto, además (li­las innumerables notas que lo ilustran. No contento con esto, en pos de la narración á que vau unidas las notas y Aclaraciones, vienen cuatro lomos de documentos relativos á la geografía y á la cronología, á biografías, alarte de la guerra, á las religiones, á la jurisprudencia . ■’* la literatura, á las Indias arles y :í la arqueología; cada una de cuyas par­tes puede formar, y forma en efecto, uu tratado especial deI,i materia qm* contiene, digno de ser estudiado, y alguno de los cuales. Como el de iinpjeologia, lia llegado á servir de texto en las escuelas del extranjero.

!\ ÑO L A .don que permite facilidad en los desembolsos, publicándola por series; y la bnralura del precio es tal, que la cantidad di* lectura que contiene una serie, que cuesta sólo cuatro reales, es tanta como la qm* contiene un tumo de 300 páginas, ade­mas de las muellísimas láminas grabadas ou acero que ador­nan la publicación.

Es esta, pues, verdaderamente una obra que romic ludas las circunstancias á proposito para figuraren las bihliolecas de los amantes del saber, cualquiera que sea el estado de su fortuna.

La Historia Universa! de César Cfmtú. cuyo nuevo edi­ción anunciamos, con lodos los aumentos, constar« de diez grandes lomos, con láminas y mapas grabados enacero, y so repartirá cu 100 ó Joo series, dándose en el primer mes una cada 13 días, y sucesivamente una cada semana.

Cada serie se compondrá de i entregas, como se dieron en la primera edición, conteniendo cada serie 80 ó 0 0 pági­nas. según las láminas mapas que les correspondan; liaste decir (|uo son 127 las láminas grabadas en acero que se re- ptirliráii. Del tomo 7.", que versa sobre arqueología, y que está ilustrado con grabados en madera, contendrá caifa se­rie 00 páginas.

Al liu de cada Ionio s * repartirá su correspondiente cu­bierta y plantilla pora la colocación de las láminas.

Finia sera* costará una peseta en -Madrid, y cinco reales. franco el porte, en provincia«.

En M MtltlD se suscribe cu la librería de F.asnar. edito­res, calle del Principe, núm. i , y en cusa de los señores corresponsales, en donde se halla la primera entrega de muestra. Se puede hacer la suscricion también direclainenti* remitiendo el importe de las series, confórme se vayan pu­blicando, Vu sellos ó libranzas.

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