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A IMAGEN Y SEMEJANZA
JOSÉ ANTONIO ULLOA CUEVA
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A IMAGEN Y SEMEJANZA
Primera edición, Trujillo, 2014
500 ejemplares
© 2014, José Antonio Ulloa Cueva
Una publicación del
Centro Latinoamericano de Investigación en Arte y Comunicación - CLIAC
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú
Se autoriza la reproducción parcial de los textos consignados en la presente obra, citando al autor.
Impreso en Editorial GRÁFICA REAL
Trujillo, 2014
A IMAGEN Y SEMEJANZA
JOSÉ ANTONIO ULLOA CUEVA
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Esta primera entrega de mis escritos pretende servir de aporte para
una nueva era en la gestión de la comunicación de las
organizaciones, que ayude a la formación de profesionales
comprometidos con la visión integradora y estratégica de la cultura
organizacional, la marca, la identidad y las interacciones con los
líderes de opinión, los consumidores, el mercado y la sociedad.
Siempre he partido de la idea de que las empresas son como
personas, las organizaciones son el resultado de las interacciones
que generamos. Si nos comunicamos bien, trabajamos
coordinadamente y eso permite mayor productividad y el logro de
objetivos. Las organizaciones son hechas a imagen y semejanza de
las personas que interactúan con ellas, tanto desde adentro como
hacia afuera. Por eso la necesidad de dar una mirada más humana a
la comunicación.
José Antonio Ulloa Cueva
Director CENTRO LATINOAMERICANO DE INVESTIGACIÓN EN ARTE Y COMUNICACIÓN – CLIAC
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JOSÉ ANTONIO ULLOA CUEVA
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El crecimiento económico del país ha propiciado una mayor
profesionalización de los procesos productivos y de la gestión
estratégica de las empresas, en los que se hace necesaria poner en
valor y reconocimiento la función de la comunicación en las
organizaciones como estratega de mirada holística que afianza la
gestión del negocio desde la alta dirección. Desde hace veinte años, Joan Costa, uno de los más importantes e
influyentes investigadores de la comunicación corporativa en la
actualidad, analiza algunos aspectos del Director de Comunicación o
DirCom, una nueva figura que aparece con firmeza en el panorama
organizacional. Sus primeras investigaciones daban cuenta de la
necesidad de concentrar en una sola función estratégica todas las
acciones de comunicación de la organización. Así las relaciones
públicas, el marketing y la imagen son parte de un todo llamado
comunicación estratégica. Por ello, Costa menciona que la
comunicación está estrechamente enraizada en la cultura
humanista, está vinculada a la era tecnológica de la información y
del conocimiento, y es la herramienta de la gestión en el
tratamiento de los activos intangibles de las organizaciones.
Costa define al DirCom como un estratega generalista y polivalente
que se encarga del posicionamiento corporativo de una
organización. “Es el estratega del nuevo management que se ha
desprendido lentamente de tareas técnicas para ser más ejecutivo y
cercano a la plana directiva”, señala. Entonces, la comunicación
estratégica debe ser dinámica, debe generar acción desde el interior
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de la organización hacia afuera, pasando fundamentalmente por los
directivos.
Asimismo, indica que el DirCom tiene la misión de armonizar todas
las actividades de la empresa con una visión holística y a largo plazo
que integre los departamentos de la organización haciéndola única,
distintiva, irrepetible y perdurable en el tiempo. Pero, en un mundo
en donde se apunta cada vez más a la especialización, esta
propuesta podría sonar contraproducente. Sin embargo, Costa
aclara que el DirCom no se opone a la especialización: “En una
sociedad de gente súper especializada suele formarse un mosaico
de piezas diversas y dispersas que se ignoran entre sí. La visión
holística del DirCom, un estratega generalista que ve y gestiona el
todo, hará que se haga un trabajo multivalente a través de la
gestión de las partes”.
Costa propone un DirCom cuya función es impulsar y desarrollar la
creación de valor en las organizaciones. Para ello debe ser capaz de
lograr la integración, la motivación interna y el trabajo en equipo
con la finalidad de generar una imagen positiva, una buena
reputación, un adecuado posicionamiento y el fortalecimiento de
las relaciones con los stakeholders.
El comunicólogo español apunta también que la imagen es la
consecuencia de los procesos de comunicación que genera la
organización. “El DirCom es el abogado del público ante la empresa
y a la vez el valedor de la empresa ante el público. La imagen es el
reconocimiento de los elementos que identifican a la empresa, pero
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a través de la valoración que se da de esos datos”, enfatiza. Es por
ello que se ha preocupado en transmitir a nuevas generaciones el
verdadero sentido de la dirección de comunicación dentro de las
organizaciones.
Desde hace varios años, el concepto de DirCom se ha sistematizado
en programas de formación que se aplican en diversas
universidades del mundo. El creador de este sistema considera
urgente la formación en materias de sentido humanístico, como
“Reputación corporativa”, “Ética, gobierno corporativo y
compromiso social”, “Cultura organizacional y comunicación
interna”, que junto con otras materias integradoras de concepción
holística, como “Management global y habilidades directivas”,
“Comunicación financiera” y otras sobre Investigación social
específica, Comunicación en la gestión de crisis y Nuevas
tecnologías de la información y redes sociales, constituyen en
conjunto un programa avanzado en la perspectiva de la sociedad del
conocimiento y los Derechos Humanos.
Tomo como punto de partida a Joan Costa, precisamente porque en
mi práctica profesional como jefe de áreas de imagen y
comunicación en diversas organizaciones, dirigiendo mi propia
consultora de comunicación estratégica y asesorando la gestión de
la comunicación para importantes instituciones y empresas de mi
país, he concluido que la mejor manera de desarrollar un
pensamiento estratégico de la comunicación es trabajarla de forma
integrada.
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“Señor, usted debe invertir en la imagen de su empresa. Para ello
debemos desarrollar su identidad corporativa. Debe tener un bonito
logotipo, tarjetas personales y hojas membretadas bien diseñadas y
pintar sus oficinas con los colores corporativos. Su empresa debe
transmitir una imagen positiva.” Este argumento sacado de una
conversación entre un intrépido estratega de comunicación y su
cliente, nos devela algunas interrogantes: ¿La imagen corporativa se
transmite?, ¿La identidad corporativa se desarrolla?, ¿Qué tan
importantes son estas dos en la gestión empresarial?, ¿Qué es
primero, la identidad o la imagen?, ¿Por dónde empezar?
NADIE DA LO QUE NO TIENE
Una frase que puede ayudarnos a resolver algunas dudas es: “nadie
da lo que no tiene”. Es decir, una empresa no puede entregar,
ofrecer o generar un servicio, una promesa y una imagen de manera
efectiva si no conoce lo que es, no sabe lo que tiene y si no tiene
claro lo que vale; solo si la empresa está convencida de eso los
demás le creerán y confiarán en ella. Entonces, no se puede generar
una imagen si es que no se define una identidad.
En nuestro mercado suele cometerse el error de limitar la identidad
corporativa a la creación de un logotipo y al diseño de la papelería
para una empresa, se sesga su sentido hacia lo visual únicamente.
Establecer una identidad corporativa va más allá de estas tareas,
pasa por un reconocimiento, un diagnóstico y autovaloración desde
el interior de la organización.
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Gustavo Rodríguez, ex director de la agencia de comunicación
integral Toronja y uno de los comunicadores y creativos más
reconocidos del Perú, sostiene que una buena campaña de imagen
parte de una identidad bien definida y que para llegar a ella primero
se debe investigar, saber qué es la empresa en esencia y qué
representa para su público. “La identidad es aquello que nos da
referencia a lo que somos, es la base de una campaña de imagen.
Cómo te llamas, cómo te vistes, con qué colores deben verte, cómo
debe ser tu discurso. Si tú no sabes eso difícilmente puedes generar
una imagen positiva”, manifiesta.
La identidad es ese conjunto de características propias de cada
empresa que les permite distinguirse dentro del entorno en el que
se desenvuelven. La esencia de la identidad corporativa es “ser en sí
mismo” y eso hay que sentirlo, desarrollarlo, gestionarlo, hacerlo
vivo y saberlo transmitir, de eso trata el trabajo de los
comunicadores corporativos. Esta identidad se manifiesta a través
de varias formas: su logotipo, los colores de sus oficinas, el uniforme
de su personal, el estilo de atención al cliente, el slogan que la
caracteriza, los valores que profesa, etc.
Por eso, las organizaciones deben construir sus estrategias de
comunicación a partir de lo que son, definir su identidad, establecer
cómo la van a transmitir y decidir qué imagen desean generar en
sus públicos. Hay que tener en cuenta que son los valores
corporativos los que se van a transmitir, por eso es importante que
las empresas conozcan “quiénes son” para saber “cómo se van a
mostrar” y entender “cómo los perciben”.
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LA IDENTIDAD SE TRANSMITE, LA IMAGEN SE GENERA
Sin embargo, muchos creen que la imagen se transmite, pero no es
así, lo que se transmite es información referente a la identidad de la
empresa. La imagen corporativa es el resultado de los procesos de
comunicación que establece la empresa para darse a conocer y para
interactuar con su entorno. El fenómeno de la percepción humana
nos indica que la imagen es un concepto que forma la persona a
partir de la información captada por sus sentidos; la imagen
corporativa es el concepto que los públicos tienen de las empresas.
Este concepto lo forman por la información que éstas les brindan a
través de sus servicios, sus productos, su personal, su discurso, su
infraestructura, sus medios y sus formas de hacer las cosas.
Por tanto, la imagen está íntimamente relacionada con el
conocimiento que el público tiene de la empresa, qué significa ésta
para sus clientes, cómo la describen sus trabajadores, qué
recuerdan de ella en el mercado. La imagen es una consecuencia
concreta que va a generar ciertos comportamientos en las personas
que interactúan permanentemente con las empresas y en esa
relación se mezclan sentimientos, percepciones, valores y creencias.
Así los públicos deciden a quién comprar, en quién confiar, a dónde
ir, en suma deciden cómo establecen sus vínculos con los
organizaciones.
Lo ideal dentro de las estrategias de comunicación es que la imagen
logre reflejar la filosofía y la cultura corporativa, que empate con la
visión y la misión de la organización y que refleje coherencia entre
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lo que dice y hace la empresa. Para el consultor colombiano
Robinson Vélez, gerente general de Burson-Marsteller en Perú, “el
buen nombre es mejor que la riqueza, por eso la mejor forma de
cuidar la imagen es actuar bien y ser consecuente con las promesas
que se han dado”.
EL VALOR DE LA IMAGEN
Es precisamente esta preocupación por velar por su imagen la que
ha llevado a las empresas a convertirla en tema importante y casi
imprescindible en su agenda de gestión. En estos tiempos en los que
los procesos de interacción entre las organizaciones y sus públicos
adquieren un valor considerable para lograr un propósito comercial
y social, las empresas valen mucho más por la imagen que han
generado que por las maquinarias o infraestructura que tienen. Al
respecto, Carlos Oviedo, gerente central de comunicación e imagen
corporativa de Telefónica del Perú y uno de los más importantes
estudiosos del tema, manifiesta que “la imagen es más que un valor
relacionado a la comunicación, es un valor económico, un intangible
importante en las empresas”.
Si una empresa pierde un equipo, lo recupera comprando otro
inmediatamente, sin embargo si genera una imagen negativa pierde
la confianza, la credibilidad y la fidelidad del mercado, y eso no es
fácilmente recuperable. Por otro lado, si los trabajadores de una
empresa tienen una mala imagen de su propia organización, lo más
probable es que su rendimiento e identificación con ella disminuya,
por tanto los procesos de producción se entorpezcan. Como
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consecuencia, en ambos casos, se pierde clientes, se deja de
percibir ganancias, se pierde dinero.
En conclusión, las estrategias de comunicación que se establezcan
en las organizaciones deben despegar desde esa plataforma interna
que es la identidad, empecemos entonces por definirla bien
haciendo una mirada al interior de la empresa. Recordemos que las
personas basan sus conceptos, opiniones y decisiones en sus
percepciones, por tanto las empresas pueden determinar cómo
quieren que las perciban, es decir qué imagen desean generar. Por
último, es necesario tener en cuenta que una mala estrategia de
comunicación o una falla en este proceso puede generar una mala
imagen o una no muy bien definida, y obviamente conducir al
fracaso.
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El mundo actual se caracteriza por la acelerada fluidez de la
información y las constantes transformaciones de las estructuras
sociales, manifestaciones de una globalización que obliga a las
organizaciones a preocuparse mucho más por fortalecer las
relaciones con sus públicos. Trabajadores, ejecutivos, clientes,
proveedores y mercados potenciales son solo una parte de los
actores que interactúan permanentemente con las empresas e
instituciones. LAS ORGANIZACIONES SON PERSONAS
Desde esta perspectiva, las grandes corporaciones e instituciones
han entendido que los procesos de comunicación eficaces ayudan
en gran medida a mejorar su productividad y sus relaciones con el
entorno. Cada vez más se hace necesaria una buena imagen para
generar confianza en los públicos, se requiere mejorar las relaciones
interpersonales dentro y fuera de la organización para crear culturas
organizacionales sólidas y se exige un adecuado uso de estrategias:
técnicas, medios, espacios y actividades para manejar de manera
óptima la información de la organización a fin de generar una buena
reputación en la sociedad.
Por tanto, la labor del comunicador organizacional y corporativo es
velar por que se generen procesos de comunicación eficaces entre
la organización y sus públicos: interno y externo. Su misión es
gestionar la comunicación para el desarrollo de los elementos que
forman parte de la organización y la consecución de objetivos de la
empresa o institución.
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Según el comunicólogo mexicano Carlos Fernández Collado para
que la comunicación sea efectiva en las organizaciones hay que
trabajar sobre tres pilares fundamentales: la comunicación, la
información y la organización. En ese sentido, la comunicación debe
ser entendida como proceso de interacción social, la información
como conjunto de datos que generan conocimiento y la
organización como un sistema coordinado de personas con una
visión compartida.
Me atrevo a añadir que estos pilares propuestos por Fernández
Collado, deben estar centrados en el ser humano, visto de manera
integral como un ser bio-psico-espiritual que se mueve en un
entorno social. Las empresas solo trascienden si las personas que las
mueven lo hacen, para ello las estrategias de comunicación deben
buscar entender y fortalecer la dinámica del ser humano como
persona y como profesional: su relación con uno mismo, con los
demás, con el mundo creado y con el fundamento de la vida.
Por eso es necesario que no solo los profesionales de la
comunicación corporativa conciban la comunicación como un
proceso de intercambio de información entre dos o más seres
humanos dentro de un contexto determinado. Es urgente que los
empresarios y responsables de la alta dirección de las
organizaciones sean conscientes de esta perspectiva y la tomen de
base para sus decisiones de gestión.
Esta visión humanística de la comunicación permite que nuestro
trabajo esté centrado en las personas y no en los medios ni en los
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instrumentos, nos hace preocuparnos en la construcción de
mensajes adecuados pensando en la visión de la empresa y la
satisfacción de las necesidades de las personas que interactúan con
ella.
La visión sesgada sobre los seres humanos puede ser
contraproducente para la consolidación de los valores en las
organizaciones. Ver a una persona como un recurso puede llevar a
desecharla por inútil que parezca, o, peor aún, valorarla como un
capital puede alejarnos de su real valor como esa unidad bio-psico-
espiritual que propicia y transforma la realidad social.
La persona es el eje de las dinámicas sociales que mueven todo
orden económico. En estos tiempos en los que las tecnologías de la
información han enmarcado casi todas las acciones humanas, urge
generar estrategias de humanización de los procesos de interacción
de las organizaciones, como base de una mejor calidad de vida de
nuestras sociedades cada vez más globalizadas. Bajo esta premisa,
la mejor manera de llegar a humanizar las empresas es a través de
una adecuada formación y transmisión de valores.
LOS VALORES SON ABSOLUTOS, NO RELATIVOS
Cabe recordar que los valores humanos son absolutos y no relativos,
que determinan nuestras actitudes y nuestras relaciones con los
demás, y se convierten en cualidades de las personas. Ellos cobran
vida a través de las acciones conscientes y voluntarias, en las que se
hace uso de la libertad para obrar correctamente reconociendo la
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dignidad de la persona humana. En suma, la vida misma es un valor,
por tanto los seres humanos valen por el simple hecho de existir.
Los valores se definen para regir de forma colectiva el
comportamiento en una organización, no para decorar sus
periódicos murales, folletos o página web. Para lograr su aceptación
se requiere algo más que difundirlos, hay que lograr internalizarlos
en la mente y el corazón de las personas. Por eso, la comunicación
debe ser entendida como un proceso para el encuentro con uno
mismo y con los demás.
Las empresas exitosas no son aquellas que logran facturar grandes
cantidades de dinero, sino aquellas que han llegado a ser excelentes
espacios de desarrollo para sus colaboradores y su entorno. En
estos tiempos de competencia voraz no solo adquieren valor los
productos y servicios que las empresas ofrecen en el mercado,
también cobra valor el motor y motivo de todo esto: la persona.
Los bienes tangibles son fácilmente reconocibles y por tanto
rápidamente valorados, pero los intangibles también son bienes que
tienen un valor propio. La reputación de una empresa, por ejemplo
es un valor innegablemente importante, pues gracias a ella el
público confía en sus servicios o productos. La cultura
organizacional, por otro lado, también es un valor que permite que
los colaboradores se sientan a gusto trabajando y que posibilita su
desarrollo como personas y profesionales.
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No es lo mismo trabajar en una empresa con una buena imagen que
en otra que no la tiene. No es igual laborar en un ambiente envuelto
en el chisme y la corrupción, que en uno en el que la honestidad y la
sinceridad sean pilares de sus acciones. ¿En cuál se sentiría más
cómodo trabajando?, ¿En dónde desplegaría sus máximos
esfuerzos?, ¿En qué caso aportaría más al desarrollo de la
organización?
DE LA CABEZA A LOS PIES
Siguiendo con este paralelo entre las organizaciones y la persona,
Alejandro Reátegui Rodríguez, gerente de Desarrollo Humano y
Organizacional de Minera Bateas – Fortuna Silver Mines Inc.,
menciona: “Si tú no crees en algo, no vas a regir tu comportamiento
basado en ese “algo”. Lo mismo sucede en las organizaciones; el
mejor medio de difusión para el fortalecimiento de los valores es:
predicar con el ejemplo. No importa qué tan fuerte sea tu estrategia
de comunicación interna, en lo que se refiere a valores, si tu gente
no cree en ti ni en lo que predicas, nunca va a regir su
comportamiento basado en los valores que propones”.
Así como las personas aprenden los valores en el hogar de padres a
hijos, en las organizaciones la transmisión de valores se da de
accionistas y directivos hacia sus colaboradores. Muchas veces esta
transmisión se da de una manera informal, natural y espontánea.
Esta formación de valores tiene que ser pensada más allá de un
proceso natural de comunicación. Precisamente para ello se crean
estrategias que permitan profundizar, entender, aprovechar y
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optimizar estos procesos. Estrategias que tienen que ver con el
estilo de cada organización y con las herramientas que cuente para
lograr sus objetivos.
Para ser ejemplo y educar hay que ser coherente, José Reyes Bazán,
superintendente de Plus Petrol, añade: “Independientemente del
estilo y las herramientas de comunicación con las que se cuente,
algo fundamental en la transmisión de los valores es la coherencia,
es decir, el hacer lo que se dice y el ser lo que se dice ser.
Los comportamientos tienen un impacto muy efectivo en la
transmisión de valores, siendo también un riesgo muy grande el ser
incoherente, ya que así como se observa y aprende buenos
comportamientos con valores, un comportamiento de un directivo
contrario a los valores que proclama, generará un efecto totalmente
contraproducente en los colaboradores”.
Si la cabeza no está alineada no se va a cumplir con los objetivos,
por eso los directivos, gerentes y accionistas de la empresa son los
primeros que deben internalizar y practicar los valores. La
determinación, declaración e institucionalización de los valores
parten de la alta dirección. Son varias las formas de hacerlo: las
empresas familiares se basan en la filosofía impartida por los
fundadores; en muchos casos las empresas públicas se rigen de una
visión de gobierno; en otras se van descubriendo en el camino a
partir de la interacción de la organización con sus públicos y su
entorno.
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TRANSFORMAR LA REALIDAD
La adecuada transmisión de valores en las empresas, debe llevar a
transformar realidades, tanto al interior como al exterior de la
organización. Así como las personas no pueden vivir aisladas, las
organizaciones necesitan de otras para sobrevivir en el mercado.
Para ello, es necesario adaptarse a cambios o generarlos, y es
precisamente la persona la que transforma la realidad de la
empresa, es el único ser que puede transformar y echar a andar las
políticas, los procesos y las estrategias, en suma, es el eje de la
organización.
La transmisión de los valores debe partir de la promoción del
desarrollo humano integral, abordando la parte personal y el
aspecto profesional. Lo primero le da sentido a lo segundo. Un
aspecto relevante es lograr que la persona descubra el sentido de su
vida y el valor de su trabajo. Hay que hacerle ver a la gente que lo
que hace tiene sentido, hacer que se sienten parte de algo
importante, de un sueño, de una gran empresa.
Luis Daniel Vildoso, gerente de desarrollo de Humane Consulting,
propone una metodología basada en la persona: MCA (Mente-
corazón-acción). “Las experiencias formativas deben empezar por la
mente, formar criterios (conocer la realidad, los contenidos, abrir el
horizonte), luego debe ser adherido. La persona debe entender qué
es bueno y qué es lo que quiere, interiorizarlo al corazón. La
voluntad se alinea con su corazón, luego pasa a la acción, pone
medios concretos, trabaja hábitos para tener virtudes. La repetición
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de actos hace que yo me cultive hábitos, una vez interiorizados le
dan sustento a mi acción”, menciona el consultor.
Generalmente es el área de recursos humanos de las empresas la
que fomenta el desarrollo de los trabajadores y la que gestiona la
información para la transmisión adecuada de los valores
corporativos. Esta visión humana de la empresa nos hace mirar a los
trabajadores como personas y no como recursos, A decir de Reyes
Bazán “cada vez más se debe estar preocupado en fomentar el
desarrollo en todas las dimensiones del colaborador,
contrariamente a lo que sucedía hace una década, donde solo se
fomentaba el desarrollo profesional. Actualmente, las empresas que
tienen una gestión adecuada de personas, fomentan el desarrollo
personal e inclusive en el ámbito familiar, no siendo esto ajeno a la
estrategia del negocio, por el contrario, es un modelo de gestión
basado en el ganar – ganar, siempre y cuando se tenga en cuenta
que orden es el siguiente: colaboradores más profesionales, con una
vida familiar plena, más seguros de sí mismos es igual a mayor
productividad y a mejores resultados económicos”.
Muchas estrategias de comunicación se quedan solo en lo
motivacional, apelan a las emociones y pretenden partir de allí para
internalizar los valores. No basta motivar, pues las emociones son
efímeras, la idea es que la persona le encuentre sentido a lo que
está haciendo. Si no halla ese sentido a la idea, al valor o al
procedimiento, fácilmente se desengaña, se desalienta, se
desmotiva. Vildoso recomienda añadir a las herramientas
psicológicas un componente antropológico: “Hay que buscar que la
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persona se descubra dentro del entorno laboral. Una vez que se
empieza a entender, ya sabe quién es y lo que quiere, sabe
encaminarse para que su desempeño laboral sea el que tiene que
ser”.
Si bien los referentes son los valores corporativos, las estrategias de
comunicación beben brindar herramientas para poder tener
motivaciones profundas que permita que la persona descubra el
sentido de su vida. El objetivo es que los colaboradores de las
organizaciones tengan una visión más amplia de sí mismos y del
hombre, que sepan reconocer sus dones y así empezar a entender
su historia personal, malos hábitos, visiones erradas de sí mismo y
del mundo. Para ello es recomendable un acompañamiento
personal que permita acortar la brecha entre lo que se quiere vivir y
lo que se vive.
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La primera conclusión que saqué de mi experiencia académica es
que “la comunicación es la base de las relaciones humanas”. Pasé
gran parte de mi vida resolviendo problemas entre alumnos,
profesores y padres de familia. Luego, en el campo organizacional,
atendí situaciones críticas de empresas con sus públicos, clientes,
proveedores, colaboradores y comunidad. Entendí que los conflictos
son relacionales y que una buena gestión de la comunicación ayuda
a resolverlos.
EL VALOR DEL CONFLICTO
El conflicto existe por naturaleza, se da entre posiciones diferentes
respecto a una situación. Según cómo se reaccione frente a él,
puede derivarse en una crisis o en una oportunidad de desarrollo.
Generalmente las partes en conflicto discuten sobre demandas,
pidiendo o haciendo cosas para satisfacer necesidades y
preocupaciones. La gente suele hablar sobre sus intereses y tiende a
debatir, pero no escucha, no dialoga, no profundiza en las causas y
no se enfoca en lo que desea lograr.
Trabajadores, directivos, organizaciones, comunidades y clientes
tienen sus propios intereses, pero estos no deben ser vistos como
aspectos negativos y egoístas, hay que reenfocarlos hacia algo más
amplio y positivo. La comunicación estratégica permite convertir los
debates entre posiciones en diálogos sobre intereses, busca
opciones creativas para satisfacer los intereses comunes,
complementarios o diferentes, y logra entendimiento y crecimiento.
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En la resolución de un conflicto se debe analizar las percepciones de
los implicados, canalizar la información de manera efectiva, generar
conocimiento profundo y unir piezas para tener una visión más
amplia y rica de la realidad. Abordar un conflicto implica: definir el
problema y los involucrados, enfocar los intereses de las partes,
cómo crear valor, cómo distribuir ese valor, establecer acuerdos,
determinar mecanismos de monitoreo para su cumplimiento y
prever qué conflictos se pueden dar en el futuro.
Un conflicto es una situación difícil y tensa en las relaciones
humanas, por eso hay que centrar la atención en las personas
involucradas, conocer qué hay detrás de cada posición, cuáles son
sus intereses, preocupaciones, temores y las motivaciones que
llevan a expresar su insatisfacción de una manera u otra. No basta
con decir lo que yo quiero y lo que es importante para mí, hay que
entender y respetar los intereses de la otra parte. Al comprender
nuestras diferencias podemos pensar y gestar el bien común. Hay
que enfrentar el conflicto, no enfrentarnos entre nosotros.
“YO GANO, TÚ PIERDES O TODOS GANAMOS”
La naturaleza humana nos lleva a ser subjetivos en los conflictos, a
tratar de convencer a la otra parte que nuestra posición es la mejor
y nos hace pensar de manera equivocada: “Yo gano y tú pierdes, no
hay forma de ganar los dos”. Una negociación efectiva logra que
todos los involucrados se beneficien y satisfagan. Una comunicación
inteligente permite que las partes en conflicto se entiendan y
fortalezcan sus relaciones.
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A inicios de esta década, se les pidió a los líderes religiosos de
Colombia que coordinaran una campaña en defensa de la vida.
Todas las iglesias y creencias estaban debidamente representadas.
Los organizadores de tamaña idea fueron los directivos del proyecto
"Bogotá, cómo vamos". Las críticas les llovieron y obviamente
muchos pensaron que juntar perro, gato y ratón solo generaría
discusiones, conflictos y pérdida de tiempo.
Así fue durante las primeras reuniones, todos dispusieron sus
mejores armas para defender sus férreas ideologías y su
fundamentalismo a prueba de fuego. Pero luego empezaron a
reenfocar lo realmente importante de lo encomendado: el respeto a
la vida. Se dieron cuenta que más allá de sus posiciones particulares
estaba el bien común y lograron diseñar una campaña que fue parte
importante del cambio social y cultural de Colombia en los últimos
años.
José Antonio Marina afirma que el diálogo y la comunicación que
permite el entendimiento de los intereses de todos es el triunfo de
la inteligencia. El enfrentamiento es el fracaso de la misma.
Lamentablemente, para muchos, un conflicto es una oportunidad
para ganar y hacer perder, no para compartir. Cuesta dejar ese
individualismo de lado y pensar en el bienestar del otro, que al final
recae en el bien común.
La comunicación es clave en toda negociación, entendida como un
proceso para resolver un conflicto y llegar a un acuerdo. Hay que
preguntarse si escucho a la otra parte, si recibe el mensaje de
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manera apropiada y oportuna, si se está transmitiendo lo que
estamos pensando, si estamos alineados con el tema a resolver, si
se ha creado las condiciones adecuadas para la negociación, si
utilizamos los medios idóneos y si hemos detectado los actores
relevantes para generar los procesos correctos.
Negociar no significa ganar a toda costa, el enfoque no debe ser “yo
te quito todo”, sino “cómo crear más para todos”. Una actitud
intransigente y egoísta no ayuda, una apertura de mente y corazón
puede ser la puerta de entrada al diálogo, la comprensión, el
entendimiento y el desarrollo colectivo.
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¿Cuánto conocimiento has acumulado durante tu vida y de qué
manera te ha servido? Muchas veces pasamos por alto lo que nos
ocurre día a día y la rutina nos impide analizar y entender por qué y
para qué pasan las cosas. Séneca decía que solo es útil el
conocimiento que nos hace mejores. A las organizaciones también
les cuesta valorar el conocimiento, sus actividades cotidianas deben
ser fuente de aprendizaje y su experiencia la base de su know how.
LA INFORMACIÓN GENERA CONOCIMIENTO
Ese “saber cómo” implica aprender de lo vivido, capitalizar
lecciones, procesar información, aquilatar conocimiento y plasmarlo
en políticas. Hay que planificar, coordinar y controlar la información
para tener un conocimiento efectivo de la realidad organizacional,
que permita corregir errores, mejorar procesos, enfocar visiones y
actualizar estrategias. Existen tres niveles de conocimiento:
- Un primer nivel externo que permite conocer a las
organizaciones por sus características visibles.
Conocemos que: “el supermercado A es de color amarillo”,
“este año vendimos menos que el anterior”, “el diario X es
pequeño” y “mi trabajo es repartir documentos”. Hay que
conocer algo más del entorno, no limitarse a lo evidente, ni
dejarse llevar por la primera impresión o solo ver lo
operativo de sus funciones.
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- El segundo nivel es interno y permite conocer los valores
que respaldan lo visible.
Decimos: “qué respetuosos son los trabajadores del
supermercado A”, “vendimos menos porque no trabajamos
en equipo”, “el diario X no informa con la
verdad” y “reparto oportunamente la documentación de la
empresa”. Se debe ver más allá de lo evidente, pues detrás
de una acción, un color, un resultado y una palabra, hay
algo que lo genera.
- Un tercer nivel mucho más profundo permite explicar y
responder ciertos cuestionamientos.
Por ello exige mayor reflexión y comprensión. Ejemplo: "el
supermercado A es el mejor de la ciudad porque sus
trabajadores se capacitan permanentemente”, “debemos
mejorar la comunicación en el equipo”, “el diario X miente
porque sus dueños son corruptos” y “cumplo con repartir
documentos, pero no soy feliz con mi trabajo”. Las cosas
pasan por algo, hay que interiorizar en la experiencia misma
y aprender.
Los sistemas de comunicación deben gestionar el conocimiento, lo
registran, analizan, interiorizan y optimizan para lograr los objetivos.
Crear una cultura del conocimiento en la que los colaboradores
sientan la necesidad de aprender para sí mismos y su organización,
pasa por un cambio de pensamiento y comportamiento.
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LA BASE DE LA CONFIANZA
Si tu esposo(a) y tú salieran solos de viaje, ¿con quién dejarías a tus
hijos? Quizás tu respuesta varíe entre: “con mis padres, mi hermana
o sus padrinos”. Y si tuvieras 100 mil dólares, ¿en dónde los
depositarías? Tal vez tu respuesta sea: “en el Banco XYZ o en la Caja
ABC”. Lo seguro es que en ambas situaciones lo que motive tu
decisión será la confianza.
Es que sólo puedes confiar en tus padres, hermanos o los padrinos
para que cuiden a tus hijos, pues sabes que son responsables y
velarán por ellos en todo momento. Y lo sabes porque los conoces.
Estoy seguro que no dejarías en manos de un desconocido a seres
tan preciados. Lo mismo ocurre con tu dinero, pues solo confiarías
en la entidad que sabes cuidará tus ahorros, con buenos intereses y
beneficios adicionales. Y lo sabes porque conoces que tiene
respaldo financiero, solidez y prestigio.
Las relaciones sentimentales, familiares, laborales, comerciales y
corporativas se construyen sobre la confianza, pues solo confías en
aquello que conoces. La confianza se basa en el conocimiento y éste
se genera de la información. Por tanto, un buen manejo de la
información permitirá mayor confianza, y es ahí a donde los
procesos de comunicación empresarial deben apuntar para
consolidar vínculos confiables dentro y fuera del entorno
corporativo.
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La confianza ayuda a crecer, convivir, compartir, aprender y
enseñar. Convertido en un valor intangible de la empresa, permite
delegar, integrar y trabajar en equipo, fortalecer la cultura
organizacional, la identidad y la fidelización de los clientes internos
y externos. Las mejores decisiones se toman cuando se confía en
uno mismo, en la capacidad del equipo de trabajo, en la
responsabilidad de los proveedores, en la prontitud de las demás
áreas de la empresa y en la respuesta del público.
Por el contrario, la desconfianza crea incredulidad, inseguridad e
incertidumbre y se degenera en malas relaciones, clima laboral
tenso, falta de coordinación, ineficiente trabajo en equipo,
incapacidad para el empoderamiento y trabajadores o proveedores
desmotivados. Una persona desconfiada se aísla, es reacia al
cambio, poco participativa y tardía en tomar decisiones. Un cliente
que no confía deja de lado al producto, habla mal de la empresa,
contagia su desconfianza y no regresa.
La confianza se forja y se fundamenta en el compromiso y el
respeto. No se aprende ni se compra, se gana. Solo así se forma
mejores trabajadores, empresas sólidas, sociedades justas y
mercados saludables.
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DE LA MOTIVACIÓN EFIMERA A
LA COMUNICACIÓN AFECTIVA
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JOSÉ ANTONIO ULLOA CUEVA
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Como ya le he mencionado, muchos empresarios y directivos de
alto nivel ven, de manera equivocada, a la comunicación como una
herramienta para su desarrollo organizacional. Esta visión limitada
puede ser la raíz de muchos de los obstáculos para el logro de sus
objetivos. La comunicación es un proceso y como tal debe ser
entendida y aplicada dentro de las organizaciones. Sesgar su
importancia a lo instrumental nos ciega respecto a su verdadero
potencial.
QUISE MOTIVAR TU VIDA
En el campo de recursos humanos, por ejemplo, se piensa que la
comunicación es un medio efectivo para motivar al personal,
informarles sobre aspectos corporativos o para que ellos se
expresen para conocimiento de los directivos. No está mal. Sin
embargo, si nos quedamos solo en eso y no lo planteamos como un
proceso, dejamos de entender al trabajador como persona, como
eje del proceso mismo y del desarrollo de la organización.
Vista integralmente, la persona es una unidad que siente, cree,
piensa, actúa, opina, influye y transforma realidades. Hay que llegar
a su esencia, por eso la comunicación debe ser entendida como el
encuentro con uno mismo y con los demás. Los seres humanos
somos diferentes y por tanto nos motivamos de manera distinta.
Generalmente establecemos valores de acuerdo a nuestra
formación y experiencia, y solemos actuar según lo que los demás
quieren o buscan de nosotros.
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Pregúntese: ¿Usted va a trabajar porque le pagan por lo que hace o
porque ama lo que hace?, ¿Cumple metas porque le dan incentivos
o porque siente una vocación de servicio?, ¿Trata al cliente como lo
tratan a usted en su trabajo o lo trata como se merece?, ¿Se exige
cada día más para que su jefe lo tome en cuenta para el ascenso o
porque desea ser mejor persona? Quizás al responder estas
preguntas encontremos que muchas de nuestras motivaciones
están más relacionadas a la empresa o a los demás, que a nosotros
mismos. ¿Qué hacer entonces?, nuevamente, si vemos la
comunicación como un proceso y no como una herramienta,
lograremos que los trabajadores descubran el verdadero sentido de
su vida y lógicamente se descubran útiles para el trabajo.
Si usamos la comunicación como herramienta motivadora, solo
lograremos destapar emociones, los trabajadores encontrarán
energía por un instante, pero luego ¿qué? Nuestras estrategias de
comunicación deben ir más allá de las emociones, los trabajadores
tienen que creer y confiar. Hagamos que se encarne la empresa en
las personas y viceversa, que se interiorice los mensajes y que los
trabajadores y colaboradores lo hagan suyos.
TRANSMISIÓN DE IDEAS
En nuestro medio son pocas las empresas que han logrado
consolidar sus valores, principios y filosofía dentro de su
organización, pues uno de los grandes problemas empresariales es
no saber generar procesos de comunicación que permitan
fortalecer una cultura organizacional. En este sentido, la transmisión
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de ideas debe ser un factor clave en los planes estratégicos
corporativos.
La cultura organizacional es el conjunto de comportamientos,
hábitos, valores y creencias que caracteriza a una empresa. La
construyen los individuos interactúan en ella y la convierten en un
valor intangible que representa su esencia, su manera de pensar, de
ser y de hacer las cosas. Por eso es necesario reconocer estas
características, comprender que los trabajadores son diferentes
entre sí y que crear una cultura organizacional implica establecer
ciertos valores y comportamientos que busquen el logro de
objetivos y metas comunes y la visión de la organización.
Para lograr la aceptación de una idea se requiere algo más que
difundirla a través de los medios de comunicación, mencionarla a
cada instante o elaborar grandes discursos institucionales. En los
años cincuenta Elmo Roper, uno de los pioneros de las Relaciones
Públicas, propuso que las ideas penetran en la mente del individuo
de manera muy lenta y se mueven en círculos concéntricos dentro
de las organizaciones a través de cinco figuras claves. Tras muchos
años de aplicación en mi práctica profesional gestionando procesos
de comunicación en diversas organizaciones, me atreví a adaptar y
proponer algunos aportes:
- Los pensadores: Son los que tienen mayor creatividad,
sirven de paradigma y son referentes.
- Los discípulos: Son los que fundamentan las ideas, las
respaldan y las oficializan con sus acciones.
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- Los divulgadores: Hacen réplica inmediata de las ideas, las
imitan y transmiten constantemente.
- Los agentes activos: Asumen las ideas y las acciones como
un referente y las siguen de manera consciente.
- Los agentes inertes: Son los que siguen la corriente sin
necesidad de analizar la idea.
Roper, en sus antiguos tratados de Relaciones Públicas, también
indicaba que la aceptación de una idea por un individuo pasa por
cinco fases:
1. Primeras noticias: Se entera de la idea o la práctica, pero
conoce poco de ella.
2. Interés: Se interesa por la idea, obtiene información y
considera las ventajas e inconvenientes.
3. Evaluación: Aplica mentalmente la idea a su propia realidad,
consigue más información para evaluarla y decide
experimentar.
4. Experimentación: Pone en práctica la idea generalmente a
pequeña escala, en un principio se interesa únicamente en
la aplicación práctica, técnica y condiciones de uso.
5. Adopción: La adopta si la idea es aceptable.
Han pasado sesenta años desde el planteamiento de estas teorías,
sin embargo mi experiencia asesorando organizaciones en vías de
modernidad me hacen ver que son fácilmente aplicables en la
actualidad, simplemente porque la esencia de la comunicación
humana no ha cambiado. En todas las organizaciones existen
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personas con estas características y que generan este proceso de
aceptación de ideas. Lo importante es no dejar que esto ocurra de
manera fortuita, la cuestión está en darse cuenta y asumirla como
parte de una estrategia de comunicación.
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COMUNICACIÓN ESTATÉGICA
PARA LA RESPONSABILIDAD
SOCIAL
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Cuando se habla de Responsabilidad Social (RS) se piensa
comúnmente en acciones para ayudar a resolver problemas de
desarrollo en las comunidades. Suele encasillarse su concepción a
aspectos meramente operacionales y pocas veces estratégicos.
Cambiar la realidad, generar espacios participativos, hacer
trascender a las personas y sostener ese desarrollo en el tiempo,
deben ser parte de ese pensamiento estratégico.
En las siguientes líneas daremos una mirada crítica a la RS desde la
comunicación, comprenderemos por qué es un asunto de
percepciones e interacciones, y para qué es necesaria entenderla
como una estrategia que fundamenta su efectividad en el
fortalecimiento de las relaciones y la imagen. Por ello es
fundamental que los procesos de comunicación que gestemos
estratégicamente promuevan un liderazgo transformador que
genere valor en el servicio a los demás.
Esta generación de valor permite a las organizaciones establecer
acciones que satisfagan las expectativas y generen la confianza de
los stakeholders, así las empresas toman conciencia de su papel
dentro del proceso de desarrollo del país, asumiéndose como
agentes de cambio para mejorar la calidad de vida de su entorno.
EL PENSAMIENTO ESTRATÉGICO DE LA COMUNICACIÓN
TRANSFORMADORA
Las empresas modernas cada vez están más interesadas en la RS,
atraídas porque consideran que gracias a ella lograrán mejores
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relaciones con su entorno y una mejor reputación en el mercado.
Sin embargo, muchos buscan realizar RS sin comprender y valorar
sus fundamentalmente comunicacionales. Para aportar a una mejor
comprensión de su esencia es necesario apostar por una
comunicación transformadora.
El marco teórico nos indica que la RS es un conjunto de acciones
voluntarias que realizan las organizaciones con sus áreas de interés
y que buscan contribuir con el desarrollo sostenible de su entorno
social. Matilde Schwalb, vicerrectora de la Universidad del Pacífico,
afirma que “es una filosofía y una actitud que adopta la empresa
hacia los negocios, que implica una visión de largo plazo, basada en
principios éticos y morales que van más allá de la ley y que se refleja
en la incorporación voluntaria en su gestión de las preocupaciones y
expectativas de sus distintos públicos de interés (stakeholders).”
Vemos pues, que la RS es un sistema de gestión que permite
generar competitividad en las organizaciones. Está definida por una
relación ética y transparente de la organización con sus públicos de
interés, lo que les permite establecer acciones de bienestar para su
entorno interno y externo. Desde el momento que se establece que
las organizaciones son conformadas por seres humanos
entendemos que debe existir una dinámica social dentro y fuera de
ellas, lo que exige tender puentes y establecer relaciones efectivas y
afectivas. Una buena relación apunta al desarrollo y al logro de
objetivos en común.
Por tanto, la comunicación, como base de las relaciones humanas,
es un proceso que debe apuntar al desarrollo individual y colectivo,
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a mejorar el clima laboral, fortalecer la cultura organizacional,
promover el crecimiento de las comunidades, generar una imagen
positiva y aportar valor a la marca. Los clientes, proveedores y
colaboradores, ahora, no sólo están interesados en la calidad del
producto o servicio, sino también se preocupan por las acciones que
las organizaciones tienen con su entorno. Si son socialmente
responsables o no, repercute en las decisiones de compra,
adhesión, vinculación y aceptación.
En un mundo que se mueve a partir de las percepciones de las
personas, es urgente repensar cómo procesan la información en el
colectivo social. “A mayor reputación, mayor valor, y a mayor
responsabilidad social, mayor valor de las compañías”, indica Justo
Villafañe, consultor español experto en comunicación e imagen
corporativa. Por su parte, Henri Le Bienvenu, gerente general de
Perú 2021, considera que la realidad no existe, sólo existen las
percepciones. “No somos como nos creemos, somos como nos ven,
como nos perciben los demás. Nosotros nos vemos grandes,
confiables, una empresa vital, conocidos. Otros nos ven
explotadores, arrogantes, un mal necesario, desconocidos”,
menciona.
Como vemos, la RS es un asunto de percepciones e interacciones.
Desde esta perspectiva, entendemos que la responsabilidad social
es una estrategia comunicacional que fundamenta su efectividad en
el fortalecimiento de las relaciones y la imagen, a través de la
generación de valor en el servicio a los demás.
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Se debe pensar en una comunicación transformadora que propicie
la fluidez de la información de la organización hacia los grupos de
interés y viceversa. Es necesario comprender cuán importante es la
información que brinda el entorno y cómo se retroalimenta la
organización con ella. Un conocimiento real y oportuno de los
grupos sociales con los que interactúa y la valoración de sus
necesidades y expectativas, repercutirá en un diálogo más abierto,
democrático y sincero.
Un adecuado manejo de la comunicación de una organización
permitirá crear opinión favorable, por ende una imagen positiva y
una buena reputación, pero además gestar, fortalecer y sostener
relaciones duraderas. Esta comunicación transformadora debe ser
solidaria, colaborativa e integradora. Informar para formar
personas, formar personas para transformar organizaciones.
¿RESPONSABILIDAD SOCIAL O MAQUILLAJE
CORPORATIVO?
Tal como se ha visto, la RS se ha convertido en un tema imperante
en la agenda de las corporaciones de gran impacto económico,
especialmente en aquellas que tienen que ver con la explotación de
recursos naturales y que por tanto se ven enfrentadas a
comunidades que viven en pobreza extrema, condiciones
infrahumanas o en alto riesgo. Sin embargo, cada vez con más
fuerza este mecanismo relacional va ganando espacios en
organizaciones sin importar su dimensión y cobertura. Es que de
alguna manera la RS es vista en estos tiempos como un maquillaje
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de las acciones corporativas y una buena manera de “marketearse”
haciendo algo bueno por los demás.
Las empresas son organizaciones que ofrecen una serie de servicios
y productos con la finalidad de satisfacer necesidades de los
públicos con los que interactúa. Desde el momento que se establece
que las organizaciones son conformadas por seres humanos
entendemos que debe existir una dinámica social dentro y fuera de
ellas. Es decir, las organizaciones funcionan como las personas,
porque su componente fundamental es humano. En ese sentido, las
relaciones que se generan se basan en procesos de comunicación
que deben apuntar al desarrollo individual y colectivo.
Amparados en este concepto, es conveniente darle una mirada más
humana a la RS, un enfoque hacia la verdadera esencia de esta
estrategia comunicacional de la administración moderna que
fundamenta su efectividad en fortalecer las relaciones y la imagen
en el servicio social. Pero, ¿por qué destinar tantos recursos
humanos y económicos para establecer un programa de RS?, ¿qué
ganan realmente las empresas al realizar una labor en beneficio de
otros?
La RS permite a las organizaciones establecer acciones que
satisfagan las expectativas y generen la confianza de los
stakeholders o grupos de interés, así las empresas toman conciencia
de su papel dentro del proceso de desarrollo del país, asumiéndose
como agentes de cambios para mejorar la calidad de vida de su
entorno.
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Sin embargo, este sentido utilitario ha degenerado el verdadero
propósito de la responsabilidad de las empresas. El centrarse en el
beneficio que puede darle la RS y el provecho que puede sacar de
los objetivos logrados, denota un grado de egoísmo organizado que
solo permite a las empresas llegar al asistencialismo, es decir a
cubrir necesidades de manera superficial, evitando llegar al fondo
de las cosas en busca de soluciones sostenibles. Muchas de las
organizaciones se circunscriben a eso, pues su preocupación por las
comunidades no es real o es limitada en el mejor de los casos.
Esta práctica equivocada y sesgada de la RS ha hecho que se mire
con incredulidad el accionar de algunas organizaciones. Muchas de
ellas bien intencionadas y otras algo comprometidas, pero carentes
de sentido social. La sensibilidad empresarial debe ser el motor para
que todos los esfuerzos desplegados lleguen a los beneficiarios de
manera real y efectiva.
Las bases de la RS son el conocimiento, la identificación y la
sensibilización. Las empresas deben preguntarse qué tanto conocen
a sus públicos, cuánto saben de sus necesidades y qué tan
compenetradas están con las formas de vida de la gente que los
rodea. No se puede ayudar a alguien a crecer si no se le conoce.
Actualmente las empresas adoptan políticas de RS buscando
distinguirse en el mercado, adjudicándose un valor que les permite
encontrar un equilibrio económico y social que les dé respeto,
reputación, reconocimiento y respaldo. Lamentablemente se ha
manoseado de tal manera que parece haberse convertido en una
mera estrategia marketera con la que solo se detienen a pensar en
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“qué hacer”, sin darse cuenta que lo importante es sensibilizarse
con la realidad de las comunidades en donde se desarrollan. Una
empresa sensibilizada es más efectiva en temas de responsabilidad
social que aquellas que solo quieren maquillar su impacto en el
público.
La sensibilidad empresarial es la base para hacer un trabajo de RS
efectivo y realmente trascendente. La mejor manera de lograrlo es
identificándose con la realidad, sentir de cerca las necesidades de la
gente, experimentar las carencias de las comunidades, conmoverse
con los avatares de la población. Recién cuando se ve y toca los
problemas y los riesgos que afrontan se toma conciencia de la
magnitud de las realidades. Este debe ser el punto de partida, el
inicio de una adecuada política ética y responsable con su entorno.
Es responsabilidad de los empresarios enfocar y afrontar su
responsabilidad social desde una perspectiva más humana, más allá
de una plataforma política, comercial o técnica, procurando
soluciones éticas, solidarias, justas y sostenibles que aporten
realmente al desarrollo integral de las personas y las comunidades
con las que convive la empresa y que al final de cuentas es en donde
gesta su razón de ser.
MÁS ALLÁ DE LA CAMPAÑA NAVIDEÑA
La Navidad es una de las fechas más importantes del año. Por un
lado, inspira actos de amor, solidaridad y fe, y por otro, motiva
campañas estratégicas para mejorar las ventas, la imagen y la
reputación de las empresas. Parece que la idea, en estos tiempos, es
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“quedar bien”, con el corazón contento y – por qué no – ganarse un
pedacito de cielo.
Muchas son las campañas navideñas, muchos también los esfuerzos
desplegados para conseguir recursos y realizarlas. Desde campañas
dedicadas solo a llevar regalos, panetón y chocolate, hasta aquellas
que buscan llevar el verdadero mensaje del nacimiento de Jesús,
todas son movidas por un espíritu de servicio. Ser parte de ellas u
organizarlas es una oportunidad significativa para las empresas,
pues “muestra” su lado solidario y bondadoso.
Es loable el esfuerzo que muchas organizaciones hacen para llevar
esperanza y amor a las personas más necesitadas, dejando de lado
otras responsabilidades y compromisos. Pero es más importante
aún que estas actividades se realicen de corazón y no motivadas por
un objetivo marketero.
En los últimos años he participado en la organización de varias
campañas y he tocado muchas puertas en busca de apoyo. He
acudido a empresas grandes, medianas y pequeñas, no solo con el
afán de conseguir la donación de juguetes o dinero,
fundamentalmente me he acercado a ellos para enseñarles el
verdadero sentido de la Navidad y explicarles – en su lenguaje - que
la mejor inversión es ser justo, responsable y solidario con aquellos
que menos tienen.
Me he topado con muchas puertas cerradas, con varios rostros
adustos y con eficaces negociadores: “¿Y qué gano con esto?”, “Te
apoyo, pero colocas mi foto en el diario”, “A más juguetes, ¿más
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grande mi logo en el banner?, “Te doy el dinero recolectado, pero
no creo que mis trabajadores vayan a la campaña”, “Precisamente
estaba buscando una campaña para justificar mis gastos de
responsabilidad social”… sensibles negociadores.
La responsabilidad social debe nacer de una sensibilidad social de la
empresa y sus colaboradores. Esta debe estar insertada en la
cultura organizacional y responder a la realidad con la que
interactúa. La Navidad no puede ser tomada como un pretexto u
oportunidad comercial para posicionar marcas, para fidelizar
clientes o para ser socialmente responsable con la comunidad. La
solidaridad y el amor, como todos los valores, son absolutos y no
relativos. Es decir, no solo debemos ser solidarios y dar amor en
esta “fecha especial”, hay que hacerlo siempre.
COMUNICADOS GANAMOS MÁS
Al momento de sellar un matrimonio, los novios intercambian aros
en señal de compromiso. Según la tradición, el aro simboliza la
alianza entre dos personas que unen sus vidas para emprender un
proyecto común. El círculo representa una forma sin principio y fin,
refiriéndose a la sostenibilidad de una alianza que pretende hacer
mejor a ambos y a su entorno familiar. Las empresas, así como las
personas, necesitan de otros para surgir en la vida.
La empresa, el Estado y la sociedad civil, de manera individual, no
pueden lograr su desarrollo y el de su entorno, menos pueden
hacerlo sostenible. Por ello buscan unirse a través de alianzas
estratégicas para ejecutar proyectos de responsabilidad social. Una
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alianza estratégica es la suma de esfuerzos para lograr un bien
común, compartiendo valores, objetivos, beneficios y riesgos.
Las formas de relacionarse y concretar logros son muy similares en
la empresa y en el matrimonio, para ello generar confianza es
fundamental. Recuerde, solo se confía en aquello que se conoce y
sólo se conoce cuando hay información. Aquí algunos aspectos para
tomar en cuenta:
- Aproximación.- Vincularse y conocer a organizaciones
relacionadas con los ámbitos de los proyectos, incluyendo a
las comunidades beneficiarias. Ellas deben sentir y valorar
ser parte de la sinergia.
- Valores compartidos.- Estar seguro que las organizaciones
que se van a aliar compartan valores, sólo así se puede
asegurar una misma visión para el bien común y su
capacidad de compartir riesgos y beneficios.
- Objetivos claros.- Definir la razón de ser de la alianza.
Embarcarse en proyectos de mediano o largo plazo, pero en
temas o problemas focalizados. Una vez logrado el objetivo,
se evalúa y se proyecta otras acciones conjuntas.
- Coordinación permanente.- Monitorear y evaluar
constantemente para prever problemas de relación que
impidan el avance planificado. Conversar con honestidad y
tomar medidas correctivas oportunamente.
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- Reputación comprometida.- Al aliarse las organizaciones
ponen sus reputaciones en juego. Si alguna falla el prestigio
se verá comprometido.
- Complementariedad.- Los aportes deben complementarse
destacando fortalezas para cubrir debilidades. Si las
organizaciones su unen no es para hacer lo mismo.
- Expectativas alineadas.- Si una parte recibe menos de lo
que espera, puede generar conflictos. Si hay uno que gana y
otro que pierde, la unión no será duradera.
Como vemos, las alianzas estratégicas se basan en coordinación,
buenas relaciones, manejo de información, transmisión de valores y
reputación. En ese sentido, la comunicación se convierte en un
proceso integrador de estos aspectos vitales para generar alianzas
sostenibles y productivas.
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Tal como lo propuse al inicio de este recorrido literario, en la última
década se le ha dado mayor importancia a la dirección de
comunicación en la gestión de las organizaciones, lo que ha
permitido asumir de manera integrada la comunicación tanto
interna como externa. Como consecuencia, se ha empezado a
desmitificar viejas prácticas y teorías.
En este libro he procurado aportar, de alguna manera, para que los
profesionales de la comunicación y los responsables de la dirección
de las organizaciones no cometan los mismos errores de
perspectiva. A modo de conclusión, dejo algunas ideas fuerza para
empezar a concebir una nueva forma de hacer comunicación con
pensamiento estratégico:
- La comunicación no es una herramienta, es un proceso.
Lamentablemente se sigue limitando a la comunicación a
una función meramente instrumental y operativa, más no
estratégica. Para que ayude a los objetivos de la
organización, la comunicación debe entenderse como un
proceso de intercambio de información en el que se utiliza
medios, técnicas, espacios y actividades.
- El ser humano no es capital ni recurso, es el centro de la
organización.
Un enfoque humanístico de la comunicación, permite
entender a la persona como un ser bio-psico-espiritual que
se despliega socialmente. La comunicación estratégica
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promueve el desarrollo humano integral, abordando la
parte personal y el aspecto profesional. El objetivo es que la
persona descubra el sentido de su vida y el valor de su
trabajo.
- La imagen no se transmite, se genera.
Lo que se transmite es la identidad, por tanto esta debe
estar bien definida, cimentada en los valores y enmarcada
en una cultura organizacional sólida y coherente. La imagen
es el concepto que las personas se crean de la organización,
dependerá de que tan eficaces y eficientes sean los
procesos de comunicación para generar una imagen
positiva o negativa. Nadie da lo que no tiene.
- No es cuestión de adaptarse, se debe transformar la
realidad.
Mucho mejor que adaptarse a los cambios es generarlos, y
es precisamente la persona la que transforma la realidad de
las organizaciones. Por eso se dice que la comunicación es la
principal competencia del liderazgo transformador. La
comunicación estratégica debe informar para formar y
formar para transformar.
- La realidad no existe, todo es percepción.
En estos tiempos todo está en función de cómo perciben los
públicos con los que interactúa la organización. Las
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decisiones de aceptación o rechazo se dan a partir del valor
generado por la percepción. Por eso es importante que las
estrategias tomen en cuenta todos los elementos que
influyen en los procesos de comunicación de los individuos.
- La comunicación no está determinada por las relaciones, es
al contrario.
La interacción humana nos permite comprobar que las
relaciones se dan gracias a que las personas nos
comunicamos. Sin embargo, muchas organizaciones centran
sus estrategias en las relaciones y no en el proceso de
comunicación. Hay que comprender que la comunicación es
la base de las relaciones humanas.
Entre otros, estos son los errores más comunes en los que
incurrimos y que nos impiden optimizar la comunicación en y para
las organizaciones. Si la información no fluye adecuadamente se
generan conflictos que repercuten en crisis y eso hace que la
organización melle su reputación hacia adentro y hacia afuera. Sin
embargo, aún estamos a tiempo de cambiar el chip.
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JOSÉ ANTONIO ULLOA CUEVA
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres, con estudios de Maestría en Estrategias de la Comunicación en la Universidad de Lima.
En 2008 recibió el Premio Nacional de Comunicación Social “Juan Landázuri Ricketts” otorgado por la Conferencia Episcopal Peruana.
Ha sido jefe de comunicaciones de la ONG Círculo Solidario Perú, jefe de imagen institucional de la corporación educativa CEPEA S.A. y coordinador de la Red de Comunicación Educativa del Consorcio de Centros Educativos Católicos del Perú.
Se ha desempeñado como director académico del Instituto Peruano de Comunicación – IPC, coordinador de la Carrera Profesional de Ciencias de la Comunicación del Instituto Superior Tecnológico Privado CEPEA y coordinador académico del Instituto de Marketing y Publicidad 17.65 %.
Sus artículos sobre comunicación estratégica han sido publicados en los diarios La Industria, Correo y La Primera, así como en las revistas Visión Empresarial, ProyectaRSE y Ad News de Mercado Negro.
Catedrático de la Universidad César Vallejo, Universidad Privada del Norte, Universidad Católica de Trujillo “Benedicto XVI” y Universidad Señor de Sipán. Ha sido docente del Instituto Peruano de Comunicación – IPC, Instituto CEPEA e Instituto Toulouse Lautrec.
Actualmente es gerente de la consultora de comunicación estratégica Concepto y Contenido, con la que ha trabajado proyectos para Cámara de Comercio y Producción de La Libertad, Caja Trujillo, Gobierno Regional de La Libertad, Municipalidad Provincial de Trujillo, World Vision International, CEDEPAS Norte, Universidad Privada Antenor Orrego, TECSUP, entre otras organizaciones líderes del país.
También dirige el Centro Latinoamericano de Investigación en Arte y Comunicación – CLIAC, institución con la que ejecuta programas de democratización de la comunicación social, formación de valores a través de los medios, promoción de la cultura y capacitación de profesionales de la comunicación.