509

(1) H LS (1) (1)

Embed Size (px)

Citation preview

Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y

para fans. Ninguna otra traducción de este libro es considerada oficial

salvo ésta.

Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones

en las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados

con alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los

staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño,

sea de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están

adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda

apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu

localidad.

Índice

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

í

( # )

Staff

*

_

Sinopsis Para sobrevivir, tienen que aceptar lo que más desprecian… en sí

mismos y en los otros.

Mitch Turner es todo lo que una mujer quiere en un hombre –

carismático, exitoso, mortalmente guapo. Excepto que él no es un

hombre, es un monstruo.

La única manera en que Mitch puede proteger a otros de su lado

monstruoso es detenerlos de acercarse demasiado… eso y una jaula de

7x7 metros. Aislado por su maldición genética, se pasa la vida hiriendo

emocionalmente a la gente, alejándoles antes de que Hyde pueda

hacerles daño físico. Pero, después de una noche del mejor sexo que

Mitch alguna vez tuvo, se da cuenta de que podría ser imposible.

Excepto que la mujer con la que estaba clama que no recuerda nada de

eso.

Eden Colfax es todo lo que un hombre quiere, hombres que no sean

Mitch, eso es. Ella es amable, honesta hasta la exageración y

asquerosamente dulce. Para deshacerse de los monstruos que

rondaban su infancia rota, Eden no miente, no maldice y

definitivamente nunca se despierta desnuda en camas de extraños…

hasta el día en que lo hace.

Luego, los flashbacks comienzan, lugares en los que nunca ha

estado, gente que nunca conoció, sangre que nunca derramó. Descubre

que está dividida en dos partes, la mujer que pensaba que conocía y

otra que es capaz de todo. Y la única persona con las respuestas es el

único hombre que no quiere volver a ver.

Lo que ninguno de ellos sabe es que alguien los está mirando,

manipulándolos, determinado a ver lo malos que ambos en realidad

son. Y cuando la verdad comienza a filtrarse por las grietas, dejándoles

ningún lugar al que retroceder pero sí a ellos mismo, se verán obligados

a una asociación que no habían esperado.

Porque en la vida, en quien confías es más importante que lo que tú

eres. Y cuando ni siquiera puedes confiar en ti mismo, a veces la única

persona en que puedes confiar es la última persona en la tierra por la

que estarías colado.

Una novela de fantasía urbana destinado sólo para adultos, ya que

incluye un montón de maldiciones, sexo descriptivo, sarcasmo mordaz y

temas similares a los de Stevenson en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.

Hyde, de donde se inspiró esta historia.

Hyde #1

Prólogo Traducido por katiliz94

Corregido por Pily

Hace quince años…

Se despertó por un grito. El de su madre. Esta vez diferente. Más

asustado. Más agitado. Corrió hasta la puerta y la abrió de golpe. Su

hermana se interpuso en su camino, de alguna manera sabiendo lo que

planeaba hacer.

—¡Muévete Shelly!

—No, Mitch —dijo ella, con los ojos abiertos—. No. No entres ahí.

Te matará.

Él. La bestia. La criatura que había sido parte de su vida durante

tanto tiempo como Mitch podía recordar. Incluso más tiempo para

Shelly y su madre. Nunca hablaban de ello. Como si pretender que no

existía hiciese la vida más fácil. La vida no era fácil. La vida era

aterradora.

Algo tenía que cambiar.

Los gritos de su madre eran más altos. Y entonces pararon. Los

medio-sollozos, solo pararon. Empujó a Shelly de su camino y se

adentró en el oscuro recibidor hacia la sala de estar.

—¡Mitch, no!

Demasiado tarde. Todo fue demasiado tarde.

Su madre yacía en el suelo de azulejos. La única parte de ella aun

moviéndose era la sangre encharcándose bajo su cuerpo.

La bestia se alzaba sobre ella, amplia y sonriente. Sangre

salpicada a través de su cuello y pecho. Elevó la cabeza con lentitud.

Hubo un destello de reconocimiento en sus ojos, después parpadeó, se

sacudió como un perro mojado, y se lanzó hacia Mitch.

Mitch cayó a un lado. La bestia salió disparada hacia él, en el

vestíbulo. Hacia Shelly.

—¡ Ayuda!

Su sollozo abofeteó su mente y su corazón.

—¡Shelly! —Agarró el bate de béisbol de la entrada y corrió.

La bestia la tenía sujeta en un rincón.

—¿Estás asustada, perra? —Gruñó—. Deberías estarlo.

Mitch osciló el bate. Tres años en la pequeña liga y los dos

últimos de balón en la secundaria se concentraron en un golpe.

Después otro. Pero el pasillo era demasiado estrecho.

La bestia empujó a Shelly contra la pared y después se dio la

vuelta, riendo de forma amenazante.

—¿Eso es todo lo que tienes, chico?

Mitch osciló el bate una y otra vez, a veces haciendo contacto con

un brazo, un hombro y retrocediendo mientras la bestia avanzaba,

jugando con él. La longitud del bate era la única cosa que evitaba que el

bastardo lo alcanzara. De regreso al salón, pateó, intentando coger la

inadecuada defensa de Mitch. Si lo cogía, si golpeaba a Mitch contra

una pared, todo terminaría—Mitch, Shelly, todo.

Un golpe en la cabeza detuvo su risa, un temblor propagándose a

través de su cuerpo.

—¡Ven aquí, pequeño bastardo! —Rugió.

Mitch apuntó alto otro golpe en la cara, un paso más cerca para

usar toda la fuerza del arma. El bate le rebotó en las manos cuando

golpeó la carne, enviando una oleada de dolor a través de los brazos y

hombros de Mitch.

De nuevo, osciló. De nuevo, se hirió.

La bestia tropezó, se puso las manos en las orejas, aun

maldiciendo. Otro golpe aterrizó. Luego otro. La bestia se hundió hasta

sus rodillas, los gruñidos convirtiéndose en gruñidos de dolor.

Mitch levantó el bate sobre su cabeza. Sus piernas estaban

entumecidas, la parte superior de su cuerpo vibrando cuando liberó

toda su furia, todo el miedo, en el monstruo yaciendo a sus pies.

—Mitch —suplicó su hermana—. Por favor, para. Por favor.

No lo hizo. No podía.

—¡Para! Está muerto. Para —dijo ella, llorando.

Él sintió los brazos de Shelly entorno a su cintura, sosteniéndole,

llevándolo al borde. Finalmente anonadado, el bate cayó de sus manos,

y él le permitió guiarlo unos pocos pasos hacia atrás. Su pie se atrapó

en la alfombra y cayó sentado con fuerza, Shelly deslizándose a su lado.

Se arrastró sobre las rodillas hasta que estuvo entre él y los

sangrientos cuerpos en el suelo, y lo abrazó con fuerza.

Sobre el hombro, Mitch miró a la criatura. Lo observó cambiar,

encogerse, menguar. Hasta que todo lo que quedó fue el cuerpo sin vida

de su padre.

El padre de los dos. Dios, el viejo padre. Un hombre al que habían

odiado ambos. Un hombre que había estado lleno de maldad cuando

era humano. Por partida doble cada vez que se convertía en Hyde.

Shelly sostuvo el tembloroso cuerpo de Mitch en sus brazos,

acariciándole el cabello, haciendo sonidos acallantes, diciéndole que

todo estaría bien.

¿Lo estaría? ¿Alguna vez estaría bien? Él se dejó caer sobre ella.

—Oh Dios, ¿Shelly, qué hice?

—Tenías que hacerlo, Mitch. Me salvaste… nos salvaste. Ahora

podemos ser felices.

¿Felices?

—Era un monstruo. —Sus palabras escocieron.

—No digas eso —susurró él.

—Pero lo era. Era malvado. Tenía que morir.

—Por favor, Shelly, no digas eso —dijo a través de sollozos, con

los ojos aun fijos en su padre—. Porque… eso es lo que yo voy a ser.

Ella tembló, y después lo abrazó con más fuerza, balanceándolo

lentamente atrás y adelante.

—No, no lo permitiremos. Encontraremos algo.

Era demasiado tarde. Su transformación ya había comenzado. No

tan violenta como la de su padre —no aún— pero comenzaría. Cuando

las lágrimas nublaron la visión de los cuerpos de sus padres, descansó

la cabeza en el hombro de Shelly y lloró.

—Nunca serás un monstruo, Mitch.

—Ya lo soy.

Capítulo 1 Traducido por JGHerondale

Corregido por Ale Westfall

Quince años después…

La única parte de Eden que no estaba paralizada por completo era

su corazón. Su pulso retumbó en sus oídos, fácilmente duplicando el

ritmo viniendo de su pecho. Los brazos musculosos de él la envolvieron

mientras dormía y entró en pánico. Su mente gritó: «¡Corre!», pero el

resto de su cuerpo no estaba escuchando. Como si quisiera quedarse

justo donde estaba.

No había caminado dormida en ocho años. Lo sabía. Y nunca

había sido como esto. Habría recordado despertar en una habitación

que nunca había visto antes.

Con un hombre que nunca había visto antes.

Desnuda.

Especialmente con un hombre que luciera como él. Despertar

junto a eso sería un recuerdo que conservarías. Con una belleza

pacífica que se vería imposible en el mundo real. Aun así, existía.

Y allí estaba ella. Desnuda. Perdida.

Él se estiró a la vez que despertaba.

—Oye, me alegra que te quedaras —susurró. El rastrojo de su

barba raspó su frente, seguido de un suave roce de sus labios. Sus

dedos se envolvieron con un mechón de su cabello—. Mmm, tu cabello

luce diferente. Pensé que era rojo. Es la última vez que bebo… lo que

sea que estuviera bebiendo. —Su voz era baja y gutural, también su

risa.

Se estiró y ajustó su cuerpo hacia el de ella, sosteniéndola cerca

de su pecho.

—Escucha, quería decirte que… anoche fue… He tenido

muchas… Solo quería decir… Joder. No importa. —Pasó una mano por

su cabello—. ¿Qué hora es?

Mientras rodaba su cuerpo encima del de ella, ésta miró su perfil.

Era de rasgos fuertemente duros, mandíbula, nariz y pómulos. La única

suavidad en su rostro eran sus labios. Bueno, tal vez sus ojos, pero no

era una gran juez en este momento en particular. No, ella era más que

todo un botón de pánico permanentemente atascado en “encendido”.

Su cabello oscuro cayó delante y él lo alejó de sus grandes ojos

color avellana para mirar al reloj de alarma.

—Vaya, cuarenta y cinco minutos completos de sueño. Me siento

como hombre nuevo. ¿Quieres comprobar? —Con una pequeña sonrisa,

tomó su mano y la colocó debajo de la sábana que los cubría.

Eden detuvo su mano antes de que tocara la erección que ya

estaba presionando contra su muslo. ¡No soy esa clase de chica!

Excepto que parecía que lo era… o lo fue en algún punto que nunca

querría recordar.

—¿Qué…? —Él la soltó y se apartó de su cuerpo, su ceño

fruncido—. ¿Por qué me miras así?

La boca de Eden se abrió y se cerró como si estuviera tratando de

aplaudir con ella. Hurra por mí, gimió silenciosamente. Tragó.

—¿Nosotros…?

Él estudio su rostro.

—¿Nosotros qué?

¿Cómo podría discutir algo cuando todas las evidencias sugerían

que lo habían hecho, pero ella no recordaba hacerlo?

—Ya sabes. —Sí, perfecto, Eden. Muy inteligente. Cielos.

—Apuéstalo. De todas las maneras posibles. —La sonrisa llenó su

rostro, haciendo brillar sus ojos y las esquinas de ellos arrugarse. Rozó

la yema de un dedo por el labio inferior de Eden y se inclinó hacia ella—

. Nunca he... —Su ceño se frunció de nuevo y ladeó la cabeza—. Deja de

mirarme así. Es raro.

Sus palabras liberaron a su cuerpo del estupor y ella lo alejó de

un empujón.

—¡Aléjate, viejo!

—¿Viejo? Auch, eso dolió. —Rodó a un lado y rió—. Cuando dicen

que todo va cuesta abajo después de los treinta, no pensé que fuera tan

literalmente.

Ella salió de la cama, tomando una almohada para cubrir su

cuerpo desnudo. Tener una buena vista de él de lejos dolió más de lo

que ayudó. Él lucía fantástico. No viejo. Maduro. ¿Comenzando los

treinta, tal vez? De nuevo, su juicio no era de confiar, estaba realmente

atraída hacia un extraño desnudo con quien ya parecía haber tenido

sexo. Sí, sin duda no era parte de su método de operación usual.

—Espera —dijo él—. ¿En serio estás molesta? Oh, mierda. ¿Acaso

hice algo increíblemente estúpido mientras estaba dormido o algo

similar?

Te refieres a algo como tener una "aventura de una noche" que

pudo haber incluido más posiciones horizontales que “verticales”. Oh,

Dios.

—Déjame en paz. —Su voz sonó controlada. Es una buena señal

de que sigues cuerda, ¿no?—. No sé quién eres.

Él se levantó y tomó un largo respiro, sus fosas nasales se

dilataron y sus ojos se estrecharon de ira.

—De alguna manera dudo que eso te haya detenido anoche.

—Nunca he… yo… yo tengo un novio. —Algo así.

—Oh, está bien. Creo que lo entiendo. Esta es una de esas cosas

de “estaba tan borracha” ¿no? —Sacudió su cabeza—. No es mi culpa.

—Imitó en falsa voz.

Ella debía correr. Correr lo más rápido y lejos posible. Pero si lo

hiciera, nunca sabría lo que había sucedido. Sin mencionar que él

probablemente disfrutaría viendo su trasero rebotar mientras huía.

—¿Cómo llegué aquí? —Esperó por una respuesta que nunca

llegó. Todo lo que obtuvo fue una mirada de incredulidad y unos ojos en

blanco—. ¿Nos hemos conocido antes?

—¿Por qué te molestas en preguntar? Si nos conociéramos, igual

pretenderías que nada sucedió. —Se pellizcó el puente de su nariz—. La

próxima vez que decidas usar el “no soy responsable de mis acciones”

no dejes que nadie en el club mire tu baile en el tubo sobre la barra y

no saltes sobre mí de esa manera. Eso no ayuda a tu caso. —Abultó la

sábana de seda marrón en una bola floja y la arrojó hacia ella.

Eden dejó caer la almohada que apenas la ocultaba y se envolvió

con la sábana apretadamente.

—No tengo idea de qué estás hablando. —Tragó, preguntándose

por qué sentía la necesidad de explicarle algo—. A veces camino

dormida.

La risa de Mitch resonó en el techo alto.

—Vamos, no lo digas. Es estúpido. Arruina totalmente toda la

noche. Una noche que yo quisiera recordar. Por un largo, largo tiempo.

—Yo… Yo… No recuerdo. —Odió el tartamudeo en su voz, odió

que sus pulmones se vieran incapaces de expandirse completamente—.

¿Estaba… bebiendo?

—Está bien, de acuerdo. —Levantó sus manos, el movimiento

apretando su abdomen en seis perfectos cuadrados cubiertos de un

pequeño camino de vello conduciendo hacia su… Oh, chico.

—Escucha, señorita, ya está arruinado, así que vamos con todo.

Fuiste la más loca, más sobria chica que he tenido. Si así fuiste estando

sonámbula, me gustaría estar con la versión despierta lo más pronto

posible. —Bajó el volumen de su voz cuando ella se deslizó de espaldas

hacia la puerta—. Demasiado para mi encantadora cordura. —Inclinó la

cabeza—. Gracias por la encantadora noche. —Ladeó un sombrero

invisible—. Fue un placer, qué mal que tuvo que terminar así.

—No suelo hacer esto. Debo haber estado caminando dormida. —

Incluso a ella le estaba costando creerlo. Era probablemente la excusa

más tonta jamás dada. Pero tenía que ser verdad, no había otra

explicación. Incluso si ella era el tipo que terminaba en la cama de un

extraño, lo cual no lo era, no tenía recuerdos de nada de lo que

obviamente ellos habían hecho. ¿Era algún tipo de broma? ¿Alguien

estaba a punto de saltar de la cortina con una cámara y gritar: “¡Te

atrapamos! Ahora puedes firmar este formulario de autorización”? Miró

esperanzada hacia las cortinas de la ventana. Por favor. Pero no era tan

afortunada.

Ah, y claro, el dolor de sus músculos era probablemente debido a

la escalada de montaña que no recordaba haber hecho. Mirando de

vuelta hacia el hombre en la cama, decidió que nadie era tan buen

actor. ¿Fue drogada? No. ¿Cómo la pudo haber drogado cuando ella se

había ido a dormir anoche en su apartamento cerrado con llave? Oh

Dios mío. De alguna manera se había visto con un parpadeo caminar

hacia su cama.

—Como sea —murmuró él—. Déjame saber cuándo estés lista

para para unirte a mí en el mundo real. La salida está por allá de

cualquier forma. —Hizo un gesto hacia la puerta.

—¿Qué quieres decir?

—Quiere decir que te vayas. Ahora. Fue un gusto conocerte,

buena suerte con tu novio, y sal de aquí. —Se dejó caer de nuevo en el

montón de almohadas.

Las piernas de Eden ya se dirigían a la puerta cuando pensó en lo

que estaba usando. Apretó la sábana más a su cuerpo y volvió hacia él

con toda la dignidad que pudo reunir.

—Eh… ¿Dónde está mi ropa?

Sin levantar la cabeza, él apuntó al lado lejano de la cama.

—Tu falda está por ahí. Y tu sujetador esta probablemente en el

corredor, bajo mis pantalones —refunfuñó.

Se tropezó con la sábana mientras se arrastró para agarrar la

falda negra del suelo. En su camino hacia la puerta, pasó por encima de

cinco envolturas de condones vacíos, encogiéndose con cada una.

No hay manera de que esto haya sucedido. Ni siquiera podía hacer

cinco flexiones, y asumía que el sexo toma por lo menos algo de fuerza

en la parte superior del cuerpo. Avergonzada por imaginarse a sí misma

solo acostada ahí y dejándole a él hacer todo el trabajo, azotó la puerta

del dormitorio detrás de ella.

A medida que caminó por el ancho pasillo de madera oscura hacia

la escalera, se agachó y recogió su sujetador por una tira, sin tocar los

pantalones que yacían encima.

Luego lo escuchó gritar:

—Si quieres de vuelta tus bragas, probablemente todavía están

colgando del pomo de la puerta.

Eden se deslizó en su falda y su sujetador, y comenzó a revisar

todas las puertas, primero arriba y luego abajo, pasando una habitación

tras otra de elegante opulencia contemporánea mezclada con la

descuidada negligencia de un soltero. Repasó todo lo que recordaba de

anoche Ir a casa después de las horas de oficina. Último día de la

universidad. Una hamburguesa Mac con queso para cenar. Con pequeñas

salchichas… Oh Dios, ¡no pienses en salchichas! Encontró un zapato en

el vestíbulo y siguió buscando el otro y su ropa interior.

Vi un maratón de Bones porque no había nada más que ver. Las

encimeras de granito negro de la cocina estaban llenas de empaques de

polietileno y con vasos medios llenos, excepto por un lado de la isla. Me

puse pijama. No ropa, pijama. La azul claro. Platos rotos y utensilios

ocupaban el piso al lado de la isla, cubriendo su otro zapato como si

hubiera caído justo antes de que todo en la encimera fuera barrido en

un apuro.

¿Podría esto empeorar?

Ella se volteó y corrió de vuelta a la sala de estar. Su blusa estaba

sobre un sofá de cuero negro. Me cepillé los dientes. Lavé mi rostro.

Luego dormí. ¡Dormí! ¿Dónde está mi estúpida ropa interior? Se rindió de

buscar y se dirigió a la puerta principal. Ningún club. Nada de alcohol.

Ningún hombre. Definitivamente ningún hombre.

Dejó la sábana en la base de las escaleras y salió a la luz de un

nuevo día. Dios mío, ¿qué está mal conmigo? Su ropa interior estaba

justo donde él dijo que estaría, solo que no había esperado que

estuviera colgando en el pomo exterior de la puerta.

Después de que escuchó el estrépito de la puerta principal, Mitch

golpeó su cabeza en la almohada. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea.

Él había pensado…

¡Argh! No, ningún pensamiento fue involucrado, él había sentido.

Maldita sea, había sentido más la noche anterior de lo que nunca…

¡Argh! Además del sexo, el cual estuvo increíble, se había sentido

conectado con alguien. Alguien que parecía conocerlo de alguna jodida

cósmica manera. Alguien que no lo juzgaría, sino que estaría con él.

El licor tuvo que haber construido la fantasía en su mente. La

mujer perfecta—suave en todas partes que una mujer debía ser y

estrecha en las demás, desinhibida, que sabe lo que quiere y dónde lo

quiere. Divertida cuando hablaba, lo que no sucedía muy a menudo,

diferente a cualquiera que haya conocido antes. Cabello largo y espeso,

el que había pensado era rojo, pero resultó siendo de un rico castaño

oscuro. De cualquier manera, era hermosa. Labios carnosos y cuerpo

alucinante.

Sí, claro. La mujer perfecta. Era terrible juzgando. Resultó que ella

estaba más jodida de lo que lo estaba él. Si es que eso era posible. Lo

cual no lo era. Demonios, tal vez se merecían el uno al otro. Por

supuesto que estaba loca, no había manera que la misma mujer

pudiera ser su amante perfecta y estar cuerda a la vez.

No debió haber salido esa noche. Mantenía su gabinete de licor

muy bien abastecido. Las personas en duelo por un miembro de la

familia no deberían emborracharse con otras personas. O recoger a

extrañas y hermosas mujeres, y tener salvaje, caliente y más que

definitivamente sexo consensual durante toda la noche con ellas.

Especialmente personas como él. No es que hubiera alguien como él.

Mala idea en todo sentido. Pero esas pocas horas se las había dado

como un descanso, de quién era, de qué era. Y fue agradable, muy

agradable.

Hasta había sido bueno con ella. Sagrada mierda, ¿cuándo fue la

última vez que eso había sucedido? No, era algo bueno que ella

estuviera demente. Ciertamente más seguro… para todos.

Se levantó, se bañó, se vistió y salió, deteniéndose brevemente en

cada sitio en el que habían estado—paredes, pasillos y escaleras. ¿Por

qué ella tuvo que arruinarlo con una excusa tan tonta como ser

sonámbula? Joder, lo menos que pudo haber hecho era inventarse una

mejor mentira. Sonámbula, mi trasero.

Se presentó en la oficina a las nueve y quince. No muy tarde. Jolie

ya estaba sentada en su escritorio, tipiando algo. Su cabello color café

estaba enrollado en un moño que rebotó con sigilo cuando levantó la

mirada hacia él. Levantó una ceja, miró su reloj Gucci y siguió

trabajando. Ella tenía un don para parecer ocupada, ya sea si él le

había dado algo que hacer o no. Quizá realmente estaba trabajando,

Mitch no tenía idea. Solo estaba agradecido de tenerla dirigiendo su

vida, ya que, obviamente, él estaba haciendo un pobre intento en ello.

Quizá debería tener su aprobación con cualquier futura mujer que

planeara llevarse a la cama. Para que se deshiciera de las psicópatas

antes de que hicieran un lío su cabeza.

—Buenos días, Mitchell.

—¿Luzco viejo para ti?

—¿Qué?

—Viejo. ¿Parezco un hombre viejo? —Observó su expresión

cambiar mientras ella intentaba saber de qué demonios estaba

hablando—. ¿Los treinta son los nuevos sesenta o algo? ¿Qué? Tú

sigues ese tipo de mierda. —Maldita sea, treinta y uno no es ser viejo—.

Olvídalo. ¿Qué hay que hacer hoy?

Jolie le dio una última mirada de “¿qué demonios?” y luego sacó

la agenda que contenía el cerebro de ella y la vida de él. Leyó una corta

lista de clientes con que tenía citas hoy y lo que había organizado en

términos de su itinerario de viaje para charlas próximas.

—Quieren cambiar la fecha de tu discurso a los ejecutivos de

MemCo. Les dije que era imposible.

—¿Por qué? —Recogió la taza de café que ella le traía todas las

mañanas y se sentó en el borde de su escritorio.

—La nueva fecha es el tres.

—Oh. Sí, no sería bueno. Pues, si esa es la fecha en que desean

hacerlo, pueden encontrar a alguien más.

—Te querían a ti. Ya le han dado una copia de tu libro a todos los

Vice Presientes en preparación para tu charla.

—Caray, qué mal que no pueda estar ahí. Supongo que realmente

tendrán que leerlo ahora, ¿no?

Ella inclinó la cabeza con molestia.

—Mitchell, entiendo que la parte por la cual eres tan exitoso es

porque, por alguna razón, tus clientes respetan el hecho de que les

importas un comino, pero hay un límite.

—¿Hay uno? Porque parece que nos está yendo muy bien.

—Sorprendentemente, tiene razón. Pero sí, hay un límite.

Él sacudió negó con la cabeza.

—Sin límites, Jolie. No hay límites en los negocios. O en la vida.

Deberías leer mi libro.

Jolie suspiró y bajó la mirada a la agenda.

—MemCo está tratando de reprogramar la reunión…

—¿Ves? Funciona.

—Están tratando. Pero no están felices al respecto. Algo sobre que

donde sea que necesitas estar no puede ser más importante que ellos.

—Bueno, quisiera ver sus caras si realmente me presentara el

tres. Entonces veríamos cuán tan infelices pueden estar. —O cuán

aterrados. O, posiblemente, cuán muertos. Se levantó y caminó hacia

su oficina.

Jolie lo siguió dentro.

—Mitchell, la policía llamó.

Sus pasos vacilaron. Se frotó la mandíbula. Era como una trampa

para osos la cual necesitaba una palanca para abrir.

—¿Qué querían?

—Pusieron un nuevo detective a cargo del caso. Quiere

preguntarte sobre ella de nuevo.

Se obligó a reprimir el hipo de su aliento. Pero las imágenes del

cuerpo de Shelly, partido y desangrado, apoyado contra su puerta

trasera casualmente, como si estuviera solo sentada esperando por

alguien —por él— vinieron inundando su mente. No pudo llegar a su

escritorio. Se sentó duramente en el gran diván blanco contra la pared y

esperó a que su culpabilidad se disipara. Hasta la próxima vez que

apareciera. Como en unos diez minutos desde ahora.

—Bien —dijo él.

Jolie se sentó a su lado. Tan cerca que su rodilla tocó la de él.

Tomó su mano y la apretó entre las de ella.

—Mitchell, ellos me creyeron. Ya no eres más un sospechoso. El

detective nuevo probablemente solo quiere empezar de cero, o preguntar

sobre alguien que haya querido lastimarla, ya que se han quedado sin

pistas. Estará todo bien.

Él sacó su mano de su agarre y se levantó. Le debía a ella.

Mucho. Pero nunca podría entender por qué ella había hecho lo que

hizo. Se había puesto a sí misma en juego con su mentira y él a veces

deseaba que no hubiera dicho nada en absoluto.

Todos los días una parte de él consideraba dirigirse hacia la

estación de policía y confesar. Qué mal que hubiera esas otras partes de

él, una que sabía que a ella se le habían presentado cargados también,

solo por proveer una coartada para un hombre culpable. Otra que temía

la carnicería que haría si fuera puesto en una celda de prisión con otro

hombre, antes de pasar el resto de su vida en algún laboratorio, siendo

pinchado y probado.

Y luego, estaba ese lado que, incluso conociendo toda la maldad

en su interior, aún no podía creer que la había matado. ¿Qué clase de

hombre mataría a su propia hermana? Tanto si él había sido alguien

más en ese momento como si no.

Capítulo 2

Traducido por BrenMaddox Corregido por Ale Westfall

—¿Qué es lo que quieres?

—Necesitas trabajar en tu etiqueta telefónica. Apesta.

—No tengo tiempo para esto. Dime lo que quieres.

—Tu chica inocente ya no es tan inocente.

—¿De qué estás hablando?

—De Eden Colfax, Jekyll0025. Ella cambió. ¿Tenemos que

empezar a llamarla Hyde ahora? ¿En qué número estamos?

—No, Eden Colfax no es una Hyde, ella es una Jekyll.

—Ella era una Jekyll, énfasis en el “era”. La vi anoche. Su

cuidador está fuera de la ciudad, por lo que como un buen

empleado, mantuve un ojo en ella. Ayer por la noche salió de su

apartamento. Y definitivamente actuó más como una Hyde que

como una Jekyll.

—Eso no es posible.

—¿Entonces hacer baile del tubo y prácticamente revolcarse

con alguien en público es solo otra faceta de su lado bueno?

Interesante.

—¿Por cuánto tiempo se ha ido su cuidador?

—Diez días.

—¿Ella ha estado sin suero durante diez días?

—Máximo. Antes de irse, se lo dosificó en unos jarros de

leche. Pero quién sabe, tal vez de repente decidió que era

intolerante a la lactosa.

—Diez días. Eso no tiene sentido. ¿Cambiaste los sueros? ¿Le

diste a su cuidador el destinado para Hyde0016 por error?

—Nunca cometería ese error. —Oh, mierda. ¿Lo hice? No.

—Por supuesto que no lo harías. Mezclar los dos sueros sería

colosalmente estúpido. No eres colosalmente estúpida, ¿verdad,

Cabot?

—No… —Cabrón, no lo soy.

—Entonces quiero un informe completo en mi bandeja de

entrada en veinte minutos. Exactamente lo que viste, lo que ella

hizo, y con quién habló.

—Ella hizo más de frotarse y manosear que de hablar.

—Está bien. Entonces dime exactamente con quién ella... se

frotó.

—Pareció centrar el objetivo en nuestro muchacho, Mitchell.

—¿Turner? Ahora, eso es interesante. ¿Él estaba en su forma

humana?

—Obviamente. Hyde no está previsto hasta dentro de unas

semanas. Y no es como que lo dejaría salir a la ciudad.

—¿Turner la reconoció?

—No, no lo creo. Por supuesto, estuve escondida detrás de

una cortina todo el tiempo.

—Pobre de ti. ¿Qué pasó?

—Él la llevó a su casa. Y, aunque no tengo pruebas, estoy

bastante segura de que no fue para mostrarle su habilidad de

decoración.

—¿Estás sugiriendo que fueron allí para tener relaciones

sexuales?

—Sí, eso es lo que estoy sugiriendo. —Idiota.

—Podría ser una buena noticia.

En realidad no.

—Además, un nuevo detective está investigando la muerte de

la hermana de Mitchell, Shelly.

—¿Quieres decir el asesinato, no es así? ¿O ya te olvidaste de

ese pequeño error?

—Fue en defensa propia.

—Así como estipuló tu informe tardío.

—Un informe tardío que la junta rápidamente firmó. Y, de

todos modos, ¿por qué te importa? Ustedes se olvidaron de ella

hace años.

—No mostró ninguna capacidad de transformación, pero no la

habíamos olvidado. Ella tenía los indicadores de susceptibilidad y

estaban siendo utilizados.

—Como una cría de yegua.

—Una cruda, pero precisa, comparación.

—Entonces encuentra otra.

—¿Crees que es fácil encontrar a esas personas? ¿Personas

que podemos utilizar para pruebas? Nos llevó años encontrar a

alguien que no sea su hermano para fecundarla.

Puaj.

—Vaya, gracias a Dios que encontramos otro Hyde o tu recién

nacido conejillo de indias podría haber tenido algún tipo de

defecto.

—Tu sarcasmo es tedioso. Envíame ese informe.

—Está bien. Pero será corto, a menos que quieras oír todos

los sangrientos detalles.

—Hablaré con alguien sobre el detective. ¿Eso es todo?

—¿Qué pasa con el horario de su dosis? ¿Y qué debo hacer

con Eden hasta que su cuidador regrese?

—Lo tendré revisado. Espera una respuesta más tarde hoy.

Oh, ¿y Cabot? La próxima vez que tengas algo que informar, sigue

el procedimiento y escríbeme un correo electrónico. No me gusta

perder mi tiempo.

—Claro que sí, jefe.

Eden irrumpió en su apartamento y cerró la cerradura detrás de

ella. Por una vez, el pequeño apartamento de dos dormitorios y un baño

no le hacía sentir claustrofobia. Las paredes que generalmente se

sentían como si se estuvieran acercándosele, eran exactamente lo que

necesitaba. Algo pequeño y familiar para rodearla con un sentido de

seguridad, independientemente de la verdad de ello. Este lugar nunca

había sido su hogar, a pesar de que había tratado de hacerlo uno para

ella y Carter. Los baratos muebles de segunda mano de varios tonos de

color marrón-verdoso y los electrodomésticos amarillo–almendrados de

1970 eran un consuelo en comparación con el moderno y elegante

apartamento que acababa de dejar. El tipo de cosas de “bueno no

saber”. El tipo de cosas de “bueno no saber que despertaste desnuda

junto a alguien”.

Después de un rápido vistazo a la puerta del cuarto de Carter,

corrió a través de la cocina hacia el baño. Carter no estaría en casa

hasta dentro de dos semanas, pero ella todavía cerró la puerta antes de

quitarse la ropa y tirarla a la basura. A pesar del agua caliente

hirviendo que se vertía sobre ella, se estremeció, fregando su cuerpo

hasta dejarlo limpio.

Tomó el cabezal de ducha de su soporte, cambiando el chorro de

"lluvia" a "fuerte", y apuntó entre sus piernas. El agua castigó esa zona

sensible en la que él había estado dentro. ¿Qué había hecho para

terminar en la casa de un extraño sin recordarlo?

El sonambulismo había comenzado cuando Eden tenía trece años

y desapareció por los diecisiete. Así que gran parte de ese tiempo se

perdió en su subconsciente. Incluso en ese entonces, lo que

supuestamente hizo o dijo le molestaba, pero al final no importaba. No

era como si hubiera matado a personas en su sueño.

Sabía que había comenzado de nuevo, ¿pero esto? No. Seis años.

Habían pasado seis años, sin más despertares en la cocina con migas

en su pijama, rodeada de alimentos que normalmente le repugnaban.

Seis años de saber que todavía estaría en su cama en la mañana y no

en otra habitación. Y la totalidad de los veintitrés años de su existencia

de nunca despertar con nadie. Si bien la vida que ella había pensado

que estaba viviendo se derrumbó a su alrededor, se acordó de lo que

solía ser.

Buenos tiempos, buenos tiempos. Cuatro casas de acogida. Un

hogar de grupo. Un montón de lágrimas. Confusión. Temor. El

sonambulismo había empezado en el hogar de acogida número dos. ¿O

fue el tres? Poco después de que se había convertido en un componente

habitual de sus noches, su trabajador social asignado por el estado la

envió a un terapeuta. El psiquiatra le había dicho que su trastorno

particular del sueño generalmente se producía en niños más pequeños

y desaparecía por la adolescencia. Por lo tanto, su teoría era que los

problemas de Eden se debían a algo profundo y oscuro de su pasado. Al

parecer, a los trece años, se suponía que los niños en el sistema

habrían superados esas cosas y serían normales. Sí, claro. Eden había

confesado que la cosa profunda y oscura era probablemente el sonido

de su padre adoptivo entrando silenciosamente en su habitación

después de que todos en la casa se fueran a la cama.

El terapeuta había suspendido la corta sesión para hacer una

llamada telefónica. Eden ni siquiera había llegado a la discusión “todo

es culpa de mi psicópata madre”. ¿No era eso lo que se suponía que

tenía que decirle a un psiquiatra, cierto o no? Por supuesto, en el caso

de Eden era, sin duda parte de ello.

Eden había sido colocada en un hogar diferente de inmediato,

pero el sonambulismo vino con ella. Después de una casa de acogida

más y dos hogares de grupo más tarde, se detuvo.

Hasta ahora.

Unos días antes, había despertado completamente vestida, la

puerta principal en parte abierta y con barro en los zapatos. Se había

puesto frenética, pero nada en comparación con esto.

Dios, ¿cuándo volverá Carter a casa? Se dejó caer contra el borde

de la bañera y se deslizó el resto del camino, contrayendo sus piernas

contra el pecho mientras el agua salía disparada hacia el techo. Ni

siquiera se molestó en apartar las hebras húmedas de cabello de sus

ojos.

¿Cómo podía decirle lo que había hecho? Su relación no era una

romántica, pero por alguna razón todavía se sentía como si lo hubiera

engañado. La idea de que Carter había estado con otras mujeres no le

molestaba en absoluto, era totalmente comprensible. No tenía ningún

derecho sobre él, no había una razón para esperar su fidelidad. Por

supuesto, ella nunca había tenido ninguna prueba de que él estaba

durmiendo o saliendo con nadie. Mantenía esa parte de su vida para sí

mismo. Habían estado “juntos” durante años como mejores amigos,

compañeros de cuarto, co-dependientes, pero tendría que ser

completamente ilusa para pensar que él era célibe. Como ella solía ser.

¿Contaba si no lo había hecho a sabiendas?

Se puso de pie y cerró el grifo. Envolviéndose en una toalla,

caminó penosamente dentro de su habitación y se puso algo de ropa.

Un suéter de cuello alto y pantalones largos de verano, como si cubrir

su cuerpo haría disminuir su vulnerabilidad.

Carter podría no responder a su teléfono, pero escuchar su voz en

la grabación del correo de voz serviría de algo. Algo para volver a

conectarla con la realidad. Él lo descolgó al tercer timbre.

—Hey, nena. —Su voz se sentía como una manta caliente y

gruesa para cubrirse.

—¿Carter? ¿Puedes hablar? —El temblor comenzó de nuevo,

obligándola a sostener el teléfono con más fuerza en su oído.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

—Lo estoy ahora. Yo... Yo necesito hablar contigo de algo.

—Solo tengo dos minutos. Voy a clase. ¿Qué pasa?

Dos minutos para desnudar su alma, poner un poco de este peso

sobre los hombros de él y dejarlo obsesionarse con ello hasta llegara a

casa… o decidiera no volver a casa en absoluto. Aprobar el examen de

Criminología Técnica y quedarse en Key West.

—No estoy segura que quieras saber. ¿Cuándo volverás?

—Una semana y media más de clases, y luego tendré las sesiones

de recapitulación. Llego a casa un lunes, creo. Luego estaré

preparándome para los exámenes forenses y con suerte haré algún

trabajo de esclavo en el internando en la estación de Ft. Lauderdale. Mi

información de vuelto está en el calendario. ¿Está todo bien?

—S... No.

—¿Qué sucede? Suenas molesta.

No podía mentirle, la sensación de náusea que había tenido desde

esta mañana ganando fuerza.

—Estoy teniendo problemas de sueño. —Bueno, ese es el

eufemismo del año.

—Oh, mierda. Eso apesta. —Alivio sonó en su voz y ella odió el

sonido del mismo, sabiendo que una vez le contara todo, nunca lo oiría

de nuevo—. Bueno, deja de comer todo mi helado antes de acostarte.

Demasiada azúcar no es buena para ti.

No pensó que fuera posible volver a sonreír, pero sintió las

comisuras de su boca elevarse.

—Solo comí un poco.

—Y nada de cafeína después del mediodía. Tal vez un vaso de

leche tibia antes de acostarte podría ayudarte a dormir.

—Tengo que comprar más. Las que teníamos se arruinaron.

—¿Las dos? ¿Estás segura?

—Soy una chica lista, Carter. Estoy bastante segura de la leche

no debe cuajarse.

En el fondo, metal se unió con metal y una voz gritó:

—¡Carter! Entrenamiento de mano a mano. Vamos… —La voz

sonó apagada, como si Carter hubiera cubierto el teléfono.

—¿Carter?

—Me tengo que ir, Eden. La clase está empezando.

—¿Enseñan entrenamiento de mano a mano a los estudiantes

forenses?

—Eh... sí. Lo llamamos protocolos para la Cadena de Custodia. Ya

sabes, la mano de un policía en mi mano a la mano de un abogado.

—Oh. Es...

—Escucha, voy a tratar de llamarte mañana. ¿Segura que estás

bien?

—Lo estaré. No hay problema. —Su vientre se apretó

dolorosamente. Tal vez después de que ella se hubiera dormido la noche

anterior, y antes de tener una enorme cantidad de sexo, había comido

un sushi en mal estado.

—Esa es mi chica. Te quiero, pero mantén tus manos fuera de mi

helado, ¿entendido?

—Te quie… —Se detuvo justo a tiempo. Ahora no era el momento

de decir algo que nunca había dicho antes—. Diviértete.

—Lo haré.

Él no había oído sus primeras palabras, lo cual era bueno. Carter

probablemente saltaría en el primer avión de vuelta si la oyera decirlas.

Después de un rápido adiós, dejó caer su teléfono celular en la mesita

de noche y se puso una sudadera.

Queriendo quitarse el olor del sexo de sus poros, bajó a la

pequeña sala de entrenamiento oculta en una esquina del edificio de

apartamentos. Llamarlo un gimnasio era una exageración. Todo gracias

a la publicidad. Se veía mucho mejor en el folleto. La habitación estaba

vacía, salvo por dos máquinas de cardio, un banco, algunas pesas libres

y un par de barras de elevación. No era lo suficientemente elegante para

Carter, no tenía un gran equipo, grandes casilleros en el vestuario, o

estaba lleno con un montón de hombres sudorosos y un ring de boxeo

como a él le gustaba, pero era lo suficientemente bueno para ella.

De hecho, cuantos menos hombres sin camisa y sudorosos viera,

mejor. Porque entonces probablemente comenzaría a compararlos con

el tipo de esta mañana, ninguno de ellos estaría a la altura, y seguiría

sintiendo las emociones que estaba sintiendo y...

Ella corrió. Claro, lo hizo en la cinta de correr, lo que significaba

que en realidad no estaba escapando de nada, pero la ayudó a

enfocarse. Un pie delante del otro. Una lenta sensación de dolor se

formó en sus músculos a medida que se calentaron. Forzándose a

pensar sobre cachorros y zapatos en vez de las breves imágenes de él.

Después de un largo entrenamiento y otra ducha, se arrastró a la

cama. Su cama. La de nadie más. Ni siquiera la de Carter. Sus manos

agarraron las sábanas y cerró los ojos. En su camino hacia el éxtasis de

dormir, se comprometió a solo descansar durante las horas del día. Si

eso era lo que ocurría cuando se iba a dormir en la noche, tendría que

encontrar una manera de ser nocturna.

Y lo consiguió. Durante tres noches, bebió bote tras bote de fuerte

café amargo, manteniéndose despierta con largas conversaciones sobre

nada importante con compañeros de clase un poco desconcertados y

con sesiones de maratones mirando la TV. Los reality de televisión era

en realidad una forma segura de escapar de la realidad. Esa gente

estaba más loca de lo que ella nunca estaría. Oh Dios, eso esperaba.

Sus ojos le dolían, pero solo se permitía siestas cortas de treinta

minutos durante todo el día. Nunca en la noche. Las noches eran

aterradoras. Y un tanto largas. Muy largas.

Saltándose todas las escenas de sexo, había terminado de leer

siete novelas de baja calidad, su agotamiento la dejó sin ningún

recuerdo de lo que trataban. Ni siquiera estaba segura de si en realidad

había leído las palabras y no solo pasó las páginas a intervalos

regulares.

Ocasionalmente, extrañas imágenes pasaron por su mente.

Disparatadas imágenes, algunas inquietantes. Una mujer vestida de

rojo, de espaldas a una puerta, con el cabello tan oscuro que parecía

negro contra su piel blanca, sus ojos cerrados. Luego otra. Dentro de un

club con una multitud de personas levantando sus manos por encima de

la cabeza, sonriendo, saltando al unísono. Y de alguna manera aún más

preocupante estaban las del hombre con el que había despertado al

lado, sus manos sobre ella, manos en el proceso de hacer que su cuerpo

se sintiera increíble. Los pensamientos sobre cachorros ya no estaban

funcionando, necesitaba encontrar a una mejor alternativa. ¿Pero qué

es más dulce que un cachorro?

En la cuarta noche, puso una película de terror en el reproductor

de DVD. No era la mejor opción para alguien que actualmente estaba

viviendo una película de terror, pero en este punto, la adrenalina era la

única manera de mantenerla despierta. Las náuseas sin fin le impedían

beber más café y sus amigos estaban empezando a preguntarse por qué

de repente se había convertido en tan amigable. Ella parpadeó y...

Abrió de golpe los ojos de nuevo. La escena que tenía delante no

era sobre vampiros lujuriosos y descaradas heroínas, era sobre un

jardín lleno de setos hermosamente cuidados y césped recortado. A

medida que su corazón dio un salto volando a su garganta, ella bajo la

mirada hacia donde estaba sentada. Escaleras de losa. Sus bordes

afilados asentados en ladrillos beige. Sola, gracias a Dios. Ninguna

cama. Mientras se levantó, vio la gran puerta de madera. La misma

puerta en la que su ropa interior había estado colgando hace unos días.

Corrió por el césped, a la calle. Conocía su camino a casa, había hecho

el viaje justo el otro día.

Al menos ella estaba caminando despierta en esta ocasión. Y

vestida. Horrorizada, pero agradecida de que hubiera despertado fuera

de la casa y no en su interior —o con alguien dentro de ella— salió de

la zona costera de Lighthouse Point sin ver a nadie. Esta era Florida del

Sur, por lo que nadie más que los turistas dejaban sus casas o

automóviles con aire acondicionado para hacer frente a la humedad.

Mientras cruzó Federal Boulevard, hacia la zona de ingresos bajos de

Pompano Beach, sus hombros se desplomaron.

Tal vez se estaba volviendo loca. Genial, podría hacer su propio

programa de televisión. Lástima que su madre no estaba aún con vida,

podría haber sido un programa caótico de madre/hija en MTV. Se

recordó que había pasado por cosas difíciles. Y había salido bien. Iba a

estar bien. Lo haría. Probablemente.

Tal vez tendría que pedir ayuda. No algo que fuera fácil para ella.

Carter siempre se había ofrecido ayudarla, a cambio de solo querer lo

que Eden no podía darle: su corazón, su cuerpo, a ella misma.

Capítulo 3 Traducido por Celi88

Corregido por Ale Westfall

Segura en el interior de su departamento, comenzó a quitarse la

ropa. Pero se detuvo. Estas no eran sus ropas. La falda corta y la ceñida

camiseta sin mangas eran demasiado vulgares para formar parte de su

armario. Se quitó la delgada chaqueta borgoña, girándola para observar

la etiqueta. Claro, como si fuese a encontrar una nota que dijese: “La

chaqueta que estás usando pertenece a”, con un nombre escrito. ¿De

dónde demonios había salido?

Su mano agarró algo más rígido que la tela. Metió la mano en el

bolsillo, sacó una sucia servilleta de cóctel. «Static» estaba escrito en

letra cursiva dorada. Bajo eso, alguien —¿yo?— había escrito un

número de teléfono. Local, pero sin nombre. Giró la servilleta y tragó

saliva mientras leía lo que había sido garabateado con la misma letra

que el número de teléfono. Cuando no pudo soportar más que mirar su

propio nombre en la cosa, le dio la vuelta de nuevo, leyó el número de

teléfono otra vez y agarró el teléfono.

—Buenos días, oficina de Mitchell Turner. ¿Cómo puedo

ayudarle? —Preguntó una voz airosa al otro lado de la línea.

—Eh... Buenos días. —Eden tomó un respiro para recuperar el

control de sus cuerdas vocales—. Yo... eh... necesito hablar con el

Señor… —Se había perdido la presentación—. Con Mitchell.

—Por supuesto. ¿Ya es cliente?

—No.

—Veamos. —Se oyó el sonido de páginas siendo hojeadas—.

Podría apartar una cita el jueves por la mañana a las 11:30.

—¿Hay alguna antes? En realidad necesito hablar con él.

—Hmm... Él está muy ocupado. Tiene media hora libre esta tarde,

pero si eso no es mucho...

—Está bien. La tomaré —Media hora debería ser suficiente tiempo

para presentarse como una completa idiota, ¿verdad? ¿Una

conversación del tipo “hola, ayúdame a descubrir qué demonios está

mal conmigo” con un total desconocido?

—¿A la una en punto? —Preguntó la mujer.

—A la una está bien. Gracias.

—Solo necesito su nombre y su número de teléfono. Si enviará la

factura por nuestros servicios a su compañía, necesitaré esa

información también.

—No, solo yo. —Preguntándose de dónde conseguiría el dinero,

Eden le dio a la mujer la información que había solicitado. Entonces la

línea quedó en silencio. ¿Ya había colgado la mujer?—. ¿Hola?

—Todavía estoy aquí. Eden Colfax. Bueno, Eden, la veremos a la

una.

—¡Espere! ¿De qué... um… de qué trabaja Mitchell?

Hubo una pausa al otro lado de la línea.

Eden imaginó a la mujer rodando los ojos y pasando un borrador

por su nombre.

—No estoy vendiendo nada. Me fue dado su nombre por alguien

que pensó que él podría ayudarme.

—¿Quién le dio su nombre? —Buena pregunta—. Nos gusta

agradecer a los clientes que nos recomiendan.

—No estoy segura. No conseguí su nombre. Ella pareció pensar

que Mitchell podría ayudarme, pero no estaba segura del título exacto

de su trabajo. —No era una mentira. Una verdad cuidadosamente

diseñada para cubrir su ignorancia. ¿Era una mentira? Sí, Eden. Creo

que eso constituye una mentira. Su estómago se retorció un poco, y

gimió silenciosamente: “Pero nunca miento”. Al menos no solía mentir.

—Es un coach de vida —dijo la mujer—. ¿Todavía quiere la cita?

¿Un coach de vida? Sí, seguro como el demonio que ella podría

necesitar uno de esos.

—Sí, por favor. A la una en punto. Gracias. —Eden apretó el

botón de finalizar tan fuerte que el teléfono rebotó de sus manos al

suelo.

Por la siguiente media hora, se preguntó qué sería capaz de hacer

por ella un coach de vida y quién dejó esa servilleta en su bolsillo.

Estaría bien. Ella estaría bien. Algún coach de vida llamado Mitchell iba

a ayudar. Quizás. A menos que otra mujer llamada Eden haya dejado la

nota en su bolsillo antes de prestar su chaqueta a la sonámbula más

cercana.

Claro, eso tenía mucho más sentido.

Eden llegó a la oficina del coach de vida a las 12:45 y se sentó en

el borde de la silla por los siguientes diez minutos. Las paredes del

edificio eran de vidrio, la mayoría de ellos claros. El único vidrio oscuro

estaba en la puerta que asumió conducía a la oficina de Mitchell quien

quiera que sea. Eso puso a Eden aún más nerviosa, imaginar que algún

extraño la miraba desde el otro lado, juzgándola antes de siquiera

haberse conocido. Continuamente. A diferencia de la mujer hermosa en

el escritorio de la recepción, quien la juzgaba brevemente con cada

vistazo.

La mujer vestía más como una mujer de la alta sociedad que una

secretaria, sonrió cortésmente cuando atrapó a Eden mirando la puerta

fijamente.

—Se reunirá con usted pronto —dijo.

—Gracias. —Eden hojeó una de las revistas de negocios al final de

la mesa y trató de no retorcerse. Se rascó el cuello preguntándose si sus

nervios estaban produciéndole una urticaria.

—Déjeme ver si está listo para recibirla. —La mujer se levantó de

su escritorio, deslizó sus manos por su falda tubo y fue hacia la puerta.

Probablemente estaba desesperada por intentar impedir que

contaminara la sala de espera con su urticaria.

Y, francamente, Eden también estaba desesperada. Cuanto más

rápido terminara esto, más probable era su recuperación. Eden saltó de

su asiento y la siguió.

Capítulo 4 Traducido por katiliz94

Corregido por Ale Westfall

Mitch estaba sentado en el escritorio con el almuerzo al frente

cuando escuchó un golpe en la puerta.

—Entre.

Jolie abrió la puerta.

—¿Mitchell? Tu…

La puerta se abrió más, permitiendo a Mitch una vista completa

de quién estaba de pie detrás de Jolie. Cuando la mujer lo vio, el color

se drenó de su rostro y su mandíbula cayó levemente.

Él se levantó de la silla.

—Oh, mierda. —Y entonces se rió—. ¿Cambiaste de opinión?

Jolie probablemente estaba mareándose al girar la cabeza con

tanta rapidez de atrás a adelante, entre él y la chica. Ambas mujeres

tenían la misma expresión de sorpresa, pero a diferencia de Jolie, la

supuesta sonámbula parecía que habría huido si él le soplase aire.

Irresistible.

—O tal vez viniste con una mejor excusa —dijo él.

Ella miró a Jolie.

—No. Estoy aquí por… algo más.

Jolie mantuvo los labios juntos brevemente y entonces dijo:

—Tu cita de la una en punto está aquí. —Retrocedió para dejar

pasar a la chica. Lo cual ella hizo… reluctantemente.

—Gracias, Jolie. Yo me encargo. —En realidad, se encargaría de

esto. Mitch se sentó de nuevo y se arrojó unas pocas papas fritas a la

boca mientras Jolie lo fulminaba con la mirada y lentamente cerraba la

puerta al salir. Se preguntó si ella podría estar presionando la oreja

contra la puerta. Pero con las sombras dibujándose por una de las

paredes de cristal de sentido único, él no podía saberlo. No es que le

importase mucho. O esperase que la visita de la chica fuera una larga—

. ¿Qué quieres?

Ella estaba mirándolo boquiabierta, con respiración superficial,

un brazo cruzado sobre su pecho y el otro acariciando su hombro. Su

mirada lo recorrió, entonces se lanzó al sofá, dándole a Mitchell la

sensación de que a ella le gustaría verlo tumbado desnudo ahí.

Adulador, pero había aprendido la lección desde su último

encuentro.

—Qué. Quieres.

Ella se sobresaltó antes sus palabras, parpadeando con rapidez y

dejando caer los brazos. Sip, había estado en lo correcto. En el sofá.

Desnudo. Podía decirlo por la profundidad de su sonrojo.

—¿Eres un coach de vida? —preguntó ella. Su voz era como él la

recordaba, durante las horas del alba, nerviosa e insegura. Nada como

el tono ronco que había usado la noche anterior.

Un asentimiento era todo lo que iba a conseguir de él.

Dio unos pocos pasos adelante, hacia él y se detuvo.

—¿Entonces qué? ¿Simplemente les dices a las personas que

hacer?

Ah, diablos. Estaba sintiéndose generoso. Ella podía tener otro.

Asintió.

—¿Y te pagan por eso? —Amplió su postura como si estuviese

ganando confianza y poder justo delante de sus ojos. Él corregiría eso.

—Corrección. Deberías haber dicho: te pagamos por eso.

—No a menos…

—¿Qué estás haciendo aquí? —La estudió, los recuerdos de su

noche juntos mezclándose con la imagen que ella presentaba hoy. No

cuadraba.

—Encontré esto.

Le dio un rápido vistazo al pequeño cuadrado que ella extendió

ante él, reconociéndolo.

—Static. Fue donde nos conocimos. Bonito club. Bonitas

servilletas. Muy sentimental de tu parte, pero no colecciono mierda.

¿Hay algo más?

—Lo encontré en mi bolsillo esta mañana.

—Fantástico —dijo él, con la boca llena de comida.

—¿Sabes quién lo escribió? —Avanzó hasta que estuvo a un pie

de distancia de su escritorio.

—¿Escribió qué? —Suspiró—. Dámelo. —Bajó la hamburguesa, se

quitó la grasa de las manos con su propia servilleta, agarró la cosa de

su mano extendida y leyó el garabato—. Es mi número de teléfono, pero

no lo escribí. La escritura es demasiado femenina. Ya que imagino que

no estarías aquí preguntando si tú lo hubieras escrito, supongo que fue

“alguien más.” Quién sabe, tal vez otra fina dama lo anotó antes que te

tiraras a mi regazo. No lo recuerdo. ¿Se lo robaste?

—Lo encontré en un bolsillo… de una chaqueta mía.

—Estoy confuso ante cómo piensas que esto me pertenece.

—Mira el reverso.

Dio la vuelta a la servilleta y leyó en voz alta:

—“Él sabrá lo que eres, Eden”. —Se lo tendió de regreso—. Ayudo

a muchas personas… es mi trabajo —dijo, sin una sonrisa—. No

conozco a una Eden.

—Yo soy Eden. Esa soy yo.

—Pensé que tu nombre era Chastity.

Ella levantó una ceja.

—No. Estoy muy segura de que es Eden. —El tono de su voz era

más fuerte y vivaz.

A él le gustó. Maldición, no debería gustarle.

—¿Y? —Preguntó ella.

—¿Y qué?

—¿Sabes lo que significa el mensaje?

—No tengo idea. Tal vez deberías preguntarle a la chica que se lo

robaste. —Por alguna razón, ella lo incomodaba, y Mitch no se ponía

incómodo.

—No le… Dejó salir un largo suspiro de impaciencia, golpeándose

la mano contra el muslo—. Dios, y fuiste tan amable conmigo la

primera vez que nos conocimos.

—Ajá, ¿entonces ahora lo recuerdas, verdad?

Sus labios se juntaron y lo fulminó con la mirada.

—Me refiero a la mañana que nos conocimos.

—Lo fui, ¿verdad? Bueno, fui incluso más amable la noche

anterior —dijo, sonriendo.

—Y estoy segura de que fuiste muy altruista. Ya te he nominado

para el Hombre del Año. —Suspiró de nuevo—. No vine aquí para

discutir. O discutir tus habilidades en el dormitorio.

—Es una pena. Estaba a punto de cancelar todas mis citas de la

tarde.

Ella lo fulminó con la mirada.

—No vas a ayudarme, ¿verdad?

—Nop. —Tomó otro mordisco, rezando porque ella se fuera—. Voy

a comer.

Ella hizo una mueca y miró a la tapa de la caja de Styrofoam que

contenía su almuerzo.

—¿Qué es eso?

Él tragó y miró abajo, viéndolo realmente por primera vez.

—Eh, veamos. —Abrió la tapa—. Tiene pan, un par de vegetales

de triste apariencia y esto tiene un corte parecido a la carne. Así que

diré que es una hamburguesa.

—Te habría catalogado más como el tipo de hombres esclavo del

gimnasio y comedor de granola.

—¿Por qué lo pensarías? Has estado en mi casa.

La mirada de ella viajó rápidamente de su pecho a sus bíceps,

después a su rostro mientras un sonrojo se plantó firmemente en sus

mejillas. Maldición, eso la hacía verse incluso más atractiva.

—No miré en tu nevera —dijo ella.

—¿Por qué lo harías? Tus bragas no estaban allí.

Eden sobresaltó rápidamente y lo miró directamente a los ojos.

—¿Siempre apartas a las personas que vienen a ti por ayuda?

¿Cómo podía ella meterse debajo de su piel con tanta facilidad?

¿Qué diablos estaba haciendo él? Las bromas juguetonas eran una

cosa, pero las bromas juguetonas con alguien en quien casi te habías

perdido a ti mismo era algo demasiado estúpido para ponerlo en

palabras.

Bien, pequeña, prepárate para el auténtico yo.

—Por supuesto que no. Si lo hiciera nunca sería capaz de hacer

una vida. Solo aparto a las personas a las que les he clavado la polla. —

Sintió una sonrisa levantarse de las esquinas de su boca mientras la

vergüenza de ella crecía.

—Vaya. Eres un auténtico encanto, ¿verdad? —Sacudió la cabeza,

su cabello le cayó alrededor de los hombros y sus ojos se

entrecerraron—. Es una pena que estuviese dormida en todo el calvario.

¿Eso te ocurre con muchas de tus compañeras?

—Oh, ¿así que estabas dormida, eh? ¿Es por eso que el sexo

contigo fue una mierda? —Mientras veía sus ojos ampliarse tres veces

más, pensó que había sido la más increíble amante que jamás había

tenido. Y esa conexión que había sentido…

Ella retrocedió, parpadeó con rapidez y las lágrimas comenzaron a

salir.

Maldición, otra cosa que no hacía era arrepentirse de sus

palabras.

—Ugh, para. —Se recostó contra la silla y lanzó la servilleta en la

mesa—. ¿De verdad esperas que crea que estabas sonámbula? ¿Todo el

tiempo?

Las lágrimas se fueron.

—No. No espero que creas nada. Pero lo estuve.

¿Cómo quedé atrapado en esto?

—Toma. —Agarró una nota adhesiva amarilla, hojeó en su

dirección de expediente, escribió un nombre y un número, y se lo dio—.

Llámala.

Eden lo tomó del borde, como si tuviese miedo de permitir que

sus pieles se tocasen.

—¿Quién es?

—Es una psiquiatra. No es mi especialidad.

—¿Y cuál es tu especialidad?

—Bueno —dijo, alzando ambas cejas en emoción—, normalmente,

los lunes, sirvo helados a los huérfanos. Los miércoles son mis días de

“Ven a por algo de hipnosis rápida.” Y el resto de la semana… —dejó el

acto de tontería—. Les digo a las personas que muevan sus malditos

traseros y hagan lo que demonios quieran hacer. —Mitch apartó los ojos

de ella e intentó centrarse en uno de los archivos yaciendo frente de él—

. Por $300 dólares la hora. Puedes pagar por adelantado.

—Pero no hiciste nada por mí.

—Estás ocupando mi tiempo y una pequeña cantidad de espacio

en mi oficina. Sabes, no cobraré por toda la hora.

—Bueno, si voy a pagar, me quedo. —Se dejó caer en una silla y

lo miró.

—Como quieras. —Fue de regreso a fingir trabajar, luchando

contra su sonrisa, la prueba de que la quería a su alrededor. Aléjate de

ella, hombre. No necesitas este tipo de complicación.

Reorganizó los papeles y Eden se movió inquieta en su asiento

durante diez enloquecedoramente largos minutos.

Afortunadamente, ella le puso fin primero.

—¿De verdad no vas a ayudarme?

—Además del hecho de que no soy el tipo de ayuda que necesitas,

he trabajado muy duro hasta el punto de llegar al punto en el cual

puedo elegir con qué clientes hacerlo. No te elijo.

Se puso de pie, su postura ampliándose.

—Bien. Entonces no voy a pagar. —Salió de la oficina y estrelló la

puerta de la misma forma que había dejado su habitación.

¿De verdad iba para pagar por los quince minutos que estuvo aquí?

Mitch tomó su fría hamburguesa y luego la dejó caer, riendo para sí

mismo. Oh, los juegos que las personas juegan.

Diez minutos más tarde, un hombre alto de apariencia orgullosa

entró por la puerta con Jolie unos pocos pasos detrás de él. Consigue

que ese jodido intercomunicador se arregle.

—Eres un hombre ocupado, Mitch. No pude conseguir una cita.

—Él entró en la oficina como si poseyera el lugar, y Mitch era lo

suficientemente confiado en su madurez para admitir que el tipo

ocupaba más espacio que muchos. Hacía que Jolie se viese como

alguien que había comprado en el departamento de niños del centro

comercial. Los ojos oscuros encajaban con su cabello, el cual no era

mucho más que un corte militar.

Mitch no lo soportó.

—Es Mitchell, o Turner, o Señor Turner. Diablos, incluso aceptaré

Señor1 Turner. Pero no Mitch. —Solo dos personas habían ido lejos al

llamarlo Mitch, y ahora ambas estaban enterradas—. ¿Y usted es…? —

No un cliente. Lo cual le hacía o un técnico de teléfono o el nuevo

policía en el caso de su hermana. No un matón, suponía.

Genial. Como si su día no hubiese sido ya lo suficiente dramático.

Jolie permaneció cerca del hombre y murmuró:

—Es el policía. —Sus ojos se precipitaron entre los dos hombres,

su expresión cambiando desde una silenciosa disculpa hacia Mitch a

una lujuriosa mirada al policía. Qué bien que a Mitch no pudiese

importarle menos. Aunque ella en realidad debería estar haciéndolo en

su tiempo libre.

—Detective Landon. Estoy aquí para hablar sobre el asesinato de

su hermana.

—¿Tiene una tarjeta de identificación, Detective? —Mitch

gesticuló a la silla que la pequeña sonámbula acababa de dejar. El

policía le tendió una tarjeta de presentación de una corriente cartulina

fina y de terrible escritura—. ¿Qué ocurrió con el otro detective, Nick?

1Señor: En español original.

El hombre ladeó la cabeza ante el uso de su nombre de pila y

reclamó la silla, estirando sus largas piernas frente a él. Jolie tomó el

otro asiento.

—Se retiró inesperadamente. Tengo algunos de sus más coloridos

casos. —Asintió hacia Mitch—. Tales como el suyo.

—Querrá decir, el de mi hermana. O, ¿todavía soy sospechoso?

—Tiene una coartada, ¿verdad? —Su sonrisa era más como una

mueca—. Sin embargo, me gusta empezar de cero.

—Adelante —le invitó. Mitch normalmente daba la bienvenida a

los retos, pero sentía que Landon era el adversario que más valía la

pena de cualquiera con los que se había cruzado. Por no mencionar que

Mitch era, de hecho, probablemente culpable y necesitaba ser

cuidadoso.

El detective revisó sus notas.

—Su asistente, Jolie Cabot, quien creo que es usted… —Miró a

Jolie— concordó que estuvieron juntos la noche que su hermana fue

asesinada. ¿Todavía sostiene esa declaración?

—Sí —dijo ella—. Él estaba conmigo, pero ya no estamos saliendo.

—Se inclinó hacia adelante, mostrando al policía una toma de su

escote.

Mitch podría haber atrapado a un enjambre de abejas en su boca

con la forma en que esta se abrió. ¿Por qué ella tendría que ofrecer esa

última parte de información? A menos… Vio la forma en la que ella

estaba mirando al policía, prácticamente lamiéndose los labios. Oh

mierda, esto estaba poniéndose incluso más complicado.

—Regresamos a su casa por la mañana y encontramos el cuerpo

de ella —dijo Jolie.

Los ojos de Landon se encontraron con los de Mitch, esperando

tal vez por su acuerdo.

Así que Mitch se lo dio.

—La encontramos, me volví loco, intenté… no lo sé… traerla de

regreso a la vida. —Sintió su labio comenzar a temblar ante el recuerdo

y se frotó la barbilla para pararlo—. Pero ya estaba muerta.

—¿Y por eso estaba lleno de sangre? ¿Porque intentó resucitarla?

—Sus preguntas no eran auténticas preguntas, sino más como

declaraciones de hechos que él no creía mucho.

Mitch se aclaró la garganta.

—Sí. —Sangre, sí, había a montones. La sangre de Shelly

cubriéndole. Él había querido que fuese la suya. Habría dado cualquier

cosa por intercambiar de lugar con ella.

—¿Su hermana lo visitaba a menudo? ¿A esa hora de la noche?

La hora de la muerte fue entre, ¿qué, las tres y las cinco de la

madrugada?

—Madrugaba, y prácticamente vivía ahí. No importaba qué hora

fuese, pasaría por ahí cuando quisiera. Tenía una llave —respondió

Jolie por él. Lo cual fue bueno, porque en ese momento, Mitch todavía

estaba en el umbral, al lado de Shelly.

Había despertado confuso en el pasillo del piso de arriba, con el

brazo de Jolie a su alrededor ayudándole a caminar. Las cadenas que

usó para dormir estaban destrozadas, la puerta de su jaula abierta.

Había líneas de sangre en su pecho, casi como si hubiesen sido

pintadas. La voz asustada de Jolie le dijo que Shelly estaba muerta.

Que Hyde se había liberado. Él la había sacudido hasta que ella le dijo

dónde estaba Shelly y entonces tropezó con los escalones en una

confusión por encontrar su cuerpo. Incluso cuando había intentado

reavivar el corazón de su hermana de nuevo, sabía que ella se había

ido.

Landon hojeó unas pocas páginas en su cuaderno.

—Encontraron la llave en su cuerpo. ¿La casa fue irrumpida?

¿Algo robado?

Mitch sacudió la cabeza.

—No.

—Pero le dijo a los oficiales en la escena que creía que fue un

intento de robo.

—¿Qué más podría haber sido? —Dijo Jolie.

Landon se encogió de hombros.

—Dígamelo usted. —Cuando nadie respondió, él continuó—. ¿Hay

alguien que quisiera hacerle algún daño a usted o a su hermana?

—Hago enojar a muchas personas. ¿Pero quién me querría

muerto? Lo dudo. ¿Quererla a ella muerta? De ninguna forma. —Ella

había sido una santa a su lado, viviendo el tipo de vida normal que él

nunca había tenido. Era casi como si estuviese viviéndola por los dos.

—¿Qué hay…? —Comenzó Jolie. Sus ojos se ampliaron cuando

los dos hombres se centraron en ella. Entonces pareció relajarse,

disfrutando de su atención como si estuvieran en un bar discutiendo

con cuál de ellos se iría a casa en lugar de hablar sobre la muerte—.

¿Qué hay de Leanne Tate? Ella podría quererte muerto.

—¿Quién es Leanne Tate? ¿Le hablaste al otro detective sobre

ella? —Hojeó de nuevo su cuaderno.

Mitch intentó captar la mirada de Jolie, maldiciéndola por meter a

una inocente en la situación. Pero ella estaba mirando al policía.

—Leanne es una de las antiguas clientas de Mitchell. Tenía… —

Jolie le dio la internacional mirada de “zas”—…asuntos. Estuvo

absolutamente obsesionada con él durante un largo tiempo.

—Pero no la he visto durante un par de meses, Jolie. —Joder,

¿por qué tenía que haber metido a Leanne dentro de todo esto? Las

mentiras eran mentiras, la culpa era culpa, y los inocentes deberían

permanecer lejos de ellas. Aunque en verdad, imaginó que Leanne era

parte del primer y segundo grupo la mayor parte del tiempo.

—¿Alguna vez fue violenta con usted?

Mierda, el detective lo averiguaría con el tiempo.

—Sí. Hace unos meses me atacó en el garaje. Pero no fue nada

importante.

—Mitchell, fue algo importante. —Jolie miró a Landon—. Estaba

en mi auto y lo vi todo. Quería herirle.

—¿Llenó un reporte?

—Jolie lo hizo, pero… —Sacudió la cabeza.

—No cree que fue ella.

—No, no lo creo. —Mitch estaba realmente en apuros aquí. Quería

que la policía investigara sin meter a nadie en problemas. Sin saber de

cómo eso sería posible ya que Jolie había metido la nariz y su

cuestionable integridad en todo. ¿Qué pasaba si hubiese sido alguien

más? ¿Podría Leanne haberlo hecho? Probablemente no. Pero él no

había sido humano esa vez, ni había tenido ningún recuerdo del

asesinato. Lo único que sabía con seguridad era lo que había ocurrido

después de que hubiese regresado a sus cabales, encontrado desnudo y

sangriento, con Jolie asustada a su lado.

—Leanne Tate. La investigaré. ¿Hay alguien más que podría

querer herirlo? —Landon miró a Mitch. Después que Mitch sacudiera la

cabeza, el detective miró a Jolie.

—¿Qué hay de la mujer de antes? —Preguntó ella—. ¿Cuál era su

nombre? Parecía de alguna forma enfadada.

Mitch no dio un nombre. De hecho, cuanto más rápido parasen

de hablar de ella, mejor. Por todo tipo de razones, entre las más obvias

era porque:

—Solo la conocí hace una semana. —¿Había sido una semana?

¿Más? No, había estado de luto en el sexto mes de la muerte de Shelly

cuando había dormido con la mujer. Y entonces más drama había

sucedido—. Por no mencionar, no creo que ella hubiese sido capaz de

cualquier forma, está demasiado… asustada de su propia sombra.

—¿Alguien más?

Mitch sacudió la cabeza por lo que pareció por cuarta vez, así que

Landon miró a Jolie por una respuesta. Ella también sacudió la cabeza,

posiblemente ante la pérdida de a quién más podía acusar falsamente.

—Su hermana estaba embarazada en el momento de su muerte.

¿Quién era el padre?

Mitch deseó que parase de llamarla su hermana. Estaba haciendo

la situación incluso más dolorosa al traer de regreso todas las

emociones que con tanto cuidado intentó alejar.

—No lo sé. No me dijo que estaba embarazada. Solo lo averigüé

cuando los policías me hablaron sobre su autopsia. —Dios, odió esa

palabra siendo conectada con la única persona a la que siempre había

amado.

Landon hizo más preguntas y de alguna manera fueron

respondidas, algunas por él, otras por Jolie. Mitch no pudo mantener el

ritmo. Su mente estaba a millas de distancia.

La semana antes de que Shelly hubiese muerto, ella había estado

riendo, cojeando en su apartamento, justo de vuelta del hospital. La

pierna que se había roto al esquiar estaba envuelta en un castrillo

blanco. Ese tipo de mierda que les ocurría a las personas normales. Él

le había cargado un ramo de flores de sus amigos y su bolso, ya que ella

no había dominado aún el caminar con un bastón. Después de trabajar

con tanta fuerza en convencerla de descansar, el doctor había desistido

de la idea de las muletas. Ella también odiaba el bastón, pero lo usó.

Ese repiqueteante sonido mientras caminaba estaría para siempre

marcado en sus tímpanos. Intentó no pensar en el sonido que el bastón

podría haber hecho cada vez que se atascaba en su piel. Antes de que

—y probablemente él— la matase.

—Hemos terminado por ahora. —El detective se puso de pie y

cerró el cuaderno—. Muchas gracias por su… —dudó— sinceridad.

Jolie se enderezó la falda mientras se ponía de pie, aun sonriendo

al hombre como si él se interesase sus dientes perfectos.

—¿Nos hará saber si hay algo más?

—Oh, habrá algo más. Un montón de algo más. Siento que

debería decirle que creo en la mitad de lo que acaba de salir de su boca.

—Su mirada descansó en Mitch.

Mitch tenía la sensación de que el hombre terminaba cada una de

sus entrevistas con esa línea.

—¿La mitad? ¿Está eso sobre el promedio?

Landon sonrió con superioridad, asintiendo con la cabeza en una

forma que decía touché.

—Gajes del oficio. Nunca creo nada de lo que alguien dice. Así

que, en realidad, la mitad es muy decente.

—Entonces estaré satisfecho con ello.

—No podía importarme menos su satisfacción. Me preocupa más

lo que ocurrió con su hermana. Toda la verdad.

—Y nada más que eso, ¿verdad?

—No voy a echarme para atrás, Turner. Estaré en contacto —dijo

Landon, con la mandíbula apretada—, con cada uno de ustedes. Por

separado.

Cuando Jolie siguió al tipo fuera a la sala de espera como un

cachorrito persiguiendo al león, Mitch gritó:

—¡No puedo esperar! —Ella le lanzó una mirada sucia y cerró la

puerta detrás de sí. Dos minutos más tarde, regresó, viéndose

frustrada.

Mitch paró de fingir ser capaz de centrarse en el trabajo.

—Tu flirteo no fue tan efectivo como normalmente lo es.

Ella suspiró y se tumbó en el sofá, cruzando las piernas.

—Lo sé. ¿Por qué parece que todos los hombres a los que deseo

parecen ser los únicos incapaces de ver mis encantos? —Le dio una

mirada.

Si ella estaba esperando un cumplido, tendría que estar

esperándolo un rato más.

—Tal vez pueden ver tus verdaderas intenciones.

Por qué ella lo aguantaba, él nunca lo entendería, pero Jolie se

recostó contra el brazo del sofá y dijo:

—Sí, eso podría ser.

Capítulo 5 Traducido por BrenMaddox Corregido por Ale Westfall

Un empujón contra su muslo sobresaltó a Eden, despertándola.

Una rápida mirada alrededor le hizo saber que ya no estaba en su

departamento y que alguien que llevaba pantalones grises oscuros y

zapatos negros estaba empujando su pie en su trasero.

—¿Por qué estás aquí? —En el mismo umbral. Su voz. El sonido

de su agravada, impaciente y roca voz.

Eden levantó la vista cuando él la empujó de nuevo.

—Está bien, es suficiente. Estoy despierta.

—Cuando visitaste mi oficina el otro día, ¿dije accidentalmente

que no podía esperar para verte otra vez? Porque si es así, omití una

palabra. Quise decir: No puedo esperar para nunca verte otra vez.

—Lo siento —¿Por qué aquí? ¿Por qué él? ¿No podría haber

terminado en otro lugar? Al igual que, eh, no sé, ¿en mi propia

habitación? Algo estaba jalándola aquí. Por alguna razón que no podía

comprender, aún menos del por qué él todavía estaba pateándola—.

¡Hey, dije suficiente! Créeme, este es el último lugar en el que querría

despertar.

—La misma vieja excusa, inventa una nueva. ¿No tienes un

hogar? ¿O un trabajo? —La agarró por el brazo y la arrastró fuera del

escalón de losa.

—Era una T.A. —Tan pronto como estuvo de pie, se liberó de su

agarre y se sacudió el trasero.

Él echó un vistazo a donde ella tenía sus manos, luego a su pecho

y sonrió.

—Una T y A,2 ¿eh? Tiene sentido.

Tan repulsiva como la idea era, ella sabía que su sarcasmo era

pura bravuconería. Cómo lo sabía, era todavía un misterio, sin embargo.

—Siento mucho decepcionarte, pero T.A. es acrónimo de “Tutora

Asistente”.

—Oh. Entonces ve a jugar con los pequeños mocosos y déjame en

paz.

—Los estudiantes universitarios pueden limpiar sus propias

narices. —Por lo general—. ¿Eres así de condescendiente con todo el

mundo?

—Sí. ¿No tienes clases en la mañana?

—Es verano.

Mitch miró a su alrededor, entrecerrando los ojos bajo el sol.

—Ah, lo es.

Cuando empezara la escuela de derecho en otoño, ¿todavía

estaría ella despertando en umbrales? ¿Su umbral? Solo viviendo el

sueño, ¿no es así, Eden? ¿Sería su pie su despertador cada mañana?

¿Sus rasgos fuertes, el cabello peinado hacia atrás y su cuerpo atlético

sería lo primero que viera? Era una gran vista, pero no valía la pena la

actitud que venía con ella.

2 T y A: hace referencia a Tits/pechos y Ass/trasero.

No podía negar su atracción por él, incluso tan desagradable

como él era, lo cual francamente, era todo el tiempo. Pero tampoco

podía creer que la atracción era meramente sexual—él era como un

imán, uno que no podía evitar o del que pudiera escapar.

Eventualmente, iba a besarlo aún más duro de lo que imaginaba que

habían hecho durante la noche, por suerte, todavía oculta

profundamente en su subconsciente.

Y uno o ellos dos iban a terminar muy magullado. Tenía que

evitar que eso sucediera.

—Mitch —dijo.

—No. —Él arqueó una ceja y sacudió la cabeza como en señal de

advertencia.

—¿Qué? No te he preguntado nada todavía.

—Ese no es mi nombre.

—Está bien. ¿Cómo debo llamarte? ¿Imbécil? —La palabra salió

de su boca antes de que pudiera detenerse y su corazón latió incluso

más rápido—. Lo siento, no quise decir eso.

—¿Qué? ¿Llamarme un imbécil? Lo soy. —Inclinó la cabeza hacia

un lado—. O peor.

—Cierto. —Pero maldecir era una de las muchas cosas que no

hacía. No es que le importara cuando otras personas lo hacían, pero

hace mucho tiempo, había hecho una lista de cosas que no hacer. Una

lista basada exclusivamente en lo que más odiaba de su madre, sobria o

drogada. No maldecir era lo segundo más simple en su lista. Había

pensado que dormir con extraños era lo primero. Eh. Tal vez era hora de

mirar esa lista de nuevo.

—No maldigo —dijo.

—¿Nunca?

—Nunca.

—Ni siquiera estoy seguro de que "imbécil" sea una mala palabra.

Es solo un adjetivo para describir a un cabrón. —Su mano voló y la

señaló—. ¡Ahí lo tienes! Cabrón, trata con ese. Aún es un adjetivo, pero

"cabrón" tiene más fuerza.

—No maldigo.

—Tienes una especie extraña de moral en esa cabeza tuya,

señorita. Llámame de cualquier manera que quieras. Simplemente no

"Mitch".

—Está bien. Y es "Eden". No "señorita” o cualquiera sea el nombre

por el que me llamaste el otro día.

—¿Chastity? Así es como me dijiste que te llamara.

—No, no lo hice.

—Sí, lo hiciste.

—No, yo… —Apretó la boca para cerrarla. Lástima que necesitara

la ayuda de ese pelele—. Mi nombre es Eden. Por favor, llámame así.

—No planeo llamarte nada. Aparte de "desaparece" o "¿qué mierda

estaba pensando?" —Mitch pasó junto a ella y se dirigió hacia el Jaguar

plateado en el camino de entrada.

Eden corrió tras él.

—Mitch… ¿Mitchell? —Él no se detuvo—. ¡Qué-diantres-estaba-

pensando! —Gritó ella.

Se detuvo y giró hacia ella. Tenía el ceño fruncido y su mandíbula

temblaba, pero se había detenido y dado la vuelta.

—Tienes que ayudarme —dijo ella—. Estoy siendo atraída a ti.

Él negó con la cabeza.

—No te debo nada.

—Ella me está dejando en tu puerta cada pocos días. ¿No crees

que signifique algo?

Él dio un paso adelante tan rápido, que casi la derribó fuera de

sus pies.

—¿Ella?

Tropezó, pero se contuvo antes de que cayera.

—¿Qué?

—Dijiste que "ella" está dejándote. Que ella te deja en mi puerta.

—Eso dije. —Salió como una afirmación, no una pregunta, ya que

el conocimiento le impactó. Había otra persona en su interior. No solo

era sonámbula.

—Ella. —Sonó… correcto.

—¿Tienes una compañera en la psicosis? ¿Alguien que te deja, y

luego te lleva a casa cuando has terminado de molestar a la gente?

Bueno, créeme, es el momento de llamarla para recogerte. Ya he

terminado, he demasiado terminado, he terminado más de lo que nadie

nunca ha hecho. Espero que ambas tengan grandes vidas… —sacudió

la cabeza y cruzó el camino de entrada a su auto— en algún lugar lejos,

muy lejos.

Ella traía a Eden donde Mitch. Y ella debía tener una razón.

Sin parpadear, Eden lo miró conducir lejos. Siguió mirando hasta

el final del largo camino de entrada después de que él se hubiera ido,

con los ojos secos y rasposos. Sin saber qué pensar, sentir o cómo

reaccionar, finalmente decidió que sería una buena idea caminar a

casa.

Ella. Bueno, ¿no llevaba eso las cosas simplemente fuera de

control? Dentro de un nuevo tipo de impacto, en realidad.

Sólo faltaba una semana más hasta de que Carter llegara a casa.

Él se encargaría de ella, le impediría salir del apartamento, la ayudaría

a encontrar una manera de evitar que, lo que parecían ser recuerdos —

que no podían ser posibles— aparecieran en su cabeza. Todos los días,

las visiones ganaban detalles, lujosos detalles, siempre que aparecían.

Ocho días más. Eden solo necesitaba aguantar ocho días más.

¿Quién es ella? Se volvió la mantra en la lenta caminata a casa.

Días más tarde, todavía estaba haciéndose la pregunta.

Capítulo 6 Traducido por JGHerondale

Corregido por Pily

Mitch bostezó mientras caminaba a través del estacionamiento

vacío del edificio de su oficina, hacia su auto. Malditos horarios. Maldita

teleconferencia. ¿Por qué los japoneses necesitaban un coach de todos

modos? Ellos patean nuestros culos cubiertos de Armani. Y estaba muy

seguro de que su experiencia era menos evidente después de la

medianoche. Visiones de una ducha caliente y una almohada suave

bailaron en su cabeza como los dulces en un cuento cursi de mierda

que sus padres nunca le habían leído de pequeño.

Dejó caer su maletín al lado del auto e introdujo la llave en la

cerradura de la puerta antes de darse cuenta de que, um, sí, él vivía en

este maldito siglo y podría haber encendido la maldita cosa a quince

metros de distancia.

—Oye, guapo. —Voz femenina. Oscura, de alguna manera. ¿Cómo

que más la había descrito? Ah sí, ronca.

Se volteó hacia ella mientras se detenía bajo un haz de luz en lo

alto.

—Eres una problemática, problemática chica, ¿lo sabes?

—Gracias. —Ella usaba una micro minifalda color rojo sangre, y

un ajustado halter-top. Sus caderas balanceándose y un largo y sexy

cabello rizado rebotando, se escabulló como un leopardo acechando su

presa en el maldito Serengueti.

Mitch luchó contra su propia urgencia de abalanzarse.

—¿Gracias por qué?

—Por pensar que soy un problema.

—Yo no dije… —Hundió sus manos profundamente en sus

bolsillos—. Sí, también eres un problema. ¿Estás aquí para pagar tu

factura? Porque Jolie se puede hacer cargo de eso en la mañana.

—¿Mi factura?

—No puedo pensar en alguna otra razón por la que aparecieras de

nuevo. Sabes que no soy muy agradable, ¿cierto? —Mantuvo sus ojos

sobre su cara, y lejos de la suave carne empujándose fuera de su top, y

se preparó para su tono más condescendiente—. Con esta son dos

sesiones. Y has gastado seis minutos de mi vida. Como no puedes

reponer el tiempo, al menos debería ser compensado por eso.

Ella no se detuvo hasta que estuvo a pocos centímetros de él.

Jesús, olía tan bien, como a lujuria y chocolate justo en una justa

proporción balanceada. Y sus ojos eran antinaturalmente luminosos,

un azul tan claro que limitaba la plata. El estacionamiento podría estar

oscuro, pero tendría que haber estado con muerte cerebral para saber

que no eran de este color en su oficina hace unos días.

Ya va, ¿acaso usaba lentes de contacto de color como parte de su

disfraz de ramera para ir a la ciudad?

—Ah, ¿estás jugando a la chica mala de nuevo? No estoy

interesado en repetir ese error y ser absorbido dentro de esto. Busca a

otra presa. Estoy seguro de que no te tomará mucho tiempo.

—Te quiero a ti. —Su mirada no estaba en él, sino en su cuerpo, a

la vez que se presionaba cerca.

Mitch buscó más en sus bolsillos y trató de mover su polla, la

cual estaba ahora tan dura que si ella se movía un centímetro más

terminaría enganchada.

—No sucederá.

Ignora los latidos de tu corazón, Mitch. La ola de adrenalina en tus

venas, la casi compulsión al estar cerca de esta mujer. ¡Pórtate como un

hombre, por Dios!

—Pero te deseo —susurró.

—No. —Justo mientras pensaba que nunca le había dicho eso a

una mujer, ella lo tomó por los hombros y azotó su espalda contra el

auto. Cuando se estrelló, el pensamiento y la palabra volaron lejos de

su mente—. Eso fue inesperado.

Ella presionó su cuerpo contra el de él y recorrió rudamente las

manos sobre su pecho, tirando de su corbata floja.

Tomó su muñeca y la alejó de su cuerpo. Ella forzó sus

movimientos, sus bíceps esforzándose, pero él era más fuerte. Cuidado,

idiota, es peligrosa. Sus ojos se miraron. Ambos respirando muy fuerte,

pero no por el esfuerzo físico. No, esto era mucho más primitivo. Una

necesidad. Y no una aceptable.

Dejó salir su aliento cuando ella dio un paso hacia atrás. Luego

inhaló bruscamente cuando se deslizó sobre sus rodillas y acarició su

polla con su nariz y boca, sobre sus pantalones. Él tomó su cabeza y la

alejó de sí. Ella tiró contra su agarre, hasta que todo lo que sostuvo fue

su cabello, enredado en sus dedos.

Levantó la vista hacia él y capturó su labio entre los dientes.

Luego se inclinó hacia delante, con las manos de él deslizándose detrás

de su cabeza, pero todavía tirando fuertemente. Ella dejó salir un

pequeño suspiro y en la esquina de su boca se formó una pequeña

sonrisa. No una mueca, una sonrisa.

Oh, mierda.

Buscó detrás de sí misma, poniendo una de sus manos sobre la

de él, guiándolo, creando más tensión en su cabello. Esta vez su grito

fue al menos un medio gemido.

—Eso duele —susurró.

Él no se movió.

—Pídeme que me detenga. —Oh, Cristo, pídeme que me detenga.

—No.

—Dime lo que quieres.

—Más.

Esto es muy malo. Con su corazón retumbándole en el pecho y su

polla latiendo contra sus pantalones, intentando escapar, supo que

estaba en problemas. ¿Qué hay sobre esta chica? Cada célula en su

cuerpo se extendió, rogándole que la siguiera hacia su madriguera de

conejo, y hacia otros pocos hoyos3 . “Hazlo”, le gritaban. Cada célula,

menos las grises de su cerebro. Esas gritaban “¡Para!”

—A la mierda.

Se decidió por la mayoría. Mitch la acarreó hacia arriba, una

mano todavía empuñando su cabello y la otra en su brazo. Sin soltarla,

la atrajo hacia sí, cerrando sus cuerpos juntos. La besó duro, con las

bocas ya abiertas. Lenguas se arrastraron sobre dientes, dientes

3Madriguera en inglés es “rabbit hole”, traducido literalmente como “hoyo del conejo”.

mordieron labios. Un completo y jodido desorden de poder, sumisión,

dominación, y control.

Hasta este momento, él no se había dado cuenta de lo mucho que

extrañaba la conexión que habían tenido la noche que se conocieron, la

libertad que había sentido. Sin pensamientos, solo deseo. Asustaba la

mierda de él. Pero no había sido de esta forma—sin dolor, sin violencia.

Pura satisfacción.

Atrapó su lengua entre sus dientes y la sostuvo, esperando que

eso la detuviera… o que lo detuviera a sí mismo. Su gemido ahogado

retumbó dentro de su boca, rebotando en su paladar y pateando todo

su sentido común restante.

Sin separarse, ella desabrochó su cinturón y jaló de sus

pantalones para abrirlos, tan fuertemente que escuchó cuando el clip se

desprendió y el cierre cedió. Sus manos volaron a cubrir las de ella,

deteniéndola de tomar su polla con sus pequeñas hermosas manos.

—No lo merezco —dijo él, sin saber si estaba siendo castigado o

si debía gritarle un “gracias” a todo el jodido universo.

—¿Qué tiene que ver merecer con esto? Estamos vivos. Esa es la

única cosa que importa. —Su sonrisa era tan hermosa que dolía. Ya

que él sostenía ambas de sus manos, ella logró escabullir uno de sus

dedos, acariciando la cabeza de su erección en pequeños círculos.

Tendría que haberla detenido. Pero todo lo que sintió fueron sus

manos guiando las suyas mientras le quitaban el cinturón. Tendría que

haber encontrado la fuerza para detenerse a sí mismo cuando la cargó y

la subió al capó de su auto y la sentó, expandiendo sus piernas

alrededor de sus muslos. Contempló esos ojos que eran de un azul

hielo, aun así cálidos y abiertos hacia él, preguntándose qué demonios

estaba haciendo. Tendría que haber sido más fuerte. En cambio,

levantó sus manos y envolvió el cinturón alrededor de sus muñecas,

apretando el cuero para asegurarlas.

Ella abrió más sus piernas, y recordó el poder con el que había

luchado para aplacarlo en la oficina. Cuánto había disfrutado viéndola

pelear por eso. ¿Así que, dónde estaba esa chica ahora? ¿Y por qué

carajos él no estaba huyendo?

Se deslizó hacia él, su falda subiéndose. No tendrá que

preguntarse dónde estarían sus bragas mañana en la mañana, porque

ya las había dejado en casa.

Hasta ahora, nunca había estado en una pelea que sabía que

perdería.

—Soy un hombre muy muy débil.

Ella inclinó su cabeza.

—No, no lo eres. Eres fuerte. Es por eso que fuiste escogido.

Porque eres valioso.

¿Valioso? ¿Yo? Se entumeció al escuchar la palabra. Una palabra

que nunca había esperado oír de la boca de nadie, no sobre él. No

tientes a un hombre desesperado. Especialmente no un hombre el cual

su lado inhumano estaba muy cerca de la superficie, luchando por

libertad. Pero, joder, en este instante ambos querían lo mismo, por muy

diferentes razones. Hyde quería llenar su cuerpo, Mitch la quería para

llenar su propia alma.

—¿Mitch?

Su orgasmo emocional fue interrumpido.

—¿Sí?

Ella arrugó su nariz.

—¿Vas a follarme ahora?

Pensó en eso aproximadamente 1.4 segundos.

—Sí. —Sus manos cavaron sus caderas mientras la acercaba

más.

—Espera —dijo—. Te quiero detrás de mí.

Eso lo podría hacer. La arrastró fuera del carro y le dio la vuelta,

empujándola hacia delante sobre el capó.

Sus manos atadas se hicieron visibles sobre su cabeza, las yemas

de sus dedos blancas por agarrar el metal liso. Arqueó su espalda y

levantó su trasero como un ofrecimiento.

Con una mano en la parte baja de su espalda, conteniéndola de

sacudirse demasiado, recorrió la otra hacia arriba, en el interior de su

muslo y debajo de su falda hasta que sintió su humedad calentar sus

dedos. Cuando la movió más alto, ella se arqueó incluso más, alentando

a su mano para que volviera a entrar en donde ya había estado. Subió

su falda y admiró la pálida perfección bajo su palma. Él balanceó sus

caderas hacia adelante y atrás, apenas rozando su trasero. Cada toque

envió una sacudida de angustia por su cuerpo, sabiendo que no debería

estar ahí, pero incapaz de parar. Podía sentir a Hyde abriéndose campo

hacia la superficie. ¿Qué sucedería si le daba al bastardo lo que quería?

¿Lo que ambos querían?

Cuando fue por el condón en su billetera, ella se levantó sobre

sus codos, presionándose contra él.

—A ella le gustas, pero nunca dejaría que la tuvieras de esta

manera.

Su cuerpo se tensó.

—¿Qué? —La empujó contra el auto y se inclinó cerca, ignorando

su gemido—. ¿Qué acabaste de decir?

—La señorita Pompis Sensibles. Ella podría tener el mismo

trasero, pero nunca te dejaría usarlo así.

Sagrada mierda. ¿Qué estoy haciendo? Esto está mal en todas las

formas. Es solo una chica jodida. La cual tiene un grandioso culo. Y sabe

cómo usarlo. También cómo usar el mío. Mierda. Él dio un paso atrás y

bajó su falda.

—Bájate de mi carro.

Se dio la vuelta, su aliento superficial.

—¿Quieres ir a otro lugar?

—Sí. Pero no contigo. —Mitch guardó su traidora polla dentro de

sus pantalones y los cerró todo lo que pudo con un cierre roto y sin

botón—. Dame tus manos. Necesito mi cinturón de vuelta.

Ella se mantuvo congelada en frente de él, su cabeza inclinada

—Pero tú me quieres.

Atrapó sus muñecas antes de que ella las retorciera lejos y

desabrochara el cinturón.

—No sé por qué me torturas de esta manera, pero eso es muy

viejo ahora. Vete a casa. No, mejor, ve a chequearte en un centro

psiquiátrico.

Las llaves seguían colgando de la puerta. Mitch tiró de ellas y se

deslizó en el asiento, lanzando su cinturón y su maletín hacia la parte

de atrás.

Se detuvo. Esta chica se va a destrozar actuando así. Joder,

imagínenme a mí siendo el chico bueno.

—Entra, te llevo.

—¿Adónde? —Ella caminó hacia el otro lado del carro.

—Al manicomio.

Sus ojos parecieron diamantes azules y solitarios, rodeados por

un loco blanco, y ella corrió.

Mitch saltó fuera para correr tras ella, pero lo pensó mejor y se

volvió a meter, cerrando la puerta con un estrépito y conduciendo en la

dirección en la que ella había huido. Bien, no era probablemente el mejor

momento para sarcasmos. Dos horas después, todavía estaba

sondeando callejones, calles y estacionamientos. Se rindió al ver el

amanecer.

Capítulo 7 Traducido por BrenMaddox

Corregido por Key

—Será mejor que esto sea importante.

—La cortesía común establece que deberías decir “Hola”

antes de hacer cualquier comentario grosero cuando alguien te

llama.

—Y el protocolo establece que nuestras comunicaciones

deben ser a través de correos electrónicos, ¿así que, qué quieres?

—Tu chica visitó a mi chico anoche.

—¿Tuvieron relaciones sexuales? ¿En qué formas estaban?

—Oh, así que ahora te alegras de que llamara.

—Responde a la pregunta.

—Preguntas. Múltiples. No, ellos no tuvieron sexo. Casi, pero

no del todo. Él era un ser humano, ella no.

—Eso no es lo suficientemente bueno. Su unión debe ser

alentada. Sin embargo, estamos considerando la posibilidad de que

uno o ambos sean menos fértiles en sus estados transformados.

—Entonces, ¿qué quieres que haga al respecto? ¿Hacer que

Chastity vuelva a sus cabales después que se hayan revolcado? Tal

vez podría sostener sus tobillos por ella —Me daría la oportunidad

de golpear la cabeza de la perra en el suelo un par de veces

también.

—No encuentro el humor en esa sugerencia.

Como si él encontrara humor en algún lugar.

—Oh, lo sé. ¿Por qué no te sugiero algo que parece funcionar

para millones de infelices chicas adolescente, hacerlo en el asiento

trasero de un auto?

—Los sujetos deben ser alentados a copular en sus formas

humanas.

—Dios, eso suena tan romántico. Justo puedo verlo ahora:

“Hey, Mitchell. Me gustaría animarte a copular con la pequeña

perra mientras ella está en su modo santurrón, y no a la chica mala

que se arroja sobre ti todo el tiempo.” Gran idea, jefe.

—Si no puedes hacer lo que se requiere, estoy seguro de que

podemos encontrar a alguien que pueda hacerlo.

Malparido.

—La has hecho a ella casta y a él exactamente el tipo de

hombre por el que una buena chica nunca se rendiría. ¿Y se supone

que debo juntarlos? Nadie podría hacer eso.

—Como estoy seguro de que has notado, Turner es un hombre

sumamente atractivo. Obviamente, parte de ella lo busca. Todo lo

que tienes que hacer es conseguir que la otra parte esté de

acuerdo.

Pero él es mío.

—Sí, así de fácil. Veré lo que puedo hacer.

Esa chica estaba volviendo loco a Mitch. Pasó el fin de semana

maldiciendo su vida. Y a todos los que quedaban en ella. Y todos con

quien él jamás había entrado en contacto. Hasta que, en la brillante y

temprana mañana del lunes, alguien irrumpió a través de su sala de

espera como un murciélago fuera del infierno. Maldita sea, tendría que

tomar un descanso.

Lo siguiente que oyó fue a Jolie gritando.

—¡No entres allí!

Muy profesional. Cuando se abrió la puerta de su oficina, él

entendió el sentimiento de Jolie. Empujó la silla de su escritorio y se

levantó.

—¡Lárgate!

La mujer, cualquiera que fuera su nombre el día de hoy, marchó

dentro. Tenía el cabello en una cola de caballo y vestía algún vestido de

Casa de Moda Recatadas, Aburrida y Desliñada Línea de Uso Diario,

pero no tenía que ver su culo para reconocerla. Tristemente, su polla

tampoco. No tengo ningún jodido control aquí. ¿Cuándo ocurrió eso? Él se

sentó en su silla para ocultar su ingle.

—Por favor, tienes que ayudarme —dijo ella.

—¿Debo llamar al detective, Mitchell?

Parpadeó, reenfocándose para ver a Jolie en la puerta.

—No, no a él. —Luego de volvió a la alborotadora—. ¡Vete antes de

que llame a seguridad!

—¿Por qué llamar a seguridad? —Preguntó ella, desconcertada.

—Debido a que no hay manera en el infierno en que jamás vaya a

estar cerca de ti de nuevo después de la noche del viernes.

Su ceño se frunció.

—Estaaa bien. No tengo ni idea de lo que estás hablando, pero no

es por eso que estoy aquí.

—¿Por qué estás aquí? ¿Para castigarme? —Jesús, él acababa de

recuperarse de su última visita. Nunca estaría cómodo caminando a

través de ese garaje de nuevo.

—No, ¿pero supongo que podría darle una oportunidad? —El tono

de su voz se elevó y su rostro lucía como si alguien hubiera tomado un

crayón y coloreado en ella líneas con confusión—. Pero solo después de

que me ayudes.

—¿Por qué yo? —Él puso sus manos juntas en forma de pirámide

y alzó la vista a un Dios que siempre parecía cribar sus llamados.

—Eso es lo que haces, ¿no es así? ¿Ayudar a las personas?

Incluso te pagaré esta vez.

—¿Mitchell? ¿Debo llamar a alguien? —Preguntó Jolie.

—No. Ella va a salir, ¿no es cierto?

—Um... no.

—Está bien, Jolie. Se irá cuando acabe con ella.

Jolie rodó sus ojos mientras se iba, cerrando la puerta detrás

suyo. Mitch miró a la mujer, considerando cómo lograr deshacerse de

ella permanentemente. La rudeza no había funcionado, ni la

humillación, condescendencia o cinismo. Cristo, ¿qué quedaba?

Infiernos, ella es una persona loca. Uno debe ignorar a la gente

loca. Especialmente a las personas tan locas como lo está ella. Él bajó la

vista a su escritorio, habiendo olvidado en lo que estaba trabajando.

Ella era imposible de ignorar.

—¿Haces cualquier tipo de cosas para que la gente intente

organizar su vida? Ya sabes, ¿algo como ese “Puedes ser lo que quieras

ser” o “Eres lo suficientemente fuerte como para hacer cualquier cosa”

tipo de cosas?

Lentamente, Mitch llevó la mirada hacia su rostro.

—¿De verdad crees que diría cualquiera de esas cosas a alguien?

—No. —Ella cambió su peso, de una larga pierna bien formada a

otra—. Pero tú ayudas a las personas a ser más fuertes, ¿no? ¿Decides

lo que tienen que hacer... para que lleguen a actuar normales?

—Deja de tartamudear y llega al punto.

—Quiero que me hipnotices. Haces eso, ¿verdad? Sé que el día de

hoy es por lo general tu día de “Helado para Huérfanos”, pero pensé...

ya que estás aquí…

—¿Por qué?

—¿Por qué estás aquí? —Ella se encogió de hombros—. No lo sé.

Si tuviera que atreverme a suponer, sería que te quedaste sin helado o

las personas te trataron como la mierda.

—¿Por qué quieres que te hipnotice?

Eden respiró profundamente y cuadró los hombros.

—Porque creo que me estoy volviendo loca, y necesito que

averigües si lo estoy. El sábado por la mañana me desperté en mi

casa…

—Qué loca coincidencia… también yo.

—Ya que estás oh-sí-muy divertido, tengo serias dudas de que tu

puerta delantera estuviera... —Su boca se retorció como si tuviera algo

que decir, pero necesitara tiempo para encontrar las palabras. Él ya

había desperdiciado bastante de su tiempo.

—¿Tu puerta delantera estaba qué? ¿Abierta? ¿Cubierta de

anuncios de comida para llevar? ¿Qué?

Ella murmuró algo que podría haber sido, “Destrozada”, pero

Mitch no pudo entenderlo. Esperó a que le dijera algo que tuviera

sentido.

Su pausa fue larga.

—Creo que hay dos yo.

Tal vez la idea del sanatorio no debería haber sido una broma. Se

pasó una mano por el rostro.

—¿De qué estás hablando?

Ella retorció las manos cuando habló, su expresión una mezcla de

confusión, molestia y determinación.

—Creo que, en mi cabeza, estoy yo. Y está ella. Dos de nosotras.

La estudió. Ella era dura, tenía que concederle eso. Enfrentarse a

él no era fácil. ¿Dos de ella? Pensando en los dos lados que le había

mostrado, la teoría de que pudiera estar dividida como él había pasado

por su mente, pero no se quedó. Nah, no había nadie como él. Nadie.

Especialmente no ella. Era demasiado bonita, demasiado buena. No,

esta era solo una niña jodida con problemas paternales. Pero, qué

pasaría si...

—¿Por qué yo? —Preguntó.

—Porque confío en ti. —Ella parpadeó—. Bueno, no. Eso

totalmente no es cierto. Pero tú la has conocido a ella, y no te

sorprenderás. Tú la conoces. Yo no.

—Solo sé que pareces disfrutar de ser una persona y luego otra.

—Él le dio una seña de pulgares arriba y una sonrisa come-mierda—.

Montones de diversión.

—¿Todavía crees que estoy fingiendo? No estoy fingiendo, ¡estoy

loca!

Estuvo de acuerdo en parte, pero los locos no saben que están

locos. Por lo general.

—No estás loca. Solo eres joven y con necesidad de un poco de

seria ayuda.

—¡Es por eso que estoy aquí! ¿Crees que es fácil para mí hacerlo?

Fui a un médico después de que nosotros... nos conocimos, y él me dejó

fuera completamente. Me dijo que no debería ver la televisión antes de

acostarme, que va a pasar. Pero no pasará. Así que estoy pidiéndoselo a

la última persona en el mundo entero que quiero hacerlo. Tú. ¿Me

ayudarás, por favor? —Dolor, manifestándose como lágrimas, gotearon

por sus mejillas.

No, no podía permitírselo a sí mismo. Mitch tragó, temeroso de lo

que ella podría hacerle a él, a su vida.

—Basta. Ve a comprar un diario —se obligó a dejar salir, dando

golpecitos con el bolígrafo sobre el escritorio—. Si realmente crees que

tienes múltiples personalidades, debes ir a ver al psiquiatra.

—No puedo —susurró ella, dejando caer la cabeza hacia delante—

. Creo que ella pudo haber matado a alguien.

Mitch se congeló.

—¿Tú qué?

—Creo que ella pudo haber matado a alguien y, si voy al

psiquiatra, tendrá que contarlo. Ellos solo me encerrarán en un centro

psiquiátrico o en la cárcel. Tengo que saber... de una manera u otra.

Entonces, si sé que lo hice, me entregaré a la policía. Lo prometo.

—Realmente no estoy interesado en tu dilema ético. ¿Por qué

piensas que... ella mató a alguien?

—Estoy teniendo visiones. Imágenes de caminar por ahí. Hacer

cosas. Haciéndolo —envolvió sus brazos alrededor de sí misma—

contigo. Pero no soy yo, es como que si estuviera teniendo experiencia

extracorporales.

Como que te suena familiar, ¿no es así, Mitch? No, maldita sea.

Eso es imposible.

—Cuando estás teniendo estas “experiencias”, ¿estás drogada?

Ella sacudió ya cabeza hacia arriba y negó. Una vez.

—No me drogo.

—Entonces son sueños.

—No son sueños, estoy despierta. Son como… flashbacks.

Mitch tenía flashbacks—la jaula, los barrotes, el techo, a veces de

Jolie, pero ninguno de la noche en que Shelly murió.

—¿Y has tenido flashbacks matando a alguien?

—No. No el asesinato real, pero he visto el cuerpo de una mujer,

su rostro, su sangre. Luego, cuando me desperté el sábado, encontré

otra nota. En la misma letra que la servilleta que te mostré, excepto que

esta vez estaba escrita sobre un artículo de periódico. No recibo el

periódico, Mitch. No lo hago. —Ella se estremeció—. Decía, “Mitch

puede ayudar”, encima de la imagen de la mujer de mis visiones.

—¿Qué mujer? —Su ritmo cardíaco se aceleró...

—Su nombre era Shelly DuPont. Fue asesinada hace unos seis

meses en casa de su hermano, en algún lugar en Lighthouse Point.

… y luego descendió. Santo, infierno. Después de que su padre

había muerto, Shelly había usado el nombre de soltera de su madre,

pero Mitch mantuvo el de su padre, para recordarle de dónde había

venido su mal.

—Tú crees que has visto su asesinato.

—No lo sé. Pensé que tú podrías ayudarme a ver más. Por favor —

suplicó.

Si él pudiera entrar en su mente, ¿vería a uno como el suyo?

Nunca había pensado en la hipnosis como una herramienta para sí

mismo. Nunca había tenido a nadie en quien confiara lo suficiente que

pudiera hacerlo. Nunca pensó en enseñarle a Shelly o Jolie cómo.

—Bien —dijo, con la boca seca de repente.

Su pecho subía y bajaba con una respiración profunda.

—¿En serio? ¿Me ayudarás?

—Y luego te irás.

Ella asintió con la cabeza.

—Luego me iré. Solo pregúntale acerca de lo que estoy viendo.

Ella te dirá. Parece que le gustas. Bueno, o tú o tu puerta.

—Sí, ella me dijo algo similar acerca de ti la última vez que la vi.

—Cristo, ¿realmente acaba de decir “ella”?

—¿La viste de nuevo? ¿Ella vino a ti? ¿Tú has…?

—¿Follarla? No, no juego con mujeres que tienen más problemas

que yo. No dos veces, de todos modos. ¿Por qué crees que le gusto?

—¿En serio? —Eden cruzó la habitación y se sentó—. Si estás

buscando un elogio en este momento, eso no va a suceder.

Sí, esa era una pregunta estúpida.

—Ponte cómoda.

Se echó hacia atrás, la cabeza apoyada en la parte superior del

sofá, con las piernas cruzadas.

Él movió una silla cerca de ella y se sentó.

—¿Estás segura de esto?

Sus ojos eran grandes y asustados.

—Sí. Puedo confiar en ti, ¿verdad?

Se tomó su tiempo antes de responder. ¿Podría ella? No. Él

apenas podía confiar en sí mismo. Al menos no cuando ella estaba

cerca. Lo haría, averiguar si sabía algo acerca de la muerte de Shelly, y

luego la patearía al infierno fuera de su vida antes de que fuera

demasiado tarde. Si no era ya demasiado tarde.

—Solo para esto —dijo—. No en algo más, ¿entiendes? Tú no

debes confiar en un hombre como yo.

—Está bien. —Tomando una rápida respiración y exhalando

lentamente, ella cruzó las manos y las puso en su regazo—. ¿Qué debo

hacer?

Miró a su alrededor por algo brillante, en que ella se pudiera

enfocar. Recogió el estúpido premio mierda que había conseguido por

ser un tipo excelente y miró a la parte inferior. Sí, iba a funcionar.

Él sacó la cabeza fuera de su oficina.

—Jolie, no me molestes por un rato.

Ella levantó la vista hacia él y rodó los ojos, todavía sosteniendo el

teléfono a la oreja, y murmuró:

—¿Cuánto tiempo?

Mitch se encogió de hombros.

—¿Cuándo es mi próxima cita?

Miró su reloj.

—Le daré el mensaje —dijo al teléfono y colgó—. Tienes treinta

minutos hasta que el Sr. Somners venga.

—Con eso basta. —Cerró la puerta ante su expresión irritada.

Volviendo a su clienta pro-bono4, dijo:

—No debería ser quien hiciera esto. Una gran cantidad de

personas son mejores que yo en esto.

—¿Eres mejor con ello los miércoles? —Preguntó Eden, con una

sonrisa nerviosa.

4 Pro-bono significa “por el bien público”, en el cual se asegura de que una persona

que no puede pagar por un servicio tenga acceso a la justicia.

—¿Qué?

—Los miércoles son tus días “Ven a Ser Hipnotizado”, ¿verdad?

Ja, ella en realidad escuchaba la mierda que salía de la boca de

él. Eso era nuevo.

—Miento. Mucho.

Ella asintió con la cabeza.

—Eso no es terriblemente sorprendente. Pero si puedes hacerlo,

quiero que lo hagas.

—Solo lo he hecho un par de veces, sobretodo como un truco de

magia, así que puedo no ser capaz de ponerte en trance.

—Bueno, gracias por intentarlo.

—No me lo agradezcas todavía. —Suspiró, y luego fue a través de

los pasos, explicando cuidadosamente lo que él iba a hacer, lo que ella

debía esperar que ocurriera, y algunas de las preguntas que le haría.

Capítulo 8 Traducido por Sandra289

Corregido por Key

No enseñaban hipnosis en la universidad, por lo menos no en la

que él fue. Descubrió cómo con los manuales de instrucciones,

obsesionado con cómo funciona el cerebro—tanto con el pensamiento

consciente como subconsciente. Había practicado con compañeros de

clase. Para la mucha frustración de los pocos amigos varones que había

tenido en ese entonces, dibujó una línea cercana a usar esa estafa para

meterse en los pantalones de las chicas. Prefería a sus mujeres

conscientes, por no mencionar receptivas. Pero todo eso fue hace años.

Seguro como el infierno, espero recordar cómo hacer esto.

Mantuvo su voz lenta y melódica mientras la guiaba paso a paso

en una relajación profunda. Era comprensible que tomara un tiempo

antes de que sus músculos empezaran a relajarse y sus ojos a cerrarse.

Incluso él no se atrevería a ponerse demasiado a gusto con un tipo

como Mitch. Pero, una vez que se dejó ir, pareció muy susceptible. Era

casi demasiado fácil.

Bueno, se ve bien hasta ahora. Ahora qué pregunto.

—¿Quién eres?

—Eden. Colfax. —Su voz era aburrida, sin emociones, vacía.

Mitch no estaba seguro de con qué conclusión estaría feliz— con

que ella estuviera fingiendo todo el asunto, bajo el efecto de drogas, que

sufriera un trastorno de personalidad múltiple, o que estuviera dividida

como él. No, definitivamente no lo último, eso era malditamente seguro.

Nunca desearía eso a nadie. Pero ella tenía razón, algo los atraía. Él no

creía en las coincidencias, solo en el realmente jodido y horrible karma.

Recibes los que das.

Decidió empezar con algunas preguntas sencillas para comprobar

que realmente estaba bajo sus efectos antes de llegar a las cosas

difíciles.

—¿De qué color es tu ropa interior?

Ella no respondió de inmediato, pero no hubo ningún rubor

delator en sus mejillas que él asumió aparecería si estaba despierta.

—Rosada.

Sí, eso sonó bastante adecuado para ella. Rosado. Interesante.

Curiosamente, también excitante. Enfócate, Mitch.

—Cuéntame sobre tus padres.

—No tengo padres.

—¿Están muertos?

—Mi madre sí. No sé acerca de mi padre.

—¿Consumes drogas? —Observó su rostro por cualquier reacción,

pero estaba tranquila, hermosa incluso.

—Nunca.

—¿Quién es Chastity?

—No lo sé.

—¿De verdad crees que has estado caminando dormida?

—Sí.

Él se frotó las manos.

—Bueno. ¿Cuántas veces te has despertado en un lugar diferente

de donde te fuiste a dormir?

Hizo una pausa, y se preguntó si ella estaba contando.

Mierda, estaba haciendo esto mal.

—¿Ha pasado mucho?

—Sí.

—Aparte de estar en un lugar diferente, ¿cómo lo sabes?

—Veo destellos de hacer cosas, como si fueran recuerdos que

nunca existieron.

Mitch tomó una respiración profunda. Ahora viene la materia

dura.

—Describe cómo lucía la mujer que viste. Dónde estaba ella.

Dónde estabas tú. ¿Puedes verlo?

—Sí.

—Bien. Dime lo que viste.

—Ella está en un umbral, apoyada contra un lado, durmiendo.

¿Durmiendo? Se secó la frente.

—¿Qué aspecto tiene?

—Cabello largo. Negro o cerca de ello. Piel pálida. Camiseta roja.

Mitch no sabía si Shelly llevaba rojo ese día. Todo en el recuerdo

grabado a fuego en su cerebro dictó que era rojo. Rojo sangre. Pero no

sabía cuánto de eso era real.

—¿Hay alguien más ahí?

—Sí. Otra mujer. Bonita. Vestida con una blusa verde y

pantalones marrones. Tacones altos. —Esa podría haber sido Jolie.

—¿Alguien más?

—Un hombre. Pero ella no puede ver su cara.

¿Ella?

Antes de que pudiera preguntarle quién “ella”, Eden habló, volvió

a hablar.

—El rostro de él está oculto por los arbustos frente a ella. Su

cuerpo está escondido hacia la mujer dormida.

Yo, ese era yo. O él, tal vez. No, necesitaba que fuera más atrás.

—Vuelve atrás un poco. A antes de que la mujer estuviera…

durmiendo. ¿Qué es lo que tú… lo que ella ve?

—Las imágenes están todas mezcladas. No sé qué es lo primero.

Ella vio la acera, tiendas, la casa, el césped. Creo que se fue por el

lateral, pero no sé por qué.

Ella se estremeció. Después dio un sacudón completo a su

cuerpo.

Él se inclinó hacia delante y le tomó la mano, ignorando la

corriente que sintió cuando tocó su piel.

—Eden, estás bien. Ahora estás a salvo. Nada malo va a suceder.

—Le apretó la mano, acariciando el dorso. Su estómago hundiéndose

cuando pensó: Por favor, no dejes que nada malo le pase. Dejó caer su

mano y saltó lejos de ella otra vez, con el corazón latiendo a un ritmo

extraño para sí mismo. Enfócate.

—Dime lo que ves —dijo, acomodándose más atrás en la silla.

—Nada. Todo lo que ella ve es a la mujer dormida. No pueden

despertarla —dijo, sacudiendo la cabeza.

Él tenía náuseas.

—¿Tocaste a la mujer? ¿Para hacer que se vaya a dormir?

—No puedo verlo, no sé si ella se movió. Son escenas veloces.

Pero, creo que no.

No importa qué preguntas hizo, de qué manera las enunció, ella

no quería —o no podía— contestar de modo diferente.

Levantó las manos fuera de los brazos de la silla. Estaban

sudorosos y tiesas de agarrarse con tanta fuerza. Ella había elegido a la

persona equivocada para venir en busca de ayuda. La única persona

que hubiera dado cualquier cosa por una respuesta “sí”. Así él sería

capaz de pasar su culpabilidad a otra persona.

Después de unas cuantas preguntas más que lo llevaron a

ninguna parte, dijo:

—Háblame de los otros flashbacks. Cómo aparecen y que ves.

Durante diez minutos más, ella habló de imágenes rotas, gente al

azar, varios lugares, pero nada tangible o incluso realmente

comprensible.

Por lo que él sabía, y Eden parecía saber que no era una asesina.

Si sabía más de lo que estaba diciendo, él no sabía cómo sacarlo de ella.

Eden había visto algo, a Jolie, a Shelly. Quizás a Hyde, quizás a él. Pero,

¿significaba eso que ella había hecho algo?

Necesitaba pensar. Para saber. De una forma u otra. Su

esperanza de que ella hubiera estado involucrada no era suficiente.

Definitivamente había algo para volverse locos pasando aquí, su uso de

los pronombres era demasiado liado para ser normal.

Múltiples personalidades. Eso tenía que ser. ¿Podría otra

personalidad ser responsable de la muerte de Shelly? ¿Podría mantener

a Eden lo suficientemente cerca como para averiguarlo? Tenía que

mantener la boca cerrada hasta que pudiera averiguarlo, mantenerla

adivinando. Pero eso también significaría que ella estaría lo

suficientemente cerca como para causar más problemas con Hyde.

Mierda.

Listo para traerla de vuelta a la conciencia, se detuvo para

mirarla. Estaba tan relajada y tranquila, como si estuviera tomando

una siesta. Como si fueran personas normales. Sentada en su sofá

como si ella fuese suya.

Guau, ¿de dónde vino eso? Él no era de ese tipo. Ni siquiera era el

tipo de persona que se satisfacía con un vistazo rápido en el botiquín de

un extraño. No, él era el tipo de persona que abre la cerradura, vacía

todas las botellas sobre el mostrador, guarda las buenas —con cero

intención de realmente tomarlas— y luego pone todo el resto de vuelta a

las botellas equivocadas. Ese era él. Quién estaba seguro de ser. Quien

se forzaba a ser.

Pero ella confiaba en él. Bueno, está bien. Él no intentaría

imponer la jodida sugestión post-hipnótica solo para meterse con ella.

Eso sería inmaduro. En cambio, solo haría una pregunta inapropiada.

Una.

—Vuelve a la noche en mí casa. ¿Te acuerdas de nosotros estando

juntos?

—Sí.

Lo sabía. Ella no había dormido a través de eso. Bueno, ¿él dijo

una pregunta? Había querido decir dos.

—¿Qué ves? ¿Sientes?

—Miedo.

Tragó saliva. No podía dejarlo ahí. Tres preguntas, sólo tres.

—¿Por qué tienes miedo?

—No sé cómo ella llegó allí. Por qué me desperté en tu cama. Qué

hiciste.

Cuatro.

—Así que, ¿no te asusto?

—No. Eres malo, pero no me asustas.

Comprensible.

—Vuelve a un poco antes. ¿Qué más ves? ¿O sientes? —Él perdió

la cuenta de en qué número estaba.

—Cómo te ves. Pacífico. Cómo me siento. Disgustada.

—¿Por qué te sientes disgustada?

—Porque desearía haber estado ahí siendo mi decisión, pero no

fue así. —Su aliento hipó—. Carter va a estar tan molesto.

—¿Quién es…? —No, Mitch había agotado todas sus preguntas. Y

realmente no debería estar haciéndole esto a ella. Tenía una conciencia.

Solo trataba muy duro de ignorarla la mayor parte del tiempo. Ganó

esta ronda.

Si tan solo dejara de murmurar sobre un tipo llamado Carter.

Sacándola de la hipnosis, se aseguró que se sintiera relajada,

tranquila… y se olvidara de algunas de las últimas preguntas que le

había hecho. No funcionaría, pero…

Aquí está la esperanza.

Maldita sea, ¿por qué siquiera le importaba?

Eden abrió los ojos, el peso de su relajación aun moldeando

suavemente su cuerpo hacia el sofá. Mitch estaba mirándola, sus ojos

suaves. Una ola de conexión pasó entre ellos. Al igual que un baño

caliente después de una tormenta de invierno. Eden se impregnó de

ella, ganando la fuerza que él ofreció.

¿Qué haría él si supiera cómo la estaba mirando? Muy tranquilo,

receptivo, abierto. ¿Sabría que él que le estaba mostrando su alma?

¿Que ella podía verlo en su expresión, en la calidez de sus ojos, la ligera

la inclinación de la cabeza, la pequeña curva de su boca?

No, no lo hacía, no podría. Mitch era peligroso. No peligroso con

ella, peligroso para ella. No debía acercarse demasiado. Él se lo había

advertido una y otra vez. Ella no debería estar sintiéndose como…

—¿Así que? —Susurró Eden, parpadeando, preguntándose cuán

profundo en ella había visto.

Pareció sorprendido cuando ella rompió el contacto visual,

después confundido, como si él fuera el que había sido hipnotizado.

—Nada. No funcionó. Fue solo tú. —Se puso de pie rápidamente y

se alejó de ella—. Y no admitiste el asesinato. Ya te puedes ir.

—No recuerdo mucho, solo unas pocas imágenes. ¿Eso es

normal? —Preguntó, ignorando su oh-tan-educado despido.

—Es lo más normal de cualquier cosa sobre esta situación —se

quejó él—. Depende de la persona y la conexión emocional que tengan

con lo que discutimos.

¿Conexión emocional? Genial. De todas las personas, le había

dicho a él las cosas a la que estaba emocionalmente conectada. Es

simplemente genial. Sintió sus mejillas calientes.

—Entonces, ¿qué “discutimos”?

—Tu honor está intacto. No hice ninguna pregunta embarazosa

acerca de cómo perdiste tu virginidad. Me atasqué en el tema.

Gracias, Dios.

—Te quedas dormida, y luego te despiertas. Los flashbacks son

vistazos simplemente al azar, pero nada acerca de realmente asesinar a

nadie. Tal vez tengas razón. Tal vez eres sonámbula.

Entonces ¿por qué terminaba en su casa tan a menudo? ¿Por qué

estaba encontrando notas diciendo que él podía ayudar si no podía?

Estaba sola de nuevo.

—Gracias por intentarlo. —Ella desenrolló sus piernas y se

levantó—. Solo…

—¿Qué? —La impaciencia estaba de vuelta en su voz y su

expresión.

Sintiendo el calor de sus mejillas intensificándose, dijo:

—Si ella viene a verte de nuevo, por favor, no duermas con ella.

Él saludó.

—Petición concedida.

Eden tenía la mano en el pomo de la puerta cuando él gritó:

—Oh. ¡Puedes ser lo que quieras ser! ¡Y eres lo suficientemente

fuerte como para hacer cualquier cosa! —Y luego se echó a reír.

—Eres un idiota.

—Por supuesto.

—Justo cuando pensaba que eras humano —dijo, suspirando.

—¿Quién es Carter? —Preguntó.

Eden detuvo que la puerta se abriera y le devolvió la mirada.

—¿Carter? ¿Cómo sabes de Carter?

—Lo mencionaste mientras estabas en trance.

—Carter es mi… —¿Mi qué, Eden? ¿Mi mejor amigo que desea que

sienta por él más de lo que nunca podría? ¿Mi compañero de habitación

que necesita seguir adelante y encontrar a alguien que lo ame porque yo

nunca lo haré, al menos no en la forma en que merece? Ella tragó

saliva—. Carter es mi novio. ¿Qué dije de él?

—Te mantenías repitiendo. “Él es bueno”.

—Oh. Bueno, lo es… es bueno.

—Entonces asegúrate de que te contenga por la noche.

Eden lo miró por última vez antes de irse. La pared en la que él se

había escondido era aún más gruesa que la suya. Pero había visto a

través de ellas, atisbando al hombre que estaba atrapado al otro lado.

¿Había dejado a Mitch entrar en ella de la misma manera? No. Si Carter

no podía pasar, nadie podría.

Capítulo 9 Traducido SOS por Nessied

Corregido por Key

Mitch se sentó en su escritorio después de que ella se hubo ido,

preguntándose por qué su corazón se había apretado cuando Eden

había dicho la palabra “novio”. Maldita sea, Será mejor que no me vuelva

gentil. Había sido gentil una vez. Para él, había terminado mal.

Para su padre, simplemente había terminado.

Mitch todavía sentía la sangre en sus manos. Siempre lo haría. A

pesar de que el mundo estaba sin su padre en el mismo, ya que no era

capaz de aterrorizar a su familia o cualquier otra persona que entrase

en contacto con él. Y la lección que Mitch tuvo fue el doble. En primer

lugar, había aprendido que su querido padre le había transmitido su

gen contaminado por el mal, y en segundo lugar, que la única manera

de controlar ese mal era dejarlo salir con antelación y frecuencia. Antes

de que tuviera tiempo de erigirse. Arremetía contra las personas

verbalmente, por lo que Hyde no haría daño a nadie físicamente.

Mitch había pasado los últimos quince años de su vida haciendo

un esfuerzo consciente para mantener a la gente alejada de él. Mientras

más humano se permitía ser, más difícil era mantener a Hyde tranquilo.

Todo se trataba de control.

Cada momento de vigilia. Cada mirada, decepción, y comentarios

sarcásticos que ponía en el mundo mantenían a Hyde bajo control.

Ventilar al aire lentamente, día a día, así Hyde solo sería capaz de salir

una vez al mes. Nunca ser amable. Nunca ser empático. Era la única

manera de que la gente estuviera a salvo. Bueno, eso y la jaula.

Pensó en Shelly. Cómo ella entendía lo que él era, por qué él

actuó como lo hizo. A pesar de todo, ella lo había amado. Y se lo había

pagado derramando su sangre sobre la de su padre. Se cubrió el rostro

con las manos, sofocando a sí mismo en la memoria de ella y su

culpabilidad.

Jolie asomó la cabeza en su oficina.

—¿Mitchell?

Se sacudió recto.

—¿Qué?

—Caray, tómalo con calma. Solo quería preguntar qué fue todo

eso.

Habría pensado que ella sabría que no debía preguntar. Pero no,

su impertinente naricita paría tener una abundante iniciativa

últimamente.

—Es una niña. Necesita ayuda. Lo intenté. No tuvo éxito. Fin.

—Ten cuidado con ser el chico bueno en la película, Mitchell. Los

dos sabemos que eso sería una mala idea.

—En realidad, lo hacemos. Pero, viendo que entes la única

persona aquí en la que puedo lanzarme, ¿estás segura de que ahora es

un buen momento para recordármelo?

Ella rodó los ojos.

—Está bien. Puedes “lanzarte en mí” más tarde. Pero solo si me

llevas a una cena costosa primero.

—Bonito —dijo, sonriendo—. A pesar de que, en caso de que no lo

recuerdes, lo intentamos. No funcionó. —Había sido hace mucho,

mucho tiempo, y ambos lo había superado, él unos sesenta segundos

después de que le dijera, dijera… ¿quién sabía? Pero ella siguió

adelante.

Respiró hondo y se reclinó en su silla.

—¿Qué sigue? ¿Otra psicótica con que lidiar?

Ella frunció los labios.

—En realidad… Leanne sigue llamando. Supongo que el detective

le habló. Ahora ella quiere hablar contigo.

—Fantástico. Gracias por hablarle de ella, por cierto. —El

sarcasmo salió de su lengua tan fácilmente—. Eso fue dulce.

—PTI, estoy salvando tu trasero aquí, así que un poco de

agradecimiento no estaría fuera de lugar.

—¿Qué significa PTI? —Sonrió él. Maldita sea, eso fue divertido.

Sus ojos brillaron con frustración antes de reducirse a una

mirada.

—El teléfono suena —dijo Mitch.

Ella miró detrás de sí, obviamente, tan centrada en estar molesta

que lo había pasado por alto.

—No hemos terminado con esto.

—No pensé que lo hubiésemos. —O alguna vez lo hagamos. Su

mentira, su continua mentira, los unía de una manera que era muy

incómoda—. Hey Jolie —gritó mientras se iba a su escritorio—. Llama

de nuevo a alguien sobre el sistema de intercomunicación.

El sonido del teléfono atravesó su oficina. Odió no tener un aviso

de quién estaba llamando, pero supuso que era mejor a que ella pegara

las narices en su oficina cada vez que alguien lo llamaba o venía.

Se echó para atrás y apretó el botón intermitente. Cosas buenas…

botones intermitentes. Muy claro.

—Mitchell Turner.

—Mitchell, soy yo.

Sí, él reconocía la voz. Una mujer. No lo suficientemente claro.

—Ajá —dijo, recordando el comentario de Jolie y la actitud con

que había dejado en su oficina—. ¿Leanne qué deseas?

—¿Por qué pusiste a un policía sobre mí, Mitchell? Yo no te hice

nada.

—Últimamente, Leanne. No me has hecho nada últimamente.

Ella hizo una pausa.

Se preguntó cuánto tiempo le tomaría a su cerebro para que

funcione de nuevo.

—Fue bueno hablar contigo otra vez, Leanne. Cuídate. —Bajó el

teléfono para colgarlo, lo cual fue bueno porque ella comenzó a gritar

tan fuerte en el receptor habría hecho estallar su tímpano si todavía lo

tuviese cerca de su cabeza. Hizo caso omiso a las tonterías que estaba

soltando y le habló en voz alta y con firmeza, sin importarle si lo

entendía.

—Leanne. No le dije a la policía acerca de ti. Pero el informe

policial, que no presenté, es de conocimiento público. Por no hablar de

que solo tuvieron que caminar por el pasillo para encontrarlo en la

estación. Si crees —como yo lo hago, pero no quiero hacerlo— que no has

hecho nada malo, no te hará daño que ellos te hagan algunas

preguntas. Entonces los dos podremos seguir adelante con nuestras

vidas. Por separado. PTI. —Medio esperó que Jolie escuchase esa

parte—. Esto no es una invitación de regreso a mi vida. Tú estás en la

tuya. No vuelvas a llamar. —Entonces colocó de golpe el auricular en la

base y gritó hacia la sala de espera—. Gracias, Jolie.

¿Era posible que Leanne o la chica hubiesen participado en el

asesinato? Jesús, eso sería bueno. Shelly y su bebé ya estaban

muertos, el daño estaba hecho. ¿Pero y si no hubiese sido por su culpa?

Sí, eso sería jodidamente bueno. El sería capaz de llorar sin culpa. Él no

había tenido ningún recuerdo, ninguna imagen de Hyde matándola.

Demonios, tal vez ese detective pueda ser lo suficientemente inteligente

como para averiguar lo que Mitch no pudo. Sí, de cualquier manera eso

sería jodidamente bueno.

Capítulo 10 Traducido por BrenMaddox

Corregido por Key

Eden se perdió a través de antiguos libros de textos sobre biología

y psicología, rastreados en Internet, y pensó más acerca de su madre de

lo que había hecho en años. La investigación no le dio ninguna

justificación sobre qué le estaba sucediendo. Su madre había muerto

cuando Eden tenía ocho años y antes de eso no había pasado mucho

tiempo sobria. Nunca había sabido si el comportamiento errático de su

madre se debió a una enfermedad mental o a las drogas.

Su madre había estado involucrada en algún tipo de juicio, algún

tipo de centro de tratamiento, pero Eden siempre había supuesto que

era por las drogas. ¿Y si no lo fuera? Tal vez su madre le había

transmitido una forma de enfermedad mental. Pero nada tenía sentido.

Nada se sentía verdadero.

Cuando su cabeza estuvo cerca de colapsar, ella dejó de pensar al

respecto. Carter estaría en casa en unas horas. No es que él supiera

algo más que ella, pero por lo menos podía contar con él para

mantenerla a salvo en la noche.

Comprobó los tiempos de aterrizaje en la página web de la

aerolínea obsesivamente. Luego, después de que la información sobre

vuelos pasó de “en tránsito” a “aterrizado”, empezó a andar de un lado a

otro, maldiciendo en silencio al conductor de la furgoneta de transporte

que traía a Carter a casa tan lentamente y arrastraba su anticipación.

Su corazón se levantó al oír el clic de la cerradura de la puerta.

Gracias a Dios, él está de vuelta.

Carter entró con una pregunta en el rostro, girando la perilla de la

puerta en ambos lados. Estudió la puerta que el superintendente del

edificio de apartamentos había fijado con cinta adhesiva.

—Me alegro de estar en casa, ¿pero qué le pasó a la puerta? —

Preguntó.

Ella no respondió, estaba demasiado ocupada mirándolo. Parecía

mayor, curtido, más maduro. Ya que solo se había ido unas tres

semanas, su percepción podría haber estado jugando con su mente.

Pero parecía más varonil, como alguien que pudiera mantener a sus

demonios a raya. Su pelo rubio era aún más corto de lo que a ella le

gustaba, un requisito de su trabajo ideal, el único que él nunca podría

tener. Se había cortado el cabello antes de que supiera que nunca se le

permitiría entrar al Programa de Entrenamiento de Oficiales de Policía.

Hasta que él pudiera demostrar que su epilepsia estaba bajo control, no

era apto. Y se estaba quedando sin medicamentos que pudiera

permitirse para tratar.

Así que, había cambiado de rumbo e ido a la escuela con el

objetivo de algo insatisfactorio, pero similar. Por desgracia, el

Departamento de Tecnología Criminalística tenía casi los mismos

requisitos físicos que la academia de policía, incluyendo el mal corte de

cabello. Pero con el corte de cabello a un lado, él todavía era hermoso. Y

los años de preparación física para su eventual decepción habían hecho

a sus hombros anchos, su pecho duro, y sus caderas delgadas.

Probablemente no le importaba la atención femenina que su físico

obtenía.

Seis años era mucho tiempo para ser célibe. Funcionó para ella,

pero ella supuso que él encontraba consuelo en los brazos de otras

mujeres. O en las piernas. U otras partes.

Sacudiendo el pensamiento, ella saltó dentro de su abrazo,

lanzando sus brazos a su alrededor. Él dejó caer su bolsa y la agarró

antes de que ambos cayeran.

—¡Vaya, Eden! Es bueno verte a ti también. —Se rió en su cabello

y la abrazó más fuerte de lo que se merecía.

—¡Te extrañé! —Presionada contra él, sintió una punzada de calor

en su núcleo. Eso era nuevo, incómodo. ¿Podría eso haber cambiado

también? ¿Ella... lo deseaba?

Carter la llevó hasta el sofá y la sentó, luego se sentó a su lado.

—Yo también te extrañé, nena.

Con la separación de sus cuerpos, la sensación desapareció. Tal

vez se había equivocado, tal vez estaba simplemente feliz de verlo de

una manera totalmente platónica. Sí, era eso probablemente.

—Mentiroso. Estabas demasiado ocupado como para echarme de

menos.

—Nunca. —Él apartó un mechón de cabello de su mejilla, pasó

los dedos a lo largo de su mandíbula. De alguna manera, un

movimiento demasiado íntimo para la relación que compartían.

No quería alejarlo, pero no pudo evitar moverse un poco hacia

atrás y cruzar sus piernas delante de ella, creando el espacio necesario

entre ellos.

—¿Cómo tuviste tiempo para brocearte? Había pensado que te

mantendrían en un laboratorio, inclinado sobre un microscopio todo el

tiempo.

—¿Qué puedo decir, después de tres semanas en Florida Keys? Te

bronceas solo por caminar de microscopio a microscopio —Se echó a

reír.

—Bueno, te ves muy bien —dijo, sus ojos vagando sobre él.

Él se sonrojó.

—Entonces, ¿cómo fue? —Preguntó Eden—. Cuéntame todo, pero

deja fuera las partes aburridas.

Se encogió de hombros.

—Eso realmente no deja mucho que contar. Entrenamiento.

Libros. Conferencias. Muchos gritos y humillaciones por razones que

aún no entendemos. Muy al estilo militar. ¿Qué hay de ti?

Sus entrañas se congelaron mientras ella luchaba por no dejar

que se mostraran en el exterior.

—Bueno…

—No has estado durmiendo, ¿verdad? —Sosteniendo su rostro

con las dos manos, corrió un pulgar debajo de su ojo, estudiándola—.

¿Qué está pasando? —Él siempre veía a través de ella.

Maldita sea.

—Bueno. —Se mordió el labio, tomó las manos de su rostro y las

sostuvo—. Como que empecé a caminar dormida de nuevo. Creo que he

estado… No, sé que he estado yendo fuera.

Él hizo una mueca.

—Vaya.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás y adelante como si no fuera gran

cosa.

—Sí. Me desperté en algún lugar un poco mal. —¿Un poco mal,

Eden? ¿En serio? ¿Es la mejor manera de describirlo?

—¿Dónde?

Respiró hondo.

—No te enojes porque no fue deliberado. Estaba sonámbula… o

algo por el estilo. —Oh, sí, ese fue un gran arreglo.

Sus ojos crecieron y su boca se abrió como si estuviera pensando

usarla eventualmente, pero hubiese olvidado cómo.

No pienses, solo suéltalo. Sácalo rápido, como arrancar una curita.

—Me desperté con un hombre. No sé cómo. O por qué. Pero de

alguna manera lo conocí a él —su corazón ahora estaba emulando el

mismo ritmo que cuando había estado realmente en el dormitorio de

Mitch—. Bueno, tal vez “conocer” es la palabra equivocada, porque en

realidad no lo conocí a él, ¿ahora, lo hice? Ya que estaba dormida. —

Una pequeña sonrisa, un pésimo intento de hacer de esto una pequeña

divertida anécdota—. En un club. Al que no me acuerdo de ir. Y es que

parece que nos fuimos a su casa y... —Oh Dios, por favor no me hagas

decir el resto.

Mientras había estado hablando, o balbuceando, el cuerpo de él

se había tensado y apartado de ella.

—¿Esto es algún tipo de broma?

¿Debería haber empezado con una broma? ¿Darle una risita antes

de dejar caer la bomba? Maldición. Escondió su rostro detrás de las

manos y notó el sudor en sus palmas.

—Lamentablemente, no.

—¿Te revolcaste dormida con algún tipo?

Las náuseas la golpearon como una tonelada de ladrillos.

—Creo que sí, sí —susurró.

—¿Esa es la verdad? ¿Estabas dormida todo el tiempo?

Ella se asomó por entre los dedos. Su expresión era la de alguien

que estaba tratando desesperadamente de creer lo increíble. Lo cual

podía entender, pues Eden se sentía de la misma manera.

—Vamos a ir con “no consciente”. Pero sí, te lo juro. Esa es la

verdad.

—¿Y él era un extraño?

Asintió con la cabeza desde detrás de sus manos.

—Una vez.

—Una noche. Pero parecía como si nosotros… um… —¿Realmente

necesita un recuento de la cantidad de preservativos que en realidad

habían usado? Sí, porque no decir toda la verdad era lo mismo que

mentir—. Hubo pruebas de multi…

Carter levantó las manos para detenerla.

—Una noche, ¿verdad?

Ella tragó saliva, agradecida de que él no quisiera saber todos los

sangrientos detalles.

—Sí.

Carter suspiró y miró hacia otro lado, frotándose las manos, luego

corriéndolas a través de su cabello y descansándolas detrás de su

cabeza.

—¿Estás bien?

Sus hombros cayeron con sus manos.

—¿Me crees?

Él asintió con la cabeza. Su boca estaba todavía apretada como si

estuviera teniendo problemas con ello, pero en realidad, ¿podría pedirle

que esté totalmente normal después de una confesión como esa?

—A menos que seas una Eden totalmente diferente, te creo. Tú no

mientes.

Ella se le quedó mirando con la boca ligeramente abierta. Su

reacción fue tan rápida, tan perfecta, que casi no podía creer que fuera

cierta.

—Tienes razón: Yo no miento, y tú, Carter, eres magnífico.

Él sonrió.

—Sea como fuere, nunca te voy a dejar fuera de mi vista otra vez.

¿Lo entiendes?

—No esperaría nada menos. —Lo derribó de nuevo y se aferró al

mejor hombre que había conocido, y quien ella nunca había merecido.

Era como temerle a una cita con el dentista durante semanas, y luego

por la mañana, la recepcionista te llama para decirte que el doctor tiene

que reprogramar.

Aunque, después de colgar, te das cuenta de que ahora tienes

algunas otras semanas de ansiedad.

Le dirá acerca de despertar en la puerta de Mitch más tarde.

Capítulo 11 Traducido por Sandra289

Corregido por Key

Jolie maldijo al ver el identificador de llamadas. No se suponía

que él la llamara, se suponía que ella debía llamarlo. Ahora sabía cómo

su jefe se sentía.

—Bienvenido a casa, Carter. —Ella ahogó una carcajada.

—Eden ha estado caminando dormida. ¿Se supone que eso

suceda?

Jolie mantuvo su voz baja. La puerta de la oficina de Mitch estaba

cerrada, pero no podía correr ningún riesgo.

—No. ¿Bebió la leche que dejaste para ella?

—Ella la tiró porque pensó que se había puesto mala.

Probablemente un fallo del suero. Suspiró.

—No deberías haberla dejado.

—Ir a la academia de entrenamiento de la policía era parte de

nuestro acuerdo. Tú lo configuraste, por amor de dios. —El estímulo.

Todo lo que tenía que hacer era seguir dosificando a la chica y él

conseguía un pase libre a la academia de policía. La Clínica le

proporcionó un nuevo historial de salud y le dio los medicamentos que

necesitaba. Sin registros. Sin ningún problema. Pero irse para hacer

algunos estúpidos cursos policiales de buceo no debería haber ocurrido.

—Yo hice mi parte —se quejó.

—No, si ella no bebió la leche, no lo hiciste.

—¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo he estado dándole su

medicamento? Me fui por un par de semanas, con tu autorización, y

todo se va al infierno. Me dijiste que iba a estar bien.

—Ella está bien, ¿no es así? ¿Viva y bien?

—Viva, sí. ¿Y bien? En realidad no. Está volviéndose loca porque

no recuerda nada. Pero se despertó en la cama de un tipo. Eden no

haría eso. Ella no. —Su voz estaba teñida de pánico. Era como tratar

con un niño que perdió su taza con sorbete—. ¿Por qué hizo eso? ¿Qué

está pasando, Jolie?

—Necesitas calmarte. Ellos no lo saben, pero están

investigándolo. Lo resolverán, no te preocupes. Pero no le des nada

hasta que decidan qué pasa después.

—Estoy preocupado por ella. Tal vez debería decirle lo que está

mal consigo misma.

No tienes idea de lo que le pasa, chico.

—No, no hagas eso. Ella no lo va a entender. Incluso si lo hiciera,

cómo crees que se sentiría acerca de ti mintiéndole por tanto tiempo

sobre… —Se detuvo a sí misma antes de que utilizara la palabra

correcta con él—…la medicina o sobre tu trayectoria profesional. ¿Crees

que solo lo olvidaría y te armaría una fiesta por conseguir entrar en la

academia de policías?

Él no respondió.

—Escucha. Estas ayudándola, ¿de acuerdo? Todos estamos

tratando de averiguar lo que está pasando. Pero si le dices acerca de la

medicina, ella podría no soportarlo más y entonces, quién sabe lo que

hará. Esto es por su propio bien. —Las mentiras salieron tan

fácilmente—. Si su comportamiento cambia de nuevo, no hagas otra

cosa que llamarme. Si ella quiere dejar el departamento, no trates de

detenerla. Solo llámame. Inmediatamente. Voy a cuidar de ella a partir

de ahí. ¿Entendido?

—Supongo que sí. —Sus palabras se suavizaron cuando él se

acomodó en su necesaria negación. Tomó aliento—. ¿Cuándo puedo

verte?

—Pronto. Llámame si ella cambia.

Y yo cuidaré de la perra.

—Oh, Cristo. Estuvimos de acuerdo en que me dejarías en paz.

¿Cómo lo olvidaste después de un par de días? —Él estaba pateándola

de nuevo. Probablemente disfrutándolo demasiado.

Ella se deslizó lejos de su pie.

—Oh, cierto —dijo—. Pérdida de memoria a corto plazo. Lo tengo.

La próxima vez, por lo menos tráeme algo para desayunar.

Hacer caso omiso de su actitud estaba convirtiéndose en casi una

segunda naturaleza para ella.

—¿Por qué siempre termino aquí?

—Debido a que tienes algunos problemas graves. Unos con los

que no puedo ayudarte.

Ella se levantó y lo siguió hasta su auto, manteniendo la mirada

lejos de sus caderas. Lo que no evito que su boca se hiciera agua, él

tenía magníficos hombros. ¿Qué diablos? ¿Estaba en celo?

—¡Espera! Tiene que haber una razón por la que ella sigue

viniendo a ti. ¿Qué me está pasando?

—No tengo idea. Déjame en paz.

—¿La viste anoche? ¿Cómo llegué a tu puerta? —No lloraría. No lo

haría. La última vez que había llorado delante de él le había dado

escalofríos. Peor que el disgusto que había mostrado en sus lágrimas,

por un momento, había visto la miseria en sus ojos. No iba a suceder de

nuevo—. Por favor. No sé qué hacer.

Se detuvo sin volverse.

—Se llama “sonambulismo”. No es común en los adultos, pero a

veces ocurre.

—Esto no es solo sonambulismo. Caminaba dormida cuando era

adolescente, esto es más que eso. Mucho más.

—Ah, dos años fuera de tu adolescencia y mira lo sabía que eres.

—Cinco. Tengo cinco años fuera de mi adolescencia.

—Perdona mi rudeza, debería haberlo adivinado. Al ver lo bien

ajustada que estás.

Ella tuvo que rodearlo para ver sus ojos, los que parecían estar

muy interesados en sus pies.

—Si no resuelvo esto, solo voy a terminar como un periódico en tu

alfombra de bienvenida cada mañana… abuelo. —Contacto con los ojos.

Finalmente, un insulto que le molestó.

—¿Me acabas de llamar abuelo? —Suspiró él, y se frotó la cara

con las manos—. ¿Eres esquizofrénica? ¿Tienes ansiedad? ¿Migrañas?

¿Síndrome de Tourette? ¿Depresión? ¿Estás tomando algún

medicamento?

Eden sacudió la cabeza al ritmo de sus preguntas.

—Esa es una lista específica. ¿Tienes mucha experiencia con los

sonámbulos?

—Ninguna, pero sé cómo usar la WebMD5.

—¿Investigaste para mí? —Guau, el hombre en realidad tenía la

capacidad de ser considerado. A pesar de que sin duda podría practicar

más en ello.

—No. Para mí. Necesitaba saber con qué tipo de acosador estaba

tratando. ¿Utilizas drogas recreacionales?

—Nun-ca —dijo ella, cortando la palabra en dos con un machete.

—Entonces es DID6.

—¿DID? No, no tengo personalidad múltiple.

—Oh, bueno ya que parece que sabes todas las cosas que no eres,

por qué no utilizar ese gran cerebro tuyo para averiguar lo que eres.

—Puedo usar la WebMD también. Las personas con trastorno de

identidad disociativa no tienen flashbacks de lo que sus otras

personalidades han hecho. Tampoco reciben… —Su voz se desvaneció

en la nada, con el conocimiento de que no había manera de que ella

pudiera decirlo sin recibir una montaña de ridículo y humillación a

cambio.

—Escúpelo ya. Mi capacidad de atención no alcanza su máxima

capacidad antes de las diez y media.

5WebMD: Es sitio web de una corporación americana que provee un servicio de

información médica, incluida una lista de síntomas, información farmacológica,

información de drogas.

6DID: Trastorno de Identidad Disociativa o Trastorno de Personalidad Múltiple.

No quería que él se riera. No funcionaría, pero lo quiso de todos

modos.

—Tampoco tienen fuerza sobrehumana.

¿Ves? No funcionó. Su risa llegó a Cleveland.

—Así que eres una sobrehumana ahora, ¿verdad? Genial. ¿Tienes

visión rayos X también? ¿De qué color es mi ropa interior?

—No estoy hablando de visión de rayos x.

—Obviamente no. O sabrías que no llevo ropa interior. Eres una

terrible superhéroe.

—¿Alguien te encuentra divertido?

Él puso una mano en su corazón.

—Ouch. Eres una mala superhéroe. Bien, cuéntame de tus

poderes increíbles.

—Rompí mi puerta hace un par de noches.

Parpadeo, entonces preguntó:

—¿Por qué harías eso?

—Para salir. Nuestra cerradura de la puerta es la del tipo que

tienes que utilizar una llave para ambas partes y, al parecer, mientras

estoy inconsciente, no soy lo suficientemente inteligente como para

mirar en mi bolso. Después de que desperté en tu césped, me fui a

casa. La puerta estaba en el pasillo. Una persona normal no puede

destrozar una de esas cerraduras. Y yo… no creo que siquiera pueda

levantar esa puerta ahora.

Mitch frunció el ceño y se inclinó contra el auto. Por lo menos

estaba escuchando, escuchando atentamente.

—¿Está tu novio bien?

—Sí.

—Bueno, ¿dónde estaba?

—Él estaba…

—Espera, déjame adivinar. Él estaba durmiendo, ¿no?

Ella apretó la mandíbula y esperó a que su pequeña diatriba se

acabe. Puede ser que tome un tiempo, porque parecía muy divertido con

su situación.

—Tú supuestamente arrancaste una puerta de sus bisagras, y él

durmió con eso, ¿no? Ustedes son un infierno de pareja… él duerme

con puertas siendo derribadas y tú duermes durante el sexo. ¿Solo

conmigo o con él también? —Dejó de hablar, por lo que supuso que era

por fin su turno para hablar.

—Nosotros…

—No… —levantó las manos para detenerla—…olvida que

pregunté. Mi ego no lo puede soportar. Te lo preguntaré una vez más:

¿Consumes drogas?

Eden esperó a que iniciase de nuevo el monólogo. Él la miró con

impaciencia.

—Oh, ¿es mi turno ahora? —Preguntó—. ¿Estás permitiéndome

hablar finalmente?

—Solo si dices algo inteligente.

—Guau. Eres tan bueno siendo cruel. Entiendo que no te gusta la

gente, que no te gusto. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Te odias a ti mismo tanto

como odias al mundo?

Se quedó quieto, su cara una máscara, probablemente

considerando que insulto podría lanzarle después. Tal vez iría por el

frente bajo y la llamaría gorda. O decir que se vestía mal. Nada había

cambiado. Nunca creería nada de lo que le dijera, nunca estará

dispuesto a ayudarla.

—¿Yo o el mundo? —Su sonrisa era triste, amarga. —No hay

comparación. —Se levantó y echó la cabeza hacia el otro lado mientras

abría la puerta del auto—. Entra.

Eden se estremeció. ¿Qué? ¿No irritantes humillándome de

vuelta? Estaba segura de que él no se había quedado sin insultos.

—¿Por qué?

—¿Quieres mi ayuda? Bien, te ayudaré. Pero es una oferta por

tiempo limitado, y yo pongo todas las reglas.

—Qué sorprendente —murmuró. Pero tomaría el acuerdo. ¿Qué

otra opción tenía?

—Entra. Y no me llames abuelo.

—¿Cuántos años tienes? —Se deslizó alrededor de la parte trasera

y saltó dentro antes de que pudiera cambiar de opinión.

—Treinta y uno.

—Umm… —dijo ella, ajustando su cinturón de seguridad.

—¿Qué? Tengo treinta y uno.

—Está bien, te creo.

Una sonrisa con los labios apretados se extendió por su rostro.

—Ajá. Cualquier persona mayor de treinta es un anciano,

¿verdad?

Ella no hizo ningún comentario.

—Necesito direcciones.

—Ni siquiera sé a dónde vamos. —Dios, ¿por qué confío en él?

Había estado muy claro que sería un error.

—Tu casa.

—¿Por qué?

Puso el auto en reversa y salió.

—Quiero ver esta puerta de papel de seda que arrancaste y tomar

algunas medidas. Voy a comprarte un regalo.

—¿Qué? ¿Una camisa de fuerza? Probablemente tome una

mediana, dependiendo del corte.

Él sonrió.

—No una camisa de fuerza.

—Gira a la derecha en el semáforo. ¿Algunas cadenas? ¿Para mis

muñecas?

—Piensa más.

—¿Una jaula?

La comisura de su boca se torció.

—En una manera de hablar.

Se agarró a la puerta mientras él tomaba la esquina.

—¿De qué manera de hablar?

Él no respondió. Lo cual no era una buena señal. Su imaginación

fue a todo tipo de rincones y grietas de planes horrendos que él pudiera

tener.

—No puedo ser atada —dijo ella—. No quiero ser atada. —Nunca

más.

Él la miró, esperando, como una serpiente de cascabel en la

hierba. ¿Podría ella oír el traqueteo de advertencia antes de que él

atacara? No, él era demasiado inteligente como para delatarse.

A pesar del peligro, Eden sonrió ante la imagen de él moviendo la

cola. Eso podría ser algo digno de ver. Miró por la ventana. Caray, ¿de

dónde venían esos pensamientos?

—¿Por qué tu novio no mantiene una mejor vigilancia sobre ti?

¿Te mantiene ocupada por la noche, así no querrás salir de la casa?

—Las relaciones son complicadas.

—No todos ellas. Por ejemplo, nuestra relación es muy simple. Tú

eres molesta, yo estoy molesto. ¿Ves? Totalmente sin complicaciones.

—Cada vez que estamos juntos, estoy sorprendida por lo fácil que

se vuelve ignorar tu mala educación —dijo ella, volviéndose hacia él—.

Ve a la izquierda en Federal y luego toma la primera a la derecha. Si

soy tan molesta, ¿por qué me estás ayudando?

—¿Aparte del hecho de que no me dejas en paz?

—Sí, aparte de eso.

—Había pensado que no te importaría por qué te he ayudado, solo

que a mí sí. —Los ojos de Mitch nunca dejaron la carretera. —No es que

sea asunto tuyo, pero conocí a la mujer que tú dices haber asesinado.

—Sus nudillos estaban blancos sobre el volante.

—Oh, lo siento. —¿Él conocía a la mujer? Se inclinó hacia delante

para mirarlo—. ¿Eres… emotivo?

—No lo creo.

Ella se enderezó en el asiento de nuevo y miró hacia delante. Por

supuesto, él no lo era. Mitch no tenía sentimientos que no podía

controlar.

—¿Estabas enamorado de ella? —Preguntó.

—Una vez más, no es tu asunto.

—Es el edificio de la izquierda. Aparca en frente. —Respiró y se

dispuso a hacer una pregunta de la que no estaba segura querer la

respuesta—. Mitch, ¿crees que yo asesiné a tu amiga? —Su corazón se

sintió como una servilleta sucia que alguien había enrollado…

—Hermana.

…y echado a la basura. Ella no lo miró, no lo tocó. Este era Mitch,

nadie más en la faz del planeta. Sus reglas eran diferentes.

—¿Ella era tu hermana?

—En efecto. —Puso el auto en el aparcamiento y se deslizó fuera.

Eden abrió su propia puerta, usándola para calmar sus nervios.

—¿Por qué estás ayudando a alguien que podría haber matado a

tu hermana?

—Tengo la intención de averiguar si tienes razón.

Sobre la parte superior del auto, preguntó:

—¿Y si lo soy?

—¿Si lo eres? —Cerró la puerta de un golpe y la miró

directamente a los ojos—. No te preocupes, Eden. Pasará tan rápido que

no sentirás nada. —Luego se dio la vuelta y caminó hacia el edificio de

departamentos en ruinas.

Ella se estremeció.

—Sí. Esto es totalmente sin complicaciones.

Capítulo 12 Traducido SOS por BrenMaddox

Corregido por Key

¿Cómo respondes a una amenaza como esa? ¿Debería enviar una

tarjeta de “gracias por la advertencia”? ¿Una cesta de fruta? Eden estaba

fuera de su zona de confort, fuera de su zona de incomodidad, también.

Nah, él no la mataría. Probablemente ni siquiera la lastimaría… mucho.

Ella era buena, y, aunque que las personas buenas a menudo terminan

como últimas, lo que hacen no inspira violencia en otros. Simplemente

no iba a suceder. Pero tal vez debería decirle algo. Solo para asegurarse.

—Mitch, ¿no crees que deberíamos hablar un poco de esto? —Ella

corrió para alcanzarlo.

La expresión de su rostro no había cambiado—severa, hueca,

oscura.

Y así se acobardó. Silenciosamente llevó a Mitch al segundo piso.

Él estaba a cinco pasos detrás de ella cuando llegó a la puerta de su

apartamento.

Sus hombros cayeron y se dio la vuelta.

—Tengo que ir abajo para conseguir la llave. A los sonámbulos, o

con otras personalidades, no les gusta llevar bolsos, parece.

Mitch se acercó a la barandilla de metal, dándole más que

suficiente espacio para pasar. Ella estaba en las escaleras cuando

escuchó la voz de Carter detrás suyo.

—Hey.

—Hey —respondió Mitch.

Eden se giró para verlos mirándose el uno al otro—a Carter

llenando la puerta, luciendo cauteloso, y a Mitch apoyado en la

barandilla, luciendo aburrido.

—¿Puedo ayudarte en algo? —Preguntó Carter.

—¡Soy yo! —Corrió de regreso—. No pensé que todavía estarías en

casa. Carter, este es Mitch. Él es el chico del que te hablé. —Ups, podría

haberlo manejado con más delicadeza.

Los ojos de Carter se agrandaron. Luego se estrecharon. Eden se

interpuso entre los dos hombres, su cuerpo siendo balanceado de lado a

lado por los disparos de testosterona que se disparaban el uno al otro.

Se garró al brazo de Carter para mantener el equilibrio. Y para

contenerlo de atacar. Mitch no se movió.

Con sus ojos, ella pidió ayuda.

Carter accedió.

—Chico, he estado muriendo por conocerte, Mitch.

Mitch frunció los labios.

—No me llames…

—Oh, él va por Mitchell —dijo Eden en un apuro. Guau, qué

divertido. ¿Por qué no hice esto antes?

—¿Qué, no puedo llamarte Mitch? —Se burló Carter.

—No, si te gusta la forma en que tu cabecita se sienta en tus

pequeños bonitos hombros.

—¿En serio, chicos? No soy una pelota de baloncesto y esto no es

la escuela. Ya basta. —Empujó a Carter hacia atrás en el departamento,

su cuerpo pesado contra sus palmas—. Carter, te conté lo que pasó.

Aquí no hay competencia. —Después de una pausa, lo sintió relajarse

bajo sus manos.

—¿Por qué estás aquí? —Le preguntó Carter a Mitch.

Mitch se paseó por la puerta.

—Estoy comprándole un regalo a tu novia.

Carter se inclinó de nuevo hacia delante.

—¡Dije ya basta! —Ella miró a Mitch—. Ambos. Carter, él está

aquí para ayudarme. Anoche salí de nuevo.

Las cejas de Carter se juntaron.

—Mierda, pensé que te habías ido al gimnasio. Lo siento.

Ella le acarició suavemente el brazo.

—No es tu culpa. Y Mitch está aquí solo para ayudar. Eso es todo.

Dile, Mitch.

Mitch suspiró y miró alrededor de la sala de estar.

—Sip. Yo solo soy el personal contratado. Sin la parte de

contratado. Hoy solo soy una billetera. —Se dio la vuelta y golpeó la

puerta de madera, sonriendo. El área que rodeaba la perilla todavía

estaba envuelta en cinta adhesiva—. Ustedes saben que alguien rompió

su puerta, ¿no?

—Arreglé el cerrojo de seguridad —dijo Carter, mirando—. Y la

nueva puerta estará aquí hoy o mañana. No soy un mago —Él miró

hacia abajo, a Eden—. No necesitamos su ayuda.

—Carter —dijo— necesitamos toda la ayuda que podamos

conseguir. Va a estar bien.

—Te ayudará y luego se irá, ¿entendido?

—Te lo juro. Él va a irse. —Eden vio la bolsa que él llevaba y su

uniforme—pantalones azules de chándal de la marina y una camiseta

con “FLPD7” en letras blancas escrito a través de su amplio pecho—.

¿Recibiste la pasantía en la estación?

Su sonrisa era orgullosa.

—Sí, pero no empiezo hasta dentro de unos días más. El examen

final es el sábado, por lo que hoy solo es un grupo de estudio. Así que,

había planeado hacer ejercicio. Pero voy a reprogramar.

—No, debes ir. No creo que vayamos a estar mucho tiempo. Y

Mitch sabe que no es mi tipo. —Cuando estoy despierta, añadió en

silencio—. ¿Cierto, Mitch?

—Esto se pone cada vez mejor y mejor. —Le tendió la mano a

Carter—. No estoy aquí para meterme en tu territorio, hombre. Aparte

de algunos barrotes y otra puerta.

Carter llegó a alrededor de Eden y estrechó la mano tendida de

Mitch, sosteniéndola un poco tiempo de más.

—Ayudas. Y luego te vas —gruñó.

—¡Genial! —Eden atrajo el rostro de Carter hacia el suyo y le dio

un beso, casi en los labios—. Que tengas un buen día.

—Hablaremos pronto. Mantén tu teléfono a mano. —Salió él,

torciéndose para mantener sus ojos en Mitch hasta que estuvo

caminando hacia atrás.

7FLPD son las siglas de Fort Lauderdale Police Department. En español, Departamento Policial de Fort Lauderdale.

—Estudia mucho. —Eden cerró la puerta tras él con una sonrisa

que esperaba que dijese: “Puedes confiar en mí.”

Mitch rió mientras se quitaba la chaqueta y se sentaba en el sofá.

—Tienes un infierno de novio allí.

—Es un buen chico, no te burles de él.

—Estoy seguro de que lo es. —Su sonrisa desapareció—. ¿Estás

enamorada de él?

La pregunta que no tenía derecho a hacer quedó colgada en el

aire entre ellos.

Con cada parpadeo de sus ojos, deseó poder romper el control que

Mitch tenía sobre ella. No funcionó.

—Estoy... con él. —Una vez dicho, la respuesta que se había

sentido obligada a dar la dejó apenada y avergonzada. Se apresuró a la

cocina por un poco de agua.

—¿Eso es todo? ¿Estás con él? —Gritó desde la otra habitación,

su voz cada vez más fuerte mientras la seguía.

—Esa es la verdad. —¿Por qué había traído a Mitch a su casa? Su

casa, la que tenía una cama en la misma.

Él se apoyó en la nevera, su camisa estirándosele sobre el pecho.

—Lo suficientemente justo. Pero él está enamorado de ti.

—¿Qué? —Preguntó, reorientando sus ojos.

—Él está enamorado de ti.

—Sí. Al menos, eso es lo que me dice.

—Oh, pobre chico —Su risa llenó el departamento, haciéndola

temblar.

Idiota.

—¡Deja de reírte!

—No puedo. —Su sonrisa despreocupada no ocultó nada de la

maldad en sus ojos.

Estúpido y maravilloso idiota.

—No tendría que haberte dicho —se quejó ella, llenando dos vasos

del grifo.

—¿Por qué lo hiciste?

Porque eso es lo que soy.

—Tú lo preguntaste. —Le entregó el vaso—. Y yo no miento.

—Todo el mundo miente.

—Yo no.

—¿Nunca?

Ella negó con la cabeza.

—Si no soy honesta, entonces, ¿cómo puedo esperar que otra

gente sea honesta conmigo?

Después de una última risita, su boca se instaló en una sonrisa.

—No puedes. La gente miente. Ya sea que lo aceptes o no, no hace

ninguna diferencia. Solo te convierte en una participante dispuesta al

abuso.

Eden dejó su vaso sobre el mostrador, las palabras de él picando

en sus oídos. Eso no podía ser verdad. Había construido su vida entera

alrededor de la idea de que la única cosa que podía controlar era a ella

misma—sus acciones, sus palabras. Y, que si hiciese lo correcto, otras

personas de alguna manera la tratarían con el mismo respeto. Pero no

era cierto, ¿lo era ahora? Su decencia no hacía ninguna diferencia en la

vida de nadie en absoluto, excepto la suya. Y, oh, qué vida estaba

resultando ser.

—Bueno, vamos a trabajar —Él la dejó donde estaba y volvió a

entrar en la sala de estar—. ¿Tienes una cinta de medir?

Asombraba de lo rápido que una llamada a Jolie y una tarjeta

Visa trabajaban, Eden se paró en su renovado departamento prisión.

Mitch había hecho que rejas de seguridad fueran instaladas en sus

ventanas y una nueva cerradura con llave en su nueva puerta. En un

día. Hombre, ella necesitaba un asistente. Y todo un infierno de dinero.

—Incluso tu fuerza sobrehumana no puede conseguir atravesar

esto. —Mitch le guiñó un ojo y golpeó a la nueva puerta de metal. Había

dos cerrojos, pero él le entregó solo una llave—. Llama a Carter y dile

que venga a mi oficina para recoger la otra llave en su camino a casa.

—¿No puedo recibirlas ambas?

—Ese es el punto de los barrotes, Eden. Entiendes eso, ¿no es

así? Podrás dormir tranquila sabiendo que necesitarías una palanca

para salir a la calle. —Hizo una mueca—. No tienes una palanca,

¿cierto?

Después de dejar el apartamento de Eden, Mitch pasó el resto del

día preocupándose. Algo que estuviera acostumbrado a hacer por

alguien que no sea él mismo. La idea de que Eden fuera como él era

insondable. Imposible.

Ella era pura.

Joder, probablemente llevaba sándwiches a las personas sin

hogar o acogía a los animales abandonados en su tiempo libre. Él

sabría si ella luchara por contener su maldad interior. Lo habría visto

en su rostro—el cansancio, el dolor. Justo como lo veía en sus ojos cada

vez que se miraba en un espejo. No, ella no era nada como él. Ella era

mejor.

Después de que su último cliente se fuera, Mitch se sentó en el

borde del escritorio de Jolie y observó su trabajo.

Sin levantar la cabeza, le preguntó:

—¿Necesitas algo, Mitchell?

—Nop.

Ella se empujó hacia atrás del escritorio.

—¿Entonces soy libre de irme?

—Lo eres. Me voy a quedar un rato.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Qué está pasando? Nunca me voy primero.

—Un hombre debe estar llegando muy pronto para recoger algo.

—Guau, ¿podrías ser más vago? —Ella recogió su enorme bolso y

se puso de pie—. ¿Quién es él?

—Mi nuevo BFF8.

—Aparte del hecho de que estoy absolutamente sorprendida de

que siquiera conozcas esa expresión, te recuerdo que no tienes

un viejo BFF.

—Es cierto. Entonces él es mi primero. Amo probar cosas nuevas.

Jolie sacudió la cabeza como si algo se hubiera soltado.

—No, no lo haces.

—También es cierto. Me encantaría amar probar cosas nuevas.

—Te veré mañana, Mitchell —Se fue ella, todavía negando con la

cabeza.

Mitch pasó los siguientes veinte minutos tratando de decidir qué

tipo de imbécil querría ser con el chico.

Carter llegó, lleno del tipo de arrogancia fingida que Mitch pensó

como “Novato Sabelotodo”.

—Así que, supongo que tengo que encerrarla cada noche. ¿Esa

es tu gran idea?

—¿Qué otra propones para evitar que deje el departamento? —

Llevándolo dentro de la oficina, Mitch no le pidió sentarse y Carter

probablemente no lo haría de todos modos—. Porque, obviamente, la

técnica de dormir al lado de ella, y siendo consciente de que se está

yendo, no ha tenido éxito hasta el momento.

—No duermo con… —Él apretó los labios y miró alrededor de la

oficina—. Estoy con medicamentos. Me hacen dormir.

8 BFF: Best Friend Forever. En español, Mejor Amigo para Siempre.

Mitch levantó una ceja.

—Medicamentos, ¿eh?

—No tomo drogas. Son para una condición médica.

Por qué estaba ayudando a una chica delirante y a su novio

enfermo-y-despistado era un completo misterio para él.

Hizo un gesto hacia una silla.

—Ella dice que eres un buen hombre.

Carter pasó de la que Mitch había señalado y se sentó en el sofá,

extendiendo sus piernas amplias.

—Eso es bueno escuchar.

—¿Que ella piense que lo eres o que me lo dijera?

—Ambos, supongo.

—¿Cómo se conocieron ustedes dos? —Cuando le dio una mirada

furiosa en vez de una respuesta, Mitch continuó—: Si tuviera una rama

de olivo, te la ofrecería, pero ya que no dispongo de una... —Alzó las

palmas—. Solo estoy tratando de ayudar. Ella necesita ayuda, ya sabes.

Carter asintió, dejó escapar un profundo suspiro, y se rascó la

frente.

—Lo sé. Pero no creo que debiera venir de ti.

—Me parece justo. —Mitch no era bueno en este tipo de mierda,

en hacer que la gente comparta. Especialmente con personas que lo

odiaban incluso antes de que lo conocieran. No, eso generalmente

ocurría justo después de las presentaciones. Y su técnica para ser un

coach de vida no tenía nada que ver con la gente abriéndose

emocionalmente. Enseñaba a sus clientes a cómo ser agresivos, no

tomar prisioneros, no sentir empatía por los demás. Le pagaban bien

por algo que era natural para él.

—Me había ido —dijo Carter—. Ya sabes, cuando tú y ella…

cuando esto empezó a ocurrir. Estaba en el Academia Técnica de

Policías en Keys. Si lo hubiera sabido… —Carter negó con la cabeza

tristemente—. No me habría ido.

—¿Le crees cuando dice que estaba sonámbula?

—Creo lo que ella cree. Eden no miente.

—¿Realmente nunca miente?

—Nunca.

—¿Cómo es eso posible? —Mitch se inclinó hacia atrás en su

silla—. Yo miento antes del desayuno. Y, si no hay nadie más alrededor,

me miento a mí mismo.

—Ese es exactamente el por qué deberías dejarla en paz. Es difícil

de entender para las personas que no han crecido en el sistema. A los

dieciocho años, el Estado nos tiró a la calle con nada más que a

nosotros mismos. Se limpiaron las manos y dijeron adiós. En ese

momento, cada uno tenía que tomar una decisión sobre qué camino

tomar. Eden está en el extremo de uno de esos caminos, sin mentir ni

engañar. De verdad. Fin de la historia.

—Ese no es el final de esta historia, espero. Porque suena

increíblemente aburrida.

—Ella estaba en lo cierto, eres un idiota.

Mitch se encogió, impresionado.

—¿Ella dijo eso?

—No tan colorido, pero sí, lo hizo.

—Huh. No estaba seguro de que lo hubiera notado.

—Déjanos en paz, hombre. No se merece esto. —Carter se inclinó

hacia delante, apoyando los codos en las rodillas, pero su cuerpo

todavía estaba en el borde. Listo para atacar si se le daba la más

mínima provocación—. Ella es la mejor persona que alguna vez he

conocido. Es por eso que le creo cuando dijo que no estaba realmente

allí esa noche... contigo. Algo más estaba pasando. No sé

qué estaba pasando, pero sé que nunca volvería a ponerse en esa

posición voluntariamente. Así que, o tú eres un maestro en la

manipulación o ella estaba fuera de su mente. Literalmente. Entonces,

¿cuál es?

Mitch miró al chico. El novato había sido reemplazado por alguien

que estaba genuinamente asustado. Por alguien de quien estaba

enamorado. Me pregunto cómo se sentiría eso.

—Aunque me considero un buen manipulador, si ella realmente

es quien dices que es, no soy tan bueno.

—Eso es lo que me temía.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos?

—¿Juntos? —Carter rió débilmente—. Eso es complicado. Nunca

hemos estado realmente juntos. Más como dos personas ocupando la

misma habitación, pero estando totalmente diferentes en lugares. —Se

acomodó, obviamente incómodo con la dirección que esta conversación

había tomado—. Mierda. Creo que acabas de manipular una respuesta

fuera de mí que no quería dar.

—Te dije que no soy tan bueno en eso. —Mitch se encogió de

hombros, dándole al chico un descanso, en vez de un comentario

idiota—. ¿Cómo se conocieron?

—Ella me considera su héroe. —No una respuesta, un desafío.

—Ese es un gran título de trabajo. Felicitaciones. Así que,

¿cuánto tiempo has llevado a cabo esa posición?

—Unos seis años más o menos. —Con un suspiro, pareció

finalmente ceder a la persistencia de Mitch y capaz de poder responder

la pregunta en lugar de desviarla—. Bueno. Estábamos viviendo en el

mismo hogar de acogida. Era como, su primera semana allí, creo. Un

día, estaba en el teléfono con un amigo y entré en una habitación en la

que cuatro chicos la tenían acorralada en una esquina. No fue difícil

darse cuenta de lo que estaban planeando hacer con ella. Así que le dije

al tipo con el que estaba al teléfono que llamara a la policía.

—¿Ellos patearon tu culo?

—Sip.

Protegiendo a un extraño. ¿Haría Mitch eso?

¿Podría dejarse hacer eso?

—Eres un buen hombre. —Un chico explorador de mierda.

—Sí, claro. —Carter recogió un hilo de su sudadera—. Resulté ser

visto como un gran héroe porque grité tres palabras en un teléfono. —

Suspiró—. Desde entonces, ella me ve como su protector, como su

hermano mayor.

—La gente rara vez duerme con sus hermanos mayores.

—No es como eso. Nosotros no… —Sus labios se estrellaron

juntos, y él enrojeció.

Mitch habría dado cualquier cosa por saber lo que el chico estaba

a punto de decir. ¿Ellos no qué? Porque si esa frase iba a terminar con

“follar”, “dormir juntos” o “poner la ficha A dentro de la ranura

B”, eso era algo Mitch quería oír. Observó el rostro del chico explorador

tornarse de un profundo tono bermellón.

Santa mierda, ¿ellos no lo hacen? ¿Seis años y no lo hacen? Claro,

hacía años desde que Mitch y Jolie habían estado en horizontal, pero

ninguno de ellos tenía ningún sentimiento romántico hacia el otro.

Jesús, ¿seis años de amistad con alguien que quieres pero no puedes

tener? Era la prueba de que los hombres y las mujeres pueden ser

amigos, incluso cuando uno de ellos pasa ese tiempo cruzando los

dedos y esperando.

—Ella sabe que moriría para mantenerla a salvo —dijo Carter—, y

me gustaría pensar que ella haría lo mismo por mí.

Mitch levantó las manos, con las palmas hacia fuera.

—Si te trata como a un hermano mayor, ¿por qué estás

enamorado de ella?

—Cualquiera que haya pasado cinco minutos con ella sabe por

qué.

Sus ojos se encontraron, una comprensión pasando entre ellos.

Una comprensión que Mitch no creía que él necesitara. O deseara.

—Pero eso ya lo sabes, ¿no? —Preguntó Carter, con la mandíbula

apretada.

Sí, Mitch lo sabía. Deseaba como el infierno no hacerlo, pero lo

sabía.

—No te preocupes por eso —dijo—. Ella piensa soy demasiado

viejo.

—¿Cuántos años tienes?

—Treinta y uno.

—Oh.

Jodidos niños.

—Y no soy un buen hombre.

—Sí, algo de eso imaginé. ¿Así que, te retirarás? ¿Me dejarás

cuidar de ella?

—Claro, ¿por qué diablos no? Ya tengo un trabajo. —Mitch le

tendió la llave.

Capítulo 13

Traducido SOS por Nessied Corregido por Key

----- Mensaje Original -----

De: “JCabot” <[email protected]>

Para: “La Clínica” <[email protected]>

Asunto: Proyecto Hyde-0016

Como he escrito en mis muchos, muchos correos anteriores,

el Detective Nick Landon ha estado observando las actividades de

Turner. Teniendo en cuenta la situación y las relaciones con el

Asunto Colfax, el cual he sido asignada a alentar, es probable que

el Detective Landon vaya a ver una transformación en algún punto.

¿Por qué no estás más preocupado por esto?

Si no se hace algo pronto para proteger a Hyde-0016 de la

exposición, voy a suponer que es mi responsabilidad asegurarme de

que la atención se aleje de Turner.

----- Respuesta -----

De: “La Clínica” <[email protected]>

Para: “JCabot” <[email protected]>

Asunto: Re: Proyecto Hyde-0016

Estamos en el proceso de sacar al detective del caso; sin

embargo, está tomando más tiempo del que pensamos. No hagas

nada hasta que nos comuniquemos contigo, Cabot.

“¿No hagas nada hasta que nos comuniquemos contigo?” —

Demasiado tarde, imbécil. Deberías revisar más seguido tu

bandeja de entrada. Si hubiera llamado, no hubiera pasado, y no

hubiera arruinado un vestido perfectamente bueno. Ahora es

demasiado tarde.

—¡¿Qué demonios?!

Eden abrió sus ojos, pensando lo mismo, a pesar de que nunca lo

admitiría. Solo unos días más tarde y ella estaba en su puerta otra vez,

obviamente su lugar preferido para dormir. Incluso cuando su espalda

le dolía y probablemente tenía arrugas en la cara por la fachada de

ladrillo contra la que se estaba apoyando.

Mitch la levantó y la arrastró adentro de su casa. No en la

dirección en que normalmente la empujaría—es decir afuera. La

arrastró al piso de arriba y dentro de su cuarto.

—¡No! —Aún aturdida, luchó contra él todo el camino. Trató de

hacer funcionar sus piernas debajo de sí, para que pudiera escabullirse,

pero él se estaba moviendo demasiado rápido. Más allá de la cama.

Arañó su brazo—. ¡Para! ¡Déjame ir! —Entraron al baño.

—¿Qué demonios hiciste, Eden? —Soltó su brazo repentinamente,

y ella se dirigió a los lados del tocador, justo delante del espejo grande

que colgaba encima del lavabo.

Escuchando la ducha encenderse, tomó los bordes del lavabo y

miró fijamente hacia su reflejo en el espejo. Manchas color marrón

rojizo, aproximadamente del tamaño de sus dedos, dibujaban tres

líneas pequeñas a través de cada mejilla y una iba desde su línea del

cabello hasta el puente de su nariz. Como la pintura de un guerrero.

Una de las líneas era más gruesa que las otras, y la sangre se había

deslizado hacia abajo secándose cerca de su mandíbula. Lentamente

aflojó el agarre de muerte que tenía en la porcelana y volvió sus manos

hacia ella. El color en la punta de cada dedo y la palma de su mano

derecha hacía juego con el de las marcas en su rostro. Había más

manchas esparcidas en sus brazos y piernas.

—¿Estás herida? ¿Te duele algo? —Las manos de Mitch estaban

otra vez en ella, volviéndola bruscamente hacia él, y quitándole

rudamente la ropa.

No estaba herida. La sangre no era de ella. Apenas notó sus ojos

vagando en su piel desnuda cuando le dio la vuelta. Cuando le tocó el

rostro, ella se estremeció.

—Eden, necesitamos limpiarte. Ven aquí. —Mitch se deshizo de

su chaqueta y camisa, lanzándolas en el piso, se quitó los zapatos.

Unos temblores comenzaron en sus piernas, multiplicándose en

velocidad e intensidad a medida que subían por su cuerpo.

—Voy a levantarte ahora —le advirtió Mitch. Levantó su cuerpo

rígido y la acunó contra él. Ella quería enterrar su cara en su pecho,

pero no podía doblar su cuello.

La deslizó en sus brazos y los deslizó a ambos hacia el agua

humeante.

Sintió que él la empezaba a bajar.

—¡No!

Él la detuvo y sostuvo mientras su cuerpo volvía a la vida y se

fundía en él. Se quedaron allí, el agua corriendo, sumergiéndolos a

ambos, el cabello de él pegándose a sus pómulos marcados y en sus

ojos. Eden tomó una de las manos que sabía que eran suyas, pero ya no

tenía control, y le apartó un mechón de los ojos, deteniéndose cuando

se dio cuenta que tal vez podría dejar un rastro de miedo a raíz de su

contacto.

Finalmente, le permitió bajarla. Gentilmente, él enjuagó sus

mejillas y frente con los dedos pulgares, limpiando sus lágrimas y la

sangre de alguien más. Después untó jabón entre sus palmas. Sus

manos viajando por su piel—su pecho, brazos, cuello. Ella se arqueó

con su toque, momentáneamente olvidándose de la realidad por la que

se sentía abrumada.

Lo vio agacharse para frotar sus piernas, sintió su respiración

volverse superficial y rápida. Los ojos de ambos se encontraron y la

boca de él se abrió ligeramente, dejando salir un suspiro largo.

—Eden, yo… —Sacudió su cabeza, gotitas de agua esparciéndose

desde su cabello. Luego, tentativamente la tomó por las caderas y

empujó su espalda —alejándola— hacia el golpeteo de agua caliente de

la ducha.

Ella cerró los ojos y se movió dentro de la presión directa del

agua, permitiendo que el líquido lavara un pecado que no recordaba

haber cometido. Sintió los dedos de él deslizarse por su cabello y

detenerse para sostener su nuca.

Una vez que su corazón recupero un ritmo más normal, se acercó

a él y abrió los ojos, mirándolo.

—No debiste haberme limpiado —susurró—. La policía necesitaba

eso como evidencia.

—Escúchame. —Su tono era de acero—. En este momento no

sabemos nada. Algo pasó, pero pudo ser cualquier cosa… una pelea o

un perro muerto, ¡joder! —Sus dedos se clavaron en la parte de atrás de

su cuello.

—No, yo debería estar encerrada. No es seguro para mí, ni para

nadie más, estar afuera.

—Así que necesitas quedarte aquí conmigo. Cuidaré de ti.

—Necesito descubrir lo que ella… lo que yo hice —respondió

Eden.

—Tenías razón la primera vez, Eden: lo que ella hizo. —Pasó la

mano por su hombro—. Estás temblando. ¿Tienes frío?

Eden sacudió su cabeza. De todos modos, él la rodeó para ajustar

la temperatura del agua. Cuando se inclinó hacia atrás, lo agarró de la

cintura, de esa forma no se iría demasiado lejos. Él era sólido, real. Y

ella necesitaba algo real para mantenerse de pie.

Descansó la mejilla en su pecho, presionando toda la longitud de

su cuerpo contra el de él, disfrutando de la cercanía, sintiendo el

despertar de un calor ardiente entre sus muslos, más caliente que el

agua que caía en ellos. Lo cual la hacía sentirse más asqueada consigo

misma.

Esta no era ella, quien era ella. Nada de esto.

La sostuvo fuertemente mientras lloraba.

Envuelta en una toalla gruesa, vio a Mitch buscar en su armario y

en su cómoda algo que ella pudiera usar. Terminó tomando prestada

una camiseta sin mangas que olía a limpio, como él, y un par de shorts

de hacer ejercicio que colgaban por debajo de sus rodillas incluso

después que hubiese enrollado la pretina de la cintura cuatro veces.

¿Qué había hecho? ¿Y a quién? Su cerebro no estaba funcionando

bien. Había estado tan segura, sabiendo que había una respuesta

correcta y una respuesta errónea para cada situación. Pero no saber

qué estaba pasando arrojó eso a un punto totalmente fuera de control.

Si había hecho esas cosas conscientemente, no habría duda. Iría a la

policía de inmediato.

No, eso no era verdad. Si hubiera estado consciente, nunca

habría hecho anda de esto en un principio.

Sin decir nada, Mitch tomó sus ropas ensangrentadas y las sacó

de la habitación, como si la visión de la evidencia fuera a recodarle algo

que no recordaba para empezar. Se había cansado de intentar

convencerlo de que no había estado consciente. O bien él le creía o no.

Quería pensar que le creía. Saber que estaba ayudando a una posible

asesina a huir con un crimen era incomprensible, incluso para él,

alguien que veía todo en sombras de grises. O tal vez negro. Pero nunca

blanco. Nop, Mitch no.

Mitch podía sentir la impaciencia de Hyde, su anticipación de

libertad. Lo golpeó en el estómago, justo donde Eden había recostado su

cabeza en la ducha. Donde sus lágrimas habían caído.

Se estaba volviendo demasiado cercano a ella, deseando ser más

de lo que podía ser. Para ella. Estás caminando en una línea

jodidamente delgada, cabrón. Mientras más rápido se saliera de esto,

mejor. Tenía que sacarla de este desastre y decir “sayonara”. Sí, claro.

—Joder. —Mitch tenía en marcado rápido a Jolie, sosteniendo el

teléfono entre la oreja y su hombro mientras escondía la ropa

sangrienta que le había quitado a Eden. Quemaría las prendas después,

pero no mientras ella estuviera cerca. Aún se estaba tambaleando por

su reflejo en el espejo, por la sangre en sus manos. Él le había dicho

que descubrirían lo que había pasado antes de llevarla a la policía.

Había estado mintiendo acerca de la segunda parte. Sin embargo, si ella

decidía entregarse a sí misma en alguna clase retorcido sentido de la

ética, no podría detenerla.

Pero lo que ella necesitaba era ayuda psiquiátrica, no judicial. Su

mente fue a través de las últimas semanas, estaba convencido de que

tenía dos personalidades distintas. Si había más, no las había conocido.

—Buenos días. Oficina de Mitchell Tur…

—Soy yo.

—El Señor Schmitt ha estado esperándote por veinte minutos —

dijo Jolie, su voz bajando hasta un susurro—. ¿Dónde estás?

—Dile al bastardo perezoso que vuelva al trabajo. Y dile que es

una cita directa de mi parte. Cancela a todos los demás en la agenda de

hoy, no iré. Mañana también, Joles. Y después te necesito para que

hagas algo por mí.

—Siempre necesitas que haga algo por ti. ¿Qué es?

—Espera hasta que Schmitt se vaya y llama a todos los hospitales

y clínicas de emergencias en un radio de cinco millas alrededor de mi

casa.

—¿Qué está pasando? —Escuchó nerviosismo en su voz.

—Te lo diré cuando lo sepa. Pregunta si alguien ha ingresado con

una herida de cuchillo anoche o a primeras horas de esta mañana. De

hecho, por un cuchillo o una paliza. Pero trata de ser discreta. —

Engañar a una enfermera cansada para que le diera información no

sería un reto para Jolie. Él sabía de primera mano lo buena mentirosa

que era.

—¿Qué está pasando, Mitchell? —Su voz era pesada, cada

palabra siguiendo la otra—. ¿Hay alguien contigo allí?

—Solo hazlo, Jolie. Te lo explicaré cuando pueda. —Tal vez. Antes

de que pudiera responder, colgó.

Haría lo que él le pidió. Siempre lo hacía, anticipando sus

necesidades y controlando el circo que seguía a su paso. Si hubiera un

cuerpo, probablemente ella se ofrecería para hacerse cargo. Como lo

había hecho con Shelly. Se había ofrecido a ayudarlo en ocultar el

cuerpo de Shelly, después que él la asesinó.

—No llames a la policía, Mitchell. Te encerraran en la cárcel —

había dicho ella. Y luego descubrirían sobre él y en lo que se había

convertido. Sin embargo él los llamó. ¿Quién demonios más lo

castigaría? Pero ella había intervenido y salvado su culo otra vez,

limpiándolo y vistiéndolo como si fuera un niño. Y, cuando la policía

finalmente llegó, había ofrecido la excusa de que habían estado en su

casa toda la noche. Por lo tanto ningún tiempo en la cárcel, ninguna

prisión llena de la carnicería que él crearía, y sin repercusiones en un

puto laboratorio en alguna parte por el resto de su vida. Para eso están

los amigos. Pensó después que su cerebro hubo empezado a trabajar

otra vez.

Y ahora estaba haciendo lo mismo por Eden, con excepción de la

bestia, por supuesto. Solo una chica enferma que, por alguna razón

desconocida, estaba atraída al único hombre que la quería ayudar tanto

como necesitaba deshacerse de ella.

Que lio de mierda. Sí, ella tenía razón, las relaciones son

complicadas.

Jolie le regresó la llamada y le dijo que tres personas habían sido

ingresadas en el Hospital North Broward con una hemorragia, pero

todos conocían a sus agresores o se lo habían hecho a sí mismos.

Ignorando las preguntas que eran disparadas por la línea telefónica,

Mitch colgó. Era el momento de dar un paseo. Un lindo paseo de

domingo por el vecindario para buscar un cuerpo o una piscina de

sangre. Días felices, muy felices.

Encontró a Eden acostada en el sofá, cubierta con una manta.

—Vuelvo en un rato —dijo.

—¿Adónde vas? —Sonó como si ella estuviera en el borde de un

precipicio. Pero por lo menos ya no estaba desfalleciendo.

—Solo un paseo rápido en el área para ver si puedo averiguar

algo.

Lanzó la manta y se levantó.

—Quiero ir.

—No, quédate aquí.

—Tal vez recuerde algo. Por favor, necesito ir. Necesito… saber. —

Lo miró con ojos llenos de miedo, pero luchando desesperadamente

para controlarlo, las esquinas tenían ligeros espasmos.

—No sales del auto, ¿de acuerdo?

Asintió y se deslizó en sus zapatos—la única pieza de su vestuario

a la que él había sido capaz de quitarle la sangre. Tan pronto como

pudiera, le conseguiría zapatos nuevos y quemaría los viejos junto con

el resto de su ropa.

Tomando calles laterales y conduciendo a través de callejones,

ninguno de ellos habló. Después conducir por una hora y media, vieron

la cinta de precaución.

Dos patrullas policiales bloqueaban el callejón detrás de Static.

Una multitud curioseaba sobre la cinta, bloqueados por un oficial

uniformado. Una furgoneta de noticias estaba alejándose de la acera.

Mitch estacionó a media cuadra de distancia.

—Quédate aquí. Averiguaré qué pasó. —Esperó por su respuesta.

Cuando levantó una ceja y dijo—: Eden, te quedas aquí. —Ella

finalmente accedió con un asentimiento rápido.

A veinte pies de distancia del auto, escuchó la puerta abrirse

detrás de él.

—Maldita sea, regresa a dentro.

No lo hizo. Corrió hasta él, sacudiendo la cabeza.

—No puedo.

Podía arrastrarla de regreso al auto, pero con la multitud a la

vista, solo atraería más atención sobre ellos. La idea era simplemente

comprobar las cosas, tachar este sitio de la lista y seguir buscando. Se

volvió y siguió caminando, con ella a su lado.

—No digas nada. No hables, no llores, no grites, nada.

Se unieron al grupo, y Mitch se abrió camino a través de la

multitud. Eden lo siguió a través del camino que sus no-tan-amables

codos estaban creando entre la masa de mirones. Treinta metros más

allá de la línea encintada, más policías —algunos con uniformes, otros

no— y el coronel estaba parado junto a un cuerpo, ahora cubierto con

una sábana. No era una buena señal. Quienquiera que cubrió el cuerpo

fue descuidado, unos zapatos sucios sobresalían.

Pequeños. De una mujer.

Sostuvo el brazo de Eden y le dio un apretón como advertencia.

Uno de los investigadores vestidos de civil miró hacia atrás. Era el buen

y viejo detective Nick Landon. Reconocimiento relampagueó en sus ojos

y caminó hacia ellos.

Maldición. Mitch quería tanto dar marcha atrás y salir corriendo

de allí, pero solo despertaría aún más la curiosidad del detective.

—Bueno, hola, Turner ¿Qué está haciendo aquí? —Sostuvo un

dedo en alto—. Espera, déjeme adivinar. Salió a comer y sucede que

tropezó con nuestra pequeña escena del crimen aquí.

Mitch soltó su agarre en el abrazo de Eden. No necesitaba llevar

su atención sobre ella.

—¿Qué? ¿Perdió una lentilla o algo? —El detective no escondía

nada de su condescendencia. La multitud se alejó de ellos.

—Solo estoy aquí para mirar boquiabierto como todos los demás,

Oficial —respondió Mitch.

—Ajá. Seguro. Es una escena espantosa. Parecida a otras que he

visto en fotos recientemente. ¿Qué sabe de esto?

—Bueno, estoy suponiendo que la sábana de plástico no está

cubriendo a la mascota de alguien. Y que las personas más finas de

esta ciudad no van a ser capaces de tener una comida en un futuro

cercano. ¿Voy bien?

—¿Dónde estaba anoche? Entre —revisó sus notas—, las once y

la una en punto.

Mitch suspiró de alivio. Tenía una coartada, y el policía no había

notado a su compañera aun.

—Haciendo de niñera con algunos clientes. Estábamos bebiendo

en el Heavenly hasta que el lugar cerró. Hacen un buen Martini.

Debería probarlo.

—Tal vez lo haga. Después que termine aquí. Revisaré el lugar.

¿Piensas que te recuerden estando allí?

—Estoy seguro que recuerdan mi tarjeta de crédito. Y a mí

firmando la factura. ¿Eso será suficiente?

Landon apretó la mandíbula.

—Seguro que sí. Entonces, ¿qué? ¿Solo está tomando un paseo de

media mañana con su cita? —Le lanzó una mirada afilada a Eden.

Diablos, ¿por qué no podía lidiar con algún otro detective? Uno

de los más cansados y menos observadores.

—Solo llevándola a casa.

—¿Estaba usted con él en el bar anoche, Señorita…?

—Sip, lo estaba.

Landon se situó cerca de Eden, mirándola.

—¿Cómo se llama, Señorita?

—Eden —salió con un susurro, pero hizo juego con la intensidad

de la mirada del policía, pedazo a pedazo

—¿La recordarán señorita, Eden?

—Yo no…

—Sería difícil pasarla por alto —dijo Mitch—. ¿No cree?

Después de lanzarle una mirada a Mitch, el policía miró hacia

abajo hacia lo que Eden estaba vistiendo.

—Lindo traje. Realmente no por sobre el código de vestimenta de

Heavenly.

—¿Está interesado en moda de chicas, Detective? Jamás lo sabía.

—Las palabras de Mitch trajo la vista de Landon de vuelta a donde

Mitch la quería, lejos de Eden—. No juzgo, no se preocupe. Pero el rojo

no resaltará sus ojos. Debería quedarse con los azules, tal vez los

verdes.

—Me gustas, Mitch. —Él sonrió cuando Mitch hizo una mueca—.

Pienso que voy a probar uno de sus martinis. Es difícil encontrar un

lugar que los haga bien. —Lanzó una mirada a la escena del crimen, y

se volvió a Eden.

—Deme su número de teléfono. Solo en caso de que necesite

algún consejo de moda. Sin ánimo de ofender el tuyo, Mitch, por

supuesto.

—No te preocupes, Nick.

El lapicero de Landon estaba listo y rápidamente anotó el número

que Eden le dio. Maldita sea, probablemente le dio el número correcto.

No había razones para hacer el trabajo de investigarla más fácil a los

policías.

—Hablé con esa ex-clienta de la que tu secretaria me habló —dijo

Landon—. ¿Cuál era su nombre de nuevo? Lo olvidé.

Mitch se preguntó si la estúpida cosa del juego había funcionado

bien para el policía. Tal vez lo probaría consigo mismo alguna vez.

—Jolie te dijo acerca de Leanne, creo.

—Hmm... ¿Ese era su nombre?

—Tampoco confío en que nadie más lo diga, Nick.

Landon sonrió, sin molestarse en lucir culpable.

—Cierto. Leanne, Leanne Tate.

Con el pecho apretándosele, Mitch miró al cuerpo otra vez. ¿Era el

cuerpo de Leanne el que estaba bajo la sábana? ¿Eso era lo que el

policía quería decir?

—¿Está todo bien, Mitch? Te ves pálido.

Tragó.

—Estoy bien. Solo no sé cómo lo haces, Nick. Tratar con la

muerte todos los días.

—Es difícil, pero trato de enfocarme en lo bueno que estoy

haciendo. Combatiendo el mal, ¿sabes? —Hizo una pausa, estudiando

la cara de Mitch—. Estoy a punto de irme. ¿Le gustaría a alguno de

ustedes ir por una bebida conmigo al Heavenly? ¿Creen que estará

abierto tan temprano?

—No va a pasar. Pero de cualquier manera gracias.

—Eso es muy lamentable. Esperaba compartir una bebida con un

amigo.

—Un amigo.

—Seguro. Me gustaría hablar sobre a qué político mi amigo tiene

en su bolsillo.

¿Qué significaba eso?

—¿De qué estás hablando?

—¿Piensas que soy estúpido, Turner? Cuando recibí una llamada

para dejar el caso de tu hermana, ¿no crees que estaría un poco curioso

acerca del por qué?

Mitch hizo una pausa. ¿Qué carajo estaba pasando?

—¿Entonces, alguien más está investigando el caso?

Landon presionó su boca como si estuviera cansado de este juego.

—No, Mitch. Todo el caso. Felicidades, se acabó.

Eso no tenía sentido. Él no conocía a ningún político. Y seguro

como el infierno que no había hecho nada para que nadie le debiera

nada.

—¿Por qué?

El detective se movió en sus pies incómodamente.

—¿A quién llamarías por un favor así?

Sacudió su cabeza.

—A nadie. —No seguía siendo sospechoso. Debería hacerlo feliz,

¿o no? Una roca de paranoia se estableció en su vientre. ¿Cuánto

tiempo había permanecido callado? Demasiado tiempo, obviamente, ya

que el policía parecía tan confundido como Mitch se sentía—. Supongo

que tengo un admirador secreto.

—Seguro que lo tienes. Revisaré muy bien esa coartada. Y tal vez

podamos ver si tu admirador secreto te ayuda a salir de esta también.

—Landon se inclinó una despedida breve y caminó de vuelta al cuerpo.

Capítulo 14 Traducido por BrenMaddox

Corregido por katiliz94

El viaje de regreso a la casa de Mitch fue largo. De alguna

manera, lo que sólo había tomado un corto tiempo para viajar la

primera vez ahora parecía una eternidad para Eden.

El dedo de Mitch golpeó el volante.

—Sabes que no lo hiciste, ¿cierto? —Espetó.

Ella mantuvo sus ojos en el camino.

—Yo no lo hice, pero tal vez ella lo hizo.

—¿Ella? ¿Tu otro yo? —Esperó mientras ella asentía lentamente—

. Tengo que pensar en algo, pero ahora mismo, no creo que ella lo

hiciera tampoco.

Ella. Su no-mejor mitad. Sí, ella—su otra personalidad. Con

síntomas que Wikipedia no mencionaba. Hurra, los agregaría a la lista

de la página web de jodidas cosas para buscar si piensas que podrías

estar volviéndote loco.

—Hace unos días pensaste que estaba fingiendo —dijo con

rencor—. ¿Y ahora crees que sabes de lo que ella es capaz? ¿Cómo sería

eso posible?

—Simplemente lo hago. No sé lo que está pasando contigo, pero

no puedo imaginar que esta otra personalidad llegara tan lejos. Ella

nunca ha mostrado ningún signo de violencia, además de…

Giró la cabeza para mirarlo.

—¿Además de qué?

—No importa —murmuró.

—No, tienes que responder a la pregunta. —Eden estaba tan

harta de sus respuestas a medias, verdades a medias, todo a medias—.

¿Además de qué? —Gritó.

Él asintió con rigidez, el músculo de su mandíbula crispándose.

—Bueno, está bien. Ella es perversa. Le gusta duro. Viviría en

cuatro patas si pudiera, esperando que alguien le pegara y le diga cuán

mala ha sido. ¿Estás contenta ahora?

Las manos de ella se aferraron a los apoyabrazos, sus nudillos

blancos.

—¡No, no estoy “contenta ahora”! Ella pudo haber dejado a

alguien muerto en un callejón. ¿Cómo posiblemente podría estar

“contenta ahora”?

—Deja de gritarme —dijo él, respirando fuerte—. Todo lo que digo

es que simplemente no creo que ella pudiera. Es más una jugadora

defensiva, alguien que va tras lo que quiere. Pero no es violenta. Debido

a que consigue lo que quiere sin ello.

Eden se lanzó de nuevo contra el asiento, disgustada. Lo que sea

que haya hecho con él no le parecía importante comparado con lo que

podría haber hecho con el cuerpo en el callejón. Fuera lo que fuese lo

había dejado de pie. Respirando. Y era aun infinitamente frustrante.

—Bueno, me alegro de que parezcas tan seguro —dijo a través de

su mandíbula apretada. Eden todavía no sabía cómo se sentía. Su

cerebro no podía conciliar la idea de que alguna parte de ella sería

capaz de eso, incluso subconscientemente.

—Tienes que conseguir un poco de ayuda, Eden. Un poco de

ayuda psiquiátrica. ¿Alguna vez has llamado a ese número que te di?

—Pensé que podía lidiar con ello por mi cuenta. —Lo cual no era

cierto, ¿ahora lo era? Había estado esperando que Carter y Mitch

pudieran lidiar con eso por ella—. Además… el psiquiatra no tenía

ningún espacio en una semana. —Eden comprendió plenamente que él

le había dado la tarjeta hace más de una semana y si hubiera hecho la

cita en ese entonces, ya podría saber lo que le estaba pasando. Y todo

esto podría no haber ocurrido en absoluto. Necesito seriamente volver a

evaluar mis habilidades para tomar decisiones.

—Voy a llamar, a ver si te puedo conseguir una cita.

¿Qué pasaría si dejaba entrar a alguien en su cabeza? Alguien

que tendría que notificar a las autoridades si su otro lado confesaba

asesinato. Por lo menos si Eden estaba en la cárcel, entonces ella no

podría hacerle daño a nadie más. Si ella hubiera sido la responsable.

—De acuerdo.

Cuando se detuvieron en la entrada de Mitch, Eden le preguntó:

—¿Qué es lo que ese policía va a hacer cuando se entere de que

yo no estaba contigo anoche? No deberías haber mentido. —No debí

dejarlo—. ¿Vas a meterte en problemas?

—Nah. Tú luces bastante como Jolie para que sea plausible. Ella

estuvo allí durante la mayor parte de la noche.

—¿Vistiendo de rojo?

—Sí.

—Piensas rápido. Eres un buen mentiroso.

—Y no lo olvides. —Aparcó el auto y esperó a que ella lo siguiera

antes de entrar a la casa—. Debes quedarte aquí esta noche. Carter es

peor niñera que yo.

Mitch se dijo a sí mismo que Eden no lo hizo. Que no pudo

haberlo hecho. Sus ojos llorosos, piel pálida y hombros caídos le dijeron

que no tenía fuerza para tirar a alguien hacia abajo y matarlo. Chastity,

su otra personalidad, no la tendría tampoco—a menos que los follara

hasta la muerte. Y, aun si se equivocaba, él no podía hacer nada al

respecto de todos modos. Aquí y ahora, Mitch. ¿Qué puedes hacer aquí y

ahora?

La chica necesitaba ayuda. Por qué él estaba ofreciéndose a

hacerlo, no tenía ni idea. Otra mala idea. Un hábito que no parecía ser

capaz de romper a su alrededor. Ya tenía la atención del detective y

ahora estaba actuando como si eso no fuera suficiente. Claro, vamos a

ir deambulando por las escenas del crimen envueltas en asesinatos

similares al del que eres sospechoso. Por supuesto, ¿por qué no pensé en

eso antes? ¡Qué gran jodido plan!

Aún más molesto era no saber quién le había dicho a la policía

que retrocediera en el caso de Shelly. Sintió que su control se deslizaba,

el control sobre su vida. Que otras personas estuvieran determinando

su destino era detestable. Alguna persona desconocida había detenido a

la policía de investigarlo. ¿Quién demonios se preocuparía lo suficiente

por él como para arreglar un lío que había creado? No tenía ni puta idea

de cómo encontrar a su benefactor silencioso.

Y esta chica. Esta chica que no podía ayudarse a sí misma estaba

haciéndolo sentir protector, haciéndole importarle, haciendo que Hyde

empujara con más fuerza contra el estómago de Mitch para ser libre.

Ella tenía que irse. Antes de que la bestia saliese y le hiciese daño.

Esto era más que jugar con fuego. Esto era jugar al juego del

cobarde con una mecha encendida, engañándose a sí mismo de que,

cuando llegase a su piel, no lo quemaría a él y a todos a su alrededor.

No, ya era hora de pasársela a alguien más. Alguien que en

realidad pudiera ayudarla con la parte de vamos-a-hablarlo, la parte de

locura-en-la-cabeza. Él llevó su teléfono hasta el patio trasero, más allá

de la piscina, y dentro de la casa de la piscina. Escondiéndose en su

propio maldito territorio.

Marcó la línea personal de Margaret.

La psiquiatra respondió al segundo timbrazo.

—¿Hola?

—Hey, Doc. Soy Mitchell Turner. Necesito tu ayuda. —Uhg, eso se

sintió horrible.

—No creí que alguna vez oyera esas palabras salir de tu boca,

Mitchell.

Se la imaginó sentada en su oficina, riéndose ligeramente de él.

—Yo tampoco. Pero sí, lo hago.

—¿Te gustaría hacer una cita?

Había renunciado a la psiquiatría hace mucho tiempo, al menos

para sí mismo. Incluso Margaret Simonetti no podía ayudarlo a

deshacerse de aquellos problemas de ira de los que no quería liberarse.

No podía liberarse. Sobretodo cuando todo lo que le había dicho a ella

había sido una mentira necesaria.

—No. Bueno, sí. Pero no es para mí.

—¿Es para Leanne de nuevo? No creo que quiera volver, Mitchell.

No estaba particularmente feliz en la terapia.

Mitch pensó en la última persona que le había dado como

referencia. La misma persona que Jolie había dado a la policía como un

posible sospechoso en el asesinato de Shelly. La misma persona que

podría haber comenzado a yacer debajo de la lona de un médico

forense. Tragó saliva.

—No, la cita es para alguien más.

—¿Otro cliente tuyo?

—De alguna forma, pero esta no está loca —Se rascó la cabeza—.

No técnicamente loca, solo el tipo normal. Y está segura como el infierno

de que no está obsesionada conmigo. Bueno, no de la misma manera.

—Estaría feliz de reunirme con ella. Pero también estoy

preocupada por ti y el por qué pareces atraer a este tipo de mujeres en

tu vida.

Mitch sabía que estaba burlándose de él. Es por eso que había

retenido su número, ella podía hacerle frente a su personalidad sin

querer verlo muerto. Al menos, lo pensó así.

—Es mi actitud vete-al-infierno-lejos-de-mí lo que las vuelve

locas. —A veces literalmente—. Estoy considerando eso como mi

próximo libro. Una guía para hombres.

Ella se echó a reír.

—Lamentablemente, estoy segura de que sería un bestseller.

¿Quiere esta mujer venir a verme, Mitchell?

—“Quiere” es una palabra muy fuerte. ¿Ver el beneficio potencial?

Sí. Creo que puede tener varias personalidades.

—¿En serio? ¿Una DID? —Su voz era brillante, como si él acabara

de presentarse con diamantes—. ¿Qué te hace pensar eso?

—Ella te puede decir todo acerca de ello. ¿Qué tipo de

medicamentos utilizas para eso? —Sus manos viajaron a su intestino y

golpeó. Hyde, su siempre presente y nunca bienvenido compañero

estaba doliendo por salir—. No importa, voy a dejar que te ocupes de

ella. Me gustaría limpiar mis manos tan pronto como sea posible.

¿Cuándo puedes recibirla?

Después de colgar, se lanzó hacia las noticias, en busca de alguna

información sobre la persona que había sido asesinada en el callejón.

Su pulgar castigó la flecha hacia arriba mientras maldecía a la estúpida

compañía de cable por ofrecer demasiados malditos canales. Se detuvo

cuando vio el telón de fondo de una estación de noticias local. Los

titulares de todo el país estaban en el ticket-taping9 a través de la parte

inferior de la pantalla, pero lo único que vio fue el callejón. El callejón

que acababa de dejar.

Y a continuación, una foto de una cara, una de ficha policial. La

mujer parecía demacrada. Ella tenía las puntas del pelo blanqueadas, la

piel pastosa, círculos oscuros debajo de los dos ojos, y un anillo a través

de un orificio nasal. En un momento, ella podría haber sido atractiva.

Pero no en este cuadro. Era como si se hubiera tatuado “Drogadicta” en

la cara, el pecho y los brazos. El número de placa de la policía estaba

inclinado, posiblemente demasiado pesado para que ella lo mantuviese

9Ticket-Taping: o Ticket-tape es una cinta en el que un teletipo graba citas o noticias.

Generalmente se ven en la parte de abajo de la pantalla donde varias frases se

mantienen en movimiento para informar.

recto. El mensaje debajo de la foto era un nombre, no uno que él

reconociera. No reconoció la cara tampoco. Cuando la pantalla cambió a

una toma del callejón, Mitch subió el volumen.

Una voz profunda habló de manera constante, pero Mitch sólo

escuchó piezas.

—…La policía dice... entre las once y una en punto… ataque

violento... Static... si tienen alguna información, por favor llamen…

—Sí, claro. —Él hizo clic en el botón apagado del televisor y tiró el

mando en el sofá. No había sido Leanne. Aleluya. No es que le gustara

la idea de alguien siendo asesinado, independientemente de sus

elecciones de vida. Pero que el cuerpo que había visto no fuese Leanne,

¿no creaba otra conexión de nuevo con él o devuelta a Eden? Déjame

oírte decir, Amén. Uno de los problemas desapareció. ¿Cuántos dejaba

eso? Uno. Un problema enorme en un pequeño y hermoso paquete.

Se desharía de ella después de refrescarse un poco. Correcto. La

próxima vez que la viese, él tendría...

Mierda. ¿Qué estaba pensando?

Capítulo 15 Traducido por Nanami27

Corregido por katiliz94

Dentro de la seguridad de la casa de Mitch, Eden se permitió

tomar respiraciones completas de nuevo. Había estado caminando por

ahí con un dolor en el vientre y la cabeza durante semanas, como si

algo estuviera tratando de abrirse camino fuera de ella. No fui yo. No

maté a nadie. Lo que estaba pasándole no podía estar sucediendo.

Era como una película de terror donde un demonio poseía el

cuerpo de la heroína. Si ese alguien más, había matado a la mujer en el

callejón, ¿qué diablos se suponía que Eden haría al respecto? Si esto

fuera una película, un héroe vendría a rescatarla, arrancando el mal de

ella con vudú o hechizos, o algo así.

Dudó seriamente de que Mitch supiera algo de magia. O que

quisiera ser su héroe. Al menos todavía tenía a Carter. El bueno,

confiable, honesto y no mágico Carter. Debería llamarlo. Pero, ¿qué le

diría?

Mitch la dejó sola durante la mayor parte de la tarde, solo

comprobándola de vez en cuando. Probablemente para asegurarse de

que su cabeza no había hecho la vuelta de 360° en su cuello. Buscó en

la casa por sus ropas ensangrentadas, pero él las había puesto en algún

lugar que no podía encontrar. Vagando a través de cada habitación,

decidió que debía haberlas puesto en la única habitación de arriba que

estaba cerrada con llave.

Qué sorpresa. Mitch tiene secretos. Entonces fue a buscarlo.

Lo encontró afuera, en una gran piscina que parecía haber sido

cortada directamente de la Revista Casa y Jardines. Rocas sobresalían

de una cascada en el otro extremo. Una pequeña cabaña con puertas de

cristal se situaba en el lado opuesto. Se sentó en un sillón y esperó a

que él saliera a la superficie.

Entonces lo hizo, con el cabello pegado a la frente, cubriéndole los

ojos hasta que lo empujó hacia atrás. A medida que salía de la piscina,

vio el agua derramarse a través de su fuerte pecho, las gotas

aferrándose al mismo y a sus abdominales.

Dios Santo, él era exquisito. Incluso bañado en chocolate, no

podría lucir más delicioso. Ella tuvo el deseo instantáneo de hundir sus

dientes en él.

—¿Ves algo de tu agrado? —Murmuró él, su voz adquiriendo un

matiz de brusquedad.

Saltando fuera de la silla, Eden parpadeó para salir de su

ensueño, y levantó su mirada más alta.

¿Qué estoy pensando?

—Sí. Es una hermosa piscina —dijo, con las mejillas ardiendo.

Él agarró la toalla de la silla donde ella había estado sentada,

estirándose a su alrededor para conseguirla.

—No es de lo que estaba hablando.

Ella se deslizó fuera de su alcance.

—Yo... um... voy a regresar dentro.

Le cogió la muñeca y la obligó a darse la vuelta.

—Está bien no ser buena todo el tiempo, Eden.

—Lo sé —farfulló, tratando muy duro de no mirar su pecho o

labios, o… maldición, no había ningún lugar seguro para mirar. En

ninguna parte que pudiera detener el calor arrastrándose a través de su

cuerpo—. Y, obviamente, no soy buena todo el…

Él la atrajo hacia su pecho.

—¡Alto! —Ella extendió su otra mano, sintiendo sus abdominales

tensarse bajo su palma—. ¡Detente!

Su aliento era cálido en la mejilla de Eden.

—Por favor, disculpa mi mala educación.

Tragó saliva, pero no se apartó.

—Estás disculpado.

Se quedaron allí, pegados entre sí, la humedad de él empapando

sus ropas, trayendo al calor de su cuerpo junto a ello.

Querer estar cerca de él, de cualquier hombre, era nuevo para

ella. Con todos los demás, siempre había mantenido una burbuja de

espacio personal a su alrededor. Una grande y algo difícil de manejar.

Pero no ahora. ¿Por qué no ahora? ¿Por qué no con Mitch?

—Carter... —Si solo pudiera deshacerse del jadeo en su voz—.

Él…

—¿Él qué, Eden? —El agarre en su muñeca se convirtió en una

caricia, moviéndose por su brazo, por encima del hombro hasta su

cuello.

—Él... Él es un buen chico.

Mitch dio un paso atrás, dejándola fría y húmeda.

—Y yo no lo soy. Correcto. Sabia decisión. —Asintió con la cabeza

y caminó de regreso a la casa—. Buena suerte a los dos.

No segura de por qué quería explicarle algo, lo siguió.

—No quiero hacerle daño.

Él se dio la vuelta mientras ella cerraba la puerta francesa detrás

de sí.

—¿No? ¿No crees que le haces daño cada vez que está a tu

alrededor? ¿Cada vez que ve lo que no puede tener? ¿No crees que eso

duele? —Escupió.

—Carter lo entiende.

Él miró a su alrededor como si estuviera buscando una manera

de escapar.

—Ningún hombre lo entiende. —Se movió hacia adelante tan

rápidamente que ella tropezó de regreso a la puerta. Su respiración se

hizo más rápida, igualando la suya. A centímetros de distancia de

Eden—. Ningún hombre... —susurró, con los ojos centrados en su boca.

—Él entiende que no estoy lista para ese tipo de relación. Carter

nunca me ha hecho sentir culpable por elegir permanecer virgen.

Mitch apretó la mandíbula y luego respiró hondo.

—¿Virgen? Siento disentir. ¿O es que no acabamos con eso?

Ella lo odiaba. Odiaba su menosprecio constante, la crueldad, el

deseo de humillarla.

—Te acostaste con ella, no conmigo.

—Ella eres tú.

—No, no lo es.

—Ya veo. Así que la virginidad es una mentalidad fija entonces,

¿verdad? Bien. Pero eso tiene que ser confuso para ti.

Arrastrar la mirada lejos de su cuerpo cincelado no ayudó. Los

ojos de Eden fueron atraídos a su boca. Se inclinó hacia adelante,

incapaz de controlar el deseo de recorrer su dedo, y luego su lengua, a

través de sus labios.

—Tal vez, ¿te gustaría que ayudara a solucionar ese dilema? —

Preguntó él, su voz vuelta un susurro grave.

—Sí —rogó, sorprendida por sus propias palabras.

Mitch se sacudió hacia atrás.

—¿Qué dijiste?

No estaba segura de cuál de ellos era el más sorprendido. Pero

tampoco le importó.

—Te dije que sí. ¿Debería haber añadido "por favor"? Sí, por favor,

Mitch. —Como si ella no tuviera control de sus propias manos, agarró lo

único que pudo, la cintura de sus pantalones cortos de natación. Tiró

de él hacia ella, retándolo. Tomando de nuevo el poder que tan

fácilmente le había arrebatado—. Sacude mi mundo, Mitch. Dámelo

justo como se lo diste a ella.

Él puso su mano sobre la suya, tratando de hacer palanca para

sacar sus dedos.

—Suficiente. Vete a casa, niña.

No, eso no era lo suficientemente bueno. Ya no. Nunca más. Pero

ahora estaba lo suficientemente desesperada como para ignorar los

límites que siempre se había impuesto.

Tómalo, Eden. No pienses. No juzgues. Tómalo. Como si una parte

de sí misma finalmente hubiera despertado y le estuviera diciendo qué

hacer.

—De acuerdo contigo, ya hemos estado allí —dijo—. Excepto que

no puedo recordar, así que muéstramelo. —Las palabras saliendo de su

boca eran extrañas, como si alguien hubiera llegado a su mente y

arrancado los pensamientos que tenía, pero que nunca se había

permitido reconocer—. Muéstramelo, así dejaré de cuestionármelo.

—No puedes estar hablando en serio.

—¡Lo digo en serio! Desde que desperté en tu cama, me lo he

cuestionado. ¡Así que, muéstramelo!

—No. Tú no me quieres.

—Yo no miento. —Era cierto, no estaba mintiendo. Deseó que lo

estuviera. Deseó poder controlar su propia voz—. Y sé lo que quiero.

—Pero no sabes lo que conseguirás.

—Trátame como lo hiciste con ella.

Él negó con la cabeza.

—Tú no eres ella. Nunca serás ella.

Sintió su frente surcarse y las lágrimas formarse.

—Oh, es eso entonces —gimoteó. Estoy en una competencia

conmigo misma y todavía pierdo. Eso duele—. Entonces cierra los ojos e

imagínala, si eso ayuda. Cierra los ojos, y seré ella.

—No la quiero a ella. —Los labios de ambos chocaron, golpeando

su espalda contra la puerta. Él era tan cálido, tan seguro. Ella tomaría

todo lo que le diera. Su lengua bailó sobre su labio inferior hasta que

ella abrió la boca, llevándolo más adentro.

Capítulo 16 Traducido por Alisson*

Corregido Por Pily

Estaba perdido en ella. Cristo, ella lo era todo. ¿Cómo no podía

saberlo? Vertió su frustración en el beso, sintiendo su agarre sus

hombros y jalarlo más cerca. Su mano tocó las cicatrices en su espalda,

se encogió, y luego las trazó con un dedo, como si las aceptara como

parte de él. Recordatorios de quién era él. Y que no era ella.

Nunca la había tratado como Chastity porque ella no era Chastity.

Era simple y perfectamente Eden esta vez. Alguien que debía ser

adorada y amada y… para quién no era lo suficientemente bueno. Eso

lo golpeó como un yunque, lanzándolo hacia atrás y lejos de ella.

Rompió el beso, enderezándola con una mano en el hombro

mientras se alejaba. ¿Qué estoy haciendo al traerla a mi vida?

¿Castigarla? ¿Por qué? Querer a alguien como yo. ¿Quién diablos soy yo

para castigar a alguien?

—¿Qué pasa? —Su voz era baja, gutural, increíblemente sexy—.

¿Es por las cicatrices?

—Esto es un error. —Sacudió la cabeza y se obligó a dar unos

pasos lejos de ella—. Esto no puede suceder.

—¿Por qué?

—No puedo estar contigo. Necesitas a alguien mejor.

—Hey, yo soy la que tiene los problemas, ¿recuerdas? —Su pecho

se movía, sus pezones duros a través del top mojado que llevaba—.

¿Cómo es posible que puedas superar lo que me sucede?

—No sabes qué clase de hombre soy. Lo que he pasado. Lo que he

hecho.

—Pasé por cuatro casas de acogida y dos hogares de grupo. Sé

mucho más de lo que crees.

—¿Sobre qué, Eden? ¿Qué sabes tú? —Su instinto volvió al ver la

confusión y el rechazo en su rostro.

—He visto el mal. He visto a gente hacer cosas horribles. No tuve

la oportunidad de simplemente ser joven, de dirigir mi propia vida.

Ahora lo hago. Ahora puedo ser quien quiero ser. ¿Qué hay de malo en

eso?

Aléjala antes de que sea demasiado tarde y no puedas dejarla. Él

era tan bueno en eso. Años de experiencia. ¡Hazlo!

—Bien, tuviste una vida difícil. Pero no sabes lo difícil que puede

ser. Y lo mala que es.

—Oh, ¿mi vida era miel sobre hojuelas, porque no me golpearon?

Otras cosas son igual de malas.

Su ira se encendió. Qué había visto Eden en él, que no podía

evitar ser lo que era. Se abalanzó hacia ella, apretándola contra la

puerta de nuevo.

—Confía en mí, Eden, no quieres jugar a “que infancia apesto

más” conmigo. No vas a ganar.

—¿Estás seguro de eso? —Sus ojos se abrieron, la mirada en ellos

se intensificó.

Y entonces los vio cambiar.

—Oh Dios, no —dijo él, su voz desmoronándose. Dio rápidamente

tres pasos hacia atrás, sus ojos mostrando más blanco que pigmento—.

¿De qué color son tus ojos?

—Marrones. Por qué…

—Mierda, mierda, mierda, mierda. —Se paseó en líneas cortas

frente a ella, repitiendo cada palabra con una sacudida de cabeza o de

mano, mirándola brevemente entre cada una. Su agitación se apoderó

de ella.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Preguntó.

—Ve y mírate en el espejo.

—¿Por qué estas histérico?

—Los suyos son de color azul. —Él se frotó la cara con ambas

manos antes de mirarla de nuevo—. Los suyos son de color azul.

—¿Los suyos? ¿Qué quieres decir? ¿Cómo sabes eso?

Detuvo sus pisadas en el azulejo y se volvió hacia ella con una

mirada de pánico.

—Estoy seguro de que los vi una o dos veces antes de que le diera

la vuelta. O tal vez fue cuando estaba encima.

De ida y vuelta, ida y vuelta. ¿Acaso este juego entre ellos nunca

acabaría?

—¿Crees que ser rudo me alejará?

—Seguro como el infierno que lo haría. Funcionó en todo el resto.

Pero tú… ahora... ¡Jesús! Solo mírate en el maldito espejo.

Volvió a enloquecer cuando ella entró en el comedor. Una larga

mesa de madera ocupaba la mayor parte de la habitación y estaba

apilada con papeles y carpetas al azar. Puede que haya sido utilizada

una vez, posiblemente en dos ocasiones, pero a menos que Mitch

estuviera usando la cosa como un cubo de reciclaje, eso había sido hace

mucho tiempo.

El espejo ocupaba la mayor parte de la larga pared de la

habitación, Eden se detuvo justo cuando vio su reflejo de lado.

Entonces dio un paso tentativo hacia adelante. Otro. Estirando su

cuello para ver mejor, pero no dispuesta a acercarse demasiado.

A su propio reflejo.

Los ojos azules que le devolvieron la mirada eran como ninguno

que jamás hubiese visto antes. Ciertamente no en su propio rostro.

¿Estaba mirándose a sí misma o el otro lado de ella? La persona que no

podía controlar y que no entendía. Parecía que estaba viendo a los ojos

de una especie de gemela malvada. Excepto que no sintió el cambio

dentro de sí misma, no sintió que este otro… yo estuviera tratando de

salir. Nada excepto el mismo dolor en su vientre que había estado

sintiendo durante semanas, acentuado por una nueva sensación

punzante que había pensado era el dolor de ser rechazada por Mitch.

Oh Dios, ¿eso era parte de ello?

Su rostro era el mismo, pero sus ojos... Cuando dio un paso más,

se comenzaron a enturbiar, oscurecerse. Su normal color marrón moka

se arremolinaba y parecía perseguir el azul glaciar hasta que su color

real fue todo lo que quedó.

En el fondo, escuchó a Mitch, quien seguía maldiciendo para sí

mismo, murmurando y riendo planamente.

—Maldita sea, me dije a mí mismo que estabas usando lentes de

contacto de color. Jodido estúpido. ¡Soy tan jodidamente estúpido! —

Su voz se quebró—. Lo sabía. Maldita sea, no quería saberlo, pero lo

sabía. ¡Cristo!

Ella no podía romper el contacto entre sus ojos y sus homólogos,

enmarcados en el vidrio por un rostro que reconocía como suyo. Un

rostro que conocía. Una persona que conocía.

—¿Qué ha pasado?

—Esto sucede cada cuatro días, ¿verdad? —Su tono de voz bajó

en volumen y agudeza cuando su discurso cambió de maldecir a

verdaderas palabras—. ¿Caminar dormida?

Echó un vistazo a su reflejo, a continuación, hizo algunos

cálculos mentales. Había un patrón, no uno perfecto, pero sin duda

había uno. Sin embargo, solo había echado la culpa al hecho de que

había pasado los tres primeros días después de un episodio trucada de

tanta cafeína y paranoia. Luego, en la noche cuatro, estaría demasiado

cansada para resistir la tentación del sueño. Y sorpresa, sorpresa, ella

despertaría rodeada de un paisaje diferente. ¿Quién era la estúpida

ahora?

Pero, ¿era un ciclo de cuatro días? No, el cerebro no funcionaba

así. La gente no funcionaba así.

—¿Cómo lo sabías?

—Así que lo hace... —Él entrecerró los ojos y miró hacia arriba.

—Miércoles por la noche. Genial. Dile a tu novio que me espere.

—¿Dónde?

—En su casa. Vamos a tener una fiesta de pijamas. —Sus ojos

brillaron, y alzó las manos como si estuviera sacudiendo pompones

imaginarios—. Yay. — Luego dejó ese acto ridículo y salió de la

habitación, murmurando—: Ahora tengo que cancelar esa cita con

Margaret. Mierda. Llamar a Jolie. ¿Durante el día? Mierda. Nunca he

cambiado…

Después de una pausa de más para mirarse a sí misma, para ver

si aún era ella, lo siguió.

—¿No vas a decirme qué acaba de pasar? —Su voz era cruda—.

¿Por favor?

Mitch subió las escaleras de dos en dos, solo para mirarla desde

el rellano de arriba.

—Tengo que comprobar algo primero. Nunca has visto tus ojos así

antes, ¿verdad? ¿Nunca tuviste una siesta durante el día y despertaste

en otro lugar, o hiciste algo que te dijera que has estado caminando

dormida?

Ella negó con la cabeza. Esto era imposible. La mente no funciona

así. ¿Cada cuatro días en algún patrón? Eso no podía suceder. ¿Ojos

cambiándose de color de esa manera?

—¿Qué me está pasando? —Preguntó, su voz no era más que un

susurro.

Él se alejó de la barandilla, fuera de su vista, y entonces apareció

de vuelta.

—Oh. Y mantén la noche del sábado disponible también.

—¿Qué está pasando…? —Levantó la voz para que la escuchara—

. ¿Qué pasará el sábado?

—Algo que tienes que ver.

Ella envolvió sus brazos alrededor de si, sintiéndose de repente

muy sola, como si estuviera en el fondo de un gran cañón.

—¿Puedo traer a Carter?

Hubo una larga pausa antes de que respondiera. Él sonrió hacia

ella, y un hoyuelo apareció en su mejilla derecha.

—Como si me importara. Claro, trae al chico explorador. Pero él

se va a las once.

Mitch estaba dejándola sin ninguna respuesta. ¿Cómo podía

hacer eso? Después de un beso en el que finalmente había pensado que

habían conectado.

—¿Para qué? —Preguntó—. ¿Para que pueda obtener una

repetición de lo de hoy? El beso fue genial, pero realmente no vale la

pena la enorme dosis de humillación que vino después. Y mis ojos… —

Ella parpadeó las lágrimas que dolían por ser liberadas.

—Nada de besos, nada de humillación, y no esperes que Dios cure

esa cosa de tus ojos. Tengo que enseñarte algo. —Su intensidad se

sentía más allá de la barandilla, escaleras abajo, dejándola de pie a

unos centímetros de la misma.

Bajó la cabeza. ¿Que podría superar la aventura de hoy? Eden no

estaba segura de querer saberlo. No, estaba segura de que no quería

saberlo.

Él suspiró, apoyándose en la barandilla.

—Mira, estarás bien. Por los próximos días estarás bien, yo…

vamos a resolver esto. El sábado. ¿Bien? —Hizo una pausa, quizá en

espera de una respuesta—. Por favor, Eden. Es importante.

Ella tomó una respiración profunda, la inhalación levantando su

pecho y barbilla. Al menos parecía fuerte. Solo esperó que su voz no

sonara tan inestable como se sentía su estómago.

—Entonces, muéstrame ahora.

—No puedo. Tiene que ser el sábado. El sábado te voy a mostrar

lo que soy.

Capítulo 17 Traducido por JGHerondale

Corregido por Pily

Eden siempre había valorado la honestidad, siempre creyó que

era algo rotundo. Blanco y negro. Fácil de entender y, por lo tanto, de

seguir. Hasta ahora. La honestidad es imposible cuando no sabes con

qué verdad empezar. Y para Eden, la verdad estaba escondida tan

profundamente en su subconsciente, que no podía empezar a

entenderla.

Cuando llegó a casa. Carter ya se había ido. Encontró su celular y

vio que él le había llamado nueve veces desde la mañana. Los mensajes

que había dejado aumentaron en volumen y preocupación hasta que

estuvo prácticamente gritando. Dejó de escuchar y lo llamó.

Contestó al segundo timbre.

—Oh, gracias a Dios, ¿te encuentras bien?

—Estoy bien. Estoy en casa. ¿Cómo logré salir anoche, Carter?

—¿Has mirado la secadora?

—¿La secadora? ¿En serio? “Hola, nena” —lo imito—. “Sé que

saliste anoche y pudiste haberte metido en terribles problemas, pero no

tengo calcetines, ¿podrías terminar de lavar mi ropa por mí?”

—Revisa la secadora, Eden.

—Bien. —Eden caminó por la cocina hacia la pequeña alcoba que

alojaba su lavadora y secadora. La máquina estaba apartada de la

pared. Mirando por encima del pesado aparato, vio un agujero en esa

pared donde la manguera estaba arrancada. La válvula que la

conectaba estaba desgarrada, dejando una brecha lo suficientemente

grande para que ella atravesara solo si realmente se hubiese apretado.

Llevaba hacia afuera. Al segundo piso. Eso sí es un salto. El salto a un

lado, casi sintió la necesidad de asegurarse de que sus piernas no

estuvieran rotas. Trozos de pared estaban en el suelo a ambos lados y

polvo de tiza cubría el suelo.

—¿Hice eso?

—Si no fuiste tú, pues… Eden, ¿adónde fuiste? —Preguntó—.

¿Dónde estuviste todo el día?

—Estaba con Mitch.

—¡Maldita sea! ¿Qué hiciste?

Sabía lo que estaba insinuando. ¿Por qué estaba más preocupado

de que hubiese estado con Mitch que por el hecho de que había

estallado una pared de su departamento e ido quién sabe dónde

anoche? Ahora que sabía que no estaba muerta, a él no le importaba

qué había sucedido. Solo si Mitch estaba incluido.

Sus fosas nasales se dilataron.

—¿Quieres saber qué sucedió con Mitch? ¿De verdad quieres

saber?

—Sí, de verdad quiero. No tienes idea de lo preocupado que

estaba por ti. ¿Él te hizo algo?

Eden tragó las palabras que había estado a punto de arrojar.

Carter solo estaba preocupado.

—No, no me hizo nada. Él… Él me ayudó. ¿Cuándo vienes a casa?

Suspiró.

—Espero que a eso de las ocho. Te he estado buscando todo el

día. Estoy en la estación ahora mismo, con un reporte de una persona

perdida frente a mí. Ahora que sé que estás bien, tengo que recuperar

algo del tiempo que perdí.

Se preguntó por qué no había ido a donde Mitch para saber si ella

estaba ahí. Luego recordó el viaje a la escena del crimen. Tal vez Carter

los había perdido.

—Me alegra que estés bien, Eden. Te quiero.

Fue una larga pausa. No supo que decir.

—Te veré luego —dijo Carter, dejándola fuera del gancho.

—Sí, te veré luego. —Colgó el teléfono, se dejó caer en el sofá y

lloró.

Después de dos días y medio de considerar qué decirle a Carter

sobre lo sucedido, Eden aún no le había dicho. Mientras arreglaban la

pared, reforzando el área con láminas de metal, y trataron de actuar

como si nada hubiera cambiado, sus conversaciones fueron artificiales.

Formales. Incómodas.

¿Lo que había hecho con Mitch era engañar, si la única razón por

la que Carter y ella estaban juntos era por hábito? ¿O comodidad? No

tenía sentimientos románticos por él, así que no, no fue engañar. Como

sea, estaba aprendiendo que siempre había otro lado. Menos blanco y

negro, más de sombras de grises.

Cuando le había contado sobre caminar dormida y encontrarse en

la cama de Mitch, había estado horrorizada por su comportamiento y

por sus expectativas sin decir como pareja, pero no porque sintiera que

lo había engañado. Solo se había engañado a sí misma. Estaba

adaptada a la culpa.

Carter sentía algo por ella y nunca había sido tímido al respecto.

Entonces, el haber estado con alguien más lo habría herido. Y eso era lo

que ella había hecho. ¿Hipócrita? Absolutamente. Pero habían estado

en estos roles con el otro por demasiado tiempo. Locos y dañinos roles,

si lo pensaba. Lo cual había hecho. Constantemente. Desde que dejó la

casa de Mitch.

Así que, tenía que decirle. Y dejar que la castigara de cualquier

manera que él considerara. Era su derecho. Era lo correcto.

Los días se arrastraron mientras esperó por un golpe en su

puerta. La policía encontraría algo en la escena del crimen, o la falsa

coartada de Mitch sería revelada y vendrían por ella. Una semana atrás,

la pregunta de si debía o no ir con ellos no la había detenido en lo más

mínimo. Les habría dicho todo y permitido que lo averiguaran. Pero

ahora, sin saber lo que había hecho, sin creer que fuera posible para

ella asesinar a alguien, hacía las cosas confusas. Siempre había

confiado en su intuición, y esta le insistía que no había matado a nadie.

Por lo que había esperado. Esperado por los policías. Esperado

que su otra personalidad apareciera de nuevo o le enviara un flashback

de lo que realmente había sucedido. Esperó con un corazón que se

sentía envuelto en cadenas, las que se apretaban con cada latido.

Gracias a Dios, estaba recostada cuando el flashback se estrelló

dentro de su cabeza. Si no lo hubiera estado, habría terminado en el

piso.

Una imagen vista desde el callejón. Dos mujeres… una luz, una

oscuridad. Un cuerpo en el suelo, rodeado de sangre que lucía casi negra.

La siguiente imagen era más estrecha, como si la cámara de su mente

hubiera estado más abajo, más cerca del cuerpo de la mujer rubia. Una

mano… —¿mía?— tocando un charco de sangre. Luego nada.

Eden sacudió el cabello fuera de su rostro. Su frente estaba

húmeda. Si confiaba en lo que había visto, ella —Eden o la persona que

estaba dentro suyo, no había cometido el asesinato. No era lo que había

visto. Oh Dios, como quería que fuera verdad. Marcó el número de

Mitch.

—¿Sucedió de nuevo? —Su voz era frenética, confusa—. No han

pasado cuatro días.

—¿Qué? No. Mitch, no creo que la haya matado. No estoy segura,

pero no creo que lo haya hecho

—Eso es genial. —Él no sonó como si hubiera creído su

revelación—. ¿Cómo lo averiguaste?

—Tuve un flashback. Vi su mano tocando el cuerpo, pero no la

mató. Mitch, de verdad no creo que ella haya matado a alguien. —

Cuantas más veces lo decía en voz alta, su mente más lo aceptó como

cierto, más su voz rebotó con alivio.

No respondió inmediatamente.

—Buenas noticias. Pero aún iré esta noche. Hay algo que necesito

ver. Si tengo razón, recuerda la manera en la que te estás sintiendo

ahora. Necesitarás recordarlo.

—Ya no creo que haya asesinado a esa chica. Creo que tomará

mucho el poder derribarme.

—Seguro. Estaré a las diez. —Colgó.

Esperó ansiosamente que Carter saliera del trabajo. Haberse

guardado eso tanto tiempo había sido algo erróneo. Le diría lo que había

pasado en la casa de Mitch. Sería sincera. Sobre todo. Y finalmente le

haría saber que Mitch vendría a pasar la noche por alguna razón que no

podía entender bien en este momento. Pero su idiota y no remunerado

coach de vida parecía firme, y no era el tipo de hombre que se desviase

de su camino por nadie, a menos que hubiera una muy buena razón.

Sus ojos cambiando de color eran definitivamente una buena razón.

Hojeando incontables sitios web, aun buscando una explicación

para sus ojos, suspiró. Ninguna mencionó nada sobre pigmentos

cambiantes del iris en la adultez, que no fueran gradualmente durante

tiempos de grandes cambios hormonales. Para ser sincera, sus niveles

hormonales definitivamente habían alcanzado su punto máximo en la

casa de Mitch, pero ninguna de las otras condiciones estuvo presente

en el momento. ¿Embarazada? Nop. ¿Gradual? Gran nop. Maldijo a

Mitch por retener el conocimiento que parecía seguro de tener, aun así

dispuesto a compartirlo hasta que le conviniera.

¿Estaré bien por unos pocos días más? Rayos, Mitch, gracias por la

información. Y por ser tan accesible. Si no empieza a toser las respuestas

pronto yo… ¿Qué podía ella hacer? ¿Sacárselas a golpes? Sí, claro. No

tenía el poder para hacer nada. Y eso era molesto.

Cuando escuchó el clic del cerrojo, su corazón duplicó su

velocidad. Trató de convencerse de lo feliz que estaba porque Carter

estuviese en casal y porque tuviera una oportunidad de hablar.

—Hey. —Lanzó su mochila al lado de la puerta y arrojó un

paquete envuelto en papel marrón en su regazo—. ¿Ordenaste algo?

—No. ¿Qué es esto? —Era rectangular, pesado, alrededor del

tamaño de media hoja de papel, y al menos un centímetro y medio de

grueso.

—No lo sé. Mientras llegaba, un mensajero en bicicleta lo aventó.

De verdad, ¿quién contrata un mensajero en bicicleta para entregar

algo? — Se dejó caer en el sofá a su lado.

Ella se encogió de hombros y le dio la vuelta. Al lado de su

nombre y su dirección, no había nada más escrito. Nada de una

dirección para devolverlo o algo indicando de quién provino.

—¿Cree que es una bomba, Oficial? —Sonrió y lo sacudió. Nada

traqueteó.

—No soy un oficial. Pero tengo suficientes poderes de deducción

para… deducir —sonrió, cambiándose a una mala imitación de Sherlock

Holmes— que no es una bomba, sino un libro, mi querido Wat…

—Sí, no es una agradable personificación, Carter. Haces un

horrible acento inglés.

Él agarró su corazón melodramáticamente.

—¡Ay! Allí se fue mi carrera en el escenario.

—¡Súper ay! Es verdad. ¿Entonces esto no es una bomba? —Se

rió ligeramente, apreciando su intento de normalidad, con trágico

acento o no. Tal vez, al menos en una parte, las cosas podrían volver a

ser como eran antes.

Él apretó sus labios juntos y sostuvo la respiración como si

realmente estuviera tratando de salir con una respuesta ingeniosa.

Luego soltó todo el aire, sacudió la cabeza tristemente y dijo.

—No tengo nada. Solo abre la cosa. ¿Lo harías?

Eden colocó el paquete en su regazo, rompió el papel en el centro

y sacó su contenido. Ambos contemplaron un viejo —como,

verdaderamente viejo— libro encuadernado en tela verde. No había un

título descifrable en la portada, solo tela cálida con una ocasional pista

de una escritura en oro, como si hubiera sido bien cuidado y querido.

Observó a Carter, quien se encogió de hombros y se escabulló más

cerca de ella, colocando su brazo alrededor de sus hombros.

Ella abrió el libro en la primera página, cuidadosamente para no

empujar mucho la unión. Un pedazo de una nota de papelería con una

línea de oro claro cruzando la parte superior cubría el título de la

página. Obviamente, Carter leyó más rápido que ella, o fue ciertamente

menos paciente y se saltó al final, porque su brazo dejó su hombro. Se

movió al lado opuesto del sofá antes de ella siquiera empezara a leer.

Lee esto antes de que aparezca para nuestra pijamada. Esta es mi copia

personal y es primera edición, eso la hace valer más que tú, así que

cuídala bien. Nada de resaltar, nada de doblar páginas, ¿entendido?

“Mitchell Turner” estaba en relieve y oro en el fondo. Eden

examinó a Carter e hizo una mueca ante el vapor invisible que imaginó

estaba saliendo de sus orejas.

—Necesito hablarte sobre la cosa de la pijamada. ¿Ayuda si te

digo que estas invitado?

Él gruñó algo incoherente.

Molesta con Mitch por saltarse noticias que ella había planeado

cuidadosa y delicadamente discutir con Carter, tomó el pedazo de nota

y lo arrugó en su puño. El título ahora estaba expuesto, enviando un

escalofrío por la columna de Eden, seguido por un espasmo ondulado

en los músculos de su espalda.

El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde

Eso fue simplemente cruel. Mitch estaba jugando con ella, el

idiota. Cerró el libro, tratando de decidir si seriamente valía algo o si lo

había comprado en el mercado de pulgas para reírse cuando le dijera

que lo había aventado por la ventana.

Recogiéndolo, sintió algo resbalarse debajo del libro. Lo deslizó a

un lado y vio otro libro—uno amarillo brillante y despojado de negro, un

libro muy nuevo. Colocó el más viejo en la mesita de café y le dio un

vistazo al segundo.

Cliffs Notes10 de Stevenson: Dr. Jekyll y el Sr. Hyde

Debajo del título había una nota adhesiva, se trata de un amarillo

ligeramente más claro que el del libro. La letra era la misma de la nota

de papelería.

No estaba seguro de si eras una lectora. Si no lo eres, devuélveme

el original inmediatamente. Puedes quedarte con este.

Bien, ahora eso era simplemente ofensivo. Él la estaba molestando

y pensaba que ella estaba cerca de ser analfabeta.

—Guau, gracias —le dijo a la nota adhesiva. Recogió ambos

libros y se levantó para llevarlos a su habitación. Lo cual,

evidentemente fue algo malo, porque Carter empezó a maldecir.

—¡Jesús, Eden! ¿Qué está sucediendo entre ustedes dos? Él te

está regalando cosas, como, continuamente.

—Me ha dado barrotes en nuestras ventanas, un viejo libro que

quiere de vuelta y tres dólares de papel barato. No creo que esos

cuenten realmente como regalos, Carter.

—¿Así que nada está pasando entre ustedes?

Oh, chico. El momento para empezar esta conversación podría

haber sido malditamente mejor. Como tal vez mientras él estuviera

dormido o borracho o algo.

—Um… no mucho.

10Cliffs Notes: un nombre de marca para una serie de notas preparadas, utilizadas

como guías de estudio para las obras literarias en las escuelas y universidades.

El chasquido de su mandíbula junta le dio la esperanza de que no

tendría nada más que decir. Tal vez podrían moverse a ver televisión, o

algo que no tuviera mucho movimiento del todo.

Tristemente, ese no era el caso. Él se debatió por un momento y

terminó hablando a través de sus dientes.

—¿Todo esto es culpa de él? ¿Te está haciendo algo?

—Por supuesto que no. —Rió ante la idea de Mitch con un cabello

loco de científico, sentado en un laboratorio, fermentando alguna

especie de poción como el doctor que aparecía en Jekyll y Hyde—. ¿Qué

podría estar haciéndome?

Él sostuvo su mirada, sus ojos tristes y llenos de arrepentimiento.

—No lo sé. —Luego se encogió de hombros y fue a la cocina—.

Háblame de la pijamada —dijo sobre el sonido de la lata de cerveza

siendo destapada.

—¿Mencioné que estás invitado? —¿Por qué no le estaba

contando? ¿Siendo honesta con todo? ¿Porque lo lastimaría? ¿O porque

los lastimaría a ambos?

Capítulo 18 Traducido por Sandra289

Corregido por Pily

Los miércoles eran normalmente la noche de Eden-se-pone-

cómoda-en-el-sofá-y-se-pone-al-día-en-la-basura-de-la-tele, no la de

sentada–con-rigidez-en-el-sofá-con-dos-hombres y siendo-el-evento-

nocturno-principal. Pero allí estaba sentada, frente a Mitch y junto a

Carter, con la espalda hundida profundamente en los cojines verdes,

piezas sin valor y de segunda mano que Carter había comprado hace

unos años.

Un recuerdo le pasó por la mente: Carter esperando a que ella

dijera que odiaba su primer intento de hacer un hogar para los dos,

mirándola con ansiedad. De la manera que estaba mirándola ahora

mismo. Excepto que en ese entonces, él también había tenido una

expresión de disculpa, como si lo que hubiera comprado no fuera lo

suficientemente bueno para ella.

Y solo míranos ahora. Otro par de ojos se habían añadido a la

mezcla, los de color avellana brillante de Mitch. Dos pares de ojos

mirándola fijamente, esperando que… ella no tenía idea de lo que

estaban esperando. Rompió el incómodo silencio.

—¿Entonces? ¿Ahora qué?

Mitch era el único de ellos que parecía medio relajado, apoyado en

un brazo de la desgastada silla azul y verde.

—¿Seguro que quieres que él esté aquí? —Preguntó, moviendo la

cabeza hacia Carter.

—No te voy a dejar solo con ella —dijo Carter.

Eden estaba tan cansada de sus disputas territoriales.

—Yo ni siquiera sé lo que se supone que sucede.

—Tienes que dormir —le dijo Mitch.

Eden suspiró.

—Sí, como sí pudiera dormir con ustedes dos mirándome.

—Tal vez deberías tomar una pastilla para dormir o algo así —dijo

Carter poniéndose de pie.

—No. No puede. Ella no puede estar sedada.

—¿Por qué no? —Preguntó Eden. No respondió. No era de

extrañar.

Carter se dejó caer en el sofá de mal humor.

—¿Qué demonios estamos haciendo aquí?

Mitch no lo miró.

—Ya lo verás.

—Esto está por encima de la locura.

—¿Tienes algún juego de mesa? —Preguntó Mitch.

Eden y Carter lo fulminaron con la mirada.

Él se encogió de hombros.

—¿Qué? Se les conoce como juegos de mesa por una razón.

Ella se negó a ir a su habitación, la idea de ellos mirándola

acostada en su cama era incluso menos atractiva que esto.

Después de lo que parecieron horas de miradas comerciales,

cambios posiciones, y quejidos sobre la inutilidad de la noche, estaban

todos mostrando signos de fatiga. Eden bostezó. Los hombres saltaron

en atención, despertándola más de lo que lo haría un puñado de

NoDoz11.

Mitch se puso de pie y caminó por el departamento, estirándose.

—¿Recibiste los libros?

Eden suspiró por dentro, arriesgando solo una mirada de reojo a

Carter.

—Sí —susurró, sintiéndose extremadamente ridícula. Como si

estuviera escondiendo algo de alguien.

—¿Leíste alguno de ellos?

—Sí. —Sabía que él había asumido que era la tonta. Lo que no

era. Tenía un poco de orgullo, después de todo. Especialmente cuando

alguien la estaba desafiando en silencio. Por supuesto, esperó que no

preguntara cuál había leído, porque entonces tendría que decirle la

verdad y arriesgarse a enojar a Carter aún más. Aunque Carter nunca

adivinaría que al elegir leer la historia original, y permanecer despierta

hasta las primeras horas de esta mañana para hacerlo, Eden se había

imaginado a sí misma más cerca de Mitch de alguna manera. No, era

mejor dejar que Mitch asumiera que tomó el camino más fácil.

—¿Qué piensas?

11

NoDoz: medicamento que contiene cafeína estimulante del sistema nervioso central.

Aumenta la energía y agilidad mental en personas que experimentan somnolencia y

fatiga.

Ella parpadeó, ignorando la mirada de Carter.

—¿De qué?

Los ojos de Mitch se estrecharon.

—Del libro.

—El bien contra el mal. Médico loco con un monstruo dentro de él

que explota fuera cada vez que quiere. Buena historia. Leído en la

escuela secundaria, creo. Triste final.

La verdad era que la historia le había dado escalofríos. ¿Por qué

Mitch se lo había dado? Ella no estaba siendo drogada. Claro, después

de leer el libro, había jurado no beber nunca más nada verde. ¿Pero ser

baja, peluda y malvada? No. Su otra personalidad no era mala,

simplemente cachonda. Y espeluznante. No mala. Esperó Eden. Y había

una razón de porqué Jekyll y Hyde era encontrado en la sección de

ficción de una librería. Era ficción. Pero, no obstante, le había dado

escalofríos.

Ambos hombres la miraron, pero no dijeron nada. Lo que fue

realmente el mayor favor que podría haber pedido.

Otra incómoda hora pasó. Luego unas cuantas más.

Después de que Carter se dejara caer más abajo en la alta parte

de atrás del sofá y se quedara dormido, Mitch observó la lucha de Eden

por mantener los ojos abiertos. Quería decirle que dejara de luchar

contra el sueño, pero sabía que era solo cuestión de tiempo. Quince

minutos más tarde, se dio por vencida. Observó el levantamiento y

bajada sutil de su pecho mientras su respiración se ralentizaba.

Luego, su cuerpo empezó a moverse de una manera totalmente

diferente. Ella arqueó la espalda, desdoblando los tobillos de debajo de

su trasero, frotándose las manos por sus muslos.

Tras un momento de indecisión, Mitch dio un codazo a Carter,

despertándolo. Eden quería al chico explorador en esto, por lo que si él

enloquecía, era problema de ella.

—No vas a querer perderte esto.

—Vete al infierno. — Carter apenas abrió los ojos, reajustándose a

sí mismo. Entonces divisó la forma fluida de Eden y estuvo

completamente despierto.

Su cuerpo se retorció, se movió, arqueó. Dejó escapar un largo

gemido cuando Chastity se liberó y salió a jugar.

—Joder, eso es caliente —murmuró Mitch.

—Cierra la maldita boca. Solo está soñando. —Carter se deslizó

lejos de ella, encaramándose en el brazo del sofá—. ¿Por qué estamos

aún…?

Ella tiró de su camiseta sobre la cabeza, tirándola al suelo y

pasando la mano por su sujetador, desenganchando el frente cerrado.

Tensos, sus pechos rebotaron hacia fuera, liberados.

Mitch negó con la cabeza.

—¿Y dormiste durante todo esto?

—¡Santo cielo! ¿Qué está haciendo?

Su cabello se alargó ante sus ojos saltones, pasando de su normal

moreno oscuro a profundos rizos escarlata. Deslizó sus pantalones

cortos por sus caderas, tomando sus bragas para el paseo.

Completamente desnuda, Chastity abrió los ojos —ahora de un

azul pálido— y los miró a los dos, una sonrisa maliciosa mostrando sus

dientes blancos.

—Quítense la ropa, chicos.

Carter parecía que estaba a punto de salir corriendo.

—Qué demonios…

—Hola, Chastity.

—Hola, Mitch. ¿Puedo tenerte ahora? ¿A ambos?

El aliento de Carter salió en jadeos.

—Oh, joder.

—Sí, por favor. —Su voz reanudándose al tono más agudo que

Mitch reconocía de sus encuentros anteriores.

—¿Chastity? —Mitch caminó alrededor de la pequeña mesa de

café de madera y metió la mano en la bolsa que había traído con él.

—Sí, Mitch.

—Voy a atarte.

—De acuerdo.

Carter saltó del sofá.

—De ninguna maldita manera.

—Chastity quiere… —Mitch lanzó una mirada de advertencia a

Carter, pero mantuvo su tono calmado, como si estuviera hablando con

una niña— ¿verdad?

—Sí. —Ella ofreció sus muñecas, sonriendo.

Mitch sacó un par de esposas de metal. Echó un vistazo a la

habitación, en busca de algo lo suficientemente fuerte para contenerla.

—Vamos a entrar en el dormitorio.

Carter empujó a Mitch lejos de ella.

—¡Fuera de aquí, bastardo!

—Escucha, pequeño capullo. Tú querías estar aquí. —Ya no tenía

tiempo para jugar a ser amable con el chico. Chastity era demasiado

imprevisible en este momento—. Ahora, te adecúas o te vas.

—No voy a dejarte hacerle nada.

Chastity centró toda su atención en Mitch, al parecer descontenta

con la actitud de Carter.

—¿Podemos follar ahora? —Ella lo siguió hasta el dormitorio,

apretando su trasero cuando corrió más allá de él, y saltó sobre la

cama, estirando los brazos por encima suyo, hacia el desplazado

cabecero de hierro forjado.

Carter seguía aturdido.

—Eden no maldice.

Mitch cerró un lado de las esposas en la delgada muñeca de

Chastity, envolviéndola alrededor de pieza más gruesa de hierro y

sujetándola cuidadosamente al otro lado.

—Ella no es Eden. ¿Lo eres?

—Infiernos, no. —Su ceño se frunció cuando miró a Mitch

retroceder hacia donde Carter estaba de pie junto a la puerta—. ¿Mitch?

—Voy a estar por aquí, viéndote, nena.

—No me llames nena.

Él extendió las manos, como si hablara a alguien en el borde de

un edificio.

—De acuerdo.

—Llámame perra. —Chastity se rió y tiró la cabeza hacia atrás.

Su oscuro cabello rojo extendiéndose sobre la almohada.

Mitch pensó que parecía un ángel con poderío, sí el ángel hubiera

caído muy duro en una posición muy traviesa. Enfoque. Ella no es solo

una de las cosas más calientes que hayas visto jamás. Está maldita.

Justo como tú.

Carter se tambaleó hacia atrás, golpeando el marco de la puerta.

—Esto es lo que está mal en ella. Cuando ella no obtiene…

—¿Obtiene qué? —Espetó Mitch.

—Descanso. Cuando ella no duerme.

Eso no tenía sentido. Mitch estudió el tipo.

—¿Estás en estado de shock?

—No puedo tocarme. —Ella se retorcía en la cama, volteándose y

sacudiendo su trasero en el aire. Entonces, tiró contra sus ataduras.

Mitch dejó escapar un suspiro, esperando que eso obligara a sus

pulmones a volverse a llenar.

—Y tú malditamente dormiste durante todo esto.

—Tócame. —Tiró contra las correas, poniéndose cada vez más

enojada—. ¡Fóllame! ¡Hiéreme! ¡Haz algo!

Mitch sabía lo que pasaría, sabía que estaría molesta por haber

sido atrapada, enjaulada. Él mismo lo había sentido.

—¿Cómo te sientes, Chastity? ¿Estás dolorida?

—Lo quiero estar. ¡Por favor! —Gritó.

Mitch contuvo a Carter de apresurarse e ir a liberarla.

—¿Heriste a alguien, Chastity?

—Sí.

Su agarre en el brazo de Carter se apretó, ya no para mantener a

Carter atrás, sino para equilibrarse a sí mismo. ¿Y si…?

—¿A quién heriste?

—A ti.

Suspiró.

—¿Lastimaste a alguien que no quiso ser herido?

Carter se volvió, con los ojos abiertos, hacia él. Mitch se encogió

de hombros.

Se sacudió de la cabecera otra vez. El metal chirrió, pero se

sostuvo.

—¿Por qué estás hablando? No quiero hablar. Quiero follar. —Su

voz salió como un chillido.

—Lo haremos… —La palabra, una con la que nunca había

llamado a nadie, sin embargo no tenía más significado que cualquiera

de las otras que había utilizado innumerables veces sin pensar, sonó

tan mal de repente. Sabía que no estaba hablando con Eden, pero

todavía tenía que forzarla a salir de su boca—. Perra.

—Una mierda —gruñó Carter.

Mitchell lo codeó con fuerza.

—Pero todavía no. Primero hablemos.

—No quiero hablar más —se quejó.

—Sin embargo, eso enciende a Carter. Él quiere oír más. ¿Verdad,

Carter?

—¡No! ¿Qué pasa con ella? ¿Es esta su otra personalidad? Ella

dijo…

—No te preocupes. Ella es algo completamente distinto.

—Creo… que necesito respirar. —Carter puso una mano sobre su

boca, dio media vuelta y salió corriendo de la habitación—. Tú no… no

la toques, ¡maldita sea!

Mitch oyó a Carter maldiciéndolo en la sala de estar, sus palabras

cortadas por lo que Mitch solo podía asumir eran secas arcadas. Pero

Mitch se quedó centrado en la mujer —no, la Hyde— en frente de él.

—Chastity. Dime. Dime a quién heriste… aparte de mí.

—Te gustó, ¿no? —Ronroneó.

—Mucho. —Tragó saliva—. Demasiado.

Su rostro se convirtió en pánico.

—¿Mitch? Ella está…

—¿Ella qué? —Se acercó a la cama, sintiendo su pánico pero sin

saber la causa.

—¡Mitch! ¡Ella está volviendo! ¡Está volviendo! —Su grito se

convirtió en un gemido—. No quiero que vuelva aún.

Echó un vistazo a la ventana. La luz del amanecer se asomó entre

las cortinas de la ventana, trayendo lentamente a Eden de vuelta.

Detrás de él, oyó a Carter regresar a la habitación.

Mitch se sentó junto a ella y alargó una mano para acariciarle la

cabeza, preguntándose si Hyde era así. ¿El hijo de puta sentía miedo

antes de volver a la fosa de la que vino?

—Todo irá bien, Chastity. Podemos jugar la próxima vez. ¿Vale?

Jugaremos la próxima vez. La próxima vez que salgas.

—¿Lo prometes?

Él asintió.

—Prometido.

—No quiero que ella vuelva, Mitch. —Los abdominales de Chastity

se sacudieron cuando trató de luchar contra algo sobre lo que no tenía

control. Ningún control alguno.

—Bastardo —gruñó Carter, desde la puerta—. ¿Qué hiciste con

ella?

—No le hice nada, hombre. Nada en absoluto. —Mitch mantuvo

una mano sobre su cabello, acariciándolo hasta que Chastity volvió a

entrar en el infierno del que vino.

Eden sacudió los ojos abiertos, y vio a Carter quitando unas

esposas de su muñeca, sus manos temblorosas. Arrancó su brazo lejos

de él.

—¿Carter? —Cuando él no la miró, echó un vistazo alrededor de

la habitación y a sí misma. Estaba encima de su colcha, la manta de la

sala de estar reposaba sobre su cuerpo desnudo. Su labio inferior

tembló, pero no lloró.

Frotó sus muñecas doloridas, vio que ambas estaban de color rojo

y despellejadas.

—Hice… ella hizo…

Carter no dijo nada, se limitó a mirarla con una cara llena de

tristeza.

Se sentó, con su corazón palpitando contra la jaula que lo

contenía.

—¿Carter?¿ Qué pasó?

Se puso de pie, todavía en silencio.

—¡Dime qué diablos pasó!

Él se estremeció ante sus palabras, tropezando un paso atrás.

Mitch entró en la habitación y se apoyó en el marco de la puerta.

—Él piensa que tienes múltiples personalidades.

—¿Las tengo?

—Nop.

—¿Qué pasó? —Ella miró hacia atrás y adelante entre ellos, y

luego se detuvo en Carter—. ¿Te hice algo?

Él bajó la vista hacia el suelo y se metió las manos en los

bolsillos.

Eden sostuvo la manta apretada contra su pecho y miró a Mitch

por una respuesta. Sí, porque él era tal fuente confiable de información.

Mitch se ajustó los pantalones.

—Nada que una larga ducha fría o un poco de loción no arregle.

—Cállate, cabrón. —La voz de Carter no sostenía nada de la

convicción en sus palabras.

—¿Carter? —Suplicó ella.

Mitch bostezó y se enderezó.

—Bueno, mi trabajo aquí está hecho. Duerme un poco. Tienes

que estar en mi casa el sábado a las diez. Eden, empaca una bolsa de

viaje. Y, Carter, tú no estás invitado.

—No hay manera en el infierno que la deje sola contigo.

—Ella no va a cambiar hasta el domingo, así que no tienes nada

de qué preocuparte.

—¿Nada de qué preocuparme? ¿En serio? —Preguntó.

—Me refería a la noche del sábado. —Mitch la estudió y

preguntó—: ¿Nunca me dejarías meterme en tus pantalones mientras

eres tú, verdad Eden?

—¿Mientras soy yo? Así que... ¿ella es real?

—Seguro como la mierda. Nada le pasará, Carter. Lo prometo.

—Perdón por no estar impresionado por tus promesas, Mitchell.

Acabas de prometerle a ella que la follarías.

—No a Eden. A Chastity. Y mentí. —Sonrió—. Hago eso.

—Sí, eso inspira confianza.

A Eden no podía importarle menos sus disputas inducidas por la

testosterona. ¿Por qué no me hablaban a mí?

—¿Chastity es real? —No tenía sentido. En primer lugar, Mitch

decía que no tenía DID, y luego le decía que vio a otra persona usando

su cuerpo.

—Carter te dirá todo sobre ella —dijo Mitch—. ¿No es así, Carter?

Carter asintió lentamente, dolorosamente.

—Jolie estará con nosotros toda la noche. Ella nunca me dejaría

estar a un distancia de contacto con tu chica. Pregúntale a ella.

Carter se estremeció.

—¿Jolie? ¿Quién es Jolie?

—Mi asistente. Una chica sensacional, la amarás. A las diez

entonces.

Mitch salió, dejándola rogando silenciosamente por respuestas.

¿Por qué estaba siendo tan cruel? Se había burlado de ella,

confundiéndola, pero nunca le dio nada.

Finalmente en el exterior, Mitch dejó escapar el suspiro que había

estado conteniendo toda la noche. Dios, no podía contar las veces que

había querido marcharse desde que había descubierto lo que ella era.

Sabiendo que no podía. No ahora. Diablos, antes tampoco.

Ella no era una persona que un psiquiatra podría manejar. Y, tal

vez, solo tal vez, a través de ella, él podría entender más acerca de

Hyde. La bestia que era una parte de él, pero que Mitch podría nunca

realmente conocer. Se pasó las manos por la cara, enderezó los

hombros y se dirigió de nuevo al auto.

En su peor pesadilla, en su pesadilla de vida, nunca pensó que

encontraría a otro. Y que ese otro sería alguien como Eden. Era solo

demasiado para el estómago. Él sabía por qué estaba siendo castigado,

¿pero ella? No, eso no estaba bien.

Solo periféricamente, le hizo preguntarse cómo iría la

conversación de la que acaba de salirse. Cómo iba a reaccionar a la

verdad. Porque cualquier cosa que Carter le dijera no sería la verdad. El

chico explorador estaba todavía en estado de shock. Mitch sabía que

ella tendría que venir a él por todas las respuestas que Carter no tenía.

Y Mitch sabía que tendría que decirle, confesarle, compartir el

conocimiento de quiénes y qué eran. Revivir todo el dolor que él había

pasado tras años de intentar olvidar. Su padre, Shelly, Hyde. Toda su

ropa sucia resaltaría en una gran pila que ella miraría boquiabierta… y

temería.

¿Ella nunca mentía? Bueno, parecía que ahora era el turno de

Mitch de intentarlo. Me encanta probar cosas nuevas, se mintió a sí

mismo.

Capítulo 19

Traducido por Alisson* Corregido por Pily

De: "JCabot" <[email protected]>

Para: "La Clínica" <[email protected]>

Asunto: Hyde-0016

Todavía no he recibido una respuesta con respecto a un

cambio en la agenda de dosificación de Turner, ni ninguna orden

sobre qué hacer al respecto con Colfax. Sin embargo, el

comportamiento de Turner ha cambiado desde la muerte de su

hermana y las visitas repetidas de Colfax. He adjuntado mis notas a

este correo electrónico.

Por favor, avísame.

Jolie presionó "enviar" y luego levantó la vista para ver entrar a

Carter a la oficina. Maldita sea, ¿cómo sabía él dónde trabajaba?

—Sorpresa, sorpresa. —Parecía enfadado y desesperado. Lo

pareció aún más cuando cerró de golpe la puerta de la sala de espera

detrás de él. Esto no era bueno—. ¿Te puedes imaginar mi sorpresa

cuando me entero de que este chico a quien Eden sigue yendo en busca

de ayuda resulta tener una asistente llamada Jolie? “Jolie” no es un

nombre común. Pero no había manera de que la Jolie que yo conozco

no me dijera que lo conoce, que trabaja para él, ¿no? De ninguna

manera. Y, mira, aquí estás, ¡sentada en su oficina como si

pertenecieras aquí! ¿Qué demonios, Jolie?

—No puedes estar aquí. Te llamaré más tarde.

—Lo vi salir. Sé que él no está aquí. Así que, habla.

Jolie lo hizo callar a pesar de que él tenía razón, Mitchell no

estaba en la oficina. Él había hecho una "llamada a casa" y montó su

espectáculo al Director General, quien no podía molestarse en venir a la

oficina. Normalmente Mitchell le habría dicho al tipo que se largara,

utilizando un lenguaje altamente colorido, pero este Mitchell ahora era

diferente. Sin que Jolie alterara la dosis de suero en su café cada

mañana. Tenía la sensación de que sabía por qué. Y eso la asustaba. Él

estaba empezando a preocuparse por Eden, lo que significaba que Hyde

podría hacerse más fuerte. Así que, de todos modos, su teoría era la

más probable. La Clínica no era la adecuada para explicaciones o

ninguna información en absoluto.

Pero el poder de Hyde no era lo que le molestaba más. No, ver el

cambio de Mitchell por una mujer que no era Jolie, la molestaba.

—Podemos hablar de esto más tarde, Carter.

—No, ¡podemos hablar de esto ahora!

—Esto es una vergüenza. Pensé que podríamos ser capaces de

reunirnos en algún lugar más... cómodo.

—Habla. Ahora.

—Está bien. —Suspiró y consideró lo mucho que le podía decir—.

Sí, trabajo con Mitchell. Sí, él sufre de la misma enfermedad que Eden

tiene. Y, no, él no sabe nada de la medicina tampoco.

Su mirada fulminante disminuyó cuando confesó. Un poco.

—Entonces, ¿por qué ella sigue yendo donde él?

—No lo sé. Probablemente es una especie de extraña coincidencia.

No es nada de qué preocuparse.

A medida que sus ojos se estrecharon, se dio cuenta de por qué

estaba tan enfadado.

—¿Estás celoso, Carter?

Él no respondió.

—No tienes que estar celoso, Carter. Mitchell no tiene relaciones.

Si ella no se ha movido para ahora, él lo hará. Francamente, aunque

ella no se haya movido, él seguirá adelante. Confía en mí. —Se preguntó

si él creería eso. Era algo que ella había creído durante años. Y luego,

Eden había llegado.

—No quiero hacer esto más —dijo—. Quiero abandonar.

Jolie miró al pobre chico, ingenuo frente a ella, con las cejas todas

aplastadas por la confusión. Se puso de pie, fue hasta la puerta, y puso

el cerrojo. Tirando de los paneles de la cortina a través de las paredes

de cristal, se puso la máscara de la seducción. Funcionaría con él,

siempre lo hacía.

—Carter —ronroneó—. No puedes abandonar. Te necesito. Te

necesitamos.

Sus ojos vagaron sobre ella, llenándose con un tipo de diferente

necesidad, pero su cabeza se mantuvo en alto con una sacudida.

—No, no puedo. La vi cambiar anoche. ¡La vi cambiar, Jolie! Sé

que dije que iba a ayudar, pero verla así... Ella es una buena persona,

Jolie. Eso era alguien totalmente diferente.

Balanceando sus caderas, Jolie se acercó a él.

—Ella es una buena persona, por eso la hacemos de esta manera,

bebé—. Jolie levantó su camiseta. Él no se resistió, levantando los

brazos de sus lados para ayudarla—. Esa es la única razón, lo sabes. —

Le desabrochó el cinturón y deslizó las manos sobre sus caderas,

empujando sus pantalones y su bóxers por sus muslos—. Y creo que

eres increíble. No quiero que te vayas. ¿Qué haría sin ti? —Ella ignoró el

"no" que era evidente en su rostro, en su lugar se centró en el "sí-

diablos" que su polla estaba mostrando. Y eso fue todo antes de que se

hubiese quitado un hilo de su propia ropa.

—No soy un idiota, Jolie. Creo que estarás bien sin mí. —Mientras

que la mirada en sus ojos la sorprendió, sus palabras la impresionaron.

Maldita sea, ¿estoy perdiendo todo mi encanto?

—Si me quieres, Carter, tienes que actuar ahora. En cerca de

otros veinte minutos, Mitchell estará de regreso. —Ella tomó sus manos

y las guió debajo de su falda, a su trasero—. Y voy a tener que arreglar

todo esto.

—¿Crees que solo tienes que follarme y haré todo lo que me digas

que haga? —Su agarre se apretó, acercándola más. Pero ella no estaba

ganando. Parecía enojado, nada como el cachorrito que normalmente

era.

Suspirando, se apartó un poco y volvió a evaluar el plan de juego

que siempre había funcionado con él.

—Por supuesto que no. No puedo obligarte a hacer algo que no

quieres hacer. Y hacer el amor contigo no tiene nada que ver con eso. —

Levantó la vista y parpadeó, con la esperanza de que cayeran algunas

lágrimas convincentes—. No puedo creer que siquiera pensaras que te

haría eso a ti.

Él la empujó y tiró de sus pantalones hacia arriba.

—No, estoy fuera. Le di el medicamento, te llamé para que

pudieras hacerte cargo, hice todo lo que me pediste que haga. Pero he

terminado. ¡Esa cosa ya ni siquiera está funcionando más! Ella está

cambiando. Es diferente ahora. Y anoche fue malditamente horrible,

Jolie. Verla así. Ella tiene que ser ingresada en esa clínica.

No es “esa clínica”, Carter. Es “La Clínica”, con “L” mayúscula, y

“C” mayúscula.

—Ellos pueden darle más medicina o intentar algo más —dijo él—

. No sé qué más hacer por ella. Además, ni siquiera quiere mi ayuda.

Quiere la de él.

—Él no puede hacer lo que tú puedes hacer por ella. Él no sabe lo

que tú sabes. Él no puede saber lo que sabes. ¿Entiendes, Carter? —

Trató de mantener su voz baja y seductora mientras establecía la

amenaza—. No le puedes decir nada. O todo se desmoronaría, y Eden

acabaría lastimada.

Pero si la verdad salía, Eden no sería la única. Todos estaban

demasiado mezclados en el funcionamiento de La Clínica para salir de

ello ilesos.

Jolie agarró su mandíbula y lo besó con fuerza. Se alejó durante

unos segundos con un débil esfuerzo por girar la cabeza lejos de ella.

Empezó a protestar verbalmente de nuevo cuando ella movió la boca a

su cuello, luego al pecho.

—Carter, deja de hablar. Lo entiendo. Ya no quieres ser parte de

esto. Pero no puedes decirle absolutamente nada a ninguno de ellos.

¿Está bien? Podemos dar con algo. —Cuando su boca viajó más abajo,

miró hacia el suelo de moqueta y se encogió, preguntándose qué tanto

rasparía sus rodillas.

Tenía veinte minutos para hacerlo cambiar de opinión.

De pie en escalera de entrada de Mitch, su mano doliendo por el

agarre de Carter, Eden se sintió tan estúpida. No hacía falta ser un

genio para saber que algo estaba pasando. Algo a lo que no fueron

invitados. Focos brillaban en el jardín delantero, iluminando la entrada

y la puerta en la que había despertado. Autos caros se alineaban en el

camino de la entrada, colocados como joyas en una… cualquier cosa

que sea en la que los ricos almacenaban sus joyas. Habían tenido que

aparcar el Cherokee de siete años de Carter a mitad de la cuadra, justo

detrás de una furgoneta de catering. Sí, esa debió de haber sido su

primera pista.

Era demasiado tarde ahora. Había pasado el último día y medio

—desde que se despertó con las muñecas todavía punzando por las

esposas y un mejor amigo que no hacía contacto visual con ella—

rogándole que le dijera cómo había sido Chastity. Le había dicho lo

suficiente para dejarla deseando poder vivir en una cueva durante el

resto de su desgraciada existencia. Pero sabía que él se estaba

frenando. Solo no sabía qué estaba guardando de ella. Algo que había

hecho o algo peor, algo sobre cómo se sentía por la situación. Así que

cuando lo había amenazado con ir donde Mitch por algunas respuestas,

se había sorprendido cuando Carter estuvo de acuerdo. La expresión de

su rostro —una de decepción y derrota— era algo que nunca había

querido ver, pero siempre había sabido que estaba en camino.

Se preguntó si parte de la razón por la que estaba sosteniendo su

mano con tanta fuerza a su lado era para no tener que mirarla a los

ojos.

—Tenemos que irnos. Él, obviamente, tiene algún tipo de juerga.

No va a ser capaz de hablar con nosotros.

El hombre Recientemente Vuelto Mudo no dijo nada al tiempo que

tamborileaba su puño en la puerta.

—Fue una mala idea. Estaba fanfarroneando. Por favor, vamos…

La puerta se abrió y una sonriente Jolie, vestida con un precioso

vestido de cóctel de color verde esmeralda se convirtió en una para nada

sonriente Jolie.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Espetó. Al menos, el vestido se

veía todavía muy bien.

Eden trató la cosa muda en la que Carter se había perfeccionado

y se encogió de hombros, su rostro enrojeciendo.

—Él no te invito, ¿verdad? —Después de una sacudida de cabeza

rápida de Eden, Jolie miró detrás de ella en el vestíbulo—. Deberías

haber llamado primero.

—Lo intenté. Cuando él no respondió, nosotros pensamos que

estaría evitando nuestras llamadas.

Con la mención de "nosotros", los ojos de Jolie se desviaron hacia

Carter, brillaron, rodando brevemente, y luego divagaron por su cuerpo.

Probablemente no para admirar sus jeans, camiseta o zapatos.

—Oh inocente, y trajiste una cita.

—Nos iremos. Lo siento —dijo Eden—. ¿Puedes decirle que

necesito hablar con él tan pronto como acabe la fiesta? —Tiró de Carter

que parecía incapaz o poco dispuesto a moverse.

—¿Jolie? —La puerta se abrió más, revelando al anfitrión de la

fiesta a la cual ellos no eran bienvenidos. Mitch llevaba un traje y

corbata, todo de negro. Todo increíble.

De repente se sintió muy avergonzada y muy desaliñada, Eden

apenas se dio cuenta del jadeo que salió de su garganta y tiró con más

fuerza del brazo de Carter. Necesitaba salir corriendo antes de que

alguien se diera cuenta de que su boca se estaba haciendo agua.

Mitch se volvió a los invitados de la fiesta y suspiró, su expresión

hizo sentir a Eden aún más pequeña de lo que ya se sentía.

—Te dije la noche del sábado, no del viernes.

—Lo sé. Lo siento, ya nos íbamos.

Carter se mantuvo firme, fulminando con la mirada.

—Ella quiere hablar contigo.

—Estoy seguro de que ella quiere un montón de cosas, pero eso

no tiene nada que ver con si las conseguirá.

—Puedo esperar hasta mañana. —Las palmas sudorosas de Eden

se deslizaron fuera de las manos de Carter.

Carter la agarró del antebrazo para evitar que huyera.

—No. No puede.

—Está bien. Entren. —Mitch se volvió y caminó dentro de la

casa—. Pero solo pueden tener un aperitivo cada uno. Y mantengan sus

manos lejos de los bocaditos de camarón. Son para mis clientes que

pagan.

Jolie, a regañadientes, dio un paso atrás para dejarlos entrar.

—Están un poco mal vestidos, ¿no es así? —Les dio la espalda y

alcanzó a Mitch, tomándolo del brazo y susurrándole al oído.

Cuando Carter la arrastró dentro, Eden miró hacia abajo, a sus

pantalones de yoga negros y a su camiseta anunciando que era una

“Fetichista de la Igualdad". De repente, la declaración en su camiseta

favorita no era más su favorita. ¿Fetichista? Es en serio, Eden.

¿Pensaste que habría sido apropiado, incluso si no hubiera habido una

fiesta? ¿Alrededor de Mitch? Ella negó con la cabeza.

Caminaron a través de pequeños grupos de personas que estaban

de gala por toda la sala, hablando de política y funciones de las que

Eden nunca había oído hablar. Estaba fuera de su elemento en forma

elemental. Con una inclinación de cabeza ocasional o comentario a sus

invitados, Mitch dirigió el camino a través de la casa y las puertas

francesas, hacia la zona de la piscina del patio trasero. Había más gente

fuera, fumando y bebiendo. El tipo de gente que se reía entre dientes

sin sinceridad, solo cuando lo consideraban absolutamente necesario.

Carter atrapó una copa de champán de la bandeja de un servidor que

pasaba y la consumió. El grupo de cuatro pasó por delante de todo el

mundo, deteniéndose frente a la casa de la piscina.

Con un pequeño empujón, Mitch liberó a Jolie de su brazo y la

dirigió hacia Carter. A ella no pareció importarle el pase. Después de

un rápido ajuste de su vestido, se acercó, deteniéndose justo en frente

de él.

—Se supone que debo mantenerte ocupado. Carter, ¿verdad?

Carter, obviamente apreciaba a la bella morena, sus ojos viajaron

por su cuerpo, pero él mantuvo su agarre en Eden.

—No voy a dejarla sola.

Jolie levantó una ceja.

—Él no muerde. Ella va a estar bien.

Harta de que se hablara como si no estuviera ahí, Eden quitó la

mano de Carter de su brazo.

—Estuviste de acuerdo en venir aquí. Así que déjame hablar con

él.

—Lo cual me dará una oportunidad de llegar a conocerte —dijo

Jolie, sonriendo. Pero pareció forzado.

Carter se mordió los labios, dio a Eden una mirada de

advertencia, y se dirigió de nuevo a la fiesta con Jolie. Eden observó

cómo Carter agarró otra copa de champán en cuanto se fue a una corta

distancia.

—¿Por qué estás aquí, Eden?

Se estremeció al oír la voz de Mitch y se volvió hacia él.

—Carter me trajo. Créeme, no quiero estar aquí.

—Entonces vete.

—Eres un maravilloso anfitrión. ¿Este es tu M.O.12 con todos tus

invitados?

—Solo con los que…

Ella ladeó la cabeza hacia un lado.

—¿Solo en los que has tenido tu… basura dentro?

—¿Mi basura? —Riendo, escudriñó la multitud detrás de ella—.

No. Puede haber unas pocas en las que he tenido mi basura dentro y

que no he echado todavía. Aunque trato de mantener mi basura fuera

de mi vida empresarial. Te lo agradezco, por cierto, por enseñarme una

expresión tan encantadora.

12

M.O.: Modus operandi, que literalmente significa “modo de operar”.

Eden se arrepintió de no coger una bebida en el camino.

—Carter no me está diciendo todo... acerca de lo que hice. O qué

hizo ella la otra noche.

—Así que no hay mucha honestidad en el paraíso, ¿eh?

—Es honesto. Solo… Obviamente está luchando con la situación.

—Amo la honestidad de la situación. —Mitch miró a su camiseta,

y entonces mantuvo sus ojos encima—. También amo a los fetichistas.

¿Igualdad? —Se encogió de hombros—. Claro, ¿por qué no?

Eden envolvió los brazos sobre su pecho.

—Cuando acabe la fiesta, ¿podemos hablar en serio? Carter no se

va a ir hasta que esté sonriendo. Aunque la posibilidad de que sonría

después de hablar contigo es bastante nula.

—Creo que podría haberlo visto sonreírle a Chastity.

Probablemente cuando ella se arrancó el top. —Se agachó para

encontrarse con sus ojos, que actualmente estaban mirando a sus

pies—. Te dijo eso, ¿no es así?

—Sí —susurró.

—Esa fue mi parte favorita.

Ella levantó la barbilla.

—Es muy bueno escuchar eso, Mitch. En serio. No podría estar

más feliz por ti. Por favor, dime todo sobre ella. Dime lo divertida que

soy para ti.

Él levantó una ceja.

—No, lo digo en serio —lo desafió—. Cuéntame todo sobre eso.

Pero omite las partes obscenas.

—¿Qué más hay? —Su sonrisa era malvada.

Eden gruñó para sus adentros.

—Realmente no quiero oír tu opinión de mi cuerpo. ¿Crees que

puedes controlarte lo suficiente como para decirme cómo es ella de esa

manera?

—Va a ser difícil. —Él puso los ojos en blanco ante su mirada—.

Bien, chica divertida. ¿Qué más quieres saber?

¿Finalmente iba a darle algunas respuestas?

—¿Cómo sabías que ella saldría el miércoles? ¿Cómo supiste que

los múltiples funcionan así?

—No lo hago. No tengo idea de cómo funcionan los múltiples. Pero

eso no importa, porque tú no eres una múltiple.

Ella dejó escapar el aliento.

—¿Cómo puedes explicarlo?

Suspirando, él miró a los invitados de la fiesta y luego negó con la

cabeza.

—No ahora. —Rozó su hombro cuando pasó junto a ella—. Vuelve

mañana, y te diré lo que necesitas saber.

Dio la vuelta y corrió detrás de él.

—Esa no es una respuesta. Dímelo ahora.

—Todavía no, querida. Disfruta de la fiesta. Pero ten cuidado con

el alcohol… te ves como un peso ligero.

—¿Qué es esto para ti? ¿Un baile? Un paso adelante, dos pasos

atrás. ¿Solo me das información cuando estás de ánimo? —No, eso no

era lo suficientemente bueno. No ahora que estaba segura de que él

sabía mucho más de esto que cualquier otra persona, sobretodo ella—.

Mitch, ¡dímelo ahora!

Cuando se acercaron a la piscina, lo cogió del brazo. Él se sacudió

fuera de su agarre. Ella se tambaleó hacia un lado, encontró su talón

sobre el borde de un pedazo de losa, y sintió que perdía contacto con el

suelo. Moviéndose a través del aire en cámara lenta, sus manos

arañaron nada más que aire hasta que su espalda golpeó el agua. Lo

último que vio antes de ir completamente abajo fue la expresión

sorprendida y divertida de Mitch.

El cloro picó sus ojos y nariz mientras enderezaba su cuerpo, se

apartó del fondo y volvió a la superficie de la piscina. Escupió el agua de

su boca y se echó el cabello hacia atrás. Todo el mundo la estaba

mirando.

Me pregunto si ahora es el momento de reír. El agua goteaba de

sus pestañas, por suerte, empañando los rostros de los invitados de la

fiesta.

Mitch no miró a nadie más que a ella, grandes carcajadas

viniendo de lo profundo de su pecho. Para el momento en que había

dejado de reír, había nadado todo el camino hasta la escalera en la

parte menos profunda.

Él entró en la casa de la piscina y agarró una toalla grande,

gruesa. Cuando regresó, ella lo estaba fulminando con la mirada desde

el escalón más alto, la camiseta aferrándose a sus pechos.

Entregándole la toalla, pensó que se veía como un perro mojado.

Como un magnifico perro mojado. Uno con que podría cruzar la línea

hacia un seriamente enfermo fetiche territorial.

—Una buena noche para nadar, pero pensé que habías venido a

hablar.

—¿Quieres decir que vas hablar conmigo ahora? —Se quejó ella,

manteniendo la voz baja—. Vaya, y todo lo que tenía que hacer era el

ridículo. Es curioso, pensé que ya lo había hecho al despertarme en tu

puerta y pedirte repetidamente ayuda. Eres un tipo difícil de

impresionar.

Pensó en lo que podría decirle. No, ella tenía que verlo para

creerlo. Eden no sería capaz de aceptar lo que ella era a menos que

fuera testigo de su transformación, a menos que viera algo tangible,

alguna prueba que pudiera palpar. No es que realmente le fuera a dejar

tocar a Hyde, eso sería trágico. Pero no había nada que pudiera decir

para hacerla entender. Podría, no obstante, darle suficiente información

para estar absolutamente seguro que volviera mañana por la noche.

—Sécate y... no hay ninguna posibilidad de que trajeras ropa

extra, ¿verdad?

—Sí, porque yo siempre llevo conmigo un vestido por la remota

posibilidad de que caiga en la piscina de un idiota en medio de una

fiesta en la que estoy importunando.

Él sonrió ampliamente, reprendiéndola.

—Ese lenguaje, Eden, ese lenguaje.

Ella dejó de retorcer el agua de su cabello y lo miró.

—¿Qué dije?

—Creo que te estoy influenciando.

—Justo lo que siempre quise. —Ella caminó a través de la

multitud de la gente que aún la miraba boquiabierta, sus pantalones

pegándosele a los dos, y entró en la casa.

El pensamiento de que ella iba a arruinar su piso hizo su sonrisa

aún más grande. Vio a Jolie y Carter metidos en un rincón íntimo, el

brazo de Jolie reposaba indiferentemente en el de Carter.

Jolie negó con la cabeza ligeramente de lado a lado. Tan relajado

como su agarre pareció, Mitch sabía que estaba conteniendo a Carter de

la rutina de héroe que tan desesperadamente quería realizar. Ella

murmuró:

—¿Debo ir?

Mitch negó con la cabeza, no queriendo interrumpir lo que

parecía ser una conexión entre su asistente y el chico-juguete de

Eden. Dos pájaros. Y ni siquiera necesité una piedra.

Preguntándose por qué quería disminuir la vergüenza de Eden,

especialmente cuando ella probablemente nunca vería a ninguna de

estas personas de nuevo, le dijo a la multitud en general:

—¿Alguien sabe de un buen albañil? Necesito tener este patio

nivelado. —Hizo caso omiso de sus respuestas murmuradas, entró a la

casa dando zancadas, preguntándose cuál sería el próximo truco de la

chica empapada.

Siguió el rastro de las gotas de agua. Debió de haber intentado en

todas las habitaciones antes de dejar un charco en frente de la puerta

de su dormitorio. Su última opción era la única habitación que había

olvidado cerrar antes de la fiesta. Lanzar una fiesta era bastante malo,

pero la idea de que la gente pudiera "perderse" y "accidentalmente"

echar vistazos en su vida era absolutamente inaceptable.

Capítulo 20 Traducido por katiliz94

Corregido por Pily

Tan pronto como vio el pomo girar, Eden se maldijo a sí misma

por no cerrar la puerta con llave. Sus ojos vagaron por su habitación en

busca de algo con lo que cubrirse, sus húmedas ropas envueltas en la

toalla a sus pies.

Cuando se estiró por la colcha, vio el rostro de Mitch, sabiendo

que su expresión encajaba exactamente con la suya —sorpresa. Excepto

que la de él de inmediato se convirtió en divertida, mientras la de ella

permanecía congelada. Al menos todavía llevaba el sujetador y ropa

interior puestos. Envolver las manos entorno a sus pechos, después su

parte trasera, luego de nuevo su pecho no hizo nada más que hacer la

sonrisa de él más grande. Ella miró su cuerpo y vio, con gran cantidad

de horror, que sus intentos por cubrirse solo habían hecho presionarse

más a sus pechos y parecer más llenos. Por lo tanto dejó caer los brazos

a sus lados e hizo sobresalir una cadera, retándolo a seguir riendo.

—Por favor, sigue moviéndote. Eso está mejorando el espectáculo

—dijo él, riendo entre dientes.

Ella encontró su mirada, obligando a la suya a elevarse sobre el

nivel de su pecho.

—En caso de que no lo notases, mi ropa está mojada. No puedo

ponérmela.

—Demasiado malo que no trajeras tu bolsa de dormir. Asegúrate

de traer pijamas mañana. Y un camisón viejo o algo más que te cubra

de pies a cabeza. Me distraigo con facilidad.

Ella forzó a sus manos a estar a sus lados, los dedos impactando

en sus muslos.

—Ya que no me quedaré a pasar la noche, no voy a traer nada.

—Oh, te quedarás por la noche. Si no quieres traer nada, creo que

deberías saber que estaré teniendo pensamientos muy traviesos sobre

ti.

—Dije, “traer” nada, no llevar nada. —Maldición, de todos los

hombres en el mundo, ¿por qué solo estaba atraída por este? Él era su

Criptonita, debilitando sus rodillas, destrozando su fuerza.

—Oh, error mío. —Su sonrisa permaneció puesta.

—¿Podrías por favor ir a decirle a Carter que quiero ir a casa?

—Creí que querías hablar.

De alguna manera, su vergüenza lo había puesto hablador.

Tristemente, ella parecía ser muy experta en proveer alivio cómico para

él. Bien podría sacar algo de ello para sí misma, también.

—Lo hago. —Miró sus cosas mojadas—. ¿Puedo usar tu secadora?

—No tengo una.

—¿No tienes una secadora? ¿Cómo secas tu ropa?

—No lo hago. Las desecho.

—¿Alguien más te lava la ropa interior?

—No uso ropa interior.

—Cierto, lo olvidé. —Puso los ojos en blanco—. Entonces, ¿puedo

tomar prestada una camiseta o algo? ¿O tampoco usas de esas?

Él se frotó la boca bruscamente.

—Cierra los ojos.

—No.

—Cierra los ojos —repitió, esta vez con más frustración.

—¿Por qué?

Sus hombros se irguieron.

—Para que no puedas verme mirándote las tetas. Jesús, cierra los

malditos ojos.

Ella hizo un gran espectáculo de eso, cerrándolos lenta y

completamente antes de abrirlos un resquicio y verlo a través de las

pestañas. Cuando él dejó la habitación, ella se desplomó a los pies de la

cama y tiró del edredón a su alrededor, feliz con el conocimiento de que,

cuando se levantara de nuevo, habría sitios mojados que encajarían con

sus bragas y sujetador. Bonito e infantil, pero aun así increíblemente

satisfactorio.

Cuando él regresó a la habitación, Eden cerró de nuevo los ojos.

—Sí, como si no supiera que los abriste. ¿Bien?

—¿Bien, qué?

—Abre los malditos ojos. —Empujó una gran caja blanca hacia

ella—. Tómalo.

Bajó el edredón y cogió la caja extendida. Dentro había un vestido

negro rodeado de un papel de textura roja. Sacó el vestido. Sería de la

altura de su rodilla y tenía perlas negras alrededor de los tirantes de

espagueti y el escote. Era precioso.

—¿De dónde vino esto? —Preguntó.

—No lo sé. Jolie me lo mostró en una página web, escogí uno, y

ella lo encargó.

—¿Para mí?

Sacudiendo la cabeza, él dijo:

—No encaja con mis tacones, así que, sí, supongo que puedes

quedártelo. —Su media sonrisa trajo un hoyuelo en su mejilla. Así que

el hombre en realidad tenía la capacidad de sonrojarse. Pero todavía lo

cubría con una gruesa capa de sarcasmo. Ser amable definitivamente

era un nuevo territorio para él. Y no ser sospechosa sobre él era nuevo

para ella.

—Lo conseguiste para mí. ¿Por qué?

Él soltó un aliento, obviamente incómodo.

—Ya que no pareces ser capaz de dejarme en paz, pensé que

podrías venir esta noche. En un breve momento de locura, incluso

jugueteé con la idea de invitarte. Asumí que llevarías sudaderas o

tendrías que asaltar a alguien para conseguir algo adecuado para vestir.

Así que yo…

¿Quién era este hombre de pie frente a ella? Le gustaba este lado

de él, probaba que era humano.

—Te duele ser amable conmigo, ¿verdad?

Su sonrojo desapareció, reemplazado por una mandíbula fruncida

y una mirada de vete al infierno.

—Puedes ponértelo o quedarte aquí medio desnuda, me importa

lo mínimo. Por supuesto, cuando la fiesta termine, voy a regresar aquí,

verte en ropa interior y sin duda me va a importar mucho. Es tu

elección.

Sip, le dolió. Ella sonrió.

—Gracias. —Cogió el vestido desde abajo mientras se dirigía al

baño para ponérselo.

—Lo que sea. —Su voz era amortiguada a través de la puerta

cerrada—. Solo imaginé eso, ya que normalmente no parece

preocuparte cómo luces… no, eso salió mal. No gastas mucho tiempo en

tu apariencia. Cristo, estoy muriendo aquí. Arrójame un hueso, ¿sip?

Ella deslizó el vestido sobre su cabeza y miró su reflejo en el

espejo.

—Llegas un poco tarde, pero gracias.

—¿Tarde para qué?

—Mi cumpleaños. Fue hace dos meses. —Salió del baño. La

mirada en la cara de él le permitió saber que lo aprobaba… y

definitivamente le dolía—. ¿Podrías… um… subirme el cierre?

Mitch quería cortarse las manos y arrojarlas a los perros cuando

le subió la cremallera del vestido. Estaban temblando con más fuerza

que un mezclador de pintura en Home Depot13. Es debido a mañana.

Estoy nervioso por mañana, eso es. ¿Había ocurrido esto la primera vez

que se le había mostrado a Jolie hace años? No, no creía eso. Maldición.

13Home Depot: Es una empresa minorita estadounidense de mejoramiento del hogar,

bricolaje y materiales de construcción.

Su estómago convulsionó cuando sintió a Hyde golpearlo por

dentro. Sus ojos rodaron hacia atrás, y su cuerpo cayó hacia adelante.

Extendió las manos para cogerse a sí mismo, golpeando a Eden contra

la cama.

—¡Para! —Gritó ella, dando la vuelta, lista para luchar contra él.

Cuando vio su rostro, se lanzó más lejos en la cama.

Su estómago tuvo un espasmo en olas rodando mientras

intentaba controlarse.

—Llama a Jolie. ¡Ahora!

Eden saltó a un lado de la cama.

—¿Estás bien?

—¡Llama a Jolie!

La vio correr descalza desde la habitación, deslizarse en el agua

en la puerta, y seguir moviéndose. Ahora no. Ahora no. Intentó

ralentizar su respiración, el latir en su pecho, mientras la bestia en él

escarbaba para salir. Segundos después, escuchó pisadas en las

escaleras, pero no sabía cuántos pies estaban haciéndolas. Cristo,

suena como toda la jodida fiesta.

Estaba temblando por el esfuerzo de contener a Hyde cuando vio

a Eden y Carter siguiendo a Jolie a través de la entrada. Pero estaba

funcionando. El bastardo en su interior estaba aquietándose, aunque

no sin luchar.

—Oh Dios mío, Mitchell. —Jolie evitó que los otros dos entrasen,

sus brazos apostado en las diez con dos14 en el umbral—. No es esta

14

Las diez con dos: Referencia a la posición de las manos en la puerta. Una mano está

ubicada dónde en un reloj serían las diez, y la otra en las dos.

noche. ¡No se suponía que sería esta noche! —Su voz sacudida por el

miedo o la sorpresa. Tal vez ambas.

—Necesitas sacar a todos. —La voz de él era tensa pero

coherente—. Diles que estoy enfermo. Violentamente enfermo. Sácalos y

después apresúrate a regresar aquí.

Ella asintió y se dirigió a bajar las escaleras.

Carter y Eden se congelaron donde permanecían de pie,

mirándole como si él fuese algún tipo de espectáculo raro. Lo cual de

alguna forma era. O sería muy, muy pronto.

Señalando a Carter, dijo:

—Tú. Largo. Ahora. Y tú… —cambió la mirada a Eden—, ponte

cómoda. Esta noche va a ser larga.

—No la voy a dejar contigo —dijo Carter.

Eden se giró hacia él y bajó su rostro hacia el de ella.

—Estoy bien. No va a hacerme daño, ¿verdad, Mitch?

Dios, espero que no.

—No. Lo prometí, ¿verdad?

Carter miró la vestimenta de Eden con un gran y amplio “¿qué

demonios?” en su expresión, pero no preguntó de dónde había

conseguido el vestido. Golpeó el puño contra la pared.

—Más te vale cuidar de mi chica, Mitch.

Tu chica. Sí, ella segura como el infierno no es mía. Con la tensión

muy alta y su paciencia muy baja, gruñó:

—No me llames Mitch.

—¿Por qué no?

Ahora no era un buen momento para discutir con el tipo. Pero

maldición, no pudo detenerse.

—Mi nombre es Mitchell. Nadie me llama Mitch.

—Eden sí. Todo el tiempo.

—No, no lo hace.

—Sí, lo hace. Al igual que lo hace Chastity.

—Hmmm… —Tragó y entonces se encogió de hombros con dolor—

. Muéstrame que tienes un culo como el de ellas y te dejaré llamarme

Mitch. Hasta entonces, es Mitchell.

—Eres un imbécil. Solo no te la folles, hombre. Ella ha pasado por

suficiente de eso.

Cuando Carter resopló, Mitch gritó:

—Espero que te hayas divertido en la fiesta.

¿Por qué hoy? Durante años había estado controlado, cada cinco

semanas como un reloj. Desde que había aceptado el mal dentro de él y

pasó a ser el mayor imbécil a tiempo completo. Dejar su ira salir treinta

y cinco días en una fila había reducido las visitas de Hyde de unos

pocos días a una horrible noche. ¿Por qué ahora? ¿Qué había

cambiado? Se llevó la mano a la carótida y contó. Cuatro latidos

seguidos luego de una larga pausa cuando debería haber sido lo

normal: dos, descanso, dos, descanso. Cristo, ¿que estaba estropeado?

Estaba despierto, por el amor de Cristo. Cogió la lámpara de su mesita

de noche, arrancó el enchufe y arrojó la cosa contra la pared.

Eden se quedó sin aliento y salió corriendo de la habitación.

—Espera —gritó él. Se había olvidado de que ella estaba allí. Se

puso de pie lentamente, centrándose en poner un pie delante del otro

mientras caminaba por el pasillo, desbloqueó una puerta y entró.

Apoyándose en una silla dentro de la habitación, oyó la voz de

Jolie detrás de él, luego el cierre de la puerta.

—¿Qué te está pasando, Mitchell?

—No lo sé. Muchas cosas han estado sucediendo últimamente.

Simplemente no lo sé.

—Has estado estresado muchas veces, pero nunca ha cambiado el

día. —Ella abrió un cajón de la antigua cómoda y sacó un llavero y una

jeringuilla grande—. Creo que ambos sabemos lo que ha cambiado.

Él giró la cabeza hacia ella, su voz cortando el aire.

—No, no creo que lo hagamos, Jolie.

Esta se estremeció, sus ojos enormes.

—Metete en la jaula. Él está aquí.

Se dio la vuelta y tomó un respiro profundo.

—Lo siento.

Ella tenía razón—su visión era diferente, más oscura. Nunca

había sentido a Hyde venir con tanta rapidez, tan ferozmente. Por lo

general, a estas alturas, Mitch no estaba siquiera despierto. ¿Estaba

viendo el mundo como lo hacía Hyde? ¿A través de los ojos de Hyde?

Sacudió la cabeza para tratar de centrarse.

—Enciérrame y mantén a Eden ocupada por un rato. Hasta

que él esté listo.

Mitch se arrancó el traje, dejándolo caer al suelo mientras se

metía en la jaula. Su prisión de celda —completa con barrotes de acero,

de pared a pared, y una cama de metal que estaba atornillada al

suelo— le dio la bienvenida a la bestia dentro de él. Dios, odiaba su

vida. Se sentó en el duro colchón y aseguró sus tobillos en los gruesos

esposas de metal en las esquinas inferiores de la cama.

Jolie puso las llaves en la mesita junto a la butaca. Se acercó a la

jaula, dudando en la puerta.

—Está bien. Estoy bien. Pero no sé por cuánto más tiempo. —El

dolor había disminuido, ahora solo un gruñido contra un rugido—. Tal

vez tendré una buena noche de sueño aquí, y Hyde ni siquiera hará una

aparición. Todo volverá a ser... normal.

Ella entró y tomó con cautela cada una de sus manos, cerrando

las esposas justo por encima de su cabeza, dejando a Hyde sin ninguna

forma de hacerse daño a sí mismo ni a nadie.

—Estás siendo demasiado amable con ella. Estás mejorando las

veces en las que eres tú. Y empeorando a Hyde mucho. Tienes que

parar.

Mitch asintió, entendiendo por qué ella esperó hasta que estuvo

atrapado antes de tener esa conversación con él.

—No sé porque siquiera estás mostrándoselo. O diciéndoselo,

para el caso. —El volumen de su voz se incrementó y usó las manos

para acentuar cada punto—. ¿Qué si va a la policía? ¿Siquiera has

pensado en eso?

—No lo hará.

—¿Por qué no? ¿Cómo sabes que no será la Señorita Santurrona

y se lo dirá a alguien?

—No lo hago. De cualquier manera, no con seguridad.

—Mitchell, esto es una auténtica mala idea. Necesitas alejarte de

ella. Lo que sea que sus asuntos sean o… —Tomó un profundo respiro y

se puso las manos en las caderas—, lo que sea que esté ocurriendo

entre ustedes dos no vale la pena. Necesitas sacarla de tu sistema. Solo

arrójala y envíala lejos.

Ver a Jolie perder el temperamento era nuevo para él. Le había

dado muchas oportunidades para hacer eso. Pero ella nunca cedió un

poco.

—No es…

—¡No te atrevas a decirme que no es ella! Has estado en control

de él durante tanto tiempo como te conozco. Eres un idiota. Sé eso. Pero

luego esa chica comienza a rondarte y tú cambias. Cristo, incluso eres

más amable conmigo. Así es como funciona, ¿verdad?

Él asintió.

—Eso creo. —Era una teoría que había mantenido durante mucho

tiempo, pero siempre había temido probarlo. Ahora Eden estaba

forzando esa prueba.

—Entonces, ¿por qué estás manteniéndola alrededor? ¿Por qué no

puedes solo permitir que seamos yo y…? —Tragó y miró a la puerta

como si hubiese escuchado o visto algo que él no—. ¿Estás

absolutamente seguro de que la quieres aquí?

—Sí.

—Quiero que quede asentado, que creo que esta es la estupidez

más grande que has hecho jamás. Y eso es decir mucho.

—Debidamente anotado.

—Entonces, ¿qué debería decirle una vez que vea a Hyde?

Capítulo 21

Traducido por Alisson* Corregido por Nanami27

Eden encontró a Carter paseando por el jardín principal,

obscenidades golpeando el aire con cada pocas zancadas. Los faroles la

cegaron momentáneamente en sucesión mientras los autos llenos con

confundidos invitados de la fiesta tomaban turnos descorteses para

salir de la entrada, una ocasional bocina a todo volumen perturbando la

quietud de la noche.

—¿Carter?

Su cuerpo se tensó aún más cuando la miró.

Ella corrió escaleras abajo.

—Voy a estar bien. Jolie también se quedará. Creo que él está

enfermo y quiere que espere aquí hasta que se sienta lo suficientemente

bien para hablar. —Bueno, por lo que ella sabía tenía que ser algo más

que eso, pero no saberlo con seguridad había traído su negación a plena

vista. Suficientes cosas imposibles habían entrado en su vida, y se

aferró a la pequeña muestra de la realidad que tenía.

—Si te toca…

—Esto no se trata de tocarme. Se trata de ayudarme, ¿recuerdas?

Parece que él sabe todo acerca de los múltiples y es la única ayuda que

tengo. —Cuando Carter se estremeció, ella apretó su mano—. No quise

decir eso. Es solo... tú eres mi roca, pero no siempre puedes hacer todo

por mí. Tengo que resolver esto por mí misma, y Mitch me está

ayudando a hacer eso. No está reemplazándote.

—Lo sé. Solo es que él no me agrada. Es astuto y… algo anda mal

con él.

—Hay muchas cosas que andan mal con él. —Sonrió ella. —Te

prometo que no me quedaré dormida. Y te llamaré si algo raro sucede.

¿Está bien?

—No quiero dejarte. Eden, escucha. Hay una clínica. Creo que

pueden ayudarte.

—Bueno. Quizás. Déjame escuchar lo que Mitch tiene que decir

en primer lugar. Luego iré a casa, y podremos hablar de ello. No voy a

pasar la noche aquí. Quizás Jolie pueda llevarme.

Él agarró sus manos entre las suyas.

—De acuerdo. Asegúrate de que ella se mantenga cerca de ti en

todo momento.

—Hecho. Voy a estar pegada a ella como Elmer's15.

—Loca.

Ella arqueó una ceja y murmuró:

—Gracias.

Él se rió entre dientes y levantó su barbilla con gentileza.

—Me refería al pegamento Crazy Glue. Elmer's demora demasiado

tiempo en secarse.

Cuando sus labios se encontraron con los de ella, Eden parpadeó

y luego cerró los ojos. No la había besado en mucho tiempo, como,

mucho, mucho tiempo. Sabía que era su manera de reclamarla, y se lo

15Elmer’s: Es una marca de pegamento sintético que es manufacturada por Elmer’s

Glue-All, y tienen su fábrica principal en Columbus, Ohio, Estados Unidos.

permitió. Se merecía más de lo que podía darle. Deseó que no fuera así,

pero lo era. Un beso era lo menos que podía hacer.

Pero algo en el beso trajo todo al descubierto, ella solo le estaba

siguiendo la corriente. Había estado usándolo, ignorando a propósito

sus deseos. Porque tenía miedo de que una vez llegara a decir las

palabras, "Nunca voy a sentirme de la manera que quieres. Nunca ", él

la dejaría. Y ella se quedaría sola. ¿Qué clase de persona haría eso?

¿Qué tipo de persona había sido todo este tiempo?

Le permitió besarla, sabiendo que sería una despedida. Tenía que

alejarlo—no físicamente, sino emocionalmente. Pero necesitaría un gran

impulso. Y sabía exactamente cómo hacerlo.

Él se echó hacia atrás y se frotó sus labios juntos como si aún

estuviera saboreándola.

—Gracias.

Eden asintió, entristecida por el hecho de que mientras él la

besaba, ella estaba pensando en otro. No por sí misma, sino por él.

Pensó en la hermosa mujer en cuya cadera planeaba pasar la noche.

Quizás Jolie podría darle más de lo que ella podía. Ellos, obviamente, se

habían sentido atraídos el uno por el otro, Eden los había visto cuando

se conocieron. Tal vez era seis años tarde, pero daría un paso al costado

y le dejaría centrarse en sus propias necesidades por un tiempo. Ella le

sonrió. Haría que encontrara su propia felicidad y que fuera la roca de

otra persona. Era la hora de la verdad

Carter le dio a su mano un último apretón y se dirigió por el

camino de entrada.

—Ten cuidado, Eden. Y quédate cerca de Jolie. Ella te va a

proteger.

—Lo haré.

Era alentador que pareciera conectar bien con Jolie. Sip, Jolie era

la elección perfecta para él. Una vez que hubo doblado la esquina y no

pudo verlo más, Eden se volvió hacia la puerta.

Jolie estaba allí de pie, mirándola. O mirándolos. Y lo que sea que

hubiese visto no pareció haberla hecho feliz. El ceño fruncido en su

rostro dejó a Eden insegura de si tendría una amiga esta noche.

Eden hizo su camino de regreso a la casa.

—¿Hice algo mal?

Jolie se alejó de ella.

—Vamos.

Le echó un vistazo por las escaleras, preguntándose por qué no

estaban volviendo donde Mitch, Eden siguió Jolie a la cocina como un

cachorro sin hogar. El servicio de la comida había dejado su equipo y

comida extra en los mostradores. Jolie debe haber estado gritando.

Eden comió una bocanada de camarón.

—¿Jolie?

—No es nada personal, Eden. Es sólo que no sé por qué él te está

diciendo todo.

—Como no tengo ni idea de lo que está pasando, tal vez

deberíamos ir a verlo y preguntarle.

—En un minuto. Quiero tomar un trago primero. —Jolie agarró

una botella abierta de champán y una copa de uno de las alacenas—.

¿Quieres un poco?

Eden se quedó asombrada cuando Jolie llenó la copa hasta el

borde.

—Claro, pero un poco menos que eso… como… solo media copa.

Jolie se encogió de hombros, agarró una copa pequeña y la llenó

hasta la mitad.

—Aquí. Sin embargo, vas a necesitar más. —Tomó un trago largo.

Eden tomó un sorbo. Las burbujas golpearon su nariz y sacudió

la cabeza, tratando de sacudirlas.

—No eres una gran bebedora, ¿eh? —Preguntó Jolie.

—En realidad no. Nunca he probado chamán tampoco.

Jolie giró la botella y miró la etiqueta.

—Uno de los buenos para empezar. —Luego la volcó y dejó que el

resto goteara en su copa—. Así que… hábleme de ti.

—Umm... —Eden pensó en lo que podría decirle a esta mujer, a

quien obviamente no le agradaba, algo trivial pero que sonara

importante—. Estoy empezando la escuela de leyes este otoño.

Jolie tosió en su champán.

—¿La escuela de leyes? —Se echó a reír—. ¿En serio?

—Sí. ¿Eso es gracioso?

La sonrisa de Jolie se desvaneció.

—No, no especialmente. Es que es tan... ordinario. ¿Vas a

perseguir ambulancias?

Ni siquiera había empezado la escuela y esos chistes de abogados

eran viejos.

—Nah, no corro lo suficientemente rápido.

—Entonces, ¿qué tipo de leyes vas a seguir?

Sabía que a Jolie no le importaba, así que lo mantuvo simple.

—No lo he decidido.

Jolie bostezó.

—¿Qué otra cosa?

Eden no sabía qué decirle a Jolie para no aburrirla aún más.

Entonces se acordó de lo que había estado considerando unos minutos

antes.

—Carter es gracioso. Es muy bueno también. —Miró a la otra

mujer, expectante.

—Sí, parece serlo. ¿Han estado mucho tiempo juntos?

—No estamos realmente juntos. No en el sentido tradicional, por

lo menos. —Ella pasó un dedo por el borde de la copa—. Tenemos una

relación extraña.

—Suena familiar.

Eden no sabía lo que eso significaba, pero continuó.

—Somos amigos… los mejores amigos. Nos conocimos durante un

momento duro para ambos y cuidamos las espaldas del otro, ¿entiendes

lo que quiero decir?

—Exactamente. —Jolie terminó su copa y se fue a la nevera en

busca de otra botella—. Maldita sea, estas personas sí que pueden

beber.

Eden miró hacia atrás y vio una caja de cartón sellada, con el

mismo nombre que estaba en la botella. Husmeó dentro y sacó una

botella llena, levantándola en el aire como un premio.

—¡Ajá! Sin embargo es posible que necesitemos racionarla, solo

hay una más en la caja.

—Champán caliente… mi favorito.

Cuando Jolie sonrió, Eden se unió a ella, feliz de haber roto el

trozo de hielo que se interponía entre ambas.

—Realmente no debería dejarte beber demasiado. Mitchell no

estaría feliz. —Cubrió la botella con una toalla de tela y la abrió,

enviando un chorro de espuma de champán en la toalla y al suelo.

Mirando el desastre a sus pies, ella susurró:

—No lo diré si tú no lo haces —le guiñó un ojo.

Eden la siguió hasta la sala, donde Jolie se quitó las gafas, se

sentó y puso sus pies sobre la mesa de café.

—Siéntete como en casa. Yo lo hago.

Eden se sentó de nuevo en el sofá de cuero, frotó sus pies

descalzos y los puso torpemente sobre la mesa.

—¿Pasas mucho tiempo aquí? —Preguntó ella, cuestionándose

por qué sentía un nudo competitivo en el pecho.

—Prácticamente vivo aquí. Soy más como su esposa que su

asistente. —Jolie arqueó una ceja y ladeó la cabeza—. Menos el sexo,

por supuesto.

Eden cubrió su suspiro de alivio con un:

—Oh.

—Supongo que somos un poco como Carter y tú. Amigos sin

beneficios. Pero Mitchell y yo tenemos muy pocos secretos entre

nosotros —dijo Jolie.

Las mejillas de Eden enrojecieron. ¿Qué sabía Jolie de los

secretos que guardaba de Carter?

Bebieron en silencio, Eden tomando cortos sorbos y Jolie

vaciando su copa por lo menos dos veces más.

—Así que, ¿crees que Mitch se sienta mejor ahora?

Jolie frunció el ceño.

—¿Sentirse mejor? Realmente no lo sabes, ¿verdad? Oh,

muchacha, esto va a ser una sorpresa. ¿Vamos a ver cómo está? —Se

puso de pie, sacudió la botella vacía y luego la colocó abajo. Fueron a la

cocina para agarrar la última botella antes de dirigirse arriba.

Eden se aferró a la barandilla para mantener el equilibrio. No

tenía ni idea de cómo Jolie podía estar con tacones y no necesitar algo a

lo que sujetarse. Pasaron por el dormitorio de Mitch y se detuvieron

frente a la tercera puerta, la que siempre estaba cerrada con llave.

Jolie puso la mano en el pomo y la oreja a la madera,

escuchando.

—Sip, él está listo. ¿Y tú?

—¿Lista para qué?

Jolie abrió la puerta con un balanceo, dándole a Eden una vista

completa del interior de la única habitación de la casa de Mitch en la

que ella no había estado. Su boca se abrió cuando vio la jaula. Con

barrotes de siete u ocho pies de altura, a cada uno de los lados.

—¿Qué demonios?

Jolie cruzó la habitación, casi indiferente, y miró a través de los

barrotes.

—Shhh. Dejemos que tenga un poco de sueño, ¿sí?

Eden caminó lentamente más allá de la butaca, hacia la jaula.

Mitch estaba durmiendo, sus brazos y piernas atados en cada esquina

de una cama de metal. Y estaba absolutamente desnudo. Ella apartó la

mirada, pensando en lo ridícula que estaba actuando frente a algo tan

totalmente extraño, y miró hacia atrás.

La primera pregunta que le vino a la mente fue más que estúpida,

pero la hizo de todos modos.

—¿Por qué está desnudo?

—Odia hacer trizas sus buenas ropas.

—¿Qué significa eso?

—Ya lo verás.

—¿Ver qué?

—Cállate y siéntate. El espectáculo está a punto de comenzar. —

Jolie se recostó en el sillón a unos metros de la jaula y luego palmeó el

brazo tapizado.

—Solo hay un asiento. Vamos a tener que compartirlo.

—Si esta es alguna enferma cosa sexual, realmente no me va eso.

— Se volvió para irse.

—Supéralo. Siéntate.

Negándose a convertirse en un oasis que se desvanecía

rápidamente, Eden se encaramó en el grueso brazo de la silla,

obedeciendo. Una pequeña mesa de madera estaba en el lado opuesto.

Tenía un llavero con dos llaves —probablemente pertenecientes al

candado de la puerta de la jaula y las esposas— y una gran jeringa

llena de un líquido claro. Eden de repente sintió náuseas. ¿Cómo se

llegó a mezclar en todo eso? Todo lo que quería era una simple y

aburrida vida—sin locura, sin drogas, ciertamente no una doble

personalidad. Eso no debería haber sido demasiado pedir. Esperar que

su vida fuera esa.

El cuerpo de Mitch comenzó a sacudirse, su espalda se arqueó y

su pecho ondeó como si estuviera tratando de respirar, pero solo pudo

jadear.

Eden se inclinó hacia delante, parpadeando sin control, mientras

su mente trataba de asimilar la imagen de sus músculos creciendo y

ganando más definición.

—Me encanta esta parte —dijo Jolie sin aliento.

Eden volcó su atención hacia la mujer a su lado.

Jolie lucía como si todo lo que necesitara fuera una caja de

palomitas y un refresco. Tenía los ojos absortos y brillantes. Debe de

haber sentido el peso de la mirada de Eden, porque la miró.

—¿Qué? Me gusta mirarlo. A veces me paso toda la noche

mirándolo. —Sonrió y se encogió de hombros—. ¿Eso es raro? No es

como si él recordara algo cuando cambia de nuevo.

¿Cambia de nuevo? Eden se volvió hacia la jaula cuando escuchó

un gemido.

—Oh, maldita sea. —Dejó de respirar.

Mitch había crecido. Centímetros. En todas direcciones. Menos

del colchón era visible, como si se hubiese vuelto más alto. La definición

normal de sus músculos se había convertido en casi culturista, sus

venas apenas eran contenidas por su piel. Sus enormes bíceps se

apretaron cuando empujó contra el fierro atando sus muñecas.

Entonces sus cuádriceps empezaron a tirar de los de sus tobillos. Sus

gemidos se convirtieron en gruñidos.

—Cha-chán. ¿Estás impresionada?—Jolie hizo tintinear la botella

con su copa, luego saltó cerca del hombre y tomó un trago directamente

de la botella.

Eden no podía sentir su cuerpo.

—Él cambia… —se detuvo, preguntándose si Mitch le había dicho

a Jolie sobre Chastity. Hasta que lo supiera con seguridad, mantendría

la boca cerrada—. ¿Qué es él?

Los ojos de Jolie recorrieron el rostro de Eden, estudiándola.

—Él lo llama su “Hyde”. Como Jekyll y Hyde.

El libro. Esta es la razón por la que le había dado el libro. Lo que

significaba que Chastity era…

—¿Con qué frecuencia?

—¿Con qué frecuencia sale? Una noche. Una vez al mes más o

menos.

—¿Es como una cosa de la luna?

—¿Quieres decir como un hombre lobo? —Ella se echó a reír—.

No. Es una cosa del sábado. Una cosa de cada quinto sábado. No

paraliza demasiado la vida social.

Es por esto que él quería que empacara una bolsa de viaje. Para

ver esto.

—Espera. Es viernes.

—Sí, definitivamente es viernes. —El tono de Jolie mostró su

frustración.

—¿Así que varía? Pero dijiste… —Negó con la cabeza—. No lo

entiendo.

—Eso hace dos de nosotras, chica. Lo conozco desde hace casi

quince años y a él —asintió con la cabeza hacia la criatura se retorcía

en la jaula— por un poco menos. Nunca sucedió antes en un viernes. O

un jueves. O lunes. O cualquier otro día de la semana. Hasta ahora.

—Entonces, ¿por qué está cambiando?

—Vas a tener que preguntarle acerca de eso. —El resentimiento o

enojo hacia los labios Jolie apretarse y su tono de voz marcado, por lo

que Eden decidió dejar de insistir.

Se sentía tan extraño estar hablando de él como si no estuviera

en la habitación.

—¿Siempre se encadena a sí mismo así?

—Sip.

Él tiró contra sus ataduras, dejando escapar otro gruñido.

Eden luchó con su inclinación de mirar más de cerca, su cuerpo

se mecía atrás y adelante por el esfuerzo.

—Se ve como si sintiera dolor.

—No creo que sea dolor, solo rabia. —Ella palmeó la pierna de

Eden—. ¿Por qué querías que te lo mostrara?

—¿Él no te dijo por qué? —Preguntó Eden.

Sacudió la cabeza.

—No vas a decirme tampoco, ¿verdad? Bien. Todos tenemos

secretos, ¿verdad, Eden? De cada uno. De nosotros mismo. ¿No es una

gran vida? —Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros—. Tú eres

bonita. Ahora entiendo por qué le gustas tanto.

—Él me odia.

—Oh. Bien. Supongo que debo haber leído mal. —Ella se inclinó

hacia atrás y tomó un largo trago de champán.

Eden miró de vuelta a Mitch. O, a Hyde. Además de un aumento

en la masa muscular, otra parte de él había aumentado de tamaño. Su

erección se extendía hasta su vientre. Apartó la mirada, sintiéndose

culpable por invadir su privacidad y se preguntó qué estaría pensando

Chastity si ella estuviera aquí. Dios, ¿así había sido ella? ¿Era esto lo

que Carter no había querido decirle?

—¿Siempre está desnudo? —Preguntó Eden—. ¿No puede llevar

sudaderas o algo así?

—Tal vez a Mitchell no le gusta cómo se ve su trasero en

sudaderas. ¿Hemos terminado con las preguntas estúpidas ahora?

Una voz salió de la jaula.

—Puedo olerte. —No era la voz de Mitch. Nada como la de Mitch.

Ésta era más baja, ronca, sonaba malo.

—Sexo. —Hubo un largo resoplido—. Dos sexos. Uno diferente.

Liiindo.

El estómago de Eden tomó una caída libre al suelo.

—Suéltame para que pueda estar cerca de ese glo-rio-so olor.

Las mejillas de Jolie estaban rojas, y tenía el pecho elevado.

Cuando vio a Eden mirarla, se relajó y se rascó la sien.

—Déjenme salir, corderitos. Voy a ser amable. Voy a tomar a uno

de ustedes. Y luego a la otra. Toda la noche. Déjenme ir. —Esperó una

respuesta que ambas mujeres no le dieron, una porque estaba

aterrorizada de lo que estaba delante suyo y la otra tal vez porque sabía

que estaba mintiendo—. Está bien. Dejen las correas. Solo tienen que

venir aquí y hacerme compañía. Siéntense en mi polla y déjenme venir

encima. Follen. Me. —La base de su voz resonó en el techo y envió

vibraciones a través del cuerpo de Eden.

Eden sintió la mano de Jolie apretarse en la tela donde estaba

sentada. La mujer se levantó de su asiento como si quisiera ir a

él. ¿Cómo puede ella estar posiblemente encendida por eso? La única

hormona que circulaba por el cuerpo de Eden era la adrenalina.

Él olisqueó el aire de nuevo.

—Miedo. Podría hacer algo con eso, también. —Tiró contra las

cuatro esposas, contrayendo todos los músculos, una y otra vez y otra

vez—. ¡Déjenme ir! ¡Maldita sea, voy a despedazarlas! ¡Déjenme ir,

perras! —Tensó su cuello, usando toda su fuerza y la holgura en las

correas para levantar la cabeza.

Cuando vio el color de sus ojos —como glaciares, como sombras

en un pico cubierto de nieve, un color ligeramente más oscuro del que

había visto en sus ojos solo unos días antes— Eden se echó hacia atrás,

cayendo en el regazo de Jolie. Pero mantuvo su mirada fija en el

monstruo delante de ella.

—Oh. Dios. Mío. —Ella nunca dormiría de nuevo.

Capítulo 22

Traducido SOS por JGHerondale Corregido por Nanami27

—Antes de que me grites por llamar, no tengo una

computadora a mano, así que lidia con ello.

—¿Estás ebria?

—No completamente. Pero estoy de camino.

—Esto es extremadamente poco profesional.

—No, decirte que eres un gusanito llorón de jefe, que me está

pidiendo lo imposible sería poco profesional. — Risa—. Ups.

—Te colgaré ahora, Cabot. Si tienes suerte, no le diré a la

junta sobre esta conversación. Llámame cuando estés sobria. No,

envíame un correo electrónico cuando estés sobria.

—¡Espera! ¿No quieres saber lo que están haciendo ellos

ahora mismo?

Suspiro.

—Habla.

—Él cambió un día antes y le está enseñando a Hyde. Creo

que quiere que ella conozca su verdadero yo. ¿No es dulce?

—Apenas. Ellos necesitan sostener relaciones, no compartir

información. Eso podría ser peligroso. Detenlos.

—Quieres que haga que se revuelquen, ¿pero me asegure de

que no hablen el uno con el otro? Muy peculiar, Jefe.

—Duerme tu borrachera, y al minuto que esté de vuelta

Turner, empieza tu trabajo.

—Me pondré a eso. Buenas noches.

Clic.

Mitch sabía que era de mañana. No es que pudiera ver la luz del

sol, las ventanas en la habitación de Hyde habían sido tapiadas un

tiempo atrás. Y estaba cualquier cosa menos descansado. No, sabía que

era de mañana porque era humano de nuevo. No podía ver a Eden, pero

escuchó su tarareo silencioso. Esperó que lo que hubiese visto anoche

no la hubiera hecho perder completamente los estribos en una especie

de murmuro psicótico.

Él gritó para ella.

—Buenos días. ¿Cómo estuvo el show? —Escuchó sus pies

golpear el piso y se preguntó si ella había podido dormir algo,

acurrucada en la silla, o si Hyde había mantenido su atención toda la

noche.

Eden bostezó, tal vez se estiró.

—Fascinante.

—¿Dónde está Jolie?

—Se fue abajo hace unas pocas horas. Creo que se fastidió con

todas mis preguntas.

—Jolie no se fastidia muy fácilmente. Debiste haber tenido

muchas preguntas. —Él la vio cuando se detuvo justo afuera de los

barrotes. Jesús, lucía exhausta, piel pálida combinando junto con los

aros oscuros bajo sus ojos. O tal vez era lo que el terror dejaba en el

rostro de alguien después de haber visto un monstruo.

Ella empuñó los barrotes.

—¿Acaso ella sabe sobre Chastity?

—Nop. Ese es tu cuento para contar. No el mío. —Movió su

cabeza hacia la puerta de la jaula—. Ella usualmente me libera.

Siempre deja las llaves en la mesa, ¿lo hizo?

—Sí, lo siento. —Corrió fuera de su campo de visión, y luego

corrió de vuelta a él, empuñando la cadena de llaves en su mano.

No estaba seguro de que si ella estaba temblando o no le eran

familiar los candados de tamaños industriales y las jaulas, pero le tomó

un tiempo abrirla.

—¿Cómo puedes quedarte aquí?

—No tengo opción. —Y necesitaba salir de ahí lo más jodidamente

rápido posible—. No es un sillón bajo un paraguas aquí. ¿Te importa?

Ella entró, sus ojos turnándose entre sorprenderse ante su

cuerpo y tratar de evitarlo.

—Y la actuación continúa —murmuró él—. Aunque me

encantaría quedarme aquí, con mis alas de águila extendidas mientras

me comes con los ojos, mis brazos están apretados.

Ella se sonrojó.

—¿Por qué no te pones algo cuando… cambias?

—No parece que nos guste la sensación de la ropa. —Había

utilizado la palabra "nos". Jesús, era algo que nunca había pensado que

iba a hacer, pero, extrañamente, alivió el peso en su pecho al mismo

tiempo. No estaba solo nunca más—. ¿Carter no te dijo acerca de esa

parte?

—Me dijo. —Evitando sus ojos, ella se inclinó para abrir las

cadenas en los tobillos—. Sería algo difícil de perder.

—¿Qué pensaste?

—¿De lo de anoche? Eres un monstruo horrible y cachondo.

—Gracias. Pero, ¿qué pensaste de Hyde?

—Supongo que los chistes de mierda son todos suyos. —Vaciló en

las esposas de sus muñecas—. Pero voy a preguntar de todos modos:

Eres realmente tú, ¿verdad?

Mitch asintió con la cabeza mientras ella liberó sus manos.

—Si no lo fuera, estarías en el suelo gritando ahora. —Se frotó la

frente. Sin dolor en esta ocasión—. No te dan dolores de cabeza,

¿verdad? ¿El día después?

—No. ¿A ti sí?

Asintió con la cabeza y luego la bajó para estirar el cuello.

—Pero solo recientemente. Los últimos seis meses o algo así. —Tal

vez era parte de la razón de que se había transformado un día antes, un

síntoma de pérdida de control—. Pero no hoy. Demonios, tal vez estoy

curado. —Levantándose a sí mismo, la observó. Ella era fuerte.

Temerosa, pero fuerte—. Estás tomando esto mucho mejor de lo que

habría pensado que harías.

—Todavía estoy en estado de shock. —Ella se encogió de

hombros, un mechón de cabello cayendo en sus ojos—. ¿Y ahora qué?

—Tomaré una ducha, eres bienvenida a unírteme, y luego

tendremos una charla bonita y larga. Durante el desayuno. Estoy

muriendo de hambre.

Jolie estaba tirada en el sofá de la planta baja, con el cabello

oscuro cubriendo la mayor parte de sus dos ojos, hebras del mismo

soplando hacia arriba y abajo con cada respiración. La botella vacía de

champán estaba escondida entre su cadera y el cojín.

Eden pasó de puntillas por delante de ella y fue a buscar algo

para cocinar el desayuno. Empezó por intentar hacer una taza de café.

Había tantos botones en la máquina, que se preguntó si tenía que colar

café o echarlo en una olla llena de agua. Era un aparato que sólo los

ricos sabían cómo utilizar. El zumbido de los granos siendo molidos

podría ser suficiente para mantenerla vertical hasta que estuviera listo.

Entonces, por algún tipo de milagro, los granos cayeron en el lugar

correcto y, cuando se inclinó estrechamente, el magnífico aroma de java

golpeó sus glándulas odoríferas.

Debería haber dormido, pero no había manera de que pudiese

haberlo hecho. El Hyde de Mitch la había mantenido paralizada toda la

noche. Había gruñido, luchado, y gritado obscenidades durante horas.

Después de que Jolie hubiese salido de la habitación, Eden se había

hecho un ovillo en la silla, envuelto los brazos alrededor de sus rodillas

y observado al monstruo de feria.

Así que estaba pagando por ello ahora. Cada párpado parecía que

pesaba setenta libras. Se sentía con náuseas y miserable. Su cerebro

traqueteaba tanto, que parecía no poder procesar lo que había

aprendido en los últimos días. Una cortina había sido retirada, dándole

una vista al mar de quién, o qué, era ella. Pero en este momento, su

agotamiento le dejó la visión borrosa, cegándola, incapaz de asimilar los

hechos sobre lo que había visto y oído.

—Café. —Gritó Jolie desde la otra habitación. Eden tomó tres

tazas de la alacena.

Arrastrando los pies, Jolie entró en la cocina y se dejó a sí misma

en un taburete alto junto al centro de la isla.

—Creo que todavía estoy borracha. —Ella apoyó los codos sobre el

mármol y recargó la cara en sus manos—. Por favor, dime que hiciste

un tarro lleno.

—Um... ¿tal vez? Al menos lo he intentado. —Eden se asomó a la

cafetera—. Oye, funcionó. —Vertió la rica y oscura bondad, en tres

tazas.

Jolie apoyó el rostro en una mano y estiró la otra.

—Dámelo. —Se tragó toda la cosa, a pesar de que tuvo que haber

quemado un agujero en su lengua. A menos que ella no lo hubiera

dejado permanecer en la boca el tiempo suficiente para sentirlo y su

garganta estuviese llena de algún tipo de retardante de fuego.

Eden tomó un poco de crema de la nevera y aún tuvo que soplar

en la taza antes de tomar un sorbo.

—¿Te quedaste allí toda la noche? —Preguntó Jolie.

—Sí.

Se frotó la frente entre sorbos.

—Recuerdo la primera vez que lo vi cambiar. Me asusté hasta la

mierda, honestamente. Recuerdo a Shelly, la hermana de Mitchell,

sosteniéndome, acariciando mi brazo como si fuera una especie

material inflamable. Ya sabes, el tipo de “sonreír y asentir” de cosas.

Eden podría haber usado algo de eso, pero en su lugar, había sido

dejada acurrucada en una silla, demasiado asustada para huir.

—¿Por qué él te lo enseñó?

Jolie levantó la mirada hacia la de Eden.

—Porque confía en mí. —El estrabismo de sus ojos no era una

reacción a la luz del sol que fluía a través de las ventanas de la cocina.

Ella estaba enojada.

—No era mi intención decir nada malo con eso. Solo quise decir

que si él ya tenía a alguien para encerrarlo y liberarlo, me sorprende

que se lo haya dicho a alguien más. —Bueno, eso fue estúpido. Él se lo

había mostrado a Eden, por lo que acababa de insinuar que Jolie iba a

ser reemplazada. No era la dirección que ella quería tomar—. No quise

decir eso tampoco. Me refería a que…

Jolie liberó a Eden de su mirada penetrante.

—Sé lo que quisiste decir: ¿Por qué me lo dijo cuando tenía a su

hermana mayor? ¿Por qué te lo dijo cuando él me tiene? ¿Cierto?

Eden asintió.

—Nunca conociste a Shelly, ¿verdad?

—No. Murió antes de que la conociera.

Jolie asintió lentamente.

—Mitch quería asegurarse de que alguien más supiera de Hyde,

para que ella no tuviera que hacerlo por su cuenta nunca más. No

quería que ella fuera la única.

—¿Por qué no?

—Debido a que él sentía que dos personas compartiendo la carga

era mejor que una lidiando con la totalidad del asunto. —Jolie tomó un

sorbo de café—. Shelly fue quien originalmente me dijo, me eligió.

Éramos amigas. Y unos meses antes de su muerte, me dijo que estaba

embarazada y no quería que Mitch se enterase hasta que su vientre

comenzara a mostrarse realmente. Me hice cargo de todo sobre el

cuidado de Hyde para que ella no tuviera que estar cerca de él. Podría

haberle hecho daño. Accidentalmente, ya sabes.

—¿Y luego la asesinaron?

—Mundo loco en que vivimos, ¿no es así?

—Pensé que al menos una de ustedes ya me habría hecho el

desayuno para este momento. ¿Qué demonios han estado haciendo? —

El cabello de Mitch estaba todavía mojado de la ducha. Vestía jeans y

una camiseta negra que alardeaba su pecho y cintura, recordando a

Eden todo lo que había visto de él la noche anterior.

Centró su atención en entregarle un poco de café. Cuando él tomó

la taza, sus dedos se rozaron y ella retrocedió, enviando la taza y su

contenido a estrellarse en el suelo de baldosas. Mitch no se movió, ni

siquiera cuando el café caliente salpicó sobre sus pies descalzos, su

única reacción fue una ligera contracción de un ojo. Disculpándose

profusamente, Eden corrió por una toalla y se arrodilló delante de él,

limpiando sus pies y el suelo.

—Jolie, vete a casa—. Su voz era plana, como un sonido muerto.

—¿Eh?

Aunque no podía ver a Jolie desde el otro lado de la isla, Eden

imaginó la sorpresa en su rostro reflejando la suya propia.

—Vete a casa —dijo, sin mirar a la otra mujer—. Eden y yo

tenemos mucho de qué hablar.

Eden se levantó y vio a Jolie empujar su taburete hacia atrás, su

boca moviéndose como si tuviera mucho que decir. Apretó la mandíbula

cerrada y salió de la cocina. Desde la sala de estar, Eden oyó sonidos de

murmuraciones y tarareos enojados.

Ninguno de los dos habló hasta que oyeron el portazo de la puerta

del frente.

Mitch movió la cabeza.

—Sígueme.

Capítulo 23

Traducido por katiliz94 & Cherry k. Crazy Corregido por Nanami27

Eden se arrastró tras él a través del salón, arriba de las escaleras

y de regreso a… la habitación de Hyde.

Él se apoyó contra el mural de barrotes y le hizo un gesto para

que se sentara.

—Dime en qué estás pensando.

Posada en el brazo, miró la jaula detrás de él.

—¿En qué estoy pensando? Estoy pensando que este es el mejor

café que jamás he probado. Estoy pensando que esta habitación es un

poco ventosa y en cómo de agradable sería tener una sudadera o algo.

Estoy pensado… estoy… —Puso la taza en la mesa, suspiró, y recorrió

una mano por su cabello. Ya no siendo posible evitar su mirada. Él

quería saber lo que ella estaba pensando y ella quería saber lo mismo

de él—. Estoy pensando en cómo de estúpida me siento. En cuánto

pensé que sabía del mundo. En mí. Y en cuán equivocada estaba sobre

todo esto.

—Esta es solo una parte de ti. Y definitivamente no la parte más

importante.

El pecho de Eden se sentía apretado, cerrado, como si no pudiese

conseguir respirar con suficiente profundidad.

—¿Cómo lidias con eso?

—Como lidio con eso no es como tú deberías.

—Pero Chastity… —se puso la mano en el pecho, después la

extendió hacia él—. Hyde. Somos lo mismo.

—No, no lo somos. Ellos no lo son. Chastity es sexo líquido. Hyde

no… es humano. Él la hace parecer la Madre Teresa.

—Excepto que tú solo tienes que lidiar con él cada cinco semanas,

¿verdad? Chastity es como una terrible vecina que sigue apareciendo

siempre que se sienta de ánimo. No, ella es peor.

—Y es mucho más divertida. —Él se frotó las muñecas, todavía

rojas y arañadas por las esposas.

—¿Por qué me ocurre con más frecuencia a mí?

Mitch se encogió de hombros.

—Chastity está hecha de concentración. Hyde es la

concentración. Solía ser como ella… menos furioso, más descarado.

Cuando la vida me endureció, él hizo menos apariciones, pero cada una

era más violenta que la última. De la forma que lo imagino, crear ira

como un trabajo a tiempo completo cambia la frecuencia, pero

incrementa la intensidad. ¿Sabes a lo que me refiero?

En realidad no.

—Entonces, ¿es por eso que eres semejante idiota?

—En parte.

—¿Y la otra parte?

Él sonrió con suficiencia.

—Lo disfruto.

—¿Cómo aprendiste sobre lo que eres?

—Mi padre. Él me enseñó… todo.

—¿Puedes tú enseñarme?

—No. —Entonces murmuró—: No quieres ser como yo.

Se puso de pie, de repente furiosa porque después de todo esto, él

estuviese volviendo a esconder las cosas de ella. ¿A quién más tenía?

—Esas son tonterías. Lo que no quiero es ser alguien que

despierta cubierta de sangre, alguien quien cree que algo dentro de ella

podría haberlo causado. Alguien que nunca sabe lo que su otra mitad

hará o a dónde irá. —Reprimió las lágrimas y lanzó toda su frustración

hacia él—. Si no puedo conseguir eso, al menos me gustaría que

ocurriese con menos frecuencia. ¡Así que enséñame!

—Eden, he intentado ayudarte, pero no puedo cambiar lo que

eres. Mi padre me cambió con su cinturón. Con sus puños. No te haré

eso a ti.

—Bueno, ¡encuentra otra forma! No puedo hacerlo sin ti. ¿Debería

salir y meterme en una pelea… —como ella estaba haciendo con él—

con alguien que saque el infierno de mí? ¿Tu padre todavía está vivo?

Tal vez él lo hará.

—No fueron los golpes los que hicieron eso. —Mantuvo la voz

controlada, pero no pudo hacer lo mismo con los ojos, se sentían como

láseres chamuscado un agujero en los de Eden—. Fue la oscuridad

dentro de mí que el abuso creó.

Ella igualó su ira, avanzando hacia él hasta que lo tuvo

presionando la espalda contra el metal en que se apoyaba. Tal vez en

un intento de controlar su propia ira.

—Estoy cargada de oscuridad. ¿Por qué eso no la ha controlado?

Él sacudió la cabeza.

—Por lo que sea que hayas pasado, no es suficiente. Todavía eres

buena. Ni siquiera mientes, por el amor de Cristo. No estoy seguro de si

la actitud virginal ayuda o no.

—Una parte de mí jugó en la sangre de una mujer, tal vez más. —

Tragó—. Y ella podría incluso haber matado a tu hermana. ¿Qué es más

oscuro que eso?

—Ella no mató a mi hermana. No pudo haberlo hecho.

—¿Cómo diablos lo sabes? —Gritó.

—¡Porque yo lo hice!

Parpadeó, aturdida.

—¿Tú mataste a tu hermana? —Entonces notó las manos de él,

sujetando los barrotes como si estuviera intentando detenerlas de

temblar. O golpear.

Los orificios de su nariz se ensancharon y sus palabras salieron

trabajosamente de su apretada mandíbula.

—Me levanté con la sangre de Shelly goteando en mi puerta, su

cuerpo recostado sobre mis pies. Justo como lo que viste en tu

flashback. Chastity debió haber estado ahí, debió haberme visto

matarla. —Su mandíbula se sacudió como si estuviera peleando con la

necesidad de derrumbarse—. Quería que fueras tú. Realmente lo hacía.

Quería creer que no fue mi culpa.

—¿Escapaste de la jaula?

Se rascó la frente.

—Jolie pensó que ella podría no haber cerrado bien el candado.

Yo pensé que las cadenas lo retendrían. Estaba equivocado. Tengo unas

más gruesas ahora.

—¿Tienes flashbacks de ello?

—No, no de matarla. No.

—Entonces pudo haber sido alguien más. Pudo haber sido

Chastity.

—No, no pudo haber sido ella. No podrías mantener el cambio por

tanto. Se habría ralentizado.

—Tal vez estás equivocado. Tal vez un asesinato no cambia nada.

—Lo hizo para mí. Lo cambió todo.

Eso la detuvo.

—¿Quieres decir que mataste a alguien además de tu hermana?

—Se alejó, de repente aterrorizada del hombre a quien, a pesar de su

crueldad, se sentía continuamente atraída.

Él se rió.

—¿Por qué estás sorprendida? ¿O es que todavía sigues con la

idea equivocada de que soy un buen hombre?

Eden se encogió de hombros, sin saber que debería esperar de él.

¿Un buen hombre? No, no iría tan lejos. ¿Pero un asesino?

—Mmm —dijo él—. Parece que ambos hicimos malas

suposiciones.

—Tal vez lo hicimos.

Mitch tomó una respiración profunda, secó su frente, y se alejó de

la jaula.

—Necesito sentarme. —Después de acomodarse en la silla, dijo—:

El Hyde de mi padre desgarró a mi madre frente a mí. La desgarró. Ella

estaba tratando de protegernos.

»Antes de ese momento, no recuerdo mucho acerca de él. Solo

ira… violencia… terror. Pudo haber tenido un corazón, no lo sé. Lo

dudo, pero es posible. Tuvo que haber una razón por la que mi madre

se quedó con él, ¿cierto?

Dado que estaba mirando el suelo y no a ella, Eden no respondió.

—Antes de eso, tengo recuerdos de él estando de alguna manera

bajo control. La mayoría del tiempo. Salía fuera mucho, dejándonos

solos a mi madre, Shelly y a mí. Eso era mucho mejor que tenerlo

alrededor. No reconocí el patrón hasta mucho después, pensando en

ello. Entonces justo después de que cumplí quince, cambié. —Tomo una

respiración—. Cada cuatro días, justo como tú. No hace falta decir que,

todos estábamos muy… decepcionados.

»Yo era dócil en ese entonces, golpeado a la sumisión. Pero

entonces crecí. Lidiando con la rabia, aceptándola —apuntó su dedo

hacia ella—, y no en alguna manera que pudiera sugerir, creé más

tiempo entre las transformaciones, aunque no significativamente. No

predeciblemente. No hasta que mi padre murió. No hasta que lo

asesiné.

Él la miró, esperando por una reacción que ella estaba demasiado

exhausta para dar, una pregunta que estaba muy cansada para

preguntar. Mitch tampoco ofreció una explicación, una racionalización.

Tal vez porque pensó que ella entendería mejor de lo que nadie lo haría.

No es que él hubiese estado en lo correcto, por supuesto, hasta que ella

hubo visto a la bestia de Mitch de primera mano.

Él suspiro.

—Entonces, empecé a saber cuándo iba a suceder. Podía sentirlo,

sentirlo a él. Y es predecible ahora, cada cinco semanas. Una noche

cada cinco semanas. Me transformo en una más dura, enojada y grande

bestia de lo que soy ahora. Como si mi naturaleza tomara esos otros

días y los apilara a todos juntos para una noche en el infierno. Y el

resto del tiempo, soy solo un bastardo. Quien no puede contralar sus

impulsos… la mayoría del tiempo.

Sus ojos barrieron por su cuerpo, enviando escalofríos a través de

ella. Placenteros y no placenteros al mismo tiempo. Deseo y miedo

juntos, demasiado cerca, girando alrededor del otro, moviéndose como

uno dentro de ella.

—¿Entonces qué hacemos ahora? —Preguntó ella, temblando.

—¿Nosotros? Nosotros no hacemos nada. He terminado —dijo él,

reclinándose en la silla—. Ahora que sabes todo lo que yo, eres libre de

irte.

—¿Estas bromeando? Ahora que lo sé, ¿estoy por mi cuenta? —

Limpió el polvo imaginario de sus manos—. Felicidades, eres un

monstro igual que yo, ahora vete a casa —lo imitó ella—. Saber la

verdad es solo el principio, Mitch. Una vez que conoces los hechos,

averiguas una manera de cambiarlos. —Pero él solo los había aceptado

y esperaba que ella hiciera lo mismo.

—Te conté sobre Chastity —dijo—. Te mostré a Hyde, puse

barrotes en tus ventanas, y un infierno de seguro en tu puerta. ¿Qué

carajos más se supone que debo de hacer por ti?

—No lo sé. —Lágrimas de desesperación corrieron sobre sus

mejillas, sintiendo como si cortaran su piel mientras fluían. ¿Qué si

realmente no había nada más que pudiera hacer al respecto? Sobre

nada de esto. ¿Qué si no había manera de que alguien pudiera

ayudarla? Querido Dios, ¿qué iba a hacer?

—Está bien. Voy a estar bien. —Trató de hablar con confianza,

pero no pudo detener su labio de temblar—. Idearé algo más. Gracias…

—Deja de hacer eso. —Él señalo a su rostro—. No… ¡Argh! Hay

algo más. Tan solo apaga los aspersores. —Fue hacia el vestidor y miró

dentro del segundo cajón—. Qué demonios.

—¿Qué? —Se acercó a él.

—Pensé que tenía mucho más.

Eden se asomó sobre sus amplios hombros, luego se dio por

vencida y se acercó un paso a él.

Dentro del cajón había dos viales con líquido claro —sin

etiquetas— y dos paquetes de jeringas, uno de ellos casi vacío.

Ella dio tres rápidos pasos hacia atrás.

—Oh, no. Eso no. No voy a tocar eso.

Él levantó uno de los viales, girándolo en su mano.

—Te detendrá de transformarte. Yo no lo uso, es por eso que

tengo la jaula y las esposas, pero siempre mantengo algo en una

jeringa, solo en caso.

La sacudida de su cabeza era más como un temblor que una

señal de desacuerdo.

—No lo voy a hacerlo.

—Jesús, ¿por qué eres tan obstinada? Estoy tratando de

ayudarte. ¿No es eso lo que querías? ¿No quieres detenerlo?

—No con eso.

—Mira, no tiene que gustarte, pero es una opción.

—No para mí, no lo es. Mi mama era una drogadicta. —Su mente

regresó a esos días, más de una década atrás, días que no había vuelto

a visitar desde que había sido colocada en su primera casa de acogida.

Esos recuerdos de la infancia habían sido arrojados profundamente en

una sección de su mente que bloqueaba las experiencias más dolorosas

de su vida. Pero ahora comenzaron a estrellarse en su consciente como

un tsunami, escondidos entre asaltos al azar, rostros de quienes habían

abusado sexualmente de ella, e incluso algunos momentos felices con

su mamá durante esos raros momentos en que había estado sobria.

Mamá vestida como basura de la calle, dándome un beso con

lágrimas en la frente antes de dejar la casa a media noche, noche tras

noche tras noche. El sonido de la cachetada que estaba aterrorizada de

sentir después de que escondiera sus reservas. ¿Tenía cuántos, siete?

Las manos de un hombre del tribunal en que había confiado para

mantenerme a salvo raspando contra mi cuerpo. Cómo se veía el rostro

de mamá cuando la encontré en el suelo, la aguja aun colgando de su

brazo. Cuatro horas, me había sentado con ella, tratando de despertarla.

Como alguna terrible película cursi de la semana del lloriqueo.

—No, no puedo hacer eso. —Su propia voz detuvo las imágenes de

escaparse más lejos—. No seré como ella. —Las forzó lejos de su ojo

interno, de regreso a la caja de oscuridad donde haría todo lo necesario

para mantenerlas encerradas dentro—. Ella se ha ido.

En algún punto, él la había tomado del brazo y llevado de vuelta

a la silla. Estaba arrodillado a su lado y acariciaba su cabello.

—¿Así es como murió? —Había una suavidad en su tono de la

que no había sabido que él fuera capaz. Tristeza en sus ojos.

Eden asintió lentamente, martillando un clavo en la caja con cada

movimiento hacia abajo.

—Tenía ocho. Me desperté y la encontré. —Las drogas seguían

llenando sus venas. La vida no.

—¿La culpas a ella o a las drogas?

Su cabeza se levantó.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

Él se movió hacia atrás sobre sus pies en cuclillas.

—Tal vez ella sabía algo que tu no.

—¿Cómo qué? ¿Cómo inyectarse? Estoy bastante segura de que

podría descubrir eso por mi cuenta, gracias.

—Tal vez se estaba auto medicando… para detener su

trasformación. ¿Alguna vez viste su Hyde?

—No. —Era todo lo que la pequeña niña desilusionada dentro de

ella podía esperar, y esa parte de Eden se aferró a la idea. Esperando

que fuera verdad.

¿Estoy esperando que mi madre fuera un monstruo?

—Me dejaba sola mucho. Siempre pensé que era porque ella

estaba tratando de conseguir más droga o… no lo sé… vendiéndose a sí

misma para conseguir más dinero.

—Tal vez lo estaba. —Él se encogió de hombros—. Pero tal vez su

adicción no comenzó como una recreación.

No, no podía ser verdad.

—Una vez, en un raro momento e sobriedad, me dijo que deseaba

nunca haber empezado.

¿Por qué Eden confiaba en él? Jamás le había dicho siquiera a

Carter acerca de su madre. ¿Era porque ella y Mitch compartían una

parte de ellos mismos que nadie más podría entender? ¿O porque,

buscando en sus ojos, veía una bondad que Mitch había enterrado tan

hondo que incluso él no sabía que existía?

—Originalmente, había sido prescrito en una clínica… cosas

legales. Entonces cuando se terminó…

Él se inclinó hacia ella y ladeó la cabeza.

—¿Prescrito para qué?

– No lo sé. Yo tenía, como, siete cuando ella dijo eso. Y que lo

había estado usando por años. La media disculpa se me quedó

grabada, pero la racionalización no lo hizo.

—La razón —corrigió

—Razón, racionalización. ¿Cuál es la diferencia?

—La diferencia está en por qué comenzó. Qué le hizo comenzar. Si

ella se auto medicaba para mantener a su Hyde bajo control, cuándo

comenzó es muy importante.

Eden se encogió de hombros.

—No recuerdo y seguro como el infierno que ella no puede

decirme, entonces eso hace ninguna diferencia ahora, ¿verdad?

Él suspiró.

—Supongo que no. Solo habría sido de mucha ayuda saber. Hay

momentos en los que pienso que todo esto es alguna clase de broma

enferma. O la forma de alguien de castigarme. Comenzó con los genes

de mi padre, pero algunas veces… —sacudió la cabeza—. No puedo

lidiar con los “y si”, apenas puedo lidiar con los “ahora qué”. ¿Fue tu

madre buena contigo?

—Estaba drogada todo el tiempo.

—¿Pero fue buena contigo?

—Sí… mayormente. No obstante, eso no significa que se

trasformara. Ella pudo solo haber sido una adicta como los miles de

otros adictos.

—Cierto. Pero pasó en mi familia, ¿por qué no lo haría en la tuya?

—¿Por qué alguien así se reproduciría?

—Bueno —dijo él, usando el sonsonete de como un padre

hablaría con un niño—. Cuando un hombre y una mujer se aman

mutuamente, ellos expresan ese sentimiento físicamente. Sin embargo,

en ocasiones, la parte del “amor” no aplica, y ellos solo quieren

desnudarse y tener sexo. —Sonrió como si la estuviera animando a

hacer lo mismo.

Seguro, como si pudiera encontrar un lado positivo en esto.

—Yo fui un accidente. De algún tipo con que se acostó estando

drogada. Encantadora historia para contarle a tu hija, ¿cierto? Creo

que pudo haberlo colado en nuestra discusión de no-existe-Santa-

Claus.

—Hasta que cambié por primera vez, nunca entendí a mi padre.

Aun así nunca haría lo que él nos hizo a nosotros, pero entiendo que no

podía controlarse así mismo. Él debió de haberse ido como tu mamá, o

haber permanecido en una jaula como yo. Incluso cuando era humano.

—¿Tu hermana cambió?

—No. Pero ella entendía. Cuidó de mí cuando no podía cuidarme

a mí mismo. —Levantó la mirada y parpadeó los ojos, que estaban

brillantes.

—Está bien llorar si lo necesitas —dijo suavemente.

—Yo no lloro —dijo él.

—¿Nunca?

—No.

—¿Qué? ¿No tienes conductos lagrimales? ¿O solo eres un

bastardo insensible? —Bromeó, tratando de recordarle la franqueza que

habían tenido hace solo un momento.

—Por lo que sé, tengo conductos lagrimales. Así que supongo que

eso nos deja con la segunda opción. —Mientras él se ponía de pie, ella

pudo ver su pared levantarse.

—¿Ni siquiera por tu hermana? ¿Ni una vez?

—Tal vez una vez. —Entonces murmuró: O constantemente.

—Lo siento.

—Era una buena persona… mismos genes, resultados totalmente

diferentes. Shelly reconoció los signos antes que yo lo hiciera. Encontró

cadenas que pensamos serían lo suficientemente fuertes y ordenamos la

jaula.

Eden no quería verlo llorar. Tener a uno de ellos esporádicamente

llorando era suficiente. ¿Por qué? Porque eso lo volvería agradable,

entendible. Porque haría esta conversación real.

—Entonces, ¿compraste eso del anaquel? —Preguntó ella.

Mitch levantó la vista y sonrió, sus ojos brillantes pero sin gotear.

—Está construido para animales grandes. Leones, tigres…

—Y osos.

—Oh, Dios. —La sonrisa de él era infecciosa. Así que se quedaron

ahí, sonriéndose mutuamente, ignorando el hecho de que ninguno

tendría una vida normal de nuevo. Que ambos eran monstruos.

—No te imagino viendo esa película —dijo Eden.

Ladeó la cabeza a un lado.

—Tengo otros intereses, Eden.

—Quiere decir, ¿otros aparte de hacerme enojar y ser un total

idiota?

—Bueno, esos parecen ser mis favoritos. Pero sí, tengo otros

pasatiempos.

Apartó la vista y su mirada cayó sobre la mesa en la que había

puesto el vial, y donde Jolie había colocado una jeringa anoche. Su

sonrisa desapareció.

—No usaré eso.

—Entonces necesitas quedarte aquí. O, si eso es… indeseable

para ti, al menos asegúrate que Carter sepa lo que está en juego y que

deje de tomar lo que sea que tome que lo hace incapaz de despertar

cuando cambias. O el será el único que alguna vez duerma de nuevo.

—¡Oh por Dios, Carter! —Saltó—. Debe estar enloqueciendo ahora

mismo. Le prometí que volvería a casa.

Los labios de Mitch se tensaron.

—Pobre tipo. Debió haber tenido una horrible noche.

Ello lo fulminó con la mirada.

—Déjalo en paz. Nada de esto es su culpa. Él no ha sido nada

más que bueno conmigo.

—Ahí está esa palabra de nuevo… bueno. Él es bueno. Tú eres

buena. No somos todos solo… buenos.

—No todos nosotros.

Mitch sonrió.

—Touché. Bueno, sería mejor que te apresures a casa y le digas

todas las jodidas buenas noticias a tu jodido buen hombre. Ups, mejor

a tu no jodido buen hombre —dijo, burlándose.

—Tiene la cosa del idiota agarrada al dedillo, ¿sabías eso?

—Gracias. Deberías intentarlo tú misma… te haría un poco más

interesante. –

—Guau. Gracias por todo el apoyo y la amabilidad que me has

mostrado. Pero creo que he tenido suficiente de eso.

—Entonces mi trabajo aquí está hecho. —Dio una reverencia

profunda—. Conoces el camino afuera, ¿cierto? —El entendimiento se

había ido de sus ojos, la amabilidad. Él era una concha. Un bastardo a

tiempo completo de nuevo. Vertiendo un poco de ira fuera para evitar

que Hyde apareciera. Eden aceptaba eso, pues no quería experimentar

la ira de Hyde nunca más.

—¿Qué es la Clínica Mitch?

Él parpadeó.

—¿Qué dijiste?

—La Clínica. ¿Qué es?

—No tengo ni idea. ¿Dónde escuchaste eso?

Hyde lo mencionó, justo después de decirme lo atractiva que soy,

y cómo le gustaría ver si era igual de atractiva sin mi piel.

Mitch se estremeció y sus hombros se hundieron.

—Lo siento, Eden. Siento habértelo mostrado. —Cuando él se

encontró con su mirada, su rostro estaba tenso, controlado. Él era tan

hábil para poner distancia entre los dos—. No volverá a pasar.

—Todos odiamos ser enjaulados, Mitch. Por Hyde, y tal vez por

Chastity es necesario. Pero para el resto de nosotros es una elección. —

Eden caminó afuera, preguntándose qué elección tomaría.

Capítulo 24

Traducido por Nessied Corregido por Nanami27

Eden corrió por el césped frontal, pero lo que vio ahí, esperando

en las afueras de la propiedad de Mitch, ha hizo pisar freno y patinar en

alto. Carter estaba sentado en su auto, golpeteando la mano sobre el

volante, mirándola fijamente.

Se acercó tímidamente al lado del pasajero y se deslizó dentro.

—Lo siento.

—Sí.

—¿Has estado aquí un rato?

—Sí.

—Lo siento.

—Ya dijiste eso.

—Y lo digo enserio. En ambas ocasiones. Debería haberte llamado

al menos, estaba…

Su mano golpeó el volante.

—¿Estabas qué, Eden? ¿Demasiado ocupada? ¿Demasiado

agotada? ¿Demasiado desnuda? ¿Qué?

Ella se empujó a sí misma más cerca de la puerta con cada

acusación. Las dos primeras eran verdad, ¿pero la última? Le dolía sólo

con pensar que él creyera eso de ella. Aunque sabía completamente

bien que hace solo unos pocos días, ella y Mitch no habían estado lejos

de lo que estaba insinuando Carter. Si él no se hubiera detenido. Si sus

ojos no hubieran…

—Lo siento.

—¡Deja de decir eso!

—Yo no estuve… no hicimos nada, Carter. Lo juro.

—Entonces, ¿Qué rayos hiciste toda la noche? ¿Jugar a las

cartas? ¿Hacerse las uñas de los pies del otro? Porque, déjame decirte

algo, nena, que tengo un momento realmente difícil en creer que al

querido Mitch le guste hacer galletitas.

Lamentó no haberse tomado un momento antes de lanzarse a

pensar en qué partes de la noche podría contarle No es que ella lo

hubiese imaginado quedándose fuera de la casa, por supuesto. Pero

Mitch no le había dicho a Jolie sobre la Chastity, y estaba agradecida.

¿Así que era justo que ella le dijera a Carter sobre Hyde? ¿Era su

“cuento que contar”?

—Hablé con Jolie por un tiempo. Ella estuvo toda la noche allí,

también. —Tragó saliva, esperando que no le preguntase nada por lo

que tuviera que mentir al respecto, sabiendo que lo haría.

Se quedó mirando el volante.

—¿Ella te dio algunas respuestas?

Sí, algunas.

Sabía que él quería más de ella, pero temía ir demasiado lejos.

—Algunas. Pero no las suficientes. —Carter sacudió la cabeza y

trazó el emblema del Jeep con un dedo tembloroso—. ¿Hablaste con

Mitch también?

—Está mañana, sí. Pero Mitch no estuvo allí anoche. Se fue un

par de horas después de ti y volvió esta mañana temprano. —

Técnicamente eso era cierto, Mitch había salido de su mente por la

noche y dejó su cuerpo a Hyde para que lo habitara. Pero tecnicismos

no eran lo que Carter merecía—. ¿Podemos ir a casa ahora? Estoy

cansada.

Él no encendió el auto.

—¿Por qué me veo obligado a arrastrar esto fuera de ti? ¿Qué es

lo que no me estás diciendo?

—Nada. —La palabra quedó atascada en su garganta. La primera

mentira descarada que alguna vez le había dicho—. Hablamos sobre

Chastity. Cómo es ella, cuándo aparece. Hay un patrón en bruto, ya

sabes, cada cuatro días.

Él estudió su rostro, sus ojos lanzándose hacia los suyos, luego a

sus labios y entonces su cuerpo.

—¿Eso fue lo que pasó? ¿Toda la noche?

—Sí, eso es. —La mentira se sintió como tragar una píldora en

seco, una roca que se esforzó por tragar, moviéndola despacio por su

garganta. Y a pesar de que pudo hacerla descender, no pudo digerirla—.

De verdad. —Ella deseó que él dejara de mirarla de esa manera, como si

pudiera ver las mentiras que salían de su boca.

Puso en marcha el motor.

—¿Y ahora qué?

Eden se obligó a sonreír. Seguir adelante. Pretender que todo está

bien.

—Vayámonos a casa, tomaré una siesta, harás el desayuno, y

luego marcaremos cada cuatro días en el calendario.

—No hasta que no te quites ese maldito vestido y lo quemes.

Ella miró el vestido que Mitch le había comprado. Se había

olvidado completamente de él. Al igual que se había olvidado de Carter,

su promesa de volver a casa ayer por la noche, y, oh sí, decirle la

verdad. Bueno, en realidad no había olvidado eso, ¿o sí? Era más como

si lo hubiera considerado y entonces deliberadamente hecho algo que

sabía que estaba mal.

¿Por qué estaba mintiendo a beneficio de un auto-proclamado-y-

orgulloso bastardo, mientras hería al hombre que estaba sentado junto

a ella, aquel que había estado a su lado durante tantos años? ¿Para

protegerlo? ¿De qué? La respuesta picó aún más que la mentira.

De mí.

Estaba protegiendo a Carter de sí misma.

El regreso a casa se sentía siempre como el río Mississippi.

Cuando se detuvieron frente a su departamento, ella le tocó la muñeca,

dibujando una figura ocho encima.

—¿Carter?

Él movió su brazo lejos de ella, volteó la palanca de cambios y la

miró.

—Creo que necesitas seguir adelante. —Ignoró su expresión

confusa y continuó—: Te adoro, pero creo que sería mejor para nosotros

que vivamos separados a partir de ahora.

—¿Esto es por él? —Había fuego en su voz.

—No. No se trata de él. En absoluto. Esto es acerca de ti. No te

mereces esto. Vivir así.

—¿Y tú sí?

—No, yo… no creo que lo merezca tampoco, pero tú puedes seguir

adelante. Yo no. Puedes tener una vida normal.

Los ojos de Carter brillaron.

—¿Por qué siempre piensas que podría alejarme?

Ella podría haber agotado sus lágrimas. O tal vez estaba

demasiado perdida, demasiado abrumada, pero no tenía ninguna

reacción dentro que pudiese dar.

Él se retorció en su asiento y le tomó la mano.

—Si quieres vivir separados debido a cualquier otra razón,

entonces está… bien. Pero, hasta que esta cosa con Chastity deje de

ocurrir, voy a pasar mis noches contigo, así que hazte a la idea.

Hacerse a la idea. Algo que realmente ni siquiera había intentado.

Depender de Carter y luego de Mitch para ayudarla. Ella respiró hondo.

¿No era el momento de empezar a vivir su propia vida en lugar de tener

a otras personas viviéndola por ella?

Fingió dormir siestas durante casi todo el día, sin querer hablar

con él —mentirle —más. Carter la revisaba a menudo, de pie en la

puerta de la habitación, sin hablar, ni acercarse. Eden esperó y temió

que estuviese formulando un plan para su vida sin ella.

Cuando finalmente se levantó de la cama, no buscó el vestido. La

bolsa de basura debía haber sido vaciada, con un nuevo forro en ella. Él

había estado de pie junto a su lado cuando lo desechó a la basura.

Sus conversaciones fueron rebuscadas y torpes durante toda la

tarde. “Tienes hambre” “No realmente”, dichos el uno al otro en

numerosas ocasiones. Eso era prácticamente todo. Carter se sentó en el

sofá y golpeó las flechas del mando a distancia sin cesar.

Eden se quedó mirando el calendario colocado en la nevera. El

horario del grupo de estudio y entrenamiento de Carter, los días que iba

a la comisaría para la pasantía, una cita con el dentista la próxima

semana, el día en que ella tenía que inscribirse a las clases del próximo

otoño. Todos cosas normales. Sus dedos agarraron el marcador de

borrado en seco.

Cada cuatro días. Genial. ¿Cómo alguien marcaba “condena” en

su calendario? ¿Un circulo? ¿Una cara sonriente? Ella hizo una gran

“X” cada cuatro días. Con la boca seca, contó 1-2-3-Chastity, 1-2-3-

Chastity…

Directamente detrás de ella, la voz de Carter envió un espasmo

por su espalda.

—¿Estás segura sobre eso de cada cuatro días?

—Bastante segura.

Sus dedos tocaron su hombro, como si el cuerpo al que

pertenecían no les permitiera tocar. O tuvieran miedo.

—Hasta que estemos seguros, me quedaré aquí.

—Está bien. —Oh Dios, realmente iba a dejarla. Ella sabía que

era lo mejor. Para él. Y tenía que suceder algún día. Nunca sería capaz

de ofrecerle lo que él necesitaba, especialmente ahora.

Carter vagó de nuevo hacía la sala de estar y se dejó caer en el

sofá de nuevo, la luz de la sala iba cambiando mientras hojeaba en los

canales. Se estaba haciendo oscuro afuera.

La noche estaba llegando. Si Mitch tenía razón sobre el patrón,

esta noche podía dormir. ¿Y mañana? Bueno, mañana era una historia

completamente diferente.

Era como esperar a que la guillotina caiga. El saber que esta

noche, tan pronto como se durmiera, ella estaría en otro lugar, y

Chastity tomaría control de su cuerpo. Eden estaba tan cansada;

apenas había dormido anoche, estremeciéndose cada vez que sus ojos

se cerraban por completo. Y solo había conseguido una cantidad

mínima de sueño por días antes de eso. Esta noche no obtendría

ningún descanso tampoco. ¿Cómo puede esto continuar

indefinidamente? Su mente ya estaba jugando una mala pasada con

ella, la privación del sueño dejándola insegura de qué era real.

A la diez en punto, empezó a cabecear contra una silla de la

cocina. Se sacudió erguida y entró en la sala de estar.

—¿Carter?

Levantó la vista del televisor. Se veía tan agotado como ella. Se

preguntó cuánto sueño había conseguido él la noche anterior, o la otra

noche anterior a la espera de que ella volviera a casa.

—¿Puedes encerrarme en mi habitación?

Arrastró su alto cuerpo fuera del sofá y la siguió. Ella deslizó el

candado en su ventana con barrotes y se metió en la cama, con el

corazón martilleándole en el pecho.

—Buenas noches —dijo ella.

Él tenía los labios apretados cuando empezó a cerrar la puerta.

—¿Carter?

Se detuvo y, finalmente, la miró a los ojos.

—¿Sí?

—Significas todo para mí. Te amo. —Las palabras salieron de su

boca, palabras que ella nunca había dicho realmente en voz alta—. No

de la manera que sé que me quieres, pero te amo mucho. Y lo siento

mucho, Carter.

—Sí. —Él tragó saliva, con los ojos llenos con dolor, decepción y

adiós—. También te amo, Eden. —Estaba dejando que esa parte de su

amor por ella se fuera, podía verlo—. Voy a estar junto a la puerta.

Oyó el chasquido del candado al cerrarse. Estaba sola.

Capítulo 25

Traducido por Gabii Corregido por Nanami27

Mitch pasó el día creando una zanja en el suelo a su paso.

Después de unas dos horas de vueltas en la piscina y una hora

golpeando en la cinta, incluso el ejercicio no lo podía distraer más.

La Clínica. Necesitaba saber si Margaret había oído hablar de ella.

Si una psiquiatra tan bien conectada como ella no lo sabía, entonces no

tenía nada que ver con la psiquiatría. Dejó un mensaje en su correo de

voz. Cuando Eden le había dicho que Hyde lo había mencionado —

maldecido o gemido— una chispa se había encendido dentro de él.

Conocía ese nombre. Lo había oído hace mucho tiempo, pero no podía

ubicarlo. ¿Una compañía farmacéutica? ¿Una jodida empresa de

vacunación de baja categoría? ¿Doctores en una clínica ambulatoria?

Infiernos, era probable que fuera solo alguna compañía en que

había hecho una conferencia en algún momento. Jolie no había

contestado su teléfono tampoco, así que no era de ayuda. Había

considerado ir a la oficina a buscar, pero todo estaba en ese maldito

programa de archivos que Jolie había instalado en la computadora y

Mitch nunca se había molestado en aprender a cómo utilizarla. Para eso

la tenía.

La noche se acercaba. Y no podía sacarse a esa maldita chica de

la mente. Afortunadamente, Mitch confiaba en las cerraduras más que

en el novio de ella, por lo que estaría a salvo. Lo que más le molestaba

era no poder ayudarla. Ella era fuerte, se mantenía diciendo a sí mismo.

Solo esperaba que fuera lo suficientemente fuerte.

Sabía que Jolie había dicho la verdad. Eden era por lo menos

parte de la razón de que Hyde hubiese salido anticipadamente. Era lo

único que tenía sentido. La había dejado entrar en él, ella le había

hecho desear ser un hombre mejor, y eso era peligroso. Para todo el

mundo. No podía estar cerca de ella nunca más. Necesitaba hundirse de

nuevo en el pozo negro de su antigua vida. Pre-Eden. Para regresar a

los viejos tiempos de ser un cretino y no dejar a nadie acercarse. Eso

era más seguro.

Una ducha muy larga y caliente lo hizo aún más claro. Envolvió

una toalla alrededor de sus caderas y se dirigió a su dormitorio. La

noche estaba aquí. Mierda. Había tomado una ducha demasiado larga.

El pasillo estaba oscuro, pero la escalera estaba iluminada, enviando

luz suficiente para que pudiera llegar a través de la habitación.

Parpadeó, al ver la silueta de una mujer en el pasillo.

—¿Jolie? ¿Eres tú? —Se rió ante la idea de que acababa de citar

una línea de cada película Slasher16 alguna vez hecha—. ¿Hay alguien

ahí? —Divertido. Las películas de terror no tenían influencia en su

existencia.

La forma curvada se acercó, hasta que se convirtió en más que un

esbozo.

—Hmm… no eres Jolie.

Ella negó con la cabeza, pero no había suficiente luz para ver sus

ojos o su cabello.

—¿Cuál eres? —No es que realmente importara, no quería a

ninguna de las dos aquí.

16Slasher: o cine slasher, es un subgénero del cine de terror y el cine de explotación.

Su principal característica es la presencia de un psicópata que asesina a adolescentes.

La mayoría de las víctimas están envueltas en sexo prematuro o consumo de drogas.

Ella se arrancó la camiseta y la tiró al suelo.

Esa es una respuesta que puedo entender.

—Buenas noches, Chastity.

Ella se deslizó en la habitación y caminó formando un estrecho

círculo en torno a él. ¿Por qué había entrado esta vez, en lugar de solo

dejar que Eden despertara en su puerta?

Tenía que averiguar qué hacer con ella. Pero su corriendo a través

de su pecho era muy distractora. Rompe el contacto, Mitch. Haz algo.

¿Cuántos años tienes, catorce? Se cruzó de brazos, pero no pareció ser

capaz de hacer sus piernas funcionar.

—¿Cómo pudiste salir de su departamento, Chastity? —Maldita

sea, la sensación de sus pechos a través de la fina capa de su sujetador

de encaje presionando contra su brazo era aún más distractor—. Me

temo que tendrás que ir a jugar en otra parte de la casa.

—¿Estás diciéndome que “no”, otra vez? —Hizo un mohín de

detrás de él, el calor de su cuerpo quemándole la espalda.

—Lo estoy haciendo.

Ella estiró un brazo alrededor de él, trazó un sendero hacia abajo

por sus abdominales y situó su agarre alrededor de su traidora

erección, el grosor de la toalla proporcionando muy poca protección.

—Pero tu polla no.

—Gracias a Dios, mi polla no hace todo el pensamiento por mí.

Por favor, quita tu mano. —Cuando ella le dio un apretón firme, él

ahogó un gemido. La tomó de la muñeca y aparto sus dedos de sí—. No

significa no, Chastity.

Ella retiró la mano.

—Nadie me dice que no. —Pareció atónita—. ¿Por qué?

La larga versión de la verdad no llamaría su atención.

—Eden me lo pidió.

Ella resopló y se dio la vuelta para mirarlo.

—¿Eden te lo pidió? ¡Oh, bueno, si Eden te lo pidió! Cualquier

cosa para ella. —Se acercó más y le susurró al oído—: ¿Le dirías que no

a ella, Mitch?

No dijo nada. Todo lo que quería era que ella se alejara de él.

Lejos, muy lejos de él.

Chastity echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—Cristo, espero que seas un mejor mentiroso delante de ella. Ella

va a caminar sobre ti.

Molió sus dientes juntos. No tenía nada que demostrarle a ella. ¿A

sí mismo? Ahora, esa era una historia diferente. Una con la que lidiaría

eventualmente, pero no ahora. No, ahora era el momento de centrarse

en respirar y en béisbol.

—Obviamente no sabes nada acerca de tu otra mitad.

Ella se encogió de hombros y pasó las manos por el cabello de él,

por su espalda hacia la barrera demasiado delgada de la toalla que

cubría su trasero.

—Pero yo sé todo acerca de los hombres. Acerca de ti. Sé que

tienes un lado divertido. Y un lado peligroso.

¿Podría saber sobre Hyde? Sentirlo. ¿O lo había visto?

Mitch dio un paso lejos de su agarre.

—¿Qué sabes acerca de mi lado peligroso?

—Es mucho más entretenido que tú. ¿Por qué no puedes ser más

como él? —Hizo un mohín.

Mitch luchó en la necesidad de ser exactamente quién esta mujer

—o criatura— quería que fuese y retrocedió hasta que sus muslos

chocaron contra el colchón.

—¿Lo has visto?

Sus ojos brillaron por un momento.

—Te diré todo acerca de él, si…

Esto no iba a ser bueno.

—¿Si, qué?

–Si juegas conmigo. Durante toda la noche, como un buen chico.

Él se dejó caer sobre la cama, lo cual ella tomó como una

invitación porque se movió para unírsele. Apenas extendió su mano a

tiempo para detenerla, con la palma presionando contra su vientre

apretado mientras ella se inclinaba hacia él.

—No he aceptado nada.

—Todavía.

Jesús, estaba tan segura de sí misma. O de él. Maldita sea. Negó

con la cabeza.

—No he aceptado nada. Punto. —¿Estaba realmente considerando

esto? ¿Molestarse en obtener alguna información de ella? La tentación

estaba definitivamente allí. Pero, debido a que había hecho una

promesa que no podía romper, esto involucraba a Eden también.

Chastity los usaría a ambos. ¿Cuánto le debía a la chica?

Chastity se enderezó, cruzó los brazos alrededor de sus pechos

amplios y golpeó un pie en el suelo de madera.

—Esto es aburrido. —Tenía la capacidad de atención de un perro

spaniel.

Si no decía algo pronto, ella simplemente se movería a otra presa.

Tal vez podría utilizar algo más, que no fuera su cuerpo y el de ella,

como aplacamiento.

—Está bien, Chastity. Pero no aquí.

Ella sonrió, su lengua asomándose mientras la pasaba por

encima de sus dientes blancos.

—¿Dónde?

—Sígueme. —Mientras él caminaba a su lado, ella agarró el borde

de la toalla y tiró, riendo—. Eso fue completamente innecesario —

refunfuñó.

—Lo sé —dijo ella, lanzando la toalla al suelo y siguiendo su

cuerpo desnudo.

La llevó por el pasillo hasta la habitación de Hyde.

—He visto esta habitación antes —dijo.

Él la miró, sorprendido.

—¿Cuándo?

Se encogió de hombros.

—Tengo imágenes de los lugares en que ella ha estado, la mierda

aburrida que hace. Casi todo es aburrido. —Rodó los ojos.

—¿Tú recibes toda la cuota divertida, no?

—Claro. Grandes cuotas. —Su voz era más baja que la de Eden. Y

cuanto más hablaba, Mitch sentía más como si estuviera hablando con

un miembro del reparto de The Real World17. No es que alguna vez le

prestara genuina atención a los programas de variedades, o mucha

variedad para el caso.

La condujo a la jaula.

—¿Qué tipo de cosas?

—Hombres. Bebidas. Drogas. Ya sabes, las cosas que son… —sus

ojos se agrandaron cuando vio las correas—. ¿Vas a atarme o yo puedo

atarte a ti?

—¿Qué clase de drogas? —Se encogió ante la idea de que Eden

hubiese estado usando drogas sin su conocimiento—. Las damas

primero.

Ella se arrancó el sujetador, deslizó la falda por sus caderas y

saltó sobre el colchón. Extendiendo sus brazos y piernas a cada

esquina, dijo:

—¿A qué estás esperando?

Él estaba esperando a que sus ojos volvieran a sus cuencas. Sí, y

sería bueno que su polla dejara de palpitar. Maldita sea, enfócate. Se

pasó una mano por el cabello y se inclinó para sujetar las esposas a sus

muñecas.

17The Real World: Programa de variedades trasmitido en MTV, que se centra en las

vidas de siete u ocho extraños quienes adicionan para vivir juntos en una casa por

varios meses, con cámaras registrando las relaciones interpersonales.

—¿Qué tipo de drogas?

Chastity tiró con fuerza de las correas, satisfecha de que

estuvieran lo suficientemente apretadas, y sonrió.

—Todo lo que pueda, pero nunca nada fuerte. Eso podría

despertarla y yo tendría que desaparecer.

Interesante.

—Eres una chica inteligente.

—Sí, lo soy.

No lo suficientemente inteligente como para saber lo que voy a

hacer, sin embargo. No, ella definitivamente no era Eden.

—¿Qué más sabes de ella? —Aparte de su rápido latido del

corazón y la sequedad en su boca, esto era increíble. Estaba captando

un vistazo de Hyde en una manera que nunca había creído posible.

Pero necesitaba una ducha fría. Tal vez podría tener una instalada…

—No quiero hablar de ella. Quiero jugar.

Él se frotó la cara, agradecido de que la vista de su cuerpo

extendido de esa manera desapareciera, incluso momentáneamente.

—Ahora, juguemos. —Se volvió y salió de la jaula. Con un rápido

vistazo a la mesa, comprobando para ver si las llaves estaban todavía

allí, cerró la puerta—. Chastity, ¿alguna vez has oído hablar de La

Clínica?

—Mitch, suéltame. O ven aquí. —Tiró contra las correas—. Esto

no es divertido.

—¿Qué sabes de Hyde?

Chastity contrajo la mandíbula, apretando las palabras a través

de ella.

—¡Mitch, déjame salir!

—Dime lo que quiero saber y lo haré —mintió. Su corazón latía

con fuerza, y no de la lujuria, la que estaba presente, sino de miseria.

Trató de pensar en ella como un animal que necesitaba ser protegido de

sí mismo. Pero llevaba el cuerpo de Eden, el rostro de Eden. Todo

menos el cabello y los ojos. Eso es en lo que se enfocó.

Una vez que comprendió que él había jugado con ella, le gritó

durante horas, disparando obscenidades y amenazas, y jalando de las

ataduras con todo su cuerpo. Eden lo sentiría mañana. Eventualmente

se calmó y trató otra táctica—la manipulación. Se frotó contra la

sábana y arqueó la espalda, luego contrajo sus caderas hacia arriba y

hacia abajo, secando como el infierno el sofocante aire de la habitación.

Era una tortura para Mitch también. Mantuvo sus manos

agarradas a los brazos de la silla, tan lejos de su polla como fuera

posible, y se removió, incapaz de irse siquiera para buscar algunos

pantalones que ponerse. Los dos estaban sudando. Trató de hacerla

hablar, pero aparte de sugerencias de cómo podría estar utilizando su

cuerpo en ese momento, ella permaneció muda.

No era lo que había esperado. Ella no le dijo nada de Hyde, lo que

había hecho, o cualquier cosa que hubiera presenciado. Un fracaso

total. Con una última lucha para liberarse, Chastity suspiró, casi

llorando.

—Estarás feliz ahora, Mitch. Ella va a volver. —Sus ojos se

cerraron y todo su cuerpo se crispó. Luego se quedó inmóvil.

Mitch se acercó a la jaula y la observó. Mientras su cabello se

hacía corto y se oscurecía, él esperó. Ella era realmente hermosa. Sabía

que no debería ser parte de su vida. Se preguntó si eso era posible. Era

más fácil echarle la culpa a Chastity, no tomar responsabilidad alguna

en absoluto. La verdad era que quería estar con ella. Y si no podía tener

a Eden, entonces, en algún punto, podría convencerse a sí mismo de

que Chastity sería lo suficientemente buena. Infiernos, él había hecho

cosas peores.

De hecho, en este mismo momento, estaba considerando una. No

podía esperar a poner sus manos sobre Carter. Ese puto niño

necesitaba una llamada de atención. Chastity podría haber terminado

en cualquier lugar. Con cualquiera. Y Mitch probablemente acababa de

quemar el puente hacia ella hasta las cenizas. La próxima vez que

saliera, no vendría a él. De acuerdo, decisión tomada: patearía el culo

de Carter y convencería a Eden de que necesitaba ser enjaulada.

Una conversación que definitivamente no quería tener.

Capítulo 26

Traducido por Alisson* Corregido por Nanami27

Mitch vio a Eden jadear, abrir los ojos enormes, e intentar

sentarse. Pero las cadenas la detuvieron, estrellando su espalda contra

el colchón. Su grito fue el sonido más desesperado y angustiado qué él

hubiese oído alguna vez. Maldita sea, ¿por qué no la había desatado en

lugar de contemplar su propia mierda?

—¡Eden! Soy yo, Mitch —gritó a través de los barrotes. Corrió

para conseguir la llave, dándose cuenta de que todavía estaba desnudo.

¿Qué demonios podía hacer ahora al respecto? Ella tenía que salir de

allí. Él sabía lo que se sentía despertar y estar atrapado, vuelto un

prisionero.

Ella estaba luchando para conseguir respirar, el pánico llenando

su rostro, su cuerpo. Contraía los músculos que habían pasado las

últimas siete horas apretados por otra persona.

—¡Sácame de aquí! ¡Sácame!

Abrió la puerta de par en par y se dirigió a sus muñecas.

—Eden, tienes que relajar los brazos. No puedo liberar las

esposas si estás tirando de ellas.

Sus ojos le suplicaron, lágrimas cayendo por sus sienes hacia el

colchón.

—Ayúdame, ¿por favor?

Sus pectorales y bíceps no se relajarían, como si estuviera

congelada por el miedo. Con las manos justo por encima de sus brazos,

vaciló, no quería ser el que la sujetara.

—Hazlo. Sácame de aquí —rogó.

Él empujó su brazo hacia abajo y usó la otra mano para liberar la

esposa. Con una mano ya libre, Eden se relajó un poco, lo suficiente

como para dejarlo deshacer la otra. Trató de no pensar en su polla

estando tan cerca de la cabeza de ella, manteniendo sus caderas tan

lejos de ella como pudiera. Vaya, ¿había causado suficientes cicatrices

emocionales hoy?

Su respiración se normalizó mientras él desataba sus piernas.

Tan pronto como estuvieron libres, ella saltó de la cama y salió

corriendo de la jaula, deteniéndose con una mano agarrando cada lado

de la puerta hacia el pasillo.

—Lo siento, pero tenía que confinarla de alguna manera —dijo

él—. Era la única manera.

—Sé por qué lo hiciste. Solo… no puedo estar… así.

Él recogió la falda y el sujetador que Chastity había estado

usando, preguntándose si eran de Eden o no, y se los entregó.

—Ya vuelvo. —Se deslizó más allá de ella hacia el pasillo y fue a

buscar una camisa y unos pantalones para sí mismo.

De vuelta en la habitación de Hyde, Eden ya se había puesto otra

vez su ropa. Tomó la camisa con gratitud, murmurando "gracias" con la

mirada baja.

—No pasó nada entre nosotros, Eden. Ella vino aquí y la encerré.

Eso es todo.

Ella miró a su cuerpo medio desnudo con una seria mirada de

duda escrita en el rostro. Al menos él tenía pantalones puestos y solo

estaba semi-duro. Una erección completa habría sido más difícil de

explicar.

—No pasó nada. Estaba saliendo de la ducha cuando ella

apareció. Y no quise dejarla una vez que la até.

Ya que Eden se estremeció ante su última oración, sintió que era

prudente no mencionar la colosal erección que había estado luciendo

toda la noche. Eso lo dejaría para otro día. Nah, ya tenían demasiadas

conversaciones incómodas previstas para los dos.

—¿Tienes hambre? ¿Sed?

—Sed. —Ella asintió con la cabeza.

En la planta baja, se tomó dos grandes vasos de agua antes de

que sus preguntas comenzaran. Su voz era tímida, vacilante, como si se

negara a creer que habían sido testigos de los peores momentos del

otro.

—¿Cómo llegué hasta aquí? —Preguntó.

—No sé. —Pero seguro como el infierno que lo averiguaré. Tan

pronto como pueda poner mis manos en ese pedazo de mierda de novio

en que confías tanto.

—¿Ella te hizo algo?

—No. Aparte de lanzar algunas piedras, un palo de vez en

cuando, no hizo nada. No te preocupes por mí.

—No lo hago. —Ella no lo había perdonado—. Deberías llamar a

Carter. Dile que estoy bien y que averigüe cómo es que ella se las

arregló para pasar todos los candados.

Apretó los dientes.

—¿Por qué no te quedas aquí y descansas? Iré allá y hablaré con

él. No está trabajando hoy, ¿verdad? —Si lo estaba, él tendría buscar

una manera ingeniosa de ocultar sus moretones.

—¿En la estación? No, no lo creo, y sin duda no por unas

cuantas horas más. Debería llamarlo.

—Me ocuparé de eso. —Él la vio frotar sus brazos, sabiendo lo

dolorida que debía estar—. Tómatelo con calma. Volveré pronto.

Su cabeza se propulsó hacia arriba como si tuviera una nueva

idea.

—No crees que ella le hiciera algo, ¿verdad?

—No, él es lo suficientemente fuerte como para cuidar de sí

mismo.

—Ella es fuerte también.

—Él es más fuerte. —Probablemente—. Dudo que ella lo tocara. —

Era extraño que no se le hubiera ocurrido. Bueno, siempre y cuando el

tipo hubiese recibido una golpiza, no le importaba quién lo hubiera

hecho. Mitch se imaginó retorciendo el escuálido cuello del chico

explorador con su faja de medallas—. Descansa un poco.

La dejó acurrucada en el sofá, con las piernas metidas debajo de

sí, sus manos agarrando la taza, los ojos sin brillo y cansados. Esperó

que se sintiera lo suficientemente segura como para dormir un poco.

Cerró la puerta detrás de él, sabiendo que nunca se llevaría bien con

Chastity, pero, bueno, Eden no era Chastity.

Sus pies tocaron el pavimento frente al edificio de ella en un trote.

Que luego se convirtió en una carrera completa. Subió las escaleras de

dos en dos. Cuando llegó a la segunda planta, se obligó a reducir la

velocidad y respirar. La puerta no había sido arrancada. No un buen

comienzo para Carter. Si Mitch no veía su cuerpo inconsciente en el

suelo, se aseguraría de dejarlo ahí en el momento en que saliera del

departamento. Su puño golpeó la puerta. Lo juro por Dios, si él llega a

esta puerta con sueño en los ojos, está muerto.

Oyó que el candado ser abierto desde el interior. Vio el pomo

girar. Preparó sus piernas para saltar. Se abrió. ¡El hijo de puta está

bostezando! Mitch lanzó a Carter de regreso a la habitación y cerró la

puerta detrás de sí.

—¿Qué diablos? —Gritó Carter.

—¿Cómo es que ella logró salir, estúpido pedazo de mierda? —Se

alzó sobre el joven que estaba cualquier cosa menos somnoliento

ahora.

—¡Detente! Jesús —gritó, extendiendo las manos.

Mitch había estado esperando que él también le respondiera, pero

el tipo no estaba luchando en respuesta. Ah, diablos. Eso solo les

importaba a los hombres honorables. Él enroscó el brazo para un

gancho al mentón.

—¡Yo la llevé, hombre! ¡La llevé a tu casa!

El brazo de Mitch cayó tan rápido como lo hizo su mandíbula.

—¿Tú la dejas salir? ¿A propósito?

—Sí… No. No la dejé salir. La lleve a ti. Te la di. —Las palabras

salieron forzadas a través de sus labios apretados.

—¿Qué demonios se supone que significa eso?

Carter echó la cabeza hacia adelante y se deslizó de nuevo en el

brazo de la silla en la que había caído cuando Mitch lo había empujado.

—Ella me atacó. No sabía qué otra cosa hacer.

—No veo ninguna contusión, así que no pudo haberte golpeado

tan fuerte.

Él negó con la cabeza.

—No, ella no me golpeó… me atacó. Como... como… como si fuera

a forzarse por sobre mí.

Mitch levantó una ceja.

—¿Así que, decidiste dejarla en mi puerta? ¿Qué me estoy

perdiendo aquí?

Carter suspiró, se puso de pie y se dirigió a la cocina con Mitch

pisándole los talones. Metió la mano en la nevera y sacó una cerveza.

—¿Quieres una?

Mitch miró el reloj de pared. 7:30.

—Claro. —Se sentaron en lados opuestos a la pequeña mesa de

Formica y bebieron—. ¿Qué, no brindamos?

Carter lo ignoró.

—Alrededor de una hora después de que la encerrara, ella

comenzó a gritar, Chastity no Eden, pero no sabía quién era en ese

momento. Eden realmente no puede soportar estar en espacios

cerrados. Se pone muy asustada y entra en pánico.

—Sí, lo sé.

Con una inclinación de cabeza y ojos interrogantes, Carter

continuó:

—Así que, pensé que era Eden. Realmente lo hice. Pero entonces,

cuando abrí la puerta… obviamente, eran diferentes.

—Obviamente. Sigue.

—Ella me abordó, algo como lo que acabas de hacer, y empezó a

decirme cosas que… —Tomó un considerable trago de su botella—. Ella

es Eden, por el amor de Dios. Quiero decir, se ve como Eden, pero ella

es tan… —sacudió la cabeza con violencia—. Tenía sus manos por todo

mi cuerpo y no podía hacerla parar. Yo no…

Mitch asintió. Él sabía lo que Carter no podía decir en voz alta,

que él no quería que se detuviera.

—Pero lo hiciste. La detuviste.

—Sí, ¡porque prácticamente me escondí en mi habitación! Empezó

a insultarme y llamarme por todo tipo de nombres. Y entonces dijo que

iba a salir. Que iba a ir donde ti. Que tú “cuidarías” de ella si yo no lo

hacía.

—Todavía estoy confundido acerca de por qué realmente la

llevarías a mí. Especialmente después que dijera eso.

—Pensé en Eden. Y, después de todo lo que ha pasado, no podía

hacerle esto a ella. No confiaba en mí mismo.

—¿Y yo soy una mejor opción porque…?

—Porque ella ha estado diciéndome no por años. Tengo muy claro

dónde estoy con ella. —Levantó la vista hacia el techo y una sonrisa

triste se dibujó en su rostro—. Bueno, lo estoy ahora. Así que, si su otra

personalidad va a usar su cuerpo así, no debería ser yo con quien la

use. Si la hubiera dejado simplemente salir, quién sabe lo que hubiera

hecho o con quién ella hubiera terminado. Así que, tú eras la única

opción lógica. —No dijo lo que sabía que Carter estaba pensando, pero,

por su propia vida, no podía entenderlo.

—Opción lógica —murmuró desconcertado—. ¿Así que, crees

Eden sería más feliz si averiguara que Chastity me había follado?

—No sé si usaría la palabra "feliz", pero… —El chico luchó y luego

asintió con la cabeza—. Mierda. —Golpeó su cerveza sobre la mesa—.

Sí, podría usar la palabra “feliz”. Además, ella ya se despertó a tu lado,

por lo que no sería tan impactante una segunda vez.

Mitch no estaba seguro de ningún punto. Tal vez el segundo tenía

un poco más de sentido que el primero.

—Ella tiene que quedarse conmigo de ahora en adelante. En mi

casa. Cada vez que duerma. ¿Estás bien con eso? —A pesar de que

había hecho la pregunta, la respuesta no importaba. Pero a Eden le

importaría, incluso si a Mitch no.

Carter pensó por un momento, mordiéndose el labio superior.

—¿Su idea o la tuya?

—Mía. Ella todavía no sabe nada.

Él se echó a reír.

—Buena suerte con eso. No tengo opción de todos modos. Ella me

pidió que siguiera adelante.

—¿Ella qué? Bueno, eso fue una estupidez. ¿Tenía planes para

sus horas nocturnas un par de veces a la semana? Claro, eso

funcionará. Contratar a un adolescente para que haga de niñera con

ella y escuche los gritos de Chastity. O tal vez ella pensó en cerrar las

puertas y ventanas, y tragarse la llave.

—Le dije que estaría aquí cuando ella cambiara.

—Eso funcionó casi tan bien como la idea de la niñera.

—¡Dame un respiro! No sabía qué otra cosa hacer. Tú pareces

tener todas las respuestas, como si fuera algo con lo que lidias todos los

días, pero esto es repentino para mí. Es malditamente loco. Estoy

luchando conmigo mismo para quedarme junto a ella, pero estoy

perdiendo la batalla. —El chico explorador tenía un punto, no te

enseñaban este tipo de mierda en la Academia Técnica de Policías.

—Está vacía. —Mitch sacudió su botella y miró hacia la nevera.

Carter vació la suya y fue a buscar dos más.

—Muy bien —dijo Mitch—. Esta es la forma en la que va a ser:

Ella duerme —se corrigió a sí mismo antes de decir “conmigo”, lo que no

ayudaría al nivel de tensión de ninguno de los dos— en mi casa. Tú

también. Cada cuatro días, empaca una bolsa y quédate en una de mis

habitaciones para huéspedes. Chico afortunado. —Le guiñó un ojo—.

Trae tu propio cepillo de dientes, no comparto bien.

—Esto es difícil de creer. —Con el sarcasmo ayudándolo a

recuperar la compostura, Carter deslizó la Heineken18 encima de la

mesa—. ¿Por qué tengo que estar allí?

—Porque sí. —Levantó su vaso, brindando por su nuevo arreglo—.

Por cierto, no dormí con ella.

Carter tosió, cubriéndose la boca antes de escupir su cerveza por

toda la mesa.

18Heineken: Marca de cerveza holandesa.

—¿Quién se detuvo?

—¿Quién crees? Yo lo hice. Jesús, no soy una especie de

monstruo. —Él negó con la cabeza cuando vio la forma en la que el

cuerpo de Carter finalmente se relajó y se dejó caer de nuevo en la silla.

Mitch tendría que encontrar una manera de explicar la jaula.

Eden, obviamente, no le había hablado de Hyde, y le gustaría que el tipo

que se quedara a oscuras al respecto por todo el tiempo que fuera

posible. Tal vez una limpieza a fondo, un sofá de color rosa, y un

enorme lazo rojo en uno de los barrotes haría que se viera mejor,

brillando como nuevo otra vez.

Nunca sería capaz de ponerle esas esposas de nuevo, no después

de ver lo asustada que había estado esta mañana. Pero la jaula

contendría a Chastity en este punto. Si es alguna vez dejaba de ser

suficiente, bueno, tendrían que lidiar con eso cuando sucediera.

Capítulo 27

Traducido por BrenMaddox Corregido por Nanami27

Para Eden, el siguiente par de días estuvieron llenos de ansiedad

o desesperados intentos de normalidad. Ella vio su vida con tanta

claridad como un libro. Al principio, la mayoría del cual había

bloqueado, había sido traumático, lleno de personajes odiosos y

doloroso drama. Pero hasta hace un mes y medio, las cosas parecían

estar funcionando, frenándose, con el potencial de incluir un final

moderadamente feliz.

Y entonces llegó Chastity. ¿Entonces el futuro? El futuro no

deparaba promesa alguna aparte de repetidas visitas a la jaula, siendo

atendida por dos hombres que ella nunca entendería.

Cuando Mitch había abordado el tema de irse a vivir con él —que

era básicamente lo que era, por lo menos cada cuatro noches— había

pensado que él había perdido la cabeza. Su voz había sido tan vacilante,

sus palabras... no tanto. No había otras opciones, a menos que se

comprara su propia jaula. ¿Y luego qué? ¿Encerrarse de forma

permanente? ¿Tener a un chico repartidor que le trajera una llave por la

mañana, tal vez con una pizza? Ella odiaba depender de alguien. Pero

ya no podía pasar por alto el hecho de que había sido emocionalmente

dependiente de Carter desde que se conocieron. Se había dejado a sí

misma convertirse en una víctima perpetua y lo había forzado a la co-

dependencia. Fue un error. Gran parte de esto estaba mal.

Si su vida estuviera por los suelos, podía aceptarlo. En algún

lugar de su mente, pensó que se merecía esto. ¿Y Mitch? Le estaba

ofreciendo nada más que una cama de prisión. Si eso era suficiente

para ella o no, realmente no importaba.

Mantenlo como un negocio. Ella se rió ante lo absurdo de ese

pensamiento. Ese sonido era extraño para sus oídos. ¿Cuándo fue la

última vez que se rió? Mitch tenía... una personalidad muy confusa en

que ella intentaba no pasar mucho tiempo pensando.

Carter era diferente. Carter es… Buscó alguna palabra que no

fuera la que siempre aparecía en su mente para describirlo, la única de

la que Mitch se había burlado con dedo de acero. Él era más que bueno,

era... genial. Bueno, eso apestaba. ¿Por qué era tan difícil determinar

quién era él? ¿Por qué nunca había pensado más en eso antes? Él era

honesto, leal y valiente. También era demasiado generoso, con su vida y

su corazón.

Él nunca se había ido lejos, nunca se abría a nadie más sin un

gran empujón. Ella podía darle eso. Tener algo en qué concentrarse

ayudó a hacer retroceder el miedo pulsando a través de sus venas,

tomar un paseo, junto con su sangre infectada. Sí, así es como ella la

veía—infectada. Con lo que sea que hiciera surgir a Chastity.

En el cuarto día, mientras Carter estaba en el trabajo, marcó el

número de la oficina de Mitch.

—Buenos días, Mitchell…

—¿Jolie? Es Eden.

Un suspiro le respondió al otro lado de la línea.

—Mitch no está aquí.

—Eso está bien. Quería hablar contigo.

Otro suspiro.

—¿Qué?

¿Qué había hecho ella para molestar tanto a la mujer?

—¿Estás haciendo algo esta noche? —Tartamudeó.

Jolie se echó a reír.

—¿Me estás invitando a salir?

—Lo siento, pero no eres mi tipo. Es para... ¿Te acuerdas de

Carter?

—Sí.

—Bueno, él es demasiado cobarde para preguntar, así que voy a

hacerlo por él. —Ella jugó con un hilo colgando de la cama, sintiendo

como si estuviera pidiéndole a alguien para ir al baile de graduación.

—¿Hacer qué?

Deja de estancarte y habla, Eden.

—Vi la forma en que ustedes dos se llevaron bien en la fiesta, y

había esperado que pudieran querer seguir la conversación que estaban

teniendo.

—¿Quieres que salga con tu novio?

—Él no es mi novio.

—Yo no salgo con desechos.

—Sabes que en realidad nunca ha sido mi novio. Jesús, Jolie.

Ayúdame aquí. Quiero que él sea feliz.

—¿Crees que yo lo haría feliz?

—Vale la pena intentarlo. Tal vez ustedes dos podrían sacar algo

de ello —Eden esperó una respuesta. Y esperó. Abrió la boca para

declarar que toda la idea había sido el resultado de un lapso

momentáneo de función cerebral.

—Tal vez —dijo Jolie—. Él no está enamorado de ti ni nada,

¿verdad?

—No. —La mentira salió tan fácilmente que la sorprendió. Ella la

racionalizó, centrándose en los hechos: lo que él sentía por ella no era

amor. Co-dependencia y lealtad no eran lo mismo que amor romántico.

Y la persona que Carter amaba era una fantasía, no quién era ella en

realidad.

—¿Sabe él lo que me estás pidiendo?

Eden imaginó a Jolie reclinándose en su silla, decidiendo qué

preguntas hacer para hacer esto más difícil.

—No, no lo sabe.

—¿Entonces qué, quieres que finja que nunca hablé contigo y le

pida salir?

—Sí, pero pareció una idea mejor antes de esta llamada.

—Él es más joven y más pobre de a lo que suelo ir, pero es lindo.

—Una pausa—. Está bien, lo haré.

Eden dejó escapar el aliento.

—Eso es fantástico. Gracias.

—Pero no voy a pagar. Y no hago la Holandesa.

—Bi-en. —Eso no era una preocupación, Carter no era el tipo de

hombre que dejara a mujer pagar por nada. Ahora solo tenía que

averiguar un lugar para que fueran—. ¿Te gusta el cine?

—No.

—¿Parques?

—No.

—¿Restaurantes?

—Siempre y cuando no sea Chili’s, servirá. ¿Harás de chaperón?

—No. Y no va a ser Chili’s.

—Mejor que no sea, Eden.

Dios, la mujer era más como Mitch de lo que Eden se había dado

cuenta.

—No le digas que te pedí que lo llamaras, ¿de acuerdo?

—Pensé que no mentías.

Eden se tomó su tiempo para responder.

—La gente cambia, supongo.

—Hey, Eden. Solo estaba jugando contigo. Ya hemos hablado. —

Ella se echó a reír.

A Eden casi se le cayó el teléfono.

—¿Qué?

—Tenemos planes para esta noche. Pero fue tan divertido hacerte

trabajar por ello, no me pude resistir. No estás enojada, ¿verdad?

Como si a ella siquiera le importaba.

—¿Enojada? Um... no, creo que no. Confundida, sí. Y contenta.

Pero eso no fue agradable, Jolie.

Soltó una risita.

—Lo sé, lo siento. No pude contenerme. ¿Sin resentimientos?

—Ninguno. —Por lo menos no nuevos—. Pasa un buen rato esta

noche... y se amable con él.

—Oh, lo haré —Ella suspiró, el aturdimiento de su gran broma

desapareciendo de su voz—. Con nosotros estando fuera y Mitch siendo

humano, tal vez deberías ir a su casa y pedirle que te haga compañía.

Eso fue inesperado. Eden siempre había pensado que la razón de

la aversión de Jolie hacia ella era por el tiempo que pasaba con Mitch.

Tal vez todo el mundo estaba cambiando.

—Sí, creo que podría. —No mencionó que ya había establecido

una cita entre Mitch y Chastity. Afortunadamente, con barrotes entre

ellos.

—Oh, y él cree que es molesto cuando las mujeres hablan

mientras las está follando, así que mantén la boca cerrada. A menos

que esté ocupaba de otra manera. —Se rió entre dientes.

Eden no tenía palabras con las que responder.

—Otra broma, Eden. Estoy segura de que va a ser amable contigo.

Te has metido debajo de su piel. Tal vez todo el camino hasta su

corazón, ¿quién sabe? Creo que ustedes harían una —hizo una pausa—

magnífica pareja.

No creyendo eso en lo más mínimo, Eden finalmente encontró su

voz.

—Gracias. Pero no creo que eso vaya a suceder.

—¿Por qué no? ¿Qué tienes, veintitrés años? Se te permite vivir

un poco. Diviértete. Sé que yo lo haré.

Después de que Jolie le colgó, Eden se preguntó si había elegido a

la mujer adecuada para Carter. O si Carter había elegido a la mujer

adecuada para sí mismo.

Alguna vez.

—Vivir un poco —repitió. Era un concepto relativamente nuevo

para ella. Siempre se había enorgullecido de sí misma por tomar las

decisiones correctas, ser “buena” todo el tiempo. Pero eso no tenía nada

que ver con “vivir un poco”. Nunca se le había ocurrido incluirlo en su

plan de vida. ¿Sería una mala persona si eligiera dormir con alguien por

el que estuviera increíblemente atraída y tuviera sentimientos? Claro,

no todos esos sentimientos eran positivos, pero, de alguna manera,

hacían la idea aún más intrigante.

Tal vez Mitch era aquel por quien ella había estado esperando. Por

lo menos, él era honesto consigo mismo. Que era más de lo que podía

decir de sí misma. Tal vez negar sus propios deseos y necesidades era

parte del por qué estaba en este lío en primer lugar. Al igual que Mitch

había teorizado sobre Hyde, si ella dejaba salir esa emoción en dosis

diarias, podría evitar que se volcara toda de una vez en la forma de una

amenaza pelirroja. Sabía dónde estaba con Mitch y dónde estaría ella si

llegaran a estar juntos. Si él la tuviera.

Un paso a la vez. Cruzar un obstáculo antes de preocuparse por

el siguiente.

Esperó unos treinta minutos antes de llamar a Carter. Ella entró

a su correo de voz y dejó un mensaje rápido, haciéndole saber que

había hablado con Jolie. Cierto. Que la idea de una cita había surgido.

También cierto. Y que sería mejor que él eligiera un buen lugar para

llevar a Jolie. Totalmente cierto. Hurra por mí.

Una hora más tarde, él le devolvió la llamaba, el escepticismo se

filtraba a través de su voz.

—Hey, Jolie y yo hablamos antes de recibir tu mensaje. Me tomó

un tiempo poner mi mente de nuevo en movimiento y comprobar mi

correo de voz. ¿Así que, esto está bien contigo?

Maldita sea, ¿por qué él todavía asumía que ella tenía algún tipo

de voz en su vida amorosa?

—Creo que es genial. Sería bueno para ti salir un poco. Y quién

sabe qué pasará.

—Ella quiere reunirse esta noche, pero esta noche es...

Esta es la noche de Chastity.

—Lo sé. Todavía no estoy segura de por qué Mitch te quiere allí,

de todos modos. Voy a estar en una jaula, por el amor de Dios. Hablaré

con él.

—Ya lo he intentado. Es una condición a la que no cederá, pero

voy a estar allí para el momento que vayas a dormir. Solo quédate un

poco más tarde de lo habitual.

Eden no lo dijo, pero se alegraba de tener a Carter allí. Necesitaba

un amortiguador entre Chastity y Mitch, así Eden sabría a ciencia cierta

que no lograría salir a través de los barrotes. La línea quedó en silencio

durante tanto tiempo que Eden pensó que habían perdido la conexión.

—Eden, debería haberlo revisado contigo primero. Lo siento.

¿Segura que estás bien con esto?

—Absolutamente. Jolie es… —luchó para encontrar la palabra

correcta— un buen partido. —En cierto modo—. Pero no sabe nada de

Chastity, así que, si es posible, ¿podrías dejarla antes de ir a lo de

Mitch? Ah, y hagas lo que hagas, no la lleves a Chili’s.

Después de que él estuvo de acuerdo en no llevar a Jolie donde

Mitch o a cualquier restaurante que tuviera manteles individuales de

papel, dijeron un rápido adiós, y Eden volvió a preocuparse por lo que

la noche le tenía en contienda. ¿Qué podía hacer para que Chastity no

se quitara la ropa? Nada. Tendría que hacer que los hombres

prometieran mantener los ojos cerrados. Sí, como si eso fuera a

funcionar. Se repitió a sí misma, "El cuerpo humano es hermoso, y no

es nada que no hayan visto antes" y esperó que eso se hundiera en ella

antes de acostarse. Demonios, sabía que Chastity había mostrado todas

sus partes a los hombres antes, por lo que su cuerpo definitivamente

era algo que ya habían visto.

Ya que Carter no había salido todavía, y puesto que Eden quería

no estar cuando él llegara a casa para prepararse para su cita, ella dejó

su departamento a las seis en punto. El camino a la casa de Mitch tomó

más tiempo de lo necesario. Se detuvo en la ventana de la tienda sin ver

en realidad y observó a la gente en la calle, cuyas mayores

preocupaciones eran lo que iban a hacer para la cena.

Ella había perdido el apetito hace semanas. Bueno, había perdido

su apetito por comida hace semanas, pero su hambre por el hombre que

estaría viendo pronto estaba empezando a apoderarse de ella.

Capítulo 28 Traducido por Gabbii

Corregido por Marta_rg24

Mitch llegó a casa para encontrar a Eden sentada en su entrada.

Se puso de pie y se sacudió a sí misma mientras su auto se detuvo.

—Reportándome para el deber, Señor. —Un rápido saludo con la

mano equivocada y una media sonrisa. Era agradable ver su sonrisa.

—Sí. —Después de días de preguntarse cómo podía mantenerla a

salvo, mientras que todavía la alejaba, aún no estaba nada cerca de una

respuesta. Gracias a Dios que era un persona buena. Sí, claaaro. Tal

vez podría encerrarla más temprano y pasar la noche en su

habitación… masturbándose.

Ella lo siguió al interior, tomando pequeños y nerviosos pasos

como si no supiera qué hacer consigo misma. Lo que hacía dos de ellos.

—Carter vendrá, ¿no? —Preguntó.

—Más tarde, sí. Tiene planes, pero estará aquí.

—Planes, ¿eh? —Mitch tenía sus propios planes, mantener al

idiota despierto incluso si implicase algún equipo de La Naranja

Mecánica19.

Ella no tenía hambre, pero él la forzaría a comer si tenía que

hacerlo. Sus ojos tenían ojeras debajo de ellos y se veía más delgada. En

cuatro días.

19La Naranja Mecánica: Es una película británica de ciencia ficción sádica de 1971, la

cual muestra al personaje principal como un delincuente psicópata y carismático que

lidera una banda de matones, cuyos placeres son la música clásica, la violación y la

ultra violencia.

—Come. —Dejó un plato de sobras de comida china en frente de

ella y se sentó con el suyo propio.

Eden picoteó el Chow Mein hasta que sucumbió ante la mirada de

él y se puso unos fideos en la boca.

—¿Tengo que decirte que mastiques?

Negó con la cabeza y comió.

Él empujó un poco de arroz duro en su boca e hizo una mueca.

—Sí. No está bueno. —Recogiendo los platos de ambos, los tiró a

la basura y se fueron en busca de algo agradable al paladar.

—¿Cómo estuvo tu día? —Preguntó ella.

—¿Quieres jugar a la casita? Bien. Mi día apestó. ¿Qué tal el

tuyo?

—Apestó.

Él sonrió.

—¿Cuándo vuelves a la universidad?

Ella parpadeó.

—Um... Vaya, ni siquiera había pensado en ello. Supongo que las

clases comienzan a finales de agosto, pero no estoy segura de si iré.

—¿Deseas que esta sea tu vida? ¿Hacer que todo sea sobre ella?

Eso es una mala idea. Te matará. —Cuando ella no respondió, volvió a

buscar en el congelador—. ¿Te gusta la pizza?

—Sí. ¿Cómo lo haces? Tener un trabajo de día, sabiendo lo que

eres.

Desenvolvió la pizza, la lanzó en el horno y encendió la cosa. El

pre-calentamiento era para tontos. La pizza quemada era un manjar.

—Para empezar, no tengo el ciclo de cuatro días, así que lo hace

más fácil. Pero aun cuando lo tuve, todavía fui a la universidad, lavé los

platos, me lavé los dientes, igual que todos los demás. —Se encogió de

hombros—. Haz lo que tengas que hacer.

—Tengo que ser una mala persona. Poner a prueba tu teoría.

Solo que no he encontrado una manera de ser mala.

Él trató de ocultar su sonrisa.

—Está bien, primera lección. Di “joder”.

Lo miró dubitativa.

—¿Qué, no puedes decirlo? Es solo una palabra.

—Lo sé. Pero no creo que eso me haga una mala persona.

—Dilo entonces.

Se irguió, sentada en su silla como si estuviera a punto de

dirigirse al Congreso.

—Joder.

—Lindo. Ahora en serio.

Ella se encogió de hombros.

—¿En serio?

—Úsalo en una frase. Dime que me joda.

—Jódete. —Se rió.

—Oh, Cristo. Eres una causa perdida. —Le extendió una cerveza.

Ella se negó—. Vamos a intentar algo más. Miénteme.

—¿Acerca de qué?

—¡Ugh! Esto es imposible. ¿Cómo se supone que voy a ayudarte si

no lo intentas al menos?

Eden apretó los labios juntos mientras pensaba.

—Eres un hombre increíble.

—Eso está mejor. ¿Cómo se sintió?

—No mentía.

Él tosió con la boca llena de cerveza.

—No hagas eso.

—¿Qué? ¿Decir la verdad?

No podía moverse, su aliento se le atrapó en la garganta. ¿Por qué

ella hacía tan difícil el poder alejarla?

—Yo no…

—Te odio.

Parpadeó, confundido.

Ella sonrió.

—Estaba mintiendo. No te odio. Quizá debería. No,

definitivamente debería hacerlo, pero no lo hago. Déjame intentarlo de

nuevo. —Entrecerró los ojos, considerando qué lanzarle ahora.

—Miente sobre otra persona. No sobre mí. —No quería escuchar

ninguna otra de sus opiniones acerca de él. Nunca más.

Los ojos de ella se dejaron caer sobre la encimera.

—Estoy totalmente bien con lo que me pasa. Está bien. Apenas

pienso en ello en absoluto. Tendré una vida totalmente normal, un

marido que me adora, dos o tres bebés, un perro, una casita linda, un

trabajo que ame. —Cuando lo miró, el corazón de Mitch se rompió,

siendo un reflejo del de ella. Él conocía su dolor, sin embargo, jamás se

había permitido considerar tener esas cosas que ella obviamente había

soñado.

—Eso fue bueno —dijo.

—Se quema la pizza.

—Está bien. —Él respiró, todavía sosteniendo su mirada.

Entonces lo olió—. Oh, mierda. ¡Se está quemando! —Lanzó abierta la

puerta del horno y, con las manos desnudas, tomó la charola de papel

que debería haber quitado antes de cocinar la maldita cosa. La

quemazón lo golpeó un segundo después. La dejó caer, medio dentro y

medio fuera de la puerta. Cogió una toalla del mostrador y atrapó una

tercera parte de la corteza, el resto en vuelto una masa de queso en el

suelo—. ¡Mierda!

—Está bien. Me gusta la pizza quemada. Es un manjar. —Ella se

apoyó en la isla y se asomó por encima.

—La pizza está bien. Algo. Es la charola que se ha ennegrecido.

¿Te gusta el papel quemado?

—Es mi favorito.

—Te estás volviendo buena en esto.

—Lo sé. Amo cuando mi jodida pizza esta jodidamente quemada.

—Su sonrisa era como el primer rayo de sol después de meses de lluvia.

—Jodidamente hermosa. —Oh, mierda. Había dicho eso en voz

alta. Ella estaba tan sorprendida como él—. La pizza. Me refería a la

pizza… jodidamente hermosa. —No había convencido a ninguno de

ellos. Maldita sea.

—Puedo decir cuando estás mintiendo.

—¿Qué? No, no puedes.

Ella asintió con la cabeza.

—Sí, puedo. Tienes un tic.

—¿Qué es un “tic”?

—¿No juegas póker? Un tic es un gesto o algo que las personas no

pueden dejar de hacerlo. Cada vez que mientes, haces tu tic.

—No, no lo hago. —¿Qué había hecho? ¿Qué había visto ella como

su tic?

Eden se encogió de hombros, caminó alrededor de la isla y

comenzó a recoger la pizza que él había olvidado por completo.

Se agachó para ayudar.

—No tengo un tic, y no estaba mintiendo.

—Creo que mientes tan a menudo que ya no sabes cuándo lo

estás haciendo. —Ella arrancó un trozo de la pizza en la puerta del

horno y lo mordió—. Eres un gran cocinero.

—Está bien. Buen punto. Ahora puedes parar. —Recogiendo el lío

de queso en el suelo con una espátula, lo tiró a la basura.

Tienes que trabajar en tu cara de póker, imbécil.

Pasaron el resto de la noche en frente de la televisión, Mitch

tratando de ocultar sus frecuentes miradas hacia ella con los cambios

incómodos de su cuerpo y fingido interés en el reloj de pared detrás de

ella. Con el tiempo, se dio cuenta de las manecillas del reloj no se

movían y empezó a mirar su reloj. Intensamente.

—¿Dónde diablos está tu novio?

—Él vendrá.

—¡Son las diez!

—¿Más allá de tu hora de acostarte, Mitch?

Huh, ella realmente lo llamaba Mitch. ¿Por qué nunca antes lo

había notado? Solo dos personas le habían llamado Mitch y salido con

la suya, su padre, porque Mitch no había tenido ninguna opción en el

tema y de donde había aprendido a odiar el apodo, y Shelly, porque era

la única que lo decía con amor. Guau, deja esa conexión justo allí.

—No me llames Mitch.

Sus ojos parpadearon ante su tono.

—Lo siento, no me di cuenta.

—Llama a tu novio y dile que taiga su culo de aquí, pronto20.

—No puedo. No quiero molestarlo. Él está en una cita. Estará

aquí antes de las doce.

20Pronto: En español original.

—¿Está en una cita? —Sintió su labio elevarse en un gruñido—.

No sabía que tenían ese tipo de arreglo. Otro punto a tu chica mala

interior. —Dos horas más de espera. Mierda.

Ella se enderezó.

—Ya no es mi novio. En realidad, nunca fue realmente mi novio,

¿así que podemos dejar el tema?

—Claro. —Era agradable ver algo de su fuego, su descaro. Él se

volvió de nuevo a la televisión—. ¿Estás viendo eso?

—No.

Lo apagó y tiró el control remoto sobre la mesa de centro.

—No me gusta esperar. —Ella se recostó en el otro extremo del

sofá, hundiéndose en los cojines.

—Está bien, lección uno y dos las tienes —dijo—. Vamos a pasar

a la lección tres.

—¿Cuál es la lección tres? ¿Robar? ¿Codiciar los bienes ajenos?

—Supongo que el adulterio está fuera de cuestión, ahora que tu

novio ya no es tu novio, ¿eh?

—¿Es esa la lección tres? ¿Sexo? —Había una urgencia en su voz,

una intensidad que él no había oído antes.

—No, esa es la lección cinco. —Se echó a reír—. No te preocupes,

tienes un par de cosas que aprender antes de que tengas que comenzar

a entrar en pánico acerca de eso.

—No le tengo pánico al sexo —dijo, mirándolo, sus ojos

lanzándose a su cuerpo—. Solo creo que necesito estar con la persona

adecuada.

—Guau, ¿dónde vas a encontrarlo?

Ella hizo una pausa, mirándolo fijamente, sin dejarlo romper el

contacto visual.

–Yo ya…

Él extendió las manos y se levantó para alejarse de ella.

–No, no, no, no, no, niña. No digas lo que creo que vas a decir.

—¿Es tan imposible de imaginar? —Su murmullo se hizo más

fuerte, más conflictivo, más fascinante—. Creo que estoy lista, Mitch. ¿Y

tú? —Se acercó más, avanzando hacia él como un gato… lentamente,

pero con demasiada confianza para su gusto.

¿Qué demonios?

—Eden. Alto ahí. —Maldita sea, ¿por qué siempre se encontraba a

sí mismo en esta situación con ella? O con Chastity. Era como si el

cuerpo delante de él tuviera la mirada puesta en un objetivo invisible en

su pecho.

—Quiero… —Apretó los labios y respiró hondo—. Yo quiero que

seas tú. Estoy lista para la lección cinco, Mitch.

Odió ese nombre, pero no porque fuera desagradable. Y eso lo

asustó como la mierda. Retrocedió, tropezando con los muebles, pero

incapaz de quitarle los ojos de encima ni un segundo. El resto de su

cuerpo tenía una opinión diferente, sin embargo. Cada pedacito de él

quería seguir adelante y envolverse alrededor de ella, dentro de ella.

—Esta es una mala idea, Eden. Una jodidamente mala idea.

Ella echó un vistazo a su entrepierna y se sonrojó.

—Pero no es imposible.

Rodó los ojos y maldijo a su cuerpo. Su trasero golpeó el borde de

una mesa.

—No es imposible, pero... ¿Qué sucede después? ¿Si hacemos

esto?

Ella ladeó la cabeza hacia un lado.

—No lo sé. Supongo que volver a ser quienes somos.

¿Quién diablos somos?

—¿Es por ella? ¿Acerca de ser mala?

—¿Debería mentir en este momento?

Él negó con la cabeza.

—Se trata de ser honesta. Conmigo misma. Contigo. Y, sí, parte

de mí siente curiosidad más allá de sobre cómo sería como realmente

estar con alguien. Sería un gran bono si ella dejara de aparecer con

tanta frecuencia.

Por una vez, él se alegró por su honestidad. No lo ayudó a decidir

si esto era una buena idea o no, sin embargo. De hecho, se convirtió en

un infierno de mucho más difícil.

—Solo para que nos entendamos: Yo no soy del tipo “valla”. Si eso

es lo que estás buscando, es mejor que lo sigas haciendo.

—Te dije que estaba esperando al tipo correcto, no al perfecto. —

Sonrió.

Su cuerpo vibró. Tal vez esto era lo correcto para ella, pero, ¿qué

pasaba con él? ¿Qué haré después de solo una probada de ella? Cerró

los ojos. Oh, mierda. Una probada. No debería haber pensado en eso.

Momentáneamente liberado de su indecisión, sus muslos se tensaron y

lo lanzaron hacia ella. Él la tomó en sus brazos y los deslizó a ambos en

el sofá.

Eden hizo un sonido gutural cuando chocaron, todo el peso de su

cuerpo encima de ella, con los ojos abiertos por la sorpresa.

—¿Estás bien con ello? —Preguntó. El sofá era suave, ella era

suave, pero él era tan duro como un poste de acero.

Ella le dio una pequeña sonrisa nerviosa y tanto de un

movimiento de cabeza como su posición lo permitió.

—Sí. Solo... se gentil, ¿de acuerdo?

Tomó una respiración profunda de la pequeña cantidad de aire

entre ellos, trayendo su aroma junto con la misma. Gentil. Bien. ¿Podía

él hacer eso? ¿Alguna vez había hecho eso?

—Todavía puedes cambiar de opinión. —Dios, esperaba que ella

no lo hiciera.

—Quiero hacerlo. —Tenía el rostro enrojecido y los ojos brillantes

y emocionados. Se sentía tan suave y receptiva debajo de él. Su cuerpo

apretado contra el suyo, adecuándose a él como si se hubiera pasado

toda una vida allí.

—Es que soy nueva en esto.

Sonrió ante su belleza y se levantó sobre sus manos, dándole un

momento para respirar, esperando que no lo reconsiderara.

—Dime algo que no sepa. —Sintió el cuerpo de ella apretarse,

pero no en una buena manera, bajo el suyo.

Su rostro cambió, con el ceño fruncido.

—Yo… nunca elegí.

—¿Elegir qué?

—Hacerlo. Nunca fue una opción.

Oh, mierda. Ahora su cuerpo se tensó, igualando al de ella.

—Nunca me dieron una opción —susurró.

Él se apartó con los ojos cerrados.

—No lo sabía.

Llevó una de sus manos a la camisa de él, sosteniéndola como si

no quisiera que se alejara.

—¿Cómo podrías? No es algo que me gustaría tatuarme en la

frente.

Manteniendo el equilibrio sobre un brazo, él tomó la otra y retiró

su mano de sí.

—Lo siento.

—No hiciste nada.

—Pero lo hice... con ella. —Se bajó de su encima, sentándose

junto a sus piernas en el borde del sofá. Qué buen tipo de mierda. Casi

la había tomado en un maldito sofá, ¡maldita sea! Su primera vez, su

primera vez dispuesta. Jesús, ¿por qué no simplemente usó el asiento

trasero de su auto? No hacía la cosa del romance, pero lo menos que

ella se merecía era un hombre que hiciese el intento.

Eden se sentó.

—Claro que sé cómo matar a un estado de ánimo, ¿no? —Su

mano le acarició la espalda—. Lo siento.

—No hay porque. No estaba bien para empezar. No debimos

siquiera haber comenzado. No de esta manera.

—Solamente quería que supieras que —señaló a ambos—, fue

una elección. Quiero estar aquí. Contigo.

Él negó con la cabeza.

—Es demasiado complicado en estos momentos. Hay demasiadas

cosas sucediendo.

Ella suspiró, pero no se apartó.

—Así que... ¿estoy fuera de los límites de nuevo?

Sintió que su ritmo cardíaco ralentizó mientras pensaba, todo el

deseo desvaneciéndose de su cuerpo, reemplazado con disgusto por sí

mismo y tristeza por ella.

—No lo sé. —Él giró la cabeza para mirarla y vio lágrimas

brotando—. No fuera de límites. Solo es un respiro temporal. —No

queriendo ver esas lágrimas llenar sus párpados, dijo—: Todavía tienes

que trabajar en las lecciones tres y cuatro. —No es que él realmente

supiera de qué iban las lecciones tres y cuatro—. Quieres hablar de eso

—le preguntó al suelo, sin realmente querer oír lo que diría Eden, pero

sí deseando estar ahí para ella. Hyde le dio un codazo en el estómago,

en la espalda, raspado contra las entrañas de Mitch. Se estremeció. Ella

era demasiado malditamente peligrosa para él.

—No. Creo que ya he dicho demasiado. Pero gracias por no tener

miedo de mí.

—¿Miedo de qué? ¿Por qué iba a tener miedo de ti?

—Nadie quiere saber el dolor de otra persona o si hay oscuridad

dentro de ellos. Pero tú... Tú me haces sentir como si no tuviera que

ocultar nada. Así que, gracias. —Curvó la mano alrededor de la nuca de

su cuello, tratando de volver su rostro hacia ella. Él se lo permitió, en

parte preocupado porque hubiese sido la decisión de Hyde y no la suya.

Eden se inclinó hacia delante y lo besó. Suavemente. Dos labios en dos

labios.

El tirón de Hyde se desvaneció, la fuerza de cada pulso

disminuido con cada conexión de sus labios. Nunca había besado con

tal amabilidad. La idea de tomarla con más fuerza, pidiendo más, no

recurrió a él. Eso era nuevo. Se relajó en ella, separando los labios

brevemente, solamente para conseguir un ángulo diferente, sentirse

entre sí de otra manera.

Ella abrió la boca más amplia, la punta de su lengua

saboreándolo de a pocos. Mitch se contuvo, siguiendo su ritmo, no

tocándola con sus grandes manos, sino acariciándole el brazo, el

hombro, el hueso que dirigía al suave hueco en la base de su cuello, a

su mandíbula.

El beso se alargó durante décadas, milenios, y ninguno de los dos

parecía querer avanzar o detenerse. En los breves momentos en que su

boca no estaba sobre la de ella, se dio cuenta de que estaba hablando,

susurrando palabras desconocidas para él—palabras de pasión, belleza,

y una valla blanca. Todas las cosas que él quería que ella tuviera. Todas

las cosas que quería darle.

Ella respondió entre besos.

—Para... de… hablar... vas... a... arrepentirte... más tarde.

No, no creía que lo hiciera.

La voz de Carter sonó desde el vestíbulo.

—¡Oye! ¿Acaso nunca cierras tu puerta?

Mitch se echó hacia atrás y se puso de pie, jadeando ante Eden, a

la espera de que su expresión cambiara a vergüenza o arrepentimiento.

No lo hizo. Se veía como si acabara de salir de un sueño increíble, una

sonrisa bailando en sus labios carnosos que ahora conocía tan bien.

Ella se llevó los dedos a los labios lentamente, justo al tiempo que

Carter entró a la habitación.

Los ojos de él se movieron de hacia atrás y adelante entre ellos,

una neblina sospechosa en su interior.

—¿Qué está pasando?

—Hola, Explorador. ¿Cómo fue tu cita? —Su tono

condescendiente lanzado hacia Carter, los ojos atraídos como imanes a

ella. Maldita sea. Se obligó a apartar la mirada.

Carter lo fulminó con la mirada.

—Bien. Fue muy agradable.

Mitch se preguntó si la sensación que sentía en sus labios era

evidente en color o tamaño. Todavía sentía el hormigueo y las

punzadas, como si cada otro nervio en su cuerpo se hubiese quedado

en silencio o todos se hubieran mudado temporalmente a su boca.

¿Lucía tan sonrojado como ella?

Alto. ¿Estaba realmente avergonzado frente a este chico? Eso

tenía que cesar de inmediato.

—¿Tuviste suerte?

La boca de Carter se apretó. Echó un vistazo a Eden y luego se

encogió de hombros, probablemente asumiendo que lo que había

pensado que había ocurrido entre ella y Mitch no pudo haber sucedido.

Eden nunca se dejaría caer tan bajo.

—No, no tuve suerte. Tenía que volver aquí —desafió.

—Es una lástima. Me conseguiré un trago, ¿alguien quiere uno?

—Él fue a la cocina, furioso de que sintiera la necesidad de escapar.

Oyó murmullos de conversación viniendo desde la otra habitación y se

esforzó por no seguirlos.

—... haciendo... era él... —en el barítono irritado de Carter.

—... ¿salir?... lo siento... gracias… —en tono más ligero del Eden.

Mitch comenzó a tararear. Cuando eso no cubrió sus voces,

estalló en una canción. Si nada más podía, su ensordecedor tono

seguro los haría acallar.

—Qué vas a hacer cuando te quedes sol21… —Mala elección—. No

hay sol, cuando ella22… —Otra mala elección. Jesús, ¿por qué los

hombres no cantan sobre algo más que no sean mujeres? Encendió el

reproductor de MP3 integrado en la pared y subió el volumen, enviando

un violento sonido del alma torturada de Eminem, el que cubrió los

sonidos que provenían de la otra habitación.

—Perfecto —refunfuñó, cuando una voz femenina reclamó amar la

manera en que Eminem miente23.

21Letra de la canción Layla de Derek and the Dominos, fue lanzada en 1970 y que

habla sobre el amor no correspondido. Es considerada una de las canciones de amor

más destacadas de la música rock. 22Letra de la canción Ain’t No Sunshine de Bill Withers para su álbum debut en 1971.

Habla de la añoranza de un hombre por su amor, donde expresa que su vida no es vida cuando ella no está cerca. 23“La forma en que Eminem miente” Es una forma de Mitch para referirse a la canción Love The Way You Lie de Eminem Ft. Rihanna, y que se trata otra vez de una canción

de amor.

Capítulo 29

Traducido por Sandra289 Corregido por Marta_rg24

Mitch había terminado su primera cerveza y estaba agarrando

otra para el momento en que Carter entró en la cocina. Los dos

hombres se asintieron el uno al otro, y Mitch le entregó al chico una

botella.

—Espero que hayas traído un poco más contigo, porque estoy

oficialmente sin reservas.

—¿Por qué tengo que estar aquí?

—Porque te lo pedí educadamente.

Carter gruñó.

—Ella dijo que tienes una jaula arriba.

—La tengo.

—¿Debo preguntarte por qué?

—Pedido especial. Ella va a estar segura sin estar esposada. —Él

asintió con la cabeza hacia la sala de estar—. ¿Está lista?

—Ella dice que lo está.

—Maravilloso. Subamos.

Carter lo siguió hasta la sala de estar en donde Eden estaba

sentada en el sofá, envuelta en la manta del mismo.

Mitch se mantuvo a distancia, no queriendo molestar al chico

más de lo necesario. Lo necesitaba. Eden necesitaría a alguien para

cuidar de ella cuando Mitch no pudiera. Le dolía pensarlo, pero sabía

que habría momentos en los que ambos podrían cambiar en la misma

noche y no sería capaz de estar ahí para ella. Así que, con suerte, su ex

novio sería capaz de ser un hombre y mantenerse alerta. Por lo menos

de dejarla salir de la jaula cuando llegara el momento.

Eden se puso de pie y le dio una sonrisa débil.

—Supongo que es hora, ¿eh?

Los condujo arriba, la manta arrastrándose detrás de ella. Carter

se quedó sin aliento cuando vio la jaula.

Mitch rodó los ojos.

—¿Qué esperabas? ¿Un portador del perro?

—No, yo… —Estaba congelado en la puerta, aparentemente

incapaz de cruzar el umbral hasta que Eden le tomó la mano y lo llevó a

la silla.

—Estoy bien con ello, por lo que deberías estarlo tú también. Es

la mejor manera. —Miró a Mitch por ayuda, pero Mitch se encogió de

hombros—. La llave siempre está en la mesa. Siempre. Cuando me

despierte, uno de ustedes me sacará de la jaula tan rápido como pueda.

Mitch podía ver que estaba tratando de controlar su miedo, y la

actitud de Carter no estaba ayudando.

—Contrólate, Explorador. Va a estar bien, siempre y cuando uno

de nosotros esté aquí con ella.

Después de un rápido y tentativo asentimiento de Carter, Eden

entró en la jaula y se sentó en el colchón. Miró brevemente a las

esposas, pero Mitch las había escondido debajo de la cama para evitar

causarle más daño emocional. Ella murmuró "gracias" para él.

Mantuvo contacto visual con ella mientras cerraba la puerta y

echaba el candado.

Un escalofrío la recorrió visiblemente ante el sonido.

—Mitch, háblale de la cosa de la ropa, si… ¿antes de que suceda?

—Él fue testigo de eso la última vez, nena. Pero se lo explicaré. No

te preocupes, los dos estaremos aquí todo el tiempo.

—Así que ambos van a estar mirándome. Genial. —Rodó los ojos.

—No, yo cubriré sus ojos y él cubrirá los míos. Prometido.

La expresión de ella decía: “Eres un idiota sin remedio, pero

gracias por intentarlo”. Se dejó caer y cerró los ojos, el sueño

permaneciendo fuera de su alcance por un largo tiempo.

Él se preguntó en qué se estaba enfocando. ¿Su respiración? ¿Su

beso? Demonios, ¿por qué debería asumir que había significado para

ella tanto como para él? Retrocedió y se reclinó contra la pared detrás

de Carter.

El pecho de Eden ralentizó sus movimientos, haciéndoles saber

que estaba a punto de dormirse.

Carter susurró:

—¿Qué pasa con la cosa de la ropa?

—Chastity tiene la piel muy sensible. Cuando ella llegue, no va a

mantener nada puesto por mucho tiempo. Pero, entonces, ya has visto

eso. —Trató de evitar que los celos se adhirieran a su tono—.

Mantendrás los ojos apartados, ¿me oyes?

—Soy un hombre. Eso es mucho pedir, ¿me oyes?

Cabrón.

—Sí, te escucho. —Ella no era suya. Y todavía confiaba en el

chico explorador. Mitch tenía que ponerse a bordo con eso. Por más que

odiara la idea, sabía que Carter era necesario.

Cuando los gemidos comenzaron, ambos hombres se tensaron. El

cuerpo de Eden se tensó, arqueó, y zarandeó. Sus manos rascaban

sobre la ropa que llevaba, tirando de su camisa para exponer un vientre

perfectamente plano, y el borde inferior de su sujetador rosa claro.

Con un tirón, Chastity abrió los ojos y estiró sus extremidades.

Bostezó y se sentó, como si estuviera despertando de una noche de

descanso tranquilo. Un destello de deleite se registró en su rostro

cuando los vio, entonces, llena de frustración, se centró en los barrotes

entre ella y sus juguetes.

Carter se puso rígido, probablemente a un segundo de ir tras ella.

Mitch no sabía si el tipo quería consolarla o traer algún tipo diferente de

consuelo a sí mismo.

—No le digas nada —dijo Mitch, frenando a Carter con una mano

firme en el hombro.

Ella se centró primero en Mitch y él negó con la cabeza. Después

de un rápido puchero de labios, llamó a Carter, su voz sedosa y

necesitada.

—¿Carter? Por favor, déjame salir de aquí. Tengo miedo. —Se

aferró a los barrotes y miró a través de sus pestañas, una falsa mirada

de miedo en el rostro.

Carter se empujó hacia adelante en el agarre del Mitch.

—Está mintiendo. No siente miedo.

Con una mirada rápida a Mitch, se reorientó a Carter y comenzó a

desabrocharse la camiseta.

—Carter, por favor. Él es tan cruel conmigo. Me hace cosas,

Carter. Cosas malas. No confíes en él.

Carter alzó la vista hacia Mitch, inseguro.

Mitch sabía que no le había dado ninguna razón para que Carter

le tuviera confianza.

—Explorador, me la entregaste la última vez que cambió porque

sabías que no dejaría que nada malo le pasara. Recuerda esa sensación.

Hará lo que pueda para liberarse. Ella no es Eden.

—¡Cállate! —Chastity trató de sacudir los barrotes de la jaula sin

éxito—. ¡Déjenme salir!

Carter se sacudió a un lado y Mitch perdió su agarre. El hombre

huyó, corriendo hacia la puerta con Mitch siguiéndolo de cerca.

—¿Adónde vas? —Preguntó Mitch.

Se detuvo en la parte superior de las escaleras, su mano cerrada

sobre la barandilla.

—No puedo verla cuando es así. Simplemente no puedo.

—Mala suerte, Explorador. Permíteme exponerlo para ti. Tu

pequeña y linda novia se convierte en una pila sin sentido de hormonas

pegadas al mejor par de tetas que he visto jamás y un culo a la altura,

¿verdad?

El asentimiento de Carter igualó su respiración, rápida y errática.

—Supongo que sí.

—No supongas. ¿Entiendes lo que le pasa? Ya no es ella.

¿Entiendes eso?

—Sí. —Su voz era temblorosa.

¿Cómo iba a hacer que el chico se quedara? ¿Qué podía decirle?

¿Qué creería?

—Bueno. También entiendes que sería casi imposible para un

santo poder alejarse de ella, ¿no es cierto?

—Sí.

—Yo soy la última persona en la tierra a la que alguien pudiera

nominar para santidad.

—Sí, ya lo mencionaste.

Mitch se alegró de escuchar un poco de resentimiento en el tono

del chico.

—Así que tienes una elección. Te quedas, nos tomamos un par de

cervezas, mantenemos un ojo en ella, y terminamos la noche con las

bolas moradas. O, cada par de días, tú te desvaneces en la tierra feliz-

feliz de los sueños sabiendo que me estoy follando a tu chica los seis

días completos antes del domingo.

—No lo harías. —La mirada en sus ojos era exactamente lo que

Mitch quería ver.

Él sonrió.

—¿Por qué no?

—No te revolcarías con ella, sabiendo que si fuera Eden, no

querría que lo hicieras.

Mitch hizo una pausa, preparándose para la mentira.

—Quizás sí, quizás no. ¿Por qué demonios todo el mundo tiene la

idea de que soy un ser humano decente, de todos modos?

—¿No puede estar Jolie aquí en mi lugar?

—Jolie es… complicada. —Por decir lo mínimo. Mitch no estaba

seguro de dónde estaba la cabeza de Jolie en relación a Eden o qué

podría hacer si se enterase de Chastity—. Y nunca se sabe, podría

querer unirse.

Carter negó con la cabeza.

—No lo creo.

Mitch no lo creía tampoco.

—Eden te necesita ahora, Carter. Más que nunca antes. —Supo

cuando el chico explorador cedió, resignándose a una situación de la

que no quería ser parte, pero no tenía opción. Algo así como lo que ellos

tenían. Y quién sabe, tal vez Carter ganaría otra insignia de mérito.

—Necesito un trago —dijo.

—Hazte de lo que necesites. Con dos vasos. Luego ven

directamente de vuelta aquí. No me hagas tener que cazarte.

El chico asintió y se dirigió escaleras abajo con la cabeza

señalando a sus pies. Aun escuchando los gritos desde la jaula, Mitch

cogió una silla de otra habitación y la llevó de regreso a la habitación de

Hyde. Iba a ser una noche larga. Trató de hacerle preguntas a Chastity,

pero no sirvió de nada. Ella no estaba muy contenta con él.

Carter se tomó su tiempo, pero finalmente regresó con dos vasos y

una botella de Jack. Para el momento en que Chastity dejó de gritar,

engatusar y tratar de seducir como un método para salir de su prisión,

habían consumido la mitad de la botella. Ella se sentó en el borde de la

cama, mirándolos a los dos.

—¿Tengo que hacer esto cada cuatro días? —Preguntó Carter,

llenando su vaso de nuevo.

Mitch extendió el suyo para una llenada a tope.

—¿Emborracharte?

Carter negó con la cabeza. Cuando se detuvo, movió su cuerpo

hacia atrás y adelante, tratando de enderezarse. Su tolerancia acababa

de ser probada… y superada.

—No, podemos negociarlo —dijo Mitch—. Pero necesitaba saber

que podías hacer las cosas bien y no salir corriendo.

—No estoy seguro de que pueda. No enseñan esta mierda en la

Academia de Policías.

—¿Estás en una academia regular? Pensé que tenían estándares.

—Mitch rió en su bebida.

Carter se incorporó un poco.

—¿Acaso Jolie te dijo que estaba en la academia regular?

—Querrás decir, Eden.

—¿Eh? —Parpadeó él—. Oh, sí. Me refiero a Eden.

—No recuerdo lo que me dijo. ¿Escuela Técnica? ¿Escuela

Policial? Lo que sea.

Carter suspiró.

—Estoy entrenando para ser un técnico forense, no un oficial. No

pude entrar en la academia regular. —Sus palabras se fueron

arrastrando suavemente.

Mitch le quitó la botella.

—¿A causa de tu enfermedad?

Carter asintió.

—¿Qué sucede contigo?

—Epilepsia.

—¿Epilepsia mezclada con narcolepsia?

—Entre otras cosas, le epilepsia produce —hizo comillas en el

aire— “fatiga extrema”. Lo mismo ocurre con algunos de los

medicamentos. Mi doctor no ha sido capaz de acoplarlo bien todavía.

—Oh. —Guau, ¿acaso no eran simplemente una pequeña familia

perfecta? ¡Problemas de sueño para todos!—. ¿Te enseñan cómo luchar

en la escuela técnica?

—No, es por eso que voy al gimnasio.

—¿Crees que podrías competir conmigo?

—Me encantaría probar.

Mitch sonrió ante el desafío en los ojos del chico.

—¿Cuándo y dónde?

—El gimnasio al que voy: Busted. Sin embargo, tendríamos que

usar guantes.

—Es una pena.

—Sí.

Ellos oyeron un gemido de la jaula, llevándolos de nuevo a la

causa de su animosidad.

Chastity se veía confusa y miserable cuando cayó sobre el colchón

y cerró los ojos. Cuando su cuerpo se convulsionó, ambos hombres se

acercaron en silencio. Tan pronto como vieron los ojos castaños de

Eden abiertos, Carter golpeó la llave que había agarrado contra la

cerradura.

Lanzando la manta a su alrededor, ella corrió hacia él y le tocó el

rostro.

—Lo hiciste.

—Tú lo hiciste. —Él la abrazó.

Eden hizo una mueca.

—Y hueles horrible. ¿Qué han estado bebiendo, chicos?

Mitch se quedó con la espalda contra la pared, tratando de

dominar los dolorosos celos hacia Carter y los golpeteos lastimeros de

Hyde.

Capítulo 30 Traducido por Nanami27

Corregido por Marta_rg24

Mitch mantuvo su distancia por el resto de la mañana, infeliz de

que ambos parecieran muy cómodos con la hospitalidad que se vio

obligado a ofrecer. Quería que el chico explorador se fuera, para que

pudiera estar a solas con Eden. Pero eso sería un gran error. Tal vez el

revoloteo de Carter era algo bueno.

Cuando se fueron, Mitch saltó hacia una ducha de agua fría y

cambió a modo trabajo. Fue un bienvenido respiro. Llegó a la oficina

tarde, su cliente esperando con impaciencia junto con una furiosa Jolie,

quien le dio una mirada que hubiera herido de muerte a un hombre

común. Mitch la mandó a volar.

Hizo la sesión corta. Solo había estado prestando atención a

alguna que otra palabra que el vicepresidente de Fresh Visual había

dicho, de todos modos. El tipo estaba probablemente agradecido de que

no obtuviera toda la hora que había pagado. Mitch había sido muy

relajado con él, señalando cada cosa estúpida que estaba haciendo en

su vida profesional, junto con algunos golpes personales como buena

medida.

Luego fue el turno de Jolie para dejar a Mitch tenerlos.

—Te ves como el infierno. ¿Has dormido en absoluto?

—No. ¿Alguien más viene hoy?

Ella ignoró su pregunta.

—¿Qué hiciste anoche?

—Hubo una maratón de Scream24… no pude soltar el control

remoto.

—Eres un mentiroso terrible.

—No, no lo soy. —Con tanta práctica como él había tenido en los

últimos años, ¿por qué todo el mundo se le estaba imponiendo ahora?

—Sí, lo eres.

—Ya déjalo.

—Está bien. —Ella le dio una última mirada y luego puso su

mejor rostro, estudiando su agenda—. Sales a Atlanta el jueves. Tengo

un vuelo de mañana para ti, regresas el viernes a mediodía. Vas a

tomar el auto a las…

—Nop. Tengo que estar de vuelta para la noche del jueves. —Tenía

un Jueves Nocturno de Smackdown25 planeado con Carter y Chastity.

Jolie lo miró.

—No hay vuelos.

—Encuentra uno.

—Lo intenté.

—Esfuérzate más.

—¿Qué crees que hago todo el día, Mitchell? —La intensidad de su

voz aumentó con cada palabra, culminando con su nombre apretando

en una rígida mandíbula—. Mientras estás fuera haciendo quién-sabe-

qué, tengo que cubrirte. Mentir a los clientes, alabándolos de manera

24Scream: Película popular de terror, también conocida como Scream: La Máscara de la Muerte, que fue estrenada durante la década de los 90’s en Estados Unidos. 25Smackdown: Programa de televisión de entretenimiento deportivo de la WWE donde

luchadores profesionales tienen brutales enfrentamientos. Mitch hace alusión a dicho

programa por su pelea contra Carter y la llegada de Chastity.

que permanezcan siendo clientes cada vez que decides jugar a la casita

con tu nuevo juguete. Espero que ella lo valga.

Ajá, no era que estuviera saltándose el trabajo, era con quién

estaba él saltándose el trabajo.

—Te pago terriblemente bien por hacer lo que haces. Si eso

incluye el ocasional encubrimiento, nunca te has quejado antes.

Ambos entendían a qué encubrimiento se refería.

—Tal vez debería empezar a quejarme entonces.

—Tal vez deberías. —Dio un golpe a la pluma contra su escritorio,

lo suficientemente duro para casi romper la cosa—. Trata de encontrar

un vuelo más temprano de vuelta. Por favor. —Dejó que la palabra

flotara en el aire entre ellos. Conveniente, ya que él dudó de que alguna

vez lo hubiera dicho antes—. Aunque tenga una escala en Budapest.

Tengo que estar de vuelta antes de la medianoche.

—No vas a decirme por qué, ¿verdad?

—No.

Ella suspiró.

—Solo dime que no se trata de Hyde.

—No se trata de Hyde.

—Lo intentaré.

—Gracias. —Él asintió con la cabeza y volvió a su oficina,

cerrando la puerta detrás de sí. Se estremeció, no por el sonido, sino

debido a la violencia que sentía en sí mismo. En el hombre, además de

la bestia.

No voy a perder el control.

Dio unas respiraciones profundas y entonces marcó el número del

celular de Eden, encogiéndose porque supiera su número de memoria

solo habiéndola llamado, ¿qué, dos veces? Necesitaba reforzar su juego,

ser más consciente de las señales de que Hyde estaba en su camino de

salida. Estaba siendo jodidamente agradable como para que el bastardo

permaneciera quieto por tanto tiempo.

Ella respondió a la segunda llamada, como si estuviera esperando

que la llamara. Otro mal signo.

—Hola.

—Mira, hay una posibilidad de que no vaya a estar allí para tu

próxima transformación. Saldré de la ciudad y puede que no sea capaz

de volver a tiempo.

—Carter sabe qué hacer. Vamos a estar bien.

—Tuve que emborrachar al tipo para mantener su culo en la silla

anoche. No estoy convencido de que entienda o siquiera sea capaz de

quedarse alrededor por ti.

—Ha estado pegado a mí durante años. Puedes confiar en él.

Sí, claro. Tal vez debería reabastecer su armario de bebidas antes

de irse.

—Estaré de vuelta a tiempo. Simplemente no te vayas a dormir

hasta que esté allí.

—Estás preocupado por nada.

—No lo creo.

Después de una pausa larga y difícil, colgaron antes de que

alguno de los dos dijera algo útil. Mitch no estaba seguro de quién colgó

primero. Fue un alivio de cualquier manera. Hablar de ese tipo de

mierda no era su fuerte, no es que tuviera alguna experiencia con ello.

Los sentimientos eran para las personas con sentimientos. Él siempre

había asumido que no tenía ninguno. Sorpresa, sorpresa.

Jolie no pudo encontrar un vuelo más temprano. Su discurso

para Bennett Financial apestó. No podía concentrarse y nunca había

escrito un recordatorio en su vida. No cabía duda de que sería la última

vez que se pelearan por conseguirlo para uno de sus ejecutivos. Genial,

estaba perdiendo su mente y su clientela. Buena y maldita

sincronización.

Fue al aeropuerto inmediatamente después de terminar la

reunión, más impaciente que una mujer embarazada en su cuarto

trimestre. Maldiciéndose a sí mismo por no llevar suficiente dinero en

efectivo, ofreció a los pasajeros con los primeros vuelos cien dólares en

diez y cincos. Ningún tomador. Consideró seriamente amenazar a

algunos de ellos, pero sabía que probablemente terminaría maltratando

a un Air Marshall26 y tendría que caminar de regreso a Florida.

—Soy yo —dijo él, metiendo el teléfono entre el hombro y la oreja.

—Lo sé. Identificador de llamadas. —La voz de Eden trajo un nudo

incómodo en su estómago. Maldita sea ella.

—No voy a lograrlo. ¿Has hablado con Carter?

26Air Marshall: Es un rango de tres estrellas para oficiales aéreos que continúa

siendo usado por la Fuerza Armada Real. Aun cuando pueden ser diferentes rangos de

oficiales aéreos, se les llama “Air Marshalls” en un sentido coloquial y popular.

—Él sabe qué hacer. Y qué no hacer. No te preocupes.

—Gracias por el consejo. Asegúrate de que sepa dónde está la

llave y… ¡Mierda! —Ignoró las miradas de los viajeros que lo rodeaban—.

No te di la llave de mi casa. —Maldición, ¿podrías ser más estúpido,

imbécil?

—Oh.

Imaginó el cerebro de ella trabajando tan rápido como el suyo

intentaba hacerlo. Esperó que ella tuviera más éxito con el suyo de lo

que él tenía con el propio. No tenía nada.

—Podemos quedarnos aquí —dijo—. Carter me puede encerrar en

mi habitación.

Eso no era lo suficientemente bueno.

—Rompe una ventana en mi puerta de atrás y permítete entrar.

—¿Y ser arrestada cuando uno de tus vecinos llame a la policía?

No, gracias. Voy a estar más segura aquí que en prisión.

¿Qué demonios era una prisión27?

—Dale a Carter un mensaje por mí —refunfuñó en el teléfono—. Si

él deja que te pase algo, va a pasar el resto de su vida durmiendo…. en

coma.

—De… acuerdo. No hay necesidad de violencia, Mitch. Estaré bien.

Lo prometo.

Lamentablemente, esa era una promesa sobre la que ella no tenía

control para mantener

27Prisión: Pokey en inglés original. Es una palabra que puede ser interpretada como

prisión, aunque su lectura es difícil y poco conocida.

—Dale el mensaje. Y, Eden… permanece a salvo. —Otra cosa que

no podía controlar.

—Lo haré. ¿Puedes llamar cuando vuelvas?

—Pasaré por tu casa tan pronto como el avión aterrice.

Él se sentó en la zona de espera de primera clase, agarrando su

teléfono, esperando… ¿a qué? ¿Y qué demonios iba a hacer si algo salía

mal de todos modos? A la medianoche, se maldijo por no meter a Jolie

en esto, hablarle de Chastity y hacer que los dejara entrar en la casa.

Pero ya era demasiado tarde. Sabría si Carter había hecho bien su

trabajo en ocho horas más. Ocho putas largas horas.

Capítulo 31 Traducido SOS por Nanami27

Corregido por Marta_rg24

Eden se despertó en el sofá, con Carter despejando con frenesí la

mesa de café frente a ella. Él nunca la limpiaba.

—¿Qué estás haciendo?

Él levantó la vista de la mesa y lanzó las manos detrás de su

espalda. Sus ojos estaban en modo pánico completo, su boca

moviéndose pero ningún sonido escapando.

—¿Qué pasa? —¿Por qué no estaba todavía en su dormitorio?—.

¿Ella…? —Eden vio la puerta de su dormitorio. Había dos grandes

agujeros cerca de las bisagras y colgaba en un ángulo extraño,

manteniéndose en posición vertical solo por el candado en el exterior.

Luego miró a la puerta principal, que estaba entreabierta, pero todavía

se veía todo. Agarró la manta de la parte posterior del sofá de un tirón y

se envolvió con los brazos alrededor de su cuerpo desnudo—. ¿Cómo

hizo para salir?

Carter negó con la cabeza, pero no dijo nada.

Eden levantó la mano para frotarse los ojos. Cuando aflojó el

puño, vio una pajita. De pequeño corte. Una pulgada, tal vez dos. No

era algo que uno utilizaría para un daiquiri. Algún tipo de polvo se

pegaba a un extremo. Miedo. Horror. Lo inimaginable. Limpiándose la

nariz con la otra mano, vio rastros del mismo polvo blanco en su dedo.

Ella levantó la vista hacia Carter con desesperación.

—¿Qué ha pasado, Carter? ¿Cómo hizo para salir? —Su voz se

estaba acercando a lo histérico.

Él plegó los brazos con más fuerza.

—¡Dime lo que pasó! ¿Por qué la dejaste a salir?

Su boca se abrió. Un segundo más tarde, las palabras surgieron.

—No lo hice. Ella no salió. —Evitó el contacto visual.

—Entonces, ¿dónde conseguí esto? —Su ritmo cardíaco aumentó

exponencialmente. Cuando él no respondió, preguntó de nuevo—.

¡Carter! ¿De dónde vino esto? —Extendió las manos, las palmas hacia

arriba.

Él no la miró.

—Me lo dio un amigo. Yo solo…

Ella apretó los puños, uno todavía sosteniendo la paja.

—¿Qué es?

Silencio.

—Qué. Es. Esto. —Su mandíbula estaba cerrada, y las palabras

tuvieron que batallar para salir. ¿Cómo pudo traer él esto a su casa? ¿A

la casa de ambos?

—No es heroína, Eden. Lo juro.

Una pequeña parte de ella se sintió aliviada—la idea de que la

misma droga que había matado a su madre pudiera estar circulando

por sus venas era insoportable. Pero Chastity había aspirado algo y

dejado a Eden con todas las repercusiones. Miró la pajita en su mano,

sin saber si la aceleración de su corazón se debía al miedo o la droga.

—No lo es… —tartamudeó él—. Es medicina.

Lo miró fijamente, con la boca abierta, tomando respiraciones

superficiales.

—¿Medicina? ¿Me estás tomando el pelo? ¿Así es como la llamas?

—Espetó, lanzándole la pajita. Aterrizó en el suelo entre ellos, lo que

alimentó su ira aún más. Inadecuada. La lanzada había sido

inadecuada. Ella era inadecuada. Y Carter era absolutamente

inadecuado.

—¿Cómo pudiste, Carter? —Gritó ella—. Esa es medicina que

sucede lucir exactamente como cocaína, ¿eh? ¿Acaso darle otro nombre

lo hace correcto? ¿Crees que soy estúpida?

Él dio un paso atrás, con la cara roja, los ojos brillantes.

—Estaba en mi habitación. Nunca me imaginé que ella lo

encontraría. Que tú lo encontrarías. Nunca entras a mi habitación. Lo

siento.

—¿Lo sientes? —Su voz llenó el departamento—. Oh, bueno, si lo

sientes, entonces no es gran cosa. Ambos podemos simplemente

volvernos adictos. Ya que lo sientes. —Su peor temor, y él lo había

traído a su casa, un recordatorio de todo contra lo que había luchado,

todo lo que odiaba. Y él lo sabía. Sabía cuánto le aterraba estar siquiera

cerca de ello.

—No soy un drogadicto, Eden, te lo juro.

—¿Es esto lo que has estado tomando todo este tiempo? ¿Esta es

tu "medicina"?

—No, no es para mí.

—Sí, claro. —Rabia quemó a través de su pecho, carbonizando su

fe en él y la confianza en su propio juicio.

—Es para ayudar…

—Para ayudarte a enfocarte, ¿verdad? Claro que lo es. —Ella miró

a alrededor de la habitación, buscando algo que lanzarle, algo pesado

que hiciera daño. Pero él había hecho un trabajo tan minucioso en

limpiar la mesa, que no había nada. Así que tiró de la manta a un lado

y corrió hacia Carter.

Él se quedó quieto, aceptando los golpes de sus puños en el

pecho. Pero no sirvió de nada, nunca podría castigarlo lo suficiente.

Lo empujó y gritó:

—Bueno, ¡espero que estés muy enfocado mientras sacas tus

cosas y te vas! —Déjame en paz, así mi corazón puede terminar de

romperse.

—Lo siento, Eden. Nunca habría… —Levantó los brazos como si

quisiera abrazarla.

—¡Vete! ¡Ahora! —Lo empujó con todo lo que tenía, preguntándose

si las drogas en su sistema aumentaron su fuerza cuando él se

tambaleó hacia atrás.

Se contuvo a sí mismo y asintió con la cabeza. Moviéndose

lentamente para agarrar una bolsa que estaba junto a la puerta, se

volvió a mirarla.

—Lo siento mucho.

—No quiero volver a verte de nuevo.

Ella estaba llorando para el momento en que la puerta se cerró

detrás de él. Luego, su cuerpo empezó a bloquearse, a cerrarse hasta

que una sensación de acogedor entumecimiento la sobrecogió, sus

sollozos volviéndose distantes. Como si vinieran del alma de otra

persona.

Mitch estaba sin aliento por correr desde el aeropuerto hasta su

auto, gritando en el tráfico, y corriendo hasta el segundo piso de su

edificio. Redujo la velocidad cuando vio a Carter apoyado en la

barandilla frente al departamento de Eden.

—¿Cómo fue?

Carter levantó la cabeza, y Mitch vio el enrojecimiento de sus ojos.

Después de un momento de reconocimiento, el tipo sacudió la cabeza

hacia la escalera lejana.

Mitch rompió a correr de nuevo, pasó la puerta a la casa de Eden,

y se detuvo. Desde encima de la barandilla, vio a Carter avanzar a

través del césped, una bolsa golpeando contra su muslo.

Nunca lo atraparía. Mitch corrió de nuevo hacia su puerta y

golpeó su puño contra ella, resistiendo el impulso de romperla. Fue

entonces cuando oyó su llanto en el interior. Lágrimas a toda potencia,

pequeños jadeos de aire, y luego más llanto. Agarró el pomo, listo para

patear y posiblemente romperse un pie en el metal si tenía que hacerlo.

No importaba. Tenía que entrar ahí.

No tenía por qué haberse preocupado, ni siquiera estaba cerrada.

Eden estaba acurrucada en el sofá, completamente desnuda,

meciéndose lentamente hacia adelante y atrás. ¿Qué diablos pasó?

Cruzó la habitación en tres zancadas, agarrando una manta en el

camino y deslizándola en el sofá, cubriéndose.

—¿Qué pasó?

Las lágrimas corrían por sus mejillas sin parar. Sus ojos estaban

hinchados y rojos, su respiración venía en hipos poco profundos. Pero

su rostro estaba tranquilo, como si su cuerpo estuviera reaccionando en

piloto automático, sin ninguna orden de su cerebro.

—Eden. ¿Estás bien? —Él levantó su barbilla, haciendo caso

omiso de la humedad que hizo a su mano deslizarse ligeramente—. Di

algo.

Ella no lo hizo.

Su pulgar rozó su labio inferior, tirando ligeramente, con ganas de

ayudar de alguna manera para que empezara a funcionar de nuevo.

—Por favor, di algo. —Él se quedó mirando sus labios, decidiendo

si prefería tenerlos formando palabras o cubiertos con los suyos.

Lo miró a través de sus pestañas que se habían vuelto aún más

oscuras por las lágrimas y se estremeció en un encogimiento de

hombros.

Necesitaba palabras. Y ella no iba a dárselas. Su ira latió cuando

pensó en quién se las daría en su lugar, incluso si tenía que hacerlo a

través de una boca sin dientes y sangrante.

—Fue Carter, ¿no?

Eden no estuvo de acuerdo ni en desacuerdo, pero él lo sabía.

—¿Te golpeó?

La más pequeña sacudida de cabeza llegó sin producir algún

cambio en su rostro de muñeca.

Él suspiró.

—¿Él… —su garganta se apretó con la palabra— te tocó?

Sacudió la cabeza, esta vez con más firmeza.

Mitch se inclinó hacia atrás.

—Entonces, ¿qué diablos fue lo que hizo?

Se mordió el labio que él acababa de liberar, pero parecía incapaz

de hablar.

—¿Dónde está, Eden? ¿Adónde fue? —No, ella necesitaba

preguntas de sí-o-no. Carter había hecho algo que la había convertido

en una jodidamente mágica bola ocho del dolor—. ¿Está en la estación?

Su expresión se convirtió en nerviosismo absoluto, probablemente

sabiendo lo que Mitch le haría al tipo cuando lo encontrara. Ella no iba

a decirle nada.

Entonces se acordó de la bolsa que Carter había estado llevando

cuando había huido. Era una bolsa de gimnasio. Mitch intentó

mantener la mueca fuera de su rostro cuando recordó el nombre del

gimnasio donde Carter había sugerido que tuvieran su combate de

boxeo. Bueno, el duelo iba a suceder antes de lo que cualquiera de ellos

hubiera pensado. Debería haber sucedido hace semanas.

Se puso de pie, envolviendo la manta aún más apretada alrededor

de ella, y la levantó del sofá. Su mano tocó su piel, calentándolo. Hizo

caso omiso de su necesidad de fundirse con ella, dentro de ella, y la

llevó a su auto. Acomodándola suavemente en el asiento, él lo rodeó y

saltó dentro. El viaje a su casa tomó como máximo dos minutos. Ella no

dijo una palabra, solo se limitó a mirarlo con ojos vacíos.

Eden podría haber tenido miedo de él, Mitch no lo sabía. En este

punto, realmente no le importaba. Él había tenido un trabajo que hacer,

se lo había dejado a alguien más para que se hiciera cargo, y ahora se

aseguraría de que ese error no quedara en la impunidad. Pero él no era

la primera persona que sería castigada. No, había un orden aquí que

necesitaba ser respetado. ¿Qué tal el primero de la lista?

Capítulo 32 Traducido por Alisson*

Corregido por Marta_rg24

¿No pensaste en conseguirle algo de ropa, cabrón? Mitch se

aseguró de que la manta estuviera metida firmemente alrededor de ella

y la llevó dentro de su casa sin que pusiera un pie en el suelo. Después

de colocarla en su cama, tratando de hacer que se sintiera cómoda

mientras él se sentía cualquier cosa menos eso, Mitch dijo:

—Estaré de vuelta tan pronto como pueda.

Ella se aferró al brazo de su chaqueta, su agarre era débil.

—No… lo lastimes, Mitch.

Tan feliz como estaba porque su voz hubiera vuelto, era

demasiado tarde. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes.

Estaba decidido. Quitó sus dedos y puso su mano a su lado.

—Estaré de vuelta pronto.

—Por favor. No vale la pena.

Cierto, pero me hará sentir mucho mejor.

—Después de que termine de hablar con él, te prometo que

todavía estará de pie, ¿de acuerdo? —Incluso si tengo que sostener su

cuerpo inconsciente.

Sabía exactamente donde era el gimnasio—estaba por la calle de

la estación de policía. Normalmente sería el tipo de lugar en el que

prefería morir antes que entrar, pero hoy era una ocasión especial.

Habría policías, muchos de ellos, pero su ira bloquearía cualquier

instinto de conservación que debería haber tenido.

Aparcó delante de un grifo contra incendios, vagamente pensando

en lo feliz que había estado por haber hecho algunos tickets en esos

días. No era una gran preocupación en este momento.

El lugar era grande. Un vestíbulo con sillas incómodas y de

aspecto barato que recubrían la pared. Esto no era un club de campo,

era el lugar donde los músculos eran magullados y trabajados hasta su

máxima capacidad y ningún prisionero era tomado. Era perfecto para lo

que había planeado. Los pisos de concreto hacían juego con el enorme

escritorio de recepción. Líneas amarillas estaban pintadas a lo largo de

cada pared, siguiendo hasta un tramo de escaleras donde él se imaginó

estaría la sala de entrenamiento. Había un pasillo más allá de la

barandilla de metal y llevaba a las… ¿oficinas? ¿Duchas? En realidad

no le importaba.

Sabiendo eso, salió pitando a la zona de recepción sin más que

una mirada asesina al chico detrás del mostrador que atraería la

atención de por lo menos veinte policías sudorosos sobre él, se detuvo y

trató de parecer cordial.

El adolescente le devolvió la sonrisa, probablemente usaba la

misma expresión que Mitch llevaba ahora.

—Quiero un recorrido. Ahora.

—Está bien, voy a buscar a alguien. —El chico cogió el teléfono.

—Ahora. Tienes treinta segundos para encontrar a alguien o me

voy.

Su coacción funcionó. El chico miró a su alrededor, suspiró y

luego dio la vuelta al mostrador, sus pies ligeramente rebotando y una

sonrisa de vendedor en el rostro.

—Le mostraré los alrededores. —Siguió hablando, pero Mitch no

le hizo caso, asegurándose de que sus pies estuvieran justo detrás del

niño, apremiándolo a avanzar más rápido.

Caminaron hasta el piso de arriba, dentro de una habitación llena

de equipos que rodeaban a un ring de boxeo levantado a unos tres

metros del suelo. Dos hombres vestidos con guantes se golpeaban entre

sí, seguido de patadas, golpes y saltos. Mitch encontró la violencia que

necesitaba. Escaneó la habitación, en busca de su saco humano de

boxeo personal. Pero no estaba aquí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —La voz de Landon llegó desde un

lado. Se levantó de una banca, tenía una toalla envuelta alrededor de

sus hombros.

—Hola, Oficial. Estoy pensando en unirme a su club. —Él era la

última persona que Mitch quería ver. Esto hacia las cosas incluso más

complicadas. Pero no iba a detenerlo de hacer lo que había planeado,

solo tendría que tener más cuidado. Y eso desde ya apestaba.

El policía levantó ambas cejas.

—No habría pensado que eras de los que trabajan en grupo,

Mitch.

El empleado del gimnasio miró hacia atrás y adelante, de hombre

a hombre, dando un paso fuera del camino. El chico era más inteligente

de lo que Mitch había dado crédito.

—Estoy siempre en busca de un lugar en el que encajar —dijo

Mitch.

—Entonces, no sé si este es el lugar para ti. —Landon sacudió la

cabeza hacia el ring—. A menos que seas un luchador.

—Oh, soy bueno luchando. Pero hoy estoy tomando un recorrido.

Te haré saber si termino por convertirme en un miembro.

—Si lo haces.

Mitch lanzó la misma sonrisa poco sincera de regreso al policía y

se volvió hacia el adolescente.

—Continuemos el recorrido.

—Claro. —El niño bailó nerviosamente sobre sus pies y entonces

condujo a Mitch por las escaleras, al vestuario, soltando no sé qué

detalles de mierda sobre los beneficios de la membresía.

Carter estaba parado en medio del vestuario vacío, su casillero

abierto y siendo llenado con su bolsa.

Mitch estuvo sobre él en un latido, jalando el brazo del chico

detrás de sí en un agarre estrangulador y empujándolo contra el metal.

—¿Qué hiciste con ella, cabrón? —Oyó un jadeo y pasos corriendo

hacia la puerta detrás de él. Necesitaba respuestas. Ahora. Tenía tal vez

un minuto antes de cada policía en el lugar, incluyendo a Landon, lo

arrestara. No era su más brillante movimiento, pero era ahora o nunca.

Carter ni siquiera luchó. Su cuerpo estaba débil y derrotado antes

de que Mitch lo hubiese siquiera tocado.

—No le hice nada, lo juro. ¡No lo hice! ¡Déjame ir!

—Dime lo que pasó. —Oyó gritos y pies golpeando escaleras—.

Maldita sea, dime lo que pasó.

—Se metió en… mi escondite.

—¿Tu escondite? Tú, pequeño pedazo de mierda. —Mitch relajó el

brazo, dio un último empujón brutal y dejó ir al tipo—. ¿Ellos saben al

respecto? —Asintió con la cabeza hacia las pisadas atronadoras que se

acercaban.

—¡No puedes decirles! No van a entender. Por favor, Mitchell, no

les digas.

Tres policías abrieron la puerta empujándola, con más de ellos

entrando detrás. Landon estaba a la cabeza, sonriendo cuando vio a

Mitch.

Carter extendió las manos a los intrusos.

—¡Está bien! Estábamos hablando. No es gran cosa.

Ellos se detuvieron, pero no se retiraron.

—En serio. Es solo un malentendido. —Carter sonrió y se encogió

de hombros—. Es sobre una chica. Pero ya estamos lidiando con eso. —

Le dio un codazo Mitch como si fuera una gran broma.

Los hombres se tomaron su tiempo para dar marcha atrás.

Landon ni siquiera fingió que se iría.

—Te he visto en la estación. Eres un aprendiz o algo así,

¿verdad? —Preguntó a Carter.

—Sí, señor.

—¿Cómo conoces a mi amigo, Mitch?

Mitch interrumpió antes que el chico explorador dijera algo

estúpido.

—Estoy intentando meterme en los pantalones de su ex. —Ambos

hombres giraron su cabeza hacia él—. ¿Qué? —Levantó las manos y se

encogió de hombros—. Carter me estaba diciendo cuál era su posición

favorita, y yo… perdí la cabeza por un minuto. Pero la encontré. —Le

lanzó un guiño al detective sorprendido y luego se golpeó en la frente—.

¿Ves? Justo donde la dejé.

—Estás loco, ¿lo sabías?

—Lo sé, Oficial. Gracias. —Mitch pasó un brazo alrededor de

Carter, que todavía estaba aturdido por el descarrilamiento de esta

conversación—. Vamos a seguir hablando, ¿verdad, Carter?

—Sí —gimió, cuando el agarre de Mitch se apretó.

Era una buena cosa que Mitch realmente no tuviera intención de

engañar al policía, porque habría sido un completo fracaso. Sin

embargo, su intento de confundir totalmente al tipo funcionó a la

perfección.

—Si quieren hablar, ¿por qué no hacerlo en la estación, chico?

—No, Señor —dijo Carter rápidamente—. Eso no es necesario.

Solo estamos disparándonos alguna mierda… Señor. —La sonrisa

forzada no llegó a ambos lados de su boca.

—Uh-huh. —Landon caminó hacia la zona adyacente del baño,

manteniendo sus ojos en ellos hasta que su cuello no le permitió más

rotación—. Voy a estar en la ducha. Si me entero de algo divertido,

debería tomarme unos cinco segundos volver aquí.

Tan pronto como Landon dobló la esquina y los sonidos del agua

golpearon en los azulejos, Mitch se separó del chico y le dijo que se

sentara con un rápido movimiento de la cabeza hacia un banco que

estaba por el pasillo alrededor de los casilleros. Carter se sentó con

tanta fuerza, que su culo dolería hasta mañana.

No era el lugar perfecto para la violenta discusión que Mitch

había planeado tener, pero si él arrastraba afuera a Carter, sabía que

Landon tendría más que una razón suficiente para detenerlo. Y con

Eden todavía mal en su casa, no podía permitirse ningún retraso. Así

que se resignó a no golpearlo, pero el chico explorador no necesitaba

saber eso.

Mitch se acercó a él, manteniendo la voz baja.

—¿Crees que tener a ese policía en la habitación de al lado va a

impedir que te golpee, no?

—Esperaba que sí.

—La esperanza es agradable. Inútil en esta situación, pero todavía

está agradable. ¿Alguna oración antes de que empieces a sangrar? Que

sea buena. —Se sentó a horcajadas en las tablillas de madera del banco

y esperó, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Carter miró hacia la zona de la ducha y se inclinó para susurrar.

—Chastity encontró algo que no debería haber encontrado.

Supongo que inhalo algo de ello. Luego, cuando Eden…

—Detente. Dijiste una oración. —Y mi paciencia es un poco más

corta que la cuerda con la que quiero ahorcarte—. Eden halló tu droga.

Entonces, ¿qué le hiciste?

—¡Shhh! Me van a echar. No era droga. —Sus ojos buscaron por

señales de peligro, sin tener idea de que la mayor amenaza estaba justo

en frente a él.

—Realmente me importa una mierda lo que te estás metiendo por

la nariz, si te lo inyectas a las venas, o si te lo metes por el culo. Me

importa aún menos a quién desees ocultárselo. Lo que sí me importa es

por qué ella está llorando en mi cama ahora mismo. —No sollozando,

ella no estaba sollozando. Y esa era la parte más aterradora. Tenía

miedo de que no sintiera nada, nunca más—. Así que habla.

La frente del travieso chico explorador se frunció.

—¿La llevaste a tu casa?

—Ese no es el punto. Deja de pensar en dónde y empezar a

pensar en qué estado. Tienes dos minutos antes de que decida en donde

voy a meter tu cuerpo. —La verdad era que ni siquiera él era tan

estúpido como para darle al detective más razones de detenerlo.

—Ayer por la noche, después de que Eden… ya sabes, recibí una

llamada telefónica de Jolie.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Jolie te llamó? ¿Por qué?

—Ella quería venir.

—¿Por qué?

Carter se encogió de hombros, confundido.

—Porque quería verme.

—¿Por qué iba a querer verte?

—Debido a que estamos saliendo.

La risa de Mitch casi lo tiró de la banca.

—¿Qué?

El mocoso en realidad se mofó de él, completamente orgulloso de

sí mismo.

—¿No lo sabías?

—¿Hablas en serio? Mierda, hablas en serio.

El cuerpo voluminoso de Landon apareció en la puerta, con una

toalla envuelta alrededor de su cintura, y ojos sospechosos. Pero no

estaba mojado. El tipo probablemente deseó haber cogido su arma

antes de fingir tomar una ducha que no estaba tomando.

A Mitch no le importó. Siguió riendo. Miró al policía, histérico y

señaló al chico.

—¡Se está follando a mi ex!

La sonrisa de Carter cayó.

—¿Jolie es tu ex?

Mierda, el chico parecía desconcertado. Lo que en realidad podía

tener sentido cuando se enfrentaban a los hechos: El idiota que podría

estar robando a la chica de Carter, también tuvo a la mujer con la que

la reemplazó antes que él lo hiciera. Sí, eso tenía que picar un poco.

—No fue la gran cosa, Explorador. Experimentamos con la idea

durante un tiempo prematuro, pero yo no, ya no… —Jesús, ¿qué clase

de hombre soy?—. No duramos.

Una vez que Landon les dio algún tipo de mirada malvada de

policía, volvió a fingir que estaba duchándose, Carter preguntó:

—¿De quién fue la idea? De terminar.

—Fue hace mucho tiempo, no me acuerdo. —Mitch se sentía

realmente culpable. Extraño. Había estada totalmente bien con matar al

mocoso hace unos minutos, pero, ¿ahora estaba a punto de mentir para

no lastimar los sentimientos de este individuo? Sí que estaba todo

mal—. Probablemente ella… Definitivamente ella. Es mucho más

inteligente que yo. —Esa segunda parte era probablemente cierta, Jolie

era muy inteligente. Pero la primera parte era sin duda una mentira.

Ella había entendido, pero no había estado feliz al respecto, no de

inmediato. O al menos por un tiempo después de eso.

El vapor de la absurdamente larga ducha de Landon se deslizó

fuera de la zona principal de casilleros. Aspirando el aire pesado y

húmedo, Mitch buscó en su memoria, sin estar seguro de si le

importaría o no, pero tenía la sensación de que como que le debía el

hombre tanta verdad como sea posible. ¿Por qué molestarse? Debido a

que Mitch tenía toda la intención del mundo de poseer a la ex novia del

chico. Y quedarse con ella, tanto como fuese posible.

Jolie. Claro, él empezó a recordar pedazos de ello. Hermosa chica.

Aún lo era, pero ellos no encajaban. Como mantequilla de maní y

cohetes. Sexualmente habían sido más como animales, lo que estuvo

bien, pero la había sentido demasiado vinculada. Era una situación

imposible. La necesitaba para mantener un ojo sobre Hyde cuando

Shelly no pudiera. Y el sentimentalismo que ella empezó a empaparlo—

siendo demasiado atenta más allá de su trabajo, tocándolo, bailando

alrededor con la idea de un futuro con él, fue el factor decisivo. De

dónde ella obtuvo la idea de que alguna vez estaría interesado en ese

tipo de relación, era un misterio. Él estaba 90% seguro de solo habían

tenido sexo cara a cara un puñado de veces. ¿Cómo es que eso

significaba compromiso?

Jolie lo había tomado bien. Ella era así, el tipo de chica “bien,

sigamos nuestro camino”. Mitch respetaba eso. Así que, si decidió

apuntar todos sus encantos al chico sentado frente a él, que así fuera.

—Ella es toda una dama, Explorador. Trátala bien y ella te tratará

bien.

—Ya veremos —farfulló Carter.

—Genial. No me importa. Así que, nuestro único problema aquí

parece ser que no sé lo que pasó después de que Jolie te llamó anoche.

—Cierto. Quería venir, pero Eden aún estaba despierta, y yo… ya

sabes cómo es Jolie… la palabra" no " sólo la hace más insistente.

Mitch no podía estar de acuerdo. En realidad nunca prestó

atención a lo que ella hizo cuando él le dijo que no. Así que, hizo un

gesto al chico para que continuara.

—Pensé que podía salir y volver de inmediato, asegurándome de

que Jolie no decidiera venir estando Eden allí…

—Déjame adivinar. Decir no te tomó el resto de la noche.

Carter se sonrojó, pero su mirada se quedó dónde estaba.

—Sí.

—Y los restos de una chica están en mi casa ahora mismo porque

tú no guardaste tus golosinas para ti mismo lo suficientemente bien, o

sea tus drogas.

—Sí, supongo que sí.

Mitch se sentó de nuevo. Algo en la forma que Carter lucía

inquieto le hizo pensar a Mitch que el chico explorador estaba

mintiendo. O podría haber sido que el chico estaba empezando a ver un

posible fin a su mortalidad. Eden creía en Carter. Y este no era más que

un confundido, abrumado y retrasado idiota.

—Bien, puedes vivir. En primer lugar, porque no tendrás otra

oportunidad de joderla. No vas a ver a Eden de nuevo. ¿Me entiendes?

—Necesito que sepa cuánto lo siento. Recompensárselo de alguna

manera.

—Comienza por crecer y mantener la polla en tus pantalones

cuando alguien que amas está contando contigo. —Le dio una palmada

en el hombro y se levantó—. ¿Qué te parece?

—Tengo que hacer algo por ella, Mitchell. Pregúntale qué puedo

hacer, por favor.

—Ya veremos, Explorador. Ya veremos. —Entonces Mitch gritó—:

Ya terminamos de hablar, Detective. ¿Te gustaría venir a buscar

manchas de sangre? —Se fue, dejando a Carter sentado y abatido en la

nebulosa sala.

Capítulo 33 Traducido SOS por Nanami27

Corregido por Marta_rg24

Después de Mitch se fue, Eden pasó la siguiente media hora en

una enorme piscina de autocompasión, fácilmente imaginable debido a

la cantidad de agua que había caído de sus ojos hoy. Miró el reloj de

nuevo. Bien, más de una hora siendo patética. Más que suficiente.

Cuando volvió a despertar a su mente y cuerpo, apartó los

pensamientos de cómo su vida estaba destinada a ser y trató de

centrarse en la forma en que era. No podía pasar el ochenta por ciento

de su vida temiendo a lo que Chastity haría con los veinte restantes. Se

secó las mejillas en la sábana cubriéndola. Suaves sábanas que olían a

él. Espera. Primero tengo que pensar en mí, luego en él.

Ella era inteligente. En la universidad. Alcanzando una meta que

a nadie se le ocurriría que pudiese ser capaz alguien con su pasado.

Pero, Eden estaba demostrando que estaban equivocados. Y que podría

crear un futuro, durante las horas diurnas al menos.

Era dura. Solo bastaba mirar lo que había superado. Aun cuerda

en su mayoría, aun encontrando la belleza en el mundo. Siempre se

había considerado una sobreviviente. Así que esto no era más que otra

cosa para sobrevivir.

Ella era buena.

Eso la dejó perpleja. Buena. ¿Qué siquiera significaba eso? ¿Se

trataba de elegir palabras educadas o ser honesta y sin rodeos, incluso

cuando lastimara a la gente a su alrededor? ¿Eso era ser buena? Dar en

lugar de tomar, ¿incluso si solo se lastimara a sí misma?

Entonces su mitad malvada podría hacer algo inimaginable. Y no

podría hacer nada al respecto, aparte de permanecer encerrada. Y no

eran la misma persona, no donde se contara. Su cuerpo estaba

involucrado, pero no su alma. Su alma era todavía suya. Ya no se

escondería detrás de la parafernalia de un sentido falso de la

abnegación. ¿Qué había de malo en tomar? ¿En ser feliz?

Algo se activó dentro de ella. ¿Respeto? Si Mamá pudiera verme

ahora, pensó con una sonrisa amarga. Se sentó en la cama de Mitch,

arrojando la sábana. Había pasado su vida escondiéndose debajo de

algo. Suficiente está más allá que suficiente. Crece un poco, Eden.

Estaba completamente desnuda. Sería inteligente hacer frente a

ese pequeño problema antes de que Mitch regresara. Poniéndose de pie,

sabiendo que era un intento deliberado de mantenerse en contacto con

su recién encontrada ambición y fuerza, se acercó a su vestidor.

Sus ropas estaban llenas en los cajones sin orden ni concierto,

camisetas mezcladas con medias y pequeñas cajas de joyas que no

abrió. Había un límite, después de todo. Uno torcido, pero no obstante

un límite. Él la había invitado a su casa, no a las cosas en sus cajones.

Ella eligió una camisa de algodón negro que le caía hasta la mitad

de sus muslos y, a continuación, buscó unos shorts. No había bóxers,

él no los usaba. Tratando de no pensar en lo que estaba bajo sus

pantalones, entró en el gran armario deslizante al otro lado de la

habitación. Estaba casi vacío, todos sus trajes y camisas colgando

cuidadosamente en un lado. El otro lado estaba vacío. Como si él

hubiera mantenido esa sección despejada para alguien más. Con el

estómago apretándosele, se preguntó a quién estaba esperando.

—¿Eden?

Saltó hacia atrás y dejó caer su mano del colgadero de corbatas.

—Es mejor que no me hayas dejado. —Su voz. Tranquila.

Careciendo de la ira que la había llenado antes, que casi siempre

contenía.

—Estoy aquí. —Ella se asomó y lo vio, sus hombros relajándose

cuando la visualizó.

—Me alegra que hayas encontrado tu voz. Pero tienes que volver a

la cama.

—Estoy bien ahora.

—Te ves como el infierno. ¿Cuándo fue la última vez que

dormiste?

Se encogió de hombros. Cuando no se movió, él se acercó. Ella

sólo tendría que levantar la mano para tocarlo.

—¿Quieres que te cargue y te lance de vuelta a la cama? —

Preguntó.

Sí.

—No.

Se inclinó para deslizar un brazo bajo sus rodillas, al igual que los

bomberos hacían. Lo que significaría que su trasero estaría muy cerca

de su…

—¡Está bien! Voy a ir. —Corriendo a la cama, saltó, con el colchón

rebotando bajo ella.

Él era hermoso. No había otra palabra para ello. Mandíbula

fuerte, nariz recta, cabello oscuro que le colgaba sobre la frente.

Reconoció la mirada en sus ojos, pero nunca la había hecho sentir tan

adorada antes. Y tan cálida.

Se resistió al impulso de abanicarse.

—Bonita camisa —dijo él.

Pasó las manos por el algodón y sonrió.

—Es mejor que la tuya.

Mitch miró a la camisa, corbata y pantalones arrugados en los

que probablemente había dormido, y luego se encogió de hombros.

—He estado ocupado.

Con Carter.

—No le has hecho daño, ¿verdad? —No creía que Mitch hiciese

alguna cosa demasiado estúpida. Bueno, tal vez "creer" era una palabra

demasiado fuerte.

—Nah, solo tuvimos una charla. —Se pasó una mano por el

cabello—. Él dijo que va a hacer todo lo que quieras si lo perdonas.

Perdonar la traición de Carter no había sido la prioridad, sólo su

salud.

—No quiero pensar en eso ahora mismo. Quiero… —Los ojos de

ella vagaron por su cuerpo, y, de repente, todo lo que podía pensar era

en lo que estaba bajo sus pantalones.

Dilo, Eden. Dilo. Respiró hondo.

—Quiero hacer algo más.

—¿Qué? —Tenía los labios apretados, sospechosos, en toda su

plenitud habitual metida entre los dientes.

—¿Podrías venir aquí? ¿Por favor?

Él miró hacia otro lado, considerándolo. Sin miedo. Mitch nunca

tenía miedo, pero ahora mismo lo parecía.

—Te necesito —susurró ella.

El pecho de Mitch cayó mientras el aire salía corriendo. Tomando

los pasos más pequeños conocidos por el hombre, se acercó a la cama y

se sentó junto a sus pies.

—No hagas esto más difícil para mí. —Palmeó el lugar junto a

ella, el que había ocupado la mañana de la primera vez que lo había

visto.

Él sonrió.

—¿Más difícil para ti? —Pero se deslizó más arriba sobre el

colchón, sentado rígidamente contra la cabecera, a la espera. Su rostro

estaba tenso, cauteloso.

—Mitch, deja de mirarme así.

—Dime lo que está pasando, y te miraré de acuerdo a eso.

—Eres muy difícil, ¿lo sabías?

—Creo que me has dicho eso antes. —Él se rascó el hombro—.

¿Qué está pasando, Eden?

—He tenido un infierno de día… de mes. Pero me gustaría pensar

que soy más fuerte debido a ello.

—Te escucho. —Su incomodidad mutua pareció relajarlo un poco.

—Tengo que ver si puedo hacer algo. Si no quieres que lo haga,

entonces dímelo. Está bien. Pero, si me lo permites…

Él entrecerró los ojos.

—¿Estamos hablando de lo que creo que estamos hablando?

—Lección cinco.

Mitch se encogió.

—Sí, lo pensé.

¿Por qué no podía ser un hombre normal? La única vez que se

pone a sí misma tan expuesta, con alguien que quiere y confía, y él la

rechaza.

—Olvida que lo mencioné.

—Tenía la esperanza de que solo necesitaras un hombro para

llorar. Mierda, ¿acabo de decir eso? —Chasqueó los dedos en rápida

sucesión—. Mira, no soy lo que necesitas.

—Eres exactamente lo que necesito. Excepto por la parte de total

bastardo.

—Bien dicho.

—Confío en ti. Me siento atraída por ti. Me gustaría pensar que te

sientes atraído por mí. —Esperó a que él respondiera. Cuando no lo

hizo, dijo—: De acuerdo, eso duele.

Él se puso de pie y comenzó a pasear delante de la cama, sin

levantar la vista del suelo.

—Claro que estoy atraído a ti. Soy un bastardo, no un idiota.

Ella deseó que no se detuviera. Le dijera lo que estaba pensando,

sintiendo, que la dejara entrar solo un poco. Pero esa no era la forma en

la que él trabajaba. No, Mitch se cerraba con tanta fuerza que los

sorprendía a los dos cada vez que tenía una respuesta emocional que

no podía controlar.

—¿Entonces, cuál es el problema? —Preguntó ella en voz baja.

Él hizo una pausa.

—Has pensado todo esto a fondo, ¿verdad? Pero, ¿has pensado en

lo que sucederá si uno de nosotros se aleja de esto con… sentimientos

—hizo una mueca ante la palabra— que no son correspondidos?

—¿Crees que me voy a enamorar de ti?

Su expresión era inescrutable, en algún lugar entre

condescendiente e inquisitivo.

—O yo de ti.

Ella se echó a reír.

—Sí, como si fuera a pasar.

—Que yo sepa, soy capaz. —Parecía ofendido—. Aunque la teoría

nunca ha sido probada.

—Una noche no es suficiente para que nadie pueda enamorarse

de nadie.

—Una noche —murmuró él, sus ojos vagando por su cuerpo. Se

aclaró la garganta—. Suenas tan segura.

No lo estoy. Una noche de sexo podría no hacer que dos personas

se enamoraran, pero un montón de momentos de amabilidad al azar,

comodidad y confianza, ¿seguido de una noche de sexo? Sí, eso podría

hacerlo. Y no podía dejar que eso pasara. Si los temblores en su pecho

significaban que temía que pudieran hacerlo, no sería capaz de

manejarlo cuando él la arrojara a un lado.

—¿Sabes qué? No importa. Voy a encontrar a alguien más para

practicar. —Alguien más seguro.

Los ojos de él se ensancharon.

—No. No lo harás.

Ella bajó la mirada, avergonzada, punteando el borde de su

camisa como un arpa.

—Esperaba que fueras el elegido. Me equivoqué. Lo siento. Olvida

que lo mencioné. —Esto era humillante más allá de la razón. ¿En qué

había estado pensando? ¿En que cada vez que la miraba, se sentía más

digna de un ser humano? ¿En que cuando él hablaba, incluso con

palabras destinadas a lastimar, se derretía ante el timbre de su voz y

deseaba que no terminara? Sí, eso era lo que había estado pensando.

Bueno, yupi por ella. Era evidente que él no estaba pensando lo mismo.

—¿Por qué quieres hacer esto? —Preguntó—. ¿Con alguien, sin

hablar de mí? Después de todo lo que te ha pasado últimamente, ¿no

crees que deberías reducir la velocidad en esta área en particular?

Caray, ya no era posible reducir la velocidad. ¿Iba a esperar hasta

que tuviera sesenta?

—¿Por qué? Mi cuerpo ya lo ha hecho. ¡Contigo, por el amor de

Dios! Es mi mente la que no lo ha hecho. —Y lo quiere muy

desesperadamente ahora—. ¿Te acuerdas de la mirada en mi rostro

cuando me desperté a tu lado? ¿Tienes alguna idea de lo asustada que

estaba? Solo piensa en ello. Tenías tu brazo envuelto alrededor de mí.

Debería haberse sentido bien.

—Te despertaste desnuda, en la cama de un extraño. Nadie se

sentiría bien en esas condiciones.

Ella reconoció el punto con una inclinación de su cabeza.

—Es cierto. Pero tengo veintitrés años y estoy aterrorizada de

dejar que alguien me toque. Ha habido una vez. No, dos veces. Dos

veces en toda mi vida que he querido ser tocada. La primera se vio

empañada por Chastity. La segunda fue interrumpida por Carter. Y

entonces huiste de mí. —Había esperado que él hubiese querido

quedarse allí tanto como ella lo había hecho. Tenía que tener algunos

sentimientos por ella, no tan fuertes como los suyos, pero algunos. ¿No

es así? Había visto el miedo en sus ojos, la mirada de pánico en su

rostro cuando se habían separado. La entrada de Carter no había

causado esa mirada. El beso sí. Y cómo los había conectado ese beso. Y

eso lo aterrorizaba.

Él la estudió.

—¿No tienes miedo de que te haga daño?

—Nunca me harías daño. —No físicamente, por lo menos.

Manteniendo los ojos fijos, dejó escapar su aliento en un suspiro,

asintió con la cabeza y se sentó en la cama.

—¿Qué quieres de mí?

El pecho de ella se apretó, acelerándole el pulso. Lo había

pedido… y él había aceptado. Sorprendente. Y aterrador.

—Um… solo tanto como me des de buena gana. Nunca más que

eso. Si no quieres esto, por favor, dímelo.

—¿Si quiero esto? Abso-jodida-mente. ¿Piensas que todo será

igual después? Ni una oportunidad en el infierno. —Con una

contracción de la mandíbula, dijo—: Pero soy un jugador. Así que

vamos a ver quién tiene la razón. —Mitch se recostó en la almohada.

Ella se dio cuenta de que él estaba luchando, con los pies tocándose en

un ritmo inaudible en el aire. Aire que casi la asfixiaba con

nerviosismo… y deseo—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Asintió con la cabeza al hombre que se estaba ofreciendo a sí

mismo para ella. Para sus necesidades. Sus anhelos. Derribando el

control con el que se enrollaba a sí mismo demasiado fuerte.

—Un poco incómodo, ¿no?

—No sabes ni la mitad de ello. —Él miró hacia abajo, por debajo

de su cinturón, llevando su mirada con la suya. Ya estaba duro, su

erección tentando sus pantalones.

Sagrada mierda, ¿eso realmente encajaría dentro de ella? Sí,

porque ya lo había hecho. Solo que no había estado allí para sentirlo.

Era el momento de poner remedio a eso.

—Quiero ver tu cuerpo —susurró, lista para que él cambiara de

opinión en cualquier momento, la mitad de ella esperando que lo

hiciera.

—Está bien. —Suspirando, se limpió las manos en los pantalones

y cogió su corbata.

—Espera. —Ella puso las manos encima de las suyas—. ¿Puedo

hacerlo?

Asintiendo con la cabeza una vez, no luchó exactamente con ella,

pero estaba muy tenso, incluso los movimientos guiados eran

temblorosos y rígidos.

Presionó las manos de él sobre la almohada en que se estaba

apoyando.

—Aquí. Aférrate a esto. —Consideró darle algo para morder, se

veía tan nervioso.

Él metió sus palmas debajo de la almohada, con los brazos

luchando contra la tela de su camisa, y le dio una mirada de libre

determinación… y abierto desafío.

Aún de rodillas junto a él, con su respiración superficial y rápida,

Eden se inclinó para deshacer su corbata. La deslizó fuera y la arrojó al

suelo. Bien, puedo hacer esto. Uno por uno, abrió los botones de su

camisa, extendiéndola para exponer su pecho liso y muscular. Sus

manos temblaban ligeramente mientras ella sacaba los bordes de sus

pantalones. Sintió al corazón de él acelerarse bajo sus dedos mientras

trazaba una línea desde el cuello hasta su ombligo, momentáneamente

perdiéndose en la fina capa de vello que comenzaba allí y se arrastraba

más abajo. Antes de que se adelantara a sí misma, recorrió la mano de

regreso a su costado, provocando un gemido silencioso de él.

—¿Puedes…? —Preguntó ella, mordiéndose el labio.

Él se incorporó sobre sus manos, trayendo su cuerpo más cerca

al de ella, para que pudiera desnudar cada hombro. Ninguno de los dos

miró al otro. Mitch evitó sus ojos mientras ella miraba la perfección

dentro de su alcance. El botón inferior arruinado cayó encima de la

corbata.

—Tus zapatos. —Estuvieron fuera para el segundo en que lo

sugirió, junto con un calcetín siendo empujado por el otro pie y enviado

a tambalearse sobre el borde de la cama. Ella empujó suavemente su

cuerpo resistente hacia abajo, escuchándolo tragar, viéndolo empujar

las manos detrás de su cabeza y a la almohada contraerse en su agarre.

No se detendría, incluso si hubiese roído su labio superior antes

de que hubiera terminado. A medida que su mano rozó la piel caliente

por encima de su cinturón, él se estremeció ligeramente, luego pareció

componerse y reanudar su pose de fingida relajación. Respiraba más

fuerte, tal vez más fuerte que ella, pero no se movió a menos que se lo

pidiera, sin prisas en tocarla.

Ella sintió su erección tocar su muñeca a través de los pantalones

mientras desabrochaba el cinturón de cuero. Sus ojos se centraron en

él mientras bajaba la cremallera. Podía hacer esto. Esta fue su elección,

de nadie más. Quería que esto sucediera... con él.

Con una petición suave de sus ojos, él levantó las caderas para

que pudiera quitarle los pantalones y echarlos a la pila de casi-

terminado en el suelo. Una vez que la camisa que ella llevaba flotó hacia

abajo, la pila estuvo completa.

El corazón le latía con tanta fuerza que pensó que podría

necesitar atención médica. Pero no todavía. Tenía muchas cosas que

hacer como para detenerse a pensar en eso. Mirar su cuerpo, duro y

vulnerable, fue difícil, pero sabía que tenía que hacerlo. Ella trató de

tomar la fuerza de sus ojos, pero eso no fue de ayuda, él parecía

aterrorizado.

—¿Esto está bien? —Susurró, rezando para que dijera que sí.

—Esto es… duro… pero muy bien. —Suspiró él—. Nunca le he

permitido a nadie… entrar así.

—Ya somos dos. Bueno, lo será en un minuto.

Él gimió.

Sonriendo nerviosamente, ella deslizó las palmas sobre su pecho,

por sus abdominales tensos. El cuerpo de Mitch se estremeció todo el

camino. Eden tragó saliva, estabilizándose, y lo tocó. Él se sacudió bajo

su mano.

—Oh, mierda. —Jaló la almohada de detrás de la cabeza y la puso

sobre su pecho, apretándola, sus músculos del brazo tensándose, casi

como si estuviera en dolor.

Las manos de ella volaron en alto.

—Lo siento.

Levantando la almohada con una mano para que pudiera ver sus

ojos, él preguntó:

—¿Podrías… um… podrías venir aquí?

Ella se movió a lo largo de él, estirando su cuerpo de manera que

se acurrucó a su lado, gustándole la forma en que encajaban.

Soltando su agarre de la almohada con una mano, él atrajo su

rostro al suyo. No había tensión en sus labios mientras barría los de

ella, solo calidez y suavidad. Una vez conectados, quitó los dedos de su

barbilla. La estaba besando en la misma forma que había hecho antes,

lenta y pacientemente.

El cuerpo de ella tenía otras ideas. Sostuvo su rostro, amando al

áspero de su mandíbula sin afeitar, imaginando cómo se sentiría en el

resto de su cuerpo. Abriéndose a sí misma a él, sintió una ola de calor

propagándose a través de ella, un deseo del que a menudo había leído,

pero que nunca había sabido si era real o solo algo que los libros

pretendían que fuera real. Lo era. Con sus planes para persistir en este

momento para siempre desapareciendo rápidamente, su pierna se

deslizó sobre su cuerpo, haciéndose rodar sobre él.

Mitch murmuró algo en su boca, o tal vez solo había sido un

gemido. Sea lo que fuere la ayudó a saber cuán correcto era esto. Cuán

correctos eran ellos. Sabía que estaba luchando para mantener sus

manos lejos de ella, los tendones estirándose, los músculos abultados

por todo su cuerpo. Estaba contraído debajo de ella, apretándose contra

el colchón suave tanto como pudiese, como si tuviera miedo de permitir

que sus pieles se tocaran. Los labios y lengua de Mitch no eran los

únicos buscando por ella. Mientras se movía en su contra, encajándose

más hondo en él, sintió su erección rozar su centro.

Oasis. Él era su oasis. Después de un largo paseo por el infierno.

Capítulo 34 Traducido por Yolismimi

Corregido por Marta_rg24

Él iba a romper la maldita almohada. Esta fue una muy mala

idea. ¿Por qué pensó que podía hacer esto? ¿Controlarse a sí mismo?

Concéntrate en el beso. No en la parte de ella que estaba a un

centímetro de su polla palpitante. Tenía que permanecer quieto,

necesitaba que ella decidiera qué harían y cuándo lo harían. Pedir por

sus labios ya tenía cruzado la línea que había establecido para sí

mismo. Respira, Mitch. Esto se trataba de ella, no él. Le permitiría

encontrarse a sí misma, incluso si eso lo mataba. La cual era una

posibilidad seria. Ella tenía que aprender lo que alguien podía ofrecerle

sin limitarse a tomarlo para sí mismo. No podía permitirse tocarla. Todo

terminaría si él la tocara—la espantaría. O se vendría como un

adolescente sin siquiera haber estado dentro de ella. Eso podría ser

peor.

Cada músculo se sentía estrecho, doliendo por envolverla. Mierda.

Estaba tan cerca de ceder, de presionarla hacia abajo sobre él. O darle

la vuelta y presionar su camino dentro de ella. Iba a perder la cabeza.

Perder verdaderamente su jodida cabeza por ella.

Concéntrate en el beso. Debía ignorar el calor y la humedad que

sentía justo encima de su… El beso. Las manos de ella sobre sus

hombros y los costados, presionando, agarrándose. Más rápido ahora.

Sus muslos estaban resbaladizos con ella, deslizándose tan cerca de...

No, el beso. Su cabello le caía alrededor de los hombros como un velo,

bloqueándolos del mundo exterior. Ella olía a fresas. Solo recordándole

su propia hambre. No de comida. De ella.

Maldita sea.

Eden tenía que reducir la velocidad. Él lo supo por instinto—que

ella no debía apurarse, incluso si era su propio cuerpo el que se

apresuraba. Jesús, ella se sentía bien, su peso presionando contra él,

llenándolo. Justo como él necesitaba llenarla… El beso. Concéntrese en

el puto beso.

Tenía que decir algo. Pero en algún momento, había cerrado su

mandíbula con fuerza y ahora muy probablemente echaba espuma por

la boca. O al menos estaba babeando. Quería tocar sus pechos

jodidamente tanto. Solo los costados. Él sería feliz con que solo un dedo

barriera contra la llenura que ya no estaba presionada duramente

contra su pecho. Solo los costados. Sí, claro, como si necesitara un dedo

vagando en ella, sabiendo exactamente adónde se dirigiría el siguiente.

Esta fue una muy mala idea.

—Más lento —logró balbucear.

—No quiero ir más lento. —Ambos respiraban con fuerza,

jadeando. Ella se estiró detrás de sí y envolvió la mano alrededor de su

polla—. Tú no quieres que vaya más lento tampoco.

—Oh, mierda. No, realmente…

Lo apretó.

—Te ruego que pares. —No podía sentir sus piernas—. Tenemos

que reducir la velocidad.

—¿Por qué?

Él parpadeó.

—Buena pregunta. —Había existido una razón, ¿verdad? Solo que

no podía recordarla ahora.

Este no era su primer rodeo. Había estado con muchas mujeres

hermosas antes, pero Eden era... Eden era algo completamente

diferente. No era su belleza exterior lo que lo atraía. Era su fuerza, su

fuego, su deseo de hacer lo correcto incluso cuando no era fácil, su

capacidad de hacerlo verse a sí mismo como un ser humano digno.

¿Cómo diablos lo hacía?

Cuando Eden se sentó, todo el aire de los pulmones de Mitch se

fue con ella. Buscó su rostro signos de miedo o arrepentimiento. No, no

podía dejar que ella se arrepintiera de este momento. Podría destruirlos

a ambos.

Ella sonrió, sus ojos iluminando la habitación.

—Estoy haciéndolo bastante bien, ¿no?

Gracias a Dios.

—¿Estás jodidamente bromeando? Lo estás haciendo genial.

—Me siento genial. —Se bajó a sí misma, calentándolo de nuevo,

y le susurró—: Tú me hace sentir genial.

La boca de él se movió, pero su mente estaba en blanco. ¿Qué

dices a eso? La mujer más increíble que jamás hayas visto está desnuda

encima de ti, sonriendo con los labios que tus labios han vuelto llenos.

¿Qué demonios dices a eso?

—Creo que te quiero dentro de mí, pero…

Oh Dios, ¿ha dicho pero?

—¿Estás de acuerdo con esto? —Preguntó.

—¿Con qué? —¿Con ella saliendo de la habitación? Diablos, no.

—Conmigo —continuó—, usándote.

Una vez que su corazón dejó de palpitar y su polla dejó de

sacudirse, él se permitió acariciarle la mejilla. Un toque rápido antes de

envolver los dedos de juntos, de nuevo bajo su cabeza.

—Quiero que esto quede claro: voy a disfrutar cada segundo de

esto que me das. Lo que sea que ofrezcas, lo que sea que tomes. Yo

soy… tuyo.

Ella parpadeó rápidamente.

—¿Estás hablando en serio?

—Será mejor que lo jodidamente creas. —Él vio el temor

desaparecer de su rostro—. Me comportaré. Pero puede que necesite

otra almohada. —Levantó la pila desfigurada de pelusa que había

estado estrangulando hasta quitarle el relleno, y disfrutó de la melodía

de su risa.

La boca de ella se movió a su cuello, y a pesar de que él dolía por

devolverle el favor, capturando el aroma de su cabello otra vez, no pudo

moverse. Él era su prisionero, un captor dispuesto para que ella tocara,

agarrara y jugara todo el tiempo que quisiera. Trepando en su encima,

ella viajó hasta su pecho, con las manos moviéndose ligeramente por

delante de su boca, impredecible, dedicada a explorar.

Mitch nunca se había sentido tan expuesto, tan vulnerable, tan

increíble. Con cada roce de sus labios, lo descubrió, lo probó, lo conoció.

Ella se inclinó más abajo. A su abdomen, la cresta de su cadera. El

deseo corrió a través de su cuerpo, rebotando entre el toque de sus

dedos a la caricia de su lengua.

No pudo controlar el arqueamiento de sus caderas, levantándose

para llevar su polla más cerca de sus labios, desesperado por sentirla

tomando todo de él. Pero si ella hiciera eso, se vendría. Abso-jodida-

mente.

—No, no lo hagas… —Oh mierda, eso estuvo cerca.

Sus ojos eran enormes, las cejas muy juntas.

—¿Hice algo mal? —¿Cómo podía estar tan errada y tener tanta

razón al mismo tiempo?

—Nada malo. Todo está increíble. Pero si sigues haciendo eso,

es… voy a… —¿Cómo encuentras la palabra correcta cuando ninguna

que jamás has utilizado parecía lo suficientemente suave para los oídos

de tu amante?

—Oh, lo siento —dijo ella, con una mirada que demostraba lo

contrario—. Me dejé llevar.

—Tal vez podrías dejarte llevar de nuevo más tarde. —Como

cuando él pudiera conseguir más oxígeno.

Mitch sintió las pequeñas vibraciones de su risa contra su propia

piel mientras ella llevó sus labios hasta su torso y de regreso a su boca.

Ya no necesitaba recordarse el mantenerse concentrado en el beso.

Aquello era todo. Era locura y euforia, todo enrollado en una pequeña y

hermosa morena que hacía su vida valer algo.

Jesús, él quería tocarla. Pero tenía que esperar, agarrándose a la

almohada o a la cabecera de la cama, con los brazos adoloridos por el

esfuerzo.

Ella se sentó a horcajadas sobre sus caderas de nuevo, rodando

su núcleo contra la longitud de él. Cara a cara, incluso sus gemidos

eran hermosos. Era insoportable para él no ser capaz de tomarla

plenamente. Eden extendió sus manos vueltas puños con los dedos y

los entrelazó, pero los mantuvo clavados en la cama.

—¿Por qué no te convencí de esto antes? —Dijo ella con una

sonrisa antes de deslizarse por su cuerpo, recorriéndole besos por el

cuello.

Él se sacudió cuando sintió su calidez sedosa envolver la punta

de su polla.

—Espera —gimió él, al mismo tiempo que vio sus abrirse amplios

en estado de shock y su cuerpo detenerse, luego retroceder ligeramente.

Maldita sea. ¿Cómo podía decirle todas las cosas que él quería hacer?

Que quería saborearla, pasar el resto de su vida con la boca entre sus

muslos. Este se suponía que fuera el show de ella. Sus necesidades no

importaban. No podría decirle eso, una vez que su polla estuviera

dentro de ella, el cronómetro hasta que él se viniera comenzaría en

aproximadamente un minuto y treinta segundos, como un niño de

diecisiete años de edad. Suspiró—. Condones, bolsillo de la esquina.

—¿Qué significa eso?

—Cajón. Esquina. Condón.

Ella estiró la mano y abrió el cajón de la mesita de noche,

sacando una caja nueva. Rasgando para abrirla, buscándolos en todas

partes menos donde tenían que estar. Ella se iba a caer de la cama —o

peor, sobre él— si no la detenía.

Agarró su muñeca y rodó sobre ella, no dispuesto a romper el

contacto ni por un momento. Cogió una larga serie de paquetes del

fondo y los presentó ante ella. En su excitación, él no se había dado

cuenta que ahora estaba encima de una mujer desnuda a la que no se

le había dado exactamente permiso de tocar.

A ella no pareció importarle mucho. Sí, eso se vio verificado

cuando ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura y apretó sus

caderas en las de él.

Respirar sería una buena idea ahora mismo. Deslizarse el

centímetro que se necesitaría para estar dentro de ella también era una

buena idea, pero él podía esperar… unos treinta segundos más. Qué

buen control, imbécil.

Ella tomó los condones de su mano y dijo:

—Una vez tuve que poner uno de estos en un plátano en una

fiesta. Fue un reto.

—Te reto a intentarlo de nuevo.

—¿Y si puedo hacerlo?

—Todo lo que quieras.

Ella sonrió.

—¿Y si no puedo?

—Todo lo que quieras. Además de una lección de cómo hacerlo.

—Tienes un trato. —Ella los hizo rodar a ambos, con los pechos

apretándose contra su pecho—. Me gusta tener control sobre ti, Mitch.

—Eso hace dos de nosotros. —Palabras que nunca había

imaginado que saldrían de su boca.

Por alguna razón, decidió hacerlo más difícil para ella, girando su

polla y caderas lejos de ella mientras trataba de apuntar. Y amó que ella

estuviera jugando. Su sonrisa y mirada ocasional, increíblemente,

hacían valer la pena la espera.

—Podría mantenerte quieto con estos. —Ella le enseñó los

dientes.

Mitch le permitió ganar, sabiendo que explotaría al segundo que

esa boca llegara a alguna parte cerca de su polla, dientes involucrados o

no. Pero no antes de que ella pudiera recibir su premio —el de él— la

haría trabajar por ello. Ambos jugaron, rieron y bromearon hasta el

momento en que ella lo deslizó dentro de sí. Cuando su mundo se

detuvo. Todo lo que alguna vez había conocido. Todo lo que alguna vez

había existido desapareció en aquel movimiento.

Forzando sus ojos a abrirse, la vio. Maldijo el placer que sintió al

rasgar a través de su cuerpo. Debido a que ocurrió en el mismo

momento como la conmoción se registró en el rostro de ella. Tenía que

ayudarla.

—Jesús, Eden, podemos parar. —Sus palabras eran guturales y

salieron en trozos de él. La cosa más difícil que jamás había tenido que

decir—. Salte. —La agarró por las caderas y la empujó lejos de sí

mismo.

Ella estrelló sus manos sobre las de él, sus ojos muy abiertos.

—¿Te he hecho daño?

—No. Yo… —Él se detuvo—. ¿Estás adolorida en este momento?

Eden comenzó a moverse lentamente.

—Me siento… —Una sonrisa se dibujó en su rostro—. Así es como

se supone que debe sentirse, ¿no es así?

Mitch se incorporó a medias, apoyándose en sus codos mientras

ella lo mecía, queriendo estar cerca de sus sonrosados pechos, de su

corazón palpitante.

—Sí, creo que sí. —Sip, podría acostumbrarse a esto, después de

tres o cuatro vidas.

Así era como debía sentirse. Ella sentía un hormigueo, vibrando,

cada vez que descendía sobre él, tomándolo más profundo. Trató de

mantener los ojos abiertos, pero querían cerrarse, permitirle a cada

nervio centrarse en la sensación de tenerlo dentro de ella.

—Tócame. —Cuando le oyó inhalar bruscamente, lo miró.

—¿Estás segura? —Sus manos estaban centímetros de sus

caderas, temblando—. Porque podría cambiar las cosas… rápidamente.

Cuando él se movió para sentarse más derecho, lo sintió

presionarse aún más en ella, frotándose contra la pared de su núcleo.

Ambos gimieron.

Oh, Dios.

—Quiero que me toques, Mitch. —Se levantó un poco, tentándolo

a entrar en acción.

Con el permiso dado, el pecho de Mitch se relajó

momentáneamente. Entonces agarró sus caderas y la empujó hacia

abajo.

—¡Oh! —Un pico de placer la atravesó, levantándola y golpeándola

hacia abajo de nuevo. Ella echó la cabeza hacia atrás, clavándole los

dedos en los hombros.

Él mantuvo el ritmo, meciéndola más rápido, tirando de ella hacia

delante para que su centro se rozara contra su piel con cada

embestida.

Su aliento salía en jadeos, igualando los de él. Alguien estaba

gemía en voz alta, probablemente ella, ya que el sonido continuó

mientras él arrastraba sus dientes a través de su hombro. Oh mi Dios,

¡quería la mordiera! Aguarda, invierte eso. Ella quería morderlo. ¿Quién

hubiera pensado alguna vez que tuviera eso en ella? Um... ¿nadie? No

queriendo romper su ritmo, le levantó cuidadosamente la barbilla.

Apretó los músculos, con ganas de aferrarse a él para siempre, pero la

sensación se estaba haciendo demasiado fuerte. Demasiado

abrumadora.

Los ojos de Mitch estaban vidriosos, la vena en su cuello

palpitando bajo sus dedos. Él parpadeó y abrió la boca para decir algo.

Al principio, todo lo que pudo emitir fueron gemidos cortos en sintonía

con sus caderas. Luego sus labios se movieron.

—Yo, yo…

Un grito se liberó de ella, enviando su grito y euforia rebotando al

cielo, réplicas trayendo sacudidas de placer como si Dios mismo

estuviera enviándole una recompensa.

Mitch la mantuvo moviéndose sobre él, con las piernas temblando

y blandas, con olas de gratificación pura siendo prolongadas con cada

movimiento.

Su pecho se alzó con cada jadeo mientras comenzaba a respirar

de nuevo, con los ojos brillantes.

—Otra cosa que nunca he hecho… listo.

¿Ella se refería a…?

—¿Nunca? —Su voz era ronca, descompuesta por el regalo que

ella le había dado.

Eden sonrió, una pregunta llenando sus ojos.

¿Había terminado? ¿Se merecía terminar con ella? La frenó,

dejando que se recuperara, preguntándose qué debía hacer.

—¿Qué ibas a decir? —Preguntó ella, sin aliento.

¿Quieres decir, antes de que me hicieras el bastardo más

afortunado en la tierra? ¿Quién podría alguna vez ganar tanta felicidad

incluso en doce vidas?

—No me acuerdo.

—Es una pena. —Con una contracción de una ceja, le hizo saber

lo mucho que le creía. Pero no presionó. Hasta que llevó las manos a su

pecho y lo empujó hacia abajo—. No quieres parar ahora, ¿verdad?

—Pregunta estúpida, Eden. —Cuando ella sonrió, sintió la

repentina necesidad de borrar la sonrisa de su rostro y reemplazarla

con la mirada entrecerrada que había llevado antes. Mitch les dio la

vuelta, atrapándola debajo de él, luchando contra la idea de tomarla

rápido y fuerte con todo lo que tenía. Eso vendría después. Si era

jodidamente afortunado. Pero ella tendría que tomar esa decisión, no

él.

Los ojos de Eden se abrieron momentáneamente hasta que

comenzó a mecerse en ella, cuidadosamente. Entonces esa sonrisa

desapareció y ella se movió contra él, levantando sus caderas para

encontrarse con él.

Era bastante traumático para él moverse tan lentamente. Gentil.

Se gentil. Besarla ayudó a calmar sus embestidas, el temblor en sus

muslos y trasero, la lucha por hacer de este momento especial para ella.

Eden no era nada como cualquiera de las otras mujeres con las que

había estado. Se merecía nada menos que todo el placer y el cuidado

que tuviera en él para dar. Y parte de sí mismo esperaba que, a cambio,

ella lo aceptara por quién era. Si tan solo pudiera demostrarle que era

digno de ella.

Llevó la mano debajo de su trasero y la utilizó para levantarla a él,

para estar más profundo dentro de ella, sin llevar toda su fuerza hacia

abajo sobre ella. Cuando sus gemidos aumentaron, se dio cuenta de

que había acelerado. Presionando en su interior, quería reclamarla. En

una forma que ningún otro hombre sería capaz de hacerlo. Su cuerpo,

esta experiencia, sería el criterio con que compararía a todos sus

futuros amantes.

Whoa.

Su ritmo se rompió con la idea de ella estando con otra persona.

Él se detuvo, su corazón palpitando, su cuerpo anhelando, su cerebro

fundiéndose. Su mente se llenó de imágenes, pesadillas sobre ella

estando algún otro cuerpo que no era el suyo. No, eso no podía suceder.

No dejaría que eso sucediera.

La mano de ella le rozó la mejilla, luego el hombro.

—No te detengas. —Su voz era gutural con necesidad—. Por favor,

no te detengas.

¿Cuán increíblemente caliente es eso? Él se levantó lejos de ella,

admirando su belleza, y todos los pensamientos de cualquiera a

excepción de Eden desaparecieron. En ese momento, todo lo que quería

era bloquear al resto del mundo de ella, ser lo único que viera, lo único

que sintiera.

Sus piernas se apretaron alrededor de él, sus caderas se

levantaron más altas, y sus músculos se apretaron alrededor de su

polla, produciendo un gemido que él reconoció como suyo. Cogió el

lento y difícil ritmo de las embestidas de antes hasta que sintió que las

uñas de ella clavarse en su espalda.

—Más rápido… por favor.

Eso, él podía hacerlo. Su unión se aceleró, no al máximo, solo lo

suficiente para calmarla. Sus ojos nunca dejaron su rostro, mirando su

disfrute, buscando cualquier signo de que no estuviera siendo

complacida. Se veía bien hasta ahora. El cuerpo de ella se arqueó

debajo del suyo, sus brazos lo jalaron más profundo, exigiendo más

velocidad. Trató de ignorar la intensidad de su propio placer, la

increíble sensación que se extendía a través de él. Metió la mano entre

ellos y la ayudó, sabiendo lo cabreado que estaría consigo mismo si se

venía antes de que ella hubiera tomado todo lo que él tenía para dar.

Su mano lo agarró de la nuca y le dio un tirón hacia adelante, a

un centímetro de su rostro. Ella tragó saliva y lo miró.

—Deja. De. Ser. Gentil.

Palabras más dulces nunca fueron habladas. Él se abandonó en

ella, obligando a sus ojos a permanecer abiertos para asegurarse de que

todavía estaba bien, pero sin poder ignorar las sensaciones que el

cuerpo de Eden enviaba quemando a través de él.

Ella dejó de respirar, apretándolo con más fuerza de la que había

pensado que tenía. Entonces su respiración se reanudó como jadeo y

gritó, su cuerpo sacudiéndose mientras se venía.

Él no pudo aguantar más, al ver su sonrisa sin aliento, sus ojos.

Con un último empuje, se sintió liberarse en ella, aferrándose a algo

que nunca había recordado sentir antes. Como si este momento

estuviera se quemara en su memoria por el resto de su vida.

Capítulo 35 Traducido por Gabbii

Corregido por Pily

Para las próximas treinta y seis horas Mitch era insensible a todo

menos a ella. El mundo probablemente todavía estaba girando, las

personas aun viviendo sus vidas—tomando malas decisiones,

metiéndose en problemas, haciendo buenas acciones ocasionales. Se

imaginó. Pero en realidad no importaba.

Todo lo que le importaba estaba enroscado en su brazo, su pierna

descansando a través de su cuerpo, ambos sin aliento.

¿Comieron? No en platos, pero sí, recordaba comer. Vagamente

recordó ir a la tienda de comestibles, no queriendo dejarla pero

sabiendo que no guardaba nada en la casa que fuera lo suficientemente

bueno para ella. Y Eden necesitaba comida. Entre la cantidad de

ejercicio que estaban recibiendo y su pérdida de peso anterior inducida

por el estrés, necesitaba calorías. Había vagado por los pasillos, en

busca de alimentos ricos en nutrientes, agarrando cualquier cosa que

pensó que iba a gustarle. Fruta, barras de granola, chocolate, bebidas

energéticas, más condones.

Ella había comido la mayor parte de la comida de su cuerpo.

Entonces se meneado y reído sin cesar mientras él comía la merienda

de ella. Habían tomado innumerables duchas juntos y se habían ido a

nadar un par de veces, por lo que tampoco estaban pegajosos en las

partes de sus cuerpos a las que sus lenguas no habían llegado.

¿Durmieron? Sí, siestas envueltos alrededor del cuerpo del otro,

despertando aturdidos, felices y todavía agotados. Antes de comenzar a

explorar de nuevo.

También recordó una llamada furiosa de Jolie cuando no se

presentó al trabajo. Pensó que ella podría haber saltado a través de la

línea telefónica y envuelto la línea alrededor de su cuello si hubiera

podido. Estuvo lo bastante sospechosa como para saber que algo estaba

pasando y luego bastante molesta cuando él no le dijo qué era. Pero se

encogió de hombros con facilidad, no tenía planes de compartir alguna

parte del Eden con nadie, nunca más.

—Eres un muy buen maestro. —Ella pasó un dedo por su pecho,

todavía húmedo por la ducha.

Riendo, él dijo:

—Aprendes rápido.

Ella asintió con la cabeza.

—Lo hago. Deberías verme hacer cálculo.

—Siempre y cuando estés desnuda, voy a ver lo que sea.

—Con descansos regulares de estudio, por supuesto. —Ella le

guiñó un ojo y le dio un beso—. Gracias, Mitch. Por todo.

—Detente o voy a sonrojarme.

—Me encantaría hacerte sonrojar, pero no creo que sea posible.

Él barrió los labios sobre su frente.

—Debes haber pasado algo por alto. Definitivamente me sonrojé.

Un par de veces.

—Eso no se llama sonrojarse, Mitch. —Se rió y luego empujó el

codo hacia arriba, permitiendo que el primer resquicio de aire de todo el

día se flotara entre ellos—. Pregunta.

Oh, mierda.

—¿Una fácil o dura? —Las más fáciles involucraban sus cuerpos,

probando diferentes posiciones, probando nuevas sensaciones. Él

esperaba que no fuera una dura—de las que involucraban discursos.

Preguntas sobre el pasado, a veces del presente. Él no iba a mentirle

nunca más, si podía evitarlo. Su segunda naturaleza no era algo en que

tuviera mucha experiencia ignorando.

—Como en el medio de ambas —dijo.

—Espera. Permíteme prepararme. —Estiró el cuello de lado a

lado, los músculos doloridos—. Está bien, vamos pregunta.

—¿Crees que tu resistencia tiene algo que ver con Hyde?

Se estremeció al oír el nombre de en quien no había pensado —la

criatura que no había sentido— por días. Eso nunca sucedió. Más que

los recordatorios físicos, Hyde era por lo general un dolor constante en

su mente transformada por una noche y un temor por los siguientes

treinta y cuatro días. Un ciclo sin fin.

—¿Era una pregunta difícil? —Su voz sonó arrepentida, algo que

él nunca quería que sintiera.

—No, no es difícil. Solo… —Se pasó una mano por el cabello y

trató de sonreír—. ¿Resistencia? Me gustaría pensar que es todo de mí.

Pero, honestamente, nunca he pensado en ello. O tenido muchas

oportunidades para probarlo.

—Me alegro de haber podido ayudar.

—Yo también. —La volcó, haciéndola rodar sobre su espalda—.

¿Es mi turno ahora? —Le besó el cuello y luego arrastró la lengua a su

pecho.

—¿Tu turno para qué?

—Has sido mandona por un día y medio, ¿cuándo es mi turno?

—No es que me importara, por supuesto. Su tomadura de pelo se volvió

plana con un tic nervioso de su cuerpo. Él se detuvo y la miró.

Sosteniendo su mirada, ella extendió cada brazo, y luego cada

pierna.

—Da lo mejor de ti, jefe.

Sagrada mierda. No tenía idea de lo que acababa de pedir.

¿Rienda suelta? Hmm... ¿Dónde habría de empezar?

Sus labios volvieron a sus pechos, su lengua saboreando su tenso

pezón, ahuecando su plenitud y poniéndolo en su boca. El arco de su

espalda haciendo que su trabajo fuera aún más fácil. Se tomó su

tiempo, escuchando sus gemidos cuando se abrió paso por su vientre

plano con las manos, luego su boca.

Mordiendo a lo largo de su hueso de la cadera y besando el hueco

entre él y su ombligo, envolvió sus manos alrededor de ella y levantó su

culo. Luego pasó las palmas en la parte posterior de sus muslos,

abriendo sus piernas frente a él.

Levantando la mirada para revisarla, vio sus ojos marrones

amplios como platos y la boca abierta.

—¿Esto es demasiado mandón? —Preguntó.

Ella sacudió la cabeza con tanta fuerza que todo su cuerpo se

movió con ello.

Volver al trabajo. No, pasatiempo. Sí, este era el mejor pasatiempo

del mundo. La besó en la parte interior del muslo, moviéndose

lentamente hacia arriba hasta donde se encontró con su centro,

haciendo una pausa para admirar su belleza. Teniendo en cuenta lo

hermosa que era, ¿cómo podría esta parte de ella serlo aún más?

Cuando la tocó, ella se estremeció. Luego gimió. Otra caricia. Otro

gemido. Increíble. Él pudo controlar su pasión tan sencillamente. Y ella

se lo permitió. Jodidamente increíble. Mientras la separaba, se dio

cuenta de la incomodidad que sentía era su polla presionándose en la

cama como un martillo. No importaba. Ella importaba.

Su cuerpo se sacudió cuando llevó su lengua a ella. Él había sido

gentil, sabía que había sido gentil. Porque estaba tratando tan

jodidamente de no empujar su rostro más cerca y lamerla como si fuera

un hombre muriendo de sed ante su primera visión de agua. Esfuérzate

más, idiota. Lo intentó.

Su sabor era como una versión condensada de ella, dejándolo

dolorido por más. Usando su dedo y su boca, él gemía junto con ella.

Llevó la mano a su vientre para mantenerla quieta y la acarició con más

fuerza, deslizándose en su interior, trayendo más de su humedad para

él.

Ella tenía las manos en su cabello, presionándolo más profundo.

—¿Soy demasiado mandona? —Se rió Eden, su voz sin aliento.

Él no respondió, porque no quería quitar su boca de ella, contento

de sentir que no tenía importancia para ella cuando lo empujó más

cerca. Agarró su cadera cuando su cuerpo comenzó a sacudirse en su

contra. Maldita sea, él no quería que terminara demasiado pronto.

Entonces tendría que parar. Al menos por un segundo. Entonces podría

empezar de nuevo. Sí, eso haría.

La trabajó más duro, sintiendo sus músculos apretándose bajo su

lengua y dedos. No sentía ninguna vergüenza por el volumen de sus

gritos. Él utilizó su ritmo de empujarla al borde, sacando una última

oración de agradecimiento de ella. Sus dedos tiraron de su cabello

dolorosamente y Mitch sonrió, sin detener su lengua hasta que sus

piernas se aflojaron, su único movimiento un escalofrío constante.

Arrojó una manta sobre ella, no queriendo cubrir su hermoso

cuerpo, pero con ganas de protegerla de todo, hasta del aire que los

rodeaba. Mantuvo su otra mano sobre ella, acariciándola suavemente,

hasta que sus piernas dejaron de moverse.

El mejor pasatiempo de la historia.

—Mitch, tu teléfono. —Lo sacudió ligeramente—. Ha estado

sonando por siempre.

Se pasó una mano por los ojos y miró el reloj: las once. ¿Quería

decir a.m. o p.m.? Luz se asomó a través de las cortinas. Oh, a.m.

¿Domingo o lunes? ¿Quién demonios sabía?

Ella lo besó, atrapando su labio inferior entre los dientes y tirando

suavemente.

—Buenos días —murmuró.

—Alguien realmente quiere hablar contigo. Han estado llamando

sin parar.

Cuando el teléfono comenzó a sonar de nuevo, se inclinó sobre la

mesita de noche y lo agarró.

—¿Por qué no apagué esta cosa?

Ella se encogió de hombros y arrastró su cuerpo lejos del suyo.

Parpadeó ante el identificador de llamadas. Jolie. Sí, tenía que

responder. Era mejor que ella decidiera pasarse por aquí y comprobar si

estaba bien.

—Hey, Jolie. ¿Cómo estás? —Alejó el teléfono de su cabeza

cuando ella comenzó a gritar.

—¿Dónde has estado? ¡Te he estado llamando cada media hora

por... días!

—Te dije que cancelaras mis citas.

—¡Eso fue hace tres días! Dijiste que estaría de vuelta hoy. ¿Qué

está pasando, Mitchell? ¿Está bien?

—Estoy muy enfermo.

Eden se echó a reír, tapándose la boca cuando él se llevó un dedo

a los labios para callarla.

—Será mejor que estés muriendo —dijo Jolie—. No, olvida eso.

Será mejor que estés pronto saludable. Si cancelas con Sprite, no solo

los perderás a ellos, perderás cada conferencia en cada una de sus

oficinas. Ellos no entienden el concepto de días de enfermedad. —

Respiró—. ¿Estás realmente enfermo?

Tosió sin convicción y, a continuación, lanzó una mirada de

advertencia a Eden que parecía encontrar esto divertido.

—Muy. —Maldita sea, tenía que volver a la vida real. Le había

llevado mucho tiempo encontrar una profesión en la que la gente le

pagaba por ser un imbécil. Y ahora más que nunca —a causa de la

chica desnuda y sonriente delante de él— lo necesitaba para tener una

vía de escape para su maldad. Tendría que ser el doble del cabrón en el

trabajo para que pudiera volver a casa con ella. Demonios, tal vez

debería aumentar sus honorarios. Dos veces cabrón, dos veces el

precio.

—¿Quieres que vaya? —Preguntó Jolie.

—¡No! —Esnifó—. No, voy a estar bien. Un día más. Eso será

suficiente.

Eden se arrastró sobre la cama en sus manos y rodillas, picardía

en sus ojos, haciendo caso omiso de la negación de su cabeza.

—¿Has tomado alguna medicina para el resfriado? Podría traerte

algo para que te sientas mejor.

—Tengo lo que necesito aquí. Gracias. —Tosió falsamente. Su

mano no fue lo suficientemente rápida para detener a Eden deslizar sus

labios alrededor de su polla. Bueno, probablemente podría haber sido

más rápido, si lo hubiera intentado un poco más. Cuando su lengua

chasqueó, él gimió.

—¿Qué pasa? —La voz de Jolie.

—Oh. —Maldita sea—. Creo que voy a vomitar. No vengas. No

quiero que te enfermes también. —Presionó "fin" justo cuando Eden

envolvió su mano alrededor de la base de su erección. Pasando una

mano por su cabello y tirando el teléfono en el suelo, dijo—: Estás en

serios problemas.

Treinta segundos más tarde, se había olvidado por qué.

Capítulo 36 Traducido por Ale Westfall

Corregido por Pily

De: “JCabot” <[email protected]>

Para: “La Clínica” <[email protected]>

Asunto: Hyde 0016

No he visto a Mitchell Turner en setenta y dos horas. Está

refugiado en su casa con Eden Colfax. Ambos en sus estados

humanos. Mi conjetura: Están copulando como querías que lo

hicieran. En repetidas ocasiones.

Maldita sea. Debería ser yo. Al diablo con esto. El tiempo se acabó,

perra.

Otra siesta. Otra ducha. Casi habían llegado a vaciar

parcialmente la caja de condones la última vez.

Él lucía increíble, acostado sobre su espalda, respirando en calma

mientras dormía. Queriendo tocarlo continuamente, pero sabiendo que

él necesitaba el sueño, Eden se conformó con apoyar la cabeza en su

pecho, escuchando el ritmo de su corazón.

Se preguntó si lo que estaban haciendo era lo normal. Pero

entonces, ¿realmente importaba? En el peor de los casos ella tenía una

suerte increíble. En el mejor de los casos, todavía tenía una suerte

increíble. Cada músculo estaba dolorido, junto con muchas partes que

no creía que estaban hechas de músculo. Pero el dolor solo le recordó lo

que él había hecho para que se sintiera de esa manera, así que no se

quejó. Su cuerpo había estado vibrando por días, listo para más de lo

que él le ofrecía. Lo cual era mucho más de lo que pudo haber

imaginado. Mitch era como un regalo perfecto, uno que se mantenía

dando y dando.

Él bostezó, rascándose la creciente barba. Se veía bien en él. Todo

se veía bien en él. Nada en él era mejor.

—Hey, hermosa —dijo, su voz grave—. Supongo que tengo, como,

dos horas más.

—He llegado a una decisión.

Levantó la cabeza y una ceja, instantáneamente alerta.

—No me gusta cuando haces eso. Me pone nervioso.

—Te das cuenta que al admitir eso, acabas de cuadriplicar la

probabilidad de que vuelva a ocurrir, ¿no? —Ella se echó a reír y se

acurrucó más cerca.

—Lo entiendo ahora. ¿Y me lo dirás o incrementarás mi agonía

por las dos últimas horas de mi vida?

—Esta… —llevó su mano a un lado de su cuello—…es mi parte

favorita de tu cuerpo.

Él se echó a reír.

—¿Esa? ¿Por qué?

—Porque me dice cuando tu corazón se acelera. Y estos… —

señaló a sus ojos—…me dejan saber que es por mí. ¿Qué hay de ti?

—¿Mi parte favorita? —Suspiró, mirando hacia el techo.

Ella golpeó su pecho con el puño.

—Todavía estoy esperando. Y es mejor que sea bueno.

Mitch se rió entre dientes. El reverso de sus dedos rozó el largo de

su cadera, hasta llegar al pequeño hueco entre el hueso y el ombligo,

provocándole escalofríos.

—Soy un gran fan de esto. —Su mano bajó más, con dos dedos

acariciando su núcleo—. Y sería negligente si no mencionara esto, por

supuesto.

—Por supuesto —dijo ella, su espalda arqueándose ligeramente

en decepción cuando su mano se alejó.

—Pero mi favorita absoluta es una mezcla. Entre esta… —tocó su

pecho, su corazón—…y esta. —Su dedo la tocó justo en el medio de la

frente.

—Eres dulce, mi hombre. Muy dulce.

—Lo soy, ¿verdad? Un talento que nunca supe que tenía. —Se rió

y rodó encima de ella, su cuerpo duro y fuerte, y sin embargo dando y

aceptando el suyo.

Sabía que él estaba listo… de nuevo. Sintió su erección

presionando entre sus piernas. Pero él no estaba presionando. Lo había

visto luchar con mantener el control desde que comenzaron este viaje y

lo adoró por ello. Con una mirada a sus ojos, ella sabía lo que estaba

pensando, se veía reflejada allí. Y eso la ayudó a ver su propio valor.

Hasta hace poco, había sido imposible de ver, constantemente

alejándola, menospreciándola. Pero ya no más. Y él ya no mentía.

Cuando Mitch la miraba de esa manera, sabía que era verdad, él estaba

tan enamorado como ella lo estaba.

Por ahora. Suspiró.

Todo terminaría una vez que se colocaran sus ropas de nuevo,

aparentando ser lo que no eran para mantener distancia del mundo. Y

entre ellos. Dolía pensarlo. No quería vivir sin su piel sobre la suya. Tal

vez no podía durar, tal vez esto no era normal. ¿Cuándo iba él a

comenzar a ignorarla? ¿Sería poco a poco como una muerte lenta? No,

no con Mitch. Con Mitch sería rápido. Él no sentiría nada.

Conteniendo un sollozo, lo abrazó con fuerza y besó

profundamente, lo suficiente para evitar que su labio temblara.

Mitch dejó que el agua cayera sobre sus hombros, feliz de estar

libre de su sudor, pero menos feliz de que el aroma de Eden se fuera

con él. La había dejado durmiendo sólidamente, con su boca colgando

ligeramente abierta. Curiosamente adorable. Por supuesto, por lo que

sabía él roncaba como un pirata, pero nunca había pensado en

preguntárselo a alguien. En realidad nunca dejó que nadie pasara la

noche con él tampoco.

Hasta que conoció a Eden, Jolie era probablemente la única en

verlo dormido y antes de ella, solo su hermana. Pero los pocos minutos

de descanso que tenía antes que Hyde despertase no era lo mismo,

ahora lo era.

Eden no quería que esto terminara, pero a medida que la luz

entraba por la ventana, convirtiendo el dormitorio de blanco a azul,

supo que sus cuatro días de tregua habían terminado. Y con ello, él. Es

por eso que había sentido la necesidad de reclamarlo, de llamar su

atención de nuevo a donde debía de permanecer, durante la llamada de

Jolie. Pero había sido una metafórica llamada de atención, así como

una literal. Había pedido una experiencia, y él le había dado sus días.

El tiempo de Mitch y ella juntos se estaban acabando.

Lo escuchó en silencio cantando en la ducha y se dirigió escaleras

abajo, hambrienta. Tanta acción podrían poner hambrienta a una

chica. Riéndose de lo lejos que había llegado, bajó la mirada a su

cuerpo desnudo. Cómoda. Poderosa. Completa. Hambrienta y sedienta

también.

En la cocina, se metió un croissant en la boca y se apoyó en la

nevera. ¡Oh, el sabor verde! Agarró la bebida energética, giró la tapa y

luego tomó otra para Mitch, metiéndola bajo el brazo. Contemplando la

necesidad de hidratación contra cuántas bebidas energéticas podía

llevar, dio unos grandes tragos y luego metió el croissant de nuevo en la

boca.

—¿Dónde. Está. Mitch?

Eden se volvió hacia la voz enojada detrás de ella, y murmuró:

—Hola, Jolie —desde la esquina de su boca.

Jolie aparentemente no se sorprendió por la mujer desnuda,

cargando múltiples bebidas energéticas con comida entre sus dientes.

Maldita sea. Sosteniendo una bolsa de papel con pequeñas manchas de

grasa esparcidas en el fondo, Jolie se posó la otra mano en la cintura,

con su cadera sobresaliendo y el resentimiento en sus ojos.

—No sabía que eras una enfermera también, Eden. ¿No suelen

ellas llevar ropa?

Moviendo las botellas en un débil intento de cubrir su entrepierna

y sus senos, Eden se mantuvo firme. ¿Qué tenía le tenía que demostrar

a esta mujer? No estaba haciendo nada malo. Vergonzoso, oh sí. Malo,

no. Tenía más derecho en Mitch que su asistente. Al menos por ahora.

—¿Eres muda?

Eden bajó la botella que había estado cubriendo lo

suficientemente de su pecho, tomó el croissant de su boca y se lo

ofreció a Jolie.

—¿Tienes hambre? —Su sonrisa era forzada y tensa, pero ahí

estaba. Y eso hizo que Eden se sintiera orgullosa.

—No tienes idea de lo que estás haciendo con él. —Todo el cuerpo

de Jolie estaba tenso—. Él está arruinando toda su vida, ¿lo entiendes?

Eden ladeó la cabeza hacia un lado.

—Es curioso. Pensé que eras su ayudante, no su madre. Mitch es

un adulto, mamá. Es capaz de tomar sus propias decisiones.

—Probablemente estás arruinando tu vida entera también. —Jolie

dejó caer la bolsa sobre el mostrador, sus contenidos líquidos se

volcaron y oscurecieron la bolsa—. ¡Maldita sea! —Enderezó la bolsa,

empujándola enojada lejos del borde del mostrador y agarrando una

toalla para secarse las manos.

—Sube enseguida. —El feroz barítono de Mitch llegó desde las

escaleras hasta la cocina—. Ahora.

Las miradas de las mujeres se encontraron, la mirada incómoda

de Eden, la escupe fuego de Jolie.

—Creo que él me está hablando. —Sonrió Eden—. Pero iré a verlo

por ti. —Se apresuró a subir las escaleras, escuchando los tacones de

Jolie chasquear en los pisos de madera justo detrás de ella. Cuando

Eden entró en la habitación, cerró la puerta con una cadera, lanzó una

bebida energética hacia un sonriente Mitch y agarró la sábana arrugada

de la cama para cubrirse.

—¿Qué pasa? —Preguntó él.

Antes de que Eden tuviera la oportunidad de hablar o darse la

vuelta, oyó el chirrido suave de la puerta y observó la esquina de la

boca de Mitch curvarse en una mueca de desprecio.

—Está detrás de mí, ¿verdad?

—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz era áspera, sus ojos

mortales y su cuerpo masculino todo desnudo y mojado.

—¡Te he traído la sopa, bastardo! —Jolie estaba a punto de llorar.

Era una mala reacción. ¿Debido a que él le había mentido o por lo que

ella había encontrado?

Mitch hizo un medio encogimiento de hombros.

—Gracias.

—¿Por qué me mentiste?

Oh, era la mentita. Eso era bueno. Eden decidió que necesitaba ir

al baño. Ocultarse hasta que las chispas dejaran de volar.

Cuando pasó frente a Mitch para escapar, él la agarró del brazo,

los dedos forzando abolladuras en su piel.

—Tú te quedas. —Luego se volvió hacia Jolie—. Tú te vas. Te

llamaré más tarde.

Jolie no se movió. Nadie se movió.

—¿Y qué? ¿Han estado jugando a las casitas en los últimos

cuatro días? Qué… dulce.

Sí, no creía que lo dijera en serio.

Al parecer, Mitch tampoco lo creía.

—Sí, mentí. ¿Cuál es el problema? Miento todo el tiempo.

—No a mí.

—No tendré esta conversación contigo en este momento. Gracias

por tu preocupación. Te veré en la oficina mañana.

Jolie se lo quedó mirando por… siempre. Las lágrimas brotaron

de sus ojos mientras buscaba en su rostro.

—Te veré mañana, Jolie.

Los hombros de esta cayeron.

—No estoy segura. —Giró sobre sus talones y salió.

Los ojos de Mitch estaban pegados a la pared, sin ver nada, hasta

que oyeron el golpe de la puerta principal. Luego relajó el agarre en su

brazo.

—Creo que ella puede estar enojada conmigo.

—Apuesta a que sí. —Eden se ocupó con la tapa en su bebida, no

sabiendo dónde los dejaba la situación.

Él extendió la mano y tiró de la sábana que la envolvía.

—Déjala caer.

Ella lo miró, preguntándose cuánto tiempo podrían fingir que todo

no había cambiado, aterrorizada de cuánto tiempo tenía. Soltando los

brazos de sus lados, envió la barrera entre ellos al suelo y se puso de

pie, imperturbable ante él.

—Eres tan jodidamente hermosa. —Su voz se ahogó en

admiración mientras la tomaba en sus brazos y la apretaba contra su

pecho.

Su latido del corazón llenó su cabeza, recuerdos breves de ellos

juntos se lanzaron por su mente. Era el fin. Realmente se ha acabado.

Se puso de puntillas para besarlo. Para darle las gracias.

—Debería vestirme.

Mitch la apartó de él para poder mirarla a los ojos, confundido.

—No. —Su voz se quebró—. No, no debes.

—La realidad apesta, pero eso no la hace menos real. —No iba a

llorar o suplicar por más tiempo. Solo se avergonzaría a sí misma. Él le

había dado todo lo que ella le había pedido. En todo momento. No había

ninguna posibilidad de que tuvieran una relación normal. Todo lo que

ellos habían estado haciendo era fingir lo que no eran.

—Debería irme —dijo—. Dejarte en paz.

Oh, Dios. Ella había entrado en razón. Él había estado creyéndose

una fantasía en la que él era en realidad lo suficientemente bueno para

ella. No podía probar lo que no era cierto, para empezar. Lo que nunca

podría ser verdad. No había manera de impedir que se diera cuenta de

la verdad. De pretender que Hyde no existía. Fingir que podía tener una

vida normal—no, una vida increíble con ella. Pero tarde o temprano

Hyde reaparecería, y los sentimientos de Mitch lo harían aún más cruel.

Y algún día, Hyde la lastimaría. Y Mitch no sería capaz de

detenerlo.

¡Pero solo había tenido cuatro días! Cuatro putos días. No era

justo. ¿Cómo se suponía que eso era justo? ¿Cómo pudo pensar él que

volvería a vivir solo como siempre lo había hecho?

—No. —No dejaría que eso ocurriera. Era todo. No había otra

opción, nada que decidir. Ella era suya. Encontraría una manera. Más

tarde. Encontraría una manera de hacerle frente a Hyde. Ahora no. Él

la cogió en brazos y la llevó a la cama.

Ella no se resistió, con el rostro escondido en su pecho,

respirando ligeramente mientras él la depositaba en la cama y se

recostaba a su lado.

Le acarició el brazo, el cuello y el rostro. Tratando de recuperar lo

que habían tenido veinte minutos antes, sus manos eran casi

frenéticas.

Ella no lo estaba mirando. ¿Por qué no le miraba? Su corazón se

desplomó cuando se dio cuenta que era porque ella sabía que este

sueño había terminado. Sabía que, incluso como hombre, él nunca

sería lo que ella se merecía. Cualquier palabra que podría utilizar para

expresarse a sí mismo sería indigna, indigna a sus oídos, indigna ante

su corazón.

Él había estado en lo cierto, no había opción. Pero ella había sido

la mejor elección, y ella no lo había elegido. Sabia decisión. Trató de

voltear su cabeza a la suya, para que recibiera su beso, pero Eden

estaba rígida e inflexible.

—Por favor, Eden —suplicó, sus labios rozando su mejilla. Él

moriría si no podía tocarla de nuevo. Se acurrucaría y se jodidamente

marchitaría como el otoño anual.

—Una vez más —susurró.

¿Solo una vez más?

Mirando a sus impresionantes ojos, a sus pestañas oscuras, Eden

se dio cuenta que era adicta a él. Pero debía tomar más que esperanza

de la que podía imaginar para que Mitch sintiera lo mismo. Él le había

dado un regalo que había durado cuatro días. Aún no era suficiente,

pero sin duda era más de lo que había pedido. No debería molestar en

desear más. Y, ¿qué podía decir de todos modos? Si ella vertiera su

corazón y le confesara lo que realmente quería, su expresión podría

cambiar en una de impresión u horror. Si se quedaba callada, no vería

la verdad de su rechazo.

Él regresaría a su vida normal, encerrando a Chastity hasta que

Eden pudiera reunir el dinero suficiente para conseguir su propia jaula.

A menos que él decidiera comprarle otro regalo solo para apresurar su

salida de su vida. No podía culparlo. O estar enojada por eso. Tenía que

aguantar y fingir que estaba bien, siempre y cuando él le permitiera

quedarse cerca, tenía que decirse a sí misma que podía ser feliz sin él.

Era buena en eso. Tenía mucha práctica con la negación. Así era como

le agradecía por lo que le había dado.

Pero en este momento, con sus manos recorriéndole la piel,

haciendo que se estremeciese, podría darle algo que él quería. Algo que

le podría satisfacer, si no a sí misma. Sin él a su lado perpetuamente,

Eden nunca estaría satisfecha.

Una vez más, es lo que le estaba pidiendo. Antes de que se fuera.

Se abrió a él, deseando que esta no fuera la última vez, y preparó

cada nervio de su cuerpo por su toque. Esto era lo que quería recordar

cuando estuviese sola. Para siempre.

Mitch no quería venirse. Eso lo terminaría todo. Cada orgasmo

que él le dio, cada vez que su cuerpo se apretó alrededor suyo, era casi

insoportable. Quería llenarla perpetuamente, colgar de ella durante todo

el tiempo posible.

Estaba en todas partes dentro de ella, pero aún no era suficiente.

No podía abrirse más, no podía darle lo que necesita. Debido a que ella

no sabía qué era. Si lo hubiera sabido, habría sido suyo. Al instante. Si

estaba dentro de su poder el dárselo, ella se lo habría dado. Pero no lo

estaba.

Le dolió no ser suficiente para él. El placer que le trajo fue

agridulce con su adiós.

Cuando ya no pudo contenerse, tomó su boca con la suya y se

liberó en ella con un gemido. Dolió. El increíble placer mezclado con el

adiós.

Tiene que ser de esta manera… por el bien de todos.

Capítulo 37 Traducido por BrenMaddox

Corregido por Pily

Se quedaron unidos por más tiempo del debido, todavía

besándose. Eso no iba a hacerlo más fácil. Con esto en mente, Mitch

quitó su peso de encima de ella, arrastrando sus labios lejos de los de

Eden.

Ella dejó escapar un suspiro y agachó la cabeza cuando se apartó

de él, evitando sus ojos.

—¿Me prestas un poco de ropa?

—Sí. —Salió de su cama y rebuscó en el vestidor para encontrarle

algo adecuado.

—¿Mitch? —Su voz era pequeña, incierta.

Él giró la cabeza como si estuviera esperando que ella… Respiró.

¿Que ella qué? ¿Qué le dijera que no quería vivir sin él? ¿Que le dijera

que ella sentía lo mismo que él? ¿Que lo harían funcionar?

—¿Sí?

—¿Está bien si uso la jaula esta noche? ¿Para Chastity? —Ella se

encogió de hombros—. Si no, lo entenderé... si prefieres que me vaya. —

No se encontró con sus ojos, dibujando una línea para sí misma como

si fuera a reanudar la relación distante y desigual que habían tenido

antes. Como si nada hubiera cambiado. Cuando, para él, todo había

cambiado.

Al instante ira se revolvió en su estómago, corriendo a través sus

venas, quemando sus pulmones. ¿Cómo podrían los cuatro mejores

días de su vida significar nada para ella más que un experimento de

“puedo o no puedo”? ¿Cómo podía ella no conocerlo después de eso?

—Por supuesto, puedes utilizar la jaula. —Sus palabras no

salieron como mucho más que un gruñido—. Haz lo que quieras.

Le lanzó una camiseta blanca y un pantalón negro sin volverse, y

luego deslizó otro par de pantalones cortos en su propio cuerpo.

—Gracias. Ya casi es hora, ¿no?

Miró el reloj.

—Sí. Casi es la hora.

—Creo que iré allí ahora. Me siento cansada. —Cogió su bebida

energética de la mesa de noche y la bebió—. Sedienta también.

Odiaba su sonrisa en ese momento. Como si todo estuviera

normal. Como si la vida de él no hubiera tomado un desvío inesperado

en el nirvana y ahora de vuelta al infierno. No, más profundo. En un

infierno aún más profundo.

—¿Vas a tomar eso? —Ella asintió hacia el jugo que él había caído

caer antes de lanzarla a la cama.

—Puedes tenerlo. Necesito algo más fuerte. Luego vuelvo para

cerrar la jaula.

Se alejó antes de que ella respondiera y fue a buscar la mayor

botella de whisky que tenía. Fuera de su presencia, comenzó a correr,

huyendo de la habitación en la que no quería volver a estar dentro de

nuevo, de la mujer con la que quería estar dentro por siempre. No va a

suceder, Mitch. Lo siento, imbécil, pero simplemente no das la talla.

¿Qué demonios había estado pensando? ¿Cercos de madera y un

felices para siempre? No, el chico malo nunca conseguía el felices para

siempre. Con las manos rígidas, abrió una botella de Jack y tomó un

trago directamente de ella. Entonces agarró una botella de Jim Beam

para una buena dosis. Y, por supuesto, podría ser necesaria una copa a

este punto.

A menos que él pusiera algo de comida en su estómago, vomitaría

todo el contenido que planeaba verter por su garganta muy pronto. Fue

a la cocina y vio una bolsa de papel sobre el mostrador. La sopa de

Jolie. Claro, eso funcionaría. Podía soportar eso. Líquido saludable

seguido por materia tóxica. Eso serviría. Abrió la bolsa, arrancó la parte

superior del recipiente y bebió el caldo de pollo, tosiendo por un fideo.

Mientras arrastraba los pies al piso de arriba, se dio cuenta de

que Hyde estaba de vuelta, arañando su vientre. Huh. Lástima que el

dolor ni siquiera se comparara con el que sentía en su pecho.

Escuchó su teléfono sonando mientras se dirigía a la puerta del

dormitorio y se asomó. Eden no estaba allí. Encontró el teléfono

después de que había dejado de sonar. Lo abrió y miró la última

llamada, que era desde el mismo número que las últimas cinco que no

había escuchado. No importaba, eran todas de Carter de todos modos.

—¿Qué pasa, Explorador?

—¿Sabes dónde está? He estado llamándola durante días y no

puedo contactarla. No está en el departamento, y tú nunca respondes a

tu puerta y…

—Ella está bien.

En el otro extremo de la línea, Carter dejó escapar un suspiro.

—Oh, está bien.

Hubo una larga pausa, durante la cual Mitch consideró

seriamente colgar. Un hombre patético era realmente todo lo que podía

manejar en estos momentos. Tristemente para Carter, por el momento,

Mitch era el más patético y, por lo tanto, con mayor necesidad de seria

atención... de las dos botellas de licor en sus brazos.

—¿Eso es todo?

—¡No, espera! ¿Sigue enojada conmigo?

—No estoy seguro.

—¿No ha dicho nada?

—No acerca de ti.

—Oh. —Decepción se arrastró por el tono polvoriento de Carter,

frenando una conversación que ya no iba a ninguna parte.

—¿Eso es todo?

—¡No! ¿Necesitas que vaya esta noche?

Buena oferta, pero, con el estado de ánimo en que estaba, Mitch

era lo suficientemente egoísta como para no querer ver cualquier tipo

felicidad, el tipo de mierda de vamos-a-ser-amigos-de-nuevo. Bueno, él

era demasiado egoísta para ver eso. Si veía los brazos de cualquier

hombre yendo alrededor de ella en este momento, había una buena

probabilidad de que el chico se fuera de aquí sangrado. Del todo.

—Yo me encargo de esto —dijo Mitch—. Ella puede necesitarte

para la próxima, sin embargo.

—¿Estás seguro?

Sintió el momento en el que perdió el control.

—¡No, no estoy seguro, pedazo de mierda! —Su voz resonó en la

habitación—. ¡Estoy todo menos seguro ahora mismo! ¡No sé qué

demonios estoy haciendo, de repente, y me siento como que me estoy

volviendo loco! ¿No te alegras de malditamente preguntar?

—Voy para allá.

Mitch apretó el teléfono, su volumen bajando a un nivel más

razonable simplemente para que su mandíbula permitiera solo una

abertura muy estrecha para que las palabras pasen a través de los

labios.

—No vengas por aquí. De hecho, estoy muy agradecido de que no

estés aquí ahora. Eden está sana y a salvo en la jaula, pero yo no. ¿Me

escuchas?

—Dile que necesito hablar con ella sobre algo. Tiene que

llamarme. Necesita saber.

—¿Que has dejado de inhalar tu cena? Bien por ti. Se lo diré.

—No, no es eso. Es otra cosa. Por favor, Mitchell, dile que me

llame. Sé que… —Había desesperación en la voz del chico explorador. Y,

a menos que estuviera sintiendo el mismo dolor que Mitch, lo cual era

imposible, algo más estaba pasando.

—¿Qué sabes, Carter?

—Tengo que hablar con ella primero, luego contigo. Por favor, dile

que me llame.

—Está bien. —Mitch azotó el teléfono cerrado y lo arrojó sobre la

cama.

Cuando entró en la habitación de Hyde, Eden ya estaba sentada

en el colchón dentro de la jaula, las manos apoyadas en el regazo. Su

ropa parecía ridícula en ella. A pesar de que había enrollado la

cinturilla de los pantalones cortos varias veces, el elástico nunca

encajaría en su esbelta cintura. Las mangas de la camiseta de tirantes

quedaron abiertas, dándole una visión de su pecho, por lo que esto era

aún más difícil.

Sus ojos se abrieron e hizo una mueca ante lo que él llevaba.

—¿Vas a beber todo eso? Como, ¿esta semana? —Su sonrisa era

alentadora, o tal vez compasiva.

Apoyó las botellas sobre la mesa, y fue a buscar la llave de la

jaula y una jeringa—protocolo para Hyde, no Chastity. Antes de que ella

lo viera, volvió a colocar la jeringa en el primer cajón. Obligar a sus pies

a moverse hacia ella era difícil. Cuando cerró la puerta, Eden se

estremeció al oír el sonido de metal sobre metal. De pie a dos metros de

ella, parecía una posición un poco adecuada, con las barras entre ellos.

Eden se puso de pie y caminó hacia él, extrañamente calmada.

—¿A quién le estabas gritando?

—Tu chico, Carter, llamó.

—¿Mi chico? —Ella dejó pasar lo que sea que estuviese a punto de

decir—. ¿Qué quería?

Mitch se encogió de hombros.

—Pidió que lo llamaras. Así que supongo que quiere hablar

contigo.

—No estoy segura de que esté lista para eso todavía, pero lo que

sea. —Puso una mano contra una de las suyas, la barra entre sus

palmas, tomando una respiración profunda—. Mitch, si quieres… si ella

quiere… Ugh, esto es difícil de decir. —Apretó los labios brevemente, y

luego sus palabras comenzaron a salir a borbotones como si estuvieran

escapando de los confines de su boca—. Si quieres tener sexo con ella,

está bien conmigo, quiero decir, no tienes que preocuparte de que me

despierte enfadada contigo ni nada porque no es mi decisión, bueno es

mi decisión, supongo, ya que estoy decidiendo en este momento y lo que

estoy decidiendo es que estaría bien con el que tú duermas con ella

cada vez que sale, no solo esta noche, sino cada vez que quieras…

Él apartó sus manos de las de ella, horrorizado, y le dio la espalda

a las barras.

—¿Me estás dando permiso para usar tu cuerpo cuando no estás

en él?

Ella asintió con la cabeza, ligeramente sin aliento por su diatriba.

—Sí, supongo que sí.

Hizo una mueca ante la idea. ¿Tener relaciones sexuales con

alguien que no era ella?

—¿Por qué querría hacer eso?

Ella se estremeció.

—No tienes que mirarme de esa manera. Solo estaba tratando de

ser amable.

—¿Amable? Bueno, es insultante. Para los dos —¿En qué estaba

pensando?

—Tienes razón. Lo siento —murmuró, alejándose de él y

agarrando su bebida energética del colchón. Tomó un largo trago—.

Gracias por conseguir estos, son realmente buenos.

—¿Vamos a simplemente tener conversaciones de mierda

normales de ahora en adelante? Porque eso no es algo de lo que este

realmente interesado en hacer contigo.

Eden se cubrió la boca para mantener su bebida dentro. Entonces

comenzó a llorar. Sollozando.

Mitch mantuvo los pies plantados donde estaban, a pesar de que

sus cuádriceps temblaban por ir hacia ella. Pasó las manos por su

cabello y se concentró en la ventana. Lindas cortinas. Azules. Pequeños

remolinos. El llanto continuó. Pateó su pie contra la madera dura.

Bloquea la luz. Energía eficiente. Por supuesto, la madera contrachapada

detrás de ellos ayuda con eso también. Oh Dios. La respiración de ella

venía en pequeños jadeos. No mires. No mires hacia ella. Concéntrate en

algo más.

Echó un vistazo a la habitación, asegurándose de nunca mirar en

su dirección. Deja que llore. Estará bien. ¿Por qué está llorando? ¿He

hecho algo mal? ¡Una bebida! Consigue una bebida. Un gran, un muy

gran trago, y espera a que deje de llorar. ¡Maldita sea!

—¿Por qué lloras?

Tenía los ojos enrojecidos y vertiéndose por todas partes, como si

hubiera sido atrapada en la lluvia con el rostro hacia el cielo y no

hubiese sido capaz de mirar hacia abajo. Se secó las mejillas con el

borde de la camiseta, mostrando un estómago plano y la curva inferior

de su pecho, recordándole lo que habían hecho antes.

—Cristo. —Era como un maldito perro Pavlovian28. Él se movió

detrás de la silla para que ella no viera la sacudida de su polla. Tener

un detector de estado de ánimo que se hacía visible en los momentos

28Pavlovian: Hace referencia al experimento del científico ruso Ivan Petrovich Pavlov

en el cual mediante diferentes procedimientos realizados a perros descubrió el

funcionamiento de distintos órganos y del proceso completo de la digestión.

menos oportunos era la peor parte de ser un hombre, incluso cuando la

mente de ese hombre estaba en el más vil de los estados de ánimo.

—Creo que debería irme —gimió ella.

—No puedes. No hasta que entreguen tu jaula. Entonces

podremos…

—¿Me compraste una jaula? —Por alguna razón, ella parecía

decepcionada.

—¿No es eso lo que toda mujer quiere? Conozco a más que

prefieren joyas, pero pensé que esto era más práctico. Supongo que

puedo tener cierta joyería instalada en ella, si quieres.

Ella negó con la cabeza, sus lágrimas mermando. Pero sin

detenerse. ¿Qué quería de él?

—Te pagaré.

—Considéralo un regalo.

Después de una breve flacidez de sus hombros, se enderezó y

puso las manos en sus caderas.

—¿Cuándo va a venir?

—No estoy seguro. Había hecho que Jolie la ordenara antes de

nuestra pequeña disputa. Pero ha de ser entregada e instalada aquí. No

podía decirle a Jolie acerca de ti. Estaba lo suficiente confundida de que

quisiera otra. A menos que tú puedas manejar la situación, debe

quedarse aquí. Creo que los barrotes en las ventanas ya trajeron

suficiente atención hacia ti. —Se burló, sabiendo que ella no se merecía

el sarcasmo en su tono, pero incapaz de detenerlo—. ¿Qué pensarían

los vecinos?

—Tienes razón, mi departamento es probablemente un lugar

equivocado para la jaula. Tal vez pueda encontrar un almacén o…

—¿Por qué quieres irte tanto? —Se sentó en el sillón y se sirvió

una copa. Tal vez debería traer todo su gabinete de licor hasta aquí.

Entonces nunca tendría que moverse. Podría tener al alcohol siendo

entregado también. Permaneciendo encerrado dentro por una noche,

quedándose con cara de mierda hasta la próxima transformación. Gran

idea. Simplemente genial.

—Creo que he tomado más que mi parte de tu tiempo.

¿Es eso lo que ella pensó que fue… su tiempo? ¿Su maldito

tiempo?

—Vamos a terminar con esto. —Quería irse. Quería alejarse de

ella antes de que él se convirtiera en un débil charco, sollozando en el

suelo.

Ella se dejó caer sobre el colchón y se miró las manos. Después

de tomar una respiración profunda, se echó hacia atrás y se volvió

hacia él, con las piernas hacia arriba en posición fetal.

—Lo siento, Mitch.

Su estómago se apretó tan fuerte que tuvo que apoyar los codos

en las rodillas.

—No vuelvas a decirme eso de nuevo. —Por favor, cierra los ojos

antes de que me rompa. Por favor, Dios, ciérralos rápido.

Eden se dio la vuelta, poniéndose de espaldas hacia él. Sus

hombros temblaban, pero no salió ningún sonido. O tal vez su sistema

había empezado a romperse—al principio sin escuchar, entonces tal vez

la vista, el olfato lo siguiente, cada sentido yéndose lejos. Esperaba que

fuera eso.

Con el tiempo su respiración se niveló y la fatiga provocada por

los últimos días tuvo lo mejor de ella. Mitch no se movió más cerca,

trató de no mirarla a la cara, trató de no mirar su cuerpo. Intentando

conseguir un ancla y ser un hombre. Mierda, estaba actuando como

una adolescente después de que su primer amor rompiera con ella por

mensaje de texto. Patético.

No sabía lo que pasaría cuando viera a Chastity. Claro, él la

deseaba—eso era algo propenso a pasar. ¿Sería mejor sacar a Eden

fuera de su sistema? ¿Remover su olor cubriéndolo con el de otra

persona? Quizás. Pero Chastity no era la única con quien tratar. Sería

como limpiar el agua de sus ojos mientras se estaba ahogando.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Una hora? ¿Dos? Todavía

Chastity no aparecía. Mucho menos whisky en la botella, pero no más

Chastity. ¿Qué demonios?

Pasó el resto de la noche observándola a través de los barrotes,

nunca acercándose. Deleitándose en el hecho de que el dolor

proveniente de Hyde estaba finalmente superado el dolor por la pérdida

de Eden, él casi le dio la bienvenida al bastardo.

Capítulo 38 Traducido por Sandra289

Corregido por Pily

Eden se despertó de golpe y buscó por Mitch.

Seguía sentado en la silla, con oscuros círculos debajo de los ojos

que parecían como si hubieran visto el infierno y aún no supieran que

habían regresado.

¿Qué había hecho Chastity para hacer que esté de esa manera?

—¿Qué hizo ella?

Mitch movió la cabeza de lado a lado lentamente.

—No apareció.

—¿Qué quieres decir? —Miró hacia abajo. Todavía estaba vestida

con la ropa de Mitch.

—¿No te das cuenta? Finalmente conseguiste dormir un poco.

Era cierto, se sentía descansada, pero eso significaba…

—¡Funcionó¡ ¡El sexo funcionó! —Saltó fuera de la cama y rebotó

a la puerta de acero—. ¿Cuánto tiempo crees que va a durar?

Él se apartó de la silla y semi gateó para desbloquear la jaula.

—No tengo ni idea. Ni siquiera estoy seguro de que fuera…. —

tragó saliva—…el sexo.

Tan pronto como se abrió la cerradura, se lanzó hacia él, riendo y

absolutamente no dispuesta a dejar que su mal humor embriagador

arruinara la buena noticia.

—¿Por qué bebiste tanto?

Maldición. Estando cara a cara, a centímetros de sus labios, era

una estúpida posición para ponerse. Pero ella no parecía ser capaz de

alejarse. El corazón de Mitch latía contra sus pechos. O podría ser solo

el eco del suyo. Se quedaron atascados juntos, mirando los ojos del

otro, esperando a ver quién decía algo, quién se movería primero.

Él lo hizo. Desenvolvió los brazos de su cuello y caminó hacia

atrás en silencio.

—Voy a… —A casa a llorar. Ella inclinó la cabeza y pasó junto a

él, con cuidado de no rozarlo. Tomó todo de sí no arrojarse a él otra vez

o comenzar a escupirle palabras emotivas de amor. Crece, Eden. ¿De

verdad esperas que empiece a instalar la cerca de madera?

—¿Cuándo vas a estar de vuelta? —Su voz era plana,

entrecortada casi.

Ella se detuvo, no se volvió.

—No lo sé. No sé cuándo aparecerá ella, por lo que… —No podía

preguntar. No podía ofrecerse en bandeja para un mayor rechazo.

—Esta noche. Cada noch… ¡oh! —Él se desplomó sobre sus

rodillas, agarrando su estómago.

Sabía que él había bebido mucho, pero no tanto. Era obvio que

estaba pagando por ello.

—¿Quieres un poco de agua o aspirina o algo así?

—Es él, Eden. Es Hyde. —Gimió, rodando hacia un lado, con los

ojos bien cerrados, el pecho convulsionando mientras luchaba por

respirar—. Trae a Jolie.

Ella corrió hacia él y deslizó la mano debajo de su cabeza.

—Dime qué puedo hacer.

—Tráeme a Jolie y vete. —La ira mezclada con el dolor en sus

ojos—. No te quiero aquí —dijo con los dientes apretados. Sus palabras

eran como cemento vertiéndose alrededor de su corazón. Todo lo que

tenía que hacer era soplarlo para que secara y lanzarlo al mar.

—¿Dónde está el teléfono? —Preguntó con solemnidad.

—Dormitorio. De prisa.

El hecho de que todavía no confiara en ella lo suficiente para

querer su ayuda era como un latigazo del cinturón. La hacía sentir aún

más patética por confiar tanto en él. Pero se obsesionaría con eso más

adelante.

Encontró el teléfono en la cama y fue a través de los contactos

para encontrar el número de Jolie. Vio su propio nombre con una

estrella al lado, justo en la parte superior de la lista. Probablemente un

accidente. Jolie era el segundo.

Una voz enojada respondió.

—No voy a hablar contigo.

—Jolie, soy yo. Eden. —Antes que Jolie dijera algo, ella comenzó a

explicarse—. Él te necesita. Hyde viene. Tienes que venir ahora.

—No. Tú estás allí. Cuida de él.

—Él no me quiere, Jolie. —Tragó saliva, preparando el ingreso a

una mujer que terminaría sonriente—. Te quiere a ti. Se supone que

debo llamarte y luego irme. —Eden imaginó a Jolie sentándose erguida

en su silla, de repente interesada en saber más.

—¿Te vas?

—Después de que llegues, sí. —¿Y hacer qué? ¿Ir a ver una peli?

Hacerse las uñas, sabiendo que el hombre que ama está siendo

atendido por otra mujer, una en la que él realmente confía y quiere a su

lado. ¿Qué en el mundo podría distraerla de eso?

—Estoy en camino —dijo Jolie—. ¿Está realmente cambiando

durante el día?

—Eso parece. ¿Nunca había hecho eso antes?

—No que yo sepa. Su transformación no es incluso hasta dentro

de unas semanas, así que quién sabe lo que está pasando. Es tu culpa,

ya sabes.

Este no era el momento de pelear. Tal vez más tarde, cuando

Mitch estuviera bien. O tal vez nunca, cuando Eden ya no fuera una

presencia en su vida.

—¿Cuánto tiempo hasta que llegues aquí, Jolie?

—Cinco minutos. Tal vez diez, dependiendo del tráfico. Así que

puedes comenzar a empacar tus cosas ahora.

Eden podía oír la sonrisa en la voz de la otra mujer, como un gato

con un bigote de leche.

—No hay mucho que empacar. Pero gracias. —Quería tirar el

teléfono contra la pared, destrozarlo en pedacitos. En cambio, corrió por

el pasillo hasta la habitación de Hyde, oyendo los gemidos de Mitch

haciéndose más fuertes.

Estaba de pie, apenas tambaleándose en la jaula.

—Ella está de camino. —Se acercó a él con cautela y lo tomó del

brazo, guiándolo al colchón.

—Ayúdame a poner las correas. Rápido. No sé cuánto tiempo

tenemos.

Eden se arrodilló entre sus piernas y estiró la mano debajo de los

pies de la cama y buscó a tientas. Cuando sus dedos tocaron metal, tiró

hacia abajo. Una. Dos. Entonces las esquinas superiores.

—Espósame. Luego sal de aquí. —Cuando ella no se movió, él

dijo—; ¡Por favor, Eden! ¡Por el amor de Dios! Esto es diferente. No sé lo

que va a suceder. Necesito que me esposes y luego salgas.

Sus manos temblaban mientras cerraba cada esposa.

—No me quiero ir.

—No quiero que estés aquí cuando él esté. —Sus ojos le

suplicaron que escuchara—. No quiero que me veas así de nuevo. No

después de…

Con las cuatro extremidades atadas, su cuerpo se retorcía en la

cama sin poder evitarlo, dolorosamente.

—Eden, por favor, escúchame. Hyde es peligroso. Necesito

quedarme en la jaula. No puedo… —Sus palabras fueron cortadas por

un gemido y un espasmo que contrajo los músculos de su cuello y

torso—. Tienes que llamar a Carter y haz que te ayude esta noche, que

te encierre en caso de que Chastity salga también.

Eden asintió, aceptando sin pensar.

—Si tú no lo haces, yo lo haré.

—Está bien, lo llamaré. Tú solo… cuídate. —Se inclinó sobre él,

su cuerpo reaccionó sin pensar, y lo besó.

Mitch se estremeció brevemente, y luego se encontró con sus

labios con un estremecimiento. Mucho antes de que ella estuviera

dispuesta a dejarlo ir, él volvió la cabeza, desplazando su boca de la de

ella.

—Tienes que irte antes de que me transforme, y termines

besándolo a él.

Ese pensamiento rompió su necesidad de él, permitiéndole

recuperar el control y poner espacio entre ellos.

Parecía más tranquilo, las contracciones dolorosas de su cuerpo

desacelerándose.

—Fue un buen intento, pero creo que eso es lo que lo está

sacando antes de tiempo.

—No, yo no creo eso. —Eden lo vio luchar durante mucho tiempo,

su boca moviéndose mientras contaba su respiración con los ojos

cerrados, entrando en sí mismo y más lejos de ella.

Jolie apareció en la puerta, mirándola.

—¿Todo empacado, querida? —Había llegado hasta allí rápido.

Eden miró por última vez a Mitch.

—Por favor, llámame. —Salió de la jaula—. Jolie, por favor

asegúrate que me llame tan pronto como sea… él mismo. —Sin esperar

una respuesta que pudo o no haber conseguido, se fue.

Capítulo 39 Traducido por Ale Westfall

Corregido por Pily

Concentrándose en desacelerar su respiración, haciendo una

especie de liado y desesperado ejercicio de yoga, Mitch se sintió ganar,

tomar el control sobre el Hyde, empujando el bastardo de regreso con

su posición siempre dispuesta de ataque. ¿Cuánto tiempo durará?

Jolie se acercó a la jaula y miró adentro.

—Jesús, Mitchell, te ves como una mierda. ¿Cuándo fue la última

vez que comiste?

—No lo recuerdo.

—Bueno, ¿tomaste la sopa que dejé para ti?

—Estaba deliciosa.

—Bueno. ¿Quieres más? Podría verterla en tu garganta.

Oyó el veneno en su voz, pero no dijo nada. Ambos sabían cuán

dependiente era de ella en este momento, por lo que él aceptaría el

castigo verbal.

—Tal vez más tarde, gracias, Jolie.

—De… nada. —Hizo una pausa—. En serio, Mitchell, ¿estás

bien?

No la miró.

—¿Estoy perdonado?

Ella bufó.

—Depende de tus respuestas a mis preguntas.

—¿Cuántas?

—¿Importa?

—Tal vez. ¿Cuál era la número uno?

—No seas tan condenadamente difícil. —Suspiró ella—. ¿De

verdad le pediste que se fuera?

Él se quedó mirando el techo.

—Sí.

—¿Vas a estar jugando a la casita otra vez?

—No.

—¿Quién lo decidió?

Trató de evitar una pausa en su respuesta, no estando seguro de

a cuál de ellos quería convencer más.

—Ambos. Decidimos que sería lo mejor. —Para ella. Sería mejor lo

para ella. Quería a Eden fuera de sus pensamientos. Sin embargo, la

maldita terquedad de su propia mente la mantenía destacando.

—¿Y fue solo sexo? —Preguntó Jolie.

—Para uno de nosotros, sí.

Ella se echó a reír.

—Pobre chica. La has arruinado para otros hombres. Me gustaría

haber visto su cara cuando la dejaste ir fácilmente. Espera, ¿no la

dejaste ir tan fácil, ¿verdad?

—No quiero hablar de eso. —Reajustó sus brazos, agitándolos

para mantener fluyendo la sangre—. Es una buena chica. No quería

hacerle daño.

¿Lo hice? ¿Le hice daño?

—¿Entonces las cosas vuelven a ser como antes?

—No.

—¿Qué significa eso? —Gruñó.

Si él girara la cabeza para mirarla, sabía que ella estaría

sacudiendo los barrotes—lo oyó reflejado en su voz.

—Significa que puedo necesitar un favor.

—¿Ya me estás pidiendo favores? Aún ni siquiera te he

perdonado, y, en caso de que no lo hayas notado, estás un poco a mi

merced en este momento. Es una mala posición para negociar,

literalmente y en sentido figurado.

—Eden una vez me dijo que la razón por la que no mentía era

porque nunca podría creerle nada a nadie si ella no era honesta con

ellos.

—Eden es una idiota.

Él se puso rígido.

—No, es ingenua. Lo que es totalmente diferente. Pero ahora

mismo, creo que es posible que puedas querer mostrar un poco de

respeto por ella, porque su ingenuidad está a punto de hacer intentar

algo en lo que soy realmente malo.

—Estoy escuchando.

Tomó aliento. Si Eden llamaba a Carter como había prometido,

entonces todo esto sería en vano. Pero si su orgullo interfería y ella

decidía que este era el momento parar demostrar su independencia,

entonces decírselo a Jolie podría ser la única manera de ayudarla. Él no

permitiría que nada le sucediera a Eden. Nunca. Independientemente

de lo que ella sintiera por él.

—Eden necesita mi ayuda, pero no puedo dársela. Necesita la

ayuda de Carter, pero puede ser demasiado terca para pedirla. Si eso

sucede, necesitará la tuya.

—Prefiero tragar vidrio.

—Necesito que me ayudes a hacer algo que no puedo hacer, Jolie.

He sido un bastardo contigo y nunca mereciste nada de ello. Siempre

has hecho lo que he exigido u ordenado. Ahora te lo estoy pidiendo. Una

vez hecho esto, averiguaremos qué hacer después.

—¿Qué hacer con qué…? —Su voz flotó como si estuviera

haciendo una pregunta—. ¿Qué debo hacer?

—Tráeme mi teléfono y quítame las esposas de uno de mis brazos.

Después sal de la habitación hasta que haya terminado. —No le diría a

Jolie a menos que fuera absolutamente necesario. Había sido sincero

cuando había dicho que era el secreto de Eden para contar. A menos

que su seguridad estuviera en riesgo. Entonces todas las apuestas

estarían hechas y él iba a hacer lo que tenía que hacer.

—Caramba, gracias. Suena que todo ha cambiado. —El sarcasmo

heló el aire. Aunque no afectó a Mitch, estaba demasiado acostumbrado

a escucharlo salir de su propia boca—. Estoy a tu entera disposición y

no me dices nada —dijo ella.

—Por ahora, Jolie. Solo por ahora. Necesito concentrarme en esto

antes que Hyde aparezca y ya no tenga otra opción.

—Luces bien.

—Lo sé. Eso es lo que me preocupa. Me golpeó duro y rápido hace

un momento y ahora se ha ido. —En su mayoría—. Pero no puedo

confiar en él.

Maldita sea, diciéndolo en voz alta lo hacía real. ¿Y si nunca sería

capaz de liberarse de nuevo? ¿Siempre preguntándose cuándo atacaría

Hyde? Mitch estaría en un arresto domiciliario autoimpuesto, nunca

iría más lejos de la jaula de lo que pudiera retroceder si necesitaba

hacerlo.

—Mitchell, ¿qué pasa?

¿Por qué molestarse en ocultar su frustración? Quién sabe, a lo

mejor contendría a Hyde un poco más de tiempo.

—Ve por el puto teléfono, Jolie.

Ella podía ser una buena oyente.

Lo había pensado antes que Jolie le trajera el teléfono. No debería

tener las manos libres si Hyde estaba así de impredecible, tan cerca de

la superficie. Y Jolie no sería capaz de atarlo una vez que apareciera.

Mitch ni siquiera querría que ella abriera la puerta de la jaula.

—Detente. Necesito que marques el número de Carter para mí,

ponlo en altavoz y colócalo aquí. —Señaló con el mentón hacia el lado

del colchón. A cerca de dos metros de distancia de los barrotes—.

Entonces necesito que salgas. Ve a tomar una copa en la planta baja, lo

que sea. Después de hablar con él, te llamaré de nuevo. Si sigo siendo

yo, ¿puedes deslizar el brazo entre los barrotes y tomar el teléfono? —

Miró sus brazos delgados, para juzgar su grosor—. No me gustaría

perder el teléfono si Hyde decide comerlo o algo así.

Asintió y deslizó su mano como si lo hubiera hecho muchas veces

antes, girando el codo cuando tocó el metal. Apenas podía atravesarlo.

Movió los dedos hacia Mitch.

—Cha-chán.

—Buen trabajo —dijo él.

—Gracias. Puedo ser útil a veces.

—Sí, por supuesto. —Si tan solo no fueras un gran dolor en mi culo

tantas otras veces—. Estoy asumiendo que sabes el número de Carter.

—Él te lo dijo. —No era una pregunta, sino una declaración de

leve pesar.

—Lo mencionó de pasada. Llámalo. Utiliza el altavoz.

El número estaba guardado en el registro de llamadas, pero ella lo

marcó de memoria sin dudarlo. Debían ser más cercanos de lo que

Mitch había pensado. Deslizó el teléfono por los barrotes y dio un paso

atrás, el sonido de sus pasos en el corredor desapareciendo segundo

después. O tal solo fueron opacados por el sonido del teléfono.

No quería correr ningún riesgo.

—Fuera, Jolie. Por completo. Cuando me escuches gritar tu

nombre, puedes volver.

Ella resopló, sus tacones chasquearon rápidamente en el pasillo.

Juro que la mataré si está detrás de la puerta. Tiró contra las

correas de sus muñecas. Frustrante como la mierda. No podía

comprobar dónde ella estaba y él no sería capaz de patear su trasero

hasta que lo liberara. Encantador.

Se calmó cuando Carter respondió al otro lado de la línea.

—¿Ella está bien? —Los inicios de pánico eran evidentes en su

voz.

—¿Estoy en tu identificador de llamadas? Qué dulce. —Mitch

mantuvo su voz tan baja como pudo, no queriendo correr ningún riesgo

de que Jolie se enterada de nada hasta que fuera absolutamente

necesario.

Carter suspiró.

—¿Qué quieres?

—En primer lugar, quiero que dejes de gritar. Además de darme

un dolor de cabeza, estás en altavoz. En segundo lugar, estoy teniendo

un mal día. Necesito que la vigiles.

—¿Dónde está?

—Espero que esté de camino a su casa para llamarte. Pero como

nuestra chica… —hizo una pausa por su desliz—…como Eden es tan

terca como un burro, me preocupa que no haga esa llamada.

—Así como tú.

—En efecto. Ve allá esta noche y asegúrate de que ella se quede

en casa.

El retraso en la respuesta de Carter era, ya sea debido a que su

cerebro estaba haciendo cálculos o estaba tratando de pensar en una

excusa para salir del problema. Mitch esperó que no fuera lo último.

—La cuarta noche fue la noche anterior. ¿Ahora sucede cada

noche?

—No. Pero nada sucedió ayer por la noche y ambos de nuestros

ciclos parecen estar en proceso de cambio.

—¿Ambos de sus ciclos?

Mierda.

—Me equivoqué al hablar. Su ciclo. Su ciclo está inactivo. —

Informó a Carter acerca de la noche anterior, tratando de ser tan vago

como fuera posible, en caso de que Jolie fuera tan curiosa como él sabía

que lo era.

—Mitchell, tengo algunas noticias sobre el asesinato de la chica.

La del callejón.

¿Por qué, él necesitaba verificar su primera declaración? ¿Debido

a que ellos habían estado envueltos en tantos otros asesinatos

últimamente? El corazón de Mitch se contrajo ante la idea de la muerte

que lo había dejado medio muerto. Asesinato número uno, el de Shelly.

Sí, ese fue algo grande. ¿Cómo podía haberlo olvidado ese? Pero él

siguió adelante. Solo seguiste nadado, imbécil.

—Habla —dijo Mitch.

—Hay un chico…

—¿Él que entra al bar? Creo que lo he oído. —Su temperamento

era como delgado papel de seda y Carter no estaba ayudando.

—Cuando entré en la estación, alguien acababa de entregar un

celular con algunas imágenes del club esa noche. El oficial de la

recepción no creía que fuera importante y me dejó verlo. Mostraba a un

distribuidor saliendo al callejón donde la chica muerta fue hallada. Así

que fui y hablé con él.

No interesado en lo que Carter hubiese encontrado, Mitch dijo:

—Bien por ti en encontrar un nuevo proveedor. ¿Está relacionado

con algo?

—El tipo dijo algo sobre la noche en que la chica fue asesinada.

Estaba allí. Pero no hablará con la policía porque, bueno, porque es un

distribuidor.

—¿Qué vio?

—Estaba por terminar una reunión con un cliente en el callejón.

—Las palabras de Carter salieron dolorosamente lentas—. Y dice que

él… eh… que vio a una sexi mujer de cabello largo castaño hablando

con la chica que fue asesinada. Una media hora antes de que alguien

encontrara el cuerpo. No necesito decirte qué chica tiene el cabello largo

castaño, ¿verdad?

La mente de Mitch se llenó del recuerdo de envolver ese cabello

con su puño, girándolo con sus dedos, alejándolo de su rostro

sonrojado mientras él estaba dentro de ella. Tragó saliva.

—No.

—Quiero saber si el distribuidor puede reconocerla al mirar una

imagen. Después necesito hablar con Eden.

Mitch mantuvo su voz tranquila.

—No, no lo harás. —La noticia podría devastarla. Eden había

estado tan perdida hasta que se convenció de que Chastity no lo había

hecho. Esto… la destruiría, tal vez la haría hacer algo estúpido como

entregarse—. No lo necesita saber, Carter. Podemos asegurarnos de que

no vuelva a ocurrir… tú y yo nos aseguraremos de que no pase. No se lo

digas. —Sus bíceps se tensaron contra sus ligamentos. La impotencia

no era algo con lo que lidiaba bien.

—Ella ha herido a suficiente gente, Mitchell. Esto tiene que parar.

Piensa en Eden.

¿En quién demonios más podría estar pensando?

—No. —Una palabra, una amenaza tácita.

—Tengo que hacer algo por Eden. Algo para redimirme. —Carter

sonaba como si estuviera a punto de llorar.

—Entonces mantenla a salvo esta noche. Haz eso.

—¿Por qué ella no está en tu casa, usando la jaula?

—Envié la jaula a pulir. —Mitch de verdad necesitaba parar el

hábito del sarcasmo, si esperaba conseguir la ayuda de alguien.

Necesitar ayuda apesta. Había una manera de sacar el lado protector de

Carter—. Ella cree que solo la estoy usando por sexo.

Carter tosió.

—¿Qué demonios? Ustedes han… no importa, no quiero saber. —

Él se tomó un minuto, probablemente para alejar de su mente las

imágenes de una desnuda y sudada Eden bajo un desnudo y sudoroso

Mitch.

Como que Mitch estaba tratando de hacer lo mismo.

—Está bien, iré allá esta noche como lo pediste, a pesar de que

probablemente esté todavía furiosa conmigo. Puede que no me deje

entrar, pero lo intentaré. Pero si esto se trata de ti decidiendo alejarte de

ella de forma permanente, te patearé el culo.

—No hay planes de alejarme de nadie, Carter, pero tómate la

libertad intentar patearme el culo de todos modos. —Bajó la mirada a

su cuerpo, extendido y atado—. Si estoy disponible.

—Se lo contaré todo, Mitchell. Todo lo que sé. No puedo seguir

haciendo esto.

—¡No! —Mitch oyó el chasquido cuando Carter colgó el teléfono.

¿Qué mierda sucederá ahora? Maldita sea. Al menos Carter se haría

cargo de ella esta noche. Él sería el héroe. ¿Qué haría Eden cuando él le

hablase de la chica muerta? Nada que Mitch pudiera detenerla de hacer

ahora.

Y Hyde, o bien aparecería o no. Parecía estar dormido de nuevo,

sin subidas de testosterona corriendo por las venas de Mitch, sin dolor

nuevo y sin espasmos musculares. Pero no podía bajar la guardia. No

podía ir muy lejos de la jaula. Incluso no debería estar sin esposas. Solo

hay una manera en que sucedería. Mejor estar demasiado sedado que

atado. Debía hacer de eso una pegatina para el parachoques.

Con una rápida mirada a la mesa auxiliar para asegurarse que la

jeringa todavía estaba allí, Mitch gritó por Jolie. Un segundo más tarde

ella entró en la habitación. Mierda. No había oído ningún sonido de

tacones golpear la escalera, habían comenzado a chasquear desde el

pasillo. No es que pudiera nada hacer al respecto ahora.

—Jolie, quiero que vacíes la mitad de lo que hay en esa jeringa y

me lo pasas.

Ella no dijo nada, solo hizo lo que se le dijo, dándole la espalda.

—¿Cuál es tu plan, Mitchell? ¿Drogarte lo suficiente como para

salir corriendo a ayudar a tu novia?

—Número uno, no es mi novia. Número dos, quiero salir de estas

cadenas. No de la jaula, solo de las cadenas.

Jolie sonrió ligeramente, aunque él no supo qué punto

encontraba divertido. Ella abrió la puerta y lo inyectó, al mismo tiempo

que usaba esa maldita sonrisa. El picor de la aguja en su brazo fue una

sorpresa, algo a lo que no estaba acostumbrado. Odiaba la idea de usar

drogas casi tanto como Eden. Jolie empujó el émbolo y luego le quitó las

esposas, dando un paso atrás para verlo a sentarse y frotar el sitio de la

inyección.

—Gracias por la ayuda —dijo.

—Soy muy útil para tener alrededor.

—Sí, me he dado cuenta.

—Te tomó bastante tiempo para recordar.

Sus ojos se lanzaron a los de ella. Había algo en la forma en que

dijo eso, algo diferente, algo oculto, algo malo.

—¿Recordar qué? —Preguntó.

—Sobre nosotros. Juntos.

¿Juntos? ¿Ellos? Sí, no es algo que él quisiera decir en absoluto.

La droga le golpeó con fuerza, enviando una ola de calor desde los dedos

de sus pies hasta su cabeza. Se limpió el rostro y puso una mano detrás

de él para mantener el equilibrio. Tal vez una media dosis era todavía

demasiado. Esperanzadoramente, lo que era demasiado para el hombre

sería lo necesario para la bestia.

Al salir de la jaula, ella dijo:

—He oído un poco de tu conversación con Carter.

Estaba perdiendo el foco.

—¿Solo un poco? Vaya, habría pensado que tu audición era mejor

que eso. —La cara de Jolie se estaba difuminando ligeramente, pero vio

su asentimiento.

—¿Crees que ella mató a esa chica? ¿La del callejón?

—Así parece. —Se recostó sobre la almohada sintiendo náuseas.

Solo di "joder, no" a las drogas. Genial, otra pegatina para el

parachoques.

—¿Dónde irá Carter, Mitch? ¿A hablar con Eden o con el testigo?

Había una fuerte posibilidad de que fuera a vomitar. ¿Cómo podía

alguien disfrutar de esta sensación? ¿Hacerlo de buen grado?

—Demasiado del puto narcótico.

Fuego puro inducido por la droga irradió desde su interior como

si se tratara de la etapa terminal y la morfina estuviera siendo

expulsada por fuerza centrífuga en cada célula de su cuerpo. Lo último

que vio antes de desmayarse fueron estrellas.

Capítulo 40 Traducido por Nanami27

Corregido por Pily

A pesar de que él no sería capaz de verla, Jolie puso una sonrisa

en su rostro cuando lo llamó.

—¿Carter?

—¿Qué quieres, Jolie? —Se quejó.

—Guau. ¿Qué hice? Solo quería hablar contigo.

Pesado suspiro.

—¿De qué?

Esta iba a ser una dura venta, pero estaba segura de que podía

hacerlo.

—Creo que he encontrado una manera de sacarte de esto y aun

conservar “perdido” tu verdadero archivo médico.

Silencio.

—¿Me has oído? Todavía puedes ser un agente de policía. Fue

duro, pero estuvieron de acuerdo. Un tipo de acuerdo “por los servicios

prestados”. Y no tendrás que ver nada con Eden nunca más.

—¿Van a llevarla a la clínica?

Oyó el alivio en su voz y se dio una palmadita en la espalda a sí

misma.

—Sí. —Tan pronto como Mitchell la deje embarazada—. Así que

ellos ganan, y tú ganas.

—¿Qué hay de ti?

—¿Estás preocupado por mí? Eso es dulce. —Su sonrisa creció...

—Sé lo que le hiciste a esa chica, Jolie. Sé que la mataste.

…y luego murió. Maldita sea. ¿Valía la pena una fuerte negación?

No, estaba demasiado cansada de tratar con él.

—Oh. Entonces vas a hacerte un policía maravilloso. —¿Cómo

diablos lo supo de todos modos? ¿Cómo diablos podía hablar para salir

de esto?—. Lo que no sabes es que la chica era peligrosa. Traté de

ayudarla. Lo hice. Pero me atacó —mintió Jolie—. No tenía a nadie que

se preocupara lo suficiente de ella como para cuidarla, como Eden lo

hace.

Eso era cierto. La chica había sido un cuerpo, alguien para

asegurarse de que la policía dejara de mirar a Mitchell como

sospechoso. Jolie se había asegurado de que él estuviera en público.

Mitchell no era el tipo de hombre fácilmente olvidado por la gente. Y la

adicta era alguien que todo el mundo había olvidado y nadie echaría de

menos. Solo un cuerpo. La Clínica había esperado demasiado tiempo

para hacer algo. No era culpa de Jolie, sino de ellos.

—No estoy seguro de que me lo crea.

—Tengo su archivo frente a mí, Carter. —O podría, tan pronto

como haga uno. ¿Cuál era su nombre?—. Puedo mostrártelo si quieres.

¿Esta noche?

—Estoy ocupado.

—¿Durante toda la noche? ¿Y si nos encontramos en tu casa? Te

puedo mostrar lo que tengo y entonces… podría meterte en la cama

antes de irme. —La otra zanahoria que había dejado colgando en frente

de él, ella misma.

—Eden estará allí. Mitchell dijo que podría cambiar.

—Te ayudaré a hacer de niñera. Después de que ella se vaya a

dormir, te puedo mostrar el archivo de la otra chica y el correo

electrónico de La Clínica que te libera de tus obligaciones. Entonces

puedo encargarme de vigilar a Eden. Serás libre de hacer lo que sea, o

con quien sea, que quieras hacerlo por el resto de la noche.

La pausa fue tiempo suficiente para que Jolie comenzara a

arruinar su cerebro en busca de otra manera para hacer que se

encontrara con ella. Tenía negocios que cuidar. Triste, pero innegable.

Él podía meterla en una montaña de problemas.

—Quiero ver a ese archivo —dijo—. De hecho, quiero oír todo lo

que sabes acerca de la clínica antes de que permita que Eden vaya allí.

He estado investigándolos, Jolie. Pero sigo corriendo hacia callejones sin

salida. ¿Ellos tienen tantos secretos como tú, Jolie?

Suspiró. Pobre chico. Acababa de garantizar su destino.

—Te diré lo que sé. —Sí, claro.

—Trae el archivo, y hablaremos. Pero no voy a follarte, Jolie.

—Eso es muy malo, Carter. —Porque yo voy a joderte.

Eden no estaba curada. Supo eso sin abrir los ojos. Lo sintió en

cada músculo de su cuerpo, cada célula de su cerebro dolorido. Su

hombro se sentía como si hubiera sido golpeado con un garrote. Dios,

dolía. No había conseguido descanso la noche anterior, lo que

significaba que Chastity se había presentado después de todo. ¿Qué me

hizo ella encerrada en mi departamento? ¿El entrenamiento P90X29

durante 9 horas?

Afortunadamente, Eden se había encerrado a sí misma, cautelosa

pero esperanzada en que estuviera preocupada por nada. Todo lo que

tenía que hacer era llamar al superintendente de la vivienda al que le

había dado una llave solo-en-caso-de-quedar-atrapada-en-mi-

departamento. No es algo que la mayoría de la gente hacía, obvio por la

mirada en el rostro del hombre cuando ella le pidió encerrarla dentro y

le dijo que la dejara salir en la mañana. Y, si se le olvidaba, ella tenía su

teléfono celular. En el caso de que él fuera un repugnante total, había

comprobado el cerrojo interior diez veces antes de quedarse dormida.

Estiró el brazo utilizable para tocar la contusión. Luego se

detuvo. ¿Qué diablos? Había algo en su mano, sobre su hombro. Algo

ligeramente pegajoso, ligeramente húmedo. Sus ojos se abrieron de

golpe para ver el techo encima de donde estaba recostada. Al piso, la

puerta principal entreabierta. Oh, hombre.

Oyó un gemido enfermizo a unos pocos pies de distancia, giró la

cabeza y luego gritó. Carter estaba extendido sobre el suelo, cubierto de

sangre. Su sangre. Sobre su pecho, cuello, cabeza, derramándose en el

suelo. Se veía como si hubiera sido golpeado con un bate de béisbol o

un martillo.

—No-no-no-no-no. —Se arrastró hacia él, sus rodillas

deslizándose en su esencia. Quería tocarlo, quería detener la sangre de

un mayor escape, pero no sabía por dónde empezar. Sus manos

temblaban como las alas de un colibrí, la adrenalina causando que su

dolor físico desapareciera.

29P90X: o Power 90 Extreme, es un régimen comercial de ejercicios para el hogar

creado por Tony Horton, conocido por un alto nivel de intensidad.

Él estaba respirando, la sangre chasqueando en su garganta cada

vez que inhalaba o exhalaba, como si se estuviera llenando sus

pulmones.

—Carter, no. No. —Ella puso las manos sobre sus heridas, pero

eran demasiadas—. Carter, por favor. No mueras. —Su voz sonó

entrecortada, mezclándose con sus sollozos.

Sus ojos se abrieron. Reconocimiento. Él la vio.

—Carter, no te mueras. No te mueras. Voy a conseguir ayuda.

Voy a buscar ayuda. —Trató de levantarse, intentó conseguir un punto

de apoyo en algo más que sangre. Sintió la mano de él agarrarla del

tobillo—. Lo siento mucho, Carter. Lo siento mucho. Oh, Dios mío, ¿qué

he hecho?

Tiró de ella, haciendo una mueca, su rostro distorsionándose aún

más de dolor.

—No. Fuiste. Tú. —Tosió, gotas de sangre manchando su mejilla y

mentón.

Ella se apartó de su mano, no queriendo lastimarlo más, pero

necesitando estar libre de él.

—Suéltame, Carter. ¡Suéltame! Voy a conseguir… —Su celular

estaba a unos metros de distancia de su cabeza. Al lado de una jeringa

vacía. Ella se inclinó sobre él, con la mano aún en su tobillo, y agarró el

teléfono, marcando el 9-1-1.

Antes de que el operador hubiera terminado su saludo, Eden

comenzó a hablar.

—Por favor, envíen una ambulancia. ¡Por favor! Ha habido un… —

¿Un accidente? ¿Realmente, Eden, fue un accidente?—. Un hombre

necesita ayuda. Ha sido golpeado, creo. Mucho. Está cubierto de sangre

y no puede respirar. ¡Por favor!

La mano de Carter se apretó alrededor de su tobillo y él negó con

la cabeza, aunque ella sabía que le estaba causando dolor.

—No, Eden. Vete.

Ignoró su protesta y trató de concentrarse en lo que la operadora

de emergencia estaba diciendo.

—... ¿ubicados?

Ella gritó la dirección en el teléfono con más súplicas para que se

dieran prisa.

—Se está muriendo. ¡Por favor, ayúdenlo! No sé qué hacer.

La operadora le dijo que la ayuda estaba en camino y luego la

guió a través de la descripción de las lesiones de Carter, preguntándole

lo ocurrido.

—No lo sé.

Y diciéndole que aplicara presión en las heridas que chorreaban.

Cuando empujó contra el costado del pecho de Carter para detener el

sangrado, el teléfono se deslizó de debajo de su barbilla, la batería

disparándose debajo del sofá.

Estaba por su cuenta hasta que los paramédicos llegaran allí.

—¿Carter? —Su voz tembló—. Carter, mírame. Todo va a estar

bien. Vas a estar bien.

Él agachó un poco la cabeza en un asentimiento.

—Lo siento mucho, Carter. Yo no… —¿Qué? ¿Quise que mi lado

malvado intentara golpearte a muerte? ¿Por qué ella lo había hecho?—.

Lo siento mucho.

—Vete. Ahora. —Su voz farfulló, enviando una fina niebla de color

rojo en el aire—. Dile. Mitch… Jol… No. Tú. Vete. —Él empujó

débilmente contra su pierna para hacer que se moviera.

Eden no iría a ninguna parte. Tenía que quedarse, para

asegurarse de que alguien viniera en su ayuda y porque merecía ser

castigada. Ellos podrían hacer todas las pruebas que quisieran en ella

una vez se enteraran de Chastity. Sería su conejillo de indias, siempre y

cuando se comprometieron a mantener a otras personas a salvo lejos de

ella.

Porque era un monstruo.

Los paramédicos llegaron unos minutos más tarde. Luego llegó la

policía. Eden lloró, con un brazo flácido acostado en su regazo, y el otro

envuelto apretadamente alrededor de sí, mientras se llevaban a Carter

en una camilla y los investigadores estudiaban el apartamento. La

única vez que dejó de llorar fue cuando vio al Detective Landon entrar,

encontrando sus grandes ojos antes de comenzar a sollozar de nuevo.

—La conozco, ¿no? —Preguntó él.

Eden dejó que sus hombros se encogieran como cada parte de su

tembloroso cuerpo estaba haciéndolo en ese momento. La desesperanza

estaba ahogándola. Nada importó más. La posibilidad de que fuera

capaz de asesinato había sido parte de su negación malsana hasta este

punto. Ahora, era una certeza.

Landon caminó por el perímetro de la habitación, con los ojos

lanzándose desde donde había estado el cuerpo de Carter hacia la

puerta, a ella, a las áreas que no habían sido salpicadas de sangre.

Pasó por la cocina con las manos enguantadas, hablándoles en voz baja

a los otros oficiales.

Regresó a la habitación y se sentó junto a ella en el sofá.

—Dijeron que no recuerda nada antes de despertar, ¿es eso

cierto?

Ella asintió con la cabeza.

—Tenemos que llevarla a la comisaría para ser interrogada. —Su

voz era razonable, como si solo le acabara de preguntar sobre el tiempo

o lo que pasaba por la televisión.

Ella comenzó a ponerse de pie, empujándose a sí misma fuera del

sofá. Su hombro cedió, disparando dolor a través del brazo y hasta su

pecho. Cayó de espaldas.

Las cejas del oficial alcanzaron su punto máximo.

—¿Está herida? —Se volvió a los otros policías mientras la

ayudaba a echarse más atrás en el sofá—. ¿Por qué no recibió

tratamiento médico?

Algunos de ellos se encogieron de hombros, con aire aburrido.

Ella supuso que hombres agonizantes, cantidades masivas de sangre, y

mujeres histéricas eran lo común en su mundo.

—¿Dónde le duele? —Preguntó Landon suavemente.

Ella miró a su hombro y llevó la otra mano para tocarlo

suavemente.

Landon levantó con cuidado la manga de su blusa e hizo una

mueca ante la piel magullada y ensangrentada. Luego le hizo una seña

al técnico forense para tomar una imagen de su hombro.

—¿Cómo dejaron pasar esto? —Dijo a la habitación en general. La

tomó por el brazo bueno y la ayudó a levantarse, su mano suave contra

su piel.

Oyó susurros cuando le mostraron la jeringa a Landon, junto con

un tubo roto goteando con la sangre de Carter —quizá la suya

también— y lo enviaron todo para ser puesto a prueba.

—¿Puede hablar? —Preguntó Landon.

No, ella no podía. Hablar, junto con sentir y respirar a un ritmo

regular eran todas cosas que no podía hacer.

Capítulo 41 Traducido SOS por BrenMaddox

Corregido por Pily

Dentro de la frígida sala de interrogatorios, el Detective Landon

fue mucho más amable con Eden que cualquiera de los policías que

había visto en la televisión. Sus preguntas fueron concisas, directas y

completas.

Por desgracia para él, no tenía mucho que decir. O algo, en

realidad. Su voz estaba todavía fuera de control. Su mente también.

Imágenes, sentimientos, sensaciones mezcladas, formando un remolino

dentro de su cabeza, girando demasiado rápido para que ella pudiera

recoger algo. Cuando se quedó sin lágrimas, sus llantos fueron

ahogados, sin humedad, pero nunca acabando. Había esperado hasta

que le leyeran su Advertencia de Miranda30, y luego le dijeran que

encontrara una forma de pedir un abogado. Tal vez podría escribirles

una nota.

Cuando empezó a hacerle preguntas acerca de otro hombre, Eden

se quedó estupefacta. Más estupefacta. ¿Qué otro hombre?

—¿Fue a Static anoche? —Preguntó.

Eden lo miró. Static. El club favorito de Chastity. Tal vez de Mitch

también. Donde había conocido a Chastity. La había llevado a su casa

y…

—No. —Ella sacudió la cabeza con violencia.

30Advertencia de Mirada: Hace referencia a los derechos que deben darse a un

imputado que se encuentra bajo la custodia policial en Estados Unidos, antes de que

le hagan preguntas sobre el crimen.

—¿Cuándo fue la última vez que estuvo allí?

—No sé.

Incluso sin saber derecho, sabía que no debía hablar. Escuchar

era mejor, averiguar tanto como ellos supieran, así podría decirle a su

abogado cuando llegara el momento. El cual llegaría. Pronto. Se

sorprendió que no hubiera sucedido ya. ¿Se había perdido durante un

apagón momentáneo inducido por el estrés? No, por desgracia, ahora

era totalmente ella.

—Señora Colfax... Eden. El cuerpo de un hombre fue encontrado

en el callejón detrás de Static, el mismo callejón donde nos conocimos.

—Él no tenía que recordarle cómo se conocieron. Ambos lo sabían. Su

primer encuentro había sido a veinte pies de distancia de otra víctima

de asesinato—. Esta víctima era un conocido traficante de drogas y

sufrió heridas similares a las de Carter Poole. ¿Sabe usted algo acerca

de cómo el hombre murió?

—No. Nada. —Una vez que los recuerdos empezaran, tal vez

Chastity le mostraría más a Eden. ¿Cuánto de eso iba a decirle al

detective? ¿Cuánto él creería?

El oficial suspiró y se levantó.

—Voy a estar de vuelta con otra persona. ¿Quiere un poco de

agua?

Ella no respondió, vocal o físicamente.

Suspiró de nuevo y salió de la sala de interrogatorios.

Lo siguiente que enviaron era una mujer que tenía el cabello

negro atado en una cola de caballo baja y llevaba el tipo de ropa

destinada a ser casual e inspirar confianza—pantalones de color caqui,

una camisa de botones, sin joyas. Se presentó con un nombre que Eden

olvidó después de diez segundos.

Seguro, ella se parece a mí.

La mujer mantuvo la cabeza inclinada hacia un lado, reflejada en

los pequeños sorbos de agua que Eden tomó de una taza de café de

FLPD31, su postura abierta y acogedora. Clásica de psicólogos. Eden

había visto un montón de ellos. Ésta parecía estar centrada en la

violación y querer llevar a Eden a un alegato de perfecta autodefensa.

¿Este era el primer día de la mujer en el trabajo? “¿Cómo conociste al

hombre?” “¿Él te atacó?” “Tuviste que defenderte a ti misma, ¿no?”

Eden encontró su voz una vez que la idea de que Carter pudiese

ser acusado de hacer el mal, incapaz de detenerse. Pero ella solo dio la

más breve de las respuestas: Carter era su mejor amigo. No recordaba

nada de lo que pasó. Él nunca la habría atacado. Al menos ella no

había dicho nada que pudiera ser utilizado en su contra. Evidentemente

el vaso de agua había vuelto a llenar sus conductos lacrimales, porque

sus ojos empezaron a llenarse de nuevo.

El Detective Landon llegó un poco más tarde y le susurró algo al

oído de la psicóloga. Le disparó a Eden una rápida sonrisa apretada y

salió, la psicóloga siguiéndolo.

Eden estiró el cuello para mirar la gasa y cinta adhesiva que los

paramédicos habían envuelto alrededor de su hombro. El cabestrillo

que le habían dado ayudó a mantener los músculos relajados, pero no

había mucho más que hacer. Se había negado a los analgésicos que le

habían ofrecido. Podía hacer frente a su hombro. Podría ser mucho

peor. Todo lo que tenía que hacer era pensar en Carter y ella sabía que

podría ser mucho peor.

31FLPD: Cadena de productos.

Landon le había dicho que no habían tenido noticias del hospital.

Dado que los otros agentes de policía en su mayoría no le hicieron caso,

esperaba que significara que Carter todavía estaba vivo. Si él no lo

estaba, seguramente se habría mostrado en las caras de los policías o

en su comportamiento. Ahora ellos estaban tensos, esperando algo. ¿El

saber si estaban tratando con una masacre en lugar de solo el intento

de un asesinato?

Un largo rato después, Landon entró en la habitación y le hizo

señas para que lo siguiera con un movimiento de su cabeza. Ella lo

hizo. Sin preguntas, sin titubear. Tal vez ahora es cuando me leerán mis

derechos. Caminó unos pasos detrás del enorme policía a través de la

estación, pasando a los adictos de metanfetaminas, prostitutas y

borrachos. Una viéndose-bien-vestida mujer, con los ojos tan grandes

como los neumáticos de la SUV que probablemente conducía, estaba

asustada hasta la locura, manteniendo su cuerpo tan bien envuelto

como fuera posible a fin de no tocar a los indeseables.

Eden no estaba segura de a qué se parecía más—a un

aterrorizado suburbano o a alguien a quien los suburbanos le

aterrorizaban.

El detective la llevó a un escritorio, con grandes pilas de papel y

archivos, unas cuantas tazas de café, y un ordenador que podría solo

mantenerse junto por todas las notas autoadhesivas que rodeaban el

monitor.

Landon sacó una silla de tela con aspecto sucio y se sentó, y

luego le tendió la mano, indicando el asiento que debía tomar. Cogió su

teléfono—no un celular, esos pasados de moda, los teléfonos fijos

voluminosos.

—¿Quiere llamar a alguien? —Preguntó.

Este no era su primer día. ¿Por qué hace esto fuera de lo normal?

Ella no preguntó, no queriendo recordárselo por si él simplemente lo

había olvidado. Sí, claro. Lo olvidó. Simplemente haz la llamada. Su

única llamada telefónica antes de que oficialmente la arrestaran y la

llevaran a la cárcel. Solo había una persona para llamar. Pero tenía que

dejar de llorar antes de marcar.

—Dígale a quien sea que llame que la recoja en unos veinte

minutos. Solamente tenemos que obtener su firma en la declaración,

sin embargo, el procesamiento todavía está reuniéndose en otro

papeleo.

—¿Puedo ir a casa? —No fue un gemido, pero sonó como uno.

Él negó con la cabeza.

—No, no a casa. Su departamento es la escena del crimen por el

momento. Tendrá que alojarse en otro lugar.

—¿Por qué deja que me vaya?

—Me ordenaron hacerlo —dijo con una sonrisa sin humor—. Me

dijeron que mirara en el ángulo del vendedor de drogas. Me dijeron del

asesinato de la drogadicta y luego del asesinato de anoche del vendedor

de drogas en el callejón, más el intento de asesinato de tu amigo, el

novato, el cual fue muy similar, que probablemente era una lucha

territorial.

Landon colgó el teléfono y se inclinó hacia ella, bajando la voz.

—No estoy seguro de cuánto estás envuelta con Mitch Turner,

pero sus amigos deben estar mirando hacia ti, también. Te he estado

vigilando, Eden. No eres como él o quien sea que lo esté protegiendo.

Necesitas mantenerte alejada de ellos. Porque lo que está pasando con

él y sus amigos no es algo de lo que debas rodearte. Cuando los haga

caer… y lo haré, a pesar de mis órdenes… no quiero tener que llevarte

con ellos.

Ella negó con la cabeza.

—Mitch no sabía quién los llamó. Ninguno de nosotros conoce a

alguien en el departamento de policía que quisiera ayudarnos, aparte de

Carter, y él es solo un técnico en entrenamiento.

—¿Carter? El chico que... —Él negó con la cabeza—. No, Carter

no es un técnico. Es un nuevo ingreso. Solo tomó el curso de buceador

de rescate, creo.

—Debes estar pensando en la persona equivocada. Carter, mi

Carter, acaba de terminar un curso de medicina forense en la Academia

Técnica de Keys.

Él cogió una pluma y escribió algo en una pequeña libreta de

papel.

—No hay una Academia Técnica en Keys. Sería demasiado caro

tener una allí. Lo único que hay ahí es la escuela de buceo a la que

enviamos a los agentes una vez que pasan el examen.

—No, eso es imposible —dijo ella, su voz cobrando fuerza

mientras su corazón perdía algo—. Él no pudo entrar en la Academia de

Policías.

—No sé lo que te dijo, pero no hay Academia Técnica en Keys.

Podría estar equivocado acerca de él sin embargo. Tendré que volver a

revisar su expediente.

Ella se frotó la frente, pensando en qué era exactamente lo que

Carter le había dicho sobre el curso. No, él había.. No. El detective debía

haber confundido a Carter con otra persona.

Él tiró del cable del teléfono y lo llevó más cerca de ella, agitando

el caos en su escritorio.

—¿Tienes a alguien que pueda recogerte?

—Creo que sí. ¿Ha oído algo del hospital? ¿Cualquier noticia

sobre Carter?

—No, no recientemente. Sin embargo, puedes ir a verlo cuando

salgas de aquí.

—Lo haré. —Si pudiera caminar hasta el Hospital North Broward,

lo haría. Ahora mismo. Necesitaba saber que Carter iba a estar bien. Y

luego, cuando él estuviera mejor, podría decirle a la policía lo que ella le

había hecho. Entonces la traerían aquí de vuelta aquí y la encerrarían

por siempre.

Eden levantó el auricular lentamente y lo acercó a su oído.

Espera, ¿cuál es el número de teléfono de Mitch? En la era de los

teléfonos celulares y de la marcación rápida, ¿alguien siquiera sabía el

número de teléfono de alguien más? Cerró los ojos para pensar. Landon

debió haber tomado eso como un indicio, porque lo oyó levantarse del

escritorio. Cuando levantó la vista, vio que le hablaba a otro oficial a

través de la habitación.

Mitch respondió en el cuarto tono, justo antes de que se diera por

vencida.

—¿Qué? —Su voz era como ella la recordaba—ronca, áspera, y

sorprendente.

—¿Mitch? —No voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar. Estoy

llorando, ¿no?

—¿Qué está mal, Eden? —Sus palabras volaron a través de la

línea telefónica en una breve sucesión, estaba en modo de pánico.

—Es Carter. Carter. Oh Dios, Mitch, había tanta sangre. —Ella

ignoró algunas miradas de otros civiles a su alrededor y se centró en

mantener el aliento constante de modo que Mitch sería capaz de

entender lo que estaba diciendo.

—Él esta… No, no importa. Me lo puedes decir más tarde. ¿Dónde

estás?

—En la estación de policía.

—Joder. —Sopló una ráfaga rápida de aire—. ¿Les dijiste algo?

—No. Pero Carter. Él me dijo…

—¡No digas nada más! ¿Me oyes? Ellos podrían estar escuchando.

¿Ellos? Oh, la policía. Sí, esa era una posibilidad.

—Está bien. —Su cerebro estaba en piloto automático, el avión

yendo cuesta abajo y no había paracaídas. ¿Qué se hace en ese

momento? Entrar en pánico. Y, en el caso de Eden, al parecer, añadir

más llanto seco en la mezcla parecía una buena idea, también.

—Respira, Eden. Respira. —Él esperó hasta que el hipo de su

respiración se hubo ralentizado—. No les digas nada. ¿Me escuchas?

Voy a llamar a un abogado.

—¿Por qué? ¿No puedes recogerme?

—¿Qué? ¿No te están reteniendo?

—No. Dijeron que puedo ir a casa. Quiero ir a casa, Mitch —

gimió.

—Estoy yendo. —Sin pausa, sin duda. Él iba a venir—. No.

Mierda. Enviaré a Jolie. —O no.

—Pero yo te quiero a ti.

—Vas a tenerme, ¿de acuerdo? Tan pronto como llegues a casa. —

Gritó el nombre de Jolie desde la parte superior de sus pulmones, y

Eden se apartó del teléfono.

—¿Mitch?

—Sí, nena.

No estaba segura de por qué no podía venir él mismo, pero no iba

a discutir por teléfono. Estaba demasiado cansada.

—Dile a Jolie que se dé prisa.

—Bueno. Voy a estar esperando por ti. Se fuerte, Eden.

Ella iba a intentarlo. Jolie la recogería, y luego Mitch podría

llevarla al hospital para ver a Carter. Sí, ella necesitaría que Mitch

estuviera allí también. Así él la podía mantenerla de pie. Y fuerte.

Capítulo 42 Traducido por Ana Lucia

Corregido por Pily

Eden esperó en una larga fila de sillas de plástico, colocadas tan

cerca que tuvo que encoger sus hombros para evitar tocar a las

personas a ambos de sus lados. El hombre a su izquierda parecía

incomodo al igual que ella, pero Eden se inclinó más cerca de él de

todos modos, solo para estar lejos del hombre que se encontraba a su

otro lado. Olía como si hubiese tenido una cita con una caja de vino y

su cuerpo caía sobre ella.

Dijo una oración silenciosa de agradecimiento cuando Jolie entró.

La mujer siempre se veía perfecta, lo que hacía un contraste aún mayor

entre ella y los demás ocupantes del vestíbulo. Se veía tan cómoda,

como si estuviera en Nordstrom32 haciendo un poco de compras, en vez

de un lugar que olía a sudor, nerviosismo y cautiverio. Su cabello

estaba suelto, golpeando hasta la mitad de su espalda. La parte frontal

apartada de su hermoso rostro con un pasador. Pantalones planchados

de color gris y una camiseta suelta que completaba su imagen de

sensualidad controlada, atrayendo cada mirada hacia ella.

Eden se levantó de saltó de su asiento, completamente consciente

de que en comparación, ella lucía más como el borracho mirando

fijamente a Jolie, comiéndosela con los ojos. Por lo menos la sangre se

había ido. La ropa que usaba cuando se despertó, se encontraba en un

laboratorio cercano, siendo analizada en busca de evidencia.

32Nordstrom: Sitio de compras por internet.

Jolie frunció el ceño hacia la chica que le había causado tantos

problemas. Ese problema sería eliminado pronto, sin embargo, tan

pronto como Hyde apareciera.

—Te ves como el infierno, Eden.

—Entonces supongo que me veo mejor de lo que me siento.

Jolie se encogió de hombros y se aventuró a mirar a su alrededor,

haciendo una mueca.

—¿Podemos irnos ahora?

Eden asintió y siguió a Jolie afuera hacia la puerta de la estación,

y al carro de Mitch. Ella había aparcado cerca de un hidrante.

Jolie se quedó en silencio mientras conducía, preguntándose

como preguntar por qué ellos habían dejado ir a Eden con tanta

evidencia en su contra. Pero tenía que ser sutil y Jolie no era lo

suficiente sutil.

—¿Por qué no vino Mitch? —Preguntó Eden.

—¿Qué? —Jolie fue sacudida de sus maquinaciones—. Oh él

pensó que podría parecer sospechoso. A pesar de que el caso de Shelly

ya está siendo investigado, ellos no confían en él. Policías. —Rodó los

ojos—. Oh sí y él está enjaulado. —Su sonrisa era sin sentido de humor.

—¿Aún está en la jaula? ¿Cambió anoche?

—No. Fue una falsa alarma. Pero todavía está luchando con Hyde.

Tomó un sedante como ayuda.

El labio de la chica se curvó ligeramente y asintió.

—Necesito un teléfono. ¿Podría usar el tuyo?

—Lo dejé en la casa. Vas a tener que esperar.

Jolie nunca se había sentido tan enojada, tan sola. Siempre había

sentido que alguien que la respaldara: La Clínica, cuando lidiaba con

Mitchell y Mitchell cuando lidiaba con La Clínica. Por supuesto que

ahora Michel no tenía ni idea de que apoyaba a una de las personas que

estaba destruyendo cualquier oportunidad que él tuviese de tener una

vida normal. Y ahora que Jolie había asesinado a Carter de una forma

tan desastrosa, La Clínica iba a estar más que enojada con ella. Pero

apuntar a Eden como principal sospechosa había sido un éxito.

Asesinar al testigo traficante de drogas no le preocupó en

absoluto. Al igual que al drogadicto antes que él, el chico

probablemente iba a morir de una forma violenta de todos modos. Jolie

solo había acelerado lo inevitable. Pero Carter. El cuidador de Eden.

Había sido diferente. Le había dado a Jolie una pausa. Pero ella lo

superaría.

Debería haber sabido que Carter no estaba hecho para este tipo

de trabajo. ”Perder” su expediente clínico y meterlo en la Academia de

Policías no había sido suficiente. Sus habilidades con la manipulación

sexual y emocional no habían sido suficientes. Pobre iluso, no podía ser

de confianza, por lo que tenía que irse.

Era una triste realidad, pero las tristes realidades eran un hecho

cotidiano en su vida. Ella hizo cosas horribles a un hombre que, en otra

vida, podría haber amado. En cambio, Mitchell solo era suyo cuando

Hyde tomaba su cuerpo.

La vida apesta. Todos utilizan a todos. Todos se utilizan para

obtener lo que quieren. O para obtener los resultados que se les piden.

Para Jolie, acostarse con Carter había sido una parte

medianamente placentera del proceso. Acostarse con Mitchell —no con

Hyde— después de darle una alta dosis de narcóticos había sido aún

más placentero. Pero no tanto como el que la chica ahora enloqueciendo

en el asiento del pasajero, había experimentado. No, Eden tenía al

hombre, mientras que Jolie tenía que hacerlo con la bestia.

Si, ¿no apestaba la vida?

Jolie levantó una mano del volante y la colocó sobre el brazo de

Eden.

—Siento mucho lo de Carter, Eden. Era un tipo muy agradable

El labio inferior de Eden comenzó a temblar.

—¿Él… murió?

Jolie la miró confundida. ¿Qué demonios significaba eso? ¿No

había despertado al lado de su cuerpo? Cuando Jolie había escapado

del departamento la noche anterior, Chastity le había estado gritando.

La perra se había enojado, no porque Jolie hubiese golpeado a alguien,

sino porque Jolie había golpeado a alguien de Chastity.

—Él es mío —había gritado—. ¿Por qué acabaste con algo que era

mío?

Jolie no había contestado. La mirada en los ojos de Chastity la

había asustado como la mierda y Jolie sabía que si no conseguía salir

de allí rápido, terminaría en un desastre sangriento al lado de Chastity.

—¿Está muerto? —Preguntó Eden, con voz temblorosa.

—Um… ¿No era por eso que te retenían? —Oh mierda, ¿por qué

los policías la habían dejado ir? Jolie aún no le había dicho a La Clínica

de la muerte de Carter, ¿así que, cómo lo habían averiguado? No había

manera de que una vez que ellos supieran esto, engrasarían la mano de

quien cerró el caso. ¿Qué diablos?

Eden negó con la cabeza.

—¿Hablaste con alguien del hospital?

Jolie volvió a mirar hacia la carretera antes de que se desviaran y

se estrellaran.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Carter no estaba muerto. Lo enviaron al hospital. Pero yo no sé

si él…

La mano de Jolie se tensó sobre el volante, su corazón latía

ganando velocidad, el pie presionando más el acelerador. Oh mierda.

Ella estaba en problemas.

—¿Estaba consciente?

—Durante unos segundos —gimió Eden—. Me dijo que me fuera.

Me dijo que lo dejara allí. En el suelo. Sangrando. —La chica era

patética.

Jolie parpadeó y tragó saliva.

—¿Realmente dijo eso? ¿O simplemente quería que te marcharas?

—Lo dijo, y me dijo que te llamara y que llamara a Mitch.

Jolie asintió lentamente y recorrió los dientes sobre su labio

inferior.

—Es un chico inteligente. ¿Qué más? —Arriesgó una rápida

mirada a la chica. Si Eden viera la expresión en el rostro Jolie, sería

delatada a todas luces. Sagrada mierda, ¿él le había dicho alguna cosa

condenatoria? ¿Y qué le había dicho Eden a los policías?

—Me dijo que yo no lo hice.

Jolie volteó la cabeza para observar a Eden.

—¿De verdad?

Ella sacudió su cabeza, la cual ya estaba comenzando a temblar

por sí misma.

—¿Te dijo quién lo hizo?

—No.

Jolie tomó una profunda respiración y flexionó su pie para liberar

la tensión sobre el pedal del acelerador.

—Bueno, ¿los policías hablaron con él? ¿Le sacaron información

de algún tipo?

—Ellos me dijeron que estaba en cirugía… debido a lo que yo le

hice.

—Pero me acabas de decir que él te dijo que no habías sido tú.

—Si, como si eso fuera algo que yo creyera.

Jolie se relajó en su asiento por el resto del camino hacia donde

Mitch, dejando a Eden con sus propios pensamientos. Su propia

pesadilla. Así que Eden aún creía que había asesinado a Carter. Eso era

bueno. Y la policía no sabía nada diferente. Pero Carter estando vivo

cambiaba todo. Jolie necesitaba tener un plan. Tenía que llegar a Carter

antes de que despertara. Si es que despertaba.

La Clínica estaría furiosa. Ella había sido descuidada, atrayendo

más la atención hacia Hyde y a Chastity. Esto necesitaba terminarse.

Si Eden moría y Jolie hacía parecer que había sido Hyde, parte de

su problema desaparecería. La Clínica no podría culparla de que su

conejillo de indias hiciera exactamente lo que estaba diseñada para

hacer. Y si Mitchell pensaba que había asesinado a Eden, así como a su

hermana, tal vez Jolie podría convencerlo de que se fuera con ella. A

algún lugar donde la policía no pudiera encontrarlos. Los policías no la

asustaban tanto como lo hacían sus jefes.

¿Podría desaparecerse tan bien que La Clínica tampoco pudiera

encontrarla? Mitchell también. Tenía que llevarlo con ella. Pero sin el

suero, ¿cómo sería él? Ella nunca lo había visto sin él. La Clínica la

había contactado, después que el padre de Mitchell falleciera. Ella era

ambiciosa y lucía lo suficientemente joven como para convencer a un

chico de 16 años de que era solo una amiga. Una amiga con la que

pensaron que él conectaría, se sentiría atraído y la mantendría a su

lado. Y lo había hecho. Jolie supuso que ellos habían pensado que

podría utilizar su cuestionado sentido de moralidad y hacer lo que se le

dijera. Incluso después de darse cuenta de que estaba enamorada del

bastardo.

Quince años después, ella no estaba segura al 100% que la droga

controlase su ciclo o su rabia. Probablemente ambas cosas. Podría

tratar con su transformación más a menudo. Y tal vez con el mal

apareciendo con más frecuencia, sería como Chastity. Más como Eden.

Más fácil de controlar que cuando era humano, incluso más agradable.

Ella ahogó una risita. Mitchell siendo agradable. Sí, le encantaría ver

eso.

Unos minutos después, se detuvieron en la acera de Mitchell.

Eden saltó del automóvil y corrió hacia la entrada principal.

—¿Cual hospital? —Le gritó Jolie.

—¡North Brodward! —Ella abrió la puerta de un estrépito y subió

corriendo las escaleras.

Jolie entró a la casa a buscar su teléfono, esperando escuchar

buenas noticias del hospital. Tal vez uno de sus problemas no había

logrado salir con vida de cirugía.

Los dolores de cabeza estaban de vuelta, a pesar de que Mitchell

no había cambiado la noche anterior. Había pensado que estaban

conectados a su transformación, pero tal vez era la jaula—el radón

filtrándose fuera de los barrotes o algo. Si claro, el radón, idiota. Si la

morfina no continuase fluyendo a través de su sistema en ese momento,

se encontraría en una posición fetal, agarrándose la cabeza y llorando.

En cambio, estaba sentado en su colchón, secándose los ojos,

cuando escuchó el grito de Eden desde abajo. Su cuerpo se agitó hacia

adelante y hacia atrás ligeramente, mientras trataba de encontrar un

buen punto de balance. Cuando escuchó el golpeteo de sus pasos por el

pasillo, se inclinó hacia adelante y se apoyó en las barrotes, no

confiando en lo que podía soportar.

Ella se precipitó dentro de la habitación y se deslizó sobre el piso

de madera, con los ojos hinchados y rojos. Demasiadas lágrimas. La

jaula la detuvo y se arrodilló al nivel de sus ojos. Sus dedos agarraron

los suyos, los barrotes entre sus palmas. Ella no dijo nada, tan solo

buscó en sus ojos por ayuda, comprensión. Pero él no entendía

absolutamente nada. ¿Y ayudarla? ¿Cómo podría ayudarla estando

atrapado en una jaula como prisión?

Cuando se dio cuenta de que lo único que podía ofrecerle era

escucharla, dijo:

—Dime, ¿qué pasó?

—¿Puedes salir? ¿Puedo entrar? —Sus palabras eran frenéticas,

tropezándose unas con otras en su prisa.

Maldita sea, quería abrazarla. Poner sus brazos alrededor de ella

y presionarla con fuerza contra su pecho, hasta sacar fuera todo su

miedo.

—Sí, busca la llave. Pero si te digo que salgas, lo haces.

¿Entiendes?

Ella no asintió, simplemente se volvió y corrió hacia la mesa por

la llave. Buscando a tientas, abrió la jaula y corrió hacia él, aterrizando

contra su cuerpo, haciéndolo caer de espaldas contra el colchón, con

ella encima de él.

Su polla reaccionó inmediatamente por la posición. Él maldijo, la

maldijo por forzar a su cuerpo a perder el control tan rápidamente. Pero

con sus brazos alrededor del él, su mejilla contra su pecho, sus

hombros sacudiéndose ligeramente por sus sollozos, ignoró su deseo y

la abrazó. Consolar a alguien era completamente extraño para él.

Esperaba como el infierno estar haciéndolo bien.

—Él dijo que no lo hice, pero debí hacerlo, Mitch. Ella debió

haberlo hecho. —Su voz sonó apagada, su cálido aliento en su cuello––.

Pero me dejaron ir. ¿Por qué me dejaron ir?

—Porque no hiciste nada malo, Eden. No lo hiciste. —Chastity lo

había hecho y la mujer en sus brazos no era Chastity

Ella levantó su rostro para mirarlo. Tanta angustia, tanta duda.

Le limpió la mejilla, dejando a su mano trazar su rostro y

descansar en su labio tembloroso. Cuando ella se movió más arriba de

Mitch, él aceptó su invitación. Puso sus labios cuidadosamente sobre

los de ella, barriéndolos de lado a lado, apenas tocando.

Ella se movió más alto, abriéndose para él, acercándolo más, con

los brazos alrededor de su cuello. Su lengua tocando la de él, suave,

húmeda y cálida.

Sus caderas se elevaron por sí mismas, presionando su erección

contra ella. Gimió en su boca. ¿Qué demonios estaba haciendo? Buen

chico. Ella estaba completamente vulnerable y lo único que él pensaba

era tener sexo con ella… en una jaula. Si, un jodidamente buen tipo.

La empujó lejos, tratando de romper el beso; pero tendría que

empujar más duro si quería moverla de encima de su encima. Y eso era

algo que no podía hacer. Entonces tendría que hablar, decir algo como:

Lamento que pienses que has asesinado a tu novio, pero tienes que

moverte, antes de que te arranque la ropa y te tome. Sí, eso era

justamente lo que ella necesitaba escuchar.

—En caso de que te importe, Eden, Carter está en coma.

La amargura en la voz de Jolie, hizo eco hasta el techo y logró

hacer que Mitch hiciera algo que no creía capaz de hacer; quitar los

labios de Eden de los suyos.

Eden se sentó, aturdida pero recuperándose; un rubor oscuro

apareció en sus mejillas.

—¿Llamaste al hospital? —Se puso de pie y salió de la jaula sin

mirar atrás.

Mitch trató de no decepcionarse por lo rápido que pareció haberse

olvidado de él.

—Cierra la puerta —murmuró él, secándose la boca, aún con

sabor a ella.

Eden giró la cabeza y fue a cerrar el candado.

—Lo siento. —Le sostuvo la mirada hasta que Jolie habló.

—La cirugía salió bien, pero aún esta inconsciente. No saben más

que eso. Algo como “Vamos a esperar y ver”. Lo cual es simplemente

brillante. —Rodó los ojos—. No fui a la escuela de medicina y habría

podido hacer ese diagnóstico.

Eden le habló a Mitch.

—Necesito ir a verlo.

Él asintió.

—Está bien. Toma mi auto. ¿Sabes conducir?

—Más o menos.

Nada alentador.

—¿Lo suficiente como para no matarte? Tal vez Jolie debería ir

contigo.

Jolie lo fulminó con la mirada.

—¿Quieres venir, Jolie? —Preguntó Eden—. Sé que tú y Carter

eran… cercanos.

Jolie se miró los pies antes de hablar.

—Claro. Pero luego tengo que volver. Mitchell, tú y yo tenemos

más asuntos que discutir.

Yupi, no puedo esperar.

—Aquí estaré.

¿Por cuánto tiempo? Sintió un leve tirón de Hyde en sus

entrañas, mientras se desvanecía el efecto del calmante. Una vez que se

hubiese ido del todo, necesitaría las correas de nuevo. Pero tomar más

—antes de que la última dosis se hubiera metabolizado fuera de su

sistema— parecía trágicamente estúpido, sobre todo teniendo en cuenta

cómo la primera dosis lo había golpeado drásticamente.

Los ojos de Eden volvieron a ser tímidos, como si ella se

arrepintiera de su reacción al verlo momentos antes.

—Nos vemos más tarde, Mitch.

Él asintió, sin saber que más decirle. Deseó que él lamentara su

reacción antes. O la suya. Haría las cosas más fáciles. Sabía que tenía

que terminar, sabía que tenía que ser él quien lo terminara. ¿La quería

con la advertencia de que tenía que pasar el resto de su vida en una

jaula? Vivir solo por sus visitas. Nunca confiando en sí mismo para

estar al aire libre o con otras personas. No es que a él le preocupasen

las demás personas, aparte de tener el pequeño problema de querer

asesinarlas. Pero, ¿cómo sería eso suficiente para cualquiera de ellos?

Con ese peligro siempre cerniéndose sobre sus cabezas. Tan poco

romántico como era, la idea de que sería incapaz de apoyarse

financieramente a sí mismo, estaba más allá de lo que podría soportar

su oh-tan masculino ego. ¡Qué vida tan hermosa tendrían juntos! Él

siendo un mantenido, literalmente. Mantenido en su jaula hasta que

ella llegara a casa, después de un largo día de trabajo. Si, el sueño de

toda mujer.

Mitch evitó los ojos de Eden. Con demasiado que decirle, y muy

poco tiempo en un momento tan desafortunado. Entonces podría

obsesionarse con esa discusión un poco más. Genial

—No tardes demasiado, Jolie. Puede que te necesite.

No se disculpó por alejarla de Carter. Sabía que ella estaría feliz

de tener una excusa para dejar el hospital. Sabía que no era muy

apegada al chico. Probablemente ella había aceptado solo porque era la

reacción apropiada de alguien que se preocupa por la demás gente. Pero

no Jolie. No. En algún punto, Mitchell la había arruinado.

Tal vez la verdad era que él había arruinado todo y que no había

quedado nada que lo mantuviera en una pieza.

Capítulo 43 Traducido por Nanami27

Corregido por Pily

Carter estaba inmóvil, su respiración regulada por la máquina a

su lado. También seguía su ritmo cardíaco y ondas cerebrales, enviando

señales sonoras tranquilas, pitidos huecos que resonaron en los oídos

de Eden. Su cabeza había sido golpeada una vez. En el lateral, justo

encima de la oreja. Pero los vendajes estaban envueltos por todo

alrededor, cubriendo su frente, orejas, y la mayor parte de un ojo. Un

moretón se asomaba por debajo de la gasa protegiendo un pómulo roto.

Uno de sus brazos había sido cuidadosamente metido en su costado,

adjuntándolo con tubos y cintas a varias bolsas de fluido y medicina.

Su otro brazo estaba suelto, blando bajo su mano.

Con la otra mano, Eden recogió el borde de la sábana, leyendo el

estampado dejado por la empresa de suministro de hospital. Líneas en

cursiva azul que trazó una y otra vez con los ojos.

Jolie estaba detrás de ella, cambiando ocasionalmente de un pie a

otro. Era mejor que el andar de un lado a otro que hizo antes, como si

buscara una excusa para salir de la habitación, pero no fuera capaz de

pensar en una apropiada.

Eden deseó que simplemente se fuera. La energía nerviosa de la

mujer estaba rebotando en las paredes, creando más tensión en Eden

con la que podía lidiar. No sabía si Carter siquiera supiera que estaban

allí o qué pasaba con los pensamientos de alguien mientras se

encontraba en estado de coma. Pero, si acaso las sentía allí, no quería

que él supiera lo aterradas que estaban de que no llegara a volver.

—Jolie, tal vez deberías ir a revisar a Mitch ahora.

—¿En serio? —Ella sonó aliviada. No era de extrañar.

—Sí. Creo que él te necesita más que Carter en este momento.

—Probablemente tienes razón. Debería volver. ¿Te vas a quedar?

Eden asintió, manteniendo sus ojos en Carter, preguntándose si

debería dormir aquí. Si el personal del hospital siquiera se lo permitiría.

Ella no era un miembro de la familia, no al menos en papel, por lo que

probablemente la echarían pronto. Pero ellos mismos eran todo lo que

tenían.

—Por un tiempo. Puedo conseguir un taxi de vuelta a casa más

tarde. —Suspiró—. No tengo nada de dinero.

Jolie rebuscó en su bolso.

—Toma.

Eden tomó el billete de veinte dólares que Jolie le tendió.

—Gracias, te lo voy a devolver.

—Lo que sea. Toma esto también. —Le entregó un teléfono

celular—. El código para desbloquearlo es "6969".

Qué inteligente. Indudablemente la posición sexual favorita de

Jolie. Pon eso en la lista de “Cosas Que Nunca Querría Saber De Jolie”.

—El número de Mitch está en el uno como marcación rápida —

dijo Jolie—. Llámame inmediatamente si él despierta.

Si él despierta. Ella había dicho, “si”. Eden tragó. El médico le

había repetido el 'Vamos a esperar y ver', pero sus ojos esquivos le

habían dado una pista de su verdadero diagnóstico.

—Bueno. Nos vemos más tarde.

—Sí —dijo Jolie cuando se movió con rapidez hacia el pasillo.

Eden se comprometió a nunca, jamás usar tacones de nuevo. El

sonido del cliqueo de Jolie sobre el azulejo rozó los nervios inexistentes

de Eden. Cuando el sonido se hubo desvanecido, inclinó la cabeza hacia

abajo, junto al brazo de Carter y cerró los ojos. Tal vez si lo predisponía

a despertar, le hablaba en sus sueños, él volvería. Pero tal vez su

voluntad no sería suficiente.

La droga estaba fuera del sistema del Mitch ahora. Y con su

desaparición, llegó más actividad de Hyde, empujando la pared de la

carne de Mitch, tratando de liberarse. Recién salido de la

película Aliens, joder. Si Mitch se mirara el vientre, se preguntó si vería

el rostro de Hyde rompiendo a través de su caja torácica, gruñendo y

mostrando los colmillos.

Cuando Mitch vio a Jolie entrar en la habitación, se sentó

rápidamente.

—Primero inyéctame, entonces háblame del chico explorador.

Jolie recogió un vial y, con manos expertas, llenó la jeringa con

morfina.

—La mitad de la dosis de anoche, Jolie. Eso fue demasiado. —Él

no había vuelto, lo que había querido decir que todos los efectos de la

droga habían sido asimilados en el hombre, no el monstruo.

—Estaba pensando lo mismo. Necesito que estés consciente esta

noche.

No estaba seguro de lo que eso significaba. Pero el pinchazo de la

aguja lo distrajo de sus pensamientos. El tipo duro está asustado de una

pequeña y ínfima aguja. Impresionante.

—¿Cómo está el chico? —Preguntó para centrarse en algo más

que el empuje del émbolo.

—¿Qué?

—Jesús, Jolie. Por lo menos finge cierto interés en él.

Ella pareció ofendida… o culpable por haber sido sorprendida,

Mitch no pudo decir cuál.

—Oh, Carter. Está en estado de coma. No saben si va a salir de

eso. Eden está llorando mucho, babeando un poco. —Se encogió de

hombros y sacó la aguja de su brazo, frotándolo con un pedazo de

gasa—. ¿Eso me hace una mala persona? ¿El que ya no esté…

babeando sobre él?

La miró de pies a cabeza. ¿Cuántos años se habían conocido el

uno al otro? Parecía una eternidad. Habían trabajado juntos, festejado

juntos, dormido juntos, pero no había nada real entre ellos en absoluto.

Tendría un momento difícil incluso llamándola una amiga. Todo lo que

Mitch quería—una hermosa mujer que era tan emocionalmente fría y

poco acogedora como él. Después. Después de que él le dijo que la parte

sexual de su relación tenía que terminar. Antes de eso, había sido más

pegajosa, necesitada, quizá más de babear. Pero Mitch había sido

honesto. Y las cosas se habían enfriado con el tiempo y convertido en

exactamente lo que él necesitaba. Extrañamente, nunca había

considerado realmente si eso era lo que ella necesitaba. Habría dicho

algo si no lo hubiera sido. Jolie apenas era capaz de contener su

lengua.

Una ola de calor se extendió a través suyo, no con tanta dureza

como anoche, pero definitivamente era algo incómodo. Parpadeó,

tratando de mantener sus ojos enfocados.

Jolie le sonrió.

—Lo estás sintiendo, ¿no es así?

—Sí, lo estoy. —Él oyó el borrón, reconoció la madera en su

propia voz, pero se sentía ajeno, como si en realidad no le perteneciera.

El rostro de ella empezó a empañarse, multiplicarse. Ojos

duplicándose, triplicándose luego. El cabello castaño oscuro haciéndose

increíblemente detallado mientras su visión se hacía borrosa. Él sonrió.

Jolie es muy hermosa. No como Eden, pero definitivamente

hermosa. Eden es verdaderamente hermosa. ¿Cuántas veces había

repetido "hermosa"? Se rió y se recostó sobre el colchón.

—…has tenido suficiente, Mitchell… demasiado. Tienes que estar

despierto… Necesito a Hyde para…

Él no pudo atrapar sus palabras o no se estaban reuniendo en su

cerebro. Pero sus labios se movieron sin duda, por lo que ella estaba

diciendo algo.

—¿Qué has dicho, Joles?

—Nada, cariño. Tú… descansa ahora.

La cabeza de Mitch se hundió en la almohada. Cerrar los ojos lo

ayudó a concentrarse un poco mejor. Pensó en el chico. Pobre bastardo.

No creo que Chastity lo haya hecho, pero seguro como el infierno que se

ve de esa manera. Lugar equivocado en el momento equivocado. Mitch

pensó en lo que Carter había dicho. Traficante de drogas. Eden. Chastity.

Una morena caliente era lo último que vio la chica en el callej—Espera.

Algo no computaba. ¿Qué era? Su cabeza estaba muy borrosa. No

podía conectar con la idea de que se tambaleaba en el borde de su

mente. No, algo andaba mal. No podía agarrarse a ello. Quería aferrarse

a ese detalle, el que bailaba alrededor de su cerebro, fuera de su

alcance. Morena. Chastity. No, eso no es correcto. Abrió los ojos y miró a

la mujer observándolo con atención, justo afuera de los barrotes. Justo

antes de que perdiera la conciencia, dijo:

—El cabello de Chastity… no es castaño. Jolie, qué es…

Capítulo 44 Traducido por Ana Lucia

Corregido por Pily

Las enfermeras entraban con regularidad a la habitación de

Carter para revisar las máquinas y tomar sus signos vitales. Ellas

ignoraban a Eden. Ella las ignoraba. Sin ventanas en la habitación, no

tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido. Cuánto tiempo había

estado al lado de Carter, o cuánto tiempo había pasado desde que

Carter abrió los ojos y la vio allí.

El sonido del celular de Jolie la sobresaltó. Eden abrió el teléfono,

con la clave oh-tan-creativa de Jolie. El identificador de llamadas decía

“Mitchell”, acompañado de una fotografía de su cara irritada mirándola.

Fácilmente imaginó su molestia cuando Jolie tomó la fotografía. La

había visto en persona incontables veces en su relativamente corta

relación. ¿Relación? ¿Podría ella realmente llamarlo así?

—¿Mitch? —Preguntó.

—Soy yo, Eden. —Jolie habló rápido, alertando a Eden.

—¿Qué pasa?

—Eden apresúrate. Tienes que regresar. Es Hyde. Él… Él… ¡Oh

Dios mío! ¡Él está afuera!

—¿Jolie?

El teléfono se apagó. Eden salió disparada de la silla, enviándola

de una patada tras ella. Con un rápido vistazo a Carter, se disculpó por

dejarlo y salió corriendo por la puerta. Tomó un taxi fuera del hospital,

gritándole la dirección al taxista y diciéndole que se diera prisa. Trató

de volver a llamar, pero nadie contestó. Oh Dios, ¿Qué estaba pasando?

¿Qué encontraría cuando llegara?

El teléfono que sostenía con fuerza en sus manos, sonó. Gracias a

Dios.

—¿Qué está pasando?

Una voz masculina que no reconoció, respondió:

—Iba a preguntarte lo mismo, Cabot.

—No, esta no es…

—¡Cállate! ¿Qué demonios le pasó al cuidador de Colfax?

—¿Cuidador? —Preguntó ella. ¿Qué diablos era un “cuidador” y

por qué ese hombre sabía su apellido?

—El chico, Carter Poole. ¿Qué sucedió? ¿Acaso el Hyde de Colfax

lo hizo o lo hiciste tú?

Era como si el taxi hubiese entrado en un túnel, el mundo

exterior desapareciendo de la percepción de Eden. Todo lo que quedó

era el teléfono en su oído y el hombre al otro lado de la línea. ¿Qué

debería decir?

Él la rescató de su indecisión.

—¿Dónde estás? ¿Por qué no me enviaste un informe tan pronto

como su cuidador estuvo de baja? Si se trata de algún tipo de mierda

pasiva-agresiva por los correos electrónicos, no es divertido.

Eden respiro profundo. Tenía que saber quién era este hombre y

cómo Jolie estaba involucrada con Carter y Chastity

—No he estado cerca de una computadora. —Trató de que su voz

sonara como Jolie: descarada, snob y maliciosa.

—Y por supuesto, ¿no pensaste en utilizar el Smart Phone que

tienes pegado a la cara para enviarme un correo, verdad? —Escupió él.

¿Cómo podía ella decir que había olvidado su contraseña? ¿Acaso

le creería eso?

—No he podido entrar en mi correo desde el teléfono. Olvidé mi

contraseña. —Cuando él no respondió, ella se mantuvo hablando,

hundiéndose más en la mentira—. Mi teléfono estaba en auto-llenado.

Dejé caer la maldita cosa y la batería se cayó.

—¿Estás bromeando, Cabot? ¿Cómo demonios olvidaste cuatro

jodidos dígitos?

—¿Qué puedo decirte? Ha sido un día largo.

—Está bien. Ya que me tienes en el teléfono, dime qué pasó.

Luego cuando tengas oportunidad, realmente apreciaría que escribas

un reporte. —Su voz salió disparando balas de sarcasmo, envueltas en

un tono de burla—. Pero como has tenido un día duro, no hay prisa.

—No puedo hablar ahora mismo. Estoy en un taxi. Pero, sí. El

chico —su voz se quebró—, está en el hospital. Inconsciente. No sé qué

pasó, pero estoy en camino de averiguarlo.

—¿Así que, no fue otro de tus pequeños errores?

—¿Mis pequeños errores? —Un espasmo se apoderó de los

músculos del cuello de Eden—. No.

—Bueno si fue el Hyde de ella, tenemos que traer a la chica hasta

que podamos conseguirle la dosis correcta. No podemos tenerla por ahí

matando gente, ¿verdad?

Eden no respondió. Su mente estaba tan abrumada que aquel

discurso era imposible

—Te dejaré eso a ti. —La risa del hombre era seca y sin humor—.

Quiero un reporte completo en mi bandeja de entrada veinte minutos

antes de ASAP33, así que será mejor que recuerdes la maldita

contraseña. ¿Entendiste?

La contraseña de Jolie.

—Mi contraseña de cuatro dígitos, entendido.

—Olvidaste tu contraseña. Qué mierda. Tú amas ser una espinilla

en mi trasero. Pero tu hora de jugar se está acabando. —Su voz tronó—.

Haz lo que se supone que tienes que hacer y hazlo bien. Última

oportunidad, Cabot. ¿Me escuchaste?

—Te escuché.

Después de que colgara, Eden comprobó el registro de las

llamadas. Habían solo tres números en el registro: el hombre con el que

acababa de hablar, Mitch y Carter. Oh Dios mío, Carter. Lágrimas

cayeron por sus mejillas.

La “medicina” que encontré no era cocaína, ¿verdad, Carter? Era

para mí. Tenías que dármela. Todo este tiempo ella había pensado…

Mientras el taxi desaceleraba, la atención de Eden volvió al

mundo real. Estaban deteniéndose en la acera de Mitch. Mitch. Jolie

estaba allí con él y él no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Esta

vez, incluso Eden sabía más de lo que él sabía, lo cual, no era mucho

decir. ¿Qué si Jolie ya le había hecho algo? ¿Qué si lo había convertido

en uno de sus pequeños errores?

33ASAP: Acrónimo para As Soon As Possible. En español, Tan pronto como sea posible.

Eden guardó el teléfono en su bolsillo y repitió la contraseña de

Jolie de nuevo. Más tarde, iba a ver si podía entrar en la cuenta del

correo electrónico, ahora tenía que enfocarse en alejar a Jolie de Mitch.

O Hyde. Esperaba no tener que lidiar con Hyde también. Por una vez,

Jolie podría estar diciendo la verdad y Hyde podría estar afuera. Tal vez

Jolie ya estaba muerta. Eden lanzó el dinero en el asiento delantero y

abrió la puerta antes de que el taxi se detuviera.

El conductor gritó:

—¿Quieres el cambio?

—¡Quédeselo!

La puerta se encontraba sin llave, así que no se detuvo,

tropezando por las escaleras, gritando el nombre de Mitch. La puerta

estaba cerrada. Ningún sonido salía del otro lado. Eden tomó una

respiración profunda y giró el pomo. Diablos, ella debió haber

conseguido una arma o algo. ¿Qué diablos estaba haciendo? Se

inteligente, Eden. Sus ojos se volvieron como dardos hacia el pasillo, vio

un florero en una mesa, las flores marchitas y flácidas saliendo de él. Se

arrancó el cabestrillo del brazo, ignorando el dolor en su hombro,

mientras tiraba las flores en el suelo. Salpicando agua marrón sobre la

alfombra y sobre sus pantalones, probó el peso del florero. Pesado. Pero

ella podía utilizarlo. Tal vez no sería tan bueno contra Hyde, ¿pero qué

lo sería?

Un grito salió desde el interior de la habitación. Jolie. Eden tenía

que moverse, tenía que tratar de ayudar. Necesitaba viva a Jolie. Así

podría sacarle información.

Acunó el florero en su mano y abrió la puerta. La primera cosa

que vio fue a Hyde, definitivamente era Hyde. Era más grande que

Mitch, rasgos duros, no tan refinados o tan hermosos. Sus músculos

abultados, su pecho agitado, su cara furiosa. Su gruñido hizo añicos

cualquier sentido de precaución que Eden hubiese sentido antes de

entrar en la habitación. Sus manos se apretaban contra los barrotes:

dos en cada palma.

Entró en la habitación, sus manos tiesas sosteniendo el florero,

los ojos barrieron el espacio. Parpadeé. Hyde aún seguía en la jaula.

Enojado como el infierno, pero definitivamente seguía en la jaula. El

cerrojo seguía cerrado. Sí, otra mentira. Jolie no sabía que Eden había

conversado con su jefe. Así que, ¿cuál era el plan de juego? Eden no

podía alejar a Mitch de Jolie, no podía dejarlo salir cuando era Hyde.

Ignoró los gruñidos provenientes de la jaula. Podría haber jurado

que el grito sonaba femenino. Pero Jolie no estaba allí… A menos que

estuviera… Estúpida. Detrás de la puerta.

Un segundo demasiado tarde, se volteó y vio algo moverse rápido,

moviéndose hacia su cabeza. Saltó hacia un lado. El bastón golpeó en

su hombro herido, enviando ondas de dolor hacia su mano y pecho.

—¡Maldita sea! ¡Quédate quieta! —Jolie cerró la puerta con el pie

y se paró frente a ella, deteniendo el escape de Eden.

—¿Qué estás haciendo? —Gritó Eden.

Los ojos de Jolie estaban salvajes, enloquecidos y enojados.

—Debería haber usado esto. —Ella observó lo que Jolie sostenía

en la mano que sostenía el bastón. Una jeringa.

Eden retrocedió, agarrando el florero con una mano, pero

insegura de que pudiera arriesgarse a acercarse lo suficiente para

utilizarlo.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Jolie sonrió.

—Estás sangrando. —Su tono sonaba como si estuviese

felicitando a Eden por lo que estaba usando.

Eden miró su hombro. Sip, estaba sangrando. Por el combate

mano a mano, con una sola mano sin entrenar. Vamos a tener un gran

comienzo.

—A Hyde le gusta la sangre, ¿verdad, cariño? Lo excita. Incluso lo

hace más malo. —Ella caminó despacio, moviendo sus caderas

mientras se acercaba a Eden. Como si tomase un paseo por el maldito

parque.

Eden retrocedió, manteniendo el espacio entre ellas,

preguntándose cuánto tiempo iba a tener hasta que golpeara la pared.

—¿Qué está mal contigo?

Jolie se estremeció, confundida y se detuvo.

—No hay nada malo conmigo. ¿Ustedes dos? Sí, hay todo tipo de

cosas malas con ustedes.

—¿Conmigo? —Eden negó con la cabeza—. No. Yo no fui la que

lastimó a Carter, ¿verdad? ¿O a los otros?

—No. A todo. Pero, no soy una asesina. Defensa propia no es

asesinato. —Jolie se veía tranquila. La hipocresía y la auto-virtud no

dejaban líneas en su rostro.

—¿Defensa propia? ¿Esto es defensa propia? —La adrenalina, el

miedo y la rabia llenaron sus venas, bombeando por un corazón que se

sentía como si fuera a arder.

Hyde golpeó los barrotes de su jaula.

—¡Déjame salir, perra!

¡Oh Dios mío! Voy a morir. Voy a morir ahora. Eden no podía

concentrarse. No podía pensar en una forma de salir de esto. No podía

frenar su respiración. Su corazón latía con fuerza. El sudor la haciendo

que el florero se deslizara.

—¿Por qué te auto-defiendes de la gente que muere, Jolie?

Ella parpadeó.

—Por él. Estoy haciendo esto por él. Así Mitchell no irá a la cárcel.

Shelly fue un accidente, Eden, realmente lo fue. Ella era mi amiga. —

Sus ojos suplicaron por comprensión—. No fue mi intención. Ella iba a

decirle a Mitchell lo que yo le hacía mientras era Hyde y él estaría tan

furioso conmigo. Demasiado furioso conmigo.

—¿Qué le estabas haciendo, Jolie?

—A él le gusta. Hace que se sienta bien. Nadie más puede hacerlo

sentir tan bien. —Su locura se estaba derramando por toda la

habitación—. Pero cuando Mitchell vio su cuerpo, se sintió tan culpable

que llamó a la policía. Entonces tuve que darle una coartada. Y luego

otra. Porque La Clínica no estaba haciendo nada para ayudar. —Ella

cambió de dirección y se dirigió hacia la jaula, burlándose de la bestia,

pero sin acercarse demasiado—. Sin embargo siento lo de Carter, Eden.

Realmente lo siento. Él era un buen chico.

Es. Él es un buen chico. No, eso no era del todo cierto.

—¿Durante cuánto tiempo él me ha estado drogando, Jolie?

Ella sacudió la cabeza hacia un lado.

—¿Cómo sabes eso? ¿Él te lo dijo? ¿Despertó?

Eden se le quedó mirando.

—¿Por qué lo hizo?

—¿Estás triste, Eden? —Se burló—. ¿Te haría sentir mejor si te

digo que tuve que obligarlo? —Sonrió—. Qué fastidio. Lástima que no

vaya a decírtelo.

Eden decidió allí que no importaba si ella sobrevivía o no a esto.

Iba a llevarse a Jolie con ella.

—Entonces, ¿cuál es el plan, Jolie? ¿Lo mismo que le hiciste a

Shelly? ¿Asesinarme y hacerle creer a Mitch que él lo hizo?

—No. Él y yo necesitamos un cierre. Pensé que sería más poético

si él hiciera el trabajo duro esta vez. Y realmente odio mentirle, ¿sabes?

—Ella inclinó el bastón contra la jaula y sacó la llave de su bolsillo—.

¿Quieres hacerle daño, verdad, grandote? —Le dijo a Hyde. Sus grandes

manos se apoderaron de los barrotes. Ella acarició su dedo,

manteniendo su cuerpo lejos de alcance—. Pero no a mí. Nop, tú y yo

nos entendemos.

Ella estaba más delirante de lo que Eden había imaginado, si

pensaba que la mirada en el rostro de Hyde era de comprensión. Él

estaba estudiando a Jolie, esperando su momento, esperando a que ella

abriera la jaula. Si hubiera tenido una cola, seguramente la estaría

moviendo.

Eden avanzó hacia la mujer, aterrorizada de su cercanía con Hyde

y alejándose también de la puerta. Jolie miró hacia atrás. Y Eden se

paralizó en su lugar. No necesitaba fingir terror, estaba grabado en todo

su rostro.

Quieta, Eden. Puedes hacerlo. No, tienes que hacer esto.

Su expresión parecía dar placer a Jolie. Esta sonrió y puso la

llave en la cerradura. Eden tenía poco tiempo. Corrió hacia Jolie,

alzando el florero sobre su cabeza, su hombro gritándole que se

detuviera.

Los ojos de Jolie se agrandaron. Se alejó de los barrotes, justo

cuando la mano de Hyde se deslizó hacia su garganta.

Los tacones de Jolie resbalaron por el piso, frenando la

persecución de Eden. Salió disparada y cayó, extendiéndose en el piso.

Eden alzó el florero más alto y lo estrelló hacia abajo, apuntando a la

cabeza de Jolie. Jolie rodó sobre su espalda, el florero estrellándose

cerca de su oreja. Se cubrió la cara de los fragmentos y pateó el pie de

Eden.

El peso de Eden se escapó de su dominio. Golpeó el suelo, los

pedazos de vidrio perforando sus piernas y espalda. Se rehusó a

detenerse ahora. Jolie trató de escabullirse. Eden la agarró de la pierna

y tiró.

Jolie se dio la vuelta con la jeringa entre los dedos. Eden la soltó y

se movió hacia atrás, deslizándose sobre los vidrios, sintiendo los

pinchazos en sus palmas.

—Hablé con tu jefe, Jolie. Él llamó.

Ella dejó de gatear.

—¿Tú qué?

—Pensó que eras tú.

Jolie negó con la cabeza.

—Eso es imposible. Él no llama. Él nunca llama.

La mirada en el rostro de Jolie le dio confianza a Eden.

—Bueno, lo hizo. Parecía bastante enojado de que no le hubieras

enviado un correo electrónico sobre que mi “cuidador” estaba fuera de

servicio.

Sus ojos estaban salvajes y asustados.

—¿Qué le dijiste?

Piensa Eden, piensa.

—Dijo algo como “el tiempo de jugar se ha terminado”. Debes

huir, Jolie. Ahora mismo. Él sabe de Carter y va a venir por ti. Ve y

escóndete.

Jolie comenzó a avanzar de nuevo, esta vez más despacio como si

su miedo y terquedad lucharan entre sí con cada movimiento.

—No puedo irme. Ellos me encontrarán. Sé que lo harán. —Jolie

extendió la jeringa haciendo una mueca de dolor y miedo—. No, puedo

explicárselos. Fue toda tu culpa. Tú asesinaste a Carter. Y Hyde te

asesinó.

Eden negó con su cabeza.

—Ellos lo sabrán. —Ignoró el dolor en la palma de sus manos y se

deslizó más lejos.

Los ojos de Jolie miraron por encima de Eden. Su rostro se volvió

una máscara de horror, como si estuviera viendo la aparición de su

propia muerte.

Eden escuchó un gruñido tras ella. Él estaba allí. Lo sentía. Hyde

estaba fuera de su jaula y estaba justo detrás de ella.

Capítulo 45 Traducido SOS por Ana Lucia

Corregido por Pily

Hyde. Eden lo sintió, aproximándose desde algún lugar detrás de

ella. Nadie se movió. Eden no se volvió, no huyó. Sabía lo suficiente

sobre animales salvajes para saber que correr solo los animaba. Si se

atrevía a moverse, estrangularía a Jolie. La mujer frente a Eden, la que

tenía una vista completa de la bestia, estaba aterrorizada, parpadeando

como una loca con la boca abierta unos centímetros. Hacia tan solo

unos minutos, ella había estado segura que él nunca se atrevería a

lastimarla porque ellos “se entendían”.

Un pensamiento extraño pasó rápido por la mente de Eden: Sería

mejor que no solo me mate a mí. Sino que la mate a ella, también.

Él siseó. Ninguna palabra. Solo un siseo.

Eden observó el plan de Jolie un segundo antes de que lo llevara

a cabo.

—No te muevas —articuló a Jolie. Su advertencia llegó demasiado

tarde.

Jolie se desenredó de su pie y corrió hacia la puerta, sus tacones

golpeando el vidrio.

Hyde se abalanzó súbitamente.

—¡No! —Gritó Eden.

Él voló hacia ella y abordó a Jolie justo cuando se volvió para

mirar, su rostro visualizando la muerte que se aproximaba. La golpeó

con fuerza, aplastándola bajo su masa. El grito de Jolie fue cortado por

su gruñido, cuando sus cuerpos se estrellaron contra el suelo.

Eden no quería mirar. Apartó la cabeza de los gritos de Jolie y

miró, a unos pocos metros de distancia, donde la jeringa de Jolie había

caído. Saltó y la agarró, sus pies resbalando en el vidrio y en su propia

sangre. Eden miró la jaula, sabía que estaría a salvo dentro de ella.

Podía esperar allí hasta que Hyde se hubiera ido y Mitch volviera. Y

Jolie estuviera muerta. Oh Dios, ¿Qué pensó que hacía?

Eden mantuvo su mano firme, colocando el pulgar sobre el

émbolo. Ignorando la risa gutural de Hyde y el horrible final de Jolie,

Eden se hundió en sus rodillas. Tenía un solo tiro. Una oportunidad de

perforar su piel y poner la droga en su cuerpo. Ninguna droga sería

suficiente. Tal vez moriría antes de que surtiera efecto. Si es que era

suficiente. Malditamente grande “si”, Eden. ¿En qué diablos estaba

pensando? Llamó a Chastity por fuerza, una especie de última súplica

para tener ayuda de un lado de ella que no conocía, pero que de algún

modo confiaba en que podía tener la fuerza para hacer lo que

necesitaba ser hecho.

Jolie estaba llorando, cubriendo su rostro con una mano y con la

otra golpeando a Hyde. Sus golpes no surtían efecto sobre él. Parecía un

gato jugando con un insecto, lanzándola de un lado a otro con fáciles

golpes—nada para él, todo para su víctima.

Eden acercó más sus rodillas, manteniendo sus movimientos tan

pequeños como fueran posibles. Mientras más pequeños fueran, menos

él la advertiría. Como si las suplicas de Jolie llenaran sus oídos y su

miedo lo mantuviera ocupado, hasta que Eden pudiera acercara lo

suficiente. Respiró profundamente, cerró sus ojos y se lanzó hacia

adelante, hacia su pierna. Tan pronto como sintió la aguja en su carne,

empujó el contenido del émbolo y se revolvió hacia atrás.

Esperando por el brazo que la golpearía y la lanzaría a través de

la habitación. El único que podría terminar con todo esto, al menos

para ella. No pudo mirar.

—¿Para qué hiciste eso? —El gruñido de Hyde era brusco,

apagado, no enojado, solo confundido—. No había terminado.

Eden miró a través de un ojo, sin querer ver su final acercándose.

Hyde seguía sentado sobre Jolie. Golpeó su rostro como si tratara

de despertarla en lugar de matarla. Pero no importaba, Jolie estaba

floja, sin vida. La jeringa aún colgaba en el muslo de Jolie, colgando a

un lado, rebotando ligeramente cada vez que Hyde sacudía el cuerpo

debajo de él.

—Oh Dios —gimió Eden.

Maldiciéndose por hacer un sonido, llamando la atención de Hyde

sobre ella, Eden corrió en la única dirección que podía, hacia la jaula.

Él estuvo sobre ella antes de que pudiera cruzar la puerta, sus uñas

hundiéndosele en la espalda, volteándola bajo él.

—¡Por favor, para!

Su risa fue gutural, grave.

—¿Por qué debería?

—Por… Mitch. Mitch no querría hacerme daño.

—¿Por qué me importaría una mierda lo que Mitch quiere? —Él

jugó con su cabello, atrapándolo entre sus dedos y tirándolo hasta que

ella gritó—. ¿Huh?

—¿Él te puso en la jaula, verdad? Pudo hablar con él, pedirle que

no te ate.

Hyde movió su cabeza a un lado, en una forma similar a la que

Mitch lo hacía. Era la primera similitud que Eden notaba entre ellos.

—Es más inteligente que eso. Él sabe lo que puedo hacer. —Movió

sus caderas hacia las de ella, frotándose contra su pelvis—. ¿Sabes lo

que puedo hacer?

Eden quería presionar su cuerpo a través del suelo de

madera bajo ella para escapar.

—Prefiero no saberlo. Gracias, sin embargo.

—Podría follarte hasta que sangres. O podría follarte

y luego hacerte sangrar.

Si hubiera podido respirar, habría jadeado. Pero al menos él

estaba hablando, no haciéndola pedazos.

—¿Esas son mis únicas opciones? —Susurró.

Él enganchó su labio inferior entre sus dientes y tiró tan duro que

las lágrimas aparecieron en los ojos de Eden, el sabor metálico de la

sangre llenó su boca. Pero no lloró. No gritó. ¡Sí! Date una palmada en

la espalda, Eden. Rápido, antes de que te mate.

—El hecho de que te esté dando una opción es un gran trato. A

ella no le di ninguna —dijo él, volteando su cabeza hacia el cuerpo de

Jolie.

—Así que debo agradecerte.

—Hazlo o no. Me importa una mierda. —Sus enormes hombros se

encogieron, levantando las manos y presionando más de su masa

contra su caja torácica—. Él no le importa tampoco, ya sabes, mi

pequeña zorra. A él también le importas una mierda. —Los labios de

Hyde estaban apretados.

Un hoyuelo débil apareció en su mejilla, atrayendo la atención de

Eden. Su corazón se agitó con una mínima esperanza.

—Di eso de nuevo —dijo.

Él metió una mano debajo de ella y apretó su trasero, sonriendo

cuando Eden gritó.

—Hablas demasiado.

—Cierto. —Ella arriesgó un asentimiento de cabeza—. Dime que

a él no le importo una mierda. Vamos, muchachote, dilo. —¿Por qué

haría él algo que tú quisieras que haga?—. ¿Sabes qué? No lo hagas. Eso

duele demasiado.

Su labio se levantó en un gruñido y luego se convirtió en una

sonrisa maliciosa.

—¿Te duele que te odie? Lo siento perra, pero lo hace.

El hoyuelo apareció otra vez. El tic de Mitch. Hyde estaba

mintiendo.

Ella levantó la cabeza hacia él y miró en los ojos del monstruo,

buscando por el color de Mitch o algo para reconocerlo.

—¿Estas allí, verdad? —Dijo ella, sin aliento.

Hyde gruñó y la empujó hacia atrás con una palmada áspera en

su frente, golpeando su cabeza en el suelo.

—Deja de hablar o te mataré y entonces te follaré.

—No, no lo harás. —Parpadeó las estrellas de sus ojos, rezando

para no perder la consciencia.

Se apartó de ella, frunciendo las cejas, los ojos mirando arriba y

abajo de su cuerpo, confundido.

—¿Crees que me conoces, estúpida? —Se paseó a su alrededor,

en círculos tan pequeños que ella tuvo que doblar sus piernas debajo de

sí y sentarse para evitar que las pisara.

—No. —No podía intentar escapar, solo logaría que la atacara de

nuevo. Pero midió la distancia hacia la jaula de todos modos, tratando

de averiguar cuánto tiempo necesitaría para cerrar y bloquear la

puerta—. Sin embargo, tú me conoces, ¿verdad?

La misma mirada de confusión, la inclinación de cabeza como la

de Mitch, el hoyuelo. Eden esperó que Mitch estuviera debajo de la

superficie de esa criatura, tirando a Hyde de regreso para evitar que la

lastimara, hasta que volviera a ser él mismo.

—Tal vez reconoces lo que tenemos en común —dijo ella.

Él dejó escapar un largo suspiro.

—Estoy aburrido de ti. Y él va a volver pronto, así que es ahora o

nunca.

—¿Podríamos quedarnos con nunca? ¿O tal vez la próxima

ocasión?

La agarró por la camiseta y la arrastró para pararla, como una

gata mamá con su joven cría, excepto que mucho más duro, malévolo y

con un gruñido en lugar de un ronroneo. Sus ropas ya estaban hechas

jirones. Solo bastaría un pequeño tirón de Hyde y serían arrancadas de

su cuerpo, dejándola expuesta, solo con su ropa interior y sujetador. El

sujetador fue la próxima cosa que fue arrancada de ella, con un tirón

rápido de Hyde.

Envolvió los brazos alrededor de su cuerpo, hasta que con una

mirada a sus ojos, comprendió que su humillación solo lo excitaba. Bajó

los brazos y se plantó delante de él, tan confiada como podía,

forzándose a tomar respiraciones profundas.

Él la hizo retroceder hasta que el metal frio de los barrotes hizo

surcos en su espalda. Sus dedos se le clavaron en la cintura mientras la

levantaba, colocándola contra él, sus piernas colgando a unos cuantos

pies sobre el suelo.

Ella se encogió por el dolor de su cadera, escuchando la

rasgadura de su ropa interior y sintió cómo caía la última barrera entre

ellos.

La sostuvo sin ningún esfuerzo, con solo una mano, mientras se

acomodaba para tomarla.

Eden volteó la cabeza y cerró los ojos, esperando lo inevitable. Las

lágrimas que no quería que él viera las exprimió contra sus parpados

cerrados.

—Sí, sé exactamente quién eres —dijo él, su voz quebradiza por la

anticipación.

—No, no lo sabes. —Yo ni siquiera sé quién soy, pero sé quién

quiero ser. Echando cerrojo a su caja de negación, de nuevo en este

momento, lo empujó, negándose a continuar siendo una víctima. Pateó

sus piernas fuera de su agarre y apretó sus muslos juntos, para que él

no pudiera entrar.

¿Por qué no se rendía? ¿Lo hacía más fácil para él? Ella sabía

quién no era. Ya no era una pequeña chica asustadiza. No, tenía que

luchar.

—¡Mitch! ¡Regresa! Regresa a mí. ¡Mitch, te necesito!

Él sonrió ante su infantilismo, presionando más su cuerpo contra

ella, capturándola en medio de sí mismo y la jaula.

—¡Déjame ir! ¡No sabes de lo que ella es capaz! ¡De lo que soy

capaz!

Agarró su mandíbula y presionó sus labios contra los de ella,

golpeando sus dientes dolorosamente.

Ella habló en su boca, maldiciéndolo, amenazándolo, luchando

contra él. Hasta que sintió sus abdominales tensarse severamente. Él

liberó su mandíbula, para sostenerse de los barrotes y mecerse contra

ella. Su gruñido fue largo y lento, como si hubiera tenido un orgasmo.

Demasiado asustada para estar disgustada, empujó contra su

pecho de nuevo. Menos cabello, más suave. Recorriendo sus manos en

sus hombros, encontró su fuerza y tamaño familiar, justo como ella

recordaba.

Su boca se suavizó en la suya, ya no empujando y codicioso, solo

desesperado y necesitado. La bajó al suelo, pero mantuvo sus labios.

—Eden —gimió él, entre la leve abertura de sus labios.

Mitch. Suspiró y se abrió para él. Secándose las lágrimas de las

mejillas de Mitch, mientras caían, absorbió su bondad hasta que la

policía llegó.

Capítulo 46 Traducido por BrenMaddox

Corregido por Pily

Mitch habría matado por conseguir una ducha. Pero tendría que

esperar. Los agentes de policía marchaban alrededor de su casa como

termitas, dirigidas por su rey —o reina, ¿no? Reina Landon. Sí, él amaría

si lo llamara así— después de que el 911 recibiera una desesperada

llamada de uno de los vecinos de Mitch sobre los violentos gritos que

venían de su hogar. Landon vagó por la casa, dejando a los otros

policías hacer su trabajo en la habitación de Hyde.

Mitch había ido abajo con Eden y los vio arreglar el daño que

Hyde y Jolie le habían infligido. Apenas había hablado con ella,

avergonzado de lo que había dejado que pasara. Todo ello. Cuando ya

no pudo soportar la forma en que ella lo miró, él subió las escaleras

para ver qué —si algo—habían descubierto los policías. No importaba

ahora. Nada importaba ahora. Si ellos apresaban su culo, solo sería una

celda de prisión diferente, así que a quién demonios le importaba ya.

Él metió la cabeza en la habitación de Hyde. El cuerpo de Jolie

estaba en una camilla siendo sacado de la habitación, envuelto en la

bolsa de un médico forense. No queriendo mirarla, preocuparse por su

engaño y su propia estupidez, mantuvo sus ojos en los dos policías que

permanecían dentro de la habitación.

—¿Tenemos un horario, caballeros? Necesito una siesta —Dijo.

—Esa es una buena jaula la que tienes ahí. —La voz de Landon

era cordial, tranquila, desagradable.

Incluso sabiendo aproximadamente dónde el detective estaba de

pie, Mitch se sorprendió cuando lo vio, a no más de dos metros de

distancia, recostado contra la pared. Y Mitch odiaba ser sorprendido.

También estaba demasiado cansado para reaccionar con más de un

momentáneo estremecimiento.

—Gracias por su amabilidad, Oficial.

—Fue mencionado en el informe de tu hermana, pero las

dimensiones eran erróneas… centímetros en lugar de pies. Sonaba más

como una jaula de pájaro de lo que realmente es. —Rodando los ojos,

Landon se apartó de la pared y se acercó a la jaula, caminando

alrededor del cristal roto—. ¿Para qué exactamente la utilizas, Turner?

—Es una cosa sexual. ¿Te mueves en ese camino, Nick?

—Lo he experimentado en la universidad, pero no es para mí. —

Dirigió una mueca sarcástica hacia Mitch.

Mitch no sabía si le gustaba ese tipo o lo odiaba. Probablemente

odio. Sí, definitivamente casi odio.

—¿Quién hace esto? ¿Reiner’s34? —Esperó hasta que Mitch

asintió—. Sí. Buena compañía. Buen servicio al cliente.

Maldita sea, eso lo sobresaltó de nuevo. Según la información de

Mitch, Reiner’s hacia solo una cosa: jaulas de animales. ¿Hacían jaulas

de prisión también?

—¿Las tienes en la estación?

Landon negó con la cabeza.

—No, son demasiado costosas como para el Estado pague por

ellas. Los seres humanos no las necesitan tan fuertes de todos modos.

34Reiner’s: Compañía de mobiliarios exclusivos con diseños únicos y extravagantes.

—Le dio una mirada puntiaguda a Mitch y luego continuó su recorrido

alrededor de la jaula, rozando su mano a lo largo de ella—. No sabía que

las hacían con el tubo de un centímetro y medio, sin embargo. ¿Eso es

nuevo?

Los ojos de Mitch se hincharon.

—¿Qué dijiste?

El detective llevó su mirada a los dos agentes de la policía y luego

caminó hacia Mitch. Se detuvo a unos cinco centímetros de su rostro y

le susurró:

—¿Crees que no sé lo que eres, Mitch?

Su cuerpo se tensó.

—No sabes nada de mí.

—¿No? Hmm... Vamos a tener que conversar. —Dio unos pasos

hacia atrás—. Tal vez en ese bar. ¿Heavenly? Tenías razón sobre los

Martinis. Deberíamos reunirnos allí en algún momento pronto.

Mitch asintió, sin saber lo mucho que el policía sabía en realidad,

pero con muchas ganas de averiguarlo.

—Señores —llamó Landon a los hombres—. ¿Estamos a punto de

terminar por esta noche? —Se volvió hacia Mitch y bajó la voz—. Tengo

una pista caliente en un caso que estoy trabajando. Fuera de horario.

—¿Qué caso? —Mitch estaba repentinamente caluroso, nervioso.

¿Qué está planeando este bastardo?

—Por supuesto, no necesitamos decirte que esta habitación está

fuera de límites por el momento, ¿verdad? —Dijo Landon con

indiferencia, mirando a los otros agentes de policía y luego agitando la

cabeza hacia la puerta.

Mitch lo siguió escaleras abajo. Eden estaba todavía en el sofá,

gasas y vendas envueltas en gran parte de su cuerpo.

El detective salió afuera, dejando que los otros policías lo

pasaran. Cuando todos se habían ido, él dijo:

—Oh, y si ves a Chastity de nuevo, dile hola por mí.

El estómago de Mitch cayó un pie más abajo. Chastity conocía a

este malparido…

—¿Cómo sabes de Chastity?

—Nos conocimos en un club. Me encanta esa chica. Ella sí que

sabe cómo pasar un buen rato, ¿no?

—Conoces a Chastity. —No seguro de por qué se estaba

repitiendo a sí mismo, pero de alguna manera la idea era tan surrealista

que pensó que si seguía diciéndola en voz alta, eventualmente sonaría

remotamente posible. Sí, eso no estaba funcionando.

Landon asintió.

—Por supuesto, no tenía ni idea de que ella iba a meterse en

tantos problemas o me habría pegado alrededor. ¿Sabes lo que quiero

decir?

Quería envolver las manos alrededor del cuello del policía y

sacudirlo hasta que su cerebro se vaciara por tocarla. Si él la tocaba...

—Has acabado con Chastity.

—¿Eso es una declaración o una pregunta?

—Declaración.

—Eso pensé. —El detective suspiró—. ¿Ahora qué sí sé quién es

ella? Sí, he terminado. No soy un maldito violador.

Me alegro de que eso esté claro.

—¿No sabías nada de ella... de sus asuntos hasta esta mañana?

—Correcto —dijo Landon con un asentimiento.

—Entonces, ¿por qué no has llegado aquí antes? —Le podría

haber preguntado, “¿Por qué no paraste a Hyde de casi violarla o

matarla?” pero no lo hizo. Era algo bueno también, o de lo contrario

podría haber arrojado al tipo contra la pared al mismo tiempo. Lo cuál

no sería inteligente. Él ya estaba en suficientes problemas como estaba.

Landon levantó las manos en el aire.

—No soy omnisciente. —Él pareció sorprendido por el volumen de

su voz y rápidamente se inclinó y le susurró—: Si lo hubiera sabido

quince minutos antes, nunca habría dejado a Eden dejar la estación.

—¿Qué…?

El policía levantó la mano para silenciar a Mitch.

—No quiero hablar aquí. Más tarde.

Mitch apretó los dientes.

—¿Y entonces podremos detener toda esta mierda vaga y hablar

directo?

Él sonrió.

—Esa mierda vaga me consiguió una placa de detective.

—Bueno, me dan ganas de sacártela a golpes.

—Entonces tal vez deberíamos reunirnos en otro lugar.

Mitch se detuvo.

—¿No me vas a arrestar?

—Oh no, Mitch. Tengo demasiadas cosas planeadas para ti.

Además, imagino que tus amigos te tendrían fuera de juego antes de

que hubiese terminado de escribir tu nombre en el papeleo. Así que, no

te preocupes, vamos a tener tiempo para esa paliza.

—El gimnasio. —Mitch tendría que encontrar una manera de

descubrir quiénes eran sus “amigos”. Pero, sí, probablemente podría

meterse una copa y una batalla con detective.

—Suena encantador. —El maldito policía realmente le guiñó un

ojo.

Pedazo de…

—Buenas noches, Eden. Cuídate —dijo, mirando por encima del

hombro de Mitch—. Y mantente en contacto. Con suerte te llamaré

pronto con buenas noticias.

Mitch se dio la vuelta para verla a un par de metros de distancia.

Su cuerpo instintivamente luchó por sí mismo, parte de él quería ir

hasta ella y otra quería alejarse tan rápido como sus pies se lo

permitieran. Dividido por la mitad.

Cuando ella vio su rostro, inclinó la cabeza, confusión asentada

en gran parte de su frente. ¿Qué veía? Ella se la sacudió fuera y le

sonrió a Landon.

—Gracias, Detective. Lo haré.

—¿Necesitas un aventón a algún sitio? —Él no se molestó en

ocultar la sugerencia de que Eden estaría más segura en otro lugar. De

hecho, Mitch estuvo de acuerdo.

Vio los ojos de ella lanzarse a los suyos, al suelo, al techo, a

Landon, tratando de decidirse sobre qué camino tomar. Mitch le dejó la

opción fácil.

—¿Por qué no vas a ver a Carter por un tiempo?

—¿Estás seguro? —Preguntó.

—Absolutamente. —Por mucho que odiara la idea de ella estando

a menos de diez metros de distancia del policía, le gustaba aún más la

idea de ella estando lejos de él. Era el momento de decir adiós, para el

beneficio de ambos.

Su asentimiento fue vacilante.

—Tengo mucho que decirle cuando se despierte. Entonces voy a

volver aquí, y podremos hablar. —Cuando sus ojos parpadearon ante la

palabra “hablar”, supo que no todo era sobre Carter. O Jolie, para el

caso.

—Voy a estar en mi auto —dijo Landon—. Lo que dije antes sigue

siendo válido, Turner, no te preocupes. Y estaré en contacto. Pronto. —

Le sonrió a Mitch sin sinceridad y se dirigió hacia su auto.

Eden cruzó la distancia entre ellos y apretó su cuerpo contra el

suyo, envolviendo los brazos a su alrededor, haciendo una mueca

ligeramente a medida que hacían contacto. Cuando se puso de puntillas

para darle un beso de despedida, él volvió la cara. Sus labios le rozaron

la comisura de la boca.

—¿Estás seguro que no necesitas que me quede? —Preguntó ella.

Él mantuvo las manos sobre los pocos lugares en sus brazos que

no estaban cubiertos con vendas, apartándola suavemente, pero ella no

pareció darse cuenta.

—¿Por qué iba a necesitar que te quedes?

—Porque estás enamorado de mí.

Ciervo. Mira las luces.35 Di algo. Di lo que sea. No tiene que ser

sarcástico. O incluso inteligente. ¡Solo di algo, maldita sea!

—No, no lo estoy.

—Sabes, Mitch. La cosa con los mentirosos es que siempre tienen

un tic delator. —Aunque sus ojos se veían cansados, heridos incluso,

ella le sonrió, sus labios carnosos jugando con una sonrisa.

Concéntrate en lo que está saliendo de su boca, no en la boca

misma.

—No tengo nada que decir. No estoy mintiendo.

—Sí, lo estás.

Él se quitó sus manos de encima.

—¿Cuál es mi tic? No tengo uno. Vio el leve rebote en los pasos de

ella cuando salió y bajó los escalones. Ella no puede irse así—. ¡Detente!

Al otro lado del camino de entrada, vio saltar a Landon en su

auto, con la mano en su arma. Por un momento, sus ojos se

encontraron. Entonces Landon rodó los ojos dramáticamente, se deslizó

hacia atrás en su asiento, estrelló la puerta y miró hacia abajo,

moviendo la cabeza.

35Hace referencia a que se queda petrificado como un ciervo cuando está cruzando la

carretera y se encuentra con un auto.

Eden se dio la vuelta lentamente, tratando de ocultar su sonrisa,

mirando a través de sus pestañas.

—¿Estás bromeando? Si te lo digo, es posible que dejes de hacerlo

y nunca sabré cuándo estás mintiendo.

Él levantó las manos en el aire.

—Sabes qué, bien. Tengo algunos sentimientos por ti. Algo como

amor, tal vez. —Se encogió de hombros—. No sé cómo llamarlos.

La burlona sonrisa de Eden se convirtió en una de dientes

enormes, véase-la-sonrisa-de-Pluto. Regresó a la parte de arriba.

Extendió la mano para detenerla. Esto iba a romper su corazón.

Pero mejor estar roto que atrapado.

—La cosa es, Eden. No puedo… no puedo estar contigo. —Su

pecho cayó ante la mirada de desconcierto en su rostro.

—¿Por qué no?

—Porque... —Para alguien que afirmaba ser bueno en deshacerse

de la gente, estaba haciendo un trabajo pobre pensando en alguna

palabra que usar—. Porque no puedo vivir así. Tú no puedes vivir así.

Ella buscó en su rostro, como si estuviera buscando algún indicio

de que estuviera bromeando.

—Podemos…

—¿Hacer que funcione? Claro. —Su gesto era exagerado—.

Vendrías a visitar a tu novio cada pocos días, quién, oh sí, vive en una

jaula. ¿Y podríamos encerrarnos el uno al otro y pasar nuestras noches

mirándonos con nostalgia a través de los barrotes de acero de nuestras

celdas a juego? Esa es una jodidamente gran idea, Eden.

Empujó las palabras a salir de su boca antes de que pudiera

pensar en una excusa para no decirlas.

—Ve a estar con Carter. Él, obviamente, te ama… casi murió por

ti, por el amor de la mierda. Ve a intentar hacer que eso funcione. Él

puede cuidar de ti.

Ella negó con la cabeza.

—Estuvo involucrado en todo esto. Solamente porque haya

tratado de confesar, si eso es lo que realmente estaba haciendo, no

quiere decir que hizo las cosas bien. —Su rostro se veía sonrojado, sus

ojos vidriosos—. Y no quiero que él me cuide. Quiero que nosotros nos

cuidemos el uno al otro.

Mucho más de oír esto lo tendría de rodillas, retractándose de

cada frase.

—No quiero pasar mi vida sin saber quién soy. No puedo confiar

en mí mismo para estar contigo.

—Pero Hyde no me lastimó.

Solo acaba con ello de una vez, imbécil.

—Sí, claro. Mírate a ti misma, Eden. Él pudo haberte matado. Yo

podría no haber sido capaz de detenerlo. —Mitch había estado allí. Vio

su rostro aterrorizado mientras ella lo llamaba para pedirle ayuda.

Entendía exactamente lo que Hyde había planeado hacerle. No sabía lo

que había hecho para detener al bastardo, o si alguna vez iba a ser

posible ganar. E incluso si pudiera...—. ¿Qué pasa con todos los

demás? ¿Crees que no hubiera matado a Jolie si no lo hubieras hecho

antes? —Él ignoró su estremecimiento, hizo caso omiso del hecho de

que le había recordado algo que era mejor olvidar—. ¿Crees que puedo

confiar en mí mismo para estar fuera de esa jaula sabiendo que eres la

única que está a salvo de él?

La determinación que había llegado a adorar de ella apareció en

su rostro, en su postura. Haciendo todo esto más difícil.

—Guau, Mitch. Nunca pensé que fueras un desertor.

—No estoy desertando, estoy reconociendo la verdad.

—¡Solo aprendiste cuál era la verdad hace un día y medio! —

Gritó—. Por supuesto que hay una manera. Siempre hay una manera.

Tenemos información. Sabemos que Carter y Jolie estaban haciendo

que nos trasformáramos.

—No, sabemos que estábamos siendo manipulados, pero eso no

es suficiente.

Después de que los policías habían aparecido, Eden le había

susurrado la información al oído, la caricia de sus labios ligeramente

distrayéndolo del conocimiento de lo que Jolie y Carter les habían

hecho. Quince años. Jolie lo había estado drogando durante los últimos

quince putos años. Probablemente en el maldito café que bebía cada

mañana. En la sopa que había traído. En el maldito refresco que

siempre le ofrecía cuando aún era un adolescente. Pero ni siquiera

había conocido a Jolie cuando Hyde comenzó a aparecer. No, había

demasiado que Mitch tenía que aprender antes de que se permitiera

vivir su llamada “vida normal” de nuevo.

—Hay mucho más para averiguar antes de que seamos libres —

dijo—. Si alguna vez somos libres.

La tranquilidad de su tono pareció enfurecerla aún más. Pero, por

suerte, mantuvo la distancia.

—Mitch, por favor. Tenemos una pista ahora. Una gran pista. Tal

vez una solución. No puedes rendirte.

—Lo acabo de hacer.

—No, eso es inaceptable. Eres mío, Mitch. Todo tú. Ambos son

míos. Si tengo que demostrártelo, entonces lo haré. No me voy a dar por

vencida con nosotros, incluso si tú lo haces. Podemos hacer nuestra

propia libertad.

Mitch sintió que su corazón se detuvo, volviendo al modo de

hibernación en respuesta al dolor que vio que le había causado a Eden.

Eso es jodidamente saludable. Pero ella lo superaría. Había una

posibilidad de que él también lo haría. Una pequeña oportunidad. Más

dolor para mantener a raya a la bestia, supongo.

—Voy a necesitar que me chequees hasta que encuentre otra

niñera —dijo—. Y hasta que consigamos establecerte en otro lugar,

dormirás aquí por si acaso. —Genial, así pueden volver a vivir este

momento todos los días. No podía mirarla más. Simplemente no podía

ver la súplica en sus ojos, los últimos restos de fe que le tenía fluyendo

lejos con sus lágrimas.

—Mitch, por favor, no…

Ignorando la desesperación barriendo a través de su cuerpo, él

cerró la puerta y apoyó la frente en la madera. Agonizado con cada

gimoteo viniendo desde de su umbral. Cuando ya no pudo escuchar sus

sollozos, imaginando que se había ido con el policía, se armó de valor y

volvió a su jaula.

Capítulo 47 Traducido por Nanami27

Corregido por Pily

Para el momento en que Eden tropezó con el sedán de Landon y

se dejó caer en el asiento, sus lágrimas se habían ido, dejando atrás

solo rastros salados en sus mejillas. Picaban, escocían. No levantó la

mano para rascarse, no tenía la fuerza para hacerlo.

—¿Qué fue eso? —Preguntó Landon.

Su cabeza se movió lentamente, un peso inútil en la parte

superior de su cuello.

—Tiene miedo.

—Él no parece ser de ese tipo. ¿Miedo de qué?

—De la vida. De quién es en realidad. —Incluso sus párpados le

pesaban.

—Cuán existencial de su parte.

Ella se encogió de hombros y se recostó en el asiento.

—Ha pasado los últimos quince años creyendo que estaba en

control de sí mismo. Entonces se entera de que podría no ser el caso.

Créeme, es una píldora difícil de tragar.

Landon agarró el volante de metal.

—Mencionas esto y te mataré.

Se volvió hacia él.

—¿Mencionar qué?

Metió la mano bajo su asiento y sacó un gran sobre de papel

manila.

—Esto —dijo él, entregándoselo.

El nombre de Landon estaba impreso en el exterior—sin sellos,

ninguna dirección. Había sido preparado. Por alguien que pasó un

tiempo en la estación. Por alguien cuya escritura reconoció en el

momento en que la vio. Carter.

Antes de que deshiciera la atadura que lo mantenía cerrado, se

detuvo.

—No me va a gustar esto, ¿verdad?

Él negó con la cabeza.

—Es de tu chico, Carter.

—Él no es mi chico. —Dentro del sobre había otro. Leyó el

mensaje de Carter y miró fijamente a su firma ordenada debajo, riendo

entre dientes oscuramente. Él siempre hacía las cosas bien, ¿no?

Sacó una mezcla de papel de copia y papel rayado que Carter

habría separado cuidadosamente de la portátil. Entregando los sobres a

Landon para que los sostuviera, se movió más allá de las letras tamaño

grande en la parte superior de la carta y hojeó las observaciones

escritas de sí misma, de Chastity. Horarios de dosis. A continuación,

señalando en relación a sus estados de ánimo, su actitud. Cosas

personales que no tenía derecho a juzgar, y mucho menos anotar.

—Lo maldita cosa realmente lo dice, “No lo abras a menos que

algo me pase" —dijo Landon, tocando el sobre con el dedo—. ¿En qué

demonios estaba pensando? Como si yo no fuera a abrirlo de inmediato.

¿Acaso no cree que alguna vez haya visto una película? Fue una

casualidad que volví a mi escritorio hoy y lo vi. Has visto mi escritorio.

Ella lo había hecho. Y se imaginó que el sobre podría haberse

quedado en ese lío por semanas. Podría haber sido entregado hace

semanas. ¿Quién sabía? ¿Hacía alguna diferencia? En realidad no. El

daño estaba hecho. A ella, por ella—lo que sea. Y ahora estaba sola.

—¿Qué es esto? —Preguntó, sosteniendo el sobre tamaño carta,

con miedo de abrirlo y encontrar algo peor.

—Es una confesión. La confesión de Carter.

Con una mano temblorosa, sacó la carta. La dejó después de leer

las primeras líneas. No estaba preparada para leer todo. Todavía no.

—¿Quién está haciendo esto? —Preguntó ella.

—No lo sé. Pero te aseguro que voy a averiguarlo. Eso —señaló a

la pila de papeles en su regazo—, ayudará. Espero.

Se quedó mirando las páginas—las notas de Carter, sus

justificaciones, sus disculpas. Podría ayudar, eso era cierto. Pero Carter

en sí estaba muerto para ella, en sentido figurado, sino literalmente. Su

engaño la había dejado vacía, hueca. Había creído en él, pensado que él

creía en ella. Incorrecto en ambos casos. Punzaba, una sacudida

eléctrica en su rostro de la que no podía liberarse. Tomando en cuenta

los brazos fuertes y musculosos que él había envuelto alrededor de ella

tantas veces.

¿Y Mitch? Mitch. Su vientre y pecho se contrajeron. Estaba

perdido para ella. ¿Para siempre? ¿Si no encontraba la verdad? Sí. ¿Si

la verdad no venía con una solución? Sí. Se quedaría detrás de sus

barrotes, encerrado lejos de ella de forma permanente. Volvería a

pensar que el mal dentro suyo era él. Y tal vez estaría en lo correcto.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, y sintió que se quedaba en

blanco, adormecida. Sus emociones cambiando a posición “apagada”.

Tomó la primera bocanada de su nueva vida.

—Tengo más información. La contraseña de Jolie, pero tendrá que

ser rápido. Antes de que cierren la cuenta —se oyó decir. Su voz sonó

hueca, como si estuviera viajando por un túnel largo desde su boca a su

oído—. Necesito tu ayuda, Landon. ¿Crees que quieras saber lo que está

pasando? No es la mitad de lo que yo sé.

Landon aceptó con un movimiento de cabeza.

—Necesito su teléfono celular.

Se inclinó delante de ella, abrió la guantera y sacó un teléfono.

—¿Te refieres a este?

—Ese es. —Ella vio cómo su único aliado, el policía, el extraño

sentado a su lado, ponía el teléfono en su mano extendida. Pero no

podía confiar en él. No hasta que se hubiera probado a sí mismo como

digno. No hasta que pudiera confiar en su propio juicio de nuevo. Pero

él tendría que servir por ahora. Ella tendría cuidado. Sería inteligente.

—Eden... —Él se le apartó y tragó.

—¿Qué?

—Tus ojos.

Tiró de la visera hacia abajo, y apuntó el pequeño espejo hacia su

rostro. Cuando vio a los ojos de Chastity mirándole en respuesta, el

pulso de Eden se hundió, su corazón se quedó quieto. Entonces

comenzó un nuevo ritmo. Cuatro golpes resonaron en sus oídos,

seguidos de un descanso. Algo estaba definitivamente roto. Pero no ella.

No, ella no estaba rota. Ella era poder. Frío, e innegable poder.

—¿Eres tú… o… o ella? —Preguntó él.

—Oh, sigo siendo yo. —Cerró la visera con un estrépito y echó un

último vistazo a la casa en frente. Una casa de servidumbre voluntaria.

No sintiendo nada, cerró los dedos alrededor del teléfono celular

de Jolie y dijo:

—Tenemos trabajo que hacer. Vamos a jodidamente largarnos de

aquí.

Un momento antes de que oyera el chirrido de los frenos detrás

del auto y el golpecito en la ventana, había sabido que algo estaba mal.

Pero todavía no había aprendido a confiar en sí misma. No del todo.

Eso tenía que cambiar. Mientras Landon maldijo y levantó las

manos en frente de él, Eden se volvió lentamente a la ventana y vio el

arma apuntando a su rostro. ¿Cuántos hombres podría derribar

Chastity antes de que le disparasen?

Epílogo Traducido por Nanami27

Corregido por Pily

Arriba, en la habitación de Hyde, Mitch oyó los golpes en su

puerta principal. Maldita sea. El sol ni siquiera estaba abajo todavía—

demasiado pronto para que Eden regresara. ¿Y qué iba a hacer con ella

de todos modos? Los imaginó mirándose el uno al otro, ambos a punto

de llorar, esperando ansiosamente para ver quién iría a dormir primero.

Quién se transformaría. Yupi, podrían turnarse. Él podía ver su siesta,

sus ojos no dejando su rostro, manteniendo sus sollozos en silencio

para no despertarla. Buenos jodidos momentos.

El golpe se hizo más fuerte.

—Jesús, te vas a romper la mano —murmuró mientras bajó para

dejarla entrar. Hyde fue sometido y lo había estado desde que Mitch

volvió a sí mismo. Pero no podía confiar en ello. No podía confiar en sí

mismo. Respiró hondo y abrió la puerta—. Te dije que no…

Landon estaba de pie con el ceño fruncido en la puerta, la cabeza

inclinada y la mano presionando su costado.

—¿No qué, Mitch?

Se alejó del policía, dejando la puerta abierta. Eso era lo más

cercano a una invitación que Landon recibiría.

—¿Qué quieres?

—Se la llevaron.

Él se dio la vuelta.

—¿Qué dijiste?

Landon bajó la mano y se volvió a un lado, haciendo una mueca.

La sangre goteaba hacia abajo desde el nacimiento de su cabello hasta

detrás de la oreja.

—Dije que se la llevaron. Deben haber estado esperando a que los

otros se dispersaran. Cuando estábamos a punto de arrancar de tu

entrada, ellos salieron de la nada y arrastraron nuestros culos fuera del

auto a punta de pistola.

Mitch sintió la ira apoderarse de él, llenar su cuerpo. Pero era

toda suya esta vez, Hyde no presionó en absoluto.

—¿Cómo permitiste que se la llevaran? —Quería moler a Landon

través de una pared de ladrillo.

—¡No les permití hacer esa mierda! Se la llevaron, Turner. Se

llevaron a nuestra chica.

Él gruñó:

—¿”Nuestra chica”? Nosotros no tenemos una chica. —Sus celos

florecieron al darse cuenta de que Eden podría pertenecer más al

detective que a él ahora. Podría pertenecerle a cualquiera ahora.

No, ella es mía. Siempre lo será. Respiró hondo, intentando

recuperar el control.

—¿Quiénes son ellos?

Landon dio un paso tambaleante hacia delante, parpadeando

rápidamente. Parecía que iba a caerse en cualquier momento, sin la

ayuda de Mitch. Mitch agarró al tipo y lo llevó a las escaleras,

acomodándolo.

El policía se llevó la mano a la cabeza y cerró los ojos.

—Ella luchó contra ellos. Ambos lo hicimos. Luego, cuando

busqué por mi arma, uno de los… —su voz se rompió— uno de esos

hijos de puta me golpeó por detrás. Cuando abrí los ojos, todos se

habían ido. —Landon seguía hablando entre dientes, pero Mitch no le

oía, su mente estrechándose en una palabra.

Ido. Ella se había ido. Lo que él había deseado y temido, pero no

así. Nunca, nunca, nunca de esta manera. Tenía que recuperarla. Iba a

recuperarla.

Y si la lastimaban…

Les haría pagar. Incluso si tenía que dejar salir a la bestia para

hacerlo.

Yekyll

“Cuando el mal te dice para de

luchar, ¿lo haces?”

Desde el momento que Eden

despierta, sabe que ya no está en

Kansas. Ni siquiera está en el

umbral de Mitch, el lugar favorito en

el que su lado oscuro la vuelca. No,

está en algún otro lugar lejano peor.

Y más lejos de estéril. A veces una

chica necesita adaptarse, ser

flexible, cambiar. Y eso es

exactamente lo que Eden hará, todo

el camino de regreso hasta Mitch. No

importa lo que tenga que hacer para

llegar ahí. Porque su vida depende

de ello.

Mitch ha perdido algo con lo que nunca había pensado que se

encontraría para empezar. Y “es mejor haber amado y perdido que

nunca haber amado para nada” es una mentira. Una persona mentirosa

las dice para hacer que el dolor se vaya. Pero el dolor no se va, no en

alguien como Mitch. Se supura. Crece. Hasta que ya no puede ser

contenido, incluso por las barras de una jaula.

Sobre La Autora

Lauren Stewart vive en el noreste de

California con dos de los más increíbles

niños que el mundo ha visto jamás. Lee

casi todos los géneros, naturalmente, su

escritura refleja eso. Con cada libro, cada

historia, encontrarás elementos de otros

géneros –fantasía, misterio, romance,

paranormal, suspense, YA, literatura de

mujeres, todo con un toque de humor ya

que lo que no nos mata debería hacernos

reír.

Traducido, Corregido y Diseñado