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EL MADRID TAURINO DE GOYA José Julio García

El Madrid taurino de Goya

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José Julio García

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AutorJosé Julio García SánchezMadrileño, madrileñista, Licenciado en Derecho y Periodismo, en 1953 publica su pri-mer artículo en la revista Torerías, posteriormente colabora en la redacción de CadenaRato, Televisión Española, Radio España de Madrid, Gabinete de Prensa de Presiden-cia del Gobierno, LLooss SSaabbiiooss ddeell TToorreeoo,, y cuando este libro esté publicado, ya seráEEssccaalleerraa ddeell ÉÉxxiittoo 103.

EdiciónLLooss SSaabbiiooss ddeell TToorreeoo

Diseño y MaquetaciónImagen Beta, S. L.Dayo 2000, S. L.MonoComp, S. A.

ImpresiónEdigrafos, S. A.Volta, 2. Polígono Industrial San Marcos28906 GETAFE (Madrid)

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad, ni parte de esta publicación puede reproducirse,registrarse o transmitirse por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni porningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia,escaneado o grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito del editor.

EL MADRID TAURINO DE GOYA

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© José Julio García Sánchez Rueza, 38 - 2.º C28011 MadridTel.: 91 479 66 15

Depósito legal: M. 49.692-2004

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JUSTIFICACIÓN DE TIRADA

De esta edición de EL MADRID TAURINO DE GOYA, se han impreso QUINIENTOS EJEMPLARES, sobre papel offset ahuesado edición de 90 gr.

450 Ejemplares nominados y numerados, para los «amigos de la cultura».25 Ejemplares numerados en números romanos del I al XXV, destinados al autor.15 Ejemplares numerados en números romanos del XXVI al XL, destinados al editor.10 Ejemplaresdestinados a Organismos Oficiales y a la Biblioteca Nacional marcados B. N.

EJEMPLAR NÚMERO ............

De don .....................................................................................

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A Laly, mi esposa, tan abundante en dulzura

y comprensión

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Índice

Prólogo................................................................................. 9Introducción......................................................................... 11El toreo en los comienzos del siglo XVIII............................ 13El toreo alcanza su mayoría de edad ................................. 19Primera plaza de toros en Madrid ...................................... 23Fernando VI sube al trono. Nace Francisco de Goya ....... 27La plaza de toros de la Puerta de Alcalá............................ 29El joven Goya llega a Madrid ............................................. 35Goya de nuevo en Madrid. El motín de Esquilache.......... 37Goya en la Real Fábrica de Tapices ................................... 43Toreros del siglo XVIII .......................................................... 49«Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo» ......................... 55Don Paco el de los toros ...................................................... 59Carlos III prohíbe las corridas de toros.............................. 63Carlos III engrandece Madrid ............................................. 65Coronación de Carlos IV ..................................................... 71El ambiente del Madrid dieciochesco ................................ 75Goya y Madrid ..................................................................... 81Textos y normas del toreo .................................................. 87Godoy favorito, Goya cae enfermo.................................... 101

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Toreros de finales del siglo XVIII ......................................... 105Plazas y ganaderías.............................................................. 111Una visión de la sociedad de finales del siglo XVIII........... 115Problemas políticos y sociales ............................................ 121Cambios políticos, usos y costumbres................................ 125Goya y «Los caprichos» ........................................................ 129El toreo al comienzo del siglo XIX ...................................... 131La muerte de «Pepe-Hillo» ................................................... 133Dos sucesos curiosos .......................................................... 139El teatro de Los Caños del Peral......................................... 141Boda real.............................................................................. 143Goya apenado por la muerte de la duquesa de Alba ....... 145Carlos IV suspende los festejos taurinos ............................ 149Fernando VII en el trono .................................................... 151El 2 de mayo........................................................................ 153José I, rey intruso. La fiesta sigue....................................... 161El conde de Cabarrús y su hija Teresa ............................... 167José I y sus amoríos ............................................................ 171Goya se queda viudo .......................................................... 175La situación invasora se complica ...................................... 179Fernando VII vuelve a Madrid............................................ 185Jerónimo José Cándido, Curro Guillén y otros espadas.... 187Se regulariza la celebración de corridas de toros.............. 199Goya y su tauromaquia ....................................................... 205El trienio liberal ................................................................... 211El rey se casa en terceras nupcias ...................................... 213Siguen los festejos taurinos, aunque con vicisitudes......... 217Goya dona la Quinta del Sordo a su nieto,

va a Francia y muere...................................................... 225El gran pintor benefició a Madrid....................................... 231

8 El Madrid Taurino de Goya

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Mi buen amigo, excelente aficionado y escritor, José Julio Gar-cía, me pide prologue su obra «El Madrid Taurino de Goya».Quisiera decir muchas cosas del mérito que tiene José Julio deescribir obras de asunto vario, entre las que están las de temataurino. La que referimos es además oportuna, pues nuestraquerida Fiesta Nacional, hoy en día, se la defiende poco.

En su obra de «El Madrid Taurino de Goya», se remonta a loscomienzos del siglo XVIII. Las primeras plazas de toros de Ma-drid, los toreros de la época, todos los cambios y costumbres deese siglo y comienzos del XIX.

Ciertamente es una obra importante que todo buen aficio-nado debería leer, y quien no lo sea también, por los retazos dehistoria y costumbrismo que se recogen en sus páginas. Qui-siera extender más, pero prefiero ser breve y conciso en estapresentación. Sólo pretendo reflejar con sinceras palabras elbuen concepto y consideración de la publicación, al recrearmeleyendo sus páginas.

Nuestra extensa bibliografía taurina se ve enriquecida conesta magnífica obra que pasará a engrosar la lista de los ejem-plares de obligada consulta.

La dedicación erudita y la cuidada prosa de este libro, sirvede ejemplo de lo que es capaz en sus trabajos José Julio.

Con mi admiración y afecto, MAURICIO ÁLVAREZ DE BOHORQUES.

Duque de Gor

Prólogo

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En la vida de Francisco de Goya y Lucientes, lo taurino repre-senta una viva y constante afición. Se sabe que de joven toreay mantiene, siempre, contacto y amistad con la torería de sutiempo. Es un asiduo a los festejos de toros en Madrid y otrasplazas, y se autodenomina o le llaman «Don Paco, el de los To-

Introducción

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La Plaza Mayor, de Madrid, en el siglo XVIII.

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ros». En sus pinturas y grabados refleja episodios, lances y suer-tes de la lidia que ha presenciado. El Madrid taurino de Goya,recoge esta faceta del genial pintor, incrustada en un ambientevario, multiforme y vivo, de personajes coetáneos de toda índole,desde la realeza a, nobles, intelectuales, artistas, cómicos, tore-ros, tonadilleras y el pueblo llano… Un mundo lleno de colo-rido, cortesano y popular, social, castizo, costumbrista, con vi-gencia de episodios históricos importantes. Un mundo, escenariode la vida de un siglo y comienzo de otro, con ambientes, ac-titudes y sucesos, que suponen un retazo de la historia de Ma-drid, de España, y un documento de la simbiosis fundamentalde la tauromaquia, el paso definitivo del auge y consolidacióndel toreo a pie, respecto al toreo a caballo. Más la nómina yefemérides de cuantos con su valor, arte y torería marcaron pau-tas y perfeccionaron la lidia y sus suertes, base del toreo actual.Toda una exposición del desarrollo y sucesos iniciales, dentrode la tauromaquia, del toreo a pie, y las realidades históricas ysociales paralelas, a través de la biografía de un pintor, españoly universal.

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España entreverada de luz y sueño, a través de su historia, contiempos de gloria y otros de añoranza o esperanza, alcanza elsiglo XVIII, y la Casa de Borbón ocupa el Trono, que había os-tentado la Casa de Austria. Al primer rey de la nueva dinastía,Felipe V, no le gusta la Fiesta de los Toros. Hace un esfuerzo ini-

El toreo en los comienzos del siglo XVIII

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cial, seguramente Felipe de Anjou tiene presente la recomen-dación de su abuelo, Luis XIV, sobre el deber de convertirse enun buen español, pero nunca logra vencer el rechazo que sin-tió al presenciar la primera lidia. Esta diversión tan distinta delas que ha visto en Versalles, en la corte del Rey Sol, vanas y frí-volas, por las que no experimentaba ninguna atracción, sola-mente las encontraba civilizadas. Los festejos de toros los en-cuentra violentos y le resultan insoportables, su desagradocambió la historia taurina. Hasta ese tiempo, la Fiesta de los To-ros ha sido un entretenimiento y ejercicio aristocrático, posibleresabio de los antiguos torneos, en los que lucían su valentía ydestreza los caballeros. Nadie ha olvidado que Carlos V alan-ceó un toro para celebrar el nacimiento de su hijo Felipe. Lapostura antitaurina del Rey condiciona a la nobleza que desde-ña el ejercicio del toreo a caballo, que practicaba tradicional-mente y da cumplida atención y lisonja a las nuevas costum-bres palaciegas. Al rehusar los nobles su participación activa enlas fiestas de toros, florece el toreo a pie, por impulso decididode las clases populares. Es un momento de transición en la his-toria de la tauromaquia, en la que el toreo a pie se naturaliza ygana auge. Se fijan sus propias normas y adquiere una fisono-mía peculiar que llevará al toreo moderno, después de un lar-go proceso de pugnas internas y confusión, que en el siglo XX,lo revolucionara Juan Belmonte, sentando cánones, dando au-tenticidad al parar, templar y mandar, regla de oro del toreo.Confirmó, el llamado «Pasmo de Triana», la verdadera forma yarte de lidiar toros iniciada por Pedro Romero.

Poco a poco en el conocido por «Siglo de las luces», co-mienzan a aparecer bandas irregulares de toreros, aventureros,unidos por el deseo de encontrar un sentido a la vida. Algunosson seres marginales, ladrones, borrachos, ex-presidiarios, quese juegan insensatamente la vida, como si no les quedara nadaque perder. No tienen ninguna experiencia profesional, ni co-nocimiento de la lidia, pero les sobra valor. Recorren pueblosy ciudades, se enfrentan a los toros y divierten a los espectadores.

Se crean lances de capa y se origina la suerte de picar convara larga, por algún tiempo de suma importancia, hasta que

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los peones auxiliadores de los varilargueros, comienzan a per-mitirse licencias que jamás hubiesen tenido con los caballerosen plaza.

La intervención de los toreros a pie, va adquiriendo mayorimportancia y gustando al público, aunque el prestigio seguíasiendo de los varilargueros, herederos de la tradición aristocrá-tica de alancear y rejonear a caballo. La vara de detener toda-vía es un recuerdo vivo de la lanza de los caballeros en plaza.Además, el varilarguero se diferencia porque tiene un caballo desu propiedad, signo de señorío. En ocasiones desdeña toda paga,conforme al secular desprecio de los hidalgos españoles por ta-les remuneraciones. De la nómina de estos varilargueros desta-can Antonio de las Infantas, Pedro Azcona, Melcón, Tomás Mel-garejo y el más famoso de todos José Daza, quién acrecienta suprestigio en las plazas, al escribir un tratado sobre el arte de pi-car con lanza o vara de detener, bajo el título: «Precisos mane-jos y progresos», condensados en dos tomos. «El más famosopeculiar del arte de la agricultura, que lo es el toreo, privativode los españoles».

Consecuentemente al eco popular del toreo a pie, se orde-na la lidia de los astados, cuestión que aún tardaría en llegar. En-tre los lidiadores más conocidos en esos primeros tiempos, la ma-

15El toreo en los comienzos del siglo XVIII

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yoría de La Rioja, Navarra y Aragón, auténticos adelantados delactual espectáculo, se conoce a los hermanos Martín y AntonioEbassun, apodados «Martincho», naturales de Ejea de los Caba-lleros, y la cuadrilla torera de Calahorra formada por Manuel,Juan, Emeterio, Gaspar y Pascual. Además de Argensorem Sol-chaga, que gozaba de gran prestigio, pues cobró quince do-blones (mil quinientas pesetas) por torear en Madrid, cuandolos mejores de su clase, no cobraban más que quince o veintepesos (setecientas cincuenta pesetas). El más célebre de esaépoca fue el famoso «Licenciado de Falces». En una «Carta apo-logética de las funciones de toros», aparecida en el siglo xviii,se relatan las suertes ejecutadas por Bernardo Falces, verdade-ro nombre, que oculta bajo el seudónimo con que alcanzó lafama, «hizo varias veces rendir al toro sin salir del recinto de unpequeño círculo marcado por él mismo en la arena, sin des-embozarse de la capa, salta por encima del cornúpeta ponien-do el pie derecho sobre el testuz, cuando humillaba para cor-near. Tendido sobre la arena coloca parches de pez o brea, casihasta cubrir al toro y realiza otras mil atrocidades de valor, queya no se hacían porque no hay quien sepa, o quien sea capazde hacerlas. Ese período originario del toreo a pie, se caracte-riza por su absoluta anarquía y las temeridades que se realizan.El hombre puesto ante el toro cuando se arranca, no tiene otra

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finalidad que librarse de la embestida, ejercitando sus facultadeso su habilidad. Correr al toro con rectitud, según la agilidad desus piernas, burlar la acometida del astado a cuerpo limpio, re-cortarlo con la capa, arrojar pequeños dardos previstos de ar-poncillos, clavar banderillas una a una, sin importar en que par-te de la anatomía de la res, dar lanzadas colocando una rodillaen tierra y por último acuchillar al toro con una espada, sin su-jeción a ninguna regla, utilizando la capa arrollada al brazo iz-quierdo como defensa, fueron suertes comunes, no sujetas amás orden que el capricho o arrojo de los lidiadores. Los pri-mitivos profesionales del toreo a pie, crean otros lances o au-dacias, producto de su fantasía, que parecen más espectáculo cir-cense, que taurino. Los saltos sobre el toro con la garrocha y elsalto del transcuerno han sobrevivido desde las primeras tau-romaquias, no así otras series de ejercicios arriesgados, que pa-recen del clásico lema circense «más difícil todavía», como rejo-near cabalgando sobre otro toro, aguantar la acometida con lospies juntos al tablero de una mesa sujetos con grillos de hierro,derribar al toro, asiéndolo de los cuernos y el rabo, y otros alar-des por el estilo. Los públicos se apasionan ante el anuncio delas nuevas hazañas y muestran su entusiasmo, cuando con va-lor extraordinario, los arriesgados lidiadores salen airosos de susincreíbles empeños. En el momento que estos lidiadores se im-ponen, con apogeo de los de Navarra, se abre para ellos laspuertas de la fama y la fortuna. En un cambio radical, la hege-monía del toreo se desplaza a Andalucía, donde se centra lamayor parte de lo concerniente a lo taurómaco. Después de esteperíodo del toreo a pie, que pudiéramos llamar anárquico, lle-ga otra etapa, caracterizada en su principio por el uso de la mu-leta y el empleo de la estocada, que se denomina toreo defen-sivo o arte de defenderse del toro, atendiendo a determinadasreglas toreras.

17El toreo en los comienzos del siglo XVIII

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Superados los balbuceosde los comienzos y laanarquía que predominapor falta de otras expe-riencias ante las reses, eltoreo avanza y gana enconocimiento para suejecutoria. El hecho deque el toreo andaluz secentralizase en el Mata-dero Municipal de Sevi-lla, posibilita la ocasiónde torear a las reses quetraían de la dehesa parasacrificar. Las llevan almatadero conducidas porgarrochistas, que se di-vierten corriendo, acosan-do y derribando vacasbravas, toros y novillos.En el camino o cañada,suelen aparecer aficio-

El toreo alcanza su mayoría de edad

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Salto de la garrocha.

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nados diestros en el manejo de la capa. Sevilla por sus inme-diaciones ganaderas y el ambiente taurino creado, se convierteen el centro de peregrinaje de cuantos intentan ser lidiadores.En el transcurso del siglo xviii, la afición a los toros se agigan-ta, surgen los barrios y las dinastías toreras. Hasta una clase so-cial, la clase torera, que nace del pueblo llano. Se habla y sediscute sobre la Fiesta de los Toros, con pasión, hasta entoncesdesconocida. Los diestros más famosos y sus escuelas respecti-vas son motivo de formación de bandas de exaltados panigeristasde unos y detractores de otros. Sevilla goza y es la primera ciu-dad con más afición taurina. La Real Maestranza de Caballeríafavorece la afición por el toreo a pie de las clases populares.En aquellos albores, los toreros más destacados que se conocen,son José Daza «El Extremeño», Potra de Talavera», Miguel Cane-lo, Francisco Benete, José Saavedra, Narváez, Moisés Calderón,José Huebo, Cosme Rodríguez, Pedro Chamorro y los hermanosJuan, Pedro, Manuel y Félix Palomo, acuñan un estilo alegre ymovido, que distingue ya al toreo de la escuela sevillana. Mien-tras en Ronda, nace una dinastía torera que también crea es-cuela. La encabeza el patriarca de la dinastía Francisco Rome-ro, de quien se dice es el primero que practicó la suerte dematar, utilizando espada y muleta. La saga continua con su hijoJuan y después con los nietos, Pedro, primer coloso del toreo,Antonio que muere de una cornada en la Plaza de Granada,José y Gaspar, muerto por un toro en Salamanca. En la vieja yromana ciudad de Ronda, es donde cabe el honor de contar en-

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tre sus naturales, a un hombre de dimensiones taurinas ex-traordinarias, un genio que se anticipa a su tiempo recogiendoexperiencias acumuladas y aprovechándolas en beneficio pro-pio, y a la vez, enseña al resto de la torería, que quiere apren-derlas y asimilarlas. Este es Pedro Romero, que con la finalidadde la lidia para la muerte del toro, dirige y ordena experienciade acuerdo con unas reglas que suponen una mayor dificultaden su ejecución, pero excluyen la idea de la sangrienta carniceríay transforma el espectáculo en emotivo, bello y gallardo. Gra-cias a Pedro Romero, la completa anarquía que existía en losruedos, ejecutando cada cual la habilidad que le caracterizabay creía dominar, queda sustituida por un orden riguroso, concada suerte encuadrada en su momento oportuno. El hecho detorear por torear, sin otra finalidad que burlar al toro en cadaarrancada queda borrado por el colosal rondeño, quien esta-blece que la lidia ha de ir dirigida exclusivamente a la prepara-ción del toro para la suerte de matar. La referencia de la llama-da suerte suprema, la explica Pedro Romero señalando que lamuleta, que es menos embarazosa de manejar con una solamano, facilita la ejecución de la estocada y permite marcar conmás facilidad la salida del toro. Es sabido que al abuelo de ladinastía, Francisco Romero, quien inventó la muleta, se le con-cede la primacía de haber brillado más que sus contemporáne-os y ser el primero que practicó la suerte de recibir. Puede con-siderarse que la familia de los Romero establece las bases de laescuela rondeña, de toreo asentado y dominador.

21El toreo alcanza su mayoría de edad

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En Madrid, con fines benéficos para mantenimiento de los hos-pitales, la Sala de Alcaldes solicita del rey Felipe V, que auspiciela construcción de un coso taurino de madera, en un paraje a lasafueras de la primitiva Puerta de Alcalá. La primera Puerta de Al-calá se construye para solemnizar la entrada de la reina Marga-rita, esposa de Felipe III, en 1599. Se hallaba a la altura de la ca-lle de Alcalá, donde comienzan actualmente las calles de AlfonsoXI, a mano derecha y de Muñoz Seca, a la izquierda. Abría el re-cinto de la Corte, entonces, más cercado que amurallado. Previoderribo de la primera Puerta de Alcalá, construida de ladrillo,con tres arcos centrales y dos laterales menores, se levantó laactual en sitio más adelantado, el año 1778, se debe a Sabatini.La pretendida plaza de toros de madera inaugurada el 22 de ju-lio de 1743, su estreno fue causa de un curioso expediente alconsiderar como propia la construcción la Sala de Alcaldes yanunciar la corrida sin dar aviso al corregidor, a quien corres-pondía presidir la fiesta, por razón de su cargo. Reclama el Con-cejo de la Villa y replican los alcaldes, alegando respectivamen-te su derecho. Responde el corregidor y pone fin a la discusiónel Consejo Real, resolviendo el asunto a favor del representantede la Villa. Hasta entonces, los madrileños se valían, para cele-brar festejos taurinos, además de la Plaza Mayor, de plazas im-provisadas en distintas zonas. Es conocido el caso de una corri-da anunciada en una plaza de madera y lona, armada en el

Primera plaza de toros en Madrid

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camino de Alcalá, hoy calle de Alcalá. Festejo organizado con elfin de socorrer con el beneficio económico a los pobres. Se sus-cita la inevitable competencia entre el Ayuntamiento y el Vica-rio eclesiástico, organizador del espectáculo, sobre quién habíade presidir la corrida. Transcurre el tiempo, el pleito no se re-suelve y los pobres se morían de hambre. Los representantes dela Iglesia deciden cambiar la ubicación al coso portátil, con ra-pidez acelerada, lo instalan en la plaza de Canillejas. Y el feste-jo lo preside el señor que ejercía jurisdicción en ese municipio.

La Real Academia de laHistoria tuvo su origen enla tertulia del abogado delos Reales Consejo, don Ju-lián Hermosilla, en 1735, yse creó con el nombre deAcademia Universal. Prontocambió por la denomina-ción de Academia Españo-la de la Historia. El 14 demayo de 1736, celebraba laprimera reunión en el localque el rey les cediera en laReal Casa de la Panaderíaen la Plaza Mayor. los pri-meros presidentes fuerondon Agustín Montiano, elconde de Torre Palma, Ca-pomanes y duque de Al-modóvar.

El origen de la Academiade Medicina se produce enla tertulia literaria médicaconstituida por vario profe-sores de Medicina, Cirugíay Farmacia que se reunie-ron en la biblioteca del far-macéutico don José Ortega,

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Primitiva Puerta de Alcalá y el Pósito de la Villa.

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cuya botica se encontraba en la calle de la Montera. Después seconoció por Academia Nacional de Medicina, bajo la presiden-cia del protomédico don José Corbí, y por Cédula Real del 13septiembre de 1734, Felipe V la denomina real Academia deMedicina. Los doctores Álvarez Alcalá, García Roel, Pérez de laFamosa, Sarabias Pardo, Rodríguez Abaytúa, Jado, el Conde deCartagena, Iglesias, Calvo Marín, Salcedo, Ginestral, MartínezMolina, Rubio y varios más hicieron importantes donacionespara estimular a los estudiantes y licenciados de esta Facultad.Médicos de gran renombre han pertenecido a esta institución.

La prensa

Independientemente de la Gaceta, que databa su aparición de1661, el periodismo en general, sin carácter político, corres-ponde ya al siglo XVIII. Las principales publicaciones son: Dia-rio histórico, político, católico y moral, de 1732, de apariciónmensual. Efemérides barométricas-médicas matritenses, perió-dico de carácter médico, creado en 1734. Diario de los literatosde España, de 1737, fundado por don Juan Martínez Salafrancay don Jerónimo Leopoldo Puig, para contrarrestar el influjo fran-cés.

25El Madrid Taurino de Goya

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En 1746, muere Felipe V y como presagio venturoso de la Ilus-tración, que supuso un período de paz y de reedificación delpaís, llega al Trono de España, Fernando VI. En ese mismo año,en Fuendetodos, pueblo zaragozano de brava tierra cereal, delpartido de Belchite, nace Francisco de Goya y Lucientes el 30de marzo. En plena adolescencia abandona ese trozo de la Es-

Fernando VI sube al trono.Nace Francisco de Goya

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Fernando VI y Bárbara de Braganza, por Van Loo.

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paña rural, próximo a Cariñena, frío en invierno y duro en todaestación, para educarse en Zaragoza. La «operación ilustrada»,se ha iniciado en los altos niveles sociales e intelectuales espa-ñoles, mientras en las zonas agropecuarias, aún viven sumergi-das en el más secular abandono. Por suerte, Goya sale de sulugar natal, en 1760, marcha a Zaragoza donde su padre, JoséGoya, ejerce el oficio de decorador. Tiene la formación habi-tual de los jóvenes pintores en España. El padre no regatea ensacrificios para que su hijo alcance la suficiente cultura para des-arrollar sus dotes artísticas. Vende la casa comprada en Zarago-za para pagar los estudios de su hijo de 14 años y gestiona elingreso en el taller de José Luzán y Martínez, de la capital maña,donde aprende las pautas de un clasicismo tardobarroco. Goyatemperamento lleno de vitalidad y juventud, se distingue por elalocamiento de acciones audaces y comprometidas. Alternati-vamente a su enseñanza artística, se aficiona a los toros, hastael extremo de formar parte de una cuadrilla juvenil de toreros,de las después conocidos por maletillas.

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Por orden de Fernando VI, se derriba el coso de madera, a ex-tramuros de la Puerta de Alcalá. Por cédula firmada por el mar-qués de la Ensenada, dirigida al marqués de Grafal, corregidorde Madrid, se dispone la edificación en el mismo lugar, a ex-pensas del monarca, una nueva plaza de toros de fábrica, se-

La plaza de toros de la Puerta de Alcalá

Muerte de Fernando VI y subida al trono de Carlos III

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Plaza de toros de la Puerta de Alcalá con Madrid al fondo.

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gún el proyecto y planos de los arquitectos Ventura Rodríguezy Rafael Moradillo, que después dona a la Junta de Hospitalespara ayuda y sostenimiento del Hospital General. La nueva pla-za cuenta con un aforo de doce mil localidades y las obras tie-nen un costo de ochenta y seis mil escudos (veintiuna mil pe-setas).

La corrida inaugural se celebra el 3 de julio de 1754, en la ca-becera del cartel figuran los lidiadores, José Leguregui «El Pam-plonés», Juan Esteller, de Sevilla y el madrileño, Antón Martínezque venía matando toros desde 1745. También participan en lafiesta, caballeros en plaza, que quebraron rejones, picadoresque utilizan el garrochón y banderilleros que practican la suer-te del parcheo y la lanzada a pie, sin que faltase un toro em-bolado.

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La primitiva plaza de la Puerta de Alcalá.

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Al ocupar el trono de España la dinastía borbónica en 1700,con Felipe V, al margen de lo político, llegan a España artistasfranceses que fueron los principales inductores en Madrid denuevas concepciones, transformando el gusto y la moda, hastaentonces imperante en España. Esta influencia se fue debilitan-do durante el reinado de Fernando VI, y se acentuó más el cam-bio con Carlos III, educado en Nápoles y admirador de lo ita-liano.

El 10 de agosto de 1759 muere Fernando VI. La sucesión deverifica sin dificultad, cumpliéndose lo previsto en el testa-mento del difunto Rey del 10 de diciembre de 1758, en el cualreconocía como heredero a su hermano el rey de Nápoles ydesignaba como regente durante su ausencia a la reina viudade Felipe V, Isabel de Farnesio (cuarta esposa del monarca, supadre).

El carácter del nuevo rey estaba sólidamente formado de ma-nera que no se advierte cambio alguno hasta su avanzada edad.Era robusto y gozaba de magnífica salud. De una fealdad sin-gular que reflejan los retratos de Goya y se adivina tras las másaduladoras imágenes de Mengs. De inteligencia mediana, testa-rudo y tenad en sus conceptos de la política y de la vida. Severoconsigo mismo y bondadoso e inteligente con los demás, conrecta conciencia y exacto cumplidor de sus deberes.

Carlos III haba sido coronado rey de las dos Sicilias con elnombre de Carlos VII en 1734, veinticuatro años después vinoa España para ocupar el trono cuando contaba 43 años. En re-alidad, cuando llegó ya hacía un año que regía los destinos deEspaña, pues su hermano Fernando, el verdadero rey pasó el úl-timo año de su vida desvariando entre los muros del castillo deVillaviciosa de Odón. En esta referencia extra oficial le asesoraronsu madre Isabel de Farnesio y el secretario de Estado, el irlan-dés Ricardo Wall.

Había casado en 1738 con María Amalia de Sajonia con laque tuvo trece hijos y murió al año de ser reina de España el27 de septiembre de 1760. Había constituido con Carlos III unmatrimonio ejemplar y el viudo guardó toda la vida, su memo-ria. Se negó a contraer nuevas nupcias.

31La plaza de toros de la Puerta de Alcalá…

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Su espiritualidad resulta curiosamente repartida entre una en-trega total a la ideología enciclopedista y regalista y una reli-giosidad nimia. Aunque su cultura era superficial, protegió a lasCiencias y a las Artes. Hizo venir a España a Tiépolo y a Mengs,reavivó la adormecida tradición pictórica española. Se levanta-ron magníficas construcciones de piedra y su perfecto sentidodel urbanismo dio a Madrid categoría metropolitana.

Su Corte fue monótona y aburrida desde el fallecimiento dela reina. Las jornadas durante el año las repartía entre los rea-les sitios: Madrid, Aranjuez, El Pardo, El Escorial y La Granja deSan Ildefonso.

El Marqués de la Ensenada (don Zenón de Somodevilla) aquien levantó su destierro, fue su gran ministro, que con donJosé Patiño había devuelto España a su rango de primera po-

tencia, tiempo después vol-vió a sufrir la amargura deun nuevo y definitivo des-tierro en Medina del Cam-po, donde falleció en 1781.

Aunque conservó en elGobierno a los ministros deFernando VI, Carlos III cre-yó que la reforma de «euro-peizar» a España solo podríahacerse con ministros no es-pañoles. El Marqués de Ta-nuci, su hombre de con-fianza en el gobierno deNápoles, Ricardo Wall, aquien encargó de la carterade Hacienda, y de hecho ladirección de la política realla llevó el siciliano don Le-opoldo de Gregorio, mar-qués de Esquilache, más elgenovés De Guiraldo fue-ron los ejecutores del plan

32 El Madrid Taurino de Goya

Carlos III, por Mengs.

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de reforma. Lo llevaron a cabo, pero les faltó lo esencial, co-nocimiento exacto del pueblo español. El concepto rígido deautoridad, fomentado por la adulación de los cenáculos inter-nacionales de filósofos hizo creer al rey que todo era posible.

El Rey y Esquilache fracasaron en su afán de civilizar al rudo,bronco y castizo pueblo español. Por decreto no se podía con-vertir a los manolos y chisperos madrileños en cortesanos deVersalles o de Viena.

Carlos III trató con solicitud a los artistas. Antonio RafaelMengs, bohemio es frío, de espíritu tudesco, culto, no pintabacon el corazón, pintaba con la inteligencia. Había residido en Ita-lia y coincidió en la corte de Nápoles con el que iba a ser Car-los III de España que le reclamó desde Madrid, a donde llegóen 1761, un año antesque Tiépolo. Ocupó car-gos importantes y prestóapoyo a los artistas es-pañoles. Teórico de lapintura, ejercía influen-cia sobre Goya, descu-briéndole las últimas co-rrientes europeas.

Carlos III creó los al-caldes en número de ochopara otros tantos barriosde Madrid, aumentadosdespués en dos más, ytambién existieron los al-caldes hijosdalgos, paraconocer de los pleitos dehidalguía y de los agra-vios hechos a los hijos-dalgos en sus exencio-nes y privilegios. Losalcaldes de cuartel, mástarde fueron conocidospor alcaldes de barrio.

33La plaza de toros de la Puerta de Alcalá…

Ventura Rodríguez.

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Respecto a los alcaldes y corregidores eran nombrados porel Rey con duración limitada y con deberes puramente admi-nistrativos y políticos. Terminaron limitadas sus atribuciones ala Administración y los cargos pasaron a ser de elección po-pular.

34 El Madrid Taurino de Goya

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Goya que ha permaneci-do seis años en el tallerzaragozano, por aqueltiempo, viajó a Fuende-todos y pintó parte delos interiores de la igle-sia.

Un comprometido en-redo juvenil de faldas leobliga a marchar a Ma-drid para librarse de te-meroso desenlace. Ade-más Madrid era la metadel joven Francisco deGoya. Ocasionalmentellega a la Corte, por pri-mera vez, a los diecisieteaños, el año 1763, y par-ticipa en los concursosartísticos promovidos porla Academia de NoblesArtes de San Fernando,

El joven Goya llega a Madrid

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Francisco de Goya.

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con sede, entonces, en la Plaza Mayor. El bisoño pintor fracasaen su empeño, pese a este revés, le llama la atención la ciudadCarpetovetónica, que se le va metiendo en su espíritu de artistay tiene ocasión de asistir a corridas de toros. En ese tiempo se cum-plen veinte años de la subida al trono de Carlos III.

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Tres años después, Goya vuelve a Madrid para concursar denuevo y fracasa otra vez. Esta segunda estancia en la Villa coin-cide con el Motín de Esquilache. El mandato de un bando de1760, ordenaba se usase sombrero armado de tres picos, pelu-quín o pelo propio, ren-dingol o capingot, perode ningún modo concapa, gorro, ni embozo.En los balcones y aloja-deros no se permitía po-ner celosías, ni las muje-res cubrirse sus rostroscon los mantos, disposi-ción que solo cumplíanlos funcionarios del Es-tado. El 10 de marzo de1766, el ministro, don Le-opoldo de Gregorio,marqués de Esquilache,decreta aplicar de mane-ra rigurosa esa ley a todoel vecindario, bajo casti-go de multa y cárcel. Elincumplimiento mencio-

Goya de nuevo en Madrid. El motín de Esquilache

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Llegada de la diligencia de Postas.

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nado respecto a la indumentaria popular del largo tamaño de lascapas y las descomunales alas de los sombreros, que ocultabaa la gente maleante y obligaba a cambiarla por el sombrero detres picos y la capa corta se desobedece. No se cumple la prag-mática, aunque beneficia a la seguridad urbana. Por aquel tiem-po, la salud de Madrid tiene su mejor reconfortante en el soplodel aire del Guadarrama, las calles adoquinadas con picudosguijarros, no se limpiaban más que cuando llovía torrencial-mente. En cerrada la noche, no hay otra luz que la proporcio-nada por la luna, los asesinos y ladrones son los dueños de laciudad, de suerte que aventurarse a salir por las calles despuésdel toque de oración, si no, se va escoltado por una patrulla deservidores, y aún así, puede ser peligroso, supone una osadía.Únicamente los retablos devotos ofrecen alguna luz. Hasta lasrondas de alguaciles y corchetes, única policía, tienen cuidado

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Una escena del motín.

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de no tropezarse con la gente del bronce. En consecuencia conla situación que se vive, el 23 de marzo de 1766, Domingo deRamos, se pasean dos embozados por la Plaza de Antón Mar-tín, al cruzar por delante de la puerta del Hospital de Inválidos,un soldado se les acerca y les pregunta la causa de no vestir dela forma ordenada, uno de ellos saca la espada y el otro hacesonar un silbato, e inmediatamente, de las calles adyacentesaparece una multitud de individuos que desarman al soldado ytumultuosamente marchan por la calle de Atocha hasta llegar alPalacio Real, a los gritos de «Viva el rey», «Muera Esquilache».una comisión de amotinados es recibida por el duque de Ar-cos, quien les promete que serán atendidos sus deseos. No con-tentos con la promesa, se dirigen al domicilio del ministro Es-quilache, en la Casa de las Siete Chimeneas, calle de las Infantas,esquina a la Plaza del Rey, saqueando y prendiendo fuego al mo-biliario que han lanzado por balcones y ventanas, tras desbor-dar a los criados y al reténde guardia Walona que cus-todia el edificio. Aún prosi-gue el motín, los días 24 y25, y los disturbios acabancon la salida de España deEsquilache, el destierro aMedina del Campo del mar-qués de la Ensenada, y laentrada como consejero delmonarca, del conde deAranda, que reúne a los cin-cuenta y nueve gremios delos diversos oficios de la Vi-lla y por la persuasión, lo-gra cuanto no ha podido Es-quilache contra la violencia.Más tarde, surge el rumor,con visos de verdad, quehan instigado el motín, elmarqués de la Ensenada, el

39Goya de nuevo en Madrid. El motín de Esquilache

Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache.

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abogado Lorenzo Hermoso y los jesuitas Miguel Gándara e Isi-dro López. El secreto duerme en la sombra. Goya sorprendidopor este episodio no se intimida y prolonga su estancia en Ma-drid. Trabaja en el taller de su paisano, amigo y futuro cuñado,Francisco Bayeu, pintor de Cámara del rey.

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El motín, asalto a la casa de Esquilache.

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Destaca en la ejecución de frescos con estilo propio. Deja Ma-drid por motivos de faldas y huye al sur con el fin de ir a Italia.No tenía dinero y hace el viaje con una cuadrilla de toreros y unelenco de Cómicos de la Legua actuando con ellos. Como pintoratraído por Italia, en particular Roma, logra embarcar y llegar alpuerto de Ostia. Allí lleva una vida azarosa, se dedica a la pintu-ra por cuenta propia sin colocarse en ningún taller. Con el caba-llete plantado en calles y plazas capta tipos humanos. Somete suscuadros a la consideración de los académicos romanos que leacusan de despreocupación y desacato por las rígidas leyes conque manifiestan las grandes obras del Renacimiento. Hay perso-nas de sensibilidad que saben apreciar sus dotes y reconocen suespíritu de rebeldía ante normas caducas. Vende cuadros para susustento y el embajador ruso cerca de los Estados Pontificios quelo era en aquellos tiempos, de la emperatriz Catalina, aprecia lasmuestras pictóricas de Goya y le propone viajar a San Petesbur-go. Goya no lo acepta, siente añoranza de España, de sus padres.Regresa en 1771, y llega a Zaragoza tras cinco años de ausencia.Su estancia en Roma le da prestigio y le facilita el encargo de pin-tar varios frescos del templo de El Pilar. Sigue manteniendo laamistad con Francisco Bayeu, su maestro en Madrid y el herma-no Ramón, que le abre muchas puertas.

Su carácter es ya más reposado, sin perder el brío y la fogo-sidad, pinta y pinta.

Goya viaja de Zaragoza a Madrid, se hospeda en la casa delos Bayeu. La hermana menor de los pintores le colma de aten-ciones y la amistad con Josefa Bayeu se convierte en amor y seconfirma el amor.

Se casan el 25 de julio de 1775 en la parroquia de San Mar-tín, que estaba en lo que es hoy Plaza de San Martín frente a lasDescalzas. Instala su domicilio en el número 9 de la calle del Re-loj, contiguo del cuñado que habita el número 7. Después se tras-lada a vivir a la casa propiedad de la marquesa de Campollano,en la Carrera de San Jerónimo, y más tarde a la calle de Valver-de. De este matrimonio nacerán veinte hijos, solo uno de ellos,Javier, logrará sobrevivir, entonces la mortalidad infantil ofrecíaun panorama sobrecogedor. Goya trabajaba con afán y se hace

41Goya de nuevo en Madrid. El motín de Esquilache

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notar por la calidad de sus obras etre los pintores de la Villa yCorte, reflejándose en buenos ingresos y su buen nivel de vida.Entre 1777 y 1780 obtiene por la renta de sus cuadros y graba-dos la cifra de 140.000 reales. Cantidad considerable con quepuede corresponder a su padre por cuanto hizo por su forma-ción, que se encontraba ya viejo y con necesidades.

En este tiempo acentúa la toma de contacto con la corte y conlos pintores y hombres de la Ilustración. La soñada revolucióndesde arriba, redentora del atraso del pueblo mediante el armapacífica, lenta, esforzada y pedagógica de enseñar para ilustrar.Goya, en este movimiento ilustrado, es agente promotor de larevolución estética de la que ha surgido todo el arte contem-poráneo. Se topa de bruces con el arte de su tiempo, el rococónacido en Francia, que se aparta del barroco español de los pin-tores de la época de Carlos II. Mientras aparecía ya un neocla-sicismo frío, comercial, academicista, que es realidad, en plenamadurez de Goya. Es el arte de su tiempo y de su generación,racionalista y desangelado que caracteriza la tendencia artísticadel Siglo de las Luces. Fórmulas distintas que no tienen incen-tivo, ni eficacia, ante su genio profundo de pintor. Nunca hu-biera podido, aunque quisiera creer en el rococó y aún menosen el neoclasicismo, su veta brava aragonesa y española se loimpedía. A Goya le sobra talento de pintor, autenticidad, raíz po-pular y castiza.

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La Real manufactura deTapices le encarga a Fran-cisco de Goya, por inter-cesión de su cuñado Fran-cisco Bayeu, realizar uncartón con destino a lostalleres de la misma.

Antonio Rafael Mengsde gran influencia en Pa-lacio, siempre se muestrainteresado por la obra deGoya, al que trata con de-ferencia. Goya desconocíala técnica del tapiz y rea-liza un lienzo en vez deun cartón. Introducido enla Real Fábrica, continúatrabajando. Al pintor lemolesta que la sección deartesanos no reproduzcancon la fidelidad que me-recían sus originales.

Goya en la Real Fábrica de Tapices

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Francisco Bayeu.

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Sobrevivía en los tapices la tradición francesa, a la que Goyase sustrajo, imponiendo su propio estilo, lleno de tradición po-pular española.

Los éxitos conseguidos, le llevan a pensar que ha llegado elmomento de solicitar la plaza de pintor de la Corte. En 1779. re-aliza los trámites y su solicitud es rechazada, en compensaciónle nombran académico de la Real de San Ildefonso, reconocien-do así sus componentes las innovaciones de su pintura original.

Su cuñado Francisco que dirige las obras de decoración deltemplo de El Pilar, le reclama de nuevo a Zaragoza para quepinte una serie de cúpulas. Entre ambos se suceden desave-nencias y altercados, por no estar Bayeu de acuerdo con el pro-yecto presentado por Goya, que había comenzado a pintar. Re-curren a las autoridades eclesiásticas, y estas apoyan a FranciscoBayeu, en quien tenían depositada su confianza. Esto provocala ruptura de las relaciones entre los dos cuñados, al negarse

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Carttón para tapiz de Francisco Bayeu.

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Goya a seguir las indicaciones de Bayeu. Abandona el proyec-to y antes de regresar a Madrid realiza, por encargo, algunaspinturas murales en iglesias y capillas de órdenes religiosas, en-tre estas las de la cartuja Aula Dei.

Ya en la Villa y Corte continúa su actividad artística y le en-cargan pintar San Francisco el Grande, la capilla plateresca deSan Bernardino de Siena, en lienzo de 7,80 por 3,65 metros quelleva por leyenda «Éste conoció la Justicia». Presenta a San Ber-nardino predicando ante Alfonso V, rey de Aragón, Sicilia y Ná-poles. El santo aparece rodeado de fieles con un crucifijo en lamano izquierda y bañado de celeste resplandor. El segundo delos personajes que están a la derecha, de medio perfil y con co-leta amarilla, es un autorretrato del pintor. Templo donde su cu-ñado Francisco está decorando el altar mayor. En este temploacentúa la amistad con el arquitecto madrileño, de Ciempozue-los, Ventura Rodríguez, que le había conocido cuando acudió aZaragoza llamado por su cuñado.

45Goya en la Real Fábrica de Tapices

Cartón de Goya para la Fábrica de Tapices.

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Las pinturas de Goya, del referido templo madrileño termi-nadas en 1784, muestran madurez y rigor frente a la correccióny el bien pintar de Francisco Bayeu. Ante la evidencia lo reco-noce el mismo cuñado. Enterado que su cuñado ha elogiado suobra, olvida enfados y deseoso de reconciliarse con él, acude ala casa de Bayeu y vuelve la unidad que caracterizó desde elprincipio a la familia. Poco tiempo después, en 1786, data elnotable retrato de Francisco Bayeu, que le realizó su cuñado, enprueba de buena armonía.

El caudal vital de Francisco de Goya se identifica con la Vi-lla y Corte en colaboración mutua. Observador y colorista, espueblo. Todo le es útil para llevar a los tapices, como los asun-tos populares madrileños. Es testimonio de la vida rica, desen-fadada del pueblo de Madrid, el que refleja en los sainetes donRamón de la Cruz y las famosas tonadilleras de la época. La ca-lidad y el carácter se elogia en la obra de Goya, por esto, con-quista a todos. En los cartones para tapices también pinta asun-tos taurinos, «La novillada», «La maja y los embozados», «Toros enla dehesa».

Francisco de Goya ve el camino del triunfo, preparado por sucuñado, Francisco Bayeu, bien situado en la Corte, que le abrelas puertas de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.

Ventura Rodríguez introduce a Goya en uno de los círculosmás reservados e interesantes de la principesca sociedad, la delinfante don Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, quedespués de abandonar la mitra de Toledo, se casa con una be-lla dama aragonesa, doña Teresa de Vallabriga y se retira a unatranquila paz familiar alejado de la Corte o semidesterrado unasveces en el Palacio de Arenas de San Pedro, y otras, en el deBoadilla del Monte, que había proyectado Ventura Rodríguez. Sualteza encarga a Goya cuadros y retratos. Entre estos destaca elde la condesa de Chinchón, que casaría con Manuel Godoy.

En aquel 1784, el ministro Florida Ibáñez le encarga su retrato,que vino a ser su primera obra maestra en el género.

En 1785, la Academia de San Fernando le nombra subdirec-tor y cubre la plaza vacante en la Real Fábrica de Tapices, conun sueldo fijo que se cifra en 1.500 reales anuales. Optaba a

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esta plaza Ramón Bayeu, pero su hermano Francisco actuó conmadurez y se la concedió a su cuñado al conseguir más méri-tos artísticos. Con este motivo desaparece totalmente el enojo en-tre los cuñados, al acudir Goya al domicilio de Francisco y se-llar la reconciliación. Goya en 1786, pinta un notable retrato deFrancisco Bayeu, muestra de la buena armonía familiar. Ade-más en este año es nombrado pintor de la Corte. Esto repre-senta un rango social que le obliga a amueblar su domicilio conarreglo a su nuevo estatus y a poseer una carroza de dos rue-das y su correspondiente lacayo, pues no puede llegar a Pala-cio en un coche de alquiler. Goya pasaba de estos convencio-nalismos, aunque transigió. Además por su desenvolvimientoen ambientes cortesanos, se vió obligado a aprender francés,idioma que la aristocracia gustaba hablar en España y en todoslos círculo de las monarquías europeas.

47Goya en la Real Fábrica de Tapices

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En los ruedos la torería apie desarrolla con ardo-roso deseo de mejorar,cada vez más, el nacien-te arte, prevaleciendo to-davía el valor sobre lahabilidad y la técnica. Sehabla de las temeridadesde Manuel Bellón «ElAfricano», mozo de ros-tro moreno, musculoso,fornido y de aventajadaestatura. Había hecho suaparición en el año 1760,en Sevilla, después delarga ausencia motivada,según relatos, por el des-enlace de unos amoresque terminaron trágica-mente. Adolescente aún,se enamora con ciegapasión de una hermosa

Toreros del siglo XVIII

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Torero goyesco.

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muchacha del sevillano barrio de San Bernardo, que si en unprincipio se muestra enamorada, no tarda en olvidar promesasy juramentos, rindiéndose a los requerimientos de otro hombre.El amante desdeñado, toma loca venganza, dando muerte al ri-val, y para no caer en manos de la Justicia, emigra al norte deÁfrica, donde se entrega a la caza de fieras, a las que vencía ydominaba con valor temerario y su fuerza hercúlea. Mitigada supena, regresa con dinero para vivir con holgura. No pensabaen dedicarse a la lidia de reses bravas, pero como buen sevillanosiente gran afición a los toros y por diversión toma parte en fies-tas taurinas, sorprendiendo por sus bregas prodigiosas. Decidededicarse al toreo como profesional y recibe la alternativa, dela forma que se otorga en este tiempo, alternando sin cesión detrastos, apadrinado por «Costillares». Tiene réplica de sus alardestemerarios en el guipuzcoano Martín Barcaiztegui «Martincho»,que en su adolescencia había sido pastor de ganado manso ybravo en la ganadería navarra de don Antonio Mendialdúa. Eldiestro «El Pamplonés» que ve cualidades, por cuanto es capaz

de hacer «Martincho» a lostoros, con valor temerario,le anima a que lo haga enlos ruedos. Pronto el neófi-to domina todas las suertesque eran usuales en el to-reo y hasta osa alardes au-daces y temerarios, entu-siasmando a los públicos.Sus hazañas, tan heróicas yportentosas, que de no estardebidamente verificadas, sereputarían como legenda-rias. Retirado de los ruedos,fallece en Deva, el 13 de fe-brero de 1800.

Competidor de «Martin-cho», aunque no consiguedesplazarle en el terreno del

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«Picador caído». Oleo de Antonio Carnicero.

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valor, José Cándido Expósito le supera en agilidad, adorno delos lances con gracia y distinción. A la hora de matar, practicabien la suerte de recibir. Su gran deseo de distinguirse siempre,cuando se presenta en Cádiz un torero limeño, anunciando quemataría los toros, citándolos y dándolos salida con la mano iz-quierda, sin más engaño que un sombrero ancho, como ac-tualmente se hace con la muleta, espera al desenlace de la ha-zaña. Al realizar el encuentro, el peruano clavaría un puñal enel sitio del descabello. El coso se abarrota de gente por la cu-riosidad de la rara novedad, pero el sudamericano resulta cogi-do al intentar consumar su alarde. Jerónimo José Cándido quedesde el tendido presencia la actuación, baja a la arena, coge elsombrero y el puñal, y ejecuta la suerte con limpieza. Tras el éxi-to repite, más veces, esa manera de finiquitar al astado, aunquese sale de lo ya establecido en las normas de la lidia. Tambiénpractica con buen resultado el salto del transcuerno, suerte queaprende de su maestro Lorenzo Martínez «Lorencillo». Inteligente

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Corrida de 18 toros, el día 10 de noviembre de 1777, en Madrid.

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y ágil en los recortes y quiebros, no lo es suficiente, para sal-varse de la cogida, que le ocasiona la muerte, el 23 de junio de1771, en la plaza del Puerto de Santa María. El sexto toro, de sa-lida acomete con furioso empuje al picador Juan Barranco, quiense agarra bien y coloca un eficaz puyazo, al entrar a hacer el qui-te, sacando al toro del caballo, resbala en un charco de sangre,el astado hace por él, le cornea con saña, y le causa la muerte,siendo el primer matador de toros víctima de su profesión.

A la vez, que el toreo a pie y sus cánones se van consoli-dando, aparecen nuevas figuras, junto a los toreros vigorososque hacen temeridades y alardes de valor. Los que llegan a losruedos, encauzan por vías más normales, cuanto se hace antelos cornúpetas, depurando y eliminando los rasgos de barbariey dando factura técnica y artística para evitar se desnaturalice.

El 11 de septiembre de 1777, se da un caso curioso en la pla-za de toros a extramuros de la Puerta de Alcalá. Se estrena la ga-

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Cartel de toros del siglo XVIII.

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nadería de don Antonio Enríquez, reses que pastan en Salaman-ca. Según nota del cartel anunciador del festejo, el propietario delos toros da gratis los bureles que tomen menos de seis varas ypercibirá quince mil reales por los que rebasen el número fijado…y ganó.

El 20 de octubre del mismo año, Juan Herrero y «El Fraile» sepresentan en el ruedo madrileño montados a caballo, atados am-bos por la espalda y así picaron en una mojiganga. El 30 del mis-mo mes, el indio Mariano Ceballos enmaroma un toro, lo montay jinete en la res, da la vuelta al ruedo repartiendo dulces.

Entre los que marcan el nuevo rumbo del toreo, que tantohan de influir en el buen hacer torero, es preciso mencionar aJoaquín Rodríguez «Costillares», que concreta ciertas máximas ysienta principios para el arte de lidiar toros. Como un predesti-nado, inicia la reforma necesaria para torear sujetándose a unasnormas preconcebidas, y no al denuedo de los diestros sola-mente. Hijo, nieto y sobri-no de toreros, de Juan yJuan Miguel Rodríguez res-pectivamente, desde niñoanda alrededor de los to-ros y su ambiente. Ayudaa su padre, dependientedel Matadero Municipal deSevilla. En contacto con elmatador de toros PedroPalomo, recibe leccionesde tauromaquia y prontorevela su propio estilo ycualidades, con decisión yvalor. Después de torearde banderillero en la cua-drilla de Palomo, a losveinte años de edad, leotorga la alternativa Ma-nuel Bellón «El Africano»,en la Plaza de Sevilla. In-

53Toreros del siglo XVIII

Juan Romero.

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venta el lance a la verónica y también se debe a él, matar al vo-lapié. Torero de estilo fino ejerce la profesión hasta el año 1790,que se retira obligado por un tumor que se le ha formado en lamano derecha. Había nacido en Sevilla, el año 1748 y muere el27 de enero de 1800, en Madrid, ocupando un puesto de privi-legio en la Historia del Toreo. En los ruedos, «Costillares» man-tuvo una fuerte competencia con los Romero y «Pepe-Hillo».

54 El Madrid Taurino de Goya

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La característica principaldel toreo de Pedro Ro-mero es la sobriedad.Desprecia cuantos lancesvan dirigidos exclusiva-mente al lucimiento delespada, no emplea másque aquellos de induda-ble eficacia para que eltoro llegue dominado ypreparado al trance final.Torea con reposo, a dife-rencia de otros diestrosen constante movimien-to, corriendo y saltandosin parar en torno al toro.La conjunción de esa so-briedad de procedimien-tos con la seriedad y elaplomo de la ejecución,dan lugar al nacimientode la escuela rondeña, a

«Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo»

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Joaquín Rodríguez «Costillares», por

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la que se opone inmediatamente la escuela sevillana, que enca-beza «Costillares y muy especialmente «Pepe-Hillo», torero alegrey dinámico que sostiene con Pedro Romero una de las grandescompetencias que registra la historia del toreo.

José Delgado, alias «Illo», «Pepe-Hillo» natural de Sevilla, don-de había nacido el 14 de marzo de 1754. Le ve torear «Costilla-res», famoso ya un tiempo, cuando este sostenía con ventaja,una pugna artística con Juan Romero padre de Pedro. Ante losfulgurantes éxitos desde sus comienzos de Pedro Romero, cree«Costillares» que ha encontrado en «Pepe-Hillo», el torero quebuscaba para rival en los ruedos del rondeño. Le protege y lle-va en su cuadrilla, primero de banderillero y después de medioespada, que es, en ese tiempo, el camino habitual para alcan-zar la alternativa de matador de toros. En un plazo corto, la famadel joven torero se extiende de Andalucía hasta Madrid. Ante el

cartel alcanzado por «Pepe-Hillo» y la coalición forma-da por los toreros sevilla-nos, Pedro Romero sesostiene por encima, siem-pre, gracias a sus colosalesdotes técnicas y artísticas ysu fuerte personalidad. Sonmuchos y muy expresivoslos datos relativos a esacompetencia, al parecerenconada por parte de«Illo». Uno de los hechosmás interesantes, que de-muestran hasta qué puntolleva su amor propio y suorgullo profesional, se ob-serva en la primera corri-da en que alternan juntos,el año 1778, en Cádiz.

La víspera de la corridava un barbero a la fonda a

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Pedro Romero, por Goya.

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afeitar a Pedro Romero, que resulta ser el mismo del diestro se-villano. En el transcurso de la charla con que adereza el servi-cio, dice a Romero, que «Pepe-Hillo» había mandado poner ve-las a las ánimas para que abriese el tiempo y dejara de llover,porque desea trabajar con «gente guapa». Pedro le responde,«cada una hará lo que pueda».

Se cumplen los deseos del sevillano en lo referente al tiempo.A la hora del comienzo del festejo un sol espléndido cae sobrela plaza, como el mejor aficionado. «Pepe-Hillo», ansía oscurecera su rival con sus propias armas. Emplea el menor número po-sible de pases y estoquea recibiendo. Después de tomar la es-pada y la muleta de manos de Romero, que le cede el primertoro, se va hacia el astado, le da uno, dos, tres pases de mu-leta y empleando un sombrero de castor de ala muy anchapara marcar la salida de la res, mata de una estocada y se des-borda el entusiasmo gene-ral. Cuando llega la hora dematar al segundo de la tar-de, lidiado por Pedro Ro-mero, éste arma la muletay paso a paso se acerca altoro que se fija y encam-pana, el diestro con abso-luta tranquilidad, arroja laflámula a la arena, se quitael sombrero, que corre lamisma suerte, después sedespoja de la cofia y trasconsiderarla un momento,como si fuese a emplearla,la tira igualmente. Por últi-mo aparece en su manouna de esas peinetas dedos dedos, que se utilizanpara sujetar la cofia, da dospasos más hacia el toro,que ante su proximidad se

57«Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo»

Pepe-Hillo, por Goya.

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arranca. El rondeño aguanta impasible la embestida y colocauna soberbia estocada en todo lo alto. Ante tanto acierto elgraderío enloquece de entusiasmo. Ya no tiene «Pepe-Hillo» elmismo éxito en el tercer toro, al pinchar repetidas veces. A lavista de este fracaso, el presidente de la corrida, llama a losdiestros y les prohíbe que continúen actuando sin muleta. Alo que contesta Pedro Romero: «Yo no me he metido con el se-ñor en nada, pues me ha buscado la boca, como V.S. ha vis-to, por eso he hecho lo que V.S. ha visto y así el señor, quequería liarse con la «gente guapa», ya lo ha conseguido».

Otro espada sevillano que destaca en aquel momento, Fran-cisco Garcés, nacido en el barrio de San Bernardo, el año 1761,ve alumbradas sus actuaciones por la notoriedad. En sus co-mienzos taurinos llama la atención y le protege, Jerónimo JoséCándido, el primero de los tres grandes toreros de Chiclana, hijode José Cándido, mortalmente corneado en el Puerto de SantaMaría y cuñado de los hermanos Romero, por haber contraídomatrimonio con una hermana de estos. Garcés abandona losruedos y muere el año 1800.

Sevilla crea toreros y Madrid se arroga merecidamente, la fa-cultad de consagrar prestigios. Es en la plaza matritense dondecon notorio escrúpulo se hace la selección, también es obliga-do considerar que la esencia del toreo emana de Ronda, con-ceptos que concretan el compendio de la magna historia del to-reo.

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En Madrid, es donde Francisco de Goya tiene más ocasión deasistir a las corridas de toros y dar cumplida satisfacción a suatávica y telúrica pasión taurina sentida desde temprana edad.Le gusta autollamarse «Don Paco, el de los toros», como escribeen una de las cartas que dirige a su amigo y biógrafo Martín Za-pater. La manera apasionada de sentir las Fiesta de los Toros,cada vez, que acude a una corrida, bien en Madrid u otro lugar,es muestra evidente. Afición que impulsa a su genio de pintorpara llevar al lienzo asuntos taurinos, o hacer retratos, inmorta-lizando a figuras de su tiempo. La práctica del toreo por Goya,fue una realidad en su juventud una carta que envía a un ami-go de Madrid, Leandro Fernández de Moratín, desde Burdeos,en 1827, un año antes del fallecimiento del pintor, comenta unaconversación, «le ha afirmado, que había toreado y manejado elestoque sin temor a ningún cornúpeta. Este testimonio certificaque toreó en varias ocasiones. Sus biógrafos ahondan más en laafición que sentía por los toros. En la revista «El Artista», de 1835,Corderera escribe referente al pintor de Fuendetodos: «Goya setransforma los días de corrida de toros, con su gran sombrero,su chupa, capa terciada y con su espada debajo del brazo, acom-pañado de su cuñado Francisco Bayeu, ambos con el mismo tra-je, mantenían amistad y conversaban con los toreros de masnombradía». Conversaciones que principalmente tenían por es-cenario el Patio de Caballos de la Plaza de la Puerta de Alcalá.

Don Paco el de los toros

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Goya sensitivo acierta a ver formas, apariencias, a distinguirsutiles sombras que revelan la belleza del toro de lidia, animalmusculoso, elástico, una tempestad de sangre empujada con ira.Los días de corrida se transforma en otro hombre y su fervor tau-rino encuentra fuerte expresión en su genio artístico con trazo

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Toreros de la época de Goya.

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electrizante que llevaría después a su serie «Tauromaquia» y antesen la pintura costumbrista y castiza de los cartones para tapices.En el titulado «Una novillada en Carabanchel», uno de los diestrosrepresentados, es el propio Goya.

Un tapiz de Ramón Bayeu, hermano de Francisco y de Josefa,que pertenece al Patrimonio Nacional, representa el exterior delcoso matritense. De su interior da cumplido detalle Goya enseis cuadritos sobre metal, titulados «Salida de las cuadrillas»,«Suerte de varas», «El matador», «Toreando de capa», «Toro lu-chando con perros» y «El arrastre». También recoge momentostaurinos de la Plaza de la Puerta de Alcalá en varias planchas dela tauromaquia, como la titulada, «La desgraciada muerte de«Pepe-Hillo» en la Plaza de Madrid».

61Don Paco el de los toros

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Enemigo de las corridas de toros, el conde de Aranda, ministrode Carlos III, en varias ocasiones aconseja al soberano, que lassuspenda. Apoyado por el duque de Alba, del que recaba co-laboración, consigue del Rey, que el 14 de noviembre de 1785,promulgue una pragmática sanción prohibiendo la Fiesta de los

Carlos III prohíbe las corridas de toros

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«Una corrida de toros en una aldea», Eugenio Lucas Velázquez.

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Toros en todos los pueblos del reino, a excepción de los quehabía concesión perpetua o temporal de festejos con destinopúblico de sus productos económico, útil, o piadoso. Los orga-nizadores de corridas las justificaron benéficas y de hecho la or-den no produjo efecto. El 14 de diciembre de 1788, tres años des-pués de tal suspensión, moría Carlos III. A la exaltación de CarlosIV se celebran corridas reales en su honor, y desde aquel mo-mento, queda anulada la prohibición.

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El pregón.

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Carlos III gran impulsordel urbanismo matritense,puso verdadero interéspara remediar de cuantoadolecía la Capital y tratóde engrandecerla. Parallevar a efecto este pro-pósito encuentra la cola-boración eficaz e inteli-gente de tres ilustrespersonajes, el conde deAranda (don Pedro PabloÁlvarez de Balez), (donPedro Rodríguez) condede Campomanes y condede Floridablanca (JoséMoñino) que con su ges-tión gobernadora, Madridse transforma y deja deser un lugar grande, sucioy destartalado. En 1775, seinaugura, la Puerta de San

Carlos III engrandece Madrid

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Don José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca, por Goya.

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Vicente, debida a los planos del arquitecto Sabatini, tres años des-pués, en 1778, nos lega la elegante y maravillosa Puerta de Al-calá.

De la riqueza monumental legada a Madrid por Carlos III, ycumplida dentro de su mandato por el corregidor o alcalde, JoséAntonio Armona, entre los años de 1777 y 1792, hay tres fuen-tes emblemáticas: La de Cibeles, diseñada por Ventura Rodrí-guez y cincelada la diosa por Francisco Gutiérrez en 1781 y losleones por Roberto Míchel. La de Neptuno, escultura de JuanPascual de Mena y la de Apolo, o de las Cuatro Estaciones, di-seño de Ventura Rodríguez y realizada por Manuel Álvarez dela Peña, y a su muerte, terminada por Alfonso Vergaz.

San Marcos

En la calle de San Leonardo el año 1753, Ventura Rodríguezconstruyó la iglesia de San Marcos, en cuyo templo está se-pultado. En la cúpula del edificio está representada la ba-talla de Almansa, sucedida el 25 abril de 1707.

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Fuente de Cibeles.

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Fábrica de Porcelana

En el recinto del Buen Retiro se instaló por decreto deCarlos III, en 1759, la Fábrica de Porcelana, que sería des-truida por los franceses en 1808, y restaurada en 1817,trasladada después a terrenos de la Moncloa.

Después de estas realizaciones, fue merecido el dicho:«El mejor alcalde, el Rey».

La Lotería

La Lotería Nacional se estableció en Madrid, por Real Or-den del 30 de septiembre de 1763. Fue el primer directordon José Peya y la sede del Servicio se residenció en la pla-zuela de San Ildefonso. El 10 de septiembre del mencio-nado año se celebró el primer sorteo, no estaba reglamen-tado en la forma actual. tenía dos cartones: ambro y terno.

67Carlos III engrandece Madrid

Puerta de Alcalá.

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La suerte del juego, con que ganaba el jugador por sa-lir premiados los números de una misma combinación en-tre los que elegía. En la lotería primitiva, sistema de car-tones, los números de una fila de un cartón, cuyasrespectivas bolas han salido antes de las correspondien-tes a los tres números restantes de la misma fila.

Terno: Suerte de tres números en los comienzos de lalotería, en la llamada de cartones.

El erario público en el primer año obtuvo un ingresode (575.000 pesetas) 2.300.000 reales.

La Junta de Cádiz, del 23 de noviembre de 1811, im-plantó la lotería dividiendo los billetes en cuartos, quedespués se convirtieron en décimos.

Alumbrado

Carlos III ordenó la insta-lación de faroles con can-dilejas de aceite para alum-brado de las calles. Serviciomal acogido por el vecin-dario de los llamados ba-rrios bajos. Los faroleros alcomenzar el encendido te-nían que ser custodiadospor rondas y rondines detropa, que tenían la misiónde evitar la rotura de di-chos faroles, acción fre-cuente tan pronto como sealejaba o desaparecía poruna esquina el piquete.

El 30 de marzo de 1765dispuso Carlos III una nue-va iluminación urbana ge-neral para los seis meses

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El Conde de Aranda.

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de otoño e invierno. El alumbrado todavía resultó mez-quino y pobre, pero a ninguna autoridad hasta entonces sele ocurrió instalar el gas que ya se venía usando en paí-ses europeos.

Cementerios

En su reinado José Bonaparte dispondría la creación delllamado Cementerio del Norte, en las afueras de la Puertade Fuencarral y otro del Sur, que hoy forma parte del deSan Lorenzo. Ya Carlos III quiso acabar con la costumbrede enterrar los cadáveres en las iglesias, y en 1787 ordenóla construcción de camposantos, cuyos proyectos corrie-ron a cargo de Juan de Villanueva y de Ventura Rodríguez,trabajo que quedó suspenso, porque muerto el monarca

69Carlos III engrandece Madrid

Puente de Toledo.

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su hijo heredero del tronono se preocupó de llevar acabo el proyecto.

El primer diccionario

Creada la Real AcademiaEspañola de la Lengua, alaño siguiente se comienzaa redactar el diccionario dela lengua castellana, obraque constaba de seis tomosen folio, publicada en 1739.El difícil de tan volumino-sa obra obligó a la doctacorporación a refundarla enun solo volumen que apa-reció en 1780. Entre una yotra edición se publicó laGramática y la Ortografía.

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Pedro Rodríguez, conde de Campomanes.

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En 1788, comienza el rei-nado de Carlos IV, enhomenaje a los nuevosmonarcas se organizanfestejos taurinos en laPlaza Mayor. El 22 deseptiembre de 1789, conel boato de auténticasfiestas reales, que se cre-ían ya abolidas, se lidiantreinta y cuatro toros, porla mañana doce y por latarde, veintidós. Como estradicional los reyes pre-sencian las corridas des-de los balcones de laCasa de la Panadería.Goya nombrado pintorde Cámara, el 25 de abrilde ese mismo año, seencarga de supervisar ladecoración de la Plaza.

Coronación de Carlos IV

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Carlos IV.

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Nada se deja al azar, la selección de ornamentos, el juego de co-lores, la perspectiva más armoniosa desde el Palco Real. La be-lla escenografía para un espectáculo grandioso. La gente delpueblo llano haciendo un esfuerzo han adquirido localidadespagando dos o cuatro reales, por las localidades más baratas. Losocupantes en mejores sitios lucen suntuosa vestimenta de ma-jos ante el asombro de los auténticos. En el festejo matinal hanactuado Antonio Romero, Francisco Herrera «Curro» y José de laTorre. En la corrida de la tarde participan los tres espadas de mascartel de ese momento, «Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo».

Desde temprano se había desbordado la expectación y lagente se apiña alrededor de la Plaza Mayor, en algunos corroscantan:

«Pepe-Hillo» y Romero ¡dale que dale, se disputan la fama con «Costillares»!

¡Anda, graciosa, que el valor se reparten Sevilla y Ronda!

«Pepe-Hillo» se mantiene al margen de la pugna que ha di-vidido a la afición taurina en dos bando, unos por «Costillares»y otros por Pedro Romero. Se dice que al sevillano le admirala masa entusiasta y los entendidos a Romero, del que gusta tan-to su toreo sereno y elegante. «Pepe-Hillo» enardece a todoscon su valor y su alegre hacer ante el toro, aunque no tengaigual hondura, como el toreo de «Costillares y del coloso deRonda. Pedro Romero antes de comenzar la corrida exige elsorteo de puestos, pues quiere lidiar y matar en primer lugar,aunque «Costillares» es más antiguo. Todavía no hay nada le-gislado, solamente el uso y costumbre. Mientras Joaquín Ro-dríguez alega su antigüedad, Pedro Romero pretexta su pres-tigio y triunfos en los ruedos, o sea su categoría. El presidentedel festejo se aviene al sorteo y la buena suerte acompaña al

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rondeño que se sale con la suya, de matar el primer toro. An-teriormente hubo que solucionar otro empecinamiento de Pe-dro Romero, que había pedido, que los toros a lidiar en la co-rrida real, fueran castellanos y no andaluces, como pretendían«Costillares» y «Pepe-Hillo».

La fiesta sigue y hubieron de torear más corridas y en distintoscosos, «Costillares» y Pedro Romero, con el dilema resuelto.

Carlos IV y sus ministros apoyan a Francisco de Goya y deresulta de esta deferencia han quedado para la posteridad cua-dros magistrales que representan al monarca y su familia, en losque marca los rasgos de expresión y carácter. A Carlos IV le re-trata con aspecto un poco cazurro, para expresar su escasa in-teligencia, tónica de la familia. Su hermano mayor, Felipe, fueexcluido de la sucesión al trono por haber nacido idiota. A laseñora María Luisa de Parma, prima del rey la retrató con anti-pático aspecto y pinta de plebeya barriobajera. La primera in-terpretación goyesca de la familia, en su pintura fue acogidacon frases elogiosas.

73Coronación de Carlos IV

Frescos de la cúpula de San Antonio de la Florida.

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La ermita de San Antonio de la Florida, edificada según pla-nos del arquitecto Francisco Fontana, se terminó en 1798. Losfrescos de Goya que decoran la cúpula, tienen relación con pre-dicaciones escénicas del santo. El fragmento que representa laresurrección de Martín resulta impresionante por el admirablecolorido de la composición, independientemente del impactoóptico de los rasgos expuestos del resucitado y los testigos conunos gestos asustados, y otros evidenciando fe y gozo. El restode personas también tienen efectos emocionales y dan la sen-sación impronta de estar en la barrera de una plaza de toros. Enla realización de estas pinturas empleó Goya cuatro meses y elcosto con honorarios se cifró en 6.385 reales.

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En el Madrid goyesco de duquesas y manolas, de nobles y ma-jos, de cortesanas y chisperos, de cómicos, tonadilleras y tore-ros, se galantea, se coquetea en los saraos de los palacios, y sedanza y baila en verbenas populares y en la pradera de San Isi-dro. En plazuelas y en corralas se baila el célebre baile del can-

El ambiente del Madrid dieciochesco

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Ambiente dieciochesco. «El paseo de las Delicias», por F. Bayeu.

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dil y se escuchan fandangos y tonadillas. De toros se habla, yse discute, con apasionado acaloramiento muchas veces, en col-mados, tabernas, bodegones, mesones, posadas y botillerías.Los colmados llegan a representar un elevado número. En elllamado de «Los Andaluces», en la calle de Carretas, uno de losmás caros, se suele comer por diez y hasta ochenta reales. Lasposadas y los mesones son los establecimientos frecuentadosobligatoriamente, porque a falta de fondas y hoteles, no hayotro cobijo para el noble y el plebeyo, el precio y el serviciomarca la diferencia de clientela y calidad. En algunas posadas,solo albergan trajineros, carreteros y labradores. Otras reúnenhuéspedes de más preclaro origen. Son conocidas, el Parador dela Reina, en la desaparecida calle de San Miguel, al iniciarse laconstrucción del primer tramo de la Gran Vía. El Mesón del Se-goviano, en la Cava Baja, Mesón de Castilla, en la calle angos-ta de San Bernardo, hoy calle de la Aduana. Además de los me-sones, de Medina, de la Cruz, Madrid, y el de «La Úrsula», en laPlaza de la Cebada. Ante la puerta del mesón Galdo, salen lasdiligencias para la Granja de San Ildefonso. Las posadas de «ElDragón» y de la Villa, en la Cava Baja, de la Merced, León de Oroy San Pedro. Y los mesones del Maragato, en la calle de Sego-via, Zaragoza, en la calle de Sevilla y Parador de la Higuera.También existen casas de huéspedes llamadas posadas secre-tas, que reciben clientes por el módico precio, de cinco cénti-mos. Los atienden mal y el huésped está expuesto al robo. En1788, se dispone que estos aposentos sean investigados y vigi-lados por los alcaldes de barrio. La mayoría de esas posadas sedenominan popularmente de la soga. En el aposento colectivo,pernoctan los hospedados sobre una colchoneta de paja y poralmohada una soga, donde apoyaban la cabeza. A una horatemprana, el dueño o dueña del local, soltaba la maroma y to-das las cabezas caían al unísono despertándose obligadamentelos eventuales usufructuarios.

Entre las fiestas populares se celebran la de los mayos, laSanta Cruz y Corpus Cristi más la romería de San Isidro en el en-torno de Lavapiés, en la Plaza del Alamillo, en la Pradera del San-to y otros, con asistencia de majos, majas, chisperos de Maravi-

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llas y del Barquillo y manolas. Se bailaba, cantaba, bebía y sedecían lindezas amorosas y otras picarescas, el pincel goyescorecogió estas holganzas populares. El requiebro o el piropo,madrigal de urgencia, solía tener respuesta aceptada o desdén,no eran fáciles las conquistas. Toreros y varilargueros con po-pularidad, por sus hazañas en el ruedo de la Puerta de Alcalá,se dejan caer por estas fiestas y reciben muestras de admiracióny afecto, más de una manola se prenda de la bizarría de la to-rería y se deja querer, la más rebelde y de más carácter, por tan-to, la más conocida, fue Pepa «La Naranjera», dura con todos,hasta que llegaba el tunante que la camelaba y se entregabacomo «una gatita mimosa» a una efímera aventura. Ambiente ale-gre, de Castoreños, redecillas, pañosas rojas y traje corto, moda dela época. Latido del Madrid goyesco, bajo el paso de los días, bu-llanguero y sonoro del almamadrileña saltando chis-pas, relampagueos de fra-ses, giros, costumbres, tiposy modos. Había sincerosafectos, la gente trataba depoder comer y divertirse.Los madrileños van a lostoros, como siempre, y seenardecen los ánimos enlos tendidos del coso, antelas faenas de sus diestrosfavoritos. El otro espectá-culo que goza del favor delpúblico, el Teatro, cuentacon tres coliseos que se re-parten el auge de atracciónde espectadores. El de Ca-ños del Peral, dedicado prin-cipalmente al género lírico,el Teatro de la Cruz, consus incondicionales llama-dos «polacos» por una cau-

77El ambiente de Madrid dieciochesco

María Antonia Fernández, «la Caramba».

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sa anecdótica, y el teatro del Príncipe, con los conocidos por«Chorizos», por otro motivo de la misma índole. El teatro es enel siglo XVIII, según el carácter que le imponen los monarcasCarlos III y Carlos IV. Durante el reinado de Carlos III, la tragediaes el género más en boga, Fajardo, Olavide, Jovellanos, Garcíade la Huerta, Rey, Valladares, Labiano, Moncans, Nifo, Rodrí-guez de Arellano, Trigueros Comella, escritores ilustrados, rin-den culto a esta clase de obras, cuando no es a la traducción delas estrenadas allende nuestras fronteras. La tonadilla también esmuy apreciada, y las zarzuelas con libreto de don Ramón de laCruz, y música de Bocherini, Pablo Esteve, Antonio Rosales, Fa-bián Pacheco y Rodríguez Hita. Parte de las producciones tea-trales sufren ataques del clero, que las califica de obras torpes,y lascivas a las comediantas por dar mal ejemplo con su rega-lada vida, proponiendo que se les declarase infames y sin de-recho a sacramentos por la Iglesia. No todo el brazo eclesiásti-co opina tan severamente, algunos priores solicitan permisopara la celebración del espectáculo, basándose, en hacerlo confines benéficos. La devoción de los cómicos en su mayoría estáreconocida, en 1762 han creado la hermandad del socorro delSantísimo Cristo de la Piedad y nuestra Señora de la Concep-ción, alojada en la capilla de Nuestra Señora de la Novena, quela declaran su Patrona, con culto en la Iglesia de San Sebastián,en la calle de Atocha esquina a la calle del Viento, hoy de SanSebastián.

Las comediantas y tonadilleras más conocidas, Petronila Xi-barra «La Portuguesa», Ana Jacoba Espinosa, María Teresa Palo-mino «La Pichona», María Ignacia Ibáñez, el amor trágico del es-critor y militar José Cadalso y Vázquez, Paca Martínez, MaríaNavas, Agustina Prado, Apolonia Rachel, María del Rosario Fer-nández «La Tirana», retratada por Goya, Rita Luna, María Ber-mejo, María Ladvenant, Antonia Prado y María Antonia Fernán-dez «La Caramba», que terminó en un convento, son las máscelebradas. Entre los actores destaca principalmente, el carta-genero, Isidoro Maíquez.

Uno de los autores más de moda en este tiempo, LeandroFernández de Moratín, en 1790, estrena en el Teatro del Prínci-

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pe, «El viejo y la niña», en 1792, en el mismo escenario, da a co-nocer «La Comedia Nueva».

En la vida española del siglo XVIII, el periódico, órgano decomunicación, comienza a alcanzar gran importancia por su par-ticipación y responsabilidad en los rumbos de la historia de lanación. La labor periodística es reflejo cotidiano, palpitante ypuntual de los acontecimientos con un abanico de espacios in-formativos. Cada publicación suele ser afín a una u otra ten-dencia política, en estos tiempos, cuando se vive el episodio dela Revolución Francesa, surge el periodismo político y la mati-zación de derechas e izquierdas. En Madrid y con sus pinceles,Goya denuncia la Inquisición y refleja el espectáculo de la Fies-ta de los Toros en la Plaza de la Puerta de Alcalá y en los pue-blos, la publicación de periódicos tiene buena acogida entre losciudadanos. En 1738, sefunda el Mercurio Históri-co y Político, que cambiade nombre en 1784, pa-sando a titularse, Mercuriode España. En 1758, ve laluz el Diario Noticioso, cu-rioso, erudito y comercial,público y económico, des-pués titulado Diario Oficialde Avisos, subsistiendo has-ta 1918. El Pensador, dedon José Clavijo Romea,comienza a editarse en1762. Caxón de Sastre, pu-blicación fundada en 1760y más tarde don José Cris-tóbal Romea edita El Escri-tor sin título, órgano de-fensor del teatro nacional.La Aduana Crítica, sema-nario, del que es respon-sable don José Miguel Flo-

79El ambiente de Madrid dieciochesco

El cómico Miguel Garrido,compañero de «la Caramba».

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res, se ofrece a la opinión pública. En 1784, sale Memorial Li-terario, Instructivo y Curioso de la Corte de Madrid, que des-aparece en 1808. Don Antonio Valladares edita en 1787, el Se-manario Erudito y en 1788, aparece el semanario Zumbas.

El Diario de Madrid, antigua Gaceta, hoy Boletín Oficial delEstado, se ocupa de la fiesta de los toros y se puede leer: «Ma-ñana jueves 22 del corriente, por particular privilegio del ReyNuestro Señor, que Dios guarde, para beneficio de los pobresenfermos de Hospitales Reales de esta Corte, se hará la terceracorrida de toros, en la plaza extramuros de Madrid, inmediataa la Puerta de Alcalá. El ganado constará de 18 cabezas, docede la célebre vacada de don José y don Miguel Gijón, vecinosde Villarrubia de los Ojos, de seis, siete y ocho años. Cinco deColmenar, de don Fernando González Segura y uno de Argote,de don Antonio María, con marca de una H, previniéndose queeste toro es el que no pudo traerse a la fiesta pasada por haberatropellado, diferentes veces a la gente de «a caballo» y de «apie», queriéndole obligar». A esta larga retahíla anunciadora seañadía: «Por la mañana picarán de vara larga seis toros, Cristó-bal Revisco y Miguel Ramírez. Por la tarde ejecutarán otros seisdon Antonio Gamero y don Juan Merchante. Y retirados, saldrávestido de golilla Pedro de la Cruz, alias «Mamón», a quebrar re-jones en dos toros, concluyendo la función los toreros de «apie», con la diversión de la Tinajilla y Dominguillos».

Los festejos taurinos, como se puede comprobar, ofrecían va-riadas facetas de alardes valerosos y de diversión. En los carte-les de la plaza de toros de Madrid, para el festejo del 18 de oc-tubre de 1790, anuncian que Francisco Herrera «Curro» pondráa caballo banderillas de fuego.

En el Diario de Madrid, de febrero del año 1799, Franciscode Goya anuncia la puesta en circulación de su serie «Los ca-prichos». La duquesa de Osuna, acude a casa del pintor en la ca-lle de los Reyes y adquiere por mil quinientos reales de vellón,los cuatro libros de «Los caprichos», grabados al aguafuerte, fir-mados de manera autógrafa directa por el maestro aragonés.

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La figura de Goya es tan grande, no solo del arte español, sinodel universal, que no se hace menester descubrir su personali-dad ni encarecer su importancia. Aunque nacido en Aragón,puede considerársele como un artista muy madrileño, ya queen la Villa y Corte desarrolla poderosamente su genio, desdeque empieza a pintar cartones para tapices a las órdenes deMengs, en la antigua fábrica de la Puerta de Santa Bárbara, has-ta que pinta la cúpula de San Antonio de la Florida o llena de

Goya y Madrid

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Panorámica del Madrid en la época de Goya.

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pinturas caprichosas las paredes de su casa, a la otra orilla delManzanares, en la ladera del cerro Bermejo, donde el llamadoactualmente barrio de Goya, no muy lejos de la ermita de SanIsidro, conocida por la «Quinta del Sordo». El ha dejado viva,veraz, a veces cruel, retratada una época. Desde la familia real,a tipos populares, majos, tonadilleras y toreros. También lossímbolos trágicos al óleo o en dibujos de pesadilla. Desde unpiso de la Puerta del Sol, esquina a la calle Arenal, ve las esce-nas del 2 de mayo, que inmortaliza en su cuadro «Carga de losmamelucos en la Puerta del Sol, 1808».

De los ochenta y dos años de su vida, cincuenta los pasaGoya en Madrid. Son las fecundas credenciales de su actividadartística, aquellos en que desarrolla su obra fundamental y cuan-do su formación técnica y estética alcanza sus más altas cotas.En Madrid, el siglo XVIII, la figura excepcional de Goya, es re-ceptor de los saberes anteriores y emisor permanente de señalesplenas de futuro. A través de su obra diseña y perfila lo que esel siglo XVIII, en sus acontecimientos, en sociedad, en sus noti-

cias, en sus hombres. Segúnsus biógrafos, se puede fi-jar su obra total, contandodibujos, grabados y pintu-ras, alrededor de dos milproducciones. Es sabido quepintó al óleo sobre lienzo,tabla, cobre y hojalata, alaguafuerte, litografía, mi-niaturas y dibujo. Todo elsiglo XVIII, en todas las es-feras sociales, en todas ac-tividades está encerrado enel mundo infinito del re-trato goyesco: Hombres,mujeres, niños, personajes,diplomáticos, médicos, pin-tores, financieros, arquitec-tos, actores y toreros.

82 El Madrid Taurino de Goya

Goyescos.

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La rotunda forma del templo de San Francisco el Grande,emergido en la silueta más expresiva de Madrid, la que se des-cubre desde el Manzanares hace a Goya sentirse obsesionado.En su delicioso cuadro «La pradera de San Isidro». San Francis-co El Grande es la eminencia urbana que ordena el paisaje. Enmuchos de los cartones para tapiz aparece al fondo la masa delreferido templo, a veces, tratada como pura abstracción geo-métrica. Por ejemplo, en «La cometa». Aunque la oportunidadmás importante que se le ofrece a Francisco de Goya, como co-laborador en una empresa arquitectónica, es la decoración alfresco de la ermita de San Antonio de la Florida.

Goya guarda una cierta coherencia vital con el espíritu delpueblo que procedía y por esa línea de tradición, se remonta alpincel de Velázquez. El rey le impone el rococó, él se agarra ala tradición barroca española. Le gusta lo popular, costumbris-ta, castizo y torero, de ahí su veta de pasión por la fiesta de lostoros. Al mismo tiempo, alterna con aristócratas y con los inte-lectuales. Se reúne con el clan de Manuel José Quintana, tam-bién acude a la tertulia de los adversarios de éste, en la Fondade San Sebastián, que se encuentra en la calle del Viento, esquinaa la Plaza del Ángel, de la que es iniciador don Nicolás Fer-nández de Moratín, que se regenta por el solo estatuto de con-versar únicamente de teatro, toros, versos y mujeres. Asiste JoséCadalso, Tomás Iriarte, Ignacio López de Ayala, Signori, autor deHistoria crítica de los teatros, Conti traductor al italiano de losversos de Juan Herrera, los Argensola y de Garcilaso de la Vega.

En 1785, Goya cuenta entre sus clientes al duque de Medi-naceli, mayordomo mayor de palacio. Otro buen cliente gana esemismo año, a doña María Josefa Alonso de Pimentel Téllez Gi-rón, condesa-duquesa de Benavente, casada con el duque deOsuna. Primerísima dama de la Corte, que rivaliza con la du-quesa de Alba, aunque alejada de lo popular y lo castizo, ex-cepto de la torería y las comediantas, se desenvuelve en am-bientes refinados y despóticos de la Ilustración. Tiene su tertulialiteraria en su palacio de la Cuesta de la Vega y también en elpalacete «El Capricho», de la Alameda, en el camino de Barajas.Lugar acogedor, con estanques, templetes, y grotescos, donde

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se dan las fiestas de más rumbo de la época. A su tertulia acu-den Nicolás Fernández de Moratín, don Ramón de la Cruz, To-más Iriarte, y demás de cuanto significa en la vida intelectualmadrileña, que en ese momento, vive de las corrientes filosófi-cas y estéticas procedentes de Francia.

Goya entre los cuadros y retratos que hace por encargo paralos duques de Osuna, en 1785, les entrega el titulado «Un apar-tado de toros». El hecho taurino gusta a nobles y plebeyos, comose ve en las preferencias generales. En «El Capricho» se celebrancarreras de caballos, las primeras de Madrid, de las que se tie-ne noticia, festejos taurinos, representaciones de teatro, ópera decámara, zarzuela de cámara y tonadillas.

Por estos tiempos Goya fi-gura en las reuniónes de so-ciedad y saraos que ofrecenlas condesas de Montijo, Car-pio, marquesa de Santa Cruz,y duquesa de Vistahermosa,propietaria con su esposo deuna de las ganaderías de re-ses bravas base de la castade otras vacadas formadasposteriormente. Junto a laduquesa de Benavente, quienprincipalmente se mueve en-tre la aristocracia es María Te-resa Cayetana de Silva Álva-rez de Toledo, duquesa deAlba, verdaderas madrinas delos más ilustres ingenios desu época, entre los que sepueden contar las tres figurasmáximas del toreo, «Costilla-res», Pedro Romero y «Pepe-Hillo». La duquesa de Albatiene en el alma un arraigadotrapío de maja de rumbo, ex-

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Calesero.

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tiende sus aficiones más allá del academicismo tan en boga, enel Siglo de las Luces, y gusta de codearse con los más repre-sentativos ídolos del pueblo, cómicos, tonadilleras y toreros.Además de decidida protectora de Francisco de Goya y del sai-netero don Ramón de la Cruz.

En la rivalidad entre los asiduos al teatro del Príncipe y losdel teatro de la Cruz, la de Alba capitonea el bando de los «po-lacos», del coliseo de la Cruz, mientras que la de Osuna, se poneal frente de los «Chorizos» adiptos al teatro del Príncipe. Parti-das que defienden y aplauden, unos a la notable comediantaMaría del Rosario Fernández «La Tirana» y los otros a la desta-cada artista Pepa Figueras. En su rivalidad en todo y por todo,la duquesa de Alba gana en popularidad, bizarría y donaire a lade Osuna.

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Textos que recogen reglas del toreo, aparecen varios en el sigloXVIII, aparte del ya citado de José Daza, uno de los más famososeditado en 1788, existen otros anteriores Cartilla de las Reglasdel Arte de Torear, de Nicolás Rodrigo Noveli, de 1726, por esetiempo, Diego Torres de Villarroel da a conocer, Reglas para To-rear y Arte de Todas Suertes. En 1738, publica Juan Francisco Mel-cón, La Malicia confundida y Verdad Triunfante, que tiene untítulo confuso con materias religiosas, pero de asunto taurino.

Además se edita Reglas de Torear a Caballo, de José Fer-nández de Córdoba y Arte de Rejonear a Caballo, de Marcelo Ta-marit, de Carmona. En la biblioteca del duque de Osuna se guar-da una Cartilla sobre el toreo de autor anónimo.La Tauromaquia o Arte de Torear del que es autor el espa-

da «Pepe-Hillo», aparece en 1796. En realidad la escribe don Joséde la Tixera, pues el torero solo sabe firmar. El escritor recogeconceptos y experiencias de gran utilidad para la torería con re-lación correcta y apropiada para el tema.

Nicolás Fernández de Moratín pone su inspiración lírica paracantar a la Fiesta de los Toros, con su célebre:

MADRID, castillo famoso, que al rey moro alivia el miedo, arde en fiestas en su coso por ser el natal dichoso de Alimenón de Toledo.

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Su bravo alcaide Aliatar,de la hermosa Zaida amante, las ordena celebrarpor si puede ablandar el corazón de diamante.

Pasó, vencida a sus ruegos, desde Aravaca a Madrid; hubo pandorgas y fuegos con otros nocturnos juegos que dispuso el adalid.

Y en adargas y colores, en las cifras y libreas mostraron los amadores, y en pendones y preseas, la dicha de sus amores.

Vinieron las moras bellasde toda la cercanía,y de lejos muchas de ellas;las más apuestas doncellas que España entonces tenía.

Aja, de Getafe vino,y Zahara de Alcorcón,en cuyo obsequio muy finocorrió de un vuelo el caminoel moraicel de alcabón.

Jarifa de almonacid,que de la Alcarria, en que habitallevó a asombrar a Madridsu amante Audalla, adaliddel castillo de Zorita.

De Adamuz y la famosaMeco llegaron allídos, cada cual más hermosa,y Fátima, la preciosahija de Alí el Alcadí.

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El ancho circo se llenade multitud clamorosa,que atiende a ver en su arenala sangrienta lid dudosa, y todo en torno resuena.

La bella Zaida ocupó sus dorados miradoresque el arte afiligranó y con espejos y floresy damascos adornó.

Añafiles y atabales,con militar armonía,hicieron salva, y señalesde mostrar su valentíalos moros más principales.

No en las vegas de Jaramapacieron la verde gramanunca animales tan fieros,junto al puente que se llama,por sus peces, de viveros,

como los que el vulgo vioser lidiados aquel día;y en la fiesta que gozóla popular alegríamuchas heridas costó.

Salió un toro del torily a Tarfe tiró por tierra,y luego a Benalguacil;después con Hamete cierrael temerón de Conil.

Traía un ancho listóncon uno y otro matiz,hecho un lazo por airón,sobre la enhiesta cervizclavado con un arpón.

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Todo galán pretendíaofrecerle vencedora la dama que servía;por eso perdió Almanzorel potro que más quería.

El alcaide, muy zambrero,de Guadalajara huyómal herido al golpe fiero;y desde un caballo overoel moro de Horche cayó.

Todos miran a Aliatar,que, aunque tres toros ha muerto,no se quiere aventurar;porque en lance tan inciertoel caudillo no ha de entrar.

Más viendo se culparíava a ponérsele delante:la fiera le acometía;y sin que el rejón la plantele mató una yegua pía.

Otra monta acelerado:le embiste el toro de un vuelo,cogiéndole entablerado;rodó el bonete encarnado,con las plumas por el suelo.

Dio vuelta hiriendo y matando a los de pie que encontrara,el circo desocupando;y, emplazándose, se para,con la vista amenazando.

Nadie se atreve a salir:la plebe grita, indignada;las damas se quieren ir,porque la fiesta empezadano puede ya proseguir.

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Ninguno al riesgo se entrega,y está en medio el toro, fijo,cuando un portero que llegade la puerta de la Vegahincó la rodilla, y dijo:

«Sobre un caballo alazano,cubierto de galas y oro,demanda licencia, urbano,para alancear a un toroun caballero cristiano.»

Mucho le pesa a Aliatar;pero Zaida dio respuestadiciendo que puede entrar,porque en tan solemne fiestanada se debe negar.

Suspenso, el concurso enteroentre dudas se embaraza,cuando en potro ligerovieron entrar en la plazaun bizarro caballero.

Sonrosado, albo color,belfo labio, juvenilesalientos, inquieto ardoren el florido verdorde sus lozanos abriles.

Cuelga la rubia guedejapor donde el almete sube,cual mirarse tal vez dejadel sol la ardiente madejaentre cenicienta nube.

Gorguera de anchos follajes,de una cristiana primores;en el yelmo los plumajes,por los visos y celajes vergel de diversas flores.

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En la cuja, gruesa lanzacon recamado pendón, y una cifra a ver se alcanza,que es de desesperación,o a lo menos de venganza.

En el arzón de la sillaancho escudo reverberacon blasones de Castillay el mote, dice a la orilla:Nunca mi espada venciera.

Era el caballo galán, el bruto más generoso,de más gallardo ademán:cabos negros, y brioso,muy tostado, y alazán.

Larga cola, recogidaen las piernas descarnadas;cabeza pequeña, erguida;las narices, dilatadas;vista feroz y encendida.

Nunca en el ancho rodeo que da Betis con tal frutopudo fingir el deseomás bella estampa de bruto,ni más hermoso paseo.

Dio la vuelta alrededor;los ojos que la veíanlleva prendados de amor: «Alá te salve», decían. «Dete el Profeta favor».

Causaba lástima y grimasu tierna edad floreciente:todos quieren que se eximadel riesgo, y él solamenteni recela ni se estima.

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Las doncellas, al pasar,hacen de ámbar y alcanforpebeteros exhalar,vertiendo pomos de olor,de jazmines y azahar.

Más, cuando en medio se paray de más cerca le mira,la cristiana esclava Aldaracon su señora se encaray así le dice y suspira:

«Señora, sueños no son;así los cielos, vencidosde mi ruego y aflicción,acerquen a mis oídoslas campanas de León,

como ese doncel, que, ufano,tanto asombro viene a dara todo el pueblo africano,es Rodrigo de Vivar,el soberbio castellano.»

Sin descubrirle quién es, la Zaida desde una almenale habló una noche, cortés,por donde se abrió despuésel cubo de la Almudena.

Y supo que, fugitivode la corte de Fernando,el cristiano, apenas vivo,está a Jimena adorandoy en su memoria cautivo.

Tal vez a Madrid se acercacon frecuentes correríasy en toda en torno la cerca;observa sus saetíasarrolladas, y ancha alberca.

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Por eso le ha conocido:que, en medio de aclamaciones, el caballo ha detenidodelante de sus balcones,y la saluda, rendido.

La mora se puso en pie,y sus doncellas detrás:el alcaide, que lo ve,enfurecido, además,muestra cuán celoso está.

Suena un rumor placenteroentre el vulgo de Madrid: «No habrá mejor caballero –dicen– en el mundo entero»y algunos le llaman Cid.

Crece la algazara, y él, torciendo las riendas de oro,marcha al combate cruel:alza el galope, y al torobusca en sonoro tropel.

El bruto se le ha encaradodesde que le vio llegar,de tanta gala asombrado,y alrededor le ha observado,sin moverse de un lugar.

Cual flecha se disparódespedida de la cuerda,de tal suerte le embistió;detrás de la oreja izquierdala aguda lanza le hirió.

Brama la fiera burlada;segunda vez acomete,de espuma y sudor bañada,y segunda vez le metesutil la punta acerada.

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Pero ya Rodrigo espera,el pueblo mudo y atento;con heroico movimiento,se engalla el toro y altera,y finge acometimiento.

La arena escarba, ofendido;sobre la espalda la arrojacon el hueso retorcido;el suelo huele y le mojaen ardiente resoplido.

La cola inquieta menea, la diestra oreja mosquea,vase retirando atráspara que la fuerza seamayor, y el ímpetu más.

El que en esta ocasión vierade Zaida el rostro alteradoclaramente conocieracuánto le cuesta cuidadoel que tanto riesgo espera.

Más, ¡ay!, que le embiste, horrendo,el animal espantoso.jamás peñasco tremendodel Cáucaso cavernosose desgaja, estrago haciendo,

ni llama así fulminantecruza en negra oscuridadcon relámpagos delante,al estrépito tronantede sonora tempestad,

como el bruto se abalanzacon terrible ligereza;más, rota con gran pujanzala alta nuca, la fierezay el último aliento lanza.

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La confusa voceríaque en tal instante se oyófue tanta, que parecíaque honda mina reventóo el monte y valle se hundía.

A caballo, como estaba,Rodrigo el lazo alcanzócon que el toro se adornaba:en su lanza le clavóy a los balcones llegaba.

y, alzándose en los estribos,le alargó a Zaida, diciendo: «Sultana, aunque bien entiendoser favores excesivos,mi corto don admitiendo:

si no os dignáredes sercon él benigna, advertidque a mí me basta saberque no le debo ofrecera otra persona en Madrid.»

Ella, el rostro placentero,dijo, y turbada: «Señor,yo le admito y le veneropor conservar el favorde tan gentil caballero».

Y, besando el rico don,para agradar al doncel,lo prende con aficiónal lado del corazónpor brinquiño y por joyel.

Pero Aliatar, el caudillo,de envidia ardiendo se ve,y, trémulo y amarillo,sobre un tremecén rosillolozaneándose fue.

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Y, en ronca voz: «Castellano –le dice–, con más decorossuelo yo dar de mi mano,si no penachos de toros,las cabezas del cristiano.

Y si vinieras de guerra cual vienes de fiesta y gala,vieras que en toda la tierraal valor que dentro encierraMadrid ninguno se iguala».

«Así –dijo el de Vivar–respondo»: y la lanza al ristrepone, y espera a Aliatar;más, sin que nadie administreorden, tocaron a armar.

Ya fiero bando con gritossu muerte o prisión pedía,cuando se oyó en los distritosvdel monte de Leganitosdel Cid la trompetería.

Entre la Monclova y Sototercio escogido emboscóque, viendo cómo tardó,se acerca, oyó el alboroto,y al muro se abalanzó.

Y si no vieran salir por la puerta a su señory Zaida a le despedir,iban la fuerza a embestir:tal era ya su furor.

El alcaide, recelandoque en Madrid tenga partido,se templó, disimulando,y por el parque floridosalió con él razonando.

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Y es fama que, a la bajada,juró por la Cruz el Cidde su vencedora espadade no quitar la celadahasta que gane a Madrid.

Además, declarado ferviente admirador de Pedro Romero, alque llama torero insigne, le dedica una oda:

…pasea la gran plaza el animosomancebo, que la vistalleva de todos, su altivez mostrando;no hay corazón que esquivo le resista.Sereno el rostro hermoso,desprecia el riesgo que le está esperando:le va apenas ornandoel bozo el labio superior, y el bríomuestra y valor en años juvenilesdel iracundo Aquiles.Va ufano al espantoso desafío: ¡con cuándo señorío! ¡qué ademán varonil! ¡qué gentileza!Pides la venia, hispano atleta, y salesen medio con braveza,que llaman ya las trompas y timbales.

No se miró Jasón tan fieramenteen colcos embestidopor los toros de Marte, ardiendo en llama,como precipitado y encendidosale el bruto valienteque en las márgenes corvas de Jaramarumió la seca grama.

Tú le esperas, a un numen semejante,sólo con débil, aparente escudo,que dar más temor pudo:

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el pie siniestro y mano están delante,ofrécesle arrogantetu corazón que hiera, el diestro brazotirado atrás con alta gallardía;deslumbra hasta el recazola espada, que Mayorte envidiaría.

Horror pálido cubre los semblantes,en trasudor bañados,del atónito vulgo silencioso:das a las tiernas damas mil cuidadosy envidia a sus amantes; todo el concurso atienda pavorosoel fin de este dudosotrance. La fiera, que llamó el silbidoa ti corre veloz, ardiendo en ira,y amenazando mirael rojo velo al viento suspendido.Da tremendo bramido,como el toro de Fálaris ardiente,hácese atrás, resopla, cabecea,eriza la ancha frente,la tierra escarba y larga cola ondea.

Tu anciano padre, el gladiador íberoque a Grecia España oponecon el silvestre olivo coronado;por quien la áspera Ronda ya se pone sobre Lis, y el ligeroAsopo el raudo curso ha refrenado,cediendo al despeñadoGuadalentín; tu padre, que el famosonombre y valor en ti ve renovarse,no puede serenarse,hasta que mira al golpe poderosoel bruto impetuosomuerto a tus pies, sin movimiento y frío,con temeraria y asombrosa hazaña,

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que por nativo bríosolamente no es bárbara en España.

..............................................................

Y tú, por quién Vandalia nombre tomacual la esquiva Corinto (ni tal vio el circo máximo de Roma)si algo ofrece a mi verso el dios de Cintotu gloria llevaré del Occidentea la Aurora, pulsando el plectro de oro;la patria eternamentete dará aplauso, y de Aganipe el coro.

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El año 1792, resulta nefasto para la vida española, y conse-cuentemente para Goya. Triunfa en la Corte la voluntad de lareina María Luisa, de elevar al guardia de corps Manuel Godoypor encima de todos. El 28 de febrero, aparta del gobierno aFloridablanca y le sustituye por el viejo conde de Aranda, desetenta y cinco años, que solo dura en el gobierno hasta no-

Godoy favorito, Goya cae enfermo

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«Don Manuel Godoy», por Goya.

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viembre. Con estas decisiones se arrumba la iniciativa creadoray la ganada alegría de vivir progresista y esforzada de la Ilus-tración. Sucede la vana frivolidad de una corte corrompida, quese olvida de la empresa ilustrada, pese a los esfuerzos dramáti-cos que inútilmente tratan de salvar Jovellanos, Campomanes,Saavedra, Moratín y Urquijo, a los que tachan de afrancesados.

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«Goya» visto por sí mismo en este geniel autorretrato.

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Se abre un proceso de desilusión nacional, con crisis política ydestierro de Jovellanos a Gijón, que afecta a Goya, aunque nose mueve de Madrid.

En el otoño de 1792, Francisco de Goya cae enfermo, ha per-dido el sentido del oído, se mete en un mundo aislado, miste-rioso y profundo en el que va a bramar siempre como un toromalherido, el genio de la desesperanza. Su enfermedad, una sí-filis con consecuencias de aortitis e hipertensión arterial y sor-dera, según diagnóstico posterior, del doctor don Gregorio Ma-rañón, que coincide con su biógrafo Zapater. Al referirse éste ala causa de la enfermedad, escribe, «debido a la poca reflexiónde aquella vida galante o un tanto turbulenta que llevó en su mo-cedad. Cual fuera el motivo es una cuestión, importa subrayarque fue una enfermedad gravísima que puso en peligro su viday provocó una crisis ulterior y progresiva en el ánimo del pin-tor, que le dejó la secuela de la sordera permanente y absolutapara el resto de sus días.

Con permiso real por su condición de pintor de Cámara via-ja a Andalucía para recobrar su salud y durante la enfermedadse hospeda en la casa de su amigo, el riojano Sebastián Martí-nez, avecindado en Cádiz. Hace alguna visita a Sanlúcar de Ba-rrameda, invitado por la duquesa de Alba, a su residencia delas marismas del Guadalquivir. Y el 30 de junio de 1794, vuel-ve a Madrid.

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En la última década del siglo XVIII, Francisco de Goya retrata atodo el complejo social de la época, a todos juzga con su analíti-co pincel y todos le hacen el regalo de su amistad y se satisfacenen esa correspondencia. Entre los políticos e ilustrados retrata a sugran amigo Jovellanos y entre la torería amiga a «Costillares», Pe-

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Grabado inglés del siglo XVIII. Ilustra la suerte de varas de una corrida de

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dro Romero, sus hermanos y «Pepe-Hillo». Viaja con frecuencia aChinchón, donde tiene oportunidad de presenciar festejos taurinosen su típica Plaza Mayor, que los días de corrida se convierte enuno de los cosos más coloristas y pintorescos. Suele pasar allí tem-poradas cortas en casa del menor de sus hermanos, Camilo, ca-pellán de la iglesia parroquial. Capellanía que obtuvo por media-ción del infante don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio,hijo de Felipe V, conde de Chinchón y protector del pintor. Parala mencionada iglesia, Goya pinta el magnífico cuadro de la Asun-ción de la Virgen, colocado en el centro del retablo principal.

En la Plaza de Madrid, asiste a la mayoría de festejos que secelebran y puede presenciar las actuaciones de una buena ba-raja de toreros que rivalizan en perfeccionar el arte de lidiar.

De los toreros de la primera etapa del toreo a pie, que antesde finalizar el siglo XVIII, se han retirado ya de la profesión, seencuentran: Francisco Romero, nacido en Ronda, padre de Juan y abue-

lo de Pedro, José, Antonio y Gaspar.Lorenzo Manuel Martínez «Lorencillo», gaditano de naci-

miento, que se sabe fue lidiador muy hábil, y se mantuvo largotiempo en los ruedos, en 1737, actúa en la Plaza de Madrid y en1758, es contratado en la villa y Corte para lidiar toros en unióncon José Cándido Expósito y «El Mamón». Por su baja estaturafue apodado «Lorencillo». Ideó modificar el vestido de los lidia-dores, adoptando para las plazas el de seda, según modelo, co-rriente entonces entre los majos y chisperos.Melchor Calderón se distinguió por su destreza en el ma-

nejo de la capa y de la espada. Nacido en Medina-Sidonia, pro-vincia de Cádiz, se le llamó «El Monstruo Andaluz», en su tiem-po nadie le pudo aventajar. En banderillas excedió los límites quehabían tocado los más diestros navarros, las partía por la mitady las clavaba a cachetes. Sus actuaciones más destacadas en Ma-drid, se dieron el año 1748. La pérdida de su fortuna le arrastróa un final desastroso.

De Miguel Canelo, se conoce su presencia en los ruedospor los años 1734 a 1737, con buenas dotes toreras, sus mejo-res triunfos los obtuvo en Sevilla de donde era natural.

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Juan Rodríguez, al que Felipe V, en las pocas veces que elmonarca presenció una corrida de toros, le vio torear en Aranjuezen 1734, le concedió una pensión de cien ducados, por sus mé-ritos ante los cornúpetas, siempre se le menciona, más que porsu condición torera, por ser el padre y el abuelo de los diestrosque en los carteles figuraron con el apodo de «Costillares». Y eslamentable, que no se le reconozca más su notable forma de ha-cer el toreo, con sus acciones técnicas y valerosas. Ante toros di-fíciles de lidiar, siempre, se mostró hábil e inteligente, represen-tando cuanto realizó, doctrina taurina para la torería.

Otro sevillano, Francisco Benete, discípulo de Miguel Ca-nelo, alcanzó reputación de torero de acreditada destreza, sunombre ya figura anunciado en las corridas sevillanas de 1738y sin interrupción hasta 1745. En 1746, es cuando deja ver susbuenas dotes toreras en Madrid. Torear entre 1743 y 1754, su-pone una larga ejecutoria en los ruedos, tiempo que ocupó eldiestro José Saavedra figurando en un buen número de feste-jos en Madrid y otras plazas.

El matador de toros gaditano Marcos Combarro, que se dis-tinguía por su valentía, pese a su débil complexión, por lo quesu fallo estaba a espadas, le costaba más de una entrada paradespachar a sus enemigos. La primera vez que toreó en Madridlo hizo como segundo espada, con «Lorencillo». El año 1737. Re-sidió en Madrid, y en 1750, se retiró de los ruedos. Agustín Morales, gaditano de nacimiento, también figuró

en las corridas del año 1737, en Madrid alternando con «Loren-cillo». Se distinguía en los saltos al transcuerno y a la garrocha,y en el manejo de la capa, tratando de imitar a «Lorencillo». Secasó en Madrid y se empadronó en la villa.

Con estos diestros alternó en los cosos Manuel Bellón «ElAfricano», del que ya se ha hecho referencia.

Y entre los toreros más reputados del siglo XVIII, anteriores a«Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo», figura Diego del Ála-mo «El Malagueño». Torea en Madrid, por las temporadas de1757 y 1760, con el calificativo de «Famoso». Pues, tal era su su-perior habilidad ante los toros, además de gallarda presencia yagradable fisonomía. Siempre, lidió con grande denuedo, arrojo

107Toreros de finales del siglo XVIII

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y valentía.Depositado en la inclusa de Cádiz, el 30 de noviembre de

1734, José Cándido Expósito, se crió en Chiclana. Discípulo de«Lorencillo», éste le concedió la alternativa en Madrid, el 25 demayo de 1756, alternando con ellos, «El Malagueño» y Juan Es-teller. Ya ha quedado apuntado que corneado mortalmente enla Plaza del Puerto de Santa María, el 23 de junio de 1771, fueel primer lidiador a pie, que murió en el ejercicio de su profe-sión.

Hijo de Francisco, Juan Romero, como su progenitor, nacióen Ronda, se empleó de aprendiz de carpintero de ribera, an-tes de iniciarse como torero. Se le puede considerar como elespada de máximo prestigio de su tiempo, percibía elevadoshonorarios, el año 1772 en Sevilla llegaron a pagarle, cuatro milciento cuarenta reales, cantidad no igualada por ningún otrodiestro, entonces. Fue maestro de sus hijos José, Pedro, Anto-nio y Gaspar y se dice que su longevidad llegó a sobrepasar loscien años de vida.

Contemporáneos de los anteriores son los hermanos Palo-mo, Juan, Pedro, Manuel y Félix. Protegidos de la Real Maes-tranza de Sevilla, vivieron a sueldo de esta institución. Juan, el mayor, toreó por los años 1737 a 1749 y se dice, que

a igual que «Martincho» citaba a recibir con un sombrero de ala an-cha, en vez de la muleta.Pedro, segundo en el orden cronológico familiar, anduvo

por los ruedos desde 1740 a 1759.Manuel, el que logró mejor cartel de todos los hermanos,

mantuvo su prestigio en los diversos cosos, por supuesto en elde Madrid, entre 1763 a 1780.

El más joven de ellos, Félix comenzó de banderillero y me-dio espada, como se acostumbraba, hasta que llega a alcanzarla alternativa, que consigue en 1769.

El primer espada, que lidió y mató un toro en la plaza de to-ros de la Puerta de Alcalá, el 3 de julio de 1754, día de su in-auguración, José Legurregui, «El Pamplonés», fue uno de losmejores matadores que se conocieron a mediados del siglo XVIII.

Años anteriores al estreno del coso, primero de mamposte-

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ría que ha tenido Madrid, allá por 1750, figura en las corridas quese celebran en Madrid el baturro, amigo de Goya, AntonioEbassun «Martincho», natural de Ejea de los Caballeros. Al-ternó con Melchor Calderón, «Lorencillo» y «El Pamplonés». Pue-de afirmarse que este «Martincho» es el que aparece en los gra-bados de la Tauromaquia de Goya, no el guipuzcoano MartínBarcáiztegui, «Martincho» de Oyarzun, como se ha supuesto. Bar-cáiztegui se distinguió por sus quiebros y sus saltos, nada más,por consiguiente, no debe ser considerado matador de toros.Martin Ebassun «Martincho», hermano de Antonio, y como

éste natural de Egea de los Caballeros, destaca en la lidia de re-ses bravas durante los años, de 1739 a 1744.

Con Juan Castell, proseguimos la referencia de toreros demediados del siglo XVIII. Natural de Cádiz, ejerce la profesión,desde 1743 a 1765, comenzó de banderillero de Francisco Be-nete, sus progresos pronto le llevaron a la alternativa. Comomatador de toros toma parte y destaca en las Fiestas Reales ce-lebradas en 1759 y 1760.Juan Miguel Rodríguez, hermano de «Costillares», no llegó

a alcanzar la nombradía de su padre y de su hermano, aún me-nos la fama de su sobrino Joaquín. Tuvo más cartel en Sevilla,que en Madrid. Tomó parte con Juan Romero y con su herma-no en las corridas reales de 1772. Murió en el año 1797.

Un diestro con apodo tan poco eufónico, como es el de «Ma-món», así figuró en los carteles, Pedro de la Cruz, destacó comotorero habilidoso que tomó parte en las corridas de 1758, enMadrid con «Lorencillo» y José Cándido, también quebró rejo-nes.Miguel Gálvez de Granada, donde nació el año 1737, figu-

ró de banderillero en la cuadrilla de Juan Romero y también demedio espada. Con su maestro actuó ya matador de toros, enMadrid, el año 1769. Diestro valiente, su precaria salud, fue cau-sa de su retirada prematura de los ruedos, para dedicarse, comosu padre, al negocio de la compra-venta de vacas lecheras.

Otro diestro de los que formó el cartel de festejos inauguralde la Plaza de toros de la Puerta de Alcalá, Juan Esteller, fueun torero con buen cartel. Natural de Sevilla, donde vio la luz

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por primera vez en 1712. Brillante banderilleando y fácil con lacapa y muleta, cumplía con la espada. Esperaba a los toros conserenidad y valor para matar recibiendo.

Fue notable toreando a caballo y mantuvo competencia enlos ruedos con Manuel Bellón «El Africano». Jaime Aramburo Iznaga «El Judío», nacido el 21 de marzo

de 1751, no llega a torear en Madrid, le citamos a título testi-monial entre la torería de su tiempo. En 1786 toreando en Va-lencia le coge un toro de la divisa de Guendulain, que despuéspasaría a propiedad del banquero Carriquiri y más tarde la ad-quiere Espoz y Mina. La cornada es tan grave que trasladado aPamplona muere como consecuencia de las heridas, el 16 deoctubre.

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En este tiempo, del final del siglo XVIII, cuentan con plaza detoros de las llamadas de fábrica, por emplearse en su construc-ción materiales a propósito de resistencia y habituales en la edi-ficación, Sevilla, la Plaza de la Real Maestranza de Caballería,levantada en 1761; Zaragoza, inaugurada el 9 de noviembre de1764; Granada, coso propiedad de la Maestranza de Caballería;Almadén; Béjar; Plaza de las Virtudes de Santa Cruz de Mude-la; Aranjuez, muy parecida en su estructura a la de la Puerta de

Plazas y ganaderías

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Toros en la Muñoza, orillas del Jarama.

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Alcalá, de Madrid, abrió sus puertas el año 1796; y la famosa deRonda, de la Real Maestranza, que data del año 1785, a la queel poeta Fernando Villalón dedicó en sus romances del ocho-cientos, los versos:

Plaza de piedra de Ronda,la de los toreros machos:pide tu balconeríauna Carmen cada palco;un Romero cada toro,un Maestrante a caballoy dos bandidos que pidanla llave con sus retacos.Plaza de piedra de Ronda,la de los toreros machos.

Toreros, y cosos donde realizaron sus hazañas. De no habertenido toros, nada podían haber hecho. Las principales gana-derías, que criaron reses de lidia en el siglo XVIII y contribuye-ron al auge de la Fiesta Nacional, eran la de Raso Portillo, Val-dés y Mazpule, toros castellanos, terciados, bravos, duros, demuchos pies, y generalmente de pelo negro listón. La casta dela tierra tuvo su principal centro de producción en Colmenar

112 El Madrid Taurino de Goya

Interior de la Plaza de Madrid.

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Viejo. Los toros colmenareños tenían gran alzada y peso, fierosy cornalones, ágiles, duros de pezuñas y de pelaje retinto y co-lorado. En la localidad gaditana de Rota, el sacerdote don Mar-celino Bernaldo de Quirós cruzó vacas andaluzas con vacas na-varras, y traspasó la ganadería a propiedad de los hermanosGallardo, del Puerto de Santa María, quienes la mejoraron y se-leccionaron tan acertadamente, que se llamó la casta de los Ga-llardos y fue una de las divisas más célebres de Andalucía. Es-tas reses se caracterizaban por su regular talla y por su excelentetrapío. Denotaban bravura y poder, conservando hasta el finalde la lidia sus facultades. Su pelaje más corriente, era el berre-do en negro y castaño. De las ganaderías que a mediados delsiglo se formaron en Navarra con reses de diversas proceden-cias fueron las primeras las de don Francisco Guendalain, enTudela, y la de don Joaquín Zalduendo en Caparroso. El au-téntico toro navarro se distinguió por su pequeña talla y su mu-cha cabeza. Tenía muchos pies, nervioso, pegajoso y de boni-ta lámina, luciendo pelaje castaño, retinto, colorado y negro.

Hacia la mitad del siglo, don Rafael Cabrera formó una ga-nadería en Utrera, con reses andaluzas, logrando unos toros demagnífica lámina, bravos, ágiles, poderosos y finos, que en bre-ve plazo se impusieron a los más famosos de aquellos tiempos.Los animales de la casta Cabrera son de gran alzada y largura,caracterizándose por su constitución galgueña, su dureza y supoder. En algunas ocasiones eran recelosos o demostraban sen-

113Plazas y ganaderías

Encierro de toros.

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tido, si se les daba una lidia deficiente, sin obligarlos y domi-narlos. La pinta más común de los pupilos de Cabrera era la ne-gra, dándose ejemplares de pelaje cárdeno, berrendo en colo-rado y ojo de perdiz.

En Utrera, don Pedro Luis de Ulloa, conde de Vistahermosaforma una ganadería con una punta de vacas y algunos machosde los señores Rivas hermanos, también de la provincia de Se-villa. El toro de esta vacada era el prototipo del animal de lidia,Su talla regular y su constitución robusta. La cabeza pequeña yrecogida, la piel, la cola y extremidades, finas, el conjunto pro-porcionado y de bonita lámina. El pelo, negro, cárdeno, y cas-taño, suave y reluciente, siendo completa su bravura, alegría enla arrancada y su notable embestida.

En 1757, don Gregorio Vázquez y su hijo, Vicente José, cre-aron la ganadería con reses andaluzas del marqués de CasaUlloa, de Bécquer y de Cabrera, más una punta de machos yhembras comprados al duque de Vista-Hermosa, de manera querefrescan y cambian totalmente la vacada. Con estos elementosde calidad obtuvo un toro distinto en conformación, trapío ypujanza del que arrancó la preciada casta vazqueña. El pelo delos toros vazqueños variado, como variadas fueron las sangrescon que se formó la vacada. Los había sardos, jaboneros, negros,cárdenos, y berrendos en negro o en castaño. En los últimosaños del siglo XVIII, doña María Espinosa, de Arcos de la Fron-tera, funda una ganadería con reses de Salamanca. Divisa quegozó de merecido crédito, en competencia con los Cabrera yVistahermosa. Los Zapata compraron la ganadería y en sus ma-nos esos toros ampliaron su renombre. Las características de es-tos morlacos se entendían, como duros, corpulentos, y su pe-laje más característico, era el castaño, nevado y salinero. Otrostoros pertenecían a las ganaderías de don Agustín Díaz Castro,de Pajares de los Oteros, Gabriel Gómez, de Arguedas, de Na-varra, marqués de Tous y Diego Pereira, de Ciudad Real.

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El pueblo español, y Ma-drid, reflejo suyo, en ladécada final del siglo XVIII,demasiado adherido alTrono y a la Iglesia, comoconsecuencia, no aprue-ba la Revolución France-sa. En una reacción abier-tamente casticista, todolo francés es desprecia-do. Tras la ejecución enla guillotina de Luis XVI,en Madrid algunas seño-ras que aparecen en lu-gares públicos peinadasa la francesa, tienen quesoltarse el pelo allí mis-mo, a pesar de un débilintento de los corchetesy alguaciles por evitarlo.El odio a los franceses,que ya había constatado

Una visión de la sociedadde finales del siglo XVIII

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Cortesana.

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116 El Madrid Taurino de Goya

Tipos de la época goyesca.

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Montesquieu hacía más de setenta años, cobra nuevos ímpetus.En realidad, ocurría, que no se entendían los ideales franceses.Para la mayoría del pueblo español «libertad» era sinónimo de«licencia» y la República, un ultraje para la Religión y la realeza.Por Dios, su Patria y su Rey anhelaban hacer sacrificios. Todoes evidente cuando la Convención republicana gala, ofendida porlas gestiones que Carlos IV realiza para intentar salvar la vida deLuis XVI, declara la guerra a España, el 7 de marzo de 1793. Elpueblo hispano sermoneado e incitado por los clérigos a tomarlas armas, no lo duda, en defensa de la Religión, la Patria y elRey. Se predica una cruzada de venganza contra los asesinosde la familia borbónica. Esa guerra no pasa de una sucesióndeshilvanada de escaramuzas, que unida a las catastróficas co-sechas de 1788 y 1789, agotan el Erario público y colocan enmala posición a la Hacienda Real. A causa del bloqueo inglés,de América no llegan efectivos. Los pintores de la Corte, entrelos que se encuentra Goya, envían memoriales a Palacio, en de-manda de salarios y gastos realizados en su trabajo. En 1791, eldirector de la Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, Livinio Stuyck,informa que tiene que despedir a un crecido número de oficia-

117Una visión de la sociedad de finales del siglo XVIII

Uno de los cuadros más conocidos de Goya, «La maja vestida».

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les. Los pintores destinados a hacer cartones se niegan a reali-zarlos y la Fábrica se halla paralizada por esta causa. Franciscode Goya comunica a Stuyck, que ni pinta, ni quiere pintar. Ra-món Bayeu alega que está demasiado ocupado realizando losretratos de las infantas. Se les ordena que realicen los cartones,si no quieren que se les suspenda la asignación de quince milreales con que se les pensiona por su trabajo para la Real Fá-brica. Goya entrega por última vez dos lienzos y dos sobre-puertas.

Para sostener los gastos de la guerra, a la que contribuye congran generosidad todo el pueblo, se recurre a los préstamos. LosGremios y la nobleza sufragan buena parte de los gastos. A cam-bio se entregan vales reales que rentan un moderado interés,

118 El Madrid Taurino de Goya

Baile del Candil.

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que serán reembolsados cuando la situación financiera lo permita.La llegada ocasional de algún convoy de las Américas permite ren-dir los préstamos. En algunos momentos los vales llegan inclu-so a cotizarse por encima de su valor nominal. Pero la mayorparte del tiempo, se cotizan con importantes descuentos. La si-tuación de la Hacienda Pública se agrava cuando en 1796, seemprende una guerra naval contra Inglaterra, harto el Rey de lahabilidad de los corsarios británicos para apresar los cargamen-tos de valor que envían las colonias americanas. Mientras, la pe-sada y triste sociedad madrileña se ha ido aproximando al gus-to francés. Los ardientes amores que sostienen María Luisa, esposade Carlos IV y Godoy, reflejan una costumbre de la aristocraciamadrileña de aquel tiempo. Muchas señoras de la capital sien-ten la necesidad de tener, mientras sus maridos están ausentes,un acompañante, que se solía decir «cortejo». Algunas figuras deltoreo y Goya, saben bastante de estos amores y amoríos.

119Una visión de la sociedad de finales del siglo XVIII

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La política sufre cambiosincoherentes, el conde deAranda hace un cambiode rumbo y resucita el an-tiguo Consejo de Castilla,dando entrada en la insti-tución a un mayor núme-ro de nobles, al tiempoque relaja la tensión ofi-cial existente hacia la Re-volución Francesa. CuandoManuel Godoy, sustituyeal conde de Aranda, altiempo que lleva la cru-zada contra Francia en elcampo de batalla, reim-pulsa el pensamiento ilus-trado y sigue la política delas «luces».

El momento es cam-biante. A pesar de la ad-hesión del pueblo a la

Problemas políticos y sociales

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Costumbres y devociones madrileñas.

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Religión y la Monarquía, aparecen pasquines revolucionarios enMadrid y Barcelona. Los trabajadores del ramo de la seda deValencia, escriben un anónimo al marqués de Mirabel, mani-festándole la decadencia del oficio, la falta de trabajo y el ham-bre que acosa a los operarios. Amenazan con amotinarse y que-mar la ciudad, incluso hacer lo mismo que en Francia: matar alos Reyes, sus hijos y sus parientes. Una exacción de impuestosocasiona un levantamiento violento de labradores gallegos. Loshabitantes de un pueblo castellano se amotinan y dan gritos de«Viva la libertad». En distintos sitios de España se registran nu-merosos alborotos a causa de la carestía del pan. La Universi-dad se agita por la suspensión de las cátedras de Derecho Pú-blico, Natural y de Gentes, en donde se discutía la legitimidadde la ideología revolucionaria. Al mismo tiempo la aristocraciamadrileña está molesta con la intromisión de Godoy en el Po-der. Esa misma aristocracia que veía con indiferencia la institu-ción del «cortejo», se revuelve contra el intruso que ha logrado

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Cartón para tapiz «La gallinita ciega», de Goya.

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los favores de la Reina consorte. El 22 de julio de 1795, se fir-ma el armisticio con Francia, llamado «La Paz de Basilea». Ma-nuel Godoy es nombrado, nada menos que Príncipe. Su títuloes Príncipe de la Paz, y la nobleza se exaspera. Para los pro-gresistas el descontento lo provoca el abandono por parte de laCorte y el Gobierno de la política del despotismo ilustrado ycaer bajo el dominio de un favorito. La economía del país estáresentida desde la guerra contra Francia; hay paro, la HaciendaReal registra déficit, las mercancías escasean y los precios hansubido de manera descarada. Godoy sigue una política econó-mica, evitando cuidadosamente el aumento de los impuestosgenerales, avisado por las reacciones violentas con que se aco-ge una medida de esa índole por el pueblo. Acude al sistemade préstamos contra vales reales e impone exacciones a los es-tamentos privilegiados. Se exige de la Iglesia treinta millones dereales sobre sus rentas. Se intenta una lucha contra los privile-gios de la minoría, al tiempo que se ayuda a los fabricantes ca-pitalistas y a los pequeños agricultores. Sin formar parte de unapolítica coherente, en este tiempo la nación progresa, a pesarde sus gobernantes y bastaban unas pequeñas circunstanciasadversas, como malas noticias de la guerra naval que se soste-nía con Inglaterra, para que las reformas se detengan.

Goya, por este tiempo repuesto de su enfermedad, sigue sinquerer pintar para la Fábrica de Santa Bárbara y pide la baja.

El siglo se va a cerrar con una aguda crisis fiscal y un des-orbitado aumento de los precios y nuevos motines. Por una par-te, las clases pudientes y el clero atacan las medidas económi-cas de Carlos IV, que perjudica a sus intereses. Por otra, loscomerciantes y fabricantes, víctimas del bloqueo inglés y te-niendo que operar con una población proletarizada, se en-cuentran sin mercados en los que colocar sus productos. Se venobligados a tener parado el capital invertido, solo les quedaoponerse tenazmente a cualquier nueva exacción de impues-tos. El crédito económico de la Corona es nulo y las nuevasemisiones de vales, cada vez, se cubren con mayor dificultad yse necesita la coacción. En el seno de la monolítica Iglesia es-pañola, a la que el debilitamiento de la Inquisición ha permiti-

123Problemas políticos y sociales

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do un cierto margen de evolución, se produce una polémicaentre los progresistas, a los que llaman jansenistas y los con-servadores, denominados ultratramontanos. La fe en el despo-tismo ilustrado ha quedado prácticamente rota y en el horizon-te se dibuja lo que será la imagen de España durante muchotiempo: una nación dividida en dos zonas de pensamiento y ac-ción irreconciliables.

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Cuando acaba el siglo, llamado de las Luces, Madrid ha aumen-tado su censo de habitantes a doscientos siete mil ochocientosochenta y siete. Y solo cuenta con ocho carnicerías y cinco pes-caderías, por cuatrocientas ochenta y una tabernas. Los con-ventos suman sesenta y siete, se consumía gran cantidad de vinoy licores. Godoy, a la vista de la situación, opta por dejar el Po-der el año 1798. Es una retirada estratégica y momentánea. Enese tiempo, Jovellanos es el personaje más destacado del Go-bierno, vuelto a reaparecer, después del destierro sufrido en losaños de poderío de Floridablanca. Uno de los altos cargos lodesempeña Mariano Luis de Urquijo, antiguo traductor de Vol-taire, que siguiendo el destino normal de los gobernantes de laépoca caerá dos años más tarde y será encarcelado. En los dosúltimos años del siglo, los ilustrados juegan las cartas que les que-dan, ya desbordados por las exigencias de una minoría progre-sista crecientemente radicalizada. En la lucha intestina entre jan-senistas y ultramontanos, la victoria es para los conservadores.El siglo XIX, 1800, se abre con un nuevo triunfo de la Inquisiciónsobre las «Luces». Antes de terminar la centuria en la que se hadesarrollado la «operación ilustrada», en Madrid han aparecidomás publicaciones, en 1790, Diario de las Musas, en 1791, Se-minario de Agricultura y Artes, Correo Mercantil de España ysus Indias» de 1792, Gabinete de lectura española, de 1795, y elaño 1796 Miscelánea instructiva, curiosa y agradable.

Cambios políticos, usos y costumbres

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Dentro de las culturas y gustos de la época es preciso observarque en el siglo XVIII, la cocina española va cambiando. El con-tacto con el extranjero, la asimilación de usos y costumbres fran-cesas, tan desfavorable en algunos aspectos, como positiva enotros, también ha influido en materia culinaria. La variedad deplatos, la habilidad para emplear ingredientes desusados, la in-clusión de nuevos elementos de dieta cotidiana, no puede te-nerse, sino, como un proceso enriquecedor. Aunque esto no loentendieron los contemporáneos de Francisco de Goya, sensi-bilizados sobre todo por el derroche de la clase dirigente y porla pérdida del carácter nacional. El literato José Cadalso en susCartas Marruecas, satiriza las costumbres de su tiempo, con untono frívolo, acorde con el característico de esa minoría afran-cesada, y les ataca: «No consiste en eso la cultura del siglo ac-tual, su excelencia entre todos los pasados y venideros, y la fe-licidad mía y de mis contemporáneos. El punto está en que secome con más primor; los lacayos hablan de religión; los mari-dos y amantes no se desafían; y desde el sitio de Troya hasta elde Almeida, no se ha visto producción tan honrosa para el es-píritu humano, tan útil para la sociedad y tan maravillosa en susefectos, como los polvos «Sans pareille» inventados por Mons-sieur Frivolité en la calle San Honorato de París».

El vino español ya en el siglo XVIII, goza de fama internacio-nal. En realidad, España tiene una larga tradición, en el sigloXVI, se conocían en Flandes, veinte variedades de buenos vinosespañoles. En el XVIII, el vino de Valdepeñas se considera el me-jor de España y del mundo, según dictamen general de los po-tistas, hoy denominados enólogos. Mientras que para otros ca-tadores y otros gustos, los vinos de Jerez reúnen las mejorescualidades. Es un hecho, de las trescientas sesenta mil arrobasque se producían al año en España, solo de vinos de Jerez, seexportan doscientas mil arrobas a Inglaterra y Francia. Tambiénlos vinos de Rota y Málaga son apreciados en el extranjero. Engeneral, por la nutrida variedad de los vinos españoles, se po-día satisfacer cualquier paladar por exigente que sea.

En las casas de los señores principales de la Villa y Corte setoman cocineros y maestresalas franceses, los que se llama Maî-

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tre d’hotel. La decoración de la mesa pasa a ser un alarde de re-finamiento, no se concibe una mesa elegante sin el toque deun arreglo floral a la francesa, el súrtus, y su servicio, un com-plicado ceremonial, en el que los comensales deben atenersetambién a las reglas precisas, tal como lo exigen las buenas ma-neras. Hasta que se adquirió esta etiqueta, los modales, deja-ban mucho que desear. Entonces, los señores principales deMadrid, tan vulnerables al afrancesamiento, se sientan a la mesay admiten con ellos a sus mujeres, y siguen con toda obser-vancia los usos en boga en París. Como en todo cambio súbitose producen excesos, del más completo descuido, pasando alrigor más estricto en los buenos modales y se critican con im-pecable seriedad, cualquier infracción de las normas de corte-sía. Así no se podía disculpar que un invitado de menor jerar-quía o rango se cubriese antes que lo hubieran hecho todas laspersonas más calificadas, o que en una mesa de cumplimiento,el dueño de la casa no invitara a sus pares a quitarse las espa-das y dejarlas sobre la mesa y a permanecer descubiertos. Lasfiguras del toreo y el mismo Goya, hombre no muy cultivado ensus primeras visitas cortesanas, hasta observar y aprender, tar-daron en acoplarse a los buenos modos sociales, aunque aque-llas damas de alcurnia con las que mantienen amoríos ya se en-cargan de enseñarles buenos modales para cuando han dealternar.

127Cambios políticos, usos y costumbres

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Para el marqués de To-rrecilla, Goya pinta unabreve y compendiada se-rie de estampas de tauro-maquia al óleo ejecutadasobre hojalata, en sietepiezas. Además de «Corri-da en un pueblo», cuadropropiedad de la Real Aca-demia de Bellas Artes deSan Fernando y «Corridade pueblo en plaza parti-da», del Museo Metropo-litano de Nueva York. Asu grandiosidad de pintor,hay que unir su condiciónde grabador genial de lahistoria del arte, como lodemuestra primero susaguafuertes de las series«Los caprichos» y más tar-de, «La tauromaquia», «Losdesastres» y «Los toros deBurdeos».

Goya y «Los caprichos»

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«Los caprichos», de Goya.

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Por su parte, «Los caprichos» representan la entrada de Goya,decidida y sistematizada en un mundo distinto por su temarioy ejecución, al frecuentado hasta entonces habitualmente porel artista. Un mundo en el que el capricho y la invención, se-gún términos empleados por el propio Goya, vislumbra un ma-yor ensanche en su producción. Mientras la gran ilusión perso-nal del genial pintor, se quiebra. Su pasión por la duquesa deAlba, después de su alegre y frívola aventura de Sanlúcar deBarrameda, queda vulnerada y el amante despechado, pues ladama, inclina su voluble corazón hacia el ya maduro y apues-to teniente general don Antonio Cornel, enemigo de ManuelGodoy, como miembro del partido que forma la de Alba con Ma-riano Luis de Urquijo, Oquendo y Espiga. «Los caprichos: «Vo-laverunt», «El sueño de la mentira y la inconstancia» son alusivosa la volubilidad de la bella duquesa.

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Es el comienzo del siglo XIX, dos grandes figuras mandan en eltoreo, Pedro Romero y «Pepe-Hillo», con ellos alterna en los rue-dos, José Romero, que ya había sido anunciado en los cartelesde la Plaza de Madrid en 1789,1791 y 1792. En la corrida del 8de julio de 1793, en el coso de la Puerta de Alcalá, un toro pro-voca la caída del picador Bartolomé Carmona de la cuadrilla deJosé Romero, y muere desnucado. En 1794 José Romero, alter-na con Francisco Garcés y en 1795, con su hermano Antonio.No aparece en los carteles de las corridas de la Villa y Corte, de1797, en las que torea su otro hermano, Pedro, con el que man-tiene diferencias. Lo mismo sucede en las corridas matritensesde 1798, 1799 y 1800, en las que se ajusta para torear en Sevi-lla. Este último año, cae enfermo y solo torea seis corridas. Re-tirado su hermano Pedro vuelve a torear en Madrid en 1801, al-ternando con «Pepe-Hillo» en la funesta tarde de su cogida mortal.Esa temporada lidia con Antonio de los Santos en Aranjuez. En1802 y en 1803, torea en Madrid y en 1804, se retira de los rue-dos. Pedro Romero, primer coloso del toreo, decidió su retira-da en pleno triunfo, pletórico de vida y facultades, en 1800 cuan-do no había en él, síntoma alguno de decadencia. El conde dela Estrella, en 1830, le llama para que dirija la Escuela de Tau-romaquia de Sevilla, fundada por Fernando VII, que tuvo efímeraexistencia y de la que salió un gran torero, Francisco Montes«Paquiro». Antonio Romero, el menor de la dinastía, figura por

El toreo al comienzo del siglo XIX

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primera vez, en los carteles de la Corte, en 1789. En las corri-das reales por la entronización de Carlos IV, y en años poste-riores, también figura en las corridas del coso madrileño, hastaque le llega un final trágico, toreando el 5 de mayo de 1802, enla Plaza de Granada. Al entrar a matar citando a recibir, el toro«Ollero» de la vacada del marqués de Tous, le cornea mortal-mente. Su hermano Gaspar, nacido en Ronda el 17 de octubrede 1756, acompaña desde muy joven a su hermano Pedro y en1790, alterna con sus hermanos en el ruedo madrileño. En 1802,toreando en Salamanca junto al calé, José Ulloa «Tragabuches»le mata un toro, en una corrida que presencian su padre y suhermano Pedro.

El diestro sevillano Bartolomé Jiménez Acosta, nacido el 16de octubre de 1770, después de torear en plazas andaluzas, seajusta para torear en Madrid el año 1802 alternando con JoséRomero y Antonio de los Santos y repite en 1803. Fallece enOporto, en 1823.

132 El Madrid Taurino de Goya

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Torero del gusto de du-quesas, condesas y mar-quesas, con admiraciónque llega hasta el coque-teo, galanterías y amorí-os, torea el 11 de mayode 1801, en la Plaza deMadrid, alternando conJosé Romero y Antoniode los Santos. Sus acos-tumbradas audacias du-rante la lidia, fueron mo-tivo de que recibieramuchas cornadas duran-te su vida en los ruedos,que no le restaron unápice de valor. En la tar-de de tal día, al entrar amatar al toro «Barbudo»de la ganadería de donLuis Rodríguez San Juan,de Peñaranda de Braca-

La muerte de «Pepe-Hillo»

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«Cogida de Pepe-Hillo», por Eugenio Lucas.

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monte, resulta cogido y herido mortalmente. El astado asesinohabía tomado cuatro varas y lo banderillearon Antonio de losSantos, Joaquín y Manuel Xaramillo. El infortunado diestro trasunos pases con la izquierda, rematados con el despecho quedaentablerado por la prontitud con que se revuelve el toro, en te-rrenos próximos a los toriles. En corta distancia se arroja haciael morlaco que está parado y le espera, deja media estoca con-traria, saliendo enganchado por la pierna izquierda, cae en la are-

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«José Romero», por Goya.

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na, haciendo el toro por él, campaneándole, mientras el pitónle destroza el vientre causándole la muerte. El toro fue remata-do por José Romero. De esta manera se cierra la existencia deuno de los toreros más populares, discípulo predilecto de «Cos-tillares», valiente hasta la temeridad, ejecutaba todas las suertes,sin reparar en situaciones comprometidas y peligrosas. Lo mis-mo mataba recibiendo que a volapié, siempre entregándose enla suerte. Enardecía de entusiasmo a los públicos que le teníancomo un ídolo. La gente de los barrios madrileños, manolos ychisperos, majos y majas, rufiánes, bravucones peleones, y has-ta malhechores sueltos, le tributaban aplausos. A la vez, disfru-taba de la amistad de los nobles y de los favores de las damasde más esclarecido linaje. Fue un hombre y un torero simbóli-co representativo del Madrid goyesco y de la España goyesca.Su atractivo personal fue tal, que su banderillero Manuel Sán-chez «Ojo Gordo», dijo, que «no se le podía tratar sin quererle,porque era de lo que no hay en el mundo».

El espada Antonio de los Santos como tributo de amistad ygratitud, dispuso el entierro de José Delgado, «Pepe-Hillo», des-de el Hospital General, en la calle de Atocha, hasta la iglesia deSan Ginés, en la calle del Arenal, con la mayor ostentación ycosteando los gastos. Su viuda María Salado, percibió dos milochocientos reales, cantidad que debía cobrar el espada por suactuación en tan desdichada corrida.

Entre los muchos versos que se escribieron con motivo de ladesgracia, destaca una breve composición que condensa la vidadel diestro, y está inscrita en la parroquia madrileña donde re-cibió sepultura.

Pasajero, aquí yace sepultadoaquel famoso «Illo», aquel toreroque habiendo sido siempre celebradotuvo al fin, desgraciado paradero.Detén el paso; mírale postrado:no celebres su orgullo, lisonjero,pues toda gloria vana desfallecey el que busca el peligro, en él perece.

135La muerte de «Pepe-Hillo»

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Aun permanece en el misterio, quién era y cómo se llamabaaquella mujer que cubierto el rostro con un velo de luto, llorólágrimas amargas sobre el cadáver de «Pepe-Hillo».

Tan dado a galanteos con majas el malogrado diestro, quemás de una vez tuvo que habérselas con algún marido celosoo enamorado pretendiente. Y se ha dicho que de las mujeres quele amaron, podría ser una llamada «Borbona», hembra de rom-pe y rasga del barrio de Maravillas. Esta mujer podía estar rela-cionada, con lo que se cuenta del malogrado rey Luis I, primo-génito de Felipe V y primer borbón nacido en Madrid, que tuvoamores o amoríos con una mujer de los barrios cortesanos delbronce. Corría la primavera de 1724, el rey era casi un niño. Na-cido el 25 de agosto de 1707, día de San Luis de Francia, en elpalacio del Buen Retiro.

Las andanzas del joven monarca parece que se conocían porMadrid y hasta se cantaron coplillas alusivas como este estribillo:

¿Con qué candiles se alumbrapor las noches Luis I?

A este borbón se le llamó popularmente el bien amado. Enotros versos le decía:

…pues si el es bien amado por la noche, el bien amado es cuando clarea.

También un romance recitaba:

…bien amado, tu dolor y tu tristezaaparta, y busca en la noche alivio para tu pena allá en el barrio que sabes la que tú sabes te espera: te tiene flor de sus labios, te tiene la puerta abierta; suspiros por tu retorno y suspiros por tu ausencia…

136 El Madrid Taurino de Goya

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Fue vox populi a mediados del siglo XVIII que entre el muje-río madrileño sonaba el nombre de una fémina denominada«Borbona», que es posible fue la presunta enamorada de «Pepe-Hillo» y la maja desconocida que tuvo amores o amoríos conLuis I. Este fue el epílogo de desventura del torero sevillano enel amanecer goyesco de aquel Madrid lleno de color y presagiosheróicos.

137La muerte de «Pepe-Hillo»

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Anteriormente a la muerte de «Pepe-Hillo», una tarde, abierta lapuerta del toril, sale al ruedo, en vez de un toro, un fraile lego,de una conocida orden religiosa, que pálido y desencajado haabandonado el chiquero a todo correr, seguido de un toro ne-gro zahíno y astifino, que sin la oportuna intervención de los ca-potes del peonaje, hubiera alcanzado al religioso. Este es FrayMartín, muy conocido en la plaza de toros de Madrid, pues nodeja una sola ocasión de asistir al apartado. Durante esta ope-ración, en la mañana de ese día, cae el lego desde el hueco delpasillo de chiqueros, que carecía de balconcillo, sin que nadielo advirtiera, ya abajo para huir de las reses, se refugia en un to-ril al tiempo que penetra un toro. La oscuridad salva al religio-so, que arrinconado cuanto pudo, para sustraerse de una muer-te segura, hasta que abierta la puerta, logra ganar la salida.

Otro episodio sucede el 11 de junio, en la Plaza de la Puertade Alcalá, durante una corrida de toros. La res lidiada en cuartolugar salta al tendido y desde la puerta de alguaciles, se presentaen la calle de Alcalá. Baja al paseo del Prado, que está muy con-currido. En su deambular urbano, se adentra por las calles delNiño, hoy de Quevedo, Cantarranas, hoy Lope de Vega y Fran-cos, hoy Cervantes y sale a la calle de Atocha para alcanzar Va-llecas y llegar a los prados de la Muñoza. En su recorrido hasta latranquilidad bucólica de la dehesa, no hace daño a persona al-guna, aunque se encuentra en la puerta del antiguo convento de

Dos sucesos curiosos

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los Capuchinos, a un mendigo conocido por «El Tonto del Bote»,que sentado en un sillón, pide limosna. El paralítico e idiota, al acer-carse la res, agita el bote solicitando la caridad acostumbrada, eltoro dando un bufido, huye. De igual modo no hace por un hom-bre tumbado y dormido en la acera, pero no así por un borriqui-llo cargado de hortalizas, al que el astado cornea a placer.

140 El Madrid Taurino de Goya

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El marqués de Scott, ministro plenipotenciario, decide que en1737 se proceda a la demolición del primitivo teatro Caños delPeral tan próximo a la Plaza de Oriente. Inspirado en la idea deque Madrid contara con un teatro digno de la Corte. El domin-go de carnaval de 1730, fue inaugurado el nuevo Coliseo delmismo nombre. Con una compañía de artistas italianos, po-niéndose en escena la ópera Demetrio de Metastasio y Hasse,

El teatro de Los Caños del Peral

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Estampa de aquel Madrid.

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obra cantada por Rosa Mancini, Elísbella Uttini, María MartaMontichielli, Jacinta Fordellini, Lorenzo Salletti y Annibale PioFabí. El público se aficionó a la música italiana y volvió la es-palda al arte dramático. Más tarde triunfan la Todi y la GiorgiBonti, que dividen a los madrileños en dos grandes grupos ca-pitaneados por la duquesa de Alba y su rival la condesa de Be-navente. La primera, partidaria de la Bonti, y la segunda de laTodi. De igual manera Manuel del Pópolo y Vicente Rodríguez,conocido por Manuel García, usando apellido de su padrastro,son los artistas que consiguieron atraer la atención de Madrid.Este último figuró en el estreno de «La nozze de Figaro», de Mo-zart, el 20 de mayo de 1802. El mencionado tenor, Manuel Gar-cía, en amores con la Briones (es sabido que en argot teatral seacostumbra a decir la tal y la cual, para mencionar a las divas),fueron padres de celebridades: María la Malibrán (París, 1805),(María de la Felicidad García) la cantante Micaela Paulina (Pa-rís, 1821), y su hijo Manuel Vicente García, musicográfico, in-ventor del laringoscopio, instrumento para explorar la laringe.

Al incendiarse el teatro del Príncipe (hoy Teatro Español) el11 de junio de 1802, el empresario de este coliseo, que lo eratambién del de los Caños, don Melchor Ronzi, dispuso que al-ternativamente actuase en este último la compañía italiana decanto y la española dramática del actor Isidoro Márquez, quellevaba en el elenco nombres tan notables como Antonio Pra-do, Concepción Velasco y la francesa Josefa González. El teatrode los Caños del Peral se clausuró por amenazar ruina. Poste-riormente se dieron bailes de máscaras. En 1814, en tanto sepreparaba el antiguo convento de agustinas, fundado por doñaMaría de Aragón, hoy Senado, sirvió para albergar las Cortes delReino.

En 1817 se procedió a la demolición del teatro y un año mástarde el arquitecto don Antonio López Aguado, iniciaba la edi-ficación del que había de denominarse de Oriente, llamado hoyteatro Real. Tras varios parones en su construcción por falta defondos económicos, por fin se inauguró en 1850.

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La boda del Príncipe de Asturias, que por entonces lo es Fer-nando VII, con María Antonia de Borbón da ocasión a que el 20de julio de 1803 se celebre una corrida de toros en la Plaza Ma-yor y el día 22, en la Plaza de la Puerta de Alcalá. Entre ambosfestejos se corren ciento diez reses de diversas vacadas. Actúan

Boda real

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«La familia de Carlos IV», cuadro pintado por Goya en 1800.

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los espadas José Romero, Bartolomé Ximénez, Antonio de losSantos, Agustín Aroca, Juan Núñez «Sentimientos», Curro Gui-llén, Juan Alcázar, Alonso Alarcón «El Pocho» y Joaquín Díaz.Con los rejones toman parte, Tixera, Antonio Pauman, SebastiánMantilla, Joaquín Jover y Juan José Gutiérrez. El ganado fuemanso de condición, y la organización de los festejos corrió acargo del campechano y popular marqués de Perales. La musapopular, como crítica a su gestión, canta por calles y plazuelas:

Viva el marqués de Peralesy la gran sabiduríaque tuvo su señoríaen la compra de animales.Lucieron fiestas realescon los mansos becerruelos,y en premio de sus desvelos,mandan todos sus parcialesque el título de Peralesse le convierta en ciruelos.

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El sentimiento amatoriode Goya por la duquesade Alba doliente y apa-sionado, le ha resultadomás lacerante que la hue-lla de su pasada enfer-medad y le ha empujadohacia una tempestad desus pinceles. Aún estávivo, cuando en julio de1802, muere ella. Enton-ces Goya esboza y pintaen el mural de su ente-rramiento, el dibujo delhermoso cuerpo rígido yfrágil de la duquesa cuan-do es depositado delica-da y dolorosamente enla huesa por unos enca-puchados que parecensacados ya de las «Pintu-ras negras», que decoran

Goya apenado por la muerte de

la duquesa de Alba

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«La duquesa de Alba», por Goya.

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la Quinta del Sordo. Por este tiempo Francisco de Goya conti-nua diseñando «Los caprichos», en esa primera remesa o serie,su contenido atañe a temas relativos a la deformación o adul-teración de la relación erótica entre el hombre y la mujer, endonde se fuerza la voluntad por una baja pasión. También se ex-tiende a temas sociales, como la educación de los niños, losbandidos, los borrachos, los vagos inútiles que gravitan sobre elpaís, los malos artistas, cirujanos, médicos y maestros. Además,a otros pecados, la lujuria, y otros semejantes como la gula delos frailes, la falta de caridad, la avaricia, la vana soberbia o lamaliciosa prepotencia de los viejos.

El Diario de Avisos publica una nota del crítico de arte, JuanAgustín Ceán Bermúdez, que sirve de prólogo a «Los caprichos»,en la que insiste en mostrar la intención, todavía ilustrada, crí-tico-costumbrista del pintor. Dice, que persuadido el autor de lacensura que hace de los errores y vicios humanos, peculiar dela elocuencia y la poesía, también puede ser condición de lapintura. La serie primera de «Los caprichos», se vende en la ca-lle del Desengaño, número 1, tienda de perfumes y licores, pa-gando por cada colección de ochenta estampas, trescientos re-ales de vellón. Con las pruebas de «Los caprichos» bajo el brazo,acude Goya a las tertulias de sus amigos ilustrados, empeñadoscomo él, en sanear con el escalpelo de la crítica los malos há-bitos de la sociedad en que viven, y quieren reformar. Entre loscontertulios de esas reuniónes a las que va el pintor, se en-cuentran el conde de la Viñaza, y el joven poeta Manuel JoséQuintana, quien profesa gran devoción a su amigo Franciscode Goya. La situación madrileña de Goya es radical, frente a laconvención de los hábitos estables, admitidos con social una-nimidad y complacencia por la burguesía satisfecha y victorio-sa, de dominar todos los estamentos del poder político, econó-mico y social, y muestra su crítica con caricatura revolucionaria.El pintor no está instalado con la burguesía victoriosa, por elcontrario, se encuentra en el movimiento de retirada de una mi-noría aristocrática ilustrada, que se precipita hacia su derrota to-tal, arrastrada por los acontecimientos generales de su tiempo,como el fracaso de un pueblo incapaz de aprovechar el esfuerzo

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regenerador propiciado por la Ilustración. Mientras, Carlos IVestá más atento a resolver la rebeldía de su hijo Fernando y en-cumbrar a Godoy, preocupado poco en favorecer a Madrid, aun-que funda el Depósito Hidrográfico, la Escuela de Ingenieros yla Fábrica de Tabacos, instalada en la calle de Embajadores jun-to al Portillo. El avance urbano iniciado por Carlos III, se es-tanca en este tiempo.

147Goya apenado por la muerte de la duquesa de Alba

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Ya primer ministro de Carlos IV, Manuel Godoy, cada día másdenostado e impopular, llega a temer por lo fácil con que seexaltan los ánimos en las corridas de toros, hasta suponerle unapesadilla y quiere suprimirlas. No tiene valor para hacerlo abier-tamente, ni quiere aparecer como autor de los consejos al mo-narca sobre el asunto. Se vale del ministro Campomanes y delconde de Montarco. Estos presentan al Consejo argumentos alu-diendo a prejuicios sociales, religiosos y agropecuarios. La sus-pensión es un hecho, en 1805. La torería queda en paro, algu-nos emigran a Portugal, como Bartolomé Jiménez Acosta y CurroGuillén, otros se buscan empleos, caso de Agustín Aroca, quese coloca en la ciudad de Jaén. Hijo de un letrado notable, éltambién ha cursado estudios de Derecho, que le son válidospara sus pretensiones. Otros consiguieron tablas de carne enmercados municipales, a Juan Núñez «Desperdicios» se la con-cedieron en Sevilla.

En 1806, muere en el Real Sitio de Aranjuez, la princesa na-politana, María Antonia de Borbón, esposa de Fernando, Prín-cipe de Asturias. El pesar por este fallecimiento en Madrid, que-da desplazado por la conmoción que produce la noticia de queen el Real Sitio de El Escorial ha sido arrestado el Príncipe Fer-nando, el 30 de octubre de 1807. El pueblo madrileño tenía de-voción por el heredero de la Corona, pues ante el débil carác-ter de Carlos IV y la actitud de enfebrecida grandeza, de Manuel

Carlos IV suspende los festejos taurinos

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Godoy, cifraron en él, toda su esperanza. Madrid, como todaEspaña, andaba en gran mayoría contra el favorito, que acapa-raba poder y títulos, «Príncipe de la Paz», «Almirante y duque deAlcudia». El pueblo de Madrid, a través de su Ayuntamiento y conlos fondos municipales, adquiere en compra-venta, el Palaciode Buenavista, a los duques de Alba, para regalárselo a ManuelGodoy Álvarez de Feria Ríos y Sánchez Zarnosa, obra del ar-quitecto Arnal.

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Una mecha prende en España el odio contra el favorito y sucedeel motín de Aranjuez, los días 18 y 19 de marzo de 1808, conasalto a la casa-palacio de Godoy en el Real Sitio, forzando laabdicación de Carlos IV, en su hijo Fernando VII. Goya y la ma-yoría de la torería, como el pueblo, celebra la caída del valido

Fernando VII en el trono

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Motín de Aranjuez, caída de Godoy y prisión.

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que ingresa en la cárcel. En olor de multitud, el 24 de marzo,Fernando VII, entra en Madrid, montando en caballo blanco, laapoteosis de su recibimiento le acompaña hasta el Palacio Real.Goya, que entonces vivía en la calle del Desengaño número 1,por encargo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fer-nando, pinta al rey del natural, para su Sala de Juntas.

Mientras el general francés Murat, duque de Berg, lugarte-niente de Napoleón, llega a Madrid con sus tropas, con el pre-texto de ocupar las fortalezas españolas fronterizas y cubrir unaimpensable retirada en la acción francesa contra Portugal. El día1 de mayo de 1808, al pasar con su escolta por la Puerta delSol, es silbado por el pueblo que ya recela de las intencionesde los franceses. Murat había alojado en el Buen Retiro, la arti-llería de los Mamelucos y la de los Lanceros, en el cuartel de lacalle de Alcalá establece a los fusileros de la Guardia, en el cuar-tel del Conde-Duque a la Guardia Imperial Marina. En los altosde Leganitos, la división del general Gobert y las tropas de losgenerales Muriê y Connversiere, en San Francisco El Grande.Envía a El Pardo, al batallón Westfalia y los coraceros quedanacampados en la Casa de Campo y los Carabancheles. Otrasfuerzas ocuparon los inmediatos lugares de Chamartín de laRosa, Fuencarral, Leganés, Villaverde y Vallecas. PrácticamenteMadrid está tomado y cercado por un total de cincuenta milefectivos preparados para atacar en cualquier momento, maslos seiscientos mil soldados que han invadido la Península.

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El llanto del pequeño infante don Francisco por su alejamientode Madrid, es el chispazo que enciende la hoguera del heroicoepisodio del Dos de Mayo. La muchedumbre reunida junto al Pa-lacio Real, intenta cortar las correas del tiro de caballos prepa-rados para arrastrar el coche de la familia real. Inmediatamen-te aparece un batallón con dos piezas de artillería que, sin previo

El 2 de mayo

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Daoíz y Velarde en la defensa del parque de Monteleón.

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aviso a la multitud, dispara y cuantos quedan con vida, caenbajo las bayonetas de la Guardia Imperial, el resto de las tropasfrancesas, lanceros, polacos y mamelucos, asaltan las casas de-gollando a cuantas personas encuentran. Los paisanos acudenal Parque de Artillería de Monteleón en busca de armas, dondehallan gloriosa muerte los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velar-de y la heroína Clara del Rey. Combaten y hacen retroceder alenemigo, diferentes veces, en su intento de asalto al Parque deMonteleón, también contiene a los intrusos el batallón de Vo-luntarios del Estado, al mando del teniente Jacinto Ruiz, hastaque cae mortalmente herido. A toda persona que los soldadosfranceses encuentran un arma es muerta. Durante toda la noche

del día 2 y el día 3, el ba-rrio de Maravillas, el Paseodel Prado, la Montaña delPríncipe Pío y el atrio delconvento del Buen Suce-so, en la Puerta del Sol, en-tre la calle de Alcalá y lacarrera de San Jerónimo,son tristes escenarios detanta gloriosa muerte. Cer-ca del medio millar alcan-za el número de muertosen la heroica jornada, nollegaron a más, por la as-tucia del teniente José On-toria, que acompañado delmaestro de coches Juan Par-do, exponiendo a cada ins-tante sus vidas, lograron li-bertar a doscientas sesentapersonas ocultándolas endesvanes y cuadras. Peorsuerte corre Manuela Ma-lasaña, por encontrarla unastijeras de bordadora, en la

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Manuela Malasaña.

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liga, en un chequeo callejero, la fusilaron. Fue enterrada en SanMartín, era huérfana de Juan, vivía con su madre, María Oñoro.Había nacido y vivía en el barrio de Maravillas, en la calle deSan Andrés número 18. Actualmente lleva su nombre la calleque, entonces se denominaba Peninsular. El cadáver de PedroVelarde es llevado a la cripta de la parroquia de San Martín, eltemplo donde se había casado Francisco de Goya con JosefaBayeu. Luis Daoiz, malherido lo trasladan en parihuelas, el maes-tro de coches Juan Pardo y tres ayudantes, a casa de María, suamante, en el número 5 de la calle de Covadonga, hoy de laTernera, donde fallece y le trasladan a la cripta de San Martín.Los sepultureros Pablo Nieto y Mariano Herrero evitaron quelos restos de estos héroes del Parque de Monteleón se confun-dieran con los cadáveres del resto de los inhumados, escon-diendo en una mina del templo sus cenizas y dieron cuenta desu cuidado, en 1810, cuando el Gobierno decretó la demoliciónde la parroquia para hacer en el solar, la actual Plaza de SanMartín. A los sepultureros les concedieron una pensión vitaliciadel Estado, por ese hecho, y los restos de los militares trasladados

155El 2 de mayo

«Los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío, 3 de mayo de 1808», por Goya.

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al Parque de Artillería, en abril de 1814. El 2 de mayo de 1815,los enterraron en la capilla de Nuestra Señora del Buen Conse-jo, en la Colegiata de San Isidro, en la calle de Toledo. Un pe-queño gran héroe, José del Cerro, con sólo doce años, cuandola carga de los Mamelucos, en la Puerta del Sol, baja por la ca-lle de Carretas, llega a la plaza y comienza a lanzar piedras aaquellos moros napoleónicos, hasta que una bala le alcanza enpleno pecho y cae muerto. Entre el testimonio histórico y la de-nuncia contra el intrusismo francés, Goya, con sus pinceles dejaperseverancia de aquellas trágicas jornadas en óleo sobre lien-zo, que son auténticos documentos, en sus obras, «La carga delos mamelucos» y «Los fusilamientos del 3 de mayo, o de la mon-taña del Príncipe Pío». La elegía de Juan Nicasio Gallego, las es-trofas de Manuel José Quintana y las encendidas décimas deBernardo López García levantan el sentimiento patriótico. Estascomienzan:

Oigo Patria tu afliccióny escucho el triste conciertoque forman, tocando a muerto,la campana y el cañón.

Son muestras del dolor y rabia, que les produjo a los escri-tores y poetas que vivieron esos episodios, la traicionera y bár-bara invasión, a igual que al pueblo madrileño, que se echó ala calle a defenderse contra las tropas de Bonaparte. Bastantesrepresentantes de la torería figuraban entre la multitud que da-ban la cara por la independencia, entre estos fue víctima de lalucha ciudadana, el espada madrileño José Castro Vázquez.

El 20 de julio de 1808, hace su entrada en Madrid, el rey in-truso José I, hermano de Napoleón Bonaparte. Entrada que tra-taron que fuera triunfal y resulta ridícula. El tórrido calor delambiente contrasta con la frialdad de los madrileños. La llama-da guerra de la Independencia está estacionada, situación queimpacienta a Napoleón, que decide venir a España. El 4 de no-viembre llega a Madrid, seguido de un ejército de cuatrocientosmil hombres, dirigidos por trescientos cincuenta y tres genera-

156 El Madrid Taurino de Goya

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les, y se instala en un palacete de Chamartín de la Rosa, pro-piedad del Duque del Infantado. El emperador francés que sub-yugó a Europa, aficionado al sabor local, cultiva el pintores-quismo. Las mujeres de teatro son siempre de su agrado. Teneruna aventura con una española suponía un incentivo para él. Suayuda de Cámara, Constant, le habla de cierta joven que des-empeña papeles modestos en el Teatro de la Cruz, la había vis-to una noche , reunida en una botillería, morena graciosa, muylinda, con grandes ojos negros. Huyendo de la francesada serefugia la joven en casa de una tía suya en Chamartín. Napole-ón la llama y ordena que pase por la puerta accesoria del Pa-lacio para no dar escándalo. La entrevista dura poco. No tardaen oírse la voz del emperador: «Constant, acompaña a esta se-ñorita y abre que se ventile esto. La damisela se había perfu-mado mucho, creyendo agradar más. Pero Napoleón aborrecía

157El 2 de mayo

«Carga de los mamelucos», cuadro pintado por Goya hacia 1814.

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los perfumes, sobre todo si eran de baja calidad, y huía de lasmujeres que de ellos abusaban. La cómica sale avergonzada porla repulsa imperial, que ofendía su amor propio. Además tieneserios disgustos, porque la aventura ha trascendido y en pocoestá que la asesinen los patriotas por afrancesada. Madrid veníaaprestándose a la lucha, la manolería pedía armas y son repar-tidas las que se hallan en los parques militares, pocas y defi-cientes, chuzos, sables y escopetas. Se organiza la fabricación decartuchos. El regidor encargado de dirigirla es el marqués dePerales, que procede con el mayor celo a desempeñar su co-metido. Pocos hombres hay en el Madrid goyesco que gocende tanta popularidad como el marqués de Perales. Pese a suelevada alcurnia, le gusta alternar con manolos y chisperos, enlos bailes del candil le tienen por punto fuerte, luce garbo cas-tizo e indumento plebeyo, castoreño, pañosa roja y traje corto,en las clásicas verbenas y en las botillerías de los barrios bajos.Más de una maja suspira de amores por el gallardo aristócrata

158 El Madrid Taurino de Goya

Grabado de la época que representa la lucha callejera del 2 de mayo de 1808 en la Puerta del Sol.

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democratizado. Aún se habla de cierta hermosa carnicera que,burlada por él, ha jurado tomar crueles represalias.

Comienza el reparto de cartuchos, la impaciencia hace quealgunos manolos se apresuren a probarlos. Con estupor venque no explotan. Inquirida la causa, es fácil ver que la pólvo-ra había sido sustituida por arena. La indignación que esto pro-duce engendra un grito unánime, transmitido de extremo a ex-tremo de Madrid. ¡Muera el marqués de Perales! Se formangrupos en las tascas barriobajeras, que avanzan, agresivos, ha-cia el palacio del prócer, hermoso edificio de la calle de la Mag-dalena, número 10, de bella portada barroca, de las más pre-ciadas del Madrid antañón, que es asaltado por las turbas y enel zaguán encuentran al marqués, le apuñalan y arrastran sucadáver por la calle en una estera. El de Perales no tuvo culpaalguna en el suceso que motivó su muerte. Es seguro que hasido víctima de la venganza de un envidioso o una despecha-da, tal vez la carnicera de que se había burlado. La multitud notarda en reaccionar, muchos recuerdan al amigo, al compañe-ro que olvidando su sangre azul, bebía «sangría» o «Valdepeñas»en alegre compañía de manolos y chisperos. A poco de con-sumarse el hecho brutal , se menciona al desdichado regidor concondolencia por su triste sino: ¡Pobre marqués de Perales! Lamusa popular en su recuerdo, no tarda en lanzar una sentidacopla:

En la verbena del Carmenmataron al marquesito: ¡Cómo lloraba su madre!

El espíritu del 2 de mayo sigue latiendo entre los madrileñosy el marqués de Castelar da la norma definitiva: «Morir de un tiroes más honroso que seguir la suerte del marqués de Perales».

Napoleón desde Chamartín da la orden de que al amanecerempiece el bombardeo sobre el Buen Retiro. Truena el cañónpor uno y otro bando. Ocho baterías francesas baten las tapiasde la residencial zona y por la fácil brecha se introducen los ti-radores de la Guardia Imperial, que vuelan la Fábrica de Por-

159El 2 de mayo

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celana y se apoderan del Observatorio y del Palacio, actual-mente edificio que acoge al Museo del Ejército.

También las balas dejan huella en la Puerta de Alcalá, los lla-mados «pepinillos» franceses, según dicho popular. Cae el Reti-ro y con este recinto, Madrid. El 4 de diciembre se firma la ca-pitulación.

160 El Madrid Taurino de Goya

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Jose I reina en Españacon base en la Constitu-ción de Bayona, que con-serva la Religión Católi-ca, Apostólica y Romana,con exclusión de otras.Se respetan vidas y ha-ciendas de los vecinos yresidentes en Madrid, delos empleados públicosy de los militares. No seperseguirá a nadie porcuestiones políticas. Nose exigirán más contri-buciones que las ya exis-tentes. Se conservan lasleyes, costumbres y tribu-nales. Las tropas saldránde la Villa con los hono-res de la guerra, dejandosus armas. No se podíapedir condiciones más

José I, rey intruso. La fiesta sigue

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José I Bonaparte.

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ventajosas. Sometida la Capital, Napoleón parte hacia Francia.José I queda más tranquilo y se dispone a crear adeptos por lavía pacífica. En la Colegiata de San Isidro se celebra, con un fríoritual, el acto de la Jura del Rey intruso. Para ganarse al pueblorestablece las corridas de toros, su espectáculo favorito, en al-ternancia con el teatro. Ya en marzo de 1808, se habían orga-nizado festejos taurinos para celebrar la llegada del intruso,como lo prueban las cuentas pasadas del marqués de Perales,con fecha del 20 de abril y la instancia del torero Juan Núñez«Sentimientos», dirigida al Ayuntamiento en 1809, rogando se leabone el salario de las corridas en que había tomado parte, se-gún decía textualmente: «por la proclamación de nuestro abus-to soberano José I».

El 27 de julio, se dafiesta de toros, se correncatorce reses entre maña-na y tarde, por las cuadri-llas de «Sentimientos» yAlonso Alarcón «El Pocho».Los astados pertenecen alas ganaderías de Águila yBolaños, Álvaro Muñoz,Manuel Aleas, Bañuelos,Manuel Hernández, JuliánFuentes y Ramón Zapate-ro.

El Ayuntamiento de Ma-drid, en sesión plenaria del19 de agosto de 1808, acuer-da que los comisarios detoros dispongan lo conve-niente para colocar gratisdos mil soldados en las co-rridas a celebrar los días 26y 29 del mismo mes, en laPlaza de extramuros de laPuerta de Alcalá. En otoño

162 El Madrid Taurino de Goya

El general Joaquín Murat, cuñado de Napoleón y lugarteniente

de las tropas francesas en España.

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se celebran cinco festejos, resultando cogido y herido Juan Nú-ñez «Sentimientos», en el festejo del 19 de septiembre. En la co-rrida del 10 de octubre alternan Jerónimo José Cándido y CurroGuillén.

Por decreto de José I, fechado el 16 de diciembre de 1809,se anuncia el arriendo de la plaza de toros de Madrid, que re-sulta desierto, y el Ayuntamiento se encuentra en la obligaciónde dar los festejos taurinos por su cuenta. El corregidor de la Vi-lla se dirige al vizconde de Miranda y le pide contrate determi-nados toreros. El prócer les anticipa dinero para el viaje, confecha 6 de julio y los lidiadores Jerónimo José Cándido, CurroGuillén, los hermanos Badén, los Ortiz, Revilla, Flores, Castillo,Juan García y Antonio Rodríguez, se ponen en camino y a mi-tad de la travesía son asaltados por unos bandoleros, robadosy despojados de sus caballos. Para celebrar estas corridas de1809, es preciso arreglar la Plaza de la Puerta de Alcalá, dete-riorada por haber servido de albergue a los prisioneros de labatalla de Ocaña. Las obras importan ciento noventa mil reales,la subasta de los caballos la remata el picador Juan Rueda. Ade-más, se reedifica el bodegón y la taberna que se adjudican aJuan Bedel y a Juan Lapernía, respectivamente, con el aprove-chamiento de carnes se queda Domingo Celda y se designa ala iglesia de San José para la administración del Santo Viático enla plaza, también se dispone que durante la temporada se ce-lebre una misa al amanecer y otra después del mediodía en laCapilla del Real Pósito, próxima a la Puerta de Alcalá. El 29 dejunio, se da orden a las iglesias de San Luis, en la calle de laMontera, y de Santo Tomás, en la calle de Atocha, para que ce-lebren a las dos de la tarde, con limosna de cuarenta reales cadauna, pagaderas por el Ayuntamiento y con el fin de que el pú-blico que asista a las corridas de mañana y tarde, pueda oír misa.

La corrida de toros que se celebra el 24 de junio, presenta lanovedad de que la recaudación, que hasta entonces se habíahecho en las dependencias de la plaza, sirviéndose de unos ta-leguillos en los que se depositaba el importe de los asientos, sereemplace por la venta de billetes en la Puerta del Sol, casasdel Pósito y Administración del coso y los cambios de los car-

163José I, rey intruso. La fiesta sigue

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teles, se obligan a anunciarlos en el Diario de Madrid. El nue-vo sistema de venta de localidades, de momento, no da resul-tado y se vuelve al antiguo de talegos.

El 1 de junio se da la segunda corrida de la temporada, la ter-cera el día 15 del mismo mes, y las restantes hasta siete, durantelos meses de septiembre y octubre. Para las novilladas de invier-no se saca a subasta el coso madrileño, el 16 de noviembre, y sele adjudica a don Manuel Gaviria. Este organiza nueve corridasdurante 1811, la del 6 de octubre, se celebra a beneficio de los dies-tros, con cuádruple división de la plaza, produciendo el festejosesenta y cinco mil ciento noventa reales y ocho maravedíes delos que dos mil cuatrocientos treinta nueve se entregan a los hos-pitales, además de cuatrocientos reales que Jerónimo José Cándi-do y doscientos Corchado, ceden a favor de los benéficos esta-blecimientos.

En el festejo del 28 de julio, el toro «Escarcillo», de la ganaderíade don Bernabé del Águila, causa una caída al varilarguero Juan

Luis de Amisas. Trasladadoal Hospital General, hoyCentro de Arte y MuseoReina Sofía, se agrava suestado, falleciendo el 13 deseptiembre.

Amisas, excelente pica-dor, había alternado de tan-da en Madrid, con su com-pañero Cristóbal Ortiz, el 25de junio de 1804, y ese díaalcanzó la alternativa de sucolega. Entonces y durantemuchos años, los piquerosrecibían la alternativa, comolos espadas, otorgada por elmás antiguo, de los que, lecorrespondía alternar en lacorrida.

En el año 1812, se cele-

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Napoleón Bonaparte.

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bran dos corridas de toros en obsequio a sus aliados, asiste elGeneral inglés duque de Wellington al festejo del 31 de agosto.Por ese tiempo, los picadores permanecían en el ruedo duran-te todos los tercios de la lidia, así no es de extrañar que cuan-do se lea o hable de toros, se mencione, tras entrar a matar eldiestro, vuelvan a acudir al caballo y aguanten una o más pu-yazos, como ocurrió en la tarde de la cogida mortal de «Pepe-Hillo». «Barbudo», el toro asesino, cuando lo quitaron del dies-tro moribundo, se arrancó al caballo del picador Juan López,que colocó la vara en todo lo alto, a caballo levantado.

Impresionado por la muerte de su maestro, Juan López seretiró del toreo y se empleó de mayoral en la ganadería de Ale-as en Colmenar Viejo.

Para ver apartar una corrida de esta vacada, el literato Lean-dro Fernández de Moratín invita a José Bonaparte. Ya en la de-hesa, un astado separado de la manada acomete al rey que seha caído del caballo. Gracias a la intervención de López, que de-rrenga al toro de un puyazo y lo obliga a reunirse con la pun-ta de que se ha separado no ocurre nada grave y todo quedaen el susto. Repuesto Bonaparte, intenta dar una moneda deoro al mayoral que le ha salvado de un grave percance, igno-rando este de quien se trata, insiste el monarca en gratificarle,diciéndole «Has salvado la vida de tu rey». Juan López se resis-te con terquedad a admitir el dinero y entre dientes dice: «Nopude salvar la vida a mi maestro y he librado a éste. Merezcola horca por mal español».

165José I, rey intruso. La fiesta sigue

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Entre los reinados de Carlos III, Carlos IV y el intruso José I Bo-naparte, un personaje, Francisco Cabarrús, es una de las figurasdestacadas en la vida española. Asimismo, su hija Teresa, cuyapersonalidad es estrechamente vinculada a la de su padre.

Francisco Cabarrús, hijo de un comerciante valenciano, es-tablecido en Bayona, nace en esta ciudad francesa el año 1752.Hombre de gran actividad, temperamental y ambicioso, prácti-co en los negocios, ducho en finanzas, razones que le llevan alcamino de la política. Adquirió la nacionalidad española y des-de entonces residió en Madrid. El primero de sus negocios con-sistió en instalar una fábrica de jabón en el entonces municipiomadrileño de Carabanchel de Arriba y comienza a atesorar unainmensa fortuna. Más tarde, entregado de lleno a los estudioseconómicos llegó a Consejero de Estado de Carlos III.

Avezado en la teoría y desarrollo financiero en 1782, dirigeel Banco Nacional de San Carlos ideado por él, sobre la base delBanco de San Fernando. También funda la Sociedad para el Co-mercio con las islas Filipinas, importante entidad en la que cen-trará la fuente principal de ingresos encaminadas al progresode España.

Durante ese tiempo, ha contraído matrimonio con María An-tonia Galabert, hija del valenciano Antonio Galabert, a quienCabarrús conoce como amigo y socio en negocios de banca enla capital levantina y llegaría a ser su suegro.

El conde de Cabarrús y su hija Teresa

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El 31 de julio de 1773, en Carabanchel Alto, nace su hija,apadrinada en la pila bautismal por su bisabuelo, Pedro Gala-bert, se le imponen los nombres de Juana, María, Ignacia, Te-resa.

Nacida en pleno auge financiero y social de su padre, en unacasa-palacio, llamado pomposamente Chateau Saint Pierre, enversión española Casa de San Pedro. Todavía adolescente, con-taba doce años de edad, viaja con su madre por primera vez aParís.

Con Carlos IV en el trono, en su gobierno resecionario nohubo lugar para Cabarrús, ni para su grupo de reformadores.Además, acusado de malversación de fondos públicos, estuvodos años presos (1790-1791). Por fin el rey comprendió que ne-cesitaba de su inteligencia de hombre de Estado, y consiguióque en juicio se declarase su inocencia. Le prometió una in-demnización de 6 millones de reales, en 1792 le concedió el tí-tulo de Conde y le empleó en varias misiones, principalmenteen el Congreso de Rastatt (Alemania), en 1797 a 1799, para con-cretar el tratado de paz entre Francia y Alemania. Sirviendo conlealtad y buen éxito.

Es evidente que Cabarrús no tomó parte en las intrigas quehicieron abdicar a Carlos IV, y privaron a su hijo de la sucesión,que terminó en fama de José Bonaparte. Fue ministro de Ha-cienda en el gobierno del rey intruso, puesto que conservó has-ta su muerte, en Sevilla, el año 1810.

Teresa Cabarrús, mujer bien proporcionada, belleza univer-sal, cuyos éxitos en la sociedad y aún en la política, se debenprincipalmente a esa donosura. Ilustre y disentida personalidad,de boyante inteligencia y sorprendente serenidad vital. Sin re-cogimiento y espiritualidad, toda su vida se caracteriza por lasvicisitudes de índole y matiz diferentes.

Teresa, aunque nacida en el corazón de España, al correr deltiempo se muestra más francesa que española. Criada en plenoauge financiero y social de su padre, llegó a disfrutar de dese-adas recesiones. El discurrir de sus días de Carabanchel dejanla impronta de una paz familiar recogida y severa, disfrutandodel cariño de sus padres, parientes y servidumbre. Cuando su

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tío Maximiliano Galabert la pretende y quiere iniciar el primercapítulo de su vida amorosa, quedó todo en una actitud con-templativa.

En París, Teresa Cabarrús se adelanta con plena concienciaa la vida mundana y revolucionaria, empieza a ser la mujer másodiada y más vehemente adorada de Francia, Cabarrús será yacomo una bruma incierta de recuerdos, aunque constituyera enel futuro la permanente añoranza de su vida. Sucesivamentevive en Francia, participando en la Revolución, en la Repúbli-ca, en la Convención. Desde su prisión de las Carmelitas, don-de la acompañó la emperatriz Josefina, organizó el 9 determi-nador que acabó con Robespier y sus amigos. Casó con JuanLamberto Tallien, célebre revolucionario francés. En el procesode Luis XVI llegó hasta pedir que se prohibiera la defensa delmonarca. Persiguió a los Girondinos, formó parte del Comitéde Salud Pública y defendió a Maret.

En Thernidor, en el Directorio y en el Consulado, fue mar-quesa de Fontenaz, «Nuestra Señora del Socorro» por las mu-chas vidas que salvó; «Reina de Burdeos», nominación irreve-rente, muy al uso revolucionario. Nuestra Señora Thernidor,«Reina de París», madame Taillen, Condesa de Caraman y, fi-nalmente, princesa de Csuan-Chinay. Tan lejana geográficamentede su Carabanchel, en alta calina, a modo de baleón de Madrid,que olvidó en honor de su linaje que tan cumplidamente lo re-presentó durante su existencia, que se extinguió en 1835.

169El conde de Cabarrús y su hija Teresa

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El Rey intruso, José I, queha de soportar despre-cios populares, no todole son alfilerazos, tam-bién el amor perfuma sushoras madrileñas. La con-desa de Jaruco, TeresaMontalvo, ornato primo-roso del Madrid goyesco,muy dada a celebrar sa-raos en sus salones, na-tural de Cuba, prodigiosaprovincia española, en-tonces, que por gozar deprivilegios, tiene el deproducir las mujeres mássugestivas del mundo, asus doce espléndidas pri-maveras, equivalentes alas de veinte, en mujeresde otra latitud, contraematrimonio y cambia el

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José Bonaparte, rey de España.

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rumbo de su vida. Desposada con el conde de Jaruco, militar demucha más edad que ella, pocos años después se avecina en Ma-drid. El conde es nombrado inspector general de tropa en laisla de Cuba y ha de dejar en la Corte a Teresa con sus hijasMercedes y Pepita. La muerte arrebata al conde en pleno trópi-co, dejando a Teresa viuda, joven y hermosa, los tres entorcha-dos de una mujer coqueta. Tras el luto inevitable, la condesaviuda de Jaruco abre sus salones, ofreciendo su trato encanta-dor a cuantos personajes, predominantemente masculinos, bu-llen en Madrid. Manuel José Quintana, Juan Bautista Arriza yLeandro Fernández de Moratín leen sus versos, Francisco Goyaborrajea geniales caricaturas, los mejores cantantes del teatro delos Caños del Peral y de la Cruz dejan oír sus voces melódicas.Y todos veladamente, comentan la política del momento. Loscortesanos frecuentan los saraos de la condesa, además de mi-nistros y diplomáticos y damas de alcurnia como Laura Permón,esposa del general Junot, duquesa de Abrantes, sugestiva y ale-gre, que blasonea de haber disfrutado la intimidad de todos losprohombres y muchos de inferior categoría social.

José I enamoradizo por temperamento y alejado de la reinaJulia, que se encuentra en el bello rincón residencial de Mon-tefontaine, comienza distinguiendo a Pilar Acedo, marquesa deMontehermoso, guapa mujer que había conocido en Vitoria a supaso hacia Madrid. Ella se había insinuado desde el primer mo-mento y procura conservar su preeminencia, sin que el mar-qués se dé por enterado. El rey en justa reciprocidad, le haceGrande de España, primer gentilhombre de Cámara, amén deconcederle condecoraciones, sin más méritos que su compla-cencia perseverante. En realidad no es poco.

Cuando el rey se fija en la condesa de Jaruco, la estrella dePilar Acedo comienza a declinar. La hermosa cubana con susencantos insuperables rinde a José Bonaparte. Se ven a hurta-dillas, pero no es bastante. El rey encarga comprar el palacioubicado en la calle del Clavel, esquina a la calle de las Infantas,hoy desaparecido, pagando por el inmueble un millón de rea-les, cantidad muy crecida para entonces. Consumada la com-pra-venta el soberano le pregunta a su ministro de Hacienda

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Cabarrús, que le parece la adquisición, y éste le contesta, «Se-ñor, creo que el palacio no vale esa suma... ¡ni con la condesadentro!».

Por las noches en una carroza sin blasonar y sin séquito al-guno, el rey se encamina al palacio de la calle del Clavel. Estaresidencia cuenta con un poético jardín, que en el centro se ha-lla un árbol y bajo sus ramas se cobijan los dos amantes entre-gados a sus pláticas amorosas. Transcurre el tiempo feliz, Mer-cedes la hija mayor de Teresa, contrae matrimonio con el generalMerlín, que al poco de casarse parte a luchar contra los guerri-lleros andaluces. Mercedes está enamoradísima de su esposo,pero se aburre y precisa divertirse. Con frecuencia va con sumadre a la Casa de Campo, donde cabalga junto al rey. Manjarde dioses, es Merceditas, y José I, se insinúa en momento opor-tuno, a hurtadillas de la madre. Con paciencia espera conseguirsu apetecida prenda. En uso de licencia, regresa el general y elrey con cinismo y bromeando le pregunta, «¿Qué harías, gene-ral, si un monarca hiciese la corte a vuestra esposa?». «Sencilla-mente, señor, lo mataría sin contemplaciones», responde Merlína rajatabla. Ríe el soberano, mundano. Todo es broma. Pocos díasmás tarde, el general se ve favorecido con el título de conde yno lo rechaza. Lo cual es muy significativo.

Sin saber por qué, la salud de Teresa Montalvo se torna en-deble, adolece, se agrava y sucumbe en pleno idilio. El rey, queno ha dejado de amarla, pese a algún eclipse furtivo, sufre consu muerte hondo pesar. Se acaba de abrir el cementerio Norte,pasada la Puerta de Fuencarral, y el cuerpo hermoso, ya carro-ña, de la condesa de Jaruco es de los primeros enterramientos.Pero la misma noche subsiguiente al sepelio es sigilosamenteexhumado el cadáver y conducido al jardín de la calle Clavel,donde regios mandatarios han hecho cavar una fosa bajo el ár-bol confidente de muchas veladas de amor y allí depositan losrestos de la hermosa cubana, prematuramente muerta.

En 1810, en el otoño, José I dió órdenes de que la reina Ju-lia, su esposa, venirse a España. Con el séquito llega a Madrid,el general Leopoldo Hugo, con su mujer y tres hijos, el más pe-queño Víctor, sería el formidable escritor, gloria de Francia y del

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Mundo entero, consagrado con sus grandes obras, «Los misera-bles» y «Nuestra Señora de París». El general Hugo y su familiase hospedan en el palacio de Masserano, en la calle de la Rei-na, es nombrado gobernador de Madrid, inspector general de mi-licias y mayordomo de Palacio. Además le otorgan el marque-sado de Cogolludo y el condado de Cifuentes.

El alcalde de Madrid, en 1810, don Dámaso de la Torre, ofre-ce al vecindario la importante mejora de los faroles de rever-bero, que hace reflejar la luz en el metal bruñido. Ya en 1717,se colocaron los llamados pacetones o faroles a fuego, siendoregidor don Pedro de Guzmán.

Goya pinta «Celestina y mujer en el balcón» en la primera dé-cada del XIX.

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Madrid desde septiembre de 1811, comienza a padecer el lla-mado «año del hambre» que produce entre su vecindario vein-te mil muertos, cebándose la desgracia, una vez más, en la gen-te pobre. Sus cadáveres yacen en las aceras de la Villa, de dondelos recogen hasta dos veces al día los carros de las parroquias.

En 1812, la capital de España contaba con un censo de135.000 habitantes, ocho mil casas, agrupadas en cincuenta man-zanas. Tenía cuatro plazas, ochenta plazuelas, diecisiete parro-quias, dieciocho hospitales, cuatro cárceles, cuatro bibliotecaspúblicas, dos museos de pintura, uno de Ciencias Naturales, unomilitar, una plaza de toros, dos teatros y treinta fuentes públicas.

El Ayuntamiento de Madrid estaba formado por el Alcalde oCorregidor y diez regidores designados por José I. Para engro-sar la hacienda municipal, bastante depauperada con tanto ava-tar, se creó un arbtrio sobre las casas de juego y privilegio, quese adjudicó al francés monsieur Pioson, se obligaba a entregarquinientos cinco reales mensuales. Fondos que el Ayuntamien-to distribuyó: diez mil reales para la Casa de Expósitos, otrosdiez mil para el Hospicio y cien mil para el Hospital General.Con los cincuenta mil reales restantes se adquirió un objeto ar-tístico, obsequio para José I. Algunos otros ingresos de las ar-cas municipales fueron destinados para elegante vestimenta delos regidores con el fin de asistir a las fiestas de palacio de eti-queta. Mientras el pueblo llano se consumía entre calamidades.

Goya se queda viudo

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Un panorama desolador: padres de familia pidiendo socorro,empleados endeudados, artesanos en paro, talleres abandona-dos, casas vacías de familias aposentadas, los hospitales aba-rrotados de enfermos, hospicios y cárceles llenos de andrajos ymiseria. La carestía de alimentos llegó hasta el extremo de ago-tarse el pan.

En un intento de huida de Madrid, José I, con sus soldados,le acompañan el corregidor y algunos regidores. Mientras, enla Casa de la Villa se reúnen ocho miembros del Ayuntamientopara ordenar y dominar la situación, es necesario vigilar las ca-sas abandonadas, donde hay objetos de valor y documentos, yes preciso controlar los alimentos y su reparto, además de po-ner luz en los balcones y organizar patrullas con el fin de evi-tar saqueos, favorecidos por la oscuridad.

A las 11 de la mañana del 12 de agosto de 1812, el duque deCiudad Rodrigo entra en Madrid y los regidores le reciben en lafuente del Abanico, al final del Paseo de Chamberí (hoy calle deLuchana y plaza de Chamberí), y le acompañan hasta la Casa dela Villa. En solemne ceremonia le entregan las llaves de la ciu-dad. El duque las recibe y extiende un edicto proclamando laConstitución de 1812, promulgada en las Cortes de Cádiz. El día13 es nombrado corregidor interino don Juan Antonio Pico, y dela Plaza de la Villa van en comitiva hasta el Palacio Real en unaelevada tarima, colocan en sitio de honor un retrato de Fer-nando VII y leen a los ciudadanos congregados parte de la Cons-titución. Proclama que también sucedió en la Plaza Mayor, Pla-za de la Villa y Plaza de las Descalzas.

Con el título de Alcalde Constitucional, se nombra el 20 deagosto al marqués de Iturvieta y del alcalde segundo al condede Villapaterna, ambos nacidos en Madrid. Un rumor que correpor los mentideros de la capital, filtra el bulo que retornan lastropas francesas, la posibilidad de que esto fuese cierto, ate-moriza al flamante Ayuntamiento que disuelven el Concejo yrenuncian a su cargos. En su afán de huida, alguno lo hizo has-ta en mula.

Las calamidades duran hasta el verano de 1812, que se pue-de remediar con la ayuda de los más pudientes, incluido el Rey

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y los soldados franceses mejor avituallados, y los esfuerzos delAyuntamiento. Goya y su mujer, ante las inciertas perspectivasdel país, toman precauciones. Hacen testamento, nombrandoheredero universal y único a su hijo Francisco Javier. Las pési-mas condiciones sanitarias y de todo orden que gravitan peno-samente en el ambiente tétrico de un Madrid famélico, que a laposteridad recuerda, el cuadro de José Aparicio, colgado en elMuseo Municipal, o tal vez, el mismo hambre, hacen presa enla esposa de Goya, o acaso alguna enfermedad no relacionadacon aquella plaga. No se sabe, pero Josefa Bayeu fallece el 20de junio de 1812, siendo enterrada en el cementerio del Norte,pasada la Puerta de Fuencarral, en la actual confluencia de lascalles de Magallanes, Rodríguez San Pedro, Fernando el Católi-co y Vallehermoso. El 28 de octubre del mismo año, Goya di-suelve y reparte con su hijo la sociedad matrimonial de bienesgananciales. Goya sigue pintando con asiduidad y piensa reha-cer su vida, solitaria desde la muerte de su mujer.

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La campaña bélica marcha cada vez peor para los intrusos fran-ceses y el rey, cada día se encuentra con menos medios eco-nómicos. El hambre vuelve a enseñorearse de Madrid, la gue-rra la tiene perdida.

Don Pedro Sáinz de Baranda se mantiene en su puesto consentido de la responsabilidad, asistiendo a la Casa de la Villa y

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José I en su huida a Francia.

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acordando con el jefe político ponerse al frente del Ayunta-miento. Ante la decisión de Sáinz de Baranda, otros regidoresacuden también, como Rivacoba y Uriarte y celebran una se-sión municipal, acordando: asegurar la cobranza de arbitrios deconsumo y organización de la policía para mantener el orden.

Al tener noticia del retorno de las tropas francesas, Sáinz deBaranda al frente de la corporación municipal con seis macerosa caballo llega hasta la Puerta de Toledo a recibir al ejército in-vasor. Su postura es protocolaria y después presenta su dimisiónde responsable de la corporación municipal, aunque le propo-nen que continúe. Únicamente acepta hacerlo en calidad de ve-cino de la villa, en las sesiones del Consejo. Así cumple hastaque días después José I nombra nueva corporación municipalpresidida por don Frutos Álvarez Benito. Pocos días después, el6 de noviembre, las tropas españolas llegan a la capital y se ini-cia una nueva retirada napoleónica. El corregidor Álvarez deBenito desaparece y don Pedro Sáinz de Baranda vuelve a es-tar al frente del Ayuntamiento, el 7 de noviembre, obstentandoel título de Presidente del Cuerpo Municipal. Reinstaura el Ayun-tamiento constitucional y, en ese momento, abandonan el salónlos regidores nominados por José I. La corporación municipal,el 21 de noviembre, queda bajo la presidencia de don FrutosÁlvarez Benito, por otro regreso de los soldados franceses. Y el10 de junio de 1813 se encuentran de nuevo al frente de la al-caldía. O consejo, el marqués de Iturvíeta y el conde de Villa-paterna, que inician una labor de zapa sobre quienes son adic-tos o no al monarca francés.

Los corregidores de Madrid entre 1800 y 1807, solo se ocu-paron de la limpieza, riegos de las calles y reglamento sobrefuentes públicas, prohibiendo lavarse o peinarse en éstas. Ade-más dieron bandos sobre la hidrofobia, precios de las corridasde toros, que se celebraban en la Plaza Mayor, otro sobre elprecio del carbón y la venta del cordero en los mataderos. Losmunicipios de 1812 tuvieron ya otras ideas, organización de laciudad, la tenencia de armas, y dar a conocer la situación de lasCortes Constituyentes, vigilancia de la villa, colectas y suscrip-ciones para socorrer a los indigentes, vigilar el pósito donde se

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guardaban los granos de trigo y control de la fabricación y dis-tribución del pan.

Una mañana de junio de 1813, renunciando a luchar contralo imposible, sale José I del Palacio de Oriente. La retirada esespantosa, en el desbarajuste de la fuga se pierden los equipa-jes y se inutilizan los víveres. El hambre se apodera de los fu-gitivos, algunos días el rey tiene por todo alimento un puñadode castañas. Cerca del Pirineo, descubren una choza entre lafrondosidad del paisaje y a sus moradores les ofrece, un Luisde oro como pago de la comida que consumieran. La monedano excita la codicia de los campesinos y dicen no tener nada decomer. Se deciden a registrar alacenas y arcones, hallando me-dia docena de huevos y un tarro con manteca de cerdo. En-cienden una fogata en el hogar y cocinan una tortilla que co-men ayudada con una hermosa rebanada de pan. Poco tiempo

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Francisco de Goya, en su serie de aguafuertes «Los desastres de la guerra»reflejó toda la crueldad de la lucha por la Independencia.

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después atraviesa la frontera José Napoleón, considerado yadestronado. Con la rendición en Bailen de las tropas francesasdel general Dupont ante las del general Castaños, era de supo-ner que nunca los franceses saldrían victoriosos, de nuestra Gue-rra de la Independencia.

Goya que pinta los desastres de la guerra, no considera de-sastre el éxodo atropellado de la abigarrada caravana que caminode Francia se va, figurando en el tropel de gente algunos anti-guos ilustrados amigos del pintor, que al finalizar mayo de 1813,empiezan a evacuar de Madrid. En algunos de sus dibujos, Goyaalude este episodio, reflejando el despojo de iglesias y palaciosque las tropas francesas al mando del general Hugo, someten aMadrid. Ya está Madrid libre de franceses y ocupado por lasmesnadas de Juan Martín «El Empecinado», llegado desde Vito-

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Grabado al aguafuerte de Goya con el que inicia su serie de «Los desastres de la guerra», de violencias y crueldades.

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ria y Burgos donde han sido tan eficaces sus escaramuzas con-tra los gabachos. Francisco de Goya, que después de vivir en lacalle Valverde, vive en la calle del Desengaño, número 1 y sedispone a rehacer su vida, solitaria desde la muerte de Josefa Ba-yeu, ocupa el tiempo en el retrato al óleo de «El Empecinado».Por estas fechas, consolida su relación sentimental con la mu-jer del comerciante Isidoro Weiss, Leocadia Zorrilla. Desde haceun año, aquel tiene demanda de separación de su esposa, porinfidelidad, trato ilícito y mala conducta, agregándose un genioaltanero y amenazador. El 2 de octubre de 1814, nace RosarioWeiss, a la que Goya quiere mucho y se llega a atribruírsele lapaternidad.

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El Madrid liberado de 1813,con los ánimos exaltadoscontra los franceses, a lavez, que se alimentannuevas perspectivas devida nacional abiertas alpaís por la nueva Cons-titución liberal del 19 demarzo de 1812.

En 1814, la mayor par-tida de gasto del Ayunta-miento de la villa, queasciende a 245.000 rea-les, se destina a la para-fernalia del recibimientoy proclamación del reyFernando VII. Todavíamuy presente la heroicajornada del 2 de mayo,se asignan pensiones aviudas, hijos y padres delas víctimas.

Fernando VII vuelve a Madrid

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«Fernando VII en un campamentomilitar», por Goya

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Con sus dibujos y grabados, Goya se arroja al cauce de lacorriente liberal, singularmente los que prolongan la serie anti-clerical comenzada antes. Con el mismo espíritu se apresura elpintor a presentar sus respetos al presidente de la Regencia, elcardenal Luis de Borbón, arzobispo de Toledo, hermano de lacondesa de Chinchón, cuando entra en Madrid, el 5 de enerode 1814, Fernando VII, se encuentra en Valencia antes de llegara Madrid y decreta que la constitución de 1812, quede abolida,hay desmanes, persecuciones, destierros y cárcel para un buennúmero de españoles que piden un régimen liberal, no abso-lutista. A las doce de la mañana del 13 de mayo, Fernando VIIentra triunfalmente en la capital de España, por la Puerta deAtocha. Varios retratos del «Deseado», como le da al pueblo porllamar al rey, ha de pintar Goya en poco tiempo, algunos porencargo de instituciones y organismos. El 31 de mayo se le re-conoce el derecho al cobro de sus haberes como primer pintorde Cámara, y el 4 de noviembre presenta su memorial solici-tando la purificación definitiva. Alega, en el escrito, que «a pe-sar de su edad, quebrantada salud y sus muchas obligaciones queatender», no tan solo no pretendió, sino que se resistió a cuan-tas ofertas y propuestas le hicieron, prefiriendo «malvender susalhajas, que servir a dicho gobierno». El día 14, pide Goya sereciba información testifical que acredite «la ninguna solicitud asueldo, ocupación y el no haberse puesto ni en un solo mo-mento, la insignia de caballero de la llamada de Real Orden deEspaña, con que le comprometió dicho gobierno, por el re-nombre que en la pintura debe a sus estudios». El pesado apa-rato revisor de la conducta de los españoles con todas las con-secuencias de abusos, intrigas y venganzas, actúa contra el paísy el paisanaje. Se menciona la anécdota, según la cual, Fernan-do VII le dice a Goya: «Habrías merecido no solo la muerte, sinola soga. Si se te perdona es porque se te admira». Todos los do-cumentos del proceso purificador demuestran que todos los trá-mites se cubrieron sin tropiezo y como mera rutina, sin la me-nor polémica sobre su conducta.

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Retirado Pedro Romero y muerto «Pepe-Hillo», se hacen dueñosabsolutos de los ruedos dos espadas, Jerónimo José Cándido yCurro Guillén. Aunque éste no alcanza la primacía de Cándido,que la mantiene hasta que, en 1812, una dolencia reumática leobliga a abandonar la profesión que ha sido tan relevante paracuanto había aspirado en los comienzos. Jerónimo José Cándi-do, nace en Chiclana el 8 de enero de 1770, hereda la sangre

Jerónimo José Cándido, Curro Guillén

y otros espadas

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Cogida de «Curro Guillén».

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torera de su padre, José Cándido Expósito y se incluye en lacuadrilla de los Romero, con los que termina emparentando alcontraer matrimonio con María Isabel, hermana de ellos. En Ma-drid y Sevilla alterna con Curro Guillén. Toma parte en las co-rridas napoleónicas celebradas en la Plaza de la Puerta de Al-calá, acusando intermitentes achaques contra su salud. Aunquecontinua en los ruedos hasta 1824, en que acepta un destino yse retira. Todavía se viste de luces para torear algunos festejosde manera esporádica y el 1 de abril de 1839, muere en Madrid.Su competidor en los cosos, Francisco Herrera Rodríguez «Cu-rro Guillén», arrojado y valiente, acometía con decisión todaslas suertes, poniendo especial empeño en la de recibir, peronunca puede rematar con perfección. De estirpe torera, CurroGuillén, ve la luz en Utrera, el 16 de noviembre de 1783. Su pa-dre matador de toros se presenta en Madrid, el año 1787, comomedio espada y con la obligación de banderillear, repite en1791, sin alcanzar un puesto preponderante dentro de la Fiestade los Toros. Casa con una hija del matador de toros Juan Mi-guel Rodríguez, tío de «Costillares» y fruto del matrimonio es eljoven que en los ruedos, se conoce por Curro Guillén. Su pres-tigio torero culmina al restablecerse las corridas en 1814.

Otro diestro de mas valor que arte, Francisco García «Peru-cho», torea en Madrid por primera vez en 1778, alternando conJuan y Pedro Romero. El 8 de junio de 1801, toreando en Gra-nada, resulta mortalmente corneado por el toro «Barbero», de laganadería de don Juan José Bécquer, de Utrera. Había nacido enel pueblo gaditano de Setenil, el año 1745.

Contemporáneo de «Costillares», Pedro Romero y «Pepe-Hillo»,Juan Conde, alterna con ellos en carteles de Sevilla y en las co-rridas reales de 1789 en Madrid. En 1800, en un festejo, en la Pla-za de la Puerta de Alcalá, sustituye en el cartel a José Romero.

Nacido en Vejer de la Frontera, torea su última corrida el año1817, en Cádiz, ciudad, donde reside cuando muere en 1824.

Bartolomé Jiménez Acosta, destaca entre la torería de su tiem-po de manera relevante, hijo del picador del mismo nombreque ha figurado en las cuadrillas de las tres máximas figuras desu tiempo, nace en Sevilla el 16 de octubre de 1770. En Madrid

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torea en 1802 con José Romero y Antonio de los Santos, antesya había actuado con estos espadas en Sevilla. Repite su salidaal ruedo madrileño en 1803, y cuando la prohibición de las co-rridas de toros por Carlos IV, emigra a Portugal.

Una biografía que parece más de leyenda, que realidad, re-coge la vida del torero gitano José Ulloa «Tragabuches». Ena-morado con febril pasión de su esposa a la que llama siemprepor el apelativo cariñoso de «La Nena», la más hermosa y atra-yente entre todas las gitanas de Ronda. Desde que se había uni-do a ella, dedicaba más tiempo y atención al contrabando de te-las que a los toros. Conseguía introducir fraudulentamente tejidosdesde Gibraltar, que después «La Nena» vendía clandestinamentea la aristocracia. La vida de la pareja transcurría con felicidad yenardecido amor. Natural de Arcos de la Frontera, José Ulloa, seapoda «Tragabuches», mote heredado de su abuelo, que le lla-maron así, por haberse comido en adobo el feto de un pollino.Toma la alternativa en Salamanca, en la misma corrida en quees cogido mortalmente Gaspar Romero. Al regreso de Francia,el año 1814, el inefable Fernando VII, para ocupar de nuevo elTrono de España, que pérfida y astutamente había entregado aNapoleón, se despierta, con ceguera popular, un exacerbadofanatismo. La mayoría del pueblo español piensa que la vueltadel monarca absolutista sería un bien para la nación, luego lle-garían los desengaños. El acontecimiento del retorno regio esmotivo de celebraciones en distintas ciudades españolas confausto y regocijante alegría general. En Málaga, las autoridadesprograman festejos extraordinarios y tres corridas de toros, queencargan organizar al espada Francisco González «Pachón», yéste compañero de «Tragabuches», en la cuadrilla de José Ro-mero, se acuerda y le avisa para torear en los festejos. Ulloaacepta y envía el equipaje a Málaga con unos arrieros. Dos díasdespués jinete en magnífico caballo que acaba de adquirir, alcaer la tarde emprende, desde Ronda, el camino hacia Málaga.Cuando ha recorrido tres leguas, la cabalgadura tropieza y elespada sale lanzado contra un árbol, con tanta violencia que seproduce en la caída, una fuerte luxación en el brazo izquierdoy magullamientos en todo el cuerpo. En aquel estado, decide re-

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gresar a Ronda, sobreponiéndose a los agudos dolores que sen-tía, aunque no logran abatir su atlética resistencia. Aproxima-damente a las dos de la madrugada, llega a su casa. Llama re-petidas veces a la puerta y como no contesta nadie, se disponea forzar el postigo del corral. En aquel momento escucha la vozde «La Nena» que aparece alumbrándose con un candil sor-prendida de la llegada de su marido, que creía camino de Má-laga. La impresión de pavor que revela su semblante, no pue-de disimular, y despierta súbitamente en el ánimo de su maridouna sospecha terrible. Por primera vez, siente la mordedura delos celos, que en aquel carácter salvaje, enamorado hasta la lo-cura, toma proporciones trágicas. Registra la casa, mientras «LaNena», sorprendida llora amargamente. Como no encuentra anadie, comienza a sentir remordimiento de haber dudado, sinrazón, de la fidelidad de la que tanto quiere, y hasta casi se veinclinado a pedirla perdón. La fatiga física y el acaloramientode esos momentos le producen sed, para aplacarla se dirige auna tinaja que hay en la cocina, al destaparla para coger aguacon la caldereta, surge la cabeza de Pepe «El Listillo», acólito dela parroquia inmediata, que se había guarnecido allí, temiendocon razón las iras del esposo burlado. Entonces, «Tragabuches»lo entiende todo, y exasperado y furioso, saca una navaja yabriéndola con los dientes, la hunde en la garganta del desdi-chado jovenzuelo, que muere en el acto. Seguidamente buscaa «La Nena», que se ha refugiado en la sala, y asiéndola por la cin-tura, en un desesperado esfuerzo con su único brazo útil, la arro-ja por el balcón a la calle. En el golpe contra el pavimento se pro-duce instantáneamente la muerte. Aterrado por la suerte que leespera, pues para el parricida no había circunstancias eximentes,la condena a morir en la horca es inevitable. Monta a caballo ysale huyendo con el fin de ganar la sierra y eludir la acción dela Justicia. El escándalo en Ronda es tremendo. El corazón hu-mano, el libre albedrío, a veces, no tiene explicación. Aquellamujer idolatrada hasta el delirio por un gitano y torero, guapo,valiente y aplaudido, con quien tiene vínculos sagrados, se en-trega caprichosamente a un zagal de quince años, monaguillo,casi imberbe y sin atractivo que atenuara tan gravísima falta.

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No se vuelve a saber mas de «Tragabuches», hasta que pasa-do el tiempo, es rumor público en la baja Andalucía, que unode los terribles bandoleros de la partida conocida por los «Sie-te Niños de Ecija», es gitano, y se distingue entre el resto porser el mas sanguinario y más cruel. Se sospecha que sea JoséUlloa. Algunos de los bandoleros capturados dieron datos sobresu compañero «Tragabuches», y contaron horrores de sus inter-venciones espeluznantes. Uno de sus colegas antes de sufrir lapena de horca, el 13 de noviembre de 1818, canta en la cárcel,

«Una mujer fue la causade mi perdición primera, no hay perdición de hombreque de mujeres no venga».

Esa copla que entona el reo, es la misma que en sus corre-rías se podía escuchar a «Tragabuches», porque de éste la habíaaprendido. La banda de los «Siete Niños de Écija» va quedandomermada por cuantos apresan y condenan, y pierde importan-cia. El Rey promulga un decreto proponiendo que cuantos es-tén fuera de la Ley se entreguen a las autoridades y, serán in-dultados. De la gracia está exceptuado Ulloa, por sus horrendoscrímenes, al no poderse acoger al indulto, desaparece y se pier-de como una gota de agua en el mar. Se supone que pasa aPortugal que es una salida fácil para los prófugos de la Justicia.

Tiempo más tarde, en un pueblo de la baja Andalucía, apa-rece un gitano viejo, que no dice a nadie su origen y proce-dencia. Colocado de guarda de campo por un labrador acomo-dado, vive solo en una choza sin relacionarse con nadie. Teníauna arqueta con contenido que no puede inspirar sospecha, porla pobreza de su dueño. Al morir el gitano y por confidencias,se sabe que en sus últimos momentos, le confiesa al hacenda-do, a cuyas órdenes servía, que la arqueta contenía una canti-dad considerable de monedas de oro y se las quiere legar, enagradecimiento por lo bien que le ha tratado. Hay quien supu-so, que también había declarado, que confesara haber pertene-cido a la cuadrilla de los «Siete Niños de Ecija», y el dinero pro-

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cedía, de un robo famoso, efectuado en La Lusiana. Nadie ase-gura nada y todos suponen que tal calé, es «Tragabuches».

Como torero, aprendía tan rápidamente las suertes y sus re-cursos, revelando singulares cualidades, que Pedro Romero ase-guraba que podía ser un buen lidiador. El maestro de Ronda, nole considera, tras elogiar sus aptitudes, por su condición de gi-tano, aunque Romero no podía presumir de orígenes aristocrá-ticos. Se había criado en una carpintería y toda su ascendencia,procedía de humilde cuna. Es posible, que el motivo del re-chazo, fuese, en consideración, a las enseñanzas que dirigía,protegidas por la Real Maestranza de Caballería de Ronda, in-tegrada por los linajudos varones de la nobleza local. En aque-llos tiempos, y casi siempre, las figuras consagradas de la tau-romaquia, se sienten inclinadas con irresistible atracción hacialas clases encumbradas, y codician con avidez, el trato de lasgentes de más esclarecida estirpe.

El despego de trato de Pedro Romero con el calé, lo obser-va José Romero, y decide protegerle. El nuevo mentor del jovenUlloa le recibe con el mayor interés para instruirle en el arte deltoreo, aprovechando las buenas condiciones que poseé. Próxi-mo a la edad de veinte años, actúa de banderillero en la cua-drilla de José Romero, en la que también figura el hermano, deéste, Gaspar Romero. Discurridas dos temporadas asciende alpuesto de sobresaliente. El año 1802, le otorga la alternativaJosé Romero, en Salamanca. Cumple bien y la empresa le haceun buen regalo. Apoyado en este triunfo en que no ha interve-nido la casualidad, es ocasión para demostrar su denuedo, des-treza y pericia, hasta la cota de oportunidad de haberse podidoadueñar del compromiso de las empresas, que le solicitan conempeño. Su rudeza en el trato social y su invencible adición alcontrabando, le restan amistades y simpatías, malogrando unbrillante porvenir. De suerte poseía un estilo clásico dentro deltoreo rondeño, apoyado en una extraordinaria valentía, con se-rena ejecución de las suertes, consumando de manera perfectala de matar recibiendo. De haber sido de otro carácter y otra suconducta, sin duda podía haber sido el gran competidor de Je-rónimo José Cándido. Su poca cautela y mucha negligencia por

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falta de preparación e instrucción de saberes, con frecuencia re-sulta explotado por los empresarios, que le pagan menos de loque corresponde a su valía torera. Ha contribuido mucho a cre-ar ese estado de ánimo, el acendrado amor por «La Nena», quetan trágicamente terminaría, con obligado cambio de rumbo desu existencia. «Por culpa de una mujer / tuve un momento loco/ y esa mi ruina fue…». Mala suerte la de este cañí, que termi-nó pasando tantas penas y terminó arrastrado por las circuns-tancias en una partida de bandoleros, aunque pudo burlar laacción de la Justicia y salvarse de morir ahorcado. Así son, a ve-ces, las cosas del querer.

En la continuación de los toreros que pisan los ruedos en elfin del siglo XVIII y los comienzos del XIX, nos encontramos conun héroe del 2 de mayo de 1808, en Madrid, José Castro Váz-quez. Matador de toros madrileño, nacido el 10 de octubre de1762 y bautizado en la iglesia de San Sebastián. En 1783, ya sele ve de banderillero en las corridas de la Plaza de la Puerta deAlcalá, en 1787, repite de novillero y al año siguiente, actúacomo medio espada con José Jiménez, con frecuencia va su-mando actuaciones en el ruedo madrileño. En 1789, toma par-te en las corridas reales que se organizan con motivo de la Juradel Rey Carlos IV. En 1793, pide un puesto en las corridas, enlugar de Lorenzo Baden, alegando derechos y méritos a la Jun-ta de Hospitales, que se lo concede. También figura en los car-teles de Sevilla y otras plazas, aunque, a veces, se ve perjudi-cado y desplazado de algunos carteles, al recomendar JoséRomero a su protegido Lorenzo Baden, para ocupar su puesto.Temporalmente se aleja del toreo, y aparece de nuevo pública-mente con exaltado patriotismo en las calles matritenses lu-chando contra las tropas napoleónicas hasta que le hacen pri-sionero y le fusilan en la montaña del Príncipe Pío, el 3 de mayo,tal como inmortaliza Goya en su lienzo al óleo, sobre tan bár-bara represión de las tropas de Murat. Sus restos reposan en elpequeño cementerio de la Moncloa, junto al paso nivel del tren,de la estación del Norte, o también llamada del Príncipe Pío.

Zamora también da toreros, ya en el siglo XVIII, salía de estaprovincia castellanoleonesa, Manuel Alonso «El Castellano», con-

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siderado un aceptable matador de toros y habilidoso en la eje-cución de la suerte de banderillas. En sus comienzos, Pedro Ro-mero le incorpora a su cuadrilla. En 1803, actúa como matadorpor primera vez en Madrid, donde repite hasta que Carlos IVsuprime la Fiesta de los Toros. Por sus ideas liberales, cuandoFernando VII regresa a España, tiene que confinarse en la ciu-dad francesa de Valencay. Otro torero con largo historial entresu profesión y la anécdota es sin lugar a dudas, Juan Núñez,«Sentimientos». Aunque sevillano y calé, es de limitada habili-dad torera, a cambio posee un extenso repertorio de testimonioexpresivos y rasgos curiosos y notables de carácter pintorescoy marrullero. Parco de recursos para completar su toreo, tam-poco lo sustenta con vena artística. Se le ve falto de estímulo yde los detalles que había apuntado en sus primeros pasos tore-ros por el barrio sevillano, donde había nacido y vive próximoal Matadero Municipal, donde ha practicado y consolidado suscomienzos taurinos. Después de figurar en carteles de Sevilla yotras plazas andaluzas, torea en Madrid, el año 1795, de ban-derillero, mientras asimila lo que le es posible, de secretos dela profesión. Falto del relumbre, sentido del compás y carismaque la raza gitana aporta al arte taurómaco, acompaña su toreocon su planta juncal, porque otra opción no tiene. Es frío tore-ando y su cara poco, o nada agraciada le supone una tara en-tre los públicos, como denuncia esta coplilla:

«Sentimientos» y el demoniotuvieron una cuestiónsobre quien era más feo,y «Sentimientos» ganó».

A su tierna sensibilidad debe el apodo y en esa buena con-sideración es, siempre, caracterizado. De lo que carecía en elruedo, le sobraba en la calle, en su trato personal posee duen-de, es ocurrente y gracioso. En el coso del Baratillo, de Sevilla,torea en 1803 en compañía de su paisano Antonio de los San-tos. El año anterior y ese mismo lo hace en la Plaza de Madrid.También torea en 1805, además de las plazas del Norte y en

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Pamplona. Para que le apadrine, compromete al Secretario dela Comisión de toros y festejos de la capital de Navarra, JoaquínLópez. Adulador y marrullero, se dirige al señor López, con elpeculiar repertorio que acostumbra para cualquier petición. Seofrece al padrino para torear en Pamplona y banderillear dostoros clavando de una vez seis rehiletes. En otra ocasión pro-mete poner veinticuatro banderillas doce en cada mano. Cuan-do Carlos IV, prohíbe las corridas de toros, solicita y consigueuna tabla para despacho de carne en un mercado municipal deSevilla, además de una pensión de veinticuatro reales, con elfin de lograr el sustento propio y el de su familia, compuesta demujer, cinco hijos y dos sobrinos huérfanos de corta edad. Cuan-do en 1808, los franceses napoleónicos invaden España, Juan Nú-ñez se siente inflado de patriotismo. Pero las circunstancias lepueden. El y los suyos se encuentran necesitados y pasan ham-bre , de hecho olvida odios y fobias y se contrata para torear enla plaza de la Puerta de Alcalá, los días 27 de julio y 26 y 29 deagosto, en las corridas organizadas por el Concejo madrileñopara celebrar la llegada del rey intruso, José I. Entre la mañanay la tarde se lidian en la corrida del día 27, catorce toros y al-ternan «Sentimientos» y Alonso Alcázar «El Pocho». En otoño sevuelven a organizar festejos taurinos y «Sentimientos» se contra-ta, con tan mala suerte, que resulta cogido en la corrida del 19de septiembre. Reaparece en Madrid, en la corrida del 26 de oc-tubre, cuando «Sentimientos» brinda al presidente del festejo,don Pedro de la Loma y Mora le dice, «Por Usía, por la gente deMadrid y por que no quede vivo ni un francés». Se va hacia eltoro, retinto, feo de lámina y veleto, de la ganadería Albareña,de Ciudad Real, ostentando el famoso hierro de la Campanilla,tras dos pases receta una estocada tendida, el astado no dobla,y repite el envite suministrando un «metisaca» bajo de efecto rá-pido. El público le empieza a silbar y «Sentimientos» con ciertoademán solemne y con contundente voz dice, «Así tienen quemorir todos los gabachos». Entonces los pitidos se volvieronaplausos. Vecino de Madrid en 1809, exige el pago de los atra-sos por las cantidades devengadas por las corridas toreadas. Porinstancia Juan Núñez, se dirige al Ayuntamiento o Concejo de

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Madrid, rogando se le abone el salario de las tres corridas queha tomado parte por la proclamación, «de nuestro abusto sobe-rano José I». Su ortografía deja mucho que desear. También es-cribe con el mismo fin al superintendente de la Casa Real, mar-qués del Mérito, para que se le abone los setecientos reales quese le adeuda. Según la Comisión de Festejos y Toros se le retienelo devengado para pago de deudas reclamadas por los intere-sados. El afecto y simpatía con que cuenta en las altas esferasfacilita que le abonen el dinero pendiente de cobro. Frente alardiente y vivo anhelo de su idolatrada patria, Juan Núñez se en-cuentra con la realidad de sostener y mantener a su familia, quedice, son «trozos de mi alma». Ha de claudicar y torea en 1810en las corridas de Madrid, a las que asiste José Bonaparte, conla intención de ganarse las simpatías del pueblo. Alterna conJerónimo José Cándido y Curro Guillén. Se encuentra en Sevi-lla y ha de regresar a la villa para cumplir con el compromisode torear la corrida contratada. De camino en la diligencia deposta con escolta para el diestro, a mitad del viaje es detenidoen Manzanares por las tropas del mariscal francés Soult, que letrata de convencer para que el domingo día 9 de octubre toreéallí, seis bureles, fecha comprometida ya en Madrid. Entre ra-zonamientos y discusión pasa el tiempo, llegando a la capital dosdías después de lo previsto. En escrito al Corregidor le ruega lesea abonada una parte alicuota de los honorarios que tenía quepercibir por torear, teniendo presente lo sucedido y su precariasituación económica. Nuevamente pone en juego todos sus re-cursos persuasorios, sus amistades e influencias y consigue leconcedan dos corridas a su beneficio, los días 15 de noviembrey 25 de diciembre. Con la obligación de dejar a favor de loshospitales de Madrid y de la empresa, por mitad el cuarenta porciento del producto líquido que resulte de estos festejos, reba-jados los gastos. Las liquidaciones de estas corridas no sacaronde apuros al comprometido torero. Le retuvieron mil quinien-tos reales que había pedido a cuenta, desde Sevilla para su via-je a Madrid. Además los acreedores que nunca le faltan y levuelven a reclamar solícitamente que abone las deudas contra-ídas. Los picadores de su cuadrilla, Juan Gallego y Antonio Rue-

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da le reclaman judicialmente el pago que les adeuda de veinti-cinco doblones a cada uno. El rejoneador Cayetano García queha actuado en la segunda corrida a su beneficio y solo le ha pa-gado doscientos reales, le exige el resto hasta los seiscientoscincuenta ajustados. Ante tanta adversidad, recobra aliento ydespliega coraje e ingenio. En espera de que el destino le col-me de ventura, continua toreando por los distintos ruedos has-ta 1818. En la corrida del 22 de junio de ese año, presidida porFernando VII, está desacertado para estoquear al tercer toro.Del cuarto da cuenta Jerónimo José Cándido y al quinto man-so, le echan los perros para soliviantarlo, como es costumbrede la época, y lo mata, Curro Guillén. A Juan Núñez le corres-ponde matar el sexto. El veleidoso público protesta y pide quelo estoquee Curro Guillén. El deseo popular se truca en granalboroto y «Sentimientos» intimidado por la reacción del grade-río, no sabe que hacer. El Rey ordena a Núñez que espere ymanda subir al palco a Curro Guillén y le dice que mate al toro,éste trata de exponerle las razones porque no debe hacerlo,pero no sirven ante la voluntad firme del monarca, que mantienesu decisión, maquina como argucia para dar gusto al vulgo, queilusionado espera el deseo que proclaman. Mientras «Senti-mientos» lleno de tristeza soporta con rubor el peso de la hu-millación del público y del Rey, que le desprecian. Al volver alruedo Curro Guillén ve en el rostro de su compañero reflejadala huella de la humillación, que suponía la orden del soberano.Guillén salta la barrera y en pensada acción se propicia una ca-ída resultando herido en la cabeza. Entonces el Rey se ve obli-gado a ordenar a «Sentimientos», que se encargue, como le co-rrespondía de finiquitar al astado. Y lo hace de una granestocada.

En la noche, después de la corrida, Juan Núñez visita en lafonda del León de Oro, en la calle de El Carmen, a Curro Gui-llén. Con más demostraciones de afecto y compañerismo que lashabituales, por el gesto de uno y el agradecimiento del otro,hasta despedirse. En ese momento Curro le dice, «Adiós “Senti-mientos”», y éste contesta, «A ti sí que nadie te gana en senti-mientos».

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A partir de ese día, Juan Núñez lleno de tristeza decide reti-rarse de los toros.

Con «Sentimientos» y con «El Castellano», alterna en las corri-das de 1802, Joaquín Lapuya, que repite con éxito en las de1803 y 1804. Navarro, natural de Pamplona, le perjudica la pro-hibición de las corridas en 1805, cuando queda abolido el de-creto, vuelve a los ruedos hasta que se retira en 1818, mante-niendo siempre el prestigio del toreo de su tierra.

Nacido en Madrid, a Alfonso Alarcón «El Pocho» se le supo-ne andaluz, porque, vive en Sevilla y allí se hace torero. En laplaza de la Puerta de Alcalá, torea ya en 1775, figurando comobanderillero de «Pepe-Hillo». Repite en 1786 hasta 1804. Ce-diéndole «Sentimientos», en 1803, matar un toro, que equivalíaa la ceremonia actual de la alternativa. En 1841 continua de ma-tador de toros y en 1820, se aparta del toreo.

A modo de líneas paralelas sigue desarrollándose la vida ma-drileña, el pueblo llano con sus diversiones populares y los no-bles con sus fiestas en los suntuosos salones de los palacios. Ytodos en el cónclave redondo de la Plaza de Toros, unos en lasgradas de sol y enfrente los privilegiados por la sombra, grite-río, entusiasmo, música, clarines y timbales, ecos de un espec-táculo, de una fiesta española común a todas las clases socia-les.

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Las corridas de toros se celebran con la regularidad acostum-brada y en los carteles alternan: el sevillano Antonio Ruiz «ElSombrero», nacido en 1792, matador de toros desde 1812, Ma-nuel Baden, también sevillano, con antigüedad en el escalafónde matadores de toros del 26 de mayo de 1814.

Igualmente de Sevilla, José María Inclán, nacido el 18 de ju-lio de 1794, torea por primera vez en Madrid, como matador detoros el año 1818.

De Granada, Francisco Hernández «El Bolero», nace el 2 deabril de 1794 y pisa el ruedo de Madrid, por primera vez en 1814.

Se regulariza la celebración

de corridas de toros

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Antes de la corrida, en la plaza de la Puerta de Alcalá.

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José García «El Platero», nacido en Cádiz, en 1791, sus bue-nos modos toreros se eclipsan por falta de valor, es protegidode «El Sombrerero» y obtiene la alternativa en Madrid, el 14 deabril de 1817, concedida por Jerónimo José Cándido. Apodado«El Zurdo», por matar con la mano izquierda y «El Habanero»,por haber residido en La Habana.

Antonio María Montero, había visto la luz en la localidad ga-ditana, de Rota. El 1 de octubre de 1818, alterna por primeravez en Madrid, con los afamados Jerónimo José Cándido y Cu-rro Guillén. Ambidiestro, igual maneja la espada con una u otramano, Juan Jiménez «El Morenillo», nace en Sevilla el año 1793.Su primer oficio es de zapatero, y empieza a hacer prácticas to-reras en el Matadero Municipal, donde conoce a Curro Guillén,que se erige en su maestro y protector. Torea por tierras de Por-tugal y en 1815, se presenta en Madrid, como novillero. Y, el año1819, alcanza la alternativa en la corrida, que actúan JerónimoJosé Cándido, Curro Guillén y José Antonio Badén. A los se-senta y un años de edad mata seis toros en Madrid, el 21 deagosto de 1854, y al retirarse abre un establecimiento de pana-dería, del que vive hasta el 29 de octubre de 1859, fecha de sumuerte.

De familia sevillana, nace en Madrid, José Antonio Baden ycomo su hermano Manuel, se dedica al toreo. Amigo su padrede Curro Guillén, éste le protege y actúa de banderillero y me-dio espada desde 1816. En 1819, en la misma corrida que lograser matador de toros «El Morenillo», es investido también él.

Francisco González «Pachón», de elevada estatura y fuerzashercúleas, está catalogado como el primer matador de toros derenombre de Córdoba, donde nace el 4 de octubre de 1784. Enprincipio figura de banderillero de José Romero hasta el año1803. Continua toreando y formándose, el 29 de mayo de 1820alterna con «El Sobrero» en Madrid y asciende a la categoría dematador de toros. Torea en Cádiz en 1829 y sufre una cornadaen una rodilla, lesión que le aleja de los ruedos algún tiempopor su larga curación. Solicita un empleo del Estado y le con-ceden el de administrador de sales. Cesante en 1836, vuelve atorear cuando ya cuenta cincuenta y dos años. Se le ve obeso

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y torpe. Actúa en Hinojosa del duque, el 28 de agosto de 1842,y un toro de la ganadería del marqués de Guadalcázar infiereuna cornada en el vientre, a consecuencia de este percance fa-llece en Córdoba, el 8 de marzo de 1845.

Torero tan notable, como exaltado liberal, Juan León López«Leoncillo», nace en Sevilla, el 2 de septiembre de 1788, apren-de el oficio de sombrerero y en la profesión taurina hace gran-des progresos al lado de Curro Guillén, a quien intenta salvar,cuando su cogida mortal. Sin aval alguno se presenta en Ma-drid ya de matador de toros, el 29 de abril de 1821. Se ve en-vuelto en las turbulencias políticas de la época, enfrentado consu rival «El Sombrerero». El año 1845, mermadas las facultadesse aleja de los ruedos, pero vuelve en 1850, por carecer de re-cursos. Su última corrida, en Aranjuez, el 24 de mayo de 1851,alternando con Julián Casas «El Salmantino» y Antonio Luque«Cámara». Un desastre deactuación, falta poco parala tragedia, al sufrir unaaparatosa cogida. En Sevi-lla, donde reside, huye deuna epidemia de dengue yse refugia en Utrera, encasa del picador Juan Pin-to, allí fallece, el 5 de oc-tubre de 1854.

Manuel Lucas Blanco,natural de Sevilla y forma-do como torero en la es-cuela del Matadero Muni-cipal sevillano, pertenecea la cuadrilla de «El Som-brerero» y después ingresaen la de «Pachón». Se hacematador de toros, el 27 demayo de 1821, fecha en laque alterna por primeravez en Madrid, con «El Bo-

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José Redondo «el Chiclanero».

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lero» y Juan León. Complica sus actuaciones en los ruedos consus ideas políticas, seguidor acérrimo de Fernando VII, se de-clara partidario del absolutismo, por lo que se ve perseguido porlos liberales. Con fecha de 18 de octubre de 1837, mata en riñacara a cara a un miliciano nacional y es condenado a la penamáxima. Muriendo ajusticiado en Madrid en el campo de las In-jurias, próximo al Puente de Toledo, el 9 de noviembre de 1837.

Luis Ruiz, matador de toros que no muere de una cornadapor asta de toro, sino víctima del cólera, en el año 1834, causamás traicionera y difícil de salvar en su tiempo. Hermano de «ElSombrerero», no llega a alcanzar en los carteles la misma nom-bradía, aunque en Madrid, siempre, torea con agrado del pú-blico, la Junta de Hospitales, le contrata todos los años. Solo leperjudicó los problemas políticos en los que participa su her-mano y le alcanzan a él, sin tener ningún compromiso. En 1833,vuelve a torear en la plaza de la Puerta de Alcalá y será su úl-tima temporada, por culpa de su muerte, un año después.

En la capital hispalense, ve la luz Manuel Parra Fernández, el7 de marzo de 1797. Desde muy joven torea por pueblos e in-gresa en la cuadrilla José María Inclán. También torea incorpo-rado a la cuadrilla de «Pachón» y el 10 de julio de 1820, estoqueanovillos en la plaza de Madrid. Torea de medio espada entre losaños 1825 a 1827, en el coso de la Puerta de Alcalá y en el mis-mo ruedo, el 16 de junio de 1828, asciende a matador de torosalternando con «Pachón». El 26 de octubre de 1829, fecha en quese celebra una corrida de toros en plaza entera con dos toros es-toqueados por Juan León y seis en plaza partida en dos mitades,costumbre de la época, lidiados por Manuel Parra y Manuel Ro-mero, surge lo inevitable. Parra pasa de muleta a «Melentio», tororetinto, de la ganadería navarra de Lizaso y Laborda, de Tudela,resulta cogido, sufriendo una cornada que en principio no pa-rece de gravedad. Marcha a Sevilla, tras la cura y a consecuen-cia de esa herida deja de existir el 20 de noviembre. Había co-metido la imprudencia de viajar con la incomodidad de unatravesía tan larga. Había sido un torero hábil y valiente.

De Madrid, nacido el 16 de agosto de 1799, en la llamadaCasa del Pastor, debido a una historia anecdótica matritense,

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Roque Miranda «Rigores», consume su existencia entre lo tauri-no y la política.

Precisamente por la causa liberal ha de alejarse de Madrid,después de 1823, por temor de las represalias de los absolutis-tas. Se halla en estrecha situación económica y con necesidadesperentorias, viéndose obligado a solicitar de Fernando VII au-torización para torear en el coso madrileño. El soberano le con-cede la gracia, y el 20 de octubre de 1828, hace el paseíllo enla plaza de la Puerta de Alcalá acompañado de «El Sombrerero»,el hermano de éste, Luis Ruiz y Manuel Parra. Ocasión en laque recibe la alternativa, otorgada paradójicamente por JuanRuiz «El Sombrerero», su antagonista en política. El 6 de junio de1842, torea con «Curro Cúchares» en el coso madrileño y el toro«Bravío» de la ganadería de los duques de Osuna y Veragua, leempitona y le lleva embrocado hasta las tablas, donde le corneay produce dos heridas muy graves en el muslo derecho. Sin cu-rar totalmente, reaparece en el mismo ruedo, alternando conFrancisco Montes «Paquiro» y José Redondo «El Chiclanero», losdías 9 y 24 de octubre, con la agitación de la brega durante lalidia, sufre un retroceso en la curación del que no se repone, yel 14 de febrero de 1843, termina su existencia.

Manuel Romero, natural de Sevilla, donde ha nacido el 23de junio de 1796, no tiene parentesco alguno con los Romero,de Ronda, aunque coincida el apellido. Torero muy de la es-cuela sevillana, garboso y alegre e indeciso a la hora de matar.En Madrid se le ve por primera vez, el 17 de diciembre de 1829y con alternativa anterior a «Paquiro», no quiso ceder a éste suderecho de antigüedad, como hacen otros, ante las pretensio-nes de los mandones del toreo, por entender que matar el pri-mero es un privilegio acorde con la categoría. En 1834, inau-guraría con Juan Hidalgo la plaza de toros de Barcelona.

La designación real de corregidor y regidores, vuelve en 1816,por un decreto de Fernando VII. Año en que el monarca casacon Isabel de Braganza.

Los disturbios no cesan contra el absolutismo del rey. Se su-ceden sublevaciones en Galicia, Andalucía y Aragón. El gene-ral Ballesteros aconseja al monarca que jure la Constitución de

203Se regulariza la celebración de corridas de toros

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1812, y accede. La noticia se extiende y todas las clases socia-les se llenan de alborozo, alegría y sentimiento patriótico. En1814, quedó repuesto el Ayuntamiento constitucional presididopor don Pedro Sáinz de Baranda, aclamada su designación trasla pregunta del poeta Manuel Eduardo Gorostiza al pueblo, sile querían, como tal. De segundo alcalde se propuso al vecinodon Rodrigo de Aranda.

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Cuando a Francisco de Goya le han asaltado recuerdos de ju-ventud, y por distracción acomete la serie de aguafuertes «Latauromaquia», que aparece en 1815, es su gran desahogo gráfi-co. Dibuja asuntos de toros. La mayor parte de la Tauromaquia,la graba en 1816, según el anuncio que aparece en el «Diario de

Goya y su tauromaquia

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Temeridad de «Martincho».

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Madrid», del 28 de octubre de ese año, con el texto: «Colecciónde estampas inventadas y grabadas por Don Francisco de Goya,Pintor de Cámara de S.M., en que se representan diversas suer-tes de toros y lances ocurridos con motivo de estas funciones ennuestras plazas, dándose en la serie de las estampas una seriede los principios, progreso y estado actual de dichas fiestas enEspaña, que sin más explicación se manifiesta por la vista deellas. Véndese en el almacén de estampas, calle Mayor, frente ala casa del Excmo. Sr. Conde de Oñate, a 10 reales de vellón cadasuelta y 300 reales de vellón, cada juego completo, que se com-pone de 33». Aparte de las láminas de carácter histórico, la «Tau-romaquia» revela, en los lances y anécdotas mas o menos dra-máticos que refleja, una afición permanente y vivida por elpintor, derivada de su etapa juvenil cuando participa en capeasy novilladas, como «don Paco el de los Toros» refiere en su co-rrespondencia con su amigo Zapater. Prueba abundante de suarraigada afición se halla en cuarenta y cuatro dibujos, que se con-servan en el Museo del Prado para esta serie, un cartón para ta-

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«Tauromaquia», de Goya. Oleo sobre plancha de cobre.

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piz y los lienzos con los retratos de toreros hasta las últimas li-tografías conocidas por los «Toros de Burdeos». En la «Tauro-maquia», Goya hace brotar de una raíz popular y nacional suimaginación, como panegírico de las Fiesta, llena de emocióne inserte en una estética de ímpetu vital acorde con el tempe-ramento del pintor, y a la vez distrae la amargura de su alma.Recuerda de esa manera lances, suertes y diestros de otro tiem-po, que le hacen olvidar otros pensamientos. Episodios como«Temeridad de Martincho en la plaza de Zaragoza», «La Pajuele-ra», «Desgracias acaecidas en el tendido», «Diversión de España»,«Dos picadores arrollados por un solo toro», «Bravo toro», «Muer-te de Pepe-Hillo», «Escena de rejoneo», «Un torero entrando amatar, citando con sombrero», con estos y otros títulos, hastacompletar la totalidad. Francisco de Goya y Lucientes, irradiamaestría, modo y estilo, desde su sublime sensibilidad, y se con-tenta con la anécdota de sucedidos contemporáneos. En 1816,Fernando VII, celebra su segundo matrimonio, con Isabel deBraganza, y su hermano Carlos, con María Francisca de Bra-ganza, Goya pinta los dos últimos retratos de aristócratas, el dedoña María Manuela Téllez-Girón, Duquesa de Abrantes y el desu hermano, el X Duque de Osuna. Entonces implantado ya elabsolutismo fernandino, Madrid presenta un ambiente tranqui-lo y en calma, la vida fluye mansamente bajo la dura horma po-lítica. Los madrileños a media mañana, a las once, toman pan yvino, los petimetres y cesantes callejean, mientras se trabaja enel comercio y las covachuelas. Estas, otra vez, convertidas ensecretarías de despacho y vueltas domésticamente a los bajosdel Palacio Real, por donde en seis años pasarían treinta y seisministros. Al mismo tiempo, en los pisos altos intrigan, más se-guros, espías y los pretendientes de la «camarilla». A las dos dela tarde todo Madrid se va a casa a comer su eterna olla de gar-banzos. Después de dos horas de digestiva siesta, los burgue-ses salen a pasear y estirar las piernas, que es muy saludable,por el Prado, la Florida, las Delicias, los Tejares del camino realde Alcalá, más arriba del Buen Retiro, por donde suele apare-cer el propio rey. Las botillerías, antecedente de los cafés, queya van tomando carácter de tales establecimientos, tienen a sus

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tertulias enmudecidas y atemorizadas, porque la buena genteprefiere tomarse en paz un vaso de limón o leche helada al ano-checer en la Botillería de Canosa, en la carrera de San Jeróni-mo, que es la de moda y después de cenar ir al teatro, bien ala representación de «La Numancia», en el teatro del Príncipe,interpretada por Isidoro Maiquez, tronando por la libertad, o ala ópera del teatro Caños del Peral, donde hace furor, «La italiana»,

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Cuadro de Goya «Celestina y su hija».

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de Rossini.Goya sordo, pinta, dibuja y graba en su casa. Sale poco y se

ha distanciado en la práctica de sus funciones de pintor de Cá-mara, aunque sigue cobrando la nómina. En 1817, Francisco deGoya viaja a Sevilla, se hospeda en casa del joven pintor JoséMaría Arango, hace algunos retratos de aristócratas y pinta parael cabildo catedralicio el lienzo al óleo de las Santas Justa y Ru-fina. Aprovecha su estancia en la capital hispalense para acudira la Plaza de la Real Maestranza y presenciar su espectáculo fa-vorito, la corrida de toros.

En 1819, Goya se encuentra saludable y vigoroso, es el añoque compra la casa de campo, a orillas del Manzanares, que seconocerá por «La Quinta del Sordo». Ha pagado por la propie-dad 60.000 reales de vellón. Este año mueren María Luisa y Car-los IV. Unos meses antes, en diciembre de 1818, había falleci-do la reina Isabel de Braganza. El pintor de Fuendetodos, estrenaen España, la nueva técnica, conocida por litografía, con «La vie-ja hilando», a la que seguirán otras nueve estampadas.

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Antes del trienio liberal se habían sucedido reuniones de so-ciedades secretas, sociedades patrióticas y tertulias. Se habíafundado, desde entonces, para mas de un siglo a la madrileñí-sima tribuna pública del café. Por este tiempo ya se conocenen la capital de España, el café de Lorencini, o de las columnas,en la Puerta del Sol, La Fontana de Oro, en la carrera de San Je-rónimo, el de la Cruz de Malta, en la calle Caballero de Graciay la fonda de San Sebastián. Tertulias frecuentes y famosas, don-de el tema por excelencia es la política. A algunas de estas acu-de el viejo y liberal Francisco de Goya, quien ha pintado a Rie-go, lienzo que está perdido. También ha plasmado al óleo tresescenas de toros, que más tarde graba en los llamados «Toros deBurdeos». Son dos momentos de la lidia, y el famoso indio ame-ricano Mariano Ceballos montado en un toro. En 1823, pinta enla más estricta soledad, los «Disparates» y las llamadas «PinturasNegras» de su propia casa, la Quinta del Sordo.

El trienio liberal

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Retrasemos la memoria acuando el rey FernandoVII, nuevamente viudo ysin descendencia, con-trae matrimonio, en oc-tubre de 1819, con Ma-ría José de Sajonia, dedieciséis años de edad.En noviembre, Goya, quecuenta 73 años de edad,cae gravemente enfer-mo, por lo que no pue-de asistir a la solemneapertura del Real Museode Pintura y Escultura,establecido en el edificiodel paseo del Prado ypaseo de Trajineros, pro-yectado por Juan de Vi-llanueva, en tiempos deCarlos III, para Museo deCiencias Naturales.

El rey se casa en terceras nupcias

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El general Rafael de Riego.

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Los descontentos con el régimen absolutista que, cada vez sonmás, acuerdan asesinar al soberano. Corresponde ejecutar elacuerdo al comisario de guerra Richard, que es delatado y pagacon la vida el intento. El general Lacy y su colega Vidal correnla misma suerte, mientras Arco, Agüero, Quiroga y Evaristo SanMiguel son arrestados en Andalucía, en virtud de delación delconde de Bisbal, de julio de 1819. Mejor éxito obtiene el gene-ral Rafael Riego, en el levantamiento en Cabezas de San Juan,el 1 de enero de 1820, secundado por Quiroga. Toma tal fuer-za la sublevación liberal que el monarca, el 7 de marzo firma undecreto ofreciendo jurar la Constitución. Lo efectúa, seguido deuna amnistía por delitos políticos y con la abolición perpetua delTribunal de la Inquisición. Se proclama la Constitución en todaEspaña y se recrudece la lucha entre constitucionales y absolu-tistas, llamados vulgarmente negros y blancos.

En Madrid, el 7 de marzo de 1820, ante un grupo de perso-nalidades representativas de la ciudadanía y a la cabeza de ellosSáinz de Baranda, el rey jura la Constitución y es el alcalde,quien junto a Fernando VII, desde el balcón de Palacio, da lanoticia al pueblo del regio acatamiento constitucional. Segui-damente la familia real saluda a los ciudadanos, y el rey les dice:«Ya estáis satisfechos, acabo de jurar la Constitución y sabrécumplirla». El pueblo congregado ante el Palacio, espontánea-mente, replicó: «¡Viva el Rey!», «¡Viva la Constitución!».

Hubo iluminación especial a base de hachones y repique decampanas en memoria por tres muertos, en todos los templosmadrileños. Se publicó la Constitución en fascículos y se cantóun Te Deum en la colegiata de la calle Toledo, con asistencia deFernando VII.

Un bando de la alcaldía comunicaba que en su presencia elrey había jurado la Constitución, promulgada el 19 de marzo de1812 en Cádiz.

El general don Francisco Ballesteros recibió la orden de queel ejército jurara la Constitución. El día 12 de marzo, declaradofiesta nacional, se coloca una lápida en la Plaza Mayor, para re-cuerdo y pasa a denominarse Plaza de la Constitución, entrebulliciosos festejos. Se inicia el reclutamiento para la llamada

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Milicia Nacional, formada por voluntarios de distinta índole so-cial, dedicada a mantener el orden y el gobierno constitucional.Entre un ambiente festivo y triunfalista entra en Madrid el gene-ral don Felipe del Arco Aguen, por la Puerta Atocha al frente delos granaderos a caballo, les arrojan flores y suena la música.

El 11 de marzo, Sáinz de Baranda nombra un regidor inter-ventor en los sorteos de la lotería y ordena la publicación de laConstitución y su juramento en todas las parroquias con so-lemnidad.

El general Quiroga llega a Madrid, y más tarde el general donRafael de Riego que es recibido triunfalmente por las socieda-des patrióticas en la Puerta de Alcalá, que organizan en su ho-nor banquetes en el café de Lorencini, y en el de La Fontana deOro, foco de instigadores políticos, y una velada en el Teatro delPríncipe, hoy Teatro Español, donde el general, desde un pal-co, entona la canción titulada «El Trágala» y «El Ladrón» adopta-da por los liberales para humillar a sus contrarios. Los constitu-cionalistas se ven los dueños de la situación, entonces, aparecenlos moderados o doceañistas, partidarios de la libertad sin in-novaciones violentas, y los exaltados, defensores de las más ra-dicales formas democráticas.

Don Pedro Sáinz de Baranda puso su cargo a disposición delConsejo de Castilla, y el 8 de abril de 1820 fue nombrado al-calde presidente de Madrid don Félix Ovalle, y alcalde segun-do don José Pío de Molina. El primero de enero le sucedían elconde de Clavijo y el conde de Goyeneche. En 1822 llegaría alfrente de la alcaldía el marqués de Santa Cruz, y en 1823 donLuis Beltrán de Leo.

Fernando VII prepara un golpe de Estado, pero le sale al re-vés, al percibirse de su propósito, los Ministros reúnen la Co-misión Permamente de las Cortes y la Milicia Nacional, logran-do el alzamiento contra el rey. El retrato de Rafael Riego espaseado en apoteosis popular por las calles de la villa. Las vo-ces del pueblo le llaman el «Héroe de Platerías», antiguo nom-bre del tramo de la actual calle Mayor, entre la cava de San Mi-guel y la calle de Bailén, por ser el lugar donde entregan elretrato al general Martínez San Martín, jefe político de la Corte.

215El rey se casa en terceras nupcias

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La milicia nacional y la ciudadanía liberal van dominando cual-quier conato de insurrección absolutista.

Las fuerzas liberales (milicianos nacionales), el 7 de julio de1822 en el Arco de Platerías, uno de los accesos a la Plaza Ma-yor, derrotaron a los batallones de la Guardia Real que se ha-bían declarado rebeldes contra el orden constitucional estable-cido. Con esta derrota y la retirada a palacio terminó una trágicasemana, la primera de julio en que el rey tuvo que aceptar ungobierno hostil a su persona y estuvo a punto de ser depuestoy sustituido por una regencia.

En ayuda de Fernando VII, llegan a España la tropa francesadenominada «Los cien mil hijos de San Luis», al mando del con-de de Angulema, dominan a los liberales y se anula el períodoconstitucional que ha durado un trienio. Vuelve el absolutismopara satisfacer rencores y odios del monarca y sus secuaces. Rie-go es condenado a muerte y ejecutado en la Plaza de la Ceba-da, siendo arrastrado su cadáver por la calles en un serón.

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Relatados los episodioshistóricos, políticos y so-ciales de la época goyes-ca, reanudemos los he-chos taurinos. Representauna efemérides cuandocumpliendo el deseo delpúblico, vuelve a los rue-dos Jerónimo José Cán-dido, después de su obli-gada retirada en 1812,por una dolencia reumá-tica. Y de nuevo torean-do junto a su más direc-to rival, Curro Guillén, elaño 1816. La corrida dereaparición del ídolo demultitudes se organizaen Madrid, el escenarioes la Plaza de la Puertade Alcalá y el público seentusiasma y emociona

Siguen los festejos taurinos,aunque con vicisitudes

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Corrida de toros en Madrid.

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con la actuación de los dos espadas. Cándido cuenta ya cin-cuenta y seis años y Guillén cuarenta. La tarde está cargada degran expectación, con unos aficionados ávidos por cuanto es-peran que hagan las dos figuras toreras. El veterano Cándidodesplega su repertorio variado, con animo y gallardía, hasta re-aliza alardes de valor y despena a sus toros de soberbias esto-cadas de buena ejecución. Curro no le va a la zaga con su to-reo de florituras, adornos y majezas, aunque falla en la suertede recibir, a la hora de matar. Y cuatro años más tarde, llegaríaen la tarde del 20 de mayo de 1820, en la Plaza de Ronda loirremediable. El público que en su mayoría gusta del llamadoestilo de la escuela rondeña, no acepta con buen grado el to-reo vistoso, alegre y movido de la escuela sevillana, que prac-tica Curro Guillén. Este lidia el primer toro de su lote, de la ga-nadería de Cabrera, como el resto del encierro, con buenoslances de capa y muletazos artísticos, sin obtener el benepláci-to del graderío, hasta el extremo de increparle y decirle ¿A queno lo matas recibiendo? El espada, cegado de amor propio, ol-vida que la condición aplomada del toro requería matar a vola-pié, sin reparar en riesgos, cita al astado obligándolo la arranca-da. El astado no obedece el engaño y prende por el muslo aldiestro, propinándole una tremenda cornada, se desangra a bor-botones por la herida, muriendo en el momento. Su banderille-ro predilecto, Juan León, que sentía por el maestro gran afecto,en un arranque de locura se arroja a la cabeza del morlaco sinpoder salvar la vida de Guillén y poniendo la suya en peligro,al resultar atropellado y cogido sin consecuencias lamentables.

Los sucesos políticos mantienen a España en un estado anor-mal, perturbado y confuso. Época durante la cual, todas las ma-nifestaciones activas de la vida nacional están desviadas de sucurso y se sufren alteraciones y extravíos. Recordemos que deestas circunstancias no podía salvarse el toreo, que pasa por di-ferentes vicisitudes en este largo período, como la prohibiciónde las corridas de toros, la decisión de la mayoría del pueblo ma-drileño de no asistir a los festejos taurinos, por no tolerar la pre-sencia del rey intruso, José I. Gracias que a pesar de los com-plicados momentos que afectan a la tauromaquia, no dejan de

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salir toreros de calidad y méritos. Los lugares que va dejando va-cantes Pepe-Hillo, Jerónimo José Cándido y Curro Guillén, losocupan de manera destacada, Antonio Ruiz «El Sombrerero»,Juan Jiménez «El Morenillo», Juan León y Roque Miranda «Rigo-res». La política que todo lo invade, despierta vivas pasiones enmuchas figuras del toreo. Varios toreros que hicieron ostentaciónpública de su odio a José Bonaparte, fueron perseguidos y aco-sados. Entre los más rebeldes se distinguió Curro Guillén, quehubo de emigrar a Portugal, porque las autoridades le hacían lavida imposible en España. Después, cuando Fernando VII re-gresa de Francia, en 1814 y comienza su despótica dictaduracon la derogación de la Constitución y encarcelamientos, nacendos partidos, Absolutista y Liberal, que han de luchar sin treguahasta la muerte del rey. Blancos y Negros se denominan res-pectivamente y sus contiendas llegan a extremos de intransi-gencia y aborrecimiento, que se extiende más allá de la políti-ca alcanzando al campo social. En el teatro se libran auténticasbatallas entre serviles absolutistas y liberales exaltados, en lascuales no entra la capacidad de los artistas, sino, su filiación po-lítica. En las plazas de toros, especialmente en la de Madrid, seprovocan altercados graves motivados por los ideales diferen-tes. En estos sucedidos se puede señalar el caso de «El Som-brerero» y Juan León, por ser el más señalado y característico.El primero es voluntario realista, adicto fervoroso a FernandoVII, y el segundo, liberal entusiasta y convencido. Durante elperíodo constitucional viste orgulloso, el uniforme de milicianonacional. Ambos espadas por su considerable categoría profe-sional, base obligada en los carteles más importantes de las co-rridas de Madrid y provincias, habían de figurar en los mismos,porque así lo pedía el público. Su presencia en el ruedo de laplaza de la Puerta de Alcalá, desata la furia de los beligerantes,la gente desde el graderío les injuria, profiriéndoles frases soe-ces e insultantes, triunfando al final de los estrepitosos choquesaquellos que pertenecen al partido en el Poder. La peor partecorresponde a los liberales que durante veinte años no disfru-taron de más mando que los tres años desde el pronunciamientode Riego hasta la llegada de los franceses, «Los cien mil hijos de

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San Luis», con la rendición del gobierno nacional instalado enCádiz.

Las jerarquías municipales de Madrid, de manera mezquinainfluyeron en la voluntad popular para que recibieran el 20 demayo de 1823, a su llegada, a los facciones militares francesascomandadas por el duque de Angulema, «Los cien mil hijos deSan Luis» que no eran tantos, ni su progenitor era el menciona-do santo, por supuesto.

A su entrada entrada en la Villa y Corte se les enfrentó condignidad patriótica, las tropas dirigidas por el general Zayas,aunque resultó inútil toda resistencia. El duque entró en Madridy se formó un Consejo de Regencia. Las casas de los liberalesfueron saqueadas y los esfuerzos de los patriotas resultaron in-suficientes.

En Cádiz, la Milicia Nacional defendía la independencia deEspaña y la Constitución, mientras Fernando VII, secretamente,se entendía con los franceses, poniéndose cobardemente bajo

su amparo. Cuando los «deSan Luis» habían anuladotoda resistencia, se volvióal absolutismo más feroz.

Entre tanto se organiza-ron corridas de toros enhonor del duque de Angu-lema. Los municipios ma-tritenses, en vez de adoptaruna actitud despreciativa yde indiferencia, temerososde perder su puesto se apre-suraron a adular al francés.Se organizaron en su ho-nor tres corridas de toroslos días 2 y 16 de junio y 4de agosto de 1823.

En el primer festejo secorrieron 14 toros de la ga-nadería de don Manuel Bi-

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Roque Miranda.

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rizia, actuando de picadores en la prueba Francisco Javier delFuego y José Orellana, por la tarde Luis Cochao,Clanvellino, Ju-lián Díaz y Manuel Rivera. La lidia estuvo a cargo de JerónimoJosé Cándido, Juan Jiménez y José Antonio Baden con sus co-rrespondientes cuadrillas de banderilleros.

A los dos últimos toros los mató el medio espada (hoy seentiende por novillero) Lorenzo Baden.

Se dispuso que los productos de la segunda corrida se des-tinasen para aliviar la situación de viudas y huérfanos de las víc-timas del aciago día 20 de mayo de 1823, que perecieron en loscampos próximos a Las Ventas del Espíritu Santo.

Anunciado el festejo para el lunes 9 de junio, por coincidircon las rogativas públicas de aquel día, se trasladó al lunes 16.Con el talante de adulación a los franceses, los responsables delmunicipio dispusieron especialmente que la corrida fuese anun-ciada en francés.

El espectáculo fue presidido por el corregidor don Joaquín Lo-renzo y Mozo, se celebró en división de plaza, con una barreradiametral partiendo el ruedo. Actuando de picadores Julián Díaz,Francisco Javier del Fuego, José Orellana, Manuel Rivera, JuanMarchena, Clavellino y Luis Corchao. Los 16 toros fueron lidiadosy estoqueados por Jerónimo José Cándido y José Antonio Baden.

En la tercera y última corrida en honor del ejército francés, selidiaron 15 toros pertenecientes a las ganaderías de Gaviria, Guen-dalain, Bañuelos, Hernán Chivato y don José Manzanilla. En pri-mer lugar intervinieron los diestros Juan Jiménez y José AntonioBaden que sortearon quién mataba con prioridad y le tocó alprimero, después rejoneó José Barbales que resultó cogido y he-rido. Seguidamente se inflamó un globo aerostático de trece piesde alto, llevando pendiente una firma con la bandera de la Uniónde España y Francia en una parte y en la otra una corona de lau-rel. Se quemó un castillo de fuegos artificiales.

A este festejo no pudo asistir el duque de Angulema por te-ner que salir la víspera con dirección a Cádiz. Después llegaronnoticias que la noche del 30 al 31 de agosto sus tropas ataca-ron el caño del Trocadero, donde estaban asentados grupos deliberales.

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Entre los tumultos que se registran en el coso madrileño, elde más relieve sucede el 13 de junio de 1824. Torean mano amano «El Sombrerero» y Juan León. Es sabido que Juan Ruiz, enpúblico alarde de su fanatismo fernandino, estrenará en la co-rrida un vestido blanco, representativo de su filiación, seguida-mente su colega Juan León encarga le confeccionen uno de co-lor negro azabache. Es mucho el arresto de León, en el tiempode poderío sanguinario, uno de los más terroríficos de las his-toria de España. Amigos íntimos tratan de disuadirle del empe-ño temerario, pero toda reflexión es inútil, puede más su tem-ple de acero y su valor indomable. A la hora de hacer el paseíllo,ambos espadas aparecen vestidos con los colores elegidos. Lamayoría de los tendidos ocupados por manolos, chisperos ygente del hampa, que tanto contenta al soberano, con sus ge-nerosos halagos y populacheras concesiones, se lanzan a la are-na en actitud violenta y acometen a Juan León, que puede za-farse de la multitud agresora, huyendo por el portón del Patiode Caballos, defendido por sus partidarios y de esa manera sal-va la vida.

Roque Miranda «Rigores» es otro diestro que sacrifica a la po-lítica, parte importante de su profesión torera, en la que no bri-lla como se esperaba, por las aptitudes demostradas en sus prin-cipios. Cuando comienza a llamar la atención de los aficionadospor sus valores taurinos es elegido sargento de la Caballería dela Milicia Nacional. Considera que el honor del uniforme no hade consentir correr el riesgo de ser injuriado en la plaza de to-ros por cualquier causa, o un día de desgracia, que las cosas nosalen bien. Abandona la profesión que tanto le seduce, pospo-niéndola a sus honrados convencimientos liberales. Forma en losescuadrones de la Milicia que acompaña al Rey y a los repre-sentantes en las Cortes cuando en marzo de 1823 se trasladana Sevilla, para defenderse de la invasión del ejército francés. Esallí, en el coso de la Real Maestranza donde se celebra una co-rrida de toros, a la que asiste «Rigores» como espectador. El pú-blico se percata que el diestro madrileño está en el tendido y lepide clamorosamente que lidie un astado, negándose expresi-vamente por su condición de miliciano y espectador. Insisten

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los del graderío y el Presidente del festejo le convence para quedesista de su negativa. Salta al ruedo y con singular maestríaclava dos pares de banderillas, toma la muleta y la espada, ycon breves pases cuadra al toro y lo despena de una estocadaa volapié, de perfecta ejecución. Tras este éxito que le llena depopularidad, llega la reacción política y se ve obligado a vivirescondido para librarse de la persecución de los blancos, has-ta 1828, cuando Fernando VII, atiende a influyentes amistadesdel torero y revoca la orden que le prohibía torear en Madrid,como ya a quedado apuntado, pero ya no alcanza los éxitosque prometía al principio de su carrera.

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Francisco de Goya, mien-tras, en 1824 dona laQuinta del Sordo a su nie-to Mariano y encuentrala oportunidad deseadade obtener licencia consueldo, por seis meses,para tomar las aguas me-dicinales de Plombiéresen la zona de los Vosgosal sureste de Francia, conel pretexto de mitigar lasenfermedades y acha-ques que le molestan ensu avanzada edad. Aun-que su pensamiento esotro, ir al suroeste, don-de el facultativo que letrata, el doctor Arrieta, leha aconsejado. El pintorsin perder tiempo, encuanto tiene en su poder

Goya dona la Quinta del Sordo a su nieto, va a Francia y muere

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Leandro Fernández de Moratín.

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la licencia real sale de Madrid y el 27 de junio pasa por Burde-os, como explica por carta Leandro Fernández de Moratín a suamigo el abate don Juan Antonio Melón: «Ha llegado, en efec-to, sordo, viejo, torpe y débil y sin saber una palabra de fran-cés. No trae un criado o persona que necesita le atienda, perocontento y deseoso de ver mundo. Ha estado tres días, dos deestos, ha comido con nosotros en calidad de joven alumno delcolegio que tiene Manuel Silvela. Le he exhortado a que vuel-va en septiembre que no se quede en París y se deje sorpren-der por el invierno, que podría acabar con él. Lleva una cartapara que Emilio Luciano Arnault, autor dramático, vea dóndeacomodarle y tome con él, cuantas precauciones se necesitan,que son muchas, y la principal, que no salga de casa, sino, encoche». Termina Moratín agregando, que ya veremos si tal via-je le deja vivo y que mucho sentirá que le sucediese algún tra-bajo.

A los tres días, con el tiempo indispensable para descansar,sigue Goya con sus setenta y ocho años a cuestas, directamen-te hasta París. No se ha sabido qué va a hacer allí, cuando to-dos sus amigos están en Burdeos, ciudad convertida en centrode los refugiados políticos españoles. Se supone que pretendellegar a ver el Salón de Arte, abierto por ese tiempo, en dondetriunfan los pintores franceses Juan Augusto Dominico Ingres yFernando Víctor Eugenio Delacroix, posiblemente retenido poralgún asunto profesional, tras dos meses y medio en la capitalde Francia, el 20 de septiembre se encuentra nuevamente enBurdeos. En su estancia en París, Goya ha ocupado todo sutiempo en visitas y gestiones profesionales. Entre cuantas pin-turas realiza, plasma en lienzo al óleo «Una corrida de toros oun picador en ella», que regala a su amigo Joaquín María Ferrery su esposa. A su llegada a Burdeos, le esperan Leocadia Zorrillade Weiss con sus hijos, Guillermo y Rosarito, donde se instalana vivir en un buen cuarto amueblado, y buen paraje, donde pa-san cómodamente el invierno. Su vida en la sede del mejor vinofrancés, es grata, distraída con la novedad y al pronto olvidadode cuanto pasa en España, donde solo su hijo Javier le escribeinstándole a que regrese. La vida en la familia la alegra la ju-

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ventud de Rosarillo, que estudia dibujo y el arte de la miniatu-ra, la armonía, con Leocadia es buena, a ratos reniega, a ratosdivierte. Escribe a la Casa Real, para que le prorroguen su li-cencia seis meses más. El 17 de enero de 1825, le comunican lanueva concesión autorizada por Fernando VII.

Goya pinta, ensaya haciendo miniaturas y asiste a la tertuliade la chocolatería de Poc. Vuelve a alegar los cuidados que to-davía requiere su enfermedad y achaques, y consigue aprove-charse de un permiso de un año que diligentemente le ha tra-mitado el duque de Hijar, sumiller de Corps del rey. En octubretrabaja en las diez litografías editadas más tarde, bajo el título de«Los toros de Burdeos», aunque solo cuatro son taurinas, «El fa-moso indio americano Mariano Ceballos», «Bravos toros», «Di-versión en España» y «Plaza partida». Se cambia de casa y se vaa vivir en el número 10 de la calle Croix Blanche, como únicoinquilino. Después se muda a un piso, en la calle Independen-cia, donde permanecerá hasta el final de sus días. En carta del6 de diciembre, le escribe el pintor a su amigo Ferrer, a París,para decirle que están ya tiradas sus diez litografías y de ellasle envía un ensayo que representa una corrida de novillos.

La sombra de España no se le va de la cabeza a Goya, a pri-meros de mayo de 1826, decide volver a Madrid. Regresa solo,harto de los franceses, bien por pura nostalgia de España, poralgún fracaso en la colección de litografías, o simplemente por-que no acaba de encajar fuera de lo suyo. Todo el encanto dela novedad, de los primeros descubrimientos al instalarse allen-de el Pirineo, se ha secado ya y le aburre, convertido en rutina.En parte es así, pero una vez que consigue del Rey la jubila-ción, que le solicita en un memorial argumentado que cuentaya ochenta años y ha servido cincuenta y tres a los augustospadres y abuelo de Su Majestad, y en razón de que los achaquesy los médicos le obligan a pasar a Francia, a restablecer su que-brantada salud. El 17 de junio de 1827, Fernando VII es gene-roso con Goya, influenciado por la buena disposición del du-que de Híjar, uno de los primeros clientes del pintor, se loconcede con la integridad del sueldo. Reanuda su vida cotidia-na en Burdeos en plena forma y sin dejar de pintar. Su nieto

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Mariano pasa temporadas con él, y también escribe a su hijopara que vaya a visitarle.

Goya no declaró abiertamente los motivos que le impulsarona domiciliarse en Francia, lo guardó para sí, y sólo se excusóalegando razones inconcretas de su salud maltrecha. Con avan-zada edad arrastró las incomodidades de los viajes y la lejanía desu ambiente patrio. Pudo ser que la decepción le hundió en unpesimismo insuperable, motivado por las circunstancias políti-cas del reinado de Fernando VII, que borraron los horizontesdel octogenario pintor.

Por ese tiempo una efemérides urbana cabe registrar en 1827:la terminación de la construcción de la obra, con piedra de Col-menar Viejo, de la Puerta de Toledo para ornato de la plaza(hoy glorieta de la Puerta de Toledo) que comenzó durante elreinado de José I y terminó convirtiéndose en Arco Triunfal deFernando VII. Con la inscripción en el frontispicio: «A Fernan-do VII, el deseado, padre de la patria, restituido a sus pueblos,exterminada la insurrección francesa, el Ayuntamiento de Madridconsagró este monumento de felicidad, de triunfo y alegría. Año1827.» Posteriormente en la revolución de 1854 y de 1868, elpueblo arrancó la inscripción que se leía en latín.

Francisco de Goya muere el 16 de abril de 1828, en su casade la calle de la Independencia, número 39, piso tercero, deBurdeos. Le enterraron en la sepultura bordelesa, donde yacíasu consuegro Martín de Goicoechea, padre de Gumersin, la es-posa de su hijo Javier, tras solemne funeral oficiado en la igle-sia de Santa María. En 1901, los restos de Goya confundidos conlos de Goicoechea, son trasladados, sin cabeza, a Madrid, al ce-menterio de San Isidro. En 1919, pasaron a la ermita de San An-tonio de la Florida.

Aunque la vida de Francisco de Goya se abre y se cierra fue-ra de Madrid, su caudal vital lo absorbe la Villa y Corte, de ma-nera que se identifica con la Capital de España en colaboraciónmutua. Madrid se beneficia del generoso derroche de humani-dad y arte que el pintor otorga, en compensación, Goya se con-sagra tras pisar suelo matritense, recibir el hálito del Guadarra-ma y participar en el ambiente tumultuoso, a la vez, aristocrático

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y jaranero de la Corte, confusión y regocijo de las Españas,como decía Galdós. Entonces, el Madrid goyesco era y siguesiendo crisol que funde cuanto llega desde cualquier parte delos puntos cardinales. Todos los ambientes torbellinos tienenatracción centrípeta, por esta ley vital, Francisco de Goya cuan-do se encuentra ya en Madrid, se funde y confunde con la so-ciedad aristocrática, con el pueblo llano y lo popular, con locastizo y costumbrista y consecuentemente con lo taurino. Elmás universal de los pintores de los siglos XVIII y XIX uno de lospinceles mas geniales del mundo de todos los tiempos, en suabundante y variada producción artística nada está ausente.Desde la pintura religiosa a escenas de guerra, pasando porcuadros de costumbres. Pasó de lo breve a lo absoluto, le do-lió lo feo por hermoso, del negro luciente sacó fruto, siempre,caprichosamente. Volvió lo trágico asombroso, manchó la som-bra de brujas, donde apoya la mano dejó vida y color, vistió ydesvistió a la maja y toreó con el pincel. En su colosal produc-ción, la Fiesta de los Toros tiene su mejor intérprete y propa-gandista. La popularidad del espectáculo taurino en su tiempo,en el Madrid goyesco, llega más allá de las fronteras españolasgracias a su obra.

Goya en su actividad confesó que los pintores que habían in-fluido sobre él, habían sido Rembrant y Velázquez. También sesintió seducido por «El Greco» en la gama de blancos plateadosy los carmines. Enriqueció sus recursos técnicos observando laobra de Juan Bautista Tiépolo (1696-1770), representante de lapintura veneciana, y de Antonio Rafael Mengs (1728-1779), dela pintura barroca. Se desligó de la pintura rococó representa-da por los franceses Juan Antonio Wateau (1684-1721) y Juan Ho-norato Fragonard (1732-1806). En el Madrid de Carlos III, Tié-polo encendió sus obras con luces claras y resplandores, Mengs,con su característica frialdad y con exactitud, fue expresión te-órica y reflexionada del neoclasicismo.

Pintores contemporáneos de Francisco de Goya, convienerecordar además de los ya repetidamente mencionados, a An-tonio González Velázquez, José Aparicio, Vicente López, quienle hizo un formidable retrato, Jacinto Gómez y Pastor, José del

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Castillo, Luis Paret y Alcázar, Agustín Esteve, Felipe Abas, RafaelTejeo, Juan Antonio de Rábera, Joaquín Manuel Fernández Cru-zado, y sus discípulos más caracterizados, continuadores de suescuela, Leonardo de Alenza, Eugenio de Lucas Vázquez y Je-naro Pérez Villamil.

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El Madrid taurino de Goya se condensa en una época entre laúltima mitad del siglo XVIII, que la vida española experimentacambios y mejoras debidas a un Rey, Carlos III, que legisla, go-bierna y crea, educando, cambiando y embelleciendo a la ca-pital de España, cuando paralelamente se desarrolla el movi-miento ilustrado, pensamiento filosófico para un futuro mejor.Y un inicio del siglo XIX, convulsivo en lo político y en lo so-cial. En el arte la estela de la pintura impresionista de Francis-co de Goya y Lucientes marcaría ya una pauta universal glorio-sa para ejemplo de generaciones venideras.

El gran pintor benefició a Madrid

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