27

Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por Isabel Muñiz Montero

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero
Page 2: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

¿Aun dudas de la existencia de las Hadas y los seres llamados popularmente

“elementales”? ¿no has sentido la vida entre las flores, los ríos, los bosques?

Beli Muñiz (Xana) 14 de febrero de 2015

Page 3: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Cuentos de

Hadas Bajo la

Luna Llena

Ilustración y Fotografía

Isabel Muñiz Montero

Puebla, México 2015.

Colección Pollito

Page 4: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Para ti, que de tanto mirarla llevas en los ojos luz de luna…

Page 5: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Estas siempre en mi mente y te llevo en la mirada cada vez

que veo algo hermoso, si supieras que eres inspiración de

belleza y magia tal vez entenderías porque te quiero tanto.

Isabel Muñiz Montero

Page 6: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Cuento 1

“El Regalo de la Luna Llena”

Esta obra está registrada, y los derechos pertenecen a la autora.

Su publicación está permitida siempre que se cite debidamente a la autora.

Page 7: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

El REGALO DE LA LUNA LLENA

El

No era feliz, en realidad era un niño muy triste. Estaba en esa etapa en que no se

es niño ni tampoco adulto, y acababa de terminar la primaría y lamentablemente

hacia apenas unos meses mi madre había muerto luego de que sus riñones

dejaran de funcionar a causa de la diabetes que desde niña había padecido.

Perder a mi madre era lo peor que me había podido pasar. A pesar de que los

últimos años habían sido tan duros, estaba contento de tenerla a mi lado, pero

ahora, sin ella, mi mundo se sentía vacío y yo no encontraba sentido a la vida.

Siendo aun muy joven me di cuenta de que la vida era injusta y de que las

historias reales a diferencia de los cuentos, no tienen finales felices. En realidad y

a pesar de que solía sonreír en la escuela, estudiar, y tratar de pasar el tiempo de

forma agradable con mis amigos, no le encontraba ni sabor ni sentido a la vida.

Para disminuir un poco nuestras tristezas, mi padre me llevó a un viaje a la tierra

de mis abuelos maternos, le llamaban el país verde. En aquella época decidimos

viajar por barco, así que el viaje duró varios días. Luego, cuando tocamos la costa

del continente viejo subimos a un tren que nos llevó tierra adentro hasta un lugar

que en verdad era muy verde. Estaba lleno de montañas y valles y recuerdo que

mientras nos acercábamos a las comarcas que habitaban los abuelos observé

bolar halcones en aquellos cielos azules.

Ella

Era el verano de 1980; feliz por mis recién terminados estudios de primaria había

decidido viajar al pueblo de mi madre, en la provincia de Asturias. Mis padres y yo

nos alojamos en la casa de una de mis tías, la tía Ana, quien tenía 3 hijos menores

que yo –todos niños- y un esposo minero que trabajaba en una mina dedicada a la

extracción del carbón. Mis padres eran los mejores padres que pude tener, ambos

eran amorosos y muy consentidores, tal vez por el hecho de que solo me habían

tenido a mí como hija, a pesar de haber intentado tener más hijos. Si bien no

tenía hermanos, ese triste hecho lo compensaba tener a mis padres y todo su

amor para mi sola.

6

Page 8: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Al llegar a la verde Asturias me di cuenta de que se caracterizaba por poseer

hermosos bosques, montañas, lagos, ríos, y un mar extenso que aquellos

momentos me parecía muy frio. Mis primos no gustaban de jugar conmigo debido

a que eran niños, por lo que pasaba el tiempo sola, paseando en el pueblo o en el

cercano bosque. Uno de mis pasatiempos favoritos era tomar fotografías. Con el

dinero que me dio mi padre compré -en un lugar donde vendían cosas usadas-

una cámara con la que solía retratar todo aquello que me llamaba la atención, más

sin embargo y a diferencia de las cámaras digitales modernas, aquellas cámaras

de rollos tenían el inconveniente de que no podía ver lo que retrataba hasta llevar

los rollos a revelar. Otro problema era el tiempo que tardaban en entregarte las

fotos una vez enviadas al laboratorio para su revelado. Recuerdo que en aquellos

años tener que esperar una a dos semanas para recoger mis fotos hacia del

tiempo de espera un verdadero tormento. En la actualidad las modernas cámaras

permiten mirar lo que se retrata, y si la foto es mala borrarla de inmediato, o ver en

la computadora todas las fotos para elegir las mejores para imprimir. A pesar de

todas esas dificultades que además se sumaban a la inexistencia de teléfonos

móviles o celulares, yo era una niña muy feliz.

En esos años el mundo era un lugar un poco más seguro, por lo que solía salir con

mi cámara y caminar por las praderas, y acercarme a los bosques para encontrar

aquellas cosas que llamaran mi atención para ser retratadas. En realidad iba al

bosque con la esperanza de encontrar y poder retratar a algunos de los seres

mágicos que se decía habitaban esas tierras. Caminar por las comarcas de

Asturias era realmente maravilloso. Ahí conocí las montañas, los bosques y el mar

helado, así como las gaitas y las leyendas de los trasgos, al busgosu, el cuélebre,

y las xana. Todos ellos son seres cual duendes y hadas que habitan esos valles

verdes.

Por ejemplo, las Xanas son hadas que habitan el bosque en los lugares donde hay

agua, ríos, lagunas y fuentes. Son muy bellas y llevan túnicas o vestidos blancos,

y sus cabellos son largos y dorados. Peinan su cabello con peinetas de oro

mientras se miran en el reflejo de los lagos. Se dice que algunas son buenas y

otras son malas. Las hay que están encantadas y esperan a un joven que las

desencante, y si lo logra le entregan un tesoro; pero también las hay malas que

cambian los bebes humanos por los suyos, o que llevan a los muchachos a la

desgracia. Los bosques estaban llenos de esos seres mágicos y yo tenía el deseo

de tomarles fotografías, por lo que todos los días salía a buscarlos.

7

Page 9: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

El

Llegamos al pueblo donde vivían mis abuelos. El primer día me sentía cansado, y

muy fastidiado por el largo viaje, además el lugar me parecía aburrido, solo un

pueblo que si bien era distinto a los pueblos de América era bastante tranquilo y

no ofrecía diversiones. Pasé el primer día en la recámara que me asignaron mis

abuelos en aquella oscura cabaña, me acosté temprano y dormí toda la tarde. Al

día siguiente desperté temprano, pero me la pasé en la cama dando vueltas y

vueltas esperando la hora de desayuno. Mis abuelos solían desayunar temprano,

pero debido a que sentían que mi padre y yo estábamos muy cansados nos

dejaron dormir más tiempo. Cuando por fin me levanté y fui a desayunar mi abuela

muy cariñosa me sirvió un vaso de jugo de naranja endulzado con miel, un vaso

de leche fresca y deliciosos panes de manteca servidos también con miel. Luego

del desayuno mi abuelo me dio un regalo, me dijo que sabía que hacía poco había

terminado la escuela primaria y que había tenido excelentes calificaciones, por lo

que quería premiarme. Mi abuelo me entregó una caja de regalos con un enorme

moño. Dentro de la caja había una hermosa cámara que en realidad le había

pertenecido a mi madre y que muchos años atrás había dejado en la casa de los

abuelos para casarse con mi papá quien era mexicano. La cámara se miraba algo

vieja pero funcionaba perfectamente. Al principio no le encontré mucho chiste,

pero cuando mi abuelo me insistió a salir a hacer fotos y luego de que mi papá me

contara que esa había la cámara de la juventud de mi mamá, me entusiasme y

salí varias veces hacia el pueblo o el bosque a tomar algunas fotografías de

aquellos paisajes o lugares que me llamaran la atención. Luego mi papá llevaba

los rollos a rebelar, y fue entonces cuando me emocionó la idea de hacer fotos,

esperar el revelado y ver lo que había fotografiado ya impreso en el papel. Me

divertía por ejemplo tomar fotos de los vecinos campesinos, o de los hombres que

tocaban las gaitas y de las mujeres bailando. Me gustaba hacer fotos raras de las

nubes y las montañas y a veces también tomar fotos de tal forma que no fuera

fácil saber a qué le había tomado una foto. Me acabé varios rollos de 32

fotografías, y mi papá los llevaba enseguida al laboratorio a revelar, para mantener

mi entusiasmo. Así pase medio verano disfrutando en soledad de mi cámara y del

lugar que por fin me pareció interesante. Uno de tantos días decidí salir a tomar

fotografías en el bosque. Mi abuelo me pidió tener cuidado y no alejarme mucho,

pero la realidad es que cada día me alejaba un poco más y me agradaba explorar

aquellas comarcas y bosques.

8

Page 10: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Ella:

Una mañana cualquiera de aquel verano decidí salir a bosque a tomar fotografías

de flores y ¿por qué no? Tal vez con un poco de suerte encontrara una Xana

peinando sus cabellos de oro en alguna laguna, o tal vez las hadas se alegraran al

verme y quisieran saludarme. Me fui con mi cámara hacia el bosque y por primera

vez me alejé un poco más de lo acostumbrado.

El

Estaba tomando algunas fotografías muy concentrado cuando de repente una

vocecita muy aguda me asustó un poco, un “hola” que no esperaba en aquel

bosque me hizo fallar un disparo y perdí un maravilloso halcón que pasaba

volando. Al girarme encontré a una niña que tendría más o menos mi edad. Era

una niña madrileña que sostenía una cámara igual a la mía y que me miraba muy

alegre. Llevaba una gorra extraña, y me parece que tenía una blusa de algodón de

florecitas y una falda café, así como unos botines de piel también de color café. A

esa edad ya podía distinguir lo bonito de las niñas y esta, ahora que lo pienso, era

Page 11: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

muy linda, pero ya no recuerdo con claridad su rostro. Tenía unos enormes ojos

verdes y un cabello largo y castaño muy bonito, pero lo más bonito que tenía era

su sonrisa. Sin embargo no me sentía entusiasmado de encontrarme con esa

niña, ese tiempo era para mí, era mi momento y quería disfrutarlo solo, por lo que

encontrarme con una niña no estaba en mis planes.

Ella

Mientras caminaba en el bosque y tomaba fotografías a las flores vi a lo lejos a un

niño que tendría aproximadamente mi edad. A pesar de ser muy joven aun ya

distinguía muy bien si un niño era agradable o no, y este niño lo era. Tenía un

lindo rostro, así como lindos ojos de color café. Como estaba sola hacía varios

días, pues mis primos que eran hombres no querían jugar ni convivir conmigo,

decidí acercarme a aquel niño que tal vez quisiera ser mi amigo. Me sorprendió

ver que además de lindo ese niño llevaba entre sus manos una cámara igual a la

mía. Recuerdo con mucha claridad su rostro cuando le hablé, me parece que se

asustó un poco al mirarme, creo que lo sorprendí por seguramente en aquel paraje

del bosque no esperaba encontrar a una niña.

10

Page 12: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

“Hola” - le dije muy sonriente-, -¡Tienes una cámara igual a la mía!-. De inmediato

quise hacer amistad con aquel niño, quien afortunadamente resulto ser amable y

luego de comparar nuestras cámaras y darnos cuenta de que efectivamente eran

idénticas decidimos acompañarnos a hacer fotos.

El

La niña que acababa de encontrar en el bosque me preguntó mi nombre, le dije

que me llamaba Ernesto, pero no le devolví la pregunta, no sé porque nunca le

pregunté su nombre, tal vez por desinterés, porque aunque no me desagradaba

no era algo que me interesaba realmente. Sin embargo, poder tomar fotografías

acompañado era algo que si me agradaba. Salimos a tomar fotos varios días, ella

me llamaba por mi nombre, y yo solo le decía “amiguita”, ahora lamento esa

conducta y en ocasiones me pregunto cómo podía haberse llamado una niña tan

agradable.

11

Page 13: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Lo agradable de esa niña era –además de tener compañía para tomar fotos- poder

escuchar las leyendas e historias de los seres mitológicos que se decía habitaban esos

bosques. A veces incluso me sentía tan asustado que volver a casa solo me daba un

poco de miedo, mientras que mi amiguita se despedía y se iba valiente a su casa ella

sola. A mí me daba miedo que ella se encontrara en el camino algún busgosu, un ser que

de la cintura para arriba era un hombre y de la cintura para abajo era una cabra- es decir

tenía patas de cabra-, y que tiene cuernos de cabra en la cabeza. Algunos busgosus son

buenos y ayudan a los pastores a recuperar el ganado extraviado o a volver a sus casas

si se pierden en el bosque, pero también los había malos que robaban muchachas. Me

tranquilizaba mucho que al siguiente día mi amiguita estaba en la fuente del pueblo donde

siempre nos encontrábamos, así suponía que no se había encontrado al busgosu. Aquella

niña siempre estaba entusiasmada con que encontráramos a alguna Xana para conseguir

su tesoro, pero a mí me daba temor que en vez de una Xana encontráramos un cuélebre

una enorme serpiente que era como un dragón y que custodiaba a las Xanas y sus

tesoros. Otro personaje que me daba un poco de temor pero del que sabía me podría

defender era el L'Home del Sacu, un personaje que robaba niños a quienes echaba en un

saco y se los llevaba para comérselos. Por todos estos personajes yo solía llevar siempre

un palo en la mano, pues sabía que tal vez tendría que defenderme o defender a mi

amiguita de algún encuentro con ellos. Pero ella no parecía sentir miedo, y cada día me

contaba más y más de esos seres y su entusiasmo por encontrarlos crecía. A veces

incluso mientras caminábamos por el bosque escuchábamos que a lo lejos se movían las

ramas de los arbustos y ella salía corriendo lista para tomarles una foto. Llegué a sentir

que de verdad había seres mágicos observándonos.

12

Page 14: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero
Page 15: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero
Page 16: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Ella

“Yo soy una Llobera, nací entre los lobos y crecí en una manada y ahora soy la

líder de los lobos”, le decía a Ernesto quien me decía: “y yo soy un Lloberu, me

convierto en lobo en las noches de luna llena”. Eso me daba mucha risa; los

Lloberus son hombres lobos que han sido malditos por comer mucha carne y que

cuidan a los rebaños para que los verdaderos lobos no maten al ganado.Cuando

por las tardes nos dábamos cuenta de que comenzaría a llover gritábamos “ahí

viene el nuberu” el viejito de gran barba, vestido en pieles de cabra y usa un

enorme sombrero de ala ancha, venía montado en una nube y jugábamos a que

nos perseguía, por lo que parte de la diversión era llegar a nuestras respectivas

casas antes de que comenzara a llover. A veces también jugábamos a que nos

escondíamos de un Pataricu un ser gigante de un solo ojo y de buen olfato que

había llegado de una isla para comernos. Pero lo que realmente yo deseaba ver

era a un Trasgu es decir, a un duende travieso o algún Diablecos, otro tipo de

duende más pequeño que adivina el futuro. También quería encontrar algún bello

y pequeño duende del mar llamado Espumeru que por lo general es un tipo de ser

benévolo con los marinos y a veces se adentra a la tierra firme.

15

Page 17: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

El

Deseaba atrapar algún ventolino, un pequeño duende muy bonito que flota en el aire o a

través de los rayos de la luna, este tipo de ser diminuto no sería peligroso como algún

Malino, un ser que habita en las sombras y al que seguramente no sería divertido retratar.

A veces estábamos tan concentrados tomando fotos y buscando a los seres mitológicos

que de verdad creíamos ver sombras moverse, y en ocasiones escuchamos bajo la tierra

a los Moros, una especie de Trolls que habitan bajo la tierra y que se dedican a la minería,

y que gustan de jugar bolos.

Una ocasión vimos a Xuán de la Borrina. Era una tarde en que por estar jugando en el

bosque se nos hizo muy tarde y la niebla comenzó a bajar. Asustados corrimos al pueblo

y a lo lejos, en medio de la niebla vimos a un pastor de gran barba blanca acompañado

por su perro y su esposa, era el espíritu que trae la niebla., asustados no quisimos

acercarnos para tomarle alguna foto y las fotos que tomamos de muy lejos no fueron muy

claras.

Una ocasión vimos casi al anochecer al niño Xinxinos, un travieso que por desobediente

con su mamá fue maldecido. Cuando le preguntó a su mamá donde debía dejar una carga

de leños ella le dijo que en los cuernos de la luna, y desde entonces este niño deambula

sin saber donde dejar la leña. Esta tarde la pequeña Madrileña y yo encontramos en el

camino a un niño cargando leña y el nos preguntó donde debía ponerla. Grande fue

nuestro susto que nos hizo correr y desde lejos le tomamos fotos, mis abuelos se rieron

cuando les dije que era Xixinos, pues según ellos era solo el hijo de un campesino.

16

Page 18: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Ella

Una tarde en que nos pareció que un Trasgu andaba cerca de nosotros le sugerí a

Ernesto que subiéramos a un árbol para poder tomar algunas fotografías desde lo

alto, eso nos daría una mejor perspectiva. Nunca imaginé lo que pasaría. Como el

cordón de piel de la cámara de Ernesto era muy viejo, justo mientras subía al árbol

se rompió de un extremo provocando que la cámara callera entre las raíces del

árbol y algunas piedras. Yo sentí horrible, fue como si observara caer la cámara

muy despacio, muy lentamente. Luego escuché un ruido apenas perceptible, algo

se había roto. Eso me hizo bajar de un salto y caer casi de rodillas. En realidad

debí haber brincado casi dos metros, pero la adrenalina ante sentirme tan

asustada por lo que pudo pasarle a la cámara me hizo saltar. Ernesto bajó

también de un salto y se quedó mirando la cámara por unos instantes. El lente

estaba bien, pero la caja de la cámara se había roto y en ese momento no

sabíamos si sería posible repararla. Mi corazón se rompió como la caja de la

cámara al ver la carita de Ernesto llena de enojo y tristeza. Me quedé en silencio

junto a él por unos minutos, luego con un suspiro se levanto y me dijo que se iría a

buscar a su papá para que él le ayudara a repararla.

17

Page 19: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

El

La pequeña madrileña tuvo la idea de subir a un árbol para tomar fotografías desde una

de sus ramas, me pareció una buena idea. Mientras ella subía el árbol primero que yo

hice un esfuerzo sobre humano para no mirar hacia arriba pues le habría podido ver la

ropa interior, pero como era un niño bien educado sabía que eso no era correcto, pero el

simple hecho de pensarlo me hizo sentir un poco apenado. Creo que ella no se dio cuenta

de que subir primero no era buena idea. Cuando mi amiguita estaba sentada en una rama

empecé a subir yo. Quizás subiríamos unos dos metros por lo que no estábamos a mucha

altura y el árbol era realmente fácil de trepar, sin embargo, el cordón de mi cámara que

estaba ya muy viejo justo en ese momento se rompió. Sentí como se deslizó por mi

espalda y como mi cámara calló entre las raíces del árbol. El golpe fue fuerte por lo que

alcancé a mirar como la cámara se rompió. Salté y recogí la cámara y me di cuenta de

que estaba rota, por lo que decidí ir corriendo a buscar a mi papá quien tal vez podría

repararla. No recuerdo que le dije a mi amiguita, pero salí corriendo y muy pronto estuve

en casa de mis abuelos con mi papá. Estaba muy preocupado porque sabía que se iba a

enojar y a sentir decepcionado de mi, por no haber cuidado correctamente de la cámara.

Para mi sorpresa no se molestó, comprendió que el cordón viejo se había roto. Con mi

papá y mi abuelo fuimos al pueblo a buscar a un hombre que se dedicaba a arreglar todo

tipo de cosas y que tenía en su taller desde radios viejos, televisores hasta bicicletas.

Lamentablemente nos dijo que la cámara solo se podría arreglar si encontrábamos las

piezas que se habían roto y eso implicaba encontrar una cámara igual que sirviera de

repuesto. Lamentablemente la cámara era vieja, quizás de los años sesentas, por lo que

sería difícil encontrar otra cámara que sirviera de repuesto. Nos pidió esperar para que

después de algunas llamadas a diversas ciudades y luego de la espera de unos meses

pudiéramos encontrar alguna cámara igual. Pero el verano ya terminaba y pronto mi papá

y yo debíamos volver a América, La espera no era buena idea. Mi papá me pidió

paciencia, cuando volviéramos a nuestro país me regalaría una cámara nueva –pues se

dio cuenta de que realmente me gustaba la fotografía- y me prometió enviarme a tomar

cursos de fotografía y revelado. Nos llevaríamos la cámara rota para buscar en el otro

continente algún repuesto, pero mientras lográbamos eso yo tendría una cámara moderna

para seguir practicando ese arte recién descubierto que tanto me había gustado.

Salí a pasear con mi amiguita un par de días más después del incidente, esos dos días

me sentía triste por lo que pasó con la cámara de mi mamá y a ella le conté que mi mamá

había muerto y que esa cámara era de ella. Mi mamá había nacido en España, mi padre

era mexicano al igual que yo; le conté que antes de ir a España estaba muy triste, y que

ahora me sentía de nuevo triste porque mi cámara estaba rota. Decir esas cosas para un

niño mexicano no era fácil, pues era confesar mi debilidad, pero ella me hacía sentir

confianza y ahora me doy cuenta de que comprendió mi tristeza con toda claridad.

18

Page 20: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Ella

Estaba muy triste de una manera que no comprendía. Ernesto se iría a América, a un país

lejano y extraño en el que había nacido y tal vez pasaría mucho tiempo antes de que

regresara. Además yo también debía regresar a Madrid en unos días. Me dolió mucho

despedirme. Nos vimos en la plaza del pueblo por última vez. Le pregunté qué había

pasado con su cámara y me dijo que se la llevaría rota y que en América buscaría un

repuesto y que mientras tanto su papá le compraría otra cámara. Mi tristeza aumentó

cuando simplemente me dijo –bueno, amiguita, ya me voy, tal vez en otras vacaciones de

verano te vea de nuevo-. Recuerdo su sonrisa y su mano agitarse de lado a lado por

última vez y mi corazón acelerar al saber que esos serían los últimos momentos con mi

amigo Ernesto. Su forma de hablar extraña y su sonrisa encantadora tenía un acento de

tristeza que me llegaba al corazón. Entonces miré mi cámara, era igual a la de Ernesto y

funcionaba perfectamente, pero no había sido la cámara de la infancia de la mamá de

Ernesto, pues esta cámara la había comprado yo en un bazar hacia poco tiempo.

Comprendí que si algo muy bueno podía hacer era darle mi cámara. Corrí tras él y le grité

y le dije que se llevara mi cámara, pero él se negó, me dijo que no, que la cuidara mucho,

que él en su país buscaría el repuesto.

19

Page 21: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Estaba decidida a darle mi cámara por lo que esa noche, salí a escondidas de la casa de

mis tíos y me lleve a Michi mi gato para no sentir miedo. Caminé por las calles oscuras del

pueblo esperando que mis papás no se dieran cuenta de mi ausencia, escuchando de vez

en cuando los maullidos de Michi que más que consolarme me asustaba. La luna estaba

redonda, muy grande y muy brillante de un color rojo, era un aluna llena roja, por lo que

había mucha luz. Tenía miedo de encontrarme con algún ser mitológico que me hiciera

algún año, pero me di valor. Llegué a la casa de los abuelos maternos de Ernesto, y me

asomé por las pequeñas ventanas, vi la mochila de Ernesto sobre una mesa, entre en

silencio y coloqué la cámara dentro de la mochila envuelta en una tela de coloridas flores

que servía para mantener el pan caliente. Salí rápido y me quedé unos instantes mirando

oculta tras la barda. Michi se soltó de mis brazos y se trepó a la barda, de repente vi a

Ernesto entrar a esa habitación y tomar su mochila, miró por un instante a la barda y

seguro que vio al inmenso y gordo gato. Luego salió de la habitación. Supe que nunca en

la vida lo volvería a ver. Me fui a la casa de mis tíos muy triste y muy satisfecha con ese

pequeño sacrificio por el amor a un niño. Fue la primera vez que entendí que se sentía

querer a alguien que no era de mi familia y que se sentía hacer algo bueno por la persona

que quieres. El regalo que te doy, Ernesto, te lo da la luna llena, no yo, Te da la

sensibilidad de mirar y amar lo que miras, aunque a mí me olvides.

El

Salimos muy temprano, mis abuelos nos llevaron a la estación del tren y se despidió

prometiendo que nos visitarían al final del año, pero nos hicieron prometer que

volveríamos a las comarcas verdes. Mi papá llevaba una caja de sidras y otros recuerdos,

incluyendo la ropa típica y una gaita, yo me llevaba muchos buenos momentos y

recuerdos. El viaje en avión fue cómodo y mucho más rápido que en barco. Al día

siguiente descendíamos del avión y llegábamos a la enorme ciudad donde vivíamos. Al

llegar a casa me sentía feliz por la experiencia, y un poco preocupado de iniciar la

secundaría en pocos días. Comenzamos a desempacar con ayuda de la señora que

apoyaba a mi papá en la limpieza, y los vecinos me trajeron a mi perro que había estado

todo ese tiempo con ellos. Mientras desempacábamos mi papá se veía también muy

contento. Mi papá tomó mi mochila y me la dio para que también desempacara las cosas

que llevaba en ella –alguna libreta y lápices de colores, así como algunas otras cosas que

les gustan a los niños, unos soldados de juguete que había comprado en el país verde.

Estaba contento de sacar los soldados de juguete cuando noté en el fondo una tela

floreada y con encaje que olía a pan, pensé que mi abuela me habría puesto pan de

manteca como un detalle cariñoso, cuando saqué aquel bulto y lo abrí, grande fue mi

sorpresa al descubrir la cámara de la niña madrileña. ¿Pero cómo había llegado ahí?

Recordé que la última noche que pasamos en casa de mis abuelos, había visto a un

enorme gato anaranjado en la barda y que los gatos son amigos de las hadas. Tal vez era

verdad todo lo que la niña del país verde decía, tal vez de verdad las hadas me habían

mandado este repuesto en aquella noche de luna llena roja. 20

Page 22: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

Ella

Dejé la comarca y con mis padres regresé a Madrid, los años pasaron a veces

solíamos visitar a mis tíos y de vez en cuando pasaba por la casa de los abuelos

de Ernesto, más nunca coincidimos. Un par de veces pregunté a su abuela por él,

y me decía que estaba bien, y creciendo. Pero lamentablemente nunca lo volví a

ver, la distancia complicaba la posibilidad de un encuentro. Poco tiempo después

compré una cámara de la época y seguí gustando de la fotografía. Muchas veces

volví a los bosques del país verde a buscar hadas y estoy segura de que ellas me

siguen enviando flores para retratarlas y que están ahí acompañándome, que

habitan esos parajes y se alegran al verme llegar, porque si miras a los arboles o

hacia los prados, y si tienes suerte las veras pasar, y las escucharas reír.

21

Page 23: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Isabel Muñiz Montero

El

Con los años mi amor por la fotografía continuó y hoy, hijo, aquí estoy haciendo lo

que más me gusta. La cámara de la niña del país verde sirvió para arreglar la

cámara de mi mamá, tu abuela, y hoy te la entrego a ti. Cuídala mucho, pues esta

cámara me ha acompañado por muchísimos años y fue un regalo de las hadas

una noche de luna llena de color rojo. A la niña del país verde no la volví a ver, fui

en otras ocasiones a la comarca pero nunca coincidimos, aunque mi abuela me

comentó que creció y se convirtió en una inteligente y bella muchacha madrileña,

a ella le debo el noble gesto de cederme su cámara. Años después fui

consiguiendo otras piezas y ahora la vez completa y bien cuidada. Hijo, se que tu

sabes usar cámaras digitales, y que serás un gran fotógrafo, pero esta cámara es

especial para mí, pues perteneció a mi mamá y viene del país verde. Te puedo

asegurar que las hadas, los duendes y que todos esos seres que me describió

aquella niña existen en esos lugares, me consta que hay magia y que la magia

existe y que esas leyendas son también parte de tu origen.

22

Page 24: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Este cuento está inspirado en las leyendas de mis abuelos paternos, y

el folklore de Asturias. Es también un homenaje al cumpleaños

número 37 de mi hermano y está inspirado en mi amor por la

fotografía. Además está dedicado a los fotógrafos guerreros que

comparten conmigo el amor por la imagen como forma de lucha social

y como expresión de belleza.

Page 25: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena

Cuento 1

“El Regalo de la Luna Llena”

Ilustración y Fotografía

Isabel Muñiz Montero

Puebla, México 2015.

Colección Pollito

Esta obra está registrada, y los derechos pertenecen a la autora.

Su publicación está permitida siempre que se cite debidamente a la autora.

Page 26: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero

Que la luz de luna ilumine tus noches, y el sol caliente tu corazón, por siempre…

Page 27: Cuentos de Hadas Bajo la Luna Llena por  Isabel Muñiz Montero