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  • Un modelo de producción en gruta:el Alfar de Cabrera D’Anoia, Barcelona

    A cave-workshop model: the Kiln site of Cabrera D’Anoia, Barcelona

    RESUMEN

    La utilización de grutas y cuevas para llevar a cabo actividades productivas fue un hecho habitual en época medieval. Este trabajo pre-tende analizar un modelo de producción cerámica que se adapta a un espacio físico considerablemente limitado por las características geo-lógicas del entorno. El alfar de Cabrera d’Anoia constituye un ejemplo paradigmático de dicho modelo e ilustra un proceso de evolución cro-nológica y de transformación del entorno para satisfacer las necesidades de la producción cerámica.

    ABSTRACT

    Taking advantage of shelters and caves for productive activities to take place was a daily fact during the medieval centuries. This paperseeks to define a type of pottery production centre which is adapted to a space physically limited by the geological features of the environ-ment. The kiln site of Cabrera d’Anoia and its layout is a classic example of this model and illustrate a chronological extension and a trans-formation of a suitable area to satisfy their needs.

    José I. PADILLA*, Karen ALVARO*, Esther TRAVÉ*

    PALABRAS CLAVES: gruta, horno, cerámica, alfarería, medievalKEY WORDS: shelter, kiln, ceramics, pottery, medieval

    1. INTRODUCCIÓN

    Los trabajos arqueológicos realizados enCabrera d’Anoia, a fines de la década de los 80 yprincipios de los 90, pusieron al descubierto unalfar medieval dedicado en exclusiva a la elabo-ración de cerámicas comunes de cocción reduc-tora. A diferencia de los talleres situados en áreasurbanas que ofrecen un dinamismo crecienteapreciable en la especialización gradual del tra-bajo artesanal o en la mayor permeabilidad a lasinnovaciones técnicas, nos encontramos ante uncentro productor de carácter rural, que destacapor su prolongada actividad y por mantener unosprocesos productivos tradicionales vinculados ala elaboración de formas y objetos culinarios. Apesar de este aparente inmovilismo, el alfar deCabrera llegó a nutrir una amplia demanda,logrando distribuir sus manufacturas sobre unextenso ámbito regional. No hay duda, de queeste centro artesanal constituye un conjunto dereferencia indispensable para el conocimiento de

    los procesos de producción y distribución deaquellos productos, así como un referente obliga-do entre los alfares tradicionales del área medite-rránea, en general, y del Nordeste peninsular, enparticular.

    Contrariamente a lo que sucede con las cerá-micas del Mundo Antiguo, por lo general biendefinidas, y con las producciones medievalesdecoradas, que progresivamente han sido objetode investigaciones vinculadas tanto al mundo dela arqueología como del arte, las cerámicascomunes y de cocina, especialmente los produc-tos culinarios menos atractivos, constituyen toda-vía hoy un tema escasamente explorado y nosiempre fácil de abordar. De forma que en el con-texto de la arqueología medieval, tanto los centrosproductores de cerámica gris como las propiasproducciones, ampliamente difundidas por exten-sas áreas peninsulares, suponen un tema deestudio de alcance todavía poco definido pese alas múltiples cuestiones de interés y aspectos de

    MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) nº 59 x-xx SAN SEBASTIÁN 2008 ISSN xxxx-xxxx

    Recibido: 2005-06-20Aceptado: 2007-09-21

    (1) Grup de recerca en arqueologia medieval i postmedieval. Dept de Història Medieval. Universitat de Barcelona. C/ Montalegre nº 6-8, 08001Barcelona. E-mail: ji.padilla@ub.edu

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    especial relevancia que pueden ofrecer de caraal conocimiento de la sociedad medieval.

    Este trabajo intenta ofrecer un estado de lacuestión acerca de los problemas arqueológicose interpretativos de dicho alfar desde una visióncronológica amplia, tratando de definir un mode-lo de interpretación que haga comprensible laprofunda evolución sufrida por este complejoartesanal y lo vincule desde una óptica compara-tiva con otros centros productores que asumenuna problemática similar. En definitiva, un sistemade organización artesanal que podemos denomi-nar como un modelo de producción en gruta.

    Este modelo de alfar, que se adapta y utilizaventajosamente las características del contextogeológico para desarrollar su actividad artesanalsobre un espacio físico limitado y sometido aconstantes modificaciones, aparece bien docu-mentado sobre otras regiones del MediterráneoOccidental, como es el caso de Provenza. Eneste sentido, el alfar de Cabrera d’Anoia constitu-ye un referente antiguo del tipo de producción engruta e ilustra un modelo artesanal que, comoveremos, fue mucho más frecuente de lo quepodríamos pensar.

    2. EL TALLER EN GRUTA Y SU CARACTERIZACIÓN

    A fin de enunciar este peculiar modelo orga-nizativo, hemos convenido en utilizar los términosde producción en gruta o talleres en gruta paradefinir de forma amplia los rasgos de estos cen-tros alfareros. En primera instancia, dichos con-ceptos aluden al carácter rupestre del espacioartesanal, pero acogen además un principio fun-damental sobre la constante interacción existen-te entre las actividades productivas y las condi-ciones y factores naturales del propio emplaza-miento (relieve, composición geológica, proce-sos de erosión..)

    De esta forma, el concepto de taller en grutaaporta un sentido de cambio, de constante trans-formación del espacio artesanal, por cuanto losfactores naturales y antrópicos interactúan deforma permanente, provocando la modificacióncontinua del medio y de las áreas de trabajo.Condiciones como las descritas no son exclusi-vas del alfar de Cabrera, ya que otros yacimien-tos ofrecen en mayor o menor medida esta pro-blemática, tal es el caso de los centros provenza-les como el de Apt y Bédoin (Vaucluse),

    Moustiers (Alpes de Haute Provence) y Diulefit(Drôme Provençale), aunque cabe señalar que laactividad de dichos alfares, por lo general, no seinicia hasta a época moderna (AMOURIC, THI-RIOT, VAYSSETTES; 1995).

    Es preciso advertir, por tanto, que el alfarmedieval de Cabrera no constituye un ejemploaislado, ya que forma parte de un fenómenonecesariamente más amplio, cuyas manifestacio-nes se registran de forma extensa tanto desde elpunto de vista cronológico, como también desdela óptica territorial, al menos por lo que hace refe-rencia al área mediterránea. Por otra parte, caberecordar que la imagen estereotipada de un cen-tro productor de carácter rural parece evocar unaactividad alfarera de tipo estacional, complemen-taria de la agricultura, a la que se dedican una ovarias familias campesinas que producen manu-facturas para el abastecimiento de un limitadomercado local. Aunque es cierto que esta reali-dad puede ser habitual en época altomedieval,los centros productores, como el caso que nosocupa, han desbordado ampliamente dichomarco y deben ser considerados como alfarescomarcales cuyas manufacturas pueden acce-der sin dificultad a amplios circuitos comerciales.

    Como ya enunciábamos, el alfar en gruta ofre-ce el relieve abrupto como rasgo denominadordel asentamiento. Estos yacimientos desarrollansu actividad en un marco geológico donde la sin-gularidad del relieve, la alternancia y resistenciadesigual de los materiales favorece la presenciade covachas o abrigos naturales. No debemosperder de vista que la utilización de abrigos ycuevas es un hecho frecuente en época medie-val, que aparece relacionada con actividadesmuy dispares, abarcando desde formas de hábi-tat permanente hasta ocupaciones circunstancia-les relacionadas con actividades económicas delmás diverso orden. Iglesias, eremitorios, vivien-das, depósitos, bodegas, apriscos, entre otroselementos, han sido acondicionados y remodela-dos a partir de covachas y grutas. En contra de loque pudiera deducirse precipitadamente, cabeseñalar que el carácter rupestre de estos alfaresno imprime arcaísmo a las actividades artesana-les ni a los productos manufacturados, por lo quetampoco merma su capacidad productiva.

    Los alfares medievales mejor conocidos porla arqueología en el área mediterránea reflejabanla problemática de talleres ubicados sobre espa-

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  • cios amplios y en terreno, por lo general, pocoabrupto, valgan como ejemplo el yacimiento lan-guedociano de Saint-Victor-des-Oules, en Gard(THIRIOT, 1980), el testar del Molí, en Paterna(AMIGUES, MESQUIDA, 1987) y los talleres cata-lanes de Casampons en Berga (PADILLA, 1984)o Santa Creu d’Ollers a la comarca del Solsonés(RIU, 1972). La excavación de Cabrera d’Anoiaplanteará un modelo que ya era perceptible enotros yacimientos de cronología más moderna. Elestudio de dichos alfares revela las solucionesadoptadas en aras a resolver los problemas quepresenta la limitación del espacio y que pasannecesariamente por el trabajo con la alternanciade los elementos que componen el sustrato geo-lógico. La presencia de niveles compactos yestratos inferiores más vulnerables a la erosiónfavorece, como ya decíamos, la aparición de abri-gos y covachas que serán ampliadas y remode-ladas para diversos usos por los propios alfarerosen el desarrollo de sus actividades artesanales.

    No podemos dejar de mencionar que la utili-zación de sustratos geológicos de característicasdefinidas, fáciles de excavar, parece estar rela-cionada con la dinámica de algunos centros pro-

    ductores que desarrollan estructuras de cocciónde tiro vertical con parrilla o solera entre ambascámaras, enteramente excavada en el sustratogeológico. En estos casos, el laboratorio o cáma-ra de fuego, así como la solera, se elaboranmediante excavación del nivel geológico, mien-tras que las partes altas de la estructura son ente-ra o parcialmente construidas (Figura 1). Comoocurre en el taller de Casampos o en Saint-Victor-des-Oules, la necesidad de contar con un nivelgeológico que permita la excavación de la soleraconstituye un aspecto relevante, aunque enambos casos nos hallamos ante alfares que seimplantan sobre terreno más o menos llano.

    Es necesario señalar, además, que el taller engruta requiere de la disponibilidad de espaciosanexos al aire libre, que van más allá de las pro-pias estructuras de cocción. En Bédoin y Apt, porejemplo, se documentan ya en el siglo XV super-ficies a cielo abierto que complementan los ámbi-tos rupestres y que se destinan, entre otros usos,al proceso de secado de las piezas. (AMOURIC,THIRIOT, VAYSSETTES, 1995). La existencia deestas áreas a cielo abierto nos obliga a conside-rar un centro productor de estas características

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    Fig 1. Vista cenital de CDA/99/AD. La estructura no llegó a funcionar al ser abandonada en pleno proceso de excavación de su parrilla y cámara de fuego.

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    desde una óptica mucho más amplia que los lími-tes estrictos que ofrecen los espacios artesanalesinteriores. Aunque no entraña una excesiva difi-cultad atribuir una posible función a dichos espa-cios, conviene advertir que aquéllos deben serincorporados al análisis de la actividad artesanal,ya que en caso contrario pueden llegar a consti-tuir un obstáculo que enmascare el análisis pon-derado del yacimiento y su interpretación.

    El taller en gruta es, por tanto, un ordena-miento dinámico al que corresponden diversasestructuras, algunas de las cuales son de usolimitado y carácter perenne, organizadas en fun-ción de las necesidades sucesivas que planteanla actividad alfarera y que implican necesaria-mente una evolución constante del entorno arte-sanal. Quizás Cabrera puede representar elmodelo más comprensible y ejemplarizante parailustrar el proceso de evolución perpendicular ylateral de los talleres en gruta.

    Conviene señalar, en primer lugar, la existen-cia de un principio de evolución frontal, o perpen-dicular a la línea de pendiente, que aparece cla-ramente documentado a lo largo del estudio delas estructuras de este alfar. Dicho principio sepone de manifiesto tanto en los procesos deampliación de los espacios rupestres, como en lapeculiar dinámica que rige la construcción denuevas estructuras de cocción y la peculiar amor-tización de los hornos obsoletos. Así, los abrigosnaturales sufren un proceso de modificación des-tinado, en muchos casos, a la obtención de unvolumen de material constructivo considerable.Las minas, que avanzan hacia el interior de lacavidad, acabarán por ampliar la capacidad delabrigo y permitirán la reutilización artesanal delnuevo espacio rupestre (secuencia abrigo-gruta-obrador). Por su parte, la implantación y evoluciónde los sucesivos hornos muestra, en este caso,una tendencia a la formación de alineaciones per-pendiculares a la pendiente que se desarrollanpor las correspondientes terrazas como resultadode la utilización constante de la estructura obsole-ta como fosa de construcción y acceso al nuevohorno (avance frontal de las estructuras).

    En segundo lugar, advertimos una tendenciapermanente a la evolución lateral para dar res-puesta a las reducidas dimensiones con quecuentan los espacios de trabajo en que se des-arrollan estas actividades. Las labores artesanalesagotan de forma rápida las capacidades de las

    áreas de trabajo disponibles. El abandono deaquellos espacios implica la abertura y acondicio-namiento de nuevos ámbitos sobre la vertiente enun lugar más alejado dentro de un desplazamien-to continuado en el tiempo. En ocasiones, comoocurre en Cabrera, el abandono del sector parecehaber sido ocasionado por el desplome de lacubierta de alguna de las covachas, provocandola inutilización de algunas áreas y el abandono delsector (Figura 2). El principio de evolución lateralse detecta igualmente en los talleres en gruta dela fábrica Pouzet de Dieulefit, aunque en este casono obedece al abandono de los antiguos ámbitossi no a una ampliación de las áreas de trabajo des-tinadas a mejorar el área de manufactura y decomercialización (AMOURIC et alii 1995).

    Los procesos de evolución frontal y lateralimplican la modificación de las funciones atribui-das a los distintos espacios del área artesanal. Eltorno lento o torneta aporta, por ejemplo, un rasgoevidente de movilidad, ya que el artesano lapuede trasladar a su gusto para aprovechar, porejemplo, los ámbitos con mayor luminosidad o elcalor del hogar. Las zonas de secado son tam-bién variables en función de la evolución de losespacios. Frente aquéllos, la preparación de lasarcillas y su almacenaje suele presentar pocasvariaciones, ya que dichas actividades necesitande espacios particulares de difícil movilidad,como las cubetas de decantación, a menudotambién excavadas en la roca. Por el contrario, lazona donde se sitúan las estructuras de coccióntienen en este tipo de alfar un carácter cambian-te, ya que aparece condicionada por la propiafragilidad de las estructuras y su limitada vida útil.

    3. EL NÚCLEO HABITADO Y LA ACTIVIDAD ALFARERA

    El asentamiento de Cabrera d’Anoia constitu-ye una pequeña aldea medieval, hoy en día des-poblada, situada en las proximidades de la loca-lidad de Capellades, a unos cincuenta kilómetrosde Barcelona, en uno de los pasos naturalesabiertos por el río Anoia a través de la SierraPrelitoral. Dicho pasaje natural ha concentrado lacomunicación por este sector desde épocasantiguas, consolidando uno de los itinerarios clá-sicos entre la Depresión prelitoral (Penedés) y lascomarcas interiores de Cataluña.

    Los trabajos de excavación sobre este yaci-miento estudiaron de modo preferente un sector,

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    Fig 2. Vista general del desplome de la cubierta del obrador 2 y de los hornos próximos a la línea de la covacha CDA/99/F, A, B, C y D) emplazados sobre la terrazaintermedia. Como puede observarse las estructuras de cocción se aproximan hasta la línea del área cubierta, pero no llegaron a construirse en el interior de las grutas.

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    situado a unos doscientos m. de la fortificación,que aparece vinculado por entero al desarrollode las actividades artesanales de este núcleohabitado. Cabe advertir que nuestro conoci-miento de las propias estructuras castrales,muy alteradas por construcciones modernas,así como de las viviendas y dependencias quecomponen la aldea, es muy reducido. No obs-tante, la prospección del área permite avanzarlas características de un asentamiento eminen-temente rupestre con viviendas y dependen-cias semiexcavadas, dispuestas en una plata-forma de reducidas proporciones y agrupadasentorno al espolón rocoso sobre el que selevanta la fortificación. De este modo, el con-junto arqueológico aparece constituido por tresámbitos interrelacionados: una fortificación –elcastillo de Cabrera–, una zona de hábitat semi-rupestre al amparo del castillo y un territorioinmediato sobre el que se desarrolla la activi-dad económica, que supone el eje conductorde nuestro trabajo.

    Las fuentes documentales nos dan a cono-cer como desde la segunda mitad del siglo Xse inicia una lenta reordenación del territorio.Las primeras referencias sobre el castillo deCabrera no son anteriores a mediados del sigloXI, aunque los datos disponibles refuerzan laposibilidad de que la fortificación se hubieraerigido años antes, atrayendo hacia sí los habi-tantes que poblaban la zona. La posesión delcastillo la detentan en los primeros tiemposdiversos miembros de la familia vizcondal deBarcelona que actúan como verdaderos seño-res feudales con amplios intereses sobre lacomarca. A finales del siglo XI, el dominiodirecto sobre la fortificación se había reintegra-do en manos del poder condal, aunque la pre-sencia de la casa vizcondal en estos territoriosno parece haber disminuido hasta fechas pos-teriores. Independientemente de estos aconte-cimientos que nos hablan de la articulaciónfeudal del territorio, las fuentes coetáneas noofrece noticia alguna que haga referenciadirecta o indirectamente sobre la actividad alfa-rera desarrollada en torno al castillo de Cabreray los intentos realizados por rastrear esta acti-vidad en la documentación más tardía hanresultado infructuosos. Por ello, la investigaciónarqueológica constituye la herramienta funda-mental para aproximarnos al estudio de estealfar medieval.

    Algunas de las claves para la comprensiónde este yacimiento se relacionan estrechamentecon los elementos y factores que rigen el medionatural. El conocimiento de la formación del relie-ve, la incidencia de los factores naturales sobreel entorno, la evolución del paisaje y la modifica-ción de sus formas, particularmente intensa a lolargo de la etapa de actividad del taller, constitu-yen elementos necesarios para conocer lasgrandes líneas en la evolución de este espacioartesanal. En este punto, conviene advertir que elemplazamiento del yacimiento se ha visto modi-ficado intensamente desde el punto de vista mor-fológico tanto a lo largo de la actividad del alfarcomo en época posterior a la desaparición deltaller, por lo que resulta muy compleja la restitu-ción completa del marco donde se desarrollóaquella actividad.

    Recordemos que nos referimos a un alfar ins-talado sobre tres plataformas sucesivas dispues-tas al pie de un altiplano, que se prolonga hasta elespolón en el que se asientan el castillo y los ves-tigios de la antigua aldea. El área ofrece un relieveextremadamente accidentado con importantestaludes y pronunciadas pendientes. En este con-texto, la presencia del plutón de Capellades y losdepósitos cuaternarios de travertino son manifes-taciones geológicas de interés para nuestro estu-dio (LEENDHARDT et alii 1993). La línea superiordel relieve, que desciende en este sector escalo-nadamente en dirección sudeste, se ha configura-do sobre la base de importantes depósitos de tra-vertino que cubren una extensión significativa deeste área prelitoral. Los límites de estas formacio-nes presentan grandes frentes escarpados sobrela vertiente de levante, dejando al descubierto enalgunas áreas los estratos geológicos sobre losque se depositaron aquellas formaciones sedi-mentarias. Las paredes y cortados encabezan deforma predominante el relieve, mientras el terrenocircundante ofrece, por lo general, una pronuncia-da y abrupta pendiente que desciende hasta elmismo cauce del río Anoia.

    Al pie de las mencionadas formaciones cua-ternarias, advertimos la existencia de diversasterrazas, que han sido acondicionadas sobre lapendiente por los propios artesanos. En ellasdocumentamos los espacios de obrador, así comoun gran número de hornos dispuestos en bateríao alineación. El estudio arqueológico del área arte-sanal no deja lugar a dudas sobre el desplaza-

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  • miento continuado de la actividad artesanal queresponde a una dinámica utilización-abandono-desplazamiento. De esta forma, los ámbitos arte-sanales que nacieron en las proximidades de laaldea se irán alejando del asentamiento a lo largode la vida productiva del alfar. El pronunciadorelieve impone limitaciones precisas al espaciodisponible para el desarrollo de las actividadesalfareras y éstas a su vez acaban por agotar lasposibilidades de utilización del sector, siendomenos costoso el abandono y desplazamiento dela actividad que el reacondicionamiento, en elcaso de que sea posible, del área de trabajo.

    Los obradores y las áreas de trabajo se insta-lan sobre espacios determinados que han sufridoun proceso de transformación que puede serexplicado a partir de la correlación de diversasfases; De esta forma, es posible plantear unaexplicación teórica de creación y evolución delespacio de trabajo. Decíamos más arriba que elrelieve agreste de Cabrera aparece presidido pordepósitos de travertino de gran espesor, separa-dos ocasionalmente por capas de arena, que seasientan sobre una base de roca madre granítica.Este estrato de granito puede presentarse más omenos meteorizado, con fallas o vetas que endeterminados sectores evolucionan hacia arcillascaoliníticas como fruto de la degradación de losfeldespatos. Aunque sólo existen dos estratosgeológicos –granito y travertino–, es convenienteestablecer desde el punto de vista arqueológicouna distinción en la zona de contacto entre ambasformaciones. Así pues, habremos de convenir quesobre el sustrato de roca madre se detecta unnivel de granito meteorizado sobre el que descan-san los bloques y placas de travertino (Figura 3).

    El nivel de granito meteorizado sometido a laacción de los meteoros y a la tracción mecánicadel nivel de travertino ofrece una cierta homoge-neidad y molicie que se contrapone a la resis-tencia del travertino y a la progresiva compacta-ción del nivel inferior de granito. Se constata, portanto, la alternancia estratigráfica y la desigualresistencia de materiales, siendo el nivel meteori-zado la base geológica más adecuada tantopara la remodelación de las áreas de trabajocomo para la construcción de las estructuras decocción. Advertimos, por ejemplo, como lospequeños abrigos naturales son ampliados porlos artesanos mediante sucesivas minas al obje-to de obtener un gran volumen de materialesdestinado, entre otros usos, a completar la cons-trucción de las estructuras de cocción. Las ope-raciones continuadas de extracción de materia-les determinan la ampliación efectiva de la cavi-dad y su aptitud para poder ser habilitada final-mente como espacio de trabajo u obrador.

    La excavación de los hornos se efectúa aniveles más o menos profundos, procurando tra-bajar sobre el mismo sustrato de granito meteori-zado. La primera estructura de cocción de cadasecuencia o alineación se excava, relativamentelejos del abrigo-gruta, a partir de la línea de pen-diente exterior que delimitan las sucesivas terra-zas (por ejemplo, CDA/99/U-R-Q-P-W-S). Deesta forma, la mayor parte de las estructuras pre-sentan una fosa de acceso hasta la cámara decombustión de proporciones diversas que sueledisponerse en torno al eje de la pendiente. Por suparte, la disposición en hilera de los hornos seorigina, tras la inutilización de la primera estruc-tura, la cavidad resultante es transformada en lafosa de acceso de una nueva estructura cons-truida siguiendo la misma línea en el eje de lapendiente (Figura 4). Dicha operación, que sereproduce repetidamente en un proceso de evo-lución frontal, genera la alineación de estructu-ras, con la particularidad de que cada una deaquéllas es sellada por un estrato estéril genera-do en la excavación del horno siguiente. Así, lafosa de la estructura CDA/99/F, por ejemplo, estáconstituida en realidad a partir de la amortizaciónde, como mínimo, dos estructuras sucesivas másantiguas (CDA/99/N y W).

    La fragilidad de las estructuras de cocciónpuesta a prueba a lo largo de cocciones sucesi-vas originará su deterioro y abandono, proce-

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    Fig 3. Esquema teórico de la evolución del taller en gruta: 1. Punto departida; 2. Factores naturales; 3. Factores antrópicos y 4. Agotamiento yabandono del sector.

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    diéndose a la construcción de una nueva estruc-tura algo más cerca de la pared rocosa y delabrigo. Un proceso que agotará a medio plazola capacidad para crear nuevas estructurassobre el área. De forma parecida, las grutas yespacios a cubierto ofrecen una vida breve antela resistencia limitada de las placas de travertinoque acabarán por desplomarse en muchoscasos. Estas y otras causas cierran el proceso

    de evolución frontal y provocan el desplaza-miento de la actividad en un proceso de evolu-ción lateral. Dicha dinámica, acelerada o retar-dada según diversas condiciones, produce unacontinua transformación del paisaje y un cambiopermanente en el espacio artesanal que evolu-ciona sobre sectores muy reducidos. El pronun-ciado relieve limita las posibilidades de crearespacios amplios, por lo que los ámbitos exis-tentes tienden a ser ocupados de forma intensi-va con la amortización sistemática de todaestructura o espacio inutilizado.

    Percibimos en todo el conjunto, correspon-diente a la fase final del alfar, tres terrazas quese extienden de norte a sur. La terraza superiorpresenta dos pequeñas grutas desplazadas res-pecto a la línea del barranco. El espacio dispo-nible a cubierto (obrador 1) era reducido y que-daba delimitado al exterior por la presencia delos hornos CDA/99/J-V-Z. El sector habrá desufrir una remodelación profunda que tiendeampliar la superficie disponible mediante la col-matación y nivelación general del área, tal vezpara reanudar de forma más intensa las activi-dades sobre este sector. La terraza intermediaaparece constituida por una extensa gruta, deunos 27 m de longitud y de 3 a 4 m de profundi-dad (obrador 2), así como por una plataforma enpendiente donde se acumulan la mayor parte delos hornos documentados. En este sector, sepuede observar con gran claridad el horizontede granito meteorizado que sirve con preferen-cia para la excavación de las estructuras decocción (Figura5). Por su parte, la terraza inferiores la plataforma más pequeña del conjunto y fuedestruida casi en su totalidad en las obras deconstrucción de la carretera y del vial secunda-rio de la urbanización. A pesar de estas altera-ciones, conservamos en el sector los testimoniosimprescindibles que nos permiten relacionar suplanteamiento de forma similar al modelo aplica-ble en la terraza intermedia.

    4. LA INTERVENCIÓN: LAS ESTRATEGIAS YLOS RESULTADOS

    La excavación de este conjunto artesanal sedesarrolló entre los años 1987 y 1994 en el marcode un amplio acuerdo de colaboración entre lasuniversidades de Barcelona y Aix-en-Provence yel Laboratoire d’Archéologie Médiévale

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    Fig 4. Planta general de las terrazas superior e intermedia del alfar deCabrera d’Anoia, según J.I. Padilla y J. Tiriot.

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    Fig 5. Detalle frontal de la estructura CDA/99/A en fase de excavación. A través de la abertura de la cámara de fuego, observamos los niveles de colma-tación del horno tras su abandono. Se aprecia el nivel de arrasamiento sufrido por el horno en fechas cercanas que ha reducido la estructura hasta el nivelde su parrilla o solera.

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    Méditerranéenne. Este trabajo de investigación,que fue financiado por el Departament deCultura de la Generalitat de Catalunya y por elMinistère d’Affaires Étrangères fue dirigido porJacques Thiriot y José I. Padilla. Las tareas deexcavación dieron paso a un amplio espectro detrabajos de laboratorio que se han llevado acabo durante más de quince años y que nos per-miten interpretar los distintos procesos de pro-ducción y evolución del taller. En esta ocasión,las obvias limitaciones de espacio nos obligan aconcentrar nuestra exposición sobre los rasgosgenerales del yacimiento.

    Las primeras noticias sobre la existencia decerámica gris en los alrededores del castillo deCabrera se remontan a 1917, cuando AmadorRomaní (1917) publica el hallazgo de algunasformas cerámicas. Años más tarde, en 1942, elDr. Eduard Ripoll haría entrega de algunos mate-riales procedentes de este yacimiento al CentreExcursionista de Gràcia, pero no fue hasta 1974cuando se pusieron al descubierto las primerasevidencias de la existencia de un alfar medievala consecuencia de la construcción de una carre-tera y de un vial secundario de una nueva urba-nización. Tras una valoración inicial sobre elalcance científico de los hallazgos, se llevó acabo una intervención de urgencia a cargo deAlberto López y Xavier Nieto (LÓPEZ, NIETO,1974) y no se volvió a intervenir en el yacimiento,aunque las referencias a éste fueran constantes.

    A partir de 1987, la excavación sistemáticadel alfar de Cabrera d’Anoia supuso un punto deinflexión tanto en el estudio de la organizacióndel espacio artesanal como en el análisis de lasproducciones de cerámica gris a las que sededicaba en exclusiva este alfar. El proyectoarqueológico se proponía evaluar las grandeslíneas de ocupación del terreno, la evolución cro-nológica del entorno, la reconstrucción de lasgrutas originales y la evolución tipológica de lasproducciones cerámicas. Los resultados obteni-dos han puesto de manifiesto la importancia delos vestigios estudiados en este yacimientoexcepcional, que pueden compararse a losgrandes alfares franceses de cerámicas comu-nes de la región de Uzège y del Bas-Rhone (THI-RIOT, 1986).

    La excavación estratigráfica del alfar deCabrera ha comportado resolver numerosos pro-blemas técnicos y aplicar algunas estrategias

    coherentes con los rasgos particulares que ofrecí-an los depósitos de este conjunto artesanal.Conviene recordar que el yacimiento ofrecía algu-nas dificultades específicas que son comunes aotros espacios artesanales, como es el caso, porejemplo, de la gran complejidad estratigráfica o laescasa entidad de las estructuras construidas. Eneste sentido, las reducidas dimensiones de lasestructuras de cocción han requerido, por ejemplo,aplicar un proceso de microexcavación aérea desus depósitos al objeto de evitar la alteración de laestratigrafía ante la escasa compactación que ofre-cían los niveles de utilización. En cualquier caso,tanto los niveles de colmatación como de utiliza-ción de las estructuras fueron estudiados siguien-do los niveles naturales y conforme al métodoestratigráfico, estableciendo el registro gráfico dela superficie de cada estrato a partir de cotastomadas sobre malla fija de un decímetro cuadra-do. Se procedió, además, a la extracción sistemá-tica de todos los elementos orgánicos para su pos-terior estudio antracológico y aplicación de técni-cas de datación absoluta (PADILLA et alii 1999).

    Por otra parte, la excavación de algunos tes-tares de grandes dimensiones ha supuesto unreto considerable ante la naturaleza homogéneadel sedimento y las propias características deriva-das de su formación continuada. En algunoscasos, ha sido necesario documentar la dinámicade su formación a través de catas y secciones, yaque los métodos convencionales no habrían podi-do registrar por sí mismos las sutiles diferenciasde compactación y disposición de elementospara definir los niveles que conformaban estosdepósitos de cenizas y material cerámico genera-dos por la actividad artesanal. En cualquier caso,la excavación de estos grandes depósitos se harealizado de modo estratigráfico, tratando de deli-mitar las etapas principales de su formación y suposible procedencia. En este sentido, junto a losindicios habituales se han debido atender, ade-más, a la disposición de los materiales, al despla-zamiento y comportamiento de los elementosorgánicos que surcaban el depósito y la presenciade superficies blanquecinas sobre el material, pro-cedentes del depósito de carbonatos aportadospor el agua.

    Finalmente, es necesario hacer una brevemención a las dificultades de interpretación queha planteado el análisis de las grutas y las posi-bles áreas de trabajo, especialmente complica-

    260 JOSÉ I. PADILLA, KAREN ALVARO, ESTHER TRAVÉ

  • das al afrontar el estudio de la zona norte (obra-dor 1). La excavación de este espacio requirió laextracción de un importante nivel de colmataciónprocedente de la erosión, de casi 4 m de espe-sor. En un intento por resolver los múltiples pro-blemas de interpretación del área, se optó poruna exploración a base de sondeos puntualesque pasarían tras el reconocimiento del terrenohacia la excavación extensiva del área. Los tra-bajos en este ámbito han debido afrontar seriosproblemas de identificación estratigráfica. No hasido fácil distinguir los materiales de colmata-ción, de aquéllos que constituyen el sustratogeológico, ni definir las eventuales construccio-nes utilizadas por los artesanos, ya que, por logeneral, dichos elementos proceden del mismosedimento granítico. La escasa entidad de lasestructuras, reducidas en muchos casos a merosindicios, ha obligado a reseguir con detenimien-to las pocas trazas que nos han quedado sobreel terreno. En este sentido, la comparación etno-arqueológica ha sido de gran ayuda a la hora decomprender el significado de alguna de las evi-dencias que ratificaban la función de obrador delantiguo ámbito rupestre del sector.

    4.1. Las estructuras de cocción

    Los hornos se extienden a lo largo de las tresterrazas del área estudiada, aunque el mayornúmero de evidencias se registran sobre la terra-za intermedia. La excavación ha documentadotreinta estructuras, pero su número real debió sermucho mayor, ya que hemos de suponer quemuchos de los hornos de la plataforma inferiordesaparecieron en los importantes desmontesque precedieron a la construcción de la carrete-ra próxima. En cualquier caso, cabe señalar queuna gran parte de las estructuras conocidas hanllegado hasta nosotros en forma de testimoniosresiduales que proporcionan escasa informaciónsobre su configuración inicial.

    Las estructuras de cocción de Cabreracorresponden a un modelo muy frecuente dehorno medieval. Se trata de una estructura cir-cular, de tiro vertical, formada por dos cámarassuperpuestas, separadas entre sí por una parri-lla atravesada por un nombre variable de chime-neas de sección alargada. La cámara de com-bustión y la parrilla generalmente se hallan exca-vadas en el granito meteorizado, mientras que lacámara de cocción suele ser una construcción

    posterior a base de adobes o paralelepípedosde arcilla semicocida. En alguna ocasión, dichacámara fue también parcialmente excavada enel nivel meteorizado, como en el caso de laestructura CDA/99/H (Figura 6).

    La disposición de las primeras estructurasestudiadas parecía indicar que los hornos seconstruían en los límites del abrigo a fin de apro-vechar parcialmente su cubierta. Sin embargo,la excavación en extensión pronto confirmó queaquella impresión inicial era errónea, ya que lamayor parte de las estructuras se hallaban ale-jadas de los abrigos y en ningún caso se exca-varon en su interior. Por el contrario, no se hapodido documentar ningún elemento que permi-ta plantear la existencia de una cubierta perma-nente que cierre la cámara de cocción. Laausencia de dicha cubierta no plantea en nin-gún caso problema técnico para la cocciónreductora, ya que hornos sin cubierta perma-nente aparecen bien documentados a niveletnoarqueológico (PICON et alii 1995).

    La mayor parte de las estructuras tienenplanta de forma elíptica o circular y puedenagruparse por sus dimensiones en dos grupos:Por un lado, los hornos de diámetro reducido,los más numerosos, cuya cámara de fuego osci-la entre los 60 y 100 centímetros de altura y ofre-cen un diámetro aproximado de 150 cm. Lacámara de cocción, que dispone en general deun diámetro similar al de la cámara de fuego,podría alcanzar en atención algunos indicios los130 cm de altura, aunque este extremo debetomarse con la debida prudencia. Ambas cáma-ras se hallan separadas por una gruesa parrillao solera –entre de 55 y 100 cm– que apareceexcavada habitualmente sobre el horizontemeteorizado.

    Por otro lado, se documentan algunas estruc-turas coetáneas a las precedentes, menos nume-rosas, pero de dimensiones más amplias, quecomo en el caso de los hornos CDA/99/G, R, X yT2, cuentan con 2 m de diámetro (PADILLA,1989). La presencia de estos hornos de grandesdimensiones, que han sido utilizados simultánea-mente a las restantes estructuras, sugiere diver-sas interpretaciones. En cualquier caso, cabeprecisar que las divergencias que plantean laconstrucción de estas grandes estructures, porreferencia a los procedimientos técnicos habitua-les, se centran fundamentalmente en las diversas

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    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 59, 2008 S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián

  • Munibe (Antropologia-Arkeologia) 59, 2008 S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián

    262 JOSÉ I. PADILLA, KAREN ALVARO, ESTHER TRAVÉ

    Fig 6. Aspecto general del horno CDA/99/H, situado en el extremo de la terraza intermedia. Pese a las alteraciones sufridas por la estructura, podemosobservar como la cámara superior o de cocción también estuvo excavada en el subsuelo.

  • estrategias empleadas en la construcción de lasolera o parrilla de la estructura.

    Así, por ejemplo, el planteamiento adopta-do en el caso del horno CDA/99/X aparececomo una solución intermedia, ya que laestructura ofrece la combinación de dos ele-mentos desiguales. Una cámara de fuego yuna parrilla de pequeñas dimensiones a lasque se superpone una cámara de cocción quesupera los dos metros de diámetro. Por logeneral, estos hornos de grandes dimensionesse habían gestado a través de la transforma-ción de alguna estructura precedente, pero erapreciso optar por algún tipo de solución parareintegrar la solera o parrilla. El hornoCDA/99/R2 (Figura 7) aparece, por ejemplo,como la restauración del horno CDA/99/R y fueremodelado con la construcción de una parrillao solera conformada por cuatro arcos rebaja-dos realizados a partir de piezas semicocidasa modo de dovelas.

    Del mismo modo, el horno CDA/99/T2 sustitu-ye a una estructura precedente probablemente

    también de grandes dimensiones que pudoadoptar originariamente el sistema de arcos reba-jados como solución de la solera. Sin embargo, laestructura más moderna, que se hallaba en pro-ceso de remodelación, adoptó la solución de res-tituir una parrilla a partir de la confección de unentramado de madera que soportaba temporal-mente el cuerpo de la solera de arcilla sobre elque se modelan las chimeneas. La excavaciónde la mencionada estructura permitió reconocerque los esfuerzos por reforzar la parrilla no pro-dujeron a medio plazo el efecto deseado y elhorno acabaría hundiéndose en plena coccióncon toda la carga en su interior. En este caso, losalfareros optaron por no dedicar esfuerzos inútilesen recuperar y limpiar un horno y optaron por suamortización. En este sentido, cabe advertir queen ninguna de las estructuras estudiadas propor-ciona evidencias sobre la utilización de un pilarcentral o de una estructura a modo de lengüetacomo posibles soluciones constructivas pararesolver la sustentación de la solera, elementosque en otros yacimientos quizás algo más avan-zados cronológicamente suelen plantearse de

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    Fig 7. Vista general del horno CDA/99/R2 en fase de excavación. Se aprecian los arranques de los arcos rebajados que sustentaban la solera, así comolos niveles que colmataban la estructura con numerosos restos procedentes de la cámara de cocción.

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    forma habitual en la construcción de estructurasde cocción de grandes dimensiones.

    Un elemento clave que nos permite captar laevolución cronológica de la que hablábamos enel apartado anterior es la alineación frontal de loshornos (Figura 8). Recordemos que, al inutilizarun horno, la cámara de combustión del hornoantiguo se utilizaba como fosa de acceso para laexcavación y uso de la nueva estructura. De estemodo podemos hablar de series sucesivas for-madas por unos cuatro o cinco hornos comomáximo (LEENDHARDT et alii 1995:59). La reutili-zación sistemática de dichas estructuras tambiénplantea algunos problemas obvios como lareducción gradual del espacio disponible y lanecesidad permanente de amortizar las estructu-ras abandonadas. La rápida degradación deestos elementos origina un consumo sostenidodel sustrato hasta llegar a agotar el espacio dis-ponible. Esta sustitución permanente nos hablaclaramente de la relativa fragilidad de las estruc-turas de cocción y nos inclina a pensar en unaetapa de utilización limitada, difícilmente compu-

    table, que puede ser prolongada por el alfarero,con mayor o menor efectividad, a través de suce-sivas reparaciones de los elementos dañados.

    La presencia de estructuras de cocción degran capacidad, que funcionan al costado dehornos de dimensiones más reducidas, sugierealgunas interpretaciones no siempre fáciles deprobar. Podemos llevar a considerar que dichaevidencia prueba la capacidad del alfar poradaptar su producción a una demanda variabley que utiliza un tipo de horno u otro en funciónde las necesidades inmediatas. Es plausiblepensar que dichos hornos fueran utilizados pre-ferentemente para la cocción de formas degrandes dimensiones y que su uso fuera, ade-más, mancomunado, aunque estas considera-ciones obviamente deben plantarse con lasnecesarias reservas.

    4.2. Las áreas de obrador

    Los espacios rupestres que tuvieron en algúnmomento funciones de obrador han sufrido tam-

    264 JOSÉ I. PADILLA, KAREN ALVARO, ESTHER TRAVÉ

    Fig 8. Vista general al finalizar los trabajos de excavación de la plataforma intermedia. Se observan con claridad la disposición en alineaciones y el avan-ce frontal de las sucesivas estructuras.

  • bién un proceso de desplazamiento continuadoa lo largo de la vida del taller, similar al descritopara los ámbitos a cielo abierto donde se insta-lan las estructuras de cocción; Una evoluciónlógica habida cuenta de que ambos espaciosfuncionan de forma integrada. Conocemos cua-tro ubicaciones específicas como áreas de obra-dor (Figura 9), dos de ellas corresponden res-pectivamente a las terrazas superior e intermedia(obrador 1 y 2) y otros dos forman parte de laterraza inferior (obradores 3 y 4). Los tres prime-ros ámbitos han podido ser estudiados con dete-nimiento y las interpretaciones propuestas tras elanálisis de los obradores 1 y 2, finalmente seríancorroboradas gracias a la excavación completadel obrador 3.

    Algunos sondeos previos dieron a conocerlas características del obrador situado sobre laplataforma intermedia (obrador 2), aunque ladocumentación extensiva de la zona no fue lleva-

    da a término hasta la restitución posterior del vialafectado por la excavación. Durante dichos tra-bajos, pudieron apreciarse tanto sobre el fondo ysuelo de la cavidad numerosas trazas de instru-mentos que demostraban la existencia de unaintensa actividad antrópica. En el área fueron ana-lizados, además, diversos bloques de travertinode la antigua cubierta de la gruta, reconstruyén-dose idealmente su posición primitiva para poderestablecer las dimensiones del espacio rupestre.

    Los niveles de ocupación en este sector noproporcionaron evidencias concretas que indica-ran una actividad determinada, pero permitenentrever la transformación producida en esteámbito rupestre antes del desplome de la cubier-ta. Es un hecho que el área se encontraba enplena transformación y que la plataforma exteriorhabía sido utilizada para la excavación de suce-sivas estructuras de cocción que habían alcanza-do los límites de la gruta. Las actividades del últi-

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    Fig 9. Ubicación de las áreas de obrador documentadas en los sectores excavados. (Cf. PADILLA, VILA, 1998. Fig. 2)

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    mo horno construido en el sector, CDA/99/C, aca-barán por desestabilizar, como en otros muchoscasos, la estructura y provocarán su abandono. Elestudio arqueológico de este ámbito indica quetras el abandono de aquella estructura se proce-dió a la destrucción de las partes altas del hornopara transformar el espacio rupestre en un ámbi-to abierto. El suelo de la cavidad recibirá aportessucesivos procedentes de aquella destrucción,constituyendo los niveles que conforman el suelode utilización del área. Por otra parte, parececoherente situar en la banda septentrional de esteabrigo la fase más antigua de obrador, aunque elenorme volumen de materiales y rocas que col-matan la zona han impedido el reconocimientoarqueológico del sector.

    A diferencia del caso precedente, el obradorde la gruta norte (obrador 1) pudo ser excavadoíntegramente, permitiendo establecer algunashipótesis de trabajo que pudieron ser verificadasen una etapa posterior. En este caso, podemoshablar de dos pequeños abrigos o, tal vez, deuna única cueva que ha sufrido un proceso deampliación continuada. Las evidencias indicanque el ámbito se extendía en origen en direcciónnorte, aunque con posterioridad sería afectadopor una ampliación hacia el noroeste. Los blo-ques de travertino 523 y 583, que se encuentranrelativamente alejados de su emplazamiento ori-ginal, formaban parte de la cubierta de esteámbito rupestre, cuya superficie real aparecedelimitada en planta a través de la línea avanza-da que describen los hornos CDA/99/Z, V y 607.

    Las trazas de ocupación de este obrador sonescasas y su excavación ha planteado no pocasdificultades ante la similitud de los depósitosestudiados, ya que todos derivan del nivel degranito meteorizado. Se ha documentado unnivel con algunas pellas de arcilla granítica, unpercutor de cuarcita y una capa arcillosa quepodría, con las necesarias reservas, indicar lapresencia y emplazamiento de una torneta. Estalectura del registro parte de las referencias etno-arqueológicas que nos llevan a confrontar lasevidencias registradas en Cabrera y los procedi-mientos utilizados actualmente por los alfarerostradicionales de Pereruela (Zamora). Este análi-sis comparativo no es una prueba fehaciente,pero resulta extremadamente útil a la hora devalorar y comprender los restos y trazas de laactividad artesanal.

    Las hipótesis planteadas en las áreas prece-dentes fueron confirmadas en la excavación delobrador 3 (Figura 10). Este espacio rupestre haconservado, a diferencia de los ámbitos anterio-res, la fisonomía general de la gruta medieval,mostrando algunas evidencias similares a lasdescritas en el caso del obrador norte. El estudiodel sector ofrece datos precisos sobre la amplia-ción del abrigo a partir de dos minas que avan-zan lateralmente en direcciones opuestas (abri-go-gruta). Dichos elementos determinan los ras-gos principales de la gruta y serán consolidadosdefinitivamente tras la adecuación del espaciocomo área de obrador. De esta forma, podemosadvertir dentro del área central de la cavidad lapresencia de un sector meridional (ámbito A),que parece haber tenido una función auxiliar enel conjunto, y un sector septentrional (ámbito B),de mayores dimensiones y algo mejor acondicio-nado que presumiblemente fue el área de obra-dor propiamente dicho. En el fondo de la gruta yentre ambos ámbitos, se localizó un silo queparece vincularse con las actividades alfareras yla conservación del material arcilloso (Figura 11).La excavación del ámbito proporcionó informa-ción sobre el muro de cierre del obrador, asícomo otros pormenores que permiten proponeruna distribución aproximada del área de trabajo(PADILLA, VILA, 1998).

    4.3. La producción del alfar

    En esta ocasión, no parece procedente ini-ciar un examen pormenorizado de las produc-ciones de este alfar, ya que una exposición detal naturaleza nos alejaría de los objetivos cen-trales de este estudio. Por ello, renunciamos aldetalle y nos limitaremos a ofrecer una aproxi-mación general al tema, a pesar de que traba-jamos en la actualidad en un extenso estudiointerdisciplinario para ofrecer a medio plazo unpanorama de conjunto sobre la producción ydistribución de este alfar.

    Como ya advertíamos al inicio de esta expo-sición, el alfar medieval de Cabrera d’Anoia dedi-có su actividad a la producción exclusiva decerámicas comunes de cocción reductora.Dichas manufacturas se elaboran mediante unprocedimiento tradicional de cocción a baja tem-peratura, cuyo rasgo distintivo deriva de la clau-sura completa del horno tras la etapa de coc-ción, lo que origina en la estructura un proceso

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    Fig 10. Vista general del obrador 3 a lo largo de los trabajos de excavación. La construcción de la carretera y del vial secundario afectó profundamente lafisonomía de estos sectores, haciendo desaparecer numerosas evidencias y quedando los restantes testimonios arqueológicos colgados en el talud a variosmetros sobre el nivel actual.

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    de reducción de la combustión en ausencia deoxígeno. Los productos así elaborados presen-tan un aspecto algo tosco con superficies griseso negruzcas, pero ofrecen condiciones excelen-tes de cara a su utilización culinaria. En este sen-tido, cabe recordar que no todas las formas cerá-micas tienen condiciones para ser expuestas alfuego, por lo que sólo las piezas capaces deresistir las tensiones del choque térmico puedenrecibir en sentido estricto el apelativo de cerámi-cas culinarias. De esta forma, los procedimientosaplicados en el taller de Cabrera estaban en rela-ción con una producción de cocina o almacena-miento de marcado carácter utilitario (Figura 12).

    La factura de las formas varía a lo largo delas secuencias documentadas, pero señalan dostécnicas habituales, como es el modelado a“colombín” o a rollos y la utilización de la torneta.En ocasiones, ambas técnicas aparecen conjun-tamente en la elaboración de algunas formas. Laobservación visual sugiere el uso de la tornetacomo plataforma de modelado más que comotorno en movimiento. Así, la supuesta regularidadde las partes altas de las formas, con la presen-

    cia de estrías concéntricas sobre la superficieinterior, coexiste, de forma chocante, con groso-res desiguales en la pared de la pieza. Las par-tes inferiores de las ollas acostumbran a ofreceruna superficie interior poco regular, con la pre-sencia ocasional de retoques manuales;Mientras que las superficies exteriores se pre-sentan convenientemente alisadas, ocultando lasimperfecciones del modelado. Estos tratamien-tos superficiales no responden de forma exclusi-va a principios estéticos, ya que están relaciona-dos con imperativos de carácter funcional y pro-ductivo. De este modo, la tendencia a primar lafuncionalidad por encima de consideracionesestéticas se verifica también en el examen de lasdistintas áreas de producción.

    El material recuperado, procedente en sumayor parte de los testares que originan la activi-dad artesanal, ofrece un volumen de fragmentosconsiderable (cerca de 700.000), aunque la cifradebe ponderarse ante la intensa fragmentacióndel conjunto (entre 3 y 6 cm de lado). Las condi-ciones del material y las características morfológi-cas de las formas producidas en este taller difi-

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    Fig 11. Detalle del interior del obrador 3 en fase de excavación. Los niveles negruzcos y cenicientos cubren el área e indican la presencia de varias estruc-turas de cocción en las inmediaciones cuyos testimonios no han llegado hasta nosotros.

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    Fig 12. Algunas de las formas habituales producidas en Cabrera d’Anoia, Barcelona.

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    cultan, en mayor o menor medida según secto-res, la identificación de las partes bajas y fondosconvexos de las formas cerradas, introduciendoalgunas distorsiones en las estimaciones cuanti-tativas. En este sentido, conviene recordar que delos materiales recogidos sólo de un 10% a un25% de los fragmentos aporta informaciones pre-cisas para el estudio de la producción.

    La muestra tipológica ofrece una aparentemonotonía con predominio de las formas cerra-das y dominio absoluto de la forma olla, tanto ensu vertiente globular como de aspecto bitronco-cónico (superando habitualmente el 95 % de lasformas reconocibles). Junto a la forma básica deolla y siguiendo un modelo de fabricación similar,aparecen otros tipos de piezas: como el jarro (deaspecto cercano a la olla) que presenta vertede-ra pinzada y una o varias asas. Así como algunosejemplares de jarra de grandes dimensiones, decannatae con su peculiar vertedera tubular yalgún poal, que se utilizan para el trasiego y alma-cenamiento de líquidos (PADILLA, VILA, 1997).

    La identificación aproximada del número dejarros y jarras aparece como muy problemáticaante la fragmentación extrema del material,situación que parece favorecer particularmentea la forma más representada. En todo caso, losrecuentos realizados han mostrado que la pre-sencia de los elementos distintivos (asas y ver-tederas) son, por lo general, de carácter minori-tario en la mayoría de los niveles estudiados, loque parece indicar su rareza en el conjunto ydemuestran el carácter completamente mayori-tario del tipo común de olla sin asas ni vertede-ra (Figura 13).

    Las formas abiertas apenas representan unamínima parte del número total de recipientesdocumentados (menos de un 2 %), proporciónque parece ser extensible al conjunto. Este grupode formas acoge tipos bien diferenciados de reci-pientes, tanto por lo que hace al diámetro de laboca como por su altura, entre los que encontra-mos: cazuelas, diversos tipos de vaso, grandesrecipientes y otras formas singulares. La forma

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    Fig 13. Olla y tapadera procedentes del horno CDA/99/T. El aspecto de las piezas refleja que no ha llegado a completarse el proceso de cocción, ya queel citado horno se hundió en plena cocción provocando la destrucción de la carga y el consiguiente abandono de la estructura.

  • más representada es la cazuela baja, de fondoconvexo, que dispone de asas de cinta enfrenta-das y de una vertedera pinzada sobre el borde,con cuerpo reforzado y diferenciado por unacarena más o menos pronunciada. Por otra parte,cabe destacar la presencia de grandes recipien-tes de tipo lebrillo o gibrell, de cuerpo alto, fondoplano y paredes ligeramente arqueadas.

    Al margen de las formas precedentes, caberecordar el grupo representado por las tapade-ras. Se trata de una forma habitual entre estasproducciones, ya que en todos los casos corres-ponde a un tipo de tapadera circular, de baseplana, con reborde levantado, ocasionalmentedecorado con digitaciones, y asa de cinta situa-da sobre la cara superior de la pieza. En definiti-va, una producción orientada a la elaboraciónprimordial de cerámicas culinarias dentro de unlimitado cuadro de formas (ollas y cazuelas), sinque por ello falten los contenedores para líquidosy los recipientes de grandes dimensiones. Losproductos utilitarios elaborados en el alfar deCabrera corresponden a cerámicas de pastasgrises con desgrasantes de cuarzo y otros mate-riales de origen granítico que en todos los casosfueron cocidos en atmósfera reductora.

    5. CONCLUSIONES

    La investigación arqueológica realizada enCabrera d’Anoia ha permitido reconocer a gran-des trazos la organización y características deeste yacimiento excepcional, referente destaca-do del modelo de producción en gruta o de talleren gruta. A pesar de las dificultades de la inter-vención, de la naturaleza tenue de las evidenciasy de las profundas amputaciones sufridas por elyacimiento, hemos podido examinar la adapta-ción de la actividad alfarera sobre un relieveextremadamente agreste y reconocer las directri-ces de un modelo productivo caracterizado porla constante transformación del espacio artesa-nal. En este ámbito, los factores naturales y antró-picos interactúan de forma permanente sobre elmedio y relieve, provocando la modificación con-tinua del emplazamiento y de las áreas de traba-jo. Las dificultades de adaptación al terreno com-binadas con el interés por explotar el área, comofuente de material constructivo y como espaciode asentamiento productivo obligaron a los alfa-reros a mantenerse sujetos a un modelo cam-biante que les obligaba a desplazar frecuente-

    mente la ubicación tanto de las estructuras decocción como de los obradores y que condicio-nó en todo momento su actividad productiva.

    La densidad de las instalaciones parece indi-car una larga continuidad cuya actividad se des-arrolla como mínimo desde finales del siglo XI yla primera mitad del siglo XIV, pudiendo plasmarla actividad de un grupo de alfareros que des-arrollan su trabajo en este espacio escarpado.En este sentido, hemos de precisar que no resul-ta fácil corroborar oportunamente estas precisio-nes cronológicas, atendiendo en exclusiva alestudio de las instalaciones documentadas y almaterial recuperado, ya que conviene recordarque la excavación estudió un área limitada delsector artesanal y las producciones recogidasresponden a una facies relativamente avanzadade la producción. En todo caso, la impresióngeneral que ofrecen aquellos datos, así comolas radiodataciones disponibles, indican que elperiodo de pleno funcionamiento del taller, almenos en la fase más conocida, cabría situarlo apartir de la segunda mitad del siglo XII y a lolargo del siglo siguiente. Por otra parte, hemosde reiterar que aunque las tecnologías tradicio-nales empleadas parezcan rústicas, esto noimpide el impacto de este artesanado sobre unaextensa región que habremos de delimitar deforma más precisa a medio plazo.

    Por todo ello, la interpretación arqueológicatiende a delimitar los espacios que pudieronhaber sido utilizados en época medieval y aredefinir el paisaje que pudieron haber conoci-do los productores y al que tuvieron que trans-formar y adaptarse. El proceso de estudio delos materiales, tanto desde el punto de vistatipológico como petrográfico y microquímico,que se está llevando a cabo actualmente, sinduda, podrá revelar nuevos datos acerca de lacaracterización de la producción, de la prove-niencia de las arcillas y de la definición de lasáreas de comercialización de los productos deeste alfar medieval.

    AGRADECIMIENTOS

    El presente estudio se ha realizado en elmarco del Grup de recerca en Arqueologíamedieval i postmedieval de la Universidad deBarcelona (2005SGR00512) y del Proyecto deInvestigación El Alfar medieval de Cabrera

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    Munibe (Antropologia-Arkeologia) 59, 2008 S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián

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    d’Anoia: Balance actual de las investigacionesarqueológicas y de laboratorio del Plan Nacionalde Investigación Científica 2008-2011(HUM2007-61551).

    Los autores desean hacer constar, además,su reconocimiento a los prof. J. Thiriot y H.Amouric por la labor desarrollada en la elabora-ción y discusión sobre el modelo de taller engruta, así como por su valiosa contribución y lade otros investigadores del Laboratoired’Archéologie Médiévale Méditerranéenne en laconsecución de los objetivos de este proyecto.

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