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Migración latinoamericana: Un análisis desde el feminismo decolonial e
interseccional
Paola Contreras Hernández
Universidad de Barcelona
Paolaandreacontrerashernandez@gmail.com
Elisabet Almeda Samaranch
Universidad de Barcelona
Elisabet.almeda@ub.edu
Vanessa Alcaide Lozano
Universidad de Barcelona
valcaide@ub.edu
Resumen
Esta comunicación tiene por objetivo analizar las cartografías migratorias de las mujeres
de América Latina que residen actualmente en Barcelona. El sustento teórico se desarrolla
a partir de las principales aportaciones que ha realizado el feminismo decolonial y
feminismos otros, los que han configurado nuevas perspectivas en el análisis de las
dinámicas migratorias en el Sistema Capitalista-Moderno-Colonial, el cual mantiene
prácticas históricas de dominación y subordinación, validadas por un contrato social
sexista y racista que reproduce identidades de género. El trabajo empírico se realizó a
través de entrevistas semiestructuradas a mujeres latinoamericanas residiendo en
Barcelona; enfatizando en sus trayectorias de vida y trayectorias migratorias. Los
resultados permiten, por una parte, conocer cómo las dinámicas violentas en sus países
de origen -sean estas sociales, económicas, políticas, machistas y/o familiares-, incitaron
a la migración. Y por otra, evidencian cómo la Colonialidad de poder, de saber, de ser y
de género, han permeado sus subjetividades al sentirse/definirse como otras ajenas; la
cual es reforzada por la estructura social del país receptor basado en una construcción
homogénea y esencialista. No obstante, se observan distintas formas de agencia que
pueden ser entendidas como estrategias de supervivencia y resistencia.
Palabras claves: Migración, Mujeres, Interseccionalidad, Decolonialismo, Agencia
Introducción
El proceso migratorio femenino de sur a norte, ha sido una constante que se viene
registrando desde hace décadas, situación que ratifica el protagonismo que las mujeres
han asumido en ello. Sin embargo, surgen interrogantes que llevan a preguntarse los
motivos y causas que hacen que miles de mujeres decidan abandonar sus países, familias,
contextos y dinámicas sociales. Una de las causas más frecuentes se relaciona con la
carencia económica familiar; aunque tampoco hay que desatender que muchas lo hacen
como mecanismo para escapar de situaciones de violencia machista, por reagrupación
familiar, estudios, entre otras motivaciones. Además es importante contemplar que las
expectativas tienden a desbaratarse cuando comienzan su proceso de asentamiento se
entronca con situaciones/factores que se encuentran presente en el nuevo contexto social:
segregación laboral, discriminación, exclusión social y criminalización. En lo referente a
la criminalización, es relevante considerar dos aspectos que se encuentran presente en el
contexto político social europeo: por un lado, una política de cierre de fronteras; y por
otro, la construcción simbólico-social del/la inmigrante como “problema social”
(Santamaría, 2002).
Para situar esta comunicación, se presentan las aportaciones que se han realizado desde
el feminismo decolonial y feminismo periféricos/feminismos otros (Medina, 2013), ya
que ambos ofrecen un marco teórico-conceptual para explorar, por un lado, en las
dinámicas migratorias del Sistema Capitalista-Moderno-Colonial, y por otro, permite
aproximarnos a las construcciones homogénea y esencialista que ha hecho de las mujeres
migrantes. Luego se presenta una radiografía general de la presencia de mujeres
latinoamericanas en España. Posteriormente, se abordan los aspectos metodológicos, para
dar paso a los resultados preliminares de la tesis doctoral en curso. Por último, en las
conclusiones se reflexiona sobre la agencia que estas mujeres desarrollan en su cotidiano
migratorio.
Aportaciones teóricas del Feminismo decolonial y Feminismos
periféricos/feminismos otros.
El feminismo decolonial se inscribe en el giro epistemológico que surgió del grupo
Modernidad/Colonialidad en la década de los noventa, cuyo proceso de constitución se
produjo por el intercambio de inquietudes e interrogantes sobre la realidad de los países
latinoamericanos, el cual constató que las bases estructurales de la colonial no cambiaron
con la independencia política, sino que se produjo una transición del colonialismo
moderno a la colonialidad global (Castro-Gómez, Grosfoguel, 2007).
El giro decolonial se articuló en base a tres grandes ejes: primero, problematizar la
modernidad como proyecto de desarrollo; segundo, visibilizar cómo la experiencia de
dominación e imposición (a partir de la invasión a América) generó una condición de
subalternidad; tercero, evidenciar el sentido etnocéntrico y eurocéntrico de las ciencias
sociales, considerado como racismo epistemológico (Gómez-Castro, Grosfoguel, 2007;
Grosfoguel, Mignolo, 2008; Rastrepo, Rojas, 2010). A partir de estas premisas, se apuesta
por construir un nuevo paradigma de conocimiento que permita desprenderse de las bases
eurocéntricas y de la herencia colonial. Para ello se retoman las contribuciones que con
anterioridad realizara: la teología de la liberación, la teoría de la dependencia, la pedagogía
del oprimido, y las contribuciones de otros pensadores y pensadoras del sur global; ya que
comenzaron hacer el ejercicio de mirar hacia dentro, a reflexionar con sus
contradicciones, matices y singularidades sobre la propia historia de América. Es de este
proceso que emana la decolonialidad, entendida como dinámica política-social y
epistemológica que busca desprenderse del colonialismo que ha penetrado en la estructura
de los países colonizados, más allá si éstos han logrado sus independencias político-
administrativo.
Desde el feminismo decolonial se han recogido estas contribuciones dando especial
énfasis a la manera en que las mujeres han sido determinadas/pensadas/construidas desde
y bajo criterios estandarizados y esencialistas; por ello buscan de-construir las narrativas
que tienden a una homogenización cultural para dar paso a una interseccionalidad que
contextualice las particularidades y especificidades culturales e históricas que han
construido realidades y configurado las identidades hacia/para las mujeres. Para ello ha
sido fundamental incorporar la influencia de la racialización del género y generización de
la realidad como hecho primordial para entender las relaciones jerárquicas en contextos
donde la Colonialidad de poder ha impuesto subjetividades e idearios de lo femenino
(Contreras, 2015).
Conectar las contribuciones del feminismo decolonial con las historias, cuerpos,
violencias y subjetividades de las mujeres migrantes, implica dar voz a las lecturas
epistémicas que intentan explicar la clasificación que se hace de éstas; las que pueden ser
leídas como una reivindicación teórica y epistémica que debilita la construcción
homogénea que se erige sobre los cuerpos femeninos migrados, y que actúa en función
de la figura universal de mujer: blanca, burguesa y heterosexual (Curiel, 2007). En este
contexto, el black feminism marca un punto de inflexión al cuestionar la definición de lo
que significa ser mujer y de su exclusión en los debates y reivindicaciones de las
feministas blancas en los Estados Unidos, ya que desconocían o ignoraban las violencias
raciales, sexuales y de clase que las mujeres de color enfrentaban pues su foco se
orientaba en las relaciones de género como eje de opresión. Es decir, la categoría analítica
es situada en la subordinación y desigualdades y que es producto de las relaciones de
poder que determina a todas las mujeres; universalizando y reduciendo las opresiones a
las roles y relaciones de género. De ahí la crítica al etnocentrismo del feminismo
occidental, y que bell hook lo sintetizó al señalar que
Las feministas privilegiadas han sido incapaces de hablar a, con y para diversos grupos de
mujeres porque no comprendían la interdependencia de las opresiones de sexo, raza y clase
o se negaban a tomarse en serio esta interdependencia. El análisis feminista de la situación
de las mujeres tiende a centrarse exclusivamente en el género y no proporciona una
fundamentación sólida sobre la que construir una teoría feminista” (hooks, 2004, p. 48).
Posteriormente, y a raíz del desarrollo teórico de los otros feminismos (comunitario,
transfronterizos, chicano, entre otros) estas reflexiones se extienden a todas aquellas que
no representan la imagen de “mujer” defendida por el feminismo occidental, es decir, una
“coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras” (Lugones, 2008:
75). En consonancia con ello, el feminismo decolonial entra en diálogo con estas
epistemologías para impugnar la omisión de la diversidad y heterogeneidad de las mujeres
y para problematizar su realidad, cuestionando cómo el feminismo “hegemónico” ha
planteado la emancipación de las mujeres.
Una de las contribuciones realizadas desde este prisma lo realiza María Lugones, quién
definió la Colonialidad del Género como un dispositivo conceptual que va más allá de
las categorías binarias y hegemónicas que han buscado dar respuesta a la realidad de las
mujeres, es decir, es fruto de la “intersección de género/clase/raza como constructos
centrales del sistema de poder mundial capitalista. [Por tanto] El pensar acerca de la
Colonialidad de género, nos permite pensar en seres históricos que sólo son comprendidos
como oprimidos de modo simplista y unilateral” (Lugones, 2010: 109); lo cual conlleva
a una des-identificación que invisibiliza las “desigualdades de partida de los distintos
colectivos interpelados (colectivos en general estigmatizados en sus rasgos raciales y
etno-culturales)” (Suárez, 2008: 34).
Su propuesta se centra en que el Sistema Moderno Colonial de Género sustituya el de
sexo/género, ya que éste fue concebido por relaciones de poder estructuradas desde la
dominación y explotación caracterizada históricamente por la imposición del dimorfismo
biológico, la organización patriarcal y heterosexual.
Para desarrollar esta propuesta, Lugones se basa en la Colonialidad de poder (definida
por Aníbal Quijano), la cual codificó las diferencias entre seres humanos a través de una
jerarquización racial –que surge como proceso diacrónico a partir de la invasión de las
América en 1492-, que buscó controlar el trabajo, sus recursos y productos en torno al
capital y sus mercados; y que forjó dos consecuencias: primero, la negación de las
identidades, saberes y particularidades históricas; segundo, la configuración de una nueva
identidad racial y colonial (Quijano, 2000). Desde esta posición, se impuso la idea de
civilizar la barbarie e integrarla al proyecto de modernidad, cuyo trasfondo encubre la
diferencia colonial como diferencia cultural y cuya matriz es la clasificación social que
naturaliza la inferioridad/superioridad. Tal jerarquización indica Mignolo (2007), viene
dada no solo por la diferencia fenotípica, sino también por las creencias religiosas-
cosmogónicas, por las distintas lenguas, y por la separación/distinción geopolítica
(oriente/occidente; norte/sur, etc.).
Por tanto, para Lugones (2008), la Colonialidad ha permeado todas las áreas de la
existencia social por lo que no debe aplicarse sólo a la clasificación racial, sino que
también debe indicar como el género se estructuró en función del establecimiento de
diferencias que inferiorizaron a las mujeres desde relaciones asimétricas de poder que han
perdurado en la historia. En este sentido, el análisis interseccional demuestra lo que
sucede cuando se intersectan las categorías de clase, sexo, raza/etnicidad y género,
deconstruyendo un sistema categorial binario que estructura las distintas formas de
discriminación, opresión y privilegios históricamente situados.
Considerar la Colonialidad de género permite denunciar la subalternización de las
mujeres en la enunciación, y también (re)pensar cómo los cuerpos y subjetividades han
sido reiteradamente definidas desde la óptica reproductiva y esencialistas. Por último, las
feministas decoloniales reclaman la urgencia de descolonizar el conocimiento, pues las
ciencias sociales han figurado las formas de entender la realidad social de las otras desde
una óptica euro y etnocentrada, provocando una victimización y (des)territorialización de
éstas.
Radiografía general de las mujeres latinoamericanas en España
Los actuales cambios en las tendencias migratorias son resumidos por Castles y Miller
(1998) en cinco ejes: a) la globalización de las migraciones; b) la aceleración de las
migraciones, es decir, aumento del volumen de inmigrantes a escala global; c) la
heterogeneidad y diversidad de proyectos migratorios; d) la feminización de las
migraciones; e) la politización y control de las migraciones. Al ser la feminización de las
migraciones uno de los ejes centrales, indagar en ella se presenta como un desafío social,
científico y epistemológico.
En este contexto, la correlación entre diáspora femenina transnacional e inestabilidad
estructural (dígase social, política, económica, etc.) de los países de origen, sitúa a la
globalización como elemento dinámico que otorga mayores posibilidades de movilidad
para buscar respuestas y soluciones a sus carencias socio-económicas. De ahí que el
vínculo entre migración, globalización y precarización económica es un triunvirato que
permite comprender la configuración de los circuitos alternativos de supervivencia
(Sassen, 2003). Desde una perspectiva más amplia Brah (2011) instala los conceptos de
diáspora, frontera y políticas de localización con el objetivo de analizar los movimientos
transnacionales en la época de la globalización y que ha dado origen a lo que ella define
como espacios diaspóricos.
El impacto que ha tenido la reestructuración económica -por la implementación del
modelo neoliberal en los llamados países periféricos o en vías de desarrollo-, ha
propiciado condiciones estructurales para emigrar; lo cual explicaría la modificación del
patrón de movilidad que posicionaba a las mujeres como acompañantes del proyecto
migratorio masculino (asociativo), a uno autónomo en función del despliegue de
estrategias de resistencia familiar y personal. Justamente, la migración femenina ha
permitido visibilizar “la mundialización capitalista, neocolonialista y patriarcal [como]
un sistema que combina de manera exacerbada la división social, internacional, sexual y
racial del trabajo” (Masson, 2011: 146).
Por otra parte, las causas endógenas que han estimulado la migración hacia España se
emplazan principalmente en el crecimiento económico que experimento desde las últimas
décadas, al reducido crecimiento vegetativo de la población autóctona y a la
incorporación de las mujeres el mundo laboral. Pero desde el comienzo de la crisis
económica en España, el arribo de mujeres provenientes de América latina y el Caribe
descendió considerablemente; así lo refleja el Instituto Nacional de Estadística (INE), el
cual muestra que en 2008 llegaron 123.574; en 2009 y 2010 descendió a 73.965 y 61.852;
en 2011 aumentó a 65.313, en 2012 y 2013 nuevamente disminuyó a 50.390 y 44.126
respectivamente, en 2014 aumento a 50.172. Si bien, las cifras evidencian que existe un
saldo migratorio negativo no deja de ser representativa su presencia, pues ésta alcanzó
707.077 en 2014, es decir, un 56,6% en comparación con los hombres del mismo lugar
de procedencia (542.963); ratificando con ello la feminización de flujos migratorios
actuales.
A nivel general, las estadísticas muestran que en España en 2014 la población censada en
el Padrón municipal era de 46.770.341 habitantes, de los cuales 5.023.487 eran
extranjeros/as, lo que supone un 10,74%. De este total, la población procedente de
América representa el 25,15%, es decir, 1.255.971 personas (Informe del mercado de
Trabajo de los Extranjeros, 2015). A partir de la crisis económica las cifras de población
extranjera han disminuido en un 9,9% en 2014, y las nacionalidades que más lo
representan son de países de América del sur, destacándose Argentina (43,11%);
Venezuela (19,93%); Chile (19,47%); Perú (18,83%); y Colombia (18,43%).
Con respecto al tema de la contratación, el Informe del mercado de Trabajo de los
Extranjeros de 2015, señala que todos los nacionales de países de Latinoamérica
presentan un descenso en la contratación, a excepción de los nacionales de Republica
Dominicana. Los que más destacan en este descenso son los nacionales de Perú, Colombia
y Bolivia.
Por su parte, el Ministerio de Empleo y Seguridad en el anuario estadístico sobre
inmigración (2009) muestra la evolución de latinoamericanas/os y caribeñas/os en España
con certificados de registro o tarjeta de residencia en vigor: en 1999 habían 149.571 de
las cuales un 95.175 eran mujeres, es decir, un 63,3%; en 2009 subió a 1.458.442, de las
cuales 789.021 eran mujeres, representando el 54,14%.
Con respecto a las edades, éstas presentan una mayor concentración entre los 25 y 44 años
con un total de 447.273, lo que equivale en comparación con los hombres y en el mismo
tramo etario al 54,95%.
Asimismo en el anuario se sistematizan las categorías laborales exponiendo que el
35,46% de las mujeres se encontraba trabajando por cuenta ajena y el 0,38% lo hacían
por cuenta propia. En cuanto a la residencia temporal un 8,66% tenían una residencia no
lucrativa; un 7,43% estaban por reagrupación familiar, un 3,96% por arraigo y un 0,15%
por otras razones excepcionales. La residencia por larga duración representaba un 23,63%
y 20,33% tenían un régimen comunitario.
Las ciudades donde más se concentran son Madrid con 200.110 equivalentes a un
25,36%; en Barcelona con 140.337, representando el 17,79%; Valencia con 38157
figurando el 4,84%; y el resto de provincias con 7410.417 lo que equivale al 52,02%.
Con respecto a la crisis, las personas migrantes se han visto profundamente afectadas;
cuyas consecuencias se reflejan en la pérdida de empleo. En 2006 el porcentaje de
extranjeros/as sin trabajo era del 11,5%, y que en 2010 alcanzó al 32,1%; el desempleo
de larga duración también se vio incrementado a partir de la crisis, pues en 2006 éste era
de un 21,7%, aumentando en un 33,2% en 2010 (VVAA, 2012). Otra situación que
complejiza el panorama es el aumento de la condición irregular, pues según la ley de
extranjería la renovación de los permisos de residencian están supeditados a estar
cotizando en la seguridad social; no obstante con la crisis han aumentado los niveles de
desempleo lo cual ha significado perder los permisos de residencia, y sin éstos
difícilmente podrán gestionar una entrada en el mercado laboral. En definitiva, esta
situación genera una considerable merma en sus derechos: libertad de circulación;
trabajo; acceso a la vivienda; sanidad, ayudas sociales, etc.
La exposición de estos datos, presenta un panorama general de las mujeres procedentes
de América Latina y el Caribe, con la intensión de dimensionalizar su presencia en el
contexto español.
Aspectos metodológicos
Los hallazgos de esta investigación provienen de una investigación cualitativa, y para
contextualizar los resultados preliminares se presentan los aspectos metodológicos que la
orientaron. Se efectuó una selección de las entrevistas semiestructuradas realizadas a
mujeres latinoamericanas residiendo en Barcelona. Los criterios que definieron la
muestra, se establecieron a partir de un cuadro tipológico que consideró la edad y los años
de residencia. En cuanto a la edad, se precisaron los tres grupos etarios más
representativos en el área laboral: 24 -34 años; 35-44 años y 45 años y más (Parella,
Petroff, 2014). Los años de residencia se dividieron en dos: menos de tres años y más de
tres años. Esto se fundamentó según lo estipulado el Reglamento de la Ley Orgánica
4/2000 sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social,
el cual señala que para poder acceder a residencia por arraigo social se debe acreditar la
permanencia continua en el país por más de tres años.
Las mujeres que participaron de esta investigación provienen de Chile, Argentina,
Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia, México, Costa Rica y República Dominicana.
Cartografiando las migraciones de mujeres latinoamericanas: más allá de la mono-
causalidad
Al hablar de cartografías migratorias1, nos situamos en un espacio amplio y heterogéneo
que reúne multiplicidad de experiencias y motivaciones migratorias; como señala Gil
Araujo (2005) en la actualidad una de las características de los movimientos
internacionales de población es la diversidad de naciones y complejidad en las causas que
se entrecruzan, y que por tanto sea difícil hablar de una mono-causalidad. Al igual que
Castles (2000), Gil Araujo destaca que una de las características de la actual era de las
migraciones es su feminización. Pero es importante matizar este concepto, ya que puede
conllevar a una visión sesgada al plantear que la feminización de la pobreza es el motivo
fundamental para desarrollar alternativas migratorias. Es innegable que con la
consolidación del sistema capitalista a escala global, han sido principalmente las mujeres
las que han asumido las consecuencias adversas, pero ello no significa que sea la única
motivación, y por ello no podemos obviar otras causas presentes en la vida de las mujeres.
De este modo, si hablamos de feminización de las migraciones debemos considerar la
multi-causalidad en este proceso y no centrar el desplazamiento sólo por razones
económicas directas, ya que corremos el riesgo de generar un sesgo y reduccionismo
analítico a la hora de entender y profundizar en el proceso migratorio en sí.
Es en este contexto, que la investigación llevada a cabo nos permite desarrollar algunas
tipologías que nos evidencian una diversidad cartográfica en cuanto a las motivaciones
para emigrar y los efectos que ello ha implicado en la vida de las mujeres. Tales
motivaciones pueden ser conectadas con los imaginarios y significados que éstas tienen
de la migración y del país de destino y que en muchas ocasiones se certifica por las
experiencias de otras/as; activando, con ello, un campo de representaciones que
simbolizan el éxito, bienestar, calidad de vida y, mayor libertad y seguridad. En este
sentido “los imaginarios constituyen construcciones inherentes a todos los migrantes. En
dichas construcciones, intervienen componentes racionales e irracionales, objetivos y
subjetivos, reales, que le suceden al migrante antes y después de la emigración”
(Goycoechea, Ramírez, 2013:34). Así, la transmisión de información y consolidación de
redes sociales en el país de destino son factores importantes que actúan en dichas
imaginarios.
1 Expresión utilizada para referenciar a un mapeo de la realidad migratoria
En las entrevistas se observan motivaciones que se pueden clasificar en cuatro grupos: a)
búsqueda de desafíos personales, académicos y/o profesionales; b) mecanismo para
escapar de la violencia machista, social y/o política; c) estrategia familiar y personal de
supervivencia; d) reagrupación familiar.
Esta tipología nos permite hablar de cartografías migratorias que van más allá de la
perspectiva economicista con la que se determina -muchas veces- la migración femenina.
En ello observamos dimensiones que se cruzan e intersecta ya que no estamos hablando
de grupos cerrados predeterminados, sino más bien de contextos, experiencias y
dinámicas que escapan de categorías estáticas. Lo que se ha buscado en esta investigación
es definir ciertos perfiles, para así poder esbozar una radiografía general que nos
proporcionará una mayor amplitud a la hora del análisis
Por la consecución de nuevos desafíos personales, académicos y profesionales
En el primer grupo están aquellas que buscan nuevo desafíos académicos y personales.
La característica principal de este grupo es que la mayoría no tiene cargas familiares,
bordean entre los 25 y 40 años y tienen estudios universitarios completos. Tras
experiencias poco satisfactorias en el ámbito laboral y personal han decidido
perfeccionarse a través de la formación académica, medida que en muchos casos actúa
como un subterfugio para conocer y vivir nuevas experiencias.
Una vez tomada la decisión de emigrar desplegaron distintas estrategias para alcanzar
este fin: a través del acceso a los recursos que los Estados tienen para facilitar la formación
de capital humano (becas de estudios), o por la financiación que ofertan entidades
intergubernamentales u otros Estados; por la búsqueda de recursos económicos por medio
de la venta de inmuebles y/o propiedades de valor y; por el desarrollo de estrategias de
supervivencias una vez instaladas en el país de destino, ya que no cuentan con ahorros
suficientes ni con la ayuda del Estado.
Para aquellas que tenían el aval del Estado u otra entidad que financió sus estudios, el
tema de la residencia no ha sido un problema pues accedieron al permiso de residencia
por estudios renovable cada año. Sin embargo, para las que gestionaron recursos propios,
o las que buscaron soluciones una vez instaladas el tema de la residencia fue un problema,
pues gran parte de ellas entraron al país con visa de turistas, y una vez caducado este
permiso entrar en situación de irregularidad. Para resolver esta situación se observan tres
“soluciones”: por un contrato laboral (generalmente acordado con un conocido o amigo)
falso que acredite que tiene los medios para vivir en el país; por un convenio con el
empleador el cual les ofrecía un contrato pero les disminuía su salario o le aumentaba las
horas laborales o sus responsabilidades; y por matrimonios arreglados con españoles/as o
comunitarios/as. Estas “soluciones” al tema de la irregularidad administrativa también se
verán en los casos de mujeres que llegan por motivos económicos.
Otro tema asociado al tema del permiso de residencia, se relaciona con la necesidad de
desplegar estrategias de supervivencias debido a que como no podían aplicar a ofertas
laborales por la falta de “papeles”, buscaron soluciones por otras vías: trabajos informales
o en “negro”. En algunas entrevistas las ofertas se dirigían al ejercicio de la prostitución,
situación que fue rechazada al ser considerada una degradación social y laboral. Entonces,
los trabajos a los cuales pudieron acceder fueron: en limpieza, cuidado de niños/as y
personas mayores, camareras. Aunque en otros casos, algunas desarrollaron estrategias
asociativas para buscar y/o generar recursos, por ejemplo, en cooperativas
autosustentables que algunas asociaciones que trabajan con mujeres inmigrantes
desarrollan dentro de sus propuestas. En esta línea Aguirre señala que “el hecho de que
seamos mujeres las que estamos liderando diferentes asociaciones, no es casual, es
producto del proceso de desarrollo que vivimos las mujeres en la inmigración, de la
información y formación recibida, de la suma de nuevos conocimientos, de vivencias, de
experiencias y de las reivindicaciones que vive la mujer inmigrante. Todo ello resultado
de nuestra vida pasada y nuestra realidad actual en la nueva sociedad” (2009:105).
A modo general, observamos dos elementos que conectan las experiencias de estas
mujeres; por un lado, la necesidad de buscar fuera de sus países opciones y/o posibilidades
para su desarrollo personal, académico y/o profesional; y por otro, el estar separadas de
sus familias, redes y contexto social las llevó a situarse y localizarse en su nueva realidad,
a saber adaptarse a las condiciones materiales en las que actualmente viven, y que son
muy dispares a las que tenían en sus países de origen; pero que es calificada como una
experiencia satisfactoria ya que han aprendido a conocerse y descubrir habilidades que
creían no tener (sociales y laborales).
En la primera etapa, asumen haber enfrentado crisis de soledad y miedo, dudando sobre
si efectivamente el haber emigrado era la respuesta a sus inquietudes; pero una vez que
comenzaron a establecer redes y a conocer las dinámicas de la ciudad, se fueron
apropiando y habituando y alejando la posibilidad del retorno.
Escapando de la violencia machista y político-social del país de origen
En el segundo grupo encontramos a mujeres que tras diversas experiencias de violencia
ha decidido emigrar hacia España. Las características de este grupo se definen
principalmente por ser mujeres que tienen cargas familiares en sus países de origen
(algunas ya las han reagrupado), sus edades bordean entre los 30 y 55 años, y con estudios
secundarios y universitarios completos.
En éste se observan dos subgrupos; el primero relacionado con la violencia política y, el
segundo con violencia machista y social del país de origen.
En el primero encontramos a mujeres provenientes de Colombia, que llevan años de
residencia en España (entre 15 y 25 años); en su mayoría con estudios universitarios y
con un perfil político que tras haber militado en organizaciones políticas y/o movimientos
de base, tuvieron que abandonar su país por amenazadas de muertes, secuestro o por la
inseguridad contante. Conjuntamente, están las que sin haber sido parte de una estructura
política o militancia de base, ven en la vulnerabilidad política y social un motivo
suficiente para emigrar.
En la primera etapa del conflicto armado, los desplazamientos se realizaban hacia el
interior del país; no obstante, tras el aumento de la intensidad del conflicto emigran al
extranjero como mecanismo de seguridad. Para algunas España no fue el primer destino
migratorio, pues residieron en otros países antes de asentarse en estas tierras. Cabe
destacar que es la violencia armada la principal causa de la emigración, pero los efectos
colaterales de ésta también influyeron: inestabilidad laboral, falta de recursos sociales,
aumento del desempleo, etc.
Una vez llegadas a España, algunas accedieron al estatus de refugiadas y otras a permisos
de residencias por arraigo social (pasado los tres años). Sus historias reflejan que la
preocupación por sus familiares y por la propia sociedad colombiana era permanente,
sobre todo por las noticias llegadas de su país; ello las llevó a asociarse en movimientos
sociales en Barcelona con el fin de visibilizar el conflicto armando y gestionar la
cooperación internacional.
En cuanto a la violencia machista, observamos que para algunas ésta fue la causa principal
ha la hora de tomar la decisión de emigrar; sin embargo, gran parte de las entrevistadas
expresaron haber vivido violencia de este tipo en sus países de origen pero no fue la causa
que originó la migración. Para aquellas que, tras vivir distintos niveles y episodios de
violencia machista, advirtieron en la migración la respuesta para de escapar de ella, han
desarrollado estrategias previas para asumirlo, por ejemplo activar las redes sociales y
familiares que tenían en España, lo cual les proporcionó información sobre las ofertas
laborales, la documentación necesaria para gestionar el permiso de residencia, la
posibilidad de alojamiento e información en general.
La migración, si bien generó una sensación de mayor libertad y protección por el hecho
de estar lejos del agresor, también provocó sentimientos de soledad y abandono hacia sus
hijos/as y su familia en general, pero la presencia de una red social les ayudó a mitigar el
duelo migratorio2. En este último punto, en algunas mujeres el desarrollo estrategias
asociativas para gestionar tales sentimientos fue crucial en los primeros meses.
Asimismo, los discursos muestran que el objetivo era alejarse del peligro, y que
posteriormente –una vez asentadas- el objetivo era reagrupar a sus familias, lo que no
siempre fue resuelto con agilidad producto de las trabas legales propia de las políticas
migratorias del país.
Cabe apuntar que al momento de indagar en las investigaciones que profundizan en la
relación entre violencia machista y migración, los resultados muestran que existe una
relación directa entre ambas3 (aunque son escazas las que lo han abordado como causa
migratoria), por la vulnerabilidad de éstas “principalmente en los primeros años de
estancia en España, las mujeres se encontrarían más desvalidas antes sus parejas, más
dependientes y aisladas, sobre todo si se dan circunstancias como no tener familia o no
hablar el idioma” (Aguirre, et al., 2010:30).
Ahora bien, para Gzesh (2008) si la violencia –en general- como eje vector de la
vulneración de derechos humanos es un detonante para la emigración, es necesario
2 Gonzales Calvo (2005) al plantear el concepto de duelo migratorio se vincula con aspectos personales de
quién asume la migración, enfocándolo desde una perspectiva de la micro sociología, puesto que
generalmente cuando se estudian los procesos migratorios se hace desde aspectos macros, pero que pocas
veces “se contempla en concreto al ser individual, a la persona. No siempre se tienen en cuenta los
sufrimientos, los temores, las perdidas” (p. 78). Otros autores lo definen como el síndrome de Ulises (véase
Achotegui, J. (2009). Estrés límite y salud mensatl: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple
(síndrome de Ulises). Gaceta Médica de Bilbao, 106(4): 122-133. 3 Véase Chaney, E. y Garecía Castro, M. (1989): Muchachas No More: Household workers in Latin
America and the Caribbean, Philadelphia, Temple University Press; Ministerio de Trabajo e Inmigración
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entonces ampliar la visión de la “migración forzada”, puesto que si en el país de origen
no existen garantías sociales, políticas e institucionales que resguarden la seguridad de
sus ciudadanos y ciudadanas, la búsqueda de nuevos rumbos se hace imperiosa. La autora
argumenta que la migración económica también debe ser considerada en la categoría de
“forzada”.
Migración económica: una estrategia familiar y personal de supervivencia
Este es un motivo muy presente en la migración de mujeres latinoamericana hacia España,
y las mujeres que fueron parte de estudio no son la excepción. Sus edades fluctúan entre
los 25 y 55 años; con estudios secundarios completos y universitario incompletos; en
varios casos se observa un historial migratorio, es decir, han estado en otros países
previamente o que ésta es la segunda vez en España.
Se puede señalar, como apunta Escrivá que “la más reciente emigración femenina es, en
gran medida, una emigración laboral, generalmente con planteamientos temporales, y
autónoma, en el sentido de que no está motivada por procesos de reagrupación familiar
con anteriores cónyuges emigrantes masculinos o sus progenitores, sobre todo en
América Latina y el sudeste Asiático” (2000:328). Sin embargo, las mujeres que
participaron de este estudio, si bien tienen cargas familiares en sus países de origen, han
manifestado el deseo de reagrupar a su familia y no ven la inmigración como algo
temporal, sino como un proyecto a mediano y largo plazo; en algunos casos la
reagrupación ya se ha realizado.
En este grupo encontramos a: hijas que asumen esta estrategia familiar, a mujeres
divorciadas, a madres monoparentales y mujeres que estando casadas han dejado a sus
familias para ser ellas las que ocupen el lugar de proveedoras. Esto último instala un
cuestionamiento al modelo hegemónico masculino que sitúa al hombre como principal
sostenedor del núcleo familiar (Aparicio, 1999; Herrera, Espinoza, Torres, 2005; Pedone,
2005). Hoy más que antes, las mujeres han ocupado un protagonismo en este proceso:
No ha sido extraño que las migrantes se constituyesen con frecuencia en las principales
proveedoras o jefas de hogar - especialmente en el caso Latinoamericano- y en muchas
ocasiones fuesen las pioneras en la trayectoria migratoria, alentadas por las redes familiares
y motivadas por conseguir mejores salarios en la sociedad de destino (Tapia, 2011: 119).
Para estas mujeres la migración es una de las opciones más viable para enfrentar la
estrechez económica, la limitación de oportunidades y para acceder a una promoción
laboral que otorgue una mayor posibilidad de bienestar a sus hijos e hijas. En este sentido,
la relación entre migración femenina, globalización, y precarización socioeconómica de
los países latinoamericanos se agudiza a partir de la aplicación de los ajustes estructurales,
configurando circuitos alternativos de supervivencia.
El tema de la necesidad económica sitúa a las mujeres en una posición –muchas veces-
de vulnerabilidad, y esto lo observamos porque muchas ingresan al país como turistas y
pasado los tres meses que dura este visado, entran en los que se llama irregularidad
sobrevenida, lo cual impide que pueden acceder a trabajos formales. Ello las ha llevado a
que sus opciones sean limitadas, además de estar expuestas a trabajar en condiciones
donde no se respetan sus derechos laborales: sin contratos, bajos ingresos, abusos, etc.
Igualmente la necesidad de generar recursos y activar las remesas para sus familias, las
lleva a asumir trabajo similares a los señalados anteriormente, y que en el contexto actual
español (más de cinco años con un paro que supera el 20%) es más complejo encontrar
trabajos que garanticen derechos mínimos. Frente a esta situación, los testimonios y
experiencias son bastante abrumadoras y nos evidencian las problemáticas que enfrentan
en su cotidiano, por ejemplo, algunas indican que trabajan en 4 lugares distintos y que
muchas veces sobrepasan las 14 horas diarias. Son numerosas las investigaciones que han
abordado los nicho laborales a los que acceden las mujeres inmigrantes (especial las de
América Latina), los cuales están en estrecha relación con el ámbito doméstico y de
servicios (Agrela, 2006; Gallardo Rivas, 1995; Herranz Gómez, 1997; Moreno Balaguer,
2012; Oso, 1998; 2000). Tal segmentación subraya que las desigualdades sociales y de
género tienen un carácter transnacional que articula identidades laborales vinculadas a la
clase, raza/etnia y país de procedencia.
Para las mujeres que participaron en esta investigación, el trabajo doméstico tiene
ventajas, por un lado, no requiere experiencia previa y/o demostrable; y por otro, cuando
se encuentran en situación administrativa irregular, al trabajar de internas (o llamado
comúnmente servicio con cama) se sienten más seguras y protegidas de ser
deportadas/expulsadas por la falta administrativa. Para otras en cambio, las desventajas
son múltiples: rutina y monotonía del trabajo, falta de tiempo para capacitarse; trabajo en
“negro” (economía informal); abusos, inestabilidad, etc.
Para la Asociación de Servicio Doméstico Activo (SEDOAC), en la práctica no existe
una mejora en el reconocimiento de los derechos de las empleadas domésticas, y sigue
siendo parte de la economía sumergida a pesar que se intentó mejorar y regular la relación
laboral de carácter especial del servicio doméstico por medio de Real Decreto 1620/2011.
Esta normativa explora la necesidad de tener un marco jurídico que se adecue a los
cambios que ha experimentado el país, reconociendo los derechos laborales de las
personas dedicadas a este trabajo. Para avanzar en ello se ha exigido, desde asociaciones
vinculadas a este sector, que el Estado español ratifique el convenio 189 de la OIT que
busca una mayor protección y respeto a este trabajo; reconocimiento al derecho a una
negociación colectiva, eliminación de todas las formas de trabajo forzado, abuso, acoso,
violencia y discriminación.
Reagrupación familiar4
En los casos analizados observamos mujeres que reagruparon (proyecto asociativo
femenino) y otras que fueron reagrupadas (proyecto asociativo masculino), ambos
responden a una estrategia que fue negociada familiarmente. De igual modo, en ambos
casos fue un proceso dificultoso a causa de los requisitos que exige extranjería (cada vez
más restrictiva), donde la obtención del informe de habitabilidad es uno de los puntos
críticos para aceptar las solicitudes de reagrupación.
Para el caso de las mujeres que viajaron solas (sin sus hijos/as y dejándolos al cuidado de
un familiar), el objetivo era estar una temporada en España, enviar dinero y luego retornar,
es decir, capitalizar dicha migración en bienes materiales, inmuebles y en educación de
los hijos/as. En una primera etapa, las mujeres sentían culpa por haber dejado a sus
hijos/as y sus preocupaciones giraban en torno a cómo su ausencia les afectaría a
posteriori; por otra parte, la soledad actúo como un elemento que las hizo dudar y en más
de una ocasión quisieron retornar; pero el hecho de tener una red familiar (muy presente,
por ejemplo, en el caso de las que provenían de República Dominicana) les facilitó
instarse y “adaptarse”. Pasado este primer momentos, una situación a destacar es el hecho
de que, si bien extrañaban a sus hijos/as y familia, comenzaron a sentirse más plenas y
4 Las personas que pueden reagrupar a sus familias en son: personas extranjeras extracomunitarias; mayores
de edad; autorización de residencia renovada o en proceso de renovación. Excepcionalmente, se podrá
solicitar en los siguientes casos: Si el solicitante no es persona extranjera extracomunitaria:
ciudadanos españoles tutores legales de un menor extranjero, no nacido en el estado español; familiar de
extranjero comunitario que haya perdido el vínculo con el cónyuge / pareja de hecho (nulidad, divorcio,
cancelación de inscripción como pareja de hecho) y se encuentre en uno de los siguientes supuestos
(acreditado documentalmente): Ser familiar de extranjero comunitario con residencia permanente.
tener 3 años de matrimonio y un mínimo en el estado español; tener otorgada la custodia de los hijos del
ciudadano comunitario; tener concedido el derecho de visita de los hijos del ciudadano comunitario.
Información disponible en: https://w30.bcn.cat/APPS/portaltramits/portal/channel/default.html?&stpid=19990002295&style=ciudadano&language=es Los requisitos son: que el extranjero/a titular de derecho haya residido legalmente durante al menos 1 año
en España; acreditar empleos o recursos económicos para sus necesidades y la de su familia; Acreditar
disponibilidad de vivienda adecuada; disponibilidad de asistencia sanitaria.
capaces de lograr sus objetivos e incluso más de alguna nos comentó que sentían que al
ser dueñas de sus vidas (tiempos, espacios, etc.) les daba la posibilidad de realizarse como
mujer, que las dudas se habían disipado e incluso tras tomar la decisión de reagrupar a su
familia, difícilmente volverían en el corto y mediano plazo a sus países.
Frente a este tipo de migración muchas investigaciones han centrado sus análisis en lo
que se denomina “maternidad transnacional”5, profundizando sobre cómo la migración
de la madre implica un cambio en las relaciones sociales y emocionales de la familia. La
necesidad de estar presente en la vida de sus hijos/as y de su núcleo familiar, las ha llevado
a desarrollar una maternidad presente, fortalecimiento de los vínculos a través de la
gestión de la vida cotidiana que se manifiesta en distintas estrategias comunicacionales y
por el envío de remeses (Brycerson, Vuorela, 2002; Pedone, Gil Araújo, 2007; Wagner,
2008). Pero “el impacto de las migraciones en el ámbito familiar es un fenómeno
complejo, multidimensional; consecuencia de múltiples procesos económicos, políticos
y sociales interconectados, que tienen que ver tanto con el país emisor como con el de
destino” (Cerda, 2014:85).
Para el caso de aquellas que viajaron como parte de un proyecto asociativo masculino, es
decir, reagrupadas por sus parejas, la situación fue distinta principalmente por la
incertidumbre y preocupación sobre cómo, tanto ellas como sus hijos/as, reaccionarían al
proceso de “adaptación”. Tal situación generó vacilaciones sobre si la decisión de emigrar
era correcta, o si era más beneficioso quedarse en sus países corriendo el riesgo de un
quiebre familiar. Tras decidir emigrar y una vez instaladas, experimentaron un fuerte
desarraigo y “bloqueo” social que no sabían cómo enfrentar. Al observar que sus parejas
están “insertadas” tanto laboral como socialmente y que sus hijos/as se integraron a
centros educativos, la complejidad de buscar sus propios nichos y espacios de desarrollo
fue un tema central los primeros meses. Para enfrentarlo comenzaron a acudir a las
reuniones que el Ayuntamiento de Barcelona dispone hacia las personas reagrupadas,
donde se les da a conocer la ciudad y las distintas ofertas que ésta tiene para los recién
llegados; además de emprender cursos de formación en asociaciones que trabajan como
mujeres migradas, por ejemplo Cepaim. Con el paso del tiempo fueron asumiendo sus
vidas en el nuevo contexto, apropiándose de las herramientas para generar un
5 Y también en las familias transnacionales, y que para Julia Cerda éstas constituyen grupos “en los que, a
pesar de la distancia geográfica entre el migrante y su familia, las relaciones no se fracturan, al contrario,
se apuntalan de distinta manera echando mano de dos elementos de suma importancia por su contribución
como mecanismos de enlace: los medios de comunicación y las remeses” (2014:80).
asentamiento social y cultural. Sin embargo, ello no resta que el proceso sea complejo y
cuyos efectos se observan en distintas dimensiones de su devenir (Pérez-Nieves, Vintila,
2011).
Para ambos casos la reagrupación es “la consecuencia de la decisión de alargar la estancia
en España y de cierto desvanecimiento del mito retorno, o el desarrollo final de un
proyecto migratorio que ya preveía la instalación definitiva en el país de acogida,
suponiendo en ambos casos el reencuentro del conjunto de la familia” (Del Rosario,
Manzano Sánchez, 2007:6). Por tanto, para las mujeres que han iniciado su proyecto
migratorio vinculado a la reagrupación familiar (femenina/masculina;
autónoma/asociativa) se observan cambios que implican una re-configuración y re-
organización a nivel personal y familiar.
Reflexiones finales: una aproximación a la agencia femenina
Al momento de explorar en las motivaciones de las mujeres latinoamericanas para
emigrar, es innegable que los factores son diversos, lo cual evidencia realidades
complejas que se intersectan con otras dimensiones. Si acotamos las complejidades en el
país de destino, nos encontramos con estereotipos y estigmatizaciones que giran en torno
a la figura de la mujer migrante y que muchas veces condiciona su asentimiento social.
De igual manera, están las configuraciones que a nivel político-institucional limitan las
oportunidades. En este sentido es atingente preguntarse cómo las políticas migratorias
definen y construyen una alteridad que sitúa a las personas migradas en una posición de
inferioridad, acentuando una desigualdad, no sólo de género, sino también de clase. Para
el feminismo decolonial, estas figuraciones responden a la forma en que la colonialidad
ha perpetuado la subalternización que emplaza a las “otras” a ocupar un lugar inferior
socialmente hablando, y que se expresa por ejemplo, en cómo éstas más allá de su nivel
de cualificación están designadas a ejercer ciertos empleos sin considerar su formación y
nivel de instrucción. Esta colonialidad, también ha influido en la homogenización hacia
este colectivo y que no permite analizar su complejidad y heterogeneidad; y que ha
invisibilizado su capacidad agencial puesto que la visión victimista y paternalista que
gira entorna a ellas impide descubrir sus estrategias de supervivencias, asentamiento,
asociativismo, construcción de redes, etc.
En este contexto, Gregorio se pregunta “¿no será más fructífero reflexionar sobre nuestros
propios lentes que hacen que veamos a las mujeres: bien como víctimas de sus sociedades
patriarcales y del capitalismo, o bien como heroínas que rompen con sus realidades de
opresión?” (2010: 107).
Esta pregunta es atingente ya que debilita la imagen pasiva. Las experiencias relatadas en
este estudio acreditan las estrategias que llevaron a cabo para sortear las limitaciones,
miedos y frustraciones. Por ejemplo, las mujeres que viajaron por motivos económicos
han tenido problemas para insertarse laboralmente, entonces comenzaron a gestionar
nuevas herramientas para tener mayores posibilidades de acceso, una de éstas ha sido la
formación profesional. Desde la crisis económica que enfrenta España, los empleos que
antes no pedían certificación hoy si lo requieren (atención socio-sanitaria), siendo
necesario demostrar conocimientos mínimos para ejercer tal función. Para las mujeres
que migraron por reagrupación familiar uno de los temas fue la necesidad de
reconstituirse como mujeres, ya que el ser cabeza de hogar en el país de origen -mientras
sus parejas estaban en España- implicó que gran parte de las funciones y
responsabilidades recayeran en ella, situación que las llevo a olvidarse de ellas como
mujeres. Una de las estrategias fue alcanzar pequeños objetivos que reconfortaran sus
vidas más allá de ser madres o esposas; construir una red social a través de la participación
como voluntarias en asociaciones del tercer sector.
A partir observamos cómo se despliega la agencia, un concepto que puede ser entendido
como una intención, motivación y propósito para adquirir mayor confianza a la hora de
sortear las dificultades; una capacidad para emprender un cambio en sus vidas por medio
de acciones que refuerzan sus habilidades sociales y personales. La agencia, desde las
experiencias vividas de estas mujeres, se define como una estrategia que les ha permitido
conocer y conocerse; experimentar y atreverse; actuar con autonomía y voluntad. Esto no
quiere decir, que las mujeres no hayan sido presas de sus propios miedos y ansias; al
contrario, la migración es una situación compleja que atraviesa sus vidas y ofrece un
escenario muchas veces incierto, pero buscan las maneras de lograr sus objetivos, o por
lo menos de buscar un camino para lograr una vida mejor, ya sea tejiendo redes de
complicidad que fortalecen las posibilidades de resistencia o por la reivindicación de sus
derechos.
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