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Maurice Agulhon, un historiador de la RepúblicaPilar González Bernardo
To cite this version:Pilar González Bernardo. Maurice Agulhon, un historiador de la República. El círculo burgués,seguido de Una pequeña biografía intelectual, 2009. �hal-01935041�
1
Para citar: Pilar González Bernaldo “Maurice Agulhon, un historiador de la República”
in Agulhon, Maurice, El círculo burgués, seguido de Una pequeña biografía intelectual.
Edición y notas de Pilar González Bernaldo. Buenos Aires, Siglo XXI, 2009
Maurice Agulhon, un historiador de la República
Pilar González Bernardo*
Si Philippe Ariès gustó reconocerse como historiador de domingo, Maurice Agulhon presentó
su trayectoria intelectual como la de una historia vagabunda, en el sentido que le diera
Montaigne de curiosidad errante, más atraída por la exploración que por las empresas
acabadas.1 Sin embargo, y como él mismo lo precisó, estos vagabundajes nada tienen de
marginalidad institucional. Agulhon ha franqueado todos los jalones de una carrera
universitaria de excelencia: alumno de la Escuela Normal Superior, donde fue compañero de
promoción de Michel Foucault, alcanzó en 1950 el primer rango en el selectivo concurso de
agregación, tribunal que tenía entonces como presidente del jurado a Fernand Braudel. Luego
de un cargo interino en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), obtuvo su
primer puesto universitario en Aix-en-Provence (futura Aix-Marsella), primero como
asistente, y en 1969 como profesor titular, con 43 años de edad. Allí lo “descubrió” Georges
Duby, quien lo reclutó para varias de sus empresas editoriales de grandes síntesis históricas,
como lo recuerda en sus “Reflexiones”, que incorporamos en la presente edición. En 1972
“subió” a París y adquirió, junto al codiciado cargo de profesor titular de Historia
Contemporánea de la Universidad París 1 –ex Sorbona–, una estatura nacional. Coronó su
carrera con su elección, en 1986, en el Collège de France, donde ocupó la cátedra de Historia
de Francia Contemporánea –antiguamente, cátedra de Historia General, que había acogido al
gran Jules Michelet, y más recientemente a François Simiand y André Siegfried–, siguiendo
con ello la trayectoria de Georges Duby, quien por otro lado, como recuerda el propio
* ICT-Universidad de París Diderot- París 7.
1 Cf. Agulhon, Maurice, 1988, Histoire vagabonde I. Ethnologie et politique dans la France contemporaine,
París, Gallimard; íd., 1988, Histoire vagabonde II. Idéologie et politique dans la France contemporaine, París,
Gallimard; íd., 1996, Histoire vagabonde III. Le politique en France, d’hier à aujourd’hui, París, Gallimard.
2
Agulhon, luego de haberlo impulsado en “selección nacional”, lo “llevó” al Collège.2 Ello no
impidió que siguiera siendo un autor relativamente desconocido, poco traducido y menos
leído, a pesar del papel central que hoy todos le reconocen en la renovación de la historia, de
las ciencias políticas y de la sociología política.3 No podemos menos que comenzar esta
introducción saludando la iniciativa de Siglo Veintiuno Editores de traducir a este célebre
historiador confidencial.
Antes de introducir al autor y su obra, son necesarias ciertas advertencias sobre los textos
elegidos para esta edición. Veintisiete años de carrera académica y de vida de investigador
separan los dos textos que aquí publicamos. El primero, El círculo burgués, es una
monografía histórica publicada en 1977 por la prestigiosa colección Cahiers des Annales, una
empresa editorial asociada a la revista Annales y la editorial Armand Colin que se había
iniciado con la publicación del texto de M. Bloch Apologie pour l’histoire ou méthier
d’historien en 1952 y que dio a conocer luego textos de importantes investigadores como F.
Braudel, P. Chaunu, D. Julia, R. Aron, L. Dumont, F. Hartog, entre otros. El círculo burgués,
destinado a analizar la sociabilidad burguesa –cuya forma más difundida en la Argentina fue
el “club” a la inglesa–, es su primer trabajo de investigación orientado a una problemática
nacional, luego de una primera etapa especializada en historia regional.4 El segundo texto,
“Cómo se organiza una carrera” –que es cronológicamente el último–, fue presentado primero
en forma oral en un coloquio que la Casa de Velásquez organizó en su honor en 2001 sobre
“Política y sociabilidad. En torno a Maurice Agulhon” y luego editado bajo la forma de una
reflexión sobre su recorrido intelectual e institucional.5 Aunque el autor aborda en él la
problemática de la sociabilidad y hace explícita referencia a su trabajo sobre El círculo
2 Cf. entrevista a Maurice Agulhon, Bar-sur-Aube, 18/12/2008.
3 Cf. Delacroix, C.; Dosse, F.; García, P., 2005, Les courants historiques en France. XIX-XXe siècles, París, A.
Colin, Folio histoire; Peschanski, D.; Polak, M.; Rousso, H., 1991, Histoire politique et sciences sociales, París,
Complexe; Déloye, Y.;, Voutat, B., 2002, Faire de la science politique, París, Belin; Noiriel, G., 2006,
Introduction à la sociohistoire, París, La Découverte. 4 Si El círculo burgués está destinado a dar cuenta de una forma característica de sociabilidad típicamente
burguesa, en él hace referencia a una futura investigación sobre la sociabilidad obrera, proyecto que no llevó a
cabo en las dimensiones que se había propuesto entonces. El lector encontrará sin embargo unas primeras
reflexiones y algunas pistas sumamente sugestivas en su artículo “Clase obrera y sociabilidad”. Se trata de un
trabajo que fue publicado en inglés en 1984 en un libro homenaje al historiador Eric Hobsbawn y que fue
traducido al francés en Histoire vagabonde I, ob. cit., pp. 60-97. Este artículo conoce dos traducciones al
español. La primera aparece en la revista Historia social de Valencia en 1992, y posteriormente en la traducción
al español de su Histoire vagabonde I, por el Instituto Mora de México, en 1994. 5 El encuentro, organizado por Jordi Canal, buscaba hacer un balance crítico de los campos que las
investigaciones pioneras de Maurice Agulhon habían abierto o renovado. El ejercicio de homenaje in vivo, cuya
silenciada ambivalencia no dejó de señalar con cierto humor el propio Agulhon, fue la ocasión de clarificar su
relación con ciertos autores y corrientes de pensamiento. Algunos de estos textos, entre ellos una versión de la
conferencia de Agulhon, fueron publicados en 2004. Cf. Melanges de la Casa de Velásquez, 2004, nueva serie, t.
34-1.
3
burgués, no se trata de una investigación histórica sino más bien de un ejercicio de ego-
historia que busca iluminar toda una trayectoria. Fue elegido como una suerte de presentación
del recorrido de Agulhon realizada por el propio autor, la última que haya publicado hasta el
día de hoy. El hecho de que este texto haya sido escrito para un público hispano –el
convocado por el seminario internacional organizado por la Casa de Velásquez- fue una razón
suplementaria para optar por él.
Los orígenes de una vocación, entre la historia y la política
Con el título Histoire et polítique à gauche Agulhon publicó algunas reflexiones y
testimonios, de los cuales hoy traducimos la primera parte: “Cómo se organiza una carrera”.6
En ella, como en la introducción que precede a las reflexiones, se define como historiador y
político, pasiones que lo llevaron a la feliz síntesis de historiador de la política.
Nacido en Uzès en 1926, terminó la escuela secundaria en el sur de Francia en 1943 y partió a
Lyon, donde cursó la escuela preparatoria entre 1943 y 1946, experiencia que definió su
vocación. En su ensayo de “ego-historia”, recuerda que la opción por la historia no fue ni una
exhortación familiar ni una vocación infantil. Fue su interés por la política, anclada en una
cultura familiar republicana (socialista y pacifista de parte de sus padres, radical socialista por
parte de su abuelo materno), y el encuentro, en plena guerra, con un excepcional profesor de
historia de la escuela preparatoria, Joseph Hours, aquello que orientó su camino. Agulhon
recuerda en “el abuelo Hours” al Resistente y “pasador” de la producción de la escuela de los
Annales. A partir de la descripción que de este plebiscitado docente nos deja Clément Rosset
podemos entender mejor el impacto que Hours pudo tener en el joven Agulhon. En sus
reflexiones Rosset califica a Hours de “vidente” por su sentido prodigioso de lo existente
“efectivamente, concretamente, cotidianamente, en persona, en carne y hueso, en otros
términos de la historia tal cual se desarrolla en la realidad”.7 Hours, un maestro cuya lucidez
no imposibilitaba la acción y cuya acción no requería una abdicación de la exigencia crítica,
vino a encarnar esa síntesis que definió entonces la doble vocación de Agulhon de historiador
y ciudadano, y ese particular interés por la historia “efectiva, concreta, cotidiana”.8
6 Cf. Agulhon, Maurice, 2005, Histoire et politique à gauche, París, Perrin.
7 Cf. Rosset, Clément, 1992, En ce temps-là, París, Les Editions de Minuit, p.26.
8 Louis Althusser, otro de sus ilustres alumnos, reconoció en él quien más había aportado a su formación, gracias
a un rigor y una exigencia que no admitían complacencias. Cf. Althusser, Louis, L’Avenir dure longtemps, pp.
86-87. Agulhon dedicó “al profesor de historia en el Liceo del Parque (Lyon) quien, bien antes de que la historia
de lo cotidiano estuviese de moda, sabía suscitar al mismo tiempo asombro, sonrisa y reflexión”, su Marianne au
Combat, de 1979.
4
La experiencia de la Segunda Guerra Mundial también contribuyó a ello al marcar un
encuentro nuevo y diferente entre los historiadores y la política, que se alejaba tanto del rol
patriótico que los primeros habían desempeñado durante la Gran Guerra como de la política
del apoliticismo que preconizó Lucien Febvre en su discurso inaugural de la cátedra de
Historia Moderna de la Universidad de Estrasburgo en 1920.9 La responsabilidad que esta
última actitud pudo tener en la “extraña derrota”, como lo denunció Marc Bloch en 1940,
llevó a asociar la tarea del historiador con la del ciudadano y a postular la proximidad entre
pasado y presente.10
Fue en este contexto de inmediata posguerra que Maurice Agulhon hizo
sus primeras armas de historiador y ciudadano, vocaciones que postula como profundamente
imbricadas y que lo acompañan hasta el día de hoy: “La historia está llena de la política de
ayer, y la política de hoy compondrá la historia de mañana”.11
Finalizada la guerra y la escuela preparatoria en Lyon, obtuvo el concurso de ingreso en la
Escuela Normal Superior y “subió” a París en 1946.12
El ingreso coincide con su adhesión al
Partido Comunista en momentos de su “apogeo eufórico”.13
Más tarde explicaría su opción a
través de la aplastante omnipresencia del PCF en la extraordinaria efervescencia política que
acompañó la liberación, y del sentimiento de deuda con aquellos que habían dado todo por la
Resistencia, en particular el Partido Comunista, entonces denominado “partido de los 75.000
fusilados”.14
Durante sus años parisinos militó en la sección del PCF del barrio latino junto a
François Furet, con quien compartió varias empresas editoriales y un común futuro de ex
comunistas. Pero a diferencia de Furet y de otros “ex”, su ruptura con el partido en 1960 –que
vincula a las fisuras que fueron provocando en la fe comunista tanto el informe Khrouchtchev
y la invasión de las tropas soviéticas en Hungría en 1956 como la crisis generada por el
“golpe de Estado” de de Gaulle en 1958, así como las decepciones frente a las insuficiencias
9 Cf. Febvre, Lucien, 1920, “L’histoire dans le monde en ruine”, Revue de synthèse historique, enero, t. 30, pp.
1-16, citado por Dumoulin, Olivier, 2003, Le rôle social de l’historien. De la chaire au prétoire, París, Albin
Michel, p. 223. 10
Cf. Bloch, Marc, 1946, “L’étrange défaite”. reeditado en L’Histoire, la Guerre, la Résistance, París,
Gallimard, 2006, pp. 525-653. Sobre esta cuestión véase Dumoulin, O, ob. cit. 11
Cf. Agulhon Maurice, “Leçon inaugurale au Collège de France, Chaire d’histoire de la France Contemporaine”
11/04/1986. Reproducida en Agulhon, Maurice, 1987, “Conflits et contradictions dans la France d’aujourd’hui”,
Annales E.S.C, 42e, n° 3, mayo-junio, pp. 565-610.
12 Como provinciano oriundo del sur de Francia, Agulhon utiliza frecuentemente esta expresión para dar cuenta
de su traslado a París. 13
Cf. Agulhon, Maurice, “Sur la culture du comunisme”, en Cefaï, Daniel, Cultures Politiques, 200,
reproducido en Histoire et politique à gauche…, ob. cit., p.112 14
Cf. Agulhon, Maurice, “Vu des coulisses”, en Nora, Pierre, Essais d’égo-histoire… ob. cit., p. 21.
5
del combate anticolonial del PC en Francia– no lo llevó ni hacia la derecha ni hacia el
apoliticismo.15
Continuó su militancia en el “anticolonialismo subversivo” de los años sesenta y en el Mayo
Francés y luego, más moderadamente, en el socialismo. Esa vocación de permanecer
imperturbablemente de izquierda a lo largo de toda una vida en el accidentado siglo XX
encuentra para Agulhon explicación en las profundidades de la cultura familiar, para la cual
su inicial adscripción comunista implicó una discontinuidad, pero no una ruptura.
Sus años comunistas fueron, en todo caso, determinantes en la elección de su director de tesis,
quien, como declaró con toda naturalidad, no podía ser otro que Camille-Ernest Labrousse,
profesor de Historia Económica y Social de la Sorbona, economista de formación ex
comunista y notorio militante socialista de la Sección Francesa de la Internacional Obrera
(SFIO), hacia quien se dirigía toda una generación de historiadores comunistas. Annie
Krieger, camarada y compañera de Agulhon de la Escuela Normal, lo confirma: “Labrousse
era ineludible cuando se era estudiante de izquierda y, a falta de historia económica, se
proyectaba hacer una historia social”.16
Y ello porque la atracción masiva que ejercía
Labrousse entre los jóvenes historiadores comunistas tenía que ver tanto con el
convencimiento político de la pertinencia de su aproximación marxista como con el atractivo
de una historia económica que se abría a lo social.17
Labrousse representaba, asimismo, un
modelo de historiador comprometido que no dudaba en ejercer la doble vocación de sabio y
ciudadano, de allí que atrajera particularmente a quienes buscaban asociar investigación y
reflexión política como Agulhon.18
Naturalmente, fue sobre una cuestión política, de
sociología electoral, que los dos hombres acordaron un tema de tesis, aunque Maurice
Agulhon confiesa que ese acuerdo reposaba sobre cierto malentendido que ninguno de los dos
juzgó necesario dilucidar: para Labrousse se trataba de seguir la pista de André Siegfried, para
Agulhon de comprobar la idea thoreziana del comunismo como prolongación de la tradición
democrática francesa.19
En 1954, gracias a los buenos oficios de Ernest Labrousse, Agulhon obtuvo un pase
provisional al Centro de Investigaciones Científicas (CNRS), cargo destinado a liberarlo de
las clases para dedicarse enteramente a su investigación. El puesto requería, además del
15
Sobre la izquierda francesa y la cuestión colonial véase Becker, Jean-Jacques, Candar, Gilles (bajo la dir.de),
2004, Histoire des gauches en France, vol. II XXe siècle : à l’épreuve de l’histoire, París, La Découverte, pp.
435-451. 16
Cf. Kriegel, Annie, 1991, Ce que j’ai cru comprendre, Robert Laffont, París, p. 305. 17
Borghetti, Maria Novella, 2005, L’œuvre d’Ernest Labrousse. Genèse d’un modèle d’histoire économique,
París, EHESS. 18
Cf. Perrot, Michelle, 2008, “Camille-Ernest Labrousse”, en Encycolpedia Univesalis. 19
Cf. ibíd., pp. 26-27.
6
director de tesis, un tutor, función a la que se prestó fácilmente F. Braudel, que ya había
advertido al brillante candidato durante el concurso de agregación. El activo militantismo
comunista de Agulhon, que una entusiasta y hasta exaltada convicción alimentaba y que la
Revue Critique tenía entonces por misión custodiar, no fue sin embargo propicio para un
encuentro fructífero con quien era entonces el jefe indiscutido de los Annales.20
La decepción
que Agulhon recuerda haber inspirado en su padrino puede sin duda entenderse con esta
clave, pero seguramente debe mucho también al desacuerdo sobre la construcción de su
objeto de estudio. “Está usted encerrado en la fase B”, evoca con perplejidad Agulhon que fue
la reacción instantánea de Braudel a la presentación de su tema de doctorado sobre las
transformaciones económicas y sociales producidas en el departamento del Var, entre la crisis
del Antiguo Régimen y 1851.21
La explicación que dio entonces el joven historiador y la
reacción a su respuesta terminaron de sellar el desencuentro entre el “constructor de imperios”
y el joven francotirador.22
Cierto es que las razones expuestas por el doctorando para justificar
esa cronología “demasiado ajustada” no eran totalmente científicas y resultaron
improcedentes para Braudel. Ellas testimonian, sin embargo, una ética personal y profesional
que quizás haya jugado más que sus vagabundajes en la manera de construir una carrera,
rasgo anclado en esa isla de rigor protestante, de republicanismo laico y de “puritanismo raro”
que fue su niñez en una familia de maestros hugonotes, “familia protectora, pero severa”.23
De
hecho Agulhon rechazaba avanzar en el tiempo por la simple y llana razón de que había otro
doctorando tratando el período posterior, y que ese reparto había sido concertado entre ambos.
“Quedaba claro que para Braudel una historia seria debía comprender más de un siglo y que
un brillante individuo lleno de futuro podía, como el Señor de La Fontaine, atravesar con su
búsqueda el huerto de un maestro de provincia.”24
El episodio parece haber templado las
relaciones entre ambos.
20
Véase al respecto su análisis de esta paradoja, que implicaba el adoctrinamiento de los intelectuales a través de
la noción de cultura política, en “Sur la culture communiste” en Cefaï, Daniel, 2001, Cultures politiques, París,
PUF, reeditado en Histoire et politique…, ob. cit., pp. 98-125. 21
Haciendo referencia a las fases A de expansión económica y B de recesión o estagnación de los ciclos
económicos definidos por François Simiand. 22
Sobre el “imperio de Braudel”, vése Delacroix, C., “Le moment de l’histoire-sciences sociale – des années 20
aux années 40”, en Delacroix, C. ; Dosse, F. ; García, P., 2005, Les courants historiques en France. XIXe et XXe
siècle, París, Gallimard, El relato de ese encuentro en Agulhon, Maurice, “Vu de coulisses”, pp. 30-31. Tulio
Halperin Donghi nos deja también un interesante testimonio del contexto político-ideológico en el que se
desplegaba el imperio de Braudel. Cf. Halperin Donghi, Tulio, 2008, Son memorias, Buenos Aires, Siglo XXI,
pp. 241-253. 23
Cf. Agulhon, Maurice, “Vu des coulisses…, ob. cit. 24
Cf. Agulhon, Maurice, “Vu des coulisses”, en Nora, Pierre, 1987, Essais d’ego-histoire, París, Gallimard, p.
31.
7
Una vez transcurridos los años de delegación, Agulhon obtuvo, en 1957, un cargo en la
Universidad de Aix como asistente de Pierre Guiral, donde continuó desarrollando, junto con
la enseñanza de la historia, sus investigaciones doctorales sobre el Var. Como suele ocurrir, su
interés por las prácticas asociativas, que entonces postulaba como vinculadas a la tradición
republicana, lo llevó a retroceder en el tiempo a fin de entender mejor el fenómeno estudiado.
Esta incursión en el siglo XVIII, que lo alejaba parcialmente del perímetro tanto temporal
como geográfico fijado por su tesis, le dio la ocasión de presentar en 1962, en el congreso de
“Sociétés savantes de Poitiers”, una comunicación sobre cofradías y asociaciones en la
Francia meridional de ese período. El interés que suscitó su exposición lo llevó a profundizar
en uno de los aspectos destacados en la comunicación: el de la doble pertenencia de ciertos
nobles a cofradías religiosas y logias masónicas. Como el trabajo comenzó a tomar
proporciones considerables, decidió presentarlo, bajo la dirección de Guiral, como tesis de
tercer ciclo en Aix-en-Provence en 1966.25
Esta primera investigación, que instaló rápidamente el término “sociabilidad” en el
vocabulario histórico, fue muy bien acogida por los historiadores de los Annales. Tres años
más tarde Agulhon presentó la tesis de Estado sobre la tradición republicana en el Var en la
Sorbona, bajo la dirección de Labrousse, con un jurado compuesto entre otros por Pierre Vilar
y con la sorprendente ausencia de Braudel.26
Agulhon reconoce que el trabajo acabado no
justificaba el patrocinio de Labrousse y Vilar y que, aunque próximo al hombre y al político,
había sido infiel al Labrousse de los precios y las coyunturas.27
Sin embargo, como André
Burguière postula con acierto, esa infidelidad al Labrousse de los precios, que Agulhon
compartió con otros discípulos como Pierre Goubert y Paul Bois, no fue tanto producto del
abandono de su método como de la reducción del campo de aplicación espacio-temporal,
hecho que los llevó a variar las fuentes y, con ello, a introducir otras aproximaciones abriendo
así la vía a la antropología histórica.28
Finalmente, el desacuerdo inicial con Braudel le había
franqueado el camino hacia nuevos problemas y aproximaciones.
25
Precisemos que entonces el candidato a una tesis de Estado debía presentar previamente una primera tesis,
llamada de “tercer ciclo”. Esta primera tesis fue publicada en 1966 con el título La sociabilité méridionale
(Confréries et associations dans la vie collective en Provence orientale à la fin du XVIIIe siècle), 2 vols., Aix-
en-Provence, La Pensée Universitaire, 878 p. Reeditada por François Furet en Fayard con el título Pénitents et
francs-maçons de l’ancienne Provence. Essai sur la sociabilité méridionale, París, Fayard, 1968. 26
Su jurado de tesis de Estado estuvo compuesto por Louis Girard, Ernest Labrousse, Pierre Vilar y Jacques
Droz. 27
Cf. íd., “Vu des coulisses”, p. 41. Su relación con el marxismo y sobre todo con el pensamiento de Marx es
abordada en el texto que aquí publicamos. 28
Burguière, André, 2006, L’Ecole des Annales. Une histoire intellectuelle, París, Odile Jacob Histoire, París, p.
146
8
La tesis de Estado defendida 1969 dio lugar a diferentes publicaciones que recibieron el
patrocinio de historiadores annalistes. Una parte fue publicada con el título République au
village en la colección “Civilización y mentalidades”, que dirigía Philippe Ariès en Plon; Une
ville ouvrière au temps du socialismo utopique concentró otra parte de la tesis y fue publicada
en la colección de la Ecole de Hautes Etudes gracias a los buenos oficios de F. Furet, para
entonces directeur d’études de la VI sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios, y la
tercera parte fue publicada bajo el título La vie sociale en Provence por la Biblioteca de la
Sociedad de Estudios Robespierristas.29
Una mirada etnográfica como vía de acceso a las mentalidades políticas
La génesis de la vocación de Agulhon que hemos trazado rápidamente no son ajenos a su
original aproximación a la historia política. Esta pone el eje en las experiencias cotidianas,
que le permiten revelar no tanto un sistema ideológico o político –de los cuales serían
expresión– sino las huellas de las representaciones colectivas, aspecto que, postula Agulhon,
es necesario interrogar para ofrecer otro grado de inteligibilidad a la acción política.30
Cierto
es que no fue el primero en interrogarse sobre la articulación entre mentalidades y políticas.
Más aún, la reconsideración de la historia política por la escuela de los Annales, tan
postergada hasta entonces, tuvo lugar, en buena medida, a través de la historia de las
mentalidades.31
Jacques Le Goff destacaba ya en un artículo de 1971 cómo lo político estaba
regresando con fuerza al campo de la historia gracias a la historia de las mentalidades, que
liberaba a la historia política de la sujeción événementielle:32
“La historia política medieval
parecía sustraerse de las perturbaciones de la superficie de la historia acontecimiento para
hundirse en las zonas de calma diacronía de las sociedades proto o parahistóricas”.33
Esta
29
Agulhon, Maurice, 1971, La République au village, collección “Civilisations et mentalités”, París, Plon, 544
pp.; íd., 1970, Une ville ouvrière au temps du socialisme utopique. Toulon de 1815 à 1851, París-La Haye,
Mouton-EHESS, 368 pp.; íd., 1970, La vie sociale en Provence intérieure au lendemain de la Révolution, París,
Société des Etudes Robespierristes, 534 pp. 30
Cf. Agulhon, Maurice, “Leçon inaugurale…”, ob. cit. 31
Junto a ellos debemos mencionar otro grupo que rehabilita la historia política al postular, a contra-corriente de
los Annales, que esta renovación pasaba por una rehabilitación de la especificidad de lo político. El maestro
indiscutido de esta corriente fue René Remond, y su expresión institucional, el Instituto de Estudios Políticos de
París y la revista Vingtième Siècle.. Cf. Remond, René, 1988, Pour une histoire politique, París, Seuil, p. 383.
La relación entre los historiadores católicos y la historia presentista en Delacroix, C.; Dosse, F.; García, P., Les
courants historiques…, ob. cit., pp. 366-370. 32
Cf. Le Goff, Jacques, 1971, “L’histoire politique est-elle toujours l’épine dorsale de l’histoire?”. Reeditado en
L’Imaginaire médiéval, París, Gallimard, 1985, pp. 333-349. 33
Cf. ibíd.., p. 343
9
renovación pasaba así, para Le Goff, por un cambio de temporalidad que la historia de las
mentalidades hacía posible, y por la apertura hacia lo simbólico y lo ritual, vías que el
Kantorowicz de Los dos cuerpos del Rey o el Bloch de Los reyes taumaturgos habían
ensayado magistralmente. Agulhon inscribe sus trabajos en esta línea y se reconoce como uno
de los primeros “en enfocar el siglo XIX tal como los Duby o los Le Goff trataron el
Medioevo”.34
Como ellos, y como sus antecesores Marc Bloch o Lucien Febvre, supo
desarrollar un interés particular por el registro de las mentalidades que había alimentado tanto
las lecturas de la producción de esos autores como una inclinación y un don particular para la
observación.
En efecto, la originalidad de los trabajos de Agulhon reside, a mi entender, en su manera de
concebir la historia como una ciencia de la observación y al historiador como “un ojo que
piensa”, según la definición dada por Françoise Vergneault de la cartografía experimental tal
cual ésta fue promovida en su tiempo por Braudel.35
Inclinación que podríamos inscribir en la
línea de un Michelet postulando al historiador como el ojo del cual adviene la visibilidad.36
Ello lo lleva a no descartar ningún indicio material, sea éste una imagen, un utensilio, una
toponimia, patronímica u otra traza material dejada por el hombre, entre las cuales tampoco
desatiende las palabras como excelente punto de acceso a las mentalidades políticas.37
Vale
aquí recordar que aunque la historiografía del siglo XX se inscribe, como bien lo señala F.
Hertog, en el paradigma del indicio, éste fue asimilado, con el “momento metódico”, al texto
escrito.38
Aunque la ampliación de la noción de “documento” fue una de las batallas que libraron los
annalistes contra una historia historizante fundada en el texto tópico, esta batalla no había
sido totalmente ganada entonces –ni lo ha sido hoy si se tiene en cuenta el recelo con el que
son consideradas aún las fuentes orales por algunos historiadores–. Podemos leer en el libro
de Henri-Irénée Marrou, que formó en los años sesenta a generaciones de historiadores, entre
ellos a Agulhon: “L. Febre polemiza contra el valor restrictivo que percibe en la fórmula
34
Cf. Agulhon, Maurice, 1988, Histoire vagabonde I. Ethnologie et politique dans la France contemporaine,
París, Gallimard, p. 10. 35
Cf. Vergneault-Belmont, Françoise, 1998, L’œil qui pense. Méthodes graphiques pour la recherche en
sciences de l’homme, París, L’Harmattan. 36
Según el desarrollo de F. Hertog. Cf. Hertog, François, 2005, Evidence de l’histoire. Ce que voient les
historiens. París, Gallimard, pp.176-185. 37
Este interés por el vocabulario y, al mismo tiempo, por el rigor en su utilización caracteriza el conjunto de su
obra, como podemos constatarlo en El círculo burgués. ob. cit., en el que consagra varias páginas para precisar
los sentidos de “círculo”, “salón”, “sociedad”, “cenáculo”, “asociación”, etc. Le destina una reflexión específica
en “Comment se choisit le langage”, en Histoire et politique à gauche…, ob. cit., pp. 43-77. 38
Cf. F. Hertog, Evidence…, ob. cit., pp. 257-266. Sobre el momento metódico véase García, P., “El momento
metódico”, en Delacroix, C.; Dosse, F.; García, P., Les courants historiques…, ob. cit., pp. 96-199.
10
atribuida a Fustel de Coulanges: ‘La historia se hace a través de los textos’. Tiene razón de
insistir [Febvre] sobre la existencia de mil otras fuentes de documentación, pero quizá se deba
advertir a sus jóvenes lectores que si la historia no se hace únicamente con los textos, ella se
hace sobre todo con textos, a los que nada puede reemplazar en su precisión”.39
Agulhon consultó textos, y muchos. Y los lectores de El círculo burgués constatarán cuán
central es la exigencia de verificación a través de la prueba documental en su procedimiento
heurístico. Pero quien haya recorrido los pueblos de la región de la Provenza en el sur de
Francia podrá también percibir cuánto debe su intuición primera sobre la relación entre
hábitos de sociabilidad y mentalidades políticas a la observación etnográfica de las prácticas
sociales. Debo confesar que, por mi parte, entendí el sentido profundo de su propuesta no
cuando leí sus libros como estudiante de la Sorbona, sino cuando destiné un verano a recorrer
aquellos pueblos de los que él hablaba en République au village. Me atrevería a sugerir que
Maurice Agulhon parte de la observación y desde ella plantea un problema utilizando para
ello los procedimientos científicos de la disciplina.
Un ejemplo, entre otros, de su manera de proceder nos lo brinda uno de sus últimos terrenos
de investigación poco conocidos, el de de Gaulle y el gaullismo. Interés un tanto insólito para
un hombre de izquierda que militó abiertamente contra el general al menos en tres instancias
decisivas de la historia de Francia: en 1946, en momentos del comunismo triunfante; en 1958,
contra el “golpe de Estado” que llevó a la V República, y durante el Mayo Francés, que
buscaba entre otras cosas derrocar al general.40
En el primer capítulo de un libro destinado a
de Gaulle relata la génesis de su interés.41
De regreso de un coloquio en la ciudad de Troyes
decidió ir a visitar una fábrica en donde se había moldeado buena parte de las esculturas de
alegorías femeninas de la República, las Mariannes, tema sobre el cual estaba trabajando
entonces –notemos al pasar esa necesidad de pensar el objeto a través de los indicios
materiales–. Pero para llegar a Sommevoire, debía pasar cerca de Colombey-les-Deux-
Eglises, pueblo de donde era originario de Gaulle y que se había convertido en lugar de
peregrinaje para los gaullistas. Por curiosidad hizo un alto; entonces tomó conciencia,
estupefacto, de que tanto la imagen del hombre –que él exploraba a través de la multiplicación
de su retrato en todo tipo de souvenirs– como la elección de su tumba y el homenaje
39
H. I. Marrou forma parte de los historiadores comprometidos que desde los años cincuenta postula la
subjetividad del historiador respecto de su tema de estudios, lo que le permite sostener una ruptura con una
historia fundada en la linealidad temporal. Cf. Marrou, Henri-Irénée, 1954, De la connaissance historique, París,
Ed. du Seuil, p. 77 (la traducción es nuestra). Sobre este historiador véase Riché, Pierre, 2003, Henri-Irénée
Marrou historien engagé, París, Ed. du Cerf. 40
En varias ocasiones se explica al respecto. Véase en particular Coup d’Etat et République, París, Presses de
Sciences Po, 1997, 95 p. 41
Agulhon, Maurice, 2000, De Gaulle, Histoire, symbole, mythe, París, Hachette, 163 p.
11
monumental al hombre público que rendía la Cruz de Lorena hablaban de un fenómeno
mucho más complejo que aquel que él mismo había imaginado.42
Descubrió allí no solamente
la simplificación con que la izquierda había tratado al gaullismo, sino la posibilidad de
estudiar in situ el proceso de mistificación de un personaje, proceso que puede darse con
independencia de la políticas de memoria oficial y que muestra la autonomía de la leyenda
respecto del juicio político.43
Este descubrimiento está directamente vinculado a la mirada que
le revela esos indicios. Él mismo explica la especificidad de esa mirada en la construcción de
su objeto: “Francia es oficialmente simbolizada por la bandera tricolor (y accesoriamente por
la mujer con un gorro frigio en sellos, estampillas y monedas); París, por la nao de los
comerciantes del Medioevo (fluctuat nec merigitur). Ahora bien, ello no impide que sea un
bibelot en forma de torre Eiffel lo que los turistas compran para recordar simbólicamente su
visita a París y a Francia. Y ello sin que ninguna autoridad haya decidido previamente que la
torre Eiffel representaría a París, o a Francia, de la misma manera que ninguna autoridad ha
decidido que el Manneken Pis representaría a Bruxelas o la sirena a Copenhague. Y sin
embargo, ¡es lo que ocurre en la realidad! Son estos objetos, a veces vulgares y en todo caso
no políticos y no “históricos”, los que el comercio presenta en gran cantidad para satisfacer y
reenfocar la necesidad de memorización elemental del viajero. Es ello lo que yo propongo
llamar una mirada etnográfica”.44
Esta mirada le permite percibir y distinguir lo espontáneo de lo institucional, lo que resulta del
uso cotidiano de lo que tiene una existencia oficial. Una vez que su mirada da visibilidad a un
objeto, parte a la búsqueda de indicios de esos usos espontáneos en documentos históricos
hasta entonces interrogados desde un enfoque histórico-institucional. Es así como accede a las
diferentes dimensiones de la existencia vinculadas a la vida cotidiana y, a través de ellas, al
régimen de las mentalidades.
Originalidad en la mirada, entonces, y novedad en el interés por la historia “inconciente de la
República”.45
En su conferencia inaugural al Collège de France en 1986 pone el acento en la
especificidad de la historia de las mentalidades políticas, que constituye para él un nivel de
explicación diferente de la historia de las ideas o de la opinión pública. Conclusión a la que ya
42
La cruz de Lorena, de origen cristiano y regional (la región de Lorena al este de Francia), fue el signo utilizado
por de Gaulle para distinguir a la Francia libre de la Francia de Vichy, con la que se diputaba la bandera tricolor.
La cruz de Lorena se transformó en símbolo indiscutido de la Resistencia en Francia. Cf. Agulhon, Maurice,
“Croix de Lorraine”, en Dictionnaire De Gaulle, París, Laffont, 2006, pp. 298-300. 43
Varios trabajos serán destinados a este tema. Véase además de De Gaulle, Histoire…, ob. cit.; su contribución
a Dictionnaire De Gaulle, con la dir. de Claire Andrieu, Philippe Braud, Guillaume Piketty, París, Robert
Laffon, 2006. 44
Cf. ibíd., pp. 102-103. 45
Cf. Agulhon, Maurice, La République au village…, ob. cit., p. 471.
12
había llegado en su République au village: “Nuestros campesinos de Baudinard votan como
Ledru-Rollin y Víctor Hugo; la opinión pública es lo que ellos tenían en común con estos
grandes burgueses de alto nivel cultural; la mentalidad política es, por lo contrario, lo que
tenían de diferente: ¡un mundo!”.46
Mentalidades políticas que Agulhon declinó en prácticas –
formas de sociabilidad– y representaciones –emblemas, alegorías, símbolos y mitos–, con las
que se propuso acceder a las mentalidades políticas republicanas, cuyas variaciones
regionales, sociales y culturales escrutó a lo largo de toda una vida de investigador,
destacando en esta diversidad ciertos valores compartidos en torno al apego a la Revolución
de 1789 y al rechazo del golpe de Estado, postulado que le valió una confrontación pública
con su amigo François Furet en momentos de la preparación de los festejos del Bicentenario
de la Revolución Francesa.47
Sus vagabundajes constituyen así una manera original de acceder a un tema clásico de
la historia política francesa que renueva considerablemente: el del republicanismo. Su primer
gran terreno de investigación, como ya lo mencionamos, fue la tradición republicana en el
departamento del Var. Allí privilegió la relación entre prácticas cotidianas y mentalidades
políticas, aspecto sobre el cual volveremos luego. Paralelamente a sus investigaciones sobre
sociabilidad y tradición republicana, inauguró otro campo de investigación destinado a la
historia de la alegoría femenina de la República. Ello lo llevó a detenerse en las célebres pero
hasta entonces poco estudiadas Mariannes, una de las cuales había llegado hasta el Río de la
Plata a través de un escultor francés, Joseph Dubourdieu, y corona desde mediados del siglo
XIX nuestra Pirámide de Mayo.48
Su primera publicación sobre el tema de la imaginería
política data de 1972.49
A ella le sigue su importante tríptico sobre las Mariannes, destinado a
estudiar las alegorías femeninas de la República desde 1789 hasta nuestros días.50
Sus análisis
46
Cf. Agulhon, Maurice, La République au village…, ob. cit., p. V. 47
Cf. Agulhon, Maurice, 1985, “La Révolution Française au banc des accusés”, Vingtième siècle, n°5, enero-
marzo, pp. 7-18; íd., “Aspectos de la polémica actual en torno a la Revolución Francesa”, en Krebs, Ricardo ;
Gazmuri, Cristián (comps.), 1990, La Revolución Francesa y Chile, Santiago, Ed. Universitaria, pp. 15-27; íd.,
Coup d’Etat et République…, ob. cit.. 48
Véase al respecto nuestro trabajo en Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina, Buenos Aires,
FCE, 2008. 49
Agulhon, Maurice, 1972, “Les Mariannes du Var”, Bulletin de la Société d’études scientifiques et
archéologiques de Draguignan, vol. 17, pp. 150-157; íd., 1973, “Les monuments civiques de villages dans la
tradition provençale. L’exemple de Bouches-du-Rhône”, Provence Historique, XVIII, fasc. 93-94, pp. 377-385.
Estas primeras contribuciones se inscriben aún en la historia local. El mismo año publicó un artículo que
establecía las bases para un modelo de análisis nacional y extendido a dos siglos de historia. Cf. “Esquisse pour
une archéologie de la République: l’allégorie civique féminine”, Annales ESC, enero-febrero de 1973, pp. 5-34. 50
Agulhon, Maurice, 1979, Marianne au combat. L’imagerie et la symbolique républicaines de 1789 à 1880,
París, Flammarion, 253 pp.; íd., 1989, Marianne au pouvoir. L’imagerie et la symbolique républicaines de 1880
à 1914, París, Flammarion, 449 pp., íd., 2001, Les métamorphoses de Marianne : l'imagerie et la symbolique
républicaines de 1914 à nos jours, París, Flammarion, 320 pp.
13
sobre la simbología, la imaginería y las alegorías republicanas muestran, una vez más, cómo
una aproximación etnológica de una problemática histórica puede renovar considerablemente
la historia política. Con de Gaulle, como ya mencionamos, amplía el tema de la
personalización del poder que suele acompañar a los procesos de mistificación en política.
La aventura teórica de la sociabilidad
El término “sociabilidad” remite instantáneamente a Maurice Agulhon, quien defiende
en 1966 su primera tesis sobre “la sociabilidad meridional”.51
Hasta entonces ese vocablo, que
provenía de la filosofía de la Ilustración, había permanecido acantonado en cierta sociología;52
con Agulhon se difunde rápidamente en la historiografía francesa, europea y mundial. Sin
embargo, como lo indica el propio autor en un artículo de 1976 –reeditado como prefacio de
El círculo burgués, que presentamos aquí–, fue Michelet quien primero historizó esta
categoría filosófica.53
Es esta acepción de “temperamento colectivo”, que también aparece en
Taine, la que retoma Agulhon cuando habla de la sociabilidad meridional. Podemos reconocer
aquí otra afinidad con el Michelet que anticipaba la historia de las mentalidades. Su segunda
fuente de inspiración, de la cual también nos habla, es la etnología, a través de un autor
provenzal, Fernand Benoît, quien ya había postulado la sociabilidad como una de las
características del temperamento provenzal que permitían explicar la tendencia democrática
de la región. De allí que Agulhon reconociera en Benoît su inspiración principal. Buscó
también en la literatura sociológica herramientas metodológicas para abordar el estudio de un
objeto que ya había sido pensado por esta disciplina y reconoció haberse apoyado para ello en
Gurvitch, quien le facilitó la construcción de un análisis inductivo de las prácticas sociales.54
Para Giuliana Gimelli y María Malatesta, el aporte de Gurvitch en la propuesta de Agulhon
fue fundamental en tanto la microsociología de Gurvitch le habría permitido salir de la
macrosociologia de Labrouse y plantear una historia social a partir de las relaciones
51
La sociabilité méridionale (Confréries et associations dans la vie collective en Provence orientale à la fin du
XVIIIe siècle), 2 vols., Aix-en-Provence, La Pensée Universitaire, 1966, 878 p. Reditado con el título Pénitentes
et francs-maçons de l’ancienne Provence. Essai sur la sociabilité méridionale. París, Fayard, 1968, 452 p. 52
Sobre la sociabilidad como categoría filosófica véase Pilar González Bernaldo, 2007, "El concepto de
sociabilidad y la historia política latino-americana", Actores, representaciones e imaginarios, nuevas
perspectivas en la historia política de América latina: homenaje a Francois-Xavier Guerra, Buenos Aires,
Universidad 3 de Febrero, pp. 65-109. 53
Cf. Michelet, 1987, Tableau de la France (1833), con prólogo de Georges Duby, París, Le Grand livre du
mois, pp. 139-140. 54
Gurvitch, G., 1938, “Les formes de la sociabilité”, en Essais de Sociologie, París, Librairie du recueil Sirey.
14
interpersonales.55
Su inscripción en el campo de la historia regional también lo predispuso a
abandonar los modelos macros para pensar la singularidad, para lo cual introdujo la cuestión
del cambio de escala como manera de acceder a esa experiencia. Todo ello explica su
“insólita” paternidad –según sus propios términos– de la sociabilidad, pues, como lo señala en
su prefacio a la reedición de Penitents et Francs-Maçons, las investigaciones de Yves Castan
sobre el criterio de honestidad en las relaciones sociales y las de Philippe Ariès sobre las
mentalidades colectivas frente a la vida y la muerte estaban mucho más cercanas de acuñar el
término “sociabilidad” que las suyas.56
En esta primera tesis de 1966 no busca sin embargo, y a pesar del título: “Sociabilité
méridionale”, hacer una historia de la sociabilidad sino explicar, siguiendo la pista de Benoît,
la propensión de los meridionales a la democracia. Se trata entonces de una problemática
histórica construida a partir de una mirada etnográfica de un objeto de la sociología. Es esta
particular construcción pluridisciplinaria de su objeto de estudio la que hace que Agulhon sea
hoy reivindicado por aquellos que proponen con la sociohistoria un nuevo encuentro entre
historia y ciencias sociales.57
Esta problemática de la sociabilidad como aprendizaje de la democracia fue luego
retomada en su tesis de Estado y dio lugar a la publicación de La République au village. En
esta investigación destaca un proceso de politización que no pasa por las elecciones –el
sufragio universal fue instaurado al final de su período– y que él explica a través de la
sociabilidad pueblerina. Fiestas, cabarets, kermeses y otras formas y lugares de sociabilidad
informal brindaban a los hombres la ocasión de encontrarse, de discutir y opinar sobre
política. Estos hábitos y las discusiones a las que vienen asociados transforman las
mentalidades campesinas, las politizan y republicanizan. El modelo de politización “de arriba
abajo” le fue bastante reprochado por la concepción irrigacionista que comportaba. Éste es un
aspecto sobre el cual Agulhon se explicó luego y al que hizo también referencia en El círculo
burgués, donde traza un modelo de análisis de la politización que más tarde fue retomado
tanto por la historia como por las ciencias políticas.58
Es necesario precisar, además, que si en
55
Gemelli, Giuliana; Malatesta, 1982, María, Forme di sociabilità nella storiografia francese contemporanea,
Milán. 56
Cf. Castan, Yves, 1974, Honnêteté et relations sociales en Languedoc au XVIIIe siècle,París, Plon. 57
Esta nueva propuesta plurisdiciplinaria en la que convergen la nueva historia social y el giro histórico de las
ciencias políticas, y personalidades como Gérard Noiriel y Michel Offerlé, cuenta desde los años noventa con
una revista específica, Genèse. Scinces sociales et histoire, y con una collección de “SocioHistoires” que
funciona en la editoral Belín. 58
Cf. Déloye, Y. ; Voutat, B., Faire de la science politique…, ob. cit., pp. 255-264.
15
République au village muestra cómo la política “baja” al pueblo, también da cuenta de cómo
los propios campesinos tendieron a folclorizar la cultura política letrada.
Luego de varias investigaciones de historia regional, con El círculo burgués propone
testear su sociabilidad meridional en un marco nacional. Trabajo relativamente breve, pero
importante en su aventura intelectual de la sociabilidad, presenta una tesis histórica fuerte: el
apogeo de una civilización burguesa que se desarrolla con la monarquía de Julio (1830-1848)
vehicula un sistema de vida social que entre el siglo XVIII y el siglo XIX reemplaza a la
sociedad del Antiguo Régimen y cuya forma típica es el círculo burgués. Forma que define
como igualitaria, laica y masculina y que identifica con el gusto del encuentro, con la holgura
de una posición que permite cierto consumo de lujo, y con el recreo y el placer de coincidir
como valor compartido. Los aspectos políticos de este cambio están sugeridos a través de lo
que él denomina la “modernidad” de la práctica, que opone a los aristocráticos hábitos de
sociabilidad de los salones. El círculo testimonia así la difusión de los valores democráticos,
la multiplicación de espacios de lectura y debate público, una división sexuada de los lugares
de encuentro, un tipo de consumo cultural y una valorización de la sociabilidad como gusto
por las relaciones urbanas. Pensado a comienzos de los años setenta, cuando ni J. Habermas ni
N. Elias habían sido traducidos al francés, presentado públicamente por primera vez en 1974
y publicado por los Annales en 1977, este texto pionero abre un camino que posteriormente
sería transitado por la historia de la cultura, la renovada historia política y la sociología
histórica.59
Podemos notar también varios avances en la definición del objeto “sociabilidad”
respecto de sus primeros trabajos.60
En primer lugar introduce en este último una distinción
más clara entre sociabilidad como modalidad de interacción social y asociación como
estructura formal. También tiende a disociar el objeto sociabilidad del temperamento
colectivo de una región, lo que le permite interrogar a la civilización burguesa a través de la
sociabilidad. Pero el círculo burgués no sólo es una forma típica de la civilización burguesa,
59
Quizá sea necesario precisar que hasta hace poco tiempo, en Francia, no se exigía la lectura de autores si éstos
no estaban traducidos al francés, lo que explica que estos grandes autores hayan llegado tardíamente a ese país.
El Habermas de 1962 fue traducido en 1978, y Norbert Elias, de 1939, en 1975 y 1976. Cf. Habermas, Jürgen,
1978, L'espace public. Archéologie de la publicité comme dimension constitutive de la société bourgeoise, París,
Payot, p. 322; Elias, Norbert, 1974, La Société de Cour, París, Calmann-Lévy; íd., 1975, La dynamique de
l’Occident, París, Calmann-Lévy. 60 Varios artículos han sido destinados a una reflexión teórica y metodológica sobre el objeto “sociabiliad”. Cf.
Agulhon, Maurice, 1976, "La sociabilité, la sociologie et l'histoire", L'Arc, n° 65, pp. 76-84; íd., 1984, prefacio del
autor a Penitents et…, ob. cit., París, Fayard, pp. I-XIII, íd. ; "La sociabilité est-elle objet d'Histoire", en Francçois,
E., 1986, Sociabilité et Societé Bourgeoise en France, en Allemagne et en Suisse ( 1750-1850 ), Actas del Coloquio
de Badhomburg, pp. 13-22; íd., 1992, "La sociabilidad como categoría histórica", en Formes de sociabilidad en
Chile 1840-1940
16
sino una manifestación de la sociabilidad pura tal cual Simmel la describió y en la cual la
forma –el gusto por la vida mundana– prevalece sobre el contenido.61
Los lectores no sólo
encontrarán una investigación sobre el proceso histórico que revela el desarrollo del círculo
burgués en la Francia de mediados del siglo XIX, sino también una importante reflexión
teórica y una sólida guía metodológica para emprender este tipo de investigaciones a partir de
la sociabilidad. Por eso creemos –y esperamos– que su lectura podrá impulsar este tipo de
aproximaciones en la historia argentina, que son aún poco exploradas a pesar de la intensidad
de las prácticas asociativas en el siglo XIX y XX y de la importancia de ésta como valor
social, que no es difícil percibir a través de la multiplicación de clubes deportivos, asambleas
vecinales y sociedades de recreo de todo tipo hoy en día.
La publicación de El círculo burgués en 1977 relanzará el interés por el objeto
sociabilidad. Los años ochenta conocen en Francia un gran desarrollo de este tipo de estudios.
Entonces se reedita su primera tesis sobre sociabilidad meridional, Pénitents et Francs-
maçons, en la cual Agulhon adjunta un prefacio donde hace un balance del camino
transitado.62
Dos coloquios internacionales ya habían tenido lugar un año antes, en abril de
1983, en Alemania, sobre Sociabilité et société bourgeoise, y algunos meses más tarde en
Rouen, sobre Sociabilité, Pouvoirs et Sociétés.63
El primero se focalizaba en la cuestión de la
sociabilidad burguesa que el libro Le cercle había subrayado, el segundo buscaba
experimentar las posibilidades y alcances de esa noción. Si en el coloquio de Rouen se
retomaba en parte la idea de Agulhon de la sociabilidad como espacio intermedio entre la
familia y el Estado, notamos ya un desarrollo vertiginoso de estudios sobre nuevas formas y
espacios de sociabilidad. Los siguientes coloquios organizados por la Asociación de
Investigación sobre la Sociabilidad (ARS) ampliaron estas problemáticas a la familia, la mesa,
la calle e incluso a los vínculos entre los vivos y los muertos.64
Ahora bien, si esta extensión del concepto a otros espacios y prácticas demostraba las
potencialidades del objeto, ella igualmente daba cuenta de la vastedad de una noción que
61
Cf. Simmel, Georges, 1981, “La sociabilité. Exemple de sociologie pure ou formelle”, en Sociologie et
épistémologie, París, PUF. 62
Cf. “Préface” en Pénitents et francs-maçons de l’ancienne Provence. Essai sur la sociabilité méridionale.
París, Fayard, nueva edición, 1984, pp. I-XIII. 63
Cf. François, Etienne (comp.), 1986, Sociabilité et Société Bourgeoise en France, en Allemagne et en Suisse
(1750-1850 ), Actas del Coloquio de Badhomburg, París, Recherches sur les Civilisations; Sociabilité, pouvoirs et
société. Actas del Coloquio de Rouen, 24/26 noviembre 1983, publicadas por Thelamon, F., 1987, Sociabilité,
pouvoirs et société, Rouen, Publications de l'Université. 64
La sociabilité à table. Commensalité et convivialité à travers les âges. Actas del Coloquio de Rouen, 14 -17 de
noviembre de 1990, PUR, 1992; Leménorel, A. (coord.), La rue, lieu de sociabilité ? Actas del Coloquio de
Rouen, 16-19 de noviembre de 1994, PUR, 1997; Dumoulin, O., Autour des morts : mémoire et identité. Actas
del Coloquio de Rouen, 19-21 noviembre de 1998, PUR, 2001; Gherchanoc, Florence (dir.), 2006, La maison
lieu de sociabilité, dans des communautés urbaines européennes, de l’Antiquité à nos jours, París, Le Manuscrit.
17
suponía todo tipo de modalidades de interacción social en la vida cotidiana, urbanas o
violentas, formales o informales, públicas o privadas, efectivas o imaginadas, presenciales o
mediatizadas, entre vivos y muertos… Si todo es sociabilidad, la invocación de la categoría
para dar inteligibilidad a fenómenos históricos tan diversos pierde cierta pertinencia.
Podríamos incluso presentir en ello un razonamiento un tanto tautológico: la sociabilidad
como atributo del hombre en sociedad es una manifestación del hombre en sociedad. Así los
años noventa tendieron a marcar un doble movimiento: la gran extensión del vocablo en los
trabajos históricos y una utilización de sentido común que colocaba a la sociabilidad en el
campo de la evidencia que no requería ser elucidada. Desde este punto de vista, los trabajos
de Maurice Agulhon no han envejecido pues siguen ofreciéndonos herramientas para pensar
esta evidencia, y postular que las relaciones entre los individuos forman parte del entramado
implícito en los fenómenos históricos que se intenta explorar. Ello no impide que esta
aventura teórica e historiográfica que Agulhon inició en uno de sus múltiples vagabundajes
trace un camino que, como lo señalan los perspicaces análisis de Giminelli y Matalesta, se
caracteriza más por sus interrupciones y oscilaciones que por un sereno avance progresivo.
“Historia de un vacío, al menos en cierto sentido, y en cada caso historia en negativo,
delineada por obstáculos más que por conquistas.”65
65
Gemelli, Giuliana; Malatesta, María, 1982, Forme di sociabilità nella storiografia francese contemporanea,
Milán.
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