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LA NACION, domingo 15 de agosto de 1999
Las especies humanas Este artículo es un anticipo de un
libro que el Dr. Claudio Gutiérrez está escribiendo sobre un nuevo humanismo para el siglo XXI.
Leo en La Nación del día en que comienzo a escribir este artículo que la NASA ha incluido entre sus pro
yectos importantes una búsqueda sistemática en el espacio por signos de inteligencia extraterrestre. Agrega la noticia
CLAUDIO GUTIÉRREZ
que tal empeño busca confirmar empíricamente la convicción de los astrobiólogos de que en la vasta extensión del universo se cumplen más de una vez las condiciones que hacen forzosa la aparición de la vida y su evolución hasta organismos dotados de inteligencia. Pero si todavía no tenemos una prueba empí
rica de que no somos la única especie inteligente en el espacio, no sucede lo mismo en el tiempo. Sabemos hoy que hace solo cuarenta mil años convivíamos en la misma región con una especie humana que no era antecesora nuestra: el hombre de N eandertal, que pobló Europa mucho antes que nosotros.
¿Qué tiene esto que ver con el huma -nismo? Si entendemos la palabra como referente a los estudios de ar-te, literatura, filosofia, y disci-plinas por el estilo, ¡muy poco! Pero si entendemos "humanismo" como reflexión del hombre sobre sí mismo, sobre su identidad, origen, misión o responsabilidades, ¡muchísimo! Para comenzar, podemos ver claramente que muchas concepciones tradicionales sobre lo humano quedan contradichas, por ejemplo la que entiende a la humanidad como una criatura única concebida desde la eternidad como pináculo de la creación. Por otra parte, la existencia en el pasado de otras especies humanas que dejaron de existir, subraya un aspecto de nuestra condición que tendemos a reprimir: el carácter fortuito y frágil de nuestra presencia en el planeta y la posibilidad muy real de que, por motivos aleatorios naturales o por propia irresponsabilidad, podamos cualquier día seguir a las otras especies humanas en su hundimiento total en simples vestigios fósiles. Pero contemos la historia en orden.
Nuestra presencia en el planeta Tierra es frágil y fortuita: somos, como especie, mortales
razas humanas. Hoy sabemos que las cosas sucedieron de modo distinto. En el caso de los europeos modernos --por ejemplo--, la forma del cráneo y las medidas de los huesos de las extremidades, así como el fechado de los fósiles respectivos, indican que no evolucionaron a partir de neandertales sino de una población que llegó a remplazarlos. Incluso existen análisis recientes de ADN obtenida de un fósil neandertal que parecen confirmar esta tesis. Este hombre de Neandertal --llamado así porque sus primeros cráneos fueron encontrados en el Valle del Neander, Alemania-- ocupó partes de Europa y el Cercano Oriente, de hace unos 200.000 hasta unos 30.000. Habitó desde Gales hasta Gibraltar y desde Moscú hasta Uzbekistán. Fósiles encontrados en Kebara, Qafzeh y Skhul, en Cercano Oriente, demuestran que coexistió en una misma región con sapiens sapiens por largo tiempo, entre 90.000 y 40.000 años atrás, sin mezclarse con él. Esta evidencia resultó devasta-
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Cuatro especies humanas. Pode- dora para la teoría que consideraba al mos considerar como primera especie hu- neandertal como antecesor nuestro. mana madura al Homo erectus. Con cere- Rasgos en común. Intentemos una bro ,grande y dientes pequeños, emergió semblanza de esos "primos" nuestros, los en Africa hace unos 1.700.000 años. Es el mejor conocidos de nuestras especies paprimer primate dotado de posición erecta ralelas, comparándolos con nosotros. Tey bipedismo, con pulgares oponibles, en nían cerebro de mayor tamaño y cuerpo explorar y ocupar el resto del mundo y más pequeño, de donde concluimos que domesticar el fuego. Tenía ya el don de la su capacidad intelectual habría sido palabra, a juzgar por la huella en el crá- igual o superior a la nuestra. De cuerpo neo de la región cerebral que capacita pa- sólido y huesos gruesos, estaban complera el lenguaje. Pobló Europa, China e In- tamente adaptados al frío, a diferencia donesia hace unos 1.500.000 años, donde qe nosotros, recientes emigrantes del evolucionó con el tiempo hacia los hom- Africa. Habrían sido probablemente mebres de Neandeftal, Pekín y Java, respec- nos sociables y conversadores. Con famitivamente. En Africa se transformaría en lias nucleares muy unidas, sus redes de Homo sapiens. Así, en esa época existie- apoyo más allá de la familia serían más ron en la tierra simultáneamente al me- bien débiles. Tenían menos movilidad nos cuatro especies humanas distin- dentro de su ambiente, rasgo que eventas, de todas las cuales tenemos restos fó- tualmente les resultaría fatal, pues su siles. De ellas solo sobrevivió, como hom- vida sedentaria y aislada contrastaba bre moderno, una variedad de la especie con la de sapiens sapiens que había loafricana: Homo sapiens sapiens. grado inmuniz~se contra. ~uchas pla-
Durante un tiempo se creyó que los ga,s por su contn~ua ~ov1hdad en la.s vestigios de esos cuatro ''hombres" corres- margenes del Me?iterraneo. qaso parecipondían a precursores.A~ .• l~ Ua~adaa ,, ~~~fWil~~;i• ,li;is tierrasame,
ricanas por los españoles, y consecuencias similares: es posible que la extinción de los neandertales fue causada por su falta de anticuerpos para resistir las enfermedades que contraerían al entrar en contacto con nosotros.
Por lo demás, habríamos tenido muchos rasgos en común: cerebros grandes, postura erecta, infancia larga, hábito de comer carne, posesión del fuego, capacidad para construir herramientas y hablar, culto a los muertos, incluso sensibilidad artística. No se han encontrado pinturas neandertalenses, pero sí un instrumento de música (flauta, en una cueva de Europa Central); en cambio, no hay vestigios de arte musical en relación con nuestros antepasados de esa época, aunque sí muchas y magníficas pinturas rupestres. El cerebro neandertal era chato en la cima y reducido en la frente, abultado en los lados y atrás, de donde puede concluirse que nuestro "primo" tenía capacidad visual mayor (lóbulo occipital amplio) combinada con menores dotes para el planeamiento (lóbulo frontal reducido). Habría sido así mejor observador que estratega, más eficaz en reacciones inmediatas que en acciones de largo plazo. Los investigadores piensan que fuera un trabajador empeñoso pero con poca inclinación por la exploración o el comercio. Por ejemplo, nunca construyó embarcaciones. Compartió con nosotros un mismo nivel tecnológico, con probables transferencias culturales durante la
coexistencia de las dos especies en un mismo territorio. Pero tratándose de especies diferentes, es claro que no pudimos haber tenido intercambios genéticos.
Ausencia de un gran designio. Nos impacta el hecho de que una especie semejante a la nuestra, dotada de lenguaje, capacidad técnica y apreciación artística, haya desaparecido totalmente de la faz de la tierra. Sin embargo, la extinción de especies es la regla, no la excepción, en el mundo biológico. "Por cada especie viviente hoy, cien otras existen congeladas en los sedimentos rocosos de la tierra", nos recuerda E. Harth. Las especies humanas de esa época se extinguieron en proporción de tres sobre cuatro, si incluimos al hombre de Java y al hombre de Pekín. Lo cual nos deja una sobria lección: así como hemos emergido de la naturaleza podemos de nuevo disolvernos en ella. Hemos sabido desde siempre que somos, como individuos, mortales; es
importante que hoy la ciencia nos diga que también lo somos como especie.
El destino de las especies humanas extintas pone en evidencia la ausencia de un gran designio --natural o sobrenatural-- para la creación del ser humano y subraya más bien que nuestra aparición y supervivencia han sido producto del azar. El hecho es que fuimos más afortunados que los neandertales y por lo menos otras dos especies humanas más. Técnicas de análisis comparativo de ADN, aplicadas a poblaciones humanas actuales, sugieren que también nosotros estuvimos cerca de extinguirnos por lo menos una vez, hace unos 100.000 años. Salimos ilesos de esa crisis y fue quizás ese trauma lo que nos impulsó hacia la modernidad genética y la descomunal aventura de poblar la tierra con nuevos seres parlantes que compensarían con creces la extinción de las otras especies.
La gran diáspora huDJ.ana. Hace cien mil años gran parte de Africa esta-
Paea a lapaígina.1~ · 11
\M/ dPINION
Viene de la página 15-A ba poblada de humanos muy semejantes a nosotros, anatómicamente ya modernos. Análisis de ADN han llevado a calcular el efectivo de la población humana de entonces entre un mínimo de diez mil y un máximo de cien mil individuos. Este número relativamente peque
LA NA'clON, domingo 15 de agosto de 1999
Las especies humanas 'Y La única raza de que es
posible hablar en relación con nuestra especie es la raza humana.
Mientras el control tecnológico del clima fue modesto, reducido a la construcción de casas muy simples y a la producción de vestidos de pieles de animales, la adaptación biológica por selección natural fue ¡,,evitable. Comenzó a imponerse después del émdo africano, cuando hubo que someterse a condiciones ecológi
ño re.presenta el efectivo de una especie ~--------------------------.. cas y climáticas m;1y diferentes de las del continente de origen, excepto en las regiones tropicales. Tres o cuatro decenas de miles de años habrán bastado en cada caso para des:.rrollar tipos genéticos apropiados a los nuevos ambientes. El color oscuro de 1.a piel protege a los que viven cerca dt 1 ecuador de inflamaciones cutáneas y cáncer producidos por rayos ultravio!etas. La alimentación a base de grarJos, que se generalizó en Europa, no hubiera permitido a sus habitantes evitar el raquitismo, por carencia de vitamina D, pero la pérdida de pigmento fue permitiendo a los rayos ultravioletas penetrar en el organismo y producir la vitamina a partir de sustancias contenidas en los cereales.
apenas por encima del peligro de extinción. Por ese tiempo, una fracción de ese pueblo comenzó desde Africa subsahárica una expedición que la llevaría a colmar el resto del globo. Aparte de algunos hallazgos fragmentarios de fósiles, el apoyo para esta tesis viene de la biología molecular, que ha podido identificar las migraciones del pasado comparando ADN de poblaciones actuales. Entre más difiere el genoma entre dos pohlaciones, más antigua es la separación de sus respectivos linajes. Por otra parte, la enorme uniformidad genética de toda la población actual del mundo tiende a demostrar que no hubo mezcla genética con las otras ramas descendientes del Horno erectus, que se trataba en efecto de especies diferentes.
Este método de análisis ha llevado a Cavalli-Sforza y Horai a construir modelos de lij gran diáspora humana. Partiendo de Africa, la humanidad moderna llegó primero a Australia, siguió hacia Asia oriental, y arribó finalmente a Europa y América. Es muy posible que Australia, continente que fue ocupado hace unos 60.000 años, haya sido alcanzado desde África navegando a lo largo de las costas del sur de Asia. Sahemos poco sobre la llegada al Asia oriental, excepto que estábamos en China hace 67.000 años. La entrada a Europa. prohablemente por Asia occidental, habría precedido un poco la desaparición del neandertal y se situaría por ahí de 40.000 años atrás. La entrada a América, vía Alaska, es la más difícil de fechar, pero habría ocurrido entre 15.000 y 50.000 años atrás. La coincidencia de estas conclusiones con las que se obtienen de datos arqueológicos contribuye a su confiabilidad. Esta diáspora repobló la tierra lan rápido (en unos 80 milenios) que no hubo tiempo para camhios evolutivos en la especie.
Enorme afinidad genética. Un resultado adicional muy importante de estas investigaciones ha sido la comprobación de una enorme afinidad genética entre todos los habitantes ac-
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tuales de la tierra que echa por tierra la teoría del origen múltiple de la especie y con ella el equívoco concepto de raza. Este deshancamiento del concepto de raza es otro aspecto en que los nuevos hallazgos científicos sirven para plantar sobre una base muy sólida el nuevo humanismo, a saber, la unidad indisputable de nuestra especie humana. Las diferencias entre las llamadas razas, que impresionaron tanto a nuestros antecesores e impresionan todavía, hoy a algunas personas, se refieren básicamente al color de la piel, los ojos y el cabello; a la forma del cuerpo y del rostro; y a algunos otros detalles que permiten a un observador clasificar a la gente por un simple vistazo. Estas características, al menos en parte de origen genético, corresponden simplemente a diferencias climáticas encontradas por Horno sapiens sapiens durante su gran diáspora. Veamos por. qué.
Conclusiones erróneas y aberraciones morales. La forma y dimensión del cuerpo se adaptaron también a la temperatura y a la humedad. En la selva tropical caliente y húmeda, la talla pequeña, como la lje los pigmeos, permite producir men•Js energía y menos calor en el interior del cuerpo durante desplazamientos. E cabello rizado permite al sudor pem;anecer más tiempo sobre la cabeza y p,:onloga el efecto refrescante de la trar:spiración. El rostro
y el cuerpo de los mongoles fueron seleccionados para proteger del frío intenso. Su cabeza tiende a la redondez y su cuerpo a ser voluminoso, lo que disminuye la superficie en relación con el volumen y red11ce la pérdida de calor. La nariz pequeña redu:e el riesgo de congelación y sus canales estiechos producen una entrada más lenta del aire. calentándolo antes de llegar a los pulmones. Pirpados cargados de grasa proporcionan a los oios aislamiento contra el frío, y su· fina aberti:ra protege contra el viento invernal siberiano.
Diferencias claramente visibles como estas nos influencian fácilmente y podemos derivar de ellas falsas conclusiones. Por ejemplo, que representan diferencias no visibles de mayor fuste, o que pueda haber "razas puras". Permiten a nuestro etnocentrisrr•o concluir erróneamente que los hombres coa apariencia distinta a la nuestra son menos in1eligentes, o perezo-
sos, o carecen de alma o sentimientos, o son malvados por naturaleza. Tales deducciones incorrectas han llevado y llevan todavía a aberraciones morales tan graves como la esclavitud, la discriminación, la persecución o el genocidio.
La única raza: la humana. Gobineau, un inspirador del nazismo, llegó a afirmar que los europeos, sobre todo los de Europa central, eran la raza más pura genéticamente y la mejor dotada psicológicamente y en todos los otros aspectos, y que las mezclas debilitaban la raza. Hoy sabemos con toda seguridad que el ADN de los europeos constituye más bien un verdadero coctel genético: Cavalli-Sforza conjetura que este genoma contiene dos terceras partes de genes orientales y un tercio de genes africanos. Los datos del análisis molecular señalan que esta mezcla se produjo hace apenas unos treinta mil años ...
Es difícil encontrar las razones, aparte de la impresión superficial y el deseo de dominio sobre otros pueblos, que hayan podido llevar a algunos filósofos del siglo XIX a recomendar crear o mantener una raza pura. Los criadores de animales domésticos estaban mejor informados: elevar la pureza de una cepa solo se logra por acoplamientos repetidos entre parientes próximos, lo que baja peligrosamente el nivel de resistencia a las enfermedades. Es el proceso contrario, la hibridación, lo que aumenta esa resistencia. Tan grave error de perspectiva era tal vez explicable en una época en que se clasificaba a los humanos solamente por caracteres visibles. Hoy, en cambio, se conocen con gran detalle otros tipos de variaciones invisibles que permiten demostrar que la homogeneidad genética no existe del todo en ninguna parte. Se sabe, además, que para alcanzar esa homogeneidad (que nunca podría ser total en los animales superiores), se requeriría cruzar la población entre parientes muy cercanos, como hermanos y hermanas o padres e hijos, durante por lo menos veinte generaciones. Las consecuencias de tal cruce serían absolutamente desastrosas sobre la fecundidad y la salud de los descendientes (¡como bien lo sospechó García Márquez!). Todo lo cual ha llevado a un investigador del calibre de Cavalli-Sforza a afirniar con firmeza que una pretendida pureza de raza es "inexistente, imposible y, además, totalmente indeseable". La posición sobre este punto del nuevo humanismo científico es pues clara: La única raza de que es posible hablar en relación con nuestra especie es la raza humana.
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