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La sombra del Pilar
Zarzuela en tres actos
Texto original de FEDERICO ROMERO y GUILLERMO FERNÁNDEZ SHAW
Música de JACINTO GUERRERO
PERSONAJES Y REPARTO
PILAR ................................................ JOSEFINA BUGATTO
TANA ........................................................ MARÍA TÉLLEZ
MELCHORA ............................................. CONCHA GORGÉ
TÍA VIHUELA ......................................... SRA. MUSTIELES
PILARCITA ................................................. NIÑA MORENO
MANOLICO ................................................... SRTA. PÉREZ
MOSÉN PUÑALES ...................................... PEPE ÁNGELES
FELIPE ....................................................... PABLO GORGÉ
TRENZAERA ..................................................... PEPE ALBA
MARIANICO ............................... FRANCISCO VILLASANTE
MIGUEL ............................................. FEDERICO BASTIDA
PEPE CAÑAS .......................................... ANTONIO RIPOLL ‘ GARRAPATA
EL DIRECTOR DE LA CÁRCEL ..................... SR. AMBIT
MATACURAS .................................................. SR. BORDAS
TÍO CELEMÍN ................................................. SR. LLORCA
DON MARCOS ................................................... SR. LÓPEZ
LANUZA .......................................................... SR. TORRES
UN CABO
UN FLAMENCO .................... SR. EGEA
UN CELADOR
UN GUARDIA CIVIL ...................................... SR. GARRIDO
UN SEÑORITO
GUARDIA DE ORDEN PÚBLICO .............. SR. TABERNER
UN PIANISTA
PRESO 1.º ............. SR. GUTIÉRREZ
PRESO 2.º ........................................................ SR. SUÁREZ .
Estrenada el 3 de octubre de 1925 en el Teatro Nuevo de Barcelona.
ACTO PRIMERO En el portalón de la «Posada de Palafox» –supuesto albergue enclavado en la Alameda
de Macanaz, frente a Zaragoza– está el posadero, conocido por el tío Celemín, dando
lección de guitarra a su nieto Manolico. Le acompañan su sobrino Mariano, chiflado por
los cuplés modernos, que considera de más mérito que las antiguas coplas aragonesas;
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Trenzaera, que entra y sale de la cuadra porque está desaparejando la reata de su carro
de cosario de Gallur, y Melchora, una mujer como de cuarenta años, vecina de la posada
y que accidentalmente vive en ésta. Melchora canta algunas coplas para acompañar el
guitarrico de Manolico, y terminada la lección aparece la tía Vihuela –mujer del
posadero–, que regaña a su marido por haber hecho cantar a la Melchora, recordándole
con ello a su sobrina y ahijada Pilar, que era la más famosa cantadora de los contornos.
Melchora disculpa al tío Celemín, porque dice que le conviene acordarse de la Pilar para
no perdonarla nunca el daño que le ha hecho, y por la conversación se viene en
conocimiento de que la sobrina desapareció de la casa poco tiempo después que Felipe,
el hermano pequeño de Melchora. Felipe y Pilar eran novios sin que nadie lo supiera
hasta después de marcharse el mozo a América en busca de fortuna. Pilar, según asegura
Trenzaera que la ha visto en Madrid, viste admirablemente y todos sospechan que lleva
una vida irregular. Entra también en escena la Tana, maritornes de la posada, tan
«pirrada» como Mariano por las canciones de las cupletistas modernas y manifiesta que
ha leído en el periódico el debut de una estrella denominada Jezabel, que se presentará
en el Salón Lope de Vega, lamentando la moza que, por ser Nochebuena, no pueda ella
presenciar el acontecimiento. Llegan de la calle el presidente de la Audiencia, don
Marcos; el capellán de la cárcel, conocido por Mosén Puñales debido a que con ésta y
otras interjecciones sazona su conversación; Pepe Caña, señorito medio flamenco,
andaluz de origen y empresario del Salón Lope de Vega, y Lanuza, que es un joven
periodista local. Vienen todos preguntando por la cupletista Jezabel, que tiene
anunciada su llegada en el rápido de Madrid y que ha encargado que no se la busque
hotel porque vivirá en la Alameda de Macanaz. Y no habiendo por aquellos alrededores
otro albergue, sospechan que parará en la posada. Nadie conoce aquí a la cupletista, y
cuando van a irse los visitantes, entra una pareja de la Guardia Civil conduciendo a
Matacuras, un individuo procesado por robo y que tiene una pintoresca conversación
con el presidente de la Audiencia, demostrando sus profundos conocimientos jurídico-
penales. Cuando el preso se ha marchado con sus custodios, Pepe Caña hace un retrato
de Jazabel diciendo que es una artista consumada, que gana mucho dinero, y que vive
lujosamente con lo que le produce su arte y porque está solicitadísima por los hombres
más ricos y de más relieve de Madrid. Entre las fantasías con que adorna su retrato,
cuenta que la hija que tiene la cupletista creen unos que es hija del Duque de
Majadahonda, el más ilustre prócer de la nobleza, y otros que la tuvo Jezabel con
Farolitos, el espada de más «tronío» de España. En el curso de la conversación se ha
sabido que la Junta de Patronato de la Cárcel proyecta para la tarde del inmediato día de
Navidad una fiesta, con objeto de procurar un rato de alegría a los presos, en la que
quieren que tome parte Jezabel. Al marcharse los cuatro señores de la Comisión, entra
Garrapata, mozo amigo de los posaderos. Viene sin aliento y cuenta que, estando la
estación descargando bultos, ha visto que del rápido de Barcelona bajaba Felipe, el
hermano de Melchora, que se abrazó a él lleno de alegría y que, de repente, en el rostro
de Felipe se pintó una palidez intensa y dejando a Garrapata con la palabra en la boca
desapareció de los andenes. Se quedan solos Marianico, Trenzaera y Garrapata, y
sospechando que Felipe, gran tañedor de guitarra y director nato de la rondalla del
arrabal, querrá salir de ronda por la noche; caen en la cuenta de que los tres han perdido
por completo la afición al guitarreo y van a hacer un ridículo papel ante su antiguo
camarada, por lo que cogen los instrumentos y se preparan para ensayar una rondalla.
TRENZAERA Esto está mu bajo.
MARIANO No pueo subir.
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GARRAPATA Coge la escalera.
MARIANO ¡Que te doy así!
Es que las clavijas
se han agarrotao.
TRENZAERA Anda, Marianico,
que yo ya he templao.
LOS TRES Con el riquirriqui,
riquirriquitrón.
¡Allá va!
Con el riquirriqui,
riquirriquitrón.
¡Bueno va!
Con el riquirriqui,
riquirriquitrón.
La rondalla
de más sombra de Aragón.
MARIANICO Esta noche, Baltasara,
por tu calle pasaré;
no te acuestes a las ocho
u levántate a las diez.
Como está la noche oscura
y no llevo un mal farol,
cuando escuches un rebuzno,
el que rebuzna soy yo.
LOS TRES Con el riquirriqui,
riquirriquitrón...
etc., etc.
GARRAPATA Ya estás acostá,
morení, morení,
morenica mía;
aunque desvelá,
porque está, porque está,
porque estabas fría.
Sal a tu balcón,
morení, morení,
morenica guapa;
sal desarropá,
que el carí, que el carí,
que el cariño tapa.
LOS TRES Con el riquirriqui,
riquirriquitrón...
etc., etc.
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TRENZAERA Llevo a la ronda alpargatas,
aunque también tengo botas,
pa que no se entere naide
de que mi cuerpo te ronda.
Ten afinao el oído
pa que me sientas pasar,
porque como no te asomes
te voy a dar tres patás.
LOS TRES Con el riquirriqui,
riquirriquitrón....
etc., etc.
Terminado el número, dice Marianico que lo que tienen que ensayar es una jota, que es
lo que le gusta a Felipe. En ese momento se oye, dentro, la voz de Felipe, que canta.
Porque te quise y te quiero
te llevo en el corazón
y te canto mis quereres
con la jota de Aragón.
Felipe entra enseguida en la posada, saluda a sus amigos, y coge la guitarra de manos de
Marianico.
FELIPE Guitarra,
guitarra, bizarra,
guitarra española,
guitarrica mía:
tu canto
que es fuerte y es santo,
lo sabes tú sola,
guitarrica mía.
En la pena y la alegría
es la dulce compañera,
porque a la risa da vuelos
y las lágrimas consuela.
Al arrullo de tu canto
me dormía aquella santa,
al lao de aquel Santo Cristo
en una cunica blanca.
Y contigo canté mis amores
a la moza que yo festejaba,
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y parece que tú la decías
lo que yo con mi voz no acertaba.
Guitarra,
guitarra, bizarra,
guitarra española,
guitarrica mía.
Dame, dame tu dulce suspiro,
guitarrica, que sabes mis coplas,
pa que vayan el tuyo y el mío
de la mano a buscar a mi novia.
¡Guitarra,
guitarra, bizarra,
guitarra española!
Felipe pregunta por Pilar con interés de amante que no ha tenido noticias de ella durante
una ausencia de varios años. Sus amigos no saben qué responderle, pero con sus
torpezas le descubren, al fin, la triste verdad: Pilar se ha escapado. Felipe corre en busca
de su hermana Melchora para ocultar junto a ella su dolor, mientras que Marianico,
Trenzaera y Garrapata marchan en busca de los cantadores y bailadores que están
solemnizando en un merendero próximo una boda, con objeto de traerlos para quitar,
con el cuadro de jota, el mal sabor de boca a Felipe. Queda la escena sola y, a poco,
entra por el fondo Pilar con su hija Pilarcita, niña de cinco o seis años. Ha encontrado
cerrada la casa de sus tíos y se refugia en la posada, enseñando a su hija –desde la
puerta– las ventanas que tantos recuerdos tristes evocan en su alma.
PILAR ¡Zaragoza, tierra mía!
¡Quién pensara
que a mi tierra volvería
ocultándome la cara!
¡Zaragoza!
Ya no soy la que antes era;
ya no soy aquella moza
parlotera.
¿Por qué miran mis ojos hacia allá,
si aquel nido de amor cerrado está?
Mira,
nena de mi alma,
mira cómo luce
mi casita blanca.
Mira,
mira aquella puerta.
Fue la que tu madre
vio cerrar con pena.
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Vuelve
tu mirada limpia
para ver el soto
donde yo reía.
Nunca
yo pensé, mi cielo,
que al volver contigo
lloraría al verlo.
¡Zaragoza, tierra mía!
Ya no soy la que antes era;
¡ya no soy aquella moza
parlotera!
Sale Melchora, dando lugar a una escena llena de angustia, porque rechaza a Pilar y ésta
intenta justificarse; pero en ese momento llegan Pepe Caña, Lanuza, un señorito y un
cantador flamenco, que vienen a buscar a Pilar, que es la famosa Jezabel, para llevársela
al ensayo en un automóvil que traen. Pilar, rechazada por su tía, quiere marcharse con la
niña, pero Melchora se opone a que se lleve a la pequeña con aquellos hombres y Pilar
se va sola, intentando demostrar entereza, aunque las lágrimas acuden a sus ojos. En ese
momento entra Felipe, que cae en brazos de sus amigos al ver cómo se aleja el
automóvil que conduce a Pilar. Llegan todos los invitados a la boda que habían ido a
buscar Marianico y sus camaradas y pronto se organiza en honor de Felipe, para
celebrar su regreso, una animada fiesta. Tres parejas bailan, los demás las jalean; y hasta
Felipe, obligado por sus amigos, canta dos coplas, la segunda de las cuales es recogida
por todos.
FELIPE El corazón se me parte
de pena porque te quiero,
al ver que estás en el mundo
y que pa mí ya te has muerto.
_____
«De Epila ni de Gallur.
No es la maña que yo quiero
de Epila ni de Gallur...
que las mañas que me gustan
son las de Calatayud.»
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ACTO SEGUNDO CUADRO PRIMERO.– Una habitación de la posada. Melchora, ayudada por la tía Vihuela,
está registrando –a pesar de las protestas del tío Celemín– los baúles de Pilar, para
convencerse de la vida que ha venido haciendo y de la buena posición que ha alcanzado.
Va sacando Melchora las prendas, que tienen para ella una fuerza evocadora. La Tana
anuncia la llegada de Mosén Puñales, que viste de seglar. Mosén viene indignado con
Pilar, «aquella piacica de mujer, que parecía que iba para monja y se ha hecho cupletista.
¡Y si, al menos, fuera una cupletista como Dios manda!...» Mosén explica estas palabras,
diciendo que ha estado en el cabaret Lope de Vega porque quería ver si lo que ella
cantaba podían oírlo los presos. Cuenta, en efecto, que el debut no ha podido ser más
desafortunado, porque apenas empezó Pilar a cantar, le entró una congoja, se echó para
atrás y desapareció de escena, en medio de un gran escándalo que se armó en la sala. Se
presentan Marianico, Trenzaera y Garrapata, que también han asistido a la función por
su parte y que, piadosamente, quieren ocultar la fatal noticia con una historia que han
inventado por el camino y que cuentan con todo lujo de detalles, pintando el gran
entusiasmo del público. Las mujeres dudan de cuál será la verdad. Mosén, para demostrar
que él no ha sido embustero y coger, en cambio, en la mentira a los muchachos, les
pregunta cómo fue la canción que ellos dicen que cantó Pilar. Pero como resulta que es
una canción que hizo antes popular Raquel Meller en Zaragoza –cosa que, naturalmente,
ignora el capellán–, los muchachos, tan orondos, no tienen inconveniente en cantarla.
MARIANICO Eres un charrán...
TRENZ. Y GARR. ¡Juan! ¡Juan!
MARIANICO No tienes perdón.
TRENZ Y GARR. ¡Din! ¡Dón!
MARIANICO Esa charranada
es cual puñalada
en el corazón.
TRENZ. Y GARR. Y aunque bufas
y aunque gritas
no me quitas
la razón.
LOS TRES ¡Ladrón!
MARIANICO Te entregué lo que tú me pediste
y, como un bandolero, te fuiste
y, después de dos años, volviste
muy manso y muy triste
pidiendo perdón.
LOS TRES ¡Ladrón!
MARIANICO ¡Mala puñalá te peguen
en mitad del corazón!
LOS TRES ¡O a lo menos en la tabla
del esternón!
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TANA ¡Mal hombre!
Lo que has hecho conmigo
no tiene nombre.
¡Bandido!
No sé yo, mala sangre,
qué te has creído.
Si vienes
a que yo te mantenga,
tú vienes mal.
Yo no tengo cañamones
pa los pájaros de cuenta,
y, si el hambre te atormenta,
me es igual.
Cuando te darán...
TRENZ. Y GARR. ¡Juan! ¡Juan!
TANA Cuatro manguzás...
TRENZ. Y GARR. ¡Zis! ¡Zás!
TANA Pa que tú te enteres
que con las mujeres
no se hacen guarrás.
LOS TRES Aunque topes
con algunas
que son unas
desgraciás.
LOS CUATRO ¡Colás!
TANA Te burlaste de mí porque un día
me cogiste en un mal cuarto de hora,
y no quieres pagarme tú ahora
como a una señora
se paga en razón.
LOS TRES ¡Ladrón!
TANA ¡Que te den un jicarazo
de café con solimán!
LOS TRES ¡O, a lo menos, un sorbete
de casa Juan!
¡Mal hombre!
Lo que has hecho conmigo
no tiene nombre, etc.
Oír esta canción hace creer a Melchora que los muchachos no mienten. Pero Mosén ya
no puede más y, por la fuerza, obliga a Marianico y sus compañeros a confesar la triste
verdad con gran desconsuelo de Melchora, que no puede ocultar, aunque quiera, el cariño
que siente hacia su sobrina. Aparece Felipe tras la ventana y regaña a sus amigos porque
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le están haciendo esperar, siendo la hora de la ronda. Se van los mozos y, en seguida,
Mosén Puñales. Llegan Tana y Pilarcita, que piden a Melchora que las deje ir a la Misa
del Gallo del Pilar. Melchora accede y las promete ir con ellas. No bien han desaparecido
la niña y la criada para arreglarse, vuelve Trenzaera templando un guitarro; y, en una
copla, dice que abajo está la Pilar y que quiere dormir allí. Melchora consiente en ello,
pero no en hablar con su sobrina, y se marcha. Entra Pilar, abatida, con todas las ilusiones
derrumbadas por el fracaso que ha merecido su situación. La Tana torna con Pilarcita y
reproduce su petición de ir a la Misa del Gallo. La madre contesta que irá con ellas, pero
Tana le da a entender que van con Melchora y que ésta no quiere verla. Ella se resigna.
«Conmigo –dice– no quieren cuentas.»
CORO Esta noche es Nochegüena
y mañana es Navidá,
no me aguardes, que esta noche
no es noche de festejar.
PILAR Esta noche es Nochebuena...
Esta noche es noche triste
para el que tiene una pena.
Ni ilusiones, ni alegrías,
ni esperanzas, ni quereres,
me quedaron en el alma
que antes era tan alegre.
Y esas mismas guitarras
que escuchaba otras veces
rebrincando de gozo,
ahora ya me entristecen.
Felipe Rosalico de mi huerto:
¡cuándo será primavera
y me darás tus capullos!...
¡Mira tú que son pa ella!
PILAR ¡Felipe!
¡Es él! ¡Es él! ¡Su copla!
Felipe; escúchame...
mírame...
quiéreme...
No me abandones tú...
sálvame...
¡quiéreme!...
Todos son justos
al despreciarme;
tú eres el único
que has de mirarme.
Felipe, escúchame.
Felipe, sálvame.
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FELIPE Aquella paloma blanca
que crié en el palomar,
se me escapó de las manos
en cuanto supo volar.
CORO Palomica blanca,
¡quién me lo dijera
que pa mis desvelos
tan ingrata fueras!
FELIPE ¡Fía de palomas
como de mujeres!
Palomica blanca:
yo te quise siempre.
PILAR Porque entrastes en mi huerto
crees que entraron los demás;
la llave que tú tenías
no la tiene nadie más.
Responde, Felipe,
por Dios te lo pido,
que yo no merezco
lo que haces conmigo.
¡Tú, Virgen bendita,
que sabes mi crimen,
¿por qué no le llamas
y tú se lo dices?
¿Por qué no le llevas
mi voz al oído?
Responde, Felipe.
¡Por Dios te lo pido!
FELIPE Me has herido con puñal
y me curas con palabras.
¿Cómo quieres que te crea
cuando la herida me sangra?
PILAR ¡Felipe! ¡Felipe!
No le preguntes a nadie
lo que tú quieras saber.
¡Pregúntaselo a mis ojos!...
FELIPE ¡Pilar! ¡Pilar!
No es que me llamaba, no. ¡Eran coplas!
CUADRO SEGUNDO.– Interior de la Basílica. En el fondo se ve la capilla de la Virgen con
la entrada principal en el centro. Desde dentro llegan los sones de la capilla religiosa,
que canta durante la Misa del Gallo. Durante este coro, salen Pepe Caña, un flamenco y
un señorito y cruzan la escena en plan de turistas. En seguida pasa la Tana en la misma
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dirección y, a poco, llegan Melchora y Pilarcita. La criada ha ido a buscar a Manolico
para que, como infante, pase a la niña por delante de la Virgen, tocando su manto.
Melchora explica a Pilarcita lo que la Virgen supone para los aragoneses. Vuelve la Tana
con Manolico y éste se lleva a la niña. Melchora y la sirvienta se arrodillan en la escalinata
y, mientras tanto, suena en el fondo la voz de los infantes del coro, que entonan un
villancico. Torna Manolico con Pilarcita; y ésta y las dos mujeres se van, haciendo lo
propio el chico por el lado contrario. Aparece despacio y pensativa Pilar, que se prosterna
de rodillas ante la imagen. Poco detrás de ella vienen Pepe Caña, el flamenco y el señorito.
Van a hablarla, pero no se deciden, aunque acuerdan esperarla fuera del templo para
luego llevársela de parranda. Se van y, enseguida, por el mismo lado, llegan Felipe,
Marianico, Trenzaera y Garrapata. Al ver el primero a Pilar ruega a sus compañeros que
le dejen a solas con ella, y se acerca a su antigua novia.
FELIPE ¡Pilar! ¡Mi Pilar!
PILAR ¡Felipe, por Dios!
Respeta el lugar.
FELIPE Lo que hemos de hablar
muy bajo los dos,
lo puén escuchar
la Virgen y Dios.
Dime, Pilar de mi vida,
dime que no has sido mala,
que aquel cariño tan nuestro
no lo has arrancao del alma.
Dime que no te olvidaste
de tu deber pa conmigo...
que ante la Virgen no puedes
engañar al que te quiso.
PILAR Estas lágrimas de mis ojos,
esta pena que me entristece
son las lágrimas y la pena
de pensar que tú no me quieres.
¡Por la Virgen que nos escucha,
por la hija de mis entrañas,
yo te juro que a nadie quise
y que reinas sólo en mi alma!
FELIPE ¡Por la Virgen!
PILAR ¡Te lo juro!
FELIPE ¡Por tu hija!
PILAR ¡Mi tesoro!
¡Porque es tuya!
FELIPE ¡Porque es mía!
PILAR ¿No te lo han dicho sus ojos?
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FELIPE Perdóname tú.
Perdona, Pilar.
Te quiero creer.
PILAR No debes dudar,
Felipe, de mí;
que en este lugar
no puedo mentir.
FELIPE ¡Mira conmigo a la Virgen!
PILAR ¡Ella bien sabe entenderme!
FELIPE Como una luz que revive
la alegría me devuelve.
PILAR Déjame a solas con ella.
FELIPE Déjame tú, porque quiero
que esta alegría que nace
ella la suba hasta el Cielo.
No llores tú, Pilarica;
no llores más, que la Virgen
me trajo aquí, por su gracia,
pa que no estuvieras triste.
PILAR Desde esta noche, mis ojos
no han de llorar, que la Virgen
te trajo aquí, por su gracia,
pa que no estuviera triste.
LOS DOS Mira la Reina del Cielo
con cuánta luz resplandece:
¡no puede ver quien la mire
más que horizontes alegres!
PILAR ¡Virgen mía!
FELIPE ¡Virgen buena!
PILAR ¡Gracias, madre!
FELIPE ¡Madre santa!
PILAR ¡Tú lo hiciste!
FELIPE ¡Tú lo quieres!
LOS DOS ¡Viva la Virgen de España!
Pilar se va. Felipe la sigue con la vista mientras suena dentro el coro de infantes. De
pronto, Felipe hace un rápido movimiento de sorpresa y sale corriendo en la misma
dirección por donde ha hecho mutis Pilar. Hay un momento de soledad y silencio. Vuelve
Felipe desencajado, tambaleándose. En la mano derecha empuña un arma blanca. «¡Virgen!
¡Virgen del Pilar! –exclama– ¡Me he perdío!»
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ACTO TERCERO Una dependencia de la cárcel de Zaragoza, contigua al locutorio, cuya celosía se ve a un
lado. Es por la tarde. En escena hay varias mujeres con niños que esperan que sean
puestos en libertad sus maridos, hermanos, padres o hijos. Entra Felipe conducido por
dos guardias. Al fin, los presos que aguardan su liberación, la obtienen y, alborozados,
salen y se van con sus familias. Felipe queda solo, viéndoles marchar.
FELIPE ¡Adiós, compañero feliz,
que sales de nuevo a la luz,
que vas a vivir y a gozar!
¡Dichoso tú!
¡Adiós, compañero feliz,
que alegre a la calle te vas,
que sales al aire y al sol!...
¡No vuelvas más!
En esta puerta negra y fría
que no da paso a la alegría,
queda deshecha para siempre
la vida mía.
¡Sol que mis pasos alumbraste!
¡Sol de mi patria, vivo sol!
Ya no he de ver tu luz bendita,
sol español!
Carcelero,
duro y justiciero;
sé piadoso y óyeme.
Carcelero,
si no he de ver la luz,
vivir no quiero.
Mátame,
mátame tú.
Adiós, compañero feliz,
que alegre a la calle te vas,
que vuelves al aire y al sol...
¡No vuelvas más!
Carcelero,
duro y justiciero,
sé piadoso y óyeme.
Carcelero,
si no he de ver la luz,
vivir no quiero.
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Mátame,
mátame tú.
El celador se lleva a Felipe hacia el interior de la cárcel. Entran Matacuras y otros dos
presos empujando un piano vertical. Tras ellos aparecen Mosén Puñales, don Marcos,
un pianista y el director de la cárcel. Los presos colocan el piano y, a poco, se van. Don
Marcos pregunta entonces a Mosén si ha arreglado ya que la Jezabel –o sea, la Pilar– no
cante en la fiesta que preparan, pues será peligroso después de su fracaso. Mosén dice
que ya está todo arreglado. Llega Pepe Cañas y afirma que ha encontrado sustituta: la
«Gramofonita» que, seguramente, quedará muy bien. Entran poco después Marianico y
Trenzaera, a quienes Mosén Puñales había dado el encargo de convencer a Pilar para que
no acudiera a la cárcel. Dice Marianico que no ha podido convencerla pues ella quiere
venir a la cárcel, a todo trance, porque en ella está Felipe y desea cantar para él. Con este
motivo explica que al salir Pilar de la Basílica, el flamenco que acompañaba a Pepe Caña
intentó cogerla en brazos para llevarla al automóvil y que en ese momento salió Felipe y
le dio la puñalada. Afortunadamente no hizo más que rajarle la ropa. Como es natural,
Marianico protesta contra la prisión de su amigo. Se van todos menos Mosén Puñales,
no sin que éste haya intercedido cerca del Presidente de la Audiencia por la libertad de
Felipe. Entran Melchora, la tía Vihuela y el tío Celemín, que imploran al capellán la
liberación del muchacho, y el sacerdote los mete en la habitación inmediata con objeto
de continuar su gestión. Entonces llega Pilar, acompañada por la Tana. Mosén Puñales
le hace la última súplica de que no cante y ella cuenta por qué quiere cantar, diciendo
que se marchó de casa de Melchora porque se sintió madre estando lejos Felipe, que poco
tiempo antes se había ido a América para hacer fortuna y casarse con ella; que al huir
Pilar lo hizo por ocultar la deshonra a su tía, la cual no quiso desde el primer momento
ningún trato con ella; que no habiéndose recibido ninguna noticia de Felipe el día que
ella salió de la casa, no supo nunca donde escribirle; y que, cuando volvió a presentarse
en Zaragoza, ya habían tejido a su alrededor una leyenda de mala mujer. Mosén Puñales,
que ha oído a Pilar como un confesor y que es el mejor de los curas de teatro, la promete
conseguir la avenencia con Melchora y es ya un partidario resuelto de que Pilar cante.
Entran en escena don Marcos, Pepe Caña, Lanuza y Marianico con otros invitados. En
la reja del locutorio aparecen varios presos. En vista de que Pilar no cede en su deseo de
cantar y de que Mosén Puñales la apoya, convienen que sea el suyo el primer número,
para que los demás borren la mala impresión que produzca. Pilar rechaza al pianista que
quiere acompañarla y pide que la acompañe Felipe con la guitarra. Acceden las autoridades
y hacen salir a Felipe y al Matacuras con sendas guitarras. Después aparecen Melchora,
la tía Vihuela y el tío Celemín. Ante la gran expectación y el temor de todos, Pilar canta
la siguiente jota, después de haberse quitado el abrigo, apareciendo vestida con un traje
de aragonesa típica.
«Porque soy mujer me dicen
que no tengo corazón;
los que lo dicen no saben
que he nacido en Aragón.»
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Al concluir el cantar, se oyen las voces de entusiasmo y de emoción de los reclusos,
bendiciendo la boca de aquella mujer. Todos los presentes la rodean. Melchora y Mosén
Puñales, la abrazan. El cura pide la libertad de Felipe. Pepe Caña le presenta un contrato
en blanco para cantar jotas, y no las canciones modernistas que ella cantaba, para todos
los teatros de España. Felipe se opone a ello y Mosén Puñales exclama que la jota es un
cantar que sale del alma y no puede cantarse por dinero, sino como producto de una
gran alegría, de una gran tristeza o de cualquier otro sentimiento natural, resumiendo su
teoría con la siguiente copla, que repiten todos los presentes:
«Ha de cantarse la jota,
pa que nos suene a cantar,
con una vihuela rota
¡y a la sombra del Pilar!»
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