George Margaret - Memorias de Cleopatra I 16

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Seccion 16

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    Una nia encantadora repiti, como si tuviera grabada aquella frase en el cerebro. S, s, por supuesto... y t nos guiars?

    Mi padre te mostrar el Museion dijo de pronto Olimpo, levantndose de un salto. Y yo conozco personalmente al que cuida del Faro...

    Meleagro intervino para echar una mano. S, Varrn tiene mucho inters no slo por la Biblioteca sino tambin por el Museion. Me

    sentir muy honrado de poder acompaarte... As nos apresuramos todos a salvar al Rey... y a Egipto.

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    Aquella noche, Isis, sola en mi cmara cuando mi nodriza me hubo preparado para el descanso apagando todas las lmparas menos una, me acurruqu bajo los cobertores y te dirig una oracin.

    Aydame! te supliqu. Maana... maana tengo que borrar lo que se ha hecho esta noche. Y la verdad es que no tena ni idea de cmo conseguirlo; ni siquiera saba por qu haba sugerido aquel recorrido. Qu tena que ver con Pompeyo, con mi padre y con el destino de Egipto? Qu esperaba poder hacer yo, una simple nia? Pero tena que intentarlo; y para ello recurr a la ayuda de Isis, mi madre, la todopoderosa...

    Me levant de la cama temblando y contemple la iluminada cspide del Faro, un espectculo que siempre me consolaba; desde que yo tena memoria, la gigantesca torre haba llenado parcialmente la vista de mi ventana occidental. Haba crecido vindola cambiar de color a lo largo del da; rosa nacarada al amanecer, inmaculadamente blanca al medioda, roja a la puesta de sol, azul morada al anochecer y, finalmente por la noche, una oscura columna con el extremo superior ardiendo: el fuego que ruga en su interior, multiplicado por el gran espejo pulido de su linterna. El Faro se levantaba en el extremo de la isla, aunque ahora ya no era una isla pues un largo rompeolas la una a la tierra.

    Sin embargo, jams haba estado en su interior. Senta mucha curiosidad por saber cmo funcionaba. Su base era cuadrada; a dos tercios de su altura se converta en octogonal y, ms arriba, era redondo. En lo alto se levantaba una estatua de Zeus Soter, la cual giraba siguiendo el movimiento del sol; justo por debajo de la estatua de Zeus brillaba el prodigioso Faro. Su impresionante base estaba rodeada por una columnata de mrmol, y a un lado se levantaba el templo de Isis Faria.

    Alejandra tiene invierno porque est a la orilla del mar. De diciembre a febrero hace fro, hay tormentas marinas y las calles se llenan de vientos salobres. Los barcos no se hacen a la mar en tales circunstancias, y el Faro se levanta como un centinela sobre los desiertos mares y las embarcaciones amarradas en nuestros soberbios puertos. En otras estaciones preside las grandes travesas que empiezan y terminan aqu; nuestros dos puertos pueden albergar ms de mil barcos.

    Maana el Faro y yo intentaremos divertir a los romanos, engatusarlos y complacerlos. Me despert sorprendentemente ansiosa de iniciar la aventura, en parte porque sera una

    oportunidad para que yo pudiera ver cosas por las que senta curiosidad. A pesar de que era una princesa real y cualquiera hubiera podido pensar que tena toda la ciudad de Alejandra a mi disposicin, me pasaba la mayor parte del da confinada en el recinto de palacio y sus numerosos edificios. Venan visitantes de todo el mundo para admirar nuestra ciudad de blancos mrmoles cuyo brillo contrastaba con el azul aguamarina del Mediterrneo, pero nosotros, los hijos del Rey, la veamos menos que nadie. Cierto que lo que divisbamos desde nuestra privilegiada situacin era muy hermoso. Lo primero que vea desde mi ventana era el Faro, que se levantaba como un plido dedo al amanecer, con las olas rompiendo contra su base. Ms cerca de m vea el puerto oriental, rodeado por unas anchas gradas que bajaban al agua en la que uno se podra adentrar para buscar conchas marinas. Y en el recinto del palacio se levantaba el pequeo templo de Isis, construido de cara al mar, donde el viento soplaba entre las columnas y susurraba alrededor de la estatua en su sagrario.