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Adaptado del cuento de Loren Eiseley
(THE STAR THROWER)
MAGDALENO GUERRERO VILLALVAZO
MA. GUADALUPE GUTIERREZ VARGAS
APOYO TÈcNICO:
VIETNA ARAMBULA AVIÑA
Había un hombre sabio que vivía a la orilla del mar en un
pueblo muy pequeño. Le gustaba mucho su pueblo
porque era tranquilo, silencioso, de casas bajitas y
porque las personas no hablaban mal de sus vecinos.
Todas las mañanas acostumbraba salir a caminar
por la playa, antes de sentarse a escribir a lo largo de horas
interminables.
Disfrutaba de los paseos que daba junto al mar porque le
servían para pensar en todas las cosas profundas que
piensan los sabios. Se preguntaba: “¿Quién hace
girar las estrellas en el cielo? ¿Tienen alma las piedras? ¿Qué es el amor? ¿Acaso piensan las
flores?”. Y con estas y otras preguntas caminaba a lo largo
de la playa, agradeciendo la presencia del sol, del viento, de la lluvia e, incluso, la del
granizo .
Una soleada mañana salió a caminar más temprano que de costumbre. La brisa jugaba con su pelo corto y blanco. Al cruzar las dunas llegó a la playa, donde lo esperaba una gran sorpresa
En un segundo comprendió la gravedad de la situación. ¡La orilla estaba llena de estrellas de mar! Las había rojas, rosadas, anaranjadas y
violetas, hasta verdes… Corrió hasta la playa y,
con enorme tristeza, vió que había kilómetros y
kilómetros de arena cubiertos por bellas y
frágiles estrellas de mar. De los ojos del sabio
cayeron gruesas lágrimas porque sabía que las estrellas de mar viven
solo cinco minutos fuera del agua.
Con cuidado de no pisarlas, comenzó a caminar por la playa, con el corazón cargado de pena.
Avanzaba lentamente, pensando en la fugacidad de la vida, en cómo perdemos el tiempo en cosas
inútiles e instrascendentes…
Ensimismado en sus pensamientos caminó durante horas sin ver a nadie, hasta que en el horizonte descubrió una figura que se movía frenéticamente. Corría de la playa hasta la rompiente y de la rompiente hasta la playa, constante e incansablemente…
¿Qué animal será ése? – se preguntó el sabio.Y aunque ya era hora de volver a casa y retomar la escritura de su libro, decidió averiguar quién corría de esa extraña manera. Cuando estuvo a unos pocos metros de esa rara figura, advirtió a un niño pequeño de seis o siete años, tenía la cara sudorosa y los pies mojados y llenos de arena.
Al ver al sabio, se detuvo y lo miró fijamente con sus enormes ojos marrones. El sabio le sonrió y le preguntó:
-¿Qué estás haciendo?
El niño le miró sorprendido pero, para no ser descortés, le contestó:
-Junto las estrellas de mar que están en la playa y las arrojo más allá de la rompiente para que no se mueran.
El sabio volvió a sonreír y le dijo:
- Ya veo…¿Pero no te das cuenta de que no tiene
sentido tu esfuerzo? Hay cientos de miles de
kilómetros sembrados con estrellas de mar y vivirán muy
poco tiempo más antes de que el sol las seque con su calor… Aunque salvarás a
miles, habría billones de ellas que morirán de todas formas. Tu esfuerzo no tiene sentido.
La mirada del niño se llenó de nubes. Sus brazos dejaron caer decenas de estrellas que hasta
entonces sus brazos habían sostenido. Miró desconcertado la
inmensidad de la playa y la magnitud del desastre a la que el sabio se refería. En silencio y sin volverse, trotó en dirección a las
dunas. Pero cuando estaba a punto de desaparecer detrás de
ellas, volvió sobre sus pasos corriendo, tomó una estrella y,
con una fuerza increíble, la arrojó al mar. El niño miró al sabio y lleno
de felicidad le dijo:
-Para ella si tuvo sentido.
“Ningún esfuerzo es vano si lo guía un propósito y si ese propósito tiene en cuenta
a los otros, al semejante, al prójimo. La validez de una acción no se mide por su
extensión, su grandiosidad o la cantidad de personas a quienes beneficia. Basta con una
pequeña actitud cuando ésta llega a esa persona.”
“Este bello cuento, ya un clásico, viene a recordar y a ampliar esa idea esencial y profunda. Lo que nos dice, en fin, es esto: cuando salvas a un ser viviente, uno solo, mejoras el mundo. Y mejorar el mundo da sentido a la vida. Y basta con un simple acto.”
Ensenada B.C., enero 2009.
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