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EL PECADO DE LA CARNE FRITA
Claudia tenía ocho años y se moría por tener una mascota.
Ella era la menor de mis hijas y por su condición de ser la última
se sentía la más engreída de la casa, pero en lo que no podíamos
tolerarla era en querer tener dicha mascota en nuestro hogar,
pues mi esposa Esther y mi hija mayor Silene y yo; no teníamos
mucho aprecio que digamos por estos cuadrúpedos, además la
casa era pequeñísima. Pero a pesar de todo ello ella insistía en
tener una de todas maneras, abrumándonos con sus
ofrecimientos de cuidar y atender con desvelo a la susodicha,
argumentando cuando nos reclamaba que ella asumía esta
postura justificando porque no tenía un hermanito menor con
quien jugar y que ese era el motivo principal por el que necesitaba
tener de todas maneras, dicho animalejo.
Y así fue como día a día fue adquiriendo muchos más
conocimientos, nutriéndose y preparándose sobre la vida y
crianza de las mascotas. En un principio quería tener un conejo,
pero desistió, luego quiso tener aves, y no le gusto que estuvieran
recluidas en una jaula y desistió, pero finalmente se decidió por
tener un perro. Pero para esto antes de eso, se empapo mucho
sobre como criar a estos animales. Sus preguntas eran muchas y
cada vez que llegaba alguien a la casa era interrogado sobre que
sabían de estos mamíferos domésticos, sin tener aun una
mascota ella seguía buscando información cada vez más
especializada sobre el tema.
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Esther, mi esposa, ya había sido convencida de tener una
mascota en casa. Por eso cuando Claudia se me acercaba a
pedirme que le compre un perro, mi esposa me miraba con tal
ternura pidiéndome con su mirada que de una vez le compre la
mascota. Pero yo me ponía fuerte para no ceder. Porque lo que
sabía de las mascotas era que se tenía que ser muy cuidadoso y
responsable para poderlos criar.
Yo tenía que viajar constantemente, pues mi condición de
dueño de una empresa con muchas sucursales, me obligaba a
viajar y, en uno de esos viajes ya a mi retorno encuentro a mi
esposa y mis dos hijas exageradamente cariñosas con mi llegada.
Me senté en el sillón de la sala frente al televisor y no me
imaginaba que sea lo que querrían por que estaban
demasiadamente así de melosas conmigo. En un brazo de mi
sillón se sienta mi esposa y me rodea con su brazo derecho por
el cuello en un abrazo que a mí siempre me gustaba, y en el otro
extremo del sillón se sentó Claudia y también me abrazo pero
esta vez a la altura del estomago; yo las abrazo a las dos sin
saber el por qué acontecía tanto cariño y cuando de repente por
debajo del dintel de la puerta de la sala por el piso encerado hace
su aparición una bola de pelos de color marrón de
aproximadamente diez centímetros cuyo caminar era lento y
contoneándose de un lado para el otro soñoliento y olfateando se
dirige hacia el centro de la sala y yo me quedo pasmado mirándolo
en silencio pues ni en sueños esperaba ver un perro en mi casa,
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a pesar de que muchas veces dije que no, mejor dicho, todas las
veces me negué a tener uno de estos irracionales por mi casa.
No lograba entender el por qué no me habían hecho caso.
Mire a Claudia exigiéndole alguna explicación, ella me observo
fijamente con unos ojos suplicantes y no pude aguantar más esa
mirada e inmediatamente voltee para mirar a mi esposa y ella
también me replico con esa mirada tierna llena de amor y es
cuando cambio el escenario y decido mirar al cuadrúpedo para no
ablandarme más y lo contemplo con detenimiento, y es; cuando
me doy cuenta que le habían comprado una bola para morder y
este lo había encontrado y lo roía con tanta furia que gruñía como
si fuese un perro grande en plena pelea con otro can por un
pedazo de hueso. Sorprendido por todas estas escenas me
levante sin decir nada y me refugie en mi habitación. Me eche en
la cama mirando al vacio y trate de digerir y aceptar la idea de
tener una mascota en casa y recordé cuando era niño y vivía en
la casa de mis padres, fue allí que criamos un perro llamado
Layca, que nos seguía al rio cuando íbamos a bañarnos, se
sentaba a la orilla del rio mirándonos a mí y a mi hermano mayor
mientras nadábamos, entonces desde la ribera del torrente no
nos desprendía la mirada como protegiéndonos, pues con su
postura se sentía nuestro salvavidas y cuando alguien se
acercaba se ponía furioso y ladraba apenas terminábamos de
bañarnos y se metía en el río donde hacia una demostración de
todas sus habilidades en el riachuelo. Mi hermano y yo pasamos
muchos ratos felices con Layca.
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En las ocasiones cuando se organizaban los partidos de
futbol que eran casi todos los días y los niños del pueblo nos
juntábamos, Layca siempre estaba presente, parecía un jugador
más en la cancha, por que corría tras la pelota y con su cabeza
llevaba la redonda hasta el arco contrario donde casi siempre
metía gol. Qué lindo era tener a Layca en casa, sin embargo este
perro murió envenenado y su muerte nos trajo mucho dolor y
desde ese entonces no quisimos tener nunca más algún perro en
casa.
Después de recordar a Layca concluí que no podía ser tan
egoísta y que si yo fui feliz con ese perro, porqué mi hija no podía
ser feliz con esa bola marrón de pelos horribles que rodaba por la
casa, me levante de la cama y me dirigí de nuevo hacia la sala y
me senté en el sillón y mire al perro que seguía jugando con su
pelota de morder, la misma que lo carcomía rabiosamente y es
cuando se me acercan mis hijas y mi esposa y entonces pregunto
¿cómo se llama el perro? y ellas me responden en coro: -
“Peluchin”-. El nombre era por demás gracioso, les sonreí y les
dije: -Bien, vamos a tener a Peluchin en casa, pero tienen que ser
muy cuidadosas. Tener una mascota no es un juego. Hay que
preocuparse todos los días de sus alimentos al igual que a un ser
humano, hay que enseñarle a salir al sitio que se le designe para
que haga sus necesidades biológicas, y también hay que llevarlo
al veterinario para que lo vacune-. Después de todo este rollo
guarde silencio por un buen momento, y pregunte donde lo habían
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adquirido y ellas callaron por un instante y es cuando mi esposa
me contesta y me dice: -Lo compramos en el baratillo, en el sector
bajo el puente de Belén, que es el lugar donde venden estas
mascotas-, y le respondí casi de inmediato retrucándole. –¿Cómo
que en el baratillo?, si allá solo venden perros abandonados,
¿acaso saben el origen de ese sitio (…), de ese mercadillo?. Si a
esa cosa se le pudiera llamar así, esa es una feria donde venden
cosas usadas y animales que nadie los quiere ya tener. Donde
además también venden demasiadas cosas robadas. ¿Y de que
raza es peluchin? – Volví a interrogar. No supieron que contestar
y supuse que era un perro chusco a pesar de que lo habían
bañado y peinado como para que la gente crea que era fino y les
guste, de esa manera habían engatusado a mi familia.
-Espero que Mañana lo lleven al veterinario y le creen una
historia o ficha medica de perro -. Así fue como Peluchin se quedo
en casa. Los días fueron pasando y Peluchin iba creciendo, lo
veía por toda la casa mordiendo cosas, mis zapatos, las sandalias
y todo lo que encontraba a su paso, dejando la marca de sus
dientes y a pesar de ello yo también le estaba agarrando cariño
pero no lo demostraba delante de mis hijas cuando estábamos en
la sala mirando televisión Peluchin mordía las cosas y mis hijas
celebraban este hecho. Yo seguía serio mirando la televisión y
cuando era la hora del noticiero ellas se retiraban y me dejaban
solo con Peluchin.
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Como era un momento serio, de machos, Peluchin se
echaba al piso y ponía su cabeza sobre sus dos patas y
mirábamos la transmisión con la seriedad del caso. Cuando
echábamos un vistazo al noticiero y a los partidos de futbol
también sucedía lo mismo. Cuando todas las damas nos
abandonaban y nos dejaban frente al televisor, yo celebraba una
jugada importante, hablaba solo comentando alguna jugada
donde Peluchin me miraba y también se volteaba a ver el televisor
tratando de entender lo que sucedía.
Mi rutina de trabajo era una semana de viaje por otra en casa
y cuando me quedaba en esta trabajaba en la computadora y
jugaba con Peluchin. Nos estábamos haciendo grandes amigos.
Sin embargo cuando mis hijas y mi esposa llegaban a casa
éramos dos desconocidos. Ni nos mirábamos. Ni bien se
escuchaba el timbre los dos cambiábamos de actitud. Yo mirando
la televisión y el echado en el piso también mirando el aparato
como si nada sucediera.
El doctor me había detectado colesterol alto por qué me
encontraba con sobrepeso, lo cual me ocasionaba fuertes dolores
de cabeza y pesadez en el cuerpo. Habían días que me las
pasaba en la cama muy mal y pues por todo esto el médico me
había recomendado un estricto régimen de dietas que los
primeros días los cumplí y no lo sentí muy mal, por el contrario lo
hacía de muy buena gana, pero con forme iban pasando los días,
mi cuerpo pedía un pollo a la brasa, un bistec frito, una gaseosa
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y todos esos manjares agradables y sabrosos que son
irresistibles, que son una delicia, pero que tienen demasiadas
calorías y hacen daño. Lo que pasa es que también estaba
asumiendo la dieta mis hijas y mi esposa, para ellas estaba bien
la dieta, pero Peluchin y yo ya no aguantábamos. Revise la
refrigeradora y solamente había verduras y frutas, pero no había
nada de carne, no había pollo, no había gaseosas y con Peluchin
nos retorcíamos de las ganas de comer esas carnes grasosas a
las cuales nos habíamos acostumbrado durante toda nuestra
existencia, y ahora no teníamos como degustarlas.
Una tarde mi familia se fue de compras, yo y Peluchin nos
miramos con cierta complicidad, el se sube a mis piernas y hace
un gemido de dolor sin darse cuenta que mi estomago estaba
repiqueteando pidiendo comida, como si fuera poco a Peluchin
también le empezó a crujir el estomago y es cuando le digo:-
Bueno Peluchin, no podemos aguantar más este martirio, así que
tú y yo nos vamos a la calle a comer algo-. De esa manera
salimos de casa y caminamos por varias cuadras en busca de
comida. El pegado a mis piernas de donde no se desprendía más
que lo suficiente como para no perderse. Es entonces que vimos
una pollería y a los dos nos brillaron los ojos de emoción.
Entramos apresuradamente y pedí dos cuartos de pollo, el
joven que atendía me trajo los cubiertos y luego de un rato nos
trajo los pollos y, cuando me disponía a darle su presa a Peluchin,
el joven que nos atiende contrariado me dice: -señor está
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prohibido el ingreso con animales en este lugar-. Y así
prácticamente nos botaron del local, entonces es en aquel
momento que le pedí al joven que nos lo pusiera los pollos en una
bolsa para llevárnoslo y salimos raudamente en búsqueda de un
lugar apacible para degustar nuestro pollo a la brasa, así
llegamos a una plazoleta y me senté en un banco, abrí la bolsa y
la puse a mi costado, peluchin de un salto se subió y comenzó a
devorar, yo también agarre mi pierna de pollo y creo que hasta
los huesos me los comí. La gente nos miraba y se reian, después
de varios minutos terminamos los dos de comer y nos quedamos
en silencio. Junte los desperdicios.
Busque un tacho de basura donde los bote. Pero como
ningún crimen es perfecto, necesitaba asearme las manos para
que en casa no evidenciaran nuestro delito, y encontré el bar de
un amigo que me prestó sus servicios higiénicos y allí me lave las
manos, la cara, los dientes, luego volvimos a casa y para suerte
nuestra todavía no habían llegado a la morada. Me eche en el
sofá. Prendí la televisión satisfecho con la seguridad de no ser
descubierto por mi esposa y mis hijas mirando el televisor,
Peluchin también echado en el piso miraba la pantalla, con su
cabeza puesta sobre sus dos patas y de rato en rato teníamos
miradas de costado llenas de complicidad como si hubiéramos
hecho una hazaña, y yo pensaba: “Pobre Peluchin, el no tiene
porque pasar esto, por mi culpa este animal eminentemente
carnívoro está condenado a una dieta sin huesos, sin carne, que
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castigo más grande era por el que estaba pasando, sus filudos
caninos tenían que probar carne si no para que estaban hechos”.
Al día siguiente escucho un grito aterrador que se oye por
toda la casa: -¡¡Danieeel!!-. Y volteo y era mi esposa. Me hace
una señal con su mano para que la siga y yo inocentemente la
seguí hasta nuestra habitación. Sobre nuestra cama estaba mi
pantalón que me puse el día anterior y me enseña un papel casi
metiéndomelo a los ojos y me dice: – ¡Qué significa esto! –.
Callado agarre el papel y lo mire, era la boleta de venta de la
pollería donde decía dos cuartos de pollo y es cuando me quede
como una estatua parapléjica avergonzado me senté en la cama
y mi esposa gritaba y decía que no me quería a mí mismo porque
me estaba matando de tanto comer. Por que no pensaba siquiera
un momento en mis hijas.
Pasado el mal momento lleno de reprimendas, me dejo solo
en el dormitorio, de un buen rato Peluchin entra a mi habitación
con el lomo completamente doblado, con el hocico hasta el piso,
pareciera que se sentía culpable de lo que estaba sucediendo
conmigo, como queriéndome decir que él era el responsable de
todo esto, pero yo le dije a Peluchin como para levantarle el ánimo
y levantármelo el mío también: – Peluchin, no nos entienden
estas mujeres.-
Pasaron varios días y como castigo se extremo peor aún la
dieta por parte de mi familia. Peluchin y yo estábamos bajando de
peso, yo me sentía mucho mejor de salud, pero las ganas de
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comer un anticucho, un asado, eran otra vez cada día más
fuertes, un día que estábamos caminando con Peluchin, a quien
lo sacaba a dar unas vueltas para que haga sus deposiciones.
Cuando de pronto sin darnos cuenta, pasamos de casualidad por
una pollería y Peluchin al reconocer el lugar, corrió despavorido y
se paro como a unos diez metros de la misma observándome y
yo entendí por este gesto, que él no quería que entráramos de
ninguna manera a ese lugar pues presentía que me iban a llamar
nuevamente la atención y le dije: –Peluchin, no te
preocupes, no vamos a entrar –. Y seguimos caminando hasta
que se nos pasara el hambre y así retornamos de nuevo a casa.
Un día yo echado en el sofá y Peluchin en el piso mirando la
televisión,. Vimos una publicidad donde pusieron lo mejor de la
cocina peruana, un cocinero hacia la exhibición, mostrando unos
inmensos y deliciosos trozos de carne, Peluchin levanto la cabeza
y dio un ladrido, yo lo miro y sus ojos estaban humedecidos de
pena al no poder degustarlos. Yo también me antoje y
cariñosamente llamo a Peluchin. El se me acerca y le tiento:-
¿Quieres de verdad comer un pedazo de carne? – (...). El con
todo su cuerpo se arrima pegándoseme y como diciéndome que
lo necesito urgente, por favor devuélveme la vida y el sabia que
yo también lo necesitaba de tal manera que como estábamos
solos en casa, fuimos como locos a comprar carne, cuando
regresamos solamente le eche un poco sal y lo puse de inmediato
en la sartén con las dos grandes tronchas del delicioso manjar, de
donde empezó a brotar un aroma hipnotizador muy poderoso.
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Una vez frito puse uno en mi plato y el otro lo coloqué en el
bandeja de Peluchin, me senté a la mesa y él en el piso a un
costado mío, entonces comenzamos a engullirnos los deliciosos
pedazos de carne acompañado solo de pan. Al terminar hicimos
una pausa donde yo me repantigue en la silleta y él en el piso,
como de cinco minutos Peluchin dio un aullido y yo le entendí
como un anuncio de que teníamos que borrar todas las
evidencias, las huellas del delito y empezamos a lavar los platos,
la extractora de aire lo pusimos a todo volumen, la sartén, las
bolsas; tratamos de no dejar ninguna huella. Cuando terminamos
nos pusimos a ver futbol. A Peluchin le encantaba también ver el
futbol. Celebrábamos cada jugada, cada gol, la verdad que nos
habíamos convertido en dos grandes amigos, hacíamos cosas de
machos, pero eso era solo cuando estábamos solos. Cuando
estaba mi familia inclusive lo acusaba señalando que era un perro
sucio y el porqué no lo bañaban. Ese perro para mucho en la sala
llévenlo al patio. Hacia todo esto para no despertar sospechas.
Cuando ya me sentí bien decidí viajar a ver mis negocios,
pero Esther, mi esposa; me pidió que solo vaya por dos días, ella
desconfiaba de la comida de los restaurantes y fue a los dos días
que retorne pero con un dolor estomacal muy suave pero que de
rato en rato aumentaba el dolor y mi esposa me dio unas pastillas
que me calmo por un momento cuando yo ya estaba echado en
mi cama. De repente Peluchin entra y su mirada era triste, pone
sus patas delanteras sobre la cama y comienza a lamerme la
parte derecha de mis costillas y yo dejo que el cosquilleo de su
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lamida me relaje, termina aullando, de su hocico sale unos
lamentos casi llorosos y es cuando mi esposa lo saca del
dormitorio y me quedo dormido, pero me despierto de unas dos
horas esta vez con un dolor abdominal muy fuerte que me levanto
de la cama, me dirigí hacia la sala, allí me senté en el sillón
tratando de disipar el dolor, es cuando aparece de nuevo
Peluchin y se acerca otra vez me lame en el mismo lado dando
unos ladridos muy bajitos, como no queriendo molestar a nadie,
luego se desaparece y de otro rato aparece con mi esposa y
Peluchin ladra otra vez cerca de mis costillas, esto molesta a mi
esposa Esther, ella lo hace callar de nuevo sacándolo de la sala.
Levanto la mirada se había subido a algo me miraba por la
ventana, su rostro era triste, pero el dolor que sentía me hizo
ignorarlo. Durante un buen rato Esther me insistía para ir al
hospital y yo terco pretextaba que ya iba a pasar. Pero no paso el
dolor. Cuando el sol ya estaba por salir mi hija Claudia se
despierta, porque Peluchin se puso a ladrar. Cuando mi hija me
ve demacrado tirado ya en la cama me abraza y le pregunta a su
mamá: -Mamita, ¿qué es lo que tiene mi papito? –. Ella le
responde: –Claudia, tu papa está mal pero no quiere ir al hospital
–. Claudia se desprende de mí y mira a su mamá casi gritando le
dice: -¡Al hospital!-. -Si hijita, convence a tu padre para que lo
llevemos al hospital. Claudia me mira con sus ojos llorosos y me
dice: – Papito por favor vamos al Hospital –. Yo no me resisto
casi de inmediato me levanto con todo mi dolor a cuestas y les
dije: –pues vamos-. No podía negarme a nada que mi hija me
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pidiese, ella me tenía completamente dominado, mi orgullo de
macho se esfumaba cuando sus lindos ojos me miraban.
Esther llama a un taxi quien luego de unos minutos toca el
claxon y salimos tratando de no apoyarme pues no podía caminar.
Termine caminando apoyado en mi esposa me acomodo en el
asiento posterior mi esposa a mi lado mi hija se coloca en el
asiento del copiloto. Cuando estoy por cerrar la puerta Peluchin
intenta subir al carro lo empujo haciendo un esfuerzo sobre
humano cierro la puerta el carro arranca. Peluchin comienza a
ladrar desesperadamente, miro por el retrovisor este venia
corriendo tras el auto ladrando. Como a tres cuadras a Peluchin
lo vi regresar abandonando nuestra persecución.
Me internaron en el hospital por emergencias, me hicieron
análisis por dos horas donde me sacaron sangre, me tomaron
muestras de orín, me hicieron mil preguntas, las mismas que
respondía tratando de disimular mi dolor que los médicos a mi
parecer lo ignoraban, mientras yo me retorcía de dolor, pedía que
me den alguna pastilla para atenuar el dolor y no me lo daban,
demandaba que me pongan una inyección, tampoco me la
colocaban, mientras tanto me retorcía en esos ambientes que
tiene olor característico a miedo, mi esposa e hija me esperan
afuera de la habitación, el médico entra y tras de él ingresa
raudamente mi esposa y mi hija. El médico me dice: –Señor
Daniel tenemos que operarlo urgentemente del apéndice. Todos
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los análisis salieron positivos-. Yo acepte sin objetar. Lo que
quería era que me pase el dolor por que ya no lo aguantaba. Si
para que me pasase este mal me tenían que operar, pues que me
operen de una vez, decía.
Me internaron en el quirófano no sé a qué hora. Tampoco
supe a qué hora me sacaron para llevarme a la sala de
recuperaciones. Solo recuerdo como entre sueños vi a mi esposa
seguir la camilla y realmente me sentía muy abatido, me dormí
casi de inmediato para despertarme como a las seis de la
mañana, con un dolor muy agudo en el vientre por el corte
seguramente que me hicieron, trate de ubicarme mirando al
techo, por que las paredes de la habitación del hospital me daban
vueltas por la cabeza. Cuando en eso siento la respiración de
Peluchin que estaba a lado derecho de mi cama, con su cabeza
sobre el camastro, lo miro con esfuerzo y el también me mira, me
quedo embobado al verlo, me restriego los ojos pensando que es
un sueño, al darme cuenta que todo no es más que una hermosa
realidad, de inmediato le rasco la cabecita con mi mano y lo
acaricio. Le pregunto qué haces aquí y en eso siento pasos por el
pasadizo, eran las enfermeras que estaban viniendo atender a los
pacientes y le digo a Peluchin que baje su cabeza, pero él se
esconde astutamente debajo de la cama, las enfermeras me
preguntan como estoy les respondo que estoy bien que no se
preocupen pero la verdad yo no estaba bien, si no quería que
salgan de mi habitación para que no encuentren a Peluchin y lo
desalojen.
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Como a la media hora volvió Esther mi esposa mi hija Silene
quienes me abrazan y me corean que me quieren mucho. Se dan
cuenta que Peluchin estaba escondido en la habitación. Yo les
suplico que se lo lleven a escondidas porque está prohibidos los
animales en estos hospitales. Mi hija así lo hace pero Esther mi
esposa me pregunta como llego este perro hasta aquí si la noche
anterior estaba en la casa solo echado en la sala donde le dimos
su comida y no lo comió solo miraba tu sillón. Seguro que te
extrañaba: – ¿Pero como llego hasta aquí (se volvió a preguntar
en vos alta), si la casa queda como a treinta cuadras de este
lugar?, tuvo prácticamente que cruzar toda la ciudad de extremo
a extremo-. Esther trataba de explicarse pero solo movía la
cabeza admirada por la acción heroica de Peluchin.
A los dos días me dan de alta donde me despedí de las
enfermeras y médicos con los que hice en ese poco tiempo una
gran amistad. Me fui para mi casa. Cuando llegue ni bien baje del
auto, Peluchin comenzó a ladrar dando saltos gigantescos de
alegría, era contagiante verlo de tal manera que cuando se abrió
la puerta salto sobre mi yo lo abrase lo bese y el corría de un lado
para el otro como un perro loco. Cuando ya estuvimos tranquilos
y yo reposaba tratando de recuperarme de la operación, me
dormí unas buenas horas y cuando me desperté lo hice pensado
en Peluchin, quería saber cómo había cruzado la ciudad, como
había llegado al hospital, como se había guiado y como se infiltro
en el hospital hasta llegar a mi habitación y burlar la seguridad del
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nosocomio que no funciono. Fuera como fuera no podía negar
que le tenía ahora si un inmenso cariño a él y él a mí.
A los cuatro días yo ya estaba andando en la casa, tratando
de hacer algo por que realmente me aburría sin hacer nada, me
senté frente al televisor y puse el canal donde pasan el futbol, en
toda la programación no había nadie en casa, solo estábamos él
y yo como era ya una costumbre, Peluchin también estaba
echado en el piso con la cabeza puesta sobre sus dos patas
mirando el futbol, los dos tranquilos, sin emocionarnos; solo
mirábamos para no aburrirnos, al termino de algunos minutos la
emoción aumentaba, las jugadas, lo pases; yo me había
convertido en el director técnico que estaba al frente de la pantalla
pero según yo inmerso en el gramado de futbol gritando a los
jugadores, corrigiendo las malas jugadas, llamándole la atención
al árbitro recordándole a su madre el día que había nacido, el con
sus gruñidos me acompañaba y así pasaron como quince días
hasta que la herida sano y yo me sentía listo para ir trabajar, pero
las engreidoras de mi casa, mi esposa y mis dos bellas hijas no
me dejaban hacer nada, yo estaba con menos kilos pues las
dietas y las pastillas para cerrar las heridas estaban haciéndome
efecto. Sin embargo quería retomar ya mis actividades laborales
a pesar de que no me necesitaban por el momento en mi trabajo,
pues esas ganas de sentirse útil me estaban volviendo loco al
extremo de generarme una enorme ansiedad que se estaba
apoderando de mi ser.
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Al día siguiente con Peluchin salimos yo estaba
impecablemente vestido bien rasurado con el peinado bien puesto
y como debe de ser, caminamos por algunas calles Peluchin casi
siempre pegado a mi pierna, no se separaba por ningún instante,
porque siempre existen personas trastocadas que golpeaban a
los perros sin motivo alguno. Y así como uña y mugre caminamos
juntos. No sé si él me cuidaba a mí o yo lo cuidaba a él pero la
verdad es que ambos nos sentíamos muy complacidos de andar
el uno con el otro. Cuando estando junto con Peluchin me
encontraba con algunos amigos, y me saludaba muy
cordialmente deseándome lo mejor, pero Peluchin a algunos les
hacia gruñidos y hasta se ponía bravo pero se controlaba y con el
tiempo entendí que Peluchin sabia quien tenía malos sentimientos
por eso los gruñía, no quería que se me acerquen y seguimos
caminando hasta que estuvimos parados frente a una carnicería,
los dos miramos los inmensos pedazos de carne que se exhibían
colgados en dicho establecimiento, entonces nuestras miradas se
cruzaron pero fueron unas miradas de compinches y casi de
inmediato me acerque ingrese y pedí dos buenos trozos de carne
e inmediatamente nos retiramos presurosamente con dirección a
casa y allí como no había nadie me interne en la cocina donde
puse la sartén grande con aceite eche un poco de sal por toda la
carne y puse a freír las presas y ese sonido que hacia la carne al
contacto con el aceite nos ensalivaba la boca y peor aun cuando
luego el ambiente era cubierto en su totalidad por ese aroma de
carne frita y cuando ya estaba frito a un término medio saco la
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carne y pongo uno en la bandeja de Peluchin y el otro en el mío,
y así empieza una vez más este placentero ágape que nos
dábamos clavando nuestros dientes en la carne sacándole todos
sus jugos y el resto moliendo con nuestros potentes molares
encajados en nuestras mandíbulas hasta que no queda nada en
los platos. Peluchin en el piso y yo en silleta quedamos
complacidos y satisfechos, que delicia después de un rato me doy
cuenta que no había encendido el extractor de humos que esta
sobre la cocina y toda la casa olía a filete frito y por más que
prendí el extractor por más que lave los servicios con bastante
detergente la casa se había impregnado del olor de la fritura,
entonces como ultimo recurso eche ambientador en toda la casa
pero nada y cuando mi esposa y mis hijas iban a llegar me eche
en el sillón haciéndome el loco, Peluchin también estaba
preocupado caminaba de un lado a otro sin saber qué hacer y
cuando escuchamos que el carro se para en la puerta los dos nos
hicimos los dormidos yo cerré mis ojos y Peluchin en el piso no se
movía hasta que escucho la voz de mi esposa preguntando: -¡Que
paso aquí!-. Yo no dije nada seguía haciéndome el loco, Peluchin
ni se movió y mi esposa me dice: -¡No te hagas el dormido y quiero
que me expliques de donde proviene ese olor a carne frita!- Yo
me senté con la cabeza agachada mire a Peluchin y mi esposa
también miro a Peluchin y de un solo grito me dice: -¡Cuando te
hable quiero que me mires a los ojos y no eches la culpa al pobre
Peluchin, ese perro que sabe de cocinar!- En silencio la mire, yo
reconocí que tenía la culpa de que mi esposa este renegando. No
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hice caso lo que me dijo el médico, no hice caso a mi esposa, no
hice caso al pedido de mis hijas que me cuidara. Realmente era
culpable y cada palabra que decía me hacía daño, no podía
soportar que ella me viese en mal estado si toda mi vida la había
impresionado por ser un hombre fuerte y decidido, ahora estaba
cayendo en EL PECADO DE LA CARNE FRITA , por eso deje
que mi esposa me diga todo lo que se le ocurra ese rato, en
silencio aguante con dignidad y de rato en rato miraba a mi
cómplice y cada palabra que decía mi esposa enfurecida Peluchin
escuchaba como si a él le estarían llamando la atención, hacía
gestos de arrepentimiento. En eso mis hijas entran a casa de
regreso del colegio y Peluchin con paso lento sin hacer ruido se
levanta y se va donde mi hija Claudia y se esconde detrás de las
piernas de ella y, mi hija Silene viene con esa ternura que ella
siempre manifiesta y dice: -Mamita no le riñas a mi papito, el
todavía está malito-. Mi esposa se va de la sala refunfuñando: -
¡Si estuviera enfermo no se estaría comiendo toda la carne y mira
como me dejo la casa mal oliente!-.
Mi hija me mira a los ojos y me dice: -Es cierto eso papito-.
Yo avergonzado solo atine a contestar con un débil si y Silene me
dice de nuevo: -Papito no lo hagas otra vez, tú ya sabes cómo
es mamita-, y se fue de la sala dejándome solo y al final ni
Peluchin ya estaba a mi lado, quien se había ido con Claudia y
estaba ocultándose de los gritos de mi esposa. Peluchin era un
cobarde que me abandono justo cuando me estaban crucificando.
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Pasaron los días en casa. Ya habíamos olvidado aquel
incidente el de las carnes fritas, a mi esposa su cólera solo le
duraba un buen rato, insistía con su dieta, yo aceptaba la dieta,
Peluchin comía también la dieta; pero cuando nos quedábamos
solos Peluchin agarraba una pelota de goma que tenia y lo mordía
con rabia y cuando se cansaba me buscaba y se sentaba a mi
lado y yo me preocupaba y pensaba que no hay un solo perro en
el mundo que haga dieta sin comer carne, no podía soportar esa
idea y los hombres también somos carnívoros, por lo tanto me
decido a conversar seriamente con mi esposa al respecto, la llamo
ella viene y comienzo a exponer mi caso, hago una explicación
magistral sobre los perros señalando que siempre deben de
comer carne. Ella me escucha en silencio y cuando termino me
dice: – Tienes razón mi amor, ese perro debe comer carne-.
Dicho esto se fueron a la calle, Peluchin regreso con la panza
llena me imagino gracias a los suculentos trozos de carne que
devoro, lo vi echado en el patio seguramente como las boas
digestando bajo el sol y soñando con su almuerzo y yo otra vez
con la bendita sopa de verduras, el juguito de frutas, todo ligero
no sé cómo podían darle esos aperitivos a un hombre rudo como
yo, ese día envidie a Peluchin.
Poco a poco en casa fueron dejando las dietas y las carnes
fueron incrementándose y los huesos eran casi todos para
Peluchin.
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En el barrio todos conocían a nuestro perro, era el personaje
más querido por todos, grandes y pequeños querían saludarlo
cada vez que le decían: -¡Hola Peluchin!- El respondía con un:
¡Guau!, ¡guau! Y los que no lo conocían quedaban sorprendidos
y se decían ese perro responde a los saludos, conoce a todos los
vecinos y cuando algún extraño se acercaba al barrio él lo seguía
de lejos y así los ahuyentaba.
Un día tocan el timbre desesperadamente y mi hija Claudia
abre la puerta y una señora desesperada y gritando dice unas
palabras que cayeron como una bomba: -¡A Peluchin lo ha pisado
un carro! y un grito desgarrador sale del tierno cuerpito de mi hija
y yo de un salto ya estaba corriendo a buscar a Peluchin mientras
salía mil pensamientos daban vueltas en mi cabeza y corrí al ver
y lo encontré en el piso, mi corazón comenzó a bombear
desesperadamente, las lagrimas comenzaron a rodar por mis
mejillas, el auto había huido, inmediatamente, un vecino me dice
que suba a su carro y yo levanto a Peluchin en mis dos brazos y
me subo al vehiculo. Peluchin estaba en mis piernas y levanta la
cabeza y me mira con sus ojos llorosos de dolor, quejándose y al
verlo así se me partió el corazón y yo le decía peluchincito tienes
que ser valiente, te estoy llevando al veterinario para que te cure;
pero el levanta la cabeza y en su mirada había un abandono, yo
sentía que se estaba muriendo, yo no podía contener más el dolor
y lo abrace diciéndole: -¡Peluchin no te mueras por favor,
amigo no te mueras carajo, tienes que ser fuerte y cuando estés
sano nos comeremos unas carnes más grandes que el porte del
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plato; cholito lindo no me dejes, tu eres mi mejor amigo y Peluchin
respiraba fuerte y luchaba por su vida, yo sabía que Peluchin era
un perro fuerte pero a pesar de ello estaba temblando, cuando lo
miro de nuevo por su hocico le estaba saliendo un hilo de sangre,
me desespere mucho mas y le grite a mi vecino para que acelere
mas el carro y yo abrazado a Peluchin lloraba, no quería perder a
mi perro, en su oreja le decía: -¡fuerza amigo¡, ¡fuerza amigo!.Te
sanaras, eres el mejor perro del mundo, peluchincito te quiero
amigo y así llegamos donde el veterinario y yo ni siquiera espere
que el carro se termine de parar por completo, bajo y corrí donde
el veterinario donde apenas ingrese a su consultorio este lo echo
en la camilla y lo examinó por algunos instantes. Luego me dijo: -
Su perro ha muerto-. Yo no podía creer lo que me decía, abrace
a mi perro por última vez y me despedí de él diciéndole: “Adiós
amigo mío, gracias por darme momentos inolvidables, siempre te
recordare”. Salí, volví a casa, en el camino pensaba como iba
explicar lo que sucedió a mi esposa y a mis hijas, cuando llego
ellas me estaban esperando en la puerta impacientes, las mire,
las abrace y no pude controlar las lágrimas y; con un nudo de
dolor en todo el cuerpo y en la garganta les dije: -¡Peluchin a
muerto!.
Claudia se abrazo de su madre y se puso a llorar
desconsoladamente los vecinos vinieron a saber de cómo estaba
Peluchin al ver llorar a Claudia se dieron cuenta que Peluchin nos
había dejado bajaron la cabeza y en silencio mostraban su dolor
al ver a mis hijas llorar por mis mejillas también rodaron lagrimas
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y cuando levante la cabeza los vecinos también estaban llorando
abrace a mi hija Claudia y su rostro estaba totalmente mojado por
las lagrimas no podía contenerse sentía que su cuerpecito se
desvanecía levante a mi hija y la entre a la casa y la recosté en el
sofá de la sala y yo me senté a tratar de controlar mis emociones
y los recuerdos comenzaron a venir a mi mente todas las
travesuras que habíamos echo con Peluchin su mirada cómplice
y sus ojos saltones cuando nuestro equipo hacia gol y también
cuando perdía nuestro equipo nos tirábamos derrotados yo en el
sofá y el en el piso Peluchin la mascota de mi hija gracias por
compartir esos lindos momentos siempre te recordare.
Fiiiiinnnnnn.
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