View
2
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
6795JACINTO BENAVBNTE
PUDO DE SD
COMEDIA EN UN ACTO, ORIGINAL
^
Copvrlghí, bv 3acinto Benavente, 1908
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLESNúAez de Balboa, 12
i©oe
EL MARIDO DE SU VIUDA
Esta obra es propiedad de su autor, y nadie po-
drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en
España ni en los países con los cuales se hayan cele-
brado, ó se celebren en adelante, tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
El autor se reserva el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Soeied<id de
Autores Españoles son los encargados exclusivamente
de conceder ó negar el permiso de representación ydel cobro de los derechos de propiedad.
Droits de representation, de traduction et de repro-
daction reserves pour tous les pays, y oompris la Sué-
de, la Norvége et la Hollando.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
3>
EL MARIDO DE SU VIUDA
COMEDIA EN UN ACTO
ORIGINAL DE
JACINTO BENAVBNTJE
Estrenada en el TEATRO PRINCIPE ALFONSO la noche
del 19 de Octubre de 1908
^
MADRIDS. YelaBco, impresor, Marqaés de Santa Ana, 11
leié/ono número 551
1908
REPARTO.^•w«
PERSONAJES ACTORES
CAROLINA Matilde Rodríguez Menéndez.
EUDOXIA Avelica Torres.
PAQUITA Ana de Siria.
FLORENCIO , Fernando Porredón.
CABALONGA Fernando Montenegro.
ZURITA Félix Infiesta.
VALDIVIESO Samuel Aguado.
En una capital de provincia
.í^!<^^^^@?»fc <-je<r>
ACTO ÚNICO
Decoración. Gabinete.
ESCENA PRIMERA
CAROLINA y ZURITA
ZüR. (Entrando.) ¡Amiga mía!
Car. Amigo Zuiita; muy amable en haber acudi-
do tan pronto. Yo no sé cómo corresponderá sus atenciones.
ZuR. Encantado siempre de servir á usted en al-
go, amiga mía.
Car. Hice que le buscaran á usted por todas par-
tes. Usted perdone si le he molestado, peroel caso era urgente. Me hallo en una situa-
ción dificilísima; todo el tacto es poco para
no caer en uno de esos ridículos insosteni-
bles... si usled no me salva con sus con-sejos.
^UR. Cuente usted con ellos, cuente usted con-
migo para todo. Pero ¿usted en ridículo? Nopuedo creerlo.
Car. Sí, sí, amigo mío. Usted es el único de quienpuedo aconsejarme. Usted es una personade buen gusto, sus artículos y crónicas desociedad, son el arbitro del buen tono, las
decisiones de usted se respetan, se acatan
por todo el mundo.
6C7916
— 6 -.
ZuR. No siempre, no siempre... Más que vengapredicando la supresión de las caderas, conlas cuales no hay toilette que siente... Enotro tiempo, existía aquí una sociedad esco-
gida; pero ahora no es lo mismo, usted lo
sabe. Las fortunas improvisadas son tantas
y tantas las familias aristocráticas que hanvenido á menos.. Nuestra sociedad ha cam-biado mucho. Dominan los ^ari'e?iMs... Y el
dinero es insolente. Cree que se basta paraimprovisarlo todo, educación, buen gusto^
maneras distinguidas... Y usted lo sabe,,
amiga mía, nada de eso se improvisa. Ladistinción es flor de estufa delicada... Y nosquedan tan pocas gardenias... como usted,,
amiga mía... Kn cambio, ¡tenemos cada car-
do borriquero! ISo lo digo fior las de Núñez.¿Cómo dirá usted que amenizan ahora susmiércoles? Con un gramófono, amiga mía,con un gramófono; como en los tupinam-bas. Siempre es mejor que cuando cantabala pequeña, recitaba la mediana y tocabantodas... Pero es horrible... Yo me sofoco porellas, créalo usted.
Car. Ya sabe usted que yo no asisto á sus miér-
coles. Sólo los visito cuando sé que no están
en casa.
ZüR. Ahora no sirve; dejan el gramófono, y la
criada se empeña en que los espere usted,
escuchando unos tientos del Mochuelo. ¿Yqué remedio? ¿Cómo le desaira usted los
tientos á la criada? Pero vamos al caso, es-
toy impaciente...
Car. El caso es, como usted sabe, que mañanaes el día señalado para la inauguración dela estatua de mi marido... de mi anterior
marido...
ZuR. Honor merecidísimo á la memoria de aquelgrande hombre, de aquel hombre ilustre, áquien tanto debe esta provincia. E-pañaentera. Para todos los que tuvimos el honorde llamarnos anjigos suyos, debe ser motivade satisfacción ver cómo se hace justicia á
sus grandes merecimientos, aquí, donde por
pasiones políticas, por envidias, se regatea
siempre el mérito de los hombres más emi-nentes. Pero don Patricio Molinete, no po-día tener enemigos... El día de mañana nosconsolará de muchas miserias locales.
Car. Sí, en efecto; debo estar orgullosa y agrade-
cida. Pero, comprenda usted lo delicado demi situación... Casada en segundas nupcias,
ya no llevo su nombre, pero tampoco puedodesentenderme de haberlo llevado, muchomenos, cuando todo el mundo sabe que fui-
mos un matrimonio modelo... Yo habríasalvado la situación ausentándome estos
días, pretextando una indisposición... Pero¿cómo se habría interpretado? Como undesaire, acaso como una protesta...
ZuF. Seguramente. Si por circunstancias de la
vida, muy respetables, ya no lleva usted
aquel nombre ilustre, no por eso puede us-
ted dejar de compartir el honor de haberlo
llevado dignamente. Para su actual maridono puede haber ofensa.
Car. No; pobre Florencio... El fué el primero enindicarme que yo debía participar en todode esta satisfacción... Mi pobre Florencio,
fué siempre el primer admirador de mi po-
bre Patricio... Sus ideas políticas eran las
mismas, en todo pensaban lo mismo.ZüR. Así parece.
Car. Dígalo usted. Mi pobre Patricio me quería
tanto que él, sin duda, hizo pensar á mi po-
bre Florencio en que algo había en mí para
merecer el cariño de aquel gran corazón yaquella gran inteligencia... Del mismo modome bastó que Florencio fuera el amigo in-
separable de Patricio para estimarle comole he estimado. Cierto que Florencio nuncabrillará tanto por sus condiciones de carác-
ter, pero no es porque le falten grandes do-
tes de inteligencia... Pero no tiene ambi-ción, conmigo, con su casita, con este hogarmodelo, ve colmadas sus aspiraciones. Y yoestoy muy contenta; yo tampoco soy ambi-ciosa. Las temporadas que viví en Madrid
— 8 —con mi esposo, para mí fueron un tormento.
Los ocho días que fué Ministro de Hacien-da, yo los pasé en una continua excitación
nerviosa... Dos veces que estuvo á punto detener un duelo, por cuestiones políticas, creí
volverme loca. Y si hubiera llegado á Presi-
dente del Consejo, como le pronosticaba unperiódico que él dirigía, entonces... me hu-biera costado una enfermedad.
ZuR. No es usted como la de Espinosa, nuestra
senadora, ni como nuestra actual alcaldesa,
Ya verá usted cómo esas no descansan ni
dejan descansar á nadie hasta que no veaná sus maridos en estatua.
Car. Pero, ¿usted cree que ni Espinosa, ni el ac-
tual alcalde, tienen méritos para que les le-
vanten estatuas?
ZuR. Sí; en una plaza pública es difícil, pero enlos altares en clase de mártires y esposos, es
muy posible... Pero olvidamos lo que im-porta.
Car, Pues bien, amigo Zurita, como ausentarmehubiera sido muy violento, según usted mis-
mo reconoce, y al permanecer aquí, deboasistir á la inauguración del monumento de
mi pobre Patricio, á la velada en su honor,
debo recibir á las comisiones de Madrid, dela provincia, de todas partes. ¿Qué actitud
debe ser la mía? Si parezco demasiado tris-
te, nadie creerá en la sinceridad de mi sen-
timiento. Tampoco puedo mostrarme com-placida; dirían que había olvidado demasia-do pronto... Ya lo dicen...
ZuR. ¡Oh, no! Quedó usted viuda muy joven... Lavida no podía haber terminado para usted.
Car. Sí, sí; dígales usted eso á mis cuñadas... Enfin, considere usted, que ni sé cómo debovestirme en estos días... Un traje severo queparezca al luto... sería ridículo presentándo-me al lado de mi marido; un traje de másvestir, tampoco me parece indicado. . Acon-séjeme, amigo Zurita, aconséjeme usted...
Usted, ¿qué se pondría?ZuR. Es difícil, es difícil acertar en el punto...
~ 9 —
Pero yo creo que un elegante vestido negro
con alguna nota violeta. La inauguración de
un monumento que perpetúa la gloria de
un grande hombre, no es motivo para en-
tristecerse. Su marido de usted, ha entrado
de lleno en la inmortalidad... y allí la espe-
re á usted por muchos años.
Car Mil gracias.
ZuR. De nada. Usted le ha llorado bastante... Us-
ted ha repetido su memoria; si ha vuelto
nsted á casarse, ha sido con un caballero
dignísimo, que era el mejor amigo de su es-
poso de usted. Usted no ha hecho lo queotras viudas que todos conocemos, la de Be-
nít^z, sin ir más lejos, que sin pensar en ca-
sarse ni ese es el camino, lleva dos años en
relaciones con el mayor enemigo que tenía
su marido en la provincia.
Car. No compare usted.
ZaR. En fin, amiga mía... todo el mundo aprecia-
rá la situación de usted como es debido.
Car Mis cuñadas me tienen asustada. Aseguran
que mi situación es ridicula y la de mi ma-rido mucho más ridicula... Dicen que cómo"
tenemos valor al presentarnos ante la esta-
tua de su hermano...
ZuR. ¡Señora! Ni que fuera la del Comendador...
sus cuñadas de usted exageran. Y á usted,
FÓlo puede importarle la opinión de su es-
poso.
Car. Por ese lado estoy tranquila... En este mun-do el uno, y el otro desde el otro, sé que los
dos han de apreciar la sinceridad de missentimientos. Pero los demás, los demás...
ZuR, Los demás somos los buenos amigos de us-
ted y de su segundo esposo, que lo fuimos
también del primero y estaremos siempre
con ustedes, ó los enemigos, los indiferentes,
que nada debe importarle á usted.
Car. Gracias, muchas gracias. Ya sé que es usted
un buen amigo nuestro, que lo fué usted
suyo.
Zur. De los dos, de los tres, sí señora, de los tres...
Aquí tiene usted á su marido.
— 10 -
ESCENA II
DICHOS y DON FLORENCIO
ZuR. Amigo don Florencio.
Flor. Queridísimo Zurita... Cuánto me alegro deverle... Deseaba dar á usted las gracias porel precioso artículo que ha publicado u?ted
á la memoria de nuestro inolvidable... Muysentido, muy sentido... Era usted un buenamigo suyo... Muchas gracias, querido Zu-rita, muchas gracias. Carolina 3^ yo le agra-
decemos mucho su precioso artículo. Noshizo llorar. ¿No es verdad, Carolina?
Car. Sí, en efecto.
Flor. Estoy satií^fecho, amigo Zurita. Por primeravez en la provincia, se han unido los elemen-
tos más incompatible?, para honrar comose debía al hijo preclaro de esta región des-
agradecida. ¿Ha visto usted el monumento?Muy artístico. La estatua es de gran pareci-
do. Es él, es él... y los motivos alegóricos»
muy artísticos; tanto el desnudo de la ver-
dad como el del Comercio y déla Industria^
son de una ejecución perfecta. No puedenestar más parecidos... Ya sabe usted las ba-
tallas que hemos reñido para imponer loB
desnudos. Loh elementos reaccionarios noquerían desnudos, el escultor se negaba á
entregar la obra si se suprimían los desnu-dos. Al fin conseguimos que triunfaran los
sagrados fueros del arte.
Car. Pues mini, yo hubiera preferido que no hu-biera desnudos. ¿Qué necesidad había deque nadie se molestara? Ya sé de algunosamigos que no asistirán á la inauguraciónpor ese motivo.
Flor. Ridiculeces, preocupaciones que nos tienen
en un lamentable atraso... Pero tú no pue-des pensar así: la que fué compañera dede aquel espíritu tan liberal, tan amplio...
— 11 -
Recuerdo el viaje que hicimos juntos por
Italia. ¿No te acundas tú, faroliiia? La ad-
mirnción nnte aquellos gloriosos monumen-
tos d<-l arte pagano y del Renacimiento...
Aquel hombre era un gran artista sobre
todo... ¡Ahí ¡Qué hombre! ¡Qué grande hom-
bre! Antes que se me olvide, CaroUna, para
el extraordinario c'.e su periódico, me ha pe-
dido Gutiérrez, t<)dos los retratos que tú
conserves y vo quiero también que publi-
quen aquellos vertaos que te etcribió al prin-
cipio de vuestras relaciones. . ¡Verá upted
qué versos! Hubiera tido un gran poeta...
¡H'ibiera bido todo lo que hubiera queridol.
¿Y sus cartas? ¿Usted no conoce alguna de
sus cartas intimas? Anda, Carolina, trae al-
guna de las cartas que te escribió cuando
erais novios...
Car Otro día. . En estos momentos...
Flor. Es verdad... Para nosotros, en medio de la
legítima sati-facción son días muy tristes...
unidos por los mismos recuerdos... Yo estoy
seguro que no podré contener mi emoción
en el momento de descubrir la estatua.
Car. ¡Por Dios, Fh^rencio! no vayamos á dar un
espectáculo! Sobreponte.
Zur. Sí, es pre( iso que se sobreponga usted.
Flor. Si estoy sobrepuesto.
Zur ^i ustedes no mandan otra cosa...
Car Muchas gracias, Zurita... No sabe usted
cuánto le agradezco... Desde que sé cómo he
de vestirme, ya no me parece tan difícil mi
hituación.
ZuR. l'O creo. Las situaciones más difíciles para
una señora, son aquellas en que no sabe qué
ponerle.
Car. Hasta mañana.
Zur, Don Flí^rencio ..
Flor. Agradecidísimo por su sentido, sentido ar-
tículo. ¡Admirable! ¡Admirable! (saie Zurita.)
— 12 -
ESCENA III
CAkOlJNA y ÜON FLORENCIO
Flor- Estás emocionada, ¿verdad? Hondamenteemocionada. Como yo, no te esfuerces porocultarlo.
Car. Estoy... qué sé yo, violenta; esa es la pa-labra.
Flor. No te olvides de buscar esos retratos, sobretodo aquel en que estamos los tres juntosen la segunda plataforma de la torre Eiffel:
es un precioso recuerdo.
Car. Sí, ya lo buscaré. Pero oye. Esas indiscre-
ciones referentes á la vida j)rivada, me pa-recen... qué sé yo en mi situación, en nues-tra situación...
Flor. ' ¡Ah, la mujer! ¡Qué espíritu tan poco am-plio! Pero tú no debías de ser como todas...
La que fué compañera de aquel espíritu tansuperior... Nada de cuanto se reñere á la
vida de un grande hombre, puede ser indi-
ferente para la Historia, y los que fuimostestigos, y hasta cierto punto colaboradores,permítasen'íe la inmodestia, colaboradoresen la obra de su vida, debemos toda la ver-
dad á la Historia.^
Car. Pues no te empeñes en que yo ande ense-ñando las cartas, y los versos menos. Re-cuerda lo que dicen.
Flor. ¡Bah! Ya recuerdo.
«Tengo clavado un be?o que me diste...»
Ya se sabe lo que son versos... Nadie tomaal pie de la letra lo que se dice en los ver-
sos... Además, iba á ser tu marido... ¿qué te-
nía de particular que...?
Car. ¡Florencio! ¿Qué vas á suponer? No insistas.
Estoy temiendo que nos pongamos en ri-
dículo.
Flor. ¿Por qué hemos de ponernos en ridículo?Nadie más obligado que yo á prestar su con-curso en estas circunstancias... Por lo mis-
- 13 ~mo que soy tu marido, el marido de su viu-
da... De otro modo, se diría, que yo preten-^
día eclipsarle, que me molestaba su recuer-
do, y tú sabes que no, tú sabes cómo yo le
admiraba, cómo le quería; y él á mí: ver-
dad es que nadie sabía llevarle su genio
como yo... porque tenia su genio, bien \o
sabes... sus rarezas, rarezas de grande hom-bre, pero grandes rarezas... Estaba muy poseído de su valer, como todos los grandes
hombres, era muy terco, como todos los
grandes caracteres... Cuando se empeñabaen una cosa, no había quién le apeara de
su idea, por respeto no me atrevo á decir de
su burro... Solo yo, á fuerza de habilidad
de paciencia... bien lo sabes. ¡Cuántas veces
no me habrás dicho!... ¡Ay, amigo Floren-
cio! ¡No puedo más! Y yo te hacía reflexio-
nes, y á él también, y cuando teníais algún
disgusto, yo sienopre al quite.
Car. Florencio. No continúes en ese tono. Me^
disgusta oirte...
Flor. Está bien, mujer. Es que estos días, yocomprendo tu situación de espíritu; toda
el mundo es á recordar sus méritos, sus vir-
tudes. Y yo quiero que tú recuerdes queaquel grande hombre tuvo también sus pe-
queneces.
Car. ¿Qué vas á decirme?Flor. Que si me comparas con él...
Car. ¡Florencio! Sabes que nunca he comparado..
Las comparaciones son odioFas.
Flor. No, Carolina; si ya sé... ¿Verdad que no te
pesa haber cambiado su nombre ilustre por
el mío modestísimo? Aunque á tí te consta
que si yo me hubiera propuesto brillar... si
yo hubiera tenido aspiraciones... Porque yo-
creo tener algún talento. ¿No lo crees tú?
Car. Sí, hombre, sí; pero no digas esas tonterías.
Flor. Estás nerviosa.;. No se puede hablar conti-
go, ¡üy, tus cuñadas! Esto sí que no. Di queno estoy en casa.
Car. No te preocupes. Nunca me pregunta»por tí.
— 14 —Flor. ¡Cuánto me alegro! Te deseo una horita cor-
ta y h 11)^0.
Car. Pues también estoy de humor para oirías.
(Sale don Florencio.)
ESCENA IV
CAROLINA, ETTDOXIA y PAQUITA
EuD. ¿No estorbamos?
Car. ¡Qué preo[unta! Adelante.
EuD. ¿Conque hoy estas en casa?
Car. Ya lo veis
Paq. Como siempre que venimos á verte da la
CMSiialidad deque has calido...
Car. Sí que es casualidad.
EuD. La cai-ualidai es encontrarte, (pausa.) A tu
mnrido acabamos de ver en la calle.
Car. ¿E-tais seguras?
Paq. Muy bien acompañado por cierto.
Car. ¿Sí?
EuD. 1 aqnita es qui^n le ha visto con la de So-
molino'í en la confitería de Sánchf^z.
Car. Es posible.
Paq ¿y le quedas tan fresca? Con la fami quetiene la de Somolinos y la confitería deSánchez.
Car. De la confite ia no sabía nada.
EuD. Que ninguna señora decente, ó que q'úera
parecerlo, pone los pien en ella desde queSánchez se c só con esa francesa.
Car. Tampoco saljía lo d* U francas».
EuD. Puetí sí, se casó (on ella. Decimos casado
por no decir una pal 'brota... Sp casc^, si eso
puede llamarse ca-ailo, eií Bavona, por lo
civil, como se casa la gente en esa Francia
de perdición...
Car. Cuánto lo siento, porque soy niny golosa, ybo!i»bones y mnrr>ns gl'tcés, como los de casa
de Sánchez, no los bay aquí en ningunaparte.
Paq Pues te aconsejamos que no se los compres.
— 16 —te criticaría todo el mundo .. Solo la de So-
molinos se atreve á entrar en casa de Sán-
chez y á tratarse con eu miijer^ que le hadado la receta para pintarse el pelo. ¿No te
haa fijado cómo lo lleva ahora?
Car. No he reparado.
EuD. Ya no es color caoba como antes, ahora es
un rubio bebé .. Además, la francesa la aríe-
gla las manos dos veces por semana... ¿Note has fijado cómo lleva las uñas? No se ha-
bla de otra cosa, (pausa.)
Paq ¿Conque por fin ese se ha salido con la suya?
Car. ¿Quién es ese?
Paq. Se me resiste llamarle tu marido. ¡Pobre
hermano nuestro!
Cap. ¡Ah! No sé á qué podáis referiros.
EüD. A que por fia ha colocado en el monumen-to de nuestro pobre hermano esas figuras
desnudas.
Paq. y de tamaño natural.
Car. Pero Florencio no tiene la culpa... Eso es
cosa del epcnltor, de la comisión... ¿Y quétiene de particular? En todos los mouumen.tos hay figuras asi, son figuras alegóricas.
EüD. Pase todavía que la estatua de la verdad noesté vef-tda; siempre se ha dicho que la
verdad es así. Pero la Industria y el Comer-cio... ¿no podían llevar una túnica? Sobre
todo el Comercio creo que está indecente.
Paq. Nosotras ya no iremos á la tribuna de pre-
ferencia, es la que está de frente, y desde
allí se ve todo.
EüD. Y tú ¿insistes todavía en presentarte? ¿Noha habido nadie que te haya aconsejado
mejor?Car. Si he sido invitada, señal de que no parece
inconveniente mi presencia.
Paq. La tuya, no... Si estuvieras como debías
estar; pero al lado de ese hombre. . el quefué su mejor amigo... A los tres años es-
casos.
Car. Larg:os.
EüD. ¡Te parecen largos! ¡Tres años! ¡Un día para
los que le seguimos llorando!
— 16 —
Paq Para los que todavía llevamos su apellido,
porque ninguno nos parece más digno.
EüD. Y por no dejar de llevarlo, hemos renuncia-do á partidos muy ventajosos.
Car. Pues habéis hecho mal, porque vuestro her-
mano ya sabéis que tenía gran empeño enveros casadas.
Paq. El creía que todos los hombres eran comoél, dignos de una mujer como nosotras. ¡Po-
bre hermano! 8i alguien le hubiera dichoque iban á olvidarle tan pronto... ¡si te vedesde el cielo, qué disgusto el suyo!
Car. No creo que en el cielo nadie pueda tenerdisgustos; no valía la pena de estar en el
cielo... Vosotras no queréis haceros cargo demi situación... Una viuda ]oven lo menosmalo que puede hacer para evitar murmu-raciones es volver á casarse. Y yo era muyjoven cuando quedé viuda.
EüD. Veinti.íueve años.
Car. Veintiséis.
EüD. Admitamos los veintiséis. Ya no eras unaniña. Además, una mujer viuda nunca es
joven.
Car. Ni una soltera es nunca vieja. Corriente. Loque no veo es lo que puede haber de inco-
rrecto en que yo presencie la inauguraciónde la estatua.
'
EüD. Comprende que en todos los discursos hande hablar de su muerte prematura, del sen-
timiento de todos por la péidida de hombretan ilustre. ¿Qué cara vas á poner al oirlo?
¿Quién va creer que no estás más conformeque todos, viéndote tan compuesta y tanconsolada al lado de ese hombre?
Paq. y cuando todos recuerden su talento... ¿Quécara va á poner tu marido que no tiene nin-
guno?Car. Bien sabes que no era esa la opinión de
vuestro hermano, que estimaba mucho áFlorencio.
EüD. ¡Le estimaba! ¡Pobre hermano mío! ¡Por te-
ner todos los talentos, tenía también el dedejarse engañar!
— 17 —Car. Esa suposición me ofende... nos ofende á
todos.
EuD. ¿Dónde has guardado eso, Paquita?PaQ. Aquí lo traigo, (saca un libro.)
EuD. Entérate, entérate de ese libro que ha lle-
gado hoy de Madrid y se vende en casa deValdivieso.
Car. ¿Qué es esto? (Leyendo la cubierta de el libro.)
«Don Patricio Molinete y su obra. Biografía.
Correspondencia. Intimidades.» Os agra-dezco...
Paq. No, no agradezcas nada... Ya verás, ya ve-
rás lo que escribía nuestro pobre hermanoen sus cartas dirigidas al autor de ese libro
íntimo amigo suyo.
Car. Recaredo Casalonga. ¡Ah! sí, un trapisondis-
ta que tuvimos que echarle de casa. . Ydices que trae unas cartas... Ya estoy alar-
mada, siendo cosa de ese desahogado deCasalonga.
EuD. Lee, lee... Página doscientas catorce. ¿Noes eso, Paquita?
Paq Empieza en la doscientas catorce, pero lo
gordo está en la doscientas quince.
Car. a ver, á ver... ¿Qué es esto? ¿Qué cartas sonestas? ¿Qué dice aquí?... Que yo. . Pero esto
no es verdad... esto no ha podido decirlo mimarido.
EuD. Cuando se atreven á publicarlo en letras demolde...
Car. Pero esto no puede ser. Este libro es unacalumnia... Esto es no respetar la vida pri-
vada. ¡Lo más privado de la vida! Esto nopuede quedar así.
EuD. Pues quedará, quedará; ya verás cómo que-da.
Paq. a estas horas se habrán agotado los ejem-plares.
Car. Ah, ya lo veremos... se verá .. ¡Florencio!
¡Florencio! Ven en seguida. ¡Florencio!EuD. Si aun no habrá vuelto.Paq. Estaba tan entretenido...
Car. Si no ha salido de casa... ¡Sois unas chis-
mosas!
— 18 —EüD. ¡Carolina! Esa palabra la habrás dicho sin
reflexionarla.
Paq. No creo haber oído bien. ¿Has dicho chie-
mosas?Car. Sí, sí; dejadme en paz. No puedo sufriros.
Vosotras tenéis la culpa de todo.
p"^-I¡Carolina!
Paq. ('
Car. ¡Florencio! ¡Florencio!
ESCENA V
dichas y FLORENCIO
Flor. ¿Qné te ocurre, mujer? ¿qué te ocurre? ¡Ah,
están ustedes aquí! Tanto gusto...
EüD. Nosotras, sí; nosotras, que ahora mismo sa-
limos para siempre de esta casa... donde se
nos insulta.
Paq. Donde se nos llama chismosas.
EuD. Donde se nos dice que no pueden sufrirnos.
Paq. y cuando S3 eso dice... ¡qué será lo que se
piensa!
Flor. Pero Eudoxia, Paquita, no comprendo... Pormi parte...
EuD. La que es hoy su señora se lo explicará á
usted.
Paq. ¡Salir así de esta casa que fué de nuestrohermano!
EüD. ¡Pobre hermano nuestro!
Flor. Pero Carolina...
Cak. Déjalas, déjalas, son insoportables.
Paq. ¿Has oído, Kudoxia? ¡Somos insoportables!
EuD. Ya lo he oído, Paquita. Creo que no nosqueda más que oir en esta casa.
Car. Sí; insoportables como todas las viejas sol-
teronas.
EüD. Aun nos quedaba más que oir... Vamos,Paquita.
Paq. Vamos, Eudoxia. (saien.)
— 19 —
ESCENA VI
CAROLINA y FLORENCIO
Flor. ¿Pero qué disgusto has tenido con tus cu-ñadas?
Car. Con ellas, no; por ellas; es lo mismo. Secomplacen en llevar y traer noticias des-agradables... todo lo que puede molestar.¿Tú te acuerdas de Casalonga?
Flor. ¿Recaredo Casalonga? ¡No he de acordarme!un tipo delicioso, gran filosofo de la vida,
un humorista muy divertido...
"Car. Sí, todo eso: pues es9 filósofo, ese humoristaha tenido la humorada de publicar este
libro.
'Flor. A ver. «Don Patricio Molinete. Su vida y suobra. Biografía. Correspondencia. Intimida-des. > ¡Hombre! ¡qué idea! Sí que fueron muyamigos, pero no creo que el libro pueda ser
muy interesante. Este pobre Casalonga,¿qué novedad puede decirnos?
Car. a nosotros ninguna. Pero lee, lee.
Flor. ¡Hombre! ¡Cartas de Patricio! ¿Dirigidas áquién?
Oar. Al autor de ese libro, según él asegura. Car-tas muy íntimas, muy confidenciales. Lee,lee.
Flor. «Querido amigo: La vida es triste. ¿Quieressaber por qué estoy tan desilusionado? ¿Porqué no tengo fe ninguna en los destinos denuestra desgraciada patria?... Quieres sa-
ber... Esta carta está escrita cuando ya es-
taba enfermo. El pobre con su padecimien-to del hígado lo veía todo negro... ¡Ah, los
grandes hombres no debían estar sujetos á
estas miserias! ¡La inteligencia esclava del
hígado... No somos nada. Los destinos denuestra desgraciada patria...»
'Car. Bueno, eso no importa nada... Más abajo.Lee, lee.
Flor. «La vida es triste.
»
— 20 -«
Car. No vuelvas á empezar.Klor. No, si es que lo vuelve á decir. Mira. «Ya
no he amado más que una vez, y á una sola
mujer, la mía...» Tú.Car. Sigue, sigue.
Flor. «Yo no he creído más que en un amigo, miúnico amigo, Florencio » Yo.
Car. lú, sí, tú. 8igue, sigue.
Flor. ¿A qué viene esto? ¡Ah! ¿Qué dice aquí?'
Que tú, que yo...
Car. Lee, lee.
Flor. «Pues bien; esa mujer, ese amigo, los dosgrande?, los dos únicos, los dos sagradosafectos de mi vida, de mi existencia... Name atrevo á decirlo. ¡Si no me atrevo á pen-sarlo! Se aman, se aman en silencio, acasosin sospecharlo ellos mismos.»
Car. ¿Qué te parece?
Flor. Kilos mismo?... «Comprendo que luchanpor vencer su pasión culpable... Pero lucha-
rán siempre. En medio de todo los compa-dezco... Pero ¿qué debo hacer? ¡Soy muydesgraciado!»
Car. ¿Qué dices?
Flor. ¡Pero esto no puede serl El no puede ha-ber escrito esto. Y si lo esciibió no puedepublicarse.
Car. Pue? se ha publicado verdad ó mentira, yahí lo tienes. ¡Ah! y eso no es nada; en las
cartas siguientes, sigue comunicando sus• observaciones, y la verí/ad hay algunas...
que sólo él podía haber hechoFlor. De modo que tú crees, tú opinas que estas
cartas son auténticas...
Car. Pueden serlo. Hay datos, detalles...
Flor. ¡Y nosotros creíamos que él nada sospe-chaba!
Car. Poco á poco, Florencio... El nada podía sos-
pechar... Tú sabes mejor que nadie cómosrpimos respetarle, á pesar de todo.
.
Flor. ¡Pues ya ves de lo que nos ha servido!
Car. El sólo pudo creer la verdad... Que nos amá-bamos en silencio...
Flor. ¡De bastante nos ha servido el silenciol
— 21 —¡Para que él fuera á contárselo á ese, al bo-
tarate de Casalongal Un trapisondista que
ahora ha querido sacar partido de estas in-
timidades. No me negarás que ha sido unaligereza imperdonable; yo nunca hubiera
sospechado esto de mi amigo. Si dudaba de
mí, de nosotros, ¿por qué no nos dijo algo?
Hubiéramos sido más prudentes, le hubié-
ramos tranquilizado... Pero esto de contarle
al primero que se presenta... Comprendeahora mi situación, nuestra situación en es-
tos momentos .. Cuando todo el mundo con-
sagra un recuerdo á su memoria, cuandoyo me he afanado tanto por la realización
de ese monumento, ¿qué dirá todo el mun-do después de leer esto?
Car. Siempre te dije que el monumento nos da-
ría más de un disgusto.
Flor. ¿Con qué cara me presento yo mañana en
ia inauguración?
Car.iVan á salirde con la suya mis cuñadas! ¡Es-
tamos en evidencia!
Flor. ¡Ah! pero esto no puede quedar así... Ahoramismo me dirijo á la Prensa, al Juzgado, al
Gobernador, á las hbrerías. Y en cuanto á
Casalonga. ¡Ah! Yo daré con él y ó rectifica
y declara que esas cartas son apócrifas de
cabo á rabo... ó le mato. Me batiré con él...
pero muy seriamente.
Car. ¡Florencio! ¡No digas disparates! ¡Un duelo!
¡Exponer tu vida!
Flor. ¿Pero no comprendes que esto no puedeconsentirse? ¿Dónde iríamos a parar? ¿Es
que no va á respetarse la vida privada de
nadie? Mas que la vida privada, el sagrado
de las intenciones...
Car. ¡Florencio! ¡Por Dios!
Flor. ¡No me detengas!
Car. ¡Florencio! Haz lo que quieras, pero unduelo, no.
Flor. ¡Ahí O rectifica y recoge ia edición de este
libelo ó de lo contrario...
Car. ¡Zurita!
Flor. Querido amigo... Llega usted á tiempo.
— 22 -
ESCENA Vil
DICHOS y ZURITA
ZüR. Don Florencio... Carolina... ¡No me digart
ustedes nada!
Flop". ¿Ha visto usted?... ¿Ha visto usted?... ¿Enqué país vivimos?
Car. jj,Taml)ién usted ha leído?
ZuR. Me enteré en el Casino; allí tenían el libro^
lo comentaban...
Flor. ¿En el Casino?ZüR. Trarquilícese usted,.. Todo el mundo dice
que se trata de un chantage, que esas cartas
no pueden ser de don Patricio.
Flor. ¡Ah! ¿Dicen eso?
ZuR. Y si lo fuera... son asuntos de la vida pri-
vada que nadie tiene el derecho de lanzar á
la publicidad.
Flor. Lo que yo digo, la vida privada, lo más res-
petable ..
Zur. Me faltó tiempo para dirigirme á la librería
de Valdivieso, que es donde se vende el li-
bro... Le encontré consternado, él no sabía
nada; adquirió los ejemplares, creyendo quese trataba de un asunto serio, de actualidad
en estos momentos... Le faltó tiempo pararetirar del escaparate los ejemplares y paradirigirse en busca del autor.
Flor. ¿Del autor? Pero ¿está aquí el autor?
ZüR. éí; él mismo le ha vendido en firme los-
ejemplares; llegó con ellos esta mañana.Flor. ¡Ah! ¿Con que está aquí ese píllete de Casa-
ionga? ¿Y usted sabe dónde se encuentra?...
Zur. En el Hotel de Europa.Car. ¡Florencio! No vayas tú. ¡Deténgale usted!
Quiere desafiarle.
Zur. ¿Qué dice usted? No vale la pena. Ustedestá por encima de todo eso, y su señora deusted mucho más por encima.
Flcr. y la gente, amigo Zurita. ¿Qué dirá la gente?'
Zur. La gente lo ha tomado á risa.
— 23 —
Flor. ¿A risa? Estamos en el ridículo más espan-
toso.
ZuR No quiero decir eso... quiero decir...
Flor. No, amigo Zurita. Usted es un hombre de
honor, usted sabe que yo necesito matar á
ese hombre.
Car Pero, ¿y si es él el que te mata a IL'' .«No,
Florencio, un duelo no. ¿Para qué están los
tribunales?
Flor. No, me batiré... querido Zurita... Busque us-
ted á otro amigo... Vayan ustedes en repre-
sentación mía al Hotel de Europa. Vean us-
tedes á ese hombre, exíjanle ustedes una re-
paración inmediata... una reparación com-
pleta, rotunda. O declara, bajo su firma, que
esas cartas son una falsedad indigna ó de lo
contrario...
Car. ¡Florencio!
Flor. No reparen ustedes en las condiciones... las
más serias... á pistola, con balas de verdad,
avanzando...
ZuR. Pero don Florencio...
Car. No vaya usted: se lo ruego.
Flor. Es usted mi amigo... Vaya usted en el acto.
Car. No, no irá usted.
ZuR. Pero don Florencio... Una persona sena como
usted.
Zür Cuando á una persona sena se la pone en
ridículo, deja de ser seria. Considere usted
mi situación mañana ante ese monumento.
¿Yo? Su mejor amigo... Ella, mi espo-a, su
viuda... Y la gente comentando esas cartas...
¡Suponer que vo... que ella!... Corra usted,
corra usted... Ño vuelva usted sin esa repa-
ración,.r i-,- •
ZuR ¡Calle usted! Oigo la voz de V aldivieso.
Flor. Eh... Y la de Casalonga... Pero tiene valor
de presentarse en mi casa...
Zur. Deje usted... cuando él viene, acaso se anti-
cipe á rectificar... Voy á ver... (saie.)
Car. ¡blorencio! No veas á ese hombie, no le re-
cibas... .
,
Flor. Descuida, estoy en mi casa... No me olvido
de lo que me debo á mí mismo... Veré-
— 24 -
mos qué explicación da, veremos... Lo que8Í te agradeceré es que dos dejes solos... Es-tos asuntos de honor no son para señoras.
Car. Está bien: pero me quedo cerca... No estoytranquila. No tienes ningún arma, ¿verdad?
Flor. Mujer, ¿cuándo he llevado yo armas de nin-guna clase?
Car Ten prudencia, ten calma, piensa en mí...
Flor. Estoy en mi casa, no tengas cuidado...
Car. Mira que como te oiga hoy muy acaloradono podría contenerme.
Flor. ¿Qué haces, mujer?Car, Me llevo estos cacharros, no te vaya á dar
un pronto y se los tires á la cabeza... Lo sen-tiría porque son recuerdo.
Flor. Anda, mujer.Car, Mira que estoy muy nerviosa... Ten calma,
por Dios, ten prudencia... (saie.)
ESCENA VIH
DON FLORENCIO y ZURITA
ZuB. ¿Está usted más tranquilo?Flor. Descuide usted... ¿Está ahí ese hombre?ZuR. Sí; le ha traído Valdivieso, que desea since-
rarse con usted.
Flor. Bien,., pero el otro, ese Casalonga... ¿quépretende?
ZüR. Hablar con usted también. Darle toda clase
de explicaciones.
Flor. No hay más que una explicación posible.
ZuR. Mire usted. Mi opinión es que le reciba us-
ted. Por lo que he podido oirle, me pareceun inconsciente.
Flor. Diga usted un fresco.
ZuR. Eso es... No me atrevía á decirlo... El no daninguna importancia al asunto.
Flor. ¡Claro! Para el ninguna.ZuR. En fin... Yo creo que está dispuesto á todo,
á rectificar, á desmentir, á retirar el libro dela circulación. Lo mejor es que hable usted
— 25 —con él... ¿Me responde usted de su sereni-
dad? ¿Puedo decirles que pasen?...
Flor. Sí... sí, que pasen...
ZüR. El pobre Valdivieso eaiá muy disgustado...
Le estima á usted tanto... Es usted una delas tres ó cuatro personas que aquí compranlibros. . Se alegrará tanto si usted le tran-quiliza diciéndole que nunca le creyó ustedcapaz...
Flor. No. ¡Pobre Valdivieso! Que pase, que pa-sen... (Entra Zurita y á poco sale con Valdivieso yCasalonga.)
ESCENA IX
DICHOS, CASALONGA y VALDIVIESO
Val. ¡Señor don Florencio! No sé como decirle áusted... Supongo que usted no dudará demi buena fe en este asunto... Yo ignoraba...
yo no podía sospechar...
Flor. Con usted no va nada. Pero este caballero...
Cas. ¡Calla, hombre, no me digas nada! Lo quemenos podía yo sospechar es que iba á en-
contrarte aquí... y casado con la viuda. ¡Esgracioso!
Flor . Pero, ¿oye usted esto?
ZüR. Ya le dije á usted que es un inconsciente.Flor. ¡Y yo le dije á usted que es un fresco, pero•^ no creía que lo fuese tanto! ¡Señor mío!...
Cas. ¡Déjate de tonterías, no me vengas con esa
cara!...
Flor. En primer lugar no recuerdo que nos haya-mos tuteado nunca...
Cas. Sí, hombre, sí. Y si no nos tuteamos es lo
mismo. Durante una temporada, fuimos in-
separables. ¡Y en tiempos muy difíciles
para los dos! Pero, ¿qué importaba? Cuandoel uno no t^nía dinero se lo pedía al otro ytan contentos.
Flor Sí: me acuerdo que el otro era siempre yo.Cas. ¡Ja, ja, ja! Es posible, es posible... Conque,
— 26 —¿estás tan incomodado conmigo? ¡Qué tonte-
ría! No vale la pena.
Flor. Pero, ¿oyen ustedes?
Val. Crea usted que si yo hubiera sospechado...
Le compré en firme los ejemplares, aprove-chando la actualidad del monumento. Pero»
|6Í yo hubiera sabido!...
Cas, Pues eso, aprovechando la actualidad. Yoando muy mal, chico. Esta situación conser-
vadora tan prolongada, me tiene en las últi-
mas... Ya DO sabe uno qué discurrir paraeacar dinero.
Flor. ¡Me gusla el descaro! ¿Y qué hace usted conun hombre así?
ZuR. Eso digo yo. ¿Qué hace usted?
Cas, Figúrate, que hasta me puse á escribir cosas
para el teatro... Como las de todo el mun-do... un poco mejores, por eso no gustaban...
Figúrate, que me casé con la última patronaque tuve. ¡De alguna manera tenía que pa-
garla! ¡Pero, chico! ¡Me armaba unos escán-
dalos que un día después de tirarnos todos
los trastos á la cabeza, acordamos separar-
nos amistosamente. ¡Después no quieras sa-
berlo!
Flor. No, si no quiero saber nada... si...
Cas. Una novela, una verdadera novela... Figú-
rate que hasta he andado por esos pueblosexplicando las vistas de un cine... Ya cono-
ces mi facilidad de palabra... En las cintas
dramáticas tenía un éxito... Pero enfermé dela garganta... Ya no me quedaba que tocar
ninguna tecla... Yo tengo muy buenas rela-
ciones... Pero los amigos... ¡Ah, los amigos!
En cuanto les pides algo ya no hay amigos...
En esto me enteré de que aquí inaugurabasun monumento á la memoria de nuestro
amigo Patricio. ¡Pobre Patricio! ¡Aquél sí
era un amigo! ¡Allí había hombre siempre!
Se me ocurrió escribir cuatro tonterías de re-
cuerdos personales, publicar unas cuantascartas que conservaba de él...
Flor. ¡Feliz ocurrencia!
Cas. ¡El garbanzo, el miserable garbanzo! Pensé
- 27 —que en ninguna parte podía venderse mejor
que aquí, en su patria. Llegué esta mañanaen tercera, chico, en tercera... Me fui á casa
de este hombre, le coloqué dos mil ejempla-
res, que me pai^ó con un descuento horroro-
so... jEirtos libreros...!
Val. ¡Oiga usted! Lo razonable cuando se com-
pra en firme.
Cas. Si no digo nada. La humanidad se divide
en piimcs y pillos...
Val, Pero, ¿oyen ustedes esto?
Cas. Usted es de los pillos...
Val. ¡Oiga usted! Pues no hay duda que he he-
cho un bonito negocio. ¿Usted cree que yc^
voy á vender un ejemplar más de ese libe-
lo, sabiendo que en él se ofende á mi par-
ticular y respetable amigo don Florencio yá su distinguida esposa?
Flok. ¡Gracias, amigo Valdivieso, muchas gracias!
Val. Quemaré la edición, aunque ya ve usted la
pérdida que me supone.
Flop. De eso no hay que hablar. Eso es cuenta
mía.
Cas. ¿Lo ve usted? Florencio paga. Quéjese usted
ahora. Pero m.al hecho, chico, yo que tú no
le daba un cuarto...
Val. ¡Oiga usted! Como usted ha cobrado á toca
teja...
Cas. No llame usted cobrar á eso... con ese des-
cuento... El papel vale más.
Flor. Lo que vale más es su desahogo de usted^
señor mío ..
Cas. ¡Ja, ja, ja! Si no me ofendo, si tienes razón.
Pero, ¿qué quieres? Cuando ha tocado uno-
todas las teclas .. ¿Vas á matarme?
Flor. Por mi parte pondré los medios... ¿Usté cree
que esto puede quedar aFÍ...? Y si se niega
ubted á batirse, le llevaré á los Tribunales.
Cas. Deja ese tono trágico. ¿Un duelo? ¿Entre
nosotros? ¿Y por qué? ¿Porque la mujer de
un amigo... que hoy es tu mujer, se la pega-
ba contigo? ¡Si hubiera sido con otro!
Flor. ¡Que no le coní-iento á usted esas suposi-
ciones.
«. 28 —Cas. Será el primer hombre que se ofende por-
que le dicen que ha tenido relaciones consu mujer... ¿No comprendes que eso es ri-
dículo? ¿L'ómo vas á batirte por eso?
ZuR. En el fondo hay algo de verda<l.
Flor. Patricio nunca pudo escribir esas cartas ymenos á usted.
Cas. Di lo que quieras, la^ cartas son auténticas...
ahora que Patricio hiciera una tontería enescribirlas... ya es más discutible... Yo las
publiqué por dar un poco de amenidad al
libro; al público le gusta siempre la notaintencionada.. Por lo demás, ¿qué interés
tenía yo en molestarte, criatura?
Flor. ¡Y dale con la confianza!
ZuR. ¿Y qué hace usted con un hombre así?
Flor. Eso digo yo. ¿Qué hace usted?
Cas. Ya sabes que yo siempre te he querido mu-cho. . porque tienes mucho talento.
Flor. ¡Gracias!
Cas. Mucho más talento que el pobre Patricio...
que era una excelente persona, pero entre
nosotros que estamos en el secreto, un com-pleto besugo.
Flor. ¡Hombre, no tanto!
Cas. De esas reputaciones que se hacen en este
país ¡Si él hubiera tenido tu talento, tu cla-
rÍ!*imo talento!
Flor. iHay que dejarle hablar!
Cas. Di que tú has sido siempre muy modesto yte has quedado en la sombra para que él
luciera y brillara. Pero ¿quién no sabe quesus mejores discursos pudo pronunciarlosgracias á tí?
Flor. ¡No me descubras!
ZuR, Sí, señores, sépanlo ustedes... Este hombreera el verdadero talento, él es quien mere-cía la estatua... este amigoadmirable,único...
Flor. ¡Es que no hay modo de reñir con este
hombrelCas. Por lo demás, yo ahora mismo envío un co-
municado diciendo que esas cartas ?on apó-
crifas... lo que tú quieras... como tú quieras...
¡No faltaba más! Eso no tiene ninguna im-
— 29 —portancia... Yo estoy por encima de esas mi-serias... Y á este sujeto no le des más que lo-
justo... á dos reales por ejemplar, lo que él.
me ha dado á mí.
Val. No le permito á usted que se entrometa enmis asuntos... És usted un trapisondista.
Cas. ¿Ha dicho usted trapisondista? Le advierta
á usted, que con usted, í^í me bato. Usted naes mi amigo. Usted es un explotador de la
inteligencia ajena.
Val. ¡Conmigo se atreverá ustedl ¡Con un padrede familia! Después de haberme estafado.
Cas. ¿Ha dicho usted estafado? Eso me lo dice
usted aquí.
Val. En todas partes.
Flor. ¡Señores, señores! ¡Está usted en mi casa^
en casa de mi señora!
ZuR. ¡Pero Valdivieso!
Cas. (a Fioreucio.) Te nombro mi padrino, y á us-
ted también, mi querido amigo... ¿Cómo se
llama usted?
Val. ¿Pero van ustedes á hacerle caso? ¿Ustedes
creen que yo voy á batirme con el primerdesahogado que se presente?... ¡Un padre de
familia!
Cas. ¡No admito explicaciones! ¡Mis amigos se
entenderán con los de usted. Que todo que-
de arreglado esta misma tarde.
Val. ¿y le oyen ustedes con esa calma? ;.Y serán
ustedes capaces de hacerle caso? Es muycómodo, cuando es usted el que debía ba-
tirse, tomarme á mí por cabeza de turco...
Flor. ¡Amigo V^aldivieso! No le tolero á usted
apreciaciones sobre mi conducta... Despuésde todo... ¡Si usted no hubiera tratado delucrarse de mala manera con ese libro, sa-
biendo que en él se me ofendía gravemente...
Val. Pero ¿habla usted en serio?
Flor. 'J'an en serio.
Cas. Sí, señor, que hablamos en serio. ¡Usted hadado lugar á todo! Nadie compra sin ente-
rarse. Pudo usted indicarme la indiscreción
que yo había cometido... Por mi parte, si
quieres batirte con él, te cedo mi puesta
— 30 —como primer ofendido... j'O tendré muchogusto en apadrinarte con este querido ami-go... ¿Cómo se llama usted?
ZuR. Zurita.
Cas. Wi querido amigo Zurita.
Val. Pero, ¿quieren ustedes volverme loco? ¡Por
lo visto me han preparado ustedes una en-
cerronal
Flor. ¡Amigo Valdivieso, que no le consiento á
usted esas apreciaciones! En mi casa no se
preparan encerronas.
Zux. jAh, y yo tampocol Yo no le he traído á us-
ted á ninguna encerrona.
Cas . Ha olvidado usted con quién habla.
Val. ¡Vaya! Queden ustedes con Dios. Esto nopuede sufrirse... Así se agradecen mis bue-nos oficios... Lo que haré es verkder el libro...
y si no se vende lo regalo... y que lo lea y lo
comente todo el mundo .. ¡No faltaba otra
cosa.
Flor. Oiga usted, ¿qué está usted diciendo? ¡Pobre
de usted si vende un sólo ejemplar!
ZuR. Eso es: pobre de usted. A mí no me deja
usted en evidencia.
Cas. Ni é. mi tampoco.Val. ¡No e&cucho una palabra! Hagan ustedes lo
que quieran .. Yo haré lo que me parezca.
¡No faltaba más... no faltaba más!... (saie,)
Flor. Deténgale usted.
Cas. Descuida. Ahora mismo voy á su casa y re-
cojo los ejemplares. Lo que pensabas pagar-
le por ellos, me lo das á mí, que me hacemás falta y soy tu amigo... Ese hombre nose ríe de mí .. Ah, y esta noche comemosjuntos; te espero en el hotel; no me faltes,
mira que si no vienes, me pree^ento yo aquí
y me convido á comer contigo!
Flor. ¡No! ¿Qué diiía mi mujer? ¡Contenta la tie-
nes!
Cas, ¡Bah! Tu mujer ya me conoce y se diverti-
ría mucho... Seguirá tan guapa, tan distin-
guida, tan inteligente... Y ahora será dicho-
sa... ¡Kl pobre Patiicio tenía tantas rare
zas!... Y aquella figura y le doblaba la edad...
— 31 —Hasta ahora, chico... ¡No sabes lo que me healegrado de verte! ¡Un amigo como tú! Ven-ga un abrazo. Me conmuevo. Yo soy así...
Hasta ahora... Si no vuelvo es que he pega-do á ese hombre y estoy en la cárcel. Pon-me á los pies de tu señora... Servidor de us-
ted, amigo... ¡Ah! Zurita... ¡qué cabeza esta.
Be.so á usted la mano, (saie.)
ESCENA X
FLORENCIO, ZURITA, después CAROLINA
Flor. ¡Usted no habrá visto nada igual nunca! Yotampoco. . Y yo que le conocía de antiguo...
Pero ha mejorado mucho en este tiempo...
ZuR. ¡Es de una frescura épica!
Flor. ¿Pero qué hace usted con un hombre queloma las cosas de esa manera? No es cosade matarle. (Entra Carolina.) ¡Ah! ¡Carolina!
¿Has oído, te has enteradoV...
Car. Sí... es gracioso en medio de todo.
Flor. Menos mal que Carolina está más con-forme.
Zur. Habrá oído los piropos... ¡Ese hombre es
irresistible!
Flor . Mira, en resumidas cuentas .. Nadie ha dadoimportancia al asunto... Solo se habían ven-dido dos ó tres ejemplares.
Car. Sí... pero uno de ellos á mis cuñ:idas, que es
como si se hubieran vendido cuarenta mil,
porque se lo irán contando á todo el mundo.Flor. Ya contaban antes lo mismo. No te apures.Car. De todos modos, yo no me presento maña-
na en la inauguración y tú tampoco debesasistir.
Flor. ¡Pero mujer!Zur. ¡Ah, la inauguración! No he tenido tiempo
de decírselo á ustedes.Car. ¿Que?ZuR. Que se ha suspendido.Flor. ¿Cómo?
— 32 —ZuR. Sí; á última hora la comisión se ha alarma-
do ante las protestas ocasionadas por los
desnudos... Muchas señoras han visto las fo-
tografías del monumento y se negaban áasistir. Han convencido al escultor y por fin
consiente en retirar la estatua de la Verdady en poner una túnica á la Industria y uncalzón de baño al Comercio.
(^AR. ¡Cuánto me alegro!
ZuR. Todo esto llevará algunos días. Cuando pa-sen, la gente se habrá olvidado de todo.
ESCENA XI
DICHOS y CABALONGA que entra muy sofocado con los ejemplares
que deja caer de golpe, levantando una nube de polvo
Car. ¡Ay!
Cas. No se asuste usted... A los pies de usted...
aquí está toda la edición... Le he devueltolas mil pesetas que me había dado... ni uncéntimo mes... Ya te lo dije. ¡No faltaba otra
cosa! Ahora, tú verás... Yo nada te pido...
Soy tu amigo... No me queda otra tecla quetocar .. No te digo nada.
Flor. Cuenta con dos mil pesetas... ¡Pero cuidadocon publicar la f^egunda edición!
Cas. Descuida. Con ese dinero... tengo para ser
persona decente... le menos, lo menos dosmeses... ¡Señora mía! ¿Usté no recuerda demí? El mejor amigo de Florencio y el mejoramigo de Patricio, por lo tanto, el mejoramigo de usted.
Car. Sí; va recuerdo.
Cas. He cambiado mucho.Flor, No lo creas. No has cambiado nada.
Cas Usted en cambio... está lo mismo... ¡Muchomejor! En toda la opulencia de su hermo-sura espléndida, realzada por la felicidad
de un matrimonio venturoso... ¿No tienen
ustedes hijos?
Car. No...
Cas. Los tendrán ustedes.
— 33 —Flor. ¡Adulador!
Cas. Quisiera marcharme esta misma noche....
¿Qué hago ya aquí?
Flor. No, ya lo has hecho todc. Dentro de un ins-
tante, te enviaré eso al hotel.
Cas. Si pudieras añadir un piquillo .. Para los
gastos de viaje... Por no descabalarlas.
Flor, Bueno, hombre, bueno.
Cas. No molesto más. ¡Señora mía! siempre
suyo... Amigo Zurita... amigo Florencio... No-
quisiera morirme bin volver á verte.
Flor . Pues yo sí, yo sí, puedes creerlo.
Cas. Ya sé que no lo sientes. Eres un falso cí^
nico.
Flor. Te llevo esa ventaja.
Cas. ¡Adiós, amigo, adiós! ¡Qué diferente nuestra
suerte! Para tí, todo... amor, riquezas, satis-
facciones... ¡No quiero que me veas llorar!
(Sale.)
Car. ¿Oe modo que te cuesta el dinero?
Flor . ¿Qué quieren? Por tí, por evitarte un disgus-
to. Estabas tan nerviosa. Yo me hubiera
batido, hubiera llevado las cosas al último
extremo... Zurita lo sabe.
Car. ¡Siempre dije que el monumento nos costa-
ría caro!...
Flor. Ya lo ves. Dos mil pesetas ahora, veinti-
cinco mil que di para el monumento... el
uniforme de Jefe de administración, quepensaba estrenar en la inauguración... los
obsequios á las comisiones...
Zur. La gloria cuesta siempre más de lo que
vale.
Flor. No puede uno ser célebre ni de segundamano.
Car. ¿Te pesa?
Flor. No, Carolina mía. La gloria de ser tu mari-
do, bien vale para mí los inconvenientes de
ser el marido de su viuda.
TELÓN
Obras de Jacinto Benavente
PUBLICADAS EN TRECE VOLÚMENES, SEGÚN HAN SIDO
ESTRENADAS.
—
Se VENDEN Á 3,50 PESETAS CADA TOMO
EN LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS
El nido ajenoj comedia en tres actos.
Oente conocida, comedia en cuatro actos.
El marido de la Téllez, comedia en un acto.
De alivio (Monólogo).
Don Juan, comedia en cinco actos. (Traducción.)
Xa Farándula, comedia en dos actos.
La comida de las fieras, comedia en cuatro actos.
€uento de amor comedia en tres actos.
Operación quirúrgica, comedia en un acto.
Despedida cruel, comedia en un acto.
La Gata de Angora, comedia en cuatro actos.
For la herida, drama en un acto.
Modas, sainete en un acto.
Lo cursi, comedia en tres actos.
Sin querer, boceto en un acto.
Sacriñcios, drama en tres actos.
La Gobernadora, comedia en tres actos.
El primo Román, comedia en tres actos.
Amor de amar, comedia en dos actos.
Libertad, comedia en tres actos. (Traducción.)
El tren de los maridos, cojiedia en dos actos.
Alma triunfante, comedia en tres actos.
El automóvil, comedia en dos actos.
La noche del sábado, comedia en cinco cuadros.
Los favoritos, comedia en un acto.
El Hombrecito, comedia en tres actos.
For qué se ama, comedia en un acto.
Al natural, comedia en dos actos.
La casa de la dicha, comedia en un acto.
El dragón de fuego, drama en tres actos.
Richelieu, drama en cinco actos. (Traducción.)
Mademoiselle de Belle-Isle, ídem id.
La princesa Bebé, comedia en cuatro actos.
ciVo fumadores^, chascarrillo en un acto.
Rosas de otoño, comedia en tres actos.
Buena boda, comedia en tres actos. (Traducción.)
El susto de la Condesa, diálogo.
Cuento inmoral, monólogo.
Manont Lescaut, drama en seis actos.
Los malhechores del bien, comedia en dos actos.
Las cigarras hormigas, juguete cómico en tres actos.
El encanto de una hora, diálogo.
Mas fuerte que el amor, drama en cuatro actos.
El amor asusta, comedia en un acto.
Los buhos, comedia en tres actos.
La historia de Ótelo, boceto de comedia en un acto.
Los ojos de los muertos^ drama en tres actos.
Abuela y nieta, diálogo.
Los intereses creados, comedia de polichinelas en dos acto»..
Señora ama, comedia en tres actos.
El marido de su viuda, comedia en un acto.
La fuerza bruta, comedia en un acto y dos cuadros.
ZA.HZTJEi:-A.S
Teatro feminista^ un acto, música de Barbero.
Viaje de instrucción, un acto, música de Vives.
La sobresalientay un acto, música de Chapí.
La copa encantada, un acto, música de Lleó.
Todos somos unos, un acto, música de Lleó.
Precio: UJIQ, peseta
60 p^ft >*^va
Recommended