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7/24/2019 Blancanieves - Historia de Grimm
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Era un crudo da de invierno, y los copos de nieve caan del cielo
como blancas plumas. La Reina cosa junto a una ventana, cuyo
marco era de bano. Y como mientras cosa miraba caer los copos,
con la aguja se pinchun dedo, y tres gotas de sangre fueron a caer
sobre la nieve. El rojo de la sangre se destacaba bellamente sobre
el fondo blanco, y ella pens: "Ah, si pudiere tener una hija que
fuere blanca como nieve, roja como la sangre y negra como el
bano de esta ventana!". No mucho tiempo despus le naciuna
nia que era blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de
cabello negro como la madera de bano; y por eso le pusieron por
nombre Blancanieves. Pero al nacer ella, murila Reina.
Un ao ms tarde, el Rey volvi a casarse. La nueva Reina era
muy bella, pero orgullosa y altanera, y no poda sufrir que nadie la
aventajase en hermosura. Tena un espejo prodigioso, y cada vez
que se miraba en l, le preguntaba:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Y el espejo le contestaba, invariablemente:
"Seora Reina, eres la ms hermosa en todo el pas".
La Reina quedaba satisfecha, pues saba que el espejo deca
siempre la verdad. Blancanieves fue creciendo y se haca ms bella
cada da. Cuando cumplilos siete aos, era tan hermosa como la
luz del da, y mucho ms que la misma Reina. Al preguntar sta un
da al espejo:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Respondiel espejo:
"Seora Reina, teres como una estrella, pero Blancanieves es mil
veces ms bella".
Se espant
la Reina, palideciendo de envidia y, desde entonces,cada vez que vea a Blancanieves senta que se le revolva el
corazn; tal era el odio que abrigaba contra ella. Y la envidia y la
soberbia, como las malas hierbas, crecan cada vez ms altas en su
alma, no dejndole un instante de reposo, de da ni de noche.
Finalmente, llamun da a un servidor y le dijo:
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-Llvate a la nia al bosque; no quiero tenerla ms tiempo ante mis
ojos. La matars, y en prueba de haber cumplido mi orden, me
traers sus pulmones y su hgado.
Obedeciel cazador y se marchal bosque con la muchacha. Pero
cuando se dispona a clavar su cuchillo de monte en el inocente
corazn de la nia, se echsta a llorar:
-Piedad, buen cazador, djame vivir! -suplicaba-. Me quedaren
el bosque y jams volveral palacio.
Y era tan hermosa, que el cazador, apiadndose de ella, le dijo:
-Mrchate entonces, pobrecilla!
Y pens: "No tardarn las fieras en devorarte".
Sin embargo, le pareci como si se le quitase una piedra del
corazn por no tener que matarla. Y como acertara a pasar por all
un cachorro de jabal, lo degoll, le saclos pulmones y el hgado,
y se los llev a la Reina como prueba de haber cumplido su
mandato. La perversa mujer los entregal cocinero para que se los
guisara, y se los comi convencida de que coma la carne de
Blancanieves.
La pobre nia se encontr sola y abandonada en el inmenso
bosque. Se mora de miedo, y el menor movimiento de las hojas de
los rboles le daba un sobresalto. No sabiendo quhacer, echa
correr por entre espinos y piedras puntiagudas, y los animales de la
selva pasaban saltando por su lado sin causarle el menor dao.
Siguicorriendo mientras la llevaron los pies y hasta que se ocult
el sol. Entonces vio una casita y entren ella para descansar.
Todo era diminuto en la casita, pero tan primoroso y limpio, que
no hay palabras para describirlo. Haba una mesita cubierta con un
mantel blanqu
simo, con siete min
sculos platitos y siete vasitos; yal lado de cada platito haba su cucharilla, su cuchillito y su
tenedorcito. Alineadas junto a la pared se vean siete camitas, con
sbanas de inmaculada blancura.
Blancanieves, como estaba muy hambrienta, comiun poquito de
legumbres y un bocadito de pan de cada plato, y bebiuna gota de
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vino de cada copita, pues no quera tomarlo todo de uno solo.
Luego, sintindose muy cansada, quiso echarse en una de las
camitas; pero ninguna era de su medida: resultaba demasiado larga
o demasiado corta; hasta que, por fin, la sptima le vino bien; se
acosten ella, se encomenda Dios y se queddormida.
Cerrada ya la noche, llegaron los dueos de la casita, que eran siete
enanos que se dedicaban a excavar minerales en el monte.
Encendieron sus siete lamparillas y, al iluminarse la habitacin,
vieron que alguien haba entrado, pues las cosas no estaban en el
orden en que ellos las haban dejado al marcharse.
Dijo el primero:
-Quin se senten mi sillita?
El segundo:
-Quin ha comido de mi platito?
El tercero:
-Quin ha cortado un poco de mi pan?
El cuarto:
-Quin ha comido de mi verdurita?
El quinto:
-Quin ha pinchado con mi tenedorcito?
El sexto:
-Quin ha cortado con mi cuchillito?
Y el sptimo:
-Quin ha bebido de mi vasito?
Luego, el primero, recorri la habitacin y, viendo un pequeo
hueco en su cama, exclamalarmado:
-Quin se ha subido en mi camita?
Acudieron corriendo los dem
s y exclamaron todos:-Alguien estuvo echado en la ma!
Pero el sptimo, al examinar la suya, descubri a Blancanieves,
dormida en ella. Llamentonces a los dems, los cuales acudieron
presurosos y no pudieron reprimir sus exclamaciones de
admiracin cuando, acercando las siete lamparillas, vieron a la
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nia.
-Oh, Dios mo; oh, Dios mo! -decan-, qu criatura ms
hermosa!
Y fue tal su alegra, que decidieron no despertarla, sino dejar que
siguiera durmiendo en la camita. El sptimo enano se acostjunto
a sus compaeros, una hora con cada uno, y as transcurri la
noche. Al clarear el da se despertBlancanieves y, al ver a los
siete enanos, tuvo un sobresalto. Pero ellos la saludaron
afablemente y le preguntaron:
-Cmo te llamas?
-Me llamo Blancanieves -respondiella.
-Y cmo llegaste a nuestra casa? -siguieron preguntando los
hombrecillos. Entonces ella les contque su madrastra haba dado
orden de matarla, pero que el cazador le haba perdonado la vida, y
ella haba estado corriendo todo el da, hasta que, al atardecer,
encontrla casita.
Dijeron los enanos:
-Quieres cuidar de nuestra casa? Cocinar, hacer las camas, lavar,
remendar la ropa y mantenerlo todo ordenado y limpio? Si es as,
puedes quedarte con nosotros y nada te faltar.
-S! -exclamBlancanieves-. Con mucho gusto -y se quedcon
ellos.
A partir de entonces, cuidaba la casa con todo esmero. Por la
maana, ellos salan a la montaa en busca de mineral y oro, y al
regresar, por la tarde, encontraban la comida preparada. Durante el
da, la nia se quedaba sola, y los buenos enanitos le advirtieron:
-Gurdate de tu madrastra, que no tardaren saber que ests aqu.
No dejes entrar a nadie!La Reina, entretanto, desde que crea haberse comido los pulmones
y el hgado de Blancanieves, viva segura de volver a ser la
primera en belleza. Se acercun da al espejo y le pregunt:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Y respondiel espejo:
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"Seora Reina, eres aqu como una estrella; pero mora en la
montaa, con los enanitos, Blancanieves, que es mil veces ms
bella".
La Reina se sobresalt, pues saba que el espejo jams menta, y se
dio cuenta de que el cazador la haba engaado, y que
Blancanieves no estaba muerta. Pensentonces en otra manera de
deshacerse de ella, pues mientras hubiese en el pas alguien que la
superase en belleza, la envidia no la dejara reposar. Finalmente,
ide un medio. Se tizn la cara y se visti como una vieja
buhonera, quedando completamente desconocida.
Asdisfrazada se dirigi a las siete montaas y, llamando a la
puerta de los siete enanitos, grit:
-Vendo cosas buenas y bonitas!
Se asomBlancanieves a la ventana y le dijo:
-Buenos das, buena mujer! Qutraes para vender?
-Cosas finas, cosas finas -respondila Reina-. Lazos de todos los
colores -y sacuno trenzado de seda multicolor.
"Bien puedo dejar entrar a esta pobre mujer", pensBlancanieves
y, abriendo la puerta, comprel primoroso lacito.
-Qulinda eres, nia! -exclamla vieja-. Ven, que yo misma te
pondrel lazo.
Blancanieves, sin sospechar nada, se puso delante de la vendedora
para que le atase la cinta alrededor del cuello, pero la bruja lo hizo
tan bruscamente y apretando tanto, que a la nia se le cort la
respiracin y caycomo muerta.
-Ahora ya no eres la ms hermosa! -dijo la madrastra, y se alej
precipitadamente.
Al cabo de poco rato, ya anochecido, regresaron los siete enanos.Imagnense su susto cuando vieron tendida en el suelo a su querida
Blancanieves, sin moverse, como muerta. Corrieron a incorporarla
y viendo que el lazo le apretaba el cuello, se apresuraron a cortarlo.
La nia comenz a respirar levemente, y poco a poco fue
volviendo en s. Al or los enanos lo que haba sucedido, le dijeron:
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-La vieja vendedora no era otra que la malvada Reina. Gurdate
muy bien de dejar entrar a nadie, mientras nosotros estemos
ausentes.
La mala mujer, al llegar a palacio, corri ante el espejo y le
pregunt:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Y respondiel espejo, como la vez anterior:
"Seora Reina, eres aqu como una estrella; pero mora en la
montaa, con los enanitos, Blancanieves, que es mil veces ms
bella".
Al orlo, del despecho, toda la sangre le afluyal corazn, pues
supo que Blancanieves continuaba viviendo. "Esta vez -se dijo-
idearuna trampa de la que no te escapars", y, valindose de las
artes diablicas en que era maestra, fabricun peine envenenado.
Luego volvi a disfrazarse, adoptando tambin la figura de una
vieja, y se fue a las montaas y llam a la puerta de los siete
enanos.
-Buena mercanca para vender! -grit.
Blancanieves, asomndose a la ventana, le dijo:
-Sigue tu camino, que no puedo abrirle a nadie.
-Al menos podrs mirar lo que traigo! -respondi la vieja y,
sacando el peine, lo levanten el aire. Pero le gusttanto el peine
a la nia que, olvidndose de todas las advertencias, abri la
puerta.
Cuando se pusieron de acuerdo sobre el precio dijo la vieja:
-Ven que te peinarcomo Dios manda.
La pobrecilla, no pensando nada malo, dejhacer a la vieja; mas
apenas hubo
sta clavado el peine en el cabello, el veneno produjosu efecto y la nia se desplominsensible.
-Dechado de belleza -exclam la malvada bruja-, ahora sque
ests lista! -y se march.
Pero, afortunadamente, faltaba poco para la noche, y los enanitos
no tardaron en regresar. Al encontrar a Blancanieves inanimada en
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el suelo, enseguida sospecharon de la madrastra y, buscando,
descubrieron el peine envenenado. Se lo quitaron rpidamente y, al
momento, volvila nia en sy les expliclo ocurrido. Ellos le
advirtieron de nuevo que deba estar alerta y no abrir la puerta a
nadie.
La Reina, de regreso en palacio, fue directamente a su espejo:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Y como las veces anteriores, respondi el espejo, al
fin:
"Seora Reina, eres aqu como una estrella; pero mora en la
montaa, con los enanitos, Blancanieves, que es mil veces ms
bella".
Al or estas palabras del espejo, la malvada bruja se puso a temblar
de rabia.
-Blancanieves morir-grit-, aunque me haya de costar a mla
vida!
Y, bajando a una cmara secreta donde nadie tena acceso sino
ella, preparuna manzana con un veneno de lo ms virulento. Por
fuera era preciosa, blanca y sonrosada, capaz de hacer la boca agua
a cualquiera que la viese. Pero un solo bocado significaba la
muerte segura. Cuando tuvo preparada la manzana, se pint
nuevamente la cara, se visti de campesina y se encamin a las
siete montaas, a la casa de los siete enanos. Llama la puerta.
Blancanieves asomla cabeza a la ventana y dijo:
-No debo abrir a nadie; los siete enanitos me lo han prohibido.
-Como quieras -respondi la campesina-. Pero yo quiero
deshacerme de mis manzanas. Mira, te regalo una.
-No -contest
la ni
a-, no puedo aceptar nada.-Temes acaso que te envenene? -dijo la vieja-. Fjate, corto la
manzana en dos mitades: tte comes la parte roja, y yo la blanca.
La fruta estaba preparada de modo que slo el lado encarnado tena
veneno. Blancanieves miraba la fruta con ojos codiciosos, y
cuando vio que la campesina la coma, ya no pudo resistir. Alarg
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la mano y tomla mitad envenenada. Pero no bien se hubo metido
en la boca el primer trocito, cayen el suelo, muerta. La Reina la
contemplcon una mirada de rencor, y, echndose a rer, dijo:
-Blanca como la nieve; roja como la sangre; negra como el bano!
Esta vez, no te resucitarn los enanos.
Y cuando, al llegar a palacio, preguntal espejo:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Le respondiel espejo, al fin:
"Seora Reina, eres la ms hermosa en todo el pas".
Slo entonces se aquietsu envidioso corazn, suponiendo que un
corazn envidioso pudiera aquietarse.Los enanitos, al volver a su
casa aquella noche, encontraron a Blancanieves tendida en el
suelo, sin que de sus labios saliera el hlito ms leve. Estaba
muerta. La levantaron, miraron si tena encima algn objeto
emponzoado, la desabrocharon, le peinaron el pelo, la lavaron con
agua y vino, pero todo fue intil. La pobre nia estaba muerta y
bien muerta. La colocaron en un atad, y los siete, sentndose
alrededor, la estuvieron llorando por espacio de tres das. Luego
pensaron en darle sepultura; pero viendo que el cuerpo se
conservaba lozano, como el de una persona viva, y que sus mejillas
seguan sonrosadas, dijeron:
-No podemos enterrarla en el seno de la negra tierra -y mandaron
fabricar una caja de cristal transparente que permitiese verla desde
todos los lados. La colocaron en ella y grabaron su nombre con
letras de oro: "Princesa Blancanieves". Despus transportaron el
atad a la cumbre de la montaa, y uno de ellos, por turno, estaba
siempre allvelndola. Y hasta los animales acudieron a llorar a
Blancanieves: primero, una lechuza; luego, un cuervo y,finalmente, una palomita.
Y asestuvo Blancanieves mucho tiempo, reposando en su atad,
sin descomponerse, como dormida, pues segua siendo blanca
como la nieve, roja como la sangre y con el cabello negro como
bano. Sucedi, entonces, que un prncipe que se haba metido en
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el bosque se dirigia la casa de los enanitos, para pasar la noche.
Vio en la montaa el atad que contena a la hermosa Blancanieves
y leyla inscripcin grabada con letras de oro. Dijo entonces a los
enanos:
-Denme el atad, pagarpor l lo que me pidan.
Pero los enanos contestaron:
-Ni por todo el oro del mundo lo venderamos.
-En tal caso, reglenmelo -propuso el prncipe-, pues ya no podr
vivir sin ver a Blancanieves. La honrary reverenciarcomo a lo
que ms quiero.
Al or estas palabras, los hombrecillos sintieron compasin del
prncipe y le regalaron el fretro. El prncipe mand que sus
criados lo transportasen en hombros. Pero ocurrique en el camino
tropezaron contra una mata, y de la sacudida saltde la garganta
de Blancanieves el bocado de la manzana envenenada, que todava
tena atragantado. Y, al poco rato, la princesa abri los ojos y
recobrla vida.
Levantla tapa del atad, se incorpory dijo:
-Dios Santo!, dnde estoy?
Y el prncipe le respondi, loco de alegra:
-Ests conmigo -y, despus de explicarle todo lo ocurrido, le dijo:
-Te quiero ms que a nadie en el mundo. Ven al castillo de mi
padre y sers mi esposa.
Accedi Blancanieves y se march con l al palacio, donde
enseguida se dispuso la boda, que deba celebrarse con gran
magnificencia y esplendor.
A la fiesta fue invitada tambin la malvada madrastra de
Blancanieves. Una vez que se hubo ataviado con sus vestidos m
slujosos, fue al espejo y le pregunt:
"Espejito en la pared, dime una cosa: quin es de este pas la ms
hermosa?". Y respondiel espejo:
"Seora Reina, eres aqucomo una estrella, pero la reina joven es
mil veces ms bella".
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La malvada mujer solt una palabrota y tuvo tal sobresalto, que
quedcomo fuera de s. Su primer propsito fue no ir a la boda.
Pero la inquietud la roa, y no pudo resistir al deseo de ver a
aquella joven reina. Al entrar en el saln reconocia Blancanieves,
y fue tal su espanto y pasmo, que se quedclavada en el suelo sin
poder moverse. Pero haban puesto ya al fuego unas zapatillas de
hierro y estaban incandescentes. Tomndolas con tenazas, la
obligaron a ponrselas, y hubo de bailar con ellas hasta que cay
muerta.
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