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Abuso espiritual

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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristiana que satisfaga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifique a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

El sutil podEr dEl abuso EspiritualEdición en español publicada porEditorial Vida – 2010Miami, Florida

© 2010 por Editorial Vida

Published in English under the title:the subtle power of spiritual abuseCopyright © 1991 by David Johnson and Jeff Van Vonderen

By Bethany House, a division of Baker Publishing Group, Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A. All rights reserved.

Traducción: Grace Femat.Edición: Rojas & Rojas Editores, Inc.Diseño interior: Base creativaAdaptación de cubierta: Base creativa RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR BÍBLICA INTERNACIONAL.

ISBN: 978-0-8297-0755-7

CATEGORÍA: Ministerio cristiano/Consejería

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICAPRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

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C o n t e n i d o

Prólogo 7

P r i m e r a P a r t e

el abuso espiritual y sus víctimasIntroducción 111. «Ayúdenme…» 172. El abuso espiritual no es nuevo 313. Los cristianos víctimas de abuso 474. El mecanismo del abuso previo 615. Cómo identificar un sistema abusivo 716. Cuando no te puedes salir 837. El abuso y las Escrituras 938. Cuando se vuelve a victimizar a las víctimas 111

S e g u n d a P a r t e

Líderes abusivos y por qué están atrapados Introducción 1269. «Porque soy el pastor, ¡y ya!» 12910. «Puedes confiar en mí» 13911. La imagen lo es todo 15112. Colar mosquitos, tragar camellos 16113. El peso de la religión 17114. «Prohibida la entrada» 17915. Al extender «el evangelio» 18916. Devoran a la gente 197

t e r C e r a P a r t e

recuperación después del abuso Introducción 20817. Cómo escapar de una trampa espiritual 21118. Renovación de la mente 22319. Recuperación del enfoque correcto 233

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20. Una respuesta: Huir 24521. Una segunda respuesta: Lucha 257

Epílogo Mensaje a los perpetradores de abuso espiritual 269

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P r i m e r a P a r t e

el abuso espiritual y sus víctimas

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n o t a d e L a u t o r

Conforme leas este libro, notarás que repetidamente enfatizamos que el tema central y las pautas que aquí se dan deben manejarse con cuidado. Por favor toma esta preocupación con seriedad. Nues-tro propósito declarado es ayudar a los lectores —a las víctimas y a los que abusan por igual— a reconocer la manipulación espiritual y la falsa autoridad espiritual dentro de la iglesia, y a escapar de ellas.

Conforme algunos de ustedes lean este libro, quizá encuentren que por primera vez podrán identificar sentimientos dolorosos que desde hace mucho tiempo han estado encerrados por dentro. Otros posiblemente encuentren validación para sentimientos y percepcio-nes de los que han estado conscientes durante mucho tiempo, pero se preguntaban si estaban locos o confundidos. Deben saber esto: Pueden responder y no reaccionar. Pueden tomarse su tiempo para comprender los principios que hemos detallado y sopesar el mensaje completo. Si por medio de este material decides que han abusado de ti espiritualmente o que estás ahora mismo en una situación de abu-so, no es necesario ni útil arremeter contra quienes abusan. Los arre-batos causados por el dolor y la desilusión con frecuencia se sienten bien y parecen correctos en su momento, pero la mayoría de las veces no edifican; lastiman tu credibilidad, y en ocasiones esas reacciones acarrean abusos posteriores. Tómate tu tiempo. La salud emocional vendrá. Hay recuperación del abuso espiritual.

Además, existe una forma apropiada y efectiva de lidiar con el abuso espiritual. Si no estás en condiciones de tenerla inmediata-mente, con algo de ayuda, apoyo y curación podrías al fin tener la capacidad de responder con una certidumbre cimentada en la verdad de la Palabra de Dios, y con un corazón que ha sido renovado por el amor de Dios y su Espíritu. Y tu corazón suavizado no sentirá la necesidad de disculparse por ello posteriormente.

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i n t r o d u C C i ó n

mensajes con todo el corazón

David Johnson:Yo no estaba preparado para el aspecto del extraño rostro de una

mujer que respondió al llamado para hacer una oración al final del culto en la iglesia. Tenía lágrimas en los ojos, estaba ansiosa. Pero más que nada, vi miedo. Lo que es más, cuando empezó a hablar, quedó claro a qué le tenía miedo: ¡a mí!

En ese instante me pregunté qué podría haber dicho o hecho yo para hacer que ese simple paso fuera tan traumático para ella. Cuan-do empezamos a hablar, sin embargo, me di cuenta de que no me tenía miedo personalmente, sino a lo que yo representaba. Yo era un pastor, una figura de autoridad. Y no cualquier autoridad: era una autoridad espiritual, un «representante de Dios». Estaba aterrada por eso, y acercarse a mí para hacer una oración fue una de las cosas más difíciles, más valientes que había hecho en la vida.

Luego, cuando cavilé sobre el encuentro, me di cuenta de que ella exhibía las características de una víctima de abuso. Pero esta vez el abuso no era sexual, físico ni emocional. Era muy probable que fuera más grave porque en la mayoría de los lugares esto es un tema «tabú». El abuso era espiritual.

En el contexto de su hogar cristiano y de su iglesia evangéli-ca, esta mujer había sido avergonzada, manipulada y oprimida por una distorsión del evangelio. Aunque Jesús vino con «buenas nue-vas» para liberarnos a todos nosotros, ella había sido presionada por otros cristianos para esforzarse más en ser «una buena cristiana». Cuando fracasó en sus sinceros intentos, la tildaron de indiscipli-nada y renuente; quizá incluso inconversa. Ella se esforzaba cada vez más para hacer todo lo que se le prescribía: más lectura de la Bi-blia, más oración, más sacrificios financieros. Finalmente, exhausta, había venido en busca de ayuda. Pero estaba tan segura de que yo

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también iba a juzgarla que casi no podía pedir ayuda a otra «autori-dad espiritual». Las buenas nuevas se habían convertido en «malas nuevas»; habían distorsionado tanto el mensaje de vida hasta que casi abatió su vida interior.

El resultado, para ella, fue que el concepto de la gracia se había perdido por completo, y la iglesia en general ya no era un lugar se-guro. En mi calidad de pastor, yo estaba en el lugar de quien estuvo antes que yo, de quien había herido su alma.

En más de diez años de ser pastor en la iglesia Church of the Open Door, por todos los medios he intentado consistentemente predicar la gracia de Dios como nuestra única esperanza de vida y poder espiritual; que Dios se acerca hacia los quebrantados, consuela a los que lloran y sacia a los hambrientos. Nosotros consistentemente confrontamos la afectación piadosa del legalismo farisaico. Lo que hemos percibido es que las personas heridas sanan, y las personas religiosas se enojan.

Pero fue esta mujer quien abrió mis ojos al impacto que la es-piritualidad malsana puede tener sobre hombres, mujeres y niños. Mientras que Cristo nos ha llamado a la libertad y al reposo (He-breos 4), demasiados en el cuerpo de Cristo no están motivando a las personas heridas, abrumadas, a dar inicio a su recuperación al descansar en la gracia de Dios, sino más bien los motivan a esforzarse más por los beneficios de la salvación. Y si estas «fórmulas» se cues-tionan, quienes tienen autoridad espiritual se sienten amenazados. Al proteger su doctrina, o su propia postura, se vuelven contra los que se les han acercado buscando ayuda.

No puedo dejar pasar lo que veo en esto. Veo los síntomas de una enfermedad para la cual finalmente encontré un nombre: abuso espiritual.

No creo que fuera coincidencia que cuando esta mujer se acercó a mí yo estuviera predicando sobre Mateo 23: este es el pasaje en el que Jesús revela las señales y el impacto de los falsos líderes espiri-tuales, y declara su misión de proteger a las víctimas. En mi calidad de predicador que interpreta la Palabra de Dios, siempre estoy bus-cando ejemplos de carne y hueso para ilustrar las verdades que se en-cuentran en las Escrituras. De ese encuentro que tuve, Dios me dio

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Introducción

una ayuda visual para ayudarme a ver el tipo de persona por la que Jesús estaba combatiendo. En este sentido la palabra se hizo carne, y el concepto de abuso espiritual cobró vida para mí.

Aunque algunos evitan el término «abuso espiritual», estoy convencido de que esta enfermedad está más extendida de lo que pensamos. Por esta razón elegí trabajar en este libro. Mi deseo más profundo es que sea una fuente de ayuda y restauración tanto para las víctimas como para los perpetradores del abuso espiritual.

Jeff Van Vonderen:A Frank lo había referido a mí un terapeuta de una clínica cris-

tiana. Al parecer, estaba atorado en su relación con Dios, y el tera-peuta pensó que yo podría ayudar a «desatorarlo». Me informaron que Frank estaba muy renuente a ir a ver a un ministro, pero que vendría a una sesión o cuando mucho a dos.

Cuando Frank vino a nuestra cita, lo saludé y noté que me estre-chó la mano con cautela.

Cuando caminamos hacia mi oficina y nos aproximamos a la puerta, fue como si se estrellara contra una barrera invisible. Se de-tuvo de súbito, incapaz de entrar conmigo a la oficina, como si no fuera físicamente capaz de entrar a ese espacio en particular.

De hecho, le tomó a Frank más de quince minutos seguirme y entrar a la oficina. Desde nuestra primera sesión, y a lo largo de las sesiones subsecuentes durante los siguientes dos años, Frank relató la historia de un increíble maltrato espiritual.

Había experimentado varias formas de abuso en su desarrollo, que fluctuaban desde negligencia hasta un evidente abuso físico y sexual. Como si esto fuera poco, durante un período de quince años varios de los pastores y consejeros cristianos de quienes buscaba ayu-da lo avergonzaron, lo manipularon y abusaron de él sexualmente.

Como consejero, en este libro aporto mi punto de vista sobre otro aspecto del problema del abuso espiritual. Dave Johnson, mi colega en la iglesia Church of the Open Door, escribe sobre los problemas de las ideas equivocadas en cuestiones de autoridad espiritual y ense-ñanza. Yo escribo principalmente como consejero que atiende varios

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casos en los que un tratamiento erróneo a los cristianos que necesitan ayuda emocional y espiritual ha ocasionado heridas adicionales.

Dave Johnson y yo hemos estado ministrando juntos en la iglesia Church of the Open Door en Minneapolis por más de una década. Durante este tiempo hemos vistos algunas personas increíblemente heridas. No fue sino hasta hace poco, sin embargo, que identifica-mos la causa de muchas de las heridas. Antes, no teníamos las pala-bras. Ahora vemos que la mayor parte de nuestro tiempo y energía la hemos invertido en ayudar a sanar las heridas ocasionadas por abuso espiritual. Dave y yo compartimos la urgencia de levantar la voz y de manera intencional sobre el abuso espiritual en la iglesia, por la sola razón de que muchos elegirían no hacerlo.

Cuando una persona trata a otros de manera que los daña fí-sicamente, lo llamamos abuso físico. Dañar a alguien mediante las emociones se le llama abuso emocional. El lavado de cerebro es una frase que describe abuso psicológico. El abuso espiritual ocurre cuan-do tratan a las personas de manera que las dañan espiritualmente. Como resultado más profundo, lastiman su relación con Dios —o esa parte de ellas que puede tener una relación con Dios— o le dejan una cicatriz. Conforme avancemos en este libro, ilustraremos varias maneras en las que esto sucede y ofreceremos ayuda a quienes han experimentado este tipo de abuso.

Escribimos para ayudar, no para condenar.

Finalmente, los dos tenemos inquietudes a la hora de escribir.Primero, nuestra intención es llevar gracia y liberación a las per-

sonas heridas. Pero también habrá dolor para aquellos que se den el permiso de sentir la ira, la tristeza o la pesadumbre que por mucho tiempo han guardado en su interior. Lamentamos que la lectura de nuestro libro será dolorosa para algunos.

Segundo, no tenemos la intención de que las apreciaciones en este libro sean utilizadas para dañar o destruir a persona alguna, in-cluso a las que abusan. Nuestra conjetura es que muchas de estas personas se engañan a sí mismas. Deben tomarse otras acciones solo cuando una persona no reconozca su pecado. Maneje este material con cuidado.

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Introducción

Como nota editorial, este libro contiene muchos ejemplos ilus-trativos, y estamos agradecidos a los que contaron sus historias para que otros pudieran recibir ayuda. Algunas historias se cuentan tal y como sucedieron; otras han sido de alguna manera alteradas en cier-tos detalles para proteger la confidencialidad mientras se mantiene la integridad del tema principal de la historia.

Lo más importante, queremos decirles a quienes son víctimas de abuso espiritual lo siguiente: Hemos escuchado el mensaje que hay en tu corazón. La intención de Dios nunca fue que abusaran de ti en su nombre. Él todavía está de tu parte (Romanos 8).

¡Que al leer todo esto puedan alcanzar una renovada y saludable relación con Dios!

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El abuso espiritual es un fenómeno real que de veras sucede en el cuerpo de Cristo. Es una trampa sutil en la cual los que perpetran abuso espiritual contra otros están tan atrapados en sus creencias y acciones malsanas como aquellos de quienes ellos abusan consciente o inconscientemente.

¿Qué es abuso espiritual? ¿Cómo ocurre? ¿Eres una víctima?

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«ayúdenme…»

Jeri se sentó en la oficina de un consejero cristiano, y explicó que se sentía desesperada, que se estaba volviendo loca. «O es eso», dijo se-camente, «o estoy en el umbral de un cambio radical importante en mi crecimiento espiritual».

«Esas son dos cosas completamente opuestas», señaló el conseje-ro. «¿Cómo llegaste a esa conclusión?».

«Bueno», comenzó, con un nudo en la garganta, «fui a ver a mi pastor hace pocos meses porque me estaba sintiendo muy deprimida. Identificó el problema fundamental en seguida, pero parece que yo no puedo hacer nada al respecto».

«El problema fundamental…», el consejero repitió, «¿cuál fue?». Jeri bajó la mirada hacia la parte de arriba de sus zapatos: «Creo

que debo decir que el problema, pues, soy yo. Mi pastor dice que es-toy en rebeldía contra Dios».

Lo que resultó fue la historia de un caso desafortunado, y excesi-vamente común: La iglesia de Jeri enseña que La Biblia es la Palabra de Dios, el estándar mediante el cual debemos vivir. Pero la utilizan como una medida a través de la cual ganamos la aceptación de Dios, en lugar de como una guía para vivir. Por consiguiente, cuando le pidió a su pastor que la ayudara con su depresión, le dieron una «re-ceta» de pasajes bíblicos de alabanza para memorizar y repetir una y otra vez. Esto, se le dijo, haría que pensara en Dios y que dejara de pensar en sí misma. La depresión se acabaría cuando superara su pe-caminoso egocentrismo.

Jeri había probado lo que el pastor le sugirió, pero su depresión no se acabó, y esto suscitó algunas preguntas. Observó que había un historial de depresión entre las mujeres de su familia, y que en

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ese momento ella estaba experimentando algunos problemas físicos. Además, le confió a su pastor que estaba batallando en sus relaciones con su marido, porque este no daba importancia a sus responsabi-lidades con sus dos adolescentes que estaban empezando a meterse en problemas.

—¿Cómo respondió él cuando le dijiste que su sugerencia no ayudó?

—Ahí fue cuando me arrojó la bomba —dijo Jeri.El consejero no dejó de notar la metáfora que ella eligió —la

devastación que Jeri intentaba retratar— y preguntó: —¿Qué tipo de “bomba”?El pastor le había dicho: «El hecho de que no aceptes mi consejo

sin plantear todas estas objeciones y otras posibilidades fue la princi-pal indicación para mí, Jeri, de que la raíz de tu problema es espiri-tual, no físico o emocional. Cuando mencionaste que discutías con tu marido, en lugar de someterte a él y confiar en Dios, eso lo con-firmó». Concluyó que los demás problemas —depresión emocional, enfermedad física, problemas en el matrimonio y unos adolescentes conflictivos— eran el resultado de la incapacidad de ella de someterse completamente a Dios y a su Palabra.

Jeri había intentado poner objeciones: —Le dije que me sentía condenada. Que yo sentía que necesita-

ba ayuda de otro tipo.—¿Qué sucedió? —el consejero la apremió. —Eso empeoró las cosas. Mi pastor sonrió y dijo que yo no esta-

ba dispuesta a aceptar sus consejos, así que eso probaba que él estaba en lo cierto. Ahí fue cuando me aplicó la palabra “R”. Dijo: «Jeri, necesitas arrepentirte de tu rebelión contra Dios. Después todos esos problemas menores serán atendidos».

—Ese es un veredicto fuerte contra ti —el consejero observó—. ¿Qué opinas?

Las lágrimas le brotaron, y las secó suavemente con un pañuelo desechable. Luego se sentó estrujando el pañuelo y haciéndolo nudos mientras respondía:

—Me siento como una sabandija clavada en una cartulina con un alfiler. Trato de alabar a Dios; sí lo alabo. Pero el problema con

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mi marido y los niños es interminable. Y me enfurezco cuando soy sincera conmigo misma, porque solo repetir las Escrituras, mientras nuestra familia y nuestra salud se están cayendo a pedazos, me parece demasiado superficial.

»Pero luego despierto a media noche, escuchando las palabras de mi pastor. Y pienso que debo de ser una terrible cristiana —en rebeldía, como él dijo— o mi vida no sería semejante desastre. Él tie-ne razón, ¿no es así? La rebeldía es un pecado que todos afrontamos.

»Pero la perturbación en mí ha continuado durante cuatro me-ses, y me encontré pensando que debería meter la cabeza a nuestro horno de gas. Y en otras ocasiones creo que debo de estar en el um-bral de un cambio radical para una mayor “santidad”… si pudiera alabar lo suficiente, o someterme lo suficiente. Pero no creo poder aguantar el tiempo necesario. Por eso me siento exhausta, y como que estoy perdiendo la razón. Ya no puedo soportar todo este peso —finalizó, en tono suplicante—. “Ayúdeme…”.

El dilema de Jeri es similar a incontables casos con los que nos hemos encontrado, el cual representa un serio problema muy ex-tendido entre los cristianos. El problema, tal como hemos llegado a conocerlo, es el abuso espiritual.

No hay duda de que el término en sí molestará, si es que no escandaliza, a mucha gente, aunque esta no sea la intención. Nues-tra intención tampoco es ser alarmistas, aunque estemos haciendo un llamado de atención a la existencia de un problema. Por con-siguiente, es importante definir a qué nos referimos con abuso es-piritual, y dejar claro desde el principio que cualquiera puede ser víctima, e incluso en ocasiones perpetrador, sin darse cuenta de lo que está haciendo.

Para empezar, examinemos las dinámicas que intervienen en la historia de Jeri.

Anatomía del abuso espiritualPodríamos señalar varios factores problemáticos: el pastor de Jeri

pasó por alto las dimensiones físicas, emocionales y relacionales de su problema y le dio un enfoque «espiritualizado» más limitado. Con

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poca investigación, supuso que conocía «el problema fundamental» de Jeri, que había un «problema fundamental». Pero aquí intervie-nen más factores sutiles, y la sutileza es exactamente lo que da poder para que haya un gran daño.

Primero, examinemos el poder dinámico que interviene. Jeri voluntariamente se había hecho vulnerable al comentar un

problema. Esto suponía, desde luego, que el pastor era más saludable en esa cuestión —o por lo menos tenía más conocimientos— y que podía ayudar. Debido a que ella se sentía débil en eso, lo que estaba buscando era la ayuda de alguien más fuerte. Añádele la posición de autoridad espiritual que tenía el pastor, y es fácil ver cómo las pala-bras de este tendrían doble peso en el pensamiento de Jeri.

Y entonces, tristemente, lo que se le ofreció a Jeri no fue ayuda. Aquí es donde entra una segunda dinámica: Se cambió sutilmente el enfoque del asunto.

Jeri continuó hablando de su problema de depresión. El pastor trató el problema como si fuera Jeri en persona. De acuerdo con el pas-tor, ella era «rebelde», así que ella era el problema. El enfoque lo cam-bió de la emoción a la persona, y el estado de los sentimientos de Jeri al estado en el que se encontraba ella. La depresión ya no era el problema que juntos debían resolver; Jeri misma era «el problema», etiquetada como una rebelde que necesitaba estar a la altura de cierta norma.

Jeri nunca notó que no estaba recibiendo la ayuda que esperaba. En realidad cuestionaron y al parecer juzgaron su posición espiritual ante Dios.

En el fondo de este triste y doloroso encuentro quizá yace una dinámica más sutil: Jeri cuestionó a una autoridad que se consideraba estar por encima de todo cuestionamiento, quizá incluso por encima de los errores.

Ahora bien, en un diálogo normal, por ejemplo, puedes malin-terpretarme o no estar de acuerdo conmigo. Si cuestionas mi forma de pensar, y en realidad tu cuestionamiento corrige un error que estoy cometiendo, tu reto me es saludable. Me corrige. Y el simple hecho de que me cuestiones no te hace estar equivocado. Lamenta-blemente, una serie de suposiciones más sutiles intervinieron contra Jeri, y se presentaron de una manera parecida a esto:

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«Ayúdenme…»

Evidentemente este pastor interpretaba que su posición de auto-ridad significaba que sus pensamientos y opiniones eran supremos. Si él lo decía, la única respuesta correcta de ella era estar de acuer-do… definitivamente sin objeciones.

Segundo, se dio por hecho que los cuestionamientos de Jeri pro-venían de un espíritu errado, no simplemente de un intento sincero de tener un diálogo con el pastor. En otras palabras, se asumió lo peor de ella, no lo mejor.

Más problemático que esto, francamente, fue el juego de poder que tuvo lugar. En resumen, Jeri fue manipulada. No hay duda de que el pastor de Jeri pensaba que solo estaba siendo honesto y directo con ella, tratando de «ayudarla» a ver el problema. La manipulación entró en escena cuando Jeri hizo una pregunta honesta, y él «hizo valer su autoridad». La actitud tácita con la que ella se encontró po-dría enunciarse mejor con palabras como estas: «Yo soy la autoridad, y porque soy la autoridad mis palabras no deben ser cuestionadas. El hecho de que las cuestionaste prueba que estás mal».

¿Qué revela esta actitud? Quizá inseguridad, frustración e ira sepultadas. También revela que el pastor, al menos en este encuen-tro, no estaba desempeñándose dentro de una posición compasiva a beneficio de Jeri, aunque ella lo necesitaba a él. Por el contrario, al parecer se esperaba que ella afirmara y reafirmara estar de acuerdo, independientemente de cómo se sintiera y de si la valoración que él hizo de ella fuera o no atinada. Defender su posición de autoridad era lo que más importaba.

¿Qué es abuso espiritual?Ser testigos de la angustia espiritual ocasionada por dinámicas

como estas, una y otra vez, es lo que nos llevó a acuñar el término abuso espiritual. Una vez ilustrado con un caso para estudio, ahora definamos y apliquemos el término.

El abuso espiritual es el maltrato hacia una persona que tiene nece-

sidad de ayuda, de apoyo o de mayor poder espiritual, lo que resul-

ta en el debilitamiento, el menoscabo o el decaimiento del potencial

espiritual de esa persona.

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Esto es una perspectiva amplia. Refinémosla con algunas defi-niciones funcionales. El abuso espiritual puede ocurrir cuando un líder utiliza su posición espiritual para controlar o dominar a otra persona. Con frecuencia implica pasar por encima de los sentimien-tos y opiniones de otro, sin importar qué consecuencias habrá en las condiciones de vida, las emociones o el bienestar espiritual de la otra persona. En esta práctica, se utiliza el poder para reafirmar la posi-ción o las necesidades de un líder, por encima de la persona que se acerca a él con necesidades. Esto fue lo que ocurrió en el caso de Jeri.

El abuso espiritual también puede ocurrir cuando se recurre a la espiritualidad para hacer que otros vivan a la altura de un «estándar es-piritual». Promueve un «desempeño espiritual» externo, sin respetar el verdadero bienestar de un individuo, o se utiliza como un medio para «probar» la espiritualidad de una persona. ¿En qué consiste el tipo de «desempeño espiritual» al que nos estamos refiriendo? ¿Cuándo so-brepasa sus límites una autoridad, al extender críticas cuando lo que se necesita es apoyo? Escucha las experiencias de estos cristianos, heri-dos y abrumados por un peso excesivo debido a las demandas de sus líderes y su «espiritualidad», y quizá obtengas un panorama más claro.

«Mi líder de estudio bíblico me dice que yo no he aceptado el “manto” como cabeza espiritual de mi hogar. Debería estar orando más, tomando autoridad en el Espíritu; entonces las fuerzas espiri-tuales no podrían atacar a mi familia. Mi esposa no estaría teniendo problemas menstruales, y mi hijo mayor no estaría padeciendo asma. Creo que la enfermedad de ellos es culpa mía».

«Muchos de nosotros queríamos más información respecto a cómo se estaban gastando las finanzas de la iglesia. Queríamos sa-ber si podría destinarse más dinero directamente a los ministerios, caridades, cosas como esas. Cuando en una reunión de ancianos hice algunas preguntas, vaya, el cuarto sí se puso helado. Posteriormente se me dijo que dejara de tratar de crear una facción en la iglesia».

«Habíamos vendido nuestra casa y nos habíamos cambiado al otro lado del país para que yo pudiera trabajar para este importante

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ministerio. Después de un año empezaron con esto del peso. Debido a que tengo sobrepeso, se me dijo que tenía que bajar de peso porque tener sobrepeso es “un mal testimonio”. Mis aumentos de sueldo y hasta mi empleo estaban en peligro».

«La congregación me hizo saber que estaban decepcionados de mí porque pedí dos meses sabáticos, aun cuando he estado pasto-reando aquí durante doce años, básicamente disponible día y noche, y nunca he tomado siquiera dos semanas de vacaciones al mismo tiempo. Me siento demasiado desanimado».

«Nuestra iglesia se metió en este fuerte énfasis en tener escuela en casa y familias grandes. También en que las mujeres se cubran la cabeza para mostrar que están bajo sumisión; y nada de maquillaje. Finalmente surgió. Nuestros amigos nos dijeron que no somos espi-rituales porque nuestro hijo está en escuelas públicas, y que yo soy “mundana” porque uso sombra para los ojos y lápiz labial».

«La controversia empezó —¿puedes creerlo?— cuando traje a colación una pregunta en la Escuela Dominical. Estábamos deba-tiendo sobre un tema doctrinal, la predestinación, del cual siempre pensé que era un tema ambiguo. No estuve de acuerdo con el maes-tro, dentro de un espíritu amistoso. Pero dos días después, el coordi-nador de ministerios de la iglesia me dijo que yo había estado muy “polémico” con el maestro en frente de todos; que ellos me agradece-rían si dejaba las clases hasta nuevo aviso».

«Mi marido está convencido de que yo debo orar una hora al día, utilizando una “fórmula de oración” en la que él se había espe-cializado. Le dije que la probé y que no me pareció adecuada para mí. Todo lo que me dijo fue: “Este es todo tu problema. No puedes aceptar nada por fe”. Me siento tan… por debajo del estándar».

En cada uno de estos incidentes intervino una dinámica similar. A la persona con una necesidad —ya fuera la necesidad de informa-ción, diálogo, apoyo, aceptación o consejo— se le envió el mensaje

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de que era menos que espiritual, o de que su espiritualidad tenía de-fectos. En varios casos, se ha recurrido a la vergüenza en un intento de hacer que alguien apoyara una creencia, o se recurrió a ella para esquivar preguntas legítimas.

Espero que hayas notado, como en el caso del pastor cansado, que el abuso espiritual se puede adjudicar lo mismo a líderes que a seguido-res. De ninguna manera estamos atacando a líderes o al liderazgo espiri-tual. Estamos exponiendo un fenómeno que está hiriendo a muchos.

Cualquiera que sea el caso, los resultados del abuso espiritual suelen ser los mismos: El individuo se queda con el peso de la culpa, del veredicto o de la condenación, y se queda confundido respecto a su valor y posición como cristiano.

En este punto es cuando decimos que la espiritualidad se ha vuelto abusiva.

¿Es demasiado dura la palabra «abuso»?Observar el fenómeno del que estamos escribiendo desde una

perspectiva ligeramente diferente puede ayudarte a entender por qué nos vamos tan lejos al usar el término abuso espiritual. Estamos muy conscientes de que el término puede ser controversial, y sin embargo también estamos convencidos, a la luz de otras consejerías innovadoras de otros campos, de que el uso de la palabra abuso está garantizado.

Muchos conocen muy bien los grandes avances en la consejería de los «sistemas familiares». En vista de que la iglesia es una «familia espiritual hecha de muchas familias», en vista de que es la familia de Dios, estamos convencidos de que hay algo muy valioso que se aprende al observar lo básico del sistema de una familia sana, y lo que sucede cuando ese sistema se vuelve enfermizo.

En el sistema de una familia sana y funcional, los padres ocu-pan un lugar de autoridad con el fin de proporcionar relaciones que satisfagan necesidades, experiencias y mensajes a los hijos. Aquí, los padres fortalecen la personalidad de sus hijos, mientras que al mismo tiempo se vuelven siempre más sabios en su habilidad para que reci-ban consecuencias apropiadas por el mal comportamiento, y enseñar y motivar el comportamiento correcto.

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Es cierto que hasta un buen padre comete errores. Esto no signi-fica que sea abusivo. Indudablemente él está ahí, en parte, para satis-facer las necesidades de sus hijos, pero igualmente es un ser humano que también está aprendiendo y creciendo.

Por otro lado, cuando un padre utiliza su posición para forzar a los hijos a actuar, o utiliza un estándar demasiado duro para juzgar, o utili-za la posición de poder para satisfacer sus propias necesidades —de im-portancia, poder, gratificación emocional o incluso sexual— el padre ha cruzado la línea del abuso. La familia, que se espera que sea el «lugar seguro» del hijo, se convierte en un lugar inseguro. Las relaciones que debieran ayudar y apoyar, en vez de eso utilizan, abusan y denigran. Es abuso espiritual cuando un hijo confía, y luego es emocional, verbal, física o sexualmente utilizado para satisfacer los deseos de un adulto.

Asimismo, quienes tienen una posición espiritual de autoridad pueden pisotear nuestra confianza. Es posible volverse demasiado empeñado en defender una posición de autoridad espiritual, una doctrina o una manera de hacer las cosas de modo que hiera y abuse de alguien que cuestione, o que no esté de acuerdo con uno, o que no se «comporte» espiritualmente de la manera que uno quiere que lo haga. Cuando tus palabras o acciones pisotean a otro, o atacan o debilitan la reputación de una persona como cristiano —para gratifi-carte a ti, tu posición o tus creencias, mientras que al mismo tiempo debilitas o dañas a otro— eso es abuso espiritual.

Hay sistemas espirituales en los cuales no importa lo que las personas piensan, cómo se sienten y qué necesitan o quieren. Las necesidades de las personas no se satisfacen. En estos sistemas, los miembros están allí para satisfacer las necesidades de los líderes: necesidades de poder, de importancia, de intimidad, de valor; en realidad, necesidades relacionadas con el ego. Estos líderes intentan encontrar satisfacción a través del desempeño religioso precisamente de las personas a quienes tienen el deber de servir y edificar. Esto es una alteración del cuerpo de Cristo. Esto es abuso espiritual.

Esto no es una «cacería de brujas» Nos hemos esforzado en definir lo que es el abuso espiritual.

Es un fenómeno real, no circunscrito a las sectas religiosas, sino

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que está sucediendo (es triste decirlo) en el cuerpo de Cristo. Para nosotros es igualmente importante que los lectores comprendan lo que no es el abuso espiritual. También es importante que compren-das esto: Cualquiera de nosotros puede sin darse cuenta olvidarse de la gracia que da poder, mediante la cual debemos vivir la vida cristiana, y actuar o hablar de una manera que abuse de otros espiritualmente. Aunque los lectores puedan identificar situaciones reales de abuso en grupos o iglesias con las cuales están involucrados, no estamos sugiriendo que comiencen una «cacería de brujas» para buscar y destruir a las personas que abusan.

Aquí te presentamos algunas características importantes sobresa-lientes con el fin de que las tengas en mente:

• No es abusivo cuando un líder espiritual, quien tiene la respon-sabilidad de tomar las decisiones finales, usa su buen juicio y elige ir en contra de tu opinión. Es abusivo, sin embargo, si el punto de vista opuesto de alguien se utiliza para devaluar la es-piritualidad de una persona.

• No es abusivo cuando un cristiano (sea líder o no) confronta a otro cristiano por un pecado, por un mal comportamiento o in-cluso por errores involuntarios que deben corregirse. El objetivo, desde luego, no es avergonzar ni desacreditar, sino sanar, salvar y restaurar.

• Asimismo, no es abusivo cuando a una persona en el ministerio o liderazgo se le pide que deje su puesto de trabajo debido a pro-blemas emocionales, físicos, mentales o espirituales. El objetivo, sin embargo, debe ser ayudar al individuo a recibir ayuda, de modo que finalmente regrese a su cargo o puesto de trabajo, si esa es la mejor acción.

• No es espiritualmente abusivo o inapropiado disentir, ya sea en doctrinas u otros asuntos, incluso en público. Ten presente, sin embargo, que siempre es crucial mantener el respeto y nunca despreciar ni atacar a alguien.

• No es abusivo adherirse a ciertos estándares de conducta gru-pal (como el estilo de vestimenta). Se vuelve abusivo cuando se

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degrada a otros espiritualmente o se les avergüenza porque no mantienen las mismas convicciones.

Lo que estamos diciendo, a este respecto, es que el abuso espi-ritual es una trampa. Los que perpetran abuso espiritual sobre otros simplemente están tan atrapados en sus creencias y acciones enfermi-zas como aquellos de quienes consciente o inconscientemente abu-san. Y es importante hacer algunas otras advertencias:

• Un líder fuerte no es automáticamente abusivo porque sea fuerte y decidido.

• Una persona puede ser ambas cosas: víctima y perpetrador al mismo tiempo. Por ejemplo, posiblemente sientas que un líder cristiano te denigra o te presiona para que «te desempeñes», y al mismo tiempo estás juzgando a tu adolescente por estar «en rebeldía» cuando solamente te está pidiendo que reconsideres cierta decisión que realmente es injusta, o está, como es natu-ral, tratando de revisar el sistema de creencias que le has dado desde que era bebé, tratando de hacerlo real para sí mismo. O una mujer puede sentirse victimada o desatendida por su marido, quien tiene un método de mano dura en la autoridad espiritual del hogar, y al mismo tiempo utiliza la espirituali-dad para castigar a sus hijos o para inducirlos a desempeñarse como angelitos.

Un propósito básico de este libro es ayudarte a primero exami-nar tu práctica del cristianismo. ¿Estás practicando la gracia, per-mitiendo al Espíritu de Cristo vivir a través de ti de tal manera que ayudas a quitar las cargas de opresión y das fuerza espiritual para vivir? ¿O estás tratando de forzar a las personas a vivir bajo leyes, reglas o fórmulas para la espiritualidad, ocasionando que se sientan oprimidas, incapaces de estar a la altura de tus estándares1?

Y hay otro propósito importante al escribir: Ayudar a los líderes

1. Jeff Van Vonderen, Tired of Trying to Measure Up [Cansado de tratar de llegar a la altura], Bethany House Publishers, Minneapolis, 1990.

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y a seguidores a reconocer los sistemas espirituales que se han vuelto abusivos. De nuestro contacto ampliamente generalizado con vícti-mas y con perpetradores, sabemos de las cicatrices tan profundas que este problema ha dejado en el rostro del cristianismo. Para aquellos que descubran que han edificado un sistema espiritual abusivo —al esclavizar a la gente a un sistema, a un líder, a un estándar de desem-peño— tenemos algunos consejos y una guía que pueden ayudarles a cambiar y regresar a la gracia. Y para aquellos que descubran que se han quedado atrapados en un sistema abusivo que esclaviza, ofrece-mos consejos y guía sobre cómo hacer cambios que los regresen a la libertad que hay en Cristo.

El apóstol Pablo escribió:

Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, man-

ténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud

(Gálatas 5:1).

Y también:

Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de

nadie (1 Corintios 7:23).

En la raíz de todo esto, encontramos que demasiados en la ac-tualidad han olvidado el increíble precio que se pagó, con sangre, por nuestra libertad en Cristo. Hemos sido llamados a una vida espiritual edificada sobre el regalo gratuito de la gracia de Dios (Efesios 2:8-9). Las obras que tenemos que hacer solo son aquellas que nuestro Dios y Padre preparó para nosotros (v. 10). Es a Dios solamente a quien le responderemos por lo que hemos hecho en su nombre y por lo que no hemos logrado hacer (Mateo 25).

Con miras a la libertad¿Cómo sucede el abuso espiritual? ¿Cómo puede un sistema que

está destinado a dar libertad a las personas convertirse en un medio de ataduras y opresión? ¿Hay un paralelo en las Escrituras que nos ayude a comprender más ampliamente las dinámicas que aquí intervienen?

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¿Hay señales que identifiquen el abuso espiritual —algo detrás de la ira, la desconfianza, el miedo, la duda, las relaciones persona-les desafortunadas— que puedan ayudar a un consejero a reconocer cuándo el abuso espiritual es el fondo del problema?

En los siguientes capítulos, exploraremos estas preguntas funda-mentales. Más adelante, veremos cómo revertir un sistema espiritual abusivo, cómo hacer de ese sistema un «lugar seguro» para cristianos muy necesitados y en crecimiento.

La vida cristiana empieza con la liberación de obras muertas, de sistemas religiosos y de todos los intentos humanos de «agradar a Dios». Para muchos de nosotros ya es tiempo de deshacernos de los sistemas religiosos y de las expectativas que hemos creado, y de que regresemos a esa gozosa libertad en Cristo.

En esencia, esta es nuestra esperanza y nuestra meta.

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El Antiguo y el Nuevo Testamento nos advierten sobre los falsos profetas y los sistemas espirituales que, como un medio de encontrar la aprobación de Dios, al desempeño de Jesús en la cruz le agregan el desempeño del comportamiento religioso. A todos nosotros, como cristianos, se nos dice que estemos en guardia espiritual.

¿Están tus relaciones espirituales aportando el descanso que Jesús prometió, o lo único que encuentras es más trabajo agotador y cansancio?

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