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1 EL ARDIENTE SILENCIO (Primera Novela Histórica de Tacna ) 1899 – 1911

EL ARDIENTE SILENCIO

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EL ARDIENTE SILENCIO (Primera Novela Histórica de Tacna ) 1899 – 1911

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EL ARDIENTE SILENCIO (Primera Novela Histórica de Tacna )

1899 – 1911

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FREDY GAMBETTA

EL ARDIENTE SILENCIO (Primera Novela Histórica de Tacna )

1899 – 1911

EDPYME CREAR TACNA

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© Fredy Gambetta Av. Dos de Mayo 623 – Tacna - PERÚ Segunda Edición Corregida : Agosto de 2001 Fotografía de la portada : Sentado el doctor Emilio Forero Ara, representante por Tacna al Congreso, en 1898. El segundo, de izquierda a derecha, es el ilustre tacneño Heráclides Gómez García, que fuera Prefecto de Tacna Libre, con sede en Locumba. La fotografía fue tomada en los años en los que se desarrolla la trama de esta obra. ( Archivo particular del autor ) Diseño Gráfico : Mauricio Gambetta Vildoso El autor agradece al Directorio de EDPYME CREAR TACNA haber aprobado el auspicio de la edición de esta novela. Nota importante : Ruega el autor desconocer la primera edición.

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a Tacna, Heroica Ciudad

Toda relación de personajes y hechos, con la realidad, no es mera coincidencia

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PRIMERA PARTE

1.

A pesar del invierno, de los días fríos y nublados, aquel 28 de Julio amaneció sin camanchaca, limpio el cielo azul, sin una nube. El volcán Tacora, coronado de nieve, parecía contemplar el valle que atraviesa el río Caplina.

- El Caplina es un niño, no llega al mar,- decían las señoras en el mercado.

-Si, pero malcriado y caprichoso. Figúrese que cuando en la sierra no llueve apenas trae un hilito de agua pero, cuando está de mal genio, con esas rabietas que le da en el verano, inunda las chacras y hasta se atreve con el cerro Arunta. Qué lisura - comentaba una vendedora.

- No hay que exagerar, Isabel, es muy bueno. Sin él no tendríamos éstos zapallos, que en Pachía se dan grandes y sabrosos, los mejores del sur, ni éstas uvas riquísimas, ni las ciruelas, ni los damascos. Tacna es un vergel - contestaba doña Matilde.

A la escuelita, que dirigía la maestra Carlota Pinto de Gamallo, llamada pomposamente Liceo Santa Rosa, llegaban los niños apresurados, relucientes los uniformes, brillantes los zapatos. Las niñas, sobre el albo mandil, llevaban a la cintura un lazo rojo. Los niños, vestidos también de blanco, y con pantalones cortos, lucían medias rojas y escarapelas bicolores, rojas y blancas, en el pecho.

carlos victor
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como que forza algunas palabras o ideas para dar a entender la cultura y diferenciacion de tacna; no sale muy natural
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A la ceremonia, por el día de la patria, en aquel año de 1899, asistían los padres de familia, apoderados de los alumnos e invitados especiales. A las once de la mañana, en el pequeño patio, se escucharon las palabras del examinador. Don Juan Rospigliosi, había sido maestro muchos años. Manco, perdió el brazo izquierdo, en la batalla del Campo de la Alianza, colaboraba desinteresadamente inspeccionando las escuelas peruanas. Fue breve su discurso, Habló de la patria, de los deberes que los niños deberían cumplir con ella. Citó fragmentos del Catecismo Patriótico, de Francisco de Paula González Vigil, texto obligado de lectura para los alumnos. - Hacerle bien a la patria, hacerle todo el bien que se tenga proporción, según las aptitudes de cada uno”.Ahora más que nunca niños, más que nunca en cautiverio. Hace diecinueve años, niños queridos, que otra bandera, una intrusa, es izada en los edificios públicos. Ustedes tienen solamente una bandera, la roja y blanca. Sabedlo bien niños, una sola - repetía el viejo maestro. Los pequeños batían las banderitas de papel de cometa, sujetadas por pequeñas cañas, que habían confeccionado en sus casas. De pronto, se hizo un respetuoso silencio. Se levantó de su asiento el poeta Víctor González Mantilla. Joven, de mediana estatura, ancha la frente, labios gruesos y cuidado bigote. - Niños, dijo, esta es la fiesta de la patria. El cumpleaños de nuestro amado Perú. En sus hogares los padres y los preceptores en la escuela les inculcamos, diariamente, después de la oración, la fidelidad eterna a la patria de nuestros mayores. Mujeres, madres presentes, modelen con su amor los hijos para que sean dignos herederos de la gloria de Grau, de Bolognesi, de los tacneños Inclán, Arias y Aragüez y Varela. Niños, el llamado de la patria, es el más dulce llamado que el corazón pueda oír. A él debemos responder ofreciendo el sacrificio de nuestra vida, cuando sea preciso. Nunca perdamos la esperanza de volver abrigarnos bajo el bicolor peruano, único bicolor que amamos porque fue el que arrulló la cuna de nuestros padres. Niños, mantengan siempre, como lo ha escrito mi amigo, Modesto Molina, el amor a la patria inmortal, el amor al Perú.

carlos victor
Nota adhesiva
los apellidos traficionales taneños; el autor es historiador y escritor, a diferencia de maria nieves que solo escribia
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Los aplausos interrumpieron el discurso del vate. Entonces, una niña, Matilde Rejas, de apenas seis años, después de hacer una venia a los presentes, recitó un fragmento de La Cautiva, poema de González Mantilla. Cuando la luz crepuscular vacila del ancho mar sobre el dormido seno, y busca el ave en su región tranquila el blando nido de delicias lleno; ¡ Ah! Si entonces fijáis vuestra pupila del verde valle en el recinto ameno y veis Tacna, es torcaz que se ha dormido ¡ con las alas abiertas sobre el nido! Hoy del Tacora en la nevada cresta

detiene el Cóndor su pausado vuelo, y extiende allí, do nadie lo molesta, sus negras alas en señal de duelo.

Hunde las garras en la cumbre enhiesta; y la pupila en el azul del cielo; vedlo inmóvil, parece que buscara cual es la estrella que su duelo ampara. Agradeció la niña, con un mohín delicado, los aplausos del emocionado auditorio que llenó con vítores el recinto. Con un rictus, provocado por un llanto contenido, los mayores se abrazaban. - Somos peruanos, Señor, peruanos. Hasta cuándo, Señor, hasta

cuándo seguirá esta prueba. Por qué tanta desdicha, parece que el cáliz es interminable.

De pronto, el profesor de Música del Liceo, Walter Scott Pease, movido por una fuerza interior, imperiosa, irresistible, se sentó al piano y desbordó al aire de mediodía, la canción prohibida, el Somos libres, seámoslo siempre, antes niegue sus luces el sol. Todos a una, niños, padres de familia, maestros, los curiosos que husmeaban detrás de los balcones de fierro, cantaron las notas del himno de la patria, con la mirada dirigida al cielo como esperando una respuesta.

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En la calle Miller, en una esquina, en la Farmacia Italiana, se reunían al mediodía Federico Barreto, Pablo Rejas, periodistas de LA VOZ DEL SUR, y Gerardo Vargas Hurtado que de Arica llegaba los sábados. Dardo Vargas era el seudónimo de Gerardo, redactor principal de EL MORRO.

- Muchachos, la cosa se está poniendo muy fea. El nuevo Intendente, Manuel Francisco Palacios, tiene pretensiones periodísticas y le han dado un espacio en EL NORTE, que aquí lo tengo – dijo Vargas.

- -Su intención es acabar con las escuelas peruanas. Eso no puede ser,

afirmó Barreto. No lo permitiremos, acotó Rejas.

- -Es un derecho que nos asiste. La educación la deciden los padres, además el asunto del plebiscito está en pié y nadie puede decir que Tacna y Arica son chilenas. Yo sabré responderle a ese fulano – dijo Vargas.

- Debes hacerlo, Dardo. Yo lo haría aquí en LA VOZ DEL SUR pero es mejor que primero lo hagas tú en EL MORRO pues allá es donde se ha prendido la mecha – dijo Barreto.

- A medida que el asunto vaya subiendo de tono le contestaremos, verdad Rejitas. Por supuesto, Federico. Apenas José María se entere de este asunto, se va a poner como una furia. ¡Qué tal raza la de los rotos! La noticia se regó por la pequeña ciudad cautiva. No se comentaba otra cosa en los hogares peruanos de Tacna y Arica. La conversación tomó la calle. - ¡ Ay mi señora Domitila¡ Qué ocurrencias estas de los chilenos.

Ahora dicen que cerrarán las escuelas. No lo creo, decía una doña, cómo podrían avasallar así a unos pueblos que todavía no han votado si quieren ser peruanos o chilenos.

carlos victor
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hasta aqui no se ve a unos personajes principales; que debe haber en toda novela, pore su extension
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- Aquí tengo un ejemplar de EL MORRO – dijo batiendo el diario, Gerardo Vargas.

- A ver – pidió José María Barreto. Leía apresuradamente, como

devorando las líneas. – Muy bien muchacho, así se hace. Tienes razón. Aunque cierren las escuelas, es el hogar donde se forja el amor a la patria. Nadie podrá llegar jamás a la intimidad de los hogares peruanos. Tendrían que desaparecernos a todos. Bien Gerardo, es contundente tu artículo. Sigue en esa línea.

- Qué distinto este Intendente Palacios, a los otros – dijo Pablo Rejas.

– Este ha venido con la espada desenvainada. Qué habrá que está tan envalentonado.

- Si te refieres a Alejandro Fierro, te doy la razón. Ese era un caballero de raza.- acotó Federico Barreto. –Se acuerdan cuando terminó cantando la Canción Nacional y su hermoso discurso el día que inauguramos el monumento a Vigil. Bueno, era de lo mejor que han mandado los roteques.

- Hermano, dijo José María, no olvides que Fierro había sido Ministro de Estado. Aparte de él, Manuel Soffia, Zenón Freyre y Eusebio Lillo se portaron muy bien. Claro que eran otros tiempos. Recién empezaba la ocupación y tenían que enamorarnos para ganar el plebiscito.

- Con Lillo conversé más de una vez – dijo Federico.

- A Lillo lo admirábamos todos –repuso Vargas. Un señor de la aristocracia chilena, y además amante de la poesía, tenía que tener clase.

- Es cierto que nos quisieron impresionar enviándonos al autor de su Canción Nacional – dijo Rejas.

- Por supuesto, viejo. Los chilenos son muy hábiles y como diplomáticos y zalameros nadie los gana. Te ofrecen el oro y el moro. Eso es lo que nos han venido ofreciendo todos estos largos años para comprar Tacna y Arica.

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- Volvamos a lo que comentábamos al principio de esta conversación callejera que propongo la hagamos otra vez en el hotel de Raiteri, no vaya a ser que los carabineros piensen que estamos complotando –dijo riendo José María. Decíamos que aplaudimos tu artículo, Gerardo. En verdad, es un dardo directo al mentón de este Palacios que ya nos tiene hasta la coronilla.

- Coleguitas, sigamos conversando, pero que no sea acá, en la calle. Le tomo la palabra a José María. Les invito una colación en la pastelería Flor de un día, de Pancho Fúster. Me han dateado que el español acaba de recibir la cerveza Boch Ale. Dicen que es muy rica.

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El Liceo de Niños, que regentaba el profesor chileno Galicio, estaba engalanado. Habían cruzado cadenetas con el tricolor chileno en las ventanas que daban frente a la alameda, que ahora se llamaba Baquedano. Los niños esperaban ansiosos la llegada del Inspector de Educación que visitaría el plantel, por encargo del Intendente Palacios. - Niños, este Liceo debe ser modelo entre los que funcionan en Tacna.

Educarlos a ustedes cuesta muchos pesos al gobierno de Chile- decía don Pedro Aravena Toro, desde un atril ubicado en el salón principal.

Don Hermógenes del Canto llegó puntual, a las diez de la mañana, para iniciar la inspección.

- Qué gusto de verlo señor Galicio, es un verdadero placer visitar su plantel.

- Pase, adelante, señor Del Canto, es un honor para nosotros recibirlo. - Sabrá usted que el señor Intendente tiene sus ojos fijos en este Liceo. Es su pensamiento, y naturalmente el nuestro, que los profesores

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deben esmerarse al máximo para impartir la mejor educación. La patria desea hijos cabales, orgullosos de sus tradiciones.

- Plenamente de acuerdo, señor Inspector. Aquí los tres profesores y yo no tenemos otro norte que no sea el procurar la más esmerada educación a los alumnos, inculcándoles, sobre todo, el amor a Chile, nuestra grande y noble patria.

- ¡Cómo debe ser! ¡Cómo debe ser!

- No podemos negar que haya algunos alumnos, hijos de peruanos, que tratan de obstaculizar nuestro trabajo, pero son los menos.

- ¡Oh, sí! Profesor, hay que tener mucha cautela. Esta tierra ha sido ganada por nosotros y no la soltaremos. Sabemos que existe esa chifladura de llamarse extranjeros. Imagínese, extranjeros, cuando se están educando bajo la bandera chilena. ¡ Qué gusto tan extraño ¡- dijo Del Canto incorporándose en su asiento.

- El problema reside en los hogares, señor Inspector. De ellos traen los cholitos esa terquedad.

- Tiene usted razón profesor. Y tienen la desfachatez de llevar sus ideas, que dicen son patrióticas, hasta el campo sagrado de la religión. Ayer, nada menos, conversaba con el señor Intendente Palacios de la necesidad de clausurar el peregrinaje a la Virgen que llaman de las Peñas, en el interior de Arica. Sucede que, hace pocos días, los peregrinos con ocasión de la fiesta han pedido públicamente a la Virgen ser peruanos. Se imagina. Hay unos hombres que danzan, que les llaman morenos, y se adornan el pecho con cintas rojas y blancas. Vea usted, qué descaro de los cholos. Mezclar lo pagano con lo religioso. Es el colmo.

- Señor Del Canto, lo invito a pasar. Los niños lo esperan. Primero visitemos el tercer grado.

Apenas aparecieron, en la puerta el aula, el Director y el Inspector, los alumnos se pusieron de pie.

- Empecemos por la lectura en francés – ordenó el Inspector.

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- Niños, en su libro leerán, en orden, la página dedicada a nuestra patria – dijo el señor Galicio.- Empezaremos por la columna de la izquierda. A ver, lea el alumno Lanchipa.

- Et Chili, votre belle et grande patrie – deletreó Lanchipa.

- ¡ Siéntese ¡ No está bien – dice Del Canto, fastidiado. – Otro alumno que lo haga mejor.

- Et Chili, votre belle et grande patrie – leyó el flaco Rivera, que

seguía en la fila.

- ¡Basta, basta¡ -dijo el profesor Galicio, levantando la voz. -Lea el párrafo el alumno Tucapel Ossa.

- Et Chili, notre belle et grande patrie – lee el santiaguino Ossa.

- Bien jovencito, así se lee. Chile es nuestra bella y grande patria –

remarca el Inspector Del Canto, abandonando el aula de clases, molesto, sin despedirse de los alumnos que se han puesto de pie para despedirlo. Al salir no se percata que Ara, un alumno aindiado, de rasgos típicos de los indígenas aymaras, el más alto y robusto del curso, había corrido hasta la pizarra para escribir, con grandes letras, la palabra francesa ¡ votre ¡

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El diario peruano LA VOZ DEL SUR ocupaba una amplia casona, en una esquina del pasaje Vigil, con la calle Comercio. El despacho del Director, ni grande ni pequeño, lucía, pese a los numerosos libros, periódicos y revistas colocados sobre los estantes, un aspecto ordenado. Las paredes altas y empapeladas, con tonos suaves, una lámpara de bronce, en medio de la habitación, y un teléfono colocado al lado izquierdo del escritorio completaban el decorado. Gerardo Vargas había llegado en el tren de las diez. Su primera visita, antes de encontrarse con su novia, que vivía en el barrio Alto

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de Lima, era para los hermanos Barreto. Ellos siempre tenían novedades y con las que él traía de Arica armaban una amena charla que se prolongaba, casi siempre, hasta el mediodía.

- Fíjese, José María, los chilenos han tomado la decisión de trasladar hasta Tacna a la primera zona militar de Iquique – dijo Vargas.

- No le creo – contestó José María - ¿ De qué fuente ha sacado usted esa noticia, Varguitas?

- Tengo amistades chilenas que nos informan. No todos piensan igual que la mayoría, querido amigo. Hay quienes nos tienen simpatía. Y no solamente eso. He sabido también que pretenden instalar una escuela de artillería y otra de torpedos en Arica.

- Eso sí que sería el colmo. Se nota claramente que no tienen deseo alguno de cumplir con el Tratado de Ancón y convocar al plebiscito.

- Sáquese esa idea de la cabeza – contestó Vargas.

José María Barreto, consternado, se levantó de su silla y llamó a su hermano. - Aquí me tienen, para que soy bueno. ¿Qué tal Gerardo?¿Cómo está?¿Qué novedades nos trae del puerto?- dijo Federico, el poeta.

- Escucha las noticias que nos trae Dardo, Federico. No pueden ser más alarman tes. La tercera zona militar del ejército viene a instalarse en Tacna, además de una escuela de artillería y otra de torpedos en Arica.

- Eso no es todo, queridos amigos. Dicen que ya tienen todo preparado para llamar a filas, en el ejército chileno, a los peruanos que nacieron el año de la guerra y que cumplirán pronto los veinte años, ¿se imaginan? – dijo el periodista de EL MORRO, de Arica.

- Sin duda se avecinan años muy duros, durísimos, para tacneños y ariqueños - acotó José María.

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- No nos queda más que seguir batallando con la pluma que es nuestra única arma, no nos queda otra – dijo Federico, agarrándose la cabeza con ambas manos.

- El tratado de Ancón fue una farsa, un engaño – dijo Vargas.

- Aquel artículo segundo, por el que cedíamos a perpetuidad Tarapacá e Iquique, es vergonzoso – dijo José María.

- Realmente vergonzoso, qué duda cabe. Como fue una osadía querer comprar Tacna y Arica a cambio de diez millones de pesos, como si los tacneños y ariqueños fuésemos simples y vulgares mercancías, objetos de compra y venta – dijo Federico.

- En ese asunto tan duro, tan doloroso, tan lesivo para el Perú, que fue la firma del Tratado de Ancón, me dicen que don Juan Antonio de Lavalle no estuvo de acuerdo con el Presidente Iglesias y que se vio en la obligación de firmar por las presiones del gobernante – dijo Vargas. –Los diplomáticos chilenos, Domingo Santa María y Jovino Novoa, tenían a su favor el apoyo de La Moneda y la arrogancia propia del vencedor.

- Así es . No podemos echar toda la culpa sobre los hombros de Iglesias – dijo Federico.

- Ojalá que la historia registre en sus páginas la actitud de los tacneños en Lima. Nuestros paisanos, conocedores de que por el Tratado de Ancón deberíamos estar diez años bajo el dominio chileno, dijeron su palabra que no era otra que de fidelidad absoluta a la patria peruana – dijo José María.

- Tiene usted razón, José María. Ellos dejaron constancia de que, durante diez años, y después, bajo cualquier circunstancia, estarían unidos siempre al Perú- dijo Vargas.

- Aquí está el documento, archivado, para que lo conozcan los tacneños de mañana. Es tan fácil olvidar los gestos, las actitudes de los auténticos patriotas – dijo Federico, mostrando una copia que guardaba en un libro de tapas negras.

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En el documento, que guardaba con celo los periodistas de LA VOZ DEL SUR, aparecían las firmas de José Ramón Pizarro, Carlos Forero, Augusto Albarracín, Carlos Basadre y Forero, Bruno Vargas, Enrique Forero, Milcíades Cornejo, Manuel Marca, Carlos Zapata, Arístides González Vigil, Manuel María Forero, Víctor González Mantilla, Gregorio Bustíos y varios más. - Si el plebiscito se hubiera realizado en 1894, como quedó pactado, el triunfo era nuestro, sin ninguna duda – dijo José María.

- ¡ No lo dudo! – dijo Vargas – Por eso los chilenos han alargado el asunto más y más y han tenido la desvergüenza de afirmar, como hemos leído en los diarios de Santiago, que el Perú no reclama el cumplimiento del Tratado. Dos veces, oficialmente, se les ha pedido el cumplimiento de lo pactado. En 1892 el Ministro de Relaciones Exteriores, Eugenio Larraburre, lo solicitó en Lima al Ministro chileno Javier Vial y en 1894, en Santiago, nuestro conocido Ramón Ribeyro, se acercó a la cancillería chilena para pedir el cumplimiento de lo suscrito en Ancón.

- Lo recuerdo. Fue entonces cuando Sánchez Fontecilla, de la cancillería chilena, cerró toda conversación – dijo Federico.

- Pienso que hace dos años perdimos la mejor oportunidad de hacer cumplir el plebiscito – acotó José María.

- ¡ Por supuesto! Nos faltó empuje, coraje, más decisión – dijo

Vargas.

- Los chilenos estaban asustados por causa de la Argentina. En La Moneda pensaban que los argentinos les declararían la guerra y que Perú y Bolivia se volverían a unir para reclamar sus territorios – dijo Federico.

- Chile siempre le ha temido y le seguirá temiendo a la Argentina. He leído en el diario LA TARDE, de Santiago, que sus gobernantes deberían buscar, a cualquier precio, la neutralidad del Perú y que podrían enfrentarse a Bolivia –dijo José María.

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- ¿Repararon ustedes la premura del Presidente Errázuriz por nombrar a Raymundo Silva Cruz con el objeto de que busque el arreglo de la situación de Tacna y Arica?- preguntó Vargas.

- Todos creíamos que la hora había llegado para liberar a las provincias cautivas del yugo araucano. Había que ver la felicidad en los rostros de los habitantes de Tacna y Arica. Eran días de esperanza, de fe, en que por fin terminaría la pesadilla. Qué días tan intensos los de hace apenas dos años. Cuán engañados estábamos¡ - apuntó Federico.

- Billinghurst, mi querido paisano, se portó muy bien. No en vano era Vicepresidente del Perú. El no cedió jamás ante Silva Cruz, primero, ni ante Juan La Torre, después. No quiso saber nada con la venta de Tacna y Arica. El plebiscito debería efectuarse de todas maneras. ¡Grande Billinghurst, hijo ilustre de Arica! - dijo José María.

- En Santiago firmaron el tratado Billinghurst y La Torre, el 16 abril del año pasado y en Lima lo ratificaron el 13 de julio ¿verdad?. Yo tuve ocasión de conversar este asunto con don Modesto Basadre y con don Carlos Forero, patriarcas tacneños – dijo Vargas.

- Si ya no faltaba nada para que se diera el visto bueno al plebiscito. Recuerden que Errázuriz lo hizo aprobar en el Senado, en agosto, y que los diputados lo rechazaron – dijo Federico.

- Lo rechazaron porque olían que el asunto con la Argentina se arreglaría. Son unos zorros. Creo que nuestras esperanzas, de retornar al seno de la patria peruana, se esfumaron en el preciso momento en el que Errázuriz se abrazó con el presidente argentino Julio Rocca, en el estrecho de Magallanes – acotó José María.

- Exactamente. Si los chilenos cedieron, en algún momento, fue por miedo, por temor a la Argentina, nada más que por ello. Ahora han buscado el arbitraje británico. Como tú bien dices, José María, son unos zorros – dijo Vargas.

- Buenos tontos los argentinos –dijo Federico. – Aceptar a Gran Bretaña como árbitro sabiendo que éstos están en deuda con los chilenos por las grandes riquezas obtenidas en la guerra.

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- Todavía quedan tontos en el mundo, mis buenos amigos –dijo José María llevándose las manos al estómago, indicando que había llegado la hora de almorzar.

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El barrio Alto de Lima es uno de los más populares de Tacna. En los primeros años de la república por él ingresó a la ciudad el Libertador Simón Bolívar. Fue recibido con arcos de flores. Una niñita tacneña le dio la bienvenida recitándole un poema. Bolívar se alojó en una casona ubicada en la calle del Comercio. En la espaciosa pieza, que le sirvió de dormitorio, don Simón encontró un ejemplar del Quijote de Cervantes. Un decreto, que dictó aquella noche, en la paz de la pequeña Tacna, mandaba usar aquella obra como libro de lectura obligada para los niños y jóvenes americanos. En el Alto de Lima, a una cuadra de la capilla del Espíritu Santo, vivía el periodista Pablo Rejas. Aquella tarde María Liendo, su mujer, ofrecía un té a dos amigas queridas, amigas de la infancia. El techo del comedor, como el de toda la casa, era de mojinete. Típico techo tacneño, en forma de pirámide trunca, adecuado para que resbale la garúa del invierno. Las paredes, sobriamente empapeladas, una mesa redonda al centro, rodeada por sillas de Viena, con asiento de esterilla, una alacena, un modesto aparador y dos cuadros con motivos de caza completaban el decorado del ambiente. Era tarde de sábado. Se notaba intranquilidad en el ambiente. Demasiada la calma, el silencio. De la calle no llegaba ningún ruido, ni siquiera el trac-trac-trac del paso de los carruajes sobre el empedrado.

- ¡Qué tranquilas estas tardes, si hasta dan miedo! – dijo María.

- Es verdad. El siglo recién empieza. Pero, como dicen, después de la tranquilidad puede venir la tormenta – dijo Sara Ramos.

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- Ni digas, hija, suficiente tenemos con los malos augurios que han dejado unos gitanos – repuso Carmen Rueda, santiguándose.

- No creas en esas tonterías, Carmencita – dijo María.

- Es que con tantas cosas malas que nos suceden, en Tacna y Arica, una no sabe a que atenerse ni a que Santo encomendarse – contestó Carmen.

- Cierto. Tan esperanzados que estuvimos con la firma del tratado Billinghurst-La Torre y ya vieron, todo quedó en nada – dijo Sara.

- Pablo invitó ayer a almorzar al poeta Barreto y a Gerardo Vargas, el ariqueño. No cesaron de hablar del asunto. Por Dios, qué será de estas provincias. ¡Ay, si pudiéramos adivinarlo! – dijo María.

- ¿ Cómo está Matildita? – preguntó Sara.

- Bien hija, con el favor del Señor. En el colegio está bien, pero la noto inquieta porque les han dicho que van a expulsar de Tacna a su maestra, la señora Carlota – contestó María.

- No puede ser verdad. ¡Jesús! Sería lo último – dijo Sara.

- Será lo que Dios y la Virgen santísima quieran. Debemos estar preparadas para lo peor. Los chilenos son tan abusivos – dijo Carmen.

- ¿Tus niños cómo están? – preguntó Sara a Carmen.

- Los tuve enfermos. Me los trató el doctor Carlos Basadre, que es tan acertado. Les recetó el jarabe del Doctor Chapelle, una maravilla. Se curaron como con la mano – contestó Carmen.

- Es verdad, la farmacopea ha avanzado muchísimo – dijo María. – Para el resfrío de mis hijos, y eso que Pablito recién tiene dos años, no encuentro nada mejor que la savia de pino marítimo de Lagasse, es buenísima.

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- Es bueno apuntar – dijo Sara, sacando papel y lápiz de un pequeño bolso.- Fíjense que yo tomé el apunte de la emulsión de Scott y que bien me ha servido.

- Por si acaso, amigas, para nuestros días críticos, de fin de mes –dijo

María, bajando la voz – acaban de llegar las cápsulas Santal Midy, a la Antigua Farmacia Italiana.

- Uy¡ esta parece una conversación de médicos – dijo Carmen.

- O de enfermos. Qué lindo vestido, María – dijo Sara. – Y que preciosa la tela.

- La tela la compré a precio huevo en la tienda de Dondero y el vestido me lo cosió Juanita Gómez, que es la mejor costurera de Tacna y no es carera, hija, no es nada carera-

- Ah, sí, en el almacén de Dondero venden maravillas – dijo Carmen.

- Yo estoy loca por comprar una máquina de escribir Underwood para mi marido. Pero, la verdad, lo que está pasando me tiene muy preocupada – dijo María. –No me arriesgo a hacer un gasto fuerte. Más adelante pueden presentarse emergencias.

- Así es, María, así es – dijo Sara.

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Gerardo Vargas vivía en una vieja casa en la calle Colón, a pocos metros de la casona que habitara el Coronel Francisco Bolognesi. Desde ella, todos los días, como gran telón de fondo, tenía al Morro. Dardo Vargas había llegado tarde de su trabajo en la redacción de EL MORRO DE ARICA. En la penumbra de su dormitorio, hasta la que llegaba, en el silencio de la noche, el ruido de las olas, estrellándose en las rocas, mirando sin ver un punto fijo en el alto techo, pensaba en el destino de las provincias cautivas, en la remota esperanza de la reincorporación de Tacna y Arica al Perú, en la

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deshecha ilusión de los habitantes luego de que los diputados chilenos se negaran a firmar el tratado Billinghurts – La Torre. En ello pensaba y recordaba con pena, por enésima vez, el júbilo del pueblo, hacía apenas dos años. Los ariqueños habían solicitado, insistentemente, al gobierno peruano que exigiera al de Chile el cumplimiento del Tratado de Ancón. Recuerdo el año 1894.

- Es necesario reunirnos en una manifestación popular, lo más pronto posible. Que sepa América que deseamos el cumplimiento de un tratado firmado por dos países que se supone son respetuosas de lo que acuerdan – dijo Rómulo Cuneo Vidal.

- Nosotros estamos listos para salir a la calle cuando ustedes digan –

ofreció Juan Olivinera, del Club Obrero.

- De los ariqueños pueden esperar todo el apoyo posible. Lo hemos escrito en un editorial, el 28 de Julio del año pasado. Allí dijimos, una vez más, que lo que más ansiamos es ver flamear nuevamente nuestro bicolor en la cumbre del Morro – dije esperanzado.

- Bien Gerardo. Dile a Enrique Köster que prepare las ediciones llamando al pueblo el próximo 29 de octubre. Ese día los ariqueños diremos nuestra palabra en la plaza – afirmó Cuneo Vidal.

- ¡ Viva Arica peruana! ¡ Vivan Tacna y Arica peruanas!

- ¡ Qué vivan! ¡ Qué vivan¡

Esperamos cuatro largos años de idas y venidas. De desconcierto e impotencia. De no saber a que atenernos. La noticia del tratado Billinghurst-La Torre nos devolvió la esperanza.

- ¡Te enteraste, Gerardo! – me dice atolondrado, jadeante, el

gringo Köster, levantándome en vilo. ¡ Hermano, acaba de llegar un cable de Santiago! Los rotos están asustados. Creen que Argentina los atacará y están dispuestos a devolver Tacna y Arica, previo plebiscito que ganaremos, con toda seguridad.

- Esta noticia merece una primera plana – le contesto.

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- ¡ Por supuesto, hermano, la primera, a seis columnas¡ El titular dirá ¡ES UN HECHO! – casi gritaba el gringo.

- El tratado se firmó el 16 de abril. En una edición de EL COMERCIO, de Lima, que llegó a Arica, con retrazo, leímos las Siete Palabras de Tacna y Arica en la Cruz del calvario, que nos apresuramos a reproducir en EL MORRO. Recuerdo de memoria esas siete palabras publicadas en la Semana Santa del 98 : I Argentina, castígalos porque saben lo que hacen II Bolivia, ayer fuiste con nosotros III Perú, he aquí a tus hijos IV Chile, inicuo Chile, por qué nos retenéis esclavizados? V Sed de libertad tenemos VI El plazo de ocupación está consumado VII Billinghurst, en tus manos encomendamos nuestro rescate Gerardo Vargas abrumado por los recuerdos, encerrado en sus cavilaciones, preocupado por el futuro, no puede conciliar el sueño. Uno tras de otro los recuerdos se agolpan en su memoria. Quisiera levantarse de la cama, encender la lámpara y escribir. Aun no amanece. Será otra vez, ahora no – piensa. No tengo ánimo, solamente una gran ansiedad, un gran peso que me oprime. Al mes de haberse firmado el tratado en Santiago, don Guillermo Billinghurst, primer Vicepresidente de la República del Perú, el hombre que no había cedido ante la suficiencia araucana, que había negociado en las fauces de la fiera sin llegar a ningún arreglo que lesionara el honor de los habitantes de Tacna y Arica como habría sido, por ejemplo, aceptar el oro de Chile para comprar las provincias cautivas, llegaba al puerto de Arica, a su tierra natal. Desde las primeras horas de la tarde los ariqueños se agolparon en el viejo muelle fiscal. Previamente se habían reunido en el atrio de la iglesia de San Marcos, En ese atrio los soldados peruanos, sobrevivientes de la batalla del 7 de Junio, fueron asesinados a punta de corvo. ¡Ah, los corvos!-pensaba Gerardo Vargas, en su vigilia- la única arma que los convenios

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internacionales rechazaban para ser utilizada en la guerra. Arma de delincuentes.

- Allá aparece – grito un negro del valle de Azapa.

-- Es él, ¡hurra¡ ¡viva Billinghurst¡ - gritaba la muchedumbre. - Es elegante el vapor Imperial, mi querido Gerardo – me dijo

Rómulo Cuneo Vidal. - En efecto. No en vano es casi un vapor insignia de la Compañía Sud Americana- le repuse.

Era la hora del crepúsculo cuando el Imperial ancló en la bahía ariqueña. A bordo de una falúa, Alejandro Mac lean, Rómulo Cuneo Vidal y los hermanos Barreto, Federico y José María, dieron alcance al moderno vapor. Al llegar al muelle, la frágil falúa, se armó un gran alboroto. Los ariqueños querían acercarse a su paisano, tocarlo, abrazarlo, vivarlo. Igual cosa hacían los tacneños que llegaron al puerto en un tren especial. La bienvenida, al segundo hombre del gobierno peruano, la acompañaba una lluvia de flores. Los niños portaban banderitas rojas y blancas.

- Señor – dijo respetuoso Rómulo Cuneo Vidal- Arica no está embanderada, como es nuestro deseo, porque las autoridades de ocupación no lo han permitido.

- No se preocupe paisano –respondió don Guillermo-No conviene discutir con ellos. Es tan poco el tiempo que falta para que abandonen este suelo que ninguna sombra debe entorpecer las negociaciones.

Billinghurst no ocultaba su emoción al contemplar el morro, en cuya cumbre veía, con pena, con ira contenida, flamear el tricolor chileno.”Flameará pronto el bicolor”-pensó.

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Desde la placita Colón la comitiva, acompañada por una gran manifestación popular, entre vivas y aplausos, avanzó por la calle principal hasta la Sociedad Peruana de Beneficencia. Las damas ariqueñas adornaron con arreglos de flores el local de la Sociedad. La amplia mesa, dispuesta para medio centenar de comensales, mostraba una variedad grande de exquisiteces. Nada faltaba. En la cabecera, el Vicepresidente del Perú flanqueado por Alejandro Mac Lean y Artidoro Espejo. Un poco más allá Rómulo Cuneo Vidal, Pastor Jiménez, José María y Federico Barreto, periodistas tacneños, Enrique Köster y yo. Se dijeron discursos bien elaborados, rubricados por cálidos y prolongados aplausos, vivas y hurras. El tratado, recién firmado, aunque todavía no ratificado, por los Congresos de Perú y Chile, era un gran paso adelante. - Señores, dijo Billinghurst, nada embarga más mi alma de emoción

que volver a pisar la tierra sagrada que me viera nacer, cautiva hoy por azar del cruel destino. Nada más honroso para mi que haber puesto lo mejor de mi inteligencia y de mi voluntad para que pronto, muy pronto, con la ayuda de Dios y la buena voluntad de nuestros gobiernos, especialmente del gobierno de Chile, a través de un plebiscito, que estamos seguros que lo ganaremos, retornen Tacna y Arica al Perú.

El supremo gobierno tiene sus ojos puestos en las provincias cautivas. No cederemos un milímetro a favor de Chile. Hemos perdido suficientes territorios cediendo Iquique y Tarapacá, emporios que guardan sabe Dios que otras grandes riquezas, aparte del guano y del salitre y que serán la despensa de Chile, país que nació pobre, al final de América y que no era más que una simple Capitanía General.

Hermanos tacneños, que habéis tenido la molestia de viajar hasta este puerto para acompañarme en la cruzada patriótica, les repito lo que digo a mis paisanos ariqueños: tengan fe, tengan confianza, en que la voluntad de Dios, la voluntad del pueblo, se hará pronto feliz realidad. Sigan trabajando, día a día, a favor de la gran causa de la reincorporación. Conociendo la peruanidad de los habitantes de Tacna y de Arica cualquier tarea a favor del pronto plebiscito, es sencilla. ¡ Vivan Tacna y Arica, peruanas¡¡Viva el Perú¡

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- Qué día aquel, cuántas emociones se juntaron – pensaba Gerardo, desvelado. 7

El despacho del Intendente Manuel Francisco Palacios era frío, gris, empapelado con colores opacos. Los muebles, estilo Chippendale, había sido confiscados a una residencia peruana, después de la toma de Tacna, luego de la batalla del Campo de la Alianza. Palacios era de mediana estatura, grueso, de cara ovalada y ancho bigote. Vestía elegantemente y no abandonaba un bastón, de caoba y empuñadora de oro. Sobre el chaleco lucía una gruesa cadena de oro, del reloj de bolsillo, de tres tapas que, maniáticamente, sacaba a menudo, especialmente cuando estaba nervioso. Junto a Palacios se encontraba su fiel Secretario, Jahuel Ossa. Alto, delgado, tenía apariencia de intelectual europeo. Sobre el fino rostro lucía, permanentemente, gruesas lunas de aumento, enmarcadas en oro, que proclamaban su miopía. Ossa, de finos modales, de conversación agradable, se educó en un colegio regentado por los padres jesuitas, en Santiago. Había seguido cursos de Derecho Internacional, en la Cancillería. Palacios, antes de viajar a Tacna, lo escogió entre varios candidatos.

- Oiga usted Ossa, -decía el Intendente- es increíble la resistencia de los cholos. Como le consta a usted, nuestro país hace lo posible por brindarles la mejor atención. Estoy cierto que el Perú jamás les habría prodigado tantas atenciones. Son hechos por el mal.

- En efecto, son harto difíciles de convencer – repuso Ossa. - Yo seguiré publicando artículos en EL NORTE. Me ha salido un gallito respondón. Ese Gerardo Vargas. – dijo Palacios.

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- He captado que en Arica y Tacna, al tal Vargas, le tienen bastante aprecio –afirmó Ossa.

- Déjemelo a mi cuenta nomás. Ya me encargaré de bajarle la cresta. - Aquí en Tacna, señor, los hermanos José María y Federico Barreto, son también muy apreciados por los vecinos – dijo Ossa.

- ¡Chita, claro! Se refiere usted a los periodistas de LA VOZ DEL SUR. Veremos que se puede hacer, más adelante. Por ahora me preocupa el asunto de las escuelas peruanas- dijo el Intendente.

- La base para empezar a controlarlas ha sido el decreto del 9 de febrero-dijo Ossa.

- Eso era suficiente para saber si las tales escuelas recibían o no alguna subvención del Perú o si las mantenían los particulares. Pero, ya ves usted, no han respondido como esperábamos – argumentó Palacios.

- Habría que tomar otras medidas ¿no le parece?- sugirió el joven

diplomático. - Por supuesto. Sucede, mi estimado Secretario, que de una vez por todas debemos hacer sentir a los cholos el peso de nuestra presencia en estas provincias que son y siempre serán chilenas. Que no le quepa a nadie la menor duda.¡Basta de contemplaciones y de miramientos!- dijo Palacios golpeando con el puño el paño verde de su escritorio.

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Llegó el otoño. La naturaleza agregaba tristeza a los espíritus. Las calles angostas, bajo el manto de la camanchaca, mostraban sus veredas y empedrados humedecidos por la fina garúa. Las altas torres, de la inconclusa Iglesia Catedral, se perdían en la bruma. Los niños creían ver en ellas los mástiles de barcos enormes que atravesaban la penumbra.

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En una esquina, de la pequeña y romántica plaza de Tacna, con olor a Jacaranda, geranio y vilca, se encontraba ubicada la casona de la familia Basadre Grohmann. El solar de los Basadre, construido de piedra de cantería, con ancha puerta principal, frente a la plaza, de ventanas con rejas de fierro, pintadas de verde era, desde los primeros años de la ocupación chilena, lugar de reunión de los tacneños. La dueña de casa, doña Olga Grohmann Butler, no hacía odiosos distingos para recibir en su hogar que, sin ostentar riquezas, imponía serenidad y respeto por el orden y el calor que en el ambiente se percibía. Aquel lunes de abril, por la tarde, se encontraba en el salón principal de la casona la señora Olga Grohmann, acompañada del poeta Federico Ríos y de los profesores que dirigían las escuelas peruanas. Nadie faltó a la cita. Esperando el inicio de la reunión conversaban, formando un grupo, Carlota Pinto de Gamallo, María Rospigliosi de Quiroz y las hermanas maría y Celinda Marca. Junto a la ventana, frente al primer patio, Clorinda de Benavides y Ricardo Mena escuchaban atentos a la joven Zoila Sabel Cáceres quien, siendo aun muy joven, se había ganado el aprecio de los mayores que admiraban en ella su inteligencia, su patriotismo y su entrega a la educación de los niños peruanos. La dueña de casa platicaba, apoyada en el piano, con los poetas Pedro Quina Castañón y Federico Ríos a quienes acompañaba el Presbítero Félix Andía, profesor de moral y religión. El pito del tren, que llegaba de Arica, indicaba que eran las cinco en punto de la tarde. Aquel sonido, agudo y corto, servía para que los tacneños controlasen la hora en sus relojes.

- Estimados amigos – dijo Olga Grohmann – me he permitido reunirlos en mi casa, que es también la de ustedes, por iniciativa de nuestro caro vate Federico Ríos, para que contemplemos la difícil situación por la que atraviesan las provincias de Tacna y Arica, en especial en el campo de la educación. Los niños de Tacna reciben la educación que ustedes, queridos amigos, con tanto sacrificio y entrega les imparten. Los padres de familia, y hasta las autoridades

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de ocupación han manifestado, en varias ocasiones, que se encuentran conformes con el trabajo de nosotros. Sin embargo, con el inicio del siglo, avizoramos oscuros nubarrones en el horizonte. Por ello, hemos creído oportuno citar a los preceptores de Tacna para que analicemos esta incierta situación y acordemos la posición que convenga en defensa de los intereses de nuestra patria y, naturalmente, de nuestros alumnos. Cedo la palabra al poeta Federico Ríos.

Ríos era alto, de distinguido porte y maneras finas. En su rostro destacaba una ancha frente, coronada de cabellos ondulados. La mirada la fijaba, indistintamente, a medida que avanzaba en su discurso. Ríos era maestro en las escuelas peruanas y colaboraba en las tareas de fin de año como Examinador. Tenía fama de ser inflexible. Los niños y los jóvenes lo respetaban. -Queridos colegas, vivimos días muy difíciles, de mucha tensión – empezó diciendo el vate-, hoy, más que nunca, se aleja la posibilidad de que Chile acceda a cumplir con lo pactado en Ancón y convoque al plebiscito. El gobierno chileno arregló sus diferencias con el gobierno de Argentina, por los territorios del sur. Para ellos el peligro ha pasado. Se vuelven hoy a sentir seguros y dueños de la situación en el Pacífico. Esta seguridad, que llega a extremos de petulancia y de arrogancia, se expresa en los planes acelerados que están poniendo en práctica para chilenizar las provincias cautivas. Habrán notado ustedes que distinto es el actual Intendente Palacios de las primeras autoridades que nos impusieron en los primeros años de ocupación. Palacios utiliza las páginas, de un diario ariqueño, para atacar a las escuelas peruanas y ha logrado que se ponga en vigencia el decreto de su gobierno para que declarásemos si recibimos o no subvenciones del gobierno del Perú. El segundo paso será, sin duda alguna, notificarnos para que cerremos las escuelas. Por lo tanto, en estos momentos, frente a esa situación, solamente nos queda unirnos con la convicción profunda de que si estamos unidos les será difícil vencernos. Las autoridades chilenas deben saber que si nos impiden abrir las puertas de nuestras escuelas estas funcionarán a puerta cerrada y que cada hogar ocupará nuestro lugar.

- Bien dicho Federico, ese es nuestro pensamiento – dijo el poeta

Pedro Quina Castañón.

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- Debemos estar en permanente en comunicación para conocer de las acciones que se tomen contra nosotros – dijo Zoila Sabel Cáceres.

- Seguramente nuestra Cancillería debe estar enterada de estos acontecimientos –

dijo el Presbítero Andía –. Yo me encargaré de comunicar lo que fuere menester al Arzobispado de Arequipa.

- Debemos estar de acuerdo también en que no firmaremos ninguna notificación que remita la Intendencia con la intención de amedrentarnos – dijo Zoila Sabel Cáceres-

- Así es. Me parece muy atinada la posición de Zoila Sabel. Todos los maestros la asumimos - intervino la maestra Carlota Pinto.

- Me comunicaré con el padre Vitaliano Berroa, de Arica, para hacerle conocer este acuerdo – ofreció el Presbítero Andía.

- Bien padre. Los profesores ariqueños deben saber que los apoyamos. Allá el Gobernador cumple fielmente lo que le dicta desde acá el Intendente – dijo Ricardo Mena, Director del Colegio Peruano de Varones.

- Amigos, esta ha sido una reunión provechosa. Hemos tomado conciencia del real peligro que se cierne sobre Tacna y Arica y, sobre todo, nos cabe la satisfacción de saber que el peligro nos encuentra unidos, que no cederemos a las exigencias y a la prepotencia de los chilenos – dijo la dueña de casa.

- Antes de retirarnos, agradezco, en nombre de todos, la hospitalidad y la generosidad de la familia Basadre Grohmann. Este solar es y será, estoy seguro, un baluarte de la resistencia de los tacneños que jamás claudicaremos y no cejaremos hasta ver a Tacna y Arica redimidas – dijo, entre aplausos, el vate Ríos.

El edificio de la Intendencia estaba frente a la casona de los Basadre. Era de noche cuando se retiraron los maestros, discretamente. Los carabineros, de guardia en la Intendencia, los

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vieron perderse en las sombras y el silencio. Qué tramarán estos cholos-pensaron. 9

- ¡ Secretario!¡Secretario!- entró, a grandes trancos y gritando el Intendente Palacios. El despacho parecía más frío que de costumbre.

- A la orden señor –contestó, lívido, el Secretario Ossa que

conocía las reacciones violentas de su jefe. “ En esas circunstancias es mejor llevarle el amen”- pensó.

- He recibido un cable de Santiago en el que me dan instrucciones precisas para decretar la clausura de las escuelas peruanas, lo más rápido posible. ¿Ve usted? Así son. Es fácil estar sentado, a orillas del Mapocho, haciendo once en las confiterías, como buenos futres, esperando las noticias de los que sudamos la gota gorda en el norte. ¡ Qué tal raza! – decía ofuscado Palacios.

- Es cierto. Esos niños piensan que nos dormimos en los laureles –

repuso condescendiente el joven Ossa. - Pensé que el decreto 85 era suficiente. Como a usted le consta allí se dice que no ha lugar a autorizar solicitudes para abrir nuevos establecimientos educativos. Eso era para dorar la píldora. No creo que insistan los cholos. El meollo del asunto era que quedaban sin efecto las autorizaciones aprobadas con anterioridad. Y eso, Ossa, es más claro que el canto del gallo. ¿ No le parece?

- Por supuesto, señor. Es clarísimo. - Clarísimo para todos, para cualquier persona que quiera cooperar y no causar problemas.

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- ¿ Ha leído usted el despacho del día que ha enviado el Prefecto de Policía? – preguntó Ossa.

- Claro pu hombre. Eso es lo que me quema la sangre. En respuesta a la terquedad de los peruanos – dijo Palacios – intensificaré las medidas a través de notificaciones que la Prefectura entregará a los directores de las escuelas. Esto se acabó. La paciencia se terminó. Anote, Secretario.

Jahuel Ossa tomó papel y pluma y copió al pie de la letra lo que impaciente, dando trancos en la oficina, le dictaba su jefe, omnímodo representante del gobierno de Chile en las provincias cautivas. El Prefecto de Policía, apellidado Jaramillo, visitó las escuelas acompañado de miembros de la Seguridad. “Es una tarea ingrata, pensó, pero tengo que cumplirla. Estoy seguro que tendré más de una sorpresa”. La comitiva policial, a las once de la mañana, tocó la puerta de la casona ubicada en la calle Zela, donde funcionaba el Liceo de Tacna, dirigido por la joven maestra Cáceres.

- Buenos días, ¿ la señorita Directora del Liceo? – preguntó el Prefecto de Policía.

- Yo soy – contestó altiva Zoila Sabel. - Señorita Directora, venimos enviados por el señor Intendente para que tome conocimiento de un oficio de notificación y se sirva firmarlo, en señal de haberlo recibido – dijo Jaramillo.

La señorita Cáceres tomó el papel y lo leyó mientras, en el pequeño patio, los niños jugaban. Era la hora del recreo. Zoila Sabel, mujer de temple, palideció mientras leía :”Por disposición superior se notifica a usted para que en el plazo de 24 horas cesen sus funciones y se cierren los planteles de enseñanza peruana en territorio chileno. Se dará por notificado, firmando al pie del presente, a fin de cumplir con las órdenes impartidas por el Supremo Gobierno de Chile”

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Al terminar la lectura del documento, la maestra miró fijamente a los ojos del Prefecto de Policía quien bajó la mirada.

- Tome nota señor Prefecto - dijo la Directora - que como peruana y tacneña mantengo y mantendré abiertas las puertas de esta escuela. Dígale al señor Intendente, con todo respeto, que la suscrita no se amilana ante la notificación y que si desea clausurar el plantel que venga personalmente a cerrarla. Es todo. Buenos días, señor.

El Prefecto de Policía, y los carabineros que lo acompañaban en la diligencia, quedaron estupefactos ante la firma respuesta de la joven educadora. “Buenos días”- contestaron y se dirigieron al colegio de Carolina Vargas. Zoila Sabel se despojó de su delantal y sin avisar siquiera a la señorita Dora, que la secundaba como Auxiliar, se enrumbó a la casa de don Artidoro Espejo, notable vecino, miembro del Comité Patriótico Peruano. Apenas tocó el timbre, colocado en la mampara de la casa, apareció en el umbral el señor Espejo.

- Pase, Zoila Sabel – dijo don Artidoro. En el salón principal se encontraban reunidos varios maestros, nerviosos, alterados por la desdichada nueva que, sin embargo, esperaban. - ¿Qué haremos ahora?- preguntó Carlota Pinto.

- Creo que lo más oportuno será entablar una querella contra el Intendente por el brutal atropello a nuestros derechos y el de los padres de educar a sus hijos en escuelas peruanas – dijo el maestro Mena.

- Es cierto. Tiene usted la razón. Le sugerimos que convoque a una reunión a los miembros del Comité Patriótico Peruano para querellarse con el Intendente – dijo Carolina Vargas, con las huellas de la ira, en el rostro, después de haber recibido la visita del Prefecto.

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- Esta noche me reuniré con Mac Lean, Pastor Jiménez, Federico Monje, Carlos Basadre y Forero y Emilio Valverde. – dijo el dueño de casa .– Redactaremos el tenor de una querella haciendo tiempo para que reaccione nuestro gobierno. Guillermo Mac Lean es amigo del Ministro de Relaciones Exteriores, Enrique de la Riva Agüero. Enviaremos un cable a la Cancillería, mañana a primera hora.

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- Doña María, ha visto usted la desvergüenza. Cerrarnos las escuelas, por Dios las cosas que tenemos que ver – decía Melchora, la lechera.

- Melchorita, qué culpas estaremos pagando – repuso con tristeza

María Liendo. - Una casera que viene de Arica dice que allá es igual, doña Marujita. - Tiene que ser igual. Los rotos quieren quedarse con Tacna y Arica, a toda costa.

- En el puerto la escuela más grande era la de la Sociedad de Auxilios Mutuos de Señoras, a la que contribuía la Sociedad Peruana de Beneficencia.

- Estaban bien organizados. Le escuché a mi marido que en el interior habían abierto escuelas en Codpa, Socoroma, Putre, Lluta y Azapa y hasta en el pueblito de donde es oriunda nuestra Virgen de las peñas, Livilcar – dijo María.

- A propósito, seguramente está usted enterada de que se han atrevido a prohibir el culto a nuestra Virgencita diciendo que por esta época hay plagas de zancudos y de moscos – dijo doña Melchora.

- ¡Qué desfachatez! Si no perdonan ni las creencias y la fe. La Virgen del Rosario de las Peñas es peruana, doña Melchorita, es chola, por los cuatro costados y, como si fuera poco, es patrona de nuestra Tacna. ¡Qué horror! Ella sabrá hacernos justicia, tarde o temprano.

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En los puestos del interior de la recova, como llamaban los tacneños al mercado, las amas de casa conversaban entre si o con las vendedoras, en voz baja, temiendo ser oídas. El tema de las conversaciones era la clausura de las escuelas peruanas, la expulsión de los maestros y el endurecimiento de las medidas del gobierno de Chile para chilenizar Tacna y Arica. El mercado ocupaba una manzana, en el corazón de la ciudad, en una gran avenida bajo cuyo manto de árboles, arbustos y flores corre abrigado, tranquilo, el río Caplina, benefactor del valle. La fachada lucía una alta puerta con barrotes de hierro, pintada de color verde. A cada lado se construyeron dos puertas, altas y angostas, que servían de acceso y descongestionaban el tránsito de las personas. Una gran puerta posterior, y dos laterales, además de ambientes que, rodeando el edificio, eran destinados a tiendas de comercio de abarrotes o al expendio de alimentos y bebidas, completaban el conjunto arquitectónico. Por sobre la puerta principal se elevaba una alta torre que lucía un reloj que los tacneños veían desde lejos. Frente a la recova, en la alameda, un florido parque, adornado de altos molles, lucía pequeñas lagunillas y puentes de bambú que recordaban las postales orientales. En medio del conjunto, una fontana adornada con un artístico cisne que lanzaba chorros de agua.

- Se acerca el 28 doña Melchorita. Algo tenemos que hacer, algo que sea grande, que provoque la ira de estos rotos sinvergüenzas y abusivos.

- Dice usted bien, doña María. Nosotros en el mercado estamos organizados. En las chacras hay grupos que se están preparando. También las pareñas y las de Pocollay, Calana y Pachía.

- Recuerde que desde el 28 de Julio de 1898 estamos prohibidos de izar nuestra bandera. Pero ya usted ve que cuando la izamos no se atreven a bajarla. Este año seguramente van a ser más drásticos – dijo doña maría.

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- ¿Cómo será Vergara, el nuevo Intendente? ¿No le ha comentado nada su esposo?

- Dicen que ha peleado en la guerra, que es un huasote. Pero no está nombrado todavía.

- ¿Por qué lo habrán cambiado a Palacios, doña María?¿ Sabe usted algo?-preguntó doña Melchora.

- Pablo me ha dicho que Palacios había sido superado largamente por las respuestas del periodista Gerardo Vargas, en el diario EL MORRO. Además dicen que aunque parecía una fiera no era tal para sus superiores. Ellos quieren aquí alguien que sea duro de verdad. Yo, la verdad, no creo que Salvador Vergara se quede en el puesto – dijo doña María.

Días después, en el mes de julio, en el invierno de 1901, se encontraron casualmente Federico Barreto y Gerardo Vargas, que acababa de arribar de Arica, llamado, como siempre, por el amor. Conversaban en la plaza Colón.

- Federico, ¿qué preparativos para el 28? Ya se acerca, estamos a pocos días.

- Como todos los años, hemos tenido que ir a verle la cara al Intendente para solicitar permiso. En esta oportunidad se ha negado a concedernos ninguna licencia para las celebraciones públicas.

- ¿No me digas? O sea que lo de la dureza de la chilenización va en serio. Nos obligarán a redoblar nuestro ingenio para festejar a la patria.

- Así es, Gerardo. La Sociedad de Artesanos ha mandado confeccionar un pabellón de seda, con bordados de oro. Ese pabellón lo pasearemos por las calles.

- ¿Pero, cómo? ¿No dices que han prohibido las manifestaciones? - Si, hombre, claro, han prohibido manifestaciones, bullicio, expresiones de júbilo. Lo que hemos planeado será diferente. Será una procesión de la bandera.- dijo Barreto.

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- No salgo de mi asombro – dijo sorprendido Gerardo- Dame más detalles, explícame como es eso de la procesión de la bandera.

- Calma, calma amigo. Te explico. Una vez que los artesanos tuvieron confeccionado el pabellón, del que te hablé, nombraron una comisión formada por Miguel Gonzáles sardón, Amadeo Céspedes, Manuel Mena, Pablo Silva, Julio Gómez, que tú los conoces y sabes de su patriotismo y valentía. Esa comisión se entrevistó con el Intendente interino Salvador Vergara, solicitándole permiso para realizar un programa público por el aniversario patrio que tuviera como acto central la bendición del pabellón.

- ¿Qué les contestó el Intendente? - Les dijo que de ninguna manera iba a permitir manifestaciones públicas, ni ceremonias, menos banderas peruanas en las calles porque, además de estar prohibido exhibir banderas desde 1898, causaban malestar a los chilenos. Cuando todo parecía perdido los comisionados acordaron regresar al despacho, al día siguiente, con una propuesta novedosa.

El periodista ariqueño miraba atentamente a Barreto ansioso, esperando el desenlace de tan importante episodio.

- Al insistir los comisionados, Vergara les dijo que llevaran el pabellón en una caja, hasta la iglesia San Ramón y que en la misma forma volvieran con él al local de la Sociedad. Así se ahorrarán un conflicto, les dijo. Parecía todo perdido. Insistió la comisión alegando que en Tacna las colectividades extranjeras enarbolaban sus banderas y que no era justo que los peruanos, que estaban en su suelo, se viesen prohibidos de ese derecho. De pronto, sucedió algo extraordinario, Gerardo, algo increíble. El General Vergara cambió el tono de su voz para decirles a los tacneños que les concedía el permiso solicitado con la condición, bajo responsabilidad personal, que al conducir la bandera por las calles los peruanos no hicieran ninguna manifestación de carácter patriótico. Exigía, de una manera concreta, que no hubiera exclamaciones, ni vivas, ni gritos que significaran una provocación para los chilenos.

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- Me contó Julio Gómez – continuó Barreto- que ellos, en un primer momento se desconcertaron pero que, de común acuerdo, asintieron y ofrecieron al Intendente que no se escucharía ni un grito en las calles.

- Qué bien, hombre. Excelente – dijo Vargas. Pero cómo lograrán que la gente no se exprese. Se trata de la fiesta de la patria.

- Tú Gerardo conoces el civismo y la educación de los tacneños. Mañana, a primera hora, aparecerá en LA VOZ DEL SUR un llamamiento, en primera página, para que la población cumpla con la palabra empeñada por los comisionados en la Intendencia. Un viva el Perú o un muera Chile pueden ocasionar una tragedia. Ese día, lo sabemos, la policía de seguridad y los miliquitos del Rancagua y del Atacama estarán apostados a lo largo del recorrido de la procesión. Llevaremos nuestros vivas en el corazón. Cada mirada a la bandera será una promesa, una renovación de nuestros votos peruanos. No pasará nada, te lo aseguro Gerardo.

El 28 de Julio de 1901 amaneció frío, nublado. Las plantas y las flores, coronadas de rocío, eran el recuerdo de la garúa del amanecer. En el mercado, desde las primeras horas de la mañana, las amas de casa habían acudido a hacer sus compras para estar pronto desocupadas. Las recoveras anunciaron que tendrían abiertos sus puestos solamente hasta las nueve de la mañana. Nadie quería estar ausente en la procesión de la bandera. Las familias lucían sus más vistosos vestidos. Ellas con las galas domingueras. Los caballeros vestían ternos oscuros y los niños de blanco, con cintas bicolores, rojas y blancas, cruzándoles el pecho. El pabellón peruano, trasladado por las angostas y empedradas calles, para evitar a los curiosos, antes de su bendición, se lucía delante del altar mayor de la iglesia San Ramón. Allí era la cita del pueblo. Las naves del templo, a las diez de la mañana, hora indicada para el inicio de la ceremonia religiosa, estaban colmadas de tacneños y de algunos ariqueños que habían llegado en el primer tren. El templo se hizo pequeño para albergar a los patriotas que habían dejado desierta la ciudad y las chacras del valle. Cuando se inició el acto religioso el público repletaba no solamente el atrio sino también las calles aledañas.

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En el altar ofició el vicario de la parroquia, Alejandro Manrique, acompañado de dos diáconos. Al concluir la ceremonia el sacerdote Manrique bendijo el pabellón que lo sostenían los directivos de la Sociedad de Artesanos. Los sacerdotes cantaron el Te Deum.

- Queridos hermanos – dijo el Padre Manrique, desde el púlpito – habéis venido a la casa de Dios trayendo en vuestras manos lo más sagrado para el hombre, después de la bendita hostia, que representa el cuerpo sagrado de Cristo. Habéis traído la bandera nacional, la sagrada bandera que representa el cuerpo de la patria amada. Así como nuestro Señor se inmoló en la cruz, así nuestros héroes, en los campos de Tarapacá, San Francisco, Tacna, Arica, San Juan y Miraflores, en el mar y en la sierra, donde quiera que sintieron el llamado del deber, se inmolaron teniendo como mortaja el pendón rojo y blanco que simboliza a la raza, a la patria peruana inmortal.

- Hoy, queridos hermanos, las provincias de Tacna y Arica, a pesar de haber entregado a sus hijos en los campos de batalla; pese a que se encuentran bajo la oprobiosa presencia de un invasor, que pactó someterlas a un plebiscito, en un plazo de diez años, plazo que no cumple, hasta el día de hoy, que vivimos en un nuevo siglo, no pierden la esperanza de retornar al seno de la patria, al Perú.

- Queridos hermanos – dijo el sacerdote - hoy la patria recuerda el 80 aniversario de su independencia. Mas, en el Perú no hay alegría. No puede haber alegría mientras dos queridas hijas, dos predilectas hijas, se encuentran bajo la bota opresora del triunfador de ayer que se niega a cumplir con su palabra, avalada en un tratado en el que nuestro gobierno y nuestro pueblo creyeron, como también creyeron los países civilizados del mundo y en especial nuestros hermanos de América.

- Tacneño y ariqueños, la bandera que acabo de bendecir guiará vuestros esfuerzos, vuestros sueños y esperanzas. Ella será el norte de vuestros sacrificios. Ella nos señalará el camino del honor, de la dignidad, nos obligará a estar siempre alertas. Tenemos en las venas sangre de los incas, fundadores de un imperio. Esa sangre indómita nos hará triunfar. Pronto ya no veremos una bandera extranjera flameando al viento puro del Perú. Muy pronto, el cuerpo de Tacna y Arica se unirá al sagrado cuerpo de la patria peruana.

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Al finalizar las palabras del Párroco los fieles se arrodillaron y se santiguaron, en señal de despedida. Abandonaron el templo en orden y en silencio. Cada uno tomó su lugar en el atrio del templo. - ¡ Qué acto tan solemne! Nunca he visto nada igual en Tacna ni en Arica – dijo Pablo Rejas a Federico Barreto, en voz baja, casi al oído del poeta-. ¿Cuánta gente calcula usted, Federico?

- Han venido más de diez mil personas – contestó el vate. – Vivimos momentos que no se nos borrarán de la mente hasta el final de nuestros días.

La muchedumbre esperaba, pacientemente. De pronto, cuando ya nadie quedaba en el templo, apareció en el templo la bandera roja y blanca del Perú. Hubo entonces una reacción, una sola. El gentío se arrodilló como si estuvieran ante la presencia de Dios. Ni una palabra, ni un grito destemplado, ni un viva. Lágrimas solamente, miradas al cielo, hondos suspiros. La multitud estuvo hincada algunos minutos que parecieron siglos. Después de esos momentos sublimes, los directivos de la Sociedad de Artesanos se colocaron junto a la bandera, acompañando al abanderado. Los antecedían filas de niños, vestidos de blanco, con cintas rojas. El pueblo marchaba en silencio. La procesión recorrió las calles céntricas hasta llegar al local de la Sociedad de Artesanos en el que, en una urna, depositaron la enseña que había recibido la caricia de los pétalos de flores y el beso de más de un sobreviviente de las batallas de Arica y del Campo de la Alianza. Durante el recorrido, como se había pactado con el Intendente, no se escucharon vivas, ni siquiera voces, solamente, de vez en cuando, murmullos que podían ser el eco de alguna oración. En las casas de la ciudad, y en las chacras, no hubo celebraciones aquel día. Solamente recuerdos, plegarias y el relato que los viejos contaban a los más jóvenes para mantener en ellos vivo el amor al Perú.

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Cuando Jahuel Ossa ingresó al despacho del Intendente éste leía EL MORRO DE ARICA. Buenos días, señor – dijo el joven Secretario, en voz baja, como si temiera molestar a su jefe. Buen día, Ossa – contestó el Intendente, sin levantar la vista del diario. El General Salvador Vergara era pequeño de estatura, delgado, cetrino. Los labios delgados, con los años, le dibujaban en el rostro un rictus de crueldad. Pese a que aparentaba decisión y energía, cuando saludaba, extendiendo la mano, huesuda y delgada, la deslizaba raudamente

- ¿Qué le pareció el desfile de ayer? – preguntó Vergara. - Me parece que los manifestantes cumplieron con lo acordado en este despacho, señor- contestó Ossa.

- En efecto. Este es mi primer año en Tacna y me doy cuenta, se lo digo en confianza, que era cierto lo que mis antecesores me habían informado. Este es un pueblo pequeño, pero culto. Los tacneños cumplen con su palabra. La verdad, oiga usted, que me impresionó ver tanta gente. Yo no tenía idea de la cantidad que saldría a manifestar. Uno ve todos los días la ciudad tan chica, con sus calles desiertas. Nunca me imaginé una cosa igual. Increíble, Ossa, increíble.

- ¿ Qué dicen los diarios, señor? – preguntó el Secretario. - Vea usted que no exageran. Relatan lo que todos hemos visto. Negar la grandiosidad del desfile de ayer, que le llaman la procesión de la bandera, sería como pretender ocultar el sol con un dedo pu hombre.

- Perdóneme, mi General, pero no le miento si he visto ayer a algunos soldados nuestros saludar a la bandera peruana – apuntó Ossa.

- También yo he reparado en ese detalle. Usted no es militar y no sabe lo que sentimos nosotros cuando se pasea la bandera con el fervor con el que lo hicieron los peruanos ayer. Y más en las condiciones en las

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que viven. Estoy de acuerdo que no es nuestra bandera pero el respeto está por sobre todo y, lo repito, el ser militar.

- He visto también gran cantidad de maestros y alumnos peruanos, mi General-afirmó el Secretario.

- Bueno, bueno. Lo de ayer, por más grande que haya sido, no nos hará cambiar los planes para intensificar la chilenización en Tacna Y Arica. No hay que confundir una cosa con la otra, Secretario. Esos maestritos no abrirán más las escuelas. Nuestras órdenes, que son las del gobierno de Chile, son muy claras y han sido notificados – dijo el Intendente.

- La ley de noviembre de 1860, en efecto, es muy clara, señor – dijo

Ossa. - Por supuesto. La instrucción debe darse bajo la dirección y la tutela del Estado de Chile. Por tanto, la historia y la geografía de nuestro país se debe enseñar a los niños. Este es territorio chileno. En Santiago, al inicio del presente año, fui testigo de la nota que el Ministro Emilio Bello Codesido le remitiera al Plenipotenciario peruano. Fue clarísimo el Ministro Bello al manifestarle que en las escuelas de Tacna y Arica no se enseñaba la historia y la geografía chilena. Fue un aviso muy oportuno. Usted sabe, Ossa, que la guerra amistada no mata gente. Allá ellos si no quieren cumplir con lo que disponemos, de manera educada. Si siguen haciéndose los sordos, tomaremos otras medidas.

- ¿ Cuándo llega su familia, mi General? – preguntó el Secretario

cambiando el tema de la conversación. - No creo que venga mi mujer. Los niños terminan el Liceo y el mayor ha ingresado a la universidad. Esta tarea me gusta mucho, porque me agrada la pelea. No olvide que he sido formado para ello. En el tiempo que estoy me he dado cuenta de que se deberá bregar duro para que los cholos dejen sus majaderías. Si les cerramos las escuelas buscarán otros medios para enseñar. Aquí todos conspiran contra nosotros.

- Hasta los curas – interrumpió el Secretario.

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- Efectivamente, hasta los curas. Ellos tienen mucha influencia en la grey. Estos son pueblos muy católicos. Ya ve usted como pretenden convertir las fiestas religiosas en manifestaciones de su peruanidad. Aquí no solamente hay que clausurar las escuelas, también hay que expulsar a los curas y clausurar los diarios.

- ¡Uy, eso sí que nos traería graves problemas¡ - dijo Ossa. - No existe otra salida, Secretario. Además hay que traer gente del sur. Interesar a los que tienen empleos poco rentables y decirles que aquí pueden hacer la América y colaborar con su país afianzando la chilenidad en estas tierras. Eso es lo que se debe hacer, de una vez por todas.-afirmó Vergara, seguro de lo que decía.

- A usted es posible que le corresponda hacer cumplir tales planes, mi General.

- No lo creo, Ossa, no lo creo. Estoy enfermo, me siento cansado, ya he cumplido con Chile. No olvide que tengo mi hogar en Santiago. Además le voy a hacer una confidencia que usted sabrá guardar –dijo, bajando el tono de la voz, el Intendente.

- Confíe en mí, mi General. Por algo soy su Secretario – dijo Ossa,

fingiendo desinterés. - He solicitado mi cambio. Estoy cierto de que será efectivo antes de fin de año – dijo sonriendo el Intendente General Salvador Vergara.

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Don Andrés Freyre Santander, hermano de la poetisa tacneña Carolina Freyre de Jaimes y tío del poeta Ricardo Jaimes Freyre, había peleado en la batalla de Tarapacá y acompañado a su padre, Andrés Freyre Fernández, en las tareas periodísticas, desde 1866, en LA REVISTA DEL SUR, clausurada por los chilenos en 1880. En reemplazo de LA REVISTA DEL SUR, en la que colaboraban escritores que más tarde formarían LA BOHEMIA TACNEÑA, los

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Freyre fundaron el diario EL TACORA, en 1882, tomando el nombre del volcán que se divisa desde la ciudad. EL TACORA funcionaba en una vieja casona de la calle del Comercio, metros más abajo del Club de la Unión, el más exclusivo de Tacna. El despacho del Director era sencillo. Sobre un estante, un escudo nacional, tejido a mano, enmarcado en pan de oro. A un costado, sobre un viejo sofá, tapizado de verde, se apreciaba un cuadro con los retratos del Almirante Miguel Grau y del Coronel Francisco Bolognesi, con el lema, en letras doradas, ¡Viva el Perú!. Una alfombra de alpaca en el piso y tres sillones de cuero, además del que ocupaba el Director, completaban el decorado. Aquella mañana se encontraban en la Dirección Federico y José María Barreto, de LA VOZ DEL SUR y Enrique Ward, de EL MORRO, que se editaba en Arica.

- Estimados colegas y amigos –dijo Andrés Freyre- los he invitado a este diario, en el que mantenemos la peruanidad, como ustedes lo hacen en los suyos, para que juntos observemos la situación actual y para que, de una manera informal, robando tiempo al tiempo, intercambiemos iniciativas que contribuyan a la causa común.

- Muy agradecido por la invitación – dijo Enrique Ward- yo vengo poco a Tacna. Además de escribir, buscar colaboraciones, tarea en la que Gerardo tanto ayuda, tenemos que estar permanentemente atentos para que en la aduana los chilenos no nos roben el papel. Pese a la vigilancia, siempre hay sorpresas ingratas. Un día es el papel, otro la tinta y siempre los anónimos y las amenazas.

- Es dura la tarea, la comprendemos. Es más, la compartimos – dijo

José María Barreto. - Los felicito por la campaña del 28 – dijo el gringo Ward. – Ustedes tuvieron mucho que ver para que se mantenga el orden y no se tengan que lamentar desgracias.

- No fue una tarea muy grata, la verdad – dijo Federico. – Hubiéramos querido bulla, gritos, algarabía. La negativa del

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Intendente fue terminante. Sin embargo creo que se ha sentado un hermoso precedente para cualquier pueblo cautivo. Conducir la bandera, en procesión, entre plegarias y rabia contenida, conmueve al más templado.

- Ahora que las escuelas peruanas están clausuradas, en Tacna y Arica, debemos estudiar la manera de trasladarlas a los hogares – dijo José María.

- A propósito – interrumpió Andrés Freyre – aprovecho esta reunión para obsequiarles un pequeño almanaque de 1902, aunque bastante adelantado, que en el reverso lleva escrito el Himno a Tacna, de nuestro querido amigo Modesto Molina.

- ¡Bravo¡ ¡Buena, don Andrés¡ Qué hermoso homenaje y saludo a nuestro sufrido pueblo – dijeron los presentes.

Se escucharon suaves golpes en la puerta de la Dirección.

- Adelante, pase – dijo Andrés- - Pero qué grata sorpresa. Es nuestro buen Gerardo.

- Muchacho ¿qué pasó? ¿te votaron los rotos? – dijo bromeando Enrique Ward.

- Nada de eso. Yo tengo olfato periodístico y no quería perderme una reunión de lumbreras- contestó Gerardo Vargas.

- No es para tanto, solamente de la flor y nata de las letras cotidianas – respondió también bromeando, Federico.

- ¿Qué novedades nos trae de Arica, Vargas? – preguntó don Andrés.

- La novedad es que pronto llega nuevo Intendente. Eso me ha confiado un amigo que trabaja en la Gobernación –-contestó Vargas.

- ¿Quién será el nuevo gendarme? – preguntó Federico. - Dicen que es uno de alcurnia, de lo más rancio de la sociedad de Santiago, un futre – contestó Gerardo-apellida nada menos que Subercaseaux.

- ¡Vaya hombre¡ Ojalá no sea un verdugo con guantes de seda – dijo José María.

- Según mi informante no viene solo. Lo acompaña un periodista santiaguino, de apellido Rodríguez Mendoza – afirmó Gerardo Vargas.

- Rodríguez Mendoza … Rodríguez Mendoza… me suena – dijo don Andrés- Ah, ya recuerdo, se trata del columnista que escribe en EL FERROCARRIL, con seudónimo.

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- Si es de EL FERROCARRIL tiene que conocerme porque hace días que le estoy contestando al cargoso Palacios que sigue con su campaña de chilenización, desde ese diario – afirmó el periodista ariqueño. – Pero mis datos van más allá. Dentro de poco, colegas, vamos a tener que estar más atentos, más preparados, pues con el nuevo Intendente llega una imprenta de primera para fundar un diario en Tacna. Como lo oyen, un diario.

- Habrá pelea – afirmó José María. - Gerardo, explícanos como es aquello de los artículos del ex Intendente Palacios, en EL FERROCARRIL - pidió don Andrés.

- Le explico, don Andrés – contestó Vargas, cruzando las piernas y acomodándose en el sillón - Hace varias semanas que Manuel Francisco Palacios es acogido con entusiasmo y bombos y platillos en el diario santiaguino. Lo presentan como adalid de la causa chilena en Tacna y Arica. En sus artículos afirma Palacios, suelto de huesos, que estas provincias son ricas en alfalfa, en azúcar, en guano de pájaros, en bórax, cobre, plata, en fin, que son un edén y, por lo tanto, motivo de interés de Chile. Conclusión, que no deben ser sometidas a ningún plebiscito ni a nada que se le parezca. Según él, es claro, deben ser chilenas.

- Caramba, para lo que había tenido habilidad don Manuel Francisco- dijo Federico Barreto.

- Es un nuevo Raimondi, descubridor de ocultas riquezas – dijo José María, con sorna.

- Le he contestado con un artículo y una larga carta, que remití a EL FERROCARIL y, que por supuesto, aparecerá en las calendas griegas - dijo Vargas.

- ¿Qué le dices Gerardo? – preguntó don Andrés. - A grandes rasgos. En primer lugar, que el azúcar existe pero en los ingenios de Tomasiri, al otro lado del río Sama, o sea en territorio peruano. En segundo lugar, que la alfalfa que se siembra en el valle de Lluta, en Arica, da cuatro cortes al año y no ocho como afirma. En lo que se refiere a los minerales le respondo que estas provincias no son un dechado de minas de cobre pues la única, de ese mineral, es La Descubridora, que la explotan hace años. En lo que se refiere al azufre Palacios afirma que en Tacna existen tres mil setecientas hectáreas con esa riqueza lo que, a todas luces, es una fantasía pues todos conocemos que aquí no hay más de mil hectáreas. Igualmente escribe que tenemos cuatro mil hectáreas de carbón de piedra, lo que es una mentira como lo es afirmar que hay abundancia de guano de pájaro, entre Camarones y Sama, cuando sabemos que lo debemos

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importar desde Iquique y Antofagasta. Palacios llega al delirio cuando escribe que en Tacna y Arica hay más de tres mil hectáreas de minas de plata. ¡Qué tal osado¡ Miente para entusiasmar a los suyos, para que no se convoque jamás al plebiscito. Pobretones. No tienen nada. Con esto les abre la codicia

- Son mentiras dichas con cálculo – dijo Ward, impresionado de escuchar tal cantidad de datos falsos.

- Palacios sirve a su gobierno con esas mentiras. Cumple un rol. Impresiona a los lectores. Por fin un país pobre, una faja de tierra entre la cordillera y el mar, podrá incrementar sus ingresos gracias a la rapiña. Primero fue el guano y el salitre, ahora ponen el ojo en las riquezas agrícolas y minerales de Tacna y Arica - dijo José María.

- Tu labor es valiosa, Gerardo. Cuenta siempre con nosotros. Aquí reproduciremos tus artículos. Algún día tus nietos conocerán tu obra – dijo don Andrés.

- Nuestra obra, la obra de todos, que no es más que cumplir con el deber de peruanos – respondió el periodista ariqueño.

- Bueno, amigos, nos retiramos. Vamos a cerrar la edición de mañana. Nos falta aun titular algunas notas del exterior. Procuraremos comunicarnos con más frecuencia. Gerardo, una vez más, te agradecemos la información y a usted, don Andrés, esta provechosa velada – dijo José María poniéndose de pie y abandonando la habitación, junto a su hermano Federico, para dirigirse a LA VOZ DEL SUR.

13 El nuevo Intendente, Antonio Subercaseaux, era alto, grueso, de tez sonrosada, ojos pequeños y vivaces, labios delgados. Vestía elegantemente y sus maneras, naturalmente distinguidas, denotaban su rancia alcurnia, como que era miembro de una aristocrática familia chilena.

Pocos días hacía que había llegado a Tacna y tomaba, con atención, la información que requería sobre la situación de las provincias cautivas. En realidad, comprobaba lo que había leído en los informes leídos en Santiago. Había tenido largas conversaciones con sus antecesores, especialmente con Manuel Francisco Palacios. Su

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gran apoyo sería, como lo había sido de los anteriores Intendentes, el Secretario Jahuel Ossa.

- Amigo Ossa, en Tacna hay familias peruanas distinguidas. Debemos ser realistas y diseñar una estrategia inteligente que nos permita evitar hechos que malogren nuestra imagen.

- En efecto, señor Intendente, yo siempre he creído lo mismo. La persuasión es un arma que nunca falla.

- Por supuesto que hasta cierto punto, nada más – dijo el Intendente. Por ejemplo no es posible que pese a que se ha dictado un decreto prohibiendo el funcionamiento de escuelas peruanas éstas, según el informe del Prefecto de Policía, sigan vigentes en la clandestinidad. Sobre esta materia seré claro y tajante. No quiero que se me vea como un ogro. Por ello voy a advertir a los peruanos, una vez más y dando plazos. A propósito aquí tengo un decreto que usted se servirá hacerlo público a través de la Prefectura.

Ossa tomó el lápiz y escribió en su carpeta de despacho el texto que Subercaseaux le dictaba: Tacna, 9 de diciembre de 1901 Vistos los antecedentes de que hace mérito en su informe de fecha 14 de abril de 1900 el señor Fiscal Aguirre Vargas, como así mismo la nota de fecha 30 de abril de 1900, por la cual el Señor Ministro de Instrucción Pública, aprobaba el decreto de fecha 9 de febrero el mismo año, dictado por el señor Intendente de Tacna, y tomando en consideración los artículos 1, 11 y 25 de la ley sobre Instrucción Primaria de fecha 28 de noviembre de 1860. DECRETO : El señor Prefecto de Policía notificará a todos los directores de escuelas particulares que no podrán abrir sus establecimientos para el próximo año escolar sin haber obtenido antes el correspondiente permiso de la autoridad administrativa. Nómbrese una comisión compuesta de los señores Rafael Garmendia Reyes, Eliseo Cisternas, Enrique Barros para que, en unión con la autoridad

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administrativa, resuelva acerca de esos permisos dándolos, en caso de ser acordados, la forma que crea más conveniente a la Instrucción Pública de este departamento. (Fdo.) Antonio Subercaseaux INTENDENTE

- Es todo Secretario. Espero que con ello se terminen los problemas. Ahora tenemos todo a nuestro favor pues el Perú no mantiene, con nosotros, lazo alguno en lo diplomático. Nuestra Cancillería no accedió a que la educación peruana se implante en Tacna y Arica. La ley de 1860 es clara. Algo más, la ruptura de relaciones, por esta causa, no les favorecerá en nada a los peruanos. El tiempo corre a nuestro favor, señor Ossa. Hoy, más que nunca, Chile percibe, como inteligentemente lo demuestra Palacios en la prensa, que estas son provincias muy ricas y las hemos ganado con las armas. Soltarlas sería una locura, una locura sin nombre.

- Los peruanos no actúan con tacto, señor, con diplomacia – afirmó

Ossa. - Olvidan que somos los vencedores. Son demasiado altivos, soberbios. Ha visto usted como se ha comportado el Ministro Cesáreo Chacaltana con nuestro Ministro Emilio Bello, si hasta quería imponerle condiciones.

- No olvidemos que quedan en pie la prensa y la iglesia. Son dos bastiones que tienen los peruano en Tacna y Arica – apuntó Ossa.

- Sobre ese asunto ya tengo una respuesta. Por lo menos, y para empezar, en estos días debe llegar de Santiago Emilio Rodríguez Mendoza. Es un excelente periodista que ha trabajado en varios diarios grandes de la capital y en Buenos Aires. Con él fundaremos en Tacna el diario EL PACÍFICO. Por mi parte, retomaré la pluma. Veremos que tan gallitos resultan los Freyres y los Barretos, los Vargas y los Ward. Es cuestión de darle tiempo al tiempo.

- Esa es una excelente noticia, señor Intendente.

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- Pero eso sí, le digo Ossa, no hay que confiarse y creer que la batalla será fácil. Aquí, se le digo entre nos, si hoy fuera el plebiscito, lo perdemos. Si, señor, lo perdemos – recalcó Subercaseaux.

- De acuerdo con usted, señor, aunque nos duela.

- De lo que se trata es traer gente del sur, empadronar a toda la población, averiguar sus intereses, sus aspiraciones y elaborar un padrón que se actualice. Vea usted – dijo el Intendente sacando un recorte del cajón del escritorio – aquí tengo un artículo que publiqué en EL HERALDO, de Valparaíso, a base de las informaciones que recibí de Santiago. Digo, “si me preguntara por el número de chilenos llegados a Tacna, desde 1880, podría decir que en un ligero censo efectuado en 1900 aparecerían tantos o cuantos. Si se ampliara el sentido político de la pregunta, yo no sabría contestarla porque existen en la provincia de Tacna miles de hogares donde el culto a la patria, a su patria, lo observan en el más respetuoso y digno de los silencios”. ¿Qué le parece?

- Objetivo, muy objetivo – dijo el Secretario.

- Las administraciones anteriores han cometido muchos errores, señor Ossa. Si bien se incentivó la llegada de chilenos del sur, no se les dieron tareas específicas. Muchos se dedicaron a juntar unos pesos y luego se iban. Esa no era la idea. Debieron quedarse, formar familia, si no la tenían, chilenizar esta tierra, que les nacieran aquí hijos chilenos. Mientras más, mejor. Sin embargo alegaron cientos de motivos, qué el clima no les caía bien, que extrañaban a los suyos, en fin, mil tonterías por el estilo.

- La fundación del diario EL PACÍFICO nos será de gran utilidad, señor Intendente, más ahora que están suspendidas las relaciones diplomáticas podemos y debemos ganar terreno – dijo el Secretario.

- Eso sobre todo, Ossa, ganaremos terreno.

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La navidad de 1902 fue triste. Los niños esperaban las doce de la noche, al calor del hogar. Hasta el domicilio de la familia Rejas Liendo llegaba el eco del tañido de las campanas de la iglesia del Espíritu Santo. El silencio era interrumpido por el ruido de los cohetecillos que los muchachos hacían estallar.

- Feliz Navidad, a todos, que el Señor bendiga nuestro hogar – dijo Pablo Rejas-

- Feliz Navidad, hijos míos, que el Niño se acuerde de nosotros, sus fieles devotos tacneños, que acaben nuestros sufrimientos, que volvamos pronto al seno de la patria – dijo sollozando doña Fortunata, madre del periodista.

- ¡Qué así sea, ojalá Dios lo quiera! – contestó María Liendo.

- Matildita, hijita mía, ven, este regalo es para ti – dijo el padre.

- ¿Qué será? ¡ Que lo abra! – dijo la abuela.

La niñita, ayudada por su madre, desató el paquete que contenía un juego de tocador, de cristal, en miniatura. Acompañaba al juguete un Silabario, editado en el Perú.

- ¡Qué lindo libro niñita¡ - dijo la abuela Fortunata.

- Es un premio por ser una niña estudiosa. La señora Carlota me ha informado que responde muy bien en el colegio, que hace sus deberes sin necesidad de que nadie la ayude – dijo orgulloso el padre.

- Pablo, ¿seguirá Matildita el próximo año en la misma escuela?- preguntó la madre.

- Creo que no. La vamos a cambiar a la escuelita de la señorita María Marca. Lo hago no porque esté descontento con la educación que se da en la escuela de la señora Carlota sino porque, con seguridad, las cosas se van a poner muy feas y su colegio está en plena calle del Comercio. Lo hago por seguridad.

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- Yo conozco bien a las Marca, tanto María, como su hermana Celinda, son muy dedicadas a sus alumnos, muy cuidadosas y muy peruanas – dijo la abuela.

- Estoy enterado que el próximo año, a pesar del Decreto del Intendente, ellas abrirán su escuela por la puerta falsa, que da a la calle Sucre – acotó Pablo.

- Será más fácil para recogerla, me quedará más cerca – dijo la

madre.

- Me da gusto como aprovecha sus clases la niña – insistió la abuela orgullosa.

- Ya sabe recitar. El otro día, en un paseo a Pocollay, cuando estuvimos en la chacra de sus primos, se lució. – dijo la madre.

- A ver hijita, ven para acá – dijo cariñosamente el padre,- recítanos el coro y las estrofas que te acuerdes del Himno de Tacna, de Modesto Molina.

La niña avanzó hasta el centro del comedor, donde la familia se serviría el chocolate de navidad y recitó el himno que los tacneños cantaban, en cautiverio, desde el 28 de julio de 1886. Ese himno, cantado o recitado clandestinamente, a diario, en el hogar y en la escuela clausurada, mantenía el amor y la esperanza, en los tacneños cautivos, de regresar a su patria.

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SEGUNDA PARTE

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El Intendente Máximo R. Lira ocupó el cargo en 1906. La Moneda, que había probado todas las tácticas para ablandar a los peruanos de Tacna y Arica y lograr chilenizarlos; que envió autoridades cultas, como Lillo y Subercaseaux e inflexibles como Palacios o Vergara, se había decidido por una que fuera, además de inflexible, dura. Máximo R. Lira era bajo de estatura, obeso, de cara cuadrada, ojos achinados y labios delgados. Su rostro era un conjunto de líneas duras sobre un color cetrino. Sus modales toscos y vulgares delataban su origen araucano. Lira se rodeó de personajes antiperuanos. Entre éstos destacaba el abogado Anselmo Blanlot Holley que se convirtió en su brazo derecho, y principal consejero, desplazando a Jahuel Ossa, fiel secretario que, aunque mantenía su cargo, era ocupado solamente para tareas rutinarias. Manuel Barahona, Prefecto de Policía, hombre tosco y nada cordial, que había sido regente de burdeles en Iquique y Santiago, secundaba al Intendente junto a otro sujeto, de su misma laya, Amador Fuenzalida, subjefe de Policía. Personajes de menor influencia, pero tan o más abusivos que los anteriores, eran Belisario Vargas y José del Carmen Vera. Máximo R. Lira, aunque de modales vulgares, gustaba de vestir a la moda. Siempre perfumado, lucía un bastón con empuñadura de oro que bamboleaba al andar. Por su gusto de vestir bien sus paisanos le llamaban “simpático Petronio”. Los peruanos no se cansaban de repetir que la mona, aunque vistiera de seda, mona se quedaría. Al año de residir en Tacna, Lira fue recriminado por el Canciller Federico Puga Borne que, en oficio enviado desde Santiago, le instaba a seguir adelante con el proceso de chilenización llegando, si era preciso, a la situación violenta de dejar a los habitantes del territorio sin servicio religioso. La disposición Lira la cumplió al pie de la letra.

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- Sabemos, señor Intendente, que los curas, especialmente ese Vitaliano Berroa, han abierto capillas clandestinas para administrar los sacramentos – dijo Manuel Barahona, Prefecto de Policía.

- ¡ Qué tales curitas¡ Quieren hacer lo mismo que hicieron los maestros. No se han conformado con que les clausuren las iglesias. A propósito, Barahona, manténgame guardias armados las veinticuatro horas delante de los templos. Estos cholos, de mierda, son capaces de cualquier cosa – dijo Lira.

- Se está cumpliendo su orden, señor Intendente. - Cómo persistan los curitas vamos a tener que expulsarlos del territorio a viva fuerza. Para ello cuento con las armas legales.

- ¿Cómo es esa novedad, señor? – preguntó el abogado Blanlot. - En Santiago he tenido reuniones con el Canciller Edwards y el Internuncio Monseñor Sibilia. Les he manifestado que no puedo hacer más contra los curas pues estos alegan pertenecer al Arzobispado de Arequipa, como es cierto, y que a lo sumo los fallos han sido en el fuero civil, de acuerdo a las leyes de Chile. ¿Saben qué me contestó Monseñor Edwards? Que tendrían que estudiar el espíritu de aquellos fallos.

- O sea que estaba de parte de sus colegas – acotó Blanlot. - Así es, hombre. Entonces me puse de pie y fui tajante. Les dije, con todo respeto, que hasta allí nomás llegábamos y que me retiraba de las deliberaciones.

- Bien hecho hombre. Es que para estos curas antes que nada son ellos. Poco les importan los intereses de la patria – dijo Barahona.

- Después que salí de la reunión, el Canciller se encargó de convencer al cura – dijo el Intendente. Por eso le digo que tengo las armas en la mano para deshacerme de los curas y lo haré pronto.

Mientras tanto los sacerdotes peruanos guardaban duelo por el deceso de su Presbítero, José Félix Andía, cura Vicario de Tacna.

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Para reemplazarlo, el Obispo de Arequipa nombró al Presbítero José María Flores Mestre. Hasta el despacho de Flores Mestre llegó el Vicario de Arica, Vitaliano Berroa.

- Querido hermano – dijo Berroa – usted tendrá que pasar mil vicisitudes en esta amada tierra cautiva.

- No lo ignoro hermano, preparado estoy. Me he comunicado con los hermanos Esteban Tocafondi, Mariano Indacochea y Juan Gualberto Guevara. Quiero conversar con ellos. Lo segundo que haré es buscar el apoyo del vecindario para salvar los libros de bautismos, matrimonios y defunciones de Tacna y Pachía.

- Bien, muy bien hermano. Yo he hecho lo propio en Arica. Embarcamos con destino a Mollendo dichos libros, para que pronto lleguen al Obispado de Arequipa.

- Fíjese que ha sido muy oportuna la participación de los fieles porque ayer, nada menos, vinieron a mi despacho unos prepotentes funcionarios del Juzgado de Letras para secuestrar el Archivo de la Parroquia. Se llevaron los libros de confirmaciones, capellanías, estipendios de misas, mandas y pequeños inventarios. Por ese acto, abusivo, me he querellado con el Juez Letrado. Sé qué perderé. Ellos tienen la sartén por el mango. Detrás de todo esto está la mano del Intendente Lira, que cumple órdenes del Canciller Edwards.

- Eso es más claro que la luz del día, querido hermano.

- Antes de seguir adelante, en la relación de nuestros asuntos, es mi deseo hacerles presente lo bien que se ha portado conmigo el joven poeta y periodista Federico Barreto. Con él hemos trasladado los libros, a medianoche, por los techos, a la casa de la señora Rosa Legay de Trabuco. De allí han pasado a una casa de confianza, en la alameda de Dos de Mayo.

- Hermano, yo tengo aún los libros de Codpa y Belén. Antes de fin de semana los sacaremos aprovechando el apoyo de la Sociedad Peruana de Beneficencia y de la agencia del señor Eduardo Hoges Nugent.

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- Así lo haremos, hermano. Los chilenos, cuando se realice por fin el ansiado plebiscito, no podrán engañar a nadie pues nosotros tenemos los libros de nacimiento y de bautismos.

- Este es nuestro aporte, como peruanos, antes que como religiosos, a nuestro amado Perú. Los chilenos, hermano, lo saben muy bien y nadie los detendrá hasta vernos fuera del territorio. Se los aseguro.

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El vecindario, mortificado por el cautiverio que vivían, por no poder recibir los sacramentos ni escuchar la misa dominical, con las iglesias clausuradas y con guardias armados de bedeles, tenía algunas pequeñas alegrías cuando se enteraban al leer en los diarios peruanos, LA VOZ DEL SUR y el TACORA, de las proezas que los aviadores realizaban en la capital del Perú.

- ¿Qué curioso – decía un muchacho – te enteraste que el aviador Bielovicic lleva una Virgen que le llama María de los Cielos?

- Sí, lo sé. Acabo de leerlo en el diario. También sé que el aviador Tenaud, piloteando un Bleriot, chocó con una línea del tranvía limeño y cayó a tierra. Dicen que está agonizando.

- Mi padre me ha dicho – contaba otro – que hay un aviador peruano que destaca en Europa. Se llama Jorge Chávez y es muy arriesgado. Dicen que pronto tratará de cruzar los Alpes.

- ¡Qué bien! Ojalá lo logre. Ahora mismo voy corriendo a contar en el Liceo la nueva. Esta visto, – dijo el muchacho, con orgullo – que los aviadores chilenos nunca podrán compararse a los nuestros.

- No podrán hacerlo jamás. Los aviadores peruanos son mejores y fíjate que recién estamos en 1910 y la historia de la aviación recién empieza. Felizmente todavía somos chicos. Cuántas proezas, de nuestros aviadores, veremos en el futuro.

- El entusiasmo por la aviación es grande. Mi padre dice que en las chacras un joven está fabricando un avión.

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- Claro que sí, es cierto. Yo lo conozco. Se llama Domingo Víctor Vargas y ha construido un aeroplano, estilo Berrito, como el de Tenaud. Lo ha hecho de madera de pino y lona. A falta de motor las hélices las mueve con elásticos. Hay que ir a verlo.

- ¿ Logrará volar? – preguntó un chiquillo.

- No lo creo, no ves que le falta el motor.

Pablo Rejas y su mujer, con Matilde, su hija adolescente, eran asiduos concurrentes al Teatro Municipal.

- María, esta noche iremos al estreno de la Compañía de Opereta Cittá de Roma, dicen que es uno de los mejores espectáculos que recorren la costa del Pacífico. Interpretan Geisha, de Sydney y Janes, Bocaccio de Boheme, La Viuda Alegre y Ave de Primavera, de Strauss – dijo Pablo Rejas.

- Qué maravilla, hija. Qué gran regalo nos ofrecerá tu padre.

Por esos días llegó a Tacna un fotógrafo que, trabajando con productos químicos de Estados Unidos, lograba fotografías que vendía en 80 centavos, más el marco. “Una baratura, señora” – decían en el vecindario. El fotógrafo trabajó un mes en el Orfeón.”Realmente, una baratura”- repetían. Y ponían tanto énfasis como el que usaban para escandalizarse por la aparición de la falda-pantalón.

- Habráse visto las tonterías de la moda - decía una vecina. - - Falda-pantalón, qué novedad. - Qué mamarracho, dirá usted.

- Ay, señora, es un preludio de los adelantos de este siglo XX que recién empieza.

- Si de esa especie serán los demás adelantos, tan disparatados, que parecen obra del diablo, Dios me libre de verlos.

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En los diarios LA VOZ DEL SUR, y en EL TACORA los tacneños y tarateños que vivían en Tacna Libre, más allá de la frontera, no cesaban de hacer noticia para se supiera que no se olvidaban de sus hermanos cautivos.

- ¡Qué bien organizados que están los candaraveños, don Manuel¡ - Así veo. Como buenos serranos son emprendedores, empecinados. Dicen que Candarave está creciendo y que se convertirá en un gran centro agropecuario.

- Vea usted, acaban de formar un Club Candarave de Tiro al Blanco. Aquí leo que lo preside don Miguel Portugal y lo acompañan Heraclio Vega, Félix Luque, Amador Cárcamo y Félix Portugal. Suman más de sesenta los socios.¿Qué le parece?.

En el mercado de Tacna, la recoba, era novedad la aparición de zapallos gigantes.

- Doña Eufemia, si usted viera los zapallos que ha dado la hacienda Forero, en Para. Son unos monstruos.

- No me diga caserita ¿es cierto eso?

- Vaya nomás, aquí cerca, al corral de burros y comprobará con sus ojos lo que le digo. Tienen 90 centímetros de alto y pesan más de 85 libras. El fotógrafo que está trabajando en el Orfeón, y que es gringo, dice que nunca ha visto nada igual en tantos países que ha recorrido.

- ¿Dice usted que pesan 85 libras? ¿ O sea que comiendo media libra de zapallos con uno de ellos se alimentaría un batallón de 170 hombres.¡Qué barbaridad!

- ¡Qué tierra la nuestra para pródiga, doña Eufemia¡.

Los jóvenes tacneños Federico Rivero, Gastón Basadre, José Palomino, Elisbán Vildoso, Enrique Vera, Armando Fuentes, Juan Trabuco, Oscar Ricardo Forero, Carlos Gil y Alejandro Martieron, fueron becados por el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, para

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estudiar en Lima. Partieron al Callao, desde Arica, en el vapor Huasco.

- Jóvenes alumnos – les dijo don Artidoro Espejo, un tacneño notable, al despedirlos en el muelle - la patria los llama. En estos momentos duros, difíciles para Tacna y Arica, ustedes constituyen la esperanza, la reserva física y espiritual que luchará por que nuestra amada enseña bicolor vuelva a flamear orgullosa en la tierra que nuestros mayores nos legaron. Frente al morro legendario, en el que se inmolaron Bolognesi y sus valientes compañeros, y surcando el mar, sagrado manto para la preciosa sangre del Almirante Miguel Grau, prométanse ustedes, en lo más profundo de su ser, luchar sin descanso por el Perú y la redención de estas amadas provincias que los vieron nacer. Buena suerte jóvenes y a cumplir con su deber de peruanos y no defraudar a la patria, a sus padres, y a su propio destino. ¡Viva el Perú¡.

- ¡Qué viva¡ – contestaron a coro los muchachos. En el muelle

quedaban sus padres, los hermanos menores, los amigos, levantando sus pañuelos en señal de adiós.

Los hechos de sangre nunca fueron frecuentes en Tacna. Los habitantes peruanos eran gente de paz. Los crímenes eran una rareza. Por su clima templado, el amplio paisaje y las facilidades para progresar, que tenían los tacneños y ariqueños, no se producían suicidios. Por eso, el deceso de Julia Portales, provocado por su propia mano, fue motivo de conversaciones, sobre todo en el mercado.

- Julia Portales era mi clienta – decía la modista Casimira Dávila – siempre era un poco rara la pobrecita ¿por qué se habrá matado?

- - Nunca se sabe, doña Casimira. Caras vemos pero no corazones –

comentó Victoria, la carnicera-

- Esa noche estuvo de visita en la casa de su abuela María, en el Alto de Lima. Dicen que los polvos venenosos los compró en la botica El Cóndor.

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- Si, pues, se ha matado con veneno la pobre. Julia siempre era media arrebatada, era medio ahombrada la pobrecita.

- Se acuerda, doña Victoria – acotó una panadera vecina – que cuando entraba el río Julia lo atravesaba a caballo sin miedo, montaba como hombre. ¿ Se acuerda? ¿ Se acuerda que los hombres admiraban su arrojo?

- Por supuesto que me acuerdo. Con ese carácter era capaz de cualquier cosa- repuso doña Victoria.

Aquel año el río Caplina, como pocas veces, entró con furia a la ciudad, desbordándose y destruyendo la línea del ferrocarril y los cultivos de las chacras aledañas. La correspondencia, que debía llevar el tren, hasta el puerto de Arica, tuvo que ser trasladada a lomo de mulas. - Volvemos a las costumbres del tiempo de los españoles - dijo un

viejo chacarero.

- Así es abuelo, el Caplina nos da a veces la espalda. Mientras tanto, cien soldados del Batallón Atacama, construían tajamares para contener la embestida de las aguas. 3

- Anselmo, la situación con los curas es insostenible. Bien ha hecho Emilio Rodríguez al escribir en EL PACÍFICO que el cura peruano es el enemigo número uno de Chile – dijo el Intendente Lira.

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- Señor, el asunto es muy claro, debemos proceder a la brevedad – contestó el siniestro Anselmo Blanlot – además, usted tiene el arma legal en la mano.

- Tienes razón. Haré cumplir en el acto lo dispuesto por la Cancillería. Se acabaron los miramientos. Nadie podrá oponerse. Esta visto que la Cancillería peruana se encuentra huérfana de apoyo.

- El lamento de las mujeres ariqueñas no ha tenido efecto alguno. Y fíjese usted que aquella demanda la firmaban Celina Finlayson, Eloísa Nugent, Virginia Sosa, Juana Solari, Manuela Piélago, Rosa Trabuco y Balbina Eleffetri. La flor y nata de Arica, nada menos.

- Otro tanto hacen las tacneñas. Sin embargo, hagan lo que hagan, seguirán pataleando porque las iglesias permanecerán cerradas, y con policía a la vista, durante las veinticuatro horas. Barahona no se duerme.

- ¡ Qué se va a dormir, señor, si no puede ver a los cholos! El chato es cosa seria. Lo he visto agarrarse a trompadas con más de dos peruanos.

- No exagere Anselmo. Aquella pelea fue dentro del retén de carabineros. El chato Barahona tenía las de ganar, además es autoridad. Pero de que es bravo, lo es.

El diálogo se desarrollaba en el despacho del Intendente, en la Quinta de las Palmeras. Era la hora del crepúsculo, en pleno verano. Al caer el sol la ciudad se pintaba de color rojo indio. De pronto, el salón donde conversaban, Lira y su asesor, fue removida por el paso cercano del ferrocarril que llegaba de Arica. Su pitazo puntual, a las seis de la tarde, anunciaba el ángelus a los tacneños y rompía el silencio en la pequeña ciudad cautiva.

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La estación, construida en 1855, era un enjambre. En ella se daban cita gran cantidad de gente para observar la llegada de los viajeros. Era la única distracción cotidiana. Aquella tarde Jahuel Ossa, el diligente funcionario de la Intendencia, esperaba la valija oficial que llegaba del sur. Entre los sobres, esmeradamente lacrados, destacaba uno con varios membretes en los que se leía “muy urgente” y “confidencial”. Ossa comprendió que esta vez no podría retirarse temprano a su domicilio, como acostumbraba. Por la misma línea del tren, presuroso, se dirigió a la Quinta de las Palmeras. Lira y Blanlot seguían conversando cuando el Secretario ingresó al despacho.

- Señor Intendente, este sobre parece contener algo muy importante. He preferido traerlo en el acto sin esperar hasta mañana – dijo Ossa, nervioso.

- Bien hizo usted. Le agradezco la diligencia. Buenas noches, Ossa.

El Secretario salió de la habitación rumbo a su casa. Era evidente, como lo comprobó una vez más, que no gozaba de la plena confianza del Intendente. Qué distintos y lejanos aquellos días de la administración de Palacios, Vergara o Subercaseaux. Eran otros tiempos – pensó mientras subía por la desierta alameda.

- Vea usted, don Anselmo – dijo el Intendente, mirándolo fijamente con aire de triunfo – aquí está por fin el instrumento legal que hemos esperado ansiosamente estos días. Este es el premio a mis esfuerzos, una de las herramientas que preciso para chilenizar Tacna y Arica.

- ¿De qué se trata, señor? – preguntó impaciente el abogado

consejero. - Esta es una comunicación que remite el Canciller Edwards ordenando expulsar a los curas. Está fechada en Santiago el 27 de febrero, o sea que debemos actuar en el acto. Antes que nada, disponga usted que vengan a este despacho el Prefecto Barahona y Fuenzalida. A la gente de confianza debo leerles la ordenanza.

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Las autoridades policiales llegaron a los pocos minutos.

- Buenas noches, señor Intendente, buenas noches doctor Blanlot. - Aquí estamos, somos todo oídos. Venimos a ponernos a vuestras órdenes” – dijo el siniestro Barahona.

- Antes que nada les diré que hemos perdido el tiempo. Por culpa del correo, recién hoy he recibido un documento promulgado el 27 de febrero – dijo Lira. Los he llamado para, en primer lugar, leerles el contenido de este escrito oficial, firmado por el señor Canciller de Chile que dice a la letra: “ El gobierno ha resuelto hacer uso de la facultad que el derecho internacional reconoce al soberano de un territorio, para expulsar de él a los extranjeros que menosprecien sus leyes o que son un elemento de discordia. El Artículo 5tº, Número 2 de la Ley de Garantías Individuales reconoce a nuestro gobierno la facultad de tomar esta clase de medidas. El gobierno de Chile, en consecuencia, encarga a U.S. se sirva notificar a los que se dicen curas peruanos, que residan en Tacna y Arica, que abandonen, con la mayor brevedad, el territorio de la República. U.S. queda encargado de llevar a efecto esta resolución, así como de vigilar estrictamente que no entre a ese territorio ningún sacerdote peruano, que vaya con el propósito ostensible de ejercer funciones sacerdotales, o de propaganda a favor de su país”.

Los presentes asentían cada palabra que pronunciaba Lira.

- Debemos actuar lo más rápido posible, estamos a tres de marzo – dijo el Intendente – Tome nota, doctor, que voy a dictar la ordenanza.

El pequeño y regordete Intendente caminaba por el salón con los brazos hacia atrás. Tenía poses y manías. “Es su manera de darse importancia” – decían los tacneños. “Petronio vería en él a su caricatura”-rumoreaban.

- El Intendente decreta, con fecha de hoy, tres de marzo, la salida del territorio de Tacna y Arica, en el término de cuarentaiocho horas, de los Presbíteros peruanos don José María Flores Mestre, don Vitaliano Berroa, don José Félix Cáceres, don Esteban Tocafondi, don Mariano Indacochea Cevallos, don Francisco Quiroz y don Juan Gualberto Guevara. Encargados de hacer efectiva la expulsión los

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jefes de Policía de Tacna y Arica. Es todo. Buenas noches señores y a cumplir con lo dispuesto. No olviden – les dijo en la puerta, empinándose – que El Mercurio de Santiago ha dicho una gran verdad. El clero peruano de Tacna y Arica es una de las mejores armas que el Perú tiene en contra nuestra. Por eso, la tarea es clara. Cumplamos con Chile y su destino expulsando de este territorio, que es y será nuestro, a los curas. Otra vez, señores, muy buenas noches.

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- Padre Guevara, nuestra suerte está echada – dijo el Presbítero Vitaliano Berroa.

A lo lejos las olas reventaban en la playa. El mar estaba movido. Aunque eran las nueve de la mañana, pocos transeúntes caminaban por la pequeña placita, frente a la iglesia de San Marcos. Los religiosos, obligados a hacer los oficios religiosos, a puerta cerrada, conversaban en las escalinatas de piedra de cantería.

- ¡ Qué hacer, Presbítero! Hemos luchado hasta el fin pero más puede la fuerza brutal de los que no tienen la razón. Lo siento por este buen pueblo de Dios que ve como, cada día que pasa, se aleja la esperanza de retornar al suelo peruano.

- Dirá usted a la administración del Perú, querido hermano Guevara. Este suelo ha sido, es y será por los siglos de los siglos peruano. Un bien que se hurta no pertenece al ladrón jamás sino al verdadero dueño – replicó don Vitaliano Berroa y Bernedo, Camarero Supernumerario de Su Santidad y Vicario de San Marcos de Arica.

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- Pasemos a mi despacho, en la Sacristía, padre Guevara, redactaré un telegrama a la Corte de Tacna.

- Padre Berroa, abra por favor. Soy Juan Maldonado, vengo de Azapa

– dijo una voz al otro lado de la puerta de calle.

- Pase usted, Maldonado, pase.

- Padre, buenos días – dijo el muchacho – los chilenos han destrozado las líneas telefónicas y telegráficas que nos comunican con Tacna. Estamos aislados.

- Gracias hijo por tu información. Esperábamos estos lamentables hechos. El panorama está más claro que nunca. Se ha cumplido lo que sospechábamos. Lira teme que la Cancillería peruana consiga una prórroga para nuestra expulsión y para no recibir instrucciones ha mandado cortar las comunicaciones.

- Pero nos queda el tren – dijo el Presbítero. José, no te vayas todavía. Espera un momento para que lleves este telegrama a la Estación y lo hagan llegar a la Corte de Tacna, lo más rápido.

En Tacna, tres fuertes golpes de puño a la puerta del oratorio, donde el Padre Flores Mestre decía misa, inquietaron a los presentes en el acto sagrado.

- Abran de una vez. Salgan todos a sus casas. Están trasgrediendo las ordenanzas del Intendente – decía a grandes voces el temido Amador Fuenzalida, Sub Jefe de Policía, escoltado por cinco carabineros.

- Se acabó la tolerancia, Padre Flores. Sírvase acompañarnos al cuartel de Policía.

Los fieles difundieron la noticia de la detención de los sacerdotes.

- Es una desvergüenza de los rotos. - Ni qué hacer, hermana, a quién quejarnos, es el colmo.

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- Esto tiene para rato, Carmencita. Si no temen ir contra la iglesia del Señor quiere decir que nunca habrá plebiscito, que se reirán de nosotros.

- Llevamos treinta años cautivos y no podemos ni siquiera entrar a nuestros templos.

- ¡Qué desgracia, Señor, qué desgracia¡.

La pequeña plaza, frente al cuartel de los carabineros, que llamaban plazuela del teatro, se encontraba llena de curiosos.

- Por los menos los veremos salir de allí a los curitas, papá. - Nos quedará el consuelo de acompañarlos, hijita. Pobrecitos, qué abuso Dios mío.

- Estoy registrando todos estos tristes hechos – dijo Federico

Barreto. - Tu pluma dará valioso testimonio de estas horas negras de nuestra historia, Federico.

- Espero que este material salga mañana a Lima. Hay un vapor en Arica que zarpará mañana.

- Señor Gobernador, acompañaré a los sacerdotes.

- No hay autorización para que nadie los acompañe. Diga usted a la gente que se retire, por favor Barreto, no insista, no cause problemas hombre. Ustedes, los periodistas, son muy intransigentes.

Los sacerdotes Cáceres, Tocafondi, Indacochea y Quiroz apenas si terminaron de bendecir a los fieles. En el local de la comisaría los subieron en dos carruajes que raudos salieron hacia la calle del cementerio.

- ¡Viva el Perú¡ ¡Viva el Perú¡ - gritó un sacerdote en las afueras de la ciudad, por la avenida del río Caramolle. Hasta allí el pueblo los había acompañado.

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- Qué valientes, hasta el último momento, en medio de sus carceleros, dan vivas a la patria.

- Aprende hijito esta lección.

- Pobres, ojalá no los hagan desaparecer en el camino.

- No creo que sean tan criminales, señora.

- Felizmente los expulsan de día.

- Todo el pueblo ha sido testigo de esta ignominia contra el clero peruano, sí señor.

- Nos hemos quedado sin maestros peruanos, Carmelita.

- Y ahora sin sacerdotes. ¡ Dios mío, apiádate de Tacna¡ En la Corte de Tacna, edificio frío, construido de piedra de cantería, aireado en el verano por grandes ventanales, los magistrados chilenos analizaban el telegrama que desde Arica les enviaran los sacerdotes Berroa y Guevara.

- Doctor Cisneros, los curitas se amparan en nuestra Constitución y en la Ley de Garantías Individuales para defenderse – dijo el magistrado Larraín.

- Son claros sus argumentos. Si les han dado un plazo de cuarentaiocho horas para abandonar Arica, por lo menos debe haber una sentencia ejecutoriada, no le parece – dijo el doctor Sepúlveda.

- Sería un abuso que no estoy dispuesto a tolerar – afirmó el doctor

Eliseo Cisternas.

- Lo más grave, colegas, es el juicio negativo que se está formando la comunidad internacional, sobre nuestro país. Actuamos a niveles sumamente bajos y vergonzosos para una nación que siempre se ha mostrado defensora de los derechos del hombre. La voz de alerta la ha

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dado mi amigo Abdón Cifuentes, Senador por Santiago. En este recorte que les he traído, y que es parte del diario LA UNIÓN, Cifuentes escribe que nuestra conducta, con los curas peruanos, es reprobable porque viola nuestras leyes y porque tales arbitrariedades, lejos de conquistar la voluntad de los peruanos, los irrita y exaspera. Es una política desatinada, contraproducente, torpe. Colegas, esa es mi opinión – afirmó Larraín.

- Han cometido los curitas varios actos contra nuestros intereses, doctor. Fíjese, en Tacna y Pachía han ocultado los libros de bautismo, matrimonios y defunciones, que existían desde el siglo dieciocho.

- Colega, es lo que usted y yo haríamos si otro país ocupara nuestro territorio. Cada uno se defiende con el arma que tiene a su alcance ¿no lo cree así?.

- Es cierto, puede usted tener la razón. Pero estará de acuerdo conmigo en que no se pueden tolerar insubordinaciones de nadie, incluidos los nuestros.

- Eso es otra cosa.

- Blandura, mano suave, guantes de seda, y nos arriesgamos a que cualquier día los cholos se rebelen. No, no, ni hablar. Dicen que el gobierno de Lima está armando a los suyos. No vaya a ocurrir que de pronto nos salen con un domingo siete.

- Eso no lo creo, Sepúlveda. Los cholos están desarmados, desmoralizados y saben que su propio oro nos ha servido para armarnos hasta los dientes. Pasarán años para que levanten cabeza, si logran levantarla alguna vez.

- Por eso mismo, doctor Cisternas, no es el momento de ponerles la mano a los curitas.

- Sin embargo no debe usted olvidar que es una orden de la Cancillería y que el Intendente Lira, con lo que quiere a los peruanos, la hará cumplir a la brevedad.

- Bueno, ya lo hizo al expulsar a los curas de Tacna y Arica.

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- ¿Usted cree que si aceptamos el recurso de amparo de los sacerdotes, nos enfrentaremos con el Ejecutivo?

- Es cosa que me importa poco. Yo actuaré de acuerdo con mi conciencia, a los intereses de la patria que no pueden mancillarse por acciones apresuradas y, por último, de acuerdo con la legislación vigente.

- Acepto sus palabras, doctor Larraín. - No perdamos más tiempo, colegas – dijo el magistrado Larraín.

- Redactemos el fallo.

- Yo lo dictaré. Pueden interrumpirme cuando lo crean pertinente.

- Vistos los antecedentes, el recurso , etcétera, etcétera, que en consecuencia, un decreto como el que se reclama, que prohíbe a uno o varios habitantes su libre residencia en la ciudad de Arica, y los extraña del territorio de la república, sin que haya sentencia ejecutoriada, que tal pena les imponga, es inconstitucional e ilegal. Qué con arreglo a estas consideraciones, se declara ha lugar al recurso, y en consecuencia se ampara a los Presbíteros don Vitaliano Berroa y a don Juan Gualberto Guevara, contra el decreto del que reclaman. Transcríbase esta resolución al Intendente de la provincia y archívese los antecedentes. Firmado. Eliseo Cisternas Peña, Wenceslao Larraín y G. Sepúlveda.

- ¿ De acuerdo colegas?

- De acuerdo. Hemos hecho justicia.

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Al otro lado del río Sama empezaba el territorio de Tacna Libre, el Perú. Cruzar el río era la máxima ambición de los jóvenes tacneños y ariqueños que huían para no enrolarse en el ejército de Chile.

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Muchos en la orilla del río, frente a esa tierra de libertad, cayeron abatidos por las balas de sus perseguidores.

- Vildoso, que preparen dos mulas. Vamos a partir. - Bien padrecito, lo ordenaré en el acto. - No se arriesguen padre, sería mejor que se fueran de noche. - Con un buen guía no hay problema. Tomaremos un camino abandonado.

- Los rotos están por todos lados, en la otra banda, padre. Les pueden disparar y allí nomás los entierran o los dejan para los gallinazos.

- Nada se hace en la vida sin correr riesgos, hermano. No lo olvides. - Aquí están las mulas, padrecito. Ellas conocen el camino mejor que nadie.

- Adiós padrecitos, vayan con mucho cuidado. - No teman, pronto estaremos diciendo misa en Arica. Ya han visto ustedes que la Corte de Tacna nos ampara. No hay cuidado. Cumplan con sus deberes de peruanos. Alberguen en sus casas a los paisanos que les pidan posada. Cuídenlos. Ustedes sabe cuánto sufren los peruanos en las tierras cautivas. La patria es nuestra madre común. Dios, nuestro Padre Celestial, nos hará justicia muy pronto. De eso estamos seguros.

- Adiós padre Berroa. - Adiós padre Guevara. - Hermano Justo, hemos caminado bastante. Parece que no hay mayor peligro. Felizmente estamos bordeando esta loma que es bastante grande.

- Así es. Si hubiésemos tomado el atajo de los arrieros nos hubiésemos expuesto a ser vistos por los chilenos. Ellos casi siempre están patrullando por la Pampa de la Zorra. Pero se cabrean padre. El

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calor, la sed, los vence. Muchos son del sur. Están acostumbrados a otros climas.

- Padre Guevara, ¿ha leído usted lo que ha escrito el doctor Carlos Alonso en LA VOZ DEL SUR?. Fíjese qué honesto. En todas partes se cuecen habas, don Vitaliano. Escuche usted, le leo lo que aquí dice, por encima de las autoridades administrativas y del ejecutivo, la Corte tenía que aceptar el recurso de habeas corpus, porque el decreto es arbitrario, ilegal, de graves consecuencias y constituye un serio atentado al derecho y a las garantís constitucionales. En otro párrafo escribe que la cuestión internacional pendiente, no justifica los graves atropellos hechos a los habitantes de la República, ni aminora en lo más mínimo la arbitrariedad del decreto de expulsión aludido y del decreto de clausura de las iglesias, pues ambos son ilegales y arbitrarios. Caramba, padre, qué valiente. Decirlo en las propias narices de los chilenos antiperuanos. La respuesta no se hará esperar, padre, se lo aseguro. Lo que sí creo es que no tendremos un recibimiento con rosas. ¿ Usted cree que se enfrentará Lira a la Corte, padre Berroa?

- No lo creo, padre, estoy completamente seguro. - Juan Gualberto, aquí hay un párrafo que le va arder a Lira porque es un desafío a su poder. Dice, Lira se ha sentido halagado y con bríos para dictar el extrañamiento de los sacerdotes, y la tolerancia del gobierno le ha dado alas para lanzarse en plena dictadura provincial, que habría sido de fatales consecuencias, al no haberle puesto un atajo a la Corte, con la aceptación del recurso de amparo. ¿Apelará la resolución el Intendente Lira, ante el artículo 338, de nuestro código penal? Mientras tanto, los sacerdotes pueden regresar a sus curatos, en virtud del fallo de la Corte Suprema, que confirme esta resolución, ajustada a la ley y en la cual no cabe recurso, ni cuestión de competencia. ¿Qué le parece padre?

El desierto parecía inacabable. Al oeste, en la línea del horizonte, se adivinaba el mar. Ni una planta. Nada de verde. Todo yermo. Solamente arena y más arena y algunas siemprevivas, mimetizadas con el gris de las piedras. - Justo, no acabe el agua de su cantimplora. Todavía falta mucho para llegar.

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- No se preocupe padrecito. Tengo varias botellas en la alforja. ¿Quiere una padrecito?

Después de ocho horas de lento trote, en el que las mulas parecían enterrarse en aquel paisaje desolado, desde la cumbre del cerro Intiorko divisaron el anexo de Para.

- Si, allá está Para, padre. Si no hemos tenido sorpresas en el camino ahora podemos tenerlas. Debemos estar alertas. Felizmente la noche nos protege. ¿Adónde iremos, padre?

- Vamos directamente donde los Alcázar, a su casa quinta. Yo te guiaré.

Los callejones, en la campiña tacneña, son laberintos de ensueño. Bordeados de cañaverales, vilcas y granados, surcados por acequias que ponen música al silencio, conducen al viajero por un país de maravilla, ajeno a la realidad. Los tres hombres, cansados por la travesía, los recorrían.

- Padre Berroa, padre Guevara, qué placer, pasen, pasen. María, ven a ver quienes han llegado – dijo don Martín.

- Bendito sea Dios, pero que facha tienen padrecitos. - Hermana María, venimos de Sama, acabamos de llegar. Les rogamos alojarnos hasta que amanezca.

- No faltaba más, por supuesto, son bienvenidos. ¿Y este muchacho, quién es?

- Es Justo Vildoso, un buen sameño, un samaritano. Él nos ha conducido hasta acá, evitando a las patrullas chilenas.

- Que se quede con nosotros- dijo María. - Padre Guevara, luego de asearnos, lo primero que haremos será redactar un recurso a la Corte-

- De acuerdo, padre Berroa.

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- Padrecitos, la gente no hace más que hablar de ustedes y de los padres que vivían en Tacna. Es un abuso sin nombre, qué desvergüenza, privarnos de rendir culto a Dios en nuestras iglesias, son unos bárbaros. Pero estamos seguros de que todo se arreglará para bien. Con esa resolución de la Corte de Tacna, deben acabar sus pesares.

- No lo crean tan sencillo, María, Martín. Lira no ha instruido a la policía para que se cumpla el Decreto de los jueces quienes pueden tener muy buena voluntad, pero el que manda es el Intendente. Este es su reino. Se cree todopoderoso.

Tacna dista de Para cinco kilómetros. Matías se ofreció a llevar el documento redactado por los sacerdotes en el que expresaban su preocupación porque el Intendente Lira no garantizaba su presencia en el departamento.

- ¡Qué problema, doctor Cisternas¡ Nosotros aceptamos el recurso de los sacerdotes y Lira no entabla competencia.

- Eso se veía venir, doctor. - Es un altanero, quiere aplicar la ley del más fuerte. - No ha lugar, colegas, no ha lugar el oficio del Intendente. Remitamos los antecedentes al Consejo de Estado.

- Correcto, doctor. Amparémonos en el artículo 95 de la Constitución del estado.

- Martín, ha hecho usted ya bastante por nosotros. No queremos que se arriesgue demasiado. Vendrán días muy difíciles y tiene que cuidar de su familia. Acabamos de mandar por un coche. A la entrada de Tacna nos alojaremos en la casa de nuestro amigo Aniceto Ibarra.

- Suerte, hermano, que Dios lo bendiga.

- Don Aniceto, buenos días.

- Pasen, hermanos, es un placer. Nos honramos con atenderlos en esta casa que es el hogar de los peruanos. Estoy enterado de sus viscitudes. Hemos leído en el periódico la defensa que les han hecho.

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No todos los chilenos son torpes. Los magistrados comprenden que le hacen un flaco favor a Chile expulsando a personas como ustedes que están en la tierra para hacer el bien.

- No exagere, don Aniceto, hacemos lo que podemos, en nombre de Dios.

- Ayer estuve con el poeta Federico Barreto y con el periodista Gerardo Vargas. Éste último me dice que no tengan cuidado por los libros. La señora Rosa Legay de Trabuco y don Eduardo Hogez Nugent se han encargado de guardarlos en un lugar que nadie podrá descubrirlos.

- Gracias por esa información, don Aniceto, no sabe cuánta tranquilidad tenemos ahora. Esos documentos no deben caer en manos de los chilenos. Nos serán de una utilidad incalculable cuando se convoque al plebiscito.

- Abran, es una orden del Sub Jefe de Policía. - ¿ Qué desean? - ¡Abran, digo, o romperemos la puerta a culatazos¡ - Este es un hogar decente. Soy el dueño de casa, Aniceto Ibarra, ¿qué desean?

- Señor Ibarra, lo conocemos. No ponga trabas a la justicia. Venimos por los curas Vitaliano Berroa y Juan Gualberto Guevara. Sabemos que se ocultan en esta casa.

- Los sacerdotes no se ocultan, no tienen porqué hacerlo. Ellos están alojados en mi casa y saben que la Corte de Tacna los ampara.

Frente a frente se midieron Aniceto Ibarra, patriota tacneño, y el Sub Jefe de la Policía chilena Amador Fuenzalida, quien estaba acompañado de un sub oficial y dos carabineros. - Usted sabe bien, don Aniceto, que quien manda en este departamento es el Intendente Lira. Así que no tengo más explicaciones que darle. Yo me limito a cumplir las órdenes de mis superiores. Ustedes,

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arresten a los sacerdotes. Los llevamos a la comisaría, en la plaza del Teatro.

- Esto es un abuso, una afrenta a la Iglesia y a las leyes de su país, señor Fuenzalida.

- Tómelo como mejor le parezca. Yo me limito a cumplir órdenes. - Ustedes curitas no contaban con nuestro servicio de inteligencia. Sabían que estaban siendo buscados y regresan a provocarnos.

- No provocamos a nadie, señor Fuenzalida. Estamos amparados por la resolución de la Corte de Tacna. Por ese motivo hemos regresado.

La comisaría les había servido de albergue anteriormente. Sus calabozos no eran desconocidos para ellos. Ahora el destino era, para ellos, más incierto que nunca. Cuatro horas estuvieron incomunicados, en sendos calabozos. Al promediar las tres de la tarde los sacaron al patio y, sin decirles palabra, les señalaron unas enclenques mulas, ordenándoles, con gestos, montarlas. En la plaza del Teatro se reunió un número apreciable de vecinos. La noticia de la detención de los curas se había extendido por la ciudad. Íbamos en medio de una guardia formada por treinta carabineros armados. Peor que a delincuentes nos trataban. ¡Treinta carabineros para dos curas que no teníamos más que un maletín de viaje y un cáliz¡ A lo lejos divisamos a los grupos de tacneños que nos hacían adiós.

- Mi capitán, mejor vamos por el barrio Caramolle, en medio de las chacras, así nos evitamos enfrentarnos con los grupos de cholos.

- Tiene razón, Peña. Este estado de cosas me está llegando hasta la coronilla. Cualquier día no habrá más remedio que dispararles a ver si dejas de fregar la pita.

- Es que son rejodidos, mi capitán.

Lentamente subimos el cerro Intiorko. Otra vez la misma travesía, el inmenso arenal, gris. El pensar en la resistencia de las bestias que nos

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guiaban por esa soledad. Abajo quedaba Tacna, en silencio. Apenas si llegaba el rumor del río Caplina, el lejano ladrido de los perros o el chiflido de los muchachos. Al voltear, en una curva del camino de herradura, perdimos la visión de la ciudad querida. Como era verano, en el horizonte, al sur, vimos, pequeñito, el Morro de Arica. Recordamos a la buena gente que vivía allí en el puerto. Nuestra buena gente peruana. Aquella a la que habíamos bautizado, casado a sus hijos o dado la extremaunción a sus parientes. Nuevamente nos expulsaban. ¿Hasta cuándo?¿Sería para siempre?¿Nos desaparecerían en la frontera? Fácil sería para ellos decir que nos habíamos rebelado, que los agredimos. ¿Quién podrían afirmar lo contrario?

- Hasta acá terminó mi misión. Se quedan el oficial Contreras y ocho carabineros. Acompañen a los curas y sigan las instrucciones que les han dado. Nada de contemplaciones. Qué no les queden ganan de regresar. ¿Qué tales curitas? Esto se llama ir por lana y salir trasquilados. ¡Adiocito curitas¡.

- Hasta pronto, Capitán. Ahora son nuestros, curitas. Lo primero que queremos es que se entreguen a la meditación y al rezo, como debe ser, nada de estar pensando leseras. Pero rezarán bien distanciados. Vamos, vamos, a separarse. El camino es bastante largo todavía.

Solamente silencio y el frío aire que bajaba de la cordillera. Pasamos por el Campo de la Alianza. Allí se inmolaron los peruanos y bolivianos el 26 de mayo de 1880. ¡Qué trágico día¡ Entonces empezó este largo cautiverio que no tienen cuándo acabar. Ah, la pampa. La pampa inmensa, yerma. Perdimos la visión de la cordillera. No distinguimos las siluetas de los volcanes. Por lo menos si nos acompañara la luz de la luna. Esa luna que alumbra a los buenos y a los malos. Bienaventurados los que son perseguidos, porque de ellos es el reino de los cielos.

- Curitas, estamos a menos de una legua de la frontera. Uno para llegar a su tierra hace cualquier sacrificio ¿verdad? – dijo el Capitán Contreras.

- Bajen de las mulas, pronto. Ellas se vuelven a Tacna con nosotros. Ustedes sigan a pie. Vayan donde mejor les parezca, pero siempre mirando al norte, sin mirar para atrás. No se les va a ocurrir regresar, cuidadito con hacernos trampa. En la otra banda del río los

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esperan sus paisanos, no lo dudo. Adiocito curitas. Pórtense bonito que poco les cuesta. Y recen por nosotros, ah¡

Padre, no doy más. Me duele todo el cuerpo. Siga, Juan Gualberto, siga hermano, hagamos un último sacrificio. La frontera está cerca. Los pies parece que me van a estallar. Pero no podemos quedarnos en este páramo, tiene usted razón padre. Sigamos.

- ¡Alto¡

- ¿Quiénes son ustedes? - Somos gendarmes de la aduanilla chilena y estamos armados. - Nosotros somos sacerdotes y estamos desarmados. No llevamos más que los maletines.

- Tenemos órdenes del Intendente Lira de escoltarlos hasta el río Sama y evitar que vengan a darles el alcance violando el territorio chileno. Ustedes se están organizando requetebién. No son lesos. Hemos interceptado un telegrama de los sameños que venían en caravana a recibirlos. Chita, ni que fueran héroes. Por ese gusto seguirán la marcha a pie, a patita pelá, para que les quede el recuerdo.

Nuevamente en Sama vimos los rostros conocidos que, con tanta esperanza y fe, nos habían despedido. Estaban todos. Nuestro buen amigo Justo no pudo contener las lágrimas. - Padrecitos, estamos orgullosos de ustedes, como lo está nuestro gobierno. El Prefecto de Tacna Libre ha dejado un telegrama que lo leeremos en voz alta para que todos escuchen su contenido.”Sacerdotes peruanos. Sama, vía Locumba. El Perú se conduele por los vejámenes que tan inmerecidamente habéis sufrido, y siéntese satisfecho por la patriótica entereza con que los habéis afrontado. Personalmente, me enorgullezco de contar con la adhesión de tan dignos sacerdotes y les ofrezco mi apoyo sin la menor reserva.-Firmado, Augusto B. Leguía. Presidente de la República.

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- ¡ Bravo ¡ ¡Bravo!¡Hurra! ¡Bravo¡ ¡Qué vivan los padres Berroa y Guevara!¡Qué viva Tacna!¡Qué viva Arica!¡Qué vivan Tacna y Arica peruanas!¡Viva el Perú!

- ¡Qué viva¡

- Padrecitos, también los hermanos Barreto, en LA VOZ DEL SUR, les han rendido un público homenaje. No hay duda que tienen agallas.

- Así es hijos, así es. En la adversidad se crecen los hombres. - ¡Qué admirables las mujeres ariqueñas, qué valientes!¡Qué valientes los tacneños y las tacneñas!

- Padre Berroa, me han conmovido las atenciones de esta buena gente de Sama.

- Padre Guevara, redactaré, en nombre de los dos, un agradecimiento a LA VOZ DEL SUR. José María Barreto, su Director, es un patriota, un señor y Federico, su hermano, un poeta excelente. ¡Qué grandes peruanos, qué grandes tacneños! Que el Señor y la Santísima Virgen del Rosario, Patrona de Tacna, siempre los protejan.

“Querido hermano José María Barreto, Director de LA VOZ DEL SUR, queridos hermanos tacneños: A pesar de esta odisea, de estos sufrimientos, estamos satisfechos de nuestra última estadía en Tacna. Hemos logrado lo que nos propusimos. Dejamos constancia de que el Intendente Lira, abusivamente, se niega a acatar el fallo de la justicia chilena, de la justicia de su patria, que nos ampara. Si fuera necesario regresaremos una segunda y una tercera vez, sabiendo que nos exponemos a grandes peligros. Próximos a emprender viaje a la ciudad de Arequipa, sede de nuestro Arzobispado, bajo cuya jurisdicción se encuentra el clero y la feligresía de Tacna y Arica, enviamos nuestra bendición a los peruanos y chilenos que residen en las ciudades cautivas. Se despiden en Cristo. Vitaliano Berroa, Juan Gualberto Guevara.”

ºººººººººººººº

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- Federico, lee este mensaje de los padres Berroa y Guevara. Ambos son curas ejemplares, patriotas. Algún día la patria y la iglesia les reconocerán sus méritos. Publicaremos esta despedida en primera página y con recuadro – dijo José María.

- Realmente es conmovedora. Los sacerdotes no se rinden. Acaba de llegar un telegrama dando cuenta de que han sido recibidos como héroes en Locumba, Ilo, Mollendo y, finalmente, en Arequipa.

- Lira ha logrado su objetivo de expulsarlos de Tacna y Arica. Lo habíamos leído en la copia de aquella comunicación que trajo Gerardo de Arica y que era dirigida a la Cancillería. Estaban seguros de que la feligresía y sobre todo los indígenas de la cordillera, de Tacna y Arica, serían informados del plebiscito por los sacerdotes.

- Pasando a otro asunto. Me parece digna la respuesta de nuestro representante García Salazar y su retiro de Santiago – dijo Federico.

- Hay que destacar, hermano, la posición honesta de LA UNIÓN de Santiago. Los periodistas de ese diario han sido duros con Lira. Lee este párrafo que he subrayado. La honra inmaculada de nuestra Cancillería ha recibido la afrenta del decreto de Lira. Estos dos últimos párrafos son contundentes, escucha: La chilenización de las provincias de Tacna y Arica no se debe llevar a cabo con tamaña labor de odios, violencias e ilegalidades. Defiéndanse nuestros derechos, pero no se ataquen las garantías esenciales del individuo que amparan las leyes y la Constitución y que sin embargo, hoy se han visto violadas audazmente y de mil maneras.

- El segundo párrafo, dice, el decreto con que se ha atacado a los sacerdotes peruanos, hiere también a la conciencia católica, pues el Intendente Lira, atropellando todas las leyes civiles y canónicas, ha puesto violentamente la mano sobre los templos parroquiales y propiedades de la iglesia, los que ha clausurado por sí y ante sí en un rasgo de audacia e inconciencia. La simple autoridad administrativa civil, no tiene el menor derecho para proceder en la forma violenta observada en Tacna y Arica.

- José María – dijo Federico- no todos son pérfidos. Ojalá que con estas publicaciones la Cancillería de Chile medite y tome conciencia

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de que la hora es grave. Que se den cuenta de que no podrán avasallarnos fácilmente. Bastante nos han engañado con el cuento del plebiscito, que vemos cada vez más lejano. Pero no daremos nuestro brazo a torcer, no cejaremos, hermano, no cejaremos.

- Vamos al hotel Raiteri a tomar un refresco.

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- ¡ Qué tal, Gerardo, hombre, qué sorpresa ¡ Casi no nos vemos. - Por acá, amigos, tengo unos encargos. Vengo a comprar sellos de goma en La Joya Literaria y pasaba a refrescarme. Mozo, mozo, traiga tres cervezas Boch Ale.

- No, para mí no – dijo José María, interrumpiendo. - Vamos, hombre, si no será una borrachera. - No es eso, Gerardo. El doctor Messina me ha recetado unas píldoras cuyo efecto se anula con el alcohol, aunque sea con una gota. Prefiero abstenerme. Paso.

- Si es así, colega, ni hablar. Primero es la salud. Entonces, que te traigan una Jahuel, es la mejor agua mineral.

- Eso sí. La noticia del día, Gerardo, es el asunto de los sacerdotes. Increíble, las iglesias clausuradas a piedra y lodo, con policías las veinticuatro horas del día, como si temieran una rebelión liderada por los curitas. Después de las afrentas que han recibido no creo que regresen. Sería exponerse. El Presidente Leguía les ha enviado un telegrama de felicitación, que vamos a publicar.

- No era para menos hombre, se lo merecen. El caso es qué vendrá después. Han anulado a los maestros, clausurando la escuelas peruanas. Cerraron las iglesias y expulsaron a los sacerdotes. No han tenido ningún reparo de enfrentarse con la Iglesia, que todos creíamos intocable.

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- La campaña chilenizadora es cada día más fuerte – dijo Federico -. Dicen que están por llegar grupos de matones, so capa de ser obreros. La cosa no es sencilla. Ellos apuntarán ahora a lo que consideren el último bastión de la peruanidad que, sin duda, somos nosotros, los periodistas.

- Si Federico – dijo Gerardo- lo tenemos muy claro. Salud, salud, por la patria. Ahora les muestro esta circular diplomática firmada por el Canciller Agustín Edwards.

- ¡ Qué bien informado, Gerardo! Ahora sabemos porqué Lima conoce muchos asuntos que nosotros ignoramos.

- Es cuestión de olfato, Federico, y de tener buenos contactos. Así como tú eres trompudito, yo soy narigoncito. Huelo bien, desde lejos.

- Vamos hombre, qué nos tienes en ascuas – dijo José María. - Edwards dice que colocado en una situación de disyuntiva el gobierno chileno tenía dos caminos para escoger. O procesaba criminalmente a los infractores a la ley o expulsaba, por la vía administrativa, a los extranjeros que minaban el orden público atentando contra la dignidad del Estado. Prefirió el último recurso, porque la medida era más respetuosa y adecuada a la investidura sagrada de aquellos.

- ¡ Qué desfachatez! – interrumpió Federico – Todo un Canciller escribiendo esa barbaridad cuando todos saben que los curas de Arica, Belén y Codpa fueron procesados criminalmente. Allí está la detención violenta del cura Rosado, en Belén y la de Berroa, en Arica. O sea que los procesaron y también los expulsaron.

- Ustedes bien saben colegas –afirmó Gerardo- que contra los curas emplearon toda clase de amedrentamientos aplicándoles, inclusive, el Código Penal en lo pertinente a ejercer profesiones sin tener el respectivo título. La Cancillería chilena decía que los curas estaban cometiendo delito pues no tenían autorización para ejercer su magisterio en Tacna y Arica.

- Gerardo, no olvidemos que el Juez del Crimen de Arica y la Corte de Tacna aprobaron varios fallos amparando a los sacerdotes y

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reconociéndoles autoridad pues veían en ellos a los ministros de Dios que, es más, pertenecían a la Diócesis de Arequipa – dijo José María.

- Así es- - Ante tanto abuso, solamente nos queda estar preparados. Debemos reforzar nuestro arsenal defensivo mediante la publicación de crónicas y reportajes que expliquen, a la ciudadanía, en Tacna y Arica, la verdad de los acontecimientos. No debemos perder la fe – dijo Federico.

- Eso es. Escribir y escribir. No dejar de crear, Federico. Tus versos se pasan de mano en mano. No sabes cuánto ha calado en la juventud ariqueña tu HIMNO ROJO y PRINCE y tantos otros poemas. ¡Ah, amiguito, y tus versos de amor, me olvidaba. Picarón, más de una tacneñita me dicen que se ha sentido aludida. Divinos los poetas – dijo Gerardo.

- Tú no te quedas atrás Gerardo –afirmó José María – estamos enterados de tus aventurillas por la Lisera.

- Ese cantar está pasado de moda – contestó Gerardo. ¿ Y ésa maravilla Federico? Es una pluma fuente de oro. ¡ Qué belleza! Por lo menos vale cien poemas, Federico.

- No exageres, Gerardo, no es para tanto. Solamente un beso. - Picarón, solamente un beso. - Sí. Y dado detrás de la mampara. - Ah, bueno, allí estaba el secreto – dijo Gerardo. - No, hombre de poca fe, en el beso.

6 - Con ansiedad hemos esperado este sábado, Matilde.

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- Yo también. Una cosa es escuchar sus clases de inglés y de francés en el Liceo y otra es visitarlo en su casa.

- Es un hombre que quiere mucho a estas tierras cautivas, especialmente a Tacna.

- Si hasta parece que fuera peruano. - Dicen que fue brillante alumno de la Facultad de Medicina, en Santiago, y que eligió venir a trabajar a Tacna.

- Mi papá me ha contado que lo conoció en Viña del Mar, en una temporada veraniega.

- A todos nos hace sentir tacneños. - Salvador, qué hermoso sería si Tacna y Arica dejaran al Perú y a Chile y formaran un Principado.

- Sería maravilloso, grandioso, Juan. Se acabarían las peleas de los mayores. Mi papá que trabaja en el Rancagua, dice que no puede ver a los peruanos. Pero yo los quiero, los quiero de verdad.

- Es que tú eres joven, Pepita. - Tiene razón Juanito. Podríamos invitar a un Príncipe europeo, hermoso e inteligente, para que venga a estas tierras y nos gobierne.

- Ya los veo a ustedes con los cabellos rizados y empolvados. - ¡ Bah ¡ No sea leso, Salvador. Eso fue durante el tiempo de los reyes de Francia. Ahora nada que ver.

El gabinete del doctor Vicente Dagnino era sencillo. Apenas un escritorio, tres sillas de Viena, con asiento de mimbre tejido; dos estantes llenos de libros; la camilla para auscultar a los pacientes; un biombo de tres cuerpos y un sofá que solían ocupar los alumnos del liceo, en sus visitas dominicales.

- Disculpen la demora. Tuve que atender a un socio de la Sociedad de Artesanos – dijo el doctor al ingresar al consultorio.

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Era de baja estatura, tez blanca, ancha frente y grueso bigote. El rostro coronado por cabello ondulado. Sus ojos denotaban inteligencia y bondad. A falta de médicos peruanos él se encargó de la asistencia de los socios de la Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos El Porvenir. - Doctor, lo venimos a felicitar. Hemos visto en casa un ejemplar del libro EL CORREGIMIENTO DE ARICA, editado en la imprenta LA EPOCA. Mi padre dice que es una gran obra para conocer la historia de ese puerto.

- Gracias, hijo, muchas gracias. Soy un médico con vocación de historiador. ¿Raro verdad? En la vida debemos procurar servir de varias maneras. Si bien he sido formado para curar las enfermedades del cuerpo, también puedo contribuir a que los tacneños y ariqueños conozcan su pasado. Eso se llama incrementar la cultura de un pueblo. Dentro de poco debo editar otra obra que se titulará EL CORREGIMIENTO DE TACNA.

- Doctor, Salvador me ha contado que con el dinero que gane por vender el libro usted contribuirá a curar enfermos. ¿Es verdad? Eso lo escuchó en su casa.

- Niños, les explicaré. La edición de EL CORREGIMIENTO DE ARICA consta apenas de mil ejemplares. Como autor me he quedado con cien ejemplares. Los novecientos restantes los he donado a las Juntas de Beneficencia de Tacna y Arica para que los vendan y repartan, los cinco mil pesos que obtengan, entre los hospitales de ambas ciudades. Ya ven, queridos niños, como el fruto de mi pasión por la investigación histórica puede destinarse a ayudar a que se curen los enfermos.

- ¡ Qué bien, doctor! Cuando sea grande quisiera ser médico. - Matilde, estas loquita. Es feo que las señoritas sean médicos. Tus padres no lo aprobarían.

- ¿ Por qué, no? Los tiempos están cambiando niños. Estamos iniciando el siglo veinte. El hombre inventa aparatos. Allí están el cinematógrafo, el teléfono, el telégrafo, las bombillas de luz eléctrica y

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los aviones. El hombre puede volar, es una maravilla, la realización de un viejo sueño de la humanidad. Un compatriota de los niños peruanos, aquí presentes, Jorge Chávez, cruzó los Alpes. Aunque murió casi al concluir su vuelo, fue una hazaña. Nadie puede negarlo. O aquel otro de Carlos Tenaud, que en un monoplano Bleriot acaba de cruzar el cielo del Canal de Panamá, uniendo el océano Pacífico con el Atlántico o las acrobacias de Bielovucic, volando sobre la plaza de armas de Lima y aterrizando en el hipódromo de la capital del Perú. Estos hechos son una muestra de lo que será el futuro. Entonces, ¿ por qué Matilde no podría ser médico?

- Tiene razón, doctor. También quería decirle que mi papá nos ha contado que el cometa Halley, que acaba de pasar, ocasionará que los mares se salgan y que ocurran sismos en la tierra.

- Tu papá no está bien informado, Juanito. Seguramente está leyendo una de las revistas sensacionalistas que llegan de España. Yo tengo algunos números que los oculto para no alarmar a la gente de buena fe. Debes saber que el cometa Halley es un cuerpo celeste que aparece en el cielo de nuestro planeta desde hace muchos siglos y que después, casi al finalizar el presente siglo, en 1986, volverá a aparecer. En ese entonces solamente alguno de nosotros podrá observarlo ¿verdad?

- Y esto ¿ qué es, doctor? Parece un papiro del antiguo Egipto. - Es una maravilla que tenía guardada para mostrárselas en esta visita. Vean que maravilla. Es la copia de un plano de Arica, del siglo diecisiete, más exactamente de 1692. Lo he adquirido de la Biblioteca Nacional de Lima. Don Rómulo Cuneo Vidal, un gran caballero e historiador ariqueño, ha tenido la bondad de enviármelo.

- El puerto no era muy chico, doctor. - Fíjate Salvador, qué bien delineadas las manzanas y que bien dibujaban entonces.

- Niños. Este plano tiene ochentainueve centímetros de ancho por ochentaicuatro de largo. En él se registran las veintiocho manzanas que existían. Podemos apreciar la ubicación de los Conventos de San

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Francisco, La Merced, la iglesia Matriz y el hospital San Juan de Dios. Se trata de una Arica reconstruida después de los terremotos que la destruyeran en 1663 y 1687.

- Doctor, en mi casa escuché que los piratas habían atacado el puerto de Arica varias veces.

- Así es, Juanito. Aquello sucedió, exactamente, en el año nuevo de 1692, justamente en el año que levantaron este plano. Los ariqueños se defendieron bravamente organizando milicias. Una milicia estuvo ubicada en la isla del Alacrán; dos en la playa del Chinchorro; tres en la parte posterior del hospital y un pelotón se posesionó de la plaza de armas. Dos días duró la defensa. Hubo bajas en ambos lados. Algunas versiones, que largo tiempo circularon, afirmaban que en los enfrentamientos murió el pirata Davis, otros decían que fue Sharp o Clipperton. En algún lugar del viejo cementerio de Arica está la respuesta a ésta incógnita.

- También sabemos que existen restos arqueológicos en esta zona, quiero decir en Tacna y Arica. ¿Puede usted ilustrarnos al respecto doctor?

- Por supuesto, niños. Me alegra sobremanera que su curiosidad sea grande. Quiere decir que han sido motivados en el aula y que no se conforman con los conocimientos que se les imparten en la escuela. Eso está muy bien, los felicito. Por experiencia aquí Tacna conozco hasta tres lugares en los que es fácil encontrar restos arqueológicos de la época pre inca. Uno de esos lugares se encuentra ubicado al sur del cerro Intiorko. El segundo frente a la punta del cerro Arunta y el tercero está en La Yarada y en la Boca del Río. En Arica puedo decirles que toda la Lisera, al sur del Morro, guarda maravillas de nuestros antepasados comunes.

- ¿Por qué dice nuestros antepasados doctor, si usted es chileno?-

preguntó Matilde. - Buena pregunta, niña. Digo antepasados porque nuestros orígenes han sido comunes antes y durante la existencia del gran Imperio de los Incas, que llegó, por el sur, como saben, hasta el río Maule. Entonces no habían peruanos, ni chilenos, ni bolivianos, ni argentinos. Éramos una gran patria. Pienso que así se debió haber

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dejado tranquila a la geografía. ¡Cuántos problemas nos habríamos evitado?

- Otra pregunta, doctor. ¿Ha visto usted momias? - Por supuesto. Hace poco vi una que sacaron en Para. Estaba casi intacta. Tenía pequeñas planchas de oro y plata y estaba adornada con argollas de colores. Fue encontrada a cuarenta centímetros debajo de la superficie. Sobre el cadáver habían colocado carapachos de tortuga.

Los niños se entusiasmaban y aprendían con las charlas del joven médico chileno. Las horas transcurrían sin sentirlas. En ellas, aprendían más que en las aulas. - Salvador, mi cabeza está llena de proyectos. - Podemos organizar una excursión con el doctor. - Iremos a Para, al cerro Arunta. Tal vez encontremos momias. Pediremos permiso a nuestros padres.

- No habrá problema. Basta que les digamos que vamos con el doctor Dagnino.

- Mi hermano menor estudia con una de las hijitas del doctor. - Está llegando el tren que viene de Arica. - Son las seis de la tarde. - Doctor, dicen que en otros pueblos la hora es anunciada por las campanas de la iglesia. ¿Es verdad?

- Así es Juan. Pero, desgraciadamente, la iglesia Catedral de Tacna se encuentra a medio construir. Fue empezada durante el gobierno del Presidente peruano don José Balta, en 1873. Su construcción se detuvo en 1878. Después vino la guerra y los sucesos que todos lamentamos. Los planos son de don Gustavo Eiffel, no lo olviden. Les

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he contado estos antecedentes respondiendo un poco a la pregunta. Sin embargo hay una gran campana, pero es otra historia.

- ¡Cuéntela, cuéntela doctor! - Lo haré, lo haré. Pero consideren que la noche ha caído. No alarguemos tanto esta reunión. No quiero que por mi culpa tengan problemas en sus hogares.

- No se preocupe, doctor. En nuestras casas saben que estamos visitándolo y se alegran por ello.

- Gracias, niños, pero no hay que abusar de la confianza de los padres. Volviendo a la historia les cuento que la campana de Tacna fue fundida en 1829, por iniciativa del cura y Vicario de la Parroquia don Manuel Centeno y Capaz. Dicen que hubo gran entusiasmo para lograr el objetivo de dotar a la ciudad de una campana digna de su prestancia. Para empezar la operación, colocaron un horno gigante entre la casa cural y el edificio que ocupa la Intendencia. A ese horno los fieles tacneños arrojaron sus alhajas de oro y plata. Un destacado gesto fue el del Presbítero José Valencia Navarro que entregó como ofrenda un cáliz de plata colonial. El artista de esa obra fue Ivan Val Mac Fecit, irlandés.

- ¿ Costará mucho trabajo colocarla? - Sin duda. Había estado en una de las viejas torres de la antigua iglesia matriz de la que cayó con el terremoto de 1833. Los tacneños la volvieron a colocar y la hicieron tañer el diecinueve de septiembre, del mismo año. Con el tiempo, destruida la iglesia, la colocaron donde pudieron para anunciar el inicio de la batalla del Campo de la Alianza. La última vez que se le ha escuchado fue con motivo de la llegada del siglo veinte. Con ese motivo se organizaron grandes fiestas. Conozco algo de ellas. Pero es otra historia.

Los niños salían maravillados después de aquellas veladas. Se despedían del doctor Dagnino conociendo más del pasado de Tacna que, para algunos, era la tierra donde habían nacido y, para otros, el lugar donde vivieron los mejores años de sus vidas.

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- Señor Ossa, en usted recae la responsabilidad de organizar la celebración del Centenario de la Independencia de Chile. Nadie mejor que usted, ordenado, disciplinado, meticuloso, para disponer lo conveniente.

- Suerte la suya, Jahuel, hombre. El camino está allanado. Sin maestros, ni curas peruanos, todo es más sencillo.

- Cualquier manifestación hostil, ya sabe, no tiene más que comunicarse con nosotros o con el Prefecto Barahona. ¿Entendió? Claro que sí. Usted es inteligente. No descuide detalle. Tenemos que quedar bien con el gobierno de Santiago que querrá saber que sucede en la puerta norte de la patria.

- No piense que nos vamos a eternizar en Tacna. No, qué va hombre. Esta es una situación transitoria, solamente un trampolín. Ossa usted lo entiende así, ¿verdad? En la víspera me reúne a los niños de los liceos y las escuelas, en el Teatro Municipal, a lo grande, con bombos y platillos. Allí les daremos diplomas y premios por aprovechamiento y conducta, sin distinciones odiosas. No repare en que sean o no tacneños. Quién merezca un premio que lo obtenga por estricta calificación de méritos. Me reserva las primeras filas para invitados y maestros.

- Barahona, así me gusta, hombre, siempre a la orden. Usted es el responsable de la misa en la alameda, en el parque Pinto, frente a la Recova. Después del oficio religioso los conscriptos jurarán ante la bandera. Es el acto más solemne. Nuestra tricolor flameará más orgullosa que nunca en el cumpleaños de la patria. Busque el apoyo de los Capitán Guillermo Villalobos y del Teniente Víctor Cañas, del Rancagua. Ellos tienen experiencia. Recuerde que se trata de un Centenario, no se trata de un aniversario común. Suerte la nuestra, Barahona, que nos toca celebrarlo en tierras conquistadas.

- Y que no las devolveremos, señor Intendente. - Jamás, jamás, aunque tengamos que matar al último cholo. - Ya verá usted como los hago saltar si me ponen bravos. - Bien dicho, señor, bien dicho. - Ahora que vean el porte de nuestros soldados se quedarán con la boca abierta y sin deseos de rebelarse.

- Será un programa para todos los gustos, estimado doctor Blanlot. - Por supuesto, señor Intendente. Recuerde aquello de que hay que dar al pueblo pan y circo.

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- Ja,ja,ja, ¡qué pícaro es usted! Pero tiene razón. En el pan y el circo está la clave del éxito de muchos gobiernos de antes, de los de ahora y de los que vendrán. No lo dude.

- Señor Alcalde, qué bien se le ve. Parece que los años no pasan por usted.

- Ni por usted, amigo Lira que está mejor que todos nosotros juntos. - Vamos, hombre, no exagere. Lo que pasa es que tengo una gran actividad y, cuando puedo, me arranco para el sur. Esos aires, de los campos chilenos, son tonificantes. A propósito, ¿cómo están sus parcelas?

- Bien, vamos bien. Tengo unos huasitos fieles que las trabajan. No me quejo. Los tiempos, después de la guerra, mejoraron mucho para nosotros.

- ¡Ah, ni dudarlo, no solamente para ustedes¡ Vivimos bien a costa de los cholos. Oiga, don Arturo, deseo que usted, acompañado de mi esposa, coloque la primera piedra del monumento a la expedición libertadora al Perú que levantaremos en el parque Lira, en la Alameda. Debemos mostrarles a los peruanos que del sur vino la libertad para ellos.

- Será un inmerecido honor, señor Intendente. Encantado de cumplirlo.

- Y algo Más. Lo invito, desde ahora, a decir las palabras de honor. Es un importante número en el programa del Centenario.

- Usted me abruma, señor Intendente. Muchas gracias, nuevamente.

ºººººººººººººº

- Julita, lo he visto todo, absolutamente todo¡ - ¿ De qué se trata hija? - Inaugurarán el dieciocho el almacén la Nueva Villa de París, en la calle del Comercio. Es una tienda maravillosa.

- Por fin algo digno de frecuentar. Ojalá traigan novedades, querida. - Habrá muchas novedades. Me lo ha contado Petita que todo lo sabe. - No me digas, hija. ¿ Por ejemplo? - Te hago una relación, para que te quedes con la boca abierta. Hay perfumería fina, finísima, sombrillas de última moda y unos corsé que son la locura.

- Además de eso, deberían traer muebles finos, hija. He visto cada preciosidad en Santiago. Pero me da miedo comprarlos. En cada viaje se desarman. Peor en nuestro caso que estamos como gitanas, pu chiquilla.

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- Muebles, dices. Pero si hay de los mejores. La novedad de novedades son unos muebles japoneses que casi no ocupan espacio y son elegantísimos.

- Si hija, hacen bien los japoneses. Como que nos hemos cansado de tremendas moles, unos armatostes que no dejan espacio para nada. Bueno, niña, ¿y qué más hay? Parece una relación del paraíso.

- ¡Ah, los pianos Mozart de Hilgärtner y las alfombras son de no codiciar, porque pecas. ¡Hermosísimos, her…mo… sí…si…mos!

- Y para ellos, ¿hay algo? - Estarán de pláceme los dómines. Han traído una gran variedad de vinos. Hay burdeos blanco y tinto Chateau Trigant, carísimos, pero dicen que nada se les iguala.

- Total, querida, tenemos que darnos el gusto. No en vano vivimos tan lejos y expuestas a tantos peligros.

ºººººººººººººº

- Los del Atacama nos encargaremos de elevar los globos en la víspera. Además, ya hemos conversado para organizar una carrera de caballos con el Tacna Pajer Chase Club. ¿Les parece?

- Bien, Mayor Sepúlveda. - Sería un acierto encargarles el desfile de los carros alegóricos, ¿qué le parece la idea, señor Intendente?

- Cierto, cierto. Mayor, usted con su gente nos puede apoyar en el arreglo de los carros alegóricos. Tenemos el concurso de varias instituciones y casas comerciales que me han prometido participar.

- Deme usted la relación, señor, y nos ponemos manos a la obra. Usted sabe que para nosotros, los militares, todo es para ayer.

- Eso me agrada, Mayor, gente ejecutiva- Vea usted, aquí tengo la lista. Tome nota. Han asegurado su participación la Segu7nda Compañía de Bomberos Zapadores Chile, que tiene su cuartel en la esquina de la alameda Dos de Mayo con la calle del hospital San ramón. También están la Sociedad de Empleados y Obreros chilenos, la Fábrica de Calzado de Aycaguer Duhalde y Cia y los soldados del Rancagua que lanzarán salvas, cada cierto trecho. Iniciará el desfile la banda de músicos del Rancagua.

- Padre Montero, usted tiene bajo su responsabilidad el acto litúrgico. Por estar cerradas las iglesias la gente no tiene donde rezar. Está de más recordarle que todo este contratiempo se debe a la intransigencia de los curas peruanos que confundieron el púlpito, que está

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consagrado a Dios, con una tribuna vulgar para hacer patrioterismo y lanzar arengas a favor de los peruanos. Eso no se podía tolerar.

- No, por supuesto que no. Se lo digo yo, que soy Capellán del Ejército de Chile. Usted ha actuado con la ley en la mano, señor Intendente. Así lo reconocemos todos. Si mil veces lo haría, las mil lo volveríamos a apoyar. Primero están los intereses de la patria.

- Aquí está el padre Ludovico, señor Lira. Es un sacerdote de la Orden Carmelita. Es español.

- Encantado de conocerlo, padre. Me tiene a sus ordenes. - Es mío el placer, señor Intendente. - Qué bien. Usted dirá el sermón que corresponda. Nadie podrá alegar nada. Usted es extranjero.

- La Diócesis de Arequipa no tiene por qué decir nada, señor Intendente.

- Usted sabe como son. Es mejor evitar problemas. - ¿Qué clase de problemas pueden suscitarse en estas tierras que ustedes han ganado en buena lid?

- Padre Ludovico, los sacerdotes peruanos acuden raudos ante Relaciones Exteriores. Fíjese que no me preocupa tanto el gobierno de Leguía cuánto el poder de la iglesia, con su venia padre.

- No tiene porque pedir disculpas, señor Intendente. Es una verdad de que la iglesia católica tiene un gran poder, en eso estamos de acuerdo. Sería de tontos negarlo.

- Su sermón estará orientado a resaltar el Centenario, haciendo especial mención a los padres de la patria y a la expedición libertadora que partió de Chile para llegar a las costas peruanas. Recuerde que, además de los invitados, y de la tropa, estarán presentes niños de las escuelas, los obreros y los chilenos residentes.

- No tenga cuidado, señor Lira. Me esforzaré por decir una pieza brillante. Usted debe saber que Chile es para mí mi segunda patria, la patria del corazón.

ºººººººººººººº

- Han estado todos, Federico. Me lo ha contado un amigo que vive en la Alameda, cerca de la casa de Lira. Fíjate que ahora dicen que nos han regalado la libertad. Se llenan la boca con la expedición libertadora. ¿ Y el grito de Zela esta nuestra Tacna y los levantamientos de los indios rebeldes, de Túpac Amaru, por ejemplo? Pero, bueno, esperar algo de ellos sería pedir peras al olmo.

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- Lo más grotesco ha sido el sermón del cura español.¡ Qué tal chapetón para reaccionario! Y qué mal elegido, buscar un español justamente cuando celebran el centenario de su independencia.

- Esas son las brutalidades de Lira, José María. - Lamentable como usan a los pobres niños inocentes. Les obligan a portar banderas chilenas.

- El roto Lira se creía el propio Presidente Figueroa Larraín. - En primera fila dice que estaban los Ministros de la Corte, el Alcalde, los cónsules y los adulones de siempre, perros de toda boda. Allí estuvieron Moisés Astete Pinto, Juan Matienzo, Alfredo Arenas, Manuel Donoso, Filomeno Cerda, Maximiliano Varas, Eduardo Cisternas y Enrique Medina. Es decir, sin exagerar, la flor y nata de la rotería en Tacna.

- Volviendo a lo del cura, Federico, te cuento que dijo que tuvo el orgullo, según él, el orgullo, de decir que Chile era su segunda patria. Más papista que el Papa. Estos chapetones no cambian.

- Ni cambiarán.

ºººººººººººººº - La mejor noticia ha sido el nombramiento del doctor Enrique Basadre, como Ministro de Gobierno de Leguía. Esa noticia hay que destacarla, Pablo, en primera.

- ¿Es hijo de don Modesto? - Así es. No olvides que es una eminencia, como todos los Basadre. Lo mejor que ha dado la tierra tacneña. En Lima, con los médicos Ganoza y Morales, fundó el gabinete de electroterapia del Perú, una absoluta novedad.

- Si mal no recuerdo, Basadre fue combatiente en el combate del 2 de Mayo.

- Recuerdas bien, Pablo. Don Enrique Basadre, muy joven, recién egresado de la Facultad de Medicina, atendió a los heridos en el hospital San Bartolomé. El Coronel Inclán le tenía gran aprecio.

- Hombre valiente, inteligente y patriota. Un tacneño cabal. Fue el último en abandonar la Independencia después de aquel feroz encuentro en Punta Gruesa.

- Aquí hay otra nota, para la edición de mañana. La acaba de traer Pancho Menéndez, que colabora con nosotros. Es una nota trágica.

- ¿ De qué se trata, Pablo? - Un incendio en Piedra Blanca. Fue anoche, terrible. La gente del Valle Viejo está conmovida. Murió carbonizado Jorge Rejas Arias,

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dueño de una finca. Están gravemente heridos Bernardo Rodríguez y José Santos Guillén. Ha sido un cuadro dantesco. Los vecinos vieron como Rodríguez corría, convertido en una tea humana, hasta la casa de Carmen Cruz, que vive cerca. Al pobre Guillén le arrancaron la ropa con carne adherida. Pobre hombre.

- ¿ Cuál habrá sido la causa del incendio? - Los carabineros del retén de Pocollay están investigando. Afirman que se trata de un accidente. En la finca de Rejas guardaban veinte quintales de pólvora, lista para enviarla a Oruro. Lo curioso es que ha desaparecido la cadena y el reloj de oro de Rodríguez.

- Solamente Dios sabe la verdad. - No te olvides Pablo de escribir una nota sobre la intención del doctor Dagnino de fundar un museo en Tacna. Esa es una obra que debemos alentar. La cultura no tiene fronteras. Cuando los chilenos se vayan por lo menos que dejen algo de provecho para la ciudad.

- El doctor es muy generoso, nadie lo puede negar. Aquí tengo sus declaraciones. Ha dicho que con el dinero que obtenga de la venta de su libro EL AYUNTAMIENTO DE TACNA piensa comprar un inmueble a la Sociedad Italiana de Beneficencia. Allí funcionaría el museo.

- Es una excelente idea. Hay que darle buena cobertura en el diario. - En la columna deportiva publicaremos que mañana, en el Orfeón, a las nueve de la noche es la pelea a finish entre Juan Cossa y Víctor Canales.

- No hay que ser adivino para afirmar que Canales noqueará en el primer round.

ºººººººººººººº

- Matilde, hija mía, se vienen tiempos difíciles. Tu padre no quiere alarmarnos, pero esa es la triste realidad. Los chilenos han expulsado a los maestros y sacerdotes y muy pronto arremeterán contra los periodistas. Pablo lo sabe muy bien. Don Federico y don José María Barreto y los señores Freyre, del diario EL TACORA, le han advertido del peligro que corren todos ellos. Debemos ser fuertes, hijita, estar preparadas para lo peor.

- Madre, no es justo. Los mayores deben buscar formas mejores para solucionar sus problemas. Nosotros los chicos, en el liceo, no tenemos muchos problemas.

- La juventud es idealista, hijita, es sana de alma y de mente. Los mayores son los que hacen las guerras, los que buscan la discordia

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entre los pueblos. Perú y Chile no debieron haberse peleado jamás. Entre hermanos no pueden existir contiendas. Ahora, solamente nos queda rogar a Dios y a la Virgen del Rosario, Nuestra Patrona.

- Dicen que la Virgen de las Peñas es más milagrosa, mamá - Hijita, todas son representaciones, nada más. Una sola s la Santísima Virgen, la madre de Jesús. Sin embargo, te lo confieso, yo también le tengo mucha fe a la Virgencita de las Peñas.

- Pero ahora está prohibido ir a su santuario. - Es cierto. Los chilenos abusivos han prohibido visitar Livílcar, en el interior de Arica, que es el pueblito donde está aquella hermosa imagen, grabada en las peñas.

- ¿ Esa Virgen es peruana, mamá? - Hijita, la Madre de Jesús es de todos los pueblos. Pero la Virgen de las Peñas, por haber aparecido en la sierra de Arica, es una imagen que pertenece a la tradición religiosa del Perú, nuestra amada patria.

- ¿Conoces su historia, mami? - Es larga, pero te la resumiré. En realidad son varias la aparición de la imagen. Una dice que la Virgen se le apareció a un pastor, en el año 1642, cuando éste vio que una niñita era atacada por una serpiente. Cuando el hombrecito acudió a defender a la niñita ésta, y el animal, fueron muertos por un rayo. Inmediatamente, en la peña, apareció la figura de la Virgen. Otra versión me la contó una viejecita que vivía en el barrio del Callao. Esa viejecita se llamaba Aurelia García Zamorano. Era natural del pueblecito de Codpa, vecina de Livílcar. Ella contaba que una pastora anciana, descendiendo por una quebrada, que tenía fama de ser lugar de penas, invocó a la Virgen pidiendo su ayuda. La Madre de Jesús se le apareció y le ordenó seguir el camino hasta Arica. La viejecita temía por sus animales. La orden era terminante. Tenía que ir a Arica anunciando que la Virgen deseaba en aquel lugar su santuario. Naturalmente, hijita, la gente creyó loca a la pastora quien, cuando se encontraba reunida con otras personas, volvió a escuchar la voz de la Virgen. De este acontecimiento tomó nota el Vicario de Arica y lo comunicó al Obispo de Arequipa. La curia autorizó, inmediatamente, que se levantara un santuario. La viejecita regresó a vivir en Livílcar, acompañando a la Virgen, hasta que un día desapareció sin dejar rastro.

- Madre, también me han contado la historia de un enamorado español. ¿Conoces esa historia?

- Es una historia profana, hija mía. No debes repetirla. Dicen que un español enamorado venía de Bolivia, por el camino de los arrieros.

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Como su novia lo había abandonado él esculpió en una peña el rostro de quien le dio calabazas. Tonterías, yo no creo ese cuento.

- Mamá, dicen que es muy milagrosa la virgencita de las Peñas. - Ni dudarlo, hijita, ni dudarlo. Conozco un milagro que nadie puede negar. Te lo cuento y afirmo porque he sido amiga de doña Gracia Santa María Arias, hermana de un niñito que, a poco de iniciado el cautiverio de Tacna, fue atropellado por un caballo que montaba un militar chileno. El niñito tenía un año y medio de edad. A causa del accidente, los médicos desahuciaron al pequeño. De pronto hasta el enfermito llegó un hombre alto, moreno, que dijo ser enviado por una señora del barrio Alto de Lima, que no podía identificar. Para esto, la madre del niño, apenas ocurrido el accidente, se había encomendado a la Virgen de las Peñas. El hombre practicó unas curaciones de emergencia al pequeño enfermito y se despidió. Nunca más se le volvió a ver en Tacna. Quién te dice, hijita, que ahora aquel niñito es todo un hombre, sano, alto, fuerte. Se llama Emilio Santa María. La familia Santa María vive actualmente en el santuario, cuidando a la Virgen. Es una promesa que no rompen.

- ¿Es cierto lo que me han dicho, en el liceo, que la Virgen crece de tamaño?

- Esa es otra historia que me la contó la señora Gracia. Ella me ha jurado que cuando era niña vio que la Virgen no medía más de cincuenta y seis centímetros. Su madre, doña Felicidad Arias Granadino, en el año del terremoto que destruyó Tacna y Arica, en 1868, la contempló cuando medía apenas veinticinco centímetros. ¿No te parece un prodigio, un milagro?

- Cierto, mamá. Es un milagro. Virgen tan milagrosa tendrá que consolarnos contemplando nuestros sufrimientos, ahora que estamos cautivos.

- Ay, hijita. Cuántas calamidades vendrán más adelante. Ya son las nueve y media y tu papá no llega. Roguemos a Dios para que regrese pronto. En este tiempo de nada podemos estar seguras, sobre todo con el trabajo tan peligroso que tiene. Hace años, ser periodista era casi un adorno. En estos tiempos se ha convertido en una profesión muy peligrosa. Los chilenos no respetan nada, ni a nadie. Si no han tenido corazón para expulsar a los Ministros de Dios menos lo tendrán para con los periodistas que todos los días recuerdan a los peruanos sus obligaciones, sus deberes y sus derechos para con el Perú, nuestra patria.

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- Madrecita, no te aflijas. Estoy segura que todo pasará. Si escucharas tú las lindas historias que nos relata el doctor Dagnino. Él cree en la bondad universal de los hombres.

- Hijita, si todos los chilenos fueran como el doctor no tendríamos de que quejarnos. Ese médico es un santo. No repara en levantarse a cualquier hora de la noche para atender a los enfermos. No pregunta sin son peruanos o chilenos. Y hasta obsequia medicinas a los pobres. Hasta ha dicho que con la venta de su obra de historia hará caridad en los hospitales. Algún día tacneños y ariqueños tendrán que inmortalizar en bronce su figura para ejemplo de los pueblos. Hay que ser agradecidos, hijita, con quienes se lo merecen. La gratitud es una virtud.

- Madre, recemos.

ºººººººººººººº

- Este ha sido un año malo, Segundo. Un pésimo año. - Habrá que ver como será el próximo. Parece que las esperanzas son cada vez más escasas.

- Casi no tendremos fruta. La lluvia prematura malogró los frutales y el agua no alcanza en Tacna.

- Qué va a alcanzar si poca resulta para tanto zángano que atiborra los cuarteles.

- A principios de enero llegarán doscientos conscriptos del sur. A ese contingente tiene usted que sumarle ciento ochenta que reforzarán el Rancagua y ochenta que van al Atacama.

- Don Manuel, ¿tuvo noticias de su Lucho? - Sí, casualmente de él quería contarles. Ayer por la noche me trajeron una carta. Los muchachos llegaron sin novedad. En Lima los atienden muy bien. Viajaron en el Quilpue, que dicen que es cómodo. Con Lucho han viajado Felipe Márquez, Pepe Bedoya, el hijo del peluquero y un tal Manuel Torres, que no conozco.

- Sangre nueva para nuestro ejército. - Ojalá algún día los veamos entrando con sus uniformes por las calles de Tacna.

- Ojalá, don Segundo. Ojalá. - Otra novedad de las buenas, para el próximo, es la instalación de la luz eléctrica, la maravilla del siglo.

- ¿Será cierto tanta belleza, don Manuel? - Eso se lo he escuchado a un amigo de ese gran periodista que es Gerardo Vargas, que todo lo sabe. Cuentan que en Santiago han

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autorizado a Régulo Valenzuela y Compañía para que formen en Tacna una sociedad mercantil.

- Debe ser verdad. Usted sabe que los rotos se desviven por impresionarnos y deslumbrarnos. Ahora sí, textualmente. Nos deslumbrarán con un mejor alumbrado, que buena falta nos hace. Quieren mostrarnos que los adelantos del siglo a ellos les llegan primero.

- ¿ Y sobre la desviación de las aguas del Maure, qué sabe usted? - Ese es un sueño dorado de los tacneños. Ha sido el anhelo de nuestros padres porque comprendieron que cada vez tendríamos menos agua para regadío y que la población crecería.

- Tengo entendido que una misión de ingenieros chilenos ha estado por la cordillera estudiando la posibilidad de traer las aguas del Maure.

- Sí, pero llegaron a la conclusión de que es impracticable toda acción pues tendría implicancias, técnicas y limítrofes, que causarían problemas y nuevos roces con Bolivia. A ellos no les conviene.

- No quieren tocar a Bolivia ni con el pétalo de una rosa. - Qué van a querer si han obtenido lo que han querido de los bolivianos y encima les prometieron construir una gran red ferroviaria que seguramente será realidad el día de san blando.

- Son unos zorros. Construyeron el ferrocarril Arica-La Paz para encerrarnos a los tacneños de por vida.

- No queda duda de que han pensado en todo. - No en vano han tenido y tienen la fuerza en sus manos. No lo olvide, don Manuel.

- Castañón ayer me dio una buena noticia. - Ya era hora de buenas noticias. ¿De qué se trata? - Sabe usted que el sábado llegaron al puerto de Arica unas modernas naves chilenas. Bien. El roto Lira organizó una excursión con los alumnos del liceo. Buscó a los mejores, los más aplicados, los más disciplinados. Los arengó magníficamente, como que los enviaba a conquistar la luna. Los chicos partieron en el primer tren. Los padres los fueron a despedir a la estación. Todo iba bien. En Arica, el Gobernador Arteaga, otro antiperuano infernal, los volvió a arengar. Los muchachos pasearon por la lisera, vieron las naves, algunos quisieron subir al morro. Por la tarde, la misma pantomima de la estación. No estaba Lira pero sí su consejero, el doctor Blanlot. Apenas ingresaron a Tacna, quien le dice don Manuel, los chicos empezaron a cantar a voz en cuello el Himno Nacional y a dar vivas al Perú. Ni qué hacer. Los rotos, con la cara larga, se dieron media vuelta y partieron con el rabo entre las piernas.

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- Qué tales muchachitos. Sin duda eran los mejores del liceo.¡Valen un Perú!

- Ojito, que dentro de ellos habían varios chilenitos tacneños. - Es que se contagian, hermano. Usted sabe como es uno en la adolescencia.

ºººººººººººººº

- Ay, hija, cada día estamos peor. Este siglo nos ha traído sorpresas desagradables.

- Para mí Carlotita, que el cometa Halley es la causa de muchos desastres. Te apuesto que pronto empezarán las guerras en Europa.

- Ay, no digas tonterías, hija. Son cosas del vulgo. Mayores desgracias no podrían ocurrir a la humanidad.

- Pero, cómo no. Ya ves que aquí en Tacna, siempre tan tranquila, se están cometiendo robos y delitos mayores. Lo del incendio en Piedra Blanca no me van a decir que fue una casualidad. Eso ha sido un ataque criminal. Pobres hombres. Dos han muerto carbonizados.

- Acabo de leer en LA VOZ DEL SUR que asaltaron a Daniel Berríos, en pleno día, a las dos de la tarde, por la bajada del cerro Intiorko. Lo han dejado medio muerto de la paliza que le propinaron para robarle ciento veinte pesos y su mula.

- ¿ Qué me dicen? ¿Es cómo para estar tranquilos? Si a todo eso le agregamos las bravuconadas del roto Lira, y de esa chusma que llega del sur, tenemos un cuadro completo de las barbaridades que nos esperan.

- Si, hija, es cierto. Me da miedo esta situación. Tanta fatalidad y ni siquiera tenemos abiertos los templos para refugiarnos en la oración a los pies de nuestros santos. Abrase visto. La casa de Dios cerrada, a piedra y lodo y con un gendarme armado.

- Qué no todo sea tristeza, amiga. Esta noche vamos a la retreta en la Plaza Colón. Los del Rancagua tocan de lo más bien. Serán chilenos, lo que quieras, pero son buenos músicos.

- Tontuela, es que son los únicos a los que escuchamos. Cómo podrías comparar.

- Ay, no exageres. De su repertorio a mí me gusta la Obertura aquella Los Coraceros. A mí la fantasía de la ópera Baile de las Máscaras y el vals Serenata Italiana.

- Hija, ese vals es fantástico. Además, te digo, me trae recuerdos. - ¿ Gratos o ingratos? - ¡ Gratos, querida, gratísimos!

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- ¡ Copucha, amiga, copucha¡ - Pero no lo cuentes a nadie. - Cómo se te ocurre niña, soy una tumba. - Bien, ahí va el cuento. Sucede que el otro día, en la plaza Colón, a la hora de la retreta, yo estaba con Manuelita. Si ya sé que no te gusta, mujer, pero conmigo es muy buena amiga. Sería cosa de que la conozcas mejor. Bueno, déjame contar. De pronto, cómo si fuera una visión, pasó el poeta.

- ¿ Quién? - Federico Barreto, pues, amiga. - ¡ Huí, me muero, me da un soponcio! - No te mueras tan rápido. - ¿ Y qué pasó? Cuenta rápido que transpiro de curiosidad. - Pus casi nada. Me clavó sus ojos negros. Casi me derrito. Yo le arrugué la nariz.

- ¡ Coqueta! - Y seguí de largo. En ese momento los del Rancagua tocaban aquella Serenata Italiana. ¿ Qué te parece la historia?

- ¡Ay, hija, ni lo preguntes! Fabulosa, extraordinaria. Ojalá que se repita, pero conmigo.

- ¡ Calla la boca, mal amiga!

ºººººººººººººº

- ¿ Qué tal Matildita? ¿Cómo se portaron los niños? - De lo más bien. Sus hijos están muy bien criados. - ¿ No se impresionaron? - ¡Qué se iban a impresionar! Todo fue muy divertido. - La Compañía de Liliputienses se quedará una semana más en Tacna. Los grandes tendremos ocasión de dar una mirada a los enanos.

- ¿ Cuántos son los artistas, hija? - Aquí tengo el programa. Son seis enanos. Se llaman Mayer, Flinch, Siabenhauer, Chebloock y el dúo Firsche y Miss Martha.

- ¿ Verdad que miss Martha es la atracción? - Sí, señora. Tiene veinte años y mide solamente sesenta centímetros. Dicen que es la engreída del señor Scheuris, el dueño de la compañía.

- ¿ Cuáles son sus gracias? - Hacen pantomimas, acrobacias, se visten de payasos. El mejor número, para mí, es la pantomima que trata de las aventuras del marqués.

- ¿ El Orfeón estaría repleto?

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- No cabía un alfiler. Estaba todo Tacna. - Es grande la novelería para estos espectáculos. La gente se queja pero no se dónde saca plata para divertirse. Para mí que siempre ha sido igual.

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TERCERA PARTE

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- Este año promete ser bueno, señor Intendente.

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- Todos estamos seguros de que así será, señor Gobernador.

- Tenemos la noche entera para divertirnos, don Amador. Aún falta que lleguen algunos invitados.

La Quinta de las Palmeras, residencia del Intendente Máximo Lira, había sido primorosamente decorada, con flores y palmas. La brisa del estío refrescaba la noche. Los salones, profusamente iluminados, adornados con muebles finísimos, alfombras persas, cortinas de encaje y arañas de cristal que reflejaban su luz en los espejos. Se iniciaba el año 1911. En el salón, con sus mejores vestidos, bordados con encajes y cintas, perlas y brillantes de fantasía, las damas se disputaban el lugar de honor en la fiesta del año nuevo.

- Qué hermoso el vestido de seda café de doña Amanda de Numeres.

- Ni qué decir de aquel vestido azul eléctrico que le sienta tan bien a Adelita de Herrera.

- Si hija, pero no se queda atrás Amelita Blanlot. Dicen que el hermano la traído de Santiago solamente para lucirla.

Personajes, de rancios apellidos chilenos, se encontraban compartiendo la fiesta de gala que ofrecía el Intendente. No faltaron los Subercaseux, Larraín, Allende, Lapeyra, Cortinez. Estaba el cuerpo consular. Alto y serio, Frank Bebin, Cónsul de Francia; dicharachero y criollo, Tomás Bradley, Cónsul de Estados Unidos; bajo y regordete, Guillermo Corssen, Cónsul de Holanda; estirado y arrugado, Mister Johnston, Cónsul de Gran Bretaña; simpático y conversador, Andrés Laneri, Cónsul de Italia; mesurado Juan Matienzo, Cónsul de Bolivia; lejano, como si se encontrara a disgusto, el gringo Grarville de Montmorency, Cónsul de Noruega que conversó, gran parte de la noche, en una esquina del salón, con Julio César Raffo, el cónsul español.

- Se lleva las palmas Amelita Vaccaro de Parodi. Su traje de crepé de seda, negro, con bordados y brillantes, es una belleza.

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- El segundo lugar, a poquísima distancia del primero, yo voto por el traje de moaré blanco, lleno de encaje, que luce Emilia Bebin de Cortinez, es una exclusividad, me dicen.

- ¡ Pero qué gracia, si su marido le ha importado la tela de

Francia!

- Mayor razón para aplaudirla ¿no crees? En un aparte, los militares chilenos, vestidos con uniforme de gala, conversaban animadamente.

- Mi Capitán, creo que ya es tiempo de que nos cambien al sur.

- No se desespere, Teniente. El asunto con los políticos no camina bien en el país. La muerte del Presidente desconcertó a sus colaboradores.

- ¿ Cuándo llegarán los nuevos soldados para el Rancagua?

- Parece que la próxima semana. El asunto del rancho me preocupa. Vamos a tener que ocupar más chacras de los cholos, sobre todo las de Pocollay y Calana.

- Allí hay excelentes cultivos. La fruta es riquísima. Da una uva mil veces mejor que la nuestra. La uva blanca, sobre todo, es grande, dorada, jugosa. Un manjar.

- Dentro de poco empieza la temporada de peras y duraznos, aparte de las uvas.

- Ni qué decir de las ciruelas, mi Capitán.

- Este es un paraíso. Locos seríamos si lo soltáramos. Para eso estamos acá, para quedarnos con lo conquistado.

- Es verdad, Teniente. Aquí la vida es tranquila. Tenemos de todo, y podemos ahorrar. No hay de qué preocuparse.

- Felices ustedes que tienen acá sus familias. Nosotros los huachos, pucha que la pasamos remal, mi Capitán.

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- Es lo de menos, Teniente, solito tiene usted mayor libertad de movimiento. ¿No le parece?

ºººººººººººººº El baile se había animado. Las bandejas repletas de copas iban y venían. Ellos eran los triunfadores. Dueños del poder político, del militar, del económico, del judicial, del eclesiástico. No se incomodaban por nada. Solamente esperaban instrucciones para actuar. Las instrucciones de Santiago llegaban a base de lo que ellos, encabezados por el Intendente, informaban a la Cancillería y al gobierno. O sea que las instrucciones era nada más que la aprobación de sus intenciones. El despacho de Lira era amplio, acogedor. Las paredes empapeladas y el piso alfombrado. Frente al escritorio, un juego de muebles franceses acogía las visitas. Lira había invitado a las autoridades de Tacna y Arica, a hacer un aparte. Era una ocasión inmejorable para darles el mensaje que tenía reservado. Afuera la música animaba el baile

- Señores, estos son los primeros minutos del año nuevo. Nos hemos deseado felicidad y estoy seguro de que todos contribuiremos para que los propósitos expresados se cumplan. Lo que les manifestaré tiene carácter de reservado. No deben comentarlo ni con sus esposas en la intimidad de la alcoba. Todo lo conocerán a su debido tiempo. Tengo mucho gusto de que me acompañen mi asesor personal, el doctor Blanlot, el Gobernador de Arica, don Luis Arteaga, el Prefecto de Policía, señor Manuel Barahona, el Sub Jefe de Policía, don Amador Fuenzalida, el Mayor Oscar Sepúlveda, del Atacama y el Capitán Guillermo Villalobos Urbina. En realidad, estamos los que debemos estar.

- Señores, mis relaciones con el gobierno de Santiago están en su punto más alto. El gobierno, a través del Canciller Edwards me ha expresado, reiteradamente, su plena confianza. Juzgan que estamos

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desarrollando una buena labor. Digo, y lo recalco, estamos, porque sin el decidido apoyo, leal y consecuente de ustedes, no lograríamos los objetivos que nos hemos trazado. Hasta hoy hemos quitado del medio a los maestros y a los curas peruanos. Las escuelas imparten materias que se dictan en todo Chile. Los niños aprenden las lecciones que se han escrito a lo largo de la historia de nuestra patria. Los esfuerzos de los padres peruanos, en el hogar, serán inútiles. Estoy seguro de ello.

- Por otro lado, si bien es doloroso que las iglesias estén clausuradas, prefiero que así sea antes que permitamos que los curas fanáticos utilicen la casa de Dios para adoctrinar a los peruanos a favor de su causa. Sabemos que los indios ignorantes, que viven en la cordillera, no tienen idea de lo que es el plebiscito. Yo me preguntaba, quién les inculca el odio contra nosotros. La respuesta era simple, los curas peruanos. Felizmente que el paso que dimos, contra la iglesia, la poderosa iglesia católica romana, fue amparado y respaldado por el gobierno.

- Ustedes también han sido testigos de cómo la Corte de Tacna amparó a los curitas con lo que éstos se envalentonaron. Como les consta, me enfrenté, sin dudarlo, a los magistrados. Primero es el poder Ejecutivo, al que represento. Después son los otros poderes. No puede haber un estado dentro de otro estado, queridos amigos.

- A estas alturas, tenemos allanado el camino de la chilenización, en tres cuartas partes. Es poco lo que nos falta. Ahora viene el meollo de lo que quiero decirles. El plato fuerte de esta confidencia.

- Pregunto a ustedes, ¿ Cuál es el último bastión que les queda a los cholos para no ceder ante nuestra autoridad?¿A ver, cuál?

- Los periodistas, señor Intendente.

- Esa es la respuesta. Los periodistas, señores. Los Freyre, en EL TACORA, los Barreto en LA VOZ DEL SUR, los Vargas, los Köster y los Ward, desde EL MORRO, son los enemigos más fuertes, los únicos diría yo, que hoy tenemos. Pero, no nos vamos a dejar intimidar por unos cuantos plumíferos. ¿Verdad?

- No, por supuesto que no, señor Intendente.

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- Entonces, debemos actuar. Hace un tiempo que les hemos dado su merecido, pero fue poco lo que se logró. Hay una colmena de cholos que se dedican a repartir los diarios en la ciudad y en las chacras. Mientras los periodistas y sus colaboradores estén activos nos va a ser más difícil la chilenización de Tacna y Arica que forjamos con tanto esfuerzo. Digo que va a ser más difícil, nada más.

- ¿Qué debemos hacer, señor Intendente?

- Una es la respuesta. Eliminar a los periodistas, quitarlos del medio. Aquí tengo la copia de un documento confidencial que he remitido a Santiago, asesorado por el doctor Blanlot. La respuesta llegará pronto. Les pido disculpas por haberles quitado unos minutos, privándolos del baile de año nuevo. Pero era mi deber, aprovechando que estamos reunidos, autoridades de Tacna y Arica, para comunicarles el nuevo objetivo que, me atrevo a decir, es el objetivo del año que está naciendo. Sé que cuento con ustedes. Al final nos sentiremos orgullosos del deber cumplido y de haber contribuido a la grandeza de Chile.

- ¿ Tiene alguna noticia sobre el plebiscito, señor Intendente?

- Nada, señor Alcalde. Absolutamente, nada. No olvide que lo que se gana con sangre no se devuelve. Han pasado veintiocho años del término de la guerra y de la firma del Tratado de Ancón. La posición de Chile es clara. Además, ¿de dónde sacarían plata los cholos para el rescate de Tacna y Arica?. Están divididos, derrotados, con la moral en el suelo. Olvídense del plebiscito. Debemos profundizar nuestra presencia en estos territorios empezando por mejorar la educación. La educación debe ser de las mejores. Pronto iniciaremos la construcción de escuelas en el Valle Viejo. Calientes, Pachía, Calana, Pocollay, Para y la ciudad serán beneficiadas. Llegarán preceptores de primer nivel, entregaremos cuadernos, libros, lápices a los niños. Les daremos desayuno. Ya verán lo bien que los trataremos. Ellos son la semilla que debemos cultivar con paciencia. No olviden que los niños de Tacna han nacido bajo la bandera chilena. Son chilenos, aunque lo nieguen sus padres. También seremos celosos en los puestos fronterizos con Perú y Bolivia para que no ingrese un cholo más. Y si podemos eliminar a los que andan entre los guanacos, en la sierra, pues mejor. Haríamos un bien a la patria.

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- ¿ Llegarán nuevas tropas, señor Intendente?

- Por supuesto, Mayor Sepúlveda. Pero ojo, no vienen a relevarlos a ustedes. Vienen para incrementar el contingente que existe acá en los cuarteles. También tenemos el propósito de traer gente del sur. Aquí se aclimatarían y trabajarían en las chacras y en los ingenios azucareros que pensamos instalar. Para hay que construir un canal de regadío. Están trabajando las misiones en la exploración del río Maure. Si nos proponemos traeremos, contra viento y marea, las aguas del Maure al Valle Viejo. Allí se acabarían los problemas. También tenemos que hacer trabajos de catastro en las pequeñas minas que se están explotando. No vaya a ser que por ahí encontramos oro, plata u otro metal precioso. Estos son suelos muy ricos. Por esa razón, nunca debemos soltar Tacna y Arica.

- Bueno, ya les dije cuales son los objetivos del Gobierno. Mi despacho trabajará intensamente, sin descanso, con el apoyo de ustedes, para hacerlos realidad. Apenas llegue la orden de Santiago procederemos a terminar con la prensa peruana, en Tacna y Arica. Vuelvo a repetirles, señores, ni una palabra a nadie de lo que aquí tratamos. Ahora, como que no han escuchado nada, vayan a divertirse, a bailar, a disfrutar de la fiesta que quedan varias horas de fandango.

A las seis de la mañana un tren expreso se estacionó frente a la Quinta de las Palmeras para trasladar a los invitados ariqueños. Al amanecer se apagaron los faroles chinos que adornaban la puerta y el jardín de la residencia del Intendente Máximo R. Lira. 2

- Melchorita, vea usted lo que faltaba.

- ¿Qué dice usted, niña?

- La colonia italiana se ha vuelto loca. Ha festejado la presencia de un Duque, en la quinta de los Bartesaghi, más allá del Caracol.

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- ¿ A un Duque?

- Como lo escucha. Dicen que han estado tocando la música de su tierra.

- ¿ Sabes cómo se llama el Duque, niña?

- Me han dicho que se llama Tomás de Saboya, Duque de Génova. En el acto lo nombraron Presidente Honorario de la Sociedad Italiana XX de Settembre. Afirman que está emparentado con la Reina Margarita de Saboya, la madre del Rey Víctor Manuel tercero.

- ¡ Qué cosas que tenemos que ver¡ ¡Un Duque, un Duque en persona!

- En la fiesta bailaban como trompos Andrés Laneri, tan delicadito él; Juan Saba y Angel Bollo, que son amigos inseparables, uña y carne. También estuvieron Nicolás Pescetto, Carlos Mazzola, Angel Miglioso y Antonio Dondero, todos comerciantes. No podían faltar los bomberos Coda, Ovidio Vaccaro y Passano, de la Compañía Italia.

- No se puede negar, hijita, que los bachiches serán comerciantes, gritones, regañones, y hasta cochinos, y bien cochinillos, pero algunos tienen buen espíritu. Ser bombero es ser buena gente. No todos son capaces de entregar su tiempo al prójimo.

- Bah, doña Melchorita, qué devuelvan algo, está bien. Ya ve como nos esquilman cuando vamos a comprarles.

- Es cierto, hijita, es cierto.

- Doña Melchorita, le tengo otro dato. Pero este es trágico.

- ¡ Ay, Jesús, me santiguaré, por sí acaso¡

- Se trata de la muerte del músico Juan Pérez, del regimiento Rancagua.

- ¿Murió Juanito Pérez? Ay, madre, cómo fue?

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- Vaya usted a saber. Dicen que lo asesinaron en un callejón, cerca del cerro Arunta y que después, de noche, lo dejaron tendido en la línea del tren.

- ¡Jesús, María y José! ¡Qué horror! Esto ya no es Tacna.

- Lo macabro es que el maquinista recién se dio cuenta del hecho cuando llegó a la estación de Arica. Imagínese usted la impresión de ese pobre hombre.

- ¡ Qué horror! ¡Qué horror, niña!

- Doña Melchorita. Le he dado buenos datos. Ahora quiero que le dé permiso a Carmencita para ir al Orfeón. Han abierto un salón para patinar.

- ¿ Salón para patinar? No creo que sea algo adecuado para niñas decentes.

- No piense mal, doña Melchorita. Es lo más divertido que existe. Su propietario es don Aníbal Marchand. Por cinco pesos uno alquila los patines y se desliza por la pista mientras una señorita toca el piano.

- Don Aníbal ha puesto un nuevo negocio. Tiene visión. Qué bien y sabe lo que le gusta a esta juventud del siglo veinte.

- Así es doña Melchorita. También hay concursos. Uno de ellos consiste en ensartar anillos que cuelgan del techo. El sábado lo ganó un chilenito que vive en la calle Miller, al lado de la botica Italiana.

- ¡Ah, sí¡ Sé quien es. Se llama Ernesto Urrutia.

- Doña Melchorita, usted también está informada.

- Nada, nada hija. Conozco a su padre que viene por la chacra, de vez en cuando, a comprar huevos y gallinas. ¿ Y qué preparativos tienen para el carnaval?

- Usted sabe que el local de moda es el Orfeón. Allí Ricardo Bohórquez organizará bailes populares. En la Plaza Colón premiarán a quien luzca la mejor máscara y el mejor disfraz. Los premios serán de

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cincuenta pesos para el mejor traje de fantasía y veinte pesos para la máscara más extravagante.

- ¿ Siempre deberán pedir permiso al Sub Jefe de Policía para disfrazarse?

- Siempre, doña Melchorita. Eso no cambia. Usted sabe cómo son los rotos. Para variar, los concursos los organizará don Aníbal Marchand.

- Hijita, aunque vieja, no he perdido la afición por el piano. Antes que te vayas, te voy a dar diez pesos para que me compres, en La Joya Literaria, un álbum con los valses Iris y Perlas y Flores, de María Romein. He leído en el periódico que acaban de llegar.

ºººººººººººººº

- El invento del biógrafo revolucionará el ambiente, Manuel.

- El primer afectado será el arte teatral, que no quepa ninguna duda, Federico.

- No creo que sea así. Por ahora es una novedad, que llega con el siglo. Pero el teatro, es el teatro.

- Ayer quedamos impresionados viendo los funerales de Toltstoy y la proyección de la cinta de la aviación de Turín. ¡ Qué emocionante la aparición de nuestro paisano Biolovucic en el mitin aéreo¡ Si hubieses visto, Gerardo, esa espontánea explosión de júbilo que llenó el Municipal, te quedabas con la boca abierta. En la sala estaban espectando la proyección el roto Lira, Fuenzalida y el inseparable Blanlot. Se deben haber sentido mal con esa demostración de los peruanos que éramos mayoría.

- Comprenderán que nada ganarán por la fuerza. Más puede nuestro sentimiento de peruanos.

- Tú sabes, José María, que para hoy estaba programada la repetición de la cinta y que Lira la ha prohibido.

- ¡Ah, sí¡ Qué más prueba que le afectó la demostración del público.

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- Para mañana anuncian cintas en colores. Eso sí será lo máximo. Nuestros simpáticos clows, se titula la primera y le seguirá Corazón de marino, un drama que hará llorar a más de una niña. La función finaliza con las vistas cómicas sobre los osos.

- Por ahí aseguran que, entre función y función, colocarán un gran retrato de Jorge Chávez. Digno homenaje. Ya quisieran los chilenos tener un aviador de la talla de los nuestros.

- Te aseguro, Gerardo, que nuestra patria, el Perú, en corto tiempo será una potencia aérea en el continente. Nadie podrá superarnos.

3

- Roberto ¿ qué me cuenta de doña Juanita, hace meses que no la veo?

- Mi madre está muy viejecita, inválida, no sale a la calle. Mi hermana Clorinda y Eloísa, mi sobrina, se hacen cargo de ella, la atienden con esmero.

- Los años, los años no perdonan y duelen más cuando, como en nuestro caso, estamos condenados a vivir con intrusos. ¿Cómo te va con la venta de EL TACORA?

- No me quejo, José María. Usted sabe como es este negocio. Nuestros paisanos son generosos.

- Mantenemos el último bastión peruano. Si no tuviéramos estas tribunas no habría forma de contrarrestar la propaganda chilena.

- EL MORRO DE ARICA se vende bien. Claro que ellos prefieren EL PACÍFICO, que les da en la yema del gusto.

- Roberto, debemos estar preparados. Estamos de acuerdo con Gerardo Vargas, y mi hermano Federico, que pronto se desatará una ofensiva contra nosotros. Tenemos que ver cual será nuestra respuesta.

- ¿Qué respuesta ante el atropello de los rotos, que tienen el poder, la fuerza, José María?

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- Tal vez llevarnos las máquinas a Locumba, a Tacna Libre.

- ¿ Tú crees, por ventura, que nos dejarían las máquinas intactas? Acabarán con todo, son unos salvajes, tú los conoces mejor que nadie.

- Qué desgracia que tengamos que llegar, en nuestra tierra, a estos extremos. El gobierno de Lima demuestra debilidad. Se limita a protestar mediante notas diplomáticas a la Cancillería chilena.

- ¿Pero, qué más les podemos pedir?

- Es verdad. ¿Qué les pediríamos? La situación en el Perú es grave. Leguía no gobierna sentado en un lecho de rosas. La actitud de los llamados demócratas, de sacarlo del Palacio y conducirlo a rastras hasta la Plaza de la Inquisición, hostilizado por la turba, fue algo que nos debe avergonzar a todos los peruanos.

- Tienes razón. De ese acto vandálico debemos rescatar la valentía de don Augusto y de resistirse a firmar su renuncia, pese a que lo amenazaron con aplastarle la cabeza con una piedra.

- Por otro lado, en la frontera norte no acaban los problemas con Colombia y el Ecuador que insiste, majaderamente, con su supuesto derecho sobre el río Amazonas.

- Habrás observado, José María, que los ecuatorianos cada vez que se envalentonan buscan la complicidad de los chilenos.

- Eso lo sabe todo el mundo, Roberto. Al diario llegó un cable, fechado en Quito. Decía que en el elegante Royal Hotel, de la capital ecuatoriana, lo más graneado de la sociedad quiteña ofreció un banquete en honor al Ministro chileno Víctor Eastman Cox. Las palabras de los anfitriones las dijo el doctor Gonzalo Córdova, eminente político que se perfila como Ministro de Relaciones Exteriores. Te puedes imaginar las flores que se lanzaron. La perla más destacada es aquella en la que el ecuatoriano le dice al ministro chileno que son hermanos en el tiempo.

- Especialmente en este tiempo.

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- El Perú, mi buen amigo Freyre, debería pararle el coche a los ecuatorianos, de una vez por todas. Ellos se basan en un mapa de Stanfords, de 1895, para fijar sus límites en el río Amazonas. Ese argumento es muy débil. Hay que bajarles el moño a los ecuatorianos, pero ya.

- Estoy de acuerdo contigo, José María. Otra vez viene a mi mente ¿con qué armamento contamos? Por un lado tenemos problemas en el río Caquetá, con los colombianos. Problemas con los brasileños y con los bolivianos y, como si fuera poco, para nuestra desgracia, esta permanente incertidumbre en las provincias cautivas de Tacna y Arica.

- Cómo decíamos, al empezar esta conversación, en el Perú no se gobierna sobre un lecho de rosas. Además, estamos en época pre electoral. Nadie sabe quien será el candidato civilista, ni cuál el demócrata. Al final, algunos dicen que terciará una candidatura que recoja el voto de los independientes y de los indecisos.

- A mí se me hace que ese tercer candidato será don Guillermo Billinghurst. Es un peruano corajudo, valiente, patriota y, sobre todo, es ariqueño.

- Por ahí tenemos una ventaja. Don Guillermo está plenamente enterado de nuestros asuntos. Además escribió el tratado que sometió al arbitraje, del Rey de España, la cuestión de estas provincias.

- Hay que agregar que combatió valientemente, como Jefe de Estado Mayor, en la resistencia de San Juan y en el Morro Solar.

- ¡Ojalá, como ariqueño, no nos defraude!

- Dios quiera que no. Sería el colmo.

4

Flotaba en el ambiente una gran tristeza. La esperanza cedía el paso a la desazón. La gente iba y venía por las calles, por los mercados, por las pulperías, en la estación del ferrocarril,

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desorientada, buscando respuesta a su angustia. Algo malo parecía venir. Y pronto. La estación del ferrocarril, en el puerto, no tenía aquel día el movimiento usual. - ¿ Será por qué es domingo? – pensó Federico. Ojalá Gerardo esté todavía en el diario. Es preciso que converse con él.

La casa que ocupaba el diario EL MORRO DE ARICA era modesta. Ubicada en el centro del puerto su arquitectura era la típica del Perú. La oficina del Director, sin lujo alguno. Destacaba una gran cantidad de libros, revistas y diarios, ordenados en tres estantes. Un vistoso reloj de pared, con números romanos, destacaba en el sobrio conjunto.

- ¡ Qué sorpresa Federico¡ ¿ A qué debo el honor?

- Gerardo, tú eres uno de los hombres mejor informados. Anoche llegaron a Tacna rumores de asaltos que se habrían producido en Iquique contra nuestros paisanos. ¿ Conoces algo al respecto?

- Fíjate, Federico, la verdad es que la situación está color de hormiga. Te acuerdas que tuvimos una conversación en la que oficiamos de adivinos, aunque en este caso no hay necesidad de serlo. Bien. Se avecina una ola represiva total. En efecto, es cierto que lo de anoche, en Iquique, fue tremendo. Acabo de recibir hoy, 28 de mayo, una nota dando cuenta de esos hechos. Todo empezó con un mitin contra la colonia peruana. Los manifestantes recorrían las calles del puerto dando mueras al Perú. Gritaban ¡fuera los cholos de Chile¡ y destruían las propiedades peruanas que encontraban a su paso. Han destruido dos clubes peruanos, la compañía de bomberos y la Sociedad de Beneficencia. Al pasar por el Consulado del Perú lo apedrearon, descolgaron el escudo del Perú, que se lucía en la frentera, y lo arrastraron por las calles.

- ¿ Y qué suerte corrió nuestro amigo Manuel María Forero, el Cónsul?

- Pobre Forero. Tantas afrentas ha sufrido en Tacna y en Arica para ahora las vuelva que volver a sufrir en Iquique. Se vio obligado a

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salir por una puerta lateral para refugiarse en un consulado amigo. De otro modo, si se quedaba en su oficina, lo linchaban.

- Este ha sido el anuncio, Gerardo. Ahora ya sabemos cuál será el método que emplearán contra nosotros estos zamarros. Con el cuento de los mítines, para chilenizar, reúnen a la gente, al populacho ocioso, y lo lanzan como fieras, como perros de presa, contra nosotros.

- Aquí, en Arica, ya empezó la campaña, Federico. Me has encontrado en la redacción, precisamente porque estaba terminando de redactar un artículo de respuesta al ínter diario EL FERROCARRIL, en el que, sin firma, publicaron un artículo pidiendo la clausura de los diarios peruanos en Tacna y Arica. En mi artículo apelo a la razón de las autoridades y de los lectores. ¿ Qué otra cosa podemos hacer?

- Nada más, Gerardo, nada más. Estamos inermes. Eres testigo de cómo, mi hermano y yo, hemos sido enjuiciados por Lira con el cargo de haberlo difamado. Para él difamar es decir la verdad, denunciar el proceso de chilenización y las mentiras que cuenta a su gobierno sobre la actitud de los pobladores de Tacna y Arica negando su adhesión a favor de la causa peruana.

- Estamos llegando al límite de nuestra capacidad de resistencia, Federico.

- ¿ Y qué hacemos? ¿ Entregarnos como mansos corderos? No, de ninguna manera. Tenemos que resistir hasta el final, hasta que sea imposible que podamos publicar una sola palabra. No en vano soportamos el empastelamiento de LA VOZ DEL SUR, en 1902 y fuimos testigos de cómo destruyeron EL CAPLINA. Tenemos que resistir, Gerardo.

- Lo haremos, Federico, lo haremos.

5 La casona que ocupaba el Liceo de Niños perteneció a una notable familia tacneña que, como tantas otras, fuera abandonada después de la guerra.

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Tenía dos plantas, jardín exterior, cercado por una alta reja de fierro y dos patios interiores. En el segundo piso, al fondo de un gran salón, se había levantado un proscenio. En el primer piso se encontraba ubicada la oficina del Director. El profesor Tucapel Peña, por ser quien más años sumaba en el ejercicio de la docencia, lo habían nombrado responsable de supervisar los programas educativos que se impartían en Tacna. Aquella mañana no se sorprendió al recibir la visita del doctor Anselmo Blanlot Nolley, consejero principal del Intendente. Estaban acostumbrados los docentes a las inopinadas inspecciones de la autoridad. Es más, aprovechaban aquellas visitas para solicitarles material educativo o mejoras para el establecimiento.

- Profesor Peña, he querido venir personalmente a entregarle este sobre que contiene una serie de recomendaciones para ser aplicadas desde mañana, en las escuelas de Tacna.

- Así se hará, doctor Blanlot.

- Las nuevas disposiciones contemplan, antes que nada, las formas de trato que deben observarse entre profesores y alumnos dentro del plantel.

- Me parece muy bien, doctor.

- Usted sabe que el Perú ha roto relaciones diplomáticas con nuestro país, como resultado de la expulsión de los sacerdotes peruanos.

- Lo sabía, doctor.

- La situación creada facilita la tarea de chilenización, en alto grado, señor Peña. En buen romance, quiero decir que somos dueños y señores de los territorios de Tacna y Arica. Nada, ni nadie, nos detendrá en el empeño de alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto y que muy bien los cumple, en Tacna, el señor Intendente Máximo Lira.

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- Comprendo, señor doctor.

- Para que nuestra tarea brinde pronto los frutos que esperamos, en el más breve plazo, es necesario, es imprescindible, que los maestros ocupen uno de los primeros lugares en la tarea.

- Dispondré lo que sea pertinente, doctor Blanlot. Usted sabe que los profesores chilenos somos obedientes cumplidores del deber.

- Me agrada su inteligencia y su disposición positiva. No otra cosa se puede esperar de un maestro chileno.

- ¿ Seguiremos en la campaña de entregar cuadernos y lápices a los alumnos?

- Eso no cambiará. Al contrario, se intensificará. Debemos demostrar a los peruanos que somos un país próspero, que tiene una política educativa acorde con su poderío y su riqueza, más todavía en una zona de frontera. Por supuesto que los esfuerzos que hagamos tienen que rendir puntos a favor nuestro. Pero si, a pesar de todo, no tuviéramos el éxito que esperamos, con la nueva política a implantarse, hemos pensado en una gran campaña de colonización. Invitaremos, a lo largo de todo Chile, a que vengan al norte, unas quinientas familias, para empezar.

- ¿ Y respecto al orden interno en las escuelas, señor doctor?

- Precisamente por el orden interno empiezan las instrucciones que le estoy dejando. Desde mañana, y todos los días, los educandos deberán cuadrarse militarmente ante sus profesores. En el aula, cuando se pida la intervención de algún alumno, éste deberá contestar en posición de atención, mirando al frente. En los recreos los profesores se turnarán para cuidar el orden. Manejarán a sus alumnos mediante toque de silbato. Antes de romper filas, al término de las labores por la mañana y por la tarde, todos los alumnos, todos, sin excepción alguna, gritarán a viva voz ¡ Viva Chile! Si se produjera el más leve alboroto, o alguna señal de rebeldía, se castigará a todo el curso. Se mantendrá la costumbre de que primero abandonan el plantel los años inferiores.

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- Cumpliré y haré cumplir el pie de la letra las nuevas disposiciones, doctor Blanlot, que me parecen muy pertinentes.

- Algo más, que se me escapaba. De manera reservada quiero pedirle, conociendo su lealtad a la causa de Chile, que supervise esmerada, y discretamente, las clases que dicta el doctor Vicente Dagnino y la relación que mantiene con sus alumnos. No pongo en tela de juicio las calidades intelectuales y profesionales de tan distinguido intelectual y médico, pero me preocupa su especial dedicación por el pasado de Tacna y Arica que contribuye a envalentonar a los peruanos. Estoy cierto de que el doctor Dagnino lo hace de buena fe. Sin embargo, hay ocasiones en la que mejor conviene callar. Sobre todo si antes están los altos intereses de nuestra patria.

- Comprendo, comprendo doctor Blanlot. No se preocupe, lo mantendré permanentemente informado.

6

- Se acerca el fin, José María.

- No cabe duda de ello, Federico. La inquietud es grande en la población. El pueblo tiene un especial olfato. Pocas veces se equivoca.

- Me dicen que a un sirviente de Lira se le fue la lengua. En una cantinucha, en el Tambo el Tigre, borracho, ha dicho que el mitin del martes 18 no se ha convocado solamente para escuchar discursos. Ha dicho que esta vez empastelarán las imprentas para que no aparezcan más los diarios peruanos.

- Aquí tengo la edición de EL MORRO DE ARICA. Informa que a las siete de la noche saldrá un tren expreso a Tacna con manifestantes al mitin convocado en la Plaza Colón, para pedir al gobierno la pronta y total chilenización de Tacna y Arica.

De pronto, agitado, ingresó a la redacción, de LA VOZ DEL SUR, Pablo Rejas. Apenas saludó a los hermanos Barreto. Traía una hoja impresa.

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- Colegas, la ciudad ha sido inundada por estos volantes. Durante la noche, en el barrio Alto de Lima, los han deslizado debajo de las puertas.

- A ver, Pablo, leamos el texto :

PUEBLO CHILENO PIDAMOS LA INCORPORACIÓN DEFINITIVA DE TACNA Y ARICA ¡ Acudid al meeting que se celebrará el martes a las 8.30 P.M. al pie de la estatua de Colón en la plaza de su nombre!: CONCIUDADANOS : Cansados ya por tan enojosa y añeja cuestión, acordamos todos los chilenos aquí residentes y que nos encontramos de avanzada en este territorio que tanta sangre y sacrificio costó a nuestros padres y hermanos, solicitar en el meeting que, de una vez por todas, nuestro gobierno, sin contemplaciones de ninguna especie proceda a la chilenización definitiva de los territorios de Tacna y Arica, incorporándolos de hecho a la República. En Iquique, Valparaíso, Los Andes, Santiago, Valdivia, La Unión y otras ciudades, ya se han celebrado meetings solicitando igual cosa y sólo faltábamos nosotros que somos los centinelas avanzados de nuestra república. Ved conciudadanos que la prolongación o statu-quo de la cuestión cada día se hace más odiosa. ¡Qué se llegue cuánto antes, a costa de todo sacrificio, a la incorporación que solicitaremos. Si para ello fuese necesario la sangre de los hijos de la Patria, ahí están ellos prontos a derramarla. ¡ Acudid al meeting, acudid ¡ ¡ Viva Chile¡ La Comisión. Tacna, 15 de julio de 1911.

- En este panfleto está la mano de Blanlot.

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- En efecto, tienes razón. El Tratado de Ancón les importa un comino. No exigen el cumplimiento de lo pactado. Una vez más demuestran que, para ellos, los compromisos internacionales y los tratados son letra muerta cuando de por medio están sus intereses.

- Federico, sabemos que Chile solamente puede crecer a costa de la rapiña. Sabe Dios que otras riquezas, además del salitre y del guano, guardarán Antofagasta, Iquique, Tarapacá y nuestras provincias.

- ¿ Qué podemos hacer?

- Puede ser que se trate de acciones para atemorizar a la población y que no lleguen a mayores. Hemos soportado en el diario dos agresiones fuertes. Creo que estamos en condiciones de soportar a pie firme una tercera y una cuarta si fuera necesario.

- Estamos en la lucha por lo nuestro y no cejaremos, ¿verdad?

- Tendrán que incendiar la imprenta estos malditos, matarnos para que dejemos de escribir en nuestra ciudad.

7 El Palacio Arzobispal, situado a una cuadra de la Plaza de Armas, de Arequipa, es un alto edificio, gris, frío. Monseñor Mariano Holguín recibía en su despacho al Padre Vitaliano Berroa. De mediana edad, ambos sacerdotes se caracterizaban por la precisión de sus juicios. - Padre Berroa, me agrada su visita en estos momentos tan duros para la iglesia peruana y, en especial, para nuestros queridos hermanos de Tacna y Arica, provincias cautivas en las que usted ha tenido tan destacada labor pastoral y patriótica que la iglesia y el estado reconocen.

- He tratado de cumplir con mi deber, Monseñor.

- El martirio de nuestros amadísimos feligreses, tacneños y ariqueños, no cesa.

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- Me han informado, Monseñor, que el Vicario General castrense Rafael Edwards ordenó abrir las iglesias del Espíritu Santo y de San Ramón, en Tacna.

- Es cierta su información. Eso pretendió hacer desconociendo mi autoridad eclesiástica. Mas yo, en el acto, apenas enterado de tal desobediencia y audacia, ordené que cerraran las puertas de las iglesias.

- La misa la celebraría en el atrio, al aire libre.

- Así lo hicieron. Mientras sea yo Arzobispo de Arequipa, con jurisdicción sobre Tacna y Arica, no permitiré ningún acto de indisciplina que lesione los intereses que he jurado custodiar.

- Todos aplaudimos su decisión. La Santa Sede ha sido clara pues al crear la Capellanía Mayor, a cargo del Vicario Castrense, dispone que su jurisdicción se extenderá solamente a los que militan bajo las banderas de la República de Chile, en tierra y mar, y a los fieles que, según la ley, pertenezcan al ejército chileno.

- Con atención he leído aquella Breve, padre Berroa. En un capítulo dice, expresamente, que la residencia del Vicario será Santiago de Chile y no Tacna, como proponían las autoridades de ocupación. También considera como auxiliares del ejército a los empleados de la administración pública, a los jornaleros, que sean protegidos por el estado chileno y a los colonos que trasladen a las provincias cautivas.

- He leído, con estupor, las comunicaciones que el Vicario Edwards ha remitido al Delegado Apostólico de Lima, Monseñor Angel María Scapardini. En esa comunicación le sugiere que una palabra, de tan alto prelado, dirigida a usted, serviría como llave mágica para restablecer la asistencia religiosa de las almas tacneñas y ariqueñas.

- Ay, Padre Berroa¡ Quién lea tan hermosas palabras no tendría más que acceder ante tan humilde y buen pastor. Pero, qué falso es nuestro herma o Edwards. Hace uso de refinamientos, de halagos, de retórica, para inmiscuirse en la Diócesis e imponer la fuerza de las armas chilenas sobre la iglesia peruana. Eso no lo toleraré, Padre Berroa, mientras sea Arzobispo de Arequipa.

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- Sabemos también que Edwards se ha dirigido al Delegado Apostólico de Perú y Bolivia, reiteradamente, después de la anterior misiva.

- Así es, Padre, pero Monseñor Angel Scapardini, una vez más, le ha contestado que tales asuntos no son de su incumbencia, en primera instancia, y que para eso está mi despacho, para dictaminar lo conveniente. Es más, me acaba de llegar una comunicación de la Santa Sede, firmada por el Cardenal Merry del Val, que es una respuesta a las preocupaciones del gobierno peruano por la jurisdicción del Vicario y de los Capellanes Castrenses de Chile. La nota, es clara. Solamente están autorizados a brindar servicios religiosos a quienes dependen del mando militar chileno.

- Es claro, Monseñor, que el Vicario Castrense comete una serie de abusos y de actos de indisciplina.

- Demasiados, digo yo. Un acto que desdice de su condición de sacerdote, que ha jurado fidelidad al Santo Padre, es la irreverente publicación que ha hecho en Tacna de un auto en el que deforma el espíritu de lo expresado en la Breve de Pío X. Ha tenido la osadía de afirmar que cuenta con facultades del Vaticano para usar las iglesias parroquiales sin que nadie pueda impedírselo. ¡ Qué desfachatez!

- ¿ Qué actitud tomará, Monseñor, frente a esos hechos de rebeldía?

- Voy a declarar en entredicho a las iglesias y oratorios públicos de Tacna y Arica hasta que mi despacho adopte medidas en el sitio y se repongan los Párrocos para que, con absoluta libertad, ejerzan su ministerio. El pueblo fiel, de Tacna y Arica, se enterará de mi determinación. Estoy seguro que aplaudirá mis medidas. No voy a permitir insubordinaciones de un Vicario Castrense osado que es capaz de rebelarse contra los oficios de la Santa Sede. Es más, diré que, contra el derecho canónico, los capellanes chilenos pretenden amparar la expulsión de sus hermanos en Cristo, los sacerdotes peruanos. Por lo tanto se han hecho reos de la censura eclesiástica. Los curas chilenos de hoy, Padre Berroa, son herederos de aquellos que, sin respeto de ninguna clase, envalentonados por el triunfo, procedieron a celebrar misa en la Catedral de Lima, después de las batallas de San Juan y Miraflores. Es un baldón que no podrán borrarlo y que hoy repiten en Tacna y Arica. Dios les perdone su soberbia.

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ºººººººººººººº

- Quisiera encontrarme con el matón ese hijo de Lira. A solas, don Pablo. Cara a cara. Pero es un cobarde, anda siempre en mazorca. Su más íntimo amigo es otro matón, como él, se llama Florencio Tornero. Quiero ver si es tan hombre cuando otro se le pone al frente y no tiene quien lo defienda.

- Vamos, Manuel, no te compres líos. Al fin y al cabo, sabes que tienes las de perder. Gerardo se ha quedado admirado de la paliza que Lira y Tornero le dieron en Arica al director de LA INTEGRIDAD, y eso que es chileno, su paisano.

- ¿ Cuál fue el motivo, don Pablo?

- Simplemente porque no le gustó al matón Lira que el periodista escribiera que se debería reorganizar la administración pública en Tacna y Arica y que llamara la atención sobre la falta de garantías que existen.

- Dijo la verdad, nada más. Si el propio hijo del Intendente comete tropelías, que le queda al populacho.

- El periodista les ha llamado oligarquía miserable y administradores que rayan en lo criminal.

- Pobre roto, le dieron de su propia medicina.

- Por eso te recomiendo que mejor es no meterse en camisa de once varas. Suficiente tenemos luchando por causas mayores como exigir que se cumpla el plebiscito.

- Pero qué quiere, don Pablo. La matonería del roto Lira y de su hijo y de los malditos mazorqueros me subleva. Los chacareros somos de pocas palabras, pues don Pablo.

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- Están llegando, Pablo. Escucha el pito del tren. Son las ocho y media.

- Sí, son ellos. Los chilenos han marchado a la Estación para recibirlos. He visto que formaban tres escalones. Las casas de los tacneños están cerradas a piedra y lodo. María, empieza un nuevo calvario para los tacneños. Debemos tomar toda clase de precauciones.

Era enorme el alboroto en la Estación del ferrocarril. Banderas chilenas, por doquier. Vivas a Chile y mueras al Perú. Gritos y hurras.

- ¡Si el peruano monta al macho, lo bajamos a cocachos¡

- Qué ingenioso, ¿quién gritó?

- Quién va a ser, pu, sino el Florencio Tornero. ¿ No lo conoces?

- ¡ Claro que sí¡ ¡ Salud, Viva Chile¡

- Este gentío es impresionante, don Amador. Son más de ochocientos patriotas chilenos.

- Eso es. ¡ Patriotas! Patriotas que dejan todo para venir a reclamar la chilenización de Tacna y Arica.

- ¡ No queremos más panfletos, ni más Freyres, ni Barretos!

- ¡Bravo¡ ¡ Viva Chile!

- ¡ Mueran los cholos¡

- ¡ Qué mueran¡

- El mitin es un éxito, paisano.

- ¡Qué gran fervor, qué entrega¡ El Intendente no se ha equivocado al convocarnos.

- Con tan buen asesor, como es Blanlot, nadie se equivocaría.

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- ¡ Orden¡ ¡ Orden¡ ¡ Orden por favor! Vamos a desfilar ordenadamente de cuatro en fondo. ¿ Comprendido? Subiremos por Dos de Mayo, ingresaremos por Necochea y a la Plaza Colón. Subiremos por Bolívar, hasta el Pasaje Vigil. ¿De acuerdo? En el pasaje escucharemos los discursos.

- No dejemos de dar vivas y gritar los lemas. Todo Chile debe escuchar este clamor patriótico.

ºººººººººººººº

- Hablarán en el pasaje Vigil, qué desvergüenza. A los pies del más grande hijo de Tacna.

- El tribuno los debe estar acusando y condenando.

- No se puede negar que son muchos los manifestantes. La mayoría trabajadores del ferrocarril Arica – La Paz y reos que purgan condenas menores.

- ¡Esa laya de gente pisando nuestro suelo¡

Empezaron los discursos.

- Bien doctor Allende, diga su palabra de chileno bien nacido.

- ¡ Qué viva Allende¡ ¡ Viva Chile¡ ¡ Qué viva! ¡ Abajo los cholos¡¡ Abajo!

- Compatriotas, esta es una noche maravillosa en la cual nos hemos reunido hijos de la patria procedentes de varios puntos de nuestra extensa geografía, para decirle, en primer término a las autoridades, que aquí estamos y que aquí nos quedaremos, que no estamos dispuestos a movernos de estos territorios que costaron la sangre de nuestros mayores.

- ¡ No nos moveremos¡ ¡ No nos moveremos¡ ¡ Viva Chile, mierda¡ - El Perú ha roto relaciones diplomáticas con nuestro país, tomando una decisión de soberbia innecesaria. Por ellos, por su culpa, no se puede cumplir, como es intención del gobierno de Chile, con lo

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pactado en el Tratado de Ancón. Pero nosotros, compatriotas, chilenos, no queremos esperar más tiempo.

- ¡ Buena doctor¡ ¡ No nos moveremos¡ ¡ Vivan Tacna y Arica chilenas¡ ¡ Qué vivan!

- Estas tierras nos pertenecen por el derecho que da la victoria. Son nuestras y en ellas están naciendo nuestros hijos que se sienten tan chilenos como el que más. Asimismo, nuestros paisanos están muriendo en Tacna y Arica y sus huesos reposarán aquí para siempre. En resumen, si aquí están naciendo nuestros hijos y están muriendo los compatriotas, estas tierras nos pertenecen y no las vamos a soltar. Qué lo sepan bien en Santiago, no vamos soltar Tacna y Arica.

- ¡ Viva el doctor Allende¡ ¡ Viva Chile¡ ¡ Qué viva! ¡ Viva la chilenización de Tacna y Arica¡ ¡ Qué viva!

- De una vez por todas, señores del gobierno de Chile, conservemos Tacna y Arica a costa de cualquier sacrificio, si fuera necesario. No tengamos contemplaciones con los peruanos que se opongan a nuestros planes de chilenización. ¡ Tacna y Arica deben ser chilenas, de una vez por todas!

- ¡ Tres hurras por Tacna y Arica, chilenas¡ ¡Hurra, hurra, hurra!

- ¡ Qué grande es el doctor Allende Castro¡ Qué patriota. Como Ministro de la Corte es un ejemplo de rectitud. Dicen que uno de sus hijos le ha nacido aquí, en Tacna, en su casa de la alameda.

- ¡ Ay, hija, no sé ese detalle¡ Pero debe ser así. Escuchaste el calor que pone en su discurso.

ºººººººººººººº

- Hasta aquí llega el griterío de la rotería. Para ellos esto es una fiesta. - Esperemos que no cometan las atrocidades a las que nos tienen acostumbrados después de estas borracheras de patrioterismo.

- Ojalá no pase nada, Señor. Bastante humillaciones estamos soportando.

- Para mí, don Leandro, que esta vez acaban con las imprentas donde se imprimen los diarios peruanos. Es lo único que les falta para acabar con los focos de resistencia a favor del Perú. Sin maestros, sin

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curas, solamente quedan los periodistas. EL PACÍFICO, en Tacna y LA INTEGRIDAD, en Arica, no han podido con los nuestros.

- Nunca podrán, paisano. Por más que traigan periodistas de Santiago. La calidad de los Freyre, los Barreto, de Vargas y de Köster es superior. Sus argumentos no resisten la réplica de las plumas de los periodistas peruanos.

- No olvides que, de no haber sido por la guerra, y el cautiverio que vivimos, Tacna hubiera sido un faro en las letras americanas. Pocas ciudades se han dado el lujo de contar con revistas de la calidad de LETRAS y EL PROGRESISTA o, antes, de LA REVISTA DEL SUR.

ºººººººººººººº

- Compatriotas, ahora escucharemos la voz autorizada de don Francisco Hernández, en representación de la Sociedad de Empleados y Obreros chilenos. Aplausos para el compañero Hernández.

- ¡ Hurra¡ ¡ Qué viva nuestra Sociedad de Empleados y Obreros chilenos¡ ¡ Qué viva!

- Compatriotas y hermanos empleados y obreros, no podía faltar en esta gran reunión cívica la palabra de uno de los representantes populares, del pueblo trabajador que aquí hace la patria chilena. Este gran honor lo debo a mis hermanos de la Sociedad que han querido que esté presente para pedir al gobierno la inmediata anexión de Tacna y Arica al territorio nacional.

- ¡ Buena! ¡ Demos tres hurras, por la Sociedad de Empleados y Obreros de Chile!

- Nosotros, hijos legítimos de Chile, expresiones de su clase trabajadora auténtica, que hemos dejado la comodidad de nuestros hogares para servir de atalayas de la patria, tenemos el derecho no de pedir, sino de exigir que Tacna y Arica pasen a integrar, de una vez y para siempre, el extenso territorio nacional chileno.

- ¡ Bien, pu Pancho¡ ¡ Viva Chile¡ ¡ Qué Viva! - Hay muchos que comprenden que Tacna y Arica deben ser chilenas. Sin embargo otros, los menos, se empecinan en negarnos a los chilenos tan legítimo derecho. A ellos les decimos, en voz alta, en esta noche, por última vez, que se nos agotó la paciencia. Los chilenos hemos demostrado ser benévolos, tolerantes, durante todos estos años, después de acaba la guerra. A los periodistas, especialmente a ellos, y está bien que lo escuchen de una buena vez, les decimos que

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no queremos leer más sus crónicas contra la patria, en estos territorios que los hemos conquistado con lar armas. Es el colmo, amigos que me escuchan, hermanos empleados y obreros, que esos plumíferos pretendan oponerse a las determinaciones del gobierno de Santiago.

- ¡ No¡ ¡No¡ ¡ Ya se acabó la paciencia, para leer tanta indecencia¡ ¡ Ya se acabó la paciencia, para leer tanta indecencia¡

ºººººººººººººº

- Es la primera alusión directa a los diarios peruanos, Federico. Es un llamado a que el populacho se subleve.

- No en vano escogieron a Hernández para tocar la fibra patriotera de la muchedumbre, en especial de los obreros.

- A estos no los controla nadie. - ¡ Federico¡ ¡ Federico¡ - ingresa Pablo Rejas, gritando. - ¿ Qué te pasa, hombre, qué sucede? - Acabamos de recibir información de Arica. - ¿ Qué ha sucedido, habla? - La turba empasteló EL MORRO DE ARICA, saqueó el local de la Sociedad Peruana de Beneficencia, que funciona en la casa de Bolognesi. Han destrozado puertas, ventanas y muebles. También atacaron el Club Peruano. Es un desastre, Federico. Un desastre. Preparémonos para lo peor, en las próximas horas.

- ¿ Qué noticias tienes de Gerardo? - Ninguna, en absoluto. Su paradero es un misterio. - Esto es el fin. ¡ El fin¡.

ººººººººººººº

- ¡ Compatriotas, compatriotas! Proseguiremos en orden esta marcha cívica. Subiremos por Sucre, bajaremos por Bolívar, luego ingresamos a la calle del Comercio y de ahí hasta la Plaza Colón. No hay que dejar un momento de dar vivas y hurras. Qué todo Tacna, especialmente los cholos, escuchen nuestra decisión de chilenizar Tacna y Arica. Serán ellos o nosotros.

- ¡ Adelante, adelante¡ ¡ En nombre de la patria! - ¡Viva Chile, viva Chile¡ ¡ Qué viva¡ - ¡ No tengo padre, no tengo madre, Chile es mi madre¡ ¡ No tengo padre, no tengo madre, Chile es mi madre¡

- ¡ Vivan Tacna y Arica chilenas¡ ¡ Qué vivan¡

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- ¡ Aquí estamos, aquí nos quedaremos¡ ¡ Aquí estamos, aquí nos quedaremos¡

- ¡ No queremos más panfletos, ni Freyres, ni Barretos! - ¡ Si el peruano monta el macho, lo bajamos a cocachos¡ - ¡ Viva Chile¡ ¡ Qué viva¡ ¡ Vivan Tacna y Arica chilenas¡ ¡Qué vivan¡

- ¡ Abajo los diarios peruanos¡ ¡ Abajo¡ ¡Abajo los cholos¡ - ¡ Abajo¡ ¡ Abajo¡ ¡Abajo! ¡ Abajo! ¡ Abajo! - ¡ Viva Chile¡ ¡ Viva¡ ¡ Vivan Tacna y Arica chilenas¡ - Vamos llegando a LA VOZ DEL SUR. Hay que gritar más fuerte. - Los Barreto son unos envalentonados. Tal vez estén dentro del diario. - ¡ A patear las puertas! ¡ Fuera cholos de mierda¡ ¡ Acabemos con los cholos¡ ¡ Mueran los Barreto¡ ¡ Qué mueran¡

- ¡ Incendiemos la imprenta¡ ¡ A incendiarla¡ ¡ No queremos más panfletos, ni Freyres, ni Barretos¡

- ¡ Conviene darle su merecido a LA VOZ DEL SUR, que no quiere ser del NORTE, del norte de Chile¡ ¡ Mueran los Barreto¡ ¡ Qué mueran¡

- ¡ Compatriotas¡ ¡Compatriotas! – gritaba Salvador Allende Castro, tratando de contener a la turba – De mostremos la caballerosidad del chileno y su respeto por la propiedad privada. Consideren que vecinos de LA VOZ DEL SUR son el español Julián Caballero y las oficinas del Cable West COSAT. No causemos problemas con los gobiernos amigos. ¡ Contengan sus justificadas iras¡ ¡ Sigamos la marcha¡

ºººººººººººººº

- Esta vez nos hemos salvado. Ha sido una seria advertencia, Federico. - Debemos tomarla en cuenta y denunciarla. - En este momento escribiré una nota dirigida a los diarios de Lima. - Mejor no la escribas acá en el diario. Vamos a tu casa. No vaya a ser que regresen los vándalos. La gritería sigue, escucha.

- Están llegando al Club Unión. ¿ Qué suerte correrá EL TACORA?¡ Pobre Freyre, vive con dos viejecitas¡ Me gustaría ir a acompañarlo.

- ¡ Ni lo pienses¡ No sean loco, Federico.

ººººººººººººº

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- ¡ Este es otro bastión de la cholería¡ ¡ El Club Unión¡ ¡ A quemarlo¡ - ¡ Vamos pu Florencio, tú que eres guapo¡ - ¡ Mueran los cholos ¡ ¡ Qué mueran¡ Eso, bien. A pedradas agarraremos el club, que quede huella de nuestro paso en las puertas, en las ventanas. ¡ Dale, eso¡ ¡ Eso¡

- Qué no encuentren ningún vidrio completo. ¡ Qué se jodan los cholos¡ Avancemos, compatriotas.

- ¡ No queremos más panfletos, ni Freyres, ni Barretos¡ - ¡ Vivan Tacna y Arica chilenas¡ ¡ Qué vivan¡ ¡ Mueran los cholos¡¡ Qué mueran¡

- ¡ Aquí estamos, aquí nos quedaremos¡ ¡ Aquí estamos, aquí nos quedaremos¡

- Fíjese, me gusta el fervor patriótico de la muchedumbre. - Claro , pu don Alberto. Esto es Chile y aquí estamos, bien paraos, para hacer valer nuestros derechos. No nos van a venir con leseras los cholos.

- Ya está bien, pu don Máximo. Era hora de que les bajáramos la cresta.

- Vamos llegando a la Plaza Colón. Oiga, que relinda pileta. No he visto en las plazas de Chile otra igual. Mire ¿ve? Qué bien se trataban los cholitos.

- Pero si tenían todo el salitre del sur. Eran ricos. - Oye, fíjate que bien luciría esa pila en Santiago. ¿ Te imaginai, pu cabro?

- Chita, sí pus loco. Es buena tu idea pero nada original. Hubo varios Intendentes que quisieron cargar con ella para el sur, pero fracasaron en el intento. ¿ Cómo llevarla?

- ¿ Cómo la trajeron? Por partes, ¿verdad? Puede desarmarse. No ve que está hecha de varias piezas. O acaso cree que la trajeron totalmente armada, pu mi hijo.

- Verdad, pucha que soy rebruto. - Dicen que tiene una llave maestra. ¿ Dónde está la llave? - Hombre, usted quiere descubrir la América. Si lo supiéramos hace rato que esta pilita no estaría aquí en Tacna, se luciría en Santiago.

- Compatriotas, ese es el local de la imprenta de EL TACORA, uno de los más furibundos diarios antichilenos.

- ¡ A quemarlo¡ ¡ A quemarlo¡ ¡ A quemarlo¡ - Paciencia, paciencia. No cometamos errores fruto de la euforia. Con calma, compatriotas, todo a su tiempo.

- ¡ Ya se acabó la paciencia, para leer tanta indecencia¡

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- ¡ A pedradas con el diario cholo¡ ¡ Derribemos las puertas¡ ¡ Vamos los forzudos¡

- ¡ A patadas¡ ¡ Fuera cholos¡ ¡ Viva Chile¡ ¡ Viva Chile, mierda¡ ¡ Qué viva¡

- ¡ Mueran los Freyres y los Barretos¡

- ¿ Qué hace ese mozo?

- Qué no lo ves. Sube por la ventana para echar abajo el cartel con el nombre del diario.

- ¡ Cuidado, el cartel pesa¡ ¡ Uf, que pasó¡

- No sé, parece un accidente.

- ¡ Aire, aire¡ Hagan campo, aire, aire.

- Pobre paisano, pu don Máximo. Le cayó el letrero en la cabeza.

- Ojalá no se la haya roto.

- Sigamos la marcha, ordenadamente. Ya está bueno, ya. Vámonos yendo a la estación, pus niños. Mañana tenemos que levantarnos retemprano.

- Pucha, quién se va a levantar mañana a trabajar.

- Nadie, pu sois loco, cabro. Hemos venido a cumplir una labor patriótica.

- Y la cumplimos requetebién, chiquillos.

ºººººººººººººº

- Ya se han ido, Federico. ¿ Qué hora es?

- Son las diez y media de la noche.

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- Felizmente no han destruido la imprenta como me lo había imaginado. En todo caso, Pablo, esta es una seria advertencia. Pronto vendrá lo peor. Tenemos que andar con mucho cuidado.

- En Arica ya no contamos con EL MORRO. En Iquique han callado las voces peruanas, para siempre.

- Mañana, a primera hora, tratemos de localizar a Gerardo, a Enrique Ward y a Köster. Planificaremos con ellos las acciones a tomar. A primera hora también enviaremos el cable a Lima con las noticias de lo ocurrido hoy.

- Federico, en el peor de los casos, deberíamos salvar las máquinas trasladándolas a Locumba. En Tacna Libre estarán a salvo de los rotos.

- No me parece mala la idea, Pablo. Ya veremos, ya veremos como se presenta el panorama.

- Qué raro, Federico, son casi las doce y no ha sonado el pito del tren que debe llevar a la turba hasta Arica.

- Verdad. Es raro.

- ¿ Se habrán quedado en Tacna?

ºººººººººººººº

- No cabe un alfiler en la estación, don Máximo.

- Caramba, qué falta de previsión.

- Si la gente que llegó de Arica, en otro horario, no tiene espacio en el tren, menos lo tendremos nosotros, don Alberto.

- Yo que pensaba ir al puerto a hacer unas compras. Ya andamos por las tres horas acá, pu cabro, sin resultado, helándonos de frío.

- Tendremos que meternos en patota nomá, ñor, no queda otra.

- Viajaremos como sardinas, parados.

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- ¡ Por la cresta, qué calamidad¡

- ¡ Que todo sea por la patria, pu loco, no te hagai mala sangre¡

- Es la una de la mañana.

- Ahora sí que nadie trabaja mañana, que nos den asueto pu don Máximo.

- Bueno, vamos ¿ qué esperai?

- Ya se mueve este burro grande. Vamos, vamos, ¿nadie echa vivas? Están agotados los cabros.

- No es para menos, ha sido larga la tirada.

- ¿ Qué pasa ahora?

- No sé, pu. Parece que desengancharon los vagones acoplados.

- ¿ Dónde estamos? Yo venía durmiendo.

- Todavía no hemos terminado de salir de Tacna. Veo chacras.

- ¿ Qué sucede? ¿ la locomotora sigue sola?

- Así es, en efecto.

- Compatriotas, ahora todos los cholos duermen.

- ¿ Quién es este pije?

- El hijo del Intendente Lira.

- ¡ A la chupalla¡

- Compatriotas, regresamos a la ciudad. Lo único que tienen que hacer es seguirnos y cumplir las órdenes que vayamos dándoles en el camino. Todos tendrán una recompensa. No se preocupen, chiquillos.

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La mayor recompensa será acabar para siempre con los cholos. Tacna será para siempre chilena.

- ¡ Bravo¡ ¡ Bravo¡ Así se habla. ¡ Viva el joven Lira¡ ¡ Que viva¡

- ¡ Abajo los cholos¡ ¡ Abajo¡

- Entremos por la puerta falsa de LA VOZ DEL SUR. Por Sucre.

- A ver, a ver. Fuerza con las barretas y los picos.

- ¡ Contra la puerta, fuerza, fuerza, a derribarla¡ ¡ Que no quede nada¡

- ¡ A la Dirección¡ ¡ A la Dirección¡ Destrocen todo lo que encuentren a su paso.

- ¡ Muerte a los Barreto¡ ¡ Viva Chile, mierda¡ ¡ Mueran los cholos¡

- ¿ Terminaron con la imprenta de LA VOZ DEL SUR? ¿ No queda nada?

- Nada, señor Intendente, nada.

- ¡ Qué buena faena¡

- Valió la pena quedarse en Tacna, don Alberto.

- Ya ve usted, flojonazo. Ahora tiene una nueva historia para que la cuente a sus cabros cuando crezcan.

- ¡ Y qué historia¡

- Esto no ha terminado, compatriotas. ¡ Al club de los cholos¡ ¡ A destrozar el Club Unión¡

- ¡ Al club¡ ¡ Al club¡ ¡ Al club de los cholos¡

- Mándele nomás picotazos a la puerta.

- ¡Adentro, todo el mundo adentro¡

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- ¡ Que no quede nada¡ ¡ Mueran los cholos¡

- ¡ Vivan Tacna y Arica, chilenas¡

- Destrocen las mesas, el billar, los pianos. Hagan añicos esas mesas.

- Son de mármol, pucha que duras.

- ¡ Vamos, vamos, hagan bailar los martillos¡

- Qué eufórico se pone el chiquillo Florencio. Esta en su salsa.

- Si es tremendo, parece el hijo de Atila.

- Ja…ja... ja… ¡ qué bueno el bruto¡

- Con los corvos corten el forro de los muebles, el teléfono, los relojes de las paredes al suelo, los espejos. ¡ Rápido, rápido¡ Está amaneciendo.

- ¡ Hachazos con las pianolas¡

- Ese viejo tan bien pintado, ¿ quién es?

- Debe ser un héroe de los cholos. Pucha, la pinta del vejete.

- ¿ A ver, qué dice? Es un cura, Francisco de Paula González Vigil.

- ¡ Quién mierda habrá sido el viejo¡ ¡ Hágalo tiras y póngalo así en la ventana¡ Que lo vean los cholos.

- Con orden, con orden. En los saquillos metan la vajilla de porcelana y los cubiertos de plata. Con cuidado, con cuidado. Y me lo separan. Yo me encargaré de ver si todo llega completo a Arica. ¿ Comprendido?

- Compatriotas, ahora vamos al otro diario de los cholos. ¡ Acabemos con EL TACORA¡

- ¡ De paso también entremos a la sastrería de Raiteri¡ ¡ Adentro¡ ¡ Adentro¡

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- ¡ Ahora al hotel Colón¡ ¡ Al hotel Colón¡

- ¡ Viva Chile, mierda¡ ¡ Mueran los cholos¡ ¡ Que mueran¡

- Tomemos un poco de aguardiente para el frío.

- Pucha que soi guachuchero, huevono¡

- ¿ Y a dónde lo tomamos?

- En la bodega del cholo Sologuren.

- ¡ Vamos, vamos allá¡ ¡ Abre cholo¡ ¡ Pronto, abre, pronto¡

- Deja de resistir, cholito. Nosotros mandamos acá, esto es Chile. Si no te gustai te vai pu huevón.

- Compatriotas, brindemos por el Intendente Lira y por el Sub Prefecto Barahona. ¡ Salud¡ ¡ Salud¡

- Esta ha sido una hermosa jornada de patriotismo.

- Tomen, chupen, se lo merecen chiquillos.

- Ya amaneció. ¡ Al mercado¡ ¡ Al mercado¡

- ¡ Afuera las cholas del mercado¡ ¡ Afuera¡

- Lleven lo más que puedan.

- Vamos ya. Son las seis de la mañana.

- Allá vienen los pacos. Un poco tarde, ¿no te parece?

- Claro, la pantomima salió bien pu ñato. Que vayan algunos presos. Más tardarán en entrar que en salir del calabozo.

- Acuérdate loco cuando estuviste tres años preso en Valparaíso. ¿ Te acordai malandrín?

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- Eran otros tiempos, loco. ¿ Por qué me lo sacai?

ºººººººººººººº

- ¡ Increíble, señora Olguita, increíble¡ Si parece una pesadilla.

- Nada es increíble. Estos desalmados rotos son capaces de las peores atrocidades. No tienen alma.

- Señora Olguita, han destrozado por completo las imprentas de LA VOZ DEL SUR y de EL TACORA.

- No tienes que contármelo, María. Lo he visto con mis ojos. Detrás de la ventana, temblando de miedo, junto a mis hijos, hemos contemplado el saqueo de EL TACORA y de la sastrería Raiteri. Jorgito, mi hijo de siete años, ha sido testigo de esta barbarie. Para una mujer viuda, es duro explicar a los niños. Jorgito es un chico muy maduro, muy inteligente. Y muy sensible.

- A Matildita le aseguraron que la casa de usted la habían incendiado. En el mercado corrieron el rumor de que la casona de la señora Olga Grohmann de Basadre había sido incendiada por la turba.

- Felizmente, hijita, por la gracia de Dios, no ha sido así. Lo más que han hecho es apedrearnos la puerta y las ventanas.

- La voz general es que el instigador del empastelamiento de la imprenta de EL TACORA fue Allende Castro.

- Parece que esa es la verdad. Lo he escuchado de labios del propio Roberto Freyre. El pobre está totalmente abatido. La turba, además de haber empastelado la imprenta, destruyó los enseres de su casa. Las pobres viejecitas que viven con él, su madre, doña Juanita, que está inválida y su hermana y su sobrina no se habían repuesto totalmente de la golpiza de noviembre pasado. Han quedado, ahora, con la ropa del cuerpo. Me han dicho que se van a Mollendo.

- En el mercado la turba arrasó con todo.

- No me digas, hijita.

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- Si señora Olguita. Entraron cuando apenas armaban sus puestos las vendedoras. A la propia Eumelia, la lechera, la arrastraron por el medio de la recoba, jalándola de los cabellos. Igual han hecho con las Chura, con las Cutipa y la Lanchipa, su casera, que es tan buena mujer. Han ofendido a todo el mundo. Ni que decir que las choleaban a su regalado gusto.

- ¡ Qué vándalos¡ ¡ Qué desalmados, por Dios santo¡ Algún día pagarán estas ofensas a un pueblo culto y pacífico, como el nuestro, que no merece sufrir este calvario.

ºººººººººººººº

- ¡ Malditos¡ ¡ Malditos¡

- Esto no tiene nombre, Federico.

- Han destruido todo. Fíjate, hasta el motor del alumbrado a gas. Nada hay que podamos rescatar. Nada.

- Igual cosa ha sucedido con EL TACORA.

- Pablo, tengo noticias de Gerardo Vargas. Me dicen que unos mazorqueros pretendieron incendiar su casa y que él, valientemente, repelió el ataque a balazos.

- Seguramente vendrá a Tacna a presentar su protesta en la Corte.

- ¡ Protestar¡ ¡ Protestar¡ Tú sabes que es un mero formulismo el protestar. Afirman que tienen cuarentaiocho detenidos. ¿ Quién los va a culpar? ¿Nosotros? Si todo lo hicieron, como buenos delincuentes, amparados en las tinieblas, mientras la ciudad dormía. Farsantes, son unos farsantes.

- Han respetado las casas de comercio de los extranjeros.

- Claro. Sabían lo que hacían. Los autores intelectuales han sido Lira, Blanlot y Allende y el autor material, Manuel Barahona, que duda cabe-

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- La turba actuó de acuerdo a consignas precisas.

- El roto Lira alegaría, en una corte especial, que al no haber cupo suficiente en el tren, la turba se vio obligada a permanecer en Tacna y que, lo sucedido después del mitin, escapaba a su responsabilidad.

- Ese argumento no se lo creería nadie.

ºººººººººººººº

- Señor Intendente, se han cumplido plenamente los objetivos. Personalmente estoy satisfecho con los resultados. Lo que viene es sencillo. Nos defenderemos de quienes nos ataquen.

- No hay que olvidar al gran Machiavello. El fin justifica los medios. Para empezar, he ordenado que suelten a los detenidos, por falta de pruebas. Diremos que los desmanes se debieron al retrazo de los manifestantes para llegar a la estación. No hubo cupo en el tren para los cientos de patriotas que llegaron para manifestarse a favor de la chilenización de Tacna y Arica.

- También se puede decir, señor, que la turba estuvo ebria y que no la hemos podido contener.

- Mañana mismo remitiré el informe a Santiago, doctor Blanlot. He pensado en todo.

- Es usted un genio, un político con agallas.

- Por sobre todo deseo que se me recuerde como un fiel servidor de la patria, estimado doctor.

- El gobierno reconocerá sus servicios y sus méritos, señor Intendente, sin ninguna duda.

- ¿ Cree usted que los plumíferos volverán a las andadas?

- No, doctor, que ocurrencia. Callarán para siempre. Tenemos el campo libre para la chilenización. Ah, me olvidaba. Redacte usted un

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documento de felicitación, por valiosos servicios prestados a la causa de Chile, dirigido al eminente doctor Salvador Allende Castro. Es un abogado patriota.

- Tiene usted razón, señor Intendente.

- Adelante, pase usted señor Ossa. Buenos días. ¿ Qué noticias trae EL PACÍFICO? Sus periodistas nos deben agradecer. Ahora tendrán el monopolio de la noticia. El mercado está libre para ellos. Igual cosa digo de LA INTEGRIDAD, de Arica. Espero que los periodistas dejen de molestarnos, sin razón.

- Leo, doctor Blanlot, la crónica que aparece en EL PACÍFICO. Escuche usted. Se titula, SOBERBIA MANIFESTACIÓN POPULAR. Estamos ciertos de que no habrá nadie que se atreva a decir que los hechos ocurridos hayan sido consecuencia directa del mitin. Tacna entera ha presenciado la forma correcta y cultísima en que se desarrolló la imponente manifestación patriótica.

- Hombre, qué bien. Ya tendremos tiempo de leer todo el diario. Hoy escribiré una nota informando que, pese a que existen joyerías y tiendas de lujo, vecinas a las imprentas y al Club Unión, ninguna sufrió el ataque de los manifestantes. Eso prueba que no ha habido pillaje. Secretario, envíe el informe a La Moneda y una copia a la Cancillería.

- En el acto, señor Intendente.

- Doctor Blanlot, hemos cumplido con nuestro deber de chilenos y de autoridades en esta provincia. No hay maestros, curas, ni periodistas peruanos. Tampoco clubes sociales, ni sociedades de beneficencia, que son solamente un pretexto para otros fines. Ahora sí que la chilenización se cumplirá a cabalidad en Tacna y Arica que serán para siempre chilenas. Ninguna fuerza será capaz de hacer que las entreguemos al Perú. El mínimo acto de rebeldía lo aplastaré, con todo rigor. Se lo prometo, doctor. Nos reuniremos con Barahona, con el Gobernador de Arica, con el doctor Allende, con los directores de las escuelas y con los jefes militares para asegurar la chilenidad de estos pueblos. Blanlot, mi leal consejero, tenemos que felicitarnos. Hemos cumplido.

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- Hemos cumplido, señor Intendente. Tacna, 12 de septiembre de 1985 – 12 de mayo de 2001

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