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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 4 NÚMERO 4 2005 21 JORGE RAMÍREZ PLASCENCIA * TRES VISIONES SOBRE CAPITAL SOCIAL: BOURDIEU, COLEMAN Y PUTNAM Conforme ha crecido el interés sobre el concepto de capital social y se han multiplicado sus aplicaciones empíricas, el debate teórico de base ha tendi- do cada vez a ser más superficial y selectivo de las fuentes intelectuales de que se nutre. El predominio en ascenso de la visión de Putnam sobre la idea ha ocasionado, en lo general, un descuido en la revisión y discusión de las maneras diversas de concebir al capital social que le precedieron. Las apor- taciones de Coleman y Bourdieu continúan siendo referencias constantes en la literatura que está surgiendo sobre el tema, pero cada vez más ocupando un lugar meramente simbólico en el marco de una historia intelectual que no alumbra nuevas reflexiones ni provoca mayores discusiones intelectua- les. En este contexto, el presente trabajo se propone realizar una recons- trucción sistemática del concepto de capital social como fue elaborado, de manera relativamente independiente, por Bourdieu, Coleman y Putnam. El interés es poner en evidencia las similitudes, pero sobre todo las grandes diferencias que subyacen a su entendimiento particular de la idea, motiva- das por sus diversas formas de concebir a la sociedad y de reflexionar acerca de ella. nía de un reducido número de acadé- micos que abrevaban casi exclusiva- mente en los trabajos de James S. Co- leman sobre el tema publicados originalmente en 1988 y 1990 (véa- se, respectivamente, Coleman 2000a y 2000b). Dos casos notables en este sentido fueron el de Elinor Ostrom, quien recurrió al concepto en su fa- mosa publicación de 1990 para com- prender la lógica de administración de los bienes comunes (véase Ostrom, 2000) y, desde luego, de Robert D. Putnam, quien lo usó, modificándo- lo, para analizar el desempeño de los gobiernos regionales de Italia (véase Putnam, 1993; 1993a; y Helliwell y Putnam, 1995). La idea de capital so- cial parecía entonces un invento de Coleman y sus publicaciones eran prácticamente las únicas fuentes teó- A ntes de 1993, el interés sobre el concepto de capital social prove- ricas conocidas. Esto cambió pronto a raíz del enorme impacto provocado por las investigaciones de Putnam. La publicación de su libro sobre Italia y su temprana aplicación del concepto para describir la vida cívica de los Es- tados Unidos (Putnam, 1995 y 1995a), colocaron su versión del capital so- cial en el primer plano de las discu- siones, opacando en cierta forma la visión más ambiciosa del concepto creada inicialmente por Coleman. También motivaron el surgimiento de un interés extraordinario por el con- cepto que propició, entre otros efec- tos, el que gradualmente se descubrie- ra a otros precursores de la idea. Hoy sabemos que a lo largo del siglo XX hubo varios autores que usaron el término con el significado que se usa actualmente antes de que fuera plan- teado por Coleman 1 . Entre ellos, se destaca el sociólogo francés Pierre Bourdieu. Bourdieu había incorpora- do el concepto en su aparato teórico en la década de los setenta, o incluso antes, y había realizado una exposi- ción refinada de la idea en un artícu- lo publicado en inglés en 1985 como parte de un libro consagrado a la so- * Profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara. 1 Entre estos autores y los años en que lo usaron, al parecer sin tener noticia entre sí, cabe mencionar al filósofo John Dewey (1900); al reformador educativo Lida Hanifan (1916); a la socióloga Jane Jacobs (1961); al antropólogo Ulf Hannerz (1969); al sociólogo Pierre Bourdieu, (1970 o antes); al sociólogo Glenn Loury, 1977 y al economista Ekkehart Schlicht (1984) entre otros (véase Farr, 2004 y Putnam, 2002).

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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 4 ■ NÚMERO 4 ■ 2005 21

JORGE RAMÍREZ PLASCENCIA*

TRES VISIONES SOBRE CAPITAL SOCIAL:BOURDIEU, COLEMAN Y PUTNAM

Conforme ha crecido el interés sobre el concepto de capital social y se hanmultiplicado sus aplicaciones empíricas, el debate teórico de base ha tendi-do cada vez a ser más superficial y selectivo de las fuentes intelectuales deque se nutre. El predominio en ascenso de la visión de Putnam sobre la ideaha ocasionado, en lo general, un descuido en la revisión y discusión de lasmaneras diversas de concebir al capital social que le precedieron. Las apor-taciones de Coleman y Bourdieu continúan siendo referencias constantes enla literatura que está surgiendo sobre el tema, pero cada vez más ocupandoun lugar meramente simbólico en el marco de una historia intelectual queno alumbra nuevas reflexiones ni provoca mayores discusiones intelectua-les. En este contexto, el presente trabajo se propone realizar una recons-trucción sistemática del concepto de capital social como fue elaborado, demanera relativamente independiente, por Bourdieu, Coleman y Putnam. Elinterés es poner en evidencia las similitudes, pero sobre todo las grandesdiferencias que subyacen a su entendimiento particular de la idea, motiva-das por sus diversas formas de concebir a la sociedad y de reflexionar acercade ella.

nía de un reducido número de acadé-micos que abrevaban casi exclusiva-mente en los trabajos de James S. Co-leman sobre el tema publicadosoriginalmente en 1988 y 1990 (véa-se, respectivamente, Coleman 2000ay 2000b). Dos casos notables en estesentido fueron el de Elinor Ostrom,quien recurrió al concepto en su fa-mosa publicación de 1990 para com-prender la lógica de administraciónde los bienes comunes (véase Ostrom,2000) y, desde luego, de Robert D.Putnam, quien lo usó, modificándo-lo, para analizar el desempeño de losgobiernos regionales de Italia (véasePutnam, 1993; 1993a; y Helliwell yPutnam, 1995). La idea de capital so-cial parecía entonces un invento deColeman y sus publicaciones eranprácticamente las únicas fuentes teó-

Antes de 1993, el interés sobre elconcepto de capital social prove-

ricas conocidas. Esto cambió prontoa raíz del enorme impacto provocadopor las investigaciones de Putnam. Lapublicación de su libro sobre Italia ysu temprana aplicación del conceptopara describir la vida cívica de los Es-tados Unidos (Putnam, 1995 y 1995a),colocaron su versión del capital so-cial en el primer plano de las discu-siones, opacando en cierta forma lavisión más ambiciosa del conceptocreada inicialmente por Coleman.También motivaron el surgimiento deun interés extraordinario por el con-cepto que propició, entre otros efec-

tos, el que gradualmente se descubrie-ra a otros precursores de la idea. Hoysabemos que a lo largo del siglo XXhubo varios autores que usaron eltérmino con el significado que se usaactualmente antes de que fuera plan-teado por Coleman1. Entre ellos, sedestaca el sociólogo francés PierreBourdieu. Bourdieu había incorpora-do el concepto en su aparato teóricoen la década de los setenta, o inclusoantes, y había realizado una exposi-ción refinada de la idea en un artícu-lo publicado en inglés en 1985 comoparte de un libro consagrado a la so-

* Profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara.1 Entre estos autores y los años en que lo usaron, al parecer sin tener noticia entre

sí, cabe mencionar al filósofo John Dewey (1900); al reformador educativo LidaHanifan (1916); a la socióloga Jane Jacobs (1961); al antropólogo Ulf Hannerz(1969); al sociólogo Pierre Bourdieu, (1970 o antes); al sociólogo Glenn Loury,1977 y al economista Ekkehart Schlicht (1984) entre otros (véase Farr, 2004 yPutnam, 2002).

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ciología de la educación2 (véase Bour-dieu, 2000)3.

Sin embargo, esta conciencia másinformada sobre los orígenes del con-cepto pocas veces ha dado lugar a unadiscusión más rigurosa de los antece-dentes intelectuales de la idea y, sobretodo, de los presupuestos y maticesteóricos que articulan la noción en cadauno de los autores principales que latrataron inicialmente. Es común obser-var una inercia a seguir considerandoa Coleman como el progenitor de la ideay, por lo tanto, a no discutir las fuen-tes previas4. Dicha inercia puede ob-servarse en el mismo Putnam, quien apesar de reconocer en Bowling Alone,su conocida publicación del año 2000,el carácter precursor de Bourdieu so-bre el concepto (véase Putnam, 2002),recientemente afirma que Coleman “esconsiderado justificadamente el padreintelectual del campo” (de investiga-ción sobre el capital social) (Putnam,2004: 668). Es posible percatarse tam-bién de que si bien Bourdieu aparecereiteradamente citado en la literatura,no se discuten a fondo sus ideas ymenos se aplican en la investigaciónempírica5. Esta relativa ausencia deBourdieu en la discusión del tema hasido deplorada por autores que, comoFine6, estiman que con ello se deja fue-ra una noción crítica del concepto, decorte más sociopolítico, que permiteuna apropiación despolitizada del tér-mino por entidades como el BancoMundial7. También es posible darsecuenta de un tratamiento del concep-to que privilegia las concordancias ysemejanzas entre los autores de la ideay omite sus profundas diferencias (véa-se, vgr., Adler y Kwon, 2000) . Parecie-ra así que tanto Bourdieu, como Cole-man y Putnam, iluminaron en esencialos mismos fenómenos con el concep-to, pero recurriendo a proposiciones ypalabras distintas. Las perspectivas deteoría que están detrás de sus aproxi-maciones, y que abren grandes brechasentre sus ideas, no son tomadas encuenta. Es fácil comprobar, por últi-

mo, que la versión del concepto ex-puesta por Putnam ha tendido cada vezmás a dominar la discusión y el traba-jo académico sobre el tema, particu-larmente como punto de partida ymarco orientador para toda clase deinvestigaciones empíricas (véase, vgr.,Kawachi y Kennedy, 1997; Szreter yWoolcock, 2004; Knack, 2002) 8. El tra-bajo de Coleman, y no digamos el deBourdieu o Loury, otro de los precur-sores importantes del concepto, sueleaparecer como antecedente general ocomo autores que abonan una mismadefinición del término, pero es mayor-mente el trabajo de Putnam el que sediscute o usa con fines de investiga-ción.

A contracorriente de esta tenden-cia, este trabajo busca indagar en lasfuentes intelectuales constitutivas dela idea como fueron originalmente ex-puestas en Bourdieu, Coleman yPutnam. Su interés es reconstruir lavisión del capital social que formula-ron cada uno de ellos. Un ejercicio deeste tipo parece indispensable dado el

creciente uso de la idea para explicartoda clase de fenómenos en los másdistintos campos de las ciencias socia-les (salud, familia, trabajo y empleo,criminalidad, empresa, pobreza y de-sarrollo, democracia y eficacia guber-namental, migración, etc.) y en virtudde que, como tratamos de demostrarlolíneas arriba, el debate se hace cadavez menos informado y más selectivode las fuentes a las que recurre. Engeneral, pretendemos enfatizar más lasdiferencias de fondo que separan a cadauna de estas visiones que las coinci-dencias que existen entre ellas. Cree-mos que poner en evidencia las múlti-ples tensiones de tipo principalmenteteórico que están en la base de sus res-pectivos tratamientos del conceptopueden ser más instructivas que el ex-pediente más fácil de ignorarlas o darpor sentado que no tienen relevancia.Bourdieu: el capital social como meca-nismo de diferenciación social y repro-ducción de las clases.

El uso de la expresión “capital so-cial” en Bourdieu habría que remon-

2 Según Smith y Kulynych (2002) y Lévesque (2000) dicho artículo se había publi-cado dos años antes en lengua alemana.

3 Ostrom y Putnam no conocieron esta contribución de Bourdieu en las publicacio-nes que hemos citado. Coleman citó a Bourdieu en su trabajo de 1990, refiriendoúnicamente su contribución preliminar y temprana de 1980, publicada en fran-cés. Un caso distinto fue el de Alejandro Portes, uno de los primeros sociólogos enusar el concepto y quien ha hecho contribuciones importantes para su desarrollo.En un artículo publicado en 1993, Portes acreditó a Bourdieu como el introductordel concepto al campo de la discusión sociológica (véase Portes y Sensenbrenner,1993).

4 Las contribuciones reunidas por Dasgupta y Serageldin (2000) pueden tomarsecomo un buen ejemplo de la centralidad que se concede a Coleman y, desde luegoa Putnam, en la génesis de la idea.

5 En una de sus últimas publicaciones, Bourdieu se refirió a este especie de olvidode sus ideas explicándolo sutilmente como un efecto del “mercado extremada-mente protegido de la sociología norteamericana” (Bourdieu, 2001: 16).

6 Fine (2001: 52) ha señalado irónicamente cómo la presencia de Bourdieu en labibliografía sobre el tema ha sido más bien marginal y simbólica, convirtiéndoseen una muestra del capital académico simbólico de autores y artículos.

7 Para una visión global de estas críticas y su defensa es instructivo consultar aBebbington (2004)

8 El predominio de la visión del capital social aportada por Putnam ha dado lugar areacciones críticas entre académicos para quienes las ideas de Coleman al respec-to son más valiosas (vgr. Greeley, 1997).

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tarlo, en sus palabras, a sus primerostrabajos de etnología en Argelia. Ahílo habría introducido para explicar “di-ferencias residuales ligadas, grossomodo, a los recursos que pueden re-unirse, por procuración, a través de lasredes de ‘relaciones’ más o menos nu-merosas y ricas” (Bourdieu, 2001:16).Es posible entonces que su uso de laidea se remonte a la década de los se-senta, aunque debió tratarse de un usoocasional y poco sistemático. Esto pue-de deducirse si revisamos uno de susprimeros trabajos publicado, La repro-ducción, que apareció en 1970. En esetexto, la expresión aparece menciona-da en el denso y barroco esquema quediseñó, junto con Passeron, para darcuenta del papel del sistema escolaren la reproducción de los privilegiosde clase (Bourdieu y Passeron,1995:136). Sin embargo, la noción nollega a ser especificada. Los conceptosde capital cultural y lingüístico y el dehabitus reciben, a cambio, una mayorprecisión. Fue en su estudio de 1979sobre los criterios y bases sociales delgusto donde el concepto adquiere ma-yor visibilidad. Aparece varias veces alo largo del libro. Cuando se le invoca,las más de las veces es como parte deuna enumeración sobre las diversasformas de capital (económico y cultu-ral). Sólo en un pasaje la noción llegaa ser clarificada con suficiente preci-sión para indicar que:

...los miembros de las profesiones libe-rales (y en particular los médicos y losabogados) invierten... en unos consu-mos apropiados para simbolizar la po-sesión de los medios materiales y cul-turales aptos para ajustarse a las reglasdel arte de vivir burgués y capaces deasegurarles con ello un capital social,capital de relaciones mundanas quepueden, llegado el caso, proporcionar‘apoyos’ útiles, capital de honorabili-dad y respetabilidad que a menudo esindispensable para atraerse o asegurarsela confianza de la buena sociedad y,con ello, su clientela, y que puede con-vertirse, por ejemplo, en una carrera

política (ibid, 1988:118, subrayado enel original)

Fue un artículo publicado un año des-pués en las Actes de la Recherche enSciences Sociales, donde el concepto esobjeto de un examen más detenido. Sinembargo, el propio título de este artí-culo, “Le capital social: notes provi-soires”, era indicativo del estado em-brionario que tenía el concepto en supensamiento y de la necesidad de unmayor desarrollo. De hecho, la exten-sión de aquel texto no era superior alas dos páginas. Debieron transcurrirtres años más para que Bourdieu pu-blique una elaboración más acabada dela noción en el artículo “The forms ofcapital”, publicado en inglés en 1985.Ahí el concepto cobra una relevanciaespecial, con un poder explicativo equi-valente a los conceptos de capital eco-nómico y capital cultural, al último delos cuales dedicó grandes apartados ensus obras anteriores.

En “Las formas del capital” Bour-dieu situó el concepto de capital so-cial como una herramienta explicativapara efectos sociales que no podríanser comprendidos de otra manera. Adecir de una nota a pie de página deeste texto, introducir la noción de ca-pital social hacía posible entender porqué dos personas con cantidades equi-valentes de capital económico o cul-tural, obtenían diferentes beneficios.Dichas diferencias provenían de lo queel sentido común nombra con frecuen-cia como tener “influencias” o “rela-ciones” (Bourdieu, 2000b), lo cual noes otra cosa que la capacidad de losindividuos para “movilizar en su favorel capital de un grupo más o menosinstitucionalizado y rico en capital”(ibid, 2000: 149). Este capital se cons-tituiría

por la totalidad de los recursos poten-ciales o actuales asociados a la pose-sión de una red duradera de relacionesmás o menos institucionalizadas deconocimiento y reconocimiento mu-tuos. Expresado de otra forma, se trata

aquí de la totalidad de recursos basa-dos en la pertenencia a un grupo (op.cit, 2000: 148; énfasis en el original)

En esta definición que ofrece Bourdieuhabría cuatro elementos esenciales quela articulan y que es necesario preci-sar para entender el alcance de su pro-puesta: la pertenencia a un grupo, laexistencia de relaciones de intercam-bio material y simbólico que se dan ensu interior, su grado de institucionali-zación y los recursos que posee dichogrupo.

Bourdieu vio en la pertenencia aun grupo o una red de relaciones porparte de los individuos un requisitoindispensable para la existencia delcapital social. A diferencia del capitaleconómico y cultural en posesión delas personas, que podían ser perfecta-mente inteligibles desde el individuo,el capital social demandaba la existen-cia de un grupo o una red duradera derelaciones sociales. Bourdieu llegó anombrar a varios de estos grupos: lafamilia, un club selecto y la aristocra-cia. Es fácil darse cuenta de algunascaracterísticas que tiene estos grupossociales y que Bourdieu debió tener enmente para enumerar a éstos y no aotros: su relativa estabilidad y perma-nencia, esto es, su institucionalización;su posesión de límites relativamenteprecisos, que los definen y distinguende los demás, y que sus miembros sepreocupan por conservar; y, sobre todo,su posible vinculación con diferenciassociales más amplias.

Volveremos sobre este último puntomás adelante. Concentrémonos por elmomento en el elemento del intercam-bio social. Hay que decir sobre esto quelas redes sociales o los grupos poseedo-res de capital social se constituyen ymantienen a partir, como ya vimos, de“los consumos apropiados” que hacensus miembros para simbolizar una “vidaburguesa”, pero también especialmentea partir de los actos de intercambio quesostienen entre sí. Lo que se intercam-bia son bienes a la vez materiales y sim-

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bólicos (“palabras, regalos, mujeres,etc.”) que da lugar, y presupone, cono-cimiento y reconocimientos mutuos en-tre sus miembros. Dicho intercambioasume la forma de un toma y daca enapariencia desinteresado, gratuito y vo-luntario, pero que genera en realidadun cúmulo de obligaciones duraderasque “se apoyan bien sobre sentimientossubjetivos (de reconocimiento, respeto,amistad, etc.), bien sobre garantíasinstitucionales (derechos o pretensio-nes jurídicas)” (op.cit, 2000: 151 y 152)y que, junto con el “conocerse y reco-nocerse” mutuo, sirve para fijar los lí-mites del grupo.

La dinámica de esta clase de relacio-nes de intercambio requiere, y a la vezproduce, una cierta institucionaliza-ción del grupo, la cual se logra por“adopción de un nombre común” o me-diante “actos de institucionalización”.Para Bourdieu, la institucionalizaciónes una característica central del capitalsocial que le hace asumir “una existen-cia cuasi-real”. Las relaciones socialesdifusas, motivadas por la cercanía físicao social, no podían considerarse relacio-nes generadoras de capital social, me-nos aún la simple sociabilidad entre co-nocidos que otros autores hanconsiderado como parte del capital so-cial (vgr., Putnam, 2002). En la pers-pectiva de Bourdieu, para que esta cla-se de relaciones se transformen enrelaciones de capital tendrían que estarbasadas en “el reconocimiento de unmínimo de homogeneidad” (Bourdieu,2000: 150) entre quienes las forman,estar penetradas por relaciones de in-tercambio y recibir cierta instituciona-lización. Bourdieu aduce que el capitalsocial en posesión de un grupo tiende aconcentrarse en manos de un individuoo unos pocos mediante “delegación ins-titucionalizada”, tanto más conforme elgrupo sea más grande y menos podero-so (Bourdieu, 2000). Pareciera un me-canismo inevitable para proteger algrupo y al capital acumulado por élfrente a las “equivocaciones individua-les” o “las amenazas de deshonor”.

En la definición de Bourdieu, elcapital social implica recursos en po-sesión de grupos. No es meramente unared amplia de conocidos o vecinos, alos que las reglas de cortesía obliguena cierto trato recíproco. Para que estared tenga efectos de capital social debeser capaz de movilizar recursos. Inclu-so el capital social son estos recursosaportados por las redes. Pero ¿de quéclase de recursos se trata? Bourdieu noes claro sobre ello. Líneas más adelan-te del mismo artículo de 1985, Bour-dieu escribe sobre los “beneficios” quese derivan para los individuos que per-tenecen a un grupo. Debemos suponerque recursos y beneficios son equiva-lentes. Bourdieu distingue entre bene-ficios materiales y beneficios simbóli-cos, pero ningún de los dos recibe unadefinición precisa. Sólo son ilustradosa través de ejemplos. Es el caso, comovimos, cuando escribe que los bienesintercambiados pueden ser “palabras,regalos, mujeres, etc.”. De manera másamplia, apunta que los beneficios ma-teriales pueden ser, “...por ejemplo, losmúltiples favores asociados a las rela-ciones provechosas”, en tanto los be-neficios simbólicos podrían ser “aque-llos que resultan de la pertenencia aun grupo selecto y prestigioso” (op.cit:151). Es probable que Bourdieu nose haya visto precisado a ofrecer unaacotación clara de los beneficios des-prendidos de la pertenencia a un gru-po en razón de que los fines de los ac-tores que se aprovechan de ellospueden ser en extremo variados, demodo que sólo la investigación empí-rica puede desvelar, en cada caso, dequé beneficios se trata.

Estos componentes esenciales delconcepto de capital social que ofrece

Bourdieu, no agota todo su análisis.Su tratamiento del capital social tie-ne, por lo menos, dos implicacionesteóricas y analíticas que es necesarioponer de relieve para comprender elfuncionamiento del concepto dentro desu perspectiva teórica general: la pri-mera, es la conexión del capital socialcon diferencias sociales más amplias,en particular las relacionadas con laclase social, en tanto la segunda es lavinculación del concepto con los fenó-menos del poder.

La idea de capital social que elaboraBourdieu, como las restantes formas decapital que analiza, guardan una estre-cha relación con la noción de clase so-cial9. Bourdieu llegó a reconocer al ca-pital social como un poder o fuerza queera a la vez causa y efecto de las dife-rencias entre clases sociales. El capitalsocial, junto al económico, cultural ysimbólico, son “esos poderes socialesfundamentales” que forman la estruc-tura de un espacio social dado –como lasociedad francesa, por ejemplo—. Losindividuos se distribuyen en ese espa-cio social en función del volumen decapital que poseen, de la composiciónde ese capital y de su evolución en eltiempo (ibid., 2000a: 106). En el mismotexto de 1985, se puede inferir que elcapital social encuentra su expresiónmás lograda si se interpreta, sobre todo,como un recurso disponible en mayorproporción por grupos “privilegiados”,de elite o “distinguidos”. En la nobleza,a la que Bourdieu se refiere como elejemplo más claro del principio de dele-gación del capital (op. cit., 2000:156), oen su enumeración de grupos institu-cionalizados y ricos en capital como losantiguos alumnos de un colegio de eli-te, un club selecto y la aristocracia, se

9 Ben Fine (2001) advierte cómo la noción de capital en Bourdieu llega rápidamen-te a identificarse con grupos socioeconómicos. Adam y Roncevic (2003: 159), porsu parte, observan un nexo parecido que recorre toda la distinción de Bourdieusobre las formas del capital al decir que “su elaboración de las diversas formas delcapital (económico, cultural, simbólico) tiene el propósito de explicar los meca-nismos de preservación del sistema de estratificación social y la legitimación dela estrategia de reproducción de la clase dominante”

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encuentra una ilustración muy clara deesta vinculación del concepto con elanálisis de las clases sociales.

Habría que suponer entonces queexisten grupos cuya posesión de ca-pital social es mayor al de otros. Estoes así porque, como el propio Bourdieuanota, el volumen de capital social alalcance de un individuo depende nosólo de la red de conexiones que po-sea, sino “del volumen de capital (eco-nómico, cultural o simbólico) poseí-do por aquellos con quienes estárelacionado” (ibid., 2000:150). El vo-lumen de capital social en posesiónde una red, a final de cuentas, de-pendería en gran medida del volumende capital económico y cultural de esegrupo. Esto ocasionaría lógicamenteuna distribución desigual del capitalsocial entre los grupos o redes queconforman la sociedad. Bourdieu nuncasupuso una sociedad conformada porgrupos o redes con disposiciones equi-valentes de capital social10. La impo-sibilidad de que algo así sucediera seexplica, primero, porque para Bourdieula acumulación de capital social re-quiere una inversión de tiempo y ener-gía, y por consecuencia, “directa oindirectamente de capital económico”(op. cit.: 153). Para participar en unared y mantenerse en ella, cada indi-viduo necesita desarrollar una estra-tegia de inversión con esos fines quelleva aparejado costos. En segundolugar, hay que tener en cuenta quepara Bourdieu el capital social “no esnunca totalmente independiente” (op.cit.: 150) del capital económico ycultural en posesión de un individuoni del que, por su parte, poseen losdemás miembros de la red, aunquetampoco se reduzca a ellos. Gran par-te de su esfuerzo analítico se orientóa mostrar las transformaciones recí-procas que se daban entre estas cla-ses de capital. En su artículo de 1985le dedica considerable atención. Lomismo sucedió en los breves pasajesque dedicó al tema en sus ensayos pu-blicados un año antes con el título

de Cuestiones de sociología. En ese tex-to, explica que construir el conceptode capital social es

“producir el instrumento para analizarla lógica según la cual esta especie par-ticular de capital se acumula, transmi-te, reproduce; el instrumento para com-prender cómo se transforma en capitaleconómico y, a la inversa, el coste delesfuerzo que supone convertir el capi-tal económico en capital social.” (ibid.,2000b: 57)

Ciertamente, hay indicios en los tex-tos de Bourdieu donde el capital socialbusca ser un recurso de teoría útil paraexplicar no sólo la dinámica de consti-tución de sociedades modernas dividasen clases. Al incluir a la familia entrelos grupos detentadores de capital so-cial o al referirse a ella como “princi-pal ámbito para la acumulación y trans-misión de esta especie de capital”(idem); o al mencionar que entre losbienes intercambiados se encuentranno sólo palabras y regalos, sino tam-bién mujeres (institución que parecemás propio de una sociedad poco dife-renciada); o al suponer que uno de losgrupos donde ocurre la delegación ins-titucionalizada de capital social enmanos de uno o unos cuantos, puedeser la nación entera (ibid., 2000: 154),Bourdieu parecería querer empujar suteoría del capital social más allá de unaestrecha conexión con la teoría de lasclases sociales y convertirla en piezaimportante de una teoría social másgeneral, de naturaleza antropológica,capaz de iluminar procesos de estrati-ficación social en cualquier clase desociedad y la dinámica de constitucióndel poder político. Estas pretensiones,

sin embargo, nunca fueron más que unesbozo, limitadas a penetrantes intui-ciones, que dejaron intacta la corrien-te principal de argumentación en tor-no a suponer que el capital social esun recurso íntimamente conectado conla formación y reproducción de las cla-ses sociales en una sociedad modernay diferenciada.

Una característica adicional delenfoque de Bourdieu es el vínculo queestablece con los problemas de la re-presentación política y, en forma másgeneral, con el poder. Se pueden iden-tificar tres aspectos de esta ligazón delcapital social con el poder. El primeroes la estrecha cercanía conceptual queestablece entre ambos. Como ya men-cionamos, para Bourdieu la estructurade todo espacio social está constituidapor lo que llama “poderes sociales fun-damentales”. El capital social sería unode sus poderes11. El segundo deriva dela conexión previamente analizadaentre capital social y diferenciaciónsocial. En la medida en que el capitalsocial es un recurso desigualmente dis-tribuido entre los diversos grupos oredes que conforman una sociedad,crea y refuerza relaciones socialesasimétricas. Smith y Kulynych (2002:158) han detectado esta consecuenciaque se desprende de la teoría de Bour-dieu al argumentar que, mientras laconcepción de Coleman sobre el capi-tal social, puede describirse más pro-piamente como poder para, la de Bour-dieu “cuyo proyecto es comprender lareproducción de clase, status y rela-ciones de poder, es más poder sobre”(énfasis en el original). El tercer as-pecto se hace evidente cuando Bour-dieu introduce la idea de que el capi-

10 Que no lo hiciera da cuenta los múltiples estudios empíricos que realizó y quemuestran, al contrario, cómo la desigual posesión de capital crea diferencias pro-fundas entre individuos y grupos (véase, por ejemplo, su análisis sobre la apro-piación del espacio físico, territorial, y de los bienes asociados a ellos, en funciónde las diferencias de capital económico, cultural y social, incluido en Bourdieu,1999: 119-123).

11 Fine (2001) ha advertido esta identificación que hace Bourdieu entre el conceptode poder y el de capital social que provoca que lleguen a ser casi sinónimos.

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tal social puede ser objeto, como yamencionamos, de “delegación institu-cionalizada” al interior del grupo, locual produce su concentración en ma-nos de uno o unos cuantos quienesadelante ejercen la tarea de represen-tarlo y pueden disponer de “la totali-dad del capital social” en su haber. Noes muy claro por qué Bourdieu haceesta vinculación con los problemas aso-ciados a la representación política. Pro-bablemente esta asociación sea inevi-table si, como presuponemos, Bourdieucomprendió a los grupos sociales comogrupos formales, perfectamente deli-mitados y dotados con una identidadpropia. Sólo en esta clase de grupos,que se ven obligados a resolver pro-blemas de coordinación de la accióncolectiva mediante recursos de orga-nización, vienen al caso los problemasde la representación y delegación depoderes. Como fuese, lo cierto es quela delegación del capital social y lafunción de representación de que esobjeto, nos lleva a estimar que la des-igual distribución del capital social quese observa en la sociedad más amplia,se reproduce al interior de los gruposo redes: habría individuos con mejorposición y legitimidad para aprovechar-se de los recursos y beneficios poseí-dos por los grupos o redes a las quepertenece.

Coleman: el capital social comovínculo entre el actor y la estructura

Coleman hizo una formulación siste-mática del concepto de capital socialen un trabajo publicado en 1988 en elAmerican Journal of Sociology y regre-só a él en su obra magna de 1990 titu-lada Foundations of Social Theory12. Elinterés por el concepto en ambos es-critos es principalmente teórico. AColeman le parece que el capital sociales capaz de conciliar dos tradicionesexplicativas de la acción social: la quetiende a explicarla por referencia alcontexto de normas, reglas y obliga-ciones que la gobiernan (sociologismo)y la que deja de lado este entorno y la

explica a partir de suponer individuosdel todo movidos por su interés propio(tradición que llama economicismo).Frente a estas tradiciones, el capitalsocial aparece en su opinión como undispositivo teórico especialmente aptopara integrarlas. Es “una herramienta”,escribe, que ayuda a su empresa teóri-ca más amplia de

importar el principio económico de laacción racional para su uso en el análi-sis del propio sistema social, incluidopero no limitado al análisis del sistemaeconómico, y hacerlo sin descartar enel proceso a la organización social(Coleman, 2000a p: 19).

Hay que tener presente que Cole-man había dedicado muchos años desu vida a la elaboración de esta clasede constructos. Se suele pasar por alto,como afirma Fine (2001), que Colemaninicialmente trabajó dentro del marcode la teoría del intercambio social. Deesta dedicación probablemente heredósu preocupación central por encontrarsoluciones teóricas al problema micro-macro dentro de la sociología, el cualconsumió en su momento muchos es-fuerzos de los teóricos del intercambio(véase, por ejemplo, Blau, 1994). Enun texto publicado en 1987 sobre estetema, Coleman pretendió demostrar elfracaso de estas tentativas en la teoríasociológica y la necesidad de recurrir amodelos que permitieran realizar tran-siciones exitosas del nivel micro socialal macro social. Piensa que estos mo-delos, con modificaciones, pueden sertomados bien de la teoría económicaneoclásica, el cual basa sus generali-zaciones sobre la presunción de mer-cados perfectos, o bien a partir de unmodelo de acción racional pero sinmercados o intercambios (Coleman,1994). El concepto de capital social,

que introdujo ese año, se adapta biena esta tentativa teórica y constituyeuna respuesta a su búsqueda de estaclase de modelos. Debió de represen-tar para él todo un hallazgo intelec-tual, pues le ofreció dos posibilidadesteóricas que no han sido analizadas enla literatura consagrada a sus ideas: lade poder ofrecer explicaciones “verti-cales” y “horizontales” de un amplioespectro –en principio, indefinido—defenómenos sociales.

La posibilidad de lograr explicacio-nes “verticales” deriva del tratamien-to del problema micro-macro. El capi-tal social ofrecería en este sentido undoble rendimiento explicativo, segúnColeman: permite dar cuenta de dife-rentes resultados en el plano del actorindividual y, a la vez, hacer transicio-nes micro-macro sin tener que descri-bir los detalles de la estructura a tra-vés de la cual ocurre. Su definición decapital social subraya ambas dimensio-nes:

El capital social es definido por su fun-ción. No es una entidad única sino unavariedad de diferentes entidades, condos elementos en común: todas ellasconsisten de algún aspecto de las es-tructuras sociales, y facilitan la reali-zación de ciertas acciones para los ac-tores –sean personas o actorescorporativos—dentro de la estructura(ibid., 2000: 20).

Un ejemplo que ofrece el propioColeman podría ilustrar este poten-cial explicativo que le adjudica al con-cepto. En Corea del Sur, según repor-ta una nota de prensa, el desarrollodel activismo político radical entre es-tudiantes pasa por “círculos de estu-dio” clandestinos, que sirven al estu-diante como “unidad de organizaciónbásica” para realizar manifestaciones

12 Coleman había introducido la idea de capital social en conexión con las normas,en un artículo publicado en 1987 como parte del libro colectivo publicado porRadnitzky y Bernholz “Economic imperialism: the economic approach appliedoutside the fields of economics”. El título de su colaboración fue “Norms as socialcapital” (véase Lévesque, 2000).

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y otras actividades de protesta. Estaorganización —como cualquier otraque hace posible estas actividades—es para Coleman una “forma especial-mente potente de capital social” (op.cit.: 21). Coleman recuerda que orga-nizaciones como éstas han estado pre-sentes en la historia de la revueltapolítica: las células de trabajadoresen la Rusia zarista, descritos y defen-didos por Lenin, y los comités de ac-ción de los liceos franceses en las pro-testas estudiantiles de 1968 en esepaís. Por consiguiente, se podría sus-tentar la afirmación que “los gruposconstituyen un recurso que ayuda apasar de la protesta individual a larevuelta organizada”(op. cit.: 23).

La posibilidad de alcanzar explica-ciones “horizontales”, por su parte,proviene de afirmar que el rasgo dis-tintivo del capital social es su carácterfuncional (instrumental, sería más pre-ciso decir). De acuerdo a esto, ahí don-de cualquier aspecto de la estructurasocial contribuya a la realización de losfines del actor existe capital social. Entodo fenómeno social se podría, enprincipio, identificar esta posibilidad.Ya los mismos ejemplos que aporta parailustrar la existencia de capital social,indican este ensanchamiento del con-cepto en sus pretensiones explicativas:hay capital social en los lazos tan es-trechos que unen a los comerciantesde diamantes en Nueva York; en loscírculos de estudio de los activistassurcoreanos, ya citados; en la vigilan-cia informal que brindan los adultos alos niños que pasean por las calles deJerusalén a diferencia de Detroit, don-de esta norma no existe; en las redesde venta que existen en un mercadode El Cairo y que permite que cualquierdemanda de un bien que presenta uncliente a cualquier vendedor éste lacanalice, en ese momento, al vende-dor apropiado, etc. Coleman llega in-cluso a reconocer este ensanchamien-to al afirmar que “todas las relacionesy estructuras sociales facilitan algunaforma de capital social” (op. cit.: 26).

Que el concepto llegue a recibir talcapacidad explicativa es una fortunapara su teoría. A Coleman le permitiódisponer de una noción que, ademásde ser compatible con su perspectivageneral, es capaz de explicar multitudde fenómenos a partir de un solo prin-cipio teórico. El precepto de la parsi-monia científica, tan caro a las teoríasdel individualismo metodológico y quejustamente aconseja no multiplicar lasentidades innecesariamente para expli-car un fenómeno, se cumple en unaformulación como ésa13.

A pesar del poder explicativo am-plio que Coleman atribuye al concep-to, introduce ciertas acotaciones sobresu alcance. Si bien acepta que toda re-lación y estructura de la vida socialpuede generar capital social, existenciertas estructuras que cumplen mejoresta función que otras. En su artículode 1988, distingue tres formas princi-pales de capital social, mismas que se-rán retomadas con algunas ligeras pre-cisiones en su trabajo de 1990 y a lasque agregará tres más. Estas formasson: a) las obligaciones y las expecta-tivas; b) el potencial de información;c) las normas y sanciones efectivas; d)las relaciones de autoridad; e) las or-ganizaciones sociales apropiables paraotros fines y f) las organizaciones in-tencionales (Coleman, 2000a y 2000b).Haremos una breve descripción de cadauna de ellas para dimensionar el al-cance de la teoría de Coleman sobre elconcepto.

La primera forma de capital socialsurge en contextos de intercambio.Coleman nos coloca en una situaciónhipotética en la que, si un actor haceun favor a otro, es posible que surjaen el primero una expectativa de reci-procidad y una obligación en el segun-

do por retribuirla. Esta obligación, enopinión de Coleman, puede considerar-se como un “pagaré” (credit slip) ad-quirido por el primero para que seacubierto por el segundo. En toda rela-ción social existe un número impor-tante de estos “pagarés” pendientes decubrirse (Coleman, 2000a, p:22). Estos“pagarés” pueden ser comprendidoscomo capital social. Su existencia, sinembargo, está afectada por dos facto-res: qué tan digno de confianza es elambiente social y qué extensión ten-gan las obligaciones contraídas. El pri-mero es importante para contar conciertas garantías de que las obligacio-nes contraídas por los actores seráncubiertas. Sin este requisito, sería im-probable que funcionasen los sistemasrotativos de crédito, o los personajesque están cerca de jefes de estado yque ejercen de modo informal poderesextraordinarios bajo el consentimien-to de éstos, ejemplos que ilustran esteprincipio según Coleman. La extensiónde las obligaciones, por su parte, varíade acuerdo a las estructuras sociales ya los actores dentro de ellas. Diferen-cias en las estructuras sociales, talescomo las diversas modalidades cultu-rales vinculadas con el pedir y dar ayu-da, el grado de “cierre” de las redessociales, la existencia de ayuda guber-namental, etc., pueden hacer que ladisposición de estas obligaciones va-ríen. Pero también los individuos pue-den variar entre sí de acuerdo a la can-tidad de obligaciones a su disposición.Como lo revela el rol del patriarca enuna familia extendida o el peso quetienen ciertos legisladores en las deci-siones del Congreso, las obligacionespueden concentrarse y dar lugar aasimetrías entre los actores (Coleman,2000a y 2000b).

13 Cuidar que su teoría en general observara este principio fue sin duda una preocu-pación de Coleman. En su texto capital, Foundations of Social Theory, advierte quesu teoría del actor cumple con este precepto: “Una propiedad del sistema teóricodesarrollado hasta aquí es la parsimonia. Los actores están conectados a recursos(y así indirectamente uno a otro) a través solamente de dos relaciones: su controlsobre los recursos y su interés en ellos” (ibid., 2000b: 37).

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La segunda forma de capital sociales el potencial de información inhe-rente a las relaciones sociales. Recor-dando una vieja convicción de la teo-ría económica en torno a que laadquisición de información implica uncosto, Coleman argumenta sobre los be-neficios que pueden obtener los acto-res para alcanzar sus fines echandomano de la información en posesiónde sus contactos y relaciones sociales,sin que sea necesario para ello esta-blecer relaciones de reciprocidad entérminos de obligaciones y expectati-vas. Coleman seguramente tuvo encuenta los hallazgos de las investiga-ciones sobre redes sociales para consi-derar esta clase de información comocapital social. En efecto, los estudio-sos de las redes sociales habían docu-mentado desde principios de los añossetenta el valor de las relaciones so-ciales para ampliar las oportunidadesindividuales, impulsar la movilidad so-cial y favorecer la cohesión. La infor-mación era una parte fundamental deeste valor (véase Granovetter, 1973 y1995; para una discusión reciente Liny otros, 2001)

La tercera forma de capital son lasnormas y sanciones efectivas. Las nor-mas inhiben ciertas acciones y esti-mulan el emprendimiento de otras.Normas que inhiben el crimen facili-tan caminar en la calle por la noche;normas que reconocen el alto desem-peño escolar facilitan, a su vez, la tareaeducativa. Coleman nos invita tam-bién a considerar las relaciones deautoridad como una cuarta forma decapital social. Un actor puede trans-ferir a otro derechos de control sobreciertas acciones. Estos derechos decontrol son capital social que quedaa disposición del actor que los recibe.Es obvio que entre más derechos decontrol reciba este actor por parte deotros, mayor será el capital social asu disposición. Las organizacionessociales también pueden entendersecomo capital social, sean éstas inten-cionales, como las organizaciones

empresariales donde se invierte en ellascon expectativa de ganancia, o seanorganizaciones que se pueden usar parafines distintos a su origen, como lasexperiencias asociativas cuyos recur-sos de organización acumulados sonútiles para emprender otros fines. Éstasúltimas, que llama genéricamenteorganizaciones sociales apropiables,Coleman las comprendió en 1988 nocomo una forma de capital social, sinocomo una estructura particularmen-te propicia para producir capital so-cial. Dos años después las concibe sinduda como capital social (Coleman,2000a y 2000b).

Como podrá advertirse, Colemanofreció una especificación a detallesobre las posibles formas de capitalsocial. Tal elaboración no se encuentraen Bourdieu. Hay, sin embargo, un as-pecto polémico de su formulación queno ha sido ignorado por autores poste-riores: el riesgo de tautología. Colemanfue poco cauteloso en separar lo quepodría considerarse capital social de loque podría identificarse como benefi-cios o efectos asociados (véase Portes,1998; Edwards y Foley, 1997; Putnam,2004). Ya su misma reclasificación delas organizaciones sociales apropiablesque de ser una estructura creadora decapital social pasa a considerarlas comouna expresión más muestra los proble-mas que enfrentó para disociar ambosaspectos. Lo mismo puede decirse, porejemplo, de la información, que en lu-gar de una forma de capital social po-dría considerarse más propiamente unefecto o beneficio derivado.

Debemos considerar un último as-pecto de la teoría elaborada por Cole-man: su opinión de que el capital so-cial puede ser creado, mantenido odestruido. Coleman argumentó que lapropiedad de “cierre” (closure) de lasrelaciones sociales, la estabilidad de laestructura social, así como la ideologíapodían ser los principales factores que

influyan en esta dinámica. La propie-dad de cierre de las relaciones sociales,entendida como la “existencia de sufi-cientes vínculos entre un cierto núme-ro de personas” (Portes, 1998: 6), esimportante para el capital social por-que permite la observancia de normasy la creación de la reputación necesariaentre personas para participar en in-tercambios del tipo que presupone lasobligaciones y expectativas contraídaspor su conducto. Cuando esta propie-dad está ausente, éstas no pueden de-sarrollarse (Coleman, 2000b: 322). To-das las formas de capital social, salvola de organizaciones intencionales cuyaorganización basado en puestos las pro-tege de los cambios de personas, pue-den verse afectadas también en la me-dida en que la estabilidad de lasrelaciones sociales se vulnere por lamovilidad de los individuos (geográficao social). La ideología, por su parte,puede contribuir a la creación de capi-tal social en tanto imponga a los indi-viduos una preocupación por el interésde los demás en lugar de sí mismo, peroigualmente puede tener un efecto ad-verso cuando dichas creencias dicten locontrario. En general, el capital socialse ve afectado si no es objeto de unconstante mantenimiento; puede depre-ciarse, en opinión de Coleman, como su-cede con cualquier otra clase de capi-tal: “las relaciones sociales mueren sino se mantienen; las expectativas y obli-gaciones se marchitan con el paso deltiempo y las normas dependen de la co-municación regular” (op. cit.: p.321).Junto a la falta de mantenimiento, ylos factores que hemos señalado, ha-bría que considerar como destructivo delcapital social, según Coleman, a todoaquello que haga a las personas menosdependientes unas de otras. Es el casode la riqueza y de la asistencia guber-namental en caso de necesidad14, lascuales evitan que las personas pidanayuda unas a otras.

14 Este punto es polémico. La idea de que la ayuda gubernamental puede ser nocivapara el capital social ha sido vista como una afirmación que se adapta bien a lo

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PUTNAM: EL CAPITAL SOCIAL COMORESERVA COMUNITARIA

Putnam incorporó el concepto de ca-pital social en Making Democracy Work,libro publicado en 1993. El uso que ahíhace de la idea se inscribe en un mar-co de discusión complejo y ambicioso,que tendremos que analizar brevemen-te para poder entender de qué formase inserta ahí la noción de nuestro in-terés y comprender el uso más recien-te que hace de ella.

Aunque Making Democracy Work esun amplio y documentado estudio decaso sobre el desempeño institucionalde los gobiernos regionales de Italia,su propósito apunta mucho más lejos.Como su mismo autor declara en la in-troducción, pretende responder a lapregunta general de “cuáles son lascondiciones que permiten crear insti-tuciones representativas fuertes, res-ponsables y efectivas” (Putnam, 1993:6). Su interés es comprender los facto-res que influyen en el desempeño delas instituciones democráticas y, másparticularmente, en explicar “por quéalgunos gobiernos democráticos tienenéxito y otros fracasan” (op. cit.: 3).Analizar el caso de Italia parece propi-cio a estos fines. En 1970, el gobiernoitaliano inició una reforma a gran es-cala que dio lugar al establecimientode gobiernos regionales con diseñosinstitucionales idénticos, así como alinicio de un amplio proceso de descen-tralización que al cabo de varios añostransfirió importantes responsabilida-des y recursos a esos gobiernos. Al res-ponder a un mismo arreglo institucio-nal y haber sido dotadas con igualesrecursos, en principio la reforma debíahaber generado resultados equivalen-tes en cuanto al rendimiento de lasnuevas instituciones. No fue así, sinembargo. Hacia finales de la década delos ochenta, era evidente que impor-tantes diferencias se habían estableci-do entre los diversos gobiernos:

algunos gobiernos regionales han sidomás consistentemente exitosos que

otros –más eficientes en sus operacio-nes internas, más creativos en sus ini-ciativas políticas, más efectivos en laimplementación de esas iniciativas(ibid.: 81)

La distribución geográfica de estosgobiernos en Italia no era aleatoria.Grosso modo, los gobiernos másexitosos se encontraban en el norte delpaís y los más ineficientes en el sur,coincidiendo en parte con una anti-gua brecha socioeconómica entre am-bas zonas de Italia que permite distin-guir entre un norte próspero,industrializado y con elevados están-dares de calidad de vida y un sur atra-sado, desintegrado y con niveles debienestar similares a países del tercermundo. Las diferentes condiciones so-cioeconómicas explicarían, entonces,las diferencias en el desempeño insti-tucional, de acuerdo a explicacionesconvencionales de la ciencia política.Para Putnam esta tesis no era defendi-ble. En su opinión, las diferencias enel desempeño institucional de los go-biernos de Italia no se explican cabal-mente considerando la desigual moder-nización que presentan las regionesdonde se ubican. No se explican, sobretodo, porque impide comprender loscasos híbridos: gobiernos exitosos enregiones no tan dotadas socioeconó-micamente, y gobiernos cuyo desem-peño eran menos eficiente, pero incrus-tados en sociedades relativamente másricas que otras. Para comprender estasdiferencias, Putnam cree que se debeechar mano de una nueva variable: lacomunidad cívica (ibid.: 86).

Putnam caracteriza a la comunidadcívica como aquella en la que la ciudada-nía tiene un alto compromiso cívico, seasume y actúa como iguales política-mente, son capaces de una elevada soli-daridad, confianza y tolerancia, y dan unfuerte impulso al asociacionismo en lavida pública (ibid.: 86 y sigs.). Son estascaracterísticas —que Putnam intentamedir empíricamente con indicadorescomo lecturas de periódicos, números deasociaciones voluntarias, entre otros—las que podrían explicar de manera másconsistente las diferencias observadasentre las diversas regiones italianas: “elfactor más importante para explicar elbuen gobierno es el grado en el cual lavida política y social en una región seaproxima al ideal de la comunidad cívi-ca” (idem.: 120). Hasta aquí Putnam seha movido en una línea tradicional deargumentación vinculada teóricamentecon los defensores del republicanismo yel comunitarismo y empíricamente conlas investigaciones clásicas sobre la cul-tura cívica15. Sin embargo, al final dellibro da un paso inesperado y conecta sunoción de “civilidad” con las ideas deColeman sobre el capital social. Para ha-cer este enlace, Putnam parte de la pre-misa de que detrás de las experiencias deéxito o fracaso de las regiones italianas,en la base de los desiguales gradientes decivilidad y de los círculos virtuosos o vi-ciosos que se han generado en sus dife-rentes trayectorias históricas, se en-cuentran formas distintas de resolver losproblemas generados por los dilemas dela acción colectiva tratados por las teo-rías del juego: oportunismos, engaños yevasión de responsabilidades. Para

que se ha llamado el “consenso de Washington”, el cual sostiene que si bien ellibre mercado no es perfecto, la intervención gubernamental empeora sus resulta-dos (Fine, 2001; Schuurman, 2003).

15 El vínculo del análisis de Putnam con la tradición republicana lo establece élmismo (véase Putnam, 1993: 87-89). Su relación con los investigadores de lacultura política ha sido señalado por sus críticos. Aunque Putnam ha afirmadoque su interpretación no es culturalista, Tarrow observa que “El modelo decausación, que va de la capacidad cívica a la conducta política, se inscribe en lalínea principal de la investigación sobre cultura política desde los estudios pione-ros de Almond y Verba en adelante” (Tarrow, 1996: 390).

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Putnam, los problemas vinculados a es-tos dilemas admiten dos soluciones: o lacooperación voluntaria o la soluciónhobbesiana (esto es, la intervención deun tercero con el poder de imponer solu-ciones verticales). Con cualquiera de lassoluciones se puede lograr una situaciónde equilibrio social, aunque la salidahobbesiana no es la más adecuada. Elequilibrio basado en la cooperación, “esmás fácil en comunidades a las que leson inherentes substanciales reservas decapital social, en la forma de normas dereciprocidad y redes de compromiso cívi-co” (ibid.: 167). Putnam recurre aColeman para introducir el concepto decapital social, pero la apropiación quehace de él es selectiva y le añade elemen-tos nuevos. Afirma que el capital socialse compone esencialmente de confianza,normas de reciprocidad y redes de com-promiso cívico.

Para Putnam, la confianza es un“componente esencial” (ibid.: 170). Suimportancia la ilustra trayendo a cola-ción investigaciones empíricas sobre lossistemas rotativos de crédito, como lasrealizadas por Geertz y Vélez-Ibáñez(1993). En dichos sistemas, las perso-nas aportan cantidades fijas de dineroperiódicamente que son entregadas porturnos a cada una de ellas. Aunque laposibilidad de desertar del sistema unavez recibida la cantidad reunida por vezestá presente en cada participante, esono suele suceder. Los riesgos se mini-mizan por la existencia de confianza,de fuertes normas y redes de compro-miso recíproco que llevan al cumpli-miento de las obligaciones.

Las normas, por su parte, tambiénforman parte del capital social en lamedida que son capaces de “reducir loscostos de transacción y facilitar la co-operación” (Putnam: 172). Es el caso delas normas de reciprocidad. Dichas nor-mas subyacen a intercambios recípro-cos. La reciprocidad puede ser de dostipos: específica y generalizada. La es-pecífica o balanceada entraña toma ydaca de bienes de equivalente valor,mientras que la generalizada supone re-

laciones continuas de intercambio don-de la retribución no es inmediata niequivalente en el corto plazo. Putnamdestaca las normas de reciprocidad ge-neralizada como aquellas que puedenconsiderarse “un componente altamen-te productivo de capital social” (ibid.).De nuevo, el valor de dichas normaspara la comunidad reside en su capaci-dad de superar los problemas de la ac-ción colectiva.

Las redes de compromiso cívico, fi-nalmente, son redes sociales intensa-mente horizontales, esto es, “donde losagentes tienen equivalente status y po-der” (ibid.: 173). Se trata de asociacio-nes como cooperativas, clubes corales,partidos de masas, asociaciones vecina-les, etc. Estas redes también producenbeneficios sociales: incrementan loscostos potenciales para los desertoresen cualquier transacción individual,promueven fuertes normas de reciproci-dad, facilitan la comunicación y mejo-ran el flujo de información sobre laconfiabilidad de los individuos, asícomo sirven de moldes para futuras ex-periencias asociativas al tratarse de en-carnaciones de éxitos pasados de cola-boración (ibid.: 173-174).

Así caracterizado el capital social,como un atributo que puede referirsea comunidades, el paso siguiente paravincularlo a la noción de comunidadcívica es sencillo. Putnam escribe que

“Las reservas (stocks) de capital social,tales como la confianza, las normas ylas redes, tienden a ser autorreforzan-tes y acumulativas. Círculos virtuososresultan en equilibrio social con altosniveles de cooperación, confianza, re-ciprocidad, compromiso cívico, y bien-estar colectivo. Estos rasgos definen ala comunidad cívica. De manera inver-sa, la ausencia de estos rasgos en lacomunidad “acívica” son también au-torreforzantes” (ibid.:177).

La explicación última sobre las dife-rencias de desempeño institucionalen las regiones italianas habría quebuscarla, entonces, en las distintas

dotaciones de capital social que po-seen. Pero es también la existenciade capital social lo que ayudaría acomprender los diferenciales de de-sarrollo económico entre estas regio-nes. La vida cívica, sustentada en altasdosis de confianza, reciprocidad y redesde compromiso, es un factor fuerte-mente asociado con la prosperidad eco-nómica, en opinión de Putnam. Alcontrario de lo que afirman algunastesis en cuanto a que el asociacionismoy la autoorganización social bloqueanla eficacia gubernamental y el desa-rrollo económico, lo que demuestrasu investigación es que:

las normas y redes de compromiso cí-vico han promovido el crecimiento eco-nómico, no lo han inhibido. Este efec-to continúa ahora. A lo largo de dosdécadas desde el nacimiento de los go-biernos regionales, las regiones cívicashan crecido más rápido que las regio-nes con pocas asociaciones y más je-rárquicas. De dos regiones igualmenteavanzadas económicamente en 1970, ladotada con una densa red de compro-miso cívico creció significativamenterápido en los años siguientes (ibid.:1993, 176, y 1993a).

Lo dicho hasta aquí es suficiente parapercatarnos de que Putnam en realidadrecurre a Coleman pero sólo como pun-to de partida para hacer una formula-ción distinta del concepto. Si bienColeman había considerado la confian-za en su análisis de la idea, lo hizo enla forma de un rasgo estructural del am-biente social (su nivel de confiabilidad)que hacía posible o no el funcionamien-to de las obligaciones y expectativas.Del mismo modo, si bien las normasocupan un lugar importante en la suteoría como una forma de capital so-cial, su espectro es mucho más ampliodel que acaba subrayando Putnam, li-mitando su interés a aquellas que iden-tifica como de reciprocidad generaliza-da. Por último, es claro que Colemanno le adjudicó un valor especial a lasredes de compromiso cívico (Morales,

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2002). Podemos especular que lamembresía en asociaciones, a las quePutnam concede una importancia es-pecial trayendo a colación la vieja des-cripción de Tocqueville sobre elasociacionismo estadounidense16, ha-bría tenido cabida en el pensamientode Coleman pero sólo considerada comocaso particular y a condición de que tu-vieran lo que llamó propiedad de “cie-rre”. La inclusión de las organizacionessociales apropiables como una forma decapital social en Coleman podría consi-derarse una formulación en sintoníacon el valor que Putnam asigna a lasredes de compromiso cívico. Es posibleuna lectura en este sentido, pero nocarece de problemas. Si Coleman llegóa interesarse en estas organizaciones,al grado de considerarlas una expresiónde capital social, fue en razón de quesus propósitos originales habían pasa-do a ser, de algún modo, marginales, ysus recursos y experiencias estaban ali-mentado fines distintos a los trazadosal inicio. Dicho en otras palabras, lasredes de compromiso cívico, cristaliza-das en asociaciones relativamente for-males, tenían interés para él porque demanera derivada, como subproducto,permitían que los actores se las apro-piaran para obtener fines distintos alde su constitución: devenían capitalsocial en la medida en que perdían oampliaban el objeto para las que fue-ron creadas.

Otra divergencia importante entrela visión de Coleman y Putnam sobreel capital social se encuentra en eltipo de relaciones sociales que uno yotro estuvo dispuesto a considerardentro de su dinámica de formación.Mientras que Coleman incluyó las re-laciones de autoridad y jerarquía (comolas que estructuran a las organizacioneslucrativas) como formas de capitalsocial, Putnam ha tenido mucho cui-dado en dejarlas fuera. Desde su aná-lisis del caso italiano, las relacionesverticales que ligan a las personas conotra (u otras) a través de mecanis-mos de autoridad, clientelismo o po-

der son consideradas, más bien, con-traejemplos de las relaciones más li-bres y horizontales que se forman enel seno de asociaciones cívicas, basedel tejido asociativo de la comunidadcívica que caracterizó.

Los más recientes trabajos dePutnam se han erigido sobre las in-terpretaciones que elaboró en su pu-blicación seminal de 1993. El dise-ño teórico que adelantó en aquellaobra es el marco principal de sus re-flexiones actuales sobre el concep-to. Su definición formal del capitalsocial sigue siendo en esencia la misma.La confianza, las normas de recipro-cidad y las redes sociales que tejenlas personas continúan siendo las di-mensiones constitutivas del capitalsocial (Putnam, 2002: 14 y 2003.:13-14). Hay, no obstante, nuevos ma-tices. El primero, es que el conceptose agranda subrepticiamente paraabarcar también aspectos de la so-ciabilidad. En opinión de Putnam,podría considerarse también capitalsocial, aunque tenue, los encuentrossociales más diversos, desde las co-midas con amigos hasta el “encuen-tro casual con otro individuo en unascensor” (Putnam, 2003: 18). El se-gundo, es que Putnam también hatenido mayor cuidado en distinguirdiferentes tipos de capital. Recien-temente, ha especificado ocho tiposdiferentes, los cuales se muestran enla tabla siguiente:

TIPOS DE CAPITAL SOCIAL

Formal InformalDenso TenueVuelto hacia Vuelto haciadentro fueraVinculante Que tiende

puentes

(Elaboración propia con base en ibid.: 17-20)

El capital social formal se refiere alas redes y asociaciones constituidassobre bases organizativas identifica-bles: tienen estructura, autoridades, re-glas de funcionamiento, etc. El capitalsocial informal, por su parte, remite alamplio espectro de la convivencia so-cial que carece de estas formalidades:comidas familiares, juegos deportivosespontáneos, etc. El capital social den-so versus tenue destaca el diferentegrado de interacción que puede existirentre personas que comparten un mis-mo espacio social. Hay mayor densi-dad de capital cuando las redes que vin-culan a determinado grupo de personasson más estrechas y variadas. A la in-versa, el capital social tenue compren-de contactos ocasionales entre las per-sonas, limitados a cierto propósito ycontexto. El capital social vuelto ha-cia dentro versus hacia fuera, por suparte, pretende captar la diferencia depropósito que persiguen las más diver-sas redes sociales y asociaciones civi-les, sea que éstas busquen apoyar losintereses particulares de susagremiados (vueltas hacia dentro) obien que pretendan promover el inte-rés público (vueltas hacia fuera). Porúltimo, habría que considerar la dis-tinción entre capital social vinculantey el que tiende puentes. Esta distin-ción, que Putnam incorpora de Gitell yVidal, dos sociólogos que han usado elconcepto de capital social para estu-diar relaciones vecinales (véase Vidal,2004), llama la atención sobre la ca-racterística que tiene alguna forma decapital social de unir más estrechamen-te a personas iguales en ciertos aspec-tos (raza, religión, clase, etc.), a dife-rencia del que une a personasdesiguales. El primero sería vinculante(bonding) y el segundo tendería puen-tes (bridging) (ibid.: 17-20).

De todas estas distinciones, Putnamdestaca esta última como la más impor-

16 Putnam ha conectado en varias ocasiones su análisis del capital social con eltrabajo de Tocqueville (véase, vgr. Putnan, 1993 y 2002). Para una valoración deeste vínculo véase Gannet (2004).

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tante (ibid. 2002: 20). Considera que elcapital social vinculante tiende a refor-zar identidades específicas, excluyentes,y a fomentar la homogeneidad de losgrupos. Es útil para fortalecer la reci-procidad limitada al grupo y estimularla solidaridad. Sirve para fortalecer“nuestro yo más estrecho”. Ejemplos deesta clase de capital los encuentra enlas “organizaciones fraternales étnicas,los grupos de lectura femeninos parro-quiales y los clubes de campo de la gen-te elegante” (ibid.: 20). En cambio, elcapital social que tiende puentes seorienta sobre todo hacia fuera de losgrupos primarios. Tiende a integrar apersonas de diversas clases sociales y“puede generar identidades y reciproci-dades más amplias”. Es más útil para di-fundir información y generar puntos decontacto con “activos externos”. Putnamrecurre insistentemente a dos fórmulasgenerales para describir las diferenciasentre ambas clases de capital: en unaconsidera que el capital social vincu-lante constituye una especie de “supe-radhesivo” social, mientras que el quetiende puentes representa un “superlu-bricante”; en la otra repite una nociónde Xavier de Souza Briggs, para quien elprimero tiene utilidad sobre todo para“salir del paso”, mientras que el segun-do sirve para “salir adelante”. Ciertamen-te, como el propio Putnam reconoce, elvalor de esta distinción es aproximati-vo, pues muchas redes sociales se carac-terizan por lograr ambos efectos: vin-cular a sus miembros entre sí y a la veztender puentes con otros.

Una última diferencia de importan-cia con su formulación original es elreconocimiento de que el capital so-cial puede tener efectos nocivos. Comoel mismo reconoció en Bowling Alone,estos efectos no fueron consideradosen Making Democracy Work17. Portes yLandolt (1996), Portes (1998), Levi(1996) y Rubio (1997) han insistido enque el capital social puede tener “unlado oscuro”. De hecho, Portes ha ar-gumentado que los resultados negati-vos que se derivan del capital social

pueden ser intrínsecos a su propia di-námica de constitución y a los efectossociales que lleva aparejados. Dichosresultados podrían ser presiones gru-pales excesivas sobre los miembros queforman parte de redes densas y estre-chas, nivelación hacia abajo de las nor-mas grupales y la exclusión de las per-sonas que no forman parte de talesgrupos o redes.

CONCLUSIONES

Bourdieu, Coleman y Putnam arribarona una visión del capital social que, sal-vo algunas coincidencias de tipo muygeneral, observa profundas diferenciasentre sí. La afirmación de que las rela-ciones sociales que forman las perso-nas entre sí pueden proveer recursosvaliosos para el logro de ciertos fines,es una premisa común a los tres auto-res analizados en este ensayo. La ideade que dichas relaciones surgen y semantienen como productos de actos deintercambio recíprocos entre las perso-nas que las forman es cabalmente su-puesta por Bourdieu, mientras que enColeman (con su análisis de las obliga-ciones y expectativas) y en Putnam(con su insistencia en las normas dereciprocidad generalizada) se encuen-tran ecos de esa idea18. Habría que ob-servar también el intento, no logradototalmente en Coleman y Putnam, desostener una definición del capital so-cial en términos de recursos. Bourdieusiempre se atuvo a este rasgo (que jus-tamente le daba su carácter de capital),mientras que las definiciones de

Coleman y Putnam oscilan entre la ideade recursos (o beneficios derivados) yfactores que podríamos considerar máspropiamente como constitutivos delcapital social (como redes, confianza,normas, etc.). Se puede afirmar tam-bién que los tres autores compartenuna visión dinámica del capital social,en tanto conjunto de recursos que pue-de ser creado, mantenido o destruido.La descripción de Coleman de los facto-res que provocan estas afectaciones enel capital social, vistos más arriba, esmás que elocuente de esta visión.Bourdieu, por su parte, introdujo unaperspectiva dinámica al enfatizar lanecesidad de comprender la lógica detransformación del capital social en ca-pital económico, y viceversa. En el casode Putnam, aunque el último capítulode su libro Bowling Alone apuesta a laidea de que el capital social puede serformado a voluntad, sus análisis másconsistentes colocan la formación o de-terioro del mismo en una visión histó-rica de largo plazo y a escala societal.Los orígenes del desigual civismo quemuestran las regiones de Italia se ex-plican por una historia que puede re-montarse al menos a la Edad Media. Delmismo modo, su tratamiento del decli-ve del capital social en Estados Unidosapela a factores de largo aliento (comola incorporación de la mujer a la esferadel trabajo, el ascenso de la televisióncomo forma de entretenimiento, etc.).

Estas coincidencias generales, quees posible identificar si abrimos la len-te conceptual para observarlas, se eri-gen al lado de profundas diferencias

17 Véase Putnam, 2002, nota 19 del capítulo 1, aunque él mismo aclara que laposibilidad de efectos antisociales asociados al capital social fue reconocida ex-presamente por él en un artículo publicado el mismo año que Making DemocracyWork. (véase también Putnam,1993a)

18 El análisis de Bourdieu sobre el intercambio social hace recordar el penetranteanálisis de Mauss en su “Ensayo sobre el don” en torno a la centralidad social y launiversalidad de la institución del potlach (véase Mauss, 1991). El ensayo deMauss fue la base, muchas veces implícita, de trabajos posteriores sobre el inter-cambio social en el campo de la antropología y la sociología. Como señalamosanteriormente, Coleman conocía de sobra este debate y su idea del capital socialsurgió como pretendida solución a sus paradojas teóricas.

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de perspectiva en cuanto a la caracte-rización del capital social y sus pre-tendidos efectos sobre la sociedad.Habría que atribuir estas diferencias alas elecciones de teoría que están de-trás de cada visión del concepto. Lateoría de la estratificación, de la elec-ción racional y del comunitarismo fi-losófico, que respectivamente suscri-ben Bourdieu, Coleman y Putnam,conducen a formulaciones práctica-mente irreconciliables.

En primer lugar, cabe advertir unadiferencia de la escala de observaciónque ha sido notada por otros autores,entre ellos, por Portes (2000). El puntode partida de la teoría tanto en Bour-dieu como en Coleman es el actor. Elcapital social son ventajas que un indi-viduo extrae o moviliza en función desus intereses. Son recursos que provie-nen del grupo al que pertenece, en elcaso de Bourdieu, o de rasgos de la es-tructura social que el actor usa para al-canzar sus fines, en el caso de Coleman.En Putnam el foco de observación secentra sobre agregados sociales másamplios. El capital social es entendido,entonces, como una ventaja colectiva(Zhao, 2002) que si bien puede redun-dar en beneficios individuales para losmiembros de la comunidad o la socie-dad que posee dicha ventaja, sus efec-tos más visibles son de orden macro so-cial, conectados con la prosperidadeconómica, el desarrollo social y la go-bernabilidad democrática.

Hemos supuesto que se trata de unadiferencia de escala de observación,pero es impreciso llamarla así. El trán-sito de una visión centrada en el indi-viduo o en grupo pequeños a una vi-sión que comprende al capital socialcomo atributo comunitario revela unabismo conceptual entre los autoresque ni siquiera es posible comprenderreinterpretándolo como una diferenciaentre abordajes micro o macrosocia-les19. Los beneficios que en cada casoextrae o moviliza un autor en funciónde sus intereses y con base en su per-tenencia a determinada red de relacio-

nes, visión que podemos atribuir aBourdieu y Coleman, no da como re-sultado, agregándolos, beneficios oventajas para la sociedad más ampliacomo supone Putnam, aún si acepta-mos que el capital social se constituyemayormente como externalidad, sub-producto o consecuencia no buscadade la acción de varios actores. Es másrazonable pensar, al contrario, como lohace Bourdieu, en que refuerceasimetrías ya existentes. En Coleman,ciertamente, la posibilidad de hacer untránsito hacia consideraciones de tipocomunitario o societal es más factibleen razón de que su definición observano sólo al actor individual, sino a losrasgos estructurales de que se vale parahacer posible sus fines (normas, orga-nizaciones sociales, confiabilidad delambiente social, etc.). Presuponer unasociedad integrada por actores racio-nales y sostener un escrupuloso indi-vidualismo metodológico como estra-tegia teórica, hicieron que Coleman, noobstante, nunca diera el salto que lollevaran a circunscribir su idea de ca-pital social dentro de una dimensiónde tipo puramente estructural. Putnam,en cambio, comprometido con otrastradiciones intelectuales, sí lo hace. Suvisión del capital social, en esencia,procura retener algunos de estos ras-gos de estructura que Coleman obser-vó aunque siempre conectados con elactor. Las ideas de Putnam, sin embar-go, no se han desentendido de actor,

aun cuando construye una versión delcapital social como ventaja comunita-ria y aún enfatizando componentes es-tructurales. Así sea porque la investi-gación del capital social necesitametodológicamente al individuo comounidad de análisis, o porque una com-prensión de tipo estructural o sistémicapura del capital social no es de su in-terés, Putnam observa en la base de suvisión comunitaria del capital social aactores que, a diferencia de los obser-vados por Bourdieu y Coleman, no es-tán egocéntricamente orientados. Alprivilegiar en su análisis el capital so-cial que tiende puentes, que en su opi-nión tiene más probabilidad de ser be-neficioso en comparación al vinculante(Putnam, 2003: 20), al concederle ma-yor aprecio a la organizaciones que“miran hacia fuera” y al enfatizar lasnormas de reciprocidad generalizada,que dan pie al emprendimiento de con-ductas altruistas, Putnam está presu-poniendo actores cuyas acciones pue-den calificarse de sociocéntricamenteorientadas. Se puede afirmar que suteoría del capital social continúa acep-tando la visión ideal de ciudadano queofreció en Making Democracy Work yque describimos más arriba.

Esta diferencia de perspectiva, queen nuestra opinión está a la base delplanteamiento de Putnam, nos per-mite abordar otra diferencia con losdemás autores, en especial con Bour-dieu. Se trata de la carga valorativa

19 En los últimos años, la literatura sobre el capital social ha elaborado muchasconsideraciones apoyándose en categorías como micro, meso y macro social. Noobstante, estas distinciones han generado más confusión en lugar de contribuir arefinar los razonamientos. En ocasiones, se usan para llamar de forma pretendida-mente más precisa lo que se deja atrapar mejor como una cuestión de escala deobservación: individual, grupal o familiar, comunitaria o nacional. En otras, lomacro se entiende, siguiendo por ejemplo a Wright Mills, como las “grandes fuer-zas que modelan la sociedad” (en palabras de Szreter y Woolcock, 2004), lo querecuerda una burda distinción entre el individuo y sus interacciones como perte-neciente a lo micro y la sociedad como constituyendo lo macro. Salvo algunasexcepciones, como la de Turner (2000) el debate micro-macro en torno al capitalsocial está lejos de haberse beneficiado de las discusiones más elaboradas que hanrealizado autores como Giddens (1995), donde se da por sentado la existencia depropiedad estructurales (y en ese sentido macro sociales) en microcontextos.

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asociada al concepto. Bourdieu tuvomayor cuidado que Coleman y Putnamen adjudicarle algún sentido valorativoa su noción. A menos que conceda-mos que la formación y reproducciónde una sociedad estratificada puedaser tildada moralmente de alguna for-ma, Bourdieu mantuvo su noción decapital social como un instrumentoanalítico. A través de él, procuró darcuenta de procesos más amplios vin-culados con la dinámica de las clasessociales y el poder. En Coleman y enPutnam, sin embargo, el conceptoadquiere una clara connotación posi-tiva20. En el caso de Coleman su va-loración positiva del capital social seencuentra en otros escritos publica-dos aproximadamente en los mismosaños en que formuló su concepto. Enellos, Coleman advierte que los pro-cesos de transformación social regis-trados en Occidente a partir del sigloXVIII y continuados hasta el momen-to habrían provocado el declive deinstituciones primordiales basadas enla familia. Tal declive habría sido acom-pañado por una pérdida del capitalsocial informal sobre el cual descan-saba el control social (derivado de laobservancia de normas, la confiabili-dad del ambiente, el cumplimiento de

obligaciones, etc.). Dicha pérdida ten-dría que ser recompensada con el di-seño de organizaciones sociales orien-tadas expresamente a tal fin (Coleman,1989 y 1993). Esta convicción de quela destrucción o deterioro del capitalsocial es negativo para la sociedadtambién se encuentra en Putnam.Desde su trabajo inicial sobre Italiahasta su última publicación (véasePutnam, 2003a), ha insistido en quelas reservas de capital social de unasociedad tienen implicaciones profun-das no sólo para el desarrollo econó-mico y democrático, sino incluso parala salud y la felicidad de las personas(ibid. 2002: 28). Al igual que Cole-man, Putnam también ha argumen-tado sobre la necesidad de realizar in-tervenciones intencionales que seencaminen a restaurar, para el casode Estados Unidos, lo que considerareservas menguadas de capital social.Putnam, desde luego, ha reconocidola manifestación de expresiones ne-gativas o perversas asociadas al capi-tal social, pero tiende a atribuirlassobre todo a una clase de capital so-cial, el vinculante, lo que permite pre-servar su percepción en esencia posi-tiva del capital social.

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20 Adam y Roncevic (2003: 169) han reconocido este contenido valorativo en Putnam,aunque lo hacen derivar de su visión del capital social como bien público. Cabeobservar, sin embargo, que Coleman fue el que con más consistencia visualizó alcapital social de esta forma (véase Coleman, 2000b: 315-318), aunque la descrip-ción que él hace en este sentido no tiene un carácter valorativo. El tratamiento esrigurosamente técnico, a la usanza de los analistas que abordan las característi-cas de los así llamados bienes comunes, como Ostrom ( 1994 y 2000).

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