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Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

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DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOSESTÁN CAMINO DE CASA

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RUPERT SHELDRAKE

DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASAy otras facultades inexplicadas de los animales

PAIDÓS il

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Título original: Dogs That Know Whert Tbeir Owners Are Corning Home Publicado en inglés, en 1999, por Hutchinson, Londres

Traducción de Marco Aurelio Galmarini

Cubierta de Ferran Cartes y Montse Plass

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de ios titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

© 1999 Rupert Sheldrake© 2001 de la traducción, Marco Aurelio Galmarini © 2001 de todas las ediciones en castellano,

Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF,Defensa, 599 - Buenos Aires http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1001-6 Depósito legal: B-49.709/2000

Impreso en Gráfíques 92, S.A.,Avda. Can Sucarrats, 91 - 08191 Rubí (Barcelona)

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Con mi agradecimiento a todos los animales de los que he aprendido

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Sumario

Prefacio a la edición norteamericana..................................................... 11Introducción............................................................................................. 17

Primera parteVÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

1. La domesticación de animales........................................................... 29

Segunda parte ANIMALES QUE SABEN CUÁNDO SUS AMOS

ESTÁN CAMINO DE CASA

2. P erros................................................................................................... 473. Gatos ................................................................................................... 834. Loros, caballos y seres hum anos....................................................... 95

Tercera parte EMPATÍA ANIMAL

5. Animales que reconfortan y curan ................................................... 1156. Muertes y accidentes a distancia..................... ................................. 129

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Cuarta parte INTENCIONES, LLAMADAS Y TELEPATÍA

7. Captación de intenciones ............................................................... 1438. Llamadas y órdenes telepáticas....................................................... 1579. Telepatía de animal a anim al........................................................... 181

Quinta parte SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

10. Viajes increíbles................................................................................ 19911. Migraciones y m em oria.................................................................... 22312. Animales que saben cuándo se acercan al destino....................... 23913. Animales de compañía que encuentran a su gente

a grandes distancias .......................................................................... 247

Sexta parte PREMONICIONES ANIMALES

14. Premoniciones de ataques, comas y muertes repentinas ............. 26315. Presentimientos de seísmos y otros desastres................................ 279

Séptima parte CONCLUSIONES

16. Poderes animales y mente hum ana................................................. 303

A p é n d ic e s

A. Cómo participar en la investigación................................................. 321B. Experimentos con Jaytee ................................................................. 327C. Campos mórficos................................................................................ 341

Bibliografía ............................................................................................... 361índice de nombres .................................................................................. 373índice analítico......................................................................................... 377

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Prefacio a la edición norteamericana

Este libro es un libro de reconocimiento. En efecto, en él se reconoce que los animales tienen capacidades que los seres humanos hemos perdido. Una parte de nosotros lo ha olvidado, pero otra parte siempre lo supo.

En mi infancia, lo mismo que muchos otros niños, me interesaban los animales y las plantas. Mi familia tenía una gran variedad de animales do­mésticos. Además de nuestro perro —Scamp— , teníamos un conejo, hams- ters, palomas, una corneja, un periquito australiano, tres tortugas, varios pe- cecillos de colores y renacuajos y orugas que criaba yo cada primavera. Mi padre, Reginald Sheldrake, farmacéutico y aficionado al microscopio, esti­muló mis intereses y potenció mi fascinación por el mundo natural al ha­cerme ver los millares de formas de vida que contenía una gota de agua y el aspecto de las escamas de las alas de las mariposas.

Me intrigaba especialmente la manera en que las palomas regresaban a casa. Los sábados por la mañana mi padre me llevaba a una gran suelta de palomas. En la estación de ferrocarril local de Newark-on-Trent, en las Midlands inglesas, aves de carrera de toda Gran Bretaña aguardaban en ces­tos, unos encima de otros, cuyas puertas los guardianes me permitían que les ayudara a abrir en el momento señalado. Con una gran conmoción de aire y de plumas, centenares de palomas salían al mismo tiempo de su en­

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cierro. Se elevaban en el cielo, volaban en círculo y partían en diversas di­recciones hacia sus hogares lejanos. Mi pregunta era: ¿cómo lo hacen? Na­die parecía saberlo. Aún hoy sigue sin explicación su capacidad para volver a su casa.

En la escuela, mi preferencia por la biología y otras ciencias fue com­pletamente natural, así que continué mi educación científica en la Universi­dad de Cambridge, donde estudié en el último curso botánica, fisiología, química y bioquímica, tras lo cual me doctoré en bioquímica. Pero, dado que nunca abandoné mi formación de biólogo, comenzó a abrirse un gran abismo entre mi experiencia personal con animales y plantas y el enfoque científico que se me enseñaba.

La teoría mecanicista de la vida, que todavía hoy constituye la ortodoxia dominante, afirma que los organismos vivos no son más que máquinas com­plejas programadas genéticamente. Se los supone inanimados, literalmente desalmados. Por regla general, lo primero que hacíamos cuando estudiába­mos organismos vivos era matarlos o seccionarlos. He pasado muchas horas de trabajo de laboratorio diseccionando y más adelante viviseccionando. Por ejemplo, una parte esencial de mi currículum de biología consistía en disecar los nervios de patas amputadas de ranas y estimularlos eléctrica­mente para que los músculos se contrajeran. Nunca oí decir nada acerca de cómo volvían las palomas a su casa.

Estos ejercicios de estudiante eran juegos de niños en comparación con mi experiencia en calidad de técnico temporal de laboratorio en el departa­mento farmacéutico de una compañía farmacéutica multinacional, donde se desarrollaban y se ponían a prueba nuevos medicamentos. Trabajé allí seis meses desde que terminé la escuela secundaria hasta que ingresé en la uni­versidad. Tenía entonces diecisiete años. Había habitaciones llenas de ratas, conejillos de India, ratones y otros animales a la espera de convetirse en ob­jetos de experimentación. Al final de cada día se mataba con gas a docenas de animales que habían sobrevivido a diversas pruebas y se los arrojaba a un recipiente para incinerarlos.

El amor a los animales me había inducido a estudiar biología y eso era lo que me había deparado. Algo fallaba. Comencé a preguntarme qué ocu­rría y a tratar de descubrirlo. Una vez terminados mis cursos en Cambridge, se me otorgó una beca Frank Knox en Harvard, donde, en busca de una perspectiva más amplia, estudié filosofía e historia de la ciencia. Luego re­gresé a Cambridge para empezar a investigar en bioquímica.

Unos años después me encontré por casualidad con un grupo de cientí­ficos y filósofos llamado Epiphany Philosophers, con sede en Cambridge, formado por distinguidos filósofos de la ciencia, físicos cuánticos y visiona-

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PREFACIO A LA EDICIÓN NORTEAMERICANA 13

ríos, que exploraban áreas a medio camino entre la ciencia, la filosofía y la comprensión espiritual. En este grupo había consenso en que la ciencia me- canicista de antiguo cuño era demasiado limitada y en que la física cuántica desbrozaba el camino hacia una visión más amplia de la naturaleza. Poco des­pués me incorporé al grupo y descubrí que bajo la superficie aparentemen­te convencional de la ciencia había un fermento de ideas que apuntaban a una nueva comprensión del mundo.

Durante diez años estuve en Cambridge investigando en biología del desarrollo, mientras continuaba reflexionando sobre las líneas generales de una ciencia más holista. Como profesor del Clare College de Cambridge, fui director de estudios en bioquímica y biología celular. Se me eligió miembro investigador de la Royal Society, con cuyo auspicio trabajé en la Universidad de Malaya sobre plantas de bosques tropicales. Luego fui fisiólogo principal de plantas en ICRISAT —International Crops Research Institute for the Semi- Arid Tropics— en Hyderabad, India, donde colaboré en la mejora del cre­cimiento y el rendimiento de cosechas que constituyen un elemento vital de la dieta de centenares de millones de personas.

Sobre la base de mi experiencia en investigación biológica y en años de discusiones con colegas, en 1981 publiqué un libro, A New Science ofLife, en el que esbozaba una nueva hipótesis que pudiera servir como base para un tipo más amplio de biología, la hipótesis de los campos mórficos, que de­sarrollé más tarde, en un libro de 1988 que llevaba por título The Presence o/Past. En este libro que ahora presento describo nuevas maneras de poner a prueba esta hipótesis, que resumo en el Apéndice C.

Llevo más de veinticinco años como científico profesional, publicando artículos en revistas científicas y hablando en congresos científicos, y hace ya mucho tiempo que pertenezco a sociedades científicas, como la Society for Experimental Biology, y que soy miembro de la Zoological Society. Creo firmemente en el valor de la investigación científica, pero estoy más con­vencido que nunca de que la teoría mecanicista de la naturaleza es demasia­do estrecha. He descubierto que la escisión que he experimentado en mi propia persona, el abismo entre la experiencia personal de la vida y la teo­ría según la cual los organismos vivos, incluso nosotros, son meros autóma­tas sin alma, está muy extendida dentro y fuera de la comunidad científica.

He llegado a advertir que esta división no es inevitable y que es posible un tipo de ciencia más abarcador, así como más barato. Pero esto es inelu­diblemente controvertido. Para ciertos científicos, la teoría mecanicista de la naturaleza no es una mera hipótesis a comprobar, sino más bien un credo religioso. Para otros, la investigación con mentalidad abierta es más impor­tante que la defensa de dogmas tan celosamente defendidos durante tanto

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tiempo. Estos últimos han prestado una gran colaboración en mis investiga­ciones y me han brindado su valiosísimo estímulo personal a la vez que su sostén práctico.

En 1994 publiqué un libro titulado Seven Experiments That Could Chan- ge the World, en el cual exploraba siete fenómenos muy conocidos, pero es­casamente comprendidos, y sugería cómo una investigación de bajo coste podía conducir a descubrimientos importantes. Uno de esos experimentos se refería a las posibles capacidades telepáticas de perros y gatos y me cen­traba en especial en la capacidad de algunos perros para saber cuándo sus amos están de camino a su casa.

De esta suerte, tratando de encontrar maneras en que fuera posible de­sarrollar científicamente una visión más amplia de la vida, volví a los ani­males domésticos. Me llevó mucho tiempo reconocer que son los animales que mejor conocemos. Lo supe cuando era niño. Para mucha gente esto es una evidencia flagrante, pero para mí tenía toda la fuerza de un descubri­miento nuevo. Estos animales pueden ayudar a ensanchar nuestra com­prensión de la vida; no son simplemente bonitos, cariñosos, reconfortantes y divertidos.

Durante los últimos cinco años he investigado acerca de la capacidad de percepción de los animales domésticos, con ayuda de más de dos mil propie­tarios y entrenadores de animales. He inspeccionado a más de mil propietarios de animales domésticos, elegidos al azar, y he descubierto que hay varios ti­pos de comportamiento comunes, pero que no tienen explicación. Mi equi­po y yo hemos entrevistado a centenares de personas con mucha experiencia en animales, incluso entrenadores de perros, usuarios de perros de busca y rescate y de perros de la policía, personas ciegas con perros lazarillos, vete­rinarios, propietarios de perreras y caballerizas, entrenadores de caballos y jinetes, granjeros, pastores, guardias de zoológicos, propietarios de tiendas de animales domésticos, criadores de reptiles y amos de animales domésticos.

Si hubiera citado todos los relatos y entrevistas de las que he tenido in­formación, este libro habría sido por lo menos diez veces más grueso. En al­gunos casos, cientos de personas me relataron pautas de conducta muy similares en sus animales domésticos, como perros que saben cuándo sus amos están regresando a su casa. He tenido que condensar esta información y dar sólo unos cuantos ejemplos de cada clase de comportamiento percep­tivo. Aunque es mucha la gente que ha contribuido al cuadro de conjunto, sólo puedo reconocer por nombre a una pequeña minoría. Sin toda esta colaboración de personas conocidas y de gente anónima hubiera sido im­posible escribir este libro. Soy deudor de todos aquellos que han colaborado conmigo, así como de sus animales.

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Inicialmente, este proyecto de investigación fue financiado por el difun­to Ben Webster, de Toronto, Canadá, y contó con la gran ayuda de los sub­sidios de la Lifebridge Foundation de Nueva York; el Institute of Noetic Sciences de Sausalito, California; Evelyn Hancock de Oíd Greenwich, Con- necticut, y el Ross Institute de Nueva York. También he disfrutado de apo­yo organizativo: en Estados Unidos, del Institute of Noetic Sciences; en los países de lengua alemana, de la Schweisfurth Foundation de Munich; y en Gran Bretaña, de la Scientífic and Medical NetWork. Estoy muy agradecido por toda esta generosidad y aliento.

Mucho debo a mis compañeros de investigación, Pamela Smart en Lan- cashire, Jane Turney en Londres, Susanne Seiler en Zurich y David Brown en Santa Cruz, California, así como también a mi secretaria, Cathy Lawlor, quienes me han ayudado de distintas maneras: con la realización de encues­tas y entrevistas, la producción de experimentos y la recogida de datos. To­dos han contribuido a crear una gran base de datos informatizada acerca de la capacidad de percepción de los animales domésticos, pero Pam Smart ha tenido la responsabilidad principal de su mantenimiento y ampliación. Agra­dezco también a Anna Rigano y a la doctora Amanda Jacks su colaboración en la investigación y a Helmut Lasarcyk su amosoro trabajo de traducción de centenares de informes de países de lengua alemana para agregarlos a nuestra base de datos.

Debo un agradecimiento especial a Matthew Clapp por el regalo de sus servicios en la instalación y mantenimiento de mi sitio en la World Wide Web (www.sheldrake.org), con los que comenzó antes de graduarse en la Universidad de Georgia.

En mi investigación y en la redacción de este libro he contado con la ayuda de muchas discusiones, comentarios, sugerencias y críticas, así como de gran asistencia práctica. Vaya mí agradecimiento en particular a Ralph Abraham, Shir- ley Barry, Patrick Bateson, John Beloff, John Brockman, Sigrid Detschey, Lindy y Ava Dufferin, Peter Fenwick, David Fontana, Matthew Fox, Winston Franklin, Robert Freeman, Edward Goldsmith, Franz-Theo Gottwald, el di­funto Willis Haman, Myles Hildyard, Rupert Hizig, Nícholas Humphrey, Tom Hurley, Francis Huxley, Montague Keene, David Lorimer, Betty Markwick, Katinka Matson, Robert Matthews, Terence McKenna, John Michell, Michael Morgan, Robert Morris John O ’Donohue, d difunto Brendan O’Reagan, Bar­bara y Charles Overby, Erik Pigani, Anthony Podberscek, Jill Purce (mi mujer), Anthony Ramsay, John Roche, Miriam Rothschild, MarÜyn Schlitz, Merlin y Cosmo Sheldrake, Paul Sieveking, Amaud de St. Simón, Martin Speich, Den- nis Stillings, Dennis Turner, Varena Walterspiel, Ian y Victoria Watson, Ale- xandra Webster, Richard Wiseman y Sandra Wright.

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En mis pedidos de información he contado con la colaboración de mu­chos diarios y revistas de Europa y de América del Norte, así como de una amplia variedad de programas de televisión y de radio. Agradezco a todos los que han hecho posible tal cosa.

También agradezco a todas las personas que me han aportado sus co­mentarios y sugerencias a diferentes borradores del libro: Letty Beyer, Da­vid Brown, Ann Dochery, Karl-Henz Loske, Anthony Podberscek, Jill Purce, Janis Rozé, Merlin Sheldrake, Pam Smart, Mary Stewart, Peggy Taylor y Jane Turney. He tenido la fortuna de contar con editores tan simpáticos y cons­tructivos como Steve y Kristin Kiser en Nueva York y Susan Freestone en Londres, a cuyas útiles sugerencias debe mucho la forma final de este libro.

Finalmente, agradezco a Phil Starling su permiso para reproducir las fo­tografías de las figuras 2.1, 4.1 y 8.1; a Gary Taylor, la figura 2.2 y a Sydney King, los dibujos y los diagramas.

Londres, febrero de 1999

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Introducción

Kate Laufer, comadrona y trabajadora social de Solbergmoen, Noruega, trabaja con un horario extraño y regresa a su casa de manera inesperada. Sin embargo, siempre que Walter, su marido, está en casa, la recibe con una taza de té recién hecho. ¿Qué es lo que explica este misterioso sentido del tiem­po de Walter? El terrier de la familia, Tiki: «Esté donde esté y haga lo que haga —dice el doctor Laufer—, cuando Tiki se lanza a la ventana y se queda en el antepecho, sé que mi mujer está de camino a casa».

Siempre que suena el teléfono en la casa de un conocido profesor de la Universidad de California en Berkely, su mujer sabe si en el otro extremo de la línea está su marido. ¿Cómo? Porque Wishkins, el gato plateado de la fa­milia, se lanza al teléfono y manotea el receptor. «Muchas veces consigue descolgarlo y emite apreciables maullidos, claramente audibles para mi ma­rido, al otro lado de la línea —dice la señora— . Pero si llama cualquier otra persona, Wishkins no se inmuta.»

Julia Orr creía que sus caballos se habían instalado con toda felicidad en su nueva caballeriza cuando se mudó de Skirmet, Buckinghamshire, a una granja situada a unos quince kilómetros de distancia. Pero Badger, una ye­gua galesa de veinticuatro años, y Tango, de veintidós, simplemente espera­ban su oportunidad. Seis semanas después, una noche en que la tormenta

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arrancó la puerta de su campo, aprovecharon la ocasión. Al amanecer aguardaban pacientemente en la puerta de la antigua casa de la señora Orr. Habían encontrado el camino de regreso por pistas y senderos desconoci­dos, dejando a su paso reveladoras huellas de sus cascos en la hierba y en bancos de flores.

El 17 de octubre de 1989, Tirzah Meek, de Santa Cruz, California, vio que su gata subía a toda prisa a la buhardilla y se escondía, cosa que nunca había hecho hasta entonces. Parecía aterrorizada y se negó a bajar. Tres ho­ras después se produjo el seísmo de Loma Prieta, que destruyó el centro de Santa Cruz.

Perros que saben cuándo sus amos están regresando a su casa, gatos que responden al teléfono cuando llama una persona a la que están vinculados, caballos capaces de encontrar el camino de regreso a su casa en un terreno desconocido, gatos que anticipan terremotos: he aquí algunos de los aspec­tos del comportamiento animal que sugieren la existencia de formas de perceción que escapan a la comprensión científica actual.

Tras cinco años de extensa investigación sobre las capacidades inexpli- cadas de los animales, he llegado a la conclusión de que muchos de los rela­tos de los amos de animales domésticos están bien fundados. Hay animales que parecen tener realmente poderes de percepción que trascienden con mucho los sentidos conocidos.

Las misteriosas capacidades perceptivas de los animales no son ninguna novedad. Hace siglos que la gente las viene observando. Millones de dueños de animales domésticos las han experimentado personalmente. Pero, al mis­mo tiempo, hay mucha gente que se siente obligada a negar esas capacidades o a trivializarlas. La ciencia institucional las ignora. Los animales domésti­cos son los que mejor conocemos, pero su comportamiento más sorpren­dente e inquietante se trata como algo carente de auténtico interés. ¿A qué se debe esto?

Una razón es el tabú que impide tomar en serio a los animales domésti­cos.1 Este tabú no se limita a los científicos, sino que es resultado de la do­ble actitud que adopta el conjunto de nuestra sociedad en relación con los animales. Durante las horas de trabajo nos comprometemos con el progre­so económico, fomentado por la ciencia y la tecnología y basado en la visión mecanicista de la vida. Esta perspectiva, que se remonta a la revolución científica del siglo XVII, deriva de la teoría de Renato Descartes para la que el universo era una gran máquina. Aunque con otras metáforas (de asimilar el cerebro a la máquina hidráulica de la época de Descartes y al conmutador

1. Serpell (1986).

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INTRODUCCIÓN 19

telefónico de la generación que nos antecedió, se ha pasado, como hoy está en boga, a ver en él un ordenador), se sigue concibiendo la vida en térmi­nos de maquinaria.2 En las plantas y los animales se ven autómatas genéti­camente programados, a la vez que se da por supuesta la explotación de los animales.

Pero, cuando volvemos a casa, nos encontramos con nuestros animales domésticos, que no pertenecen a la misma categoría que el resto de los ani­males. El mantenimiento de anímales domésticos se circunscribe al ámbito privado o subjetivo. Las experiencias con animales domésticos se han de sustraer al mundo «real» u «objetivo». Hay un abismo gigantesco entre los animales de compañía, a los que se trata como miembros de la familia, y los de las granjas fabriles y los laboratorios de investigación. Las relaciones que te­nemos con nuestros animales de compañía se basan en otra clase de actitud, más en una relación de tú a tú que en el enfoque de yo a eso, que es la que la ciencia estimula. Como he dicho en el prefacio, yo mismo he experimen­tado esta división de una manera particularmente intensa.

Ya sea en el laboratorio, ya en el campo, es típico que los investigadores científicos traten de evitar conexiones emocionales con los animales con los que realizan la investigación. Aspiran a una objetividad distante. En conse­cuencia, no es probable que encuentren modalidades de conducta que de­pendan de las relaciones estrechas entre los animales y las personas. En este terreno, los amaestradores de animales y los amos de animales de compañía suelen tener mucho más conocimiento y experiencia que los investigadores profesionales del comportamiento animal, a menos que éstos sean también amos de animales domésticos.

El tabú que impide tomar en serio los animales domésticos es sólo una de las razones por las que la ciencia no ha prestado atención al fenómeno que analizo en este libro. Otra es el tabú que impide tomar en serio fenó­menos «paranormales». No se llama paranormales a estos fenómenos —en el sentido de «allende lo normal»— porque sean raros o excepcionales. Al­gunos son incluso muy comunes. Se les llama paranormales porque no se los puede explicar en términos científicos convencionales; en efecto, no se ade­cúan a la teoría mecanicista de la naturaleza.

2. Para un análisis de la teoría mecanicista de la vida y de las alternativas a ella, véase Sheldrake (1988a; 1990).

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20 DE PERROS QVE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

I n v e s t ig a c ió n c o n a n im a l e s d o m é s t ic o s

La riqueza de la experiencia con animales entre amaestradores de caba­llos y de perros, veterinarios y dueños de animales domésticos se considera en general como anecdótica. Tan a menudo ocurre esto que he averiguado el origen de esta palabra y he descubierto su significado. Viene de las raíces griegas an + ekdotos, esto es, «no publicado». Una anécdota es una historia que no se ha hecho pública.

Ciertos campos de investigación, como por ejemplo la medicina, des­cansan en gran medida en anécdotas, pero, cuando se las hace públicas, de­jan literalmente de ser tales para elevarse a la categoría de casos clínicos.

En el curso de la investigación que se describe en este libro me he en­contrado con que hay muchas personas que tienen experiencias muy simi­lares en cuanto a la percepción de sus animales. Y cuando las informaciones de tanta gente apuntan de manera independiente a patrones coherentes y repetidos, las anécdotas se convierten en historia natural. Como mínimo, se trata de una historia natural de qué cree la gente acerca de sus animales. El paso siguiente es averiguar si estas creencias tienen o no fundamento. Por eso la investigación experimental constituye un aspecto esencial de esta in­dagación.

Uno de mis libros preferidos de biología es Las variaciones de los ani­males y las plantas por efecto de la domesticación, de Charles Darwin, cuya primera edición data de 1868. Está lleno de información que Darwin reunió a partir de naturalistas, exploradores, administradores coloniales, misione­ros y otros, con quienes mantuvo correspondencia en todo el mundo. Estu­dió publicaciones como Poultry Chronicle y The Gooseberry Growe's Re- gister. Cultivó personalmente cincuenta y cuatro variedades de grosella silvestre. Se inspiró en la experiencia de aficionados a los gatos y los cone­jos, de los criadores de caballos y perros, cuidadores de abejas, granjeros, horticultores y otras personas experimentadas en animales y plantas. Se afi­lió a dos clubes de palomas de Londres, crió todas las variedades que pudo conseguir y visitó a los aficionados más destacados para observar sus aves.

Los efectos de la crianza selectiva en animales domésticos y plantas, que hombres y mujeres prácticos observaban con tanta atención, proporciona­ron a Darwin su prueba más vigorosa del poder de la selección, ingrediente esencial de su teoría de la evolución por selección natural.

Desde la época de Darwin la ciencia se ha ido separando cada vez más de la rica experiencia de quienes no son científicos profesionales. Todavía hay millones de personas con experiencia práctica en palomas, perros, ga­tos, caballos, loros, abejas y otros animales, como en manzanos, rosales, or­

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INTRODUCCIÓN 21

quídeas y otras plantas. Todavía hay decenas de miles de naturalistas aficio­nados. Pero, hoy en día, la investigación científica se limita casi por com­pleto a las universidades y los institutos de investigación y está a cargo de profesionales con título de doctor. Esta exclusividad ha empobrecido gra­vemente la biología moderna.

¿ P o r q u é n o s e h a r e a l iz a d o a n t e s e s t a in v e s t ig a c ió n ?

La investigación acerca de las capacidades inexplicadas de los animales que describo en este libro se ha visto facilitada por recursos técnicos mo­dernos, como los ordenadores y las cámaras de vídeo, pero en principio se trata de investigaciones que se podían haber llevado a cabo hace cien años o más. Que sólo se encuentren en una etapa inicial es el tributo que se co­bra la fuerza de los tabúes contra esas investigaciones.

A mi juicio, si ignoramos esos tabúes obtendremos grandes ganancias. También creo que tenemos mucho que ganar de la aplicación de un enfoque científico. Pero la palabra «científico» puede tener diferentes significados. Con harta frecuencia se equipara la cientificidad a un dogmatismo obceca­do que trata de negar o desprestigiar lo que no se adapta a la visión meca- nicista del mundo. Por el contrario, tal como yo lo empleo, el término «científico» se refiere a un método de investigación con amplitud de miras, que presta atención a la evidencia y pone a prueba explicaciones posibles por medio del experimento. El camino de la investigación responde mejor al espíritu de la ciencia que el camino de la negación. Y no cabe duda de que es más divertido.

Estas diferentes actitudes científicas encuentran ilustración en el relato acerca de Hans, el Caballo Inteligente, que suele emplearse para justificar el desprecio de los poderes animales aparentemente sin explicación. Por mi parte, extraigo de la historia la enseñanza contraria, a saber, que es un ejemplo de la necesidad de investigar los fenómenos inexplicados, no de negarlos.

L a h is t o r ia d e H a n s , e l c a b a l l o i n t e l i g e n t e

Antes o después, todo el que se interese por los poderes inexplicados de los animales se encontrará con la historia de Hans, el Caballo Inteligente. Para los científicos, esta historia cumple la función de advertirnos que he­mos de ser prudentes.

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A comienzos del siglo XX hubo en Berlín un caballo, conocido como Hans, el Caballo Inteligente, del que se decía que era capaz de realizar ope­raciones matemáticas, leer alemán y deletrear palabras alemanas. Respondía golpeando con el casco. Su entrenador, Herr von Osten, ex profesor de ma­temáticas, estaba convencido de que Hans tenía capacidades mentales que se consideraban exclusivas de los seres humanos. El caballo causaba sensa­ción y se hicieron múltiples exhibiciones dedicadas a profesores, oficiales del ejército y otros públicos.

Las habilidades de Hans, el Caballo Inteligente, fueron estudiadas por el profesor C. Stumpf, director del Instituto de Psicología de la Universidad de Berlín, y su asistente Otto Pfungst. Encontraron que el caballo podía res­ponder correctamente sólo cuando la persona que preguntaba conocía la respuesta y Hans podía verla. Concluyeron que Hans no tenía habilidades matemáticas y no sabía leer alemán. En cambio, leía pequeños movimientos corporales del interrogador, que le hacían saber cuándo había dado la can­tidad correcta de golpes con el casco.

Esta historia de Hans, el Caballo Inteligente, se ha utilizado incluso para justificar el desprecio de las habilidades inexplicadas de los animales, que se atribuían a «sutiles señales» y no a poderes misteriosos de ningún tipo que el animal pudiera tener. En resumen, esta historia se ha utilizado para inhibir la investigación, para impedir la indagación antes que para es­timularla. Pero extraer esta conclusión de la historia de Hans, el Caballo Inteligente, no hace justicia a las investigaciones de Stumpf y Pfungst. En vez de negarla, éstos investigaron una afirmación discutible, lo que reque­ría valor, pues sus conclusiones se opusieron a las creencias de muchos de sus colegas.

Las capacidades de Hans, el Caballo Inteligente, no eran discutibles porque se supusiera que implicaban poderes psíquicos, sino más bien por­que se suponía que aquéllas demostraban que los animales podían pensar. Muchos científicos, sobre todo darwinianos, se sentían felices de creer que Hans, el Caballo Inteligente, fuera capaz de realizar operaciones aritméticas y de entender alemán. Les agradaba la idea de que los animales fueran ca­paces de pensamiento racional porque eso minaba la creencia convencional de que el intelecto humano era único. Preferían la idea de evolución gra­dual, de diferencias de grado entre los seres humanos y los anímales no hu­manos, antes que la de diferencias de calidad.

A la inversa, los tradicionalistas se mostraban muy escépticos respecto de Hans, el Caballo Inteligente, porque pensaban que las facultades menta­les superiores eran exclusivas del hombre. Los hallazgos de Stumpf y Pfungst apoyaban a los tradicionalistas y eran impopulares entre «los dar-

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INTRODUCCIÓN 23

winianos decepcionados que temían que los puntos de vista eclesiáticos y reaccionarios sacaran provecho de las conclusiones».3

Aunque a veces los biólogos se refieren al «efecto Hans, el Caballo Inte­ligente» como una razón para despreciar todas las habilidades inexplicadas en los animales, el efecto es completamente específico. Depende del len­guaje corporal, que en los caballos, lo mismo que en muchas otras especies, es un elemento importante en su comunicación recíproca. Si un animal puede responder a un ser humano cuando éste se halla fuera de su visión, eso no ejemplifica el efecto Hans, el Caballo Inteligente, sino que requiere otra explicación.

En el curso de la investigación sobre los poderes inexplicados de los ani­males domésticos he descubierto que la mayoría de los amaestradores de animales y de los dueños de animales domésticos son muy conscientes de la importancia del lenguaje corporal. Pero, en cualquier caso, muchos de los fenómenos que aquí analizo, como la evidente capacidad de los animales para saber cuándo sus amos están regresando a casa, no pueden explicar­se en términos del efecto Hans, el Caballo Inteligente. Un animal no pue­de leer el lenguaje corporal de una persona que está a muchos kilómetros de distancia.

T r e s t ip o s d e p e r c e p t iv id a d in e x p l ic a d o s

En este libro analizo tres grandes categorías inexplicadas de perceptividad en los animales: la telepatía, el sentido de la orientación y las premoniciones.

1. Telepatía. Empiezo con la capacidad de algunos perros, gatos y otros animales para saber cuándo sus amos están de camino a su casa. En muchos casos, las anticipaciones que los animales realizan del regreso de las perso­nas resultan completamente inexplicables en términos de hábito, señales de la gente de la casa o audición de la aproximación de coches cuyo ruido les es familiar. En experimentos con cintas de vídeo se ha visto que hay perros capaces de anticipar el regreso de sus amos en momentos escogidos al azar, aun cuando estén viajando en taxis u otros vehículos extraños para el animal. De alguna manera, las personas comunican telepáticamente su intención de volver a casa.

Hay animales de compañía que también responden telepáticamente a una variedad de otras intenciones humanas y reaccionan a llamadas y órde­

3. Pfungst (1991), pág. 10.

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24 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

nes silenciosas. Algunos saben cuándo está al teléfono una persona determi­nada. Algunos reaccionan cuando su amo sufre o agoniza en un sitio lejano.

Sugiero que la comunicación telepática depende de vínculos entre per­sonas y animales y que esos vínculos no son meras metáforas, sino conexiones reales. Se conectan a través de campos llamados campos mórficos. Presen­to estos campos en el capítulo I, en el que también analizo la evolución de los vínculos entre seres humanos y animales.

2. El sentido de orientación. Las palomas mensajeras pueden encontrar el camino de regreso a su palomar a través de centenares de kilómetros de te­rreno desconocido. Las golondrinas migratorias europeas viajan miles de kilómetros hasta sus fuentes de alimentación en África para regresar en pri­mavera a sus tierra nativas, incluso al mismísimo edificio donde previamen­te habían anidado. Su capacidad para navegar hacia destinos lejanos sigue aún sin explicación y es imposible explicarlo en función del olfato ni de nin­guno de los otros sentidos conocidos, ni siquiera de una suerte de brújula biológica.

Algunos perros, gatos, caballos y otros animales domesticados también tienen un buen sentido de orientación y encuentran su camino a casa desde lugares que desconocen y a muchos kilómetros de distancia. Los animales parecen atraídos a su destino deseado como si una banda elástica invisible los mantuviera ligados a ese sitio. Estas conexiones podrían explicarse en términos de campos mórficos.

A veces los animales no «vuelven» a lugares determinados, sino a deter­minadas personas. Hay perros capaces de encontrar a sus dueños, que se han marchado sin ellos, en lugares lejanos en los que nunca han estado. El rastreo olfativo de la persona podría explicar algunos casos, cuando las dis­tancias son cortas, pero en otros casos la única explicación viable parece ser una conexión invisible entre el animal y la persona a la que está ligado. Una vez más, cabe la comparación con una banda elástica estirada, que yo atri­buyo al campo mórfico que vincula al animal con su amo.

3. Premoniciones. Algunas premoniciones pueden explicarse en térmi­nos de estímulos físicos. Por ejemplo, las perturbaciones de algunos anima­les antes de un seísmo pueden ser reacciones a sutiles cambios eléctricos y los perros que alertan a sus amos epilépticos de un ataque inmediato pue­den advertir sutiles temblores musculares u olores insólitos. Pero hay otras premoniciones que parecen implicar misteriosos presentimientos que desa­fían nuestros supuestos usuales acerca de la separación entre pasado, pre­sente y futuro.

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INTRODUCCIÓN 25

La telepatía, los sentidos de orientación y la precognición son ejemplos de lo que algunos llaman percepción extrasensorial o PEE. Otros los califi­can de «sexto sentido» (o «séptimo sentido» o, en todo caso, un sentido o sentidos adicionales). Otros los denominan «paranormales». Otros, «pa- rapsicológicos». Todos estos términos concuerdan en apuntar allende los lí­mites de la ciencia establecida.

«Percepción extrasensorial» significa literalmente percepción más allá o al margen de los sentidos. A primera vista, la expresión «sexto sentido» pa­rece significar lo opuesto, porque implica una perceptividad en el marco de los sentidos, aunque mediante otro tipo de sentidos, que hasta ahora la cien­cia no reconoce. Este conflicto desaparece si se entiende «extrasensorial» en el sentido de «al margen de los sentidos conocidos».

Ni la expresión «percepción extrasensorial», ni la de «sexto sentido», sugieren qué son estos fenómenos, ni cómo se producen. Simplemente nos dicen lo que no son. No se los puede explicar en términos de los sentidos conocidos. Los tres tipos de perceptividad —la telepatía, el sentido de orientación y las premoniciones— parecen mejor desarrollados en especies no humanas, como los perros, que en las personas. No obstante, también se producen en el dominio humano. Los poderes parapsicológicos humanos o «sexto sentido» parecen más naturales, más biológicos, cuando se los consi­dera a la luz de la conducta animal. Gran parte de lo que hoy se presenta como «paranormal» parece normal cuando se amplían nuestras ideas de normalidad.

La ciencia sólo puede progresar si trasciende sus límites actuales. En este libro aliento la esperanza de mostrar que es posible investigar científi­camente habilidades inexplicadas de los animales y hacerlo de maneras no invasoras ni crueles. También sugiero una variedad de formas en que los dueños y los estudiosos de animales podrían realizar importantes contribu­ciones a este nuevo campo de investigación.

Tenemos mucho que aprender de nuestros animales de compañía. Y ellos tienen mucho que enseñarnos sobre la naturaleza animal... y sobre no­sotros mismos.

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PRIMERAPARTE

Vínculos entre animales y seres humanos

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CAPÍTULO

__________________________1La domesticación de animales

V í n c u l o s c o n a n im a l e s

Hay muchas personas que aman a sus animales domésticos y a las que éstos aman a su vez. Entre unas y otros se desarrollan vigorosos vínculos emocionales. En este capítulo exploro la evolución y la naturaleza de esos vínculos entre los seres humanos y los animales.

Pero antes es importante reconocer que los vínculos emocionales entre personas y animales son más bien la excepción que la regla. Por cada perro o gato querido hay centenares de animales domesticados confinados entre rejas en sistemas de crianza intensiva y en laboratorios de investigación. En muchos países del tercer mundo, la brutalidad con que suele tratarse a las bestias de carga convierte a los seres humanos en auténticos brutos. Y las so­ciedades tradicionales no acostumbran a suscribir los ideales modernos de bienestar animal. Los esquimales, por ejemplo, tienden a tratar duramente a sus huskies.

Luego están los animales que son víctimas de descuido irreflexivo y crueldad deliberada. En todo el mundo industrializado, las organizaciones para la prevención de la crueldad con los animales desvelan y publican con­tinuamente estremecedores sufrimientos de animales a manos del hombre:

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30 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

caballos tan flacos que se les transparentar! las costillas bajo la piel; perros atados y descuidados; gatos torturados. Y a muchos animales simplemente se los abandona. Sólo en los Estados Unidos, las autoridades locales o las organizaciones voluntarias sacrifican alrededor de cinco millones de perros no deseados y una cantidad similar de gatos.1

Pero a pesar de toda esta explotación, este abuso y este abandono, hay mucha gente que crea vínculos con animales ya desde la infancia. Es común dar ositos de peluche y otros animales de juguete a los niños pequeños y que a éstos les guste oír relatos acerca de animales. Pero a la mayoría le gustan sobre todo los animales reales. La mayor parte de los animales domésticos vive en casas con niños.2

Oír relatos sobre animales temibles —incluso cuentos de hadas como el de Caperucita Roja— y crear relaciones con los amistosos parece ser un aspecto fundamental de la naturaleza humana. En verdad, a lo largo de su historia evolutiva, nuestra naturaleza se ha modelado a través de nuestras interacciones con animales y todas las culturas humanas tienen canciones, danzas, rituales, mitos y relatos acerca de animales.

L a e v o l u c ió n d e l o s v ín c u l o s e n t r e s e r e s h u m a n o s y a n im a l e s

Las primeras especies que reciben la denominación de homínidos, co­nocidas gracias a restos fósiles, son la de los australopithecus ramidus y la de los australopithecus anamensis, que se remontan a más de cuatro millo­nes de años. Las primeras herramientas de piedra se usaron hace alrede­dor de dos millones y medio de años y las señas de haber comido carne aparecen en torno a un millón de años después, más o menos cuando el homo erectus se expandió de África a Eurasia (fig. 1.1). El uso del fuego pudo haber comenzado hace alrededor de 700.000 años. Los humanos modernos se originaron en África hace más o menos 150.000 años. El pri­mer arte, las pinturas de las cavernas, que incluyen muchos animales, se realizaron hace alrededor de 30.000 años. La revolución agrícola comenzó hace unos 10.000 años; las primeras civilizaciones e inscripciones escritas, hace unos 5.000 años.3

Nuestros antepasados fueron recolectores y cazadores para quienes la recolección era mucho más importante que la caza. La vieja imagen del

1. Karsh y Turner (1988).2. Godwin (1975); Marx y otros (1988).3. Leakey y Lewin (1992); Mithen (1996).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 3

años transcurridos PRESENTERevolución Industrial (150)Revolución agrícola (10.000)Primera manifestación de arte (30.000)

100.000 ■ Primera domesticación de perros

150.000 Orígenes, en Africa, de los humanos modernos

í7700.000 ■ Uso del fuego1.000.000 -

2 .000.000

Señales de ingesta de carne

3.000.000 —

4.000.000 -

Expansión cerebral. Primeras herramientas de piedra

m Primeras especies denominadas homínidos

Figura 1.1. Esquema cronológico de la evolución humana.

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32 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

Hombre Cazador que, lleno de confianza, se paseaba a grandes zancadas por la sabana africana, resultó ser un mito. Incluso entre los cazadores-re- colectores hoy existentes, sólo una pequeña proporción del alimento que comen proviene de la caza; la mayor parte es producto de la recolección, principalmente a cargo de las mujeres. (La excepción son los cazadores-re- colectores de las regiones árticas, pobres en plantas.)4 Los homínidos y el primer homo sapiens obtenían en general carne más bien de la limpieza de los esqueletos que dejaban depredadores más eficaces, como los grandes ga­tos, que de la caza propia.5 La caza mayor, en oposición a la actividad ca- rroñera, quizá se remonte sólo de 70.000 a 90.000 años.

En las culturas de cazadores-recolectores, los seres humanos no se ven como algo separado del dominio de los otros animales, sino en íntima inter­conexión con ellos.6 Los especialistas en comunicación con el mundo no humano son chamanes que, gracias a sus espíritus guardianes o animales de poder, se conectan con los poderes de los animales. Hay una solidaridad misteriosa entre la gente y los animales. Los chamanes se sienten guiados por los animales o bien transformados ellos mismos en animales, cuyo len­guaje comprenden y cuya preciencia y poderes ocultos comparten.7

La d o m e s t ic a c ió n d e l o s p e r r o s

Los primeros animales que se domesticaron fueron los perros. Sus ante­pasados, los lobos, cazaban en manadas como cazaban los hombres y ya en una etapa muy antigua se usaron perros en la caza, así como para la custodia de animales. Su domesticación es anterior al desarrollo de la agricultura.8

La opinión convencional afirma que la primera domesticación de lobos tuvo lugar hace entre diez y veinte mil años. Pero evidencias recientes a par­tir del estudio de ADN en perros y en lobos señalan una fecha mucho más lejana para la primera transformación del lobo en perro, unos cien mil años atrás. Esta nueva evidencia también sugiere que los lobos fueron domesti­cados varias veces, no sólo una, y que los perros siguieron cruzándose con lobos salvajes.9

4. Ehrenreich (1997).5. Ibíd.6. Eliade (1964); Burkert (1996).7. Eliade (1964), pág. 94.8. Masson (1997).9. Morell (1997).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 33

Si este descubrimiento se confirmara, significaría que tal vez nuestra an­tigua compañía de perros haya desempeñado un papel importante en la evolución humana. Los perros pudieron haber cumplido una función capi­tal en los progresos de las técnicas humanas de caza que se produjeron hace entre 70.000 y 90.000 años. El veterinario australiano David Paxton llega a sugerir que más bien los lobos domesticaron a los humanos que éstos a aquéllos. Tal vez los lobos comenzaron a vivir en torno a la periferia de asen­tamientos humanos como una manera de parasitismo. Algunos aprendieron a vivir en una suerte de ayuda mutua y poco a poco se convirtieron en pe­rros. Como mínimo habrían protegido los asentamientos humanos y emitido advertencias con sus ladridos ante cualquiera que se aproximara.10

Los lobos que se convirtieron en perros tuvieron gran éxito en términos evolutivos. Se los encuentra por doquier en el mundo habitado y en cen­tenares de millones. Los descendientes de los lobos que siguieron siendo lobos están ahora muy dispersos y a menudo en poblaciones en peligro de extinción.

La domesticación de perros precede con mucho a la domesticación de otros animales. En verdad, los perros pueden haber desempeñado un papel esencial en la domesticación de otras especies, tanto por su capacidad para pastorear animales, como las ovejas, como por su colaboración en la pro­tección de los rebaños del ataque de depredadores.

Algunas razas de perro son muy antiguas. Ya en el antiguo Egipto ha­bía varias razas completamente distintas: galgos o de tipo Saluki, mastines, basenji, pointer y un perro pequeño parecido al terrier maltés (fig. 1.2).11 En Egipto se veneraba a los perros. A algunos incluso se los embalsama­ba y en todas las ciudades se dedicada un cementerio íntegramente a tum­bas de perros. El dios de los muertos era Anubis, con cabeza de perro o de chacal.

En el mundo moderno de hoy, el modo de tratar a los perros varía mu­cho de una cultura a otra. En el mundo árabe, en general se los aborrece, en parte debido a la existencia de grandes poblaciones de perros extraviados o salvajes que son fuentes de peligrosas enfermedades, como la rabia. Incluso así, se admira y se mima a los perros individuales de caza. En otras regiones del mundo, como en zonas de Birmania, Indonesia y Polinesia, se mata a los perros para la alimentación humana y en general no se los considera bien.12 Pero en la mayoría de las culturas, sobre todo allí donde se usan los perros

10. Paxton (1994).11. Fiennes y Fiennes (1968).12. Serpell (1983).

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34 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

Figura 1.2. Razas de perros egipcios, de las tumbas de Beni Assan (2200-2000 a.C.) (según Ash, 1927).

para la caza o el pastoreo o se los mantiene sin motivo utilitario, se los trata en general con afecto.13

L a d o m e s t ic a c ió n d e o t r a s e s p e c ie s

Francis Galton, primo de Charles Darwin, fue pionero del pensamiento moderno sobre domesticación. Señaló que relativamente pocas especies se prestaban a ello. Para poder ser domesticadas, las especies han de satisfacer las siguientes condiciones:

Deben ser fuertes y sobrevivir con poco cuidado y escasa atención, te­ner un gusto intrínseco por el hombre, amar la comodidad, cruzarse libre­mente, ser gregarias y, por tanto, fáciles de controlar en grupos.

Las ovejas, las cabras, el ganado ovino, los caballos, los cerdos, las galli­nas, los patos y los gansos satisfacen estos criterios. Pero otras especies,

13. Ibíd.

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 35

como los ciervos y las cebras, aunque son gregarias, no los satisfacen y, a pe­sar de muchos intentos de domesticación, permanecen demasiado «salva­jes» como para manejarlas con comodidad.14

Los gatos son la única especie domesticada que no es gregaria, pero de­bido a su naturaleza territorial y su amor a la comodidad crean relaciones simbióticas con las personas aunque preservan algo de su independencia de cazadores solitarios. Se pasan con relativa facilidad a una existencia libre, salvaje.15

Los gatos fueron domesticados hace mucho menos tiempo que los pe­rros, probablemente no más de cinco mil años atrás. Los primeros registros de gatos se encuentran en el antiguo Egipto, donde se los consideraba sa­grados y estaba prohibido matarlos. Se los momificó en tal cantidad que a principios del siglo XX se extraían momias de gatos por toneladas, se las mo­lía y se las vendía como fertilizante.16

También es relativamente reciente la domesticación de los caballos, que con toda probabilidad ocurrió hace alrededor de cinco mil años en la región que rodea al Turquestán. Tal vez se los usara primero como animales de tracción. El primer registro de un caballo montado se halla en Egipto, alre­dedor del 1500 a.C.17 Muy pronto, una vez que fueron más bien camaradas que esclavos, los caballos resultaron importantes en la guerra y en la caza.

En las primeras civilizaciones, aunque los animales domesticados eran explotados al servicio del hombre, ya había un sentido de conexión hom­bre/animal que impregnaba la relación. Eran varios los animales a los que se consideraba sagrados, como en India lo son actualmente las vacas, los ele­fantes y los monos. Muchos dioses y diosas adoptaban formas animales o tenían anímales como ayudantes.

A primera vista, son escasas las huellas de este sentido de solidaridad con el reino animal en las sociedades industriales. Las bestias de carga han sido sustituidas por máquinas; los caballos, los asnos, las muías y los bueyes ya no se utilizan como compañeros cotidianos. La íntima familiaridad del campesino con los animales ha sido sustituida por la gestión agrícola mo­derna, en que los animales permanecen en granjas fabriles e instalaciones alimentarias a escala industrial.

No obstante, en nuestra vida privada se mantiene la afinidad antigua con otros animales. Hay muchos observadores aficionados de aves, natura­

14. Galton (1865).15. Kerby y Macdonald (1988).16. Clutton-Brock (1981), pág. 110.17. Kiley-Worthington (1987).

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36 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

listas y fotógrafos de la vida salvaje. Las películas sobre la vida natural go­zan de permanente preferencia en la televisión, lo mismo que los relatos acerca de anímales, sobre todo acerca de perros como Lassie18 y Komissar Rex, el perro detective austríaco. Pero es en la tenencia de animales domés­ticos donde estos vínculos se conservan principalmente y de un modo más íntimo. Aun cuando la mayor parte de la gente de las ciudades modernas ya no necesite gatos para cazar ratones ni perros para cuidar el rebaño ni para cazar, se sigue manteniendo estos animales a millones, junto con una multi­tud de otras criaturas que no desempeñan ninguna función utilitaria: ponis, loros, periquitos australianos, conejos, cobayos, jerbos, hámsters, peces de colores, fásmidos y muchos otros tipos de animales domésticos.

La mayor parte de nosotros parece necesitar a los animales como parte de nuestra vida. Nuestra naturaleza humana está íntimamente ligada a la na­turaleza animal; separados de ella, nos vemos disminuidos: perdemos una parte de nuestra herencia.

E l m a n t e n im ie n t o d e a n im a l e s d e c o m p a ñ ía

En todo el mundo se crían animales de compañía. Como observó Fran- cis Galton en 1865: «Es un hecho familiar a todos los viajeros que los salva­jes a menudo capturan animales jóvenes de distinto tipo y los crían como fa­voritos para luego venderlos o presentarlos como curiosidades».19

Galton sugirió que ese tipo de crianza de animales fue el modo principal en que se domaron muchas especies, junto con el mantenimiento de anima­les sagrados y la conservación de jardines zoológicos por jefes y reyes. En al­gunos casos, estos animales, siempre que satisficieran las condiciones necesa­rias (ya enunciadas), llegaron a ser domésticos. Me agrada la idea de Galton de que el mantenimiento de animales de compañía precedió a la domestica­ción, y la encuentro muy plausible. Y, si los lobos se hicieron primero secua­ces de los hombres y sólo después se convirtieron en perros, la teoría de Gal­ton sugiere una manera simple en que este proceso pudo haberse acelerado a través de la adopción de cachorros como animales de compañía.

En el antiguo Egipto, así como en muchos otros lugares del mundo, ade­más de los perros de gran tamaño que se usaban para la caza, la vigilancia y el pastoreo, había también razas más pequeñas que parecen haber vivido en

18. Para un interesante estudio sobre la evolución de las historias de Lassie, véase Gar- ber (1996).

19. Galton (1865).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 37

Figura 1.3. Pequeños perros domésticos de la Grecia antigua (según Keller, 1913).

las casas en calidad de animales de compañía. Los griegos y los romanos an­tiguos también los tenían (fig. 1.3). Ciertamente, se han hallado perros pe­queños en todo el mundo y hay antepasados de muchos perros domésticos de hoy. En Tíbet y en China existía la costumbre de criar tanto perros guar­dianes como perros de hogar; los primeros eran grandes y feroces y vivían al aire libre, mientras que los últimos vivían en casas o monasterios.20

La tenencia de animales domésticos en oposición a su tenencia con fines utilitarios era en cierto modo un lujo. Hoy en día hay mucha más gente rica y, por tanto, más animales de este tipo. Y a menudo los animales domésticos

20. Fiennes y Fiennes (1968).

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38 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

que viven en la casa en calidad de compañeros establecen una conexión más íntima con su familia humana que los que viven fuera de la casa, en la granja, el establo o el corral. En países industriaÜ2ados como Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, la mayoría de las casas tienen al menos un animal de compañía. Y en las últimas décadas, con el incremento de la urbanización y la prosperidad, la cantidad de animales domésticos, lejos de disminuir, au­mentó. En el Reino Unido, por ejemplo, entre 1965 y 1990 la cantidad total de perros se elevó de 4,7 a 7,4 millones y la de gatos, de 4,1 a 6,9 millones.

Es probable que los hábitos de mantenimiento de las diferentes naciones desempeñen un papel importante en la formación del «carácter nacional». Pero es ésta un área en la que no ha habido prácticamente investigación, pues sólo disponemos de estadísticas. En el cuadro 1 se dan las cifras corres­pondientes a dueños de perros y gatos en un abanico de países.

Los porcentajes más elevados de casas con perros se encuentran en Po­lonia y los Estados Unidos, y luego en Francia, Bélgica e Irlanda. Algunos de los niveles porcentuales más bajos de propietarios de perros y gatos se hallan en Alemania. En la mayoría de los países son más las casas que tienen perros que las que tienen gatos, pero en algunos, sobre todo Suiza y Austria, es sorprendente el predominio de gatos sobre perros como animales de ho­gar preferidos.

En los últimos años se han producido cambios asombrosos en la confi­guración de la propiedad de animales de compañía. En el Reino Unido, la cantidad de perros descendió, mientras que la de gatos siguió aumentando (fig. 1.4). A partir de 1992 hubo más gatos que perros, pero todavía hay más casas con perros que con gatos, porque en muchas hay dos gatos o más. Sólo en los Estados Unidos ha habido un incremento semejante de popularidad de los gatos en relación con los perros, pues hacia 1996 los primeros supe­raron a los segundos en cantidad, con poblaciones de 59 y 53 millones res­pectivamente. Pero, lo mismo que en el Reino Unido, sigue habiendo más casas con perros que con gatos.21

VÍNCULOS SOCIALES CON LOS ANIMALES

Originariamente, la mayoría de los animales domesticados eran sociales, como señaló Francis Galton. También tienden a ser animales con jerarquías

21. En 1996 había en EE.UU. un promedio de 2,2 gatos por cada casa con gatos, en comparación con los 1,7 perros por cada casa con perros (fuente: Humane Society of Ame­rica, Washington, DC).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 39

Cuadro 1. Porcentaje de casas que tienen perros y gatos, clasificadas por países (según Fogle, 1994).

Porcentaje de casas con: perros gatos

Polonia 50 33Estados Unidos 38 30Francia 36 25Bélgica 36 25Irlanda 36 20Canadá 32 24Portugal 30 14República Checa 30 16Reino Unido 27 21Dinamarca 23 17Holanda 22 24Italia 20 22Finlandia 20 18Noruega 17 18Suecia 16 19España 16 8Austria 15 26Japón 12 5Alemania 11 9Suiza 10 26Grecia 10 7

de dominación, lo que facilitó su control por parte de los seres humanos. In­cluso los gatos, a pesar de sus hábitos de caza independiente y en solitario, crecen con relaciones sociales estrechas entre las madres y su descendencia.

La naturaleza social original de los animales domesticados se pone de manifiesto cuando vuelven a la vida salvaje. Charles Darwin, en su Variation of Animáis and Plants, se interesó particularmente por el retorno de los ani­males domesticados a sus hábitos ancestrales.22

En general, los animales no domesticados viven en grupos similares a los de sus parientes salvajes. Por ejemplo, los caballos no domesticados viven

22. Darwin (1875).

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40 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

años

-o - perros (cantidad) gatos (cantidad)

-D - perros (casas con) gatos (casas con)

Figura 1.4. Cambios en las poblaciones de perros y de gatos en el Reino Unido en­tre 1965 y 1997 (fuente: UK Pet Food Manufacturera’ Association).

en general en grupos de alrededor de cinco, lo mismo que sus parientes sal­vajes.23 Los perros no domesticados viven en manadas y construyen guari­das, al igual que los lobos.24

Los animales sociales se vinculan con otros miembros del grupo a través de lazos invisibles. Lo mismo vale para los vínculos sociales humanos. Nues­tros animales domesticados son sociales por naturaleza y nosotros también lo somos. Los vínculos entre las personas y los animales son una suerte de híbrido entre los tipos de vínculos que crean los animales entre sí y los que crean entre sí las personas.

Una dificultad para comprender la naturaleza de estos vínculos estriba en la pobreza de nuestra comprensión de los vínculos entre seres humanos

23. Kiley-Worthington (1987).24. Kerby y Macdonald (1988).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 41

y entre animales. Sabemos que existen conexiones emocionales invisibles entre miembros de una familia y sabemos que esas conexiones persisten con el tiempo y mantienen unidas a personas que se pueden encontrar incluso en distintos continentes. Sabemos que los animales tienen grupos sociales y que de alguna manera el grupo en conjunto está unido de tal manera que funciona como si se tratara de un superorganismo: es lo que analizo en el ca­pítulo 9. Esto resulta más claro en el caso de los insectos sociales, como las hormigas, las termitas, las abejas y las avispas. Es flagrante en las bandadas que giran y se inclinan prácticamente al mismo tiempo, sin molestarse en absoluto los individuos entre sí. Y lo mismo ocurre con un cardumen que nada en formación cerrada pero que cambia de dirección en cualquier mo­mento y responde con rapidez a la aproximación de un depredador.

L a n a t u r a l e z a d e l o s v ín c u l o s s o c ia l e s

Hay muchos tipos de vínculos sociales en el seno de las especies, como las que existen entre la gata madre y sus mininos, una abeja y otros miem­bros de la colmena, un estornino y una bandada, un lobo y su manada, así como la gran variedad de vínculos sociales humanos. Además, hay vínculos sociales entre especies, como las que se dan entre los animales de compañía y sus amos.

Todos estos vínculos conectan unos con otros a los miembros de un grupo e influyen en la manera de relacionarse. Mi propuesta es que estos vínculos no son meras metáforas, sino conexiones reales que siguen conectando a los individuos entre sí aun cuando estén separados, más allá de la comu­nicación sensorial. Estas conexiones a distancia podrían ser canales para la telepatía.

Los vínculos entre animales existen dentro de un campo social. Al igual que los campos conocidos de la física, los campos sociales conectan cosas a distancia, pero se diferencian de los campos conocidos de la física en que evolucionan y tienen un tipo de memoria. En mi libro The Presence of the Past he sugerido que los campos sociales son ejemplos de una clase de cam­pos llamados campos mórficosP

Los campos mórficos mantienen unidas y coordinan las partes de un sis­tema en el espacio y en el tiempo y tienen memoria de sistemas similares an­teriores. Los grupos sociales humanos tales como las tribus y las familias he­redan a través de sus campos mórficos una clase de memoria colectiva. Los

25. Sheldrake (1988a).

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42 VÍNCULOS ENTRE ANIMALES Y SERES HUMANOS

hábitos, las creencias y las costumbres de los antepasados influyen en el comportamiento actual, tanto consciente como inconscientemente. Todos sintonizamos memorias colectivas, semejantes al «inconsciente colectivo» que propuso el psicólogo C. G. Jung.

Las colonias de termitas, los cardúmenes, las bandadas, los rebaños, las manadas y otros grupos de animales también se mantienen unidos y estruc­turados gracias a los campos mórficos, y todos estos campos están configu­rados por su propio tipo de memoria colectiva.

Los animales individuales están unidos entre sí en el seno de campos sociales de su grupo y siguen modelos habituales de relaciones que se re­piten de una generación a otra. Los instintos son como hábitos colectivos de la especie, o de la raza, creados por experiencia a lo largo de muchas generaciones y sometidos a los rigores de la selección natural. Esta con­cepción de los instintos como efectos heredados del hábito y la experien­cia se aproxima mucho al pensamiento de Charles Darwin, que se expre­sa con la máxima claridad en La variación de animales y plantas bajo la acción de la domesticación y desempeña un papel capital en El origen de las especies.21'

El proceso por el cual esta memoria se transfiere del pasado al presente se denomina resonancia mórfica e implica una influencia de lo semejante sobre lo semejante a través del espacio y el tiempo.27 En el capítulo 9 y en el Apéndice C expongo la naturaleza de los campos mórficos y de la resonancia mórfica.

Los campos mórficos vinculan los miembros de un grupo social entre sí y el campo abarca en su seno a todos los miembros del grupo (fig. 1.5A). Si un miembro del grupo se desplaza a un lugar lejano, sigue conectado con el resto del grupo gracias al campo social, que es elástico (fig. 1.5B).

Los campos mórficos permitirían que un abanico de influencias telepá­ticas pasara de un animal a otro dentro del grupo social, o de una persona a otra, o bien de una persona a un animal de compañía. La capacidad de estos campos para estirarse como bandas elásticas invisibles las habilita para actuar como canales de comunicación telepática, incluso a grandes distancias.28

En este momento no es preciso exponer en detalle la hipótesis del cam­po mórfico, del que sólo he dado un brevísimo resumen. Lo importante es

26. Francis Huxley ha señalado que sería más adecuado que el libro más famoso de Dar­win se titulara «El origen de los hábitos» (Huxley, 1959).

27. Sheldrake (1981; 1988a).28. Para un modelo matemático de comunicación por medio del campo mórfico, véase

Abraham (1996).

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LA DOMESTICACIÓN DE ANIMALES 43

A

Figura 1.5. Diagrama que representa un campo mórfico del grupo social (A) y que ilustra la manera en que el campo se estira y sigue conectando a un individuo con otros miembros del grupo aun cuando se encuentre a gran distancia de éstos (B).

que esta hipótesis no sólo hace posible la telepatía, sino incluso probable. Pero, una vez sentada su posibilidad teórica, cabe preguntarse si ocurre en realidad. Sobre la base de la evidencia disponible, que se expone en los ca­pítulos siguientes, llego a la conclusión de que la telepatía es ciertamente un fenómeno real.

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SEGUNDAPARTE

Animales que saben cuándo sus amosestán camino de casa

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CAPÍTULO

__ 2Perros

La mayor evidencia de telepatía entre personas y animales procede del es­tudio de perros que saben cuándo sus amos están de camino a su casa. Este comportamiento anticipatorio es común. Muchos dueños de perros lo dan simplemente por supuesto, sin reflexionar acerca de sus vastas implicaciones.

Cuando Peter Edwards llega a casa en su granja en Wickford, Essex, sus setters irlandeses están casi siempre en la puerta para saludarlo. Ivette, su mujer, dice que a menudo lo esperan entre diez y veinte minutos antes de su llegada, mucho antes de que Peter deje la carretera para entrar en el desvío privado de su casa. Durante más de veinte años, la mujer había dado esta conducta por supuesta, con este simple pensamiento: «Ya vuelve Peter; los perros han ido a la puerta».

Sin embargo, después de leer un artículo en Sunday Telegraph acerca de mi investigación sobre perros que saben cuándo sus amos están camino de su casa, Ivette empezó a preguntarse: ¿cómo saben los setters que Peter está en camino? Peter trabaja con horario irregular en Londres y en general su mu­jer no tiene datos para saber cuándo esperarlo. Y los perros responden con independencia de la dirección del viento y del vehículo en el que llegue.

La capacidad de los setters irlandeses para detectar el regreso de Peter con anticipación es típica de muchos otros perros. En respuesta a averigua­

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ciones realizadas en Europa y en América del Norte he reunido más de 580 informes de perros que saben cuándo sus amos están camino de su casa. Al­gunos esperan en una puerta o una ventana diez minutos o más antes del re­greso del trabajo, la escuela, las compras y otras salidas. Otros salen a en­contrarse con sus amos en la calle o en una parada de autobús. Hay perros que exhiben esta conducta de manera casi cotidiana; otros, sólo cuando sus amos regresan de unas vacaciones u otra ausencia prolongada, en cuyo caso dan muestras de excitación durante horas o incluso días antes del regreso. Mientras algunos científicos se apresuran a atribuir este fenómeno a la ruti­na o la agudeza del olfato y el oído de estos animales, pronto se descubre, caso tras caso, que estas explicaciones no son suficientes.

El contexto de esta conducta anticipatoria es el entusiasmo con que mu­chos perros dan la bienvenida a sus amos. A menos que estén muy bien edu­cados, tratan de saltar y lamer la cara de su amo, tal como los cachorrillos saludan a sus padres, sacudiendo la cola con tal vigor que el movimiento se transmite a las patas traseras.

De modo parecido saludan los lobeznos. Cuando son destetadas, las crías comienzan a pedir alimento a sus padres o a otros miembros de la manada que regresan a la cueva. Cuando el adulto se aproxima con comida en la boca, se amontonan en torno a él con excitación, agitan la cola, adoptan gestos de sumisión y saltan para lamer los rincones de la boca. En los lobos adultos, la misma clase de conducta toma la forma de saludos ritualizados. La mayor parte de la atención se dirige a los animales de mayor jerarquía.1

Así, la conducta de saludo que despliegan los perros respecto de sus amos tiene antiguos antecedentes evolutivos, pues se remonta a los lobos, de los que descienden nuestros perros domésticos. Pero muchos perros van más allá del mero saludo a sus amos cuando éstos regresan, pues en verdad anticipan su llegada y parecen saber que se encuentran en camino cuando todavía están a muchos kilómetros de la casa.

¿ P o d r ía t r a t a r se d e m e r a r u t in a ?

Cuando una persona regresa todos los días a la misma hora, la conduc­ta de sus perros podría ser simple rutina. Teresa Preston, de Suffolk, Virgi­nia, supuso que esto era lo que ocurría cuando se dio cuenta de que el pe­rro de la familia, Jackson, esperaba el regreso de sus hijos en el autobús escolar. Pero tuvo que repensar la cuestión cuando se percató de que Jack-

1. Serpell (1986).

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PERROS 49

son también anticipaba el regreso de su marido, que llegaba en momentos inesperados de su trabajo como capitán de una nave del servicio de boyas de la Coast Guard de los Estados Unidos, con asiento a más de 30 kilóme­tros, en Portsmouth:

Llegaba a casa a horas extrañas. Cuando el barco había entrado en el puer­to, Jackson se excitaba, iba a la puerta y quería salir. La mayor parte del tiem­po iba a sentarse al final de la acera y se colocaba de manera de poder mirar en dirección a donde él «sabía» que aparecería el coche. Era tan infalible en esto —no podía yo dejar de percatarme— que a veces utilizaba su advertencia para retocarme el peinado y maquillarme antes de la llegada de mi marido. Si estaba preparando la comida y a punto de decidir para cuántas personas debía hacer­la, utilizaba la predicción de Jackson para adecuar la cantidad.

O tal vez los perros capten señales de anticipación procedentes de las personas que esperan en la casa. En algunos casos, la gente telefonea para decir que vuelve y la persona que está en la casa puede cambiar su estado emocional al saber que aquella a la que espera está en camino. Pero la anti­cipación de ciertos perros se produce incluso cuando la persona que está en la casa ignora por completo cuándo llegará el miembro de la familia ausen­te. Me han llegado muchos informes de familiares de abogados, taxistas, personal militar, periodistas, comadronas, etc., que no trabajan con horarios fijos, según los cuales el perro es el que les hace saber cuándo el miembro ausente de la familia está de camino a su casa.

Un ejemplo es John Batabyal, de Stretford, Lancashire. Su mujer, Glo­ria, trabajaba en un hospital con horario flexible, de modo que a menudo regresaba a su casa en momentos inesperados y, sin embargo, siempre la es­peraba con un té recién hecho. Ella se sintió desconcertada por esto hasta que descubrió que, en el preciso momento en que abandonaba la sala del hospital para montarse a su coche y regresar a su casa, los dos perros salta­ban al antepecho de la ventana, con lo que indicaban al marido que era hora de encender la tetera.

En Manhattan, la niñera irlandesa de la familia West se servía de un sis­tema similar de advertencia canina, que en este caso proporcionaba un blue terrier llamado Kerry. El general Charles West tenía su base en Governor’s Island, en el puerto de Nueva York, y su mujer era vicepresidenta de Time Inc. En palabras del propio general West:

Vivíamos en la cuarta planta de un edificio de apartamentos y cada uno de nosotros llegaba a casa en distintos momentos y con diferentes orientaciones. Ni la niñera ni nuestro hijo pequeño sabían cuándo llegaríamos, pero diez o

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quince minutos antes de nuestro retorno, Kerry se excitaba enormemente, co­rría a una de las ventanas del frente y se quedaba allí mirando hacia la calle mientras emitía gemidos de alegría y movía la cola como un loco. La niñera siempre sabía que uno de nosotros estaba a punto de llegar y nunca dejaba de bromear acerca de la utilidad de esa advertencia para limpiar al niño antes de que llegaran el padre o la madre. Y no era un acontecimiento ocasional, sino que así ocurrió día tras día y semana tras semana durante varios años.

No cabe duda de que hay perros que acostumbran a esperar el retorno de sus amos en horarios rutinarios, pero casi nadie encuentra en ello nada particularmente notable. En la mayoría de los 585 informes que he recogi­do, como en estos ejemplos, la conducta del perro no es explicable en sim­ples términos de rutina.

¿ P o d r ía n l o s p e r r o s o l e r l a p r o x im id a d d e s u s a m o s ?

La mayoría de los perros tienen un olfato mucho mejor que el nuestro, y es probable que puedan oler a sus amos, o los vehículos de sus amos, des­de mucho más lejos de lo que sería capaz una persona. Pero ¿cuánto más lejos?

Los perros usan normalmente el olfato para seguir rastros o huellas ol­fateando el suelo. Pero para oler a alguien que vuelve a su casa tendrían que olfatear el aire. Suponiendo que el viento sople en la dirección adecuada y que el animal esté fuera de la casa, o dentro pero con las ventanas abiertas, ¿a qué distancia sería capaz de oler una persona o un coche que se acerca?

La mejor estimación que he podido obtener sugiere que esta distancia es considerablemente menor que una milla (unos mil seiscientos metros), aun con la raza más sensible, la de los sabuesos. Malcolm Fish, de la Sección de Perros de Policía de Essex, está actualmente realizando pruebas con sa­buesos para el Ministerio del Interior con el fin de averiguar si para cierto tipo de trabajo policiaco no serían más adecuados que los pastores alema­nes, que es la raza que se usa actualmente. Dice Fish que si alguien se es­conde en un cercado, a veces un sabueso puede detectar el olor de esa per­sona hasta a media milla, pero a condición de tener el viento a favor y de que la persona no se mueva. Le parece muy improbable que un perro, in­cluso un sabueso, pueda oler a alguien que viaja a su casa desde el lugar de trabajo. «Imagínese a alguien que viajara en su coche con una cajita que des­pide humo y con las ventanillas abiertas. El humo se iría hacia atrás. El olor no viaja hacia adelante como el sonido. Además, hoy la mayoría de los co­

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PERROS 51

ches son herméticos, de modo que no sería mucho el olor que saliera de ellos, y las puertas de las casas son herméticas para no dejar pasar el viento, así que me parecería imposible que un perro pudiera oler a su amo cuando éste se encuentra a una milla.»

Hay perros que sólo reaccionan uno o dos minutos antes de la llegada de sus amos y en estos casos sí que el olfato podría explicar su conducta. Pero muchos reaccionan con diez minutos o más de anticipación, cuando la persona se encuentra todavía a varios kilómetros. Además, lo hacen con to­tal independencia de la dirección del viento y no es necesario que las venta­nas estén abiertas. Su anticipación no puede explicarse razonablemente en términos de olfato.

¿ P o d r ía n o ír l o s p e r r o s q u e s u s a m o s s e a c e r c a n ?

La mayoría de los perros tienen un oído mucho más sensible que el nuestro. Pueden oír sonidos demasiado agudos para que nosotros los de­tectemos, como los silbatos «silenciosos» para perros, que emiten sonidos por encima de la banda de frecuencia audible para nosotros. También pue­den oír mucho más lejos. Se estima que «un perro puede oír a aproxima­damente cuatro veces la distancia a que puede oír el hombre».2 Pero esto tal vez sea excesivamente generoso para los perros. Celia Cox, veterinaria británica especializada en cirugía otorrinolaringológica, ha probado el oído de miles de perros y calcula que su sensibilidad al nivel de ruido es se­mejante a la de los seres humanos. Celia Cox duda que puedan oír a sus amos acercarse desde muy lejos: «Hay personas que me han dicho que sus perros saben cuándo vuelven ellas a su casa incluso antes de haber gi­rado en su calle, pero me parece muy improbable que esto se deba exclusi­vamente al oído»..

Análogamente, Kevin Munro, del Centro de Audición y Equilibrio de la Universidad de Southampton, ha comparado la capacidad auditiva de per­sonas y de perros utilizando una sofisticada técnica llamada Audiometría de Respuesta Evocada.3 Esperaba encontrar que los perros oyeran mucho me­jor que los seres humanos, puesto que se trata de una creencia tan común. «Cuando me encontré con los resultados, me llevé una gran sorpresa al comprobar que, dejando de lado la capacidad canina para oír sonidos más agudos, no había diferencias sustanciales.»

2. Fogle (1995), pág. 41.3. Shiu, Munro y Cox (1997); Munro, Paul y Cox (1997).

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Pero en aras de la argumentación, supongamos que efectivamente los perros oyen a una distancia aproximadamente cuatro veces mayor que el al­cance máximo del oído humano. Si se acerca a casa un coche familiar o una persona a pie, ¿a qué distancia lo oímos?

Yo vivo en Londres y, con todo el ruido de fondo y la enorme cantidad de coches y de gente que pasa, probablemente oigo los coches y las perso­nas que se acercan a casa cuando están a menos de veinte metros, y eso sólo si me encuentro en alguna de las habitaciones del frente y con las ventanas abiertas. Por el contrario, la gente que vive en el campo, en lugares aislados, con poco y nada de tráfico, podría oír un vehículo que se acerca cuando to­davía se halla a ochocientos metros o más, sobre todo de noche. Pero cal­culo que en la mayoría de los medios urbanos y suburbanos, la mayoría de la gente no sería capaz de reconocer los sonidos familiares de un coche o de una persona a más de unos pocos cientos de metros, y en general a mucho menos. Cada uno puede realizar su propio cálculo y luego ponerlo a prueba con ayuda de familiares y amigos. ¿Puede el lector detectar realmente cuán­do un coche o una persona en particular se aproximan cuando se hallan a esa distancia?

Multipliqúese la estimación por cuatro y se tendrá una indicación apro­ximada, en el supuesto más favorable posible, de la distancia a la que un pe­rro puede oír que su amo está en camino de regreso. Mi conjetura sería que en medios urbanos y suburbanos esta distancia no llega a ochocientos me­tros, incluso en las condiciones más favorables posibles, con el viento en la dirección adecuada. Con el viento en otras direcciones, el alcance se vería muy reducido. Y sería menor todavía si el perro estuviera dentro de la casa y con las ventanas cerradas.

Todo esto parte del supuesto de que la persona viaja a pie o en un coche familiar, pero ¿qué ocurre si la persona viaja en taxi, en el coche de un ami­go o en cualquier otro vehículo con el que el perro no está familiarizado? A pesar de la falta de sonidos familiares que reconocer, muchos amos han en­contrado que la anticipación de los perros se mantenía.

Por ejemplo, cuando Louise Gavit, de Morrow, Georgia, se dispone a regresar a su casa, el perro de la familia, BJ, va a la puerta. Su marido ob­servó que BJ hacía esto una y otra vez, de modo que, controlando la hora, marido y mujer comprobaron que las reacciones de BJ solían comenzar cuando ella decidía volver a su casa y comenzaba a caminar hacia cualquier vehículo con el que tuviera pensado regresar, aun cuando estaba a muchos kilómetros de distancia. «Mi manera de -viajar es irregular, pues uso mi co­che, el de mi marido, un camión o distintos coches conducidos por extraños a BJ, o bien vuelvo andando. De algún modo, la respuesta de BJ a mi pen­

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samiento/acción es la misma. Reacciona incluso cuando ha visto mi coche todavía dentro del garaje.»

R e g r e s o e n a u t o b ú s , t r e n y a v ió n

La idea de que las reacciones de los perros podrían explicarse en fun­ción de los ruidos lejanos de un coche choca también con la refutación que representa el hecho de que estos animales reaccionen de la misma manera cuando los amos respectivos viajan en autobús o en tren. Por supuesto que, si vuelven siempre en el mismo autobús, como un autobús escolar, por ejemplo, el animal podría reconocer sonidos característicos antes de la lle­gada del vehículo. Pero cuando la gente viaja tanto en autobús como por fe­rrocarril, no hay manera de que el animal pueda saber por el sonido si su amo está en un autobús o en un tren en particular.

Helen Meither, por ejemplo, viajaba cada día 24 kilómetros en autobús para ir a Liverpool a trabajar y dejaba a su terrier Cairn con su familia. Se­gún la hora a la que terminaba su trabajo, o bien regresaba a su casa en un autobús que llegaba a las seis de la tarde, o bien en uno que llegaba a las ocho. «La parada del autobús se hallaba a cerca de medio kilómetro de dis­tancia, detrás de un bosquecillo. Yo nunca sabía si terminaría el trabajo a tiempo para coger el primer autobús, pero el perro siempre sabía si yo esta­ba o no en él. En caso afirmativo, iba a la puerta más o menos entre las 17.45 y las 17.50 horas, cualesquiera fueran las condiciones climáticas, y cruzaba el bosquecillo para venir a mi encuentro. Si me retrasaba, no se movía has­ta las 19.45 y venía a buscarme al autobús que llegaba más tarde.»

En la base de datos hay más de sesenta informes acerca de animales que reaccionan a la llegada de personas a su casa, informes que muestran que de alguna manera el animal sabe cuándo la persona está de camino a su casa de un modo que excluye la explicación en términos de rutina, ruidos u olores. Lo mismo vale para más de 50 casos que implican el viaje en tren. He aquí un ejemplo:

Cuando va a Londres al teatro o a visitar amigos, Carole Barlett, de Chi- selhurst, Kent, deja en casa, con su marido, a Sam, cruce de perro labrador y galgo. Regresa en tren desde la estación de Caring Cross, un viaje de vein­ticinco minutos más otros cinco a pie. El señor Barlett no sabe en qué tren regresará su mujer, cosa que puede ocurrir en cualquier momento entre las seis de la tarde y las once de la noche. «Mi marido dice que Sam abandona mi cama, donde se pasa el día cuando salgo, baja la escalera media hora an­tes de mi regreso y espera en la puerta de entrada.» En otras palabras, el pe­

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rro comienza a esperarla alrededor del momento en que ella empieza su via­je de regreso.

En algunos casos, la persona ausente le dice a la que se queda en casa que cogerá un tren en particular y luego coge otro. Esto ocurrió cuando Sheila Brown, de Westbury, Wiltshire, fue a Londres a una boda y dejó a su perra Tina con una vecina, a la que dijo que regresaría en un tren que llega­ba a las 22.30. En realidad, regresó cinco horas antes y se sorprendió al en­contrar que la esperaba una taza de té. Tina había saltado de repente y ha­bía ido a la puerta, donde se sentó agitando la cola. La vecina sabía que a menudo Tina anticipaba los regresos de Sheila y concluyó correctamente que había cogido un tren anterior.

Más notable aún que el hecho de que los perros sepan cuándo sus amos están de camino a su casa, ya en tren, ya en autobús, sea tal vez que lo sepan cuando los amos viajan en avión. Muchas historias de este tipo proceden de la Segunda Guerra Mundial, cuando se permitía a los pilotos dejar a sus pe­rros en los aeródromos. Por ejemplo, Max Aitken, comandante de escua­drón (y luego lord Beaverbrook), tenía su perro labrador en su base del Es­cuadrón n° 68. Edward Wolfe, que prestaba servicio a sus órdenes, me dijo: «Cuando el escuadrón estaba regresando de una operación de a uno o dos aviones, su labrador negro, que había estado echado tranquilamente, se le­vantaba y se lanzaba afuera, al encuentro de su amo. Siempre sabía si Max Aitken venía de regreso».

Recibí un informe muy parecido de las reacciones de un perro a su amo, piloto de un escuadrón de planeadores, cuando los aviones que regresaban eran casi silenciosos.

Al menos en un caso se puso a prueba la posibilidad de que la reacción de un perro pudiera estar desencadenada por el sonido de un avión parti­cular. El perro en cuestión también era un labrador, que reaccionaba al re­greso de su amo, un oficial de la RAF. «Observó a su amo cuando despega­ba en un avión y se echó a esperarlo. Cuando ese mismo avión regresó, el perro ni siquiera se levantó. Los hombres pensaron que el perro no había pasado la prueba. Pero se equivocaron. El perro, en cambio, tenía razón. Su amo no venía en ese avión. Más tarde se acercó otro avión desde la dirección contraria. El perro, excitado, se levantó de un salto sacudiendo la cola. Su amo había regresado» (J. Greany).

Igualmente impresionantes son las anticipaciones de los perros pertene­cientes al personal de líneas aéreas. Muchas personas que trabajan para lí­neas aéreas comerciales han comprobado que sus perros saben cuándo están en camino de regreso, incluso si nadie más lo sabe en la casa. Un ejemplo es Elizabeth:

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Toda mi vida laboral he sido miembro de la tripulación de cabina con base en el aeropuerto de Gatwick. Durante diez años, mi perro Rusty saltaba y la­draba al mismo tiempo que yo aterrizaba y luego se sentaba tranquilamente a observar desde la puerta hasta que yo llegaba a casa. Lo asombroso es que, a pesar de que ni mis llegadas ni mis salidas se producían de manera rutinaria, pues podía estar fuera tanto un día como catorce, y de que no tenía horario re­gular de aterrizaje, el perro nunca fallaba.

Análogamente, algunas personas cuyo trabajo las lleva muy lejos de su casa como pasajeros de avión tienen perros que saben cuándo están en via­je de regreso. Ian Fraser Ker, de Wescott, se dio cuenta por primera vez de este fenómeno cuando telefoneó a su mujer al llegar al aeropuerto de Hea- throw. La mujer le dijo que ya había pensado que estaría regresando porque el perro, un bóxer, estaba muy excitado. «Esto se desarrolló a tal punto que los días que mi perro daba señales de excitación y se sentaba junto a la puer­ta de entrada con el morro pegado contra el buzón, mi mujer me preparaba la comida y al cabo de un rato llamaba yo del aeropuerto para decir que es­taba de vuelta.»

En casos de este tipo, el perro no tenía posibilidad de reconocer sonido ni olor familiar alguno, ni su reacción podía ser rutinaria. Y cuando las per­sonas que estaban en la casa no sabían cuándo esperar el regreso del ausen­te, el perro tampoco podía captar de ellos su expectativa. Por un proceso de eliminación, la explicación más plausible parece ser la telepatía.

La alternativa, como se apresurarán a señalar los escépticos, es que la evidencia basada en experiencias con animales de compañía no es fiable, ya sea por trampas de la memoria, ya por la mentira y el engaño, ya por la ilu­sión y el deseo. Tras hablar con muchos dueños de animales de compañía acerca de sus experiencias y tras haber entrevistado a miembros de sus res­pectivas familias, no tengo razones para dudar de la fiabilidad general de sus informaciones acerca de la conducta de sus perros. Y, en ausencia de cual­quier investigación científica anterior, estos informes son el único punto de partida de que disponemos si queremos explorar este fenómeno.

Es correcto mantener una actitud escéptica, formular nuevas preguntas y tomar en cuenta que la gente puede cometer errores. Pero hay personas que desprecian por principio toda evidencia procedente de dueños de pe­rros. Esta clase de escepticismo compulsivo surge del dogma de que la tele­patía es imposible. En mi opinión, esos prejuicios son barreras a la investi­gación científica con mentalidad abierta. No son científicos, sino, por el contrario, anticientíficos. Personalmente, me interesan más los perros que los dogmas.

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No hay duda de que es preciso prolongar con investigaciones experi­mentales el estudio de casos particulares de conducta anticipatoria en pe­rros, como se describe más adelante en este mismo capítulo. Pero antes es importante encontrar más material sobre la historia natural de los perros que saben cuándo su gente está de camino a su casa. Y dado que la eviden­cia que tenemos hasta ahora apunta a un cierto tipo de conexión telepática, necesitamos explorar con más detalle qué podría llevar implícita la idea de telepatía.

D i f e r e n t e s m o d e l o s d e r e s p u e s t a t e l e p á t ic a

Telepatía significa literalmente «sentimiento a distancia», de dos pala­bras griegas: tele, como en teléfono y televisión, y pathé, como en simpatía y empatia. Si los perros responden telepáticamente a sus amos es porque de alguna manera captan los pensamientos o los sentimientos de sus amos re­lativos a regresar a casa. Esto podría ocurrir de tres maneras principales:

1. Hay perros que tal vez reaccionen sólo cuando sus amos están cerca de la casa y, por supuesto, están al tanto de su inminente regreso. Dicho de otra manera, podría ser que los perros sintieran la presencia cada vez más próxima de sus amos. Los perros reaccionarían, digamos, dos minu­tos o diez minutos antes del regreso efectivo de sus amos, con indepen­dencia del momento en que hayan iniciado el viaje de regreso.

2. Hay personas que tal vez piensen o sientan muy poco acerca del hecho de estar regresando a su casa; es posible que estén plenamente atentas a una conversación o a otra actividad. Pero hay en los viajes momentos en que los pensamientos y los sentimientos se dirigen con acrecentada in­tensidad a la casa: por ejemplo, al desembarcar de un avión o de un bar­co, o al apearse de un tren o un autobús. Tal vez haya perros que capten los pensamientos y los sentimientos ligados al hogar de esos momentos especiales.

3. La manifestación más extrema de telepatía se daría si los perros fueran capaces de captar la intención de regresar de sus amos y reaccionaran cuando éstos comienzan el viaje o incluso cuando se preparan para ini­ciarlo.

En realidad, los tres tipos de anticipación son comunes. Hay perros que anticipan el regreso de sus amos sólo con unos pocos minutos de antelación. Tal vez el animal haya oído u olido a su amo y la telepatía no tenga en esto

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nada que ver. Pero, cuando los perros reaccionan con más de cinco minutos de anticipación, es preciso tomar en serio la hipótesis telepática, sobre todo si el perro reacciona incluso cuando las ventanas están cerradas y sus reac­ciones no dependen de la dirección del viento, lo que habría podido influir enormemente en la transmisión de los olores y los sonidos. Y hay muchos casos en que los perros reaccionan regularmente diez minutos o más antes de que la persona esperada llegue a su casa, con independencia de la direc­ción del viento. Un ejemplo es el de Peter Edwards y sus setters irlande­ses. Otros ejemplos son los perros de los aeródromos (caso ya expuesto) que reaccionaban cuando el avión de su amo estaba a punto de aterrizar, o los perros que van al encuentro de sus amos en las paradas de autobús, pero que salen de la casa cuando el autobús todavía está en camino.

En segundo lugar, hay perros que reaccionan cuando la gente se apea de embarcaciones, aviones, trenes y autobuses e inicia la parte final de su viaje de regreso al hogar. Ya hemos visto ejemplos de perros que reaccionan cuando los miembros de la tripulación y los pasajeros de vuelos comerciales llegan al aeropuerto; y hay muchos otros que reaccionan cuando la gente se apea de embarcaciones, trenes y autobuses.

Por último, hay perros que parecen reaccionar a las intenciones de las personas de volver a su casa, incluso antes de que comiencen realmente el viaje de regreso. BJ, el perro de Louise Gavit, es un ejemplo (véase supra, pág. 52). Louise no tiene un horario regular de llegadas ni de salidas. Con ayuda de su marido, que observaba a BJ en su casa, llegó a comprobar que la reacción típica del perro es la siguiente:

Cuando me marcho del sitio en donde he estado y camino hacia mi coche con la intención de volver a casa, nuestro perro BJ sale de su sueño, se dirige a la puerta, se echa en el suelo cerca de ella y con el morro orientado a la misma. Allí espera. Cuando me acerco al callejón de entrada intensifica la atención, empieza a moverse y da muestras de excitación a medida que me acerco a casa. Siempre está allí para meter el morro por la abertura, en señal de saludo, cuan­do abro la puerta. Esta sensibilidad no parece limitarse con la distancia. No pa­rece responder en absoluto al hecho de que me vaya de un sitio y me dirija a otro, sino que su respuesta resulta visible en el momento en que surge en mí el pensamiento de regresar a casa y emprendo la acción de caminar hacia el coche para hacerlo efectivamente.

Naturalmente, no hay ninguna novedad en este tipo de conducta, que se ha observado y sobre el que se ha llamado la atención durante muchos años. En su conocido libro Kinship With All Life, J. Alien Boone describe cómo su perro Strongheart anticipaba su regreso cuando almorzaba en su club de

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Los Ángeles, a casi veinte kilómetros de distancia. Un amigo observó a Strongheart mientras su amo estaba fuera. «Nunca hubo una hora preesta­blecida para mi regreso, pero en el preciso momento en que decidía mar­charme del club y regresar a casa, Strongheart abandonaba cualquier cosa que estuviera haciendo, se iba a su punto de observación preferido y allí aguardaba pacientemente que cogiera yo la curva del camino y subiera la colina.»4

El mismo modelo de respuesta se ha mostrado en experimentos. Por ejemplo, Monika Sauer, que vive cerca de Munich, Alemania, accedió a rea­lizar algunos tests con su perro Pluto, cuyas reacciones fueron observadas por su compañero. Pluto no sólo reaccionaba cuando ella partía de regreso en su coche, sino también cuando lo hacía en el coche de un amigo que el perro no conocía. Luego le pedí que probara regresando en taxi. Cuando lo hizo, la reacción de Pluto se produjo cuarenta minutos antes de su llegada. El viaje llevó treinta minutos. Ella pidió un taxi por teléfono y esperó unos diez minutos hasta iniciar el viaje. El perro no reaccionó cuando su ama su­bió al taxi, sino cuando lo pidió.

Es probable que este tipo de reacciones adelantadas pase inadvertido, a menos que las personas implicadas presten mucha atención a la hora en que comienzan un viaje y la hora en que el perro reacciona. Entre quienes pres­tan atención se encuentran Catherine y John O ’Driscoll, cuyo cobrador do­rado, de nombre Samson, es particularmente sensible a los regresos de John. Por ejemplo, un día John estaba en el teatro, en Northampton, Ingla­terra, cuando Samson se abalanzó a la puerta con excitación, mucho antes del momento en que aquél iniciara su regreso a casa. Catherine me dijo: «Pregunté a John qué hacía a esa hora y él me dijo que miraba el reloj de­seando volver a casa». En otra ocasión, en que John estaba en una reunión: «Miraba su reloj y cerraba su portafolios justo en el mismo momento en que Samson se lanzaba a la puerta y ladraba excitado».

Hay muchos otros ejemplos de este tipo. De los 585 informes de la base de datos acerca de perros que saben cuándo sus amos están de camino a su casa, en 97 (el 17 %) se dice que reaccionan cuando la persona inicia el re­greso o se prepara para iniciarlo.

Tal vez los perros que parecen reaccionar sólo unos pocos minutos an­tes de la llegada de su amo sepan cuándo comenzó éste el viaje de regreso, pero sólo muestren signos evidentes de excitación cuando la persona se acerca. Antes pudieron haber pasado inadvertidas respuestas más sutiles.

4. Boone (1954), capítulo 7.

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PERROS 59

R e g r e s o d e l a s v a c a c io n e s y d e a u s e n c ia s l a r g a s

La mayoría de los ejemplos que he analizado hasta ahora se refiere a pe­rros que responden cuando sus amos regresan del trabajo o tras ausencias breves. Ahora me dedicaré a las respuestas de los perros al regreso de sus amos de ausencias más largas, como vacaciones. Hay perros que no antici­pan la llegada de sus amos cuando éstos sólo se han marchado por el día, pero que reaccionan cuando han permanecido fuera de casa durante perío­dos más largos, como, por ejemplo, la perra de la marquesa de Salisbury, Jessie, que vive con ella en Hatfield House, Hertfordshire (fig. 2.1).

Figura 2.1. La marquesa de Salisbury con su terrier de caza, Jessie, en Hatfield House, Hertfordshire (fotografía de Phil Starling).

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60 ANIMALES QUE SABEN CUÁNDO SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

«Jessie es una perrita muy sensible e inteligente. Siempre parece saberlo que me dispongo a hacer, casi antes que yo misma», dice lady Salisbury. Cuando lady Salisbury se marcha al extranjero, suele dejar a Jessie, una te­rrier de caza, con su jardinero jefe, David Beaumont. Este y su mujer saben en general cuándo lady Salisbury está en camino de regreso porque Jessie se pone inquieta y va a esperar horas enteras la llegada de su ama junto a la puerta de la casa o el portón del jardín. La conducta de Jessie ha sido documentada por Miriam Rothschild, la distinguida naturalista de Royal Society que ha tenido la gentileza de hacerme llegar sus observaciones. En una de esas ocasiones, por ejemplo, las reacciones de Jessie comenzaron cuando lady Salisbury estaba haciendo el equipaje y preparándose para marcharse de una casa en Irlanda; y en otra ocasión, cuando salía hacia el aeropuerto en Cracovia, Polonia. Lady Salisbury dice que la madre de la pe­rra era más sensible aún a sus regresos y respondía aun cuando sólo hubiera estado un día fuera. Jessie no reacciona si la marquesa no ha estado fuera al menos tres días.

A veces el comportamiento del perro parece relacionarse con los pensa­mientos y las intenciones de la persona mucho antes del comienzo efectivo del viaje. Es el caso de Frank Harrison, que cayó enfermo con fiebre muy poco después de incorporarse al Ejército británico y que al ser dado de alta en el hospital se le concedieron unos días de permiso por enfermedad. No informó a sus padres.

Cuando llegué a casa, Sandy (nuestro terrier irlandés) estaba junto a la puerta y me dijeron que no se había movido de allí durante dos días, salvo para alimentarse y hacer ejercicio. Ese era más o menos el tiempo que hacía que me habían informado de que tenía permiso por enfermedad. Esa conducta, natu­ralmente, había preocupado a mis padres. Cuando regresé inesperadamente a casa, mamá dijo: «El sabía que vendrías. Ésa es la explicación». Esta espera jun­to a la puerta ocurrió durante los dos años y medio de mi servicio en el Ejérci­to. Sandy iba a la puerta alrededor de cuarenta y ocho horas antes de mi llega­da. Mis padres sabían que yo estaba en camino porque Sandy lo sabía.

He recibido unos veinte informes más acerca de perros que anticipan la llegada de jóvenes a su casa con permiso de las fuerzas armadas o de la ma­rina mercante y en muchos casos las familias no estaban informadas por adelantado. A veces los perros reaccionaban unos dos días antes de que los jóvenes llegaran a la casa, como Sandy, y a veces unas pocas horas antes.

En cuanto a si las reacciones anticipatorias de los perros dependen de la telepatía, sus reacciones cuando sus amos inician el viaje de regreso desde otro continente implica que la comunicación telepática puede darse a gran­

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PERROS 61

des distancias. La telepatía no parece decaer con la distancia como ocurre con los fenómenos gravitacionales, eléctricos y magnéticos.

En algunos casos, la anticipación de los perros puede asociarse a una fase particular de la preparación o el inicio del viaje. Tony Harvey regresa­ba a su granja de Suffolk de unas vacaciones de caza de tres semanas en Dar- moor, a cuatrocientos kilómetros. Había dejado a Badger, su border terrier, con su mujer, en su casa. Cuando llegó, la mujer le contó que Badger había saltado de su cesto para trepar al antepecho de la ventana a las 6.40 de la ma­ñana. «Precisamente a esa hora salí de Darmoor. No la hora en que comen­zamos a cargar la furgoneta, sino la hora exacta en que la camioneta se puso en marcha hacia casa.» Badger estuvo «excitado todo el día, delante de la ventada y mirando al patio», hasta que finalmente apareció su amo, a las nueve y media de la noche.

Lo mismo que en el caso de la gente que regresa del trabajo, hay perros que reaccionan cuando la persona se acerca a la casa y no cuando ésta inicia el viaje. Por ejemplo, cuando Larry Collyer está de camino a su casa en Glastonbury, Somerset, tras una ausencia de varios días, su mujer Daphne sabe cuándo está a punto de regresar porque su chow chow va a la puerta y se queda allí esperando entre media hora y una hora antes de la llegada efec­tiva. También lo hizo cuando el señor Collyer regresó uno o días antes de lo esperado.

Las personas que trabajan en perreras son las que tienen las máximas oportunidades de observar el comportamiento de los perros antes del re­greso de sus amos, ya sea de vacaciones, ya de otros viajes. Mis socios y yo hemos entrevistado a propietarios de estas instituciones tanto en Gran Bre­taña como en los Estados Unidos y nos hemos encontrado con que la ma­yoría de ellos había observado que ciertos perros parecen saber cuándo es­tán a punto de volver a su casa. Lo que sigue son comentarios típicos de estas entrevistas: «Algunos están más atentos el día que les toca regresar a casa», «Se les nota un aire expectante unas cuantas horas antes», «Algunos perros actúan de distinta manera el día que se marcharán a casa». Sin em­bargo, un propietario de perrera en el este de Inglaterra negó firmemente que ocurriera nada de esto en su establecimiento. «Los perros están tan contentos aquí que muy pronto se olvidan por completo de sus amos y no tienen ningún interés en su regreso.» Sin embargo, es una opinión aislada.

Tal vez los perros de las perreras se comportaran de diferente manera porque el personal de la institución les prestara más atención cuando se acercaba el momento de que fueran a recogerlos. Pero a veces los dueños de los animales regresaban antes de lo previsto y algunos perros también pa­recían saberlo. «Un perro relativamente tranquilo (que permanecía echado

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casi todo el tiempo) estuvo en la puerta durante tres horas. Lo saqué de allí varias veces, pero ni siquiera tenía necesidad de orinar; luego apareció su amo, dos días antes de lo previsto. Yo no tenía idea de que éste adelantaría su regreso.»

Los v ín c u l o s e n t r e p e r r o y p e r s o n a

La mayoría de las personas cuyos perros anticipan su llegada perciben un «lazo estrecho», «una fuerte conexión emocional» con el perro o «estar muy unidas» a él. En la mayoría de los casos de nuestra base de datos, el 78 % exactamente, los perros responden sólo a una persona, el 17 % res­ponde a dos personas y sólo el 5 % responde a tres o más personas. Cuan­do los perros responden a más de una persona, se trata en general de miem­bros de la familia. La otra persona cuya llegada los perros anticipan es casi exclusivamente un amigo muy querido o personas que los sacan a pasear o los agasajan.

Las únicas excepciones son casos en los que el perro tiene una marcada aversión a una persona en particular. John Aston, por ejemplo, tenía un amigo al que le disgustaban los perros y que acostumbraba a visitarlo en su casa de Lancashire más o menos una vez por semana. Al comienzo, su perro alsaciano, Rolf, usualmente de buen talante, no daba muestras de conducta insólita alguna. «Tras unos meses, una noche mi amigo Clive vino a casa de visita, pero alrededor de unos diez minutos antes de que llegara Rolf estaba en el garaje esperando y gruñendo y hubo que sujetarlo cuando apareció Clive. Sólo puedo suponer que Clive le había apartado de un golpe o un puntapié en su visita anterior. Después de esa noche, siempre tuve que ir al garaje a recibir a Clive y sujetar a Rolf. El perro siempre sabía con diez o quince minutos de anticipación que Clive estaría allí.»

En un caso interesante, un perro de aguas reaccionó de diferente mane­ra en función de la intención del visitante. Este era Christofer Day, un vete­rinario de Oxfordshire, y el perro pertenecía a su suegra:

El perro acostumbraba a saber si mi visita era social o en calidad de veteri­nario. En el primer caso, el perro se me echaba encima y ladraba, presa de go­zosa excitación. Pero si mi visita era como veterinario, se escondía detrás de la caldera. No había nada que yo pudiera interpretar como pista que delatara al animal el propósito de mi visita y, sin embargo, el perro había tomado la deci­sión de esconderse antes de que llegara yo a la casa. Y lo hacía todas las veces. Yo solía visitarlo con frecuencia, entrar por sorpresa o hacer todo tipo de cosas,

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aunque raramente lo hacía como veterinario. Y cuando lo hacía, no se debía ne­cesariamente a que el animal estuviese enfermo, sino que a veces se trataba de cuestiones de rutina. Pero siempre sabía si yo iba en plan profesional o no.

Así, la capacidad de los perros para saber cuándo regresan las personas depende de lazos emocionales, en general positivos, pero a veces también negativos, y pueden sufrir la influencia de la intención con la que llegan. Pero, en términos generales, depende de relaciones afectuosas con los com­pañeros humanos inmediatos del perro y con miembros de la familia y ami­gos íntimos.

Es bien sabido, por supuesto, que los perros pueden establecer lazos muy fuertes con las personas. James Serpell, que fue pionero en el estudio de las relaciones entre seres humanos y perros en la Universidad de Cam­bridge, se expresa a ese respecto en los siguientes términos: «El perro pro­medio se comporta literalmente como si estuviera “unido” a su amo por una cuerda invisible. Dada la oportunidad, lo seguirá a todas partes, se echará junto a él y exhibirá claras señales de tristeza si su amo sale y lo deja en casa o si lo echa inesperadamente de la habitación».5

A mi juicio, la-, evidencia que se tiene en cuenta en este capítulo y el si­guiente sugiere que la cuerda invisible que une el perro a su dueño es elásti­ca: puede estirarse y contraerse (fig. 1.5B). Conecta al perro y su amo cuando están cerca. Y sigue uniéndolos aun cuando se encuentren a cientos de ki­lómetros uno de otro. Esta elasticidad de la conexión es la que hace posible la comunicación telepática.

¿ T e l e p a t ía o p r e c o g n i c i ó n ?

Muchos dueños de animales de compañía que saben cuándo un miem­bro de la familia está de camino a la casa atribuyen este conocimiento a la telepatía, a un «sexto sentido» o a la PE (percepción extrasensorial).

El término telepatía implica que el perro reacciona a los pensamien­tos, sentimientos, emociones o intenciones de una persona distante. Pero las expresiones «sexto sentido» y «PE» son más generales y, aunque tam­bién cubren la telepatía, se las usa más bien en conexión con una variedad de otros fenómenos no explicados, entre los que figuran la capacidad de anticipar peligro y la capacidad para encontrar el camino de regreso a casa. Y los fenómenos que se atribuyen al sexto sentido o a la PE parecen

5. Serpell (1986), págs. 103-104.

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incluir la precognición, que es el conocimiento anticipado de aconteci­mientos futuros.

¿Podría ser que los perros supieran cuándo sus amos están camino de su casa más por una precognición de su llegada a la casa que por una captación de los pensamientos o intenciones de sus amos?

Tal vez en algunos casos sea así. Pero me parece que, cuando los perros responden a la hora en que sus dueños comienzan el viaje o cuando simple­mente están pensando en ello antes de hacerlo efectivamente, la telepatía es una explicación más probable. Y también parece una explicación más pro­bable de las respuestas de los animales cuando su gente llega a una fase cru­cial de su viaje de regreso, como el desembarco de un avión, un barco, un tren o un autobús.

Una manera de distinguir los papeles posibles de la telepatía y la pre­cognición es mirar lo que sucede cuando la gente cambia de idea. Si co­mienzan un viaje a su casa y luego lo interrumpen, ¿qué pasa? Si la respues­ta del animal es precognitiva y se produce sobre la base de la previsión de la llegada, no debería reaccionar si el viaje de la persona esperada aborta. Si respondiera telepáticamente, debería hacerlo a la intención de regresar a la casa, aun cuando la persona esperada no llegue. Así las cosas, ¿qué sucede realmente?

¿ Q u é s u c e d e c u a n d o l a g e n t e c a m b ia d e id e a ?

Uno de los primeros ejemplos de reacciones caninas que conocí en los casos en que alguien cambia de idea me lo transmitió Radboud Spruit, de la Universidad de Utrecht, Holanda. Vivía muy cerca de sus padres, a unos seis minutos en coche, y solía visitarlos varias veces por semana sin planifi­cación previa. Su madre observó que, en general, el perro lo esperaba en la puerta del jardín diez minutos antes de que llegara, lo que significa que em­pezaba a esperar antes de que el viaje comenzara. «Un día mi madre me lla­mó y me preguntó sí el día anterior había pensado visitarlos, porque el pe­rro me esperó. Yo había pensado visitarlos, pero cambié de idea en el camino. Fue en el mismo momento en que nuestro perro me esperaba. Mi madre me contó que el perro se mostró confundido cuando, quince minu­tos después, yo no había llegado. Corrió, se metió en la casa y al cabo de unos minutos volvió corriendo a la puerta. Media hora después, todo pare­cía indicar que el perro se había olvidado del asunto.»

En algunos casos, la gente que está con el perro es capaz de decir de ma­nera precisa cuándo el amo inicia el viaje y cuándo cambia de idea. Por

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PERROS 65

ejemplo, cuando Michael Joyce cuidaba al perro de su cuñada mientras ésta y su mujer iban de compras a Colchester, Essex, a veintidós kilómetros de distancia, observó que a las 16.45 horas el perro se levantó, caminó hasta la ventana y se sentó allí. «Unos pocos minutos después volvió a su posición anterior y se repantigó sobre la alfombra. Luego, alrededor de las 17.15, media hora más tarde, volvió a excitarse y a mostrar inquietud y permane­ció cerca de la ventana, esperan do/anticipando la llegada de las mujeres. Cuando la mujer y la cuñada de Michael llegaron, dijo él: «Decidisteis dejar Colchester más o menos a las 16.45, cambiasteis de idea y luego decidisteis partir a las 17.15». Esto era en verdad lo que había sucedido.

La evidencia que surge de estos y otros viajes interrumpidos apoya la idea de que los perros responden a sus amos más bien telepáticamente que por precogniciones de su llegada.

¿ S o n c o m u n e s l o s p e r r o s q u e s a b e n c u á n d o s u s a m o s e s t á n

d e c a m in o a s u c a s a ?

Las personas que me escribieron en respuesta a mis peticiones de infor­mación tienden a ser personas cuyos animales se comportan de manera par­ticularmente impresionante. Como es obvio, la gente cuyos animales no res­ponden no escribe para decir eso. De aquí que mi base de datos no contenga una muestra representativa de todos los perros y no revele si este tipo de con­ducta es común o en qué grado lo es.

A partir de observaciones informales de amigos, colegas y gente presen­te en mis conferencias y seminarios, he encontrado que entre uno y dos ter­cios de los propietarios de perros dijeron haber observado esta conducta anticipatoria en sus perros. Los lectores pueden fácilmente realizar sus pro­pias observaciones y ver si llegan a los mismos resultados.

Aunque estos estudios informales dan una indicación aproximada, son susceptibles de una cantidad de críticas, la más importante de las cuales es que las personas consultadas representan una muestra sesgada. Para evitar esas posibles fuentes de error, es menester interrogar a una muestra de toda la población tomada al azar con empleo de técnicas normales de in­vestigación. Mis asociados y yo acabamos de completar cuatro años de estudios, que llevamos a cabo en medios geográficos y culturales muy diferentes: en Londres Norte; en Ramsbottom, una ciudad cerca de Man- chester en el nordeste de Inglaterra; en Santa Cruz, ciudad universitaria y de playa en California, y en los suburbios de Los Ángeles, en el Valle de San Francisco.

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Se estudió por teléfono una muestra aleatoria de casas. El porcentaje de las que tenían perros en Santa Cruz y Los Angeles fue del 35 %, cercana al promedio nacional británico. En Londres fue del 16 %, en armonía con la tendencia de la propiedad de perros a presentar sus niveles más bajos en las grandes ciudades, donde hay más gente que vive en apartamentos.

La primera pregunta que se formuló a los dueños de perros era: «¿Ha observado usted u otra persona de la casa que el animal se muestre agitado antes del regreso de un miembro de la familia?». A las personas que res­pondían afirmativamente a esta pregunta se les preguntaba: «¿Cuánto tiempo antes de su llegada se muestra agitado el animal?». (Luego se les formulaban otras preguntas acerca de sus animales, que analizo en los capítulos 7 y 8. Los lectores interesados en los detalles de estos estudios pueden leer más acerca de ellos en nuestros artículos publicados en revistas científicas,6 tam­bién disponibles en mi sitio www.7)

A pesar de las grandes diferencias entre los lugares estudiados y del he­cho de que los estudios fueron llevados a cabo por personas distintas, los resultados presentan una notable coherencia (fig. 3.1). De más o menos la mitad de los perros se dijo que mostraban comportamiento anticipatorio antes de la llegada de su gente; el promedio total fue del 51 %. El porcen­taje más alto fue el de Los Angeles (61 %); el más bajo, el de Santa Cruz (45 %). Estas cifras pueden haber subestimado las respuestas positivas de­bido a que la gente que vive sola no suele saber si sus animales anticipan o no su regreso.

La mayoría de los perros que anticipaban la llegada de sus amos lo ha­cían menos de diez minutos antes de que ésta se produjera, pero de entre el 16 y el 25 % se dijo que lo hacían con más de diez minutos de anticipación.8 Es improbable que estas reacciones se deban a sonidos o a olores, como ya he analizado, aunque algunas puedan explicarse en términos de rutina.

Aún no se han realizado estudios aleatorios formales en ningún país, pero mis estudios informales en Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, Fran­cia, Alemania, Holanda, Irlanda, Noruega, Portugal y Suiza han arrojado resultados similares a los estudios informales de Gran Bretaña y los Estados Unidos.

6. Sheldrake y Smart (1997); Brown y Sheldrake (1998); Sheldrake, Lawlor y Turney (1998).

7. www.sheldrake.org8. Sheldrake y Smart (1997); Brown y Sheldrake (1998); Sheldrake, Lawlor y Turney

(1998).

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¿ P o r q u é m u c h o s p e r r o s n o r e a c c io n a n ?

Incluso si, como mi investigación indica, alrededor de la mitad de los perros de un lugar determinado anticipan la llegada de sus amos, queda to­davía cerca de la mitad que no lo hace. ¿Por qué? Se me ocurren cinco ex­plicaciones posibles:

En primer lugar, cuando la gente vive sola no hay nadie que observe las reacciones del perro, así que las reacciones quedarían inadvertidas.

En segundo lugar, hay perros que quizá hayan reaccionado en el pasa­do, pero sus amos no se dieron cuenta o no ofrecieron estímulo alguno. En las casas en las que la gente observa realmente esta conducta, puede, sim­plemente por prestarle atención, estimular al perro. Pero en muchas casas no hay incentivo para que el perro muestre lo que sabe. Si hubiera más due­ños que prestaran atención a esta conducta, sería mayor el porcentaje de pe­rros que la exhiben.

En tercer lugar, puede que el lazo entre el perro y su amo no sea lo sufi­cientemente fuerte como para evocar esta conducta. El perro no estaría lo bastante interesado en el regreso de la persona.

En cuarto lugar, tal vez haya perros que sean menos sensibles que otros. La sensibilidad es muy variada en otros respectos, incluso el olfato, el oído y la vista, aun entre perros estrechamente emparentados.

En quinto lugar, puede que haya razas relativamente insensibles.Estas posibilidades son mutuamente compatibles y podrían operar to­

das conjuntamente.Hoy en día se sabe demasiado poco de las cuatro primeras posibilida­

des. Pero la quinta se puede explorar en forma directa. Ya hay suficiente in­formación en la base de datos y procedente de estudios formales para in­vestigar si hay razas más sensibles que otras.

¿ H a y r a z a s m á s s e n s ib l e s q u e o t r a s ?

He recibido informes de conducta anticipatoria relativos a cuarenta y cuatro razas distintas de perros, así como a muchos cruces e híbridos de an­tepasados desconocidos.

Las razas de perros se agrupan en general en diversas categorías bastan­te amplias y los distintos expertos utilizan distintos sistemas, todos más o menos arbitrarios. Yo utilizo la clasificación del British Kennel Club, con las siguientes categorías. Los tres primeros grupos se usan tradicionalmente para la caza y suele denominárselas razas deportivas:

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Perros de caza. Este grupo comprende los perros labradores, los cobrado­res, los perros de agua y los setters.

Podencos. Los dos subgrupos son los sabuesos visuales, como los galgos o los lurchers (cruce de galgo y mastín), y los de muestra, como el policía o el raposero.

Terriers.Perros de trabajo. Este grupo consta principalmente de perros que se usan

originariamente para trabajar con el ganado, como el collie, el pastor alemán y otros del mismo tipo, así como los perros de tiro, como los huskies.

Perros utilitarios. Grupo mixto que incluye los perros de lanas, los dálma- tas y los dogos.

Perros falderos. La mayoría de los perros pequeños que han vivido tradi­cionalmente en el interior de las casas como animales de compañía, como el pequinés y el chihuahua, entre otros.

De los 415 informes de conducta anticipatoria de la base de datos en los que se consignaba la raza correspondiente, la distribución por categorías es la siguiente:

Perros de caza 74Podencos 49Terriers 46Perros de trabajo 135Perros utilitarios 52Perros falderos 22Híbridos 37

Las razas individuales que aparecen con más frecuencia en estos infor­mes son la de los labradores (20 ejemplos), los pastores alemanes (14), los collies (12) y los perros de lana (12). Pero esto no quiere decir que se trate de razas particularmente sensibles, sino que simplemente refleja el hecho de que se hallan entre las más populares. Análogamente, el que la mayoría de los informes se refieran a los perros de trabajo y a los de caza refleja simple­mente el hecho de que hay más gente que tiene perros de estas categorías que de las otras.

De esta suerte, aunque de los informes de la base de datos no se puede sacar conclusiones detalladas acerca de la sensibilidad relativa de diferentes tipos de perros, no hay duda de que el comportamiento anticipatorio está muy extendido y no se limita a algún grupo en particular.

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Tipo de perroCantidad total

estudiada

Cantidad de llegadas anticipadas

Porcentaje de llegadas anticipadas

De caza 58 30 52labradores 21 8 38de lana 21 12 57

Podencos 12 6 50

Terriers 41 23 56

De trabajo 55 24 44pastores alemanes 16 6 38collies 13 8 62

Utilitarios 17 11 65

Falderos 20 13 65

Híbridos 82 39 48

Los estudios formales realizados en Gran Bretaña y en los Estados Uni­dos ofrecen un panorama más fiable, porque se basan en muestras aleato­rias. En el cuadro que puede verse en esta página se muestran los resultados combinados de los cuatro estudios. De la misma manera que los totales para cada categoría, las cifras por raza se dan en los casos en que hay más de diez perros de un tipo particular.

Ninguno de los diferentes grupos es estadísticamente significativo y pueden ser simplemente variaciones casuales debidas al tamaño relativa­mente reducido de la muestra. En consecuencia, no es gran cosa lo que pue­de concluirse a partir de estas diferencias, pero sospecho que los porcenta­jes relativamente elevados que se observan en los grupos de falderos y de utilitarios podría repetirse en otros estudios. Muchas de las razas de estos grupos se han criado durante generaciones para que sirvieran como compa­ñía a los seres humanos. Bien pueden tener una tendencia a ser más sensi­bles a las intenciones de sus amos, ya sea por su crianza, ya porque es más probable que vivan dentro de las casas. Es posible que tengan mayor inti­

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midad con sus amos que los perros de gran tamaño, una mayor proporción de los cuales vive en casetas fuera de las casas o tiene el acceso prohibido a ciertas partes de ésta.

Estas cifras confirman que son muchas las clases de perros que parecen anticipar la llegada de sus amos. Esta capacidad no se limita a una raza o grupo particular.

Tampoco se limita a un sexo, aunque los machos tienden a mostrar esta conducta más que las hembras. De los 465 informes de la base de datos en que se menciona el sexo de los animales, apenas un poco más de la mitad se refiere a machos. En los estudios aleatorios de casas realizados en Gran Bre­taña se dice que el 48 % de los machos dieron muestras de conducta antici- patoria, contra el 44 % de las hembras.

R e g is t r o s d e l a c o n d u c t a c a n in a

Los informes de los dueños de perros sobre la conducta de sus animales constituyen un invalorable punto de partida para investigaciones posterio­res. En realidad, son el único punto de partida posible, pues en ausencia de toda investigación científica, son la única información disponible.

El paso siguiente es llevar registros escritos de la conducta de los perros. Es mucho lo que se puede aprender de esos registros y lo único que se necesita para confeccionarlos es un cuaderno de notas y un lápiz. Para una investigación más detallada es preciso filmar las respuestas de los perros con una cámara que consigne la hora. De estas investigaciones se ocupará el resto del capítulo.

A mi petición, más de veinte propietarios de perros llevaron registro del comportamiento de sus perros antes de la llegada de un miembro de la fa­milia y algunos realizaron incluso experimentos llegando a su casa a horas insólitas y viajando en vehículos que el perro no conocía, como un taxi.

Estos registros son extremadamente esclarecedores y desvelan detalles acerca de la conducta de los animales que de lo contrario habrían quedado olvidados. Confirman que hay perros que anticipan realmente las llegadas de personas de un modo muy fiable, pero no necesariamente en todas las ocasiones. Yo animaría a los lectores cuyos animales parezcan anticipar lle­gadas a que lleven sus propios registros con anotaciones sobre:

1. La fecha y la hora exacta en que el animal parece mostrar reacciones an­ticipadas, si las hay.

2. La hora en que la persona llega a la casa y la hora en que inicia el regreso.3. Dónde fueron y cuánto tiempo estuvieron fuera.

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4. Por qué medio volvieron a casa.5. Si llegaron a una hora habitual o esperada.6. Cualquier otro comentario u observación.

Lo mejor para llevar estos registros es utilizar un cuaderno de notas. Es importante anotar tanto los fracasos del animal como sus éxitos, de modo que si el perro no muestra signos de anticipación antes de la llegada de la persona, esto quede debidamente registrado. Y lo mismo se hará con las falsas alarmas.

En todos los informes que he recibido, salvo uno, los perros reacciona­ron regularmente diez minutos o más antes de la llegada de la persona; al­gunos reaccionaron con horas de anticipación, cuando su amo iniciaba un largo viaje de regreso. Estas reacciones no pueden explicarse en función del oído o del olfato. La mayoría tampoco puede explicarse en términos de ru­tina. Sin embargo, en uno de los registros, el perro anticipaba habitualmen­te la llegada de su ama sólo en tres o cuatro minutos, de modo que es posi­ble que en estas ocasiones hubiera oído acercarse el coche de su ama.

En diversos casos pareció que los perros daban falsas alarmas, pero lue­go resultó que su amo había iniciado realmente el regreso, pero que luego había cambiado dé idea o lo había interrumpido.

A veces los perros no reaccionaron por adelantado al regreso de su amo cuando estaban distraídos, enfermos o atemorizados. A veces no reacciona­ron sin razón aparente alguna. Pero en la gran mayoría de los casos, los pe­rros anticiparon la llegada de su amo en diez minutos o más.

El conjunto más amplio de registros se refiere a un terrier híbrido ma­cho llamado Jaytee, que vive en el noroeste de Inglaterra con su ama, Pa­mela Smart (fig. 2.2).

L a s a n t ic ip a c io n e s d e J a y t e e

Durante varios años, los miembros de la familia de Pamela Smart ob­servaron que Jaytee anticipaba la llegada de ésta en media hora o más. El perro parecía saber cuándo Pam estaba de camino a su casa aun cuando na­die más lo supiese e incluso cuando volvía a horas no habituales.

Pam adoptó a Jaytee de la Dogs’ Home de Manchester en 1989, cuando todavía era cachorro, y en muy poco tiempo creó un vínculo íntimo con él. Ella vive en Ramsbottom, en el Gran Manchester, en un piso de la planta baja, en el portal contiguo al de la casa de sus padres, William y Muriel Smart, que están jubilados. Cuando se marcha, suele dejar a Jaytee con sus padres.

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Figura 2.2. Pam Smart con Jaytee (fotografía de Gary Taylor).

En 1991, cuando Pam trabajaba como secretaria en Manchester, sus pa­dres observaron que Jaytee acostumbraba a ir a la puerta-ventana de la terra­za casi todos los días de la semana alrededor de las 16.30 horas y allí espe­raba casi todo el tiempo que ella estaba en camino. Puesto que Pam cumplía un horario rutinario de oficina, la familia supuso que la conducta de Jaytee dependía de alguna manera del sentido del tiempo.

En 1993 declararon prescindible a Pam y a continuación se quedó sin trabajo. Entonces pasaba a menudo horas fuera de casa y no volvió a estar atada a una pauta de trabajo regular. En general, sus padres no sabían cuán­do regresaría, pero Jaytee continuó anticipando su llegada. Las reacciones del perro parecían tener lugar más o menos en el momento en que ella ini­ciaba el viaje de regreso a su casa.

En abril de 1994, Pam leyó en el Sunday Telegraph un artículo acerca de la investigación que yo estaba realizando sobre el fenómeno9 y decidió par­ticipar voluntariamente en ella. La primera fase de esta investigación con-

9. Matthews (1994).

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sistía en que Pam y sus padres llevaran un registro. Entre mayo de 1994 y fe­brero de 1995 dejó a Jaytee con sus padres en cien ocasiones cuando ella se ausentaba y ellos tomaron notas sobre las reacciones de Jaytee. La propia Pam llevó un registro de dónde había estado, a qué distancia había viajado, su medio de transporte y cuándo había iniciado el viaje de regreso. En 85 de esas 100 ocasiones, Jaytee reaccionó yendo a esperarla a la puerta-ventana de la terraza antes de que Pam llegara, en general con diez minutos o más de anticipación.

Cuando se realizó el análisis estadístico de estos datos, se comprobó que mostraban que las reacciones de Jaytee se relacionaban de modo muy signi­ficativo10 con el momento en que Pam iniciaba el regreso, como si el perro supiera cuándo se ponía ella en marcha hacia su casa.11 No parecía importar la distancia.12

Sin embargo, en 15 sobre 100 ocasiones, Jaytee no reaccionó. ¿Hubo en ellas algo insólito? En algunas, la señora Smart no estaba en casa o dormía. Jaytee tenía un lazo muy estrecho con la señora Smart, pero temía al señor Smart. Cuando estaba solo con el señor Smart, Jaytee se escondía en el dor­mitorio y permanecía inobservable. En algunas ocasiones, había distracciones externas fundamehtales, como una perra en celo en el piso vecino. En otras,

10. Para la correlación lineal entre el momento del viaje y del momento de la reacción de Jaytee, p < 0,0001 (Sheldrake y Smart, 1998).

11. En veinte sobre cincuenta ocasiones, Jaytee reaccionó cuando Pam iniciaba el viaje, o al cabo de dos minutos a partir de ese instante. Pero a veces Jaytee reaccionó antes de que Pam partiera y a veces, después; en nueve ocasiones reaccionó más de tres minutos antes, y en 20 casos lo hizo más de tres minutos después. ¿Es esta variación mera cuestión de azar? ¿O podría deberse, al menos en algunos casos, a desviaciones debidas a la manera de regis­trar los datos? Pudo haber al menos dos fuentes de error que operaran en sentidos opuestos. En primer lugar, algunos de los datos sobre la conducta de Jaytee pueden haber sufrido una desviación hacia el retraso. Si el señor o la señora Smart no estaban en la sala, o si estaban distraídos, por ejemplo con visitas, llamadas telefónicas o programas de televisión, pudie­ron no haber advertido de inmediato las reacciones de Jaytee. De esta suerte, en algunas oca­siones en que las reacciones observadas de Jaytee comenzaron después de que Pamela ini­ciara su viaje de regreso, bien pudieron haber ocurrido antes, más cerca del momento en que Pam inició el regreso. En segundo lugar, en algunas ocasiones en que Jaytee reaccionó antes, esta anticiación podía surgir de la manera de definir el momento en que Pam inició su viaje. Pam registraba como momento inicial el instante en que comenzaba realmente su viaje en coche. Pero a veces comenzaba a prepararse para ello diez minutos antes o más y luego se tomaba tiempo para saludar a las personas con las que había estado o se quedaba charlando con ellas mientras salía. Y a veces pensaba en marcharse antes de mover un dedo para hacerlo. Si Jaytee reaccionaba a sus intenciones, tendería a hacerlo antes de que Pam pusiera su co­che en marcha.

12. Shekldrake y Smart (1998).

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Jaytee estaba enfermo. Pero en tres ocasiones no hubo distracciones o razones aparentes de su falta de respuesta. Por tanto, Jaytee no siempre reaccionó a los regresos de Pam y podía estar distraído, por ejemplo, por una perra en celo.

Las reacciones anticipatorias de Jaytee solían comenzar cuando Pam se hallaba a más de seis kilómetros de distancia y en algunos casos a más de sesenta kilómetros. A esa distancia era imposible que oyera su coche, sobre todo cuando el coche venía en sentido contrario al viento y sobre el fondo del fuerte ruido del tráfico del Gran Manchester y la autopista M66, que pasa cerca de Ramsbottom. Además, el señor y la señora Smart habían ad­vertido que Jaytee también anticipaba el regreso de Pam cuando llegaba en ve­hículos que no eran familiares al perro.

No obstante, para controlar si Jaytee reaccionaba al sonido del coche de Pam o de otros vehículos familiares, investigamos si también respondía cuan­do Pam viajaba en medios inusuales: bicicleta, tren y taxi. Y respondió.13

En general Pam no decía por adelantado a sus padres cuándo regresa­ría, ni telefoneaba para informarles. En verdad, a menudo no sabía ella misma cuándo regresaría tras una tarde fuera, visitando amigos, relacionán­dose o de compras. Pero es posible que en algunos casos los padres hayan sospechado cuándo regresaría y hayan transmitido consciente o inconscien­temente su expectativa a Jaytee. Algunas de estas reacciones podrían de­berse, pues, a la anticipación de los padres de Pam y no depender de nin­guna influencia misteriosa de la propia Pam.

Para poner esta posibilidad a prueba, realizamos experimentos en los que Pam iniciaba el regreso a horas elegidas al azar después de haberse mar­chado de la casa. Nadie más conocía estas horas. En estos experimentos, Jaytee empezaba a esperar cuando ella iniciaba el viaje, o más bien uno o dos minutos antes, mientras se dirigía a su coche, incluso cuando nadie su­piera en casa a qué hora regresaría.14 Por tanto, sus reacciones no podían explicarse en función de las expectativas de los padres de Pam.

En esta fase resultó evidente la importancia de empezar a grabar en ví­deo la conducta de Jaytee, de modo que se pudiera llevar un registro más preciso y objetivo de su comportamiento. Fue precisamente en ese momento cuando me acerqué a la Science Unit of Austrian State Televisión (ORF), que quería filmar un experimento con un perro. Pam y sus padres tuvieron la bondad de concedernos permiso para este experimento filmado con Jaytee.

Junto con el doctor Heinz Leger y Barbara von Melle, de la ORF, pro­yecté un experimento con dos cámaras: una que filmaba a Jaytee en casa de

13. Ibíd.14. Ibíd.

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los padres de Pam y otra que seguía a Pam a donde quiera que fuera cuan­do salía.

Este experimento tuvo lugar en noviembre de 1994. Ni Pam ni sus pa­dres sabían los momentos seleccionados al azar en que se le pediría que re­gresara.

Unas tres horas y cincuenta minutos después de su salida, se le dijo que era hora de regresar a su casa. Entonces caminó hasta una parada de taxis. Llegó a ésta cinco minutos después, y a su casa, otros diez minutos más tar­de. Como de costumbre, Jaytee la saludó con entusiasmo.

A partir de las cintas de vídeo se pudo observar la conducta de Jaytee con un detalle que antes había sido imposible. Durante el período en que Pam estuvo fuera, el perro se pasó prácticamente todo el tiempo echado y muy tranquilo, a los pies de la señora Smart. En la versión editada que pro­dujo la OKF para la transmisión en televisión, a partir del momento en que se dice a Pam que regrese se ven ambas cintas simultáneamente y en total sincronía en una pantalla dividida, de modo que se puede observar a Pam a un lado de la pantalla y a Jaytee del otro lado. Al comienzo, Jaytee, como de costumbre, está echado a los pies de la señora Smart. Luego se le dice a Pam que ha llegado la hora de volver y, casi de inmediato, Jaytee muestra signos de alteración, con las orejas erguidas. Once segundos después de habérse­le dicho que volviera a su casa, Pam atraviesa a pie un terreno de hierba en dirección a la parada de taxis, Jaytee se levanta, va a la ventana y se sienta allí en actitud expectante. Permanece en la ventana todo el tiempo que dura el viaje de Pam.0

No parece haber ninguna manera posible de que Jaytee supiera por me­dios sensoriales normales en qué instante Pam iniciaba su regreso a casa. Ni podía tratarse de rutina, puesto que el momento se eligió al azar y era un momento del día en que Pam no acostumbraba a estar de regreso.

Este experimento pone de manifiesto la importancia de las intenciones de Pam. Jaytee comenzó a esperar cuando ella se enteró de que volvería, an­tes de montar en el vehículo y comenzar el viaje en taxi. Jaytee parecía res­ponder telepáticamente.

15. Hay una cinta de vídeo comercial¡2ada que muestra secuencias de este experimen­to: Sheldrake, R. (1997) Seven Experiments That Could Change the World: The Video, Well- spring Media, 65 Bleecker Street, Nueva York, NY 10012, USA.

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E x p e r im e n t o s c o n J a y t e e g r a b a d o s e n v íd e o

En abril de 1955 recibí una subvención de la Lifebridge Foundation de Nueva York para financiar mi investigación sobre los poderes no ex­plicados de los anímales. Para entonces, como resultado de la publicación de mi libro Seven Experiments That Could Change the World16 y de las pe­ticiones de información a los dueños de animales de compañía, recibí cen­tenares de cartas. Las leí y las agradecí personalmente todas, pero no fui capaz de realizar yo sólo la tarea de organizarías para formar una base de datos. Necesité un asistente de investigación que tuviera las habilidades necesarias de secretaría y de informática como para montar la base de da­tos, que se interesara por los animales y que fuera capaz de realizar expe­rimentos por su cuenta. Pam Smart satisfacía a la perfección las exigencias de ese trabajo.

De modo que tras un año de investigación voluntaria con su perro, Pam se convirtió en mi asistente de investigación a tiempo completo. Los experi­mentos con Jaytee siguieron, pero ahora incluían la grabación regular en vídeo de la conducta de Jaytee durante todo el período que Pam estaba fue­ra de casa.

Se mantuvo la mayor sencillez posible del procedimiento, a fin de poder realizar de manera rutinaria y automática las observaciones de Jaytee. Se co­locó la cámara de vídeo sobre un trípode y se la dejó correr continuamente en la modalidad de long-play con una cinta de larga duración y el codifica­dor temporal incorporado. La cámara enfocaba la zona en la que Jaytee sue­le esperar, junto a la puerta-ventana del piso de los padres de Pam. Estos experimentos sólo fueron posibles gracias al gentil acuerdo de los señores Smart a tener su salón permanentemente vigilado durante horas y, a veces, varias veces por semana. Ellos y los miembros de su extensa familia que visitaban a menudo al matrimonio Smart terminaron por acostumbrarse y hacían su vida habitual.

El comportamiento de Jaytee también se grabó en el piso de Pam mien­tras estaba solo, y también en la casa de su hermana Cathie. Los vídeos fueron grabados «a ciegas» por una tercera persona que no conocía ningún detalle del experimento. En la mayoría de los vídeos y durante la mayor parte del tiempo, Jaytee no está ante la cámara. Pero cada vez que aparece en la venta­na, aparece registrada la hora exacta en que lo hace, de la misma manera que el tiempo que permanece allí. También se toman notas acerca de su con­ducta. Por ejemplo, en algunas visitas a la ventana, es evidente que ladra a

16. Sheldrake (1994).

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los gatos que pasan u observa otras actividades en el exterior. En otras, duerme al sol. En otras parece que estuviera esperando. Ahora disponemos de más de ciento veinte registros grabados en vídeo y analizados de la conducta de Jaytee desde el momento en que Pam se marcha hasta que regresa.

Entre mayo de 1955 y julio de 1996 realizamos una serie de treinta cin­tas de vídeo de Jaytee en el piso de los padres de Pam mientras ésta se halla­ba fuera. Los padres de Pam no sabían cuándo volvería su hija, y en general ella misma tampoco lo sabía con exactitud. La finalidad era observar cómo se comportaba Jaytee en condiciones más o menos «naturales». Siete de esas treinta cintas se filmaron de día, a diversas horas de la mañana y de la tarde; veintitrés se filmaron de noche, cuando Pam regresaba con una va­riedad de horarios que iban desde las 19.30 a las 22 horas.

En la figura 2.3 se muestran los resultados de conjunto. La pauta gene­ral es ciara. En promedio, Jaytee esperaba en la ventana mucho más cuando Pam estaba de camino a su casa y su espera comenzaba ya cuando ella se preparaba para comenzar el viaje de regreso. El perro estaba en la ventana mucho menos tiempo durante el período principal de su ausencia. Estas di­ferencias tuvieron una gran importancia estadística17 y mostraron que Jaytee reaccionaba a las intenciones de Pam. (Para un análisis más detallado, con­súltese el Apéndice B.)

La pauta de respuesta de Jayte^ puede verse con más detalle en los grá­ficos de la figura 2.4. Por larga que fuera la ausencia de Pam, Jaytee espera­ba junto a la ventana mucho más cuando ella se hallaba en camino de re­greso que en cualquier otro período. En general, el perro comenzaba por esperar brevemente antes de que ella iniciara el viaje, cuando pensaba en re­gresar y se preparaba para hacerlo.

En una fase temprana de nuestra investigación, encontramos que Jaytee anticipaba el regreso de Pam aun cuando ésta iniciara el mismo en momen­tos seleccionados al azar, pero este descubrimiento fue tan importante que llevamos a cabo otra serie de doce experimentos grabados en vídeo en los que Pam regresaba al azar. Seleccionaba una hora al azar tirando los dados, y, cuando llegaba esta hora, la llamaba por medio del buscapersonas telefó­nico.18 Entonces ella iniciaba su regreso lo más pronto posible. Como de

17. p < 0,000001.18. Durante el período en que Pam podía recibir la señal de regresar era importante

que estuviera en libertad para hacerlo en cualquier momento. Por eso no pudo realizar estos experimentos cuando, por ejemplo, tenía que ir al dentista o estaba en una reunión impor­tante. La mayoría de ellos tuvo lugar cuando visitaba a amigos o miembros de su familia, iba a la biblioteca, a un café o a una taberna. Por supuesto, tanto Pam como yo teníamos que sa­ber de antemano en qué espectro temporal podía aparecer la orden de regreso.

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78 ANIMALES QUE SABEN CUÁNDO SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

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figura 2.3. Reacciones de Jaytee a los regresos de Pam. El diagrama de columnas muestra el porcentaje de tiempo que Jaytee pasa junto a la ventana durante la par­te principal de la ausencia de Pam («período principal»), durante los diez minutos anteriores al inicio de su viaje de regreso a casa («pre-regreso») y durante los pri­meros diez minutos de su viaje de regreso («regreso»). (En la parte superior de la columna se indica el error estándar de cada valor.)A: Promedios de 30 experimentos en los que Pam regresó en momentos que ella

misma eligió.B: Promedios de 12 experimentos en los que Pam regresó en momentos seleccio­

nados al azar en respuesta a la señal de un buscapersonas.

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Figura 2.4. Duración de las visitas de Jaytee a la ventana durante las ausencias lar­gas, medias y cortas de Pam. El eje horizontal muestra una serie de períodos de10 minutos (pl, p2, etc.) a partir del momento en que ella sale hasta que está de re­greso en casa. El último período que muestra el gráfico representa el primer viaje de regreso de 10 minutos de Pam («reg»), cuyo punto se indica con un círculo lle­no (•). El eje vertical muestra la cantidad promedio de segundos que Jaytee pasa en la ventana cada período de 10 minutos. Los gráficos representan el promedio de11 experimentos largos, 7 medios y 6 cortos. (Una minoría de experimentos «rui­dosos» fueron excluidos a fin de que pudiera apreciarse más claramente la pauta normal, pero estos experimentos ruidosos muestran la misma pauta general, como puede apreciarse en la figura B.l B del Apéndice B.)

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2 de junio

400 “350 ^300 "

ifiO 250 -TDC 200 "3O) 150 -<Dc/) 100 '

50 -0 -

-50 4

13 de junio

6 8 10 12

período

4 de diciembre

período

Figura 2.5. Resultados de los tres experimentos realizados por Richard Wiseman y Matthew Smith con Jaytee en el piso de los padres de Pam en 1995. Los gráficos muestran el tiempo que Jaytee pasó en la ventana en períodos sucesivos de diez mi­nutos. Como en la figura 2.4, el punto final de cada gráfico representa los primeros 10 minutos del viaje de regreso de Pam y está indicado por un círculo lleno (•). (Gráficos tomados de los datos de Wiseman, Smith y Milton, 1998.)

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costumbre, se grabó un vídeo que cubría la zona próxima a la ventana du­rante todo el tiempo que Pam estuvo ausente.

Los resultados, resumidos en la figura 2.3B, muestran la misma pauta general de los regresos ordinarios de Pam (fig. 2.3A) y confirman que las reacciones de Jaytee no eran cuestión de rutina ni de expectativas transmi­tidas por sus padres. Jaytee estaba en la ventana mucho más tiempo cuando Pam se hallaba en camino de regreso que durante la parte principal de su ausencia (55 % del tiempo en oposición al 5 %). Este efecto tuvo una gran significación estadística.19

Tras el exitoso experimento con Jaytee realizado por la ORF hubo una cantidad de reportajes acerca de esta investigación tanto en televisión como en los periódicos. Los periodistas buscaron un escéptico para que comenta­ra estos resultados y varios escogieron al doctor Richard Wiseman, quien aparece regularmente en la televisión británica como azote de los fenómenos parapsicológicos.20 El doctor Wiseman es psicólogo en la Universidad de Hertfordshire y editor consultivo de Skepticaí Inquirer, órgano del CSICOP (Commitee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal).

A diferencia de los escépticos de sillón, Richard Wiseman tiene la gran virtud de realizar auténticos experimentos y no limitarse a criticar los de otras personas. Así, cuando criticó mi investigación sobre Jaytee, lo invité a que realizara algunas pruebas por sí mismo, a lo que Pam y su familia tuvie­ron la bondad de acceder para ayudarme.

En estos experimentos, Richard Wiseman filmó a Jaytee, mientras que su asistente Matthew Smith se fue con Pam y la filmó. Viajaron tanto en el coche de Smith como en taxis y fueron a pubs y otros sitios a distancias que oscilaban entre ocho y diecisiete kilómetros. Smith seleccionó luego un nú­mero al azar para determinar cuándo iniciarían el regreso o bien telefonea­ba a una tercera persona que había escogido un número al azar para él. De esta manera, él sabía de antemano cuándo iniciarían el regreso, pero no se lo dijo a Pam hasta que fue la hora de volver.

Las cintas de la conducta de Jaytee fueron analizadas «a ciegas» por al­guien que desconocía cuándo Pam había iniciado el regreso a su casa. Tam­bién las analizamos Pam y yo. Todos estuvimos de acuerdo acerca de cuán­do fue Jaytee a la ventana y de cuánto tiempo permaneció allí.21 En la figura 2.5 se muestra estos resultados. La pauta fue muy similar a la que surge de mis propios experimentos y confirmaron que Jaytee anticipaba la llegada

19. p < 0,000001.20. Por ejemplo, Matthews (1995).21. Wiseman, Smith y Milton (1998).

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de Pam aun cuando regresara en momentos escogidos al azar y en un ve­hículo no familiar.22

No se ha investigado hasta ahora a ningún otro animal con tanta inten­sidad como a Jaytee, pero ya se han efectuado diversas series de experimen­tos grabados en vídeo con otros perros. Los resultados confirman las con­clusiones a las que hemos llegado con Jaytee. Los perros parecen en verdad saber cuándo su amo está de camino a su casa, incluso si lo hace en momen­tos seleccionados al azar y en vehículos que el animal no conoce.

22. No hay discusión acerca de los hechos, pero sí acerca de su interpretación. Richard Wiseman y Matthew Smith han inventado un criterio propio para juzgar el éxito de Jaytee. Decidieron que la «señal» de Jaytee del regreso de Pam debía ser la primera vez que visitara la ventana durante más de dos minutos sin ninguna razón exterior evidente. Descartaron to­dos los datos posteriores a esas supuestas señales. En realidad, en sus experimentos en el piso de los padres de Pam, aunque Jaytee fue a la ventana varias veces durante la ausencia de Pam, pasó una proporción de tiempo mucho mayor en la ventana cuando Pam estaba efec­tivamente en camino de regreso. En promedio, Jaytee estuvo en la ventana sólo el 4 % del tiem­po para la parte principal de la ausencia de Pam; en los diez minutos anteriores a su regreso, el 48 %, y durante su viaje efectivo de regreso, el 7 8 por ciento. Esta pauta de resultados, que se analiza con más detalle en el Apéndice B, se asemeja a la mía (fig. 2.3) y es estadísticamente significativa. Sin embargo, Wiseman y Smith decidieron ignorar la mayor parte de sus pro­pios datos y descalificaban a Jaytee si no satisfacía su criterio arbitrario de los dos minutos, medio por el cual pudieron afirmar que Jaytee no había pasado la prueba. Anunciaron esta conclusión en comunicados de prensa y televisivos. Para una exposición detallada de esto, véase Sheldrake (1999), British Journal o/Psycbology (en prensa).

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CAPÍTULO

__ 3Gatos

Muchos gatos llevan una vida doble: fuera de la casa son cazadores soli­tarios; dentro, compañeros más o menos afectuosos. En relación con sus guardianes humanos se comportan de modo muy parecido a como lo hacen los cachorros con la gata madre que los alimenta y los protege.

En general, los gatos son sin duda más independientes y menos socia­bles que los perros. En general, un gato no siente necesidad de estar todo el tiempo cerca de su amo. Mientras que la mayoría de los perros se centran en la persona, el gato se centra en la casa.

Los gatos viven en estrecha asociación con los seres humanos desde hace al menos cinco mil años. Probablemente fueron domesticados prime­ro en el norte de África y su antepasado es el gato salvaje africano, felis sil- vestris, subespecie libyca. Los antiguos egipcios los reverenciaban y los te­nían en sus casas. Eran encarnaciones de la diosa gata Bastet, pariente de la terrorífica diosa leona Sejmet, asesina y devoradora en la guerra.

El famoso relato de Rudyard Kipling titulado «El gato que salía solo a pasear» (de su libro Precisamente así (Just So Stories), resume las caracte­rísticas felinas. Pero, aunque sean cazadores solitarios, si se los abandona a sus propios recursos, los gatos en general no viven solos, al menos si son hembras. La investigación reciente sobre grupos de gatos domesticados y

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sin domesticar ha mostrado que las hembras son sorprendentemente so­ciables.1 Tienden a vivir en grupos pequeños formados a menudo por ma­dres e hijas de camadas anteriores. En estos grupos pueden criarse en el mismo nido crías de diferentes hembras, con los cuidados maternales de madres que no son la propia, pero que las amamantan. Pero los machos lle­van en realidad vidas muy solitarias y se extienden sobre territorios más amplios.2

Hay un amplio espectro de «intensidades de relación» entre los gatos y sus amos y eso contribuye a explicar por qué en muchos países industriali­zados sea cada vez más común tener gatos en la casa. En general, estas rela­ciones son completamente simétricas. A mayor atención de los amos a los deseos de su gato, mayor atención de éste a su amo. Y, puesto que la inde­pendencia es tan importante para tantos gatos, «la aceptación de la natu­raleza independiente de un gato es uno de los secretos de una armoniosa re­lación humano-gatuna».3 Pero los gatos pueden adaptarse rápidamente a menos interacción si sus amos tienen poco tiempo para ellos o no tienen in­terés en crear lazos más íntimos.

E l c o n o c im ie n t o d e c u á n d o u n a p e r s o n a e s t á d e c a m in o a su c a sa

Hay muchos gatos que parecen saber cuándo sus amos están en camino de regreso. He reunido 359 informes de esta conducta procedentes de due­ños de gatos, en respuesta a mi petición de información. Y en nuestro estu­dio aleatorio de cerca de 1.200 casas de Gran Bretaña y los Estados Unidos, en 91 casas había gatos que parecían saber cuándo sus amos estaban de camino a su casa. En otras palabras, cerca del 8 % de las casas tenían esos gatos.

Alrededor de tres cuartas partes de los relatos que he recibido de los dueños de gatos se refieren a regresos del trabajo, compras, la escuela y otras ausencias breves. He aquí algunas observaciones típicas:

«Casi siempre está en la ventana cuando vuelvo a mi casa.»«Sale vete a saber de dónde.»«Toda vez que regresamos a casa, nuestros dos gatos parecen estar es­

perándonos.»«Siempre está esperándonos detrás de la puerta.»

1. Deag, Manning y Lawrence (1988).2. Kerby yMacdonald (1988).3. Turner (1995).

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GATOS 85

«Casi siempre está allí y me pregunto cómo lo sabe.»Cuando una persona vive sola no suele saber cuánto tiempo ha estado

esperándola su gato o si en verdad ha estado allí esperando todo el día. In­cluso cuando hay gente en la casa, el comportamiento anticipatorio de los gatos tiende a notarse menos cuando gozan de libertad para vagar fuera de la casa. Si hace buen tiempo, algunos gatos esperan fuera de la casa y, en consecuencia, pueden ser observados con menos facilidad.

En el 70 % de los casos que conozco, el gato sólo espera a una persona; en el 20 %, espera a una cualquiera de dos personas, y en el 10 % espera a tres personas o más. Lo mismo que sucede con los perros y otros animales, las personas que los gatos esperan son personas a las que están particular­mente unidos, casi siempre miembros de la familia inmediata o amigos muy cercanos. He aquí un ejemplo de un gato que vive en Washington, DC, que respondía a dos personas:

Mi novio me regaló para Navidad un gatito llamado Sami. Casi todas las tar­des pasaba por mi apartamento a la salida del trabajo. Yo siempre sabía cuán­do venía porque Sami iba a sentarse junto a la puerta unos diez minutos antes de que él llegara. No había manera de que yo le transmitiera señales, porque nunca sabía a qué hora llegaría mi novio. Trabajaba en bienes inmuebles y te­nía horarios muy variables. Dudo que Sami pudiera oír su coche, pues yo vivía en el corazón mismo de una ciudad muy ruidosa y en una casa de muchas plan­tas. Cuando mamá está de visita en casa dice que Sami anticipa de la misma ma­nera mi llegada... y yo vuelvo a casa en metro (Jeanne Randolph),

En la mayoría de los casos en que se ha prestado atención al compor­tamiento de espera de los gatos se ha encontrado que están a la expectati­va menos de diez minutos antes de la llegada de la persona esperada. No obstante, prácticamente todas las historias implican una conducta que no pa­rece posible explicar en términos de rutina, de sonidos familiares ni de nin­guna otra manera directa. Por ejemplo, cuando el hijo adolescente del doc­tor Carlos Sarasola vivía con él en su piso de Buenos Aires, Argentina, muchas veces llegaba tarde por la noche, cuando su padre ya se había ido a la cama con el gato, Lennon. El doctor Sarasola observó que Lennon saltaba de pronto de la cama e iba a esperar en la puerta de entrada de 10 a 15 minu­tos antes de que llegara su hijo, que había viajado en taxi. Intrigado por esta conducta, el doctor Sarasola realizó cuidadosas observaciones sobre la hora a la que el gato respondía, para establecer si no estaría reaccionando al rui­do que producía la puerta del taxi al cerrarse. «Una noche presté atención a varios taxis que se detuvieron frente a mi edificio. Pararon tres taxis y Len­

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non permaneció conmigo en la cama, sin moverse. Un poco más tarde, sal­tó de la cama y fue a la puerta. Cinco minutos después oí llegar el taxi en el que viajaba mi hijo.»

Algunos gatos salen al encuentro de sus amos cuando éstos regresan a su casa desde el trabajo o la escuela y unos pocos los esperan incluso en las pa­radas de autobús o en las estaciones ferroviarias.

Lo mismo que sucede con los perros, en algunas casas las reacciones del gato son la señal para preparar la comida o una taza de té: «El gato de mi padre iba a la puerta del jardín y se sentaba sobre un pilar de piedra a esperarlo, diez minutos antes de que llegara. Como periodista, sus hora­rios eran muy variables. Mi madre decía que tenia que poner las patatas cuando el gato levantaba la vista, aparentemente escuchaba y luego salía trotando. No podía ser que lo alertara el ruido distante del coche, porque iba aun cuando mi padre regresaba en autobús o a pie» (Joyce Collin- Smith).

En algunos casos, la advertencia del regreso que el gato ofrece ayuda a interrumpir fiestas ilícitas. Es el caso de Bryan Roche:

En mi época de estudiante del último curso de psicología, cogí unas vaca­ciones de trabajo en Nantucket Island, Estados Unidos. En la posada en la que trabajaba y me hospedaba vivía un gato persa, Minu. Su propietaria (mi em­pleadora) insistía en que tenía una relación parapsíquica con su gato, de tal manera que, toda vez que volvía a casa en su coche, el gato «gruñía» hasta 20 minutos antes de su llegada. A menudo ilustraba su relato con divertidos re­cuerdos de las travesuras parapsíquicas de su felino y yo, con los otros residen­tes, por lo general me burlaba de sus inverosímiles cuentos.

No obstante, una noche, sin el conocimiento de mi empleadora, ausente a la sazón, di una pequeña fiesta en la posada. Cuando la fiesta estaba en su apogeo noté que el gato se comportaba de una manera bastante extraña: ar­queaba el lomo, como hacen los gatos, pero también gruñía muy fuerte, como un perro. Dada la gravedad de verme cogido dando una fiesta en la casa de mi empleadora, decidí atender la advertencia del gato y poner fin a la reu­nión. Los huéspedes se divertían más con mi superstición que con la imita­ción que el gato hacía de un perro. Pero hete aquí que seis o siete minutos después llegó el ama del gato. El gato parapsíquico me había salvado el tra­bajo.

Sin embargo, no quedé convencido de la naturaleza parapsicología de lo sucedido y me dediqué a observar muy atentamente al gato. Muy pronto fue evi­dente que Minu podía «sentir» la llegada de su ama incluso cuando regresaba en un coche diferente o a una hora inhabitual. Sus predicciones también de­mostraron ser fiables cuando su ama regresaba a la isla desde tierra firme, ¡en

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barco! A tal punto m e convencí de la fiabilidad de las predicciones del gato que organicé otras fiestas a las que el gato estaba cordialmente invitado. En cada una de esas ocasiones, el animal dem ostró ser una infalible «alarm a de llegada de la em pleadora».

Aunque muchos gatos responden al regreso de sus amos de una ma­nera regular, hay algunos que sólo lo hacen en ciertas condiciones, por lo general cuando el regreso del amo va unido a su alimentación. Y algunas personas han observado que sus gatas responden más cuando están pre­ñadas, pero pierden interés en el regreso de su amo cuando tienen crías que atender.

De los 274 casos de conducta anticipatoria de la base de datos en los que se indica el sexo del gato, hay ligera diferencia en el número de infor­mes a favor de los machos.4 En los estudios aleatorios de casas que reali­zamos en Inglaterra, se informó de una cantidad ligeramente superior de respuestas de machos que de hembras: 26 contra 24 %. Estas diferencias no son estadísticamente significativas y podemos concluir que, a este res­pecto y en promedio, los machos y las hembras se comportan de modo muy similar.

L l e v a r r e g is t r o s

. Los gatos en libertad para vagar fuera de la casa suelen cambiar de con­ducta según la condiciones climáticas. Los días soleados tal vez esperan fue­ra, al sol, cerca de la puerta de la casa o del cercado; los días lluviosos espe­ran dentro, en un alféizar de la ventana, mirando hacia afuera; y los días fríos, en algún sitio cálido.

Esta variabilidad ha impedido hasta ahora la realización de experimen­tos filmados en vídeo con gatos, porque, si se instala la cámara y se la deja en funcionamiento enfocada en un sitio en particular, el gato puede espe­rar en otro lugar, fuera del alcance de la cámara. Los perros, por el contrario, tienden a ir siempre al mismo sitio a esperar, normalmente contra la puerta de la casa o del cercado, y es más fácil filmarlos. Para trabajar con gatos se requiere o bien un sistema de vigilancia más sofisticado que el empleado hasta ahora o bien restringir los experimentos a los gatos que esperan en un lugar predecible.

4. Los machos suman el 54 % y las hembras el 46 % del total de relatos en los que se es­pecifica el sexo de los animales.

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8 8 ANIMALES QUE SABEN CUÁNDO SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

La conducta de los gatos que salen de la casa y entran en ella libremen­te es más natural y más variada. Se la puede estudiar más simple y directa­mente si las familias poseedoras de gatos llevan registros.

El registro más detallado de los que disponemos por el momento es el de Judith Preston-Jones, de Tonbridge, Kent, y su marido. Sus dos gatas sia­mesas, Flora y Maia, acostumbraban a reaccionar al regreso de Judith tras breves ausencias, mientras iba de compras o practicaba natación, esperán­dola junto al garaje o en el escalón de la entrada. Tras ausencias más pro­longadas, o por la noche, anticipaban su regreso en aproximadamente diez minutos esperándola en diferentes lugares.

En el registro que ella y su marido llevaron durante más de dos meses, hay 28 entradas que cubren regresos en un abanico de horas durante la tar­de y el anochecer. En 15 ocasiones, el señor y la señora Preston-Jones salie­ron ambos, de manera que nadie podía observar a las gatas, pero en todas estas ocasiones, salvo una, cuando regresaron, las gatas los estaban esperan­do en los lugares habituales. La excepción ocurrió una vez que hacía mucho frío y las gatas estaban sentadas sobre la caldera. En ocho ocasiones el señor Preston-Jones observó que las gatas dieron señales de excitación y de anti­cipación 10-15 minutos antes de que regresara su mujer. Sus lugares de es­pera variaban de acuerdo con las circunstancias. Cuando llovía, estaban dentro de la casa, ya junto a la puerta o vigilando desde la ventana de la co­cina; cuando hacía buen tiempo, esperaban fuera, ya fuera en el jardín, en el escalón de la entrada, ya junto al garaje. En cuatro ocasiones las gatas ya es­taban fuera con él, en el jardín, y no dieron señales especiales de anticipa­ción. Y en una oportunidad, las gatas no aparecían por ningún sitio, hasta que las encontraron escondidas en la planta alta mientras un hombre traba­jaba en la reparación de la lavadora.

La observación más interesante tuvo lugar una noche en que la señora Preston-Jones regresó a su casa a las 21.40, después de haber asistido a una reunión en una iglesia del pueblo, a poco menos de cinco kilómetros de dis­tancia. Su marido la saludó con estas palabras: «¡Bueno! ¡Esta vez las gatas se equivocaron! Se pusieron inquietas a las nueve, así que esperé que llega­ras hace media hora». En realidad, lo que había sucedido era que la señora se había ido de la iglesia y había entrado en su coche, pero luego recordó algo que deseaba discutir con una amiga, volvió a la iglesia y se quedó allí hasta las 21.30 horas. Las gatas reaccionaron cuando ella inició originaria­mente su regreso y entró en el coche.

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GATOS 89

Av e r s io n e s

Así como hay perros que anticipan la llegada de una persona por la que sienten fuerte aversión (pág. 62), también hay gatos que hacen lo mismo. Mosette Broderick, que vive en Manhattan, se convirtió en objeto de aver­sión por ayudar a su ex profesor, quien le dijo que su gata Kitty, cuando la llevaba al veterinario, lo odiaba durante unos días. Mosette accedió de buen grado a llevar a Kitty al veterinario, de modo que el animal comenzó a odiar­la a ella.

Cuando pasaron los años, Kitty desarrolló a tal extremo su disgusto respec­to de mi persona, que mi profesor siempre sabía cuándo estaba yo en la urbani­zación. Cuando yo cogía la calle 62, desde Lexington Avenue, a unos sesenta metros y con mucho ruido, Kitty corría y se escondía detrás de la escalera, cosa que sólo hacía cuando esperaba mi llegada. Lo curioso es que yo estaba fuera del alcance del oído, la vista y el olfato de la gata. En una ciudad multitudinaria como Nueva York era imposible que me hubiera oído por encima del fárrago del tráfico. Naturalmente, tampoco me había visto. En Nueva York, en invier­no, con las puertas cerradas y la calefacción encendida en la casa, era imposible detectar olores. Tampoco iba siempre el mismo día ni a la misma hora, de modo que no se puede atribuir la conducta de la gata a la regularidad de una rutina.

Al principio, Kitty se comportaba de esta manera únicamente cuando Mosette iba para llevarla al veterinario, pero, a medida que pasó el tiempo, se escondía incluso antes de las visitas más inocentes.

C o m p a r a c ió n d e g a t o s y p e r r o s

La proporción de gatos que anticipan la llegada de sus amos es menor que la de perros. He recibido 359 relatos sobre gatos y 585 sobre perros. Por supuesto, estas cifras sólo son una orientación aproximada, pero del es­tudio aleatorio efectuado en Inglaterra y Estados Unidos con 1.200 casas surge una imagen similar, con 91 casas con gatos que dijeron que éstos sa­bían cuándo una persona estaba de camino a casa, y 177 casas con perros que dijeron lo mismo de estos animales. La cantidad total de perros y de ga­tos en estos estudios fue prácticamente la misma. En general, del 55 % de los perros se dijo que mostraban esa conducta anticipatoria, en compara­ción con el 30 % de los gatos. Esta diferencia entre perros y gatos se dio en los cuatro sitios estudiados: Londres y el Gran Manchester en Inglaterra, y Los Ángeles y Santa Cruz en California (fig. 3.1).

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Londres Ramsbottom Santa Cruz Los Ángeles

Figura 3.1. El porcentaje de dueños de gatos y de perros que dijeron que sus ani­males anticipaban sus llegadas. Los estudios fueron realizados con una muestra aleatoria de casas en Londres, Ramsbottom (Gran Manchester en el noroeste de In­glaterra), Santa Cruz y Los Angeles, California.

Las cifras de comportamiento anticipatorio de los gatos fueron mayores en California que en Inglaterra. No sé por qué. Tal vez los propietarios cali- fornianos de gatos tienden a establecer lazos más estrechos con sus anima­les que los ingleses. Pero incluso en California, los perros superaron signifi­cativamente a los gatos.

Por tanto, ¿son los gatos menos sensibles que los perros? No necesaria­mente. Puede simplemente ocurrir que tengan menos interés en las idas y venidas de sus amos. Y algunos quizá tengan solamente un lazo más débil con la persona que regresa. Sin embargo, muchos gatos tienen interés en las llegadas de sus amos y parecen anticipar su regreso.

Las pautas de anticipación que ponen de manifiesto los perros y los gatos también exhiben características diferentes. En el caso de los perros, una proporción considerable (el 17 %) reacciona cuando sus amos inician su regreso a la casa o piensan hacerlo (como se analizó en las págs. 56-58). En el caso de los gatos, esta proporción sólo es del 1 %. Además, entre los pe­rros, un porcentaje significativo reacciona cuando la persona llega a un pun­to crucial de su viaje, como el desembarco de un tren o un avión (véase págs. 54-56). Algunos gatos también hacen esto, pero, una vez más, la pro­

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GATOS 91

porción es muy baja, en torno al 2 %. Casi todos los gatos que responden al regreso de sus amos del trabajo o de viajes de compras lo hacen cuando sus dueños están realmente en tránsito. ¿Por qué ha de ser así? Se me ocurren dos razones posibles:

1. Puede que los gatos sean menos sensibles que los perros o bien que, por alguna razón, no sean capaces de detectar los regresos de sus amos hasta que se encuentren bastante cerca de la casa. Puede que no sean ca­paces de captar las intenciones de sus amos desde muchos kilómetros de distancia de la misma manera en que parecen hacerlo muchos perros.

2. Puede que los gatos sean capaces de saber cuándo sus amos inician el viaje de regreso, pero que no estén motivados para responder con de­masiada anticipación. Si su objetivo es simplemente encontrarse con la persona que regresa y saludarla, no hace falta que comiencen a esperar­la cuando todavía se encuentra muy lejos. Y, aunque algunas de las fun­ciones tradicionales de los perros sea proporcionar advertencias de la aproximación de determinadas personas, de los gatos no se espera en general que desempeñen ese papel de la misma manera.

La manera en que se comportan los gatos en anticipación al regreso de sus amos tras ausencias relativamente cortas parece compatible con ambas explicaciones. Pero la manera impresionante en que algunos gatos respon­den al regreso de ciertas personas tras ausencias largas sugiere que pueden ser tan sensibles como los perros.

R e g r e s o d e v a c a c io n e s y d e a u s e n c ia s l a r g a s

Hay gatos que muestran señales de anticipación horas antes del regreso de sus amos tras una ausencia larga. Si entre tanto han estado en casa de amigos o de vecinos, una de las maneras más comunes de hacerlo es volver a sus respectivos hogares. Por ejemplo: «Nuestro gato siente cuándo la fa­milia está en camino de regreso. Mientras estuvimos fuera, el animal se que­dó con nuestros vecinos. En el momento en que partimos de Grecia, Tur­quía o Italia (y, por supuesto, también desde sitios más cercanos), el gato insistió en estar otra vez en casa por la noche» (doctor Walther Natsch, Herrliberg, Suiza).

A veces, esta conducta es inesperada y provoca alarma a la persona en­cargada de atender al gato: «Nos marchamos de vacaciones y dejamos nues­tro gato con mí tía, a sólo un poco más de tres kilómetros de nuestro piso,

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en el centro de Brighton. Cuando regresamos, dos semanas después, el gato estaba sentado sobre el pilar de la puerta del cercado esperándonos, y nos sentimos agradecidos a mi tía por habernos ahorrado la molestia de ir a bus­carlo. Cuando la llamamos para agradecérselo, estaba fuera de sí; el gato se le había escapado esa mañana y desde entonces lo había estado buscando» (John Eyles).

Otra manera que tienen los gatos de mostrar esta anticipación es volver para encontrarse con un miembro de la familia que regresa para una visita. Esto es lo que le ocurrió a Elisabeth Bienz cuando se fue de su casa en Sui­za para instalarse en París, dejando a sus espaldas a su amado gato Moudi:

Unos días después el gato desapareció de la casa de mis padres y no se le volvió a ver. Cada dos o tres meses yo volvía de visita a casa y el gato reapare­cía, bien alimentado y cuidado. Mis padres nunca supieron dónde estaba mien­tras tanto. Unos pocos días después de marcharme, volvía a desaparecer. La mayor sorpresa se produjo cuando hice una visita no anunciada. Unas horas an­tes de mi llegada el gato apareció. Mi madre se desconcertó y pensó que se ha­bía equivocado. Pero luego aparecí también yo.

En mi base de datos hay más de cincuenta ejemplos de conducta antici- patoria de gatos previa al regreso de sus amos de vacaciones o de ausencias largas. En la mayoría de ellos, como en los que acabamos de mencionar, los gatos parecían conocer los regresos con mucha anticipación. Y en algunos casos no había posibilidad de que captaran esa anticipación de la gente que los cuidaba.

Tales casos refutan el argumento de que los gatos sólo tienen un cono­cimiento de corto alcance de los regresos inminentes. Probablemente su ex­citación y su motivación se ven mucho más potenciadas tras ausencias lar­gas o vacaciones, especialmente cuando han estado fuera de su ambiente familiar. No sólo anticipan el regreso de su persona favorita, sino su propio regreso al territorio que les es propio.

Aunque los gatos anticipen regresos de una manera típicamente felina, parece claro que su anticipación no puede explicarse simplemente en tér­minos de rutina y de señales sensoriales. Como en el caso de los perros, da la impresión de ser de naturaleza telepática y de depender de lazos estre­chos entre el gato y la persona. Sugiero que estos vínculos implican cone­xiones entre campos mórficos y que esos campos se estiran cuando una per­sona se marcha y deja el gato, pero que no se rompen. Los vínculos son los canales a través de los cuales puede darse la comunicación telepática, inclu­so a centenares de kilómetros.

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GATOS 93

Los gatos y los perros no son los únicos animales de compañía que anti­cipan el regreso de sus amos. Como veremos en el capítulo siguiente, esta capacidad se encuentra también en otras especies e incluso entre seres hu­manos. Lo mismo que ocurre con gatos y con perros, esto parece depender de la formación de estrechos lazos que pueden actuar como canales para la telepatía.

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CAPÍTULO

___________ 4Loros, caballos y seres humanos

En los perros y los gatos, la anticipación de la llegada de sus amos de­pende de fuertes lazos sociales entre la persona y el animal. En consecuen­cia, no esperaríamos encontrar la capacidad telepática en especies intrínse­camente solitarias, como la mayoría de los reptiles, o que no establecen fuertes vínculos con los seres humanos, como los fásmidos. E incluso entre las especies sociales, que a la vez establecen fuertes vínculos con las perso­nas, puede haber algunas intrínsecamente insensibles a los sentimientos y las intenciones humanas.

Sin embargo, aunque hay mucha menos información disponible acerca de otras especies que de perros y gatos, hay la suficiente como para sugerir que los animales de por lo menos otras diecisiete especies también parecen anticipar el regreso de determinadas personas. Y también lo hacen algunos seres humanos, sobre todo en las sociedades rurales tradicionales.

No sólo los mamíferos dan muestras de anticipación, sino también las aves, y de los treinta y tres relatos que he recibido sobre aves que anticipan el regreso, veinte se refieren a loros.

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L o r o s

Los loros tienen sobre los perros la ventaja de hablar y algunos anun­cian la llegada de su amo con mucha anticipación, como Suzie, loro del Amazonas que vivió con la familia Lycett, en Warwick, de 1927 a 1987. El padre, cobrador de una casa de venta a plazos, acostumbraba a hacer su ronda de cobranzas de Coventry en un ciclomotor.

Como no tenía horarios regulares, podía llegar a casa en horas completa­mente distintas. El nombre de mi padre era Cyril, que el loro no podía pro­nunciar. En el anochecer, el pájaro estaba tranquilamente en su percha cuando, de pronto, se mostraba sumamente excitado y gritaba «¡Werril!». Entonces sabíamos que podíamos poner la tetera, porque una media hora más tarde mi padre estaría en casa (John Lycett).

Pepper es un joven loro del Amazonas que vive en Pennsylvania. Perte­nece a la doctora Karen Milstein y a su marido Philip, a quienes el ave estaba estrechamente unida. «A menudo nuestro pájaro empieza a decir “ ¡Hola! ” y a llamar a mi marido por su nombre un poco antes de su llegada a casa, aun cuando la hora en que lo hace varía significativamente de un día a otro», me dijo la doctora Milstein en 1992. Hacia 1994, cuando Pepper te­nía siete años, ella observó que a menudo reaccionaba a la intención de su marido de regresar a su casa. En octubre de 1994, la doctora Milstein llevó un registro, donde, por ejemplo, se encuentra la entrada del 17 de octubre que dice así:

17.40 Pepper está tranquilo.18.14 Pepper empezó a gritar « ¡ Hola!».18.16 Philip llamó para decir que en ese momento salía. Dijo que dos minutos

antes había decidido volver.Pepper continuó llamando «¡Hola Philip!» hasta que Philip llegó a la casa, muy poco después de las 18.30.

Pero, aunque en la mayoría de las ocasiones Pepper se excitaba cuando Philip decidía volver a casa —lo que hacía sin rutina alguna— , a veces no respondía en absoluto hasta que éste cogía el desvío para entrar en su casa.

Los loros pueden establecer uniones muy fuertes con determinadas per­sonas y pueden exhibir señales de celos, sobre todo respecto de personas del sexo opuesto. Oscar, un loro de frente azul perteneciente a David y Ce­lia Watson, en Sussex, está fuertemente unido a David: «Cuando ve a mi marido, a veces no puedo acercarme a él, pues Oscar quiere atacarme. Ni si­

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LOROS, CABALLOS Y SERES HUMANOS 97

quiera puedo tocar su jaula o darle su comida. Es muy celoso. Y se golpea contra la jaula cuando mi marido se marcha de la habitación». No es sor­prendente la gran excitación de Oscar cuando David regresa. Su excitación comienza entre diez y veinte minutos antes de su llegada: «Pensamos que su respuesta se debía a que David volvía siempre a la misma hora, pero la cosa no funcionaba así —dice Celia—. Con el trabajo que tiene ahora, mi mari­do nunca llega a casa a la misma hora y Oscar sigue esperándolo. Corre en su jaula y comienza a agitar las alas y a producir ruiditos».

La mayoría de los relatos acerca de loros que anticipan el regreso de sus amos se refiere a regresos del trabajo, de compras u otras salidas cotidianas de la casa. Pero algunos se refieren a reacciones al regreso de una persona tras una larga ausencia. Por ejemplo, cuando Peter Soldini fue de vacacio­nes a Francia desde su casa en Suiza, dejó a su loro con su madre y le dijo que pensaba regresar en cuatro semanas. Sin informar nada a su madre, de­cidió hacerlo antes de lo previsto, después de sólo tres semanas. El viaje le tomó tres días. «Cuando entré en la casa de mi madre, lo primero que dijo fue: “No creerás lo raro que estuvo este pájaro en estos últimos tres días. Se pasaba todo el día hablando y cantando. ¡Está tan excitado! ”.»

O t r o s m ie m b r o s d e l a f a m il ia d e l o s l o r o s

También otros miembros de la familia de los loros parecen capaces de anticipar el regreso de sus amos. He recibido tres informes de periquitos australianos que muestran inequívocas señales de excitación con cinco mi­nutos de antelación; tres de pericos y dos de cacatúas de cabeza amarilla y cola larga.

Kathy Dougan vive en Santa Cruz, California, con seis cacatúas del tipo mencionado. Los amigos que han estado en su apartamento cuando ella es­taba ausente han observado que las cacatúas aumentaban su actividad y chi­rriaban con fuerza antes de su regreso. Kathy Dougan tuvo la amabilidad de permitir a mi colega David la realización de una serie de diez experimentos, en los que se filmó a los pájaros en su ausencia. Kathy volvía a horas escogi­das al azar, cuando recibía una señal del buscapersonas.

Un análisis de estos vídeos muestra que en algunas ocasiones los pájaros chirriaban con fuerza cuando ella no estaba camino de su casa, por ejemplo, cuando sonaba el teléfono o alguien llamaba a la puerta. Pero en siete de diez experimentos, los pájaros chirriaron sin duda más cuando ella había iniciado el regreso a su casa, viaje que le llevaba veinte minutos a pie. En promedio, en la serie completa de experimentos chirriaron con fuerza el

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98 ANIMALES QUE SABEN CUÁNDO SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

15 % del tiempo cuando ella estaba fuera y el 49 % del tiempo cuando es­taba en camino de regreso. Estos resultados fueron estadísticamente sig­nificativos.1

Desde el punto de vista de los experimentos, es más probable que pro­duzcan resultados inequívocos los pájaros que anuncian el regreso de sus amos por nombre, como algunos loros, que conductas menos específicas, como el chirrido de los periquitos australianos o las cacatúas de cabeza amarilla y cola larga, pero hasta ahora no hemos encontrado una oportuni­dad para realizar experimentos filmados con un loro que anuncie a su amo.

A juzgar por los informes que he recibido, casi las únicas aves enjaula­das que anuncian la llegada de su amo son miembros de la familia de los lo­ros. Esta impresión se ve confirmada por los estudios aleatorios de casas que se han realizado en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Treinta y ocho de las casas estudiadas tenían aves de compañía, de cuatro de las cuales se dijo que anticipaban el regreso de sus amos: un loro, un perico, un papaga­yo y una cacatúa de cabeza amarilla. No se menciona a este respecto ningún canario, ningún pinzón, ni ninguna otra especie.

Sin embargo, hay una excepción a esa generalización: un maniato ha­blador llamado Sambo, perteneciente a la familia Rolfe de Sutton St. Ni- cholas, Herefordshire (fig. 4.1) Sambo tenía una gran relación con el hijo mayor de los Rolfe, Robert, y acostumbraba a llamar a los Rolfe cuando el muchacho regresaba a su casa desde la escuela de internos. «Dos o tres días antes de que le tocara venir a casa, Sambo comenzaba a parlotear acerca de “Robbie”», dice Suzanne Rolfe. La familia suponía que esto se debía a que ellos habían mencionado su nombre más a menudo de lo habitual, pero cuando Robert dejó la escuela y comenzó a trabajar se estableció en África Oriental. «A veces nos hacía saber cuándo vendría de vacaciones, pero lo más común era que llegara sin aviso previo. Sin embargo, siempre sabíamos cuándo estaba en camino porque Sambo empezaba a llamar a “Robbie” unos días antes de su llegada.»

P o l l o s , g a n s o s y u n b ú h o

Los otros relatos de conducta anticipatoria de aves que he recibido se refieren a un autillo doméstico, pollos y gansos.

1. Un análisis estadístico que empleó el test t de muestras pareadas arrojó una signifi­cación de p = 0,03.

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Figura 4.1. Suzanne Rolfe con el mainato Sambo (en la fotografía, contra la jau­la) y su sucesor Jacko, en Sutton St. Nicholas, Herefordshire (fotografía de Phil Starling).

Búho: Un búho llamado Joggeli vivió veinticinco años con la familia Koepfler en su piso de Zurich, Suiza:

Cuando sucedía algo que le agradaba, el búho producía un sonido caracte­rístico, un grr-grrr-grrrr muy agudo, como una campana. Al mismo tiempo ce­rraba los ojos. Cada vez que nuestros hijos llegaban de la escuela o de la uni­versidad se oía el alegre sonido de Joggeli cuando todavía no podía verlos ni oírlos. Mi hermano, que vive en otro sitio y raramente nos visita, no tomaba en serio a Joggeli y se reía del pájaro. Un día Joggeli emitió sonidos coléricos, agre­sivos, y voló contra el cristal de una ventana. Pensé: «¿Qué es lo que le pasa ahora? Sólo hace esto cuando viene Ralph». Efectivamente, mi hermano nos hacía una sorpresiva visita (Heidi Koepfler).

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Pollos: Un rasgo común de los informes de reacciones anticipatorias de pollos es que reaccionan a la persona que los alimenta. Por ejemplo, cuan­do Roberto Hohrein iba a la escuela, en Alemania, su familia tenía diez po­llos. Suya era la tarea de alimentarlos, lo que hacía cuando volvía de la es­cuela. Su madre descubrió que de diez a quince minutos antes de que llegara, los pollos parecían esperarlo, ubicados en el rincón de su corral des­de el cual podían verlo aproximarse.

Lo que sorprendió a mi madre fue que no iban a ese rincón todos los días a la misma hora, sino a diferentes horas, de acuerdo con mi horario. Las escue­las alemanas no terminan cada día a la misma hora. A veces no volvía en un me­dio de transporte público, sino que encontraba algún coche que me recogiera. Pero fuera la hora que fuese, las gallinas siempre estaban allí y me esperaban porque tenían hambre. Sólo no prestaban atención cuando llegaba extraordi­nariamente pronto.

Gansos: En cuanto a si las respuestas de los pollos estaban motivadas más por un deseo de ser alimentados que por atracción personal, un relato acerca de gansos sugiere que su principal motivación era el vínculo con una determinada persona. El señor K. Theiler, que vivía cerca de Thun, en Sui­za, tenía tres gansos de compañía con los que mantenía una relación par­ticularmente estrecha: «Hasta mi humor, mi felicidad o mi tristeza se refle­jaban en la conducta de los gansos». Su mujer era capaz de decir, por los gansos, cuándo llegaría él de su despacho. «Los gansos esperaban impa­cientes en la entrada del jardín. Normalmente yo estaba en casa a las 12.15, pero si había algún inconveniente, ella sabía que yo llegaría tarde porque los gansos no se movían.»

Se sabe que un amplio abanico de especies de aves desarrollan fuertes uniones con las personas, en especial si éstas las han criado desde edad muy temprana,2 y es posible que haya otras especies que sean capaces de este tipo de comportamiento anticipatorio, además de aquéllas de las que he te­nido conocimiento hasta ahora.

Los antepasados salvajes de la mayoría de las aves domesticadas, inclui­dos los gansos, los pollos y los pájaros de la familia de los loros, vivían en bandadas. Quizá su capacidad para anticipar la llegada de un compañero humano derive de una habilidad para saber cuándo se aproximan los miem­bros de la bandada que se han separado de ésta. O tal vez se relacione más con una capacidad de los pichones para saber cuándo sus padres están en

2. Barber (1993).

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LOROS, CABALLOS Y SERES HUMANOS 101

camino al nido transportando comida. Pero nada parece saberse de este tipo de conducta anticipatoria en el mundo salvaje.

Si investigaciones posteriores de las aves de compañía confirman que los miembros de algunas especies pueden en verdad anticipar la llegada de sus amos gracias a una especie de telepatía, valdría la pena observar a los pá­jaros en el mundo salvaje. ¿Parecen anticipar el regreso de otras aves a las que están estrechamente vinculadas? ¿Anticipan los pichones en el nido la llegada de sus padres con comida?

También debieran realizarse experimentos con aves domesticadas, como los gansos, para estudiar si pueden anticipar el regreso de un ave que se ha alejado allende los límites del campo visual o auditivo y luego es devuelta al lugar de partida o se le permite regresar por sí misma. También debieran realizarse experimentos con palomas mensajeras. ¿Producen las aves que quedan en el palomar algún signo de anticipación antes de que sus parejas u otras compañeras regresen de una carrera?

R e p t i l e s y p e c e s

No he oído hablar de una sola tortuga, lagarto, serpiente u otro reptil doméstico que anticipe la llegada de su amo. No he recibido relatos de este tipo de conducta en respuesta a mis peticiones generales de información so­bre animales de compañía con facultades parapsíquicas, ni se ha desvelado ningún ejemplo a partir de los estudios aleatorios de casas realizados en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Las peticiones que se publicaron en revistas especializadas, como Reptilian International, también han fracasado por com­pleto. Quizá haya reptiles con facultades anticipatorias, pero, aun en caso afir­mativo, parecen ser muy raros.

Aunque negativo, se trata sin duda de un hallazgo significativo. Sugiere que los reptiles son incapaces de captar cuándo sus amos están de camino a su casa o bien que tienen escaso o nulo interés en las idas y venidas de sus amos. Sospecho que su falta de vinculación social ha de ser decisiva a este respecto.

En el mundo salvaje, la mayoría de los reptiles son solitarios y sólo se reúnen para aparearse. Además, en la mayoría de las especies, cuando las hembras han puesto sus huevos, los abandonan a su suerte y las crías tienen que arreglárselas por sí solas. Piénsese, por ejemplo, en las crías de tortuga de mar incubadas en playas a millares de kilómetros de su territorio ances­tral de alimentación, que deberán encontrar por sí mismas, sin adultos que los orienten. Una notable excepción es la tendencia de los cocodrilos a la ca­

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mada. Los cocodrilos hembra del Nilo, por ejemplo, vigilan el nido donde han puesto los huevos y también protegen a sus crías y las conducen al agua. Pero muy pronto los ejemplares jóvenes se separan y se alejan de los miem­bros adultos de la especie, en cuyas tendencias canibalistas tienen sobrados motivos de temor.3 De modo que tampoco aquí hay grandes perspectivas de establecer vínculos. Y si los reptiles salvajes no crean fuertes uniones entre sí, los que se encuentran en cautividad tendrán escasa capacidad intrínseca para crearlas con sus cuidadores humanos.

Estas conclusiones negativas acerca de los reptiles se ve reforzada por uno de mis corresponsales con mayor experiencia, Jeremy Wood-Ander- son, naturalista y coleccionista de reptiles que vive en Pakistán, donde hace más de treinta años que mantiene una amplia variedad de reptiles. Aunque está convencido de la existencia, en diverso grado, de «facultades parapsí- quicas» entre los mamíferos y las aves, no cree que lo mismo ocurra entre los reptiles de una manera reconocible. Está convencido de que no pueden captar telepáticamente los pensamientos de sus amos: «Más allá de las reacciones a los hábitos a los que se han acostumbrado, no hay absoluta­mente la menor conexión entre los procesos mentales de los reptiles y los humanos».

Personalmente, he llegado a conclusiones análogamente negativas acer­ca de los anfibios. Es relativamente escasa la gente que tiene ranas, tritones y otros anfibios, pero no hay informes que sugieran que establecen vínculos psíquicos con los seres humanos, o que responden telepáticamente a éstos. Lo mismo vale para los insectos domésticos, como los fásmidos.

Muchas especies de peces son más sociales que los reptiles o los anfi- .bios. Nadan en cardúmenes. Y algunas especies, incluso ciertas clases de cí- clidos muy comunes entre la gente que tiene peces tropicales en su casa, construyen nido y protegen los huevos y la cría. Pero incluso en especies en las que se da cierto grado de cuidado parental, hay pocas perspectivas de que los seres humanos ocupen el lugar de los padres naturales y creen fir­mes vínculos con la cría.

La tenencia de peces en la casa está mucho más extendida que la de reptiles, anfibios o insectos. Sólo en Gran Bretaña hay alrededor de 19 mi­llones de carpas doradas y 10 millones de peces tropicales.4 Alrededor del 10 % de las casas tienen peces. Hay muchísimas oportunidades de enterar­se si los peces se excitan antes del regreso de algún miembro de la familia en particular. Pero no he oído hablar de un solo ejemplo al respecto, ni he ob­

3. Von Frisch (1975).4. Pet Food Manufacturéis Association (Reino Unido), 1997.

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servado nada de este tipo en nuestra carpa dorada familiar, ni he encontra­do evidencia alguna de ninguna otra clase de conexión telepática entre per­sonas y peces.

C o b a y o s , h u r o n e s y o t r o s m a m íf e r o s p e q u e ñ o s

Con mucho, los mamíferos de compañía más comunes son los perros y los gatos, pero hay una variedad de otras especies cuya cría como tales está muy extendida, comprendidos los conejos, los cobayos, las ratas, los rato­nes, los gerbos, los hámsters y los hurones. No he recibido absolutamente ningún informe acerca de gerbos, hámsters, ratas o ratones con facultades parapsíquicas. Sólo he recibido un informe incompleto acerca de un conejo casero y cuatro acerca de cobayos, pero de ninguno de ellos se dice que reaccionaran con más de dos o tres minutos de antelación y es imposible ex­cluir que esa reacción se debiera a sonidos familiares.

De todos los pequeños mamíferos de los que he tenido noticia, el único que parece prometedor desde el punto de vista telepático es un hurón del East End de Londres. Este animal tiene una firme vinculación con su amo, mientras que entre él y la esposa de su amo se da un disgusto recíproco. Joan Brown ha observado que el hurón espera a su marido en la puerta de entrada antes de que llegue:

Si el hurón está en el sofá, o bien oye el coche antes que yo o bien sabe de alguna manera que mi marido está en camino, porque corre a la puerta unos buenos diez minutos antes de que él llegue. A veces éste llega más tarde, pero el hurón lo sabe. Si se detiene a tomar una copa con compañeros de trabajo, puede retrasarse una hora, pero el hurón irá a esperarlo una hora más tarde que de costumbre.

M o n o s

John Bate, de Blackhealth, Londres Sur, tiene un tití que anticipa el re­greso de su amo:

Cuando yo viajaba diariamente entre Coventry y Blackhealth, el mono ha­cía saber a mi mujer cuándo me encontraba al norte del Blackwall Tunnel [bajo el Támesis] gritando de una manera característica. Hablando un viernes por la tarde con una amiga, mi mujer anunció que yo estaría en casa en quince minu­

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tos. «¿Cómo lo sabes?», preguntó la amiga. Y mi mujer respondió: «Me lo aca­ba de decir el mono». Al cabo de un cuarto de hora oyeron mi llave en la puer­ta. Por agudo y discriminativo que sea el oído de un animal, parece dudoso que pueda distinguir un coche de otro en el denso tráfico de Londres, a siete u ocho kilómetros de distancia o bajo el agua del Támesis.

Estoy de acuerdo con estas conclusiones. He oído hablar de otros mo­nos que anticipan el regreso de sus amos, pero tan raro es hoy tener simios como animales de compañía que es escasa la perspectiva de contar con más estudios sobre ellos, por fascinante que sea el tema.

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C a b a l l o s

Junto con perros y gatos, los caballos son la especie no humana con la que las personas establecen relaciones más sólidas. Muchos jinetes se sien­ten muy unidos a su caballo y algunos están convencidos de un nexo psí­quico entre ellos. En el capítulo 8 analizo más detenidamente la evidencia más general de la telepatía humano-equina. Aquí me ocuparé específi­camente de la capacidad para saber cuándo los amos están de camino a su casa.

Muchas personas han encontrado que su caballo parece saber cuándo se acercan ellas al establo. Puede que se ponga más alerta, que muestre signos de excitación o que relinche. Pero la mayoría no está segura de cuánto tiem­po antes de su llegada responde el caballo, ni en qué medida sus reacciones son cuestión de rutina, ni si la respuesta se debe a agudeza auditiva. Además, puesto que los caballos no viven en las casas, suelen ser menos estrechamen­te observados que los perros, los gatos y otros animales de compañía.

Quienes tienen las mejores oportunidades de observar la conducta anti- cipatoria en los caballos son las personas que trabajan en los establos o que cuidan caballos de otras personas mientras éstas se hallan lejos.

Cuando Adele McCormick y su familia se iban de su rancho cerca de Calistoga, California, solían dejar sus trece caballos al cuidado de gente que sabía cuándo regresarían. En verdad, sus caballos parecían anticipar el re­greso, pero era perfectamente pensable que captaran esa anticipación de las personas que los cuidaban. Pero en una ocasión quedaron al cuidado de un extraño que no sabía cuándo regresaría la familia.

Cuando llegamos a casa, el hombre nos saludó y dijo: «Supe que venían us­tedes porque los caballos empezaron a actuar de una manera extraña». Dijo

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que cuando los alimentaba, «en lugar de mirar la comida, como hacen normal­mente, los trece se mantuvieron mirando hacia el camino, corriendo y relin­chando». Dijo que eso había comenzado a las cuatro y media de la tarde. No­sotros llegamos al rancho entre las cinco y cuarto y las cinco y media.

A veces los caballos mostraban una conducta anticipatoria con horas de antelación, especialmente cuando la persona esperada había estado fuera mucho tiempo. Esto sucedió una y otra vez con Elliott Abhau, quien, debi­do a su trabajo, tuvo que dejar a sus dos queridos caballos con sus mejores amigos en una granja en Maryland. Durante los diez años siguientes, Elliott fue de visita con intervalos irregulares de unas cuantas semanas. En general no avisaba a sus amigos cuándo llegaría, pero éstos le dijeron que siempre lo sabían por la manera en que se comportaban los caballos: «El día anterior, se molestaban uno al otro (lo que no ocurría en ninguna otra circunstancia) y el día de la llegada estaban todo el tiempo en el cercado, juntos, mirando hacia el camino de entrada». Esto ocurría horas antes de que ella llegara en su coche, tras un viaje de entre cuatro y seis horas.

Herminia Denot se crió en una «estancia» argentina y aprendió a mon­tar casi antes que a caminar. Estaba muy unida a su caballo Pampero, pero tuvo que dejarlo cuando se marchó a Buenos Aires para seguir estudios se­cundarios; volvía a la estancia familiar en vacaciones. El gaucho que cuida­ba su caballo observó que, cuando se acercaba el regreso de Herminia, «Pampero se volvía loco. Galopaba alrededor del potrero y relinchaba». El día anterior a la llegada de Herminia se detenía ante la puerta del potrero y miraba hacia el norte, en dirección a la estación de ferrocarril. Pero en una .Ocasión los padres de Herminia la llevaron en coche y esa vez Pampero sor­prendió al gaucho mirando hacia el sudeste y no hacia el norte, que es por «tonde pasan los trenes. La dirección en que miraba era en realidad la di­lección desde la cual se aproximaba ella por carretera, ijf Por último, un ejemplo inglés: Fiona Fowler tuvo su primer poni, Ha­teado Joey, a los doce años y ella misma lo domó. Cuando se fue a estudiar ‘Enfermería a Londres, tuvo que dejar a Joey con su madre, cerca de Win- ;*hester. Iba a la casa los días que tenía libres, dos veces al mes. Su madre se P o cuenta de que Joey siempre parecía saber cuándo estaba ella en camino, ip«es iba de unos pastos que se hallaban más abajo, donde pasaba la mayor ¡parte del tiempo con otros caballos, a esperar en la puerta. Siguió haciendo fcsto durante años cada vez que ella regresaba. «Hubo una ocasión particu­lar en que no me esperaban en casa y en que mi madre se sorprendió de en­contrar a Joey esperando en la puerta, como de costumbre. Diez minutos des­pués telefoneé desde la estación para pedir que fueran a recogerme.»

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Relatos como éstos muestran que hay caballos que saben cuándo sus amos están en camino y lo saben de una manera aparentemente telepática. La fase siguiente en esta investigación sería realizar experimentos filmados en vídeo con un caballo de esas características y registrar su conducta mien­tras su amo inicia el regreso a su casa en momentos escogidos al azar.

O v e ja s

No se suele tener ovejas como animales de compañía, pero cuando los corderos son criados por personas, pueden establecer uniones estrechas. Como en la canción infantil Mary had a little lamb.

Margaret Railton Edwards y su marido Richard fueron dueños de un cordero cuando unos amigos criadores de ovejas descubrieron que una es­taba enferma, todavía en período de lactancia, en su casa de Cheshire. Cui­daron del cordero hasta devolverle la salud durante un período de cuatro meses en que el animalito vivió con ellos a la casa.

Shambles estaba muy adaptado a la casa y por la noche se sentaba en mis rodillas a ver televisión. Mi marido Richard regresaba a casa entre las cinco y las siete de la tarde. Más o menos diez minutos antes de su llegada, Shambles se sentaba junto a la puerta de entrada y lo esperaba. Incluso cuando Richard ve­nía en el coche de algún amigo, Shambles lo esperaba en la puerta. Ocasional­mente, Richard volvía a casa para almorzar y entonces ocurría exactamente lo mismo con Shambles.

He oído hablar de otras dos personas que tienen ovejas como animales de compañía y que han tenido experiencias similares. Un cordero, Augus- tus, fue adoptado por la familia Ferrier, de Whidbey Island, Washington, y estableció un vínculo muy estrecho con Grant, de catorce años por enton­ces, que lo alimentaba, lo llevaba de paseo y jugaba con él a embestirse y con una pelota. El padre de Grant, Malcolm, me dijo que Grant volvía de la es­cuela por la tarde a horas irregulares, debido a diversas actividades extra, pero que la familia siempre sabía cuando estaba en camino: «Augustus se animaba, balaba, corría alrededor de su redil y daba todas las señales de que algo importante estaba a punto de ocurrir. Cinco minutos después, apare­cían Grant y sus compinches». ¿Podía Augustus saber tal cosa por algún medio normal? Malcolm Ferrier no lo cree:

A menudo hemos hablado de esta secuencia y estoy completamente con­vencido de que no había medio físico normal de que Augustus supiera que

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Grant estaba en camino de regreso. Cuando iniciaba su rutina de bienvenida no podía verlo (demasiada vegetación) ni oírlo, en particular a causa del ruido del tráfico suburbano. Para todos nosotros estaba muy claro, de una manera no ex­perimental y como meros aficionados, que estábamos ante una extraña forma de comunicación; también los vecinos observaron esto a menudo. Grant trató mu­chas veces, infructuosamente, de llegar hasta el animal sin que éste lo advirtiera.

Estos relatos acerca de ovejas, aunque escasos, concuerdan con la pau­ta de conducta que muestran los perros, los gatos, los caballos, los loros y otros animales. Esta capacidad para anticipar el regreso de una persona pa­rece tener lugar en un amplio abanico de especies de mamíferos y de aves. En cualquier caso, parece depender de la formación de vínculos estrechos entre la persona y el animal.

Es posible que las especies que no exhiben este tipo de anticipación, que incluye los peces, los reptiles y los pequeños mamíferos, como los háms- ters y los ratones, no lo hagan porque son intrínsecamente insensibles a las inferencias telepáticas o porque son incapaces de crear vínculos suficiente­mente fuertes con personas como para que sirvan como canales de la co­municación telepática.

Presumiblemente, esta capacidad no ha evolucionado simplemente en el contexto del cuidado de animales de compañía, sino también entre los animales en estado salvaje. En el capítulo 9 volveré sobre el análisis de la te­lepatía de animal a animal.

Si la anticipación de los regresos está tan extendida entre los animales no humanos, podríamos esperar que haya personas que también tengan ca­pacidad para saber cuándo otra persona está a punto de llegar.

S e r e s h u m a n o s

Abundan los relatos de personas que han vivido en África, o que han viajado por este continente, acerca de la manera en que algunos africanos anticipan las llegadas en ausencia de todo otro medio conocido de comuni­cación. Por ejemplo, Laurens van der Post encontró que los bosquimanos del desierto del Kalahari, en el sur de África, eran capaces de decir cuándo miembros de su grupo habían matado un alce a ochenta kilómetros de dis­tancia de su campamento y cuándo estarían de regreso. Los bosquimanos que lo cazaron viajaban con Van der Post y mientras conducían de regreso al campamento Land Rovers cargados de carne, Van der Post se preguntó cómo reaccionaría la gente cuando se enteraran del éxito de la caza. Uno de los bosquimanos replicó: «Ya lo saben». Por supuesto, cuando se aproxi-

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marón al campamento oyeron la canción de celebración que se utilizaba en esas ocasiones. Cuando ellos mataron el alce, dijo el bosquimano, los otros lo supieron «por cable». A Van der Post le pareció que se hallaban «evi­dentemente bajo la impresión de que el telégrafo del hombre occidental también operaba por telepatía».5

Muchas personas familiarizadas con África han tenido experiencias si­milares. Un joven europeo llamado Sinel, que vivía con tribus del sur de Su­dán, observó que «la telepatía es constante». Siempre sabían dónde estaba él y qué estaba haciendo, aun cuando se encontrara muy lejos. En una oca­sión se perdió y los hombres salieron a recogerlo, como si hubieran percibi­do la dificultad de su situación. En otra ocasión, tras recoger una punta de flecha y llevársela consigo, dos hombres de la tribu fueron a preguntarle si podían examinarla.6 He oído relatos similares en India. Probablemente esas habilidades se desarrollaran mejor en las sociedades tradicionales que en el mundo industrial moderno.

Incluso parecen haber sido ampliamente reconocidas en ciertas regio­nes de Europa. La «segunda visión» de los habitantes celtas de las High- lands escocesas incluían «visiones de “llegadas” de personas en ese mo­mento remotas, pero que más tarde llegaban realmente».7 En Noruega hay incluso un nombre especial para ese fenómeno, vardoger, que significa lite­ralmente «alma que advierte». Típicamente, alguien oye en su casa que una persona camina o conduce un vehículo hacia la casa, entra en ella y cuelga su abrigo. No hay nadie. Unos diez a treinta minutos después, vuelven a oír­se sonidos muy parecidos, pero esta vez la persona llega efectivamente. «La gente se acostumbra a eso. Las amas de casa ponen la tetera en funciona­miento cuando llega el vardoger, a sabiendas de que pronto llegará su mari­do.» Afortunadamente, este fenómeno ha sido estudiado por el profesor Georg Hygen de Oslo, quien investigó docenas de casos recientes, para lle­gar a la conclusión de que es más bien telepático que precognitivo: en otras palabras, el vardoger no es tanto un pre-eco de lo que sucederá en el futuro, como algo relacionado con las intenciones de una persona. Por alguna ra­zón, los sonidos no son siempre idénticos a los que se han oído con anterio­ridad. Se puede oír a una persona subir al dormitorio, mientras que cuando llega, va a la cocina.8 Además, el fenómeno del vardoger puede darse aun cuando luego la persona no llegue porque ha cambiado de idea.

5. Van der Post (1958).6. Inglis (1977), pág. 18.7. Lang (1911).8. Hygen (1987).

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Un ejemplo se refiere a un hombre que había quedado en encontrarse con su mujer en una tienda. Luego decidió recogerla en la oficina, pero no pudo hacerlo porque se retrasó, de modo que fue a esperarla a la tienda, tal como estaba planeado originariamente. Ella no llegó; después de esperarla una hora, el hombre se fue a su casa. Cuando ella llegó a su vez, se quejó de que él no hubiera ido a la oficina. Ella había oído su vardoger y, en función de experiencias previas, confiaba tanto en ello que se quedó esperando en la oficina durante una hora antes de desistir.

En el mundo anglófono no hay una palabra equivalente a vardoger. Sin embargo, hay gente que observa espontáneamente y comenta anticipacio­nes de llegadas, aunque nadie haya mencionado los efectos sonoros típicos en Escandinavia. La mayoría de los casos se refiere a padres e hijos, y el res­to a maridos y mujeres.

En algunos casos, un niño parecía anticipar la llegada de uno de los pa­dres. He aquí un ejemplo de un bebé:

Hasta que mi hijo tuvo aproximadamente ocho meses, siempre supe cuán­do su padre estaba camino de casa. Más o menos siete u ocho minutos antes de que llegara, el bebé se ponía muy alerta y expectante. Como en esa época vi­víamos en una base aérea activa, no creo que oyera nada y durante un tiempo mi marido se desplazó en bicicleta. Solía volver a casa inesperadamente, a cual­quier hora del día o de la noche, pues era piloto y solía salir con su avión a in­terceptar raids enemigos (Belinda Price).

Otros padres me han contado que, muy a menudo, cuando salían por la noche y dejaban a su bebé con un canguro, el bebé se despertaba poco an­tes de su regreso. Y cuando los niños son bastante grandes como para ha­blar, algunos anuncian realmente la llegada de uno de los padres. Esto su­cedía cuando Sheila Michaels cuidaba un niño de tres años en Nueva York mientras su madre estaba ingresada en un hospital. «Yo no esperaba que dieran el alta a su madre hasta el día siguiente. Le estaba leyendo uno de sus cuentos preferidos, cuando el niño se levantó de la cama y fue a la puerta, diciendo con calma “Mami, mami”, pero de una manera que me intranquilizó terriblemente. Traté de convencerlo de que volviera a leer el libro conmigo, pero fue imposible moverlo, mientras seguía repitiendo interminablemente “Mami, mami” . Le dije que la madre volvería el día siguiente y que su padre estaría allí en un par de horas. Imposible sacarlo de allí. Poco después entró su madre.»

No he oído hablar de casos de padres (varones) que anticipen el regre­so de sus hijos, pero sí varios de madres. He aquí un ejemplo dramático de

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la Segunda Guerra Mundial. «Durante la guerra, mi hermano Jack estuvo incorporado a la Royal Navy y durante su servicio activo no se le permitía escribir a su casa. Una noche, cuando ya hacía más de dos años que Jack es­taba fuera de casa, mi madre se puso repentinamente de pie y dijo: «Tengo que hacer la cama de Jack, esta noche estará aquí». «¿Qué diablos te hace pensar eso?», preguntamos, riéndonos de ella. «Simplemente SÉ que estará aquí», respondió. Y subió a ocuparse de la cama de Jack. ¡Esa misma noche, un poco más tarde, llegó Jack! (señora C. W. Lawrence).

La mayoría de las anticipaciones son muy triviales. Bonnie Hardy, que vive en Victoria, Columbia británica, madre de varones adolescentes, en­contró que este fenómeno la abrumaba al punto de quitarle el sueño. Cuando los muchachos mayores regresaban a casa muy tarde los fines de semana, a pesar de sus esfuerzos por ser lo más silenciosos posible, ella se alteraba. «Nada me servía. Luego descubrí que lo que me alteraba el sueño no eran sus movimientos en la casa, sino que me despertaba cuando se montaban al coche para volver a casa.» Primero se despertaba y luego los oía llegar.

De una manera análoga, hay mujeres que descubren que se despiertan antes de que su marido llegue a casa. Una de ellas es Cindy Armitage Ban- naker, que vive en Pennsylvania: «Tan a menudo ha ocurrido, que ahora me digo simplemente “Ya viene”, y espero. En general, a los cinco minutos más o menos oigo el jeep de mi marido que sube por nuestra calle. Siento como si él pensara en mí o en algo y cojo esto en el sueño. Lo único que sé es que de pronto, sin ninguna razón aparente, estoy completamente despierta y que siento que está en camino».

A veces, esta anticipación tiene lugar con mucha antelación, sobre todo si las personas han estado separadas durante períodos prolongados. Y a ve­ces la gente actúa según este sentimiento, y de manera adecuada, por ejem­plo, yendo al encuentro de un tren o un avión determinado.9 He aquí un re­lato particularmente impresionante:

Fui empleado de la ONU durante catorce años, durante los cuales tuve que viajar mucho. Pero sólo en una ocasión, en los años setenta, cuando estaba en Abidjan, regresé a Ginebra antes de lo previsto, por enfermedad. No informé a mi mujer de que regresaba, pues no quise perturbarla, dado que estaba pasando sus vacaciones en Austria con nuestros cuatro hijos. Sin embargo, cuando lle­gué a Ginebra, me estaba esperando en el aeropuerto. Dijo que había tenido un sentimiento sobrecogedor que le mandaba ir a esperar ese vuelo particular, así que hizo las maletas y volvió con la familia (O. S. Knowles).10

9. Por ejemplo, Hynes (1976), págs. 208-209.10. Knowles (1996).

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L O R O S , C A B A L L O S Y S ER ES H U M A N O S 111

Si se considera aisladamente estos casos de anticipación, parecen ano­malías aisladas. Pero en el contexto de la conducta anticipatoria de una gran variedad de especies animales, encajan en una pauta más amplia. La antici­pación de las llegadas parece ser un aspecto importante de la historia natu­ral de la telepatía. El hecho de que estas anticipaciones puedan darse en be­bés y cuando la gente está dormida muestra que no dependen de las facultades mentales superiores. Operan en un nivel más fundamental y tie­nen sus raíces en nuestra larga herencia biológica y evolutiva.

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TERCERAPARTE

Empatia animal

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CAPÍTULO

____________ 5Animales que reconfortan y curan

E m p a t ía

La palabra empatía significa «comprensión simpática del sufrimiento».1 Como hemos visto, comparte la raíz griega pathé, sentimiento o sufrimien­to, con las palabras «simpatía» y «telepatía». Sin embargo, no sugiero que la empatía y la telepatía estén necesariamente unidas. No cabe duda de que las personas captan los sentimientos de otras personas a través del lenguaje y de otra información sensorial, ni de que los animales son sensibles a las perso­nas de la misma manera. Lo que interesa aquí no es tanto la manera en que los sentimientos se transmiten como el hecho de que el animal responda a ellos con tanta simpatía.

La ayuda mutua es un aspecto esencial de la vida social en muchas es­pecies animales. Incluso quienes creen que toda conducta animal está con­formada por «genes egoístas»2 reconocen la importancia de la conducta al­truista en las colonias de hormigas, en el cuidado parental de las aves y los

1. Partridge (1958), pág. 475.2. Para el enunciado más influyente de este punto de vista, véase Dawkins (1976).

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116 EMPATIA A N IM A L

mamíferos y en todo tipo de grupos sociales.3 Por ejemplo, cuando un miem­bro de un rebaño o una bandada da una alarma social y alerta a otros miembros del grupo sobre el peligro, puede estar asumiendo un riesgo, pues llama la atención de un depredador sobre él.4

Los teóricos del egoísmo genético reconocen la realidad del altruismo en los grupos sociales anímales, pero lo explican en términos de genes egoís­tas que trabajan por su propia supervivencia y reproducción. Un animal indi­vidual puede entregar su vida por el mayor bien de los genes que comparte con su cría y parientes genéticos próximos.

El altruismo entre animales de compañía y seres humanos no puede ex­plicarse en términos de genes egoístas de una manera directa. Una persona que ayuda a un animal enfermo, que lo cuida y paga las facturas del veteri­nario, se comporta de una manera altruista, pero no a causa de unos genes egoístas compartidos por el animal y la persona. Los animales de compañía y las personas tienen genes muy diferentes; pertenecen a especies diferentes. Y así como las personas ayudan a los animales de compañía, éstos ayudan a aquéllas, especialmente a través de su vinculación emocional.5 Los seres hu­manos crean las uniones más estrechas con las especies que muestran la ma­yor empatia respecto de ellas: sobre todo los perros, los gatos y los caballos.

M a n t e n e r a n im a l e s d e c o m p a ñ ía p u e d e h a c e r n o s b ie n

Nuestra gata se llama Remedios porque mi mujer, Jill, encontró muy pronto que eso era precisamente. Su cálida y estimulante presencia era en realidad un remedio. Parecía sentir cuándo se la necesitaba y se sentaba o se echaba sobre Jill o sobre mí, desplegando su magia curativa.

En mi base de datos hay más de 200 relatos acerca de animales que con­fortan y curan. La mayoría de ellos se refiere a gatos y perros muy próximos a personas enfermas o tristes, como si las confortara. En verdad, acerca de esto no es correcto decir «como si», pues confortan efectivamente a las per­sonas e incluso contribuyen a su curación. Una cantidad de proyectos cien­tíficos de investigación han cuantificado su efecto benéfico.

3. La exposición más sistemática de esta teoría se encuentra en Wilson (1980).4. Para un análisis de la medida en que dar estas señales de alarma puede ser peligroso

para el individuo, aunque beneficioso para el grupo, véase Ridley (1996).5. Pero, si los animales de compañía y las personas se ayudan mutuamente a sobrevivir,

son genéticamente codependientes y así permanecen durante muchas generaciones. Por tan­to, han de haber estado sometidos a la selección para el altruismo interespecífico.

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A N IM A L E S Q U E R E C O N F O R T A N Y CURAN 117

En un estudio norteamericano se compararon personas mayores que adoptaron gatos con un grupo similar de personas mayores que no adopta­ron gatos. Las entrevistas y los test regulares de seguimiento mostraron que en un año se produjeron asombrosas diferencias entre ambos grupos. Según mediciones efectuadas con test psicológicos normales, los dueños de gatos se sentían mejor, mientras que los otros se sentían peor. Y, aunque al co­mienzo no había diferencias notables entre un grupo y otro, después de un año las personas que tenían gato se sentían menos solas, menos ansiosas y menos deprimidas. Los gatos también tuvieron un efecto favorable en la re­ducción de la tensión sanguínea en personas con hipertensión y en la re­ducción de la necesidad de medicación.6

Por supuesto, los beneficios que producían los gatos no se debían sim­plemente a que estaban en la casa, sino que dependían del vínculo que se es­tablecía entre las personas y el gato. Los gatos de compañía proporcionan diversión, compañía y afecto, al tiempo que ayudan a apartar la mente de las personas de sus problemas y sus dolencias. Cuanto más fuerte era el vínculo, mayores parecían ser los efectos positivos.7

Análogamente, las relaciones con los perros pueden reducir la tensión sanguínea y brindar otros beneficios fisiológicos.8 Estos beneficios también pueden ser experimentados por los propios perros, pues su ritmo cardiaco desciende cuando se los acaricia.9

En un estudio de Erika Friedmann y sus colaboradores de la Universidad de Pennsylvania, los dueños de animales de compañía que habían sido hospita­lizados con enfermedades cardiacas, incluso infartos, exhibieron un año des­pués mejor ritmo cardiaco que un grupo de control sin animales de compañía.10

La presencia de un animal de compañía en la casa era un factor de pre­dicción más poderoso de supervivencia que el soporte conyugal o el de una familia extensa.

Los animales de compañía también pueden ayudar a personas descon­soladas. Varios estudios de personas que han perdido recientemente a un cónyuge han mostrado que los dueños de animales de compañía se depri­mieron menos y presentaron menos tendencia a sentimientos de desespera­ción y de aislamiento. También tenían mejor salud general y necesitaron me­nos medicación.11

6. Karsh y Turner (1988).7. Ibíd.8. Hart (1995); Dossey (1997).9. Lynch y McCarthey (1969).

10. Friedmann (1995).11. Hart (1995); Rennie (1997).

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118 EM PATÍA A N IM A L

Pero no sólo las personas enfermas, mayores, desconsoladas y vulnera­bles se benefician de la compañía de animales. Estos efectos son generales, tanto en adultos como en niños.12 En particular los perros ayudan a las per­sonas a hacer amigos. Y la investigación de James Serpell en la Universidad de Cambridge mostró que la mayoría de las personas que habían adquirido perros poco tiempo antes desarrollaron un mayor sentido de seguridad y de autoestima. Su salud general mejoró, en parte a causa del mayor volumen de ejercicio que implicaba tener que sacar a pasear al perro. Además, su­frían menos dolencias menores, como cefalalgias, resfríos y gripes.13

Los animales de compañía contribuyen al mejor desarrollo infantil del sentido de la mutualidad o de la involucración con los demás. Los animales no sólo les proporcionan aceptación, compañía y diversión, sino que ade­más contribuyen al desarrollo de sus habilidades sociales y del sentido de la responsabilidad, pues cuidan de los animales y responden a sus necesida­des.14 Y hay pruebas de que las familias que adquieren animales de compa­ñía tienden a discutir menos, se sienten más unidas y pasan más tiempo ju­gando juntas.15

A pesar de que la mayoría de los estudios ha reforzado el mensaje de que los animales de compañía son buenos, no siempre es así.16 Los animales no son mágicos; son buenos, malos o indiferentes, como las personas. Y hay personas que adquieren un animal de compañía precisamente porque de­sean sus beneficios, pero el enorme peso de las expectativas puede conducir al abandono del animal, sin más ceremonia, o incluso a su asesinato, porque ha desarrollado problemas de comportamiento o porque no ha mejorado el estado de ánimo de su amo.

Además de los perros que se tienen simplemente como animales de com­pañía, hay muchos que ayudan de modos muy prácticos, incluso los pasto­res y otros perros de trabajo, así como los perros de servicio, que desempeñan un papel vital en la vida de muchos miles de personas. Los más conocidos son los perros lazarillos de los ciegos, pero hay también perros que escu­chan para sordos, perros que asisten a díscapacitados y perros que alertan a los epilépticos de ataques inminentes.

También hay muchos programas —más de 2.000 sólo en los Estados Unidos— en los que los animales visitan gente en hospitales, hospicios y ca­

12. Hart (1995).13. Serpell (1991)!14. Hart (1995).15. Dossey (1997).16. Por ejemplo, Paul y Serpell (1996).

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A N IM A L E S Q U E R E C O N F O R T A N Y CURA N 119

sas de ancianos. Estos animales pertenecen en general a voluntarios y suele llamárseles PAT («pet as theraphy» [animal de compañía en función tera­péutica]). Son útiles para niños, en especial para los que son enfermos cró­nicos, muchos de los cuales esperan con ansiedad sus visitas animales.17 También gozan de gran simpatía entre la gente mayor y entre las personas que se encuentran en hospicios, donde pueden ejercer un efecto relajante tanto sobre pacientes como sobre el personal, aligerar el humor, proporcio­nar afecto y contacto físico y actuar como lubricantes sociales.18

Hay cárceles que permiten visitas de animales a los presos o que facili­tan a los presos la tenencia de animales de compañía, y esas cárceles han sido escenario de reducciones de violencia, suicidios y consumo de drogas, así como mejores relaciones entre los presos y el personal de las prisiones.19

¿Cómo pueden los animales ser tan beneficiosos para los seres huma­nos? Los intentos de categorizar sus influencias incluyen palabras como «empatia», «aceptación», «compañía», «seguridad emocional» y «afecto». Son las mismas palabras que suelen aplicarse a los efectos curativos de otras personas. El secreto de este poder curativo es el mismo tanto si viene de otras personas como de animales: el amor incondicional.

Al parecer, el amor incondicional parece más fácil para muchos perros y gatos que para la mayoría de los seres humanos. La conducta amorosa de los animales domésticos es al mismo tiempo causa y efecto de los vínculos que crean con las personas. La expresión más notable de éstos se tiene cuando los amos padecen necesidad.

G a t o s q u e c o n f o r t a n

Uno de los aspectos más sólidos de las explicaciones de la conducta re- confortadora y curativa de los animales de compañía es que responden a las necesidades de sus amos. No se comportan simplemente con una afectivi­dad genérica. Por ejemplo:

Mi Kitty siempre parece saber cuándo necesito confortación. Una noche en que estaba yo echada sobre la cama tras un día agotador, con todos los pro­blemas del mundo en la cabeza, Kitty me saltó encima, corrió por mi pecho, maulló y me colocó suavemente una pata sobre la cara. Parecía decir: «¡Venga,

17. Por ejemplo, Summerfield (1996).18. Por ejemplo, Phear.19. Ormerod (1996).

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120 EMPATÍA A N IM A L

mamá! Te quiero». Luego se apretó contra mi mejilla. Fue la mejor medicina que pude haber recibido nunca (Jahala Johson, Antioch, Tennessee, Estados Unidos).

La sensibilidad de los gatos es especialmente sorprendente en animales normalmente tan celosos de su independencia.

Durante quince años, Baerli, un gato amarillo, fue mi fiel compañero, la alegría de mi vida. Era un gato magnífico que amaba su libertad. Sin embargo, cuando yo no me sentía bien o estaba triste, nunca se separaba de mí. Por el contrario, se echaba en mi regazo, ronroneaba y se apretaba contra mí. Cuan­do volvía yo a sentirme bien, se iba como de costumbre, sobre todo por la no­che (Gertude Bositschnick, Leoben, Austria).

A veces, cuando en la casa hay más de un gato, se turnan. Karen Ri­chards, de Stourbridge, en las West Midlands, vive con cinco gatos y du­rante una temporada en que estuvo muy enferma varios meses sin interrup­ción, uno de los gatos se quedaba junto a ella mientras los otros vagaban libremente. «Los gatos tenían turnos para salir, de modo que nunca me que­daba completamente sola.»

Varias personas han informado que sus gatos las confortaban cuando se lamentaban de la muerte de un ser querido. Por ejemplo: «Los dos gatos se me pegaban como si no quisieran dejarme sola con mi pena y esto se prolongó exactamente el tiempo de mi duelo. Después de eso, los gatos volvieron a es­tar más distantes» (Murielle Cahen, París).

Muchas personas han comentado que sus gatos se comportan con insó­lita consideración cuando están enfermas. Un rasgo común de estos relatos de conducta considerada y reconfortante de gatos es que tiene lugar cuan­do hace falta y se prolonga todo el tiempo necesario. Pero, cuando la persona se ha animado, tranquilizado o mejorado, el gato retoma su conducta más independiente habitual.

P e r r o s d e v o t o s

Muchos perros, como muchos gatos, parecen sentir que sus amos tienen necesidad de confortación. Por ejemplo, Jeanette Hamilton, de Redwood City, California, encuentra que su perro de lanas, Marcus, es extremada­mente sensible a sus emociones. «Toda vez que lloro (en silencio) viene a mí y me lame las lágrimas. Sintoniza conmigo tanto si se encuentra a mis pies como en otra habitación, ya sea dormido, ya despierto.»

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En los más de 120 relatos de este tipo de conducta en perros hay co­mentarios como éstos: «Mi perro percibe exactamente cuándo me siento bien y cuándo estoy triste» o «Cuando estoy triste, no me abandona y apoya la cabeza en mis rodillas». Uno de los más simples y, sin embargo, de los más elocuentes, es el de Sue Norris de St. Helens, Lancashire: «Soy autista y ten­go una perra, Nickita. Ella sabe cómo estoy. Me conforta antes de que yo le diga nada. A veces tengo malos días. Ella está conmigo allí donde yo esté».

Muchos perros también parecen saber cuándo sus amos están enfermos y se comportan con gran consideración, se quedan cerca de ellos y tienen una conducta verdaderamente reconfortante. Rosemarie von der Heyde, de Achern, Alemania, tiene un perro salchicha que habitualmente la saluda con entusiasmo cuando ella regresa a su casa. «Pero una vez me había lasti­mado el talón y cuando llegué a casa reaccionó de modo muy diferente. Se quedó inmóvil, mirándome. Lentamente se me acercó y estiró la pata. Me eché en el sofá; contrariamente a su conducta normal, no comenzó a saltar­me encima. Se quedó quietecito a mi lado, como para consolarme.»

A veces los perros también parecen saber qué parte del cuerpo le duele a su amo y reconfortan allí donde hace falta. John Northwood, de Dorset, es un policía jubilado que cree que a los perros no se les debería dejar subir a la cama. A menudo saca a pasear a Ben, el collie de su hija, pero en una oportunidad en que estaba de visita, tuvo un dolor de espalda y se acostó.

Apenas apoyé la cabeza sobre la almohada, se abrió la puerta del dormito­rio y entró Ben. Saltó sobre la cama y se estiró contra mi espalda. Yo me sentía muy mal como para decir nada, pero me hizo bien sentirlo contra la espalda. Ha de haber percibido que yo no me sentía bien y necesitaba calor.

Algunas personas que padecen migrañas tienen perros que van a su lado y se echan con ellas mientras sufren. La señora R. Huber, de Horgen, Suiza, descubrió que su perro sabía también de qué lado de la cabeza tenía ella la migraña. «Si era del lado derecho, me lamía excitada y vigorosamente el ojo derecho y el lado derecho de la frente con un gemido bajo. Si el dolor era del lado izquierdo, hacía lo mismo, pero de ese lado. Era como un masaje.»

A n im a l e s q u e im p id e n e l s u ic id io

Como hemos visto, tanto los perros como los gatos pueden ser muy sensi­bles a los humores y las emociones de sus amos. En algunos casos, sus res­puestas van más allá de la confortación; literalmente salvan la vida de sus amos.

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122 EMPATÍA A N IM A L

Una mujer del norte de Inglaterra, que pasaba por una grave crisis ma­trimonial, decidió poner fin a su vida. Dejó al perro y a los gatos «durmien­do tranquilamente sobre un montón de leña frente a la chimenea» y fue a la cocina por agua y tabletas de paracetamol. Repentinamente, William, su amado ojeador inglés, se levantó de un salto, corrió hasta ponerse delante de ella y, por primera vez en sus quince años de vida, según dijo la mujer, «¡G ru­ñó! Tenía la mandíbula completamente echada hacia atrás, estaba casi irre­conocible. Horrorizada, volví a tapar la botella y tuve auténtico miedo al pe­rro, regresé a la sala y me senté en el sofá. William me siguió, se me trepó y empezó a lamerme frenéticamente la cara, Todo el cuerpo le temblaba».

En algunos casos, los perros han impedido un suicidio alertando a otras personas. Un día un hombre encerró en la casa a su perra alemana, Rexina, y se fue a un cobertizo que había en el jardín. Rexina aguardó junto a la puerta, pero tras un momento aulló y corrió hacia los otros miembros de la familia.

Estaba muy excitada y nos dimos cuenta de que nuestro padre se había ido un rato antes. La dejamos salir y buscarlo. Cuando lo encontramos, dijo: «¡Gracias a Dios que venís!». Más tarde admitió que tenía intención de suici­darse. Rexina lo había percibido y, de no haber sido por ella, habríamos llega­do demasiado tarde (Damar Schneider).

Los gatos también han impedido suicidios, como una gata suiza llama­da Pamponette.

Me sentía realmente mal y quería suicidarme. Mi gata debió de haber per­cibido mi estado. Ese día no se apartó de mi lado ni un momento. Ella, que nor­malmente no maullaba, maulló todo el día y, cada vez que me sentaba, frotaba su cabeza contra la mía. Por la tarde Pamponette solía dormir con mi otros cua­tro gatos, pero no se alejó de mí ni un instante y por la noche durmió cerca de mi almohada, donde normalmente no le gusta estar (P. Broccard).

El comportamiento de la gata se asemeja mucho al de los gatos que con­fortan a sus amos cuando están enfermos o alterados, pero en este caso era mayor la recompensa.

Los a n i m a le s t e r a p e u t a s

Los griegos antiguos pensaban que los perros podían curar enfermeda­des y los tenían como coterapeutas en sus templos de curación. Asclepio, la

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a n i m a l e s q u e r e c o n f o r t a n y c u r a n 123

máxima divinidad curativa, extendía su poder mediante perros sagrados.20 Aunque en la medicina no se reconoce ese papel a los perros, éstos han en­contrado en la práctica una manera de reasumir su papel curativo a través de los programas de animales de compañía en función terapéutica, a cargo de voluntarios.21 Algunos de los efectos de los animales que se llevan a vi­sitar enfermos o ancianos son genéricos: tienen una influencia reconfortan­te y estimulante para «sacar a la gente del ensimismamiento». Pero a veces los anímales muestran una notable sensibilidad a las necesidades y la condi­ción de determinadas personas en particular. Por ejemplo, Chad, un perro cobrador, va prácticamente todos los días a visitar a su ama, Ruth Beale, a un hospicio en Birmingham, Inglaterra:

Parece saber qué pacientes están en peor situación, en comparación con aquellos otros con los que se hace el payaso. Se sentará simplemente con la ca­beza sobre su regazo o sobre la cama, o permanecerá de pie tranquilamente con ellos. Había una señora en particular a la que estaba muy unido y a las diez de la noche recibimos una llamada telefónica que nos comunicaba que la señora estaba agonizando y quería a Chad con ella. En efecto, Chad estuvo tres horas con la cabeza sobre la cama de la señora mientras ella se moría.

Chad ganó el PAT Dog del Año, concedido en 1997 por su trabajo en el hospicio.

Deena Metzger tenía un perro lobo llamado Timber cuando trabajaba como consejera psicológica y vivía en el campo, cerca de Santa Mónica, Ca­lifornia. También este perro lobo mostraba una notable sensibilidad. «Yo lo observaba discernir las necesidades de mis pacientes e ir a ellos y apoyar tranquilamente la cabeza en su regazo cuando experimentaban una pena demasiado grande para que un ser humano pudiera reconfortarlos. Su in­tuición era infalible.»22 Otros consejeros y terapeutas también han encon­trado que sus perros o gatos pueden ser muy perceptivos de las necesidades de sus pacientes e incluso actuar como coterapeutas. Hasta Sigmund Freud fue asistido por su perra, una chow-chow, que no era un simple adorno, sino parte del proceso, la «cura con animales de compañía», como él lo lla­maba. «La perra se sentaba tranquilamente a los pies del diván durante la se­sión psicoanalítica.» Pero hacia el final de la misma, colaboraba con Freud

20. Rennie (1997).21. En su libro Animáis as Teachers and Healers, Susan Chemak McEIroy (1997) da mu­

chos ejemplos de curación y confortación por perros y otros animales, incluso perros que vi­sitan a enfermos y a moribundos.

22. Metzger (1998).

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1 2 4 EM PA T ÍA A N IM A L

más que el paciente, al «comenzar infaliblemente a agitarse», con lo que ha­cía saber que el tiempo se había agotado.23

Los caballos tienen un efecto notablemente terapéutico en personas con problemas mentales o físicos, incluidas las personas con síndrome de Down. Durante muchos años, ha habido en Gran Bretaña y otros países programas de montar a caballo para personas discapacitadas, lo que les pro­curaba renovada confianza y sensación de libertad. Además de los benefi­cios psicológicos, también pueden mejorar el equilibrio y la coordinación.24

En Calistoga, California, Adele y Deborah McCormick, equipo de madre e hija, trabajan como terapeutas con personas afectadas por enfermedades mentales graves, conducta criminal y drogadicción. Pero su trabajo como psicoterapeutas adquirió una nueva dimensión cuando incluyeron los caba­llos de su rancho en el proceso de cura.25 El tamaño, la fuerza y la presencia física del caballo hacía más lúcida a la gente, traspasándoles literalmente sus sentidos... La terapia equina es indicada para cualquiera que se sienta desa­nimado, desmoralizado, atemorizado, preocupado o perdido. Es útil para todos aquellos que buscan un medio alternativo de curar la enfermedad fí­sica o que se preguntan cómo manejar la presión de cada día.

Muchas personas montan simplemente porque les gusta y reciben así muchos de estos beneficios sin pensar siquiera en las propiedades terapéu­ticas de su caballo.

LO S ANIMALES DE COMPAÑÍA EN FUNCIÓN DE CONSEJEROS

A menudo las personas hablan a sus animales y a veces se confiesan con ellos de una manera regular. Muchas veces esto puede ser una gran ayuda. Es como si el animal actuara como consejero. Una mujer de Chicago me es­cribió acerca de su perro bernés en los siguientes términos:

Cuando yo estaba triste, el perro venía y me empujaba suavemente como si quisiera decirme: «¡No te olvides de que todavía estoy por aquí!». Cuando se echaba y yo le contaba mis problemas, me miraba comprensivamente con sus grandes ojos y de pronto me ponía la pata en la mano. Desde entonces lo ha se­guido haciendo regularmente.

23. Garber (1997), págs. 137-138.24. Edney(1992).25. McCormick y McCormick (1997).

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La doctora Mary Stewart, de la Escuela de Veterinaria de la Universidad de Glasgow, es una investigadora de las interacciones humano-animales y una experimentada consejera. Su familiaridad con estos dos campos le ha permitido comparar los animales de compañía, en especial los perros, con consejeros.

Hay acuerdo general en que los atributos importantes de un consejero son «la autenticidad, la honestidad, la empatia, la abstinencia de juicio, la capacidad para escuchar, la moderación en el hablar y una absoluta con­fidencialidad». Mary Stewart señala que éstas son precisamente las cuali­dades que los amos de los perros y de otros animales de compañía dicen va­lorar al máximo como si estos animales proveyeran silenciosamente a sus amos un tipo de servicio de consejería sin que nadie se dé cuenta de ello. Su­giere que una de las razones por las que algunos perros y otros animales in­crementan la autoestima de sus amos y estimulan en ellos sentimientos de bienestar es que encaman «las condiciones básicas de coherencia, empatia y mirada incondicionalmente positiva, que son las condiciones necesarias de cualquier consejero que intente proporcionar un «clima productor de crecimiento» en el que los pacientes puedan entrar en contacto con sus re­cursos internos de desarrollo.26

Por supuesto, hay grandes diferencias. El mero hecho de que los ani­males vivan tanto en el presente y sean incapaces de hablar significa que no pueden ayudar a explorar el pasado, ni a contemplar las relaciones perso­nales y las pautas autodestructivas que se repiten. En esto, los buenos tera­peutas humanos son irreemplazables.

Pero además de limitaciones evidentes, los animales tienen ventajas. Los seres humanos, lo mismo que otros primates, encuentran reconfortante el contacto físico. Especialmente cuando son jóvenes, necesitan que los to­quen y los amen para sentirse seguros. Los anímales pueden reconfortarnos tocándonos y nosotros podemos acariciarlos o mimarlos, pero un consejero tiene que tener cuidado a la hora de ofrecer este tipo de seguridad, para evi­tar posibles acusaciones de abuso.27

Tal vez la mayor ventaja de los animales sea su capacidad de amar. A los pacientes con autoestima baja les cuesta aceptar que alguien los tenga de­masiado en cuenta, de modo que les cuesta sentir que el consejero los acep­ta realmente y que no simula simplemente hacerlo. Algunos temen que, si desvelaran todo, se les retiraría la aceptación. Por el contrario, les es fácil creer que sus animales los aman en forma incondicional. Y, como tan vívi-

26. Stewart (1995).27. Ibíd.

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126 EMPATÍA A N IM A L

damente muestra Jeffrey Masson en su libro que lleva por título precisa­mente esta afirmación, «los perros nunca mienten acerca del amor».28

L a f id e l id a d d e l o s p e r r o s d e s p u é s d e l a m u e r t e

La devoción de algunos perros continúa después de la muerte de su amo. A veces su devoción es tan asombrosa que, sin proponérselo, no sólo han logrado fama y un lugar en la mitología popular, sino que se erigieran monumentos en su honor. Hay uno junto a las solitarias aguas del Derwent Dam, en Derbyshire, erigido por suscripción pública y que lleva la siguien­te inscripción:

E n m e m o r ia d e l a d e v o c ió n d e

T ip ,LA PERRA OVEJERA QUE PERMANECIÓ

EN EL PÁRAMO DE HOWDEN

JUNTO AL CADÁVER DE SU AMO MUERTO,M r . J o s e p h T a g g ,

DURANTE QUINCE SEMANAS, DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1953 AL 27 DE MARZO DE 1954

El amo de Tip era un guardabosque jubilado, de ochenta y un años, al que se encontró muerto en los páramos altos quince semanas después de haber salido con Tip de su casa, en Bamford, para pasear por las colinas. Las partidas de rescate no habían podido hallarlos, la nieve había cubierto las co­linas y hacía tiempo que se los había dado por muertos. Tres meses y medio después, una pareja de pastores tropezó con el cadáver de Joseph Tagg con Tip a su lado, en una condición lastimosa, pero todavía viva. Pronto se con­virtió en heroína nacional y pasó su último año rodeada de lujo en la casa del sobrino de su amo, que protegió a la perra de multitudes de admirado­res que iban a visitarla. Una gran muchedumbre se reunió para la inaugura­ción de su monumento y aún van peregrinos a visitar su santuario.29

Fama similar alcanzó el terrier de un joven llamado Charles G. Cough, que falleció en un lugar remoto de Lake District en 1805. Sus restos fue­ron hallados meses después por un pastor, al que atrajo la mancha del pe­rro flaquísimo que aguardaba protectoramente junto al cadáver. Sir Edwin

28. Masson (1997).29. Michell y Rickard (1982), pág. 127.

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A N IM A L E S Q U E R E C O N F O R T A N Y C U RA N 127

Landseer inmortalizó la escena en una pintura y multitud de poetas y de artistas agregaron sus propios tributos.30 El mayor de todos, William Words- worth, conmemoró al perro en su poema «Fidelidad», que termina con es­tos versos:

Sí, era evidente que desde el díaen que el desventurado viajero murió,el perro vigiló el parajeo estuvo junto a su amo:cómo se alimentó allí durante tanto tiempo,él lo sabe; él, capaz de tan sublime amory de entrega del sentimiento de tal fuerza,mucho mayor que cualquier estimación humana.

Son incontables los perros que nunca logran esa fama a pesar de dar muestras de profunda devoción por sus amos después de la muerte de éstos. A menudo están abrumados de tristeza y pasan por lo que sólo podría des­cribirse como período de duelo. Algunos pierden toda voluntad de vivir. Por ejemplo: «Inmediatamente después de la muerte, el perro rehusó toda comida y, quince días después, murió también él». Unos pocos perros des­consolados parecen incluso suicidarse saltando por ventanas o saliendo a la carrera para hacerse arrollar por camiones.

Algunos encuentran de alguna manera la tumba de su amo y ahí se que­dan, como Greyfriar Bobby, el famoso perro fiel de Edimburgo. Otros la vi­sitan con regularidad, pero vuelven a su casa, si es que tienen una casa don­de volver:

Mi marido sufrió una grave apoplejía en 1988 y murió en el hospital tras dos semanas de permanencia allí. Después de su entierro en el jardín de una iglesia cerca de casa, Joe, el perro, desapareció durante horas y luego descubri­mos que estaba sentado junto a la tumba de mi marido. ¿Cómo supo cuándo murió mi marido y dónde estaba enterrado? (Molly Parfett, Wadebridge, Cornwall).

Estos relatos de duradera devoción ilustran a qué extremos puede llegar la solidez de los vínculos entre los perros y sus amos y a la vez refuerzan su antigua reputación de lealtad.

30. Ibíd., pág. 128.

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CAPÍTULO

____________ 6Muertes y accidentes a distancia

Si hay entre los animales y sus amos lazos invisibles que les permiten res­ponder mutuamente a sus necesidades y además permite a algunos anima­les de compañía conocer telepáticamente cuándo sus amos están en camino a su casa, sería sorprendente que estos lazos no se vieran afectados por la tris­teza o la muerte del amo.

Los efectos de la muerte o la tristeza no son tema que se preste a la in­vestigación empírica. Es evidente que no se puede pedir a nadie que sufra un accidente en aras de la ciencia, ni que se muera en un momento escogi­do al azar para observar las reacciones de sus animales de compañía. Los datos con que contamos han de surgir exclusivamente de acontecimientos espontáneos.

En nuestra base de datos hay actualmente 108 relatos de perros que ¡aparentemente responden a muertes o accidentes distantes de sus compa­ñeros humanos, 51 casos se refieren a gatos que presentan esta conducta y diez a seres humanos que saben a distancia que su animal está triste o ha muer­to. ¿Qué nos enseñan estos casos?

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Los p e r r o s y a c c i d e n t e s d i s t a n t e s

A veces los perros dan inequívocas señales de tristeza para la que no es posible hallar motivo inmediato alguno. Más tarde resulta que en ese mismo momento su amo estaba en peligro o había sufrido un accidente:

Un día, nuestra perra parecía haberse vuelto loca, saltaba en la puerta y de­seaba salir. La encerramos. Pero continuó aullando y arañando. No era ella. De pronto, llegó mi marido. Estaba herido a causa de un incendio en el bar. La pe­rra lo había sabido. No sabemos cómo (Hilde Albrecht, Limbach, Alemania).

En un caso así, es difícilmente concebible que el perro haya podido sa­ber algo de su amo mediante la vista, el olfato o el oído. Sin embargo, los es­cépticos podrían aducir que el bar debía de estar lo suficientemente cerca como para que los sentidos normales hubieran detectado algo. Pero a me­nudo los accidentes tienen lugar a muchos kilómetros de la casa, más allá del alcance de todos los sentidos conocidos.

Una tarde de verano de 1991, un joven soldado británico se fue de su casa, en Liverpool, para regresar en tren a su cuartel, al sur de Inglaterra. Ese mismo día, un poco más tarde, Tara, la perra de la familia, comenzó a agitarse y a temblar con violencia. Los padres del muchacho pensaron que estaría en­ferma, le dieron algo de paracetamol y trataron de reconfortarla. Pero no se calmó durante una hora. Estuvo alerta e inquieta hasta que sonó el teléfono:

La llamada telefónica era de un hospital de Birmingham, para decir que David se había caído del tren en la zona de Tamworth [a casi ciento treinta ki­lómetros de la casa]. Sus heridas, aunque importantes, no eran graves y le per­mitieron hablar con nosotros. Tara mostró su satisfacción durante la llamada telefónica; luego se fue a dormir. Más tarde nos enteramos de que había co­menzado a alterarse justo en el momento en que David se cayó del tren y que se calmó cuando él estuvo en el hospital, lo examinaban y lo aliviaban (Marga- ret Sweeney).

En la base de datos hay once casos de perros que reaccionan de modo similar a emergencias distantes, esto es, con signos de tristeza o de intran­quilidad. A semejanza de los dos ejemplos que se acaban de dar, otros cinco se refieren a accidentes de coche o de ciclomotor; uno, al vuelco de un ka- yac; uno, a un ataque cardiaco; y uno a un accidente que se produjo cuando una mujer daba a luz en una maternidad a 15 kilómetros.

Es notable que, mientras escribía yo este capítulo, tuve la experiencia personal de las reacciones de un perro en coincidencia con un accidente le­

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M U E RT E S Y A C C ID E N T E S A D IS T A N C IA 131

jano. Durante las vacaciones escolares de mediados de curso, en febrero de 1998, buscábamos un perro labrador llamado Ruggles, que pertenecía a unos amigos y vecinos, la familia Beyer. El hijo, Timothy, estaba fuera de casa, en un viaje escolar para esquiar en los Alpes italianos, mientras que sus padres se habían ido de vacaciones a España. Ruggles se adaptó bien y pa­saba la mayor parte del tiempo en nuestro salón familiar. Pero una mañana, al volver de un paseo a las once y media, no quiso pasar del vestíbulo. Todo intento de persuadirlo falló. Permaneció en la puerta de entrada hasta que lo llevamos a otro paseo, a las tres de la tarde. Tan insólita y sorprendente fue su conducta, que pensé que la madre y el padre de Timothy habían de­cidido regresar antes de lo previsto. Esperaba, pues, una llamada telefónica que me anunciara que acababan de llegar.

Hubo efectivamente una llamada telefónica esa tarde, pero no era de los padres de Timothy. Era de Italia, para decir que Timothy se había caído de un telesilla esa mañana y se había quebrado una pierna. Lo habían llevado en helicóptero al hospital. El accidente había ocurrido a las once de la mañana, hora británica. (Curiosamente, cuando regresó de su paseo por la tarde, Rug­gles cojeaba. Había saltado en un charco y había caído sobre un vidrio roto, a resultas de lo cual fe sangraba una pata y tenía un tendón desgarrado. Tuvo que pasar la noche en una clínica veterinaria. Así que el perro y Timothy es­taban ambos al mismo tiempo en sendos hospitales con una pierna vendada.)

No cabe duda de que es imposible saber con seguridad si las reacciones del perro entre las 11.30 y las 15.00 horas se debieron realmente al acciden­te del muchacho. Ruggles no parecía particularmente triste cuando espera­ba en la puerta. Era más bien como si supiera que algo importante estaba ocurriendo y que él tenía que estar preparado. Pero tan definida fue su reac­ción y tan notable la coincidencia, que pienso que muy bien pudo haber una co­nexión causal.

En este caso, como en la mayoría, las reacciones del perro eran inútiles para la persona herida. Fuera de toda otra consideración, el animal estaba demasiado lejos. Pero en algunos casos, los perros han ayudado a salvar la vida de sus amos o han tratado de salvarla.

En uno, el amo de la perra había caído de un kayac en medio del Rin y luchaba contra la corriente: «En mi triste situación, vi a mis amigos que co­rrían hacia mí con mi perra, que tiraba de ellos y ladraba con fuerza. Pre­guntaron si tenía algún problema porque, de pronto, la perra había empe­zado a desgarrar la correa y quería bajar al río... exactamente en el momento en que yo estaba a punto de abandonar mi lucha contra el agua».

En otro, en Irlanda del Norte, un pastor alemán, Chrissie, salvó la vida de su amo, Walter Berry, que había quedado cubierto de petróleo mientras

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132 EMPATIA A N IM A L

reparaba un coche y luego se prendió fuego accidentalmente con una he­rramienta de soldar. Cuando esto sucedía, el perro estaba con la mujer de Walter, Joan, a poco menos de doscientos metros, detrás de un par de talle­res y un patio. «Chrissie se puso furioso e hizo unos ruidos que nunca había hecho», dijo Joan. Ella se dio cuenta de que algo malo pasaba y dejó salir a Chrissie. Este se lanzó directamente hacia Walter. Joan lo siguió y, afor­tunadamente, llegó a tiempo para apagar el fuego. Chrissie salvó la vida de Walter.

En estos dos casos, precisamente porque los perros estaban lo bastante cerca como para servir de ayuda, es difícil excluir la posibilidad de que fue­ran alertados por sonidos u otras pistas sensoriales. Sin embargo, esta obje­ción no puede aplicarse a la perra de San Francisco, Lupé de nombre, que salvó la vida de su ama, a más de sesenta kilómetros de distancia:

Cuando Lupé tenía aproximadamente dos años, tomé una sobredosis de medicamentos un día que ella estaba con unos amigos en San José. Con poste­rioridad me informaron de que Lupé había ido repentinamente al límite de la propiedad y había comenzado a aullar «de una manera muy extraña», agitación que no pudieron aliviar. Después de un tiempo, mis amigos pensaron: «Algo ha de sucederle a Leone». Así fue como se dirigieron a toda prisa a San Francisco y me encontraron (Leone Katafiasz).

En muchos casos en que los perros aúllan sin razón aparente o muestran otros signos evidentes de tristeza, se ha descubierto luego que su amo no es­taba en peligro, sino realmente agonizando. Nada que pudiera hacer el pe­rro podía salvarlos.

P e r r o s q u e a ú l l a n c u a n d o m u e r e n s u s a m o s

De los cuarenta relatos que he recibido sobre la reacción de perros a la muerte de una persona ausente a la que están unidos, 36 (el 90 %) implica­ban respuestas vocales. En 21 casos, los perros aullaron; en cinco gimieron o lloraron; en cuatro, en los que no hay referencia a sonidos, se dice que es­taban «alterados», «desgraciados», «temblorosos» o «tristes».

Los casos más imprevistos son aquellos en los que el animal muestra cla­ros signos de tristeza en momentos inesperados, sobre todo cuando la per­sona y el animal están separados. En el ejemplo siguiente, correspondiente a la Guerra de las Malvinas, los separaban diez mil kilómetros:

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M U E RT E S Y A C C ID E N T E S A D IS T A N C IA 133

Mi hijo estaba muy unido a nuestra terrier de West Highland. Se incorporó a la Royal Navy en 1978 y, puesto que la mayor parte del tiempo prestaba ser­vicio en una base de la costa, venía regularmente a casa para los fines de sema­na. Viajaba en tren. Poco a poco nos dimos cuenta de que la perra comenzaba a excitarse unos 20 o 30 minutos antes de que él apareciera en la puerta, así que apenas empezaba sus corridas de ida y vuelta a la puerta de entrada, comenza­ba yo a preparar una merienda, de manera que cuando mi hijo llegara (siempre venía hambriento) estuviera lista su comida. En esa época acostumbraba a reír­se de ello. En abril de 1982, su barco, el HMS Coventry, fue enviado a las Mal­vinas. Muy pronto por la mañana del 25 de mayo, la perra se me abalanzó so­bre las rodillas temblando y gimiendo. Cuando llegó mi marido, dije: «No sé qué le pasa, hace más de media hora que está así. No quiere que la saquen de mis rodillas». En el noticiero de las nueve anunciaron que había sido hundido un «Type 42», y nosotros supimos que se trataba del HMS Coventry, aunqucsu nombre no se desveló hasta el día siguiente. Nuestro hijo era uno de los desa­parecidos. Nuestra perrita se consumió y murió pocos meses después (Iris Hall, Cowley, Oxford).

Es típico que sólo retrospectivamente se pueda comprender la tristeza de un perro o su aullido:

Mi hermano Michael era copiloto en un bombardero Wellington durante la guerra. En 1940 participó en muchos ataques sobre Alemania en 1940. Por esa época teníamos un perro, Milo, cruce de perro de lanas y collie, particular­mente aficionado a Michael. Una noche de junio, Michael regresaba a casa de un ataque cuando envió un mensaje por radio para decir que se hallaban justo frente a la costa de Bélgica y que pronto estaría de vuelta. Esa misma noche, Milo, que dormía en un establo en la parte posterior de la casa, aulló tanto que mi madre tuvo que levantarse y llevarlo a la casa. Michael nunca regresó de la misión de esa noche. Se lo dio por desaparecido, presuntamente muerto, el 10 de ju­nio de 1949 (Stephen Hyde, Acton, Londres).

En abril de 1968, mi marido y yo estábamos de vacaciones en Country Cork, Irlanda, cuando, el sábado de Pascua, él murió de manera completa­mente repentina. Nuestro perro de lanas de siete años estaba en casa de unos amigos, en St. Albans. Apenas pasada la medianoche, el perro aulló y se lanzó escaleras arriba en busca de mi amigo, que estaba en el baño. Mi marido mu­rió exactamente apenas pasada la medianoche (señora G. Moore, St. Albans, Hertfordshire).

Si en verdad el vínculo entre una persona y un animal es una conexión real que los une de manera invisible aun a miles de kilómetros de distancia,

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debería esperarse que la ruptura de ese vínculo por la muerte o peligro gra­ve de uno de ellos afectara al otro. Para tomar una simple analogía, si dos personas se conectan por medio de una banda elástica y estirada y una de ellas la sacude o la suelta, la otra siente una diferencia. Aun cuando no se­pan exactamente qué le ocurre a la otra persona, saben que algo ocurre.

Parece muy improbable que los perros establezcan esos vínculos sólo con personas. Son animales sociales y pueden establecer vigorosas conexio­nes entre sí. ¿Reaccionan los perros cuando otros perros a los que están uni­dos mueren en lugares distantes? A veces, sí. He aquí un ejemplo, tomado de un conjunto de siete casos en nuestra base de datos en los que la muerte de otros perros se produjo inesperadamente y a distancia:

Tengo una perra ovejera de Beance, Yssa, de dos años, que a los tres meses de edad vino a Francia conmigo de la isla de La Réunion, en el Océano Indico, a 10.000 kilómetros. Allí dejó a su madre, Zoubida, de diez años de edad. El 13 de febrero de este año, estaba Yssa durmiendo en la habitación de mi hijo. Al­rededor de las tres de la mañana vino a arañar mi puerta, gimiendo, llorando y excitada. No quiso salir. A las nueve de la mañana, llamó mi cuñado desde La Réunion. El guardián de la casa había encontrado muerta a Zoubida. La habían envenenado (doctor Max Rallón, Cháteauneuf le Rouge, Francia).

La existencia de tantos relatos de este tipo e independientes entre sí me persuade de que se trata de un verdadero fenómeno, aun cuando a este respecto no sea posible experimentar. Pero es preciso añadir investigacio­nes a través de la colección de más relatos bien documentados, de los cuales los más convincentes son los que implican testimonios serios de la conducta de los perros.

¿ P o r q u é a ú l l a n l o s p e r r o s c u a n d o m u e r e su a m o ?

El aullido no se encuentra en todas las especies de la familia canina —los zorros no aúllan, por ejemplo—, sino que se limita a los miembros de las es­pecies altamente sociales, como los perros domésticos, los dingos, los coyo­tes y los lobos.1

La literatura sobre ecología de los lobos sugiere que aúllan por dos ra­zones importantes: primero y ante todo, para contribuir a reunir la manada, particularmente antes de una cacería; y en segundo lugar, los individuos so-

1. Masson (1997), pág. 144.

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M U E RT E S Y A C C ID E N T E S A D IS T A N C IA 135

litarios aúllan en busca de contacto con otros miembros de la manada o para atraer a otros lobos durante la estación del apareamiento.2

Hay lobos y perros que aúllan a la luna o al cielo: nadie sabe por qué. Y algunos aúllan en respuesta al sonido del canto o del violín, como si trataran de cantar al mismo tiempo. Pero, al igual que los lobos, los perros domésti­cos aúllan muy a menudo cuando están solos, privados de la compañía de seres humanos o de otros perros, sobre todo si están encerrados. Desmond Morris dice que este «aullido de soledad» es una manera de decir «únete a mí».3 Entonces, ¿qué decir de sus aullidos cuando muere un compañero muy próximo?

De los relatos que he recibido de perros que aullaron cuando murieron sus amos, algunos estaban fuera de la casa y su aullido les sirvió para que los llevaran dentro, como en el caso de Milo. En este sentido limitado su aullido fue operativo y le proporcionó compañía y confortación. Pero en muchos casos, los perros aullaban cuando no estaban fuera de la casa y los intentos de las personas por consolarlos resultaron infructuosos, al menos en un primer momento. Tal vez este tipo de aullido sea una manera de expresar pena. Y puede tener una larga ascendencia evolutiva, porque diversos observadores de lobos han podido darse cuenta de que «los lobos aúllan de una manera particularmente luctuosa cuando ha muerto un compañero amado».4

Los animales que no aullaron, presentaban señales evidentes de pertur­bación o agitación. Es obvio que percibían que algo no iba bien. Tal vez no sabían qué, tal vez se hallaban simplemente en un estado de aprensión o de temor. Si los compañeros humanos estuvieran cerca, normalmente irían a ellos en busca de confortación.

R e s p u e s t a s d e g a t o s a a c c id e n t e s y m u e r t e s d is t a n t e s

Aunque son menos los gatos que los perros que parecen reaccionar a ac­cidentes y emergencias, las situaciones en las que lo hacen son similares, como muestran los siguientes ejemplos:

En mayo de 1994 estaba yo sentada en el balcón junto a Klaerchen, nues­tra gata persa de tres años, que ronroneaba placenteramente. Mi hija de onceaños había salido con una amiga en su bicicleta. Todo parecía maravilloso y ar-

2. Bradshaw y Nott (1995).3. Morris (1986), pág. 17.4. Steinhart (1995), pág. 24.

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monioso, pero de pronto Klaerchen saltó, emitió un grito que nunca le habíamos oído, se lanzó al salón a la velocidad del rayo y se sentó frente a los estantes donde se hallaba el teléfono. Un momento después sonó el teléfono y me in­formaron que mi hija había tenido un desgraciado accidente con la bicicleta y que la habían llevado al hospital (Andrea Metzger, Bempflingen, Alemania).

Las maneras en que los gatos responden a muertes distantes son seme­jantes a sus reacciones frente a las emergencias. Lo más común es que pro­duzcan ruidos insólitos, como aullidos, maullidos quejumbrosos o gemidos y que den señales de tristeza.

Teníamos un gato cartujo al que todos amábamos, pero que amaba a mi marido más que a nadie. En las vacaciones de verano fuimos en campamento a Dinamarca y dejamos al gato en un hogar de animales en Suiza. En Dinamarca, mi marido, que tenía cuarenta y ocho años y nunca había estado enfermo, mu­rió de un infarto. Cuando fuimos a Recoger nuestro gato, la señora del hogar nos dijo que ella supo exactamente cuándo nos había ocurrido la tragedia y nos dio con toda precisión el día y la hora, ¡que no tenía manera de saber! Nuestro gato se había retirado a un rincón y había gemido como nunca lo había hecho, mientras miraba fijamente a un punto delante de él, como si observara algo es­pecial, y le temblaba todo el cuerpo (Hedwig Ritter, Zurich, Suiza).

Pero mientras que la mayoría de los gatos responde vocalmente a la muerte de una persona distante, algunos reaccionan en silencio. Un gato simplemente se ocultó la noche en que el padre de una familia moría en el hospital: «Nadie pudo encontrarlo, nunca salió. Sólo emergió de su escon­dite cuando regresamos para el entierro» (Carlin, Lyons, Francia). Otros ga­tos cambiaron el sitio donde dormían.

El efecto de la muerte de la persona a la que están ligados no parece de­caer con la distancia. En algunos casos de nuestra lista, la persona que ago­nizaba se hallaba a miles de kilómetros de distancia y, sin embargo, el gato parecía saberlo. Por ejemplo, un gato perteneciente a una familia en Suiza estaba muy unido al hijo de la familia, Frank, que se había marchado a tra­bajar como cocinero de un barco. Volvía irregularmente de vacaciones y el gato acostumbraba a esperarlo en la puerta antes de que llegara. Pero un día el gato se sentó a la puerta y maulló con extremada tristeza. «No pudimos apartarlo de la puerta. Finalmente, lo dejamos en la habitación de Frank, donde lo olfateó todo, pero sin abandonar su lamento. Dos días después de la extraña conducta del gato nos informaron que nuestro hijo había muerto exactamente a la misma hora mientras viajaba, en Tailandia» (Karl Pulfer, Koppingen, Suiza). La distancia era de más de once mil kilómetros.

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R e a c c io n e s h u m a n a s a m u e r t e s d e a n im a l e s a d is t a n c ia

Si, como he sugerido, es posible concebir el lazo entre animal y persona como una banda elástica, las influencias debieran poder transmitirse en am­bas direcciones, de persona a animal y de animal a persona. Ya nos hemos ocupado de bastantes influencias de persona a animal. ¿Qué podemos de­cir de las influencias en la otra dirección? ¿Hay personas que reaccionan a sus animales cuando éstos tienen accidentes o se mueren lejos?

A juzgar por la cantidad de informes de la base de datos, los seres hu­manos son en general menos sensibles a sus animales que éstos a sus amos. Tenemos 54 informes de animales que reaccionan a la muerte distante de personas y sólo siete en sentido contrario. Los siete son de mujeres. Cinco se refieren a perros y dos a gatos. Cinco se produjeron con las mujeres des­piertas y dos en sueños.

Las experiencias en estado de vigilia implican típicamente sentimientos de preocupación y de tristeza, a veces también síntomas físicos. Por ejem­plo, el 20 de mayo de 1997, Dianne Arcángel salía de un hotel para ir al ae­ropuerto a coger un avión para regresar a su casa, en Texas. Poco después de comenzar el viaje en coche, a las 16.05, hora de Texas, empezó a sentirse agitada, pero no encontró ninguna razón para ello.

Cuando continuamos el viaje, empecé a sentir náusea y a transpirar. Tras unos quince minutos sentía retortijones tan intensos de estómago e intestinos que me cogí el estómago y me arqueé. Cuando llegamos al aeropuerto, me sen­tí repentinamente enferma y con una pena profunda. Con temor de que en casa pasara algo malo, muy malo, llamé a mi hija. «Acabamos de tener una terrible tormenta eléctrica, pero ya pasó», dijo y agregó que todo estaba en orden. Pero lloré todo el camino de regreso. Cuando llegué a Houston, a las diez de la no­che, encontré a mi marido deshecho en lágrimas. Me explicó que un rayo había caí­do en nuestra casa a las 16.08 (todos nuestros relojes se detuvieron a esa hora). Kitty, una de mis ocho gatos, se había asustado a tal punto con la tormenta que había salido. Cuando mi marido volvió a casa, vio dos grandes perros en el pa­tio trasero sobre el cuerpo sin vida de la gata. Cuando los echó, vio también que estaban cubiertos de sangre y pelo de Kitty. El traumatismo estaba situado en el animal en el mismo sitio en que yo había sentido aquel terrible dolor en el momento en que a ella le ocurría tal cosa (Dianne Arcángel, Pasadera, Texas).

Otras mujeres también experimentaron dolor físico, pero de manera menos específica. En el caso de Mary Wall, que vive en Wiltshire, el hecho se produjo cuando estaba a 3.600 kilómetros de su perro Shi Tzu, de vaca­ciones con su marido en Chipre:

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138 EMPATIA A N IM A L

A las cuatro de la tarde de un viernes, hora chipriota, se apoderó de mí una intensa sensación, al punto de que terminé por comentársela a mi marido. Algo muy malo pasaba con los perros. Tan fuerte era la sensación que resultaba físi­camente penosa. Al llegar al aeropuerto de Heathrow, unos pocos días después, me dijeron que el perro había muerto el sábado anterior. Nunca hubiera creído que un perro o cualquier animal pudiera afectar tanto a una persona, aunque dos o tres veces en mi vida había tenido experiencia de «saber» qué sucedía, pero sólo en relaciones íntimas.

A veces se dio el sentimiento de que algo no iba bien, pero no específi­camente con relación al perro. Por ejemplo, una suiza que estaba trabajan­do en su oficina de Basilea tuvo una mañana una sensación extraña. Dijo a sus compañeros de trabajo que no podía explicarlo. «Tras aproximadamen­te una hora me vino a la cabeza la idea de que debía llamar a casa. Así supe que una hora antes nuestro perro alsaciano había sido atropellado por un coche y había muerto» (Lotti Rieder-Kunz).

En otros casos, el conocimiento de que el perro había muerto era muy explícito. Nancy Millian, de New Haven, Connecticut, se había ido de va­caciones y había dejado en casa a su perro Blaze. «Aproximadamente a cin­co días de viaje me sentí increíblemente agitada y oía en mi cabeza las pala­bras: “Blaze ha muerto” . Se lo conté a mi amiga, quien me respondió que probablemente se tratara de una preocupación normal. Llamé a casa y me aseguraron que todo estaba bien.» Dos días más tarde llegó a su casa para enterarse de que su perro había muerto realmente el día en que ella se había sentido agitada. El cuidador del animal no había querido perturbarla, sa­biendo que su regreso anticipado no cambiaría en absoluto las cosas.

Por ultimo, he aquí un ejemplo de información explícita contenida en el sueño de una adolescente:

En el verano de 1992 estuve fuera de casa el mes de julio. Una noche tuve una pesadilla en la que mi gato era atropellado por un coche en nuestra calle (vivíamos a la sazón en Bélgica y yo me hallaba en Holanda). A4a mañana si­guiente recordé el sueño y, dado que entonces llevaba yo un diario, lo anoté. Cuando llegué a casa me dijeron que mi gato había sido atropellado. Controlé el diario y comprobé que el accidente se había producido la misma noche en que yo tuve el sueño (Laura Broese).

En todos estos casos, la gente y sus animales estaban muy separados y no podía haber transferencia de información a través de canales sensoriales normales. A mi juicio, la única explicación posible es la telepatía o algo pa­recido. Así como los animales pueden reaccionar telepáticamente cuando

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sus amos sufren o se mueren, así también pueden las personas ser influidas por el sufrimiento o la muerte de sus animales.

P e r s o n a s q u e s a b e n c u á n d o m u e r e o t r a p e r s o n a

Los fenómenos descritos hasta ahora en este capítulo se refieren a per­sonas y a animales. Sin embargo, este tipo de reacciones a muertes y acci­dentes distantes puede darse también de persona a persona. En verdad, al­gunos de los casos más impresionantes de telepatía humana conciernen a personas que se hallan lejos y que están en peligro o se están muriendo. Los pioneros de la investigación parapsicológica, que empezaron hace más de un siglo, reunieron colecciones impresionantes de casos, autentificados me­diante cuidadosa investigación y confirmados por testigos.5 En algo más de la mitad de esos casos, las personas soñaron con la persona que se moría o que se hallaba en apuros. De los casos que se produjeron con las personas en estado de vigila, la mayoría entraña una impresión o intuición sin imagen visual. Alrededor del 20 % de la cantidad total de casos implicaban imáge­nes o alucinaciones.6

De los casos de la base de datos en que las personas parecían conocer la pena o la muerte de animales de compañía distantes, uno implicaba imá­genes visuales: el sueño acerca del gato atropellado. Los otros presentaban sentimientos, impresiones o intuiciones. El mismo tipo de experiencias que se da con animales parece darse también con otras personas, aun cuando di­fieran las proporciones de sueño y vigilia o de comunicaciones visuales o no visuales. Así como la mayoría de los casos de telepatía de persona a persona depende de la intimidad de la relación, así también ocurre en los casos de persona a animal de compañía o de animal de compañía a persona que he­mos estudiado en este capítulo.

5. Gurney, Myers y Podmore (1886); Broad (1962).6. Stevenson (1970).

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CUARTAPARTE

Intenciones, llamadas y telepatía

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CAPÍTULO

________ 7Captación de intenciones

Los vínculos entre perros y personas se han formado a lo largo de dece­nas de miles de años y los vínculos entre gatos y personas y entre caballos y personas, a lo largo de por lo menos cinco mil años. Son vínculos interespe­cíficos que han evolucionado sometidos a la selección natural y a la selec­ción humana deliberada a lo largo de muchas generaciones.

Los vínculos sociales entre personas y animales domesticados son seme­jantes a los que se dan entre animales de la misma especie, por ejemplo, una pareja de reyezuelos en su nido, los miembros de un cardumen, los lobos en una manada de caza o miembros de una tribu de aborígenes australianos. Son vínculos entre los campos mórficos de grupos sociales. Gracias a estos campos, los miembros del grupo pueden permanecer conectados a pesar de estar muy lejos unos de otros y pueden comunicarse telepáticamente entre sí.

Ya hemos visto que esta clase de comunicación a distancia permite a muchas especies de animales de compañía saber cuándo sus amos están de camino a su casa. En algunos casos, los animales parecen detectar la in­tención de sus amos de regresar a su casa antes incluso de que comiencen concretamente el viaje. Hay seres humanos con una capacidad similar, pero esta capacidad se ha desarrollado mejor en las sociedades rurales tradicio­nales que en las modernas y en nuestra civilización urbana es más evidente

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en niños pequeños que en adultos. Con las personas, lo mismo que con los animales no humanos, estas anticipaciones telepáticas sólo se dan cuando los lazos emocionales con la persona que regresa son muy estrechos.

Este tipo de lazos, ya se trate de seres humanos exclusivamente, ya —que es lo que ahora nos interesa— entre animales y personas, también ti le re­sonancias emocionales. Los animales pueden confortar y curar a sus amos. Aun cuando estén separados, uno de los socios así unidos puede decir cuán­do el otro está abatido o se está muriendo. Esto también implica una clase de telepatía y opera en ambas direcciones, de las personas a los animales y de los animales a las personas.

Esto lleva a analizar de qué manera las intenciones, las llamadas y las ór­denes de las personas pueden afectar a sus compañeros animales y de qué manera pueden los animales afectar de modo similar a las personas. En al­gunos casos, estas intenciones, llamadas y necesidades parecen comunicar­se telepáticamente. Esta capacidad telepática existe en las sociedades ani­males del mundo salvaje, lo que demuestra que la telepatía tiene un largo pasado evolutivo. La telepatía es natural, no sobrenatural, y constituye un aspecto importante de la comunicación animal. La telepatía humana debe ser tratada en el marco más amplio de este contexto biológico.

Empiezo por estudiar las maneras en que los animales captan las inten­ciones de sus amos y la manera en que las personas captan las intenciones de sus animales de compañía.

A n im a l e s q u e « l e e n l a m e n t e »

Mucha gente ha observado que sus animales parecen leerles la mente. La capacidad perceptiva de los animales de compañía puede muy bien de­pender de una combinación de influencias tales como la observación del lenguaje corporal, la audición de palabras particulares y el aprendizaje de las rutinas de los amos. Pero también es posible que sean capaces de captar directamente las intenciones gracias a una suerte de resonancia o telepatía. Como hemos visto en las dos partes anteriores de este libro, hay animales que captan las intenciones y los sentimientos de las personas a muchos kiló­metros de distancia, de modo que sería sorprendente que no pudieran ha­cerlo cuando están cerca.

Muchas personas experimentadas en el trato con animales dan por su­puesta la telepatía y hay un rico repertorio de experiencias anecdóticas que abundan en favor de las influencias telepáticas. Por otra parte, los escépti­cos convencidos creen que cualquier conexión misteriosa hoy desconocida

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para la ciencia es en verdad imposible o demasiado improbable como para tomarla en serio.

La única manera de resolver este problema es examinar detenidamente la evidencia procedente de las experiencias de personas con sus animales de compañía y luego realizar experimentos para esclarecer qué es lo que sucede.

G a t o s q u e d e s a p a r e c e n a n t e s d e l a s v is it a s a l v e t e r in a r io

Hay gatos a los que les disgusta enormemente ir al veterinario. Docenas de dueños de gatos me han dicho que sus gatos simplemente desaparecen cuando llega el momento de ir a cogerlos para llevarlos a la cita. Los dueños experimentados de esos gatos tratan de evitar darles cualquier pista, pero a menudo sus esfuerzos son inútiles.

El gato siempre sabe con horas de antelación en qué momento voy a lle­varlo al veterinario, mucho antes de que vaya a la buhardilla a buscar su cesto. Procuro actuar lo más naturalmente posible para que no se dé cuenta, pero adi­vina mis intenciones en todo momento y aullará para que lo deje salir (Andrea Künzli, Starrkirsch, Suiza).

Esto es un inconveniente no sólo para los dueños de los animales, sino también para los veterinarios. Algunos aconsejan a la gente que mantenga al gato encerrado en la casa antes de la cita, sobre todo cuando se le aplicarán inyecciones o se le practicará una operación. Pero hay gatos que se escapan.

¿En qué medida es común esta conducta? Hemos realizado una en­cuesta con las clínicas veterinarias que figuran en el listín telefónico de pá­ginas amarillas de Londres. Entrevistamos a los veterinarios, sus enfermeras o sus recepcionistas, a quienes preguntamos si tenían experiencia de dueños de gatos que cancelaran citas por desaparición del animal. Sesenta y cuatro sobre sesenta y cinco clínicas tenían este tipo de cancelaciones con harta fre­cuencia. La clínica restante había abandonado el sistema de citas concerta­das para gatos: la gente tenía simplemente que esperar turno con su gato y así se había resuelto el problema de las citas canceladas.

Aunque fue general el acuerdo acerca de que hay gatos que captan de verdad las intenciones de sus amos, hubo diferencias de opinión en cuanto a la explicación de este hecho:

No siempre se trata del cesto del gato. Los clientes saben que una vez que dejan ver el cesto, no hay ninguna esperanza de coger a los gatos, de modo

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que normalmente ocurre antes de sacar el cesto. La gente dice que llega a su casa a las 17.30 horas y el gato está siempre en el escalón de entrada, excepto el día de la cita. Pienso que les han leído el pensamiento, pues el amo no ha estado en todo el día, así que el animal no pudo haberlo visto intranquilo o compor­tarse de manera diferente. Dicen: «No sé por qué no ha venido por su té. Es muy extraño» (recepcionista de veterinario, East Barnet).

A veces la gente dice que se han ido a buscar el cesto y el gato se ha metido en los arbustos del jardín o que los gatos no siempre regresan por la mañana y que eso ocurre antes de haber visto el cesto. Se espera que entren para coger su desayuno, pero se quedan en un árbol. O bien, la gente sale para ir a trabajar y mientras tanto el gato va y se esconde (enfermera de veterinario, Wembley).

A veces los gatos ven el cesto y a veces desaparecen sin motivo aparente. Ocurre con mucha frecuencia. Los animales tienen sentidos extra que nosotros no comprendemos. No llegaré a decir que se trata de telepatía, pero sintonizan con gran fineza con diferentes situaciones. Pueden captar la conducta y los sen­timientos de las personas, pero no llegaría al extremo de decir que también captan sus pensamientos (veterinario, Eascote).

Es en general difícil, si no imposible, desentrañar la manera en que los animales captan las intenciones de su amo cuando están cerca. Pero ¿qué de­cir si en el momento en que una persona decide llevar el gato al veterinario, el animal no está presente? Por ejemplo, si una persona llama al veterinario des­de su lugar de trabajo para concertar una cita para esa misma tarde, ¿encon­traría al gato en su casa cuando llegue para recogerlo? ¿Y desaparecería in­cluso si el día de visita lo eligiera al azar una tercera persona y el amo del gato sólo se enterara de ello una vez en el lugar de trabajo? De esta manera se po­dría someter a control experimental la existencia de un componente telepáti­co en la capacidad de algunos gatos para leer las intenciones de sus amos.

O t r a s a v e r s io n e s f e l in a s

No son las visitas a los veterinarios lo único que los gatos tratan de evi­tar. Algunos también escapan cuando se les va a administrar medicamen­tos, rociarlos contra las pulgas o someterlos a otros procedimientos que les disgustan.

Mi gato Ciggy sabe de dónde saco sus alimentos y a menudo se coloca cerca de ese sitio, esperando impaciente su próxima comida. Sin embargo, cuando voy al mismo aparador a coger el rociador para tratarle el pelo, antes in­

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cluso de tener yo el rociador en la mano, se echa a correr, atraviesa la gatera y se va al jardín para evitar que lo rocíe. Nunca le digo cuándo voy a rociarlo e in­cluso he tratado de pensar en otra cosa mientras iba a buscar el rociador, pero siempre parece captar mi intención (Sheila Howard, Wandsworth, Londres).

Los gatos también tienden a desaparecer antes de ser llevados a otro si­tio para siempre. Durante muchos años, Pauline Weston de Roehampton, Surrey, trabajó en el rescate de gatos, que acogía en respuesta a llamadas telefónicas de quienes los encontraban o de personas que ya no querían te­nerlos. En nueve de cada diez casos, hubo que sacrificarlos.

Continuamente nos encontrábamos con que, si concertábamos una cita para recogerlos, aun con grandes esfuerzos de parte de quienes los tenían a su cargo, era imposible encontrar a los animales. Nos decían que el gato había de­saparecido minutos después de efectuada la llamada para concertar la cita, o in­cluso antes. Sólo rodeando de tablas una habitación y tapiando literalmente toda entrada, grieta, hueco de ventilación, etc., se podía contar con la seguri­dad de hallar al animal. Tanto tiempo, gasolina y horas/hombre se perdía, que tuvimos que cambiar una y otra vez el sistema. Inevitablemente, hubo visitas en que nunca se pudo capturar al gato.

Es obvio que la percepción de peligro inminente tiene para los gatos va­lor de supervivencia y es de suponer que, si los animales salvajes tienen ha­bilidades comparables, se vean favorecidos por la selección natural. Pero de estas intuiciones se sabe menos aún respecto de los animales salvajes que de los de compañía.

En comparación con los gatos, los perros raramente desaparecen o tratan de esconderse antes de ir al veterinario. Sin embargo, algunos parecen saber cuándo están de camino a la clínica. Maxine Finn, una recepcionista de ve­terinario del norte de Londres, describía en estos términos sus reacciones:

Muchos clientes tienen perros que saben cuándo van al veterinario. Mien­tras ellos conducen, el perro comienza a temblar y a gemir como si supiera a dónde va. Más o menos un cliente por semana dice eso. A veces tenemos clien­tes que vuelven años después de su última visita y sin embargo los perros co­mienzan a temblar por el camino. O bien parecen recordar el camino, o bien es que de alguna manera captan a dónde van.

Algunos perros, como los gatos, también anticipan cuándo están a pun­to de ser sometidos a procedimientos que les disgustan, como el baño o el corte de uñas o de pelo.

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El día que le íbamos a cortar el pelo a nuestra perra de lanas Snowy (cosa que hacíamos más o menos cada seis meses), ninguna precaución que tomára­mos para que no se enterara impedía que se arrastrara bajo el piano o una cama para esconderse. Hasta el día de hoy no he podido comprender cómo lo sabía si no era leyéndome la mente (Sylvia Scott, Goostrey, Cheshire).

La manera más común en que los perros responden a las intenciones de sus amos no se manifiesta en las aversiones, sino en su entusiasmo por los paseos.

P e r r o s q u e a n t ic ip a n q u e s a l d r á n a p a se a r

La mayor parte de los perros se excita ante la perspectiva de un paseo y reacciona con impaciente anticipación cuando ven a sus amos preparándo­se para sacarlos o cuando oyen palabras tales como «paseo» o «pasear». A algunos los sacan de manera rutinaria, todos los días a la misma hora, y a esa hora se excitan. Por ejemplo, si se los lleva a pasear habitualmente tras la fi­nalización de un programa determinado de televisión, cuando oyen la mú­sica que acompaña al título «Fin» o ven que se apaga el aparato, muestran señales de anticipación. A este respecto, sus reacciones son como los «refle­jos condicionados» que estudió el psicólogo ruso I. P. Pavlov, quien descu­brió que, cuando se daba a los perros carne después de haberles hecho oír un timbre, terminaban por asociar el timbre con la alimentación y excreta­ban saliva cuando sonaba el timbre, antes de haber visto la carne.

Pero hay muchos propietarios de perros que no sacan a pasear a sus ani­males con un horario rutinario y muchos han observado que la excitación de los animales comienza antes de habérseles suministrado señales eviden­tes, como ponerse el abrigo o coger la correa. Por ejemplo:

A causa del trabajo y de los compromisos familiares llevo a pasear a mi pe­rro Digby a horas diferentes, pero siempre parece saber cuándo pienso hacer­lo. Podemos estar él echado tranquilamente y yo haciendo algo en la casa cuan­do a mí se me ocurre pensar en silencio: «Terminaré esto y luego sacaré a Digby». Entonces se levanta y me sigue con la mirada expectante y agitando la cola. No sé si lo que leía es mi lenguaje corporal o mis pensamientos, pero pue­de faltar una buena media hora para que salgamos y sin embargo sabe qué es lo que pienso. Nome quita los ojos de encima ni se aparta de mi lado. A menu­do esto me ha asombrado (¡e irritado, pues tropiezo permanentemente con él!). No dejo de preguntarme cómo lo sabe (señora R. Kellard, Abington, Northamptonshire).

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Hay muchas otras personas que se desconciertan por la manera en que los perros parecen leer sus pensamientos cuando no dan ninguna señal de su in­tención. Tenemos más de cincuenta informes en nuestra base de datos. Lo mismo que la señora Kellard, la mayoría de los informantes son conscientes de la posibilidad de que el lenguaje corporal pueda delatarlos, pero algunos han llegado a la conclusión de que ésta no puede ser siempre la explicación, por­que sus perros reaccionan incluso si están dormidos o sin posibilidad de verlos:

No puedo entender cómo mi perro Ginny, un híbrido que tuve durante sie­te años, puede saber que voy a sacarlo a pasear (y a los otros dos perros). Basta con que piense yo en ello para que se ponga a saltar de alegría. Debo aclarar que los animales se pueden mover libremente en nuestra finca cuando se sien­ten así. He realizado este experimento varias veces con él. A fin de excluir cual­quier posibilidad de contacto visual e información por medio de otros sentidos dejé al perro en el jardín, detrás de ventanas y puertas cerradas, en el momen­to de pensar en sacarlo. Sin embargo, el resultado era siempre el mismo: se po­nía loco de alegría y de expectación. Mis otros dos perros no son como él (Li- liane Hoschet, Cessange, Luxemburgo).

Podía yo estar haciendo cualquier cosa o nada, simplemente sentada co­siendo o cocinando, me venía a la cabeza el pensamiento «Vete a dar un paseo, llévate a los perros, es un día precioso» e inmediatamente tenía a mis perros sal­chicha a mis pies agitando la cola. No podían saberlo por mi expresión ni tam­poco por mis movimientos, pues esto sucedía cuando los perros estaban en el jardín o profundamente dormidos. Deliberadamente puse a prueba mi teoría. Ellos no podían verme de ninguna manera. Apenas me venía el pensamiento a la cabeza, los perros lo sabían, con independencia de lo que estuvieran hacien­do en ese momento (Mary Rothwell, Arnold, Nottingham).

Con perros que responden de esta manera es posible realizar experi­mentos simples en los que se mantenga a estos animales donde no puedan oír, ver ni oler a su amo y se los filme continuamente en vídeo. Luego, en un momento seleccionado al azar, los amos comienzan a pensar en sacarlos a pa­sear, lo que hacen tras un intervalo de, digamos, cinco minutos. ¿Muestra el vídeo que los perros dan señales de excitación antes de que los saquen a pa­sear y después de que a su amo le vino a la mente la intención de hacerlo?

Jan Fennell, de Winterton, Lincolnshire, ya ha realizado, a mi petición, algunos experimentos preliminares de este tipo. Es una conductista animal muy consciente de la manera en que los animales pueden captar las pautas o pistas rutinarias a partir de la conducta de sus amos. Tiene seis perros y ya había observado que los perros parecían saber cuándo tenía ella intención

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de sacarlos en momentos no rutinarios a pesar de haber tratado de evitar no darles pista alguna de ello.

En vistas al experimento, se encerró a los perros en un edificio fuera de la casa, donde fueron constantemente filmados por una cámara de vídeo montada sobre un trípode y enfocada a la puerta. Mientras duró la filma­ción, ella pensaba en sacarlos a pasear en momentos escogidos al azar. Los experimentos se realizaron en cinco días distintos: una vez por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche.

Las cintas de vídeo muestran que la mayor parte del tiempo los perros están echados en cualquier sitio o juegan juntos, mientras que, de vez en cuando, algunos perros reaccionaban brevemente irguiendo las orejas en respuesta a ruidos externos, como el paso de ciclomotores. Pero tras la de­cisión dejan de sacarlos a dar un paseo, en cuatro de los cinco vídeos los perros se aproximaban más a la puerta, formaban, sentados o en pie, un se­micírculo frente a ésta y algunos agitaban la cola. Se mantenían en esa posi­ción de evidente anticipación entre tres y cinco minutos hasta que llegaba Jan y abría la puerta para dejarlos salir. Contrariamente, en el vídeo restan­te, no mostraban esa reacción de anticipación y sólo se los veía interesados unos trece segundos antes de que Jan entrara al edificio anexo, probable­mente en respuesta al ruido que producía ella al acercarse.

Además, en un experimento de control, Jan encerró a los perros y visitó el edificio anexo en momentos escogidos al azar pero sin intención de sa­carlos a pasear. Cuando llegaba, sólo uno de los perros iba a la puerta antes de que la abriera, con apenas unos doce segundos de antelación. Cuando Jan abría la puerta, los otros perros se levantaban y se movían, pero con notable tranquilidad, sin ninguna muestra de la excitación que precedía a un paseo.

Estos experimentos pioneros sugieren que los perros anticipaban real­mente la intención de su ama de sacarlos a pasear en la mayoría de las oca­siones, aunque no en todas, sin ninguna posibilidad de verla.

P e r r o s q u e s a b e n c u á n d o s e l o s sa c a r á e n c o c h e

Hay perros que anticipan cuándo saldrán con su amo en coche. Este fe­nómeno es similar al de la anticipación de los paseos. Aunque muchas veces las rutinas o las pistas sensoriales normales explican las reacciones de los pe­rros, éste no es siempre el caso. He aquí un ejemplo que llega de Australia:

Mi mujer y yo salimos de casa a intervalos irregulares para ir a comprar, etc.En general, llevamos el perro en el coche. Al salir, el perro se sienta cerca de la

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C A P T A C IÓ N DE I N T E N C I O N E S 151

puerta del maletero, donde viajará. Si voy al coche con la intención de salir, el perro se lanza a la puerta del maletero. Pero sí voy con las llaves en la mano sólo para recoger algo que me he olvidado en el coche, el perro no responde. Hoy, cuando estábamos sentados a la mesa para tomar el desayuno, mi mujer dijo que le gustaría salir de compras en cinco minutos. Por la ventana de la cocina vi que el perro ya estaba sentado junto a la puerta del maletero y mirando, ex­pectante, a la puerta de la casa. A esa hora yo no había salido de la casa ni ha­bía tenido contacto previo con el perro. No había ningún elemento físico, que nosotros sepamos, capaz de indicar al perro que estábamos a punto de salir (Dieter Eigner, Powelltown, Victoria).

En nuestra base de datos hay más de treinta ejemplos de este tipo, pero no hace falta analizarlos exhaustivamente, dada su similitud general con la anticipación de los paseos. Las mismas consideraciones se aplican a los ex­perimentos diseñados para eliminar pistas sensoriales normales. La decisión de salir en el coche se tomaría en momentos escogidos al azar con el amo se­parado del perro, de tal modo que éste no pudiera recibir ninguna informa­ción por la vista, el oído ni el olfato. La reacción del perro debía registrarse en un vídeo que funcionara permanentemente, con la cámara apuntando a la zona donde el perro acostumbra a esperar (en este ejemplo, las proximi­dades de la puerta del maletero).

P e r r o s q u e s a b e n c u á n d o s u s a m o s e s t á n a p u n t o

DE DEJARLOS UN TIEMPO

Hay una gran diferencia en la vida de los animales domésticos cuando sus amos están fuera, sobre todo cuando se van de vacaciones o en otros via­jes largos. Muchos perros y gatos parecen captar las intenciones de sus amos de irse. Sin duda, a menudo esto sucede porque los animales ven preparati­vos evidentes, tales como hacer las maletas. Pero en nuestra base de datos hay más de cien informes de dueños de anímales de compañía que piensan que los animales saben eso incluso antes de haber visto señal delatora algu­na. Por ejemplo: «Si alguien iba a salir de vacaciones, tres o cuatro días an­tes de que se marchara y antes de que empezara a preparar las maletas, nuestro perro labrador presentaba un aspecto triste. Tras la partida, volvía a la normalidad» (Mary Burdett, Blackrock, Irlanda).

En las cuatro encuestas que mis colegas y yo realizamos en Gran Breta­ña y los Estados Unidos (pág. 65), una de las preguntas decía: «¿Estaría us­ted de acuerdo o en desacuerdo con que su animal de compañía sabe que

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O perros H Qaíos

Londres Ramsbottom Santa Cruz Los Ángeles

Figura 7.1. Los porcentajes de dueños de perros y de gatos que dijeron que sus animales sabían cuándo iban a salir antes de haber dado ellos ninguna señal física de que lo harían. Las encuestas se realizaron con una muestra aleatoria de casas de Londres, Ramsbotton (en el norte de Inglaterra), Santa Cruz y Los Angeles (ambas en California).

saldrá usted de viaje antes de haber dado ninguna señal física de ello?». Esta cuestión cubre varios fenómenos diferentes: salir de viaje, salir y dejar los animales y salir y llevarse de viaje a los animales. En promedio, el 67 % de los dueños de perros y el 37% de los de gatos están de acuerdo (fig. 7.1). Es­tos fueron los porcentajes de respuestas positivas a las preguntas que for­mulamos acerca de la perceptividad de los animales de compañía. Pero, aun­que ésta es una de las maneras más comunes en que los animales reaccionan a las intenciones de las personas, es una de las más difíciles de someter a pruebas experimentales, porque es difícil mantener la persona en cuestión lejos del animal durante horas, o incluso días, antes de la partida.

A n im a l e s q u e s a b e n c u á n d o s e l o s vá a a l im e n t a r

Muchos animales parecen saber cuándo se los va a alimentar y a menu­do su excitación es una clara señal de anticipación. Muchas veces esta ex­pectación puede deberse a la rutina o a que el animal ve, huele u oye a su amo preparar la comida, o bien puede ser respuesta a cualquier otra señal

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que esa persona produzca. Pero también puede depender de una detección más sutil de intención.

Los ejemplos más sorprendentes no se refieren a comidas regulares, sino a obsequios o golosinas.

Cuanto mayor se hace Maxi, mi pastor alemán, más telepático parece ser. Basta que yo piense «salchichas», «chocolate» o «golosina», para que haga él su aparición. Puede estar en el jardín, con la puerta cerrada y, sin embargo, «sabe». Puedo abrir una docena de veces la nevera sin que reaccione, pero si cojo de la nevera salchichas o chocolate, allí está él «llamando» a la puerta para entrar (Frank Bramley, Telford, Shropshire).

Los gatos exhiben una conducta muy parecida. He aquí uno entre mu­chos ejemplos:

Mi gata atigrada Tiger acostumbraba a contonearse entre mis piernas para recoger los trocitos de carne que caían al suelo —lo que no tiene nada de raro—, pero siempre parecía saber cuándo estaba yo simplemente pensando en picar carne (no reaccionaba si me disponía a picar fruta o vegetales) porque en ese momento estaba siempre a mis pies —a pesar de que un instante antes hu­biera estado enroscada durmiendo o en el jardín— incluso antes de que abrie­ra el cajón en el que guardaba la picadora y también antes de que cogiera la car­ne (de lo contrario, hubiera supuesto que la olía). Era exactamente como sí me leyera el pensamiento, pues nunca reaccionaba cuando abría el mismo cajón para coger otros utensilios (Joan Hayward, Dorchester).

¿Cómo lo saben? En algunos casos pueden intervenir el oído o el olfa­to, cuya capacidad es enormemente superior a la de los correspondientes sentidos humanos; pero también puede que respondan telepáticamente a las intenciones humanas, incluso a distancia. Estas son las alternativas fami­liares que se han presentado en los análisis previos de las respuestas de los animales a las intenciones de sus amos. Una vez más, la única manera de tra­tar de resolver el problema reside en separar el animal de su amo, de tal modo que se pueda descartar por completo la vista, el olor y la audición.

C a b a l l o s

Muchos dueños de caballos y cuidadores de establos han observado que sus animales parecen anticipar cuándo se los va a alimentar, pero es difícil separar los efectos directos de la intención de la rutina o de la audición o la vi­

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sión de la preparación y el transporte de la comida. Sin embargo, algunos due­ños de caballos viven a kilómetros del establo o del potrero donde pastan, demasiado lejos como para que los animales puedan verlos, olerlos u oírlos, y en estas circunstancias hay caballos que parecen anticipar su llegada, como si supieran que están en camino, aun cuando vayan sin ninguna regularidad.

Olwen Way, que vive en Brinkley, cerca de Newmarket, solía atender una caballeriza y unos establos de caballos de carrera, por cuya razón tiene muchos años de experiencia con estos animales. Ahora tiene un poni llamado Freddy cerca de la casa de su hijo, en el pueblo vecino, Burrough Green, a cuatro kilómetros en coche desde su casa. Dado que Freddy padece de lami- nitis (una inflamación del vaso, exacerbada por la ingesta de hierbas tiernas) y por eso hay que mantenerlo en un potrero de hambre, Olwen va diaria­mente a Burrough Green a darle de comer. A menudo, su nuera y sus nietos le cuentan que Freddy va al cercado del potrero y parece esperar a Olwen antes de que llegue efectivamente, no obstante la irregularidad de su horario.

Durante un período de seis meses, Olwen y su familia llevaron un regis­tro de las conductas de espera de Freddy los días en que había alguien que pudiera observarlo. En general, Freddy reaccionaba entres dos y tres minu­tos antes de que Olwen llegara en su coche, pero a veces lo hacía entre ocho y diez minutos antes, cuando ella salía de su casa. En una ocasión fue desde un pueblo más alejado, a veinte minutos de viaje, y Freddy reaccionó vein­te minutos antes de que Olwen llegara. También hemos filmado en vídeo la conducta de Freddy en experimentos en los que Olwen iniciaba el viaje en respuesta a llamadas escogidas al azar y viajaba en taxi. Freddy también reac­cionaba con antelación, lo que descartaba por completo la posibilidad de que respondiera de manera rutinaria o a sonidos del coche de Olwen.

C h im p a n c é s e n a n o s

Hemos averiguado acerca de la anticipación de los momentos de ali­mentación de monos en general y de antropoides en los diversos zoológicos de Europa. En la mayoría de los casos, los animales son alimentados a in­tervalos regulares, de modo que es difícil distinguir entre los efectos de las intenciones de sus cuidadores y los de la mera rutina. Además, como la ma­yoría de los animales de zoológico, tienden a estar bien alimentados, así que raramente tienen mucha hambre.

Mi historia favorita de antropoides procede de Betty Walsh, cuidadora jefa de chimpancés del Zoo de Twycross, en Warwickshire, Inglaterra. Se re­fiere a sus chimpancés enanos:

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Una chimpancé tenía una larga caña de bambú, con la que pegaba a las personas del público, de modo que deseábamos quitársela. Yo tenía un bolso con cuatro bollos que pensábamos comer con el té y se me ocurrió darle un bo­llo si me entregaba la vara. Pero la mona vio que tenía yo cuatro bollos y rom­pió la vara de bambú en cuatro trozos, uno por cada bollo. Eso era más que in­teligente y se le ocurrió en un abrir y cerrar de ojos.

Aquí es imposible separar telepatía, señales sutiles y aguda inteligencia. La mona captó de alguna manera la intención de su cuidadora de compen­sarla con un bollo si le daba la vara y, al ver que tenía cuatro pasteles, pensó inmediatamente la manera de conseguirlos todos.

A pesar de la dificultad de distinguir la anticipación telepática de la ru­tina, hay monos antropoides que reaccionan de tal manera que sugiere que captan la intención de su cuidador de alimentarlo. Por ejemplo, Jacqueline Ruys, cuidadora jefa en el Apenheul Zoo de Apeldoorn, Holanda, tiene a su cargo tres chimpancés enanos. Prepara su comida a primera hora de la tar­de y la guarda en un edificio que está a cien metros de distancia de la jaula de los chimpancés, con árboles y otro edificio de por medio. Los animales suelen ser alimentados entre las tres y las cinco de la tarde, pero no a una hora fija:

En el momento en que salgo de nuestro edificio con el cubo de comida en la mano, los monos no pueden verme, pero los machos comienzan a chillar de inmediato. Comienzan a gritar apenas saco un pie fuera de la puerta. Sin em­bargo, cuando salgo a arrojar un cubo de basura en el contenedor exterior, esto es, sin comida para ellos, los monos no chillan. Entro y salgo del edificio don­de preparamos su comida unas cincuenta veces. No sé como lo saben, pero sa­ben cuándo voy con la comida y no con cualquier otra cosa.

En situaciones tales como ésta, debiera ser posible montar experimentos en los que se filmara a los animales y se escogieran los momentos de alimen­tación al azar. Puesto que recibir alimento es tan fundamental para todos los animales, este tipo de experimentos podría proporcionar una manera de descubrir qué especies son capaces de unirse a sus cuidadores humanos y responder telepáticamente a sus intenciones. Aquí reside, como en todos los otros casos, un gran potencial de investigación empírica.

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CAPÍTULO

___________ 8Llamadas y órdenes telepáticas

En el capítulo anterior he analizado la manera en que los animales res­ponden a las intenciones de las personas. Muchos animales parecen captar intenciones, les guste a sus amos o no, y sin ningún esfuerzo deliberado de éstos.

Al llamar a un animal o darle órdenes, los propietarios se proponen in­fluir en la conducta de sus animales. Una persona que llama a un gato quie­re que el gato acuda. Un pastor quiere que su perro conduzca el rebaño de acuerdo con sus intenciones. Un jinete desea que su caballo salte una valla. Mediante llamadas y órdenes, la gente induce a los animales a hacer algo. A veces se tiene la impresión de que estas llamadas y estas órdenes se transmi­ten telepáticamente y que esta transmisión puede darse en ambas direccio­nes: de personas a animales y de animales a personas.

La telepatía también parece darse en conexión con llamadas telefónicas. Hay gatos y perros que parecen saber cuándo es su amo quien llama o está a punto de llamar. Y muchas personas han tenido análogas experiencias te­lepáticas de la llamada de alguien en particular, antes de hacerse efectiva la llamada.

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¿ H a st a q u é p u n t o s o n c o m u n e s l a s e x p e r ie n c ia s t e l e p á t ic a s c o n a n im a l e s ?

Entre la gente que trabaja con perros y con caballos, la existencia de in­fluencias telepáticas suele darse por supuesta. «Ninguna persona sensata las discute», dijo Barbara Woodhouse, la formidable amaestradora inglesa de perros:

Nunca deberías olvidar que el perro capta tus pensamientos gracias a un agudo sentido telepático y es inútil pensar en una cosa y decir otra; es imposible engañar a un perro. Si deseas hablar con tu perro, debes hacerlo tanto con el po­der de la mente y de la voluntad como con la voz. Yo comunico mis deseos me­diante la voz, la mente y el amor que siento por los animales... La mente de un perro es tan rápida en la captación de pensamientos, que éstos van entrando en la mente del perro a medida que los piensas. A este respecto me cuesta mucho dar órdenes a los dueños de perros en clase, pues el perro obedece a mis pensa­mientos antes de que mi boca haya tenido tiempo de transmitírsela a aquéllos.1

Cuando empecé a preguntar a dueños de animales domésticos, amaes­tradores de perros, ciegos con perros lazarillos y jinetes acerca de su comu­nicación con sus respectivos animales, rápidamente me di cuenta de que las opiniones de Barbara Woodhouse sobre el tema son ampliamente compar­tidas. Esta impresión se vio confirmada por encuestas formales.

Mis socios y yo hemos realizado encuestas de casas seleccionadas al azar en Inglaterra y los Estados Unidos, en las que formulamos a los dueños del animal la siguiente pregunta: «¿Está usted de acuerdo o no en que su ani­mal de compañía responde a sus pensamientos u órdenes silenciosas?». Una media del 48 % de los dueños de perro y del 33 % de los de gatos estuvie­ron de acuerdo.2

Luego hicimos otra pregunta: «¿Está de acuerdo o no en que a veces su animal de compañía tiene telepatía con usted?». El perfil de las respuestas fue muy similar al que presentaron las respuestas a la pregunta sobre pen­samientos y órdenes silenciosas. En promedio, el 45 % de los dueños de pe­rros y el 32 % de los de gatos creyeron que las respuestas de sus respectivos animales no se limitaban a captar pistas sensoriales, sino que implicaban una influencia telepática.3

1. Woodhouse (1992), pág. 54.2. Sheldrake y Smart (1997); Sheldrake, Lawlor y Turney (1998); Brown y Sheldrake

(1998); Sheldrake (1998a).3. Ibíd.

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También preguntamos a la gente por su experiencia previa con animales de compañía: «¿Está de acuerdo o no en que cualquier animal de compañía que haya conocido usted en el pasado tenía facultades telepáticas?». Estu­vieron de acuerdo el 45 % de los dueños de perros y el 35 % de los de gatos que en ese momento no tenían ningún animal.4

Estas encuestas sugieren que por lo menos una tercera parte de la po­blación adulta cree haber tenido o tener todavía conexiones telepáticas con animales. En Gran Bretaña, eso representa más de quince millones de per­sonas; en los Estados Unidos, ¡más de 65 millones!

¿Qué clases de experiencias llevan a tanta gente a pensar que sus ani­males pueden responder telepáticamente? Ya he analizado la manera en que los animales parecen reaccionar telepáticamente a las intenciones (capítulos2, 3, 4 y 7) y a la tristeza (capítulo 6) de las personas.

LA LLAMADA A LOS GATOS

Uno de los fenómenos telepáticos más comunes que describen los due­ños de gatos es la posibilidad de llamar mentalmente a un gato. Por ejem­plo, Nancy Arnold, de Kalamazoo, Michigan, tiene cinco gatos y a menu­do ha notado que, cuando están fuera, «sólo tengo que pensar en uno de ellos en particular y al cabo de un minuto, más o menos, el gato aparece en la puerta. Doy por supuesta su telepatía». Roña Hart, cuando vivía en Jeru- salén, acostumbraba a dejar que su gata Tiger vagara por los campos y los jar­dines cercanos a su piso cuando ella se iba a trabajar. Al regresar, Tiger solía salir a su encuentro, pero, en caso contrario, Roña salía al atardecer a llamar­la para que regresara a casa. «Comencé a notar que, a veces, cuando estaba pensando en llamarla, Tiger aparecía sin que yo hubiera siquiera salido. Des­cubrí que “pensar” era ligeramente más eficaz que llamar efectivamente.»

He aquí otro ejemplo, de Pauline Bamsay, de Port Talbot, Gales, quien está convencida de que su gato tiene poderes telepáticos.

Cuando no está en casa, si tengo la sensación de que hace mucho tiempo que se ha ido, basta con que piense «Ven a casa, Leo», para que aparezca al cabo de sólo unos minutos, y a veces menos de un minuto, según a qué distan­cia se encuentre. Visita los jardines de los vecinos y también una parcela en de­suso precisamente detrás de nuestro jardín. Es su territorio de caza. Si estoy en el jardín y pienso «¿Dónde estás, Leo?», me llama verbalmente mientras se

4. Ibíd.

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acerca al jardín. Si estoy en la casa, entra a toda carrera por la gatera de la puer­ta de atrás mientras maúlla vigorosamente e incluso sube las escaleras para venir a encontrarse conmigo. Mientras escribo esta carta lo veo sobre el techo del garaje, durmiendo enroscado sobre sí mismo. Pensé en él: «Ahí estás, Leo». Casi de inmediato se despertó, se puso en pie y miró en dirección a mí a través de la ventana, que está a unos cuatro metros y medio del garaje. Luego, tras un momento, se giró y se dirigió a la parcela por encima del techo del garaje.

Hay personas que encuentran que las llamadas telepáticas parecen ope­rar también en sentido inverso. Sus gatos parecen llamarlas a ellas, como ve­remos más adelante, en este mismo capítulo.

P e r r o s

En el amaestramiento de perros, ya se trate de perros de trabajo, de pruebas de agilidad y obediencia o simplemente como animales de compa­ñía, los dueños suelen estar cerca del perro, de modo que es difícil separar los efectos de la influencia mental directa de los sentidos y el entrenamien­to normales. La mayoría de los entrenadores se centran simplemente en el rendimiento, sin reflexionar demasiado en los medios de comunicación en­tre persona y perro.

Algunos perros de trabajo saben qué hacer cuando están lejos. Pero in­cluso entonces es difícil saber exactamente qué es lo que sucede. Raymond McPherson, de Brampton, Cumbria, es un competidor de éxito en pruebas para perros pastores y ha ganado el International Supreme Championship. Está convencido de que sus collies son extremadamente inteligentes, Pero, ¿es su habilidad para anticipar las intenciones de su amo más fruto de la in­teligencia y el trabajo rutinario que de la telepatía?

Si tienes un perro con cerebro e instinto natural para conducir rebaños, sa­bes que estos animales pueden hacer una enorme cantidad de cosas por su cuenta, sin necesidad de órdenes de ninguna clase. Si vas a un concurso de pe­rros pastores verás una pequeña parte de lo que pueden hacer. Cuando sales a la montaña, al trabajo cotidiano con el ganado, es cuando descubres lo inteli­gentes que son en realidad. Trabajarán fuera de la vista, algunos se alejarán cinco kilómetros y un perro puede trabajar con cualquier cantidad de ovejas desde tres o cuatro a quinientas, y a veces más. Puedes crear una conexión tremenda con ellos y ellos anticipan lo que quieres que hagan antes de que se lo pidas. La bondades la mejor manera de establecer una buena conexión con un perro.

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Como es usual, la mejor manera de aislar la influencia de las pistas sensoriales de la influencia mental se da en las situaciones en que ni la ru­tina ni la comunicación sensorial normal pueden proporcionar una ex­plicación plausible. Algunos perros, al igual que los gatos, responden a llamadas silenciosas y acuden a sus amos cuando se los reclama. Lo más espectacular son las llamadas que se producen cuando los perros están fuera de la casa y lejos de sus amos.

Eric LeBourdais entrenó a su cobradora dorada para que respondiera a un silbato para perros, de modo que podía alejarse mucho. Un día, cuando la perra tenía aproximadamente un año, Eric recordó de pronto algo que te­nía que hacer en su casa. Se hallaba a unos cuatrocientos metros. Estaba a punto de coger el silbato del bolsillo, pero en el momento en que el pensa­miento le vino a la cabeza, la perra levantó la cabeza como si Eric hubiera hecho sonar el silbato y se dirigió directamente a él, quien, aunque se sor­prendió, atribuyó el hecho a una coincidencia. «Sin embargo, con los años, eso mismo ocurrió docenas de veces, con la suficiente frecuencia como para estar completamente convencido de que no había en ello ninguna coinci­dencia. Nunca hubo ninguna acción de mi parte, nada “normal” que hu­biera podido explicarlo. A veces la perra estaba completamente fuera del al­cance visual cuando yo comenzaba a pensar en volver a casa. Cada vez venía directamente a mí, como si la hubiera llamado en voz alta.»

En el caso de los perros de trabajo y de los perros que responden a lla­madas, la orden es en general una orden con la cual el animal está familiari­zado. El aspecto telepático está en la inmediatez de la respuesta. Pero los ejemplos más sorprendentes de órdenes silenciosas son aquéllas en que la persona induce al animal a realizar una tarea no rutinaria; en estos casos, la influencia es más detallada y específica. He aquí un ejemplo de un perro de compañía que responde a las órdenes silenciosas de su ama, Janet Pen­ney, que vive en Cornwall:

Un día en que mi perro estaba profundamente dormido, pensé deliberada­mente para mí: «Despierta y tráeme tu pelota azul grande, que iremos a jugar al jardín». Maggers se despertó, fue a su caja de juguetes y buscó la pelota azul grande (¡ que no le gustaba mucho!), me la trajo y fue a la puerta de atrás (¡ no!, ¡no necesitaba mear!). Un día, hacia el final de su vida, había dejado todos sus juguetes esparcidos por doquier y yo tropezaba con ellos (no tengo gran esta­bilidad, soy muy artrítica). No dije una palabra (el pobre perro estaba dormi­do), pero pensé lo bueno que sería que pudiera quitar sus juguetes de mi paso. Cuando bajé a la planta baja, estaba echado con su caja de juguetes en medio de la habitación, ¡y todos los juguetes en la caja!

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Este tipo de comunicación telepática fue objeto de exploración experi­mental por parte del extinto Vladimir Bechterev, un eminente neurólogo ruso.5 Aunque su investigación fue realizada muchos años antes, por lo que yo conozco, es todavía el único estudio experimental sobre este tema del que la literatura científica da cuenta.

Los e x p e r im e n t o s d e V l a d im ir B e c h t e r e v

A Bechterev, investigador extraordinariamente curioso y de mentalidad abierta, le dejó intrigado la acción de un perro que viera en un circo en San Petersburgo, en que el perro, un fox terrier llamado Pikki, parecía respon­der a las órdenes mentales de su amaestrador, W. Durow. Durow contó a Bechterev que su método consistía en visualizar la tarea que quería que el perro realizara (por ejemplo, traer un libro de una mesa) y luego mantener la cabeza del perro entre las manos y mirarlo a los ojos.

Le fijo en el cerebro lo que acabo de fijar en el mío. Pongo mentalmente ante él la parte del suelo que lleva a la mesa, luego las patas de la mesa, luego el mantel y finalmente el libro. Después le doy la orden, o más bien el impulso mental: «¡Ve!». Se aleja como un autómata, se acerca a la mesa y coge el libro con los dientes. Tarea cumplida.

Bechterev y varios de sus colegas encontraron que ellos también podían dar órdenes a Pikki de esta manera, incluso en ausencia de Durow. Realiza­ron una serie de pruebas para averiguar si no le daban al perro sutiles pistas con los ojos, la cabeza u otros movimientos del cuerpo. Bechterev también efectuó pruebas con su propio perro y descubrió que también él podía res­ponder a órdenes mentales. Llegó a esta conclusión:

1. La conducta de los animales, sobre todo de los perros amaestrados para obedecer, puede estar directamente influida por la sugestión mental.

2. Esta influencia puede ser eficaz sin ningún contacto directo entre el remi­tente de la orden y el perro receptor, como cuando están separados por una pantalla de madera o de metal, vendas en los ojos, etc.

3. De esto se sigue que el perro puede ser directamente influido sin la pre­sencia de ninguna señal con la cual guiarlo.6

5. Bechterev (1949; traducido de un artículo publicado originariamente en 1924 enZeitschrifl für Psycbotherapie).

6. Betchterev (1949), pág. 175.

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Bechterev consideró estas investigaciones como preliminares y señaló cuán deseable sería realizar nuevos experimentos con perros. «No sólo se­ría importante estudiar las condiciones que gobiernan la influencia mental del agente sobre el perceptor, sino también las circunstancias implícitas tan­to en la inhibición como en la ejecución de esas sugerencias. Necesariamen­te, esto tendría tanto interés teórico como práctico.» Desgraciadamente, no se ha proseguido el trabajo pionero de Bechterev y estas palabras siguen siendo hoy tan pertinentes como cuando las escribió este científico, hace más de setenta y cinco años.7

P e r r o s l a z a r il l o s

Entre las personas que más estrechamente trabajan con perros están los ciegos con perros lazarillos. Yo deseaba saber si alguna persona ciega había notado que el perro pareciera captar sus intenciones sin que ella le diera ór­denes, ni verbal ni gestualmente. Con ayuda de la Asociación Inglesa de Pe­rros Lazarillos, Jane Turney y yo preguntamos a más de veinte dueños de perros lazarillos acerca de su experiencia. También recibimos mucha y va­liosa información en cartas que respondían a una petición de información en Forward, una revista británica para dueños de perros lazarillos, que se edita en Braille.

Algunas personas con perros lazarillos no habían notado nada de este tipo, pero la mayoría, sí. Varias comentaron el hecho de que dependían de la intimidad de la relación con el perro y que había perros mucho más sen­sibles que otros. Incluso los perros sensibles pueden no captar siempre las intenciones de sus amos:

Paxton, un perro labrador negro, es mi segundo perro. Me llevó dos años acostumbrarme a él. Ahora, en muchas oportunidades tengo la sensación de que es capaz de captar señales que yo no doy conscientemente, que no expreso verbalmente. Pienso «aquí tenemos que ir a la derecha» y efectivamente vamos a la derecha aun a pesar de no haber dicho una palabra. Tiene gran captación de cosas que pienso y que siento. A veces he tratado de ponerlo a prueba in­tentando pensar ciertas direcciones sólo mentalmente y mantenerme lo más tie­sa posible y, sin embargo, el perro ha hecho lo que yo había pensado. A veces sintoniza más, a veces, menos. A veces está distraído o yo no pienso con sufi­ciente claridad y no le doy direcciones precisas (Sarah Craig, Bridgend).

7. Pero Osis (1952) y Osis y Foster (1953) realizaron algunos experimentos de labora­torio, preliminares y bastante poco conclusivos.

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Los ejemplos más sorprendentes son los que contienen respuestas de los perros a pensamientos que sus amos no tienen intención de poner en prác­tica en forma inmediata. Por ejemplo, Mike Michinson caminaba de su casa en Bath a una tienda en particular, a unos veinte minutos de camino. Para ello pasaba frente al consultorio de su dentista. «Recuerdo que cuando lle­gué a la calle correspondiente pensé “no tengo que olvidarme de mi visita al dentista el jueves a las diez” (estábamos a lunes) y seguí caminando, confia­do y sin prestar mucha atención a dónde iba. Imagínese mi sorpresa cuando me encontré girando a la izquierda y entrando en un camino de grava. Efec­tivamente, era la casa del dentista.» Análogamente, John Collen, de Sout- hend-on-Sea, pasaba una mañana frente a unas tiendas pensando que esa tarde iría a la verdulería por unas manzanas, cuando el perro lo condujo precisamente a esa tienda. «Le dije al verdulero que solamente había pensa­do ir, pues no deseaba continuar con las manzanas a cuestas, y que volvería por la tarde, pero el mero hecho de pensar en ello accidentalmente bastó para que Pedro lo captara.»

¿Podría ser que los perros lazarillos respondieran a cambios en la ma­nera de caminar o de llevar el arnés? Varios de nuestros informantes habían pensado en esta posibilidad, incluso el dueño de Pedro. «Soy completa­mente ciego, así que no veo al perro ni puedo estar seguro de la dirección del viaje. En estas condiciones no daría yo ninguna indicación sobre direc­ción, detención ni nueva puesta en marcha; simplemente camino y pienso, y por eso empecé a creer que el perro capta algo más que señales visuales u otras indicaciones físicas.» A análogas conclusiones ha llegado Peter Neely, de Kimmock, Escocia:

Cuando trabajo con Sam, el labrador negro que hace dos años tengo como lazarillo, diría decididamente que hay un nexo telepático, pues parece saber dónde quiero ir. Parece anticipar si cambio de idea por el camino. Creo que si eres el dueño de un perro lazarillo y además amas a los perros lazarillos, se es­tablece una conexión, una suerte de cordón umbilical invisible entre el perro y tú, porque lo que tú sientes y lo que siente el perro se transmite a través del ar­nés. Alguien podría decir que tu subconsciente te lleva a ejercer una tensión di­ferente en el arnés y que eso es lo que el perro capta, pero yo, honestamente, no tengo la sensación de hacer tal cosa.

Por supuesto, se trata de meras opiniones, pero las opiniones de perso­nas con años de experiencia con perros lazarillos tienen más valor que las de personas que carecen de ella. No obstante, dado el contacto físico a través del arnés, es difícil separar las influencias telepáticas de las sutiles señales

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L LA M A D A S Y Ó R D E N E S T E L E P Á T IC A S 165

sensoriales y no he sido capaz de idear un experimento directo con perros lazarillos que pudiera eliminar definitivamente toda posibilidad de movi­mientos inconscientes del amo.

C a b a l l o s

Muchos jinetes experimentan una estrecha conexión física, emocional y mental con su caballo. Tienen la sensación de que el caballo responde a sus pensamientos. Por ejemplo: «Puedo ir con mi caballo al paso y decirme en silencio: “Cuando llegue a ese árbol, lo pondré al trote” . Como si el caballo me hubiera leído el pensamiento, sin haberle yo dado ninguna señal corpo­ral (¡consciente!), comenzará a trotar en el momento preciso. Mi marido y mi hija han tenido exactamente las mismas experiencias con sus respectivos caballos» (Andrea Künzli, Starrkirch, Suiza). A menudo, jinetes experi­mentados dan por supuesta esta sensibilidad. He aquí cómo descubrió esto por sí misma una amazona menos experimentada:

Montar a Kazan se convirtió en algo enervante, pues nunca sabía yo cuándo se espantaría, hasta que traté de comunicarme telepáticamente con él. Lo intenté por primera vez cuando quise hacerle cruzar un puente de ma­dera blanco. En mis primeros intentos, ni siquiera había puesto un casco so­bre el puente, de modo que la siguiente vez que salí a cabalgar me formé una imagen muy viva y nítida de Kazan caminando tranquilamente por el puente conmigo en el lomo. ¡Funcionó! Nos acercamos al puente, entró en él y lo cruzó sin vacilar un instante ni dar un paso en falso. ¡Aleluya! Tanto me im­presionó el éxito obtenido que comencé a utilizar la telepatía en mis rutinas ecuestres cotidianas. Cuando quise que Kazan entrara en un transportador de caballos, lo imaginé haciéndolo con éxito y así fue (Lisa Chambers, Chico, California).

Con los caballos, lo mismo que con los perros lazarillos, es difícil de­sentrañar las influencias mentales de señales corporales inconscientes, como ligeros cambios en la tensión muscular. «Cuando se monta un caballo muy bien entrenado o un caballo que le conoce muy bien a uno, es tentador pensar que el animal recibe mensajes telepáticos. Sin embargo, puede tra­tarse de ligeros movimientos del jinete que el caballo interpreta para actuar luego en consecuencia.»8 Se mantiene abierta la cuestión relativa a cómo ex­plicar esas impresiones de los jinetes experimentados.

8. Kiley-Worthington (1987), págs. 88-89.

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Una de las pocas personas que ha realizado experimentos sobre comu­nicación mental con caballos ha sido Harry Blake, un amaestrador de caba­llos famoso por su método no violento para amansarlos. Trabajaba estable­ciendo una empatia con el caballo, en oposición a la «doma» tradicional —violenta—, y a menudo conseguía amaestrar los caballos con mayor rapi­dez y eficacia. (Su método tenía algo en común con el «susurro equino» y los procedimientos del amaestrador norteamericano Monty Roberts.)9 Re­sumió su investigación en un libro titulado Talking with Horses: A Study of Communication Between Man and Horse [La charla con un caballo: estudio de la comunicación entre el hombre y el caballo].10

En una serie de experimentos, realizados con un caballo llamado Cork Beg, lo amaestró al principio para que fuera a uno de dos cubos de comida, colocados a unos diez metros de distancia, y dirigiéndolo al cubo que con­tenía su desayuno y no al otro, que estaba vacío, «mediante mera telepatía». «En unos pocos días iba directamente al cubo al que yo lo dirigía e insistí con éste durante dos semanas.» En los test se ofrecían dos cubos al caballo, ambos con la misma cantidad de comida. Durante las cinco primeras maña­nas, lo dirigió alternadamente al de la izquierda y al de la derecha y luego, cuatro mañanas al contenedor de la izquierda.

La novena mañana deparó el experimento más difícil. Durante cuatro ma­ñanas seguidas el caballo había cogido su desayuno del contenedor de la iz­quierda y en la novena mañana quise cambiarlo al contenedor de la derecha. Con gran alivio de mi parte, fue directamente a él. Tras ese éxito, la décima mañana tuvo que coger el desayuno nuevamente del contenedor de la derecha, la undécima del de la izquierda y la duodécima otra vez del de la derecha. Cada mañana iba directamente al contenedor correcto.11

Puesto que el caballo podía ver a Harry Blake, es imposible descartar sutiles pistas visuales del tipo de las que captaba Hans, el Caballo Inteli­gente (págs. 21-23). Pero Harry Blake realizó otros experimentos sobre te­lepatía de caballo a caballo, a los que se mantuvo en edificios separados, sin posibilidad alguna de verse, que parecen excluir esas pistas del propio Blake o del otro caballo. En el capítulo 9 analizaremos estos experimentos.

9. Roberts (1996).10. Blake (1975).11. Ibíd., pág. 131.

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C o m u n ic a c ió n b id ir e c c io n a l

Si efectivamente existen vínculos invisibles entre los animales y las per­sonas, sería sorprendente que no permitieran que las comunicaciones se produjeran en ambas direcciones.

He recogido más de 1.500 informes de influencias aparentemente tele­páticas o parapsicológicas de dueños de animales de compañía sobre sus animales y 73 casos en los que la influencia parece en sentido contrario. Al parecer, las personas son mucho menos sensibles a estas influencias que sus animales o les prestan poca atención. Pero 73 es una cantidad importante de casos y es de suponer que otras muchas personas que no me han escrito hayan tenido experiencias similares.

De estos 73 casos, diez se refieren a muertes o accidentes en lugares le­janos. Ya abordamos este tema en el capítulo 6. En la mayoría de los otros 63 casos se trata de llamadas silenciosas pidiendo auxilio que, mayoritaria- mente, proceden de gatos.

G a t o s l l a m a n d o a g e n t e

Los gatos parecen especialmente dotados en sacar lo que quieren de sus amos con medios subtiles. Hay personas convencidas de que los gatos pue­den influir telepáticamente en ellas. La situación más común en que esto tie­ne lugar es aquella en que el gato está fuera y desea que se le deje entrar.

David, mi marido, descubrió muy pronto que podía decir cuándo Suzie es­taba en el jardín y quería entrar. La primera vez que esto ocurrió fue un do­mingo por la mañana. Estábamos en cama, leyendo los periódicos. De pronto David dijo «Suzie quiere entrar», se levantó y descorrió las cortinas del dormi­torio para encontrarse a Suzie sentada en el pilar de la puerta, mirando inten­cionadamente a la ventana del dormitorio. Después de esto, me acostumbré a que David fuera a la puerta de entrada o a la de atrás para dejar entrar a Suzie, aun cuando yo nunca la oyera gritar ni arañar la puerta. David decía simple­mente que ella «influía» en él (Sonya Porter, Woking, Surrey).

Algunos dueños de gatos no sólo saben cuándo éstos quieren entrar, sino también cuál de varios gatos los llama en silencio. Laura Mersing tenía seis gatos y vivía en una gran finca rural en Bélgica: «Muchas veces los gatos estaban fuera, en el campo, pero siempre percibía cuándo uno de ellos de­seaba entrar e incluso cuál». Y un gato francés llamado Minet llama telepá­

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ticamente a su ama incluso cuando ésta está dormida. «De pronto sé que está detrás de la puerta porque su imagen, en la posición en la que lo en­contraré, se me impone hasta llegar a desesperarme si es necesario. No hay llamada, ni maullido, ni ninguna otra señal. Todo tiene lugar en silencio» (Señora G. Woutisseth, Vanves, Francia).

Algunos dueños de perros han tenido experiencias muy parecidas, como Lydia Arndt, de Riverside, California: «Una de mis grandes daneses, si está fuera y desea entrar, me “induce” a ir a la puerta de atrás. Puedo estar en el otro extremo de la casa, pero ella piensa con tanta intensidad que tengo que abandonarlo todo e ir a dejarla entrar. Lo hacemos varias veces por día».

L l a m a d a s d e g a t o s p e r d id o s

Los gatos que vagan libremente tienen tendencia a perderse, a menudo porque los vecinos los encierran involuntariamente en barracas o garajes. Algunos dueños de gatos han encontrado que de alguna manera pueden de­cir dónde está el gato que se ha perdido. Por ejemplo, Solomon, un gato sia­més de Whittlesey, Cambridge, era tan curioso que tenía tendencia a que­darse encerrado. Cuando no regresaba a su casa por la noche, su ama, Celia Johns, tenía que ir y buscarlo. «Yo nunca sabía dónde estaba el gato, pero me di cuenta de que si me ponía junto a la puerta del fondo, del lado de fue­ra, y pensaba con intensidad, invariablemente me dirigía en la dirección co­rrecta para encontrarlo.»

Algunos relatos acerca de la recuperación de gatos son muy dramáticos y parecen mostrar que, de alguna manera, el gato atrae al amo hacia él. Pero a menudo esto sucede sólo después de un período frustrante de búsqueda con el método de ensayo y error. Por ejemplo:

En junio desapareció Solitaire, nuestra gata más joven. La buscamos, pero en vano. El tercer día, en forma absolutamente repentina sentí que debía salir inmediatamente, subí a toda prisa por la calle y giré en Fir Cióse. Llegué a la se gunda casa a la derecha y toqué el timbre. Un caballero abrió la puerta, me dis­culpé por molestarlo y le hablé de mi gata perdida. Me aseguró que no la había visto. Le pregunté si no le importaba dejarme dar un vistazo a su jardín trase­ro, pues así me sentiría mejor. Me llevó al fondo y grité: «Solitaire, Solitaire». Inmediatamente, un gato empezó a maullar con mucha fuerza. Fui hacia el lu gar de donde venía el sonido, un gran montón de basura en el jardín. En la parte superior había un agujero y al mirar por él vi la cara de mi gata mirándome des­de casi un metro más abajo. Estaba atascada y con el cuello doblado en ángu­lo... La llevé a casa llena de alegría (Martha Lees, Fleetwood, Lancashire).

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En algunos casos en que los dueños de gatos parecen saber dónde ir, no viajan a pie, sino conduciendo un coche. En el ejemplo que sigue, como en el anterior, este conocimiento no se produjo de inmediato, sino sólo des­pués de agotar posibilidades obvias. La gata, Whisky, se había escapado de un hogar para gatos en un pueblo de Yorkshire mientras su familia estaba de vacaciones. Cuando ésta regresó, dos semanas después, se enteró de que la gata había desaparecido poco tiempo después de que ellos se marcharan. Su ama recorrió todo el pueblo buscándola y preguntó en todas las casas y en la taberna. Varias personas habían visto una gata extraviada, pero nadie sabía dónde estaba.

En el momento en que hacía todo esto, ya estaba oscuro y todo parecía in­dicar que debía irme a casa y volver a la mañana siguiente. Cuando había reco­rrido algo más de 1.500 metros sentí una compulsión —sin agitación— de dar la vuelta y regresar al pueblo. Es lo que hice y me metí en una calle sin salida que llevaba sólo a un depósito de agua. Más o menos a ochocientos metros de­tuve el coche, salí y llamé: «¡Whisky!». Inmediatamente se oyó un maullido y la gata saltó de un campo por encima de la pared (Catherine Forrester).

¿Cómo hacen los gatos para atraer de alguna manera a sus amos a ellos? Este fenómeno está relacionado con la capacidad de los animales para en­contrar a sus amos y se analiza más adelante, en el capítulo 13.

P e r r o s q u e s u f r e n

La mayoría de los relatos que he recibido en relación con perros que in­fluyen a sus amos a distancia se han dado con perros que sufrían enorme­mente. Por ejemplo:

Un día, mientras estaba en el trabajo, comenzó a tronar y a llover. Mientras trabajaba, me ponía cada vez más nerviosa. Luego fue agitación. No pude aguantar más. Algo malo pasaba. Aclaro aquí que nunca había salido en hora­rio de trabajo. Pregunté a mi empleador si me podía tomar la tarde libre, pues no me sentía del todo bien. Camino de mi casa supe que Eric, mi pastor ale­mán, se hallaba en apuros, supe que sangraba. Cuando llegué, me lancé al pa­tio trasero. La ventana estaba rota. Asustado, Eric había golpeado el vidrio y se había herido las patas delanteras. Sangraba de muy mala manera. Tuve la sen­sación de que me necesitaba y de que había llamado de la única manera en que podía hacerlo, esto es, telepáticamente, sabiendo que yo acudiría (Dolores Katz, Deming, Nuevo México).

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A veces se capta un sentimiento de tristeza, pero no se identifica al pe­rro como su origen. Por ejemplo, un día en que Jill Andrews estaba traba­jando en su oficina en Exeter, tuvo una «sensación física extraña», que no podía explicar, y supo que algo malo sucedía. Tuvo la imperiosa necesidad de regresar a su casa, a casi dos kilómetros y medio de distancia, con el te­mor de que su madre, ya anciana, estuviera enferma. Cuando llegó a la casa, su madre la saludó diciendo «¿Cómo lo supiste?». El perro de la familia, un bóxer de diez años, había sufrido una apoplejía y estaba paralítico. «Estoy completamente segura de que de alguna manera tomó contacto conmigo. Se hallaba en un estado muy desesperado; desgraciadamente, al poco tiem­po hubo que sacrificarlo.»

En algunos casos, la tristeza que las personas captan procede de un animal de compañía que se está muriendo, casos que ya he analizado en el capítulo 6.

C a b a l l o s , v a c a s y o t r o s a n im a l e s q u e s u f r e n

La captación de señales de tristeza procedentes de animales no sólo se da en casos de perros y gatos. Por ejemplo, una mujer suiza que tenía ovejas me dijo que una noche se despertó y sintió que tenía que ir al establo. Cuan­do llegó, encontró que una de sus ovejas acababa de parir. Estaba conven­cida de que la oveja la había llamado, porque normalmente no se despierta de esa manera ni va al establo en medio de la noche.

El amaestrador de caballos Harry Blake tuvo una experiencia semejan­te con una vaca. Dijo que normalmente dormía como un tronco, pero una noche se despertó con una poderosa sensación de que había algo que no iba bien y fue a ver sus animales. La vaca estaba pariendo, pero el ternero venía de culo y la madre se hallaba en apuros. Al pensar luego en ello llegó a la conclusión de que lo había despertado la sensación de que algo malo pasa­ba y se había visto subconscientemente arrastrado a donde estaba la vaca. Tuvo experiencias semejantes con caballos. En una ocasión, un caballo al que tenía mucho aprecio lo despertó a las tres de la mañana. «Supe simple­mente que algo malo sucedía y, cuando salí a echarle una mirada, vi que su­fría un violento ataque de cólico.»12 x

Otras personas han tenido experiencias con caballos en las que no sólo captaron el sufrimiento de los animales, sino que de alguna manera recibie­ron información más específica. Charles Craig, por ejemplo, se despertó una noche con una sensación de malestar y de aprensión, se vistió y bajó a

12. Ibíd., pág. 94.

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la planta baja. Cogió las tenazas y una linterna, se puso las botas y, en una noche muy oscura, fue directamente al lugar indicado, a unos ochocientos metros de su casa, donde su yegua preferida se había quedado cogida a una alambrada de espinos en un lodazal. Dijo que cuando bajaba la escalera «supo exactamente dónde estaba la yegua y exactamente lo que había suce­dido», porque lo vio «con los ojos de la mente».13

A veces la gente responde al sufrimiento de animales que ni siquiera co­noce. Por ejemplo, a Lucy Crisp le pidieron que diera de comer a los gatos de un vecino mientras éste estaba de vacaciones. El primer día se sintió in­cómoda cuando se marchó de la casa. El segundo día, su malestar se hizo más intenso y dio la vuelta a la casa, en cuya parte trasera encontró una jau­la con dos conejos desesperados a los que durante varios días nadie había dado de comer ni de beber. «No tengo idea de cómo hicieron esos animales para enviar sus señales de necesidad», dijo.

COMUNICADORES ANIMALES

Además de est&s comunicaciones entre animales domésticos y sus amos, hay en las sociedades tribales una larga tradición de comunicación de cha­manes con animales. Se decía que uno de los poderes que logran los yoguis en India es la comprensión de los «gritos de todas las criaturas».14 De algu­nos de los santos cristianos más atractivos, como san Francisco de Asís y san Cutberto, se dice que se comunicaban con los animales y que entendían el lenguaje de éstos. Y siempre ha habido amos y amaestradores de animales extraordinariamente «en sintonía» con ellos, que parecen saber qué es lo que sienten. En el terreno de la ficción, relatos como los de doctor Doolittle ejercen un profundo atractivo sobre nuestra imaginación.

También hay personas que se ganan la vida como «comunicadores ani­males» y que pretenden captar telepáticamente lo que piensan los animales de compañía de otras personas. Algunos aconsejan, ya en persona, ya por teléfono, a cambio de honorarios.

Dado el trasfondo de comunicación chamánica con animales, las expe­riencias telepáticas de los dueños de animales de compañía con éstos y la notable sensibilidad que tienen ciertas personas respecto de los animales, me complace aceptar que haya comunicadores animales que tengan en ver­dad poderes extraordinarios, aun cuando en general no se presten a la com­

13. Ibíd., pág. 129.14. Patanjali, Yoga Sutras, iii, 36.

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probación científica. Sin embargo, muchas de estas llamadas comunicacio­nes de animales, sobre todo cuando producen beneficio económico, muy bien pueden ser una proyección de los pensamientos del supuesto comuni- cador y no auténticos casos de telepatía.

Los comunicadores animales son muy conscientes de los problemas. Pe- nelope Smith, de Point Reyes, California, que ha entrenado en sus talleres a centenares de personas en «comunicación telepática entre especies», ha vis­to a personas que «mezclan sus capacidades de comunicación con sus defi­ciencias emocionales o de vida social». Penelope Smith ha propuesto un có­digo ético para los comunicadores telepáticos entre especies, que incluye la cláusula siguiente: «Nos damos cuenta de que la comunicación telepática puede verse oscurecida o sobrecargada por nuestras propias emociones in­satisfechas, nuestros juicios críticos o nuestra carencia de amor a nosotros mismos y a los demás».15

Los comunicadores profesionales de animales suelen estar dispuestos a aventurar información acerca de los sentimientos de los animales e incluso de su vida pasada y es posible que desempeñen un papel valioso en el ase- soramiento a dueños de animales. Pero muchas veces son reacios a pro­porcionar información susceptible de ser verificada de modo más inmedia­to. En su libro Commnicating with Animáis, el veterano periodista Arthur Myers16 describe sus entrevistas a muchos comunicadores animales para averiguar el éxito que habían tenido en encontrar telepáticamente animales perdidos. La mayoría dijo que trata de evitar esos trabajos. No obstante, Myers encontró casos en que los portavoces habían sido capaces de locali­zar animales perdidos, escribir dónde estaban y dar pistas que permitieron encontrarlos.

A mi juicio, las más interesantes de estas aparentes comunicaciones de fuente animal son las que se pueden comprobar empíricamente. Estoy de acuerdo con Myers en que el hallazgo de animales perdidos parece el mejor sitio por donde empezar.

L l a m a d a s t e l e f ó n ic a s t e l e p á t ic a s

Antes de la invención de las telecomunicaciones modernas, la telepatía habría sido la única manera en que la gente podía conectarse a distancia. En el capítulo 4 cito un relato de Laurens Van der Post acerca de la manera en

15. Smith (1989).16. Myers (1997).

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que los bosquimanos del desierto de Kalahari sabían qué hacían otros miembros de la tribu a muchos kilómetros de distancia y cuándo estaban en camino de regreso. Los bosquimanos se hallaban bajo la impresión de que el telégrafo del hombre blanco también implicaba un tipo de telepatía.

Incluso en la comunicación tradicional a larga distancia mediante tam­bores, quizá el mensaje en sí mismo no se transmitiera simplemente a través de los sonidos. En su libro titulado African Drums, Richard St. Barbe Baker ha sugerido que el sonido de los tambores tal vez haya servido ante todo para que el emisor y el receptor del mensaje sintonizaran recíprocamente la atención: «¿No es acaso posible que los tambores crearan la atmósfera para la transmisión de mensajes y visión de pensamientos, atmósfera de la que desaparecían el tiempo y el espacio? Cuanto más profundamente me su­mergía en el problema de la transmisión, más me convencía de la insepara­ble asociación entre la transmisión de una imagen visual por medios telepá­ticos y el lenguaje de los tambores».17

En las sociedades modernas no hay estímulo para las habilidades tele­páticas. Los racionalistas las consideran supersticiones y tanto la ciencia como el sistema educacional institucional las ignoran. En cualquier caso, las tecnologías modernas proporcionan en general medios mucho más cómo­dos y eficaces para la comunicación a distancia. La televisión permite a todo el mundo ver imágenes desde muy lejos y los teléfonos proveen de comuni­cación instantánea en todo el mundo.

Pero, irónicamente, los teléfonos ofrecen una excelente oportunidad para estudiar la telepatía, precisamente porque satisfacen la misma función de comunicación a distancia. Para hacer una llamada telefónica a alguien es menester tener la intención de llamar a esa persona. El mero acto de llamar a alguien centra la atención en esa persona a distancia. Ya hemos visto que hay animales de compañía que responden a llamadas e intenciones de sus amos a distancia. ¿Pueden los animales de compañía saber cuándo llaman sus amos, incluso antes de que se conteste la llamada?

G a t o s q u e r e s p o n d e n a l t e l é f o n o

He recibido 17 informes de gatos que responden al teléfono cuando lla­ma alguien en particular, antes de que nadie coja el receptor. En todos los casos, la persona que llama es alguien a quien el gato está muy unido, en ge­neral el marido, la mujer, el hijo o la hija de la persona que observa las res­

17. St. Barbe Baker (1942), pág. 41.

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puestas del animal. En el caso de Verónica Rowe era su hija Marian, cuyo gato Cario no permitía que ningún miembro de la familia la abrazara.

Siete años después de adquirir a Cario, mi hija Marian fue a una escuela su­perior de formación de maestros y nos llamaba muy de tarde en tarde. Sin em­bargo, cuando sonaba el teléfono y era ella quien llamaba, no nuestro hijo, que también estaba fuera, en el Politécnico de Kingston, Cario subía la escalera de un salto (el teléfono se hallaba en el rellano) antes de que yo hubiera cogido el receptor. No había manera de que el gato supiera que mi hija iba a llamarnos. Cuando Cario subía la escalera, decir que Marian estaba en el otro extremo de la línea era la broma permanente. No lo hacía en ningún otro momento; por lo demás, no se le permitía estar arriba.

Godzilla vivía con David White (fig. 8.1), un consultor de relaciones pú­blicas que trabajaba desde su casa en Watüngton, cerca de Oxford, Inglaterra. Cuando David se marchaba, varias veces por año, sus padres iban a vigilar la casa, ocuparse de la gata y responder la gran cantidad de llamadas telefónicas. El acostumbraba a llamar a su casa desde Africa del Norte, Oriente Medio y Europa continental para controlar si todo iba bien y recoger mensajes. «Cada vez que yo llamaba, mi gato corría y se sentaba junto al teléfono mientras sonaba, pero ignoraba las otras llamadas que mis padres atendían por mí. Y mis llamadas no presentaban absolutamente ninguna regularidad temporal.» Godzilla respondía de esta manera antes de que nadie cogiera el auricular, de modo que su reacción no puede atribuirse a la voz de David.

De la mayoría de los gatos se dice que responden a llamadas telefónicas de personas en particular cuando el teléfono comienza a sonar, pero cinco lo hicieron incluso antes de que empezara a sonar. Por ejemplo, Helena Zaugg describe cómo el gato de su familia, en Bruegg, Suiza, respondía a su padre, a quien estaba estrechamente unido:

Después de jubilarse, mi padre trabaja a veces para un conocido de Aar- gau. A veces nos llamaba desde allí por la noche. Un minuto antes de que esto ocurriera, el gato se ponía inquieto y se sentaba cerca del teléfono. A veces mi padre cogía el tren a Biel y luego utilizaba un ciclomotor para llegar a casa. En­tonces el gato se sentaba fuera, junto a la puerta de entrada, treinta minutos an­tes de que él llegara. En otras oportunidades llegaba a Biel más temprano de lo usual y nos llamaba desde la estación; entonces el gato se sentaba cerca del te­léfono un poco antes de que llegara la llamada. Después de eso, se iba a la puer­ta de entrada. Todo esto sucedía de modo muy irregular, pero el gato parecía saber exactamente dónde estaba mi padre y qué sucedería después.

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Figura 8.1. David White y su gato, Godzilla, que responde al teléfono en Watling- ton, Oxfordshire (fotografía de Phil Starling).

Análogamente, un gato siamés perteneciente a Vicki Rodenberg «se ani­maba enormemente cuando llamaba por teléfono una persona en particular, ¡sólo que lo hacía antes de que el teléfono comenzara a sonar! En realidad, corría al teléfono y gritaba, y siempre era esa persona».

(También he recibido informes de gatos que van al teléfono inmediata­mente después de que alguien haya contestado cuando la que llama es una per­sona en particular, pero en tales casos es imposible saber si el gato respon­de simplemente al sonido de la voz de la persona o a las reacciones de la persona que responde al teléfono. Por tanto, he dejado fuera de considera­ción estos casos.)

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P e r r o s y t e l é f o n o s

Muchos perros ladran o tienen otras reacciones cuando suena el teléfo­no, llame quien llame. Pero en ocho casos de nuestra base de datos, los pe­rros responden al teléfono cuando llama una persona en particular, antes de que nadie atienda la llamada. Como en el caso de los gatos, las personas a las que los perros reaccionaban eran sus amos y otros miembros de la fami­lia a quienes los animales estaban muy unidos. Por ejemplo, Poppet, la pe­rra de Margaret Howard, estaba muy unida a la madre de Margaret y sabía cuándo era ella quien llamaba por teléfono o iba de visita:

Primero noté que Poppet se mostraba intranquila, excitada, se paseaba de la puerta de entrada a la del fondo con las orejas erguidas y meneando la cola, al tiempo que producía un ladrido que yo siempre llamaba «gemido», y al cabo de unos minutos aparecía indefectiblemente mi madre. Estas visitas no tenían mo­mentos ni rutinas especiales, pero la reacción de Poppet era siempre la misma, ya fuera de mañana, de tarde o de noche. Poco a poco me fui dando cuenta de que podía decir si mi madre llegaba por la puerta del frente o la del fondo, pues Poppet tomaba posición junto a la correcta. También me di cuenta de que cuando sonaba el teléfono, aunque lo mirara, Poppet no se molestaba particularmente, pero yo siempre sabía cuándo llamaba mi madre, pues entonces Poppet, com­pletamente excitada, venía junto al teléfono y emitía su «gemido» especial.

Lo mismo que en el caso de los gatos, esta respuesta de los perros no pa­rece debilitarse con la distancia. Marie McCurrach, de Ipswich, tenía un perro labrador, que ingresó en la familia cuando el hijo de Marie tenía diez años. Cuatro años después, el muchacho se marchó a la escuela naval, en el norte de Gales y luego entró a prestar servicio en la Marina Mercante, con la que navegaba principalmente hacia y desde Sudáfrica.

Cada vez que llamaba a casa, el perro corría al teléfono antes de que nadie cogiera el auricular. El perro nunca se perturbaba por ninguna otra llamada, sino sólo por la de nuestro hijo, y teníamos que apoyar el teléfono contra su oreja para que el muchacho pudiera hablarle y el perro pudiera responder. Nuestro hijo nunca nos dio un horario para sus llamadas y de hecho nunca te­lefoneaba el mismo día de la semana ni nada parecido, por lo que cabe pre­guntarse cómo sabía el perro que quien estaba en el teléfono era nuestro hijo antes de que nadie hubiese cogido el receptor.

De tres perros se dijo que reaccionaban antes de que el teléfono co­menzara a sonar. Uno se llamaba Jack y pertenecía a un familiar que vivía

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cerca de Gloucester, donde el padre trabajaba para el Ministerio de Defen­sa. Había noches en que no regresaba a su casa debido a la urgencia del tra­bajo o a que se había hecho demasiado tarde. En esas ocasiones llamaba a la casa para decirlo. «Diez minutos, más o menos, antes de recibir la llamada, el perro se sentaba junto al teléfono hasta que sonaba. Las noches en que ninguna de las llamadas telefónicas era de mi padre, el perro no se movía para nada y se quedaba en su cesto. Además, el perro no prestaba atención a ninguna otra llamada telefónica en ningún otro momento» (señor S. Waller).

Los perros y los gatos no son los únicos animales de compañía que pa­recen saber por anticipado quién llama. También hay loros que parecen sa­berlo. Luego está el caso de Sunday, un mono capuchino doméstico. Su amo, Richard Savage, dejó al mono con un amigo en British Columbia, Ca­nadá, mientras estaba fuera con trabajos de filmación. «Varios minutos antes de que Richard telefoneara para hablar conmigo, Sandy saltaba y comenzaba a charlar. Tras la llamada de Richard, se echaba durante días e ignoraba el teléfono... ¡hasta un momento antes de que Richard volviera a llamar!»18

P e r s o n a s q u e s a b e n c u á n d o l l a m a u n a p e r s o n a e n p a r t ic u l a r

Una vez, analizando esta investigación en un seminario, alguien refle­xionó: «Si los gatos tienen habilidad particular para saber cuándo llama una persona en particular, ¿por qué no las personas?». Buena pregunta. Enton­ces recordé haber tenido la experiencia de pensar en una persona en parti­cular sin ningún motivo aparente y, al cabo de un breve intervalo, haber lla­mado precisamente esa persona. Pregunté a los participantes del seminario si alguien más había observado este fenómeno y, para mi sorpresa, casi todo el mundo respondió afirmativamente.

Con posterioridad, mucha gente me ha dicho o me ha escrito acerca de ello. Por ejemplo, Lucinda Butler, que vive en Londres, sabe a menudo cuándo llama una persona en particular, sobre todo su novio:

Hemos estado saliendo de vez en cuando durante cinco años, pero siempre sé que es él, y lo mismo le pasa a él conmigo. Cogerá el teléfono y tan seguro estará de que soy yo quien llama, que dirá cualquier tontería que yo encontraré divertida. Pero a veces se ha equivocado. Además, en ocasiones pienso en alguien y me digo «¡Oh, no, ahora he pensado en ellos, me llamarán!», y efectivamente sucede.

18. Steiger y Steiger (1992), pág. 16.

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He realizado encuestas informales de varios millares de personas en se­minarios, clases y conferencias en Europa y los Estados Unidos mediante el recurso de pedir que levanten la mano quienes han tenido experiencias te­lepáticas similares en relación con llamadas telefónicas. En general, el 80 o el 90 % de los presentes las había tenido. Mis colegas y yo también hemos llevado a cabo encuestas formales utilizando métodos de muestras aleato­rias en dos regiones muy diferentes de Inglaterra: en Bury, una ciudad in­dustrial cerca de Manchester, y en Londres. Ambas encuestas confirman que la mayoría dice haber experimentado personalmente estos fenómenos.19

La mayoría de los poderes no explicados que se analizan en este libro se desarrolla mejor entre animales no humanos que entre personas. Nor­malmente los perros parecen ser los más sensibles, seguidos de los gatos, los caballos y los loros; los humanos van notablemente más atrás. Sin embargo, aquí, para variar, nos encontramos con una capacidad que parece más desa­rrollada en los seres humanos que en los animales. Mas, aun cuando la ma­yoría de las personas haya tenido intuiciones aparentemente misteriosas acerca de quién telefonea, ¿se trata realmente de una capacidad parapsico- lógica en acción o se la puede explicar como una ilusión?

I n v e s t ig a c ió n s o b r e t e l e p a t ía t e l e f ó n ic a

La visión escéptica común supone que la gente se engaña debido a sus recuerdos selectivos: sólo se acuerda de las veces en que su pálpito fue acer­tado y se olvidan de los centenares o miles de veces que fue erróneo. Sus presentimientos acertados son mera cuestión de suerte.

Los escépticos no tienen datos experimentales para respaldar su suge­rencia; se limitan a proponer una hipótesis que nadie ha puesto nunca a prueba, ni siquiera los parapsicólogos. Por ahora nadie sabe de qué manera son ciertos muchos presentimientos acerca de gente que llama, y muchos

19. Las encuestas fueron realizadas por teléfono en casas escogidas al azar de los listi­nes telefónicos. En Bury, el 65 % de las personas entrevistadas dijo haber telefoneado a al­guien que dijo estar pensando en llamarlas. El 50 % de las personas entrevistadas dijo que habían sabido quién las llamaba incluso antes de atender el teléfono y sin ninguna pista po­sible. El número de mujeres que tuvieron estas experiencias es significativamente mayor que el de varones. (La significación estadística de la diferencia entre hombres y mujeres era de p < 0,02.) Más de un tercio de las personas que habían tenido esta experiencia dijeron que les sucedía con frecuencia. En Londres, a una muestra aleatoria de la población se le preguntó: «¿H a sentido usted alguna vez que alguien estaba por telefonearle un instante antes de que lo hiciere j c't.ctivamente?». El 58 % dijo haber tenido esa experiencia.

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son erróneos. La cuestión está completamente abierta. Tal vez los escépticos tengan razón. Tal vez estén equivocados. El único camino para despejar la duda es la investigación empírica.

Quienes cuentan con la mejor cualificación para llevar a cabo esta in­vestigación pionera son las personas que tienen frecuentes experiencias te­lepáticas, o aparentemente telepáticas, en relación con llamadas telefónicas. El primer paso es llevar un registro. En el Apéndice I sugiero una manera simple y práctica de hacerlo. Luego, si se acierta a menudo en relación con las llamadas de una persona en particular, el paso siguiente será realizar experimentos sencillos en los que se pide a esa persona que llame a horas inesperadas, escogidas al azar.

Se trata de un campo de investigación no hollado hasta ahora. Las opor­tunidades para una investigación original son enormes. Aunque los teléfonos hayan sustituido a la telepatía en la mayoría de los fines prácticos, pueden contribuir a redescubrirla.

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CAPÍTULO

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Telepatía de animal a animal

Si la telepatía se da entre animales y personas y entre personas y anima­les, ¿qué pasa con la telepatía de animales a animales?

Los animales salvajes que viven en grupos sociales suelen tener vigoro­sos lazos recíprocos y son prácticamente incapaces de llevar una existencia aislada. La organización social compleja tiene lugar incluso entre los anima­les de los niveles más inferiores, como los corales y las esponjas. Lo que reconocemos como un coral o una esponja es en realidad una colonia de mi­llones de pequeños organismos que juntos forman una suerte de superorga- nismo con su propia forma característica.

En este capítulo analizo la organización de las sociedades de insectos, los car­dúmenes, las bandadas, los rebaños y otros grupos de animales. Las actividades de los animales individuales en un grupo se coordinan mediante el campo del grupo. Hemos visto cómo este campo social, llamado campo mórfico, conecta seres humanos y animales y proporciona un medio a la telepatía entre anima­les de compañía y personas. La misma clase de vínculo se da entre los animales en estado salvaje y en este vínculo echa sus raíces la telepatía de animal a animal.

Comienzo con la consideración de algunas de las formas más complejas de organización social del reino animal, logrado por criaturas con cerebro más pequeño que la cabeza de un alfiler.

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I n s e c t o s s o c ia l e s e n t a n t o s u p e r o r g a n is m o s

Las sociedades de termitas, hormigas, avispas y abejas pueden contener millones de insectos individuales. Construyen nidos enormes y muy elabo­rados, exhiben una compleja división del trabajo y se autorreproducen. Mu­chas veces se las ha comparado con organismos o superorganismos.

La concepción holista de las sociedades de insectos como organismos se dio por supuesta casi universalmente hasta el siglo XX, de la misma manera que la aplicación de la idea de organismo a las sociedades humanas. Esta manera orgánica de pensar acerca de nuestras sociedades está incorporada al lenguaje, como cuando hablamos de «cabeza del Estado», «brazo de la ley» o «cuerpo político». Sin embargo, como las actitudes mecanicistas se im­pusieron a esas ideas tradicionales, hacia los años cincuenta del siglo XX el concepto de superorganismo se fue pasando de moda en la biología institu­cional. Triunfó el espíritu reduccionista. Edward O. Wilson, el fundador de la sociobiología, se refirió en 1971 al superorganismo como un «espejismo que se ha disuelto».1

No obstante, esta idea se ha demostrado indispensable y hoy vuelve a gozar de favor. He aquí las palabras del mismísimo Edward O. Wilson, es­critas en colaboración con Bert Hólldobler en 1994:

Considérese la mayoría de las sociedades de insectos con aspecto de orga­nismo, como las grandes colonias de esas devastadoras hormigas africanas o amazónicas. Visto desde lejos y ligeramente fuera de foco;> una columna de la colonia parece una entidad viva única. Se extiende como el seudópodo de una ameba gigantesca sobre unos cien metros de terreno... El enjambre no tiene lí­der... El enjambre frontal, que avanza a 20 metros por hora, devora a su paso todo el terreno y la vegetación, reuniendo y matando casi todos los insectos e incluso las serpientes y otros animales de gran tamaño, incapaces de escapar. Tras unas horas, se invierte la dirección del flujo y la columna retrocede a los agujeros del hormiguero. Hablar de una colonia de hormigas amazónicas u otros insectos sociales como de algo más que una mera pero compacta agrega­ción de individuos es hablar de un superorganismo.2

Como Wilson señala ahora, este concepto nos invita a contemplar la so­ciedad entera como un organismo. Compara la reina con el corazón de esta entidad, tanto en sentido hereditario como en sentido fisiológico. Compara las obreras con la boca, los intestinos, los ojos. Este enfoque holístico per-

1. Wilson (1971).2. Holldobler y Wilson (1994), págs. 109-110.

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mite a Wilson ver una analogía entre la manera en que los organismos se de­sarrollan a partir de óvulos fertilizados y la manera en que las sociedades son construidas por los individuos que las componen.

Los insectos sociales y todos los animales sociales están unidos en sus grupos sociales por campos mórficos, portadores de los modelos y de los «programas» de organización social habituales. En el caso de los insectos sociales que construyen nidos y otras estructuras, estos campos coordinan su actividad arquitectónica. Contienen, por así decir, anteproyectos detalla­dos del nido. El campo mórfico de la colonia no está simplemente en el in­terior de los insectos individuales, sino que más bien se encuentran éstos en el seno del campo mórfico del grupo. El campo es un modelo extendido en el espacio-tiempo, de la misma manera que el campo gravitacional del sistema social no se encuentra simplemente en el interior del sol y los planetas, sino que los contiene a todos y coordina sus movimientos.

Mucho es lo que se ha descubierto acerca de la comunicación entre los insectos sociales por medio de la comida compartida, las huellas olfativas, el tacto y la visión, así como en la danza oscilante con que las abejas mielíferas comunican la dirección y la distancia de la comida. Pero la existencia de to­das estas formas de comunicación sensorial opera conjuntamente con sus conexiones a través del campo mórfico del grupo. Sugiero que es precisa­mente este campo lo que habilita a los insectos a interpretar estas huellas ol­fativas, modelos de danza, etcétera, y a reaccionar adecuadamente.

La comunicación sensorial por sí misma sería totalmente inadecuada para explicar cómo las termitas, por ejemplo, pueden construir estructuras tan prodigiosas, con termiteras que llegan a los tres metros de altura, llenas de galerías y cámaras e incluso equipadas con pozos de ventilación. Estas ciu­dades de insectos tienen un plan general que excede con mucho la expe­riencia de cualquier insecto individual.

Karl von Frisch, que descubrió la danza oscilante de las abejas, ha escri­to un libro excelente sobre arquitectura animal,3 en el que analiza las com­plejas construcciones de las termitas. Los insectos son ciegos y no se ven unos a otros, pero marcan huellas con el olor, de modo que las otras termi­tas pueden seguirlas, y emiten señales golpeando una superficie dura con la cabeza. Pero, como señala Von Frisch: «El contenido informativo de ambos modos de comunicación es pequeño. La huella de olor puede conducir a una meta, pero no explica qué hacer una vez allí. El tamborileo es una señal de alarma por la cual los soldados o las obreras inducen a otras obreras a huir al interior del nido... Pero no es más que una señal general de adver-

3. Von Frisch (1975).

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tencia». Concluye que «las estructuras terminadas parecen demostrar la existencia de un plan maestro que controla las actividades de los construc­tores y que se basa en las necesidades de la comunidad. Cómo llega a trans­mitirse en todo el enorme conjunto de millones de obreras ciegas, es algo que desconocemos».4

Afortunadamente, Eugene Marais, pionero naturalista sudafricano, ya ha realizado un experimento decisivo que arroja cierta luz sobre esta cues­tión. Marais comenzó por observar la manera en que las obreras de la espe­cie Eutermes reparaban grandes brechas que él producía en sus termiteras. Las obreras empezaban a reparar el daño desde todas partes, llevando cada una un grano de tierra revestido de su saliva pegajosa y encolándolo en el si­tio. Las obreras de distintos lados de la brecha no entraban en contacto mu­tuo y no se veían, puesto que son ciegas. Sin embargo, las estructuras levan­tadas desde distintos lugares se unían correctamente. Las actividades de reparación parecían estar coordinadas por alguna estructura organizativa general que Marais atribuía al «alma del grupo». Yo pienso que se trata de un campo mórfico.

Luego llevó a cabo un experimento para ver qué sucedía cuando las termitas que reparaban la brecha estaban separadas unas de otras por una barrera. Cogió una plancha de acero y dividió la termitera en dos partes se­paradas. Entonces las constructoras de un lado de la brecha no podían sa­ber nada de las del otro lado por medios sensoriales:

A pesar de esto, las termitas construyeron arcos o torres similares a ambos lados de la plancha. Cuando, finalmente, retiramos la plancha, las dos mitades se correspondieron perfectamente una vez efectuada la reparación del corte di­visorio. No podemos evitar la conclusión última de que en algún sitio existe un plan preconcebido que las termitas se limitan a ejecutar.5

Desgraciadamente, nadie ha repetido nunca este experimento ni otros de Marais, que también parecían mostrar que los miembros de la colonia es­taban unidos por un «alma invisible». Yo creo que estamos ante un terreno lleno de potencialidades para una fructífera investigación.6 Si el comporta­miento de los insectos sociales está coordinado por una calase de campo has­ta ahora no reconocido por la biología ni por la física, los experimentos con insectos sociales pueden decirnos algo acerca de las propiedades y la natu­

4. Ibíd.,pág. 150.5. Marais (1973).6. Sheldrake (1994).

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raleza de esos campos, que bien pueden operar en todos los niveles de la or­ganización social, incluso el nuestro.

C a r d ú m e n e s

A cierta distancia, un cardumen se asemeja a un gran organismo.7 Sus miembros nadan en formaciones cerradas, girando e invirtiendo la direc­ción casi simultáneamente. «Los sistemas de dominación o bien no existen o bien son tan débiles que su influencia en la dinámica del cardumen en conjunto es escasa o nula. Cuando el cardumen gira a la derecha o a la iz­quierda, los individuos que antes ocupaban el flanco asumen la conduc­ción.»8 Cuando sufre un ataque, un cardumen puede responder abriendo un vacío alrededor del depredador. Más a menudo se divide por el medio y las dos mitades se separan y finalmente nadan alrededor del depredador e invierten la dirección. Esto se conoce como efecto de fuente y deja al de­predador delante del cardumen. Cada vez que el depredador se gira, vuelve a ocurrir lo mismo.

La más espectacular de las defensas del cardumen es la llamada expan­sión relámpago, que en filmes se ve como la explosión de una bomba. Cuan­do un grupo es atacado, todos los peces se separan simultáneamente del centro del cardumen y toda la expansión puede tener lugar en sólo una quin­cuagésima de segundo. En ese tiempo, los peces pueden acelerar a una ve­locidad de diez a veinte veces la longitud de su cuerpo por segundo. Y sin embargo, no chocan. «No sólo cada pez sabe de antemano dónde nadará si son atacados, sino que también ha de saber hacia dónde nadará cada uno de sus vecinos.»9 Esta conducta no se explica simplemente en términos de in­formación sensorial de los peces vecinos, porque se da con demasiada rapi­dez como para que los impulsos nerviosos se desplacen del ojo al cerebro y luego del cerebro a los músculos.

Incluso en conductas normales de cardúmenes, no está claro cómo se coordinan los movimientos. Los peces continúan nadando en cardúmenes por la noche, de modo que no parece que la cosa dependiera de la misión. Ha habido experimentos de laboratorio en los que se cegó temporalmente a los peces instalándoles lentes de contacto opacas. Y con todo fueron ca­paces de unirse y mantener su posición indefinidamente dentro del cardu­

7. Wilson (1980).8. Ibíd., págs. 207-208.9. Partridge (1981).

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men. Tal vez sean capaces de juzgar la posición de sus vecinos mediante sus órganos sensibles a la presión, conocidos como líneas laterales, que reco­rren toda la longitud del pez. Pero en otros experimentos de laboratorio realizados por investigadores de este tipo de animales, se puso a prueba esta idea cortando los nervios de las líneas laterales al nivel de las agallas. Los pe­ces así tratados se mantuvieron normalmente en el cardumen.10

Aun cuando comprendiéramos por qué medios se dan cuenta de las po­siciones de los otros a través de los sentidos normales, no explicaríamos con ello la rapidez de sus respuestas. No es probable que un pez pueda sentir de antemano hacia dónde se moverán sus vecinos.

Pero si lo que coordina la conducta de los cardúmenes son campos mór­ficos, estos vínculos y estas conexiones resultan más fáciles de entender, en principio. El campo ayuda a dar forma a la conducta y a la actividad del car­dumen como un todo y los individuos que lo componen responden al me­dio de su campo local.11 Una analogía física simple es la que ofrecen las li­maduras de un campo magnético. Cuando se mueve un imán, las limaduras de hierro adoptan nuevas posiciones y configuran nuevas «líneas de fuer­za». Esto se debe a que cada limadura individual responde al campo dentro y alrededor de éste y el campo como un todo configura el conjunto.

Sería fascinante conocer lo que sucedería si se separaran las dos partes de un cardumen con una barrera que bloqueara el contacto sensorial nor­mal. ¿Seguirían coordinándose sus actividades? Por lo que sé, hasta ahora nadie ha intentado este tipo de investigación.

B a n d a d a s d e a v e s

Las bandadas, lo mismo que los cardúmenes, muestran una coordina­ción tan notable que también a ellas se las ha comparado muchas veces con un organismo. El naturalista Edward Selous escribió lo siguiente sobre el movimiento de una gran bandada de estorninos: «Cada masa de estorninos giraba, rotaba o invertía el orden del vuelo, cambiaba en un abrir y cerrar de ojos del marrón al gris, del oscuro al claro, como si todos los individuos que lo componen tuvieran partes componentes de un organismo individual».12

10. Ibíd., págs. 493-494.11. Los modelos matemáticos de cardúmenes tienen que tener en cuenta los efectos si-

nergéticos o cooperativos sobre el cardumen entero, que son una manera de representar el campo del cardumen. Véase, por ejemplo, Huth y Wissel (1992); Niwa (1994).

12. Selous (1931), pág. 9.

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Selous estudió la conducta de bandadas por un período de treinta años y se convenció de que era imposible explicarla en términos de comunica­ción sensorial normal: «Yo pregunto ¿cómo se explican estas cosas sin algún proceso de transferencia de pensamiento tan veloz como para llegar prácti­camente al pensamiento colectivo simultáneo?».13

Es sorprendente que haya habido tan poca investigación sobre el com­portamiento de bandadas, pero en un estudio de referencia realizado por Wayne Potts en los años ochenta se estudiaron los movimientos en peralte de grandes bandadas de una variedad de paseriformes mediante su filma­ción con exposiciones rápidas, a fin de poder ralentizar la proyección y exa­minar la manera en que se producían los movimientos de la bandada.14 Es­tos análisis desvelaron que el movimiento no era exactamente simultáneo, sino que comenzaba en un individuo o bien en unas pocas aves al mismo tiempo. Este comienzo podía darse en cualquier lugar de la bandada y las maniobras se propagaban siempre a través de la bandada como una ola a partir del lugar de origen. Estas olas avanzaban con gran rapidez, a un pro­medio de 15 milésimas de segundo para pasar de un ave a su vecina.

En el laboratorio se experimentó con paseriformes en cautividad para averiguar con qué rapidez podían reaccionar a un estímulo repentino. El tiempo medio que requirieron para exhibir una reacción notable tras un destello repentino fue de 38 milésimas de segundo. Esto quiere decir que es imposible que viren en formación peraltada como respuesta a lo que hacen los vecinos, pues esta respuesta se produce con mucha mayor rapidez que su tiempo mínimo de reacción.

Potts concluye que las aves responden a la «onda de maniobra» que recorre la bandada, mediante la adaptación de su pauta de vuelo para an­ticipar la llegada de la onda. Para explicar este fenómeno, este autor ha pro­puesto lo que denomina «hipótesis de la línea coral» sobre la base de expe­rimentos realizados en los años cincuenta con líneas corales humanas. Las bailarinas ensayaban movimientos particulares; luego, en ciertos experimen­tos, una persona iniciaba esos movimientos sin aviso previo y, a partir de fil­maciones, se calculaba su tasa de propagación a toda la línea. En promedio, dicha tasa era de 107 milésimas de segundo de una persona a otra, velocidad casi dos veces mayor que la de la reacción visual humana, que es, en pro­medio, de 194 milésimas de segundo. Potts sugiere que esto se debía a que el individuo veía la aproximación de la onda y calculaba por anticipado el momento en que llegaría a él.

13. Ibíd., pág. 10.14. Potts (1984).

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En otras palabras, Potts considera que tanto las aves como las niñas del coro reaccionan a la onda de maniobra en su conjunto, que reaccionan me­nos a los otros individuos en tanto tales que a la difusión de la onda misma. Esto se asemeja mucho a un fenómeno de campo y yo sugiero que la onda de maniobra es una pauta en el interior del campo mórfico. A mi juicio, esta explicación es más plausible que la alternativa, según la cual la onda entera se coordina a través de estímulos puramente visuales, lo que requeriría que las aves fueran capaces de tener la sensación de esas ondas, tomar nota de ellas y reaccionar de manera casi inmediata, aun cuando les lleguen directa­mente desde atrás. Se necesitaría para ello una atención visual prácticamen­te continuada, sin parpadear, de 360 grados a la redonda. La hipótesis del campo permitiría entender más fácilmente de qué manera las aves perciben y responden a la onda de maniobra como una Gestalt, término alemán que lleva implícita una combinación de forma y de totalidad, A través de ella po­drían aprehender el movimiento de la bandada como un todo y responder a él de acuerdo con su posición en la bandada. El campo subyace al continuo de la bandada y a los movimientos de las pautas que la atraviesan.15

Si el vuelo de bandadas de aves se coordinara a través de un campo mór­fico, este campo podría muy bien mantener unidas a las aves cuando se de­dican a otras actividades. Por ejemplo, cuando un grupo de aves merodea en busca de alimento, si algún miembro del grupo encuentra una buena fuen­te de alimentación, el descubrimiento podría propagarse a través del campo

15. Para un resumen de la investigación reciente en el comportamiento de bandadas y los modelos matemáticos de grupos animales, véase Parrish y Hammer (1997). Los modelos que utilizan interacciones locales entre aves y sus vecinos los han construido Craíg Reynolds y otros sobre la base de programas automáticos celulares, el más conocido de los cuales es el llamado «Boids» de Reynolds (para detalles, véase el sitio web http://hmt.com/cwr/boids/ html). Son capaces de simular ciertas propiedades del comportamiento de la bandada. Pero hay modelos nuevos que predicen el comportamiento de la bandada mucho mejor que los «boids» originales. Estos modelos se basan en fenómenos de campo, como los que ordenan la rotación magnética de los átomos en un imán o los campos de flujo de los fluidos. Pero ninguno de estos modelos de ordenador entra en los detalles de cómo se produce en reali­dad la comunicación de ave a ave. Los datos observacionales de la cinematografía de alta ve­locidad muestran que esta interacción es demasiado rápida para ser explicada por los estí­mulos visuales procedentes de los vecinos. Las aves reaccionan más rápido de lo que sus impulsos nerviosos les permitirían en caso de reaccionar sólo ante los vecinos (Sheldrake, 1988). Su reación parece darse más bien ante el modelo de cambio del movimiento de conjun­to de la bandada. Las ondas pueden pasar a través de estos campos de la bandada (Schecter, 1999). Estas nuevas y mejoradas versiones de «boids» implican un cierto tipo de transferencia rápida de información a través de los campos y son completamente coherentes con el modelo de campo del tipo que sugiero en este libro.

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de la bandada dispersa y alertar a otros miembros del grupo e iniciar tal vez atracciones hacia aquélla, a fin de que se dirijan en la dirección correcta.

Al menos un naturalista, William Long, ha observado que las aves pare­cen de verdad responder de esa manera al encuentro de comida. Alimentó aves silvestres a intervalos regulares y observó que, cuando unas encontra­ban la comida, pronto aparecían otras de las inmediaciones. Esto no encierra ningún misterio, pues podían ver u oír a las aves a las que se alimentaba. Pero también descubrió que, cuando había comida, muy pronto aparecían otras aves, relativamente raras y muy dispersas en el terreno. Tras muchas observaciones, llegó a la conclusión de que la explicación racional era que o bien los pájaros que recibían alimento envían una «llamada silenciosa de co­mida» o bien que su excitación se transmite. Long sugirió que esa llamada es percibida por «otras aves hambrientas, alertas y sensibles, a una distancia superior a cualquier alcance visual o auditivo de las aves».

Para un seguimiento experimental de estas observaciones se debería tra­bajar con bandadas de aves domesticadas, como pollos, patos y gansos. Se podría separar dos partes de una bandada de manera que no pudiera tras­mitirse entre ellas ninguna influencia por los sentidos normales. Si una par­te de la bandada se asusta o se perturba, ¿se comunica alguna influencia a la otra parte? Si una parte de la bandada se alimenta, ¿se excita al mismo tiem­po la otra parte?

T e l e p a t ía e n l o s r e b a ñ o s

A menudo los naturalistas y los cazadores que han estudiado el com­portamiento de manadas de animales salvajes, comprendidos el caribú y el alce, han observado que toda una manada puede alarmarse y huir tras la sensación de peligro experimentada por uno o más de sus miembros. En al­gunos casos, esto puede explicarse en términos de señales sensoriales, pero en otros, los observadores suelen sentirse incapaces de explicar la huida re­pentina de animales que poco antes, en las mismas circunstancias, se alimen­taban o descansaban sin sospechar nada. Una sensación de peligro o de alar­ma puede extenderse silenciosa y rápidamente.

William Long estudió las reacciones del caribú en muchas ocasiones y con gran detalle. En una oportunidad, tras haber rastreado durante horas una manada de caribús en New Brunswick, se dio cuenta, por las huellas, de que un miembro de la manada iba herido, caminando en tres patas, pues la delantera derecha se balanceaba inútil mientras el animal cojeaba. Por fin llegó a una pendiente boscosa desde donde, con los binoculares, vio efecti­

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vamente a la manada a un kilómetro y medio de distancia. Comenzaba a acercarse a los animales, cuidando de mantenerse siempre fuera de su cam­po visual, cuando se encontró con la huella solitaria del tullido y poco des­pués lo sorprendió en un matorral, y éste, cojeando, se metió en la espesu­ra. Long encontró un claro en el bosque y dirigió los binoculares hacia, los otros caribús, que, en estado de alarma salvaje, huían a toda velocidad. Esta­ba convencido de que el resto de la manada no podía oírlo, verlo ni olerlo. Todavía estaba demasiado lejos y, sin embargo, los animales reaccionaron inmediatamente tras ser sorprendido el miembro tullido, «como si hubiera hecho sonar una campana con ese fin». Long siguió las huellas de la manada hasta donde habían estado descansando antes de la alarma y no encontró en las inmediaciones absolutamente ningún rastro de hombre ni de animal que explicara la huida. Concluyó que habían percibido una alarma silenciosa.

No sucede siempre así, porque a veces un miembro de la manada pue­de ser sorprendido y no dar la alarma a los demás. Long pensó que en este caso el caribú solitario estaba tremendamente asustado y pudo haber emitido una advertencia particularmente intensa al resto de la manada. Observacio­nes análogas en la conducta del alce lo llevaron a concluir que manadas en­teras podrían de repente sentir y comprender el impulso silencioso de fuga y obedecerlo sin más, de una manera esencialmente telepática.16

E x p e r im e n t o s c o n c a b a l l o s

El amaestrador británico de caballos Harry Blake estaba convencido de que estos animales se hallaban en comunicación telepática entre sí y de que también podían responder telepáticamente a seres humanos. Creía que esta clase de comunicación era vital para su supervivencia, pues en la vida natural, una manada de caballos puede estar esparcida, con algunos de sus miembros recíprocamente fuera de sus respectivos campos visuales y auditivos. «Si una parte de la manada se asustara por la aparición de un hombre, un lobo o al­gún otro depredador, el resto de la manada, incluso entre los árboles, podría verse alertada por PES aun cuando no pudiera ver ni oír a sus compañeros. Los caballos alertados de esta manera se muestran primero nerviosos, luego yerguen las orejas y olfatean, y finalmente empiezan a retirarse del área.»17

Blake realizó una serie de experimentos de telepatía entre caballos. Para ello escogió parejas de caballos que fueran hermanos o hermanas y vivieran

16. Long (1910), págs. 101-105.17. Blake (1975).

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como estrechos compañeros, con el hábito de comer, caminar y actuar siem­pre juntos.

Se separó a las parejas y se mantuvo a cada uno de sus miembros fuera de la vista y del oído del otro. Luego se dio de comer a uno de cada pareja y se observó al otro. A los fines de este experimento no se alimentaba a los caballos todos los días a la misma hora, ni a sus horas de alimentación regu­lares. En 21 de las 24 pruebas de este tipo, Blake observó que, cuando se ali­mentaba a un caballo, el compañero de pareja se excitaba y pedía comida, aunque no pudiera ver ni oír al primero.

En una serie posterior de experimentos, cuando se llevaba fuera y se ejercitaba a un caballo, en la mayoría de las ocasiones el otro caballo de la pareja se excitaba. En otro tipo de experimento, Blake hizo carantoñas a uno de los caballos de la pareja, normalmente al que quería menos, y en la mayoría de los casos el otro dio unas señales de perturbación que suge­rían celos.

En conjunto, Blake realizó 119 experimentos y los resultados fueron po­sitivos en el 68 % de los casos. También realizó experimentos con una pare­ja de caballos que se profesaban mutua hostilidad. Sólo obtuvo resultado positivo en uno de los quince experimentos de este grupo.

Por lo que sé, nunca se han repetido estos experimentos pioneros. Son significativos en tanto muestran que la investigación de la comunicación te­lepática entre caballos, u otros animales, puede realizarse medíante experi­mentos simples y directos.

E x p e r im e n t o s c o n p e r r o s y c o n c o n e jo s

Que yo sepa, los únicos experimentos relativos a la prueba de telepatía de perro a perro fueron realizados por Aristed Essner, psiquiatra del Rockland State Hospital de Nueva York, con ejemplares de bóxer. Su investigación fue estimulada por los rumores de que había científicos soviéticos que estaban estudiando experimentalmente la PES en animales. Según uno de esos ru­mores, se habían puesto conejitos recién nacidos a bordo de un submarino, mientras se mantenía a la madre en un laboratorio en tierra. Una vez sumer­gida la nave, se mató a los conejitos uno por uno. Se decía que la madre se había mostrado agitada en los precisos momentos en que se los mataba.18

Para estos experimentos, Essner utilizó dos habitaciones insonorizadas en diferentes lugares del hospital. En una de esas habitaciones se mantuvo

18. Ostrander y Schroeder (1970).

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a una madre bóxer y en otra a su hijo. Se había amaestrado a estos perros para que se agazaparan cuando alguien levantaba un periódico enrollado. En el experimento, un experimentador «amenazó» al hijo con un periódico enrollado y éste se agazapó como era de esperar. La madre, en su cámara aislada, se agazapó exactamente al mismo tiempo.19 En otro experimento se mantuvo un bóxer en una de las habitaciones, conectado a un aparato elec- trocardiográfico, mientras su ama se hallaba en la otra. Los experimentado­res, sin aviso previo, enviaron un hombre a la habitación de la mujer con la misión de gritarle en forma amenazadora. No es de sorprenderse que ella se asustara. En el mismo momento, las pulsaciones de su perro se aceleraron violentamente.20

Probablemente pocos dueños de perros se presten a participar en expe­rimentos como éste, pero sería relativamente fácil repetir este tipo de experi­mento utilizando habitaciones aisladas y estímulos no atemorizantes. Por ejemplo, en un experimento con dos perros, se podría alimentar a uno de ellos y observar al otro para comprobar si muestra signos de excitación al mismo tiempo, como en los experimentos de Blake con caballos.

Aunque los experimentos con conejos y submarinos rusos fueran sólo rumores, recientemente se han realizado en Francia experimentos con co­nejos que han arrojado resultados muy semejantes. En ellos se controló la tensión de los conejos midiéndoles el flujo de sangre en las orejas. Esto se hizo de manera indolora, colocando un pequeño clip en una zona rasurada de la oreja, a uno de cuyos lados había una diminuta fuente luminosa y al otro una célula fotoeléctrica. De esta manera se podía medir sin interrup­ción la cantidad de luz que brillaba a través de la oreja. Cuando los conejos sienten tensión, se les contraen los vasos sanguíneos de las orejas, el flujo sanguíneo disminuye y pasa más luz.

Estos experimentos, dirigidos por René Peoc’h, involucraban a parejas de conejos pertenecientes a la misma camada y que habían vivido juntos en las mismas jaulas durante meses. Se los comparó con otras parejas de co­nejos a cuyos miembros se había mantenido mutuamente aislados en jaulas individuales.

En el momento del experimento, se colocó a cada conejo en una jaula insonorízada, lo que también la aislaba de influencias electromagnéticas. En cada experimento, se medía la tensión experimentada por ambos conejos controlando el flujo de sangre en las orejas. Peoc’h encontró que cuando uno de los conejos experimentaba una tensión, el otro tendía a experimen-

19. Rogo (1997).20. Wylder (1978).

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tar tensión en el término de tres segundos. Por el contrario, las parejas de conejos que servían de control, formadas por animales que no se conocían entre sí, no exhibían la misma clase de conexión telepática. Las diferencias en­tre las parejas de conejos que se conocían y las parejas de control revistieron gran significación estadística.21

Sería sorprendente que los conejos y los perros pudieran influir telepá­ticamente unos sobre otros en experimentos, pero no en la vida real. Y en verdad varias personas que tienen dos o más perros me han dicho que han observado que los perros parecen influir unos sobre otros a distancia. Por ejemplo, Margaret Simpson, de Castle Douglas, Escocia, tiene un lebrel y un perro labrador. Cuando están fuera de la casa, paseando, en general el lebrel se mantiene cerca de ella, mientras que el labrador se aleja considera­blemente y parece capaz de «llamar» al lebrel, sobre todo cuando encuen­tra un ciervo. «Sin ningún motivo sensorial que yo pueda discernir, el lebrel recibía una suerte de mensaje y salía disparado. Era exactamente como si se hubiera transferido un pensamiento.»

Hay perros que reaccionan cuando otro perro al que están unidos ha te­nido un accidente o muere en un lugar lejano. Un perro pastor dio muestras de gran tristeza en Francia cuando se mató a su madre en la isla de La Reu­nión, a más de 10.000 kilómetros de distancia (pág. 134). Otro ejemplo, del que informa Major Patrick Pirie, concierne a una hembra de labrador dora­do y a su hija: cuando la hija tenía alrededor de nueve meses y vivía con Ma­jor Pirie en Somerset, «sin ningún motivo en absoluto y por única vez en su vida, rechazó toda comida y permaneció todo el día inmóvil. Esa noche re­cibimos una llamada telefónica para informarnos que su madre había sido atropellada por un coche y que había muerto. Estoy convencida de que la perra tuvo algún tipo de percepción y supo lo que había sucedido a 160 ki­lómetros de distancia».

Otro ejemplo de nuestra base de datos se refiere a unos perros birmanos de montaña. «A uno de mis perros se le diagnosticó cáncer; estaba en el Centro de Veterinaria de Cambridge. De pronto, apenas pasadas las doce del mediodía, el otro perro comenzó a aullar y estuvo triste un buen rato.» Esa misma tarde, el veterinario llamó desde Cambridge para decir que al mediodía habían dormido al perro enfermo (Josephíne Woods).

Los ejemplos de perros, caballos, caribús y otras especies analizadas en este capítulo sugieren que la telepatía podría estar bastante extendida en el reino animal.

21. Peoc’h (1997).

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R a s g o s c o m u n e s d e l a t e l e p a t ía a n im a l

Hay varias características de la telepatía animal que se repiten en espe­cies muy diferentes. Esto apunta a las siguientes conclusiones acerca de los principios básicos de telepatía dentro de las especies:

1. La telepatía animal implica la influencia de los animales en otros anima­les con independencia de los sentidos conocidos.

2. La telepatía se da normalmente entre animales estrechamente relacio­nados entre sí y que forman parte del mismo grupo social. En otras pa­labras, se da entre animales «vinculados» entre sí.

3. En cardúmenes, bandadas, manadas, rebaños y otros grupos sociales, es posible que la comunicación desempeñe un papel importante en la coordinación de la actividad del grupo como un todo.

4. Al menos en aves y en mamíferos, la telepatía tiene que ver con emocio­nes, necesidades e intenciones. Entre los sentimientos que se comunican telepáticamente están el miedo, la alarma, la excitación, las llamadas de socorro, las llamadas a acudir a un lugar determinado, las anticipaciones de llegadas o de partidas y, finalmente, la tristeza y la muerte.

En el caso de los animales domésticos, estos mismos principios se apli­can a la comunicación telepática entre personas y animales a los que están ligados.

Estos rasgos comunes de telepatía animal parecen aplicarse a gran par­te de la telepatía humana, en especial a los casos más dramáticos de telepa­tía humana espontánea relativa a muertes o accidentes distantes.

Una de las conclusiones más importantes de las investigaciones descri­tas en este libro es que la telepatía no es específicamente humana. Es una fa­cultad natural, parte de nuestra naturaleza animal.

¿SÓ LO a d is t a n c ia o p e r a l a t e l e p a t ía ?

El que la comunicación telepática pueda darse cuando los animales y las personas no están en contacto sensorial no demuestra que la telepatía tam­bién se dé cuando están efectivamente en contacto sensorial. Tal vez la tele­patía sea una facultad que sólo entra en funcionamiento cuando se la nece­sita, de la misma manera en que se conecta un sistema de intercomunicación por radio cuando las personas están separadas y se lo desconecta cuando vuelven a estar juntas.

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Por otro lado, los vínculos psíquicos o los lazos emocionales conectan animales y personas tanto cuando están juntos como cuando están separa­dos. La comunicación telepática puede muy bien ocurrir al mismo tiempo que se da también la comunicación a través de los sentidos conocidos.

No suponemos que los animales dejen de oler a alguien porque lo vean o lo oigan. No tenemos ningún inconveniente en aceptar que los sentidos no se excluyen mutuamente y que en general operan conjuntamente. Pienso que lo mismo vale para la comunicación invisible que tiene lugar mediante las vinculaciones psíquicas: en general opera conjuntamente con los senti­dos. El lazo psíquico no se interrumpe cuando los individuos están juntos para conectarse cuando están separados; su presencia potencial es perma­nente, ya sea que los individuos estén juntos, ya que estén separados.

C o n c l u s ió n d e l a c u a r t a p a r t e

El estudio científico de la telepatía animal es muy incipiente aún. Espe­ro que, a medida que progrese la investigación a este respecto, la telepatía resulte cada vez más normal y deje de parecer algo /wranorrnal, más allá de lo normal. Es un aspecto de la biología de los grupos sociales y de las co­municaciones sociales. Habilita a los miembros del grupo a influir unos sobre otros incluso cuando se hallan fuera del alcance de la comunicación senso­rial y tal vez tenga considerable valor para la supervivencia. En caso afirma­tivo, la capacidad de comunicación telepática debería estar sometida a la selección natural. La telepatía tiene que haber evolucionado. Sus raíces pue­den subyacer profundamente en la historia de la evolución, entre los prime­ros animales sociales.

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QUINTAPARTE

Sentidos de orientación

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CAPÍTULO _____ 1 0

Viajes increíbles

Los animales no sólo establecen vínculos con los miembros de su gru­po social, sino que también desarrollan conexiones con lugares particula­res. Muchas clases de animales, tanto salvajes como domesticados, son ca­paces de encontrar el camino de regreso a su lugar de origen desde sitios que desconocen por completo. Esta conexión a lugares depende de los campos mórficos, que subyacen al sentido de orientación que permite a los animales encontrar el camino a su lugar de origen en un terreno des­conocido.

El sentido de orientación también desempeña un papel vital en la mi­gración. Algunas especies, como las golondrinas, el salmón o las tortugas marinas, migran de zonas de cría a zonas de alimentación y regresan, a mi­les de kilómetros de distancia. Su capacidad para navegar es uno de los grandes misterios sin desvelar de la biología, como expongo en el capítulo siguiente. También aquí pienso que los campos mórficos, y la memoria an­cestral que les es inherente, podrían contribuir a explicar el fenómeno.

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P e r r o s , g a t o s y c a b a l l o s q u e r e g r e s a n a su c a s a

Hay muchos relatos de animales domésticos que regresan a su casa des­pués de haber sido abandonados o perdidos muy lejos. Algunos han logra­do casi estatus legendario, como un collie llamado Bobby, perdido en In­diana, que regresó a su casa en Oregón al año siguiente, tras cubrir más de 3.500 kilómetros. Estos casos constituyen la base del conocido relato de aven­turas con animales titulado The Incredible Journey,1 llevado al cine por Dis­ney, en el que un gato siamés, un viejo bull terrier y un joven perro labrador encuentran el camino de regreso a su casa a través de cuatrocientos kilóme­tros en una región salvaje del norte de Ontario.

Los viajes increíbles de la vida real se repiten una y otra vez y no es nada extraño encontrar información de casos notables de este tipo en la prensa diaria. En 1995, el Times londinense traía la siguiente información:

Un perro pastor abandonado por unos ladrones de coches se reunió con su amo tras andar casi cien kilómetros hasta su casa. Blake, un collie de diez años, estaba junto con su compañero Roy, de cuatro años, en el maletero del Land Rover de Tony Balderstone, cuando éste fue robado. Los ladrones, que cogie­ron el vehículo en Cley, Norfolk, se deshicieron de los perros en Downham Market, a casi cien kilómetros de la casa de Balderstone, en Holt. Roy fue cap­turado en Downham Market dos días después y devuelto a su amo, pero Blake se quedó solo. El señor Balderstone, que es pastor, dijo ayer: «Yo sabía que vol­vería a casa, con tal de que no muriera en un accidente de tráfico o le dispararan por morder ganado. Telefoneé a los granjeros y a los guardabosques de la ruta para alertarlos». Blake tardó cinco días para hacer su viaje a Letheringsett, a un kilómetro y medio de la pequeña propiedad rural del señor Balderstone, donde fue reconocido por los aldeanos.2

Por cada caso de éstos que aparece en los periódicos ha de haber doce­nas que permanecen inéditos. En nuestra base de datos hay 60 relatos sin publicar acerca de perros y 29 de gatos que han vuelto a sus casas. Algunos, como en el caso de Blake, se refieren a animales que habían sido abandona­dos o perdidos muy lejos de su casa. Pero la mayoría se refiere a animales que volvieron a su antigua casa tras haber sido llevados a una nueva.

Prácticamente en todos estos casos, los animales fueron transportados al lugar desde el cual volvían a su casa, es decir, que no habían hecho el ca­mino por sí mismos. Por tanto, no estaban en condiciones de reconocer olo­

1. Burnford (1961).2. Young(1995).

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res, marcas locales ni ningún otro detalle de la ruta. Normalmente, sus via­jes de ida habían sido en coche, pero en algunos casos fueron en autobús o en tren, y en uno de ellos, en barco a través del lago Zurich. A veces se los lle­vó por rutas indirectas. Pero en los casos en que se los descubrió en su via­je de regreso, en general no volvían siguiendo la misma ruta por la que se los había llevado. En cualquier caso, un perro o un gato que trataran de seguir las carreteras o líneas férreas por las que fueron alejados terminarían muy pronto aplastados. De alguna manera los animales sabían en qué dirección es­taba su casa, incluso cuando se hallaran en un sitio en el que nunca habían estado antes y se los hubiera llevado allí por una ruta indirecta.

La prueba más clara de que el sentido de orientación de los animales no depende del recuerdo de olores a lo largo de la ruta, ni de otros detalles del viaje de ida, es la que aportan los casos en que se transportó al animal por aire. Durante la guerra de Vietnam, las tropas norteamericanas utilizaron perros exploradores, a los que se llevó en helicóptero a las zonas de guerra. Uno de esos perros, Troubles, fue aerotransportado a la jungla con su amaes­trador, William Richardson, para apoyar a una patrulla, a dieciséis kilóme­tros de distancia. Richardson resultó herido por fuego enemigo y se le llevó por aire al hospitál; los otros miembros de la patrulla abandonaron sin más al perro. Tres semanas más tarde encontraron a Troubles en su casa, en el Cuartel de la Primera División de Caballería Aérea, en An Khe. Cansado y flaco, no dejó que nadie se le acercara. Buscó en las tiendas hasta que en­contró las pertenencias de Richardson, tras lo cual se acurrucó y se durmió.3

Aunque la mayoría de los dueños de animales de compañía se asombran de las insospechadas facultades de sus animales para regresar a su casa, los pastores y otros dueños de perros de trabajo suelen ser muy conscientes de esa aptitud. Es significativo que el dueño de Blake, tan seguro del regreso del perro, fuera un pastor. En los días de trashumancia del ganado de las Highlands escocesas a Inglaterra, se acostumbraba a enviar solos a los perros de regreso a sus casas tras la entrega del ganado, mientras que los hombres se quedaban para trabajar en la cosecha. En general, los perros rehacían en sentido contrario el camino que habían seguido hacia el sur, deteniéndose en las granjas donde ya habían descansado o se habían alimentado. Los granjeros los alimentaban y recibirían el pago correspondiente de los due­ños de los perros al año siguiente, cuando volvieran a detenerse en la gran­ja.4 Antes de la Segunda Guerra Mundial, los granjeros de Lincolnshire acostumbraban a conducir sus animales a mercados a más de 160 kilóme­

3. Lemish (1996), pág. 220.4. Haldane, Droverí Roads ofScotland.

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tros de distancia, en etapas de unos 32 kilómetros. Una vez vendidos los ani­males, los ganaderos soltaban sus perros para que encontraran por sí mis­mos el camino de regreso a su casa, con lo que se ahorraban el coste del viaje en ferrocarril (Roger Dale).

También hay caballos que encuentran el camino a su casa a través de ki­lómetros por un terreno no familiar y es probable que sus habilidades para regresar a su casa se expresaran con mayor frecuencia si, cuando se los lle­va a un sitio nuevo, no se los mantuviera encerrados en campos y recintos cercados. El regreso no deseado de caballos a sus casas es un inconvenien­te, pero a veces la capacidad de un caballo para encontrar el camino de re­greso puede ser muy útil.

Un día de ocio, Jean Welsh montaba su caballo en el campo de York- shire, cuando decidió explorar un área en la que nunca habíari estado ella ni su caballo. Tras un momento se dio cuenta de que se había perdido. «Tuve una terrible sensación de desorientación y sentí miedo. Solté las riendas so­bre el cuello de la yegua y dije: “Es tu tumo; ¡vamos a casa! ”.» La yegua proce­dió con toda decisión hasta detenerse ante una puerta que nunca habían vis­to. Tan seguro parecía el animal, que Jean la abrió. «Sin ninguna orden de mi parte, continuó su camino y parecía controlar perfectamente la situa­ción.» Siguieron huellas no familiares hasta que finalmente llegaron a un lu­gar que, con gran alivio, Jean reconoció, no lejos de su casa.

O t r o s a n im a l e s q u e v u e l v e n a s u c a sa

La facultad de volver al lugar de origen está muy difundida. De la misma manera que los relatos acerca de perros, gatos y caballos, hay en la base de datos uno que se refiere a un rebaño de ovejas que se escapó del campo de un granjero y anduvo trece kilómetros hasta sus pastos nativos, otro tiene que ver con un cerdo que volvió a su casa desde once kilómetros, y varias historias de aves que regresaron a sus casas. Una de las más vividas es la relativa a Donald y Dora, unos patitos que criaba la familia Erickson, de Minnesota.

Levantamos un bonito corral en el patio trasero de nuestra casa en el inte­rior de Minneapolis. Los alimentábamos y los bañábamos en una gran piscina de plástico. Se convirtieron en nuestro centro de atención veraniego. Pasaron meses y se hicieron adultos. ¿Qué haríamos cuando llegara el invierno? Por úl­timo, a mediados de agosto decidimos llevarlos al estanque de un gran parque no urbanizado, a unos tres kilómetros y medio de distancia. Mamá dijo que era mejor que se unieran a sus congéneres y aprendieran a ser salvajes antes de que

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cayeran las primeras nevadas. Accedimos a regañadientes y los dejamos ir. Papá les había marcado las alas con pintura, a fin de que pudiéramos obser­varlos cuando estuvieran mezclados con los patos silvestres. Volvimos tristes a casa. De pronto oímos a los vecinos gritar y reír en la calle. Corrimos al patio delantero y, llenos de asombro, vimos a Donald y Dora con su andar de pato en la cumbre de la colina, en medio de la calle, y gritando ¡cua, cua! Habían en­contrado el camino de regreso a través de bosques y de ajetreadas calles de ciu­dad (Leni Erickson).

En este caso, la distancia era modesta, pero hay aves de compañía que han encontrado el camino de regreso a su casa a través de centenares de ki­lómetros, como una urraca que habían adoptado los niños de la familia Beau- zetier, en Drancy, cerca de París, cuando, todavía pichón, se cayó del nido. En las vacaciones de verano de 1995 los niños fueron a pasar una temporada con sus abuelos, cerca de Burdeos, y se llevaron consigo el pájaro. Mientras se hallaban allí, la urraca se escapó. Los niños se inquietaron y al final de las vacaciones tuvieron que volver a casa sin el ave. Poco después la vieron en un árbol, cerca de su casa. Cuando la llamaron, respondió, y para su delei­te, volvió a vivir cón ellos. Había volado casi 500 kilómetros.

Más espectacular aún fue el regreso de una paloma perteneciente a Ken Clark, de Bakersfield, California, y que su dueño entregó a unos primos de Connecticut que habían ido a visitarlo. Les dio un poco de comida y una jaula para que se la llevaran. «Un mes después, ¡el ave estaba de regreso! Había perdido la mayor parte de las plumas de la cola. Estaba sucia y hecha un desastre.» Sus primos llevaron la paloma a su casa, a casi 5.000 kilóme­tros, pero se escapó cuando trataban de pasarla a una jaula más grande.

Las habilidades de las palomas para volver a su lugar de origen no son ninguna sorpresa, pero no son únicas en absoluto, sino que se encuentran también en muchas otras especies.

E x p e r im e n t o s c o n g a t o s y p e r r o s q u e v u e l v e n a s u s c a s a s

La mayoría de los dueños de animales de compañía son comprensible­mente reacios a abandonar a sus animales en lugares no familiares para es­tudiar su comportamiento de regreso a casa. Aparte de mi investigación con el perro Pepsi, que se describe más adelante, sólo conozco dos series de ex­perimentos de este tipo.

La primera la llevó a cabo, hace más de setenta y cinco años, el zoólogo F. H. Herrick en Cleveland, Ohio, con su propio gato. La investigación co­

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menzó involuntariamente cuando llevó el gato en una bolsa desde su casa a su despacho en la Western University, a ocho kilómetros de distancia, en tranvía. Pero cuando dejó el gato fuera de la bolsa, se escapó y esa misma noche estuvo en su casa. A Herrick le desconcertó la habilidad del gato para orientarse e investigó más en ello llevando el gato en un contenedor cerrado y liberándolo a distancias variadas de su casa, entre 1,5 y 5 kilómetros. Lle­gó a establecer que el gato podía regresar a su casa en una variedad de con­diciones y desde cualquier punto cardinal.5

La segunda serie de experimentos fue realizada en Alemania en 1931 - 1932 por el naturalista Bastían Schmidt, quien estudió tres perros pastores. En cada experimento se llevó un perro en una camioneta cerrada siguiendo una ruta muy irregular, hasta un lugar donde el animal nunca había estado. Luego se lo soltaba. Una serie de observadores bien preparados observó y registró el comportamiento de los perros desde posiciones escogidas a lo largo del probable camino de regreso de los animales a su casa. También los siguieron ciclistas silenciosos, a quienes se instruyó para que no se comuni­caran con los animales bajo ningún concepto.6

Los primeros experimentos tuvieron lugar en el campo bávaro con un perro llamado Max. Cuando soltaron a Max por primera vez en un sitio desconocido para él, exploró el paisaje en varias direcciones, como si estu­viera determinando su posición. Después de varios ensayos, comenzó a concentrarse en la dirección de su casa, mirando decididamente en esa di­rección y, después de media hora, inició la marcha. Evitó atravesar bos­ques, se ocultó de los coches que pasaban y rodeó granjas y pueblos. Tras más de una hora de viaje llegó a la carretera familiar de su pueblo y enton­ces se lanzó a toda carrera a su casa. La distancia cubierta se acercó a los diez kilómetros.

En la segunda prueba, se soltó al perro en el mismo lugar y, tras unos cinco minutos de vacilación, emprendió la misma ruta que antes, pero esta vez cogió un atajo y llegó a su casa en 43 minutos. En una tercera prueba tardó más, porque la densidad del tráfico lo obligó a coger un desvío más largo.

A partir de las observaciones del comportamiento de Max, Schmidt concluyó que el perro «no utilizaba el sentido del olfato, a pesar de la im­portancia de este sentido para un perro». No olfateó los árboles, ni el suelo, ni trató de seguir huella alguna. Schmidt concluyó que no tenía ningún motivo para hacerlo: «Aprehender una huella, humana o canina, no podía signifi­

5. Herrick (1922).6. Schmidt (1932).

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car nada para un perro que trataba de volver a su casa».' Tampoco podía utilizar los ojos para determinar la dirección de su casa, porque no podía ver ningún punto de referencia conocido.

Schmidt realizó luego algunos experimentos con una perra de ciudad llamada Nora. Este animal vivía en Munich y a los fines de los experimen­tos se la llevó una mañana muy temprano a un lugar de la ciudad donde nunca había estado, a cinco kilómetros de su casa. Cuando salió del cesto en el que se la había transportado, se encontró en una gran plaza (Johan- nisplatz en Bogenhausen; vivía cerca del Tierpark). La primera vez que se la soltó, se comportó de un modo muy parecido al de Max; estuvo unos 25 minutos determinando su posición, mirando principalmente en dirección a su casa, y luego salió trotando en la dirección correcta. Todo fue bien has­ta que se encontró con un perro juguetón en la Tassiloplatz, que la apartó de su camino. Después de un cierto tiempo volvió a determinar su posición y nuevamente partió en línea recta hacia su casa. El viaje le llevó 93 minu­tos, incluido el tiempo que perdió en determinar su posición, jugar y ex­traviarse.

Para el segundo experimento, casi seis semanas más tarde, se soltó a Nora en el mismo lugar que antes. Esta vez, también lo mismo que Max, sólo invirtió cinco minutos en determinar su posición y partió siguiendo el mismo camino que había cogido la primera vez hasta Tassiloplatz. En esta ocasión no encontró distracción alguna, de modo que corrió directamente a su casa, donde llegó 37 minutos después de ser liberada.

Lo mismo que Max, Nora no olfateó y no pareció prestar atención a los olores. No podía ver nada que le resultara familiar, ya que había muchas ca­lles y casas entre el lugar de liberación y su casa. Puesto que ni el olfato ni la vista parecían poder explicar su comportamiento, ni el de Max, Schmidt concluyó lo siguiente: «Estamos antes un enigma, el misterio de un sentido desconocido, que tal vez podría describirse simplemente como sentido de la orientación».8

Schmidt intentó luego tres experimentos similares con otro perro de campo, pero todos fallaron. El perro partió siempre en una dirección equi­vocada. Esto es un saludable recordatorio de que los perros, al igual que las personas, se diferencian en sus capacidades; algunos tienen mejor sentido de la orientación que otros.

Elizabeth Marshall Thomas, cuyo libro The Hiden Life ofDogs narra sus comprometidas observaciones de perros abandonados a sus propios recur­

7. Schmidt (1936), págs. 188-189.8. Ibíd., pág. 192.

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sos, llega a conclusiones muy parecidas. Uno de los perros, un husky llama­do Misha, exhibía excelentes cualidades de navegación y hacía viajes que lo alejaban más de treinta kilómetros de su casa. (La pareja de Misha, Maria, no se perdía cuando lo acompañaba mientras obedeciera sus iniciativas. Pero se perdía casi siempre cuando salía sola. Entonces empleaba su mane­ra de regresar: simplemente se sentaba, desolada, en algún umbral. Más tar­de o más temprano, alguien buscaba su número de teléfono en el collar y lla­maba a Thomas, quien iba a buscarla en un coche.)

La primera pregunta que se hizo Thomas cuando comenzó a estudiar sus perros se refería a la naturaleza de las habilidades de navegación de Mi­sha. «Pero nunca fui capaz de responder a esta pregunta.»9 Misha no pare­cía orientarse por señales territoriales, pues una vez que llegaba a un desti­no podía regresar con toda facilidad por un camino distinto.1 ¿Se valía de las estrellas o de la posición del sol? ¿Del sonido del cercano océano Atlántico? ¿De los olores que flotaban en el aire? «Nunca lo supe, ni jamás pude ente­rarme de nada observando su trote seguro, su porte confiado.»10

D e s t in o s m ú l t ip l e s : e x p e r im e n t o s c o n P e p s i

Como hemos visto, son muchas las clases de animales que parecen tener un sentido de orientación que les permite volver a su casa desde lugares ex­traños. Pero algunos son capaces de encontrar más de un destino, e ir a otros lugares que su casa a través de terrenos desconocidos. Estos animales parecen tener un sentido de orientación para diversos lugares.

El perro con un sentido de orientación más notable que he conocido es Pepsi, hembra cruce de border collie y terrier, que vive en Leicester. Cuan­do su amo, Clive Rudkin, contactó conmigo en 1995, Pepsi ya había reali­zado en catorce ocasiones viajes a través de toda la ciudad de Leicester tras escapar de la casa de Clive, la de sus padres o la de su hermana, para llegar horas después a las casas de amigos o familiares. La mayor parte de estos viajes cubrían distancias de por lo menos 4,8 kilómetros y tenían lugar en una variedad de direcciones. En conjunto, Pepsi encontró su camino a seis destinos, a todos los cuales había sido previamente llevada en coche, nunca andando. Durante estos viajes en coche solía estar echada en el suelo, sin posibilidad de ver por las ventanillas. En una oportunidad, por ejemplo, Pepsi se escapó dé la casa de los padres de Clive, a 6,5 kilómetros al nor­

9. Thomas (1993), pág. 7.10. Ibíd., pág. 8.

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deste de su casa, y se dirigió a la casa de un amigo, ocho kilómetros al nor­te de allí. Nunca se la había llevado en coche a esa casa desde la de los pa­dres, sino directamente de la casa de Clive.

Además de estas aventuras, distribuidas a lo largo de un período de cua­tro años, nunca se la dejó vagar sola por la calle y siempre iba acompañada en sus paseos.

Pepsi jamás se extravió ni sufrió una herida, así que Clive sintió sufi­ciente confianza en sus capacidades como para permitir la realización de dos experimentos en los que se la dejaría encontrar su rumbo a partir de lu­gares desconocidos. Estos experimentos fueron filmados para la televisión de la BBC.11

En la primera prueba, se soltó a Pepsi en un parque a tres kilómetros de su casa y un cámara de la BBC la siguió. Volvió a la casa por una ruta lige­ramente indirecta, pero pintoresca, en buena parte junto a un río. El pro­blema de este experimento estuvo en que enseguida se dio cuenta de que la seguía el cámara e invirtió parte del viaje en seguirlo. Como insistía en in- teractuar con él, éste no pudo operar como observador neutro, razón por la cual es difícil saber qué parte del viaje de Pepsi se realizó bajo la influencia de la presencia del cámara.

Para el segundo experimento se equipó a Pepsi con un monitor de Glo­bal Positioning System (GPS) en una bolsa atada a su lomo. Este aparato, más o menos del tamaño de un teléfono móvil, registró las posiciones de la perra con una precisión de aproximadamente diez metros mediante señales procedentes de satélites. Nuestro plan consistía en dejar a Pepsi sola en un lugar desconocido muy temprano por la mañana, para minimizar el peligro del tráfico, y seguir sus movimientos por satélite, dado que sus posiciones quedaban registradas automáticamente con intervalos de un minuto.

Durante el solsticio de verano de 1996, cuando los druidas de nuestros días celebraban la salida del sol en los antiguos megalitos, Clive y yo estába­mos en Ethel Road, Leicester, donde dejaríamos a Pepsi en una esquina a más de tres kilómetros al este de la casa de Clive. Nunca se la había llevado antes a ese sitio. Fuimos en taxi; la perra viajó en el suelo y no pudo mirar por las ventanillas. Nos miró inquisitivamente mientras se sentaba en el bor­dillo y nos veía desaparecer en el mismo taxi. Habíamos tomado las pre­cauciones de dejar un mensaje en su lomo en el que explicábamos a cual­quiera que la encontrara que el animal formaba parte de un experimento y de informar a la policía para el caso de que se extraviara.

11. Un informe fue propalado por radio en Out o f this World, en la BBC 1, el 6 de agos­to de 1996.

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Regresamos a casa de Clive y aguardamos. La habíamos dejado a las 4.55 de la mañana y esperábamos que regresara a la casa de Clive, o posi­blemente a la de sus padres, en un máximo de dos horas. A las nueve, toda­vía no había llegado, ni se había dirigido a la casa de los padres de Clive. Co­menzamos a preocuparnos seriamente. Finalmente, Clive pensó ir a ver en la casa de su hermana, que estaba ausente, de vacaciones. Allí encontramos a Pepsi, tranquilamente echada sobre la hierba, en el jardín trasero. Ha­cía por lo menos seis meses que no se llevaba a Pepsi a esa casa y nunca ha­bía ido sola. Sin embargo, en los años anteriores se había escapado de ella en dos ocasiones para ir a la casa de un amigo, a casi diez kilómetros al sudoeste.

Luego advertimos que ésa era la mejor opción para Pepsi, porque era la casa más próxima que conocía, a sólo 1,6 kilómetros al este del lugar donde la habíamos dejado. Cuando desciframos el registro del aparato de GPS, comprobamos que primero se había dirigido unos 500 metros hacia el norte (en dirección opuesta a la que emprendimos al alejarnos de ella en el taxi). Luego invirtió por lo menos ocho minutos en ir y venir por las ca­lles adyacentes, como si estuviera determinando su posición. A continua­ción marchó directamente al este durante más de un kilómetro, hasta las proximidades del Leicester General Hospital, y se pasó siete minutos re­corriendo las inmediaciones de los edificios del hospital. Luego fue direc­tamente a la casa de la hermana de Clive, a unos 500 métros al sur de ese lugar (fig. 10.1).

Pepsi no pudo haber encontrado la casa mediante el olfato, porque esa mañana hubo un viento permanente del noroeste y en ningún momento de su viaje se encontró la perra del lado contrario respecto de la casa ni de sus inmediaciones, como para que el viento le hiciera llegar su olor.

Después de este experimento, Pepsi se escapó en otras cuatro ocasio­nes y ha realizado más viajes a través de Leicester a casas que conoce, e in­cluso a una a la que nunca había ido por sus medios: la del hermano de Clive.

El sentido de orientación de Pepsi le permite de alguna manera saber dónde está en relación con una variedad de casas diferentes y saber dón­de se encuentra cada una de ellas en relación con las otras, aun cuando se la haya llevado de una a otra en coche y sin posibilidad de mirar por la ventanilla.

Una manera de concebir esto sería suponer que la perra tiene una suer­te de mapa mental. Pero es una metáfora demasiado abstracta y demasiado antropomórfica. Y aun cuando lo tuviera, este mapa no le habría permitido saber dónde se encontraba cuando se la abandonaba en un lugar descono­

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cido. Los mapas son útiles cuando uno sabe dónde está y a dónde quiere ir. Pero si uno no sabe dónde está, el mapa no presta gran ayuda. Más que un mapa, lo que Pepsi parece tener es sentido de la orientación.

E l s e n t id o d e l a o r ie n t a c ió n

¿Cómo operaría el sentido de la orientación? Sea cual fuese su base físi­ca, supongo que de alguna manera el animal siente que un sitio conocido se encuentra en determinada dirección, tal vez a través de un cierto tipo de «atracción» hacia él. Y también puede que sienta su cercanía o su distancia.

En el caso más simple, el del comportamiento de regreso a la casa, el animal se siente atraído a ésta y, si se aparta del camino (como Nora en Mu­nich cuando se encontró con el perro juguetón), puede volver a determinar su posición y reorientarse hacia su casa (fig. 10.2A). Una metáfora podría ser la de la atracción magnética. Otra, la conexión con su casa mediante una banda elástica invisible. En cualquiera de los dos casos, habría una suerte de atracción en la dirección de la casa y un sentimiento de «calor agradable» al aproximarse a ella. Este sentimiento también se compadecería con la capa­cidad de los animales transportados en coches y otros vehículos para saber cuándo se están acercando a su casa, como analizaré en el capítulo 12.

Sugiero que esta atracción a la casa tiene lugar en el interior de un cam­po que conecta el animal con su medio. El animal construye la familiaridad con el medio que constituye su casa. Este campo de actividad en el seno de su medio familiar implica la construcción de recuerdos.

Sugiero que este campo de actividad, con su memoria intrínseca, es una suerte de campo mórfico. Y si el animal está unido al medio de su casa por un campo mórfico, esta conexión puede estirarse como una banda elástica. Puede continuar ligando el animal con su casa aun cuando se encuentre a kilómetros de distancia.

En realidad, la conexión del animal con su casa puede permanecer la­tente mientras se ocupa de buscar comida o de explorar. Los animales que están lejos de su casa no se sienten permanentemente atraídos a ella, pero en general encuentran su camino de regreso cuando llega el momento de ha­cerlo. Su intención de ir a casa da una motivación a su conducta, pero que encuentre la dirección adecuada para volver o para ir a otro sitio depende de las conexiones ya establecidas con lugares particulares. La conducta de re­greso al lugar de origen, como la navegación en general, depende de una combinación de motivación o intención, por un lado, y de conexiones con lugares significativos, por otro. Estas conexiones se establecieron en el pa-

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Figura 10.1. Mapa de parte de Leicester que muestra dónde se soltó a Pepsi (A), la suce sión de lugares que la perra visitó, como lo revela el monitor del Global Positioning Sysrci' que llevaba en el lomo, y la casa de la hermana de su amo (B), donde terminó el viaje.

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0,5 millas

0,8 km

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sado, y sugiero que esta memoria es inherente a los campos mórficos que conectan los animales con esos lugares.

El campo mórfico que conecta un animal con su casa se relaciona estre­chamente con el campo mórfico del grupo social con el que el animal compar­te su casa. La primera clase de campo subyace al sentido de la orientación ; la segunda, a la comunicación telepática. Pero, como veremos en el capítulo 13, los campos que conectan unos animales con otros no sólo proporcionan ca­nales para la comunicación telepática, sino que también pueden proporcionar información direccional. Ya nos hemos encontrado con algunos ejemplos de este fenómeno en los gatos y otros animales en apuros que llaman a su amo.

La analogía de la banda elástica implica direccionalidad. Imagínese el lector con los ojos vendados y sosteniendo un extremo de una banda elásti­ca larga y estirada. En el otro extremo, a muchos metros, la banda está fija a un lugar o la sostiene una persona. No sólo sentirá el lector una atracción hacia ese lugar o esa persona, sino que sentirá una atracción en una deter­minada dirección. Esta atracción hacia una meta puede expresarse en un modelo matemático en términos de atractores dinámicos en el seno de los campos mórficos (Apéndice C).

Cuando un animal tiene varios lugares conocidos a los cuales puede di­rigirse, presumiblemente experimenta atracciones a diferentes sitios (fig. 10.2A). Para cada lugar puede tener incluso un sentimiento de proximidad o de distancia. Si el animal está en otra posición, las atracciones se orientan en diferentes direcciones (fig. 10.2B).

A la luz de esas ideas, imaginemos qué cuando se soltó a Pepsi en un lu­gar desconocido, apenas determinó su posición, tuvo la sensación de la di­rección de diversas casas conocidas, que comprendían la suya, la de los pa­dres de Clíve y la de la hermana de Clive. También ha de haber sentido que la casa de la hermana era la que estaba más cerca y por eso partió en esa dirección.

La banda elástica proporciona una metáfora de estas atracciones. La atracción magnética proporciona otra. Una de las ventajas de esta última es que no sólo plantea la posibilidad de atracciones respecto de lugares parti­culares, sino también de repulsiones. Es posible que los lugares en los que los animales hayan sentido miedo, por ejemplo, en los que hayan sufrido ex­periencias traumáticas, los repelan en lugar de atraerlos, incluso a distancia. También es posible que tengan el sentimiento de «calentarse» (aunque en este caso sería mejoría expresión «enfriarse») a medida que se acercan a de­terminados lugares, y este sentimiento puede ser de miedo más bien que de excitación. Esto casaría con las reacciones de miedo que muestran algunos perros cuando se los lleva en coche al veterinario (p. 147).

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Figura 10.2. A: Conexiones a través del campo mórfico entre un animal y su casa y otros lugares de importancia. B: El animal se encuentra en una localización dife­rente y desde allí las conexiones con su casa y con otros sitios le proporcionan di­ferente información direccional.

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La capacidad de los animales domésticos para encontrar una orienta­ción tiene pleno sentido cuando la consideramos en un contexto biológico mayor y evolutivo.

R a d io d e a c c ió n d e l o s a n im a l e s sa l v a je s o n o d o m e s t ic a d o s

Cualquier animal que tenga una base de operaciones, como las abejas en su colmena, los petirrojos en su nido, los lobos en su madriguera, tienen un área que les es familiar. La parte del área familiar que visita una y otra vez se denomina radio de acción y su tamaño puede variar de día a día y de estación a estación. Y en el seno de este radio de acción pueden tener un territorio, úna zona que proteger. Un gato doméstico, por ejemplo, puede tener un te­rritorio de alrededor de cien metros de diámetro que conoce íntimamente y que protege, pero también puede tener un radio de acción mayor que se ex­tienda a kilómetro y medio de su casa o más.

También nosotros tenemos nuestras áreas familiares, y en ellas un radio de acción que cubre nuestro barrio inmediato, los sitios donde compramos, trabajamos y jugamos, los lugares donde visitamos a familiares y a amigos, las zonas por donde paseamos los perros, etcétera. Dentro de estos radios de acción están los territorios que defendemos, normalmente nuestra casa y sus jardines.

En términos generales, encontrar el camino en nuestro radio de acción depende de marcas territoriales y de otros rasgos familiares del medio, y lo mismo vale para los animales. Paisajes, sonidos y olores familiares per­miten a los animales saber dónde están y encontrar su camino a destinos conocidos. No necesitan un sentido especial de la orientación cuando se mueven dentro de su radio de acción y transitan por rutas que les son fa­miliares.

Pero, naturalmente, el que un área sea familiar para un animal no signi­fica que lo haya sido siempre. Todo animal joven tiene que conocerla una pri­mera vez, aun cuando sea familiar a los miembros mayores del grupo. Cuando se establecen en un sitio nuevo, cada animal individual o grupo de animales necesita explorar las inmediaciones. Cuando explora un nuevo territorio no puede confiar en recuerdos para encontrar el camino de regreso a su casa, a menos que rastree sus propias huellas.

No cabe duda de que los animales que han estado explorando pueden volver a su casa siguiendo marcas territoriales o un rastro olfativo. Pero también puede volver por navegación. La navegación biológica se define como «la capacidad para orientarse a una meta, con independencia de su

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dirección, y sin referencia a marcas territoriales».12 De esta manera, un animal puede regresar por atajos y sin necesidad de recordar todas las ca­racterísticas del viaje de ida. La navegación también le permite volver a su casa desde un lugar desconocido, cuando no ha tenido oportunidad de captar las características del camino de ida. Por ejemplo, si un animal es cazado por un depredador, puede escapar a través de un lugar desconoci­do sin recordar todos los detalles de su paso. Análogamente, los animales de caza se apartan a menudo de las sendas familiares de su radio de acción cuando siguen y cazan su presa. Las aves pueden ser apartadas de su ruta por fuertes vientos, y los animales acuáticos verse arrastrados por corrien­tes desconocidas. En todas estas circunstancias, los animales necesitan la capacidad de navegación para recobrar la dirección perdida a su lugar de origen.

Por regla general, cuanto mayor es el radio de acción, más importantes serán las habilidades de navegación para volver al lugar de origen o para en­contrar otros lugares importantes en su interior. Por ejemplo, hay manadas de lobos cuyo territorio es enorme. En el norte de Minnesota, donde los ciervos son relativamente abundantes, estos territorios tienen entre 125 y 250 kilómetros cuadrados. En Alaska, donde la presa principal de los lo­bos es el ante, un territorio puede tener 2.000 kilómetros cuadrados. En las islas del Ártico, donde las poblaciones de presas son dispersas, el territo­rio de una manada puede cubrir una superficie considerablemente mayor aún. Una manada de Ellesmere Island (en el nordeste de Groenlandia) fue obser­vada en un radio de más de 12.500 kilómetros cuadrados en un período de seis semanas.13

Si tenemos en cuenta que los lobos, antepasados salvajes de los perros, tienen habilidades de navegación que les permiten encontrar su camino en áreas tan inmensas, las habilidades de los perros domésticos para volver a su casa resultan menos asombrosas.

Los perros salvajes tienen radios de acción más limitados que los lobos, pero, aun así, despliegan habilidades impresionantes para encontrar su ca­mino. Por ejemplo, en Italia central y meridional son comunes las manadas de perros que vagan libremente y varias de ellas han sido estudiadas si­guiéndolas por radio y mediante observación visual. En uno de esos estu­dios, en una región montañosa de los Abruzzos, el radio total de acción fue de 55 kilómetros cuadrados y, dentro de este radio, ciertas áreas «nuclea­res» eran visitadas con mucho mayor frecuencia que otras, sobre todo cer­

12. McFarland (1981).13. Steinhart (1995), pág. 16.

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ca de la madriguera y de los vertederos de basura donde los perros encon­traban comida. El radio de acción cambiaba de una estación a otra y de un año a otro y la manada establecía nuevas áreas a medida que encontraba nuevas fuentes de comida.14

En diversas ocasiones los perros realizaron incursiones importantes allende su radio de acción, aparentemente para explorar. Como consecuen­cia de una de estas expediciones, una perra establecía una nueva madrigue­ra a 16 kilómetros. Lo más interesante es que el radio de acción de estos pe­rros salvajes se hallaba entre los territorios de dos manadas de lobos, con una cierta superposición. Los radios de los lobos eran considerablemente ma­yores que los de los perros. Uno de ellos cubría 275 kilómetros cuadrados.

Los gatos tienen en general radios de acción mucho menores, aunque hay gatos de granja capaces de cubrir hasta 250 hectáreas.15 Los machos suelen alcanzar radios de acción más extensos que las hembras y en los ma­torrales australianos hay gatos salvajes machos que alcanzan los cinco kiló­metros cuadrados de radio.16

Cuando animales como los gatos, los perros y los lobos encuentran su camino, es difícil saber qué parte de sus habilidades de navegación depen­den de la conservación de la huella de la ruta seguida, utilizando la memo­ria y sus sentidos normales, y en qué medida depende de un sentido más misterioso de dirección. Quizá estos factores operen todos juntos la mayor parte del tiempo.

Aunque los perros y los gatos domésticos tienen normalmente menos al­cance para moverse solos que sus parientes salvajes o no domesticados, pue­den decirnos más acerca del sentido de orientación precisamente porque es­tán menos libres. Para estudiar el sentido de orientación en animales en libertad es necesario primero capturarlos, para luego llevarlos a un lugar no familiar antes de dejarlos sueltos. Son relativamente pocos los estudios reali­zados a este respecto. Pero gran cantidad de perros y de gatos son trasladados en coche o en otros vehículos. El hecho de ser pasivamente transportados y de que a menudo lleguen a dormirse en el viaje significa que no pueden es­tudiar y recordar los detalles de su ruta. Sin embargo, como veremos en el ca­pítulo 12, a menudo saben cuándo se están acercando a su destino.

Pero las hazañas más impresionantes de regreso al lugar de origen son las de las aves; y las aves mejor estudiadas son las palomas.

14. Boitani y otros (1995).15. Kerby y Macdonald (1995).16. Liberg y Sandell (1955).

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P a l o m a s m e n s a je r a s

Los máximos registros de distancia para el regreso de aves a su lugar de origen los tiene un abanico de especies salvajes. De pingüinos de Adélie, petreles de Leaeh, pardelas de Manx, albatros, cigüeñas, golondrinas de mar, golondrinas y estorninos se ha sabido que regresan desde más de dos mil kilómetros.17 Cuando se cogieron dos albatros de Midway Island en el Pa­cífico central y se los soltó a más cinco mil kilómetros, en el Estado de Washington, en la costa occidental de los Estados Unidos, uno regresó en diez días y el otro en doce. Un tercero volvió de Filipinas, desde más de 6.500 ki­lómetros, en sólo un mes.18 En un experimento con pardelas de Manx, se capturaron las aves de sus nidos en la isla de Skokholm, frente a la costa de Gales. Una fue liberada en Venecia, Italia, y regresó en catorce días. Otra re­gresó en doce días y medio desde Boston, Massachusetts, después de un via­je de casi 5.000 kilómetros.19

Aunque su radio es más limitado que el de esas aves marinas, las palo­mas mensajeras de competición son objeto evidente de elección para una investigación detallada. Han sido criadas y seleccionadas a lo largo de mu­chas generaciones por sus habilidades de orientación. Las palomas de com­petición pueden volar a su palomar en un solo día desde un lugar en el que nunca han estado, a centenares de kilómetros de distancia. Las técnicas para mantenerlas y entrenarlas son bien conocidas. Y son relativamente baratas.

Muchos son los experimentos sobre regreso a casa que se han realizado con palomas. No obstante, después de casi un siglo de investigación dedi­cada, pero frustrante, nadie sabe cómo lo hacen. Todos los intentos para ex­plicar sus habilidades de navegación en términos de los sentidos y las fuer­zas físicas conocidas han fracasado. Los investigadores mejor informados en este terreno admiten el problema: «Hace años que la asombrosa flexibilidad de las aves que regresan a su casa y de las migratorias constituye un verda­dero quebradero de cabeza. Quítese señal tras señal y los animales conti­nuarán reteniendo cierta estrategia de sustitución para establecer la direc­ción del vuelo.20 “El problema de la navegación sigue esencialmente sin resolverse”».21

17. Carthy (1963); Matthews (1968),18. Matthews (1968).19. Carthy (1963).20. Gould (1970).21. Schmidt-Koenig y Ganzhom (1991).

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Para apreciar por qué todavía no se ha resuelto este problema es me­nester pasar revista a las diversas teorías de la navegación de las palomas que se han propuesto a lo largo de años y estudiar por qué todas se han mos­trado inadecuadas.

La teoría según la cual las aves recuerdan los giros y contragiros del via­je de ida, que propuso por primera vez Charles Darwin, ha quedado refuta­da cuando se las ha llevado a un punto de suelta que desconocían por com­pleto, en camionetas oscuras, dentro de contenedores giratorios y por rutas engañosas. Algunas hasta fueron anestesiadas durante el viaje. Cuando se las soltó, volaron directamente a su casa.22

La teoría según la cual se apoyan en marcas territoriales familiares tam­bién ha quedado descartada. Las palomas pueden encontrar el camino a su casa siguiendo marcas territoriales en su territorio familiar, pero también pueden hacerlo desde lugares desconocidos a cientos de kilómetros, donde no pueden encontrar ninguna señal territorial reconocible. Y en experi­mentos realizados en los años setenta, se llegó a enceguecer temporalmente a las palomas colocándoles lentes de contacto de vidrio opaco. Sin embar­go, encontraron el camino de su casa a través de grandes distancias, a pesar de cierta tendencia a chocar contra árboles o alambres muy próximos a su palomar. Para aterrizar adecuadamente necesitaban ver, pero eran capaces de encontrar su camino desde muchos kilómetros de distancia hasta unos centenares de metros de su palomar sin posibilidad de utilizar la vista.23

La teoría de la navegación solar postulaba que utilizan la posición del sol para establecer la latitud y la longitud, comparando el ángulo y el movi­miento del astro en el lugar en que se las suelta con los de su casa. Se ha re­futado de dos maneras esta teoría. Primero, las palomas vuelven al lugar de origen en días nublados, e incluso se las puede entrenar para que lo hagan por la noche. Esto significa que la posibilidad de ver el sol no es esencial para su regreso. Segundo, la navegación por el sol sólo es posible con ayuda de un reloj de gran precisión.24 Cuando las palomas tienen su reloj interno alterado en seis o doce horas (por haber sido sometidas a luz artificial du­rante parte de la noche y a la oscuridad durante parte del día) y se las suel­ta en días soleados, empiezan por confundirse y arrancan en una dirección errónea, pero enseguida corrigen su curso y vuelan directamente a su palo­mar. Estos resultados muestran que es posible que las palomas utilicen el sol

22. Walraff (1990).'23. Schmidt-Koenig (1979).24. Lección que se aprendió gracias a los intentos de determinar la longitud en el mar,

lo que reviste gran importancia en la navegación naval. Véase Sobel (1996).

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como una suerte de brújula, pero que éste no les es esencial para conocer la dirección de su lugar de origen.25

La teoría según la cual las palomas huelen su casa desde centenares de kilómetros, incluso cuando el viento sopla en dirección contraria, parece extremadamente improbable. Sin embargo, se las ha sometido a prueba de distintas maneras. En la mayoría de los experimentos, las palomas encon­traron el camino a su casa incluso con las fosas nasales obstruidas con cera, los nervios'olfativos seccionados o la mucosa olfativa anestesiada. Quizá uti­licen el olfato en regiones familiares, donde pueden reconocer los olores que transporta el viento, pero su capacidad para regresar desde lugares no familiares no puede explicarse en función de este sentido.26

Por último, está la teoría magnética. ¿Podría ser que las palomas tu­vieran un sentido magnético, una brújula biológica? El problema es que, aun cuando las palomas tuvieran un sentido magnético, éste no les infor­maría dónde está su lugar de origen. Si se lleva al lector a un lugar no fa­miliar y se le da una brújula, sabrá dónde está el norte, pero no dónde está su casa. La brújula sería útil para determinar en qué posición nos encon­tramos, pero necesitaríamos de algún otro medio para saber dónde está nuestra casa.

¿Y si el sentido magnético fuera tan sensible como para darnos infor­mación acerca de la latitud? Podría hacerlo de dos maneras: en primer lu­gar, detectando los pequeños cambios en el campo magnético de la Tierra a diferentes latitudes, y en segundo lugar detectando el ángulo de inclina­ción del campo magnético. En el polo norte magnético, la aguja apunta ha­cia abajo: en el ecuador, está en posición horizontal, y entre una y otra po­sición el ángulo varía de acuerdo con la latitud. Sin embargo, para detectar cambios de latitud, el sentido magnético de las palomas tendría que ser en realidad muy preciso. Por ejemplo, en el nordeste de los Estados Unidos, sobre una distancia de 160 kilómetros en dirección norte-sur, la fuerza me­dia del campo cambia en menos del 1 % y el ángulo del campo en menos de un grado. E incluso si las palomas tuvieran un sentido magnético pre­ciso, éste no les daría información sobre la longitud, ni sobre la distancia al este o al oeste a que se encuentra su lugar de origen, que es su destino. Las palomas pueden volver a su lugar de origen desde todos los puntos car­dinales.

En cualquier caso, se ha puesto directamente a prueba la hipótesis mag­nética fijando imanes a las palomas. Estos imanes debían confundir su sen­

25. Keeton (1981).26. Schmidt-Koenig (1979); Wiltschko, Wiltschko yjahnel (1987).

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tido magnético, en caso de que lo tuvieran, y sin embargo las aves a las que se les han fijado imanes vuelven a su casa con la misma facilidad que las aves de control, a las que se les han fijado piezas no magnéticas de tamaño y peso similares.27

El fracaso de todas estas teorías deja esencialmente sin explicación la habilidad de las palomas para volver a su casa. Personalmente, pienso que las hazañas de navegación de las palomas sólo pueden explicarse en relación con la navegación de los perros, los gatos y otros animales. No cabe duda de que la navegación puede verse auxiliada por la utilización de la posición del sol y tal vez incluso por un sentido magnético que ayude a determinar la po­sición, a mantener el curso. Pero sin la atracción direccional debida al campo mórfico que las conecta a su lugar de origen, se perderían.

E l s e n t id o h u m a n o d e d ir e c c ió n

Nuestros antepasados cazadores y recolectores estaban sometidos a las mismas presiones de la selección que otros animales. Es probable que los grupos o los individuos que se alejaban de su base de asentamiento y no conseguían volver, perecieran, a menos que tuvieran la suerte de encontrar otro grupo que les permitiera unirse a él.

Hasta hace muy poco, pueblos tradicionales como los aborígenes aus­tralianos, los bosquimanos de Kalahari y los navegantes de Polinesia, eran famosos por su sentido de orientación. Había allí seres humanos cuyas ha­bilidades excedían con mucho las expresadas o reconocidas en las socieda' des industriales modernas, Por ejemplo, Laurens van der Post, que viajaba en el desierto de Kalahari con unos bosquimanos, tras seguir muchos kiló­metros una huella llena de curvas, no tenía idea de dónde estaban o en qué dirección se hallaba el campamento. Pero sus compañeros no tuvieron una sola duda. «Siempre estaban centrados. Sabían, sin ningún esfuerzo cons­ciente, dónde estaba su casa.»28

Una de las demostraciones más espectaculares de esta capacidad la dio Tupaia, un gran jefe y navegador desterrado de Raiatea, cerca de Tahití. El capitán James Cook lo encontró en 1769 en su primer gran viaje de explo­ración y lo invitó a viajar a bordo del Endeavour. Durante un viaje de más de 10.000 kilómetros por las Society Islands, que circunnavegó Australia y terminó en Java, Tupaia fue capaz de señalar en dirección a Tahití en todo

27. Moore (1988); Walcott (1991).28. Van der Post (1962), pág. 235.

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VIAJES INCREÍBLES 221

momento, a pesar de la distancia y de la ruta circular del barco entre las la­titudes 48° sur y 4o norte.29

En contraste, los pueblos civilizados, y sobre todo los urbanos moder­nos, tienen tantas ayudas artificiales para la navegación, como las señales de carretera, los mapas y las brújulas —y ahora los sistemas de posicionamiento global vía satélite— que el sentido de la orientación ya no es esencial para la supervivencia. Se desatiende su potenciación y desarrollo durante la educa­ción, y la ciencia institucional tampoco le ha prestado demasiada atención.

A pesar de todo, el sentido de la orientación no se ha atrofiado comple­tamente en la gente moderna.30 La mayoría de nosotros somos vagamente conscientes de este sentido, ni que sólo sea por comparación con otra gen­te que tiende a perderse más fácilmente, o que se orientan mucho mejor que nosotros. No obstante, en ausencia de ayudas artificiales, la mayoría de per­sonas modernas son navegantes precarios en comparación con muchos ani­males no humanos. Y es sin duda por esto por lo que encontramos tan fas­cinantes las habilidades de perros y de gatos y por lo que tanto nos intrigan las palomas mensajeras. Pueden hacer algo que nosotros no podemos. Tie­nen sensibilidades que nosotros hemos perdido.

29. Forster (1778).30. Para un sumario de hallazgos de investigación, véase Baker (1989).

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CAPÍTULO

_______ 11Migraciones y memoria

El regreso al lugar de origen y la migración están estrechamente relacio­nados. Es posible concebir los ciclos migratorios como un sistema de doble regreso al lugar de origen. Por ejemplo, las golondrinas inglesas migran casi 10.000 kilómetros en otoño a sus tierras de alimentación invernal en Sudá- frica, para lo que tienen que cruzar el desierto del Sahara, y vuelven en la primavera a sus tierras de reproducción, a menudo al mismísimo lugar don­de anidaron el año anterior. «Regresan al lugar de origen» tanto cuando van a Africa como cuando vuelven a Inglaterra.

Más asombrosa aún es la habilidad instintiva de las aves jóvenes para re­gresar a sus ancestrales cuarteles de invierno sin la guía de aves que hayan hecho antes el camino. Los cucús europeos, criados por aves de otras espe­cies, no conocen a sus padres. En cualquier caso, los cucús mayores parten a África del sur en julio o agosto, antes de que la nueva generación esté lis­ta para hacerlo. Unas cuatro semanas después, los cucús jóvenes encuentran el camino a sus tierras ancestrales de alimentación en África, sin ayuda ni acompañamiento.

Incluso los insectos pueden migrar a lugares enormemente lejanos don­de nunca habían estado antes. El ejemplo más famoso es el de la mariposa monarca. Las monarcas nacidas en las proximidades de los Grandes Lagos,

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2 2 4 S E N T I D O S DE O R IE N T A C IÓ N

en el nordeste de los Estados Unidos, viajan unos 3.500 kilómetros hacia el sur para pasar el invierno en millones de árboles conocidos como «árboles de las mariposas», en la altiplanicie mexicana. Luego migran al norte en la primavera. La primera generación de migrantes muere después de la repro­ducción en la parte meridional de su radio de acción, de Texas a Florida. Su descendencia continúa la migración hacia el norte, hacia la región de los Grandes Lagos y el sur del Canadá, donde se reproducen en varias genera­ciones. En el otoño, la nueva generación de migrantes se dirige al sur, a Mé­xico, para pasar el invierno en los mismos árboles ancestrales; pero per­tenecen a la tercera, cuarta o quinta generación posteriores a la de los antepasados que invernaron en ese mismo lugar el año anterior. El ciclo mi­gratorio se continúa a través de generaciones sucesivas y ninguna mariposa individual tiene más experiencia que de una parte de aquél.1

¿Cómo se las arreglan estos insectos para encontrar su camino a estos destinos ancestrales? ¿Navegan hacia una meta, como las palomas mensaje­ras, utilizando un sentido de orientación? ¿O simplemente siguen una serie de instrucciones genéticamente programadas que les dicen en qué direccio­nes particulares han de ir? ¿O se orientan por medio del sol, las estrellas y el sentido magnético?

En este capítulo sostengo que la teoría de la programación genética es inadecuada para explicar la mayor parte de los comportamientos migrato­rios. En cambio, sugiero que los animales migratorios se apoyan a menudo en un sentido de orientación que les permite navegar hacia su meta, a la que están conectados mediante campos mórficos. Propongo que sus senderos migratorios implican una memoria ancestral inherente a estos campos. Pero así como las aves que regresan a su casa navegando hacia una meta gracias al sentido de orientación pueden utilizar un sentido magnético y la posición del sol para ayudarse a determinar su posición, así también los animales que migran pueden valerse de señales magnéticas y celestes.

E l s o l , l a s e s t r e l l a s y l a s b r ú ju l a s

En general, los biólogos imaginan que las aves migratorias tienen un programa innato que dirige el proceso migratorio sobre la base de orienta­ciones magnéticas. En la literatura científica, esto se conoce como «progra­ma de vector de navegación espacio-temporal hereditario».2 Pero esta fór-

1. Brower (1996).2. Berthold (1991).

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MIGRACIONES Y MEMORIA 2 2 5

muía técnica, tan impresionante al oído, lejos de resolver el problema, se limita a reformularlo.

La principal evidencia del papel de las estrellas es que cuando se man­tiene a las aves migratorias encerradas en jaulas en un planetario al comien­zo de su estación de migración, tienden a avanzar a saltos en la dirección adecuada de la migración de acuerdo con la pauta de rotación de las «es­trellas». En el hemisferio norte, el punto en torno al cual giran las estrellas es el polo norte celeste y por eso el movimiento de las estrellas puede hacer las veces de brújula.

Sin embargo, en el mundo real, los migrantes también encuentran su camino a la luz del día o cuando el cielo está densamente cubierto de nubes.5 Por ejem­plo, en un experimento de control por radar con base en Albany County, Nue­va York, se comprobó que los cielos ininterrumpidamente cubiertos durante varios días no desorientaron a las aves migratorias de diferentes especies. «Ni siquiera hubo sutiles cambios en el comportamiento de vuelo.»4 Por tanto, no parece que la brújula estelar sea esencial para la orientación de las aves.

Entonces, ¿qué hay de un sentido de brújula magnética? Hay especies que parecen ser verdaderamente sensibles al campo magnético de la Tierra, y las aves migratorias cautivas mantenidas en jaulas cambian la dirección de sus saltos si se altera el campo magnético en torno a ellas.5

Aunque el sentido magnético y la rotación de las estrellas puedan ayudar a las aves en su orientación, el conocimiento de las direcciones de la brújula no puede informarles en qué sitio están ni dónde se encuentra su meta.

La teoría de la programación genética no propone que saben a dónde van, sino que vuelan en una dirección preprogramada. Hay una gran dife­rencia entre navegar hacia una meta y seguir una serie de direcciones, aun­que sólo sea porque la navegación dirigida a una meta es más flexible. Si uno trata de ir a una ciudad por carretera y se pierde, puede encontrar su camino por una nueva ruta siempre que sepa a dónde quiere llegar. Pero si uno no sabe dónde está el destino, sino que se limita a seguir una serie de direcciones, como «conduzca 120 kilómetros hacia el este y luego 32 kiló­metros al norte», no estará en condiciones de adaptarse a ninguna emer­gencia que le desvíe del camino prescrito.

Un ruta migratoria programada debiera estar muy delicadamente ajus­tada si los animales tienen que encontrar su camino al área de invernada desde diferentes puntos de partida y luego volver a los mismos lugares la

3. Keeton (1981).4. Able (1982).5. Wiltschko y Wiltschko (1995; 1999).

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2 2 6 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

primavera siguiente. Por ejemplo, las golondrinas de Irlanda de Norte, In­glaterra del Este y Alemania del Norte parten en diferentes direcciones y vuelan por rutas diferentes antes de converger en el estrecho de Gibraltar, donde cruzan a África. Durante el viaje de regreso, tendrían que estar pro­gramadas para divergir en lugares determinados después de reingresar en Europa y luego seguir distintas rutas hacia sus respectivos destinos. Un sis­tema tan rígido sería inflexible y cualquier ave que quedara apartada de su sendero —por el viento, por ejemplo— tendría escasas posibilidades de en­contrar el camino de regreso a sus tierras de reproducción.

En segundo lugar, estos programas hipotéticos debieran estar montados sobre la base de mutaciones de oportunidades y selección natural a lo largo de muchas generaciones, lo que dificultaría el desarrollo de nuevas pautas migratorias e impedirían la adaptación rápida de los animales a circunstan­cias cambiantes.

Y en tercer lugar, el único mecanismo remotamente plausible del com­portamiento migratorio programado es el que se enuncia en términos de sentido magnético en combinación con información procedente del sol y las estrellas. El problema es que no sólo el campo magnético de la Tierra varía a lo largo del día y según las estaciones del año, sino que los propios polos magnéticos se desplazan. El polo norte magnético no está en el polo norte geográfico; actualmente se encuentra al norte del Canadá, en las islas Queen Elizabeth, alrededor de 103° al oeste y 77° al norte. Esto significa que las agujas de la brújula no apuntan al verdadero Norte, sino con una cierta des­viación respecto del mismo. El ángulo de desviación, llamado declinación, varía de un lugar a otro y alcanza su máximo en las latitudes nórdicas. Los navegantes humanos que utilizan brújulas tienen que corregir esta declina­ción magnética en función de la latitud y la longitud, utilizando factores de corrección que están continuamente actualizados a medida que los polos magnéticos se desplazan. Es imposible que un animal esté genéticamente programado para realizar semejantes correcciones.

Así como el desplazamiento de los polos, la pauta general del campo magnético de la Tierra cambia considerablemente con los años, con impor­tantes modificaciones en las escalas temporales de un par de siglos (fig. 11.1). Cualquier sistema de navegación genéticamente programado debería ser continuamente reprogramado, pero las escalas temporales de los cambios del campo magnético de la Tierra son demasiado breves como para que la selección natural sea capaz de adaptar las frecuencias de los supuestos «ge­nes de migración».

Probablemente la selección natural lucharía denodadamente contra cualquier sistema rígidamente programado. Ya sabemos que los perros, los

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MIGRACIONES Y MEMORIA 2 2 7

1969 1980

Figura 11.1. El campo magnético cambiante de la Tierra durante los dos últimos si­glos. Las curvas indican la fuerza del campo en el límite entre el núcleo fundido y el manto terrestre. Las líneas de fuerza salen del sur y fluyen hacia el hemisferio norte. Las curvas en trazo continuo representan la intensidad del flujo magnético dentro del núcleo; las líneas de puntos, el flujo que desborda el núcleo (según Blox- ham y Gubbins, 1985).

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2 2 8 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

gatos, las palomas y otros animales pueden volver a su lugar de origen desde sitios donde nunca han estado. Muestran una verdadera navegación dirigida a una meta (capítulo 10). Esta conducta parece depender de un vínculo con los lugares de origen que les da un sentido de orientación y les permite localizarlos, sea cual fuere el lugar donde se encuentren. Es probable que la selección natural favoreciera el uso de este sentido más flexible de orienta­ción en perjuicio de la programación genética rígida, incluso en el caso de que tal programación fuera posible.

Por último, cualquier clase de migración programada que dependiera de un sentido magnético tendría que ser extremadamente adaptable en pe­ríodos de cambio revolucionario en el campo magnético de la Tierra. A in­tervalos variados, los polos magnéticos se invierten, así que el polo norte se coloca cerca del polo sur geográfico y el polo sur magnético cerca del polo norte geográfico. En los últimos veinte millones de años, el polo norte mag­nético ha saltado al polo sur cuarenta y una veces, y cuarenta y una veces ha vuelto a saltar a su lugar de origen.6 (La historia de estas inversiones polares ha sido reconstruida a partir de la dirección de la magnetización en rocas magnéticas, que proporciona un registro fósil de la polaridad magnética predominante en la época en que se formaron. La inversión de polaridad se muestra en la magnetización invertida de depósitos sucesivos de roca.)

En estas circunstancias, la selección natural eliminaría a los animales que siguen un programa rígido de navegación magnética. Dado que todos los animales migratorios de hoy descienden de antepasados que sobrevivie­ron unas ochenta inversiones magnéticas en los últimos veinte millones de años, todos han de haber tenido ancestros capaces de alcanzar sus metas a pesar de las inversiones de la polaridad magnética de la tierra.

¿Qué pasaría si los animales pudieran calibrar su sentido de orientación magnética sobre la base de señales del cielo, como la dirección del ocaso y la rotación de las estrellas alrededor del polo norte celeste? La investiga­ción realizada con gorriones migratorios de Savannah, en los Estados Uni­dos, ha mostrado que efectivamente su sentido de brújula puede calibrarse por medio de la observación de las estrellas, y también puede recalibrarse a lo largo de la vida de las aves individuales.7 Las especies capaces de tal cali­bración podrían preservar un sentido de orientación simple a pesar de las va­riaciones del campo magnético de la Tierra.

Pero, aun aceptando que algunas especies migratorias puedan usar el campo magnético de la Tierra para ayudarse a mantener el curso de su via­

6. Skinnery Porter (1987).7. Able y Able (1986).

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MIGRACIONES Y MEMORIA 229

je, otra cosa muy diferente es un sistema de navegación capaz de indicarles dónde están y dónde está su meta.

Aun cuando los animales puedan heredar de alguna manera un mapa mental y saber dónde está su meta, es muy improbable que puedan navegar simplemente sobre la base de un sentido de orientación magnética y la ob­servación del sol y las estrellas. Después de todo, hasta el siglo XVIII, ni si­quiera los marinos más experimentados podían navegar con precisión sobre la base de mapas, brújulas y observaciones celestes. Utilizaban la elevación del sol a mediodía para determinar su latitud, su posición norte-sur. Las brújulas magnéticas les ayudaron a fijar su posición. Pero eran incapaces de calcular la longitud, o sea, la posición este-oeste. Sólo con el invento del cro­nómetro, obra de John Harrison, hace menos de 250 años, se pudo deter­minar con precisión la longitud en el mar, lo que permitió la navegación ma­rina rigurosa.8

M ig r a n t e s o c e á n ic o s

Los peces, como el salmón y la anguila, pueden migrar millares de kiló­metros y los movimientos del sol y las estrellas no pueden explicar su orien­tación: apenas podrían observar el cielo con alguna precisión desde debajo de la superficie del mar. Han de tener otros medios de encontrar su camino. Probablemente el olfato desempeñe un papel importante cuando se hallan cerca de su destino y en el caso del salmón es considerable la evidencia de que «huele» su río-nido cuando se aproxima al estuario.9 Pero el olfato no puede explicar cómo llegan a aproximarse lo suficiente al tramo correcto de costa desde las zonas oceánicas de alimentación, a cientos o miles de kiló­metros de distancia. Análogos problemas se plantean cuando se trata de comprender las migraciones de las tortugas marinas.

Las crías pequeñas de tortugas verdes que han procreado en las playas de Isla Ascensión, en medio del Atlántico, encuentran su camino a través del océano hasta sus zonas ancestrales de alimentación frente a la costa de Brasil. Años después, cuando les llega la época del desove, vuelven a Isla Ascensión, a sólo diez kilómetros de la costa y a más de 2.300 kilómetros de distancia, sin tierra de por medio. El seguimiento por satélite de tortugas marcadas ha mostrado que pueden mantener cursos directos sobre cente­nares de kilómetros y que «tienen una sorprendente capacidad para alcan­

8. Sobel (1996).9. Hasler, Scholz y Horrall (1978).

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2 3 0 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

zar blancos específicos durante un viaje a larga distancia en mares abiertos, sin movimientos que indiquen búsqueda alguna, ni al azar ni sistemática». Continúan manteniendo su posición durante la noche, incluso cuando no se ve la luna, y compensan las desviaciones debidas a las corrientes.10

Si se las captura y se las suelta muy lejos de su radio de acción normal, las tortugas de mar encuentran su camino de regreso. Un experimento tem­prano no planeado, del que se dio información en 1865, implicaba a una tortuga verde cogida en Isla Ascensión y a la que se había llevado en barco hasta el Canal de la Mancha, donde el animal presentaba un aspecto poco saludable y se lo arrojó al agua. Dos años después fue nuevamente cogido en Isla Ascensión y se lo reconoció gracias a que se le había hecho una mar­ca.11 Las tortugas parecen tener un sentido magnético,12 pero ni la brújula más sofisticada podría explicar hazañas de navegación como ésta.

La mayor parte de los migrantes estacionales se mueve entre las zonas de reproducción y las zonas de alimentación en un ciclo repetitivo, pero al­gunos animales no tienen ruta fija en absoluto. Los albatros, por ejemplo, sobrevuelan los océanos cubriendo grandes distancias en busca de comida sin rutas predecibles y, sin embargo, encuentran el camino de regreso a las zonas donde anidan, en islas en pleno océano. Se ha marcado y seguido por satélite a albatros errantes que anidan en las Islas Crozet (al sur del océano índico) y estos estudios han desvelado que pueden ir en busca de alimento en cualquier dirección y que los viajes de ida y de vuelta pueden estar muy separados entre sí (fig. 11.2).13 En sus viajes de regreso, lo mismo que las tortugas verdes, se aproximan a su isla de origen en línea recta como si su­pieran exactamente dónde está y no como si la buscaran. No pueden locali­zar su casa por medio del olfato porque a menudo regresan cuando hay vientos cruzados o por rutas a las que los vientos llegan antes de pasar por las Islas Crozet.14 Lo mismo que en el caso de las tortugas, la navegación que deben realizar para alcanzar su meta es inexplicable en términos de progra­mas hereditarios y de sentidos normales.

10. Papi y Luschi (1996).11. Ibíd.12. Lohmann (1992).13. Jouventin y Weimerskirsch (1990); Weimerskirsch y otros (1993).14. Papi y Luschi (1996).

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MIGRACIONES Y MEMORIA 2 3 1

Isla » Kergvelen

Isla'Heard

Ruta de albatros machos 1

— i— 6 0 '

Ruta de albatros machos 2

Figura 11.2. Huellas de tres albatros errantes en el océano Indico del sur (se­gún Jouventin y Weimerskirsch, 1990).

Ruta de albatros machos 3

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232 S E N T I D O S DE O R IE N T A C IÓ N

S e n t id o d e o r ie n t a c ió n , c a m p o s iMó r f ic o s y m e m o r ia a n c e s t r a l

Así como en los animales de compañía y las palomas el sentido de orien­tación se origina en los estrechos vínculos que tienen con lugares que les son familiares, sobre todo sus casas, propongo un tipo de conexión análogo que une las tortugas con sus playas nativas y sus zonas de alimentación, los al- batros con las islas donde anidan y las golondrinas con sus lugares de re­producción y sus ámbitos de invernada. Estas conexiones invisibles tienen lugar mediante campos mórficos y permiten a los animales navegar hacia sus metas. Esos campos desempeñan un papel esencial en la migración, tal como lo hacen en el regreso al lugar de origen.

Una de las características de los campos mórficos es que tienen memo­ria intrínseca (Apéndice C). Esta memoria se transmite mediante un proce­so conocido como resonancia mórfica, por el cual un organismo dado, como un ave migratoria, resuena con aves migratorias anteriores del mismo tipo.15 Así, cuando un cucú joven inicia su marcha de Inglaterra hacia Afri­ca, se vale de la memoria colectiva de sus antepasados. Esta memoria, inhe­rente al campo mórfico de su ruta migratoria, lo guía en su viaje suminis­trándole el recuerdo de direcciones en las que volar y un reconocimiento instintivo de marcas territoriales, zonas de alimentación y lugares de des­canso. Esta memoria colectiva también les permite reconocer cuándo han llegado a su destino, la ancestral casa de invernada.

La selección natural ha de haber favorecido enormemente a las aves sensi­bles a este ancestral campo migratorio y que migraban en consonancia con él. Probablemente, las que no sintonizaban con dicho campo no sobrevivieron.

En general, las migraciones siguen rutas habituales que se repiten una generación tras otra. El sentido de orientación de los animales migratorios tiene una secuencia habitual de etapas. Por ejemplo, muchas especies mi­gratorias de América del Norte van a América Central o al Golfo de Méxi­co como si fueran lanzadas por un embudo, para volver a divergir en Suda- mérica. En su migración de retorno vuelven a pasar por el «embudo» —que ha invertido su posición— de América Central y el Golfo para seguir luego alguna de las grandes rutas al norte: junto a la costa occidental, por ejemplo, o por la cuenca del Mississippi.

Análogamente, ciertas especies migratorias que se reproducen en Euro­pa occidental, como las golondrinas, se lanzan como por un embudo hacia el estrecho de Gibraltar, que es el cruce marítimo más corto a Africa, y lue­go atraviesan el desierto del Sahara. Las poblaciones de la misma especie

15. Sheldrake (1981; 1988a).

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MIGRACIONES Y MEMORIA 2 3 3

que se reproducen en Europa oriental pasan el embudo sobre el Bosforo, donde cruzan el angosto estrecho entre Europa y Asia.

En los dos casos, el sentido de orientación de las aves depende de la fase del viaje en que se encuentren. No parten en línea recta hacia sus ámbitos de invernada o de veranada, sino que siguen más bien rutas de vuelo hacia pasos marítimos tradicionales y a menudo a lo largo de líneas costaneras y de ríos.

Las aves jóvenes que realizan el viaje por primera vez sin la guía de aves que ya lo hayan realizado, como los cucús jóvenes, deben apoyarse por en­tero en esta secuencia hereditaria de direcciones y no tienen experiencia del sitio de invernada, ni de las etapas intermedias. Tras pasar un tiempo en una zona de invernada o de reproducción, ciertas aves migratorias son capaces de navegar a ese sitio no sólo por la ruta habitual, sino también desde un punto de partida desconocido. En la literatura científica, este estableci­miento de una conexión con el lugar se denomina «impronta de lugar»,* pero en realidad no se sabe nada acerca de cómo opera.16 Sugiero que esta impronta implica el establecimiento de conexiones con el lugar a través de un campo mórfico, que continúa conectando el ave con ese lugar particular aun a gran distancia.

E x p e r im e n t o s c o n a v e s m ig r a t o r ia s

En unos experimentos clásicos de los años cincuenta, realizados en ma­yor escala que ninguno anterior o posterior, el biólogo holandés A. C. Per- deck investigó qué hacían las aves migratorias cuando se las apartaba de su ruta tradicional. Desplazó miles de estorninos y pinzones tras capturarlos cuando ya habían comenzado efectivamente su viaje. Se los anilló, se los lle­vó a centenares de kilómetros y se los soltó en un lugar en el que nunca ha­bían estado. Una red internacional de ornitólogos envió datos sobre la recu­peración de aves anilladas. La finalidad de estos experimentos era descubrir si las aves experimentadas podían navegar en dirección a una meta, como las aves que regresan a su lugar de origen, o si simplemente volaban en una

* La literatura etológica usa indistintamente «impronta» y «troquelado» (así como la forma verbal «troquelar») como traducciones de imprinting e imprint, términos con que se designa un proceso de aprendizaje no innato preprogramado que tiene lugar en la fase ini­cial de la vida. Sobre este concepto, véase cap. 16, apartado «El poder de la intención». (N. delT.)

16. Helbig (1996).

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2 3 4 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

dirección programada. Perdeck explicó de la siguiente manera la idea que subyacía a sus experimentos:

La facultad de las aves para orientarse no sólo en una dirección cardinal particular, sino hacia una determinada posición geográfica, se ha denominado «orientación de regreso al lugar de origen», «navegación completa» o «verda­dera orientación a la meta». Su existencia ha sido demostrada fuera de toda duda por experimentos de regreso al lugar de origen en muchas especies du­rante el período de reproducción. Por tanto, parece improbable que este me­canismo tan desarrollado de orientación no se emplee durante la migración, cuando tiene tantas ventajas en comparación con la orientación unidireccio­nal... Los experimentos de regreso al lugar de origen sugieren que esta facultad está especialmente desarrollada en las aves más viejas, que han estado ya una o más temporadas en el área de destino.17

En una serie de experimentos, repetidos varios años, se capturaron estor­ninos que migraban de la región del Báltico a sus áreas usuales de inverna­da en Inglaterra y el norte de Francia, cuando se hallaban en los sitios de pa­rada, en Holanda. Se anilló a once mil aves capturadas y se las llevó a un lugar de Suiza, a unos 600 kilómetros al sudeste, donde se las soltó. Se soltó por se­parado a las aves jóvenes y a las más viejas. Normalmente, los estorninos vuelan en bandadas de edades mezcladas, los jóvenes junto con aves más experi­mentadas, pero en este experimento se los forzó a que se las arreglaran solos.

Las aves jóvenes continuaron volando al sudeste, la dirección que habrían cogido desde el lugar donde fueron capturadas, hacia sus zonas de inverna­da en Inglaterra. En otras palabras, volaron paralelamente a su ruta normal. Algunas de ellas terminaron en el sur de Francia y en España. Pero las adultas se reorientaron (fig. 11.3) y encontraron su camino a las áreas tradicionales de invernada en Inglaterra y el norte de Francia. En otras palabras, los ejem­plares adultos mostraron un comportamiento de navegación similar al de las palomas mensajeras, que depende de la conexión que han realizado con sus lugares de invernada, su «impronta de lugar».18

Perdeck obtuvo resultados similares con pinzones migratorios, también capturados en Holanda y soltados en Suiza. Los pinzones jóvenes volaron al sudoeste, en la misma dirección en que lo hubieran hecho en caso de no ha­ber sido capturados y desplazados. Pero los adultos, como los estorninos adultos, volaron al noroeste, hacia sus habituales cuarteles de invierno en Gran Bretaña,19 con lo que mostraron capacidad para alcanzar su meta des-

17. Perdeck (1958).18. Ibíd.19. Ibíd.

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figura 11.3. Las direcciones de migración de estorninos adultos y de estorninos jó­venes después de su desplazamiento de Holanda a Suiza. Los adultos volaron a sus lugares usuales de invernada en Inglaterra, pero los jóvenes volaron en la dirección en que lo hubieran hecho desde Holanda a Inglaterra en caso de no haber sido despla­zados. En consecuencia, terminaron en Francia o en España (según Perdeck, 1958).

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236 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

de un lugar donde nunca habían estado y volar en una dirección distinta de la habitual.

E v o l u c ió n d e l a s n u e v a s p a u t a s m ig r a t o r ia s

El experimento de Perdeck tuvo un final fascinante. En la primavera, al­gunos de los estorninos jóvenes que habían sido desplazados y habían en­contrado nuevos terrenos de invernada en Francia y en España regresaron a su tierra de nacimiento en torno al Báltico. Esto muestra que fueron ca­paces de navegar a un área que ya conocían, aunque tuvieran que llegar a ella por una ruta nueva. Y algo muy notable: el invierno siguiente, algunas aves jóvenes regresaron a las nuevas zonas de alimentación de Francia y de España que habían adoptado el año anterior.20 En una sola generación se había establecido un nuevo ciclo migratorio. Las mutaciones genéticas no tienen nada que ver con esto.

De acuerdo con la hipótesis del campo mórfico, las nuevas rutas migra­torias pueden evolucionar rápidamente. Los animales que han sido aparta­dos de su curso, o que simplemente se han extraviado, podrían encontrar nuevas zonas de alimentación para el invierno, como hicieron en España los estorninos jóvenes. Al regresar a sus tierras nativas en la primavera, se esta­bleció un nuevo circuito migratorio. Y, si esta nueva ruta promueve la su­pervivencia y la reproducción de los animales que la siguen, sin duda verá la luz una nueva raza migratoria.

Este tipo de proceso evolutivo ha sido en realidad observado a lo largo de treinta años en el paro carbonero europeo, una especie de sílvido. Estas aves se reproducen en toda Europa. En el otoño, los paros carboneros pro­cedentes de Europa oriental se dirigen al Bosforo y luego enfilan hacia el este del Mediterráneo y el este de Africa. Los originarios de Europa occi­dental migran tradicionalmente a España, donde algunos pasan el invierno, jnientras que otros cruzan a Africa, ya sea Marruecos, ya Africa occidental. Pero a partir de los años sesenta se ha desarrollado una nueva ruta migrato­ria: desde Europa central a Gran Bretaña, donde en la actualidad pasan el invierno muchos miles de paros carboneros. Cerca del 10 % de la población que se reproduce en Bélgica y Alemania hiberna ahora en Gran Bretaña y no en África.

Esta nueva pauta de migración ha resultado posible debido a los invier­nos cada vez más templados de Gran Bretaña en las últimas décadas y tam­

20. Baker (1980).

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bién a la cantidad de británicos que alimentan a las aves durante el invier­no, lo que suministra una nueva fuente de alimentación de la que no se dis­ponía en los siglos anteriores. Esta migración es mucho más corta y menos azarosa que el viaje usual a España o Africa del Norte. Además, las aves que hibernan en Gran Bretaña tienden a volver a las tierras de reproducción an­tes que las que viajan más lejos, lo cual les permite aparearse antes, ocupar los mejores territorios y producir una descendencia más numerosa.21 Así, la selección natural favorece este nuevo hábito migratorio y está dando naci­miento a una raza de paros carboneros europeos.

De acuerdo con la teoría tradicional de la programación genética, la evolución de una nueva ruta migratoria dependería de mutaciones aleato­rias que afecten a la programación genética. Por tanto, estos genes mutan- tes debieran ser favorecidos por la selección natural durante muchas gene­raciones para que emergiera una raza nueva.

Por el contrario, si las rutas migratorias tienen más semejanza con hábi­tos que dependen de una memoria hereditaria, las nuevas razas pueden sur­gir rápidamente, como muestra el ejemplo de los paros carboneros. Para empezar, este proceso no necesita absolutamente ninguna mutación gené­tica. Los paros carboneros pueden haber llegado por primera vez a Gran Bretaña arrastrados por los vientos que los apartaron de la ruta migratoria normal a España y no a causa de mutaciones en hipotéticos genes de pro­gramación de migraciones. Análogamente, las nuevas rutas migratorias de los estorninos del Báltico a España y no a Gran Bretaña se han producido porque un científico holandés los secuestró y los llevó a Suiza en un avión, y no a causa de genes mutantes.

En condiciones naturales, las nuevas pautas de migración podrían sur­gir toda vez que se apartara animales de su ruta habitual y éstos tuvieran la suerte de encontrarse en una nueva zona de alimentación. Si la selección na­tural la favorece, esta nueva pauta podría repetirse una generación tras otra, como en el caso de los paros carboneros. Ni los nuevos destinos, ni las rutas migratorias estarían codificadas en los genes, sino que serían recordadas a través de sus campos mórficos.22

21. Helbig (1996).22. Según esta hipótesis, al cruzarse aves de diferentes razas migratorias, por ejemplo,

paros carboneros del este y del oeste de Europa, su descendencia sintonizaría con ambos conjuntos de hábitos migratorios. En realidad, cuando se pone a prueba a estas aves híbridas al comienzo de la estación migratoria para estudiar en qué dirección saltan en la jaula, se comprueba una variación mucho mayor que en las aves de las razas parentales. Las aves enjauladas de la raza oriental tienden a saltar hacia el sudeste; las de raza occidental, hacia el sudoeste; y las híbridas avanzan en promedio en una dirección intermedia, hacia el sur.

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2 3 8 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

Esta conclusión se ve apoyada por la reciente investigación genética de las tortugas verdes. Aunque hay algunas diferencias entre razas que se re­producen muy lejos entre sí y siguen rutas migratorias muy distintas, estas diferencias son tan pequeñas que los investigadores en este tema han llega­do a la conclusión de que «las rutas migratorias a destinos específicos, tales como la Isla Ascensión, pueden no ser genéticamente fijadas o “instintivas”... El aprendizaje temprano, no la conducta genética preestablecida, es lo que permitiría una respuesta más flexible a condiciones cambiantes de anida­ción, de modo que las nuevas rutas migratorias podrían establecerse en una sola generación».23

(Helbig, 1993, 1996). En la vida real, si las híbridas persistieran en su derrotero hacia el sur, no seguirían ninguna de las pautas migratorias tradicionales de Europa a Africa, con cruces breves del océano por el estrecho de Gibraltar o el Bosforo, y o bien morirían, o bien ten­drían que encontrar un nuevo lugar de invernada.

23. Bowen y Avise (1994).

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CAPÍTULO

_________ 12Animales que saben

cuándo se acercan al destino

Muchos dueños de animales de compañía que viajan con ellos han ob­servado sin duda un desconcertante tipo de conducta que han mostrado muchos perros, gatos, caballos y otras especies. A menudo, sus animales pa­recen saber cuándo se acercan a su destino, aun cuando no puedan ver fuera del vehículo en el que viajan.

Como vimos en los capítulos 10 y 11, el regreso al lugar de origen y la mi­gración dependen de campos mórficos que atraen a los animales a sus desti­nos y subyacen a su sentido de orientación. En este capítulo sugiero que esta hipótesis de los campos mórficos también puede arrojar luz sobre la manera en que los animales domésticos saben cuándo se acercan a su destino. En al­gunos casos, este comportamiento depende de los campos mórficos que co­nectan animales a lugares particulares. En otros casos, parece depender de las personas con las que el animal viaja y podría implicar telepatía.

A n im a l e s q u e v ia ja n e n c o c h e

Nuestra gata Remedy, a diferencia de la mayoría de los gatos, disfruta de los viajes en automóvil. La mayor parte del viaje duerme sobre una alfom­

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bra de su cesto de transporte, cuya puerta dejamos abierta para que salga cuando quiera.

Entre dos y tres kilómetros y medio antes de llegar a casa, ya sea el viaje de día, ya sea de noche, Remedy se despierta, sale de su cesto, pasea por el coche y da muestras evidentes de excitación. Mi mujer fue la primera en darse cuenta de esto. Lamento decir que al comienzo fui displicente respecto de este fenómeno, con el argumento de que sólo debía tratarse de casuali­dades. Me dominaba un escepticismo estrecho que me llevó a ignorar o ne­gar la conducta que no parecía tener explicación inmediata. Pero finalmen­te la evidencia terminó por imponerse. La gata parecía saber efectivamente cuándo nos acercábamos a casa, pero ¿cómo?

¿Olía la zona aledaña a la casa? Era posible, pero improbable, porque pa­recía ocurrir tanto cuando hacía calor y las ventanillas estaban abiertas como cuando hacía frío y las ventanillas estaban cerradas. ¿Reconocía sacudidas o gi­ros familiares? Posiblemente, pero, en ese caso, ¿cómo podía estar familiariza­da con los detalles de diferentes recorridos por Londres, con modelos varia­bles de movimiento en función de los semáforos y la congestión del tráfico? ¿Respondía a alguna otra cualidad del medio que rodeaba la casa? Tal vez, pero ¿a cuál? ¿O es que captaba nuestra anticipación, aun cuando no nos per­catáramos de ningún cambio en nuestra conducta? En tal caso, ¿cómo?

Todavía no conozco las respuestas a todas estas preguntas, pero he en­contrado que muchas otras personas han observado conductas similares en sus animales. En nuestra base de datos hay más de sesenta relatos de este tipo y tomados en conjunto autorizan a limitar las posibilidades, como ana­lizo en ese capítulo.

No cabe duda de que cuando los animales salvajes vuelven a su lugar de origen reconocen marcas territoriales familiares, huelen olores familiares y oyen sonidos familiares. Esta información acerca del medio es necesaria para hallar aquél (nido, madriguera, termitera, etc.) y sin ella los animales se perderían. Pero un animal que encuentra su camino de regreso a su ori­gen se halla en una situación muy diferente a la de un perro y un gato dor­midos en un coche, o a la de un caballo en un camión. Estos animales son transportados quieran o no y sin opción sobre la manera de ir. Para los ani­males ha de tratarse de una situación muy extraña. Raramente los animales salvajes se ven transportados, aunque a veces las víctimas son transportadas vivas por los depredadores, y los jóvenes por los mayores, como cuando las gatas madres llevan a. sus gatitos por el cogote. Pero no se me ocurre en el mundo natural ningún paralelo con el transporte de animales domésticos en vehículos, a no ser, quizá, el de los peces arrastrados por la corriente, o los pájaros llevados por el viento.

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ANIMALES QUE SABEN CUANDO SE ACERCAN AL DESTINO 2 4 1

L l e g a d a a d e s t in o s f a m il ia r e s

La situación más común en que los animales reaccionan es aquella en que se acercan a su casa, como Remedy. Muchos perros muestran signos si­milares de anticipación y en la mayoría de los casos parece improbable que sepan dónde están por la visión de marcas territoriales. En los viajes en co­che suelen ir echados en el suelo, por debajo del nivel de las ventanillas, y duermen. El mirar por las ventanillas es consecuencia de su despertar en an­ticipación, no causa de ésta. Y muchos perros y gatos reaccionan aun cuan­do viajen de noche.

Análogamente, hay caballos que, cuando se los transporta en vehículos, parecen saber cuándo se acercan a su casa y con varios kilómetros de ante­lación comienzan a «ponerse nerviosos», «relinchar y excitarse», «escarbar y golpear el suelo con las patas» o dar otras muestras de intranquilidad.

Es más raro que los chimpancés enanos viajen por carretera, pero los del Twycross Zoo de Warwickshire acostumbraban a hacerlo cuando reali­zaban una serie de anuncios de televisión para el té PG, en los que se los vestía como personas y representaban una escena teatral. Molly Badham, su amaestradora, descubrió que en los viajes de regreso, tras su trabajo fíl- mico, siempre parecían saber cuándo se acercaban al zoológico. «Probable­mente a un kilómetro y medio de distancia se despertaban y sabían que iban a su casa. Cómo lo sabían, no lo sé —estaba completamente oscuro y no po­dían ver absolutamente nada fuera— , pero se despertaban y comenzaban a excitarse.»

Muchos animales muestran reacciones semejantes cuando visitan desti­nos familiares distintos de su casa, como Tasha, el perro de lanas de Alice Palmer, Chicago, Illinois. «Cuando íbamos a visitar a mi hijo, a unos 200 ki­lómetros, y estábamos a una distancia de entre ocho y trece kilómetros de su casa, Tasha salía de su posición de sueño en el asiento trasero, olfateaba en la ventanilla y esperaba excitado hasta que llegábamos a la casa.» Tal vez Tasha respondiera a olores familiares por el camino. Pero ¿qué sucede cuando se lleva a los animales por caminos inhabituales?

V ia je s p o r c a m in o s in h a b it u a l e s

Varias personas han cogido deliberadamente una ruta diferente para observar cómo reaccionaba el animal. Por ejemplo, Jenny Mardell, de Bath, encontró que su perra Mandy se excitaba siempre cuando se acercaban a la casa de sus padres, en Londres. «Nunca pudimos explicarnos cómo y pro­

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2 4 2 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

bamos llegar a la casa por diferentes caminos, pero la perra siempre lo sabía y se ponía histérica en el coche.» Análogamente, Geneviéve Vergnes descu­brió que, cuando visitaba a sus padres, en París, «la perra se despertaba a unos siete kilómetros de la casa y arañaba el tablero mientras “cantaba”. Dedujimos que conocía el camino y probamos diferentes rutas —los quais periféricos, los Champs Elysées o por los suburbios—, con variaciones en la duración del viaje. La perra dormía, pero siempre, más o menos a la misma distancia, ¡comenzaba a arañar el tablero y a cantar!».

A veces, la gente tiene motivos sobrados para tratar de evitar que su pe­rro se despierte y comience a mostrar su excitación. Este era el caso de unos amigos míos de Londres, cuando sus hijos gemelos eran bebés. Cuando vol­vían a su casa en coche, su perro labrador y sus bebés se dormían. Al acer­carse a su casa, el perro se despertaba y se movía presa de excitación y des­pertaba a los gemelos, que empezaban a llorar. Para tratar de evitar que el perro despertara a los bebés, regresaban por una variedad de caminos al­ternativos, pero no conseguían engañar al perro, que de todas maneras se excitaba y despertaba a los bebés.

Experiencias como éstas muestran que al menos algunos animales saben cuándo se acercan a su destino, con independencia del camino por el que se los lleve. ¿Depende esto de alguna cualidad del lugar que puedan ellos detec­tar, incluso dormidos, cuando se hallan todavía a kilómetros de distancia? ¿O depende de alguna influencia de las personas que se hallan en el coche?

Tras el estudio de docenas de casos he llegado a la conclusión de que, en algunos de ellos, el lugar desempeña el papel más importante, pero que en otros los animales captan la expectativa de las personas que se encuentran en el coche. Y es probable que ambas influencias actúen conjuntamente.

L u g a r e s f a m il ia r e s y n o f a m il ia r e s

En la mayoría de los casos, la reacción de los animales se produce sólo antes de llegar a su casa o a otro lugar familiar. No reaccionan antes de lle­gar a lugares que no les son familiares. Eso sugiere que detectan algo en re­lación con los lugares mismos y sus reacciones dependen de la memoria. Esto es particularmente claro a partir de las observaciones de Joséa Raymer, de Aldermaston, Berkshire, propietaria y conductora de un camión. Siem­pre lleva consigo a uno de sus pastores alemanes, como protección:

Puedo conducís. hasta cuatro horas y media en todo tipo de condiciones vial* i 'parando en semáforos, etc., avanzando a duras penas por el tráfico pe­

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ANIMALES QUE SABEN CUANDO SE ACERCAN AL DESTINO 2 4 3

sado o rápidamente en las autovías) y el/los perro/s reaccionarán en relación directa con el hecho de haber estado antes en el sitio, la cantidad de veces que han estado y de que se los haya dejado salir a correr por él. Si nunca los había soltado allí, o sí se trata de un lugar inapropiado para dejarlos sueltos, no se en­terarán hasta que no me haya asomado al compartimento de carga o abierto la puerta. Si se trata de un lugar que visitamos a menudo o especialmente, o de una parada nocturna en la que pueden esperar alguna diversión, se levantarán y se mostrarán excitados antes de abandonar la vía pública, donde no sería de es­perar que el movimiento del camión presentara ninguna diferencia respecto de cualquier otra parte del camino.

En casos como éste, el recuerdo de los lugares parece mucho más im­portante que la conducta o los pensamientos de la persona. Pero ¿qué su­cede con el lugar al que responden? Ya hemos descartado las marcas terri­toriales, pues los animales que están dormidos, o al menos echados en el suelo del vehículo, no pueden verlos por la ventanilla e incluso reaccionan aunque viajen en la oscuridad.

¿Podría ser detectado por el olfato? Es la posibilidad más evidente y, a veces, la mejor explicación. Pero en la mayoría de los casos no se ajusta muy bien a los hechos. La teoría del olor predeciría que los animales reacciona­ran antes cuando hace calor que cuando hace frío, pues la vaporización de las sustancias es mayor a temperaturas más altas. También deberían reac­cionar antes y con más fuerza cuando las ventanillas están abiertas que cuando están cerradas. Y las reacciones deberían depender de la dirección del viento y producirse más lejos cuando se viaja contra el viento que cuan­do se viaja a favor. En ninguno de los relatos que he leído u oído hay atisbo alguno de que así sea, ni he observado nunca la influencia de la dirección del viento, Ja temperatura y las ventanillas abiertas sobre las reacciones de nuestro gato.

Estas reacciones pueden tener relación con el «sentido de orientación» que he analizado en los capítulos anteriores. Este sentido de orientación re­viste una importancia fundamental cuando los animales hacen el camino por sí mismos, activamente. Se ha desarrollado en el contexto de su hallaz­go del camino a su casa o el viaje a otros lugares familiares y desempeña también un papel esencial en la migración. Sugiero que este sentido de orientación depende de los campos mórficos, a través de los cuales los ani­males se vinculan con lugares que les son familiares. Estos campos les per­miten encontrar esos lugares navegando a través de un territorio desconoci­do y tal vez les permitan también reconocer cuándo se acercan a un lugar familiar incluso si la navegación no corre a su cargo.

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2 4 4 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

R e a c c ió n a p e r s o n a s m á s q u e a l u g a r e s

Es posible que, cuando se acercan a su destino, las personas que se en­cuentran en el coche sientan alivio o anticipación y que los animales capten esos cambios y se despierten. Si están a punto de llegar a un lugar familiar, es difícil separar los efectos de las personas de los efectos del lugar propia­mente dicho. Pero cuando viajan a un lugar desconocido para el animal, éste no puede tener recuerdo del lugar y las únicas pistas posibles son las que procedan de las personas que están en el coche.

En ciertos casos, los animales parecen en verdad reaccionar antes de lle­gar a un lugar donde nunca han estado. Jenny Vieyra, de Leighton Buzzard, Bedfordshire, tiene un gato que siempre ha sabido cuándo se acercaba a su casa, «incorporándose en su cesto, maullando frenéticamente y tratando de salir». También sabe cuándo están a punto de llegar a casas de amigos o miembros de la familia, o a residencias para gatos donde ha estado previa­mente. Todo eso puede ser una cuestión de memoria. Pero recientemente se mudó a una casa nueva, a unos ochenta kilómetros de distancia y, cuando llevó allí al gato por primera vez en su vida, reaccionó con su habitual exci­tación antes de llegar. Ha de haber captado la anticipación de su ama.

Hay gente que ha visto repetidamente este tipo de reacción y está con­vencida de que sus animales tienen facultades telepáticas, como Michae- la Dickinson-Butler, de Burton-on-Humber, quien piensa que su terrier puede leerle el pensamiento. «El sabe exactamente cuándo detendremos el coche y comienza a ladrar y a gemir antes de llegar a destino, incluso si nunca ha estado antes; no mira por la ventanilla y nosotros guardamos silencio.»

Peter Edwards, que vive en Essex, cría setters irlandeses y a menudo asiste a exhibiciones de perros. Normalmente, cuando regresa a su casa con sus perros en el coche, quince minutos o más antes de llegar éstos se des­piertan y se excitan. Lo mismo hacen antes de llegar al local de una exhibi­ción. A veces lleva los perros a exhibiciones en lugares nuevos, pese a lo cual reaccionan con unos 15-20 minutos de antelación. El hecho de oler otros perros del centro de exhibición parece una explicación improbable, porque la respuesta tiene lugar a muchos kilómetros de distancia y no parece de­pender de la dirección del viento. Además, Peter Edwards ha encontrado que también lo hacen cuando llega muy temprano a una exhibición y toda­vía hay muy pocos perros. «Pienso que lo captan de mí mismo», dice. Ha averiguado acerca de la experiencia de otros dueños de perros que llevan éstos a exhibiciones y ha comprobado que se trata de una respuesta muy co­mún. Su conclusión es la siguiente: «Es casi como si leyeran la mente».

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A N IM A L E S Q U E S A B E N C U Á N D O SE A C E R C A N AL D E S T IN O 245

Este tipo de reacción encuentra una ilustración particularmente clara en Morag, una terrier de Yorkshire que realiza largos viajes en coche entre su casa, en isla de Skye, frente a la costa occidental de Escocia, y una aldea en Norfolk, en el extremo oriental de Inglaterra. Doris Ausden, la madre de su ama, anota amablemente para mí la conducta de Morag. En una oca­sión, en verano, la señora Ausden acompañaba a su hijo de Norfolk a Skye. Cuando se acercaron a la casa de éste, el coche trepó una colina al norte de Uig:

Siempre que llegamos a este punto, pienso: «Ya no falta tanto» (más o me­nos 11 kilómetros). En realidad, nunca lo he dicho en voz alta, pero era seguro que a esa altura Morag comenzaba a agitarse. No podía ser la sensación de su­bir la colina (hay muchas colinas en el camino). De regreso a Norfolk, viajamos toda la noche con varias paradas para descansar y refrescarnos. Dimos un ro­deo para desayunar y cogimos un camino equivocado. Durante un tiempo via­jamos por terreno desconocido para nosotros, pero finalmente reconocí una se­ñal de la carretera. Recuerdo que pensé: «Ahora no estamos lejos de casa». De inmediato, Morag, que había estado profundamente dormido en su cesto en el asiento contiguo al mío, comenzó a mostrar su agitación acostumbrada.

Este fenómeno también ha sido estudiado por Elizabeth Marshall Tho- mas, quien en su libro titulado The Hidden Life of Dogs describe cómo su dingo Viva sabía cuándo estaban a punto de llegar a destino, incluso si la pe­rra nunca había estado allí. Thomas trató de descubrir cómo lo sabía. Los baches de la carretera cuando el coche salía de la autopista para entrar en las pistas forestales eran un indicio, pero no el único, porque a menudo se llega­ba a destino tras muchos kilómetros de suelo no mejorado, y Viva lo sabía. Análogamente, las repetidas curvas en las carreteras menores y desvíos par­ticulares también eran un indicio, «pero a menudo Viva festejaba la llegada antes de que el coche comenzara a girar». Cuando Thomas advirtió que Viva predecía acertadamente muchas llegadas, trató de asegurarse de que no era ella misma quien suministraba una pista al animal mediante la palabra o de algún otro modo. «Creo que conseguí ocultar mis sentimientos. La pe­rra, sin embargo, sabía, y al final de su vida no estaba yo más cerca que al comienzo de imaginar cómo lo hacía. ¿PES canina? Tal vez».1 La capacidad de un animal para captar la anticipación del fin de un viaje que tiene lugar en una persona no se diferencia demasiado de la capacidad para captar otro tipo de pensamientos y de intenciones, como se ha analizado en los capítu­los anteriores de este libro. Otra cuestión es si esto depende de señales con-

1. Thomas (1993), pág. 143.

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246 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

ductuales inconscientes o de la telepatía. Para descubrirlo sería necesario realizar experimentos especiales.

U n e x p e r im e n t o s im p l e p a r a p o n e r l a t e l e p a t ía a p r u e b a

En caso de que los animales parezcan reaccionar a indicaciones proce­dentes de las personas que están en el coche, una posibilidad es que reac­cionen a sutiles cambios comportamentales, lenguaje corporal, pistas verba­les u otros signos detectables por los sentidos normales. Una manera de comprobar esta posibilidad es llevar a los animales en la parte posterior de una furgoneta mientras su amo viaja en la cabina. La observación de los ani­males podría hacerla una persona que viajara con ellos en el compartimento trasero y que no supiera el destino del viaje o bien se podría realizar me­diante la filmación sistemática con una cámara de vídeo montada en el com­partimento donde va el animal.

En algunos experimentos preliminares, realizados con la amable coope­ración de la Unidad de Perros de la Policía de Manchester, hemos estable­cido que es completamente factible filmar en vídeo la conducta de los pe­rros en furgonetas. Pero los perros de la policía están habituados a viajar en estos vehículos, mientras que los animales no acostumbrados a ellos pueden requerir cierto tiempo para familiarizarse.

Con el animal en el compartimento posterior de la furgoneta y el siste­ma de registro en funcionamiento, el dueño del animal conduce a destinos que éste no conoce. ¿Sigue mostrando el animal señales de anticipación? En caso afirmativo, la reacción resultaría inexplicable en términos de recuerdo del lugar, de visión del lenguaje corporal del amo o de cualquier otra pista sensorial. Por eliminación, la explicación más probable sería la comunica­ción telepática.

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CAPÍTULO

_____________ 13Animales de compañía que encuentran

a su gente a grandes distancias

En 1582, Leonhard Zollikofer abandonó su St. Gallen natal, en Suiza, para marcharse a París como embajador ante la corte del rey francés Enri­que III. Dejó detrás a su perro fiel, con todo acierto llamado Fidelis. Dos se­manas más tarde, el perro desaparecía de St. Gallen. Tres semanas después de eso, se reunió con su amo en la corte parisina, exactamente en el momento en que los embajadores suizos eran llevados a audiencia con el rey. El perro nunca había estado en París.1 ¿Cómo encontró a su amo, tan lejos de su casa?

Sería fácil menospreciar esta anécdota como un relato fabuloso, a no ser porque son muchas las historias de este tipo y porque hay incluso ejemplos más heroicos de devoción canina. Uno de éstos se remonta a la Primera Guerra Mundial: Prince, un terrier irlandés, era devoto de su amo, el solda­do James Brown, del North Staffordshire Regiment, y se quedó desconsolado cuando este joven fue destinado a Francia, en septiembre de 1914. Un día desapareció de su casa de Hammersmith, Londres, y luego, para asombro de todos, reapareció en Armentiéres unas semanas más tarde y siguió las

1. Los detalles se dan en un relato del siglo XIX, editado en St. Gallen con el título Zollikofer und sein Hund, una copia del cual me cedió amablemente el profesor C. Zollikofer, de la Universidad de Zurich, descendiente del embajador.

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248 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

huellas de su amo en las trincheras hasta que, rebosante de alegría, lo en­contró. Como nadie podía creer esa historia, el oficial en jefe hizo compare­cer al día siguiente ante él al soldado y a su perro. Era evidente que Prince se había agregado a tropas que cruzaban el Canal de la Mancha y luego había encontrado el camino hacia su amo. Se convirtió en el héroe del regimiento y luchó junto a su amo durante el resto de la guerra.2

En estos dos casos, los perros no regresaban a su casa ni iban a ningún otro lugar familiar. Esa conducta, si realmente tiene lugar, no puede expli­carse en términos de sentido de orientación, o al menos no de un sentido de orientación que dependa de ninguna cualidad del lugar de destino. Más bien, los animales sabían de alguna manera dónde encontrar a las personas a las que estaban unidos.

En las segunda, tercera y cuarta partes de este libro hemos visto cómo los vínculos entre animales y personas pueden permitir la captación de in­tenciones y llamadas a distancia. Algunos animales parecen saber cuándo han muerto sus amos, aunque se hallen muy lejos, o cuándo han tenido un accidente. Estos diversos fenómenos pueden describirse como telepáticos. Pero ¿pueden estos vínculos conectar a la persona y al animal de una mane­ra direccional, como si los uniera una cuerda invisible?

En realidad, hemos encontrado evidencias de información direccional en los vínculos entre animales y personas. Algunos dueños de gatos se han sentido atraídos a su gato perdido de una manera que no pueden explicar. En cierto modo, saben en qué dirección mirar (capítulo 8). Y, además, hay animales que no sólo saben cuándo sus amos están de camino a su casa, sino que parecen asimismo saber por dónde llegan. Pueden esperar de uno u otro lado de la casa según de dónde venga la persona esperada.

En este capítulo examino los casos de animales que encuentran a su gente en lugares desconocidos. Si hay animales que hacen tal cosa de una manera que no se puede explicar por azar ni por la vista, el oído o el olfato, tiene que haber dos tipos diferentes de sentido de la orientación: un senti­do de orientación para lugares y un sentido de orientación para personas o animales. Mi hipótesis personal es que ambos tipos de vínculos dependen de los campos mórficos. Sugiero que los campos mórficos que unen anima­les a lugares y también a personas son verdaderamente direccionales. Pero mientras que un sentido de orientación para lugares es una idea familiar, el sentido de orientación para personas u otros animales es mucho menos familiar. Sin embargo, hay en nuestra base de datos 42 casos, de los que 32 conciernen a perros y 10 a gatos.

2. Cooper (1983), pág. 149.

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ANIMALES QUE ENCUENTRAN A SU G EN TE A GRANDES DISTANCIAS 2 4 9

Comienzo analizando estos casos espontáneos para estudiar si hay algu­na pauta común y para examinar en qué medida resulta convincente la evi­dencia. Sobre estos fenómenos es casi imposible realizar experimentos, por­que los dueños de animales de compañía se resisten abiertamente a correr el riesgo de perderlos. En la práctica, la única fuente de evidencia procede de acontecimientos no planificados de la vida real.

Las explicaciones alternativas más importantes de estos casos son las si­guientes. En primer lugar, la casualidad: el animal buscaba simplemente al azar y los casos de los que oímos hablar son meramente los que han tenido un final feliz. En segundo lugar, el olfato: el animal siguió las huellas de la persona utilizando su sentido del olfato. Estos son argumentos importantes, pues, si la casualidad o el olfato puede explicar la evidencia, no tenemos ne­cesidad de postular la existencia de un vínculo misterioso, invisible, que pu­diera de alguna manera atraer a los animales hacia la persona.

¿ P o d r ía n l o s a n im a l e s e n c o n t r a r a su g e n t e p o r e l o l f a t o ?

Algunos casos de nuestra base de datos involucran perros y gatos que encuentran personas en casas nuevas, a menos de dos o tres kilómetros de su casa anterior. Puesto que los viajes de mudanza se habían hecho en coche o en furgoneta, no parece muy probable el seguimiento de una persona ras­treando su huella olfativa por la carretera. No obstante, el olor y la casua­lidad siguen siendo explicaciones posibles, sobre todo cuando la gente pue­de haber dejado huellas olfativas en las proximidades de la nueva casa, huellas que un animal que explorara al azar podía haber captado.

A veces los perros encuentran a sus amos en su lugar de trabajo, a varios kilómetros de distancia, sin haber sido nunca llevados allí. Cuando los amos van a trabajar en coche, el seguimiento del rastro por el olfato parece una explicación muy improbable. Aun si un perro o un gato pudieran seguir el rastro olfativo de las ruedas de un coche y distinguirlo del de las ruedas de muchos otros vehículos, poner en práctica esta habilidad implicaría el aza­roso procedimiento de olfatear las ruedas. Aun cuando el tráfico fuera poco denso, los conductores, aunque sólo fuera para evitar llevárselos por delan­te, se habrían percatado de su presencia y recordarían bien haberlos visto. No conozco informes de automovilistas acerca de estos animales olfateando la carretera.

Patricia Burke vivía en una granja en la isla de Skye, Escocia. Iba a tra­bajar a cerca de diez kilómetros, en Portree, y, cuando lo hacía, dejaba en la granja a su terrier. No conducía directamente al trabajo, sino que primero

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2 5 0 S E N T I D O S D E O R IE N T A C IÓ N

iba unos cinco kilómetros en una dirección diferente para recoger a un compañero de trabajo. Una mañana, para su sorpresa, se encontró al perro sentado ante la puerta de su lugar de trabajo, en Portree. «¿Cómo supo que yo trabajaba allí? Nunca había estado en Portree.»

Un escéptico sostendría que el perro detectó el olor del lugar de traba­jo porque se había familiarizado a él a través de los olores de la ropa de su ama. Pero esto no explicaría cómo encontró el perro el camino a Portree, a menos que se atribuya al sentido del olfato un alcance mucho mayor que aquél para el que se dispone de alguna evidencia.

En cualquier caso, la teoría del olfato no puede aplicarse a perros que encuentran a sus amos en lugares en los que estos mismos nunca habían es­tado. Los perros nunca podrían haber percibido el olor de ese lugar en la ropa o el pelo de sus amos. Sin embargo, hay varios casos de perros que en­cuentran a su gente en una casa que visitan por primera vez, o en un hospi­tal al que nunca habían acudido, o en una taberna desconocida.

Por ejemplo, cuando Victor Shackleton era adolescente crió un galgo, Jonny, al que cobró gran afecto. Desgraciadamente, el perro no fue bien re­cibido en su familia debido a la falta de espacio y, para gran aflicción de Víc­tor, el padre dispuso la venta de Jonny a un sobrino, que vivía en una co­munidad minera de Yorkshire. Viajaron en tren desde su casa en Cheshire y entregaron el perro a su nuevo dueño. Tras atar al perro en su patio trasero, el sobrino insistió en una copa de despedida antes de que emprendieran el largo viaje de regreso. Se apretaron en una furgoneta desvencijada y fueron a una taberna frecuentada por aficionados a los galgos.

Me senté apesadumbrado mientras ellos hablaban. Pensaba en Jonny en­cerrado en aquel extraño patio trasero, solo, abandonado. La taberna se llenó y luego, de pronto, la puerta se abrió de par en par y me sentí ahogado por un cuerpo y unas patas. Era Jonny, con un trozo de cuerda rota colgándole del co­llar. Nadie de los que vieron a Jonny llegar a la taberna podía creérselo. Cuan­do, esa noche, mi padre y su sobrino explicaron la secuencia de los aconteci­mientos, nos chocó a todos: ¿cómo diablos nos había encontrado el perro en aquella taberna, a cinco kilómetros y en un sitio en el que no había estado nun­ca? Los expertos en perros presentes en la taberna opinaron de manera unáni­me que los galgos no cazan por el olfato, que se valen por completo de la vista.

No parece haber explicación posible del comportamiento de Jonny en términos de la vista o el oído y la teoría del olfato es muy poco plausible, como señalaron los expertos.

A veces, la capacidad de los perros para encontrar a sus dueños ha sal­vado la vida de una persona, como en el caso de Uri Geller. Cuando tenía

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ANIMALES QUE ENCUENTRAN A SU G E N T E A GRANDES DISTANCIAS 251

alrededor de catorce años, Geller vivía en Chipre y era aficionado a explo­rar las cuevas de la colina que quedaba encima de su escuela, cerca de Ni- cosia. Normalmente iba con amigos y cogía senderos comprobados. Un día, no hizo ni una cosa ni la otra.

Me perdí. Muy metido en las cuevas, con frío, mojado y aterrorizado, me pasé dos horas buscando una salida a la desfalleciente luz de una linterna. Por último, me hice un ovillo y rogué a Dios que alguien me encontrara antes de morirme de hambre, como les había sucedido a dos condiscípulos. Nunca supe cómo mi perro, Joker, llegó hasta mí. Lo había dejado a varios kilómetros, en el hotel de mi padrastro. Pero, acurrucado en la oscuridad, lo oí ladrar y de re­pente tuve sus patas sobre el pecho y me lamía la cara. Joker sabía cómo salir, por supuesto. Era como si mis plegarias lo hubieran llamado.3

Aun cuando el perro fuera capaz de localizar a Geller dentro de la cueva siguiendo una huella olfativa, quedaría sin explicar por qué fue a la cueva y por qué lo hizo exactamente cuando su presencia allí fue necesaria.

En la mayoría de los casos, no disponemos de información acerca de la manera en que el perro se comportó en su viaje. ¿Qué camino cogió? ¿Ol­fateaba como si siguiera una huella? Afortunadamente, he recibido un relato en el que dos perros hicieron todo el viaje acompañados. El doctor Alfred Koref y su mujer tenían dos perros salchicha en su casa en Viena, Austria. Una noche salieron y los dejaron en la casa de la criada. Por la mañana, el doctor Koref los recogió en la casa de la criada y salió con ellos andando ha­cia su casa, mientras la mujer iba con el coche a visitar a unos amigos que vi­vían a tres kilómetros.

En lugar de ir a casa, los perros me llevaron por pequeñas calles que les eran desconocidas, hasta que llegamos a la calle ancha por la que mi mujer ha­bía pasado con el coche. Luego corrieron por esa calle y llegaron a la manzana donde vivían nuestros amigos. Los perros nunca los habían visitado. Sin em­bargo, fueron a la entrada correcta, subieron las escaleras directamente a la puer­ta donde se podía encontrar a mí mujer, que quedó enormemente sorprendida de nuestra aparición.

Aunque en este caso el hallazgo de la entrada y el apartamento correc­tos pudiera explicarse por el olfato, el viaje a través de calles desconocidas y la carrera por la acera hasta el edificio correcto no pueden explicarse de la

3. Geller (1998).

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2 5 2 S E N T ID O S D E O R IE N T A C IÓ N

misma manera. Y menos plausible aún resulta la teoría del olfato cuando los animales encuentran a su gente a decenas o centenares de kilómetros.

E l e n c u e n t r o d e p e r s o n a s a g r a n d e s d is t a n c ia s

Cuanto mayor es la distancia a la que los animales encuentran a la per­sona a la que están unidos, menos plausibles resultan la busca aleatoria y las teorías del olfato. Ninguno de los casos de mi base de datos hace referencia a animales que encontraran a una persona a más de 80 kilómetros. Afortu­nadamente, este tema ya ha sido objeto de investigación de uno de los pio­neros de la parapsicología, J. B. Rhine, de la Duke University, Carolina del Norte. En los años cincuenta identificó este fenómeno y lo llamó «rastreos psi», en donde «psi» aludía a la naturaleza parapsíquica de esta capacidad.4 Rhine y sus colegas reunieron una colección de casos mediante anuncios en diarios y revistas e informaciones de los periódicos locales, gracias a la cual salieron a la luz por primera vez algunos de los casos más notables. Siempre que les fue posible, prolongaron estos relatos con entrevistas y visitas para obtener más detalles.

En 1962, Rhine y Sara Feather publicaron un resumen de sus investiga­ciones. Primero eliminaron de su colección inicial los casos en que contaban con muy pocos detalles y aquéllos en los que era imposible identificar y lo­calizar a las personas involucradas. Eso dejó 54 casos de lo que parecía ser rastreo psi en animales, 28 con perros, 22 con gatos y 4 con aves.5

Luego excluyeron todos los casos en los que no era posible comprobar de manera inequívoca que se trataba efectivamente del antiguo animal de compañía de la persona encontrada y no de otro parecido que, extraviado, se uniera a ella por azar. Algunos fueron excluidos porque no se pudo rea­lizar más averiguaciones, ya porque los hechos habían ocurrido mucho tiempo antes, ya porque la gente no pudo o no quiso cooperar. Y se descar­taron también todos los casos que implicaban distancias inferiores a 50 ki­lómetros, a fin de disminuir al máximo la probabilidad de que el animal hu­biera buscado meramente al azar. Tras todas estas exclusiones, quedó una cantidad de casos impresionantes que describieron en detalle.

En uno de ellos, Tony, un perro híbrido perteneciente a la familia Doo- len, de Aurora, Illinois, había quedado en su casa cuando la familia se tras­ladó a más de 300 kilómetros, a East Lansing, Michigan, en el extremo sur

4. Rhine (1951).5. Rhine y Feather (1962).

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ANIMALES QUE ENCUENTRAN A SU G EN TE A GRANDES DISTANCIAS 2 5 3

del lago Michigan. Seis semanas más tarde, apareció Tony en East Lansing y, excitado, se acercó al señor Doolen en la calle. El resto de la familia reco­noció a Tony, y éste a ella. Su identidad quedó confirmada por el collar, que llevaba una muesca que el señor Doolen le había hecho cuando estaban aún en Aurora.6

El relato más notable de gatos es el relativo a Sugar, un gato persa de co­lor crema perteneciente a una familia que vivía en California. Cuando la fa­milia se iba de California a una casa nueva en Oklahoma, Sugar saltó del co­che, se quedó unos días con unos vecinos y luego desapareció. Un año después, el gato reapareció en la nueva casa de la familia en Oklahoma, tras haber recorrido 1.600 kilómetros a través de territorio desconocido. Sugar no sólo era reconocible por su apariencia y su conducta familiar, sino tam­bién por una característica deformidad ósea en la cadera izquierda, que el propio Rhine examinó.7

En el caso de la paloma Pigeon 167, ia identificación quedó certificada por el número del anillo que se le había colocado en la pata. Su propietario era un muchacho de doce años que estaba en octavo curso en la escuela de Summersville, West Virginia, donde su padre era comisario. Esta paloma de competición se había parado en el patio trasero del muchacho, éste la había alimentado y ella se había convertido en su animal de compañía. Un tiempo después, llevaron al muchacho al Myers Memorial Hospital de Phillippi, a 168 kilómetros por carretera (112 por aíre) para una intervención quirúrgi­ca, y la paloma quedó en Summersville.

Más o menos una semana después, una noche oscura y nivosa el muchacho oyó un aleteo junto a la ventana de su habitación en el hospital. Llamó a la en­fermera y le pidió que levantara la ventana porque había fuera una paloma, cosa a la que la enfermera accedió sólo para complacer al muchacho. La palo­ma entró. Él reconoció a su ave de compañía y pidió a la enfermera que busca­ra el número 167 en la pata de la paloma. Cuando ella lo hizo, encontró preci­samente ese número.8

Además de esta colección de casos de Rhine y Feather, hay historias si­milares procedentes de muchos países diferentes. En Francia, por ejemplo, el dueño de un perro pastor de dos años dejó a éste con un primo en Bethune, al nordeste de Francia, cuando inició su carrera de trabajador ambulante de la construcción. Un día, mientras trabajaba en Aviñón, a 800 kilómetros de

6. Ibíd.7. Ibíd.8. Ibíd.

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254 SENTIDOS DE ORIENTACIÓN

distancia, le comentaron que había en el barrio un perro extraviado que presentaba un comportamiento extraño. Fue a investigar. Poco faltó para que el perro, loco de alegría por estar nuevamente con su amo, lo arrollara literalmente.9

Queda todavía una historia acerca de una urraca de compañía, de la que informa la señora M. Johnson, maestra de escuela en Lund, Suecia. Un día, en su escuela, una urraca entró por una ventana abierta a un corredor y se posó sobre el hombro de un niño de un grupo de unos cuarenta chicos y chicas. El muchacho exclamó: «¡Si es nuestro pájaro de verano!» y expli­có que él y su familia habían pasado el verano en una casa de campo a unos 80 kilómetros de allí, donde habían comprado una urraca que tenían como animal de compañía. Cuando se trasladaron de nuevo a la ciudad, dejaron la urraca en la cabaña. Tan evidente era que el ave conocía al chico, que la maestra le dio permiso para que se marchara de la escuela y llevara la urra­ca a su casa.10

Son tantas las historias de este tipo, que estoy convencido de que a ve­ces los animales pueden encontrar efectivamente a su gente, así como a veces las personas pueden encontrar a sus animales (capítulo 8) de una manera que no es plausible atribuir al olfato ni a la casualidad.

P e r r o s q u e e n c u e n t r a n l a s se p u l t u r a s d e s u s a m o s

Las historias acerca de animales de compañía que encuentran a sus amos no se circunscriben a amos vivos. Una y otra vez se oyen relatos acer­ca de perros que encuentran la sepultura de sus amos. Para mí, se trata de historias muy desconcertantes. En primer lugar, yo suponía que el vínculo entre el animal y su amo se disolvía cuando éste moría. Daba por supuesto que no conectaba el animal con el cadáver de la persona. Pero este supues­to no parece bien fundado. Simplemente no puede explicar la mayor parte de los relatos de perros que encuentran tumbas. Veamos ésta, procedente de Austria:

Mi suegro tenía una pequeña granja y en ella un perro guardián, Sultán. Un día mi suegro enfermó y hubo que llevarlo al hospital en ambulancia. Pocos días después murió y fue enterrado en el cementerio local, a cinco kilómetros de la granja. Varias semanas después del entierro, el perro desapareció durante

9. Whitlock (1992).10. Pratt (1964).

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ANIMALES QUE ENCUENTRAN A SU GENTE A GRANDES DISTANCIAS 2 5 5

días. Esto parecía raro, ya que nunca se perdía. Pero no prestamos mucha aten­ción al asunto, hasta que un domingo vino a vernos un ex empleado que vivía cerca del cementerio y dijo: «Imagínese, el otro día, cuando crucé el cemente­rio, me veo a Sultán echado sobre la tumba de su familia». No me imagino cómo pudo haber encontrado el camino a través de esos cinco kilómetros. No había rastros de su ex amo que el perro pudiera seguir. Y nunca se lo había lle­vado al cementerio, ni siquiera al campo, pues tenía que vigilar la casa. ¿Cómo es posible que haya encontrado la sepultura de su amo? (Joseph Duller, Graz, Austria).

Es de suponer que los miembros de la familia habían ido a visitar la se­pultura y que tal vez hubieran dejado huellas olfativas que condujeran al si­tio. Pero también es de suponer que hubieran dejado esas mismas huellas olfativas en muchas otras direcciones, de modo que, si Sultán las siguió, ¿por qué fue específicamente al cementerio y cómo pudo haber tenido conocimien­to de los cadáveres enterrados en las tumbas?

¿Por qué los perros en duelo se sentirían atraídos a las sepulturas de sus amos? La única razón posible parece ser que su unión a la persona persiste después de la muerte y continúa centrada en el cadáver del amo. En el ca­pítulo 5 hemos visto varios ejemplos asombrosos de fidelidad canina en los que los perros se quedaban junto al cadáver de su amo muerto o montaban guardia en su sepultura. Los vínculos que unen los animales a sus amos no se disuelven necesariamente con la muerte de éstos. Yo esperaría que esta conexión se debilitara mucho o se disolviera con la cremación, cuando nada queda del cuerpo, excepto cenizas. Y lo cierto es que todos los casos que conozco tienen que ver con sepulturas; nunca he oído hablar de animales que se sientan atraídos a crematorios o a lugares donde se han esparcido las cenizas.

Puede parecer extraño este apego de perros a los cadáveres de sus ama­dísimos amos. Pero, después de todo, hay muchas personas que mantienen una conexión particularmente fuerte con los cuerpos de sus seres queridos. Esas conexiones continuadas han dado nacimiento a los sepulcros y a actos sencillos de devoción como la colocación de flores en las tumbas. Después de todo, los cementerios no tienen sólo la visita ocasional de un perro do­liente, sino de seres humanos. Y los sepulcros de personas particularmente importantes, como santos o héroes nacionales, se convierten en lugares de peregrinación para millares e incluso millones de individuos. Si entendiéra­mos mejor por qué visitamos nosotros los cementerios, ganaríamos lucidez para comprender los vínculos que continúan ligando algunos perros a los cadáveres de sus amos.

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256 S E N T I D O S D E O R IE N T A C IÓ N

A n im a l e s q u e e n c u e n t r a n a o t r o s a n im a l e s

Ocasionalmente aparecen en los periódicos informes sobre animales de granja que, separados desde jóvenes, consiguen volver a encontrarse. He aquí un ejemplo:

Blackíe, una vaca de dos años, se escapó de la nueva granja que la había comprado y, tras andar once kilómetros por un territorio extraño, «regresó» a la nueva granja a donde habían llevado a su ternero. La historia comenzó cuan­do la vaca y su ternero fueron separados en el mercado de Hatherleigh, en De- von. Se envió a la madre a la granja de Bob Woolacott, cerca de Okehampton, donde se la instaló con una provisión de heno y de agua para que pasara la no­che. Pero su instinto maternal la llevó a salir al patio, pasar por encima del cer­cado y coger un callejón. A la mañana siguiente se la encontró a once kilómetros, con su ternero y amamantándolo en la granja de Arthur Sleeman, en Sampford Courtenay. El señor Sleeman pudo identificar a Blackie como la madre por las etiquetas de la subasta, que todavía lucía en las astas.11

Hemos controlado los detalles de esta historia entrevistando a la gente implicada. La señora Mavis Sleeman nos dijo que su marido puso el terne­ro recién comprado y sin destetar junto con los otros terneros. «A la maña­na siguiente, mi nuera vio que por el callejón se acercaba una vaca, que fue directamente a nuestras instalaciones, donde se hallaba el ternero. Esto su­cedía a las ocho de la mañana. Naturalmente que quería entrar, así que le abrió la puerta para dejarla pasar y la vaca fue inmediatamente a donde se hallaba su ternero para darle la teta.»

He aquí un informe semejante procedente de Rusia. «El granjero cau­cásico Magomed Ramazhanov se sorprendió un poco cuando una de sus va­cas fue a buscar su ternero, previamente vendido a una granjero de un dis­trito vecino. Tras haber temido en un principio que la criatura hubiera sido asesinada por depredadores salvajes, Magomed encontró finalmente a su dulce vaca lechera... con su cría... a casi 50 kilómetros de su casa.»12

Por lo que sé, no ha habido hasta ahora casi investigación sobre la ma­nera en que los animales son capaces de encontrarse a distancia. Uno de los escasos investigadores que se ha ocupado de esa cuestión es el naturalista norteamericano William Long. En sus estudios pioneros sobre el compor­tamiento de lobos en Canadá, prestó particular atención a la manera en que los miembros de la manada se relacionaban entre sí, incluso cuando estaban

11. Reeditado en World Farming Newsletter, 1983.12. «Cow’s long march», Soviet Weekly, 24 de enero de 1987.

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muy separados. Descubrió que los lobos que estaban apartados de la mana­da sabían dónde se hallaban los otros.

En el invierno, cuando los lobos grises norteamericanos suelen desplazarse en grupos pequeños, un lobo solitario o separado de la manada siempre pare­ce saber dónde están sus compañeros y si están cazando, vagando perezosa­mente o descansando en su sofá cama. La manada está formada por sus pa­rientes, menores y mayores, todos encabezados por la misma loba; y gracias a un cierto lazo, atracción o comunicación silenciosa, puede ir derecho a ellos en cualquier momento del día o de la noche, aunque no los haya visto durante se­manas y en ese lapso hayan ellos recorrido muchísimos kilómetros por terreno salvaje.13

Tras largos períodos de observación y de seguimiento, Long concluyó que este comportamiento no podría explicarse apelando a los derroteros habituales, a las huellas olfativas ni a la audición del aullido de los otros. Por ejemplo, una vez encontró a un lobo herido, separado de la manada, que durante varios días permaneció echado en una madriguera protegida mientras los demás recorrían una zona muy amplia. Captó las huellas de la manada en la nieve, las siguió mientras los otros cazaban y estuvo cerca de ellos cuando mataron un ciervo. Comieron en silencio, como hacen los lo­bos habitualmente, y no hubo aullido. El lobo herido volvió a estar muy le­jos, con kilómetros de colinas cubiertas por densos bosques entre él y la manada.

Cuando regresé al ciervo, para leer de qué manera los lobos habían sor­prendido y matado a su presa, advertí la huella fresca de un lobo solitario que llegaba en ángulo recto a la huella de la manada cazadora... Capté su huella de llegada y la remonté hasta la madriguera desde donde había hecho el camino tan directamente como si realmente supiera a dónde iba. Su huella venía del este; el ligero viento que soplaba llegaba del sur; de manera que era imposible que el olfato lo hubiera guiado a la carne, aun cuando se hubiera ha­llado a una distancia en que pudiera oler, lo que ciertamente no era el caso. Las marcas en la nieve no tenían ninguna característica que las distinguiera de cua­lesquiera otras, por lo cual sería razonable concluir que o bien los lobos pueden enviar una llamada silenciosa de comida, o bien que un lobo solitario puede mantener tal contacto con sus compañeros de manada como para saber no sólo dónde están, sino también, de una manera general, qué es lo que hacen.14

13. Long (1919), pág. 95.14. Ibíd., págs. 97-99.

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2 5 8 S E N T I D O S DE O R IE N T A C IÓ N

Puede que estas conexiones sean un rasgo normal de las sociedades ani­males, aun cuando apenas hayamos comenzado a comprender cómo fun­cionan. Tal vez los vínculos entre los miembros de un grupo social tal como una manada de lobos les permitan conocer las actividades y las intenciones de los otros a distancia, pero también provee de una información direccio- nal. Y si los lobos y otras especies salvajes tienen tales habilidades, la capa­cidad de los animales de compañía para encontrar a sus amos y la de éstos para encontrar a sus animales de compañía pueden considerarse en un con­texto biológico más amplio.

VÍNCULOS CON MIEMBROS DEL GRUPO SOCIAL Y VÍNCULOS CON LUGARES

Si algunos animales tienen la capacidad para encontrar otros animales o sus compañeros humanos, parece improbable que los animales no humanos sean los únicos que posean ese poder. Cabría esperar encontramos con el mismo tipo de fenómenos en las personas, aunque probablemente con menor intensidad.

En consecuencia, no me asombraría que hubiera historias de personas que han encontrado a otras personas de una manera insólita, sin saber cómo. No me asombraría que estas historias se refirieran principalmente a perso­nas con fuertes vínculos entre sí, como padres e hijos o maridos y mujeres. Tampoco me asombraría que en las culturas tradicionales de caza y recolec­ción, en las que la capacidad para encontrar personas era tan necesaria para la supervivencia como la capacidad para encontrar lugares, se cultivaran y estimularan estas habilidades y que se las desarrollara mucho más que en las modernas sociedades industriales.

Así como el sentido de orientación debe depender de una conexión en­tre el animal y un lugar, así también la capacidad para encontrar a una per­sona que se ha marchado tiene que depender de una conexión entre el ani­mal y la persona. Y así como la conexión animal-lugar puede compararse con una atracción magnética o con una banda elástica sitiada, lo mismo pue­de hacerse con la conexión animal-persona. Tanto el campo animal-persona como el campo animal-lugar, lo mismo que los campos magnéticos, contie­nen información direccional.

El campo magnético de la tierra contiene información direccional, que es la razón por la cual se puede utilizar una brújula para establecer dónde está el norte. En el lenguaje técnico de la ciencia, la atracciones y las repulsiones magnéticas son fenómenos vectores, es decir, fenómenos que tienen tanto dirección como magnitud. (Por el contrario, una cantidad escalar tiene mag­nitud, pero no dirección, como, por ejemplo, la temperatura.)

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Las conexiones animal-persona y animal-lugar son vectores, con direc­ción y magnitud. Sólo si la atracción tiene la fuerza suficiente, el animal ini­cia su viaje y mantiene la orientación a pesar de todas las distracciones y ad­versidades que encuentre en el camino. Y sólo si la atracción tiene una dirección, el animal sabe a dónde ir.

La idea de campos mórficos que unen animales a otros miembros de su grupo social suministra una base para la comprensión tanto de la comuni­cación telepática como de la atracción direccional hacia animales o perso­nas. La idea de campos mórficos que unen animales a lugares particulares proporciona una base para la comprensión del sentido de orientación tal como se expresa en el regreso a casa y en la migración. Así, la hipótesis de los campos mórficos puede llegar a explicar un amplio espectro de poderes no explicados de los animales, tanto telepáticos como de orientación.

Pero hay una categoría importante de percepción no explicada en la que esta hipótesis tal vez no preste tanta utilidad: la premonición. Este es el tema de los dos capítulos siguientes.

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SEXTAPARTE

Premoniciones animales

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CAPÍTULO

___________ 14Premoniciones de ataques, comas

y muertes repentinas

Literalmente, «premonición» significa «anuncio previo», «presagio». Algunas premoniciones parecen depender de la telepatía, como cuando los animales saben de antemano cuándo su gente está de camino a su casa (ca­pítulos 2 a 4). Algunas pueden explicarse en términos de detección de olo­res, sonidos, cambios eléctricos u otros estímulos físicos. Pero otras pueden implicar precognición, que significa literalmente «conocimiento por ade­lantado» o «presentimiento».

Las precogniciones y los presentimientos son más misteriosos que otras formas de premonición porque implican que hay influencias que pueden re­montar el tiempo, desde el futuro al presente, y desde el presente al pasado. Esta noción confunde todas nuestras ideas usuales de causación, en las que la causa precede al efecto. O bien confunde nuestras ideas del presente, su­giriendo la ausencia de divisiones tajantes entre futuro, presente y pasado.

¿Podemos evitar estos problemas y estas paradojas? ¿Pueden las pre­moniciones explicarse sin precogniciones o presentimientos? Algunas, sí; otras, parece que no.

En el capítulo siguiente examino la capacidad de los animales de com­pañía para advertirnos por adelantado de peligros externos, como los seís­mos. En este capítulo analizo también sus advertencias de peligros internos,

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264 PREMONICIONES ANIMALES

como ataques epilépticos inminentes. Pero antes es importante considerar el contexto biológico de las advertencias y las alarmas.

P e l i g r o , m ie d o y a l a r m a

El miedo tiene relación con el peligro. Incluso la palabra inglesa fear proviene de una raíz que significa peligro (en alemán, «peligro» se dice Gefahr).

Todos conocemos el miedo por propia experiencia. Sentimos la inmi­nencia de algo malo. Nos ponemos más alertas. El corazón nos late más rá­pidamente. La secreción de adrenalina, una hormona, nos prepara para reaccionar. Se nos pone pálida la cara y los pelos de punta; en casos extre­mos, temblamos de terror y se nos pueden relajar los esfínteres. El miedo es una emoción que compartimos con los animales no humanos y que es fácil reconocer en ellos. Y tiene un evidente valor de supervivencia, sobre todo en relación con potenciales depredadores.

El miedo dispara el comportamiento defensivo en cualquier animal ca­paz de defensa. Puede inducirlos a correr, zambullirse, esconderse, parali­zarse, chillar en demanda de ayuda, cerrar las conchas, mostrar los dientes o erizar las púas.1 Pero en muchos animales, incluidos nosotros mismos, el miedo no es un mero sentimiento individual, sino colectivo. En los anima­les sociales, la emisión de alarmas y la comunicación del miedo tienen un evidente valor de supervivencia. Muchos animales responden a señales de peligro alertando a los otros. Emiten alarmas. En una forma extrema, la di­fusión del miedo en el grupo culmina en pánico.

Hay alarmas visuales. Una paloma que de pronto levanta el vuelo provoca alarma en el resto de su grupo, que también se echa a volar. Las colas blancas de los conejos y del ciervo de cola blanca resultan particularmente notables cuando corren y sirven como señales de alarma a otros miembros del grupo.

Hay alarmas que son olores, como una sustancia inductora del miedo bajo la piel de unos peces pequeños pertenecientes a la especie de las carpas, que estos animales segregan cuando son heridos, lo que hace que los otros miembros del cardumen, e incluso de otras especies, se abstengan de acer­carse. Las hormigas alertan a otros miembros de su grupo del peligro des­prendiendo sustancias que provocan alarma.2 Algunos van más lejos: las es­

1. Para una esclarecedora exposición sobre la emoción del miedo, véase Masson (1996).

2. Hólldobler y Wilson (1994).

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PREMONICIONES DE ATAQUES, COMAS Y MUERTES REPENTINAS 265

pecies agresivas que esclavizan a otras, como la fórmica suintegra, emplea es­tos olores no sólo para defender sus colonias, sino también para aterrorizar a sus víctimas. Una descarga masiva de sustancias de alarma pone en estado de pánico a las hormigas a las que están atacando, lo que habilita a las agre­soras a apoderarse del nido sin gran necesidad de lucha.3

Muchas especies, por ejemplo los mirlos, tienen llamadas especiales de alarma que alertan del peligro a otros miembros de su grupo, pero a menu­do también alertan a miembros de otras especies.

El ladrido es la llamada canina de alarma. Los perros han resultado úti­les durante decenas de miles de años por emitir advertencias de gente que se acerca y alertar a sus compañeros humanos de otras fuentes potenciales de peligro. Esta puede muy bien haber sido su función primaria en las etapas iniciales en las fases de comienzo de la domesticación.

Los perros no sólo desempeñan su función de advertencia alertando a la gente de los extraños que se acercan, sino de varias otras maneras. Algunas de ellas dependen de la percepción de las fuentes potenciales de peligro me­diante el olfato, el oído o la vista. Otras dependen de la captación de inten­ciones, como en el caso de los perros que advierten a sus propietarios de la intención amenazante de una persona hostil. Y otras aún dependen de la cap­tación de intenciones a distancia, como en el caso de los perros que saben cuándo sus amos vuelven a casa. Aquí, por supuesto, la manifestación de su anticipación de la llegada de una persona no es una advertencia de peligro, sino más bien un anuncio.

Los perros y otros animales domésticos pueden prestarnos una valiosa ayu­da al advertimos de un peligro de distintas maneras. A veces lo hacen median­te llamadas de alarma; a veces, mediante signos de temor y de abatimiento; y a veces, dando pasos prácticos para colaborar con nosotros o defendernos.

¿ Q u é e s l a e p i l e p s i a ?

En Leesburg, Virginia, dos o tres veces por semana, la perra de Christine Murray, mezcla de pit bull y sabueso, de nombre Annie, salta a su falda y co­mienza a lamerle la cara furiosamente. Christine interrumpe lo que esté ha­ciendo y se acuesta. Al cabo de unos minutos es sacudida por un ataque de epilepsia. «Es asombroso —dice— , no puedo explicarlo, no sé por qué. Pero Annie sabe cuándo estoy a punto de tener un ataque.»4

3. Brown (1975).4. Chandrasekeran (1995).

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266 PREMONICIONES ANIMALES

Annie no es única. Muchos otros perros advierten la inminencia de un ataque de epilepsia. ¿Cómo lo hacen? Nadie lo sabe. Pero introducen una gran diferencia en la vida de las personas que padecen esta enfermedad.

Los accesos de epilepsia, en sus distintas formas —convulsiones, con­torsiones, ataques, ausencias— , se producen cuando se interrumpe la acti­vidad normal del cerebro. En el tipo más dramático, las crisis conocidas como grand mal, los pacientes se ponen primero rígidos y, si están de pie, se caen. Luego sufren convulsiones, dificultades respiratorias e incluso, a ve­ces, incontinencia. Al comienzo del ataque, es posible que griten, dejen de respirar y se les ponga azul la cara.

Esos ataques pueden ser muy impresionantes para el que observa, pero la persona que los padece no sufre y en general recuerda poco de lo que ha ocurrido. En unos minutos el ataque se ha pasado espontáneamente y la persona se recupera. Al comienzo puede estar confusa y, si el ataque ha te­nido lugar en público, puede sentirse turbada, sobre todo si ha perdido el control de los esfínteres. Hay pacientes que pasan por un estado de trance y se comportan de manera muy impredecible.

No todos los tipos de epilepsia implican convulsiones y hay accesos que sólo afectan a una parte del cuerpo. La forma más benigna de la epilepsia, tradicionalmente llamada petit mal, implica una breve interrupción de la conciencia sin ningún otro signo, salvo tal vez una agitación de los párpa­dos. Esos accesos se producen más bien en niños y se conocen en general como «ausencias».

La epilepsia es la más común de las perturbaciones neurológicas graves y afecta a personas de todas las edades. La padece una de cada doscientas personas y en muchos casos los ataques empiezan en la infancia. Aunque se la puede controlar con drogas y evitando las situaciones que la favorezcan, hay personas que siguen padeciendo ataques a pesar de tomar las precau­ciones adecuadas.

En los tiempos clásicos, la epilepsia se conocía cómo «enfermedad sa­grada». Ninguna otra enfermedad ha dado lugar a tantas creencias popula­res como la epilepsia, probablemente porque ninguna sugiere tanto como ella una posesión. Uno de los problemas de los epilépticos es que tienen que enfrentar el estigma social ligado a la perturbación, o por lo menos la inco­modidad, que mucha gente siente en su presencia.

La mayor parte de las personas con epilepsia son capaces de llevar una vida razonablemente normal, aun cuando, por razones obvias, no se les per­mite conducir. Para aquellas cuyos ataques no se pueden controlar del todo con drogas, una de las dificultades mayores es su impredecibilidad. En al­gunos casos, los síntomas preliminares, conocidos como «aura», que pue­

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PREMONICIONES DE ATAQUES, COMAS Y MUERTES REPENTINAS 2 6 7

den incluir sacudidas incontroladas en partes del cuerpo, ciertas sensacio­nes o una conducta extravagante, se producen antes de que empiece el ata­que propiamente dicho. Pero en muchos casos la perturbación se propaga tan rápidamente que el paciente queda inconsciente antes de tener tiempo de darse cuenta de nada.

Nadie desea ir caminando por una calle, estar comprando o subiendo unas escaleras cuando se inicia un ataque. Incluso en la seguridad del hogar, existe el peligro de lastimarse si la pérdida de conciencia tiene lugar cuando el paciente está en pie, pues se cae. Por eso los perros que saben cuándo está a punto de sobrevenir un ataque pueden cambiar la vida de los epilépticos.

L a c o n d u c t a p r e d ic t iv a d e l o s p e r r o s

Durante muchos años ha habido historias de perros que anticipan acce­sos epilépticos, pero hasta hace muy poco no se había realizado ninguna in­vestigación sobre el tema. La mayoría de los perros que comunican adver­tencias a sus amos lo hacen espontáneamente, no como consecuencia de un entrenamiento especial. He aquí un relato típico de alguien que observó por sí mismo esta conducta:

Cuando estoy en casa, Penny, mi Dobermann, parece predecir mis ataques epilépticos y al hacerlo me empuja cada vez a mi silla. Le hablé de esto a un médi­co, pero se limitó a sonreír. La perra nunca me falló en casa. Fuera de casa, perma­nece junto a mí hasta que llega ayuda (Hilary Spate, Litde Sutton, South Wirral).

Ruth Beale, cuyo perro cobrador Chad ganó en 1977 el British PAT Dog of the Year (véase pág. 123), tiene un hijo que sufre ataques de petit mal y de grand mal. Chad alerta a Ruth varios minutos antes de que su hijo tenga ac­cesos de grand mal, pero normalmente ignora los ataques menores. «Se me trepa y comienza a pasarme la pata por el regazo para llamar la atención y a veces también ladra.» Eso suele ocurrir cuando Ruth está en distinta habi­tación que su hijo, de modo que puede llegar a tiempo para impedir los ac­cidentes que la caída podría tener como consecuencia.

En algunos casos, los perros producen advertencias sólo con unos mi­nutos de antelación, mientras que en otros pueden alertar a sus amos media hora antes de un ataque o más. Antonia Brown-Griffin, de Kent, sufre has­ta doce ataques importantes por semana y permaneció encerrada en su casa hasta que tuvo un perro de rescate llamado Rupert, que fue su línea de con­tacto con el mundo exterior.

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268 PREMONICIONES ANIMALES

El perro siente, hasta 50 minutos antes, que voy a tener un ataque y me gol­pea dos veces con la pata, con lo que me da tiempo de buscar un lugar seguro. Puede incluso oprimir un botón en mi teléfono y ladrar cuando tiene respues­ta a fin de obtener ayuda y, si piensa que voy a tener un ataque cuando me baño, quita el tapón. Simplemente no puedo imaginarme la vida sin él.5

No se sabe cuántas personas con epilepsia tienen la suerte de contar con perros que les anuncian los ataques, pero es probable que sean muchos mi­llares en todo el mundo.

La investigación pionera de Andrew Edney

A comienzos de los años noventa, un veterinario británico, Andrew Ed­ney, realizó la primera encuesta sistemática sobre conducta de advertencia de perros previa a un acceso epiléptico. Contactó con dueños epilépticos de perros a través de un anuncio en Epilepsy Today, el boletín de la British Epi- lepsy Association, y en diarios y revistas. Estudió detalladamente 21 perros que parecían capaces de predecir ataques. No encontró en esa muestra pre­dominio de ninguna raza; los perros que alertaban de ataque eran tanto de trabajo como de caza, terriers, falderos o híbridos. Tampoco predominaban machos ni hembras, jóvenes ni viejos.

Sobre la base de cuestionarios, Edney pudo compilar un perfil de la conducta de los perros previa al comienzo del acceso. La descripción típica los presentaba ansiosos, aprensivos o inquietos. Alertaban a la gente de la vecindad o salían a buscar ayuda. Con frecuencia ladraban y gemían, se aba­lanzaban sobre la persona y frotaban el hocico contra ella, a la vez que le la­mían la cara o las manos. Los perros se sentaban junto a la persona o la «conducían», como al rebaño, a un lugar seguro y la animaban a acostarse. Mientras se producía el ataque, o bien permanecían al latió de la persona, algunos lamiéndole la cara o las manos, o bien iban en busca de asistencia.Y eran notablemente fiables. Como comentó Edney: «Ningún perro parece haberse equivocado y uno hasta ignoró el intento de “fingir” un acceso».

Ningún animal de la muestra de Edney había sido entrenado; todos ex­hibieron la conducta de advertencia de manera espontánea. Y en su mayo­ría, los epilépticos tuvieron que descubrir por sí mismos la conducta de los animales. Algunos comentaron que les llevó cierto tiempo percatarse de la importancia de las señales de su perro.

5. Price (1998).

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Edney concluye: «Los comportamientos observados antes de los ata­ques llaman mucho la atención y parecen estar destinados a detener a los sujetos allí donde se encuentran, a fin de que se pueda ejercer alguna acción. La acción durante el ataque presenta notable coherencia: parece dirigirse a la protección y a la resucitación, así como, hasta cierto punto, a alertar a otras personas de las proximidades».6

G a t o s y c o n e jo s

Con dos excepciones, todos los informes de la conducta de advertencia previa a ataques de epilepsia de los que se tiene noticia se refieren a perros. La primera excepción es un conejo perteneciente a Karen Cottenham, de East Grinstead, Sussex.

Karen acostumbraba a inferirse terribles heridas cuando caía a causa de una crisis epiléptica, incluso fractura de costillas y de tobillos y cortes en la cara. Ella y su marido compraron un conejo, Blackie, y como a ella no le gustaba tenerlo en una jaula fuera de la casa, al frío, lo amaestró para que es­tuviera en la casa y lo mantuvo dentro. Al poco tiempo se percató de que el conejo «revoloteaba» alrededor de sus piernas antes de que a ella le diera un ataque, lo que le permitía ponerse a salvo. Cuando Blackie murió, Karen compró otro conejo, Smokie, quien muy pronto adoptó el papel de Blackie. «No sé cómo ni por qué, pero varios minutos antes de que me dé un ataque, Smokie va y viene entre mis piernas con loca agitación. Sé que tengo que irme a la cama o echarme en el suelo para no caerme. Cuando me recupero, Smokie suele estar acurrucado contra mi cara, como queriendo devolverme la conciencia.»7

La segunda excepción es una gata. Kate Fallaize, que vive en Stafford- shire, tiene una gata de cinco años que le advierte de los ataques inminen­tes hasta con una hora de anticipación. «Antes de que me dé un ataque, la gata comienza a actuar de manera extraña: se me sube hasta la cara y me mira fijo, se sienta cerca de mí y me toca con las patas con intervalos de pocos segundos. No me abandona ni me deja fuera de su vista. Si la gata comienza a hacer esas cosas, voy y me acuesto.» La gata permanece junto a ella du­rante el ataque y sigue todavía allí cuando Kate despierta. Esta gata no ha sido entrenada para dar avisos y el gato anterior de Kate no lo hacía, aun­que montaba guardia junto a ella una vez que el ataque había pasado.

6. Edney (1993).7. Smith (1997).

PREMONICIONES DE ATAQUES, COMAS Y MUERTES REPENTINAS 2 6 9

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E l a m a e s t r a m ie n t o d e p e r r o s q u e a l e r t a n a c e r c a d e a t a q u e s

El amaestramiento de los perros para que emitan alarmas de ataques es alentado hoy en Gran Bretaña por una pequeña organización humanitaria de Sheffield, llamada Support Dogs.8 El jefe de amaestramiento, Val Strong, no cree que se pueda enseñar a los perros a reconocer señales de un ataque. «Parecen hacerlo naturalmente cuando tienen un vínculo estrecho con su amo», dice. Pero se los puede entrenar para que señalen de modo más ma­nifiesto a fin de que sus amos reconozcan claramente la advertencia.

El primer amaestramiento exitoso de este tipo tuvo lugar con Molly, cruce de perro de rescate y pastor collie alemán. Para empezar, no se entre­nó a Molly para que alertara acerca de ataques, sino simplemente para que ayudara a su ama epiléptica, Lise Margaret. Lo primero fue entrenarla en un buen nivel de obediencia general. Luego aprendió tareas especializadas como llevarle, después de un ataque, una manta para evitar que se enfriara demasiado y el teléfono. «Podía resultarme difícil hablar, de modo que me limitaba a apretar un número programado y Molly ladraba en el teléfono. Los amigos saben que necesito asistencia.»

Molly ya habría sido una gran ayuda para Lise con que su talento se li­mitara a eso, pero Val Strong barruntaba que la perra podía dar más. Em­pezó a filmar en vídeo a Lise y a Molly y después de examinar muchas ho­ras de filmación se dio cuenta de un cambio sutil, pero decisivo, en el comportamiento de Molly alrededor de 30 minutos antes de que Lise su­friera una crisis. Molly empezaba a mirar fijamente a Lise. «Sólo tuvimos que estimularla a que fuera más demostrativa. Ahora es muy teatral: ladra y lame, esté donde esté.» Sobre la base de esta experiencia, Support Dogs ha amaestrado luego una serie de perros para que alerten de ataques próximos a sus amos.

En los Estados Unidos, el amaestramiento de perros que advierten de ataques es coordinado por el National Service Dog Center de la Delta So- ciety.9 La Delta Society está ayudando también a la concienciación del pú­blico del Service Dogs en general. Mientras que los perros lazarillos están ampliamente reconocidos y son admitidos en sitios tales como tiendas y res­taurantes en los que normalmente no se permite la entrada de anímales, es menor el reconocimiento de perros oyentes para sordos, perros asistentes

8. Support Dogs, PO Box 227, Sheffield S6 6YZ, Inglaterra.9. National Service Dog Center, 289 Perimeter Road E, Renton, WA 98055-1329, USA.

También se ha establecido un progama de amaestramiento como parte del Prison Pet Part- nership Program, 9601 Bujacich Road, PO Box 17, Gig Harbor, WA 98335-0017, USA.

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para personas discapacitadas y perros que advierten de ataques epilépticos. Por ejemplo, a Christine Murray se le ha prohibido el ingreso de su perra Annie en ciertos restaurantes y tiendas de Virginia. «Trato de explicarles que es un perro que me avisa cuando voy a tener un ataque, pero no me creen.»10 Cuando este tipo de perros sea mejor conocido, el problema dis­minuirá.

¿ C ó m o l o s a b e n ?

Hasta ahora no se ha investigado casi acerca de la capacidad de los pe­rros para predecir ataques epilépticos,11 y nadie sabe cómo lo hacen. Las tres especulaciones más comunes son:

1. El animal percibe cambios sutiles de conducta o temblores musculares de los que la persona no es consciente.

2. Percibe perturbaciones eléctricas en el sistema nervioso, asociadas a un acceso inminente.

3. Percibe olores distintivos que la persona podría exhalar antes de un ataque.

Estas tres posibilidades requerirían que el perro estuviese muy cerca de la persona. Sobre todo la detección de cambios eléctricos en el sistema ner­vioso, si fuera posible, necesitaría de una gran proximidad. No se espera que los perros reaccionen si la persona está fuera de su campo visual u olfa­tivo.

Sin embargo, hay perros que parecen reaccionar al pensamiento y las in­tenciones de su amo a una cierta distancia (segunda y cuarta partes) y hay algunos que parecen saber cuándo sus amos han tenido un accidente o se están muriendo, incluso a centenares de kilómetros (capítulo 6). En conse­cuencia, podría valer la pena considerar la posibilidad añadida de que los perros no reaccionen simplemente a sutiles pistas sensoriales, sino que aprehen­dan señales de una naturaleza hasta ahora ignota para la ciencia. ¿Pueden

10. Chandrasekeran, 1995.11. En el momento de escribir estas líneas, se están estudiando programas de investiga­

ción por lo menos en dos centros de Estados Unidos: The Epilepsy Institute, 257 Park Ave- nue South, Nueva York, N Y 100010, USA; y en el Department of Physiological Sciences, Co- llege of Veterinary Medicine de la Universidad de Florida, PO Box 100144, Gainesville, FL 32610-0144, USA.

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los perros emitir advertencias de ataques si su amo está fuera de su visión y a cierta distancia de ellos?

Normalmente, a los epilépticos les gusta tener cerca a sus perros para que puedan llamarles la atención si está por producirse una crisis. Pero co­nozco tres casos en los que el perro parece saberlo incluso cuando está en la habitación contigua. Steven Beasant, de Grimsby, Lincolnshire, es adverti­do de un ataque inminente por su perro Jip, un híbrido. Normalmente, Jip lo sigue a todas partes y se mantiene muy cerca de él antes de un ataque y, cuando Steven está sentado, el perro le salta encima. Pero Steven dice que Jip a veces «viene como una flecha de la cocina y me empuja a la silla». De modo que, reaccione a lo que reaccione, lo cierto es que Jip puede sentirlo en otra habitación. Lo mismo parecía cierto de Sadie, un dobermann perte­neciente a Barbara Powell, de Wolverhamplbn. Hasta que murió, a los tre­ce años, Sadie emitió advertencias de accesos inminentes a su ama mediante gemidos. Normalmente lo hacía cuando estaba en la misma habitación, pero a veces también lo hizo en otra.

El doctor Peter Halama, neurólogo de Hamburgo, Alemania, tiene una paciente epiléptica cuyos perros también reaccionan cuando están en otra habitación:

Antes de un ataque, sus perros (dos híbridos, macho y hembra), se mantie­nen cerca de ella y apenas se desencadena el ataque tratan de ayudarla. Uno de ellos hasta trata de interponerse entre la paciente y el suelo cuando ésta se cae. Una vez en el suelo, le lamen la cara y las manos hasta que recupera plenamen­te la conciencia. No permiten que nadie se acerque a la paciente cuando se en­cuentra en esta situación. Si, poco antes de un ataque, está en otra habitación, los animales corren a esa habitación y se quedan al lado de ella, listos para ayudar­la de la misma manera. A menudo su marido ha visto esto y puede dar testimonio de tal conducta.

Es interesante que estos perros también respondan a los regresos de la mujer a su casa. El marido ha descubierto que se intranquilizan y se dirigen a la puerta de entrada antes de que ella llegue de compras (a horas irregula­res). Exhiben este comportamiento unos 20-30 minutos antes de que llegue. Si estos perros son capaces de reaccionar telepáticamente a la intención de regresar de la mujer, tal vez sus reacciones a un ataque inminente de epilep­sia cuando están en otra habitación también impliquen telepatía. Pero hay una gran diferencia entre estas dos situaciones: la llegada de la mujer lleva implícita una intención consciente; pero el advenimiento de un ataque no es consciente ni intencional.

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PREMONICIONES DE ATAQUES, COMAS Y MUERTES REPENTINAS 273

A n im a l e s d e c o m p a ñ ía y d ia b e t e s

Hay perros de diabéticos que advierten a sus amos de niveles de azúcar peligrosamente bajos. Estos accesos de hipoglucemia pueden conducir a comas, ataques epilépticos e incluso a la muerte.

Por ejemplo, Alan Harberd de Chatham, Kent, tiene un collie llamado Sam, que le advierte cuando está hipoglucémico. Si esto sucede cuando Alan está dormido, Sam lo despierta antes de que entre en coma. «Mi nivel de azúcar en sangre es bajo, pero no tan bajo como para no poder levantar­me y hacer algo al respecto. A veces la situación es delicada, pero es incom­prensible cómo lo hace.»

En la revista Diabetic Medicine se publicó en 1992 un estudio pionero de un grupo de médicos internistas del Bristol and Berkeley Wealth Centre de Gloucestershire, que entrevistó a 43 pacientes propietarios de animales de compañía que habían sufrido de hipoglucemia. Quince de ellos dijeron que se habían percatado de reacciones de sus respectivos animales, catorce de los cuales eran perros. Ayudaron a sus amos ladrando, llevándoles veci­nos o mediante otras respuestas adecuadas.12

También hay gatos que emiten advertencias y despiertan a sus amos por la noche cuando los niveles de azúcar en sangre son peligrosamente bajos.

La explicación más probable de este tipo de conducta se da en términos de olfato, pues los diabéticos pueden despedir olores característicos cuan­do están hipoglucémicos. Pero no es más que una conjetura.

D ia g n ó s t ic o d e c á n c e r

Varios dueños de animales de compañía dicen que sus animales les han ayudado a diagnosticar cáncer y otras enfermedades. Algunos de estos casos han sido objeto de información en la literatura médica. Por ejemplo, en 1989 Hywel Williams y Andrew Pembroke, del Departamento de Derma­tología del King’s College Hospital de Londres, publicaron en Lancet un ar­tículo que describía la manera en que se había enviado a su clínica a una mujer con una lesión en el muslo izquierdo, que resultó ser un melanoma maligno.

L a prim era noticia que la mujer tuvo de la lesión se debió a que su perra(cruce de border collie y doberm ann) la olfateaba constantemente. L a perra no

12. Lim y otros (1992).

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mostró interés en otros lunares del cuerpo de la paciente, pero solía pasar va­rios minutos por día olfateando intencionadamente la lesión, incluso a través de los pantalones de la paciente. A resultas de eso, la mujer fue aumentando sus sospechas. Este ritual continuó durante varios meses y culminó en el intento de la perra de morder la lesión cuando la paciente usaba pantalones cortos, lo cual llevó a la paciente a una nueva consulta médica. Muy probablemente esta perra ha salvado la vida de su ama al estimularla a buscar tratamiento cuando la le­sión todavía se hallaba en una etapa incipiente y curable.13

En nuestra base de datos hay varios casos similares. Por ejemplo, Joan Hart, de Preston, Lancashire, se dio cuenta de que, cuando se sentaba con las pantuflas puestas, Lady, su perra ovejera, le quitaba una pantufla en parti­cular y le lamía el empeine. Joan tenía allí un quiste y terminó por ir a con­sultar a su médico. Este pensó que era una verruga, pero la envió al hospital para que le efectuaran determinadas pruebas, a fin de asegurarse. Resul­tó que Joan tenía un tipo raro de cáncer. La paciente dijo: «¡Ojalá hubie­ra yo prestado más atención a Lady, que trataba de llamarme la atención sobre ello».

Por lo que sé, la posibilidad de utilizar perros con particular sensibili­dad olfativa en las clínicas oncológicas todavía no se ha tomado en serio. No es un tipo de investigación médica de moda hoy en día; el énfasis recae en la alta tecnología.

A n im a l e s q u e a d v ie r t e n a c e r c a d e o t r o s t ip o s d e e n f e r m e d a d

Los ataques de epilepsia se repiten con frecuencia, de modo que los en­fermos tienen tiempo de reconocer las señales que sus respectivos animales les envían y prestarles atención. Pero hay animales que también parecen an­ticipar otros tipos de enfermedades antes de que ni los propios enfermos ni otros miembros de la familia hubieran notado nada. Al comienzo las reac­ciones pueden ser mal entendidas. Por ejemplo, un perro alsaciano perte­neciente a la familia Albrecht, de Limbach, Alemania, comenzó por seguir a la mujer, Hilde, sin motivo aparente, y por mirarla de una manera extraña al tiempo que gemía. «Dije a mi marido que fuéramos al veterinario con el perro, porque algo malo debía de tener. Unas semanas más tarde era yo la que estaba enferma, no el perro, y tuvieron que operarme.» Varios años des­pués, el perro se comportó de la misma manera con la hija de la mujer, que

13. Williams y Pembroke (1989).

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más tarde tuvo apendicitis, y lo mismo ocurrió con la hermana menor de esta niña.

Análogamente, Christine Espeluque, de Nissan-les-Enserune, Francia, tiene una cocker spaniel enana que parece saber cuándo sus hijos pequeños están por enfermarse. Por ejemplo, con el de cinco años, «antes de que la enfermedad se manifieste, empieza a seguirlo por doquier. Va a la silla don­de él está sentado, duerme en su cama con él toda la noche, llora todo el día cuando él está en la escuela, hasta que regresa a casa. Ahora que me he acos­tumbrado a ello, siempre sé de antemano cuándo mis hijos enfermarán». Pero el perro sólo reacciona de esa manera ante los niños y no parece pre­decir las enfermedades de su madre.

A veces la advertencia del perro es tan inequívoca que es eficaz incluso la primera vez que ocurre, como en el caso de Esther Alien, de Bushbury, West Midlands:

Estaba yo decorando el cielo raso de la sala, para lo cual tenía que subirme a una silla colocada encima de la mesa. Sólo me quedaba un cuadradito de unos treinta por treinta centímetros para terminar, cuando Fara, mi salchicha enana, trepó a una silla, luego a la mesa y comenzó a tirar de mi falda. Dije: «Sólo un minuto, no tardaré más», pero ella insistía, así que bajé. En cuanto puse pie en el suelo, me desmayé unos segundos. Cuando me recuperé, Fara me estaba lamiendo la cara. Sin duda, si la perra no me hubiera hecho bajar de la silla y de la mesa, me habría lastimado seriamente.

En este caso, la conducta del perro se parece a la de los que advierten de la inminencia de un ataque epiléptico. Pero ¿cómo anticipó el colapso de su ama? De una manera igualmente desconcertante, hay perros que anticipan ataques cardiacos y adoptan una acción que minimiza el daño causado por la caída. Por ejemplo: «Mi compañera sufrió de ataques cardiacos varias ve­ces, de modo que simplemente se caía. Rolf, nuestro perro alsaciano, nor­malmente rudo de carácter, siempre anticipó estos ataques y se colocaba frente a su señora, de tal manera que ella nunca caía de cabeza, sino siem­pre sobre la espalda» (Hans Schauenburg, Roelbach, Alemania).

Evidentemente, la primera posibilidad que es menester considerar es la de que el animal capte ciertos cambios sutiles en la conducta de la perso­na o en sus movimientos, o incluso olores insólitos. Pero a veces los ani­males reaccionan cuando la persona está en otra habitación o más lejos todavía. En este caso, un gato reaccionó cuando su amo estaba paseando fuera de la casa:

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Una tarde de julio, mi marido fue a dar su paseo habitual antes de cenar. Diez minutos más tarde, nuestro gato exhibió una conducta inusual. Corría in­tranquilo por el piso, se gruñía a sí mismo y tenía erizado el pelo del lomo. Una hora después regresó mi marido y dijo: «N o me siento bien, Voy a echarme un rato antes de comer». Se fue al dormitorio y yo continué con mi trabajo en la cocina. De pronto, Aimo se puso más intranquilo aún y me empujaba las pier­nas con el hocico. Luego se fue de la cocina corrien^g y mirando hacia atrás para ver si yo lo seguía. Como un perro, me condujo al dormitorio, donde en­contré a mi marido retorciéndose de dolor de riñones. Llamamos a un médico de urgencias, que lo alivió. Poco después, Aimo volvió a ser nuestro tranquilo gato de siempre (Erni Weber, Grosskut, Austria).

Si se tratara de un caso aislado, sería tentador suponer una «mera coin­cidencia» o bien que el gato había notado algunas señales antes de que el se­ñor Weber saliera a dar su paseo y que a la señora Weber le llevó un tiempo darse cuenta de la inusual conducta del gato. Pero, como vimos en el capí­tulo 6, hay muchos casos en los que los animales reaccionaron a la muerte inesperada o al estado de tristeza de sus amos en lugares lejanos. En este contexto, no sería sorprendente que un gato captara el malestar de un amo que está dando un paseo fuera de la casa.

P r e s a g io s d e m u e r t e s ú b it a

Es fácil no interpretar acertadamente las reacciones de los animales de compañía ante el inicio de una enfermedad, cuyo sentido sólo resulta claro cuando se las considera retrospectivamente. Lo mismo es cierto del com­portamiento inusual previo a muertes súbitas.

En 1995, Chistine Vickery y su marido vivían en Sacramento, Califor­nia. Ella lo describe como «fanático del estado físico, cincuenta y dos años de edad y muy buena forma». Empezaba cada día con píldoras de vitami­nas, tenía una dieta baja en calorías y, además de trabajar en su máquina de ejercicios físicos, acostumbraba a hacer a pie parte del camino al trabajo.

La tarde del 1 de diciembre llegó a casa a las 18.30, como de costumbre. En lugar de correr a saludarlo, mis perros Smokie y Popsie se quedaron en sus ces­tos, en otra habitación. El los llamó. Rehusaron moverse. A las nueve de la no­che los perros vinieron a la sala, se sentaron a los pies de mi marido y lo mira­ron fijamente. Mi marido se puso nervioso y se preguntó qué sabían ellos (así dijo) que él ignoraba. Mantuvieron su extraño ritual los cinco días siguientes. En la noche del 6 de diciembre, el más viejo de los perros, Smokie, acarició con

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el hocico la pierna de mi marido. Popsie le ofreció una pata. A la 1.30 de la ma­ñana del 7 de diciembre, mi marido murió dormido. Envidié a los perros. De alguna manera lo sabían y se habían despedido.

Los gatos también pueden manifestar presentimientos de este tipo. Por ejemplo, Dorothy Doherty, que vive en Hertfodshire, dice que el día ante­rior al ataque y la muerte de su marido la gata de la casa se frotaba constan­temente contra sus piernas. «Recuerdo que él decía: “¿Qué es lo 'que pasa hoy?” . Como nunca había sido tan insistente, muchas veces me pregunto si no sabría qué era lo que estaba por suceder.»

Hay otros muchos ejemplos de presentimientos de perros y de gatos re­lativos a urgencias médicas y muertes repentinas. Pero lo mismo que todas las premoniciones, su significado sólo resulta claro a la mirada retrospecti­va. Los escépticos dirán que ha de haber habido miles de casos de compor­tamiento inusual a los que no siguió la muerte ni el desastre y que por eso fueron olvidados enseguida, de modo que el único misterio en todo esto es la casualidad y la memoria selectiva. Pero aunque este argumento típico pueda parecer científico, no es más que una hipótesis no comprobada. Los escép­ticos no han recogido ninguna estadística que la apoye. En realidad, en este campo no se ha realizado prácticamente investigación alguna.

Los argumentos de los escépticos tienen valor científico si se los trata como posibilidades razonables de ser verificados; pero son anticientíficos si se los usa como una manera de inhibir la investigación. Desgraciadamente, con harta frecuencia esto es lo que ha sucedido. Por eso sabemos todavía tan poco acerca de tan fascinantes fenómenos.

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CAPÍTULO

_________15Presentimientos de seísmos

y otros desastres

R e a c c io n e s a n im a l e s p r e v ia s a s e ís m o s

El 26 de septiembre de 1997, un seísmo importante destruyó la basílica de San Francisco de Asís, en Italia, y provocó enormes daños en ciudades y pueblos cercanos. Poco antes del seísmo, mucha gente observó que los ani­males se comportaban de manera extraña. La noche anterior, unos perros ladraron mucho más que de costumbre y otros se mostraron agitados e in­quietos. Los gatos parecían nerviosos y perturbados y algunos se escondie­ron. Las palomas volaron «de manera extraña». Las aves salvajes guar­daron silencio durante unos minutos antes de que se produjera el seísmo y los faisanes «chillaron de una manera inusual».1 Algunos cambios en el comportamiento normal de los animales fueron observados con varios días de antelación:

Un amigo me dijo: «N o vaya a comer a las tabernas junto al río, en Folig- no, porque hay ratas a lo largo del río, ratas grandes». Por lo menos una sema­na antes del terremoto la gente comen2Ó a decir que Foligno estaba invadida

1. Agradezco a Anna Rigano estos informes.

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por ratas. Yo he vivido mucho tiempo allí y esto no había sucedido nunca. Por todas partes había ratas, pero nadie asoció esto con el terremoto (Silvana Cac- ciaruchi).

Foligno está a casi veinte kilómetros de Asís y quedó gravemente daña­da por al movimiento sísmico. ¿Por qué las ratas abandonaban los albaña- les? ¿Cómo es que otros muchos animales parecieron anticipar la catástrofe que se estaba preparando?

Los escépticos descartan estos relatos en términos de coincidencias casuales y memoria selectiva. Según ellos, la gente recuerda tales conduc­tas sólo cuando les siguen seísmos u otras catástrofes y, de lo contrario, se olvidan de ellas. No cabe duda de que en estos argumentos hay algo de verdad. Pero sería imprudente despreciar toda Videncia de esta manera. Muchos observadores experimentados de animales están convencidos de que los animales se han comportado de verdad de manera inusual antes de terremotos. En el término de las tres semanas siguientes al seísmo de Asís, mientras todavía se producían réplicas, Anna Rigano, mi asistente italiana de investigación, estuvo en Asís, Foligno y otras zonas de Umbría afectadas por el terremoto, donde, muy frescos aún los recuerdos, entrevistó a do­cenas de personas, incluso dueños de animales de compañía, propietarios de tiendas de estos animales y veterinarios. La mayoría había observado el comportamiento inusual de animales antes del seísmo y la mayoría es­taba convencida de que este comportamiento era verdaderamente ex­cepcional.

Pautas similares de comportamiento animal previas a la producción de terremotos han sido objeto de informaciones mutuamente independientes en todo el mundo. No puedo creer que todas estas personas hayan podido imaginar relatos tan semejantes, ni que todas fueran víctimas de trampas de la memoria.

La primera descripción detallada procedente de Europa se refiere a un seísmo con proporciones de cataclismo ocurrido el año 1933 en Helice, Grecia, en la costa del golfo de Corinto, en el que la ciudad portuaria fue tragada por el mar. Cinco días antes, según el historiador Diodoro de Sici­lia, animales como ratas, serpientes y comadrejas abandonaron la ciudad en legiones, para asombro de sus habitantes humanos.

Otros informes de la época clásica incluyen la afirmación del escritor ro­mano Plinio el Viejo según la cual una de las señales de un próximo seísmo es «la excitación y el terror de los animales sin motivo aparente». De la Edad Medía nos han llegado también relatos similares, como el de Würt- temberg de 1095: «El búho abandonó las viviendas humanas para adoptar

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una vida salvaje en bosques y montañas».2 El seísmo que con más fuerza sa­cudió Europa en los últimos siglos tuvo lugar en 1755 en Lisboa, Portugal. Fue terriblemente devastador y tan violento que el movimiento de la tierra hizo sonar las campanas de iglesias tan lejanas como las suecas. Este terre­moto fue analizado por muchos escritores contemporáneos, incluido el filó­sofo Immanuel Kant, quien resumió de la siguiente manera una señal de te­rremoto inminente: «Los animales son poseídos por el miedo poco antes del terremoto. Las aves se meten en las casas, las ratas y los ratones salen de los agujeros...». Se informó acerca de una «multitud de gusanos» que salieron del suelo ocho días antes del seísmo de Lisboa y que el ganado estaba «muy excitado» el día anterior.3

Hay literalmente centenares de ejemplos más que historiadores y cronis­tas han preservado, y también muchos casos más recientes; por ejemplo: «An­tes del terremoto de 1960 en Agadir, Marruecos, se vio un río de animales perdidos, incluso perros, que huían del puerto antes de que se produjera la sacudida que mató a 15.000 personas. Un fenómeno similar se observó tres años después, antes del terremoto que redujo a escombros la ciudad de Skopje, en Yugoslavia. La mayoría de los animales parece haberlo sentido antes de que se produjera.4 Antes del terremoto que el 17 de enero de 1995 destruyó gran parte de Kobe, en Japón, se observó una conducta inusual en mamíferos, aves, reptiles, peces, insectos y gusanos.5

No obstante toda esta riqueza de evidencias, la mayor parte de los in­vestigadores de movimientos sísmicos ignoran los relatos acerca de adver­tencias animales o las desprecia como meros casos de superstición o de me­moria selectiva. Por lo que sé, ni un dólar de los millones que se gastan normalmente cada año en investigación sismológica en Occidente se dedica a estudiar las reacciones de animales. Es éste otro campo en el que el tabú y el prejuicio han cerrado la mente de los profesionales y en el cual el escep­ticismo sirve más para inhibir la indagación científica que para promoverla. Pero, en este caso, el resultado de esta actitud no es sólo la pobreza de nues­tra comprensión científica. En efecto, los animales podrían suministrarnos advertencias valiosas y ayudarnos a salvar vidas.

2. Tributsch (1982), pág. 13.3. Ibíd.4. Bardens (1987).5. Wadatsumi (1995).

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P r e d ic c ió n d e t e r r e m o t o s

Muchos políticos y contribuyentes fiscales creen que las grandes canti­dades de dinero público que se gastan en investigación sismológica ayuda­rán a desarrollar métodos para predecir terremotos. Pero muchos pro­fesionales, a espaldas de quienes los financian, creen que las predicciones detalladas son imposibles y han dejado de intentarlas. Un artículo de cuatro eminentes expertos, publicado en la revista norteamericana Science en 1997 enunciaba sucintamente su tesis en el título: «Es imposible predecir los se­ísmos». Citaba con aprobación las observaciones que en 1977 había realiza­do Richter, responsable de la elaboración de la escala de magnitud que lle­va su nombre, observaciones que menospreciaban la predicción de seísmos como un «feliz terreno de caza para aficionados, excéntricos y farsantes hambrientos de publicidad». Estos autores consideran que más que la pre­dicción de terremotos específicos, la tarea de la sismología es contribuir a «mitigar la aleatoriedad de los terremotos».

Las estimaciones estadísticas de la sismicidad esperada en una región ge­neral en un abanico temporal de treinta a cien años y la estimación estadística de la fuerza esperada del movimiento de tierra son datos importantes para di­señar estructuras resistentes a los movimientos sísmicos. La determinación rá­pida de parámetros de origen (como localización y magnitud) puede facilitar los esfuerzos para aliviar las consecuencias de grandes seísmos.6

Funciones verdaderamente útiles que la sismología podría cumplir. Pero, si bien la prudencia de su actitud protege a los sismólogos de cometer errores públicos con la emisión de falsas alarmas, justifica por otro lado su desdén por la investigación de las advertencias que puedan venir de los animales.

Por el contrario, en China, durante los años setenta, los investigadores de terremotos estimulaban realmente al público a que observara y comuni­cara los posibles portentos que, de acuerdo con las viejas tradiciones chinas, se suponía que anunciaban la proximidad de terremotos catastróficos.

En junio de 1974, la Oficina Sismológica Estatal china publicó una ad­vertencia según la cual, sobre la base de un análisis histórico y mediciones geológicas, era de esperar un grave seísmo en la provincia de Liaoning en los próximos años. En consecuencia, se expandió la red de observación científica y se organizaron grupos de observadores en fábricas, escuelas y comunas agrícolas. Se entrenó a más de 100.000 personas para que vigilaran

6. Geller y otros (1997).

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la aparición de comportamientos inusuales en los animales y cambios en los niveles de transparencia del agua en los pozos, así como ruidos extraños y tipos insólitos de relámpagos.

A mediados de diciembre de 1974, las serpientes interrumpieron la hi­bernación, salieron de sus madrigueras y murieron congeladas en la super­ficie cubierta de nieve. Las ratas hicieron su aparición al descubierto en grandes grupos y a menudo se mostraban tan confusas que se las podía co­ger con la mano, el ganado y las aves de corral estaban extrañamente exci­tados y el agua de las fuentes se enturbió. El 22 de diciembre hubo un te­rremoto suave, pero los informes sobre conductas inusuales en animales prosiguieron durante todo el mes de enero de 1975 acerca de más de veinte especies que daban grandes señales de miedo. Se hicieron planes para eva­cuar Haicheng, ciudad de medio millón de habitantes. A comienzos de fe­brero, la cantidad de informes se elevó abruptamente cuando el ganado, los caballos y los cerdos comenzaban a entrar en pánico. «Los gansos volaron a los árboles, los perros ladraban como locos, los cerdos se mordían unos a otros o cavaban debajo de los cercados de sus pocilgas, los pollos rehusaban en­trar en los gallineros, el ganado rompió sus cabestros y se escapó, y las ratas parecían borrachas y se comportaban como tales... Las anomalías en el agua del subsuelo comenzaron a extenderse.»7

En la mañana del 4 de febrero se tomó la decisión de evacuar Haicheng. El mismo día, a las 19.36 horas, se produjo finalmente el seísmo anticipado, con una intensidad de 7,3 de la escala Richter. Más de la mitad de los edifi­cios de la ciudad quedaron destruidos. Decenas de miles de personas po­dían haber perdido la vida de no haber sido por esa oportuna advertencia. Con todo, hubo algunas víctimas. «La mayoría era gente que confiaba tan poco en las predicciones oficiales de terremoto que no estaba dispuesta a salir al aire libre con las temperaturas de febrero.»8

Por un tiempo, los sismólogos occidentales quedaron impresionados. La posibilidad de utilizar el comportamiento anómalo de los animales como advertencias de terremoto llegó a discutirse en el Geological Service de los Estados Unidos.9 Pero en el término de unos años volvió a predominar el es­cepticismo convencional y la idea cayó en el olvido. Sin embargo, los chinos continuaron con su programa de predicciones de terremotos. Han tenido algunos fracasos espectaculares, el más notable de los cuales fue el terremo­to no predicho de 1976, en el que murieron por lo menos 240.000 personas.

7. Tributsch (1982), pág. 2.8. Ibíd., pág. 10.9. Evernden (1976).

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Pero han seguido realizando predicciones con éxito. Por ejemplo, en 1995 advirtieron a las autoridades locales de la provincia de Yunnan un día antes de un movimiento sísmico de grandes proporciones.10 El 5 de abril de 1997, los sismólogos de Xinjiang predijeron un seísmo de entre cinco y seis grados en el término de una semana. De acuerdo con el informe de Science,

... durante la noche, las autoridades evacuaron a 150.000 personas a cabañas y refugios de tela. A la mañana siguiente, muy temprano, se produjo un terremo­to de 6,4 grados de intensidad, y al mediodía otro de 6,3. Entre ambos destru­yeron 2.000 casas y dañaron otras 1.500, pero no murió nadie. Predicciones con fundamentos similares anunciaron un movimiento de 6,6 grados de inten­sidad el 11 de abril y uno de 6,3 el 16 de abril.11

En este período, los científicos de Xinjiang también dieron una falsa alarma. Sin embargo, los chinos han tenido éxitos notables, en sorpren­dente contraste con sus contrapartidas occidentales, que ni siquiera lo han intentado. Los chinos continúan persiguiendo un enfoque pragmático que combina las mediciones sismológicas y geológicas con observaciones de po­zos y fuentes, junto con los «métodos alternativos» (eufemismo utilizado en las publicaciones científicas occidentales para la observación de con­ductas animales inusuales). No obstante, los sismólogos chinos son modes­tos en relación con sus logros y ellos mismos señalan que su enfoque fun­ciona mejor cuando se aplica a terremotos con temblores previos, como en Haicheng; con otros tipos de terremotos, sus éxitos han sido notablemen­te menores.12

I n v e s t ig a c ió n c o n a n im a l e s e n C a l if o r n ia

En la actualidad, por lo que sé, no hay en Occidente investigación ofi­cial sobre la anticipación de seísmos por animales. Los estudiosos del com­portamiento animal ignoran el tema y lo mismo sucede con los sismólogos, qiie concentran la atención en mediciones físicas con instrumentos. Dados los éxitos de los chinos, esto parece una omisión importante.

Mi colega David Jay Brown y yo hemos dado comienzo en California a un programa de investigación sobre comportamientos animales inusuales, que tiene dos objetivos.

10. Hui (1996).11. Hui y Kerr (1997).12. Hui (1996).

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En primer lugar, queremos poder caracterizar los tipos de conducta que muestran los diversos animales, a fin de poder elaborar un conjunto de orientaciones que permitan a los dueños de animales domésticos y a otras personas reconocer su comportamiento. En segundo lugar, deseamos saber qué animales son los que reaccionan. ¿Cómo saben cuándo está por produ­cirse un terremoto?

Comenzamos por preguntar a esas personas si han notado algún com­portamiento inusual en los animales antes de los dos terremotos recientes más destructivos, el de Loma Prieta, el 17 de octubre de 1989, que causó mucho daño en Santa Cruz, Silicon Valley, y otras regiones del norte de Ca­lifornia, y el de Northridge, el 17 de enero de 1994, con epicentro en el va­lle de San Fernando, en los suburbios de Los Angeles.

En ambas zonas, mucha gente se percató efectivamente de comporta­mientos extraños y aparentemente inexplicables tanto de animales domésti­cos como de animales salvajes. He aquí sólo un ejemplo: «Mi cocker spaniel estaba realmente atemorizada. Tenía los ojos muy abiertos y corría de un si­tio a otro sin parar, como loca. Venía hacia mí, se alejaba, volvía y otra vez se marchaba, como si tratara de decirme: “Tú también tienes que salir” . Yo pensé: “Esta perra se ha vuelto loca”, y estaba realmente enfadada. Una hora después se produjo el terremoto» (Renata McKinstry, San José, California).

La mayoría de los relatos que hemos recibido se refieren a perros y a ga­tos, lo que simplemente puede ser reflejo de que se trata de los animales de compañía más frecuentes. De los perros se decía que ladraban sin motivo aparente, gruñían, aullaban, gemían, corrían de un sitio a otro, se escondían o mostraban señales de nerviosidad, intranquilidad y agitación. Los gatos parecían nerviosos o perturbados y muchos salían de la casa o se escondían. Pero también reaccionaron otros animales. Las aves enjauladas se ponían muy nerviosas; los caballos corrían de un sitio a otro y de una manera inu­sual, los corderos se agitaron y algunas gallinas dejaron de poner huevos. Y algunas personas observaron que poco antes de que se desencadenaran los terremotos se produjo un extraño silencio porque las aves silvestres y los gri­llos dejaron de cantar.

Hasta los emúes respondieron. Estas aves gigantescas, parientes de los avestruces, tienen el hábito de caminar a lo largo de los cercados. En su Australia nativa se las suele llamar «aves en busca de cercados», porque aun cuando tienen inmensos espacios abiertos por los que vagar, van junto a los cercados y por allí caminan. En el criadero de emúes de Sandy Scott, en Au- burn, Washington, las aves caminan normalmente junto a los cercados y se echan en sus cobertizos una media hora antes de que oscurezca. Pero dos tardes en particular tuvieron una conducta diferente: «Prácticamente co­

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rrían de un extremo al otro del cercado y viceversa. Y cuando comenzó a os­curecer y finalmente se echaron, lo hicieron fuera de los cobertizos, no den­tro». En las dos ocasiones se produjo un terremoto por la noche, varias ho­ras después de que los emúes comenzaran a exhibir ese comportamiento inusual.

Aunque muchos animales se agitaron antes del estallido de un terremo­to, otros muchos no lo hicieron. Por ejemplo, Susan Gray, que vive en Re­seda, cerca de Northridge, comentó: «Los gatos estaban tan atónitos por la sorpresa como nosotros. Era muy temprano por la mañana y los dos gatos se hallaban en el dormitorio con nosotros. Unos segundos después de co­menzar el terremoto, los dos bajaron a la sala y salieron por la gatera». Es­tos gatos, como muchos otros, estaban aterrorizados y durante días no vol­vieron a entrar en la casa. Una vez que lo hicieron, ambos escogieron un lugar donde correrían a refugiarse en cada temblor posterior. «Lessa es la que me sigue a todas partes y por eso es la que más observo. Escógió una silla de mi dormitorio que tiene encima una falda que todo el tiempo se cae al suelo y corría a meterse debajo de ella toda vez que se producía una réplica. Pero a veces, cuando me levantaba por la mañana, Lessa —sin ningún motivo— corría a ponerse bajo la silla y al cabo de tres horas se producía una réplica.

Susan Gray, como muchos otros dueños de gatos del valle de San Fer­nando, observó que después del gran terremoto, sus animales se asustaban con mucha facilidad. «Si te mueves con rapidez, se giran, asustados, y co­rren a la puerta o hacia los lugares en los que .se esconden.» El miedo que les provocó el gran terremoto parecía haberlos sensibilizado. Tal vez una sensibilización semejante ocurriera en China con los animales cuando los te­rremotos principales fueron precedidos de temblores previos y tal vez fuera precisamente en esas circunstancias cuando sus advertencias resultaron más efectivas. Pero aun así, los gatos de Susan Gray no siempre acertaron: «A veces estaban asustados unas horas y no sucedía nada. Pero en la mayoría de los casos, cuando se ponían así, teníamos una réplica».

Las reacciones de miedo y de agitación que exhibieron los animales an­tes de los seísmos de Loma Prieta y de Northridge comenzaron en algunos casos varios días antes; en otros, horas, y en otros sólo unos minutos. David Brown y yo estamos elaborando una base de datos con esos relatos y espe­ramos trazar un perfil de los tipos de reacciones que muestran los animales, la secuencia temporal de estas reacciones y las condiciones que afectan sus respuestas. También nos interesa descubrir si responden más a unos tipos de terremotos que a otros.

No sólo los animales no humanos reaccionan antes de los temblores; hay personas que también lo hacen, con descripción de síntomas tales como

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agitación, dolores de cabeza y nerviosidad sin motivo aparente. Algunas di­cen que se despertaron precisamente antes de los terremotos y otras que su­fren insomnios inexplicables. Algunas se han sorprendido especialmente sensibles a las réplicas, como Barry Cañe: «A menudo sentía que se iba a producir una réplica. Era como si hubiera un cambio en la atmósfera. No sé en realidad cómo expresarlo, pero yo decía “ ¡huy, que se viene!” . Y en al­gún sitio, en el término de uno a cinco minutos, ¡zas!, se producía».

U n s is t e m a d e a d v e r t e n c ia d e t e r r e m o t o s b a s a d o EN LOS ANIMALES

Imaginemos qué podría pasar sí, en lugar de ignorarlas, se tomaran en serio en California y en otros lugares del mundo las advertencias que emiten los animales... y las personas.

Por los medios de comunicación se podría informar a los dueños de ani­males de compañía y de otros animales del comportamiento que éstos po­drían mostrar en caso de un terremoto inminente. Si observaran esos signos, llamarían de inmediato a un número de teléfono de atención permanente y fácil de memorizar; O bien podrían enviar un mensaje por Internet. Un sis­tema informático analizaría el lugar de origen de las llamadas recibidas. No cabe duda de que habría un río de falsas alarmas de personas que no enten­dieron bien los síntomas de sus animales —por ejemplo, el animal podría estar enfermo, sin más— e incluso podría haber gente que llamara sólo para divertirse. Pero un aumento repentino de llamadas de una región en espe­cial podría indicar la inminencia de un terremoto en esa región. Por tanto, sería importante controlar que el aumento de llamadas no se debiera a otros factores de reconocido efecto sobre la conducta de los animales, como los cambios súbitos de tiempo, los fuegos artificiales, los incendios locales o la influencia de depredadores.

En un primer momento, este sistema sería utilizado exclusivamente con fines de investigación, para comprobar si su funcionamiento es fiable. No sería adecuado hacer pública ninguna advertencia hasta que se haya esta­blecido esta fiabilidad. Las falsas alarmas podrían provocar pánico y desor­den y, en consecuencia, retrasar por años la investigación en este campo. Lo ideal sería combinar las informaciones sobre conductas animales inusuales con el control de otros precursores de seísmos, incluidas las mediciones sis­mológicas, como en China.

Ya disponemos de ciertas indicaciones de la investigación en California, según las cuales este sistema podría funcionar. A finales de los años setenta, en la estela de la afortunada predicción china del terremoto de Haicheng, el

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Geological Service de los Estados Unidos financió un proyecto piloto con base en el Stanford Research Institute. Los coordinadores, León Otis y Wi- lliam Kautz, reclutaron 1.200 observadores voluntarios localizados en las regiones de California proclives a padecer seísmos, que se comprometieron a llamar a un número telefónico gratuito y de atención permanente cada vez que observaran «una conducta animal inusual cuya causa no fuese observa­ble de manera inmediata y obvia».

Este proyecto estuvo en funcionamiento de 1979 a 1981. Durante este período no hubo en las áreas en observación seísmos de intensidad mayor de cinco. En conjunto, trece terremotos de intensidades entre 4 y 5 eran candi­datos adecuados para el análisis, pero ninguno ocurrió dentro de los límites de las áreas en las que se habían concentrado los observadores. Siete de estos seísmos fueron precedidos por un incremento estadísticamente significativo en las llamadas acerca de comportamiento animal inusual.13 En algunos ca­sos las estadísticas eran verdaderamente impresionares.14 En esta fase la fi­nanciación era discontinua y luego no hubo más investigación al respecto.

Si en lugar de sólo 1.200 observadores se hubieran reclutado millones, se podría haber hecho una evaluación mucho más detallada del potencial de advertencias animales de terremotos. Los dueños podrían desempeñar un papel decisivo en este proceso y especialmente la gente mayor, que tiene más tiempo y oportunidad para observar a sus animales que el resto de las personas, que está todo el día trabajando fuera de casa.

¿ C ó m o l o s a b e n ?

Por lo que sé, en ningún lugar del mundo ha habido prácticamente in­vestigación acerca de los medios por los cuales los anímales perciben de al­guna manera la inminencia de un seísmo, con la excepción de cierta experi­mentación reciente en Japón. Pero hay varias teorías posibles, como se verá a continuación:

1. Captan de alguna manera sonidos, vibraciones o movimientos sutiles de la tierra.

Esta teoría presenta varios problemas. En primer lugar, algunos ani­males que parecen responder de antemano a los terremotos no tienen un

13. Otis y Kautz (1981).14. La probabilidad de que los resultados se debieran a la casualidad era sólo de

p < 0,00005.

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oído más sensible que el nuestro.15 En segundo lugar, en regiones sísmi­camente activas son comunes los pequeños temblores de tierra y los te­rremotos de baja intensidad. Por ejemplo, en 1980 hubo en California 350 terremotos (excluyendo las réplicas) de intensidad 3 o menos.16 Si los animales fueran exquisitamente sensibles a las vibraciones débiles, estarían dando falsas alarmas cada momento. También deberían responder con temor y alarma a las vibraciones producidas por el tránsito de camiones u otro tipo de maquinarias pesadas. En tercer lugar, si son tantas las especies animales capaces de captar vibraciones características previas a seísmos importantes, también los sismólogos serían capaces de identificar esas vi­braciones con los instrumentos de que disponen, realmente sensibles. Pero hasta ahora, y a pesar de años de intensa investigación, han fracasado.

2. Los animales responden a gases que la tierra libera antes de los terre­motos.

Aunque algunas especies, como los perros, son mucho más sensibles que nosotros a los olores, otras, como los pájaros cantores, lo son mucho menos. No parece haber correlación entre el sentido del olfato de los ani­males y su sensibilidad a los terremotos. Tampoco hay pruebas de que los terremotos sean precedidos de una manera general por el desprendi­miento de gases característicos de la tierra. Y si las grietas pequeñas de la superficie terrestre previas a un seísmo liberan esos gases, ¿por qué los animales no responden con miedo y pánico cuando la gente cava fosas o minas, o incluso cuando los propios animales cavan sus madrigueras?

3. Los animales responden a cambios eléctricos que preceden a los terre­motos.

Esto es mucho más plausible que las dos teorías anteriores. Hay pruebas de que algunos terremotos son precedidos realmente por cam­bios en los campos eléctricos, que probablemente surgen de cambios en la tensión sísmica de la rocas. Es sabido que en ciertos cristales y rocas los cambios de presión generan cargas eléctricas (el efecto piezoeléctrico) y esos efectos eléctricos previos a los seísmos no sólo podrían ayudar a ex­plicar las reacciones de los animales, sino también otras anomalías eléc­tricas, como la interferencia en las emisiones de radio y televisión y ex­trañas auras y luces que salen de la tierra (técnicamente conocidas como luminescencia sísmico-atmosférica).17

15. Tributsch (1982), capítulo 5.16. Otis y Kautz (1981).17. Ikeya yotros(1997).

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Los sismólogos convencionales son escépticos respecto de estos precursores eléctricos de los terremotos, pero un grupo independiente de Grecia, el llamado grupo VAN, dirigido por P. Varotsos, afirma ser capaz de predecir terremotos sobre la base de señales geoeléctricas.18 Y en California, el Time Research Institute, encabezado por Marsha Adams, dio a conocer una serie regular de predicciones de terremotos sobre la base de una red de sensores electromagnéticos, cuya alimenta­ción es analizada con software especializado.19 Este programa no se sos­tiene con fondos públicos, sino por suscripción privada (eslogan: «Apoye la investigación de previsión de terremotos. Sea generoso con una falla»).

Mientras, Motoji Ikeya y sus colegas en la Universidad de Osaka, Japón, han realizado recientemente experimentos de laboratorio en los cuales expusieron una variedad de animales, ̂ pcluso ciprínidos, siluros, anguilas y gusanos de tierra, a corrientes eléctricas débiles. Los peces mostraron reacciones de pánico y los gusanos salieron a la superficie y salieron en masa.20 Estos hallazgos preliminares podrían ayudarnos a explicar el comportamiento anómalo de animales en el agua y en medios húmedos antes de un terremoto. Pero ¿qué pasa con animales, como los perros y los gatos, que están en el interior de edificios? ¿Responden a io­nes eléctricamente cargados en el aire? Muchas preguntas permanecen sin respuesta, pero es sin duda una promisoria línea de investigación.

4. Por último, los animales pueden de alguna manera «sentir» por adelan­tado lo que está por ocurrir de una manera que trasciende la compren­sión científica. En otras palabras, podrían ser «presensitivos», es decir, tener un sentimiento de algo que está a punto de suceder, o «precogniti- vos», es decir, saber de antemano lo que va a suceder.

Esta hipótesis sería innecesaria si todos los hechos pudieran expli­carse satisfactoriamente mediante teorías más convencionales. Muchos científicos, incluso yo mismo, preferiríamos no tener que tomar en cuen­ta la idea de que hay influencias que operan «hacia atrás» en el tiempo, desde el futuro hacia el presente. Confieso que preferiría dejar esta idea de lado a menos que me viera forzado a tomarla en serio. Por ahora, la teo­ría eléctrica parece suficientemente promisoria como para ignorar esta posibilidad más radical.

18. Lighthill (1996).19. Time Research Institute, PO Box 620198, Woodside, CA 94962, USA.20. Ikeya, Takaki y Takashimizu (1996); Ikeya, Matsuda y Yamanaka (1998).

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El problema es que hay otros tipos de premoniciones animales que no pueden explicarse eléctricamente, como veremos enseguida. Nos guste o no, los presagios precognitivos parecen reales. Y si son reales en otras situaciones, tal vez también desempeñen su papel en las premoni­ciones de terremotos. Pero antes me ocuparé de un tipo de aprehensión que parece dar sostén a la teoría eléctrica.

P r e s a g io s d e t o r m e n t a s

Era un hermoso día cálido de verano, con un claro cielo azul. Salí a dar un largo paseo con Rolly, mi perro alsaciano. Cuando habíamos andado más o me­nos una hora, no quiso seguir adelante. Traté de hacer que se moviera, pero fue imposible. Me pregunté qué fallaba. Finalmente, se echó en la cuneta. ¿Qué otra cosa podía hacer yo sino dar la vuelta y regresar a casa? Media hora des­pués el cielo se oscureció y enseguida se oyó el primer trueno a lo lejos. Apre­tamos un poco el paso y cuando habíamos entrado en la casa se descargó una lluvia torrencial con granizo. Entonces me di cuenta de que Rolly debía de ha­ber sentido esto piucho antes (Louise Forstinger, Graz, Austria).

Hay animales a los que les aterrorizan las tormentas eléctricas y dan muestras de depresión mucho antes de que sus amos se percaten de la apro­ximación de una tormenta. Los perros y los gatos suelen esconderse. Mu­chos otros animales se vuelven aprensivos antes de una tormenta, incluso los caballos, los periquitos y las tortugas.

La mayor parte de los relatos que he recibido se refiere a reacciones que anteceden en media a una hora al estallido de una tormenta, pero en algu­nos casos la anticipación del animal llega a tres horas o más.

Las reacciones de algunos animales antes de las tormentas y antes de los terremotos son muy parecidas y cualquier sistema de advertencia de terre­motos basado en animales debiera tomar en cuenta este hecho, pues de lo contrario podrían interpretarse erróneamente las tormentas inminentes como terremotos inminentes, con la consecuencia de falsas alarmas.

Naturalmente que el relámpago es un fenómeno eléctrico y muy bien puede ocurrir que algunas de las reacciones anticipatorias de los animales, cuando no todas, dependiera de su sensibilidad a los cambios especiales que preceden a las tormentas. Esto daría apoyo a la teoría eléctrica de la an­ticipación de terremotos. Y tal vez haya animales, con oído más sensible que el nuestro, capaces de oír el trueno cuando todavía está muy lejos. Pero hay otros tipos de presagios animales que no admiten esta explicación.

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A d v e r t e n c ia s d e a t a q u e s a é r e o s

Durante la guerra, cuando los alemanes bombardeaban Londres, teníamos una perra negra de raza indefinida que acostumbraba ir a nuestra puerta del fondo y ladrar para salir: entonces se podía apostar que a los diez minutos sonarían las sirenas anunciando un ataque aéreo. Estábamos tan habituados a que la perra hiciera esto que yo salía a la calle y llamaba a los vecinos para ad­vertirles del ataque inminente. Nunca se equivocó (Teddy Pugh, Birmingham).

He reunido 22 relatos más de perros que emitían advertencias de ata­ques aéreos antes de que sonaran las sirenas oficiales. Algunos de ellos se lo hacían saber a sus dueños con gemidos; otros, ladrando; otros, escondién­dose, y otros los conducían al refugio antiaéreo o al sótano donde la familia se refugiaba en esas ocasiones. Los perros británicos alertaron acerca de los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y los perros ale­manes alertaron acerca de bombardeos británicos.

Se decía que había perros que advertían a sus amos unos minutos antes de que sonaran las sirenas, la mayoría lo hacía con 10-30 minutos de antela­ción y en tres casos se dice que las advertencias de los perros superaron la hora de anticipación.

Cuando la perrita Dee se quedaba tranquilamente enrollada en su cesto a pesar de que oyera la sirena de alarma, indefectiblemente no se producía ataque. Otras veces, por el contrario, se agitaba extraordinariamente y urgía a todo el mundo a esconderse, a pesar de que no se oyera sirena alguna, y en­tonces era casi seguro que se producía un ataque aéreo.21 Como beneficio añadido, había familias que se volvían a la cama antes de que sonara la señal que anunciaba el fin del ataque: «... de pronto, el perro se levantaba, aban­donaba el refugio y se echaba en su cesto con un suspiro de alivio. A los cin­co minutos, sonaba la sirena que anunciaba el fin del bombardeo».22

El relato más reciente que he recibido de advertencia de ataque aéreo por un perro procede de un kibbutz de Israel. Durante la Guerra del Gol­fo, en 1991, cuando sonaba la alarma, los miembros de una comunidad se refugiaban en una habitación sellada que, se suponía, servía como refugio a prueba de bombas de gas. «El perro era el primero que lo sentía y se lan­zaba a la habitación sellada incluso un minuto o dos antes de sonar la alar­ma. Nunca lo hizo sin que terminara oyéndose la sirena antiaérea» (Savyon Liebrecht).

21. Cooper (1983).22. Ibíd., pág. 128.

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Durante la Segunda Guerra Mundial, también los gatos anticiparon bombardeos, en general dando muestras evidentes de agitación o escon­diéndose. De algunos se dice que emitían advertencias con más de una hora de antelación. Las aves también parecían saber cuándo los bombarderos es­taban en camino: las gaviotas huían, los faisanes cantaban, los patos y los gansos también daban su alarma. He aquí cómo lo hacía un loro alemán:

Durante el año de guerra de 1943 me hallaba con unos conocidos en Leip­zig. Tenían un loro viejo. De pronto, a las nueve de la noche, se puso muy in­tranquilo en su jaula, levantó el ala izquierda y prorrumpió: « ¡D a oben! ¡Da oben!» (¡Allí arriba!). Además, miraba hacia arriba y nadie consiguió calmarlo. Me sorprendí y pregunté a mis anfitriones qué significaba todo aquello. «Siem­pre lo hace antes de una alarma aérea —me explicó la señora— , en general con dos horas de antelación.» Esa misma noche llegaron los ingleses. Destruyeron el Palacio de Cristal (Dagmar Kessel).

Las advertencias que emitían las palomas alemanas fueron una fuente de problemas para un desafortunado escultor austríaco, Heinz Peteri, que fue arrestado durante la guerra por sus palabras «no diplomáticas» y de­portado a Bochum, en el Ruhr, a desactivar bombas sin explotar. Peteri vivía en una pequeña habitación en la torre de administración de la policía. Des­de su ventana acostumbraba a observar a las palomas que vivían en los techos que aún quedaban de la ciudad y se dio cuenta de que «a menudo las aves salían volando de repente, todas, y media hora después (como máximo), lle­gaban los bombarderos. Después, las aves regresaban. Esto se repitió mu­chas veces». Utilizó su conocimiento para advertir de ataques a sus camaradas y superiores y sus predicciones demostraron una y otra vez ser acertadas. Cuando la Gestapo se enteró, fue arrestado otra vez, sospechoso de espio­naje y de estar «en contacto con el enemigo».23

¿Cómo sabían todos estos animales cuándo estaban a punto de pro­ducirse los ataques? La posibilidad más evidente es que oyeran los aviones enemigos cuando todavía estaban fuera de alcance para el oído humano. Pero un momento de reflexión muestra que esta sugerencia no es plausi­ble, al menos por cuatro razones. En primer lugar, como ya hemos visto (pág. 51), la sensibilidad auditiva de los perros y de otros animales domésti­cos no es mucho mayor que la nuestra, aunque los perros oigan sonidos más agudos que nosotros. Los bombarderos que se utilizaban en la Segunda

23. Peter (1994).

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Guerra Mundial volaban a 400 kilómetros por hora cuando iban cargados; por tanto, un animal que respondía media hora antes de un ataque los ha­bría oído a 200 kilómetros de distancia. Se dice que hay animales que res­pondían con más antelación aún, cuando los bombarderos estarían a más de 300 kilómetros de distancia. Incluso los animales que respondían sólo unos minutos antes de que sonaran las sirenas tenían que oír los aviones a más de50 kilómetros, suponiendo que la sirena diera unos cinco minutos de tiempo para refugiarse antes del ataque. Es muy poco probable que pudieran oír los aviones enemigos a esas distancias.

En segundo lugar, la audición de sonidos distantes depende de la dirección del viento y no hay evidencia de que los animales sólo emitieran adverten­cias regulares cuando los aviones venían con viento a favor. Además, puesto que los vientos predominantes en Gran Bretaña son los del cuadrante su­doeste y los bombarderos alemanes se aproximaban desde el este, en la ma­yoría de los ataques aéreos no habrían llegado con viento a favor y, por tanto, el viento habría contribuido más a que los animales sensibles a su apro­ximación perdieran su sonido que a que lo percibieran.

En tercer lugar, había en el cielo muchos otros aviones, incluso bombar­deros propios que se dirigían a territorio enemigo. Aparentemente, los ani­males no daban señales de alerta ante la aproximación de bombarderos «ami­gos». La teoría del oído requeriría que los animales distinguieran a gran distancia entre los sonidos de diferentes tipos de bombarderos, con indepen­dencia de la dirección del viento. No hay evidencia de que esto sea posible.

Por último, durante el último año de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes disparaban sobre Londres los cohetes supersónicos V2. Estos misiles se lanzaban desde Holanda y ascendían en un ángulo de aproxima­damente 45 grados. Sus motores hacían explosión cada minuto más o me­nos y seguían una trayectoria balística, alcanzando velocidades de más de 3.000 kilómetros por hora cuando caían a tierra, donde llegaban sin ser vistos ni oídos. Sólo les llevaba cinco minutos alcanzar sus objetivos en Inglaterra, a más de 300 kilómetros de distancia, con una tonelada de explosivo de gran poder.24 Eran particularmente dañinos porque su explosión no era pre­cedida por ninguna advertencia y podían caer en cualquier sitio del sudeste de Inglaterra a cualquier hora del día o de la noche.

El doctor Roy Willis, que tenía diecisiete años a la sazón, vivía en Essex, exactamente al este de Londres. «Noté que mi perro, cruce de alsaciano y galgo, parecía capaz de sentir la llegada inminente de un cohete V2. El pe­rro, Smoke de nombre, iba a la ventana y miraba hacia afuera, erguidos los

24. Parson (1956).

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pelos del cuello como si estuviera rabioso o atemorizado. Más o menos dos minutos después, durante los cuales se mantenía en la misma postura agre­siva en la ventana, oía yo el terrible estallido de un cohete.» Hubo por lo menos otro dueño de perro con una experiencia similar, cuyo animal reac­cionaba poco antes de las explosiones. Suponiendo que estos relatos sean fiables (y no tengo razones para ponerlos en duda), los perros no pudieron haber oído los misiles, por agudo que fuera su oído, precisamente por la na­turaleza silenciosa y supersónica de esas armas.

Si los animales no anticipaban los ataques aéreos mediante la captación auditiva de la aproximación de los aviones o los cohetes, ¿cómo sabían que se producirían?

No hay explicación posible en términos de cargas eléctricas en la tierra y la atmósfera, como las que preceden a las tormentas y las que tal vez sir­van como señales de advertencia previa a los terremotos.

Por lo que conozco, sólo quedan dos posibilidades:

1. Telepatía. Los animales aprehenden telepáticamente influencias proce­dentes de personas o de animales en la ruta de los bombarderos. Cuando una ola de alerta y de alarma se propagaba por las poblaciones humanas y animales de las zonas que los aviones sobrevolaban, esta alarma se propagaba telepáticamente. El problema es que esta alarma telepática podría haberse difundido en todas las direcciones y provocar falsas alar­mas en lugares por donde los aviones no pasaban.

Alternativamente, los animales podían haber captado las intencio­nes hostiles de las tripulaciones de los bombarderos alemanes mientras se dirigían a sus blancos con la atención centrada en los lugares que te­nían pensado atacar.

Obviamente, estas posibilidades son enormemente especulativas y no hay manera de someterlas a prueba experimental dado que, afortu­nadamente, ya no hay ataques aéreos. Y, aunque la telepatía pueda ex­plicar algunos de los hechos disponibles, no puede explicarlos todos. En particular, ninguna teoría telepática podría explicar cómo anticipan los perros la llegada de los misiles supersónicos V2, pues nadie sabía por dónde volaban y no llevaban tripulación. Incluso los alemanes que los lanzaban no sabían exactamente dónde irían a parar.

2. Presagios precognitivos. Tal vez los animales intuían de alguna manera qué iba a suceder en el futuro próximo, o por lo menos que algo iba a su­ceder, aunque no supieran qué. Esta teoría podría explicar la anticipa­ción canina de los ataques de los V2, así como muchos tipos de premo­

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nición. Un problema reside en que se trata de una teoría muy vaga. Otro, en que plantea terribles dificultades lógicas y paradojas enorme­mente desconcertantes, dado que supone que algo que está en el futuro puede tener un efecto temporal «retrospectivo». Hay otro problema lógico con precogniciones. No es posible saber si una precognición es verdadera hasta que el acontecimiento anticipado haya ocurrido realmente. Sólo re­trospectivamente es posible identificar una precognición como tal.

Personalmente, preferiría evitar esta teoría, si fuera posible. En­cuentro más fácil de aceptar la telepatía que la precognición. Y los dos casos de V2 son por ahora la única evidencia que parece requerir una teoría de este tipo. Pero hay muchos otros ejemplos de presagios, a los que ahora me referiré, que vuelven prácticamente inevitable la idea de precognición o de presentimiento.

O t r o s t ip o s d e p r e m o n ic ió n

Además de todos estos ejemplos de advertencias que emitían distintos animales antes de ataques aéreos o de terremotos, he recibido 98 informes de comportamiento aprehensivo previo a accidentes, catástrofes o peligros.

No es raro que los caballos rehúsen seguir adelante cuando algún peli­gro acecha; así lo pudo comprobar Franziska Kabusch un invierno nivoso en Austria cuando llevaba un caballo y un trineo a un pueblo vecino.

El caballo y yo partimos, pero tras sólo diez metros se negó a seguir. No pude hacerlo mover por mis medios. Cuando insistí, simplemente comenzó a caminar hacia atrás y caímos en el arroyuelo del pueblo. Yo estaba desespera­da: ¿cómo podía ser tan testarudo aquel caballo que, por lo demás, era un ani­mal muy tranquilo y dócil? De pronto se produjo un tremendo estruendo. Una gigantesca avalancha se deslizó por el techo del establo que teníamos delante y cayó exactamente en la parte de carretera por la que estábamos a punto de pasar.

Es posible que el caballo oyera algún ruido significativo que lo alarmara con antelación a la avalancha. Podemos evitar la idea de precognición afe- rrándonos a esta tan tenue posibilidad.

He recibido docenas de relatos relativos a otros animales que impedían a sus amos seguir adelante cuando había un peligro inminente. Algunos pe­rros se negaron a caminar por senderos en los que poco después cayeron ra­mas o árboles exactamente en el lugar en donde habrían estado la persona y el perro. Otros perros, caballos y gatos postergaron o impidieron a sus amos iniciar un viaje a pie o en coche en ocasiones en que poco después hubo ac-

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cidentes de carretera en los que podían haber sido heridos o podían haber muerto. Un perro se negó empecinadamente a entrar en un pasaje subterrá­neo para peatones, de modo que la persona que iba con él no tuvo otra op­ción que regresar. «¡Apenas acabábamos de emprender el regreso cuando se oyó una gran explosión y el cielo raso de hormigón se hundió!» Otro pe­rro impidió que su amo subiera a una lancha que poco después explotó. Otro perro alejó a su amo de la acera justo antes de que una furgoneta aparecie­ra de repente por la esquina y se estrellara justo en el sitio en donde ellos ha­brían estado. Y así sucesivamente.

En algunos de estos casos es posible, aunque improbable, que los ani­males oyeran algo insólito que les provocara alarma. En otros, esto es impo­sible, porque la captación del animal comienza mucho antes de que haya tenido posibilidad de oír nada que pudiera darle alguna pista. Por ejemplo, una mujer que conducía su coche y llevaba su gato en la parte de atrás, donde normalmente dormía, notó que el animal estaba cada vez más nervioso. Tra­tó de calmarlo, pero el gato llegó finalmente a tocarle el brazo y a morderle ligeramente la mano que sostenía el volante. «Así que terminé por parar. Justo en ese momento cayó un gran árbol en la carretera, unos pocos metros delante del coche. De haber continuado, el árbol habría caído sobre el co­che» (Adele Holzer).

En cualquier caso, algunos de los peligros de los que nos alertan los ani­males son silenciosos, de modo que el oído no puede desempeñar ningún papel en su captación. Una pareja austríaca viajaba con destino a sus vaca­ciones por un empinado camino de cornisa, cuando Susi, su perra de lanas, empezó repentinamente a aullar. «Puso incluso sus patas en el hombro de mi marido para detenerlo. Estaba como loca. Asombrado, mi marido dis­minuyó la velocidad y cuando giró en la primera curva nos quedamos de piedra: el camino había desaparecido. Sólo unos metros más adelante esta­ba el precipicio. Un corrimiento de tierras se había llevado la carretera. Susi nos salvó la vida» (Friedel Ehlenbeck).

En la mayoría de los casos de los que he oído hablar, la conducta de los animales ayudó a proteger del peligro a su gente. Pero no todo el mundo es­cuchó las advertencias que los animales trataron de dar:

Una mañana mi perro Toby trató de detenerme cuando yo iba a salir por la puerta de entrada. Se interpuso en mi camino, se apoyó en la puerta, me saltó en­cima y me empujó. Este animal es normalmente tranquilo, amante y conoce bien mi rutina; yo estaría de regreso en cuatro horas. Tuve que encerrarlo en la cocina y dejarlo aullando, algo que el perro no había hecho nunca ni volvería hacer. Salí a las 7.30 de la mañana y las 9.40 me vi envuelta en un horrible accidente de trá­fico con el resultado de fractura de cuello y brazo derecho y muchas heridas.

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Cuando estaba en el hospital, entre los efectos de los medicamentos, no me aban­donaba la imagen de Toby y sentía su angustia. Envié mentalmente este mensaje: «D e acuerdo, pronto estaré de vuelta». Las imágenes desaparecieron. Al hablar de ello a mi marido, éste me dijo que Toby había estado muy agitado durante veinticuatro horas y luego se tranquilizó de repente. Me estoy recuperando len­tamente. En el futuro escucharé a Toby (Elizabeth Powell, Powys, Gales).

A veces las reacciones del animal no son advertencias específicas acerca de las cuales se pueda hacer algo, sino que parecen presentimientos de que algo alarmante está a punto de ocurrir. En 1992, Natalie Polinario vivía en el norte de Londres, cerca de Staples Córner, donde los terroristas del IRA hicieron detonar una poderosa bomba el 11 de abril. Su pastora alemana blanca, Foxy, estaba en el jardín.

Yo estaba en la cama mirando televisión. %Iás o menos uno o dos minutos antes de que estallara la bomba, vino corriendo y literalmente llorando, con un aspecto realmente triste. Se subió a la cama y se quedó junto a mí, rígida como si algo le hubiera dado mucho miedo, pero no había nada. Y luego oí la terri­ble explosión de la bomba cerca de Staples Córner. Un minuto después, volvía a estar muy bien. Nunca volvió a hacer lo mismo, ni lo había hecho antes.

Es difícil evitar la conclusión de que algunos de estos presagios hayan sido precognitivos. ¿Qué otra explicación podría haber? Y si pueden ser precognitivos los presagios de desastres, accidentes y ataques aéreos, tam­bién pueden serlo las premoniciones de tormentas y de terremotos, aun cuando éstas puedan explicarse en términos de sensibilidad a cambios eléc­tricos u otras causas físicas. Quizá algunas de las advertencias de crisis epi­lépticas, comas y muertes repentinas que hemos analizado en el capítulo an­terior incluyan también un elemento de precognición.

P r e c o g n ic ió n h u m a n a

En todo el mundo se encuentra la creencia en la capacidad de ciertas personas para prever el futuro. En la mayoría de las sociedades tradiciona­les, si no en todas, hay chamanes, videntes, profetas, oráculos o adivinos e incluso en las sociedades industriales modernas todavía florecen videntes y gente que predice la fortuna. No hay duda de que algunos son un fraude. Pero hay demasiados ejemplos convincentes de premonición humana como para dejar de lado sin más todo este campo de la experiencia.

Muchas personas que no predicen la fortuna de una manera profesional han tenido premoniciones que se demostraron verdaderas y hay muchos

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relatos acerca de personas que salvaron la vida gracias a sueños, presenti­mientos o presagios que las llevaron a no coger aviones que luego se estre­llaron o a no acudir a sitios donde se habrían visto expuestas a peligros gra­ves e inesperados. A veces no se actúa o no se puede actuar sobre la base de estas premoniciones, bien porque no son suficientemente específicas o bien por que no se las toma en serio. Pero a veces, sí.

Estas reacciones diferentes tienen una impresionante ilustración en los momentos previos al asesinato del presidente Abraham Lincoln, en 1865. Una semana antes de que le dispararan en el Ford Theater de Washington, contó a su mujer y a su amigo Ward H. Lamon un sueño en el cual había oído sonidos luctuosos en la Casa Blanca. Impaciente por descubrir la cau­sa, iba de habitación en habitación hasta que en la Habitación del Este vio, con «repugnante sorpresa», un catafalco en el que descansaba un cadáver con ropas funerarias, custodiado por soldados y rodeado de una muchedumbre embargada de tristeza. Como el rostro del cadáver estaba cubierto, pregun­tó quién era. Le respondieron que el Presidente, a quien un asesino había dado muerte.25

Menos conocido es que se suponía que el general Ulysses S. Grant y su mu­jer, Julia, acompañarían al Presidente al Ford Theater y se sentarían en su palco. Esa mañana, la señora Grant tuvo la fortísima sensación de que ella, su marido y su hijo debían abandonar urgentemente Washington y regresar a su casa de Nueva Jersey. El general no podía irse porque tenía compromi­sos durante todo el día, pero la señora Grant, cuya sensación de urgencia crecía por momentos, le envió varios mensajes rogándole que se fuera de Washington. Tanta fue su insistencia, que finalmente aceptó marcharse, aun cuando tenían la obligación de acompañar al Presidente al teatro. Cuando llegaron a Filadelfia, oyeron las noticias acerca del asesinato y luego supieron que ellos figuraban en la lista de personas que el asesino pensaba matar.26

Por supuesto, no todas las precogniciones son tan dramáticas como ésta, ni implican necesariamente peligro. Y muchas pasan inadvertidas, es­pecialmente cuando se dan en sueños. Los sueños precognitivos son sor­prendentemente comunes. El libro clásico sobre este tema, An Experiment With Time, del ingeniero británico J. W. Dunne, contiene instrucciones sen­cillas que permiten a los lectores investigar sus propios sueños.27

También hay una impresionante evidencia sobre presentimientos que procede de experimentos de laboratorio llevados a cabo por parapsicólo-

25. Inglis (1985), pág. 74.26. Radin (1997), pág. 112.27. Dunne (1958).

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gos, incluidos algunos fascinantes estudios realizados por Dean Radin en la Universidad de Nevada. En estos experimentos se mostró a los sujetos una serie de imágenes en la pantalla de un ordenador, la mayor parte de las cuales era emocionalmente tranquilizante, como fotografías de paisajes, escenas na­turales y personas alegres. Pero algunas eran emocionalmente excitantes, incluso pornográficas e imágenes de cadáveres. Cada prue*ba empezaba con la pantalla del ordenador en blanco. Luego aparecía en la pantalla durante tres segundos una de estas imágenes, tranquilizante o excitante. La pantalla volvía a quedar en blanco. La secuencia en que se mostraban las imágenes era aleatoria, determinada por el propio ordenador. Mientras se desarrolla­ban estas pruebas, se vigilaban la presión sanguínea, la resistencia de la piel y el volumen de sangre en las yemas de los dedos de los sujetos. Todo esto cambiaba cuando las personas estaban emocionalmente excitadas y propor­cionaba una medición objetiva de sus reat^iones.

No es sorprendente que en todas estas mediciones de excitación se en­contraran cambios bruscos tras la exhibición de imágenes «excitantes» y que estos cambios no se produjeran con las imágenes tranquilizantes. Lo notable de estos resultados es que la excitación comenzaba antes de que las imágenes «excitantes» aparecieran en la pantalla, aun cuando nadie podía saber por medios normales qué imagen aparecería. Esta anticipación comenzaba unos cuatro segundos antes de la aparición de las imágenes excitantes. Estos re­sultados tienen una gran significación estadística y han sido repetidos inde­pendientemente en un laboratorio de Holanda.28

Estos notables experimentos parecen mostrar que, incluso en condi­ciones de laboratorio, puede haber presentimientos de que algo excitante está a punto de ocurrir, incluso cuando esto no pueda saberse por medios «normales».

Creo que estamos a las puertas de un nueva fase de la ciencia, de la que este tipo de investigación es sólo un ejemplo. La indagación desprejuiciada de la experiencia humana espontánea, complementada con la investigación de laboratorio, puede ayudar a profundizar en la naturaleza humana. La inves­tigación posterior sobre los poderes no explicados de los animales humanos puede contribuir a insertar esta comprensión en un contexto biológico y evolutivo más amplio. Y las precogniciones pueden aportarnos información importante no sólo acerca de la naturaleza de la vida y de la mente, sino también acerca de la naturaleza del tiempo.

28. Radin (1997), capítulo 7.

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SÉPTIMAPARTE

Conclusiones

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CAPÍTULO

____________16Poderes animales y mente humana

P e r c e p t iv id a d a n im a l y h u m a n a

Muchos perros, gatos y otros animales domésticos pueden captar las in­tenciones de personas que se hallan a kilómetros de distancia. Son capaces de encontrar el camino a su casa en un terreno desconocido sin mapas ni ayudas artificiales. Y son capaces de tener premoniciones de seísmos y dar la alarma, aun cuando la mayoría de los seres humanos no perciban nada ni tengan la más remota idea del momento en que tendrá lugar un seísmo.

Por supuesto, no todos los animales son igualmente perceptivos y algu­nas especies lo son más que otras. Así como las especies se diferencian en su sentido del olfato y en otras facultades, así también se diferencian en su ca­pacidad de percepción telepática, su sentido de orientación y su capacidad para percibir el peligro inminente.

La mayor parte de las facultades perceptivas que se encuentran en los animales se hallan también en los seres humanos actuales, pero en menor grado. ¿Por qué somos tan insensibles? ¿Es porque somos humanos? Tal vez nuestra sensibilidad disminuyera a lo largo de decenas de miles de años a medida que evolucionaba el cerebro. O quizá la evolución del lenguaje dio lugar a una decadencia de nuestra capacidad de comunicación telepática

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3 0 4 C O N C L U S I O N E S

para experimentar premoniciones o para orientarnos en lugares desconoci­dos. Si así fuera, puesto que todas las culturas humanas tienen lenguaje, de­beríamos esperar que, en estos aspectos, los seres humanos fueran en todo el mundo menos perceptivos que los perros y los lobos.

Pero tal vez esta decadencia de la sensibilidad no sea tanto un factor de nuestra condición humana ni de nuestro uso del lenguaje, sino un fenóme­no más reciente, resultado de la civilización, la alfabetización, las actitudes mecanicistas o la dependencia de la tecnología. Parece poco dudoso que las personas de comunidades tradicionales, no industriales, solían ser más perceptivas que las personas educadas de las sociedades industriales mo­dernas.

Muchos exploradores y viajeros han informado que las comunicaciones telepáticas y el sentido de orientación estaban bien desarrollados en socie­dades como las de los aborígenes de Australia o los bosquií^nos de Kala- hari.1 En las sociedades rurales de Europa se reconocía en general la exis­tencia de formas inexplicadas de percepción, como la «segunda visión» de los habitantes escoceses de las tierras altas2 y la habilidad de los campesinos noruegos para anticipar, prestando atención al vardoger, esto es, la llegada de una persona que está en camino a su casa (págs. 108-109). En civilizacio­nes no occidentales, como la India, esas formas de perceptividad se dan am­pliamente por supuestas.

Incluso en las sociedades modernas puede haber diferencias de capaci­dad perceptiva entre distintas clases de personas: en promedio, los niños tal vez sean más sensibles a las influencias telepáticas que los adultos, y las mu­jeres más que los hombres.3 Por otro lado, tal vez los hombres sean más sen­sibles que las mujeres en lo que respecta a la orientación.4

Tanto sí la gente de las sociedades tradicionales es menos perceptiva que los animales como si no, la perceptividad humana y la no humana no se dan en mutuo aislamiento. Las personas y los animales domesticados han vivido juntos durante muchos miles de años. Los seres humanos se apoya­ban en las advertencias de los perros ya antes de la invención de la agricul­tura. Y aun antes de la domesticación de perros, múltiples generaciones de

1. Para dos de esos relatos de Laurens van der Post acerca de bosquimanos, véanse págs. 107 y 220.

2. Lang (1911).3. En nuestras propias investigaciones, más mujeres que hombres dijeron haber tenido

una experiencia parapsíquica y más mujeres que hombres experimentaron llamadas telefó­nicas aparentemente telepáticas: Sheldrake y Smart (1987); Sheldrake, Lawlor y Turney (1998); Brown y Sliipldrake (1998).

4. Baker (1989).

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P O D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 3 0 5

nuestros antepasados cazadores-recolectores sobrevivieron gracias a la gran atención que prestaban a la conducta de los animales salvajes.

Entre la perceptividad humana y la animal se ha desarrollado una sim­biosis y es posible que nuestros ancestros hayan compensado ciertas defi­ciencias de su propia sensibilidad apoyándose en la de los animales que los rodeaban. Ahora mismo podemos continuar haciendo tal cosa.

P e r c e p t iv id a d a n im a l e in v e s t ig a c ió n p s íq u ic a

No deja de ser curioso que la perceptividad inexplicada de los animales haya sido ignorada no sólo por la gran mayoría de los científicos, sino tam­bién por la mayor parte de los investigadores en psicología y parapsicolo­gía.5 ¿Por qué?

La razón principal parece ser histórica. La investigación científica en te­lepatía y otros fenómenos parapsíquicos comenzó a finales del siglo xix, cuando los pioneros de la investigación parapsicológica alentaron la espe­ranza de estudiar científicamente la cuestión de la supervivencia consciente a la muerte corporál. La telepatía revestía interés por la luz que arrojaba so­bre la naturaleza del alma humana. En este contexto se pensaba que los fe­nómenos parapsíquicos eran peculiarmente humanos y no se los considera­ba parte de nuestra herencia biológica.

La Society for Psychical Research fue fundada en Gran Bretaña en 1882 «para examinar sin prejuicio ni parcialidad alguna, con espíritu científico, las facultades del hombre que, reales o supuestas, parecen inexplicables a partir de cualquiera de las hipótesis generalmente aceptadas». No hay aquí nada que justifique la negación de la existencia de esas facultades en los ani­males no humanos. Pero el foco se centra explícitamente en las «facultades del hombre». Esta misma centralidad humana caracteriza la parapsicología.

La investigación parapsicológica suele tratarse como algo sin importan­cia o, en el mejor de los casos, como un significado marginal a la corriente científica principal. La situación cambia radicalmente si no se considera que la telepatía y otras facultades inexplicadas sean específicamente humanas, sino parte de nuestra naturaleza biológica. Entonces se puede reconocer que la telepatía humana hunde sus raíces en los vínculos que coordinan los miembros de las sociedades animales. El sentido humano de orientación de­riva de la capacidad de los animales para encontrar su hogar después de ha­

5. La excepción más sorprendente es el trabajo pionero de Rhine y Feather (1962). Para una revisión de la investigación de los parapsicólogos sobre este tema, véase Morris (1977).

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ber estado merodeando y explorando. Y las premoniciones humanas guar­dan estrecha relación con los presagios de muchas otras especies. En última instancia, es posible relacionar la investigación psíquica y la parapsicología con la biología y abordar los fenómenos que estudian desde un punto de vista evolutivo.

E l p o d e r d e l a in t e n c ió n

Las intenciones humanas pueden producir efectos a distancia según una variedad de maneras: un perro puede captar la intención de su amo de re­gresar a casa desde muchos kilómetros de distancia; un gato puede responder a la llamada silenciosa de su amo y una persona puede percibir la intención de alguien de llamar por teléfono. Análogamente, las intenciones de los anima­les pueden afectar a las personas a las que están vinculados, como cuando los gatos en apuros llaman a sus amos para que los rescaten. Y las intenciones de los animales también pueden afectar a otros animales. Todas estas clases de intención pueden operar telepáticamente a través de campos mórficos.

Pero ¿qué ocurre si las intenciones del animal se dirigen a un objeto inanimado y no a un miembro de su grupo social? Si sus intenciones pudie­ran influir a distancia a un objeto de esta naturaleza, al margen de todas las formas conocidas de contacto físico, nos hallaríamos ante un ejemplo de psi- cokinesis, nombre que dan los parapsicólogos a la acción de la mente sobre la materia.

En ciertos experimentos asombrosos con polluelos, el investigador fran­cés René Peoc’h ha demostrado precisamente ese efecto. Sus experimentos emplean polluelos muy jóvenes vinculados a una máquina en lugar de su madre.

Los polluelos que acaban de romper el cascarón, lo mismo que los pa­tos y los gansos en las mismas circunstancias, son troquelados* por el pri­mer objeto móvil que encuentran y lo siguen por doquier. En condiciones normales, este instinto de troquelado les lleva a unirse a su madre, pero, si se incuban los huevos en una incubadora y lo primero que encuentran las aves jóvenes es una persona, seguirán por doquier a esa persona. En los experi­mentos de laboratorio se los puede inducir incluso a unirse por troquelado a bolas móviles u otros objetos inanimados.

En sus experimentos, Peoc’h utilizó un pequeño robot que se desplaza­ba sobre ruedas en una serie de direcciones al azar. Al final de cada movi­

* V la nota del traductor, a pie de página, del capítulo 11, pág. 233.

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miento se paraba, giraba según un ángulo elegido al azar y se movía en línea recta durante un lapso determinado también al azar antes de detenerse y vol­ver a girar, y así sucesivamente. Estos movimientos aleatorios eran determi­nados por un generador de números al azar, colocado en el interior del robot. El trayecto que recorría el robot quedaba registrado. En experimentos de control, sus movimientos eran realmente aleatorios.

Peoc’h exponía a este robot los polluelos recién salidos del huevo y los animales se unían por troquelado a la máquina como si fuera su madre. En consecuencia, deseaban seguirla a todas partes, pero Peoc’h se lo impedía poniéndolos en una jaula desde la cual, no obstante, podían ver el robot. No se podían mover hacia él, pero, los polluelos hacían que el robot fuera hacia ellos (fig. 16.1). Su deseo de estar cerca del robot influía de alguna manera sobre el generador de números al azar, de tal modo que el robot permane­cía junto a la jaula.6

Los polluelos que desarrollaban la impronta del robot no producían ese efecto en el movimiento de la máquina.

En otros experimentos, Peoc’h mantuvo en la oscuridad polluelos no troquelados (o, en otros términos, sin impronta). Colocó una lamparilla en­cendida en el borde superior del robot y los polluelos en una jaula desde donde pudieran verla. Los polluelos prefieren estar a la luz durante el día, de modo que «atrajeron» el robot hacia ellos a fin de recibir más luz.'

Peoc’h también realizó experimentos en los que ponía conejos en una jaula desde donde podían ver el robot. Al comienzo, le temían y el robot se alejaba de ellos: lo repelían. Pero, expuestos al robot diariamente durante varias semanas, los conejos dejaron de temerle y tendieron a atraerlo hacia ellos.8

Así, pues, el deseo o el temor de estos animales influía en los aconteci­mientos «aleatorios» a distancia, al punto de atraer o repeler el robot. Esto, como es obvio, resultaría imposible si los deseos de los animales estuvieran confinados en su cerebro. En cambio, sus intenciones se prolongaban para afectar el comportamiento de la máquina.

Interpreto esta influencia en términos de campo mórfico que se proyec­ta al foco de su campo de atención y se conecta con él. Así como un campo de intención puede afectar a personas o animales a distancia, así también puede afectar su sistema físico. En un caso, la intención, mediada por cam­pos, produce efectos a distancia sobre cerebros. En el otro caso, la inten-

6. Peoc’h (1988a, b).7. Peoc’h (1988c).8. Peoc’h (1997b).

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308 C O N C L U S I O N E S

A

jaula

B

jaula

Figura 16.1. Trayecto recorrido por el robot móvil en los experimentos de René Peoc’h. A: experimento de control en el que la jaula estaba vacía. B: experimento en el que se mantuvo en la jaula polluelos de un día unidos por troquelado al robot (repro­ducido por cortesía de René Peoc’h).

ción, mediada por campos, tiene efectos sobre acontecimientos aleatorios en el interior de máquinas.

Que yo sepa, hasta ahora nadie ha repetido los experimentos de Peoc’h. Es posible que entrañen algún defecto técnico que nadie ha detectado has­ta hoy. Pero si fueran fiables y repetibles, serían en verdad muy importantes. De ser yo empresario, propondría a Peoc’h la producción en serie de estos robots y los comercializaría no sólo a través de las compañías de equipa­miento científico, sino también en jugueterías. Sería fascinante realizar estos experimentos en casa o en las escuelas, además de los laboratorios de inves-

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P O D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 309

tigación, y comprobar la capacidad de animales y de personas para influir en la actividad del robot con la voluntad de moverlo en una o en otra direc­ción. Incluso sería posible montar competencias psicokinéticas en las que un competidor o un equipo deseara mover el robot en un sentido y otro competidor o equipo deseara moverlo en sentido contrario: una batalla de voluntades en forma de juego. Ya hay evidencias suficientes, a partir de ex­perimentos realizados en Princeton y en otras universidades, de que las per­sonas pueden producir efectivamente efectos de «mente-materia» a distan­cia en generadores de movimientos al azar unidos a ordenadores. Estos aparatos producen equivalentes a «cabezas» y «colas» electrónicas en una secuencia al azar, como si se arrojara una moneda al aire. Se pide a los par­ticipantes que traten de influir en el sistema de modo que, en un período dado, haya más «cabezas» que «colas» o más «colas» que «cabezas». Estos experimentos han dado resultados positivos muy significativos y repeti- bles. Las personas pueden influir realmente a distancia en acontecimientos aleatorios de acuerdo con su intención y en ello hay personas más eficaces que otras.9

Los experimentos pioneros de Peoc’h llevan implícita la conclusión de que los animales, tanto domésticos como salvajes, pueden afectar lo que su­cede alrededor de ellos a través de sus temores y sus deseos. Pero nadie sabe qué magnitud podría tener el poder de la intención de un animal. Ni sabe­mos qué magnitud tiene nuestro propio poder.10

L a s e n s a c ió n d e s e r m ir a d o

Las intenciones cuyo alcance llega más allá del cerebro pueden dar lu­gar a la sensación de ser mirado.

Muchos dueños de animales de compañía han contado que pueden atraer la atención del suyo con la mirada. Si está dormido, pueden incluso despertarlo de esa manera. Algunos llegan a decir que sienten cuándo su animal los está mirando. Una investigación reciente realizada en los Estados Unidos ha mostrado que estas experiencias son muy comunes tanto en ni­ños como en adultos, de los que la tercera parte afirma percibir la mirada de un animal y la mitad afirma que los animales perciben su mirada.11

9. Jahn y Dunne (1987); Radin (1997).10. Para un análisis de los efectos de la intención y su relación con el pensamiento po­

sitivo y la plegaria, véase Sheldrake y Fox (1996).11. Cottrell, Winer y Smith (1996).

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310 C O N C L U S I O N E S

Pero este fenómeno no se limita a las miradas entre seres humanos y ani­males. La mayor parte de la gente ha sentido alguna vez que otra persona la miraba desde atrás y la mayoría también ha mirado a otros desde atrás y les ha visto girarse. Las investigaciones muestran que entre el 75 y el 97 % de los norteamericanos y de los europeos dice haber experimentado la sensa­ción de ser mirado desde atrás.12

En todo el mundo hay un abundante folklore acerca del poder de la mi­rada. Desde el punto de vista positivo, en India la gente viajará centenares de kilómetros para recibir la bendición que confiere la mirada, la darshan, de un santo o una santa. Desde el punto de vista negativo, existe la creencia de que una mirada de cólera o de envidia puede traer la desgracia a aquello so­bre lo que recae. En inglés se llama a esto evil eje yjiay expresiones equiva­lentes en muchas otras lenguas, como la de «mal de ojo» en castellano. En todo el mundo, la gente se protege del mal de ojo con plegarias, encanta­mientos, talismanes y amuletos.15 La idea de que una mirada maligna pueda producir grave daño a la persona y la propiedad es muy antigua. En efecto, ya aparece en la Biblia, lo mismo que en textos sumerios y otros textos anti­guos del Oriente Próximo.14

Precisamente porque estas creencias son tan comunes, la mayoría de los científicos las consideran supersticiones, indignas de ser tomadas en serio. Se las niega o se las desprecia.

Sin embargo, es posible investigar la sensación de ser mirado mediante experimentos simples y de escaso coste, como he mostrado en mi libro Se- ven Experiments That Could Change the Worldr.15

En esos experimentos los sujetos trabajan en parejas, uno de ellos con una venda en los ojos y sentado de espaldas al otro. La otra persona o bien mira la nuca de la primera o mira hacia otro lado. En una serie de pruebas, la secuencia de períodos de «mirar» y «no mirar» se da al azar. En cada prueba, la persona que lleva puesta la venda debe adivinar si es mirada o no. La conjetura es correcta o errónea y se registran los resultados. (Los lecto­res interesados en realizar esos experimentos por sí mismos hallarán ins­trucciones detalladas en mi sitio de Internet: www.sheldrake.org.)

Hasta la fecha se han realizado más de 20.000 pruebas para poder estu­diar la realidad de la sensación de ser mirado. Los resultados son abruma­doramente positivos y revisten gran significación estadística (fig. 16.2).16 Le-

12. Sheldrake (1994); CottreO, Winer y Smith (1996),13. Elsworthy (1898).14. Dundes (1981).15. Sheldrake (1994).16. Sheldrake (1998b, 1999).

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P O D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 311

600

500

co<O 4 00coCELUCL

g 300Q<Q

200<O

100

CON MIRADA SIN MIRADA

Figura 16.2. Resultados de experimentos sobre la sensación de ser mirado realizada con un total de 900 sujetos. Las cifras que se muestran representan la cantidad de personas cuyas conjeturas eran con más frecuencia correctas que incorrectas («co­rrectas») y la cantidad de personas cuyas conjeturas eran con más frecuencia inco­rrectas que correctas («incorrectas»). (No se ha incluido en este análisis a las per­sonas con igual número de conjeturas correctas que incorrectas.) Los resultados que se muestran corresponden a las pruebas «con mirada», en que las personas eran miradas desde atrás, y a las pruebas de control «sin mirada», en que no eran miradas. En las pruebas «con mirada» hubo muchas más personas correctas que in­correctas, efecto que revistió enorme significación estadística (p<10 37). En las pruebas «sin mirada» no hubo diferencia significativa. Estos resultados muestran que la sensación de ser mirado opera cuando las personas son realmente miradas. En las pruebas de control, cuando las personas no son miradas, se les pide que de­tecten la amencia de un efecto y en esta situación tan artificial simplemente tratan de adivinar, sin mejores resultados que los del mero azar (Sheldrake, 1999).

jos de tratarse de una superstición, parece ser un efecto real. Estos experi­mentos confirman que la mayoría de las personas son sensibles a las miradas desde atrás.

También se han realizado experimentos sobre la sensibilidad a la mira­da con empleo de un circuito cerrado de televisión. En estas pruebas se es­tudió la resistencia dérmica de los sujetos, como en una prueba con detec-

CON MIRADA

□ correctas ■ incorrectas

SIN MIRADA

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3 1 2 C O N C L U S I O N E S

tor de mentiras, de tal modo que pudieran medirse eléctricamente los cam­bios emocionales. La resistencia de la piel cambiaba significativamente cuando los sujetos eran mirados en un monitor de televisión por alguien que se hallaba en otra habitación, aun cuando no fueran conscientes de ello,17

Lo que estos experimentos muestran es que el simple hecho de mirar a alguien puede producir un efecto. La mente parece capaz de extenderse para influir en lo que se encuentra en su foco de atención. La visión parece implicar un proceso bidireccional: el movimiento de la luz hacia adentro del ojo y la proyección hacia afuera de una influencia que conecta la persona que mira con el objeto de la mirada.

Si hay algo que se mueve hacia afuera durante la visión, ¿qué podría ser? Sugiero que el sujeto que percibe está conectado al objeto efe la percepción por medio del campo perceptual. El campo perceptual se asocia a la activi­dad del cerebro, pero no se agota en ella. Se extiende mucho más allá del cuerpo para abrazar lo que se percibe. Este campo es una suerte de campo mórfico (véase el Apéndice C).

A través de campos perceptuales, las personas y los animales se conec­tan con los objetos de su atención. En verdad, la mera palabra atención lle­va implícito ese proceso. Su raíz latina tiene el significado de extender la mente hacia algo: ad = hacia, y tendere = extender. Guarda estrecha relación con la palabra intenciónque significa extender la mente en algo.

No es probable que la sensación de ser mirado se limite a los seres hu­manos y a los animales de compañía. Es posible que también los animales salvajes sean capaces de sentir la mirada de otros animales, ya sea la de con­géneres, ya la más peligrosa de extraños y depredadores potenciales.

17. Braud, Shafer y Andrews (1933a, b); Schlitz LaBerge (1997). Sin embargo, un in­vestigador no encontró efectos positivos cuando miraban él mismo o sus colegas escépticos. Me refiero a Richard Wiseman. Una de las personas que obtuvieron de modo sistemático re­sultados positivos en este experimento fue Marilyn Schlitz, del Instituto de Noetic Sciences de Sausalito, que viajó al laboratorio de Wiseman en Inglaterra a realizar, en las condiciones que éste imponía, el experimento con un grupo de participantes voluntarios asignados al azar a Schlitz o a Wiseman. En estos experimentos, cuando Schlitz era quien miraba, el esta­do emocional de sus participantes variaba, como lo revelaban los cambios en la resistencia de la piel, de una manera estadistícamente significativa. Cuando era Wiseman quien miraba, sus participantes no mostraban diferencia significativa (Wiseman y Schlitz, 1997). Esto muestra un claro «efecto del experimentador», por el cual las expectativas y habilidades de los expe­rimentadores pueden afectar los resultados de sus experimentos. Pero mientras que es fácil comprender que un escéptico pueda provocar el fracaso de un experimento, los resultados de Marilyn Schlitz no pueden explicarse de la misma manera. Su creencia en la realidad del efecto no podía hacer que los participantes sintieran que ella los miraba a menos que hubiera alguna infuencia real de su mente a distancia. í ~

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P O D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 3 1 3

Probablemente, que un animal de presa sea capaz de percibir cuándo lo mira un depredador oculto constituye un gran valor de supervivencia. La selección natural, en consecuencia, favorecerá el desarrollo de la sensación de ser mirado. Pero todavía no se sabe nada de la evolución de la sensibi­lidad a la mirada, ni de la historia natural de este fenómeno en el mundo salvaje.

L a e x p l ic a c ió n d e l o s p o d e r e s in e x p l ic a d o s d e l o s a n im a l e s

A lo largo de este libro he expuesto una variedad de poderes animales no explicados y he sugerido que la idea de campos mórficos puede ayudar a explicar muchos de ellos. Pero no puede explicarlos todos.18

Para mí, los tipos de perceptividad más misteriosos son las premonicio­nes que no pueden explicarse en términos de telepatía ni de sutiles señales físicas. En estos casos, por un proceso de eliminación, la única posibilidad restante parece ser la precognición o el presentimiento (capítulo 15). En las precogniciones y los presentimientos es como si los acontecimientos a pun­to de suceder influyeran de alguna manera en los animales y así los alertaran del peligro potencial.

No pretendo saber cómo podría operar el conocimiento que los anima­les tienen del futuro, pero por lo menos la existencia de la precognición o el presentimiento implican un indicio de lo que ocurre ahora mismo y de lo que está a punto de ocurrir.

Hay una continuidad entre pasado, presente y futuro, como sabemos por experiencia propia y como supone la ciencia a modo de fundamento para la comprensión del curso de la naturaleza. Pero el supuesto científico convencional es el de que las influencias sólo operan desde el pasado, que las causas preceden a los efectos, que la energía y la causación fluyen del pa­sado al presente y del presente al futuro. Se da por sentado que no hay flu­jo en la dirección inversa.

La existencia de la precognición implicaría que el supuesto tradicional es erróneo, lo cual tiene gigantescas implicaciones en la comprensión de la mente, el tiempo y la causación.19

18. El concepto de campo mórfico tal vez pudiera servir para las precogniciones si se desarrollara más, hasta tomar en cuenta la manera en que las ondas y las vibraciones se ex­panden en el tiempo, sin corte brusco entre pasado, presente y futuro, como se analiza en Sheldrake, McKenna y Abraham (1998).

19. Para una exposición de algunas de estas implicaciones, véase Sheldrake, McKenna y Abraham (1998).

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3 1 4 C O N C L U S I O N E S

Una manera de concebir la precognición es suponer que hay flujos de información con el tiempo invertido. Una alternativa consiste en reexami­nar nuestro concepto normal del presente, que tal vez sea demasiado limi­tado. Lo que llamamos «ahora» es un momento con cierto «espesor» en el continuum espacio-temporal, una fracción de segundo. Pero podría ocurrir que lo que conscientemente experimentamos como «ahora» sea mucho más breve que lo que experimentan como «ahora» nuestras instancias incons­cientes.20 En los experimentos de Dean Radin, los sujetos daban señales de estimulación fisiológica unos segundos antes de ver una imagen emocional­mente estimulante (pág. 300), lo que sugiere que en realidad el presente puede ser más espeso que nuestra percepción consciente.

Están en juego grandes apuestas y es mucho lo que no sabemos. Creo que, para comprender mejor la manera en que podrían operar los presagios y las precogniciones, necesitamos partir de una historia natural mejor docu­mentada de las premoniciones animales y humanas. La investigación de que disponemos hasta ahora sólo es preliminar. En el Apéndice A sugiero ma­neras en que los lectores pueden contribuir a esta investigación en curso.

I n t e r c o n e x io n e s in v is ib l e s

El desarrollo de la ciencia ha implicado el progresivo reconocimiento de interconexiones invisibles entre cosas separadas unas de otras en el espacio o el espacio-tiempo. El concepto de campos mórficos lleva más allá este proceso.

La ciencia moderna comenzó en el siglo xvn con una gran visión de la interrelación universal. De acuerdo con la teoría de la gravitación de Isaac Newton, la Tierra atrae a la Luna a través del espacio vacío y la Luna atrae a la Tierra, como lo revela su influencia en las mareas. Análogamente, el Sol atrae a la Tierra y la Tierra atrae al Sol. En verdad, todo cuerpo material del universo atrae a todos los otros cuerpos: todo está Ínter conectado.

Luego están los campos magnéticos de la Tierra, el Sol y todos los otros cuerpos magnéticos, que se extienden mucho más allá de los cuerpos mate­riales propiamente dichos. Obsérvese una brújula en un avión que vuela a nueve mil metros de altura y se comprobará que seguirá señalando el norte. El campo magnético de la Tierra impregna el espacio que lo rodea.

La radiación viaja a la Tierra a partir de galaxias distantes y atraviesa campos electromagnéticos que se extienden sobre miles de millones de años

20. Agradezco a David Jay Brown la sugerencia de esta línea de pensamiento.

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PO D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 3 1 5

luz. En la Tierra, los campos electromagnéticos pueden conectarnos de modo invisible con acontecimientos que se producen en lugares distantes, como constantemente nos lo recuerda nuestra experiencia de radio, televi­sión y teléfonos móviles. La habitación en que nos hallamos está llena de ra­diaciones de miles de transmisores de radio y televisión. Estamos rodeados de grandes volúmenes de información invisible, seamos o no receptores ca­paces de sintonizarlas.

Todas estas formas de interconexión están hoy en día fuera de discu­sión. Constituyen la base de las tecnologías modernas de las que depende­mos. Las damos por supuestas. Es fácil olvidar que sólo unas pocas genera­ciones atrás habrían sido inconcebibles. ¿Quién hubiera imaginado la televisión o la red de Internet en el siglo XVüI? Pero la física ya ha ido en rea­lidad más allá.

De acuerdo con la teoría cuántica, hay un enlace inevitable entre el ob­servador y lo observado, lo que acaba con la tajante separación entre sujeto y objeto. Los científicos ya no son observadores distantes que ven la reali­dad como a través de una ventana de cristal plano. Participan en la realidad que estudian. «Ya no podemos mantener la antigua visión cartesiana según la cual podemos observar la Naturaleza como un observador de aves en un escondite perfecto. Hay una inquebrantable conexión entre el observador y lo observado» (John Barrow).21

Más sorprendente aún, de acuerdo con la física cuántica, es que las par­tículas que provienen de una fuente común, como dos fotones de luz emiti­dos desde el mismo átomo, retengan una misteriosa interconexión tal que lo que ocurre en uno se refleje instantáneamente en el otro. Esto se conoce como «no localización», «no separabilidad» o «trabazón», pero también se lo conoce como paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen o la desigualdad de Bell. Nadie sabe hasta dónde se extiende este proceso ni la extensión de esta interconexión instantánea. Hay físicos que especulan que en el universo todo está Ínter conectado a través de la no localización cuántica:

Una vez que dos partículas han interactuado entre sí permanecen ligadas de alguna manera como partes de un mismo sistema indivisible. Esta propie­dad de «no localización» tiene implicaciones de gran alcance. Podemos pensar el universo como una vasta red de partículas interactuantes en que cada víncu­lo enlaza las partículas participantes en un único sistema cuántico (Paul Davies y John Gribbin).22

21. Barrow (1988), pág. 361.22. Davis y Gribbin (1991), pág. 217. Un desarrollo experimental reciente del principio

de no localidad es resultado de la «teleportación cuántica» (Bouwmeester y otros, 1997).

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3 1 6 C O N C L U S I O N E S

C a m p o s m ó r f ic o s

Los campos mórficos también conectan partes aparentemente separa­das dentro de un sistema, aunque nadie sabe todavía de qué manera se rela­cionan con la no localización cuántica. Estos campos no sólo son la base de interconexiones en el espacio, sino también en el tiempo.

En términos de campos mórficos podría tratarse un amplio abatfico de poderes inexplicados de los animales:

• Los campos mórficos enlazan miembros de grupos sociales y pueden continuar conectándolos aun cuando estén muy lejos uno de otro (fig. 1.5). Estos lazos invisibles actúan como canales de la comunicación telepáti­ca entre animales y animales, entre personas y animales y entre personas y personas (capítulos 2-4 y 7-9).

• Estos enlaces, que actúan como bandas elásticas invisibles, también subyacen al sentido de orientación que habilita a los animales y a las per­sonas para encontrarse entre sí (capítulo 13).

• Los animales unidos por troquelado a su medio o a otros lugares signi­ficativos están unidos a esos lugares por campos mórficos. A través de estas conexiones pueden ser atraídos a lugares familiares, lo que les per­mite navegar a través de un terreno desconocido. El sentido de orienta­ción que estos campos mórficos proporcionan subyace tanto al regreso al lugar de origen como a la migración (capítulos 10-12).

• Los campos mórficos enlazan los animales a los objetos de sus intencio­nes y podrían contribuir a explicar los fenómenos psicokinéticos.

• Los campos mórficos enlazan los animales con objetos de su atención y por medio de estos campos perceptuales los animales pueden influir en lo que miran. Estos campos subyacen a la sensación de ser mirados.

De esta suerte, la idea de campos mórficos podría brindar una expli­cación unificada de un amplio espectro de fenómenos aparentemente se­parados.

Habrá quienes prefieran llamar de otra manera a estos campos o utilizar palabras como «sistema» o «interrelación» en lugar de la palabra «campo». Pero se llame como se llame a esas interconexiones, supongo que tendrán que reunir la mayor parte de las propiedades que atribuyo a los campos mórficos, que expongo más detalladamente en el Apéndice C.

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P O D E R E S A N IM A L E S Y M E N T E H U M A N A 3 1 7

A p r e n d a m o s d e n u e s t r o s a n im a l e s

Sean cuales fueren las mejores explicaciones, no cabe duda de que te­nemos mucho que aprender de nuestros perros, gatos, caballos, loros, palo­mas y otros animales domésticos. Tienen mucho que enseñarnos acerca de los vínculos sociales y la perceptividad animal, y mucho que enseñarnos so­bre nosotros mismos.

La evidencia que he expuesto en este libro sugiere que nuestras propias intenciones, deseos y temores no están confinados en nuestra cabeza, ni se comunican sólo mediante palabras y conductas. Podemos influir sobre los animales y afectar a otras personas a distancia. Permanecemos interconec- tados con los animales y las personas con quienes tenemos «intimidad», aunque estemos muy lejos. Podemos afectar a personas y animales con la manera de mirarlos, aun cuando ignoren nuestra presencia. Podemos man­tener una conexión con nuestra casa, por lejos que nos encontremos en sen­tido geográfico. Y podemos sufrir la influencia de cosas que están por suce­der, en abierto desafío a nuestras nociones normales de causalidad.

Nos hallamos en el umbral de una nueva comprensión de la naturaleza de la mente.

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APÉNDICES

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APÉN D ICE

____________ ACómo participar en la investigación

Son pocos los campos de la ciencia actual en que los no profesionales puedan realizar una investigación directa estimulante, ya se trate de jóvenes estudiantes, ya de adultos. Pero la mayoría de los temas a los que este libro se refiere han sido desdeñados por los científicos profesionales. Con un pu­ñado de notables excepciones,1 también los han ignorado los parapsicólo- gos y los veterinarios. A consecuencia de ello, se trata de un campo de estu­dio extraordinariamente subdesarrollado. En efecto, se encuentra en la fase en que muchos campos de la ciencia se hallaban hace mucho tiempo, por ejemplo, el estudio del magnetismo a comienzos del siglo XVII, de los fósiles en el siglo XVIII, de la genética en la época de Mendel o de la biología mole­cular en los años cincuenta del siglo XX.

Precisamente debido a que se encuentra en su infancia, este cambio de investigación presenta notables oportunidades de investigaciones originales, precursoras. Para estudios con animales de compañía no se necesita mucho más que un cuaderno de notas y un lápiz. Para una investigación más elabo­rada, son muy útiles las videocámaras y los ordenadores, pero ahora mismo estas tecnologías sofisticadas son muy accesibles y relativamente baratas.

1. Por ejemplo, Rhine y Feather (1962); Edney (1993); Peoc’h (1988a, b, c; 1997a, b).

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322 A P É N D IC E S

Puesto que las fases iniciales de esta investigación se pueden cumplir con un presupuesto ínfimo, no hace falta financiación gubernamental masi­va ni de ningún otro tipo. Hasta ahora, no hay burocracia que se ocupe de esta investigación. El campo está abierto. En ciencia es rara tanta libertad y no duran mucho los períodos marcados por su predominio.

La investigación descrita en este libro es un intento preliminar de trazar un mapa de la historia natural de este campo prácticamente inexplorado. Los lectores con experiencia en animales tienen varias maneras de participar en esta indagación. Y los que tienen animales pueden incluso realizar valio­sas contribuciones, como las que se describen más abajo. Ruego que se me envíe material relativo a cualquiera de estas áreas de investigación a alguna de las direcciones que figuran al final de este apéndice.

E s c r ib a s o b r e s u p r o p ia e x p e r ie n c ia c o n a n im a l e s

Si ha observado usted en sus animales alguna conducta que a su juicio contribuya a este programa de investigación en marcha, escriba por favor sobre ello. No es preciso hacerlo en formato especial alguno. Una simple carta o un mensaje por correo electrónico, pero, por favor, no olvide con­signar sus señas y número de teléfono, para que mis colegas y yo podamos contactar con usted si tenemos preguntas que hacer o sí necesitamos más detalles.

En particular, nos interesa saber más acerca de:

• Respuestas aparentemente telepáticas de camellos, elefantes, halcones y otros animales a los que este libro no hace referencia.

• Cualquier señal de conductas extrañas de reptiles, anfibios, peces o in­sectos y otros invertebrados.

• El sentido de orientación de los animales.• Animales de compañía que encuentran a sus amos desde muy lejos de su

casa.• La sensación de ser mirado por animales.• Animales que sienten cuándo se los está mirando.• Advertencias de ataques epilépticos inmediatos.• Advertencias de desastres o muertes.• La sensibilidad al peligro.• Conductas insólitas previas a seísmos.

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C Ó M O PARTICIPAR E N LA I N V E S T I G A C I Ó N 323

E s c r ib a s o b r e su e x p e r ie n c ia p e r s o n a l

La mayoría de los poderes no explicados de los animales que he ex­puesto en este libro también tienen lugar en los seres humanos, pero lo que se sabe acerca de su historia natural en el dominio humano parece casi nulo. Me gustaría tener información sobre todo acerca de la experiencia personal de:

• Madres que amamantan cuya leche comienza a fluir cuando su bebé ne­cesita alimento, a pesar de hallarse a kilómetros de distancia.

• La sensación de ser mirado.• La capacidad para hacer, con la mirada, que otros se giren.• Una capacidad inusual para encontrar a otras personas.• Un sentido de la orientación particularmente desarrollado.• Premoniciones de seísmos y otros desastres.

L l e v e u n r e g is t r o d e l a c o n d u c t a d e su a n im a l

Si su animal parece reaccionar telepáticamente a sus intenciones o a las de otra persona, o si muestra cualquier otro signo de perceptividad fuera de lo común, puede usted realizar una valiosa contribución a esta investigación llevando un registro. La manera más simple de hacerlo es tener un cuader­no de notas especial con ese fin.

Anote la fecha y la hora en que su animal exhibe la respuesta y registre también toda información pertinente acerca de la persona o de las circuns­tancias a las que reacciona. Por ejemplo, si responde a una persona que re­gresa a la casa es preciso anotar la hora en que se produce la llegada, lo mis­mo que la hora en que se marchó, su medio de transporte, si llega o no a una hora rutinaria y si la gente de la casa lo esperaba a una hora determinada. Si el animal no responde, también debe registrarse esa circunstancia.

Cuanto más tiempo se lleven esos cuadernos de notas y cuanto más de­tallado sea el contenido, más útiles serán.

F o r m e su p r o p ia b a s e d e d a t o s

He realizado la mayoría de mis pedidos de información a los dueños de animales en Gran Bretaña, Irlanda, Francia, los países de lengua alemana y los Estados Unidos. Son muchas las ocasiones de reunir información en otras regiones del mundo, como, por ejemplo, Europa Oriental, África,

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324, A P É N D IC E S

Asia y Sudamérica, donde es posible que la gente tenga un espectro distin­to de experiencias para informar. Los llamamientos pueden realizarse en periódicos, revistas y estaciones de radio y televisión. Quizá haya lectores que investiguen en tipos particulares de animales, como, por ejemplo, lo­ros o hurones, a través de revistas especializadas, boletines informativos y clubes.

Es importante que toda recogida de información se haga de modo siste­mático, para poder recuperar los informes, revisarlos y compararlos, y con ese fin es inapreciable el valor de una base de datos informatizada. Tal vez el lector desee montar su propia base de datos en su formato preferido, pero si está dispuesto a adaptarse al formato que yo utilizo, puede conseguir de­talles en mi sitio web: www.sheldrake.org. Si emplea usted el mismo for­mato que yo, resultará más fácil la mezcla de bases de datos procedentes de distintos lugares del mundo, lo que proporcionará un instrumento capital para la futura investigación.

P r o d u z c a s u p r o p io e s t u d io d e a n im a l e s d e c o m p a ñ ía p e r c e p t iv o s

Los únicos estudios aleatorios de animales de compañía perceptivos que conozco son los cuatro que se describen en este libro, realizados en Inglate­rra y en California por mí mismo y por mis colegas. Vaya a saber a qué re­sultados se llegaría en otros sitios, y lo cierto es que el potencial de nuevos estudios de esta clase es inmenso. Si sigue usted el mismo procedimiento que nosotros hemos utilizado, será posible comparar directamente las res­puestas. Los detalles de nuestros propios estudios se han publicado en re­vistas científicas2 y se puede acceder a ellas en mi sitio web.

R e a l ic e e x p e r im e n t o s c o n s u s a n im a l e s

A lo largo de este libro y sobre todo en el Capítulo 2 y el Apéndice B, he dado ejemplos de experimentos con animales, destinados a descubrir si su conducta perceptiva puede explicarse en términos de hábito, rutina e infor­mación sensorial normal, o si hay implícita otra forma de comunicación. Se­rían muy deseables nuevos experimentos con perros, gatos, loros, caballos y otros animales.

2. Sheldrake y Smart (1997), Sheldrake, Lawlor y Tumey (1998); Sheldrake y Brown (1998); Sheldrake (1998a).

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C Ó M O PARTICIPAR E N LA IN V E S T I G A C I Ó N 3 2 5

No es imprescindible filmar esos experimentos, pero es preferible ha­cerlo. Los vídeos proporcionan un registro objetivo y con codificación tem­poral de la conducta del animal, que una tercera parte podría evaluar en for­ma independiente. También proporciona mucho más detalle del que puede registrar un observador humano con un cuaderno de notas.

Puede basar usted su experimento y sus análisis de datos en los métodos que mis colegas y yo hemos empleado. Los detalles se han publicado en re­vistas científicas,3 pero también se puede acceder a ellos en mi sitio Web. Alternativamente, tal vez prefiera usted desarrollar sus propios métodos y procedimientos.

I n v e s t ig u e l a s e n s a c ió n d e s e r m ir a d o

En mi libro Seven Experiments That Could Change the World,4 resumo un experimento simple que la gente puede realizar por sí misma en parejas, una persona sentada detrás de la otra. En una serie de pruebas, «el que mira» o bien mira desde atrás al sujeto, o bien mira a otro sitio y piensa en otra cosa. He desarrollado nuevas versiones de este experimento básico y he adaptado el procedimiento para usarlo en escuelas. En escuelas de Gran Bretaña, los Estados Unidos y Alemania se han realizado ya muchos experi­mentos.5 Todas las instrucciones, incluso hojas de cálculo aleatorias, pueden encontrarse en mi sitio web: www.sheldrake.org.

E s t u d io d e l a t e l e p a t ía e n l a s l l a m a d a s t e l e f ó n ic a s

Si le parece que a menudo sabe usted cuándo lo llama alguna persona en particular, puede investigar este fenómeno por medio de un registro de sus intuiciones. La manera más sencilla de hacerlo es tener un libro de no­tas junto al teléfono. (Por supuesto hay que desconectar o dejar fuera de la vista todo aparato que muestre el número de teléfono de la persona que lla­ma.) Cada vez que tenga la sensación de saber quién llama, anote su nom­bre en el libro antes de contestar. Una vez terminada la llamada, asegúrese de dejar registrada la fecha y la hora y deje constancia de si su pálpito fue correcto o incorrecto.

3. Shekldrake y Smart (1998, 1999).4. Sheldrake (1994).5. Sheldrake (1998b, 1999).

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3 2 6 A P É N D IC E S

Si acierta con frecuencia acerca de una persona en particular en mo­mentos inesperados, el paso siguiente es realizar experimentos simples en los que se le pide a esa persona que llame en momentos elegidos al azar me­diante procedimientos tales como tirar los dados o mediante un generador de números al azar. ¿Con qué frecuencia sigue acertando en estas condicio­nes más rigurosas?

D ir e c c io n e s

Puede escribirme por correo a cualquiera de estas direcciones:

BM Experiments London W ClN 3 XX Inglaterra

The Institute of Noetic Sciences475 Gate Five Road, Suite 300SausalitoCA 94965EE.UU.

También puede comunicarse por correo electrónico a través de mi sitio web: www.sheldrake.org.

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APÉN D ICE

________ BExperimentos con Jaytee

En el capítulo 2 resumí los rasgos principales de muchos de los experi­mentos, registrados en cintas de vídeo, que se realizaron con el perro Jaytee para estudiar su conducta cuando su ama, Pam Smart, estaba fuera de casa y cuando se hallaba en camino de regreso.

En estos experimentos, la propia Pam ponía en funcionamiento la videocámara, montada en un trípode, antes de marcharse y la cámara filma­ba en forma continuada la zona donde Jaytee acostumbraba a esperarla mien­tras ella regresaba a su casa. Con una película de 120 minutos y la instala­ción de larga duración de la cámara, es posible grabar hasta 240 minutos sin interrupción. En todos los experimentos se registraba el día y la hora en la cinta de vídeo, lo que permitía cronometrar la conducta de Jaytee hasta el último segundo.

Muchos de los experimentos se realizaron en el piso de los padres de Pam, junto a su propio piso, en Ramsbottom, Greater Manchester. Allí es donde Pam acostumbra a dejar a Jaytee cuando sale. Para realizar los expe­rimentos filmados adicionales, que se describen más adelante, se dejó a Jay­tee solo en el piso de Pam y en la casa de la hermana de Pam. En estos ex­perimentos, cuando Pam salía, se trasladaba a distancias de entre siete y veintidós kilómetros, aproximadamente.

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3.28 A P É N D IC E S

Se analizaron las cintas de vídeo anotando cuándo Jaytee estaba en el área enfocada, cerca de la ventana, y se dejaba constancia de sus actividades en ese sitio: por ejemplo, si ladraba al paso de un gato, 'si dormía al sol o si permanecía sentado mirando por la ventana. Estos análisis los realizaba la propia Pam y también los realizábamos Jane Tumey o la doctora Amanda Jacks y yo mismo, «a ciegas», esto es, sin conocer detalle alguno de cuándo comen­zaba Pam el regreso a su casa ni cuánto tiempo le tomaría el viaje. Estos deta­lles los registraba Pam en forma independiente. La comparación entre los aná­lisis de Pam y los que realizaban otras personas a ciegas arrojó un acuerdo notable, con diferencias ocasionales de sólo uno o dos segundos. Estas ligeras diferencias carecían por completo de consecuencias en los resultados generales.

Para los análisis cuantitativos de los datos, se incluyeron todos los períodos que Jaytee pasaba junto a la ventana, aun cuando estuviera simplemente durmiendo al sol o se limitara a ladrar al paso de unos gatos, así como cuan­do exhibía su conducta usual de espera. De esta manera se evitaba cualquier uso selectivo de datos, aunque los datos fueran más «ruidosos» porque in­cluían visitas a la ventana que no tenían nada que ver con el regreso de Pam.

A n á l is is d e d a t o s

Utilizo dos maneras principales de analizar estadísticamente los datos. La primera proporciona una manera simple de comparar experimentos diferentes. Para cada experimento, el porcentaje del tiempo que Jaytee pasa junto a la ventana se calcula para estos tres períodos:

1. Los primeros diez minutos del viaje de regreso de Pam («período de re­greso). Sólo se incluyeron los experimentos con viajes de regreso a casa que duraran por lo menos 13 minutos y sólo se tuvieron en cuenta los primeros diez minutos de viaje. Así, pues, se despreciaron las reacciones de Jaytee cuando Pam se hallaba cerca de su casa, por si estuviera res­pondiendo a los ruidos del coche de Pam. En realidad, la mayor parte de los viajes registrados duraba más de 15 minutos, de modo que se ex­cluían más de cinco minutos de la conducta de Jaytee. Para este análisis estadístico, sólo se tuvieron en cuenta los primeros diez minutos de viaje.

2. El período de diez minutos anterior al regreso de Pam (período de «pre- regreso»),

3. El tiempo en que Pam estaba ausente antes del período de pre-regre- so («período principal»). Este período variaba en longitud entre 60 y 200 minutos.

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E X P E R I M E N T O S C O N JA Y T E E 3 2 9

En la figura B .l se pueden ver ejemplos de datos analizados con estos criterios.

El segundo método de análisis de datos incluye también los períodos de diez minutos de regreso y de pre-regreso, pero ahora también el período principal se subdivide en subperíodos de diez minutos. El tiempo que Jay- tee pasaba junto a la ventana en cada uno de esos períodos de diez minutos, cualquiera fuese el motivo, se podía representar en un gráfico, como en la figura 2.4.

Ninguno de estos métodos depende de la valoración subjetiva del com­portamiento de Jaytee. Simplemente cuantifican el tiempo que pasa junto la ventana.

T r e in t a r e g r e s o s o r d in a r io s a c a sa

En la figura 2.4 se muestran los resultados medios a partir de 30 regre­sos ordinarios a casa en diversos momentos del día. Durante el período principal de ausencia de Pam, Jaytee permaneció junto a la ventana el 9 % del tiempo; durante los diez minutos previos al regreso, el 29 % del tiempo, y du­rante los primeros diez minutos del viaje de regreso, el 55 % del tiempo.

Este proceso de obtención de promedios oculta una cantidad de deta­lles interesantes. Ante todo, aunque en 24 ocasiones Jaytee permaneció más tiempo junto a la ventana cuando Pam se hallaba de camino a su casa, en seis ocasiones no lo hizo. En cinco (todas al anochecer), no fue a la ventana en absoluto durante los primeros diez minutos del viaje de regreso de Pam. En la sexta (por la mañana), sólo lo hizo durante diez segundos. En algunas de esas ocasiones se mostró inusualmente inactivo, tal vez cansado tras lar­gas caminatas o enfermo. Pero, fueran cuales fueren las razones de su falta de respuesta, lo cierto es que en seis ocasiones no dio señales de anticipa­ción. Pero en 24 de las 30 ocasiones, el 80 % del tiempo mostró efectiva­mente la conducta de anticipación.

En segundo lugar, durante el día, Jaytee era en general más activo y vi­gilante que al anochecer y en promedio permanecía más tiempo junto a la ventana (fig. B.lA). En el exterior había más actividad para observar y en los días soleados tendía a dormitar junto a la ventana con la luz del sol.

En tercer lugar, el efecto de «ruido» en la respuesta de Jaytee puede examinarse directamente comparando los experimentos «ruidosos» con el resto (fig. B.1B). Por definición, Jaytee pasa más tiempo junto a la ventana durante el período principal de ausencia de Pam en experimentos ruido­sos. Pero permanecía aún más tiempo junto a la ventana cuando ella pre-

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Porce

ntaje

de tie

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Porce

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3-30 A P É N D IC E S

O durante el día W al anochecer

período principal pre-regreso regreso

100

B

□ normales ¡ ü ruidosos

período principal pre-regreso regreso

CU primeros 10 H j segundos 10 ■ terceros 10

período principal pre-regreso regreso

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EXPERIMENTOS CON JAYTEE 3 3 1

oa.Eo

T3o«rc<D£OCL

I I largos Hl medios m cortos

período principal pre-regreso regreso

Figura B.l. Reacciones de Jaytee a los regresos de Pam en momentos que ella mis­ma ha elegido. Las columnas muestran el porcentaje de tiempo que Jaytee pasó jun­to a la ventana durante el período principal de la ausencia de Pam («período prin­cipal»), durante los diez minutos previos al comienzo de su regreso («pre-regreso») y durante los primeros diez minutos de su viaje de regreso («regreso»), (El error co­mún de cada promedio se indica encima de cada columna.) Los datos proceden de los mismos 30 experimentos resumidos en la figura 2.3A, pero permite las siguien­tes comparaciones:

A: Experimentos durante el día (7) y al anochecer (23).B: Experimentos «normales» (23) y «ruidosos» (7), en los que Jaytee permane­

cía junto a la ventana más del 15 % del tiempo en el período principal de ausencia de Pam.

C: Los primeros, los segundos y los terceros grupos de diez experimentos.D: Experimentos largos (3), medios (9) y cortos (8).

paraba su regreso y llegaba al máximo cuando Pam estaba efectivamente en camino.

En cuarto lugar, la cuestión relativa a si el modelo de respuesta de Jay­tee cambió con el tiempo puede examinarse mediante comparación del pro­medio de los primeros diez experimentos (de mayo a septiembre de 1995) con los segundos y los terceros grupos de diez experimentos (de septiembre de 1995 a enero de 1996 y de enero a julio de 1996, respectivamente). El modelo fue similar en los tres grupos (fig. B.1C).

Finalmente, la cantidad de tiempo que Pam estaba fuera de casa varia­ba considerablemente. ¿Era semejante el comportamiento de Jaytee cuando Pam regresaba tras ausencias cortas y cuando lo hacía tras ausencias largas? Para explorar esta cuestión, he dividido los datos en tres grupos, corres­

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3-32 APÉNDICES

pondientes a ausencias largas, medias y cortas1 (fig. B.1D). El modelo gene­ral era semejante, pero en las ausencias cortas los experimentos eran más ruidosos y Jaytee mostraba más anticipación en el período de diez minutos previo al comienzo del regreso de Pam.

Una posibilidad es, sencillamente, que Jaytee estuviera más tiempo jun­to a la ventana cuanto más larga era la ausencia de Pam. En este caso, ha­bría estado automáticamente el tiempo máximo junto a la ventana durante el viaje de regreso de Pam, pero no en virtud de algún tipo de poder pa- rapsíquico. Los datos de la figura 2.4 nos permiten explorar esta posibili­dad observando la distribución temporal de la conducta de Jaytee durante las ausencias cortas, medias y largas de Pam. En realidad, no la apoyan. En ausencias cortas, Jaytee permaneció junto a la ventana el máximo de tiem­po durante el período 8, cuando Pam se hallaba en camino de regreso, pero no hubo aumento comparable de tiempo junto a la ventana en el mis­mo período 8 de las ausencias medias y largas. Análogamente, el tiempo mayor junto a la ventana cuando Pam está de camino a su casa durante el período 11 de las ausencias medias no se presenta en el período 11 de las ausencias largas. Estas diferencias revestían una gran importancia estadís­tica. (Para el período 8, cuando Pam estaba en viaje de regreso en los ex­perimentos cortos, Jaytee se hallaba junto a la ventana en una proporción de tiempo significativamente superior que en el período 8 de los experi­mentos de duración media y larga [p = 0,004],2 Para el período 11, Jaytee permanecía junto a la ventana un tiempo muy significativamente mayor en los experimentos de duración media, cuando Pam estaba efectivamente en camino, que en los experimentos largos, en los que no regresaría hasta des­pués de más de una hora [p = 0,0003].3)

También hemos grabado una serie de cintas de vídeo al anochecer, cuando Pam no regresaba hasta muy tarde o se quedaba la noche fuera. Es­tas cintas servían como controles y mostraban que Jaytee no aumentaba la frecuencia de su acercamiento a la ventana a medida que avanzaba la noche, (fig. B.2).

1. A este respecto, largo significa más de tres horas; medio, de 1 hora 50 minutos a 2 ho­ras, y breve, de 1 hora 20 minutos a 1 hora 40 minutos.

2. Valor de F (df 2,27) = 8,84.3. Valor de F (df 1, 22) = 11,31.

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EXPERIMENTOS CON JAYTEE 333

período

Figura B.2. Tiempo que Jaytee permaneció junto a la ventana al anochecer cuando Pam no volvía a casa. El primero de los 30 períodos de diez minutos va de las 17.50 a las 18 h, mientras que el último va de las 22.40 a las 22.50 h. Las cifras que se muestran son promedios de 10 anocheceres.

E x p e r im e n t o s g r a b a d o s e n v íd e o c o n m o m e n t o s d e r e g r e s o s e l e c c io n a d o s a l a z a r

En la figura 2.3 se muestran los resultados de estos experimentos. Cuan­do Pam regresaba en momentos seleccionados al azar, en respuesta a una se­ñal telefónica mía, Jaytee permanecía en general junto a la ventana mucho más tiempo durante el viaje de regreso de Pam que antes de su inicio. Esto muestra que la respuesta de Jaytee al regreso de Pam no podía explicarse en términos de rutina ni del conocimiento que sus padres pudieran tener acer­ca de su regreso y la posible transmisión de esa expectativa a Jaytee.

Pero estos resultados presentan una característica desconcertante. En algunas ocasiones, Jaytee comenzaba a aguardar junto a la ventana en el pe­ríodo de diez minutos anterior a la recepción de la señal por parte de Pam. ¿Cómo podía anticipar que yo daría la señal a Pam?

No es impensable que Jaytee captara telepáticamente mi intención de en­viar la señal a Pam a más de 300 kilómetros de distancia. Pero no tomo de­masiado en serio esa posibilidad. En una ocasión,4 no fui yo quien envió la señal, sino alguien con quien ni Pam —ni Jaytee— habían estado nunca y, sin embargo, Jaytee respondió por anticipado. Tampoco es inconcebible que Jaytee tuviera una precognición de cuándo Pam recibiría la señal. Pero tal vez sea más simple una explicación en términos de telepatía entre Pam y Jaytee.

4. El 1 de julio de 1997.

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334 APÉNDICES

En todos estos experimentos, Pam sabía que recibiría una señal para que regresara a su casa en un período particular de tiempo. Teóricamente, pudo haber tenido la mente por completo involucrada en otras preocupaciones has­ta que llegara la señal. Pero es inevitable que de vez en cuando pensara en la señal de regreso antes de que ésta se produjese, en especial si ocurría al final del arco temporal esperado. Dice Pam que a veces eran inevitables pensamientos tales como «Ya no ha de faltar mucho» o «Pronto me marcharé». Puede Jay- tee haber captado esos pensamientos anticipatorios de Pam de la misma ma­nera en que parecía responder a una intención plenamente formada de ir a casa.

Anticipación semejante del comienzo del regreso de Pam tuvo lugar en los experimentos realizados por Richard Wiseman y Matthew Smith (fig. 2.5). Una vez más, la anticipación de Jaytee pudo haberse producido en respues­ta a la de Pam. Pam me dijo que mientras estaba con Matthew Smith es­perando que ésta la avisara cuándo llegaba el momento elegido al azar para que regresara, era imposible no pensar en ir a casa. Además, Matthew Smith sí sabía cuándo se marcharían y bien pudo haber comunicado inconsciente­mente su anticipación a Pam, por ejemplo, a través de una tensión crecien­te a medida que el momento crucial se aproximaba.

Si Jaytee respondía en verdad a la expectativa de Pam de recibir a la bre­vedad la señal de volver, debería esperarse que este efecto anticipatorio se mostrara más claramente cuando la señal llegaba hacia el final que al co­mienzo del período «de la ventana». Para poner esta idea a prueba, he com­parado los experimentos en los que Pam recibía temprano la señal con aquellos en los que la recibía tarde (fig. B.3). Sin duda hay una diferencia: la menor anticipación de Jaytee antes de las señales tempranas.

Los números de la figura B.3 son promedios, que naturalmente enmas­caran diferencias entre experimentos individuales. En la figura B.4 se mues­tran los resultados de cada una de las doce pruebas con señal, de modo que puedan verse en detalle las respectivas configuraciones. Por supuesto que hay gran variación de una a otra prueba. Pero las configuraciones tienen distin­to aspecto en las pruebas con señal temprana que en las pruebas con señal tardía. En cuatro de las seis pruebas con señal temprana, Jaytee no dio mues­tras de anticipación previa al comienzo de regreso de Pam. Por el contrario, en todas las pruebas con señal tardía, salvo una, hubo signos de anticipa­ción. La excepción fue una prueba en la que Jaytee no fue a la ventana en absoluto en todo el experimento.5

De esta suerte, la anticipación de Jaytee de la señal que indicaba el re­greso de Pam parece relacionarse con la propia anticipación de Pam res-

5. El 29 de agosto de 1997.

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EXPERIMENTOS CON JAYTEE 335

80

70 -

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50 -<!>T>CD 40 -COrO M0 "oCL 20 -1

1 0 -

0 -

Q señal temprana señal tardía

período principal pre-regreso regreso

figura B.3. Comparación de los promedios de seis experimentos en los que Pam re­cibía la señal de regresar a su casa en momentos elegidos al azar en la primera mitad del período experimental («señal temprana») o en la segunda mitad («señal tardía»).

pecto de la señal, que tendía a ser mayor cuanto más tarde aparecía. Esto concuerda con la idea de que las respuestas de Jaytee son telepáticas.

E x p e r im e n t o s c o n J a y t e e e n o t r o s m e d io s

A veces Pam deja a Jaytee en la casa de su hermana y también allí Jaytee va con frecuencia a la ventana cuando Pam comienza su viaje de regreso. Su hermana, Cathie, sabe en general cuándo Pam está en camino gracias al comportamiento de Jaytee. Pero para mirar por la ventana en la casa de Cathie, Jaytee tiene que mantenerse en equilibrio sobre el respaldo del sofá. Allí no puede esperar con comodidad y rara vez se queda mucho tiempo. Sin em­bargo, en una serie de experimentos grabados en vídeo, la organización ge­neral de su respuesta era similar a la que producía en el piso de los padres de Pam (fig. B.5A), aunque fuera menor el porcentaje de tiempo que per­manecía junto a la ventana.

También realizamos una serie de cincuenta experimentos grabados en vídeo, en los que se dejó a Jaytee solo en el piso de Pam mientras ella esta­ba fuera. Se preparó la cámara para que registrara sus visitas a la ventana.

En promedio, el modelo de conducta era similar al que ya hemos vis­to muchas veces (fig. B.5B). Sin embargo, el porcentaje de tiempo que

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Temprana

3 3 6 . APÉNDICES

Tardía

período período

período período

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100

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_1__ i__ I_.— I -.1 , . L-

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período período

Figura B.4. Gráfico temporal detallado de los doce experimentos en los que Pam regresó a su casa en momentos seleccionados al azar en respuesta a una señal. Los experimentos con señal temprana están a la izquierda; los experimentos con señal tardía, a la derecha. Los puntos para los períodos en los que Pam se hallaba en ca­mino se señalan con un círculo lleno (•)

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EXPERIM ENTOS CON JAYTEE 337

Temprana Tardía

período

6 8 10 12 14 16 18

período

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período

0 2 4 6 8 10 12 14 16 18

período

450400350 300

55 250 3 200 ^ 150

100 50 0

- 5 00 2 4 6 8 10 12 14 16 18

período

450400350300

ro250 $ 2 0 0 ** 150

100 50 0

-5080 2 4 6 8 10 12 14 16 1

período

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338 A P É N D IC E S

Jaytee pasó junto a la ventana era menor que en el piso de los padres de Pam.

Un análisis más riguroso de los datos reveló que Jaytee mostraba dos modelos de respuesta diferentes. En la mayoría de los casos (35 sobre 50), Jaytee no fue a la ventana cuando Pam estaba de camino a su casa. En rea­lidad, hizo muy pocas o ninguna visita a la ventana durante todo el tiempo que estaba ausente. Una razón puede ser que la visión desde la ventana está muy obstaculizada por un arbusto, de modo que no hay mucho campo para observar las actividades exteriores, aun cuando sí se puede ver la calle por la que Pam se aproxima en su coche.

Por el contrario, en 15 de los 50 experimentos (30 %), Jaytee se com­portó de modo muy parecido a como lo había hecho en el piso de los padres de Pam (fig. B.5C) y exhibió su usual espera anticipatoria.

De esta manera, Jaytee parecía capaz de anticipar los regresos de Pam cuando estaba solo, pero en general no lo hacía. ¿Por qué? Mi conjetura es que se trataba de una cuestión de motivación. La espera junto a la venta­na mientras Pam se hallaba de camino a su casa podía estar dedicada más a los miembros de la familia de Pam que al propio Jaytee. El perro comunica su anticipación y dice a estas personas que Pam está en camino. Si no hay nadie a quien decírselo, es menor la motivación para hacerlo. No obstante, a veces lo hace de todos modos.

La diferencia entre la conducta de Jaytee en el piso de Pam y en el de sus padres era de grado. En ambos sitios, a veces esperaba junto a la ventana cuando Pam estaba en camino y a veces no. Pero en el piso de los padres de Pam la relación entre la espera y la no espera fue de alrededor de 80:20, mien­tras que cuando estuvo solo en el piso de Pam, esa relación fue de 30:70.

C o n c l u s io n e s

La extensa serie de experimentos grabados en vídeo con Jaytee confir­ma lo que los padres de Pam habían observado informalmente durante un período de varios años y los que ya habían mostrado los registros sistemáti­cos del comportamiento de Jaytee, que cubren cien ausencias6 de Pam. Cuan­do estaba en el piso de los padres, en general Jaytee parecía saber cuándo Pam estaba de camino a su casa, aun cuando regresara en diversos momen­tos del día, cuando iniciaba el regreso en momentos elegidos al azar y cuan­do viajaba en vehículos inhabituales. Jaytee también exhibió el mismo mo-

6. Sheldrake y Smart (1998).

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E X P E R I M E N T O S C O N JA Y T E E 339

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Figura B.5. Resultado, en promedio, de los experimentos en que se dejó a Jaytee en la casa de la hermana de Pam y solo en el piso de Pam.

A: En la casa de la hermana de Pam. Promedio de cinco experimentos.B: Solo en el piso de Pam. Promedio de cincuenta experimentos.C: Solo en el piso de Pam. Comparación de promedios de quince experimen­

tos «positivos» y treinta y cinco «negativos».

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3 4 0 . A P É N D IC E S

délo de comportamiento cuando los escépticos repitieron varias veces el ex­perimento (fig. 2.5).

Las reacciones de Jaytee solían comenzar en el período de diez minutos anterior al comienzo del viaje de regreso de Pam, lo que sugiere que detec­taba telepáticamente que ella pensaba volver a su casa antes de que empren­diera efectivamente la marcha.

Probablemente, la conducta anticipatoria de Jaytee fue menos marcada cuando estaba en el piso de la hermana de Pam porque no podía fácilmen­te ver fuera de la ventana, pues tenía que mantenerse en equilibrio sobre el respaldo de un sofá. No obstante, iba más a la ventana cuando Pam se ha­llaba en camino de regreso y mostró la misma clase de conducta anticipato­ria cuando efectuaron la comprobación experimentadores escépticos.

Solo y en el piso de Pam, Jaytee fue relativamente poco a la ventana y en la mayoría de las ocasiones no reaccionó al viaje de regreso de Pam. Sin em­bargo, a veces mostró el mismo modelo de comportamiento anticipatorio que en el piso de los padres de Pam. Puesto que este modelo era tan pro­nunciado, incluso cuando este efecto quedó diluido en el promedio con las ocasiones en que no reaccionó, el resultado general sigue siendo estadísti­camente significativo.

Los resultados dan sostén a la idea de que Jaytee sabía telepáticamente cuándo Pam estaba de camino a su casa, aunque no siempre reaccionó a sus retornos. Esta reacción fue mínima cuando se lo dejó solo en el piso de Pam y máxima cuando se lo dejó con los padres de Pam, quienes le prestaban atención.

Mi expectativa es que en los experimentos con otros perros que de­muestren tener sensibilidad telepática a los regresos de sus amos, la res­puesta del perro esté influida de manera semejante por las circunstancias en las que se encuentra. Si es como Jaytee, reaccionará más en presencia de personas familiares que presten atención a su comportamiento anticipatorio que si se lo deja solo.

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APÉNDICE

______________________ c

Campos mórficos

En todo este libro he resumido algunas de las características principales de los campos mórficos. En este apéndice, explico este concepto con más detalle y analizo algunas de sus implicaciones.

En su origen, mi interés por estas ideas nació mientras investigaba el de­sarrollo de plantas, en Cambridge University. ¿Cómo crecen las plantas des­de los simples embriones hasta la forma característica de su especie? ¿Cómo adoptan su forma las hojas de los sauces, las rosas y las palmeras? ¿Cómo sus flores se desarrollan de maneras tan diferentes? Todas estas preguntas guar­dan relación con lo que los biólogos llaman morfogénesis, el hecho de que la forma llega a ser real (griego: morphé = forma y génesis = llegar a ser, deve­nir), que es uno de los grandes problemas sin resolver de la biología.

El enfoque ingenuo de este problema estriba simplemente en decir que toda la morfogénesis está genéticamente programada. Las diferentes espe­cies se limitan a seguir las instrucciones de sus genes. Pero unos instantes de reflexión bastan para advertir la inadecuación de esta respuesta. Todas las células del cuerpo contienen los mismos genes. En su cuerpo, amable lector, el mismo programa genético está presente en las células de los ojos, en las del hígado y en las de brazos y piernas. Pero si todas están programadas de idéntica manera, ¿cómo se desarrollan de forma tan diferente?

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342- A P É N D IC E S

Unos genes codifican la secuencia de aminoácidos en las proteínas; otros están implicados en el control de la síntesis proteínica. Habilita a los organismos para producir una química particular. Pero esto solo no puede explicar la forma. Nuestros brazos y nuestras piernas son químicamente idénticos —si se los moliera y se los analizara desde el punto de vista bio­químico, sería imposible distinguir unos de otras, pero tienen diferente con­figuración—. Para explicar su forma hace falta algo más y por encima de los genes y de las proteínas que éstos codifican.

Esto es más fácil de entender con ayuda de una analogía arquitectónica. En las calles de una ciudad hay edificios de diferentes diseños, pero lo que los diferencia no son los materiales de construcción. Todos podrían estar hechos con ladrillos, hormigón, madera y otros materiales idénticos desde el punto de vista químico. Si se los demoliese y se los analizara química­mente, sería imposible distinguirlos. Lo que los hace diferentes son los planos de los arquitectos de acuerdo con los cuales se los construyó. Esos planos no aparecen en ningún análisis químico.

Hace mucho que los biólogos que estudian el desarrollo de la forma en las plantas y los animales son conscientes de estos problemas y a partir de los años veinte del siglo XX muchos han adoptado la idea de que los organismos en de­sarrollo están formados por campos llamados morfogenéticos, semejantes a fotocopias invisibles que subyacen a la forma de los organismos en desarrollo. Pero, por supuesto, no están diseñados por un arquitecto, así como tampoco se supone que un «programa genético» ha sido diseñado por un programador informático. Son campos: regiones autoorganizadas de influencia, análogas a los campos magnéticos y otros campos reconocidos de la naturaleza.

Aunque el concepto de campos morfogenéticos es ampliamente acepta­do en biología, nadie sabe qué son tales campos ni cómo operan. La mayo­ría de los biólogos supone que en algún momento llegarán a explicarlos en términos de física y de química regular. Pero no es otra cosa que un acto de fe. Después de varios años de luchar con los problemas de morfogénesis y de pensar en campos morfogenéticos, llegué a la conclusión de que estos campos no eran sólo otra manera de referirse a procesos mecánicos están­dar, sino algo realmente nuevo.

Este fue el punto de partida de mi propio desarrollo de la idea de mor­fogénesis, que propuse por vez primera en mi libro A New Science o/Life1 y luego desarrollé en el libro The Presence of the Past.2 Este concepto tiene tres rasgos característicos:

1. Sheldrake (1981).2. Sheldrake (1988a).

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CAMPOS MÓRFICOS 343

Primero, los campos morfogenéticos son un nuevo tipo de campo, has­ta ahora no reconocido por los físicos.

Segundo, al igual que los organismos a los que dan forma, evolucionan. Tienen una historia y contienen una memoria intrínseca que les da el pro­ceso que yo denomino resonancia mórfica.

Tercero, son parte de una familia más grande de campos llamados mórficos.Estos principios son la base de lo que llamo hipótesis de la causación

formativa.

H ip ó t e s is d e l a c a u s a c ió n f o r m a t iv a

Según esta hipótesis, sugiero que en los sistemas de autoorganización, cualquiera sea su nivel de complejidad, hay una totalidad que depende de un campo organizativo característico de ese sistema: su campo mórfico. Cada sis­tema de autoorganización es un todo formado por partes, ellas mismas de nivel inferior (fig. C.l). En cada nivel, el campo mórfico da a cada todo sus propie­dades características y lo convierte en algo más que la suma de sus partes.

En las plantas y los animales, los campos responsables del desarrollo y el mantenimiento de la forma corporal se llaman campos mórficos; en la orga­nización de la percepción, la conducta y la actividad mental, se los llama campos perceptuales, conductuales y mentales, respectivamente; en los cris­tales y las moléculas se los denomina campos cristalinos y moleculares, y en la organización de las sociedades y las culturas3 se los conoce como campos sociales y culturales.4

Los campos mórficos, como los campos ya reconocidos de la física, son regiones de influencia en el espacio-tiempo, localizados en y alrededor de los sistemas que organizan. Así, un campo cristalino organiza la manera en que las moléculas y los átomos se disponen en el interior del cristal. El cam­po de un erizo de mar modela las células y los tejidos dentro del embrión del erizo en desarrollo y orienta su crecimiento hacia la forma adulta carac­terística de la especie. Un campo social organiza y coordina el comporta­miento de los individuos dentro del grupo social, por ejemplo, la manera in­dividual de volar las aves en el seno de una bandada.5

Los campos mórficos orientan los sistemas bajo su influencia hacia obje­tivos y puntos de llegada característicos. El biólogo británico C. H. Wad-

3. Sheldrake (1981).4. Sheldrake (1988a).5. Ibíd., capítulos 13 y 14.

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3 4 4 APÉNDICES

O

Figura C. 1. Niveles sucesivos en la jerarquía de inclusiones sucesivas de los siste­mas de autoorganización. En cada nivel los sistemas son conjuntos que contienen partes, las cuales son a su vez todos que contienen partes de nivel inferior. Este dia­grama podría representar partículas subatómicas en átomos, moléculas, cristales; o células en tejidos, órganos, organismos; o individuos en grupos familiares, socieda­des, ecosistemas. En cada nivel, lo que organiza el todo es un campo mórfico.

dington dio el nombre de creodos a las pautas canalizadas de cambio organi­zadas por los campos morfogenéticos y las imaginó en términos de canales por los cuales rodaran bolas hacia una meta.6 La bola representa el desarro­llo de un aspecto particular del embrión hacia su forma madura caracterís­tica, como, por ejemplo, el corazón o el hígado. Las perturbaciones del de­sarrollo normal pueden alejar la bola del fondo del canal y hacerla subir por la pared lateral, pero, a menos que llegue al extremo superior y entre en otro canal, reencontrará su camino hacia el fondo, si bien no al punto del cual partió, sino a una posición posterior de la pauta de cambio canalizada. Esto representa la regulación embriónica, el proceso por el cual el organismo en desarrollo puede alcanzar una forma adulta normal a pesar de las perturba­ciones durante el proceso de desarrollo.

El matemático René Thom ha elaborado modelos matemáticos de campos morfogenéticos en los que los puntos de llegada hacia los cuales se desarro­llan los sistemas son definidos como atmctores? En la rama de las matemá­ticas que se conoce como dinámica, los atractores representan los límites hacia los cuales son atraídos los sistemas dinámicos. Proporcionan una ma­

6. Waddington (1957).7. Thim (1975,1983).

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CAMPOS MÓRFICOS 3 4 5

ñera científica de concebir las metas, los propósitos, los objetivos o las in­tenciones.

La característica más controvertida de esta hipótesis es la propuesta que los campos mórficos evocan: no están fijados para siempre por ecuaciones matemáticas eternas —al modo que lo serían en un reino trascendente pla­tónico, o en un programa de sólo-lectura en un compact disc cósmico— ; su estructura depende de lo que ha ocurrido antes; tienen cierta clase de me­moria; mediante la repetición los patrones que organizan se vuelven pro­gresivamente más probables y habituales.

El primer campo de cualquier tipo, digamos, por ejemplo, el campo de los primeros cristales de insulina o el campo de una nueva idea, como la teoría de la evolución de Darwin, deviene real mediante un salto creati­vo. Se desconoce la fuente de esta creatividad evolutiva. Tal vez se trate de azar. Tal vez sea expresión de alguna creatividad inherente a la mente y la naturaleza.8

Sea cual fuere la explicación de su origen, una vez que existe, el nuevo campo, el nuevo modelo de organización, se hace cada vez más vigoroso en virtud de la repetición y resulta más probable que vuelva a ocurrir. Cuanto más a menudo se repitan los modelos, más probables serán; los campos con­tienen una clase de memoria acumulativa y se vuelve cada vez más habitual. Los campos evolucionan con el tiempo y constituyen la base de los hábitos. Desde este punto de vista, la naturaleza es esencialmente habitual. Incluso las llamadas «leyes de la naturaleza» tal vez no sean otra cosa que hábitos.9

Los medios por los cuales la información o un modelo-actividad se transfiere de un sistema anterior a uno posterior del mismo tipo se denomi­na resonancia mórfica. La resonancia mórfica implica la influencia de lo se­mejante sobre lo semejante, la influencia de modelos de actividad sobre mo­delos de actividad similares subsiguientes, influencia que se transmite a través del espacio y del tiempo. Se supone que estas influencias no se debi­litan con la distancia y el tiempo, pero que sólo provienen del pasado, no del futuro. Cuanto mayor sea el grado de semejanza, mayor será la influencia de la resonancia mórfica.

La resonancia mórfica es la base de la memoria inherente a los campos en todos los niveles de complejidad. Cualquier sistema mórfico dado, como un embrión de jirafa, por ejemplo, «sintoniza» con sistemas similares ante­riores, que, en este caso, son jirafas anteriores en desarrollo. A través de este

8. Para una exposición de teorías alternativas sobre creatividad, véase Sheldrake (1984a), capítulo 18.

9. Sheldrake (1988a, 1990).

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proceso, cada jirafa individual se vale de una memoria colectiva o almace­nada de su especie y a ella contribuye al mismo tiempo. En el dominio hu­mano, este tipo de memoria colectiva se relaciona estrechamente con lo que el psicólogo C. G. Jung ha llamado «inconsciente colectivo».

Esta hipótesis predice que la resonancia mórfica debería detectarse en los dominios de la física, la química, la biología, la psicología y las ciencias sociales. Sin embargo, los sistemas establecidos desde hace mucho tiempo, como los átomos de hidrógeno, los cristales de sal y las moléculas de hemo­globina están regidos por campos mórficos tan fuertes, por hábitos tan pro­fundos, que se pueden observar muy pocos cambios en ellos. Se comportan como si estuvieran regidos por leyes fijas. Por el contrario, los sistemas nuevos —los nuevos cristales, las nuevas formas de organismo, los nuevos modelos de comportamiento, las nuevas ideas— debieran mostrar una tendencia cada vez mayor a existir cuanto más a menudo se repiten. Debieran hacerse cada vez más probables, cada vez más habituales. La resonancia mórfica entraña efectos no locales tanto en el espacio como en el tiempo.

He aquí un resumen de las propiedades hipotéticas de los campos mór­ficos, tal como se exponen en The Presence ofthe Past:10

1. Son totalidades autoorganizadas.2. Tienen tanto aspecto espacial como temporal y organizan pautas espa­

cio-temporales de actividad vibratoria o rítmica.3. Atraen los sistemas bajo su influencia hacia formas y pautas característi­

cas de actividad, cuyo advenimiento a la existencia organizan y cuya in­tegridad mantienen. Los fines o las metas hacia los cuales los campos mórficos atraen a los sistemas bajo su influencia reciben el nombre de atractores.

4. Interrelacionan y coordinan las unidades mórficas u holones que yacen en su interior, que a su vez se organizan en campos mórficos. Los cam­pos mórficos contienen otros campos mórficos dentro de ellos en una jerarquía de inclusiones sucesivas u holarquía.

5. Son estructuras de probabilidades y su actividad organizativa es proba- bilística.

6. Contienen una memoria incorporada dada por la autorresonancia con el pasado de una unidad mórfica y por la resonancia mórfica con todos los sistemas similares previos. Esta memoria es aclamativa. Cuanto más a menudo se repiten las pautas particulares de actividad, más habituales se hacen.

10. Sheldrake (1988a), pág. 316-317.

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CAMPOS MÓRFICOS 347

En A New Science ofLife y The Presence of the Past, analizo una varie­dad de pruebas experimentales de resonancia mórfica. Todas estas pruebas dependen de la detección de cambios en la facilidad o la probabilidad con que se reiteran las pautas repetidas. En otras palabras, me concentré en la hipótesis de la causación formativa resumida en el punto 6 que se acaba de enunciar. En un primer momento no propuse experimentos para probar el aspecto más general de la hipótesis de la causación formativa, a saber la existencia de los campos espacialmente extendidos, tal como se resume en los puntos 1-5. Esa es la pregunta que formulo en mi libro titulado Seven Experiments That Could Change the World11 y analizo en las páginas 348- 349, in/ra.

C o n e x io n e s c o n l a f ís ic a c u á n t ic a

Los experimentos para poner a prueba los aspectos espaciales de los campos mórficos implican un tipo de no localización que por ahora la cien­cia institucional no reconoce. No obstante, podría terminar por relacionar­se con la no localización o la no separabilidad, que es parte integral de la teoría cuántica, que implica conexiones o correlaciones a una distancia que la física clásica no podía ni soñar. A Albert Einstein le produjo profundo de­sagrado la idea de «acción fantasmal a distancia» implícita en la teoría cuán­tica, pero sus peores temores terminaron por confirmarse.12 La reciente evidencia experimental muestra que estas conexiones anidan en el corazón de la física. Sus más amplias implicaciones aún no están claras —tal vez se relacionan con lo que he llamado campos mórficos— , pero nadie lo sabe todavía.

La no localización es uno de los aspectos más sorprendentes y paradóji­cos de la teoría cuántica en tanto las partes del sistema cuántico que han es­tado unidas alguna vez en el pasado retienen una conexión instantánea in­cluso a gran distancia. Por ejemplo, si dos fotones, que por definición viajan a la velocidad de la luz, se mueven en direcciones opuestas a partir de un átomo que los ha emitido, retienen una conexión no local inmediata, de tal suerte que si se mide la polarización de uno, el otro tendrá instantánea­mente la polarización opuesta, aun cuando, hasta el momento en que se rea­lizó la medición, la polarización de cada partícula no estuviera determinara. A esto se llama «trabazón cuántica».

11. Sheldrake (1994).12. Davies y Gribbin (1991).

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Las dos partes del mismo sistema, separadas en el espacio, están unidas por un campo cuántico. No se trata de un campo en el espacio ordinario, sino de un campo que se representa matemáticamente como un espacio multidimensional de posibilidades.

Tal como ocurre en los átomos y las moléculas, los miembros de grupos sociales son partes del mismo sistema. Comparten la comida, respiran el mismo aire, están interconectados a través de la mente y los sentidos e inte- ractúan continuamente. Podría suceder que, cuando están separadas, las partes del sistema social conservaran una conectividad no separable com­parable a la que se observa en la física cuántica.

Si éste fuera el caso, sería posible reinterpretar los campos mórficos en términos de teoría cuántica. Esto implicaría una enorme extensión de la teo­ría cuántica hasta llegar a cubrir la organización biológica o social. Bien podría ser un paso que la física necesite dar.

He discutido con el físico cuántico David Bohm la conexión entre la idea de campos mórficos y su teoría del orden implicado, que es un orden «plegado» que subyace al orden explicado, es decir, el mundo desplegado del que tenemos experiencia. Esta teoría, basada en la no separabilidad de los sistemas cuánticos, resultó extraordinariamente compatible con mis propuestas.13 Estas conexiones también han sido exploradas por el físico cuántico norteamericano Amit Goswami14 y por el físico cuántico alemán Hans-Peter Dürr.15

Sin embargo, también es posible que los campos mórficos representen un tipo completamente nuevo de campo que la física todavía no haya des­crito de ninguna manera. No obstante, aun así tendrían más en común con los campos de la teoría cuántica que con los campos gravitacionales o los electromagnéticos.

Me ocuparé ahora de una evidencia relativa al aspecto espacial de los campos mórficos, y luego a la evidencia concerniente a la resonancia mórfica.

E x p e r im e n t o s s o b r e c a m p o s m ó r f ic o s

No he sido capaz de concebir experimentos potencialmente decisivos para probar en forma directa la existencia de campos mórficos en el interior

13. Bohm y Sheldrake (1985): «Morphogenetic fields and the implícate order», en Sheldrake (1985), pág. 234.

14. Goswami (1997).15. Dürr (1997).

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CAMPOS MÓRFICOS 3 4 9

de moléculas, cristales, microorganismos, plantas y animales. Los campos mórficos actúan junto con tipos conocidos de campos y de gradientes y en general es difícil separar los efectos de los campos mórficos de los efectos posibles de gradientes químicas, genes, campos electromagnéticos y otros tipos de causación conocidos. Sin embargo, la ocurrencia de efectos de re­sonancia mórfica (que se analiza más abajo) implicafía la existencia de esos campos y proporcionaría una evidencia indirecta de su existencia.

La manera más fácil de comprobar directamente los campos mórficos es trabajar con sociedades de organismos. Los individuos pueden estar sepa­rados de tal manera que no se puedan comunicar entre sí por medios sen­soriales normales. Si aun así puede transmitirse información entre ellos, for­zosamente tendrá que afirmarse la existencia de vínculos o interconexiones del tipo previsto por los campos mórficos.

Cuando empecé a buscar evidencias de conexiones de este tipo entre miembros de un grupo social, me encontré con que me estaba introducien­do en dominios muy poco comprendidos por la ciencia. Por ejemplo, nadie sabe cómo se coordinan las sociedades de termitas para que insectos tan pequeños y ciegos puedan construir nidos complejos con una intrincada ar­quitectura interna.16 Nadie comprende cómo las bandadas o los cardúme­nes pueden cambiar de dirección con tanta rapidez sin qué I q s individuos se estorben unos a otros.17 Análogamente, nadie sabe cuál es la naturaleza de los vínculos sociales humanos.

Un área particularmente prometedora de este tipo de investigación con­cierne a los vínculos entre las personas y los animales domésticos, como se analiza en este libro.

De acuerdo con la hipótesis de la causación formativa, los campos mór­ficos se extienden más allá del cerebro, en el medio en torno, nos une a los objetos de nuestra percepción y nos capacita para afectarlos a través de nuestra intención y nuestra atención.18 Este es otro aspecto de los campos mórficos que se presta a la comprobación experimental. Dichos campos sig­nificarían que, simplemente con mirarlas, podríamos influir en las cosas de maneras tales que la física convencional es incapaz de explicar. Por ejemplo, podríamos afectar a otra persona mirándola por detrás cuando no tenga ninguna otra posibilidad de saber que la estamos mirando.

La sensación de ser mirado desde atrás es en realidad una experien­cia común. Los experimentos ya indican que es un fenómeno real (capitu­

ló. Sheldrake (1994).17. Sheldrake (1988a).18. Sheldrake (1981), sección 9.6.

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lo 19).19 No parece que esto pudiera explicarse en términos de coincidencia aleatoria, de los sentidos conocidos ni de los campos hoy reconocidos por los físicos.20

Los problemas sin resolver de la navegación, la migración y el regreso al lugar de origen de los animales también dependen de campos invisibles que conectan los animales con sus destinos. En efecto, estos campos podrían ac­tuar como bandas elásticas invisibles que los unen a sus hogares. En el len­guaje de la dinámica, su lugar de origen puede considerarse un atractor.21

R e s o n a n c ia m ó r f ic a e n b io l o g ía

Si la idea de resonancia mórfica es correcta, tanto la forma como la con­ducta de los organismos implican una memoria intrínseca. Lo mismo que sucede con los efectos de la resonancia mórfica en general, las pautas de morfogénesis y de conducta instintiva establecidas hace mucho tiempo se­rían tan profundamente habituales que habría pocos cambios observables. Sólo en el caso de pautas de desarrollo y de conducta nuevas sería posible observar experimentalmente la construcción de hábitos.

Ya hay evidencia, gracias a experimentos con moscas de la fruta, de que esos efectos podrían darse en el dominio de la morfogénesis.22

También hay mucha evidencia circunstancial de que el comportamiento animal puede evolucionar con rapidez, como si a través de la resonancia mórfica se construyera una memoria colectiva. En particular, es posible ob­servar adaptaciones en gran escala en el comportamiento de animales do­mésticos de todo el mundo.

Por ejemplo, Roy Bedichek, naturalista muy conocido en Texas en su día, escribió en 1947 acerca de cambios en la conducta de los caballos que él había visto a lo largo de su vida. He aquí sus palabras:

Hace cincuenta años se predijo sin reserva alguna que jamás podría utili­zarse alambrada de espinos en los pastos para caballos. Los caballos atemo­rizados o juguetones se lanzaban contra ella, se cortaban las gargantas, se arran­caban grandes trozos de carne del pecho, mientras las heridas no mortales o los simples arañazos se les llenaban de larvas infecciosas. Recuerdo la época en que era difícil encontrar en las secciones agrícolas o ganaderas de los estableci­

19. Sheldrake (1994; 1998b; 1999).20. Abraham, McKenna y Sheldrake (1992); Sheldrake (1994).21. Para un análisis de esta idea, véase Sheldrake, McKenna y Abraham (1998), capítulo 4.22. Sheldrake (1988a), capítulo 8.

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mientos agropecuarios de Texas un caballo que no estuviera lastimado por sus choques con la alambrada de espinos... Pero en medio siglo el caballo ha aprendido a evitar la alambrada de espinos. Difícilmente un potrillo arremete contra ella. A toda la especie se le ha enseñado un nuevo miedo.

Cuando aparecieron los automóviles, el tráfico de tracción equina se de­sorganizó... La presentación del automóvil al caballo y la aceptación de aquél por éste tuvo como precio muchos vehículos rotos y muchas nucas quebradas. Sonoras voces exigieron leyes que mandaran mantener los automóviles en su si­tio... [Pero] el ganado doméstico perdió en general el miedo originario tanto a la locomotora como al automóvil.23

Este cambio no se agota en que los potrillos aprendan de sus madres. Aun cuando no se los haya expuesto a alambradas con espinos ni a coches y hayan estado separados de caballos más viejos y más experimentados, hoy los jóvenes no reaccionan en general como lo hacían sus predecesores hace un siglo.

Otro ejemplo se refiere a las parrillas para el ganado. Los ganaderos de todo el Oeste norteamericano han descubierto que pueden ahorrar dinero en estas parrillas mediante la utilización de parrillas ficticias que no son otra cosa que rayas pintadas a través del camino. Las parrillas reales (que en cier­tos lugares, como los Estados Unidos y Argentina, se conocen como guar- daganado) se fabrican con una serie de tubos paralelos de acero o raíles con vacíos entre uno y otro, que dificultan el paso del ganado y hacen penoso el mero hecho de intentarlo. Sin embargo, en el día de hoy, los animales ni si­quiera intentan cruzarlas. Las parrillas ilusorias operan exactamente de la misma manera que las reales. Cuando los animales se aproximan a ellas, «frenan con las cuatro patas», como me dijo un ganadero.

¿Se debe esto sólo a que los terneros aprenden del ganado más viejo que no han de intentar cruzar? Aparentemente, no. Varios ganaderos me han dicho que rebaños no expuestos previamente a guardaganados reales, evitarán los simulados. Y Ted Friend, de Texas A & M University, ha pues­to a prueba la respuesta de varios centenares de cabezas de ganado a parri­llas pintadas y se ha encontrado con que los animales inocentes las evitan tanto como los que han sido previamente expuestos a parrillas reales.24 Las ovejas y los caballos muestran análoga aversión a cruzar parrillas pintadas. Esta aversión puede depender de la resonancia mórfica de miembros an­teriores de la especie que han aprendido por la vía difícil a evitar los guar­daganados.

23. Bedichek (1947; reimpreso en 1961), págs. 147-148.24. Sheldrake (1988b).

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Hay muchos ejemplos de este tipo. También hay datos procedentes de experimentos de laboratorio con ratas y otros animales, que muestran que esos efectos se dan en realidad. El mejor conocido incluye una serie de ex­perimentos en los que generaciones sucesivas de ratas aprendieron a esca­par a un laberinto de agua. Con el tiempo, las ratas de laboratorio de todo el mundo lo aprendían cada vez más rápido.25

Hasta ahora sólo se ha realizado una prueba experimental específica­mente diseñada para la resonancia mórfica en el dominio del aprendizaje animal. Este experimento empleó polluelos de un día y se realizó en el la­boratorio de un escéptico, Steven Rose, en la Open University de Inglaterra.

Día tras día, se mostraba una pequeña luz amarilla (un diodo emisor de luz) a nuevas camadas de polluelos, que la picoteaban de la misma manera que tendían a picotear cualquier pequeño objeto prominente de su entorno. Después de haberlo picoteado, se les inyectaba una sustancia química que les producía náusea. Los polluelos asociaron el hecho de sentirse mal al de picotear la luz amarilla y en lo sucesivo evitaron volver a picotearla. (Esta forma rápida de aprendizaje se conoce como aversión condicionada.) Como control, se mostró un pequeño abalorio de cromo á igual cantidad de po­lluelos. Tras picotearlo, se les administró una inyección neutra, de poco o ningún efecto sobre los animalitos, y no produjo aversión alguna a picotear el abalorio de cromo cuando volvían a ser expuestos a él.

La idea era que, gracias a la resonancia mórfica, las camadas posteriores de polluelos que acababan de romper el cascarón mostrarían una aversión cada vez mayor a picotear la luz amarilla cuando fueran expuestos a ella por primera vez, debido a la resonancia mórfica procedente de sus antecesores. Se inspirarían en una memoria colectiva de aversión y cuanto más fueran los polluelos que cobraran aversión a la luz amarilla, más fuerte debía tornarse este efecto. En los polluelos de control, en cambio, no debía esperarse aver­sión al abalorio de cromo.

En efecto, las camadas posteriores de polluelos expuestos a la luz ama­rilla exhibieron cada vez mayor aversión a la misma, como se había predicho sobre la base de la resonancia mórfica.26 Este efecto revestía significación estadística.

25. Sheldrake (1988a), capítulo 9.26. Sheldrake (1992b). Tal vez de manera inevitable, Rose y yo discrepamos acerca de

la intepretación de los datos. El mantuvo su escepticismo (Rose, 1992), pero sus conclusio­nes se basan en un conjunto erróneo de datos y en la ignorancia de los resultados obtenidos con los polluelos de control (Sheldrake, 1992b). Véase también Mikulecky (1996).

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CAMPOS MÓRFICOS 3 5 3

R e s o n a n c ia m ó r f ic a e n e l a p r e n d iz a je h u m a n o

La resonancia mórfica tiene muchas implicaciones para la comprensión del aprendizaje humano, incluida la adquisición de lenguajes. A través de la memoria colectiva de la que los individuos se valen y a la que al mismo tiem­po contribuyen, debería en general ser más fácil aprender lo que otros han aprendido antes.

Esta idea casa bien con las observaciones de lingüistas como Noam Chomsky, quien sostiene que la rapidez y la creatividad del aprendizaje del lenguaje en los niños pequeños es tal que resulta imposible explicarlo en términos de simple imitación. De alguna manera, la estructura del lenguaje parece heredada. En su libro The Language Instinct, Steven Pinker ofrece muchos ejemplos como soporte de esta idea.

El proceso es particularmente asombroso en la evolución de nuevos len­guajes, que puede darse con gran rapidez. Cuando los hablantes de diferentes lenguas necesitan comunicarse pero no conocen la lengua del interlocutor, desarrollan un recurso elemental llamado pidgin, series inconexas de pala­bras tomadas de la lengua de los colonizadores, con escasísima gramática. Pero en muchos casos, los pidgins se transformaron de golpe y porrazo en lenguas plenamente desarrolladas. Lo único que hace falta es un grupo de niños pequeños expuestos al pidgin a la edad en que adquieren su lengua materna. Históricamente, es probable que esto sucediera en grupos de hijos de esclavos atendidos colectivamente por un trabajador que les hablaba en pidgin. «No contentos con reproducir las series fragmentarias de palabras, los niños inyectaban complejidad gramatical donde no había nada, lo que culminaba en un nuevo tipo de lenguaje de gran expresividad.»27

Más notable aún es la evolución de nuevos lenguajes para signos. Por ejemplo, en Nicaragua no hubo este tipo de lenguaje hasta hace muy poco, porque los sordos estaban aislados unos de otros. En 1979, cuando los san- dinistas llegaron al poder, se crearon las primeras escuelas para sordomudos.

Las escuelas se centraban en ejercitar a los niños en la lectura de los labios y en el habla, con resultados desalentadores en todos los casos en que se inten­tó. Pero daba igual. En el recreo y en los autobuses escolares los niños inventa­ban su propio sistema de signos apelando a los gestos rudimentarios que utili­zaban en casa con su familia. En poco tiempo el sistema cristalizó en lo que hoy se conoce como Lenguaje de Signos Nicaragüense (LSN).28

27. Pinker (1994), pág. 33.28. Ibíd., pág. 36.

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Este lenguaje de signos pidgin lo usan hoy los adultos sordos jóvenes que se incorporaron a la escuela cuando tenían diez años o más. Pero la gente más joven, que entró en la escuela aproximadamente a los cuatro años de edad, cuando el LSN ya se había extendido, es completamente distinta, pues habla un lenguaje mucho más complejo y expresivo, al que se hace referencia con otro nombre: el Idioma de Signos Nicaragüense (ISN). Este lenguaje local im­provisado, con su sólida gramática, se creó de la noche a la mañana. Como observa Pinker: «Ha nacido un lenguaje enteramente a nuestros ojos».29

Los planes heredados que facilitan tanto el aprendizaje de lenguajes ya existentes como la evolución de nuevos lenguajes no son meros principios generales que deban estar presentes en todas las lenguas por razones lógi­cas. Se trata más bien de convenciones arbitrarias, que podrían haber sido otras. En palabras de Pinker: «Es como si, de manera milagrosa, a diversos inventores aislados entre sí se les ocurrieran los mismos patrones para el te­clado de la máquina de escribir, el código Morse o las señales de tránsito».50

Tanto Chomsky como Pinker suponen que la capacidad para aprender una lengua ha de depender de una codificación en el ADN de los genes para las estructuras universales comunes a todas las lenguas. Dan por supuesto que toda la información hereditaria está inscrita en los genes y están forza­dos a suponer la existencia de una gramática universal porque los niños pe­queños de cualquier grupo étnico parecen capaces de aprender cualquier lengua; por ejemplo, un bebé vietnamita adoptado por una familia finlan­desa aprende fácilmente el finés.

La resonancia mórfica ofrece una explicación más simple. El niño re­suena con los hablantes que lo rodean y con millones de hablantes de la len­gua en el pasado. La resonancia mórfica facilita su aprendizaje del lenguaje, así como facilita otros tipos de aprendizaje. Análogamente, la resonancia mórfica facilita la adquisición del lenguaje de signos por los sordos, quienes sintonizan con usuarios de esos lenguajes en el pasado. No hace falta supo­ner la existencia de genes para lenguajes ordinarios y para lenguajes de sig­nos, latentes en el ADN de todo el mundo.

Claro que esta interpretación de la adquisición de la lengua en términos de causación formativa es especulativa. Pero también lo es la teoría de los genes para una hipotética gramática universal. Como observa el propio Pin­ker: «Hasta ahora nadie ha localizado un gen de la gramática».31

29. Ibíd., pág. 37.30. Ibíd., pág. 41.31. Ibíd., pág. 46.

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C a m b io s e n e l r e n d im ie n t o h u m a n o c o n e l t ie m p o

Una manera de estudiar posibles efectos de la resonancia mórfica en gran escala es la que proporcionan los cuerpos existentes de datos cuantita­tivos sobre rendimiento humano a lo largo de los años. ¿Tiende el rendi­miento humano a mejorar a media que pasa el tiempo? La respuesta afirma­tiva es obvia en habilidades tales como el snowboarding o la programación informática. Pero esos progresos raramente están documentados de modo cuantitativo y la situación cambia constantemente en función de las innova­ciones técnicas, de la creciente disponibilidad de equipamiento, de mejores profesores, de las fuerzas sociales y económicas, etcétera. Sería difícil des­brozar cualquier efecto de resonancia mórfica de todos esos otros factores, aun cuando hubiera datos cuantitativos.

Una de las pocas áreas en que disponemos de datos cuantitativos detalla­dos para períodos que abarcan décadas es la de los resultados de los test de CI (Cociente Intelectual). Alrededor de 1980 me di cuenta de que, si la reso­nancia mórfica existe, el promedio de rendimiento en los test de CI debería aumentar, no porque la gente sea cada vez más inteligente, sino porque los test de CI debieran ser cada vez más fáciles de resolver como resultado de la resonancia mórfica procedente de los millones de sujetos que han pasado por ellos. Busqué datos que permitieran comprobar esta predicción, pero no encontré cifras publicadas adecuadas a este propósito, ni análisis alguno de la cuestión. Por eso me intrigó enterarme de que en 1982 las cifras de CI ha­bían aumentado en Japón en tomo a un 3 % por década desde la Segunda Gue­rra Mundial.32 Poco después se supo (para alivio de muchos norteamericanos) que el CI también había aumentado en los Estados Unidos en tasas similares.

El primero que detectó este efecto en los Estados Unidos fue James Flynn en su estudio sobre la medición de la inteligencia por las autoridades militares de los Estados Unidos. Flynn descubrió que los reclutas que ron­daban el promedio cuando se los comparaba con sus contemporáneos se hallaban por encima del promedio cuando se los comparaba con reclutas de una generación anterior a los que se había sometido exactamente al mismo test (fig. C.2). Nadie había advertido esta tendencia porque los encargados de aplicar los test comparaban en forma rutinaria los resultados de un indi­viduo con los de otros individuos de la misma edad a los que se había dado el test al mismo tiempo; por definición, se adjudica la cifra 100 al promedio de los CI de cualquier momento dado.33

32. Anderson (1982).33. Flynn (1983; 1984).

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3 5 6 - APÉNDICES

Flynn ha establecido que se han dado incrementos comparables en otros veinte países, incluidos Australia, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Holanda.54 Se han realizado muchos intentos de explicar este «efecto Flynn», pero nadie lo ha conseguido.35 Por ejemplo, es muy pequeña la par­te del efecto que se puede atribuir a la práctica en la resolución de esos test. Si algo se puede decir de ellos, es que en los últimos años han sido menos comunes. Tampoco pueden explicarlo los progresos en la educación. Ni, como algunos han sugerido, la cada vez mayor exposición a la, televisión. Las cifras de CI comenzaron a aumentar varias décadas antes del adve­nimiento de la televisión en la década de los cincuenta y, además, como comenta Flynn con ironía, «hasta la aparición de este efecto se pensaba en general que la televisión tenía una influencia entontecedora».36 Cuanto más se investigaba, más misterioso resultaba el mencionado efecto. El propio Flynn lo describe como «desconcertante».37 Pero la resonancia mórfica podría proporcionar una explicación natural.

Si el efecto Flynn es en verdad explicable en términos de resonancia mórfica, se advierte que tales efectos de resonancia son relativamente pe­queños. Si la realización de los test de CI por millones de personas condujo a un pequeño incremento de porcentaje en los resultados, en experimentos que implican sólo unos cuantos centenares de personas, o como máximo unos pocos miles, los efectos de resonancia mórfica serían demasiado pe­queños como para detectarlos contra el «ruido aleatorio debido a la ampli­tud de las variaciones de rendimiento entre los sujetos».

I m p l ic a c io n e s

La hipótesis de la causación formativa tiene implicaciones de gran al­cance en todas las ramas de la ciencia.

En química, cristalografía y biología molecular puede considerarse que las formas moleculares y cristalinas evolucionan y tienen una suerte de me­moria interior, en lugar de estar determinadas por leyes eternas e inmuta­bles. La exploración de la memoria en el dominio molecular y cristalino po­dría conducir en última instancia a importantes aplicaciones tecnológicas, incluso nuevos tipos de ordenadores interconectados por resonancia mórfi­ca y con memorias colectivas globales.

34. Flynn (1987).35. Neisser y otros (1955); Horgan (1995).36. Horgan (1995).37. Ibíd.

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CAMPOS MÓRFICOS 3 5 7

AÑO

Figura C.2. Aumento de las cifras de CI en los Estados Unidos entre 1918 y 1989, ejemplo del «efecto Flynn». Las cifras han sido calibradas de acuerdo con los nive­les de 1989 (según Horgan, 1995).

En biología puede considerarse que el desarrollo de animales y plantas recibe su forma de campos organizativos invisibles, que son los portadores de hábitos ancestrales. La evolución de formas biológicas no sólo implica la evolución de los fondos de genes, sino también la evolución de los campos mórficos de las especies. Mediante estos campos se pueden heredar los hábi­tos adquiridos, como supuso Charles Darwin.38 Y como los hábitos nuevos se pueden extender más rápidamente y en mayor escala como resultado de la resonancia mórfica que si sólo dependieran de la transferencia de genes mutantes de padres a hijos, los cambios evolutivos pueden darse con mayor rapidez.

Los instintos dependen de los campos conductuales habituales de la es­pecie, que modelan la actividad del sistema nervioso. Los instintos reciben la influencia de los genes y son heredados por la resonancia mórfica. A tra­vés de la resonancia mórfica, las pautas recién aprendidas de conducta pue­den extenderse rápidamente en toda la especie. El aprendizaje de estas nue­vas habilidades puede resultar progresivamente más fácil a medida que pasa el tiempo y se van haciendo cada vez más habituales.

38. Darwin (1875).

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358 APÉNDICES

En la psicología humana es posible interpretar las actividades de la mente en términos de campos mórficos que interactúan con las pautas físi­co-químicas de actividad en el cerebro. Estos campos no se limitan al cere­bro, sino que se extienden más allá del cuerpo, en el medio circundante. Estos campos mentales extendidos subyacen a la percepción y la conducta. Tam­bién permiten interpretar los fenómenos «paranormales», como la telepatía y la sensación de ser mirado, de tal modo que parezcan normales.

La memoria personal puede comprenderse en términos de autorreso- nancia a partir del pasado propio; ya no hace falta suponer que es preciso almacenar en el cerebro todos los recuerdos como evasivas «huellas» mate­riales.39 Una resonancia menos específica con otras incontables personas en el pasado conecta a cada uno de nosotros con la memoria colectiva de nues­tra sociedad y nuestra cultura, y finalmente con la memoria colectiva de toda la humanidad.

Los hábitos personales y los colectivos no se diferencian por la calidad, sino por el grado; unos y otros dependen de la resonancia mórfica. Este en­foque novedoso de la memoria podría infundir nuevo impulso a la com­prensión del aprendizaje en general y podría tener importantes aplicaciones educacionales. Enseñar métodos que maximicen la resonancia mórfica a partir de quienes han aprendido lo mismo en el pasado podría llevar a un aprendizaje más eficiente y más rápido.

Los campos mórficos de grupos sociales ayudarían a explicar muchos otros aspectos misteriosos de la organización social, incluso la conducta de los insectos sociales, las bandadas de aves y las sociedades humanas.

Las ciencias sociales podrían recibir nuevo fundamento teórico y po­drían abrirse nuevas y amplias vías de investigación. La concepción de las formas culturales en términos de campos mórficos revolucionaría análoga­mente nuestra concepción de la herencia cultural y la influencia de los an­tepasados. Richard Dawkins ha dado el nombre de meme a «unidades de transmisión cultural»,40 y esos memes pueden interpretarse como campos mórficos. La resonancia mórfica también ilumina con nueva luz muchas prácticas religiosas, incluso rituales.41 Hasta es posible considerar campos mórficos los paradigmas científicos, estabilizados por la resonancia mórfica y con tendencia a volverse cada vez más habituales e inconscientes cuanta mayor sea la frecuencia con que se los repita.42

39. Sheldrake y Fox (1996).40. Dawkins (1976).41. Sheldrake y Fox (1996).42. Sheldrake (1988a).

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Todo el cosmos parece ahora evolutivo. Los campos de átomos, molé­culas, cristales, planetas, estrellas y galaxias evolucionan; y lo mismo que los campos mórficos de los organismos biológicos, su evolución está sometida a la selección natural. La hipótesis de la causación formativa proporciona una manera de explorar el proceso evolutivo de toda la naturaleza y no sólo del dominio biológico.

Pero por amplias que sean sus implicaciones, esta hipótesis lleva ínsita una limitación capital. Ayuda a explicar cómo se repiten las pautas de orga­nización, pero no explica cómo empiezan a existir. Por tanto, deja abierta la cuestión de la creatividad evolutiva. La causación formativa es compatible con diversas teorías diferentes de creatividad, que van de la idea de que, en última instancia, toda novedad es mera casualidad, a las explicaciones en tér­minos de creatividad divina.43

43. Sheldrake (1981; 1988a; 1990). Ibíd., pág. 94.

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Page 372: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa
Page 373: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

índice de nombres

La mayor parte de las personas citadas en este libro ha estado de acuerdo en figurar con su nombre real, pero algunas han pedido que se las mencione con seudónimos, los cuales se señalan con un asterisco.

Abhau, Elliott, 105Aitken, Max (luego Lord Beaverbrooks),

54Albrecht, Hilde, 130, 274 Alien, Esther, 275 Andrews, Jill, 170 Arcángel, Dianne, 137 Armitage Dannaker, Cindy, 110 Arndt, Lydia, 168 Arnold, Nancy, 159 Ashton, John, 62 Ausden, Doris, 244

Badham, Molly, 241Balderstone, Tony, 200Bamsay, Pauline, 159Barrow, John, sobre la observación, 315Barlett, Carole, 53Batabyal, John y Gloria, 49Bate, John, 103

Beale, Ruth, 123, 267 Beasant, Steven, 272 Beaumont, David, 60Bechterev, Vladimir, sobre la experimenta­

ción, 162-163 Berry, Walter y Joan, 131-132 Beyer, Timothy, 131 Bienz, Elísabeth,* 92Blake, Harry, sobre la comunicación equi­

na,166, 170, 190-191 Boone, J. Alien, sobre conducta anticipato-

ria, 57Bositschnick, Gertrude, 120 Bramley, Frank, 153 Broccard, P., 122 Broderick, Mosette, 89 Broese, Laura, 138 Brown, David J., 284-285 Brown,Joan,* 103 Brown, soldado James, 247

Page 374: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

3 7 4 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

Brown, Sheila, 54 Brown-Griffín, Antonia, 267 Bryan, Elizabeth, 55 Burdett, Mary,* 151 Burke, Patricia, 249 Butler, Lucinda,* 177

Cacciaruchii, Silvana, 280 Cahen, Murielle, 120 Cañe, Barry, 287 Chambers, Lisa, 165 Charlin, Mme., 136Chomsky, Noam, sobre evolución del len­

guaje, 353 Clark, Ken, 203 Collen,John, 164 Collin-Smith, Joyce, 86 Collyer, Larry y Daphne, 61 Cook, capitán James, sobre navegación,

220Cottenham, Karen, 269 Cox, Celia, sobre audición, 51 Craig, Charles, 170 Craig, Sarah, 163 Crisp, Lucy, 171

Dale, Roger, 202 Darwin, Charles:

sobre animales salvajes, 39 sobre instinto, 42 sobre palomas, 218

Davies, Paul, sobre teoría cuántica, 315 Dawkins, Richard, sobre memes, 358 Day, Christopher, sobre reconocimiento de

la visita al veternario, 62-63 Denot, Herminia, 105 Dickinson-Butler, Michaela, 244 Diodoro de Sicilia, sobre seísmos, 280 Doherty, Dorothy, 277 Doolen, Sr. y Sra., 252-253 Dougan, Kathy, 97 Duller, Joseph, 255 Durrow, W., 162

Edney, Andrew, sobre conducta de adver- . tencia de ataque epiléptico, 268-269

Edwards, Margaret y Richard, 106 Edwards, Peter e Yvette, 47, 244 Ehlenbeck, Friedel, 297 Eigner, Dieter, 151 Erickson, Leni, 202-203 Espeluque, Christine, 275

Essner, Aristed, sobre telepatía de perro a perro, 192

Eyles, John, 92

Fallaize, Kate, 269Feather, Sara, sobre rastreos «psi», 252-253 Fennell, Jan, sobre experimentos filmados

en vídeo, 149-150 Ferrier, Malcolm, 106 Finn, Máxime, 117 Fish, Malcolm, 50Flynn, James, sobre el aumento de los re­

gistros de CI, 355-357 Forrester, Catherine,* 169 Forstinger, Louise, 291 Fowler, Fiona, 105Freud, Sigmund, sobre animales como te­

rapeutas, 123-124

Galton, Francis, 34, 36 Gavit, Louise, 52,57 Geller, Uri, 250-251 Gough, Charles, 126 Grant, Ulysses S., general, 299 Gray, Susan, 287 Greaney, J., 54Gribben, John, sobre teoría cuántica, 315

Halama, Dr. Peter, 272 Hall, Iris, 133 Hamilton, Jeanette, 120 Harberd, Alan, 273 Hardy, Bonnie, 110 Harrison, Frank, 60 Harrison, John, 229 Hart, Joan, 274 Hart, Rhona, 159 Harvey, Tony, 61 Hayward, Joan,* 153Herrick, F. H., sobre el regreso de los gatos

a su casa, 203-204 Hohrein, Roberto, 100 Holzer, Adele, 297 Hoschet, Liliane, 149 Howard,Margaret, 176 Howard, Sheila, 147 Huber, R., 121 Hyde, Stephen, 133Hygen, Georg, profesor, sobre vardoger (No­

ruega), 108

Ikeya, Motoji, 290

Page 375: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

ÍN DICE DE NOMBRES 3 7 5

Johns, Celia, 168 Johnson, Jahala, 120 Johnson, señora M., 254 Joyce, Michael, 65

Kabusch, Franziska, 296Kant, Immanuel, sobre seísmos, 280Katafiasz, Leone, 132Katz, Dolores, 169Kautz, William, 288Kellard, R., 148-149Ker, Ian Fraser, 55Kessel, Dagmar,* 293Kipling, Rudyard, 83Knowles, O. S., 110Koepfler, Heidi, 99Koref, Dr. Alfred, 251Künzli, Andrea, 145, 165

Lawrence, C. W., 110 LeBourdais, Eric, 161 Lees, Martha, 168 Liebrecht, Savyon, 292 Lincoln, Abrham, 299 Long, William:

sobre caribú, 189-190 sobre lobos, 256-257

Lycett, John, 96

McCormick, Adele, 104, 123 McCurrach, Marie, 176 McKinstry, Renata, 285 McPherson, Raymond, 160 Marais, Eugene, sobre insectos sociales,

184Mardell, Jenny, 241 Meither, Helen, 53 Metzger, Andrea, 136 Metzger, Deena, 123 Meursing, Laura, 167 Myers, Arthur, 172 Michaels, Sheila, 109 Millian, Nancy, 138 Milstein, Karen y Philip, 96 Mitchinson, Mike, 164 Moore, G., 133Morris, Desmond, sobre aullidos, 135 Munro, Kevin, sobre audición, 51 Murray, Christine, 265, 271

Natsch, Dr. Walther, 92 Neely, Peter, 164

Norris, Sue, 121 Northwood, John, 121

O ’Driscoll, Catherine y John, 58 Otis, León, 288

Palmer, Alice, 241 Perfett, Molly, 127Paxton, David, sobre domesticación, 32 Pembroke, Andrew, 273 Penney, Jane,* 161 Peoc’h, René:

sobre comunicación de tensión, 192 sobre troquelado, 306-309

Perdeck, A. C., sobre experimentos migra­torios, 233-236

Peteri, Heinz, 293Pinker, Steven, sobre evolución del lengua­

je, 353-354 Pirie, Major Patrick, 193 Plinio, el Viejo, sobre seísmos, 280 Polinario, Natalie, 298 Porter, Sonya, 167Potts, Wayne, sobre bandadas, 187-188Powell, Elizabeth, 298Preston, Teresa, 48Preston-Jones, Judith, 88Price, Belinda, 109Pugh, Teddy, 292Pulfer, Karl, 136

Radin, Dean, 300Railton Edwards, Margaret y Richard,

106Rallón, Dr. Max, 134 Ramazhanov, Magomed, 256 Randolph, Jeanne, 85 Raymer, José, 242Rhine, J. B., sobre rastreo «psi», 252Richards, Karen, 120Richardson, William, 201Rieder-Kunz, 138Rigano, Anna, 280Ritter, Hedwig,* 136Roche, Bryan, 86-87Rodenberg, Vicki, 175Rolfe, Suzanne, 98Rothschild, Miriam, 60Rothwell, Mary, 149Rowe, Verónica, 174Rudkin, Clive, 206-208Ruys, Jacqueline, 155

Page 376: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

3 7 6 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

St. Barbe Baker, Richard, sobre bosquima- nos, 173

Salisbury, Lady, 59, 60 Sarasola, Dr. Carlos, 85 Sauer, Monika, 58 Savage, Richard, 177 Schauenburg, Hans, 277 Schimdt, Bastien, sobre experiementos con

el regreso de los perros a su casa, 204- 205

Schneider, Dagmar, 122 Scott, Sandy, 285 Scott, Sylvia, 148Selous, Edward, sobre bandadas, 186-187 Serpell, James:

sobre investigación en beneficios para la salud, 118sobre vínculos humano-animal, 63

Shackleton, Víctor, 250 Simpson, Margaret, 193 Sinel, señor, 108 Sleeman, Arthur y Mavis, 256 Smart, Pam, sobre Jaytee, 71-82, 327-340 Smart, William y Muriel, 72-82 Smith, Matthew, 334 Smith, Penelope, 172 Soldini, Peter, 97 Spate, Hilary, 267 Spruit, Radbod, 64Stewart, Dra. Mary, sobre animales como

consejeros, 125 Strong, Val, 270 Sweenwy, Margaret, 130

Tagg,Joseph, 126 Theiler, K , 100Thom, René, sobre atractores, 344 Thomas, Elizabeth Marshall, sobre navega­

ción de los perros, 205-206, 245

Van der Post, Laurens, sobre bosquimanos, 107-108, 172, 220

Varotsos, P., 290 Vergnes, Geneviéve, 242 Vickery, Chistine, 276 Vieyra, Jenny, 244 Von der Heyde, Rosemaire, 121 Von Frisch, Karl, sobre insectos sociales,

181

Waddington, C. H., sobre creodos, 343- 344

Wall, Mary,* 137 Waller, S., 177 Walsh, Metty, 154 Watson, David y Celia,* 96-97 Way, Olwen, 154 Weber, Emi, 276 Welsh, Jean, 202 West, general Charles, 49-50 Wescott, Pauline, 147 White, David, 174, 175 Williams, Dr. Hywell, 273 Willis, Dr. Roy, 294Wilson, Edward O., sobre superorganis-

mos, 182Wiseman, Dr. Richard, sobre pruebas ex­

perimentales, 80-81 Wolfe, Edward, 54 Wood-Anderson, Jeremy, 102 Woodhouse, Barbara, sobre comunicación

telepática, 158 Woods, Josephine,* 193 Woolacott, Bob, 256Worsworth, William, sobre fidelidad, 127 Woutisseth, Mme. G., 167

Zaugg, Helena, 174 Zollikofer, Leonhard, 247

Page 377: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

índice analítico

Adaptación del comportamiento: caballos, 350-351 parrillas para el ganado, 351-352

Advertencias, 263-277de raids aéreos, 292-296 de seísmos, sistema basado en anima­

les, 287-291 otras catástrofes, 296-298 precognición humana, 298-300 tormentas, 291

Alarma, señales de, 264-265 Albatros, navegación de los, 217, 230-231 Alimentación, 152-153 Amor, capacidad de, 80-81 Anfibios, 102Anubis, Antiguo Egipto, 33-34 Aprendizaje humano:

adquisición de lenguaje, 353-354 cambios en el rendimiento, 355-357 resonancia mórfica, 353-358 tests de CI, 355-357

Asís, terremoto:premoniciones animales de, 279-280

Asociación Inglesa de perros lazarillo, 163 -165

Ataques de epilepsia, premoniciones ani­males de, 265-272

Atención, definición, 312 Atractores, definición, 344-345 Aullido:

gatos, 136 lobos, 134-135 perros, 130-135, 193

Aves:comportamiento anticipatorio, 95-

101grupos sociales, 186-189 migración, 223-238 navegación, 202-203, 217-220 predicción de seísmos, 285-286 regreso al lugar de origen, 202-203,

216,217-220 teoría de la navegación por las estre­

llas, 225-229 Véase también las especies nombradas

Bastet, Antiguo Egipto, 83 Biología molecular, evolución de la memo­

ria, 356-357

Page 378: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

3 7 8 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

Brújula (teoría magnética de la navega­ción), 219

Búho, comportamiento anticipatorio, 99

Caballos:adaptación del comportamiento, 350-

351advertencia de avalancha, 296 comportamiento anticipatorio, 104-

106, 153-154 comunicación telepática, 165-166, 190-

191efectos terapéuticos, 124 regreso al lugar de origen, 202

Cacatúas de cabeza amarilla y cola larga, 97, 98

Caída de árboles, advertencia de, 296 California, predicción de seísmos sobre

base animal, 284-287 Campo perceptual, 312 Campos magnéticos:

inversiones polares, 226-228 Tierra, 313-315

Campos mórficos, 41-43, 316-317, 341- 359en insectos sociales, 182-185 experimentos con grupos sociales,

348-350 mentes, 358propiedades hipotéticas, 346-347 tipos encontrados, 343 y física cuántica, 347-348

Campos morfogenéticos, 342 Campos sociales, 41-43 Cáncer, diagnóstico, 273-274 Cantidad escalar, 258 Cantidad vectorial, 258-259 Caribú, comunicación telepática de la ma­

nada, 189-190 Catástrofes, advertencias animales de, 296-

298Causación formativa, hipótesis de la, 343-

347,356-359versus herencia genética en la evolu­

ción, 356-359 CI, tests de, resonancia mórfica, 355-357 Cobayos, 103 Coches, 150-151Comportamiento altruista, 115-116 Comportamiento anticipatorio en gatos,

83-93advertencias de caída de árboles, 296

cantidad de personas, 84 machos versus hembras, 87 registros de los amos, 87-88

encuestas, 84-87 regreso a la casa, aproximación al des­tino, 239-246regreso de viajes de los amos, 89-93

preparación versus viaje efectivo, 90-91

versus perros, 89-91 viajes y vacaciones de los amos, 151 -

152Comportamiento anticipatorio en perros,

47-82cambio de idea de las personas, 64-65encuestas, 65-66explicaciones

escepticismo, 55, 240 rutinas, 48-50sentido del olfato y del oído, 50-

53machos versus hembras, 70 pautas de respuesta telepática, 56-59 perreras, ausencia de los amos, 61-62 perros que no lo presentan, 67 por razas, 67-70 registros de los amos, 70-71 regreso a la casa y aproximación al des­tino, 239-246regreso de viaje de los amos, 59-62

en autobús, tren, avión, 53-62 preparación versus viaje, 56-59

subestimaciones, 67 versus gatos, 89-91viajes y vacaciones de los amos, 151 -152

Comportamiento anticipatorio: aves, 95-101 caballos, 104-106 gatos, perros, véase infra humanos, 107-111 pequeños mamíferos, 103-104 reptiles, peces, anfibios, 101-103 Véase también Fenómenos de regreso

al lugar de origen Comportamiento de aversión, 62-63, 89,

145-148resonancia mórfica, 352

Comportamiento de encuentro de la sepul­tura, 254-255

Comportamiento de saludo, 47-48 Comportamiento reconfortante en los ani­

males de compañía, 119-120

Page 379: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

ÍNDICE ANALÍTICO 3 7 9

Comunicación chamánica, 32, 171 Comunicaciones telepáticas, 157-179

animal-animal, 181-195 bidireccional, 167-171 caballos, 165-166 captación de intenciones, 143-155 de humanos, 172-179 experimentos, 246 frecuencia, 158-159 gatos, 159-160, 167-169 pautas de respuesta, 56-59 perros, 158-165

Jaytee, experimentos, 71-82, 327- 340

por razas, 67-70 venus precognición, 63-65 Véase también Comportamiento anti­

cipatorio,Comunicadores animales, profesionales, 171-

172Conducta, véase Comportamiento Conejos, 103

comunicación telepática:advertencia de ataques epilépti­

cos, 269experimentos, filmados/grabados

en vídeo, 191-193 experimentos con robots, 307 tristeza, 171

Consejeros, animales de compañía como, 124-126

Creodo, definición, 343-344 Crías de pato que vuelven a casa, 202-203 Crisis epilépticas, premonición animal,

265-272Cristalografía, evolución de la memoria,

356Chimpancés enanos, 154-155, 241 China, terremotos en:

sistema de advertencias basado en ani­males, 287-291

Darshan, 310Delta Society, EE.UU., 270 Desconsuelo, efecto de los animales de

compañía sobre el, 117-119 Desigualdad de Bell, 315 Destino, aproximación de los animales al,

239-246Diabetes, advertencias de hipoglucemia de

animales de compañía, 273 Distancia:

animales de compañía que encuentran a su amo a gran distancia, 247-259

palomas mensajera que encuentran a su amo a distancia, 253

vaca que encuentra a su ternero a dis­tancia, 256

Domesticación, 35 gatos, 32-34 otras especies, 34-36 perros, 32-34

Efecto piezoeléctrico, 289 Efectos curativos de los animales de com­

pañía, 116-119,122-124 Einstein-Podolsky-Rosen, paradoja de,

315Emergencias lejanas, 129-139

reacciones de los gatos a, 135-136 reacciones de los perros a, 130-135 reacciones humanas a la muerte de

animales distantes, 137-139 Empatia, 115-129 Enfermedad:

efectos de los animales de compañía sóbrelas, 116-119, 122-124

premoniciones animales, 265-277 reconocimiento délas, 119-121

Epilepsia:premoniciones animales, 265-273

gatos y conejos, 269 perros, 267-272

Support Dogs, 270-271 Estorninos, experimentos de migración,

233-236Evolución humana, cuadro cronológico, 31 Evolución:

biología molecular, 357 cristalografía y biología molecular,

356-357 gatos, 83hipótesis de causación formativa ver­sus herencia genética, 356-357 humana, 30-32 instinto, 357lenguajes de signos, 353-354 migración, nuevas pautas, 237-238

Experimentos filmados/grabados en vídeo: comunicación telepática, perros y co­

nejos, 191-193 conejos, comunicación telepática, 191-

193fenómenos de sentirse mirado, 310-313

Page 380: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

380 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

intenciones de los amos, 149-150 Jaytee, 71-82, 327-340

Experimentos:comunciación telepática, 246 de troquelado con robot, 306-309 fenómenos de regreso al lugar de ori­

gen, 203-211 migración, 233-236

Explicaciones:advertencia de raids aéreos, 292-296 comportamiento anticipatorio en pe­

rros, 48-56 poderes de los animales, 313-314 regreso al lugar de origen y hallazgo de personas, 50-53, 249-252

Fenómenos de regreso al lugar de origen, 200-214aproximación al destino, 239-246

rutas inusuales, 241-242 experimentos, 203 -211 otros animales, 202-203 perros, gatos, caballos, 200-202 sentido de orientación, 209-214 Véase también Migración

Fidelidad después de la muerte, 126-127 Física cuántica, y campos mórficos, 347-

348

Ganado:adaptación comportamental a las pa­

rrillas para ganado, 351 comunicación telepática del rebaño,

189-190la conducta de encontrar el ternero a

distancia, 256 Gansos, comportamiento anticipatorio en

los, 100 Gatos:

aullido, 136comunicación telepática, 158-160

advertencias de crisis epilépticas, 269

bidereccional, 167-168 emergencias lejanas, 135-136 evolución, 83 radio de acción, 216 telepatía telefónica, 173*176 Véase también Comportamiento anti­cipatorio en gatos

Grupos sociales: aves, 186-189

experimentos con campos mórficos, 348-350

insectos, 182-185 mamíferos, manadas, 189-190 peces, 185-186rasgos comunes de la comunicación te­

lepática, 194 vínculos con los miembros, 258-259 y campos mórficos, 348-350

Haicheng, terremoto de, 283 Helice, terremoto de, premonición en ani­

males, 280Hipoglicemia, advertencia de animales de

compañía, 273 Hipótesis de la línea coral, 187 Hospicios, 123 Hurones, 103

Imprinting, véase Impronta Impronta de lugar, 233 Impronta de robot, 306-308 Insectos:

grupos sociales, 181-185 migración, 223-224

Instinto, 42evolución, 357

Intención:comunicación telepática, 143-155 poder de la, 306-309

Investigación psicológica y parapsicológi- ca, 229-230, 305

Investigación, participación en la, 321-326

Jaytee, experimentos, 71-82, 327-340

La conducción del rebaño, 160Lazos, véase VínculosLenguajes de signos, evolución, 353-354Lifebridge Foundation, Nueva York, 76Lobos:

aullido, 134-135 comprotamiento de saludo, 48 evolución, 32, 33 territorios, 215vínculos y encuentro a distancia, 256-

258Loros, 96-97

Mainatos, 98 Mal de ojo, 310 Manadas, 189-191

Page 381: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

I n d i c e a n a l í t i c o 3 8 1

comunicación telepática, 189-190 grupos sociales, 189-190 Véase también Ganado

Mariposas, migración de, 223-224 Melanoma, diagnóstico, 273-274 Meme, definición, 358 Memoria:

biología molecular, 356-357 personal, 358

Miedo, 263 Migración:

aves, 223-238evolución de nuevas pautas, 236-238 experimentos, estorninos, 233-235 peces, 229-230 tortugas, 229-230 Véase también Navegación

Monos antropoides, 154-155, 241 Monos, 103-104 Morfogénesis, 341 Muerte y tristeza, 129-139

fidelidad después de la, 126-127 perros que encuentran la tumba de su

amo, 254-255 premoniciones animales de, 276-277 reacciones de los gatos, 135-136 reacciones de los perros, 130-134 reaciones humanas:

a la muerte de animales lejanos, 137-139

a la muerte de personas lejanas, 139

Navegación, 206-214 aves, 230-233campos mórficos, 41-43, 212, 232-233 definición, 214-215 Global Positioning System, monitora-

je **, 207-211 impronta de lugar, 233 palomas mensajeras, 203, 217-220 radios de acción, 214-216 sentido de orientación humano, 220-

221teorías, 218-220, 224-230 Véase también Migración

Oído, sentido del, 51-53, 292-293como explicación de la advertencia de

raids aéreos, 292-296 Olfato, sentido del, como explicación del

regreso al lugar de origen y del en­cuentro de personas, 50-51, 249-252

Ondas de maniobra, 187-188 Ovejas, comportamiento anticipatorio, 106-

107

Palomas mensajeras:advertencia de raids aéreos, 293-294 encuentran al amo a distancia, 252-253 navegación, 203,217-220

Parapsicología, 252, 299-300, 304-305 Paro carbonero, evolución de las pautas de

migración del, 236 Paseos, perros, 148-150 Peces, 102-103

grupos sociales, 185-186 migración, 229-230

Peligro, premoniciones animales de, 263- 277

Percepción extrasensorial, 63-64 Perceptividad:

animales versus humanos, 303-305 e investigación parapsicológica, 305-

306Periquito australiano, 97-98 Perros exploradores, 201-202 Perros guía, 163-165 Perros:

aullido de los, 130-135, 193 experimentos con Jaytee, 71-82, 327-

340paseos, 148-151razas, y frecuencia de la comunicación telepática, 67-70 salvajes, 215-216Véase también Comportamiento anti­

cipatorio en los Pollos, comportamiento anticipatorio de

los, 100 PoUuelos:

experimentos de resonancia mórfica,352

troquelado, experimentos con robots, 306-307

Precognición humana, 298-300 Precognición:

catástrofes, advertencias animales, 296- 298

humana, 298-300versus comunicación telepática, 63-64,

295-296Premoniciones animales, 263-277, 279-300 Premoniciones en animales:

enferemedad en humanos, 263-277

Page 382: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

3 8 2 DE PERROS QUE SABEN QUE SUS AMOS ESTÁN CAMINO DE CASA

otras catástrofes, 296-300 raids aéreos, 292-296 seísmos, 279-291 tormentas, 291

Presagios:de muerte, 276-277 de seísmos, 279-300 Véase también Premoniciones en los

animales Prisiones, 119 Psicokinesis, 306-308

Radiación, 314 Radio de acción, 214-216 Raids aéreos, advertencia animal de, 292-

296Rastreo «psi», 252Ratas, premoniciones de seísmos, 279-281 Reacciones humanas:

a la muerte de animales de compañía lejanos, 137-139

a la muerte de personas lejanas, 139 Registros de comportamiento anticipatorio:

gatos, 87-88 perros, 70-82

Reptiles, 101-102 Resonancia mórfica, 42, 232, 344

adaptación del comportamiento en caballos y ganado bovino, 350- 351

aprendizaje humano, 353-357 experimentos con polluelos, 352 hipótesis de la causación formativa,

343-347, 349, 358 y biología, 350-352

Robots, experimentos de troquelado, 306- 308

Seísmos, 205-223ejemplos de seísmos, 279-281 predicción de, 279-300 sistemas de advertencia de, basado en

animales, 287-291 teorías sobre, 288-291

Sensación de ser mirado, fenómenos y ex­perimentos, 309-313

Sentido de orientación humano, 220-221 Sentido de orientación, 199-259

Véase también Fenómenos de regreso al lugar de origen; migración; na­vegación

Sexto sentido, 63

Sistema solar, 314Suicidio, evitación del, 121-122Superorganismos, 181-195

Telepatía animal-animal:el encuentro de otros animales, 256-

258rasgos comunes de la, 194 vínculos maternales, 191-192, 256

Telepatía telefónica: gatos, 173-175 humanos, 177-178 investigación, 178, 325-326 perros, 176-177

Televisión Estatal Austríaca (ORF), experi­mentos filmados/grabados en vídeo, 74-75

Tenencia de animales de compañía, 36-38 beneficios en la enfermedad, 116-119,

122-124beneficios para las familias, 118 cantidades:

por países, 39 Reino Unido, 40

los animales de compañía en función te­rapéutica (PAT), 119,122-124,267

Teoría cuántica, 314-315 Teoría de la programación genética de la

migración, 225, 237 Teoría de las marcas territoriales en la nave­

gación, 218 Teoría estelar de la navegación, 224-229 Teoría gravitacional, 314 Teoría magnética de la navegación, 219-

220, 224-229 Teoría solar de la navegación, 218,224, 228 Terapéutico, efectos de los animales de

compañía, 116-119, 122-124 Termitas, 182-185 Terremotos, véase Seísmos Territorio, 214-216Tormentas, advertencias de animales, 291 Tortugas, migración, 229-230 Trabazón cuántica, 347 Transmisión cultural, unidades de, 358 Trashumancia del ganado, 201-202 Tristeza, llamadas telepáticas de animales,

168-171 Troquelado, véase Impronta

Urraca, encuentro de una persona a distan­cia, 254

Page 383: Sheldrake Rupert -De perros que saben que sus amos estan camino de casa

ÍNDICE ANALÍTICO 3 8 3

Vardoger (Noruega), 108-109 Veterinario, visitas al, telepatía, 62-63, 145-

146Vídeo, experimentos grabados en:

comportamiento anticipatorio, 74-82, 327-340

intenciones del amo, 150-151 Vigilia en la sepultura, fidelidad después de

la muerte, 126-127 Vínculos animal-animal, 30-43, 134, 256-

258y emergencias lejanas, 130-134

Vínculos animal-humano, véase Vínculos humano-animal

Vínculos humano-animal, 30-43animales de compañía que encuentran

a sus amos a grandes distancias, 247-259

aversión, 62-63, 89 evolución, 30, 32

Vínculos maternales: conejos, 191 ganado, 256

Vínculos sociales:entre especies, 38-43 intraespecíficos, 41-42 Véase también Vínculos humano-ani­

males

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