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Julian marias

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“Lo que sí fue intelectualmente importante y positivo fue la política educativa de la República, principalmente en sus primeros años. Mejoraron las Universidades, que ya llevaban muchos años de crecimiento en calidad; la de Madrid sobre todo, muy en especial la Facultad de Filosofía y Letras, que alcanzó un nivel nunca igualado, ni antes ni después, y comparable a los más altos de Europa (…)”

Miguel de Unamuno

“En definitiva, Unamuno pervive como parte de España. Es un ingrediente, mínimo en comparación con su magnitud total, pero inconfundible, insustituible, irrenunciable, de la gran significación viviente, histórica, cambiante, creciente o menguante, como la luna, del nombre «España». Decir España en el siglo XX -y creo que desde el siglo XX- es decir, entre otras cosas, «Unamuno». Esto es lo que muchos, por adivinarlo mientras vivía, no se lo perdonaban, lo que otros no le per-donan, lo que a algunos nos llena de alegría. Unamuno forma parte de nuestra herencia, de nuestro haber, de nuestra hacienda. Con su mente etimológica, con su manera etimológica y no plenamente espontánea de vivir la lengua, con su afición a andar por su subsuelo, Unamuno hubiera dicho que era parte de su ansia, es decir, de su sustancia. Y así es. Hecho de sustancia española, por serlo en plenitud llegó a ser ingrediente esencial de lo que esa sustancia se iba haciendo. “

“Se ha acabado el tiempo de Azorín, ese tiempo tan largo -tan corto hoy-, que consumió en pensar sobre él, en asistir afanosamente a su curso, tratando de convertirlo, con la magia de la palabra, en remanso. Se ha doblado la última página de su libro, y ahora tenemos que darle la vuelta, con un esfuerzo doloroso, para releerlo, para revivirlo. Qué triste, hablar de Azorín en pretérito, como si fuera uno de sus personajes, de los que creó o los que resucitó salvándolos de la erudición y el olvido.” Azorín

Menéndez Pidal

“Vi siempre a Menéndez Pidal, no como un erudito, un investigador de los hechos, sino como un hombre de pensamiento, que pretendía –y lograba- entender, precisamente desde esos datos, con escrupuloso respeto a la realidad, pero a la realidad íntegra, sin mutilaciones, sin pasar por alto lo que es difícil de comprender o no conviene a una tesis previa, que se intenta defender a toda costa –”abogadescamente”, hubiera dicho Unamuno-.”

“Ortega murió el 18 de octubre de 1955. Unos días después, alguien me preguntó: ¿Cómo era Ortega? Me quedé un momento pensando y dije: Como el Sol, luminoso y cálido. Esta brevísima descripción me sigue pareciendo justa, al cabo de cuarenta y cinco años. Se refería a su presencia, a su figura, a la impresión que daba su convivencia. Todo eso ha permanecido en mí: tengo la impresión de haber estado con él ayer por la tarde, y no puedo leer una página suya sin oír su voz.”

Ortega y Gasset

“Pero más aún que traductor, Morente fue profesor universitario. Su principal acción filosófica fue verbal y directa. Si hubiese que buscar una sola palabra para definir el estilo mental de la docencia de Morente, sería esta: claridad. Fue un virtuoso de la diafanidad filosófica. Cuando los alumnos (…) entraban, no sin cierto temor, en su cátedra de Filosofía, se encontraban sorprendidos por haber penetrado, contra lo que esperaban, en el reino de las evidencias, de las ideas claras y distintas (…). Morente quitaba a la filosofía todo aire libresco y erudito (…). Su exposición era una conversación íntima con los clásicos de la filosofía, a quienes sabía evocar junto a su mesa de profesor con eficaces conjuros hermenéuticos. Se sentía la participación en el diálogo de Aristóteles, Descartes, Kant o Brentano, en forma viva, con sus problemas siempre en pie, para ellos y para nosotros, nunca reducidos a muertas fórmulas, tema de exposición o de “refutación”.”

García Morente

Xavier Zubiri Yo lo he tenido siempre muy claro. Hace muchos años escribí:«La fidelidad a un maestro, lo que podríamos llamar filiación legítima, no puede ser más que innovación. Por eso, la relación de un pensamiento con el de un maestro podría reducirse a esta fórmula, que es válida para la relación de cualquier filosofía con todo el pasado filosófico: inexplicable sin él, irreductible a él».

En un libro (…), encuentro una anotación de Ortega, escrita en Lisboa hace cincuenta y cinco años, que me conmueve profundamente. Dice así: «Mi hijo José que desde hace unos años dirige las ediciones de la "Revista de Occidente“ (…) quería publicar la segunda edición de la «Historia de la filosofía» compuesta por Julián Marías, discípulo de Javier Zubiri y mío. (…) Como el libro lleva ya un prólogo de Zubiri nos reuníamos en él tres generaciones de hombres que con continuidad desusada y en estrecha relación personal se han ocupado en el desnudo e implacable mediodía de Madrid, bajo los cierzos de la vecina serranía, de intentar hacer filosofía. Íbamos, pues, a aparecer juntos y confundidos en un solo libro, simbólicamente entreverados y mixtos, -porque, en efecto, el único lío que nos hemos hecho los tres es no saber ya si somos cada cuál de los otros dos discípulos o maestros».

José Gaos

“Gaos era más joven que Zubiri, tenía poco más de treinta años; asturiano recriado en Valencia, hijo de una familia numerosa y casi toda brillante, alto, calvo –primero con disimulo orteguiano, luego a las claras-; claro, riguroso, preciso; con una formación muy sólida. (…) Con Gaos teníamos una relación muy amistosa. A veces íbamos a merendar juntos, o nos recibía en su casa; tenía mujer, Angelita, y una niña; después nació otra. Gaos era socialista, pero en la Universidad no se le notaba nada. Sus deberes, nos dijo un día, eran leer El Socialista, no siempre con gusto, y pagar la cuota al partido. Nos sorprendía que fuese capaz de estar afiliado a un partido, fuese el que fuese; pero lo queríamos y nos gustaba mucho su compañía siempre inteligente y jovial.”

“D. Julián Besteiro no enseñaba, porque era presidente de las Cortes Constituyentes. Cuando dejó de serlo, es decir, al comenzar el curso 1933-34, volvió a su cátedra de Lógica. Asistí a alguna de sus clases. Era un hombre alto, elegante, con el pelo blanco y aire de inglés distinguido; dechado de buenos modales y cortesía, lo mismo en el Congreso que en su vida privada. (…) Estuvo en mi examen de licenciatura, y durante la guerra civil tuve con él relación muy estrecha y amistosa, y una admiración moral por su figura absolutamente excepcional en aquella tremenda época”

Julián Besteiro

María Zambrano

Un viaje a Oriente. Un viaje al próximo Oriente mediterráneo. Cuarenta y cinco días de agua y tierras cambiantes. La vista se apercibe para un futuro de ejercicio denso y diverso. Sin embargo, lo verdaderamente importante para el viajero no son, en este andar marino, las ciudades que se van a ver, las aguas salinas que han de espumar la proa. Lo importante son los cuarenta y cinco días de ocupación viajera. Un día es siempre grave; grave mientras dura, porque somos eso; grave después, porque ya queda siempre incorporado a nosotros. La gravedad de estos días viajeros no está, pues, en lo que tienen los viajeros, sino en lo que tienen de días. El adjetivo, como siempre, no hace sino modificar esa gravedad. Y tiene mucho interés escoger cómo van a ser nuestros días, porque equivale a escoger cómo vamos a ser nosotros»

“Dice tu madre que cuides tu ropa; que te asees bien; que vayas a las recepciones hecho un paquete y que te lustres los zapatos; que cuentes la ropa y tengas cuidado de no perder nada; que te agradece mucho tu felicitación; que está deseando tu regreso para hacerte un amoruco grande y que, de buena gana, tomaría un avión para ir en pocas horas a abrazarte.”

“Con Lolita tuve una amistad clara y muy intensa desde los primeros días de convivencia en la Facultad. Hablábamos interminablemente, con extraña comprensión mutua, pasábamos mucho tiempo juntos, con otros amigos o a solas. Era una muchacha de inaudita limpidez, transparente y profunda al mismo tiempo. De asombrosa inteligencia –para los estudios, por supuesto, pero sobre todo vital-, capaz de atención ilimitada, con casi patológica ausencia de egoísmo, sobria y llena de ternura. (…) En su compañía, no sólo me sentía mejor que con nadie, mejor que me había sentido nunca, sino algo que en aquella circunstancia era precioso: me sentía plena, claramente yo mismo.”

Lolita Franco

"Aquellos cursos de filosofía eran únicos en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: mis estudiantes eran mis compañeras de Universidad, mis amigas, muchas de mi edad; esto quiere decir que no me tenían respeto. Esta experiencia de lo que podríamos llamar "docencia irrespetuosa" no ha tenido precio para mí. Estas chicas no aceptaban nada "in verba magistri"; el argumento de autoridad no existía para ellas... Me pedían que lo aclarara todo, lo justificara todo... Nunca he tenido que esforzarme tanto, ni con tanto fruto, como ante aquel auditorio de catorce o dieciséis muchachas florecientes, risueñas; a veces burlonas, de mente tan fresca como la piel, aficionadas a discutir, con afán de ver claro, inexorables. Nadie, ni siquiera mis maestros, me han enseñado tanta filosofía. En rigor, debería compartir con ellas los derechos de autor...”

“Siempre me ha sorprendido que el desastre de 1936, el más grave de nuestra historia moderna, sobreviniera cuando España había alcanzado una asombrosa plenitud intelectual, que desde el Siglo de Oro no había existido. (…) Por primera vez en toda nuestra historia existía un pensamiento filosófico original y realizado en español, es decir, una interpretación filosófica enraizada en nuestra condición y en nuestra lengua. (…) ¿Cómo es posible que no fuera suficiente para conjurar la más atroz amenaza, para impedir que se desatara sobre España su máxima destrucción a manos de españoles?”

“Ortega dijo a sus colaboradores e invitados a participar en cursos, seminarios y «coloquios-discusiones» –innovación que había de tener luego incontables imitadores–: «Lo organizamos Marías y yo, porque somos dos insensatos que no tenemos nada que perder.» Todo acontecía en las aulas de nuestro amplio piso de Serrano 50, con una sola excepción: el curso de Ortega, del cual se esperaba una asistencia numerosa. Se celebró, el primer año, en el gran salón del Círculo de la Unión Mercantil, en la Gran Vía. He contado que cuando fui con Ortega a examinar el local y el funcionamiento de los micrófonos, dijo: «Dios mío, qué cursi es esto.» Y en seguida agregó: «Pero lo cursi abriga.»

“Era una empresa arriesgada, improbable. (…) era un descubrimiento de la España real, casi soterrada, con frecuencia mal vista, si no perseguida. El entusiasmo fue considerable; los oyentes no salían de su asombro; el Instituto fue un inmenso suscitador de esperanza”

"Antonio Rodríguez Huéscar, cuya amistad he conservado siempre, era un poco tímido, alegre sin embargo, con talento literario, bastante buen pintor, manchego; se casó muy joven y tuvo pronto tres hijas, lo que le ha permitido ser bisabuelo. “ “Acostumbrado a parecer menos de lo que era - este rasgo no ha hecho más que acentuarse a lo largo de sus setenta años.” (…) “Para mí, la muerte de Huéscar ha sido uno de esos golpes que la vida asesta de cuando en cuando, llevándose un trozo de la propia realidad. Desde 1932, desde los años de estudiantes de Filosofía, éramos amigos; sin un roce, sin una nube, sin un descontento. Con él se va, no un fragmento de mi juventud, porque nuestra amistad no se redujo a ella, pero sí se ha arrancado algo que hundía sus raíces en aquellos años; hace pocos días íbamos juntos a ver una película y hablar de mil cosas; pero lo hacíamos desde el espesor vital de cerca de sesenta años.”

Rodríguez Huéscar

Hace ahora cuarenta y cuatro años que tuve noticia de Ferrater; me mandó la traducción de un libro de Bergson, para el que había escrito una Introducción; la leí con interés y la comenté (…). Le señalé su nombre a Ortega cuando planeábamos la publicación de unos “Estudios de humanidades”. Cuatro años después nos conocimos personalmente y se inició una larga amistad. (…) Ha conservado hasta el final de su vida un temple juvenil, lo cual quiere decir que no había iniciado ese movimiento de retracción de la vida, que anuncia la muerte.”

Ferrater Mora

“Mi amistad con él nació en 1933 y se prolongó, de manera creciente, hasta su muerte. Nos conocimos a bordo del «Ciudad de Cádiz», en aquel famoso Crucero universitario dirigido por don Manuel García Morente, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, que nos llevó a estudiantes y profesores en torno al Mediterráneo. Yo era estudiante de diecinueve años -los cumplí en Túnez- y Lafuente era un joven profesor auxiliar de Historia del Arte. Nos dio una de las conferencias que a bordo nos iban ilustrando sobre lo que íbamos a ver, y nos sorprendió su saber, precisión y rigor; lo felicitamos por ello y nos dijo, con modesto orgullo irónico: «Es que yo he estudiado Filosofía». Así era, y siempre se lo advirtió en su docencia y en su obra escrita.”

E. Lafuente Ferrari

Heliodoro Carpintero Moreno

“(…) no sólo ha visto la tierra de Soria, sino que la ha recreado imaginándola, la que ha soñado, al hilo de sus poetas, de Bécquer a Machado y a Gerardo Diego, más aún al inventar, día a día, tantos miles de su vida cotidiana. Carpintero no ha vivido “tangente” a Soria, sino que ha hecho su vida de ella, de su sustancia geográfica e histórica, usándola de materia para tejer con ella una vida de rara autenticidad, capaz por eso de transmigrar a otras y hacerlas sentir casi de bulto.” “Yo, quizá, hubiera preferido titular este libro “Bécquer en persona”. Su autor, con tanto amor, con discreción y experiencia de la vida, con humana sabiduría, ha conjurado al huésped de las nieblas, valiéndose de su tangible, efectiva, humilde y realísima condición de vecino de Soria.”

“El viaje es, pues, vertical, hacia lo hondo de nuestros espíritus. Viaje de exploración penosa y difícil, de interés angustioso y urgente. Vamos, con una ansiedad dolorosa y poco esperanzada, a buscar trozos nuestros, tras los mares.”

“Yo siempre he dicho que para ser fotógrafo hacen falta cuatro cosas, por este orden: imaginación, ojos, pies y una cámara. Aunque tal vez los pies deberían ir antes. ¡Lo que hay que caminar para hacer una buena foto! “

“Como las cosas humanas se entienden mejor por medio de imágenes, que permiten volver sobre ellas y extraerles nuevos sentidos, lo cual las hace prácticamente ilimitadas (…)”

“El cine finge un mundo, una auténtica abreviatura de la vida humana, y multiplica los puntos de vista mediante el movimiento y el tiempo. Esta panorámica, efectuada sobre los fundamentos de la razón vital, permitirá introducirse en el estudio y análisis de una antropología cinematográfica, es decir, de una indagación sobre la vida humana hecha a través de las películas”